NOTAS EN ESTA SECCION El caso Lanuscou, Columna Norte. La otra Historia (adelanto) | La significación omitida (fragmento) La resistencia después del golpe | Fragmento: El frente de Derecho | Fragmento: Tipi NOTAS RELACIONADAS El presidente que golpea las paredes | La insurrección de 2001 LECTURA RECOMENDADA Eduardo Luis Duhalde - El estado terrorista argentino | Diccionario de los 70
Marisa Sadi nació en Buenos Aires en 1957. Poco antes de
producirse el golpe de estado del 76 ingresó en la Facultad de Psicología de la
UBA donde formó parte de la Juventud Universitaria Peronista.
Fragmento del libro de Marisa Sadi El 3 septiembre de 1976 el Comando Zona IV Campo de Mayo conjuntamente con refuerzos del Batallón 601 de Boulogne y Policía de la Provincia de Buenos Aires, atacó la casa de la familia Lanuscou, en la localidad de Acassuso. Como resultado de cinco horas de intenso bombardeo fueron asesinados Roberto Lanuscou y Bárbara Miranda, y sus hijos Robertito y Barbarita de cuatro y seis años. La hija menor del matrimonio, Matildita, aún sigue siendo buscada. El caso fue famoso en su época, volvió a cobrar notoriedad en varias oportunidades a lo largo de treinta y dos años y sigue siendo el crimen paradigmático de la dictadura en todo el distrito de San Isidro.
Primer fragmento
Por Pablo LLonto - ¿Te acordás el peso y el significado que
tenía para nosotros la palabra conjunto? Había que mirar todo y proyectar
desde el conjunto. Y eso estaba bien. ¿O no era acaso un Proyecto Colectivo
el nuestro? En cambio el Galimberti que han delineado en ese libro, más allá
de que admitamos la individualidad del Loco, es el del jefe único. Solari.
El unipersonal. Mencionan a los otros jefes pero como parte del contexto.
Con excepción de unas líneas que pintan a Raúl Rossini26 de manera
entrañable, no se detienen demasiado en ninguno. Son datos. La escenografía
necesaria para agigantar el perfil del Loco. Ni mas ni menos. Y encima el
Yuyo ese...
- El personaje que lo sigue en todo al Loco Galimberti, algo así como un lugarteniente. Al leer el libro coincidimos en que era un invento de los autores. - Tal cual. Y ahora que estoy releyendo el libro sobre Galimberti me convenzo más que es un personaje inventado. Ése es un artilugio narrativo de los autores para inflar más aún la figura del Gran Jefe, para rodearlo de una mística que vaya a saber si tuvo o si no tuvo. El Yuyo, pero haceme el favor... Ese tipo no existe. - Es probable. - Entonces, según este enfoque, la lucha no era la lucha del conjunto. Era la guerra del Galimba. Aún admitiendo todos los aciertos que tuvo el Loco en su lectura de la realidad de aquellos días y acordando desde ya con sus posturas disidentes, el Proyecto Montonero no fue la guerra privada de un tipo. Y acá retomo la idea de Feinmann sobre la forma en que hoy quieren venderlo al Che: el guerrillero único y solitario y por ende, un aventurero romántico. Un escindido. El revolucionario aislado. En definitiva la-rebelión-sin-masas. Yo me pregunto -al igual que Feinmann con el Che y salvando todas las distancias- a quién favorece o qué alienta ese dibujo de Galimberti, esa deformación de la historia. - Es cierto… - Y por si fuera poco existe un agravante. Fijate que el Loco Galimberti además de haber sido el Secretario Militar de la Columna -y por cierto un cuadro con un carisma notable- aparece en el discurso dominante como la voz de la conciencia de las desviaciones de la Conducción. - Indudablemente se le asigna el papel del tipo que impulsó y condujo a sangre y fuego la oposición a todas las cagadas de la CN. - Claro. Aparece como el gran justiciero, en definitiva. Pero así mismo nuestro estimado se convirtió con los años en el peor de todos. Galimberti transó después con toda la corrupción del menemismo, se transformó en un mercenario, se abrazó y cerró negocios con los Born y hasta con represores de la ESMA. Vivió despilfarrando guita sin pudor en medio de la fiesta menemista mientras el país y su gente se caían a pedazos, mantuvo nexos con la CIA, con… bah, sería una lista interminable. - En resumidas cuentas, el “montonero” jugado y valeroso se dio vuelta como un guante. Ésa es la moraleja, ¿verdad? - Y es el agravante. Porque aquí también hay un mensaje peligroso: “¿Vieron cuál fue el fin de la historia de Galimberti? Eran berretines juveniles, chicos. Sólo eso. Después, cuando crecen, miren en lo que se transforman. ¡En el Galimberti de los ‘90!” Esto también puede encerrar una intencionalidad. La de desalentar en las nuevas generaciones cualquier voluntad de prenderse en una rebelión legítima, Fernando, del tipo que sea. - Para que todo siga igual. Es, ni más ni menos, deslegitimar toda rebelión legítima. - Pero bueno. En cualquier caso, estos de Norte, por lo menos los de la Secretaría Militar, arreglaban todo a los tiros. O por lo menos, así es como se cuenta, habría que ver cuánto hay de cierto, pero algo hay. - Entonces... - Entonces, si los Lanuscou no pertenecían a Columna Norte le anda raspando. Y si eran Columna Norte, posiblemente revistaban ¿con quién? - … - Fernando la dejaba seguir aunque sabía dónde apuntaba La Negra. - ¡Con Galimberti, hombre! ¡Con Galimberti! Según el libro por esos días él operaba en la misma zona donde vivían los Lanuscou. De haber existido ¿qué otra cosa pudo ser esa supuesta maniobra de distracción a los cuetazos limpios si no una galimbertiada? De él o de su gente. ¿Cosa de locos dijiste? ¡Sí señor! ¡Cosa de el Loco! ¿Qué pensás? - Es muy posible. – le contestó Fernando con el estilo moderado de siempre. Hizo una pausa y agregó – Pero... habría que ver. Si Galimberti realmente no tuvo el papel protagónico que se le asigna, tal vez pudieron existir otras variables. - Sí, claro. Y a lo mejor estoy fabulando y todo es una fantasía loca. - No creo. Me parece que tendrías que profundizar la indagatoria. - No tengo tiempo, Fernando, y ya me comprometí con otra investigación. - Pensalo - le dijo con la suavidad de siempre y la Negra supo que la insistencia de su marido era lo que necesitaba exactamente aunque, de hecho, ya lo había pensado. En un principio no quiso comentárselo a Fernando pero empezó, día por día, “por si se da la oportunidad de concretar”, a tomar algunas notas. Esos apuntes se convirtieron en rutina de trabajo transformándose en algo parecido a un diario. Fue, en los meses del comienzo, el diario de un viaje a la Otra Historia de los Lanuscou. Y fue después, irremediablemente, un diario de viaje a la Otra Historia de Columna Norte. ![]() Fábricas Última parte de la entrevista a la ex delegada general de Laboratorios Squibb. ... - ¿Y las disidencias? - Yo estaba bajo la conducción de Pancho131. Nos declararon disidentes. El eje que plantearon era que nosotros discutíamos la identidad peronista. Mentira. Las disidencias desde el sector trabajadores empezaron con el pase a la clandestinidad. - Algo por el estilo sostiene el libro Galimberti, habla de serias diferencias ideológicas, se sugiere que los disidentes discutían la identidad ... - Es mentira. Nosotros planteábamos la retirada organizada. Ya se visualizaba el golpe y la imposibilidad de poder trabajar políticamente, abiertamente. Planteábamos reservar a los cuadros. Que los que no pudieran mimetizarse salieran del país y que el resto se desenganchara y esperara hasta que aclarara. - En definitiva, lo mismo que planteaba Walsh en las recomendaciones que efectuara en sus documentos críticos. - Así es. Y te vuelvo a repetir: nadie de la estructura baja cuestionó la identidad política. - ¿Cómo se sintió la inminencia del golpe? - En Norte fueron a buscar a las fábricas la identificación de todo el mundo. - ¿Antes del golpe o después? - Antes. Considero que en Fábricas la mayoría de la gente no cayó por cantadas. - Me llama la atención una afirmación tan terminante en ese sentido. Vos sabés Cristina que los compañeros se guardaban casi todo, preservaban lo más que podían, y aunque el coraje y las reservas interiores funcionaron dentro de los chupaderos, mientras la máquina de picar carne trabajaba sin descanso, muchos entregaron algún dato, por mínimo que fuera, el dato ineludible, el imbancable, y ese, desgraciadamente, servía para formar la cadena. Fue una realidad, esa. - Cuando dieron el golpe tenían todo. Te lo aseguro. - Bien, voy a indagar los alcances del laburo de inteligencia anterior que hicieron los milicos – concedió la Negra mirando fijamente a esa mujer que le inspiraba un respeto entrañable. Pasaría mucho tiempo antes de que corroborara los dichos de Cristina sobre el tema. Eso sucedería casi al final de la investigación, y se enmarcaría en un contexto mucho más amplio relacionado con la dinámica específica de la represión en zona Norte, que contempló una metodología bien distinta a la utilizada en el resto del país. La Negra siguió: - A ustedes les dieron de entrada. - Sí, totalmente, en primerísimo lugar. - ¿Cuáles fueron las verdaderas razones de que los aniquilaran con tanta furia y primero que al resto? - El proceso de Norte fue el siguiente: a partir de los años 60 hubo un traslado de industrias muy importante a toda la zona, desde General Paz para arriba. Y se dio entonces una reconversión de personal muy fuerte. Era toda gente joven, politizada. Con alto grado de compromiso, muy buen desarrollo político en las fábricas y la JTP tenía además un muy buen trabajo territorial. - De hecho, vos venías de Territorio, verdad? La Cava, la Villa Uruguay... - Claro, pero después la orga delinea que hay que fortalecer Fábricas. - Y ahí pasás al frente sindical. - Otra cosa a tener en cuenta en toda la problemática de Norte es que con la fundación de la JTP de Zona Norte se empezó a disputar el espacio con la UOM. - Nada menos, la flor y nata de la burocracia sindical, el aparato más pesado. - Sí, y además ganó la JTP. Continúo, en Squibb el grado de avance en lo concerniente a conquistas laborales era altísimo. Llegamos a un buen sueldo y ya se planteaba en Navales, en Ceramistas, lo que había hecho Luz y Fuerza en Córdoba: la cogestión. - La cogestión… - Sí. Planteábamos ya la participación en las ganancias. ¿Te asombra? - A esta altura de la investigación no me quedaban dudas de que a Norte le dieron de entrada por el desarrollo descomunal de las fábricas y no por los cuetazos de Galimberti, pero hasta no contar con el respaldo de las voces de ustedes, de los protagonistas, seguía siendo más una hipótesis que otra cosa. Sucede que, en realidad, sos el primer contacto directo con “Fábricas”. - Habían detectado esto, Negra, este ideario en la concepción de los trabajadores. Pero desde el análisis de los compañeros laburantes, al margen de cada organización, es decir, eran los trabajadores los que planteaban la participación en las ganancias. - Y esto constituía, sin dudas, un peligro muchísimo mayor que el accionar de la Secretaría Militar – recapacitó la Negra – Ellos sabían que por más organizado y bien pertrechado que estuviera el brazo militar de la organización en esa zona, en algún momento la superioridad de su aparato lo aniquilaba. Pero a un planteo de participación en las ganancias arraigado en la convicción de la masa trabajadora, teniendo en cuenta el grado de desarrollo y movilización obrera que existía, no iba a haber con qué darle. Y ahí estaba el peligro principal para los dueños de los medios de producción, para el gran empresariado nacional y las multinacionales, que fueron, en definitiva, los que impulsaron el golpe y la masacre. Ahí, precisamente ahí, estaba el peligro para el Poder. - Exacto. Los que planteaban la participación en las ganancias, eran los laburantes. - ... - Hoy todo el mundo habla y escribe sobre las hazañas de este o aquel, también sobre el dolor de los familiares, sobre tantas cosas, pero lo hacen de forma descontextuada. - Ya lo sé. - Aquello fue un camino. Había un Proyecto. De la única forma en que nos podían parar era con lo que hicieron132. NOTAS 24 Marcelo Larraquy y Roberto Caballero. Galimberti, de Perón a Susana. De Montoneros a la CIA. Biografía no autorizada. Ed. Norma, 2000. 