11 de marzo de 1973: Triunfo electoral del Frente Justicialista de Liberación Nacional, que lleva a Héctor J. Cámpora, "El Tío", al gobierno, lo que posibilitará más tarde que el general Juan Domingo Perón -luego de 18 años de exilio y proscripción- asuma por tercera vez la presidencia de la Nación. 24 de marzo de 1976: Golpe militar que instaura la dictadura más sanguinaria de la historia. Ambas fechas, como emblemas de una Historia que todavía está por escribirse, señalan loa desafíos y los interrogantes a los que estuvo/está expuesta una generación.

NOTAS EN ESTA SECCION:
"Si ganan este país se va a poner irrespirable"  |  Aquel 11 de marzo, por Miguel Bonasso  |  Hace 25 años, por Norberto Galasso
Carta del subcomandante Marcos a la Argentina digna  |  La "Tendencia", la burocracia y el socialismo, Jorge Enea Spilimbergo (1974)
El día que votamos todos, por Roberto Baschetti  |  El relevo de Cámpora  |  La caída de Isabel  |  24 de marzo de 1976, por Osvaldo Bayer
Una larga y tenebrosa noche
  |  Historia de un dictador  |  29 razones para el presente, Carlos del Frade
Como funcionó el sistema nacional de represión (SNR), Elena Luz González Bazán  |  Los "setentistas" de Argentina, por Ruth Werner
24 de marzo de 1976, Halperín Donghi y Pigna
| El golpe está vivo, por Eduardo Aliverti

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Extracto de El presidente que no fue de M. Bonasso  24 años del golpe  |  La política criolla a 30 años del golpe militar, Jorge Rulli

Dictadura militar argentina, por Alejandro Andreassi  |  Nada se pierde: opiniones


 

"Si ganan, este país se va a poner irrespirable"

El escritor Rodolfo Walsh se enteró del golpe por las comunicaciones policiales. Desde su departamento interceptaban las radios para descubrir información sobre el inminente golpe. Fue el 24 de marzo de 1976 que vivió el escritor Rodolfo Walsh. Un año después escribió la "Carta de un escritor a la Junta Militar" y el 25 de marzo de 1977 fue secuestrado por un grupo de tareas.

Por Luis Bruschtein

"¡Comando, comando, móvil 1!" decían unas voces y les contestaban: "QAP, QAP, móvil 1", "Adelante móvil 2", "hay movimiento de tropas en dirección a Casa de Gobierno"; "¡QSL, QSL, entendido, entendido!". Era la noche del 23 y la madrugada del 24, el escritor Rodolfo Walsh y Lilia Ferreyra, su mujer, interceptaban las comunicaciones radiales de las fuerzas de seguridad. De pronto las voces se multiplicaron, transmitían nerviosismo. "Ahí está el golpe" dijo para sí Walsh, que un año después escribiría la "Carta de un escritor a la Junta Militar" y luego sería secuestrado por un grupo de tareas de la ESMA. "En esa semana la atención estaba puesta en si iba a haber un golpe o no --recuerda Lilia Ferreyra--. Entonces en el área de Información de Montoneros estábamos muy pendientes de las escuchas de comunicaciones para tratar de encontrar información sobre lo que se podía estar gestando". La pareja ocupaba un departamento de un ambiente, de tres metros por 2,60, con un minibaño y una kitchenet. Era un primer piso con una sola ventana que daba a un patio interno de un edificio de diez pisos. Pero la ventana tenía que estar siempre cerrada para que no escucharan los vecinos. Había una cama de dos plazas, los estantes de una biblioteca que había pertenecido a Leopoldo Lugones, regalada por la nieta del escritor, Pirí, que también está desaparecida, una mesa plegable, dos sillas y una heladerita. "En el departamento teníamos un pequeño aparato de alta frecuencia que interceptaba las transmisiones de las fuerzas de seguridad --recuerda Lilia Ferreyra--; esa noche del 23 yo estaba en casa y Rodolfo había salido a una cita. Como todos los días, cuando él llegaba yo le contaba lo que había escuchado. Esa noche comenzó con la rutina de siempre, cenamos a las 9 y nos dispusimos a escuchar por onda corta el noticiero de la BBC de Londres de las diez de la noche, en una pausa de la escucha de las comunicaciones de las fuerzas represivas. Rodolfo hablaba inglés perfectamente y me traducía lo que escuchaba". Walsh se había aficionado a la criptología y gracias a ese hobby había descifrado el código de transmisión de los cubanos anticastristas que se entrenaban en Guatemala para invadir la isla. Fue a principios de los 60, cuando trabajaba en La Habana en la agencia Prensa Latina. Por curiosidad se había puesto a descifrar las incongruencias que arrojaban las teletipos de la agencia en el tiempo muerto y así los cubanos detectaron los planes de invasión. "En esas escuchas interceptamos muchos mensajes en código que después descifrábamos --relata Ferreyra--; él me enseñó a mí después a descifrarlos. Estos mensajes cifrados surgían generalmente de las comunicaciones con el interior del país. Allí escuchamos una vez la orden de detención de gente de la Universidad de Bahía Blanca y otras informaciones que más tarde fueron difundidas a través de la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla)". "Poco después de la medianoche se empezaron a escuchar las voces más agitadas, eran del comando radioeléctrico por lo general. A la madrugada ya se preguntaban abiertamente, desde los móviles hasta el comando, por los tanques que estaban yendo por el bajo en dirección a la Casa Rosada. Esa fue la confirmación de que el golpe estaba en marcha".


Video realizado por alumnos de segundo año del Polimodal en 2009

"A diferencia de la opinión de otros, Rodolfo tenía la certeza de que se avecinaban tiempos terribles --señala Ferreyra--; quizás por su propia comprensión de lo que podía ser el uso desbordado de la fuerza militar que él había llegado a percibir durante la investigación de Operación masacre. Así lo entendió en ese momento y lo vertió un año más tarde en la "Carta de un escritor a la Junta Militar": que un gobierno militar, una dictadura, siempre sería mucho peor que un proceso democrático, aunque fuera deficiente y confuso como el de ese momento. El decía que el ejercicio del poder directamente por las Fuerzas Armadas sería peor, como lo había demostrado la misma historia con la Revolución Libertadora. Esto lo hablábamos y también lo había discutido con otros compañeros". Era un tema que estaba sobre la mesa. El general Videla había anunciado el golpe varios meses atrás y en las reuniones se había convertido en el punto central de la agenda. "Desde varios meses atrás, Rodolfo había planteado la necesidad de prever una situación política general donde las condiciones del trabajo de prensa iban a ser mucho más difíciles y que había que prever formas de difusión por vías clandestinas" señala Lilia Ferreyra. Después del 24 de marzo empezó a emitir sus primeros despachos la Agencia de Noticias Clandestina. "Esa noche combinábamos la intercepción de las comunicaciones con las emisiones en onda corta de las radios internacionales, fundamentalmente la BBC de Londres y Radio Colonia --apunta Ferreyra--, estábamos la mayor parte del tiempo allí porque a las nueve de la noche había que estar adentro, era peligroso para Rodolfo estar en la calle. Siempre nos dejaba perplejos la calma y el control con que hablaba el que estaba a cargo del comando radioeléctrico; su calma contrastaba con el nerviosismo de las voces que transmitían los móviles. Esa noche del 23, las voces habían perdido la calma. En algún momento nos fuimos a dormir porque, pese a la tensión, la variante del golpe era algo que se esperaba, no era una sorpresa". El 24 a la mañana había comenzado una nueva etapa. "Salí a comprar los diarios con todas las precauciones que tomábamos para evitar espías o seguimientos, en la calle había un ambiente de temor y expectativa, se veía en la cara de la gente. Algo se había roto, estaba cambiando. Nosotros seguimos la información en los diarios, la radio y la televisión, también vivimos ese día con una carga muy distinta, algo cambiaba, con la incertidumbre o la certeza de que se avecinaban tiempos más difíciles. En esos días nos habíamos encontrado con Vicky, la hija mayor de Rodolfo, con Horacio Verbitsky y Paco Urondo, pero el 24 todas las citas y el trabajo cotidiano se paró. El eje de lo que se hablaba o se hacía era el golpe. Después de ver un noticiero en la televisión, recuerdo que Rodolfo reflexionó: 'Si éstos llegan a ganar, este país se va a poner

Fuente: Página/12, 24/03/2000 (suplemento especial)


Informe de Amnesty Internacional de 1979 desclasificado por el Dto de Estado EEUU


 


 

Aquel 11 de marzo

Por Miguel Bonasso

La primavera camporista

Treinta años. Es una sensación bergmaniana, existencial, y no sólo histórica o política. La vida personal que ha quedado detrás con sus alegrías y sus tragedias. La vida ciudadana que se fue en promesas incumplidas. Con unos pocos días de celebración dispersos en años de oscuridad, represión, mediocridad, estado mafioso. Con la nación que se nos escurrió entre los dedos, como el tiempo de vivir.

Tengo el recuerdo personal del doctor Héctor J. Cámpora llamándome con severa ansiedad, para que le vaya pasando los resultados que recolecta –con grandes tropiezos– nuestro centro de cómputos, allí, en ese gigantesco conventillo que es el edificio de Oro y Santa Fé. Lo veo con la eterna camisa azul de la campaña, el pantalón claro, impecablemente planchado pese al calor y los trajines. En esa postal, el Tío tiene 64 años, apenas dos más que yo en este presente grisáceo del tercer milenio. Salvo que yo lo miro desde mis treinta años de entonces y me parece un viejito duro, terco y leal. Nada que ver con la fama de cortesano que le han fabricado los escribas del régimen. Hace calor, escucho por la ventana abierta que da a la avenida Santa Fe:

Lanusse, Lanusse,
Mirá que papelón
Habrá segunda vuelta
La vuelta de Perón.

El Tío mira y remira el papel que le extiendo, agitado. Confirma que hicimos realidad la consigna: el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) va ganando por el 52 por ciento de los votos. La fórmula radical de Ricardo Balbín y Eduardo Gammond apenas supera el 20 por ciento. Pregunta si los datos son confiables, si puede transmitírselos “ya mismo al General”. Le contesto con la seguridad que otorga la inconsciencia. Horas después el gobierno militar nos “limará” el porcentaje hasta dejarlo en el 49,6. Pero es lo mismo: el Chino Balbín apenas sobrepasa el 21 por ciento. El peronismo ha superado la trampa del ballotage inventada por la dictadura. El peronismo es una manzana roja, brillante. Con un gusano adentro.

La dictadura se toma un día para reconocer el triunfo. El 12 de marzo a la tarde todavía gasean y apalean a los compañeros que rodean la sede de Oro y Santa Fe. Nos trepamos a un camión de exteriores de la TV y pedimos que los sindicatos envíen ambulancias. Pero poco después cambia el aire: el gobierno envía al jefe de la Casa Militar, para comunicarle al hombre de la camisa azul que lo reconoce como “presidente electo”. Entonces los policías guardan las porras y empiezan a saludarnos con la “V” de la victoria.

Alfredo Moles, un compañero de la Secretaría de Prensa, compila la lista de los caídos en 18 años de proscripciones y me la pasa para que se la lea a la multitud, que ruge en la calle. Grito: “¡Felipe Vallese!” y cien mil gargantas contestan: “¡Presente!”.

Es la síntesis de lo mejor que ha tenido el movimiento proscrito. El reconocimiento a 18 años de luchas públicas y clandestinas. Que le otorgan sentido a esas “Pautas Programáticas” votadas por seis millones de ciudadanos (entre peronistas y aliados del Frente). Esas pautas que algunos analistas descalificaron como “reformistas” y hoy –en esta orilla del tiempo– podrían ser leídas por más de un “realista” como candorosas.

Leo melancólicamente: “El disenso fundamental que divide a la sociedad argentina no reside ya en la antinomia peronismo-antiperonismo, que ya ha sido superada, sino en revolución y contrarrevolución, cambio social y statu quo, liberación o dependencia”. Leo que votamos para que se democratizara el Estado en un doble sentido: para reemplazar su contenido autoritario por un régimen de fuerte respaldo popular y para dar acceso a sus estructuras a capas más amplias de la población. Que el federalismo era concebido como “potenciación de las provincias dentro de la Nación” y no como “defensa de los intereses de las oligarquías lugareñas”.

Leo:

• Nacionalización del comercio exterior.

• Progresiva aplicación desde el gobierno de todas las experiencias de socialización de la economía que sirvan para elevar la condición humana.

• Efectiva participación de los trabajadores en el poder que se deriva de la propiedad de los medios de producción.

• Reforma agraria.

• Cogestión de los trabajadores en la dirección y explotación de las empresas, propiciando un régimen cooperativo en el campo y de autogestión en la industria.

• Reforma del sistema financiero para revertir con energía la desnacionalización de las entidades crediticias privadas operada en los últimos años.

Y alguna premisa que incluso llega a cumplirse, como la que propicia “el inmediato restablecimiento de relaciones diplomáticas con la hermana República de Cuba”. O la amnistía para todos los presos políticos sin excepción, la eliminación de la legislación represiva y la condena oficial a la tortura. Que serán las medallas más preciadas de la primavera camporista.

Algún crítico “de izquierda” que analiza las pautas programáticas desde el diario lanussista La Opinión, las devalúa: “El proyecto en su conjunto puede ser calificado como una propuesta populista, que apunta a reformas neocapitalistas (modificación del sistema con vistas a perfeccionarlo, no a suprimirlo) y, fundamentalmente, a la quiebra del marco de dependencia para afianzar una vía nacional de desarrollo”. ¡Y le parece poco!

El programa justicialista que votaron seis millones de ciudadanos no se aplicó nunca. Fue enterrado por el lopezreguismo antes de que llegara el terror militar y luego Carlos Menem lo tomó como guía para hacer exactamente lo contrario. Treinta años más tarde el resultado está a la vista: un peronismo vaciado y dividido ha perimido como factor de cambio y el país sigue cayéndose a pedazos en la peor crisis de su historia.

Contemplo el folleto amarillento de las “Pautas” y me pregunto dónde habrá quedado aquel espíritu que las hizo creíbles y votables aquel 11 de marzo.

Página|12, 11 de marzo 2003
 


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Hace 25 años

Por Norberto Galasso (2001)

"En el campo popular, todos acordamos acerca del carácter sanguinario e inhumano de la dictadura militar implantada un día nefasto de marzo, hace 25 años. De allí que, no obstante el tiempo transcurrido, permanezca fervoroso nuestro repudio y salgamos de nuevo a la calle a manifestar nuestra acusación contra los verdugos.

"Sin embargo constituiría un grave error nuestro enjuiciamiento a la conculcación de los derechos humanos, dejando en un cono de sombra otros aspectos de aquel "proceso" que también son de naturaleza siniestra.

La dictadura militar fue muerte, desaparición, tortura, secuestros, etc. pero fue también una victoria de la clase oligárquica y aplastamiento del proyecto popular, la represión de los Videla y Massera no derivó en la política económica entreguista y antipopular de Martínez de Hoz, sino que la política económica entreguista y antipopular de Martínez de Hoz, necesitó como condición insoslayable, la represión de los Videla y Massera.

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Eduardo Aliverti (Marca de Radio) - 30 años

Por eso el repudio del 24 de marzo de 1976 se carga de indignación y dolor por el baño de sangre, pero también debe señalar otros aspectos que sigan los sucesos políticos de los años posteriores a la dictadura: la reconversión de la clase dominante en una nueva oligarquía que entrelaza sus intereses con el imperialismo norteamericano, la división del movimiento obrero y liquidación de sus cuadros sindicales más combativos desde dirigentes a delegados de fábrica, el descabezamiento de la pequeña burguesía revolucionaria, por muerte o exilio de sus principales cuadros e infundiendo temor al resto de los sectores populares, el aplastamiento de gran parte del empresariado pequeño y mediano a través de la apertura económica. Es decir, se trata de transformaciones profundas de la sociedad argentina que hoy, a pesar de la "restauración" democrática, presionan decididamente sobre nuestro escenario político.

"Si no analizamos "el proceso" desde este enfoque amplio, es como si dijéramos que los dirigentes de la Triple Alianza dejaron al Paraguay en ruinas (con una población de ancianos y niños) porque eran siniestros y sanguinarios. Lo eran, sí, pero hay mucha más tela por cortar. El Paraguay era un modelo de desarrollo autocentrado que probaba la posibilidad de progresar desde lo nuestro y quebraba la excusa de que en virtud de un supuesto progreso - falso , por otra parte - había que entregarse al extranjero. Ahí reside la causa de tanta destrucción y tanta saña, que no disminuye la responsabilidad de los autores, sino que la muestra como una política de clase: el mitrismo porteño, el coloradismo montevideano y la clase dominante del imperio esclavócrata del Brasil. Necesitaban, para justificar su negocio con el imperio británico destruir al Paraguay.

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Escena 7 Ultima dictadura (1976-1983) forma parte de la intervención "Mayo, los Sonidos de La Plaza", presentado en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, el 5 de julio de 2003 y los sabados 9 y 16 de septiembre de 2006. (Si no aparece el reproductor clic en Track details)

Cien años más tarde -el imperialismo norteamericano, después de voltear al Gral. Torres en Bolivia y a Salvador Allende en Chile- aunó su esfuerzo al de la oligarquía argentina para cerrar el camino a "cordobazos", "rozariazos", etc. y elecciones con triunfos populares, que percibían como una cuchilla que pasaba muy cerca de sus gargantas. Aprovecharon, por supuesto, la frustración del 73 causada por los antagonismos internos del peronismo, la muerte de Perón y otros factores, pero estamos ciertos que la conspiración no empezó en febrero de 1976 sino en abril de 1973. y por eso su hombre clave es "Joe" Martínez de Hoz, con su pasado enraizado en la Sociedad Rural y su presente, de estrecha ligazón con Rockefeller.

"En aquellos vientos se originan las tempestades de hoy, después que el alfonsinismo administró "el modelo" y "el menemismo" lo profundizó: una nueva oligarquía integrada por grandes consorcios asociados al capital extranjero (a la cual solo le interesa el mercado interno cuando está cautivo), una sumisión total a los dictados de los organismos internacionales que nos coloca en posición de país colonial, una profundización notable de la expoliación capitalista, basada en la alta desocupación, que tira hacia abajo los salarios y anula conquistas sociales provocando una feroz redistribución del ingreso a favor del capital, en fin, un modelo económico nefasto y un escenario político donde faltan dos generaciones, una por muerte y otra, por temor y escepticismo, donde una dirigencia política caduca reitera discursos retóricos ante la absoluta indiferencia del pueblo, la desaparición de proyectos colectivos, solidarios y nacionales, reemplazados por proyectos individuales que priorizan los sobres negros a la difícil tarea de transformar una realidad.

"Si el repudio al "proceso" solo consistiese en restaurar las garantias individuales, nuy amplio sería el camino por delante para las propuestas "progresistas". Pero, precisamente, las propuestas "progresistas" se frustran porque el "proceso", si bien dio un paso atrás al convocar a elecciones en 1983, mantuvo el control que había logrado en los resortes fundamentales de la economía del país, incluso perfeccionándolo en los œltimos años. Y dentro de ese marco, no hay política posible a favor del campo popular por lo cual llevamos dos décadas de frustración en frustración.

Por la misma razón, confiamos en que las víctimas del modelo podremos nuclearnos en los próximos años para gestar un gran frente de liberación que apunte a destruir los eslabones de expoliación que impiden tomar el nuevo camino."


Carta del subcomandante Marcos a la Argentina digna

Subcomandante insurgente Marcos, Ejército Zapatista de Liberación Nacional

NOTAS RELACIONADAS: Notas del subcomandante Marcos

24 de Marzo del 2001, 18.00 hs. Hora de México.

A los niños, niñas, ancianos, ancianas, jóvenes, jóvenas, hombres, mujeres
de la Argentina.
América Latina, Planeta Tierra.

Hermanos y hermanas:
Aquí México Zapatista. Allá la digna Argentina.
Les habla el Subcomandante Marcos, a nombre de todos los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Queremos aprovechar que los hermanos y hermanas de Argentina nos dan la oportunidad de decir nuestra palabra en este acto que sirve para darle a la verdad y a la memoria el lugar que merecen.
Porque hay y ha habido quien creyó y cree que, asesinando personas, asesina también los pensamientos y los sueños que en veces son palabras y en veces son silencios. Quien así cree en realidad teme. Y su temor adquiere el rostro del autoritarismo y la arbitrariedad. Y en la resaca de la sangre busca la máscara de la impunidad y el olvido. No para que todo quede atrás, sino para asegurarse de que podrá de nuevo hacer actuar su temor sobre los que le son diferentes.
Nuestros más antiguos nos enseñaron que la celebración de la memoria es también una celebración del mañana. Ellos nos dijeron que la memoria no es un voltear la cara y el corazón al pasado, no es un recuerdo estéril que habla risas o lágrimas. La memoria, nos dijeron, es una de las siete guías que el corazón humano tiene para andar sus pasos. Las otras seis son la verdad, la vergüenza, la consecuencia, la honestidad, el respeto a uno mismo y al otro, y el amor.
Por eso, dicen, la memoria apunta siempre al mañana y esa paradoja es la que permite que en ese mañana no se repitan las pesadillas, y que las alegrías, que también las hay en el inventario de la memoria colectiva, sean nuevas.
La memoria es sobre todo, dicen nuestros más primeros, una poderosa vacuna contra la muerte y alimento indispensable para la vida. Por eso, quien cuida y guarda la memoria, guarda y cuida la vida; y quien no tiene memoria está muerto.
Quienes arriba fueron poder nos heredaron un montón de pedazos rotos: muertes aquí y allá, impunidades y cinismos, ausencias, rostros e historias emborronadas, desesperanzas. Y ese montón de escombros es el que nos ofrecen como tarjeta de identidad, de modo que decir "soy" y "somos" sea una vergüenza.
Pero hubo quienes fueron y son abajo. Ellos y ellas nos heredaron no un mundo nuevo, completo y acabado, pero sí algunas claves y pistas para unir esos fragmentos dispersos y, al armar el rompecabezas del ayer, abrirle una rendija al muro, dibujar una ventana y construir una puerta.
Porque es bien sabido que las puertas fueron antes ventanas, y antes fueron rendijas, y antes fueron y son memoria. Tal vez por eso temen los de arriba, porque quien tiene memoria en realidad tiene en su futuro una puerta.
Somos muchos y muchas los que al buscar la memoria estamos buscando partes de nuestro rostro. Quien nos pide que olvidemos, nos pide que sigamos incompletos, usando las prótesis que el Poder oferta.
Este día, en Argentina, en México y en otras partes del mundo, hay muchos y muchas guardianes de la memoria reuniéndose para una ceremonia tan antigua como la palabra: la del conjuro del olvido y la desmemoria, la de la historia.
Hoy, quienes tienen a la Argentina como patria, nos enseñan que quien camina la memoria, en realidad camina la vida. Y queremos que todos y todas ustedes sepan que escuchamos sus pasos y que, al escucharlos, recordamos que el principal atributo del ser humano sigue siendo la dignidad.
Digna Argentina: los zapatistas de México te saludan.
Vale. Salud y que nunca más la estupidez se permita democratizar el miedo y la muerte
Desde la Ciudad de México.

Subcomandante Insurgente Marcos
México, Marzo del 2001
6 de la tarde, hora de México

P.D.- No se acaben el churrasco, porque siempre me dejan la pura salsa chimichurri. Con el mate pueden proceder a discreción, pero no se acaben las empanadas. Nos vemos luego en la calle de Corrientes para echarnos una cascarita de fútbol y tararear un tango, porque la memoria también se guarda con el juego, la música y el baile.


La "tendencia", la burocracia y el socialismo: Entre el verticalismo burocrático y el frente gorila

Por Jorge Enea Spilimbergo, 1974

Primera publicación: En Izquierda Nacional N° 29 de mayo de 1974.

La Juventud Peronista se debate en un grave dilema cuyos términos parecen ser, por un lado, la capitulación ante las fuerzas burocrático-burguesas de su partido (en nombre de la "verticalidad"), y, por el otro, una ruptura que se da como regresión hacia la izquierda liberal y cipaya. Este conflicto de un movimiento que irrumpió tan espectacularmente hace poco más de un año se explica en parte por las debilidades políticas que presidieron su nacimiento. Y esas debilidades, a su vez, encuentran su clave en el desarrollo desigual y contradictorio de nuestras luchas político-sociales a partir de la gran ofensiva popular de mayo de 1969.

El término de referencia más general de la crisis es la contradicción entre la divisa "Patria Socialista", impulsora de todos los sectores dinámicos de JP, y la estructura histórico social inmodificable del peronismo como frente nacional muilticlasista constituido en 1945 bajo el liderazgo de la burguesía nacional. Esta contradicción potencial se hace actual y virulenta desde el definitivo retorno del general Perón y la renuncia del presidente Cámpora.

A partir de aquí la dirección de la "Tendencia" acentúa hasta el paroxismo el método mágico de explicación, como si quisiera ocultarse a sí misma la inconsistencia de sus propias premisas políticas: Perón es el custodio de la antorcha nacional y del socialismo; pero un cerco demoníaco de traidores lo rodea y aísla de los peronistas leales. En vez de indagar las fuerzas de clase que encarna la conducción peronista, los líderes de la "Tendencia" arbitran una "explicación" mitológica, enteramente irracional.

Técnicamente, esa explicación era posible cuando Perón estaba en Madrid; pero los hechos la desintegran con la presencia de Perón en la Argentina y en el gobierno. Entonces, los líderes más conspicuos de la "Tendencia" se escinden en dos alas. Un sector capitula, ya que no encuentra otro modo de reconciliación que la renuncia a los fines trascendentes que animaban el movimiento juvenil. El otro busca apoyo creciente en el centro y la izquierda liberaloligárquicos (Juventud Comunista, radicalismo, alfonsinistas, APR, etc).

Como el fenómeno "Juventud Peronista" expresa la ruptura de la pequeña burguesía democrática con la oligarquía liberal a la que estuvo aliada tradicionalmente (ruptura provocada por la crisis del orden semicolonial) y el giro de ese sector hacia posiciones más avanzadas y nacionales, la alianza de referencia, en el marco de las llamada Juventudes Políticas Argentinas, constituye un claro fenómeno de regresión.

También en esta falsa polarización (capitulación-gorilismo de "izquierda") pesa la incomprensión sobre la naturaleza de clase del peronismo. La clara progresividad del peronismo no emergía de su carácter proletario-socialista sino de su naturaleza nacional-democrática ("burguesa", por lo tanto) en un país semicolonial. La vieja izquierda cipaya deducía que el peronismo, al ser burgués, era reaccionario, olvidando las particularidades de la lucha social en un país dependiente y atrasado. Al nacionalizarse e izquierdizarse rompiendo con la oligarquía, pero sin revisar teóricamente las viejas premisas ideológicas, pareció necesario adjudicar a Perón una virtualidad socialista que éste jamás imaginó tener, y que se apresuró a desmentir brutalmente desde el primer día de su regreso definitivo al país.

¿Es preciso, por lo tanto, traicionar al socialismo para no "traicionar" a Perón, según piensan algunos? ¿O es Perón un traidor al demostrar que no hay lugar para el socialismo en su movimiento, como opinan otros?

En realidad, Perón permanece fiel a la constelación político-social que dio existencia a su movimiento en 1945, y ningún revolucionario socialista podrá dejar de apoyarlo contra los enemigos imperialistas y oligárquicos. Al mismo tiempo, la lucha por el socialismo, impuesta por la necesidad objetiva de trascender los estrechos límites capitalistas y burgueses de la revolución nacional, exige la constitución de un eje de reagrupamiento obrero y socialista en el cauce del movimiento nacional, un eje política, organizativa e ideológicamente independiente.

Cordobazo y peronismo

El punto de arranque es, naturalmente, el Cordobazo de mayo de 1969, mejor dicho, la serie de insurrecciones provinciales que, a partir de esa fecha, desbarataron los planes de la dictadura oligárquica, modificaron profundamente la relación de fuerzas e impusieron una salida electoral aunque condicionada por la proscripción de Perón (cláusula del 24 de agosto).

El Cordobazo se inscribe en una línea superadora del 17 de octubre de 1945. Ya no se trataba, como en las jornadas de 1945, de apuntalar a un sector del sistema gobernante contra el ala oligárquica y contrarrevolucionaria, sino de enfrentar por la vía de la lucha de masas al Estado oligárquico en su conjunto, apuntando más allá de los límites de la Argentina burguesa. Por eso, el gran movimiento espontáneo y acaso insurreccional de los pueblos del interior rebasó no sólo a los viejos partidos sino también a la dirección política y sindical del peronismo, que en ningún momento asumió práctica ni moralmente esas luchas. Esta verdad no sólo es aplicable a los sectores burocráticos (cualquiera sea la amplitud y aplicación que demos al término "burocrático") sino también a los combativos. No casualmente el nombre "Montoneros", trascendiendo sus límites originarios, ha pasado a designar a toda la "Tendencia", lo que de hecho significa que el asesinato de Aramburu (una oscura aberración política) pesa ideológicamente más que la gesta multitudinaria gracias a la cual la "Tendencia" pudo soñar con copar electoralmente el gobierno en aras de la Patria Socialista.

