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En un trabajo anterior ("Principios psicológicos del análisis infantil") relaté
algunos de los mecanismos fundamentales que encontré en el análisis de niños. Señalé
que el contenido especificó de sus juegos, que se repite constantemente o recurre
a las formas más variadas, es idéntico al núcleo de las fantasías masturbatorias,
y que es una de las principales funciones del juego infantil proporcionar una descarga
de estas fantasías. Discutí después la considerable analogía que existe entre los
medios de representación usados en el juego y en los sueños, y en la importancia
de la realización de deseos en ambas formas de la actividad mental. También llamé
la atención hacia un mecanismo importante en los juegos en que el niño inventa y
asigna diferentes "personajes". El objeto del presente trabajo es discutir este
mecanismo en mayor detalle, y también ilustrar con ejemplos de diferentes tipos
de enfermedad la relación entre los "personajes" o personificaciones introducidas
por los niños en el juego y los elementos de realización de deseos.
Hasta el presente
mi experiencia es que los niños esquizofrénicos no son capaces de practicar juegos
en el verdadero sentido de la palabra. Ejecutan ciertas acciones monótonas y es
un trabajo laborioso penetrar a través de ellas hacia el inconsciente. En caso de
tener éxito encontramos que la realización de deseo asociada a esas acciones es
preeminentemente la negación de la realidad y una inhibición de la fantasía. En
estos casos extremos no se logran las personificaciones.
Mi pequeña
paciente Erna, de 6 años de edad, presentaba al comienzo del tratamiento una grave
neurosis obsesiva que enmascaraba una paranoia que fue revelada después de considerable
cantidad de análisis. Erna en su juego me hacía representar a la hija mientras ella
hacia de madre o maestra. Yo entonces tenía que padecer fantásticas torturas y humillaciones.
Si en el juego alguien me trataba bondadosamente, generalmente resultaba que esta
bondad era sólo fingida. Los rasgos paranoicos se manifestaban en que yo era constantemente
espiada, mis pensamientos eran adivinados y el padre o la maestra se aliaban con
la madre en contra mía. De hecho estaba constantemente rodeada de perseguidores.
Yo misma en el rol de la niña tenía que espiar y torturar continuamente a los otros.
Frecuentemente Erna misma representaba el papel de niña. Entonces en general su
juego terminaba escapando ella a las persecuciones (en estas ocasiones la "niña
era buena") haciéndose rica y poderosa, transformada en reina y vengándose cruelmente
de sus perseguidores. Luego que se agotaba su sadismo en estas fantasías aparentemente
exentas de inhibiciones (esto sucedió después de un tiempo de análisis), venía la
reacción en forma de profunda depresión, ansiedad y agotamiento corporal. Entonces
su juego reflejaba la incapacidad de soportar esa tremenda opresión, manifestándose
en una serie de síntomas graves[1].
En las fantasías de esta niña todos los roles utilizados entraban en una fórmula:
dos partes principales, el superyó perseguidor y el ello o yo, según el caso, amenazados,
pero de ninguna manera menos crueles.
En estos juegos
la realización de deseos radicaba principalmente en el esfuerzo de Erna para identificarse
con la parte más fuerte, para dominar así su miedo a la persecución. El yo fuertemente
presionado trataba de influir o engañar al superyó para impedir su triunfo sobre
el ello. El yo trataba de poner al ello muy sádico al servicio del superyó y combinar
a ambos en la lucha contra un enemigo común. Esto requería el amplio uso de mecanismos
de proyección y desplazamiento. Cuando Erna representaba el papel de madre cruel,
la niña mala era el enemigo. Cuando ella misma era la niña perseguida, pero que
se transformaba rápidamente en poderosa, el enemigo estaba representado por padres
malvados. En cada caso existía un motivo que el yo trataba de hacer plausible ante
el superyó, para entregarse a un sadismo sin restricciones. En función de este "bloque"
el superyó debía tomar medidas contra el enemigo como si fuera contra el ello. No
obstante el ello continuaba buscando secretamente su gratificación predominantemente
sádica dirigida contra los objetos primarios. Con esas satisfacciones narcisistas
logradas por el yo en sus victorias sobre los enemigos tanto internos como externos,
también apaciguaba al superyó y así era de considerable valor para la disminución
de la angustia. Esta alianza entre las dos fuerzas puede, en casos menos extremos,
ser de relativo éxito: puede pasar inadvertida para el mundo externo o no conducir
a una enfermedad, pero en el caso de Erna se derrumbó completamente a causa del
excesivo sadismo, tanto del ello como del superyó. Por consiguiente el yo se asociaba
con el superyó y trataba, castigando al ello, de extraer cierta gratificación, pero
esto, a su vez, se convertía inevitablemente en un fracaso. Se presentaban repetidamente
intensas reacciones de angustia y remordimiento que mostraban que ninguna de las
contradictorias realizaciones de deseos podía mantenerse en pie por mucho tiempo.
