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Los
fusilamientos de 1956
Entrevista. Cristina Caro y Porfidio
Calderón
Por Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com
Las fusilamientos sucedidos tras el levantamiento del general Juan José Valle
contra la Revolución Libertadora permanecen como un episodio oscuro de la
historia que de algún modo anticipó los horrores represivos que iba a vivir
nuestra sociedad. En esta entrevista hecha para el programa La Historia en
debate, Cristina Caro –hija de uno de los fusilados– y Porfidio Calderón
–militar sobreviviente– revelan aspectos políticos e íntimos de lo sucedido en
aquellos días fríos de 1956.
–Con Porfidio Calderón compartimos un trabajo colectivo cuando hicimos el
documental Patriotas. Se cumplían 50 años del levantamiento del general Juan
José Valle. Pasamos una noche fría en Campo de Mayo con la austeridad que
significa tener que estar ahí dando testimonio. No me puedo olvidar nunca lo que
significó escuchar a Cristina Caro describiendo el monolito que habían levantado
en homenaje a su padre y a los otros fusilados.
Cristina Caro: –Después de mucho tiempo se pudo hacer el monolito en Campo de
Mayo. Fue un orgullo muy grande que el Ejército reconociera como héroes a
nuestros padres.
–Contanos, Cristina, quién era tu padre, cómo fue que a lo largo de los años
pudiste saber de su militancia.
C. C: –Mi padre ante todo era amante de su profesión, era militar. Se recibió en
el colegio militar de Zapala, donde nací yo. Por ser uno de los primeros de la
promoción lo mandaron a hacer la escuela alpina, la misma que hizo Perón en
Italia. Luego entró en la Escuela de Guerra, donde se estaba gestando, entre
algunos oficiales, lo que se conocería como Revolución Libertadora. Mi padre,
que siempre tuvo principios nacionalistas, no compartía el hecho de derrocar a
un gobierno democrático. Entonces, como castigo, lo echaron de la Escuela de
Guerra y lo mandaron como exiliado a Apóstoles (Misiones). Allá conoce al
coronel Eduardo Cortínez con quien comparte ideales, y participa de reuniones
que planean el levantamiento junto al general Valle contra el gobierno de la
Revolución Libertadora.
–El coronel Cortínez, junto con el coronel Ibazeta, fueron algunos de los
oficiales que participaron con Valle del levantamiento contra el gobierno que
había derrocado a Perón en 1955.
Porfidio Calderón: –Exacto. El coronel Cortínez tenía que levantar la escuela de
suboficiales y el coronel Ibazeta los servicios de comando de la división
blindada de la que yo era parte. Fue la primera resistencia peronista que
hicimos las Fuerzas Armadas.
–El 9 de junio del ’56, Porfidio estaba al lado del blindado. Es importante
saber qué significaba para los suboficiales la oportunidad que el peronismo les
daba como protagonistas de las Fuerzas Armadas.
P. C.: –Todos nos sentíamos muy consustanciados con el gobierno del General
Perón. En la casa de mis padres se hizo la primera unidad básica del pueblo
donde nací, Rustenburg, en Córdoba. Cuando entré al Ejército, vivía en la zona
más inhóspita de Córdoba. Ir a la escuela del Sargento Cabral para mí era la
gloria. Pero el 16 de septiembre vino la desdicha. Los mismos oficiales que nos
daban la instrucción sacaban los bustos del General Perón y de Evita, los
arrastraban. Fue vergonzoso y triste ver la poca moral de los oficiales del
Ejército, cómo se transformaron en forma tan rotunda y rápida.
–Cristina, ¿qué piensa cuando escucha estas cosas? La dimensión de lo que hizo
su padre y tantos otros oficiales que dijeron vamos a estar con Valle, más allá
de la evaluación que, seguramente, cualquier militar hace respecto del
resultado.
C. C: –Ellos sabían que iban al fracaso porque estaban al tanto de que los
estaban esperando, pero no les importaron las consecuencias. Estaban al
corriente de que había gente que los había traicionado y siguieron adelante. Hay
que rescatar las convicciones, los ideales y los principios que tenían.
–Hubo casos, como el de la esposa de Ibazeta, que fueron a pedir directamente a
la quinta de Olivos...