El interior aislado

Pero este nuevo nivel de lucha alcanzado por los pueblos del interior, si era suficiente para conmover rudamente el andamiaje de la dictadura militar e imponerle un retroceso en toda la línea, no bastaba para derrocarla infligiendo a la oligarquía una derrota decisiva. Para ello era preciso la extensión del movimiento a escala nacional y, sobre todo, la entrada en combate de la clase trabajadora de Capital y Gran Buenos Aires, centro estratégico del país, arrastrando tras de sí a las capas medias disconformes. La magnitud del escenario impedía que esta tarea pudiera quedar librada a la "espontaneidad" característica de las luchas libradas en Córdoba, Rosario, Corrientes, Tucumán, Mendoza, Catamarca, etc. Pero el papel de las altas jefaturas cegetistas y sindicales de Buenos Aires consistió, precisamente, en lo contrario: en sabotear y aislar al interior, convertidas en agentes miserables de la dictadura gorila.

La lucha por romper el cerco, descongelando militarmente al proletariado gran bonaerense se convertía de ese modo en la tarea central de toda corriente revolucionaria a partir de mayo de 1969, y en esa perspectiva nació el Frente de Izquierda Popular, bajo esa luz deben considerarse todos sus movimientos políticos y tácticos. Pero es un hecho de la mayor importancia que aunque la clase trabajadora del área metropolitana acompañó con su simpatía las jornadas del interior, no pudo romper la malla del bloqueo burocrático y ponerse ella misma en movimiento.

Esto impondría su sello sobre el proceso de expansión y apogeo de la Juventud Peronista.
El auge de la "guerrilla" (incluidas las "formaciones especiales" peronistas, para emplear el término con el cual Perón, sin haberlas promovido, las oficializó desde Madrid) es en este sentido, y pese a la bambolla interesada de la prensa y los gobiernos oligárquicos, un fenómeno de retroceso político, que se planteaba en relación inversa al apogeo del movimiento de masas, sin conexión (ni siquiera defensiva) con él. Ninguna experiencia ha aportado la guerrilla urbana argentina que pueda modificar o contradecir las conclusiones lapidarias sobre el terror y la violencia individuales del movimiento revolucionario intrernacional y sus teóricos reconocidos.

La disyuntiva de 1972

Así nos encontramos en 1972 con un movimiento popular y obrero que ha infligido fuertes golpes a la dictadura oligárquica, pero sin lograr una victoria decisiva frente al bloqueo metropolitano. Producto de esta situación de equilibrio es la salida transaccional de un llamado a elecciones con el peronismo pero sin Perón. El Frente de Izquierda Popular exigió al peronismo la defensa activa de la candidatura de Perón, fundándose en la extrema debilidad de la dictadura bajo los golpes de la ofensiva popular espontánea, y en la posibilidad consiguiente de barrer la proscripción con nuevas movilizaciones populares, inicialmente pacíficas. Al ser desoído este llamado, el FIP rechazó de plano el ingreso al Frejuli, prefiriendo perder bancas seguras a traicionar su razón de ser política.

Es cierto que Perón llegó de todos modos a la presidencia. Pero su acceso por la vía fría, sin movilización, no implica un mero camino alternativo sino el imperio de una correlación de fuerzas hegemónicas sustancialmente diferente.

¿Qué actitud asumían ante esta disyuntiva los líderes de la "Tendencia", durante el verano de 1972-1973? Dos actitudes íntimamente relacionadas. En primer término, negaban desdeñosamente toda realidad a las elecciones, simple "maniobra" de Lanusse. Bajo este anarquismo ultraizquierdista, según el cual la huelga general de mayo del 69 es Córdoba era menos importante que el asesinato de Aramburu, se escondía una subestimación enfática del movimiento de masas y una sobreestimación acorde del poder de la dictadura militar-oligárquica. En segundo término, no sólo Perón, o Cámpora, o Rucci y Gelbard, o los partidos del Frejuli, desoían la propuesta movilizadora del FIP, lo que era predecible al fin de cuentas, sino también los líderes de la "Tendencia" en cualquiera de sus ramas. Esta no hizo suya (mancomunada o unilateralmente) la única vía de desarrollo revolucionario abierta, que era la marcada por el FIP. Por el contrario, se sumó al proceso electoral bajo la divisa "Cámpora al gobierno, Perón al poder".

La capitulación originaria

En realidad el "fenómeno Juventud Peronista" es un fenómeno sumamente reciente. Se incuba en esas semanas preelectorales, eclosiona entre el 11 de marzo y el 25 de mayo, tiene sus días gloriosos con Cámpora y su hora de la verdad con el retorno del general Perón. La divisa de la Patria Socialista aparece como el espíritu animador de la marea.

Ya hemos visto cómo ese impulso lanzaba a toda una camada juvenil a la trituradora de una contradicción insalvable entre el socialismo y el carácter de clase de la conducción peronista. Señalemos ahora que el movimiento, pese a su apogeo espectacular, nacía impregnado de una especie de pecado original: la participación en la capitulación política del peronismo ante la dictadura militar oligárquica, que no otra cosa fue la candidatura de Cámpora, la negativa a apelar a la movilización de las masas.

La memoria es corta, y hechos recientes merecen recapitularse. La candidatura de Cámpora fue la respuesta de Perón a la cláusula proscriptiva, una "candidatura imposible", pues le alcanzaban los términos de la cláusula. De este modo el peronismo se aprestaba a dejar vacante su nominación presidencial, ocupar bancas y gobernaciones, y poner la presidencia en manos de Balbin. Lanusse, hábilmente, aceptó sin embargo aquella candidatura especulando con que el "desprestigio" de Cámpora forzaría la segunda vuelta. ¡Sólo el repudio apabullante cosechado por la dictadura oligárquica pudo desbaratar esta maniobra! En este marco es que crece y eclosiona la "Tendencia". La victoria electoral del 11 de marzo suministra el éxito inmediato necesario para ocultar los vicios de origen de una capitulación y alimentar la loca esperanza de que el peronismo pueda convertirse en eje socialista de la revolución nacional, sin los sudores del parto de construir junto a las masas una opción independiente.

La pequeña burguesía busca un eje

Por debajo de este proceso político se da el proceso de las clases sociales. Hemos visto que la clase social que alimenta el crecimiento vertiginoso de la JP es la pequeña burguesía democrática en trance de nacionalización e izquierdización. ¿Podrá esta pequeña burguesía –como clase- extraer de ella misma una opción independiente, socialista revolucionaria en el campo de la revolución nacional? La respuesta es obvia, y, también por eso, ninguna propuesta político-partidaria no asentada en una representación actual y concreta de la clase trabajadora en movimiento, era capaz de atraerla hacia un eje socialista revolucionario.

Pero el hecho decisivo pasaba a ser, entonces, la inmovilidad coyuntural del proletariado metropolitano, bajo el bloqueo del sistema político-sindical del peronismo. En esas condiciones, el único eje objetivo que se le presentaba a partir de su ruptura con el bloque oligárquico-imperialista era –para decirlo brutalmente- el eje de la burguesía nacional, es decir, el movimiento peronista. Quienes, como el FIP, asumían, con las banderas del 17 de Octubre y del 29 de Mayo, el eje estratégico de la revolución popular argentina –sus raíces y su proyección superadora- quedaban provisionalmente aislados, como lo revelaron, honrosamente, los resultados del 11 de marzo, no menos reivindicables que los del 23 de septiembre(*).

Sin embargo, esta convergencia hacia el eje de la burguesía nacional, no podía realizarse ingenuamente. El país había sido conmovido por poderosas mareas revolucionarias en un mundo que no era el de 1945. Si la pequeña burguesía había encontrado en el mito de la guerrilla el sustituto de la movilización revolucionaria de las masas a escala nacional, también debía proyectar sobre el eje nacional burgués hacia el cual convergía sus propias esperanzas socialistas, e impregnarlo de esas ilusiones. Era hasta cierto punto inevitable, y explica la incapacidad de llevar una lucha política real en defensa de sus puntos de vista, con mínimas garantías, dentro del movimiento o del Partido Peronista.

La tarea insoslayable

No moralizaremos sobre el hecho (aunque es preciso señalarlo) de que esta debilidad orgánica paga el precio de haber pretendido eludir una tarea insoslayable apelando a un falso atajo, ya que no es posible luchar por el socialismo en el seno de la estructura histórica de la "burguesía nacional". Por la mecánica interna de esa estructura, toda la legitimidad proviene del liderazgo unipersonal (bonapartista) del general Perón. Desgastada rápidamente (por la intervención directa de Perón) la retórica sobre los "traidores" que lo "cercan", cualquier oposición "socialista" queda desnuda e indefensa al llegar el momento de la verdad.

Pero esta segregación mecánica de los "herejes", ¿es una garantía de que llegarán a asimilar la experiencia y de que extraerán las necesarias conclusiones, incluidas (pues las alternativas abiertas no son indefinidas ni caprichosas) las referentes al papel del Frente de Izquierda Popular en el proceso político argentino?

La necesidad de esta reflexión es hoy más que nunca urgente, cuando vemos a ciertos líderes de la "Tendencia" retroceder hacia el pacto con la izquierda gorila en ese contubernio de las llamadas Juventudes Políticas Argentinas, y a otros, rendir las armas ante los sectores burocráticos y conservadores de su movimiento.

Fuente: Izquierda Nacional


11 de marzo 1973 - El día que votamos todos

Por Roberto Baschetti, Cena de la Agrupación Oesterheld
11 de marzo de 2002

8 de la mañana del 11 de marzo de 1973. Desde la noche anterior, entre mates y bizcochitos estamos en la Unidad Básica organizando a los compañeros que van a votar para elegir nuevo presidente. La consigna es que vayan todos a depositar su voto, para evitar la trampa de la segunda vuelta, el llamado "ballotage", orquestado desde el poder para frenar el avance de las masas peronistas.

Esta elección era nada menos, que el epílogo de una larga batalla de resistencia, en que la generación de nuestros Viejos primero y nosotros después, peleamos por el retorno incondicional de Perón a la Argentina. Dieciocho años de sacrificios y luchas, donde fuimos desenmascarando una a una todas las maniobras del régimen.

Como no pudieron acallarnos ni con la barbarie de los fusilamientos de Rojas y Aramburu; luego trataron de "integrarnos" con el maquiavélico Frondizi. Después vino el turno de Guido e Illia –muy democráticos por fuera, muy gorilas por dentro- y luego cuando todas las farsas se desmoronaban rápidamente, demostrando que el verdadero poder detrás del trono era el de los militares, estos se vieron obligados a dar la cara y gobernar sin intermediarios.

Onganía, Levingston y Lanusse, votados por nadie, recibieron el repudio generalizado y creciente de toda la población que los combatió como pudo, en todos los rincones del país, hasta conformar un gran Argentinazo que obligó a estos uniformados oligarcas, hijos del Pentágono, a llamar a elecciones como el mal menor, es decir, a arriesgarse a que su enemigo histórico, el Peronismo, les ganara una elección presidencial y gobernara por tercera vez nuestro país.

El 11 de marzo de 1973, votamos todos y fue un gran triunfo popular. El "Tío" Cámpora ganó las elecciones por más del 50% de los votos y Perón allanó su regreso definitivo a la Argentina.

Y cuando digo que votamos todos, también hago referencia a queridos "cumpas" que quedaron en el camino antes de esas votaciones, pero que seguían y siguen estando en nuestro corazón, y desde allí, desde el corazón quiero hoy rendirles este homenaje. Porque todos ellos, sin excepción, encarnaron con sus acciones y se despojaron de lo más preciado que tenían, sus vidas, para hacer realidad el deseo de todo un pueblo, que bien podía resumirse en esas dos palabras mágicas que todo lo podían y que eran: ¡PERON VUELVE!.

Hago referencia al heroico general Juan José Valle, fusilado a traición; nuestro hermano Felipe Vallese, que detenta el triste privilegio de ser el primer detenido-desaparecido; el "loco" Ricardo "Dulce de Leche" Ibarra muerto en un accidente automovilístico y del que el diario "La Nación" confirmó que "tenía pendientes varios pedidos de captura por pertenecer a organizaciones ilegales adictas al tirano prófugo". Santiago Pampillón, estudiante y obrero mecánico de Ika-Renault, asesinado por el Onganiato; el "Bebe" Cooke, abatido por lo único que lo podía abatir: un cáncer. Gerardo María Ferrari, el ex seminarista muerto en un enfrentamiento con la policía, que lo acusa de ser un peligroso pistolero y malviviente, lo que motiva la defensa pública de su persona por sus amigos sacerdotes y la Coordinadora de Movimientos y Comunidades de la Iglesia de Rosario. Emilio Mariano Jáuregui, asesinado a mansalva durante una manifestación de repudio a la visita del magnate yanqui Rockefeller al país. Raquel Liliana Gelín, "Estelista", la primera compañera mujer, caída en combate en un tiroteo con la policía provincial, allá por 1970 en Córdoba. Emilio Maza, combatiente de La Calera, acompañado en su entierro por más de 10.000 personas, pese al estado de sitio imperante. El Negro Sabino Navarro, correntino, integrante de la Juventud Obrera Católica y delegado del sindicato de Mecánicos, que, aún rodeado en las sierras de Córdoba por miles de efectivos no se entrega con vida, y la dictadura militar, cuando encuentra su cuerpo, manda cortar sus manos para poderlo identificar.

Como no recordar a los pibes Belloni y Frondizi. Manuel Belloni, fundador de la Juventud Peronista de San Fernando y masacrado en Rincón de Milberg, Tigre, junto a su amigo Diego Ruy Frondizi en un enfrentamiento trucho; el "paragua" Carlos Olmedo, quizá uno de los teóricos más importantes que tuvieron las FAR y que muere al tratar de secuestrar a un alto ejecutivo de la Fiat, empresa que había dejado a miles de trabajadores en la calle. El "Dani" Balbuena, militante en La Plata de las Fuerzas Armadas Peronistas, que solía decir a sus interlocutores: "No tomé en mis manos la violencia por la violencia misma, antes de armarme de un fusil me armé de una verdad y después me puse a servirla". Jorge Juan Escribano, montonero. que le escribía a sus padres desde la clandestinidad para decirles que: "a los que viven en las Villas no les damos de comer con exclamar ´Pobre gente´. La solidaridad, la verdadera solidaridad con el que sufre, se da tratando de poner el hombro a su lado, y los ideales tienen validez cuando los hacemos valer, aunque nos cueste la vida". Carlitos Capuano Martínez, el flaco estudiante de arquitectura, que dejó la vida en Barracas para salvar a otros dos compañeros de una ratonera policial; los 16 masacrados en Trelew entre los que se contaban la profesora de matemáticas María Angélica Sabelli, Susana Graciela Lesgart de Yofre maestra rural y Mariano Pujadas, estudiante de agronomía, todos ellos peronistas revolucionarios. Tampoco quiero olvidarme de Angel "Tacuarita" Brandazza, secuestrado, torturado y muerto por efectivos del Segundo Cuerpo de Ejército en Rosario. Y la lista, esta trágica lista puede seguir largamente

Por eso digo que ese día votamos todos, los que dejaron la vida y también los que ayudaron a mantener bien en alto las banderas peronistas: aquellos anónimos que tuvieron la valentía de acusar con nombre y apellido a los profanadores del cadáver de nuestra querida e inolvidable compañera Evita; por otro lado, los compañeros Rodolfo Walsh y Salvador Ferla que documentaron los fusilamientos de 1956 en inolvidables libros; también los miles y miles de militantes sindicales que recuperaron uno a uno los sindicatos intervenidos por la Fusiladora y por su lealtad a la causa popular llenaron las cárceles de todo el país. Es un deber así mismo recordar a los compañeros que ocuparon el Frigorífico Lisandro de la Torre para evitar su entrega y privatización en enero de 1959 al grito de ¡Patria Si, Colonia no! Entre ellos estaban, vale la pena recordar: Sebastián Borro, Avelino Fernández, Gustavo Rearte, Jorge Di Pascuale y mi querido amigo Cachito El Kadri. Y como se siguió resistiendo a la entrega del país, el gobernante de turno impuesto desde el Norte –Frondizi- instrumentó el Plan Conintes que nuevamente atiborró las prisiones de patriotas. Y también en ese mismo año aparece la primera guerrilla peronista, en el medio rural, los Uturuncos, y quizá los compañeros más antiguos que hoy nos acompañan se acordarán de las estrofas de esa zamba que el pueblo argentino esperanzado cantaba todos los días, como una letanía, en los ingenios azucareros y tabacaleros del norte de nuestro país: "El jefe uturunco viene por los valles de Tafí; la Patria lo espera y tiene, un corazón y un fusil".

Y sigamos haciendo memoria. Los programas revolucionarios de La Falda y Huerta Grande y esa epopeya popular que fue el 18 de marzo de 1962 cuando el compañero Andrés Framini, -otro querido amigo que ya no está- fue ungido gobernador de Buenos Aires por el voto popular. Parece aún hoy escucharse el eco de aquel grito de guerra: ¡Framini, Anglada, Perón en la Rosada! Y si vamos adelante en el tiempo, en el gobierno radical de Illia, debería recordarse a aquellos muchachos peronistas llenos de ideales que asqueados de unas FF.AA. monitoreadas desde Washington, y luego de unas elecciones fraudulentas donde el nuevo presidente fue elegido con sólo el 23% de los votos y el peronismo proscripto, recuperaron el sable de San Martín porque "La juventud argentina se ve forzada a realizar un acto heroico (…) aquella espada, la purísima espada del Padre de la Patria, aquel sable repujado por la gloria, aquella síntesis viril y generosa por la Patria, por milagro de la fe, volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional. Desde hoy aquella espada que un día el Libertador, en plena lucidez legara al brigadier general Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción con que viera la defensa de su patria frente a las agresiones del imperialismo, dejó su reposo en el Museo Histórico Nacional para brillar de nuevo en magno combate por la reconquista de la argentinidad. Desde hoy el sable de San Lorenzo y Maipú, quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista…"…… Y un año más tarde, ya en 1964, el Plan de Lucha de la CGT; una experiencia fundamental de lucha de la clase trabajadora, a punto tal que 3.913.000 trabajadores ocupan 11.000 establecimientos industriales. El 75,4% del total de los asalariados, según el censo de población de 1960, responde al Plan de Lucha, que reclamaba entre otras cosas el regreso de Perón a su patria.

En fin todas estas luchas entroncan con las de mi generación, con el ejemplo revolucionario de todos esos compañeros que nombré anteriormente, al principio de este recordatorio.

Por eso reafirmo una vez más, para terminar, que ese día, el 11 de marzo de 1973, votamos todos, los que dejaron la vida y los que seguimos aún hoy en estos momentos críticos y difíciles, adelante, seguros y solidificados en nuestros principios para hacer en un futuro más bien próximo, la Patria de todos: Justa, Libre y Soberana, como la soñaron Perón, Evita y todos nuestros mártires, un mandato histórico que inexorablemente será cumplido.


El relevo de Cámpora

Los hechos que rodearon el relevo del presidente Cámpora siempre tuvieron perfiles brumosos. A diez años de aquellos sucesos, SOMOS habló con protagonistas claves y consiguió revelar la intimidad del proceso.
Las dos reuniones en Gaspar Campos. Los cargos contra Cámpora. La enfermedad de Perón. La restitución del grado militar.

[Revista Somos, septiembre 1983]

El charter ya perforaba la madrugada sobre el Atlántico, cuando Perón sintió una llamarada de dolor debajo de las costillas. Le pareció que era ese problema duodenal que de tanto en tanto lo ponía en jaque y por eso echó mano a las pastillas de alcalino que siempre llevaba con él. Pero esta vez no le calmaron el dolor. Atrás, en la cabina, venía un mundo de gente y allí Cámpora -el presidente- prodigaba su prolija sonrisa ajeno a la escena que en ese momento vivía su jefe. Y también, por supuesto, ajeno a la otra escena que no muchas horas después iba a vivir, nervioso y congestionado, en la casa de Gaspar Campos.
-El general está con frío. La calefacción está muy baja -dijo el presidente de la Cámara de Diputados.
-¿A usted le parece, Lastiri? -inquirió, preocupada, Isabel.
Lastiri le acercó un vaso de whisky y al rato el general empezó a sentirse mejor. Y no sólo él, sino también las otras cinco personas que viajaban en el compartimiento: Isabel Perón, Raúl Lastiri, el ministro Antonio Benítez y las mujeres de ambos. Perón había tenido una angina de pecho. Había caminado por la mortal comisa del infarto.
En Ezeiza ya habían empezado los desórdenes, que dejarían como saldo decenas de muertos, cuando el avión llegó a Porto Alegre. El vicepresidente -pero entonces presidente en ejercicio- se comunicó con Cámpora: -El charter no puede aterrizar en Ezeiza -resolvió Vicente Solano Lima. Cámpora discutió un momento con el vicepresidente. No podía creer o entender lo que estaba pasando. El charter aterrizó en Morón. Allí, Perón se encaró con el ministro Esteban Righi:
-La culpa la tiene usted, chiquilín, que no ha sabido hacer las cosas. Algunos testigos aseguran que Perón,
visiblemente enojado, lo increpó con algo más que ese chiquilín despectivo al ministro del Interior del presidente Cámpora. En el fárrago, las crónicas de ese día -informadas de apuro y tangencialmente- maliciaron no sin cierta puntería: ". . .el general Perón no estaría bien de salud" y ". . .el ministro Righi habría presentado la renuncia". Pero durante casi una veintena de días -hasta que la noticia fue anticipada por Solano Lima a un grupo de periodistas casi exactamente a las diez y media de la noche del jueves 12 de julio de 1973- ignoraron que en los hechos Cámpora ya había perdido el puente de mando de la Casa Rosada en la mañana del 21 de junio, justo un día después de la matanza de Ezeiza.

Las razones más íntimas que impulsaron a Perón a designar a Héctor J. Cámpora, primero su delegado personal y más tarde candidato a la Presidencia, seguirán siendo materia de polémica. Se ha hablado de su docilidad, de sus largos años de militancia, de su lealtad al jefe. Pero días pasados, un ex ministro del gabinete de Cámpora, también ex ministro del gabinete de Perón y hombre de la vieja guardia peronista añadió otro argumento: "¿Por qué Cámpora? Habrá otras razones. No las niego. Pero ésta fue fundamental: Cámpora era un hombre al que las Fuerzas Armadas -para decirlo gráficamente- no lo tragaban por nada del mundo. Y Perón calibró que si los militares terminaban aceptando a Cámpora, con él no tendrían después el más mínimo problema".

Perón pasó la noche del 20 de junio en la residencia de Olivos. El 21, muy temprano y sin que Cámpora fuera enterado, salió de la quinta presidencial por la puerta 5 eludiendo la gruesa guardia periodística. Un poco después llegó a su casa de Gaspar Campos 1065. Entre las 7 y las 8 y media de la mañana empezaron a sonar los teléfonos en las casas de los ministros del gabinete de Cámpora. Pero no en la de todos. El mensaje, detrás del cual bien pudo haber estado la propia voz de José López Rega, era muy simple: -Véngase a Gaspar Campos que el general quiere hablarle.
El gabinete se reunió con la notoria ausencia de Esteban Righi, ministro del Interior, y de Juan Carlos Puig, ministro de Relaciones Exteriores. Era el ala izquierda de Cámpora, otro notorio ausente en los primeros tramos de la reunión.
Los ministros estaban apichonados, sentados a esa mesa ubicada en una de las salas de la planta baja de Gaspar Campos. "Imagínese -recordó días atrás ante SOMOS uno de aquellos ex ministros-. El jefe nos estaba diciendo que no le era grato el mundo que rodeaba a Cámpora. Que contrariaba no sólo sus ideales sino también sus propósitos. Quería un gobierno serio, prudente. Grato a la mayoría de los argentinos. Y bueno, al fin y al cabo, aunque nosotros éramos de la vieja guardia, lo cierto era que también éramos los ministros de Cámpora."
Todo parece sugerir que Cámpora notó rápidamente en Olivos la ausencia de Perón que era más madrugador que él. Inmediatamente se puso en marcha hacia Gaspar Campos. Cuando entró, Perón ya estaba hablándole a sus ministros. Era una atmósfera de enorme tensión. El edecán, coronel Corral, quiso retirarse. Pero Perón, adelantando un tanto su mano, lo detuvo:
-No. No. Quédese. Era obvio que quería tener un testigo militar.
"Entonces -recordó ante SOMOS uno de los asistentes a aquella reunión cumbre- el general le reprochó a Cámpora, en términos muy duros, la infiltración izquierdista en el gobierno. Y le criticó los nombramientos que, dentro de esa tendencia, había producido. Perón levantaba el dedo índice mientras hablaba. Yo nunca lo había visto así. Estaba muy enojado, muy disgustado. Estaba marcada ya la ruptura con Cámpora." La reunión duró algo menos de una hora. Los cronistas apostados a dos cuadras de la casa de Gaspar Campos (no era posible acercarse más) detectaron la llegada de algunos de los ministros. Pero eso, claro está, era algo natural: al fin y al cabo Perón estaba de vuelta en el país. Sin embargo esa reunión había sido crucial. El día 23 los cronistas también vieron pasar rumbo a la casa de Perón a Benito Llambí, director de ceremonial de la Cancillería. Pareció una visita de rutina. Pero en ese encuentro Perón le ofreció el Ministerio del Interior. Entre la vieja guardia peronista se comenta que Perón había sugerido los nombres de Antonio Benítez para la cartera de Interior y posiblemente a Llambí para Relaciones Exteriores. Pero Cámpora, presionado por la Tendencia, negoció los nombres de Righi y Juan Carlos Puig. Cuando subió Lastiri, éstos fueron los dos únicos cambios que se produjeron en el gabinete. Llambí fue a Interior y Juan Vignes a la Cancillería.

Esa noche del 21 de junio de 1973 Perón pronunció un enérgico discurso. Lo armó sobre el esqueleto que había preparado ya en España para redondear con la improvisación tras su llegada a Ezeiza. Tal vez (siempre se pensó así) en cuanto conoció los trágicos desórdenes corrigió algunos párrafos y añadió otros. En ese discurso llamó a un acuerdo nacional ("...Este es un problema que lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla nadie. Por eso deseo hacer un llamado a todos para que comencemos a ponemos de acuerdo...") y lanzó sugestivos dardos:
- Los peronistas tenemos que retomar a la conducción de nuestro movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo o desde arriba.
- Deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal.
- A los enemigos embozados, encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia, suelen hacer tronar el escarmiento.

La noche del 26 de junio Perón volvió a sentir los dolores que lo habían asaltado en el avión. A la mañana siguiente se levantó tarde. En la planta baja lo esperaba Osvaldo Carena, médico de la Fundación Eva Perón: - Discúlpeme que lo haya hecho esperar, doctor. Pero tuve una mala noche. El dolor en el pecho era fuerte v tuve que abrir una ventana para poder respirar. El médico no tuvo dudas:
-General, vamos a volver arriba por el ascensor y se va a quedar en cama. Le voy a hacer un electrocardiograma. El electro no dio las señales corrientes de un infarto, pero tampoco era normal. De todos modos exámenes posteriores lo confirmaron. El doctor Pedro Cosio al pie de la escalera donde estaban Isabel y López Rega, les dijo que ante un infarto, por chico que fuera, era necesario internar al enfermo en un área de cuidado intensivo. Entonces encontró esta respuesta insólita y sugestiva: De ninguna manera. De ninguna manera -casi gritó López Rega-. Esto va en detrimento del prestigio político del general. Cómo van a elegir presidente a un enfermo. . . Perón estuvo en cuidado intensivo durante cinco días. No hubo recaídas y a la semana se retiró al médico de guardia. Los miembros del gabinete y el propio vicepresidente Vicente Solano Lima recibieron una sorpresiva convocatoria que al parecer piloteó (por lo menos en algunos casos) Raúl Lastiri: debían concurrir a una reunión de gabinete a realizarse en Gaspar Campos. Fue el miércoles 4 de julio de 1973 y la información oficial aseguró que se había tratado la ley de ministerios. No fue así. Perón recibió a los funcionarios en la planta baja, los convidó con café, departió apenas unos momentos casi protocolares y subió al primer piso. Isabel Perón se sentó en una de las cabeceras de la mesa, en el espacioso comedor de la casa de Gaspar Campos. A su lado se sentó Cámpora. Del otro, se ubicó López Rega. Solano Lima ocupó la restante cabecera flanqueado por dos ministros influyentes: José Ber Gelbard, que timoneaba la economía, y Ángel Federico Robledo, que desde Defensa piloteaba el sutil rumbo que terminaría -pocos días después- con la restitución al viejo caudillo del grado y los honores en el Ejército. López Rega se frotó las manos y empezó a hablar. "Fue una reiteración de cargos contra Cámpora -reveló días pasados a SOMOS uno de los asistentes-. Criticó la gestión del presidente que había dado lugar a la inserción en el gobierno de grupos jóvenes de extrema izquierda." La exposición del todopoderoso ministro de Bienestar Social duró unos ocho o diez minutos. Cámpora tenía la cara congestionada.

