La
insurrección de 2001
Por Marisa Sadi *
Sobre el papel decisivo de los jóvenes el 20 de diciembre, en su momento se dijo
y se escribió bastante. Al revisar el material existente, es auspicioso
comprobar que quienes de un modo u otro reconstruyeron las instancias de esos
días, otorgaron su verdadera cuantía a valores que enaltecen la condición humana
y no siempre son reconocidos como tales cuando se cuenta la Historia. Me refiero
a la valentía, a la generosidad de poner el cuerpo en la primera línea, y por
qué no, también a la astucia espontánea, a una pericia natural puesta de relieve
en los combates callejeros que se libraron para no regalarle la calle al aparato
represivo del des-gobierno de Fernando de la Rúa, (“Sin haber vivido nada,
aprendimos en un segundo todos los códigos, todo en un segundo, qué hacer con
los gases, ponerse contra la pared, todo...”) Sin embargo, el hilo de la
historia exige una mirada que no se agota en el coraje de arriesgar la propia
vida, como lo hicieron muchos jóvenes, en cada uno de los enfrentamientos con la
policía. Circunscribirnos a esto omitiendo otras cuestiones sería fragmentar la
historia. Para caer en las trampas de siempre.
Personalmente, el 20 lo vivimos con las Madres de la Línea Fundadora. De eso
alguna cuenta di en un libro que habla de otras resistencias. Pero aquí vengo a
compartir las experiencias de algunos jóvenes protagonistas. Poco después del
20, en una sobremesa de domingo, un dirigente de SIMECA, el Sindicato de
mensajeros y cadetes -los motoqueros- y una integrante de la agrupación HIJOS
desmenuzaron para mí detalles de lo que habían vivido al protagonizar la
insurrección civil de 2001. Empecé a tomar notas. Tenía la mano recalcada cuando
levanté la vista, y era noche cerrada. En esas horas de escucharlos, el pavor de
conocer a fondo el peligro que realmente habían corrido cedió paso al asombro.
Lo que me asombró no fue ese ramillete de anécdotas cargadas de frescura, de
arrojo y de inconciencia juvenil que ahora tenía en mis manos. Me sorprendió el
nivel de síntesis, el análisis que iban hilvanando y que discutían entre ellos.
Estos no fueron pibes tirando piedras, nada más, me dije. Esa impresión se
afianzó al recabar posteriormente otros testimonios y adquiere, diez años
después, la dimensión de una continuidad histórica. Los relatos permanecieron
bien guardados hasta ahora en que la cercanía del aniversario hizo que juntos
revisáramos algo de todo aquello. Ratifiqué entonces, hablando con aquel pibe
que fuera dirigente de SIMECA y hoy es funcionario del gobierno de Cristina
Kirchner, aquella certidumbre que los alejaba del simple voluntarismo. Pude
confirmar una caracterización que los aproximaba más a la espontaneidad
entremezclada con la impronta militante que a veces deviene, con el tiempo, en
la formación de un cuadro político. Así, tomé distancia de la semblanza limitada
que de ellos se esbozara con frecuencia al identificarlos con un puñado de
chicos ejerciendo de manera arrebatada e inconsciente el legítimo derecho de
rebelarse ante la impunidad. Razones de espacio me impiden volcar en su
totalidad los testimonios y detenerme en un análisis de la situación general que
desemboca en las jornadas del 19 y 20 (no hace falta, además, porque de esto
último hay diversos registros).
SIMECA, aún en formación, constituía una experiencia sindical distinta. De ellos
se dijo que se planteaban horizontalidad, democracia interna, asambleas
generales para cualquier decisión , que autonomía e independencia de cualquier
poder eran la columna vertebral del gremio. Me consta, porque los tuve cerca,
que esta caracterización se ajusta parcialmente a la realidad del Sindicato en
esa época. Pero se queda corta. Vamos por partes.
SIMECA funcionaba en el local de HIJOS, que estaba ubicado en Venezuela, casi
Piedras.
En la tarde del 19 los Hijos iban llegando al local, donde ya había
organizaciones de la Mesa de Escrache y los pibes de SIMECA hacían una asamblea
discutiendo la intervención de una agencia. Alguien llevó al local un televisor.
– Por ahí veíamos los saqueos en Moreno y cómo iban avanzando hacia la Capital,
cuenta Vicky. Gastón agrega que ellos conocían lo que venía pasando en el
Conurbano, porque tenían “motos” (compañeros desarrollando su actividad de
mensajería) en el Segundo Cordón, que los días previos iban mandando
información. – Sabíamos, pero no teníamos armado nada. Fuimos a ver qué pasaba
en la Plaza. Estaban sólo los medios diciendo que había gente pero nada que ver,
dice Vicky y Gastón refuerza: Antes de que declararan el Estado de Sitio en la
Plaza había un trompetista. ¡Era el único! El tipo estaba ahí solo ¡Tocando la
Marcha Fúnebre! – Sí, añade Vicky, es el trompetista que toca en Dorrego y
Figueroa Alcorta.
