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El escritor Rodolfo Walsh se enteró del golpe
por las comunicaciones policiales. Desde su departamento interceptaban las radios
para descubrir información sobre el inminente golpe. Fue el 24 de marzo de 1976
que vivió el escritor Rodolfo Walsh. Un año después escribió la "Carta de un
escritor a la Junta Militar" y el 25 de marzo de 1977 fue secuestrado por un
grupo de tareas.
"A diferencia de la opinión de otros,
Rodolfo tenía la certeza de que se avecinaban tiempos terribles --señala Ferreyra--;
quizás por su propia comprensión de lo que podía ser el uso desbordado de la
fuerza militar que él había llegado a percibir durante la investigación de Operación
masacre. Así lo entendió en ese momento y lo vertió un año más tarde en la "Carta
de un escritor a la Junta Militar": que un gobierno militar, una dictadura,
siempre sería mucho peor que un proceso democrático, aunque fuera deficiente
y confuso como el de ese momento. El decía que el ejercicio del poder directamente
por las Fuerzas Armadas sería peor, como lo había demostrado la misma historia
con la Revolución Libertadora. Esto lo hablábamos y también lo había discutido
con otros compañeros". Era un tema que estaba sobre la mesa. El general Videla
había anunciado el golpe varios meses atrás y en las reuniones se había convertido
en el punto central de la agenda. "Desde varios meses atrás, Rodolfo había planteado
la necesidad de prever una situación política general donde las condiciones
del trabajo de prensa iban a ser mucho más difíciles y que había que prever
formas de difusión por vías clandestinas" señala Lilia Ferreyra. Después del
24 de marzo empezó a emitir sus primeros despachos la Agencia de Noticias Clandestina.
"Esa noche combinábamos la intercepción de las comunicaciones con las emisiones
en onda corta de las radios internacionales, fundamentalmente la BBC de Londres
y Radio Colonia --apunta Ferreyra--, estábamos la mayor parte del tiempo allí
porque a las nueve de la noche había que estar adentro, era peligroso para Rodolfo
estar en la calle. Siempre nos dejaba perplejos la calma y el control con que
hablaba el que estaba a cargo del comando radioeléctrico; su calma contrastaba
con el nerviosismo de las voces que transmitían los móviles. Esa noche del 23,
las voces habían perdido la calma. En algún momento nos fuimos a dormir porque,
pese a la tensión, la variante del golpe era algo que se esperaba, no era una
sorpresa". El 24 a la mañana había comenzado una nueva etapa. "Salí a comprar
los diarios con todas las precauciones que tomábamos para evitar espías o seguimientos,
en la calle había un ambiente de temor y expectativa, se veía en la cara de
la gente. Algo se había roto, estaba cambiando. Nosotros seguimos la información
en los diarios, la radio y la televisión, también vivimos ese día con una carga
muy distinta, algo cambiaba, con la incertidumbre o la certeza de que se avecinaban
tiempos más difíciles. En esos días nos habíamos encontrado con Vicky, la hija
mayor de Rodolfo, con Horacio Verbitsky y Paco Urondo, pero el 24 todas las
citas y el trabajo cotidiano se paró. El eje de lo que se hablaba o se hacía
era el golpe. Después de ver un noticiero en la televisión, recuerdo que Rodolfo
reflexionó: 'Si éstos llegan a ganar, este país se va a poner
Por Miguel Bonasso La primavera camporista Treinta años. Es una sensación bergmaniana, existencial, y no sólo histórica o política. La vida personal que ha quedado detrás con sus alegrías y sus tragedias. La vida ciudadana que se fue en promesas incumplidas. Con unos pocos días de celebración dispersos en años de oscuridad, represión, mediocridad, estado mafioso. Con la nación que se nos escurrió entre los dedos, como el tiempo de vivir. Tengo el recuerdo personal del doctor Héctor J. Cámpora llamándome con severa ansiedad, para que le vaya pasando los resultados que recolecta –con grandes tropiezos– nuestro centro de cómputos, allí, en ese gigantesco conventillo que es el edificio de Oro y Santa Fé. Lo veo con la eterna camisa azul de la campaña, el pantalón claro, impecablemente planchado pese al calor y los trajines. En esa postal, el Tío tiene 64 años, apenas dos más que yo en este presente grisáceo del tercer milenio. Salvo que yo lo miro desde mis treinta años de entonces y me parece un viejito duro, terco y leal. Nada que ver con la fama de cortesano que le han fabricado los escribas del régimen. Hace calor, escucho por la ventana abierta que da a la avenida Santa Fe: Lanusse, Lanusse, Mirá que papelón Habrá segunda vuelta La vuelta de Perón. El Tío mira y remira el papel que le extiendo, agitado. Confirma que hicimos realidad la consigna: el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) va ganando por el 52 por ciento de los votos. La fórmula radical de Ricardo Balbín y Eduardo Gammond apenas supera el 20 por ciento. Pregunta si los datos son confiables, si puede transmitírselos “ya mismo al General”. Le contesto con la seguridad que otorga la inconsciencia. Horas después el gobierno militar nos “limará” el porcentaje hasta dejarlo en el 49,6. Pero es lo mismo: el Chino Balbín apenas sobrepasa el 21 por ciento. El peronismo ha superado la trampa del ballotage inventada por la dictadura. El peronismo es una manzana roja, brillante. Con un gusano adentro. La dictadura se toma un día para reconocer el triunfo. El 12 de marzo a la tarde todavía gasean y apalean a los compañeros que rodean la sede de Oro y Santa Fe. Nos trepamos a un camión de exteriores de la TV y pedimos que los sindicatos envíen ambulancias. Pero poco después cambia el aire: el gobierno envía al jefe de la Casa Militar, para comunicarle al hombre de la camisa azul que lo reconoce como “presidente electo”. Entonces los policías guardan las porras y empiezan a saludarnos con la “V” de la victoria. Alfredo Moles, un compañero de la Secretaría de Prensa, compila la lista de los caídos en 18 años de proscripciones y me la pasa para que se la lea a la multitud, que ruge en la calle. Grito: “¡Felipe Vallese!” y cien mil gargantas contestan: “¡Presente!”. Es la síntesis de lo mejor que ha tenido el movimiento proscrito. El reconocimiento a 18 años de luchas públicas y clandestinas. Que le otorgan sentido a esas “Pautas Programáticas” votadas por seis millones de ciudadanos (entre peronistas y aliados del Frente). Esas pautas que algunos analistas descalificaron como “reformistas” y hoy –en esta orilla del tiempo– podrían ser leídas por más de un “realista” como candorosas. Leo melancólicamente: “El disenso fundamental que divide a la sociedad argentina no reside ya en la antinomia peronismo-antiperonismo, que ya ha sido superada, sino en revolución y contrarrevolución, cambio social y statu quo, liberación o dependencia”. Leo que votamos para que se democratizara el Estado en un doble sentido: para reemplazar su contenido autoritario por un régimen de fuerte respaldo popular y para dar acceso a sus estructuras a capas más amplias de la población. Que el federalismo era concebido como “potenciación de las provincias dentro de la Nación” y no como “defensa de los intereses de las oligarquías lugareñas”. Leo: • Nacionalización del comercio exterior. • Progresiva aplicación desde el gobierno de todas las experiencias de socialización de la economía que sirvan para elevar la condición humana. • Efectiva participación de los trabajadores en el poder que se deriva de la propiedad de los medios de producción. • Reforma agraria. • Cogestión de los trabajadores en la dirección y explotación de las empresas, propiciando un régimen cooperativo en el campo y de autogestión en la industria. • Reforma del sistema financiero para revertir con energía la desnacionalización de las entidades crediticias privadas operada en los últimos años. Y alguna premisa que incluso llega a cumplirse, como la que propicia “el inmediato restablecimiento de relaciones diplomáticas con la hermana República de Cuba”. O la amnistía para todos los presos políticos sin excepción, la eliminación de la legislación represiva y la condena oficial a la tortura. Que serán las medallas más preciadas de la primavera camporista. Algún crítico “de izquierda” que analiza las pautas programáticas desde el diario lanussista La Opinión, las devalúa: “El proyecto en su conjunto puede ser calificado como una propuesta populista, que apunta a reformas neocapitalistas (modificación del sistema con vistas a perfeccionarlo, no a suprimirlo) y, fundamentalmente, a la quiebra del marco de dependencia para afianzar una vía nacional de desarrollo”. ¡Y le parece poco! El programa justicialista que votaron seis millones de ciudadanos no se aplicó nunca. Fue enterrado por el lopezreguismo antes de que llegara el terror militar y luego Carlos Menem lo tomó como guía para hacer exactamente lo contrario. Treinta años más tarde el resultado está a la vista: un peronismo vaciado y dividido ha perimido como factor de cambio y el país sigue cayéndose a pedazos en la peor crisis de su historia. Contemplo el folleto amarillento de las “Pautas” y me pregunto dónde habrá quedado aquel espíritu que las hizo creíbles y votables aquel 11 de marzo. Página|12, 11 de marzo 2003
Por Norberto Galasso (2001) "En el campo popular, todos acordamos acerca del carácter sanguinario e inhumano de la dictadura militar implantada un día nefasto de marzo, hace 25 años. De allí que, no obstante el tiempo transcurrido, permanezca fervoroso nuestro repudio y salgamos de nuevo a la calle a manifestar nuestra acusación contra los verdugos. "Sin embargo constituiría un grave error nuestro enjuiciamiento a la conculcación de los derechos humanos, dejando en un cono de sombra otros aspectos de aquel "proceso" que también son de naturaleza siniestra. La dictadura militar fue muerte, desaparición, tortura, secuestros, etc. pero fue también una victoria de la clase oligárquica y aplastamiento del proyecto popular, la represión de los Videla y Massera no derivó en la política económica entreguista y antipopular de Martínez de Hoz, sino que la política económica entreguista y antipopular de Martínez de Hoz, necesitó como condición insoslayable, la represión de los Videla y Massera.