El lunes pasado, en su departamento de la Avenida Santa Fe al 1500, el ex vicepresidente Vicente Solano Lima recordó ante SOMOS algunos pormenores de aquella tensa reunión:
-¿Cómo se defendió el presidente Cámpora?
-Dijo que había sido elegido presidente con la conformidad del general Perón. Que le era leal. Y que si alguna vez discrepaba, elevaría su renuncia inmediatamente. Dijo además que él había recorrido todo el país y que había logrado la certidumbre de que el pueblo quería ser gobernado por el señor general don Juan Domingo Perón, como él decía siempre.
-¿Quién habló más tiempo, él o López Rega?
-El habló menos que López Rega. Se defendió con gran fervor. Reiteró una y otra vez que él se ajustaba a lo que Perón resolviera y que había sido siempre profundamente peronista. Lo cual era verdad.
-Pero ya López Rega había producido la crisis.
-Claro. Entonces pidió la palabra Robledo. Y yo dije: "Señor ministro: me siento aludido por las palabras que se han pronunciado aquí. Le pido que difiera por un momento el uso de la palabra". Me dijo que sí y entonces yo dije: "Como lo ha señalado el señor presidente de la Nación, el pueblo argentino quiere ser gobernado por el general Juan Domingo Perón. Para que ello sea posible presento en este mismo acto mi renuncia indeclinable de vicepresidente". Porque si renunciaba Cámpora y yo no renunciaba, la presidencia me tocaba a mí. Los ministros sabían ya de qué se trataba porque para eso habían estado en la reunión del 21 de junio. Y Solano Lima también. Había mantenido una conversación previa con Perón en la que entre otros temas políticos el viejo caudillo sacó a relucir algunos otros reproches al presidente Cámpora.
Las renuncias, que recién estallaron en los titulares de los matutinos del viernes 13 de julio se produjeron, en realidad, en esa reunión ampliada de gabinete del miércoles 4. Allí se formó, entonces, una comisión que, presidida por Solano Lima e integrada por los ministros Benítez y Righi, tomó en sus manos la solución de los últimos detalles, que no eran pocos.
Había algunos interrogantes sobre la instrumentación legal que requeriría el previsible traspaso del poder a Juan Perón. En el Congreso, la demanda de textos constitucionales a la biblioteca parlamentaria fue formidable. Es que la cuestión no era fácil. El artículo 72 de la Constitución especifica que en caso de enfermedad, ausencia de la Capital Federal, muerte, renuncia o destitución del presidente, el Poder Ejecutivo será ejercido por el vicepresidente. Solano Lima ya había allanado este camino. Pero además estaba la ley de acefalía, sancionada en 1868. Y esta ley especificaba que la sucesión correspondía al presidente provisional del Senado, en segundo término al presidente de la Cámara de Diputados y en tercer lugar, al titular de la Corte Suprema de Justicia. El senador Alejandro Díaz Bialet era el señalado por los textos legales. Pero este parlamentario no pertenecía al círculo más íntimo de Perón. La solución fue encontrada rápidamente: Díaz Bialet pediría licencia para realizar una misión oficial en el exterior cuya duración se prolongaría lo suficiente como para justificar que asumiera como presidente de la Nación el titular de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, yerno de José López Rega. Se informó entonces que Díaz Bialet cumpliría una misión en el exterior para fijar la posición argentina en la IV Conferencia de Países No Alineados. La reunión, en la que Díaz Bialet asumió el rango de embajador extraordinario y plenipotenciario en misión especial, empezó el 29 de agosto, en Argel. Ya no había escollos y la Asamblea Legislativa que debía aceptar las renuncias de Héctor J. Cámpora y de Vicente Solano Lima -y al mismo tiempo ungir a Raúl Lastiri- se reunió el viernes 13 de julio. A las 10 de la mañana las galerías del recinto rebosaban de público fácilmente reconocible como del sector gremial, poco dispuesto a ceder espacio ante una posible embestida de los sectores de izquierda que ya habían levantado el slogan: "el pueblo ya lo dice, Cámpora es el vice". Es que unas 48 horas antes, desde Corrientes, el vicegobernador bonaerense -y caudillo metalúrgico- Victorio Calabró había lanzado una proclama que retumbó en todo el país: "Estando el general Perón en la Argentina, no puede ser presidente de la República nadie más que él. No puede ser sólo poder. Debe ser a corto plazo, ya, gobierno y poder". A las cuatro de la tarde entró al recinto el grueso de los legisladores. A las ocho y media, la Asamblea Legislativa consagró a Lastiri en la Presidencia. Se entonó el Himno y se dio por levantada la sesión. En la calle, algunos se entusiasmaban con la posibilidad de la fórmula Perón-Balbín. Asaltado por los periodistas Balbín (que estaba al tanto de los hechos) dijo: "Aquí pasa como con el muchacho que dice estar de novio y todos lo saben. . . menos la novia. El único que no lo sabe soy yo". Pero se guardó la picardía rápidamente y con tono serio apuntó: "Esto no hace a la determinación de un hombre".
No sólo los nombramientos fuera de línea (que por supuesto no se detenían en el escalón ministerial) pudo achacarle Perón a Cámpora. En menos de 30 días de gobierno se habían sumado los motines en las cárceles, el erp y los montoneros habían copado el aeropuerto de Tucumán, muchos ejecutivos extranjeros dejaban el país, en pocas semanas se habían sumado más de una docena de secuestros personales, y un avión de Aerolíneas había sido desviado hacia Cuba. Pero si esto era preocupante no lo era menos la vigorosa infiltración que los sectores de ultraizquierda estaban llevando a cabo en los organismos estatales que, además, al menor conflicto se paralizaban o eran tomados por el personal o por activistas. Había una visible pugna interna entre las fracciones del peronismo que Cámpora no alcanzaba a gobernar. La situación era realmente dramática y tocó el nervio político de Perón: había venido dispuesto a dar su toque en las grandes líneas de gobierno, pero la situación lo impulsó a relevar a Cámpora y tomar las riendas en sus manos. Estaba enfermo y eso lo entristecía, pero Cámpora, a las 11 de la mañana del jueves 12 de julio le alegró también la vida: le había llevado el decreto que le restituía el grado y los honores en el Ejército Argentino. Automáticamente pasaba también a retiro, pero ya se sentía mejor cuando el martes 10 recibió la visita del comandante Jorge Raúl Carcagno y al día siguiente la del almirante Carlos Alvarez y la del brigadier general Héctor Luis Fautario.
Roberto Fernández Taboada y Pedro Olgo Ochoa.

Fuente: www.magicasruinas.com.ar


La caída de Isabel

Historia secreta de la caída de Isabel Perón

[Revista Somos, septiembre 1983]

Fue recién a principios de 1976 -y no antes- cuando el golpe militar se hizo irreversible. ¿Cuándo y cómo se montó el plan que fijó el Día D, Hora H? Los detalles de un hecho que cambió la historia del país. Las reuniones clave.

Cerca de las siete de la tarde del lunes 22 de marzo de 1976 se pusieron en marcha, desde distintos puntos de la capital, las pequeñas caravanas de los autos oficiales. La presidente Isabel Perón había citado, imprevistamente, a una reunión cumbre del peronismo:
-Los he citado para tratar esto: todos los diarios hablan de golpe. La presidente habló con tono pausado, sin mostrar síntomas externos de tensión. Sobre la larga mesa de acuerdos del despacho presidencial se abatió un denso silencio. Unos minutos antes Deolindo Felipe Bittel, el vicepresidente primero del Partido Peronista, había relatado brevemente sus conversaciones con Balbín en procura de conseguir estirar las pocas horas de vida que le quedaban al gobierno. No había esperanzas.
-Deben venir los comandantes para que se definan. Esta amenaza permanente de golpe le ha hecho perder al Estado sus últimos vestigios de autoridad-, propuso el ministro de Defensa, José Deheza.
-No -replicó inmediatamente Ítalo Luder, vicepresidente del Senado-. Esa definición tiene que pedirla usted, como ministro de Defensa. Hay que preservarla investidura presidencial. Y además hay que moverse de modo de tener otra instancia.
El ministro citó a los comandantes en jefe para que se presentaran en su despacho a las diez de la mañana del martes 23 de marzo. En realidad fue un acto inútil: la suerte hacía tiempo que estaba echada.

El inestable esquema de poder que había intentado fundar José López Rega se derrumbó al atardecer del sábado 19 de julio de 1975. Fue el primero de los intentos frustrados que crecieron en procura de aprovechar el enorme vacío de poder dejado por la muerte de Perón. Y no iban a pasar treinta días antes de que naufragara el segundo, urdido en los cuarteles por algunos sectores nacionalistas del Ejército.
El 14 de agosto fue un día negro para el gobierno de Isabel Perón. El diario La Prensa encendió en esa jornada la larga mecha del famoso cheque de la Cruzada de Solidaridad (el cheque, librado por la Presidente, apareció luego depositado en el juicio sucesorio de Juan Perón). Aunque esta denuncia se convertiría con el tiempo en una de las más agudas estocadas que recibió el gobierno peronista, algo más sutil y definitivo había ocurrido ese mismo día en el quinto piso del edificio Libertador. Allí se enfrentaron las dos tesis castrenses: profesionalismo integrado versus profesionalismo prescindente. La corriente nacionalista (para no pocos observadores políticos se trataba en realidad de una corriente nacionalista-populista) que lideraba el comandante Alberto Numa Laplane, había conseguido conquistar ya una cabecera de puente en el gobierno: el coronel en actividad Vicente Damasco estaba al frente del Ministerio del Interior. Pero este paso al frente no había sido consultado ni era compartido por los otros sectores del arma. En esa crucial reunión del 14 de agosto el comandante Numa Laplane compulsó fuerzas y vio que estaba en minoría. Sólo dos de los nueve generales presentes se volcaron por la tesis del profesionalismo integrado, una especie de avenida de doble mano en la cual el arma se integraba al gobierno con voz y voto y como contrapartida la administración de Isabel Perón recibía una dosis de poder.
De los siete generales restantes uno se mantuvo en una posición de tibio apoyo al comandante, pero los otros seis se inclinaron decididamente por el profesionalismo prescindente. A este sector -mayoritario- no le atraía en lo más mínimo la idea de tener algún tipo de corresponsabilidad con el gobierno. El desenlace de la crisis no podía tardar. Para colmo, en esos días apareció en un zanjón el cadáver del mayor Argentino del Valle Larrabure, secuestrado un año atrás por el nutrido comando terrorista que había copado la fábrica militar de Villa María. Los trescientos setenta y dos días de cautiverio y torturas a que fue sometido Larrabure elevó a grados extremos la tensión emocional en el Ejército.
El 26 de agosto los comandantes de los Cuerpos II (Viola), III (Delía Larrocca) y V (Suárez Masón) enviaron los radiogramas que muchos ya se veían venir la exigencia del pase a retiro de Numa Laplane y de Damasco. Isabel Perón ratificó su confianza en el comandante y de hecho quedó así involucrada su autoridad por el conflicto castrense, mientras las fuerzas políticas y sindicales expresaban que el problema era de orden "estrictamente militar".
En la mañana del 27 de agosto asumió la comandancia Jorge Rafael Videla. La promoción 74, inocultablemente antiperonista, era a partir de ese momento mayoría en la cúpula del Ejército.

A las siete y media de la mañana del jueves 18 de diciembre de 1975 el brigadier José María Klix atendió el teléfono:
-Venga urgente al Cóndor. Al comandante lo acaban de embolsar en Aeroparque y lo tienen detenido. Parece que la sublevación la encabeza Capellini.
Klix era el brigadier más antiguo y debía tomar el mando. Lo que le habían anticipado por teléfono era exacto. El comandante Héctor Luis Fautario estaba detenido por los sublevados. La rebelión que había empezado en la base de Morón se había extendido al Aeroparque. A media mañana pilotos que respondían al brigadier Jesús Orlando Capellini sobrevolaron rasantes la Casa de Gobierno. Otros aviones pasaron sobre las bases rebeldes en misión disuasiva. "El Poder Ejecutivo, que por cierto no le resta importancia a este episodio, resolvió el conflicto designando por decreto N° 3971 comandante general de la Fuerza Aérea al brigadier Orlando Ramón Agosti, quien asumió su cargo esta misma noche. Queda con esto superado el conflicto planteado", dijo el ministro Ángel Robledo en el mensaje que ese mismo jueves 18 dirigió al país.
"Que el comandante general del Ejército asuma en nombre de las Fuerzas Armadas la conducción del gobierno nacional como un deber ineludible con la Patria", incitó Capellini en una proclama. El general Videla cursó entonces un radiograma a las unidades del Ejército. El punto segundo decía: "La crisis planteada en el seno de la Fuerza Aérea se proyecta al plano institucional y nacional. En cuanto al primero, el Ejército es prescindente por cuanto entiende que debe resolverse dentro de aquella institución. En lo que respecta al plano nacional, el suscripto no comparte la solución propuesta. No obstante se reclamará a las instituciones responsables, en nombre de los intereses supremos de la República, que actúen rápidamente en función de las soluciones profundas y patrióticas que la situación exige". Capellini recién depuso su actitud en la madrugada del día 23. En Morón, los vecinos habían pintado carteles. Decían: ¡Viva la Base! Hoy se sabe que ésos fueron los días clave. "Puede decirse que a partir de entonces el gobierno empezó a jugar tiempo de descuento", confió a SOMOS días pasados un alto jefe militar. Pero algo faltaba para elevar la tensión militar estalló el ataque que por lo menos dos centenares de terroristas llevaron frontalmente contra el Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo al atardecer del 23 de diciembre, cuando aún no se habían ahogado los ecos de levantamiento de Capellini. En medio del fárrago casi pasaron inadvertidos dos hechos políticos trascendentes. El gobierno había adelantado las elecciones generales partir del próximo 17 de octubre ("Una fecha agresiva", dijo al día siguiente Ricardo Balbín en un reportaje) y el MID se había separado del Frente Justicialista de Liberación. El 24,Videla habló desde Tucumán, donde el Ejército enfrentaba a la guerrilla rural: "La inmoralidad y la corrupción deben ser adecuadamente sancionadas. La especulación política, económica e ideológica deben dejar de ser medios utilizados por grupos de aventureros para lograr sus fines. El orden y la seguridad de los argentinos deben vencer al desorden y la inseguridad. Así -sólo así-, la República toda recobrará su fe y el espíritu nacional que hasta no hace mucho la había caracterizado". Las versiones de esos días indicaron que había un emplazamiento de 90 días al gobierno. Las tres fuerzas habían superado ya un punto de fricción: Héctor Luis Fautario no aseguraba a los comandantes de las otras dos armas la cohesión monolítica que Videla y Massera habían acordado ya como condición sine qua non para encarar el movimiento militar. Muy reservadamente y sin más explicaciones que las estrictamente necesarias, la orden de empezar a trabajar en planes de gobierno partió el 2 de enero desde los comandos. Y las planas mayores empezaron inmediatamente su tarea. Los secretarios generales de cada arma (eran los asesores políticos de los comandantes) se constituyeron en los coordinadores del operativo y se designaron comisiones y equipos cada uno con una misión determinada: relaciones internacionales, economía, política interior, sindicatos, medios de prensa. A su vez, se formaron equipos muy específicos cuya misión sería la de ejecutar en los hechos el cambio de gobierno. Estos equipos salieron de la órbita de los secretarios generales para quedar directamente en jurisdicción de cada jefatura operativa. Uno de ellos tuvo a su cargo la planificación más delicada: el operativo que debía concluir incruentemente con la detención de Isabel Perón.

Siempre se habló de un supuesto Operativo Aries, sobre el que finalmente se habría montado el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Según los comentarios, este plan no hacía referencia a golpe alguno o toma de poder. Consideraba, eso sí, los cursos de acción ante una grave emergencia nacional. En los últimos días, al reflotar SOMOS algunos de los detalles sobre cómo se ejecutó el movimiento militar, la pregunta fue llevada ante altos jefes militares que participaron en él. Ninguno lo recordó específicamente. Pero Aries bien pudo ser la clave de una fecha tope: este signo del zodíaco empieza el 21 de marzo.

Según el relato de uno de los ministros del último gabinete de Isabel Perón, el 18 de febrero el jefe de la SIDE, general Otto Paladino, le informó a la Presidente que si no presentaba la renuncia el golpe era inevitable. Entonces Isabel Perón consultó a su ministro de Defensa.
-Vea doctor, no voy a renunciar aunque me fusilen porque mi renuncia significa la división, la dispersión del movimiento peronista. No voy a hacerlo porque eso sería claudicar y traicionar el legado que me dejó Perón.
-Señora, es lo que compartimos sus ministros, respondió Deheza.
Al poco rato se sumó a la reunión el ministro Roberto Ares.
-La renuncia no significa nada y es la división del peronismo. Luder va a durar poco tiempo. No. No se puede renunciar.
Se resolvió reunir el Consejo Nacional de Seguridad, integrado además de los ministros por los comandantes y los titulares de las dos cámaras del Congreso. "He convocado a este Consejo de Seguridad Interna para tratar temas importantes sobre la lucha contra la subversión, pero antes debo decir, ante versiones políticamente interesadas que continuaré en el ejercicio del mandato que me ha conferido el pueblo de la Nación hasta la finalización del término fijado por la ley y lo haré porque así lo impone una responsabilidad histórica ineludible: el deber de evitar la dispersión de las fuerzas populares que, de no ser así, buscarían la defensa de sus conquistas y esperanzas en la izquierda marxista", declaró Isabel Perón. Después se trataron los temas antisubversivos.
Mientras tanto, a esa misma altura de los hechos, en la cúpula militar se pensaba que la muerte de Perón marcaba ineludiblemente el fin de un ciclo político. A juicio de las máximas jerarquías se abría a partir de ese hecho un dramático interrogante sobre el rumbo que podría tomar el país de ahí en adelante. Ese interrogante, ante la presencia de la creciente actividad terrorista, prendía interminables luces rojas en los análisis de los comandos. "Era visible que el gobierno no tenía apoyo en las Fuerzas Armadas. Lo acepto. Pero también eran visibles sus notorios disensos internos", consideró días atrás ante SOMOS un ex alto jefe militar. Y otro alto oficial que participó en el golpe de marzo de 1976 confió: "Casi le diría que algunos de los que más venían a apurar, eran gente del propio partido gobernante".

El miércoles 3 de marzo el senador Luder se sentó a la derecha de Isabel Perón en la mesa del despacho presidencial. Del otro lado sé ubicaron los ministros Deheza y Ares.
-Lo he convocado, doctor Luder, para saber qué determinación va a tomar respecto del pedido de citar a Asamblea Legislativa.
El vicepresidente primero del Senado empezó entonces a abordar el problema desde la óptica constitucional. La Presidente lo interrumpió:
-Lo que quiero saber, simplemente, es si va a o no a hacer lugar al pedido.
-Yo subí con Perón y voy a caer con él -respondió Luder-. Hoy mismo voy a anunciar el rechazo.
El golpe ya estaba en plena marcha. Y la alternativa Luder que en algún momento habían propiciado algunos sectores de dentro y fuera del gobierno, era caso cerrado a esa altura de los hechos.

El golpe debía darse el Día D, a la Hora H. Inicialmente ese día D se fijó dentro de la segunda quincena de febrero. Pero luego fue postergado sucesivamente.
Las razones sólo las conocen los comandantes Videla, Massera y Agosti. Pero una de ellas bien pudo haber sido la incorporación de los nuevos conscriptos. Por entonces los riesgos de huelgas de desobediencia civil ante el golpe estaban prácticamente descartados. En el Estado Mayor se había hablado con algunos gremialistas y además la poderosa UOM tenía conflictos aislados en varias fábricas. Alguna vez se comentó que el propio ministro de Defensa había dicho en una de las tantas reuniones que mantuvo con los jefes militares:
-Ya sabemos. Algunos hombres, entre ellos algunos sindicalistas que no voy a nombrar están yendo al Estado Mayor. Pero algunos primero pasan por ahí y después vienen por acá y nos cuentan cómo son las cosas. Las comisiones militares empezaron activamente sus contactos con los civiles a partir de los primeros días de febrero. Por eso, cuando Isabel Perón reestructuró el gabinete hacía rato que la moneda estaba en el aire. "Puedo asegurarle -dijo a SOMOS un alto oficial retirado -que ya era todo demasiado tarde. Había mucha gente civil comprometida y no se podía dar marcha atrás. Por otro lado las causas que habían decidido la determinación seguían vigentes. Porque yo me acuerdo que más de un coronel me preguntó si seguíamos adelante o había que esperar un poco más. Y la respuesta era siempre la misma: los motivos subsisten. No hay cambios". Algo que había irritado a algunos mandos militares había sido el decepcionante eco que habían tenido los pedidos de asistencia crediticia que el país había presentado ante la banca internacional.
A principios de enero en las playas de Punta del Este se rumoreaba un nombre: José Alfredo Martínez de Hoz. Ya había sido detectado su encuentro con los altos mandos. Pero no había nada definido ya, según la confidencia que hizo días atrás a SOMOS uno de sus más íntimos colaboradores. Y lo cierto es que Martínez de Hoz en enero estuvo cazando en Sudáfrica.
El 12 de marzo Martínez de Hoz lo llamó a Juan Alemann y le confió que el general Videla le había hecho el ofrecimiento. El 17 de marzo, el plantel que luego manejaría durante cinco años las riendas de Economía, estaba ya casi integrado. Sólo faltaba llenar el cargo de presidente del Banco Central. Juan Alemann sugirió el nombre de Adolfo Diz, que fue una de las llaves principales con las que Martínez de Hoz consiguió abrir las puertas de la banca internacional. Diz, entre otras funciones, había estado en los máximos escalones del Fondo Monetario Internacional y tenía tal vez la mejor y más nutrida cartera de contactos con la banca internacional. Del 17 al 24 de marzo, el equipo Martínez de Hoz trabajó a full en las oficinas de Corrientes 545. Las dos medidas principales que aplicaría luego en su gestión no estuvieron taxativamente incluidas en el plan que Martínez de Hoz presentó a los comandantes: la reforma financiera y la apertura arancelaria.

El 20 de marzo los médicos del Hospital Militar Central recibieron una orden: "Chequear a los internados y dar el alta a todos aquellos que estén en condiciones de abandonar el establecimiento. En las próximas 48 horas debe haber la mayor cantidad de camas disponibles. Atención de terapia intensiva y primeros auxilios. Alertas para una emergencia"'. El 23, el director del hospital Jorge Curuchet Ragusin, convocó a los médicos para las últimas horas del día:
-Es muy probable que esta noche pase algo serio. Todos, sin excepción, deben entrar de guardia a las siete de la tarde. Y la guardia no se levanta hasta nuevo aviso.
El 22 de marzo ya la suerte estaba echada irreversiblemente. Pero el gobierno no lo sabía. En el comando, ante los altos mandos, Videla había comunicado la fecha del Día D:
-Señores, la fecha es el 24. La Hora H coincidiría con el momento en que Isabel Perón fuera detenida. Deheza, tras la reunión del gabinete había citado a su despacho a los comandantes para las 10 de la mañana del 23. Hubo una primera reunión que duró hasta exactamente la una y un minuto del mediodía. Los jefes militares se retiraron diciendo que lo tratado hasta ese momento iba a ser puesto en conocimiento de las respectivas fuerzas. A esa hora Isabel Perón almorzaba con los sindicalistas Lorenzo Miguel, Rogelio Papagno, Amadeo Genta -el único directivo de la CGT que estuvo presente- y el ministro de Trabajo, Miguel Unamuno.
Después del almuerzo los sindicalistas salieron de la Casa Rosada y se encaminaron hacia el Ministerio de Trabajo. Unamuno había convocado a los secretarios generales de todos los gremios para evaluar la situación. A las siete de la tarde los tres comandantes volvieron al despacho del ministro Deheza. Los trascendidos de la época aseguraron que allí el gobierno jugó lo que pensó que era probablemente su última carta: una serie de concesiones. Habría ofrecido cuatro ministerios (Interior, Bienestar Social, Justicia y Defensa) y la injerencia directa de los jefes de las tres armas en una junta asesora de gobierno con poder de veto sobre las decisiones presidenciales. Se dice que hasta se habló de la disolución del Congreso. Hoy se sabe que esas concesiones, ciertas o no, eran inútiles.
Según el testimonio del ministro Deheza, al finalizar la reunión Videla dijo:
-Son tan serios los argumentos que usted ha hecho acá que yo le pido que concurra mañana al Edificio Libertador a mediodía para que los repita ante la reunión de generales que voy a convocar. A las diez y veinte Deheza fue a ver a la Presidente y le relató todo lo tratado. Le dijo, además, que le parecía ver en Videla cierta receptividad. Entonces la Presidente le dijo:
-Llámelo.
-Si no viene quiere decir que el golpe está dado -reflexionó en voz alta el ministro.
-Doctor, creo que esta noche nos dan el golpe.
Isabel Perón le pidió que explicara brevemente lo que había conversado con los comandantes a la reunión ampliada de gabinete que había convocado. Sentados a la mesa del despacho presidencial estaban, además de los ministros, Deolindo Felipe Bittel, vicepresidente del Partido Peronista, Lázaro Roca, secretario general, el gobernador de Santiago del Estero, Carlos Juárez,y los titulares de las dos cámaras del Congreso, Ítalo Argentino Luder y Nicasio Sánchez Toranzo. Deheza se limitó a enunciar que la gravedad del momento simplemente estaba marcada porque el gobierno había estado hablando de golpe con los propios comandantes. Lo positivo era la reunión que había prometido Videla.
-¿Usted cree que mañana seguirán las tratativas? -preguntó Augusto Saffores, ministro de Justicia.
-No tengo una división de tanques bajo mi mando para asegurárselo -respondió Deheza, sugiriendo así claramente que todo dependía del comandante. En ese momento se sumó a la reunión el ministro del Interior. Ares venía de cenar con el general Albano Harguindeguy, jefe de la Policía Federal, quien -así lo dijo a sus colegas el ministro Ares- le había confiado que las conversaciones seguirían al día siguiente. Alguien alzó la voz para denostar la imposición militar y desató una serie de comentarios desordenados, que la Presidente cortó de cuajo:
-Aquí y ahora no caben los reproches. Hacia las once de la noche la Presidente dio por terminada la reunión diciendo que continuaría al día siguiente. Los sindicalistas que habían estado al mediodía también habían participado en la reunión de la noche. Nuevamente se dirigieron al Ministerio de Trabajo, donde los secretarios generales de los sindicatos seguían en sesión permanente. Isabel Perón se quedó un momento con Deheza y Julio González. Alguien le aconsejó: "Por qué no se queda en la Casa Rosada". Ella lo desechó: "No. No. Me voy a ir a Olivos". Y se encaminó hacia el helicóptero.
Los gremialistas estaban informando a sus pares cuando apareció sorpresivamente Carlos Campolongo, asesor de Osvaldo Papaleo, secretario de Prensa, para comentar que fuerzas militares le habían
impedido entrar a la Casa de Gobierno.
Casi simultáneamente un periodista amigo del ministro habló por teléfono:
-Déme con el ministro.
-No puedo. Está reunido y no lo puede atender.
-Dígale a Miguel -dijo cortante como para que el interlocutor se diera cuenta que le hablaba alguien de confianza- que me atienda rápido porque tengo algo urgente. . . Han detenido a la Presidente
en pleno vuelo y parece que la llevan al interior del país.
-¿Qué más tenés? -salió por el auricular la voz ansiosa de Unamuno.
-Eso es todo lo que tengo.
Alguien propuso una huelga general. Era tarde, si ya habían detenido a la Presidente, lo más probable era que las tropas estuvieran en camino hacia el Ministerio.

