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Entrevista
a Oscar Fischer
“Acá
tenemos la única escuela de luthería de bandoneón del mundo”
El director de La Casa del Bandoneón dialogó con Tiempo Argentino sobre el
proyecto de fabricación en equipo de instrumentos, que permite la construcción
en serie de 100 bandoneones anuales. En Tecnópolis se probó el "fueye".
Por Mónica López Ocón
El domingo pasado se presentó en el escenario Hacete escuchar de Tecnópolis un
bandoneón producido por un grupo de luthiers
encabezado por Oscar Fischer. Además de solistas reconocidos, actuaron los
grupos Rascasuelos, el Sexteto Meridional y Pura Sangre Trío, entre otros. La
importancia del "fueye" presentado, según Fischer, excede su valor artesanal. Es
"un caballo de Troya" que trae dentro el proyecto de producir en el país
bandoneones en serie que, siendo de una alta calidad técnica, resulten más
accesibles para estudiantes y profesionales.
Fischer es miembro fundador y actual presidente de la Asociación Civil La Casa
del Bandoneón y, entre otras cosas, es gestor fundamental de la ley que declaró
al bandoneón Patrimonio Cultural de la Nación. Además, está al frente de una
escuela de luthería del instrumento que es única en el mundo.
Poco antes de la presentación en Tecnópolis dialogó con Tiempo Argentino sobre
el proyecto que hay detrás del magnífico bandoneón presentado.
–Escuché decir alguna vez que no se podían fabricar bandoneones en la Argentina,
pero, evidentemente, eso no es así. ¿Por qué se instaló esa versión?
–Los que decían que no se podían fabricar bandoneones en la Argentina eran
algunos de nuestros referentes máximos del bandoneón. Por supuesto, si un
referente dice algo así, eso se transmite rápido. Y si hay algún funcionario que
quiera torcerle el brazo a la historia proyectando algo referido al bandoneón
como, por ejemplo, su fabricación, posiblemente escuche lo que ese referente
dice. Justamente, lo que sucede es que algunos referentes no quieren que el
bandoneón vuelva a ser un instrumento tan popular como lo fue alguna vez. De la
boca para afuera, muchos van a decir que el bandoneón debe ser un instrumento
popular y que todo aquel que lo quiera estudiar tiene que tener acceso al
instrumento y bla, bla, bla, pero de hecho eso no es así.
–¿Por qué dice que no es así?
–Porque, como sucede con mi vida de luthier, la vida del bandoneonista
importante se caracteriza por la abundancia de trabajo. Es una vida casi
principesca y en la medida en que eso se baje al pueblo van a empezar a quitarle
trabajo. Mi vida también es así, pero de vez en cuando me invento algo para
acordarme de que tengo que dignificar el oficio y recordar en qué país estoy
viviendo, que ese país me necesita y que es necesario y que hace falta formar
nuevos luthiers.
–Usted ha creado una escuela de luthiers, ¿no es así?
–Sí, nosotros estamos creando una escuela de luthiers de bandoneón que es la
única que hay en el mundo.
–Sé que la Universidad de Lanús estaba desarrollando un bandoneón. ¿Ese proyecto
tiene que ver con usted?
–Ya no. Nosotros firmamos en 2006 un convenio con Ana Jaramillo, la rectora de
esa universidad, que es también socia fundadora de la Asociación Civil La Casa
del Bandoneón, que yo todavía presido. Era un convenio de colaboración mutua. Me
enviaban los profesionales para que yo les indicara de qué forma había que
construir un bandoneón. Trabajé dos años ad honorem en ese proyecto y de lo
demás sé lo mismo que sabe todo el mundo porque no tuve posibilidad de conocer
qué es lo que se está haciendo ahora.
–¿Cuál era el objetivo de ese proyecto?
–Yo firmé el convenio con un solo objetivo y es que un bandoneón no costara más
de $ 3000.
–¿Se suponía que la universidad iba a producir ese bandoneón?
–Sí, eso era lo que se suponía.
–Por favor, hábleme del bandoneón que se presentó primero en La Casa del
Bandoneón y luego en Tecnópolis.
–Es un bandoneón profesional que los profesionales que lo han probado, que serán
unos 20 o 30, han aprobado. Algunos de ellos son amigos de La Casa del Bandoneón
y otros no.
–¿Qué es exactamente La Casa del Bandoneón?, ¿cuál es su objetivo?
–Es un proyecto que no es sólo mío sino que es de un equipo de cinco personas.
El bandoneón que presentamos no es un caballito de batalla sino más bien un
caballo de Troya.
–¿Qué lleva escondido en su interior?
–Un mensaje que es mucho más importante que el propio bandoneón, pero nosotros
creímos que teníamos que lograr un instrumento excepcional en cuanto a los
resultados y la sonoridad porque, si no era así, todo lo que le pusiéramos
dentro y que considerábamos mucho más importante que el propio bandoneón no iba
a trascender. Lo que nosotros vamos a poner ahora sobre la parrilla es que
tenemos la única escuela de luthería de bandoneón que hay en el mundo, excepto
una que hay en Alemania –esto cualquiera lo puede chequear– que está dentro del
contexto de una escuela técnica. Se producen bandoneones en Italia, Bélgica y
Alemania pero, como le dije, hay una sola escuela en Europa que enseña luthería
de bandoneón. Históricamente, el oficio se ha transmitió de padres a hijos. La
nuestra, a diferencia de la escuela alemana que le mencioné, es una escuela
exclusivamente de luthería de bandoneón, donde hay materias como Acústica,
Lenguaje Musical, Dibujo, Economía y Administración, etcétera. Los estudiantes
de esta escuela son los que ahora están preparados para formar parte de una
cooperativa que armamos nosotros mismos y que se puede ampliar o sacar fuera de
La Casa del Bandoneón.
