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SOBRE LA IDENTIFICACIÓN. 1955
INTRODUCCIÓN
En "Duelo y melancolía" (1917) [1] Freud demostró la relación intrínseca entre identificación
e introyección. Su posterior descubrimiento del superyó[2], el que atribuyó a la
introyección del padre y a la identificación con el mismo, llevó al reconocimiento
de que la identificación como secuela de la introyección constituye una parte del
desarrollo normal. A partir de este descubrimiento, la introyección y la identificación
han desempeñado un papel central en el pensamiento y la investigación psicoanalíticos.
Antes de comenzar con el verdadero asunto de este trabajo, pienso que seria útil
recapitular mis conclusiones principales sobre este tema: el desarrollo del superyó
puede ser investigado hasta la introyección en las etapas más tempranas de la infancia;
los objetos primarios internalizados forman la base de complejos procesos de identificación;
la ansiedad persecutoria, que surge de la experiencia del nacimiento, es la primera
forma de ansiedad, seguida muy pronto por la ansiedad depresiva; la introyección
y la proyección operan desde el comienzo de la vida postnatal e interactúan constantemente.
Esta interacción erige a un tiempo el mundo interno y modela el cuadro de la realidad
externa. El mundo interno consiste en objetos, el primero de todos la madre, internalizada
en varios aspectos y situaciones emocionales. Las relaciones entre estas figuras
internalizadas, y entre las mismas y el yo, tienden a ser experimentadas -cuando
predomina la ansiedad persecutoria- principalmente como hostiles y peligrosas; son
vividas como buenas y amorosas cuando el niño es gratificado y prevalecen los sentimientos
felices. Este mundo interno, que puede describirse en términos de relaciones y sucesos
internos, es el producto de los propios impulsos, emociones y fantasías del niño.
Por supuesto es profundamente influido por sus buenas y malas experiencias de fuentes
externas[3]. Pero al mismo tiempo el mundo interno influye en su percepción del
mundo externo de un modo que no es menos decisivo para su desarrollo. La madre,
y antes que nada su pecho, es el objeto primario tanto para los procesos introyectivos
como para los proyectivos del niño. El amor y el odio son desde el comienzo proyectados
sobre ella, y concurrentemente ella es internalizada junto con estas dos contrastantes
emociones primordiales, que subyacen a la sensación infantil de que existen una
buena y una mala madre (pecho). Cuanto más la madre y su pecho son catectizados
-y el grado de la catexia depende de una combinación de factores internos y externos,
entre los cuales la capacidad ínsita de amar es de la mayor importancia- tanto más
seguramente se establecerá en la mente infantil el pecho bueno internalizado, el
prototipo de los buenos objetos internos. Esto a su vez influye en la fuerza y la
naturaleza de las proyecciones; en particular determina si son los sentimientos
de amor o los impulsos destructivos los que predominan en ellas[4].He descrito en
diversos contextos las fantasías sádicas infantiles dirigidas contra la madre. Descubrí
que los impulsos y fantasías agresivos que aparecen en la más temprana relación
con el pecho materno, tales como succionarlo hasta dejarlo seco y vacío, pronto
llevan a nuevas fantasías de entrar en la madre y robarle el contenido de su cuerpo.
Coincidentemente, el niño experimenta impulsos y fantasías de atacar a la madre
poniendo excrementos en ella. En tales fantasías, se tiene la vivencia de haber
disociado productos del cuerpo y partes del propio yo, y haberlos proyectado en
la madre, en cuyo interior continúan su existencia. Estas fantasías pronto se extienden
al padre y a otras personas. También sostuve que la ansiedad persecutoria y el temor
a la retaliación, que resultan de los impulsos oral, uretral y anal-sádicos, subyacen
al desarrollo de la paranoia y la esquizofrenia.
No son solamente las partes del propio yo, sentidas como destructivas y "malas",
las disociadas y proyectadas en otra persona, sino también partes que son vividas
como buenas y valiosas.
He señalado antes que desde el comienzo de la vida el primer objeto del niño, el
pecho materno (y la madre), es investido de libido y que esto influye vitalmente
en la forma en que la madre es internalizada. Esto a su vez es de gran importancia
para la relación con ella como objeto externo e interno. El proceso por el que la
madre es investida de libido está vinculado al mecanismo de proyectar buenos sentimientos
y buenas partes del yo en ella.
En el curso de la labor posterior llegué también a reconocer la gran importancia
que tienen para la identificación ciertos mecanismos proyectivos que son complementarios
de los introyectivos. El proceso que subyace al sentimiento de identificación con
otras personas, debido al hecho de que se les atribuyen cualidades o actitudes propias,
fue dado por sentado aun antes que el correspondiente concepto fuera incorporado
a la teoría psicoanalítica. Por ejemplo, el mecanismo proyectivo que fundamenta
la empatía es familiar en la vida diaria. Fenómenos bien conocidos en psiquiatría,
por ejemplo, la convicción de un paciente de ser realmente Cristo, Dios, un rey,
una persona famosa, se vincula con la proyección. Los mecanismos qué fundamentan
estos fenómenos, sin embargo, no habían sido investigados en detalle cuando, en
mis "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides"[5], sugerí la denominación "identificación
proyectiva"[6] para esos procesos que forman parte de la posición esquizo-paranoide.
Las conclusiones a que llegué en aquel trabajo, con todo, se basaron en algunos
de mis hallazgos más tempranos[7], en particular en el de las fantasías e impulsos
infantiles oral, uretral y anal-sádicos de atacar el cuerpo materno de diversas
maneras, incluyendo la proyección de excrementos y partes del yo en ella. La identificación
proyectiva se vincula con procesos evolutivos que aparecen durante los primeros
tres o cuatro meses de vida (la posición esquizo-paranoide), cuando la disociación
es máxima y la ansiedad persecutoria predomina. El yo se encuentra todavía en gran
medida no integrado y es susceptible por ende de disociarse, así como de disociar
sus emociones y sus objetos internos y externos, pero la disociación es también
una de las defensas fundamentales contra la ansiedad persecutoria. Otras defensas
que aparecen en esta etapa son la idealización, la negación y el control omnipotente
de los objetos internos y externos. La identificación por proyección implica una
combinación de la disociación de partes del yo con la proyección de las mismas sobre
(o mejor en) otra persona. Estos procesos tienen muchas ramificaciones e influyen
fundamentalmente en las relaciones objetales.
En el desarrollo normal, en el segundo cuarto del primer año la ansiedad persecutoria
disminuye y pasa al frente la ansiedad depresiva, como resultado de la mayor capacidad
del yo para integrarse y para sintetizar sus objetos. Esto ocasiona culpa y pesar
por el daño causado (en las fantasías omnipotentes) a un objeto que es vívido ahora
a un tiempo como amado y odiado; estas ansiedades y las defensas contra ellas representan
la posición depresiva. En esta coyuntura puede producirse una regresión a la posición
esquizo-paranoide, en una tentativa de huir de la depresión.
También sugerí que la internalización es de la mayor importancia para los procesos
proyectivos, en particular que el pecho bueno internalizado actúa como punto focal
en el yo, desde el cual pueden proyectarse sentimientos buenos en objetos externos.
Fortalece al yo, contrarresta los procesos de disociación y dispersión y aumenta
la capacidad de síntesis e integración. El objeto bueno internalizado constituye
así una de las precondiciones de un yo integrado y estable y de buenas relaciones
objetales. La tendencia a la integración, que rivaliza con la disociación, es a
mi juicio desde la más temprana infancia un rasgo dominante de la vida mental. Uno
de los principales factores que fundamentan la necesidad de integración es la sensación
del individuo de que la misma implica estar vivo, amar y ser amado por el objeto
bueno interno y externo; es decir, existe una estrecha relación entre integración
y relaciones objetales. Recíprocamente, el sentimiento de caos, de desintegración,
de falta de emociones como resultado de la disociación, pienso que se vincula estrechamente
con el temor a la muerte. Sostuve (en "Mecanismos esquizoides") que el temor a la
aniquilación por las fuerzas destructivas de adentro es el más intenso de todos
los miedos. La disociación, en cuanto defensa primaria contra el mismo, es efectiva
en la medida en que produce una dispersión de la ansiedad y una supresión de emociones.
Pero fracasa en otro sentido porque deriva en un sentimiento análogo a la muerte
-que esto es lo que significan el sentimiento de caos y la desintegración concomitante-.
Pienso que los sufrimientos de los esquizofrénicos no son plenamente apreciados,
puesto que parecen carecer de emociones.
Quisiera aquí agregar algo a mi trabajo sobre los "Mecanismos esquizoides". Sugeriría
que un objeto bueno establecido con seguridad, que implica un amor por el mismo
seguramente establecido, proporciona al yo una sensación de riqueza y abundancia
que permite una efusión de libido y una proyección de partes buenas del yo en el
mundo externo, sin que surja un sentimiento de depleción. El yo entonces puede sentir
que es capaz de reintroyectar el amor que ha repartido, así como incorporar bondad
de otras fuentes, y de ese modo, enriquecerse con todo el proceso. En otras palabras,
en tales casos hay un equilibrio entre dar y recibir, entre proyección e introyección.
Además, cada vez que es incorporado un pecho indemne, en estados de gratificación
y amor, esto afecta los modos en los que el yo disocia y proyecta. Como he sugerido,
existen diversos procesos disociativos (acerca de los cuales nos queda todavía mucho
por averiguar) y su naturaleza es de gran importancia para el desarrollo del yo.
El sentimiento de contener un pezón y un pecho indemnes -si bien coexiste con fantasías
de un pecho devorado, por ende en pedazos- tiene como efecto que la disociación
y la proyección no estén predominantemente relacionadas con partes fragmentadas
de la personalidad, sino con partes más coherentes del propio yo. Esto implica que
el yo no está expuesto a un fatal debilitamiento por dispersión, y por esta razón
es más capaz de contrarrestar repetidamente la disociación y alcanzar la integración
y la síntesis en su relación con los objetos.
Recíprocamente, el pecho introducido con odio, y por ello vivido como destructivo,
se convierte en el prototipo de todos los malos objetos internos, impulsa al yo
a una mayor disociación y deviene el representante interno del instinto de muerte.
He mencionado ya que, simultáneamente con la internalización del pecho bueno, la
madre externa es catectizada también con libido. En varios contextos ha descrito
Freud este proceso y algunas de sus implicaciones: por ejemplo, refiriéndose a la
idealización en una relación de amor, manifiesta[8] que "el objeto está siendo tratado
del mismo modo que nuestro propio yo, de manera que cuando estamos enamorados una
considerable cantidad de libido narcisista desborda sobre el objeto... Lo amamos
a causa de las perfecciones que hemos tendido a alcanzar para nuestro propio yo..
"[9].En mi concepto, los procesos que Freud describe implican que se siente este
objeto amado como el continente de la parte disociada, amada, y valorada del si-mismo,
que así continúa su existencia dentro del objeto. De tal suerte se transforma en
una extensión del si-mismo[10]. Lo dicho más arriba es un breve resumen de mis hallazgos
expuestos en "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides"[11]. Sin embargo, no me
limité a los puntos allí discutidos, sino que agregué algunas nuevas sugerencias
y amplifiqué otras que estaban implícitas pero no se mencionaban abiertamente en
aquel trabajo. Me propongo ahora ejemplificar algunos de estos hallazgos por medio
del análisis de una narración del novelista francés Julien Green[12].
UNA NOVELA QUE ILUSTRA LA IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA
El héroe, un joven escribiente llamado Fabián Especel, es desgraciado y está insatisfecho
consigo mismo, en especial por su aspecto, su falta de éxito con las mujeres, su
pobreza y el trabajo inferior a que se siente condenado. Encuentra sus creencias
religiosas, que atribuye a imposiciones de su madre, muy pesadas, sin lograr empero
liberarse de ellas. Su padre, fallecido cuando Fabián todavía se hallaba en la escuela,
había despilfarrado todo su dinero en el juego, había llevado una vida "alegre"
con las mujeres, y había muerto por una crisis cardíaca que se pensaba resultado
de su vida disoluta. La pronunciada pesadumbre y rebelión de Fabián contra su suerte
se vinculan con el resentimiento hacia su padre, cuya irresponsabilidad lo había
privado de una mayor educación y mejores perspectivas. Estos sentimientos, parece,
contribuyen al insaciable deseo de Fabián de riquezas y éxito, y a su intensa envidia
y odio por los que tienen mas.