25 José Pablo Feinmann. La sangre derramada. Ed. Planeta/ Seix Barral, Buenos Aires, 2003. Página 93. 26 Raúl Rossini, “Pedro” o “Nariz con Pelo” era sanjuanino y había sido el responsable de Mendoza. En 1976, cuando la Columna Norte ya había sido intervenida por la Conducción Nacional (CN) que de este modo pretendía neutralizar a los disidentes, fue designado como Jefe de la Columna en lugar de “Carlón” Pereira Rossi. Según los autores del libro Galimberti, “Pedro” era considerado un cuadro leal a la CN hasta su llegada a Norte, donde se encontró con la realidad del territorio y en poco tiempo se plegó a los disidentes que exigían urgentes cambios en las políticas impuestas por la cúpula montonera. En la página 278 del citado libro de Larraquy, se cuenta que “... En un restaurante de Belgrano, mientras un miembro del Servicio Internacional le daba cuenta, entusiasmado, del apoyo político que Montoneros recibía en el exterior, Pedro rompió en llanto. - Cómo nos quiere el mundo... y acá me matan a mis muchachos en las esquinas. Todos los días matan a diez. Están cayendo todos. No tengo dónde guardarlos, y cuando me piden guita para casas les tengo que decir que no, que tienen que recostarse en el pueblo:” En la página 270 del libro La Voluntad III, Raúl, Rossini, “Pedro”, le dice a Susana Sanz: “- Vos rajate. En serio te lo digo. Esto no da para más. No te dejes utilizar, preservate para más adelante. Yo me tengo que quedar. Los voy a esperar para pedirles cuentas cuando regresen.” Rossini no pudo esperarlos. Se lo chupó un grupo de tareas el 28 de enero de 1977. Y además nadie volvió a rendir cuentas. Si bien Rossini aparece en varias listas de desaparecidos como secuestrado en la ESMA, existen testimonios de sobrevivientes que lo vieron en el centro clandestino de Campo de Mayo. 131 Pancho Rivas 132 “Un balance de 1973 en Zona Norte del Gran Buenos Aires desde la asunción del gobierno de Cámpora arroja un promedio documentado de una toma fabril por mes, con resultados exitosos. En esas ocupaciones, además del progresivo grado de organización (que incluía toma de rehenes y medidas de autodefensa) se destaca la masiva intervención de las bases obreras encabezadas por el activismo político de izquierda” (Héctor Lobbe, La guerrilla fabril, Ed. R y R . Bs. As., pág.76). El mismo autor señala en la pág 74 refiriéndose a la toma de Matarazzo como consecuencia de los despidos de la patronal: “...La empresa insistió más adelante echando a 26 trabajadores, incluyendo el nuevo cuerpo de delegados. El 9 de mayo de 1974 (encabezados por un flamante Comité de Lucha) los trabajadores tomaron el establecimiento, reteniendo dentro de él no sólo a los dueños sino también al personal jerárquico. Al mismo tiempo, acudieron en solidaridad con la toma,los militantes obreros de empresas de la zona como Tensa, Panam, Corni, Astarsa, Imperial Cord, Fate, Eaton, Fadeté, Paty, Stándard Electric y Del Carlo. Esta presencia, engrosada por grupos de militantes del PST, MSB, JTP y Peronismo de Base, se transformó en una garantía que impedía la acción represora de los organismos de gobierno. La decisión de sus 500 operarios, que rodearon el establecimiento con tanques de combustible y amenazaron con arrojar desde la terraza a los rehenes, forzó a la patronal a negociar la resolución del conflicto..” En cuanto a “el motivo” de la aniquilación temprana y desmedida, un ex obrero de Ford, José Paladino, le contó después a la Negra que ya en 1971 Montoneros planteó la cogestión en el Congreso de Córdoba. Según este militante de la izquierda no peronista, la participación en las ganancias en la fábrica Ford hasta la planteó el Sindicato. La fábrica automotriz Ford está ubicada en la localidad de Pacheco. Marisa Sadi, febrero 2009
El fundamento principal de dichas versiones es la teoría de los dos demonios, a veces enunciada explícitamente, otras resemantizada y hasta negada pero al mismo tiempo sostenida subrepticiamente en el mismo enunciado que la negó. Se pretende imaginar la historia, en lugar de conocerla y reconstruirla en base a la memoria que tiene como sustento el testimonio, al que dichos escribas desmerecen en nombre de laberínticas elucubraciones y resúmenes teóricos. Se esconden y silencian eventos cruciales del devenir histórico y se omite lo principal en toda reconstrucción: la historización de los constructos, y, como resultado necesario, la omisión de la experiencia militante en un contexto de intensa movilización.
![]() ![]() Creo que los prejuicios sobre la condición de la mujer van más allá de los límites determinados por la teoría del género y se encuentran presentes también en ella. En lo que al análisis de "los 70" se refiere, creo que quienes abordan el tema se manejan con prejuicios, asumiendo la posición contraria a la declamada, alineándose, en definitiva, con los positivistas de principios de siglo que consideraban a la mujer como un ser débil, simulador, etc. Es más, analizando nuestra "historia reciente" desde la categoría del género, suele caerse en la utilización de informaciones de segunda mano, de oídas, sin una veracidad manifiesta, asumiendo, de esta forma, un papel afín a las teorías más retrógradas. Adhieren así, lisa y llanamente, a la ideología de la derecha y por lo tanto, es desde este lugar, precisamente, desde donde pretenden analizar y reescribir la historia de la militancia revolucionaria en Argentina. Al encarar la participación de la mujer en términos de igualdad, me preguntaba por qué razón Élida D’Ippólito, "la Gorda Amalia", no es mencionada por quienes se dedican a analizar, estudiar o debatir la historia de la militancia, en contraposición a la forma en que lo hacen con Norma Arrostito. Podría aducirse lo dicho anteriormente: tocan de oído desconociendo los hechos y a sus protagonistas. También podría aducirse que Arrostito ganó un lugar de privilegio en la historia de los montoneros por su frondoso historial militante, por sus valores, posicionándose, como dijimos, como la montonera emblemática por propio mérito, más allá de los designios del escalafón, todo lo cual es cierto. Pero también podría arriesgarse que existe como en tantos casos, según palabras de Agresti, una "deliberada omisión de la causa". No ha sido Norma, como pretende la historia oficial, la única mujer que alcanzó niveles de máxima conducción dentro de la organización. Quienes esgrimen hipotéticos prejuicios de género para explicar el hecho de que no hayan existido mujeres en las distintas conducciones montoneras, desconocen el lugar ocupado por Élida D’Ippolito, quien, como también dijimos en anteriores líneas, ejerció la jefatura máxima de la Columna Norte en el momento de mayor desarrollo de la misma. Voy a detenerme en este punto para aclarar que mi investigación en curso sobre la poderosa columna montonera que abarcaba toda la zona norte y parte de la zona oeste del Gran Buenos Aires, evidencia características específicas que diferencian claramente a Norte de otras zonas y/o frentes de lucha, tal el caso de Columna Sur, Oeste, o Regional 1 (Capital Federal). Aunque tampoco se diga cuando se cuenta la historia, Norte se caracterizó por un altísimo desarrollo de los frentes sindicales en una zona donde las fábricas grandes y medianas se instalaron por cientos a fines de los años 60, aglutinando muchísima mano de obra nueva. Esas decenas de miles de trabajadores jóvenes y muy politizados adhirieron de manera incuestionable al proyecto de liberación nacional de los años 60 y 70, encolumnándose con distintas fuerzas políticas pero mayoritariamente bajo la conducción de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), la agrupación de superficie de Montoneros para el frente fabril que hegemonizó las luchas sindicales de zona Norte. A ello se sumó la adhesión de las barriadas populares, el alto grado de militarización de los militantes encuadrados en la organización que, según estimó para mí quien fuera responsable principal de la Columna, llegó en el momento de más auge a aglutinar a seiscientos orgánicos, muchos de los cuales se encontraban armados . Es necesario mencionar que lo más importante no eran las armas que tenían los encuadrados sino un genuino nivel de representatividad de ese número realmente considerable de gente . La Columna Norte, por esos días en que su desarrollo fue descomunal, estuvo al mando, primero, de un hombre, "Pancho" Rivas, y luego, de una mujer: Élida Aída D’Ippólito. Mientras era jefa de Norte, a D’Ippólito le bajaron un pase a Columna Sur. ¿Influyó la condición de mujer en ese pase de "Amalia" ordenado por la Conducción? Al bucear en la historia de Columna Norte aparece la respuesta: "Amalia" fue trasladada a Sur en el marco de una serie de pases que instrumentó la Conducción Nacional para desbaratar a los "rebeldes" de la Columna Norte. Debe aclararse que los cuadros digitados por la cúpula para poner orden entre los disidentes, al llegar a Norte y palpar la realidad del territorio se plegaban a los reclamos de esos disidentes. Las críticas y/o disidencias, según un testimonio que recaba Gabriela Saidón en su libro La montonera habrían influido en la forma en que relegaron de la Conducción a Arrostito, ya que si bien existen opiniones (incluso de protagonistas mujeres de esa época que orientan los motivos de su salida de la conducción hacia cuestiones de género, es sabido que Arrostito ya planteaba disidencias con las políticas militaristas de Firmenich y el rumbo que iba tomando la organización (Saidón: 128, 130). Aunque no existen evidencias de que Arrostito haya pertenecido a la Conducción Nacional de Montoneros, posiblemente haya participado en reuniones de conducción. Ahora bien, volviendo a "la gorda
Amalia", lo cierto es que su historia incluye práctica militante de altísimo
nivel, el traslado a la Columna Sur, la caída del marido también militante, la
muerte heroica en combate, componentes que no alientan precisamente la
posibilidad de adjudicarle agachadas del tipo que fuera. No puede decirse que
estando prisionera cantó a cincuenta, como se han atrevido a escribir ciertos
autores de otras mujeres, ni adjudicársele relaciones amorosas con represores,
ni cantadas, ya que murió en combate, y mucho menos asignarle un derrotero
sexual agitado. En síntesis, su vida y su muerte no contemplan ningún costado
que pudiera manipularse a manos de los detractores de siempre para falsear la
historia. Este no es el caso de Norma Arrostito, a quien se ha denostado con lo
que pudieron y con lo que no, también. Norma, "la Gavi" se convirtió sin dudas
en la montonera emblemática. Por lo tanto, había que darle. Su participación en
el aramburazo fue en primera instancia el caballito de batalla con que distintos
sectores del poder y los círculos afines a la derecha (incluidos ciertos
intelectuales) intentaron destruir su imagen. Pero la real adhesión que el
aramburazo despertó en sectores populares y el hecho de que, más allá de
adhesiones y desacuerdos, se haya constituído en uno de los episodios políticos
más importantes de la época, limitaba las posibilidades de la difamación.