C. C.: –Eran amigos y compañeros de promoción con Aramburu. Se conocían las
familias. Francisco Manrique le dijo que el presidente estaba durmiendo y que no
la podía atender. Ella le dijo que estaban matando a su marido. Fue una cosa
tremenda. También recuerdo cuando mamá nos contaba que la vinieron a buscar
porque papá estaba preso en Campo de Mayo. Le dijeron que lo iban a fusilar.
Todo rápido para evitar reclamos de embajadas y organismos internacionales.
–Cuando uno mira la foja del servicio del general Valle se encuentra con un tipo
brillante, con una formación muy sólida, que en algún momento, además de la
confianza que le daba Perón, ayudó a que Aramburu ascendiera.
P. C.: –La noche del 9 de junio uno tenía que ver la señal, apagar las luces y
pasar un bando; pero nada de eso ocurrió. Entonces, Ibazeta se ajustó el barbijo
y la gorra y salió.
C. C.: –Lo mismo, previo a los fusilamientos, a muchos les quisieron dar bebidas
alcohólicas pero ninguno quiso tomar, enfrentaron su situación con todo el valor
que tenían.
–Además de esa valentía que es propia de quien elige la carrera militar, era un
movimiento que estaba totalmente consustanciado con los que estaban en la
resistencia civil, con trabajadores, con dirigentes...
C.C: –Yo siempre digo que es la primera rebelión en la que participan civiles y
militares, que el pueblo estaba unido a las Fuerzas Armadas para reintegrar la
democracia en contra de una dictadura. Después, tuvimos otros ejemplos malditos.
–Rodolfo Walsh, en su investigación sobre los fusilamientos de José León Suárez,
decía que la Justicia se había lavado las manos. Pensaba justamente esto que vos
decís, si se hubiese conocido mejor lo que fue la vergüenza del año ’56, quizás
lo del año ’76…
P. C.: –No hubiera ocurrido.
C. C.: –Estoy convencida de eso porque, verdaderamente, quedó impune. Rojas y
Aramburu fueron, por mucho tiempo, conocidos como héroes. Hasta hay calles con
sus nombres.
P. C.: –Una parte de la ruta Panamericana se llama General Pedro Aramburu y
muchos piensan que fue un presidente más, pero fue un asesino.
–Cristina, ¿en tu familia cómo se ha vivido después?
C. C.: –Fue tremendo, mamá era muy joven y nosotras éramos chiquitas. Yo tenía
cuatro años, mi hermana seis, comenzaba su primer grado, en la familia fue todo
un drama la situación. En ese momento mis padres estaban construyendo su primera
casa para vivir, y los obreros paralizaron la obra porque temían que mamá no les
pagara. En ese momento tenía un primo que era cadete del Colegio Militar.
Después, cuando llegó a oficial, trataba de que nadie se enterara que era
sobrino de un fusilado, por miedo a represalias.
–Qué duro pensar que, después de una gesta, uno tenga que vivir como un
marginado...
P. C.: –Después del 9 de junio voy preso un año y medio. Cuando salgo de la
cárcel sin un peso, sin nada, me largan en Magdalena en medio de la noche en la
Ruta 11. Ahí tomo un colectivo, sin saber a dónde ir. Sin trabajo y sin
vivienda. Había muchos compañeros que tenían mujer, hijos, que los habían
desalojado, los habían echado de las casas que alquilaban en el barrio de los
suboficiales.
–Me pregunto qué pasa hoy con los jóvenes, cuando se acercan y eligen una
carrera militar, ya sea como suboficial o como soldado profesional. Y me
pregunto si en las instituciones armadas hay suficiente conciencia de que
ustedes tendrían que ser invitados permanentes para las charlas con las nuevas
camadas.
P. C.: –Tengo algunas entrevistas de compañeros. Hace poco una compañerita de La
Cámpora de San Fernando me hizo un lindo reportaje.
–¿Alguna vez te llevan a la escuela de suboficiales?
P. C.: –No, nunca, jamás.
–Y estamos en una época donde la Argentina ha tenido la dignidad de ponerse de
pie en tantas cosas, de juzgar a los genocidas.
C. C.: –Creo que también hay que reivindicar a las Fuerzas Armadas porque,
verdaderamente, Perón era de las Fuerzas Armadas. Ellos estaban orgullosos de
llevar el uniforme. Las Fuerzas Armadas deben reconocer todo esto como parte de
la historia, y también deben revisar los errores que tuvieron.