La esencia de la narración la constituye el mágico poder de convertirse en otras
personas que es conferido a Fabián merced a un pacto con el Diablo, que lo seduce
con falsas promesas de felicidad a aceptar el siniestro don. El Diablo enseña a
Fabián una fórmula secreta mediante la cual puede efectuarse el cambio. Esta incluye
su propio nombre, Fabián, y es de gran importancia que recuerde -pase lo que pase-
la fórmula y su nombre.
La primera elección de Fabián la constituye el mozo que le trae una taza de café,
que es todo lo que puede permitirse como desayuno. Esta tentativa de proyección
no se realiza porque a esta altura todavía considera los sentimientos de sus futuras
víctimas, y el mozo, al ser preguntado por Fabián si desearía cambiar lugares con
él, se rehúsa. La próxima elección de Fabián es su empleador, Poujars. Envidia grandemente
a este hombre, que es rico, que puede -según supone Fabián- gozar plenamente de
la vida, y tiene poder sobre otras personas, en particular sobre Fabián. El autor
describe la envidia que siente Fabián por Poujars en estos términos: "¡Ah! el sol.
A menudo le parecía que el señor Poujars lo tenía escondido en su bolsillo."
Fabián también está muy resentido con su empleador porque se siente humillado por
él y aprisionado en su oficina.
Antes de murmurar la fórmula al oído de Poujars, Fabián le habla del mismo modo
despectivo y humillante que el empleador utilizaba con él. La transformación tiene
el efecto de hacer que la víctima entre al cuerpo de Fabián y se desmaye; Fabián
(ahora en el cuerpo de Poujars) extiende un cheque por una suma importante a favor
de Fabián. Encuentra en el bolsillo de Fabián su dirección, que anota cuidadosamente.
(Este trozo de papel con el nombre y la dirección de Fabián lo lleva consigo en
sus dos siguientes transformaciones.) Asimismo dispone que Fabián, en cuyo bolsillo
ha colocado el cheque, sea llevado a su hogar, donde sería cuidado por su madre.
El destino del cuerpo de Fabián está muy presente en la mente de Fabián-Poujars,
porque siente que algún día podría querer retornar a su antigua personalidad; por
lo tanto no desea ver recobrar la conciencia a Fabián, ya que teme los ojos asustados
de Poujars (con quien cambió de lugar) mirando desde un rostro que fue el suyo.
Se pregunta, mirando a Fabián, quien sigue aún inconsciente, si alguien alguna vez
lo quiso, y se alegra de haberse librado de esa apariencia poco atractiva y de esas
ropas miserables.
Fabián-Poujars muy pronto descubre ciertos inconvenientes en su transformación.
Se siente oprimido por su nueva corpulencia; ha perdido su apetito y se da cuenta
de la enfermedad renal que aqueja a Poujars. Descubre con disgusto que no sólo ha
asumido la apariencia de Poujars sino también su personalidad. A esta altura ha
quedado extrañado de su antiguo ser y recuerda poco sobre la vida y circunstancias
de Fabián. Decide que no ha de quedarse un minuto más de lo necesario en la piel
de Poujars.
Al abandonar la oficina con la libreta de Poujars en su poder comprende gradualmente
que se ha colocado a sí mismo en una situación extremadamente seria. Porque no sólo
le disgustan el aspecto, personalidad, y recuerdos ingratos que ha adquirido, sino
que también está preocupado en grado sumo por la falta de fuerza de voluntad e iniciativa
que están de conformidad con la edad de Poujars; el pensamiento de que podría no
ser capaz de reunir la energía para transformarse en alguien distinto lo llena de
horror. Decide que como próximo objeto debe elegir a alguien que sea joven y sano.
Cuando ve en un café a un joven atlético de cara desagradable, con aspecto arrogante
y pendenciero, pero cuya presencia global muestra confianza en si mismo, vigor y
salud, Fabián-Poujars -sintiéndose crecientemente preocupado porque no pudiera nunca
desembarazarse de Poujars- decide aproximarse al joven a pesar de tenerle mucho
miedo. Le ofrece un fajo de billetes de banco que Fabián-Poujars desea tener después
de la transformación, y mientras distrae así la atención del hombre se ingenia para
susurrar la fórmula en su oído y deslizar la tira de papel con el nombre y dirección
de Fabián en su bolsillo. A los pocos momentos Poujars, cuya persona acaba de abandonar
Fabián, ha caído y Fabián se ha convertido en el joven Paul Esménard. Está lleno
de la gran alegría de sentirse joven, sano y fuerte. Ha perdido mucho más que en
la primera transformación su personalidad original y se ha hecho de una nueva; se
sorprende de hallar en su mano un fajo de billetes y en su bolsillo una tira de
papel con el nombre y dirección de Fabián. Pronto piensa en Berthe, la joven cuyos
favores Paul Esménard ha estado tratando de ganar, hasta el momento sin éxito. Entre
otras cosas desagradables, Berthe le manifestó que posee la cara de un asesino y
que ella le tiene miedo. El dinero en su bolsillo le da confianza y se dirige directamente
a su casa, determinado a hacerla complacer sus deseos.
Si bien Fabián ha quedado sumergido en Paul Esménard, se siente cada vez más aturdido
por el nombre Fabián que ha leído en la tira de papel. "Ese nombre permaneció en
cierto modo en el corazón mismo de su ser." Una sensación de estar prisionero en
un cuerpo desconocido y agobiado por unas manos grandes y un cerebro de lento funcionamiento
se posesiona de él. No puede desentrañarla, y lucha ineficazmente con su propia
estupidez; se pregunta qué puede significar su deseo de estar libre. Todo esto atraviesa
su mente mientras se dirige hacia Berthe. Entra violentamente a su habitación, aunque
ella trata de cerrar la puerta contra él. Berthe grita, él la silencia tapándole
la boca, y en la lucha que se sucede la estrangula. Sólo gradualmente se da cuenta
de lo que ha hecho; se aterroriza y no se atreve a dejar el departamento de Berthe
dado que oye gente moviéndose en la casa. De pronto oye un golpe a la puerta, la
abre y se encuentra con el Diablo, a quien no reconoce. El Diablo se lo lleva, le
enseña de nuevo la fórmula que Fabián-Esménard ha olvidado, y lo ayuda a recordar
algo de su condición original. También le previene que en el futuro no debe entrar
en una persona demasiado estúpida para emplear la fórmula y por ende incapaz de
efectuar posteriores transformaciones.
El Diablo lo lleva a una sala de lectura en busca de una persona en quien pueda
cambiarse Fabián-Esménard, y escoge a Emmanuel Fruges; Fruges y el Diablo se reconocen
de inmediato, porque Fruges ha estado luchando todo el tiempo contra él, que "tan
a menudo y tan pacientemente rondaba a esa alma inquieta". El Diablo lleva a Fabián-Esménard
a murmurar la fórmula al oído de Fruges y la transformación se efectúa. Tan pronto
como Fabián ha penetrado en el cuerpo y la personalidad de Fruges, recobra su capacidad
de pensar. Se pregunta acerca del destino de su última víctima y está un tanto preocupado
por Fruges (ahora en el cuerpo de Esménard), quien será condenado por el crimen
de Fabián-Esménard. En parte se siente responsable por el crimen porque, como el
Diablo le señala, las manos que lo cometieron le pertenecían tan sólo unos pocos
minutos antes. Antes de separarse del Diablo inquiere también sobre el Fabián original
y sobre Poujars. Mientras recobra algunos recuerdos sobre sus anteriores personalidades,
observa que cada vez más se convierte en Fruges y adquiere la suya. Al mismo tiempo
se da cuenta de que sus experiencias han aumentado su comprensión del resto de la
gente, porque ahora puede entender mejor lo que pasaba en las mentes de Poujars,
Paul Esménard y Fruges. También siente simpatía, una emoción que nunca ha conocido
antes, y vuelve una vez más para ver lo que Fruges -en el cuerpo de Paul Esménard-
hace. No obstante, saborea no sólo el pensamiento de su propia huida sino también
de lo que su víctima habrá de sufrir en su lugar.
El autor nos relata que algunos elementos de la naturaleza original de Fabián entran
más en esta transformación que en cualquiera de las previas. En particular el lado
inquisitivo del carácter de Fabián impulsa a Fabián-Fruges a descubrir más y más
sobre la personalidad de Fruges. Entre otras cosas descubre que le atraen las postales
obscenas que compra a una vieja mujer en una pequeña librería, donde las postales
se ocultan detrás de otros artículos. Fabián está disgustado con este aspecto de
su nueva naturaleza; odia el ruido que hace el estante giratorio sobre el que se
disponen las postales, y siente que este ruido lo perseguirá siempre. Decide desembarazarse
de Fruges, a quien ahora es capaz en cierto grado de juzgar con los ojos de Fabián.
Pronto entra al negocio un niño pequeño de alrededor de seis años. George es la
imagen de la "inocencia con mejillas como manzanas" y Fabián-Fruges se siente de
inmediato muy atraído por él. George le hace recordar a sí mismo cuando tenía esa
edad y siente gran ternura hacia el niño. Fabián-Fruges sigue a George fuera del
comercio y lo observa con gran interés. Repentinamente siente la tentación de transformarse
en el niño. Lucha contra esta tentación como nunca, piensa, ha luchado antes contra
la tentación, porque sabe que sería criminal robar la personalidad y la vida del
niño. Sin embargo, decide convertirse en George, se arrodilla a su lado y pronuncia
la fórmula en su oído, en un estado de gran remordimiento y emoción. Pero nada sucede,
y Fabián-Fruges comprende que la magia no obra sobre el niño porque el Diablo no
tiene poder sobre él.
Fabián-Fruges se horroriza ante la idea de que pudiera no ser capaz de apartarse
de Fruges, quien le disgusta más y más. Siente que es prisionero de Fruges y lucha
por mantener vivo el aspecto Fabián de sí mismo, porque comprende que a Fruges le
falta la iniciativa que le ayudaría a escapar. Realiza varios intentos de acercarse
a la gente, pero fracasa y pronto se desespera, teme que el cuerpo de Fruges sea
su tumba y que tenga que permanecer en el mismo hasta su muerte. "Tenia todo el
tiempo la impresión de que estaba siendo lenta pero seguramente encerrado; que una
puerta que había permanecido abierta estaba ahora cerrándose gradualmente sobre
él." Finalmente logra transformarse en un bello y saludable joven de veinte años
llamado Camille. A esta altura el autor nos introduce por primera vez en un círculo
familiar, consistente en la esposa de Camille, Stéphanie, su prima Elise, Camille
mismo, su hermano menor, y el viejo tío que los había adoptado a todos cuando eran
niños.
Cuando entra a la casa, Fabián-Camille parece estar buscando algo. Sube las escaleras
mirando las diferentes habitaciones, hasta que llega al cuarto de Elise. Cuando
se ve allí reflejado en un espejo se llena de alegría al comprobar que es hermoso
y fuerte, pero un momento más tarde descubre que en realidad se ha convertido en
una persona infeliz, débil, e inútil y decide librarse de Camille. Al mismo tiempo
se ha dado cuenta del apasionado y no correspondido amor de Elise por Camille. Elise
entra y él le dice que la ama y que debería haberse casado con ella en vez de su
prima Stéphanie. Elise, atónita y atemorizada desde que Camille nunca le había dado
signos de retribuir su amor, huye. Dejado solo en la habitación de Elise, Fabián-Camille
piensa con simpatía en los sufrimientos de la joven y que podría hacerla feliz amándola.
Entonces piensa de súbito que si esto fuera así él podría ser feliz convirtiéndose
en Elise. Sin embargo, desecha esta posibilidad porque no puede estar seguro de
que Camille, si Fabián se transformara en Elise, habría de amarla. Ni siquiera está
seguro de si él mismo -Fabián- ama a Elise. Mientras piensa sobre esto, se le ocurre
que lo que ama en Elise son sus ojos, que de alguna manera le resultan familiares.