Por eso el repudio del 24 de marzo de 1976 se carga de indignación y dolor por el baño de sangre, pero también debe señalar otros aspectos que sigan los sucesos políticos de los años posteriores a la dictadura: la reconversión de la clase dominante en una nueva oligarquía que entrelaza sus intereses con el imperialismo norteamericano, la división del movimiento obrero y liquidación de sus cuadros sindicales más combativos desde dirigentes a delegados de fábrica, el descabezamiento de la pequeña burguesía revolucionaria, por muerte o exilio de sus principales cuadros e infundiendo temor al resto de los sectores populares, el aplastamiento de gran parte del empresariado pequeño y mediano a través de la apertura económica. Es decir, se trata de transformaciones profundas de la sociedad argentina que hoy, a pesar de la "restauración" democrática, presionan decididamente sobre nuestro escenario político. "Si no analizamos "el proceso" desde este enfoque amplio, es como si dijéramos que los dirigentes de la Triple Alianza dejaron al Paraguay en ruinas (con una población de ancianos y niños) porque eran siniestros y sanguinarios. Lo eran, sí, pero hay mucha más tela por cortar. El Paraguay era un modelo de desarrollo autocentrado que probaba la posibilidad de progresar desde lo nuestro y quebraba la excusa de que en virtud de un supuesto progreso - falso , por otra parte - había que entregarse al extranjero. Ahí reside la causa de tanta destrucción y tanta saña, que no disminuye la responsabilidad de los autores, sino que la muestra como una política de clase: el mitrismo porteño, el coloradismo montevideano y la clase dominante del imperio esclavócrata del Brasil. Necesitaban, para justificar su negocio con el imperio británico destruir al Paraguay.
Cien años más tarde -el imperialismo norteamericano, después de voltear al Gral. Torres en Bolivia y a Salvador Allende en Chile- aunó su esfuerzo al de la oligarquía argentina para cerrar el camino a "cordobazos", "rozariazos", etc. y elecciones con triunfos populares, que percibían como una cuchilla que pasaba muy cerca de sus gargantas. Aprovecharon, por supuesto, la frustración del 73 causada por los antagonismos internos del peronismo, la muerte de Perón y otros factores, pero estamos ciertos que la conspiración no empezó en febrero de 1976 sino en abril de 1973. y por eso su hombre clave es "Joe" Martínez de Hoz, con su pasado enraizado en la Sociedad Rural y su presente, de estrecha ligazón con Rockefeller. "En aquellos vientos se originan las tempestades de hoy, después que el alfonsinismo administró "el modelo" y "el menemismo" lo profundizó: una nueva oligarquía integrada por grandes consorcios asociados al capital extranjero (a la cual solo le interesa el mercado interno cuando está cautivo), una sumisión total a los dictados de los organismos internacionales que nos coloca en posición de país colonial, una profundización notable de la expoliación capitalista, basada en la alta desocupación, que tira hacia abajo los salarios y anula conquistas sociales provocando una feroz redistribución del ingreso a favor del capital, en fin, un modelo económico nefasto y un escenario político donde faltan dos generaciones, una por muerte y otra, por temor y escepticismo, donde una dirigencia política caduca reitera discursos retóricos ante la absoluta indiferencia del pueblo, la desaparición de proyectos colectivos, solidarios y nacionales, reemplazados por proyectos individuales que priorizan los sobres negros a la difícil tarea de transformar una realidad. "Si el repudio al "proceso" solo
consistiese en restaurar las garantias individuales, nuy amplio sería el camino
por delante para las propuestas "progresistas". Pero, precisamente, las propuestas
"progresistas" se frustran porque el "proceso", si bien dio un paso atrás al
convocar a elecciones en 1983, mantuvo el control que había logrado en los resortes
fundamentales de la economía del país, incluso perfeccionándolo en los œltimos
años. Y dentro de ese marco, no hay política posible a favor del campo popular
por lo cual llevamos dos décadas de frustración en frustración.
![]()
Subcomandante insurgente Marcos,
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
NOTAS RELACIONADAS: Notas del subcomandante Marcos
24 de Marzo
del 2001, 18.00 hs. Hora de México. ![]() Por Jorge Enea Spilimbergo, 1974 Primera publicación: En Izquierda Nacional N° 29 de mayo de 1974. La Juventud Peronista se debate en un grave dilema cuyos términos parecen ser, por un lado, la capitulación ante las fuerzas burocrático-burguesas de su partido (en nombre de la "verticalidad"), y, por el otro, una ruptura que se da como regresión hacia la izquierda liberal y cipaya. Este conflicto de un movimiento que irrumpió tan espectacularmente hace poco más de un año se explica en parte por las debilidades políticas que presidieron su nacimiento. Y esas debilidades, a su vez, encuentran su clave en el desarrollo desigual y contradictorio de nuestras luchas político-sociales a partir de la gran ofensiva popular de mayo de 1969. El término de referencia más general de la crisis es la contradicción entre la divisa "Patria Socialista", impulsora de todos los sectores dinámicos de JP, y la estructura histórico social inmodificable del peronismo como frente nacional muilticlasista constituido en 1945 bajo el liderazgo de la burguesía nacional. Esta contradicción potencial se hace actual y virulenta desde el definitivo retorno del general Perón y la renuncia del presidente Cámpora. A partir de aquí la dirección de la "Tendencia" acentúa hasta el paroxismo el método mágico de explicación, como si quisiera ocultarse a sí misma la inconsistencia de sus propias premisas políticas: Perón es el custodio de la antorcha nacional y del socialismo; pero un cerco demoníaco de traidores lo rodea y aísla de los peronistas leales. En vez de indagar las fuerzas de clase que encarna la conducción peronista, los líderes de la "Tendencia" arbitran una "explicación" mitológica, enteramente irracional. Técnicamente, esa explicación era posible cuando Perón estaba en Madrid; pero los hechos la desintegran con la presencia de Perón en la Argentina y en el gobierno. Entonces, los líderes más conspicuos de la "Tendencia" se escinden en dos alas. Un sector capitula, ya que no encuentra otro modo de reconciliación que la renuncia a los fines trascendentes que animaban el movimiento juvenil. El otro busca apoyo creciente en el centro y la izquierda liberaloligárquicos (Juventud Comunista, radicalismo, alfonsinistas, APR, etc). Como el fenómeno "Juventud Peronista" expresa la ruptura de la pequeña burguesía democrática con la oligarquía liberal a la que estuvo aliada tradicionalmente (ruptura provocada por la crisis del orden semicolonial) y el giro de ese sector hacia posiciones más avanzadas y nacionales, la alianza de referencia, en el marco de las llamada Juventudes Políticas Argentinas, constituye un claro fenómeno de regresión. También en esta falsa polarización (capitulación-gorilismo de "izquierda") pesa la incomprensión sobre la naturaleza de clase del peronismo. La clara progresividad del peronismo no emergía de su carácter proletario-socialista sino de su naturaleza nacional-democrática ("burguesa", por lo tanto) en un país semicolonial. La vieja izquierda cipaya deducía que el peronismo, al ser burgués, era reaccionario, olvidando las particularidades de la lucha social en un país dependiente y atrasado. Al nacionalizarse e izquierdizarse rompiendo con la oligarquía, pero sin revisar teóricamente las viejas premisas ideológicas, pareció necesario adjudicar a Perón una virtualidad socialista que éste jamás imaginó tener, y que se apresuró a desmentir brutalmente desde el primer día de su regreso definitivo al país. ¿Es preciso, por lo tanto, traicionar al socialismo para no "traicionar" a Perón, según piensan algunos? ¿O es Perón un traidor al demostrar que no hay lugar para el socialismo en su movimiento, como opinan otros? En realidad, Perón permanece fiel a la constelación político-social que dio existencia a su movimiento en 1945, y ningún revolucionario socialista podrá dejar de apoyarlo contra los enemigos imperialistas y oligárquicos. Al mismo tiempo, la lucha por el socialismo, impuesta por la necesidad objetiva de trascender los estrechos límites capitalistas y burgueses de la revolución nacional, exige la constitución de un eje de reagrupamiento obrero y socialista en el cauce del movimiento nacional, un eje política, organizativa e ideológicamente independiente. Cordobazo y peronismo El punto de arranque es, naturalmente, el Cordobazo de mayo de 1969, mejor dicho, la serie de insurrecciones provinciales que, a partir de esa fecha, desbarataron los planes de la dictadura oligárquica, modificaron profundamente la relación de fuerzas e impusieron una salida electoral aunque condicionada por la proscripción de Perón (cláusula del 24 de agosto). ![]() El interior aislado Pero este nuevo nivel de lucha alcanzado por los pueblos del interior, si era suficiente para conmover rudamente el andamiaje de la dictadura militar e imponerle un retroceso en toda la línea, no bastaba para derrocarla infligiendo a la oligarquía una derrota decisiva. Para ello era preciso la extensión del movimiento a escala nacional y, sobre todo, la entrada en combate de la clase trabajadora de Capital y Gran Buenos Aires, centro estratégico del