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EL MEDIO PELO EN LA SOCIEDAD ARGENTINA
(Apuntes para una sociología nacional)
PARTE 3 DE 3
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Indice de la parte 3
CAPÍTULO IX - La partida de nacimiento
del "medio pelo"
CAPÍTULO X - La composición social del "medio pelo.
Permeabilidad y filtro
CAPÍTULO XI - Las pautas del "medio pelo"
Conclusiones
Apéndice
ANALOGÍAS Y DIFERENCIAS CON
EL "MEDIO PELO"
En lo que va del presente capítulo se ha redundado insistiendo en las particularidades
de la clase media y de la burguesía de principios de siglo, tema tratado
con anterioridad. Pero al referirnos en particular al "medio pelo” que se
origina casi contemporáneamente, en los últimos 20 ó 25 años, se hace necesaria
la confrontación porque este procede de los mismos niveles económicos: de
la alta clase media y de la burguesía. Esta confrontación permite comprobar
al mismo nivel social un distinto comportamiento: mientras la alta clase
media y la burguesía de principios de siglo se comportaron como tales y
fueron factores activos de la democratización del país a través de la transformación
económica y política con la cual identificaron su destino, un numeroso grupo
perteneciente a los equivalentes sectores contemporáneos, toma el rumbo
inverso para constituir este status, históricamente anómalo, caracterizado
por la adopción de pautas de imitación que marginan a sus componentes del
proceso de avance de la sociedad argentina.
No hay que confundir esta adopción de pautas imitativas con esa cierta seguridad
social que la burguesía y la clase media descendiente de la inmigración
adquieren por el simple transcurso del tiempo, en una decantación que por
breve no deja de ser de la misma naturaleza que la que llevó a los descendientes
de la primera burguesía porteña a constituirse en clase señorial, aun antes
de la adopción de los patrones aristocráticos europeos.
A este propósito, recuerdo que a principios del gobierno peronista asistí
a una reunión de la Legislatura de La Plata y me llamó la atención la actitud
adoptada por los legisladores radicales con respecto a la bancada peronista.
Era la reproducción exacta de la postura de los legisladores conservadores,
en otra sesión presenciada en 1920, con respecto a la bancada radical: los
radicales adoptaban ahora, como los conservadores antes, un aire de viejo
estilo, una suficiencia sobradora de gente acostumbrada y que se mueve en
su propio medio frente a las gafes y las torpezas parlamentarias de los
recién llegados.
Pero esto es bastante natural y no significa la atribución de otro status.
Al fin y al cabo aquellos conservadores de la Legislatura de La Plata tampoco
simulaban un status superior a los radicales. No formaban parte de la alta
clase aunque fueran sus instrumentos de gobierno: eran gente de la clase
media también, cuando no de más bajo origen, como expresión del caudillismo
pueblerinos en los que había caído la dirección de los partidos conservadores,
hasta en rango de alta dirección –caso de Barceló—desde el momento en que,
como se ha dicho antes, la alta clase se desvinculó del manejo político
directo del país. Podría decirse que como extracción social era de origen
más alto el radicalismo, cuyos representantes legislativos eran en general
ganaderos o profesionales, es decir, gente de la alta clase media.
En el mismo sentido debe interpretarse ciertas reacciones políticas, peyorativas
para el movimiento social que irrumpe en la escena con la presencia de los
"cabecitas negras". Tal es el caso de la expresión "aluvión zoológico" del
Dr. Ernesto Sanmartino, o aquello de "libros o alpargatas", del profesor
Américo Ghioldi. Para éstos el hecho nuevo no significa la lesión de un
supuesto status que se atribuye el medio pelo, sino el real a que pertenecían
por la configuración que la superestructura cultural del país sostiene en
el plano de la inteligencia. (Este tema será tratado más adelante, pero
conviene adelantar la existencia de un status propio de la inteligencia
en la cual rigen pautas de aceptación y de consagración, que coinciden con
la estructura dependiente del país y al que la incorporación se hace paulatinamente
según se acredita una conformación cultural correspondiente a la conformación
colonial de la cultura).
La presencia del país real era una piedra en el tejado de vidrio de la "intelligentzia".
Una multitud que marginaba los mentores aceptados —de derecha a izquierda—
era para éstos un hecho antinatural, como para los unitarios la presencia
de las multitudes federales. El esquema de "civilización y barbarie" sigue
vigente para ella con todas sus implicancias racistas y ese es el sentido
de "aluvión" y "alpargatas". La inteligencia ha configurado su esquema dentro
del cual se puede ser desde Maurrasiano a Leninista, pero que excluye una
presencia social vernácula que ya está decretada "anticultural". Y mucho
menos la posibilidad de que se constituyan elencos directivos que no hayan
obtenido su legitimación como políticos o como intelectuales dentro de las
pautas consagratorias establecidas por las capillas vigentes en la inteligencia
de conformación foránea.
El fenómeno ya había ocurrido antes con el radicalismo Yrigoyenista en su
brusca irrupción de 1916; no era el origen social el que determinaba la
reacción de los “cultos” sino la alteración que suponía en sus escalas.
Una vez que el político, el escritor, o el artista han sido convenientemente
pesados y medidos, pasa el filtro y se incorpora, porque en el plano de
la inteligencia sigue vigente la división dela sociedad en dos capas culturales
como ocurría con las clases de la sociedad tradicional, pero por causas
distintas. No es el origen social el que determina la aceptación, ni siquiera
el ideario; es conformarse en los esquemas culturales pre-establecidos.
Una vez incorporado al status de la inteligencia, el sujeto hasta subconscientemente
es la parte de ella, y todas las discordancias ideológicas dentro de la
misma pueden existir pero sobre el supuesto de que se ajusten a la idea
de la cultura que posee el status; así harán un frente común siempre que
el país intente expresarse con otros módulos de cultura distintos por nacionales;
eso es la barbarie.6
Así Gerchunoff se sentía cómodo entre los redactores de "La Fronda" y no
con los italianitos y judíos que ascendían con el radicalismo, como Sanmartino
y Ghioldi, gringuitos ayer, podían sentirse ahora cómodos con quienes les
habían puesto el mote, en la medida en que el radicalismo o el socialismo,
no amenazaban, sino que ya estaban incorporados "en el plano de la cultura".
Lo mismo Codovilla o los otros Ghioldi que, como los anteriores ya eran
políticos cultos a la manera de los rivadavianos. Se trata en realidad de
un común status cuyos miembros se suponen élite intelectual, dividida entre
sí por las ideologías, pero conforme en conjunto en ser élite frente a la
multitud innominada y sus mentores que tenían la insolencia de considerarse
inteligencia al margen del cartabón establecido. Podría, pues, hablarse
de un medio pelo intelectual, dándole mucha latitud a los términos, pero
no se trata del medio pelo social, cuyo origen es otro, y otras sus pautas,
aunque tenga de común con éste el rechazo a la presencia política de las
masas en el Estado.
LOS ORÍGENES DEL MEDIO PELO Y LOS PRIMOS POBRES
El medio pelo procede de dos vertientes. Los primos pobres de la alta clase,
y los enriquecidos recientes.
Al hablar de la composición de las clases medias y la incorporación a las
mismas del sector de gente principal que no participando de la prosperidad
de la clase alta, en el momento de la expansión agropecuaria y el vertiginoso
enriquecimiento de los terratenientes argentinos, se señaló que algunos
grupos de los económicamente desclasados no renunciaron a sentirse parte
de la alta sociedad y mantuvieron, casi heroicamente, la ficción de su pertenencia.
Son los primos pobres de la oligarquía. Así los calificaba un miembro de
la clase alta que me decía:
Son esos parientes remotos que te van a esperar al puerto cuando llegás
de Europa. Uno ni los recuerda, pero tiene que ser cortés y comprenderlos...
Ellos te comentan todas las pruebitas que has hecho en Saint Moritz, lo
que perdiste o ganaste en Monte Carlo, los yates en que estuviste embarcado
en el Mediterráneo y las Villas de que fuiste huésped en la Riviera. Conocen
al dedillo los modelos que estrenó tu mujer y todos los chismes y cotorreos
que han circulado por la 'Colonia' en París.
Lo desagradable es que uno por corresponder a tanta preocupación quiere
ensayar la reciprocidad y les equivoca los apellidos, y con mayor razón
los sobrenombres. Fijate que a uno bigotudo a quien le llaman "Macho" le
dije "Cototo'', confundiéndole con otro recontra-primo que es medio "para
que me han dado esta escopeta"... Uno les confunde hasta los padres y les
pregunta por la tía Aurelia, creyendo que es la madre cuando le advierten
horrorizados que la tía Aurelia murió hace veinte años y soltera...
Son difíciles, muy difíciles. Además, uno resulta hasta vulgar, pues sus
modos de hablar y tocar los temas es tan cuidadosa, que se tiene la sensación
de ser poco bien...
En el fondo, son los parientes pobres que pinta Silvina Bullrich en "Los
Burgueses'', a los que ya me he referido en una cita.
Muchas de esas familias vivían antes de la aparición del "medio pelo" como
exiliados en el tiempo, recordando el landó de la abuelita cuando la "familia
figuraba", y "esos de la otra cuadra" se bajaban de la vereda para darles
paso.
"Esos de la otra cuadra" eran motivo de un tema frecuente, pues lo mismo
podía tratarse de unos "mulatitos" que llevan el mismo apellido porque fueron
esclavos de los tatarabuelos, que de los nietos de un "galleguito" al que
el abuelo Gervasio hizo nombrar portero de la escuela, y parece que lo ha
olvidado desde que progresaron. Tenían en esto memoria de elefante y minuciosidades
de hormiga.
Vivían nostálgicos del ayer y como todo "tiempo pasado fue mejor", atribuían
su situación actual a una especie de falta de respeto de los tiempos modernos
que los había marginado de la primera línea, a la que en realidad nunca
pertenecieron.
(En la estructura de la sociedad tradicional, en razón de la distancia que
los separaba de los de abajo, el criollaje de la clase inferior y los "gringos"
que empezaban a llegar, pero que todavía no hacían sombra con sus pretensiones
de importancia, su papel fue, por comparación, de más alto rango).
Algunos reaccionaban con un nacionalismo cerril que los enfrentaba con la
ideología "liberal" de la clase a que creían pertenecer. Mentalmente se
ubicaban cumpliendo su función de élite conductora, pero no ya desde el
landó de la abuela; les era agradable imaginarse en un Cadillac pasando
rápido ante los gauchos a caballo, con plata en los aperos, y saludando
respetuosamente: —¡Adiós, patroncito! —¡Que te vaya bien, m'hijo!... Una
especie de Arcadia pastoril y tecnificada a la vez, pero donde cada uno
está "donde debe estar". La mayoría y especialmente las mujeres seguían
cultivando los mitos culturales de Europa civilizadora prefiriendo trasladar
la culpa de los tiempos modernos a la incapacidad de los miembros masculinos
de la familia, "inútiles como todos los criollos".
Ese galimatías era el tema obligado de toda reunión entre la gente del mismo
grupo, y sus contradicciones eran imperceptibles para los contertulios porque
la esencia del tema era la nostalgia.
Pero mejor ilustrará sobre esa mentalidad, la trascripción de unas líneas
de una escritora contemporánea que por su gusto y cultura está más cerca
de la alta clase ausentista, pero cuya extracción social y actitud psíquica
corresponde a lo que estoy señalando. Se trata de Alicia Jurado en su biografía
de Jorge Luis Borges (Ed. Eudeba, 1984). Es la versión femenina del grupo.
Dice de su biografiado: "Intelectualmente es demasiado argentino para ser
nacionalista y no ha hecho sino heredar la vieja tradición criolla de mirar
hacia Europa; reprocharle esta preferencia es ignorar el pensamiento de
las viejas generaciones ilustradas que nos precedieron.” Y aquí se tira
con todo contra los nacionalistas: "La admiración por la mazorca, las tacuaras,
el gaucho, la cultura diaguita y la bota de potro, es un invento relativamente
reciente de los extranjeros que inmigraron al país, fatigados sin duda de
los excesos de la civilización y deslumbrados por lo que suponen los encantos
del salvajismo. Las antiguas familias argentinas están ahítas de barbarie
desde hace tiempo para entusiasmarse con ninguno de sus símbolos; prefieren
imitar a sus bisabuelos y buscar ejemplo en los países que la dejaron atrás".
"Borges, en este aspecto, no difiere de los hombres que construyeron, en
el último siglo, la estructura precaria y amada que hoy preferimos no llamar
patria porque las palabras país o nación son más vagas y les duelen menos
y nos sugieren menos comparaciones amargas." Para salvarnos de esa amargura,
Borges "está realizando la tarea patriótica de mostrar al extranjero que
en la Argentina hay algo más que un puñado de indígenas en vía de extinción
y una creciente turba de indios vocacionales".
Lo que no impide que más adelante diga: "Borges escribe sobre tapias rosadas,
aljibes y patios, gauchos y compadritos, próceres y montoneros; escribe,
en una palabra, sobre la Argentina, de su añoranza." Pero la Argentina de
los aljibes en lugar del agua corriente, y los montoneros en lugar del ejército
moderno no se concilia muy bien con los ejemplos buscados por los bisabuelos
y así la añoranza se compone de elementos tan contradictorios unos como
el Cadillac y los gauchos con chapeado de plata, gratos a la imaginación
nacionalista que biógrafa y biografiado repudian. Es cierto que le endosa
la contradicción a Borges: “Si yo tuviera que reprocharle algo a Borges,
sería más bien esa nostalgia por tipos tan repugnantes como el compadrito
y el matón, más dignos del olvido que de la inmortalidad literaria."
Le reprocha a Borges esa nostalgia pero a renglón seguido le sale una propia
que termina por identificarse con el del grupo social a que me estoy refiriendo:
"Si lo hiciera —es decir, reflejará el país como reclaman algunos críticos
a Borges"— sobre la realidad nacional que hoy vivimos, tendría que limitarse
a temas, casas, hablares y psicología de italianos, que constituyen la esencia
de la argentinidad del siglo XX. Es natural que a los nacionalistas, casi
todos recién llegados al país, les ofenda la nostalgia de Borges por una
patria que no les perteneció y que ellos han contribuido a borrar."
En definitiva: a Doña Alicia no hay p... atria que le venga bien; la de
ayer por bárbara, la de hoy por gringa, y gringos son los nacionalistas
que la quieren acriollar, y criollos los abuelos que la quisieron agringar.
Es un europeismo que consiste en mirar el aljibe desde la ventanita del
cuarto de baño: el agua corriente para uno y el balde para los otros.
Pero mejor es no tratar de explicar este galimatías que no es el resultado
de un proceso consciente, como en el grupo que caracteriza, sino la subconsciente
evasión hacia un mundo imaginario que traduce en resentimiento contra el
país real, la nostalgia de una supuesta situación perdida.
LOS BARRIOS RESIDENCIALES DEL
EXTREMO NORTE
Poco después que comenzó la radicación de la alta clase en el Barrio Norte,
comenzó la jerarquización de ciertas zonas también del norte, como residenciales,
porque fueron elegidas por los gerentes y altos funcionarios de las empresas
extranjeras, generalmente ingleses o alemanes que prefirieron domiciliarse
cerca de las estaciones del ferrocarril Central Argentino, constituyendo
grupos diferenciados de la población nativa.
No había respecto de estos las prevenciones que originaban los inmigrantes
de los países del Mediterráneo, pues se atribuía a los anglosajones y germánicos
un nivel cultural superior al de los inmigrantes provenientes del medio
día de Europa. Esto era conforme a los prejuicios racistas comunes a la
ilustración de la época que a su vez germánicos y británicos cuidaban de
evidenciar diferenciándose meticulosamente de los nativos. A diferencia
de los españoles, italianos, turcos y judíos, se trataba de gente "bien"
y a ésta le resultaba fácil manifestarse como tal con los recursos que le
proporcionaban sus empleos en las grandes empresas, de que estaban excluidos
los nativos. Por otra parte, como ya se ha visto cuando se habló de la inmigración
británica, inmediatamente posterior a la Independencia, se les exigían formas
de vida diferenciadas del común indígena y con un comportamiento en el que
intentaban reproducir el estilo de las clases altas europeas.
Especialmente en Belgrano Alto se constituyeron estos núcleos que se fueron
extendiendo a las estaciones suburbanas del ferrocarril Central Argentino
a medida que comenzaba el fraccionamiento de las viejas quintas. Los primos
pobres allí radicados sintieron sus barrios ennoblecidos con la presencia
de los nuevos vecinos y comenzaron a adoptar sus pautas con preferencia
a las de la alta clase que les eran económicamente inaccesibles. También
les era inaccesible los barrios del Socorro y el Pilar, en la parte distinguida
de ésta. Durante bastante tiempo el modelo propuesto estuvo constituido
por los residentes extranjeros y la aspiración máxima del sector fue asimilarse
a ellos, tener acceso a sus clubes, practicar sus mismos deportes y vestirse
de manera parecida. No se abandonó de la vieja sociedad, la indumentaria
solemne del traje oscuro y la camisa de cuello, pechera y puños almidonados
para ir el "centro", pero en el ambiente residencial fue elegante exhibir
las indumentarias deportivas que esos extranjeros utilizaban allí. La práctica
del tenis, el rugby y más adelante del golf, permitió el acercamiento y
la adopción de hábitos comunes, distintos a los de la clase alta, que nunca
fue muy deportiva como no lo habían sido sus modelos europeos de la aristocracia,
salvo en dos deportes reales que además se avenían con la condición de grandes
propietarios rurales: la cría de caballos de carrera y su prolongación en
los hipódromos, y más tarde el polo, dos modalidades deportivas a que eran
ajenos gerentes y funcionarios, cuyos sueldos cuantiosos en cuanto al nivel
de los mejores sueldos argentinos, no permitían esa clase de deporte demasiado
costosos.
Pronto aparecieron los chicos típicos de esos barrios disfrazados de inglesitos
con la gorrita de colores en la punta de la cabeza y los sacos listados,
que además advertían con su indumentaria que eran alumnos de las escuelas
extranjeras en un principio destinadas exclusivamente a los empleados coloniales.
En este momento bastante anterior a la aparición del "medio pelo", Belgrano,
Vicente López y Olivos comienzan a constituir una especie de Barrio Norte
con gente que adquiere un status propio de nivel superior al de la clase
media de los otros barrios y que es el resultado de la simbiosis de pautas
tradicionales con las aportadas por los residentes extranjeros de origen
germánico y anglosajón. Se constituye una especie de sociedad distinta a
la de la Alta Sociedad porteña, a la que no se tiene acceso, pero tampoco
se busca. Extranjeros y nativos se encuentran satisfechos en el status así
creado y van identificando grupos que, ya consolidados, serán el punto de
referencia para el momento que la alta clase media y la burguesía que surgirá
después de la modernización de la economía argentina intenten atribuirse
un status calificado. Entonces los recién llegados encontrarán en este grupo
una imagen de la Alta Sociedad, accesible, y éste a su vez se empeñará en
jugar el papel que se le atribuye desnaturalizándose con la adopción de
pautas que le eran extrañas.
Sobre esa base empezaron la comedia de equívocos que constituye el "medio
pelo".
LA SOCIEDAD DE SAN ISIDRO
Entre esos barrios o pueblos residenciales el más caracterizado e importante
es San Isidro. Si en la simbiosis de primos pobres y gerentes extranjeros
Belgrano acusa el predominio de estos últimos, y son las familias tradicionales
las que tienen que adaptarse a ellos para consolidar el grupo social, en
San Isidro las cosas ocurren a la inversa. Allí es mucho más denso el conjunto
proveniente de la vieja clase y muchos de sus miembros mantienen un nivel
económico que si no permite alternar con la alta clase, tolera una situación
destacada y un contacto relativamente frecuente a través de las viejas quintas
de aquélla. Muchos de los residentes conservan las propias, cuyo paulatino
fraccionamiento proveerá al mantenimiento del nivel social, que en ninguna
parte, como allí, será obsesivo. Compensan la falta de la propiedad territorial
como fuente de recursos, logrando una ubicación intermedia facilitada por
las viejas vinculaciones, a que provee la magistratura, los altos empleos
del estado y las cátedras de la Universidad y la enseñanza secundaria, para
cuya obtención se hayan mejor colocados que los competidores que ascienden
con la clase media. Conservan todavía la posición despectiva de la alta
clase, respecto del oficio de las armas, y dirigen pocos sus hijos a las
escuelas navales y militares. Su preferencia es hacia las carreras universitarias
que abren camino a las posiciones burocráticas ya señaladas, y no desaprovechan
el contacto creado con los residentes de las colonias extranjeras, de tal
manera que hay numerosos apellidos del lugar en que ya es una tradición
el desempeño de altas funciones en las empresas que, por razones políticas,
se reservan a los nativos, como los bufetes de abogados que las representan
y dan a la vez que cuantiosos emolumentos, el prestigio profesional que
la mentalidad liberal atribuye a esa clase de funciones.
San Isidro constituye el más denso núcleo de primos pobres; hay un respaldo
recíproco en sociedad bastante cerrada con apellidos tradicionales que reproduce
en escala pueblerina el modelo de la gente principal, anterior a la ruptura
de la sociedad tradicional, y al desplazamiento hacia arriba de la alta
clase: Constituirá es el momento del "medio pelo" una imagen apetecible
de la alta sociedad y su mismo carácter cerrado con las dificultades del
ingreso, hará más deseable para los nuevos la incorporación por la brecha
que han abierto los gerentes de las empresas extranjeras.
La sociedad de San Isidro no se engaña como pueden engañarse los nuevos
sobre su verdadera ubicación y para esta época sus miembros antiguos no
juegan la comedia de ficciones a que después los arrastrará el entrevero
del "medio pelo"; por ahora atienden más a conservar su propia jerarquía
tradicional que a aparentar el nivel de la alta clase, con respecto a la
cual se saben en situación económica inferior, pero a la que no ceden en
la seguridad de la posición heredada.
Un poco marginados del país real que va creciendo el grupo social característico
de San Isidro se conforma con su status y lo mantiene dificultosamente,
pero con tenacidad, constituyendo como un oasis en el tiempo, aislado de
la "mediocridad" de las clases intermedias que surgen y diferenciado de
la burguesía proveniente de la inmigración. (Conviene no olvidar que los
británicos o germánicos burgueses de las empresas, constituyen para la mentalidad
de la vieja gente principal un estrato distinguido que los coloniales con
sus pautas no consideran burguesía).
Me tocó presidir el Banco de la Provincia de Buenos Aires precisamente en
el proceso de transición a la sociedad moderna, y recuerdo dos casos particulares
en que era muy difícil la provisión del gerente local: La Plata y San Isidro.
En la primera, ciudad casi exclusivamente burocrática y universitaria, que
recién empezaba a transformarse, los grupos sociales más altamente calificados
estaban constituidos por los altos empleados radicales y conservadores,
y los profesionales vinculados a los gobiernos, según el turno. Su situación
económica variaba con las contingencias de la política, pero no la condición
última de sus miembros sobre sus respectivas importancias. El gerente que
debía atender fundamentalmente a las necesidades financieras de las fuerzas
nuevas que surgían con la transformación de la economía, tenía que contemplar
la situación crediticia mucho menos sólida que la importancia social de
los grupos acostumbrados a una consideración especial. Para no hacerse de
enemigos debía unir a sus condiciones bancarias la ductilidad política que
le permitiese regular el crédito, según la responsabilidad económica, sin
disminuir la consideración social.7 No más fácil tarea era la del gerente
de San Isidro que tenía que hacer una dicotomía entre los dos lados de la
Avenida Maipú. A un lado estaba la industria que surgía en las innumerables
villas que iban apareciendo, y en el comercio correspondiente; allí el trato
debía ajustarse exclusivamente a las reglas del capitalismo y los fines
promocionales que cumplía la banca. Del lado del río, había que dar poca
plata y mucha diplomacia porque, en realidad, más que el dinero era estimada
la consideración, que el gerente supiera conducirse en el trato como se
debe cuando se trata con alguien que es “alguien”.