Entonces apuntaron sus misiles a esa figura paradigmática de otra manera. Y a
falta de otra cosa, ya que su derrotero fue impecable tanto en la práctica
militante como en su actitud como prisionera de la ESMA, su condición femenina
que incluía además de juventud, belleza -Norma era una mujer atractiva en todos
los sentidos- comenzó a ser utilizada para denostar la memoria de la montonera:
había que destruir al paradigma.
1 Alejandro Agresti. "El suicidio de una palabra" en
A 20 años del golpe. Buenos Aires: Ed. Página 12 y Federación Universitaria de
Buenos Aires.
2 Entrevista a "Pancho" Rivas. 3 Entrevista a Miguel Fernández Long 4 Gabriela Saidón. La montonera. Biografía de Norma Arrostito. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2005. 5 Marcelo Larraquy y Roberto Caballero. Galimberti, de Perón a Susana. De montoneros a la CIA. Editorial norma, 2000. 5 Diálogo al que Larraquy de ninguna manera pudo tener acceso, lo cual evidencia el grado de ficción de esa trama. 6 Jorge Nedich. El Pepe Firmeich, Buenos Aires: Ediciones B, 2003.
Filo-UBA La Resistencia después del Golpe del 76 Por Marisa Sadi De algunos años a esta parte me encuentro comprometida en la investigación de la militancia montonera durante la dictadura y como parte de esta tarea efectué una aproximación sobre ocho frentes de la Juventud Universitaria Peronista en la Universidad de Buenos Aires. Voy a compartir con ustedes lo referente al Frente de Filosofía y Letras, pero antes, para situamos en el contexto, mencionaré sintéticamente algunos lineamientos históricos generales. Existió en nuestro país un Proyecto de Liberación donde el movimiento estudiantil jugó un papel importante y desde 1973 los estudiantes acompañaron como nunca antes una etapa de grandes transformaciones sociales. Bajo la consigna La universidad abierta al pueblo las puertas de las universidades se abrieron de par en par, se reincorporó a centenares de profesores marginados por razones políticas y se reelaboraron planes de estudio, convirtiéndose la discusión y la participación en ejes centrales. En este contexto emerge la JUP corno un impresionante polo de aglutinamiento y todo el movimiento estudiantil aglutinado en la FULNBA desempeñó un rol participativo notable. En esos momentos acumulaba fuerza, simpatizantes y consenso, pero ya desde el gobierno de Isabel se implementó en las universidades una política de cerco y terror, precisamente para cercenar ese poder de movilización del movimiento. Una consecuencia de esta situación para Montoneros fue la pérdida de los márgenes legales en una de sus bases más importantes. Pero aún en la ilegalidad el trabajo político seguía siendo impresionante. De todos modos, el gran punto de inflexión se produce el 24 de marzo. Desde el momento mismo del golpe se da una drástica retracción de las masas, una desarticulación rápida, aguda, fulminante, que alcanza todos los estamentos sociales. Con el golpe, entonces, se interrumpe abruptamente esa política de masas que venía desarrollando la JUP, la cual se había ido limitando desde septiembre de 1974 con el pase a la clandestinidad de la organización. Aunque los dirigentes de la JUP debieron salir a explicar que se seguiría actuando de forma legal, en la práctica se hacía muy difícil sostener el funcionamiento político en los mismos términos. Al respecto me decía una militante de Derecho: -Una vez pasados a la clandestinidad, no daba para mantener un frente de base -abierto al público-. Nos cerraron el Centro de Estudiantes, de manera que para empezar perdimos el espacio físico, de asentamiento y representativo. Lo mismo sucedió en el resto de las facultades . Así se llegó al golpe, y aunque en los primeros meses la JUP y otras agrupaciones siguieron resistiendo clandestinamente dentro de las facultades, en términos de inserción y participación política del estudiantado se pasó simple y sencillamente, de todo a nada. De todas formas, a pesar de las caídas del año 76, la JUP no se contó entre los primeros frentes que golpeó la represión. Algunos entrevistados arriesgaron que la dejaron para el final, o fue el último frente que golpearon. En realidad el primer blanco de la represión fue el frente sindical, no sólo de Montoneros. En este momento me encuentro investigando la Columna Norte de Montoneros, que según cuenta la historia conocida fue pulverizada tempranamente por los tiros de Galimberti, cuando en realidad el motivo de ese aniquilamiento temprano fue el desarrollo descomunal de los frentes sindicales de la JTP. Lo cierto es que debido a ese retraso de la represión -que en realidad involucraba pocos meses- muchos de los integrantes de la JUP se hicieron cargo de otras estructuras debido a las caídas de cuadros superiores o por la salida al exterior de muchos -demasiados- de ellos. Es así que en todas las estructuras organizativas montoneras emerge una sutil presencia de cuadros provenientes del ala universitaria. En primera instancia son los componentes de la Conducción Nacional de la JUP los que pasan a revistar en otras estructuras y con posterioridad comienzan los pases masivos. Influyeron el creciente proceso de militarización de Montonero s que fue vinculando a la militancia de los frentes políticos con instancias operativas territoriales, la inactividad impuesta desde el golpe dentro de las facultades y la imposibilidad de seguir funcionando dentro de las mismas por razones de seguridad. Si bien mi trabajo se centra en la etapa de la dictadura, era mejor echar una mirada sobre el período anterior. Quedó así al descubierto el crecimiento descomunal que se operó en los años 73/74 y la vertiginosa y hasta brusca involución -en el término de poquísimos meses de ese vendaval arrollador que fue la JUP, el ala universitaria de la guerrilla urbana más importante de América Latina. Ahora, si me permiten extenderme, dos minutos, voy a incluir un tema que es y no es un paréntesis. Estas aproximaciones completan un cuadro de situación que ha sido tergiversado con frecuencia y surgieron en gran medida del testimonio de sobrevivientes. Es el recurso de la memoria oral, ya que muchos protagonistas siguen vivos. La memoria oral facilita notoriamente el entrecruzamiento de datos. Así trabajan los antropólogos forenses, que a mi criterio son los que más saben de nuestra -historia reciente-, ya que, no sé si sabrán, además de buscar huesos reconstruyen la identidad en un sentido integral. (Considero que el desaparecido fue víctima del terrorismo de Estado pero además fue sujeto de la historia). Entonces, el rescate de esa unidad necesita de los rasgos físicos, la altura, una ficha odontológica, pero además exige otro armado: el derrotero de las agrupaciones, la cantidad de integrantes, los hechos producidos por ellos, su itinerario: la historia. Menciono esto para destacar la importancia de los testimonios en la reconstrucción de nuestro pasado, un pasado que nos pertenece y es de todos, no es patrimonio exclusivo de los que ahora. se posicionan a falta de otra cosa desde una perspectiva aristocrática del intelectual -formado, aprovechando el silencio de miles que se quedaron sin voz para poder contestarles. Concretamente estoy refiriéndome a una corriente que viene imponiéndose en los círculos académicos cuyo mayor exponente es Beatriz Sarlo, quien desvaloriza sin pudor los relatos testimoniales como una vía de inteligibilidad de la historia, relegándolos a la esfera judicial y haciendo eje en que es más importante interpretar el pasado que conocerlo. Sarlo dice que el testimonio arrincona otras perspectivas sobre los hechos, dice que al dar fe de lo vivido por los sobrevivientes estamos -colonizando el pasado-, hace hincapié en lo que llama peyorativamente -almacén de banalidades personales, en -las debilidades de una memoria que recuerda demasiados detalles no significativos; lo que curiosamente llama -la recuperación de lo insignificante. Argumentando desde la experiencia investigativa. lo que la Sra. Sarlo llama -reiteración de lo insignificante para mí, en muchos casos, han sido registros impecables, susceptibles de ser constatados en el espejo de otros relatos. Más aún, de fuentes inconexas e inclusive constaté la integridad de mis recuerdos en el espejo del relato ajeno. Tal vez por considerar que -el imaginario de la revolución era libresco Sarlo también sostiene que los testimonios invalidan las -ricas fuentes gráficas, diarios de la época, declaraciones de los partidos políticos, documentos y registros de todo tipo existentes sobre la década del 70. En este punto hay un dato de la realidad que la intencionalidad de Sarlo y toda su troupe ignoran olímpicamente. Es el período de clandestinidad absoluta que comienza el 24 de marzo del 76, en el cual esas ricas fuentes se ausentan de los archivos, muy difícilmente pueda encontrarse algún registro que no sea la memoria de los clandestinos. Al final de su libro Tiempo pasado Beatriz Sarlo muestra el paño hablando de los -movimientos guerrilleros terroristas de los 60 y 70-. Tal vez el motivo de su furia sea más mezquina que política, Hace unos días necesitaba unos datos y le escribí a Alejandro Maudet, un compañero que fue cuadro de dirección de Filo que me ayudó a reconstruir la primera etapa del frente. Le conté que con otros compañeros estábamos preparando un trabajo donde contestábamos tanto ataque furibundo. Y Alejandro me contestó textualmente lo siguiente: -En el 73 la Sarlo estaba furiosa porque con Paco Urondo no le dimos ningún cargo. En definitiva, creemos que lo que Sarlo llama -el sometimiento a las operaciones tácticas de una perspectiva memorialística es lo que nos permite ir escribiendo la historia: esta aproximación jamás habría sido posible sin la memoria de los compañeros. Parafraseando a Carlos Flaskamp, -La continuidad del hilo de la historia exige que nos lleguen sus voces. Yo voy a transmitirles algo de lo que ellos me dijeron. El proceso político de la agrupación podría dividirse en varias etapas. Existió en Filosofía y Letras un primer período -del peronismo universitario antes de la JUP que se sitúa antes del gobierno de Cámpora, ya que a partir del primer viaje de Perón había comenzado a acercarse