EL MEDIO PELO EN LA SOCIEDAD ARGENTINA
(Apuntes para una sociología nacional)

PARTE 3 DE 3

Indice de la parte 3

CAPÍTULO IX - La partida de nacimiento del "medio pelo"
CAPÍTULO X - La composición social del "medio pelo. Permeabilidad y filtro
CAPÍTULO XI - Las pautas del "medio pelo"
Conclusiones
Apéndice

ANALOGÍAS Y DIFERENCIAS CON EL "MEDIO PELO"

En lo que va del presente capítulo se ha redundado insistiendo en las particularidades de la clase media y de la burguesía de principios de siglo, tema tratado con anterioridad. Pero al referirnos en particular al "medio pelo” que se origina casi contemporáneamente, en los últimos 20 ó 25 años, se hace necesaria la confrontación porque este procede de los mismos niveles económicos: de la alta clase media y de la burguesía. Esta confrontación permite comprobar al mismo nivel social un distinto comportamiento: mientras la alta clase media y la burguesía de principios de siglo se comportaron como tales y fueron factores activos de la democratización del país a través de la transformación económica y política con la cual identificaron su destino, un numeroso grupo perteneciente a los equivalentes sectores contemporáneos, toma el rumbo inverso para constituir este status, históricamente anómalo, caracterizado por la adopción de pautas de imitación que marginan a sus componentes del proceso de avance de la sociedad argentina.
No hay que confundir esta adopción de pautas imitativas con esa cierta seguridad social que la burguesía y la clase media descendiente de la inmigración adquieren por el simple transcurso del tiempo, en una decantación que por breve no deja de ser de la misma naturaleza que la que llevó a los descendientes de la primera burguesía porteña a constituirse en clase señorial, aun antes de la adopción de los patrones aristocráticos europeos.
A este propósito, recuerdo que a principios del gobierno peronista asistí a una reunión de la Legislatura de La Plata y me llamó la atención la actitud adoptada por los legisladores radicales con respecto a la bancada peronista. Era la reproducción exacta de la postura de los legisladores conservadores, en otra sesión presenciada en 1920, con respecto a la bancada radical: los radicales adoptaban ahora, como los conservadores antes, un aire de viejo estilo, una suficiencia sobradora de gente acostumbrada y que se mueve en su propio medio frente a las gafes y las torpezas parlamentarias de los recién llegados.
Pero esto es bastante natural y no significa la atribución de otro status. Al fin y al cabo aquellos conservadores de la Legislatura de La Plata tampoco simulaban un status superior a los radicales. No formaban parte de la alta clase aunque fueran sus instrumentos de gobierno: eran gente de la clase media también, cuando no de más bajo origen, como expresión del caudillismo pueblerinos en los que había caído la dirección de los partidos conservadores, hasta en rango de alta dirección –caso de Barceló—desde el momento en que, como se ha dicho antes, la alta clase se desvinculó del manejo político directo del país. Podría decirse que como extracción social era de origen más alto el radicalismo, cuyos representantes legislativos eran en general ganaderos o profesionales, es decir, gente de la alta clase media.
En el mismo sentido debe interpretarse ciertas reacciones políticas, peyorativas para el movimiento social que irrumpe en la escena con la presencia de los "cabecitas negras". Tal es el caso de la expresión "aluvión zoológico" del Dr. Ernesto Sanmartino, o aquello de "libros o alpargatas", del profesor Américo Ghioldi. Para éstos el hecho nuevo no significa la lesión de un supuesto status que se atribuye el medio pelo, sino el real a que pertenecían por la configuración que la superestructura cultural del país sostiene en el plano de la inteligencia. (Este tema será tratado más adelante, pero conviene adelantar la existencia de un status propio de la inteligencia en la cual rigen pautas de aceptación y de consagración, que coinciden con la estructura dependiente del país y al que la incorporación se hace paulatinamente según se acredita una conformación cultural correspondiente a la conformación colonial de la cultura).
La presencia del país real era una piedra en el tejado de vidrio de la "intelligentzia". Una multitud que marginaba los mentores aceptados —de derecha a izquierda— era para éstos un hecho antinatural, como para los unitarios la presencia de las multitudes federales. El esquema de "civilización y barbarie" sigue vigente para ella con todas sus implicancias racistas y ese es el sentido de "aluvión" y "alpargatas". La inteligencia ha configurado su esquema dentro del cual se puede ser desde Maurrasiano a Leninista, pero que excluye una presencia social vernácula que ya está decretada "anticultural". Y mucho menos la posibilidad de que se constituyan elencos directivos que no hayan obtenido su legitimación como políticos o como intelectuales dentro de las pautas consagratorias establecidas por las capillas vigentes en la inteligencia de conformación foránea.
El fenómeno ya había ocurrido antes con el radicalismo Yrigoyenista en su brusca irrupción de 1916; no era el origen social el que determinaba la reacción de los “cultos” sino la alteración que suponía en sus escalas.
Una vez que el político, el escritor, o el artista han sido convenientemente pesados y medidos, pasa el filtro y se incorpora, porque en el plano de la inteligencia sigue vigente la división dela sociedad en dos capas culturales como ocurría con las clases de la sociedad tradicional, pero por causas distintas. No es el origen social el que determina la aceptación, ni siquiera el ideario; es conformarse en los esquemas culturales pre-establecidos. Una vez incorporado al status de la inteligencia, el sujeto hasta subconscientemente es la parte de ella, y todas las discordancias ideológicas dentro de la misma pueden existir pero sobre el supuesto de que se ajusten a la idea de la cultura que posee el status; así harán un frente común siempre que el país intente expresarse con otros módulos de cultura distintos por nacionales; eso es la barbarie.6
Así Gerchunoff se sentía cómodo entre los redactores de "La Fronda" y no con los italianitos y judíos que ascendían con el radicalismo, como Sanmartino y Ghioldi, gringuitos ayer, podían sentirse ahora cómodos con quienes les habían puesto el mote, en la medida en que el radicalismo o el socialismo, no amenazaban, sino que ya estaban incorporados "en el plano de la cultura". Lo mismo Codovilla o los otros Ghioldi que, como los anteriores ya eran políticos cultos a la manera de los rivadavianos. Se trata en realidad de un común status cuyos miembros se suponen élite intelectual, dividida entre sí por las ideologías, pero conforme en conjunto en ser élite frente a la multitud innominada y sus mentores que tenían la insolencia de considerarse inteligencia al margen del cartabón establecido. Podría, pues, hablarse de un medio pelo intelectual, dándole mucha latitud a los términos, pero no se trata del medio pelo social, cuyo origen es otro, y otras sus pautas, aunque tenga de común con éste el rechazo a la presencia política de las masas en el Estado.

LOS ORÍGENES DEL MEDIO PELO Y LOS PRIMOS POBRES

El medio pelo procede de dos vertientes. Los primos pobres de la alta clase, y los enriquecidos recientes.
Al hablar de la composición de las clases medias y la incorporación a las mismas del sector de gente principal que no participando de la prosperidad de la clase alta, en el momento de la expansión agropecuaria y el vertiginoso enriquecimiento de los terratenientes argentinos, se señaló que algunos grupos de los económicamente desclasados no renunciaron a sentirse parte de la alta sociedad y mantuvieron, casi heroicamente, la ficción de su pertenencia.
Son los primos pobres de la oligarquía. Así los calificaba un miembro de la clase alta que me decía:
Son esos parientes remotos que te van a esperar al puerto cuando llegás de Europa. Uno ni los recuerda, pero tiene que ser cortés y comprenderlos... Ellos te comentan todas las pruebitas que has hecho en Saint Moritz, lo que perdiste o ganaste en Monte Carlo, los yates en que estuviste embarcado en el Mediterráneo y las Villas de que fuiste huésped en la Riviera. Conocen al dedillo los modelos que estrenó tu mujer y todos los chismes y cotorreos que han circulado por la 'Colonia' en París.
Lo desagradable es que uno por corresponder a tanta preocupación quiere ensayar la reciprocidad y les equivoca los apellidos, y con mayor razón los sobrenombres. Fijate que a uno bigotudo a quien le llaman "Macho" le dije "Cototo'', confundiéndole con otro recontra-primo que es medio "para que me han dado esta escopeta"... Uno les confunde hasta los padres y les pregunta por la tía Aurelia, creyendo que es la madre cuando le advierten horrorizados que la tía Aurelia murió hace veinte años y soltera...
Son difíciles, muy difíciles. Además, uno resulta hasta vulgar, pues sus modos de hablar y tocar los temas es tan cuidadosa, que se tiene la sensación de ser poco bien...
En el fondo, son los parientes pobres que pinta Silvina Bullrich en "Los Burgueses'', a los que ya me he referido en una cita.
Muchas de esas familias vivían antes de la aparición del "medio pelo" como exiliados en el tiempo, recordando el landó de la abuelita cuando la "familia figuraba", y "esos de la otra cuadra" se bajaban de la vereda para darles paso.
"Esos de la otra cuadra" eran motivo de un tema frecuente, pues lo mismo podía tratarse de unos "mulatitos" que llevan el mismo apellido porque fueron esclavos de los tatarabuelos, que de los nietos de un "galleguito" al que el abuelo Gervasio hizo nombrar portero de la escuela, y parece que lo ha olvidado desde que progresaron. Tenían en esto memoria de elefante y minuciosidades de hormiga.
Vivían nostálgicos del ayer y como todo "tiempo pasado fue mejor", atribuían su situación actual a una especie de falta de respeto de los tiempos modernos que los había marginado de la primera línea, a la que en realidad nunca pertenecieron.
(En la estructura de la sociedad tradicional, en razón de la distancia que los separaba de los de abajo, el criollaje de la clase inferior y los "gringos" que empezaban a llegar, pero que todavía no hacían sombra con sus pretensiones de importancia, su papel fue, por comparación, de más alto rango).
Algunos reaccionaban con un nacionalismo cerril que los enfrentaba con la ideología "liberal" de la clase a que creían pertenecer. Mentalmente se ubicaban cumpliendo su función de élite conductora, pero no ya desde el landó de la abuela; les era agradable imaginarse en un Cadillac pasando rápido ante los gauchos a caballo, con plata en los aperos, y saludando respetuosamente: —¡Adiós, patroncito! —¡Que te vaya bien, m'hijo!... Una especie de Arcadia pastoril y tecnificada a la vez, pero donde cada uno está "donde debe estar". La mayoría y especialmente las mujeres seguían cultivando los mitos culturales de Europa civilizadora prefiriendo trasladar la culpa de los tiempos modernos a la incapacidad de los miembros masculinos de la familia, "inútiles como todos los criollos".
Ese galimatías era el tema obligado de toda reunión entre la gente del mismo grupo, y sus contradicciones eran imperceptibles para los contertulios porque la esencia del tema era la nostalgia.
Pero mejor ilustrará sobre esa mentalidad, la trascripción de unas líneas de una escritora contemporánea que por su gusto y cultura está más cerca de la alta clase ausentista, pero cuya extracción social y actitud psíquica corresponde a lo que estoy señalando. Se trata de Alicia Jurado en su biografía de Jorge Luis Borges (Ed. Eudeba, 1984). Es la versión femenina del grupo.
Dice de su biografiado: "Intelectualmente es demasiado argentino para ser nacionalista y no ha hecho sino heredar la vieja tradición criolla de mirar hacia Europa; reprocharle esta preferencia es ignorar el pensamiento de las viejas generaciones ilustradas que nos precedieron.” Y aquí se tira con todo contra los nacionalistas: "La admiración por la mazorca, las tacuaras, el gaucho, la cultura diaguita y la bota de potro, es un invento relativamente reciente de los extranjeros que inmigraron al país, fatigados sin duda de los excesos de la civilización y deslumbrados por lo que suponen los encantos del salvajismo. Las antiguas familias argentinas están ahítas de barbarie desde hace tiempo para entusiasmarse con ninguno de sus símbolos; prefieren imitar a sus bisabuelos y buscar ejemplo en los países que la dejaron atrás". "Borges, en este aspecto, no difiere de los hombres que construyeron, en el último siglo, la estructura precaria y amada que hoy preferimos no llamar patria porque las palabras país o nación son más vagas y les duelen menos y nos sugieren menos comparaciones amargas." Para salvarnos de esa amargura, Borges "está realizando la tarea patriótica de mostrar al extranjero que en la Argentina hay algo más que un puñado de indígenas en vía de extinción y una creciente turba de indios vocacionales".
Lo que no impide que más adelante diga: "Borges escribe sobre tapias rosadas, aljibes y patios, gauchos y compadritos, próceres y montoneros; escribe, en una palabra, sobre la Argentina, de su añoranza." Pero la Argentina de los aljibes en lugar del agua corriente, y los montoneros en lugar del ejército moderno no se concilia muy bien con los ejemplos buscados por los bisabuelos y así la añoranza se compone de elementos tan contradictorios unos como el Cadillac y los gauchos con chapeado de plata, gratos a la imaginación nacionalista que biógrafa y biografiado repudian. Es cierto que le endosa la contradicción a Borges: “Si yo tuviera que reprocharle algo a Borges, sería más bien esa nostalgia por tipos tan repugnantes como el compadrito y el matón, más dignos del olvido que de la inmortalidad literaria."
Le reprocha a Borges esa nostalgia pero a renglón seguido le sale una propia que termina por identificarse con el del grupo social a que me estoy refiriendo: "Si lo hiciera —es decir, reflejará el país como reclaman algunos críticos a Borges"— sobre la realidad nacional que hoy vivimos, tendría que limitarse a temas, casas, hablares y psicología de italianos, que constituyen la esencia de la argentinidad del siglo XX. Es natural que a los nacionalistas, casi todos recién llegados al país, les ofenda la nostalgia de Borges por una patria que no les perteneció y que ellos han contribuido a borrar."
En definitiva: a Doña Alicia no hay p... atria que le venga bien; la de ayer por bárbara, la de hoy por gringa, y gringos son los nacionalistas que la quieren acriollar, y criollos los abuelos que la quisieron agringar. Es un europeismo que consiste en mirar el aljibe desde la ventanita del cuarto de baño: el agua corriente para uno y el balde para los otros.
Pero mejor es no tratar de explicar este galimatías que no es el resultado de un proceso consciente, como en el grupo que caracteriza, sino la subconsciente evasión hacia un mundo imaginario que traduce en resentimiento contra el país real, la nostalgia de una supuesta situación perdida.


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LOS BARRIOS RESIDENCIALES DEL EXTREMO NORTE

Poco después que comenzó la radicación de la alta clase en el Barrio Norte, comenzó la jerarquización de ciertas zonas también del norte, como residenciales, porque fueron elegidas por los gerentes y altos funcionarios de las empresas extranjeras, generalmente ingleses o alemanes que prefirieron domiciliarse cerca de las estaciones del ferrocarril Central Argentino, constituyendo grupos diferenciados de la población nativa.
No había respecto de estos las prevenciones que originaban los inmigrantes de los países del Mediterráneo, pues se atribuía a los anglosajones y germánicos un nivel cultural superior al de los inmigrantes provenientes del medio día de Europa. Esto era conforme a los prejuicios racistas comunes a la ilustración de la época que a su vez germánicos y británicos cuidaban de evidenciar diferenciándose meticulosamente de los nativos. A diferencia de los españoles, italianos, turcos y judíos, se trataba de gente "bien" y a ésta le resultaba fácil manifestarse como tal con los recursos que le proporcionaban sus empleos en las grandes empresas, de que estaban excluidos los nativos. Por otra parte, como ya se ha visto cuando se habló de la inmigración británica, inmediatamente posterior a la Independencia, se les exigían formas de vida diferenciadas del común indígena y con un comportamiento en el que intentaban reproducir el estilo de las clases altas europeas.
Especialmente en Belgrano Alto se constituyeron estos núcleos que se fueron extendiendo a las estaciones suburbanas del ferrocarril Central Argentino a medida que comenzaba el fraccionamiento de las viejas quintas. Los primos pobres allí radicados sintieron sus barrios ennoblecidos con la presencia de los nuevos vecinos y comenzaron a adoptar sus pautas con preferencia a las de la alta clase que les eran económicamente inaccesibles. También les era inaccesible los barrios del Socorro y el Pilar, en la parte distinguida de ésta. Durante bastante tiempo el modelo propuesto estuvo constituido por los residentes extranjeros y la aspiración máxima del sector fue asimilarse a ellos, tener acceso a sus clubes, practicar sus mismos deportes y vestirse de manera parecida. No se abandonó de la vieja sociedad, la indumentaria solemne del traje oscuro y la camisa de cuello, pechera y puños almidonados para ir el "centro", pero en el ambiente residencial fue elegante exhibir las indumentarias deportivas que esos extranjeros utilizaban allí. La práctica del tenis, el rugby y más adelante del golf, permitió el acercamiento y la adopción de hábitos comunes, distintos a los de la clase alta, que nunca fue muy deportiva como no lo habían sido sus modelos europeos de la aristocracia, salvo en dos deportes reales que además se avenían con la condición de grandes propietarios rurales: la cría de caballos de carrera y su prolongación en los hipódromos, y más tarde el polo, dos modalidades deportivas a que eran ajenos gerentes y funcionarios, cuyos sueldos cuantiosos en cuanto al nivel de los mejores sueldos argentinos, no permitían esa clase de deporte demasiado costosos.
Pronto aparecieron los chicos típicos de esos barrios disfrazados de inglesitos con la gorrita de colores en la punta de la cabeza y los sacos listados, que además advertían con su indumentaria que eran alumnos de las escuelas extranjeras en un principio destinadas exclusivamente a los empleados coloniales.
En este momento bastante anterior a la aparición del "medio pelo", Belgrano, Vicente López y Olivos comienzan a constituir una especie de Barrio Norte con gente que adquiere un status propio de nivel superior al de la clase media de los otros barrios y que es el resultado de la simbiosis de pautas tradicionales con las aportadas por los residentes extranjeros de origen germánico y anglosajón. Se constituye una especie de sociedad distinta a la de la Alta Sociedad porteña, a la que no se tiene acceso, pero tampoco se busca. Extranjeros y nativos se encuentran satisfechos en el status así creado y van identificando grupos que, ya consolidados, serán el punto de referencia para el momento que la alta clase media y la burguesía que surgirá después de la modernización de la economía argentina intenten atribuirse un status calificado. Entonces los recién llegados encontrarán en este grupo una imagen de la Alta Sociedad, accesible, y éste a su vez se empeñará en jugar el papel que se le atribuye desnaturalizándose con la adopción de pautas que le eran extrañas.
Sobre esa base empezaron la comedia de equívocos que constituye el "medio pelo".

LA SOCIEDAD DE SAN ISIDRO

Entre esos barrios o pueblos residenciales el más caracterizado e importante es San Isidro. Si en la simbiosis de primos pobres y gerentes extranjeros Belgrano acusa el predominio de estos últimos, y son las familias tradicionales las que tienen que adaptarse a ellos para consolidar el grupo social, en San Isidro las cosas ocurren a la inversa. Allí es mucho más denso el conjunto proveniente de la vieja clase y muchos de sus miembros mantienen un nivel económico que si no permite alternar con la alta clase, tolera una situación destacada y un contacto relativamente frecuente a través de las viejas quintas de aquélla. Muchos de los residentes conservan las propias, cuyo paulatino fraccionamiento proveerá al mantenimiento del nivel social, que en ninguna parte, como allí, será obsesivo. Compensan la falta de la propiedad territorial como fuente de recursos, logrando una ubicación intermedia facilitada por las viejas vinculaciones, a que provee la magistratura, los altos empleos del estado y las cátedras de la Universidad y la enseñanza secundaria, para cuya obtención se hayan mejor colocados que los competidores que ascienden con la clase media. Conservan todavía la posición despectiva de la alta clase, respecto del oficio de las armas, y dirigen pocos sus hijos a las escuelas navales y militares. Su preferencia es hacia las carreras universitarias que abren camino a las posiciones burocráticas ya señaladas, y no desaprovechan el contacto creado con los residentes de las colonias extranjeras, de tal manera que hay numerosos apellidos del lugar en que ya es una tradición el desempeño de altas funciones en las empresas que, por razones políticas, se reservan a los nativos, como los bufetes de abogados que las representan y dan a la vez que cuantiosos emolumentos, el prestigio profesional que la mentalidad liberal atribuye a esa clase de funciones.
San Isidro constituye el más denso núcleo de primos pobres; hay un respaldo recíproco en sociedad bastante cerrada con apellidos tradicionales que reproduce en escala pueblerina el modelo de la gente principal, anterior a la ruptura de la sociedad tradicional, y al desplazamiento hacia arriba de la alta clase: Constituirá es el momento del "medio pelo" una imagen apetecible de la alta sociedad y su mismo carácter cerrado con las dificultades del ingreso, hará más deseable para los nuevos la incorporación por la brecha que han abierto los gerentes de las empresas extranjeras.
La sociedad de San Isidro no se engaña como pueden engañarse los nuevos sobre su verdadera ubicación y para esta época sus miembros antiguos no juegan la comedia de ficciones a que después los arrastrará el entrevero del "medio pelo"; por ahora atienden más a conservar su propia jerarquía tradicional que a aparentar el nivel de la alta clase, con respecto a la cual se saben en situación económica inferior, pero a la que no ceden en la seguridad de la posición heredada.
Un poco marginados del país real que va creciendo el grupo social característico de San Isidro se conforma con su status y lo mantiene dificultosamente, pero con tenacidad, constituyendo como un oasis en el tiempo, aislado de la "mediocridad" de las clases intermedias que surgen y diferenciado de la burguesía proveniente de la inmigración. (Conviene no olvidar que los británicos o germánicos burgueses de las empresas, constituyen para la mentalidad de la vieja gente principal un estrato distinguido que los coloniales con sus pautas no consideran burguesía).
Me tocó presidir el Banco de la Provincia de Buenos Aires precisamente en el proceso de transición a la sociedad moderna, y recuerdo dos casos particulares en que era muy difícil la provisión del gerente local: La Plata y San Isidro.
En la primera, ciudad casi exclusivamente burocrática y universitaria, que recién empezaba a transformarse, los grupos sociales más altamente calificados estaban constituidos por los altos empleados radicales y conservadores, y los profesionales vinculados a los gobiernos, según el turno. Su situación económica variaba con las contingencias de la política, pero no la condición última de sus miembros sobre sus respectivas importancias. El gerente que debía atender fundamentalmente a las necesidades financieras de las fuerzas nuevas que surgían con la transformación de la economía, tenía que contemplar la situación crediticia mucho menos sólida que la importancia social de los grupos acostumbrados a una consideración especial. Para no hacerse de enemigos debía unir a sus condiciones bancarias la ductilidad política que le permitiese regular el crédito, según la responsabilidad económica, sin disminuir la consideración social.7 No más fácil tarea era la del gerente de San Isidro que tenía que hacer una dicotomía entre los dos lados de la Avenida Maipú. A un lado estaba la industria que surgía en las innumerables villas que iban apareciendo, y en el comercio correspondiente; allí el trato debía ajustarse exclusivamente a las reglas del capitalismo y los fines promocionales que cumplía la banca. Del lado del río, había que dar poca plata y mucha diplomacia porque, en realidad, más que el dinero era estimada la consideración, que el gerente supiera conducirse en el trato como se debe cuando se trata con alguien que es “alguien”.
Era una sociedad atrincherada en el pasado en una anacrónica repetición de sí misma. No puedo menos de asociarlo a algo que refiere Ortega y Gasset en “Goethe desde adentro” (Ed. Revista de Occidente).
“Hay una villa andaluza, tendida en la costa mediterránea y que lleva un nombre encantador –Marbella--. Allí vivían, hasta hace un cuarto de siglo, unas cuantas familias de vieja hidalguía, que, no obstante arrastrar una existencia miserable, se obstinaban en darse aire de grandes señores antiguos, y celebraban espectrales fiestas de anacrónica pompa. Con motivo de una de estas fiestas, los pueblos del contorno le dedicaron esta copla:

En una CASI ciudad,
Unos CASI caballeros,
Sobre unos CASI caballos,
Hicieron CASI un torneo..."