Era una sociedad atrincherada en el pasado en una anacrónica repetición
de sí misma. No puedo menos de asociarlo a algo que refiere Ortega y Gasset
en “Goethe desde adentro” (Ed. Revista de Occidente).
“Hay una villa andaluza, tendida en la costa mediterránea y que lleva un
nombre encantador –Marbella--. Allí vivían, hasta hace un cuarto de siglo,
unas cuantas familias de vieja hidalguía, que, no obstante arrastrar una
existencia miserable, se obstinaban en darse aire de grandes señores antiguos,
y celebraban espectrales fiestas de anacrónica pompa. Con motivo de una
de estas fiestas, los pueblos del contorno le dedicaron esta copla:
En una CASI ciudad,
Unos CASI caballeros,
Sobre unos CASI caballos,
Hicieron CASI un torneo..."
Necesito apelar a la habitual aclaración de que cualquier similitud con
personajes reales, etc., es una simple coincidencia, pues se da la curiosa
circunstancia de que el club más representativo de este grupo social sea
el C.A.S.I. (Club Atlético San Isidro).
CAPÍTULO IX
PARTIDA DE NACIMIENTO DEL "MEDIO PELO"
En el capítulo anterior se han mencionado las dos vertientes que concurren
a la formación del medio pelo. Antes habíamos visto que también dos corrientes
confluyeron en el origen de la clase media paralelas a aquellas.
La primera –los primos pobres de la oligarquía—constituye el elemento básico
que hace viable la constitución del grupo: apellidos relativamente antiguos
y entre los cuales, usando varios es posible enganchar alguno de alta clase;
un estilo, en cierto modo más tradicional que el de aquella, en cuanto menos
influido por la europeización de su época ausentista; una religiosidad formal,
de buen tono y poco ecuménica pues se condiciona a la calidad del lugar
y feligresía de la parroquia. En resumen un ritualismo social que tiene
marcados con minuciosidad los límites de lo que es “bien” y lo que no es
“bien”, y da con eso la apariencia de un grupo cerrado. Cerrado, pero no
tanto que no se pueda abrir con una llave de oro; lo suficiente para hacer
apetecible la incorporación, pero no tanto para que sea difícil.
Los nuevos constituyen la segunda vertiente y concurren desde variadas procedencias
que iremos viendo, pero que fundamentalmente está constituida por elementos
de la clase media alta, la “intelligentzia” y la burguesía de los últimos
ascensos.
En esta segunda vertiente del medio pelo, particularmente en la incorporación
de los burgueses, el factor tiempo tuvo mucha importancia pues ya se ha
visto que su equivalente anterior realizó su ascensión con un ritmo menos
acelerado que el de la industrialización brusca, porque correspondía a la
primera modernización de la sociedad, nacida de la expansión agropecuaria,
en una ciudad más reducida y con sus sectores sociales menos confundidos
porque la alta clase, más distante del resto del país, se perfilaba más
neta e individualizada. Además los apellidos extranjeros conservaban todavía
una resonancia exótica que se perdió con el acostumbramiento. En cuanto
a la alta clase media empezaba a confundirse con los primos pobres de la
oligarquía a través de una larga convivencia en las mismas funciones de
nivel secundario: profesores, altos funcionarios, jueces y secretarios,
profesionales, altos grados de las fuerzas armadas.
En una sociedad en que las dignidades primeras estaban dadas por la propiedad
de la tierra, todas esas jerarquías de segunda se igualaban en poco tiempo;
daba tono también cualquier antecedente anterior al 900, hasta el punto
de que llegó a ser importante descender de un conscripto de Curumalal.
En este sentido, y hasta que el medio pelo se caracterizó por sus propias
pautas, en el nivel básico de los primos pobres los criterios de aceptación
fueron más amplios y modernos que los de la clase alta, y estuvieron más
en relación con la sociedad real: estaban referidos al género de actividades
desempeñadas que eran las de esa segunda línea de la sociedad tradicional.
A ese nivel, las actividades científicas, el ejercicio de la magistratura,
la política, las letras, la espada, el sacerdocio, etc., representaban jerarquías
sin cotización en la alta sociedad, donde eran más bien signos de posición,
pues a medida que se refinaban las razas ganaderas se producía un refinamiento
social paralelo y la marca de la estancia y el nombre de la cabaña constituían
escudos heráldicos que daban más lustre que los antepasados, que en ocasiones
hasta se disimulaban. La única actividad no ganadera bien considerada era
la de abogado de las grandes empresas extranjeras.
LA COLA DEL BARRIO NORTE
Para esta época había cambiado la geografía de Buenos Aires (para emplear
el título del ameno libro de Escardó). Se habían llenado las soluciones
de continuidad que separaban los barrios y los medios de transporte habían
fundido unos con otros. Ya vimos que el restricto barrio norte de los palacios
de la alta sociedad prorrogaba su caudal en amplios faldones bajo cuya protección
se vestían de etiqueta el Pilar, parte de Palermo y de Belgrano, y los aledaños
Vicente López y San Isidro, en una larga franja recostada sobre la costa.
La calle Santa Fe y sus continuaciones, Cabildo —con un pequeño deslizamiento
hacia el alto Belgrano— y Maipú, marcaba algo asó como un límite de clases.
La naturaleza lo había querido dando allí río y barrancas y las preocupaciones
municipales habían ayudado a la naturaleza. Con mayor razón cuando el norte
definió su carácter e intendentes y nuevos vecinos rivalizaron en marcarlo
con reglas urbanísticas y de edificación. Ya el prestigio no se determinaba
dentro de los viejos barrios porque las pautas estaban dadas por la ciudad
en conjunto: más importante que ser importante en el barrio, era pertenecer
a un barrio importante. Ahora vivir en el Sur descalifica y el oeste no
es disminuyente, no ayuda. (En las crónicas periodísticas, un tumulto de
adolescentes se refiere como cosa de “jóvenes”, si ocurre de Santa Fe al
Norte: si ocurre al Sur se trata de "muchachones". Es aquello de cuando
“un pobre se divierte...”).
El mismo centro hace rato que está en baja; es un lujo que sólo se pueden
permitir quienes están fuera de toda discusión posible. (Los Urquiza-Anchorena
pueden vivir en la primera cuadra de Suipacha; pero éstos también pueden
dejarse enterrar en la Chacarita sin desmedro. Hay una vieja familia que
entierra en el Cementerio de Flores, pero esto es casi una compadrada de
porteño viejo. Lo correcto es la Recoleta, pero ya Olivos se insinúa como
una agradable variante. Agradable para la familia, y para la empresa que
carga flete).
Los que tienen apellido, o para alcanzar uno los cargan en tres o cuatro
andanas, no están en fondos como para una casa en el centro, y los que no
tienen apellidos, y sí fondos no van a comprar una casa con frente de rejas
y zaguán que no dice nada a los que pasan, y pueden creer que se trata de
un inquilinato, como los que hay al otro lado de la Avenida de Mayo.
Algunos pueblos suburbanos del sur han tenido su prestigio como se ha dicho
y conservan algunas de las antiguas quintas con sus palmeras, magnolias
y coníferas y las enredaderas que suben por las paredes o caen sobre pérgolas
derrengadas, Témperley, Lomas, Adrogué y hasta Banfield, se han quedado
en un melancólico ayer; ya no atraen pues hay que pasar por Avellaneda,
Lanús, Gerli, Talleres, y ellos mismos están invadidos por el cinturón obrero
de Buenos Aires que crece. Igual le ocurre a Ramos Mejía y a Morón; y hasta
Hurlingham, el Hurlingham de los ingleses, han sido desbordado como la Villa
Ballester de los alemanes, como San Miguel que reforzaba su alta clase media
con las familias de los militares, por su proximidad a Campo de Mayo, al
igual que San Martín, con su viejo Colegio Militar. Ahora todos esos pueblos
expresan el país que quiere ser moderno, actual, la potencia posible que
se frustró cuando la alta clase no quiso ser burguesía y eligió un destino
de ricos dependientes, que le duró, en el nivel internacional lo que la
divisa fuerte, mientras lo permitió la renta diferencial. Burguesía y clase
media emigran dentro del ámbito urbano repitiendo el proceso simiesco que
cumplieron sus modelos de sesenta o setenta años antes pero hacia Europa.
(Casi podría decirse que la clase media alta y la burguesía que han persistido
en esos avecinamientos, revelan por este mismo hecho estar inmunizados a
la influencia del “medio pelo”).
Esto no significa que la tilinguería haya sido el único motivo de esa emigración;
hay comprensibles razones estéticas, de comodidad y hasta climáticas; también
de prestigio, pues ya hemos visto que su búsqueda se identifica con la naturaleza
humana, pero precisamente lo que se propone es distinguir la búsqueda del
prestigio en sí, que se opera naturalmente, de la actitud forzada que no
intenta destacar el ascenso sino atribuirse una falsa pertenencia que es
la del “medio pelo”, normándose por pautas que contradictoriamente tienden
a disimular el ascenso bajo la apariencia de una situación proveniente de
un origen más prestigioso que el propio; es decir, la aceptación de la naturaleza
disminuyente del propio implícita en la aceptación de las pautas que se
adoptan y que lo califican peyorativamente. (Ejemplificativamente recordaré
lo dicho respecto de los matrimonios con titulares de la nobleza europea,
de las de las princesas del dólar y las del peso moneda nacional entonces
"poderoso caballero”. En el primer caso las norteamericanas adquirían títulos
como una afirmación de su potencia burguesa, con el mismo criterio que compraban
un castillo y lo trasladan piedra por piedra a su país. Era una transacción
en que si había algún disminuido era el aristócrata que decoraba al burgués;
en el segundo, la disminución era del que se incorporaba al título para
adquirir un nuevo status que lo diferenciara de su condición anterior).
El elemento subjetivo en la búsqueda del prestigio es esencial, porque puede
representar una afirmación de las motivaciones de ascenso, o inversamente,
su negación. Esto es lo que hace que el problema del “medio pelo” tenga
que tratarse más que como una sátira de costumbres –por sus aspectos ridículos-,
como problema social en cuanto representa el enervamiento de las aptitudes
de los grupos de ascenso necesarios para la potencialización del país.
Ahora, hay que señalar un acontecimiento que es liminar en la formación
del “medio pelo”, porque la conmoción produjo en la sociedad porteña polarizó
la mayoría dela clase media alta, parte de la burguesía y la casi totalidad
de la “intelligentzia” situada económica y socialmente en la clase media.
De esa conmoción salieron también gran número de las pautas que uniforman
su comportamiento actual.
Este hecho, fue la Revolución de 1943 en lo político y su secuela económica
y social. Porque allí se quebraron las tablas de valores culturales que
aquellos sectores consideraban inamovibles e identificadas con la naturaleza
del país.
A diferencia de la clase alta, y aun de sus primos pobres, la alta clase
media, la “intelligentzia” y la nueva burguesía, era hostiles al régimen
de la “Década Infame” y sus fraudes y atropellos. Pero sus preocupaciones
democráticas locales habían pasado a segundo término ante las internacionales,
y en el común denominador de la guerra las diferencias internas perdían
importancia. (Ya antes, la guerra civil española había puesto en el primer
plano lo extranjero postergando lo nacional, hábilmente movilizado por la
gran prensa y conforme a la mentalidad colonialista que atribuía al país
una posición apendicular).
Ya no se objetaba al gobierno de Castillo su origen fraudulento. Lo que
se le objetaba era su política de la neutralidad, en lo que coincidían la
unanimidad de las direcciones políticas e intelectuales consagradas –oficialistas
y opositoras indistintamente—que, por otra parte, creían ser todo del país.
En consecuencia ignoraban que para una gran parte de la opinión, ése era
el único título de prestigio de Castillo. El grueso de la clase media ya
había revisado, por la obra de los nacionalismos, de FORJA y muchos sectores
intransigentes del radicalismo, todos los supuestos culturales de aquellos
grupos y puesto en primer término el interés nacional. Carente de prensa
y de medios masivos de expresión, el hecho era subestimado porque el fuego
en el bosque no alcanzaba a las altas copas de los árboles, pero corría
por la base del mismo y había penetrado todos sus intersticios. Cuando lo
comprendieron tuvieron una primera explicación para su incapacidad de concebir
nada propio; era “nazismo”, o, como decían en su pintoresco trabalenguas
“nipo-nazi-falanjo-peronismo”. Cuando lo político apareció acompañado por
lo social, se les terminó por derrumbar la estantería de las bibliotecas,
pero Sarmiento apareció arriba de la librería amontonada con su “Civilización
y Barbarie”; y les dio la otra explicación: las multitudes de la campaña
–la “barbarie”—que marchaban contra la ciudad –“civilización”--.
Incapaz de pensar fuera de la fórmula libresca importada no podía comprender
un hecho simple. La guerra mundial, en medida mucho más amplia que la primera
en la época de Yrigoyen, interrumpía el esquema que las leyes de la “Década
Infame” habían intentado inmovilizar en la dependencia agro-importadora.
Las necesidades del mercado interno insatisfecho creaba la demanda y la
demanda promovía el desarrollo en la única oportunidad en que el sistema
hasta entonces vigente no podía frenarlo. Esto significaba, a su vez, la
plena ocupación que abría horizontes nuevos al grueso de la clase media,
cosa que ya se ha visto, y provocaba una acelerada inmigración del interior
hacia los centros industriales.
LA PRESENCIA DEL “CABECITA NEGRA”
La presencia del "cabecita negra" impactó fuertemente la fisonomía urbana,
y la lesión ideológica al colonialismo mental se agravó con una irrupción
que alteraba la fisonomía de la ciudad inundando los centros de consumo
y diversión, los medios de transporte, y se extendía hasta lugares de veraneo.
Hasta los descendientes inmediatos de la inmigración se sintieron lesionados.
De ellos salió lo de "aluvión zoológico" y lo de "libros y alpargatas",
y no de la gente tradicional en la que pudo ser comprensible. La ciudad
parecía invadida, pero no hacía más que repetir lo ocurrido algunos decenios
antes cuando llegaron sus padres en las terceras de los barcos de ultramar.
A la multiparla de los extranjeros que golpeaba los oídos del transeúnte,
sucedió el multiacento de las tonadas provincianas.
Era una multitud alegre y esperanzada que ascendía de golpe a niveles de
progreso que ni siquiera había imaginado. Esa multitud era alegre porque
llegaba al trabajo estable y al salario regular como a una fiesta en donde
se sentía desacomodada, como ese cabello hirsuto del "peloduro" que identificaba
al "cabecita" con el peine y el espejito. De la carencia de recursos para
las cosas elementales, pasaba éste a una abundancia que no estaba en relación
con sus hábitos de consumo —o mejor dicho de no consumo—: fue el apogeo
de la venta de discos. pañuelos de seda, perfumes baratos, diversiones,
del gasto superfluo en una palabra, y del ausentismo frecuente en el trabajo,
que desapareció cuando los hábitos de consumo y las necesidades del nuevo
nivel de vida se aprendieron en la única forma que se aprenden: por su ejercicio.
Entonces se inventó el resentimiento, palabreja que ya se había usado antes
para los padres de esos mismos “gringuitos” que la usaban ahora. En ambos
casos, hubo una transferencia de la propia subjetividad lesionada, a quienes
la lastimaban por el simple hecho de ascender y dar una imagen de la Argentina
que no estaba en sus papeles.
Porque lo que ocurría era que el país real se hacía presente por fin gracias
a las circunstancias favorables.
EL PENSAMIENTO DE LOS CULTOS
Hubo un sector de la clase media que se sintió el más agredido. La "intelligentzia",
desde el profesor universitario al maestro de escuela, pasando por el grueso
de los profesionales, periodistas, artistas; se resintió en su subjetividad
de depositario de la "cultura" y fabricó una interpretación a la medida
de sus aptitudes, de izquierda a derecha, y sin que sus diferencias doctrinarias
impidieran la unanimidad del pensamiento.
Los militares, los curas, toda esa clase media de la cual salieron el Presidente,
el Vice, todos los gobernadores de provincias, la mayoría de los diputados,
la totalidad de los funcionarios, los profesores "flor de ceibo" de la Universidad,
constituían la indispensable clase media del "nazismo". Pero como había
que explicar la presencia de los trabajadores, decretó que estos eran el
lumpen proletariat, en un cóctel intelectual en que los marxistas aportaban
la “terminología científica” y los liberales los supuestos básicos de la
cultura tradicional. Así Perón era indistintamente Franco, Hitler, Mussolini,
Rosas o Facundo con los cuadros nazi-faci-falanjo-peronista de la clase
media y los depravados residuos de la digestión social, las multitudes obreras
que lo apoyaban; alternativamente los degradados del proletariado, o los
indígenas anteriores a la civilización. Lo que no se les ocurrió, ni se
les podrá ocurrir nunca, era que se trataba de un hecho original y propio
del país y de una transformación inevitable que estaba en la naturaleza
de las modificaciones en las formas de la producción y el consumo.
Esta interpretación del hecho por la “intelligentzia” común a la izquierda
y a la derecha, revela la existencia de una plataforma mental que no está
dada por las ideologías particulares, sino por presupuestos generales que
las unifican en un status de compenetración recíproca y convivencia que
se repite cada vez que se encuentra frente al país real. Fue la repetición,
a escala más grande porque era más profundo el proceso, de la actitud que
adoptó la “intelligentzia” frente al yrigoyenismo en su oportunidad.
POLÍTICOS Y DOCTORES FUERA DE LA CANCHA
Los dirigentes de los partidos políticos opositores a los gobiernos de la
"Década Infame" participaban de la actitud porque sus supuestos eran los
mismos de la "Intelligentzia", aunque sus lecturas fueran mucho más prudentes.
Es que además, la presencia de ese país que habían olvidado —si es que alguna
vez lo conocieron— alteraba el polígono de fuerzas, dentro de las cuales
su acceso al poder era previsible, una vez que hubieron aceptado la restauración
colonialista de la "Década Infame". En la presidencia Ortiz, eso ya estaba
prácticamente resuelto y las presidencias Rawson y Ramírez ofrecían encaminarse
hacia sus soluciones "democráticas", con el visto bueno de las embajadas.
Pero el hecho traía resultados imprevisibles. (Como en la cancha de fútbol,
el problema ya no era el referee arbitrario que cambiaba el resultado de
los partidos, sino el riesgo de quedarse fuera de la cancha. Las diferencias
que habían tenido con los autores del fraude y las vejaciones aparecían
como inimportantes; eran infracciones a las leyes del juego, pero el juego
era el mismo).
Toda esa gente, con la clase media alta, se sintió agraviada porque estaba
agraviado el orden dentro del cual estaba programado el país con sus jerarquías
establecidas y el modo y el estilo con qué manejarse.
En Los Profetas del Odio digo:
El doctor, se amarga porque ya no es tan importante; añora el tiempo en
que fue el pequeño Dios casero del barrio o del pueblo. Lo mismo le ocurría
al intelectual. Y agrego: La gente lo veía pasar a Martínez Estrada y las
comadres del conventillo decían: “Es escritor, sale en los diarios”. Y todos
se quedaban mirándolo con los ojos abiertos. Ahora la gente se ha ensoberbecido
y esto molesta al Sr. Martínez Estrada. Ni lo miran, del mismo modo porque
no se permite al doctor que lo proteja con su tuteo, y si más no viene,
hasta “le para el carro”. Existen por lo demás muchos sectores materiales
lesionados; esto pasó ya con las reformas de Licurgo y de Solón... Ahí están
los pequeños rentistas, la gente de entradas fijas...”
El ascenso masivo –que le físico y la modalidad del “cabecita negra” hace
más evidente—es de una multitud, de gran movilidad urbana; está presente
en todas partes pues la plena ocupación –que alcanza a todas las clases—provoca
la aglomeración callejera, que con la ocupación se multiplican los desplazamientos;
da recursos de acceso a medios de consumo antes restringidos por la necesidad
y estrecha la ciudad dando sensación de apretujamiento. Disminuye la importancia
de los individuos que hasta ese momento se han creído importantes; se pierden
en el anónimo de las colas, tienen que esperar mesa en los restaurantes,
viajar incómodos presionados por el número y ni siquiera en la hora del
descanso, en las playas o en las sierras, pueden evitar este hecho terrible
de ser uno de la multitud y nada más.
Es como pasar del pueblo –donde se es alguien—a la gran Ciudad donde no
se es nadie.
Oscar Correa me contó una vez que la impresión más fuerte que le causó Buenos
Aires de adolescente la recibió en el tranvía. En su Catamarca natal, donde
se nace “niño” Correa. Y he aquí que en Buenos Aires, en el tranvía, el
guarda lo señalaba diciéndole que se corriese más adelante sin decirle niño
Correa, con la misma desaprensión que si se tratara de un “chango”. Oscar
Correa contaba el episodio como una enseñanza que le había dado el “gallego”
de los boletos. Pero la mayoría de la gente a que me estoy refiriendo está
muy lejos de tener el buen sentido de Oscar Correa. (A mí mismo “me revienta”
bastante cuando hablo por teléfono y no me entienden el apellido, o cuando
le digo a alguien quien soy y descubro que no le significo nada, y eso que
estoy acostumbrado a ser “punto”).
La reacción en los sectores mencionados es comprensible a la luz de sus
prejuicios y mentalidad. El hecho nuevo afectaba un elemento básico del
prestigio y le disminuía la significación.
UNA BURGUESÍA PARADÓJICA
Otro es el caso de la nueva burguesía.
En mi libro citado aclaro:
“También ofende esta brusca promoción de industriales y hombres de negocios,
salidos de sus propias filas con la chabacanería del enriquecido; es la
burguesía, que no existía anteriormente, generada por las condiciones económicas
propicias y a la que llaman “la nueva oligarquía”, cuando es precisamente
su negación, clase en constante formación de altibajos frecuentes, y que
suscita la admiración de sus adversarios cuando la ve actuar en los países
anglosajones... No ha adquirido todavía esa suficiencia y esa seguridad
burguesa que permite mirar de frente a la aristocracia; suscita la envidia
general, esclava de sus utilidades de mercado negro que se ve obligada a
gastar en automóviles coludos...
Esta burguesía tiene por delante un camino bien claro: definirse como tal.
La división de la Unión Industrial le da su oportunidad, pero en gran parte
no la aprovecha. La misma improvisación, la misma rapidez de su ascenso
le impiden tomar conciencia de su papel histórico. La rapidez del proceso
ha hecho que la mayoría de los nuevos industriales sólo sean comerciantes
que están en la actividad productora más como traficantes que como industriales.
Tenía que ser así inevitablemente, porque las circunstancias obligaban a
improvisar. A esta clase le correspondía sedimentarse y para hacerlo tenía
que luchar por el mantenimiento de las condiciones que la habían favorecido;
pero su dinero, en lugar de convertirse en un instrumento de poder, se tradujo
en un instrumento de goce. En lugar de mirar por encima del hombro a los
que la ridiculizaban, cayó pronto en el ridículo de imitarlos.
En el mismo libro agrego: "Pero este nuevo rico, tan improvisado como el
obrero que molesta a Martínez Estrada, es más ignorante que aquel (el obrero
se entiende); no sabe que su prosperidad es hija de las nuevas condiciones
históricas y cree que todo es producto de su talento. Aspira al estilo de
vida de las viejas clases admiradas a las que trata de imitar. Tal vez en
su escritorio, frente a la realidad de los negocios comprende algo, pero
lo irritan los problemas con el sindicato. Cuando regresa a su casa, la
"gorda" en trance de "señora bien", y la hija casadera, que ya se ha vinculado
en la escuela paga, ahora quiere apellido y asegurarse un sitio social aunque
más no sea en la sociedad de San Isidro. De visita "la niña" y su madre
asienten cuando oyen comentar que el "servicio" se ha vuelto insoportable,
y las viejas señoras recuerdan la época en que se recogían chinitas para
"hacerles un favor" "—Tan cómodas, dice alguna, para que los chicos no se
anduvieran enfermando por afuera...". Lo pequeño y adjetivo ha sido más
fuerte que sus verdaderos intereses sociales y económicos, pues si hay un
sector destinado a beneficiarse de la grandeza nacional lograda por la liberación
económica, es este intermedio para quien fue escrita la palabra oportunidad."