Antes de dejar la casa, Fabián-Camille toma venganza del tío, que es un hombre hipócrita
y tirano, por todo el daño que ha causado a la familia. También venga especialmente
a Elise castigando y humillando a su rival Stéphanie. Fabián-Camille, habiendo insultado
al viejo, lo deja en un estado de ira impotente y se va sabiendo que ha hecho imposible
para sí retornar nunca a esta casa bajo el aspecto de Camille. Pero antes de partir
insiste en que Elise, quien todavía le teme, lo escuche una vez más. Le manifiesta
que no la ama realmente y que debe abandonar su desdichada pasión por Camille o
será siempre infeliz.
Como antes, Fabián siente resentimiento contra la persona en quien se ha convertido,
porque la descubre falta de valor; por lo tanto pinta con gozo cómo Camille, cuando
Fabián lo haya abandonado, será recibido por su tío y su mujer. La única persona
que lamenta abandonar es Elise; y de repente se le ocurre a quién se parece. Sus
ojos tienen "en ellos toda la tragedia de una nostalgia que no puede nunca ser satisfecha",
y de inmediato cobra conocimiento de que son los ojos de Fabián. Cuando este nombre,
que ha olvidado por completo, vuelve a él y lo pronuncia en voz alta, su sonido
le recuerda confusamente "un país lejano" conocido tan sólo en el pasado por sueños.
Porque su recuerdo real de Fabián ha desaparecido completamente, y en su prisa por
escapar de Fruges y transformarse en Camille no ha llevado consigo ni el nombre
y dirección de Fabián ni el dinero. Desde este momento en adelante la nostalgia
de Fabián se apodera de él y lucha por recobrar sus viejos recuerdos. Es un niño
quien lo ayuda a reconocer que él mismo es Fabián, porque cuando el pequeño pregunta
cuál es su nombre, contesta inmediatamente "Fabián". Ahora Fabián-Camille se desplaza
más y más física y mentalmente en la dirección en que Fabián puede ser hallado,
porque, como dice, "quiero ser yo mismo otra vez". Caminando por las calles exclama
este nombre, que corporiza su deseo mayor, y espera para obtener una respuesta.
La fórmula que ha olvidado se le presenta y espera que también recordará el apellido
de Fabián. En el camino a su hogar cada edificio, piedra y árbol adquiere un significado
particular; siente que están "cargados con algún mensaje para él" y sigue andando,
llevado por un impulso.
Así es como llega a entrar al comercio de la vieja mujer que había sido tan familiar
a Fruges. Siente que al explorar este oscuro local está también "explorando un rincón
secreto de su propia memoria, mirando por así decir su propia mente", y se siente
lleno de "depresión abismal". Cuando impulsa el estante giratorio que contiene las
postales el chirrido lo afecta extrañamente. Abandona el local apresuradamente.
El próximo mojón es la sala de lectura en la que, con ayuda del Diablo, Fabián-Esménard
se transformó en Fruges. Grita "Fabián", pero no obtiene respuesta. Luego pasa por
la casa en que Fabián-Esmérand mató a Berthe y se siente impulsado a entrar y descubrir
lo que ha sucedido detrás de esa ventana que la gente señala; se pregunta si no
es ésta quizá la habitación en que vive Fabián, pero se llena de temor y se escabulle
cuando oye a la gente hablar sobre el crimen que se cometió tres días antes; el
asesino no ha sido todavía hallado. Al seguir caminando, las casas y los negocios
se vuelven aun más familiares para él, y se siente profundamente conmovido cuando
llega al sitio en que el Diablo trató por primera vez de ganar a Fabián. Finalmente
llega a la casa en que vive Fabián y el portero deja pasar a Fabián-Camille. Cuando
comienza a subir las escaleras un súbito dolor atenaza su corazón.
Durante los tres días en que todos estos sucesos ocurrieron Fabián había estado
inconsciente en su lecho, cuidado por su madre. Comienza a recobrar los sentidos
y se inquieta cuando se acerca Fabián-Camille y sube las escaleras. Fabián oye a
Fabián-Camille pronunciar su nombre desde atrás de la puerta, sale de la cama y
se acerca a la misma, pero es incapaz de abrirla. Por el agujero de la cerradura
Fabián-Camille pronuncia la fórmula y se retira. Fabián es hallado inconsciente
junto a la puerta por su madre, pero pronto se recupera y gana fuerzas. Trata desesperadamente
de descubrir lo que sucedió durante los días en que estuvo inconsciente y en especial
sobre el encuentro con Fabián-Camille; pero se le contesta que nadie ha venido y
que ha estado en coma durante tres días desde su desmayo en la oficina. Con su madre
sentada junto a su cama se siente invadido por el deseo de ser amado por ella y
de poder expresarle su amor. Desea tocar su mano, arrojarse en sus brazos, pero
siente que ella no respondería. A pesar de esto comprende que si su amor hubiera
sido más fuerte ella lo habría amado más. El intenso afecto que experimenta hacia
ella se extiende súbitamente a toda la humanidad y se siente desbordante de una
inenarrable felicidad. Su madre le sugiere que rece, pero él sólo puede recordar
las palabras "Padre Nuestro". Entonces se siente nuevamente abrumado por esta misteriosa
felicidad, y muere.
INTERPRETACIONES
I
El autor de esta novela posee una profunda comprensión de la mente inconsciente;
esto se ve tanto en la forma en que describe los sucesos y personajes como -lo que
es de especial interés aquí- en su elección de la gente en que Fabián se proyecta.
Mi interés en la personalidad y las aventuras de Fabián, que ilustran, como se ve,
algunos de los complejos y aún oscuros problemas de la identificación proyectiva,
me llevan a intentar un análisis de este rico material, casi como si se tratara
de un paciente.
Antes de ocuparme de la identificación proyectiva, que para mi constituye el tema
principal de este libro, he de considerar la interacción entre procesos introyectivos
y proyectivos, que también -pienso- está ilustrada en la novela. Por ejemplo, el
autor describe el desdichado impulso de Fabián a contemplar las estrellas. "Siempre
que miraba de este modo a la noche que todo lo cubría, tenía una sensación de ser
transportado suavemente por encima del mundo... Era casi como si por el mismo esfuerzo
de mirar al espacio se estuviera abriendo dentro suyo una especie de golfo, correspondiendo
a las vertiginosas profundidades en que su imaginación atisbaba". Esto, pienso,
significa que Fabián está simultáneamente mirando a la distancia y dentro suyo;
incorporando al cielo y a las estrellas así como proyectando en ellos sus objetos
internos amados y las partes buenas de si mismo. También interpretaría su intenso
mirar las estrellas como una tentativa de recuperar sus objetos buenos que siente
perdidos o lejanos.
Otros aspectos de las identificaciones introyectivas de Fabián arrojan luz sobre
sus procesos proyectivos. En una oportunidad, cuando está solitario por la noche
en su habitación, siente, como a menudo, que desea escuchar "algunos signos de vida
provenientes de los otros habitantes del edificio que lo rodean". Fabián coloca
el reloj de oro de su padre sobre la mesa; siente gran afecto por él y le gusta
especialmente a causa de "su opulencia y brillo y de las figuras claramente marcadas
en su faz". De una manera vaga este reloj también le da una sensación de confianza.
Mientras reposa sobre la mesa entre sus papeles, Fabián siente que la habitación
adquiere un aire de orden y seriedad, quizá debido al "inquieto aunque calmante
sonido de su tictac, reconfortante en medio del silencio invasor". Contemplando
el reloj y escuchando su sonido, medita sobre las horas de alegría y miseria que
ha marcado en la vida de su padre, y se le ocurre que está vivo y es independiente
de su fallecido dueño anterior. En un pasaje previo el autor manifiesta que desde
la infancia siempre "Fabián había sido perseguido por la sensación de una presencia
interior que, de cierto modo que él no podría haber descrito, se hallaba siempre
más allá del alcance de su propia conciencia...". Yo concluiría que el reloj posee
algunas de las cualidades de una naturaleza paterna, tales como el orden y la seriedad,
que imparte a la habitación y en un sentido más profundo a Fabián mismo; en otras
palabras, el reloj representa al padre bueno internalizado, a quien desea sentir
siempre presente. Este aspecto del superyó, que se vincula con la actitud altamente
moral y ordenada de su madre, contrasta con las pasiones del padre y con su vida
"alegre", de la que también el ruido del reloj trae recuerdos a Fabián. El se identifica
con esta parte frívola también, como se evidencia en su conceder tanta importancia
a sus conquistas de mujeres; si bien tales éxitos no le proporcionan mucha satisfacción.
Aun otro aspecto del padre internalizado aparece bajo la forma del Diablo. Porque
leemos que cuando el Diablo va hacia él, Fabián oye pasos resonando en la escalera:
"Comenzó a oír esos resonantes pasos como un pulso latiendo en sus propias sienes".
Un poco más tarde, cuando se enfrenta con el Diablo, le parece "que la figura que
tiene enfrente seguirá creciendo y creciendo hasta extenderse como una oscuridad
por toda la habitación". Esto, pienso, expresa la internalización del Diablo (el
padre malo), indicando la oscuridad también el terror que siente al haber incorporado
un objeto tan siniestro. Un poco más adelante, cuando Fabián está viajando en un
carruaje con el Diablo, se queda dormido y sueña "que su compañero se deslizó por
el asiento hacia él" y que su voz "parecía enroscarse en torno suyo, atándole los
brazos, sofocándolo con su flujo untuoso". Veo en esto el temor de Fabián a la intrusión
del objeto malo en él. En mis "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides" describí
estos temores como consecuencia del impulso a hacer intrusión en otra persona, esto
es, de la identificación proyectiva. El objeto externo que irrumpe en el sí-mismo
y el objeto malo que ha sido introyectado tienen mucho en común; estas dos ansiedades
están estrechamente vinculadas y pueden reforzarse entre sí. Esta relación con el
Diablo repite, me parece, los sentimientos tempranos de Fabián acerca de un aspecto
de su padre -el padre seductor vivido como malo-. Por otro lado, el componente moral
de sus objetos internalizados puede verse en el ascético desprecio del Diablo por
"los placeres de la carne"[13]. Este aspecto estaba influido por la identificación
de Fabián con la madre moral y ascética, representando el Diablo así a ambos padres
a un tiempo. He indicado algunos aspectos de su padre que Fabián había internalizado.
Su incompatibilidad era en él una fuente de inacabable conflicto, que se incrementaba
por el conflicto real entre sus padres y había sido perpetuado por su internalización
de los padres en su relación desdichada de cada uno con el otro. Las diversas maneras
en que se identificaba con su madre no eran menos complejas, como espero demostrar.
La persecución y la depresión que surgían de estas relaciones internas contribuyeron
mucho a la soledad de Fabián, sus humores inquietos y su necesidad de huir de su
odiado ser[14]. El autor cita en su prefacio los versos de Milton "Te has convertido
(oh, la prisión peor) en el calabozo de ti mismo".Una tarde, después de haber estado
vagando sin objeto por las calles, la idea de regresar a su habitación llena a Fabián
de horror. Sabe que todo lo que ha de encontrar allí es a sí mismo; tampoco puede
escapar hacia un nuevo asunto amoroso, porque comprende que nuevamente, como siempre,
se cansaría rápidamente del mismo. Se pregunta por qué es tan difícil de complacer
y recuerda que alguien le había dicho que lo que él deseaba era una "estatua de
oro y marfil"; piensa que esta gran melindrería podría ser una herencia de su padre
(el tema de Don Juan). Ansía escapar de sí mismo, aunque más no sea por una hora,
para alejarse de las "interminables argumentaciones" que se suceden dentro suyo.
Parecería que sus objetos internalizados estuvieran haciéndote demandas incompatibles
y que éstas fueran las "interminables argumentaciones" por las que se sentía tan
perseguido[15].No sólo odia a sus perseguidores internos sino que también se siente
desvalorizado porque contiene tan malos objetos. Esto es un corolario del sentimiento
de culpa, porque siente que sus impulsos y fantasías agresivas han convertido a
los padres en perseguidores retaliativos o los han destruido. De este modo el odio
de si mismo, aunque dirigido contra los malos objetos internos, se centra finalmente
sobre los propios impulsos del individuo, que son vividos como peligrosos y destructivos
tanto en el pasado como en el presente para el yo y sus objetos buenos.
