Selección de textos y notas periodísticas

Sí, a la noble igualdad

Por Osvaldo Bayer

Ya se cumplen noventa años. Algo inexplicable. La crueldad más ocultada de nuestra historia. El fusilamiento de los peones patagónicos de 1921. Un crimen que dejó abierta una herida que no cicatrizará jamás. Llevado a cabo por un gobierno elegido por el pueblo, el de Hipólito Yrigoyen. No hay explicación alguna. Se fusiló y ya está. Se cumplieron órdenes, dijo el Ejército. Han quedado para siempre como testigo las tumbas masivas. Ahora ya marcadas. Allí están, silenciosas pero que hablan por sí mismas y lo dicen todo. Fusilados por pedir tan poco. Y sus héroes: don José Font (Facón Grande), Albino Argüelles, Ramón Outerello, el alemán Schultz. Y cientos de chilotes, argentinos, y trabajadores llegados de más allá de los mares.

Santa Cruz se prepara. Habrá como todos los años, Memoria. Allí, junto a las tumbas masivas. Se guardará silencio mientras el viento sigue trayendo el eco de las balas de aquel 1921. Hablarán trabajadores del campo, historiadores, representantes del pueblo. Palabras y emoción.

Recuerdo cuando inicié la investigación, en 1966. Vivían protagonistas y testigos. Por primera vez comenzaron a hablar luego de medio siglo de silencio. Los soldados, los oficiales fusiladores, los estancieros, los políticos, los peones que habían salvado su vida por ser menores de edad pero que habían visto todo.

Muerte en el paraíso. Ver por última vez esos paisajes, esos cielos azules antes de morir. Morir por pedir tan poco. Fusilados por el Ejército Argentino. La orden de la pena de muerte por “subversión” fue dada por el presidente Yrigoyen. Una huelga por unos pesos más y un poco más de dignidad en el trabajo no es “subversión”, señor presidente. Los radicales explicaban en los pasillos del Congreso que sí, está bien, Yrigoyen le había dado la orden de pena de muerte al teniente coronel Varela, jefe del 10 de Caballería, pero que “a éste se le había ido la mano”. Todo está dicho en la sesión del 23 de marzo de 1922 de Diputados, donde la oposición quiso saber la verdad de todo, el porqué de los fusilamientos si la pena de muerte ya había quedado anulada en 1918 por disposición de ese mismo Congreso. La oposición exigió de inmediato el envío de una comisión investigadora para que situara las tumbas masivas y se comprobara el número de peones rurales fusilados. Pero el oficialismo radical votó en contra. No quería que se supiera la verdad. La única manera de ocultar el crimen oficial era guardar silencio y mirar para otro lado. Para que el olvido tapara el crimen. De eso no se habla.

Hasta que un año después el anarquista alemán Kurt Wilckens hará volar por el aire al obediente teniente coronel Varela con una bomba frente al Regimiento 1 de Infantería, de acuerdo con el principio: “Cuando en un país no hay justicia, el pueblo tiene derecho a hacerse justicia por su propia mano”.

La tragedia de los peones de campo patagónicos quedó oculta. Pero, lo repetimos, la Etica siempre triunfa en la historia. Y así fue. Medio siglo después la tragedia quedaba en claro. Las investigaciones históricas probaron el crimen oficial. Pese a las prohibiciones y la quema de libros de la dictadura de la desaparición de personas, la tragedia no quedó oculta nunca más. Hoy, en territorio santacruceño están marcadas todas las tumbas masivas y los héroes del movimiento rural tienen sus estatuas. Facón Grande está allí a la entrada de Jaramillo, a pocos metros de donde fue fusilado; Albino Argüelles es recordado por un monumento a la entrada de San Julián; Ramón Outerello, a la entrada de Puerto Santa Cruz. Todos los años, al llegar la fecha de las ejecuciones se realizan frente a las tumbas masivas actos recordatorios. Donde está el monumento de los fusilados en las estancia La Anita, de los Braun, todos los principios de diciembre se hace un acto al que concurren alumnos, docentes, vecinos y cantautores populares, que entonan canciones en recuerdo de los héroes que pedían tan poco por su sacrificado trabajo. Además, la tragedia ha sido llevada al cine y al teatro. Ha quedado para siempre en la conciencia del pueblo. Más todavía, hay una iniciativa para considerar a los fusilamientos de las peonadas patagónicas como un “crimen de lesa humanidad”, es decir, no prescribirá jamás. Algo para tener en cuenta por quienes recurren a las armas para dirimir los conflictos sociales.

Sí, se recuerda a las víctimas. En cambio, a los ejecutores del crimen no los recuerda nadie; hasta sus familiares se avergüenzan de ellos. Como ejemplo de la cosecha por los crímenes oficiales, el teniente coronel Varela, en su tumba en el panteón militar de la Chacarita tenía una sola placa, que decía: “La comunidad británica de Santa Cruz al teniente coronel Varela, que supo cumplir con su deber”. Esa placa fue retirada últimamente. Pero lo dice todo. Como cuando esa misma comunidad de los estancieros británicos le cantaron al militar fusilador el “For he is jolly good fellow” (“porque es un buen compañero”) como está en la crónicas del diario inglés de Punta Arenas. Es decir, el beneplácito de los dueños de la tierra.

Pero, vayamos a la verdad, el principal responsable de esta tragedia fue el presidente Yrigoyen. Sí, como dijeron sus partidarios, Yrigoyen le dio el bando de la pena de muerte a Varela pero éste se extralimitó y la usó en forma desmesurada. Si hubiese sido así, Yrigoyen tendría que haber ordenado de inmediato una investigación a fondo de los hechos. No, se cubrió todo, con el voto negativo de la bancada radical hacia una comisión parlamentaria investigadora. Además de este gravísimo atentado contra la vida impuesto desde el poder, Yrigoyen tampoco dio ninguna declaración acerca de la brutal represión de los obreros metalúrgicos en la Semana Trágica de enero de 1919, ni en la represión de los hacheros de La Forestal, también de 1921. Lo he repetido muchas veces y lo seguiré repitiendo porque la democracia verdadera exige eso: el reconocimiento de los errores, en este caso, errores que costaron centenares de víctimas y una tiránica injusticia social: el partido radical debe hacer un pedido público de autocrítica y pedir perdón a la sociedad. Como lo hemos sostenido eso no es una humillación sino una demostración de que se cree en la democracia y se hace uso de ella para prometer un “Nunca más” en crímenes políticos, que en nuestro país no sólo fue hecho por dictaduras militares sino también por políticos elegidos por el pueblo.

“Así no se mata a un criollo”, gritó en el momento de ser fusilado el gaucho Facón Grande, como era llamado don José Font. El eco quedó y nos llega cuando nos vamos acercando a Jaramillo. No hay que olvidar la gesta de estos hombres que resolvieron decir ¡basta! a la explotación del hombre por el hombre y salir a pedir más dignidad.

Todo había nacido con la concesión Grünbein, del presidente Roca, por la cual se cedieron 2.500.000 hectáreas a diecinueve estancieros británicos. Primero, para “despejar” los campos se contrataron a los “cazadores de indios”, que eliminaron a los tehuelches, y luego se comenzó con la explotación de las fuerzas de trabajo que llevó a las huelgas que terminaron con el fusilamiento de más de mil trabajadores del campo.

Estos noventa años tienen que ser recordados por todas las organizaciones obreras del país y en los institutos de enseñanza y en actos culturales de organismos oficiales. Otra vez las palabras “Nunca más” deben pronunciarse en voz alta. Sí a la palabra, no a la bala como solución. Que la “noble igualdad” que cantamos en nuestro himno vaya cobrando verdadera validez.

29/10/11 Página|12


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La verdad salió a la luz

Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania

De pronto todo salió a la luz. Lo que nunca se dijo apareció en todos los medios de información. Los problemas graves que tiene la Iglesia Católica alemana con el comportamiento sexual de sus sacerdotes y frailes. Ha sido el tema de tapa de los principales medios de comunicación, día tras día. El Die Zeit y el Spiegel –los dos semanarios de información más leídos en Alemania– le dedicaron al tema el estudio central de esta semana. El primero titula en la tapa: “El peligro satánico”, y el subtítulo es: “¿Por qué los hombres de la Iglesia se convierten en culpables?”. Y en la bajada se señala: “Desde que fueron denunciados los casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes católicos en el Colegio Canisius de Berlín, toda Alemania está preocupada: ¿Cómo se reconoce a los culpables? ¿Cómo se protege a los niños?”. Por su parte. Der Spiegel muestra en tapa a un sacerdote que lleva las manos en sus partes pudendas por encima de la sotana. El título de esa tapa es: “Los santos transparentes”, y como subtítulo: “La Iglesia Católica y el sexo”. Y el estudio del estado actual de la ética católica en colegios e instituciones lleva la frase: “Vergüenza y miedo. La Iglesia Católica ha sido estremecida por una serie de casos de abuso sexual. Y esto no solamente en las escuelas de jesuitas. Casi cien eclesiásticos en la denuncia de violaciones sexuales, en los últimos años. Luego de décadas de silencio, se ha quebrado ahora el muro del silencio”.

