El 9 de junio de 1956 se produjo un levantamiento cívico-militar contra la dictadura militar de Aramburu y Rojas, liderado por el general Juan José Valle. El levantamiento fue rápidamente abortado debido a que el movimiento había sido infiltrado y el gobierno militar estaba esperando a los insurrectos. La dictadura decidió efectuar un castigo ejemplificador y completamente inusual en la historia argentina del siglo XX, disponiendo el fusilamiento de los sublevados. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956 veintisiete civiles y militares fueron ejecutados, algunos en fusilamientos clandestinos en una zona de basurales de José León Suárez, provincia de Buenos Aires. Estos hechos fueron relatados magistralmente por Rodolfo Walsh en Operación Masacre.

NOTAS EN ESTA SECCION
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El fusilamiento de Valle en su legajo militar  |  Ultimos secretos de los fusilamientos  |  La proclama de Valle
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Roberto Baschetti - La causa de los fusilamientos de junio de 1956  |  Daniel Brion - El presidente duerme
Pablo Hernández - De amor, de locura y de muerte (fragmento de Peronismo y Pensamiento Nacional, 1997)
Reportaje a Susana Valle y crónica del Cordobazo del periódico de la CGT de los argentinos (1969, facsímil)
Salvador Ferla - El drama argentino de 1955  |  La fuerza es el derecho de las bestias, Juan D. Perón
 Los fusilamientos del 56 (Compilación)  |  Kirchner recibió "al fusilado que vive"  |  Jorge Rulli - Los fusilados de junio y la identidad popular (2006)
Últimos secretos de los fusilamientos de 1956, por María Seoane, 2006

El pasado que rebota al presente

Por Luis Bruschtein

Después del alzamiento del 9 de junio de 1956, el gobierno militar del general Eugenio Aramburu fusiló a 27 personas. En el caso de los fusilamientos de civiles, se utilizó un procedimiento por "izquierda" que luego se convertiría en la principal herramienta represiva de las sucesivas dictaduras, hasta llegar a su máxima expresión en el ’76. Aun en el caso de los fusilamientos de militares, se aplicó un decreto emitido por Aramburu que declaraba el estado de sitio cuando los rebeldes ya estaban detenidos. Es decir que, de manera inconstitucional, se les aplicó ese decreto con retroactividad.

En esos días, el dirigente socialista Américo Ghioldi publicó una frase que se hizo célebre: "Se acabó la leche de la clemencia". Y a Jorge Luis Borges se le atribuye otra frase en una conversación con su amigo Adolfo Bioy Casares: "Se hizo lo que debía hacerse". No eran los únicos que pensaban así, entre los no peronistas era un sentimiento extendido.

Existe un consenso mayoritario en la historiografía y la sociología sobre una lectura de la Argentina reciente que tiende a colocar al peronismo en el lugar de la barbarie, los excesos, lo no institucional, el exabrupto y lo violento. Y pone a sus adversarios en el polo antitético: defensa de la institucionalidad y la racionalidad, de la pacificación y el respeto de la ley.

Es inquietante la manera en que esa lectura se revierte constantemente sobre la actualidad. Lo que inquieta es la incapacidad de esa lectura, o de quienes la realizan, de sobreponerse a su contexto social aun después de tantos años, como si permanentemente se tratara de justificar el papel que jugó ese mismo contexto en aquel momento.

La primera parte de esa lectura, la que compete al peronismo, es cierta en gran medida. Pero la segunda parte, la que alude a sus opositores, es falsa en gran medida. La oposición, los partidos que la integraban, fue más salvaje aún que el peronismo. El revanchismo antiperonista, desde los bombardeos a civiles en la Plaza de Mayo hasta los días posteriores al golpe del ’55, la violencia, la humillación y la represión fueron más alevosos, desprolijos, inconstitucionales y antidemocráticos que lo que podría reprochársele al peronismo. Los fusilamientos constituyen un hito en esa historia. El peronismo no había fusilado a nadie.

La vocación institucional de las fuerzas opuestas al peronismo es una construcción cultural, es expresión de una visión hegemónica dentro de los intelectuales y las capas medias que tomaron como propio el discurso de los grupos de poder. En todo caso, el antiperonismo fue más "institucional", porque a partir del ’55 utilizó a las Fuerzas Armadas para agredir al resto de las instituciones democráticas.


Homenaje al general  Valle (2011)

La calidad institucional, la "institucionalidad" como valor en la política argentina ganó peso específico recién después de la última dictadura y constituye una gran mentira interpretar esa historia como si hubiera habido un sector destacado que hubiera representado ese concepto como se lo entiende en la actualidad. Lo real es que no hubo ángeles democráticos y demonios violentos. Todos los actores se movieron con los criterios de una sociedad si se quiere primitiva en cuanto a su visión de sí misma, incluyendo a la izquierda.

A partir de esa lectura de un solo ojo, todo el mundo sabía lo que tenía que hacer el peronismo-populismo para enmendarse y mejorar. Es decir, tenía que hacer lo que siempre hicieron sus detractores dizque más republicanos y democráticos. El problema es que la misma historia está diciendo que, con otras vestiduras y formalidades, lo opuesto al peronismo actuó con un gran desprecio por las instituciones.

Sin embargo, el peronismo hizo lo que le pidieron que hiciera: la renovación trató de ser un remedo de la Coordinadora radical –que fue el paradigma de los ’80– y más tarde, con Carlos Menem, se asimiló a una especie de republicanismo conservador popular que finalmente agotó su verdadero impulso.

En el prólogo de Operación Masacre, Rodolfo Walsh aclaró que había tomado la matanza de civiles en los basurales de José León Suárez, separándola del resto de los fusilamientos, porque en ese caso no podía haber ninguna justificación por parte de los fusiladores. Se trataba de una masacre clandestina de civiles desarmados que sólo tenían una participación lateral en el alzamiento.

Lo real es que salvo excepciones como las de él mismo, que en 1956 todavía no se asumía como peronista, o la del escritor Ernesto Sabato, que publicó su investigación, la denuncia de los fusilamientos no conmovió demasiado al universo no peronista. La izquierda no peronista ni siquiera ahora recupera a esos trabajadores fusilados como parte de los mártires del pueblo en su lectura de las luchas populares. Y tampoco lo hace con los civiles que murieron en los bombardeos de Plaza de Mayo.

Por el contrario, para la generación que se incorporó a la militancia en los años ’70 constituían momentos tan emblemáticos como la Semana Trágica, igual que después lo fueron los fusilamientos de Trelew y los treinta mil desaparecidos. Esa incongruencia en un discurso de izquierda que ignoraba dos de los hechos más terribles del pasado reciente fue uno de los factores que ayudó a la peronización de la mayoría de esa generación.

Hay hilos convergentes entre los sucesos de 1956, los años ’70 y la última dictadura. Varios de los sobrevivientes de los fusilamientos o sus familiares formaron parte de la Tendencia Revolucionaria del peronismo o de sus organizaciones armadas, como Julio Troxler y los hermanos Lizazo, y fueron asesinados por la dictadura o por una Triple A en la que muchos de sus integrantes también eran peronistas. Hace pocos días fue detenido el comisario mayor de la Bonaerense Juan Fiorillo, que desapareció a Felipe Vallese en 1962. Y ese mismo policía, después integró la Triple A y luego fue colaborador estrecho del genocida Ramón Camps. Los militares que participaron en el golpe del ’55, respaldados por los partidos no peronistas, de izquierda y derecha, protagonizaron la escalada de asonadas y golpes militares que van del ’55 al ’66 y del ’66 al ’76. El peronismo estuvo proscripto 18 años, en tanto los demás partidos aceptaban una especie de democracia tutelada, donde ellos mismos –además de dirigentes peronistas– decidían sus diferencias cruzando contactos en los cuarteles y regimientos. Y los civiles más militaristas eran casi siempre los que más declamaban su republicanismo. Todos los golpes y asonadas militares se hicieron en "resguardo" de la democracia.

En la actualidad la antinomia peronismo-antiperonismo es anacrónica. Ni uno ni otro alcanzan por sí solos para describir o interpelar a una sociedad que afronta otras problemáticas y complejidades. Las corrientes de nuevas mayorías se construyen necesariamente sobre otros contenidos que los atraviesan y contienen. En ese sentido, la cultura va muy por detrás de la realidad, porque mantiene esa mirada hegemónica y caprichosa sobre el pasado a pesar de que tanto en el oficialismo como en la oposición conviven sectores que provienen de ambas puntas de esa antinomia histórica.

Un síntoma de ese retraso en la cultura política es que el recuerdo de los fusilamientos del ’56, al igual que de las víctimas de los bombardeos en Plaza de Mayo, termina encuadrado en ese contexto como un acto peronista o properonista. Es legítimo que la reivindicación de los ideales y principios por los que lucharon los caídos sea tomada por quienes piensan así. Pero hay una tarea ciudadana democrática, no partidista, en el reconocimiento de quienes fueron víctimas de esa masacre como una forma de poner distancia con la intolerancia y el desprecio a la vida que llevaron a justificar la usurpación de instituciones para eliminar a quienes se les oponían. El repudio a los fusilamientos del ’56 no debería ser una acción solamente peronista, sino de la ciudadanía en su conjunto.

Página 12, 10/06/06



Perón: Mensaje a los peronistas (1958). En uno de los por entonces habituales mensajes grabados, el general Perón analiza la salvaje represión de la dictadura y los fusilamientos por el frustado levantamiento peronista de 1956, liderado por el general Valle.


 

El presidente duerme

Fusilados en junio de 1956. La generación de una causa. Un libro de Daniel Brión

El autor es hijo de Mario Brión, oficinista, casado, quien encontró la muerte en los basurales de José León Suárez el 10 de junio de 1956, a los 33 años. El libro relata detalladamente, lugar por lugar, donde fueron sucediéndose y como fueron asesinados y fusilados quienes intervinieron en el Movimiento de Recuperación Nacional 9 de Junio que, encabezado por los generales Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Andrés Framini y Armando Cabo, quienes se levantaron contra la dictadura en un intento por restablecer la vigencia de la Constitución Nacional.

El presidente duerme fue presentado en 2001 en un acto en el que hablaron Mario O´Donnell e Inés Pérez Suárez. El título fue tomado de un poema escrito en junio de 1956 por el periodista José Gobello, que había sido diputado nacional y estaba entonces preso en la cárcel de Caseros. Aludía a la infructuosa gestión que intentó una noche la esposa de uno de los fusilados. Decía: "La luna se ha escondido de frío o de vergüenza,/ya sobre los gatillos los dedos se estremecen/una esperanza absurda se aferra a los teléfonos/y el presidente duerme".

Introducción

Por Daniel Brión

No se ha escrito mucho sobre los fusilamientos de Junio de 1956, mucho menos es lo que ha trascendido a la memoria histórica nacional sobre estos acontecimientos que marcaron un hito en nuestra Patria.

Pero estos mártires, que representan la sangre y la simiente del movimiento nacional y popular, nunca murieron continuaron viviendo en cada tiza y en cada carbón con las que un pueblo proscripto, “seco y en patas”, los recordó en las paredes de ciudades y pueblos durante dieciocho años, vivieron cada vez que una voz se levantó contra un dictador, vivieron con cada luchador popular y en el corazón de miles de compatriotas que levantaron sus banderas y las llevaron a la victoria.

Con el odio y el rencor no se construye, pero la falta de memoria destruye, y la memoria del Pueblo no ha permitido que, pese al silencio de tantos años, esta sangre derramada por la causa popular haya sido en vano.

Resulta maravilloso y emocionante, como hijos y familiares de estos hombres, darse cuenta que cada vez que contamos nuestra historia a nuevas generaciones, cada vez que rescatamos del olvido su epopeya nacional, cada vez que conciudadanos a quienes nunca se habían relatado estos sucesos comienzan a enterarse de los mismos, la chispa de la utopía y la libertad, de las convicciones políticas, del amor a la Patria y a su Pueblo, comienza a encender nuevos fuegos en los corazones, que se vuelven ávidos por conocer mas detalles de lo sucedido.

Vivimos actualmente en un país que se ha dado en llamar “mediático”, entendemos que la noticia hoy pasa por otro lado, pero es bueno tener presente que “los pueblos que no tienen memoria no tienen futuro”, y que “conocer la realidad es empezar a dominarla”.

Una vez alguien me preguntó: “¿por qué su papá era peronista?...”, y entonces recordé una anécdota que, de niño, mi madre me contó cuando yo le hice la misma pregunta...

Mi padre trabajaba en la administración de la fábrica SIAM, de noche estudiaba Teneduría de Libros, quería progresar.

En aquel entonces en cada puesto de trabajo había un jefe que controlaba, despóticamente, a los empleados.

En un momento mi padre bostezó mientras trabajaba, esto fue suficiente para que ese jefe, ironizándolo, lo obligara a subirse al escritorio y comenzara una cruenta burla delante de todos los empleados. Bajo apercibimiento de ser despedido mi padre debió subir a su escritorio y simular bostezos delante de todos sus compañeros.

Fácil resulta comprender el sabor amargo que esta actitud dejó en su alma.

Nadie pudo alzar su voz para defenderlo, el no pudo negarse pues sería despedido.

Esa era la realidad social, el contexto que se vivía en esos momentos, el trabajo carecía de dignidad y los trabajadores de derechos.

Pero al poco tiempo apareció un Coronel que comenzó a hablar de la Dignidad del Trabajador, de Independencia Económica, de Soberanía Política y de Justicia Social, y bajo su doctrina comenzaron a alinearse las grandes mayorías postergadas, comenzaron a reivindicarse los derechos de los olvidados, la gente comenzó a vivir feliz y contenta con la dignidad de su trabajo.

Era el Coronel Perón.

A partir de ese momento mi padre se hizo peronista y defensor de la justicia social, y por estas convicciones entregó su vida.


Aramburu y Rojas con sus patrones de la Sociedad Rural, 1956. Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas, presidente y vicepresidente de facto, asisten a la Exposición Rural. La organización anfitriona, con su titular Juan José Blaquier, recibe a las espadas de la "Revolución Libertadora" con un fervor particular que respondía a dos medidas adoptadas por el gobierno militar: la devolución de instalaciones de la Sociedad Rural de Palermo, que en 1951 fueron transferidas a la Fundación Eva Perón, y la restitución de la potestad de la patronal rural sobre los Registros Genealógicos de ganadería, que habían sido nacionalizados por Perón.

Por todo ello este recuento histórico no pretende hablar de política, ni de peronismo, ni de la resistencia popular, ni de la militancia de nuestro pueblo, ni de dieciocho años de proscripción y persecuciones, ni mucho menos de muertes; porque re

cordar estos hechos es recordar estos mártires en la plenitud de sus vidas y de sus ideales, para que nos demos cuenta de que las utopías existen, y que los ideales son importantes, tan importantes como para que alguien alguna vez intente callarlos torpemente y sin darse cuenta que esas palabras se transformarán en gritos que llegaran a cientos, miles, millones de oídos que entenderán el mensaje y continuarán su historia.

Porque estoy convencido que estas epopeyas merecen ser contadas, que estas vidas son ejemplos de vida, que esta entrega es modelo de una moral digna de ser imitada, pretendo hacer un recuento de lo sucedido en la esperanza de que llegue a manos de todos aquellos que siguen buscando esos modelos y esos ejemplos de vida, en fin continúan buscando un País mejor donde vivir.

También se han pretendido desvirtuar los motivos que impulsaron a esta gesta heróica, pretendiendo imponerles consignas extrañas que nunca los animaron en su intento, por tal motivo, antes de comenzar con el relato de los hechos, transcribo la Proclama al Pueblo de la Nación que redactaron como exposición de motivos y aspiraciones de su accionar y de cuya lectura surgen claramente las circunstancias que los rodearon y los objetivos que perseguían.

Finalmente debemos recordar también que ninguno de los ejecutores e ideólogos de las muertes fue juzgado ni castigado con el posterior retorno de la democracia.

Simplemente fueron beneficiados por amnistías dictadas, oportunamente, por ellos mismos o sencillamente jamás resultó posible que se sometiera a juicio a ninguno de los implicados en estos actos de terrorismo de Estado.

Estoy convencido de que si se hubiera juzgado su accionar y se hubieran aplicado las penas que la Constitución y la Ley les imponían a estos responsables, años más tarde otros delirantes no hubieran procedido como procedieron pues hubieran tenido en claro que accionar como el que estaban dispuestos a llevar adelante sería juzgado con toda la severidad, y que las penas serían aplicadas en consecuencia; o tal vez no, pues en su delirio asesino tampoco hubieran tenido reparos, pero es una duda que siempre tendremos como ciudadanos de este país.

Hacer este tipo de recordaciones, probablemente, encienda en los corazones el patriótico reconocimiento a estos hombres.

Estos episodios constituyeron una de las páginas más gloriosas de nuestra historia. No es un ejemplo para ser solamente contado, es para ser imitado, para que sirva de ejemplo a los argentinos y para que, desde su gloria, sigan mostrando cual es el camino a millones de argentinos.

Estos hombres pertenecieron a una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A esa causa ofrendaron sus vidas.

Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes. Los hombres flojos se unieron entre ellos para dar apoyo y sustento a un gobierno de facto que proscribía, encarcelaba y asesinaba; es más participaron en forma de “Junta Consultiva” en esos mismos hechos, en contra del resto del pueblo perseguido, encarcelado y asesinado.


Los fusilamientos del 10 de junio de 1956. Fragmento de La hora de los hornos (Fernando Solanas, 1968). Escena en el basural de José León Suárez donde Julio Troxler narra los sucesos. Paradójicamente Julio Troxler, sobreviviente de León Suárez, sería fusilado por la banda de la derecha peronista Triple A en 1974.

La historia -que es verdad y es justicia o no es historia- ha debido reconocer el extraordinario valor de estos mártires frente a la confabulación de otros y así, cuarenta años más tarde, un Presidente de la Nación rindió homenaje público a la memoria de estos valientes reivindicando su lucha por la recuperación de la libertad y la democracia.

Ellos fueron los hombres de una causa: la causa de la Patria. No lograron hacerlos retroceder ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de los hombres templados no cede ni ante la acción destructora del tiempo, ni ante la calumnia o la intriga de los hombres.

Esta lección perdurará en los tiempos mientras haya un argentino con el corazón bien templado.

“El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra generación, es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos fuertes o iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos”.

No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, no nos hace falta, tenemos en nuestra historia las páginas más gloriosas que se han producido en las luchas por la libertad, la democracia y la defensa de la causa popular.