El ejemplo
siguiente muestra cómo dificultades análogas a las de Erna fueron manejadas en formas
distintas en ciertos aspectos. Jorge, de seis años de edad, me traía durante meses
una serie de fantasías en las que él, como líder poderoso de una banda de cazadores
salvajes de animales feroces, luchaba, conquistaba y mataba cruelmente a sus enemigos,
que a su vez tenían animales feroces para defenderse. Los animales eran entonces
devorados. La lucha nunca terminaba porque siempre aparecían nuevos enemigos. En
el curso del análisis de este niño se revelaron, no sólo rasgos neuróticos, sino
también rasgos marcadamente paranoicos. Jorge se sentía siempre conscientemente[2]
rodeado y amenazado (por magos, brujas y soldados), pero, al contrario de Erna,
trataba de defenderse de ellos con el auxilio de figuras que le ayudaban, aunque
eran por cierto seres muy fantásticos. Su realización de deseos en la fantasía era,
hasta cierto punto, análoga a la del juego de Erna. En el caso de Jorge también
el yo trataba de alejar la ansiedad, identificándose con el partido más fuerte,
a través de fantasías de ser poderoso. También Jorge trataba de convertir el enemigo
en un enemigo "malo", para apaciguar al superyó. Sin embargo, en él el sadismo no
era un factor tan abrumador como en Erna y así el sadismo primario subyacente a
su angustia quedaba menos astutamente disimulado. Su yo se identificaba más íntegramente
con el ello y estaba menos dispuesto a hacer concesiones al superyó. Mantenía alejada
la angustia por una marcada exclusión de la realidad[3].
La realización de deseos predominaba claramente
sobre el reconocimiento de la realidad; una tendencia que es, para Freud, uno de
los criterios de psicosis. El hecho de que en las fantasías de Jorge algunos papeles
eran representados por figuras protectoras, distinguía ese tipo de personificaciones
de las del juego de Erna. En sus juegos se representaban tres partes principales:
la del ello y las del superyó en sus aspectos persecutorios y protectores.
El juego de
un niño con una grave neurosis obsesiva puede ejemplificarse con el juego de mi
pequeña paciente Rita, de dos años y nueve meses. Después de un ceremonial típicamente
obsesivo, arropaba su muñeca para dormir y ponía un elefante junto a la cama de
la muñeca. El elefante debía impedir que "la niña" se levantara, porque si no ésta
se introduciría a hurtadillas en el dormitorio de los padres para hacerles daño
o quitarles algo. El elefante (imago del padre) ejercía el rol de una figura que
impide. En la mente de Rita su padre, por introyección, había ejercido este rol
"del que impide" desde que ella, entre los quince meses y hasta los dos años, había
deseado usurpar el lugar de su madre con él, robar el niño con que la madre estaba
embarazada y lastimar y castrar a ambos padres. La reacción de rabia y ansiedad
que se producía cuando "la niña" era castigada en el juego, muestra que en la mente
de Rita actuaban ambos papeles: el de la autoridad que infligía el castigo y el
del niño que lo recibía. La única realización de deseos aparente en este juego residía
en que el elefante conseguía por un tiempo impedir que "la niña" se levantara. Habla
sólo dos personajes principales: el de la muñeca que representaba el ello, y el
del elefante que representaba el superyó. La realización de deseos consistía en
la derrota del ello por el superyó. Y este cumplimiento de deseo y la adjudicación
de la acción a dos "personajes" es interdependiente, ya que este juego representa
la lucha entre el superyó y el ello que en las neurosis graves domina casi íntegramente
los procesos mentales. En los juegos de Erna también vimos estas mismas personificaciones
consistentes en la influencia de un superyó dominador y la ausencia de imagos protectoras.
