Los
espejos emancipadores
Por
Pedro Patzer
1
Los tobas tienen a Dapik Ltá, dios protector de la miel y de los panales. La
cultura diaguita - calchaquí posee al Coquena, deidad guardiana de las vicuñas,
llamas y guanacos. Los mocovíes se refieren a Netise Letaá como el divino Señor
que defiende a las nutrias de los cazadores. En la mitología chulupí, del Gran
Chaco, Sitsé, padre de los animales terrestres, castiga a los depredadores.
Muchos años antes de que las Oenegés europeas llegaran a nuestro continente a
“enseñarnos” a cuidar la naturaleza, los pueblos originarios tenían una cultura
que la amparaba.
2
Inottlelé, el Señor del Cielo, según la mitología wichí, e Ijwala, el hombre de
Fuego, también de la teología wichí, se reúnen cada atardecer para incendiar de
belleza el confín. Los ciudadanos modernos, hijos de la ciencia y del mercado,
ya no le preguntamos al anochecer si el hombre del Fuego y el señor del Cielo
gozan de buena salud.
3
Katés, llaman los chorotes a la estrella de la mañana, que aseguran, encarnó en
una muchacha enamorada de un joven cazador. Del romance entre una estrella india
y un joven cazador nacen luceros de pueblo, luceros del corazón indoamericano.
¿Acaso no dicen que San Martín es hijo de la india Rosa Guarú?
4
Una leyenda wichí indica que Lawo, el dios arco iris, se irrita cuando las
mujeres se bañan en las lagunas mientras están menstruando. Parece ser que a
Lawo, le molesta que el rojo de la menstruación de la mujer sea más hermoso y
más vital que el color del arco iris, que el color de un dios.
5
Para los chiriguanos el eclipse sucede porque Yáwa, jaguar mítico, lucha contra
la luna para devorarla. Según los mocovíes los rayos caen por la presencia en la
tierra de Nakolaña, una mujer pequeña. Advierten los tobas que el caluroso
viento norte tiene un dueño: Kenakiaragayk. Y nosotros, resignados devotos de
los telescopios, pararrayos y profecías de meteorólogos.
6
Mientras nuestro cielo se muestra huérfano entre radares, antenas y torres, los
mapuches rinden culto a Rañíñ Wenú Cháu, Padre de la Mitad del Cielo y a Rañíñ
Wenú Nuque, Madre de la Mitad del Cielo.
7
Los promotores de la cultura occidental repiten sin cesar el fragmento de la
Odisea, en el que Ulises se ata al mástil para no enloquecer ante el canto de
las sirenas; sin embargo, desconocen que en nuestros Valles Calchaquíes, en sus
ojos de agua, en sus bañados y en sus ciénagas, suelen escuchar a sirenas cantar
vidalas espectrales, sirenas que algunos llaman “rubias del río”, sirenas que
encantan a los pastores y arrieros, sirenas que reúnen en su canto al griego y
al amauta.
8
Nietzsche advierte que Zaratustra, a los treinta años, deja su patria y se
refugia en la montaña. Durante una década, a pura soledad, adquiere sabiduría
del silencio y transforma su corazón. Luego desciende de la montaña y comienza
predicar a los de abajo. ¿Acaso no es el mismo camino que recorriera nuestro
Fortunato Ramos, docente jujeño, que subiera ,a mula, al país de los cerros,
para dar clases, y que años después bajara como el mejor alumno del viento
andino, para dar testimonio de la sabiduría ancestral del runa?
Primero fueron los espejos de colores, luego, espejismos CULTURALES..
Hoy podemos mirarnos en los reflejos de Argentina mítica y despertar a la
ancestral nación que hace siglos nos está esperando.
Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
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