Por todo esto es que reivindico la gesta de nuestros padres y espero contribuir, en alguna medida, a reinstalar en nuestra Patria la memoria histórica para que todos estos hechos nunca vuelvan a suceder, porque nos duelen los 31 fusilados/asesinados de Junio de 1956, nos duelen los muertos en los bombardeos a Plaza de Mayo de Junio de 1955,, nos duelen todos los muertos y perseguidos en la Resistencia Popular, nos duele el Plan Conintes, nos duele la triple A, nos duelen los 30.000 desaparecidos, y no queremos más que nos vuelva a doler ninguna otra muerte ni ninguna otra violación a ningún derecho humano.

Simplemente queremos recobrar un estilo de vida, queremos volver a ver a nuestro pueblo y a nosotros mismos con una sonrisa en la cara, con la alegría de vivir en la dignidad de nuestro trabajo, mirando a los ojos a nuestros hermanos, compartiendo la vida con nuestras familias y amigos, recobrar la buena vecindad, la solidaridad, el respeto a los ancianos, el amor a los niños.

Queremos vivir en Paz y Libertad, como una vez lo hicieron nuestros padres y abuelos y como pretendemos volver a hacer nosotros y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

DANIEL BRIÓN

Tercera edición (junio 2011)

No se ha escrito mucho sobre los fusilamientos de Junio de 1956, mucho menos es lo que ha trascendido a la memoria histórica nacional sobre estos acontecimientos que marcaron un hito en nuestra Patria.

Pero estos mártires, que representan la sangre y la simiente del movimiento nacional y popular, nunca murieron continuaron viviendo en cada tiza y en cada carbón con las que un pueblo proscripto, “seco y en patas”, los recordó en las paredes de ciudades y pueblos durante dieciocho años, vivieron cada vez que una voz se levantó contra un dictador, vivieron con cada luchador popular y en el corazón de miles de compatriotas que levantaron sus banderas y las llevaron a la victoria.

Con el odio y el rencor no se construye, pero la falta de memoria destruye, y la memoria del Pueblo no ha permitido que, pese al silencio de tantos años, esta sangre derramada por la causa popular haya sido en vano.

Resulta maravilloso y emocionante, como hijos y familiares de estos hombres, darse cuenta que cada vez que contamos nuestra historia a nuevas generaciones, cada vez que rescatamos del olvido su epopeya nacional, cada vez que conciudadanos a quienes nunca se habían relatado estos sucesos comienzan a enterarse de los mismos, la chispa de la utopía y la libertad, de las convicciones políticas, del amor a la Patria y a su Pueblo, comienza a encender nuevos fuegos en los corazones, que se vuelven ávidos por conocer mas detalles de lo sucedido.

Vivimos actualmente en un país que se ha dado en llamar “mediático”, entendemos que la noticia hoy pasa por otro lado, pero es bueno tener presente que “los pueblos que no tienen memoria no tienen futuro”, y que “conocer la realidad es empezar a dominarla”.

Susana Valle

"A mi padre lo fusilan a las 22.20 del 12 de junio [de 1956]. Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró. Y me pidió un pucho. Yo estaba cuando el párroco de la iglesia Santa Elena, en la calle Seguí, donde íbamos, viene a confesarlo. Era Alberto Devoto, que lloraba, pobre. Mi padre le dice a Devoto: No llore, padre, si usted me enseñó que en la otra vida se está mejor. ¡No me haga dudar ahora!. Después viene un milico y me da 12 mil pesos. Yo le dije: métase la plata en el culo. Pero mi papá dijo: 'Llevalo, no se la vamos a dejar a éstos. Dásela a tu mamá.' El cuerpo de mi padre me lo dan al otro día. Nos lo trae Devoto que después fue obispo de Goya. Lo velamos en nuestra casa llena de espías ”.

Susana sufrió persecución, privación ilegítima de la libertad, tortura y el secuestro y asesinato de su pareja.(…) esposada a una cama de mármol en el morgue de un hospital, embarazada, y sometida a picana eléctrica”. Esto le provocó el parto prematuro de mellizos, uno de ellos nació muerto y fue colocado sobre su pecho y el otro , que nació vivo, fue colocado lejos de su alcance, pero a su vista, hasta que Susana lo vio fallecer por hipotermia.

Una vez alguien me preguntó: “¿por qué su papá era peronista?...”, y entonces recordé una anécdota que, de niño, mi madre me contó cuando yo le hice la misma pregunta...

Mi padre trabajaba en la administración de la fábrica SIAM, de noche estudiaba Teneduría de Libros, quería progresar.

En aquel entonces en cada puesto de trabajo había un jefe que controlaba, despóticamente, a los empleados.

En un momento mi padre bostezó mientras trabajaba, esto fue suficiente para que ese jefe, ironizándolo, lo obligara a subirse al escritorio y comenzara una cruenta burla delante de todos los empleados. Bajo apercibimiento de ser despedido mi padre debió subir a su escritorio y simular bostezos delante de todos sus compañeros.

Fácil resulta comprender el sabor amargo que esta actitud dejó en su alma.

Nadie pudo alzar su voz para defenderlo, el no pudo negarse pues sería despedido.

Esa era la realidad social, el contexto que se vivía en esos momentos, el trabajo carecía de dignidad y los trabajadores de derechos.

Pero al poco tiempo apareció un Coronel que comenzó a hablar de la Dignidad del Trabajador, de Independencia Económica, de Soberanía Política y de Justicia Social, y bajo su doctrina comenzaron a alinearse las grandes mayorías postergadas, comenzaron a reivindicarse los derechos de los olvidados, la gente comenzó a vivir feliz y contenta con la dignidad de su trabajo.

Era el Coronel Perón.

A partir de ese momento mi padre se hizo peronista y defensor de la justicia social, y por estas convicciones entregó su vida.

Por todo ello este recuento histórico no pretende hablar de política, ni de peronismo, ni de la resistencia popular, ni de la militancia de nuestro pueblo, ni de dieciocho años de proscripción y persecuciones, ni mucho menos de muertes; porque recordar estos hechos es recordar estos mártires en la plenitud de sus vidas y de sus ideales, para que nos demos cuenta de que las utopías existen, y que los ideales son importantes, tan importantes como para que alguien alguna vez intente callarlos torpemente y sin darse cuenta que esas palabras se transformarán en gritos que llegaran a cientos, miles, millones de oídos que entenderán el mensaje y continuarán su historia.

Porque estoy convencido que estas epopeyas merecen ser contadas, que estas vidas son ejemplos de vida, que esta entrega es modelo de una moral digna de ser imitada, pretendo hacer un recuento de lo sucedido en la esperanza de que llegue a manos de todos aquellos que siguen buscando esos modelos y esos ejemplos de vida, en fin continúan buscando un País mejor donde vivir.

También se han pretendido desvirtuar los motivos que impulsaron a esta gesta heróica, pretendiendo imponerles consignas extrañas que nunca los animaron en su intento, por tal motivo, antes de comenzar con el relato de los hechos, transcribo la Proclama al Pueblo de la Nación que redactaron como exposición de motivos y aspiraciones de su accionar y de cuya lectura surgen claramente las circunstancias que los rodearon y los objetivos que perseguían.

Finalmente debemos recordar también que ninguno de los ejecutores e ideólogos de las muertes fue juzgado ni castigado con el posterior retorno de la democracia.

Simplemente fueron beneficiados por amnistías dictadas, oportunamente, por ellos mismos o sencillamente jamás resultó posible que se sometiera a juicio a ninguno de los implicados en estos actos de terrorismo de Estado.

Estoy convencido de que si se hubiera juzgado su accionar y se hubieran aplicado las penas que la Constitución y la Ley les imponían a estos responsables, años más tarde otros delirantes no hubieran procedido como procedieron pues hubieran tenido en claro que accionar como el que estaban dispuestos a llevar adelante sería juzgado con toda la severidad, y que las penas serían aplicadas en consecuencia; o tal vez no, pues en su delirio asesino tampoco hubieran tenido reparos, pero es una duda que siempre tendremos como ciudadanos de este país.

Hacer este tipo de recordaciones, probablemente, encienda en los corazones el patriótico reconocimiento a estos hombres.

Estos episodios constituyeron una de las páginas más gloriosas de nuestra historia. No es un ejemplo para ser solamente contado, es para ser imitado, para que sirva de ejemplo a los argentinos y para que, desde su gloria, sigan mostrando cual es el camino a millones de argentinos.

Estos hombres pertenecieron a una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A esa causa ofrendaron sus vidas.

Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes. Los hombres flojos se unieron entre ellos para dar apoyo y sustento a un gobierno de facto que proscribía, encarcelaba y asesinaba; es más participaron en forma de “Junta Consultiva” en esos mismos hechos, en contra del resto del pueblo perseguido, encarcelado y asesinado.

La historia -que es verdad y es justicia o no es historia- ha debido reconocer el extraordinario valor de estos mártires frente a la confabulación de otros y así, cuarenta años más tarde, un Presidente de la Nación rindió homenaje público a la memoria de estos valientes reivindicando su lucha por la recuperación de la libertad y la democracia.

Ellos fueron los hombres de una causa: la causa de la Patria. No lograron hacerlos retroceder ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de los hombres templados no cede ni ante la acción destructora del tiempo, ni ante la calumnia o la intriga de los hombres.

Esta lección perdurará en los tiempos mientras haya un argentino con el corazón bien templado.

“El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra generación, es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos fuertes o iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos”.

No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, no nos hace falta, tenemos en nuestra historia las páginas más gloriosas que se han producido en las luchas por la libertad, la democracia y la defensa de la causa popular.

Por todo esto es que reivindico la gesta de nuestros padres y espero contribuir, en alguna medida, a reinstalar en nuestra Patria la memoria histórica para que todos estos hechos nunca vuelvan a suceder, porque nos duelen los 31 fusilados/asesinados de Junio de 1956, nos duelen los muertos en los bombardeos a Plaza de Mayo de Junio de 1955,, nos duelen todos los muertos y perseguidos en la Resistencia Popular, nos duele el Plan Conintes, nos duele la triple A, nos duelen los 30.000 desaparecidos, y no queremos más que nos vuelva a doler ninguna otra muerte ni ninguna otra violación a ningún derecho humano.

Simplemente queremos recobrar un estilo de vida, queremos volver a ver a nuestro pueblo y a nosotros mismos con una sonrisa en la cara, con la alegría de vivir en la dignidad de nuestro trabajo, mirando a los ojos a nuestros hermanos, compartiendo la vida con nuestras familias y amigos, recobrar la buena vecindad, la solidaridad, el respeto a los ancianos, el amor a los niños.

Queremos vivir en Paz y Libertad, como una vez lo hicieron nuestros padres y abuelos y como pretendemos volver a hacer nosotros y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

DANIEL BRIÓN


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El presidente duerme

Por Hugo Presman

El general Aramburu duerme. Ha desbaratado una sublevación que reivindicaba al "régimen depuesto" como califican los diarios. Querían la vuelta del "tirano prófugo" eufemismo descalificatorio con el que se mencionaba sin nombrarlo al General Juan Domingo Perón.

Es el 12 de junio de 1956.

La Penitenciaría de las Heras parece un escenario que remeda los campos de Navarro, ciento veintiocho años antes. El General Juan José Valle espera ser fusilado como Dorrego [1]. Se había entregado para parar la matanza de sus seguidores y le habían prometido cuidar su vida.

El General Aramburu duerme. Desconoce que está por convertirse en Lavalle.

No sabe que esos disparos que terminarán con Valle, tendrán un replay catorce años más tarde, que concluirán con su vida, posiblemente en una estancia de Timote. Sueña con el poder que hoy tiene.

Otro hombre, sin interés por la política y mucho por el ajedrez, no sabe que estos hechos que están por suceder, lo arrancarán del anonimato. Es Rodolfo Walsh.

La historia entreteje su trama. Descarnada y sangrienta.

El General Juan José Valle empieza a escribir su carta de despedida.

Su verdugo, el General Pedro Eugenio Aramburu duerme.

El General Juan José Valle recuerda que con su verdugo entraron juntos al Colegio Militar. Fueron compañeros de banco hasta el grado de subteniente.

Sus familias veraneaban juntas en Mar del Plata. Incluso fueron socios, con otros generales, en una empresa de construcción.



Recortes de prensa sobre el golpe de Estado de 1955 y la dictadura militar. Clic para descargar.

Pero ahora todo esto no cuenta.

"Los democráticos" darán una lección de dureza. De eso saben mucho. Hace menos de un año han bombardeado a la población indefensa en Plaza de Mayo.

"Se acabó la leche de la clemencia" dirá después el dirigente "socialista" Américo  (norteamericano) Ghioldi.

Faltan minutos para que la orden de fusilamiento se cumpla.

La proclama del levantamiento dice entre otras cosas: "Se vive en una cruda y despiadada tiranía"; se persigue, se encarcela, se confina, se excluye de la vida cívica a la fuerza mayoritaria; se incurre en "la monstruosidad totalitaria" del decreto 4161(que prohibía siquiera mencionar a Perón); se ha abolido la constitución para suprimir el artículo 40 que impedía "la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales"; se pretende someter por el hambre a los obreros "a la voluntad del capitalismo" y "retrotraer el país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales de su economía" [2].

El ensayista Horacio González sospecha que la redacción de la proclama pudo haberla escrito Leopoldo Marechal.

El General Valle sabe que está recorriendo los minutos finales de su vida.

Toma la estilográfica y le escribe a su ex amigo y hoy presidente:

"Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado.
Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.

Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus victimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados.

Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror.
Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas.
Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable.
Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias es sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria."

Cronología de 27 fusilamientos

Por Pablo José Hernández

El soldado Blas Closs, el infante de marina Bernardino Rodríguez y el inspector de policía provincial Rafael Fernández son muertos a causa de la insurrección, en tanto que la represión se cobra la vida de Ramón Raúl Videla, Carlos Irigoyen, Rolando Zaneta y Miguel Angel Mouriño. La nómina más extensa y siniestra, sin embargo, no es la que integran los muertos de ambos bandos caídos en combate sino, por el contrario, la de quienes fueron fusilados luego de haber sido detenidos. El fusilamiento de Valle el 12 de Junio en la penitenciaria de la calle Las Heras, en efecto, era sólo la culminación de un baño de sangre.

El 10 de Junio, en Lanús, habían sido ejecutados el teniente coronel José Albino Irigoyen, el capitán Jorge Miguel Costales y los civiles Dante Hipólito Lugo, Clemente Brauls y Osvaldo Alberto Albedro.

En la misma fecha, pero en los basurales de José León Suárez, habían corrido la misma suerte Carlos Alberto Lizazo, Nicolas Carranza, Francisco Garibotti, Mario Brión y Vicente Rodríguez, cinco ciudadanos algunos de los cuales no tenían ni idea, siquiera, de que horas antes se había producido un reducido levantamiento.

El 11, en tanto, fue el turno de los militares. El teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno fue muerto en La Plata, mientras que en campo de Mayo eran fusilados los coroneles Eduardo Alcibíades Cortines y Ricardo Santiago Ibazeta, los capitanes Néstor Dardp Cano y Eloy Luis Caro, el teniente primero Jorge Leopoldo Noriega y el Teniente de banda Nestor Marcelo Videla.

Son siete los suboficiales -cuatro e la escuela de Mecánica del Ejercito y tres en la Penitenciaria- que completan la macabra lista de ese día: Hugo Eladio Quiroga, Miguel Angel Paolini, Ernesto Garecca, José Miguel Rodríguez, Luciano Isais Rojas, Isauro Costa y Luis Pugnetti.

El 12, en tanto, al igual que Valle pero en La Plata, le llegaría el turno al subteniente de reserva Alberto Juan Abadie. A la gravedad de los veintisiete fusilamientos se le suma, además, las irregularidades de diversa índole que violan hasta los propios decretos y resoluciones emanados del gobierno dictatorial que encabezan el general Aramburu y el almirante Isaac Francisco Rojas.

La Ley Marcial, por ejemplo, no fue anunciada por ningún medio antes de las 24 del 9 de junio, por lo cual no correspondía que fuera aplicada a quienes se hubiera detenido antes de su difusión.

Fueron muertos en los basurales de José León Suárez, sin embargo, un grupo de civiles detenidos la noche del 9 mientras escuchaban un match de boxeo en una sencilla casa de Florida.

Al día siguiente, en tanto, se reúne en Consejo de Guerra que, presidido por el general Juan Carlos Lorio, juzga a los militares rebeldes que actuaron en Campo de Mayo. El fallo, terminante, los absuelve: "Este Consejo ha resuelto que no ha lugar la pena de muerte". Desde el Ministerio del Ejercito le comunican a Lorio que, pese a lo resuelto por el tribunal, es orden del gobierno que los detenidos sean fusilados. Éste, sorprendido, trata de hablar con Aramburu. La respuesta será celebre: "El Presidente duerme", le contestan a Lorio. Susana de Ibazeta, la esposa del coronel, recibe igual contestación cuando, contrariando la voluntad de su marido, trata de conectarse con Aramburu para solicitarle clemencia. Valle, por último, también es muerte pese a que cuando se entregó contaba con la palabra de Francisco Manrique, dada a un amigo común, de que su vida sería respetada".

El fusilamiento del General Valle se hizo en cumplimiento del decreto firmado por Pedro Eugenio Aramburu, al mando de la Nación después de que un grupo de militares bombardeara la plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, donde murieron más de un centenar de civiles. Ahí se empieza a contar una negra historia. En sus oscuros escritos se cuentan 27 muertes producidas entre el 9 y 12 de junio de 1956.

(De: Compañeros, perfiles de la militancia peronista)

Juan José Valle
Buenos Aires, 12 de junio
9 de junio de 1956

El alzamiento había sido infiltrado por el gobierno que conocía todos los movimientos. Podría haberlo abortado, pero decidió que emergiera para reprimirlo con fiereza. Aún lamentaban no haber bombardeado la cañonera paraguaya en que se había refugiado Perón en septiembre del año anterior.

Juan José Valle y Raúl Tanco habían pasado a la clandestinidad hacía meses.

El movimiento cívico militar se había empezado a planear en el barco-cárcel Washington.

El inicio de las acciones sería la lectura de la proclama revolucionaria a las 23 del sábado 9 de junio, cuando en el Luna Park peleaban el zurdo noqueador Eduardo Lausse con el chileno Loayza. Un grupo de civiles se reunían en Lanús, con el pretexto de la pelea, para escuchar la proclama.

El gobierno ya tenía redactado los decretos por los que proclamaba la ley marcial y la de la lista de fusilados cuyos nombres no consignaba.

Los focos del alzamiento fueron Campo de Mayo, La Plata y La Pampa. Todos los levantamientos ocurrieron entre las 22 y las 24 horas.

El gobierno estableció la ley marcial a las 0,32 del 10 de junio. El decreto fue firmado por el Presidente y Vicepresidente, Pedro Eugenio Aramburu y Isaac Francisco Rojas respectivamente, y por los ministros de Ejército Arturo Ossorio Arana, de Marina Teodoro Hartung, de Aeronáutica Julio Cesar Krause y de Justicia Laureano Landaburu.