A las 20 los Hijos se reúnen en Asamblea. Las “motos” estaban reunidas en su
salón. En la CTA había reunión de la Multisectorial del FRENAPO. Se discutía qué
hacer si decretaban el Estado de Sitio. HIJOS y Motoqueros designan en asamblea
unificada a los delegados que irían a la reunión en CTA. – Mientras tanto, HIJOS
y SIMECA seguían en asamblea, esperando, prendidos a la tele y asomados a la
puerta, sin saber para dónde correr. Estado de sitio. En ese barrio el
cacerolazo comienza en los conventillos. Los pibes, que eran un montón, cortan
la calle en la esquina, los vecinos hacían cacerolazo con los pibes. –Para hacer
bulla empezamos a golpear la ventana del local que está en la esquina del local
de HIJOS. Sale una vieja: Hagan lo que quieran pero no rompan ventanas ni
prendan fuego porque tengo el depósito de mi marido, nos dijo. –Está bien,
señora. No se preocupe. ¿Qué guarda acá? –Las pinturas de Carpani. –¡Uuuuuhhhhhhhh!!!!!!
Desde la CTA los pibes iban informando: –Esto vienen muy flojo. En cuanto a lo
sucedido en las discusiones allí, en la Mesa del Frenapo, Gastón, que fue uno de
los delegados, afirma: –SIMECA, HIJOS y eL Sindicato de Actores se levantan de
la Mesa, se retiran, diciendo que había que salir a la calle. Fuimos los únicos.
Más allá de la gente suelta que salió, orgánicamente fuimos los únicos. En este
sentido, es coincidente el testimonio que después me brindó un joven abogado,
Matías: –El 19 a la tarde los saqueos ya llegaban hasta Constitución y en la CTA
se discutía qué hacíamos con el Estado de Sitio. Cuando sale en la tele De la
Rúa nos reunimos para redactar el documento de rechazo junto con una
convocatoria a la huelga general. Ahí se empieza a sentir levemente un ruidito,
tin, tin. Nosotros seguíamos con el documento y... tin, tin, la gente con la
cacerola. En CTA se planteaba la huelga al día siguiente e ir a pedir a los
legisladores el levantamiento del Estado de Sitio. Al respecto también Gastón
había sido coincidente en este punto: –El Tano (de Gennaro) se plantó con no
salir a la calle porque la cosa pasaba por el Congreso. Matías aclar:ó: -La
Juventud sí decidió salir, también parte de ATE Capital, APA. Chicos del Pueblo,
todos ellos con extracción en la CTA pero con independencia. También, a pesar de
lo que resolvió la CTA, muchos dirigentes participaron. Confluye otro
testimonio, el de Damián, un militante del Movimiento Teresa Rodríguez que
después fue motoquero: –La cosa fue espontánea. Nosotros estábamos con la CCC y
la CTA. Los esperábamos en Belgrano y 9 de Julio. Nunca llegaron. Entonces nos
organizamos. Llevamos a las mujeres y a los pibes a los micros. Nos quedamos
unos cien compañeros, y aguantamos.
Retomo el relato de Vicky: –Al rato vuelven los delegados comunicándonos: La CTA
no va a hacer nada. Nos preguntamos: ¿Qué hacemos? Entonces seguimos con el
quilombo en la esquina y algunas motos empiezan a recorrer el barrio, pegando
vueltas para que la gente baje. ¡Qué boludos, qué boludos, que el estado de
sitio, se lo metan en el culo!” Vicky recuerda que había grupos importantes de
gente en las esquinas. “En todos y cada uno de estos grupos había un vecino que
dirigía, “vamos para acá o para allá”, “hagamos esto o aquello”.
Cuando los pibes vuelven al local, salen espontáneamente con las motos adelante
y la bandera de HIJOS atrás, hacia San Telmo, la gente se iba juntando en
Independencia para ir a la Plaza. Bajaban de las casas y se sumaban a la
columna. –Cuando nos apiolamos de esto comenzamos a dar vueltas, para seguir
sumando. ¡La columna que teníamos atrás era impresionante! –Sí -dice Gastón
emocionado- era tan gigante que no podíamos creerlo. La gente nos tiraba
papelitos desde los edificios, prendían y apagaban las luces a nuestro paso.
Pegaban martillazos a los palos de la luz y... ¡parecía un campanazo!. Se
sumaron los pibes de las murgas. –Cuando entramos a la Plaza no podíamos creer
la cantidad de gente que teníamos atrás. Jamás habíamos juntado tantos.
Gastón opina que no es que seguían a las organizaciones sino que era espontáneo.
Vicky disiente: –En el barrio, HIJOS ya estaba bastante instalado -dice- sobre
todo en la zona inmediata al Local. Eso ya sumaba una buena cantidad, y hay que
considerar el nivel de euforia; la otra gente de los barrios iba porque veía la
bandera, las motos y la gente atrás.
Gastón no está de acuerdo con esto: –No se encolumnaban atrás de una
organización, sino atrás del escándalo. Nosotros salimos a hacer escándalo
primero que todos, por eso se encolumnaron. Si hubiese marchado primero la CTA,
también se habrían enganchado. Vicky insiste: La columna venía atrás de la
bandera y de las motos. Y entramos como Pancho por su casa con la bandera,
cuando en esos días la consigna era no llevar banderas. Había media Plaza llena.
