El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento cívico-militar contra la
dictadura militar de Aramburu y Rojas, liderado por el general Juan José Valle.
El levantamiento fue rápidamente abortado debido a que el movimiento había sido
infiltrado y el gobierno militar estaba esperando a los insurrectos. La
dictadura decidió efectuar un castigo ejemplificador y completamente inusual en
la historia argentina del siglo XX, disponiendo el fusilamiento de los
sublevados. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956 veintisiete civiles y militares
fueron ejecutados, algunos en fusilamientos clandestinos en una zona de
basurales de José León Suárez, provincia de Buenos Aires. Estos hechos fueron
relatados magistralmente por Rodolfo Walsh en
Operación Masacre.
Después del alzamiento del 9 de junio de 1956, el gobierno militar del general
Eugenio Aramburu fusiló a 27 personas. En el caso de los fusilamientos de
civiles, se utilizó un procedimiento por "izquierda" que luego se convertiría en
la principal herramienta represiva de las sucesivas dictaduras, hasta llegar a
su máxima expresión en el ’76. Aun en el caso de los fusilamientos de militares,
se aplicó un decreto emitido por Aramburu que declaraba el estado de sitio
cuando los rebeldes ya estaban detenidos. Es decir que, de manera
inconstitucional, se les aplicó ese decreto con retroactividad.
En esos días, el dirigente socialista Américo Ghioldi publicó una frase que se
hizo célebre: "Se acabó la leche de la clemencia". Y a Jorge Luis Borges se le
atribuye otra frase en una conversación con su amigo Adolfo Bioy Casares: "Se
hizo lo que debía hacerse". No eran los únicos que pensaban así, entre los no
peronistas era un sentimiento extendido.
Existe un consenso mayoritario en la historiografía y la sociología sobre una
lectura de la Argentina reciente que tiende a colocar al peronismo en el lugar
de la barbarie, los excesos, lo no institucional, el exabrupto y lo violento. Y
pone a sus adversarios en el polo antitético: defensa de la institucionalidad y
la racionalidad, de la pacificación y el respeto de la ley.
Es inquietante la manera en que esa lectura se revierte
constantemente sobre la actualidad. Lo que inquieta es la incapacidad de esa
lectura, o de quienes la realizan, de sobreponerse a su contexto social aun
después de tantos años, como si permanentemente se tratara de justificar el
papel que jugó ese mismo contexto en aquel momento.
La primera parte de esa lectura, la que compete al peronismo, es
cierta en gran medida. Pero la segunda parte, la que alude a sus opositores, es
falsa en gran medida. La oposición, los partidos que la integraban, fue más
salvaje aún que el peronismo. El revanchismo antiperonista, desde los bombardeos
a civiles en la Plaza de Mayo hasta los días posteriores al golpe del ’55, la
violencia, la humillación y la represión fueron más alevosos, desprolijos,
inconstitucionales y antidemocráticos que lo que podría reprochársele al
peronismo. Los fusilamientos constituyen un hito en esa historia. El peronismo
no había fusilado a nadie.
La vocación institucional de las fuerzas opuestas al peronismo
es una construcción cultural, es expresión de una visión hegemónica dentro de
los intelectuales y las capas medias que tomaron como propio el discurso de los
grupos de poder. En todo caso, el antiperonismo fue más "institucional", porque
a partir del ’55 utilizó a las Fuerzas Armadas para agredir al resto de las
instituciones democráticas.
Homenaje al general Valle
(2011)
La calidad institucional, la "institucionalidad" como valor en
la política argentina ganó peso específico recién después de la última dictadura
y constituye una gran mentira interpretar esa historia como si hubiera habido un
sector destacado que hubiera representado ese concepto como se lo entiende en la
actualidad. Lo real es que no hubo ángeles democráticos y demonios violentos.
Todos los actores se movieron con los criterios de una sociedad si se quiere
primitiva en cuanto a su visión de sí misma, incluyendo a la izquierda.
A partir de esa lectura de un solo ojo, todo el mundo sabía lo
que tenía que hacer el peronismo-populismo para enmendarse y mejorar. Es decir,
tenía que hacer lo que siempre hicieron sus detractores dizque más republicanos
y democráticos. El problema es que la misma historia está diciendo que, con
otras vestiduras y formalidades, lo opuesto al peronismo actuó con un gran
desprecio por las instituciones.
Sin embargo, el peronismo hizo lo que le pidieron que hiciera:
la renovación trató de ser un remedo de la Coordinadora radical –que fue el
paradigma de los ’80– y más tarde, con Carlos Menem, se asimiló a una especie de
republicanismo conservador popular que finalmente agotó su verdadero impulso.
En el prólogo de Operación Masacre, Rodolfo Walsh aclaró que
había tomado la matanza de civiles en los basurales de José León Suárez,
separándola del resto de los fusilamientos, porque en ese caso no podía haber
ninguna justificación por parte de los fusiladores. Se trataba de una masacre
clandestina de civiles desarmados que sólo tenían una participación lateral en
el alzamiento.
Lo real es que salvo excepciones como las de él mismo, que en
1956 todavía no se asumía como peronista, o la del escritor Ernesto Sabato, que
publicó su investigación, la denuncia de los fusilamientos no conmovió demasiado
al universo no peronista. La izquierda no peronista ni siquiera ahora recupera a
esos trabajadores fusilados como parte de los mártires del pueblo en su lectura
de las luchas populares. Y tampoco lo hace con los civiles que murieron en los
bombardeos de Plaza de Mayo.
Por el contrario, para la generación que se incorporó a la
militancia en los años ’70 constituían momentos tan emblemáticos como la Semana
Trágica, igual que después lo fueron los fusilamientos de Trelew y los treinta
mil desaparecidos. Esa incongruencia en un discurso de izquierda que ignoraba
dos de los hechos más terribles del pasado reciente fue uno de los factores que
ayudó a la peronización de la mayoría de esa generación.
Hay
hilos convergentes entre los sucesos de 1956, los años ’70 y la última
dictadura. Varios de los sobrevivientes de los fusilamientos o sus familiares
formaron parte de la Tendencia Revolucionaria del peronismo o de sus
organizaciones armadas, como Julio Troxler y los hermanos Lizazo, y fueron
asesinados por la dictadura o por una Triple A en la que muchos de sus
integrantes también eran peronistas. Hace pocos días fue detenido el comisario
mayor de la Bonaerense Juan Fiorillo, que desapareció a Felipe Vallese en 1962.
Y ese mismo policía, después integró la Triple A y luego fue colaborador
estrecho del genocida Ramón Camps. Los militares que participaron en el golpe
del ’55, respaldados por los partidos no peronistas, de izquierda y derecha,
protagonizaron la escalada de asonadas y golpes militares que van del ’55 al ’66
y del ’66 al ’76. El peronismo estuvo proscripto 18 años, en tanto los demás
partidos aceptaban una especie de democracia tutelada, donde ellos mismos
–además de dirigentes peronistas– decidían sus diferencias cruzando contactos en
los cuarteles y regimientos. Y los civiles más militaristas eran casi siempre
los que más declamaban su republicanismo. Todos los golpes y asonadas militares
se hicieron en "resguardo" de la democracia.
En la actualidad la antinomia peronismo-antiperonismo es
anacrónica. Ni uno ni otro alcanzan por sí solos para describir o interpelar a
una sociedad que afronta otras problemáticas y complejidades. Las corrientes de
nuevas mayorías se construyen necesariamente sobre otros contenidos que los
atraviesan y contienen. En ese sentido, la cultura va muy por detrás de la
realidad, porque mantiene esa mirada hegemónica y caprichosa sobre el pasado a
pesar de que tanto en el oficialismo como en la oposición conviven sectores que
provienen de ambas puntas de esa antinomia histórica.
Un síntoma de ese retraso en la cultura política es que el recuerdo de los
fusilamientos del ’56, al igual que de las víctimas de los bombardeos en Plaza
de Mayo, termina encuadrado en ese contexto como un acto peronista o
properonista. Es legítimo que la reivindicación de los ideales y principios por
los que lucharon los caídos sea tomada por quienes piensan así. Pero hay una
tarea ciudadana democrática, no partidista, en el reconocimiento de quienes
fueron víctimas de esa masacre como una forma de poner distancia con la
intolerancia y el desprecio a la vida que llevaron a justificar la usurpación de
instituciones para eliminar a quienes se les oponían. El repudio a los
fusilamientos del ’56 no debería ser una acción solamente peronista, sino de la
ciudadanía en su conjunto.
Página 12, 10/06/06
Perón: Mensaje a los peronistas (1958). En uno de los por entonces habituales
mensajes grabados, el general Perón analiza la salvaje represión de la dictadura
y los fusilamientos por el frustado levantamiento peronista de 1956, liderado
por el general Valle.
Fusilados en junio de 1956. La generación de una causa. Un
libro de Daniel Brión
El autor es hijo de Mario Brión, oficinista, casado, quien
encontró la muerte en los basurales de José León Suárez el 10 de junio de 1956,
a los 33 años. El libro relata detalladamente, lugar por lugar, donde fueron
sucediéndose y como fueron asesinados y fusilados quienes intervinieron en el
Movimiento de Recuperación Nacional 9 de Junio que, encabezado por los generales
Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Andrés Framini y Armando Cabo, quienes
se levantaron contra la dictadura en un intento por restablecer la vigencia de
la Constitución Nacional.
El presidente duerme fue presentado en 2001 en un acto en el que hablaron
Mario O´Donnell e Inés Pérez Suárez. El título fue tomado de un poema escrito en
junio de 1956 por el periodista José Gobello, que había sido diputado nacional y
estaba entonces preso en la cárcel de Caseros. Aludía a la infructuosa gestión
que intentó una noche la esposa de uno de los fusilados. Decía: "La luna se ha
escondido de frío o de vergüenza,/ya sobre los gatillos los dedos se
estremecen/una esperanza absurda se aferra a los teléfonos/y el presidente
duerme".
Introducción
Por Daniel Brión
No se ha escrito mucho sobre los fusilamientos de Junio de 1956,
mucho menos es lo que ha trascendido a la memoria histórica nacional sobre estos
acontecimientos que marcaron un hito en nuestra Patria.
Pero estos mártires, que representan la sangre y la simiente del movimiento
nacional y popular, nunca murieron continuaron viviendo en cada tiza y en cada
carbón con las que un pueblo proscripto, “seco y en patas”, los recordó en las
paredes de ciudades y pueblos durante dieciocho años, vivieron cada vez que una
voz se levantó contra un dictador, vivieron con cada luchador popular y en el
corazón de miles de compatriotas que levantaron sus banderas y las llevaron a la
victoria.
Con el odio y el rencor no se construye, pero la falta de memoria destruye, y la
memoria del Pueblo no ha permitido que, pese al silencio de tantos años, esta
sangre derramada por la causa popular haya sido en vano.
Resulta maravilloso y emocionante, como hijos y familiares de estos hombres,
darse cuenta que cada vez que contamos nuestra historia a nuevas generaciones,
cada vez que rescatamos del olvido su epopeya nacional, cada vez que
conciudadanos a quienes nunca se habían relatado estos sucesos comienzan a
enterarse de los mismos, la chispa de la utopía y la libertad, de las
convicciones políticas, del amor a la Patria y a su Pueblo, comienza a encender
nuevos fuegos en los corazones, que se vuelven ávidos por conocer mas detalles
de lo sucedido.
Vivimos actualmente en un país que se ha dado en llamar “mediático”, entendemos
que la noticia hoy pasa por otro lado, pero es bueno tener presente que “los
pueblos que no tienen memoria no tienen futuro”, y que “conocer la realidad es
empezar a dominarla”.
Una vez alguien me preguntó: “¿por qué su papá era peronista?...”, y entonces
recordé una anécdota que, de niño, mi madre me contó cuando yo le hice la misma
pregunta...
Mi
padre trabajaba en la administración de la fábrica SIAM, de noche estudiaba
Teneduría de Libros, quería progresar.
En aquel entonces en cada puesto de trabajo había un jefe que controlaba,
despóticamente, a los empleados.
En un momento mi padre bostezó mientras trabajaba, esto fue suficiente para que
ese jefe, ironizándolo, lo obligara a subirse al escritorio y comenzara una
cruenta burla delante de todos los empleados. Bajo apercibimiento de ser
despedido mi padre debió subir a su escritorio y simular bostezos delante de
todos sus compañeros.
Fácil resulta comprender el sabor amargo que esta actitud dejó en su alma.
Nadie pudo alzar su voz para defenderlo, el no pudo negarse pues sería
despedido.
Esa era la realidad social, el contexto que se vivía en esos momentos, el
trabajo carecía de dignidad y los trabajadores de derechos.
Pero al poco tiempo apareció un Coronel que comenzó a hablar de la Dignidad del
Trabajador, de Independencia Económica, de Soberanía Política y de Justicia
Social, y bajo su doctrina comenzaron a alinearse las grandes mayorías
postergadas, comenzaron a reivindicarse los derechos de los olvidados, la gente
comenzó a vivir feliz y contenta con la dignidad de su trabajo.
Era el Coronel Perón.
A partir de ese momento mi padre se hizo peronista y defensor de la justicia
social, y por estas convicciones entregó su vida.
Aramburu y Rojas con sus patrones de
la Sociedad Rural, 1956. Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas, presidente y
vicepresidente de facto, asisten a la Exposición Rural. La organización
anfitriona, con su titular Juan José Blaquier, recibe a las espadas de la
"Revolución Libertadora" con un fervor particular que respondía a dos medidas
adoptadas por el gobierno militar: la devolución de instalaciones de la Sociedad
Rural de Palermo, que en 1951 fueron transferidas a la Fundación Eva Perón, y la
restitución de la potestad de la patronal rural sobre los Registros Genealógicos
de ganadería, que habían sido nacionalizados por Perón.
Por todo ello este recuento histórico no pretende hablar de política, ni de
peronismo, ni de la resistencia popular, ni de la militancia de nuestro pueblo,
ni de dieciocho años de proscripción y persecuciones, ni mucho menos de muertes;
porque re
cordar estos hechos es recordar estos mártires en la plenitud de sus vidas y de
sus ideales, para que nos demos cuenta de que las utopías existen, y que los
ideales son importantes, tan importantes como para que alguien alguna vez
intente callarlos torpemente y sin darse cuenta que esas palabras se
transformarán en gritos que llegaran a cientos, miles, millones de oídos que
entenderán el mensaje y continuarán su historia.
Porque estoy convencido que estas epopeyas merecen ser contadas, que estas vidas
son ejemplos de vida, que esta entrega es modelo de una moral digna de ser
imitada, pretendo hacer un recuento de lo sucedido en la esperanza de que llegue
a manos de todos aquellos que siguen buscando esos modelos y esos ejemplos de
vida, en fin continúan buscando un País mejor donde vivir.
También se han pretendido desvirtuar los motivos que impulsaron a esta gesta
heróica, pretendiendo imponerles consignas extrañas que nunca los animaron en su
intento, por tal motivo, antes de comenzar con el relato de los hechos,
transcribo la Proclama al Pueblo de la Nación que redactaron como exposición de
motivos y aspiraciones de su accionar y de cuya lectura surgen claramente las
circunstancias que los rodearon y los objetivos que perseguían.
Finalmente debemos recordar también que ninguno de los ejecutores e ideólogos de
las muertes fue juzgado ni castigado con el posterior retorno de la democracia.
Simplemente fueron beneficiados por amnistías dictadas, oportunamente, por ellos
mismos o sencillamente jamás resultó posible que se sometiera a juicio a ninguno
de los implicados en estos actos de terrorismo de Estado.
Estoy convencido de que si se hubiera juzgado su accionar y se hubieran aplicado
las penas que la Constitución y la Ley les imponían a estos responsables, años
más tarde otros delirantes no hubieran procedido como procedieron pues hubieran
tenido en claro que accionar como el que estaban dispuestos a llevar adelante
sería juzgado con toda la severidad, y que las
penas serían aplicadas en consecuencia; o tal vez no, pues en su delirio asesino
tampoco hubieran tenido reparos, pero es una duda que siempre tendremos como
ciudadanos de este país.
Hacer este tipo de recordaciones, probablemente, encienda en los corazones el
patriótico reconocimiento a estos hombres.
Estos episodios constituyeron una de las páginas más gloriosas de nuestra
historia. No es un ejemplo para ser solamente contado, es para ser imitado, para
que sirva de ejemplo a los argentinos y para que, desde su gloria, sigan
mostrando cual es el camino a millones de argentinos.
Estos hombres pertenecieron a una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A
esa causa ofrendaron sus vidas.
Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra
tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes. Los hombres flojos
se unieron entre ellos para dar apoyo y sustento a un gobierno de facto que
proscribía, encarcelaba y asesinaba; es más participaron en forma de “Junta
Consultiva” en esos mismos hechos, en contra del resto del pueblo perseguido,
encarcelado y asesinado.
Los fusilamientos del 10 de junio de 1956. Fragmento de La hora de los hornos
(Fernando Solanas, 1968). Escena en el basural de José León Suárez donde Julio
Troxler narra los sucesos. Paradójicamente
Julio Troxler,
sobreviviente de León Suárez, sería fusilado por la banda de la derecha
peronista Triple A en 1974.
La historia -que es verdad y es justicia o no es historia- ha
debido reconocer el extraordinario valor de estos mártires frente a la
confabulación de otros y así, cuarenta años más tarde, un Presidente de la
Nación rindió homenaje público a la memoria de estos valientes reivindicando su
lucha por la recuperación de la libertad y la democracia.
Ellos fueron los hombres de una causa: la causa de la Patria. No lograron
hacerlos retroceder ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de
los hombres templados no cede ni ante la acción destructora del tiempo, ni ante
la calumnia o la intriga de los hombres.
Esta lección perdurará en los tiempos mientras haya un argentino con el corazón
bien templado.
“El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra
generación, es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos
fuertes o iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos”.
No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, no nos hace
falta, tenemos en nuestra historia las páginas más gloriosas que se han
producido en las luchas por la libertad, la democracia y la defensa de la causa
popular.
Por todo esto es que reivindico la gesta de nuestros padres y espero contribuir,
en alguna medida, a reinstalar en nuestra Patria la memoria histórica para que
todos estos hechos nunca vuelvan a suceder, porque nos duelen los 31
fusilados/asesinados de Junio de 1956, nos duelen los muertos en los bombardeos
a Plaza de Mayo de Junio de 1955,, nos duelen todos los muertos y perseguidos en
la Resistencia Popular, nos duele el Plan Conintes, nos duele la triple A, nos
duelen los 30.000 desaparecidos, y no queremos más que nos vuelva a doler
ninguna otra muerte ni ninguna otra violación a ningún derecho humano.
Simplemente queremos recobrar un estilo de vida, queremos volver a ver a nuestro
pueblo y a nosotros mismos con una sonrisa en la cara, con la alegría de vivir
en la dignidad de nuestro trabajo, mirando a los ojos a nuestros hermanos,
compartiendo la vida con nuestras familias y amigos, recobrar la buena vecindad,
la solidaridad, el respeto a los ancianos, el amor a los niños.