La nueva burguesía está madura para entrar al "medio pelo" en razón de esa
frustración en que abandona sus propias pautas de prestigio para asimilar
las de sus adversarios.
UN ESTUDIO SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA BURGUESÍA
José Luis de Imaz (Los que mandan, Eudeba 1965) al estudiar el empresariado
argentino trae un subtítulo, los industriales, factor de poder fallido que
basta para ratificar lo que vengo diciendo. El estudio sobre lo que determinan
la vacancia del papel de la industria en la conducción del país es demasiado
extenso para resumirlo en su totalidad. Me limitaré a lo que tiene atingencia
con el fracaso psicológico de la burguesía.
Hablando de la Unión Industrial refiere que en 1933 se realizó en el Luna
Park la gran concentración de los hombres de Industria, que comprendía,
no sólo a los empresarios, sino también empleados y obreros, vale decir
todos los que en aquella difícil coyuntura del país se encontraban ante
un porvenir incierto. Corrían los años de la gran depresión, con gran desocupación
y un mercado interno dificilísimo y grandes dificultades financieras. El
presidente de la Unión Industrial, Don Luis Colombo exigía al Poder Ejecutivo
en su discurso "que se adoptaran medidas en defensa de la producción fabril".
Agrega que cuando partió la misión Roca a Gran Bretaña, que firmó el tratado
de carnes, y "ante la posibilidad de una liberación de las importaciones
que significaban la ruina de los empresarios, Colombo dirigió un memorial
y realizó un 'planteo' al Presidente Agustín P. Justo".
Fue el canto del cisne. Así dice Imaz: "A partir de entonces, en el treintenio
siguiente, los empresarios no volvieron a realizar actos ni a tomar medidas
concretas acordes con estos antecedentes de movilización gremial".
Imaz intenta explicar este cambio de actitud. —son sus palabras— y se plantea
varios interrogantes.
¿Por qué precisamente ahora los industriales parecen incapaces de articular
sus intereses con la habilidad y pujanza con que antes lo hicieron? ¿Por
qué razón las empresas no inciden en la toma de las grandes decisiones colectivas?
¿Por qué no obstante su peso económico, su rol en la modernización, de haber
sido innovadores tecnológicos, los empresarios "no pesan" en la vida del
país? ¿Qué impide a los empresarios constituirse en un factor de poder como
las fuerzas armadas? ¿Qué frenos inhibitorios les retienen para articular
sus intereses con la misma habilidad que los ganaderos de la Sociedad Rural?.1
Para todos los interrogantes Imaz tiene una acertada explicación:
A) Se trata de un sector nuevo y esto explica la carencia de conciencia
y normas de grupo. (Pero el autor señala que el sindicalismo que le es contemporáneo
la ha logrado.)
B) La diversidad de grupos que constituyen ese interés social determinada
por dos aspectos referidos al origen nacional o internacional de las empresas,
vinculadas las primeras a las reglas del libre juego, y las diferencias
de volumen pues "hay dos estratos industriales, casi sin niveles medios"
pues en el país en el 90 % de las empresas está al nivel del "taller que
emplea menos de 10 personas como mano de obra permanente". "Como la Argentina
es todavía subcapitalista, o mejor dicho como el desarrollo capitalista
no ha sido armónico, hay dos niveles empresariales", (muchas veces gran
industria y capitalismo extranjero coinciden como pequeña y nacional, agrego
por mi parte).
C) Diferencias de tipo personal, y de grupo y de orígenes que "establecen
barreras de incomunicación". Junto a los viejos empresarios nacidos en los
hogares fundadores, están los nuevos empresarios cuyas rápidas fortunas,
atribuidos por los otros a vinculaciones políticas son mirados con recelo.
Junto a las muy grandes empresas estadounidenses, británicas y alemanas,
están las empresas de capital nacional constituidas en torno de antiguos
grupos connacionales ingleses, alemanes e italianos. Junto a las tradicionales
empresas belgas y francesas de exportación, las novísimas de hasta ayer
desconocidos árabes y judíos. A este propósito el autor señala la coincidencia
por situaciones parecidas en el Brasil, señalados por Cardozo: Junto a una
inmensa mayoría de industriales producto de la inmigración, actúa una minoría
de segmentos de los antiguos estratos señoriles. Pero estos últimos poseen
mucha más influencia política que los otros.
Este hecho dificulta la necesaria decantación... para construir una ideología
industrial. Esto tiene atingencia con el ángulo desde el cual encaró el
problema y se volverá sobre él.
D) Carencia de una conciencia objetiva política para ejercer el poder ni
vocación para hacerlo. La preocupación que ha absorbido a los empresarios
ha sido el logro del más alto status posible, en beneficio único, exclusivo
y personal, para sí, su familia, su grupo, su empresa "pero no para la entidad,
cuerpo, institución o sector social. Los industriales buscan beneficios,
única y exclusivamente para su empresa y no para la industria como un todo.
Y aquí es concluyente en aquello en que estoy insistiendo: faltos de solidaridad
no tienen otra motivación que la fabricación... de su propio status. Buscadores
de prestigio su tiempo está absorbido por la empresa y por acumular luego
los más posibles indicadores externos del vestigio.
E) (Se vincula con lo anterior) Incapaces de generar su ideología aceptaron
las escalas de prestigio... de la estructura social anterior... hicieron
suyo el marco valorativo de los sectores tradicionalmente rurales. Estos
industriales ascendidos... compraron estancias. .. para cubrirse con las
viejas pautas de prestigio. Habían accedido a la riqueza por una vía que
no era la pecuaria ni la finanza tradicional, ni el ejercicio de la abogacía.
De estancieros se hicieron cabañeros y "en vez de la defensa tozuda de sus
propios intereses —como habían hecho cuando todavía eran marginales—, buscaron
identificarse con los criterios, los puntos de vista y los argumentos del
sector rural. Y en el seno de alguna entidad empresaria dejarían de lado
sus argumentos específicos para plegarse a los elaborados por quienes en
el país mejor articulan sus intereses personales.
F) Crisis de liderazgo. Desde 1925 hasta 1946 Luis Colombo —arquetípico
self-made-man expresión de su época y del tipo de personalidad que por entonces
abundaba entre los empresarios— ejerció un liderazgo indiscutible. Su declinar
personal es del grupo. Luego del gran error de 1946 —cuando volcó el aporte
económico de la entidad en favor del candidato que habría de perder— la
Unión Industrial fue intervenida. Después cuando se construyó ya no hubo
el líder tipo patrón a la antigua dentro de un grupo de hombres que eran
patrones a la antigua". "Ahora lo ha sucedido una burocracia con gerentes
impersonales". Tampoco es posible la existencia de una élite dirigente...
por la ausencia de una capa empresarial de élite.
G) De todo esto resulta que los industriales no son factor de poder.
ASIMILACIÓN POR LA CLASE ALTA DE LA PRIMER BURGUESÍA
El proceso de asimilación de los industriales a las pautas de la clase terrateniente,
empieza mucho antes que el conflicto de esta con el peronismo. Pero entonces
la asimilación era directa y los industriales entraban paulatinamente a
la composición de la alta clase. No es el proceso masivo que se opera con
la capa industrial mucho más moderna que surge como contragolpe de la gran
guerra. La captación era individual, pero directa, y de grupos seleccionados
dentro de la industria: los más poderosos. Lo que ocurrió después de 1943
se verá más adelante, pero se puede adelantar que por su carácter masivo
y por comprender matices económicos y sociales mucho más variados, no se
trató de una incorporación a la misma sino de la creación de una falsa imagen
de la clase alta —es la que revela el libro de Beatriz Guido—, que promovió
la fácil imitación de sus supuestas pautas a nivel mucho más bajo, el de
los "primos pobres", pero surtió los mismos efectos para destruir la capacidad
modernizadora de la burguesía recién aparecida: este nivel más bajo es la
del "medio pelo".
Al hablar de la burguesía del principio de siglo he citado a Germani en
cuanto señala que los inmigrantes que la constituyeron fueron indiferentes
al reconocimiento de la alta clase, lo que facilitó su caracterización como
burguesía. También Imaz opina lo mismo y explica enseguida lo que sucedió
después: "Tampoco puede decirse que los empresarios hayan rechazado los
valores del grupo dominante. Simplemente, no los tenían, o por lo menos
no lo tenían los empresarios de la generación originaria inmigrante europea.
Pero a medida que ascendían económicamente —y sobre todo a medida que eran
reemplazados por la generación de sus hijos— cambiaba la mentalidad del
grupo familiar, y en el tránsito cambiaban también las pautas y los valores.
Y los hijos de los empresarios sobre todo, a medida que eran admitidos,
a medida que se afiliaban y que empleaban los mismos gestos, usos, vocablos
y maneras de los sectores dirigentes, que ingresaban a sus clubes y que
confluían en los mismos centros de distracción y veraneo, buscaban imitar
a la élite en todos los aspectos y guiarse por las mismas pautas valorativas
de quienes constituían su gran modelo".
La alta clase los ponía "en capilla", por un tiempo, como al estudiante
que está por dar examen; después los aceptaba. Ya hemos destacado su inteligente
permeabilidad. Desde ese momento el tipo dejaba de pensar como industrial
para pensar como invernador o cabañero que era la nueva actividad que le
daba status. (Esta "capilla" no existió para los industriales de origen
anglosajón, germánico o escandinavo, y tampoco para los belgas, suizos ni
franceses). Esto, como lo señala Imaz, sin decirlo, está vinculado a los
supuestos racistas de nuestro liberalismo y que forman parte de las pautas.
Así dice este autor: Cualesquiera que fuese su origen o extracción, mientras
no hubiera prueba en contrario, se presumía a estos europeos identificados
con los más altos status. Seguidamente, explica que los industriales de
esta procedencia muchas veces se marginaron voluntariamente. Constituyeron
una sociedad restringida, ajena a la sociedad global, con sus propias pautas,
entre las que estaba también su racismo. No tenían complejo de inferioridad
diferente a la alta clase porque tenían el de superioridad, que aquella
les había aceptado en los supuestos de su cultura.
Hay un hecho aquí que importa destacar, y es el caso de los judíos y árabes
que continuaron marginados –aun por el “medio pelo”—después de 1943. Bloqueados
en su ascenso se aferraron al “ascetismo burgués” y se convirtieron en “innovadores
y modernistas”, lo cual los obligó a constituir sus propios y específicos
centros de convergencia, como dice Imaz. Esto produce la situación paradójica
de que los efectos del racismo que los aísla del país, facilite la tarea
que como burguesía tienen que cumplir al servicio del mismo, cosa que no
puede comprender el antisemitismo de muchos nacionalistas, porque el signo
negativo se convierte así en positivo. Pero el racismo de la clase alta
está condicionado a sus intereses y ya lo empieza a superar. El día que
judíos y árabes hayan roto la barrera —que por otra parte está bastante
agujereada— la modernización del país, habrá perdido una de las pocas piezas
útiles que le quedan en la capa burguesa.
LA ALTA SOCIEDAD, A PIE, POR LA CALLE
La alta clase había sido reticente, más bien despectiva, frente al fenómeno
yrigoyenista. Este, la desplazaba del poder político e introducía modificaciones
económicas y sociales que afectaban en algo su situación privilegiada, pero
no amenazaba a fondo la estructura de la dependencia, y así la política
extranjera y la alta clase fueron prudentes en su oposición. Aun dentro
de ellas, los sectores más capacitados comprendieron la conveniencia de
atenuar las formas tradicionales de la sociedad con la misma comprensión
que habían tenido Sáenz Peña e Indalecio Gómez.
Pero frente a la revolución de 1943, una vez que en 1945 hubo definido su
carácter, su comportamiento fue muy distinto. Ya anteriormente se ha dicho
que la alta clase se había desvinculado de la política, que había dejado
en manos de representantes de segunda fila, caudillos electorales o jóvenes
prometedores de la clase media, prestando ocasionalmente algún nombre en
contingencias importantes. Ahora bajó violenta y unánimemente a la arena
política e hizo suyas las banderas y los pretextos que la intelligentzia
le facilitaba. Único grupo dirigente con clara conciencia histórica de su
papel, comprendió que estaba en juego la transformación del país, que creía
haber impedido definitivamente con el Tratado Roca-Runciman. Bajo los pliegues
de la democracia internacional les fue cómodo acompañarse con los representantes
imperiales y se encolumnó detrás de un embajador extranjero. Todo el aparato
de la superestructura cultural estuvo a su servicio con el monopolio de
la prensa y sumó su prestigio al de los intelectuales. (Si no hubiera sido
inventada la radio el país real hubiera sido aplastado; no ocurrió eso porque
ésta echó su peso en la balanza y mientras el gran diario entraba por la
puerta de calle, "la voz maldita" entraba por la puerta de la cocina. Al
margen de lo que se está diciendo, anotemos que aquello fue una enseñanza
para los expertos en publicidad y un rudo golpe para el prestigio publicitario
periodístico).
Al servicio de la "democracia", la alta sociedad se democratizó: fue la
euforia de los "primos pobres" que se vieron recibidos de nuevo, como hijos
pródigos en las residencias de los parientes que los tenían olvidados, y
la locura de los profesores, escritores, profesionales, rentistas, que de
pronto, se encontraron en un mano a mano, con gente de la que tenían una
idea "miliunanochesca", esas damas y caballeros con los que confraternizaban
en mitines, clubes de barrio, ateneos, centros gremiales.2 El escritor que
hacía años pujaba por ser invitado a un té por Victoria Ocampo, se saturó
de té en las residencias del barrio Norte, y las viejas señoras guardaron
el agresivo impertinente para mirar con ternura a los obreros comunistas
y socialistas. (En el seno de las reuniones íntimas después, la alta sociedad
se divertía enumerando las "cursilerías" y "cacherías" que se iban descubriendo
en este nuevo intercambio social, mientras que en los hogares de barrio
y en los departamentos de living comedor y uno o dos dormitorios, se lloraba
por los seis o siete días de prisión de alguna gran dama, o por el desaire
de que había sido objeto un caballero).
Sólo Dios sabe los sacrificios que costó a la alta sociedad este péle méle
tan poco comme il faut. Las grandes familias llegaron a tener intelectual
y obrero propio que exhibían a las relaciones: un pobre tinterillo que había
adocenado hasta el estilo para someterse a las pautas del gran diario, o
un jubilado ferroviario, o algún metalúrgico con los dedos deformados que
colocados junto a los
"bibelot" humanizaban la decoración. Los dirigentes radicales, que ritualmente
habían silbado al Jockey Club en todas las manifestaciones, y habían decretado
el boicot a "La Prensa", junto con los socialistas y los comunistas se enternecían
con los precios económicos del comedor del Club, y encontraban la biblioteca
mucho mejor organizada, más científica, que la de sus propios centros y
fermentarios, olvidando su austera oposición a los hipódromos, y de donde
salía ese menú excelente y barato y las lujosas encuadernaciones de la librería.3
Claro está que cuando todo este democratismo fracasó, la alta clase volvió
a sus viejos cuarteles y olvidó la aventura de la que sólo quedaron anécdotas
pintorescas que vinieron a fortificar su seguridad de que el buen tono no
se adquiere, se hereda, salvo unos pocos que quedaron infectados por el
virus de la política.
En 1955 volvió a repetirse el fenómeno y el entrevero consiguiente, pero
mientras se consideró necesario. Después del 13 de noviembre las cosas se
pusieron en su lugar y la alta clase sólo reapareció en vida pública el
día de los fusilamientos, para ratificarle al gobierno desde la Plaza Mayo,
su democrática solidaridad. De que esta gente se mueve como le conviene
en la oportunidad, el lector puede darse una idea si busca en la colección
de La Nación, la crónica del casamiento de la hija del Almirante Rojas.
Esto ocurre después de la derrota de los "colorados". Rojas, que ha sido
visto hasta como buen mozo, deja de tener interés. Entre los concurrentes
a la ceremonia religiosa hay sólo dos apellidos de la alta clase: la señora
de Gaínza Castro y la de Pereda. Los demás, brillan por su ausencia en el
nutrido conjunto de familias de "medio pelo" y marinos.
Efectos del entrevero. Ese contacto de la alta clase media y la pequeña
burguesía con los altos niveles sociales, bastó para perturbar definitivamente
a capas muy extensas de los mismos. No entendieron que la alta sociedad
había descendido ocasionalmente hacia ellos, sino que creyeron que eran
ellos los que ascendían hacia aquella y así su reacción subjetiva contra
la presencia del "cabecita negra" y las direcciones de clase media que no
correspondían, a sus cuadros mentales, se profundizó y consolidó. La Unidad
Democrática, de mera asociación política circunstancial se convirtió en
una especie de status social, porque a través de ella comenzaron a sentirse
incorporados al nivel de la otra clase: La Unidad Democrática era el status
de la "gente bien" por oposición a la "chusma", a la "plebe".
Subjetivamente sintieron restaurada la sociedad tradicional con sus dos
únicas clases: la gente principal, parte sana y decente de la población
y la inferior, y ellos, como en la sociedad tradicional, aceptando las diferencias
de rango determinadas por la fortuna y por los mayores antecedentes genealógicos,
sintieron que pertenecían a la misma clase, y comenzaron a adoptar las que
creían sus pautas y a comportarse en correspondencia con la nueva situación
que se atribuían. En esta convicción las consolidaba la misma derrota. Esta
confirmaba la existencia de una aberración estética, moral e intelectual
que obligaba a diferenciarse como grupo social de ese pueblo que ya no era
el pueblo. En pequeño, lo que pasó en el Sur de los EE. UU. después de la
guerra de Secesión, donde los blancos pobres que eran la última carta de
la baraja en la sociedad aristocrática derrotada, adoptaron el mismo aire
nostálgico de otras épocas —la postura dixit— que era lógico en los plantadores,
y el todo tiempo pasado fue mejor, se incorporó a las pautas de los que
poco antes compraban traje en "Los 49" y aun no habían perdido el hábito
de ir de casa y puntualizar que sus padres eran "mi papá y mi mamá", en
una extraña mezcla en que el personaje era la reproducción conjunta de "Mónica"
y "Catita".4 Ya estaban dados todos los elementos para la constitución del
"medio pelo".
CAPITULO X
LA COMPOSICIÓN SOCIAL DEL “MEDIO PELO”. PERMEABILIDAD Y FILTRO
La estatua de Garibaldi en Plaza Italia, que desde el principio del siglo
ha presenciado sucesivamente la sociabilidad dominical de las parejas inmigratorias,
y las de cabecitas negras, preside también el ingreso a la alta sociedad
porteña, pues ya se ha dicho que se entra a ésta por las puertas de la Sociedad
Rural y llevando el toro del cabestro; ella ha visto llegar los aspirantes
a las exposiciones, primero como espectadores, después como compradores
y ¡al fin! después de largos años, como expositores. Después como miembros
de la directiva, ya prestigiados en las crónicas sociales.
Esto es lo que Imaz refiere, en otros términos, cuando habla de los descendientes
de la burguesía inmigratoria de principios de siglo —aquellos burgueses
indiferentes al "reconocimiento", según Germani— que en su casi totalidad
optaron por la incorporación a la alta clase propietaria de la tierra: si
la primera generación practicó el aforismo burgués de que el dinero no tiene
olor, la segunda percibió que, socialmente, en la Argentina perfuma y que
el aroma del estiércol es más "bien" que el del aceite y los combustibles.
En alguna otra parte ya había señalado la distinta actitud que a este respecto
se tiene en Europa o en EE.UU., donde un banquero o un industrial consideran
a un ganadero un "juntabosta". Aquí la actitud es inversa por las dos partes.
Este orden en la preeminencia social ocasiona que la alta burguesía termine
por adoptar conjuntamente con las pautas de comportamiento de la alta clase
tradicional, las pautas ideológicas que la ponen a su servicio en perjuicio
y oposición de las que correspondían a su condición originaria y a las necesidades
de modernización económica y social.1
Se ha visto oportunamente la permeabilidad de la alta clase porteña. Pero
este proceso de integración de los nuevos lo hace paulatinamente, lo que
le permite recibirlos, generalmente en segunda generación, cuando ya han
limado la guaranguería original de los triunfadores y absorbido las normas
de comportamiento que les permite cubrir los claros de los que se desplazan
por los accidentes de la fortuna o por la división hereditaria de los patrimonios.
No basta comprar campo para ser estanciero. Esto requiere una adecuación
al modo rural en que los estancieros vecinos de más modesta posición social
que la alta clase, y de mucho más débil situación económica que el nuevo
propietario, son los que dictan cátedra; es un curso preparatorio como el
de las escuelas británicas en que los futuros gentlemen deben someterse
al ablandamiento que imponen los alumnos de los años superiores, con pullas
y humillaciones de toda clase.
El estanciero “Gath & Chaves” tiene que ir renunciando al atuendo deslumbrante,
usando más frecuentemente la bombacha que los breeches de corte impecable
y hasta la alpargata en lugar de la bota de polo; debe archivar la silla
inglesa reemplazándola con un recado de pato aunque el caballo se pase el
día en el palenque y olvidar el respeto que se merece el coche último modelo,
dejándolo embarrado. Debe ajustar por lo menos en apariencia, su mentalidad
de giro diario en los negocios al obligado giro anual de la producción y
en lugar de ser terminante en sus conclusiones debe hacerse elusivo acostumbrándose
a la idea de que su voluntad e inteligencia no son el factor decisivo, sino
Dios y el Gobierno que siempre están contra el ganadero, y llorar siempre
porque las cosas andan mal, cuando no son perfectas, y siguen mal cuando
lo son, porque podrían ser mejores. Debe frenar su afán de iniciativa, que
es un arrastre de la época industrial, y antes de aplicarlas averiguar qué
ganadero importante ya lo ha hecho, para que no se le rían si fracasa y
para que le perdonen el éxito, si acierta, pues los ganaderos de la zona
saben todo lo que puede saberse y algunas cosas más como Pico de la Mirándola.
También debe aprender mil detalles como por ejemplo que no es imprescindible
que el personal en pleno lo esté esperando cuando llega de la Capital, como
ha visto en alguna película, y que no necesita dar varias tarjetas, una
por estancia, cuando es presentado a alguien. En una palabra debe aprender
la cazurronería campesina en la que embotará la estridencia guaranga del
triunfador urbano, para desde ahí perfilarse para empezar el aprendizaje
del buen tono, que le permitirá el ascenso social.
El aprendizaje técnico es secundario porque como tiene el hábito y las aptitudes
de dominar técnicas más difíciles, y que exigen mayor velocidad en la decisión
en poco tiempo sabrá mucho más que sus vecinos, pero a condición de que
lo disimule, y que sean ellos los que lo descubran. Así debe adoptar una
actitud dramática frente a los cinco o seis vencimientos anuales del crédito
rural, aunque en sus actividades de la ciudad haya aprendido a tapar diez
o doce agujeros diarios en su malabarismo bancario; y aunque está acostumbrado
a llevarse por delante a todo el mundo según lo exigen sus negocios, debe
mantener una conducta de correcta amabilidad con el gerente local, el comisario,
el intendente, el feriero y los modestos doctores que concurren al club
pueblerino, y hasta con el jefe de estación y los contratistas de máquinas
agrícolas, pues el descrédito del "fanfa", que corresponde por nacimiento
a todo porteño, y más a los porteños con plata, lo está acechando en veinte
leguas a la redonda, y después se corre, de estancia a estancia de lugareños,
por un misterioso sistema de comunicaciones que el porteño no descubrirá
jamás.