Nos fuimos metiendo con la bandera y los vecinos nos hicieron bajarla. Todavía
ahí no entendíamos que la cosa era sin banderas. Nos pusimos a hablar con ellos
y les explicábamos que no éramos un partido político, etcétera. Los vecinos nos
decían que nos tenían mucho más respeto a los HIJOS que a los partidos
políticos, pero que así y todo, ahí la cosa era sin banderas. Gastón completa el
cuadro de situación: –Se llenó de gente. “¡Dónde está que no se ve la famosa
CGT!” Y ahí empiezan: “¡Que se vayan todos!”. –Cuando empiezan a reprimir, la
gente llegaba hasta la 9 de Julio,-cuenta Vicky- largan los gases, mucho
apretujamiento, cochecitos de bebés, viejos, minas, familias. Con los primeros
gases la gente se desespera y empieza a correr a lo loco. Hay peligro de
avalancha. Entonces agarran por las Diagonales, porque allí no llegaban los
gases. En este punto Gastón y Vicky aclaran: –Repliegue de las masas, pero no se
fue cada uno a su casa. Los pibes iban al local y volvían (habían guardado las
motos) –En la Plaza cantamos el Himno –recuerda Gastón- y por segunda vez, en
Diagonal Sur, de frente a la cana. Los “viejos” decían “La Plaza es nuestra. No
nos vamos”. Cuando nos reprimen en Diagonal Sur, cagamos a piedradas a un
patrullero. Ahí empezamos a darle a la cana -cuenta Gastón-, “¡No nos para el
gobierno, no nos para la yuta. No nos para ninguno de estos hijos de puta!”. No
había más cochecitos de bebés, pero la gente no se iba, si bien no todos estaban
dispuestos a enfrentarse. Ambos jóvenes recordaron con amargura que: -En las
corridas perdimos los bombos, todos los que teníamos, sólo quedó un redoblante
rojo.
Después de la represión en la Plaza los pibes se reúnen todos en el local. Había
pibes que no querían salir y se armó una discusión. Vicky opina que no era una
postura, era cagazo, porque ya a esa altura se había podrido todo. Deciden ir
todos a Congreso donde se reunía la gente reprimida en la Plaza. – Por Avenida
de Mayo la gente hacía barricadas para que a la cana le cueste entrar. Dos
canitas amenazaron con llevarse a unos chicos que no querían correr unos
macetones usados como barricadas.. Empezamos a tirarles piedras. Cuando uno de
ellos manoteó el fierro la gente los corrió a pedradas con tanta furia que se
rajaron corriendo.
Matías, que estaba con otros compañeros en Piedras e Independencia, vivió esta
secuencia de la siguiente forma: Empezamos a marchar hacia Congreso por
Independencia, cruzamos 9 de Julio y vienen a avisar que todos iban para la
Plaza. La gente en los balcones, saludando, y ahí empezó la adrenalina de
felicidad total. Abrazos... Ríos y ríos de gente. Llegamos a la Plaza. Todo
fiesta. La gente no para de venir hasta el primer tiro de los gases. “¡Uy!
¡Estos tipos están locos. Cómo van a reprimir de esta forma!” Querían que nos
fuéramos pero la Plaza era nuestra. Ahí empezó la consigna de volver a la Plaza,
que continuó hasta la noche del 20. Asì, por Diagonal hasta la 9 de Julio y que
la gente pare y vuelva, pare y vuelva, y horas yendo y viniendo, y que aparezcan
las piedras, y ... ¡ todos! Y la coordinación: “No, por acá! ¡Por allá! La
permanente vuelta a la Plaza. Itakas, la policía de a dos en moto. La cana
avanza y retrocede, hasta que gana arrinconándonos en Congreso.
Gastón cuenta que en Congreso estaban re apretujados, con banderas argentinas.
Llegaban columnas de todos lados. “¡Que se vayan todos!” Vicky dice que la
mayoría de las canciones eran contra Cavallo y contra De la Rúa. – Es increíble
la cantidad de gente que se la bancó después de la represión y no se fue a su
casa, reflexiona Gastón. A la madrugada, media hora antes de que la policía
reprima, ellos dejan Congreso. Agustín, otro integrante de SIMECA que se quedó y
presenció la represión allí, recuerda: -Cuando empezaron los gases fue un
desparramo total, igual que había sido en la Plaza, y aclara y remarca: -Todavía
no había una resistencia como sucedió al día siguiente, que la gente les hacía
frente.
Los chicos, entonces, vuelven al local. En el trayecto presencian la cacería de
toda la gente suelta. –Había un pibe que corría en zigzag. No lo podían agarrar.
Para la cana era imposible aprenderlo. ¡No lo podían agarrar de ninguna manera!
Corre y corre en zigzag. Casi zafa! pero después... lo agarraron. Al local
llegaron corriendo porque dos cuadras antes un patrullero que los seguía apagó
todas las luces. – Metimos las motos a los pedos y en el momento en que
bajábamos la persiana y el Pelado y yo todavía estábamos en la vereda, nos
balean -cuenta Gastón- y todo el mundo se tira al piso. Si pasás ahora por
enfrente del local, vas a ver que está todo agujereado. Decidimos irnos,
recuerda Vicky. –Es un peligro estar acá, dijimos. Nosotros fuimos a casa con
dos compañeros, nos fuimos a dormir con un miedo espantoso de que nos fueran a
reventar.