gente a los núcleos peronistas de Filo. La historiadora Ana Barletta dice al respecto: -Es evidente que crece otra conciencia, ya no basta el peronismo a secas ni el número a secas y comenzará a considerarse como decisiva la elaboración de una Política Universitaria Peronista y Combativa para hacer frente a la situación especial de la Universidad y de los Estudiantes. -La necesidad de algo más que el número, la transformación de ese número en fuerza, la incorporación de cuadros medios capacitados política y moralmente que garanticen la transformación de la espontaneidad en organización son los nuevos objetivos ligados a la convicción más nítida de que Perón puede volver. -La peronización de los universitarios va a ser un dato evidente de la realidad política universitaria hacia fines del año 73, cuando la JUP creada ese mismo año, gane las elecciones de los Centros de Estudiantes. Hasta que la facultad comienza a funcionar con la universidad popular durante el gobierno de Cámpora, la JUP recoge los viejos militantes del peronismo universitario y elementos de izquierda que se incorporan a la agrupación. Las carreras chicas funcionaban en el antiguo Hospital de Clínicas, separadas de las mayoritarias, Psico y Socio, carreras politizadas tanto por la izquierda como por las Cátedras Nacionales, que funcionaban en Independencia. Esas carreras chicas no eran culturalmente peronistas y el núcleo de militantes estaba en tierra de misioneros, con una acción de focos, sin una real política de poder. contaban con un bajo nivel de politización y al mismo tiempo era donde había más profesores que se habían enquistado en la universidad después de la dictadura de Onganía. Me decía Alejandro Maudet, compañero que aportó datos sobre esta etapa, -Vos no sabés los curros que descubrimos con Paco Urondo en Filo. Y recordaba que en Antropología, por ejemplo, cobraba como investigador un nazi buscado desde hacía años. Existió una segunda etapa de incorporación de gente desde la vuelta de Perón. Allí las cosas cambian y alumnos de esas carreras chicas se acercan al peronismo. -Muchas veces alumnos reconocidos, como el Turco Adur, de Historia del Arte, o el Alemán en Letras. Luego sobreviene la universidad peronista hasta la llegada de Ivanissevich, y desde ahí hasta el golpe. Así, el crecimiento vino con -la universidad abierta al pueblo- y la llegada de profesores y programas nuevos, pero por sobre todo, el Ciclo Básico o Introductorio provocó la llegada de flamantes alumnos y muchos militantes. Cuando Paco Urondo fue nombrado Director del Departamento de Letras, Alejandro Maudet, que es el compañero que aportó datos sobre esta etapa del frente, fue designado Jefe de Trabajos Prácticos de una de las materias. Señalando contrastes recordaría: -No sabés lo que era la carrera de Letras cuando ingresé, a fines de los 60. La mediocridad, el oscurantismo franquista, tener que memorizar miles de versos para nada. Y de los días febriles donde todo tenía un sentido rescata su memoria las elecciones del Centro de Estudiantes, -cuando en Filo arrasamos. Y además nunca votó tanta gente. No había proyecto elaborado ni experiencia alguna sobre el rol y la importancia de los centros de estudiantes, pero a pesar de todo, de la represión que comenzó rapidito, creo que se hizo un trabajo importante, porque la gente pedía y nos referenciaba, nos exigía política. Por su parte, una militante de Letras recordó que eran muchísimos y la periferia era importante en Filo, había jugado un papel muy activo. Y otras militantes de Sicología destacaron el altísimo nivel de inserción en esa carrera y un impresionante trabajo de base. La dictadura ![]() Esto se sostuvo por poco tiempo ya que el último vestigio de la Conducción de la JUP lo encontramos en los primeros meses del 77. Ese pequeño núcleo de tres miembros llegó funcionando como pudo, a los tumbos, hasta enero-febrero de ese año. Estoy señalando la falta total de una Conducción desde principios del 77 porque vamos a ver de qué manera se va articulando la resistencia en las distintas facultades cuando los mandos directos de la agrupación engrosaban ya un ejército de ausentes. La gran desarticulación del frente universitario de Montoneros comienza a principios de 1977 y alcanza su pico máximo en términos cuantitativos de bajas en marzo y abril de ese año. Excepciones fueron Arquitectura y Filosofía y .Letras, donde la represión golpeó tempranamente. Excepción también fue Derecho, que mientras los otros frentes se deshacían a pedazos siguió adelante con un número inusitado de integrantes dado el momento. Allí los compañeros bancaron la resistencia organizados y solos -más solos porque además Derecho funcionó durante más de un año suelto, totalmente desenganchado de la Orga. Y así llegaron hasta junio del 78, cuando en las otras facultades nada quedaba. Corno dije, Filosofía y Letras, un frente compuesto por una multiplicidad de carreras, desarrolló un funcionamiento normal hasta mediados del 76, en que se produce la primera de las cuatro barridas que sufrió. En julio se produjo una serie de secuestros de militantes que cumplían el servicio militar en diferentes dependencias de Capital. La -caída de los colimbas alcanzó por reflejo a Filosofía, ya que varios de los pibes habían integrado el frente antes de entrar a la conscripción. Un hecho relacionado con la caída de los colimbas fue el ataque a la casa de la abuela de Norberto Biosea Agüero, Ueso, el Presidente del Centro Estudiantes de Sicología. Psico, al igual que Socio, había sido separada de la facultad madre, pero tanto él como otros compañeros de Sicología, Marcelo Egguers, María Susana Urzi, siguieron funcionando como responsables de grupo en Filo. En el ataque mataron a la abuela y en aquel momento creímos que también habían matado a Ueso, pero en realidad había sido otro compañero, Ernesto Rivera, un militante que estaba haciendo el Servicio Militar. A pesar de que hemos podido registrar tres bajas en ese primer embate de la represión, un número que es superado largamente en las siguientes barridas, y si bien la mayoría de los testimonios situaba el primer descalabro serio en enero del 77, (la segunda barrida) nuestra fuente más autorizada por tratarse de una militante que transitó todo el periplo de Filo en dictadura, sostuvo que -la caída de los colimbas y el arrastre con Filo, no fue una barrida más, sino que fue un desastre. Yo coincido, ya que varios militantes debieron dejar el frente, se exiliaron cuadros de conducción, otros tuvieron que clandestinizarse y todo mundo debió abandonar la facultad, limitándose a efectuar tareas de propaganda en los alrededores. Aunque la estructura se mantuvo, el funcionamiento se alteró sustantivamente y ya no existió en Filosofía y Letras una presencia de la Agrupación entendida en términos de inserción y contacto con los estudiantes. Los testimonios mencionan que durante esta razzia las medidas de seguridad fueron insuficientes. La militancia se reinstaló en casas poco seguras, conocidas por otros integrantes, seguían concurriendo a sus trabajos, es decir, fue una levanta da a medias. Incluso hubo muchas discusiones, fuertes y continuas, para convencer a los que no toleraban abandonar la facultad o sus casas. Eran los componentes de la periferia, simpatizantes, adherentes y colaboradores, los que, según me decía una compañera de Filo, aún durante la dictadura -oficiaban de campana durante las tareas, guardaban los aerosoles, eran los que todavía nos ayudaban, gente que no tenía una pertenencia orgánica directa pero estaba vinculada a la agrupación. A esto habría que agregar, como sucedía a menudo con muchos orgánicos, con una escasa preparación para afrontar las inclemencias de la clandestinidad. A partir de esta emergencia se siguió trabajando en los alrededores de la facultad con abundantes pintadas y volanteadas, por ejemplo en la feria de 24 de noviembre e Independencia. Era la JUP de Filosofía y Letras que seguía resistiendo -afuera, a escasos dos años de la gran efervescencia popular y militante de la Universidad Abierta al Pueblo. Con esta estrategia de resistencia se siguió hasta enero del 77, en que la represión golpea nuevamente y alcanza a los componentes de l grupos de base. Estos grupos estaban integrados por cuatro personas cada uno, por lo cual se cree que cayó bastante más gente de la que tenemos registrada. Eran varios grupos, pero tampoco se sabe cuántos. Fue la segunda barrida. Golpeó muy fuerte. Pero los compañeros seguían militando, seguían resistiendo. Según los relatos de las compañeras de Filo que entrevisté, después de las caídas de Enero llega gente de Económicas e Ingeniería para intentar una recomposición del frente. Ahora bien, qué significaba por esos días terribles del 77 intentar una recomposición del frente. No había infraestructura, retaguardia, fondos, quedaba poca gente encuadrada, ni hablar de colaboradores o adherentes y mucho menos, a esa altura, de apoyarse en la base. Al hablar de -recomposición de los frentes universitarios podría pensarse en algo macro imaginando el funcionamiento de un aparato organizado. Aparato tampoco había. Faltaban, además, cuadros de conducción en todos los niveles. Y cuando aparecieron los compañeros de Ingeniería, para intentar una recomposición en Filo, ya el desbande se había instalado. Entonces, tanto ahí como en el resto de las facultades, la tarea consistía en rejuntar a los perdidos, mover gente, sacar a dos o tres de aquí e insertarlos por allá, decisiones estas que no siempre respondían a esa estrategia mínima de resistencia, sino más bien a preservados separándolos de los lugares donde estaban más expuestos. Fue la tarea de Fernando Menéndez, ex responsable del frente de Ingeniería y cuadro de la Dirección Regional, y de otros compañeros que lo secundaron prácticamente en soledad, saltando de una facultad a otra, estando perseguidos, sin casa, sin recurso económico alguno, en medio de la represión más feroz y mientras batallaban con todas las limitaciones que traía aparejada esa biaba desmedida y continua: ellos reagrupaban a la gente, la preservaban como podían, si pescaban algún grupo de base suelto se ponían