A la medianoche del 23 en los cuarteles se verificaban los dibujos geométricos en clave que llevarían los vehículos militares y también los que sin otra identificación estarían involucrados en los operativos que seguirían inmediatamente al momento de la detención de Isabel Perón. Como símbolos no significaban nada especial. Eran simplemente contraseñas. La Presidente subió al helicóptero rojo y blanco exactamente a las 0.49 del miércoles 24 de marzo. Junto a ella iban Julio González, el secretario técnico de la Presidencia y Rafael Luisi, jefe de la custodia. Cuando Isabel Perón partía en helicóptero, también salía toda la caravana de autos oficiales. Era una medida de precaución. A alguien le llamó la atención inmediatamente la descordinación que se notaba esa noche entre el helicóptero y el auto.
Cerca del Aeropuerto el piloto advirtió: -Asegúrense los cinturones. Tenemos un pequeño desperfecto. Voy a bajar en el Aeroparque.
El equipo que los comandos habían designado para planificar y ejecutar la detención de Isabel Perón estaba integrado por el general José Rogelio Villareal, el contraalmirante Pedro Santamaría y el brigadier Basilio Arturo Lami Dozo. La mejor alternativa era la del Aeroparque. Si la Presidente se hubiera quedado en la Casa de Gobierno o hubiera ido en auto a Olivos, los tres jefes militares se habrían presentado para comunicarle su destitución, esperando que Isabel Perón no ofreciera resistencia apelando a los Granaderos. Pero la detención iba a efectuarse de todos modos. Para eso ya estaban alertadas las tropas de Palermo (destino, Casa Rosada) y de Campo de Mayo (destino, Olivos). Isabel Perón bajó del helicóptero y siguió a los hombres uniformados que la conducían hacia el despacho del jefe de la base aérea. Un oficial le abrió la puerta de entrada al despacho. En el preciso momento en que puso un pie adentro de la oficina, Julio González y Rafael Luisi fueron reducidos. La Presidente, que algo sintió, cruzó todo el cuarto y se sentó en un silloncito que daba espaldas a la pared opuesta a la puerta. Esa pared separaba el despacho de un pequeño dormitorio donde Villarreal, Santamaría y Lami Dozo esperaban el momento de entrar en acción. Por un pasillo lateral se les acercó el jefe de la base y anunció:
-Permiso. Está todo listo.
Muy tensa, la Presidente estaba sentada casi al borde del asiento.
-Le comunico que las Fuerzas Armadas han asumido el poder político de la Nación. Usted queda destituida -dijo el general Villarreal.
-Estoy preparada para afrontar lo que hayan resuelto hacer conmigo.
-Tranquilícese. Nuestra presencia garantiza su seguridad. Irá al interior.
-¿Adonde?
-Al Messidor.
Según esta versión de los hechos recogida por SOMOS, se le preguntó a Isabel Perón a quién debía pedirse en Olivos sus cosas. Mientras Lami Dozo se ponía en contacto con la junta de comandantes, Santamaría hablaba con Olivos. Era la Hora H. A las dos y cuarto de la mañana Isabel Perón se embarcó en el T-02 rumbo a Bariloche sin que hubieran llegado aún sus cosas desde Olivos.
Roberto Fernández Taboada y Pedro Olgo Ochoa.


Fuente: www.magicasruinas.com.ar


Por Osvaldo Bayer

Osvaldo Bayer: Historiador, escritor, periodista e incansable luchador por los derechos humanos. Profesor Titular de la Cátedra Libre de Derechos Humanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Entre sus obras como escritor se destacan, entre otras, La Patagonia Rebelde; Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia; Los anarquistas expropiadores y Rebeldía y esperanza. Ha traducido del alemán obras de Goethe, Kafka, Brecht y Jaspers.

"Hitler no fue ningún accidente de trabajo", escribió el escritor alemán Fritz Fischer. Videla tampoco fue ni una casualidad histórica, ni una repentina aparición en la sociedad argentina. Videla es un producto nacido en el proceso de constante traición a la democracia argentina de todos sus factores de poder, partidos políticos, militares, poderes económicos, intelectuales, iglesias, sindicatos. Videla, en primer término, es un hijo legítimo de la educación que recibió y se sigue impartiendo en nuestras instituciones militares, pero al mismo tiempo, es el hijo putativo de radares de autodefensa de los poderes económicos, es la consecuencia directa de la absoluta falta de convicción democrática de los dos partidos mayoritarios argentinos o, por lo menos, de las estructuras que mueven su poder interno. En fin, Videla es la síntesis de un establishment argentino donde amigos y enemigos de intereses creados son circunstanciales protagonistas que se aporrean y golpean y terminan luego saliendo al escenario tomados del brazo y unidos cuando huelen algún peligro próximo


Diario del 17 de marzo de 1976

A veces, las figuras representativas, los llamados modelos, son más didácticos para comprender el juego interno que se mueve en la sociedad que un análisis científico. Menem y Alzogaray en trincheras enfrentadas en marzo de 1976, Menem y Alzogaray en marzo de 1996, hombro con hombro en la misma trinchera, es decir, cambiar todo, para no modificar nada.

En estos veinte años últimos, el país, en sus estructuras no ha cambiado, por lo menos para el desocupado, por lo menos para el sin techo. No debe tomarse esta imagen de los dos políticos del brazo o enfrentados según las circunstancias como una anécdota que busca descalificar y no analizar profundamente, digo, como un fenómeno sintetizador descriptivo, por un lado de las estructuras de dominación y de las reglas de juego del sistema, por el otro, ya desde el aspecto filosófico, la poca o ninguna importancia que tienen, en nuestro país, la base ética, los programas partidarios, los ideales básicos de una sociedad. Todo se explica con el cínico axioma de que la política es sólo el arte de lo posible.

Los partidos políticos del poder, que han sido dos los actuantes constantes del uso del poder en el escenario constitucional argentino, no han marcado una línea de principios sino que han variado conductas de acuerdo a las posibilidades de llegar, o de mantener el poder.

Los radicales, por ejemplo, se dividirán en la década del 20 y una parte de ellos apoyará al gobierno de la Concordancia llegado al poder gracias a la dictadura de Uriburu. El período denominado para algunos historiadores como La década infame, tendría la cabeza bifronte del conservadurismo liberal y del radicalismo antipersonalista. Luego el radicalismo, nuevamente unido en 1955, apoyará a la junta militar de Aramburu y le dará ministros: Eugenio Blanco, por ejemplo, será ministro del gobierno surgido del golpe de Aramburu y luego del gobierno de Illia; Mor Roig, hombre de Balbín, será ministro del gobierno militar del general Lanusse; Alconada Aramburú, ministro del Interior de los militares de Aramburu, luego será ministro de Alfonsín, sólo para citar algunos casos.

El peronismo surgirá de un golpe militar, el del ’43, ratificado por el voto. Dio preponderancia a la institución militar en cuanto casi dobló el número de sus efectivos y en las instituciones castrenses, principalmente en el Colegio Militar y en la Escuela de Guerra para oficiales, se siguió una línea de instrucción que precisamente no sería positiva para los lineamientos democráticos del país.

El dictador Onganía fue apoyado por gran parte del peronismo, recuérdese la declaración de la junta metropolitana del Partido Justicialista, de apoyo a lo que ellos llamaron la revolución, que no fue otra cosa que un golpe conservador.

Pero no sólo los dos grandes partidos cometerían pecados contra la democracia, también los partidos más pequeños se hamacaron con la dictadura. El Partido Socialista, por ejemplo, dio sus mejores hombres al golpista Aramburu, hasta Alfredo Palacios, una de las figuras más nítidas y populares, llegó a ser embajador de Aramburu; y Américo Ghioldi y Walter Constanza terminaron sus días políticos sirviendo a Videla y a Massera.

Para no hablar del Partido Demócrata Progresista, que trató de escalar posiciones en cuanto golpe militar se produjera.

Oscar Alende, del Partido Intransigente, fue consejero del gobierno militar de Levingston, y saludó a Onganía como a un revolucionario.

Otras traiciones a la democracia fueron cometidas por el resto de los partidos políticos, y también fue la de Frondizi, radical hasta ese momento, y de Illia, los dos que aceptaron presentarse a elecciones a pesar de que el partido mayoritario de ese momento estaba prohibido. Muchos esperaron que una vez en el poder, esos políticos llamarían a elecciones verdaderamente democráticas con la participación de todos los partidos políticos, pero no lo hicieron y sus gobiernos condicionados, terminaron con el acceso de los militares al poder, antes de finalizar sus mandatos. Las amnistías e indultos a los golpistas y fusiladores se sucedieron sin mayor problema. Tal vez el mayor antecedente de la Obediencia Debida, el Punto Final e indultos, a la dictadura de Videla y sus hombres, fue el otorgado por Frondizi a Aramburu y Rojas, con aditamento de ascenderlos a la cúpula del ejército y la marina, los más altos cargos de teniente general y almirante, a pesar de sus antecedentes de haber sido los responsables de la masacre de José León Suárez y del fusilamiento de compañeros de armas suyos, como el general Valle y otros oficiales y suboficiales.

La falta de vocación democrática de las organizaciones políticas y de los poderes que movieron siempre a la sociedad argentina se comprueba en el hecho por el cual todos aquellos que aceptaron y ejercieron cargos durante las sucesivas dictaduras, pudieron ser, sin problemas, ministros o funcionarios elegidos constitucionalmente. Hasta ahora mismo, después de la máxima tragedia argentina, un ministro de la dictadura ha pasado a ser ministro del gobierno constitucional, como es el caso de Camilión, para no hablar de otros funcionarios.

Pero el caso más patético de nuestra historia, de nuestro historial democrático, lo estamos viviendo ahora, después de haber experimentado esa tragedia y que es como si nada hubiéramos aprendido. Es el caso del general Bussi, acusado y condenado por múltiples crímenes, que hoy gobierna Tucumán por haber sido el más votado. Vemos, que nuestra pobre democracia no tiene ningún resorte para su defensa. Se dictan leyes, pero luego se eluden, ¿dónde quedó la tan cacareada defensa de la democracia que tanto se habló en diciembre de 1983?

Jinete de dos caballos

Punto de vista

Rogelio García Lupo (Revista Crisis 1973)

Casi siete millones de votos a favor del candidato peronista Héctor Cámpora hundieron ruidosamente, el 11 de marzo de 1973, los diversos proyectos políticos que durante los dos años anteriores había elaborado la oligarquía militar argentina para permanecer en el poder. Como la victoria de Cámpora había sido desestimada completamente por la facción gobernante, lo que ocurrió el mismo día de la elección, y los días siguientes, produjo una cadena de reacciones de perplejidad que se propagó del oficialismo al seno mismo del peronismo.
La camarilla de jefes del arma de la Caballería que desde 1955 domina al Ejército, distribuye los destinos, impulsa los ascensos y marca la política del país en su totalidad, había llegado a consustanciarse de tal modo con los intereses de la oligarquía, que tomó su derrota política por la derrota de aquella. Este fue, seguramente, el último error de esta camarilla, que al llevar al general Lanusse al poder político y militar, sin intermediarios, se privó de la ventajosa posición de ejercer su influencia desde una línea secundaria. El viejo axioma de que el poder desgasta y todo el poder desgasta totalmente, fue vivido por la casta de la Caballería y corporizado en su figura más sobresaliente, el general Lanusse. Otros errores se habían acumulado a lo largo de los dos años anteriores a la elección de Cámpora: la hipótesis de que un Perón corrupto y senil podría vender por dinero su apoyo a la candidatura presidencial de Lanusse; la torpe seguridad de que Perón no correría el riesgo personal de descender en Ezeiza; la incorregible jactancia de suponer que si Perón escogía como candidato a un odontólogo bonachón, desechando a un general de la Caballería, simplemente revelaba que no tenía interés en que aquel fuera finalmente ungido.
Hubo un momento en que Lanusse pareció estar a la altura de "il Gattopardo", decidido a que algo debía cambiar para que todo siguiera como estaba. Pero la filosofía del príncipe siciliano estaba construida sobre la propia renuncia personal, asentada en la crueldad de un largo y meditado abandono del poder, justamente para que el poder continuara en el mismo lugar en que había estado durante siglos. En la mitad de su aventura, el falso Gattopardo argentino reveló su propensión a parecerse al oportunista Don Tancredi y consideró que si algo debía cambiar para que todo siguiera como estaba, quien debía cambiar era Perón, no él.
Fue esta obstinación del segundo tramo de su gobierno el que llegó a confundir momentáneamente el buen juicio de muchas personas bien intencionadas, quienes dedujeron incorrectamente que si la suerte de la oligarquía argentina se jugaba al éxito de Lanusse y éste había fracasado, la oligarquía estaba derrotada. Dicho de otro modo: para no perder el apoyo de los intereses económicos tradicionales del país y de sus socios mayores del exterior, Lanusse acentuó su dependencia de ambos, en un esfuerzo por hacerles ver que si él perdía, todos serían destruidos. En esta etapa, Lanusse realizó un meritorio esfuerzo para no dejar ninguna duda: al personero de la Standard Oil en la provincia de Buenos Aires, Arturo Mor Roig, lo reforzó como ministro del Interior; al director financiero de la General Motors, Jorge Wehbe, lo designó ministro de Hacienda, y a su propio primo-hermano Ernesto Lanusse, director de la compañía norteamericana Agar Cross, lo puso en el Ministerio de Agricultura y Ganadería, asegurando el monumental negocio de los fertilizantes en el campo argentino para la corporación multinacional Adela. Los aliados locales recibieron también su tajada, y en octubre de 1972 el valor venal de una hectárea de campo en las fértiles llanuras de la provincia de Buenos Aires había superado el millón de pesos (mil dólares), mientras los precios internos de la carne limpiaban los bolsillos de la población y amontonaban las utilidades de los propietarios rurales.
Empero, Lanusse no vio que intentaba jinetear sobre dos cabalgaduras, error imperdonable en un profesional de la Caballería.
Pretendió que los intereses tradicionales lo secundaran en su misión de seducir a Perón y para convencerlos de sus buenas intenciones reales llenó de testaferros de los Estados Unidos a su gabinete y aumentó las ganancias de estancieros y gerentes criollos. Pero simultáneamente ahuyentó al pueblo argentino de cualquier remota posibilidad de apoyo, desnudó irreparablemente la naturaleza de su régimen y lo que había acumulado en pacientes meses de demagogia interna y externa, se le escapó a borbotones en los noventa días anteriores a la elección.
La fase final de la dictadura de Lanusse estuvo jalonada por el dramático contrapunto de un hombre que no deseaba dejar el poder, aunque para quedarse había puesto en juego su promesa de abandonarlo y la convicción de millones de personas de que este hombre debía irse sin falta. En la medida en que el sentimiento creció y se hizo la consigna de multitudes, los mismos intereses que lo habían encumbrado y exprimieron al país con su visto bueno, comprendieron también ellos que no podían continuar atados a su suerte personal. El dinero es temeroso y cualquiera podía entender en los últimos tiempos que el hombre exasperado y sombrío que amenazaba desde las pantallas de la televisión los sentimientos de millones de argentinos debía marcharse, porque los buenos negocios podían echarse a perder. Lanusse repitió -con sus rasgos propios-el cuadro final de Onganía, confirmando que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en el mismo lugar, y que esta condición humana es particularmente apreciable si además pertenece al arma de caballería.
Lanusse y su camarilla vivieron la elección del 11 de marzo como una situación extrema y las masacres que salpicaron al régimen revelaron que existían en ellos los condimentos morales para llegar a la guerra civil.
Pero ésta parece, por el momento, detenida en sus límites actuales de la guerrilla urbana y la contrainsurgencia militar.
Consecuentemente, a pesar de que Lanusse viviera el comicio como una auténtica guerra civil, los vencedores de la contienda electoral cometerían un error si llegaran a asignarle a la designación de Cámpora otro sentido del que tiene: una tregua en la larga lucha del pueblo argentino con los intereses económicos internos e internacionales que lo sofocan y le impiden manifestarse plenamente.
La oligarquía terrateniente sigue allí, atrincherada en sus posesiones, completamente desentendida de la desgracia persona! de su altivo aunque defenestrado personero. Las grandes corporaciones internacionales continúan en el mismo lugar, lanzando al primer plano a sus testaferros, que en la segunda fila rumiaban, impacientes como potrillos, la llegada de un gobierno popular para poner a prueba sus propias aptitudes de adaptación. Los intereses imperialistas continúan en su sitio, controlando la diplomacia, los medios de comunicación de masas, la educación. No tardarán en reorganizarse dentro de las mismas tiendas del ejército vencedor, ellos sí seguros de que algo debía cambiar para que todo continuara como está.
Una propuesta ciertamente dudosa para un pueblo cuyas vanguardias saben que para que nada quede como está, todo deberá cambiar.

"Hitler no fue un accidente de trabajo", las dictaduras de las fuerzas armadas en la Argentina no se dieron por casualidad, fueron el resultado de una sociedad insolidaria, superficial, egoísta, falta de ética, exitista.

Videla y Massera comienzan ya en el momento en que en nuestras calles no se respeta al peatón: primero el camión, luego el colectivo, luego el auto y último el peatón, más todavía si es anciano o niño. El aprender esa norma de convivencia tendría que ser el primer capítulo para que los argentinos aprendamos lo que son los derechos humanos.

Videla y Massera comienzan en cuanto hay políticos que no reaccionan, cuando en sus propios partidos hay afiliados declarados criminales de apellido Patti, elegido intendente de Escobar, o mercaderes de objetos robados a los desaparecidos, como Julio César Aráoz, alias el "Chiche" Aráoz, un funcionario fundamental del actual gobierno.

"Hitler fue culpable de todo", otro de los slogan con los que la sociedad alemana trató de disculparse a partir de mayo de 1945, dicho que para nosotros podría valer: los militares fueron los culpables de todo. La verdad es que Videla y Massera pudieron cometer tales crímenes porque la sociedad argentina se lo permitió, por consentimiento o por indiferencia. Por lo menos junto al retrato de Videla, en el repudio, también tendría que estar el de Martínez de Hoz, no menos culpable, y el de todas las estructuras del poder que apoyaron, aplaudieron o, por lo menos toleraron, sin abrir la boca, lo que ocurrió. Las grandes empresas, que con la ayuda de sus policías internas se desembarazaron de los delegados obreros, molestos para ellas. El espantoso caso de Villa Constitución por ejemplo, un comprobado caso de la mafia empresaria-militar y del sindicalismo burocrático. La iglesia, con una conducta oficial que debe repugnar hasta a los fieles más incondicionales. La universidad de los Bruera y los Ottalagano, que ayudaban a redactar las listas de profesores y alumnos que luego desaparecerían. La burocracia sindical, de donde luego salieron miembros de las patotas de las "Tres A".

Y el sector de los intelectuales. Bastaría leer las declaraciones del escritor argentino Manuel Mujica Láinez, en el diario español La Vanguardia del 10 de octubre de 1979, en las que él rechazaba las aseveraciones de Julio Cortázar que había acusado al gobierno de Videla de cometer un genocidio cultural en la Argentina, con el asesinato de escritores, la quema de libros, y las listas prohibitivas de hombres y mujeres de la cultura. Como ejemplo de que en la Argentina no sucedía eso, Mujica Láinez señaló, textual: "En la Argentina estamos allí muy tranquilos. Estamos todos, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, todos los grandes. –y agregó con humorismo– Nada nos hubiera costado ir a París, como los reprimidos de otros países, nadie nos lo impide, nos dan el pasaporte en cuanto lo pidamos".

El 11 de octubre de 1979 el escritor colombiano Gabriel García Márquez, en el diario El País de Madrid, le escribió una carta abierta a Mujica Láinez en la cual le dice: "si interpretamos bien sus palabras, hay que entender que sólo ustedes, los escritores grandes, están muy tranquilos en la Argentina. Sin embargo hay dos, que yo considero muy grandes y que no están tan tranquilos como ustedes: me refiero a Rodolfo Walsh y a Haroldo Conti que hace ya varios años que fueron secuestrados por patrullas de la represión oficial y que nunca más se ha sabido de ellos. Usted y todos los escritores grandes que cita, serían todavía mucho más grandes si sacrificaran un poco de su tranquilidad y su grandeza y le pidieran al gobierno argentino un par de esos pasaportes tan fáciles para Rodolfo Walsh y Haroldo Conti".

En efecto, los grandes escritores argentinos que menciona Mujica Láinez, pudieron entrar y salir del país sin ningún problema, estuvieron en grandes citas internacionales. Ninguno de ellos fue capaz de denunciar en el exterior el tema de los desaparecidos, o de la represión cultural. Silvina Bullrich atacará también a Julio Cortázar, escribiendo que "ni Borges, ni Mallea, ni Sábato se fueron". Ernesto Sábato, muy indignado por el llamado al mundo de Julio Cortázar, escribió en Clarín, el 5 de julio de 1980, textual: "En la Argentina la inmensa mayoría de sus escritores, de sus pintores, de sus músicos, de sus hombres de ciencia, pensadores, están en el país, y trabajan. Cometen una gran injusticia los que están afuera del país pensando que acá no pasa nada y que es un tremendo cementerio".

Luis Gregorich, un crítico literario que fue posteriormente funcionario de cultura de Alfonsín, se pregunta en el mismo número de Clarín: "Después de todo, ¿cuáles son los escritores importantes exiliados?". Me pregunto: ¿acaso hay algo más cínico que esa pregunta?, como si el crimen se midiera por la importancia de la obra. Aquí me vienen a la memoria las palabras de Cicerón, que opinaba con referencia a la dignidad de la persona: "Toda laudatio debe estar referida a la dignidad que tuvo en su vida la persona y no a su obra. A la dignidad con que ha vivido, que le es propia, no a la obra que puede haber escrito o creado". Apreciamos más la actitud digna y valiente de la partera María Luisa Martínez de González y la enfermera Genoveva Fantacsi, quienes asistieron al parto de una detenida embarazada, Isabela Valenci, que había sido llevada esposada por el célebre torturador de parturientas comisario médico Bergés, al hospital de Quilmes, en 1976. Las dos mujeres cumplieron con un deber humanitario, avisando a la familia de la detenida sobre el nacimiento del niño. Desde entonces estas dos heroínas de la civilidad están desaparecidas. Apreciamos más la dignidad de estas dos humildes mujeres que toda la obra genial de un escritor que terminó aceptando la condecoración de Pinochet.

Pero ni Julio Cortázar ni los que denunciáramos desde el exilio el drama argentino para ayudar a todos los colegas y amigos que sufrían aquí el exilio interior nos equivocábamos ni exagerábamos. El año pasado, en un acto similar al de hoy, en esta misma aula, Patricio Contreras y Leonor Manso nos leyeron poesías de nuestros poetas desaparecidos durante el régimen de la picana y la capucha.

Hace menos de una semana, en la plazoleta Rodolfo Walsh se recordaron las decenas y decenas de periodistas asesinados. Durante todo el año pasado descubrimos placas en patios y galerías de colegios y universidades, con centenares de nombres de profesores y alumnos secundarios y universitarios caídos en la edad en la que despertaban a la vida. A Cortázar quisieron acallarlo arrojándole a la cara los nombres de los famosos, pero cuando los militares cayeron y todos los famosos se reacomodaron, la verdad de Cortázar salió a la luz.

Tal vez muy pronto los organismos de Derechos Humanos y esta cátedra hagamos un acto de desagravio a Julio Cortázar, ese tan talentoso como humilde ser humano que tanto hizo para que se conociera lo que estaba pasando en suelo argentino. Julio Cortázar fue el argentino que se puso a la par de un intelectual como Thomas Mann, quien había conmovido al mundo con sus denuncias a los crímenes del nazismo, con sus vibrantes discursos de la serie "Oíd, alemanes".

Más todavía, en ese año de 1979 en que Julio Cortázar hace esa declaración, la opinión pública del exterior había sido sacudida por el informe de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA acerca de la verdad de la cruel represión argentina. Un documento oficial, incontrastable, redactado por representantes de los países americanos. Tal vez por eso mismo tenía más fuerza que el mismo Nunca más, informe de la CONADEP, hecho cuatro años después.

El informe de la OEA descarta totalmente la teoría de los dos demonios, cuando señala: "En la vida de cualquier nación las amenazas al orden público o a la seguridad personal de sus habitantes que emanan de personas o grupos que utilizan la violencia, pueden llegar a alcanzar tales proporciones que exijan suspender temporalmente el ejercicio de ciertos derechos humanos. La mayoría de las constituciones de los países americanos aceptan tales limitaciones e incluso prevén algunas instituciones como el estado de emergencia o el estado de sitio, para tales circunstancias. Por supuesto que para que puedan adoptarse tales medidas deben mediar consideraciones de extrema gravedad ya que su implementación debe obedecer precisamente a la necesidad de preservar aquellos derechos y libertades que han sido amenazados con la alteración del orden público y la seguridad personal. Sin embargo, es igualmente claro que ciertos derechos fundamentales jamás pueden suspenderse, como es el caso del derecho a la vida, el derecho a la integridad personal o el derecho a un debido proceso. En otros términos, los gobiernos no pueden emplear, bajo ningún tipo de circunstancia, la ejecución sumaria, la tortura, las condiciones inhumanas de detención, la negación de ciertas condiciones mínimas de justicia como medios para restaurar el orden público. Estos medios están proscritos en las constituciones y en los instrumentos internacionales, tanto regionales como universales".

Éste es el documento de la OEA enviado a la dictadura de Videla. El documento reconoce que ciertas medidas pueden llegar a significar el riesgo que se pierda el imperio del derecho, pero agrega que aquello no es inevitable si los gobiernos actúan responsablemente, si se registran los arrestos y se informan a las familias de las detenciones, si se dictan órdenes estrictas prohibiendo la tortura, si se entrenan cuidadosamente a las fuerzas de seguridad, eliminando de ellas a los sádicos y psicópatas, si, en fin, existe un poder judicial independiente dotado de suficientes atribuciones como para corregir con prontitud cualquier abuso de autoridad. Este documento de la OEA sobre la Argentina de los generales habla bien claro y elimina de por sí la teoría de los dos demonios, que ha servido y sigue sirviendo hoy a muchos intelectuales, políticos, gremialistas y argentinos en general para ponerse en una posición neutral, algo así como no tengo nada que ver ni con uno, ni con el otro.

Hace apenas 15 días, el ex funcionario del gobierno de Alfonsín, el historiador y abogado Félix Luna, a la pregunta de cuál es el período más trágico de nuestra historia, respondió en la revista Viva textualmente: "el período más trágico en la historia es el de la violencia terrorista y el Proceso. Son como el positivo y el negativo de una fotografía, la violencia terrorista y la del Estado".

Realmente es hasta perverso que se sigan haciendo estas interpretaciones, aún hoy, a 20 años.

Lo aclaró definitivamente la Fiscalía Nacional en la acusación a los Comandantes en Jefe, al decir: "con dos sofismas se pretendía justificar la represión clandestina, el primero dice: todos los detenidos son subversivos. No es que se ponía: detener subversivos, sino que todos los que ellos detenían eran subversivos, la detención convertía a la persona en subversivo. Conseguido esto, el segundo paso de este método perverso fue considerar que al subversivo como una especie de subhumano, de sanguijuela a quien se lo puede torturar o matar. Como se dijo haciendo referencia al régimen nazi, una vez que se convence a la sociedad de que una minoría, o un grupo, puede equipararse a una sabandija, el paso que hay que dar para llegar al propósito de eliminarlo no es ya demasiado grande".

El fiscal Moreno Ocampo, ante el secuestro y asesinato de la estudiante alemana Elizabeth Kaesemann, dirá estas palabras indiscutibles desde el punto de vista político y humano: "Ante la justicia, todos los desaparecidos son inocentes de los crímenes de los cuales se los acusa. Los militares no pudieron comprobar jurídicamente ninguno de esos crímenes, por lo tanto, para la justicia todos los acusados son inocentes". Estamos hablando desde el punto de vista estrictamente jurídico.

En cualquier discusión acerca de los derechos humanos y la memoria esto tiene que quedar bien claro: el Estado no puede arrogarse facultades que pisoteen los derechos primigenios de la individualidad humana. Ningún Estado deberá, bajo ningún pretexto, aun aludiendo a múltiples razones aparentemente racionales, declarar permitida la tortura de los detenidos, por más sospechosos que sean. Lo digo porque el tema se ha vuelto muy actual: me da mucha pena que un pueblo tan sabio como es el pueblo judío, haya adoptado una ley en donde se permite la tortura.

La defensa de los principios éticos fortalecerán siempre y harán invencible al Estado que los respete por encima de todos los argumentos tácticos o estratégicos, por encima de todos los terrorismos más trágicos, más todavía, en el denominado proceso de Videla y Massera, ya que sus integrantes fueron simples salteadores del poder sin legitimación alguna. Por un lado, se había convocado a elecciones, por el otro, los militares tenían las leyes necesarias para llevar adelante su denominada "guerra" dentro de las normas constitucionales y no dentro del terrorismo de Estado.

Félix Luna en el mismo reportaje, como si la violencia de los ’70 hubiese comenzado con la muerte de Aramburu, a la pregunta de ¿cuál fue para él la muerte más absurda?, contesta: "La de Pedro Eugenio Aramburu a manos de los Montoneros".

Que la violencia argentina empezó con dicha muerte es uno de los mitos de nuestra historia sostenido especialmente por los militares represores. Aramburu había fusilado al general Valle sin ningún juicio. Dentro de todo, el levantamiento del general Valle tenía más basamento de legalidad que el de Aramburu ya que se proponía devolver el gobierno a Perón que tenía mandato hasta 1958.

Cuando el pasado año el periodista Bernardo Neustadt puso frente al hijo de Aramburu al matador de su padre, Firmenich, el hijo del militar mostró toda su indignación ante el crimen y el criminal. Claro, el periodista Neustadt había invitado a un dúo falso en vez de a Firmenich, habría que haber traído a la hija del general Valle. Entonces la escena se hubiera invertido, el hijo de Aramburu, tendría que haberle pedido disculpas a la hija del general Valle.

Félix Luna, si hubiese dejado su corazón político y hubiera hecho un análisis ético a fondo, tendría que haber calificado como la muerte más absurda y no sólo más absurda, sino más cobarde y cruel, al asesinato cometido en la ESMA contra Azucena Villaflor, la madre que marchó a Plaza de Mayo para averiguar el paradero de su ser querido o la muerte de esa joven NN, embarazada a término y cuyo cadáver fue hallado en el cementerio de Avellaneda en una tumba masiva de desaparecidos durante el proceso, muerta de un tiro en el vientre que atravesó la cabeza, ya formada, de su futuro hijo.

