¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere?
¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo lo ‘resolvés’?
ZONA LITERARIA | EL TEXTO DE LA SEMANA
COMPILADO: 31 escritores argentinos responden la pregunta 17 del ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti.
Entre diciembre de 2018 y diciembre de 2020, treinta y un escritores argentinos fueron respondiendo las treinta y cinco preguntas que conforman el ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti‘. Estas entrevistas-cuestionarios fueron difundiéndose en la Zona Literaria de El Ortiba. Con el formato de Compilados cada una de las preguntas y respuestas se publican periódicamente en el orden establecido por el entrevistador.
Foto: Flavia Revagliatti
17: ¿VISTE QUE UNO EN CIERTOS CASOS QUIERE A PERSONAS QUE NO VALORA O VALORA POCO, Y QUE EN OTROS CASOS VALORA A PERSONAS QUE NO QUIERE? ¿ESTO TE PERTURBA, TE ENTRISTECE? ¿CÓMO LO ‘RESOLVÉS’?
RODOLFO A. ÁLVAREZ: No. Yo quiero a los que quiero y está bien. Y los que me quieren son respuesta. Y también está bien.
FERNANDO DELGADO: No, para nada me perturba ni me entristece. Valorar y querer, tienen significaciones diferentes.
JOSÉ MUCHNIK: Habría que precisar en qué plano se sitúa la valorización. Tengo amigos que valoro como personas, muy buena gente, pero que no valoro en el plano intelectual. En otros casos puede suceder lo inverso. En otros casos podemos valorar a alguien de manera integral. Es la vida, las cosas son como son, se sienten como se sienten, no me perturba, no hay nada para resolver.
BIBI ALBERT: Quiero a la gente de buena leche, no importa qué valores intelectuales tenga. A las personas que no quiero, pero sí valoro, las admiro, y eso está bueno, me hace sentir bien. Porque si no las quiero no puedo valorar en ellas más que lo indiscutible y consagrado, no otra clase de gestos, porque por algo no las quiero.
Nada que resolver, no implica un conflicto para mí.
CLAUDIA SCHVARTZ: Valorar es un verbo un poco retorcido. Las personas que quiero son muy valiosas para mí porque hacen a mi confianza, a la valoración de mí que me sostiene en pie. Después hay gente muy socialmente valorada. Y bueno, ¡chapeau! A veces yo no tengo nada en común con esa gente, pero nos saludamos y coexistimos. Soy bastante poco curiosa. Hay gente que quiero, pero solo habla de sí misma. En ocasiones, pierdo la presencia de ánimo. Sobre todo, cuando conozco en carne propia ese desprecio del que habla tu pregunta.
JORGE CASTAÑEDA: Son trasuntos afectivos porque la vida es diversa y pocas cosas se eligen. Y cada persona tiene más caras que las de Proteo. Para algunos significan mucho y para otros nada. Pregunto: ¿Será cierto que los opuestos se atraen?
JORGE LUIS LÓPEZ AGUILAR: En general, quiero y he querido a gente que pude admirar. Y al día de hoy ya no me desvivo por admirar a nadie ni por quererle. ¿Quién puede ser juez o árbitro para valorar o evaluar a nadie? El cariño, y la empatía, son milagros que uno siempre está dispuesto a recibir.
LUISA PELUFFO: No siento que tengo que resolver nada. Cuando quiero a alguien, lo valoro y si esa persona no está familiarizada con la literatura, me atrae escuchar y aprender acerca de temas que desconozco.
RITA KRATSMAN: No me perturba porque, generalmente, me rodean personas que valoro justamente por sus diferentes particularidades, o quizá se deba a una gravitación de pensamientos.
LAURA CALVO: Más que entristecerme me perturba: ¿querer sin valorar? ¿valorar sin querer? ¿es posible “eso”? Si resolverlo es pensar lo menos posible en “eso”, seguiré dejándome llevar, “qué va chaché” …
ROGELIO RAMOS SIGNES: Aquello de “el hombre y sus circunstancias” puede contener el quid de estas valoraciones, a veces momentáneas, a veces injustificadas. No todo es igual en todo momento ni en todo lugar.
El hecho de no tener siempre una justificación para mis amores o mis fastidios no me entristece. Sí me entristece ser consciente del origen de mis rencores, que es punto tan distante del amor como del odio.
