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Obsceno
y amoroso observador del ser humano
Hace 121 años nació Henry Miller.
Por Arturo García Hernández
México, DF. Hubo un tiempo en que, sin internet ni redes sociales, ni cámaras
digitales, la sexualidad humana y la desnudez eran materia de médicos,
sicoanalistas y curas controladores..., o de artistas, “pornógrafos”
irredimibles, que se solazaban en la exploración y descripción obscena del
cuerpo humano y sus necesidades más placenteras. A este linaje perteneció el
escritor Henry Miller, que nació un 26 de diciembre de 1891. Hoy hace 121 años.
Y parece que fue ayer (en la primera mitad del siglo pasado) que su literatura
reventó los diques de la moral conservadora occidental. Pero sería falso y
reduccionista decir que sólo eso. Hoy sabemos, ya si dudas ni prejuicios, que la
obra de Miller abordó y cuestionó sin contemplaciones, desde la sexualidad y sus
laberínticas posibilidades, la condición humana. Libros como Trópico de Cáncer,
Trópico de Capricornio, Sexus, Plexus, Nexus, conforman esa bibliografía
provocadora, iconoclasta, misántropa y a la vez amorosa hacia el ser humano y
los ridículos afanes de sus existencia.
Este es un sencillo recordatorio del escritor, cinéfilo, maestro y amante de la
escritora Anaïs Nin, en el 121 aniversario de su
nacimiento, y una invitación a recordar o descubrir su literatura.
Como brevísima muestra de su pensamiento y escritura, reproducimos la carta de
despedida que le escribió a Anaïs Nin:
¿Qué son las despedidas si no saludos disfrazados de tristeza? Lo mismo que el
deseo y el placer de verte mientras te desnudas y te envuelves en la sábanas.
Nunca has sido mía. Nunca pude poseerte y amarte. Nunca me amaste o me amaste
demasiado o me admiraste como la niña que toma una lente y se pone a ver cómo
marchan las hormigas y cómo, en un esfuerzo inacabable y lleno de fatiga, cargan
enormes migajas de pan. Qué son aquellas noches lluviosas en medio de la cama de
un hotel. Qué el recuerdo de nuestros pasos por la calle, en el teatro o en la
sala de conciertos. Qué son los recuerdos de los celos y de tus amantes y de
June y de mis amantes.
“Anaïs, no creo que nadie haya sido tan feliz como lo fuimos nosotros. No creo
que exista en la historia del hombre y de la mujer un hombre y una mujer como tú
y como yo, con nuestra historia, nuestras circunstancias; con aquello que se
desbordaba en las paredes, el ruido de la calle y la explosión de tu mirada
inquieta de ojos delineados en negro; con la sinceridad de tu cuerpo frágil y tu
secreto agresivo e insaciable. El recuerdo puede ser cruel cuando estás volando
febrilmente a tu próximo destino, a otros brazos que te reciban expectantes y
hambrientos. El recuerdo de tu diario rojo que tirabas en la humedad de la cama
entre tus labios entreabiertos y mis ganas de desearte. Te deseo. Te deseo con
la desesperación y el anhelo de lo imposible y ya te has ido y tal vez, en un
sueño imaginativo y romántico, leerás estas palabras una y otra vez, en medio de
mi ciudad con la gente pasando en medio de las calles y la sorpresa en tus ojos
y la gran dama con el fuego en la mano derecha.
26/12/12 La Jornada, México