Por supuesto, no hay muertes mejores que otras, pero sí las hay más cobardes y abyectas.

La memoria en nosotros significa precisamente eso, preguntarnos el por qué de la violencia de abajo en respuesta a la violencia de arriba, el estudio de la sociedad argentina y sus reiteradas traiciones a la democracia. Dilucidar el por qué del fracaso de esa violencia realizada desde abajo, y el por qué de la increíble y tal vez ya insuperable crueldad de la represión militar argentina.

En nuestros análisis llegaremos al presente del "gatillo fácil", donde todo joven morocho y de pelo largo ha pasado a ocupar el cargo del presunto subversivo. Donde lo ocurrido en La Plata, en la represión contra estudiantes viene a rememorar la noche de los bastones largos de Onganía. Por supuesto, se produjeron de inmediato los razonamientos típicos del "por algo será", y del "¿saben los padres dónde están sus hijos?".

La pregunta de una periodista radial, Magdalena Ruiz Guiñazú, a la madrugada siguiente de los balazos a quemarropa en las tierras de Duhalde, tiene el mismo contenido, "¿Qué hacía Hebe de Bonafini con los estudiantes?".

Inventar demonios es mucho más fácil que preguntarse el por qué de las órdenes brutales de represión.

La memoria en nosotros. Hablemos de las víctimas. Hoy todavía calificadas por muchos como el otro demonio. ¿Quiénes están habilitados para juzgar? En general, analistas y medios se basan en tres o cuatro figuras dudosas para juzgar el empuje de una generación. Esto sí hace pensar en lo erróneamente trágico que fue, para parte de la juventud, creer en cúpulas cerradas. Lo que sí es reivindicable fue su espíritu de protesta, su protagonismo ante tanto miedo y servilismo de una sociedad que había aprendido a decir que sí a todo y a confundir el ruido de los tanques en la calle como el del tránsito de vehículos de todos los días.

El gran filósofo de la historia Jakob Burckhardt se hizo la pregunta de qué pasaría si Sócrates regresara a la sociedad actual y concluye que el destino de Sócrates, mutatis mutandi, se repetiría. Los ricos de hoy desaprobarían a Sócrates a causa de su desprecio por el consumismo, los poderosos lo definirían como un revoltoso subversivo, los intelectuales tomarían a mal su burla del academicismo, los burgueses aplicados lo considerarían un vago asocial. Entre la sociedad y el individuo –dice el filósofo–, hay en todos los tiempos tensiones parecidas. Quien no cree en nuestros dioses, es un ateo; quien trata de socavar nuestro poder, es un anarquista; quien duda de nuestros valores, es un nihilista. Sócrates se comparó a un tábano, que debía impedir el sueño de los atenienses. Termina diciendo: "y a los tábanos se los mata". Muchos de los jóvenes desaparecidos, tal vez no hayan sido Sócrates, pero sí tábanos, que trataban que no nos durmiéramos conformes en una sociedad increíblemente egoísta y cínica.

La memoria en nosotros. Para probar lo anterior voy a leer dos documentos periodísticos, del órgano de prensa que más apoyó al régimen represivo de Videla, el diario La Nación. Se trata de algunos editoriales, dos de hace veinte años y el otro de dos décadas después. El primero, del 16 de agosto de 1976, señalaba textualmente: "Una guerra llevada a cabo sin piedad, por la subversión, ha hecho tabla rasa de los derechos humanos y ha llevado al gobierno del general Videla a una lucha sin cuartel, y en cuyo transcurso es muy difícil atender a las consideraciones de otros tiempos, invioladas. El presidente de la república, general Videla, ha hecho alusión, con acierto, a este estado de cosas. Nadie puede dudar, con justicia y honradez, de la vocación argentina por los derechos humanos y por la posición de las fuerzas armadas en el mismo sentido". En otro editorial del mismo diario, que hoy nadie dudaría de calificar de infame, se incitaba a las fuerzas armadas a ejercitar la represión ya mismo contra los refugiados chilenos y uruguayos, que venían huyendo con sus familias y caían en la trampa de Buenos Aires. Fue la incitación a la caza del ser humano.

Veinte años después, el mismo diario escribe, en el mismo lugar de su página 8, el 15 de marzo de este año: "Las fuerzas armadas han producido los esperados mensajes de autocrítica sobre los métodos empleados en la lucha contra la subversión. Se ha completado así el proceso de sinceramiento de las fuerzas armadas respecto de esa sombría etapa histórica. Y el reconocimiento de sus propios horrores que han hecho las fuerzas armadas, abre ahora sí, la posibilidad de comenzar a marchar hacia una genuina reconciliación nacional". ¿Cómo? ¿Hace veinte años incitaba a lo que hoy llama horrores? Los han dejado solos a los verdugos.

Cuando leo esto y comparo, no puedo menos que acordarme de todos los improperios que ese diario, más todos los medios de comunicación en esa época, más los organismos del Estado, y hasta los intelectuales, hicieron contra las Madres y otros organismos de derechos humanos, cuando denunciaban la existencia de campos de concentración, las torturas y las horribles muertes a las que eran sometidos los sospechados de conspirar contra los "valores occidentales y cristianos". Pero claro, la palabra es hoy suprimir de la memoria todo lo que puede ser prueba de colaboración o de simpatía con el régimen verdugo.

Cuando escribí mi ensayo Pequeño recordatorio para un país sin memoria, con la prueba documentada fiel y cuidada del comportamiento de nuestros intelectuales y políticos, en esa época, se me respondió con enojo y censura, y con más homenajes y premios a los grandes modelos de nuestra burguesía. Que tal vez sí, "habían cometido sólo un desliz, como todos", pero que no era para recordar. Y aunque las pruebas sean públicas, y estén en todas las hemerotecas y cintas grabadas, nadie quiere hablar del tema, y a los elegidos por la sociedad culpable, se los sigue cubriendo de premios, porque así nuestra burguesía se premia a sí misma.

La memoria en nosotros. Entonces es claro que reaccionen hoy los que oficiaron de verdugos. ¿Por qué nosotros solos y no todos los que nos elogiaron y nos impulsaron a seguir ese camino? Desde hace años Massera los tiene amenazados con el libro que anuncia publicar alguna vez. Así se explica que no hace muchos meses pudo decir un discurso, desde el escritorio de su casa, a la hora televisiva más vista de la Argentina. Como dijo él, "yo los conozco a todos".

La memoria en nosotros. ¿Para qué? Como instrumento para la democratización de la sociedad argentina. No un mero y hasta falso mea culpa sino un análisis de cómo fue posible tanta perversidad, en una sociedad que se considera a sí misma cristiana y hasta amable. Las manifestaciones populares de la semana pasada fueron una brisa fresca de esperanzas. Las clases que dieron los maestros, alusivas, representan un buen fundamento para el futuro. Por ahí está la senda. Pero millones fueron al country o al fútbol o se pasaron frente a la pantalla televisiva para no ver, para no recordar, para no verse en toda su cobardía.

Las encuestas dieron como resultado que la población no considera ya un posible golpe militar. Pero desconfiemos. Como se expresara el gran psicólogo Mitscherlich en su libro La incapacidad de duelo: "¿cuánta pasión por la democracia se mostraría si la economía empezara a andar mal?". En nosotros precisamente no anda muy bien, por lo menos para los desposeídos. Este profundo psicólogo nos hablaba de los miedos regresivos. Veamos si no las causas de lo de Tucumán. El verdugo llamado nuevamente a gobernar: mejor un verdugo que corte cabezas, y no pensar.

Reflexionar lleva a posiciones peligrosas para la seguridad de cada uno. Es el mismo miedo cómodo de la teoría de los dos demonios: "Yo en el medio de los dos demonios".

El mismo psicólogo agrega, "cuando la libertad de pensamiento no es exigida en forma crítica, corre el peligro de desaparecer nuevamente". Ésta es justo la misión de docentes, intelectuales y protagonistas del estudiantado, del sindicalismo, de los luchadores por los derechos humanos.

La tarea no es fácil. Con excepción de algunas ciudades-repúblicas en la historia, apenas se han realizado esfuerzos para preparar a las sociedades como un todo en las decisiones, y con ellas que se interesen en su entorno social con algo más que con una participación egoísta. Hablábamos de los miedos regresivos y aquí caben preguntas que para muchos podrían aparecer como verdaderas provocaciones contra el buen gusto. Seamos valientes, dejemos lo de hace veinte años y vayamos a nuestro presente.

Por ejemplo, ¿por qué no se ha logrado en nuestro país que ni la iglesia, ni los sindicatos, ni las universidades, ni los partidos políticos, hayan convocado a debatir el siguiente tema que todos conocen pero que ninguno se atreve a tocar ¿por qué nuestra sociedad que se denomina democrática soporta que a los presos de La Tablada se los haya convocado a prisión perpetua en cárceles humillantes y los autores del genocidio estén todos libres paseando sus perros por la calle?, o esta otra: ¿cómo es posible que el padre Puigjané, que no disparó ningún tiro, ni siquiera al aire, haya sido condenado a veinte años de prisión y al verdugo Galtieri, en el juicio a los comandantes, se lo haya declarado absuelto, tratándose de uno de los peores criminales, demostrado en la represión de Rosario cuando llegó a torturar y matar a una pareja de ciegos, y a otra pareja los hizo encerrar en el baúl de un Ford Falcon, los roció con gasolina, y él mismo hizo el disparo para que se produjera la explosión que los quemaría vivos?

¿Cómo es posible que dos presidentes, Alfonsín y Menem hayan, el primero ascendido, y el segundo mantenido en actividad a uno de los seres más repugnantes que han tocado suelo argentino, el capitán Astiz, mientras al coronel Cesio se lo dio de baja por haber participado en una marcha con las Madres de Plaza de Mayo?

Voy a leer un párrafo del libro del coronel Horacio Ballester, titulado Memorias de un coronel democrático: "En el caso del ex coronel Cesio, sigue siendo el único militar argentino que continúa sancionado por hechos ocurridos en épocas de la última dictadura militar". Claro, Cesio no mató, no robó, no torturó, no violó, no forzó la desaparición de personas, pero para las jerarquías castrenses hizo algo mucho peor. El fallo que lo condenó, dice así: "Cesio antepuso su condición de ciudadano a la situación de militar".

Creo que lo dice todo. O son muy bestias, muy cínicos, o tal vez las dos cosas.

Sigo leyendo: "La causa real fue que Cesio acompañó a las Madres de Plaza de Mayo en sus marchas reivindicativas, por eso no está incluido en la obediencia debida, ni indultado. El militar que delinque gravemente es perdonado, mientras que aquel que no quiere ser cómplice de un equivocado espíritu de cuerpo es sancionado con dureza, ante la indiferencia del poder constitucional civil". Ante este hecho, Alfonsín se calló la boca, Menem se calló la boca, el general Balza se calla la boca, el Parlamento se calla la boca, la sociedad argentina se calla la boca. Todos nos callamos la boca.

Argentina, 1996. No nos quejemos si después Patti y Bussi son elegidos por el pueblo.

La memoria en nosotros. A veinte años comencemos a abrir los claustros para el gran análisis y las búsquedas de los por qué, tenemos que estar preparados y preguntarnos cómo es que hemos llegado a la sociedad actual, desocupación, pobreza en aumento, humillación de la escuela pública, deterioro de la salud pública, jubilaciones de vergüenza.

Debemos trabajar esto, por la responsabilidad que tenemos ante nuestros hijos, nuestros nietos, ante la generación actual, ante las próximas generaciones.

La memoria en nosotros. Para que no se nos vuelva a sorprender con la desaparición y la tortura en la defensa de denominados valores occidentales y cristianos.

Esta cátedra estará incondicionalmente para analizar temas profundos de la Argentina. El foro de los viernes a la noche será el ágora donde protagonistas y gentes sin nombres podrán exponer sus testimonios y sus defensas. No le tendremos miedo a la palabra y buscaremos los argumentos que nos llevan a desnudar las falacias y a buscar la verdad, sin la cual no habrá solución para los problemas de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Y lo haremos en paz, en libertad, en solidaridad. No queremos vencer, sólo queremos convencer.

Notas:
El 20 de marzo de 1996, faltando pocos días para cumplirse los veinte años del golpe militar de 1976, Osvaldo Bayer pronunciaba su clase inaugural en la Cátedra Libre de Derechos Humanos, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La trascripción que publicamos de dicha clase inaugural ha sido corregida por el autor y nos fue acercada por gentileza de dos integrantes de la misma cátedra: Graciela Daleo y Juan Carlos Cena. Este texto inédito, más allá de las referencias a personajes y situaciones de entonces, conserva toda la vigencia y el peso que sobrepasa ampliamente la temporalidad de su redacción.

Fuente: www.herramienta.com.ar
 

Una larga y tenebrosa noche

En su último número del año 1975 la revista Gente, de Editorial Atlántida, titulaba su nota central: "Nochebuena con Videla en Tucumán". Era la presentación en sociedad del teniente general Jorge Rafael Videla, jefe del Ejército, quien por esos días daba a conocer el primer bando golpista contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón. En aquel mensaje, que iniciaba el estado de deliberación permanente de las tres fuerzas, Videla advertía sobre "la sana rabia del verdadero soldado".

Por su parte, en enero de 1976 la revista Redacción publicaba un editorial de su director, Hugo Gambini, en el que planteaba la ilegitimidad del gobierno peronista. En la opinión del ex-encumbrado comunicador alfonsinista y actual columnista de Gerardo Sofovich en Polémica en el Bar, el movimiento político creado por Juan Domingo Perón carecía históricamente de legitimidad, aun cuando había ganado las elecciones nacionales por un amplísimo margen, algo así como una alucinación impensable para las ridículas cifras que surgen de los sondeos contemporáneos, al punto que si se suman los porcentajes de intención de voto de todos los actuales candidatos, el resultado no se aproxima a los obtenidos en septiembre de 1973 por la fórmula Perón-Perón.

A partir del mes de marzo del 76, los medios gráficos comenzaron a aumentar el espacio dedicado a los temas militares, previendo con buen criterio que la amenaza de Videla fuera cumplida. Uno de los primeros en tomar partido fue el matutino La Prensa, que prestaba sus páginas a las proclamas golpistas de Isaac Rojas, quien desde su movimiento Acción Patriótica Argentina exhortaba a decir "¡Basta!". El diario de la familia Gainza Paz publicaba el 12 de marzo un editorial que no ahorraba calificativos: "Manirroto, desaprensivo, el gobierno no es dique de contención", aseguraba.

Cinco días más tarde, Clarín y La Nación coincidían en señalar desde sus editoriales "el sentimiento de indignación e inseguridad" de los argentinos. El matutino de la noble viuda, -perdón, queremos decir de la viuda de Noble- además, titulaba su tapa con un marcado tono sarcástico: "Balbín exhortó a buscar soluciones magistrales", en referencia al mensaje que el político radical había dirigido por la cadena oficial la noche anterior, en el que pedía la defensa de las instituciones democráticas, al mismo tiempo que el joven senador Fernando de la Rúa solicitaba el juicio político a la presidente y Raúl Alfonsín declaraba lamentándose no encontrar ninguna solución política a la situación.

Mientras los partidos opositores y el gobierno se reunían en la Multipartidaria en un intento de revertir la difícil situación, el vespertino La Razón se anticipaba varios días a los acontecimientos. El 19 de marzo -casi una semana antes del golpe- su principal titular de tapa era: "Culmina el proceso". Tres días después, le recordaba a sus lectores que "hace 89 días, el comandante general del Ejército, Jorge Rafael Videla, pronunció un significativo mensaje para el país".

En la mañana del lunes 22, todos los diarios coincidían en señalar la inminencia del golpe de Estado. "Alternativa inconducente", era el título del editorial de Clarín que se refería a los últimos intentos de los partidos de la oposición y el gobierno por preservar el sistema democrático, al adelantar la fecha de las elecciones de 1977 a octubre de 1976 (sí, solo faltaban seis meses...). Con el slogan: "Blanca y celeste, aunque nos cueste", la Liga Pro Comportamiento Humano iniciaba una campaña destinada claramente a apoyar el levantamiento militar que tuvo continuidad en otros dos mensajes. El primero mostraba la imagen de un soldado bajo el título "Tu pueblo te respalda" y el otro que, sin eufemismos, aseguraba: "Las papas queman, el pueblo ya no da más". Los tres avisos fueron publicados en los principales diarios.

"Es inminente el final, está todo dicho", afirmaba por su parte La Razón con una indisimulable felicidad, el 23 de marzo.

Los implicados la conocían como Operación Aries. El golpe de Estado contra el gobierno constitucional que presidía María Estela Martínez, Isabelita, y que se preparaba desde el día siguiente de la muerte de Perón y con mayor ajuste y precisión desde octubre del año 1975, debía darse entre 21 de marzo y el 20 de abril de 1976. El general Roberto Viola, secuaz de Jorge Videla, cabeza de la conspiración, y su sucesor en la presidencia de la tiranía, sugirió el signo del zodíaco como clave. Sería por eso que le decían "el sabio".

Sucedió al fin la madrugada del miércoles 24 de marzo de 1976. Como para darle la razón a Carlos Marx, a las 0:45 despegó de la terraza de la Casa Rosada el helicóptero que llevaba a la primera mujer jefe de Estado de América hacia el verde jardín de la residencia presidencial de Olivos. Marx decía que es cierto que la historia se repite, sólo que una vez como tragedia y la otra como comedia; y entonces tuvimos que vivir la misma escena el 20 de diciembre de 2001, aunque –claro- bajo otro sino. Aquella vez simularon una falla en el motor y le avisaron a Isabel que tendrían que aterrizar en el sector militar del Aeroparque. Allí tres representantes de las Fuerzas Armadas le comunicaron que "cesaba como presidente" (sic) y que quedaba arrestada. A las tres y veinte de la madrugada, por la cadena nacional de radio y televisión, los que todavía estaban despiertos pudieron escuchar el comunicado número uno del gobierno de facto, sonorizado por los inconfundibles compases de una marcha militar, anunciando que el país se encontraba bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. Tierra, agua y aire, los elementos oficiales de un complot nada elemental. A tiempo, la televisión presentaba la nueva imagen de una estrambótica y extrañísima combinación de símbolos que pretendía representar a la Junta de Comandantes, y que tenía toda la apariencia de una bandera corsaria.

Efectivamente, los comandantes le habían encargado a José Alfredo Martínez de Hoz, hijo y nieto de terratenientes, que preparara un plan económico detallado para el fin de semana previo al golpe y que se hiciera cargo del ministerio de Economía. Puso una condición: necesitaba diez años para aplicar su plan. Videla le prometió cinco seguros, con el total apoyo de las Fuerzas Armadas. (Y ya lleva veintisiete...). Ahora se sabe: fue una cacería en la selva. Martínez de Hoz y el general Albano Harguindeguy, futuro ministro del Interior, compartían la afición por la caza mayor: "Les daba placer herir a la presa para luego matarla a cuchillo, degollarla hasta sentir la lenta agonía de su muerte".

Sin embargo, nadie podía siquiera imaginar entonces la magnitud de la tragedia que se avecinaba. Aquél no era uno más de los rutinarios y sucesivos asaltos al poder, las chirinadas que periódicamente intentaban los milicos, alentados por las clásicas minorías civiles combinadas de aprovechadores e idiotas útiles. Ese módico crimen, en comparación con los que cometerían después, sería el primero y menos violento de la más sanguinaria y feroz tiranía entre todas las instaladas en Latinoamérica durante la década. Nadie mató tanto y con tanta crueldad. Ningún otro régimen alcanzó jamás semejante grado de perversión.

Se instauró junto al terrorismo de Estado un severo plan económico que definió un nuevo modelo de país, responsable de muchas más muertes e injusticias todavía que las de la tortura y el secuestro sistemáticos, y que aún hoy perdura: un modelo de un país de rodillas y acosado por el saqueo de toda su riqueza, la sumisión incondicional a los vampiros de la usura, el remate sin anestesia de los bienes de cualquier tipo a granel, la vergonzosa entrega de las joyas, las de la abuela, las de la madre y las de la nieta, una gigantesca y dolosa deuda externa y la absoluta exterminación de todo patrimonio económico e industrial del país y de sus habitantes.

Volviendo a los diarios, un día después de que se apropiara del poder la tiranía más sangrienta de nuestra historia, ningún medio utilizó la figura "golpe de Estado" para definir la interrupción del proceso democrático. Para La Razón, las Fuerzas Armadas habían "asumido el ejercicio del poder", La Prensa decía que se trataba de un "control operacional", La Nación prefería referirse a una "asunción de poder" y Clarín informaba que se trataba simplemente de "Un nuevo gobierno" y que María Estela Martínez de Perón había sufrido un "alejamiento del poder". En aquel editorial aparecido en Redacción, en el que Hugo Gambini se refería a la ilegitimidad del peronismo tres meses antes del golpe, el periodista invitaba a que sus lectores conocieran la verdad histórica por medio del testimonio de las publicaciones de la época. Gambini aseguraba que así se podría desenmascarar "los falsos testimonios de quienes se empeñan en acomodar la historia a su manera, para jugar a la legalidad o a la ilegalidad según les convenga en cada momento, sin importarles el destino del país".

"Quien conoce el pensamiento de estos hombres de armas sabe que no vienen a perseguir a nadie. Sólo puede estar preocupado el que ha delinquido, quien abusó del poder o el terrorista de cualquier signo. (...) Las Fuerzas Armadas saben perfectamente que lo suyo es una misión de reordenamiento y reparación de la República" (La Razón, 27 de marzo de 1976). "Es la culminación de un largo proceso, durante el cual los mandos castrenses decidieron prepararse para dar este trascendente paso, en caso de que el proceso tomase un rumbo que pusiera en peligro la integridad nacional" (Clarín, 24 de marzo de 1976). "Señor Teniente General: Queremos hablar con usted abiertamente. Sin aplausos prematuros ni reservas mentales. Lo hemos oído con atención. Su discurso fue una invitación al diálogo. Vamos a dialogar. Usted está al frente de veintiséis millones de argentinos cumpliendo una misión de servicio. Nosotros, hombres comunes y corrientes, también queremos sumarnos a este proceso" (Gente, 8 de abril de 1976). "Hay que salvar a las instituciones: las mujeres oíamos esa frase y no sabíamos exactamente qué pensar. La oíamos en boca de políticos adversarios entre sí, en boca de funcionarios públicos, de legisladores, de ministros. Salvar a las instituciones. Pero, ¿qué sucedía mientras tanto? Estallaban bombas, aparecían cadáveres en todas partes, se cometían crímenes impunemente, el peso perdía aceleradamente su valor, el robo se enseñoreaba en todos los estratos... Salvar las instituciones. ¿Para qué? ¿Para eso? ¿Para que todos los días nos anunciaran que estábamos cayendo más hondo hundiéndonos más en la desesperación, en la desidia, en el odio?" (Para Ti, marzo de 1976).

Además de los medios de comunicación, de los grandes grupos económicos y del poder imperial, el golpe contó con la velada pero muy amplia complicidad de una pequeña burguesía descerebrada, ansiosa de un orden que la democracia no le garantizaba, y que más tarde se justificaría con la famosa frase "yo no sabía...". Es el caso clásico de los analfabetos políticos. La aguda definición de Bertolt Brecht los condena así: "El peor analfabeto es el analfabeto político. El no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El no sabe que el costo de vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

Y en relación a los medios de comunicación, a los de ayer y los de hoy, nos permitiremos, en conclusión, remitir a la sencilla advertencia de una viñeta de "El Roto", el famoso humorista español:

Aviso: Muchas fuentes de información están envenenadas. Prueben las noticias antes de tragarlas

Recordar

Un cuento de Antonio Dal Masetto

Recuerdo cierta noche de verano de 1985 cuando en un bar del Bajo, desde otra mesa, alguien me preguntó: "¿Leyó el Nunca Más?". La voz pertenecía a un anciano que tenía un cuaderno abierto delante de él. Había estado escribiendo, usaba lentes de vidrio muy gruesos y parecía que tuviera dificultades para descifrar sus propias anotaciones. Dijo: "Registran 8.960 desaparecidos, hombres, mujeres y chicos, casi 9.000, pero seguramente son muchos más y es probable que jamás se sepa la cantidad real". Yo asentí. El anciano insistió. "¿Esa cifra le dice algo? ¿Sería capaz de imaginar 9.000 pares de zapatos?". "No, creo que no podría", dije. El anciano se concentró un momento en su cuaderno y volvió a hablar. "¿Sería capaz de imaginar 9.000 cuerpos?". Dudé nuevamente; contesté: "Tal vez pueda imaginarse una concentración de 9.000 personas vivas, en una plaza, en la calle, en una cancha de fútbol, pero no de otro modo". Y el anciano: "Estuve haciendo algunos cálculos. Intenté pensar en 9.000 cuerpos acostados en el suelo, uno a continuación del otro, la cabeza de uno contra los pies del siguiente: ¿Tiene idea de qué distancia podrían llegar a cubrir?". "No podría decirlo", contesté. "Supongamos que colocamos el primer cuerpo justo en la entrada de la Casa de Gobierno a partir de los dos granaderos, y desde ahí hacia el oeste, todos los demás; y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿sabe adónde llegaríamos?". "No lo sé". "¿Quiere seguirme en el recorrido?". Asentí. El anciano: "Avanzamos por la Plaza de Mayo, bordeamos el monumento a Belgrano, la Pirámide, los canteros florecidos, desfilamos ante la Catedral y su antorcha, el Cabildo, alcanzamos la Avenida de Mayo; y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me sigue?". "Lo sigo". "¿Prefiere que tomemos por la vereda de los números pares o impares?". "Lo que usted diga". "Dejamos atrás la Municipalidad, cruzamos Perú, algunas librerías, negocios, bares y alcanzamos la 9 de Julio, ¿estamos?". "Estamos". "En la primera plazoleta pasamos frente a las dos figuras femeninas que simbolizan la Virtud y la Sabiduría: más allá, enfrente, la ridícula caricatura del Quijote; recorremos las últimas cuadras de la Avenida de Mayo; después viene El Pensador, la fuente, las palomas, el edificio del Congreso, El Molino; seguimos por Rivadavia y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me está acompañando?". "Estoy". "El café de los Angelitos, negocios, negocios, negocios, el último tramo antes de llegar a Pueyrredón y su aspecto de mercado persa; Plaza Miserere y sus árboles, la bajada de Rivadavia, Medrano, la confitería Las Violetas, bancos, inmobiliarias, agencias de automotores, bocas de subte, testimonios de una ciudad civilizada, avenida La Plata, Parque Rivadavia, el monumento a Bolívar, avenida José María Moreno, pizzerías, negocios, negocios, negocios y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me sigue?". "Lo sigo". "Caballito, las rejas de la terminal del subterráneo, Rivadavia que se convierte en doble mano, el cielo que se amplía arriba, los edificios de departamentos más espaciados, Donato Alvarez, Boyacá; y solamente llevamos recorridas unas sesenta cuadras; alcanzamos Plaza Flores, la vieja iglesia, Nazca, mueblerías, casas de antigüedades, los barrios tranquilos que se desgranan a ambos costados de la avenida, las vías del ferrocarril que se entreven a cien metros y nosotros siempre con los cuerpos, ¿los está viendo?". "Los veo". "Cruzamos Segurola y ya estamos a la altura ocho mil quinientos; inmediatamente se suceden una serie de calles de nombres gratos: Virgilio, Dante, Víctor Hugo, Manzoni, Leopardi, Molière, Byron, llegamos al once mil seiscientos de Rivadavia, exactamente la última cuadra antes de la General Paz, se nos acabó la Capital y podríamos seguir del otro lado, por la Provincia; y siempre la cabeza de uno contra los pies del siguiente, ¿me estuvo siguiendo?". "Lo estuve siguiendo". "Este trayecto y un larguísimo tramo más es lo que se podría cubrir con 9.000 cuerpos". A esta altura el anciano calló. Se sostuvo la cabeza con ambas manos, se dobló sobre la mesa y era como si realmente lo hubiese deshecho el esfuerzo de esa caminata. Eso es lo que recuerdo de aquella noche.

Antonio Dal Masetto nació en Italia en 1938 de padres campesinos. Después de la Segunda Guerra emigró a la Argentina. Se radicó en Salto con su familia y aprendió el castellano leyendo libros que elegía al azar en la biblioteca del pueblo. El tema de la inmigración está presente en sus libros, como en las novelas Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable. A los 18 años llegó a Buenos Aires. Fue albañil, pintor, heladero, vendedor ambulante de artículos del hogar (sic), empleado público, periodista y, desde los 43 años, escritor. En 1964 publicó su primer libro de cuentos, que mereció una mención en el Premio Casa de las Américas. Recibió dos veces el Segundo Premio Municipal -por Fuego a discreción y Ni perros ni gatos- y el Primer Premio Municipal por la novela Oscuramente fuerte es la vida. Su libro Siempre es difícil volver a casa fue traducido al francés y llevado al cine por Jorge Polaco. Su novela La tierra incomparable recibió el Premio Planeta Biblioteca del Sur 1994. Es un asiduo colaborador del periódico Página/12 de Buenos Aires.