Queremos vivir en Paz y Libertad, como una vez lo hicieron nuestros padres y
abuelos y como pretendemos volver a hacer nosotros y nuestros hijos y los hijos
de nuestros hijos.
DANIEL BRIÓN
Tercera edición (junio 2011)
No se ha escrito mucho sobre los fusilamientos de Junio de 1956, mucho menos es
lo que ha trascendido a la memoria histórica nacional sobre estos
acontecimientos que marcaron un hito en nuestra Patria.
Pero estos mártires, que representan la sangre y la simiente del movimiento
nacional y popular, nunca murieron continuaron viviendo en cada tiza y en cada
carbón con las que un pueblo proscripto, “seco y en patas”, los recordó en las
paredes de ciudades y pueblos durante dieciocho años, vivieron cada vez que una
voz se levantó contra un dictador, vivieron con cada luchador popular y en el
corazón de miles de compatriotas que levantaron sus banderas y las llevaron a la
victoria.
Con el odio y el rencor no se construye, pero la falta de memoria destruye, y la
memoria del Pueblo no ha permitido que, pese al silencio de tantos años, esta
sangre derramada por la causa popular haya sido en vano.
Resulta maravilloso y emocionante, como hijos y familiares de estos hombres,
darse cuenta que cada vez que contamos nuestra historia a nuevas generaciones,
cada vez que rescatamos del olvido su epopeya nacional, cada vez que
conciudadanos a quienes nunca se habían relatado estos sucesos comienzan a
enterarse de los mismos, la chispa de la utopía y la libertad, de las
convicciones políticas, del amor a la Patria y a su Pueblo, comienza a encender
nuevos fuegos en los corazones, que se vuelven ávidos por conocer mas detalles
de lo sucedido.
Vivimos actualmente en un país que se ha dado en llamar “mediático”, entendemos
que la noticia hoy pasa por otro lado, pero es bueno tener presente que “los
pueblos que no tienen memoria no tienen futuro”, y que “conocer la realidad es
empezar a dominarla”.
Susana
Valle
"A mi padre lo fusilan a las 22.20 del
12 de junio [de 1956]. Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró. Y me pidió
un pucho. Yo estaba cuando el párroco de la iglesia Santa Elena, en la calle
Seguí, donde íbamos, viene a confesarlo. Era Alberto Devoto, que lloraba, pobre.
Mi padre le dice a Devoto: No llore, padre, si usted me enseñó que en la otra
vida se está mejor. ¡No me haga dudar ahora!. Después viene un milico y me da 12
mil pesos. Yo le dije: métase la plata en el culo. Pero mi papá dijo: 'Llevalo,
no se la vamos a dejar a éstos. Dásela a tu mamá.' El cuerpo de mi padre me lo
dan al otro día. Nos lo trae Devoto que después fue obispo de Goya. Lo velamos
en nuestra casa llena de espías ”.
Susana sufrió persecución, privación ilegítima de la libertad, tortura y el
secuestro y asesinato de su pareja.(…) esposada a una cama de mármol en el
morgue de un hospital, embarazada, y sometida a picana eléctrica”. Esto le
provocó el parto prematuro de mellizos, uno de ellos nació muerto y fue colocado
sobre su pecho y el otro , que nació vivo, fue colocado lejos de su alcance,
pero a su vista, hasta que Susana lo vio fallecer por hipotermia.
Una vez alguien me preguntó: “¿por qué su papá era
peronista?...”, y entonces recordé una anécdota que, de niño, mi madre me contó
cuando yo le hice la misma pregunta...
Mi padre trabajaba en la administración de la fábrica SIAM, de noche estudiaba
Teneduría de Libros, quería progresar.
En aquel entonces en cada puesto de trabajo había un jefe que controlaba,
despóticamente, a los empleados.
En un momento mi padre bostezó mientras trabajaba, esto fue suficiente para que
ese jefe, ironizándolo, lo obligara a subirse al escritorio y comenzara una
cruenta burla delante de todos los empleados. Bajo apercibimiento de ser
despedido mi padre debió subir a su escritorio y simular bostezos delante de
todos sus compañeros.
Fácil resulta comprender el sabor amargo que esta actitud dejó en su alma.
Nadie pudo alzar su voz para defenderlo, el no pudo negarse pues sería
despedido.
Esa era la realidad social, el contexto que se vivía en esos momentos, el
trabajo carecía de dignidad y los trabajadores de derechos.
Pero al poco tiempo apareció un Coronel que comenzó a hablar de la Dignidad del
Trabajador, de Independencia Económica, de Soberanía Política y de Justicia
Social, y bajo su doctrina comenzaron a alinearse las grandes mayorías
postergadas, comenzaron a reivindicarse los derechos de los olvidados, la gente
comenzó a vivir feliz y contenta con la dignidad de su trabajo.
Era el Coronel Perón.
A partir de ese momento mi padre se hizo peronista y defensor de la justicia
social, y por estas convicciones entregó su vida.
Por todo ello este recuento histórico no pretende hablar de política, ni de
peronismo, ni de la resistencia popular, ni de la militancia de nuestro pueblo,
ni de dieciocho años de proscripción y persecuciones, ni mucho menos de muertes;
porque recordar estos hechos es recordar estos mártires en la plenitud de sus
vidas y de sus ideales, para que nos demos cuenta de que las utopías existen, y
que los ideales son importantes, tan importantes como para que alguien alguna
vez intente callarlos torpemente y sin darse cuenta que esas palabras se
transformarán en gritos que llegaran a cientos, miles, millones de oídos que
entenderán el mensaje y continuarán su historia.
Porque estoy convencido que estas epopeyas merecen ser contadas, que estas vidas
son ejemplos de vida, que esta entrega es modelo de una moral digna de ser
imitada, pretendo hacer un recuento de lo sucedido en la esperanza de que llegue
a manos de todos aquellos que siguen buscando esos modelos y esos ejemplos de
vida, en fin continúan buscando un País mejor donde vivir.
También se han pretendido desvirtuar los motivos que impulsaron
a esta gesta heróica, pretendiendo imponerles consignas extrañas que nunca los
animaron en su intento, por tal motivo, antes de comenzar con el relato de los
hechos, transcribo la Proclama al Pueblo de la Nación que redactaron como
exposición de motivos y aspiraciones de su accionar y de cuya lectura surgen
claramente las circunstancias que los rodearon y los objetivos que perseguían.
Finalmente debemos recordar también que ninguno de los ejecutores e ideólogos de
las muertes fue juzgado ni castigado con el posterior retorno de la democracia.
Simplemente fueron beneficiados por amnistías dictadas, oportunamente, por ellos
mismos o sencillamente jamás resultó posible que se sometiera a juicio a ninguno
de los implicados en estos actos de terrorismo de Estado.
Estoy convencido de que si se hubiera juzgado su accionar y se hubieran aplicado
las penas que la Constitución y la Ley les imponían a estos responsables, años
más tarde otros delirantes no hubieran procedido como procedieron pues hubieran
tenido en claro que accionar como el que estaban dispuestos a llevar adelante
sería juzgado con toda la severidad, y que las penas serían aplicadas en
consecuencia; o tal vez no, pues en su delirio asesino tampoco hubieran tenido
reparos, pero es una duda que siempre tendremos como ciudadanos de este país.
Hacer este tipo de recordaciones, probablemente, encienda en los corazones el
patriótico reconocimiento a estos hombres.
Estos episodios constituyeron una de las páginas más gloriosas de nuestra
historia. No es un ejemplo para ser solamente contado, es para ser imitado, para
que sirva de ejemplo a los argentinos y para que, desde su gloria, sigan
mostrando cual es el camino a millones de argentinos.
Estos hombres pertenecieron a una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A
esa causa ofrendaron sus vidas.
Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra
tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes. Los hombres flojos
se unieron entre ellos para dar apoyo y sustento a un gobierno de facto que
proscribía, encarcelaba y asesinaba; es más participaron en forma de “Junta
Consultiva” en esos mismos hechos, en contra del resto del pueblo perseguido,
encarcelado y asesinado.
La historia -que es verdad y es justicia o no es historia- ha debido reconocer
el extraordinario valor de estos mártires frente a la confabulación de otros y
así, cuarenta años más tarde, un Presidente de la Nación rindió homenaje público
a la memoria de estos valientes reivindicando su lucha por la recuperación de la
libertad y la democracia.
Ellos fueron los hombres de una causa: la causa de la Patria. No lograron
hacerlos retroceder ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de
los hombres templados no cede ni ante la acción destructora del tiempo, ni ante
la calumnia o la intriga de los hombres.
Esta lección perdurará en los tiempos mientras haya un argentino con el corazón
bien templado.
“El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra
generación, es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos
fuertes o iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos”.
No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, no nos hace
falta, tenemos en nuestra historia las páginas más gloriosas que se han
producido en las luchas por la libertad, la democracia y la defensa de la causa
popular.
Por todo esto es que reivindico la gesta de nuestros padres y espero contribuir,
en alguna medida, a reinstalar en nuestra Patria la memoria histórica para que
todos estos hechos nunca vuelvan a suceder, porque nos duelen los 31
fusilados/asesinados de Junio de 1956, nos duelen los muertos en los bombardeos
a Plaza de Mayo de Junio de 1955,, nos duelen todos los muertos y perseguidos en
la Resistencia Popular, nos duele el Plan Conintes, nos duele la triple A, nos
duelen los 30.000 desaparecidos, y no queremos más que nos vuelva a doler
ninguna otra muerte ni ninguna otra violación a ningún derecho humano.
Simplemente queremos recobrar un estilo de vida, queremos volver a ver a nuestro
pueblo y a nosotros mismos con una sonrisa en la cara, con la alegría de vivir
en la dignidad de nuestro trabajo, mirando a los ojos a nuestros hermanos,
compartiendo la vida con nuestras familias y amigos, recobrar la buena vecindad,
la solidaridad, el respeto a los ancianos, el amor a los niños.
Queremos vivir en Paz y Libertad, como una vez lo hicieron nuestros padres y
abuelos y como pretendemos volver a hacer nosotros y nuestros hijos y los hijos
de nuestros hijos.
El general Aramburu duerme. Ha desbaratado una
sublevación que reivindicaba al "régimen depuesto" como califican los diarios.
Querían la vuelta del "tirano prófugo" eufemismo descalificatorio con el que se
mencionaba sin nombrarlo al General Juan Domingo Perón.
Es el 12 de junio de 1956.
La Penitenciaría de las Heras parece un escenario que remeda los campos de
Navarro, ciento veintiocho años antes. El General Juan José Valle espera ser
fusilado como Dorrego [1]. Se había entregado para parar la matanza de sus
seguidores y le habían prometido cuidar su vida.
El General Aramburu duerme. Desconoce que está por convertirse en Lavalle.
No sabe que esos disparos que terminarán con Valle, tendrán un replay catorce
años más tarde, que concluirán con su vida, posiblemente en una estancia de
Timote. Sueña con el poder que hoy tiene.
Otro hombre, sin interés por la política y mucho por el ajedrez, no sabe que
estos hechos que están por suceder, lo arrancarán del anonimato. Es
Rodolfo Walsh.
La historia entreteje su trama. Descarnada y sangrienta.
El General Juan José Valle empieza a escribir su carta de
despedida.
Su verdugo, el General Pedro Eugenio Aramburu duerme.
El General Juan José Valle recuerda que con su verdugo entraron
juntos al Colegio Militar. Fueron compañeros de banco hasta el grado de
subteniente.
Sus familias veraneaban juntas en Mar del Plata. Incluso fueron socios, con
otros generales, en una empresa de construcción.
Recortes de prensa sobre el golpe de Estado de 1955 y la
dictadura militar. Clic para descargar.
Pero ahora todo esto no cuenta.
"Los democráticos" darán una lección de dureza. De eso saben mucho. Hace menos
de un año han bombardeado a la población indefensa en Plaza de Mayo.
"Se acabó la leche de la clemencia" dirá después el dirigente "socialista"
Américo (norteamericano) Ghioldi.
Faltan minutos para que la orden de fusilamiento se cumpla.
La proclama del levantamiento dice entre otras cosas: "Se vive en una cruda y
despiadada tiranía"; se persigue, se encarcela, se confina, se excluye de la
vida cívica a la fuerza mayoritaria; se incurre en "la monstruosidad
totalitaria" del decreto 4161(que prohibía siquiera mencionar a Perón); se ha
abolido la constitución para suprimir el artículo 40 que impedía "la entrega al
capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales";
se pretende someter por el hambre a los obreros "a la voluntad del capitalismo"
y "retrotraer el país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo
internacional de los resortes fundamentales de su economía" [2].
El ensayista Horacio González sospecha que la redacción de la proclama pudo
haberla escrito Leopoldo Marechal.
El General Valle sabe que está recorriendo los minutos finales de su vida.
Toma la estilográfica y le escribe a su ex amigo y hoy presidente:
"Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado.
Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un
grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos
responsables de lo acaecido.
Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al
levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad
para adivinar la treta.
Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las
ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el
movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos
en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes,
escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas,
vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones,
desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez
más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a
través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del
pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus
almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror
que les causan. Aunque vivan cien años sus victimas les seguirán a cualquier
rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus
hijos, bajo el terror constante de ser asesinados.
Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás
tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran
triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación
incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de
nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas
en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las
Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos
un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien
atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos
alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los
argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías
constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún
hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus
más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria.
Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje
de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y
un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo
el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de
clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del
propio terror, siembran terror.
Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en
el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por
más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis
asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde,
por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas.
Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en
las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable.
Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y
ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse
las manos sucias es sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los
argentinos. Viva la patria."
Cronología
de 27 fusilamientos
Por
Pablo José Hernández
El soldado Blas Closs, el infante de marina Bernardino Rodríguez y el
inspector de policía provincial Rafael Fernández son muertos a causa de la
insurrección, en tanto que la represión se cobra la vida de Ramón Raúl Videla,
Carlos Irigoyen, Rolando Zaneta y Miguel Angel Mouriño. La nómina más extensa y
siniestra, sin embargo, no es la que integran los muertos de ambos bandos caídos
en combate sino, por el contrario, la de quienes fueron fusilados luego de haber
sido detenidos. El fusilamiento de Valle el 12 de Junio en la penitenciaria de
la calle Las Heras, en efecto, era sólo la culminación de un baño de sangre.
El 10 de Junio, en Lanús, habían sido ejecutados el teniente coronel José Albino
Irigoyen, el capitán Jorge Miguel Costales y los civiles Dante Hipólito Lugo,
Clemente Brauls y Osvaldo Alberto Albedro.
En la misma fecha, pero en los basurales de José León Suárez, habían corrido la
misma suerte Carlos Alberto Lizazo, Nicolas Carranza, Francisco Garibotti, Mario
Brión y Vicente Rodríguez, cinco ciudadanos algunos de los cuales no tenían ni
idea, siquiera, de que horas antes se había producido un reducido levantamiento.
El 11, en tanto, fue el turno de los militares. El teniente coronel Oscar
Lorenzo Cogorno fue muerto en La Plata, mientras que en campo de Mayo eran
fusilados los coroneles Eduardo Alcibíades Cortines y Ricardo Santiago Ibazeta,
los capitanes Néstor Dardp Cano y Eloy Luis Caro, el teniente primero Jorge
Leopoldo Noriega y el Teniente de banda Nestor Marcelo Videla.
Son siete los suboficiales -cuatro e la escuela de Mecánica del Ejercito y tres
en la Penitenciaria- que completan la macabra lista de ese día: Hugo Eladio
Quiroga, Miguel Angel Paolini, Ernesto Garecca, José Miguel Rodríguez, Luciano
Isais Rojas, Isauro Costa y Luis Pugnetti.
El 12, en tanto, al igual que Valle pero en La Plata, le llegaría el turno al
subteniente de reserva Alberto Juan Abadie. A la gravedad de los veintisiete
fusilamientos se le suma, además, las irregularidades de diversa índole que
violan hasta los propios decretos y resoluciones emanados del gobierno
dictatorial que encabezan el general Aramburu y el almirante Isaac Francisco
Rojas.
La Ley Marcial, por ejemplo, no fue anunciada por ningún medio antes de las 24
del 9 de junio, por lo cual no correspondía que fuera aplicada a quienes se
hubiera detenido antes de su difusión.
Fueron muertos en los basurales de José León Suárez, sin embargo, un grupo de
civiles detenidos la noche del 9 mientras escuchaban un match de boxeo en una
sencilla casa de Florida.
Al día siguiente, en tanto, se reúne en Consejo de Guerra que, presidido por el
general Juan Carlos Lorio, juzga a los militares rebeldes que actuaron en Campo
de Mayo. El fallo, terminante, los absuelve: "Este Consejo ha resuelto que no ha
lugar la pena de muerte". Desde el Ministerio del Ejercito le comunican a Lorio
que, pese a lo resuelto por el tribunal, es orden del gobierno que los detenidos
sean fusilados. Éste, sorprendido, trata de hablar con Aramburu. La respuesta
será celebre: "El Presidente duerme", le contestan a Lorio. Susana de Ibazeta,
la esposa del coronel, recibe igual contestación cuando, contrariando la
voluntad de su marido, trata de conectarse con Aramburu para solicitarle
clemencia. Valle, por último, también es muerte pese a que cuando se entregó
contaba con la palabra de Francisco Manrique, dada a un amigo común, de que su
vida sería respetada".
El fusilamiento del General Valle se hizo en cumplimiento del decreto firmado
por Pedro Eugenio Aramburu, al mando de la Nación después de que un grupo de
militares bombardeara la plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, donde murieron
más de un centenar de civiles. Ahí se empieza a contar una negra historia. En
sus oscuros escritos se cuentan 27 muertes producidas entre el 9 y 12 de junio
de 1956.
(De: Compañeros, perfiles de la militancia peronista)
Juan José Valle
Buenos Aires, 12 de junio
9 de junio de 1956
El alzamiento había sido infiltrado por el gobierno que conocía todos los
movimientos. Podría haberlo abortado, pero decidió que emergiera para reprimirlo
con fiereza. Aún lamentaban no haber bombardeado la cañonera paraguaya en que se
había refugiado Perón en septiembre del año anterior.
Juan José Valle y Raúl Tanco habían pasado a la clandestinidad hacía meses.
El movimiento cívico militar se había empezado a planear en el barco-cárcel
Washington.
El inicio de las acciones sería la lectura de la proclama revolucionaria a las
23 del sábado 9 de junio, cuando en el Luna Park peleaban el zurdo noqueador
Eduardo Lausse con el chileno Loayza. Un grupo de civiles se reunían en Lanús,
con el pretexto de la pelea, para escuchar la proclama.
El gobierno ya tenía redactado los decretos por los que proclamaba la ley
marcial y la de la lista de fusilados cuyos nombres no consignaba.
Los focos del alzamiento fueron Campo de Mayo, La Plata y La Pampa. Todos los
levantamientos ocurrieron entre las 22 y las 24 horas.
El gobierno estableció la ley marcial a las 0,32 del 10 de junio. El decreto fue
firmado por el Presidente y Vicepresidente, Pedro Eugenio Aramburu y Isaac
Francisco Rojas respectivamente, y por los ministros de Ejército Arturo Ossorio
Arana, de Marina Teodoro Hartung, de Aeronáutica Julio Cesar Krause y de
Justicia Laureano Landaburu.