Necesito apelar a la habitual aclaración de que cualquier similitud con personajes reales, etc., es una simple coincidencia, pues se da la curiosa circunstancia de que el club más representativo de este grupo social sea el C.A.S.I. (Club Atlético San Isidro).

CAPÍTULO IX

PARTIDA DE NACIMIENTO DEL "MEDIO PELO"

En el capítulo anterior se han mencionado las dos vertientes que concurren a la formación del medio pelo. Antes habíamos visto que también dos corrientes confluyeron en el origen de la clase media paralelas a aquellas.
La primera –los primos pobres de la oligarquía—constituye el elemento básico que hace viable la constitución del grupo: apellidos relativamente antiguos y entre los cuales, usando varios es posible enganchar alguno de alta clase; un estilo, en cierto modo más tradicional que el de aquella, en cuanto menos influido por la europeización de su época ausentista; una religiosidad formal, de buen tono y poco ecuménica pues se condiciona a la calidad del lugar y feligresía de la parroquia. En resumen un ritualismo social que tiene marcados con minuciosidad los límites de lo que es “bien” y lo que no es “bien”, y da con eso la apariencia de un grupo cerrado. Cerrado, pero no tanto que no se pueda abrir con una llave de oro; lo suficiente para hacer apetecible la incorporación, pero no tanto para que sea difícil.
Los nuevos constituyen la segunda vertiente y concurren desde variadas procedencias que iremos viendo, pero que fundamentalmente está constituida por elementos de la clase media alta, la “intelligentzia” y la burguesía de los últimos ascensos.
En esta segunda vertiente del medio pelo, particularmente en la incorporación de los burgueses, el factor tiempo tuvo mucha importancia pues ya se ha visto que su equivalente anterior realizó su ascensión con un ritmo menos acelerado que el de la industrialización brusca, porque correspondía a la primera modernización de la sociedad, nacida de la expansión agropecuaria, en una ciudad más reducida y con sus sectores sociales menos confundidos porque la alta clase, más distante del resto del país, se perfilaba más neta e individualizada. Además los apellidos extranjeros conservaban todavía una resonancia exótica que se perdió con el acostumbramiento. En cuanto a la alta clase media empezaba a confundirse con los primos pobres de la oligarquía a través de una larga convivencia en las mismas funciones de nivel secundario: profesores, altos funcionarios, jueces y secretarios, profesionales, altos grados de las fuerzas armadas.
En una sociedad en que las dignidades primeras estaban dadas por la propiedad de la tierra, todas esas jerarquías de segunda se igualaban en poco tiempo; daba tono también cualquier antecedente anterior al 900, hasta el punto de que llegó a ser importante descender de un conscripto de Curumalal.
En este sentido, y hasta que el medio pelo se caracterizó por sus propias pautas, en el nivel básico de los primos pobres los criterios de aceptación fueron más amplios y modernos que los de la clase alta, y estuvieron más en relación con la sociedad real: estaban referidos al género de actividades desempeñadas que eran las de esa segunda línea de la sociedad tradicional.
A ese nivel, las actividades científicas, el ejercicio de la magistratura, la política, las letras, la espada, el sacerdocio, etc., representaban jerarquías sin cotización en la alta sociedad, donde eran más bien signos de posición, pues a medida que se refinaban las razas ganaderas se producía un refinamiento social paralelo y la marca de la estancia y el nombre de la cabaña constituían escudos heráldicos que daban más lustre que los antepasados, que en ocasiones hasta se disimulaban. La única actividad no ganadera bien considerada era la de abogado de las grandes empresas extranjeras.

LA COLA DEL BARRIO NORTE

Para esta época había cambiado la geografía de Buenos Aires (para emplear el título del ameno libro de Escardó). Se habían llenado las soluciones de continuidad que separaban los barrios y los medios de transporte habían fundido unos con otros. Ya vimos que el restricto barrio norte de los palacios de la alta sociedad prorrogaba su caudal en amplios faldones bajo cuya protección se vestían de etiqueta el Pilar, parte de Palermo y de Belgrano, y los aledaños Vicente López y San Isidro, en una larga franja recostada sobre la costa. La calle Santa Fe y sus continuaciones, Cabildo —con un pequeño deslizamiento hacia el alto Belgrano— y Maipú, marcaba algo asó como un límite de clases. La naturaleza lo había querido dando allí río y barrancas y las preocupaciones municipales habían ayudado a la naturaleza. Con mayor razón cuando el norte definió su carácter e intendentes y nuevos vecinos rivalizaron en marcarlo con reglas urbanísticas y de edificación. Ya el prestigio no se determinaba dentro de los viejos barrios porque las pautas estaban dadas por la ciudad en conjunto: más importante que ser importante en el barrio, era pertenecer a un barrio importante. Ahora vivir en el Sur descalifica y el oeste no es disminuyente, no ayuda. (En las crónicas periodísticas, un tumulto de adolescentes se refiere como cosa de “jóvenes”, si ocurre de Santa Fe al Norte: si ocurre al Sur se trata de "muchachones". Es aquello de cuando “un pobre se divierte...”).
El mismo centro hace rato que está en baja; es un lujo que sólo se pueden permitir quienes están fuera de toda discusión posible. (Los Urquiza-Anchorena pueden vivir en la primera cuadra de Suipacha; pero éstos también pueden dejarse enterrar en la Chacarita sin desmedro. Hay una vieja familia que entierra en el Cementerio de Flores, pero esto es casi una compadrada de porteño viejo. Lo correcto es la Recoleta, pero ya Olivos se insinúa como una agradable variante. Agradable para la familia, y para la empresa que carga flete).
Los que tienen apellido, o para alcanzar uno los cargan en tres o cuatro andanas, no están en fondos como para una casa en el centro, y los que no tienen apellidos, y sí fondos no van a comprar una casa con frente de rejas y zaguán que no dice nada a los que pasan, y pueden creer que se trata de un inquilinato, como los que hay al otro lado de la Avenida de Mayo.
Algunos pueblos suburbanos del sur han tenido su prestigio como se ha dicho y conservan algunas de las antiguas quintas con sus palmeras, magnolias y coníferas y las enredaderas que suben por las paredes o caen sobre pérgolas derrengadas, Témperley, Lomas, Adrogué y hasta Banfield, se han quedado en un melancólico ayer; ya no atraen pues hay que pasar por Avellaneda, Lanús, Gerli, Talleres, y ellos mismos están invadidos por el cinturón obrero de Buenos Aires que crece. Igual le ocurre a Ramos Mejía y a Morón; y hasta Hurlingham, el Hurlingham de los ingleses, han sido desbordado como la Villa Ballester de los alemanes, como San Miguel que reforzaba su alta clase media con las familias de los militares, por su proximidad a Campo de Mayo, al igual que San Martín, con su viejo Colegio Militar. Ahora todos esos pueblos expresan el país que quiere ser moderno, actual, la potencia posible que se frustró cuando la alta clase no quiso ser burguesía y eligió un destino de ricos dependientes, que le duró, en el nivel internacional lo que la divisa fuerte, mientras lo permitió la renta diferencial. Burguesía y clase media emigran dentro del ámbito urbano repitiendo el proceso simiesco que cumplieron sus modelos de sesenta o setenta años antes pero hacia Europa. (Casi podría decirse que la clase media alta y la burguesía que han persistido en esos avecinamientos, revelan por este mismo hecho estar inmunizados a la influencia del “medio pelo”).
Esto no significa que la tilinguería haya sido el único motivo de esa emigración; hay comprensibles razones estéticas, de comodidad y hasta climáticas; también de prestigio, pues ya hemos visto que su búsqueda se identifica con la naturaleza humana, pero precisamente lo que se propone es distinguir la búsqueda del prestigio en sí, que se opera naturalmente, de la actitud forzada que no intenta destacar el ascenso sino atribuirse una falsa pertenencia que es la del “medio pelo”, normándose por pautas que contradictoriamente tienden a disimular el ascenso bajo la apariencia de una situación proveniente de un origen más prestigioso que el propio; es decir, la aceptación de la naturaleza disminuyente del propio implícita en la aceptación de las pautas que se adoptan y que lo califican peyorativamente. (Ejemplificativamente recordaré lo dicho respecto de los matrimonios con titulares de la nobleza europea, de las de las princesas del dólar y las del peso moneda nacional entonces "poderoso caballero”. En el primer caso las norteamericanas adquirían títulos como una afirmación de su potencia burguesa, con el mismo criterio que compraban un castillo y lo trasladan piedra por piedra a su país. Era una transacción en que si había algún disminuido era el aristócrata que decoraba al burgués; en el segundo, la disminución era del que se incorporaba al título para adquirir un nuevo status que lo diferenciara de su condición anterior).
El elemento subjetivo en la búsqueda del prestigio es esencial, porque puede representar una afirmación de las motivaciones de ascenso, o inversamente, su negación. Esto es lo que hace que el problema del “medio pelo” tenga que tratarse más que como una sátira de costumbres –por sus aspectos ridículos-, como problema social en cuanto representa el enervamiento de las aptitudes de los grupos de ascenso necesarios para la potencialización del país.
Ahora, hay que señalar un acontecimiento que es liminar en la formación del “medio pelo”, porque la conmoción produjo en la sociedad porteña polarizó la mayoría dela clase media alta, parte de la burguesía y la casi totalidad de la “intelligentzia” situada económica y socialmente en la clase media. De esa conmoción salieron también gran número de las pautas que uniforman su comportamiento actual.
Este hecho, fue la Revolución de 1943 en lo político y su secuela económica y social. Porque allí se quebraron las tablas de valores culturales que aquellos sectores consideraban inamovibles e identificadas con la naturaleza del país.
A diferencia de la clase alta, y aun de sus primos pobres, la alta clase media, la “intelligentzia” y la nueva burguesía, era hostiles al régimen de la “Década Infame” y sus fraudes y atropellos. Pero sus preocupaciones democráticas locales habían pasado a segundo término ante las internacionales, y en el común denominador de la guerra las diferencias internas perdían importancia. (Ya antes, la guerra civil española había puesto en el primer plano lo extranjero postergando lo nacional, hábilmente movilizado por la gran prensa y conforme a la mentalidad colonialista que atribuía al país una posición apendicular).
Ya no se objetaba al gobierno de Castillo su origen fraudulento. Lo que se le objetaba era su política de la neutralidad, en lo que coincidían la unanimidad de las direcciones políticas e intelectuales consagradas –oficialistas y opositoras indistintamente—que, por otra parte, creían ser todo del país. En consecuencia ignoraban que para una gran parte de la opinión, ése era el único título de prestigio de Castillo. El grueso de la clase media ya había revisado, por la obra de los nacionalismos, de FORJA y muchos sectores intransigentes del radicalismo, todos los supuestos culturales de aquellos grupos y puesto en primer término el interés nacional. Carente de prensa y de medios masivos de expresión, el hecho era subestimado porque el fuego en el bosque no alcanzaba a las altas copas de los árboles, pero corría por la base del mismo y había penetrado todos sus intersticios. Cuando lo comprendieron tuvieron una primera explicación para su incapacidad de concebir nada propio; era “nazismo”, o, como decían en su pintoresco trabalenguas “nipo-nazi-falanjo-peronismo”. Cuando lo político apareció acompañado por lo social, se les terminó por derrumbar la estantería de las bibliotecas, pero Sarmiento apareció arriba de la librería amontonada con su “Civilización y Barbarie”; y les dio la otra explicación: las multitudes de la campaña –la “barbarie”—que marchaban contra la ciudad –“civilización”--.
Incapaz de pensar fuera de la fórmula libresca importada no podía comprender un hecho simple. La guerra mundial, en medida mucho más amplia que la primera en la época de Yrigoyen, interrumpía el esquema que las leyes de la “Década Infame” habían intentado inmovilizar en la dependencia agro-importadora. Las necesidades del mercado interno insatisfecho creaba la demanda y la demanda promovía el desarrollo en la única oportunidad en que el sistema hasta entonces vigente no podía frenarlo. Esto significaba, a su vez, la plena ocupación que abría horizontes nuevos al grueso de la clase media, cosa que ya se ha visto, y provocaba una acelerada inmigración del interior hacia los centros industriales.

LA PRESENCIA DEL “CABECITA NEGRA”

La presencia del "cabecita negra" impactó fuertemente la fisonomía urbana, y la lesión ideológica al colonialismo mental se agravó con una irrupción que alteraba la fisonomía de la ciudad inundando los centros de consumo y diversión, los medios de transporte, y se extendía hasta lugares de veraneo.
Hasta los descendientes inmediatos de la inmigración se sintieron lesionados. De ellos salió lo de "aluvión zoológico" y lo de "libros y alpargatas", y no de la gente tradicional en la que pudo ser comprensible. La ciudad parecía invadida, pero no hacía más que repetir lo ocurrido algunos decenios antes cuando llegaron sus padres en las terceras de los barcos de ultramar. A la multiparla de los extranjeros que golpeaba los oídos del transeúnte, sucedió el multiacento de las tonadas provincianas.
Era una multitud alegre y esperanzada que ascendía de golpe a niveles de progreso que ni siquiera había imaginado. Esa multitud era alegre porque llegaba al trabajo estable y al salario regular como a una fiesta en donde se sentía desacomodada, como ese cabello hirsuto del "peloduro" que identificaba al "cabecita" con el peine y el espejito. De la carencia de recursos para las cosas elementales, pasaba éste a una abundancia que no estaba en relación con sus hábitos de consumo —o mejor dicho de no consumo—: fue el apogeo de la venta de discos. pañuelos de seda, perfumes baratos, diversiones, del gasto superfluo en una palabra, y del ausentismo frecuente en el trabajo, que desapareció cuando los hábitos de consumo y las necesidades del nuevo nivel de vida se aprendieron en la única forma que se aprenden: por su ejercicio. Entonces se inventó el resentimiento, palabreja que ya se había usado antes para los padres de esos mismos “gringuitos” que la usaban ahora. En ambos casos, hubo una transferencia de la propia subjetividad lesionada, a quienes la lastimaban por el simple hecho de ascender y dar una imagen de la Argentina que no estaba en sus papeles.
Porque lo que ocurría era que el país real se hacía presente por fin gracias a las circunstancias favorables.

EL PENSAMIENTO DE LOS CULTOS

Hubo un sector de la clase media que se sintió el más agredido. La "intelligentzia", desde el profesor universitario al maestro de escuela, pasando por el grueso de los profesionales, periodistas, artistas; se resintió en su subjetividad de depositario de la "cultura" y fabricó una interpretación a la medida de sus aptitudes, de izquierda a derecha, y sin que sus diferencias doctrinarias impidieran la unanimidad del pensamiento.
Los militares, los curas, toda esa clase media de la cual salieron el Presidente, el Vice, todos los gobernadores de provincias, la mayoría de los diputados, la totalidad de los funcionarios, los profesores "flor de ceibo" de la Universidad, constituían la indispensable clase media del "nazismo". Pero como había que explicar la presencia de los trabajadores, decretó que estos eran el lumpen proletariat, en un cóctel intelectual en que los marxistas aportaban la “terminología científica” y los liberales los supuestos básicos de la cultura tradicional. Así Perón era indistintamente Franco, Hitler, Mussolini, Rosas o Facundo con los cuadros nazi-faci-falanjo-peronista de la clase media y los depravados residuos de la digestión social, las multitudes obreras que lo apoyaban; alternativamente los degradados del proletariado, o los indígenas anteriores a la civilización. Lo que no se les ocurrió, ni se les podrá ocurrir nunca, era que se trataba de un hecho original y propio del país y de una transformación inevitable que estaba en la naturaleza de las modificaciones en las formas de la producción y el consumo.
Esta interpretación del hecho por la “intelligentzia” común a la izquierda y a la derecha, revela la existencia de una plataforma mental que no está dada por las ideologías particulares, sino por presupuestos generales que las unifican en un status de compenetración recíproca y convivencia que se repite cada vez que se encuentra frente al país real. Fue la repetición, a escala más grande porque era más profundo el proceso, de la actitud que adoptó la “intelligentzia” frente al yrigoyenismo en su oportunidad.

POLÍTICOS Y DOCTORES FUERA DE LA CANCHA

Los dirigentes de los partidos políticos opositores a los gobiernos de la "Década Infame" participaban de la actitud porque sus supuestos eran los mismos de la "Intelligentzia", aunque sus lecturas fueran mucho más prudentes. Es que además, la presencia de ese país que habían olvidado —si es que alguna vez lo conocieron— alteraba el polígono de fuerzas, dentro de las cuales su acceso al poder era previsible, una vez que hubieron aceptado la restauración colonialista de la "Década Infame". En la presidencia Ortiz, eso ya estaba prácticamente resuelto y las presidencias Rawson y Ramírez ofrecían encaminarse hacia sus soluciones "democráticas", con el visto bueno de las embajadas. Pero el hecho traía resultados imprevisibles. (Como en la cancha de fútbol, el problema ya no era el referee arbitrario que cambiaba el resultado de los partidos, sino el riesgo de quedarse fuera de la cancha. Las diferencias que habían tenido con los autores del fraude y las vejaciones aparecían como inimportantes; eran infracciones a las leyes del juego, pero el juego era el mismo).
Toda esa gente, con la clase media alta, se sintió agraviada porque estaba agraviado el orden dentro del cual estaba programado el país con sus jerarquías establecidas y el modo y el estilo con qué manejarse.
En Los Profetas del Odio digo:
El doctor, se amarga porque ya no es tan importante; añora el tiempo en que fue el pequeño Dios casero del barrio o del pueblo. Lo mismo le ocurría al intelectual. Y agrego: La gente lo veía pasar a Martínez Estrada y las comadres del conventillo decían: “Es escritor, sale en los diarios”. Y todos se quedaban mirándolo con los ojos abiertos. Ahora la gente se ha ensoberbecido y esto molesta al Sr. Martínez Estrada. Ni lo miran, del mismo modo porque no se permite al doctor que lo proteja con su tuteo, y si más no viene, hasta “le para el carro”. Existen por lo demás muchos sectores materiales lesionados; esto pasó ya con las reformas de Licurgo y de Solón... Ahí están los pequeños rentistas, la gente de entradas fijas...”
El ascenso masivo –que le físico y la modalidad del “cabecita negra” hace más evidente—es de una multitud, de gran movilidad urbana; está presente en todas partes pues la plena ocupación –que alcanza a todas las clases—provoca la aglomeración callejera, que con la ocupación se multiplican los desplazamientos; da recursos de acceso a medios de consumo antes restringidos por la necesidad y estrecha la ciudad dando sensación de apretujamiento. Disminuye la importancia de los individuos que hasta ese momento se han creído importantes; se pierden en el anónimo de las colas, tienen que esperar mesa en los restaurantes, viajar incómodos presionados por el número y ni siquiera en la hora del descanso, en las playas o en las sierras, pueden evitar este hecho terrible de ser uno de la multitud y nada más.
Es como pasar del pueblo –donde se es alguien—a la gran Ciudad donde no se es nadie.
Oscar Correa me contó una vez que la impresión más fuerte que le causó Buenos Aires de adolescente la recibió en el tranvía. En su Catamarca natal, donde se nace “niño” Correa. Y he aquí que en Buenos Aires, en el tranvía, el guarda lo señalaba diciéndole que se corriese más adelante sin decirle niño Correa, con la misma desaprensión que si se tratara de un “chango”. Oscar Correa contaba el episodio como una enseñanza que le había dado el “gallego” de los boletos. Pero la mayoría de la gente a que me estoy refiriendo está muy lejos de tener el buen sentido de Oscar Correa. (A mí mismo “me revienta” bastante cuando hablo por teléfono y no me entienden el apellido, o cuando le digo a alguien quien soy y descubro que no le significo nada, y eso que estoy acostumbrado a ser “punto”).
La reacción en los sectores mencionados es comprensible a la luz de sus prejuicios y mentalidad. El hecho nuevo afectaba un elemento básico del prestigio y le disminuía la significación.

UNA BURGUESÍA PARADÓJICA

Otro es el caso de la nueva burguesía.
En mi libro citado aclaro:
“También ofende esta brusca promoción de industriales y hombres de negocios, salidos de sus propias filas con la chabacanería del enriquecido; es la burguesía, que no existía anteriormente, generada por las condiciones económicas propicias y a la que llaman “la nueva oligarquía”, cuando es precisamente su negación, clase en constante formación de altibajos frecuentes, y que suscita la admiración de sus adversarios cuando la ve actuar en los países anglosajones... No ha adquirido todavía esa suficiencia y esa seguridad burguesa que permite mirar de frente a la aristocracia; suscita la envidia general, esclava de sus utilidades de mercado negro que se ve obligada a gastar en automóviles coludos...
Esta burguesía tiene por delante un camino bien claro: definirse como tal. La división de la Unión Industrial le da su oportunidad, pero en gran parte no la aprovecha. La misma improvisación, la misma rapidez de su ascenso le impiden tomar conciencia de su papel histórico. La rapidez del proceso ha hecho que la mayoría de los nuevos industriales sólo sean comerciantes que están en la actividad productora más como traficantes que como industriales.
Tenía que ser así inevitablemente, porque las circunstancias obligaban a improvisar. A esta clase le correspondía sedimentarse y para hacerlo tenía que luchar por el mantenimiento de las condiciones que la habían favorecido; pero su dinero, en lugar de convertirse en un instrumento de poder, se tradujo en un instrumento de goce. En lugar de mirar por encima del hombro a los que la ridiculizaban, cayó pronto en el ridículo de imitarlos.
En el mismo libro agrego: "Pero este nuevo rico, tan improvisado como el obrero que molesta a Martínez Estrada, es más ignorante que aquel (el obrero se entiende); no sabe que su prosperidad es hija de las nuevas condiciones históricas y cree que todo es producto de su talento. Aspira al estilo de vida de las viejas clases admiradas a las que trata de imitar. Tal vez en su escritorio, frente a la realidad de los negocios comprende algo, pero lo irritan los problemas con el sindicato. Cuando regresa a su casa, la "gorda" en trance de "señora bien", y la hija casadera, que ya se ha vinculado en la escuela paga, ahora quiere apellido y asegurarse un sitio social aunque más no sea en la sociedad de San Isidro. De visita "la niña" y su madre asienten cuando oyen comentar que el "servicio" se ha vuelto insoportable, y las viejas señoras recuerdan la época en que se recogían chinitas para "hacerles un favor" "—Tan cómodas, dice alguna, para que los chicos no se anduvieran enfermando por afuera...". Lo pequeño y adjetivo ha sido más fuerte que sus verdaderos intereses sociales y económicos, pues si hay un sector destinado a beneficiarse de la grandeza nacional lograda por la liberación económica, es este intermedio para quien fue escrita la palabra oportunidad."
La nueva burguesía está madura para entrar al "medio pelo" en razón de esa frustración en que abandona sus propias pautas de prestigio para asimilar las de sus adversarios.