LUIS BENÍTEZ: La contradicción casi permanente es una de las características que nos define como humanos. Eso generalmente me perturba, en ocasiones me entristece y siempre me asombra. No lo resuelvo nunca.
LILIANA AGUILAR: Valoro a todas las personas en tanto mis iguales y a cada quién con sus propios talentos. Detestaba a mi profesora de didáctica de la secundaria, pero valoraba (y aún hoy sigo pensando que fue mi mejor ejemplo de vida) sus conocimientos, su entrega, su dinámica en la clase, su asistencia perfecta, su justipreciación de lo que el alumno podía devolver… y podría seguir una larga lista.
En cuanto a querer a quien no se valora… creo que nunca estuve en esa situación porque una persona puede no tener idea de quién fue Arthur Rimbaud o desentrañar fórmulas de alta ingeniería, pero sí cocinar un guiso a la española para el Nobel o fabricar bellísimas figuras con un pedazo de papel y ser absolutamente queribles por eso.
¿Si me perturba? Para nada. Tales situaciones me dicen que la vida es un prodigio de variables y yo participo de ellas.
GUILLERMO FERNÁNDEZ: Considero que, si los humanos contamos con una posibilidad, es la de no quedarnos fijos con un carácter, con una situación que merece revisarse. El valorar, para mí, está en eso de rescatar lo que a veces permanece oculto y aflora en la mejor de las oportunidades. Me entristece que muchas veces nos detengamos en la superficialidad y no pensemos en retrotraer las situaciones adversas.
MÓNICA ANGELINO: Esas situaciones suceden, generalmente no necesito resolverlas, suceden y ya.
DAVID ANTONIO SORBILLE: Me acostumbré a tratar a las personas más allá de sus preferencias o ideologías, pero respeto especialmente a las que dignifican la palabra y los sentimientos sinceros. Me fastidia la estupidez de los soberbios.
CARLOS NORBERTO CARBONE: Si lo quiero es porque lo valoro. Donde más se me complica es en aceptar opiniones diferentes; no respeto a los que revindican a lo peor de la historia de la humanidad, con esos lo resuelvo alejándolos de mi vida todo lo posible.
LEONOR MAUVECIN: No me ha sucedido, aprecio y valoro a las personas que quiero. Cuando uno quiere a alguien, ya sea cercano o lejano, es porque algo en su personalidad merece nuestra admiración o respeto. No necesariamente uno valora “todo” del otro, pero siempre hay algo positivo que nos encariña.
RUBÉN SACCHI: Lo segundo es difícil que me ocurra, puedo valorar hechos o acciones de esa persona puntualmente, pero no su integridad. Lo primero puede darse y es producto de la cotidianidad. Lo que nos rodea, lo habitual nos parece dado por naturaleza. Cuando identifico el error, que obviamente es perturbador y triste, trato de modificar mi actitud de valoración.
HORACIO PÉREZ DEL CERRO: Todo esto es producto de las expectativas que ponemos en los demás, sin darnos cuenta ni analizar los límites que cada uno tiene al establecer la construcción de un vínculo con el otro.
Pienso que cada vínculo crece en cantidad y calidad a medida que se va cimentando por el conocimiento de la otra persona, o se quiebra o rompe si lo que percibo del otro no concuerda con mis valores humanos. Los vínculos tienen la característica, afirmaba Enrique Pichon-Riviere, de que se establecen desde diferentes niveles del aparato síquico, lo que me da para aventurar que puedo vincularme desde las zonas blancas, las grises o las negras de mi siquis con la del otro. Por eso cada vínculo es diferente a otro, no todos responden a la misma arquitectura, por eso valores y quereres van, a veces, contrapuestos, alineados, simétricos o asimétricos. No me perturba ni entristece, y lo resuelvo con toda la amplitud de criterio que me es posible. El error, tal vez, es tratar de cambiar al otro en función del vínculo imaginado o fantaseado con ese otro, ahí comienzan los conflictos.
MARÍA AMELIA DÍAZ: Mirá, creo que hay que separar la parte afectiva de la valoración que nos pueda provocar la actividad o el talento de una persona. Hay gente a la que admiro profundamente y que no me despierta ningún afecto. Y viceversa.
CRISTINA MENDIRY: No me sucede. A los que valoro, los quiero. Y a los que no valoro, no los quiero.