Pero mientras en el juego de Erna la realización de deseos residía en la alianza
con el superyó, y en el de Jorge principalmente en el desafío del ello al superyó
(por medio del aislamiento de la realidad), en Rita consistía en la derrota del
yo por el superyó. Es por el trabajo analítico hecho previamente que fue posible
esta supremacía apenas mantenida del superyó. La excesiva severidad del superyó
impedía al principio toda fantasía y no fue hasta que el superyó se hizo menos severo
que Rita empezó a hacer fantasías en juegos como el arriba descrito. En comparación
con la etapa anterior en la cual el juego estaba completamente inhibido, esto fue
un progreso, porque ahora el superyó no amenazaba meramente de manera terrorífica
y sin sentido, sino que trataba de impedir con amenazas las acciones prohibidas.
El fracaso de la relación entre el superyó y el ello dio lugar a esa supresión forzosa
de los instintos que consume toda la energía del sujeto y es característica de graves
neurosis obsesivas en adultos[4].
Consideremos ahora un juego que se originó en una fase menos seria de neurosis obsesiva.
Más adelante en el análisis de Rita (cuando tenía tres años de edad), un "juego
de viajar" que se desarrolló a través de casi todo el análisis tomó la siguiente
forma. Rita y su oso (que entonces representaba el pene) iban en el tren a ver a
una mujer buena que los iba a entretener y hacerles regalos. Al principio de esta
parte del análisis este final feliz generalmente era estropeado. Rita quería conducir
el tren ella misma y deshacerse del conductor. El, sin embargo, o rehusaba irse
o volvía y la amenazaba. Algunas veces era una mujer la que impedía el viaje, o
cuando llegaban al final de éste no encontraban una mujer buena, sino una mala.
La diferencia entre la realización de deseos en este juego (por perturbado que esté)
y los ejemplos antes mencionados es evidente. En este juego la gratificación libidinal
es positiva y el sadismo no juega una parte tan preeminente como en los ejemplos
anteriores. Los "personajes", como en el caso de Jorge, consisten en tres roles
principales: el del ello o yo, el de una figura que ayuda y el de una figura que
amenaza o frustra. Las figuras que ayudan son en general de tipo extremadamente
fantástico, como se ve en el ejemplo de Jorge. En el análisis de un chico de cuatro
años y medio aparecía una "mamá-hada" que solía venir de noche y traer cosas ricas
para comer, las que compartía con el niño. La comida representaba el pene del padre
que le robó en secreto. En otros análisis la "mamá-hada" solía curar con una varita
mágica las heridas infligidas al niño por sus padres crueles, entonces él y ella
juntos mataban cruelmente a estos padres severos.
Llegué a convencerme
de que la actuación de tales imagos con características buenas y malas es un mecanismo
general tanto en adultos, como en niños[5].
Estas figuras representan estadíos intermedios entre el superyó terriblemente amenazador
que está totalmente separado de la realidad, y las identificaciones que se aproximan
a la realidad. Esas figuras intermedias, cuya gradual evolución hacia los padres
protectores (que también están más cerca de la realidad) puede ser constantemente
observada en el juego analítico, me parecen muy instructivas para nuestro conocimiento
de la formación del superyó. Es mi experiencia que en el principio del conflicto
edípico y en el comienzo de su formación, el superyó es de carácter tiránico, formado
sobre el esquema de los estadíos pregenitales entonces predominantes. La influencia
de lo genital ya ha empezado a hacerse sentir, pero al principio es difícilmente
perceptible. La evolución ulterior del superyó hacia la genitalidad depende en última
instancia de si las fijaciones orales predominantes tomaron la forma de succionar
o de morder. La primacía de la fase genital en relación tanto con la sexualidad
como con el superyó requiere una fijación suficientemente fuerte al estadío oral
de succión. Cuanto más progresa el desarrollo del superyó y de la libido de los
niveles pregenitales hacia el nivel genital, tanto más se aproximan a las figuras
de los padres reales las identificaciones fantásticas de gratificación de deseos
(cuyo origen es la imagen de una madre que provee gratificación oral.)[6]
Las imagos adoptadas en estas fases tempranas
del desarrollo del yo llevan el sello de los impulsos instintivos pregenitales aunque
estén estructuradas en realidad sobre la base de los objetos edípicos reales. Estos
niveles tempranos son responsables de las imagos fantásticas que devoran, cortan
y dominan en las cuales vemos una mezcla de varios impulsos pregenitales. Siguiendo
la evolución de la libido estas imagos son introyectadas bajo la influencia de puntos
de fijación libidinal. Pero el superyó en su totalidad está hecho de varias identificaciones
adoptadas en los diferentes niveles de desarrollo cuyo sello llevan. Cuando comienza
el período de latencia, termina el desarrollo tanto del superyó corno de la libido[7].
