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López
Aufranc, el mejor alumno argentino de la “doctrina francesa”
Por Laureano Barrera
El general retirado murió impune el domingo pasado, a los 93 años. A fines de
los ’50, fue uno de los primeros militares argentinos entrenados en París en las
técnicas contrarrevolucionarias que el Ejército francés
aprendió y ejecutó en Argelia. Fue jefe de Estado Mayor en
tiempos de Lanusse y en el ’69 encabezó la represión al Cordobazo. Después se
cambió la ropa de fajina por el traje: fue director de Acindar desde 1976 a
1992.
El general retirado Alcides López Aufranc fue la síntesis perfecta entre la
represión castrense y la complicidad empresarial. Su vida larga y tumultuosa lo
llevó a París, en los años de la revolución cubana, donde aprendió de los
veteranos de la guerra de Argelia la tortura como método de la guerra
contrarrevolucionaria. Y volvió al país para transmitirlo a sus camaradas. En
1976, lo comprobó por sí mismo: reemplazó a Alfredo Martínez de Hoz en la
presidencia del directorio de Acindar. López Aufranc murió el domingo pasado, a
los 93 años, impune y en la tranquilidad de su hogar. Insólitamente, nunca debió
dar explicaciones ante un juez. Cuando estaba a punto de hacerlo, en una causa
que se instruía lentamente Comodoro Py, una maniobra de la familia judicial lo
salvó.
Había nacido en 1921 en la provincia de Santa Fe. Estudió en la Escuela Superior
de Guerra, en Buenos Aires. Su nombre empezó a oírse durante el enfrentamiento
interno del Ejército entre “azules” y “colorados”, que
comenzó después del derrocamiento en 1955 de Juan Perón. López Aufranc integró
el bando de los “azules” –que creían en la conveniencia de un acuerdo con la
burocracia sindical y el propio Perón para derrotar el comunismo y la izquierda
peronista- y se ganó el mote de El Zorro de Magdalena (en alusión al “zorro del
desierto” Erwin Rommel). El 2 de abril de 1963, Día D de las refriegas, su
Regimiento 8 de Tanques de Magdalena fue bombeado por aviones navales que
despegaban de Punta Indio, que fueron derrotados al día siguiente por la Fuerza
Aérea “leal”. Al Zorro le salvaron la ropa y no tuvo que disparar un solo tiro.
La cátedra de la tortura López Aufranc tuvo un papel protagónico en la historia
de la represión ilegal, sin embargo, que había empezado antes. Charles Lacheroy,
Paul Aussaresses, los coroneles Massuh y Marcel Bigeard fueron los militares
franceses que habían aplicado las tácticas de la guerra contrarrevolucionaria en
la Argelia colonial, para aniquilar a la organización político-militar del
Frente de Liberación Nacional que atentaba con bombas en la capital. Lacheroy
había elaborado la doctrina después de leer el Libro Rojo de Mao Tse Tung.
Los escritos del revolucionario chino le revelaron que “la retaguardia es más
importante que la tropa y que antes de la tropa hay que ocuparse de la
retaguardia”. Eso le contó el general galo a la periodista Marie-Monique Robin
en un reportaje para el documental “La Escuela Francesa”, que desenmascaró la
influencia de esa experiencia en los militares latinoamericanos. La retaguardia
era la población: el enemigo ya no estaba en el frente de batalla, sino en
cualquier casa. Para los militares, era adoctrinamiento. Para los jefes
guerrilleros, apoyo popular.
El coronel Bigeard, jefe de la división de paracaidistas franceses que comandó
la operación, con aires de vanidad le confesó a Robin. "(El FLN) es una
organización piramidal compuesta por una serie de secciones. Cada militante sólo
conoce a tres miembros como máximo. Su responsable, que lo eligió a él, y sus
dos subordinados, que él mismo elige. Debemos realizar las investigaciones
necesarias para reconstruir toda la pirámide para llegar al Estado Mayor. La
base de este trabajo es la inteligencia. El método es el interrogatorio. Y el
interrogatorio se convierte en un método cuando se ejecuta de modo de obtener
siempre una respuesta".
Luego fue más explícito: "Yo di la orden: ustedes deben actuar en forma
contundente contra los que colocaban las bombas, interrogarlos duramente, no
sacarles los ojos ni cortarles las orejas pero aplicarles la picana, electrodos
para pasarles corriente eléctrica. La llamábamos 'la gehgene'". Aussaresses
confesó también de otras modalidades que luego replicarían los grupos de tareas
del general Videla: "Una vez que había contado todo lo que sabía, terminábamos
con él. Ya no sentiría nada. Lo hacíamos desaparecer". Sobre la forma en que lo
hacían, el prefecto de policía de Argel, Paul Teitgen, detalló: "La gente de
Bigeard les ponían los pies en cemento y los tiraban al mar desde helicópteros.