Dice María Seoane en Clarín del 4 de junio de 2006: "Para aplicar la ley marcial
a los sublevados esta debía ser aplicado con retroactividad al delito cometido,
violando el principio de irretroactividad de la ley penal.
Pocas horas después, firman el decreto 10363 que ordena fusilar a quienes violan
la Ley Marcial".
Los civiles reunidos en Lanús, fueron llevados a los basurales de José León
Suárez y fusilados. Varios sortearon los disparos y huyeron. El testimonio de
uno de ellos, Juan Carlos Livraga, sería el
inicio del libro de Rodolfo Walsh, "Operación Masacre", que inauguraría el
género de "no ficción" y cambiaría para siempre la vida del autor de "Esa
mujer". Dice el notable escritor:
"La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 me
llegó en forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde se
jugaba al ajedrez, se hablaba más de Keres o Nimzovitch que de Aramburu y Rojas,
y la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era ataque a la
bayoneta de Schlechter en la apertura siciliana. En ese mismo lugar, seis meses
antes, nos había sorprendido una medianoche el cercano tiroteo con que empezó el
asalto al comando de la segunda división y al departamento de policía, en la
fracasada revolución de Valle.
Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir un conscripto en la calle y
ese hombre no dijo: "Viva la Patria" sino que dijo: "No me dejen sólo, hijos de
puta".
Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de
cerveza, un hombre me dice:
Hay un fusilado que vive.
No se qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de
improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy
hablando con Juan Carlos Livraga.
Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande
en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando
una sombra de muerte. Me siento insultado, como cuando oí aquel grito
desgarrador detrás de la persiana.
Livraga me cuenta su historia increíble; le creo en el acto".
Las muertes llevan a Valle a entregarse para parar la matanza con la promesa que
le formulan de respetar la vida de los sobrevivientes y la suya propia.
El presidente duerme.
Cuenta Roberto Bardini en una nota publicada en Argenpress:
"En junio de 1956, Susana (Valle) es una adolescente de 17 años. Esa noche, le
permiten ver a su padre durante unos instantes en el patio gris de la
Penitenciaría Nacional.
Mientras ella llora, lo ve llegar erguido, entero, sonriente, rodeado de un
grupo de Infantería de Marina que lleva puesto cascos de acero y porta
ametralladoras. Los soldados parecen más asustados que el oficial que va a morir
en veinte minutos más. Las autoridades los dejan conversar en una sala fría,
custodiados por los infantes armados. El general se sienta en una silla y ella
se coloca en sus rodillas. En un cuarto contiguo, un enfermero militar tiene
preparados dos chalecos de fuerza por si el padre y la hija sufren un choque
emocional. Ellos no dan muestras de ningún quebranto, pero algunos de los
jóvenes custodios están a punto de desmayarse y otros deben ser retirados de la
sala, víctimas de crisis nerviosas.
Valle le explica a Susana por qué decidió no asilarse en una embajada y
entregarse: "¿Como podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de
mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café". Antes de
enfrentar el pelotón, el oficial tiene varios gestos. Renuncia al ejército, pide
ser fusilado de civil y rechaza al confesor que le han asignado, Iñaki de
Aspiazu, por ser capellán militar. En su lugar, solicita la presencia de
monseñor Devoto, el popular obispo de Goya. Cuando Devoto llega, comienza a
sollozar emocionado. Valle bromea:
¡Ustedes son todos unos macaneadores! ¿No están proclamando que la otra vida es
mejor?
Y a su hija, que tiene las mejillas llenas de lágrimas, le dice: "Si vas a
llorar, andáte, porque esto no es tan grave como vos suponés: vos te vas a
quedar en este mundo y yo no tengo más problemas"... ...Un oficial dijo "Ya es
la hora" Valle se quitó el anillo que llevaba y lo colocó amorosamente en manos
de la muchacha. También le entregó algunas cartas: una dirigida a Aramburu, otra
para el pueblo argentino, y otra para abuela, mamá y para mí.
Le dio un abrazo, la besó y, aún más tranquilo que antes, se fue a paso firme
por un largo pasillo después de hacer un despreocupado ademán de despedida".
"Eran
ya las 21.15 cuando la joven (Susana Valle) atravesó los portales temibles de
las Heras. Breves instantes después vio llegar a su padre dentro de un cerco de
marinos que caminaban apuntándole con ametralladoras, guarnecidas las cabezas
con cascos de guerra. En una sala contigua un enfermero tenía a punto varios
chalecos de fuerza por si la niña o el padre padecían arrebatos
paroxísticos".(Hernán Benitez)
"Susanita, si derramas una sola lágrima no eres digna de llamarte Valle". Con
estas palabras el General saludó a su hija. Su faz era tan majestuosa con el
daguerrotipo de un prócer. Largas patillas. Hondas huellas en el ceño y la
frente de muchas noches insomnes. Pálida serenidad en el rostro. Parecía
aurorearle un halo de serena beatitud, claro anticipo de la gloria que habría de
ceñirlo para siempre".
"La escena era tan inmensa que parecía condensar años enteros. Los hombres de
las ametralladoras gemían sin rebozo. Algunos se apoyaban en sus armas para no
desmayarse. Fue preciso sacar de la sala a varios de ellos, incapaces por la
emoción de mantenerse en pie. Sólo los oficiales de marina que, sentados en
torno a la mesa, controlaban los minutos de aquella despedida, se mostraban
insensibles.
Un oficial tirante y seco, dijo entonces: -es hora.
Valle, más sereno que hasta entonces, se sacó el anillo y lo colocó en la mano
de su hija. Le entregó unas cartas. Y le dio un beso intenso, tan intenso que la
joven lo sintió en su rostro durante muchos días. Entonces se irguió y avanzó
hasta la puerta. Desde ésta hizo un gesto de despedida a su hija, y se internó
por los largos corredores del penal rodeado siempre del cerco de ametralladoras,
sin volver ni una sola vez la cabeza hacia atrás.
Caminaba radiante hacia la gloria. Allá lejos, la pobre joven no era más que un
manojo de amor envuelto en lágrimas"
(Relato del Padre Hernán Benítez, recopilado en el libro "Compañeros" de Pablo
José Hernández).
Eran las 22 y 20 del 12 de junio de 1956.
En esos mismos momentos la esposa de Valle imploraba clemencia apelando al viejo
amigo, ahora presidente. La respuesta fue: " El Presidente duerme "
Al día siguiente un lacónico comunicado oficial informó:
"Fue ejecutado el ex General Valle, cabecilla del movimiento terrorista
sofocado"
El sueño se transformó en pesadilla
Nunca sabremos que soñaba el General Aramburu cuando sus colaboradores impedían
el acceso de la esposa de Valle porque "El presidente duerme". Si sabemos que
los fusilamientos y la sangre derramada, los dieciocho años de proscripción de
Perón, el ocultamiento del cadáver de Evita, las políticas económicas liberales,
la aplicación de los innumerables planes de ajuste, el descenso del nivel de
vida de la población abrieron las puertas a una pesadilla que tuvo una estación
tenebrosa con la "Revolución Argentina", una primavera peronista iniciada el 25
de mayo de 1973 que duró hasta la muerte de Perón, previo paso por la Masacre de
Ezeiza, que fue un adelanto de la aparición de la siniestra banda paraestatal de
la Triple A que adquiriría presencia omnipotente en los tiempos del dúo Isabel -
López Rega.
Pero los sectores económicos que acometieron los sucesivos intentos de demoler
el modelo de sustitución de importaciones, los Del Carril y Agüero modernos,
encontrarían la "solución final" con el autodenominado Proceso de Reorganización
Nacional.
La noche del horror, requisito indispensable para consumar la entrega, invadió
al país.
Un Comando Juan José Valle del grupo Montoneros ejecutó a Aramburu un 1° de
junio de 1970. Aramburu, transformado en político conciliador, había hecho
gestos de acercamiento a Perón, que luego concretaría Alejandro Agustín Lanusse.
En sus horas postreras tuvo gestos de dignidad que no exhibió hasta esos
momentos límites. Según el relato de sus ejecutores, al preguntársele su último
deseo, solicito que le aten los cordones y cuando le informaron que procederían
a fusilarlos dijo secamente: "Procedan".
El comunicado número 4 de Montoneros del 1 de junio de 1970 dice:
"La conducción de Montoneros comunica que hoy a las 7,00 horas, fue ejecutado
Pedro Eugenio Aramburu.
Que Dios Nuestro Señor se apiade de su alma. ¡PERÓN O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA!
MONTONEROS"
Su cadáver fue secuestrado posteriormente por los Montoneros, el 15 de octubre
de 1974. Prometieron entregarlo a cambio de la repatriación del cadáver de Evita
que permanecía en Puerta de Hierro. Eso se produjo el mismo día que trajeron al
país los restos de Eva Perón. Apareció el féretro abandonado en una camioneta.
Rodolfo Walsh fue asesinado al día siguiente de su magistral "Carta
abierta a la Junta Militar", el 25 de marzo de 1977. Después de hacer un
análisis de una certeza formidable de lo que estaba ocurriendo, con un estilo
formidable, concluye:
"Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su
infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin
esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al
compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles"
El general Raúl Tanco después de buscar apoyos infructuosamente en Berisso,
consigue que disminuya la persecución sobre su persona a través de una hábil
jugada de Arturo Jauretche, exiliado en Montevideo quién se inscribe en un hotel
con el nombre de Tanco.
El 13 de junio al levantarse la ley marcial se asila en la Embajada de Haití en
Buenos Aires.
La furia y la falta de escrúpulos de los fusiladores no reconocen límites.
El General Domingo Quaranta a cargo de la SIDE, asalta la Embajada de Haití para
detener a Tanco y otros asilados. El embajador y poeta Jean Briére de Haití, con
apoyo de la Embajada Norteamericana, impiden que los asilados se sumen a la
lista de ejecutados.
Julio Troxler uno de los sobrevivientes de los fusilamientos de los basurales de
José León Suárez, se interpretó a si mismo, en 1971, en la película de Jorge
Cedrón, Operación Masacre. Durante la gestión como
gobernador de la Provincia de Buenos Aires del Dr.Oscar Bidegain, se desempeñó
como Jefe de la Policía de la Provincia, hasta la renuncia del mismo por
indicación del Presidente Perón, luego del ataque terrorista a la guarnición
militar de Azul el 19 de enero de 1974. Fue asesinado por la Triple A el 20 de
septiembre de 1974, en un paredón de Barracas.
Isaac Francisco Rojas murió naturalmente y a edad avanzada después que Carlos
Menem lo estrechara en un abrazo falazmente reconciliatorio.
Hugo Presman
09-06-2006
NOTAS:
[1] "La suerte de Dorrego, prisionero de Lavalle, no se decidió oficialmente. Su
ejecución fue obra del partido unitario reunido secretamente en una casa
particular bajo la forma de un Consejo de los Diez: Del Carril y Agüero
instigaron epistolarmente al general vencedor para que ejecutara al gobernador",
Vicente Fidel López "Historia Argentina"
[2] Rodolfo Walsh "Operación Masacre", página 65
Daniel Brión, hijo de un fusilado,
en un acto de presentación del libro El presidente duerme, organizado por la
Agrupación Oesterheld
Asesinados en Lanús, simulando fusilamiento, 10 de Junio de 1956
Tte. Coronel José Albino Yrigoyen,
Capitán Jorge Miguel Costales,
Dante Hipólito Lugo,
Clemente Braulio Ros,
Norberto Ros y
Osvaldo Alberto Albedro.
Asesinados en los basurales de José León Suárez, disparando por la espalda, 10
de junio de 1956
Carlos Lizaso,
Nicolás Carranza,
Francisco Garibotti,
Vicente Rodríguez,
Mario Brión.
Muertos por la represión en La Plata, 10 de junio de 1956
Carlos Irigoyen,
Ramón R. Videla,
Rolando Zanetta.
Fusilados en La Plata, 11 y 12 de junio de 1956
Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
Subteniente de Reserva Alberto Abadie.
Fusilados en Campo de Mayo, 11 de junio de 1956
Coronel Eduardo Alcibíades Cortines,
Capitán Néstor Dardo Cano,
Coronel Ricardo Salomón Ibazeta,
Capitán Eloy Luis Caro,
Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega,
Teniente Primero Maestro de Banda de la Escuela de Suboficiales Néstor Marcelo
Videla.
Mensaje de Perón desde el exilio (1958) al cumplirse
dos años del levantamiento de 1956
Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejército, 11 de junio
de 1956
Sub Oficial Principal Ernesto Gareca,
Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini,
Cabo Músico José Miguel Rodríguez,
Sargento Hugo Eladio Quiroga.
Ametrallado en el Automóvil Club Argentino, 11 de junio de 1956
Miguel Ángel Maurino
(falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)
Fusilados en la Penitenciaria Nacional de la Av.Heras, el 11 de junio de 1956
Sargento ayudante Isauro Costa,
Sargento carpintero Luis Pugnetti,
Sargento músico Luciano Isaías Rojas.
Fusilado en la Penitenciaria Nacional de la Av.Las Heras, el 12 de junio de 1956
Gral. De División Juan José Valle.
Asesinado, simulando suicidio por ahorcamiento, en la Divisional de Lanús el 28
de junio de 1956, donde estuvo detenido desde el 9 de junio de 1956
Aldo Emil Jofré.
Tenía 70 años. Mantuvo viva la causa de su padre. Sufrió persecuciones.
Ninguna frase definiría mejor a Susana Cristina Valle como la que sentenció el
gran lingüista e historiador búlgaro Tzvetan Todorov: "Somos memoria". Palabras
que señalan el destino humano y, al mismo tiempo, la condición de esta argentina
que acaba de morir a los 70 años y luego de una operación que derivó en una
infección generalizada.
Susana Valle no fue cualquier memoria: su vida, su nombre y su muerte están
asociadas a la turbulenta historia de la Argentina del siglo XX. Hija única del
general peronista Juan José Valle y de Dora Cristina Prieto, nació en Avellaneda
en 1936. No nació en cualquier cuna, en cualquier tiempo, en cualquier lugar. La
familia Prieto era rica y conservadora, emparentada con el poder económico y
político de la Capital. Susana Valle creció entre las sedas y el fraude en la
década infame, llamando "tío" a un caudillo conservador como Barceló —hombre que
hacía los trabajos sucios al régimen del presidente Agustín P. Justo— y estaba
emparentado con sus abuelos maternos.
Pero también fue la hija tardía de Valle, que en los años 40 vira hacia el
nacionalismo católico de los militares que sostendrán a Juan Perón en su
meteórica carrera hacia el poder. En la década del 50, Susana Valle siguió el
derrotero de su padre. Estudió en Avellaneda pero también en Suiza. Entonces,
aprendió a vivir como una joven rica y a pensar como una militante peronista. A
ser amiga de los hijos del poder —entre ellos, los Aramburu— y a ser mimada por
Perón y Evita.
Saludo
a la militante Susana Valle
Querida Susana Valle, trataré de darte un humilde saludo, no de despedirte.
Me he enterado a la distancia que tu salud flojeó y tu corazón finalmente se
paró.
Quizás no ha sido casual que dejaste flaquear tu cuerpo después de una serie de
homenajes a tu venerado padre, el Gral. Juan José Valle. Con esos homenajes se
había logrado ya una victoria importante.
La dignidad de aquella muerte injusta marcó tanto tu vida como la del país y la
mía propia. Nos hicimos hermanos en torno a la dignidad de tu padre fusilado.
Pero quizás lo peor no fue el asesinato de aquellos patriotas, sino la
difamación permanente desatada durante décadas por un poder oligárquico mezquino
y miope.
Reivindicar la dignidad de aquellos compatriotas fusilados liderados por el
Gral. Valle fue una luz permanente para alumbrar tu vida de luchadora.
Así te hiciste baluarte del peronismo revolucionario durante el resto de tu
vida. Así aprendimos que luchar por la dignidad de la memoria de nuestros héroes
y mártires es inseparable de luchar por la dignidad y la justicia para las
futuras generaciones.
En los 50 años que siguieron a aquel 1956 fuiste resistente ocupando un lugar en
todas las malas y marginada de todos los cargos en todas las buenas ...
Pero no importa, Susana, la historia no la hacen los que aparecen en las buenas
para ocupan cargos.
La historia es parida con el dolor de los luchadores que, como vos, como tu
padre, como tantos compañeros que hicieron de la ética el fundamento de la
política, son los militantes que se la bancan siempre.
Por eso en un día como hoy te saludo de todo corazón, querida Susana, sin
despedirme nunca de vos.
3 de septiembre de 2006
Mario Eduardo Firmenich
El derrocamiento de Perón en 1955 fue una tragedia colectiva
pero también personal para los Valle. Porque el general comenzó a preparar la
rebelión contra la dictadura de su antiguo amigo, el general Pedro Eugenio
Aramburu. En junio de 1956, el mundo conocido por Susana Valle estalló
definitivamente. El levantamiento peronista comandado por su padre fracasó, y
fue fusilado en la Penitenciaría de la calle Las Heras por orden de Aramburu.
Ella fue la última que lo vio antes de que fuera llevado al pelotón de
fusilamiento.
Muchas noches debió haber leído la carta que le dejó su padre en la que la
comprometía a ser, a partir de entonces, una militante "de la causa del pueblo".
Desde entonces, a los 19 años, Susana Valle formó parte de la resistencia
peronista.
"Estuve presa antes de tener la llave de mi casa", solía contestarle a su abuela
materna. Susana Valle integró esos comandos y fue correo de Perón tanto desde
Caracas como desde Madrid, cuando el líder exiliado enviaba instrucciones a la
resistencia peronista. En los años 60, Susana Valle se fue transformando en un
símbolo del peronismo. A fines de esa década, Susana Valle colabora con la
formación de la guerrilla peronista, tanto de las Fuerzas Armadas Peronistas
(FAP) como de Montoneros. Su rol nunca sería militar sino político.
En 1974, integró la conducción del Partido Auténtico, una organización de
superficie del Movimiento Peronista Montonero. En 1976, logró esconderse de la
dictadura. En esos años, Susana Valle se casó. El ostracismo voluntario se
interrumpió en Córdoba en 1978. El general Menéndez la mandó a prisión y la
vigiló personalmente. Fue esposada a una cama de mármol en la morgue de un
hospital, embarazada, y sometida a picana eléctrica, se le provocó el parto
prematuro de mellizos: uno de ellos nació muerto y fue colocado sobre su pecho y
el otro, que nació vivo, fue colocado lejos de su alcance pero a su vista, hasta
que Susana lo vio fallecer. Hoy los mellizos descansan en la bóveda del
cementerio de Olivos, junto a su abuelo general. Un año después tuvo a su hija,
Soledad.
[Cartel de 1959 convocando a una reunión
recordatoria de los fusilamientos de 1956]
"Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado", le
dice el general Juan José Valle en una nota al general Pedro Eugenio Aramburu,
poco antes de morir fusilado.