Dice María Seoane en Clarín del 4 de junio de 2006: "Para aplicar la ley marcial a los sublevados esta debía ser aplicado con retroactividad al delito cometido, violando el principio de irretroactividad de la ley penal.

Pocas horas después, firman el decreto 10363 que ordena fusilar a quienes violan la Ley Marcial".

Los civiles reunidos en Lanús, fueron llevados a los basurales de José León Suárez y fusilados. Varios sortearon los disparos y huyeron. El testimonio de uno de ellos, Juan Carlos Livraga, sería el inicio del libro de Rodolfo Walsh, "Operación Masacre", que inauguraría el género de "no ficción" y cambiaría para siempre la vida del autor de "Esa mujer". Dice el notable escritor:

"La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 me llegó en forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde se jugaba al ajedrez, se hablaba más de Keres o Nimzovitch que de Aramburu y Rojas, y la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era ataque a la bayoneta de Schlechter en la apertura siciliana. En ese mismo lugar, seis meses antes, nos había sorprendido una medianoche el cercano tiroteo con que empezó el asalto al comando de la segunda división y al departamento de policía, en la fracasada revolución de Valle.
Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: "Viva la Patria" sino que dijo: "No me dejen sólo, hijos de puta".
Seis meses más tarde, una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice:

Hay un fusilado que vive.

No se qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Carlos Livraga.

Pero después sé. Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte. Me siento insultado, como cuando oí aquel grito desgarrador detrás de la persiana.

Livraga me cuenta su historia increíble; le creo en el acto".

Las muertes llevan a Valle a entregarse para parar la matanza con la promesa que le formulan de respetar la vida de los sobrevivientes y la suya propia.

El presidente duerme.

Cuenta Roberto Bardini en una nota publicada en Argenpress:

"En junio de 1956, Susana (Valle) es una adolescente de 17 años. Esa noche, le permiten ver a su padre durante unos instantes en el patio gris de la Penitenciaría Nacional.
Mientras ella llora, lo ve llegar erguido, entero, sonriente, rodeado de un grupo de Infantería de Marina que lleva puesto cascos de acero y porta ametralladoras. Los soldados parecen más asustados que el oficial que va a morir en veinte minutos más. Las autoridades los dejan conversar en una sala fría, custodiados por los infantes armados. El general se sienta en una silla y ella se coloca en sus rodillas. En un cuarto contiguo, un enfermero militar tiene preparados dos chalecos de fuerza por si el padre y la hija sufren un choque emocional. Ellos no dan muestras de ningún quebranto, pero algunos de los jóvenes custodios están a punto de desmayarse y otros deben ser retirados de la sala, víctimas de crisis nerviosas.
Valle le explica a Susana por qué decidió no asilarse en una embajada y entregarse: "¿Como podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café". Antes de enfrentar el pelotón, el oficial tiene varios gestos. Renuncia al ejército, pide ser fusilado de civil y rechaza al confesor que le han asignado, Iñaki de Aspiazu, por ser capellán militar. En su lugar, solicita la presencia de monseñor Devoto, el popular obispo de Goya. Cuando Devoto llega, comienza a sollozar emocionado. Valle bromea:
¡Ustedes son todos unos macaneadores! ¿No están proclamando que la otra vida es mejor?
Y a su hija, que tiene las mejillas llenas de lágrimas, le dice: "Si vas a llorar, andáte, porque esto no es tan grave como vos suponés: vos te vas a quedar en este mundo y yo no tengo más problemas"... ...Un oficial dijo "Ya es la hora" Valle se quitó el anillo que llevaba y lo colocó amorosamente en manos de la muchacha. También le entregó algunas cartas: una dirigida a Aramburu, otra para el pueblo argentino, y otra para abuela, mamá y para mí.
Le dio un abrazo, la besó y, aún más tranquilo que antes, se fue a paso firme por un largo pasillo después de hacer un despreocupado ademán de despedida".

"Eran ya las 21.15 cuando la joven (Susana Valle) atravesó los portales temibles de las Heras. Breves instantes después vio llegar a su padre dentro de un cerco de marinos que caminaban apuntándole con ametralladoras, guarnecidas las cabezas con cascos de guerra. En una sala contigua un enfermero tenía a punto varios chalecos de fuerza por si la niña o el padre padecían arrebatos paroxísticos".(Hernán Benitez)

"Susanita, si derramas una sola lágrima no eres digna de llamarte Valle". Con estas palabras el General saludó a su hija. Su faz era tan majestuosa con el daguerrotipo de un prócer. Largas patillas. Hondas huellas en el ceño y la frente de muchas noches insomnes. Pálida serenidad en el rostro. Parecía aurorearle un halo de serena beatitud, claro anticipo de la gloria que habría de ceñirlo para siempre".

"La escena era tan inmensa que parecía condensar años enteros. Los hombres de las ametralladoras gemían sin rebozo. Algunos se apoyaban en sus armas para no desmayarse. Fue preciso sacar de la sala a varios de ellos, incapaces por la emoción de mantenerse en pie. Sólo los oficiales de marina que, sentados en torno a la mesa, controlaban los minutos de aquella despedida, se mostraban insensibles.

Un oficial tirante y seco, dijo entonces: -es hora.
Valle, más sereno que hasta entonces, se sacó el anillo y lo colocó en la mano de su hija. Le entregó unas cartas. Y le dio un beso intenso, tan intenso que la joven lo sintió en su rostro durante muchos días. Entonces se irguió y avanzó hasta la puerta. Desde ésta hizo un gesto de despedida a su hija, y se internó por los largos corredores del penal rodeado siempre del cerco de ametralladoras, sin volver ni una sola vez la cabeza hacia atrás.

Caminaba radiante hacia la gloria. Allá lejos, la pobre joven no era más que un manojo de amor envuelto en lágrimas"

(Relato del Padre Hernán Benítez, recopilado en el libro "Compañeros" de Pablo José Hernández).

Eran las 22 y 20 del 12 de junio de 1956.
En esos mismos momentos la esposa de Valle imploraba clemencia apelando al viejo amigo, ahora presidente. La respuesta fue: " El Presidente duerme "
Al día siguiente un lacónico comunicado oficial informó:
"Fue ejecutado el ex General Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado"
El sueño se transformó en pesadilla

Nunca sabremos que soñaba el General Aramburu cuando sus colaboradores impedían el acceso de la esposa de Valle porque "El presidente duerme". Si sabemos que los fusilamientos y la sangre derramada, los dieciocho años de proscripción de Perón, el ocultamiento del cadáver de Evita, las políticas económicas liberales, la aplicación de los innumerables planes de ajuste, el descenso del nivel de vida de la población abrieron las puertas a una pesadilla que tuvo una estación tenebrosa con la "Revolución Argentina", una primavera peronista iniciada el 25 de mayo de 1973 que duró hasta la muerte de Perón, previo paso por la Masacre de Ezeiza, que fue un adelanto de la aparición de la siniestra banda paraestatal de la Triple A que adquiriría presencia omnipotente en los tiempos del dúo Isabel - López Rega.

Pero los sectores económicos que acometieron los sucesivos intentos de demoler el modelo de sustitución de importaciones, los Del Carril y Agüero modernos, encontrarían la "solución final" con el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

La noche del horror, requisito indispensable para consumar la entrega, invadió al país.

Un Comando Juan José Valle del grupo Montoneros ejecutó a Aramburu un 1° de junio de 1970. Aramburu, transformado en político conciliador, había hecho gestos de acercamiento a Perón, que luego concretaría Alejandro Agustín Lanusse. En sus horas postreras tuvo gestos de dignidad que no exhibió hasta esos momentos límites. Según el relato de sus ejecutores, al preguntársele su último deseo, solicito que le aten los cordones y cuando le informaron que procederían a fusilarlos dijo secamente: "Procedan".

El comunicado número 4 de Montoneros del 1 de junio de 1970 dice:

"La conducción de Montoneros comunica que hoy a las 7,00 horas, fue ejecutado Pedro Eugenio Aramburu.
Que Dios Nuestro Señor se apiade de su alma. ¡PERÓN O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA! MONTONEROS"

Su cadáver fue secuestrado posteriormente por los Montoneros, el 15 de octubre de 1974. Prometieron entregarlo a cambio de la repatriación del cadáver de Evita que permanecía en Puerta de Hierro. Eso se produjo el mismo día que trajeron al país los restos de Eva Perón. Apareció el féretro abandonado en una camioneta.

Rodolfo Walsh fue asesinado al día siguiente de su magistral "Carta abierta a la Junta Militar", el 25 de marzo de 1977. Después de hacer un análisis de una certeza formidable de lo que estaba ocurriendo, con un estilo formidable, concluye:


Jorge Cedrón - Operación Masacre (1972), fragmento

"Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles"

El general Raúl Tanco después de buscar apoyos infructuosamente en Berisso, consigue que disminuya la persecución sobre su persona a través de una hábil jugada de Arturo Jauretche, exiliado en Montevideo quién se inscribe en un hotel con el nombre de Tanco.

El 13 de junio al levantarse la ley marcial se asila en la Embajada de Haití en Buenos Aires.

La furia y la falta de escrúpulos de los fusiladores no reconocen límites.

El General Domingo Quaranta a cargo de la SIDE, asalta la Embajada de Haití para detener a Tanco y otros asilados. El embajador y poeta Jean Briére de Haití, con apoyo de la Embajada Norteamericana, impiden que los asilados se sumen a la lista de ejecutados.

Julio Troxler uno de los sobrevivientes de los fusilamientos de los basurales de José León Suárez, se interpretó a si mismo, en 1971, en la película de Jorge Cedrón, Operación Masacre. Durante la gestión como gobernador de la Provincia de Buenos Aires del Dr.Oscar Bidegain, se desempeñó como Jefe de la Policía de la Provincia, hasta la renuncia del mismo por indicación del Presidente Perón, luego del ataque terrorista a la guarnición militar de Azul el 19 de enero de 1974. Fue asesinado por la Triple A el 20 de septiembre de 1974, en un paredón de Barracas.

Isaac Francisco Rojas murió naturalmente y a edad avanzada después que Carlos Menem lo estrechara en un abrazo falazmente reconciliatorio.
Hugo Presman
09-06-2006

NOTAS:
[1] "La suerte de Dorrego, prisionero de Lavalle, no se decidió oficialmente. Su ejecución fue obra del partido unitario reunido secretamente en una casa particular bajo la forma de un Consejo de los Diez: Del Carril y Agüero instigaron epistolarmente al general vencedor para que ejecutara al gobernador", Vicente Fidel López "Historia Argentina"
[2] Rodolfo Walsh "Operación Masacre", página 65


Daniel Brión, hijo de un fusilado, en un acto de presentación del libro El presidente duerme, organizado por la Agrupación Oesterheld

Asesinados en Lanús, simulando fusilamiento, 10 de Junio de 1956
Tte. Coronel José Albino Yrigoyen,
Capitán Jorge Miguel Costales,
Dante Hipólito Lugo,
Clemente Braulio Ros,
Norberto Ros y
Osvaldo Alberto Albedro.

Asesinados en los basurales de José León Suárez, disparando por la espalda, 10 de junio de 1956
Carlos Lizaso,
Nicolás Carranza,
Francisco Garibotti,
Vicente Rodríguez,
Mario Brión.

Muertos por la represión en La Plata, 10 de junio de 1956
Carlos Irigoyen,
Ramón R. Videla,
Rolando Zanetta.

Fusilados en La Plata, 11 y 12 de junio de 1956
Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
Subteniente de Reserva Alberto Abadie.

Fusilados en Campo de Mayo, 11 de junio de 1956
Coronel Eduardo Alcibíades Cortines,
Capitán Néstor Dardo Cano,
Coronel Ricardo Salomón Ibazeta,
Capitán Eloy Luis Caro,
Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega,
Teniente Primero Maestro de Banda de la Escuela de Suboficiales Néstor Marcelo Videla.


Mensaje de Perón desde el exilio (1958) al cumplirse dos años del levantamiento de 1956

Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejército, 11 de junio de 1956
Sub Oficial Principal Ernesto Gareca,
Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini,
Cabo Músico José Miguel Rodríguez,
Sargento Hugo Eladio Quiroga.

Ametrallado en el Automóvil Club Argentino, 11 de junio de 1956
Miguel Ángel Maurino
(falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)

Fusilados en la Penitenciaria Nacional de la Av.Heras, el 11 de junio de 1956
Sargento ayudante Isauro Costa,
Sargento carpintero Luis Pugnetti,
Sargento músico Luciano Isaías Rojas.

Fusilado en la Penitenciaria Nacional de la Av.Las Heras, el 12 de junio de 1956
Gral. De División Juan José Valle.

Asesinado, simulando suicidio por ahorcamiento, en la Divisional de Lanús el 28 de junio de 1956, donde estuvo detenido desde el 9 de junio de 1956
Aldo Emil Jofré.

© Hugo Presman
Todos Los Derechos Reservados
Para reproducir citar la fuente.
http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article1987


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Susana Valle, símbolo de la última resistencia peronista

Por María Seoane
mseoane@clarin.com

Tenía 70 años. Mantuvo viva la causa de su padre. Sufrió persecuciones.

Ninguna frase definiría mejor a Susana Cristina Valle como la que sentenció el gran lingüista e historiador búlgaro Tzvetan Todorov: "Somos memoria". Palabras que señalan el destino humano y, al mismo tiempo, la condición de esta argentina que acaba de morir a los 70 años y luego de una operación que derivó en una infección generalizada.

Susana Valle no fue cualquier memoria: su vida, su nombre y su muerte están asociadas a la turbulenta historia de la Argentina del siglo XX. Hija única del general peronista Juan José Valle y de Dora Cristina Prieto, nació en Avellaneda en 1936. No nació en cualquier cuna, en cualquier tiempo, en cualquier lugar. La familia Prieto era rica y conservadora, emparentada con el poder económico y político de la Capital. Susana Valle creció entre las sedas y el fraude en la década infame, llamando "tío" a un caudillo conservador como Barceló —hombre que hacía los trabajos sucios al régimen del presidente Agustín P. Justo— y estaba emparentado con sus abuelos maternos.

Pero también fue la hija tardía de Valle, que en los años 40 vira hacia el nacionalismo católico de los militares que sostendrán a Juan Perón en su meteórica carrera hacia el poder. En la década del 50, Susana Valle siguió el derrotero de su padre. Estudió en Avellaneda pero también en Suiza. Entonces, aprendió a vivir como una joven rica y a pensar como una militante peronista. A ser amiga de los hijos del poder —entre ellos, los Aramburu— y a ser mimada por Perón y Evita.

Saludo a la militante Susana Valle

Querida Susana Valle, trataré de darte un humilde saludo, no de despedirte.
Me he enterado a la distancia que tu salud flojeó y tu corazón finalmente se paró.
Quizás no ha sido casual que dejaste flaquear tu cuerpo después de una serie de homenajes a tu venerado padre, el Gral. Juan José Valle. Con esos homenajes se había logrado ya una victoria importante.
La dignidad de aquella muerte injusta marcó tanto tu vida como la del país y la mía propia. Nos hicimos hermanos en torno a la dignidad de tu padre fusilado.
Pero quizás lo peor no fue el asesinato de aquellos patriotas, sino la difamación permanente desatada durante décadas por un poder oligárquico mezquino y miope.
Reivindicar la dignidad de aquellos compatriotas fusilados liderados por el Gral. Valle fue una luz permanente para alumbrar tu vida de luchadora.
Así te hiciste baluarte del peronismo revolucionario durante el resto de tu vida. Así aprendimos que luchar por la dignidad de la memoria de nuestros héroes y mártires es inseparable de luchar por la dignidad y la justicia para las futuras generaciones.
En los 50 años que siguieron a aquel 1956 fuiste resistente ocupando un lugar en todas las malas y marginada de todos los cargos en todas las buenas ...
Pero no importa, Susana, la historia no la hacen los que aparecen en las buenas para ocupan cargos.
La historia es parida con el dolor de los luchadores que, como vos, como tu padre, como tantos compañeros que hicieron de la ética el fundamento de la política, son los militantes que se la bancan siempre.
Por eso en un día como hoy te saludo de todo corazón, querida Susana, sin despedirme nunca de vos.

3 de septiembre de 2006
Mario Eduardo Firmenich

El derrocamiento de Perón en 1955 fue una tragedia colectiva pero también personal para los Valle. Porque el general comenzó a preparar la rebelión contra la dictadura de su antiguo amigo, el general Pedro Eugenio Aramburu. En junio de 1956, el mundo conocido por Susana Valle estalló definitivamente. El levantamiento peronista comandado por su padre fracasó, y fue fusilado en la Penitenciaría de la calle Las Heras por orden de Aramburu. Ella fue la última que lo vio antes de que fuera llevado al pelotón de fusilamiento.

Muchas noches debió haber leído la carta que le dejó su padre en la que la comprometía a ser, a partir de entonces, una militante "de la causa del pueblo". Desde entonces, a los 19 años, Susana Valle formó parte de la resistencia peronista.

"Estuve presa antes de tener la llave de mi casa", solía contestarle a su abuela materna. Susana Valle integró esos comandos y fue correo de Perón tanto desde Caracas como desde Madrid, cuando el líder exiliado enviaba instrucciones a la resistencia peronista. En los años 60, Susana Valle se fue transformando en un símbolo del peronismo. A fines de esa década, Susana Valle colabora con la formación de la guerrilla peronista, tanto de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) como de Montoneros. Su rol nunca sería militar sino político.

En 1974, integró la conducción del Partido Auténtico, una organización de superficie del Movimiento Peronista Montonero. En 1976, logró esconderse de la dictadura. En esos años, Susana Valle se casó. El ostracismo voluntario se interrumpió en Córdoba en 1978. El general Menéndez la mandó a prisión y la vigiló personalmente. Fue esposada a una cama de mármol en la morgue de un hospital, embarazada, y sometida a picana eléctrica, se le provocó el parto prematuro de mellizos: uno de ellos nació muerto y fue colocado sobre su pecho y el otro, que nació vivo, fue colocado lejos de su alcance pero a su vista, hasta que Susana lo vio fallecer. Hoy los mellizos descansan en la bóveda del cementerio de Olivos, junto a su abuelo general. Un año después tuvo a su hija, Soledad.