El 20
Dice Vicky: En la mañana del 20 algunos HIJOS salieron en grupos de a dos o de a
tres para tener un control mínimo, saber si alguno caía preso, etcétera. Pero
funcionó un rato. Después íbamos y veníamos del local para mojar los pañuelos y
buscar más limones.
Gastón, por su parte, relata que en la mañana del 20 empezamos a hablar con los
pibes de las paradas para recomendarles que si no iban a participar, salieran
de la calle, porque se iba a pudrir todo. Esto se hacía de a dos o en forma
dispersa. Después vuelven a dejar las motos en el local y van hacia la Plaza. –
Se estaba juntando gente por todos lados. Era mediodía. La montada no dejaba
entrar a la Plaza. Cada vez éramos más y empezamos a avanzar con unas barricadas
hasta Florida. Mientras la gente de atrás de las barricadas tiraba piedras,
nosotros íbamos por la vereda, por atrás de los árboles, hasta cerquita, y ahí
le dábamos diez metros, y así íbamos corriendo las barricadas y avanzando. A
veces retrocedían, dice, y en todas esas idas y venidas se dieron cuenta que las
balas de goma no los alcanzaban. -Llegaban los gases, y los tirábamos a las
bocas de tormento. También recuerda que cuando ven que las balas no llegan
levantan las barricadas, gritando como los indios, y avanzan corriendo. Todos no
tiraban piedras pero eran miles de personas. Algunos partidos y agrupaciones se
mezclaban con la gente.La policía se repliega. Fue como una estampida. Llega al
patio del Cabildo. Retrocede hasta el borde de la Plaza. Sobre Diagonal Norte
estaban los caballos. Esto sería alrededor de las dos de la tarde. Gastón
detiene el relato por un instante. Me pide un mate. Con esa pausa se toma su
tiempo para soltar la próxima frase: – Desde antes del mediodía hasta las seis
de la tarde fue batalla constante. Con la montada hubo diferentes peleas.
Algunas nos enfrentábamos con las motos y otras de a pie. Siempre los corrimos.
Nunca llegamos a tener una pelea cuerpo a cuerpo. Ellos le huían. Y con los
caballos... ¡ay!, ¡cómo corrían!
Matías recuerda esas horas así: A las diez en la Plaza se discutía si ir al
Congreso o quedarse a disputar la Plaza; estaban Basteiro, Zamora, etcètera.
Gases. La cana rodea la Plaza. Que nos quieren sacar, que se canta el Himno, que
vienen los caballos. En la tele se ve uno que le da una piña a un caballo y lo
desmaya. Ahí... ¡todas las ideas! ¡Ahí pintaba todo! Entran los caballos.
Después veo cuando entran las Madres a la ronda. Al respecto cuenta Jorge, un
militante de Derechos Humanos que estaba con las Madres: Era casi imposible
entrar. Era un amasijo. En un momento Enriqueta me dice: “Mi hijo me está
esperando en la Plaza”. Jorge se agarra la cabeza y pregunta entre risas: ¡Y qué
iba a hacer!. Le ofrezco el brazo, la petisa se agarra fuerte, me digo: que sea
lo que dios quiera. Y nos mandamos. Taty (otra madre de Línea Fundadora) se
enfrenta sola con los caballos. Había gente de los organismos, un fiscal, nos
tiran todos los caballos encima.
Gastón, por su parte, recuerda: En un momento la montada pasa por encima de las
barricadas. Querían entrar por Irigoyen. Avanzamos todos por otro lado, con esa
masa de gente, a Diagonal Sur. Nos avisan que reprimen a las Madres. Era la
ronda de los jueves.
Vinieron a cortarnos la Diagonal de frente. En este punto se da una escena que
salió en todos los medios: La gente voltea una garita -el policía se había
escapado- la arrastran para usarla de barricada, la prenden fuego. Gastón
recuerda: – Fue una nube de humo tan grande que no se veía la Plaza. De entre
medio de la columna negra de humo salieron mil personas. Ahí tiraban a mansalva.
Te tenías que ir porque te fusilaban. Ahí ganamos la Plaza. Vicky destaca la
furia terrible que tenía la gente porque se veía a las Viejas en la ronda
totalmente desprotegidas, querían entrar y no se podía. Pero les ganamos y
algunos pudieron entrar. Después termina la ronda. Eran gases constantes. No
pararon un minuto.
El bar de la esquina estaba abierto, te daban agua, dejaban entrar a la gente.
Se entrecruza el relato de Matías: Después de la ronda: a Diagonal Sur. Ir y
volver, patear gases. Lazos fuertes... Una mirada de reojo que te la vas a
acordar toda tu vida.
Gastón continúa: Después de romper el cordón de la Plaza hacia afuera nos cagan
a gases. Pierdo la noción. Me meten adentro del Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos. El portero abría y nos entraba. Tenían agua, una palangana,
reanimaban a la gente.
