Trabajo y organización en la economía popular

Cuadernos de formación para trabajadores, militantes, delegados y dirigentes de organizaciones populares

Por Juan Grabois y Emilio Pérsico (libro pdf)

Introducción

El trabajo asalariado ha dejado de ser la relación social predominante del sistema capitalista. La globalización excluyente ha llevado la injusticia social a tal extremo que ser explotado en las condiciones legales vigentes parece ser un verdadero privilegio.

Las conquistas del movimiento obrero son casi piezas de museo, patrimonio de una porción cada vez más pequeña de la clase trabajadora. La mayoría de nuestros compañeros no tiene un patrón que quiera comprar su fuerza de trabajo y pagar por ella un salario de convenio. Sin embargo, resisten la exclusión del sistema socieconomómico. No viven de “la magra asistencia”.

Nuestros compañeros se inventaron su propio trabajo, en los barrios populares, en el subsuelo de la Patria, en las periferias olvidadas. Muchos changuean, trabajan por cuenta propia, en familia o en las cooperativas que los sectores populares fuimos construyendo en los últimos años. Otros con peor suerte son sometidos a nuevas formas de esclavitud, porque sólo la sobreexplotación del trabajo permite algún nivel de ganancia para las empresas tecnológicamente atrasadas.

Al menos dos generaciones de argentinos no conocen la vida de la empresa, la fábrica, el taller; nunca gozaron de un sueldo digno, vacaciones, aguinaldo, obra social, ni un sindicato que los proteja de los abusos. No conocen el concepto de huelga porque nuestra lucha está en las calles y las rutas, en las fábricas quebradas y tierras ocupadas. No se trata ya de disputar la plusvalía de tal o cual empresario, sino de arrancarle el mero derecho a la subsistencia al sistema en su conjunto.

La contradicción fundamental en nuestra sociedad es cada día más clara: están los que caben y los que sobran. Los integrados y los excluidos. Los que son útiles para el proceso de acumulación capitalista, por un lado, y los “residuos sociales” que ensucian y amenazan la civilización burguesa, por el otro. Los que comen en la mesa y los que juntan el descarte.

Los compañeros que tuvieron que salir a inventarse el trabajo, revolver la basura en la noche fría para juntar plástico, papel y cartón, pasar noches en vela para recuperar la empresa quebrada, vender baratijas en trenes y colectivos, aprender a producir artesanías para subsistir, tirar la manta en la calle frente a la mirada adusta de la policía, bancar la parada en la feria, salir con el carro a caballo a fletear, subirse a la moto arriesgando la vida para llevar mensajes y encomiendas, cultivar la tierra frente a la amenaza constante del agronegocio, sostener un emprendimiento familiar ante la competencia de los monopolios, pintar una escuela o barrer las calles por un mísero subsidio, cuidar chicos en el barrio, cocinar en los comedores, trabajar en espacios comunitarios. Todos estos compañeros fueron creando desde esos basurales sociales ejemplos de trabajo, organización, lucha y dignidad. Son poetas sociales, los protagonistas de la economía popular.

La economía popular no está aislada de la economía global de mercado. Los puntos de conexión son múltiples, tanto al nivel de la producción como del consumo. La propaganda empresarial nos lleva al consumismo y muchas actividades populares integran cadenas de valor de grandes empresas. Incluso el sector financiero concentrado se beneficia de los intereses usurarios que los pobres pagan por los préstamos personales.

Sin embargo, la economía popular tiene una característica que la distingue: los medios de producción, de trabajo, están en manos de los sectores populares. De ahí que nos atrevamos a soñar con un proceso de auto-organización de nuestros compañeros que permita erradicar las tendencias patronales del seno de nuestro pueblo pobre y construir una economía popular comunitaria, solidaria, fraterna, socialmente integradora.

La economía popular fue creciendo como hierba silvestre o, si se quiere, como un árbol torcido. Basta ver las ferias de La Salada, los talleres clandestinos o los galpones de reciclado para notarlo. En general prima la ley de la selva. Los de abajo reproducimos la lógica de los de arriba. Pero la intervención consciente, constante y comprometida de la militancia popular puede enderezar el árbol, disputando en el territorio, en las unidades económicas y en el propio Estado para avanzar en las conquistas sociales de nuestros compañeros.

En este proceso de trabajo, organización y lucha, iremos sembrando en la consciencia, el corazón y la experiencia de todos nosotros, la semilla de un nuevo paradigma social: enfrentar al “dios dinero”, superar el capitalismo y construir un mundo nuevo con Tierra, Techo y Trabajo para todos.

 

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