Paralelamente adquirirá las normas reverenciales por los grandes rematadores
y consignatarios, que lo prestigiarán cobrándole sus comisiones, y a través
de los cuales irá aprendiendo paulatinamente, así como en las ferias y exposiciones
locales, las tablas de valores correspondientes a las cabañas y sus propietarios,
así como el conocimiento de las razas que dan más prestigio social. Llegará
un día en que no necesitará remitir a plaza y el frigorífico le mandará
el revisor.
Entonces ya estará maduro, cuando en una exposición Don Narciso, Miguel
Alfredo o Don Silvestre, según la época (Don Faustino no viste tanto) lo
saluden desde lejos con la mano, o se acerquen y lo reconozcan por el nombre.2
Entretanto la familia, con los chicos en el colegio que corresponde y escalonando
paulatinamente relaciones en los veraneos reiterados en la playa indicada,
las canastas y las fiestas de beneficencia, se irá capacitando poco a poco,
al adquirir las pautas de comportamiento social necesarias en el nuevo status
que también exigen esfuerzos porque las mujeres son más “difíciles” que
los hombres en esto del “reconocimiento”.
Nada de esto significa que alguien, grupo o persona regule la filtración
ascendente. La aceptación se hace subconsciente por el propio status de
la clase que hace el proceso selectivo fisiológicamente, como una cuestión
de hecho que se va cumpliendo por etapas.
Sin embargo, deduzco de lo observado por Imaz, que en muchos casos hay un
discernimiento que revela conciencia del proceso. Así cuando analiza la
composición por apellidos de las sucesivas comisiones directivas de la Sociedad
Rural; el número de los antiguos y los recientes está inteligentemente dosificado,
y los antiguos saben poner en el primer plano los líderes nuevos que aportan
el empuje del neófito para lograr las mayores ventajas posibles, cuando
las circunstancias son muy favorables. Se percibe por ejemplo, que en el
momento en que el grueso de la renta nacional fue transferido a la clase
ganadera, en el gobierno del General Aramburu, asumió el liderazgo de la
misma Dr. Mercier, ganadero consorte, que le resultó muy eficaz. En otras
circunstancias a este desconocido le hubieran aprovechado a lo sumo sus
aptitudes de ginecólogo para un curso de tacto rectal, tan beneficioso para
aumentar el porcentual de las pariciones.
El actual presidente de la Sociedad Rural, Faustino Fano pasó, ya hace muchos
años, del comercio de tejidos a la ganadería, donde desde luego se ha destacado
por sus aptitudes. Ha dado el mejor examen de adopción de la ideología económica
agroimportadora, pues lo que le queda de burgués está radicado en Inglaterra,
que es donde corresponde; con más precisión en Manchester, en sus fábricas
de tejidos, para rentar en la Argentina como exclusivo productor rural,
libre de todo pecado industrialista. S.M.B. lo debe mirar con ojos tiernos,
recordando aquello que escribió el economista inglés W. H. Dawson en el
siglo pasado, frente al surgimiento de la Alemania industrial: "—Hubiéramos
preferido, que Alemania hubiera continuado concentrando su atención en la
producción de música, poesía y filosofía, dejándonos el cuidado de proveer
al mundo de máquinas, telas y algodón" (Friederick Clairmonte - Liberalismo
Económico y Subdesarrollo. Ed. Tercer Mundo. Bogotá, 1963). Póngase novillos
y cereales en lugar de disciplinas "tan cultas y germánicas" y la expresión
de deseos conservará todo su sentido.
En cambio, en los momentos difíciles, con igual inteligencia se recurre
a los apellidos tradicionales, cuyos portadores conocen mejor que los neófitos
la flexibilidad necesaria para capear los temporales. Es lo que ocurrió
bajo el gobierno de Perón.
También la alta clase suele tener sus herejes.
A veces algunos individuos de la alta clase se dejan contagiar por el virus
de las innovaciones y se resbalan hasta el campo artístico o industrial
contrariando las pautas vigentes.
Así, a Victoria Ocampo, durante mucho tiempo no le perdonaron su modernismo,
oponiéndole la reticencia de la gazmoñería, y tardaron bastante en comprender
en qué medida la culta dama, por el simple hecho de transferir su visión
europeizante y formar núcleo en su redor era —al margen de sus propósitos
que conceptúo generosos— un aliado tácito del sector de donde provenía,
y que vino a cumplir en el terreno de las letras la tarea que la Sociedad
Rural cumplía respecto de la burguesía, rigiendo en forma parecida el prestigio
de los literatos arribistas que, como la burguesía, buscaban el sello de
lo que es "bien" tradicionalmente: un prestigio con el sello de "las formas
tradicionales". Actitud parecida es la adoptada con algunos industriales
de apellido tradicional —tal el caso de algunos Pereyra Iraola. Si triunfan
se los ignora, pero si vuelven derrotados al redil se los aplaude, cuando
les queda como volver. No le quedó a Nemesio de Olariaga, que aunque no
de origen tan antiguo, estaba en el nivel de la gran ganadería.
IDIOSINCRASIA DE LA BURGUESÍA RECIENTE
Como se ve, la incorporación a la clase alta no es cuestión de decir: golpeá
que te van a abrir. La misma permeabilidad que surge del espíritu conservador
de aquella, exige la práctica del ritual que se ha referido para graduar
el ingreso.
La nueva burguesía originada en la expansión industrial de la última guerra
y de crecimiento mucho más rápido que la de principios de siglo, como se
ha visto en el capítulo anterior, no alcanzó a tomar conciencia de su propio
status, ni siquiera a sedimentarse en el conocimiento de los factores económicos
que determinaban su ascenso, pues sus miembros, más comerciantes que industriales,
se creyeron más hijos de sus aptitudes financieras —cosa bastante cierta—
que de sus conocimientos técnicos; pasó aun con los enriquecidos que proviniendo
del taller podían haber sido modelados en el proceso previo de su enriquecimiento.
Faltó ese amor a la propia obra, esa identidad con la creación que en su
sector tiene el hombre de campo, y que habían tenido los viejos industriales.
Además, hubo la seguridad y la soberbia de los hijos de la inflación que
se mueven sobre una nebulosa de situaciones que terminan por atribuir al
propio genio. Cada uno se creyó un fenómeno de la naturaleza y se atribuyó
personalmente los éxitos nacidos de condiciones históricas favorables. En
cambio, los obstáculos, las dificultades con los trabajadores, los problemas
impositivos y los inconvenientes de la planificación eran culpa del "intervencionismo
de Estado" al que al mismo tiempo pedían protección.
Imaz ha señalado su incapacidad para actuar como grupo, como conjunto expresivo
de una conciencia empresaria, lo que es bastante lógico por la ya mencionada
improvisación en que la empresa era más una aventura comercial que el producto
de una vocación. Faltó la conciencia del interés común y general a la industria,
y los irritaban los mismos problemas salariales de previsión y de política
obrera que les creaban el mercado, como les molestaban las dificultades
de cambio o de crédito que establecían las prioridades de las cuales se
beneficiaban. En su incapacidad para percibir el encuadre de una política
general de la cual eran hijos, sólo percibían las restricciones que ésta
les imponía, que les resultaban trabas burocráticas opuestas a la expansión
de su genialidad creadora. Como el comunista del cuento que pensaba tener
dos casas con la que ya tenía y la que le iba a tocar en el reparto, querían
las ventajas del intervencionismo de Estado, que experimentaban, y la de
la libre empresa con que los adoctrinaban sus adversarios económicos que
ellos empezaban ya a ver como sus libertadores. Se sumaron al resentimiento
de la alta clase media, y los "primos pobres de la oligarquía" que experimentaron
las molestias que le creaba a su tradición y gustos de "gente calificada",
los aspectos groseros y masivos que la convivencia urbana creaba por la
integración de la sociedad con la vieja clase criolla postergada. Estos
tampoco supieron apreciar que la nueva situación, con la creación de oportunidades,
había levantado su nivel de vida, porque lo midieron no en razón de su mejora,
sino en razón del acortamiento de distancia con las clases más modestas
que en su extrema pobreza de antes le daban una imagen de mejor posición
propia.
También hay que computar la incapacidad del peronismo para dar a la burguesía
y a la clase media un lugar en el proceso de transformación. Es curioso
que la mentalidad militar de Perón perdieses el sentido de la importancia
de los factores sociales de poder para quedarse en la estimación puramente
cuantitativa del caudillo liberal.
A través de Miranda, todavía esa burguesía podía sentir que uno de los suyos
orientaba algo. Después de la representatividad de la misma y de la alta
clase media quedó a nivel Cereijo, y aun los más simpatizantes y partidarios
tuvieron que optar entre retraerse o renunciar a expresar algo distinto
que el coro burocrático.
El militante obrero podía sentirse expresado por el dirigente gremial. El
de la burguesía y clase media no tenía expresión ni en el poder ni en el
movimiento político. Quedaron destruidos los elementos compensatorios que
intelectualmente hubieran impedido la absorción masiva por la mentalidad
de la clase ganadera de los elementos altos de las clases intermedias y
la burguesía naciente. Esto hubiera sido lógico si la conducción se hubiese
propuesto la construcción de una sociedad fundada exclusivamente en el proletariado.
Pero nada había más ajeno a su propósito, que era cumplir con la modernización
de la estructura de sociedad preexistente.
En el capítulo anterior se ha señalado la importancia que tuvo en ese momento
histórico el descenso a la arena política de la alta clase, que despertó
en estos factores, hasta entonces distantes de ella, la idea de una permanente
vinculación, como si la Unidad Democrática en lugar de ser una empresa política
circunstancial, fuera la democratización de la sociedad porteña para dividirla
en dos grupos con sus status respectivos: la “gente culta”, y la multitud
morena y la desacreditada burocracia del peronismo. Un retorno a la sociedad
tradicional.
Burguesía, alta clase media y los “primos pobres”, se sintieron por un momento
al nivel de la alta clase. Cuando ella se retrajo y volvió al espacio reducido
del gran mundo, surgió la desesperación por mantener el status que se creía
haber adquirido. Para la nueva burguesía comprar estancia pareció la solución.
Pero pronto percibió que había un largo camino por delante, que esta gente
apresurada no estaba dispuesta a recorrer. Pero tampoco ya los "primos pobres"
se resignaron a volver a su medianía social ni los miembros de la alta clase
media; al margen de la clase alta, y sin proponérselo ésta y sin que participara
para nada, comenzó la elaboración del "medio pelo".
BUSCA DE PRESTIGIO Y "MEDIO PELO"
La búsqueda del prestigio, especialmente por la burguesía y la clase media
alta, había cambiado de significado: ya no era la evidencia de su propio
triunfo en los rangos de la propia clase sino la incorporación a la vieja
sociedad, el objetivo que podía satisfacerla. No tenía, por otra parte,
una muy clara percepción de la diferencia entre la alta sociedad y "los
primos pobres"; y como estos eran accesibles se constituyeron en su modelo,
y su nivel de incorporación. A su vez, los segundones que habían vivido
en un hosco marginamiento social, se encontraron con un público que les
atribuía el rango siempre apetecido: estaban en el escenario, el telón se
había levantado, el público aplaudía y todo el problema consistía en seguir
el libreto.
Jugaron el papel que los bien dispuestos oyentes lo atribuían y empezaron
a comportarse como si efectivamente fueran la clase alta; pero la comedia
pronto fue drama, porque a medida que se producía el entrevero, las ventajas
sociales que les llevaban a sus adeptos no alcanzaban a compensar la desventaja
económica.
Salían del modesto y decoroso papel que se habían asignado compatible con
la escasez de los recursos, para ponerse a la luz de las candilejas. Era
como una compañía de cómicos de la legua que se presenta de pronto en el
escenario de un teatro lujoso con la utilería ajada y descolorida de la
compañía ambulante frente a un público en que relucen los brillantes de
los espectadores de la platea y los palcos. Había que poner el atuendo y
el comportamiento a nivel económico del público y empezó la vida de pie
forzado para las dos vertientes que concurren a la formación del "medio
pelo".
Una aporta los signos del status y otra los recursos. Esta sufre porque
se ve reprimida en su natural tendencia a mostrar la prosperidad y el éxito
a través de los signos de la riqueza que es necesario morigerar. La otra,
porque sin los recursos no le es posible imponer la prevalencia de sus signos;
además, sabe que no está tomada en sí, sino como imagen de la alta clase,
y necesita disimular la escasez de medios económicos porque no hacerlo implica
confesar su verdadera situación y desprestigiarse ante los que la imitan,
creyendo que imitan a los de más arriba. Es un círculo vicioso de recíprocos
engaños en que la situación más difícil es la de quienes tienen más cómoda
situación social pero más incómoda posición económica.
A medida que vayamos viendo las pautas que rigen el comportamiento del "medio
pelo" iremos percibiendo las particularidades de la falsa situación que
importa.
Desde el ángulo del "medio pelo", por ejemplo, el automóvil es un signo
de status; también un instrumento de transporte, pero esto es subsidiario.
Pronto el automóvil chico, que se ha comprado con enorme sacrificio y endeudándose,
exige su reemplazo por el coludo, pues no se puede ser menos que el recién
llegado que está "aprendiendo de uno" a comportarse pero lo "sobra" desde
el último modelo. Hay que explicar que el automóvil chico "es para que mi
mujer vaya a hacer las compras" y proveerse enseguida del coludo correspondiente.
Eso sí, hay que cuidarse de que no sea un Valiant, que según los informes
del mecánico es muy bueno, pero socialmente es propio de botelleros y abastecedores.
El Peugeot —que es "yeyó" en la parla tilinga, como el Citroen es "milonguita"
peyorativamente, porque "los hombres te han hecho mal"— es el desiderátum
pues combina una presentación discreta, de "buen tono", con la categoría.
Pero estos "canallas" de los franceses —seguramente gente de De Gaulle,
(adelantemos que el antidepaullismo está entre las pautas)— se han aprovechado
del prestigio para llevarlo a las nubes y no fían ni un pito, ni siquiera
a un módico interés del 30 por ciento acumulativo. En fin, se hace un sacrificio
y se lo compra. No sirve de nada porque al día siguiente uno de los neófitos
se aparece ¡nada menos que con un "Mercedes"!...
El automóvil, además, representa, fuera de su costo de compra, mantenimiento
y reparaciones, la necesidad de usarlo, combustibles, y si va al centro,
estacionamientos —¡hay que ver cómo "aplican" estos industriales de baldío!—
y lo peor son los fines de semana, lógicamente en la quinta de los nuevos
—porque los antiguos no las tienen ni tampoco los de la clase media alta—.
Si bien se va como invitado, no se puede caer con las manos vacías a una
casa donde los "guarangos" asan media vaquillona o empiezan la comida con
el inevitable cóctel de langostinos. Y a veces ponen caviar que, como lo
ha enseñado Beatriz Guido, es el alimento natural de la alta clase. (Comentario
obligado: "Ya no es como el de antes de la guerra"... que da tono de consumidor
consuetudinario, y está entre las pautas nostálgicas). Además, hay whisky
inglés y sin estampilla, como corresponde: ¡puro de embajada!
(Con esto del whisky, los "primos pobres" que conservan la línea hasta con
el caviar, se descarrilan. Tener pileta de natación en verano y dando whisky,
es para el dueño de casa motivo de un interrogante: ¿Quién consume más líquido?
¿La pileta o las visitas? Un burgués de estos me mandó una tarjeta de socio
vitalicio de un club ignorado. Cuando averigüé de qué se trataba descubrí
que separó de su casaquinta la pileta, con una tapia, y edificó un vestuario
y un bar al lado de ella. Fundó el club y puso de cantinero a un paisano
de la vecindad. Entonces le mandó tarjetas de socio vitalicio a todas sus
relaciones y él tiene la suya y concurre como socio pero no como proveedor
de whisky. Pero, evidentemente, se trata de un tipo en que todavía predominan
las pautas de ahorro anteriores a su ascenso).
Hay un lindo chalet en un pueblo de la costa. A la puerta están los dos
coches de la familia. Si entráis comprobaréis que se trata de una familia
prolífera y longeva. Allí viven los abuelos, la tía soltera, el matrimonio
y seis o siete criaturas, en una casita con living comedor, y dos dormitorios.
Entonces tenéis que imaginar lo que ocurre después de las once de la noche:
es el imperio del Gicovate y el Blicamcepero. Empiezan a salir camas y colchones
de los lugares más inverosímiles, en una magia de utilería.
Esto ocurre también en los sectores más modestos de la clase media, pero
por necesidad, o en familias obreras. Pero en el caso las camas son honradamente
camas.
Y sin embargo esa familia es propietaria del chalet y tiene su pedacito
de jardín con un cedro azul que empezó a crecer indiscretamente tapándolo
todo. Podría prescindir del cedro y de uno de los automóviles y, con su
importe, edificar uno o dos dormitorios y un baño más. Pero nadie se entera
–ellos lo creen—del drama nocturno y lo que importa es la representación:
el auto se ve, la falta de confort, no. Habrá que vivir mal para vivir “bien”.3
A la mañana hay que hacer cola por el cuarto de baño. El café con leche
es aguado, y a mediodía y a la noche, el condumio escaso. Es cierto que
se llaman almuerzo y “comida”, como corresponde, y no comida y cena, como
dicen “los del Mercedes” y se comenta divertidamente llenando la boca de
palabras y burlas a falta de cosas más consistentes.
Lo que “allá lejos y hace tiempo”, cuando empezó el ascenso, decir “mi mujer”
era agraviante; se era “esposa” porque se tenía libreta de casamiento que
muchas veces hubo que exhibir a las vecinas incrédulas, o para darle por
los dientes a alguna mal casada.
La situación es para los antiguos peor que la de los parientes pobres de
los Barros, ya mencionados, citando a Silvina Bullrich, porque ante estos
no había que disimular la pobreza y hasta convenía evitar la ostentación.
Pero, ¿cómo mostrarla ante estos nuevos que son a la vez discípulos y competidores
en la búsqueda del status? Porque ahora los dos buscan status: los que lo
tenían relativamente se han entrampado en el juego porque ya no muestran
el suyo sino el que los nuevos creen que tienen, y se obligan a sostener
una posición que además terminan por creer cierta. Y si el nuevo tiene que
encargarle a Ruiz Pizarro que le pinte un antepasado a la manera de "Prilidiano",
el antiguo no está en mejor situación, porque por más que remonte en la
historia no puede pasar de la descolorida fotografía con que se inauguró
el álbum familiar. La verdad que esa rama de la familia nunca estuvo en
fondos para hacerse pintar; en esta materia están mejor colocados los provenientes
de la clase media alta, pues hay retratos familiares pintados por "nenas",
ahora tías viejas o abuelas, que iban a "la Academia" en el barrio desde
el cual se han mudado. Pero eso es viejo sin ser antiguo y, además, irremediablemente
"cursi".
LA EQUÍVOCA SITUACIÓN AMBIENTAL
El "medio pelo" se amplía aceleradamente desde que los altos empleados son
"executives", y los que arreglan los sobornos hacen "publica relations";
unas veces para la empresa donde trabajan, y otras, por ellos mismos, con
el pretexto de que lo exige la empresa, comienzan también la dura vida de
la representación.
Al margen del "medio pelo" esto de la representación se ha convertido en
una exigencia vital. Pero esto puede tener límites razonables. En Montevideo,
por ejemplo, recuerdo una época en que hasta los analfabetos llevaban "Marcha"
bajo el brazo, porque suponía calidad intelectual. Esta cultura de sobaco
ilustrado se repite aquí con la mayoría de las revistas caras: las políticas
dan aire de “estar en la pomada”, las de hogar y confort, de estar ampliando
los horizontes, y las extranjeras son el acabose, sobre todo las que están
en "idioma" como dice Catita. Sin embargo hay muchos compradores que las
leen. (Pero esto no es el “medio pelo” porque no se propone acreditar un
status colectivo, sino un prestigio individual. Además, induce a suponer
que se preocupa de “cosas serias”, lo que el “medio pelo” entiende –ya hemos
visto la visión de Beatriz Guido—no ocurre en la alta sociedad en la que
las preocupaciones son exclusivamente de alto nivel artístico o sexual.
Salvo cuando se trata de "los negros", de los que en realidad la alta clase
se ha olvidado).
Un sociólogo científico podría encuestar en muchas localidades del suburbio
Norte, la dicotomía del comercio minorista de la Av. Maipú hacia el río,
y comprobaría que la clientela de "medio pelo", si es burguesa, compra al
contado, pero la otra estira la cuenta corriente que no se le puede negar
por su relevancia social. Entonces identificaría las dos vertientes.
Cuando las "señoras gordas" se reúnen para sus interminables canastas y
demás actividades típicas de "gente bien", una vez que se han hablado las
generalidades habituales en que todos coinciden por la aplicación de comunes
pautas ideológicas en el comentario de la actualidad, es fácil percibir
las dos vertientes en ciertos cortes de silencio, imposibles entre mujeres,
fuera de este medio. Alguien ha mencionado "la parentela"; el antepasado
Juez, Teniente Coronel, diputado o conscripto de Curumalal.4 Otras veces,
y es lo más frecuente, se insiste en designar a las personas de que se habla
con un apodo o diminutivo familiar. Si el neófito muerde preguntando de
quién se trata, se lo aplasta con el apellido, este sí, verdaderamente de
la alta clase. Así, se dice: "El otro día me dijo Felicito...", como quien
no dice nada, para ver si pican.
Una parte de los contertulios guarda un silencio incómodo; es la que se
toma la revancha en seguida hablando del último viaje a Europa y sobre todo
a EE.UU., y de las cosas que se trajeron. Porque toda esta gente es cositera;
(cositeros son esos tipos que no pueden aguantarse de comprar cuanto chiche
aparece por ahí en exposición, sobre todo si es de fabricación extranjera
y ha entrado de contrabando.)
Hay algunas burguesas que se abusan hablando del nuevo tapado de visón.
Los primos pobres, son los que ahora callan.
Tanto embroman con los viajes los nuevos, que los "primos pobres" tienen
que mandar las "nenas" en una excursión, que después habrá que pagar en
36 meses, y que además les impondrá un terrible trabajo: pasarse dos o tres
meses leyendo algo sobre lo que se vio, porque en la visión fugaz y universal
que la excursión permite, los cuadros, cuando se recuerdan, cambian de museo,
y las ciudades de nación. Menos mal que se han traído el proyector y las
diapositivas. ¡Perdón! Ahora se llaman Slides.
¿STATUS O IMAGEN DE STATUS? SUS ÚLTIMAS VARIANTES
Estoy dando una visión desordenada de un hecho social a través de un abigarrado
conjunto de anécdotas, situaciones ciertas o hipotéticas, de hechos inimportantes
y otros significativos y saltando de un grupo a otro en un deliberado desorden.
Quiero evidenciar, precisamente, esa situación, que es la que suscita la
observación in vivo del comportamiento del "medio pelo", las imágenes contradictorias
que ofrece y lo desparejo de su composición tanto social como en el tiempo,
porque constantemente se van agregando nuevos aportes y va cambiando la
edad de sus actores como las situaciones económicas de los mismos, en la
constante crisis de su composición desde que no es un status con una caracterización
precisa, sino la imagen de un status que se configura caprichosamente en
la medida en que la imaginación de cada uno de sus componentes busca el
prestigio dentro de muy variables pautas de comportamiento estético y unas
pocas ideológicas más permanentes.5
Para la comodidad de la exposición, lo he designado frecuentemente como
status, pero aquí quiero dejar establecido de una manera precisa, que más
que status es la imagen de un status.
Así, por ejemplo, con referencia a la perdurabilidad, la que vende Beatriz
Guido es ya un poco pasatista, más bien para "señoras gordas".