Fuente: www.agendadereflexion.com.ar


Historia de un dictador

"...Tal vez, la mayor expresión criminal que ha engendrado la pasión de Cristo y la burocracia disciplinaria en el siglo XX."

"El dictador", es la historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, de María Seoane y Vicente Muleiro, Editorial Sudamericana, 2001, 639 páginas.

El principio, desarrollo y caída de la dictadura argentina se narran a través de la vida de Videla, el dictador que va a misa y cumple escrupulosamente el reglamento: también el del horror. Un libro que logró lo que no pudieron antes jueces ni periodistas, la confesión de la "solución final" que decidió la suerte de miles de desaparecidos.
El dictador.

"Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil. No había otra manera. Todos estuvimos de acuerdo en esto. Y el que no estuvo de acuerdo se fue. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero, ¿qué es lo que podemos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, en seguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo." Así dijo Jorge Rafael Videla en su departamento del barrio de Belgrano, donde cumple arresto domiciliario por la sustracción de identidad y el robo de bebés en las instalaciones militares de Campo de Mayo. Se lo dijo a un periodista que lo entrevistó en tres oportunidades para la investigación llevada adelante por María Seoane y Vicente Muleiro, autores del libro "El dictador".

Las declaraciones que durante decenas de años no consiguieron arrancarle cientos de periodistas, políticos, fiscales y jueces en una larga serie de audiencias y tribunales, las consiguieron este libro y la vejez. Sus palabras recorrieron las agencias noticiosas del mundo entero.

A los 75 años Videla es un hombre que se levanta temprano, desayuna, hace gimnasia de aparatos, luego tiende la cama, lee el diario, almuerza y duerme una siesta. Merienda por la tarde, se sienta a responder algunas cartas, por la noche ve alguna película en el televisor y vuelve a acostarse. "Es el tipo de persona que si se le prohíbe salir fuera del hogar -aseguró su hijo Jorge Horacio-, por las dudas no va a salir ni al balcón; más aun, va a dejar una franja de varios centímetros antes de la puerta sin pisar para no incurrir en el riesgo de incumplimiento." Le ha dicho Videla a las autoridades que no deben preocuparse, es "una persona de escasa vida social", "no me aburro de estar en mi casa, ni me canso de no hacer nada". Sólo lamenta no poder ir a misa los domingos, aunque sigue la ceremonia por televisión y lo visita un sacerdote.

Mientras estuvo recluido en un chalé del penal de Magdalena, después del juicio a las juntas militares que promovió el gobierno de Alfonsín, tuvo en sus manos la llave de una puerta que lo conducía a la ruta y a la libertad. En los seis años que mediaron hasta el indulto ofrecido por Menem, jamás la usó. Videla es un hombre aferrado a los reglamentos. Aparte de eso, carga encima los crímenes más aberrantes de la historia argentina.

El libro de Seoane y Muleiro, dos periodistas y escritores de reconocida trayectoria profesional, reúne la doble virtud de hacer pública la vida de Videla por primera vez y de narrar en forma pormenorizada el nacimiento, desarrollo y caída de la dictadura militar que gobernó a la Argentina durante ocho años, cuyas consecuencias alcanzan la severa crisis de la actualidad. Sus fuentes, además del diálogo al que accedió el exdictador: más de ochenta entrevistas a diversas personas allegadas, un largo centenar de informes de la embajada estadounidense, desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, una nutrida lista de libros y documentos, integrados a un anexo.

Muchos secretos del régimen militar se descubren y jerarquizan en esta suma informativa de referencia ineludible. Hay que oír a Isabel Perón al borde de la histeria, el ridículo y el espanto, defender la institucionalidad democrática ante el asedio de los generales; conocer hasta qué grado la caza de comunistas llevada adelante por la Triple A exasperaba a los militares; ver desplegarse las intrigas de poder que enfrentaron al almirante Massera con Videla a lo largo del régimen y aun después. La abrumadora información recoge la duplicidad de un
régimen represivo que llegó a instalar 610 campos de concentración en un país cuadriculado en zonas militares, donde fueron martirizadas decenas de miles de personas. No fueron a las cámaras de gas. Varios miles fueron arrojados desde aviones a las aguas del Río de la Plata días antes de que los argentinos vivieran su día de gloria en el Mundial de Fútbol del 78. Curioso dato:Argentina gritó con frenético orgullo "el que no salta es un holandés", desconociendo que aquella selección chivada había ido a saludar a las Madres de Plaza de Mayo, por entonces mordidas con no menos ferocidad por el régimen.

Videla, Massera, Agosti, que se repartían el poder en un 33 por ciento para compartir responsabilidades y excusas, inventaron una "solución final" que luego exportarían a Centroamérica: la creación de fantasmas jurídicos "que no tienen entidad -dijo Videla en una de las entrevistas-, no están ni vivos ni muertos, son desaparecidos". Fueron alentados, juzgados por esto, y luego indultados, en las tres instancias con la complicidad de la Iglesia, empresarios, embajadores y civiles.

Hallará el lector de "El dictador" los motivos, las tensiones, los testimonios y un detallado retrato de la densa complejidad de los años que demolieron a Argentina, narrados con un tono periodístico que por momentos cobra una espesura algo agobiante y en otros, sin forzar la información, aliento novelístico. El militar invisible. El hombre que camina por su pequeño departamento de Belgrano, encerrado sin sufrimiento, asegura que a lo largo de su vida cumplió con la Iglesia, el ejército y la patria.

Desde que regresó la democracia en 1983 ha padecido la condena y el tormento de los tribunales, incontables veces le han gritado a la cara: "asesino", ha debido escapar de multitudes, lugares públicos, paseos distraídos en los que fue interpelado y humillado. A partir de julio de 1998 su arresto domiciliario lo liberó de esas violentas experiencias.

Perteneciente a una antigua familia militar de la provincia de San Luis, desde niño lo distinguió su opacidad. El padre lo crió al lado de su cuartel en la bonaerense localidad de Mercedes. Quería que se hiciera médico, pero salió militar. Cargó, desde el inicio, una severa educación religiosa y dos muertos: sus hermanos Jorge y Rafael, fallecidos a temprana edad y a quienes nunca vio ni vivos ni muertos, le dieron su nombre de pila. Sus compañeros de escuela, los del colegio religioso, los del liceo militar y los de su larga carrera castrense que lo condujo al grado de teniente general, deben forzar la memoria para hallar una anécdota de Videla en cualquiera de esas etapas. Estaba ahí, sin embargo, "debía estar ahí", siempre aplicado, correcto, obediente, disciplinado, sin agresividad, sin generosidad, sin picardía ni coraje, ni otra habilidad que sacar el cuerpo a las situaciones comprometidas, sin definiciones políticas, dispuesto a servir, a trabajar, a despedir a Lanusse en su calidad de director del Colegio Militar, aunque Lanusse ya estuviera con su helicóptero en el cielo y al mirar por la ventanilla le comentara a un periodista: "¡Mire qué pelotudo! Vamos a llegar hasta las nubes y va a seguir haciendo la venia!".

Su foja de servicios en el ejército es intachable, y así el comportamiento en su vida familiar, en sus servicios como monaguillo, en su asistencia devota a las parroquias donde la familia Videla consoló el dolor de su fatal secuela de muertos jóvenes, incluida la de una hermana, la de su hijo oligofrénico que alguna vez asistieron las monjas francesas desaparecidas durante su gobierno. No se enriqueció en el poder, como lo hicieron los militares que lo acompañaban, ni respondió al ruego de parientes y amigos que acudieron a pedirle por hijos o allegados desaparecidos. Los recibía con un rosario en la mano, rezaba por sus almas, pero decía que nada podía hacer.

Su biografía dibuja la vida de un abanderado de los reglamentos que transgredió todas las leyes y llevó el horror humano a un límite aberrante en nombre de Dios y el ejército, al que considera la última reserva de la patria, como acaban de sostener sus pares uruguayos.

Revés de Adolf Hitler, mandó matar por la paz, mandó torturar los cuerpos por la salvación del espíritu, mandó desaparecer por ausencia de fervor. Es, tal vez, la mayor expresión criminal que ha engendrado la pasión de Cristo y la burocracia disciplinaria en el siglo xx.

La complejidad de la figura de Videla, que el libro despliega en una barrosa duplicidad de conductas, encierra un desafío para la psicología y la lógica de la razón. Como el misterio de la Trinidad su duplicidad es, al mismo tiempo, una. Hay disimulo y ocultación, pero no el cinismo de una conciencia que ríe del engaño. Si se adueña del cuerpo escamoteado, lo hace sujeto a una fe que invierte los roles y le permite verse a sí mismo en el lugar del sacrificado, alguien que sembró el terror como un acto de servicio.

En ocasiones el tiempo crea un espejo insospechado. Esta biografía permite entender, en su entrelínea, que el hombre que inventó la figura de los desaparecidos fue, desde su origen, un NN. Uno con los hermanos muertos que usurparon su nombre y lo dejaron innominado, invisible en su secreto pacto con lo que no está vivo ni del todo muerto. "Si se dan por muertos, en seguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo." Los desapareció y se desapareció a sí mismo. Ya lo había hecho, sabía que funcionaba.


29 razones para el presente

Por Carlos del Frade

A casi treinta años del inicio del terrorismo de estado, los argentinos en general y los santafesinos en particular, no saben cuál fue el destino de los desaparecidos ni de los chicos apropiados por los integrantes de las llamadas fuerzas conjuntas. A pesar de eso es necesario destacar que el golpe no tuvo una finalidad militar sino económica y política: quebrar la conciencia de la clase trabajadora para afianzar un modelo de concentración de riquezas que sigue vigente en 2005. El diez por ciento más rico de la población argentina gana 33 veces más que los que sobreviven en los subsuelos de la sociedad que, hasta 1975, era una de las más justas de América. En estas postales del pasado aparecen las líneas argumentales del presente. Cuesta creer que luego del juicio a las juntas militares en diciembre de 1985, los distintos juzgados federales del país reinicien las causas por delitos de lesa humanidad como si nada hubiera sido probado. La sociedad civil tampoco ha exigido, todavía, una información seria sobre el reciclaje de los principales cómplices del genocidio en organismos claves como los ministerios de educación y salud provinciales o las grandes obras sociales de cada estado argentino. Los colegios profesionales tampoco se han expedido sobre las funciones cómplices de varios de sus asociados ni se han recuperado los archivos fotográficos de las fuerzas de seguridad. A veintinueve años del golpe de 1976, todavía falta la condena social sobre los que paralizaron los presupuestos de obras de infraestructura vitales como los bajos submeridionales y las canalizaciones de los ríos interiores de Santa Fe y los que acumularon casas, departamentos y otros bienes de las familias desaparecidas. Los dueños de los grandes medios de comunicación y algunos periodistas que fueron referentes de opinión en los años de la noche carnívora siguen teniendo grandes cuotas de poder durante los tiempos democráticos. Por eso estas veintinueve postales del presente, hijas directa del pasado impune.

Cosa juzgada (1)

'Disponiendo, en cumplimiento del deber legal de denunciar, se ponga en conocimiento del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el contenido de esta sentencia y cuantas piezas de la causa sean pertinentes, a los efectos del enjuiciamiento de los oficiales superiores que ocuparon los comandos de zona y subzona de Defensa, durante la lucha contra la subversión y de todos aquellos que tuvieron responsabilidad operativa en las acciones', decía el punto 30 de la sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones de Capital Federal leída por León Arslanián el 9 de diciembre de 1985.

El concepto de 'responsabilidad operativa' parece haber sido ignorado por completo por los actuales juzgados federales que repiten los testimonios de las víctimas y entienden que deben volver a probar lo ya convertido en cosa juzgada.

Semejante omisión del punto 30 de la sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones es directamente proporcional a la construcción de impunidad.

Lo ya probado (2)

Aquella sentencia que determinó como cosa juzgada que en la Argentina se impuso un proceso de terrorismo de estado a través de la metodología de la desaparición, tortura y muerte de personas, también abundó sobre las 'privaciones ilegítimas de la libertad, denunciadas y comprobadas' en cada provincia.

Desde el 24 de marzo de 1976 al 18 de agosto de 1982, se comprobaron 2.404 en el distrito Federal; 3.633 en la provincia de Buenos Aires; 668 en Santa Fe; 246 en Córdoba; 338 en Tucumán; 52 en Santiago del Estero; 209 en Mendoza; 32 en La Rioja; 42 en San Juan; 20 en Río Negro; 8 en Santa Cruz; 16 en Chubut; 36 en Entre Ríos; 19 en Corrientes; 26 en Misiones; 47 en Salta; 49 en Jujuy; 13 en Chaco; 3 en Formosa; 8 en Neuquén; 10 en Catamarca; 9 en San Luis; 14 en La Pampa y 4 en Tierra del Fuego.

¿Están las 668 denuncias comprobadas de la provincia de Santa Fe en conocimiento de los jueces y camaristas federales que actúan en el territorio?.

Y si están, ¿por qué es necesario volver a repetir el calvario de los sobrevivientes?.

Si no están, entonces, la responsabilidad de los integrantes de los fueros federales santafesinos debería ser materia de acusación de parte del Consejo de la Magistratura.

El por qué del golpe (3)

'El empresariado argentino ha crecido y está decidido a aceptar el desafío que significa la reconstrucción de la república. Por ello estamos aquí reunidos, para conocer el pensamiento de las fuerzas armadas y poder así reflexionar sobre la naturaleza de sus designios, determinando la dimensión exacta de nuestra responsabilidad empresarial', dijo un exultante representante de la Federación Gremial de la Industria y Comercio de Rosario, José Luis Pinasco, en octubre de 1977 al recibir a Díaz Bessone.

El militar no se quedó atrás: 'Los empresarios forman uno de los primeros sectores que constituyen la nación día a día. Acaso por eso fueron uno de los blancos predilectos de la agresión criminal de las hordas marxistas. Por eso la responsabilidad moral es la otra gran vertiente de esta eminente función social, y comienza dentro de la misma empresa. Allí los derechos ceden su lugar a los deberes. Defender la empresa y la propiedad privada contra agresores de toda índole es el primer deber', sostuvo en una clara conciencia del rol de los militares como celadores del gran capital.

La clase obrera fue el blanco preferido (4)

'Con esta política buscamos debilitar el enorme poder sindical, que era uno de los grandes problemas del país. La Argentina tenía un poder sindical demasiado fuerte...hemos debilitado el poder sindical y ésta es la base para cualquier salida política en la Argentina', dijo Juan Alemann, secretario de Hacienda de Jorge Videla.

Esa frase sintetizó la lógica de la represión contra el movimiento obrero opositor a las burocracias vinculadas a las grandes patronales.

La sociedad entre gerentes de plantas y represores fue una constante en la zona del Gran Rosario.

Uno de los torturadores e integrantes del Servicio de Inteligencia del Comando del II Cuerpo de Ejército con asiento en la ciudad de Rosario fue Francisco Bueno o Banegas. Su declaración ante los organismos de derechos humanos en Europa durante los primeros tiempos de la democracia sirvieron para descubrir los mecanismos del terrorismo de estado en la zona sur de la provincia de Santa Fe.

'Las oficinas a las cuales yo debía concurrir estaban ubicadas en la galería La Favorita, en el séptimo piso, oficina 701, bajo el nombre de la empresa INROS, Informaciones Rosario. En ese lugar existía la oficina donde se distribuía el trabajo de información...', sostuvo el ex integrante del ejército.

'De las siete personas, una de ellas se dedicaba a recabar información en las fábricas Massey Ferguson, John Deere y Anomackura, que están ubicadas en el cordón industrial del Gran Rosario...Las informaciones eran directamente entregadas por el personal de nivel jerárquico de esas empresas y operarios especializados....El nombre del que estaba en el órgano adelantado para la zona del cordón industrial era Cacho Marengo, ese era el seudónimo. El nombre real es Montenegro...El se dedicaba estrictamente a la parte de recolectar los papeles que preparaba el personal de gerencia de esas fábricas', sostuvo el desaparecedor.

Había otra persona que 'se encargaba de la zona un poco más alejada de San Lorenzo que era el enlace con el servicio de informaciones de la policía de San Lorenzo. La policía de San Lorenzo manejaba la zona de Puerto San Martín y Petroquímica Argentina; el que estaba a cargo de informaciones entregaba los papeles semanales de la información recabada a un hombre llamado Tito Ortiz, aunque el nombre real era Orefice'.

Continuidades (5)

'...estas organizaciones trabajan sin tener en cuenta el tiempo, el tiempo para ellos es secundario, no nos extrañemos que empiecen, no ahora, sino en una fecha relativamente corta, larga, pero van a volver porque les queda todavía... por empezar que ha sido histórico, una etapa de venganza personal, una venganza personal, como ocurrió con ese teniente coronel que fue a reprimir allá en el sur en la Patagonia trágica y después lo mataron acá en el centro de Buenos Aires...Varela y lo mató un terrorista extranjero...', declaró Agustín Feced el 11 de setiembre de 1984 ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

Feced se sentía la continuidad de Varela, el represor de los huelguistas del año '21 en la Patagonia. Una clara definición del objetivo del terrorismo de estado.

El principio del genocidio (6)

El informe Saichuck, del 30 de abril de 1973, prologaba el asesinato de Constantino Razzetti, las matanzas de la Triple A, la invasión a Villa Constitución y el golpe de estado de marzo de 1976.

'Los fines perseguidos empleando parte de estas siglas fueron determinados por la infiltración, captación y distorsión ideológica de elementos juveniles peronistas, quienes ante la carencia de dirigentes consustanciados con los lineamientos justicialistas fueron absorbidos por los que pregonaban la 'patria socialista o izquierda nacional', un comentario digno de cualquier dirigente de la derecha peronista y que luego se utilizaría como supuesta justificación para el enfrentamiento que se concretó después de Ezeiza.

Luego, en el documento hay una referencia al 'éxodo de militantes' que sufría, por aquellos días, el FEN, dirigido 'por lo que determinados círculos de la juventud consideran como 'el marxismo israelí' representado por Grabois y acólitos'.

Pero lo que viene es una clara advertencia de lo que efectivamente ocurrió: 'Las nuevas pautas a darse en el consenso juvenil pueden determinar, dentro de la disciplina y verticalidad que imponga Perón, una 'purificación' doctrinaria de la juventud, precedido de una depuración, considerando que aún el líder máximo del peronismo se halla en condiciones de controlar a la juventud por el giro dado al espectro que creara a través de los dirigentes defenestrados'.

Los términos 'purificación' y 'depuración' serían utilizados no solamente por los sectores ortodoxos del peronismo, sino que después formarían parte de las homilías de vicarios y obispos que exigirían una purga de sangre a las fuerzas armadas. El documento Saichuck, entonces, obliga a preguntar ¿cuál fue el origen de la represión política en la Argentina en los años setenta?

Hay otro dato interesante: el surgimiento de las llamadas Legiones Nacionalistas.

'La planificación y organización de las mismas estaría en manos de Sánchez Sorondo y del doctor Vicente Solano Lima. Dicho impasse se habría suscitado debido a diferencias entre Cámpora y Solano Lima, no obstante el aval de Perón al vicepresidente electo para la conformación de las citadas legiones que deberían estar encuadradas dentro de los lineamientos de la doctrina nacional del Justicialista', sostiene el informe.

'La concreción de estas LEGIONES (así con mayúsculas está en el escrito) estaba prevista para todo el ámbito nacional, especialmente jóvenes identificados con el peronismo no oficial y del nacionalismo ortodoxo. Para tales efectos estaba previsto el viaje de dichos elementos jóvenes para ser interesados en el cometido a cumplir o desarrollar', se afirma en la tercera hoja del informe del 30 de abril de 1973.

Sánchez Sorondo fue el candidato a senador nacional por la Capital Federal en las elecciones del 11 de marzo. Fue derrotado por el entonces joven abogado radical Fernando De La Rúa. Esa situación hizo que Solano Lima no viajara a Madrid junto a Cámpora para entrevistarse con el viejo General.

Saichuck terminó de leer el informe y por alguna extraña razón se lo llevó a su casa.

Al Gato Saichuck lo envenenaron a fines de 1976, pero sus trabajos de inteligencia marcaron la tendencia no solamente de las patotas que acompañaron a Agustín Feced, sino también los procedimientos y la ideología de aquella federación de bandas de delincuentes y de ideología fascista que se denominó Triple A.

La Juventud Peronista ya estaba infiltrada aun antes de la asunción de Héctor Cámpora y la idea de la depuración del justicialismo era un claro objetivo que compartían los servicios de las distintas fuerzas de seguridad y armadas con dirigentes sindicales, grandes empresarios y también políticos.

Pasa (7)

José Rubén Lo Fiego, alias el Ciego o doctor Mortensen, fue imputado por 68 delitos de lesa humanidad cuando se desempeñaba como el principal torturador del Servicio de Informaciones de la policía rosarina en los tiempos de Agustín Feced.

En su legajo personal consta que el 26 de julio de 1979 fue 'felicitado por la superioridad por el procedimiento realizado en la Empresa fabril Petroquímica Argentina Sociedad Anónima'.

A renglón seguido fue felicitado el 18 de agosto de 1977 por el comandante del II Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri, 'por el resultado de las investigaciones realizadas que permitieron los éxitos obtenidos por las fuerzas legales en los últimos días'.

Acindar (8)

Para el ministro del Interior, Alberto Rocamora, se trató de un operativo para desarticular al 'complot rojo contra la industria pesada del país'. Para el dirigente radical, Ricardo Balbín, 'los sucesos de Villa Constitución fueron necesarios para erradicar la subversión industrial'.

Walter Klein, socio de Martínez de Hoz, años después, fue mucho más contundente frente a la embajada de los Estados Unidos: 'Quédense tranquilos, todos los activistas gremiales de Villa Constitución ya están bajo tierra'.

Rodolfo Peregrino Fernández, ex comisario de la Policía Federal, relató ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, en 1983, que 'otra represión notoria de la Triple A fue la ejercida contra los activistas sindicales de Villa Constitución. Esa operación fue dirigida por el comisario Antonio Fiscchietti, alias El Padrino o Don Chicho. Fiscchietti fue reclutado para integrarse en la AAA siendo delegado de la Policía Federal Argentina en la provincia de Tucumán'.

Sostuvo que 'las patronales de las industrias metalúrgicas instaladas allí, en forma destacada el presidente del directorio de Acindar, ingeniero Arturo Acevedo, establecieron una estrecha vinculación con las fuerzas policiales mediante pagos extraordinarios en dinero'.

Remarcó que 'el presidente de Metcon, por ejemplo, retribuía con una paga extra de 150 dólares diarios al oficial de policía que dirigía su custodia personal, por un servicio de vigilancia no superior a las seis horas de duración'.

Acindar 'pagaba a todo el personal policial, jefes, suboficiales y tropa, un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percibían ya del estado esos efectivos. El pago estaba a cargo del jefe del personal, Pedro Aznarez, y del jefe de relaciones laborales, Roberto Pellegrini'.

Agregó que 'Acindar se convirtió en una especie de fortaleza militar con cercos de alambres de púas. Los oficiales policiales que custodiaban la fábrica se alojaban en las casas reservadas para los ejecutivos de la empresa...'.

El dinero de la sangre (9)

La primera mención sobre la actuación del 'Tucu' apareció en el libro 'Recuerdo de la muerte' de Miguel Bonasso.

Su identidad fue revelada por las declaraciones que desde el exterior hizo el ex servicio de inteligencia del Ejército, con actuación en el Comando del II Cuerpo de Ejército, Gustavo Francisco Bueno alias Germán Bueno o Banegas, ante el Centro de Estudios Legales y Sociales, en 1987.

Allí informa sobre el personal que revistaba en la Quinta de Funes.

En la lista de represores confeccionada por la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Rosario, en 1987, Eduardo Constanzo aparece como miembro de Inteligencia militar: 'IN 14'.

Al tiempo, sin imputación alguna en la causa federal 47.913, la denominada causa Feced, Constanzo se presentó al diario 'Rosario/12' para hablar sobre su actuación en Funes, diciendo que envolvía los cuerpos de los muertos, entre ellos algunos chicos y que después los trasladaba a las barrancas del río Paraná o por avión hasta la Bahía de Samborombón. Los datos fueron revelados por una entrevista que le hizo el periodista Reynaldo Sietecasse.

Su relato también apareció en la revista 'Gente' a través del corresponsal rosarino de la misma, Raúl Acosta.

Al saberse su participación los familiares de desaparecidos pidieron que se investigue lo relacionado con el supuesto fondeadero en las barrancas del Paraná, tarea que desarrolló el entonces juez provincial de instrucción de la 10ª nominación, Martínez Fermoselle, sin encontrarse ningún rastro positivo.

Aparece nombrado en el cuerpo 28 de la causa Feced al incluirselo como 'Tucu' entre los torturadores y represores de la Quinta de Funes. Era finales de 1986.

En el cuerpo 43 de la causa, se anexan fotocopias del capítulo II al XI de la 'Segunda Temporada', del libro 'Recuerdo de la Muerte', de Miguel Bonasso. El 'Tucu' aparece en el apartado X 'La Onda expansiva', señalado por Dri como 'con la cachaza tucumana. Viejo. Experimentado. Ojo, es observador'. Se repite el pedido de hábeas corpus presentado por María Adela Panelo de Forestello por el destino de su hija María Marta Forestello. Su nieta fue encontrada enla policía de menores de Rosario el 2 de diciembre de 1977. Estas actuaciones ya correspondían a febrero de 1987.

Hasta que llegó el lunes 15 de diciembre de 1997.

El Tucu Constanzo me recibe en el living que inventó en el viejo garaje de su casa de Pueyrredón 2931, a dos cuadras de la casita robada, aquella de Santiago 2815 donde vivía una pareja de ciegos, secuestrados, torturados y desaparecidos por las huestes de Galtieri y Feced el 17 de setiembre de 1977.

Impecable traje marrón y corbata con dibujos de Mickey y Tribilín. No le queda nada bien a quien supo torturar y envolver cuerpos para luego, según dijo, tirarlos al río.

'Usted escríbalo y después vea cómo podemos repartir lo que surja. Creí que me venía a ofrecer hacer una película. Hay que hacer negocios', dice mientras apostrofa contra los militares.

'Yo peleé por la patria, la bandera, esas cosas, pero ellos se quedaron con la plata', sostiene mientras confiesa que estuvo nueve años junto a Luis Rubeo.

Tiene un automóvil casi nuevo, dos camiones con los que trabaja en el Mercado de Productores de Fisherton trayendo fruta desde Tucumán. Su madre de noventa años tiene buena salud pero se está muriendo de vieja.

'Le di a cada uno de mis hijos casa y auto. Yo vine con mucho dinero de Tucumán. Después cometí el error de mi vida cuando trabajé con los militares', cuenta mientras toma un café.

Quiere dinero a cambio de su memoria.

'Tengo todo acá adentro', señalando su cabeza.

Toma pastillas de Tetrargill, 'recuerdo de los montoneros', relata y señala unas ventanas que le quedaron de una casa en Tucumán cuando le metieron algunas granadas.

Dice que el coronel Fariña hizo mucho dinero, que trabaja frente al diario La Capital y le fue muy bien. 'Hijo de una gran puta, le digo cuando lo veo y no me saluda. Ninguno de nosotros lo queríamos. Era muy prepotente. Ellos hicieron muy buen dinero', recuerda. Dice que Fariña fue el jefe de operaciones especiales del comando del II Cuerpo.

Feced de vacaciones (10)

El principal responsable del genocidio cometido en la provincia de Santa Fe, Agustín Feced, gozaba de libertad cuando supuestamente sufría de prisión preventiva rigurosa, según se desprende de una carta enviada por su concubina que solicitaba la pensión como tal luego de la fraguada muerte de junio de 1986.

El relato de la señora exhibe cómo el ex comandante de Gendarmería iba y venía por el país y ya estaba radicado en Paraguay como luego lo atestiguaron distintos familiares de desaparecidos sin que ningún integrante de la Cámara Federal de Apelaciones rosarina lo tuviera en cuenta.

Era octubre de 1984. Feced debía estar encerrado.

Cuando se produjo el robo de los tribunales provinciales, el ex gendarme volvía de pasar unas vacaciones junto a su concubina por el noreste argentino.

¿Qué tipo de responsabilidad tuvieron los gobiernos de la provincia de Santa Fe y de la Nación en aquella absoluta libertad que gozaba el mayor asesino de la historia del interior del país?.

Hasta hoy no solamente es un misterio, sino una brutal muestra sobre cómo se construyó impunidad en democracia.

Berhnardt (11)

Luis Galanzino fue desplazado de la policía provincial durante la primera administración del ingeniero Obeid.

Desde entonces denuncia a su entonces subsecretario de Seguridad Pública y hoy titular de Defensa Civil, el ex teniente coronel José Bernhardt, como el oficial que trasladaba a los detenidos ilegales de Santa Fe, durante el terrorismo de estado, hasta el centro clandestino que funcionaba en Granadero Baigorria, La Calamita.