Desde adentro del Instituto, la nariz pegada a los vidrios, observan a un pibe
que viene por Maipú. Lo persigue un caballo. Corre. Corre como un loco. El
caballo atrás. Y el pibe corre, corre y corre, y llegando al Instituto saca la
Banelco y logra ingresar al cajero automático del Banco Credicoop. El de la
montada viene y se queda con el caballo en la puerta del Banco amenazándolo,
encara como para arremeter contra la puerta del cajero. El caballo patina, en la
caída, al policía lo caza un grupo de gente y lo hacen mierda. Después vino un
patrullero y se lo llevó. La gente gritaba “¡Se puede. Vamos a darles que se
puede!” En este punto del relato Gastón hace otra pausa. Después aclara algo
importante: – Hasta ese momento los “motoqueros” iban a pata. Había algunos
pibes que son los que la gente ve temprano, pibes que estaban laburando con las
motos, como todos los días, y participan. Eran pibes no afiliados, pibes
sueltos. Esto se dio desde antes e independiente de los tres grupos de motos que
armamos más tarde. Esto impresiona, según el relato de Gastón, como algo
espontáneo, o mejor dicho, como algo más espontáneo que los tres grupos de motos
que salieron después organizadamente pero que en definitiva también fueron
espontáneos. Fernando, un pibe que al igual que sus compañeros de la mensajería
donde trabajaba, no pertenecía al Sindicato, me contó después que en la mañana
del 20, en su mensajería se estaban preparando para salir organizadamente a la
calle. Fernando cuenta que a poco de salir, -a raíz del despelote, nos perdimos,
nos desperdigamos. Recién volví a encontrarme con mis compañeros en el Obelisco.
En el ínterin, en medio de los gases, lo llevé en la moto a Tognetti. En un
momento dado me encuentro en Alem con un grupo de pibes en moto y nos metemos
por Corrientes a contramano. El microcentro, en cuatro horas, para mí fue un
infierno que nunca lo había vivido. Como puede verse, la correlación de los
relatos es perfecta, también en este caso. Es importante resaltar la cantidad de
motoqueros que se sumaron a la insurrección civil sin estar encuadrados en
SIMECA. Fueron estos los pibes que se constituyeron en esa suerte de avanzada
que indicaba a la gente por donde ir, yendo y viniendo, avisando dónde golpeaba
la policía, por qué calle convenía salir, ayudando a los heridos, etc. Ellos
–dice Gastón- bancaron la cosa hasta que recién a las cinco de la tarde,
aproximadamente, nos organizamos los chicos del Sindicato en forma conjunta y
así irrumpen las motos organizadamente y juntas en escena. Le pregunté a Gastón
si puede hacerse un cálculo sobre cuántos motoqueros organizados hubo en la
calle. Tanto él como los otros entrevistados respondieron que no se puede
calcular. -Lo seguro es que había muchísimos pibes sueltos de diferentes
mensajerías. Había además pibes cercanos al Sindicato que el 20 estuvieron sin
las motos.
Después de esta aclaración necesaria Gastón retoma el relato: – Del Instituto me
voy a HIJOS. La cana estaba ganando todo hasta 9 de julio. Del local salen
caminando todos juntos, los Hijos, Simeca, y algunas agrupaciones cercanas. Nos
recuperamos un poco. Estábamos destruidos. Igual teníamos tiempo para tomarnos
una gaseosa, todos amontonados en fila, sentados contra la pared. Si venía la
cana nos mataba a todos juntos. Agarramos el boulevard, después Lima. Ya venía
gente de Provincia, habían llegado los saqueadores. Estaban rompiendo todo y
sacando las cosas de los negocios. Un montón de Hijos se asustan y no avanzan.
“No tiremos piedras, no participemos”. Viene otro grupo diciendo: La policía
está pegando en el obelisco. Aquí confluye nuevamente el relato de Matías: -Nos
ganan las laterales. Entonces, a 9 de Julio. Miles y miles... Líneas de canas
tirando sobre Avenida de Mayo. La dinámica era: vamos corriendo a lo Highlander,
a lo indio, la cana apuntando, no pensaba que me podían dar a mí.
Le pregunto a Gastón si ellos tuvieron noticias de que había muertos y me
responde que no.
Insisto para saber si en algún momento se enteraron del asesinato de Gastón
Riva, el mensajero que asesinó la policía en Avenida de Mayo. Gastón me dice que
tampoco supieron y me cuenta además que Riva no estaba encuadrado en el
Sindicato. – Gastón solía concurrir a las marchas del Sindicato, o a alguna
actividad, era un trabajador cercano pero no estaba en SIMECA. A propósito de
Gastòn Riva y de los relatos que siguen, diez años después recordamos con Gastón
dos videos periodísticos, uno de Punto Doc y otro de Canal 13, que en aquel
momento, aún sin editar, habían llegado a manos de los chicos. Se ven escenas de
Avenida de Mayo y 9 de julio: se ve la guerra de las piedras. Y los pibes...
todos pibes! Después corridas. ¡Argentina, Argentina! Es temprano. Se ve a
Gastón Riva con su bolsito cuando aùn no le habìan disparado. De pronto se
produce una arremetida feroz de la gente Se observa que la policía tiene que
retroceder, algo que surge también de los testimonios que seguidamente se
transcriben. En el video puede apreciarse un descontrol total. Todavía hay
tránsito de autos. Se ve cuando se llevan a un pibe con una bala de plomo en la
pierna. Enseguida enfocan Avenida de Mayo y ahí ya puede observarse a Gastón
Riva en el suelo. Se ve el masaje cardíaco, la gente que lo carga, ¡La
ambulancia no quiere entrar, no quiere venir a buscarlo! Se ve a Diego Lamagna
muerto -hubo una diferencia de 15 minutos entre los dos asesinatos- la gente
puteando, impotencia, maniobras desesperadas de los paramédicos. La gente
gritando ¡Argentina, Argentina! Una señora llora. Se llevan al pibe muerto.