Todo se inció con la denuncia de lo ocurrido en el colegio Canisius de Berlín. Ese día, el 2 de febrero último, el diario Frankfurter Rundschau tituló: “Vergüenza enmudecida”, “Casos de abuso sexual en el Colegio Canisius de Berlín sacude a la Iglesia Católica. Más víctimas se presentan en otras escuelas”. Y ahí comenzó la discusión que va dejando en claro cómo las autoridades católicas han tratado de guardar silencio y esconder los graves hechos anteriores. Y eso que la misma Iglesia había sido sacudida por las denuncias de los abusos cometidos por sacerdotes y frailes en Irlanda, en Canadá, en Australia y en Estados Unidos.

En Irlanda se conoció en 2009 el Informe Ryan, que descubre y denuncia el abuso sexual masivo, sufrido desde 1930 por niños irlandeses internados en escuelas católicas. Miles de víctimas recibieron una indemnización de por lo menos 1,3 mil millón de euros. La Iglesia Católica irlandesa se mostró dispuesta a pagar una cuarta parte de esa suma y el resto fue puesto por el gobierno irlandés. Medio año después, dos obispos de Dublín renuncian a sus cargos. Lo mismo hacen varios diáconos y sacerdotes luego de que una investigación demostrara que hubo más de 300 casos de abuso sexual contra niños.

Con respecto a Canadá, en 2008 la Iglesia Católica reconoce que el sacerdote Charles Sylvestre violó a 47 adolescentes, según su propia confesión pública. El papa Ratzinger se disculpa ante los pueblos originarios, ya que las niñas pertenecían a una escuela de esa religión para “reeducación” de los descendientes de antiguos habitantes. El gobierno canadiense paga 2000 millones de dólares a las víctimas y la Iglesia Católica participa con 79 millones.

En Australia, en 2008 se publica la investigación Mullighan, donde se denuncia el abuso sexual de centenares de menores de edad por parte de sacerdotes católicos. Fueron condenados 107 curas. Se cree que las cifras de las víctimas ascienden a miles. La Iglesia Católica se disculpó por los hechos. Ya en 2004, en Estados Unidos, fueron acusados 4400 sacerdotes por abuso sexual, número que en 2005 ascendió a 5000. La Iglesia Católica pagó, a raíz de esto, dos mil millones de dólares a las víctimas. El obispado de Los Angeles lo hizo por 600 millones de dólares. Todos estos hechos vergonzosos provocaron la renuncia del obispo de Boston, cardenal Bernard Law, acusado de proteger a los curas causantes de las violaciones. Sebastian Gehrmann, un sociólogo que estudia el problema, señala que esto ha provocado la bancarrota de varias diócesis de Estados Unidos, especialmente de la de Boston. Y que en 23 países existen denuncias de agresiones de clérigos hacia monjas, de niños sordomudos en Italia, menores de edad en Austria y niños en Polonia. Y agrega que la lista desgraciadamente es mucho más larga.

Luego de la denuncia ocurrida por los sucesos en el colegio Canisius, se originó en Alemania una ola de denuncias de ex alumnos de escuelas religiosas. Por las mismas, se hallan acusados de abuso de niños y adolescentes por lo menos 94 sacerdotes y laicos católicos. Tanto es así que se tiene en Alemania el temor de que se produzca un verdadero terremoto de denuncias, como ocurrió en Estados Unidos e Irlanda. El Spiegel se pregunta: “En esos dos países salieron a la luz diez mil casos de abusos sexuales. ¿Alemania alcanzará también esas cifras?”. En el Die Zeit, los autores del estudio señalan: “En enero de 2002 fue acusado el cura John Geoghan en Boston de haber abusado sexualmente de 130 niños durante sus treinta años de sacerdote. Pero no fueron los hechos que llevaron a la condena de ese cura a diez años de prisión los que levantaron la furia de la población contra la Iglesia Católica, sino que la jerarquía eclesiástica supiese muy bien de las fechorías del cura Geoghan pero, en vez de separar al cura de la comunidad, pagase a las familias cuyos niños habían sido abusados por él sumas importantes de dinero para que guardaran silencio, y trasladaran al autor de esos hechos criminales a otras comunidades católicas sin advertirles a éstas quién era el sacerdote que llegaba”. Una especie de método para “no levantar la perdiz”. Fue así que durante esos años, 4392 sacerdotes norteamericanos cometieron delitos por abuso de menores. Pero la Iglesia Católica norteamericana siguió con su táctica de pagar dinero a las víctimas y trasladar a los curas en vez de buscar soluciones por medio del estudio profundo del origen de esos delitos.

En las investigaciones que mencionamos se llega a la conlusión de que no hay acción más pérfida que la violación o el abuso sexual de menores. Y que todo esto no se soluciona con la condena de los autores de tales violaciones ni con el pago de indemnizaciones a las víctimas. Se anuncia que a partir del 22 de este mes la Conferencia de Obispos Católicos Alemanes se dedicará al tema de violaciones y abusos. Evidentemente se tendrá que ir al fondo de la cuestión. Y en eso está en claro que, quiérase o no, deberá comenzar el debate acerca del voto de castidad de los sacerdotes. Alemania misma tiene el ejemplo: los pastores de la Iglesia Evangélica luterana pueden casarse y tener hijos. Los sacerdotes católicos, no, deben ser “castos” desde que nacen hasta que mueren. Veamos pues entonces las estadísticas, comparemos. Los cristianos de la línea luterana no tienen ni por asomo los delitos que ensombrecen a la Iglesia Católica.

En primer lugar, las jerarquías católicas deberían recurrir a la experiencia del ser humano y a la ciencia. Hacer cursos con psicólogos, con médicos, sí, hasta con poetas, acerca de palabras como amor, cuerpo humano, hijos. Y de allí, al estudio de todos los complejos y hasta enfermedades mentales que se originan con las prohibiciones, llamados “pecados” por el catolicismo. Preguntarse desde cuándo y quién impuso lo de la llamada “castidad” y aquello de que sólo el hombre, como sacerdote, puede ser representante de Dios en la Tierra. No es así. La mujer es parte de la vida, fundamental, y no sólo está para rezar del lado de enfrente del altar sino para actuar y acompañar.

La Iglesia Católica –ya desde antes de la elección del alemán Ratzinger, como Papa– está en declinación. Se nota en el reducidísimo número de aspirantes a sacerdotes que se presentan por año y en el número de iglesias que van cerrando en sus ciudades, por falta de fieles y de sacerdotes. Pasan a ser museos, salones de exposiciones, restaurantes y hasta salones de baile.

Creemos que les ha llegado el momento, a quienes manejan esa inmensa corporación mundial religiosa, de pensar otras metas. No prometer paraísos en otras vidas sino llevar la verdadera religión de la bondad y la justicia aquí, en la Tierra. Seguir el camino de esos obispos Angelelli y De Nevares, a quienes conocí a fondo, y eran pura sinceridad y llevaban la palabra solidaridad en los labios y la cumplían todos los días a toda hora, igual que aquellos padres palotinos, aquel padre Mugica, y ese padre Antonio Puigjané, a quien visité tantas veces en la cárcel injusta, pero que siempre salía para extender la mano y marcar el surco.

Se hace necesaria una organización verdaderamente cristiana que ayude con la varita mágica de los comedores infantiles, con la creación de fuentes de trabajo, de procurar un techo digno para todas las familias. Juntar lo bueno del cristianismo con lo bueno del socialismo. No hay mejor paraíso que el que se puede crear en la propia Tierra y no dejarse llevar por fantasías que han ayudado a mantenerse en el poder a un sistema injusto, apoyado por las armas, las guerras y la explotación del hombre por el hombre. Y no continuar con todos esos pavos reales disfrazados que fueron a saludar a dictadores y dieron misas a los desaparecedores.

Esperemos que en los próximos concilios comience a debatirse en serio el verdadero rol de la Iglesia en la sociedad. Jesús actuó aquí, en la Tierra, e hizo saber sus enseñanzas a sus discípulos. Y por eso perdió la vida como tantos que siguieron sus verdaderas huellas por la verdadera paz eterna. Aquella que busca hacer desaparecer las violencias de una sociedad, siempre originadas en las injusticias sociales.

Página|12, 13/02/10


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“Las fronteras en América son una estupidez total”

Osvaldo Bayer critica el desdén de las democracias por los clases populares.

El escritor y periodista analiza la era kirchnerista, critica la falta de portagonismo de la izquierda y anticipa que va a escribir sus memorias.