Galanzino llegó a efectuar esa denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con sede en Washington.

Actuales funcionarios del gobierno provincial desprecian la denuncia porque creen que Galanzino miente para ocultar sus propias acciones contrarias a los más elementales derechos humanos.

E incluso llegaron a decir -los funcionarios actuales de la administración Obeid- que 'Bernhardt le ofreció conducir la Unidad Regional II con asiento en Rosario y entonces Galanzino se despachó diciéndole que para poner la delincuencia en caja había que tirar unos diez cuerpos de cualquiera para que sientan miedo. Semejante barbaridad lo dejó afuera', confió una alta fuente del gobierno actual santafesino.

El ex comisario desmiente todo con su voz agravada por el cigarrillo y las distintas enfermedades que tuvo que soportar desde que fue retirado de la fuerza.

Y ratifica su denuncia: 'Es de público conocimiento que Bernhardt trabajó para el Servicio de Inteligencia del Ejército. El participó en los traslados de los detenidos de Santa Fe hasta La Calamita. Eso es real', afirma.

Rechaza cualquier tipo de discusión que se le endilga con Bernhardt. 'Nunca tuve ninguna puja personal con él. Salvo cuando hicieron el relevo de todo el personal de tránsito y nosotros hicimos un procedimiento contra dos tipos uniformados con ropa policial que extorsionaban a la gente a la altura de Ricardone con radares para controlar la velocidad. Discutimos por teléfono y nunca más. Se sintió ofuscado y me dijo que no me tenía que meter con el personal que atendía los radares', enfatizó Galanzino.

'Nadie me ofreció la jefatura de policía de Rosario. Eso es mentira. Lo que ratifico es que Bernhardt hacía los traslados y también creo haber demostrado la relación existente entre él, el entonces ministro de Gobierno, Roberto Rosúa y la jueza Alejandra Rodenas. ¿O no se sabe que Osvaldo 'Tito' Rodenas, histórico dirigente de Rosario Central, era quien tenía La Calamita. El tema este nace entre el coronel Juvenal Pozzi y el dirigente empresario Natalio Wainstein. Este último le presenta Rodenas a Pozzi para que el estadio de Central sea confirmado como la sede del Mundial `78. Y una de las condiciones fue que Rodenas le alquilara a Pablo Benzadón, La Calamita y luego se la pasara a los militares. Y ahí se hicieron las torturas', terminó diciendo.

Perazzo (12)

La actual Jefa de la Policía de Santa Fe, la doctora Leyla Perazzo estuvo a cargo de la policía de menores de Rosario durante los tiempos de Feced.

Ella conoció, entre otras celadoras que figuran como las encargadas de cuidar algunos hijos de desaparecidos, a Norma Ramos, celadora y custodia de Josefina y Catalina Aguirre.

Según la actual funcionaria del Ministerio de Gobierno, Ramos 'mostró tener una generosidad más allá de lo común, como por ejemplo, cuando crió a Josefina que se estaba muriendo, porque la estuvo cuidando desde el Hospital'.

Sostuvo que nunca se va a olvidar 'de la cara de Cati. Convivìamos con las niñas. La vi sufrir por esa niña, cuidarla. El juez la autorizó a llevarla a su casa. Si no, se hubiera muerto', remarcó Perazzo en diálogo con este cronista. 'Es un episodio muy difícil de borrar. La he visto llorar cuando el juez le ordenó entregar esa nenita a la familia', agregó.

Perazzo defendió a las celadoras de la policía de menores durante la dictadura porque 'hicieron un trabajo como seres humanos más allá del oficial, asumieron roles...'.

'Yo estuve en la peor época...dos o tres años. En general las chicas (por las celadoras) salían a pedir ropa para los pibes. Los llevaban al médico. Hasta una persona como Feced, en una cuestión como la de los chicos, no se metió, dejó que los resolviera la justicia', indicó.

La policía 'recibía un chico del comando y lo anotaba. Ese era un aspecto. Después estaban los grupos de tareas', diferenció la abogada.

'Llegamos a tener como sesenta, me acuerdo', confesó la funcionaria.

¿Quiénes eran esos sesenta chicos que ingresaron en la policía de menores de Rosario durante la dictadura?.

Para Abuelas de Plaza de Mayo solamente hay tres niños desaparecidos en la ciudad.

Y de acuerdo a los documentos que constan en el cuerpo 21 de la Causa Feced, hubo 98 menores NN entre 1976 y 1983 denunciados en el juzgado provincial correspondiente.

Once durante 1976; 27 en 1977; 11 en el año del Mundial; 9 en 1979; 17 durante 1980; 17 más en 1982 y 6 en 1983. Muchos de ellos explicables, pero, como se demuestra en estas líneas, hay alrededor de una veintena de expedientes que presentan dudas muy grandes.

Si solamente se tuvieran en cuenta los casos de los 'menores derivados de procedimientos antisubversivos', hay 18 chicos, hoy jóvenes de más de veinte años, que bien pueden demandar a los entonces comandantes del II Cuerpo de Ejército por responsables de sus propios secuestros. Ramón Genaro Días Bessone también deberá responder por estos delitos cometidos en Rosario.

Los negocios del Tigre Acosta en Rosario (13)

El jefe de Inteligencia de la Escuela de Mecánica de la Armada era uno de los más conspicuos pasajeros que se alojaban en el hotel Riviera de Rosario entre 1991 y 1994. Jorge 'El Tigre' Acosta desarrolló actividades comerciales en la región a través de su astillero Río Bravo, con sede en General Rivas 175, en la zona del Dock Sud, en Avellaneda. Su principal contacto era un ex integrante de aquel centro clandestino de detención, Adolfo Romero, y sus intereses estaban vinculados a la zona franca paraguaya que opera en el puerto del sur provincial desde los tiempos de Videla y Stroessner. Ellos decían ser los representantes de la firma Serviport SRL, la misma que generó una millonaria demanda judicial a fines de los años noventa. Eran los tiempos de la fiesta menemista y los primeros intentos por privatizar el puerto rosarino; mientras que en Paraguay gobernaba el luego depuesto Juan Carlos Wasmosy. Junto a los verdugos de la ESMA -Acosta y Rádice- también se movieron, por aquellos días, hombres como Alberto Kohan y Carlos Corach. La fotografía que posee este cronista muestra una reunión mantenida en una casa familiar de la zona del Gran Rosario en la que se revela una de las tantas visitas de uno de los principales represores de la historia reciente argentina cuando se pergeñaba un negocio cuya dimensión, según la propia Justicia federal, ascendió a 150 millones de dólares. ¿Por qué El Tigre Acosta tuvo tanta impunidad para moverse en círculos políticos y empresariales rosarinos?, parece ser la pregunta que, por ahora, no tiene respuesta.

'La Capital' y Alberto Gollán (14)

En el Día de los Santos Inocentes de 1976, Leopoldo Galtieri recibió a los periodistas en el casino de oficiales del Comando, por entonces ubicado en Córdoba y Moreno. Felicitaba a los cronistas porque su labor 'ha marcado rumbos en la historia. A través de la prensa, en un cauce ordenado, llegando a los espíritus y a las mentes de los ciudadanos y a la formación cristiana, occidental, de nuestra tierra', dijo.

'Vamos a convencer al pueblo rosarino, en este caso, que llegaremos más fácil a los objetivos del gobierno militar. Estamos convencidos de que cometemos errores pero también sabemos que hay aciertos. Brindo por el país, por nuestra gran comunidad rosarina y por nuestra patria por un venturoso porvenir', sostuvo Galtieri.

En nombre de los trabajadores de prensa hablaron Alberto Gollán y Carlos Ovidio Lagos. 'Estamos orgullosos de poder acompañar a usted y a la fuerza que representa en esta tarea en que están empeñados. Nosotros los periodistas apoyaremos siempre esta labor', dijo el ex intendente de la dictadura del 71, Alberto Gollán.

'Nos sentimos honrados de esta prueba de afecto y solidaridad', dijo a su turno el representante del diario 'La Capital'. Es oportuno recordar que 'uno de los ingredientes fundamentales del periodismo es su derecho a discrepar, pero creo que las palabras del comandante no merecen ninguna oposición. Nunca el hombre se siente más satisfecho como cuando ha recobrado su libertad, y la Argentina la ha recobrado para dignidad del pueblo y de la nación. El comandante ha señalado que los diarios rosarinos han jugado un papel protagónico en estos instantes en que se están debatiendo fundamentales principios de perdurabilidad de la nación. Yo agregaría que el ejemplo rosarino es imitado por todos los diarios del país', dijo el descendiente del fundador del primer diario argentino.

Galtieri calificó de 'positivo' el balance de 1976. 'En el orden militar los resultados de la lucha antisubversiva están a la vista. Se normalizó la educación, hay recuperación económica y se ha logrado el reencauzamiento en el nivel social. Lo más positivo fue la reacción del pueblo argentino ante un hecho histórico. Este pueblo, llamado por su conciencia y liderado por las Fuerzas Armadas, tomó el comando de nuestra patria que caía en una vertiginosa picada', se entusiasmó el general.

El 29 de diciembre Galtieri fue ascendido a general de división y recibió una copia del sable corvo de San Martín.

Para los editorialistas de 'La Capital', el resumen del primer año de la dictadura era que 'la ciudad, cuyas paredes ostentaban leyendas variadas, amaneció un día con la cara lavada. En realidad se la lavó en varios días, pero se la lavó. Luego, la poda, controvertida, discutida, pero apoyada masivamente por los vecinos, que aportaron su esfuerzo, fue otro signo más que en 1976 se estaba produciendo un cambio, a primera vista aparente, pero llegando a profundizar, algo más serio. La vida estudiantil se fue ordenando, la universidad fue reestructurándose y algo cambió. Claro que en la poda a alguno se le fue la mano y mutiló algún ejemplar'.

Una editorial de 'La Capital', a principios de 1977, sumaba su grano de arena para incentivar la delación: 'Poco a poco va cerrándose el cerco sobre quienes pretendieron conducir al país al caos precursor de la toma del poder marxista y va lográndose un clima de mayor seguridad pública. Para alcanzar la victoria que indudablemente obtendrá la república es necesario operar en todos los campos. Es necesario no caer en confusión y mantener una vigilia que no es obligación exclusiva de las fuerzas del orden, sino de la ciudadanía toda'.

En una de sus habituales recorridas por Corrientes y Chaco, el general Galtieri, una vez más, habló de la confluencia entre medios de comunicación y la dictadura. 'Destaco la identificación de las fuerzas armadas con el periodismo en la tarea de llevar adelante el Proceso de Reorganización Nacional, que tiene objetivos y no plazos', dijo.

Fuentes: Argenpress/La Fogata/El Ortiba


Como funcionó el sistema nacional de represión (SNR)

Por Elena Luz González Bazán

El Sistema Nacional de Represión contó en nuestro país con un andamiaje basado en un Estado que dispuso todo su poder a manos de la represión, la represión estatal fue desde este lugar, apoyado por las clases dirigentes empresarias, donde muchos de ellos, más tarde, se apoderaron de las empresas estatales para lograr su vaciamiento. Todo este aparato fue dimensionado, organizado y puesto en funcionamiento desde las estructuras del Estado. En él, a partir del golpe de estado se concentró el poder político, económico y financiero, cercenando las libertades públicas, todas las prácticas culturales populares, torciendo el rumbo de las conquistas sociales a través de niveles elevadísimos de represión, terror y muerte. Si bien el principal objetivo de la dictadura fue golpear al Movimiento Obrero Organizado, desde estos espacios se resistió a la dictadura, mientras amplios sectores medios hicieron la venia y sostuvieron a la dictadura con su omisión o apoyo.

Plantear el tema Estado en este tramo es fundamental para entender el porqué pudieron pasar los planes más aberrantes desde el punto de vista de la violación de todos los derechos humanos, pero también la imposición de un modelo que tenía que ver con el capital financiero, por sobre el histórico capitalismo industrial, imposición que se basó en la desindustrialización del país.

En el campo internacional el capital financiero estaba jaqueando al capitalismo industrial y en nuestros países del Tercer Mundo y dependientes de los países centrales debían ser desindustrializados y convertidos para la provisión de mano de obra barata y la producción de materias primas.

El elemento que se utilizó con fuerza fue el endeudamiento externo, no casualmente la deuda dejada por el gobierno de María Estela Martínez de Perón fue de 7 mil millones de dólares, a la salida de la dictadura la Argentina debía a los organismos internacionales casi 50 mil millones de dólares.

Por eso el CCD - Centro Clandestino de Detención fue vital en el proceso represivo, fue el lugar por donde se entraba y no se salía, y si salían sus vidas habían cambiado, en esos ámbitos reinaba el horror en todos sus matices, de esta forma y utilizando el asesoramiento y accionar de profesionales de la salud, lograron torcer en muchos momentos la voluntad humana, utilizando la tortura a los seres queridos y la violación a las mujeres, la mentira y la burla sistemática sobre la conducta de sus familiares y la desesperación llevada a extremos únicos delante de los seres más amados.

En estos lugares siniestros no existieron valores humanos, tenían números, como en el caso del centro clandestino que funcionó en la ESMA y en tantos lugares que les ponían un número, por las cifras de los sobrevivientes se supone que por este lugar pasaron más de 5.000 detenidos - desaparecidos.

Por eso tener claro para las generaciones venideras, para las actuales, para los que no vivieron la última dictadura militar, es una necesidad histórica, va más allá de revivir procesos, se trata de re incorporar los mecanismos de la memoria colectiva, recuperar una identidad popular que sirva como contenedor de que las clases dominantes intenten implementar nuevas formas de represión. Se trata de oponerse a las formas represivas actuales y las injusticias de todo tipo. Pero para entender el porqué de estas medidas represivas han que comprender, acabadamente, este proceso histórico Argentino y de Latinoamérica.

No se puede hablar más de excesos, hubo un plan ideado y llevado a cabo hasta las últimas consecuencias, que no fue soportado de rodillas, al contrario fue resistido heroicamente por miles y miles de trabajadores anónimos que sufrieron la persecución, la muerte, la desaparición y en menor medida la pérdida de trabajo.

Zona 1

La Zona 1 que abarcaba la Capital Federal, la mayor parte de la provincia de Buenos Aires y la provincia de La Pampa fue dividida a su vez en 7 Subzonas y éstas a su vez en 31 áreas, allí funcionaron sobre un total relevados de 96 Centros constatados y otros 70 posibles, entre 73 a 75 CCD. Por otro lado las últimas cifras que hablan de 400 CCD en todo el país, elevarían estas cifras a 176 CCD en esta zona.

Comandos de la zona 1

Subzona 1 Capital Federal a cargo de 2º Comandante del 1º cuerpo de Ejército.

Subzona 11: a cargo de la Brigada de Infantería X con asiento en la ciudad de La Plata, y jurisdicción sobre los partidos de: San Andrés de Giles, Mercedes, General Rodríguez, Marcos Paz, Las Heras, Navarro, Lobos, Cañuelas, Esteban Echeverría, Lomas de Zamora, Avellaneda, La Matanza, Quilmes, Florencio Varela, Berazategui y Almirante Brown, La Plata, San Vicente, Brandsen, General Paz, Monte y Lanús.

Subzona 12: a cargo del comando de Artillería 101, con asiento en Tandil, y jurisdicción sobre los partidos de Salliqueló, Pellegrini, Trenque Lauquen, Pehuajó, Carlos Casares, Hipólito Yrigoyen, Bolívar, Tapalque, General Alvear, Saladillo, Roque Pérez, General Belgrano, Chascomús, Magdalena, Castelli, Dolores, Tordillo, General Guido, Maipú, Ayacucho, Tandil, Benito Juárez, Laprida, General Lamadrid, Daireaux, Caseros, Olavaria, Azul, Las Flores y Pila.

Subzona 13: a cargo de Comando Artillería 101, con asiento en Junín y jurisdicción sobre los partidos de: General Villegas, General Pinto, Leandro N. Alem, General Arenales, Colón, Pergamino, San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Baradero, San Antonio de Areco, Suipacha, Chivilcoy, 25 de mayo, 9 de julio, Lincoln, Carlos Tejedor, Rivadavia, General Viamonte, Junín, Rojas, Salto, Bartolomé Mitre, Capitán Sarmiento, Chacabuco y Bragado.

Subzona 14: a cargo del Destacamento de Exploración de Caballería Blindada 10 con asiento en Toay y jurisdicción sobre la totalidad de la provincia de La Pampa.

Subzona 15: a cargo de la Agrupación Defensa Aérea 601, con asiento en Mar del Plata y jurisdicción sobre los partidos de General Lavalle, General Juan Madariaga, Mar Chiquita, Balcarce, General Alvarado, General Pueyrredón, Lobería, Necochea y San Cayetano.

Subzona 16: a cargo de la Primera Brigada Aérea 601 con asiento en Palomar y jurisdicción sobre los partidos de Merlo, Moreno y Morón.

Esta implementación del denominado ¨Terrorismo de Estado¨ estaba claramente organizado, de este organigrama represivo salió el ford falcon y la patota, el Grupo de Tareas, el robo, la nocturnidad y también la ¨levantada¨ a plena luz del día. De estos esquemas organizativos, que seguiremos brindando zona por zona, salieron los apropiadores de bebes, la violación, la picana y la instrumentación del terror. No comprender esta forma de funcionamiento represivo, es como se afirma comúnmente, poner el carro delante del caballo.

De esta organización planificada a lo largo y ancho de la Argentina se fueron engarzando pieza a pieza los distintos actores políticos y sociales que decidieron jugar del lado de la dictadura. Por eso el terrorismo de Estado contó con la cúpula de la iglesia católica y de otras estructuras religiosas que no hicieron nada por sus seguidores, por el contrario conocían las listas de desaparecidos y muertos, como el caso de Monseñor Grasselli.

El Informe de la CONADEP revela que existieron, por lo menos, y hasta noviembre de 1985, comprobados 8.961 desaparecidos, nueva figura social que apareció, irrumpió en el paisaje nacional. Podemos decir que la mayoría de estos desaparecidos, a 29 años del golpe y algunos menos de su desaparición, continúan en la misma figura social. Son una incógnita, como afirmaba Videla, cuando le preguntaban de los medios de prensa extranjero el destino de miles de personas.

Recientemente se encontraron los restos del dirigente mecánico cordobés René Salamanca, sus restos fueron arrojados a la fosa de San Vicente. Salamanca fue secuestrado el 24 de marzo de 1976, era el Secretario General del SMATA - Córdoba, este gremio tenía más de 12.000 obreros mecánicos. El trabajo silencioso y valioso del Equipo Forense Argentino lleva adelante dicho esfuerzo, titánico. Como en la actualidad se trabaja en el Pozo de Vargas, donde se presume que hay un número no determinado de desaparecidos de la zona norteña de nuestro país.

El Informe de la CONADEP, conocido como el Nunca Más sostiene que:

El 30,5 por ciento de los desaparecidos eran obreros industriales
El 17,9 por ciento asalariados
El 5,7 por ciento docentes
El 1,6 periodistas
El 10,7 profesionales
El 21 por ciento estudiantes

Debemos hacer algunas salvedades de cómo entender estas cifras. La década del ´70 tenía un 3 por ciento de desocupación estructural, aproximadamente, un porcentaje elevado de profesionales estaban en relación de dependencia, o sea eran asalariados. Del 21 por ciento de los estudiantes, aproximadamente el 75 por ciento era asalariado. En la actualidad la UBA a dado a conocer un censo donde declara que el 59 por ciento de su estudiantado trabaja.

Por ende es claro afirmar que los desaparecidos de la última dictadura militar fueron mayoritariamente obreros y asalariados, la clase trabajadora argentina brindó más del 76 por ciento de sus hombres y mujeres a los escarnios de este genocidio que no puede cerrarse por mandato.

Por eso como afirmaba Monseñor Zaspe: "El silencio y el olvido no traerán la paz anunciada."

Fuente:Argenpress/La Fogata/El Ortiba


Los setentistas de Argentina

(Acerca del libro de Pablo Pozzi y Alejandro Schneider)

Por Ruth Werner

En estos últimos años, "pensar los 70" ha sido motivo del esfuerzo de periodistas, políticos e historiadores.
Generalmente acompañando la teoría de los dos demonios muchos se han dedicado a hablar de una época a la que no debería retornarse jamás, justificando -les guste o no-la violencia descargada por los genocidas contra la vanguardia obrera y popular.

Otros, mostraron a una generación que puso todo de sí, que se jugó en la calle, con las armas, por sus ideales. Pero la Argentina de los 70 fue mucho más que esto: se vivía un proceso revolucionario abierto desde el Cordobazo que cuestionaba de raíz la sociedad de explotación. Por eso, la historia de los 70 no sólo tiene que ver con "la voluntad" de una generación; mucho menos se la puede minimizar a través del relato sobre la vida de algunos guerrilleros trasvestidos como Rodolfo Galimberti.

La década del 70 nos habla de una aguda lucha de clases. Son los años en que la clase obrera desafió al poder burgués, y como nunca antes, se convirtió en principal protagonista. Esta gesta que conmovió a nuestro país, y sobre todo el rol protagónico de la clase trabajadora, es lo que queda oculto en el relato de quienes intentan explicar los 70 a través del prisma de la militancia guerrillera o de sus dirigentes. A nuestro entender el primer mérito de "Los setentistas" es que -sin desmerecer el papel jugado por otros sectores populares-se ubica claramente desde la clase obrera.

En el libro de Pozzi y Schneider, distintos militantes de corrientes marxistas, en su gran mayoría con actividad en fábrica, nos permiten ver la vitalidad política inmensa que vivían los trabajadores: desde los grandes ensayos insurreccionales como el Cordobazo y el Viborazo hasta las huelgas con toma de rehenes de la patronal Matarazzo, Del Carlo. Desde el surgimiento de los sindicatos clasistas hasta las Coordinadoras Intersindicales antiburocráticas del Gran Buenos Aires, desde el enfrentamiento con las patronales, transformado por la fuerza de los hechos en enfrentamiento con las direcciones sindicales burocráticas, y muy pronto en combate contra la policía en centenares de conflictos y acciones. Fue finalmente la clase trabajadora la que puso en vilo a la burguesía y al gobierno de Isabel Perón en las jornadas de junio y julio del ´75.

La multitud de hechos pequeños, cotidianos, que surgen de los testimonios, ilustran el inquieto movimiento subterráneo que convirtió a la clase obrera en una fuerza temible para el capital. Es apasionante recorrer esos ejemplos que permiten una visión histórica distante del escepticismo, de la condena reaccionaria o de la apología de idealismo juvenil (los procesos y hechos desarrollados en la UOM en fábricas como Corni, ASTARSA, TENSA, CORMASA, comentados por quienes los vivieron como trabajadores y como militantes, en la inmediatez de su pertenencia simultánea a un grupo social y a una perspectiva revolucionaria vivida en los pliegues de su rutina diaria de obreros empieza a cubrir un enorme vacío en lo que hasta ahora han sido los trabajos más conocidos sobre los ´70)1.

Además, al contrario de los historiadores que han ocultado o menospreciado el protagonismo de la izquierda marxista en la clase obrera, Pablo Pozzi y Alejandro Schneider postulan con claridad una tesis hasta el momento poco desarrollada en la literatura política contemporánea: que la década del 70 se caracterizó por una relación dinámica y dialéctica entre la izquierda2 y la clase obrera. Como se dice en "Los setentistas": "Esta relación tuvo una influencia, aún hoy no estudiada, muy profunda, que llegó a radicalizar a sectores del peronismo". Porque para muchos "la izquierda, en la historia argentina, parecería desaparecer, a partir de 1946, con el nacimiento del peronismo. Cuando recibe alguna mención, es para caracterizarla como "alejada de los trabajadores" o como "traicionando algún conflicto".

"Los setentistas" viene también a poner esto en su lugar: la izquierda cumplió un rol fundamental al vincularse decididamente al proceso preparatorio vivido por la clase obrera a partir de 1955, que engendraría el Cordobazo, y con él, el período llamado "los ´70", y que fue, a nuestros ojos, el gran ensayo revolucionario que dio la historia de nuestro país. En ese ensayo tuvo un lugar la "izquierda marxista", no sólo como perspectiva teórica, sino como corriente militante en el seno del movimiento obrero.

Desde el cordobazo en adelante estuvo planteada la necesidad de levantar una estrategia correcta para el triunfo de la revolución argentina. Los testimonios volcados en "Los setentistas" demuestran que la clase obrera con sus métodos de lucha, la huelga, los piquetes, las barricadas, la toma de fábrica con rehenes, iba separándose de la tutela de la burocracia sindical, y después de la vuelta de Perón, comenzaba a enfrentar el pacto social, realizando una experiencia acelerada con el peronismo en el poder: se empezaba a recorrer un camino de independencia de clase.
Inclusive antes, desde la "resistencia peronista" con las ocupaciones de fábricas, la huelga portuaria del '66, se dan múltiples ejemplos de tendencias a construir organizaciones de democracia directa para la lucha, lo que se va a agudizar en los 70 siendo su máxima expresión las coordinadoras interfabriles en el Gran Buenos Aires.
Que estas tendencias hayan existido es muy importante, ya que la clase obrera para poder tomar el poder necesita previamente alcanzar una extraordinaria independencia política. Esto se expresa en las organizaciones que construye en la experiencia de la lucha de clases y también en las lecciones que saca y asimila. 3. No existió un partido obrero y revolucionario que desarrollara estas tendencias planteando la perspectiva del poder basado en organismos de democracia directa de las masas4 y preparara el camino para el triunfo del poder obrero.

Pablo Pozzi y Alejandro Schneider en "Los setentistas" van a dedicar dos capítulos al PRT-ERP y al PST (El PRT-ERP: la guerrilla marxista y El PST: el trotskismo en la clase obrera) con la argumentación de que fueron las corrientes de la "izquierda marxista" que más se esforzaron por ligarse orgánicamente a la clase obrera y que a diferencia de los Montoneros (y también del Partido Comunista) enfrentaron al peronismo y su pacto social. Pozzi y Schneider ponen el eje en la pasión de estas organizaciones por vincularse a la clase obrera y comprometerse íntegramente con sus luchas, y no se proponen como objetivo hacer un análisis crítico de las distintas estrategias que estas corrientes sostenían.

Para nosotros, analizar el más grande ensayo revolucionario de la Argentina no puede tener otro objetivo que preparar el futuro. O lo que es lo mismo, mantener viva una perspectiva revolucionaria. El análisis de las estrategias fracasadas, la caracterización de las organizaciones que las aplicaron, la revisión de sus experiencias es imprescindible. Queremos detenernos, entonces, para, brevemente, esbozar la crítica al PRT-ERP y al PST.

EL PRT-ERP como corriente guerrillera, levantaba la perspectiva estratégica, general, que presupone la superioridad del ejército de insurgentes sobre la organización autónoma de la clase trabajadora. Coherente con esta perspectiva en lugar de jugar todo a que los incipientes organismos de autodeterminación de las masas en lucha se desarrollasen como verdadera alternativa de poder, la clave siempre fue la formación de un ejército guerrillero, metodología ajena a la clase obrera y que viviría, a destiempo, en diciembre del ´75, el trágico intento de enfrentar al poder burgués en el terreno de los aparatos militares, sin vínculo orgánico con la lucha de las masas trabajadoras5. Por eso, si bien el PRT-ERP tuvo inserción en la clase obrera, sostuvo la política de ganar a los mejores dirigentes obreros para la perspectiva de preparar la lucha armada "desde el monte". Tanto es así que durante las jornadas de junio y julio de 1975, el ERP se concentraba en su experiencia de la Compañía de Monte en Tucumán. No se trataba de "errores tácticos" originados en una "insuficiencia de marxismo", una "desviación militarista", o en las "tensiones y presiones demopulistas, cuya explicación encontramos en su base social concreta: los militantes de origen familiar o de experiencia política peronistas y comunistas eran muchos" de lo que se habla en "Los setentistas", sino de una estrategia general. El PRT que surgió de un partido que se reivindicaba de la IV Internacional, terminó rompiendo con todo vestigio de troskismo convirtiéndose en una organización guerrillera según el modelo de las revoluciones de partidos-ejércitos como la vietnamita, cubana, etc., levantando una política cada vez más frentepopulista e incluso crecientemente complaciente con la burocracia del Kremlin.

EL PST, corriente liderada por Nahuel Moreno, se reivindicaba trotskista. Tuvo el mérito de haber impulsado varias batallas correctas en el sentido de la independencia de la clase trabajadora. En particular, en 1974 ante el plenario convocado en Villa Constitución, dirigido por Piccinini y los Montoneros realizó una gran campaña por la formación de una coordinadora nacional -un organismo centralizador de todas las corrientes clasistas y direcciones antiburocráticas-. Sin embargo el PST no levantó durante su accionar político en el conjunto del período una estrategia para desarrollar organismos de democracia directa de las masas, y cuando eventualmente lo hizo le daba a este tipo de organizaciones de las masas un carácter meramente sindical y no relacionado al poder obrero. Hay que tener en cuenta que en nuestro país las semi insurrecciones de Córdoba y Rosario plantearon condiciones para el surgimiento de organismos de democracia directa en todo el período y que en 1972 ya habían surgido los cordones industriales chilenos y se iban transformando en un poder paralelo al poder burgués, constituyéndose en un importante ejemplo para los trabajadores del continente.