Un método sucio.
Según la investigación de Robin, en mayo de 1958 las técnicas de la Batalla de
Argel se empezaron a enseñar en la Escuela de Guerra de París. Y se volcaron a
un manual, titulado “La guerra moderna”, escrito por el jefe de Aussaresses, el
coronel Roger Trinquier. En la primera camada de alumnos había argentinos, entre
ellos López Aufranc. Lo había enviado en 1957 el Estado Mayor del Ejército para
esa misión confidencial. La clave del curso era un mes de práctica en Argelia.
El Zorro fue un alumno voluntarioso. Tanto que la doctrina francesa se impartió
en el mundo por primera vez en la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires. En
1959, los ejércitos de Francia y la Argentina firmaron un acuerdo para que una
misión de veteranos de Argelia se instalara en la sede del Estado Mayor para
dictar cursos y asesorarlos. En 1961, se organizó el Primer Curso Interamericano
de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participan oficiales de 14 países. Su
director fue Alcides López Aufranc.
Un Konex para el empresario
En 1976, cuando reemplazó al flamante ministro de Economía Alfredo Martínez de
Hoz en la presidencia de la acerera Acindar, López Aufranc ya había encabezado
en 1969 la represión al Cordobazo y había sido jefe de Estado Mayor en tiempos
de Agustín Lanusse. Ahora otros harían el trabajo sucio por él: en un coctel con
otros empresarios, se jactó de que veintitrés delegados de base de Villa
Constitución “ya no darían problemas”, porque estaban “bajo tierra”.
Se refería a la gran huelga de los metalúrgicos de Acindar el 20 de marzo de
1975 ferozmente reprimida por policías, prefectos y matones de la burocracia
sindical que entraron al pueblo en una caravana de 150 Ford Falcon. En los
dormitorios para solteros de la empresa montaron el primer campo de
concentración. Hubo alrededor de trescientos detenidos –muchos de la UOM
combativa, enfrentada a los burócratas de Lorenzo Miguel- y veinte
desaparecidos. Al operativo lo bautizaron “Serpiente Roja del Paraná”.
El ex inspector de la Policía Federal Rodolfo Peregrino Fernández denunció en
1983 ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (Cadhu), que Acindar “pagaba
a todo el personal policial, jefes, suboficiales y tropa, un plus extra en
dinero. El pago estaba a cargo del jefe de Personal, Pedro Aznárez y del jefe de
Relaciones Laborales, Roberto Pellegrini”. El ex policía agregó que “Acindar se
convirtió en una especie de fortaleza militar con cercos de alambres de púas”.
En 2010, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) y los dirigentes
sindicales Carlos Sosa, Alberto Piccinini y Juan Actis, presentaron una denuncia
contra los directivos de Acindar de aquella represión brutal. También se
presentó como querellante la secretaría de Derechos Humanos de la Nación. El
juez Norberto Oyarbide la separó del expediente madre que investiga los crímenes
de la Triple A y en un dictamen resaltó la continuidad entre la represión de
marzo del 75 y la militarización a partir de 1976, bajo la presidencia de López
Aufranc.
En diciembre de 2013, con Martínez de Hoz muerto, La LADH pidió la detención e
indagatoria de López Aufranc, por presidir la firma desde 1976 a 1992; de
Aznárez y de Roberto Pellegrini, de la ex presidenta de la Nación, María Estela
Martínez. Cuando Oyarbide estaba por indagarlos, el juez federal de Santa Fe
Marcelo Bailaque reclamó la causa, alegando conexidad con otro expediente de
víctimas de aquél 20 de marzo que debía investigar él.
“Estábamos a un paso de sentar en el banquillo al directorio de Acindar durante
toda la dictadura. La discusión sobre la competencia, que está sin resolverse
hace un año, impidió tomar medidas de fondo y la planchó”, dijo a Infojus
Noticias Graciela Rosemblaum, de la LADH. La Liga y la Secretaría de Derechos
Humanos apelaron el pedido de Bailaque, y hace un año la competencia se está
dirimiendo, ahora en Casación.
Los acusados de allanamiento ilegal de morada, privación ilegal de la libertad,
tormentos, homicidio calificado y asociación Ilícita en la denuncia de la LADH
no solamente evitaron ser indagados: también ganaron premios. Se lee en el
escrito al que accedió Infojus Noticias: “Se han ‘reciclado’ en la sociedad
democrática de la mano del poder económico que la empresa mantuvo durante todos
estos años: Aznares y Pellegrini son respetados ciudadanos, y López Aufranc ganó
un premio Konex al mejor empresario”. Fue en 1988, al mérito en el rubro
“ejecutivos de la industria”.
LB/RA