Por Eduardo Anguita y Ricardo Ragendorfer
eanguita@miradasalsur.comr
rragendorfer@miradasalsur.com

Primera parte

Bayer es, entre otras cosas, un maestro en el arte de vivir. Al final de su larga charla con Miradas al Sur, Osvaldo se dijo que ya era tiempo de dejar de viajar a cuanto acto de escuela rural o biblioteca de barrio lo invitan. Porque a él lo invitan de la Feria del Libro de Frankfurt o a las universidades más prestigiosas, pero el hombre discrimina: tiene debilidad por esos amigos que cultivó en 60 años de periodismo y militancia. Quizá por eso, fue que nos recibió en El Tugurio –como bautizó Osvaldo Soriano la pequeña casa de Belgrano convertida en archivo y biblioteca– apenas un día antes de viajar a Alemania a pasar las fiestas con su extensa familia. A las 10 de la mañana ya había trabajado cuatro horas y tenía seleccionados los libros y recortes que debía poner en sus valijas ¿Camisas, abrigos? No, para eso habrá tiempo luego. Su última aparición pública antes de partir había sido en un homenaje nada menos que en el Museo de la Memoria de la ex Esma, en donde la Presidenta le entregó un premio.

–¿Qué te produjo estar en ese lugar?

–Miren, cuando yo me vi en la Esma pensé dónde estaba la diferencia entre la fantasía y la realidad; ahí donde torturaron y desaparecieron tantos amigos, ahora se hace un viraje en la mirada, además de cambiarse el nombre de Plaza de las Armas por Plaza de los Derechos Humanos. Esos son pasos muy para adelante. Se ve que la Argentina ha aprendido a hacer una autocrítica como pueblo de lo ocurrido últimamente. Le falta todavía la autocrítica histórica, pero en este caso se ha ido a fondo. Y se notó también la reacción de la gente cuando se supo que la Cámara de Casación había anulado la detención de los asesinos de la Esma justo el día de la Declaración de los Derechos Humanos, y justo cuando hacíamos ese acto. Denuncié ese hecho, que luego muy bien analizó la Presidenta. Debo decir que estuvo con mucho coraje para hablar de la perversión, por no decir otra palabra, de la Justicia. Es decir, ¿cómo pueden dejarlos libres, basándose en que se habían terminado los plazos para la condena? Debería ser: júzguenlo al juez que se pasó del plazo, pero no deje libres a los asesinos. El acto estuvo muy bueno, estando ahí con la presencia de las Madres, de las Abuelas, y estando en ese edificio con tan trágica historia, y ver que se ha transformado en un espacio de la memoria, con el museo que se está haciendo, con el centro de cultura juvenil –vimos un montón de jóvenes–, es reconfortante. Justamente, estoy dando clases en el Instituto de la Memoria sobre las crueldades argentinas y los casos de represión que hubo en la historia argentina, y el análisis del porqué de las 14 dictaduras militares.

–¿Cómo te recibieron los Kirchner? Porque vos no sos peronista.

–La verdad, me sorprendió mucho y me dio confianza en el sentido en que se saben saltar ciertas fronteras. No eligieron a un hombre que ha sido favorable a ellos, sino un hombre que ha sido crítico, y sin embargo me han elegido. Esto habla también de sentido democrático. En ese marco, se los agradezco. Además, el trato fue excelente; yo siempre señalo que en cuestión de los derechos humanos, de todos los gobiernos elegidos por el pueblo, éste –junto con el anterior– es el que más ha hecho. Y puedo decir que es el único que hizo cosas para analizar profundamente los crímenes de la desaparición de personas y juzgar a los criminales.

–¿Hablaste con Cristina?

–Hablamos sobre todo de la Justicia, y Cristina elogió mis investigaciones y notas, y las palabras que dije en ese acto. Creo que le gustó mi brevedad porque ella venía de varios actos anteriores. Lo mismo hizo la otra señora que recibió el mismo premio antes que yo, que estuvo prisionera en dos campos de concentración, y dijo que se salvó de casualidad, se casó en Argentina, y la dictadura le secuestró a su hijo, científico del Comisión Nacional de Energía Atómica. O sea que en su vida conoció las dos represiones: la del campo de concentración nazi y la desaparición de personas de los argentinos.

–Si mirás hacia atrás, ¿cómo ves los derechos económicos, sociales y civiles?

–No hubo ningún paso adelante; se cambia todo para no modificar nada. Siempre se cambian los programas, pero lo que más me aterra a mí es leer las estadísticas oficiales sobre la desnutrición de nuestros niños. Últimamente ha bajado un poco, ahora es del 3,5 por ciento, pero quiere decir que hay miles de niños con hambre todavía. Eso lo dije en el discurso, que tenemos que proponernos en este nuevo año, que las estadísticas nos den cero. Tenemos que ser capaces de alimentar a nuestros niños, y también terminar con las villas miserias. Desde hace 50 años nos dijeron varios presidentes que empezaban planes para terminarlas, pero yo las veo cada vez más grandes. Ahora en Neuquén, donde no existían, son tremendos los ranchitos construidos con las maderas de los cajones de fruta.

–Se está instalando la idea de que los pibes son el enemigo número uno de la sociedad, ¿no?

–Así es, y en eso hay que seguir luchando. Yo defiendo a este gobierno por lo que hizo en contra de la dictadura, pero le falta todavía un plan social que sepamos a dónde va, un plan político y económico definido. Todavía no sabemos bien qué va a hacer este gobierno. Creo que tendría que definirse.

–¿A qué atribuís vos la falta de protagonismo popular en ciertas ocasiones?

–Vos das en la tecla en el sentido de que ningún sector ayuda a cambiar la situación argentina, ni las estadísticas de la pobreza. Es decir: el movimiento obrero, que siempre sigue muy burocratizado, con una izquierda que no existe, que está cada vez más dividida, y sectores de clase media que no entienden que la mejor manera de tener paz en un país, de terminar con la violencia, es creando condiciones para que la gente viva con dignidad. El canciller alemán Otto Bismarck decía que para que los obreros no se vuelvan socialistas había que darles ciertas mejoras. Ya en 1895 dio el seguro de desocupación: a partir de ese año, a todo obrero que se quedaba desocupado, se le daba el 62 por ciento de su último sueldo, además de otros beneficios. Bueno, eso no se ha comprendido acá, y vemos alianzas imposibles de la sociedad Rural con la Federación Agraria Argentina. Pensar que 1910 se hace el Grito de Alcorta para luchar contra el poder monopólico de las reales estancias y ahora se unen, como si fueran los mismos intereses. Es una lástima que se haya perdido lo del campo. Ha sido un defecto del Gobierno preparar la cosa y no explicarla bien al pueblo. Creo que se mandó como una cosa hecha y no se mandó el respaldo; la gente no conoció bien el problema.

–¿De qué modo circula la información, cómo se forman las opiniones para que la gente no tome
posición frente a las cosas?

–Me sorprende todavía que este gobierno no haya tomado medidas; por ejemplo, todavía rige la ley de radiodifusión de la última dictadura. Que los dos diarios más importantes den una información pésima y realmente golpista. Uno lee La Nación y se sorprende. La Nación y Clarín apoyaron la dictadura. Si bien fueron dejados cesantes muchos de los que fueron funcionarios de la dictadura, a los diarios no se los toca por haber sido sus colaboradores absolutos. Entonces, tenemos que luchar para democratizar nuestros medios, que tienen que ser de derecho público, y no pertenecer a grandes empresas, tenemos que dar señales en ese sentido. Aprender de lo que fue la televisión alemana: de derecho público hasta que asumió el gobierno demócrata cristiano, y fue la mejor televisión del mundo. Había dos canales del Estado, nacionales, y uno por provincia. Y el directorio estaba formado por el representante de cada uno de los partidos políticos, en base a su representación parlamentaria, y el otro 50 por ciento era de representantes de organizaciones de bien público, y después ellos elegían a un director que se comprometía a traerles toda la información de las organizaciones sociales y de los partidos políticos, dándoles el mismo espacio. Cuando yo estuve en el exilio gocé de ese paraíso nocturno que era esa televisión, donde todas las radios se dedicaban a la cultura y se dedicaban siempre a debatir los temas de la sociedad. Por ejemplo, al tratar el tema del aborto fueron invitados los organismos interesados, que pudieron exponer sus criterios, y un año después se debatió la ley en Alemania, y sin duda fue la mejor del mundo.

–¿Hasta qué punto la televisión moldea la cabeza de los espectadores, y viceversa?

–Evidentemente se va a lo fácil; se va a lo que no trae problemas. La gente no quiere meterse en problemas: llega cansado del trabajo y quiere ver eso, pero de cualquier manera diría que vivimos en un mundo de una agresividad terrible, y tenemos que ponernos en serio en ese sentido; tratar los problemas graves de la sociedad. Es increíble, como que se nos habla de nuestros famosos escritores, cuando casi todos ellos eran racistas, formados en el liberalismo positivista, que nos hablaban de lo salvajes y bárbaros que eran los indígenas ¿Y qué podemos decir de los blancos, de los cristianos?

–¿Cómo te repartiste entre Alemania y Argentina? ¿Te marcó la educación familiar en esa disciplina
y austeridad tan características tuyas?

