¿Matar un pibe? ¡Es muy fácil!

Por Ramiro Ross

Mire –me dijo el viejo una mañana nublada- es muy fácil matar a un pibe dentro de la ley, el secreto es que hay tener paciencia y esperar que llegue el momento. Yo lo miré sorprendido, nunca había escuchado esa teoría de cómo se puede matar a un adolescente y que no sea un crimen para la justicia.

El bar estaba casi vacío a esa hora, solo unas pocas mesas estaban ocupadas por algún solitario que dejaba pasar el tiempo mirando la pantalla de televisión que, sin sonido, estaba transmitiendo un partido de fútbol entre dos equipos europeos.

Cuando me pareció que el viejo se estaba por levantar de la mesa, me apresuré a decirle -¡Ah no, ahora no se puede ir sin decirme cual es el método!-. El viejo miró el reloj que estaba en la pared arriba del mostrador para calcular cuanto tiempo tenía para explicarme y se puso a hablar.

Ud. sabe -me dijo- que yo me jubilé en la policía, y allí aprendí el método que casi nunca falla, la cosa es fácil, hay que contar, eso sí, con un sistema que tenga la cosa clara y nosotros hacemos el trabajo sucio. El asunto empieza robándole todo a un pibe desde la cuna. Sacarle todos sus derechos, robarle todas sus posibilidades, y hasta sus sueños, Lo miré sorprendido y le dije interrumpiéndolo ¿Y cómo se puede hacer eso?, nadie está siguiendo la vida de un pibe desde que nace. Lo que pasa –me dijo-, es que usted no es un tipo observador, mire a su alrededor -dijo mirando por la ventana de bar-, este barrio es como miles de barrios obreros de éste país, fíjese en las casas de inquilinato, en las villas, en los conventillos, ¿cómo crecen lo pibes?, ya al nacer le roban hasta el derecho a tener una buena atención en un hospital público. Si la madre no tiene parientes que la atiendan, seguramente mientras está en la sala de partos, alguien le estará robando el reloj que dejó en la mesa de luz. Luego el pibe empieza a crecer y allí empieza de recibir un golpe tras otro. Cuando más necesita una buena alimentación, tiene que ir al colegio sin desayunar porque en la casa los padres no tienen ni un peso. Porque para "ponerlo" a un pibe, hay que empezar por robarle a sus padres, dejarlos sin trabajo, hacerlos vivir con agua contaminada, en zonas inundables y todos lo que usted ya conoce. Cuando el pibe va creciendo, desde todas partes recibe la tentación de robar, sino -me dijo mirándome serio- mire la televisión, con gente que no trabajó nunca, pero viven como príncipes, porque bailan en un programa pensado para demostrar que es fácil ser rico, y que el que no lo logra es un perejil, un perdedor, porque todo eso es parte del plan. El pibe ve todo eso y sin darse cuenta, empieza a querer ser como ellos, a tener esas zapatillas importadas, ir a los boliches que va esa gente y a tener los coches que esa gente tiene y que las revistas los fotografía para que los pibes lo vean y seguir con el plan, porque saben que el pibe va a terminar entrando en el juego, queriendo lo que nunca podrá conseguir. Seguirá yendo, cuando puede, a esos colegios donde ni mapas le da el gobierno y mucho menos esas computadoras que reparte entre la clase media a la que él no pertenece.

Ya mayorcito, los trabajos que conseguirá serán en negro, sin obra social ni aguinaldo, ni gremio que los defienda, sin derecho a poder enfermarse sin que le descuenten el día. Todo eso es lo que la sociedad le roba todos los días sin faltar ni un solo día de su existencia sin robarle algo, y a esta altura ya le han robado desde el derecho a jugar cuando era chico, hasta la dignidad cuando dejó de serlo.

Mire -me dijo-, a esta altura junte la rebeldía propia de los adolescentes, la bronca de las injusticias que ya ha vivido, las frustraciones que ya llevará por el resto de su vida, agréguele, como parte de la receta, la "merca" que le ofrecen en el barrio, algunas "birras" de más y ese pibe está a un paso de ser "boleta", porque ya se enteró que solamente afanando podrá recuperar todo o que le robaron en la vida y a partir de allí, aparecemos nosotros, que estamos atentos y vigilantes, esperando que el pibe se mande una macana para darle con todo, con el argumento legal de que él es el único culpable de lo que hace, por eso el gobierno nos da un uniforme y un "caño" legal para llevar en la cintura, nuestra función es esperar que salga, sin experiencia, con un arma que hasta es probable que no funcione, y listo, ¡ése es el momento!, ¡ya está en el horno!, dos "cuetazos" y a otra cosa mariposa, el pibe es historia, todo limpito, todo legal, y hasta algunos vecinos nos felicitan por sacar del barrios a los pibes chorros y si tenemos suerte ¡hasta podemos ligar un ascenso!

Salí del bar esa mañana, sintiendo una mezcla de angustia y bronca, sentí que si no hacemos nada, por poco que sea, seremos cómplices de ese genocidio, aunque también entendí que el enemigo que tenemos enfrente es demasiado poderoso para tratar de enfrentarlo solo, que hay que buscar la forma de empezar a organizarnos para frenar ese crimen organizado, legal y silencioso que se está llevando a nuestros pibes.

Septiembre 2012

Ver también:
Ramiro Ross - Crónicas desde El Borda
Ramiro Ross - Temas de discusión

Ramiro Ross - De sabihondos y suicidas