María Seoane, Clarín, 04/09/06


La muerte del general Juan José Valle

Por Ricardo Eulogio Brizuela

[Cartel de 1959 convocando a una reunión recordatoria de los fusilamientos de 1956]

"Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado", le dice el general Juan José Valle en una nota al general Pedro Eugenio Aramburu, poco antes de morir fusilado.
En el mes de junio de 1956 son ejecutados en distintos lugares de Buenos Aires, un grupo de militares y civiles que protagonizaron un movimiento en contra de la autollamada Revolución Libertadora, que derrocó al general Juan Domingo Perón en el año 1955.
El general Juan José Valle se declaró jefe de los sublevados: murió frente al pelotón en la Penitenciaría Nacional.
Detectado el alzamiento por los servicios de informaciones con bastante tiempo, el gobierno dejó que los acontecimientos se desarrollaran. Cuando el día 9 de junio se produjo la revuelta, en las guarniciones esperaban a los complotados. Las ejecuciones tuvieron lugar entre los días 10 y 12 de junio.
Aunque el descontento estaba controlado, las autoridades de la dictadura opinaron que una acción sumaria prevendría más adelante cualquier rebrote de rebelión.
El día 11 se informó a la población del fusilamiento del coronel (R) Alcibíades Eduardo Cortines, coronel (R) Ricardo Salomón Ibazeta, Teniente coronel (R) Oscar Lorenzo Cogorno, capitán Dardo Nestor Cano, capitán Eloy Luis Caro, Teniente primero Jorge Leopoldo Noriega, Teniente primero de banda Nestor Marcelo Videla, suboficial principal Miguel Garecca, sargento Hugo Eladio Quiroga, cabo primero músico Miguel José Rodríguez, sargento ayudante de infantería Isauro Costa, sargento ayudante carpintero Luis Bugnetti, sargento músico Luciano Isaías Rojas, Vicente Rodriguez, Nicolás Carranza, Carlos Alberto Lizaso, Francisco Garibotto, Reinaldo Benavidez, coronel Albino Irigoyen, capitán (RE) Jorge Miguel Costales, Clemente Braulio Ross, Norberto Ross, Osvaldo Alberto Albedro y Dante Hipólito Lugo.


Revista Así, 1971, informe de los fusilamientos. Clic para descargar

El día 12 de junio un comunicado oficial expresa: "Fue ejecutado el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado". Para dar muerte al general Valle, que se entregó voluntariamente a las autoridades militares, el gobierno de facto aplicó en forma retroactiva la ley marcial ya derogada.

La masacre duró exactamente tres días y Lanús, Campo de Mayo, la Escuela de Mecánica del Ejército y La Plata, se constituyeron en escenarios macabros. En un basural de José León Suarez, varios escaparon milagrosamente, algunos eludiendo el pistoletazo del remate.

El jefe de los sublevados, general Valle, escribió varias cartas antes de morir. "Solo traiciones y venganzas me llevan a este fin", les dice a su mujer, su hija, su madre y su hermana. En la nota dirigida a Aramburu, presidente de facto, completa: " Debo a mi patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los responsables de lo acaecido . Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó audacia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía". Finalmente, Valle cierra su carta con un ruego: "... que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la Patria".

Los hechos de junio de 1956 quedaron registrados como una de las mayores injusticias provocadas por la tiranía de la Revolución Libertadora. Generaron, también, con el correr del tiempo, otros acontecimientos lamentables que quedaron en la memoria colectiva.

Fuente: Equipo de investigaciones Rodolfo Walsh


El otro cauce

Por Francisco José Pestanha

"Las crisis argentinas son primero ontológicas, después éticas, políticas, epistemológicas, y recién por último, económicas." Fermín Chávez

La historia no es estrictamente unívoca ni unilineal y mientras el lecho nacional iba determinando su propio itinerario, otro cauce divergente comenzaba a emerger en forma paralela.

Ciertas corrientes historiográficas suelen presentar al pasado humano como una sucesión de episodios motorizados primordialmente por seres providenciales. Es la historia de los próceres, de los preclaros, de los ilustres, la de los hombres que se "adelantaron a su tiempo". La versión mitrista de nuestra historia, por ejemplo, pertenece a un tipo de relato histórico que coloca al individuo –protagonista por sobre el proceso o el hecho social–.

 

Los fusilados

MILITARES
Gral. de División JUAN JOSE VALLE
Coronel RICARDO SANTIAGO IBAZETA
Coronel ALCIBIADES EDUARDO CORTINES
Coronel JOSE ALBINO IRIGOYEN

Tte. Coronel OSCAR LORENZO COGORNO
Capitán ELOY LUIS CARO
Capitán DARDO NESTOR CANO
Capitán JORGE MIGUEL COSTALES
Tte. Primero JORGE LEOPOLDO NORIEGA
Tte. Primero NESTOR MARCEL OVIDELA

Subteniente ALBERTO JUAN ABADIE
Suboficial Ppal. MIGUEL ANGEL PAOLINI
Suboficial Ppal. ERNESTO GARECCA
Sargento Ayte. LUIS PUGNETTI
Sargento HUGO ELADIO QUIROGA
Sargento LUIS BAGNETTI
Cabo MIGUEL JOSE RODRIGUEZ
Cabo Músico LUCIANO ISAIAS ROJAS

CIVILES
CLEMENTE BRAULIO ROSS
NORBERTO ROSS
OSVALDO ALBERTO ALBEDRO
DANTE HIPOLITO LUGO
ALDO EMIR JOFRE
MIGUEL ANGEL MAURIÑO
ROLANDO ZANETTA
RAMON RAULVIDELA
CARLOS IRIGOYEN
CARLOS ALBERTO LIZASO
NICOLAS CARRANZA
FRANCISCO GARIBOTTI
MARIO BRION
VICENTE RODRIGUEZ

Pero en realidad, la historia es mucho más que eso. Se constituye a partir de una sucesión de eventos que en forma encadenada van aconteciendo en el sustrato social y que, a la vez, convergen hacia otros a partir de una dinámica pluricausal. Como enseña el maestro Fermín Chávez, "el principio de la pluralidad de causas en la historia nos explica la mayoría de los hechos políticos y socio-económicos". Pero además, la historia nos remite a una idea de totalidad, ya que al decir del olvidado Saúl Taborda, a pesar de sus fragmentaciones y sucesiones interrumpidas "conserva su sentido tal como los arcos rotos de un puente conservan intacta la idea del puente".

Quienes examinan el peronismo desde la perspectiva descripta en primera instancia suelen inferir que el movimiento liderado por Juan Domingo Perón fue un fenómeno político y social impulsado fundamentalmente por las ambiciones de un líder carismático que sustentó su poder en amplios sectores de excluidos de la sociedad, y que ejerció un gobierno de tinte autocrático. Otros, desde una posición un poco más "indulgente", se animan a describirlo como un acontecimiento histórico donde gran parte de las masas empobrecidas de la Argentina se recostaron en un líder obsequioso para obtener mayores porciones en la distribución del ingreso.

Si recurrimos a la visión de la historia que nos propone la segunda perspectiva, tendremos la posibilidad de comprender con mayor precisión la verdadera dimensión del movimiento iniciado en octubre de 1945. Para ello simplemente propongo ahondar en su pasado inmediato y, en particular, concentrarse en la profunda revolución ética y estética que comenzó a sembrarse en la década del ‘20 y que floreció en la del ‘40. Esa generación que Juan W. Wally nominó como décima y, que desde distintas vertientes del quehacer artístico, político y cultural, sugirió una nueva mirada sobre y desde el país, fue tal vez la que cimentó, consciente o inconscientemente, el cauce para que acaeciera aquella epopeya histórica.

Para Wally, esa generación argentina de 1940 –la de los nacidos entre 1888 y 1902– "fue la de mayores riquezas individuales de nuestra historia: pensadores, escritores, artistas, políticos, juristas, economistas. Esta generación fue la protagonista de una gran transformación económico-social, de la revalorización de nuestras raíces culturales, consagró el revisionismo histórico. Tuvo a la justicia social como su valor dominante, acompañado por la soberanía integral, en lo político-económico y en lo cultural".

La fecunda elaboración cultural de una progenie tan concentrada en el ser y en la identidad colectiva tenía alguna vez que converger con aquella insatisfacción material y espiritual que emergía de enormes masas pauperizadas. Y así sucedió aquel 17 de octubre, cuando el cimiento básico de la Nación que asomó en su "tosca desnudez original" se apoderó de las calles, de las consignas, pero también de una vasta e inigualable producción artística que enriqueció su alma. Algunos de los que contribuyeron a construir el lecho se integraron efectivamente al subsuelo sublevado; otros simplemente atinaron a contemplarlo desde afuera, y sólo una pequeña minoría optó por repudiar la parición.

Desde lo político, la tradición federal incorporada al yrigoyenismo y traicionada por el alvearismo, convergió en Forja, una de las agrupaciones que aportó mayor lucidez al pensamiento político argentino. ScalabriniOrtiz, Jauretche, Capelli, Del Mazo y Manzi –entre otros-. diseñaron desde las catacumbas el cauce ideológico de lo que vendría. Desde lo cultural Canaro, Contursi, Astrada, Doll, Manzi, De Anquín, Magaldi, Castellani, Marechal, Arlt, Discépolo, Amadori, Celedonio Flores, Spilimbergo, Molina Campos, Rosa y Pettoruti, entre otras luminarias, aportaron voluntaria o involuntariamente con su obra a la sublevación popular.

Pero como la historia no es estrictamente unívoca ni unilineal, y mientras el lecho nacional iba determinando su propio itinerario, otro cauce divergente comenzaba a emerger en forma paralela. Era el cauce que empezaban a diseñar aquellos que con mentalidad portuaria, y despreciando lo interior, bendecían cuanto producto material y simbólico proviniera del exterior, el cauce de los exégetas de turno, de inconfesos racistas, de los oscuros iluministas.

Perón textual

"Esta dictadura (la de Aramburu-Rojas) es criminal y es injusta, pero además es jesuítica y falsaria, porque combina la arbitrariedad y prepotencia de los cuarteles, con la hipocresía y las intrigas de las sacristías".

Juan Perón, La fuerza es el derecho de las bestias, 1ª ed., Editora Gráfica Mundo (Uruguay 326, Lima, Perú), Marzo 1955, 160 págs.

"Eva Perón, perseguida y calumniada por los curas [133] argentinos, hizo más obra cristiana en un día que todos los sacerdotes de mi país en toda su vida" (pág. 74). "Alguno podrá encargarse algún día de convertir al cristianismo a la Iglesia Católica de Roma"

"Tanto los conservadores como los curas y los militares son antiobreristas por antonomasia. Si alguna duda pudiera haber quedado, la revolución oligarco-clerical la ha despejado completamente". (idem ant., pág 148).

Mientras los excluidos comenzaban a disfrutar de los primeros beneficios de su inclusión, ellos preparaban el otro cauce. Alianzas con cuanto Estado extranjero estuviera dispuesto o obtener prebendas y beneficios infamantes, críticas despiadadas, desprecio explícito, intereses inconfesos y confabulaciones de toda laya constituyeron el alimento que nutrió el camino divergente. Diez años de gobierno, el desgaste lógico, y ciertamente algunos errores e infortunios permitieron que aquel 16 de septiembre de 1955, luego de una de las mayores masacres de la que ha dado cuenta nuestra historia, el cauce nacional fuera otra vez truncado.

El otro cauce comenzaba a partir de allí a demoler el Estado de bienestar tan trabajosamente erigido mediante sucesivos estatutos del coloniaje y, además, colocaba en la cúpula de la conducción del país, uno tras otro, a nuevos personeros para garantizar el latrocinio. Volvían de esta forma a convivir dos Argentinas, aquella que prefiere asentarse sobre el suelo aceptando y valorando los componentes de un substrato que busca su grandeza, y la otra, la que siempre renegó y aún reniega de su tierra y de sus posibilidades colectivas, la qué intentó hacer "la Europa en América", la que pergeñó la eliminación de la estirpe criolla.

Esa divergencia cohabita aún en nuestro suelo y se disputa una y otra vez más el destino de una Argentina que espera con ansiedad sintetizarse en una fuerza convergente y poderosa. Pero claro, no hay síntesis posible sin un ser nacional profundamente aferrado en lo propio, afirmado en su existencia y su vigencia, nacionalmente orgulloso de sí mismo y, por último, dispuesto a transitar autónomamente su propio desarrollo evolutivo.

Fuente: www.sitioima.com.ar



La Patria fusilada

Por Roberto Bardini

En la noche del sábado 9 de junio de 1956, a nueve meses del derrocamiento del presidente constitucional Juan Domingo Perón por la autodenominada "Revolución Libertadora", militares y civiles peronistas intentan recuperar el poder por las armas. Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan una dispersa rebelión cívico-militar que tiene sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa.
El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre.

No se conoce el número exacto de rebeldes que participan del levantamiento.
Se ha especulado que, como máximo, son quinientos hombres; es posible que no llegaran a los 200. Sí se sabe que les falta coordinación, actúan en forma dividida en las tres ciudades y carecen de armas pesadas. También se sabe que sus planes han sido descubiertos desde semanas antes por el servicio de inteligencia militar, están infiltrados y, en síntesis, no tienen ninguna posibilidad de triunfar. El régimen de la Revolución Libertadora, sin embargo, los deja actuar para poder aplicarles una medida "ejemplificadora".
 

Cartas del General Valle a su familia

Carta a su esposa

Querida Mía:
Con más sangre se ahogan los gritos de libertad, he sacrificado toda mi vida para el país y el ejército, y hoy la cierran con una alevosa injusticia.
Sé serena y fuerte. Dios te ayudará y yo desde el más allá seguiré velando por ustedes. No te avergüences nunca de la muerte de tu esposo, pues la causa por la que he luchado es la más humana y justa: la del Pueblo de mi Patria.
Cuida mucho a Susanita, y que después de este amargo trance encuentren resignación y mucha felicidad. Tenemos muy buenos amigos; confía en ellos, yo les he pedido que te ayuden.
Muchas cosas tendría que decirte pero las sintetizo en una sola; me has hecho muy feliz y por ello me voy de la vida con esa serenidad que me has sabido inspirar siempre. Despedime de todos: de tu mamá que tan buena ha sido conmigo. Te deseo mucha resignación. Sé fuerte y continúa la vida con mi recuerdo y con la frente alta, pues de nada debemos avergonzarnos.
Hoy se difama la honra y el honor; pero yo he procedido siempre con integridad. Sólo pienso, que no terminamos nuestra obra en común la felicidad de nuestra querida hija. A ti queda el hacerlo. Sé fuerte para ello. Y por eso debes hacer frente la vida con entereza y mucha confianza en tus fuerzas, que las sé muchas.
No me dan tiempo siquiera a despedirme de ti con un gran beso.
Aquí te lo envió. Pongo en él mi corazón, que ha sido siempre de mi mujercita querida. En los últimos momentos no quiero tener amargura con los hombres que se olvidan de todo lo que es humano.
Mi viejila, perdóname este final de nuestra vida. Pido a Dios que te reconforte pronto para seguir luchando por nuestra hija y por vos misma. Un tropel de emocionadas palabras son las de mi despedida definitiva. Que Dios te proteja y en la resignación encuentres alivio a esta tortura.
Besos y besos de tu Juanjo. Adiós mi amor.

Carta a su madre

Querida Mamá:
Tus últimos años reciben este golpe. Sé fuerte y entera como siempre. Tu hijo como en toda su vida ha cumplido con su deber y muere por una causa noble. Tené orgullo por ello. Las pasiones de los hombres los enceguecen y olvidan hasta a Dios. Es Él que nos juzga y estoy seguro que a mí me querrá en su seno, porque no he hecho nunca mal a nadie y por ser leal con mi pueblo, caigo. He honrado el apellido que heredé de mi padre, puedes estar satisfecha. Camina ahora más que nunca con la frente alta, sos la madre de un argentino que cumplió con su deber. Cuida a Susana y dale ejemplo de entereza y que sea muy buena hija y nieta.
La vida se ha cortado, pero algún día arriba nos encontraremos y seremos de nuevo felices.
Mi viejita, mi madre querida, que tanto hizo por mí, yo siempre, y ahora más que nunca, te lo agradezco con todas las fibras de mi corazón.
Has sido para mí la mejor de las madres. No ha habido en el mundo ninguna que te supere.
Te hago mi último pedido: Sé fuerte y valerosa como siempre, pues desde el más allá seguiré cuidándote con mi gran ternura.
Fuerte, mamita querida. Fe en Dios.
Muchos besos de tu hijo que te adora.
Juanjo

Carta a su hija

Querida Susanita:
Sé fuerte. Te debes a tu madre. Sé muy compañera de ella y ayúdala a pasar este triste momento. No te avergüences de tu padre, muere por una causa justa: algún día te enorgullecerás de ello.
Te deseo muchas felicidades en tu vida; y algún día a tus hijos cuéntales del abuelo que no vieron y que supo defender una noble causa. No muero como un cualquiera, muero como un hombre de honor.
Ni siquiera puedo darte el beso de despedida, hasta eso los hombres me han negado. Pero desde el fondo de mi corazón te mando toda la ternura y el idolatrado cariño que te tengo, hija querida. Desde el más allá velaré por ti; y en los momentos difíciles de tu vida que deseo sean pocos, recurre a mí, que estaré como siempre para defenderte.
Te pido nuevamente que veles por tu mamita. Sé su mejor compañera y que también sea tu mejor y segura consejera. Mi chiquita, tené valor y da el ejemplo de entereza que honra nuestra sangre. Nuestro honor no ha sido manchado jamás y con orgullo puedes ostentar nuestro nombre. Mi linda pequeña, trabaja con fe en la vida y en tus fuerzas.
Sólo traiciones y venganzas me llevan a este fin, pero no quiere dejarle ninguna amargura y Dios será misericordioso y velará sjempre por ustedes.
Cuida mucho a mamita. Ella es muy buena y debe estar a tu lado por mucho tiempo más, para que con la resignación recobren la felicidad que hoy se pierde.
Susanita, te quiero y siempre cuidaré de ti. En estos papeles están todos mis besos que hubiera deseado darte, mi linda, coraje y a luchar con la frente alta en la vida.
Que Fofy sea bueno contigo, eso es lo que a él le pido.
Adiós, querida, besos y muchos cariños de tu papito que siempre te ha adorado.
Papito

Carta a su hermana

Querida Estela:
Los hombres se han enceguecido y se olvidan de Dios.
Me voy con fe por la causa que he luchado y algún día sabrán los argentinos cómo se lucha por ellos.
No aflojes y está orgullosa de tu hermano, andá con la frente alta porque nada malo he hecho y creo siempre haber sido bueno.
Cuida mucho a mamá, es mi gran tranquilidad en estos momentos.
A Nicolás Guille que tenga fe en mí y orgullo.
Tú con ellos que seas feliz y Dios te premie por la mejor hermana que ha podido haber en el mundo.
Bueno, mi china, fortaleza. Muchos besos de tu hermano que te adora y que desde el más allá seguirá velando por ustedes.
Muchos besos. Fuerte y orgullosa de tu hermano.
Juan José

El domingo 10 de junio, a menos de veinticuatro horas del levantamiento peronista y cuando ya no existen focos de resistencia, el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas lanza el decreto Nº 10.364, que impone la ley marcial. La pena de muerte debía hacerse efectiva a partir de entonces. Sin embargo, se aplica reatroactivamente a quienes se habían sublevado el sábado 9 y ya se han rendido y están prisioneros.
 