espontáneamente al frente, seguían marcando presencia con la propaganda, o promovían la creación de espacios también mínimos, instancias políticas de aguante como soporte de la resistencia, como fueron los GER, grupos de estudiantes en resistencia, que mencionan los archivos desclasificados de la represión en Arquitectura. Silvita Delfino, la compañera que se quedó en Filo hasta después del final, me dijo -En Marzo la orden era reinscribirnos en otra facultad. Pero precisamente en marzo la represión golpea nuevamente y con furia. Fue la tercera barrida. Porque, ¿qué pasaba? Eran intentos desabrochados, parciales, no había posibilidades, a esa altura, de implementar una estrategia coordinada y distinta dentro del territorio. En ese momento caen mayormente militantes de las carreras de Antropología e Historia. Una de estas compañeras de Antropología, Alejandra Lapacó, fue secuestrada con su madre, Carmen. Debe aclararse que el lugar común para la inmensa mayoría de los militantes de la JUP secuestrados fue el centro clandestino El Atlético. Carmen Lapacó, la madre de Alejandra, me relató que la noche de su secuestro, el 17 de marzo del 77, los prisioneros ocupaban los boxes, pero un día después hasta los pasillos estaban llenos, no se podía ni caminar por la cantidad de gente apiñada en el suelo. Me dijo Carmen: -Cuando me sacan del box para interrogarme, yo andaba pisando chicos. Y recordó haber escuchado decir a uno de los represores ¡Qué cosecha hicimos en Filosofia! En este sentido el testigo Marcelo Daelli, que en marzo estaba en el Atlético, declaró en sede judicial que el Turco Julián desgrano ante el, una nutrida lista de los compañeros esta allá entre ellos mencionó al Ueso, que es Norberto Biosca Aguero, el Presidente del Centro de Estudiantes de Sicología a quien le mataron la abuela cuando fueron a buscarlo a su casa. El turco Julián le dijo al testigo Daelli, que al Ueso ahí adentro le llamaban Catrasca, porque no colaboraba. Retomando la situación en el frente, después de las caídas de enero ya la agrupación funciona a media máquina, con contactos esporádicos, alguna gente se exilia, pero seguían haciendo el aguante. Ya para marzo, según Silvia, -no quedaba JUP en filosofía. Ante la gravedad de la situación ella y su compañero entienden la necesidad de desvincularse del frente. Y junto con otra militante, Virginia Brizuela, empiezan a buscar una salida al Territorio, los barrios. Deciden intentar una salida a Sur, donde existía un contacto, por el Tipi, un cuadro de Filo que había pasado a Territorio. Entonces, después de las caídas de marzo Silvia y Virginia buscaban esa salida a Sur, un pase que en realidad no era orgánico, no había -bajado por una orden superior ni respondía a un traslado prefijado hacia otro destino. Era una iniciativa individual en virtud del desastre: había que arreglárselas para preservarse. Mientras las compañeras seguían buscando ese enganche hacia afuera pero vinculadas orgánicamente a Filo, llegó la cuarta barrida. Y con ella, la desaparición de Virginia. Le sobrevivió Silvia, que llegó a Sur, pero esa es otra historia. -Lo de mayo es el fin, me dijo. Fue un golpe por reflejo ya que no había un funcionamiento que justificara tantas caídas. A la gente se la levantaron de otros lugares que no eran la JUP, incluso se llevaron a gente cuya desvinculación del frente databa de dos años, u otros que habían desertado. Y cayó mucha periferia. El cálculo es que hasta ahí seguían vinculadas al frente unas 15 personas. Silvia se enteró recién durante la entrevista que mientras pulverizaban Filo, también desarticulaban el frente de Sicología, que había sido separada a principios del 76 de la facultad madre y distaba a diez cuadras de Filosofía y Letras. Yo, por mi parte, que militaba en Sicología, supe recién durante la investigación, es decir, 25 años después, que habían golpeado simultáneamente en las dos facultades. Por esos días no estaba mal desconocer, al contrario, cuanto menos se sabía mejor. De todos modos, el desconocimiento de la militancia acerca de lo que pasaba en un frente tan cercano y que integraba el mismo bloque de la Regional, demuestra el grado de aislamiento en que vivíamos. ![]() En este sentido, hay que aclarar que, contrariamente a lo que dice la leyenda, Sicología fue el que tuvo el menor número de desaparecidos entre todos los frentes de la JUP en la UBA. Creemos, así mismo, que en Filosofía y Letras el número de bajas fue muy superior al que registramos. Las afirmaciones de las compañeras en cuanto a la existencia de -una terrible razzia en todas partes no han podido ser constatadas con mayores precisiones. Sin embargo, un sobreviviente del Atlético informó que precisamente en esa fecha ingresó un número importante, de entre 20 y 40 personas, que cree eran universitarios. Ricardo Peidró, un compañero de Medicina, sobreviviente del Atlético, recordó para mí en un relato descarnado qué no precisa de calificativos, el traslado masivo del 26 de mayo de 1977. -El día anterior los hacen mierda, los cagan a palos. Dos días antes de esa paliza descomunal, hubo una guitarreada de despedida, y el 25 de mayo los hacen cantar el himno. Ese traslado fue impresionante porque después el silencio era absoluto. No quedó nadie Ese nadie significa que se fue toda la gente de la JUP, ahí. Ese nadie significa que el 26 de mayo de 1977 hacia la muerte se fueron los compañeros de Sicología y del frente de Filosofía y Letras de la UBA. Alguien podría pensar que esto ha sido una cronología de la derrota. Son crónicas de la resistencia, es lo que nos tocó vivir en épocas de la dictadura. Pero además, encierra una intencionalidad este inventario. Se han dicho tantas cosas... Un par de años atrás Ernesto Jauretche disertó en el Santos Discépolo, en algún tramo de su exposición intentó sostener su teoría de que la generación del 70 no había existido como tal, porque los del 55 y ... etcétera. En un momento dado dijo -Los pibes de la JUP y bueno, después de todo fueron ellos los que pusieron la sangre... José Amorín, autor del libro recientemente publicado Montoneros. La buena Historia, dice en la página 53 que -los últimos montoneros fueron títeres manejados por una conducción equivocada y en la 271 se refiere al -trágico destino de muchos pibes alucinados. Acá salta por enésima la idea del rebaño inocente arrastrado de las narices por una dirigencia tripartita que hoy, a nivel mediático ostenta tristemente el protagónico de todo lo que fue, porque les conviene a los escribas de la historia oficial. La JUP fue virando de una actitud legitimista y fiel hacia posiciones mucho más críticas, tal vez por el peso mismo de la realidad del territorio. Y digo más, Fernando Menéndez, el compañero que articulaba la resistencia en las facultades del final, y Alejo Mallea, que lo secundó en esa tarea, durante gran parte del año 78 se desengancharon adrede, por su nivel de disidencias y siguieron operando de manera autónoma durante varios meses. No fueron los únicos. Como me dijo un compañero de Medicina: -La resistencia de los que nos quedamos estaba por encima de los cuestionamientos a nuestros superiores. Quiero cerrar destacando el valor de quienes, contra viento y marea, marcaron una digna presencia militante dentro del territorio sosteniendo la resistencia. Lo hicieron como una suerte de reflejo inconsciente de las recomendaciones de Rodolfo Walsh en su último documento crítico Hipótesis para una etapa de resistencia (documento probablemente desconocido para ellos), a través de propaganda infatigable por medios artesanales, sin efectuar ninguna acción que nos haga bajar la bandera de los derechos humanos y que no estuviera directamente ligada a los intereses del pueblo, etc. (esto hay que buscarlo bien y completar) Lo hicieron sin despliegue efectista, sin estridencias. A veces el barullo se armaba en el combate último, al enfrentarse a todo o nada por su vida contra los grupos de tareas, como fue el caso de estos compañeros de la JUP que acabo de mencionarles, Fernando y Alejo, que combatieron heroicamente y con fiereza en su batalla final. Así mismo, fueron muchos los militantes universitarios que libraron su batalla final adentro, tal el caso de todos los compañeros de la JUP trasladados el 26 de mayo del 77 del Atlético. Este es mi relato, esta es mi reconstrucción efectuada no solo desde la experiencia militante, como sujeto activo de esa parte de la historia, sino también desde la experiencia investigativa por los rincones de la memoria que guardan detalles, fragmentos. Identidades perdidas de una historia que mal que les pese, a unos cuantos, recién comienza a contarse. Fuente: www.nacionalypopular.com
A pesar de tener la Facultad de Derecho una tradición
autoritaria y conservadora1 la JUP tuvo allí un crecimiento muy importante. Fue