–La verdad es que no me explico: me siento muy joven, pese a que ahora cumplo 82, ya. Pero en ningún momento en los viajes que he hecho me he sentido cansado ni nada por el estilo; quiere decir que el físico me responde, o que la actividad también nos da salud, no. Pero ahora realmente me voy dos meses a descansar, a una aldea alemana donde lo único que puedo hacer es leer poesías de Goethe y pasear por el bosque y las orillas del Rhin. Pero acá ha sido una actividad tremenda. Más que nada porque la gente también se ha movilizado: hubieron actos por todos lados, no es solamente que la gente está dormida y ve a Tinelli en la televisión. Las universidades, las comisiones de cultura, las comisiones barriales, hasta del más pequeño pueblito me invitan.

–¿Vos todavía tenés una concepción anarquista?

–Yo creo que hay que seguir la pelea, hay que seguir la lucha, porque esto no puede ser. Cuando Kant escribió esto de la paz eterna que a mi me gusta tanto (la única visión en el hombre tiene que estar en encontrar la paz eterna), y cuando uno ve toda esta porquería, un Bush en Estados Unidos por ejemplo, bueno, no puede ser ¿Qué mundo le damos a nuestros hijos? Hay que seguir la pelea para, por lo menos, mejorar algo. Por ejemplo, ya hemos logrado algo con esta democracia y empujándola cada vez más se va a lograr más democracia, y también está la solidaridad. Yo creo que nuestro primer paso político tiene que ser la unión de los países latinoamericanos, sino no tiene ningún sentido. Esto de las fronteras en América latina es una estupidez total, y vos ves cómo todo se basa en las fronteras; los militares que necesitan de las fronteras para tener un ejército, sino no tiene sentido, menos en Latinoamérica. El diario El Litoral, de Corrientes, escribió un artículo que decía que yo quiero entregar la Patagonia a los mapuches (risas). Cuando yo lo único que he propuesto es imitar las cosas buenas de Europa, y no las cosas malas. Ese continente con peleas internas, con peleas impresionantes, con distintos idiomas, con distintas religiones y opiniones, ha logrado eliminar las fronteras económicas y algunas también de tipo civil, como por ejemplo con los pasaportes. Y nosotros, que tenemos el mismo idioma, los mismos libertadores, la misma religión (de origen, al menos, desde la colonización) y las mismas tradiciones, tenemos estas fronteras terribles. Entonces propuse imitar en eso a Europa, con el ensayo del Benelux, que unió sin aduanas a Bélgica, Luxemburgo y Holanda durante diez años para ver, y resultó positivo. Yo dije de unir las dos Patagonias, que son tan parecidas. El senador de Santa Cruz me llamó “traidor a la patria”, y Eduardo Menem hizo toda la defensa del proyecto de este senador, pero al final el senado en vez de nombrarme “traidor a la Patria” me nombró “persona no grata” para el Senado de la Nación. La saqué barata. Quince días después, Ibarra me nombró Personaje Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, entonces me entró la depresión. Y me preguntaba: ¿qué carajo soy? Ahí ya no lográs definirte (risas). Entonces ahora viene El Litoral, y recoge eso.

–A vos te divierte cuando dicen esas cosas, ¿verdad?

–No te las podés tomar en serio. Ni siquiera buscan informarse.

–¿Cómo es vivir despojado de cosas materiales, pero rodeado de amigos?

–Primero, por el ejemplo de mi padre y, segundo, por las lecturas. El dinero trae obligaciones. Vos decís: yo tengo una casa más grande, más lujo, pero tengo que pagar impuestos, algún tipo que vigile, alguien que me limpie. Y lo sencillo trae una libertad impresionante, porque posiblemente a un ministro no le gustaría estar sentado aquí. Y lo aprendí de mi abuelo, un genio, herrero de profesión, a quien en Humboldt se lo recuerda como un gran inventor de arados. Cuando inventó un arado, en 1880, dijo que con 2000 de ésos se podía cultivar toda la pampa argentina y alimentar a todo el mundo. Un día le agarró la decepción y se hizo vagabundo. Y mi pasión fue encontrar cómo había terminado ese abuelo. Entonces fui hasta donde lo habían visto por última vez, en el Tirol. Encontré el acta de fallecimiento: murió en el hogar de vagabundos, típico de los alemanes, porque se puede vagabundear en verano, pero en invierno no.

–¿Qué te proponés para tu próximo cumpleaños, cuando cumplas los 82?

–Y, cuando cumplí 80 años dije: basta, ahora me voy a dedicar a escribir mis recuerdos. Pero no pude decir que no a las invitaciones, y me pasé todo el año viajando. Cuando cumplí 81 años dije: a partir del 18 de febrero no salgo más de El Tugurio, pero me cayeron más invitaciones y viajé mucho más que el año anterior. Yo me propongo este año no aceptar más invitaciones, y sólo escribir. El destino dirá.

Segunda parte

"Guevara me dijo: 'Son todos mercenarios'

Esta segunda parte de la entrevista con Bayer es imprescindible. El anarquista repasa dos historias, breves, de su viaje a la Cuba de los albores de la revolución. No cuenta su pasión por el socialismo ni que se encandiló con la decisión de los barbudos. En pocas pinceladas, y con un humor a prueba de balas, pinta una postal: la de una islita que bramaba como un toro salvaje después de haber ganado la guerra contra la dictadura y que desafiaba a Estados Unidos.

Por Eduardo Anguita y Ricardo Ragendorfer
eanguita@miradasalsur.com
rragendorfer@miradasalsur.com

Osvaldo Bayer había reparado ya en varias cosas durante la primera parte de la charla. La ética, la felicidad, la solidaridad, temas que siempre están presentes en sus respuestas o sus reflexiones. Pero en este tramo, aparece el Bayer atrevido, el que se deja llevar del brazo ante una mujer impetuosa o el que le hace una pregunta (nada ingenua) pero que sonaba insolente ante un Che Guevara decidido a llevar la revolución a la Argentina cuando el mundo todavía no había terminado de darse cuenta de que en Cuba habían terminado los días de la dictadura.

El maestro estaba contento. Estaba por partir a Alemania a ver a su familia y venía de recibir un premio en la ex Esma por su trayectoria interminable en la defensa de la vida y la dignidad.

P: –En el acto que te premiaron, le dedicaste, entre otros, el premio a Rodolfo Walsh ¿Cuál fue tu relación con él? ¿Qué recuerdos te quedan?

R: –Con Walsh nos unieron mucho las discusiones políticas. Siempre cuento esta anécdota: él en su juventud fue muy antiperonista, tanto es así que su hermano estuvo en los bombardeos de Plaza de Mayo, cosa que él nunca le perdonó. Una vez, en el año ’72, le dije: ‘No entiendo cómo vos te hiciste peronista. Nosotros vivimos el primer peronismo, y vos estuviste en la facultad (donde hizo estudios libres pero también iba a clase), ahí aprendíamos solamente a Santo Tomás de Aquino (por el peso de la Iglesia en ese momento)’. Y entonces él me respondió: ‘No te equivoques, yo no soy peronista, soy marxista, pero, ¿dónde está el pueblo?’ Y yo le dije: ‘Sí, el pueblo sin ninguna duda es peronista, pero no revolucionario, no nos va a acompañar.’ Él me miró con cierta tristeza y dijo: ‘Ya lo vamos a ver’. Teníamos discusiones de ese tipo. Yo decía que la salida era la de Agustín Tosco, pero con la gente y no con la guerrilla. Con esto no quiero decir que yo tuve razón o no, eran opiniones de esa época. De cualquier manera Rodolfo fue un hombre admirable. Eso sí, con respecto a las mujeres, ¡tuvo cada lío! Siempre tenía una diferente. Y para hacerse el amistoso decía: ‘¿Qué tal Pilar, cómo estás?’ Y ella respondía: ‘¡No soy Pilar, soy Guadalupe!’, ‘Ah, perdoname,’ decía. Y ellas decían que era para provocar, pero él les era sincero y decía: ‘No, es que en realidad me confundí.’ Era inocente y tímido además.

Los gestos de Bayer lo delatan: la inocencia, la timidez –y también la capacidad de seducción– eran atributos de Walsh pero sin ninguna duda también lo son de Bayer, quien recuerda con deleite esas historias donde se cruzan la pasión revolucionaria con la atracción que generaban estos hombres sobre las mujeres de la época. En el caso de Bayer, ni su compromiso militante ni sus ojos chispeantes de galán formal interfirieron en su vida familiar. Osvaldo, hijo de alemanes radicados en la Argentina, siendo joven se puso de novio con Marlies, otra hija de alemanes inmigrantes.
Osvaldo llevaba unos pocos años trabajando de periodista y en 1952, cuando tenía 25 años y su relación con el peronismo era mala, decidió ir a estudiar historia a Hamburgo. Llegados a Alemania y con Marlies embarazada, Osvaldo mostró que era un anarquista particular: fueron al Registro Civil y al fin de ese año nacía el primer hijo de ambos. Al año siguiente, volvieron a Buenos Aires y tuvieron el segundo hijo varón. Volvió al trabajo periodístico y se instalaron en Esquel. En plena dictadura de Aramburu y Rojas empezó a denunciar los abusos de los terratenientes y se interesó en lo que, pocos años después, sería el centro de su investigación: las huelgas obreras que terminaron con los fusilamientos masivos a cargo del coronel Varela. Su vida en el sur terminó en dos años, cuando en pleno gobierno de Arturo Frondizi lo acusaron de hacer espionaje “a favor de los intereses chilenos” y lo echaron a punta de pistola. Para entonces, ya habían nacido otros dos hijos: el tercer varón y, por fin, llegó Ana, la mujer.