La voracidad, la envidia y el odio, fuente principal de las fantasías agresivas,
son rasgos dominantes del carácter de Fabián, y el autor nos muestra que estas emociones
impulsan a Fabián a apoderarse de las posesiones de otras personas, sean materiales
o espirituales; lo llevan irresistiblemente a lo que he descrito como identificaciones
proyectivas. En determinado punto, cuando Fabián ha realizado ya el pacto con el
Diablo y está próximo a probar su nuevo poder, exclama "¡Humanidad, la gran copa
de la que beberé en breve!" Esto sugiere el deseo voraz de beber de un pecho inagotable.
Podemos suponer que estas emociones y las identificaciones voraces por introyección
y proyección fueron experimentadas primero en las relaciones de Fabián con sus objetos
primarios, madre y padre. Mi experiencia analítica me ha demostrado que los procesos
de introyección y proyección en la vida adulta repiten en cierta medida el molde
de las introyecciones y proyecciones más tempranas; el mundo externo es una y otra
vez incorporado y puesto afuera -reintroyectado y reproyectado-. La voracidad de
Fabián, como puede colegirse de la novela, es reforzada por el odio a sí mismo y
el impulso a escapar de su propia personalidad.
II
Mi interpretación de la novela implica que el autor ha presentado aspectos fundamentales
de la vida emocional en dos planos: las experiencias del niño y su influencia sobre
la vida del adulto. En las últimas pocas páginas me he ocupado de las emociones,
ansiedades, introyecciones y proyecciones infantiles que presumo que subyacen al
carácter y a las experiencias adultas de Fabián.
He de sostener estas suposiciones analizando algunos nuevos episodios que no he
mencionado en el relato de la novela. Al reunir los diversos incidentes desde esta
perspectiva particular, no he de seguir el orden cronológico ya sea del libro o
de la evolución de Fabián. Los considero más bien como la expresión de ciertos aspectos
de la evolución infantil, y debemos recordar que especialmente en la infancia las
experiencias emocionales no son solamente consecutivas sino en gran medida simultáneas.
Hay un interludio en la novela que me parece de la mayor importancia para la comprensión
del desarrollo temprano de Fabián. Fabián-Fruges se ha ido a dormir muy deprimido
por su pobreza y su inadecuación, y lleno de temor porque no fue capaz de cambiarse
en algún otro. Al despertar comprueba que es una brillante mañana de sol. Se viste
con más cuidado que de costumbre y, sentándose al sol, se exalta. Todas las caras
que lo rodean parecen ser hermosas. También piensa que en esta admiración de la
belleza no hay "nada de la lujuriosa codicia que eran tan apta para envenenar incluso
sus momentos de contemplación realmente seria; por el contrario, simplemente admiraba
y lo hacía con un toque de casi religioso respeto".
Sin embargo, pronto se siente hambriento puesto que no ha desayunado, y a esto atribuye
un ligero aturdimiento que experimenta junto con la esperanza y la exaltación. Comprende,
empero, que su estado de felicidad es también peligroso porque debe acicatearse
a sí mismo a la acción de manera de convertirse en alguien distinto; pero antes
que nada es impulsado por el hambre a encontrar algún alimento[16]. Se dirige a
una panadería a comprar un panecillo. El mismo olor de la harina y del pan caliente
recuerda siempre a Fruges las vacaciones de la infancia en el campo, en una casa
llena de niños. Yo creo que todo el local se transforma en su mente en la madre
que alimenta. Queda embelesado al mirar una gran canasta de panes frescos y extiende
su mano hacia ellos cuando oye la voz de una mujer preguntándole qué desea. A esto
salta como "un sonámbulo que ha sido despertado súbitamente". Ella también huele
bien -"como un campo de trigo"-, anhela tocarla y le sorprende sentir temor de hacerlo.
Está absorto por su belleza y siente que por ella podría abandonar todas sus creencias
y esperanzas. Al observar con deleite todos sus movimientos cuando le alcanza un
panecillo, se detiene en sus pechos, cuyo perfil puede adivinar bajo su vestimenta.
La blancura de su piel lo intoxica y se llena de un deseo irresistible de poner
sus manos en torno a su cintura. Tan pronto como deja el local se siente abrumado
de miseria. De repente siente una fuerte tentación de tirar el pan al suelo y pisotearlo
con "sus brillantes zapatos negros... para insultar la santidad misma del pan."
Recuerda entonces que la mujer lo tocó y "en una pasión de deseo frustrado muerde
furiosamente en la parte más gruesa del pan". Ataca incluso sus restos triturándolos
en su bolsillo y al mismo tiempo le parece que una miga estuviera atravesada como
una piedra en su garganta. Se siente agonizar. "Algo estaba latiendo y aleteando
como un segundo corazón justo encima de su estómago, pero algo grande y pesado".
Al pensar nuevamente en la mujer, concluye con amargura que nunca ha sido amado.
Todos sus asuntos con muchachas han sido sórdidos y nunca antes había encontrado
en una mujer "esa plenitud del pecho cuya misma idea lo torturaba ahora con su persistente
imagen."
Decide retornar al negocio para por lo menos echarle otra mirada, porque sus deseos
parecen "estar quemándolo". La encuentra aun más deseable y se percata de que su
mirada casi equivale a tocarla. Observa entonces a un hombre que le habla, con su
mano puesta afectuosamente sobre su brazo de "láctea blancura". La mujer sonríe
al hombre y discuten planes para la tarde. Fabián-Fruges está seguro de que no ha
de olvidar esta escena nunca "estando cada detalle investido de trágica importancia".
Las palabras que el hombre le ha dicho resuenan aún en sus oídos. No puede "apagar
el sonido de esa voz que desde algún lugar de adentro continuaba todavía hablando".
Con desesperación cubre sus ojos con las manos. No puede recordar ninguna ocasión
en que haya sufrido tan agudamente por sus deseos.
Yo veo en los detalles de este episodio revivido el poderoso deseo de Fabián por
el pecho materno con la consiguiente frustración y odio; su deseo de pisotear el
pan con sus zapatos negros expresa sus ataques anal-sádicos, y su furioso morder
en el pan su canibalismo y sus impulsos oral-sádicos. Toda la situación parece estar
internalizada y todas sus emociones, con la desilusión y los ataques subsiguientes,
se aplican también a la madre internalizada. Esto está demostrado por el furioso
triturar de los remanentes del panecillo en su bolsillo, por la sensación de que
una miga se le ha atascado como una piedra en la garganta e (inmediatamente después)
que un segundo y más grande corazón latía dentro suyo encima del estómago. En este
mismo episodio la frustración experimentada frente al pecho y en la relación más
temprana con la madre parece estar estrechamente vinculada a la rivalidad con el
padre. Esto representa una situación muy primitiva cuando el niño, privado del pecho
de la madre, siente que algún otro, antes que nadie el padre, se lo ha quitado y
lo está gozando -una situación de envidia y celos que me parece parte de las etapas
mas tempranas del complejo de Edipo. Los apasionados celos de Fabián-Fruges frente
al hombre que, según cree, posee a la panadera por la noche, se relacionan también
con una situación interna, dado que siente que puede oír dentro suyo la voz del
hombre hablando a la mujer. Yo sacaría en conclusión que el incidente que ha presenciado
con tan fuerte emoción representa la escena primaria que ha internalizado en el
pasado. Cuando, en este estado emocional, cubre sus ojos con su mano, está reviviendo
-pienso- el deseo del niño pequeño de no haber nunca visto ni incorporado la escena
primaria.
La parte siguiente de este capítulo trata de la sensación de culpa de Fabián-Fruges
por sus deseos, que siente que debe destruir "como la basura es consumida por el
fuego". Entra a una iglesia sólo para comprobar que no hay agua bendita en la pila,
que está "seca como un hueso", y se indigna mucho por tal negligencia de los deberes
religiosos. Se arrodilla en un estado de depresión y piensa que sería necesario
un milagro para aliviar su culpa y su tristeza y resolver sus conflictos sobre religión
que han aparecido en este momento. Pronto sus quejas y acusaciones se vuelven contra
Dios. ¿Por qué lo ha creado El para ser "tan enfermo y arrastrado como una rata
envenenada"? Entonces recuerda un viejo libro sobre las muchas almas que podrían
haber venido a la vida pero quedaron nonatas. Se trataba así de una cuestión de
elección divina, y este pensamiento lo conforta. Incluso se exalta porque está vivo
"y se aferra de su costado con ambas manos como para asegurarse del latido de su
corazón". Reflexiona entonces que estas ideas son infantiles, pero concluye que
"la verdad misma" es "la concepción de un niño". Inmediatamente después de eso coloca
luces votivas en todos los lugares vacíos del estante. Una voz interior lo tienta
nuevamente, diciéndole lo hermoso que sería ver a la panadera a la luz de todas
estas pequeñas velas.
Mi conclusión es que su culpa y desesperación se refieren a la destrucción fantaseada
de la madre externa e interna y de sus pechos, y a la rivalidad criminal con su
padre, es decir al sentimiento de que sus buenos objetos internos y externos han
sido destruidos por él. Esta ansiedad depresiva estaba vinculada a una persecutoria.
Porque Dios, que representaba al padre, era acusado de haberlo hecho una criatura
mala y envenenada.
Fluctúa entre esta acusación y un sentimiento de satisfacción por haber sido creado
con preferencia a las almas no nacidas y estar vivo. Sugiero que las almas que nunca
han llegado a la vida representan los hermanos y hermanas no nacidos de Fabián.
El hecho de que fuera hijo único era al mismo tiempo una causa de culpa y -desde
que había sido elegido para nacer mientras que ellos no- de satisfacción y gratitud
hacia el padre. La idea religiosa de que la verdad "es la concepción de un niño"
adquiere así otro significado. El mayor acto de creación es crear un niño, porque
esto significa perpetuar la vida. Pienso que cuando Fabián-Fruges coloca velas en
todos los lugares vacantes del estante y las enciende, esto significa preñar a la
madre y traer a la vida a los niños no nacidos. El deseo de ver a la panadera a
la luz de las velas expresaría así el deseo de verla preñada de todos los niños
que él le daría. Aquí hallamos el "pecaminoso" deseo incestuoso por la madre así
como la tendencia a reparar dándole todos los niños que él había destruido. A este
respecto, su indignación por la pila "seca como hueso" no tiene solamente una base
religiosa. Veo en ella la ansiedad del niño por la madre que es frustrada y olvidada
por el padre, en lugar de ser amada y quedar preñada por él. Esta ansiedad es particularmente
fuerte en hijos menores y únicos porque la realidad de no haber nacido ningún otro
niño parece confirmar el sentimiento culposo de haber impedido el coito entre los
padres, el embarazo de la madre y la llegada de otros niños, por odio, celos y ataques
al cuerpo materno[17].Dado que supongo que Fabián-Fruges había expresado su destrucción
del pecho materno al atacar el pan que le diera la panadera, saco en conclusión
que la pila "seca como un hueso" representa también al pecho succionado hasta dejarlo
seco y destruido por su voracidad infantil.
III
Es significativo que el primer encuentro de Fabián con el Diablo se produzca cuando
se está sintiendo agudamente frustrado porque su madre, que insistía en que fuera
a comulgar el día siguiente, le había impedido de ese modo embarcarse aquella tarde
en un nuevo asunto amoroso; y cuando Fabián se rebela y efectivamente marcha a ver
a la muchacha, ésta no aparece. En ese momento se introduce el Diablo; él representa
en este contexto, me parece, los impulsos peligrosos que son agitados en el niño
pequeño cuando su madre lo frustra. En este sentido el Diablo es la personificación
de los impulsos destructivos del niño.
Esto, sin embargo, sólo toca un aspecto de la compleja relación con la madre, un
aspecto ilustrado por Fabián tratando de proyectarse en el mozo que le sirve su
magro desayuno (en la novela, su primer intento de asumir la personalidad de otro
hombre). Los procesos proyectivos dominados por la voracidad son, como repetidamente
lo he observado, parte de la relación del niño con la madre, pero son particularmente
poderosos donde la frustración es frecuente[18]. La frustración refuerza a un tiempo
el deseo voraz de gratificación ilimitada y los deseos de agotar el pecho y entrar
en el cuerpo de la madre para obtener por la fuerza la gratificación que niega.