el frente más numeroso. Tipi [Fragmento de: Montoneros. La resistencia después del final - Marisa Sadi, Editorial Nuevos Tiempos, 352 páginas] El destino que por esos días terribles de abril y mayo del 77 procuraban alcanzar Silvia, su compañero y Virginia, era la zona Sur del Gran Buenos Aires. Veían en el Sur una válvula de escape y, por descarte forzoso de otras zonas, el único horizonte posible, además, porque allí estaba Tipi. Había sido responsable en Filo y ellos estaban estrechamente vinculados a ese militante, quien en algún momento que no hemos podido precisar pero sin dudas fue con anterioridad a mediados del 76, había pedido el pase a Territorio. Desde entonces militaba en Sur, más precisamente en la zona de Francisco Solano. Las primeras noticias sobre Tipi llegaron a través de Alejandro, mezcladas en su enredadera de recuerdos "deshilachados y truncos", cuando enumeraba los militantes que recordaba de la JUP de Filo. "... este pibe Tipi, morochito, que noviaba con una piba también de Filo, que lo mataron en una villa, era hijo de un jetón del peronismo, hijo adulterino..." Alejandro nos contaba que había sido estudiante de Historia y después hacía una sugerencia que, por algún motivo o tal vez por una serie de motivos, se convertiría en una suerte de mandato: " retrazar su historia sería importante..." Alejandro creía que Tipi apareció ahorcado o colgado. El Alemán, por su parte, recordaba a "Tippy, un chico que quedó como cuadro de dirección de Filo" y nos contaba que recién a los veinte años se enteró quién era el padre "porque hasta entonces había vivido en condiciones paupérrimas con su madre soltera, al parecer, ex sirvienta en la casa de ese hombre. Tippy pasó los últimos meses huyendo de casa en casa hasta que lo mataron." Lo describió como un chico muy jovial y joven, delgado, no muy alto, de tez cetrina y pelo enrulado, con algo de sangre mulata. También Alejandro había aclarado que "no era un morocho del interior: Tipi era casi mulato." Y en esa polifonía de recuerdos que a veces suele darse, Silvia no lo definiría como mulato, pero sí muy moreno y con pómulos bien marcados. Recordó también que Tipi en un tiempo solía ir a hostigar al padre para que lo reconociera, pero jamás quiso decir quién era. Declinamos, por razones obvias, volcar las presunciones de sus compañeros; lo que afirmaban con seguridad es que nunca le dio el apellido. El Alemán recordó que había vivido con su madre en San Telmo, de allí era. Alejandro fue más específico, "vivían en el Bajo, cerca del Viejo Almacén". Revisamos cuidadosamente cada nombre, rastreamos, completamos y chequeamos los datos de la lista de desaparecidos del barrio de San Telmo. La misma surge de un trabajo de investigación llevado a cabo por las fuerzas sociales de la zona, pero no incluye a nadie cuyos datos se ajustaran a las referencias con que contábamos sobre Tipi. Meses de búsqueda arrojaban resultados semejantes: sus pasos se extraviaban en el Sur, hacia mediados del 77. Allí lo perdió Silvia. Después, vaya a saber cómo ni cuando, había empezado a circular la historia sobre su caída. Nadie podía dar fe acerca de lo sucedido, sus compañeros de la facultad ignoraban el origen de las versiones sobre el final de Tipi. "Lo terrible es el desconocimiento total de su historia familiar. Uno puede imaginar a su madre y él mismo, solos, sin las redes familiares de toda familia; también una especie de vergüenza de hacer conocer esa vida..." Lo cierto es que, como dijimos, en algún momento había pedido el pase a Territorio. La cita para el enganche y su salida al Sur la consiguió a través de Enrique de Pedro quien, como se ve, también talló en Filosofía y había sido dirección de cuadros responsables de ese frente. Por esos días en que Manuel le escapaba a la muerte en aquella legendaria cita y la represión golpeaba con furia sobre los militantes universitarios, Enrique de Pedro caía acribillado en una calle de Buenos Aires. Por esos mismos días de abril, el pequeño núcleo de Filo seguía buscando la salida al Sur. Con mayo llegó la cuarta barrida y con ella, la desaparición de Virginia. Tipi debió levantarse de la pensión donde vivía. Silvia tenía acordado encontrarse con él para lograr un enganche con gente de Francisco Solano. Ella entró a la cita y empezó a caminar. "Ahí veo a los de Coordinación. Tipi venía caminando, demudado; también él se había dado cuenta de la presencia de los tipos. Seguimos de largo sin saludarnos, sin hablarnos... Caminamos así desde Uriburu y Rivadavia hasta Constitución." A esa altura, y por arrastre de la cuarta razia, ya habían caído los milicos también a la casa de los padres de Silvia. "Cuando llegamos a Solano estaba todo destruido." Solano y Claypole habían sido un solo frente. "En el año 75, Solano era íntegramente JP - Montoneros." Ya desde el 74 venían trabajando como Juventud Peronista y en 1975 iban como Movimiento Azul y Blanco. El trabajo territorial y el desarrollo eran impresionantes. Cuando en mayo del 77 aterrizaron nuevamente allí para vivir e integrarse, ya que venían huyendo del desastre de Filo, lo primero fue buscar un lugar para vivir, miraban las casas buscando una vivienda, "y hasta veíamos casas bombardeadas." Y afirmó que al menos de lo que ellos conocían, no había más nada. "En Solano quedaban sólo los familiares, las madres de los pibes muertos." Hay que aclarar que después de la caída de su compañera, el Tipi estaba enganchado únicamente con Silvia y su compañero, la pareja que venía de Filo. Se desprende de la narración que le costaba muchísimo conseguir una cita. El Alemán había ratificado esta información al rescatar el recuerdo de Lea y su marido, que lo vieron hasta poco tiempo antes que se exiliaran, en abril del 77: "lo vieron muy mal, desaliñado, sin trabajo, sin rumbo y con mucha bronca. Estaba efectivamente desenganchado y si no recuerdo mal, solía volver a la casa de la madre, lo cual era una locura..." Las últimas noticias de Solano incluían dos citas consecutivas a las cuales Tipi había faltado. En esa época, si alguien incumplía dos citas, por seguridad ya no se concurría a la tercera. A partir de entonces se perdió su rastro. Silvia asegura que a esa altura el único enganche que tenía era con ellos dos, y cree que ahí Tipi quedó solo, enfatizando que estaba tremendamente desprovisto y anímicamente destrozado. No logró explicarse, además, la falta total de algún vínculo orgánico siendo un cuadro con cierto nivel de responsabilidad. Si bien en los últimos tiempos ya era el desastre y muchos cuadros funcionaron sueltos durante meses buscando un enganche orgánico, el descuelgue de Tipi ocurría antes de promediar el 77. ¿Pudo ese militante que fuera legitimista y fiel en las épocas del activismo universitario, mirar las cosas desde otra perspectiva después de su entrada al territorio? Otra pregunta sin respuesta mientras intentábamos desentrañar cómo y por qué sucedieron las cosas. En el último tiempo "estaba muy mal". A pesar de la "constelación de incógnitas" que al decir de Alejandro abría la historia de Tipi, las tres palabras de esa frase no se incorporaban al terreno de la duda sino que cobraban brutal sentido para quien recorrió el final, especialmente si transitó los avatares de una larga levantada cuando ya nada quedaba, y aún reconociendo infinitamente más benévolas las circunstancias personales y el contexto de la huída: la diferencia en la comparación. No era lo mismo ese vagar sin rumbo, sin tiempo y sin destino, hacia ninguna parte, por las calles del Centro y con alguna ayuda solidaria, por mínima que fuera, a hacerlo en el "Territorio", la crudeza del territorio, la miseria de los barrios marginales en las zonas más pobres del Gran Buenos Aires, caminar, caminar y caminar, el barro, moverse, no parar, todo en terreno pelado, perseguido, sin casa propia ni ajena donde pegarse una ducha y dormir un rato para después seguir yirando, sin laburo, con la novia secuestrada, con la "mucha bronca" que refería el Alemán y sin ningún tipo de contención orgánica. Solo. Necesitar morfar y no tener comida, ni guita para comprarse un sánguche. Rajar, siempre con hambre. ¿Cómo se sentiría, en el Territorio y bajo esas condiciones, el peso de la derrota? "Estar muy mal" a veces inducía a cometer imprudencias, a bajar la guardia con las medidas de seguridad, "se cansó de yirar y dormir en el suelo. Entonces sencillamente se volvió a su casa. Y esto sucedía con mucha gente" nos habían dicho los de Arquitectura recordando una militante embarazada que debió levantarse pero contradiciendo las más elementales normas de resguardo volvió a la casa. En cierto momento, antes de perderlo, Silvia había conseguido una cita orgánica. Era un contacto de Tipi para ver si podían engancharse en algún frente. Sin embargo, esa militante, presumiblemente con algún nivel de responsabilidad dentro del escalafón y a quien no se le veía ni el blanco del ojo porque apareció en medio de un descampado camuflada como para ir a la guerra, le comunicó "Estamos desenganchando. Los soltamos. No hay más control." ¿Se trataba, tal vez, de la autonomía operativa que tan sabiamente había recomendado Walsh?¿era un intento por otorgarle a la gente cierta independencia que los preservara, despegándolos del aparato? Silvia y su marido habían conseguido una habitación en una villa. Ella recordó durante nuestra charla las palabras de la compañera: "Hagan cosas con el barrio, si quieren. Si hacen algo para el aniversario de Evita nos parece bien." Refirió también que toda la zona estaba tremendamente desprovista, vulnerable, las decisiones dentro de ese contexto, posiblemente se relacionaban con la intención de evitar riesgos para el conjunto. En esa situación de peligro potenciado para todos, donde para este pequeño núcleo "sólo quedaban las madres de los caídos", Tipi se replegaba sobre lo que tenía, acaso también sobre los únicos afectos, "las visitaba, iba a la casa de las viejas, tomaba mate con ellas..." Lo cierto es que rehacía en plena dictadura vínculos peligrosos con la gente del período anterior, lo cual, desde cierta óptica, también podía entenderse como un serio riesgo en materia de seguridad. Silvia vivió en la villa de Solano hasta fines de 1979. "En la villa nos guardaron". No habían abierto con nadie su pertenencia orgánica, pero la gente del barrio aludía con frecuencia a su condición de "diferentes". Se daban cuenta, sabían... En una oportunidad, haciendo "puerta" con una vecina, apareció en la calle un patrullero. "Yo, mutis. La mujer se limitó a decirme: Acá no entran." En ese año y medio de su permanencia en la zona, nada supieron sobre el compañero. "Según las versiones recogidas por los exiliados, aguantó un año más, aproximadamente, y luego cae, lo agarran cuando estaba durmiendo a la intemperie, en el banco de una estación de trenes. Dicen que el último tiempo de Tipi fue siniestro..." Los trascendidos habían corrido entre los sobrevivientes, alguien los recogió en Europa, pero nadie pudo dar fe de su veracidad, ni siquiera logramos dilucidar de dónde habían salido. Durante la larga charla que mantuviéramos con la militante a quien llamamos Silvia, le habíamos transmitido nuestras dudas acerca de esa supuesta supervivencia de un año y medio, considerando las escasas probabilidades de sobrevivir para cualquier clandestino en esas condiciones. Por nuestra parte, descreíamos de la historia que situaba la caída a fines del 78. "Tal vez Tipi cayó en aquel momento en que ya no concurrió a las citas." Era una posibilidad cierta, por eso esta búsqueda