Ya durante el proceso de su construcción
el yo emplea sus tendencias de síntesis tratando de formar una totalidad de estas
identificaciones parciales; cuanto mas externas y contrastantes las imagos tanto
menos brillante será la síntesis y tanto más difícil será mantenerlas. La influencia
excesivamente fuerte ejercida por esos tipos extremos de imagos, la intensidad de
la necesidad de figuras bondadosas opuestas a las amenazadoras, la rapidez con la
cual los aliados pueden transformarse en enemigos (que también es la razón por la
cual la realización de deseos en el juego se quiebra tan frecuentemente), todo eso
indica que el proceso de sintetizar las identificaciones ha fallado. Este fracaso
se manifiesta en la ambivalencia, la tendencia a la ansiedad, la falta de estabilidad
con que ésta puede ser derrumbada, y la defectuosa relación hacia la realidad característica
de los niños neuróticos[8].
La necesidad de una síntesis de superyó
surge de la dificultad experimentada por el sujeto en llegar a un acuerdo con el
superyó formado de imagos de estas naturalezas opuestas[9].
Cuando comienza el período de latencia se incrementan las exigencias de la realidad,
el yo hace aun mayores esfuerzos para obtener una síntesis del superyó, para que
sobre esta base se llegue a un equilibrio entre el superyó, el ello y la realidad.
Llegué a la conclusión de que esta disociación del superyó en sus identificaciones
primarias introyectadas en los diferentes estadíos del desarrollo es un mecanismo
análogo a la proyección, con la que está estrechamente conectado. Creo que estos
mecanismos (disociación y proyección) son un factor principal en la tendencia a
la personificación en el juego. Por medio de ellos la síntesis del superyó, que
sólo puede ser mantenida con mayor o menor esfuerzo, puede ser abandonada por el
momento y, además, disminuye la tensión de tener que mantener la tregua entre el
superyó como un todo y el ello. El conflicto intrapsíquico se hace así menos violento
y puede ser desplazado hacia el mundo externo. El placer así obtenido se incrementa
cuando el yo descubre que este desplazamiento hacia el mundo externo le proporciona
diversas pruebas reales de que los procesos psíquicos, con su catexia de ansiedad
y culpa, pueden tener un resultado favorable y puede reducirse la ansiedad.
He mencionado
ya que el juego revela la actitud del niño hacia la realidad. Quiero aclarar ahora
cómo la actitud hacia la realidad está emparentada con los factores de realización
de deseos y personificación, que usamos hasta aquí como criterio de la situación
mental.
En el análisis
de Erna, fue imposible durante mucho tiempo establecer una relación con la realidad.
Parecía no existir un puente sobre el abismo que separaba la madre real, cariñosa
y amante, y las monstruosas persecuciones y humillaciones que "ella" infligía a
la niña en el juego. Pero cuando el análisis llegó al punto en que los rasgos paranoicos
se hicieron más prominentes, apareció un mayor número de detalles que reflejaron
a la madre real en forma grotescamente distorsionada. Al mismo tiempo se reveló
la actitud de la niña hacia la realidad, que había estado por cierto muy distorsionada.
Con una capacidad notablemente aguda de observación, Erna captaba los detalles de
las acciones y motivos de los que la rodeaban, pero de una manera irreal los incluía
en su sistema de ser perseguida y espiada. Por ejemplo, creía que las relaciones
sexuales entre sus padres (que imaginaba realizarse invariablemente cuando los padres
estaban solos) y todas las muestras de afecto mutuo eran principalmente promovidas
por el deseo de su madre de causarle celos a ella (Erna). Ella suponía los mismos
motivos en todos los placeres de su madre, y en realidad en el goce de cualquiera,
especialmente de mujeres. Usaban bonitos vestidos para causarle disgustos, etc.