En el mes de junio de 1956 son ejecutados en distintos lugares de Buenos Aires,
un grupo de militares y civiles que protagonizaron un movimiento en contra de la
autollamada Revolución Libertadora, que derrocó al general Juan Domingo Perón en
el año 1955.
El general Juan José Valle se declaró jefe de los sublevados: murió frente al
pelotón en la Penitenciaría Nacional.
Detectado el alzamiento por los servicios de informaciones con bastante tiempo,
el gobierno dejó que los acontecimientos se desarrollaran. Cuando el día 9 de
junio se produjo la revuelta, en las guarniciones esperaban a los complotados.
Las ejecuciones tuvieron lugar entre los días 10 y 12 de junio.
Aunque el descontento estaba controlado, las autoridades de la dictadura
opinaron que una acción sumaria prevendría más adelante cualquier rebrote de
rebelión.
El día 11 se informó a la población del fusilamiento del coronel (R) Alcibíades
Eduardo Cortines, coronel (R) Ricardo Salomón Ibazeta, Teniente coronel (R)
Oscar Lorenzo Cogorno, capitán Dardo Nestor Cano, capitán Eloy Luis Caro,
Teniente primero Jorge Leopoldo Noriega, Teniente primero de banda Nestor
Marcelo Videla, suboficial principal Miguel Garecca, sargento Hugo Eladio
Quiroga, cabo primero músico Miguel José Rodríguez, sargento ayudante de
infantería Isauro Costa, sargento ayudante carpintero Luis Bugnetti, sargento
músico Luciano Isaías Rojas, Vicente Rodriguez, Nicolás Carranza, Carlos Alberto
Lizaso, Francisco Garibotto, Reinaldo Benavidez, coronel Albino Irigoyen,
capitán (RE) Jorge Miguel Costales, Clemente Braulio Ross, Norberto Ross,
Osvaldo Alberto Albedro y Dante Hipólito Lugo.
Revista Así, 1971, informe de los
fusilamientos. Clic para descargar
El día 12 de junio un comunicado oficial expresa: "Fue ejecutado
el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado".
Para dar muerte al general Valle, que se entregó voluntariamente a las
autoridades militares, el gobierno de facto aplicó en forma retroactiva la ley
marcial ya derogada.
La masacre duró exactamente tres días y Lanús, Campo de Mayo, la
Escuela de Mecánica del Ejército y La Plata, se constituyeron en escenarios
macabros. En un basural de José León Suarez, varios escaparon milagrosamente,
algunos eludiendo el pistoletazo del remate.
El jefe de los sublevados, general Valle, escribió varias cartas antes de morir.
"Solo traiciones y venganzas me llevan a este fin", les dice a su mujer, su
hija, su madre y su hermana. En la nota dirigida a Aramburu, presidente de
facto, completa: " Debo a mi patria la declaración fidedigna de los
acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares, movidos por
ustedes mismos, son los responsables de lo acaecido . Para liquidar opositores
les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente.
Nos faltó audacia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos
esperaran en los cuarteles apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran
los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan
tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con
fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo,
cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los
sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día
siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al
pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. Entre mi
suerte y la de ustedes me quedo con la mía". Finalmente, Valle cierra su carta
con un ruego: "... que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la
Patria".
Los hechos de junio de 1956 quedaron registrados como una de las mayores
injusticias provocadas por la tiranía de la Revolución Libertadora. Generaron,
también, con el correr del tiempo, otros acontecimientos lamentables que
quedaron en la memoria colectiva.
"Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas,
epistemológicas, y recién por último, económicas." Fermín Chávez
La historia no es estrictamente unívoca ni unilineal y mientras el lecho
nacional iba determinando su propio itinerario, otro cauce divergente comenzaba
a emerger en forma paralela.
Ciertas corrientes historiográficas suelen presentar al pasado humano como una
sucesión de episodios motorizados primordialmente por seres providenciales. Es
la historia de los próceres, de los preclaros, de los ilustres, la de los
hombres que se "adelantaron a su tiempo". La versión mitrista de nuestra
historia, por ejemplo, pertenece a un tipo de relato histórico que coloca al
individuo –protagonista por sobre el proceso o el hecho social–.
MILITARES
Gral. de División JUAN JOSE VALLE
Coronel RICARDO SANTIAGO IBAZETA
Coronel ALCIBIADES EDUARDO CORTINES
Coronel JOSE ALBINO IRIGOYEN
Tte. Coronel OSCAR LORENZO COGORNO
Capitán ELOY LUIS CARO
Capitán DARDO NESTOR CANO
Capitán JORGE MIGUEL COSTALES
Tte. Primero JORGE LEOPOLDO NORIEGA
Tte. Primero NESTOR MARCEL OVIDELA
Subteniente ALBERTO JUAN ABADIE
Suboficial Ppal. MIGUEL ANGEL PAOLINI
Suboficial Ppal. ERNESTO GARECCA
Sargento Ayte. LUIS PUGNETTI
Sargento HUGO ELADIO QUIROGA
Sargento LUIS BAGNETTI
Cabo MIGUEL JOSE RODRIGUEZ
Cabo Músico LUCIANO ISAIAS ROJAS
CIVILES
CLEMENTE BRAULIO ROSS
NORBERTO ROSS
OSVALDO ALBERTO ALBEDRO
DANTE HIPOLITO LUGO
ALDO EMIR JOFRE
MIGUEL ANGEL MAURIÑO
ROLANDO ZANETTA
RAMON RAULVIDELA
CARLOS IRIGOYEN
CARLOS ALBERTO LIZASO
NICOLAS CARRANZA
FRANCISCO GARIBOTTI
MARIO BRION
VICENTE RODRIGUEZ
Pero en realidad, la historia es mucho más
que eso. Se constituye a partir de una sucesión de eventos que en forma
encadenada van aconteciendo en el sustrato social y que, a la vez, convergen
hacia otros a partir de una dinámica pluricausal. Como enseña el maestro Fermín
Chávez, "el principio de la pluralidad de causas en la historia nos explica la
mayoría de los hechos políticos y socio-económicos". Pero además, la historia
nos remite a una idea de totalidad, ya que al decir del olvidado Saúl Taborda, a
pesar de sus fragmentaciones y sucesiones interrumpidas "conserva su sentido tal
como los arcos rotos de un puente conservan intacta la idea del puente".
Quienes examinan el peronismo desde la perspectiva descripta en primera
instancia suelen inferir que el movimiento liderado por Juan Domingo Perón fue
un fenómeno político y social impulsado fundamentalmente por las ambiciones de
un líder carismático que sustentó su poder en amplios sectores de excluidos de
la sociedad, y que ejerció un gobierno de tinte autocrático. Otros, desde una
posición un poco más "indulgente", se animan a describirlo como un
acontecimiento histórico donde gran parte de las masas empobrecidas de la
Argentina se recostaron en un líder obsequioso para obtener mayores porciones en
la distribución del ingreso.
Si recurrimos a la visión de la historia que
nos propone la segunda perspectiva, tendremos la posibilidad de comprender con
mayor precisión la verdadera dimensión del movimiento iniciado en octubre de
1945. Para ello simplemente propongo ahondar en su pasado inmediato y, en
particular, concentrarse en la profunda revolución ética y estética que comenzó
a sembrarse en la década del ‘20 y que floreció en la del ‘40. Esa generación
que Juan W. Wally nominó como décima y, que desde distintas vertientes del
quehacer artístico, político y cultural, sugirió una nueva mirada sobre y desde
el país, fue tal vez la que cimentó, consciente o inconscientemente, el cauce
para que acaeciera aquella epopeya histórica.
Para Wally, esa generación argentina de 1940 –la de los nacidos entre 1888 y
1902– "fue la de mayores riquezas individuales de nuestra historia: pensadores,
escritores, artistas, políticos, juristas, economistas. Esta generación fue la
protagonista de una gran transformación económico-social, de la revalorización
de nuestras raíces culturales, consagró el revisionismo histórico. Tuvo a la
justicia social como su valor dominante, acompañado por la soberanía integral,
en lo político-económico y en lo cultural".
La fecunda elaboración cultural de una
progenie tan concentrada en el ser y en la identidad colectiva tenía alguna vez
que converger con aquella insatisfacción material y espiritual que emergía de
enormes masas pauperizadas. Y así sucedió aquel 17 de octubre, cuando el
cimiento básico de la Nación que asomó en su "tosca desnudez original" se
apoderó de las calles, de las consignas, pero también de una vasta e inigualable
producción artística que enriqueció su alma. Algunos de los que contribuyeron a
construir el lecho se integraron efectivamente al subsuelo sublevado; otros
simplemente atinaron a contemplarlo desde afuera, y sólo una pequeña minoría
optó por repudiar la parición.
Desde lo político, la tradición federal
incorporada al yrigoyenismo y traicionada por el alvearismo, convergió en Forja,
una de las agrupaciones que aportó mayor lucidez al pensamiento político
argentino. ScalabriniOrtiz, Jauretche, Capelli, Del Mazo y Manzi –entre otros-.
diseñaron desde las catacumbas el cauce ideológico de lo que vendría. Desde lo
cultural Canaro, Contursi, Astrada, Doll, Manzi, De Anquín, Magaldi, Castellani,
Marechal, Arlt, Discépolo, Amadori, Celedonio Flores, Spilimbergo, Molina
Campos, Rosa y Pettoruti, entre otras luminarias, aportaron voluntaria o
involuntariamente con su obra a la sublevación popular.
Pero como la historia no es estrictamente
unívoca ni unilineal, y mientras el lecho nacional iba determinando su propio
itinerario, otro cauce divergente comenzaba a emerger en forma paralela. Era el
cauce que empezaban a diseñar aquellos que con mentalidad portuaria, y
despreciando lo interior, bendecían cuanto producto material y simbólico
proviniera del exterior, el cauce de los exégetas de turno, de inconfesos
racistas, de los oscuros iluministas.
Perón
textual
"Esta dictadura (la de Aramburu-Rojas) es criminal y es injusta, pero además es
jesuítica y falsaria, porque combina la arbitrariedad y prepotencia de los
cuarteles, con la hipocresía y las intrigas de las sacristías".
Juan Perón, La fuerza es el derecho de las bestias, 1ª ed., Editora Gráfica
Mundo (Uruguay 326, Lima, Perú), Marzo 1955, 160 págs.
"Eva Perón, perseguida y calumniada por los curas [133] argentinos, hizo más
obra cristiana en un día que todos los sacerdotes de mi país en toda su vida"
(pág. 74). "Alguno podrá encargarse algún día de convertir al cristianismo a la
Iglesia Católica de Roma"
"Tanto los conservadores como los curas y los militares son antiobreristas por
antonomasia. Si alguna duda pudiera haber quedado, la revolución
oligarco-clerical la ha despejado completamente". (idem ant., pág 148).
Mientras los excluidos comenzaban a disfrutar
de los primeros beneficios de su inclusión, ellos preparaban el otro cauce.
Alianzas con cuanto Estado extranjero estuviera dispuesto o obtener prebendas y
beneficios infamantes, críticas despiadadas, desprecio explícito, intereses
inconfesos y confabulaciones de toda laya constituyeron el alimento que nutrió
el camino divergente. Diez años de gobierno, el desgaste lógico, y ciertamente
algunos errores e infortunios permitieron que aquel 16 de septiembre de 1955,
luego de una de las mayores masacres de la que ha dado cuenta nuestra historia,
el cauce nacional fuera otra vez truncado.
El otro cauce comenzaba a partir de allí a demoler el Estado de bienestar tan
trabajosamente erigido mediante sucesivos estatutos del coloniaje y, además,
colocaba en la cúpula de la conducción del país, uno tras otro, a nuevos
personeros para garantizar el latrocinio. Volvían de esta forma a convivir dos
Argentinas, aquella que prefiere asentarse sobre el suelo aceptando y valorando
los componentes de un substrato que busca su grandeza, y la otra, la que siempre
renegó y aún reniega de su tierra y de sus posibilidades colectivas, la qué
intentó hacer "la Europa en América", la que pergeñó la eliminación de la
estirpe criolla.
Esa divergencia cohabita aún en nuestro suelo y se disputa una y otra vez más el
destino de una Argentina que espera con ansiedad sintetizarse en una fuerza
convergente y poderosa. Pero claro, no hay síntesis posible sin un ser nacional
profundamente aferrado en lo propio, afirmado en su existencia y su vigencia,
nacionalmente orgulloso de sí mismo y, por último, dispuesto a transitar
autónomamente su propio desarrollo evolutivo.
En la noche del sábado 9 de junio de 1956, a nueve meses del derrocamiento del
presidente constitucional Juan Domingo Perón por la autodenominada "Revolución
Libertadora", militares y civiles peronistas intentan recuperar el poder por las
armas. Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel
Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan una dispersa rebelión cívico-militar que tiene
sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa.
El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre.
No se conoce el número exacto de rebeldes que participan del levantamiento.
Se ha especulado que, como máximo, son quinientos hombres; es posible que no
llegaran a los 200. Sí se sabe que les falta coordinación, actúan en forma
dividida en las tres ciudades y carecen de armas pesadas. También se sabe que
sus planes han sido descubiertos desde semanas antes por el servicio de
inteligencia militar, están infiltrados y, en síntesis, no tienen ninguna
posibilidad de triunfar. El régimen de la Revolución Libertadora, sin embargo,
los deja actuar para poder aplicarles una medida "ejemplificadora".
Cartas
del General Valle a su familia
Carta a su esposa
Querida Mía:
Con más sangre se ahogan los gritos de libertad, he sacrificado toda mi vida
para el país y el ejército, y hoy la cierran con una alevosa injusticia.
Sé serena y fuerte. Dios te ayudará y yo desde el más allá seguiré velando por
ustedes. No te avergüences nunca de la muerte de tu esposo, pues la causa por la
que he luchado es la más humana y justa: la del Pueblo de mi Patria.
Cuida mucho a Susanita, y que después de este amargo trance encuentren
resignación y mucha felicidad. Tenemos muy buenos amigos; confía en ellos, yo
les he pedido que te ayuden.
Muchas cosas tendría que decirte pero las sintetizo en una sola; me has hecho
muy feliz y por ello me voy de la vida con esa serenidad que me has sabido
inspirar siempre. Despedime de todos: de tu mamá que tan buena ha sido conmigo.
Te deseo mucha resignación. Sé fuerte y continúa la vida con mi recuerdo y con
la frente alta, pues de nada debemos avergonzarnos.
Hoy se difama la honra y el honor; pero yo he procedido siempre con integridad.
Sólo pienso, que no terminamos nuestra obra en común la felicidad de nuestra
querida hija. A ti queda el hacerlo. Sé fuerte para ello. Y por eso debes hacer
frente la vida con entereza y mucha confianza en tus fuerzas, que las sé muchas.
No me dan tiempo siquiera a despedirme de ti con un gran beso.
Aquí te lo envió. Pongo en él mi corazón, que ha sido siempre de mi mujercita
querida. En los últimos momentos no quiero tener amargura con los hombres que se
olvidan de todo lo que es humano.
Mi viejila, perdóname este final de nuestra vida. Pido a Dios que te reconforte
pronto para seguir luchando por nuestra hija y por vos misma. Un tropel de
emocionadas palabras son las de mi despedida definitiva. Que Dios te proteja y
en la resignación encuentres alivio a esta tortura.
Besos y besos de tu Juanjo. Adiós mi amor.
Carta a su madre
Querida Mamá:
Tus últimos años reciben este golpe. Sé fuerte y entera como siempre. Tu hijo
como en toda su vida ha cumplido con su deber y muere por una causa noble. Tené
orgullo por ello. Las pasiones de los hombres los enceguecen y olvidan hasta a
Dios. Es Él que nos juzga y estoy seguro que a mí me querrá en su seno, porque
no he hecho nunca mal a nadie y por ser leal con mi pueblo, caigo. He honrado el
apellido que heredé de mi padre, puedes estar satisfecha. Camina ahora más que
nunca con la frente alta, sos la madre de un argentino que cumplió con su deber.
Cuida a Susana y dale ejemplo de entereza y que sea muy buena hija y nieta.
La vida se ha cortado, pero algún día arriba nos encontraremos y seremos de
nuevo felices.
Mi viejita, mi madre querida, que tanto hizo por mí, yo siempre, y ahora más que
nunca, te lo agradezco con todas las fibras de mi corazón.
Has sido para mí la mejor de las madres. No ha habido en el mundo ninguna que te
supere.
Te hago mi último pedido: Sé fuerte y valerosa como siempre, pues desde el más
allá seguiré cuidándote con mi gran ternura.
Fuerte, mamita querida. Fe en Dios.
Muchos besos de tu hijo que te adora.
Juanjo
Carta a su hija
Querida Susanita:
Sé fuerte. Te debes a tu madre. Sé muy compañera de ella y ayúdala a pasar este
triste momento. No te avergüences de tu padre, muere por una causa justa: algún
día te enorgullecerás de ello.
Te deseo muchas felicidades en tu vida; y algún día a tus hijos cuéntales del
abuelo que no vieron y que supo defender una noble causa. No muero como un
cualquiera, muero como un hombre de honor.
Ni siquiera puedo darte el beso de despedida, hasta eso los hombres me han
negado. Pero desde el fondo de mi corazón te mando toda la ternura y el
idolatrado cariño que te tengo, hija querida. Desde el más allá velaré por ti; y
en los momentos difíciles de tu vida que deseo sean pocos, recurre a mí, que
estaré como siempre para defenderte.
Te pido nuevamente que veles por tu mamita. Sé su mejor compañera y que también
sea tu mejor y segura consejera. Mi chiquita, tené valor y da el ejemplo de
entereza que honra nuestra sangre. Nuestro honor no ha sido manchado jamás y con
orgullo puedes ostentar nuestro nombre. Mi linda pequeña, trabaja con fe en la
vida y en tus fuerzas.
Sólo traiciones y venganzas me llevan a este fin, pero no quiere dejarle ninguna
amargura y Dios será misericordioso y velará sjempre por ustedes.
Cuida mucho a mamita. Ella es muy buena y debe estar a tu lado por mucho tiempo
más, para que con la resignación recobren la felicidad que hoy se pierde.
Susanita, te quiero y siempre cuidaré de ti. En estos papeles están todos mis
besos que hubiera deseado darte, mi linda, coraje y a luchar con la frente alta
en la vida.
Que Fofy sea bueno contigo, eso es lo que a él le pido.
Adiós, querida, besos y muchos cariños de tu papito que siempre te ha adorado.
Papito
Carta a su hermana
Querida Estela:
Los hombres se han enceguecido y se olvidan de Dios.
Me voy con fe por la causa que he luchado y algún día sabrán los argentinos cómo
se lucha por ellos.
No aflojes y está orgullosa de tu hermano, andá con la frente alta porque nada
malo he hecho y creo siempre haber sido bueno.
Cuida mucho a mamá, es mi gran tranquilidad en estos momentos.
A Nicolás Guille que tenga fe en mí y orgullo.
Tú con ellos que seas feliz y Dios te premie por la mejor hermana que ha podido
haber en el mundo.
Bueno, mi china, fortaleza. Muchos besos de tu hermano que te adora y que desde
el más allá seguirá velando por ustedes.
Muchos besos. Fuerte y orgullosa de tu hermano.