UN ESTUDIO SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA BURGUESÍA

José Luis de Imaz (Los que mandan, Eudeba 1965) al estudiar el empresariado argentino trae un subtítulo, los industriales, factor de poder fallido que basta para ratificar lo que vengo diciendo. El estudio sobre lo que determinan la vacancia del papel de la industria en la conducción del país es demasiado extenso para resumirlo en su totalidad. Me limitaré a lo que tiene atingencia con el fracaso psicológico de la burguesía.
Hablando de la Unión Industrial refiere que en 1933 se realizó en el Luna Park la gran concentración de los hombres de Industria, que comprendía, no sólo a los empresarios, sino también empleados y obreros, vale decir todos los que en aquella difícil coyuntura del país se encontraban ante un porvenir incierto. Corrían los años de la gran depresión, con gran desocupación y un mercado interno dificilísimo y grandes dificultades financieras. El presidente de la Unión Industrial, Don Luis Colombo exigía al Poder Ejecutivo en su discurso "que se adoptaran medidas en defensa de la producción fabril". Agrega que cuando partió la misión Roca a Gran Bretaña, que firmó el tratado de carnes, y "ante la posibilidad de una liberación de las importaciones que significaban la ruina de los empresarios, Colombo dirigió un memorial y realizó un 'planteo' al Presidente Agustín P. Justo".
Fue el canto del cisne. Así dice Imaz: "A partir de entonces, en el treintenio siguiente, los empresarios no volvieron a realizar actos ni a tomar medidas concretas acordes con estos antecedentes de movilización gremial".
Imaz intenta explicar este cambio de actitud. —son sus palabras— y se plantea varios interrogantes.
¿Por qué precisamente ahora los industriales parecen incapaces de articular sus intereses con la habilidad y pujanza con que antes lo hicieron? ¿Por qué razón las empresas no inciden en la toma de las grandes decisiones colectivas? ¿Por qué no obstante su peso económico, su rol en la modernización, de haber sido innovadores tecnológicos, los empresarios "no pesan" en la vida del país? ¿Qué impide a los empresarios constituirse en un factor de poder como las fuerzas armadas? ¿Qué frenos inhibitorios les retienen para articular sus intereses con la misma habilidad que los ganaderos de la Sociedad Rural?.1
Para todos los interrogantes Imaz tiene una acertada explicación:
A) Se trata de un sector nuevo y esto explica la carencia de conciencia y normas de grupo. (Pero el autor señala que el sindicalismo que le es contemporáneo la ha logrado.)
B) La diversidad de grupos que constituyen ese interés social determinada por dos aspectos referidos al origen nacional o internacional de las empresas, vinculadas las primeras a las reglas del libre juego, y las diferencias de volumen pues "hay dos estratos industriales, casi sin niveles medios" pues en el país en el 90 % de las empresas está al nivel del "taller que emplea menos de 10 personas como mano de obra permanente". "Como la Argentina es todavía subcapitalista, o mejor dicho como el desarrollo capitalista no ha sido armónico, hay dos niveles empresariales", (muchas veces gran industria y capitalismo extranjero coinciden como pequeña y nacional, agrego por mi parte).
C) Diferencias de tipo personal, y de grupo y de orígenes que "establecen barreras de incomunicación". Junto a los viejos empresarios nacidos en los hogares fundadores, están los nuevos empresarios cuyas rápidas fortunas, atribuidos por los otros a vinculaciones políticas son mirados con recelo. Junto a las muy grandes empresas estadounidenses, británicas y alemanas, están las empresas de capital nacional constituidas en torno de antiguos grupos connacionales ingleses, alemanes e italianos. Junto a las tradicionales empresas belgas y francesas de exportación, las novísimas de hasta ayer desconocidos árabes y judíos. A este propósito el autor señala la coincidencia por situaciones parecidas en el Brasil, señalados por Cardozo: Junto a una inmensa mayoría de industriales producto de la inmigración, actúa una minoría de segmentos de los antiguos estratos señoriles. Pero estos últimos poseen mucha más influencia política que los otros.
Este hecho dificulta la necesaria decantación... para construir una ideología industrial. Esto tiene atingencia con el ángulo desde el cual encaró el problema y se volverá sobre él.
D) Carencia de una conciencia objetiva política para ejercer el poder ni vocación para hacerlo. La preocupación que ha absorbido a los empresarios ha sido el logro del más alto status posible, en beneficio único, exclusivo y personal, para sí, su familia, su grupo, su empresa "pero no para la entidad, cuerpo, institución o sector social. Los industriales buscan beneficios, única y exclusivamente para su empresa y no para la industria como un todo. Y aquí es concluyente en aquello en que estoy insistiendo: faltos de solidaridad no tienen otra motivación que la fabricación... de su propio status. Buscadores de prestigio su tiempo está absorbido por la empresa y por acumular luego los más posibles indicadores externos del vestigio.
E) (Se vincula con lo anterior) Incapaces de generar su ideología aceptaron las escalas de prestigio... de la estructura social anterior... hicieron suyo el marco valorativo de los sectores tradicionalmente rurales. Estos industriales ascendidos... compraron estancias. .. para cubrirse con las viejas pautas de prestigio. Habían accedido a la riqueza por una vía que no era la pecuaria ni la finanza tradicional, ni el ejercicio de la abogacía. De estancieros se hicieron cabañeros y "en vez de la defensa tozuda de sus propios intereses —como habían hecho cuando todavía eran marginales—, buscaron identificarse con los criterios, los puntos de vista y los argumentos del sector rural. Y en el seno de alguna entidad empresaria dejarían de lado sus argumentos específicos para plegarse a los elaborados por quienes en el país mejor articulan sus intereses personales.
F) Crisis de liderazgo. Desde 1925 hasta 1946 Luis Colombo —arquetípico self-made-man expresión de su época y del tipo de personalidad que por entonces abundaba entre los empresarios— ejerció un liderazgo indiscutible. Su declinar personal es del grupo. Luego del gran error de 1946 —cuando volcó el aporte económico de la entidad en favor del candidato que habría de perder— la Unión Industrial fue intervenida. Después cuando se construyó ya no hubo el líder tipo patrón a la antigua dentro de un grupo de hombres que eran patrones a la antigua". "Ahora lo ha sucedido una burocracia con gerentes impersonales". Tampoco es posible la existencia de una élite dirigente... por la ausencia de una capa empresarial de élite.
G) De todo esto resulta que los industriales no son factor de poder.

ASIMILACIÓN POR LA CLASE ALTA DE LA PRIMER BURGUESÍA

El proceso de asimilación de los industriales a las pautas de la clase terrateniente, empieza mucho antes que el conflicto de esta con el peronismo. Pero entonces la asimilación era directa y los industriales entraban paulatinamente a la composición de la alta clase. No es el proceso masivo que se opera con la capa industrial mucho más moderna que surge como contragolpe de la gran guerra. La captación era individual, pero directa, y de grupos seleccionados dentro de la industria: los más poderosos. Lo que ocurrió después de 1943 se verá más adelante, pero se puede adelantar que por su carácter masivo y por comprender matices económicos y sociales mucho más variados, no se trató de una incorporación a la misma sino de la creación de una falsa imagen de la clase alta —es la que revela el libro de Beatriz Guido—, que promovió la fácil imitación de sus supuestas pautas a nivel mucho más bajo, el de los "primos pobres", pero surtió los mismos efectos para destruir la capacidad modernizadora de la burguesía recién aparecida: este nivel más bajo es la del "medio pelo".
Al hablar de la burguesía del principio de siglo he citado a Germani en cuanto señala que los inmigrantes que la constituyeron fueron indiferentes al reconocimiento de la alta clase, lo que facilitó su caracterización como burguesía. También Imaz opina lo mismo y explica enseguida lo que sucedió después: "Tampoco puede decirse que los empresarios hayan rechazado los valores del grupo dominante. Simplemente, no los tenían, o por lo menos no lo tenían los empresarios de la generación originaria inmigrante europea. Pero a medida que ascendían económicamente —y sobre todo a medida que eran reemplazados por la generación de sus hijos— cambiaba la mentalidad del grupo familiar, y en el tránsito cambiaban también las pautas y los valores. Y los hijos de los empresarios sobre todo, a medida que eran admitidos, a medida que se afiliaban y que empleaban los mismos gestos, usos, vocablos y maneras de los sectores dirigentes, que ingresaban a sus clubes y que confluían en los mismos centros de distracción y veraneo, buscaban imitar a la élite en todos los aspectos y guiarse por las mismas pautas valorativas de quienes constituían su gran modelo".
La alta clase los ponía "en capilla", por un tiempo, como al estudiante que está por dar examen; después los aceptaba. Ya hemos destacado su inteligente permeabilidad. Desde ese momento el tipo dejaba de pensar como industrial para pensar como invernador o cabañero que era la nueva actividad que le daba status. (Esta "capilla" no existió para los industriales de origen anglosajón, germánico o escandinavo, y tampoco para los belgas, suizos ni franceses). Esto, como lo señala Imaz, sin decirlo, está vinculado a los supuestos racistas de nuestro liberalismo y que forman parte de las pautas. Así dice este autor: Cualesquiera que fuese su origen o extracción, mientras no hubiera prueba en contrario, se presumía a estos europeos identificados con los más altos status. Seguidamente, explica que los industriales de esta procedencia muchas veces se marginaron voluntariamente. Constituyeron una sociedad restringida, ajena a la sociedad global, con sus propias pautas, entre las que estaba también su racismo. No tenían complejo de inferioridad diferente a la alta clase porque tenían el de superioridad, que aquella les había aceptado en los supuestos de su cultura.
Hay un hecho aquí que importa destacar, y es el caso de los judíos y árabes que continuaron marginados –aun por el “medio pelo”—después de 1943. Bloqueados en su ascenso se aferraron al “ascetismo burgués” y se convirtieron en “innovadores y modernistas”, lo cual los obligó a constituir sus propios y específicos centros de convergencia, como dice Imaz. Esto produce la situación paradójica de que los efectos del racismo que los aísla del país, facilite la tarea que como burguesía tienen que cumplir al servicio del mismo, cosa que no puede comprender el antisemitismo de muchos nacionalistas, porque el signo negativo se convierte así en positivo. Pero el racismo de la clase alta está condicionado a sus intereses y ya lo empieza a superar. El día que judíos y árabes hayan roto la barrera —que por otra parte está bastante agujereada— la modernización del país, habrá perdido una de las pocas piezas útiles que le quedan en la capa burguesa.

LA ALTA SOCIEDAD, A PIE, POR LA CALLE

La alta clase había sido reticente, más bien despectiva, frente al fenómeno yrigoyenista. Este, la desplazaba del poder político e introducía modificaciones económicas y sociales que afectaban en algo su situación privilegiada, pero no amenazaba a fondo la estructura de la dependencia, y así la política extranjera y la alta clase fueron prudentes en su oposición. Aun dentro de ellas, los sectores más capacitados comprendieron la conveniencia de atenuar las formas tradicionales de la sociedad con la misma comprensión que habían tenido Sáenz Peña e Indalecio Gómez.
Pero frente a la revolución de 1943, una vez que en 1945 hubo definido su carácter, su comportamiento fue muy distinto. Ya anteriormente se ha dicho que la alta clase se había desvinculado de la política, que había dejado en manos de representantes de segunda fila, caudillos electorales o jóvenes prometedores de la clase media, prestando ocasionalmente algún nombre en contingencias importantes. Ahora bajó violenta y unánimemente a la arena política e hizo suyas las banderas y los pretextos que la intelligentzia le facilitaba. Único grupo dirigente con clara conciencia histórica de su papel, comprendió que estaba en juego la transformación del país, que creía haber impedido definitivamente con el Tratado Roca-Runciman. Bajo los pliegues de la democracia internacional les fue cómodo acompañarse con los representantes imperiales y se encolumnó detrás de un embajador extranjero. Todo el aparato de la superestructura cultural estuvo a su servicio con el monopolio de la prensa y sumó su prestigio al de los intelectuales. (Si no hubiera sido inventada la radio el país real hubiera sido aplastado; no ocurrió eso porque ésta echó su peso en la balanza y mientras el gran diario entraba por la puerta de calle, "la voz maldita" entraba por la puerta de la cocina. Al margen de lo que se está diciendo, anotemos que aquello fue una enseñanza para los expertos en publicidad y un rudo golpe para el prestigio publicitario periodístico).
Al servicio de la "democracia", la alta sociedad se democratizó: fue la euforia de los "primos pobres" que se vieron recibidos de nuevo, como hijos pródigos en las residencias de los parientes que los tenían olvidados, y la locura de los profesores, escritores, profesionales, rentistas, que de pronto, se encontraron en un mano a mano, con gente de la que tenían una idea "miliunanochesca", esas damas y caballeros con los que confraternizaban en mitines, clubes de barrio, ateneos, centros gremiales.2 El escritor que hacía años pujaba por ser invitado a un té por Victoria Ocampo, se saturó de té en las residencias del barrio Norte, y las viejas señoras guardaron el agresivo impertinente para mirar con ternura a los obreros comunistas y socialistas. (En el seno de las reuniones íntimas después, la alta sociedad se divertía enumerando las "cursilerías" y "cacherías" que se iban descubriendo en este nuevo intercambio social, mientras que en los hogares de barrio y en los departamentos de living comedor y uno o dos dormitorios, se lloraba por los seis o siete días de prisión de alguna gran dama, o por el desaire de que había sido objeto un caballero).
Sólo Dios sabe los sacrificios que costó a la alta sociedad este péle méle tan poco comme il faut. Las grandes familias llegaron a tener intelectual y obrero propio que exhibían a las relaciones: un pobre tinterillo que había adocenado hasta el estilo para someterse a las pautas del gran diario, o un jubilado ferroviario, o algún metalúrgico con los dedos deformados que colocados junto a los
"bibelot" humanizaban la decoración. Los dirigentes radicales, que ritualmente habían silbado al Jockey Club en todas las manifestaciones, y habían decretado el boicot a "La Prensa", junto con los socialistas y los comunistas se enternecían con los precios económicos del comedor del Club, y encontraban la biblioteca mucho mejor organizada, más científica, que la de sus propios centros y fermentarios, olvidando su austera oposición a los hipódromos, y de donde salía ese menú excelente y barato y las lujosas encuadernaciones de la librería.3
Claro está que cuando todo este democratismo fracasó, la alta clase volvió a sus viejos cuarteles y olvidó la aventura de la que sólo quedaron anécdotas pintorescas que vinieron a fortificar su seguridad de que el buen tono no se adquiere, se hereda, salvo unos pocos que quedaron infectados por el virus de la política.
En 1955 volvió a repetirse el fenómeno y el entrevero consiguiente, pero mientras se consideró necesario. Después del 13 de noviembre las cosas se pusieron en su lugar y la alta clase sólo reapareció en vida pública el día de los fusilamientos, para ratificarle al gobierno desde la Plaza Mayo, su democrática solidaridad. De que esta gente se mueve como le conviene en la oportunidad, el lector puede darse una idea si busca en la colección de La Nación, la crónica del casamiento de la hija del Almirante Rojas. Esto ocurre después de la derrota de los "colorados". Rojas, que ha sido visto hasta como buen mozo, deja de tener interés. Entre los concurrentes a la ceremonia religiosa hay sólo dos apellidos de la alta clase: la señora de Gaínza Castro y la de Pereda. Los demás, brillan por su ausencia en el nutrido conjunto de familias de "medio pelo" y marinos.
Efectos del entrevero. Ese contacto de la alta clase media y la pequeña burguesía con los altos niveles sociales, bastó para perturbar definitivamente a capas muy extensas de los mismos. No entendieron que la alta sociedad había descendido ocasionalmente hacia ellos, sino que creyeron que eran ellos los que ascendían hacia aquella y así su reacción subjetiva contra la presencia del "cabecita negra" y las direcciones de clase media que no correspondían, a sus cuadros mentales, se profundizó y consolidó. La Unidad Democrática, de mera asociación política circunstancial se convirtió en una especie de status social, porque a través de ella comenzaron a sentirse incorporados al nivel de la otra clase: La Unidad Democrática era el status de la "gente bien" por oposición a la "chusma", a la "plebe".
Subjetivamente sintieron restaurada la sociedad tradicional con sus dos únicas clases: la gente principal, parte sana y decente de la población y la inferior, y ellos, como en la sociedad tradicional, aceptando las diferencias de rango determinadas por la fortuna y por los mayores antecedentes genealógicos, sintieron que pertenecían a la misma clase, y comenzaron a adoptar las que creían sus pautas y a comportarse en correspondencia con la nueva situación que se atribuían. En esta convicción las consolidaba la misma derrota. Esta confirmaba la existencia de una aberración estética, moral e intelectual que obligaba a diferenciarse como grupo social de ese pueblo que ya no era el pueblo. En pequeño, lo que pasó en el Sur de los EE. UU. después de la guerra de Secesión, donde los blancos pobres que eran la última carta de la baraja en la sociedad aristocrática derrotada, adoptaron el mismo aire nostálgico de otras épocas —la postura dixit— que era lógico en los plantadores, y el todo tiempo pasado fue mejor, se incorporó a las pautas de los que poco antes compraban traje en "Los 49" y aun no habían perdido el hábito de ir de casa y puntualizar que sus padres eran "mi papá y mi mamá", en una extraña mezcla en que el personaje era la reproducción conjunta de "Mónica" y "Catita".4 Ya estaban dados todos los elementos para la constitución del "medio pelo".