Pero era consciente de que había algo raro en esas ideas y tomaba grandes precauciones
para mantenerlas secretas.
En el juego de Jorge el aislamiento de la realidad era como
ya dije considerable. También el juego de Rita, en la primera parte del análisis,
cuando las imagos amenazantes y punitivas eran predominantes, mostraba apenas una
relación con la realidad. Consideremos ahora esta relación en la segunda
parte del análisis de Rita. La podemos considerar como típica de niños neuróticos
incluso bastante mayores que Rita. En el juego de este período apareció, en contraste
con la actitud de niños paranoicos, la tendencia a reconocer la realidad sólo en
la medida en que se relacionaba con las frustraciones que había sufrido y de las
que nunca se había recuperado.
Podernos comparar
aquí el intenso apartamiento de la realidad revelado en el juego de Jorge. Esto
le proporcionaba una gran libertad en sus fantasías liberadas del sentimiento de
culpa sólo porque estaban tan alejadas de la realidad. En su análisis, cada paso
adelante hacia la adaptación a la realidad implicaba la movilización de grandes
cantidades de ansiedad y mayor represión de fantasías. Siempre era un gran progreso
en el análisis[10]
cuando a su turno se levantaba esta represión, se liberaban las fantasías y se vinculaban
más con la realidad.
En niños neuróticos existe un "compromiso", se reconoce una cantidad limitada de
la realidad y se niega el resto. Al mismo tiempo existe intensa represión de las
fantasías masturbatorias, inhibidas por el sentimiento de culpa, y el resultado
de esto es la inhibición del juego y del aprendizaje común en niños neuróticos.
El síntoma obsesivo en el que se refugian (primero en el juego) refleja el compromiso
entre la intensa inhibición de las fantasías y la defectuosa relación con la realidad,
y sobre esta base permite sólo formas muy limitadas de gratificación.
El juego de
niños normales muestra un equilibrio mejor entre la fantasía y la realidad.
Resumiré ahora
las diferentes actitudes hacia la realidad en el juego de niños que sufren diversos
tipos de enfermedad. En las parafrenias existe una gran represión de la fantasía
y alejamiento de la realidad. En niños paranoicos cuya relación con la realidad
está subordinada a las vívidas elaboraciones de la fantasía, el equilibrio entre
ambas se inclina hacia el lado de la irrealidad. Las experiencias representadas
por los niños neuróticos en sus juegos están obsesivamente coloreadas por su necesidad
de castigo y su miedo a un resultado desgraciado. En cambio los niños normales son
más capaces de manejar la realidad de manera mejor. Su juego muestra que tienen
mayor poder de influir y vivir la realidad de acuerdo con sus fantasías. Además,
cuando no pueden alterar la situación real, son más capaces de soportarla, porque
su fantasía más libre les proporciona un refugio, y también porque la mayor descarga
que poseen para sus fantasías masturbatorias en forma ego-sintónica (juego y otras
sublimaciones) les da mayores oportunidades de gratificación.
Examinemos
ahora las relaciones entre la actitud hacia la realidad y los procesos de personificación
y realización de deseos. En el juego de niños normales estos procesos testimonian
una mayor y más duradera influencia de las identificaciones originadas en el nivel
genital. En la medida en que las imagos se aproximan a los objetos reales, se hace
más marcada una buena relación con la realidad (característica de personas normales).
Las enfermedades (psicosis y neurosis obsesivas graves) que se caracterizan por
una relación perturbada o desplazada hacia la realidad, son también aquellas en
las que la realización de deseos es negativa y se representan en el juego personajes
sumamente crueles. Traté de demostrar con estos hechos que aquí predomina un superyó
que está en las primeras etapas de su formación, y extraigo esta conclusión: la
primacía de un superyó terrorífico que ha sido introyectado en los estadíos más
tempranos del desarrollo del yo, es un factor básico en el trastorno psicótico.