Juan José
El domingo 10 de junio, a menos de veinticuatro horas del levantamiento
peronista y cuando ya no existen focos de resistencia, el gobierno de facto
encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas
lanza el decreto Nº 10.364, que impone la ley marcial. La pena de muerte debía
hacerse efectiva a partir de entonces. Sin embargo, se aplica reatroactivamente
a quienes se habían sublevado el sábado 9 y ya se han rendido y están
prisioneros.
El artículo 18 de la Constitución Nacional vigente hasta ese momento aseguraba:
"Queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos". No
obstante, con una velocidad sorprendente el régimen de la Revolución Libertadora
ordena que en menos de 72 horas se efectúen 28 fusilamientos de militares y
civiles en seis lugares distintos. Los pelotones de ejecución gastan más
cartuchos que los que alcanzaron a disparar los rebeldes condenados.
Valle se hallaba oculto en el barrio de San Telmo. El general podría haberse
asilado en una embajada pero al atardecer del 12 de junio decide entregarse para
poner fin a la matanza. A pesar de que ha encabezado el levantamiento antes de
la instauración de la pena de muerte, lo fusilan a las diez de la noche.
Aramburu, un católico a ultranza, no tuvo la más mínima piedad cristiana con sus
camaradas de armas alzados. Se dice que lloró al firmar -junto a Rojas y otros
tres militares de alta graduación- la pena de muerte de Valle, quien había sido
su compañero en el Colegio Militar. No obstante, cuando la desesperada esposa
del oficial condenado a morir fue a la residencia de Olivos a suplicarle que lo
perdonara, le informaron que el presidente de facto no la podía recibir porque
se encontraba descansando.
Vencedores y
vencidos
La "Revolución Libertadora" del 16 de septiembre de 1955 se dedica a desmontar
la maquinaria justicialista y a borrar todo lo que recuerde al gobierno
derrocado. El Partido Peronista es disuelto. El ejército interviene la
Confederación General del Trabajo y designa como responsable al capitán de navío
Alberto Patrón Lapacette. Más de cien mil dirigentes obreros son destituidos.
Grupos civiles, entre los que se encuentran conservadores, radicales y
comunistas, asaltan sindicatos. Se desata la cacería: funcionarios, dirigentes
políticos, empleados públicos, gremialistas, militantes y simples simpatizantes
son perseguidos y encarcelados; aumentan las denuncias sobre torturas brutales.
El 5 de marzo de 1956, el decreto 4161 decide que "en su existencia política, el
Partido Peronista ofende el sentimiento democrático del pueblo argentino". La
medida prohíbe en todo el país "la utilización de la fotografía, retrato o
escultura de los funcionarios peronistas o de sus parientes, el escudo y la
bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus
parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista,
tercera posición". La prohibición se extiende a "las fechas exaltadas por el
régimen depuesto, las marchas Los muchachos peronistas y Evita capitana, los
discursos del presidente depuesto y su esposa".
El nuevo régimen castiga con cárcel el hecho de nombrar a Juan Domingo Perón y a
María Eva Duarte, y de exhibir los símbolos partidarios "creados y por crearse".
Durante años, el periodismo escrito y radial se referirá al general derrocado
como "el dictador depuesto" y "el tirano prófugo".
Se destruyen monumentos y se queman libros escolares. La Ciudad Infantil Evita
es arrasada y se clausura la Fundación de Ayuda Social Eva Perón. El militar que
asume como interventor elabora un informe en el que menciona el derroche
peronista que significaba darles de comer carne y pescado todos los días a los
chicos y, además, bañarlos y ponerles agua de colonia. El interventor contrata
una cuadrilla para romper a martillazos toda la vajilla con el sello de la
institución.
Se crean 50 comisiones investigadoras. Al contrario de las normas del derecho,
no son los acusadores quienes tienen que probar el delito sino los acusados
quienes deben demostrar su inocencia.
Durante el mandato de Aramburu y Rojas se acusa a Perón de 121 delitos, se le
inicia un juicio por "traición a la patria" y se le prohíbe el uso del grado
militar y el uniforme. En las Fuerzas Armadas, comienza una depuración que
continuará durante varios años.
El cadáver de Evita, que aguardaba en el segundo piso de la CGT, en Azopardo al
800, la construcción de un mausoleo, es vejado por un grupo de militares,
escondido en diversos lugares y, finalmente, sacado furtivamente fuera del país.
El motivo: evitar que su sepultura se convierta en un lugar de peregrinación
peronista. Los profanadores mantendrán el cuerpo oculto en Europa durante 16
años. Durante esos largos años, ella también fue una desaparecida, una tumba sin
nombre, una N.N.
Favores que matan
Entre 1952 y 1955, el general Juan José Valle había sido profesor en la Escuela
Superior de Guerra y en sus clases explicaba a los alumnos la noción de "pueblo
en armas", tomada del militar alemán Colmar von der Goltz. En junio de 1986, en
una entrevista con un periódico, su hija Susana lo describió así: "Papá era de
los pocos militares no nazis. Su formación era otra, en donde la izquierda no
asustaba. Estudió en La Sorbona, vio de cerca el fascismo en Italia y lo rechazó
sin miramientos. Era un hombre que rara vez se vestía de uniforme, no tenía
custodia, ni coche propio, ni chofer, ni miedo (...). Prefería hablar con los
sectores civiles del peronismo, con los trabajadores, con el pueblo, que
reunirse con los militares".
En las postrimerías
del gobierno peronista, cuando Valle era miembro de la Junta de Calificaciones
del Ejército -en virtud de que su alto puntaje lo ubicaba como el primero de su
promoción- había favorecido con el ascenso a general a su amigo Aramburu, que
era uno de los últimos de esa camada. Fue entonces cuando Perón le dijo: "Este
hombre le va a pagar muy mal. Estos favores siempre se pagan caros".
Luego del triunfo de los militares subversivos, Valle fue encarcelado en el
buque Washington de la marina de guerra. Ahí comienza a pensar en la posibilidad
de una rebelión en la que participen militares, gremialistas y sectores del
pueblo, y lo comenta con algunos camaradas de armas detenidos. Algunos se suman
a la idea; otros, desmoralizados por el confinamiento, se apartan del oficial.
Después, el régimen de la Revolución Libertadora le impone un arresto
domiciliario y lo envía a 60 kilómetros de la Capital Federal. Susana, su única
hija, relata: "Se va a la casa de mi abuela materna, con guardián en la puerta.
Pero se les escapa. Nos escapamos todos. Mamá y yo por delante, porque no
estábamos detenidas, y mientras hacemos esto papá escapa por la puerta de atrás,
y se declara prófugo".
A partir de entonces -recuerda Susana- los tres deambulan de casa en casa,
duermen y comen gracias a la solidaridad que les abre las puertas de algunos
hogares, viven en villas miseria. El militar fugitivo se reúne clandestinamente
con camaradas
peronistas más jóvenes, como los coroneles Cortines e Irigoyen y
el teniente coronel Cogorno. También entra en contacto con dirigentes sindicales
como Andrés Framini y Armando Cabo.
"Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón"
En junio de 1956, Susana es una adolescente de 17 años. Esa noche, le permiten
ver a su padre durante unos instantes en el patio gris de la Penitenciaría
Nacional.
Mientras ella llora, lo ve llegar erguido, "entero y sonriente", rodeado por un
grupo de Infantería de Marina que lleva puestos cascos de acero y porta
ametralladoras.
Los soldados parecen más asustados que el oficial que va a morir en veinte
minutos más.
Las autoridades los dejan conversar unos minutos en una sala fría, custodiados
por los infantes armados. El general se sienta en una silla y ella se coloca en
sus rodillas. En un cuarto contiguo, un enfermero militar tiene preparados dos
chalecos de fuerza por si el padre y la hija sufren un choque emocional. Ellos
no dan muestras de ningún quebranto, pero algunos de los jóvenes custodios están
a punto de desmayarse y otros deben ser retirados de la sala, víctimas de crisis
nerviosas.
Valle le explica a Susana por qué decidió no asilarse en una embajada y
entregarse:
"¿Cómo podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados
asesinados? Yo no soy un revolucionario de café". Antes de enfrentar el pelotón,
el oficial tiene varios gestos. Renuncia al Ejército, pide ser fusilado de civil
y rechaza al confesor que le han asignado, Iñaki de Aspiazu, por ser capellán
militar. En su lugar, solicita la presencia de monseñor Devoto, el popular
obispo de Goya.
Cuando Devoto llega, comienza a sollozar emocionado. Valle bromea: "Ustedes son
todos unos macaneadores. ¿No están proclamando que la otra vida es mejor?". Y a
su hija, que tiene las mejillas llenas de lágrimas, le dice: "Si vas a llorar,
andate, porque esto no es tan grave como vos suponés; vos te vas a quedar en
este mundo y yo ya no tengo más problemas".
Mucho
tiempo más tarde, Susana recordará otros detalles. Estaba sentada en las
rodillas del general, con sus manos entrelazadas y, a pesar de que ella no
fumaba en su presencia, su padre le pidió un cigarrillo. "También recuerdo la
temperatura de sus manos: no era ni fría ni caliente; estaba absolutamente
normal. Papá estaba convencido de lo que iba a hacer".
Un oficial dijo: "Ya es hora". Valle se quitó el anillo que llevaba y lo colocó
amorosamente en manos de la muchacha. También le entregó algunas cartas: una
dirigida a Aramburu, otra para "el pueblo argentino" y otra "para abuela, mamá y
para mí". Le dio un abrazo, la besó y, aún más tranquilo que antes, se fue a
paso firme por un largo pasillo después de hacer un despreocupado ademán de
despedida. Sus custodios, en cambio, marchaban en forma vacilante, con las
rodillas a punto de doblarse.
"Uno de los soldaditos salió de la fila y se me prendió llorando: "Te juro que
yo no lo mato". A ese chico lo tuvieron que retirar con un ataque de nervios",
relata Susana. "Después, me fui. Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el
corazón".
Al día siguiente, un lacónico comunicado oficial informó: "Fue ejecutado el ex
general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado".
"Se acabó la leche de la clemencia"
En uno de los párrafos de la carta dirigida a Aramburu, Valle expresa:
Declaro que el grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los
únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno
inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o
perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los
cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de
ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de
represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a
mí bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la
impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el
fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de
los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta incontenible
ola de asesinatos.
Más adelante, el oficial condenado al paredón agrega:
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran
triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación
incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de
nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas
en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las
instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos
a un solo hombre de ustedes.
El
21 de junio, el ministro consejero de la embajada de Estados Unidos, Garret G.
Ackerson, envía un despacho confidencial a Washington en el que destaca: "Al
principio el Presidente describió la revuelta como peronista y neoperonista,
pero luego él y otros miembros del gobierno insistieron en su naturaleza
esencialmente comunista y expresaron la convicción de que sus líneas de conducta
apuntaban al Comunismo Internacional. (...) Las ejecuciones por rebelión han
sido muy pocas en la historia argentina. Se había convertido en una especie de
tradición no ser fusilado a sangre fría por participar en movimientos
revolucionarios".
En esos días, el socialista de derecha Américo Ghioldi afirma eufórico en las
páginas del periódico La Vanguardia: "Se acabó la leche de la clemencia". El
político, apodado popularmente Norteamérico, también es autor de otra frase
elocuente: "La letra con sangre entra". A partir de entonces, los peronistas
rebautizan al régimen militar subversivo de septiembre de 1955 como la
"Revolución Fusiladora".
"El gobierno de la Revolución Libertadora había esperado que el intento militar
se realizara para provocar un mayúsculo escarmiento", escribe Ernesto Salas en
La resistencia peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre. "En un
país donde no existía la pena de muerte y los fusilamientos por motivos
políticos parecían cosa del pasado, donde la permanente agitación golpista no
había cobrado consecuencias graves en los cabecillas militares, las reglas del
juego fueron súbitamente dejadas de lado. La misma noche de la conspiración
varios militares y civiles fueron pasados por las armas; algunos luego de
juicios sumarios, otros ametrallados por la espalda en los basurales de José
León Suárez. La orden de fusilamiento partía de un decreto que no podía ser
aplicable a los prisioneros, ya que se había dictado con posterioridad a su
detención. El general Valle fue fusilado unos días después, pese a los pedidos
de perdón lanzados por distintos sectores, contra los muros de la antigua
prisión de la calle Las Heras. Lo que constituía un horroroso crimen, falto de
antecedentes, no impidió que una parte de la sociedad argentina y la mayoría de
los partidos políticos, siguieran rindiendo homenaje a las obras de la
Revolución Libertadora".
Pero la historia tiene sus vueltas. Cuando 18 años más tarde, en junio de 1970,
Susana se enteró de la muerte de Aramburu a manos del Comando Juan José Valle,
de los Montoneros, según declaró al semanario La causa peronista el 20 de agosto
de 1974 sintió que "sólo la cirugía estética le podría borrar de su cara la
alegría".
"No puede ser que no existan documentos escritos respecto de los
fusilamientos de 1956." Con esa premisa llegamos al Archivo General del Ejército
sin saber bien qué podíamos encontrar. El coronel a cargo del organismo mandó a
buscar el legajo del general Valle mientras le informamos sobre los objetivos de
nuestra investigación. Al rato, nos entregaba una carpeta envejecida, voluminosa
y prolijamente atada con dos vueltas de hilo sisal; en ella se lee: "Legajo
Personal Original del General de División Juan José Valle".
En las primeras páginas hay una hoja del Boletín Oficial del Ejército, en el que
se registra su egreso en 1922 (como oficial combatiente) junto a los demás
integrantes de su promoción enumerados en orden de mérito. Bastante más abajo
figura el nombre –mal escrito– de "Aramburo"; consta así que ambos fueron
compañeros de estudio y mantuvieron una relación estrecha durante muchos años.
Sin foliar encontramos su partida de defunción. En ella consta que su muerte
tuvo lugar en "Las Heras tres mil cuatrocientos" (la Penitenciaria Nacional), el
día 12 de junio de 1956, a las 22, por causa de "herida de bala". El documento
se extendió por declaración de un señor Simón Argüello y tuvo como testigo a
Juan Napolitano, "... quienes han visto el cadáver". No se sabe quién presentó
esa partida ni por qué razón ello se hizo dos años después de su fusilamiento.
La muerte del general Valle se registra en su legajo con muy
pocas y elusivas palabras, en ningún lado se dice que fue fusilado, ni por qué
ni por quién. Desde 1950, casi con exclusividad, su actividad había consistido
en realizar "visitas de inspección" a unidades de todo el país: ¿Se trataba de
meras inspecciones técnicas o él iba a tomarle el pulso político a los cuarteles
que visitaba?
Sargento tanquista Porfidio Calderón, quien salvó
la vida por minutos (iba a ser fusilado) por participar de la revolución
democrática del Gral. Juan José Valle. Aquí junto al busto recién inaugurado del
Teniente General Juan Domingo Perón en el Colegio Militar (2012).
Producida la "Libertadora", el 1º de octubre de 1955 lo pasaron
"a disponibilidad", pero no consta el motivo de esa decisión. El 14 de mayo de
1956 fue declarado "en rebeldía" sin que se mencione la razón, pero es obvio que
"estaba en la mira". Fue fusilado el 12 de junio y, extrañamente, el 22 de ese
mes, Aramburu firma el Decreto Nº 11.148 por el cual se "deja constancia" de que
Valle había sido dado de baja el 14 de mayo de ese mismo año; es decir que
primero lo hizo fusilar y, diez días después, formalizó su baja del Ejército.
La primera mención de su muerte aparece el 4 de agosto de 1956, en una nota de
remisión del legajo, en ella se lo menciona como "... el extinto ex general Juan
José Valle". La segunda mención aparece diecisiete años más tarde, en el Decreto
Nº 1763/73, por el cual se dispone su ascenso post-mortem al grado de "Teniente
General"; este decreto lleva la firma de Raúl Lastiri, presidente interino por
la renuncia de Cámpora. Ni el decreto de Aramburu ni el de Lastiri son
publicados en el Boletín Oficial.
La única vez que un militar utiliza allí la palabra "fusilado"
es en 1996; en una escueta nota que firma el jefe del Archivo y en la cual
afirma que no existe en ese organismo una "nómina del personal fusilado en 1956"
pero, para cumplir con su deber de informar, el funcionario adjunta una lista
con el nombre de dieciséis militares fusilados y de dos con orden de captura
(Valle y Tanco. Con pulcritud castrense, aclara que esa información fue "...
obtenida del diario Clarín del lunes 11 de junio de 1956".
En los legajos de Valle y sus compañeros del levantamiento, lo obvio y principal
no se menciona. No obstante, en ellas podemos percibir rasgos de sus vidas que
no están asociados al destino que tuvieron como soldados. Esos hombres –héroes
de carne y hueso– se ven reflejados en fotos juveniles, enfermedades, licencias,
accidentes, pedidos de autorización para casarse, nacimiento de hijos,
fallecimientos de familiares y permanentes cambios de destino que deben ser
interpretados.
Rodolfo Walsh dijo que "algún día se escribirá, completa, la trágica historia de
la matanza de junio. Entonces se verá cómo el asombro rebasanuestras fronteras",
y ésa es una tarea pendiente, facilitada y orientada por su célebre libro
Operación Masacre, (1957) y talentosamente ampliada por Salvador Ferla en
Mártires y Verdugos (1964), ambas realizadas en los difíciles tiempos de la
proscripción del peronismo y sus defensores. Enrique Arrosagaray publicó, hace
ya diez años, La Resistencia y el general Valle, con valiosos testimonios de
protagonistas de aquellos hechos. En muchos de los legajos que revisamos
encontramos su nota pidiendo acceso a los mismos, pedido que fue atendido en
forma limitada: se le brindó información parcial y preparada para el caso.
Recién en estos tiempos se abrió el acceso incondicionado a esos documentos, que
contienen parte de las claves necesarias para comprender aquellos episodios y la
violencia política de los años ’60 y ’70. Su análisis ayudará a entender el
papel y actitud de los militares nacionales fusilados en junio del ’56 y sus
vidas podrán ser reivindicadas políticamente no sólo por aquellos que nos
emocionamos con su gesto y nos conmovemos con su destino sino, también, por la
institución que eligieron como camino para "servir a la Patria", que los mató y
que silenció sus memorias.
* Esta nota constituye el punto de partida de una investigación histórica de los
autores en base a los legajos y actuaciones oficiales que contienen información
sobre el levantamiento del 9 de junio de 1956 y los fusilamientos de ese año.
Fuente: Página/12, 10/06/06
El 9 de junio de ese año, militares y civiles se sublevaron contra el gobierno
del general Aramburu. La represión fue cruenta: la mayoría de los insurrectos
fueron asesinados ilegalmente. Aquí se revelan testimonios exclusivos y cómo se
adulteraron los registros oficiales para legalizar el fusilamiento de Valle.