que en algún momento se había transformado en una suerte de mandato, tenía su punto cronológico de arranque precisamente allí, a mediados del 77. Y eso nos complicaba porque no era lo mismo rastrear a un montonero desconocido del cual ni siquiera teníamos el nombre y que seguramente había llegado al sur con otro apodo, situando el asesinato en los últimos meses del 78, que hacerlo en una franja de tiempo que abarcaba un año y medio. La historia abría demasiados caminos, pero todos conducían a ninguna parte. Lo rescataba vigorosamente la memoria de cinco compañeros de la facultad. Sin embargo, al intentar un punto de contacto con el sur, el Tipi se nos escurría. La imagen de ese joven con rasgos bien marcados y sangre de mulato se volvía más difusa, aún cuando, al menos por lo mismo, tendría que haber sobrevivido en el recuerdo de alguno de los que quedaron vivos. Así fue como consultamos a varios ex montoneros de Sur, incluidos tres que, según aseguraron, habían militado en la zona. Una de ellos afirmaba que estuvo en Solano desde el 76 y hasta el 78 pero a decir verdad, tampoco dio demasiadas precisiones. Sencillamente no lo conocía. Echamos mano de cuanto mecanismo de búsqueda pudimos, revisamos infinidad de fotos, la carpeta del Tipi incluía mapas grandes, chicos y medianos de toda la zona, estaciones de trenes desde Avellaneda a La Plata, los relatos de sus compañeros, los campos clandestinos, archivos de testimonios, hasta consultas a centros culturales de esos barrios y a militantes de Sur Capital que habían estado a cargo de la zona de San Telmo, donde según sus compañeros había vivido con su madre. Ese apodo, "Tipi" no figuraba ni en los archivos de los antropólogos. Y si Maco, que tanto nos había ayudado en otras búsquedas, no lo tenía, difícilmente alguien podría tenerlo. De más está decir que lo volvimos loco, pero no hubo caso. "Seguramente salió a sur con otro apodo" nos había dicho el antropólogo. Y cuando lo fastidiábamos describiendo una y otra vez físicamente al Tipi, nos contestaba con paciencia china "Marisa, en Solano son "todos" morochos." La única oportunidad de aproximarnos a su historia resultó ser una puerta bien cerrada, sin dudas el candado más grosero de los muchos con que tropezamos en el tiempo que llevamos metiendo las narices donde no se debe. La experiencia acumulada en el transcurso de estas búsquedas indicaba que siempre, siempre queda alguien cuyo aporte, por más difuso o fragmentario que resulte, acerca un hilo generoso y cómplice del cual poder tirar para seguir destrenzando la madeja. En este caso no era así, aún no lo encontrábamos. La ausencia de esa soga que le faltó al Tipi se empecinaba en perdurar durante casi treinta años. Fracasamos en nuestro intento de cerrar el círculo, saber en cuál de los abismos se había precipitado, ponerle un nombre, un apellido; llegar a despejar, al menos, el gran enigma que eternamente sobrevuela al desaparecido, en especial a aquel que simplemente desapareció, ese que no alcanzó a balbucear su nombre a un compañero de celda, ni contó con la prerrogativa de un sobreviviente que lo haya visto irse en un traslado, de algún testigo del secuestro o del asesinato en una calle perdida. No pudimos cumplir con aquella suerte de mandato que nos transmitiera Alejandro sobre su antiguo compañero de la facultad (" retrazar su historia sería importante...") Tal vez aquel chico jovial, legitimista y fiel que acaso entrara a la Universidad Nacional y Popular con los "hijos del pueblo" y se convirtiera en "cuadro de dirección de Filo", había resistido verdaderamente ese año y medio, "huyendo de casa en casa hasta que lo mataron". Tal vez, ese integrante de la generación que pretendía "acabar con cuatrocientos años de soledad para apropiarse como nunca antes de su destino", había caído nomás en el primer tramo de esa huída solitaria, cuando faltó dos veces a la "estanca" a mediados del 77. Imaginábamos inclusive, Alejandro, contra toda lógica y a pesar de saber que "las historias perfectas sólo las inventan los vencedores," "un buen remate"; ese "final con beso" que canta Serrat. Conjeturábamos, echando mano a la imaginación y al beneficio otorgado por la duda, que tal vez, sólo tal vez, había existido esa soga salvadora que pudo propiciar el rescate. Y hasta la imaginábamos sostenida por una mano que no existió durante veinte años. Te preguntamos y nos preguntamos, Alejandro, si, en definitiva, la relación con aquel padre ausente habrá sido tan lineal, o si ese hombre pudo quizás convertirse en artífice de la salvación de Tipi, rehabilitándose por todas las carencias y concretando, al mismo tiempo, una formidable reivindicación de la condición humana. Acaso eran ficciones, nada más. Acaso, como decían, había aparecido hacia fines del 78 colgado en una villa. Acaso, como también contaban, al Tipi lo agarraron después de aguantar un año y medio, cuando el rigor del abandono se lo entregó en bandeja a la muerte, mientras dormía su desamparo en el banco de alguna estación del Sur tan desolada como su alma. O acaso, y al decir de Silvia, la historia acerca del final de Tipi no fuera más... que otra leyenda urbana. Cuando dimos por concluido este trabajo, el Tipi seguía siendo precisamente eso: una leyenda de cuatro letras. Nos resignamos, aquí no se cumplía la premisa de "el que busca encuentra". Y te comunicamos, Alejandro, que aunque de ningún modo clausurábamos la búsqueda, con tu antiguo compañero habíamos fracasado. Para nosotros, a esa altura, Tipi era "el montonero que se perdió en el sur". Así lo bautizamos. Corrió algún tiempo, no más de un mes y días. Los primeros pasos para dar a conocer nuestro proyecto de libro resultaron bastante más frustrantes de lo que imaginábamos. Habíamos arrancado estando bien conscientes de las dificultades, la imposibilidad de publicar para un desconocido; encima la coyuntura, los demonios, la abultada producción que apareció de pronto sobre los montoneros después de "los arrestos". La cosa estaba más difícil de lo que suponíamos y el desaliento comenzó a instalarse; nuestro engendro se estaba transformando en otra causa perdida para anotar en la cuenta. Cierta noche en que volvíamos a casa después de recibir un hachazo mayúsculo y con la sensación de que este testamento dormiría el sueño eterno de los justos en el baúl de los recuerdos, abrimos sin demasiadas ganas el correo y allí estaban, la gente nos seguía enviando aportes. Eran cuatro. Y había un mensaje de Cecilia, que desde la Dirección de Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires también en más de un caso nos había ayudado. Hacía tiempo, ni sé cuándo, le habíamos preguntado por el montonero que se perdió en el sur. "Hola Marisa, tanto tiempo. ¿Qué sabés de Tipi? Por ahí tenemos algún dato..." Maco le llama "rebote". Aquí nos inclinamos por el círculo, esa extraña relación entre acontecimientos que vuelve a remitirnos al asombro, la pista circular. Veinticinco años después que el rastro del Tipi y el de tantos otros se perdiera para siempre, el Equipo Argentino de Antropología Forense efectúa excavaciones en el cementerio cordobés de San Vicente, donde han hallado una inmensa cantidad de restos "NN". Mientras nosotros le comunicábamos a Alejandro que con su compañero habíamos fracasado y el Equipo continuaba en Córdoba la búsqueda incesante de los desaparecidos, el director de un diario de Río Cuarto enviaba a una de sus periodistas a la ciudad de Córdoba para escribir una nota sobre el Museo de Antropología. En el transcurso de la entrevista a una de las historiadoras que trabaja en el Museo, la periodista supo que dos veces a la semana, un integrante del Equipo de Antropología Forense recibía allí a familiares de desaparecidos para recopilar datos, fotos e historias que aportan a los antropólogos elementos necesarios para desentrañar identidades. También supo que, casualmente, ese día el antropólogo se encontraba entrevistando a la gente que busca a sus seres queridos desaparecidos. Al escuchar algunos reportajes, podría presumirse que los integrantes del equipo no suelen ser muy afectos a las requisitorias periodísticas y esto mismo lo experimentó esa porteña que eligió hace varios años ya, para su exilio interno, la ciudad cordobesa de Río Cuarto. Ana Solá se acercó a Darío Olmo para solicitarle una entrevista, aunque sabía que sólo hablaba en conferencia de prensa. Por eso no se asombró de la respuesta: "No doy notas. Hoy atiendo a los familiares". Después de insistir e invocar el hecho de que ella y el fotógrafo habían viajado desde Rio Cuarto, el antropólogo accedió sin demasiadas ganas a darles cinco minutos: "Que sea corta. Tengo muy poco tiempo. Hoy sólo atiendo a los familiares". Ana terminó el reportaje, apagó el grabador y con un movimiento seco y decidido lo abandonó sobre el escritorio. Entonces cambió el rol de periodista por el de entrevistada y le dijo a Darío mirándolo muy fijamente: "Yo también estoy buscando a mi compañero. Hace 25 años que necesito saber qué le pasó." En la nota que publicara el diario "Puntal" de Río Cuarto el 31 de agosto de 2003, ella misma describe la escena: "El rostro de Darío cambió. También su gesto duro. Levantó la mirada que tan baja había tenido durante todo el reportaje... de sus ojos comenzó a emerger un discernimiento y una ternura que hasta entonces no le había descubierto. Tomó una birome y sobre un cuaderno lleno de datos abrió una hoja en blanco para mí". Después se ofreció a ayudarla para devolverle algo de su pasado, porque en Buenos Aires había posibilidades de conseguir datos. Así comenzó el intercambio con Maco en la oficina del Equipo en Buenos Aires. El compañero de Ana, la periodista de Córdoba, se llamaba José María Orellano. En Sur lo conocían como Fernando. En Filo... le llamaban Tipi. "... Cuando lo conocí, a mediados del '77, compartíamos muchas charlas políticas porque yo estaba muy interesada en la realidad social. Al principio nos hicimos amigos aunque él decía que era mi responsable. En esas charlas me contaba acerca de su compañera desaparecida, Virginia, a la que había amado mucho. Siempre la recordó y siguió mencionándola, aún después de que nos enamoramos