El artículo 18 de la Constitución Nacional vigente hasta ese momento aseguraba: "Queda abolida para siempre la pena de muerte por motivos políticos". No obstante, con una velocidad sorprendente el régimen de la Revolución Libertadora ordena que en menos de 72 horas se efectúen 28 fusilamientos de militares y civiles en seis lugares distintos. Los pelotones de ejecución gastan más cartuchos que los que alcanzaron a disparar los rebeldes condenados.

Valle se hallaba oculto en el barrio de San Telmo. El general podría haberse asilado en una embajada pero al atardecer del 12 de junio decide entregarse para poner fin a la matanza. A pesar de que ha encabezado el levantamiento antes de la instauración de la pena de muerte, lo fusilan a las diez de la noche.

Aramburu, un católico a ultranza, no tuvo la más mínima piedad cristiana con sus camaradas de armas alzados. Se dice que lloró al firmar -junto a Rojas y otros tres militares de alta graduación- la pena de muerte de Valle, quien había sido su compañero en el Colegio Militar. No obstante, cuando la desesperada esposa del oficial condenado a morir fue a la residencia de Olivos a suplicarle que lo perdonara, le informaron que el presidente de facto no la podía recibir porque se encontraba descansando.
 

Vencedores y vencidos
La "Revolución Libertadora" del 16 de septiembre de 1955 se dedica a desmontar la maquinaria justicialista y a borrar todo lo que recuerde al gobierno derrocado. El Partido Peronista es disuelto. El ejército interviene la Confederación General del Trabajo y designa como responsable al capitán de navío Alberto Patrón Lapacette. Más de cien mil dirigentes obreros son destituidos. Grupos civiles, entre los que se encuentran conservadores, radicales y comunistas, asaltan sindicatos. Se desata la cacería: funcionarios, dirigentes políticos, empleados públicos, gremialistas, militantes y simples simpatizantes son perseguidos y encarcelados; aumentan las denuncias sobre torturas brutales.

El 5 de marzo de 1956, el decreto 4161 decide que "en su existencia política, el Partido Peronista ofende el sentimiento democrático del pueblo argentino". La medida prohíbe en todo el país "la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o de sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición". La prohibición se extiende a "las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las marchas Los muchachos peronistas y Evita capitana, los discursos del presidente depuesto y su esposa".

El nuevo régimen castiga con cárcel el hecho de nombrar a Juan Domingo Perón y a María Eva Duarte, y de exhibir los símbolos partidarios "creados y por crearse". Durante años, el periodismo escrito y radial se referirá al general derrocado como "el dictador depuesto" y "el tirano prófugo".

Se destruyen monumentos y se queman libros escolares. La Ciudad Infantil Evita es arrasada y se clausura la Fundación de Ayuda Social Eva Perón. El militar que asume como interventor elabora un informe en el que menciona el derroche peronista que significaba darles de comer carne y pescado todos los días a los chicos y, además, bañarlos y ponerles agua de colonia. El interventor contrata una cuadrilla para romper a martillazos toda la vajilla con el sello de la institución.

Se crean 50 comisiones investigadoras. Al contrario de las normas del derecho, no son los acusadores quienes tienen que probar el delito sino los acusados quienes deben demostrar su inocencia.

Durante el mandato de Aramburu y Rojas se acusa a Perón de 121 delitos, se le inicia un juicio por "traición a la patria" y se le prohíbe el uso del grado militar y el uniforme. En las Fuerzas Armadas, comienza una depuración que continuará durante varios años.

El cadáver de Evita, que aguardaba en el segundo piso de la CGT, en Azopardo al 800, la construcción de un mausoleo, es vejado por un grupo de militares, escondido en diversos lugares y, finalmente, sacado furtivamente fuera del país.
El motivo: evitar que su sepultura se convierta en un lugar de peregrinación peronista. Los profanadores mantendrán el cuerpo oculto en Europa durante 16 años. Durante esos largos años, ella también fue una desaparecida, una tumba sin nombre, una N.N.

Favores que matan
Entre 1952 y 1955, el general Juan José Valle había sido profesor en la Escuela Superior de Guerra y en sus clases explicaba a los alumnos la noción de "pueblo en armas", tomada del militar alemán Colmar von der Goltz. En junio de 1986, en una entrevista con un periódico, su hija Susana lo describió así: "Papá era de los pocos militares no nazis. Su formación era otra, en donde la izquierda no asustaba. Estudió en La Sorbona, vio de cerca el fascismo en Italia y lo rechazó sin miramientos. Era un hombre que rara vez se vestía de uniforme, no tenía custodia, ni coche propio, ni chofer, ni miedo (...). Prefería hablar con los sectores civiles del peronismo, con los trabajadores, con el pueblo, que reunirse con los militares".
 

En las postrimerías del gobierno peronista, cuando Valle era miembro de la Junta de Calificaciones del Ejército -en virtud de que su alto puntaje lo ubicaba como el primero de su promoción- había favorecido con el ascenso a general a su amigo Aramburu, que era uno de los últimos de esa camada. Fue entonces cuando Perón le dijo: "Este hombre le va a pagar muy mal. Estos favores siempre se pagan caros".

Luego del triunfo de los militares subversivos, Valle fue encarcelado en el buque Washington de la marina de guerra. Ahí comienza a pensar en la posibilidad de una rebelión en la que participen militares, gremialistas y sectores del pueblo, y lo comenta con algunos camaradas de armas detenidos. Algunos se suman a la idea; otros, desmoralizados por el confinamiento, se apartan del oficial.

Después, el régimen de la Revolución Libertadora le impone un arresto domiciliario y lo envía a 60 kilómetros de la Capital Federal. Susana, su única hija, relata: "Se va a la casa de mi abuela materna, con guardián en la puerta.
Pero se les escapa. Nos escapamos todos. Mamá y yo por delante, porque no estábamos detenidas, y mientras hacemos esto papá escapa por la puerta de atrás, y se declara prófugo".

A partir de entonces -recuerda Susana- los tres deambulan de casa en casa, duermen y comen gracias a la solidaridad que les abre las puertas de algunos hogares, viven en villas miseria. El militar fugitivo se reúne clandestinamente con camaradas peronistas más jóvenes, como los coroneles Cortines e Irigoyen y el teniente coronel Cogorno. También entra en contacto con dirigentes sindicales como Andrés Framini y Armando Cabo.

"Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón"
En junio de 1956, Susana es una adolescente de 17 años. Esa noche, le permiten ver a su padre durante unos instantes en el patio gris de la Penitenciaría Nacional.
Mientras ella llora, lo ve llegar erguido, "entero y sonriente", rodeado por un grupo de Infantería de Marina que lleva puestos cascos de acero y porta ametralladoras.
Los soldados parecen más asustados que el oficial que va a morir en veinte minutos más.

Las autoridades los dejan conversar unos minutos en una sala fría, custodiados por los infantes armados. El general se sienta en una silla y ella se coloca en sus rodillas. En un cuarto contiguo, un enfermero militar tiene preparados dos chalecos de fuerza por si el padre y la hija sufren un choque emocional. Ellos no dan muestras de ningún quebranto, pero algunos de los jóvenes custodios están a punto de desmayarse y otros deben ser retirados de la sala, víctimas de crisis nerviosas.

Valle le explica a Susana por qué decidió no asilarse en una embajada y entregarse:

"¿Cómo podría mirar con honor a la cara de las esposas y madres de mis soldados asesinados? Yo no soy un revolucionario de café". Antes de enfrentar el pelotón, el oficial tiene varios gestos. Renuncia al Ejército, pide ser fusilado de civil y rechaza al confesor que le han asignado, Iñaki de Aspiazu, por ser capellán militar. En su lugar, solicita la presencia de monseñor Devoto, el popular obispo de Goya.

Cuando Devoto llega, comienza a sollozar emocionado. Valle bromea: "Ustedes son todos unos macaneadores. ¿No están proclamando que la otra vida es mejor?". Y a su hija, que tiene las mejillas llenas de lágrimas, le dice: "Si vas a llorar, andate, porque esto no es tan grave como vos suponés; vos te vas a quedar en este mundo y yo ya no tengo más problemas".

Mucho tiempo más tarde, Susana recordará otros detalles. Estaba sentada en las rodillas del general, con sus manos entrelazadas y, a pesar de que ella no fumaba en su presencia, su padre le pidió un cigarrillo. "También recuerdo la temperatura de sus manos: no era ni fría ni caliente; estaba absolutamente normal. Papá estaba convencido de lo que iba a hacer".

Un oficial dijo: "Ya es hora". Valle se quitó el anillo que llevaba y lo colocó amorosamente en manos de la muchacha. También le entregó algunas cartas: una dirigida a Aramburu, otra para "el pueblo argentino" y otra "para abuela, mamá y para mí". Le dio un abrazo, la besó y, aún más tranquilo que antes, se fue a paso firme por un largo pasillo después de hacer un despreocupado ademán de despedida. Sus custodios, en cambio, marchaban en forma vacilante, con las rodillas a punto de doblarse.

"Uno de los soldaditos salió de la fila y se me prendió llorando: "Te juro que yo no lo mato". A ese chico lo tuvieron que retirar con un ataque de nervios", relata Susana. "Después, me fui. Ellos lo fusilaron, yo me lo llevé en el corazón".
Al día siguiente, un lacónico comunicado oficial informó: "Fue ejecutado el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado".


"Se acabó la leche de la clemencia"
En uno de los párrafos de la carta dirigida a Aramburu, Valle expresa:

Declaro que el grupo de marinos y militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta. Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta incontenible ola de asesinatos.

Más adelante, el oficial condenado al paredón agrega:

Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos a un solo hombre de ustedes.

El 21 de junio, el ministro consejero de la embajada de Estados Unidos, Garret G. Ackerson, envía un despacho confidencial a Washington en el que destaca: "Al principio el Presidente describió la revuelta como peronista y neoperonista, pero luego él y otros miembros del gobierno insistieron en su naturaleza esencialmente comunista y expresaron la convicción de que sus líneas de conducta apuntaban al Comunismo Internacional. (...) Las ejecuciones por rebelión han sido muy pocas en la historia argentina. Se había convertido en una especie de tradición no ser fusilado a sangre fría por participar en movimientos revolucionarios".

En esos días, el socialista de derecha Américo Ghioldi afirma eufórico en las páginas del periódico La Vanguardia: "Se acabó la leche de la clemencia". El político, apodado popularmente Norteamérico, también es autor de otra frase elocuente: "La letra con sangre entra". A partir de entonces, los peronistas rebautizan al régimen militar subversivo de septiembre de 1955 como la "Revolución Fusiladora".

"El gobierno de la Revolución Libertadora había esperado que el intento militar se realizara para provocar un mayúsculo escarmiento", escribe Ernesto Salas en La resistencia peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre. "En un país donde no existía la pena de muerte y los fusilamientos por motivos políticos parecían cosa del pasado, donde la permanente agitación golpista no había cobrado consecuencias graves en los cabecillas militares, las reglas del juego fueron súbitamente dejadas de lado. La misma noche de la conspiración varios militares y civiles fueron pasados por las armas; algunos luego de juicios sumarios, otros ametrallados por la espalda en los basurales de José León Suárez. La orden de fusilamiento partía de un decreto que no podía ser aplicable a los prisioneros, ya que se había dictado con posterioridad a su detención. El general Valle fue fusilado unos días después, pese a los pedidos de perdón lanzados por distintos sectores, contra los muros de la antigua prisión de la calle Las Heras. Lo que constituía un horroroso crimen, falto de antecedentes, no impidió que una parte de la sociedad argentina y la mayoría de los partidos políticos, siguieran rindiendo homenaje a las obras de la Revolución Libertadora".

Pero la historia tiene sus vueltas. Cuando 18 años más tarde, en junio de 1970, Susana se enteró de la muerte de Aramburu a manos del Comando Juan José Valle, de los Montoneros, según declaró al semanario La causa peronista el 20 de agosto de 1974 sintió que "sólo la cirugía estética le podría borrar de su cara la alegría".

 


El fusilamiento de Valle en su legajo militar

Por Marcos Lohlé y Julio Raffo*

"No puede ser que no existan documentos escritos respecto de los fusilamientos de 1956." Con esa premisa llegamos al Archivo General del Ejército sin saber bien qué podíamos encontrar. El coronel a cargo del organismo mandó a buscar el legajo del general Valle mientras le informamos sobre los objetivos de nuestra investigación. Al rato, nos entregaba una carpeta envejecida, voluminosa y prolijamente atada con dos vueltas de hilo sisal; en ella se lee: "Legajo Personal Original del General de División Juan José Valle".

En las primeras páginas hay una hoja del Boletín Oficial del Ejército, en el que se registra su egreso en 1922 (como oficial combatiente) junto a los demás integrantes de su promoción enumerados en orden de mérito. Bastante más abajo figura el nombre –mal escrito– de "Aramburo"; consta así que ambos fueron compañeros de estudio y mantuvieron una relación estrecha durante muchos años.

Sin foliar encontramos su partida de defunción. En ella consta que su muerte tuvo lugar en "Las Heras tres mil cuatrocientos" (la Penitenciaria Nacional), el día 12 de junio de 1956, a las 22, por causa de "herida de bala". El documento se extendió por declaración de un señor Simón Argüello y tuvo como testigo a Juan Napolitano, "... quienes han visto el cadáver". No se sabe quién presentó esa partida ni por qué razón ello se hizo dos años después de su fusilamiento.

La muerte del general Valle se registra en su legajo con muy pocas y elusivas palabras, en ningún lado se dice que fue fusilado, ni por qué ni por quién. Desde 1950, casi con exclusividad, su actividad había consistido en realizar "visitas de inspección" a unidades de todo el país: ¿Se trataba de meras inspecciones técnicas o él iba a tomarle el pulso político a los cuarteles que visitaba?


Sargento tanquista Porfidio Calderón, quien salvó la vida por minutos (iba a ser fusilado) por participar de la revolución democrática del Gral. Juan José Valle. Aquí junto al busto recién inaugurado del Teniente General Juan Domingo Perón en el Colegio Militar (2012).

Producida la "Libertadora", el 1º de octubre de 1955 lo pasaron "a disponibilidad", pero no consta el motivo de esa decisión. El 14 de mayo de 1956 fue declarado "en rebeldía" sin que se mencione la razón, pero es obvio que "estaba en la mira". Fue fusilado el 12 de junio y, extrañamente, el 22 de ese mes, Aramburu firma el Decreto Nº 11.148 por el cual se "deja constancia" de que Valle había sido dado de baja el 14 de mayo de ese mismo año; es decir que primero lo hizo fusilar y, diez días después, formalizó su baja del Ejército.

La primera mención de su muerte aparece el 4 de agosto de 1956, en una nota de remisión del legajo, en ella se lo menciona como "... el extinto ex general Juan José Valle". La segunda mención aparece diecisiete años más tarde, en el Decreto Nº 1763/73, por el cual se dispone su ascenso post-mortem al grado de "Teniente General"; este decreto lleva la firma de Raúl Lastiri, presidente interino por la renuncia de Cámpora. Ni el decreto de Aramburu ni el de Lastiri son publicados en el Boletín Oficial.

La única vez que un militar utiliza allí la palabra "fusilado" es en 1996; en una escueta nota que firma el jefe del Archivo y en la cual afirma que no existe en ese organismo una "nómina del personal fusilado en 1956" pero, para cumplir con su deber de informar, el funcionario adjunta una lista con el nombre de dieciséis militares fusilados y de dos con orden de captura (Valle y Tanco. Con pulcritud castrense, aclara que esa información fue "... obtenida del diario Clarín del lunes 11 de junio de 1956".

En los legajos de Valle y sus compañeros del levantamiento, lo obvio y principal no se menciona. No obstante, en ellas podemos percibir rasgos de sus vidas que no están asociados al destino que tuvieron como soldados. Esos hombres –héroes de carne y hueso– se ven reflejados en fotos juveniles, enfermedades, licencias, accidentes, pedidos de autorización para casarse, nacimiento de hijos, fallecimientos de familiares y permanentes cambios de destino que deben ser interpretados.

Rodolfo Walsh dijo que "algún día se escribirá, completa, la trágica historia de la matanza de junio. Entonces se verá cómo el asombro rebasanuestras fronteras", y ésa es una tarea pendiente, facilitada y orientada por su célebre libro Operación Masacre, (1957) y talentosamente ampliada por Salvador Ferla en Mártires y Verdugos (1964), ambas realizadas en los difíciles tiempos de la proscripción del peronismo y sus defensores. Enrique Arrosagaray publicó, hace ya diez años, La Resistencia y el general Valle, con valiosos testimonios de protagonistas de aquellos hechos. En muchos de los legajos que revisamos encontramos su nota pidiendo acceso a los mismos, pedido que fue atendido en forma limitada: se le brindó información parcial y preparada para el caso. Recién en estos tiempos se abrió el acceso incondicionado a esos documentos, que contienen parte de las claves necesarias para comprender aquellos episodios y la violencia política de los años ’60 y ’70. Su análisis ayudará a entender el papel y actitud de los militares nacionales fusilados en junio del ’56 y sus vidas podrán ser reivindicadas políticamente no sólo por aquellos que nos emocionamos con su gesto y nos conmovemos con su destino sino, también, por la institución que eligieron como camino para "servir a la Patria", que los mató y que silenció sus memorias.

* Esta nota constituye el punto de partida de una investigación histórica de los autores en base a los legajos y actuaciones oficiales que contienen información sobre el levantamiento del 9 de junio de 1956 y los fusilamientos de ese año.
Fuente: Página/12, 10/06/06


Ultimos secretos de los fusilamientos de 1956

El 9 de junio de ese año, militares y civiles se sublevaron contra el gobierno del general Aramburu. La represión fue cruenta: la mayoría de los insurrectos fueron asesinados ilegalmente. Aquí se revelan testimonios exclusivos y cómo se adulteraron los registros oficiales para legalizar el fusilamiento de Valle.

María Seoane
mseoane@clarin.com

Podría llamarse "la evidencia" este libro titulado "Detenidos especiales, 1956" de la Penitenciaría Nacional- bajo la órbita del Ministerio de Justicia, en el archivo del Servicio Penitenciario Federal- que está hoy guardado en el Museo Penitenciario, en el barrio de San Telmo. Contiene una prueba que ratifica, medio siglo después, que la represión estatal al levantamiento revolucionario de militares y civiles peronistas comandados por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco y el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno entre el 9 y el 12 de junio de 1956 fue ilegal y se buscó la impunidad de los delitos al borrar u ocultar registros.