país, arrastrando tras de sí a las capas medias disconformes. La magnitud del escenario impedía que esta tarea pudiera quedar librada a la "espontaneidad" característica de las luchas libradas en Córdoba, Rosario, Corrientes, Tucumán, Mendoza, Catamarca, etc. Pero el papel de las altas jefaturas cegetistas y sindicales de Buenos Aires consistió, precisamente, en lo contrario: en sabotear y aislar al interior, convertidas en agentes miserables de la dictadura gorila. La lucha por romper el cerco, descongelando militarmente al proletariado gran bonaerense se convertía de ese modo en la tarea central de toda corriente revolucionaria a partir de mayo de 1969, y en esa perspectiva nació el Frente de Izquierda Popular, bajo esa luz deben considerarse todos sus movimientos políticos y tácticos. Pero es un hecho de la mayor importancia que aunque la clase trabajadora del área metropolitana acompañó con su simpatía las jornadas del interior, no pudo romper la malla del bloqueo burocrático y ponerse ella misma en movimiento. Esto impondría su sello sobre el proceso de expansión y apogeo de la Juventud Peronista. El auge de la "guerrilla" (incluidas las "formaciones especiales" peronistas, para emplear el término con el cual Perón, sin haberlas promovido, las oficializó desde Madrid) es en este sentido, y pese a la bambolla interesada de la prensa y los gobiernos oligárquicos, un fenómeno de retroceso político, que se planteaba en relación inversa al apogeo del movimiento de masas, sin conexión (ni siquiera defensiva) con él. Ninguna experiencia ha aportado la guerrilla urbana argentina que pueda modificar o contradecir las conclusiones lapidarias sobre el terror y la violencia individuales del movimiento revolucionario intrernacional y sus teóricos reconocidos. La disyuntiva de 1972 Así nos encontramos en 1972 con un movimiento popular y obrero que ha infligido fuertes golpes a la dictadura oligárquica, pero sin lograr una victoria decisiva frente al bloqueo metropolitano. Producto de esta situación de equilibrio es la salida transaccional de un llamado a elecciones con el peronismo pero sin Perón. El Frente de Izquierda Popular exigió al peronismo la defensa activa de la candidatura de Perón, fundándose en la extrema debilidad de la dictadura bajo los golpes de la ofensiva popular espontánea, y en la posibilidad consiguiente de barrer la proscripción con nuevas movilizaciones populares, inicialmente pacíficas. Al ser desoído este llamado, el FIP rechazó de plano el ingreso al Frejuli, prefiriendo perder bancas seguras a traicionar su razón de ser política. Es cierto que Perón llegó de todos modos a la presidencia. Pero su acceso por la vía fría, sin movilización, no implica un mero camino alternativo sino el imperio de una correlación de fuerzas hegemónicas sustancialmente diferente. ¿Qué actitud asumían ante esta disyuntiva los líderes de la "Tendencia", durante el verano de 1972-1973? Dos actitudes íntimamente relacionadas. En primer término, negaban desdeñosamente toda realidad a las elecciones, simple "maniobra" de Lanusse. Bajo este anarquismo ultraizquierdista, según el cual la huelga general de mayo del 69 es Córdoba era menos importante que el asesinato de Aramburu, se escondía una subestimación enfática del movimiento de masas y una sobreestimación acorde del poder de la dictadura militar-oligárquica. En segundo término, no sólo Perón, o Cámpora, o Rucci y Gelbard, o los partidos del Frejuli, desoían la propuesta movilizadora del FIP, lo que era predecible al fin de cuentas, sino también los líderes de la "Tendencia" en cualquiera de sus ramas. Esta no hizo suya (mancomunada o unilateralmente) la única vía de desarrollo revolucionario abierta, que era la marcada por el FIP. Por el contrario, se sumó al proceso electoral bajo la divisa "Cámpora al gobierno, Perón al poder". La capitulación originaria En realidad el "fenómeno Juventud Peronista" es un fenómeno sumamente reciente. Se incuba en esas semanas preelectorales, eclosiona entre el 11 de marzo y el 25 de mayo, tiene sus días gloriosos con Cámpora y su hora de la verdad con el retorno del general Perón. La divisa de la Patria Socialista aparece como el espíritu animador de la marea. Ya hemos visto cómo ese impulso lanzaba a toda una camada juvenil a la trituradora de una contradicción insalvable entre el socialismo y el carácter de clase de la conducción peronista. Señalemos ahora que el movimiento, pese a su apogeo espectacular, nacía impregnado de una especie de pecado original: la participación en la capitulación política del peronismo ante la dictadura militar oligárquica, que no otra cosa fue la candidatura de Cámpora, la negativa a apelar a la movilización de las masas. La memoria es corta, y hechos recientes merecen recapitularse. La candidatura de Cámpora fue la respuesta de Perón a la cláusula proscriptiva, una "candidatura imposible", pues le alcanzaban los términos de la cláusula. De este modo el peronismo se aprestaba a dejar vacante su nominación presidencial, ocupar bancas y gobernaciones, y poner la presidencia en manos de Balbin. Lanusse, hábilmente, aceptó sin embargo aquella candidatura especulando con que el "desprestigio" de Cámpora forzaría la segunda vuelta. ¡Sólo el repudio apabullante cosechado por la dictadura oligárquica pudo desbaratar esta maniobra! En este marco es que crece y eclosiona la "Tendencia". La victoria electoral del 11 de marzo suministra el éxito inmediato necesario para ocultar los vicios de origen de una capitulación y alimentar la loca esperanza de que el peronismo pueda convertirse en eje socialista de la revolución nacional, sin los sudores del parto de construir junto a las masas una opción independiente. La pequeña burguesía busca un eje Por debajo de este proceso político se da el proceso de las clases sociales. Hemos visto que la clase social que alimenta el crecimiento vertiginoso de la JP es la pequeña burguesía democrática en trance de nacionalización e izquierdización. ¿Podrá esta pequeña burguesía –como clase- extraer de ella misma una opción independiente, socialista revolucionaria en el campo de la revolución nacional? La respuesta es obvia, y, también por eso, ninguna propuesta político-partidaria no asentada en una representación actual y concreta de la clase trabajadora en movimiento, era capaz de atraerla hacia un eje socialista revolucionario. Pero el hecho decisivo pasaba a ser, entonces, la inmovilidad coyuntural del proletariado metropolitano, bajo el bloqueo del sistema político-sindical del peronismo. En esas condiciones, el único eje objetivo que se le presentaba a partir de su ruptura con el bloque oligárquico-imperialista era –para decirlo brutalmente- el eje de la burguesía nacional, es decir, el movimiento peronista. Quienes, como el FIP, asumían, con las banderas del 17 de Octubre y del 29 de Mayo, el eje estratégico de la revolución popular argentina –sus raíces y su proyección superadora- quedaban provisionalmente aislados, como lo revelaron, honrosamente, los resultados del 11 de marzo, no menos reivindicables que los del 23 de septiembre(*). Sin embargo, esta convergencia hacia el eje de la burguesía nacional, no podía realizarse ingenuamente. El país había sido conmovido por poderosas mareas revolucionarias en un mundo que no era el de 1945. Si la pequeña burguesía había encontrado en el mito de la guerrilla el sustituto de la movilización revolucionaria de las masas a escala nacional, también debía proyectar sobre el eje nacional burgués hacia el cual convergía sus propias esperanzas socialistas, e impregnarlo de esas ilusiones. Era hasta cierto punto inevitable, y explica la incapacidad de llevar una lucha política real en defensa de sus puntos de vista, con mínimas garantías, dentro del movimiento o del Partido Peronista. La tarea insoslayable No moralizaremos sobre el hecho (aunque es preciso señalarlo) de que esta debilidad orgánica paga el precio de haber pretendido eludir una tarea insoslayable apelando a un falso atajo, ya que no es posible luchar por el socialismo en el seno de la estructura histórica de la "burguesía nacional". Por la mecánica interna de esa estructura, toda la legitimidad proviene del liderazgo unipersonal (bonapartista) del general Perón. Desgastada rápidamente (por la intervención directa de Perón) la retórica sobre los "traidores" que lo "cercan", cualquier oposición "socialista" queda desnuda e indefensa al llegar el momento de la verdad. Pero esta segregación mecánica de los "herejes", ¿es una garantía de que llegarán a asimilar la experiencia y de que extraerán las necesarias conclusiones, incluidas (pues las alternativas abiertas no son indefinidas ni caprichosas) las referentes al papel del Frente de Izquierda Popular en el proceso político argentino? La necesidad de esta reflexión es hoy más que nunca urgente, cuando vemos a ciertos líderes de la "Tendencia" retroceder hacia el pacto con la izquierda gorila en ese contubernio de las llamadas Juventudes Políticas Argentinas, y a otros, rendir las armas ante los sectores burocráticos y conservadores de su movimiento. Fuente: Izquierda Nacional
Por Roberto Baschetti, Cena de la Agrupación Oesterheld
11 de marzo de 2002