En este trabajo
discutí la importante función del mecanismo de personificación en el juego de los
niños. Tengo que señalar ahora el significado de este mecanismo en la vida mental
de los adultos. Llegué a la conclusión de que es la base de un fenómeno de grande
y universal significado, esencial también para el trabajo analítico, tanto en niños
como en adultos, a saber, de la transferencia. Si la fantasía de un niño es suficientemente
libre, adjudicaría al analista, durante su juego en el análisis, los roles más variados
y contradictorios. Por ejemplo, me hará representar el papel del ello, porque en
esta forma proyectada, sus fantasías pueden tener una descarga sin inspirar tanta
ansiedad. Así el niño Gerald, para el que representé a la "mamá-hada" que le traía
el pene de su padre, me hacía representar repetidamente el papel de un niño que
se introducía durante la noche en la jaula de una "mamá-leona", la atacaba, le robaba
sus cachorros, los mataba y se los comía. Después él mismo era la leona que me descubría
y me mataba de manera muy cruel. Los roles alternaban de acuerdo con la situación
analítica y el monto de angustia latente. En un período posterior, por ejemplo,
el niño mismo representaba el papel de "hombre malvado" que penetraba en la jaula
del león, y me hacía representar a la cruel leona. Pero en esta ocasión los leones
eran rápidamente reemplazados por una protectora "madre-hada" cuyo papel también
tenía yo que representar. En ese entonces el niño ya era capaz de representar él
mismo al ello (lo que indicaba un progreso en su relación con la realidad) porque
su ansiedad había disminuido hasta cierto punto, como estaba demostrado por la aparición
de la "madre-hada".
Vemos entonces
que el debilitamiento del conflicto o su desplazamiento al mundo externo, por medio
de mecanismos de disociación y proyección, es uno de los principales incentivos
para la transferencia y una fuerza propulsora en el trabajo analítico. Una mayor
actividad de la fantasía y una más abundante y positiva capacidad para la personificación
son además el prerrequisito para una mayor capacidad de transferencia. El paranoico
posee, es cierto, una rica vida de fantasías, pero el hecho de que en la estructura
de su superyó predominen las identificaciones crueles y ansiógenas, es la causa
de que los personajes que inventa sean predominantemente negativos y susceptibles
sólo de reducirse a rasgos rígidos de perseguidor y perseguido. En la esquizofrenia,
según creo, falla la capacidad para la personificación y la transferencia, entre
otras razones, por el funcionamiento defectuoso de los mecanismos de proyección.
Esto interfiere con la capacidad para establecer o mantener la relación con la realidad
y el mundo externo.
De la conclusión
de que la transferencia está basada sobre el mecanismo de representación de personajes,
extraje una sugerencia para la técnica. Ya he mencionado el cambio tan frecuentemente
rápido del enemigo al amigo, de la madre mala a la buena. En tales juegos que implican
la personificación este cambio se observa constantemente después de la liberación
de montos de ansiedad como consecuencia de las interpretaciones. Pero como el analista
asume los roles hostiles requeridos para la situación del juego y los somete así
al análisis, se produce un constante progreso en el pasaje de las imagos que inspiran
ansiedad hacia las identificaciones más benévolas de mayor aproximación a la realidad.
En otras palabras: uno de los fines principales del análisis -la modificación gradual
de la severidad del superyó- se logra tomando el analista los roles que en la situación
analítica le asignan.
Esta afirmación
expresa meramente lo que sabemos: es una necesidad en el análisis de adultos, a
saber, que el analista sea simplemente un medio en relación con el cual se pueden
activar las diferentes imagos y revivir las fantasías para poder ser analizadas.
Cuando en su juego el niño le asigna directamente cierto rol, la tarea del analista
de niños es clara. Por supuesto que asumirá o por lo menos dará la impresión de
simular, los roles que le son asignados[11],
porque de no ser así interrumpirá el progreso del trabajo analítico. Pero sólo en
ciertas fases del análisis de niños, y tampoco invariablemente, llegamos a la personificación
en esta forma manifiesta. Mucho más frecuentemente, tanto en niños como en adultos,
tenemos que inferir de la situación analítica y del material, los detalles del rol
hostil que nos es atribuido, y que el paciente indica a través de la transferencia
negativa. Ahora bien, lo que es cierto de la personificación en su forma manifiesta
lo encontré también indispensable en las formas más encubiertas y oscuras de las
personificaciones subyacentes en la transferencia. El analista que desea penetrar
hasta las más tempranas y angustiantes imagos o sea llegar a las raíces de la severidad
del superyó, no debe tener ninguna preferencia por un rol particular; debe aceptar
lo que surja de la situación analítica.
