DIEZ AÑOS DE LA COOPERATIVA EDITORIAL QUE NACIO CON LO QUE JUNTABAN LOS CARTONEROS

“Si no había recursos, se ponía ingenio”

Eloísa Cartonera fue un emprendimiento de vanguardia ahora replicado en varios países de América. Y ya vende a más de 20 librerías porteñas y otras tantas del interior. Hoy arrancan las celebraciones en el Centro Cultural Los Chisperos. Habrá debates y una muestra.

Alejandro Miranda, uno de los integrantes de la cooperativa, en el Centro Cultural Los Chisperos.
Imagen: Leandro Teysseire

Por Emilio Ruchansky

La cooperativa editorial Eloísa Cartonera cumple diez años sin perder el sabor de lo emergente ni el compromiso vanguardista de editar, distribuir y vender a bajo precio, priorizando la paga de los cartoneros, que proveen las tapas que caracterizan sus libros. “Hoy hay alrededor de cien editoriales cartoneras en América latina, Europa y hasta en China, todas experiencias inspiradas en la nuestra”, explicó ayer Alejandro Miranda, uno de los integrantes de la cooperativa, sentado en el Centro Cultural Los Chisperos. En ese lugar, en Carlos Calvo 240, barrio porteño de San Telmo, podrá dimensionarse la labor de esta década, los stencils de cartón usados para el catálogo de casi 200 obras, muchas de ellas inéditas, de autores consagrados como César Aira, Alan Pauls, Rodolfo Fogwill y Tomás Eloy Martínez. Hoy, a partir de las 19, habrá una mesa redonda con uno de sus miembros fundadores, Washington Cucurto, y otra de sus integrantes, Miriam Merlo; también se podrán adquirir 80 títulos de la editorial. El nacimiento de este emprendimiento, señaló Miranda, se dio en el contexto de la crisis del 2001 y 2002. “Era muy caro el papel, que era importado de Brasil, y un grupo reducido de personas comenzó a fotocopiar y encuadernar poesías latinoamericanas que les gustaban. La premisa era la difusión”, comentó. Más tarde, se sumarían al proyecto las caras más visibles de esas crisis, las personas que cartonean día y noche. “Ellos eran los únicos que ganaban algo, el resto, escritores y editores, trabajaban ad honorem”, destacó Miranda.

Hoy, Cucurto es el único de los fundadores originales activo en la editorial, tras los alejamientos del diseñador Javier Barilaro y la artista múltiple Fernanda Laguna. Hace cinco años, dijo el entrevistado, pasaron de ser “una cooperativa en los hechos a una en los papeles, con los derechos y obligaciones que eso implica”. También las librerías comenzaron a comprarles los ejemplares de tapa de cartón, pintados con témpera. El 26 de febrero varios escritores contarán su experiencia en la editorial, el 5 de marzo hablarán libreros y hasta el 16 quedarán varios objetos del taller de Eloísa Cartonera en Los Chisperos.

–¿Cómo fue la inserción de los cartoneros a la cooperativa?
–Al principio participaban de todo el proceso, hacían los libros a la par de los editores y diseñadores, con el espíritu comunitario que había en esa época. Lo mismo pasaba con los autores, fueran jóvenes o muy conocidos. El cartonero recibía un pago diario por el cartón, bajo la concepción del precio justo. Así se rompía la cadena de compradores que obtienen el cartón a bajo precio y lo venden a un lugar más grande. La idea siempre fue sumar a un sector postergado, que le terminó dando más repercusión mediática al proyecto. Si no había recursos, se ponía ingenio.

–Y como ahora vendían libros en distintos eventos.
–Principalmente en ferias y conciertos. Nos costaba más entrar en las librerías. Digamos que al principio no le gustaba el precio tan bajo, algunos ni siquiera consideraban de que se trataba de libros. Pero creamos nuestro público a partir de libros breves, fáciles de adquirir, baratos y con autores de vanguardia, desconocidos como Dani Umpi, Enrique Lihn o José Emilio Pacheco. Y otros que ahora son más renombrados como Fabián Casas, Pedro Lemebel o Cucurto. Además, teníamos obras de Horacio Quiroga, Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Copi, Néstor Perlongher, Ricardo Zelarrayán, Leónidas Lamborghini y Ricardo Piglia, entre otros tantos.