Hemos visto en relación con la panadera los impetuosos deseos de Fabián-Fruges por
el pecho y el odio que la frustración le produjo. Todo el carácter de Fabián y sus
fuertes sentimientos de resentimiento y privación apoyan la suposición de que se
había sentido muy frustrado en la más temprana relación de alimentación. Tales sentimientos
serían revividos en relación con el mozo si éste representa un aspecto de la madre
-la madre que lo alimentó pero que realmente no lo satisfizo-. El intento de Fabián
de convertirse en el mozo representaría así una reviviscencia del deseo de hacer
intrusión en su madre para robarle y obtener de ese modo más alimento y satisfacción.
También es significativo que el mozo, el primer objeto en que Fabián trató de transformarse,
sea la única persona cuyo permiso pide (permiso que el mozo niega).
Esto implicaría que la culpa, que está tan claramente expresada en la relación con
la panadera, incluso se encuentra presente en relación con el mozo[19].En el episodio
con la panadera Fabián experimenta toda la gama de emociones relativas a su madre,
esto es, deseos orales, frustración, ansiedades, culpa y la necesidad de reparar;
también revive el desarrollo del complejo de Edipo. La combinación de apasionados
deseos físicos, afecto y admiración, indica que hubo un tiempo en que Fabián veía
a su madre a un tiempo como la madre hacia quien se experimentan deseos orales y
genitales, y la madre ideal, la mujer que debe ser vista a la luz de las lámparas
votivas, esto es, debe ser adorada. Es cierto que no tiene éxito en esta adoración
en la iglesia, porque siente que no puede refrenar sus deseos. No obstante, representa
por momentos a la madre ideal que debería no tener vida sexual.
En contraste con la madre que debería ser adorada como la Virgen, hay otro aspecto
de ella. Yo entiendo que la transformación en el criminal Esménard significa una
expresión de los impulsos infantiles de matar a la madre, cuya relación sexual con
el padre no sólo es vivida como una traición al amor del niño por ella, sino que
es vista en su conjunto como mala e indigna. Este sentimiento es el que sostiene
la ecuación inconsciente entre la madre y una prostituta, que es característica
de la adolescencia. Berthe, que obviamente es considerada como mujer promiscua,
se aproxima en la mente de Fabián-Esménard al tipo prostituta. Otro ejemplo de la
madre como figura sexual mala es la vieja mujer en el local oscuro, vendiendo postales
obscenas que están ocultas tras de otros artículos. Fabián-Fruges siente tanto disgusto
como placer al mirar las figuras obscenas, y también se siente perseguido por el
ruido del estante giratorio. Yo creo que esto expresa el deseo del niño de mirar
y oír la escena primaria así como su rechazo de estos deseos. La culpa adscripta
a tales observaciones reales o fantaseadas, en que los sonidos escuchados a menudo
desempeñan un papel, deriva de los impulsos sádicos contra los padres en esta situación
y se refiere también a la masturbación que acompaña frecuentemente a estas fantasías
sádicas.
Otra figura que representa a la madre mala es la sirviente de la casa de Camille,
una vieja hipócrita que conspira con el tío anciano contra los jóvenes. La propia
madre de Fabián aparece bajo esta luz cuando insiste en que concurra a confesarse.
Porque Fabián es hostil al padre-confesor y detesta confesarle sus pecados. El pedido
de su madre, por lo tanto, debe representar para él una conspiración entre los padres,
aliados contra los deseos sexuales y agresivos del niño. La relación de Fabián con
su madre, representada por estas distintas figuras, demuestra desvalorización y
odio así como idealización.
IV
Existen solamente unos pocos indicios acerca de la temprana relación de Fabián con
su padre, pero están plenos de significado. Al hablar de las identificaciones introyectivas
de Fabián sugerí que su fuerte afición al reloj de su padre, y los pensamientos
que le provocaba sobre la vida de su padre y su prematura muerte, mostraban amor
y compasión por el mismo y tristeza por su fin. Con referencia a las observaciones
del autor en el sentido de que Fabián había sido desde la niñez "perseguido por
un sentimiento de una cierta presencia interior..." extraje en conclusión que esta
presencia interior representaba al padre internalizado.
Pienso que el impulso a conformarse con la muerte prematura de su padre y en cierto
sentido mantenerlo vivo contribuyó mucho al impetuoso y voraz deseo de Fabián de
vivir plenamente la vida. Yo diría que era también voraz a cuenta de su padre. Por
otro lado, en su inquieta búsqueda de mujeres y descuido de la salud, Fabián reencarnaba
el destino de su padre, de quien se suponía que había muerto prematuramente como
resultado de su vida disoluta. Esta identificación estaba reforzada por la precaria
salud de Fabián, ya que sufría de la misma enfermedad cardíaca que su padre, y había
sido exhortado a menudo a no fatigarse[20]. Así parecería que en Fabián estaban
en conflicto un impulso a producir su muerte y una necesidad voraz de prolongar
su vida, como asimismo de este modo la vida de su padre internalizado, entrando
en otras personas y robándoles verdaderamente su vida. Esta lucha exterior entre
búsqueda y rechazo de la muerte era parte de su mente inquieta e inestable.
La relación de Fabián con su padre internalizado se centraba, como recién hemos
visto, en la necesidad de prolongar la vida de su padre o revivirlo. Deseo mencionar
otro aspecto del padre interno muerto. La culpa referente a la muerte del padre
-debida a los deseos de muerte contra él- tiende a convertir al padre muerto internalizado
en perseguidor. Hay un episodio en la novela de Green que señala la actitud de Fabián
hacia la muerte y los muertos. Antes de aceptar Fabián el pacto, el Diablo lo lleva
por la noche en un viaje a una casa siniestra donde está reunida una extraña compañía.
Fabián se descubre en el centro de una intensa atención y envidia. Lo que le envidian
está indicado por su murmurar "Es por el don..." El "don", como sabemos, es la fórmula
mágica del Diablo que daría a Fabián el poder de transformarse en otras personas
y, como a él le parece, prolongar su vida indefinidamente. Fabián es bienvenido
por el "segundo" del Diablo, un aspecto muy seductor del mismo, sucumbe a su encanto
y acepta ser persuadido a aceptar el "don". Parece que las gentes reunidas quieren
significar los espíritus de los muertos que ya sea no recibieron el don o no lo
usaron bien. El "segundo" del Diablo habla despectivamente de ellos, dando la impresión
de que han sido incapaces de vivir su vida plenamente; quizá los desprecia porque
se han vendido al Diablo en vano. Una conclusión parecida es que esta gente insatisfecha
y envidiosa representa también al padre muerto de Fabián, porque Fabián habría atribuido
a su padre -quien en efecto había desperdiciado su vida- tales sentimientos de envidia
y voracidad. Su correspondiente ansiedad porque el padre internalizado no quisiera
chuparle la vida a Fabián se sumaba a la necesidad de Fabián de huir de su yo y
a su voraz deseo (en identificación con el padre) de robar su vida a otras personas.
La pérdida de su padre a una edad temprana contribuyó mucho a su depresión, pero
las raíces de estas ansiedades pueden de nuevo ser halladas en la infancia. Porque
si suponemos que la poderosa emoción de Fabián hacia el amante de la panadera es
una repetición de sus tempranos sentimientos edípicos, habremos de concluir que
experimentaba fuertes deseos de muerte hacia su padre. Como sabemos, los deseos
de muerte y el odio contra el padre como rival no sólo llevan a la ansiedad persecutoria
sino también -puesto que rivalizan con el amor y la compasión- a severos sentimientos
de culpa y depresión en el niño pequeño. Es significativo que Fabián, que posee
el poder de transformarse en cualquiera que desee, nunca piense siquiera convertirse
en el envidiado amante de la mujer admirada. Parece que de haber efectuado una tal
transformación, habría sentido que estaba usurpando el lugar de su padre y dando
rienda suelta a su odio criminal contra él. Tanto el odio hacia el padre como el
conflicto entre amor y odio, esto es, tanto la ansiedad persecutoria como la depresiva
serían la causa de su retirada de una expresión tan desembozada de sus deseos edípicos.
He descrito ya sus actitudes conflictivas hacia su madre -de nuevo un conflicto
entre amor y odio- que contribuyeron a su apartarse de ella como objeto de amor
y a la represión de sus sentimientos edípicos.
Las dificultades de Fabián en la relación con su padre deben ser consideradas con
referencia a su voracidad, su envidia y sus celos. Su transformación en Poujars
es motivada por la violenta voracidad, envidia y odio, tal como el niño experimenta
hacia su padre que es adulto y potente y posee, en la fantasía infantil, todo, puesto
que posee a la madre. Me he referido a la descripción que hace el autor de la envidia
de Fabián por Poujars con las palabras: "¡Ah! el sol. A menudo le parecía que el
señor Poujars lo tenía escondido en su bolsillo[21]."La envidia y los celos, reforzados
por frustraciones, contribuyen a los sentimientos del niño de pesadumbre y resentimiento
hacia sus padres y estimulan el deseo de invertir los roles privándolos de ellos.
De la actitud de Fabián, cuando ha cambiado lugares con Poujars y mira con una mezcla
de piedad y desprecio su anterior persona poco atractiva, deducimos lo mucho que
se alegra de haber invertido los roles. Otra situación en que Fabián castiga a una
figura de padre malo surge cuando él es Fabián-Camille: insulta y encoleriza al
viejo tío de Camille antes de dejar la casa.
En la relación de Fabián con su padre, así como en la relación con su madre, podemos
detectar el proceso de idealización y su corolario, el temor de los objetos persecutorios.
Esto se hace claro cuando Fabián se ha convertido en Fruges, cuya lucha interior
entre su amor a Dios y su atracción por el Diablo es muy aguda; Dios y el Diablo
representan claramente al padre ideal y al totalmente malo. La actitud ambivalente
hacia el padre es mostrada también en la acusación de Fabián-Fruges a Dios (padre)
por haberlo hecho una criatura tan pobre: no obstante, reconoce la gratitud por
Su haberle dado la vida. De estos indicios deduzco que Fabián ha estado siempre
buscando a su padre ideal y que éste es un fuerte estímulo hacia sus identificaciones
proyectivas. Pero en su búsqueda del padre ideal fracasa: debe fracasar porque está
impulsado por la voracidad y la envidia. Todos los hombres en quienes se transforma
resultan ser despreciables y débiles. Fabián los odia porque lo desilusionan, y
siente gozo por el destino de sus víctimas.
V
He sugerido que algunas de las experiencias emocionales que ocurrieron durante las
transformaciones de Fabián arrojan luz sobre su evolución más temprana. De su vida
sexual adulta nos hacemos una imagen por el período que precede a su encuentro con
el Diablo, es decir cuando todavía es el Fabián original. He mencionado ya que las
relaciones sexuales de Fabián eran vividas brevemente y acababan en desilusión.
No parecía ser capaz de un amor genuino por una mujer. Yo interpreté el interludio
con la panadera como una reviviscencia de sus tempranos sentimientos edípicos. Su
infructuoso enfrentamiento con estos sentimientos y ansiedades fundamenta su posterior
desarrollo sexual. Sin volverse impotente, ha desarrollado la división en dos direcciones,
descriptas por Freud como "amor divino y terrenal (o animal)"[22].Incluso este proceso
de disociación deja de alcanzar sus objetivos, porque nunca encuentra realmente
una mujer a quien poder idealizar; pero la existencia de una persona tal en su mente
es demostrada por su preguntarse si la sola mujer que podría satisfacerlo plenamente
seria "una estatua de oro y marfil". Como hemos visto, en el rol de Fabián-Fruges,
experimentó una apasionada admiración, equivalente a una idealización, por la panadera.
Yo diría que estaba inconscientemente toda su vida a la búsqueda de la madre ideal
que había perdido.
Los episodios en que Fabián se convierte en el rico Poujars o el físicamente poderoso
Esménard, o finalmente en un hombre casado (Camille, que tiene una bella esposa),
sugieren una identificación con su padre, basada en un deseo de ser como él y tomar
su lugar como hombre. En la novela no hay señal de que Fabián fuera homosexual.
Con todo puede hallarse una indicación de homosexualidad en su fuerte atracción
física hacia el "segundo" del Diablo, un hombre joven y hermoso cuya persuasión
domina las dudas y ansiedades de Fabián respecto a entrar en el pacto con el Diablo.