Este libro es, sin duda, una huella más de lo que se supo ya entonces a través de la investigación del periodista y escritor Rodolfo Walsh, publicada en artículos desde enero a marzo de 1957, y que luego constituyó su célebre libro "Operación Masacre". Pero ratifica que los procedimientos usados por la Revolución Libertadora, comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas, que derrocó al gobierno constitucional de Juan Perón en setiembre de 1955, fueron un anticipo, aún excepcional pero premonitorio, de los métodos represivos clandestinos que amplificaría hasta la tragedia el estado terrorista nacido en marzo de 1976.

Emplazan un busto del general Valle en un cuartel del Ejército

(Marzo 2007) El Ejército emplazará en la Escuela de Ingenieros de la fuerza un busto del general Juan José Valle, quien fue fusilado en 1956 tras encabezar un fallido levantamiento cívico-militar contra la Revolución Libertadora.

La ceremonia se realizará a las 11 en dicho establecimiento, que desde el año pasado lleva el nombre del militar. El acto será presidido por la ministra de Defensa, Nilda Garré, quien estará acompañada por el Jefe del Ejército, Roberto Bendini.

Como parte del homenaje, el Director de la Escuela de Ingenieros recibirá el sable y un arma que pertenecieron a Valle, y que ahora pasarán a ser parte del patrimonio de esa institución.

Valle fue uno de los líderes del levantamiento cívico-militar de 1956 contra la Revolución Libertadora, y que tuvo el objetivo de restaurar el orden constitucional tras el derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón, ocurrido un año antes.

La rebelión fue rápidamente sofocada por el gobierno de facto, que fusiló a 18 militares -entre ellos Valle- y 13 civiles, entre el 10 y el 12 de junio de 1956.

Fuente: Clarin.com

Palabras del jefe Estado Mayor General del Ejército General Bendini

Discurso de Bendini ante el busto de Valle

"Hace casi un año, en esta Escuela de las Armas, el Ejército imponía el nombre histórico de "Tte Grl Juan José Valle" a la Escuela de Ingenieros.

En esa oportunidad, me comprometí a que el busto del teniente general Valle ocupara un lugar de honor en el instituto.

En estos años, como jefe del Ejército, he realizado actos institucionales con la finalidad de restañar heridas que, a pesar del tiempo transcurrido, están abiertas en la Fuerza y pesan sobre los espíritus.

Ningún soldado muerto en cumplimiento del sagrado deber militar puede dejar de recibir el justo homenaje del Ejército y de la sociedad a la que sirvió renunciando a la propia vida.

Éste es el sentido profundo de los reconocimientos realizados a los muertos en defensa del orden constitucional en junio de 1955 y a los fusilados en 1956.

Nadie en su sano juicio puede menos que sentir vergüenza ante actos de odio irracional que ensangrentaron nuestra historia reciente.

Es hora de reparar definitivamente los agravios. Nuestra sociedad siempre supo que en junio de 1956 se había cometido una injusticia y recordó, muchas veces en silencio, a sus caídos, civiles y militares.

Es hora de que el patriotismo que animó el espíritu de aquellos muertos sea reconocido.

Es hora de que, con orgullo, el Ejército al que pertenecen rinda homenaje al coraje, la entereza y la templanza que demostraron esos dignos herederos de la estirpe sanmartiniana que anima al soldado argentino. Es hora de que civiles y militares que sintieron la patria de igual manera cierren sus heridas para siempre.

El teniente general Juan José Valle fue un profesional excepcional, exponente de un Ejército que constituía parte de un proyecto nacional, en el que la defensa era concebida de manera integral por un Estado comprometido con el desarrollo productivo y los derechos sociales. En ese modelo de país, el Ejército era un instrumento del Estado al servicio de su pueblo.

Siguiendo la senda trazada por Mosconi, Baldrich y Savio, Juan José Valle desarrolló su vocación militar en el arma de Ingenieros; llegó a ocupar los cargos más importantes y accedió a las máximas jerarquías.

Cuando hablamos del arma de Ingenieros y de ingenieros militares, estamos definiendo a un militar dotado de la mayor capacitación científica y tecnológica que puede proporcionar el Ejército. Esta capacitación se emplea, fundamentalmente, en la definición de proyectos de carácter dual, que sirven a una necesidad específicamente operacional, pero que también vuelcan su utilidad a la comunidad en caminos, puentes y construcción de viviendas y hospitales, entre otras cosas.

Este destacado zapador fue ingeniero militar a los 22 años.

Dejó su impronta en los más prestigiosos destinos del Ejército y mereció los mejores conceptos de sus superiores en cada uno de ellos.

Revistó en el Colegio Militar de la Nación; fue profesor de la Escuela Superior Técnica, jefe del Batallón 4 de Zapadores Pontoneros, miembro de la Comisión de Adquisiciones en Francia, país donde, además, continuó su perfeccionamiento; fue subdirector de esta escuela de zapadores, inspector de ingenieros y director general de ingenieros.

Su gestión al frente de la Dirección fue una de las más prolíficas, ya que bajo, su mando, se finalizaron grandes obras de ingeniería, tales como el Colegio Militar de la Nación, el Hospital Militar Central, el Edificio Libertador e infinidad de emprendimientos útiles para la comunidad.

Este general de la Nación, que daría prueba de estar formado en el más puro cuño sanmartiniano, ante la ruptura del orden constitucional, decidió con coraje dar testimonio y asumir una responsabilidad frente a la historia.

Como el injusto asesinato del coronel Manuel Dorrego, su muerte abrió paso a un período de violencia y desencuentros, en el que el odio cosechó más odio.

Como nadie, era consciente del difícil tiempo que esperaba a los argentinos.

Protagonista de esta tragedia fue su hija Susana, que, aquel 12 de junio de 1956, asumió la dolorosa responsabilidad de despedir a su padre:

"¿Quién te ha condenado papá?", y el general respondió:

"Quisiera que nunca lo supieras para que tu corazón no odiara jamás".

"¿Por qué te entregaste?"

"Porque no podría mirar con honor a las esposas y madres de mis soldados asesinados."

Desde entonces, Susanita, quien hace muy pocos meses nos dejó, fue una luchadora incansable por la memoria de su padre.

Para ella, y para todos los familiares de los caídos, nuestro afecto, reconocimiento y homenaje por su constancia y por su grandeza de espíritu para superar el dolor y reencontrarse con su Ejército, en la convicción de que ésta es la manera de construir un futuro para la patria.

"Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria", escribió el general Valle en su última carta y anhelamos que este acto sea un paso más hacia la reconciliación de todos los compatriotas.

Mi general, su nombre ya está perpetuado en esta escuela como símbolo de honestidad, convicción y honor.

Tenga la seguridad de que su Ejército anhela participar en la construcción de un futuro con todos y para todos los argentinos, en el que la solidaridad y el respeto a la dignidad humana sean condiciones necesarias para superar las dificultades que se nos presenten.

Que las virtudes militares demostradas por el Tte Grl Valle constituyan una valiosa herencia que las futuras generaciones preserven y que su memoria represente una infranqueable barrera contra el odio, la violencia y la insensatez.

Que los ideales expresados en su proclama sean el cimiento de una patria mejor para nuestros hijos:

"Sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre hermanos, convocamos a todos los argentinos que con limpieza de conducta y pureza de intenciones quieran y defiendan lo que no puede dejar de querer y defender un argentino: la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria".

Señoras, señores, no podemos renunciar a la esperanza de alcanzar la patria grande.

Ella necesita de todos sus hijos. Éste es nuestro pasado y, a partir de él, tenemos la obligación de construir un futuro.

Éste fue el mensaje de Tte Gral Valle."

Ver: http://generalvalle.blogspot.com/2007/04/busto-en-la-escuela-de-ingenieros-12.html

Los hechos

Corría noviembre de 1955. Perón había comenzado su exilio que se prolongaría 17 años. El cadáver de Evita había sido secuestrado de la sede de la CGT donde reposaba, embalsamado. Por ley no se podía nombrar a Evita ni a Perón ni al peronismo, entre otras prohibiciones. Había sido anulada la Constitución de 1949, que daba rango constitucional a los derechos económico-sociales y había miles de presos políticos. Muchos militares peronistas fueron encerrados en el vapor-prisión Washington, anclado a varios kilómetros aguas adentro del Puerto de Buenos Aires. Allí estaban castigados y aislados los generales Valle y Tanco, entre otros oficiales. Allí comenzaron a conspirar para diseñar un movimiento que exigía el cese de la persecución al peronismo; la restitución de la Constitución de 1949 y la libertad a los miles de presos políticos. Esa fue la génesis del movimiento que comenzaron a gestar con fuerza en el verano de 1956. Los jefes indiscutidos del movimiento eran los generales Valle y Tanco y oficiales como los coroneles Cogorno, Alcibíades Cortínez, Ricardo Ibazeta y el capitán Jorge Costales, entre otros.

El historiador Norberto Galasso contará que tanto Aramburu como Rojas, su vicepresidente, tenían información de la conspiración: que decidieron no abortarla para "dar un escarmiento". Tal es así que en la noche del 8 de junio de 1956 son apresados cientos de dirigentes gremiales para restar base social al movimiento. Aramburu viajó ese día a la provincia de Santa Fe, pero dejó firmado el decreto 10.362 que decretaba la Ley Marcial, y preparados los decretos 10.363/56, que establecía la pena de muerte, y el 10.364 que daría los nombres de los que serían fusilados. Los decretos estaban preparados porque eran correlativos y fueron publicados así en el Boletín Oficial con posterioridad.

Valle y Tanco, que estaban ya en la clandestinidad, deciden lanzar antes de que fuera tarde la asonada. La señal la daría la lectura de la proclama revolucionaria, a las 23 del 9 de junio. A esa hora comenzaba la tradicional noche de boxeo sabatina en el Luna Park, lo que hizo que la instrucción a los insurrectos para lanzarse a la acción debía ser escuchar la pelea de Lausen. El equipo de Valle para esa tarea estuvo comandado por el coronel José Irigoyen, fue secundado por el capitán Costales y se sumaron varios civiles. Eran las diez de la noche. La radio debía instalarse en la Escuela Técnica N° 5 "Salvador Debenedetti" en Avellaneda. A las 22.30, un comando del gobierno los arrestó a todos. La proclama sólo pudo ser escuchada en La Pampa, donde actuaba el coronel Adolfo Philippeaux.

Otros lugares de la rebelión- ver infografía Rebelión y represión ilegal- fueron: Campo de Mayo, sublevado por los coroneles Ricardo Ibazeta y Eduardo Cortínez; el Regimiento II de Palermo, bajo la dirección del sargento Isauro Costa; la Escuela de Mecánica del Ejército, comprometida por el mayor Hugo Quiroga; el Regimiento 7 de la Plata, responsabilidad de Cogorno y el grupo de civiles, entre otros, que debía operar en Florida, en la calle Hipólito Yrigoyen 4519, donde se reunieron los Lizaso, Carranza, Garibotti, Brión y Rodríguez y Troxler, entre otros. Además, hubo civiles armados y militares que intentaron sublevarse en Santa Fe- Rosario y Rafaela-, Río Negro-Viedma-, para citar algunos. Excepto en La Pampa, la mayoría de los jefes de la sublevación fueron apresados. Ante el fracaso del levantamiento, el general Tanco se dirige a Berisso para lograr apoyo, inútilmente, y debe luego huir y esconderse. Mientras el general Valle se oculta en la calle Corrientes, en la Capital, en la casa del político mendocino amigo, Adolfo Gabrielli, ante la certeza de que el movimiento había sido delatado y había fracasado.

Todos los levantamientos ocurrieron entre las 22 y las 24 del 9 de junio. El gobierno estableció a las 0.32 del 10 de junio la Ley Marcial, un decreto firmado por Aramburu, Rojas, los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana, de Marina; Teodoro Hartung; de Aeronáutica, Julio César Krause y de Justicia, Laureano Landaburu. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial.

Los fusilamientos estaban decididos por el gobierno de Aramburu. En la madrugada del 10 de junio, entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que fusile a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes,, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permitirá a Walsh reconstruir la historia. En la Escuela de Mecánica del Ejército, el general Ricardo Arandía consulta telefónicamente a Aramburu- que había regresado ya a Buenos Aires el 10 al mediodía-sobre los detenidos. En Campo de Mayo, en tanto, el general Juan Carlos Lorio preside un tribunal que realiza un juicio sumarísimo. Concluye que los sublevados no deben ser fusilados. Pero Aramburu ratifica su decisión. Lorio pide que se deje por escrito. Aramburu y su gobierno, entonces, firman el decreto 10.364 que detalla la lista de once militares que deben ser fusilados. Este es el único documento que queda oficialmente inscrito en la historia. No existen registros de esos juicios sumarios. No existe hoy registro del informe forense que debió determinar la causa de la muerte de esos argentinos.

El 12 de junio, Valle decidió entregarse a cambio de que se detuviera la represión a su movimiento y se le respetara la vida. Le toca al antiperonista capitán de navío Francisco Manrique, enviado de Rojas, ir a buscarlo. A las 14 horas de ese día, Valle ingresa con su amigo Gabrielli y Manrique al Regimiento I de Palermo donde es interrogado y juzgado por un tribunal presidido, también, por el general Lorio. Después, Valle es enviado a la Penitenciaría Nacional. El actual director del Museo Penitenciario, Horacio Benegas, entonces recién ingresado al servicio, recuerda que "el 11 en la madrugada fueron fusilados tres militares" en la vieja cárcel de la Avenida Las Heras. Que Valle fue alojado en el sexto piso. Que el clima en el penal se "cortaba con una gilette" por lo tenso. Que recuerda que la última que lo vio con vida fue su hija Susana Valle (ver "Que digan nomás..."Pág. 35) Ese 12 de junio, a las 22,20 Valle fue fusilado por un pelotón cuyos nombres fueron guardados como un secreto de Estado. No hubo orden escrita ni decreto de fusilamiento. Ni registro de los responsables.

El 13 de junio, cesó la ley marcial. El general Tanco con otros sublevados logró, el 14 de junio, asilarse en la Embajada de Haití en Buenos Aires, a cargo del embajador Jean Briere. Pero el jefe del Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE), general Domingo Quaranta, invadió la delegación para secuestrar y detener a los asilados. Briere logró salvarlos. El saldo de esas setenta y dos horas de junio del 1956 fue trágico y premonitorio: 18 militares y 13 civiles asesinados. (ver Rebelión y represión ilegal. Pág. 35)

La evidencia final

El 24 de mayo de 2006, el patio del Museo Penitenciario estaba iluminado por el sol del otoño. El alcalde Benegas despliega el libro de "Detenidos especiales". Se asombra ante la pregunta:

- ¿Alcalde, por qué la entrada de Valle a la Penitenciaría y su fusilamiento el 12 de junio del 56 aparece intercalado en los registros del 57?.

- No sé, me extraña. Pero esto no lo manejamos directamente nosotros.

Lo cierto es que quien manejaba ese registro en 1957 debió anotar apresurada y desprolijamente el nombre de Valle para legalizar que había sido fusilado allí. ¿Por qué? El registro de Valle es el de preso político 4.498. Está asentado debajo del registro 4.497 que corresponde a un tal Amílcar Darío Viola, ingresado al penal el 26 de abril de 1957. Luego, el registro salta al 4.499, de un tal Carlos Vázquez, cuyo ingreso ocurrió el 8 de octubre de 1957. ¿Qué ocurrió en abril de 1957 para que el registro de Valle fuera introducido atropelladamente? Por esa fecha, Walsh ya había logrado que estallara la polémica por los asesinatos en los basurales de José León Suárez. El 24 de abril de 1957, la Corte Suprema de Justicia dio un fallo en el caso Livraga: pasar todas las actuaciones a la Justicia Militar. Al mismo tiempo que pasaba la responsabilidad estricta de esos fusilamientos a los militares, cerraba el camino en la justicia civil. En abril de 1957, además, Arturo Frondizi hacía un pacto con Perón para ganar en las elecciones que terminarían con la dictadura de Aramburu.

Comenzaba otro tiempo. Por poco tiempo.

Las pruebas olvidadas

El libro de Detenidos especiales, o presos políticos, corresponde a los archivos de la desaparecida Penitenciaría Nacional. El libro ahora reposa en el Museo Penitenciario que dirige el alcalde mayor retirado Horacio Benegas. Sus páginas contienen los ingresos, la proveniencia, por orden de quién, tiempo de prisión y egreso de los presos políticos del año 1956 y 57. Allí se lee el ingreso del general Juan José Valle bajo el número de preso político 4498. Se asienta que lo trajeron de la División Motorizada del Ejército, por orden del Poder Ejecutivo el 12 de junio de 1956 y que fue fusilado en esta unidad el mismo día. Pero esa fecha está intercalada, alterando la cronología de otros registros que corresponden al año 1957.

"Que digan nomás: 'El Presidente duerme'"

Valle y Aramburu ingresaron juntos al Colegio Militar de la Nación. Allí se conocieron, eran compañeros de banco hasta que egresaron como subtenientes. Entonces, los unía una fuerte amistad. Compartían juntos con sus familias largos veraneos en Mar del Plata. Años más tarde, con otros generales, participaron en la constitución de una sociedad para la construcción de un edificio en las calles Presidente Perón y General Urquiza, en Mar del Plata. Pero tomaron caminos diferentes: Valle fue un peronista de la primera hora en 1945. Aramburu mantuvo el alineamiento liberal conservador que marcó al Ejército argentino siempre. La esposa de Valle imploró clemencia la noche el 12 de junio de 1956, apelando al viejo amigo. La respuesta fue la consigna: "El Presidente duerme", que después el poeta José Gobello transformará en una poesía que exprese de alguna manera toda la tragedia humana que envolvió a los Valle y que, cuando Aramburu sea asesinado por la guerrilla de Montoneros en 1970, también atravesará a la familia del Presidente que calló a la hora señalada.

Susana Valle: "El cuerpo lo trajo el cura Devoto"

Tenía 18 años cuando lo vio a su padre por última vez en una celda de la Penitenciaría Nacional. Medio siglo después recuerda: "A mi padre lo fusilan a las 22.20 del 12 de junio. Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró. Y me pidió un pucho. Yo estaba cuando el párroco de la iglesia Santa Elena, en la calle Seguí, donde íbamos, viene a confesarlo. Era Alberto Devoto, que lloraba, pobre. Mi padre le dice a Devoto:

-No llore padre, si usted me enseñó que en la otra vida se está mejor. ¡No me haga dudar ahora!.