Aparentemente, esa avanzada infernal de la gente, la ofensiva monumental contra
la policía, que es la que también relatan los chicos más abajo y habíamos visto
en el video segundos antes de que enfocaran a Gastón Riva tirado sobre Avenida
de Mayo, se produce porque las personas presentes reaccionan cuando le pegan el
tiro en la pierna al pibe. En ese momento entran también las motos y le tiran a
Gastón Riva.
La tanqueta
Matías sigue contando y su relato se toca con lo que después veríamos en los
videos: -La cana estaba organizada pero tuvo que replegarse hacia la Plaza. ¿Sabés
lo que es ver doscientos canas que nunca van a hacer lo que vos querés y
terminan yéndose todos juntos? Se les acabaron los gases. Retroceden. Avanzamos
por Avenida de Mayo. Se escondían. Estaban perdidos, hasta que aparece la
tanqueta.
-La tanqueta viene atrás de un micro. La primera reacción cuando apareció esa
cosa fue morirse de risa. Pero te agarraba y te mataba. Encima se asomaba un
boludo con casco y nos disparaba. Ahí fue cuando en la desesperación algunos
pibes agarran dos botellas para armar unas molos y fue cuando aparece un viejo
que ofrece el pañuelo para la mecha. Antes, Gastón me había hablado del señor
del traje en estos términos: -... Ahí ya estaba claro que te mataban. Los pibes
agarraron dos botellas, pensando que podrían armarlas tipo molo, para tirárselas
y parar a la tanqueta. Uno de los pibes buscaba nafta y tapones para poder
llenarlas y aparece un viejo de estos que van a los bares, de traje antiguo, uno
de estos viejos tangueros, que se quedó en el tangueta, y le dice “Toma pibe,
usalo para la mecha” Era el pañuelo que le adornaba el bolsillo del jetra. –
“¡Gracias, señor!”¿Qué hacía el viejo en medio de todo ese quilombo...? Matías
completaba el relato del “tanguero” de la siguiente manera: - ... El viejo del
traje a rayitas... Cosa de otro mundo. Es más, capaz que nunca existió. Era un
viejo salido de una película, tal vez venía de “Sacco y Vanzetti”! Pero volvamos
a la tanqueta. La tanqueta seguía persiguiendo a la gente sin tregua, dice
Matías. Los partidos políticos no se movían. Había un combate feroz en el
Obelisco pero los partidos de izquierda se fueron. El único partido que se quedó
fue Convergencia Socialista.
Gastón también refiere lo sucedido en ese momento: Todavía no sabíamos que ya
habían matado al chico que estaba en la puerta del HSBC. La cana había llegado a
Irigoyen y Avenida de Mayo. En ese momento se da que estábamos a diez metros de
ellos pero no nos llegaban los tiros (En realidad, se les habían acabado) .
Entonces, meta piedrazos desde la esquina. Ahí aparece la tanqueta
sorpresivamente y empieza a arremeter contra los cúmulos de gente, empieza a
perseguir gente, a una velocidad infernal, para pisarla!
Vicky acota: -Cuando renuncia De la Rua hay como diez minutos de impasse. La
gente empieza a festejar hasta que llega la policía a Av. De Mayo y 9 de Julio.
Cuando empiezan los piedrazos a la policía -doscientas piedras a la vez- es
cuando llega la tanqueta.
Cuando la tanqueta -que intentaba aplastar al que sea- entra a correr gente a
una velocidad de locos, en un momento persigue al grupo en el que estaban los
chicos. -Cruzábamos en zigzag y a los pedos la 9 de julio, pero no había forma
de zafar. En la persecución, la tanqueta se llevó puestas rejitas, bancos,
árboles, de todo. Le quedaban las rejas colgando...¡¡era aterrador!! Huíamos
constantemente de ella. Gastón y Vicky se refugian atrás de un árbol, rogando
que el árbol aguante. La tanqueta los pasa rozando. Corren a la cabina de gas
que están en el boulevard y se quedan allí, Vicky tenía un terrible ataque de
nervios.. Mientras tanto, algunos pibes hacen de sebo, direccionando a la
tanqueta mientras los de las molos, escondidos detrás de un árbol, se preparan
para tirárselas a la tanqueta, que sorpresivamente baja a la calle, se aleja.
–Los pibes tuvieron que apagar las molos y se quedaron escondidos detrás de los
árboles. Para mí que el milico tuvo una premonición. Entonces salimos todos de
los escondites, con un montón de gente, a correr la tanqueta a pedradas. Ahí se
asoma el miliquito y tira con una 9 para afuera. Piedrazos. En una se la dieron
y ahí la tanqueta se fue. Vicky reitera que la tanqueta salió cuando no hubo
presidente, porque podían hacer lo que querían. ¡La tanqueta, para mí, fue lo
peor del 20 de diciembre! Después aparece un patrullero, la gente lo corre y el
patrullero lleva a toda la gente hasta la infantería que estaba escondida, por
Belgrano hacia el Bajo. La infantería se planta, no avanza. Eran muchos y había
un montón de patrulleros atrás. Había que irse.