CAPITULO X

LA COMPOSICIÓN SOCIAL DEL “MEDIO PELO”. PERMEABILIDAD Y FILTRO

La estatua de Garibaldi en Plaza Italia, que desde el principio del siglo ha presenciado sucesivamente la sociabilidad dominical de las parejas inmigratorias, y las de cabecitas negras, preside también el ingreso a la alta sociedad porteña, pues ya se ha dicho que se entra a ésta por las puertas de la Sociedad Rural y llevando el toro del cabestro; ella ha visto llegar los aspirantes a las exposiciones, primero como espectadores, después como compradores y ¡al fin! después de largos años, como expositores. Después como miembros de la directiva, ya prestigiados en las crónicas sociales.
Esto es lo que Imaz refiere, en otros términos, cuando habla de los descendientes de la burguesía inmigratoria de principios de siglo —aquellos burgueses indiferentes al "reconocimiento", según Germani— que en su casi totalidad optaron por la incorporación a la alta clase propietaria de la tierra: si la primera generación practicó el aforismo burgués de que el dinero no tiene olor, la segunda percibió que, socialmente, en la Argentina perfuma y que el aroma del estiércol es más "bien" que el del aceite y los combustibles. En alguna otra parte ya había señalado la distinta actitud que a este respecto se tiene en Europa o en EE.UU., donde un banquero o un industrial consideran a un ganadero un "juntabosta". Aquí la actitud es inversa por las dos partes.
Este orden en la preeminencia social ocasiona que la alta burguesía termine por adoptar conjuntamente con las pautas de comportamiento de la alta clase tradicional, las pautas ideológicas que la ponen a su servicio en perjuicio y oposición de las que correspondían a su condición originaria y a las necesidades de modernización económica y social.1
Se ha visto oportunamente la permeabilidad de la alta clase porteña. Pero este proceso de integración de los nuevos lo hace paulatinamente, lo que le permite recibirlos, generalmente en segunda generación, cuando ya han limado la guaranguería original de los triunfadores y absorbido las normas de comportamiento que les permite cubrir los claros de los que se desplazan por los accidentes de la fortuna o por la división hereditaria de los patrimonios.
No basta comprar campo para ser estanciero. Esto requiere una adecuación al modo rural en que los estancieros vecinos de más modesta posición social que la alta clase, y de mucho más débil situación económica que el nuevo propietario, son los que dictan cátedra; es un curso preparatorio como el de las escuelas británicas en que los futuros gentlemen deben someterse al ablandamiento que imponen los alumnos de los años superiores, con pullas y humillaciones de toda clase.
El estanciero “Gath & Chaves” tiene que ir renunciando al atuendo deslumbrante, usando más frecuentemente la bombacha que los breeches de corte impecable y hasta la alpargata en lugar de la bota de polo; debe archivar la silla inglesa reemplazándola con un recado de pato aunque el caballo se pase el día en el palenque y olvidar el respeto que se merece el coche último modelo, dejándolo embarrado. Debe ajustar por lo menos en apariencia, su mentalidad de giro diario en los negocios al obligado giro anual de la producción y en lugar de ser terminante en sus conclusiones debe hacerse elusivo acostumbrándose a la idea de que su voluntad e inteligencia no son el factor decisivo, sino Dios y el Gobierno que siempre están contra el ganadero, y llorar siempre porque las cosas andan mal, cuando no son perfectas, y siguen mal cuando lo son, porque podrían ser mejores. Debe frenar su afán de iniciativa, que es un arrastre de la época industrial, y antes de aplicarlas averiguar qué ganadero importante ya lo ha hecho, para que no se le rían si fracasa y para que le perdonen el éxito, si acierta, pues los ganaderos de la zona saben todo lo que puede saberse y algunas cosas más como Pico de la Mirándola.
También debe aprender mil detalles como por ejemplo que no es imprescindible que el personal en pleno lo esté esperando cuando llega de la Capital, como ha visto en alguna película, y que no necesita dar varias tarjetas, una por estancia, cuando es presentado a alguien. En una palabra debe aprender la cazurronería campesina en la que embotará la estridencia guaranga del triunfador urbano, para desde ahí perfilarse para empezar el aprendizaje del buen tono, que le permitirá el ascenso social.
El aprendizaje técnico es secundario porque como tiene el hábito y las aptitudes de dominar técnicas más difíciles, y que exigen mayor velocidad en la decisión en poco tiempo sabrá mucho más que sus vecinos, pero a condición de que lo disimule, y que sean ellos los que lo descubran. Así debe adoptar una actitud dramática frente a los cinco o seis vencimientos anuales del crédito rural, aunque en sus actividades de la ciudad haya aprendido a tapar diez o doce agujeros diarios en su malabarismo bancario; y aunque está acostumbrado a llevarse por delante a todo el mundo según lo exigen sus negocios, debe mantener una conducta de correcta amabilidad con el gerente local, el comisario, el intendente, el feriero y los modestos doctores que concurren al club pueblerino, y hasta con el jefe de estación y los contratistas de máquinas agrícolas, pues el descrédito del "fanfa", que corresponde por nacimiento a todo porteño, y más a los porteños con plata, lo está acechando en veinte leguas a la redonda, y después se corre, de estancia a estancia de lugareños, por un misterioso sistema de comunicaciones que el porteño no descubrirá jamás.
Paralelamente adquirirá las normas reverenciales por los grandes rematadores y consignatarios, que lo prestigiarán cobrándole sus comisiones, y a través de los cuales irá aprendiendo paulatinamente, así como en las ferias y exposiciones locales, las tablas de valores correspondientes a las cabañas y sus propietarios, así como el conocimiento de las razas que dan más prestigio social. Llegará un día en que no necesitará remitir a plaza y el frigorífico le mandará el revisor.
Entonces ya estará maduro, cuando en una exposición Don Narciso, Miguel Alfredo o Don Silvestre, según la época (Don Faustino no viste tanto) lo saluden desde lejos con la mano, o se acerquen y lo reconozcan por el nombre.2
Entretanto la familia, con los chicos en el colegio que corresponde y escalonando paulatinamente relaciones en los veraneos reiterados en la playa indicada, las canastas y las fiestas de beneficencia, se irá capacitando poco a poco, al adquirir las pautas de comportamiento social necesarias en el nuevo status que también exigen esfuerzos porque las mujeres son más “difíciles” que los hombres en esto del “reconocimiento”.
Nada de esto significa que alguien, grupo o persona regule la filtración ascendente. La aceptación se hace subconsciente por el propio status de la clase que hace el proceso selectivo fisiológicamente, como una cuestión de hecho que se va cumpliendo por etapas.
Sin embargo, deduzco de lo observado por Imaz, que en muchos casos hay un discernimiento que revela conciencia del proceso. Así cuando analiza la composición por apellidos de las sucesivas comisiones directivas de la Sociedad Rural; el número de los antiguos y los recientes está inteligentemente dosificado, y los antiguos saben poner en el primer plano los líderes nuevos que aportan el empuje del neófito para lograr las mayores ventajas posibles, cuando las circunstancias son muy favorables. Se percibe por ejemplo, que en el momento en que el grueso de la renta nacional fue transferido a la clase ganadera, en el gobierno del General Aramburu, asumió el liderazgo de la misma Dr. Mercier, ganadero consorte, que le resultó muy eficaz. En otras circunstancias a este desconocido le hubieran aprovechado a lo sumo sus aptitudes de ginecólogo para un curso de tacto rectal, tan beneficioso para aumentar el porcentual de las pariciones.
El actual presidente de la Sociedad Rural, Faustino Fano pasó, ya hace muchos años, del comercio de tejidos a la ganadería, donde desde luego se ha destacado por sus aptitudes. Ha dado el mejor examen de adopción de la ideología económica agroimportadora, pues lo que le queda de burgués está radicado en Inglaterra, que es donde corresponde; con más precisión en Manchester, en sus fábricas de tejidos, para rentar en la Argentina como exclusivo productor rural, libre de todo pecado industrialista. S.M.B. lo debe mirar con ojos tiernos, recordando aquello que escribió el economista inglés W. H. Dawson en el siglo pasado, frente al surgimiento de la Alemania industrial: "—Hubiéramos preferido, que Alemania hubiera continuado concentrando su atención en la producción de música, poesía y filosofía, dejándonos el cuidado de proveer al mundo de máquinas, telas y algodón" (Friederick Clairmonte - Liberalismo Económico y Subdesarrollo. Ed. Tercer Mundo. Bogotá, 1963). Póngase novillos y cereales en lugar de disciplinas "tan cultas y germánicas" y la expresión de deseos conservará todo su sentido.
En cambio, en los momentos difíciles, con igual inteligencia se recurre a los apellidos tradicionales, cuyos portadores conocen mejor que los neófitos la flexibilidad necesaria para capear los temporales. Es lo que ocurrió bajo el gobierno de Perón.
También la alta clase suele tener sus herejes.
A veces algunos individuos de la alta clase se dejan contagiar por el virus de las innovaciones y se resbalan hasta el campo artístico o industrial contrariando las pautas vigentes.
Así, a Victoria Ocampo, durante mucho tiempo no le perdonaron su modernismo, oponiéndole la reticencia de la gazmoñería, y tardaron bastante en comprender en qué medida la culta dama, por el simple hecho de transferir su visión europeizante y formar núcleo en su redor era —al margen de sus propósitos que conceptúo generosos— un aliado tácito del sector de donde provenía, y que vino a cumplir en el terreno de las letras la tarea que la Sociedad Rural cumplía respecto de la burguesía, rigiendo en forma parecida el prestigio de los literatos arribistas que, como la burguesía, buscaban el sello de lo que es "bien" tradicionalmente: un prestigio con el sello de "las formas tradicionales". Actitud parecida es la adoptada con algunos industriales de apellido tradicional —tal el caso de algunos Pereyra Iraola. Si triunfan se los ignora, pero si vuelven derrotados al redil se los aplaude, cuando les queda como volver. No le quedó a Nemesio de Olariaga, que aunque no de origen tan antiguo, estaba en el nivel de la gran ganadería.

IDIOSINCRASIA DE LA BURGUESÍA RECIENTE

Como se ve, la incorporación a la clase alta no es cuestión de decir: golpeá que te van a abrir. La misma permeabilidad que surge del espíritu conservador de aquella, exige la práctica del ritual que se ha referido para graduar el ingreso.
La nueva burguesía originada en la expansión industrial de la última guerra y de crecimiento mucho más rápido que la de principios de siglo, como se ha visto en el capítulo anterior, no alcanzó a tomar conciencia de su propio status, ni siquiera a sedimentarse en el conocimiento de los factores económicos que determinaban su ascenso, pues sus miembros, más comerciantes que industriales, se creyeron más hijos de sus aptitudes financieras —cosa bastante cierta— que de sus conocimientos técnicos; pasó aun con los enriquecidos que proviniendo del taller podían haber sido modelados en el proceso previo de su enriquecimiento. Faltó ese amor a la propia obra, esa identidad con la creación que en su sector tiene el hombre de campo, y que habían tenido los viejos industriales. Además, hubo la seguridad y la soberbia de los hijos de la inflación que se mueven sobre una nebulosa de situaciones que terminan por atribuir al propio genio. Cada uno se creyó un fenómeno de la naturaleza y se atribuyó personalmente los éxitos nacidos de condiciones históricas favorables. En cambio, los obstáculos, las dificultades con los trabajadores, los problemas impositivos y los inconvenientes de la planificación eran culpa del "intervencionismo de Estado" al que al mismo tiempo pedían protección.
Imaz ha señalado su incapacidad para actuar como grupo, como conjunto expresivo de una conciencia empresaria, lo que es bastante lógico por la ya mencionada improvisación en que la empresa era más una aventura comercial que el producto de una vocación. Faltó la conciencia del interés común y general a la industria, y los irritaban los mismos problemas salariales de previsión y de política obrera que les creaban el mercado, como les molestaban las dificultades de cambio o de crédito que establecían las prioridades de las cuales se beneficiaban. En su incapacidad para percibir el encuadre de una política general de la cual eran hijos, sólo percibían las restricciones que ésta les imponía, que les resultaban trabas burocráticas opuestas a la expansión de su genialidad creadora. Como el comunista del cuento que pensaba tener dos casas con la que ya tenía y la que le iba a tocar en el reparto, querían las ventajas del intervencionismo de Estado, que experimentaban, y la de la libre empresa con que los adoctrinaban sus adversarios económicos que ellos empezaban ya a ver como sus libertadores. Se sumaron al resentimiento de la alta clase media, y los "primos pobres de la oligarquía" que experimentaron las molestias que le creaba a su tradición y gustos de "gente calificada", los aspectos groseros y masivos que la convivencia urbana creaba por la integración de la sociedad con la vieja clase criolla postergada. Estos tampoco supieron apreciar que la nueva situación, con la creación de oportunidades, había levantado su nivel de vida, porque lo midieron no en razón de su mejora, sino en razón del acortamiento de distancia con las clases más modestas que en su extrema pobreza de antes le daban una imagen de mejor posición propia.
También hay que computar la incapacidad del peronismo para dar a la burguesía y a la clase media un lugar en el proceso de transformación. Es curioso que la mentalidad militar de Perón perdieses el sentido de la importancia de los factores sociales de poder para quedarse en la estimación puramente cuantitativa del caudillo liberal.
A través de Miranda, todavía esa burguesía podía sentir que uno de los suyos orientaba algo. Después de la representatividad de la misma y de la alta clase media quedó a nivel Cereijo, y aun los más simpatizantes y partidarios tuvieron que optar entre retraerse o renunciar a expresar algo distinto que el coro burocrático.
El militante obrero podía sentirse expresado por el dirigente gremial. El de la burguesía y clase media no tenía expresión ni en el poder ni en el movimiento político. Quedaron destruidos los elementos compensatorios que intelectualmente hubieran impedido la absorción masiva por la mentalidad de la clase ganadera de los elementos altos de las clases intermedias y la burguesía naciente. Esto hubiera sido lógico si la conducción se hubiese propuesto la construcción de una sociedad fundada exclusivamente en el proletariado. Pero nada había más ajeno a su propósito, que era cumplir con la modernización de la estructura de sociedad preexistente.
En el capítulo anterior se ha señalado la importancia que tuvo en ese momento histórico el descenso a la arena política de la alta clase, que despertó en estos factores, hasta entonces distantes de ella, la idea de una permanente vinculación, como si la Unidad Democrática en lugar de ser una empresa política circunstancial, fuera la democratización de la sociedad porteña para dividirla en dos grupos con sus status respectivos: la “gente culta”, y la multitud morena y la desacreditada burocracia del peronismo. Un retorno a la sociedad tradicional.
Burguesía, alta clase media y los “primos pobres”, se sintieron por un momento al nivel de la alta clase. Cuando ella se retrajo y volvió al espacio reducido del gran mundo, surgió la desesperación por mantener el status que se creía haber adquirido. Para la nueva burguesía comprar estancia pareció la solución. Pero pronto percibió que había un largo camino por delante, que esta gente apresurada no estaba dispuesta a recorrer. Pero tampoco ya los "primos pobres" se resignaron a volver a su medianía social ni los miembros de la alta clase media; al margen de la clase alta, y sin proponérselo ésta y sin que participara para nada, comenzó la elaboración del "medio pelo".

BUSCA DE PRESTIGIO Y "MEDIO PELO"

La búsqueda del prestigio, especialmente por la burguesía y la clase media alta, había cambiado de significado: ya no era la evidencia de su propio triunfo en los rangos de la propia clase sino la incorporación a la vieja sociedad, el objetivo que podía satisfacerla. No tenía, por otra parte, una muy clara percepción de la diferencia entre la alta sociedad y "los primos pobres"; y como estos eran accesibles se constituyeron en su modelo, y su nivel de incorporación. A su vez, los segundones que habían vivido en un hosco marginamiento social, se encontraron con un público que les atribuía el rango siempre apetecido: estaban en el escenario, el telón se había levantado, el público aplaudía y todo el problema consistía en seguir el libreto.
Jugaron el papel que los bien dispuestos oyentes lo atribuían y empezaron a comportarse como si efectivamente fueran la clase alta; pero la comedia pronto fue drama, porque a medida que se producía el entrevero, las ventajas sociales que les llevaban a sus adeptos no alcanzaban a compensar la desventaja económica.
Salían del modesto y decoroso papel que se habían asignado compatible con la escasez de los recursos, para ponerse a la luz de las candilejas. Era como una compañía de cómicos de la legua que se presenta de pronto en el escenario de un teatro lujoso con la utilería ajada y descolorida de la compañía ambulante frente a un público en que relucen los brillantes de los espectadores de la platea y los palcos. Había que poner el atuendo y el comportamiento a nivel económico del público y empezó la vida de pie forzado para las dos vertientes que concurren a la formación del "medio pelo".
Una aporta los signos del status y otra los recursos. Esta sufre porque se ve reprimida en su natural tendencia a mostrar la prosperidad y el éxito a través de los signos de la riqueza que es necesario morigerar. La otra, porque sin los recursos no le es posible imponer la prevalencia de sus signos; además, sabe que no está tomada en sí, sino como imagen de la alta clase, y necesita disimular la escasez de medios económicos porque no hacerlo implica confesar su verdadera situación y desprestigiarse ante los que la imitan, creyendo que imitan a los de más arriba. Es un círculo vicioso de recíprocos engaños en que la situación más difícil es la de quienes tienen más cómoda situación social pero más incómoda posición económica.
A medida que vayamos viendo las pautas que rigen el comportamiento del "medio pelo" iremos percibiendo las particularidades de la falsa situación que importa.
Desde el ángulo del "medio pelo", por ejemplo, el automóvil es un signo de status; también un instrumento de transporte, pero esto es subsidiario. Pronto el automóvil chico, que se ha comprado con enorme sacrificio y endeudándose, exige su reemplazo por el coludo, pues no se puede ser menos que el recién llegado que está "aprendiendo de uno" a comportarse pero lo "sobra" desde el último modelo. Hay que explicar que el automóvil chico "es para que mi mujer vaya a hacer las compras" y proveerse enseguida del coludo correspondiente. Eso sí, hay que cuidarse de que no sea un Valiant, que según los informes del mecánico es muy bueno, pero socialmente es propio de botelleros y abastecedores. El Peugeot —que es "yeyó" en la parla tilinga, como el Citroen es "milonguita" peyorativamente, porque "los hombres te han hecho mal"— es el desiderátum pues combina una presentación discreta, de "buen tono", con la categoría. Pero estos "canallas" de los franceses —seguramente gente de De Gaulle, (adelantemos que el antidepaullismo está entre las pautas)— se han aprovechado del prestigio para llevarlo a las nubes y no fían ni un pito, ni siquiera a un módico interés del 30 por ciento acumulativo. En fin, se hace un sacrificio y se lo compra. No sirve de nada porque al día siguiente uno de los neófitos se aparece ¡nada menos que con un "Mercedes"!...
El automóvil, además, representa, fuera de su costo de compra, mantenimiento y reparaciones, la necesidad de usarlo, combustibles, y si va al centro, estacionamientos —¡hay que ver cómo "aplican" estos industriales de baldío!— y lo peor son los fines de semana, lógicamente en la quinta de los nuevos —porque los antiguos no las tienen ni tampoco los de la clase media alta—. Si bien se va como invitado, no se puede caer con las manos vacías a una casa donde los "guarangos" asan media vaquillona o empiezan la comida con el inevitable cóctel de langostinos. Y a veces ponen caviar que, como lo ha enseñado Beatriz Guido, es el alimento natural de la alta clase. (Comentario obligado: "Ya no es como el de antes de la guerra"... que da tono de consumidor consuetudinario, y está entre las pautas nostálgicas). Además, hay whisky inglés y sin estampilla, como corresponde: ¡puro de embajada!
(Con esto del whisky, los "primos pobres" que conservan la línea hasta con el caviar, se descarrilan. Tener pileta de natación en verano y dando whisky, es para el dueño de casa motivo de un interrogante: ¿Quién consume más líquido? ¿La pileta o las visitas? Un burgués de estos me mandó una tarjeta de socio vitalicio de un club ignorado. Cuando averigüé de qué se trataba descubrí que separó de su casaquinta la pileta, con una tapia, y edificó un vestuario y un bar al lado de ella. Fundó el club y puso de cantinero a un paisano de la vecindad. Entonces le mandó tarjetas de socio vitalicio a todas sus relaciones y él tiene la suya y concurre como socio pero no como proveedor de whisky. Pero, evidentemente, se trata de un tipo en que todavía predominan las pautas de ahorro anteriores a su ascenso).
Hay un lindo chalet en un pueblo de la costa. A la puerta están los dos coches de la familia. Si entráis comprobaréis que se trata de una familia prolífera y longeva. Allí viven los abuelos, la tía soltera, el matrimonio y seis o siete criaturas, en una casita con living comedor, y dos dormitorios. Entonces tenéis que imaginar lo que ocurre después de las once de la noche: es el imperio del Gicovate y el Blicamcepero. Empiezan a salir camas y colchones de los lugares más inverosímiles, en una magia de utilería.
Esto ocurre también en los sectores más modestos de la clase media, pero por necesidad, o en familias obreras. Pero en el caso las camas son honradamente camas.
Y sin embargo esa familia es propietaria del chalet y tiene su pedacito de jardín con un cedro azul que empezó a crecer indiscretamente tapándolo todo. Podría prescindir del cedro y de uno de los automóviles y, con su importe, edificar uno o dos dormitorios y un baño más. Pero nadie se entera –ellos lo creen—del drama nocturno y lo que importa es la representación: el auto se ve, la falta de confort, no. Habrá que vivir mal para vivir “bien”.3
A la mañana hay que hacer cola por el cuarto de baño. El café con leche es aguado, y a mediodía y a la noche, el condumio escaso. Es cierto que se llaman almuerzo y “comida”, como corresponde, y no comida y cena, como dicen “los del Mercedes” y se comenta divertidamente llenando la boca de palabras y burlas a falta de cosas más consistentes.
Lo que “allá lejos y hace tiempo”, cuando empezó el ascenso, decir “mi mujer” era agraviante; se era “esposa” porque se tenía libreta de casamiento que muchas veces hubo que exhibir a las vecinas incrédulas, o para darle por los dientes a alguna mal casada.
La situación es para los antiguos peor que la de los parientes pobres de los Barros, ya mencionados, citando a Silvina Bullrich, porque ante estos no había que disimular la pobreza y hasta convenía evitar la ostentación. Pero, ¿cómo mostrarla ante estos nuevos que son a la vez discípulos y competidores en la búsqueda del status? Porque ahora los dos buscan status: los que lo tenían relativamente se han entrampado en el juego porque ya no muestran el suyo sino el que los nuevos creen que tienen, y se obligan a sostener una posición que además terminan por creer cierta. Y si el nuevo tiene que encargarle a Ruiz Pizarro que le pinte un antepasado a la manera de "Prilidiano", el antiguo no está en mejor situación, porque por más que remonte en la historia no puede pasar de la descolorida fotografía con que se inauguró el álbum familiar. La verdad que esa rama de la familia nunca estuvo en fondos para hacerse pintar; en esta materia están mejor colocados los provenientes de la clase media alta, pues hay retratos familiares pintados por "nenas", ahora tías viejas o abuelas, que iban a "la Academia" en el barrio desde el cual se han mudado. Pero eso es viejo sin ser antiguo y, además, irremediablemente "cursi".

LA EQUÍVOCA SITUACIÓN AMBIENTAL

El "medio pelo" se amplía aceleradamente desde que los altos empleados son "executives", y los que arreglan los sobornos hacen "publica relations"; unas veces para la empresa donde trabajan, y otras, por ellos mismos, con el pretexto de que lo exige la empresa, comienzan también la dura vida de la representación.
Al margen del "medio pelo" esto de la representación se ha convertido en una exigencia vital. Pero esto puede tener límites razonables. En Montevideo, por ejemplo, recuerdo una época en que hasta los analfabetos llevaban "Marcha" bajo el brazo, porque suponía calidad intelectual. Esta cultura de sobaco ilustrado se repite aquí con la mayoría de las revistas caras: las políticas dan aire de “estar en la pomada”, las de hogar y confort, de estar ampliando los horizontes, y las extranjeras son el acabose, sobre todo las que están en "idioma" como dice Catita. Sin embargo hay muchos compradores que las leen. (Pero esto no es el “medio pelo” porque no se propone acreditar un status colectivo, sino un prestigio individual. Además, induce a suponer que se preocupa de “cosas serias”, lo que el “medio pelo” entiende –ya hemos visto la visión de Beatriz Guido—no ocurre en la alta sociedad en la que las preocupaciones son exclusivamente de alto nivel artístico o sexual. Salvo cuando se trata de "los negros", de los que en realidad la alta clase se ha olvidado).
Un sociólogo científico podría encuestar en muchas localidades del suburbio Norte, la dicotomía del comercio minorista de la Av. Maipú hacia el río, y comprobaría que la clientela de "medio pelo", si es burguesa, compra al contado, pero la otra estira la cuenta corriente que no se le puede negar por su relevancia social. Entonces identificaría las dos vertientes.
Cuando las "señoras gordas" se reúnen para sus interminables canastas y demás actividades típicas de "gente bien", una vez que se han hablado las generalidades habituales en que todos coinciden por la aplicación de comunes pautas ideológicas en el comentario de la actualidad, es fácil percibir las dos vertientes en ciertos cortes de silencio, imposibles entre mujeres, fuera de este medio. Alguien ha mencionado "la parentela"; el antepasado Juez, Teniente Coronel, diputado o conscripto de Curumalal.4 Otras veces, y es lo más frecuente, se insiste en designar a las personas de que se habla con un apodo o diminutivo familiar. Si el neófito muerde preguntando de quién se trata, se lo aplasta con el apellido, este sí, verdaderamente de la alta clase. Así, se dice: "El otro día me dijo Felicito...", como quien no dice nada, para ver si pican.
Una parte de los contertulios guarda un silencio incómodo; es la que se toma la revancha en seguida hablando del último viaje a Europa y sobre todo a EE.UU., y de las cosas que se trajeron. Porque toda esta gente es cositera; (cositeros son esos tipos que no pueden aguantarse de comprar cuanto chiche aparece por ahí en exposición, sobre todo si es de fabricación extranjera y ha entrado de contrabando.)
Hay algunas burguesas que se abusan hablando del nuevo tapado de visón. Los primos pobres, son los que ahora callan.
Tanto embroman con los viajes los nuevos, que los "primos pobres" tienen que mandar las "nenas" en una excursión, que después habrá que pagar en 36 meses, y que además les impondrá un terrible trabajo: pasarse dos o tres meses leyendo algo sobre lo que se vio, porque en la visión fugaz y universal que la excursión permite, los cuadros, cuando se recuerdan, cambian de museo, y las ciudades de nación. Menos mal que se han traído el proyector y las diapositivas. ¡Perdón! Ahora se llaman Slides.