–¿Cuándo pasan a ser una cooperativa “en los papeles”?
–En 2008. Fue una estabilidad grande que implicó más responsabilidad y también una remuneración fija. Nos permitió tener excepciones impositivas, participar de ferias de microemprendimientos y aportes de papel y maquinaria del Ministerio de Trabajo nacional. En 2005 ya se había conseguido una imprenta, que ahora está en nuestro taller en La Boca, una Offset Multilith 1250, y pasamos de tiradas de 200 ejemplares a 500 o 1000.

–¿Y cómo fue la experiencia de dejar ejemplares en las librerías? ¿Los ponían en consignación?
–Nunca dejamos en consignación porque el precio es muy barato. La verdad es que costó mucho al principio, pero con el tiempo la editorial se hizo más conocida y se fueron sumando librerías. En general, aumentan un 40 por ciento el precio que nosotros les cobramos, claro que es más barato comprar nuestros libros en la avenida Corrientes que en (el barrio de) Palermo. En este momento, vendemos a más de 20 librerías porteñas y otras 20 en distintos lugares del país: Santa Fe, Chubut, Tucumán, Río Negro.

–¿A los autores también les resulta conveniente más allá del factor ético y solidario de participar en el proyecto?
–Para los nuevos es una puerta de entrada a otros público. Nosotros no somos los dueños de los derechos de ninguna obra, aunque tenemos cuentos inéditos de algunos autores como Aira o Fogwill, que nos dieron impulso y notoriedad. Incluso a veces aparecen por el taller estudiantes de Letras y piden algo que está descatalogado, como Dani Umpi, y se lo imprimimos y pintamos a mano en el momento, como una pizza. Tenemos un taller abierto en Aristóbulo del Valle 666 (La Boca), que se puede visitar de lunes a sábado, de 14 a 19. Ahí recibimos bastantes pedidos o en nuestro sitio web: www.eloisacartonera.com.ar).

–¿Y cuál es la situación económica de la cooperativa hoy?
–Somos diez personas y no tenemos un sueldo fijo. A fin de mes, separamos los costos de los materiales y repartimos en partes iguales lo que queda. A diferencia de otras editoriales cartoneras, que en general son personas que no se pueden publicar y se autopublican como nosotros al principio, ahora tenemos un pie adentro del mercado y un pie afuera, pero el de adentro es de madera.

emilioru@pagina12.com.ar

19/02/13 Página|12


La editorial más colorinche del mundo cumple diez años de vida

La pionera de las editoriales cartoneras de América Latina, nacida en plena crisis de 2001, rememora su década de trayectoria en el mercado literario con una muestra de libros y esténciles y un registro gráfico de su historia.

Por Ivana Romero

Por Coronel Díaz yendo a Santa Fe, / juntando cartones, papeles, pedazos / de viejos diarios, botellitas, plásticos, / iba solita, toda pintadita / como una muñequita entre las basuritas", dice el poema "La cartonerita", de Washington Cucurto. No es casual que el emprendimiento que impulsó este poeta –cuyos textos se caracterizan por buscar belleza en lugares impensados–, esté armado con esos mismos cartones y palabras que en medio de la crisis brotaban en la calle. Esos materiales resultaron ser muy resistentes. Porque la editorial Eloísa Cartonera está a punto de cumplir diez años como institución "más o menos formal", según aclaran sus responsables.

Para celebrarlo, esta cooperativa que publica textos de autores consagrados con el mismo empeño con el que busca rarezas literarias, celebró un encuentro ayer por la tarde en el centro cultural Los Chisperos (Carlos Calvo 240) en San Telmo. De ese modo, inauguró además una muestra que incluye libros, stenciles y afiches para reconstruir la historia de quienes se definen como "la editorial más colorinche del mundo, pionera de las editoriales cartoneras de América Latina, nacional y boquense".

La historia comenzó en enero de 2003. Por entonces Washington Cucurto y Javier Barilaro viajaron a Santiago de Chile para vender los libros de poesía de su pequeña editorial, Ediciones Eloísa. El futuro del emprendimiento se había complicado con el colapso económico del 2001: el precio del papel se había disparado a las nubes. El vuelo se demoró y eso permitió que el escritor le contara al diseñador una idea que se le había ocurrido para salir adelante: ¿qué pasaría si ellos compraran el cartón a los cartoneros que recorrían las calles porteñas y unas resmas de hojas A4 para armar artesanalmente libros muy baratos? Así nació Eloísa Cartonera, que en principio funcionó cerca de la galería Belleza y Felicidad –ese polirrubro creativo en Almagro comandado por la artista Fernanda Laguna– con el nombre de "cartonería No Hay Cuchillos Sin Rosas".