Vuelven al local.
Gastón retoma su cronología y vuelve a remarcar: -Los motoqueros salen en forma
organizada con las motos después de las cinco de la tarde.
Ahora, como con esta crónica no hago otra cosa que efectuar un reconocimiento
con el propósito de siempre, que es transformar otra omisión en un registro
histórico, interrumpo el relato de Gastón para darme el gusto de decir que el 20
de diciembre fue el día en que los motoqueros cumplieron hasta el límite su rol
de mensajeros. Ellos llevaron, a costa de su vida, noticias que a esa altura
resultaban estratégicas, vitales para que la ciudadanía impidiera que los
asesinos de siempre se queden con la calle y con la dignidad a la que supo
aferrarse a pesar de los 30.000, a pesar de los ‘90 y del remate lastimoso del
gobierno de la Alianza. Los motoqueros fueron vanguardia, la fuerza de choque
que abrió camino arremetiendo con el cuerpo contra la policía, sacando heridos
de la línea de fuego de la represión, enfrentándose con la montada, o
transportando en su moto a periodistas y a abogados que recorrían las comisarías
atestadas de gente y a diputados como Ariel Basteiro (de él dijo Gastón: -Ariel
tuvo una intervención fundamental, heroica, el 21, cuando la policía tomó el
Hospital Argerich reteniendo a los heridos, después de la represión en el
Obelisco (por razones de espacio no se reproducen los relatos referentes a ese
día). – Hay dos cosas que a Basteiro lo dejan como a Ongaro, -dijo Gastón-
Aerolíneas y el 20 de diciembre. A partir de Aerolíneas hubo un quiebre en lo
sindical, porque Aerolíneas volvió a llevar el sindicalismo a la gente, “Todos
somos Aerolíneas”, los taxistas con la banderita, miles de personas participando
de esa marcha histórica, etcétera. Además, los dos hermanos Basteiro estuvieron
desde el 19 recorriendo comisarías, participaron de todo, inorgánicos. La CTA se
metió para adentro y los Basteiro estuvieron en la calle.)
Retomo: estábamos en Gastón contando que las motos salen organizadamente a las
cinco.
- Fue cuando balean al pibe de las rastas. Porque por la tele del local vemos
cuando le pegan el tiro, las maniobras desesperadas de la gente, vemos que lo
suben a un taxi. Lo confundimos con Fabián, un compañero del Sindicato. Lo ve
Cristian: -“¡Lo mataron a Fabián!” Ya estábamos todos en el local. Agarraron
todas las motos, convencidos de que habían matado a un mensajero, y se subieron
armados con palos, para entrar a pelear de vuelta. Salen para la 9 de Julio.
Gastón insiste: -Hasta ese momento la participación en moto fue de gente suelta.
Ahí se les une un grupo de motoqueros. -A la cabeza de ese grupo venía el Viejo
Martín. El grupo del Viejo Martín venía con banderas. Nos juntamos todos y
empezamos a dar vueltas en el obelisco. La gente empieza a aplaudir. (El “Viejo”
Martín no llegaba a los cuarenta años. Pero para los pibes esa edad era
equiparable a la de un fósil. De ahí el apodo. Martín era un tipo encantador,
perfil bajo, tranquilo, y vivía con VIH. Poco después murió de Sida. Entre las
notas que tomé diez años atrás apareció un volante de SIMECA promocionando las
peñas que se hacían en el local que el Sindicato después tuvo en la calle
Venezuela. “SIMECA – BAR VIEJO MARTÍN – Te invita a las 21 hrs. PEÑA Por la
Patria – a escuchar y disfrutar canciones, voces y música de nuestra tierra
rioplatense – precios promocionales...”). -Viene un pibe de Convergencia
Socialista, el único partido que participó con nosotros o al menos que yo vi
-sigue Gastón-, y nos avisa que viene la cana marchando por Diagonal. Ahí es
cuando los saqueadores atacan Mac Donald. Las motos se escapan de la policía por
Corrientes. La policía empieza a tirar. Les dan a Gastón y a Cristian. Caen al
piso. -Nos ayudan a levantar y arrancamos. Las veredas de Corrientes estaban
minadas de gente cantando “¡Motoqueros, carajo!”Ibamos todos con la cara tapada,
sucios, traspirados, cada moto llevaba atrás otro pibe con palos. ¡Éramos
detestables! exclama Gastón aludiendo a su aspecto impresentable. – Pero la
gente igual nos aplaudía. Fuimos hasta la Casa Rosada esperando que saliera no
se quién.
“¡El 20 en la Plaza pusimos los huevos y en el Microcentro mandan los fleteros!”
“¡Sos cagón, sos cagón, policía sos cagón!” Nos avisan por handi que están
reprimiendo en el Obelisco. Agarramos por Paseo Colón y a contramano por
Corrientes. La infantería venía marchando por Corrientes. Nos metimos a los
palazos contra la infantería. Arremetimos con las motos. La gente que nos había
aplaudido antes estaba toda ahí. Los pasamos de largo, a palazo limpio, la gente
cantando con nosotros. En 9 de julio también los corrimos a palazos. Para mí,
ahí terminó el 20 de diciembre. Después patrullábamos las calles y la gente
salía a los balcones aplaudiéndonos. “¿Está todo bien?” ¡Nunca pensaron que iban
a aparecer tantas motos juntas!