A los 32 años, casado y con cuatro hijos, en 1959, justo cuando triunfaba la Revolución Cubana, el anarquista Bayer asumía como secretario general del Sindicato de Prensa por un período de tres años.

Su amistad con Rodolfo Walsh le dejó a Osvaldo historias muy sabrosas. Por ejemplo, cuando se encontraron en Cuba. Osvaldo había ido a la isla, integrando una pequeña delegación de intelectuales y periodistas invitados a reunirse con Ernesto Che Guevara. Walsh estaba por entonces en La Habana, donde había ido a secundar a Jorge Masetti en la fundación de la agencia Prensa Latina. Su habilidad como investigador y criptógrafo le permitieron obtener información vital para que la inteligencia cubana no fuera sorprendida con la invasión a Playa Girón. Walsh amaba Cuba y no olvidó de dejar escritas algunas tardes de pasión con mujeres cubanas ni de invitar algunas argentinas para que lo acompañaran. Una de ellas fue Susana Piri Lugones, nieta del poeta Leopoldo Lugones, hija del temible comisario Polo Lugones.

–Yo tuve un problema en Cuba a raíz de esas cosas de Rodolfo Walsh. Fue por Piri Lugones, que era amiga de él. Estábamos hablando con Rodolfo, me dijo que me invitaba a cenar, porque él cocina muy bien. Y yo le dije: ‘No puedo, tengo la entrevista con el Che Guevara, cómo me la voy a perder’. Y entonces la Piri Lugones dice: ‘¡¿Cómo?! ¿Vas a verlo al Che?’ Sí, le digo. Y me dice: ‘¡Ay, yo me voy con vos!’ Era terrible. Yo le dije: ‘No, Piri, escuchame, es para los cinco de la delegación, tenemos acreditaciones’. Y me dice: ‘Mirá no te hagas el burguesito, yo te agarro del brazo y me meto con vos’. Yo lo miré a Rodolfo como diciendo: ‘Parala a la mina esta…’ Pero se fue conmigo, me agarró del brazo, y se metió. Y la guardia no me paró. Tuvimos la entrevista con el Che y cuando nos fuimos, sí me paró la guardia. Y me dicen ‘¡Documentos!’ ‘¿Qué pasa –les digo–, me piden documentos en La Habana libre? Me llevaron a un escritorito, me revisaron todo, y guardaron mi documento en una gaveta. ‘Yo le voy a hacer una pregunta –me dice el guardia–: ¿Por qué usted dejó entrar a su amiga a lo del compañero Che sabiendo muy bien que tenía que entrar solamente la delegación argentina?’ ‘Mire –le digo–, no es culpa mía, ustedes la dejaron entrar, me tomó del brazo del brazo y entró’. Y en ese momento el guarda me mató: ‘¿Usted no sabe lo que es la autocustodia revolucionaria?’ Fue muy filoso. Yo le dije: ‘Bueno, puede ser que tenga razón, pero si la guardia la deja pasar…’ Y me siguió jodiendo: de dónde viene, etc. Y yo le contesté tajante: ‘Mire, a mí me invitó el gobierno revolucionario cubano, si ustedes sospechan algo de mí, yo no tengo ningún inconveniente en retirarme. Ustedes resérvenme el avión a México y yo parto ahora mismo de aquí’. Me dio muchísima bronca. Y el tipo me dijo: ‘No es necesario, ya está hecho, usted está expulsado de Cuba, parte mañana a las cinco de la mañana en un avión mexicano’. Y salí.

Bayer nos tuvo cautivados durante los quince o veinte minutos que duraba esta historia. Hacía los movimientos y las entonaciones de voz de él mismo, serio y con tonos de ofendido. Pero también interpretaba a la impetuosa Piri, con movimientos desmedidos. Y también ponía, por momentos, los ojos acerados del perro guardián de la reunión con el Che, con la cara imperturbable de quien siente un pequeño placer al encontrar en falta a ese invitado que quiso violar las normas y terminaba echado de la isla por no ser un ángel custodio de la revolución. Osvaldo terminaba de contarnos una historia que habrá contado una y mil veces. Nos dedicaba el tiempo y respondía con una nueva sonrisa a nuestras inevitables risas.

Es curioso, en las cosas que cuenta Osvaldo nunca es el héroe, sino más bien lo contrario. Prefiere el lugar del ingenuo que el del prócer.

–¡Durante años, lo que me habrán puesto! ¡Me habrán tratado de liberal, de provocador! ¡Todo
por culpa de Rodolfo! (risas).

La anécdota hubiera llegado a su fin si Osvaldo fuera un narrador normal. Ese parecía un epílogo más que suficiente. Pero apuró un trago mientras saboreaba el remate de la historia.

–Dos años después, mientras yo caminaba por el centro, alguien me agarra de atrás y me tapa la vista. Me doy cuenta que es una mujer y pregunto: ‘¿Quién es?’ ‘La Piri’, contesta. Entonces me di vuelta y me dice: ‘¡Como te cagué, nene!’ Textuales palabras de ella. ‘Y bueno, qué le vamos a hacer’, le digo ‘¿Vamos a tomar un café?’ me pregunta. Y fuimos a la Richmond, y ahí me dice: ‘Vos me habrás puteado y me putearás toda la vida, pero yo me saqué el gusto porque conocí al Che, y eso no me lo saca nadie’.

P: –¿Cómo fue la entrevista con el Che?

R: –Fue muy linda. Era un poeta el tipo. Un poeta que hablaba con acento argentino-cubano. Era genial. Nos dio una clase instructiva maravillosa de la revolución. Y fui yo, que siempre meto la pata, el que hizo una pregunta, porque nadie de la delegación había abierto la boca. Estaba Sara Gallardo (muerta tan joven), el secretario general de los canillitas, una delegada de los textiles, un delegado de los metalúrgicos, y yo como secretario general del sindicato de prensa. Invitaron a cuatro sindicalistas. Él nos hizo toda la descripción de cómo debía comenzar la cosa en la Argentina. Nos describió lo mismo que años después hizo en Bolivia. Cómo bajaban, cómo iban recorriendo ciudades. Pero no dijo nunca nada de la represión. Entonces, cuando terminó, dijo: ‘¿Bueno, hay alguna pregunta?’ Y nadie preguntó, hasta que yo le digo: ‘Compañero, le agradecemos muchísimo esta hermosa descripción, pero hay un tema que a mi me interesa mucho, usted no nos habló de la represión. Cuando usted dice que hay 50 jóvenes revolucionarios que parten de las sierras de Córdoba y que de allí parte la revolución…

Bayer interrumpe su pregunta para explicar en qué consistía el plan del Che.

–Él había dicho: “Al día siguiente va a aparecer en los diarios burgueses ‘guerrilleros en Córdoba’, y va a ser el momento en que la revolución argentina, los jóvenes van a marchar todos a Córdoba y van a reconocer el lugar y ya no van a ser 50, van a ser 250, 500. Entonces van a bajar por primera vez y van a reconocer el pueblo, y van a tomar armas de la comisaría, y un compañero va a hablar en la plaza pública de lo que es la revolución latinoamericana y entonces ya se va a juntar la juventud, y se va a concretar una ciudad como Marcos Paz, y ya con los cuarteles se van a conquistar las armas, y el compañero va a ir a la plaza principal, y así hasta que sean 2000, y cuando sean 2000 van a bajar definitivamente. Toman camiones, el sindicalismo argentino gana en el país, la gente sale a la calle a saludarlos, llegan a la casa de gobierno’’.

El relato, desde ya, era un resumen, quizá un poco grotesco, pero que pinta realmente cómo era la idea del foco guerrillero.

–Y era un poema. Era para aplaudirlo, para ponerle música. Y yo, como un boludo, le digo que le faltó hablarnos… de lo que pasaría al día siguiente de salir “Guerrilleros en Córdoba” en los diarios burgueses (y Bayer retoma el hilo de su pregunta al Che) ‘Van a salir la gendarmería, los tanques, la fuerza aérea, y a lo último de todo sueltan a los llamados gorilas, a los infantes de marina, preparados para la represión. Iban a mandar a los cuerpos más fanáticos de todos, la infantería, el cuerpo militar.


Ahí terminaba la pregunta de Bayer a uno de los comandantes de la revolución cubana. Faltaba escuchar qué le había constado. Los dos esperábamos una larga explicación. Una respuesta extensa.