–Hace poco fui invitado por el presidente de la Corte Suprema de Justicia a la
presentación de su libro sobre los crímenes de lesa humanidad. Un grupito de
familiares de oficiales que están presos por delitos de lesa humanidad lo
interrumpieron. Sin embargo, después presencié una escena que pocas veces la he
contado. Taty Almeida, madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, estaba con un
muchacho cuyo padre está preso en Campo de Mayo acusado de delitos de lesa
humanidad. El chico no quería caer en la provocación, me dijo que podía tener
diferencias con el doctor Ricardo Lorenzetti o conmigo, pero que era una persona
respetuosa. Me pareció extraordinario.
C. C.: –Tenemos que hablar aunque tengamos distintas opiniones. Todo en paz,
para que la violencia horrenda que vivimos nunca más suceda en nuestro país.
–Hay una Justicia en marcha, tribunales ordinarios trabajando. En el caso de
ustedes lo único que hubo fue algún recuerdo reparatorio.
C. C.: –Sí, pero no justicia. Y hubo terrorismo de Estado porque fue el Estado
el que firmó los decretos de fusilamiento.
–El próximo 3 de febrero se van a cumplir 200 años de la batalla de San Lorenzo.
Yo quiero estar al lado de Porfidio, de Cristina y de tantísimos otros que
también fueron militantes, con quienes estuvimos enfrentados. Seguramente cada
uno no renuncia a las convicciones que tiene, pero la idea es que lleguemos
apoyados en los grandes ejemplos de la patria, porque Valle peleó por la patria
latinoamericana, Caro peleó por la patria latinoamericana, vos peleaste por la
patria latinoamericana.
P. C.: –Así es, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de agradecer al
general Roberto Bendini que fue quien llevó el recordatorio del 9 de junio al
Ejército Argentino. Él hizo el monumento en Campo de Mayo y después le puso el
nombre de General Valle a la escuela de Ingeniería del Ejército Argentino.
Tenemos que agradecerle eternamente los que fuimos protagonistas el 9 de junio
del ’56 de aquella gesta.
La gesta
“Mucha gente desconoce este episodio”
Yo recuerdo cuando Porfidio estaba al lado del blindado y tenía este mismo
poncho. Esa chalina la llevaste el 9 de junio del ‘56.
–Esa noche fría llevaba un poncho que había hecho mi madre, cuyos hilos había
confeccionado mi abuela y que mi padre me había regalado para que nunca olvidase
mis orígenes. El poncho me acompaña desde antes de aquella noche. Fue una
herencia que me legó mi papá.
“Ante todo –dice Porfidio Calderón en un tramo del programa– quiero agradecer la
posibilidad de reivindicar nuestra gesta gloriosa, la primera resistencia
peronista que hicimos las Fuerzas Armadas, el Ejército, los suboficiales. Muchos
suboficiales anónimos. A ellos quiero dedicar este momento de gloria que me toca
vivir. Hay que tener en cuenta que el 95 por ciento fuimos peronistas. En ese
momento éramos todos peronistas, todos nos sentíamos muy consustanciados con el
gobierno del General Perón. Yo soy peronista desde los 12 años porque en mi casa
se hizo la primera unidad básica del pueblo donde nací, para la elección del año
’46. Me siento totalmente feliz cada vez que lo recuerdo”.
“Luego vino la desdicha del 16 de junio, el 16 de septiembre después y todo eso
nos hizo mal, nos sentimos muy mal, cohibidos de no poder hacer nada porque
nuestros oficiales, que nos instruían, ahora nos habían cambiado el discurso.
Del mejor gobierno que hubo en el país pasaron a sacar los bustos del General
Perón y de Evita. A comportarse de manera antidemocrática”.
– Uno piensa en ese 9 de junio. En lo que costó para que se le diera cabida, en
plena democracia, a esta historia como una gesta patriótica. Con el correr de
los años uno ve lo que significa Malvinas, la participación, incluso las
diferentes opiniones. Sin embargo, esta gesta histórica, por las lágrimas que
ustedes despiertan, ha sido silenciada.
–Totalmente, creo que todavía falta reivindicar. Hay mucha gente que desconoce
este episodio de la historia, que no lo registra. En las escuelas, los libros de
texto no hacen referencia a este episodio. Nuestro deber es el de hacerlo
visible como un homenaje a todos aquellos que defendieron la democracia.
15/04/12 Miradas al Sur
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