Diciembre 2011
Revisando con Gastón lo que me habían contado años atrás, le pedí un hecho a
destacar entre tantas vicisitudes del combate callejero.
– Pensá que una nota no puede tener más de dos o tres páginas -le dije. ¿Cuál
fue para vos, entre todo este anecdotario, el hecho más importante en cuanto a
la participación de ustedes?
– Desde mi perspectiva de hoy, a diez años de aquello, el hecho más importante
no fue ninguna de las anécdotas que te contamos. El hecho más importante fueron
las discusiones previas. No se lo que piensan los compañeros hoy pero lo que yo
creo es esto. El hecho político más importante se dio los dos días anteriores al
20, mientras participábamos en las discusiones acerca de qué había que hacer. Ya
había una formación política, existía una continuidad.
– Sin embargo, si uno revisa el material que se publicó en su momento, encuentra
términos como: “los combativos”, “los más duros y jóvenes”, “una afamada
costumbre contestataria”, “son la vanguardia de las marchas de piqueteros”, no
mucho más que esta caracterización. – Aníbal Fernández dijo una vez:“Esos pibes
se formaron escuchando a los Redondos y en el fútbol del ascenso”. Buscalo
porque en algún lado está publicado eso, y es así, nomás. Los palos más duros
que recibí en mi vida me los dieron yendo a ver a los Redondos y en la cancha.
Pero además de los palos que nos endurecieron, antes de 2001 hubo un camino que
fuimos haciendo. Esa pata le falta a algunas caracterizaciones que se han hecho
de los motoqueros.
– No creo que fuera casual que SIMECA funcionara en el local de HIJOS.
– HIJOS y SIMECA hicieron el mismo proceso y compartieron una línea muy
parecida. Había además varios militantes de HIJOS que también estaban en SIMECA.
De hecho el Pelado Mariano funda HIJOS. Yo estaba por otro lado, nos juntamos y
se crea SIMECA con dos o tres espacios diferentes que se fusionan.
– Siempre se dijo también que eran un sindicato diferente por su horizontalidad,
por la independencia de cualquier poder, por la falta de cargos rentados, etc.
– Si yo lo pienso desde hoy, te tengo que decir que en los ’90 la política se
hacía desde la horizontalidad, desde la apertura, las asambleas, desde el
contrapoder y la contracultura, etc, la línea del zapatismo..., el centralismo
democrático, ese “mandar obedeciendo” para todas las organizaciones de
resistencia. Pero creo que todo eso no funcionó, creo que eso lo dejó la década
del ’90. Hoy lo veo -y esto también es personal- como una suerte de imposición
que en definitiva no permitía que avancemos.
– A mí me consta, porque los tuve cerca, que SIMECA fue una experiencia sindical
fuera de serie. ¿Qué fue entonces para vos lo que marcó la diferencia?
– SIMECA organizó una franja de trabajadores víctimas de los ’90. No olvidemos
que en el terreno de las tercerizaciones y el trabajo precario, los remiseros y
los motoqueros fueron la imagen más palmaria de esto. Cerraban fábricas todos
los días y en las familias de desocupados el padre se ponía un kiosco y el hijo
se compraba una moto.
– En el gremio de ustedes el 98% trabajaba en negro...
– Sí, y el único sindicato que tuvo prensa y consiguió algunos objetivos,
logrando instalar la existencia de las tercerizaciones, de los contratos basura,
del trabajo a destajo, fue el de los motoqueros. Lo que hizo que SIMECA fuera un
gremio diferente es esto. Nosotros organizamos esa franja, y creo que es
precisamente por eso que se da la desaparición del grupo fundacional de SIMECA
durante el kirchnerismo.
– En algún momento me habías comentado que pierden la oportunidad de ser un
Sindicato por discusiones internas...
– El tema es complejo, hubo una serie de factores que influyeron en la
disolución de aquella primera experiencia...
–Toda esta “revisión” del itinerario de los “motoqueros” y el análisis que hacés
diez años después, no hace más que jerarquizar la participación que tuvieron en
la insurrección del 2001. No fueron pibes tirando piedras, nomás. Le estás
confiriendo a los sucesos del 20 un sentido histórico y político que es el mismo
que sistemáticamente devalúan los dueños de la Historia cada vez que
des-legitiman toda rebelión legítima.
–Lo importante es ver que esa formación política anterior al 2001, esa
continuidad de la que te hablaba antes, se va robusteciendo en muchos de
nosotros y llega hasta el presente.
– Hoy sos funcionario del gobierno de Cristina.
–Sí, y creo que sería interesante revisar alguna vez todo lo que hace al debate
y la discusión en SIMECA, y también ver cómo tarde o temprano muchos militantes,
incluso varios de los pibes que en aquel momento eran dirigentes del gremio,
confluyen de un modo u otro en este Proyecto.
Buenos Aires, diciembre 2011
* Marisa Sadi es autora de "Montoneros, la resistencia
después del final", "El caso Lanuscou, Columna Norte. La otra Historia" y coautora con Omar Besabe de "La significación omitida".
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