–El Che (no me voy a olvidar nunca más de esa mirada de inmensa tristeza) me respondió con sólo tres palabras: “Son todos mercenarios”. Los otros cuatro de la delegación me miraron como diciendo “Claro, boludo, son todos mercenarios”.

‘¿Cómo le puedo hacer yo preguntas a una persona que hizo la revolución?’, me preguntaba constantemente. El Che hizo la revolución, así que posiblemente la receta sea no empezar a pensar que hay represión, porque si te detenés en eso no hacés ninguna revolución. Lo que él quiso decirme fue eso.

Bayer estaba incómodo con el papel de racionalista alemán. No es la única vez que en esos años
sesenta, ese anarquista, maximalista, admirador de todos los que arriesgaban su vida, resultaba un crítico de la lucha armada. Pero no debe haber ningún militante armado que, en la cárcel o en el exilio, o en una escuela de formación de cuadros políticos, no haya recalado en las páginas de Los Vengadores de la Patagonia Trágica o en Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia o en Los anarquistas expropiadores. Bayer suele aclarar: ‘Lo que pasa es que, además de anarquista, soy un pacifista a ultranza’.

–Recuerdo la mirada triste del Che diciéndome ‘Son todos mercenarios’.


Habían pasado un par de horas. Osvaldo tenía que preparar su valija. En un par de días estaría en el frío de Alemania, dispuesto a recibir el año junto a Marlies, a sus hijos y a sus nietos. Pasaría su cumpleaños número 82 el próximo 26 de este mes de febrero. Y luego volverá a Buenos Aires, a instalarse en El tugurio, esa casita poblada de fotos y recortes periodísticos, de libros y recuerdos, donde –según prometió– este año se va a concentrar en escribir sus memorias. Insistió con que este año sí va a declinar tantas invitaciones a dar charlas o conferencias en cuanta biblioteca o grupo militante lo invite. Bayer no tiene límites. Va a seguir levantándose a las cinco de la mañana para poder escribir y leer tranquilo pero va a seguir siendo parecido al de siempre, el que puede estar con su familia en Alemania, con sus libros y sus recuerdos en El tugurio y también en cuanto rincón de la Argentina lo reclamen. Y es bueno que así sea, porque él es tan diferente como irreemplazable. Nosotros teníamos que volver a la redacción. Habíamos tomado unas copas a un horario no adecuado. Habíamos estado en un oasis. Teníamos que volver a sentarnos en la computadora a transcribir la entrevista. A escribir nuestras propias impresiones. El periodismo, a veces, nos hace regalos.

Miradas al Sur, febrero 2009.


Los ojos de los niños

Por Osvaldo Bayer

Desde Bonn, Alemania

Mientras en una parte del mundo se celebraban las fiestas, en otros lugares se mataban seres humanos. Así se despidió el año 2008, así llegó el 2009. Civilización, o no, y barbarie. Pan dulce y bombas. El cinismo no conoce fronteras. Se mata y ya está. Por seguridad. Por los derechos de unos sobre otros. Recibimos el Año Nuevo con cuatrocientos muertos debajo del colchón, cien de ellos niños. Y cerca de dos mil heridos.

La Franja de Gaza. Pueblos que ya tendrían que ser sabios por sus experiencias trágicas encuentran coincidencia sólo en la muerte. Esa muerte para la que el ser humano trata de encontrar una definición, una explicación, es usada como emblema de lo que llamamos civilización. Ahora es ya mucho más fácil. Se mata al enemigo desde aviones y, mejor todavía, a él y a toda su familia. A su mujer y a sus ocho hijos. O con cohetes, desde el escondite. Esos jóvenes que arrojan bombas desde aviones o desde escondites no se dan cuenta de que matan, de que exterminan la vida de otro ser, por lo general inocente. Pero arrojan bombas por “patriotismo”. Los discursos de los políticos intervinientes nos dicen claramente de su omnipotencia. ¿Tienen acaso el poder delegado de matar, de hacer matar? ¿Se los vota para eso? ¿Y qué pasa con Naciones Unidas, para qué está? Ni siquiera esa organización mundial es capaz de detener una guerra. Ese tendría que ser su principal motivo de existencia. Y no una masa burocrática de encuentros superficiales y desencuentros que ocasionan la muerte.

La muerte de niños. Lo lanzaron al aire y al papel, los medios: el bombardeo israelí logró la muerte de uno de los dirigentes principales de Hamas y también de su mujer y sus ocho hijos. Buena puntería. ¿Pero cómo, es que vivimos en el tiempo de los dinosaurios? No, vivimos el siglo de la mente humana. Por eso el papa Ratzinger en su mensaje de Navidad nos ha enseñado a rezar, rezar, rezar. ¿Rezar a quién? ¿A un Dios que permite en la “Tierra Santa”, donde nació su hijo de una virgen, que se cometan crímenes tan atroces, como que se peleen pueblos desde hace siglos por razones religiosas, que en el fondo no son otra cosa que razones de poder y de dominio? Alá, Jehová y Cristo. Tierra Santa que mata a sus niños.

¿Con qué habrán soñado esos niños la última noche en que vivieron? ¿Con juguetes, con hadas, con ángeles que les arrojaban espejitos de colores desde el cielo? Es lo mismo, porque nosotros les arrojamos bombas y los destrozamos. Habría que rescatar los ojos de esos niños en el momento en que estallaron las bombas.

Sí, está bien, los hombres de Hamas lanzan cohetes a Israel. ¿Y por eso hay que bombardear ciudades abiertas allí donde viven madres que crían a sus hijos? Ciudades que ni siquiera tienen refugios antiaéreos. Eso es fácil. Pero criminal de la peor cobardía, a su vez.

Tiene razón Israel en combatir el terrorismo, pero no con métodos cien veces más traidores que el cohete individual. Igual, tal vez, en su perversión, pero increíblemente menor que hacerlo desde aviones, en uniforme oficial y por orden de los responsables. No, además, esos actos de mostrar poder traen las consecuencias más nefastas, originan los odios de siglos, los deseos de venganza infinitos, que quedan en la historia de los pueblos. La única búsqueda de solución es recurrir a Naciones Unidas para que envíe una organización preparada en esta clase de conflictos, que encuentre la paz y no la venganza. No se arreglan los problemas con la muerte. Y más para un pueblo con la experiencia del judío, un pueblo que, con su conocimiento histórico de persecuciones, tiene que haber aprendido para siempre hacia dónde lleva el odio. Porque los crímenes del Holocausto han quedado para siempre en la conciencia del pueblo alemán y tendrían que quedar también para siempre en el pueblo que fue víctima. Porque no hay ninguna diferencia para un niño entre morir en una cámara de gas y ser destrozado por una bomba arrojada desde aviones oficiales.

Sí, el pueblo alemán aprendió para siempre lo que es cometer un crimen de lesa humanidad. Pero seamos sinceros: aprendió pero no tanto. Hay otra forma de hacerse cómplice de otros crímenes. Por ejemplo esto: la fabricación y venta de armas. Leamos las cifras oficiales. La exportación de armas alemanas del año 2007 alcanzó a 8,7 mil millones de euros. Es decir que exportó un 13 por ciento más que el año anterior. Con esto, Alemania ocupa el tercer lugar en el mundo de exportadores de armas, con el 10 por ciento, mientras Estados Unidos ocupa el primer lugar, con el 31 por ciento, y Rusia, el segundo, con el 25 por ciento. Pero aquí no acaba la cosa. Alemania exporta armas a China, India, a los Emiratos Unidos de Arabia, a Grecia, a Corea del Sur y a un sinfín de otros países. Sí, a los Emiratos Unidos de Arabia. Pero, y aquí está el nudo de la cuestión: también a Israel, Afganistán, India, Nigeria, Pakistán y Tailandia. Muy buen negocio. Ahí no se hacen discriminaciones, el que paga bien, a ése se le vende. Es sabido que los europeos –en este caso Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia– atraen a sus clientes deseosos de armas con financiaciones “atractivas” y la promesa de transmitirles tecnología nueva.

Entonces aquí hay que decir la otra verdad. No alcanza con que los alemanes se hayan hecho una severa autocrítica sobre los crímenes del nazismo sino que la verdadera autocrítica tendría que ser nunca más a las armas, nunca más hacer negocios con la Muerte y menos con países que tienen problemas con países lindantes ni tampoco aquellos que tienen problemas internos. No se es honesto si por un lado criticamos las guerras y las represiones y por el otro vendemos armas a países donde tienen lugar esos crímenes contra la Vida.

Hace pocos días se hizo en los medios alemanes un desusado elogio al ex primer ministro Helmut Schmidt, que cumplió noventa años de edad. Justamente, el político que apoyó la venta de armas a la dictadura argentina del desaparecedor Jorge Rafael Videla. Y se defendió en el Congreso alemán diciendo que lo hacía para “asegurar la fuente de trabajo de los obreros alemanes”, un argumento fuera de toda base ética. Porque si es por eso, que el gobierno alemán disponga de una suma para darles trabajo a esos obreros y que éstos se dediquen a fabricar juguetes para los niños.

