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Cerro Bayo: La Argentina secreta según Yupanqui
Por Pedro Patzer
“Por los caminos van los hombres y las mujeres hacia los cañaverlas abajeños, a
cambiar una canción por paludismo” - Cerro Bayo, Atahualpa Yupanqui
Además de ser el gran protagonista del cancionero folklórico argentino,
Atahualpa Yupanqui fue uno de los más brillantes escritores que ha dado nuestro
país. Sin embargo, como sucede en un país colonizado culturalmente, la obra
literaria de Yupanqui (la obra que se corre del gran tópico literario) no
aparece en ninguna antología oficial de Literatura argentina (Yupanqui no se
codea con Borges, Cortázar, Arlt, Sábato, Piglia, etc) Pero esto es coherente,
porque la obra de Atahualpa Yupanqui está en las heridas del minero, del arriero
y en todo lo que el kolla calla en el cerro (lugares donde la literatura
argentina canonizada ha llegado muy pocas veces).
La literatura de Yupanqui, es después de Martín Fierro y Facundo, la obra más
argentina que se haya escrito. La de José Hernández y Sarmiento fueron cantos
desesperados, Cerro Bayo, también: “El canto tiene la emoción de un hombre y la
desesperación de un niño”
Atahualpa Yupanqui, el que solía decir que el hombre es la tierra que anda, se
ha vuelto canto que anda de copla en paisaje, de silencio en guitarra y de
memoria en libro. Atahualpa urdió una obra literaria como Cerro Bayo, capaz de
modificar para siempre, la geografía espiritual de su pueblo, cuál cartógrafo de
querencia, que traza los planos humanos del corazón de su gente. ¿Creés que
estoy exagerando? Lee esta frase:
“Así como el alma humana precisa de la belleza y del dolor para crecer, el grano
necesita, para vigorizarse, de la música total del árbol, de la hierba, del río
y del viento”.
En esta cita, Atahualpa, de alguna manera resume el espíritu de su obra, el
idilio de la naturaleza con el alma humana, la idea de que la copla tiene un
paisaje humano (“Mi copla tiene un paisaje”, Vientito de Tucumán)
Técnicamente, Cerro Bayo es una novela de Yupanqui, pero en realidad, Cerro Bayo
es una especie de manifiesto de los caminos y los vientos, un alarido en
capítulos de cerros, un volcán de párrafos y silencios. ¿Acaso cómo
explicaríamos, con argumentos prosaicos, una frase como esta?: “Cerca, el zaino
se está comiendo el paisaje, poco a poco” Yupanqui nos invita en esta oración, a
comprender que el paisaje es alimento, alimento de los paisajes vivientes, como
los caballos, Atahualpa nos invita a una discusión de paisajes: ¿Cuál es el
paisaje de quién? ¿Quién es el paisaje de qué?
“Nunca conoció a su padre. Desde niño sólo vio a su lado a esa mujer callada,
morena, de oscuras polleras...que le enseñó a sembrar, a arar, a conducir el
rebaño, a elegir los pastos, a distinguir desde lejos los animales y los
hombres, y sobre todo, le enseñó a callar”
Cerro Bayo es un tratado sobre las lejanías humanas, un intento de habitar el
eco de la intemperie del cerrero y el vallisto, una manera de traducir la
biografía del corazón de piedra del cerro:
“El cerro les ha dado fuerza para no hundirse. La piedra les prestaba dureza
ante los años y el dolor. El viento les aconsejaba música, y del fondo de la
sangre les calentaba el cuerpo y el alma una antigua esperanza recóndita”.
El cerro y el hombre, dialogan siglos de soledades, edades de baguala y piedras,
delimitan donde comienza y acaba el río del silencio, Yupanqui media entre el
canto del hombre y el eco del cerro:
“El canto es más arisco y es más libre que el hombre. El hombre vive en una
cárcel de piedra y cielo, con una senda que sube, con un camino que baja. Puñal
azul, el canto desbarta las nubes. El alma del arriero se preña del silencio
para parir una canción en la noche. El hombre sigue siendo un pedazo de cerro
que se ha echado a andar”
En Cerro Bayo, Atahualpa se transforma en una especie de peón del silencio y
pastor humilde de la música que apenas es un poco más que silencio, música como
la baguala:
“¡La baguala...!/ Ningún hombre mejor, ninguna marca más aparente/ para señalar
el canto arisco de nuestras montañas/ ¡baguala...!/ No hay cantar que esconda
más soledad ni más infinito que ese alarido musical de los jinetes del cerro. La
baguala precisa de la soledad, como la estrella precisa de la sombra, para
brillar mejor”... “baguala, canto de los solitarios que precisan evidenciar su
presencia en la montaña, ángelus dulce y salvaje en la mediatinta del ocaso,
fruto sonoro de un corazón sazonado de silencios y destinos”.
Música como el bailecito: “El bailecito ha venido de arriba, del altiplano. Ha
venido llorando ausencias en las quenas y riendo fiestero en las cuerdas de los
charangos”.
Cerro Bayo, no es una declaración de principios, más bien diría una declaración
de finales, pues en esta obra, queda claro que hay una frontera humana, un
camino que vive y envejece, un mapa que anda (sangra, respira, ama, muere):
“Jamás fue más allá de las lomas donde pastan los rebaños”
Este filósofo de la vidala, que fuera Atahualpa Yupanqui, se atreve en esta
obra, como en todas sus obras, a ser un alquimista que hasta resuelve con
Belleza, el asunto más complejo, la muerte: “Se está produciendo un reventón de
estrellas. Si parece que Pachamama colgara del cielo, en cada atardecer, las
espuelas de todos los gauchos que desertaron de la vida” Sin embargo, Yupanqui,
resuelve con Belleza el asunto de la muerte porque antes ha solucionado el tema
del vivir: “El hombre es el hijo poderoso de Pachamama, aunque vive prisionero
de la garra cósmica del cerro. Puede matar al pájaro y derribar el árbol. Pero
precisa al sol para su vida, al árbol para su sueño y al ave pasa su canto”
¿Qué decir de un libro que nos enseña del país de los cerros, ideas como esta?:
“En esa academia de andares y sufrires se acomoda el montañés para pasar su vida
con alguna palabra, con algún silencio”
Lea Cerro Bayo y seguramente comprenderá, por qué ciertas cosas le producen
rechazo: “El dolor del indio no es una frase a la que recurren obligadamente los
literatos indigenistas y los trovadores camperos. El dolor del indio de nuestras
montañas es auténticamente un sufrir y un callar gigantescos. Tal vez convenga a
las clases “elevadas” explotar líricamente la pena de nuestros kollas. Tal vez
convenga tener en casa un buen óleo del chango aguatero, del tocador de quena,
del pelador de caña o del domador quebradeño. En las pinturas no se fija el
sueldo de esos hombres que dan su vida entera para cuidar la siembra, las
ovejas, las haciendas y todo lo ajeno e inalcanzable que tiene la tierra!”
Cerro Bayo no es sólo un libro de Atahualpa Yupanqui, es un espejo remoto de la
intimidad de nuestro origen, del tamaño de la ancestral herida, de nuestro ripio
cultural, tal vez el espejo del lento paso de los que habitan el cotidiano
silencio de Dios y el continuo balbuceo de la Pachamama.
Abrace Cerro Bayo, quizás pueda ponerle nombres a muchos dolores que antes
anduvieron como nadies
EXTRAÍDO DE "AGUAFUERTES
PROVINCIANAS" DE PEDRO PATZER (EDICIONES CORREGIDOR)
Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
www.pedropatzer.blogspot.com.ar