¿STATUS O IMAGEN DE STATUS? SUS ÚLTIMAS VARIANTES

Estoy dando una visión desordenada de un hecho social a través de un abigarrado conjunto de anécdotas, situaciones ciertas o hipotéticas, de hechos inimportantes y otros significativos y saltando de un grupo a otro en un deliberado desorden. Quiero evidenciar, precisamente, esa situación, que es la que suscita la observación in vivo del comportamiento del "medio pelo", las imágenes contradictorias que ofrece y lo desparejo de su composición tanto social como en el tiempo, porque constantemente se van agregando nuevos aportes y va cambiando la edad de sus actores como las situaciones económicas de los mismos, en la constante crisis de su composición desde que no es un status con una caracterización precisa, sino la imagen de un status que se configura caprichosamente en la medida en que la imaginación de cada uno de sus componentes busca el prestigio dentro de muy variables pautas de comportamiento estético y unas pocas ideológicas más permanentes.5
Para la comodidad de la exposición, lo he designado frecuentemente como status, pero aquí quiero dejar establecido de una manera precisa, que más que status es la imagen de un status.
Así, por ejemplo, con referencia a la perdurabilidad, la que vende Beatriz Guido es ya un poco pasatista, más bien para "señoras gordas".
Hay así, un tipo más internacional, que soslaya un poco a los "primos pobres" y de más directa procedencia burguesa. Una expresión fácilmente constatable es un rematador de apellido De Rhone, sobre el que no recuerdo si en "Primera Plana", "Confirmado" o "Extra" se ha escrito un gracioso comentario y cuyo rico repertorio "mediopelense" internacional está al alcance del lector que quiera tomarse la molestia de concurrir a una de sus actuaciones.
El personaje originalmente modisto polaco, ha cambiado de actividad. Con lenguaje untuoso, la deliberadamente marcada pronunciación extranjera, y un esteticismo de tipo que se encuentra en el país por circunstancias desafortunadas, extrañando como un intelectual nativo, el ambiente europeo propio de su "cultura", llena el oído del auditorio con una riqueza idiomática de portero de gran hotel. Con aire de experto da a los compradores que tienen la fortuna de adquirir las piezas que vende, la sensación de que también lo son, y recalca siempre la ventaja de la calidad de lo importado sobre todo lo de producción nacional, particularmente en pintura. Cuando vende un pintor argentino, parece que le hace un favor, y que sufre un desgarramiento cuando tiene que desprenderse de alguna supuesta firma de cotización mundial. Nada se remata sin pesar su cotización en todas las monedas fuertes, lo que le da oportunidad para referencias despectivas al peso moneda nacional.
La tónica en todo es la siguiente: está rematando platería inglesa con una inevitable referencia histórica matizada de inglés, algunas expresiones francesas y otras italianas, y después del punzón aplica —sin que venga el caso— su propio punzón a la platería colonial. Entonces, con un aire displicente, dice: "No me egplico pogqué hay kente que compga plateguía colonial. Yo de ninguna manega la tendría en mi casa de Punta Chica" (sic).
En realidad el sector de "medio pelo" que se mueve dentro de esta nueva característica, está dejando de experimentar acomplejamiento social frente a la alta clase, pero desgraciadamente ya ha perdido las pautas "guarangas" que expresaban su potencial y resbala más bien hacia la tilinguería y el snobismo, que también lo excluyen de la función potencial de la burguesía para actuar en la modernización del país; en las pautas ideológicas, económicas y sociales, sigue regido por la mentalidad liberal, ahora en la versión directamente importada: está en internacionalista.
Otro matiz más extenso es esencialmente juvenil. Constituye la clientela de Landrú en su "Gente Como Uno". Está influenciado por factores muy heterogéneos, donde las pautas del "medio pelo" pierden importancia ante las internacionales que provienen del mundo de los play-boys. En realidad del "medio pelo" sólo conservan la actitud frente al "negro" traducida en la postura con relación al "mersa", y la preocupación por justificarse socialmente en el amaneramiento del lenguaje, en la elección de los sitios de diversión y en la necesidad de sacrificarse exigiendo la selección a través del precio de las consumiciones, con el consiguiente perjuicio de los padres de "medio pelo" y aun de otros sectores donde la registradora está descuidada o confiada a su vigilancia por el optimismo paterno. Abundan aquí los estudiantes crónicos que utilizan la universidad como contacto de relaciones públicas.
Pero aun en el enfrentamiento al "mersa", en que aplica la actitud de los padres de "medio pelo" con referencia al "negro", la diferencia que establece no es de nivel económico, porque con frecuencia el "mersa" es la expresión pura de la burguesía joven en ascenso, que no se ha sofisticado.
En realidad aquí estamos ante un hecho de disgregación del status que el "medio pelo" se atribuyó. Lo que el humorismo de Landrú ha divulgado está más dentro de las fronteras de la moda que de los status, y la generalización del tipo, particularmente en el mundo de la juventud femenina, preanuncia su desaparición, como todas las modas que mueren a medida que descienden hacia los otros niveles sociales, donde subsisten un tiempo entre los que llegaron tarde.
Al apreciar las pautas por las que rige el "medio pelo", convendrá tenerlo presente, porque las variantes que se han señalado sólo coinciden en figuras y ya pierden las características definitorias del status o de la imagen de status que determina el comportamiento como grupo social.

CAPITULO XI

LAS PAUTAS DEL “MEDIO PELO”

Por su misma ambigüedad y lo equívoco de la situación, las pautas que rigen la conducta de la gente del "medio pelo", son más numerosas y de observancia más prolija que las que corresponden a los status consolidados.
En esto del prestigio es de aplicación la diferencia que hay entre orgullo y vanidad; parecen la misma cosa y son opuestas, por cuanto a la vanidad sólo le interesa parecer, y al parecer sacrifica el ser. El orgullo en cambio es una afirmación del ser en que lo subsidiario es parecer, y en todo caso, es esto lo que se sacrifica.
Las pautas que corresponden al grupo de pertenencia están en el subconsciente de los individuos que lo componen, y el comportamiento se rige por ellas en razón del hábito sin que generalmente intervenga la voluntad; hay el asentamiento que los españoles llaman tolera, como en los vinos; por lo mismo, poco preocupa una infracción accidental, porque no hay el temor de descolocarse. Pero cuando se trata de un falso status, cuando en realidad se trata de aplicar pautas de imitación de otro grupo de pertenencia, la observación de las pautas es religiosa. Como no hay autenticidad, las pautas no nacen del grupo; será más acertado decir que el grupo nace de las pautan porque estas crean la imagen del status, y lógicamente sólo por éstas se logra la apariencia de pertenecer al mismo: es la apariencia de una apariencia.
Con lo dicho basta para señalar que la práctica puntillosa de las pautas es esencial al "medio pelo". El colchón no tiene lana y existe en la medida en que se lo crea colchón.
De las dos vertientes que proveen el material humano que concurre a la formación de este falso status, la primera, constituida por los que se han llamado “primos pobres” y la alta clase media, no necesita contrariar profundamente su íntima naturaleza, ya que el filo de clase en que está ubicada, de por sí le asigna una situación equívoca pero aproximada; para este grupo el equívoco surge del pie forzado del “quiero y no puedo”; no proviene del estilo sino de la escasez de recursos para mantener el tren.
La que se desnaturaliza profundamente es la que proviene de la burguesía reciente, porque sustituye las pautas burguesas del prestigio que son su fuerza, por las de imitación en que se degrada.

PAUTA DE COMPORTAMIENTO: DOMICILIO

Hay pautas de comportamiento y pautas ideológicas y trataré de atenerme a esta separación, lo que no impedirá que se interfieran en la exposición porque, como es natural, son recíprocas y se compenetran.
Veamos las de comportamiento.
La primera es el lugar de domicilio al que ya me he referido con anterioridad en el señalamiento del Barrio Norte.
Precisando, el verdadero Barrio Norte es muy restringido y constituye el reducto de la clase alta, cuyo problema de prestigio es hoy más que destacarse del resto del país –cosa que no necesita--, defenderse del “medio pelo” que la acecha, la rodea y trata de filtrarse; como en la selva, no son los leones y las panteras, sino los mosquitos los que molestan.
Ese barrio restringido se extiende desde la plaza San Martín hasta la Recoleta, y desde Charcas o Paraguay hasta el bajo: la parroquia del Socorro y el perfil este del Pilar, con alguna prolongación después de la Recoleta en la loma que empieza en Pueyrredón y Las Heras y termina en la barranca que caen en plaza Francia y los jardines que fueron de la casa presidencial. Ya vimos que Mallea nos señaló su epicentro en el codo aristocrático de Arroyo. (Ese increíble socio del Jockey Club al que me referí anteriormente, un tal Ángel Vega Olmos, en la asamblea de este año en que se resolvió adquirir el Palacio Álzaga Unzué, frente a la plazoleta Pellegrini; tuvo una precisión topográfica aun mayor que la de Mallea. Refiriéndose a la ubicación, dijo: “Este lugar, donde se encuentran las pocas virtudes argentinas que quedan”. Hay quien afirma que no puede existir nadie tan cursi, pero la información fue publicada en La Nación”, que es muy respetuosa de los socios y de la entidad, por lo que hay dos corrientes interpretativas: la que cree que Vega Olmos es un humorista inédito, pues casi todo el frente de la plazoleta está ocupado por embajadas extranjeras, y la de los que creen que este desconocido socio es un infiltrado peronista que quiso facilitar un argumento justificativo post-incendio.
En el Gran Norte geográfico —más allá del restricto espacio deslindado—, se expande el “pequeño norte” social, que es el hábitat natural del "medio pelo", que llega casi hasta San Fernando. Así como se ha advertido que no todo el Norte es "medio pelo", conviene también saber que hay “medio pelo” fuera del radio, porque algunos viejos caprichosos no quieren renunciar al confort ni al ambiente de sus antiguos domicilios a pesar de la presión femenina. "Las chicas" pasan momentos difíciles cuando se ven en la obligación de dar su dirección", decía una señora.

AUTOMÓVIL Y ESTANCIA

Del automóvil como símbolo también ya se ha dicho lo suficiente.
Está incorporado a la moderna sociedad casi como una necesidad vital, pero en los casos en que su utilidad práctica es secundaria —muy frecuentemente en los sectores pobres del "medio pelo" que tienen actividades sedentarias a las que bastarían los medios colectivos de comunicación, se produce una dramática inversión: en lugar de ser el automóvil para el individuo, el individuo es para el automóvil, convertido en una cruel deidad moderna a la que hay que sacrificar las necesidades primarias, el sueño sobresaltado por el temor del robo, y el descanso, entregándose a la gamuza, el plumero y la mecánica, ante la esquilmante exigencia de talleres y estaciones de servicio.
En cambio para los burgueses —aun los incorporados a la mentalidad del "medio pelo"—, el automóvil sólo proporciona satisfacciones, porque los coloca en un terreno favorable donde el antepasado conscripto de Curumalal no gravita, y sí los billetes.
En Norteamérica, en el barrio residencial donde todos poseen el modelo 1965, aparece un "canalla" con uno 1966. Todo el barrio es desgraciado hasta que cada uno tiene su último modelo, hecho que se repetirá en 1967.
Aquí también la importancia del símbolo está graduada por marcas y modelos. Pero lo que para el burgués norteamericano es un acto sencillo, se complica aquí para el burgués de "medio pelo" en su tribulación entre el que le gusta y el que gusta al status a que cree pertenecer.1
También se ha hablado antes de la compra de estancias como símbolo y se ha explicado cómo está regulado el acceso a la clase alta a través de la Sociedad Rural. La burguesía reciente que compró campo, hace poco, todavía no lo sabe, y los que compraron en los últimos años, ya desde la perspectiva rural que no permite la sofisticación en materia económica, porque novillos y hectáreas se tienen o no se tienen, siguen la comedia del "medio pelo", pero conscientemente, en la espera de que sus hijos tengan el "reconocimiento". Entretanto, a falta de pan, buenas son tortas.

LOS COLEGIOS

El colegio para los hijos es una de las pautas más importantes.
Por lo pronto la escuela del Estado está excluida. (Sin embargo hay algunos establecimientos oficiales que dan categoría porque son selectivos y tal vez sus direcciones se ajustan a este criterio, en la admisión. Tal ocurre con la escuela primaria de Libertad y avenida Quintana, con la escuela Normal de Lenguas Vivas y algún otro establecimiento).
En épocas anteriores, sobre todo en el internado de los colegios secundarios, especialmente en los colegios religiosos, la mayor parte de los alumnos provenían de las familias de los propietarios de medios rurales radicados en el campo. Los colegios laicos eran el recurso desesperado de los padres para meter en vereda a los chiquitines muy vagos, y especialmente los díscolos con los que hacía falta una mano fuerte. (Era el sucedáneo de "te voy a meter en un barco de guerra", misterioso castigo con que han sido amenazados los adolescentes de mi época, en que todavía se haya podido averiguar el origen de la leyenda, que supongo británica).
Esto no contradice lo advertido antes con respecto a la clase alta que para la educación de las niñas tenía sus colegios particulares tradicionales —casi exclusivamente religiosos— y para los varones optaba con frecuencia por los colegios de las colectividades extranjeras de alta calificación racial, particularmente los comprendidos en el tono del "High School", correspondientes al racista status particular que analiza Imaz, citado, al hablar de la burguesía de origen anglosajón, germánico y francés.
Pero fuera de estos casos excepcionales la función de las escuelas privadas —laicas o religiosas— era complementaria de la de los colegios del Estado y estaba impregnada de su mismo espíritu democrático. Ser alumno del Salvador, del San José del Lasalle o de los padres Bayonenses, es lo mismo que de los incorporados no religiosos, no atribuía status a la familia. El mismo Colegio Internacional de Olivos que con su ubicación y el papel asignado a los deportes reproducía una imagen criolla de las escuelas británicas tenía un carácter diferente de los actuales en que sin duda influía la personalidad un tanto proteica de su director, el Chivo Chelia. No era nada pituco a pesar de sus apariencias: con decir que Perón salió de él, está todo dicho. ¡Qué horror! ¿No?
Sería ahora interminable la lista de colegios particulares en que la enseñanza es un afecto exclusivamente secundario, sean religiosos o particulares, y más en éstos: lo único que importa es el prestigio social del plantel básico que pone los apellidos, tras los que corre el "medio pelo" especialmente en los colegios de niñas, con una terrible repercusión económica en los recursos familiares:, donde el costo de colegios y sus agregados es otro de los gravosos gastos de representación que ahogan a los de recursos pocos elásticos e imponen privaciones en lo imprescindible.
Pero si la representación traumatiza económicamente a la familia más traumatiza psicológicamente las criaturas, particularmente las niñas. Sé que mucha gente me va a odiar porque estoy mostrando las llagas que más duelen y las más escrupulosamente ocultadas.
He aquí una:
En un curso secundario hay un pequeño grupito —siete u ocho— de alumnas procedentes de la alta clase. Forman un círculo cerrado, lógico, porque están vinculadas desde afuera del colegio donde sus familias están emparentadas o son amigas, frecuentan los mismos ambientes y viven a nivel social y económico equivalente. Sin proponérselo, constituyen el foco de atracción que provoca en las demás niñas la emulación por incorporarse al mismo, frecuentemente inducidas por sus propios padres que ven en la “nena” la posibilidad de utilizarla como oficina de relaciones públicas.
El pequeño círculo acepta a unas y a otras no, por simples razones de simpatía, y a veces también usando la discriminación, con esa inocente crueldad de las criaturas.
El resultado no puede ser más dramático. En una psiquis tan traumatizable como la de la adolescencia, el colegio se convierte en una verdadera tortura, que se repite cinco años para las que se sienten rechazadas y van acumulando un resentimiento que no se vuelve contra quienes la rechazan sino contra su propia familia, a quien terminan por considerar despreciable.2
Esto sin perjuicio de la preocupación de la dirección de los colegios por ajustar la enseñanza y el tono a las pautas ideológicas de la clase alta, exagerando sus más mínimos prejuicios para asegurarte las alumnas que dan el prestigio de la institución y restringir en lo posible las que lo quitan.

PAUTAS MENORES DE COMPORTAMIENTO

Barrio Norte, automóvil, estancia (o el yate o la quinta en el medio pelo próspero), colegios, son los símbolos básicos.
Le llamo pautas menores a una cantidad de signos de exteriorización del status cuya característica constante es el cambio y la movilidad. La propia inestabilidad del medio pelo determina que su posición vertical dependa, como en el trompo, de la velocidad, del giro. Carente de base, parado sobre la punta, si se detiene cae.
Aquí viene aquello de "in" y "out". Es necesario estar "a la page"; lo que es "bien" hoy deja de serlo mañana. "Saberlas todas", es un índice seguro de status.
Así el medio pelo se construye su propio idioma que es una imitación del modo de decir rápido y apocopado de la clase alta. No logra adquirir el tono displicente que disimula el interés personal bajo la apariencia de estar de vuelta de todo en un alejamiento señorial de las cosas concretas, porque la urgencia de las situaciones no da tiempo, pero imita las expresiones apocopadas que multiplica y cambia todos los días convirtiendo el modo de hablar en una especie de lunfardo al revés, para iniciados que están en el secreto cuyas claves también cambian todos los días. Lo mismo ocurre con las preferencias artísticas, con las prendas que se llevan o no se llevan, con el aliño y desaliño tensantes, que se manifiesta en el modo de vestir y el peinado. Igual con la elección de sitios de esparcimiento.3
Esta inseguridad "very exciting" rige también para los lugares de veraneo y dentro de ellos para las playas preferidas. Anótese que digo playas y no sierras, aunque no puedo asegurar lo que va a pasar este año, porque la reciente visita de Jacqueline puede haber provocado una revisión de las pautas vigentes. En esto no hay nunca seguridad, pues la presencia en estos días del de Edimburgo, puede acarrear muy graves consecuencias; tanto se insiste en su escasez de recursos, que lo obliga a abstenerse de todo lo que le gusta. No sería extraño que lo elegante fuera dentro de poco "andar tirado", lo que sería lamentable para el medio pelo de origen burgués pero una gran ventaja para los primos pobres y la alta clase media, donde los maridos y padres añoran la gloriosa época del Palacio de los Patos, cuando se daban corte con su pobreza.4
A cada temporada veraniega el "medio pelo” pobre agota sus nervios en la preparación del descanso, porque si la playa es un signo del que no se puede prescindir, este signo va acompañado de otros innumerables que exigen la provisión de variados renglones de la indumentaria que tienen que adecuarse anticipadamente a todas las hipótesis posibles de exhibición. Es un hecho universal que las mujeres nunca "tienen nada que ponerse", pero en verano y en el “medio pelo” la situación es peor.
Es en cambio para los provenientes de la burguesía el momento en que pueden dar suelta con más esplendor a sus posibilidades de consumo. Los pobres retornan a la ciudad en busca de descanso, agotados después de las innumerables piruetas a que obliga el buen parecer y además endeudados, y más dispuestos que nunca a aprovechar el resto del año haciéndoles sentir a sus neófitos burgueses las diferencias de origen y estilo, pues han pasado el verano disimulando cautelosamente sus alojamientos en las modestas pensiones y hotelitos donde se apilan, o amargándole la vida a algún pariente propietario. ("Uno de estos me dijo: "Para evitar huéspedes me achiqué, pero las visitas no han diminuido y muchas veces tengo que dormir en la bañadera").
Ser propietario tiene otros inconvenientes, pues el prestigio de las playas varía de un año a otro, y la inversión inmobiliaria apareja el inconveniente de que obliga a ser consecuente con Mar del Plata o Punta del Este. Afortunadamente la alta clase también está invertida, y esto la ha obligado a aceptar la convivencia con el desborde multitudinario habitual.
En los grandes hoteles y los casinos, la burguesía del “medio pelo” recobra sus pautas y respira a pleno pulmón un aire que si usted no está en el asunto puede creer que es del mar.
La enumeración y análisis de todos los símbolos que definen el “medio pelo” sería interminable; por eso me limito a las pautas más continuadas y que parecen identificarse con la existencia de esta imagen de status.
El trompo gira tan velozmente que la pauta que nace en este momento que escribo puede estar olvidada cuando las líneas lleguen a la imprenta y con seguridad cuando el libro esté en la mesa de la librería. Su fugacidad sólo la hace compatible con el periódico, la radio, la televisión. Son para Landrú, para Tato, para Niní Marshall, tres personajes que me hacen reír mucho. Sobre todo cuando nuestros sociólogos dicen que los argentinos somos tristes.
¿Tristes, con las ganas de reír que tenemos y con la cantidad de personajes reideros que pasan por delante? En realidad nuestros únicos tristes son los zonzos solemnes que lo dicen. Pero también esa es otra historia, que vendrá en un librito que se llama “Manual de Zonceras Rioplatenses” que algún día aparecerá, si los lectores son benignos con este.

PAUTAS IDEOLÓGICAS

De algún modo hay que llamar al repertorio de ideas con que la gente del "medio pelo" parece expresar una visión del mundo y del país. Como se trata de una postura y no de una posición, la ideología no tiene ningún fundamento ético y es exclusivamente estética: se adoptan las ideas como medios de acreditar la pertenencia al imaginario status.
Todas estas pautas tienden a dar una idea depresiva del país.
A este propósito dije en el artículo de "Confirmado" que ya cité: "Que ese sector se consuma a sí mismo en su propia tontería no tiene importancia. Lo peligroso para el país es que siga gravitando con su tilinguería en la imagen del mundo. Porque son los tilingos los que desde 1955 en adelante han construido esta imagen argentina de país derrotado, sustituyendo la —si se quiere guaranga,— que siempre dio la Argentina, aun en su oligarquía cuando tiraba manteca al techo. Porque guaranga —arrogante y consentida— fue la Argentina del viejo régimen con su rastacuerismo; y lo fue la Argentina de Yrigoyen, pretenciosa de ser algo en el concierto del mundo, y lo fue la de Perón. Riámonos de esas pretensiones y digámosle guaranguería. Pero por ese camino con seguridad se va hacia adelante; por lo menos no se va hacia atrás como en la idea del país mendicante, de "último orejón del tarro" que el tilingo siembra cuando se trata de lo nuestro. Esto no ayuda a marchar, que es lo que el país necesita. Descorazona, destruye la fe, limita el empuje."
"Esos desclasados como primos pobres están ahora teniendo que alimentar los símbolos sin las rentas necesarias que la simplista estructura liberal no les puede dar. Aferrados a la ficción, a contrapelo de sus posibilidades reales en lugar de comprender su fracaso y rectificar el rumbo para acomodarse a la realidad, se envenenan."
Y se envenenan contra el país. De ahí sale esa expresión ya clásica: "Este país de m..." Es una actitud disminuida, como argentinos; están acechando los baches de la calle, el corte de luz o de agua corriente, la falta de horario del transporte, el vidrio o la ventanilla rota, para dar satisfacción a su masoquismo. Hay algunos que llegan a tal extremo que parecen desear que su mujer los engañe para poder decir que los argentinos son cornudos. Desde que las letras de los tangos han dejado de ser lloronas y de estar construidas sobre la base de “minas que piantan”, si aceptan oír un tango es con la condición de que se trate de eso, lo que no les impide agregar a renglón seguido que los argentinos son cafishios. Si por casualidad hacen un viaje al extranjero, en sus comparaciones del retorno nunca recuerdan aquello en que estamos en ventaja y sí, todo lo que en la comparación no es desfavorable. Y nunca buscan como término de comparación un país de nivel aproximado al nuestro. Siempre el modelo es uno de primera línea.
Estaba mal el guarango que utilizaba como medida de cotejo internacional el bife a caballo. Pero entre este y el tilingo, lo positivo para el país era el guarango.
Para esta gente la opinión que importa sobre lo nuestro es la del periódico extranjero. Lo que diga “Financial News”, el “Times” o el “New York Herald” y hasta “Pravda”, sí es desfavorable. Jamás se les ocurrirá pensar que el punto de vista del acreedor es distinto al del deudor, y el del país dominante, al de dominado, y que lo más probable es que lo que esa prensa condena por eso mismo puede ser lo conveniente desde que el interés es opuesto. Antes lo he dicho: la gran prensa internacional opina sobre Egipto más favorablemente que Faruk que para Nasser. Es razonable. Lo absurdo sería que los egipcios hicieran su opinión por la de esa prensa.
Por otra parte, desde las altas esferas de gobierno esto se ha estimulado constantemente. ¿Qué significado tienen esas comidas mensuales de la prensa extranjera donde gobernantes y figuras de actuación van con toda regularidad a absolver posiciones ante un grupo de tinterillos presididos por la insolente importancia de un tal Percy Foster, que se permite hacer emplazamientos y sentirse menoscabado por el menor detalle, ni más ni menos que si fuera un embajador?
Pero la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer, y no se puede pretender que un extranjero tenga mejor opinión del país que la que tienen esos “nativos”. Lo de “nativo” no molesta al medio pelo, más bien agrada.5

OBREROS Y "NEGROS"

Beatriz Guido nos ha proporcionado una de las más curiosas pautas ideológicas del “medio pelo”: es la dicotomía hecha en sus referencias a los trabajadores, a quienes divide en obreros y “negros”.
El obrero es un ente imaginario de piel blanca y apellido preferentemente italiano, más concretamente, ocupado en los servicios públicos, y con una cultura media que lo pone al margen de los movimientos multitudinarios. Su característica no es su ideología que supone comunista, socialista o anarquista, posiciones repudiables pero cultas.
Esta es una manifestación del racismo del “medio pelo” que se verá enseguida, y no son las pautas de la alta clase las que se reproducen, tanto como las de la común plataforma de la intelligentzia, difundidas por la superestructura cultural preexistente, pero cuya responsabilidad directa emana de las llamadas izquierdas y reposa en la existencia de una imaginaria clase obrera, que subsiste en la realidad con la misma consistencia que los 32 gremios democráticos.
Hasta la aparición del cabecita negra había un tácito acuerdo en virtud del cual los obreros y las demás clases tenían un terreno conflictual referido a condiciones de trabajo y a divergencias ideológicas, pero sobre una base de sobreentendidos culturales y el conflicto era social. Pero este fue alterado por la presencia de los trabajadores argentinos del interior, excluidos como factores sociales.
Este huésped que venía del fondo de la historia les dio a todos la sensación de que su casa era invadida, provocando idénticas reacciones en la sala y en la cocina, en cuanto importaba la integración del país con un elemento descartado en sus esquemas.
Ideológicamente Rodolfo Ghioldi y el Almirante Rojas están diametralmente opuestos, y podrían fusilarse recíprocamente. Pero su actitud es la misma y coinciden cuando se trata de la aparición del elemento auténticamente nacional, porque éste altera los supuestos ideológicos comunes, tal como ocurriría entre Moscú y Nueva York —y posiblemente también Pekín— si ocurriese un desembarco de marcianos. Siguiendo el símil podríamos decir hoy que todavía Pekín representa a los marcianos, pero a condición de que los platos voladores no sean ciertos. Habría entre todas las ideologías un presupuesto común que defender: el de los terrícolas. Para izquierda y derecha, la presencia de un trabajador que culturalmente era inexistente fue un desembarco de marcianos, y sigue siéndolo en la mentalidad del "medio pelo". A contrario imperio han fabricado la imagen de un supuesto obrero que es terrícola, es decir, "decente", parte sana de la población.6
Este es el obrero: los “otros” son los “negros”.