María Seoane
mseoane@clarin.com
Podría llamarse "la evidencia" este libro titulado "Detenidos
especiales, 1956" de la Penitenciaría Nacional- bajo la órbita del Ministerio de
Justicia, en el archivo del Servicio Penitenciario Federal- que está hoy
guardado en el Museo Penitenciario, en el barrio de San Telmo. Contiene una
prueba que ratifica, medio siglo después, que la represión estatal al
levantamiento revolucionario de militares y civiles peronistas comandados por
los generales Juan José Valle y Raúl Tanco y el teniente coronel Oscar Lorenzo
Cogorno entre el 9 y el 12 de junio de 1956 fue ilegal y se buscó la impunidad
de los delitos al borrar u ocultar registros.
Este libro es, sin duda, una huella más de lo que se supo ya entonces a través
de la investigación del periodista y escritor Rodolfo Walsh, publicada en
artículos desde enero a marzo de 1957, y que luego constituyó su célebre libro
"Operación Masacre". Pero ratifica que los procedimientos usados por la
Revolución Libertadora, comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu y el
almirante Isaac Rojas, que derrocó al gobierno constitucional de Juan Perón en
setiembre de 1955, fueron un anticipo, aún excepcional pero premonitorio, de los
métodos represivos clandestinos que amplificaría hasta la tragedia el estado
terrorista nacido en marzo de 1976.
Emplazan
un busto del general Valle en un cuartel del Ejército
(Marzo 2007) El Ejército emplazará en la Escuela de Ingenieros de la fuerza un
busto del general Juan José Valle, quien fue fusilado en 1956 tras encabezar un
fallido levantamiento cívico-militar contra la Revolución Libertadora.
La ceremonia se realizará a las 11 en dicho establecimiento, que desde el año
pasado lleva el nombre del militar. El acto será presidido por la ministra de
Defensa, Nilda Garré, quien estará acompañada por el Jefe del Ejército, Roberto
Bendini.
Como parte del homenaje, el Director de la Escuela de Ingenieros recibirá el
sable y un arma que pertenecieron a Valle, y que ahora pasarán a ser parte del
patrimonio de esa institución.
Valle fue uno de los líderes del levantamiento cívico-militar de 1956 contra la
Revolución Libertadora, y que tuvo el objetivo de restaurar el orden
constitucional tras el derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón,
ocurrido un año antes.
La rebelión fue rápidamente sofocada por el gobierno de facto, que fusiló a 18
militares -entre ellos Valle- y 13 civiles, entre el 10 y el 12 de junio de
1956.
Fuente: Clarin.com
Palabras del jefe Estado Mayor General del Ejército General
Bendini
Discurso de Bendini ante el busto de Valle
"Hace casi un año, en esta Escuela de las Armas, el Ejército imponía el nombre
histórico de "Tte Grl Juan José Valle" a la Escuela de Ingenieros.
En esa oportunidad, me comprometí a que el busto del teniente general Valle
ocupara un lugar de honor en el instituto.
En estos años, como jefe del Ejército, he realizado actos institucionales con la
finalidad de restañar heridas que, a pesar del tiempo transcurrido, están
abiertas en la Fuerza y pesan sobre los espíritus.
Ningún soldado muerto en cumplimiento del sagrado deber militar puede dejar de
recibir el justo homenaje del Ejército y de la sociedad a la que sirvió
renunciando a la propia vida.
Éste es el sentido profundo de los reconocimientos realizados a los muertos en
defensa del orden constitucional en junio de 1955 y a los fusilados en 1956.
Nadie en su sano juicio puede menos que sentir vergüenza ante actos de odio
irracional que ensangrentaron nuestra historia reciente.
Es hora de reparar definitivamente los agravios. Nuestra sociedad siempre supo
que en junio de 1956 se había cometido una injusticia y recordó, muchas veces en
silencio, a sus caídos, civiles y militares.
Es hora de que el patriotismo que animó el espíritu de aquellos muertos sea
reconocido.
Es hora de que, con orgullo, el Ejército al que pertenecen rinda homenaje al
coraje, la entereza y la templanza que demostraron esos dignos herederos de la
estirpe sanmartiniana que anima al soldado argentino. Es hora de que civiles y
militares que sintieron la patria de igual manera cierren sus heridas para
siempre.
El teniente general Juan José Valle fue un profesional excepcional, exponente de
un Ejército que constituía parte de un proyecto nacional, en el que la defensa
era concebida de manera integral por un Estado comprometido con el desarrollo
productivo y los derechos sociales. En ese modelo de país, el Ejército era un
instrumento del Estado al servicio de su pueblo.
Siguiendo la senda trazada por Mosconi, Baldrich y Savio, Juan José Valle
desarrolló su vocación militar en el arma de Ingenieros; llegó a ocupar los
cargos más importantes y accedió a las máximas jerarquías.
Cuando hablamos del arma de Ingenieros y de ingenieros militares, estamos
definiendo a un militar dotado de la mayor capacitación científica y tecnológica
que puede proporcionar el Ejército. Esta capacitación se emplea,
fundamentalmente, en la definición de proyectos de carácter dual, que sirven a
una necesidad específicamente operacional, pero que también vuelcan su utilidad
a la comunidad en caminos, puentes y construcción de viviendas y hospitales,
entre otras cosas.
Este destacado zapador fue ingeniero militar a los 22 años.
Dejó su impronta en los más prestigiosos destinos del Ejército y mereció los
mejores conceptos de sus superiores en cada uno de ellos.
Revistó en el Colegio Militar de la Nación; fue profesor de la Escuela Superior
Técnica, jefe del Batallón 4 de Zapadores Pontoneros, miembro de la Comisión de
Adquisiciones en Francia, país donde, además, continuó su perfeccionamiento; fue
subdirector de esta escuela de zapadores, inspector de ingenieros y director
general de ingenieros.
Su gestión al frente de la Dirección fue una de las más prolíficas, ya que bajo,
su mando, se finalizaron grandes obras de ingeniería, tales como el Colegio
Militar de la Nación, el Hospital Militar Central, el Edificio Libertador e
infinidad de emprendimientos útiles para la comunidad.
Este general de la Nación, que daría prueba de estar formado en el más puro cuño
sanmartiniano, ante la ruptura del orden constitucional, decidió con coraje dar
testimonio y asumir una responsabilidad frente a la historia.
Como el injusto asesinato del coronel Manuel Dorrego, su muerte abrió paso a un
período de violencia y desencuentros, en el que el odio cosechó más odio.
Como nadie, era consciente del difícil tiempo que esperaba a los argentinos.
Protagonista de esta tragedia fue su hija Susana, que, aquel 12 de junio de
1956, asumió la dolorosa responsabilidad de despedir a su padre:
"¿Quién te ha condenado papá?", y el general respondió:
"Quisiera que nunca lo supieras para que tu corazón no odiara jamás".
"¿Por qué te entregaste?"
"Porque no podría mirar con honor a las esposas y madres de mis soldados
asesinados."
Desde entonces, Susanita, quien hace muy pocos meses nos dejó, fue una luchadora
incansable por la memoria de su padre.
Para ella, y para todos los familiares de los caídos, nuestro afecto,
reconocimiento y homenaje por su constancia y por su grandeza de espíritu para
superar el dolor y reencontrarse con su Ejército, en la convicción de que ésta
es la manera de construir un futuro para la patria.
"Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria",
escribió el general Valle en su última carta y anhelamos que este acto sea un
paso más hacia la reconciliación de todos los compatriotas.
Mi general, su nombre ya está perpetuado en esta escuela como símbolo de
honestidad, convicción y honor.
Tenga la seguridad de que su Ejército anhela participar en la construcción de un
futuro con todos y para todos los argentinos, en el que la solidaridad y el
respeto a la dignidad humana sean condiciones necesarias para superar las
dificultades que se nos presenten.
Que las virtudes militares demostradas por el Tte Grl Valle constituyan una
valiosa herencia que las futuras generaciones preserven y que su memoria
represente una infranqueable barrera contra el odio, la violencia y la
insensatez.
Que los ideales expresados en su proclama sean el cimiento de una patria mejor
para nuestros hijos:
"Sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre
hermanos, convocamos a todos los argentinos que con limpieza de conducta y
pureza de intenciones quieran y defiendan lo que no puede dejar de querer y
defender un argentino: la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria".
Señoras, señores, no podemos renunciar a la esperanza de alcanzar la patria
grande.
Ella necesita de todos sus hijos. Éste es nuestro pasado y, a partir de él,
tenemos la obligación de construir un futuro.
Corría noviembre de 1955. Perón había comenzado su exilio que se prolongaría 17
años. El cadáver de Evita había sido secuestrado de la sede de la CGT donde
reposaba, embalsamado. Por ley no se podía nombrar a Evita ni a Perón ni al
peronismo, entre otras prohibiciones. Había sido anulada la Constitución de
1949, que daba rango constitucional a los derechos económico-sociales y había
miles de presos políticos. Muchos militares peronistas fueron encerrados en el
vapor-prisión Washington, anclado a varios kilómetros aguas adentro del Puerto
de Buenos Aires. Allí estaban castigados y aislados los generales Valle y Tanco,
entre otros oficiales. Allí comenzaron a conspirar para diseñar un movimiento
que exigía el cese de la persecución al peronismo; la restitución de la
Constitución de 1949 y la libertad a los miles de presos políticos. Esa fue la
génesis del movimiento que comenzaron a gestar con fuerza en el verano de 1956.
Los jefes indiscutidos del movimiento eran los generales Valle y Tanco y
oficiales como los coroneles Cogorno, Alcibíades Cortínez, Ricardo Ibazeta y el
capitán Jorge Costales, entre otros.
El historiador Norberto Galasso contará que tanto Aramburu como Rojas, su
vicepresidente, tenían información de la conspiración: que decidieron no
abortarla para "dar un escarmiento". Tal es así que en la noche del 8 de junio
de 1956 son apresados cientos de dirigentes gremiales para restar base social al
movimiento. Aramburu viajó ese día a la provincia de Santa Fe, pero dejó firmado
el decreto 10.362 que decretaba la Ley Marcial, y preparados los decretos
10.363/56, que establecía la pena de muerte, y el 10.364 que daría los nombres
de los que serían fusilados. Los decretos estaban preparados porque eran
correlativos y fueron publicados así en el Boletín Oficial con posterioridad.
Valle y Tanco, que estaban ya en la clandestinidad, deciden lanzar antes de que
fuera tarde la asonada. La señal la daría la lectura de la proclama
revolucionaria, a las 23 del 9 de junio. A esa hora comenzaba la tradicional
noche de boxeo sabatina en el Luna Park, lo que hizo que la instrucción a los
insurrectos para lanzarse a la acción debía ser escuchar la pelea de Lausen. El
equipo de Valle para esa tarea estuvo comandado por el coronel José Irigoyen,
fue secundado por el capitán Costales y se sumaron varios civiles. Eran las diez
de la noche. La radio debía instalarse en la Escuela Técnica N° 5 "Salvador
Debenedetti" en Avellaneda. A las 22.30, un comando del gobierno los arrestó a
todos. La proclama sólo pudo ser escuchada en La Pampa, donde actuaba el coronel
Adolfo Philippeaux.
Otros lugares de la rebelión- ver infografía Rebelión y represión ilegal-
fueron: Campo de Mayo, sublevado por los coroneles Ricardo Ibazeta y Eduardo
Cortínez; el Regimiento II de Palermo, bajo la dirección del sargento Isauro
Costa; la Escuela de Mecánica del Ejército, comprometida por el mayor Hugo
Quiroga; el Regimiento 7 de la Plata, responsabilidad de Cogorno y el grupo de
civiles, entre otros, que debía operar en Florida, en la calle Hipólito Yrigoyen
4519, donde se reunieron los Lizaso, Carranza, Garibotti, Brión y Rodríguez y
Troxler, entre otros. Además, hubo civiles armados y militares que intentaron
sublevarse en Santa Fe- Rosario y Rafaela-, Río Negro-Viedma-, para citar
algunos. Excepto en La Pampa, la mayoría de los jefes de la sublevación fueron
apresados. Ante el fracaso del levantamiento, el general Tanco se dirige a
Berisso para lograr apoyo, inútilmente, y debe luego huir y esconderse. Mientras
el general Valle se oculta en la calle Corrientes, en la Capital, en la casa del
político mendocino amigo, Adolfo Gabrielli, ante la certeza de que el movimiento
había sido delatado y había fracasado.
Todos los levantamientos ocurrieron entre las 22 y las 24 del 9 de junio. El
gobierno estableció a las 0.32 del 10 de junio la Ley Marcial, un decreto
firmado por Aramburu, Rojas, los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana, de
Marina; Teodoro Hartung; de Aeronáutica, Julio César Krause y de Justicia,
Laureano Landaburu. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados
ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el
principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después,
firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial.
Los fusilamientos estaban decididos por el gobierno de Aramburu. En la madrugada
del 10 de junio, entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas
más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo
del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional
San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que fusile a 12 civiles, de los
cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes,, Juan
Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permitirá a Walsh reconstruir la
historia. En la Escuela de Mecánica del Ejército, el general Ricardo Arandía
consulta telefónicamente a Aramburu- que había regresado ya a Buenos Aires el 10
al mediodía-sobre los detenidos. En Campo de Mayo, en tanto, el general Juan
Carlos Lorio preside un tribunal que realiza un juicio sumarísimo. Concluye que
los sublevados no deben ser fusilados. Pero Aramburu ratifica su decisión. Lorio
pide que se deje por escrito. Aramburu y su gobierno, entonces, firman el
decreto 10.364 que detalla la lista de once militares que deben ser fusilados.
Este es el único documento que queda oficialmente inscrito en la historia. No
existen registros de esos juicios sumarios. No existe hoy registro del informe
forense que debió determinar la causa de la muerte de esos argentinos.
El 12 de junio, Valle decidió entregarse a cambio de que se detuviera la
represión a su movimiento y se le respetara la vida. Le toca al antiperonista
capitán de navío Francisco Manrique, enviado de Rojas, ir a buscarlo. A las 14
horas de ese día, Valle ingresa con su amigo Gabrielli y Manrique al Regimiento
I de Palermo donde es interrogado y juzgado por un tribunal presidido, también,
por el general Lorio. Después, Valle es enviado a la Penitenciaría Nacional. El
actual director del Museo Penitenciario, Horacio Benegas, entonces recién
ingresado al servicio, recuerda que "el 11 en la madrugada fueron fusilados tres
militares" en la vieja cárcel de la Avenida Las Heras. Que Valle fue alojado en
el sexto piso. Que el clima en el penal se "cortaba con una gilette" por lo
tenso. Que recuerda que la última que lo vio con vida fue su hija Susana Valle
(ver "Que digan nomás..."Pág. 35) Ese 12 de junio, a las 22,20 Valle fue
fusilado por un pelotón cuyos nombres fueron guardados como un secreto de
Estado. No hubo orden escrita ni decreto de fusilamiento. Ni registro de los
responsables.
El 13 de junio, cesó la ley marcial. El general Tanco con otros sublevados
logró, el 14 de junio, asilarse en la Embajada de Haití en Buenos Aires, a cargo
del embajador Jean Briere. Pero el jefe del Servicio de Inteligencia del Estado
(SIDE), general Domingo Quaranta, invadió la delegación para secuestrar y
detener a los asilados. Briere logró salvarlos. El saldo de esas setenta y dos
horas de junio del 1956 fue trágico y premonitorio: 18 militares y 13 civiles
asesinados. (ver Rebelión y represión ilegal. Pág. 35)
La evidencia final
El 24 de mayo de 2006, el patio del Museo Penitenciario estaba iluminado por el
sol del otoño. El alcalde Benegas despliega el libro de "Detenidos especiales".
Se asombra ante la pregunta:
- ¿Alcalde, por qué la entrada de Valle a la Penitenciaría y su fusilamiento el
12 de junio del 56 aparece intercalado en los registros del 57?.
- No sé, me extraña. Pero esto no lo manejamos directamente nosotros.
Lo cierto es que quien manejaba ese registro en 1957 debió anotar apresurada y
desprolijamente el nombre de Valle para legalizar que había sido fusilado allí.
¿Por qué? El registro de Valle es el de preso político 4.498. Está asentado
debajo del registro 4.497 que corresponde a un tal Amílcar Darío Viola,
ingresado al penal el 26 de abril de 1957. Luego, el registro salta al 4.499, de
un tal Carlos Vázquez, cuyo ingreso ocurrió el 8 de octubre de 1957. ¿Qué
ocurrió en abril de 1957 para que el registro de Valle fuera introducido
atropelladamente? Por esa fecha, Walsh ya había logrado que estallara la
polémica por los asesinatos en los basurales de José León Suárez. El 24 de abril
de 1957, la Corte Suprema de Justicia dio un fallo en el caso Livraga: pasar
todas las actuaciones a la Justicia Militar. Al mismo tiempo que pasaba la
responsabilidad estricta de esos fusilamientos a los militares, cerraba el
camino en la justicia civil. En abril de 1957, además, Arturo Frondizi hacía un
pacto con Perón para ganar en las elecciones que terminarían con la dictadura de
Aramburu.
Comenzaba otro tiempo. Por poco tiempo.
Las pruebas olvidadas
El libro de Detenidos especiales, o presos políticos, corresponde a los archivos
de la desaparecida Penitenciaría Nacional. El libro ahora reposa en el Museo
Penitenciario que dirige el alcalde mayor retirado Horacio Benegas. Sus páginas
contienen los ingresos, la proveniencia, por orden de quién, tiempo de prisión y
egreso de los presos políticos del año 1956 y 57. Allí se lee el ingreso del
general Juan José Valle bajo el número de preso político 4498. Se asienta que lo
trajeron de la División Motorizada del Ejército, por orden del Poder Ejecutivo
el 12 de junio de 1956 y que fue fusilado en esta unidad el mismo día. Pero esa
fecha está intercalada, alterando la cronología de otros registros que
corresponden al año 1957.
"Que digan nomás: 'El Presidente duerme'"
Valle y Aramburu ingresaron juntos al Colegio Militar de la Nación. Allí se
conocieron, eran compañeros de banco hasta que egresaron como subtenientes.
Entonces, los unía una fuerte amistad. Compartían juntos con sus familias largos
veraneos en Mar del Plata. Años más tarde, con otros generales, participaron en
la constitución de una sociedad para la construcción de un edificio en las
calles Presidente Perón y General Urquiza, en Mar del Plata. Pero tomaron
caminos diferentes: Valle fue un peronista de la primera hora en 1945. Aramburu
mantuvo el alineamiento liberal conservador que marcó al Ejército argentino
siempre. La esposa de Valle imploró clemencia la noche el 12 de junio de 1956,
apelando al viejo amigo. La respuesta fue la consigna: "El Presidente duerme",
que después el poeta José Gobello transformará en una poesía que exprese de
alguna manera toda la tragedia humana que envolvió a los Valle y que, cuando
Aramburu sea asesinado por la guerrilla de Montoneros en 1970, también
atravesará a la familia del Presidente que calló a la hora señalada.
Susana Valle: "El cuerpo lo trajo el cura Devoto"
Tenía 18 años cuando lo vio a su padre por última vez en una celda de la
Penitenciaría Nacional. Medio siglo después recuerda: "A mi padre lo fusilan a
las 22.20 del 12 de junio. Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró. Y me
pidió un pucho. Yo estaba cuando el párroco de la iglesia Santa Elena, en la
calle Seguí, donde íbamos, viene a confesarlo. Era Alberto Devoto, que lloraba,
pobre. Mi padre le dice a Devoto:
-No llore padre, si usted me enseñó que en la otra vida se está mejor. ¡No me
haga dudar ahora!.