Además, a partir del 74, para frenar el ascenso revolucionario, la burguesía había comenzado a organizar bandas fascistas que golpeaban a dirigentes obreros, estudiantiles y a la izquierda: la Triple A. El PST, como parte de no haber levantado consecuentemente una "estrategia soviética" tampoco planteó la tarea de preparar y organizar la autodefensa, como paso transicional a la milicia obrera, para escarmentar a los fascistas dirigidos por López Rega. Por el contrario, el PST basaba su política en el llamado a un "frente democrático", con partidos burgueses, como la UCR de Ricardo Balbín. Así, mientras la guerrilla para defenderse realizaba acciones militares por fuera de las fábricas y de la organización obrera, el PST terminó sin dar salida a las necesidades de autodefensa del movimiento obrero.

Para terminar, queremos saludar este debate que viene a plantear "Los setentistas" de Pablo Pozzi y Alejandro Schneider, volumen que recomendamos a todos nuestros lectores.

NOTAS
1 Ya hemos comentado en Estrategia Internacional sobre los libros de Ernesto González "Historia del trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina", que también se ubican desde la perspectiva de la clase obrera, volúmenes que recomendamos a nuestros lectores.
2 En "Los setentistas" se plantea que "para este estudio la "izquierda" se compone de todos aquellos grupos e individuos que se autodefinen como marxistas y se plantean el socialismo como fin. Asimismo ser de "izquierda" no necesariamente es sinónimo de revolucionaria...En la izquierda existen múltiples variantes: reformista, burocratizada, clasista, revolucionaria".
3 León Trotsky analizando el doble poder en la revolución rusa sostiene que "La mecánica política de la revolución consiste en el paso del poder de una a otra clase.
La transformación violenta se efectúa generalmente en un lapso de tiempo muy corto; pero no hay ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de dominadora súbitamente, de la noche a la mañana, aunque esta noche sea la de la revolución. Es necesario que ya en la víspera ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto a la clase oficialmente dominante, más aún es preciso que en ella se concentren las esperanzas de las clases y de las capas intermedias, descontentas con lo existente, pero incapaces de desempeñar un papel propio".
(Historia de la Revolución Rusa, Tomo 1, cap. 11, Editorial Antídoto).
4 Nos referimos a lo que llamamos "estrategia soviética" tomando el nombre de los consejos obreros o "soviets" que surgieron en Rusia en 1905, y que en 1917 bajo la dirección del Partido Bolchevique tomarían el poder en la revolución de octubre. En 1917 estos consejos estaban compuestos por diputados obreros, campesinos y soldados. La clase obrera se convirtió en el caudillo de la nación en lucha contra la autocracia y su Soviet fue el nuevo poder que las masas vieron surgir. No sólo constituyeron los organismos de expresión más democrática que se hayan dado los trabajadores sino que concentraban en si lo que, en el ordenamiento burgués se llama poder legislativo y ejecutivo, o sea que no solo discutían y sacaban resoluciones sino que las hacían cumplir.
5 En otro artículo de Pozzi "El PRT-ERP y la cuestión de la democracia" se sostiene que "el ERP entendía que 'la disputa por el poder se manifiesta primero en el surgimiento de órganos y formas de poder revolucionario a nivel local y nacional, que coexisten en oposición al poder burgués'. Este poder a su vez estaba estrechamente relacionado 'al desarrollo de las fuerzas militares del proletariado y el pueblo, porque no puede subsistir sin fuerza material que lo respalde'." (Poder burgués y poder revolucionario 23/8/1974 Mario Roberto Santucho).

Fuente: www.archivo-chile.com


24 de marzo de 1976, Halperín Donghi y Pigna

Entrevista de Felipe Pigna a Tulio Halperín Donghi para ElHistoriador.com.ar acerca del 24 de marzo de 1976:

Dice con razón el historiador catalán Josep Fontana: "Todo trabajo de historiador es político. Nadie puede estudiar, por ejemplo, la Inquisición como si estuviera investigando la vida de los insectos, en la que no se involucra. Porque, o el trabajo del historiador tiene utilidad para la gente de afuera de las aulas, o no sirve para nada.”

Siguiendo a Fontana podríamos decir que Tulio Halperín Donghi -seguramente el más destacado historiador argentino- tiene muy en claro la utilidad de su tarea.

Su “Revolución y Guerra”, recientemente reeditado, es ya un clásico ineludible para todo aquel que quiera adentrarse seriamente en la trama de las relaciones entre el poder político, económico y militar y la formación de la elite dirigente criolla entre 1810 y 1820.

Donghi no tiene ninguna duda de que la historia reciente es historia y trabaja históricamente los temas que para muchos son sólo patrimonio de la crónica y del periodismo.

En su libro “La lenta agonía de la Argentina peronista” aborda reflexivamente el desarme del estado benefactor, las diferentes etapas del peronismo, la guerrilla, las dictaduras y las democracias que se sucedieron entre 1955 y 1983.

A lo largo del presnte reportaje recorre con su tono desprejuiciado, polémico y muchas veces “politicamente incorrecto”, como gustan decir los dueños de la corrección, tres períodos claves de la historia contemporánea argentina: los años '70, la dictadura y la transición democrática.

Donghi llama la atención, entre otras cosas, sobre la actitud de la sociedad argentina frente a estos procesos históricos. A las sociedades se las suele demonizar o disculpar, amnistiar. Todos fuimos culpables o nadie lo fue. Generalizaciones de escaso valor histórico a la hora de ser útiles a la reflexión, al aprendizaje del pasado. Estas generalizaciones son funcionales al poder, por que no distinguen los distintos grados de responsabilidad y tienen por objetivo generalizar las culpas hasta licuarlas en el torrente de la sociedad en su conjunto.

Donghi habla de responsabilidades compartidas, de visiones un tanto apresuradas, y de enamoramientos impulsivos y efímeros que terminan en grandes desengaños, porque, según su diagnóstico, no se han averiguado bien los antecedentes y los vicios de la ocasional pareja.

En torno a este tema tan trascendente, el de la co-responsabilidad de la sociedad, tan escasamente tratado por la bibliografía específica y no debatido lo suficiente, me pareció interesante incorporar fragmentos del reportaje a Juan Gelman quien refiriendose a la actitud de los argentinos frente a la dictadura militar distingue entre culpa, olvido y responsabilidad, comparando la experiencia argentina con la lectura que hacen los alemanes contemporáneos sobre el nazismo.

El testimonio de Antonio Cafiero aporta la visión de un testigo directo de los últimos meses del gobierno de Isabel, el incremento del poder militar, auspiciado por aquel gobierno, y los detalles del nombramiento de Videla como comandante en jefe del ejército.


-¿Cuáles fueron las causas del golpe militar del 24 de marzo de 1976?

-Bueno, yo creo que ese golpe tiene una causa profunda, es decir, que de alguna manera los militares, desde que fueron apartados del poder de una manera tan poco cortés en 1973, habían aspirado a volver y ganar espacio político a través de una nueva experiencia de gobierno. Lo que hizo inevitable el golpe fue no tanto lo que se llamaba el problema de la subversión que era invocado como el elemento principal para el golpe, sino la incapacidad del gobierno peronista, del gobierno de Isabel Perón, para darse una política viable.


-El peronismo tenía una conducción vertical pero que era acatada según diferentes criterios por los diferentes sectores ¿Cómo se daba esta dinámica en la práctica?

-Es decir, si recordamos como funcionó el régimen peronista restaurado en el `73, veremos que está dividido desde el comienzo diríamos en tres: por una parte está la izquierda, por otra parte está la corriente tradicionalmente más influyente dentro del peronismo que es la formada por el moviniento sindical, y por otro lado está lo que se llamaba el entorno.

El entorno y el movimiento sindical, evidentemente lograron eliminar la influencia de la izquierda y de la juventud y resolvieron ese problema a su manera eliminando primero su influencia política, una tarea en la cual la actividad principal correspondía a Perón, es decir, él intervino en las provincias que le parecen poco seguras, hizo las purgas políticas necesarias y luego eso trasladó la lucha al terreno más militar, en el cual la izquierda realmente no tenía demasiadas chances.

Era un problema que evidentemente seguía creando condiciones infernales de vida para quienes no estaban demasiado interesados en el conflicto, pero tenían que pagar sus consecuencias, pero esto de por sí, no hacía necesario un golpe militar. Es evidente que cuando se dió el golpe las tareas básicas, digamos así, de contener en el nivel militar la ofensiva de la izquierda ya habían sido logrados.


-¿Podría decirse que Perón era el único garante del Pacto Social firmado entre la CGT y la CGE y que a su muerte la economía comienza a ocupar el lugar de la política?

-El pacto social era una estabilidad de precios totalmente artificial porque se impone por vía administrativa mientras se expande enormemente la masa monetaria, que es una solución que gracias al enorme peso político que ha ganado Perón conserva su eficacia mucho más tiempo de lo que nadie creía posible, pero ya durante la última aparición de Perón es cuando él tiene que pedir que no se siga presionando por mejoras de salario y esa presión viene, evidentemente de que ya la estabilidad está siendo desbordada por todos lados.

Y luego lo que tenemos es una tentativa de Isabel Perón de cambiar su política económica que fracasa cuando el ejército declara que no está disponible para reprimir al movimiento obrero.


-¿En qué momento se rompe la alianza táctica entre los sindicalistas y López Rega?

-La alianza que ha llevado a la derrota de la izquierda se rompe con el Rodrigazo. Evidentemente en esa pulseada los sindicatos ganan, y a partir de entonces el gobierno de Isabel es prisionero de los sindicatos. Es decir, existe una sucesión de ministros de economía que proponen planes que o no son ni siquiera aplicados porque son inmediatamente rechazados, y realmente Lorenzo Miguel tiene poder de veto absoluto sobre los programas económicos y la situación que se produce es una situación de inflación creciente cuyas consecuencias negativas, incluso políticamente. todos advierten. pero de la misma manera que la señora Isabel es prisionera de los sindicatos, la cúpula sindical es prisionera de sus bases.

Es decir no tiene la autoridad para imponer una política de contención de salarios y tampoco trata de hacerlo. De tal manera que, en el fondo hay una confesión de impotencia que hace que las tentativas de parar el golpe, tanto por vía de soluciones políticas intermedias como por vía de transformaciones del programa económico no vayan muy lejos.


-¿La derecha peronista preparó el golpe, fue funcional a él?

-En el fondo el golpe ocurre cuando la gente incluyendo la dirigencia peronista considera que es una solución inevitable y quizás en vista de que todas las alternativas han desaparecido, no diría que una solución deseable, pero una solución a la cual no solo no es posible oponerse porque los militares son demasiado fuertes, sino no tiene sentido oponerse porque no hay alternativas. Lo que ocurre, naturalmente. es que esa intervención militar es distinta de las otras. En buena medida esto es lo que la hace aceptable.


-¿Cómo era visualizada la alternativa de golpe por la mayoría de la población?

-Luego de un período en el cual la guerra civil peronista diríamos, se cierne cada vez más como una campaña de venganza y de liquidación de la derecha sobre la izquierda que empieza a repercutir en sectores cada vez más amplios de la sociedad en el fondo el recuerdo de la experiencia de otros golpes militares hace que curiosamente el golpe militar sea visto no solo como una solución para un problema de política económico social para el cual el peronismo no tiene respuesta sino además, -y muy pronto se iba a advertir que no era así- pero como un medio de atenuar, diríamos así, la intensidad salvaje que estaba tomando el conflicto.

Es decir, se creía que la represión militar iba a ser una represión mejor calibrada, más orientada frente a los peligros reales, desde el punto de vista de una acción militar y no simplemente de focos de posible influencia juzgada ideológicamente indeseable o algo por el estilo. Creo que eso también hizo que el golpe fuera uno de los golpes menos resistidos de la historia argentina.


-¿Cómo evalúa la actuación de la guerrilla por aquellos años?

-Yo creo que la guerrilla fue un movimiento deplorable desde muchos puntos de vista. Era deplorable porque introdujo una serie de costumbres políticas que son obviamente malas, es decir, es muy peligroso crear la ilusión de que matar gente, si se la elige con cuidado, puede ser una solución rápida para problemas políticos y efectivamente la guerrilla se manejó con eso.

Diríamos sus primeros éxitos eran asesinatos de personas muy cuidadosamente elegidas porque tenían una posición estratégica en el juego político del momento, empezando por Aramburu.

Por otro lado la guerrilla tenia otro déficit muy importante, tenía una política que se revelo totalmente incompetente. Es decir no advertía en absoluto a que debía su éxito. En el momento en que perdió el favor de la sociedad -hay que decir que la sociedad argentina en ese sentido es muy desconcertante porque pasa de una reacción positiva a una negativa en forma muy brusca- y esta gente que de pronto se descubre privada, diríamos así, del favor político naturalmente esta sorprendida, indignada, tiende a reacciones violentas.

Pero, evidentemente, la guerrilla no se mostró totalmente capaz de funcionar sino en una situación en la cual había gozado de complicidades muy amplias.


-¿Esa tendencia comenzó a revertirse a partir de los hechos del 20 de junio de 1973 en Ezeiza?

-Efectivamente a partir de Ezeiza se revierte la tendencia. La guerrilla es incapaz de hacer otra cosa que tratar de responder a iniciativas, lo que muestra que ha perdido la iniciativa. De tal manera que creo que la guerrilla tiene, evidentemente, sus culpas.

Culpas que se agravan cada vez mas tanto desde el punto de vista moral como político a medida que se hace evidente que ha perdido la batalla y no quiera reconocer que la ha perdido. Entonces comienza a hacer cosas cada vez más locas y de una locura cada vez más sangrienta. . Por otro lado, creo que la represión tiene otras culpas. En parte paralelas, en parte originales.


-Paralelas, pero no iguales. No son dos demonios iguales como quiere la teoría.

-Sí hay una teoría de los dos demonios. Pero efectivamente son dos demonios muy diferentes y creo que la discusión sobre cuál es el peor es una discusión de tipo político. Yo diría sin embargo que hay un elemento diferenciador.

Hay un episodio de la historia chilena que muestra esa dureza característica diríamos del perfil nacional chileno que es cuando los Carrera lanzaron una revolución y fueron capturados. Fueron ejecutados v luego el director supremo les paso al padre una cuenta por el costo de la ejecución, él decía que había un precio que tenían que pagar por las balas.

Esto es una cosa muy dura pero me parece que alude a un elemento diferenciador entre la violencia de la guerrilla y una violencia que comienza con el secuestro del Estado y el uso de todos los recursos del estado para ciertas funciones que los que lo han capturado deciden que son importantes y que imponen al resto de la sociedad.

Creo que aquí hay una diferencia que es muy básica, que tiene una dimensión moral, diría yo, y al mismo tiempo es más que moral y caracteriza muy bien la naturaleza muy diferente de los dos movimientos.


-¿Cuál fue la actitud de la sociedad argentina frente a la dictadura?

-Ya lo decía Valentín Alsina cuando partió al destierro, desde el barco gritaba: " Adiós. pueblo italiano “. pero italiano quería decir pueblo cambiante, veleidoso. etc.

Y es evidente que la sociedad argentina es una de las más cambiantes en ese sentido. Tiene, yo diría metejones que terminan de golpe. Yo soy lo bastante viejo para recordar el período en que el partido comunista se transformó en una organización vista con enorme simpatía por las clases “respetables”. Por ejemplo.

Si usted se molesta en ver la colección de La Nación el día en que el partido comunista surgió al fin de la clandestinidad en un acto en el Luna Park, la noticia ocupaba la primera página de La Nación con un titulo que sino recuerdo mal era algo así como gran fiesta de la civilidad.

Los comunistas durante un año vivieron en ese estado de felicidad inexplicable hasta que de un día para el otro descubrieron que había caído de nuevo en la total marginación. Experiencias de este tipo les han pasado a muchos, les pasaron desde luego a los guerrilleros.

-Claro, la popularidad de la guerrilla a comienzos de los 70 era notable.

-La popularidad del movimiento guerrillero, la popularidad de la izquierda peronista era muy considerable. Si pensamos en las elecciones que gano Cámpora en 1973, prácticamente toda la campaña fue llevada con los organismos políticos que respondían a la guerrilla dando el tono.

Fue una campaña que se caracterizo por la aceptación del resto del electorado y de la sociedad del resultado corno legitimo, resultado de una elección en que los vencedores se movilizaban al grito de " duro, duro, duro, estos son los montoneros que mataron a Aramburu”.

Muestra hasta que punto -yo no quiero defender a los montoneros- pero puede entenderse que haya leído mal la reacción de la sociedad. Ahora, lo que es característico, es que un buen día, no solo Perón sino todos deciden que no, que todas las conductas son totalmente inaceptables, que esa gente hay que marginarla, y cuando no se deja marginar v comienza a hacer cosas cada vez mas violentas.

Finalmente hay que matarlos. Ahora evidentemente los guerrilleros hicieron lo posible para distinguir esa conclusión ¿verdad? Recuerdo por ejemplo cuando decidieron matar al Dr. Mor Roig y después explicaron que lo habían hecho para poner algo en la mesa de las negociaciones que se proponían entablar con el Dr. Balbín.

La conclusión del Dr. Balbín fue, obviamente. que con esa gente no quería sentarse en la mesa de negociaciones y que cuando los militares decidieron hacer lo que hicieron él se estaba dispuesto a mirar para otro lado.


-¿Se podría decir que un importante sector de la sociedad recibió con una gran expectativa a la dictadura?

-El gobierno del “Proceso” es necesario recordar que fue recibido, primero con autentico no diría entusiasmo pero autentico alivio y aceptación. Cuando la gente descubrió que el alivio y la aceptación estaban fuera de lugar, descubrió también que en esa situación de terror no podía manifestar ningún cambio de sentimientos.

Sólo cuando los dirigentes del “Proceso” demostraron de nuevo que habían fracasado en todo que habían dejado la economía en estado ruinoso, que habían impuesto un tipo de terror absurdo, es decir, aun para en el lenguaje de la época que la sociedad estaba enferma y que necesitaba un cirujano, en lugar de un cirujano había encontrado a un grupo de carniceros chambones, diríamos.

Y por último fracasaron en lo que se suponía que era su especialidad, que era la guerra. Entonces sí, a partir de ahí termina diríamos así, esa suerte de romance cada vez más artificial entre la sociedad y el gobierno militar.


-¿Cómo evalúa la actitud de la prensa durante aquellos años?

-Yo me referiría, por ejemplo, a una editorial de La Nación cuando todavía el gobierno militar estaba en el poder, aunque ya muy caído, destinado a conmemorar el séptimo aniversario de la toma del gobierno en el año `76. Esta editorial era realmente como ese tipo de reacciones de una dama que se encuentra a un ex amante en la calle y si él trata de adularla le dice: "Señor, creo que no hemos sido nunca presentados."

Es decir, de alguna manera era como si La Nación nunca hubiera tenido nada que ver. Creo que es muy ilustrativo comparar ese texto con los textos que siguieron a la instalación del gobierno militar.

Yo recuerdo uno realmente escalofriante en el cual La Nación incitaba a una vigilancia muy estricta en la cual señalaba que no era necesario ir tan lejos como una afirmación ideológicamente inaceptable, que a veces la imitación de un adjetivo, la reticencia en el uso de un verbo es también muy reveladora y que todo eso debe vigilarse con particular escrúpulo, es decir, estaba invitando a una inquisición de los medios de circulación masiva que fue realmente mas allá de la que el proceso trato de hacer y sabia hacer. De tal manera que creo que efectivamente hay aquí un problema muy serio.

A su turno a los genocidas de la dictadura les tocó la ingratitud de la que hablaba Albina, la ingratitud de aquellos que los había alabado y de aquellos que había incrementado sus fortunas gracias a los negociados concretados en aquellos terribles años.

En cierta medida yo no quiero defender a los líderes del proceso pero cuando pienso en la recepción que habían tenido y que cuando finalmente fueron juzgados ninguno de esos grandes estudios de abogados se manifestó dispuesto a tomar su defensa y ahí el único que mostró algún sentido común fue el Gral. Videla que dijo que no reconocía como legitimo a ese tribunal y prefería entonces ser defendido por el defensor de pobres, que en el fondo hizo un trabajo mejor que los deplorables abogados que se prestaron a ser defensores de los otros comandantes, pero, realmente habían recibido también ellos, el trato habitual que la sociedad argentina da a los que en un momento avala y admira ¿verdad? y creo que ese es un aspecto de la responsabilidad que el resto de la sociedad tiene en nuestras desgracias pasadas.


-¿Cuáles fueron las claves del triunfo alfonsinista. Qué elementos lo tornaban seductor para el electorado de clase media?

-Yo creo que de alguna manera lo que hizo tan seductor al triunfo de Alfonsín fue que logro convencer a la gente que era otra cosa de lo que era. Es decir, en el fondo lo que logro Alfonsín era algo muy importante.

Fue un candidato que en ningún momento se presento como antiperonista sino al contrario. Pero al mismo tiempo bastaba oírlo en una sola frase para advertir que ese señor no era peronista. De tal manera que creo que lo que Alfonsín logro es reunir todo el voto antiperonista hasta el ultimo.

Es decir, la posibilidad en un momento de meter en la Casa Rosada a un señor que no era peronista era demasiado atractiva. Por otra parte en la medida en que no era antiperonista, él pedía abiertamente el voto de los peronistas.

Recuerdo un discurso increíble en que decía que se presentaba casi como un gobernante interino como después resultó. Decía que el movimiento peronista estaba tan destrozado, tan dividido, era tan incapaz de ejercer el gobierno que creía que por el poco interés del peronismo le convenía no gana, entonces, abnegadamente, él se ofrecía, diríamos así, para gestionar el manejo de la cosa pública por ese período.


-El conflicto entre Alfonsín con los gremios podría enmarcarse en la histórica disputa entre el radicalismo y el movimiento obrero, ¿pero por qué adquiere tanta virulencia?

-Creo además que lo que Alfonsín no percibió del todo era que su denuncia del pacto sindical ?militar tenia un tono muy claro que iba mas allá de la denuncia de la de la corrupción sindical y la prepotencia sindical.

Cuando se logra crear tanta oposición a la corrupción sindical a la prepotencia sindical en el fondo lo que se esta logrando es movilizar una oposición contra los sindicatos mismos, es decir, contra el peso del sindicalismo sea corrupto o no corrupto.

Y por el contrario, él no percibía eso en absoluto. Cuando él decía que el creía que los sindicatos tenían una función decisiva en una sociedad moderna decía lo que creía. De tal manera que pudo llegar a las elecciones decisivas de 1987 creyendo que había hecho una cosa habilísima introduciendo un jefe sindicalista como Alderete en el Ministerio de Trabajo. Yo creo que en primer lugar eso tuvo un costo económico que aceleró la ruina del Plan Austral, pero aun políticamente no era lo que le convenía.

Es decir. creo que lo que le convenía era de nuevo presentarse contra los que de todas maneras eran sus enemigos políticos y nunca lo habían ocultado.


-La famosa frase con la democracia se come, se cura se educa, ¿evidencia un desprecio por la economía, por atacar los problemas en su raíz económica social?

-Yo creo que Alfonsín, y eso es muy peligroso, tenia talento político pero al mismo tiempo no-tenia el menor interés por los problemas económicos.

En el fondo lo que le gustaba del Plan Austral es que había gente que se encargaba y ya no tenía que preocuparse mas de eso. Y eso en un país que esta en la situación de la Argentina es sumamente peligroso y esa ceguera es una ceguera que todavía hoy tiene.

Todavía hoy él no advierte que nos debe una explicación sobre la hiperinflación.

Es decir que esa no es una anécdota que aunque sea la explicación más maniquea, es decir que la hiperinflación fue un invento de un grupo de especuladores que arruino el Estado con vistas a derrocarlo bajo la conducción de Menem o cualquier cosa por el estilo, pero de toda maneras seria decir que ahí paso algo.

Hasta ahora él parece creer que ahí no paso nada importante y creo es esa ceguera lo que finalmente lo convierte frente a los argentinos que tienen que vivir en este país en una figura cada vez más irrelevante políticamente.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar


El golpe está vivo

Por Eduardo Aliverti

En cada idiota que pide mano dura para acabar con la inseguridad urbana, como si las causas del delito no fueran estructurales y, otra vez, se tratase de arreglar las cosas a sangre y fuego, el golpe está vivo.
En el registro de que no hay una clase dirigente de edad intermedia con cojones y eficiencia patrióticos, porque desaparecieron y asesinaron a los mejores cuadros técnicos y militantes, el golpe está vivo.
En cada dólar de la deuda, cuyo crecimiento geométrico nació con la dictadura y que sigue condicionando a, por lo menos, la próxima generación de argentinos (más allá del golpe de efecto de haber cancelado las facturas del Fondo, que son una mínima parte del total) el golpe está vivo.
En el atraso científico y tecnológico de la Argentina, porque una enorme porción de sus hombres más brillantes no tuvo otra ruta que un exilio del que la mayoría no volvió, el golpe está vivo.
En los estúpidos que confunden a los piqueteros con el enemigo, como se lo confundió hace 30 años, el golpe está vivo.
En esos amplios sectores desconcientizados de la clase media, que después de fantasear con las divisas baratas y los viajes al exterior del cuarto de hora milico volvieron a hacerlo con el amanuense milico Domingo Cavallo, y que volverían a equivocarse una y otra vez, el golpe está vivo.
En los periodistas y en los grandes medios de comunicación apologistas del golpe, intelectuales del golpe, escribas del golpe, y capaces de no ensayar ni tan sólo un atisbo de arrepentimiento en 30 años, el golpe está vivo.
En las cúpulas eclesiásticas que bendijeron las armas y las torturas y las descargas de 220 voltios en la vagina de las embarazadas, tan preocupados los monseñores y su séquito de miserables por el derecho a la vida, el golpe está vivo.
En las mafias policiales, que no reconocen su origen pero sí su desarrollo en aquellos años de repartir el botín de las casas de los secuestrados, el golpe está vivo.
En los votos a Rico y a Patti; en los votos a los candidatos empresarios que vieron crecer sus empresas en la dictadura, gracias al extermino de las luchas sindicales y a los negocios con los asesinos; en los votos a todas las crías milicas disfrazadas de intendente, diputado o senador, el golpe está vivo.
En la explotación agropecuaria concentrada en unas pocas y monumentales manos, el golpe está vivo.
En una Ley de Radiodifusión firmada en 1980 por Videla y Harguindeguy, y vigente 30 años después, el golpe está vivo.
En la desprotección gremial, en el trabajo precario, en la desarticulación del tejido social, obras todas paridas por los monstruos de 1976, el golpe está vivo.
En cada oprimido que reproduce el discurso del opresor, en cada pobre y en cada pobre diablo que se enfrenta con otro pobre y con otro pobre diablo, el golpe está vivo.

Como tampoco se trata de tener una visión tragicista de la historia, porque eso implica abonarse a las profecías autocumplidas de la derrota y la única derrota asegurada es la de los pueblos que se resignan y no toman nota de sus conquistas, a 30 años corresponde, también, decir que en muchos aspectos estamos mejor.
Ya no se violan los cuerpos así como así. Ya no tienen forma de hacer sin más ni más lo que les venga en gana. Ya los argentinos demostraron que tienen reflejos de resistencia activos y eficaces, contra el andar impertérrito de la clase dominante, muy por encima de cualquier sociedad latinoamericana. Ya siguen sin articularse los espacios populares, y algo de eso se reflejó el viernes en el acto de la plaza, pero la derecha tampoco tiene partido y, menos que menos, partido militar. Ya tanto diputado y tanto senador no tiene la ocurrencia de continuar como si nada con su papel de oscuros gerentes del sistema: les cuesta, los putean, los ignoran, y de hecho es mucho más lo que se interpela desde la calle que desde sus edificios lamentablemente casi inútiles. Ya la policía se cuida mucho más de lo que sus deseos le estimulan. Ya los milicos no existen, que no quiere decir que los sectores del privilegio hayan renunciado a la violencia como última instancia pero sí que no les es tan fácil imponer condiciones. Ya hay mucha calle y mucha plaza que lleva el nombre de desaparecidos. Ya hay la anulación del Punto Final y la Obediencia Debida, y quizás de los indultos.

Según quiera verse, a 30 años todas esas conquistas pueden parecer caca de paloma. O bien una epopeya de los imprescindibles, visto que acá a la vuelta supo estar prohibido "El Principito", y quemados libros en pira pública, y exterminados y torturados y exiliados decenas de miles de argentinos. ¿Cerramos en que las dos cosas son ciertas?

Y que tomamos la segunda para decirles a los asesinos y a sus mandantes: pudieron, pero no del todo. Tan no del todo que acá estamos, diciendo estas cosas.

Marzo 2006, editorial del programa radial Marca de radio.


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