La legisladora Gabriela Cerruti, mentora del centro cultural, abrió la presentación afirmando que "la Argentina ha inventado cosas horribles como el término ‘desaparecido’ pero también inventó formas maravillosas de salir de las crisis a través del trabajo y la cultura. Este es uno de los casos". Luego, Miriam Merlo –que al principio vendía a "la Carto" los cartones que recolectaba hasta que pasó a formar parte del proyecto– aseguró que allí pagaban por las cajas cinco veces más de lo que los cartoneros recibían de los mayoristas. "Era, en realidad, el precio justo, la materia prima que originó los esténciles y las letras recortadas y coloridas con que se hacen las tapas", dijo. En cuanto al catálogo, Cucurto explicó que se fue armando con textos famosos cedidos por sus autores, rescates literarios e inéditos de valor.

Otro de los cooperativistas, Alejandro Miranda –un chileno de 35 años que antes de sumase al proyecto había hecho mil trabajos para surfear la crisis, incluido uno en servicios fúnebres– se refirió a una idea que atraviesa el trabajo hasta hoy: "Sumamos a los cartoneros como actores del proceso y trabajadores activos, lo que dignificaba su actividad y creaba un vínculo." Así, ellos dejaron de ser sólo proveedores para convertirse en colaboradores en la fabricación de los libros.

"Todos se hacen cargo de todas las tareas", sintetizó María Gómez, también integrante de Eloísa, para explicar cuál es el sentido del concepto "cooperativa". Los diez socios saben imprimir, hacer tapas, ensamblar interiores y vender los libros terminados. Y también, pintar las portadas con colores chillones y tipografías que desafían la imaginación de cualquier diseñador, lo que también ha constituido su identidad, mestiza y juguetona. Quizás por eso el mítico Eloy Martínez –quien cedió el cuento "Bazán" para su publicación entre tapas de cartón– dijo una vez que estas piezas estaban "destinadas a ser joyas de coleccionistas: ninguna tapa es igual a otra, todos los ejemplares son únicos".

Casi 160 títulos crearon un catálogo heterogéneo tanto a nivel geográfico como estilístico que incluye –haciendo una síntesis caprichosa– a Horacio Quiroga, Rodolfo Walsh o Julio Cortázar y también a Ricardo Zelarrayán, Leónidas Lamborghini, César Aira, Diana Bellesi, Fabián Casas o Damián Ríos. En tanto que la selección internacional la componen escritores como el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, los chilenos Sergio Parra y Pedro Lemebel, los mexicanos Julián Herbert y Mario Bellatin, la brasileña Camila Do Valle, el peruano Santiago Roncagliolo, el uruguayo Mario Levrero y el colombiano Andrés Caicedo. Además Ricardo Piña, uno de los cooperativistas, publicó Ortega no se va.

"Nos interesa la prosa tanto como la poesía y publicamos autores que nos gustan. A veces decimos que éste es un club de fútbol chico, de los que han salido escritores que después se destacan como Juan Diego Incardona o Dani Umpi", comentó Miranda a Tiempo. También dijo que los autores de Eloísa son leídos sin prejuicio por públicos de todo tipo. Y que eso se debe, entre otras cosas, a que cada ejemplar cuesta entre 10 y 30 pesos. "Hacer libros accesibles hace que más gente lea", afirmó. En el mismo sentido, otro integrante de la cooperativa, Julián González, afirmó que "en estos diez años Eloísa se ganó un lugar de peso propio en el mercado literario under y alternativo".

El proyecto –que actualmente funciona en Aristóbulo del Valle al 600, en La Boca– recibió en 2012 el Premio Principal Príncipe Claus, en Holanda, que reconoce a "personas u organizaciones cuyas acciones culturales tienen un impacto positivo en el desarrollo de sus sociedades". También inspiró la creación de 60 editoriales similares en América latina: Sarita Cartonera, (Perú), Yerba Mala y Mandrágora Cartonera (Bolivia), Animita Cartonera (Chile), La Cartonera y Santa Muerte (México), Felicita Cartonera y Yiyi Jambo (Paraguay) y Dulcineia Catadora (Brasil), entre otras. Se consolidó así una estética cartonera, que se define en el manifiesto de Yerba Mala: "Se acerca más a lo inacabado que a lo certero, más al instante que a lo eterno, a la apertura más que a la edición/lujo/final/tapa/dura". «

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Dónde
En el C. C. Los Chisperos Carlos Calvo 240.

20/02/13 Tiempo Argentino