Hay así, un tipo más internacional, que soslaya un poco a los "primos pobres"
y de más directa procedencia burguesa. Una expresión fácilmente constatable
es un rematador de apellido De Rhone, sobre el que no recuerdo si en "Primera
Plana", "Confirmado" o "Extra" se ha escrito un gracioso comentario y cuyo
rico repertorio "mediopelense" internacional está al alcance del lector
que quiera tomarse la molestia de concurrir a una de sus actuaciones.
El personaje originalmente modisto polaco, ha cambiado de actividad. Con
lenguaje untuoso, la deliberadamente marcada pronunciación extranjera, y
un esteticismo de tipo que se encuentra en el país por circunstancias desafortunadas,
extrañando como un intelectual nativo, el ambiente europeo propio de su
"cultura", llena el oído del auditorio con una riqueza idiomática de portero
de gran hotel. Con aire de experto da a los compradores que tienen la fortuna
de adquirir las piezas que vende, la sensación de que también lo son, y
recalca siempre la ventaja de la calidad de lo importado sobre todo lo de
producción nacional, particularmente en pintura. Cuando vende un pintor
argentino, parece que le hace un favor, y que sufre un desgarramiento cuando
tiene que desprenderse de alguna supuesta firma de cotización mundial. Nada
se remata sin pesar su cotización en todas las monedas fuertes, lo que le
da oportunidad para referencias despectivas al peso moneda nacional.
La tónica en todo es la siguiente: está rematando platería inglesa con una
inevitable referencia histórica matizada de inglés, algunas expresiones
francesas y otras italianas, y después del punzón aplica —sin que venga
el caso— su propio punzón a la platería colonial. Entonces, con un aire
displicente, dice: "No me egplico pogqué hay kente que compga plateguía
colonial. Yo de ninguna manega la tendría en mi casa de Punta Chica" (sic).
En realidad el sector de "medio pelo" que se mueve dentro de esta nueva
característica, está dejando de experimentar acomplejamiento social frente
a la alta clase, pero desgraciadamente ya ha perdido las pautas "guarangas"
que expresaban su potencial y resbala más bien hacia la tilinguería y el
snobismo, que también lo excluyen de la función potencial de la burguesía
para actuar en la modernización del país; en las pautas ideológicas, económicas
y sociales, sigue regido por la mentalidad liberal, ahora en la versión
directamente importada: está en internacionalista.
Otro matiz más extenso es esencialmente juvenil. Constituye la clientela
de Landrú en su "Gente Como Uno". Está influenciado por factores muy heterogéneos,
donde las pautas del "medio pelo" pierden importancia ante las internacionales
que provienen del mundo de los play-boys. En realidad del "medio pelo" sólo
conservan la actitud frente al "negro" traducida en la postura con relación
al "mersa", y la preocupación por justificarse socialmente en el amaneramiento
del lenguaje, en la elección de los sitios de diversión y en la necesidad
de sacrificarse exigiendo la selección a través del precio de las consumiciones,
con el consiguiente perjuicio de los padres de "medio pelo" y aun de otros
sectores donde la registradora está descuidada o confiada a su vigilancia
por el optimismo paterno. Abundan aquí los estudiantes crónicos que utilizan
la universidad como contacto de relaciones públicas.
Pero aun en el enfrentamiento al "mersa", en que aplica la actitud de los
padres de "medio pelo" con referencia al "negro", la diferencia que establece
no es de nivel económico, porque con frecuencia el "mersa" es la expresión
pura de la burguesía joven en ascenso, que no se ha sofisticado.
En realidad aquí estamos ante un hecho de disgregación del status que el
"medio pelo" se atribuyó. Lo que el humorismo de Landrú ha divulgado está
más dentro de las fronteras de la moda que de los status, y la generalización
del tipo, particularmente en el mundo de la juventud femenina, preanuncia
su desaparición, como todas las modas que mueren a medida que descienden
hacia los otros niveles sociales, donde subsisten un tiempo entre los que
llegaron tarde.
Al apreciar las pautas por las que rige el "medio pelo", convendrá tenerlo
presente, porque las variantes que se han señalado sólo coinciden en figuras
y ya pierden las características definitorias del status o de la imagen
de status que determina el comportamiento como grupo social.
CAPITULO XI
LAS PAUTAS DEL “MEDIO PELO”
Por su misma ambigüedad y lo equívoco de la situación, las pautas que rigen
la conducta de la gente del "medio pelo", son más numerosas y de observancia
más prolija que las que corresponden a los status consolidados.
En esto del prestigio es de aplicación la diferencia que hay entre orgullo
y vanidad; parecen la misma cosa y son opuestas, por cuanto a la vanidad
sólo le interesa parecer, y al parecer sacrifica el ser. El orgullo en cambio
es una afirmación del ser en que lo subsidiario es parecer, y en todo caso,
es esto lo que se sacrifica.
Las pautas que corresponden al grupo de pertenencia están en el subconsciente
de los individuos que lo componen, y el comportamiento se rige por ellas
en razón del hábito sin que generalmente intervenga la voluntad; hay el
asentamiento que los españoles llaman tolera, como en los vinos; por lo
mismo, poco preocupa una infracción accidental, porque no hay el temor de
descolocarse. Pero cuando se trata de un falso status, cuando en realidad
se trata de aplicar pautas de imitación de otro grupo de pertenencia, la
observación de las pautas es religiosa. Como no hay autenticidad, las pautas
no nacen del grupo; será más acertado decir que el grupo nace de las pautan
porque estas crean la imagen del status, y lógicamente sólo por éstas se
logra la apariencia de pertenecer al mismo: es la apariencia de una apariencia.
Con lo dicho basta para señalar que la práctica puntillosa de las pautas
es esencial al "medio pelo". El colchón no tiene lana y existe en la medida
en que se lo crea colchón.
De las dos vertientes que proveen el material humano que concurre a la formación
de este falso status, la primera, constituida por los que se han llamado
“primos pobres” y la alta clase media, no necesita contrariar profundamente
su íntima naturaleza, ya que el filo de clase en que está ubicada, de por
sí le asigna una situación equívoca pero aproximada; para este grupo el
equívoco surge del pie forzado del “quiero y no puedo”; no proviene del
estilo sino de la escasez de recursos para mantener el tren.
La que se desnaturaliza profundamente es la que proviene de la burguesía
reciente, porque sustituye las pautas burguesas del prestigio que son su
fuerza, por las de imitación en que se degrada.
PAUTA DE COMPORTAMIENTO: DOMICILIO
Hay pautas de comportamiento y pautas ideológicas y trataré de atenerme
a esta separación, lo que no impedirá que se interfieran en la exposición
porque, como es natural, son recíprocas y se compenetran.
Veamos las de comportamiento.
La primera es el lugar de domicilio al que ya me he referido con anterioridad
en el señalamiento del Barrio Norte.
Precisando, el verdadero Barrio Norte es muy restringido y constituye el
reducto de la clase alta, cuyo problema de prestigio es hoy más que destacarse
del resto del país –cosa que no necesita--, defenderse del “medio pelo”
que la acecha, la rodea y trata de filtrarse; como en la selva, no son los
leones y las panteras, sino los mosquitos los que molestan.
Ese barrio restringido se extiende desde la plaza San Martín hasta la Recoleta,
y desde Charcas o Paraguay hasta el bajo: la parroquia del Socorro y el
perfil este del Pilar, con alguna prolongación después de la Recoleta en
la loma que empieza en Pueyrredón y Las Heras y termina en la barranca que
caen en plaza Francia y los jardines que fueron de la casa presidencial.
Ya vimos que Mallea nos señaló su epicentro en el codo aristocrático de
Arroyo. (Ese increíble socio del Jockey Club al que me referí anteriormente,
un tal Ángel Vega Olmos, en la asamblea de este año en que se resolvió adquirir
el Palacio Álzaga Unzué, frente a la plazoleta Pellegrini; tuvo una precisión
topográfica aun mayor que la de Mallea. Refiriéndose a la ubicación, dijo:
“Este lugar, donde se encuentran las pocas virtudes argentinas que quedan”.
Hay quien afirma que no puede existir nadie tan cursi, pero la información
fue publicada en La Nación”, que es muy respetuosa de los socios y de la
entidad, por lo que hay dos corrientes interpretativas: la que cree que
Vega Olmos es un humorista inédito, pues casi todo el frente de la plazoleta
está ocupado por embajadas extranjeras, y la de los que creen que este desconocido
socio es un infiltrado peronista que quiso facilitar un argumento justificativo
post-incendio.
En el Gran Norte geográfico —más allá del restricto espacio deslindado—,
se expande el “pequeño norte” social, que es el hábitat natural del "medio
pelo", que llega casi hasta San Fernando. Así como se ha advertido que no
todo el Norte es "medio pelo", conviene también saber que hay “medio pelo”
fuera del radio, porque algunos viejos caprichosos no quieren renunciar
al confort ni al ambiente de sus antiguos domicilios a pesar de la presión
femenina. "Las chicas" pasan momentos difíciles cuando se ven en la obligación
de dar su dirección", decía una señora.
AUTOMÓVIL Y ESTANCIA
Del automóvil como símbolo también ya se ha dicho lo suficiente.
Está incorporado a la moderna sociedad casi como una necesidad vital, pero
en los casos en que su utilidad práctica es secundaria —muy frecuentemente
en los sectores pobres del "medio pelo" que tienen actividades sedentarias
a las que bastarían los medios colectivos de comunicación, se produce una
dramática inversión: en lugar de ser el automóvil para el individuo, el
individuo es para el automóvil, convertido en una cruel deidad moderna a
la que hay que sacrificar las necesidades primarias, el sueño sobresaltado
por el temor del robo, y el descanso, entregándose a la gamuza, el plumero
y la mecánica, ante la esquilmante exigencia de talleres y estaciones de
servicio.
En cambio para los burgueses —aun los incorporados a la mentalidad del "medio
pelo"—, el automóvil sólo proporciona satisfacciones, porque los coloca
en un terreno favorable donde el antepasado conscripto de Curumalal no gravita,
y sí los billetes.
En Norteamérica, en el barrio residencial donde todos poseen el modelo 1965,
aparece un "canalla" con uno 1966. Todo el barrio es desgraciado hasta que
cada uno tiene su último modelo, hecho que se repetirá en 1967.
Aquí también la importancia del símbolo está graduada por marcas y modelos.
Pero lo que para el burgués norteamericano es un acto sencillo, se complica
aquí para el burgués de "medio pelo" en su tribulación entre el que le gusta
y el que gusta al status a que cree pertenecer.1
También se ha hablado antes de la compra de estancias como símbolo y se
ha explicado cómo está regulado el acceso a la clase alta a través de la
Sociedad Rural. La burguesía reciente que compró campo, hace poco, todavía
no lo sabe, y los que compraron en los últimos años, ya desde la perspectiva
rural que no permite la sofisticación en materia económica, porque novillos
y hectáreas se tienen o no se tienen, siguen la comedia del "medio pelo",
pero conscientemente, en la espera de que sus hijos tengan el "reconocimiento".
Entretanto, a falta de pan, buenas son tortas.
LOS COLEGIOS
El colegio para los hijos es una de las pautas más importantes.
Por lo pronto la escuela del Estado está excluida. (Sin embargo hay algunos
establecimientos oficiales que dan categoría porque son selectivos y tal
vez sus direcciones se ajustan a este criterio, en la admisión. Tal ocurre
con la escuela primaria de Libertad y avenida Quintana, con la escuela Normal
de Lenguas Vivas y algún otro establecimiento).
En épocas anteriores, sobre todo en el internado de los colegios secundarios,
especialmente en los colegios religiosos, la mayor parte de los alumnos
provenían de las familias de los propietarios de medios rurales radicados
en el campo. Los colegios laicos eran el recurso desesperado de los padres
para meter en vereda a los chiquitines muy vagos, y especialmente los díscolos
con los que hacía falta una mano fuerte. (Era el sucedáneo de "te voy a
meter en un barco de guerra", misterioso castigo con que han sido amenazados
los adolescentes de mi época, en que todavía se haya podido averiguar el
origen de la leyenda, que supongo británica).
Esto no contradice lo advertido antes con respecto a la clase alta que para
la educación de las niñas tenía sus colegios particulares tradicionales
—casi exclusivamente religiosos— y para los varones optaba con frecuencia
por los colegios de las colectividades extranjeras de alta calificación
racial, particularmente los comprendidos en el tono del "High School", correspondientes
al racista status particular que analiza Imaz, citado, al hablar de la burguesía
de origen anglosajón, germánico y francés.
Pero fuera de estos casos excepcionales la función de las escuelas privadas
—laicas o religiosas— era complementaria de la de los colegios del Estado
y estaba impregnada de su mismo espíritu democrático. Ser alumno del Salvador,
del San José del Lasalle o de los padres Bayonenses, es lo mismo que de
los incorporados no religiosos, no atribuía status a la familia. El mismo
Colegio Internacional de Olivos que con su ubicación y el papel asignado
a los deportes reproducía una imagen criolla de las escuelas británicas
tenía un carácter diferente de los actuales en que sin duda influía la personalidad
un tanto proteica de su director, el Chivo Chelia. No era nada pituco a
pesar de sus apariencias: con decir que Perón salió de él, está todo dicho.
¡Qué horror! ¿No?
Sería ahora interminable la lista de colegios particulares en que la enseñanza
es un afecto exclusivamente secundario, sean religiosos o particulares,
y más en éstos: lo único que importa es el prestigio social del plantel
básico que pone los apellidos, tras los que corre el "medio pelo" especialmente
en los colegios de niñas, con una terrible repercusión económica en los
recursos familiares:, donde el costo de colegios y sus agregados es otro
de los gravosos gastos de representación que ahogan a los de recursos pocos
elásticos e imponen privaciones en lo imprescindible.
Pero si la representación traumatiza económicamente a la familia más traumatiza
psicológicamente las criaturas, particularmente las niñas. Sé que mucha
gente me va a odiar porque estoy mostrando las llagas que más duelen y las
más escrupulosamente ocultadas.
He aquí una:
En un curso secundario hay un pequeño grupito —siete u ocho— de alumnas
procedentes de la alta clase. Forman un círculo cerrado, lógico, porque
están vinculadas desde afuera del colegio donde sus familias están emparentadas
o son amigas, frecuentan los mismos ambientes y viven a nivel social y económico
equivalente. Sin proponérselo, constituyen el foco de atracción que provoca
en las demás niñas la emulación por incorporarse al mismo, frecuentemente
inducidas por sus propios padres que ven en la “nena” la posibilidad de
utilizarla como oficina de relaciones públicas.
El pequeño círculo acepta a unas y a otras no, por simples razones de simpatía,
y a veces también usando la discriminación, con esa inocente crueldad de
las criaturas.
El resultado no puede ser más dramático. En una psiquis tan traumatizable
como la de la adolescencia, el colegio se convierte en una verdadera tortura,
que se repite cinco años para las que se sienten rechazadas y van acumulando
un resentimiento que no se vuelve contra quienes la rechazan sino contra
su propia familia, a quien terminan por considerar despreciable.2
Esto sin perjuicio de la preocupación de la dirección de los colegios por
ajustar la enseñanza y el tono a las pautas ideológicas de la clase alta,
exagerando sus más mínimos prejuicios para asegurarte las alumnas que dan
el prestigio de la institución y restringir en lo posible las que lo quitan.
PAUTAS MENORES DE COMPORTAMIENTO
Barrio Norte, automóvil, estancia (o el yate o la quinta en el medio pelo
próspero), colegios, son los símbolos básicos.
Le llamo pautas menores a una cantidad de signos de exteriorización del
status cuya característica constante es el cambio y la movilidad. La propia
inestabilidad del medio pelo determina que su posición vertical dependa,
como en el trompo, de la velocidad, del giro. Carente de base, parado sobre
la punta, si se detiene cae.
Aquí viene aquello de "in" y "out". Es necesario estar "a la page"; lo que
es "bien" hoy deja de serlo mañana. "Saberlas todas", es un índice seguro
de status.
Así el medio pelo se construye su propio idioma que es una imitación del
modo de decir rápido y apocopado de la clase alta. No logra adquirir el
tono displicente que disimula el interés personal bajo la apariencia de
estar de vuelta de todo en un alejamiento señorial de las cosas concretas,
porque la urgencia de las situaciones no da tiempo, pero imita las expresiones
apocopadas que multiplica y cambia todos los días convirtiendo el modo de
hablar en una especie de lunfardo al revés, para iniciados que están en
el secreto cuyas claves también cambian todos los días. Lo mismo ocurre
con las preferencias artísticas, con las prendas que se llevan o no se llevan,
con el aliño y desaliño tensantes, que se manifiesta en el modo de vestir
y el peinado. Igual con la elección de sitios de esparcimiento.3
Esta inseguridad "very exciting" rige también para los lugares de veraneo
y dentro de ellos para las playas preferidas. Anótese que digo playas y
no sierras, aunque no puedo asegurar lo que va a pasar este año, porque
la reciente visita de Jacqueline puede haber provocado una revisión de las
pautas vigentes. En esto no hay nunca seguridad, pues la presencia en estos
días del de Edimburgo, puede acarrear muy graves consecuencias; tanto se
insiste en su escasez de recursos, que lo obliga a abstenerse de todo lo
que le gusta. No sería extraño que lo elegante fuera dentro de poco "andar
tirado", lo que sería lamentable para el medio pelo de origen burgués pero
una gran ventaja para los primos pobres y la alta clase media, donde los
maridos y padres añoran la gloriosa época del Palacio de los Patos, cuando
se daban corte con su pobreza.4
A cada temporada veraniega el "medio pelo” pobre agota sus nervios en la
preparación del descanso, porque si la playa es un signo del que no se puede
prescindir, este signo va acompañado de otros innumerables que exigen la
provisión de variados renglones de la indumentaria que tienen que adecuarse
anticipadamente a todas las hipótesis posibles de exhibición. Es un hecho
universal que las mujeres nunca "tienen nada que ponerse", pero en verano
y en el “medio pelo” la situación es peor.
Es en cambio para los provenientes de la burguesía el momento en que pueden
dar suelta con más esplendor a sus posibilidades de consumo. Los pobres
retornan a la ciudad en busca de descanso, agotados después de las innumerables
piruetas a que obliga el buen parecer y además endeudados, y más dispuestos
que nunca a aprovechar el resto del año haciéndoles sentir a sus neófitos
burgueses las diferencias de origen y estilo, pues han pasado el verano
disimulando cautelosamente sus alojamientos en las modestas pensiones y
hotelitos donde se apilan, o amargándole la vida a algún pariente propietario.
("Uno de estos me dijo: "Para evitar huéspedes me achiqué, pero las visitas
no han diminuido y muchas veces tengo que dormir en la bañadera").
Ser propietario tiene otros inconvenientes, pues el prestigio de las playas
varía de un año a otro, y la inversión inmobiliaria apareja el inconveniente
de que obliga a ser consecuente con Mar del Plata o Punta del Este. Afortunadamente
la alta clase también está invertida, y esto la ha obligado a aceptar la
convivencia con el desborde multitudinario habitual.
En los grandes hoteles y los casinos, la burguesía del “medio pelo” recobra
sus pautas y respira a pleno pulmón un aire que si usted no está en el asunto
puede creer que es del mar.
La enumeración y análisis de todos los símbolos que definen el “medio pelo”
sería interminable; por eso me limito a las pautas más continuadas y que
parecen identificarse con la existencia de esta imagen de status.
El trompo gira tan velozmente que la pauta que nace en este momento que
escribo puede estar olvidada cuando las líneas lleguen a la imprenta y con
seguridad cuando el libro esté en la mesa de la librería. Su fugacidad sólo
la hace compatible con el periódico, la radio, la televisión. Son para Landrú,
para Tato, para Niní Marshall, tres personajes que me hacen reír mucho.
Sobre todo cuando nuestros sociólogos dicen que los argentinos somos tristes.
¿Tristes, con las ganas de reír que tenemos y con la cantidad de personajes
reideros que pasan por delante? En realidad nuestros únicos tristes son
los zonzos solemnes que lo dicen. Pero también esa es otra historia, que
vendrá en un librito que se llama “Manual de Zonceras Rioplatenses” que
algún día aparecerá, si los lectores son benignos con este.
PAUTAS IDEOLÓGICAS
De algún modo hay que llamar al repertorio de ideas con que la gente del
"medio pelo" parece expresar una visión del mundo y del país. Como se trata
de una postura y no de una posición, la ideología no tiene ningún fundamento
ético y es exclusivamente estética: se adoptan las ideas como medios de
acreditar la pertenencia al imaginario status.
Todas estas pautas tienden a dar una idea depresiva del país.
A este propósito dije en el artículo de "Confirmado" que ya cité: "Que ese
sector se consuma a sí mismo en su propia tontería no tiene importancia.
Lo peligroso para el país es que siga gravitando con su tilinguería en la
imagen del mundo. Porque son los tilingos los que desde 1955 en adelante
han construido esta imagen argentina de país derrotado, sustituyendo la
—si se quiere guaranga,— que siempre dio la Argentina, aun en su oligarquía
cuando tiraba manteca al techo. Porque guaranga —arrogante y consentida—
fue la Argentina del viejo régimen con su rastacuerismo; y lo fue la Argentina
de Yrigoyen, pretenciosa de ser algo en el concierto del mundo, y lo fue
la de Perón. Riámonos de esas pretensiones y digámosle guaranguería. Pero
por ese camino con seguridad se va hacia adelante; por lo menos no se va
hacia atrás como en la idea del país mendicante, de "último orejón del tarro"
que el tilingo siembra cuando se trata de lo nuestro. Esto no ayuda a marchar,
que es lo que el país necesita. Descorazona, destruye la fe, limita el empuje."
"Esos desclasados como primos pobres están ahora teniendo que alimentar
los símbolos sin las rentas necesarias que la simplista estructura liberal
no les puede dar. Aferrados a la ficción, a contrapelo de sus posibilidades
reales en lugar de comprender su fracaso y rectificar el rumbo para acomodarse
a la realidad, se envenenan."
Y se envenenan contra el país. De ahí sale esa expresión ya clásica: "Este
país de m..." Es una actitud disminuida, como argentinos; están acechando
los baches de la calle, el corte de luz o de agua corriente, la falta de
horario del transporte, el vidrio o la ventanilla rota, para dar satisfacción
a su masoquismo. Hay algunos que llegan a tal extremo que parecen desear
que su mujer los engañe para poder decir que los argentinos son cornudos.
Desde que las letras de los tangos han dejado de ser lloronas y de estar
construidas sobre la base de “minas que piantan”, si aceptan oír un tango
es con la condición de que se trate de eso, lo que no les impide agregar
a renglón seguido que los argentinos son cafishios. Si por casualidad hacen
un viaje al extranjero, en sus comparaciones del retorno nunca recuerdan
aquello en que estamos en ventaja y sí, todo lo que en la comparación no
es desfavorable. Y nunca buscan como término de comparación un país de nivel
aproximado al nuestro. Siempre el modelo es uno de primera línea.
Estaba mal el guarango que utilizaba como medida de cotejo internacional
el bife a caballo. Pero entre este y el tilingo, lo positivo para el país
era el guarango.
Para esta gente la opinión que importa sobre lo nuestro es la del periódico
extranjero. Lo que diga “Financial News”, el “Times” o el “New York Herald”
y hasta “Pravda”, sí es desfavorable. Jamás se les ocurrirá pensar que el
punto de vista del acreedor es distinto al del deudor, y el del país dominante,
al de dominado, y que lo más probable es que lo que esa prensa condena por
eso mismo puede ser lo conveniente desde que el interés es opuesto. Antes
lo he dicho: la gran prensa internacional opina sobre Egipto más favorablemente
que Faruk que para Nasser. Es razonable. Lo absurdo sería que los egipcios
hicieran su opinión por la de esa prensa.