"Después, viene un milico y me da 12 mil pesos. Yo le dije: métase la plata en
el culo. Pero mi papá dijo: 'llevala, no se la vamos a dejar a éstos. Dásela a
tu mamá.'. El cuerpo de mi padre me lo dan al otro día. Nos lo trae Devoto, que
después fue obispo de Goya. Lo velamos en nuestra casa, llena de espías".
Fuente: Clarín, 2006
Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor
angustioso de su pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han
decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra patria el imperio de la
libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las leyes.
Como responsables de este Movimiento de Recuperación Nacional, integrado por las
Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del pueblo -del que provienen y al que
sirven- declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de
restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones
democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido
llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la
violencia en el poder.
Acto en José León Suárez a 56 años
de los fusilamientos, habla Gabriel Mariotto.
Conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia,
comprendemos que nuestra decisión es el único camino que nos queda para impedir
el aniquilamiento de la República en una lucha estéril y sangrienta entre
hermanos, cada día más inevitable e inminente.
Deploramos que precisamente desde el gobierno se haya cerrado sistemáticamente
toda posibilidad de pacificar la República y alcanzar la armonía entre los
argentinos, en contraposición con el sentido de responsabilidad, la tolerancia y
la paciencia patriótica del pueblo.
La Nación entera, y con ella la tranquilidad, el bienestar y la dignidad de los
argentinos han caído en manos de hombres y de fuerzas que aceleradamente
retrotraen a la patria a épocas de sometimiento, de humillación y de vergüenza.
Su acción nefasta ha desquiciado y lesionado profundamente el orden político,
económico y social de la República.
Este Movimiento de Recuperación Nacional, se lanza a la acción revolucionaria
con objetivos claros y un programa concreto para restablecer la soberanía y la
justicia social y devolver al pueblo el pleno goce de su libertad y sus
derechos.
Declara objetivos fundamentales de su acción:
En lo político
Han violado y desconocido el imperio de la Constitución y de las leyes,
sustituyéndolo por un llamado "derecho de la Revolución", que no es otra cosa
que el entronizamiento de la arbitrariedad, sin más normas ni vallas que la
omnímoda voluntad de los que detentan el poder.
Se han avasallado así las garantías y derechos individuales, sustituyéndose a
instituciones y personas de la jurisdicción de sus jueces naturales,
sometiéndolos a tribunales y comisiones especiales expresamente prohibidas por
la Constitución.
Pese a las prohibiciones comenzaron a circular
publicaciones clandestinas de mano en mano.
Quema y destrucción,
incluso de obras de arte, de todo lo que significara peronismo. Miles de
sábanas, frazadas y vajilla de la Fundación Eva Perón se destruyeron por llevar
el logotipo de la fundación.
Los gorilas pretendieron apropiarse
del término "gorila" para fines políticos, pero no lograron erradicar el
significado de infamia en la memoria colectiva.
La marcha peronista, prohibida.
Se ha perseguido, encarcelado y confinado en verdaderos campos
de concentración a miles de argentinos no sometidos a proceso y privados del
derecho a la defensa, por razones ideológicas o políticas.
Por idénticas razones se ha privado a miles de argentinos de derechos
esenciales, como el acceso a los empleos públicos y la participación activa en
la vida cívica de la Nación, sin que tan graves penas provengan de la decisión
de la justicia y ni siquiera del juzgamiento de la conducta de los inculpados.
Como consecuencia de esta arbitrariedad discriminatoria, que divide a los
argentinos en réprobos y elegidos, se ha privado de sus empleos a miles de
ciudadanos, sin tenerse en cuenta ni su antigüedad, ni su idoneidad, ni su
conducta.
Se ha excluido de la vida cívica del país a la fuerza mayoritaria con el
pretexto de inmoralidades y desviaciones en la conducta de algunos sus
dirigentes; verdadera aberración jurídica y moral que podría llevar a la
exclusión de todos los partidos, desde que todos padecen o padecieron en algún
momento de males similares.
Se ha fomentado y organizado desde el gobierno la delación y el espionaje contra
personas e instituciones, inclusive contra las Fuerzas Armadas.
Se ha impedido la libertad de prensa, uniformada al servicio del gobierno,
interviniendo y entregando arbitrariamente los diarios y revistas a sectores
políticos minoritarios adictos al mismo, clausurando los desafectos e
impidiéndose la aparición de nuevos órganos de opinión independiente.
Todo ello unido a la monstruosidad totalitaria de un decreto-ley que bajo penas
gravísimas prohíbe a los ciudadanos hasta el uso o empleo individual de
palabras, fechas, símbolos, fotografías, nombres y expresiones que se
proscriben, configuran los hechos más salientes de un plan siniestro, destinado
a ahogar la libre expresión de la ciudadanía, y entronizar en el poder a
minorías antinacionales que en su hora enajenaron el patrimonio del país y
traficaron con el hambre y el dolor de los trabajadores argentinos.
Este desborde de la arbitrariedad ha culminado con la abolición de la
Constitución Nacional vigente, sancionada por una Convención Reformadora
libremente elegida por el pueblo, con la participación de los mismos sectores
políticos que apoyan a la tiranía, Constitución que juraron acatar y defender
los mismos que hoy la vulneran y suprimen a espaldas del Pueblo y al margen de
su libre voluntad soberana, con el evidente propósito inconfesable de abolir
disposiciones como las del artículo 40, que impiden la entrega al capitalismo
internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales del país,
juntamente con otras también fundamentales como las que sancionan los derechos
del trabajador y las que estatuyen la función social de la economía y la
riqueza.
Por un acto arbitrario y despótico se reimplanta una Carta Fundamental ya
superada por la realidad política, económica y social de la República, al amparo
de cuya imprevisión y laxitud fue posible en otras épocas la entrega del país a
las fuerzas internacionales del capitalismo y el sometimiento, el hambre y la
humillación de nuestro pueblo.
Y para hacer más evidente la burla a la ciudadanía y la prepotencia de la
arbitrariedad, ni siquiera se la reimplanta en todo su vigor como norma de
convivencia o valla del poder, sino "en tanto y en cuanto no se oponga a los
fines de la Revolución", vale decir, en cuanto no se oponga a la voluntad
omnímoda e Incontrolada del gobierno. Jamás, en toda la historia, gobierno
alguno ha tenido el descaro de hacer semejante profesión de tiranía y
despotismo.
En lo económico
Se han tomado medidas tendientes a quebrantar la industria nacional, depreciar
la moneda, crear el desaliento en la inversión de capitales útiles, elevar los
precios acentuando el desequilibrio entre éstos y los salarios, provocar
sectores importantes de desocupación, que llevarán por hambre a los obreros a
someterse a la voluntad del capitalismo.
Todo ello unido al desprestigio internacional de nuestra economía por el propio
gobierno, a la acelerada contratación de empréstitos extranjeros y a la adopción
de determinados compromisos anteriores, constituyen etapas de un plan destinado
a retrotraer al país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo
internacional de los resortes fundamentales de su economía.
En lo social
Se han desconocido legítimas conquistas de los trabajadores, se ha destruido la
organización sindical -base indispensable de la paz social y del progreso del
país-, mediante la intervención a la Central Obrera y a todos los sindicatos.
Se ha perseguido, encarcelado y confinado a miles de trabajadores, y se los ha
privado arbitrariamente del derecho elemental de intervenir activamente en la
vida de las organizaciones a que pertenecen.
En síntesis, desde el propio gobierno se ha realizado una acción sistemática
tendiente a destruir la organización sindical y anarquizar a los trabajadores,
acción que persigue la finalidad inconfesable de debilitar el frente social para
posibilitar el camino del sometimiento del pueblo, y con él, del sometimiento de
toda la Nación.
En las Fuerzas Armadas
Se ha tratado en toda forma de minar su unidad y su armonía y se han desquiciado
sus cuadros con la baja o retiro obligatorio de centenares de jefes, oficiales y
suboficiales que honraban a la institución por sus virtudes morales y su
capacidad profesional.
Al mismo tiempo se ha obligado a muchos oficiales al desempeño de funciones
civiles incompatibles con su estado militar, creándose hacia la institución un
lógico resentimiento y desconfianza del pueblo, difícil de superar, y que es la
semilla más criminal que podía haberse sembrado para dividir y anarquizar a la
Nación.
Esto es, en lo fundamental, el panorama trágico de las horas difíciles que vive
la República. La proliferación de conflictos sindicales, los actos diarios de
sabotaje en todo el territorio del país y el continuo descubrimiento en toda la
República de planes subversivos o actos de insurrección, denunciados por el
propio gobierno, no son (como él pretende, para encubrir su responsabilidad y
engañar a la opinión) fruto de la acción aislada de personas perturbadoras, sino
síntoma del clima de opresión y subversión en que vive la República y expresión
evidente del espíritu indomable y de la decisión del pueblo de reconquistar su
libertad.
Tan
grave estado de cosas impulsa nuestra determinación y nos decide a recoger el
clamor unánime del pueblo, antes de que la República desemboque en una lucha
fratricida que terminará por destrozarla.
El programa del Movimiento de Recuperación Nacional
I - En lo político
Restablecer el Estado de derecho mediante la vigencia plena de la Constitución
Nacional y el imperio de la justicia en un ambiente de real libertad y pura
democracia.
Consolidar la soberanía popular mediante la realización de elecciones generales
en todo el país en un plazo no mayor de 180 días, con plenas garantías para
todos los partidos políticos en el proceso electoral y preelectoral, incluida la
utilización con iguales derechos de todos los medios de expresión y difusión.
Prescindencia absoluta del gobierno en materia electoral y fiscalización de los
comicios por las Fuerzas Armadas.
Libertad efectiva y absoluta de prensa para todos los sectores de la opinión.
Amnistía general y derogación de todos los decretos y medidas discriminatorias
dictados por razones ideológicas o políticas.
Libertad de todos los presos políticos y sometimiento a la justicia competente
de los que hubiesen cometido delitos comunes.
Reincorporación de los empleados y obreros eliminados arbitrariamente por
razones ideológicas o políticas.
Levantamiento de las interdicciones a personas y empresas e intervención de la
justicia en los casos de violación de las leyes en vigor.
Rehabilitación de los partidos políticos privados de personería v plena libertad
para la formación de nuevas fuerzas, dentro de las normas establecidas por la
legislación vigente.
El 16 de junio de 1956 Clarín publica un editorial con
loas y alabanzas a la revolución fusiladora, al cumplirse un año del golpe de
Estado. Sobre los fusilamientos de esos días (ejecutados entre 9 y el 12 de
junio) no dice nada,
II - En lo económico
Revisión de las medidas de carácter económico y financiero que pudieran lesionar
los intereses nacionales.
Revisión de las medidas económicas y financieras que afectan seriamente el
desarrollo de las actividades productivas.
Restablecimiento de la plena ocupación y adopción de medidas para contener el
alza del costo de la vida.
III - En lo social
Devolución del gobierno de los sindicatos a los trabajadores y elección por los
mismos de las autoridades de la Central Obrera en un plazo de 45 días.
Libertad inmediata a todos los dirigentes y obreros detenidos por razones
políticas o gremiales.
Renovación de los convenios de trabajo, de común acuerdo entre los trabajadores
y empresarios, mediante los procedimientos determinados por la legislación
vigente al 20 de setiembre de 1955.
Derogación de los decretos y medidas discriminatorias que impiden a miles de
obreros su participación en la vida de los organismos gremiales.
IV - En las Fuerzas Armadas
Reestructuración de las mismas con vistas a las necesidades de la defensa
nacional.
Reincorporación de jefes, oficiales y suboficiales que poseyendo valores
profesionales y morales hayan sido dados de baja o retirados por razones
políticas o ideológicas.
Mantenimiento de los actuales cuadros con la única excepción que determinen los
tribunales y organismos competentes que establece la ley.
V - En el orden internacional
Respeto y cumplimiento de todos los convenios, pactos y compromiso
internacionales concertados por el país dentro de las normas constitucionales y
legales.
Suspensión de la ejecución de aquellos compromisos contraídos en violación de
tales normas, a fin de que oportunamente sean considerados por las autoridades
legalmente constituidas por los órganos y procedimientos que estatuye la
Constitución Nacional.
Sosteniendo tales principios y comprometiendo ante el pueblo de la República el
fiel y estricto cumplimiento de los objetivos señalados, el Movimiento de
Recuperación Nacional toma las armas, en defensa de la patria, decidido a
pacificar la nación por el camino de la verdadera libertad, en el respeto de la
Constitución y la Ley.
No hacemos cuestión de banderías porque luchamos por la patria que es de todos.
No nos mueve el interés de ningún hombre ni de ningún partido.
Por ello, sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones
entre hermanos, llamamos a la lucha a todos los argentinos que con limpieza de
conducta y pureza de intenciones, por encima de las diferencias circunstanciales
de grupos o partidos, quieren y defienden lo que no puede dejar de querer y
defender un argentino: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, en
una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Rubén Mauriño tenía quince años y su padre Miguel Angel era jefe de la
Resistencia Peronista. El coronel José Albino Irigoyen y el capitán Jorge Miguel
Costales debían emitir la proclama desde la escuela. Los dos militares fueron
fusilados. La escuela todavía tiene el emisor que iban a utilizar.
Por Enrique Arrosagaray
Rubén Mauriño recibió la orden de su padre Miguel Angel. "Vos andá a la esquina
de Mitre y Vélez Sarsfield, por ahí te pasa a buscar una camioneta, retirás el
transmisor de la casa que te anoto acá y lo llevás a la Escuela Técnica. Se lo
entregás a Lugo y te vas. ¿Entendiste? Te volvés a casa." Rubén, con apenas 15
años en esa noche del 9 de junio de 1956, le hizo caso en todo a su papá menos
en una cosa: se quedó con el paraguayo Dante Lugo en la Escuela.
En la Escuela Técnica "Salvador Debenedetti" –esquina de Alsina y Paláa, pleno
centro de Avellaneda– ya estaba desde unos minutos antes un comando encabezado
por el coronel José Albino Irigoyen y por el capitán Jorge Miguel Costales –jefe
de inteligencia del estado mayor de Valle–, que tenía por misión instalar lo
necesario para transmitir por radio la Proclama que toda la población escucharía
en el momento que comenzaba la pelea del argentino Lausse contra el chileno
Loaysa. Es decir, a las once de la noche de ese sábado. Muchos núcleos civiles
antidictatoriales esperaban esa señal radial para sumarse al alzamiento.
El coronel Irigoyen tenía 43 años y había nacido en La Matanza.
No tenían buen concepto de él en el Ejército. Su legajo incluye comentarios como
el de "retraído, poco vivaz (...) y en general, sus condiciones intelectuales
son apenas suficientes". En años posteriores se recibe de ingeniero en
comunicación y da clases en la Escuela de Comunicaciones en la Guarnición de
Ejército de Campo de Mayo. "Este oficial –dice su legajo en noviembre de 1941–,
a pesar de haber trabajado con dedicación, ha desmejorado apreciablemente en el
rendimiento de sus estudios." Lo ascienden a coronel en diciembre de 1955.
MACHADO
Y ZUBIRI, DOS PROTAGONISTAS DEL ALZAMIENTO
Obreros en el Comando en Jefe
Por E. A.
"Tenía cuatro granadas enganchadas en los tiradores y una pistola 45 con tres
cargadores. Nada más –cuenta Rubén Machado, obrero textil en la fábrica ITE, de
Villa Domínico–. Y mi misión, al frente de cien hombres, era la de rodear y
tomar el Comando en Jefe. Nuestro punto de reunión era a las diez de la noche en
la cortada del Pasaje 5 de Julio y Belgrano." Negro y grandote, Machado había
compartido un par de encuentros con Evita y se había enamorado de ella hasta el
caracú. Cuando ella murió, la lloró; y cuando derrocaron a Perón, se juró que
eso no quedaría así. Por eso trabajó en la Resistencia, y cuando surgió lo de
Valle, se sumó sin dudas.
"Yo conocí a Valle y a Tanco en una reunión grande, clandestina, en el galpón de
una curtiembre en Dock Sud, pocos días antes del 9 de junio. Pero a los que más
frecuentaba era a Barrena Guzmán, a Troxler, que nos enseñó mucho –se sonríe
porque dice no poder contar qué les enseñaba–, y a Pablo Martín Zubiri, nuestro
responsable civil."
Pablo Martín Zubiri se había recibido de subteniente en 1948. Cuando el gobierno
de Perón sofoca el intento de levantamiento en Campo de Mayo, el 28 de
septiembre de 1951, a Zubiri le proponen que pase a trabajar en los servicios de
inteligencia del Ejército, y simularon para ello que lo echaban por apoyar a los
golpistas. Tuvo trato estrecho con Valle y otros, porque estuvo preso en el
mismo barco –el "Washington"–, junto a muchos oficiales peronistas luego del
golpe de 1955. "Ese barco –cuenta Zubiri con sus 80 años– estaba anclado en las
afueras del puerto, sucio, medio abandonado. Me acuerdo de que las ratas le
comieron media oreja a un compañero."
La noche del 9 de junio, Zubiri, vestido de militar, estaba en el doceavo piso
del Comando en Jefe –Belgrano y Paseo Colón–; allí funcionaba un sistema de
comunicaciones que recibía novedades de todos los regimientos y "los que
operaban eran amigos. Había uno que no lo era, pero lo teníamos controlado", nos
cuenta Zubiri. Cuando fue viendo que los minutos avanzaban en contra del
levantamiento y, sobre todo, que el mayor Pablo Vicente no venía al frente de
una columna de tanques para rodear el edificio porque había fracasado el
levantamiento en la Escuela de Mecánica del Ejército, en Constitución, buscó la
forma de irse porque, si no, él mismo sería apresado. Bajó con un grupo de
soldados, simulando llevarlos a armar una línea de defensa del edificio;
aprovechó y salió a la calle, "fui hasta la vereda del teatro que estaba
enfrente y vi al general Fox y al teniente coronel Speroni que me esperaban
(eran los que lo habían incorporado al servicio de inteligencia) y les dije que
estaba todo perdido; subimos los tres a un coche y me acerqué al grupo de
civiles y gendarmes que tenía al Negro Machado y a los hermanos González al
frente, que ya estaban avanzando, y les dije que tiraran las armas y que
rajaran".
Su especialidad y sus convicciones lo llevaron a estar al frente
del grupo que debía garantizar la emisión de la Proclama.
"Cuni" Ercolano es hoy el bufetero de esta escuela. Cuando Irigoyen golpeó la
puerta de su casa, que era la misma escuela, ya que eran los caseros, él tenía
diez años y vio cómo su padre les abrió, amenazado, "porque entraron a punta de
pistola. Me acuerdo de que ése de traje militar –Irigoyen– le preguntó a mi
padre si era peronista y le contestó que no, que era socialista". Al rato,
Ercolano fue testigo de la entrada por la misma puerta de docenas de policías
que se llevaron detenidos a los hombres de Valle, pero también a su padre, a su
hermana de 19 años, a quien los diarios de la época mencionaron como "la
secretaria de Valle" y a un hermano. "Irigoyen se portó muy bien porque dijo en
la comisaría que mi familia no tenía nada que ver, que los dejaran libres",
cuenta "Cuni" Ercolano a Página/12.