EL RACISMO DEL "MEDIO PELO"

En el artículo que he citado reiteradamente digo:
"El racismo es otra forma frecuente de la tilinguería”.
"La tilinguería racista no es de ahora y tiene la tradición histórica de todo el liberalismo. Su padre más conocido es Sarmiento, y ese racismo está contenido implícitamente en el pueril dilema de "civilización y barbarie". Todo lo respetable es del Norte de Europa, y lo intolerable, español o americano, mayormente si mestizo. De allí la imagen del mundo distribuido por la enseñanza y todos los medios de formación de la inteligencia que han manejado la superestructura cultural del país.
"Recuerdo que cuando cayó Frondizi, uno de los tilingos racistas me dijo, en medio de su euforia:
"—¡Por fin cayó el italiano! —Se quedó un poco perplejo cuando yo le contesté:
"—¡Sí! Lo volteó Poggi.
"Muchos estábamos enfrentados a Frondizi; pero es bueno que no nos confundan con estos otros que al margen de la realidad argentina, tan "heredoitálica" en el presidente como en el general que lo volteó, sólo se guiaban por los esquemas de su tilinguería.
"Ernesto Sábato, con buen humor, pero tal vez respirando por la herida, ha dicho en "Sobre Héroes y Tumbas" más o menos lo siguiente: “más vale descender de un chanchero de Bayona llamado Vignau, que de un profesor de Filosofía napolitano”. Lo dicho me chocó en mi trasfondo tilingo inevitable, (fui a la misma escuela y leí la misma literatura), porque tengo una abuela bearnesa de apellido Vignau, tal vez más que por lo de Bayona, por lo de chanchero. (Vuelvo a recordar que fui a la misma escuela, etc.).
"La verdad es que ni el presidente ni el general son italianos (después los hicieron vascos a Illia y a Onganía para verlos mejor situados). Simplemente son argentinos de esta Argentina real que los liberales apuraron cortando las raíces.
"Esa mentalidad tiene una escala de valores raciales que se identifica por los apellidos cuando son extranjeros. Arriba están los nórdicos, escandinavos, anglosajones y germánicos; después siguen los franceses; después los bearneses y los vascos; más abajo los españoles y los italianos, y al último, muy lejos, los turcos y los judíos. Cuando yo era chiquilín nunca oí nombrar a un inglés que generalmente era irlandés, diferencia muy sutil entonces, sin decir "Don", aunque estuviera "mamao hasta las patas". El francés, a veces, ligaba el don; y en ocasiones también el vasco. Jamás el español, que era gallego de ..., lo mismo que el italiano "gringo de ..." ¿Para qué hablar del turco y del ruso?"

EL MAESTRO CIRUELA

Claro está que en el rango más inferior de esta escala de valores raciales está el criollo.
Pero esta escala no la ha fabricado el "medio pelo". Tampoco la clase alta: ni siquiera la intelligentzia que la sigue difundiendo. Está en el entresijo de la enseñanza: en nuestro libro, en nuestra Universidad, en nuestra escuela. Tan en el entresijo que ya no hace falta repetirlo, porque hay un acuerdo tácito y los descendientes de cada una de las razas ocupan su lugar en el palo del gallinero a la hora de dormir, y las que están abajo aceptan como cosa natural que las de arriba ...
Oigamos un poco esta música.
"Rossini agasajaba exageradamente a los españoles que encontraba en el camino. Preguntado por el motivo de tal ocurrencia, explicó: “—La Spagma impediva a l'Italia di essere l´úlitma nazione d´Europa”. A nuestra vez, los gallegos deben agradecernos a nosotros que les impidamos a ellos, ser la última nación del mundo civilizado."
Podríais creer que la referencia no es racista sino cultural, pero cultura y raza se identifican, y lo que originariamente es intelectual se hace anatómico y viceversa: “En tanto el cráneo de los norteamericanos se ha abovedado, el de los españoles se ha contraído por tres siglos de Inquisición, pues el norteamericano es anglosajón sin mezcla de razas inferiores”.
Lógicamente, los argentinos “somos pobres hombres llenos de pretensiones y de inepcia, miserables pueblos ignorantes, inmorales y apenas en la infancia. Somos una raza bastarda que no ocupa sino embaraza la tierra”.
Pero vosotros creeréis que la cosa corre con los demás, por ejemplo si sois judíos. ¡Oíd esto, camaradas de la DAIA, que no lo ha dicho Errecarte Pueyrredón sino el cerebro, el gran cerebro, el único cerebro! “... El pueblo judío esparcido por toda la tierra, ejerciendo y acumulando millones, rechazando la patria en que nacen y mueren... Ahora mismo, en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia, se levanta el grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece del sentimiento humano, de amor al prójimo, de amor a la tierra, del culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos donde quiera que se produzcan”. Y en otra parte: “¡¡Fuera la raza semítica! ¿O no tenemos derecho, como un alemán, ni cualquiera, un polaco, para hacer salir a estos gitanos bohemios que han hecho del mundo una patria?”
Pero esto de los semitas corre también para los árabes (¿creían los "turcos" que se la iba a llevar de arriba?). Los árabes "son una canalla que los franceses corrieron a bayonetazos hasta el Sahara".
Ni los árabes, ni siquiera todos los alemanes; se dice que vendrán aquellos alemanes del Volga, que son católicos y que efectivamente después vinieron: "Estarían pronto a embarcarse con destino a estas playas cantidad de estos bípedos, razas que están más abajo de los pueblos más atrasados del mundo." ¿Creéis que se salvarán los irlandeses, sobre todo esos que andan por ahí disfrazados de ingleses y entreverados en los negocios anglosajones? ¡Que oigan los irlandeses!
"La chusma irlandesa organizada por los curas. El irlandés llega a los Estados Unidos 'borracho e ignorante'. Muchedumbres groseras, ignorantes, atrasadas, las únicas a ese grado." De esta gente desciende vuestro admirado John Fitzgerald (los dos, el que voló a las Malvinas y aquel a quien hicieron volar en Dallas los admirados anglosajones) : "'Fanáticos, ebrios, semisalvajes". "Si vinieran aquí en diez años quedaría reducida la Argentina a la condición de Irlanda: pueblo por siglos ignorante, fanatizado”. El personaje que estoy citando vio en los Estados Unidos unos vagones rústicos, ordinarios, e inquirió para qué se los utilizaba, le respondieron que para transportar negros y europeos, y le aclamaron que "europeos quería decir inmigrantes recién llegados, irlandeses" : se tranquilizó, "negros e irlandeses".
"...Se dirá sórdido como un judío, falso como un griego, sanguinario, inmoral como un argentino."
Supondréis que esto lo ha dicho una señera gorda, de las que suelen concentrarse en la calle Austria y Santa Fe para pedir la reaparición del modelo racial que admiran.
¡No! ¡Esto es de Sarmiento! ¡El Gran Sarmiento!
Está en toda su obra disimulado por los profesionales del sarmientismo, en la raíz de las ideas básicas que para la mesocultura divulga la intelligentzia. Y así Sarmiento es reverenciado por los descendientes de irlandeses y alemanes del Volga, por los descendientes de judíos y árabes, de italianos y españoles, todos conformes en el racismo de Sarmiento. Porque de todos modos ellos están un escalón más alto que los criollos: y les basta aunque de arriba ... como en el gallinero. Para esa gente la cuestión es ser más que alguien; no importa ser menos...
Puedo ahorraros la verificación tomo por tomo, página por página de estos dichos, porque el repertorio de las ideas sarmientinas están admirablemente resumidas en el libro de Roberto Tamagno "Sarmiento, los Liberales y el Imperialismo Inglés", A. Peña Lillo, editor. Tomadlo juntamente con las obras completas del "maestro" y verificad cita por cita. Y encontraréis mil más que no transcribo porque toda la obra es eso: sandeces injuriosas sobre todos los pueblos que sin los beneficios de la raza anglosajona y su cultura, no han podido desarrollar la "bóveda craneana" a semejanza de los habitantes de los Estados Unidos.7

LA RAZA SUPERIOR

En cambio la raza anglosajona es la “primera en el mundo por su energía el por su trabajo o por las instituciones libres que ha dotado a la humanidad”, y es rasgo de “godismo recelar de Inglaterra o hacer ironía con la amistad inglesa”.
Un inglés que llegó a San Juan por razones mineras “ayudó mucho a levantar el tono de la sociedad regenerada”. “Gloria a Dios son los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Norte de Europa”. Es natural entonces que confíe a ojos cerrados en la “gloria de Dios”, y se explica que siendo Ministro argentino en la República del Norte propuso un tratado de arbitraje con la misma en que el árbitro sería ¡la Suprema Corte de Estados Unidos!, lo que no deja de ser lógico en el “maestro ciruela” por cuanto “para nosotros basta que haya nacido (una Constitución) y se propague en Norteamérica, para reputarla útil, práctica, económica y fundada en razones”.
¿Dónde está la diferencia con la “señora gorda”?
Le habían fracasado las Invasiones Inglesas. Lo dice: “Todos se preguntan ahora, y diez años después los mismos héroes de la gloriosa hazaña: ¿por qué peleamos contra Inglaterra que nos traía el comercio libre, la libertad de imprenta, el escrito de hábeas corpus, y una civilización que abrazaba todos los ramos de la cultura humana?” “Siendo absurdos los motivos parece ridícula o al menos lastimosa la defensa y ruinosa la victoria, porque rutinosa lo fue”.8
Le fracasó también la inmigración inglesa. Hubo la dominación económica, pero los ingleses no vinieron como inmigrantes ni con las subvenciones de propaganda que Sarmiento dio “para que las leyes de la perfectibilidad humana se realicen por quienes han sido preparados por Dios para realizarlas, que son razas humanas perfectas en su organización y perfectibilidad”. Llegaron en cambio gentes del sur europeo que en “Estados Unidos son elementos de barbarie”. Hubo que aguantarlos porque los superiores venían como gerentes. (Inglaterra no manda colonos donde hay cipayos que cumplen el oficio).
Ya que no se pudo hacer el país con las razas superiores, había que anglicanizar en lo posible a las inferiores aunque no se prestasen por la forma de su bóveda craneana. Así, cuando funda la Escuela Normal de Paraná como plantel básico para el desarrollo de la instrucción pública según la concibe nombra director a un norteamericano, Mr. George Stearns, que recién empieza a balbucear el castellano. Lo que importa no es que el director de la escuela sepa español sino que lo niños aprendan inglés, y así el programa de la escuela de aplicación anexa al curso Normal, y que empieza a los seis años tiene desde el primer grado enseñanza de inglés que dura los seis grados de primaria y los cuatro de la enseñanza Normal, en que era la asignatura más importante. Fue un doble fracaso; ni los entrerrianos se hicieron ingleses, lo que “mediopelezcamente” es lamentable, ni el director aprendió, lo que es natural, por una razón de respeto hacia la raza superior que Sarmiento comprendía.

FLOR DE CEIBO Y NOSTALGIA

Para el "medio pelo" todo producto industrial argentino es “flor de ceibo” (La humilde flor del ceibo fue declarada flor nacional hace muchos años. No es que sea fea; lo que la desacredita es que es nacional; sus admiradores quisieron honrarla e hicieron de ella un titulo denigrante aplicado a la industria, también conforme a las ideas económicas de '"el maestro".
Sarmiento se ha encontrado con Cobden y ha recogido directamente en su ancha oreja aquello de que "Inglaterra será el taller del mundo y América del Sur su granja". Desde el gigantesco receptor transmite con su vozarrón las sabias enseñanzas: "Afortunadamente nuestro inventario se compone de un producto cambiable por todos nuestros consumos. Produce la tierra pasto que nada cuesta y que casi sin costos se transforma en lanas, cuero y carnes." Y entonces prefigura el destino del país: "Los hombres vivirán en Europa y la América Meridional se destina para estancia, para criar ganado que por falta de espacio no puede criarse allá."
Ya se ha visto que al pie de la letra se tomó la oligarquía eso de vivir en Europa. ¿Y los otros argentinos, qué son? No digo nada de las multitudes anónimas incursas en el pecado de no tener cabellera rubia y ojos azules, con los cráneos deformados por el catolicismo, víctimas de la bebida y de todas las tareas congénitas comunes a los pueblos que no son "la gloria de Dios". Se lo pregunto al "medio pelo" y a todos los intelectuales de izquierda y de derecha que han sarmientizado al país y pretenden seguirlo haciendo desde sus supuestos culturales, confesada o inconfesadamente. ¿O creéis por ventura que vosotros también sois hombres de los que pueden vivir en Europa, mientras los otros crían ganados y os giran regularmente el importe que los pueblos privilegiados quieran pagar por la transformación del pasto en carne, lana, cuero? ¿Comprendéis ahora a los Borges en las letras, a los Busso en el derecho, a los Houssay en la medicina? ¿No es mejor y más seguro hacer méritos para contar entre los hombres destinados a vivir en Europa, que solidarizarse con los que están trabajando para preparar el contenido de los giros? ¿Comprendéis ahora por qué me indigné cuando Silvina Bullrich dijo que allá están las raíces de nuestra cultura y ésta es la oficina para que manden los giros ?.9
Ya en el Capítulo I está dicho lo que el liberalismo piensa sobre la industrialización del país. ¿Qué extrañar entonces lo que piensa la alta clase propietaria de la tierra, que hace tiempo se decidió por la Patria Chica? Su posición no será patriótica pero es congruente con lo que cree sus intereses.
El "medio pelo" en sus sectores provenientes de los "primos pobres" y de la alta clase media no es demasiado estúpido para percibir que sólo en la expansión de las posibilidades nacionales está el horizonte que lo libere de la ficción en que vive; su propia mediocridad explica su actitud. En última instancia puede descargar su responsabilidad en la intelligentzia que suministró a su frivolidad esos elementos de cultura; pero en los provenientes del desarrollo capitalista, en los nacidos de la creación de condiciones para la burguesía, no sólo se trata de una traición al país: es un suicidio.
Durante mucho tiempo, después de la Revolución del 55, verdaderas columnas de "señoras gordas" salían todas las mañanas en Montevideo del vapor de la carrera y marchaban encolumnadas hasta la plaza Independencia a depositar la consabida corona de flores a la estatua de Artigas, donde las esperaba el embajador argentino, doctor Alfredo Palacios, con sus consabidos bigotes y discurso. Cumplido el ritual mañanero, las gordas arrancaban a la carrera por la calle 18 de Julio arriba, ávidas de vidrieras y negocios donde aprovisionarse de artículos importados que les habían faltado durante toda la “tiranía sangrienta” que las obligaba a consumir productor “flor de ceibo”.
A la misma hora de la sentina del vapor que las había llevado, salían las mercaderías argentinas que iban a reponer los estantes y las vidrieras montevideanas.10
A la noche las señoras gordas, derrengadas y agobiadas bajo el peso de los paquetes, se embarcaban de retorno a Buenos Aires, felices con las compras que habían hecho en la otra orilla.
Ya se ha citado a Imaz cuando se refiere a la falta de conciencia de grupo y de sus intereses de tal, en nuestra burguesía reciente.
Si prefiere la experiencia personal, visite usted la casa de uno de estos burgueses de “medio pelo” y encontrará la documentación más concluyente: la radio, el televisor, las máquinas de confort hogareño, de refrigeración y limpieza, las telas de los trajes y vestidos, las alfombras, las lámparas, las bebidas que consumen, los cigarrillos que se fuman y comprobará que todo es de procedencia extranjera. No necesitará indagarlo, porque el dueño de casa se adelantará a decírselo, orgulloso de la inversión de sus fondos negros, porque todo lo argentino, menos lo que él fabrica, es “flor de ceibo” y no puede compararse con el artículo importado.
En realidad esto de la mercadería “flor de ceibo” se corresponde con aquello de “este país de m...”
Pero también hay la inteligencia "flor de ceibo", que está constituida por los que intentan pensar como nacionales, tema que exige una particular atención que le dedicaré en la edición ampliada de "Los Profetas del Odio", que seguirá inmediatamente a la aparición de este libro.11
Hay otras muchas pautas ideológicas menores cuya importancia es sólo relativa. La más típica de ellas es la actitud nostálgica del pasado, la permanente remisión a una Jauja a la cual todos han pertenecido. Es la tía Leonor, dueña del landó; el pariente encumbrado que era primo carnal de la mamita vieja, y la “señora mayor”, que solía visitarnos. La estancia que se malvendió. Toda una temática de evasión a un supuesto país perfecto cuyas duras realidades borran sus perfiles embellecidos por el recuerdo, que se adorna de gasas que el tiempo esfumina, y tiene la belleza marchita de las flores al día siguiente del sepelio, mientras su ácido olor se respira en el ambiente que van dejando libre los empleados de pompas fúnebres, al retirar los candeleros del velorio. "Cuando mi recuerdo va hacia ti se perfuma", dijo el poeta. Y esa imaginería tiene la belleza de lo que pudo ser y no fue. La belleza de la novia con quien no nos casamos, a condición de no encontrarla a la vuelta de la esquina. El "quiero y no puedo" consciente de su ficción se inventa un pasado...
Aquí también está malparada la burguesía del "medie pelo". Los recuerdos inmediatos se vinculan más con Lanús y Gerli que con el Barrio Norte, y no hay "mamita vieja" ni "señora mayor", porque mencionarla sería meter el dedo en el ventilador. Pero pronto se descubre un recurso que sólo es nuevo para los nuevos. Saltar una o dos generaciones y descubrirse una familia importante en Europa. Oyéndolos uno termina por creer que la emigración fue un deporte y que los antepasados inmigrantes eran turistas de lujo que fueron ganados por el paisaje.