Más todavía, el gobierno alemán asegura con fianzas oficiales la financiación de los proyectos de venta de armas, para lo cual se utiliza dinero del pueblo cobrado mediante los impuestos. Hace poco quedó en claro un escándalo producido por la constatación de que las fuerzas de seguridad de Georgia poseían modernas armas alemanas, a pesar de que el gobierno alemán había rechazado el pedido de ese país de venderle armas, ya que Georgia se encontraba en estado de guerra con Rusia. Es decir que podemos constatar que, en el caso de hacer negocios, se pisotean los principios básicos de lo que tiene que ser la ética en las relaciones humanas.

Las armas, las guerras entre los seres humanos divididos por estúpidas fronteras, tienen que pasar a ser un tema fijo en la vida de todos los pueblos del mundo. No a las armas, sí a la vida.

Han muerto cien niños en el bombardeo israelí de Gaza. Ya esa cifra podría servir de leitmotiv contra todos los bombardeos de ciudades abiertas. Nunca más la muerte de niños como acción de guerra. Salir a la calle en la protesta. Denunciar a los políticos que dieron la orden y a los generales y soldados que la cumplieron.

Sería al primer peldaño hacia aquel Paraíso en la Tierra con que soñaba Kant: la paz eterna.

Página/12, 3 de enero 2009 | www.elortiba.org

Imagen: Cadáveres de 5 niños palestinos asesinados por Israel en la Franja de Gaza


Azahares y fuegos

Por Osvaldo Bayer

Las últimas dos semanas se cubrieron de azahares y fuegos. Esos pequeños hechos de la vida que lo llevan a uno de la mano y que todavía le enseñan, le van marcando el camino hasta el final. El perfume del azahar, que lleva a la poesía y al ánimo, y el fuego, no el que quema, sino el que impulsa. Sí, todo comenzó en La Toma, ese supermercado rosarino tomado por sus empleados que es hoy, además de supermercado, un centro de cultura.  

Allí, donde antes sólo se vendían mercancías, hoy se debate, se enseña y se aprende, se abren los ojos al arte, a la literatura, a la política, al futuro. De allí a Mar del Plata. En la presentación del libro Biblioclastía, sobre la prohibición y quemas de libros durante la última dictadura militar. Un hecho aberrante y cobarde, pero por el cual jamás se indemnizó a las editoriales, a los autores ni a los libreros perjudicados. Ocurrió y ya está.

De allí a El Calafate, donde todos los 8 de diciembre, frente a la estancia “La Anita”, recordamos a las decenas de peones rurales fusilados por el ejército argentino en las huelgas de 1921. Ahí se levanta el cenotafio. Se lo cubre de flores y los oradores recuerdan el crimen nunca saldado. Luego, una obra teatral del conjunto formado por vecinos de El Calafate. En el bello paisaje se oyen los gritos de furia y dolor de los que cayeron. Algo que no se podrá olvidar jamás, pero de lo que no aprendimos nada los argentinos. Medio siglo después ya no se fusilaba, se desaparecía. Un día antes, en la sala cultural de El Calafate, el ballet local representaba las esperanzas de la peonada y cómo murieron bajo los fusiles oficiales. Todo hecho con una melancolía magistral. El arte, la mejor manera de escribir nuestra historia.

De regreso a Buenos Aires, el recuerdo de aquella legendaria Nueva Presencia, el primer periódico que se atrevió a criticar a la dictadura de los generales y el homenaje a Herman Schiller, quien ofreció su rostro para enfrentar a la picana y la desaparición. Una placa ha quedado allí para siempre, en la calle Castelli, para definir lo que es el coraje civil. Sí, y después, en Luján, en su Universidad, el mejor recuerdo para el herrero poeta, Dardo Dorronzoro, víctima de la misma dictadura. Un concurso de poesía. Leí las mismas, un tejido increíble de sueños jóvenes, de figuras de la fantasía, de la bondad extrema frente al horror cobarde de las bestias uniformadas. Dardo se asomó allí y nos aconsejó quién sería el premiado: todos, nos dijo. Todos los que escribieron sus ilusiones. Pero en ese momento nos interrumpió la realidad. Un ajero mendocino había llegado desde tierras cuyanas para describirnos su realidad. Curtidas manos, curtido rostro. Trabajo esclavo en las tierras del sol y de la vida, de mujeres y niños, como en la Edad Media. Leo los versos de una poetisa mendocina: las ristras de ajo se han convertido en las cadenas de la esclavitud. Se simulan cooperativas. La Justicia ordenó la reincorporación de despedidos, pero nadie se da por aludido. Los dueños de la tierra son los únicos magnates. Lo deciden todo. Los demás, los del sistema, obedecen. Los poetas de Luján escuchan en silencio. Hay tristeza. Por algo lo desaparecieron a Dardo, a los Dardos.

Al día siguiente estamos en Córdoba. Con la diputada Cecilia Merchán. Para tirar abajo un símbolo. Cambiar la figura del genocida Julio Argentino Roca por la figura de la increíble luchadora gaucha Juana Azurduy en los billetes de cien pesos, los de más valor. De uno que mató por más tierras para los poderosos a una mujer que luchó por la libertad americana. Un problema profundo que hace a la ética de los argentinos. No hay que mirar sólo para adelante. Hay que mirar para atrás para investigar por qué en estas llanuras de las espigas de oro hay hambre y hubo catorce dictaduras militares y represiones que alcanzaron al máximo de crueldad y perversión.

En la misma Córdoba presentamos un libro de tal valor ético que no encontramos adjetivo para calificarlo porque a ello se adjunta lo emocional: Los arquitectos que no fueron, la vida y fotos de estudiantes y egresados de Arquitectura de la Universidad de Córdoba asesinados y desaparecidos durante el terrorismo militar de Videla y consortes. Nos miran. Pienso, cuántas viviendas hubieran construido ellos y ellas. De haber vivido esa generación, por su lucha, ya no habría villas miseria en nuestras ciudades. Todas las universidades argentinas tendrían que publicar libros similares con los retratos y las biografías de sus estudiantes desaparecidos. Y sus retratos colgar en las aulas. Un recuerdo que no debe borrarse jamás de la memoria.

Allí, en la misma Córdoba, ofrecemos la cantata “La Patagonia de Fuego”, de Sergio Castro, basada en La Patagonia Rebelde. El público acompaña las bellas canciones. Se pone de pie para recordar a esos pobres gauchos fusilados por los máusers oficiales. Aprendimos, pienso. De los libros quemados en 1976 al tema vivo en las salas del país. El perfume del azahar y el fuego de la memoria.

Y justo, al día siguiente, doy una clase en el Instituto Espacio para la Memoria a los guías del museo de la ESMA, acerca de los crímenes del Estado en la Argentina. Los crímenes militares y el colaboracionismo civil.

Un país que no aprendió de sus tragedias. Un país sin autocríticas. Autocrítica, el fundamento de la democracia. Aquí, ese término, es desconocido. Hay que mirar para adelante.

Luego, en el festival del cine documental científico, presentamos escenas de nuestro nuevo film Awka Liwen, acerca de los pueblos originarios y discutimos sobre los conceptos de racismo en nuestra sociedad. Que los hay, los hay. De ahí a La Plata, en “Voces de la cultura”, que promueve la intendencia de esa ciudad. Y como todo encuentro cultural, es siempre necesario, positivo y sirve para encontrar las huellas hacia una sociedad más democrática, que no es otra cosa que una sociedad más justa e igualitaria. Y todo culminaría con el acto en la ESMA, en el Día de los Derechos Humanos.

Me sentí como en una nube de ilusiones. Estar allí, en un acto donde recordamos a nuestros desaparecidos en el lugar mismo del horror del sistema. Recibir un premio Azucena Villaflor allí donde tuvieron prisionera a esa mujer de increíble lucha, junto a sus dos compañeras iniciadoras del movimiento de Madres –Julia Ballestrino de Careaga y Mary Ponce de Bianco, no olvidarlas–, en un calabozo que era una cucha de perro, tiradas en el suelo para después asesinarlas, sí, recibir un premio en ese edificio de la Mayor Perversidad Humana, me pareció el producto de una imaginación sin límites. Pero sí, fue así. Quiere decir que el ser humano no se rinde nunca, que la Etica triunfa finalmente, aunque a veces tarda mucho en vencer sobre el crimen y la codicia. Dije, al agradecer el premio, que yo no lo merecía, que los únicos que habían ganado ese premio a los Derechos Humanos, eran los treinta mil desaparecidos. Y nombré a tres, cuya amistad me sigue desbordando todos los días: Rodolfo Walsh, el Paco Urondo y Haroldo Conti. Por eso, comprendía que hay que seguir con la búsqueda que iniciaron ellos. Hasta que logremos, por lo menos, que en nuestro país no haya más niños con hambre. Siempre hay azahares y fuego, pero aquel que no quema, que impulsa.