Como conclusión,
deseo decir algunas palabras sobre la terapia. En este trabajo traté de mostrar
que la angustia más intensa y apremiante procede del superyó introyectado en un
estadío muy temprano del desarrollo del yo, y que la supremacía de este superyó
temprano no es un factor fundamental en la génesis de la psicosis.
Mi experiencia
me convenció de que con la ayuda de la técnica del juego es posible analizar en
niños pequeños y mayores las fases tempranas de la formación del superyó. El análisis
de estos estratos disminuye la angustia más intensa y abrumadora y abre así el camino
para el desarrollo de las imagos bondadosas originadas en el estadío oral de succión
y de ahí para lograr la primacía genital en la sexualidad y en la formación del
superyó. De esta manera podemos entrever una buena perspectiva para el diagnóstico[12]
y curación de psicosis en la infancia.
[1] Espero publicar pronto un libro en el que se encontrará un relato mas detallado de este caso.
[2] Como muchos niños, mantenía el contenido de sus ansiedades en secreto para los que lo rodeaban. No obstante se advertía su efecto.
[3] Al desarrollarse Jorge, este apartamiento de la realidad se hacía cada vez más marcado. Estaba completamente atrapado por sus fantasías.
[4] Rita sufría de una neurosis obsesiva inusitada a su edad. Se caracterizaba por un complicado ceremonial al acostarse y otros síntomas obsesivos graves. Mi experiencia es que cuando niños pequeños sufren de este tipo de enfermedades, que llevan el sello de la neurosis obsesiva tal como la vemos en adultos, es muy grave. Por otro lado creo que rasgos obsesivos aislados son un fenómeno común en el cuadro general de la neurosis en los niños.
[5] Tenemos un ejemplo de esto en la fantástica creencia de un dios que permitiría la perpetración de atrocidades (como en la reciente guerra) para destruir al enemigo y a su país.
[6] En dos de mis trabajos anteriores llegué a la conclusión de que en ambos sexos el alejamiento de la madre como objeto oral de amor resulta de frustraciones orales infligidas por ella, y que la madre frustrante persiste en la vida mental del niño como madre temida. Quisiera referirme aquí a Rado (1928), que retrotrae a la misma fuente la disociación de la imago materna en madre buena y madre mala, y basa en ello sus puntos de vista sobre la génesis de la melancolía.
[7] Fenichel, en su referencia a mi contribución al problema de la formación del superyó (1928, pág. 596), no tiene razón al suponer que yo sostengo que el desarrollo del superyó termina en el segundo o tercer año de vida. En mis escritos, he sugerido que la formación del superyó y el desarrollo de la libido terminan simultáneamente.
[8] Cuanto mas progresa el análisis tanto menos poderosa es la influencia de las figuras amenazadoras, y tanto más duradera y fuertemente aparecen en el juego figuras de realización de deseos, al mismo tiempo hay un incremento proporcional de deseo de jugar y final satisfactorio. Disminuye el pesimismo y aumenta el optimismo.
[9] Los niños tienen generalmente una gran variedad de figuras paternas, desde la aterradora "mamá-gigante", "mamá-aplastante", a la generosa "mamá-hada". También encontré una "mamá-media" o una "mamá-tres-cuartos", lo que representa un compromiso entre los otros ejemplos extremos.
[10] Tal progreso se acompañaba siempre de considerable incremento de la capacidad de sublimación. Las fantasías, liberadas del sentimiento de culpa, podían ahora ser sublimadas mas de acuerdo con la realidad. Puedo decir aquí que los resultados de análisis de niños sobrepasan mucho lo que el análisis puede hacer en adultos, en el sentido del incremento de la capacidad de sublimación. Aun en niños muy pequeños vemos constantemente que cuando desaparece el sentimiento de culpa. surgen nuevas sublimaciones y se refuerzan las ya existentes.
[11] Cuando los niños me piden que represente papeles que son demasiado difíciles o desagradables, accedo a sus deseos diciendo que estoy "simulando que lo hago".
[12] Es en casos extremos que las psicosis infantiles tienen las características de la psicosis en adultos. En los casos menos extremos, generalmente sólo un análisis penetrante y de considerable duración puede revelar la psicosis.