8 de la mañana del 11 de marzo de 1973. Desde la noche anterior, entre mates y bizcochitos estamos en la Unidad Básica organizando a los compañeros que van a votar para elegir nuevo presidente. La consigna es que vayan todos a depositar su voto, para evitar la trampa de la segunda vuelta, el llamado "ballotage", orquestado desde el poder para frenar el avance de las masas peronistas. Esta elección era nada menos, que el epílogo de una larga batalla de resistencia, en que la generación de nuestros Viejos primero y nosotros después, peleamos por el retorno incondicional de Perón a la Argentina. Dieciocho años de sacrificios y luchas, donde fuimos desenmascarando una a una todas las maniobras del régimen. Como no pudieron acallarnos ni con la barbarie de los fusilamientos de Rojas y Aramburu; luego trataron de "integrarnos" con el maquiavélico Frondizi. Después vino el turno de Guido e Illia –muy democráticos por fuera, muy gorilas por dentro- y luego cuando todas las farsas se desmoronaban rápidamente, demostrando que el verdadero poder detrás del trono era el de los militares, estos se vieron obligados a dar la cara y gobernar sin intermediarios. Onganía, Levingston y Lanusse, votados por nadie, recibieron el repudio generalizado y creciente de toda la población que los combatió como pudo, en todos los rincones del país, hasta conformar un gran Argentinazo que obligó a estos uniformados oligarcas, hijos del Pentágono, a llamar a elecciones como el mal menor, es decir, a arriesgarse a que su enemigo histórico, el Peronismo, les ganara una elección presidencial y gobernara por tercera vez nuestro país. El 11 de marzo de 1973, votamos todos y fue un gran triunfo popular. El "Tío" Cámpora ganó las elecciones por más del 50% de los votos y Perón allanó su regreso definitivo a la Argentina. Y cuando digo que votamos todos, también hago referencia a queridos "cumpas" que quedaron en el camino antes de esas votaciones, pero que seguían y siguen estando en nuestro corazón, y desde allí, desde el corazón quiero hoy rendirles este homenaje. Porque todos ellos, sin excepción, encarnaron con sus acciones y se despojaron de lo más preciado que tenían, sus vidas, para hacer realidad el deseo de todo un pueblo, que bien podía resumirse en esas dos palabras mágicas que todo lo podían y que eran: ¡PERON VUELVE!. Hago referencia al heroico general Juan José Valle, fusilado a traición; nuestro hermano Felipe Vallese, que detenta el triste privilegio de ser el primer detenido-desaparecido; el "loco" Ricardo "Dulce de Leche" Ibarra muerto en un accidente automovilístico y del que el diario "La Nación" confirmó que "tenía pendientes varios pedidos de captura por pertenecer a organizaciones ilegales adictas al tirano prófugo". Santiago Pampillón, estudiante y obrero mecánico de Ika-Renault, asesinado por el Onganiato; el "Bebe" Cooke, abatido por lo único que lo podía abatir: un cáncer. Gerardo María Ferrari, el ex seminarista muerto en un enfrentamiento con la policía, que lo acusa de ser un peligroso pistolero y malviviente, lo que motiva la defensa pública de su persona por sus amigos sacerdotes y la Coordinadora de Movimientos y Comunidades de la Iglesia de Rosario. Emilio Mariano Jáuregui, asesinado a mansalva durante una manifestación de repudio a la visita del magnate yanqui Rockefeller al país. Raquel Liliana Gelín, "Estelista", la primera compañera mujer, caída en combate en un tiroteo con la policía provincial, allá por 1970 en Córdoba. Emilio Maza, combatiente de La Calera, acompañado en su entierro por más de 10.000 personas, pese al estado de sitio imperante. El Negro Sabino Navarro, correntino, integrante de la Juventud Obrera Católica y delegado del sindicato de Mecánicos, que, aún rodeado en las sierras de Córdoba por miles de efectivos no se entrega con vida, y la dictadura militar, cuando encuentra su cuerpo, manda cortar sus manos para poderlo identificar. Como no recordar a los pibes Belloni y Frondizi. Manuel Belloni, fundador de la Juventud Peronista de San Fernando y masacrado en Rincón de Milberg, Tigre, junto a su amigo Diego Ruy Frondizi en un enfrentamiento trucho; el "paragua" Carlos Olmedo, quizá uno de los teóricos más importantes que tuvieron las FAR y que muere al tratar de secuestrar a un alto ejecutivo de la Fiat, empresa que había dejado a miles de trabajadores en la calle. El "Dani" Balbuena, militante en La Plata de las Fuerzas Armadas Peronistas, que solía decir a sus interlocutores: "No tomé en mis manos la violencia por la violencia misma, antes de armarme de un fusil me armé de una verdad y después me puse a servirla". Jorge Juan Escribano, montonero. que le escribía a sus padres desde la clandestinidad para decirles que: "a los que viven en las Villas no les damos de comer con exclamar ´Pobre gente´. La solidaridad, la verdadera solidaridad con el que sufre, se da tratando de poner el hombro a su lado, y los ideales tienen validez cuando los hacemos valer, aunque nos cueste la vida". Carlitos Capuano Martínez, el flaco estudiante de arquitectura, que dejó la vida en Barracas para salvar a otros dos compañeros de una ratonera policial; los 16 masacrados en Trelew entre los que se contaban la profesora de matemáticas María Angélica Sabelli, Susana Graciela Lesgart de Yofre maestra rural y Mariano Pujadas, estudiante de agronomía, todos ellos peronistas revolucionarios. Tampoco quiero olvidarme de Angel "Tacuarita" Brandazza, secuestrado, torturado y muerto por efectivos del Segundo Cuerpo de Ejército en Rosario. Y la lista, esta trágica lista puede seguir largamente Por eso digo que ese día votamos todos, los que dejaron la vida y también los que ayudaron a mantener bien en alto las banderas peronistas: aquellos anónimos que tuvieron la valentía de acusar con nombre y apellido a los profanadores del cadáver de nuestra querida e inolvidable compañera Evita; por otro lado, los compañeros Rodolfo Walsh y Salvador Ferla que documentaron los fusilamientos de 1956 en inolvidables libros; también los miles y miles de militantes sindicales que recuperaron uno a uno los sindicatos intervenidos por la Fusiladora y por su lealtad a la causa popular llenaron las cárceles de todo el país. Es un deber así mismo recordar a los compañeros que ocuparon el Frigorífico Lisandro de la Torre para evitar su entrega y privatización en enero de 1959 al grito de ¡Patria Si, Colonia no! Entre ellos estaban, vale la pena recordar: Sebastián Borro, Avelino Fernández, Gustavo Rearte, Jorge Di Pascuale y mi querido amigo Cachito El Kadri. Y como se siguió resistiendo a la entrega del país, el gobernante de turno impuesto desde el Norte –Frondizi- instrumentó el Plan Conintes que nuevamente atiborró las prisiones de patriotas. Y también en ese mismo año aparece la primera guerrilla peronista, en el medio rural, los Uturuncos, y quizá los compañeros más antiguos que hoy nos acompañan se acordarán de las estrofas de esa zamba que el pueblo argentino esperanzado cantaba todos los días, como una letanía, en los ingenios azucareros y tabacaleros del norte de nuestro país: "El jefe uturunco viene por los valles de Tafí; la Patria lo espera y tiene, un corazón y un fusil". Y sigamos haciendo memoria. Los programas revolucionarios de La Falda y Huerta Grande y esa epopeya popular que fue el 18 de marzo de 1962 cuando el compañero Andrés Framini, -otro querido amigo que ya no está- fue ungido gobernador de Buenos Aires por el voto popular. Parece aún hoy escucharse el eco de aquel grito de guerra: ¡Framini, Anglada, Perón en la Rosada! Y si vamos adelante en el tiempo, en el gobierno radical de Illia, debería recordarse a aquellos muchachos peronistas llenos de ideales que asqueados de unas FF.AA. monitoreadas desde Washington, y luego de unas elecciones fraudulentas donde el nuevo presidente fue elegido con sólo el 23% de los votos y el peronismo proscripto, recuperaron el sable de San Martín porque "La juventud argentina se ve forzada a realizar un acto heroico (…) aquella espada, la purísima espada del Padre de la Patria, aquel sable repujado por la gloria, aquella síntesis viril y generosa por la Patria, por milagro de la fe, volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional. Desde hoy aquella espada que un día el Libertador, en plena lucidez legara al brigadier general Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción con que viera la defensa de su patria frente a las agresiones del imperialismo, dejó su reposo en el Museo Histórico Nacional para brillar de nuevo en magno combate por la reconquista de la argentinidad. Desde hoy el sable de San Lorenzo y Maipú, quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista…"…… Y un año más tarde, ya en 1964, el Plan de Lucha de la CGT; una experiencia fundamental de lucha de la clase trabajadora, a punto tal que 3.913.000 trabajadores ocupan 11.000 establecimientos industriales. El 75,4% del total de los asalariados, según el censo de población de 1960, responde al Plan de Lucha, que reclamaba entre otras cosas el regreso de Perón a su patria. En fin todas estas luchas entroncan con las de mi generación, con el ejemplo revolucionario de todos esos compañeros que nombré anteriormente, al principio de este recordatorio. Por eso reafirmo una vez más, para terminar, que ese día, el 11 de marzo de 1973, votamos todos, los que dejaron la vida y los que seguimos aún hoy en estos momentos críticos y difíciles, adelante, seguros y solidificados en nuestros principios para hacer en un futuro más bien próximo, la Patria de todos: Justa, Libre y Soberana, como la soñaron Perón, Evita y todos nuestros mártires, un mandato histórico que inexorablemente será cumplido.