"Después, viene un milico y me da 12 mil pesos. Yo le dije: métase la plata en el culo. Pero mi papá dijo: 'llevala, no se la vamos a dejar a éstos. Dásela a tu mamá.'. El cuerpo de mi padre me lo dan al otro día. Nos lo trae Devoto, que después fue obispo de Goya. Lo velamos en nuestra casa, llena de espías".
Fuente: Clarín, 2006


Proclama revolucionaria del Movimiento de Recuperación Nacional del General Valle

Las horas dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su pueblo, sometido a la más cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para restablecer en nuestra patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las leyes.

Como responsables de este Movimiento de Recuperación Nacional, integrado por las Fuerzas Armadas y por la inmensa mayoría del pueblo -del que provienen y al que sirven- declaramos solemnemente que no nos guía otro propósito que el de restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder.


Acto en José León Suárez a 56 años de los fusilamientos, habla Gabriel Mariotto.

Conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia, comprendemos que nuestra decisión es el único camino que nos queda para impedir el aniquilamiento de la República en una lucha estéril y sangrienta entre hermanos, cada día más inevitable e inminente.

Deploramos que precisamente desde el gobierno se haya cerrado sistemáticamente toda posibilidad de pacificar la República y alcanzar la armonía entre los argentinos, en contraposición con el sentido de responsabilidad, la tolerancia y la paciencia patriótica del pueblo.

La Nación entera, y con ella la tranquilidad, el bienestar y la dignidad de los argentinos han caído en manos de hombres y de fuerzas que aceleradamente retrotraen a la patria a épocas de sometimiento, de humillación y de vergüenza.

Su acción nefasta ha desquiciado y lesionado profundamente el orden político, económico y social de la República.

Este Movimiento de Recuperación Nacional, se lanza a la acción revolucionaria con objetivos claros y un programa concreto para restablecer la soberanía y la justicia social y devolver al pueblo el pleno goce de su libertad y sus derechos.

Declara objetivos fundamentales de su acción:

En lo político
Han violado y desconocido el imperio de la Constitución y de las leyes, sustituyéndolo por un llamado "derecho de la Revolución", que no es otra cosa que el entronizamiento de la arbitrariedad, sin más normas ni vallas que la omnímoda voluntad de los que detentan el poder.
Se han avasallado así las garantías y derechos individuales, sustituyéndose a instituciones y personas de la jurisdicción de sus jueces naturales, sometiéndolos a tribunales y comisiones especiales expresamente prohibidas por la Constitución.


Pese a las prohibiciones comenzaron a circular publicaciones clandestinas de mano en mano.


Quema y destrucción, incluso de obras de arte, de todo lo que significara peronismo. Miles de sábanas, frazadas y vajilla de la Fundación Eva Perón se destruyeron por llevar el logotipo de la fundación.


Los gorilas pretendieron apropiarse del término "gorila" para fines políticos, pero no lograron erradicar el significado de infamia en la memoria colectiva.


La marcha peronista, prohibida.

Se ha perseguido, encarcelado y confinado en verdaderos campos de concentración a miles de argentinos no sometidos a proceso y privados del derecho a la defensa, por razones ideológicas o políticas.
Por idénticas razones se ha privado a miles de argentinos de derechos esenciales, como el acceso a los empleos públicos y la participación activa en la vida cívica de la Nación, sin que tan graves penas provengan de la decisión de la justicia y ni siquiera del juzgamiento de la conducta de los inculpados.
Como consecuencia de esta arbitrariedad discriminatoria, que divide a los argentinos en réprobos y elegidos, se ha privado de sus empleos a miles de ciudadanos, sin tenerse en cuenta ni su antigüedad, ni su idoneidad, ni su conducta.

Se ha excluido de la vida cívica del país a la fuerza mayoritaria con el pretexto de inmoralidades y desviaciones en la conducta de algunos sus dirigentes; verdadera aberración jurídica y moral que podría llevar a la exclusión de todos los partidos, desde que todos padecen o padecieron en algún momento de males similares.
Se ha fomentado y organizado desde el gobierno la delación y el espionaje contra personas e instituciones, inclusive contra las Fuerzas Armadas.

Se ha impedido la libertad de prensa, uniformada al servicio del gobierno, interviniendo y entregando arbitrariamente los diarios y revistas a sectores políticos minoritarios adictos al mismo, clausurando los desafectos e impidiéndose la aparición de nuevos órganos de opinión independiente.

Todo ello unido a la monstruosidad totalitaria de un decreto-ley que bajo penas gravísimas prohíbe a los ciudadanos hasta el uso o empleo individual de palabras, fechas, símbolos, fotografías, nombres y expresiones que se proscriben, configuran los hechos más salientes de un plan siniestro, destinado a ahogar la libre expresión de la ciudadanía, y entronizar en el poder a minorías antinacionales que en su hora enajenaron el patrimonio del país y traficaron con el hambre y el dolor de los trabajadores argentinos.

Este desborde de la arbitrariedad ha culminado con la abolición de la Constitución Nacional vigente, sancionada por una Convención Reformadora libremente elegida por el pueblo, con la participación de los mismos sectores políticos que apoyan a la tiranía, Constitución que juraron acatar y defender los mismos que hoy la vulneran y suprimen a espaldas del Pueblo y al margen de su libre voluntad soberana, con el evidente propósito inconfesable de abolir disposiciones como las del artículo 40, que impiden la entrega al capitalismo internacional de los servicios públicos y las riquezas naturales del país, juntamente con otras también fundamentales como las que sancionan los derechos del trabajador y las que estatuyen la función social de la economía y la riqueza.
Por un acto arbitrario y despótico se reimplanta una Carta Fundamental ya superada por la realidad política, económica y social de la República, al amparo de cuya imprevisión y laxitud fue posible en otras épocas la entrega del país a las fuerzas internacionales del capitalismo y el sometimiento, el hambre y la humillación de nuestro pueblo.

Y para hacer más evidente la burla a la ciudadanía y la prepotencia de la arbitrariedad, ni siquiera se la reimplanta en todo su vigor como norma de convivencia o valla del poder, sino "en tanto y en cuanto no se oponga a los fines de la Revolución", vale decir, en cuanto no se oponga a la voluntad omnímoda e Incontrolada del gobierno. Jamás, en toda la historia, gobierno alguno ha tenido el descaro de hacer semejante profesión de tiranía y despotismo.

En lo económico
Se han tomado medidas tendientes a quebrantar la industria nacional, depreciar la moneda, crear el desaliento en la inversión de capitales útiles, elevar los precios acentuando el desequilibrio entre éstos y los salarios, provocar sectores importantes de desocupación, que llevarán por hambre a los obreros a someterse a la voluntad del capitalismo.

Todo ello unido al desprestigio internacional de nuestra economía por el propio gobierno, a la acelerada contratación de empréstitos extranjeros y a la adopción de determinados compromisos anteriores, constituyen etapas de un plan destinado a retrotraer al país al más crudo coloniaje, mediante la entrega al capitalismo internacional de los resortes fundamentales de su economía.

En lo social
Se han desconocido legítimas conquistas de los trabajadores, se ha destruido la organización sindical -base indispensable de la paz social y del progreso del país-, mediante la intervención a la Central Obrera y a todos los sindicatos.

Se ha perseguido, encarcelado y confinado a miles de trabajadores, y se los ha privado arbitrariamente del derecho elemental de intervenir activamente en la vida de las organizaciones a que pertenecen.
En síntesis, desde el propio gobierno se ha realizado una acción sistemática tendiente a destruir la organización sindical y anarquizar a los trabajadores, acción que persigue la finalidad inconfesable de debilitar el frente social para posibilitar el camino del sometimiento del pueblo, y con él, del sometimiento de toda la Nación.

En las Fuerzas Armadas
Se ha tratado en toda forma de minar su unidad y su armonía y se han desquiciado sus cuadros con la baja o retiro obligatorio de centenares de jefes, oficiales y suboficiales que honraban a la institución por sus virtudes morales y su capacidad profesional.

Al mismo tiempo se ha obligado a muchos oficiales al desempeño de funciones civiles incompatibles con su estado militar, creándose hacia la institución un lógico resentimiento y desconfianza del pueblo, difícil de superar, y que es la semilla más criminal que podía haberse sembrado para dividir y anarquizar a la Nación.
Esto es, en lo fundamental, el panorama trágico de las horas difíciles que vive la República. La proliferación de conflictos sindicales, los actos diarios de sabotaje en todo el territorio del país y el continuo descubrimiento en toda la República de planes subversivos o actos de insurrección, denunciados por el propio gobierno, no son (como él pretende, para encubrir su responsabilidad y engañar a la opinión) fruto de la acción aislada de personas perturbadoras, sino síntoma del clima de opresión y subversión en que vive la República y expresión evidente del espíritu indomable y de la decisión del pueblo de reconquistar su libertad.

Tan grave estado de cosas impulsa nuestra determinación y nos decide a recoger el clamor unánime del pueblo, antes de que la República desemboque en una lucha fratricida que terminará por destrozarla.

El programa del Movimiento de Recuperación Nacional

I - En lo político
Restablecer el Estado de derecho mediante la vigencia plena de la Constitución Nacional y el imperio de la justicia en un ambiente de real libertad y pura democracia.
Consolidar la soberanía popular mediante la realización de elecciones generales en todo el país en un plazo no mayor de 180 días, con plenas garantías para todos los partidos políticos en el proceso electoral y preelectoral, incluida la utilización con iguales derechos de todos los medios de expresión y difusión.
Prescindencia absoluta del gobierno en materia electoral y fiscalización de los comicios por las Fuerzas Armadas.
Libertad efectiva y absoluta de prensa para todos los sectores de la opinión.
Amnistía general y derogación de todos los decretos y medidas discriminatorias dictados por razones ideológicas o políticas.
Libertad de todos los presos políticos y sometimiento a la justicia competente de los que hubiesen cometido delitos comunes.
Reincorporación de los empleados y obreros eliminados arbitrariamente por razones ideológicas o políticas.
Levantamiento de las interdicciones a personas y empresas e intervención de la justicia en los casos de violación de las leyes en vigor.
Rehabilitación de los partidos políticos privados de personería v plena libertad para la formación de nuevas fuerzas, dentro de las normas establecidas por la legislación vigente.



El 16 de junio de 1956 Clarín publica un editorial con loas y alabanzas a la revolución fusiladora, al cumplirse un año del golpe de Estado. Sobre los fusilamientos de esos días (ejecutados entre 9 y el 12 de junio) no dice nada,

II - En lo económico
Revisión de las medidas de carácter económico y financiero que pudieran lesionar los intereses nacionales.
Revisión de las medidas económicas y financieras que afectan seriamente el desarrollo de las actividades productivas.
Restablecimiento de la plena ocupación y adopción de medidas para contener el alza del costo de la vida.

III - En lo social
Devolución del gobierno de los sindicatos a los trabajadores y elección por los mismos de las autoridades de la Central Obrera en un plazo de 45 días.
Libertad inmediata a todos los dirigentes y obreros detenidos por razones políticas o gremiales.
Renovación de los convenios de trabajo, de común acuerdo entre los trabajadores y empresarios, mediante los procedimientos determinados por la legislación vigente al 20 de setiembre de 1955.
Derogación de los decretos y medidas discriminatorias que impiden a miles de obreros su participación en la vida de los organismos gremiales.

IV - En las Fuerzas Armadas
Reestructuración de las mismas con vistas a las necesidades de la defensa nacional.
Reincorporación de jefes, oficiales y suboficiales que poseyendo valores profesionales y morales hayan sido dados de baja o retirados por razones políticas o ideológicas.
Mantenimiento de los actuales cuadros con la única excepción que determinen los tribunales y organismos competentes que establece la ley.

V - En el orden internacional
Respeto y cumplimiento de todos los convenios, pactos y compromiso internacionales concertados por el país dentro de las normas constitucionales y legales.
Suspensión de la ejecución de aquellos compromisos contraídos en violación de tales normas, a fin de que oportunamente sean considerados por las autoridades legalmente constituidas por los órganos y procedimientos que estatuye la Constitución Nacional.
Sosteniendo tales principios y comprometiendo ante el pueblo de la República el fiel y estricto cumplimiento de los objetivos señalados, el Movimiento de Recuperación Nacional toma las armas, en defensa de la patria, decidido a pacificar la nación por el camino de la verdadera libertad, en el respeto de la Constitución y la Ley.
No hacemos cuestión de banderías porque luchamos por la patria que es de todos. No nos mueve el interés de ningún hombre ni de ningún partido.
Por ello, sin odios ni rencores, sin deseos de venganza ni discriminaciones entre hermanos, llamamos a la lucha a todos los argentinos que con limpieza de conducta y pureza de intenciones, por encima de las diferencias circunstanciales de grupos o partidos, quieren y defienden lo que no puede dejar de querer y defender un argentino: la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, en una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

¡Viva la patria!
Buenos Aires, 9 de junio de 1956


Irigoyen y Costales, hombres del general Valle en Avellaneda

Los alzados en la escuela de Avellaneda

Rubén Mauriño tenía quince años y su padre Miguel Angel era jefe de la Resistencia Peronista. El coronel José Albino Irigoyen y el capitán Jorge Miguel Costales debían emitir la proclama desde la escuela. Los dos militares fueron fusilados. La escuela todavía tiene el emisor que iban a utilizar.

Por Enrique Arrosagaray

Rubén Mauriño recibió la orden de su padre Miguel Angel. "Vos andá a la esquina de Mitre y Vélez Sarsfield, por ahí te pasa a buscar una camioneta, retirás el transmisor de la casa que te anoto acá y lo llevás a la Escuela Técnica. Se lo entregás a Lugo y te vas. ¿Entendiste? Te volvés a casa." Rubén, con apenas 15 años en esa noche del 9 de junio de 1956, le hizo caso en todo a su papá menos en una cosa: se quedó con el paraguayo Dante Lugo en la Escuela.

En la Escuela Técnica "Salvador Debenedetti" –esquina de Alsina y Paláa, pleno centro de Avellaneda– ya estaba desde unos minutos antes un comando encabezado por el coronel José Albino Irigoyen y por el capitán Jorge Miguel Costales –jefe de inteligencia del estado mayor de Valle–, que tenía por misión instalar lo necesario para transmitir por radio la Proclama que toda la población escucharía en el momento que comenzaba la pelea del argentino Lausse contra el chileno Loaysa. Es decir, a las once de la noche de ese sábado. Muchos núcleos civiles antidictatoriales esperaban esa señal radial para sumarse al alzamiento.

El coronel Irigoyen tenía 43 años y había nacido en La Matanza. No tenían buen concepto de él en el Ejército. Su legajo incluye comentarios como el de "retraído, poco vivaz (...) y en general, sus condiciones intelectuales son apenas suficientes". En años posteriores se recibe de ingeniero en comunicación y da clases en la Escuela de Comunicaciones en la Guarnición de Ejército de Campo de Mayo. "Este oficial –dice su legajo en noviembre de 1941–, a pesar de haber trabajado con dedicación, ha desmejorado apreciablemente en el rendimiento de sus estudios." Lo ascienden a coronel en diciembre de 1955.

MACHADO Y ZUBIRI, DOS PROTAGONISTAS DEL ALZAMIENTO

Obreros en el Comando en Jefe

Por E. A.

"Tenía cuatro granadas enganchadas en los tiradores y una pistola 45 con tres cargadores. Nada más –cuenta Rubén Machado, obrero textil en la fábrica ITE, de Villa Domínico–. Y mi misión, al frente de cien hombres, era la de rodear y tomar el Comando en Jefe. Nuestro punto de reunión era a las diez de la noche en la cortada del Pasaje 5 de Julio y Belgrano." Negro y grandote, Machado había compartido un par de encuentros con Evita y se había enamorado de ella hasta el caracú. Cuando ella murió, la lloró; y cuando derrocaron a Perón, se juró que eso no quedaría así. Por eso trabajó en la Resistencia, y cuando surgió lo de Valle, se sumó sin dudas.

"Yo conocí a Valle y a Tanco en una reunión grande, clandestina, en el galpón de una curtiembre en Dock Sud, pocos días antes del 9 de junio. Pero a los que más frecuentaba era a Barrena Guzmán, a Troxler, que nos enseñó mucho –se sonríe porque dice no poder contar qué les enseñaba–, y a Pablo Martín Zubiri, nuestro responsable civil."

Pablo Martín Zubiri se había recibido de subteniente en 1948. Cuando el gobierno de Perón sofoca el intento de levantamiento en Campo de Mayo, el 28 de septiembre de 1951, a Zubiri le proponen que pase a trabajar en los servicios de inteligencia del Ejército, y simularon para ello que lo echaban por apoyar a los golpistas. Tuvo trato estrecho con Valle y otros, porque estuvo preso en el mismo barco –el "Washington"–, junto a muchos oficiales peronistas luego del golpe de 1955. "Ese barco –cuenta Zubiri con sus 80 años– estaba anclado en las afueras del puerto, sucio, medio abandonado. Me acuerdo de que las ratas le comieron media oreja a un compañero."

La noche del 9 de junio, Zubiri, vestido de militar, estaba en el doceavo piso del Comando en Jefe –Belgrano y Paseo Colón–; allí funcionaba un sistema de comunicaciones que recibía novedades de todos los regimientos y "los que operaban eran amigos. Había uno que no lo era, pero lo teníamos controlado", nos cuenta Zubiri. Cuando fue viendo que los minutos avanzaban en contra del levantamiento y, sobre todo, que el mayor Pablo Vicente no venía al frente de una columna de tanques para rodear el edificio porque había fracasado el levantamiento en la Escuela de Mecánica del Ejército, en Constitución, buscó la forma de irse porque, si no, él mismo sería apresado. Bajó con un grupo de soldados, simulando llevarlos a armar una línea de defensa del edificio; aprovechó y salió a la calle, "fui hasta la vereda del teatro que estaba enfrente y vi al general Fox y al teniente coronel Speroni que me esperaban (eran los que lo habían incorporado al servicio de inteligencia) y les dije que estaba todo perdido; subimos los tres a un coche y me acerqué al grupo de civiles y gendarmes que tenía al Negro Machado y a los hermanos González al frente, que ya estaban avanzando, y les dije que tiraran las armas y que rajaran".

Su especialidad y sus convicciones lo llevaron a estar al frente del grupo que debía garantizar la emisión de la Proclama.

"Cuni" Ercolano es hoy el bufetero de esta escuela. Cuando Irigoyen golpeó la puerta de su casa, que era la misma escuela, ya que eran los caseros, él tenía diez años y vio cómo su padre les abrió, amenazado, "porque entraron a punta de pistola. Me acuerdo de que ése de traje militar –Irigoyen– le preguntó a mi padre si era peronista y le contestó que no, que era socialista". Al rato, Ercolano fue testigo de la entrada por la misma puerta de docenas de policías que se llevaron detenidos a los hombres de Valle, pero también a su padre, a su hermana de 19 años, a quien los diarios de la época mencionaron como "la secretaria de Valle" y a un hermano. "Irigoyen se portó muy bien porque dijo en la comisaría que mi familia no tenía nada que ver, que los dejaran libres", cuenta "Cuni" Ercolano a Página/12.