–¿Y cuál es la finalidad de esa cooperativa?
–Esa cooperativa puede producir 100 bandoneones por año con un equipo de entre
diez y 12 personas. Esto es lo que yo he acercado al Ministerio de Cultura y al
de Trabajo, porque la escuela sigue formando personas. Tengo la ilusión de que
esto pueda ser escuchado y chequeado acá mismo ya que los alumnos están haciendo
su propio bandoneón y luego de dos años de trabajo lo terminarán en diciembre.
Eso es realmente lo importante.
–Yo tenía entendido, y usted me dirá si es cierto o no, que muchos europeos
venían a comprar bandoneones a la Argentina porque les resultaba más barato y
que eso constituía un peligro para la existencia de bandoneones en el país.
–Sí, eso es indudable, es así. Por eso, en 2009 nosotros desde La Casa del
Bandoneón mandamos un proyecto para que el bandoneón se declarara Patrimonio
Cultural de la Nación.
–Para que no siguieran saliendo bandoneones del país...
–Claro, lo que pasa es que todavía no está reglamentada la ley. Pero esa ley
persigue también otros objetivos. Contempla la fabricación, la ayuda y subsidios
a luthiers, profesores, etcétera. El título de la ley era impedimento,
restricción o prohibición de la salida de instrumentos fuera del país, cosa que
era muy frecuente, sobre todo en la época del uno a uno.
–¿Los bandoneones salían del país porque en Europa eran más caros o porque allí
también había menos?
–Las razones son muchas. Le voy a contar algo que da para un policial. En Europa
comenzaron a fabricarse nuevamente bandoneones a partir de 2000, pero comprarlo
allí cuesta entre 4000 y 7000 euros. Con esos precios, es más económico tomarse
un avión, pasarse una semana comiendo asado y bailando tangos en Buenos Aires y
llevarse un bandoneón de los originales. Y en esto hay complicidad de músicos,
luthiers, profesores, agencias de turismo…Ahí caen todos. A nadie le importa el
patrimonio, nadie pregunta a dónde va el bandoneón, ni qué conflicto queda en la
Argentina para resolver cuando se va un bandoneón. Todo el mundo conoce cuál es
mi posición respecto de esto. Hay muchos profesores de bandoneón que salen del
país con más de un bandoneón en la mano. La depredación se dio porque hubo una
complicidad interna fenomenal desde antes de los años '80. Había orquestas
enteras, en las que no todos eran bandoneonistas, que bajaban del avión con un
cofre de bandoneón. A mí, que alguien me explique por qué si en una orquesta hay
cuatro bandoneones, viajaban 12. Se puede llevar un bandoneón de repuesto por si
hay algún problema, pero no más. Estas cosas pasaban en la Argentina y, desde mi
punto de vista, de esas cosas somos responsables todos. El gobierno escuchó y
declaró al bandoneón patrimonio cultural. Ahora hay que reglamentar la ley, pero
para que se reglamente hace falta un poquitito de ayuda del ciudadano común.
–¿Cuál es la importancia del bandoneón que se presentó en La Casa del Bandoneón
y en Tecnópolis?
–Ese bandoneón está hecho por mi equipo de trabajo, conmigo a la cabeza en el
diseño. No es el primer bandoneón que se fabrica en la Argentina. Ha habido
otros intentos con más o menos suerte. Lo importante es que tenemos elaborada
una línea de producción para fabricarlo en serie, que tenemos el equipo para
hacerlo y también el espacio. Esto es lo que diferencia a este bandoneón de
otros que han salido que no son más de dos o tres.
–¿Y esos otros dos o tres de dónde han salido?
–De artesanos que, posiblemente, los han hecho en el lavadero de su casa. Por
supuesto, no menosprecio este trabajo, pero para proponer una fabricación en
serie hay que tener espalda. Para mí, sería mucho más cómodo hacer uno o dos
bandoneones al año como hace cualquier luthier de bandoneones. Tendría una vida
maravillosa, me saludarían por la calle y me felicitarían por mi trabajo como
luthier. Pero eso no va a equilibrar la balanza. Algo muy diferente es hacer 100
bandoneones para chicos, para pibes que recién empiezan, que son los cinco
bandoneones por semana que nos piden habitualmente y de los que no hacemos ni
uno por mes. Me parece que este es el momento justo para un proyecto como este.
–¿Por qué?
–Porque en Argentina es un momento de definiciones. En 1995 o en 2001 yo tenía
la misma capacidad para producir bandoneones…
–Pero no era el momento político...
–Exactamente. Para hacerlo necesitaba la Ley de Patrimonio Cultural, necesitaba
tener el espacio que tengo ahora, necesitaba tener cinco clones, es decir
alumnos que pudieran seguir el trabajo, y necesitaba de una realidad política y
económica que permitiera que la gente pudiera tener el dinero para comprar esos
bandoneones.
24/09/13 Tiempo Argentino