y fuimos s vivir juntos. Pero te puedo asegurar que nos amábamos mucho y yo respetaba su pasado y su militancia. Yo ya te había contado que vivía en San Telmo y, precisamente en las ventanas del Viejo Almacén, que por entonces había cerrado y no sé por qué, pasábamos algunas noches en esas veredas jugando y recordando los históricos tangueros que allí habían cantado. El Negro tenía una cultura bárbara, sabía de todo y le gustaba mucho leer a Neruda. En cuanto a su madre. se llamaba Mercedes, le decían Mecha..." José María Orellano era egresado del colegio Carlos Pellegrini y uno de los mejores promedios de la facultad. Cuando Ana lo conoció "siempre estaba solo y lo veíamos cuando venía a buscar a Paty..." Esto ocurría en Capital, poco después que Silvia lo perdiera en las calles de Solano; Paty era una cordobesa que estaba levantada y Tipi en ocasiones la acompañaba a dormir en algún "telo", una operatoria frecuente de los levantados aunque no fueran pareja: a un hotel alojamiento sólo se podía ingresar de a dos, utilizando la cobertura de ser novios o amantes. La Gorda Gloria era la tercera integrante de ese grupo con el cual, a diario podría decirse, Tipi mantenía charlas políticas y terminó convirtiéndose en el responsable. "Todas las noches íbamos las tres a un bar de la calle Pavón a encontrarnos con el Negro que venía de cumplir su tarea en el Sur." Ana refiere algunas tareas de propaganda, pegatina de obleas en Constitución, y además que "todos los días íbamos a la zona Sur, a Solano, donde llevaba a cabo su militancia con la gente de la villa y otros vecinos de la zona." Pero al mismo tiempo, Tipi se encontraba en Capital con algunos compañeros de la Facultad en algo que según el relato impresiona como una cita estanca: "Íbamos caminando desde Córdoba, por Florida derecho, hasta encontrarnos con quien él estaba buscando." Y del mismo modo que muchos de nosotros, se pateaba la Avenida Corrientes de cabo a rabo, una y otra vez a lo largo de esos meses terribles, tratando de ubicar a algún perdido. El testimonio de Silvia, la antigua compañera de Filo, encuentra su correlato en los recuerdos de Ana: "Se veía con la gente vieja de Solano, tomaban mate con ellos y hablaban de los caídos, pero había otros, con quienes mantenía largas charlas políticas, y otros con los que salía a hacer tareas en Solano." "Así fueron transcurriendo los meses, entre las idas a Solano y las citas en Corrientes o Florida " Ana también coincidía con Silvia al remarcar que cuando lo conoció, andaba solo, en banda y descolgado, y al intentar explicaciones, entendía que esto se profundizó a partir del secuestro de Virginia. Le preguntamos acerca de ese "descuelgue" orgánico tan prolongado. Quedaba claro que Tipi tenía subordinados por aquí y por allá, en el Sur, en Capital, gente de la villa, vecinos de los barrios de Solano, por lo menos dos militantes encuadrados a su cargo allí, varias personas en Buenos Aires, se vinculaba en la ciudad con militantes y ex militantes, por lo menos dos de ellos de Filo; pero no aparecía en su relato la existencia de un responsable, de alguien a quien él mismo se subordinara. "A mí me parecía que a Tipi le pasó lo mismo que a los otros pibes. Tanto que, hasta a veces yo, que nada sabía de la militancia, lo veía muy solo y triste, pero con mucha polenta y ganas de seguir peleando. A mí me daba la sensación que habían caído todos, y que él seguía luchando solo, cosa que me llenaba de orgullo y ternura. Y en virtud de su fuerza y empuje, yo no era capaz de dejarlo solo, porque lo veía medio fundido, pero aún con un idealismo impresionante y convicciones tan fuertes que merecían apoyarse. Tipi era un ser de otro mundo. No sé bien las razones por las que estaba descolgado de sus compañeros, pero creo que en realidad estaba descolgado de la época, porque todo su empuje y sus frescas convicciones, ya no cabían para 1978." De todos modos, Ana cree que siempre intentó, aunque infructuosamente, conseguir un nexo con la organización. 1978 ya era el desastre y la zona Sur había sufrido, con bastante anterioridad por cierto, en el transcurso del 77, una desarticulación feroz y decisiva. "El Negro me habló muy al principio de un responsable, pero estaba descolgado de él y no se explicaba los motivos, pensaba que tal vez había caído. De todas maneras, en los últimos meses del 77, tal vez septiembre u octubre, íbamos puntualmente los miércoles a las 19 y caminábamos por Florida hasta la Galería del Este, buscando a ese compañero que, aparentemente, era muy importante para él, por la insistencia y puntualidad en las citas. Pero nunca lo encontramos. Hasta que se dio por vencido y no fue más, allá por noviembre o diciembre del 77." "Tipi era nuestro responsable y nunca conocimos otro. También con los chicos de Solano, él impartía las ordenes. No había nadie arriba de él, al menos en esos tiempos." En resumidas cuentas Tipi seguía, como Manuel o Pablo, y como tantos otros, rejuntando la partida en medio del desastre, como los montoneros del Chacho. Seguía "amontonando" tropa como aquellos jinetes insurrectos de dos siglos atrás, los montoneros silvestres. Aún descolgado o sin enganches "hacia arriba", pero tendiendo las redes de la resistencia en los de abajo. El Tipi seguía haciendo, al fin y al cabo... cosas de montoneros. La realidad fue que en algún momento, ese "último tiempo" que recuerdan sus compañeros de Filo antes de perderlo a mediados del 77, donde estaba absolutamente desprotegido, sin laburo, desaliñado y anímicamente destruido, dejó de ser "siniestro" para volverse bastante más benévolo. El cambio, como es de suponer, coincidió con la época en que conoció a Ana. Posiblemente también influyó ese repliegue hacia Buenos Aires y un contacto más fluido con su vieja, con su espacio histórico. A partir de entonces "consiguió trabajo en las oficinas de la Bodega Michel Torino. Era uno de los mejores empleados y recuerdo que el primer sueldo me lo regaló porque decía que mi hijita y yo lo necesitábamos más que él." Aún seguía yirando de aquí para allá al no tener un lugar fijo donde vivir, por ser un perseguido sin un mango, pero ya proyectaban alquilar un departamento, y hasta se anotaron en un curso de Historia. "Muchas veces dormíamos en el departamento de su prima, en lo que hoy es Puerto Madero; en ocasiones parábamos en Villa Urquiza, en la oficina de mi viejo o en hoteles alojamiento, cuando estábamos bien de plata. Y muchas veces en la casa de su madre -un conventillo de San Telmo- donde todos los vecinos lo adoraban y tenía a sus abuelos, no sé si reales o postizos.". El relato de Ana se tocaba una y otra vez con el recuerdo de los compañeros de Filo: "Tipi pasó el último tiempo huyendo de casa en casa hasta que lo mataron" "Solía volver a la casa de la madre, lo cual era una locura..." El Tipi no cayó, sin embargo, como creían sus compañeros. No apareció colgado ni lo agarraron durmiendo a la intemperie en una estación del Sur ni mucho menos lo salvó ese padre ausente que, según cree Ana, era motivo de resentimiento y bronca y acaso, en parte, razón profunda de su rebelión contra la injusticia y la miseria que conoció en el conventillo de San Telmo a raíz del abandono. José María Orellano desapareció un 14 de abril de 1978 a las nueve de la noche, en San Telmo, cuando llegaba a la casa de su vieja para buscar un pullover porque su novia, Ana, tenía frío y a esa hora concurrían ambos al curso de Historia que habían comenzado cuando empezó a abuenarse con él un poco más la vida, después de conocer a Ana. Ella no era "militante" en realidad, nunca había sido una orgánica; tal vez por eso sigue recriminándose la maldita ocurrencia de haber sentido frío e insistir con el pullover, porque además, nuestro Tipi no quería ir a buscarlo "se enojó con mi capricho, y no me habló durante todo el viaje, porque se nos hacía tarde para la clase" Y aunque ella no lo sabía, también en este punto confluye su relato en el de los integrantes de "Filo", cuando nos señalaban el incumplimiento de su antiguo compañero en lo inherente a normativas de seguridad. Porque, tal cual nos transmitiera el Alemán, seguía siendo "una locura ir a la casa de su madre." "Después de su desaparición, con su madre Mecha, luego de hacer la denuncia en los Derechos Humanos -Corrientes y Callao-, las dos juntas fuimos a ver una bruja que vivía pasando el pueblo de San Martín. Ella nos dijo que el Negro estaba viajando en un avión hacia el Sur, pero que no lo volveríamos a ver nunca más." El relato nos remitió a la forma en que, veinticinco años después de ese anuncio de la bruja, nombrábamos a Tipi durante los largos meses de la búsqueda, "el montonero que se perdió en el sur"; también nos remitió, inexorablemente, al itinerario que -hoy sabemos- tomaban los aviones cuando arrojaban a la gente al agua, el rumbo sur de los vuelos de la muerte. Ana nos contó también que la vieja de Tipi lo adoraba y con su sueldito de obrera se las arreglaba para comprarle pilchas y cuidarlo hasta con el "jamón para la merienda". Los vecinos del conventillo lo amaban y cree que la fuerza de esos afectos también influyó para que el Tipi volviera peligrosamente una y otra vez a San Telmo. El operativo fue descomunal, los milicos habían caído un rato antes. Ella recuerda que desde el mismo momento en que los pusieron contra la pared, en la vereda, Tipi gritaba desesperadamente "La flaca no tiene nada que ver!" Pero fue inútil, los llevaron a los dos. Después, durante toda la tortura de su compañero, ella escuchó esa frase reiterada, entre gritos, una y mil veces. A Ana la soltaron a los pocos días. Entonces supo que debido a las bondades de la picana eléctrica, no podría llevar adelante el embarazo del bebé que iban a tener ambos. Antes de liberarla le habían dado la campera de su compañero diciéndole que él ya no la iba a necesitar. La madre de Tipi enloqueció y se murió en un manicomio. El Tipi se perdió en un chupadero de la zona de Ezeiza, los antropólogos presumen que Vesubio o Banco. [Páginas 309 a 319 del capítulo "1978. Manuel. El resto de la historia", se reproduce con autorización de la autora]
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