Página/12 | www.elortiba.org, 12/08


Para aprender

Por Osvaldo Bayer. Desde Bonn, Alemania Federal

El martes pasado se recordó en toda Alemania el Día del Holocausto. Fue el aniversario de cuando en 1945 fue liberado de los nazis el campo de concentración de Auschwitz. En una ceremonia profunda, fue el Parlamento alemán, en una sesión especial, el que le puso a esta fecha la emoción impregnada de rabia y de vergüenza de esa realidad tan cruel. El presidente alemán Köhler habló con un acento que denotaba su búsqueda de las verdaderas expresiones para describir un crimen tan ominoso como el de los campos de concentración nazis, donde fueron asesinados millones de seres humanos, niños, mujeres y hombres, judíos, gitanos, enemigos políticos, homosexuales y personas discapacitadas. En los palcos había representantes de todas esas víctimas. Pero, además, se hallaban alumnos de colegios secundarios, y universidades, docentes e integrantes de organismos de derechos humanos. Luego del discurso presidencial, ocuparon el centro de la escena cuatro niñas que leyeron trozos de cartas de las víctimas. Y luego un cuarteto musical trajo la música de Bach, que sirvió, tal vez, como búsqueda de consuelo imposible de encontrar. Sirvió para comprobar que los asesinatos no quedan impunes y que siempre hay una luz de esperanza cuando los asesinos son condenados para siempre por la Historia.

Ese mismo día me tocó hablar en la Iglesia Evangélica de Gelsenkirchen, en la cuenca del Ruhr, el núcleo fabril más potente de Alemania. Allí, en esa ciudad, un centro de educación para familias lleva el nombre de Elisabeth Käsemann, la estudiante alemana asesinada por la dictadura militar argentina en 1977. Elisabeth, luego de terminar sus estudios de sociología en la universidad de Tübingen, quiso hacer sus trabajos prácticos en Latinoamérica. Luego de estar en Perú marchó hacia la Argentina, donde realizó trabajos solidarios en una villa miseria del Gran Buenos Aires. El 8 de marzo de 1977 fue secuestrada de su domicilio por una patrulla militar y llevada al campo de concentración El Vesubio, donde fue brutalmente torturada, para luego ser asesinada, el 24 de mayo del mismo año. Su padre, Ernst Käsemann, uno de los más brillantes teólogos de Alemania, viajó a la Argentina para recuperar el cuerpo de su hija. Luego de largas negociaciones y mediante el pago de 25.000 dólares, miembros del Ejército Argentino le devolvieron los restos de Elisabeth. El peor delito: además de matar impunemente, hacer negocio con el cuerpo sin vida de la víctima. Ante su tumba, en el cementerio de Tübingen, en aquel 1977, hablé en nombre del exilio argentino. Y comencé diciendo: “No dejar nunca la última palabra a los verdugos y militares, esto lo escribió Ernst Käsemann sobre su hija Elisabeth. Y por eso estamos aquí, ante su tumba, para no dejar la última palabra a los verdugos y militares argentinos que prosiguen torturando y asesinando en mi tierra, en ese país, que Ernst Käsemann denominó ‘fascinante’ pero que al mismo tiempo en esa belleza hospeda a un verdadero infierno. Este hombre de la Palabra y la Fe no quiere que se haga de su hija una figura de mártir. No es nuestra intención, pero sin nuestra influencia, Elisabeth se ha convertido en un símbolo. En ella se ha corporizado la más hermosa de las palabras, que los pueblos del mundo exclaman en voz bien alta: Solidaridad. Detengámonos aquí y pensemos en la belleza, en la esperanzada poesía de esas sílabas, solidaridad, que con toda fuerza fue pregonada por aquellos seres humanos que con el vocablo pensaron en ayudarse mutuamente, en buscar soluciones comunes a todos, por encima de lenguas y de razas distintas. Elisabeth, como muchos otros seres de lejanos países, ha colaborado para traer una vez más la tradición humanista. De dar la mano al más débil. De desesperarse ante el dolor de los demás. De la utopía de la justa repartición de los bienes de la tierra. El prójimo. Nuestros semejantes. El compañero. La palabra contra las cámaras de gas, contra el balazo, contra la picana eléctrica, contra la desaparición, contra el robo de niños de las prisioneras”.

“Rosa Luxemburgo –proseguí aquella vez– escribía de la prisión: ‘Pese a la oscuridad de la celda, de la luz de la muerte que entra por el tragaluz del calabozo, mi corazón late pleno de una incomprensible, desconocida alegría interna como si yo caminara sobre un prado pleno de capullos regado por un triunfante rayo de sol. Y le sonrío a la vida como si yo supiera un mágico misterio, que castiga a todo lo malo y a las tristes mentiras y las convierte en pura claridad y felicidad’. Es que Rosa sabía que su lucha por los de abajo era la que le daría la razón de ser, de vivir, mientras otros acumulaban cargos o riquezas mediante el poder o la avaricia.”

Terminé mis palabras diciéndole a Elisabeth: “Elisabeth, no tengo otra cosa que ofrecerte que mi vergüenza. Pero también tengo un orgullo, angustiado, nacido de puro dolor, pero pleno de energía. Es el orgullo de poder hablar de nuestras mujeres, de aquellas que como Elisabeth perdieron sus vidas en la misma lucha. Y sé que el mejor homenaje a Elisabeth es nombrar algunas de esas mujeres, hoy desaparecidas y así recordar sus risas, sus sueños, y su fe en un futuro bien claro como las madrugadas de nuestras pampas, amplias, frescas, sin sombras, como el trinar de sus pájaros. Sí, nombrar a Liliana Isabel, Blanca Haydée, Alicia, Silvia Angélica, María Adelia, María de las Mercedes, Noemí, Raquel, María Victoria...”

Sí, María Victoria, la hija del querido Rodolfo Walsh. Recordaré siempre la alegría de él al nacer su hija: “¡Una hija, una hija...!” me repitió y sus ojos y sus labios rieron.

Y terminé diciendo: “Los vestidos de Rosa llenos de lodo en el fondo del Landwehrkanal en aquel Berlín de 1919, María Victoria Walsh que no se entregó a las bestias, y Elisabeth, Elisabeth Käsemann, la viajera de un lejano país, con su valija llena de utopías. Nuestros verdugos. Militares. No dejarles la última palabra”.

El acto del martes pasado, donde repetí aquel discurso, se hizo en la bella iglesia evangélica donde funciona el Centro de Educación Familiar Elisabeth Käsemann. Nada mejor que el nombre de la joven muerta en la Argentina para identificar a un lugar dedicado a las madres y a los niños, es decir, al futuro. Las consignas de esa institución son estos principios: “Queremos apoyar a los padres para posibilitar un sano desarrollo de sus hijos, para ofrecerles juegos propios de cada edad, para que tengan un movimiento sano, para un trato familiar libre de toda violencia, además de una sana alimentación y la alegría de cocinar para la salud. Queremos ayudar a los padres para que sientan alegría en la educación de sus hijos, para que puedan cumplir con sus necesidades y para que sepan solucionar todo conflicto familiar”. Una vez más, la ética triunfa finalmente. Los asesinos de Elisabeth, el general Suárez Mason y el teniente coronel Durán Sáenz, han pasado a la historia como miserables asesinos y torturadores. En cambio, la víctima ha sido homenajeada con este nombre a una institución que mira hacia el futuro, hacia una sociedad de sentimientos y sueños.

Lo mismo ocurrió con Auschwitz. Se recuerda todos los años a sus víctimas y se desprecia con asco a los políticos y a los uniformados que quisieron establecer un régimen basado en el odio y el racismo.

Ojalá que el 24 de marzo, el día en que comenzó la dictadura de la desaparición de personas y del robo de niños, nuestro Congreso nacional y todas las Legislaturas provinciales imiten al Bundestag alemán. Así como aquí se dedicó el día a rememorar la vergüenza más grande de este pueblo, con sus campos de concentración, sus cámaras de gas y sus seis millones de víctimas, así nuestros cuerpos legislativos deberían seguir este camino, dedicar sus sesiones de ese día a analizar el pérfido sistema de la desaparición de personas y cómo fue posible llegar a esa maldad infinita. Que hable un representante de cada bloque y luego, escuchar poesías con voz infantil de nuestros poetas desaparecidos y una música dedicada a ellos, una música propia de la tierra que los vio nacer. Y, además, que una mujer nos hable sobre nuestras mujeres de-saparecidas, sobre el dolor de las madres a quienes les quitaron sus hijos en el momento de dar a luz, y de la fuerza de las Madres que salieron a la calle a exigir Vida. Por supuesto, que en cada colegio secundario se dé una clase especial y en todas las universidades, en el aula magna, se recuerde a los estudiantes y docentes desaparecidos y se haga un análisis de aquel fracaso rotundo y criminal de nuestra sociedad.

Para aprender.

Página/12, 30/01/09


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