Fuente: www.magicasruinas.com.ar Historia secreta de la caída
de Isabel Perón A las siete y media de la
mañana del jueves 18 de diciembre de 1975 el brigadier José María Klix atendió
el teléfono:
Por Osvaldo Bayer
"Hitler no fue ningún accidente de trabajo", escribió el escritor alemán Fritz Fischer. Videla tampoco fue ni una casualidad histórica, ni una repentina aparición en la sociedad argentina. Videla es un producto nacido en el proceso de constante traición a la democracia argentina de todos sus factores de poder, partidos políticos, militares, poderes económicos, intelectuales, iglesias, sindicatos. Videla, en primer término, es un hijo legítimo de la educación que recibió y se sigue impartiendo en nuestras instituciones militares, pero al mismo tiempo, es el hijo putativo de radares de autodefensa de los poderes económicos, es la consecuencia directa de la absoluta falta de convicción democrática de los dos partidos mayoritarios argentinos o, por lo menos, de las estructuras que mueven su poder interno. En fin, Videla es la síntesis de un establishment argentino donde amigos y enemigos de intereses creados son circunstanciales protagonistas que se aporrean y golpean y terminan luego saliendo al escenario tomados del brazo y unidos cuando huelen algún peligro próximo
A veces, las figuras representativas, los llamados modelos, son más didácticos para comprender el juego interno que se mueve en la sociedad que un análisis científico. Menem y Alzogaray en trincheras enfrentadas en marzo de 1976, Menem y Alzogaray en marzo de 1996, hombro con hombro en la misma trinchera, es decir, cambiar todo, para no modificar nada. En estos veinte años últimos, el país, en sus estructuras no ha cambiado, por lo menos para el desocupado, por lo menos para el sin techo. No debe tomarse esta imagen de los dos políticos del brazo o enfrentados según las circunstancias como una anécdota que busca descalificar y no analizar profundamente, digo, como un fenómeno sintetizador descriptivo, por un lado de las estructuras de dominación y de las reglas de juego del sistema, por el otro, ya desde el aspecto filosófico, la poca o ninguna importancia que tienen, en nuestro país, la base ética, los programas partidarios, los ideales básicos de una sociedad. Todo se explica con el cínico axioma de que la política es sólo el arte de lo posible. Los partidos políticos del poder, que han sido dos los actuantes constantes del uso del poder en el escenario constitucional argentino, no han marcado una línea de principios sino que han variado conductas de acuerdo a las posibilidades de llegar, o de mantener el poder. Los radicales, por ejemplo, se dividirán en la década del 20 y una parte de ellos apoyará al gobierno de la Concordancia llegado al poder gracias a la dictadura de Uriburu. El período denominado para algunos historiadores como La década infame, tendría la cabeza bifronte del conservadurismo liberal y del radicalismo antipersonalista. Luego el radicalismo, nuevamente unido en 1955, apoyará a la junta militar de Aramburu y le dará ministros: Eugenio Blanco, por ejemplo, será ministro del gobierno surgido del golpe de Aramburu y luego del gobierno de Illia; Mor Roig, hombre de Balbín, será ministro del gobierno militar del general Lanusse; Alconada Aramburú, ministro del Interior de los militares de Aramburu, luego será ministro de Alfonsín, sólo para citar algunos casos. El peronismo surgirá de un golpe militar, el del ’43, ratificado por el voto. Dio preponderancia a la institución militar en cuanto casi dobló el número de sus efectivos y en las instituciones castrenses, principalmente en el Colegio Militar y en la Escuela de Guerra para oficiales, se siguió una línea de instrucción que precisamente no sería positiva para los lineamientos democráticos del país. El dictador Onganía fue apoyado por gran parte del peronismo, recuérdese la declaración de la junta metropolitana del Partido Justicialista, de apoyo a lo que ellos llamaron la revolución, que no fue otra cosa que un golpe conservador. Pero no sólo los dos grandes partidos cometerían pecados contra la democracia, también los partidos más pequeños se hamacaron con la dictadura. El Partido Socialista, por ejemplo, dio sus mejores hombres al golpista Aramburu, hasta Alfredo Palacios, una de las figuras más nítidas y populares, llegó a ser embajador de Aramburu; y Américo Ghioldi y Walter Constanza terminaron sus días políticos sirviendo a Videla y a Massera. Para no hablar del Partido Demócrata Progresista, que trató de escalar posiciones en cuanto golpe militar se produjera. Oscar Alende, del Partido Intransigente, fue consejero del gobierno militar de Levingston, y saludó a Onganía como a un revolucionario. Otras traiciones a la democracia fueron cometidas por el resto de los partidos políticos, y también fue la de Frondizi, radical hasta ese momento, y de Illia, los dos que aceptaron presentarse a elecciones a pesar de que el partido mayoritario de ese momento estaba prohibido. Muchos esperaron que una vez en el poder, esos políticos llamarían a elecciones verdaderamente democráticas con la participación de todos los partidos políticos, pero no lo hicieron y sus gobiernos condicionados, terminaron con el acceso de los militares al poder, antes de finalizar sus mandatos. Las amnistías e indultos a los golpistas y fusiladores se sucedieron sin mayor problema. Tal vez el mayor antecedente de la Obediencia Debida, el Punto Final e indultos, a la dictadura de Videla y sus hombres, fue el otorgado por Frondizi a Aramburu y Rojas, con aditamento de ascenderlos a la cúpula del ejército y la marina, los más altos cargos de teniente general y almirante, a pesar de sus antecedentes de haber sido los responsables de la masacre de José León Suárez y del fusilamiento de compañeros de armas suyos, como el general Valle y otros oficiales y suboficiales. La falta de vocación democrática de las organizaciones políticas y de los poderes que movieron siempre a la sociedad argentina se comprueba en el hecho por el cual todos aquellos que aceptaron y ejercieron cargos durante las sucesivas dictaduras, pudieron ser, sin problemas, ministros o funcionarios elegidos constitucionalmente. Hasta ahora mismo, después de la máxima tragedia argentina, un ministro de la dictadura ha pasado a ser ministro del gobierno constitucional, como es el caso de Camilión, para no hablar de otros funcionarios. Pero el caso más patético de nuestra historia, de nuestro historial democrático, lo estamos viviendo ahora, después de haber experimentado esa tragedia y que es como si nada hubiéramos aprendido. Es el caso del general Bussi, acusado y condenado por múltiples crímenes, que hoy gobierna Tucumán por haber sido el más votado. Vemos, que nuestra pobre democracia no tiene ningún resorte para su defensa. Se dictan leyes, pero luego se eluden, ¿dónde quedó la tan cacareada defensa de la democracia que tanto se habló en diciembre de 1983?