Junto a los dos oficiales del Ejército mencionados estaban los hermanos Clemente y Roberto Ros, de Lanús; el paraguayo Dante Lugo, que trabajaba en el Comando L113 de la Resistencia Peronista con base en Quilmes e influencia sobre Berazategui, Solano y Varela –cuyo jefe indiscutido era Miguel Angel Mauriño–, y Osvaldo Albedro.

Gracias a que el joven Ruben Mauriño se quedó de prepo, pudimos saber algunas cosas ocurridas dentro de la escuela, ya que todos los mencionados serían fusilados pocas horas después, salvo él por ser un pibe.

El coronel Irigoyen, vestido con ropa militar, daba las órdenes. Una de ellas fue la de que este jovencito, por su agilidad, trepara una torre que la escuela tenía desde años antes para conectar la antena. Cuando comenzaba a bajar escuchó ruidos, golpes, gritos. Miró y vio docenas de hombres uniformados invadiendo la escuela y deteniendo a sus amigos. A él lo hicieron bajar a los gritos, apuntándole. Los llevaron a todos a la comisaría 1ª por sólo unos minutos; de ahí a la Unidad Regional de Lanús de la policía provincial, en la esquina de Córdoba y Juncal. "Estaba todo traicionado –nos contó una vez Ruben Mauriño–, con el tiempo me enteré de que debía haber habido ahí cincuenta policías para apoyarnos, pero fue al revés. Nos cargaron en un camión del Ejército."

A una cuadra de la Escuela Técnica, en la calle Alsina al 100, estaba el comando de la Segunda Región Militar –algo así como un distrito militar–, que debía ser tomado por el coronel Modesto Leis al frente de un grupo de conspiradores.

En su casa, el coronel le dijo a su mujer que salía y que llegaría tarde; venía de la Capital, cruzó el viejo Puente Pueyrredón a pie porque allí, en la puerta del cine Colonial –Mitre 141–, debía ver a un contacto que tendría el dato de un coche con armas; pero el contacto no estaba y ni rastros de un coche. Caminó hasta las inmediaciones buscando rostros conocidos, pero nada. Por el contrario, vio movimientos que le hicieron desconfiar. Desandó sus pasos hacia la avenida y por fin vio una cara amiga, la de otro oficial de apellido Ricagno, quien venía con algunos hombres. Hablaron caminando y cambiando información cuando notaron que otros los rodeaban, amenazantes. Ricagno pudo deshacerse de su pistola, que traía dentro de un diario, tirándola en una boca de tormenta. Todos fueron presos y los sumaron al mismo camión que los capturados en la escuela.

El coronel Leis estuvo en la cola de los que iban fusilando.

"Al primero que llamaron fue al coronel Irigoyen –contó aquella vez Leis–, se ve que durante algunos minutos lo interrogaron, pero al rato se escuchó una ráfaga de disparos y enseguida un tiro aislado. ¡Se imagina que pensamos lo peor! A los minutos se llevan al capitán Costales y otra vez, varios tiros y, luego, lo que sería el tiro de gracia. Luego fusilaron a Lugo y enseguida se llevaron a uno de los Ros. Me acuerdo de que se abrazaba con su hermano. Qué crueldad. Luego fusilaron al otro Ros y después a Albedro. A partir de ese momento los minutos de silencio fueron más largos, y cuando notamos que no venían a buscar a nadie fue inevitable pensar que habían parado de fusilar. Nos mirábamos, casi no hablábamos. A las horas, sería a la tarde, nos dijeron que nos fuéramos. Yo creí que nos aplicarían la ley de fuga, pero no. Era increíble, adentro se fusilaba y en la calle, como si nada."

Por fortuna e inexplicablemente, los represores se olvidaron el receptor que formaba parte del equipo que usaría el comando de Valle en esa escuela. Las camadas de autoridades y profesores lo guardaron y lo protegieron a través de medio siglo.

"Este equipo es un Hallicrafthers de 10-20-40-80 metros, norteamericano, de amplitud modulada", le cuenta a Página/12 Mario Mansalido, uno de los profesores que saben el valor técnico e histórico. El equipo sobrevivió ya medio siglo, a los hombres que lo quisieron usar.

Fuente: Página/12, 10/06/06


Aramburu y el juicio histórico

El 29 de mayo de 1970 un comando montonero secuestró en su domicilio al teniente general Aramburu. Dos días después esa organización lo condenaba a muerte y enumeraba los cargos que el pueblo peronista alzaba contra él. Los dos primeros incluían "la matanza de 27 argentinos sin juicio previo ni causa justificada" el 9 de junio de 1956.

El comando llevaba el nombre del fusilado general Valle. Aramburu fue ejecutado a las 7 de la mañana del 1º de junio.

La ejecución de Aramburu provocó una semana más tarde la caída del general Onganía, cuya dictadura ya había sido resquebrajada otro 29 de mayo el año anterior por la epopeya popular del Cordobazo, y postergó momentáneamente los proyectos de los sectores liberales que veían en el general ajusticiado una solución de recambio para la fracasada Revolución Argentina.

El dramatismo de esa muerte aceleró un proceso que suele llevar años: la creación de un prócer. En cuestión de meses los doctores liberales, la prensa, los herederos políticos canonizaron a Aramburu mediante el uso irrestricto del ditirambo y la elegía. Paladín de la democracia, soldado de la libertad, dilecto hijo de la patria, militar forjado en el molde clásico de la tradición sanmartiniana, gobernante sencillo y probo que rehuía por temperamento los excesos de autoridad, son algunos de los conjuros que escamotean a la historia el perfil verdadero de Aramburu. Dos años después tenía su Mausoleo, ornado de virtudes.


En memoria de los fusilados

La matanza de junio ejemplifica pero no agota la perversidad de ese régimen. El gobierno de Aramburu encarceló a millares de trabajadores, reprimió cada huelga, arrasó la organización sindical. La tortura se masificó y se extendió a todo el país. El decreto que prohibe nombrar a Perón o la operación clandestina que arrebata el cadáver de su esposa, lo mutila y lo saca del país, son expresiones de un odio al que no escapan ni los objetos inanimados, sábanas y cubiertos de la Fundación incinerados y fundidos porque llevan estampado ese nombre que se concibe como demoníaco. Toda una obra social se destruye, se llega a cegar piscinas populares que evocan el "hecho maldito", el humanismo liberal re trocede a fondos medievales: pocas veces se ha visto aquí ese odio, poca s veces se han enfrentado con tanta claridad dos clases sociales.

Pero si este género de violencia pone al descubierto la verdadera sociedad argentina, fatalmente escindida, otra violencia menos espectacular y más perniciosa se instala en el país con Aramburu. Su gobierno modela la segunda década infame, aparecen los Alsogaray, los Krieger, los Verrier que van a anudar prolijamente los lazos de la dependencia desatados duran te el gobierno de Perón. La República Argentina, uno de los países con más baja inversión extranjera (5% del total invertido), que apenas remesaba anualmente al extranjero un dólar por habitante, empieza a gestionar esos préstamos que sólo benefician al prestamista, a adquirir etiquetas de colores con el nombre de tecnologías, a radicar capitales extranjeros formados con el ahorro nacional y a acumular esa deuda que hoy grava el 25% de nuestras exportaciones. Un solo decreto, el 13.125, despoja al país de 2 mil millones de dólares en depósitos bancarios nacionalizados y los pone a disposición de la banca internacional que ahora podrá controlar el crédito, estrangular a la pequeña industria y preparar el ingreso masivo de los grandes monopolios.

Quince años después será posible hacer el balance de esa política: un país dependiente y estancado, una clase obrera sumergida, una rebeldía que estalla por todas partes. Esa rebeldía alcanza finalmente a Aramburu, lo enfrenta con sus actos, paraliza la mano que firmaba empréstitos, proscripciones y fusilamientos.
Fuente: NAC&POP


Palabras sobre la Resistencia Peronista

Por Andrés Framini

(...). A la Resistencia se suman los militares. Qué garantía para nosotros con la experiencia que tenían los militares para esos caso as¡. Teníamos contacto con los compañeros, con la mayoría que después fueron fusilados, con Costales, con el Coronel Cogorno, con los hermanos Yrigoyen, con todos los militares que se habían sumado a esto y que tanta importancia tenían para la Resistencia. El Gral. Valle estaba preso, preso en un barco, pero desde ahí ya había empezado a preparar la revolución. Había ido buscando contactos y cuando salió en libertad, juntamos a todos los sectores que representaban la Resistencia y resolvimos tres cosas importantes: la primera, seguir adelante y hasta el fondo para derrocar la dictadura; la segunda: llegamos al convencimiento de que por la vía democrática no los sacábamos, entonces el único camino que nos quedaba era el de la revolución y decidimos prepararnos en el terreno de nuestros enemigos; tercero: se reconoció como jefe del Movimiento al General Valle y al General Tanco.

Penitenciaría: una historia de fusilamientos

El 1 de febrero de 1931 fueron fusilados en la Penitenciaría los militantes anarquistas Severino Di Giovanni y Paulino Scarfo, bajo la presidencia de facto de José Félix Uriburu. No fueron los únicos fusilados en la Penitenciaría a lo largo de la historia, pero si quizás los más célebres.

Bajo otro régimen de facto, el de Aramburu, el 11 de junio de 1956 fueron fusilados, a tiro de fusil Máuser 7,65 mm. Mod. Arg. 1909, el suboficial Isauro Costa, el sargento carpintero Luis Pugnetti y el sargento músico Luciano Isaías Rojas. Al día siguiente corrió la misma suerte el general de división Juan José Valle.

Elegimos el día: el 9 de junio. Recuerdo que el 8 estaba con Valle y, en el café de "Los Angelitos" nos encontramos con los suboficiales que eran los encargados de tomar la radio donde íbamos a lanzar la proclama que era el primer golpe que íbamos a dar para salir a combatir. Y a hora que hablo de la proclama quiero recordar (ustedes han leído lo que es esa proclama, el contenido de la proclama que es lo más incruenta posible), que fue revisada hasta el último momento por dos grandes compañeros peronistas, porque les teníamos fé y confianza, dos peronistas de raza, dos compañeros comprometidos hasta el tuétano con la revolución: los compañeros José María Castiñeira de Dios y Enrique Olmedo.

El comando estaba en la calle Alsina, en Avellaneda, enfrente de la plaza.
La primera resolución del comando fue nombrar una comisión que saldría a tomar la escuelita que estaba al lado de la cancha de Racing y que, desde allí se largaría la proclama por radio; entre algunos de la comisión estaba el gran compañero Costales, Pepe Yrigoyen, Lugo y otros más. A los diez minutos nos llaman y nos dicen "Ya tomamos la escuelita", pero a la media hora nos dicen: "no hablen más para acá porque estamos rodeados". Pasa una hora y el asesino de Rojas anuncia por radio el fusilamiento de los revolucionarios y dá los nombres que eran los de los compañeros que habían tomado la escuelita. No había pasado una hora cuando aparece otra información: en Lanús son asesinados otros compañeros entre los que estaban los hermanos Ross. Por si fuera poco, después nos llega la noticia del fusilamiento del Coronel Cogorno en La Plata. La única buena pero que no alcanzaba era que el Capitán Filipaux había tomado Santa Rosa. Por suerte después él se salvó del fusilamiento.

Lo último fue cuando levantaron a los compañeros que simulaban estar mirando una pelea, los cargaron, los llevaron a José León Suárez y mientras bajaban del camión, los mataban fusilándolos por la espalda.


Relato de la esposa de Mario Brión

[Relato de Adela Cabaña de Brión, esposa de Mario Brión, asesinado en los basurales de José León Suárez, sobre las actividades del grupo y de su marido previas a las jornadas del 9 al 12 de junio de 1956]

Desde el golpe de 1955, siempre comentábamos con mi marido, que la vida estaba cada vez peor, y él siempre me decía que prefería morir a servir de rodillas ante un gobierno de facto, antinacional.

Comencé a darme cuenta de que -en algo andaba cuando sus llegadas a casa, luego del trabajo, se hacían cada vez más tarde, ya entrada la noche, él era un hombre que trataba de llegar temprano para estar más tiempo junto a mí y a nuestro pequeño hijo (Daniel).

Le pregunté, entonces, por el motivo de esas llegadas tarde que se habían hecho cada vez más frecuentes y me contó su verdad. Me dijo que estaban formando un grupo en la zona, en el barrio, para luchar contra la tiranía intentando retomar la soberanía del pueblo sojuzgado.

Comentamos también que se realizarían reuniones en varias casas de los alrededores, incluyendo la nuestra, le di todo mi apoyo y colaboré con él en la medida de mis posibilidades: callando, guardando silencio y secreto del tema, ni nuestros demás familiares supieron lo que estábamos organizando.

Fueron varias noches de reuniones en nuestra casa (Franklin 1812 en Florida), recuerdo que todos llegaban caminando, Rodríguez, Don Horacio (Di Chiano) y también tengo presente una moto en la que unos jovencitos llegaban y dejaba en el jardín, los Lizaso (Jorge y Carlitos).


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Año 1956

Mientras ellos aguardaban la llegada de otros compañeros, Mario (Brión) los convidaba con una picadita de jamón y queso, que compraba, antes del regreso, en el frigorífico Armour donde en ese momento trabajaba.

Pasaron los días, las noches, y la orden no llegaba. Yo acostaba al nene (algunas veces lo tenía en brazos) y espiaba desde detrás de la persiana, apenas entreabierta, vigilando cualquier movimiento raro, por suerte nunca sucedió nada en esos momentos.

Un día Mario me dijo: Prepará la habitación porque el General Tanco se va a quedar unos días con nosotros. Pero no sé y nunca pregunté el por que finalmente no vino.

En el comedor teníamos un hogar a leña, que tenía semioculta una puertita, allí dentro yo guardaba las armas que todos los compañeros traían, como mi esposo no tenía una propia un vecino muy querido le entregó un revolver para que el utilizara.

Por fin, el 9 de junio Mario me dijo que la reunión de ese día era en la casa de Don Horacio (Di Chiano), recuerdo que lo pasaron a buscar el mismo Don Horacio y Rodríguez.

Era una noche muy fría, se puso una polera que yo acababa de tejerle, me dio un beso, abrazo a nuestro hijo y me dijo que escuchara la radio, que ese sería el día.

Los tres se fueron caminando despacio, yo lo dije a Rodríguez (que era muy corpulento) cuídelo. Cerraron la puerta y yo seguí, tras la persiana, espiando. No me acosté, seguí escuchando la radio y en la madrugada del 10 un comunicado informaba a la población que se había descubierto un levantamiento para derrocar a ese gobierno y que declaraban la ley marcial.

Pasaban las horas, y el movimiento en la calle, de autos que iban y venían era cada vez mayor.

Salí al jardín y mirando hacia la esquina de Hipólito Irigoyen, donde era la reunión, vi estacionado un colectivo con vigilantes alrededor que después arrancó.

El General Valle en Tierra del Fuego. Fue el 11 de Abril de 1942, Valle formó parte de la comitiva del Ministro de Guerra Juan Tonazzi y un grupo de altos jefes militares y representantes de la prensa. La comitiva militar fue a reconocer el lugar en el que se levantarían los cuarteles del Ejército Argentino de Río Grande. (En la foto inferior el segundo desde la izquierda).

Llamé entonces por teléfono a mi vecino comentándole que Mario no había regresado, el me dijo que no saliera, que él mismo se fijaría. Así hizo y primero dio vuelta la esquina para pasar por casa y tratar de tranquilizarme, luego al querer ir a comprobar que pasaba, estando ya en el jardín de su casa casi lo detienen a él también así como estaban deteniendo a todos los que encontraban en las calles de los alrededores.

A la mañana siguiente, bien temprano, salí al jardín para ver si lograba verlo regresar, pasó una mujer que yo no conocía- y me dijo, quédese tranquila, su esposo está bien, jamás la volví a ver ni supe quien fue.

Pasan las horas y la radio dio la noticia de los que murieron en San Martín, yo pensé que ellos no podían ser pues estaban en Florida.

Mario no regresaba y creyendo que estaba preso, subí al altillo que teníamos en la casa y saqué todos los recuerdos que él había guardado desde el 17 de octubre, diarios La Época, la antorcha del 17 de octubre, fotos con Evita en la Fundación, papeles que pudieran comprometerlo y, sin pensarlo dos veces, quemé todo.

El libro del plan quinquenal y una foto de Evita dedicada a Mario y otra de Mario y Evita en la Secretaría de Trabajo y Previsión junto a otros compañeros se lo entregue para que lo escondiera a una amiga del barrio y hasta estos días jamás pude recuperarlos ni se que se hizo de esa amiga.

Más tarde llamaron mis hermanos, preguntándome por Mario y cuando les dije que desde la noche pasada no había regresado me vinieron a buscar y me llevaron a casa de mis padres junto con mi hijito.

Desde allí traté de localizarlo, recién después de 3 o 4 días, no recuerdo bien, mi hermano mayor lo localizó en la morgue del Policlínico de San Martín. Fue entonces que me enteré que estaba muerto.

Me preguntaron si quería verlo y, por supuesto, dije que si. Entramos y fuimos directo a la morgue y allí estaba, con los ojos entreabiertos y una pequeña sonrisa en los labios, apenas se le veía la cara. Le di el último beso y lo llevamos al cementerio de Olivos para enterrarlo.

Debimos seguir al furgón donde lo trasladaban (ya que no permitieron cortejo fúnebre) a una cuadra de distancia pues tampoco se nos permitía seguirlo de cerca.

Llegamos al cementerio rodeados de policías (¿habrán pensado que aún muerto se podía levantar y escaparse?), mi hermano compró un ramo de flores, pero no me permitieron ponérsela sobre el cajón aún así, cuando lo cubrían, yo logré arrojarlas y quedaron sobre el ataúd.

Volví a casa de mis padres a vivir con ellos, no podía volver a vivir en lo que fue nuestro hogar. El dolor hizo que cayera enferma, estuve más de dos meses en cama, perdí el embarazo que tenía en esos momentos, mis amigos no se podían acercar, me tuvieron vigilada muchísimo tiempo.

Hoy me doy cuenta, que fue el temor lo que finalmente alejó a casi todos de mí, pero no les guardo rencor, el miedo y el temor impuesto era general, así nos hicieron vivir.

Imagen: Obra de Ricardo Carpani en homenaje a los fusilados en 1956.

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