Ya me he referido al temor de Fabián frente a lo que él imagina ser los avances
sexuales del Diablo hacia él. Pero el deseo homosexual de ser el amante de su padre
se manifiesta más directamente con relación a Elise. Su atracción hacia ella -hacia
sus ojos nostálgicos- se debía, como lo hace notar el autor, a una identificación
con ella. Por un momento se siente tentado a transformarse en ella, si sólo pudiera
asegurarse de que el bello Camille habría de amarla. Pero comprende que esto no
puede suceder y decide no convertirse en Elise.
En este contexto el amor no correspondido de Elise parece expresar la situación
edípica invertida de Fabián. Colocarse en el papel de mujer amada por el padre significaría
desplazar o destruir a la madre y haría surgir una intensa culpa; en efecto, en
la novela Elise tiene a la desagradable pero bella mujer de Camille como odiada
rival -otra figura materna, pienso-.
Es interesante que no fuera sino al final cuando Fabián experimentó el deseo de
ser mujer. Esto podría estar relacionado con la emergencia de impulsos y deseos
reprimidos, y de ese modo con una disminución de las fuertes defensas contra sus
tempranos impulsos femeninos y homosexuales pasivos.
Pueden extraerse de este material algunas conclusiones acerca de las severas incapacidades
que sufre Fabián. Su relación con su madre estaba fundamentalmente perturbada. Está
descrita, como sabemos, como madre escrupulosa, preocupada sobre todo por el bienestar
físico y moral de su hijo, pero incapaz de afecto y ternura. Parece probable que
tuviera la misma actitud hacia él cuando era niño. Ya me he referido a que el carácter
de Fabián, la naturaleza de su voracidad, envidia y resentimiento indican que sus
decepciones orales habían sido muy grandes y nunca superadas. Podemos suponer que
estos sentimientos de frustración se extendían a su padre; porque, en las fantasías
del niño pequeño, el padre es el segundo objeto de quien se esperan gratificaciones
orales. En otras palabras, el lado positivo de la homosexualidad de Fabián estaba
también perturbado desde las raíces.
El fracaso en la modificación de los deseos y ansiedades orales fundamentales tiene
muchas consecuencias. En último análisis, significa que la posición esquizo-paranoide
no ha sido elaborada satisfactoriamente. Pienso que esto era cierto con Fabián,
y que por lo tanto tampoco había manejado adecuadamente la posición depresiva. Por
esas razones su capacidad de reparar se había menoscabado y no podía enfrentarse
más tarde con sus sentimientos de persecución y depresión. En consecuencia sus relaciones
con sus padres y con la gente en general eran muy insatisfactorias. Todo esto implica,
como me lo ha demostrado mi experiencia, que era incapaz de establecer con seguridad
el pecho bueno, la madre buena, en su mundo interno[23], un fracaso inicial que
a su vez le impedía desarrollar una fuerte identificación con un padre bueno. La
excesiva voracidad de Fabián, en cierta medida derivada de su inseguridad acerca
de sus buenos objetos internos, influyó a un tiempo en sus procesos proyectivos
e introyectivos y -dado que estamos tratando también acerca de Fabián adulto- en
los procesos de reintroyección y reproyección. Todas estas dificultades contribuían
a su incapacidad para establecer una relación de amor con una mujer, es decir, a
la perturbación de su desarrollo sexual. En mi concepto, fluctuaba entre una homosexualidad
fuertemente reprimida y una heterosexualidad inestable.
He mencionado una cantidad de factores externos que desempeñaron un papel importante
en el desgraciado desarrollo de Fabián, tales como la muerte prematura de su padre,
la falta de afecto de su madre, su pobreza, la naturaleza insatisfactoria de su
trabajo, su conflicto con su madre sobre la religión, y -punto muy importante- su
enfermedad física. De estos hechos podemos extraer nuevas conclusiones. El matrimonio
de los padres de Fabián fue obviamente desdichado, como lo indica el padre buscando
sus placeres en otro sitio. La madre no sólo era incapaz de mostrar el calor de
un sentimiento sino que también era, como podemos suponer, una infeliz mujer que
buscaba consuelo en la religión. Fabián era hijo único y sin duda solitario. Su
padre falleció cuando Fabián estaba aún en la escuela y esto lo privó de su posterior
educación y de las perspectivas de una carrera exitosa; también tuvo el efecto de
agitar sus sentimientos de persecución y depresión.
Sabemos que todos los sucesos, desde la primera transformación hasta su regreso
a su hogar, se supone que ocurren en el término de tres días. Durante estos tres
días, como sabemos al final cuando Fabián-Camille retorna a su personalidad anterior,
Fabián ha estado inconsciente en su lecho, cuidado por su madre. Como ella le dice,
él se había desmayado en la oficina de su empleador después de haberse comportado
allí mal; fue llevado a su casa y había permanecido inconsciente desde entonces.
Ella piensa, cuando él se refiere a la visita de Camille, que ha estado delirando.
¿Acaso el autor se propone que tomemos toda la historia como representativa de las
fantasías de Fabián durante la enfermedad que precedió a su muerte? Esto implicaría
que todos los personajes eran figuras de su mundo interno e ilustra nuevamente que
la introyección y la proyección operaban en él en la más estrecha interacción.
VI
Los procesos que subyacen a la identificación proyectiva son pintados muy concretamente
por el autor. Una parte de Fabián abandona literalmente su yo y entra en su víctima,
suceso que en ambas partes se acompaña de intensas sensaciones físicas. Se nos dice
que la parte disociada de Fabián se sumerge en grados diversos en sus objetos y
pierde los recuerdos y las características pertenecientes al Fabián original. Deberíamos
deducir por ende (de acuerdo a la muy concreta concepción del autor sobre el proceso
proyectivo) que los recuerdos de Fabián y otros aspectos de su personalidad son
dejados atrás en el Fabián descartado, que debe haber retenido una buena parte de
su yo al producirse la disociación. Esta parte de Fabián, que yace dormida hasta
el retorno de los aspectos disociados de su personalidad, representa, a mi modo
de ver, aquel componente del yo que los pacientes sienten inconscientemente haber
retenido mientras que otras partes son proyectadas en el mundo externo y perdidas.
Los términos espaciales y temporales en que el autor describe estos eventos son
realmente aquellos en que nuestros pacientes experimentan tales procesos. La sensación
de un paciente de que partes de su yo han dejado de pertenecerle, están muy lejos
o se han ido, es por supuesto una fantasía que subyace a los procesos disociativos.
Pero tales fantasías tienen consecuencias de largo alcance e influyen vitalmente
la estructura del yo. Tienen el efecto de que aquellas partes de su yo que siente
extrañadas, incluyendo a menudo sus emociones, dejan de ser accesibles ya sea al
analista o al paciente[24]. La sensación de no saber dónde han ido las partes de
sí mismo que ha dispersado al mundo exterior, es una fuente de gran ansiedad e inseguridad[25].He
de considerar a continuación las identificaciones proyectivas de Fabián desde tres
ángulos: (i) la relación de las partes disociadas y proyectadas de su personalidad
con aquellas que ha dejado atrás; (ii) los motivos que fundamentan la elección de
los objetos en que se proyecta, y (iii) en qué medida en estos procesos la parte
proyectada de su personalidad queda sumergida en el objeto o adquiere control sobre
él.
(i) La ansiedad de Fabián porque está próximo a empobrecer su yo disociando partes
de él y proyectándolas en otras personas está expresada, antes de que comience sus
transformaciones, por la forma en que mira sus ropas amontonadas desaliñadamente
sobre una silla: "Al mirarlas tuvo una horrible sensación de estarse viendo a si
mismo, pero autoasesinado o de algún modo destruido. Las mangas vacías de su saco
tenían, al pender libremente hacia el piso, una lejana sugestión de tragedia."
Vemos también que Fabián, cuando se ha convertido en Poujars (es decir, cuando los
procesos de disociación y proyección terminaban de producirse), se preocupa mucho
por su persona anterior. Piensa que podría desear el retorno a su yo original, y
estando por lo tanto ansioso porque Fabián sea llevado a su casa, extiende un cheque
a su favor.
La importancia atribuida al nombre de Fabián denota también que su identidad se
vinculaba con aquellas partes de sí mismo que eran dejadas atrás y que las mismas
representaban el meollo de su personalidad; el nombre era una parte esencial de
la fórmula mágica, y es importante que la primera cosa que se le ocurre cuando,
bajo la influencia de Elise, experimenta la urgencia de recuperar su anterior personalidad,
sea el nombre "Fabián". Pienso que los sentimientos de culpa por haber olvidado
y abandonado un componente precioso de ella contribuyeron a la nostalgia de Fabián
por volver a ser él mismo, una nostalgia que irresistiblemente lo empujó a su hogar
al final de la novela.
(ii) La elección de su primera víctima propuesta, el mozo, se hace fácilmente comprensible
si suponemos, como lo sugerí más arriba, que representaba a la madre de Fabián;
porque la madre es el primer objeto para la identificación del niño, sea por proyección
o introyección.
Algunos de los motivos que impulsaron a Fabián a proyectarse en Poujars han sido
ya discutidos; sugerí que deseaba convertirse en el padre rico y poderoso, robándole
así todas sus posesiones y castigándolo. Al hacerlo estaba también actuando por
un motivo que a este respecto deseo recalcar. Pienso que los impulsos y fantasías
sádicos de Fabián (expresados en el deseo de controlar y castigar a su padre) eran
algo que él sentía tener en común con Poujars. La crueldad de Poujars, según la
consideraba Fabián, representaba la propia crueldad de Fabián y su deseo de poder.
El contraste entre Poujars (que resultó ser achacoso y miserable) y el viril joven
Esménard, fue sólo un factor contribuyente en la elección del último por Fabián
como objeto para la identificación. Creo que la principal causa de la decisión de
Fabián de transformarse en Esménard, a pesar de ser repelente y antipático, era
que Esménard representaba una parte del yo de Fabián, y que el odio criminal que
impulsaba a Fabián-Esménard a matar a Berthe es una reviviscencia de las emociones
que Fabián experimentó en la infancia hacia su madre cuando ésta lo frustraba, según
su sentir, oral y genitalmente. Los celos de Esménard ante cualquier hombre a quien
Berthe favoreciera renuevan de manera extrema el complejo de Edipo y la intensa
rivalidad de Fabián con su padre. Esta parte de sí mismo, que era potencialmente
criminal, estaba personificada por Esménard. Fabián, al convertirse en aquél, proyectaba
así y vivía algunas de sus propias tendencias destructivas. La complicidad de Fabián
en el crimen es señalada por el Diablo, quien le hace recordar, después de su transformación
en Fruges, que las manos que estrangularon a Berthe fueron las suyas tan sólo unos
minutos antes.
Llegamos ahora a la elección de Fruges. Fabián tiene mucho en común con Fruges,
en quien, sin embargo, estas características son mucho más pronunciadas. Fabián
se inclina a negar el dominio que la religión (y esto significa también Dios -el
padre-) tiene sobre él y atribuye sus conflictos sobre religión a la influencia
de su madre. Los conflictos de Fruges acerca de la religión son agudos, y, como
describe el autor, tiene plena conciencia de que la lucha entre Dios y el Diablo
domina su vida. Fruges se halla en constante lucha contra sus deseos de lujo y riquezas;
su conciencia lo impulsa a una severa austeridad. En Fabián el deseo de ser tan
rico como las personas que envidia es también muy pronunciado, pero no intenta refrenarlo.
Ambos tienen también en común sus propósitos intelectuales y una muy marcada curiosidad
intelectual.
Estas características comunes serian las que predispusieron a Fabián a elegir a
Fruges para la identificación proyectiva. Pienso, sin embargo, que hay otra razón
que entra en esta elección. El Diablo, desempeñando aquí el papel de superyó conductor,
ha ayudado a Fabián a dejar a Esménard y le ha prevenido contra la entrada en una
persona en quien se sumerja en grado tal que nunca pueda volver a escapar. Fabián
está aterrorizado de haberse convertido en un asesino, lo que significa, pienso,
haber sucumbido a la parte más peligrosa de sí mismo -a sus impulsos destructivos-;
huye por lo tanto cambiando roles con alguien totalmente diferente de su elección
anterior. Mi experiencia me ha demostrado que la lucha contra una identificación
abrumadora -sea introyectiva o proyectiva- impulsa a menudo a la gente a identificarse
con objetos que muestran las características opuestas. (Otra consecuencia de esta
lucha es una huida indiscriminada a una multitud de nuevas identificaciones y fluctuaciones
entre ellas. Tales conflictos y ansiedades a menudo se perpetúan y profundizan el
debilitamiento del yo).