"Hitler no fue un accidente de trabajo", las dictaduras de las fuerzas armadas en la Argentina no se dieron por casualidad, fueron el resultado de una sociedad insolidaria, superficial, egoísta, falta de ética, exitista. Videla y Massera comienzan ya en el momento en que en nuestras calles no se respeta al peatón: primero el camión, luego el colectivo, luego el auto y último el peatón, más todavía si es anciano o niño. El aprender esa norma de convivencia tendría que ser el primer capítulo para que los argentinos aprendamos lo que son los derechos humanos. Videla y Massera comienzan en cuanto hay políticos que no reaccionan, cuando en sus propios partidos hay afiliados declarados criminales de apellido Patti, elegido intendente de Escobar, o mercaderes de objetos robados a los desaparecidos, como Julio César Aráoz, alias el "Chiche" Aráoz, un funcionario fundamental del actual gobierno. "Hitler fue culpable de todo", otro de los slogan con los que la sociedad alemana trató de disculparse a partir de mayo de 1945, dicho que para nosotros podría valer: los militares fueron los culpables de todo. La verdad es que Videla y Massera pudieron cometer tales crímenes porque la sociedad argentina se lo permitió, por consentimiento o por indiferencia. Por lo menos junto al retrato de Videla, en el repudio, también tendría que estar el de Martínez de Hoz, no menos culpable, y el de todas las estructuras del poder que apoyaron, aplaudieron o, por lo menos toleraron, sin abrir la boca, lo que ocurrió. Las grandes empresas, que con la ayuda de sus policías internas se desembarazaron de los delegados obreros, molestos para ellas. El espantoso caso de Villa Constitución por ejemplo, un comprobado caso de la mafia empresaria-militar y del sindicalismo burocrático. La iglesia, con una conducta oficial que debe repugnar hasta a los fieles más incondicionales. La universidad de los Bruera y los Ottalagano, que ayudaban a redactar las listas de profesores y alumnos que luego desaparecerían. La burocracia sindical, de donde luego salieron miembros de las patotas de las "Tres A". Y el sector de los intelectuales. Bastaría leer las declaraciones del escritor argentino Manuel Mujica Láinez, en el diario español La Vanguardia del 10 de octubre de 1979, en las que él rechazaba las aseveraciones de Julio Cortázar que había acusado al gobierno de Videla de cometer un genocidio cultural en la Argentina, con el asesinato de escritores, la quema de libros, y las listas prohibitivas de hombres y mujeres de la cultura. Como ejemplo de que en la Argentina no sucedía eso, Mujica Láinez señaló, textual: "En la Argentina estamos allí muy tranquilos. Estamos todos, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, todos los grandes. –y agregó con humorismo– Nada nos hubiera costado ir a París, como los reprimidos de otros países, nadie nos lo impide, nos dan el pasaporte en cuanto lo pidamos". El 11 de octubre de 1979 el escritor colombiano Gabriel García Márquez, en el diario El País de Madrid, le escribió una carta abierta a Mujica Láinez en la cual le dice: "si interpretamos bien sus palabras, hay que entender que sólo ustedes, los escritores grandes, están muy tranquilos en la Argentina. Sin embargo hay dos, que yo considero muy grandes y que no están tan tranquilos como ustedes: me refiero a Rodolfo Walsh y a Haroldo Conti que hace ya varios años que fueron secuestrados por patrullas de la represión oficial y que nunca más se ha sabido de ellos. Usted y todos los escritores grandes que cita, serían todavía mucho más grandes si sacrificaran un poco de su tranquilidad y su grandeza y le pidieran al gobierno argentino un par de esos pasaportes tan fáciles para Rodolfo Walsh y Haroldo Conti". En efecto, los grandes escritores argentinos que menciona Mujica Láinez, pudieron entrar y salir del país sin ningún problema, estuvieron en grandes citas internacionales. Ninguno de ellos fue capaz de denunciar en el exterior el tema de los desaparecidos, o de la represión cultural. Silvina Bullrich atacará también a Julio Cortázar, escribiendo que "ni Borges, ni Mallea, ni Sábato se fueron". Ernesto Sábato, muy indignado por el llamado al mundo de Julio Cortázar, escribió en Clarín, el 5 de julio de 1980, textual: "En la Argentina la inmensa mayoría de sus escritores, de sus pintores, de sus músicos, de sus hombres de ciencia, pensadores, están en el país, y trabajan. Cometen una gran injusticia los que están afuera del país pensando que acá no pasa nada y que es un tremendo cementerio". Luis Gregorich, un crítico literario que fue posteriormente funcionario de cultura de Alfonsín, se pregunta en el mismo número de Clarín: "Después de todo, ¿cuáles son los escritores importantes exiliados?". Me pregunto: ¿acaso hay algo más cínico que esa pregunta?, como si el crimen se midiera por la importancia de la obra. Aquí me vienen a la memoria las palabras de Cicerón, que opinaba con referencia a la dignidad de la persona: "Toda laudatio debe estar referida a la dignidad que tuvo en su vida la persona y no a su obra. A la dignidad con que ha vivido, que le es propia, no a la obra que puede haber escrito o creado". Apreciamos más la actitud digna y valiente de la partera María Luisa Martínez de González y la enfermera Genoveva Fantacsi, quienes asistieron al parto de una detenida embarazada, Isabela Valenci, que había sido llevada esposada por el célebre torturador de parturientas comisario médico Bergés, al hospital de Quilmes, en 1976. Las dos mujeres cumplieron con un deber humanitario, avisando a la familia de la detenida sobre el nacimiento del niño. Desde entonces estas dos heroínas de la civilidad están desaparecidas. Apreciamos más la dignidad de estas dos humildes mujeres que toda la obra genial de un escritor que terminó aceptando la condecoración de Pinochet. Pero ni Julio Cortázar ni los que denunciáramos desde el exilio el drama argentino para ayudar a todos los colegas y amigos que sufrían aquí el exilio interior nos equivocábamos ni exagerábamos. El año pasado, en un acto similar al de hoy, en esta misma aula, Patricio Contreras y Leonor Manso nos leyeron poesías de nuestros poetas desaparecidos durante el régimen de la picana y la capucha. Hace menos de una semana, en la plazoleta Rodolfo Walsh se recordaron las decenas y decenas de periodistas asesinados. Durante todo el año pasado descubrimos placas en patios y galerías de colegios y universidades, con centenares de nombres de profesores y alumnos secundarios y universitarios caídos en la edad en la que despertaban a la vida. A Cortázar quisieron acallarlo arrojándole a la cara los nombres de los famosos, pero cuando los militares cayeron y todos los famosos se reacomodaron, la verdad de Cortázar salió a la luz. Tal vez muy pronto los organismos de Derechos Humanos y esta cátedra hagamos un acto de desagravio a Julio Cortázar, ese tan talentoso como humilde ser humano que tanto hizo para que se conociera lo que estaba pasando en suelo argentino. Julio Cortázar fue el argentino que se puso a la par de un intelectual como Thomas Mann, quien había conmovido al mundo con sus denuncias a los crímenes del nazismo, con sus vibrantes discursos de la serie "Oíd, alemanes". Más todavía, en ese año de 1979 en que Julio Cortázar hace esa declaración, la opinión pública del exterior había sido sacudida por el informe de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA acerca de la verdad de la cruel represión argentina. Un documento oficial, incontrastable, redactado por representantes de los países americanos. Tal vez por eso mismo tenía más fuerza que el mismo Nunca más, informe de la CONADEP, hecho cuatro años después. El informe de la OEA descarta totalmente la teoría de los dos demonios, cuando señala: "En la vida de cualquier nación las amenazas al orden público o a la seguridad personal de sus habitantes que emanan de personas o grupos que utilizan la violencia, pueden llegar a alcanzar tales proporciones que exijan suspender temporalmente el ejercicio de ciertos derechos humanos. La mayoría de las constituciones de los países americanos aceptan tales limitaciones e incluso prevén algunas instituciones como el estado de emergencia o el estado de sitio, para tales circunstancias. Por supuesto que para que puedan adoptarse tales medidas deben mediar consideraciones de extrema gravedad ya que su implementación debe obedecer precisamente a la necesidad de preservar aquellos derechos y libertades que han sido amenazados con la alteración del orden público y la seguridad personal. Sin embargo, es igualmente claro que ciertos derechos fundamentales jamás pueden suspenderse, como es el caso del derecho a la vida, el derecho a la integridad personal o el derecho a un debido proceso. En otros términos, los gobiernos no pueden emplear, bajo ningún tipo de circunstancia, la ejecución sumaria, la tortura, las condiciones inhumanas de detención, la negación de ciertas condiciones mínimas de justicia como medios para restaurar el orden público. Estos medios están proscritos en las constituciones y en los instrumentos internacionales, tanto regionales como universales". Éste es el documento de la OEA enviado a la dictadura de Videla. El documento reconoce