Por otra parte, desde las altas esferas de gobierno esto se ha estimulado
constantemente. ¿Qué significado tienen esas comidas mensuales de la prensa
extranjera donde gobernantes y figuras de actuación van con toda regularidad
a absolver posiciones ante un grupo de tinterillos presididos por la insolente
importancia de un tal Percy Foster, que se permite hacer emplazamientos
y sentirse menoscabado por el menor detalle, ni más ni menos que si fuera
un embajador?
Pero la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer, y no se
puede pretender que un extranjero tenga mejor opinión del país que la que
tienen esos “nativos”. Lo de “nativo” no molesta al medio pelo, más bien
agrada.5
OBREROS Y "NEGROS"
Beatriz Guido nos ha proporcionado una de las más curiosas pautas ideológicas
del “medio pelo”: es la dicotomía hecha en sus referencias a los trabajadores,
a quienes divide en obreros y “negros”.
El obrero es un ente imaginario de piel blanca y apellido preferentemente
italiano, más concretamente, ocupado en los servicios públicos, y con una
cultura media que lo pone al margen de los movimientos multitudinarios.
Su característica no es su ideología que supone comunista, socialista o
anarquista, posiciones repudiables pero cultas.
Esta es una manifestación del racismo del “medio pelo” que se verá enseguida,
y no son las pautas de la alta clase las que se reproducen, tanto como las
de la común plataforma de la intelligentzia, difundidas por la superestructura
cultural preexistente, pero cuya responsabilidad directa emana de las llamadas
izquierdas y reposa en la existencia de una imaginaria clase obrera, que
subsiste en la realidad con la misma consistencia que los 32 gremios democráticos.
Hasta la aparición del cabecita negra había un tácito acuerdo en virtud
del cual los obreros y las demás clases tenían un terreno conflictual referido
a condiciones de trabajo y a divergencias ideológicas, pero sobre una base
de sobreentendidos culturales y el conflicto era social. Pero este fue alterado
por la presencia de los trabajadores argentinos del interior, excluidos
como factores sociales.
Este huésped que venía del fondo de la historia les dio a todos la sensación
de que su casa era invadida, provocando idénticas reacciones en la sala
y en la cocina, en cuanto importaba la integración del país con un elemento
descartado en sus esquemas.
Ideológicamente Rodolfo Ghioldi y el Almirante Rojas están diametralmente
opuestos, y podrían fusilarse recíprocamente. Pero su actitud es la misma
y coinciden cuando se trata de la aparición del elemento auténticamente
nacional, porque éste altera los supuestos ideológicos comunes, tal como
ocurriría entre Moscú y Nueva York —y posiblemente también Pekín— si ocurriese
un desembarco de marcianos. Siguiendo el símil podríamos decir hoy que todavía
Pekín representa a los marcianos, pero a condición de que los platos voladores
no sean ciertos. Habría entre todas las ideologías un presupuesto común
que defender: el de los terrícolas. Para izquierda y derecha, la presencia
de un trabajador que culturalmente era inexistente fue un desembarco de
marcianos, y sigue siéndolo en la mentalidad del "medio pelo". A contrario
imperio han fabricado la imagen de un supuesto obrero que es terrícola,
es decir, "decente", parte sana de la población.6
Este es el obrero: los “otros” son los “negros”.
EL RACISMO DEL "MEDIO PELO"
En el artículo que he citado reiteradamente digo:
"El racismo es otra forma frecuente de la tilinguería”.
"La tilinguería racista no es de ahora y tiene la tradición histórica de
todo el liberalismo. Su padre más conocido es Sarmiento, y ese racismo está
contenido implícitamente en el pueril dilema de "civilización y barbarie".
Todo lo respetable es del Norte de Europa, y lo intolerable, español o americano,
mayormente si mestizo. De allí la imagen del mundo distribuido por la enseñanza
y todos los medios de formación de la inteligencia que han manejado la superestructura
cultural del país.
"Recuerdo que cuando cayó Frondizi, uno de los tilingos racistas me dijo,
en medio de su euforia:
"—¡Por fin cayó el italiano! —Se quedó un poco perplejo cuando yo le contesté:
"—¡Sí! Lo volteó Poggi.
"Muchos estábamos enfrentados a Frondizi; pero es bueno que no nos confundan
con estos otros que al margen de la realidad argentina, tan "heredoitálica"
en el presidente como en el general que lo volteó, sólo se guiaban por los
esquemas de su tilinguería.
"Ernesto Sábato, con buen humor, pero tal vez respirando por la herida,
ha dicho en "Sobre Héroes y Tumbas" más o menos lo siguiente: “más vale
descender de un chanchero de Bayona llamado Vignau, que de un profesor de
Filosofía napolitano”. Lo dicho me chocó en mi trasfondo tilingo inevitable,
(fui a la misma escuela y leí la misma literatura), porque tengo una abuela
bearnesa de apellido Vignau, tal vez más que por lo de Bayona, por lo de
chanchero. (Vuelvo a recordar que fui a la misma escuela, etc.).
"La verdad es que ni el presidente ni el general son italianos (después
los hicieron vascos a Illia y a Onganía para verlos mejor situados). Simplemente
son argentinos de esta Argentina real que los liberales apuraron cortando
las raíces.
"Esa mentalidad tiene una escala de valores raciales que se identifica por
los apellidos cuando son extranjeros. Arriba están los nórdicos, escandinavos,
anglosajones y germánicos; después siguen los franceses; después los bearneses
y los vascos; más abajo los españoles y los italianos, y al último, muy
lejos, los turcos y los judíos. Cuando yo era chiquilín nunca oí nombrar
a un inglés que generalmente era irlandés, diferencia muy sutil entonces,
sin decir "Don", aunque estuviera "mamao hasta las patas". El francés, a
veces, ligaba el don; y en ocasiones también el vasco. Jamás el español,
que era gallego de ..., lo mismo que el italiano "gringo de ..." ¿Para qué
hablar del turco y del ruso?"
EL MAESTRO CIRUELA
Claro está que en el rango más inferior de esta escala de valores raciales
está el criollo.
Pero esta escala no la ha fabricado el "medio pelo". Tampoco la clase alta:
ni siquiera la intelligentzia que la sigue difundiendo. Está en el entresijo
de la enseñanza: en nuestro libro, en nuestra Universidad, en nuestra escuela.
Tan en el entresijo que ya no hace falta repetirlo, porque hay un acuerdo
tácito y los descendientes de cada una de las razas ocupan su lugar en el
palo del gallinero a la hora de dormir, y las que están abajo aceptan como
cosa natural que las de arriba ...
Oigamos un poco esta música.
"Rossini agasajaba exageradamente a los españoles que encontraba en el camino.
Preguntado por el motivo de tal ocurrencia, explicó: “—La Spagma impediva
a l'Italia di essere l´úlitma nazione d´Europa”. A nuestra vez, los gallegos
deben agradecernos a nosotros que les impidamos a ellos, ser la última nación
del mundo civilizado."
Podríais creer que la referencia no es racista sino cultural, pero cultura
y raza se identifican, y lo que originariamente es intelectual se hace anatómico
y viceversa: “En tanto el cráneo de los norteamericanos se ha abovedado,
el de los españoles se ha contraído por tres siglos de Inquisición, pues
el norteamericano es anglosajón sin mezcla de razas inferiores”.
Lógicamente, los argentinos “somos pobres hombres llenos de pretensiones
y de inepcia, miserables pueblos ignorantes, inmorales y apenas en la infancia.
Somos una raza bastarda que no ocupa sino embaraza la tierra”.
Pero vosotros creeréis que la cosa corre con los demás, por ejemplo si sois
judíos. ¡Oíd esto, camaradas de la DAIA, que no lo ha dicho Errecarte Pueyrredón
sino el cerebro, el gran cerebro, el único cerebro! “... El pueblo judío
esparcido por toda la tierra, ejerciendo y acumulando millones, rechazando
la patria en que nacen y mueren... Ahora mismo, en la bárbara Rusia, como
en la ilustrada Prusia, se levanta el grito de repulsión contra este pueblo
que se cree escogido y carece del sentimiento humano, de amor al prójimo,
de amor a la tierra, del culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes
hechos donde quiera que se produzcan”. Y en otra parte: “¡¡Fuera la raza
semítica! ¿O no tenemos derecho, como un alemán, ni cualquiera, un polaco,
para hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo una patria?”
Pero esto de los semitas corre también para los árabes (¿creían los "turcos"
que se la iba a llevar de arriba?). Los árabes "son una canalla que los
franceses corrieron a bayonetazos hasta el Sahara".
Ni los árabes, ni siquiera todos los alemanes; se dice que vendrán aquellos
alemanes del Volga, que son católicos y que efectivamente después vinieron:
"Estarían pronto a embarcarse con destino a estas playas cantidad de estos
bípedos, razas que están más abajo de los pueblos más atrasados del mundo."
¿Creéis que se salvarán los irlandeses, sobre todo esos que andan por ahí
disfrazados de ingleses y entreverados en los negocios anglosajones? ¡Que
oigan los irlandeses!
"La chusma irlandesa organizada por los curas. El irlandés llega a los Estados
Unidos 'borracho e ignorante'. Muchedumbres groseras, ignorantes, atrasadas,
las únicas a ese grado." De esta gente desciende vuestro admirado John Fitzgerald
(los dos, el que voló a las Malvinas y aquel a quien hicieron volar en Dallas
los admirados anglosajones) : "'Fanáticos, ebrios, semisalvajes". "Si vinieran
aquí en diez años quedaría reducida la Argentina a la condición de Irlanda:
pueblo por siglos ignorante, fanatizado”. El personaje que estoy citando
vio en los Estados Unidos unos vagones rústicos, ordinarios, e inquirió
para qué se los utilizaba, le respondieron que para transportar negros y
europeos, y le aclamaron que "europeos quería decir inmigrantes recién llegados,
irlandeses" : se tranquilizó, "negros e irlandeses".
"...Se dirá sórdido como un judío, falso como un griego, sanguinario, inmoral
como un argentino."
Supondréis que esto lo ha dicho una señera gorda, de las que suelen concentrarse
en la calle Austria y Santa Fe para pedir la reaparición del modelo racial
que admiran.
¡No! ¡Esto es de Sarmiento! ¡El Gran Sarmiento!
Está en toda su obra disimulado por los profesionales del sarmientismo,
en la raíz de las ideas básicas que para la mesocultura divulga la intelligentzia.
Y así Sarmiento es reverenciado por los descendientes de irlandeses y alemanes
del Volga, por los descendientes de judíos y árabes, de italianos y españoles,
todos conformes en el racismo de Sarmiento. Porque de todos modos ellos
están un escalón más alto que los criollos: y les basta aunque de arriba
... como en el gallinero. Para esa gente la cuestión es ser más que alguien;
no importa ser menos...
Puedo ahorraros la verificación tomo por tomo, página por página de estos
dichos, porque el repertorio de las ideas sarmientinas están admirablemente
resumidas en el libro de Roberto Tamagno "Sarmiento, los Liberales y el
Imperialismo Inglés", A. Peña Lillo, editor. Tomadlo juntamente con las
obras completas del "maestro" y verificad cita por cita. Y encontraréis
mil más que no transcribo porque toda la obra es eso: sandeces injuriosas
sobre todos los pueblos que sin los beneficios de la raza anglosajona y
su cultura, no han podido desarrollar la "bóveda craneana" a semejanza de
los habitantes de los Estados Unidos.7
LA RAZA SUPERIOR
En cambio la raza anglosajona es la “primera en el mundo por su energía
el por su trabajo o por las instituciones libres que ha dotado a la humanidad”,
y es rasgo de “godismo recelar de Inglaterra o hacer ironía con la amistad
inglesa”.
Un inglés que llegó a San Juan por razones mineras “ayudó mucho a levantar
el tono de la sociedad regenerada”. “Gloria a Dios son los Estados Unidos,
Inglaterra, Alemania y Norte de Europa”. Es natural entonces que confíe
a ojos cerrados en la “gloria de Dios”, y se explica que siendo Ministro
argentino en la República del Norte propuso un tratado de arbitraje con
la misma en que el árbitro sería ¡la Suprema Corte de Estados Unidos!, lo
que no deja de ser lógico en el “maestro ciruela” por cuanto “para nosotros
basta que haya nacido (una Constitución) y se propague en Norteamérica,
para reputarla útil, práctica, económica y fundada en razones”.
¿Dónde está la diferencia con la “señora gorda”?
Le habían fracasado las Invasiones Inglesas. Lo dice: “Todos se preguntan
ahora, y diez años después los mismos héroes de la gloriosa hazaña: ¿por
qué peleamos contra Inglaterra que nos traía el comercio libre, la libertad
de imprenta, el escrito de hábeas corpus, y una civilización que abrazaba
todos los ramos de la cultura humana?” “Siendo absurdos los motivos parece
ridícula o al menos lastimosa la defensa y ruinosa la victoria, porque rutinosa
lo fue”.8
Le fracasó también la inmigración inglesa. Hubo la dominación económica,
pero los ingleses no vinieron como inmigrantes ni con las subvenciones de
propaganda que Sarmiento dio “para que las leyes de la perfectibilidad humana
se realicen por quienes han sido preparados por Dios para realizarlas, que
son razas humanas perfectas en su organización y perfectibilidad”. Llegaron
en cambio gentes del sur europeo que en “Estados Unidos son elementos de
barbarie”. Hubo que aguantarlos porque los superiores venían como gerentes.
(Inglaterra no manda colonos donde hay cipayos que cumplen el oficio).
Ya que no se pudo hacer el país con las razas superiores, había que anglicanizar
en lo posible a las inferiores aunque no se prestasen por la forma de su
bóveda craneana. Así, cuando funda la Escuela Normal de Paraná como plantel
básico para el desarrollo de la instrucción pública según la concibe nombra
director a un norteamericano, Mr. George Stearns, que recién empieza a balbucear
el castellano. Lo que importa no es que el director de la escuela sepa español
sino que lo niños aprendan inglés, y así el programa de la escuela de aplicación
anexa al curso Normal, y que empieza a los seis años tiene desde el primer
grado enseñanza de inglés que dura los seis grados de primaria y los cuatro
de la enseñanza Normal, en que era la asignatura más importante. Fue un
doble fracaso; ni los entrerrianos se hicieron ingleses, lo que “mediopelezcamente”
es lamentable, ni el director aprendió, lo que es natural, por una razón
de respeto hacia la raza superior que Sarmiento comprendía.
FLOR DE CEIBO Y NOSTALGIA
Para el "medio pelo" todo producto industrial argentino es “flor de ceibo”
(La humilde flor del ceibo fue declarada flor nacional hace muchos años.
No es que sea fea; lo que la desacredita es que es nacional; sus admiradores
quisieron honrarla e hicieron de ella un titulo denigrante aplicado a la
industria, también conforme a las ideas económicas de '"el maestro".
Sarmiento se ha encontrado con Cobden y ha recogido directamente en su ancha
oreja aquello de que "Inglaterra será el taller del mundo y América del
Sur su granja". Desde el gigantesco receptor transmite con su vozarrón las
sabias enseñanzas: "Afortunadamente nuestro inventario se compone de un
producto cambiable por todos nuestros consumos. Produce la tierra pasto
que nada cuesta y que casi sin costos se transforma en lanas, cuero y carnes."
Y entonces prefigura el destino del país: "Los hombres vivirán en Europa
y la América Meridional se destina para estancia, para criar ganado que
por falta de espacio no puede criarse allá."
Ya se ha visto que al pie de la letra se tomó la oligarquía eso de vivir
en Europa. ¿Y los otros argentinos, qué son? No digo nada de las multitudes
anónimas incursas en el pecado de no tener cabellera rubia y ojos azules,
con los cráneos deformados por el catolicismo, víctimas de la bebida y de
todas las tareas congénitas comunes a los pueblos que no son "la gloria
de Dios". Se lo pregunto al "medio pelo" y a todos los intelectuales de
izquierda y de derecha que han sarmientizado al país y pretenden seguirlo
haciendo desde sus supuestos culturales, confesada o inconfesadamente. ¿O
creéis por ventura que vosotros también sois hombres de los que pueden vivir
en Europa, mientras los otros crían ganados y os giran regularmente el importe
que los pueblos privilegiados quieran pagar por la transformación del pasto
en carne, lana, cuero? ¿Comprendéis ahora a los Borges en las letras, a
los Busso en el derecho, a los Houssay en la medicina? ¿No es mejor y más
seguro hacer méritos para contar entre los hombres destinados a vivir en
Europa, que solidarizarse con los que están trabajando para preparar el
contenido de los giros? ¿Comprendéis ahora por qué me indigné cuando Silvina
Bullrich dijo que allá están las raíces de nuestra cultura y ésta es la
oficina para que manden los giros ?.9
Ya en el Capítulo I está dicho lo que el liberalismo piensa sobre la industrialización
del país. ¿Qué extrañar entonces lo que piensa la alta clase propietaria
de la tierra, que hace tiempo se decidió por la Patria Chica? Su posición
no será patriótica pero es congruente con lo que cree sus intereses.
El "medio pelo" en sus sectores provenientes de los "primos pobres" y de
la alta clase media no es demasiado estúpido para percibir que sólo en la
expansión de las posibilidades nacionales está el horizonte que lo libere
de la ficción en que vive; su propia mediocridad explica su actitud. En
última instancia puede descargar su responsabilidad en la intelligentzia
que suministró a su frivolidad esos elementos de cultura; pero en los provenientes
del desarrollo capitalista, en los nacidos de la creación de condiciones
para la burguesía, no sólo se trata de una traición al país: es un suicidio.
Durante mucho tiempo, después de la Revolución del 55, verdaderas columnas
de "señoras gordas" salían todas las mañanas en Montevideo del vapor de
la carrera y marchaban encolumnadas hasta la plaza Independencia a depositar
la consabida corona de flores a la estatua de Artigas, donde las esperaba
el embajador argentino, doctor Alfredo Palacios, con sus consabidos bigotes
y discurso. Cumplido el ritual mañanero, las gordas arrancaban a la carrera
por la calle 18 de Julio arriba, ávidas de vidrieras y negocios donde aprovisionarse
de artículos importados que les habían faltado durante toda la “tiranía
sangrienta” que las obligaba a consumir productor “flor de ceibo”.
A la misma hora de la sentina del vapor que las había llevado, salían las
mercaderías argentinas que iban a reponer los estantes y las vidrieras montevideanas.10
A la noche las señoras gordas, derrengadas y agobiadas bajo el peso de los
paquetes, se embarcaban de retorno a Buenos Aires, felices con las compras
que habían hecho en la otra orilla.
Ya se ha citado a Imaz cuando se refiere a la falta de conciencia de grupo
y de sus intereses de tal, en nuestra burguesía reciente.
Si prefiere la experiencia personal, visite usted la casa de uno de estos
burgueses de “medio pelo” y encontrará la documentación más concluyente:
la radio, el televisor, las máquinas de confort hogareño, de refrigeración
y limpieza, las telas de los trajes y vestidos, las alfombras, las lámparas,
las bebidas que consumen, los cigarrillos que se fuman y comprobará que
todo es de procedencia extranjera. No necesitará indagarlo, porque el dueño
de casa se adelantará a decírselo, orgulloso de la inversión de sus fondos
negros, porque todo lo argentino, menos lo que él fabrica, es “flor de ceibo”
y no puede compararse con el artículo importado.
En realidad esto de la mercadería “flor de ceibo” se corresponde con aquello
de “este país de m...”
Pero también hay la inteligencia "flor de ceibo", que está constituida por
los que intentan pensar como nacionales, tema que exige una particular atención
que le dedicaré en la edición ampliada de "Los Profetas del Odio", que seguirá
inmediatamente a la aparición de este libro.11
Hay otras muchas pautas ideológicas menores cuya importancia es sólo relativa.
La más típica de ellas es la actitud nostálgica del pasado, la permanente
remisión a una Jauja a la cual todos han pertenecido. Es la tía Leonor,
dueña del landó; el pariente encumbrado que era primo carnal de la mamita
vieja, y la “señora mayor”, que solía visitarnos. La estancia que se malvendió.
Toda una temática de evasión a un supuesto país perfecto cuyas duras realidades
borran sus perfiles embellecidos por el recuerdo, que se adorna de gasas
que el tiempo esfumina, y tiene la belleza marchita de las flores al día
siguiente del sepelio, mientras su ácido olor se respira en el ambiente
que van dejando libre los empleados de pompas fúnebres, al retirar los candeleros
del velorio. "Cuando mi recuerdo va hacia ti se perfuma", dijo el poeta.
Y esa imaginería tiene la belleza de lo que pudo ser y no fue. La belleza
de la novia con quien no nos casamos, a condición de no encontrarla a la
vuelta de la esquina. El "quiero y no puedo" consciente de su ficción se
inventa un pasado...
Aquí también está malparada la burguesía del "medie pelo". Los recuerdos
inmediatos se vinculan más con Lanús y Gerli que con el Barrio Norte, y
no hay "mamita vieja" ni "señora mayor", porque mencionarla sería meter
el dedo en el ventilador. Pero pronto se descubre un recurso que sólo es
nuevo para los nuevos. Saltar una o dos generaciones y descubrirse una familia
importante en Europa. Oyéndolos uno termina por creer que la emigración
fue un deporte y que los antepasados inmigrantes eran turistas de lujo que
fueron ganados por el paisaje.
LA GRAN PAUTA
Las situaciones que caracterizan al "medio pelo" evolucionan históricamente
como se anticipó en la introducción de este trabajo, cuando se explicó el
criterio aplicado para recoger del ambiente una expresión ya formada para
calificar este equívoco estrato social. Se vio entonces que lo que lo define
es esa calidad de equívoco y ambiguo, la naturaleza imitativa y ficticia
del status que sus componentes se atribuyen, con prescindencia del nivel
social en que esto ocurre y que está determinado por la composición social
en cada momento histórico.
Así vimos que en la sociedad tradicional el "medio pelo" se ubicaba por
debajo de la parte decente y sana de la población en el rango que entonces
se entendía por de "gente inferior" en cuanto un grupo del mismo intentaba
reproducir las pautas correspondientes a la gente principal. También se
vio que donde "gente inferior" y color se identificaban, como en el Caribe,
el "medio pelo" se manifestaba en los "morenos" que querían disimular su
condición adoptando las pautas de comportamiento de los blancos. Aquí eso
fue excepcional dado lo reducido de la población de color que como se recuerda
en la cita que allí se hace estaba a fin del siglo pasado casi exclusivamente
constituida por los ordenanzas de las grandes reparticiones y sus familias
que repetían en su vida "social'' los modos de los altos funcionarios ante
quienes actuaban, ''con las bandejas". (Recordemos que la actividad más
generalizada aun en la colonia entre los morenos fue la de domésticos y
que, libertos, adoptaron los apellidos de sus patrones con los que todos
ostentaban apellidos tradicionales que hacían más propicia la actitud).
Entre 1920 y 1930 el grupo más numeroso de morenos, entre los que contaban
los últimos de la raza ya en extinción, que desempeñaban tareas en el Congreso
y en la Casa de Gobierno y aquellos en que Vacarezza reclutó muchas veces
elementos para el espectáculo tenían un club, al que he concurrido en mis
andanzas políticas entre las secciones electorales octava y segunda de la
capital, en el barrio que se extiende entre San Juan y el Parque de los
Patricios. Allí me fue dable observar ese amaneramiento de que habla la
cita y que subsistía en la agonía de un grupo racial.12
Pero como se ha dicho esto era de excepción. La expresión "medio pelo" tenía
entre nosotros ya una acepción más amplia y no caracterizada racialmente.