SANTIAGO SYLVESTER: Tuve que resolverlo cuando hice alguna antología de la poesía del Norte: y lo he resuelto siendo honesto. Me resultó muy comprometido por ser yo del Norte: tuve que incluir a un par de poetas que no me quieren, ni yo los quiero; y a la vez tuve que dejar fuera a algunos amigos. Ahí no valían ni el amiguismo ni el enemiguismo, sino que tenía que opinar sin cargas emocionales. Es un problema serio, pero de problemas se nutre todo, así que corresponde encararlos lo mejor posible. Sé que me pude equivocar, no soy infalible, pero he usado mi criterio, que es el único que tengo.
ROBERTO D. MALATESTA: Las relaciones humanas son un misterio, pero si hay alguien que te parece querible no busques más vueltas, si te preguntás cómo carajo aprecio a este tipo que es tan opuesto a mí, es porque posee algo que supera tu comprensión, pero está, lo trae consigo. Ahora, valorar y querer no tienen por qué ser de la misma familia. Y creo que es más importante querer que valorar, por allí valorar no tiene mérito, alguien tiene valores, ha hecho cosas, entonces se lo valora. Pero querer es la semilla de Dios.
GLORIA ARCUSCHIN: Ya en mi adolescencia advertí una cierta tendencia a querer y establecer amistades con personas turbulentas, con personas un tanto tortuosas, de las cuáles es difícil descifrar si realmente te quieren o se produce una inestabilidad a su lado. Que no juzgaría como positivas o valorables. Sí me perturbaba, complicaba y muchas veces entristecía, al sentirme defraudada. La psicoterapia y las experiencias hicieron lo suyo, como manera de resolverlo, y creo que fui orientando mis sentimientos de formas más armónicas, hacia direcciones donde combinen mejor lo valorado de las personas y mis sentimientos hacia ellas.
RAFAEL FELIPE OTERIÑO: Fui durante más de treinta años funcionario judicial y esto me adiestró en tratar de ser ecuánime y en poner humildemente en práctica la levinasiana responsabilidad anterior, preexistente, ante el otro (Emmanuel Lévinas). Y mi poesía se llevó bien con esa conducta, ya que me acostumbró, a su vez, a prestar atención a lo distinto —aún más, a interesarme por lo distinto—, como provechosa lección para reflexionar y a la cual —como un deber— adaptarme.
ALEJANDRO MÉNDEZ CASARIEGO: No me pasa. No quiero a personas que no valoro. Para ser preciso: para querer a alguien le tengo que encontrar algún valor, sea del tipo que sea: talento artístico, bondad, generosidad, simpatía, solidaridad, algún tipo de destreza. Lo que fuera. Hay personas en nuestro ambiente a las que quiero mucho, y cuya obra poética no me convence para nada. Pero son generosos, solidarios, cariñosos. Valores que pongo muy por encima del talento para escribir poemas.
LILIANA DÍAZ MINDURRY: Yo no quiero a personas que no valoro. Si quiero es que valoro. Si te referís a lo meramente literario, podría suceder, pero no me sucede tanto. Sí puedo valorar del punto de vista literario a poetas o escritores que en lo afectivo me son desagradables. No me perturba.
CARMEN IRIONDO: Tengo una gran libertad para soportar mis propias contradicciones y ambivalencias. Crecí sabiendo que uno puede amar a gente mala y odiar a lo que se considera universalmente como “bondadoso”. No me perturba, no me entristece. Por lo tanto, sería en mí una cosa menos para “resolver”.
LUCAS MARGARIT: Nada, no me pasa nada. Es así. ¡No veo nada que resolver!
CARLOS DARIEL: Generalmente puedo disociar ambos aspectos, de manera que no me produce ninguna complicación. En la mayoría de los casos son compatibles, es decir, suelo valorar a las personas que quiero, pero cuando eso no sucede, puedo querer a alguien sin valorarlo en algún aspecto en particular o puedo valorar alguna cualidad de alguien sin que, al mismo tiempo, quererla sea un requisito. Esto que describo lo vivo como algo natural en mí, no me promueve ningún conflicto o contrariedad. Valorar y querer pueden transitar juntos o ir por andariveles perfectamente diferenciados en mis relaciones con mis prójimos.
Abril 2022