que ciertas medidas pueden llegar a significar el riesgo que se pierda el imperio del derecho, pero agrega que aquello no es inevitable si los gobiernos actúan responsablemente, si se registran los arrestos y se informan a las familias de las detenciones, si se dictan órdenes estrictas prohibiendo la tortura, si se entrenan cuidadosamente a las fuerzas de seguridad, eliminando de ellas a los sádicos y psicópatas, si, en fin, existe un poder judicial independiente dotado de suficientes atribuciones como para corregir con prontitud cualquier abuso de autoridad. Este documento de la OEA sobre la Argentina de los generales habla bien claro y elimina de por sí la teoría de los dos demonios, que ha servido y sigue sirviendo hoy a muchos intelectuales, políticos, gremialistas y argentinos en general para ponerse en una posición neutral, algo así como no tengo nada que ver ni con uno, ni con el otro. Hace apenas 15 días, el ex funcionario del gobierno de Alfonsín, el historiador y abogado Félix Luna, a la pregunta de cuál es el período más trágico de nuestra historia, respondió en la revista Viva textualmente: "el período más trágico en la historia es el de la violencia terrorista y el Proceso. Son como el positivo y el negativo de una fotografía, la violencia terrorista y la del Estado". Realmente es hasta perverso que se sigan haciendo estas interpretaciones, aún hoy, a 20 años. Lo aclaró definitivamente la Fiscalía Nacional en la acusación a los Comandantes en Jefe, al decir: "con dos sofismas se pretendía justificar la represión clandestina, el primero dice: todos los detenidos son subversivos. No es que se ponía: detener subversivos, sino que todos los que ellos detenían eran subversivos, la detención convertía a la persona en subversivo. Conseguido esto, el segundo paso de este método perverso fue considerar que al subversivo como una especie de subhumano, de sanguijuela a quien se lo puede torturar o matar. Como se dijo haciendo referencia al régimen nazi, una vez que se convence a la sociedad de que una minoría, o un grupo, puede equipararse a una sabandija, el paso que hay que dar para llegar al propósito de eliminarlo no es ya demasiado grande". El fiscal Moreno Ocampo, ante el secuestro y asesinato de la estudiante alemana Elizabeth Kaesemann, dirá estas palabras indiscutibles desde el punto de vista político y humano: "Ante la justicia, todos los desaparecidos son inocentes de los crímenes de los cuales se los acusa. Los militares no pudieron comprobar jurídicamente ninguno de esos crímenes, por lo tanto, para la justicia todos los acusados son inocentes". Estamos hablando desde el punto de vista estrictamente jurídico. En cualquier discusión acerca de los derechos humanos y la memoria esto tiene que quedar bien claro: el Estado no puede arrogarse facultades que pisoteen los derechos primigenios de la individualidad humana. Ningún Estado deberá, bajo ningún pretexto, aun aludiendo a múltiples razones aparentemente racionales, declarar permitida la tortura de los detenidos, por más sospechosos que sean. Lo digo porque el tema se ha vuelto muy actual: me da mucha pena que un pueblo tan sabio como es el pueblo judío, haya adoptado una ley en donde se permite la tortura. La defensa de los principios éticos fortalecerán siempre y harán invencible al Estado que los respete por encima de todos los argumentos tácticos o estratégicos, por encima de todos los terrorismos más trágicos, más todavía, en el denominado proceso de Videla y Massera, ya que sus integrantes fueron simples salteadores del poder sin legitimación alguna. Por un lado, se había convocado a elecciones, por el otro, los militares tenían las leyes necesarias para llevar adelante su denominada "guerra" dentro de las normas constitucionales y no dentro del terrorismo de Estado. Félix Luna en el mismo reportaje, como si la violencia de los ’70 hubiese comenzado con la muerte de Aramburu, a la pregunta de ¿cuál fue para él la muerte más absurda?, contesta: "La de Pedro Eugenio Aramburu a manos de los Montoneros". Que la violencia argentina empezó con dicha muerte es uno de los mitos de nuestra historia sostenido especialmente por los militares represores. Aramburu había fusilado al general Valle sin ningún juicio. Dentro de todo, el levantamiento del general Valle tenía más basamento de legalidad que el de Aramburu ya que se proponía devolver el gobierno a Perón que tenía mandato hasta 1958. Cuando el pasado año el periodista Bernardo Neustadt puso frente al hijo de Aramburu al matador de su padre, Firmenich, el hijo del militar mostró toda su indignación ante el crimen y el criminal. Claro, el periodista Neustadt había invitado a un dúo falso en vez de a Firmenich, habría que haber traído a la hija del general Valle. Entonces la escena se hubiera invertido, el hijo de Aramburu, tendría que haberle pedido disculpas a la hija del general Valle. Félix Luna, si hubiese dejado su corazón político y hubiera hecho un análisis ético a fondo, tendría que haber calificado como la muerte más absurda y no sólo más absurda, sino más cobarde y cruel, al asesinato cometido en la ESMA contra Azucena Villaflor, la madre que marchó a Plaza de Mayo para averiguar el paradero de su ser querido o la muerte de esa joven NN, embarazada a término y cuyo cadáver fue hallado en el cementerio de Avellaneda en una tumba masiva de desaparecidos durante el proceso, muerta de un tiro en el vientre que atravesó la cabeza, ya formada, de su futuro hijo.
La memoria en nosotros significa precisamente eso, preguntarnos el por qué de la violencia de abajo en respuesta a la violencia de arriba, el estudio de la sociedad argentina y sus reiteradas traiciones a la democracia. Dilucidar el por qué del fracaso de esa violencia realizada desde abajo, y el por qué de la increíble y tal vez ya insuperable crueldad de la represión militar argentina. En nuestros análisis llegaremos al presente del "gatillo fácil", donde todo joven morocho y de pelo largo ha pasado a ocupar el cargo del presunto subversivo. Donde lo ocurrido en La Plata, en la represión contra estudiantes viene a rememorar la noche de los bastones largos de Onganía. Por supuesto, se produjeron de inmediato los razonamientos típicos del "por algo será", y del "¿saben los padres dónde están sus hijos?". La pregunta de una periodista radial, Magdalena Ruiz Guiñazú, a la madrugada siguiente de los balazos a quemarropa en las tierras de Duhalde, tiene el mismo contenido, "¿Qué hacía Hebe de Bonafini con los estudiantes?". Inventar demonios es mucho más fácil que preguntarse el por qué de las órdenes brutales de represión. La memoria en nosotros. Hablemos de las víctimas. Hoy todavía calificadas por muchos como el otro demonio. ¿Quiénes están habilitados para juzgar? En general, analistas y medios se basan en tres o cuatro figuras dudosas para juzgar el empuje de una generación. Esto sí hace pensar en lo erróneamente trágico que fue, para parte de la juventud, creer en cúpulas cerradas. Lo que sí es reivindicable fue su espíritu de protesta, su protagonismo ante tanto miedo y servilismo de una sociedad que había aprendido a decir que sí a todo y a confundir el ruido de los tanques en la calle como el del tránsito de vehículos de todos los días. El gran filósofo de la historia Jakob Burckhardt se hizo la pregunta de qué pasaría si Sócrates regresara a la sociedad actual y concluye que el destino de Sócrates, mutatis mutandi, se repetiría. Los ricos de hoy desaprobarían a Sócrates a causa de su desprecio por el consumismo, los poderosos lo definirían como un revoltoso subversivo, los intelectuales tomarían a mal su burla del academicismo, los burgueses aplicados lo considerarían un vago asocial. Entre la sociedad y el individuo –dice el filósofo–, hay en todos los tiempos tensiones parecidas. Quien no cree en nuestros dioses, es un ateo; quien trata de socavar nuestro poder, es un anarquista; quien duda de nuestros valores, es un nihilista. Sócrates se comparó a un tábano, que debía impedir el sueño de los atenienses. Termina diciendo: "y a los tábanos se los mata". Muchos de los jóvenes desaparecidos, tal vez no hayan sido Sócrates, pero sí tábanos, que trataban que no nos durmiéramos conformes en una sociedad increíblemente egoísta y cínica. La memoria en nosotros. Para probar lo anterior voy a leer dos documentos periodísticos, del órgano de prensa que más apoyó al régimen represivo de Videla, el diario La Nación. Se trata de algunos editoriales, dos de hace veinte años y el otro de dos décadas después. El primero, del 16 de agosto de 1976, señalaba textualmente: "Una guerra llevada a cabo sin piedad, por la subversión, ha hecho tabla rasa de los derechos humanos y ha llevado al gobierno del general Videla a una lucha sin cuartel, y en cuyo transcurso es muy difícil atender a las consideraciones de otros tiempos, invioladas. El presidente de la república, general Videla, ha hecho alusión, con acierto, a este estado de cosas. Nadie puede dudar, con justicia y honradez, de la vocación argentina por los derechos humanos y por la posición de las fuerzas armadas en el mismo sentido". En otro editorial del mismo diario, que hoy nadie dudaría de calificar de infame, se incitaba a las