Así se comenzó a atribuir con preferencia a capas procedentes de las primeras
promociones inmigratorias, para terminar aplicándose a niveles mucho más
altos, que es el criterio usado en este libro pues lo que en definitiva
determina la calificación no es el nivel adonde se produce, sino el carácter
falso de las situaciones y el pie forzado con que se las vive, es decir
la ficción.
Esta ficción de status ha existido siempre pero sin el carácter masivo de
los últimos años, en que dejó de ser episódico y excepcional para convertirse
en el modo del vasto sector que se ha analizado. También se ha visto que
esta generalización se produce en el momento histórico de lo que diremos
el "aluvión zoológico" para emplear un término característico del "medio
pelo". La posición inversa al mismo es ab-initio un signo de status. Ni
remotamente toda la gente que se ubica contra el movimiento de 1945 es "medio
pelo"; pero todo el "medio pelo" está en esa posición porque ella se convierte
como signo negativo en un signo afirmativo del status que se busca.
Cuando la clase alta, pasados los episodios de la Unidad Democrática se
retrae a su propio medio alejándose de los contactos populares, el "medio
pelo" afirma aun más este signo para convertirlo en el signo de los signos.
A través de la Unidad Democrática, la gente del "medio pelo" ha tenido por
un tiempo la ilusión del mismo status con la clase alta. Cuando esta se
retrae necesita aferrarse a las pautas que motivaron la convivencia y el
"antiperonismo" le resulta el único nexo subsistente. Valorizarlo como símbolo
es confirmarse en el status que se atribuye. Con el transcurso del tiempo
se convierte en el símbolo por excelencia y así el antiperonismo se convierte
en la pauta de las pautas: la Gran Pauta.
Esta pauta las resume a todas porque es pauta de comportamiento y pauta
ideológica. Como pauta ideológica contiene todos los elementos intelectuales
aportados por el sarmientismo de la intelligentzia que se acaban de ver
y como pauta de comportamiento resume, en la calcomanía de las pautas de
la clase alta los signos de distinción que se buscan en ella. Cumple además
otra función integradora porque en la comunidad del símbolo, y por el contraste
que este establece con el resto de la sociedad que el medio pelo considera
por debajo de su status, es un instrumento de fusión endógeno al grupo,
que permite en cierta manera reconstruir la imagen de la sociedad tradicional
que había derogado el fenómeno inmigratorio. Para los supuestos del "medio
pelo" se ha reconstituido la separación entre gente principal, "parte sana
y decente" de la población, y clase inferior constituida por los "negros".
Sólo que ahora la parte sana y decente se configura con los gringuitos adentro,
lo que explica que uno de ellos haya podido hacer la calificación de aluvión
zoológico.
Creo que con esto está bien claro que Perón o Peronismo no son más que nombres
ocasionales, pretextos; el antiperonismo es tan hecho social como el peronismo;
mientras aquel es el nombre que tiene la integración de toda la sociedad
argentina en una nueva configuración, éste expresa la resistencia a la misma.
Perón o Mongo, ese es el hecho adjetivo. Lo sustantivo es lo que se acaba
de decir y se repetirá respecto del hombre o del grupo social que aparezca
encabezando la integración inevitable; se reiterará la misma situación que
se produjo entonces y cuyos valores entendidos subsisten, al margen de las
virtudes o vicios que tenga la conducción. Con mayor razón si el hombre
o grupo conductor surge de los estratos medios de la sociedad, y aun por
la influencia de un Alcibíades o un Julio César salidos de la clase alta.
Este será un desertor que por el solo hecho de actuar al servicio de la
causa nacional, identificada con la integración, recibirá las mismas calificaciones
y servirá como pauta definitoria a contrario imperio.
Perón y el peronismo, para emplear los términos corrientes de la Sociología
de la Cátedra no son otra cosa que el marco de referencia.13
La vigencia de las pautas peyorativas respecto de lo popular generó a su
vez reacciones defensivas que recíprocamente se convirtieron en pautas valorativas,
tal como ocurrió con la expresión "descamisado", que terminó por ser signo
positivo de afirmación de lo detractado. Recíprocamente, "oligarca" y hasta
"cipayo" y "vendepatria", concluyeron siendo calificaciones aceptadas que
el "medio pelo" asumió entre humorística y complacidamente, ya que no contrariaban
sino que se confirmaban las dos segundas con sus pautas ideológicas, y con
las de comportamiento, la primera.
Así el mote "grasa" adquirió un sentido reivindicatorio, por oposición a
la supuesta calidad selecta del adversario y ser "grasa", se hizo necesario
en el dirigente político y gremial del peronismo, a pesar del contraste
evidente, con el ascenso económico colectivo y el particular del dirigente
que invocaba la calidad, a pesar del reloj-pulsera, inevitablemente de oro,
y la cómoda casita de extramuros.
Así en la vida interna del movimiento era frecuente apelar a la condición
de "grasa" para prevalecer sobre los miembros del movimiento que por su
origen o su condición no se comportaban como tales, o no simulaban hacerlo.
Recuerdo un episodio que me ocurrió en una reunión en Remedios de Escalada.
Se discutía una posición táctica del movimiento, y dos de mis oponentes
para debilitar mis proposiciones invocaban constantemente su condición de
"grasas", colocándome en el debate, como si yo fuera "sapo de otro pozo".
Se trataba de dos ferroviarios —pues predominaban, como era lógico, en el
lugar, los obreros del riel y les advertí que en primer término, en el movimiento
ya no había "grasas"—calificación correspondiente a la etapa anterior al
ascenso de peones a obreros—. Los concurrentes allí eran obreros y no "grasas"
y ese ascenso era, precisamente, el significado social profundo del movimiento,
agregando, entonces, que si aceptábamos que los obreros eran "grasas" y
no tales, lo único que probaríamos es que en lugar de haber presidido el
ascenso social habría sido el descenso su resultado. Más tratándose de ferroviarios,
que nunca habían sido "grasas" sino un sector privilegiado dentro de los
trabajadores argentinos.
Casi afirmaría, agregue, y sin conocerlos, que ustedes dos tienen casa propia
y están en riesgo de ser calificados como "oligarcas" en un planteo como
el que traen que excluye a los no "grasas" de la participación en el mismo.
Se trata de una petición de mala fe y exijo que los compañeros presentes
se pronuncien al respecto. Se pronunciaron y los dos supuestos "grasas"
se llamaron a silencio.
Esta posición negativa es ahora estimulada por ciertos sectores de la antigua
izquierda que están resultando más papistas que el Papa, y pretenden configurar
el movimiento peronista en relación con su momento originario, y no con
su composición actual, hija de la transformación operada en el país durante
su proceso de ascenso colectivo.
La misma gente que con su ideología de importación definió el movimiento
en 1945, como un movimiento de la clase media fascistizante, y al aporte
obrero de las masas en ascenso como un lumpen-proletariat marginal ahora
pretende definirlo, como un movimiento exclusivamente proletario. (Entonces
transfirió la expresión lumpen-proletariat, cuya significación marxista
corresponde al desclasamiento de un proletariado marginal al fenómeno de
interacción social por ascenso de los migrantes del interior.) (Ver Nota
6 de este capítulo). Con la misma desaprensión que negó condición obrera
a los trabajadores de la base, ahora excluye la existencia de los grandes
sectores de las otras clases que contribuyen a su conformación, y aun los
mismos de procedencia proletaria, que se han calificado en el ascenso colectivo.
Aparentando una revisión de sus errores anteriores, reinciden en los mismos
porque el error es de método. No quieren entender la naturaleza vertical
de los movimientos de la sociedad argentina por lo que no se ajustan sus
conclusiones a la realidad, sino que someten ésta a la necesidad de encuadrarla
en el esquema prefabricado de la ideología importada que demanda una visión
exclusivamente horizontal de los desplazamientos sociales.
Es que persisten en los errores de la intelligentzia y como los liberales
son también discípulos de Varela: "El sombrero está hecho y hay que ajustar
la cabeza al mismo”.
Lo gracioso es su soberbia, común con toda la intelligentzia. Confiesan
que no entendieron, se rectifican en las conclusiones sobre el ayer, pero
en el presente actúan con la misma seguridad que antes, y enuncian la fórmula
química siguiendo en la total ignorancia de sus componentes, porque son
incapaces de la humildad intelectual que exige prescindir de la sabiduría
libresca para considerar los hechos argentinos que no están contenidos en
los estantes de la biblioteca.
Esta petulancia de la intelligentzia trajo dentro del movimiento, otra pauta
dañosa también de rechazo: la subestimación de lo intelectual que fue arrastrada
por la justificada hostilidad de la intelligentzia. Hubo una expresión,
“cráneo”, afortunadamente ya echada al olvido, y en virtud de la cual se
reaccionaba adversamente a la jerarquización intelectual de los militantes;
actitud defensivamente explicable ante la conducta de la intelligentzia,
pero peligrosa en la maduración del proceso que debe hacerse, como se está
logrando, por la formación de una auténtica inteligencia nacional.
CONCLUSIONES
Al que escribe le suele suceder lo que en el juego, según dice un paisano
de Javier de Viana: "Se dentra con un rial pa' despuntar el vicio, y cuand'uno
acuerda, está metido con caballo ensillao y todo".
Así me pasó con este libro. Pensé primero en unas notas periodísticas inspiradas
en el ridículo del "medio pelo". Algo para el humor fácil, y como todo humor,
hijo de una amargura encubierta por la risa. Es cosa de varón esto de esconder
la queja aunque más no sea porque el "calavera no chilla".
Pero a medida que iba entrando en el tema fui comprendiendo su importancia,
sobre todo cuando percibí que la tilinguería absorbiendo a la burguesía
reciente, había destruido una de las fuerzas potenciales para la construcción
de la Patria Grande.
Toda mi vida se ha concentrado en ese objetivo que ahora consiste en modernizar
las estructuras económicas y sociales argentinas, que es lo que modestamente
está a nuestros alcances en el limitado tiempo y espacio de que disponemos.
Yo sé que esto le parecerá muy poco a los grandes ideólogos revolucionarios
de la intelligentzia; pero sé que este programita sencillo y de vuelo corto
los tiene en contra cada vez que se intenta, porque como he dicho en otra
parte, preocupados por volar muy alto, le sacan la escalera al que quiere
subir un poco con la complacencia de los que quieren que no subamos nada.
Y así fue como me encontré que esto del "medio pelo" tenía una proyección
que no había percibido en el primer momento. Esto me llevó a analizar la
evolución de la sociedad en la historia y constaté enseguida que no se acomodaba
a los esquemas transferidos desde otras sociedades y desde los cuales se
sacan conclusiones. Al mismo tiempo fui percibiendo la importancia de las
pautas en los grupos sociales.
Creo que le debía esta explicación al lector, que a pesar de la advertencia
del subtítulo, pudo ser atraído exclusivamente por lo del "medio pelo",
como por una trampa.
* * *
Que la alta clase propietaria se aferre al país chico, no será patriótico,
pero es congruente, como ya se ha dicho. También se ha dicho que es explicable
que la imagen de un status seduzca con su jerarquía supuesta a los “primos
pobres” y a la alta clase media. Pero que la burguesía desnaturalice su
función histórica adoptando las pautas ideológicas de las clases que se
oponen a su desarrollo, es una aberración, porque su posición antinacional
significa una posición antiburguesa, ya que el desarrollo de un capitalismo
nacional dependen exclusivamente de la modernización de las estructuras.
Así, sólo la dirección de los trabajadores aparece cumpliendo su función
histórica y teniendo que cubrir, además de su tarea en la conducción del
proletariado, el claro, la vacante de la función abandonada por la burguesía,
en la expansión hacia la Argentina potencia.
* * *
La historia vista desde la influencia de las pautas lleva necesariamente
a la investigación de las élites que las elaboran. Así vemos que en el comportamiento
opuesto en las guerras civiles del pasado, un común origen social y la pertenencia
de grupo, no impiden la existencia de pautas distintas que corresponden
a la visión del papel de la plebe constituyente de las grandes masas del
país.
Los Federales las consideran parte de la historia, porque su idea es la
construcción del país según su naturaleza. Los Unitarios las excluyen porque
su ideario es la construcción del país al margen de aquella.
Después de Caseros se impusieron las pautas ideológicas de los Unitarios
y se empezó a acomodar la cabeza al sombrero como quería Florencio Varela.
La élite vencedora realizó, con todo, una política del país pues cualquiera
sea el juicio que nos merezca, su política de grupo social coincidió con
la preocupación de buscar su grandeza; ya se ha dicho que por un camino
equivocado que tenía el límite a corto plazo. La política fue antinacional
por la ideología que la inspiró, pero los que la realizaron creían que hacían
política para la Nación. Su progresismo dio más frutos en la expansión agropecuaria
y el nacimiento de un país nuevo al que aportó la inmigración. Fue una política
de Patria Chica que creyó que el litoral era toda la Patria. El roquismo
tuvo una visión más integral del espacio. Traía también una visión económica
nacional que de cumplirse pudo haber adelantado la integración social con
la integración económica e incorporado el criollaje del interior a niveles
sociales modernos.
Pero el roquismo que había ganado la batalla en las trincheras la perdió
en los títulos de propiedad de la Provincia de Buenos Aires y fue asimilado
por la clase alta terrateniente que impuso definitivamente las pautas del
país dependiente.
La generación del 80 que pudo constituir la nueva élite para el nuevo país,
se incorporó a la oligarquía porteña y se ahogó en el abrazo del acuerdismo.
La presidencia Quintana fue el símbolo de esta renuncia a la grandeza. A
su vez, esa vieja élite porteña con sus apéndices del interior, se desarraigó
y perdió toda idea de construcción nacional. Dejó de ser élite desde el
punto de vista político porque se hizo conservadora y su conciencia de grupo
sólo actuó desde entonces y sigue actuando para mantener al país dentro
de lo ya logrado. Es el adversario neto de la modernización de las estructuras
y además tiene conciencia de su alianza con las fuerzas extranjeras que
nos tiene reservado un destino apendicular.
* * *
Desde entonces el país no tiene élite conductora.
No la dio la inmigración y su integración con el país; tuvo que hacerse
a través de un caudillo: Yrigoyen.
Caído el caudillo, careció de conciencia histórica y fue cuestión de tiempo
que los descendientes de inmigrantes, en su afán de ascenso en el status,
fueran absorbidos por la ideología de la vieja clase que no contrariaba
fundamentalmente la promoción de su ascenso vinculado al desarrollo de la
expansión agropecuaria.
Cuando el país ya no cabía dentro de los límites previstos en el “progreso
ilimitado” el Estatuto Legal del Coloniaje de la Década Infame le impuso
un lecho de Procusto. Pero la Gran Guerra lo reventó interrumpiendo la ecuación
exportación –importación, y obligando al país a potenciarse por sí mismo.
Inmediatamente, éste dio un salto –tan contenido estaba en su expansión—y
producto de ese salto fue el hecho económico y social que generó a Perón.
Mal o bien, este caudillo rigió la nueva integración argentina: la de los
criollos que sucedían a la de los gringos, e imposible sin la modernización
de las estructuras, que de hecho produjo la guerra mundial.
Pero faltó la élite burguesa correspondiente al momento histórico que la
clase obrera por sí sola no podía reemplazar en una sociedad como la nuestra,
que necesita la cohesión vertical de las clases de ascenso para vencer al
enorme poder de los intereses preexistentes, nacionales y extranjeros, que
se oponen a que seamos potencias.
* * *
La Revolución de 1955 —después de la leve vacilación Lonardi— concibió la
solución suprimiendo un pedazo de historia. Quiso volver atrás borrando
el paréntesis de modernización de las estructuras que cubría 10 años de
los más intensamente vividos en el país. En lo económico y lo social, intentó
restaurar la situación vigente en la Década Infame. En lo político, la vieja
ordenación de los partidos. Pero el país había crecido y era otro. Si era
imposible restaurar aquella economía y aquella sociedad, tampoco era posible
restaurar su estructura política. La expresión política Perón era el producto
de que ya estaba muerta en 1946. ¿Cómo de otra manera pudo ser posible que
un hombre desconocido dos años antes rompiera los cuadros de los partidos
y absorbiera al mismo tiempo las nuevas promociones sociales que se incorporaban
a la historia?
La historia de estos 10 últimos años con sus idas y vueltas no es más que
la documentación de que el viejo país está muerto y sólo puede subsistir
transitoriamente y por la imposición de la fuerza, pero así y todo, en las
apariencias formales y no en la sustancia. El emparchado traje democrático
con que se quiere cubrir la ficción de una sociedad organizada, no da para
más y hay que regalarlo al cotolengo.
Las fuerzas armadas asumen el poder y abandonan también la ficción constitucional,
porque la Constitución vigente debe adaptarse al Estatuto de la Revolución
emanado de la comandancia de las tres armas. Las vestales de la Constitución,
ahora ni se tapan el rostro con las manos, ni se arrojan cenizas sobre el
pelo (ésta es una ficción literaria, porque la mayoría son peladas). Alguna,
como ha dicho otro, es devorada por el Ministerio del Interior. El juez
Botet, que procesó a los legisladores peronistas por un supuesto acuerdo
de facultades extraordinarias, es funcionario de la nueva estructura jurídica
que condiciona la Constitución al "dictat" de los comandos. Allá ellos,
que son los que sostenían que los pueblos son para las constituciones y
no las constituciones para los pueblos. No es problema mío ni de los que
piensan como yo. Es un problema de honradez intelectual que sólo a ellos
se les plantea. El país está al margen.
Tampoco es problema de las Fuerzas Armadas.
* * *
La Revolución enuncia como objetivo fundamental de sus tareas, la modernización
de las estructuras, pero esto implica fatalmente la revisión de todos los
supuestos de la Revolución Libertadora; modernizar las estructuras supone
sustituir estructuras, y la única estructura que se puede sustituir modernamente
es la del país viejo, conformado dentro de los límites de la economía dependiente.
Supone acelerar el desarrollo capitalista, y esto sólo es posible por la
industrialización y la diversificación de los mercados en lo interno, y
la ampliación de los externos. En lo social apareja acelerar la integración,
levantando el nivel de las masas por la plena ocupación que trae aparejada
su actuación política, económica, social y técnica. Pero esto es precisamente
aquello a que se opone la estructura económica perimida.
La suerte de esta revolución está ligada a la conciencia que tenga de lo
que significa la función histórica que ha asumido.
Un publicista de mucha gracia dice que las revoluciones militares tienen
tres etapas: La víspera, el día siguiente, y el día menos pensado. Es una
expresión humorística que contiene una verdad incontrastable, aplicable
al caso.
La voluntad de modernizar las estructuras pertenece a la etapa de la víspera;
ahora estamos en el día siguiente, que es una etapa de tanteos en la que
la concepción teórica empieza recién a percibir las posibilidades de su
aplicabilidad y las fuerzas profundas que se oponen. El día menos pensado
ocurre cuando ya se tiene la carta de situación, como dicen les militares,
y hay que poner en ejecución el pensamiento de la víspera. O tirarlo al
canasto de papeles donde se acumulan las intenciones.
* * *
El país carece de élite conductora y la revolución militar significa que
las Fuerzas Armadas se constituyen en ella.
Si actúan como élite conductora, asumirán el papel que se han asignado en
la víspera, pero eso implica que deben resignarse a no contar con la unanimidad
democrática que es una máscara inconciliable con la tarea a cumplir: tendrán
inevitablemente que chocar con las mismas fuerzas que se han opuesto en
lo interior y en lo exterior a todo proceso de modernización, y serán dictadura,
y también tiranía, porque eso no resulta de la mano fuerte o de la mano
blanda, sino de los intereses que se lesionan y disponen de toda la superestructura
cultural para crear la imagen política del gobierno. Frente a esas resistencias
tendrán que buscar el apoyo de los grandes sectores vinculados a la modernización
del país, y esto también las caracterizará como antidemocráticas, porque
descubrirán que la democracia es una ficción que no debe trascender de los
límites convencionales establecidos por la vieja estructura. Al mismo tiempo
tendrán que defenderse de restauraciones aun más remotas que les propondrán
aquellos a quienes el país actual nunca les viene bien, porque en lugar
de caminar hacia el futuro, fugan hacia un pasado imaginario e imposible.
Las fuerzas de apoyo a la modernización del país no son hijas de una ideología,
sino de la realidad artificialmente contenida; están ahí y las etiquetas
que las nominan no tienen importancia porque los nombres son anécdotas y
ellas son hijas de un hecho histórico cuya vigencia tampoco depende de nombres
sino de hechos.
Si las Fuerzas Armadas entienden que vienen a cumplir la función de élite
que está vacante en el país, tienen un largo proceso para cumplir en el
ejercicio de la modernización de las estructuras. Si no lo cumplen, y no
comprenden el paralelogramo de las fuerzas del que ellas son una, en que
la oportunidad histórica les ha dado la función de élite, sus días son cortos:
el día menos pensado no estará lejos, y las fuerzas del pasado celebrarán
el espíritu civilista con que retornarán a los cuarteles, recogiendo del
cotolengo el traje que habían regalado.
* * *
Pero a las Fuerzas Armadas como tales, en su carácter específico se les
plantea, mejor dicho se han planteado ellas, una hipótesis que se refiere
a su propio destino.
La República había renunciado a su grandeza. No tenía destino de potencia
y eso llevaba implícito que no había destino para las fuerzas armadas. Sin
proyección internacional, a lo sumo con una función apendicular en la hipótesis
de un alineamiento mundial para la guerra, como cuerpo expedicionario, las
Fuerzas Armadas carecían de objetivo, al carecer de objetivo el país mismo.
Sin la finalidad básica de un pensamiento militar, este se transformaba
en un pensamiento policial; el instrumento de la soberanía devenía inevitablemente
en solo instrumento del orden interno: del orden interno de las viejas estructuras
que se oponen a la modernización.
El simple enunciado de modernización de las estructuras importa ya una idea
de potencia. ¿Quiere la Revolución que la Argentina sea potencia?
Sí; lo quiere. Y por eso enuncia su voluntad modernizadora. Esto significa
plantear la política del Estado desde un punto de vista totalmente inverso
al de las fuerzas conservadoras, que consideran que hemos llegado al límite
de nuestras posibilidades y aceptan para el país un papel secundario y declinante.
* * *
Pero no sólo en el orden interno hay fuerzas que se oponen a la modernización.
En el esquema internacional de las fuerzas imperiales, la Argentina tiene
que seguir siendo un proveedor de materias primas y es a nuestro vecino
Brasil a quien se ha asignado el papel de potencia industrial. Allí es donde
debe hacerse la modernización de las estructuras, si es que esto significa
otra cosa que aumentar el número de rejas de los arados, la mejora por la
genética, etc., en fin ampliar un poco los límites del país agropecuario.
Para esto basta con la encomiable labor del INTA, un buen manejo del crédito
y... iba a decir una buena comercialización de la producción agropecuaria,
pero esto no está en los papeles de los asociados en ACIEL.
Para semejante viaje no hacen falta estas alforjas.
* * *
Ocurre así que buscando el país real y sus exigencias, las Fuerzas Armadas
se encuentran a sí mismas. Pensar el país en dimensión de potencia, le restaura
a las Fuerzas Armadas el sentido histórico de su misión específica que no
es la que le asignaban los "Regimientos de Empujadores" y los "Batallones
de Animémonos y Vayan" de civilacos que merodean por los cuarteles cuando
el país real los descarta, y vuelven a merodear cuando consideran que debe
terminar la intervención de los mismos, para restablecerlos a ellos.
Hay que hacer de la Argentina una potencia y esa es la tarea que asume la
élite.
Si la revolución asume la responsabilidad que se ha atribuido, no sólo se
la va a combatir de frente. La van a flanquear, y saber estas cosas del
"medio pelo" puede ser muy interesante para sus hombres. A medida que se
asciende en todos los grados de la sociedad, la búsqueda del prestigio es
una legítima preocupación humana. Hay sucedáneos de la gloria y el honor
de cumplir con el deber que impone el culto de la verdadera personalidad.