LA GRAN PAUTA

Las situaciones que caracterizan al "medio pelo" evolucionan históricamente como se anticipó en la introducción de este trabajo, cuando se explicó el criterio aplicado para recoger del ambiente una expresión ya formada para calificar este equívoco estrato social. Se vio entonces que lo que lo define es esa calidad de equívoco y ambiguo, la naturaleza imitativa y ficticia del status que sus componentes se atribuyen, con prescindencia del nivel social en que esto ocurre y que está determinado por la composición social en cada momento histórico.
Así vimos que en la sociedad tradicional el "medio pelo" se ubicaba por debajo de la parte decente y sana de la población en el rango que entonces se entendía por de "gente inferior" en cuanto un grupo del mismo intentaba reproducir las pautas correspondientes a la gente principal. También se vio que donde "gente inferior" y color se identificaban, como en el Caribe, el "medio pelo" se manifestaba en los "morenos" que querían disimular su condición adoptando las pautas de comportamiento de los blancos. Aquí eso fue excepcional dado lo reducido de la población de color que como se recuerda en la cita que allí se hace estaba a fin del siglo pasado casi exclusivamente constituida por los ordenanzas de las grandes reparticiones y sus familias que repetían en su vida "social'' los modos de los altos funcionarios ante quienes actuaban, ''con las bandejas". (Recordemos que la actividad más generalizada aun en la colonia entre los morenos fue la de domésticos y que, libertos, adoptaron los apellidos de sus patrones con los que todos ostentaban apellidos tradicionales que hacían más propicia la actitud). Entre 1920 y 1930 el grupo más numeroso de morenos, entre los que contaban los últimos de la raza ya en extinción, que desempeñaban tareas en el Congreso y en la Casa de Gobierno y aquellos en que Vacarezza reclutó muchas veces elementos para el espectáculo tenían un club, al que he concurrido en mis andanzas políticas entre las secciones electorales octava y segunda de la capital, en el barrio que se extiende entre San Juan y el Parque de los Patricios. Allí me fue dable observar ese amaneramiento de que habla la cita y que subsistía en la agonía de un grupo racial.12
Pero como se ha dicho esto era de excepción. La expresión "medio pelo" tenía entre nosotros ya una acepción más amplia y no caracterizada racialmente. Así se comenzó a atribuir con preferencia a capas procedentes de las primeras promociones inmigratorias, para terminar aplicándose a niveles mucho más altos, que es el criterio usado en este libro pues lo que en definitiva determina la calificación no es el nivel adonde se produce, sino el carácter falso de las situaciones y el pie forzado con que se las vive, es decir la ficción.
Esta ficción de status ha existido siempre pero sin el carácter masivo de los últimos años, en que dejó de ser episódico y excepcional para convertirse en el modo del vasto sector que se ha analizado. También se ha visto que esta generalización se produce en el momento histórico de lo que diremos el "aluvión zoológico" para emplear un término característico del "medio pelo". La posición inversa al mismo es ab-initio un signo de status. Ni remotamente toda la gente que se ubica contra el movimiento de 1945 es "medio pelo"; pero todo el "medio pelo" está en esa posición porque ella se convierte como signo negativo en un signo afirmativo del status que se busca.
Cuando la clase alta, pasados los episodios de la Unidad Democrática se retrae a su propio medio alejándose de los contactos populares, el "medio pelo" afirma aun más este signo para convertirlo en el signo de los signos. A través de la Unidad Democrática, la gente del "medio pelo" ha tenido por un tiempo la ilusión del mismo status con la clase alta. Cuando esta se retrae necesita aferrarse a las pautas que motivaron la convivencia y el "antiperonismo" le resulta el único nexo subsistente. Valorizarlo como símbolo es confirmarse en el status que se atribuye. Con el transcurso del tiempo se convierte en el símbolo por excelencia y así el antiperonismo se convierte en la pauta de las pautas: la Gran Pauta.
Esta pauta las resume a todas porque es pauta de comportamiento y pauta ideológica. Como pauta ideológica contiene todos los elementos intelectuales aportados por el sarmientismo de la intelligentzia que se acaban de ver y como pauta de comportamiento resume, en la calcomanía de las pautas de la clase alta los signos de distinción que se buscan en ella. Cumple además otra función integradora porque en la comunidad del símbolo, y por el contraste que este establece con el resto de la sociedad que el medio pelo considera por debajo de su status, es un instrumento de fusión endógeno al grupo, que permite en cierta manera reconstruir la imagen de la sociedad tradicional que había derogado el fenómeno inmigratorio. Para los supuestos del "medio pelo" se ha reconstituido la separación entre gente principal, "parte sana y decente" de la población, y clase inferior constituida por los "negros". Sólo que ahora la parte sana y decente se configura con los gringuitos adentro, lo que explica que uno de ellos haya podido hacer la calificación de aluvión zoológico.
Creo que con esto está bien claro que Perón o Peronismo no son más que nombres ocasionales, pretextos; el antiperonismo es tan hecho social como el peronismo; mientras aquel es el nombre que tiene la integración de toda la sociedad argentina en una nueva configuración, éste expresa la resistencia a la misma. Perón o Mongo, ese es el hecho adjetivo. Lo sustantivo es lo que se acaba de decir y se repetirá respecto del hombre o del grupo social que aparezca encabezando la integración inevitable; se reiterará la misma situación que se produjo entonces y cuyos valores entendidos subsisten, al margen de las virtudes o vicios que tenga la conducción. Con mayor razón si el hombre o grupo conductor surge de los estratos medios de la sociedad, y aun por la influencia de un Alcibíades o un Julio César salidos de la clase alta. Este será un desertor que por el solo hecho de actuar al servicio de la causa nacional, identificada con la integración, recibirá las mismas calificaciones y servirá como pauta definitoria a contrario imperio.
Perón y el peronismo, para emplear los términos corrientes de la Sociología de la Cátedra no son otra cosa que el marco de referencia.13
La vigencia de las pautas peyorativas respecto de lo popular generó a su vez reacciones defensivas que recíprocamente se convirtieron en pautas valorativas, tal como ocurrió con la expresión "descamisado", que terminó por ser signo positivo de afirmación de lo detractado. Recíprocamente, "oligarca" y hasta "cipayo" y "vendepatria", concluyeron siendo calificaciones aceptadas que el "medio pelo" asumió entre humorística y complacidamente, ya que no contrariaban sino que se confirmaban las dos segundas con sus pautas ideológicas, y con las de comportamiento, la primera.
Así el mote "grasa" adquirió un sentido reivindicatorio, por oposición a la supuesta calidad selecta del adversario y ser "grasa", se hizo necesario en el dirigente político y gremial del peronismo, a pesar del contraste evidente, con el ascenso económico colectivo y el particular del dirigente que invocaba la calidad, a pesar del reloj-pulsera, inevitablemente de oro, y la cómoda casita de extramuros.
Así en la vida interna del movimiento era frecuente apelar a la condición de "grasa" para prevalecer sobre los miembros del movimiento que por su origen o su condición no se comportaban como tales, o no simulaban hacerlo.
Recuerdo un episodio que me ocurrió en una reunión en Remedios de Escalada.
Se discutía una posición táctica del movimiento, y dos de mis oponentes para debilitar mis proposiciones invocaban constantemente su condición de "grasas", colocándome en el debate, como si yo fuera "sapo de otro pozo".
Se trataba de dos ferroviarios —pues predominaban, como era lógico, en el lugar, los obreros del riel y les advertí que en primer término, en el movimiento ya no había "grasas"—calificación correspondiente a la etapa anterior al ascenso de peones a obreros—. Los concurrentes allí eran obreros y no "grasas" y ese ascenso era, precisamente, el significado social profundo del movimiento, agregando, entonces, que si aceptábamos que los obreros eran "grasas" y no tales, lo único que probaríamos es que en lugar de haber presidido el ascenso social habría sido el descenso su resultado. Más tratándose de ferroviarios, que nunca habían sido "grasas" sino un sector privilegiado dentro de los trabajadores argentinos.
Casi afirmaría, agregue, y sin conocerlos, que ustedes dos tienen casa propia y están en riesgo de ser calificados como "oligarcas" en un planteo como el que traen que excluye a los no "grasas" de la participación en el mismo. Se trata de una petición de mala fe y exijo que los compañeros presentes se pronuncien al respecto. Se pronunciaron y los dos supuestos "grasas" se llamaron a silencio.
Esta posición negativa es ahora estimulada por ciertos sectores de la antigua izquierda que están resultando más papistas que el Papa, y pretenden configurar el movimiento peronista en relación con su momento originario, y no con su composición actual, hija de la transformación operada en el país durante su proceso de ascenso colectivo.
La misma gente que con su ideología de importación definió el movimiento en 1945, como un movimiento de la clase media fascistizante, y al aporte obrero de las masas en ascenso como un lumpen-proletariat marginal ahora pretende definirlo, como un movimiento exclusivamente proletario. (Entonces transfirió la expresión lumpen-proletariat, cuya significación marxista corresponde al desclasamiento de un proletariado marginal al fenómeno de interacción social por ascenso de los migrantes del interior.) (Ver Nota 6 de este capítulo). Con la misma desaprensión que negó condición obrera a los trabajadores de la base, ahora excluye la existencia de los grandes sectores de las otras clases que contribuyen a su conformación, y aun los mismos de procedencia proletaria, que se han calificado en el ascenso colectivo. Aparentando una revisión de sus errores anteriores, reinciden en los mismos porque el error es de método. No quieren entender la naturaleza vertical de los movimientos de la sociedad argentina por lo que no se ajustan sus conclusiones a la realidad, sino que someten ésta a la necesidad de encuadrarla en el esquema prefabricado de la ideología importada que demanda una visión exclusivamente horizontal de los desplazamientos sociales.
Es que persisten en los errores de la intelligentzia y como los liberales son también discípulos de Varela: "El sombrero está hecho y hay que ajustar la cabeza al mismo”.
Lo gracioso es su soberbia, común con toda la intelligentzia. Confiesan que no entendieron, se rectifican en las conclusiones sobre el ayer, pero en el presente actúan con la misma seguridad que antes, y enuncian la fórmula química siguiendo en la total ignorancia de sus componentes, porque son incapaces de la humildad intelectual que exige prescindir de la sabiduría libresca para considerar los hechos argentinos que no están contenidos en los estantes de la biblioteca.
Esta petulancia de la intelligentzia trajo dentro del movimiento, otra pauta dañosa también de rechazo: la subestimación de lo intelectual que fue arrastrada por la justificada hostilidad de la intelligentzia. Hubo una expresión, “cráneo”, afortunadamente ya echada al olvido, y en virtud de la cual se reaccionaba adversamente a la jerarquización intelectual de los militantes; actitud defensivamente explicable ante la conducta de la intelligentzia, pero peligrosa en la maduración del proceso que debe hacerse, como se está logrando, por la formación de una auténtica inteligencia nacional.

CONCLUSIONES

Al que escribe le suele suceder lo que en el juego, según dice un paisano de Javier de Viana: "Se dentra con un rial pa' despuntar el vicio, y cuand'uno acuerda, está metido con caballo ensillao y todo".
Así me pasó con este libro. Pensé primero en unas notas periodísticas inspiradas en el ridículo del "medio pelo". Algo para el humor fácil, y como todo humor, hijo de una amargura encubierta por la risa. Es cosa de varón esto de esconder la queja aunque más no sea porque el "calavera no chilla".
Pero a medida que iba entrando en el tema fui comprendiendo su importancia, sobre todo cuando percibí que la tilinguería absorbiendo a la burguesía reciente, había destruido una de las fuerzas potenciales para la construcción de la Patria Grande.
Toda mi vida se ha concentrado en ese objetivo que ahora consiste en modernizar las estructuras económicas y sociales argentinas, que es lo que modestamente está a nuestros alcances en el limitado tiempo y espacio de que disponemos. Yo sé que esto le parecerá muy poco a los grandes ideólogos revolucionarios de la intelligentzia; pero sé que este programita sencillo y de vuelo corto los tiene en contra cada vez que se intenta, porque como he dicho en otra parte, preocupados por volar muy alto, le sacan la escalera al que quiere subir un poco con la complacencia de los que quieren que no subamos nada.
Y así fue como me encontré que esto del "medio pelo" tenía una proyección que no había percibido en el primer momento. Esto me llevó a analizar la evolución de la sociedad en la historia y constaté enseguida que no se acomodaba a los esquemas transferidos desde otras sociedades y desde los cuales se sacan conclusiones. Al mismo tiempo fui percibiendo la importancia de las pautas en los grupos sociales.
Creo que le debía esta explicación al lector, que a pesar de la advertencia del subtítulo, pudo ser atraído exclusivamente por lo del "medio pelo", como por una trampa.

* * *

Que la alta clase propietaria se aferre al país chico, no será patriótico, pero es congruente, como ya se ha dicho. También se ha dicho que es explicable que la imagen de un status seduzca con su jerarquía supuesta a los “primos pobres” y a la alta clase media. Pero que la burguesía desnaturalice su función histórica adoptando las pautas ideológicas de las clases que se oponen a su desarrollo, es una aberración, porque su posición antinacional significa una posición antiburguesa, ya que el desarrollo de un capitalismo nacional dependen exclusivamente de la modernización de las estructuras. Así, sólo la dirección de los trabajadores aparece cumpliendo su función histórica y teniendo que cubrir, además de su tarea en la conducción del proletariado, el claro, la vacante de la función abandonada por la burguesía, en la expansión hacia la Argentina potencia.

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La historia vista desde la influencia de las pautas lleva necesariamente a la investigación de las élites que las elaboran. Así vemos que en el comportamiento opuesto en las guerras civiles del pasado, un común origen social y la pertenencia de grupo, no impiden la existencia de pautas distintas que corresponden a la visión del papel de la plebe constituyente de las grandes masas del país.
Los Federales las consideran parte de la historia, porque su idea es la construcción del país según su naturaleza. Los Unitarios las excluyen porque su ideario es la construcción del país al margen de aquella.
Después de Caseros se impusieron las pautas ideológicas de los Unitarios y se empezó a acomodar la cabeza al sombrero como quería Florencio Varela. La élite vencedora realizó, con todo, una política del país pues cualquiera sea el juicio que nos merezca, su política de grupo social coincidió con la preocupación de buscar su grandeza; ya se ha dicho que por un camino equivocado que tenía el límite a corto plazo. La política fue antinacional por la ideología que la inspiró, pero los que la realizaron creían que hacían política para la Nación. Su progresismo dio más frutos en la expansión agropecuaria y el nacimiento de un país nuevo al que aportó la inmigración. Fue una política de Patria Chica que creyó que el litoral era toda la Patria. El roquismo tuvo una visión más integral del espacio. Traía también una visión económica nacional que de cumplirse pudo haber adelantado la integración social con la integración económica e incorporado el criollaje del interior a niveles sociales modernos.
Pero el roquismo que había ganado la batalla en las trincheras la perdió en los títulos de propiedad de la Provincia de Buenos Aires y fue asimilado por la clase alta terrateniente que impuso definitivamente las pautas del país dependiente.
La generación del 80 que pudo constituir la nueva élite para el nuevo país, se incorporó a la oligarquía porteña y se ahogó en el abrazo del acuerdismo. La presidencia Quintana fue el símbolo de esta renuncia a la grandeza. A su vez, esa vieja élite porteña con sus apéndices del interior, se desarraigó y perdió toda idea de construcción nacional. Dejó de ser élite desde el punto de vista político porque se hizo conservadora y su conciencia de grupo sólo actuó desde entonces y sigue actuando para mantener al país dentro de lo ya logrado. Es el adversario neto de la modernización de las estructuras y además tiene conciencia de su alianza con las fuerzas extranjeras que nos tiene reservado un destino apendicular.

* * *

Desde entonces el país no tiene élite conductora.
No la dio la inmigración y su integración con el país; tuvo que hacerse a través de un caudillo: Yrigoyen.
Caído el caudillo, careció de conciencia histórica y fue cuestión de tiempo que los descendientes de inmigrantes, en su afán de ascenso en el status, fueran absorbidos por la ideología de la vieja clase que no contrariaba fundamentalmente la promoción de su ascenso vinculado al desarrollo de la expansión agropecuaria.
Cuando el país ya no cabía dentro de los límites previstos en el “progreso ilimitado” el Estatuto Legal del Coloniaje de la Década Infame le impuso un lecho de Procusto. Pero la Gran Guerra lo reventó interrumpiendo la ecuación exportación –importación, y obligando al país a potenciarse por sí mismo. Inmediatamente, éste dio un salto –tan contenido estaba en su expansión—y producto de ese salto fue el hecho económico y social que generó a Perón. Mal o bien, este caudillo rigió la nueva integración argentina: la de los criollos que sucedían a la de los gringos, e imposible sin la modernización de las estructuras, que de hecho produjo la guerra mundial.
Pero faltó la élite burguesa correspondiente al momento histórico que la clase obrera por sí sola no podía reemplazar en una sociedad como la nuestra, que necesita la cohesión vertical de las clases de ascenso para vencer al enorme poder de los intereses preexistentes, nacionales y extranjeros, que se oponen a que seamos potencias.

* * *

La Revolución de 1955 —después de la leve vacilación Lonardi— concibió la solución suprimiendo un pedazo de historia. Quiso volver atrás borrando el paréntesis de modernización de las estructuras que cubría 10 años de los más intensamente vividos en el país. En lo económico y lo social, intentó restaurar la situación vigente en la Década Infame. En lo político, la vieja ordenación de los partidos. Pero el país había crecido y era otro. Si era imposible restaurar aquella economía y aquella sociedad, tampoco era posible restaurar su estructura política. La expresión política Perón era el producto de que ya estaba muerta en 1946. ¿Cómo de otra manera pudo ser posible que un hombre desconocido dos años antes rompiera los cuadros de los partidos y absorbiera al mismo tiempo las nuevas promociones sociales que se incorporaban a la historia?
La historia de estos 10 últimos años con sus idas y vueltas no es más que la documentación de que el viejo país está muerto y sólo puede subsistir transitoriamente y por la imposición de la fuerza, pero así y todo, en las apariencias formales y no en la sustancia. El emparchado traje democrático con que se quiere cubrir la ficción de una sociedad organizada, no da para más y hay que regalarlo al cotolengo.
Las fuerzas armadas asumen el poder y abandonan también la ficción constitucional, porque la Constitución vigente debe adaptarse al Estatuto de la Revolución emanado de la comandancia de las tres armas. Las vestales de la Constitución, ahora ni se tapan el rostro con las manos, ni se arrojan cenizas sobre el pelo (ésta es una ficción literaria, porque la mayoría son peladas). Alguna, como ha dicho otro, es devorada por el Ministerio del Interior. El juez Botet, que procesó a los legisladores peronistas por un supuesto acuerdo de facultades extraordinarias, es funcionario de la nueva estructura jurídica que condiciona la Constitución al "dictat" de los comandos. Allá ellos, que son los que sostenían que los pueblos son para las constituciones y no las constituciones para los pueblos. No es problema mío ni de los que piensan como yo. Es un problema de honradez intelectual que sólo a ellos se les plantea. El país está al margen.
Tampoco es problema de las Fuerzas Armadas.

* * *

La Revolución enuncia como objetivo fundamental de sus tareas, la modernización de las estructuras, pero esto implica fatalmente la revisión de todos los supuestos de la Revolución Libertadora; modernizar las estructuras supone sustituir estructuras, y la única estructura que se puede sustituir modernamente es la del país viejo, conformado dentro de los límites de la economía dependiente. Supone acelerar el desarrollo capitalista, y esto sólo es posible por la industrialización y la diversificación de los mercados en lo interno, y la ampliación de los externos. En lo social apareja acelerar la integración, levantando el nivel de las masas por la plena ocupación que trae aparejada su actuación política, económica, social y técnica. Pero esto es precisamente aquello a que se opone la estructura económica perimida.
La suerte de esta revolución está ligada a la conciencia que tenga de lo que significa la función histórica que ha asumido.
Un publicista de mucha gracia dice que las revoluciones militares tienen tres etapas: La víspera, el día siguiente, y el día menos pensado. Es una expresión humorística que contiene una verdad incontrastable, aplicable al caso.
La voluntad de modernizar las estructuras pertenece a la etapa de la víspera; ahora estamos en el día siguiente, que es una etapa de tanteos en la que la concepción teórica empieza recién a percibir las posibilidades de su aplicabilidad y las fuerzas profundas que se oponen. El día menos pensado ocurre cuando ya se tiene la carta de situación, como dicen les militares, y hay que poner en ejecución el pensamiento de la víspera. O tirarlo al canasto de papeles donde se acumulan las intenciones.

* * *

El país carece de élite conductora y la revolución militar significa que las Fuerzas Armadas se constituyen en ella.
Si actúan como élite conductora, asumirán el papel que se han asignado en la víspera, pero eso implica que deben resignarse a no contar con la unanimidad democrática que es una máscara inconciliable con la tarea a cumplir: tendrán inevitablemente que chocar con las mismas fuerzas que se han opuesto en lo interior y en lo exterior a todo proceso de modernización, y serán dictadura, y también tiranía, porque eso no resulta de la mano fuerte o de la mano blanda, sino de los intereses que se lesionan y disponen de toda la superestructura cultural para crear la imagen política del gobierno. Frente a esas resistencias tendrán que buscar el apoyo de los grandes sectores vinculados a la modernización del país, y esto también las caracterizará como antidemocráticas, porque descubrirán que la democracia es una ficción que no debe trascender de los límites convencionales establecidos por la vieja estructura. Al mismo tiempo tendrán que defenderse de restauraciones aun más remotas que les propondrán aquellos a quienes el país actual nunca les viene bien, porque en lugar de caminar hacia el futuro, fugan hacia un pasado imaginario e imposible.
Las fuerzas de apoyo a la modernización del país no son hijas de una ideología, sino de la realidad artificialmente contenida; están ahí y las etiquetas que las nominan no tienen importancia porque los nombres son anécdotas y ellas son hijas de un hecho histórico cuya vigencia tampoco depende de nombres sino de hechos.
Si las Fuerzas Armadas entienden que vienen a cumplir la función de élite que está vacante en el país, tienen un largo proceso para cumplir en el ejercicio de la modernización de las estructuras. Si no lo cumplen, y no comprenden el paralelogramo de las fuerzas del que ellas son una, en que la oportunidad histórica les ha dado la función de élite, sus días son cortos: el día menos pensado no estará lejos, y las fuerzas del pasado celebrarán el espíritu civilista con que retornarán a los cuarteles, recogiendo del cotolengo el traje que habían regalado.

* * *

Pero a las Fuerzas Armadas como tales, en su carácter específico se les plantea, mejor dicho se han planteado ellas, una hipótesis que se refiere a su propio destino.
La República había renunciado a su grandeza. No tenía destino de potencia y eso llevaba implícito que no había destino para las fuerzas armadas. Sin proyección internacional, a lo sumo con una función apendicular en la hipótesis de un alineamiento mundial para la guerra, como cuerpo expedicionario, las Fuerzas Armadas carecían de objetivo, al carecer de objetivo el país mismo. Sin la finalidad básica de un pensamiento militar, este se transformaba en un pensamiento policial; el instrumento de la soberanía devenía inevitablemente en solo instrumento del orden interno: del orden interno de las viejas estructuras que se oponen a la modernización.
El simple enunciado de modernización de las estructuras importa ya una idea de potencia. ¿Quiere la Revolución que la Argentina sea potencia?
Sí; lo quiere. Y por eso enuncia su voluntad modernizadora. Esto significa plantear la política del Estado desde un punto de vista totalmente inverso al de las fuerzas conservadoras, que consideran que hemos llegado al límite de nuestras posibilidades y aceptan para el país un papel secundario y declinante.

* * *

Pero no sólo en el orden interno hay fuerzas que se oponen a la modernización. En el esquema internacional de las fuerzas imperiales, la Argentina tiene que seguir siendo un proveedor de materias primas y es a nuestro vecino Brasil a quien se ha asignado el papel de potencia industrial. Allí es donde debe hacerse la modernización de las estructuras, si es que esto significa otra cosa que aumentar el número de rejas de los arados, la mejora por la genética, etc., en fin ampliar un poco los límites del país agropecuario. Para esto basta con la encomiable labor del INTA, un buen manejo del crédito y... iba a decir una buena comercialización de la producción agropecuaria, pero esto no está en los papeles de los asociados en ACIEL.
Para semejante viaje no hacen falta estas alforjas.