La siguiente elección de Fabián, Camille, apenas tiene algo en común con él. Pero
a través de Camille, parece, Fabián se identifica con Elise, la muchacha que está
desdichadamente enamorada de Camille. Como hemos visto, Elise representaba el aspecto
femenino de Fabián, y sus sentimientos hacia Camille, el amor homosexual no consumado
hacia su padre. Al mismo tiempo Elise representaba también la parte buena de su
yo, que era capaz de sentir amor y nostalgia. En mi concepto, el amor infantil de
Fabián por su padre, vinculado como estaba con sus deseos homosexuales y su posición
femenina, había sido perturbado desde sus orígenes. También señalé que era incapaz
de convertirse en mujer porque esto habría representado una realización de los profundamente
reprimidos deseos femeninos en la relación edípica invertida con su padre. (No me
ocupo en este contexto de otros factores que impiden la identificación femenina,
sobre todo el temor a la castración). Con el despertar de la capacidad de amar,
Fabián puede identificarse con el desdichado apasionamiento de Elise por Camille;
en mi concepto logra también experimentar su amor y sus deseos hacia su padre. Yo
concluiría que Elise ha llegado a representar una parte buena de su yo.
Sugeriría además que Elise también representa a una hermana imaginaria. Es bien
sabido que los niños tienen compañeros imaginarios. Estos representan, particularmente
en la fantasía de los hijos únicos, hermanos o hermanas mayores o menores, o un
gemelo, que no han nacido nunca. Podemos conjeturar que Fabián, que era hijo único,
habría ganado mucho con la compañía de una hermana. Una relación tal también lo
habría ayudado a enfrentar mejor su complejo de Edipo y a ganar más independencia
de su madre. En la familia de Camille existe realmente una relación tal entre Elise
y el hermano menor de Camille.
Recordaremos aquí que los abrumadores sentimientos de culpa de Fabián-Fruges en
la iglesia parecían relacionarse también con el haber sido elegido, mientras que
otras almas nunca llegaron a la vida. Interpreté el prender lámparas votivas e imaginarse
a la panadera rodeada por ellas a un tiempo como una idealización de la misma (la
madre como santa) y como una expresión de su deseo de reparar trayendo a la vida
a los hermanos y hermanas no nacidos. Especialmente los hijos únicos y los más jóvenes
tienen a menudo un fuerte sentimiento de culpa porque sienten que sus impulsos agresivos
y celosos han impedido a sus madres dar a luz nuevos niños. Tales sentimientos están
también vinculados con miedo a la retaliación y a la persecución. Repetidas veces
hallé que el temor y las sospechas frente a compañeros de escuela u otros niños
estaban relacionados con fantasías de que los hermanos y hermanas nonatos habían
finalmente entrado a la vida, y estaban representados por cualesquiera niños que
se mostraban hostiles. Los deseos de hermanos y hermanas amistosos están fuertemente
influidos por tales ansiedades.
Hasta aquí no he discutido por qué Fabián eligió en primer lugar identificarse con
el Diablo, hecho sobre el que se basa el argumento. Señalé anteriormente que el
Diablo representaba al padre seductor y peligroso; también representaba partes de
la mente de Fabián, del superyó tanto como del ello. En la novela, el Diablo se
despreocupa de sus víctimas; extremadamente voraz y despiadado, aparece como el
prototipo de las identificaciones proyectivas perversas y hostiles, que son descritas
en la novela como violentas intrusiones en la gente. Yo diría que muestra de manera
extrema aquel componente de la vida emocional infantil que está dominado por la
omnipotencia, voracidad y sadismo, y que son estas características las que Fabián
y el Diablo tienen en común. Por lo tanto Fabián se identifica con el Diablo y ejecuta
todos sus mandatos.
Es significativo -y pienso que expresa un aspecto importante de la identificación-
que cuando se convierte en una nueva persona, Fabián hasta cierto punto retiene
sus identificaciones proyectivas previas. Esto queda demostrado por el fuerte interés
-un interés mezclado con desprecio- que Fabián-Fruges se toma en el' destino de
sus anteriores víctimas, y también en su sentimiento de que después de todo él es
responsable por el crimen que cometió como Esménard. Se evidencia con la mayor claridad
hacia el final de la novela, puesto que sus experiencias en los personajes en quienes
se había transformado están todas presentes en su mente antes de morir y se preocupa
por su suerte. Esto implicaría que introyecta sus objetos, así como se proyecta
en ellos; una conclusión que está de acuerdo con mi concepto, reafirmado en la introducción
a este trabajo, de que la proyección y la introyección interactúan desde el comienzo
de la vida.
Al singularizar un motivo importante para la elección de objetos de identificación,
he descrito ésta, a los efectos de la presentación, como produciéndose en dos etapas:
a) hay una cierta base común, b) la identificación se produce. Pero el proceso,
tal como lo observamos en nuestra labor analítica, no está dividido.
Porque la sensación individual de tener mucho en común con otra persona es concomitante
con la proyección de sí mismo en esa persona (y lo mismo se aplica a la introyección).
Estos procesos varían en intensidad y duración, y de estas variaciones dependen
la fuerza y la importancia de las identificaciones y sus vicisitudes. A este respecto
deseo llamar la atención hacia el hecho de que mientras los procesos que he descrito
parecen operar simultáneamente, debemos considerar con cuidado en cada estado o
situación si, por ejemplo, la identificación proyectiva tiene primacía sobre los
procesos introyectivos o viceversa[26].
He sugerido en mis "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides" que el proceso de
reintroyectar una parte proyectada del yo incluye la internalización de una parte
del objeto en el cual se realizó la proyección, parte que el paciente puede sentir
como hostil, peligrosa y muy poco indicada para reintroyectar. Además, dado que
la proyección de una parte del yo incluye la proyección de objetos internos, éstos
también son reintroyectados. Todo esto tiene relación con la medida en que en la
mente individual las partes proyectadas del yo son capaces de retener su fuerza
dentro del objeto en que han hecho intrusión. He de hacer ahora algunas sugerencias
acerca de este aspecto del problema, lo que me lleva al punto tercero.
(iii) En la novela, como señalé antes, Fabián sucumbe al Diablo y queda identificado
con él. Si bien aun antes de ello Fabián parecía deficiente en la capacidad de amar
y preocuparse, tan pronto como sigue la huella del Diablo está reglado enteramente
por la crueldad. Esto implica que, al identificarse con el Diablo, Fabián sucumbe
plenamente a la parte voraz, omnipotente y destructiva de su ser. Cuando Fabián
se ha convertido en Poujars, retiene algunas de sus propias actitudes, y especialmente
una opinión crítica sobre la persona en quien ha entrado. Teme perderse completamente
dentro de Poujars, y es sólo porque ha conservado algo de la iniciativa de Fabián
que es capaz de producir la siguiente transformación. Sin embargo, se aproxima la
pérdida completa de su personalidad anterior cuando se convierte en el asesino Esménard.
No obstante, desde que el Diablo, que suponemos también ser parte de Fabián -aquí
su superyó- lo previene y ayuda a escapar del asesino, deberíamos deducir que Fabián
no ha sido enteramente sumergido en Esménard[27].La situación con Fruges es diferente:
en esta transformación el Fabián original permanece mucho más activo. Fabián se
muestra muy crítico de Fruges, y es esta mayor capacidad de mantener vivo algo de
su yo original dentro de Fruges lo que le posibilita reunir gradualmente su yo vaciado
y volver a ser él mismo. A grandes rasgos, sostengo que el grado en que el individuo
siente su yo sumergido en los objetos con que se ha identificado por proyección
o introyección, es de la mayor importancia para el desarrollo de relaciones objetales
y determina también la fuerza o debilidad del yo.
Fabián recobra parte de su personalidad después de su transformación en Fruges y
al mismo tiempo algo sucede, que es muy importante. Fabián-Fruges comprueba que
sus experiencias le han dado una mejor comprensión de Poujars, Esménard e incluso
Fruges, y que es capaz ahora de sentir simpatía hacia sus víctimas. También a través
de Fruges, quien gusta de los niños, se despierta el afecto de Fabián por el pequeño
George. Este, en la descripción del autor, es un niño inocente que ama a su madre
y desea retornar a ella. El despierta en Fabián-Fruges el recuerdo de la niñez de
Fruges, y en éste surge el deseo impetuoso de transformarse en George. Creo que
está deseando recobrar la capacidad de amar; en otras palabras, de recobrar un sí-mismo
infantil ideal.
Este resurgimiento de sentimientos de amor se evidencia de varias maneras: experimenta
apasionados sentimientos por la panadera, que, en mi concepto, significaba una reviviscencia
de su temprana vida amorosa. Otro paso en esta dirección es su transformación en
un hombre casado y su consiguiente ingreso en un circulo familiar. Pero la única
persona que Fabián halla deseable y de quien queda prendado es Elise. He descrito
ya los distintos significados que Elise tiene para él. Especialmente ha descubierto
en ella aquella parte de si mismo que es capaz de amar, y se siente profundamente
atraído hacia ese lado de su propia personalidad; es decir, ha descubierto también
un cierto amor por sí mismo. Física y mentalmente, volviendo sobre los pasos que
ha dado en sus transformaciones, es vuelto atrás con creciente urgencia más y más
cerca de su casa y del Fabián enfermo a quien había abandonado y que para ese entonces
había llegado a representar la parte buena de su personalidad. Hemos visto que la
simpatía por sus víctimas, la ternura hacia George, el cuidado por Elise y la identificación
con su desdichado amor por Camille, así como el deseo de una hermana, todos estos
pasos son un despliegue de su capacidad de amar. Sugiero que este desarrollo era
una precondición de la apasionada necesidad de Fabián de hallar de nuevo su vieja
personalidad, es decir, de integrarse. Aun antes de que se produjeran sus transformaciones,
la nostalgia por recobrar la mejor parte de su personalidad -que parecía ser ideal
por lo mismo que se había perdido- había contribuido, como sugerí, a su soledad
e inquietud; había dado ímpetu a sus identificaciones proyectivas[28] y era complementaría
de su odio de sí mismo, otro factor que lo impulsaba a forzar su entrada en otras
personas. La búsqueda del yo ideal perdido[29, que constituye un rasgo importante
de la vida mental, incluye inevitablemente la búsqueda de objetos ideales perdidos;
porque el yo bueno es aquella parte de la personalidad que se percibe en relación
amorosa con sus objetos buenos. El prototipo de una relación tal es el vínculo entre
la madre y el bebé. En efecto, cuando Fabián recupera su yo perdido, recobra asimismo
su amor por su madre.
Con Fabián comprobamos que parecía incapaz de una identificación con un objeto bueno
o admirado. Una cantidad de razones tendrían que considerarse a este respecto, pero
deseo singularizar una como explicación posible. He señalado ya que para identificarse
fuertemente con otra persona es esencial sentir que hay dentro del yo suficiente
base común con ese objeto. Dado que Fabián había perdido -así parecía- su yo bueno,
no sentía que hubiera bastante bondad dentro suyo para la identificación con un
objeto muy bueno. También podría haber sido la ansiedad, característica de estos
estados mentales, porque un objeto admirado fuera introducido a un mundo interno
demasiado privado de bondad. El objeto bueno, por ende, es mantenido afuera (con
Fabián, pienso, en las lejanas estrellas). Pero con el redescubrimiento de su yo
bueno encontró asimismo sus objetos buenos y pudo identificarse con ellos.
En la novela, como hemos visto, la parte empobrecida de Fabián también anhela reunirse
con las partes proyectadas de su yo. Cuanto más Fabián-Camille se aproxima a la
casa, tanto más se inquieta Fabián en su lecho de enfermo. Recobra la conciencia
y se dirige hacia la puerta a través de la cual su otra mitad, Fabián-Camille, pronuncia
la fórmula mágica. De acuerdo a la descripción del autor, las dos mitades de Fabián
anhelan reunirse; esto significa que Fabián deseaba integrar su yo. Como ya vimos,
este impulso estaba vinculado a una creciente capacidad de amar. Esto corresponde
a la teoría de Freud sobre la síntesis como función de la libido, en último término
del instinto de vida.