En el principio del capítulo anterior he hablado del orgullo y de la vanidad
haciendo un cotejo entre los mismos. Ya se ha visto como a través de las
pautas del prestigio social la burguesía que se inicia con la modernización
de nuestras estructuras traiciona su destino. He mencionado en muchas oportunidades
cómo la carrera de las armas fue marginada del status de la alta clase,
a la que excepcionalmente tuvieron acceso los hombres de armas. Pero también
la alta clase con su fino sentido de su interés como tal, sabe abrir sus
puertas ocasionalmente al acceso de quienes no la constituyen, para por
los cauces del prestigio social subordinarlos a sus pautas, inculcándolas
primero las de comportamiento, para inculcarles después las ideológicas.
Este contacto ocasional dura mientras es necesario, pero la asimilación
se hace definitiva en el ''medio pelo" que es el resultado fatal de una
ilusión frustrada.
Hablando de los medios de propaganda en 1945 y 1946, dije que los periódicos
entraban por la puerta de calle mientras "la voz maldita" de la radio entraba
por la cocina y por las ventanas. Ahora puede ocurrir al revés, y que las
pautas destinadas a destruir la posible élite conductora de la modernización
de las estructuras, en lugar de entrar por la puerta de calle que ellos
cierren, entre subrepticiamente a través de los familiares que están menos
defendidos por el sentido de la misión.
* * *
List en su "Sistema de economía nacional" había ya teorizado las bases de
la grandeza económica y el movimiento del romanticismo alemán había generado
el impulso sentimental tendiente a la constitución de una nación poderosa.
Pero las clases dominantes, una burguesía preindustrial, y sobre todo una
nobleza minimizada, conservadora de los privilegios vigentes en la anarquía
del país atomizado por pequeños reductos de intereses locales opuestos a
la realización general, se aferraban a la imagen que corresponde a la ideología
de la "Patria Chica" entre nosotros. Correspondió a Bismarck la tarea de
cumplir el cometido exigido por la grandeza alemana desborda; do los pasos
primarios del "zollverein" hasta lograr la unidad alemana.
Lo que importa es señalar que esa política la cumplió apoyándose, frente
a la incapacidad de la nobleza y la burguesía, en los "junkers" del oeste
alemán y en la formación militar nacida de su seno. Ante la carencia de
élites que cumplieran su papel la realizó improvisando la élite conductora
con los elementos teóricamente menos señalados para cumplir el desarrollo
capitalista, y en los que la falta de la mentalidad correspondiente fue
suplida por la concepción nacional de la potencia: por una voluntad de destino
nacional de que las supuestas élites carecían y contra la cual actuaban
negativamente. Paralelamente surgió un poderoso movimiento socialista que
realizó la integración nacional en las bases populares. De esa conjunción
operativa resultó la gran Alemania que pudo absorber en el proceso la contradicción
ideológica de las dos fuerzas con una resultante de interés general cuyo
signo positivo expresó la potencialización germánica. Hoy y aquí, podríamos
llamar a ese proceso modernización de las estructuras absorbiendo los contradictorios
en las pautas comunes de la grandeza nacional, en cuyo amplio horizonte
de Patria Grande caben todas las contradicciones menos las que surgen de
la aplicación de las pautas de la Patria Chica.
Frederick Clairmonte (Op. cit.) dice a este propósito: "Alemania, superpoblada
y empobrecida a comienzos de la tercera década del siglo, se encontraría
subpoblada veinte años más tarde, viéndose obligada a recurrir a las reservas
de fuerza laboral de sus vecinos menos desarrollados. La superpoblación,
característico azote del subdesarrollo, había desaparecido".1 Pero nuestros
liberales de la "Sociedad Rural" y "ACIEL" como los ya citados Fano y Hueyo
no pueden comprender que la superpoblación desaparece por aumento de la
receptividad, y sólo atinan a la fórmula de la "Patria Chica": adecuar la
población a la economía ya existente, es decir despoblando. Hipótesis de
Patria Chica conforme a la cual Alemania hubiera continuado siendo la miserable
nación de que hablaba Voltaire, esa que Stahl —ministro de finanzas de Austria—
describía sarcásticamente como el conjunto "de esos territorios que figuran
en los mapas con el nombre de Alemania".
¿Esperaremos que sea así descripta la Argentina por el ministro de finanzas
de algún vecino poderoso?
* * *
Así he venido desde Juan de Garay a parar en esto que llamo "Conclusiones".
He querido mostrar en el transcurso de este libro, a cuyas últimas líneas
llegas lector, si has tenido paciencia, la gravitación que las pautas dominantes
en una sociedad tienen sobre su destino. Esta es la única función docente
que tiene la historia: enseñarnos el presente y el futuro por lo que sucedió
ayer. Esa es la razón por la que se la falsificó sistemáticamente en nuestro
país, oponiendo a una historia de la política una "política de la historia"
como lo digo en "Política nacional y Revisionismo Histórico".
APÉNDICE
NOTA - Pág. 25.
El tema de la "relación adversa de los términos del intercambio", requiere
mucha mayor extensión para su tratamiento y será abordado en "Política y
Economía" con la latitud adecuada. Me he limitado a señalar algunos de los
factores determinantes pero podría objetarse que esta explicación es también
válida para los países altamente industrializados, donde sin embargo la
relación materia prima-producto industrial es mucho menos adversa, pero
sería olvidar que en los países centros los precios de las materias primas
son precios políticos, que se practican en mucha mayor escala en las naciones
industrializadas que los liberales nos proponen como ejemplos de anti-intervencionismo
de Estado que en las dependientes. Así Prebisch ("Hacia una dinámica del
desarrollo Latinoamericano"), nos dice: "En los Estados Unidos, los precios
internos de sostén mantienen una paridad variable con los precios de los
productos industriales adquiridos por los agricultores, y hay el subsidio
de las exportaciones en el mercado internacional. En Europa occidental,
existe el aumento de las restricciones a la importación de productos agrícolas,
como medio de ampliar el mercado por la propia producción y amparar precios
internos elevados. Así mismo se contempla acudir al subsidio a las exportaciones
al mercado mundial en caso de excedentes". Pero parece que esto no es intervencionismo
de Estado, como tampoco lo sería la formación de mercados comunes; en cambio
lo eran nuestros tratados bilaterales, que en definitiva son el mismo perro
con distinto collar. (Ahí anda el Sr. Krieger Vasena dando vueltas alrededor
del Mercado Común Europeo para que nos dejen un agujerito después que con
el Sr. Verrier y el Sr. Alemann destruyeron aquellos tratados y convirtieron
en saldos exigibles a corto plazo las cuentas corrientes que nos abrían
la puerta. ¡Oh los genios de la ciencia aséptica y extranjera!).
Lo que importa es que el deterioro de los precios de las materias primas
es un hecho cierto y aceptado como tal en la teoría económica de los países
que pretenden que no los tomemos en cuenta, y que por consiguiente sigamos
como exclusivos productores de ellos, con el apoyo de sus cómplices, gobernantes
locales, los teóricos de la economía de dependencia, y los "prácticos" grupos
económicos ligados a la misma. Este reconocimiento del hecho lo hizo Lincoln
Gordon, embajador de los Estados Unidos en el Brasil en un discurso pronunciado
en el Consejo Económico Nacional Brasileño el 29 de Enero de 1963, cuyo
texto reproduce Prebisch.
Heilbroner ("El gran ascenso" - Ed. Fondo de Cultura Económica - 1964) dice:
"Mientras que el precio de las materias primas fluctúa hacia arriba y hacia
abajo, en años recientes el valor de los artículos manufacturados, por los
que aquella se cambia, se ha movido en una sola dirección: hacia arriba.
Y así, los términos del comercio (el quid pro quo real de las mercancías
recibidas a cambio de las ofrecidas) se ha movido en contra de los intereses
del exportador de materias primas: ha dado más y más material bruto por
menos y menos maquinaria".
Enseguida agrega, para los que lo esperan todo de la ayuda exterior: "El
resultado fue que las naciones pobres recibieron 2.000 millones de dólares
menos en su poder adquisitivo real, suma mayor que toda la ayuda que recibieron
ese año." (Se refiere a 1957). "Efectivamente las naciones subdesarrolladas
subvencionaron involuntariamente al mundo desarrollado."
Con razón dice Prebisch en el prólogo (Op. cit.), refiriéndose a sus "colaboradores"
en la redacción del Informe y Plan de 1955: "No se quiere leer, no se quiere
pensar, se siguen repitiendo trasnochados conceptos del siglo XIX sin vigencia
alguna con la realidad actual." Es que los "amigos" locales de Prebisch
no quieren enterarse de lo que les costaría el apoyo de la gran prensa y
los intereses económicos que les dan prestigio y los llevan a las posiciones
claves de la economía. Prebisch ahora ha sido silenciado y de genio a pasado
a ser un "punto" desconocido, por haberse enterado; sus "amigos" se curan
en salud, pues lo que les importa es su triunfo personal aunque el país
reviente, y saben que el precio del triunfo es la traición a la verdad argentina.
Ni remotamente con estas anotaciones me aproximo a la totalidad del tema
que como he dicho, no cabe en este libro, pero es inseparable de la actualización
de la llamada renta diferencial y de la estructura social de producción
así como de la tecnificación que alteró la primera.
NOTA — Pág. 125
Para los "cabecitas negras" no hubo Hotel de Inmigrantes y la Villa Miseria
cumplió las funciones de aquel hotel y del conventillo, respecto de los
extranjeros. Vista con los ojos "urbanísticos" de la gran ciudad es efectivamente
Villa Miseria. Visto con los ojos del economista o del sociólogo es Villa
Prosperidad. También con los ojos del "cabecita negra" porque no emigraron
de un campo idílico, ni abandonaron cómodas residencias sino rancheríos
tan precarios y pobres como las viviendas en que se hacinaron en la gran
ciudad, pero con trabajo, es decir con pan, ropa y diversiones que antes
no conocían.
Además con medios de cultura accesibles. Hace pocos días viajando con Carlos
Seeber, de Añatuya a Pinto, al pasar por Icaño recogimos un grupo de "changuitos"
que salían de la escuela: había dos Corias, un García, un Bazán y tres Rojas
(el Almirante es también de Icaño) y los llevamos hasta sus ranchos, el
más cercano de los cuales está a una legua de la escuela adonde van todos
los días a pie y bajo el sol santiagueño. Lo recuerdo porque los hijos de
los "cabecitas negras" de las villas miserias tienen la escuela más a mano.
La Villa Desocupación de la Década Infame, sí era Villa Miseria. La ciudad
tenía miles de habitaciones desocupadas cuyos avisos se leían por todos
los barrios y ocupaban un amplio espacio en los clasificados de los diarios.
Había habitaciones pero no medios para pagarlas. El caso de la Villa Miseria
es inverso: hay medios pero no hay habitaciones que pagar. Además, nadie
sabe mejor que el interesado dónde se está mejor, si en la Villa Miseria
con trabajo, o en el Barrio de las Latas pueblerino, sin ocupación, y la
elección de las villas miserias es un plebiscito decisivo.
Pero casi toda la literatura periodística, o de conversación entre canasta
y canasta, o copa y copa, y conmiseración que expresa revelan hipocresía:
no es la pobreza de la Villa Miseria la que molesta sino su vista. Por eso,
cuando algún intendente rodeó con un tapial las Villas Miserias del bajo
Belgrano, muchos de estos conmiserativos dieron el problema por resuelto:
lo que no se ve no existe o, mejor dicho, lo que no se ve no molesta.
La verdad es que la Villa Miseria es un hogar de tránsito y que la mayoría
de sus habitantes han ido emigrando de las mismas, a medida que el lote
en mensualidades y la prefabricada les iba permitiendo realizar la casa
propia. (Alguna vez habrá que averiguar quién inventó la prefabricada y
dio la solución más positiva que se ha dado a nuestro problema de la vivienda
en la forma que he descripto en la "Advertencia preliminar" de este libro).
La población de las Villas Miserias se renueva constantemente y prácticamente
hoy, quedan en ellas pocos de sus primeros ocupantes que en los últimos
años han sido sustituidos en gran número por bolivianos, paraguayos y chilenos,
que van ocupando las vacante, ya que el problema de la desocupación rural
es común a toda esta parte de América. Esto no excluye que haya un porcentaje
de población permanente, constituido por sectores de extrema pobreza sin
posibilidades de ascenso. Por otra parte el fenómeno es de carácter universal
y está en relación con el progreso industrial. Así en España —que en los
últimos quince años ha dado un salto del siglo XVIII cuando Carlos III fracasó
en su propósito de construir una España de tipo capitalista— con el desarrollo
industrial, se ha generado un fenómeno similar al del "cabecita negra" con
todas sus implicancias; en Bilbao se llamó barrios de "coreanos", a los
equivalentes, porque "coreano" se le dice al trabajador estacional del mediodía
español que emigra a los centros de producción industrial.
También irrita a las "señoras gordas" que se vean las antenas de los televisores
y la sospecha de que haya heladeras y cocinas a gas, pues no pueden comprender
que la búsqueda del confort es una necesidad humana, y que el que no consigue
casa adecuada, se provea de lo que está a su alcance dentro de sus recursos.
Afortunadamente, desde que escribí "Los profetas del odio", hace diez años,
la actitud de los intelectuales y especialmente los periodistas ha ido cambiando
bastante y ahora muchos contribuyen a poner los puntos sobre las íes. Para
quien quiera tener una visión aproximada del mundo de la Villa Miseria,
visto con otros ojos que los que se ponen detrás de un hipotético "impertinente",
y arrugando la nariz para no sentir olores presumidos, recomiendo la lectura
de la novela de Bernardo Verbistky, "Villa Miseria, también es América",
que ha incorporado el tema, con inteligencia y amor, a su excelente producción
novelística. Podrá ver allí un mundo de hombres como cualquier otro, y eliminar
esa actitud corriente de observador de infusorios en un estanque de agua
putrefacta.
NOTA — Pág. 140
"El camino de Buenos Aires" de Albert Londres, tuvo gran resonancia en el
momento de su aparición, pues señalaba Buenos Aires como uno de los centros
más importantes de la trata de blancas a cargo de los "macró" —versión porteña
del término "maquereux", marsellés— que designaba una forma capitalista
de la estructura del comercio de mujeres que superaba al primitivo y "artesanal"
sistema del "cafishio" criollo.
Estas cosas sólo podían suceder con la divisa fuerte, y así, mientras la
alta clase argentina emigraba a Europa en busca del placer, un sector femenino
de la baja clase europea emigraba a la Argentina para satisfacer a los argentinos
que, por su pobreza, no estaban en condiciones de divertirse "in situ".
El poder de la divisa se refleja hasta en el amor. Recuerdo que siendo muy
joven, en Santiago de Chile, cuya divisa era muy baja, le preguntamos a
un carabinero por un sitio de diversión, y éste nos indicó uno, diciendo
para marcar su calidad excepcional: —"¡Hay francesas!".
Lo mismo pasa con la clientela de los grandes hoteles internacionales, donde
las categorías no están dadas por la jerarquía social de su clientela, sino
por la calidad de la divisa del país de donde provienen.
NOTA — Pág. 155
Me dicen que la anécdota de Borges no se refiere a Beatriz Guido sino a
Mercedes Levinson. Tanto da, porque no hay mucha diferencia y la ingeniosa
ocurrencia de Jorge Luis Borges conserva todo su valor. "Se non é vero é
ben trovato". También me dicen que la publicación de "Bomarzo" es posterior
a "El incendio y las vísperas", y entonces no habría pastiche, como lo imagino
más adelante, y así Bagatelle sería una creación totalmente de la autora.
¡Peor para ella!
NOTA — Pág. 164
Mucho se ha batido el parche sobre el éxodo de los trabajadores rurales
a las ciudades industriales porque a la clase propietaria de la tierra y
a la economía dependiente, le conviene el estado de desocupación endémico
de una masa de trabajadores rurales que sólo cuentan con los trabajos estacionales
para subsistir en la semi-ocupación que provoca a miseria rural por la competencia
de excesiva mano de obra en oferta, y la desocupación industrial, por el
achicamiento del poder adquisitivo de los trabajadores. Se añora un estado
típico del subdesarrollo que permite bajar los costos de producción creando
en la clase patronal rural la ilusión de un mayor margen, cuando en realidad
este mayor margen es absorbido por el aparato exterior de comercialización
y por los menores precios internacionales que origina la producción argentina
a bajo costo. Se olvida que, al aumentar el margen la diferencia se transfiere
al exterior. Se intenta así, restablecer las bases de la renta diferencial,
haciendo absorber al país los efectos de la relación adversa de los términos
del intercambio, con el achicamiento del costo-hombre, en la pretensión
de fundar la prosperidad de un grupo en la miseria popular y en la disminución
del país. Y al mismo tiempo se habla de tecnificación y diversificación
agraria, que son incompatibles con la mano de obra a vil precio.
En cambio, no se habla para nada de la emigración de los propietarios rurales
a Buenos Aires. Bastaría una elemental investigación sobre las unidades
de vivienda construidas después de 1955 y concentradas casi todas en el
Barrio Norte y sus aledaños, para comprobar como, a consecuencia de la transferencia
de la renta operada desde entonces, se ha radicado en la Capital una enorme
masa de los llamados productores rurales, que antes vivían en el campo o
en los pueblos cercanos a sus establecimientos. El pretexto más usado es
la necesidad "de educar los chicos", que antes se internaban como pupilos
en los colegios, o cumplían su enseñanza secundaria en los colegios de las
localidades rurales.
De tal manera el propietario medio, de cuatrocientas a mil hectáreas, ha
triplicado sus gastos de consumo con la diferencia que va de vivir en Buenos
Aires —a nivel estanciero— a vivir en el propio campo o en el pueblo cercano,
y así los efectos de la transferencia de la renta y las exoneraciones fiscales,
que debían traducirse teóricamente en mayor inversión, se traducen en mayores
consumos superfinos que excluyen la reinversión. Además esta forma de ausentismo
implica la imposibilidad de la tecnificación que requiere la conducción
de un experto que no puede ser, en el caso de las pequeñas fortunas, otro
que el interesado o sus hijos, a diferencia de los grandes establecimientos
cuyas condiciones económicas permiten tener un experto a sueldo. Así mismo,
las inversiones en máquinas, aprovechando los beneficios dados por réditos,
resultan excesivas desde que no son aprovechadas al máximo, cuando no se
han traducido en automóviles y camionetas de alto precio, en las que la
utilización para las necesidades reales de la producción es subsidiaria
de la necesidad de “hacer pinta”, y de trasladarse a la lejana base de producción
siquiera una vez cada quince días. (Se hace imprescindible determinar qué
se entiende por productor rural, que no lo es el rentista de la tierra,
aunque esté eliminado el arrendatario, si el propietario no concentra su
vida y su actividad en llevar al máximo la producción del predio. El estudio
de la mentalidad del "medio pelo" es imprescindible para conocer la influencia
de las pautas porteñas en la actividad agropecuaria, pues este llamado "productor
rural" que estoy señalando, se complace en imaginar las posibilidades de
desenvolverse como un farmer norteamericano o europeo, pero no admite ni
por broma sujetarse a su disciplina de trabajo y de consumo, que es exclusivamente
agraria. Porque ese "productor rural" envidiado no vive en las grandes capitales,
ni dilapida sus bienes: engorda personalmente el chancho y el vacuno, siembra
y cosecha su cereal, etc.
NOTA — Pág. 180
Del discurso del Ministro de Hacienda de la Nación, Dr. Federico Pinedo
en el Senado Nacional el 17 de Noviembre de 1940:
"He sido o he colaborado en las grandes compañías navieras, las grandes
casas financieras, las más importante y se me pagó por él, como correspondía,
honorarios portantes compañías de transportes urbanos... porque de todas
ellas soy abogado.
"Hoy se ha publicado en los diarios un plan referente a reorganización ferroviaria
que yo he dado a muchas personas, a todo el que me lo ha pedido, y haciendo
presente que ese plan había sido elaborado por mí, en mi calidad de abogado
de todas las empresas del país, que me habían consultado sobre esa materia
cuando estuve en Londres y después en el país. El trabajo era muy importante
y se me pagó por él, como correspondía, honorarios muy importantes: 10.000
libras esterlinas".
El Dr. Pinedo se adelantó a manifestar esto madrugándolo a un senador opositor
que le estaba por lanzar el dardo, en el mismo recinto en que fue asesinado
el senador Bordabehere durante el debate de las carnes, por un guardaespaldas
ministerial.
La memoria de la gente suele ser muy flaca y a veces se pregunta por qué
esa época se llamó Década Infame. Creo que en estos dos hechos, que no son
más que modestos botoncitos para muestra, está explicado todo. El Dr. Pinedo
escribió después un libro ponderativo de esa época ejemplar que llevó el
nombre de "Tiempos de la República". Toda la gente que añora aquella supuesta
Jauja coincide con Pinedo en que aquellos eran los tiempos de la República,
y no la Década Infame: hasta muchos que fueron amigos de Bordabehere y de
de la Torre y gran parte de los opositores apaleados para que existiera
esa clase de gobierno grato a la evocación del "medio pelo". Y todos son
campeones de la moral, de una moral que no exigió el fusilamiento del Dr.
Pinedo, sino que permitió que fuera después ministro en dos oportunidades,
con los resultados que se conocen, y que continúe siendo consejero "in extremis"
en los momentos críticos de la economía cuyos males provienen de esos procedimientos.
Y no es que el fenómeno imperialista y sus consecuencias sea una invención
exclusiva de cripto-comunistas y de cripto-nazis, que es la técnica usada
para desprestigiar el patriotismo positivo, que se asienta en la realidad
y no en la declamación a fecha y ceremonia fija.
El Dr. Enrique Uriburu, hermano del General Uriburu y Presidente del Banco
de la Nación en la presidencia de aquel, es autor de una de las más precisas
definiciones del imperialismo, en el caso concreto, mucho mejor que las
de Marx y Lenin:
"El imperialismo tiene dos formas: una es la anexión pura y simple, el imperialismo
por kilómetro cuadrado. La otra forma es la colocación o infiltración de
capitales, su empleo en la producción, transportes, servicios públicos,
y luego un banco que corona el edificio con su bandera ajena. Uno de ]os
ejemplos más claros de esta forma es nuestro país. Nosotros no vendemos
trigo y carne como cree la gente, vendemos un compuesto de intereses, fletes
y amortizaciones. Las estadísticas de la comisión de cambios son de una
gran claridad a este respecto. Deben tenerla los argentinos muy presente:
NUESTRA COSECHA ES LA MASA DE UN CONCURSO".
NOTA — Pág. 211
También que la dedicatoria, "murió de delicadeza" puede ser una reminiscencia
de Rimbaud. De todos modos, es una forma de exculpar el peronismo paterno
y justificarlo ante el "medio pelo'". El Sr. Pradere aceptando la embajada
en el Uruguay para salvar su obra de arte, Bagatelle, sería el sustitutivo
del arquitecto Guido haciéndose peronista para terminar el monumento a la
bandera. ¡Las cosas que hay que hacer por amor al arte!
NOTA - Pág. 291
A poco más de un mes de la aparición de este libro, parece que el Dr. Mercier
ha querido ratificar lo que digo respecto a la utilización de los neófitos.
Es así como en La Nación del día 9 de diciembre de 1960, se manifiesta lesionado
por un documento de la Sociedad Rural que prescinde del recuerdo de su liderazgo
ruralista. Se creía definitivamente parte de la alta clase y resulta que
lo olvidan cuando no lo necesitan. Se había "pillado" en serio lo del liderazgo
y resulta que era un préstamo circunstancial; en consecuencia renuncia como
socio de la Sociedad Rural, seguramente para dedicarse a sus actividades
específicas.
FIN DE LA OBRA
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A CUADERNOS DE LA MEMORIA
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