fuerzas armadas a ejercitar la represión ya mismo contra los refugiados chilenos y uruguayos, que venían huyendo con sus familias y caían en la trampa de Buenos Aires. Fue la incitación a la caza del ser humano. Veinte años después, el mismo diario escribe, en el mismo lugar de su página 8, el 15 de marzo de este año: "Las fuerzas armadas han producido los esperados mensajes de autocrítica sobre los métodos empleados en la lucha contra la subversión. Se ha completado así el proceso de sinceramiento de las fuerzas armadas respecto de esa sombría etapa histórica. Y el reconocimiento de sus propios horrores que han hecho las fuerzas armadas, abre ahora sí, la posibilidad de comenzar a marchar hacia una genuina reconciliación nacional". ¿Cómo? ¿Hace veinte años incitaba a lo que hoy llama horrores? Los han dejado solos a los verdugos. Cuando leo esto y comparo, no puedo menos que acordarme de todos los improperios que ese diario, más todos los medios de comunicación en esa época, más los organismos del Estado, y hasta los intelectuales, hicieron contra las Madres y otros organismos de derechos humanos, cuando denunciaban la existencia de campos de concentración, las torturas y las horribles muertes a las que eran sometidos los sospechados de conspirar contra los "valores occidentales y cristianos". Pero claro, la palabra es hoy suprimir de la memoria todo lo que puede ser prueba de colaboración o de simpatía con el régimen verdugo. Cuando escribí mi ensayo Pequeño recordatorio para un país sin memoria, con la prueba documentada fiel y cuidada del comportamiento de nuestros intelectuales y políticos, en esa época, se me respondió con enojo y censura, y con más homenajes y premios a los grandes modelos de nuestra burguesía. Que tal vez sí, "habían cometido sólo un desliz, como todos", pero que no era para recordar. Y aunque las pruebas sean públicas, y estén en todas las hemerotecas y cintas grabadas, nadie quiere hablar del tema, y a los elegidos por la sociedad culpable, se los sigue cubriendo de premios, porque así nuestra burguesía se premia a sí misma. La memoria en nosotros. Entonces es claro que reaccionen hoy los que oficiaron de verdugos. ¿Por qué nosotros solos y no todos los que nos elogiaron y nos impulsaron a seguir ese camino? Desde hace años Massera los tiene amenazados con el libro que anuncia publicar alguna vez. Así se explica que no hace muchos meses pudo decir un discurso, desde el escritorio de su casa, a la hora televisiva más vista de la Argentina. Como dijo él, "yo los conozco a todos". La memoria en nosotros. ¿Para qué? Como instrumento para la democratización de la sociedad argentina. No un mero y hasta falso mea culpa sino un análisis de cómo fue posible tanta perversidad, en una sociedad que se considera a sí misma cristiana y hasta amable. Las manifestaciones populares de la semana pasada fueron una brisa fresca de esperanzas. Las clases que dieron los maestros, alusivas, representan un buen fundamento para el futuro. Por ahí está la senda. Pero millones fueron al country o al fútbol o se pasaron frente a la pantalla televisiva para no ver, para no recordar, para no verse en toda su cobardía. Las encuestas dieron como resultado que la población no considera ya un posible golpe militar. Pero desconfiemos. Como se expresara el gran psicólogo Mitscherlich en su libro La incapacidad de duelo: "¿cuánta pasión por la democracia se mostraría si la economía empezara a andar mal?". En nosotros precisamente no anda muy bien, por lo menos para los desposeídos. Este profundo psicólogo nos hablaba de los miedos regresivos. Veamos si no las causas de lo de Tucumán. El verdugo llamado nuevamente a gobernar: mejor un verdugo que corte cabezas, y no pensar. Reflexionar lleva a posiciones peligrosas para la seguridad de cada uno. Es el mismo miedo cómodo de la teoría de los dos demonios: "Yo en el medio de los dos demonios". El mismo psicólogo agrega, "cuando la libertad de pensamiento no es exigida en forma crítica, corre el peligro de desaparecer nuevamente". Ésta es justo la misión de docentes, intelectuales y protagonistas del estudiantado, del sindicalismo, de los luchadores por los derechos humanos. La tarea no es fácil. Con excepción de algunas ciudades-repúblicas en la historia, apenas se han realizado esfuerzos para preparar a las sociedades como un todo en las decisiones, y con ellas que se interesen en su entorno social con algo más que con una participación egoísta. Hablábamos de los miedos regresivos y aquí caben preguntas que para muchos podrían aparecer como verdaderas provocaciones contra el buen gusto. Seamos valientes, dejemos lo de hace veinte años y vayamos a nuestro presente. Por ejemplo, ¿por qué no se ha logrado en nuestro país que ni la iglesia, ni los sindicatos, ni las universidades, ni los partidos políticos, hayan convocado a debatir el siguiente tema que todos conocen pero que ninguno se atreve a tocar ¿por qué nuestra sociedad que se denomina democrática soporta que a los presos de La Tablada se los haya convocado a prisión perpetua en cárceles humillantes y los autores del genocidio estén todos libres paseando sus perros por la calle?, o esta otra: ¿cómo es posible que el padre Puigjané, que no disparó ningún tiro, ni siquiera al aire, haya sido condenado a veinte años de prisión y al verdugo Galtieri, en el juicio a los comandantes, se lo haya declarado absuelto, tratándose de uno de los peores criminales, demostrado en la represión de Rosario cuando llegó a torturar y matar a una pareja de ciegos, y a otra pareja los hizo encerrar en el baúl de un Ford Falcon, los roció con gasolina, y él mismo hizo el disparo para que se produjera la explosión que los quemaría vivos? ¿Cómo es posible que dos presidentes, Alfonsín y Menem hayan, el primero ascendido, y el segundo mantenido en actividad a uno de los seres más repugnantes que han tocado suelo argentino, el capitán Astiz, mientras al coronel Cesio se lo dio de baja por haber participado en una marcha con las Madres de Plaza de Mayo? Voy a leer un párrafo del libro del coronel Horacio Ballester, titulado Memorias de un coronel democrático: "En el caso del ex coronel Cesio, sigue siendo el único militar argentino que continúa sancionado por hechos ocurridos en épocas de la última dictadura militar". Claro, Cesio no mató, no robó, no torturó, no violó, no forzó la desaparición de personas, pero para las jerarquías castrenses hizo algo mucho peor. El fallo que lo condenó, dice así: "Cesio antepuso su condición de ciudadano a la situación de militar". Creo que lo dice todo. O son muy bestias, muy cínicos, o tal vez las dos cosas. Sigo leyendo: "La causa real fue que Cesio acompañó a las Madres de Plaza de Mayo en sus marchas reivindicativas, por eso no está incluido en la obediencia debida, ni indultado. El militar que delinque gravemente es perdonado, mientras que aquel que no quiere ser cómplice de un equivocado espíritu de cuerpo es sancionado con dureza, ante la indiferencia del poder constitucional civil". Ante este hecho, Alfonsín se calló la boca, Menem se calló la boca, el general Balza se calla la boca, el Parlamento se calla la boca, la sociedad argentina se calla la boca. Todos nos callamos la boca. Argentina, 1996. No nos quejemos si después Patti y Bussi son elegidos por el pueblo. La memoria en nosotros. A veinte años comencemos a abrir los claustros para el gran análisis y las búsquedas de los por qué, tenemos que estar preparados y preguntarnos cómo es que hemos llegado a la sociedad actual, desocupación, pobreza en aumento, humillación de la escuela pública, deterioro de la salud pública, jubilaciones de vergüenza. Debemos trabajar esto, por la responsabilidad que tenemos ante nuestros hijos, nuestros nietos, ante la generación actual, ante las próximas generaciones. La memoria en nosotros. Para que no se nos vuelva a sorprender con la desaparición y la tortura en la defensa de denominados valores occidentales y cristianos. Esta cátedra estará incondicionalmente para analizar temas profundos de la Argentina. El foro de los viernes a la noche será el ágora donde protagonistas y gentes sin nombres podrán exponer sus testimonios y sus defensas. No le tendremos miedo a la palabra y buscaremos los argumentos que nos llevan a desnudar las falacias y a buscar la verdad, sin la cual no habrá solución para los problemas de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Y lo haremos en paz, en libertad, en solidaridad. No queremos vencer, sólo queremos convencer.
Notas:
El 20 de marzo de 1996, faltando pocos días
para cumplirse los veinte años del golpe militar de 1976, Osvaldo Bayer
pronunciaba su clase inaugural en la Cátedra Libre de Derechos Humanos,
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
La trascripción que publicamos de dicha clase inaugural ha sido corregida
por el autor y nos fue acercada por gentileza de dos integrantes de
la misma cátedra: Graciela Daleo y Juan Carlos Cena. Este texto inédito,
más allá de las referencias a personajes y situaciones de entonces,
conserva toda la vigencia y el peso que sobrepasa ampliamente la temporalidad
de su redacción.
Fuente: www.herramienta.com.ar
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