* * *

Ocurre así que buscando el país real y sus exigencias, las Fuerzas Armadas se encuentran a sí mismas. Pensar el país en dimensión de potencia, le restaura a las Fuerzas Armadas el sentido histórico de su misión específica que no es la que le asignaban los "Regimientos de Empujadores" y los "Batallones de Animémonos y Vayan" de civilacos que merodean por los cuarteles cuando el país real los descarta, y vuelven a merodear cuando consideran que debe terminar la intervención de los mismos, para restablecerlos a ellos.
Hay que hacer de la Argentina una potencia y esa es la tarea que asume la élite.
Si la revolución asume la responsabilidad que se ha atribuido, no sólo se la va a combatir de frente. La van a flanquear, y saber estas cosas del "medio pelo" puede ser muy interesante para sus hombres. A medida que se asciende en todos los grados de la sociedad, la búsqueda del prestigio es una legítima preocupación humana. Hay sucedáneos de la gloria y el honor de cumplir con el deber que impone el culto de la verdadera personalidad.
En el principio del capítulo anterior he hablado del orgullo y de la vanidad haciendo un cotejo entre los mismos. Ya se ha visto como a través de las pautas del prestigio social la burguesía que se inicia con la modernización de nuestras estructuras traiciona su destino. He mencionado en muchas oportunidades cómo la carrera de las armas fue marginada del status de la alta clase, a la que excepcionalmente tuvieron acceso los hombres de armas. Pero también la alta clase con su fino sentido de su interés como tal, sabe abrir sus puertas ocasionalmente al acceso de quienes no la constituyen, para por los cauces del prestigio social subordinarlos a sus pautas, inculcándolas primero las de comportamiento, para inculcarles después las ideológicas. Este contacto ocasional dura mientras es necesario, pero la asimilación se hace definitiva en el ''medio pelo" que es el resultado fatal de una ilusión frustrada.
Hablando de los medios de propaganda en 1945 y 1946, dije que los periódicos entraban por la puerta de calle mientras "la voz maldita" de la radio entraba por la cocina y por las ventanas. Ahora puede ocurrir al revés, y que las pautas destinadas a destruir la posible élite conductora de la modernización de las estructuras, en lugar de entrar por la puerta de calle que ellos cierren, entre subrepticiamente a través de los familiares que están menos defendidos por el sentido de la misión.

* * *

List en su "Sistema de economía nacional" había ya teorizado las bases de la grandeza económica y el movimiento del romanticismo alemán había generado el impulso sentimental tendiente a la constitución de una nación poderosa. Pero las clases dominantes, una burguesía preindustrial, y sobre todo una nobleza minimizada, conservadora de los privilegios vigentes en la anarquía del país atomizado por pequeños reductos de intereses locales opuestos a la realización general, se aferraban a la imagen que corresponde a la ideología de la "Patria Chica" entre nosotros. Correspondió a Bismarck la tarea de cumplir el cometido exigido por la grandeza alemana desborda; do los pasos primarios del "zollverein" hasta lograr la unidad alemana.
Lo que importa es señalar que esa política la cumplió apoyándose, frente a la incapacidad de la nobleza y la burguesía, en los "junkers" del oeste alemán y en la formación militar nacida de su seno. Ante la carencia de élites que cumplieran su papel la realizó improvisando la élite conductora con los elementos teóricamente menos señalados para cumplir el desarrollo capitalista, y en los que la falta de la mentalidad correspondiente fue suplida por la concepción nacional de la potencia: por una voluntad de destino nacional de que las supuestas élites carecían y contra la cual actuaban negativamente. Paralelamente surgió un poderoso movimiento socialista que realizó la integración nacional en las bases populares. De esa conjunción operativa resultó la gran Alemania que pudo absorber en el proceso la contradicción ideológica de las dos fuerzas con una resultante de interés general cuyo signo positivo expresó la potencialización germánica. Hoy y aquí, podríamos llamar a ese proceso modernización de las estructuras absorbiendo los contradictorios en las pautas comunes de la grandeza nacional, en cuyo amplio horizonte de Patria Grande caben todas las contradicciones menos las que surgen de la aplicación de las pautas de la Patria Chica.
Frederick Clairmonte (Op. cit.) dice a este propósito: "Alemania, superpoblada y empobrecida a comienzos de la tercera década del siglo, se encontraría subpoblada veinte años más tarde, viéndose obligada a recurrir a las reservas de fuerza laboral de sus vecinos menos desarrollados. La superpoblación, característico azote del subdesarrollo, había desaparecido".1 Pero nuestros liberales de la "Sociedad Rural" y "ACIEL" como los ya citados Fano y Hueyo no pueden comprender que la superpoblación desaparece por aumento de la receptividad, y sólo atinan a la fórmula de la "Patria Chica": adecuar la población a la economía ya existente, es decir despoblando. Hipótesis de Patria Chica conforme a la cual Alemania hubiera continuado siendo la miserable nación de que hablaba Voltaire, esa que Stahl —ministro de finanzas de Austria— describía sarcásticamente como el conjunto "de esos territorios que figuran en los mapas con el nombre de Alemania".
¿Esperaremos que sea así descripta la Argentina por el ministro de finanzas de algún vecino poderoso?

* * *

Así he venido desde Juan de Garay a parar en esto que llamo "Conclusiones". He querido mostrar en el transcurso de este libro, a cuyas últimas líneas llegas lector, si has tenido paciencia, la gravitación que las pautas dominantes en una sociedad tienen sobre su destino. Esta es la única función docente que tiene la historia: enseñarnos el presente y el futuro por lo que sucedió ayer. Esa es la razón por la que se la falsificó sistemáticamente en nuestro país, oponiendo a una historia de la política una "política de la historia" como lo digo en "Política nacional y Revisionismo Histórico".

APÉNDICE

NOTA - Pág. 25.
El tema de la "relación adversa de los términos del intercambio", requiere mucha mayor extensión para su tratamiento y será abordado en "Política y Economía" con la latitud adecuada. Me he limitado a señalar algunos de los factores determinantes pero podría objetarse que esta explicación es también válida para los países altamente industrializados, donde sin embargo la relación materia prima-producto industrial es mucho menos adversa, pero sería olvidar que en los países centros los precios de las materias primas son precios políticos, que se practican en mucha mayor escala en las naciones industrializadas que los liberales nos proponen como ejemplos de anti-intervencionismo de Estado que en las dependientes. Así Prebisch ("Hacia una dinámica del desarrollo Latinoamericano"), nos dice: "En los Estados Unidos, los precios internos de sostén mantienen una paridad variable con los precios de los productos industriales adquiridos por los agricultores, y hay el subsidio de las exportaciones en el mercado internacional. En Europa occidental, existe el aumento de las restricciones a la importación de productos agrícolas, como medio de ampliar el mercado por la propia producción y amparar precios internos elevados. Así mismo se contempla acudir al subsidio a las exportaciones al mercado mundial en caso de excedentes". Pero parece que esto no es intervencionismo de Estado, como tampoco lo sería la formación de mercados comunes; en cambio lo eran nuestros tratados bilaterales, que en definitiva son el mismo perro con distinto collar. (Ahí anda el Sr. Krieger Vasena dando vueltas alrededor del Mercado Común Europeo para que nos dejen un agujerito después que con el Sr. Verrier y el Sr. Alemann destruyeron aquellos tratados y convirtieron en saldos exigibles a corto plazo las cuentas corrientes que nos abrían la puerta. ¡Oh los genios de la ciencia aséptica y extranjera!).
Lo que importa es que el deterioro de los precios de las materias primas es un hecho cierto y aceptado como tal en la teoría económica de los países que pretenden que no los tomemos en cuenta, y que por consiguiente sigamos como exclusivos productores de ellos, con el apoyo de sus cómplices, gobernantes locales, los teóricos de la economía de dependencia, y los "prácticos" grupos económicos ligados a la misma. Este reconocimiento del hecho lo hizo Lincoln Gordon, embajador de los Estados Unidos en el Brasil en un discurso pronunciado en el Consejo Económico Nacional Brasileño el 29 de Enero de 1963, cuyo texto reproduce Prebisch.
Heilbroner ("El gran ascenso" - Ed. Fondo de Cultura Económica - 1964) dice: "Mientras que el precio de las materias primas fluctúa hacia arriba y hacia abajo, en años recientes el valor de los artículos manufacturados, por los que aquella se cambia, se ha movido en una sola dirección: hacia arriba. Y así, los términos del comercio (el quid pro quo real de las mercancías recibidas a cambio de las ofrecidas) se ha movido en contra de los intereses del exportador de materias primas: ha dado más y más material bruto por menos y menos maquinaria".
Enseguida agrega, para los que lo esperan todo de la ayuda exterior: "El resultado fue que las naciones pobres recibieron 2.000 millones de dólares menos en su poder adquisitivo real, suma mayor que toda la ayuda que recibieron ese año." (Se refiere a 1957). "Efectivamente las naciones subdesarrolladas subvencionaron involuntariamente al mundo desarrollado."
Con razón dice Prebisch en el prólogo (Op. cit.), refiriéndose a sus "colaboradores" en la redacción del Informe y Plan de 1955: "No se quiere leer, no se quiere pensar, se siguen repitiendo trasnochados conceptos del siglo XIX sin vigencia alguna con la realidad actual." Es que los "amigos" locales de Prebisch no quieren enterarse de lo que les costaría el apoyo de la gran prensa y los intereses económicos que les dan prestigio y los llevan a las posiciones claves de la economía. Prebisch ahora ha sido silenciado y de genio a pasado a ser un "punto" desconocido, por haberse enterado; sus "amigos" se curan en salud, pues lo que les importa es su triunfo personal aunque el país reviente, y saben que el precio del triunfo es la traición a la verdad argentina.
Ni remotamente con estas anotaciones me aproximo a la totalidad del tema que como he dicho, no cabe en este libro, pero es inseparable de la actualización de la llamada renta diferencial y de la estructura social de producción así como de la tecnificación que alteró la primera.


NOTA — Pág. 125
Para los "cabecitas negras" no hubo Hotel de Inmigrantes y la Villa Miseria cumplió las funciones de aquel hotel y del conventillo, respecto de los extranjeros. Vista con los ojos "urbanísticos" de la gran ciudad es efectivamente Villa Miseria. Visto con los ojos del economista o del sociólogo es Villa Prosperidad. También con los ojos del "cabecita negra" porque no emigraron de un campo idílico, ni abandonaron cómodas residencias sino rancheríos tan precarios y pobres como las viviendas en que se hacinaron en la gran ciudad, pero con trabajo, es decir con pan, ropa y diversiones que antes no conocían.
Además con medios de cultura accesibles. Hace pocos días viajando con Carlos Seeber, de Añatuya a Pinto, al pasar por Icaño recogimos un grupo de "changuitos" que salían de la escuela: había dos Corias, un García, un Bazán y tres Rojas (el Almirante es también de Icaño) y los llevamos hasta sus ranchos, el más cercano de los cuales está a una legua de la escuela adonde van todos los días a pie y bajo el sol santiagueño. Lo recuerdo porque los hijos de los "cabecitas negras" de las villas miserias tienen la escuela más a mano.
La Villa Desocupación de la Década Infame, sí era Villa Miseria. La ciudad tenía miles de habitaciones desocupadas cuyos avisos se leían por todos los barrios y ocupaban un amplio espacio en los clasificados de los diarios. Había habitaciones pero no medios para pagarlas. El caso de la Villa Miseria es inverso: hay medios pero no hay habitaciones que pagar. Además, nadie sabe mejor que el interesado dónde se está mejor, si en la Villa Miseria con trabajo, o en el Barrio de las Latas pueblerino, sin ocupación, y la elección de las villas miserias es un plebiscito decisivo.
Pero casi toda la literatura periodística, o de conversación entre canasta y canasta, o copa y copa, y conmiseración que expresa revelan hipocresía: no es la pobreza de la Villa Miseria la que molesta sino su vista. Por eso, cuando algún intendente rodeó con un tapial las Villas Miserias del bajo Belgrano, muchos de estos conmiserativos dieron el problema por resuelto: lo que no se ve no existe o, mejor dicho, lo que no se ve no molesta.
La verdad es que la Villa Miseria es un hogar de tránsito y que la mayoría de sus habitantes han ido emigrando de las mismas, a medida que el lote en mensualidades y la prefabricada les iba permitiendo realizar la casa propia. (Alguna vez habrá que averiguar quién inventó la prefabricada y dio la solución más positiva que se ha dado a nuestro problema de la vivienda en la forma que he descripto en la "Advertencia preliminar" de este libro).
La población de las Villas Miserias se renueva constantemente y prácticamente hoy, quedan en ellas pocos de sus primeros ocupantes que en los últimos años han sido sustituidos en gran número por bolivianos, paraguayos y chilenos, que van ocupando las vacante, ya que el problema de la desocupación rural es común a toda esta parte de América. Esto no excluye que haya un porcentaje de población permanente, constituido por sectores de extrema pobreza sin posibilidades de ascenso. Por otra parte el fenómeno es de carácter universal y está en relación con el progreso industrial. Así en España —que en los últimos quince años ha dado un salto del siglo XVIII cuando Carlos III fracasó en su propósito de construir una España de tipo capitalista— con el desarrollo industrial, se ha generado un fenómeno similar al del "cabecita negra" con todas sus implicancias; en Bilbao se llamó barrios de "coreanos", a los equivalentes, porque "coreano" se le dice al trabajador estacional del mediodía español que emigra a los centros de producción industrial.
También irrita a las "señoras gordas" que se vean las antenas de los televisores y la sospecha de que haya heladeras y cocinas a gas, pues no pueden comprender que la búsqueda del confort es una necesidad humana, y que el que no consigue casa adecuada, se provea de lo que está a su alcance dentro de sus recursos.
Afortunadamente, desde que escribí "Los profetas del odio", hace diez años, la actitud de los intelectuales y especialmente los periodistas ha ido cambiando bastante y ahora muchos contribuyen a poner los puntos sobre las íes. Para quien quiera tener una visión aproximada del mundo de la Villa Miseria, visto con otros ojos que los que se ponen detrás de un hipotético "impertinente", y arrugando la nariz para no sentir olores presumidos, recomiendo la lectura de la novela de Bernardo Verbistky, "Villa Miseria, también es América", que ha incorporado el tema, con inteligencia y amor, a su excelente producción novelística. Podrá ver allí un mundo de hombres como cualquier otro, y eliminar esa actitud corriente de observador de infusorios en un estanque de agua putrefacta.


NOTA — Pág. 140
"El camino de Buenos Aires" de Albert Londres, tuvo gran resonancia en el momento de su aparición, pues señalaba Buenos Aires como uno de los centros más importantes de la trata de blancas a cargo de los "macró" —versión porteña del término "maquereux", marsellés— que designaba una forma capitalista de la estructura del comercio de mujeres que superaba al primitivo y "artesanal" sistema del "cafishio" criollo.
Estas cosas sólo podían suceder con la divisa fuerte, y así, mientras la alta clase argentina emigraba a Europa en busca del placer, un sector femenino de la baja clase europea emigraba a la Argentina para satisfacer a los argentinos que, por su pobreza, no estaban en condiciones de divertirse "in situ". El poder de la divisa se refleja hasta en el amor. Recuerdo que siendo muy joven, en Santiago de Chile, cuya divisa era muy baja, le preguntamos a un carabinero por un sitio de diversión, y éste nos indicó uno, diciendo para marcar su calidad excepcional: —"¡Hay francesas!".
Lo mismo pasa con la clientela de los grandes hoteles internacionales, donde las categorías no están dadas por la jerarquía social de su clientela, sino por la calidad de la divisa del país de donde provienen.


NOTA — Pág. 155
Me dicen que la anécdota de Borges no se refiere a Beatriz Guido sino a Mercedes Levinson. Tanto da, porque no hay mucha diferencia y la ingeniosa ocurrencia de Jorge Luis Borges conserva todo su valor. "Se non é vero é ben trovato". También me dicen que la publicación de "Bomarzo" es posterior a "El incendio y las vísperas", y entonces no habría pastiche, como lo imagino más adelante, y así Bagatelle sería una creación totalmente de la autora. ¡Peor para ella!


NOTA — Pág. 164
Mucho se ha batido el parche sobre el éxodo de los trabajadores rurales a las ciudades industriales porque a la clase propietaria de la tierra y a la economía dependiente, le conviene el estado de desocupación endémico de una masa de trabajadores rurales que sólo cuentan con los trabajos estacionales para subsistir en la semi-ocupación que provoca a miseria rural por la competencia de excesiva mano de obra en oferta, y la desocupación industrial, por el achicamiento del poder adquisitivo de los trabajadores. Se añora un estado típico del subdesarrollo que permite bajar los costos de producción creando en la clase patronal rural la ilusión de un mayor margen, cuando en realidad este mayor margen es absorbido por el aparato exterior de comercialización y por los menores precios internacionales que origina la producción argentina a bajo costo. Se olvida que, al aumentar el margen la diferencia se transfiere al exterior. Se intenta así, restablecer las bases de la renta diferencial, haciendo absorber al país los efectos de la relación adversa de los términos del intercambio, con el achicamiento del costo-hombre, en la pretensión de fundar la prosperidad de un grupo en la miseria popular y en la disminución del país. Y al mismo tiempo se habla de tecnificación y diversificación agraria, que son incompatibles con la mano de obra a vil precio.
En cambio, no se habla para nada de la emigración de los propietarios rurales a Buenos Aires. Bastaría una elemental investigación sobre las unidades de vivienda construidas después de 1955 y concentradas casi todas en el Barrio Norte y sus aledaños, para comprobar como, a consecuencia de la transferencia de la renta operada desde entonces, se ha radicado en la Capital una enorme masa de los llamados productores rurales, que antes vivían en el campo o en los pueblos cercanos a sus establecimientos. El pretexto más usado es la necesidad "de educar los chicos", que antes se internaban como pupilos en los colegios, o cumplían su enseñanza secundaria en los colegios de las localidades rurales.
De tal manera el propietario medio, de cuatrocientas a mil hectáreas, ha triplicado sus gastos de consumo con la diferencia que va de vivir en Buenos Aires —a nivel estanciero— a vivir en el propio campo o en el pueblo cercano, y así los efectos de la transferencia de la renta y las exoneraciones fiscales, que debían traducirse teóricamente en mayor inversión, se traducen en mayores consumos superfinos que excluyen la reinversión. Además esta forma de ausentismo implica la imposibilidad de la tecnificación que requiere la conducción de un experto que no puede ser, en el caso de las pequeñas fortunas, otro que el interesado o sus hijos, a diferencia de los grandes establecimientos cuyas condiciones económicas permiten tener un experto a sueldo. Así mismo, las inversiones en máquinas, aprovechando los beneficios dados por réditos, resultan excesivas desde que no son aprovechadas al máximo, cuando no se han traducido en automóviles y camionetas de alto precio, en las que la utilización para las necesidades reales de la producción es subsidiaria de la necesidad de “hacer pinta”, y de trasladarse a la lejana base de producción siquiera una vez cada quince días. (Se hace imprescindible determinar qué se entiende por productor rural, que no lo es el rentista de la tierra, aunque esté eliminado el arrendatario, si el propietario no concentra su vida y su actividad en llevar al máximo la producción del predio. El estudio de la mentalidad del "medio pelo" es imprescindible para conocer la influencia de las pautas porteñas en la actividad agropecuaria, pues este llamado "productor rural" que estoy señalando, se complace en imaginar las posibilidades de desenvolverse como un farmer norteamericano o europeo, pero no admite ni por broma sujetarse a su disciplina de trabajo y de consumo, que es exclusivamente agraria. Porque ese "productor rural" envidiado no vive en las grandes capitales, ni dilapida sus bienes: engorda personalmente el chancho y el vacuno, siembra y cosecha su cereal, etc.


NOTA — Pág. 180
Del discurso del Ministro de Hacienda de la Nación, Dr. Federico Pinedo en el Senado Nacional el 17 de Noviembre de 1940:
"He sido o he colaborado en las grandes compañías navieras, las grandes casas financieras, las más importante y se me pagó por él, como correspondía, honorarios portantes compañías de transportes urbanos... porque de todas ellas soy abogado.
"Hoy se ha publicado en los diarios un plan referente a reorganización ferroviaria que yo he dado a muchas personas, a todo el que me lo ha pedido, y haciendo presente que ese plan había sido elaborado por mí, en mi calidad de abogado de todas las empresas del país, que me habían consultado sobre esa materia cuando estuve en Londres y después en el país. El trabajo era muy importante y se me pagó por él, como correspondía, honorarios muy importantes: 10.000 libras esterlinas".
El Dr. Pinedo se adelantó a manifestar esto madrugándolo a un senador opositor que le estaba por lanzar el dardo, en el mismo recinto en que fue asesinado el senador Bordabehere durante el debate de las carnes, por un guardaespaldas ministerial.
La memoria de la gente suele ser muy flaca y a veces se pregunta por qué esa época se llamó Década Infame. Creo que en estos dos hechos, que no son más que modestos botoncitos para muestra, está explicado todo. El Dr. Pinedo escribió después un libro ponderativo de esa época ejemplar que llevó el nombre de "Tiempos de la República". Toda la gente que añora aquella supuesta Jauja coincide con Pinedo en que aquellos eran los tiempos de la República, y no la Década Infame: hasta muchos que fueron amigos de Bordabehere y de de la Torre y gran parte de los opositores apaleados para que existiera esa clase de gobierno grato a la evocación del "medio pelo". Y todos son campeones de la moral, de una moral que no exigió el fusilamiento del Dr. Pinedo, sino que permitió que fuera después ministro en dos oportunidades, con los resultados que se conocen, y que continúe siendo consejero "in extremis" en los momentos críticos de la economía cuyos males provienen de esos procedimientos.
Y no es que el fenómeno imperialista y sus consecuencias sea una invención exclusiva de cripto-comunistas y de cripto-nazis, que es la técnica usada para desprestigiar el patriotismo positivo, que se asienta en la realidad y no en la declamación a fecha y ceremonia fija.
El Dr. Enrique Uriburu, hermano del General Uriburu y Presidente del Banco de la Nación en la presidencia de aquel, es autor de una de las más precisas definiciones del imperialismo, en el caso concreto, mucho mejor que las de Marx y Lenin:
"El imperialismo tiene dos formas: una es la anexión pura y simple, el imperialismo por kilómetro cuadrado. La otra forma es la colocación o infiltración de capitales, su empleo en la producción, transportes, servicios públicos, y luego un banco que corona el edificio con su bandera ajena. Uno de ]os ejemplos más claros de esta forma es nuestro país. Nosotros no vendemos trigo y carne como cree la gente, vendemos un compuesto de intereses, fletes y amortizaciones. Las estadísticas de la comisión de cambios son de una gran claridad a este respecto. Deben tenerla los argentinos muy presente: NUESTRA COSECHA ES LA MASA DE UN CONCURSO".


NOTA — Pág. 211
También que la dedicatoria, "murió de delicadeza" puede ser una reminiscencia de Rimbaud. De todos modos, es una forma de exculpar el peronismo paterno y justificarlo ante el "medio pelo'". El Sr. Pradere aceptando la embajada en el Uruguay para salvar su obra de arte, Bagatelle, sería el sustitutivo del arquitecto Guido haciéndose peronista para terminar el monumento a la bandera. ¡Las cosas que hay que hacer por amor al arte!


NOTA - Pág. 291
A poco más de un mes de la aparición de este libro, parece que el Dr. Mercier ha querido ratificar lo que digo respecto a la utilización de los neófitos. Es así como en La Nación del día 9 de diciembre de 1960, se manifiesta lesionado por un documento de la Sociedad Rural que prescinde del recuerdo de su liderazgo ruralista. Se creía definitivamente parte de la alta clase y resulta que lo olvidan cuando no lo necesitan. Se había "pillado" en serio lo del liderazgo y resulta que era un préstamo circunstancial; en consecuencia renuncia como socio de la Sociedad Rural, seguramente para dedicarse a sus actividades específicas.

FIN DE LA OBRA

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