He sugerido antes que si bien Fabián estaba a la busca de un padre bueno, era incapaz
de encontrarlo porque la envidia y la voracidad, aumentadas por el resentimiento
y el odio, determinaban su elección de figuras paternas. Cuando se vuelve menos
resentido y más tolerante, sus objetos se le aparecen bajo una luz más favorable;
pero entonces también él es menos exigente de lo que era en el pasado. Parece que
ya no pide más que sus padres sean ideales y por lo tanto puede perdonarles sus
defectos. A su mayor capacidad de amor corresponde una disminución del odio, y esto
a su vez deriva en una disminución de los sentimientos de persecución -todo lo cual
tiene influencia sobre la reducción de la voracidad y la envidia-. El odio de si
mismo era un rasgo sobresaliente de su carácter; junto con la mayor capacidad para
el amor y la tolerancia hacia otros, surgió la mayor tolerancia y el amor hacia
su propio yo.
Al final Fabián recupera su amor por su madre y hace las paces con ella. Es significativo
que reconozca su falta de ternura, pero siente que ella podría haber sido mejor
si él hubiera sido mejor hijo. Obedece la indicación materna de rezar y parece haber
recuperado, luego de todas sus luchas, su creencia y confianza en Dios. Las últimas
palabras de Fabián son "Padre nuestro", y parecería que en ese momento, cuando se
llena de amor a la humanidad, retorna el amor a su padre. Aquellas ansiedades persecutorias
y depresivas que deberían ser agitadas por la proximidad de la muerte serian hasta
cierto punto contrarrestadas por la idealización y la exaltación.
Como vimos, Fabián-Camille es llevado a su casa por un impulso irresistible. Parece
probable que su sensación de muerte inminente diera ímpetu a su urgencia por reunirse
con la parte abandonada de su yo. Porque pienso que el temor a la muerte, que él
ha negado a pesar de conocer su severa enfermedad, ha emergido con plena fuerza.
Quizás había negado ese temor porque su naturaleza era tan intensamente persecutoria.
Sabemos lo lleno de resentimiento que estaba contra el destino y contra sus padres;
lo perseguido que se sentía por su propia personalidad insatisfactoria. En mi experiencia,
el temor a la muerte se intensifica mucho si ésta es vivida como un ataque de objetos
internos y externos hostiles, o si despierta ansiedad depresiva por la posibilidad
de que los objetos buenos sean destruidos por esas figuras hostiles. (Por supuesto,
pueden coexistir estas fantasías persecutorias y depresivas.) Las ansiedades de
naturaleza psicótica son la causa de este excesivo temor a la muerte del que muchos
individuos sufren a lo largo de su vida; y el intenso sufrimiento mental que, como
algunas observaciones me lo han demostrado, algunas personas experimentan en su
lecho de muerte, se debe, en mi concepto, a la reviviscencia de ansiedades psicóticas
infantiles.
Considerando que el autor describe a Fabián como una persona inquieta e infeliz,
llena de resentimientos, se podría esperar que su muerte fuera dolorosa y diera
lugar a las ansiedades persecutorias que recién he mencionado. Sin embargo, no es
esto lo que ocurre en la novela, porque Fabián muere felizmente y en paz. Cualquier
explicación de este súbito final sólo puede ser a titulo de ensayo. Desde el punto
de vista artístico era probablemente para el autor la mejor solución.
Pero, de acuerdo con mi concepción de las experiencias de Fabián que he expuesto
en este trabajo, me inclino a explicar el inesperado final por los dos aspectos
de Fabián que nos presenta la historia. Hasta el punto en que comienzan las transformaciones,
es al Fabián adulto que encontramos. En el curso de sus transformaciones encontramos
las emociones, las ansiedades persecutorias y depresivas que caracterizaron, según
creo, su temprano desarrollo. Pero mientras en la niñez no había sido capaz de superar
estas ansiedades y alcanzar la integración, en los tres días abarcados por la novela
atraviesa exitosamente un mundo de experiencias emocionales que significa, en mi
concepto, una elaboración de las posiciones esquizoparanoide y depresiva. Como resultado
de la superación de las ansiedades psicóticas fundamentales de la infancia, la necesidad
intrínseca de integración emerge con plena fuerza. Alcanza la integración al mismo
tiempo que buenas relaciones objetales y de ese modo repara lo que había marchado
mal en su vida.
[1] Los trabajos de Abraham sobre la melancolía, que datan de 1911 ("Notas sobre
la investigación y tratamiento psicoanalíticos de la locura maníaco-depresiva y
condiciones asociadas") y 1924 ("Un breve estudio de la evolución de la libido,
considerada a la luz de los trastornos mentales"), también fueron de gran importancia
a este respecto.
[2] El yo y el ello, O. C., 19.
[3] Entre ellas la actitud de la madre es de vital importancia desde el comienzo
de la vida y persiste como factor fundamental en el desarrollo del niño. Véase,
por ej., Desarrollos en psicoanálisis (M. Klein y otros, 1952).
[4] Para decirlo en términos de los dos instintos, se trata de si en la lucha entre
instintos de vida y muerte prevalece el de vida.
[5] Leído ante la Sociedad Psicoanalítica Británica el 4 de diciembre de 1946.
[6] A este respecto remito a los trabajos de Herbert Rosenfeld (1947, 1949, 1950),
que son de importancia para estos problemas.
[7] Véase mi libro El psicoanálisis de niños.
[8] Psicología de las masas y análisis del yo, O. C., 18.
[9] Anna Freud ha descrito otro aspecto de la proyección sobre un objeto amado y
la identificación con el mismo en su concepto de "sometimiento altruista" (El yo
y los mecanismos de defensa, cap. X.).
[10] Releyendo hace poco Psicología de las masas y análisis del yo, me pareció que
Freud tenía conciencia del proceso de identificación por proyección, si bien no
lo diferenciaba por medio de un término especial del proceso de identificación por
introyección, del que se ocupaba preferentemente. Elliott Jaques (1955) cita algunos
pasajes de Psicología de las masas... como implícitamente referentes a la identificación
por proyección.
[11] Véase también "Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé"
(1952c).
[12] If I Were You (traducido del francés por J. H. F. McEwen), Londres, 1950.
[13] Las diversas y contradictorias características -tanto ideales como malas- con
que son investidas tanto el padre como la madre, constituyen un rasgo familiar en
el desarrollo de las relaciones objetales del niño. De modo similar tales actitudes
conflictivas se atribuyen también a las figuras internalizadas, algunas de las cuales
forman el superyó.
[14] He sugerido ("Notas sobre algunos mecanismos esquizoides") que la identificación
proyectiva surge durante la posición esquizo-paranoide, que se caracteriza por los
procesos de disociación. He señalado arriba que la depresión de Fabián y su sentimiento
de desvalorización daban ímpetu adicional a su necesidad de huir de su yo. La incrementada
voracidad y la negación que caracterizan las defensas maníacas contra la depresión
son, junto con la envidia, también un factor importante en las identificaciones
proyectivas.
[15] En El yo y el ello (O. C., 19), Freud escribe: "Si éstas (las identificaciones
de objeto) obtienen la primacía y se hacen muy numerosas, indebidamente intensas
e incompatibles una con la otra, no estará lejano el resultado patológico. Puede
llegar a una ruptura del yo, a consecuencia del aislamiento mutuo de las identificaciones
individuales por resistencias; quizás el secreto de las así llamadas personalidades
múltiples consiste en que las diversas identificaciones toman posesión de la conciencia
por turno. Aun cuando las cosas no vayan tan lejos como esto, queda la cuestión
de los conflictos entre la diferentes identificaciones en que el yo es disociado,
conflictos que después de todo no pueden describirse como puramente patológicos".
[16] Pienso que este estado de exaltación es comparable a la alucinación realizadora
de deseos (Freud), que el niño bajo la tensión de la realidad, especialmente del
hambre, no puede mantener durante mucho tiempo.
[17] Aquí toco una de las causas esenciales de la culpa y desdicha para la mente
infantil. El niño muy pequeño siente que sus fantasías e impulsos sádicos son omnipotentes
y por lo tanto han tenido, tienen y tendrán efecto. De modo similar siente acerca
de sus deseos y fantasías reparativos, pero parece que a menudo la convicción sobre
sus poderes destructivos sobrepasa grandemente su confianza en sus capacidades constructivas.
[18] Como he señalado en diversas ocasiones, el impulso para la identificación proyectiva
no surge solamente de la voracidad sino de una variedad de causas.
[19] Al formular esta interpretación me doy cuenta de que no es ésta la única línea
sobre la que puede explicarse este episodio. El mozo podía considerarse también
como el padre que no satisfacía sus expectativas orales; y el episodio con la panadera
significaría así un paso mas allá en la vuelta a la relación con la madre con todos
sus deseos y desilusiones.
[20] Este es un ejemplo de la influencia mutua de factores físicos (posiblemente
heredados) y emocionales.
[21] Uno de los significados del sol en su bolsillo puede ser la madre buena a quien
el padre ha incorporado. Porque el niño pequeño, como señalé antes, siente que cuando
es privado del pecho materno, es el padre quien lo recibe. El sentimiento de que
es el padre quien contiene a la madre buena, robándole así al niño, agita la envidia
y la voracidad y constituye también un importante estímulo para la homosexualidad.
[22] "Sobre la mas generalizada degradación de la vida amorosa", O. C., 11.
[23] La internalización segura de una madre buena -proceso de fundamental importancia-
varía en grado y nunca es tan completa que no pueda ser sacudida por ansiedades
de fuente interna o externa.
[24] Hay otro aspecto de tales experiencias. Como lo ha señalado Paula Heimann (1955),
los sentimientos conscientes de un paciente pueden expresar también sus procesos
disociativos.
[25] Sugerí en "Notas sobre algunos mecanismos esquizoides" que el temor a quedar
aprisionado dentro de la madre fundamenta, como consecuencia de la identificación
proyectiva, diversas situaciones de ansiedad y entre ellas la claustrofobia. Agregaría
ahora que la identificación proyectiva puede resultar en el temor de que la parte
perdida del yo nunca sea recobrada porque está sepultada en el objeto. En la novela
Fabián siente -tanto después de transformarse en Poujars como en Fruges- que está
sepultado y nunca volverá a escapar. Esto implica que ha de morir dentro de sus
objetos. Hay otro punto que deseo mencionar aquí: además del temor a quedar aprisionado
dentro de la madre, he hallado que otro factor contribuyente a la claustrofobia
es el temor relativo al interior del propio cuerpo y a los peligros que allí amenazan.
Citando nuevamente los versos de Milton: "Te has convertido (oh, la peor prisión)
en el calabozo de ti mismo".
[26] Esto es de gran importancia en la técnica. Porque siempre debemos escoger para
la interpretación el material que es mas urgente en el momento; y en este contexto
diría que hay períodos en el análisis durante los cuales ciertos pacientes parecen
completamente dominados por la introyección o la proyección. Por otro lado, es esencial
recordar que el proceso opuesto siempre permanece operando hasta cierto punto y
por lo tanto entra antes o después nuevamente en el cuadro como factor predominante.
[27] Yo diría que, sea cual fuere la fuerza con que operen la disociación y la proyección,
la desintegración del yo nunca es completa mientras exista la vida. Porque pienso
que el impulso a la integración, por mas perturbado que esté -aun en su raíz-, es
en cierta medida inherente al yo. Esto concuerda con mi punto de vista según el
cual ningún niño podría sobrevivir sin poseer en alguna medida un objeto bueno.
Son estos hechos los que posibilitan que el análisis produzca cierta medida de integración,
a veces incluso en casos muy severos.
[28] El sentimiento de haber dispersado bondad y partes buenas del propio yo en
el mundo externo se suma al resentimiento y a la envidia de otros que son vividos
como los usufructuarios de la bondad perdida.
[29] El concepto freudiano del ideal del yo fue, como sabemos, el precursor de su
concepto de superyó. Mi descripción del yo ideal que Fabián trata de recuperar se
acerca mucho mas, me parece, a la opinión original de Freud sobre el ideal del yo
que a sus ideas sobre el superyó.