Junto a los dos oficiales del Ejército mencionados estaban los hermanos Clemente
y Roberto Ros, de Lanús; el paraguayo Dante Lugo, que trabajaba en el Comando
L113 de la Resistencia Peronista con base en Quilmes e influencia sobre
Berazategui, Solano y Varela –cuyo jefe indiscutido era Miguel Angel Mauriño–, y
Osvaldo Albedro.
Gracias a que el joven Ruben Mauriño se quedó de prepo, pudimos saber algunas
cosas ocurridas dentro de la escuela, ya que todos los mencionados serían
fusilados pocas horas después, salvo él por ser un pibe.
El coronel Irigoyen, vestido con ropa militar, daba las órdenes. Una de ellas
fue la de que este jovencito, por su agilidad, trepara una torre que la escuela
tenía desde años antes para conectar la antena. Cuando comenzaba a bajar escuchó
ruidos, golpes, gritos. Miró y vio docenas de hombres uniformados invadiendo la
escuela y deteniendo a sus amigos. A él lo hicieron bajar a los gritos,
apuntándole. Los llevaron a todos a la comisaría 1ª por sólo unos minutos; de
ahí a la Unidad Regional de Lanús de la policía provincial, en la esquina de
Córdoba y Juncal. "Estaba todo traicionado –nos contó una vez Ruben Mauriño–,
con el tiempo me enteré de que debía haber habido ahí cincuenta policías para
apoyarnos, pero fue al revés. Nos cargaron en un camión del Ejército."
A una cuadra de la Escuela Técnica, en la calle Alsina al 100, estaba el comando
de la Segunda Región Militar –algo así como un distrito militar–, que debía ser
tomado por el coronel Modesto Leis al frente de un grupo de conspiradores.
En su casa, el coronel le dijo a su mujer que salía y que llegaría tarde; venía
de la Capital, cruzó el viejo Puente Pueyrredón a pie porque allí, en la puerta
del cine Colonial –Mitre 141–, debía ver a un contacto que tendría el dato de un
coche con armas; pero el contacto no estaba y ni rastros de un coche. Caminó
hasta las inmediaciones buscando rostros conocidos, pero nada. Por el contrario,
vio movimientos que le hicieron desconfiar. Desandó sus pasos hacia la avenida y
por fin vio una cara amiga, la de otro oficial de apellido Ricagno, quien venía
con algunos hombres. Hablaron caminando y cambiando información cuando notaron
que otros los rodeaban, amenazantes. Ricagno pudo deshacerse de su pistola, que
traía dentro de un diario, tirándola en una boca de tormenta. Todos fueron
presos y los sumaron al mismo camión que los capturados en la escuela.
El coronel Leis estuvo en la cola de los que iban fusilando.
"Al primero que llamaron fue al coronel Irigoyen –contó aquella vez Leis–, se ve
que durante algunos minutos lo interrogaron, pero al rato se escuchó una ráfaga
de disparos y enseguida un tiro aislado. ¡Se imagina que pensamos lo peor! A los
minutos se llevan al capitán Costales y otra vez, varios tiros y, luego, lo que
sería el tiro de gracia. Luego fusilaron a Lugo y enseguida se llevaron a uno de
los Ros. Me acuerdo de que se abrazaba con su hermano. Qué crueldad. Luego
fusilaron al otro Ros y después a Albedro. A partir de ese momento los minutos
de silencio fueron más largos, y cuando notamos que no venían a buscar a nadie
fue inevitable pensar que habían parado de fusilar. Nos mirábamos, casi no
hablábamos. A las horas, sería a la tarde, nos dijeron que nos fuéramos. Yo creí
que nos aplicarían la ley de fuga, pero no. Era increíble, adentro se fusilaba y
en la calle, como si nada."
Por fortuna e inexplicablemente, los represores se olvidaron el receptor que
formaba parte del equipo que usaría el comando de Valle en esa escuela. Las
camadas de autoridades y profesores lo guardaron y lo protegieron a través de
medio siglo.
"Este equipo es un Hallicrafthers de 10-20-40-80 metros, norteamericano, de
amplitud modulada", le cuenta a Página/12 Mario Mansalido, uno de los profesores
que saben el valor técnico e histórico. El equipo sobrevivió ya medio siglo, a
los hombres que lo quisieron usar.
El 29 de mayo de 1970 un comando montonero secuestró en su domicilio al teniente
general Aramburu. Dos días después esa organización lo condenaba a muerte y
enumeraba los cargos que el pueblo peronista alzaba contra él. Los dos primeros
incluían "la matanza de 27 argentinos sin juicio previo ni causa justificada" el
9 de junio de 1956.
El comando llevaba el nombre del fusilado general Valle. Aramburu fue ejecutado
a las 7 de la mañana del 1º de junio.
La ejecución de Aramburu provocó una semana más tarde la caída
del general Onganía, cuya dictadura ya había sido resquebrajada otro 29 de mayo
el año anterior por la epopeya popular del Cordobazo, y postergó momentáneamente
los proyectos de los sectores liberales que veían en el general ajusticiado una
solución de recambio para la fracasada Revolución Argentina.
El dramatismo de esa muerte aceleró un proceso que suele llevar años: la
creación de un prócer. En cuestión de meses los doctores liberales, la prensa,
los herederos políticos canonizaron a Aramburu mediante el uso irrestricto del
ditirambo y la elegía. Paladín de la democracia, soldado de la libertad, dilecto
hijo de la patria, militar forjado en el molde clásico de la tradición
sanmartiniana, gobernante sencillo y probo que rehuía por temperamento los
excesos de autoridad, son algunos de los conjuros que escamotean a la historia
el perfil verdadero de Aramburu. Dos años después tenía su Mausoleo, ornado de
virtudes.
En memoria de los fusilados
La matanza de junio ejemplifica pero no agota la perversidad de
ese régimen. El gobierno de Aramburu encarceló a millares de trabajadores,
reprimió cada huelga, arrasó la organización sindical. La tortura se masificó y
se extendió a todo el país. El decreto que prohibe nombrar a Perón o la
operación clandestina que arrebata el cadáver de su esposa, lo mutila y lo saca
del país, son expresiones de un odio al que no escapan ni los objetos
inanimados, sábanas y cubiertos de la Fundación incinerados y fundidos porque
llevan estampado ese nombre que se concibe como demoníaco. Toda una obra social
se destruye, se llega a cegar piscinas populares que evocan el "hecho maldito",
el humanismo liberal re trocede a fondos medievales: pocas veces se ha visto
aquí ese odio, poca s veces se han enfrentado con tanta claridad dos clases
sociales.
Pero si este género de violencia pone al descubierto la verdadera sociedad
argentina, fatalmente escindida, otra violencia menos espectacular y más
perniciosa se instala en el país con Aramburu. Su gobierno modela la segunda
década infame, aparecen los Alsogaray, los Krieger, los Verrier que van a anudar
prolijamente los lazos de la dependencia desatados duran te el gobierno de
Perón. La República Argentina, uno de los países con más baja inversión
extranjera (5% del total invertido), que apenas remesaba anualmente al
extranjero un dólar por habitante, empieza a gestionar esos préstamos que sólo
benefician al prestamista, a adquirir etiquetas de colores con el nombre de
tecnologías, a radicar capitales extranjeros formados con el ahorro nacional y a
acumular esa deuda que hoy grava el 25% de nuestras exportaciones. Un solo
decreto, el 13.125, despoja al país de 2 mil millones de dólares en depósitos
bancarios nacionalizados y los pone a disposición de la banca internacional que
ahora podrá controlar el crédito, estrangular a la pequeña industria y preparar
el ingreso masivo de los grandes monopolios.
Quince años después será posible hacer el balance de esa política: un país
dependiente y estancado, una clase obrera sumergida, una rebeldía que estalla
por todas partes. Esa rebeldía alcanza finalmente a Aramburu, lo enfrenta con
sus actos, paraliza la mano que firmaba empréstitos, proscripciones y
fusilamientos.
Fuente: NAC&POP
(...). A la Resistencia se suman los militares. Qué garantía para nosotros con
la experiencia que tenían los militares para esos caso as¡. Teníamos contacto
con los compañeros, con la mayoría que después fueron fusilados, con Costales,
con el Coronel Cogorno, con los hermanos Yrigoyen, con todos los militares que
se habían sumado a esto y que tanta importancia tenían para la Resistencia. El
Gral. Valle estaba preso, preso en un barco, pero desde ahí ya había empezado a
preparar la revolución. Había ido buscando contactos y cuando salió en libertad,
juntamos a todos los sectores que representaban la Resistencia y resolvimos tres
cosas importantes: la primera, seguir adelante y hasta el fondo para derrocar la
dictadura; la segunda: llegamos al convencimiento de que por la vía democrática
no los sacábamos, entonces el único camino que nos quedaba era el de la
revolución y decidimos prepararnos en el terreno de nuestros enemigos; tercero:
se reconoció como jefe del Movimiento al General Valle y al General Tanco.
Penitenciaría:
una historia de fusilamientos
El 1 de febrero de 1931 fueron fusilados
en la Penitenciaría los militantes anarquistas
Severino Di Giovanni y Paulino Scarfo, bajo la
presidencia de facto de José Félix Uriburu. No fueron los únicos fusilados en la
Penitenciaría a lo largo de la historia, pero si quizás los más célebres.
Bajo otro régimen de facto, el de Aramburu, el 11 de junio de 1956 fueron
fusilados, a tiro de fusil Máuser 7,65 mm. Mod. Arg. 1909, el suboficial Isauro
Costa, el sargento carpintero Luis Pugnetti y el sargento músico Luciano Isaías
Rojas. Al día siguiente corrió la misma suerte el general de división Juan José
Valle.
Elegimos el día: el 9 de junio. Recuerdo que el 8 estaba con
Valle y, en el café de "Los Angelitos" nos encontramos con los suboficiales que
eran los encargados de tomar la radio donde íbamos a lanzar la proclama que era
el primer golpe que íbamos a dar para salir a combatir. Y a hora que hablo de la
proclama quiero recordar (ustedes han leído lo que es esa proclama, el contenido
de la proclama que es lo más incruenta posible), que fue revisada hasta el
último momento por dos grandes compañeros peronistas, porque les teníamos fé y
confianza, dos peronistas de raza, dos compañeros comprometidos hasta el tuétano
con la revolución: los compañeros José María Castiñeira de Dios y Enrique
Olmedo.
El comando estaba en la calle Alsina, en Avellaneda, enfrente de la plaza.
La primera resolución del comando fue nombrar una comisión que saldría a tomar
la escuelita que estaba al lado de la cancha de Racing y que, desde allí se
largaría la proclama por radio; entre algunos de la comisión estaba el gran
compañero Costales, Pepe Yrigoyen, Lugo y otros más. A los diez minutos nos
llaman y nos dicen "Ya tomamos la escuelita", pero a la media hora nos dicen:
"no hablen más para acá porque estamos rodeados". Pasa una hora y el asesino de
Rojas anuncia por radio el fusilamiento de los revolucionarios y dá los nombres
que eran los de los compañeros que habían tomado la escuelita. No había pasado
una hora cuando aparece otra información: en Lanús son asesinados otros
compañeros entre los que estaban los hermanos Ross. Por si fuera poco, después
nos llega la noticia del fusilamiento del Coronel Cogorno en La Plata. La única
buena pero que no alcanzaba era que el Capitán Filipaux había tomado Santa Rosa.
Por suerte después él se salvó del fusilamiento.
Lo último fue cuando levantaron a los compañeros que simulaban estar mirando una
pelea, los cargaron, los llevaron a José León Suárez y mientras bajaban del
camión, los mataban fusilándolos por la espalda.
[Relato de Adela Cabaña de Brión, esposa de Mario Brión,
asesinado en los basurales de José León Suárez, sobre las actividades del grupo
y de su marido previas a las jornadas del 9 al 12 de junio de 1956]
Desde el golpe de 1955, siempre comentábamos con mi marido, que
la vida estaba cada vez peor, y él siempre me decía que prefería morir a servir
de rodillas ante un gobierno de facto, antinacional.
Comencé a darme cuenta de que -en algo andaba cuando sus llegadas a casa, luego
del trabajo, se hacían cada vez más tarde, ya entrada la noche, él era un hombre
que trataba de llegar temprano para estar más tiempo junto a mí y a nuestro
pequeño hijo (Daniel).
Le pregunté, entonces, por el motivo de esas llegadas tarde que se habían hecho
cada vez más frecuentes y me contó su verdad. Me dijo que estaban formando un
grupo en la zona, en el barrio, para luchar contra la tiranía intentando retomar
la soberanía del pueblo sojuzgado.
Comentamos también que se realizarían reuniones en varias casas de los
alrededores, incluyendo la nuestra, le di todo mi apoyo y colaboré con él en la
medida de mis posibilidades: callando, guardando silencio y secreto del tema, ni
nuestros demás familiares supieron lo que estábamos organizando.
Fueron varias noches de reuniones en nuestra casa (Franklin 1812
en Florida), recuerdo que todos llegaban caminando, Rodríguez, Don Horacio (Di
Chiano) y también tengo presente una moto en la que unos jovencitos llegaban y
dejaba en el jardín, los Lizaso (Jorge y Carlitos).
Ver o descargar Diario del
Bicentenario
Año 1956
Mientras ellos aguardaban la llegada de otros compañeros, Mario
(Brión) los convidaba con una picadita de jamón y queso, que compraba, antes del
regreso, en el frigorífico Armour donde en ese momento trabajaba.
Pasaron los días, las noches, y la orden no llegaba. Yo acostaba al nene
(algunas veces lo tenía en brazos) y espiaba desde detrás de la persiana, apenas
entreabierta, vigilando cualquier movimiento raro, por suerte nunca sucedió nada
en esos momentos.
Un día Mario me dijo: Prepará la habitación porque el General Tanco se va a
quedar unos días con nosotros. Pero no sé y nunca pregunté el por que finalmente
no vino.
En el comedor teníamos un hogar a leña, que tenía semioculta una puertita, allí
dentro yo guardaba las armas que todos los compañeros traían, como mi esposo no
tenía una propia un vecino muy querido le entregó un revolver para que el
utilizara.
Por fin, el 9 de junio Mario me dijo que la reunión de ese día era en la casa de
Don Horacio (Di Chiano), recuerdo que lo pasaron a buscar el mismo Don Horacio y
Rodríguez.
Era una noche muy fría, se puso una polera que yo acababa de
tejerle, me dio un beso, abrazo a nuestro hijo y me dijo que escuchara la radio,
que ese sería el día.
Los tres se fueron caminando despacio, yo lo dije a Rodríguez (que era muy
corpulento) cuídelo. Cerraron la puerta y yo seguí, tras la persiana, espiando.
No me acosté, seguí escuchando la radio y en la madrugada del 10 un comunicado
informaba a la población que se había descubierto un levantamiento para derrocar
a ese gobierno y que declaraban la ley marcial.
Pasaban las horas, y el movimiento en la calle, de autos que iban y venían era
cada vez mayor.
Salí al jardín y mirando hacia la esquina de Hipólito Irigoyen, donde era la
reunión, vi estacionado un colectivo con vigilantes alrededor que después
arrancó.
El General Valle en
Tierra del Fuego. Fue el 11 de Abril de 1942, Valle formó parte de
la comitiva del Ministro de Guerra Juan Tonazzi y un grupo de altos
jefes militares y representantes de la prensa. La comitiva militar
fue a reconocer el lugar en el que se levantarían los cuarteles del
Ejército Argentino de Río Grande. (En la foto inferior el segundo
desde la izquierda).
Llamé entonces por teléfono a mi vecino comentándole que Mario
no había regresado, el me dijo que no saliera, que él mismo se fijaría. Así hizo
y primero dio vuelta la esquina para pasar por casa y tratar de tranquilizarme,
luego al querer ir a comprobar que pasaba, estando ya en el jardín de su casa
casi lo detienen a él también así como estaban deteniendo a todos los que
encontraban en las calles de los alrededores.
A la mañana siguiente, bien temprano, salí al jardín para ver si lograba verlo
regresar, pasó una mujer que yo no conocía- y me dijo, quédese tranquila, su
esposo está bien, jamás la volví a ver ni supe quien fue.
Pasan las horas y la radio dio la noticia de los que murieron en San Martín, yo
pensé que ellos no podían ser pues estaban en Florida.
Mario no regresaba y creyendo que estaba preso, subí al altillo que teníamos en
la casa y saqué todos los recuerdos que él había guardado desde el 17 de
octubre, diarios La Época, la antorcha del 17 de octubre, fotos con Evita en la
Fundación, papeles que pudieran comprometerlo y, sin pensarlo dos veces, quemé
todo.
El libro del plan quinquenal y una foto de Evita dedicada a Mario y otra de
Mario y Evita en la Secretaría de Trabajo y Previsión junto a otros compañeros
se lo entregue para que lo escondiera a una amiga del barrio y hasta estos días
jamás pude recuperarlos ni se que se hizo de esa amiga.
Más tarde llamaron mis hermanos, preguntándome por Mario y cuando les dije que
desde la noche pasada no había regresado me vinieron a buscar y me llevaron a
casa de mis padres junto con mi hijito.
Desde allí traté de localizarlo, recién después de 3 o 4 días, no recuerdo bien,
mi hermano mayor lo localizó en la morgue del Policlínico de San Martín. Fue
entonces que me enteré que estaba muerto.
Me preguntaron si quería verlo y, por supuesto, dije que si. Entramos y fuimos
directo a la morgue y allí estaba, con los ojos entreabiertos y una pequeña
sonrisa en los labios, apenas se le veía la cara. Le di el último beso y lo
llevamos al cementerio de Olivos para enterrarlo.
Debimos seguir al furgón donde lo trasladaban (ya que no permitieron cortejo
fúnebre) a una cuadra de distancia pues tampoco se nos permitía seguirlo de
cerca.
Llegamos al cementerio rodeados de policías (¿habrán pensado que aún muerto se
podía levantar y escaparse?), mi hermano compró un ramo de flores, pero no me
permitieron ponérsela sobre el cajón aún así, cuando lo cubrían, yo logré
arrojarlas y quedaron sobre el ataúd.
Volví a casa de mis padres a vivir con ellos, no podía volver a vivir en lo que
fue nuestro hogar. El dolor hizo que cayera enferma, estuve más de dos meses en
cama, perdí el embarazo que tenía en esos momentos, mis amigos no se podían
acercar, me tuvieron vigilada muchísimo tiempo.
Hoy me doy cuenta, que fue el temor lo que finalmente alejó a casi todos de mí,
pero no les guardo rencor, el miedo y el temor impuesto era general, así nos
hicieron vivir.
Imagen: Obra de Ricardo Carpani en homenaje a los fusilados en 1956.