Las
cartas de la resistencia
Por Milena Heinrich
Vertidas como poemas, ensayos y reflexiones, las misivas que escribió
Néstor Perlongher entre 1976 y 1992 abren su vida
como un paraguas y echan luz sobre un pensador del deseo y una cronología
histórica: de la dictadura y post dictadura al neoliberalismo. Una exhaustiva
investigación de Cecilia Palmeiro permite ahora leerlas de un tirón para
comprender la importancia de este activista y poeta contracultural en la
historia de las ideas latinoamericanas.
Nestor Perlongher. Correspondencia, editado por el sello Mansalva, recupera y
repone el derrotero de un hombre o de una “loca”, como se asumía, con una obra
todavía en proceso de construcción, según lo revelan sus cartas -vertidas como
poemas, ensayos y reflexiones- que abren su vida como un paraguas y echan luz
sobre un pensador del deseo y una cronología histórica: de la dictadura y post
dictadura al neoliberalismo.
“Política de la amistad” llamó Néstor Perlongher -poeta, activista gay,
sociólogo, master en Antropología Social- a la red de subjetividades que para él
producían saber: conceptos, teorías, perspectivas y palabras cargadas de
contenido. De Avellaneda (1949) a San Pablo (1992), transitó un camino de
activismo y escritura, un camino en el que vida y obra iban por el mismo carril.
Fue uno de los líderes del Frente de Liberación Homosexual en Argentina y marcó
una profunda huella en Brasil, donde su legado es, sobre todo, cosa de
académicos y de movimientos de minorías sexuales. “Me llaman el padre del
movimiento gay cuando todos saben que soy la tía”, prefería decir sobre su lugar
fundante en el movimiento de minorías, como lo demuestra una carta enviada a su
amiga Sarita Torres, integrada a la compilación de más de 200 misivas que reunió
la investigadora Cecilia Palmeiro.
“Política de la amistad” entonces, porque en esas cartas, que escribía y
rescribía, Perlongher daba forma a sus ideas teóricas y poéticas “pensando con
amigos”. Algunos de sus destinatarios son sus hermanas del alma Sarita Torres y
Beba Eguía, pero también están Osvaldo Baigorria, Christian Ferrer, Roberto
Echavarren y Ricardo Piglia, entre otros muchos.
“Creía en la amistad como potencia productiva: crear con amigos, desarrollar
conceptos y estéticas en el diálogo con ellos. Con cada corresponsal elabora una
parte de su obra y explora una parte de su personalidad”, dice Palmeiro, a cargo
de la compilación, introducción y notas de este nuevo libro, con dos ejes
principales que reponen su derrotero desde el contexto político y social, y su
propio quehacer como escritor.
Por lo menos así lo refleja la primera misiva reunida en este volumen fechada en
mayo de 1976: "La narración de acontecimientos de la vida real suele ser un
requisito más o menos imprescindible en la correspondencia habitual. Pero pienso
que tal vez lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Lo
importante es la calidez que, como una corriente subterránea, puede emanar de
una carta".
Del blog de Osvaldo Baigorria, https://osvaldobaigorria.wordpress.com
Hacía más de 20 años que estas cartas esperaban que alguien las desmenuzara y
las uniera como un rompecabezas. Su albacea Roberto Echavarren esperaba el
momento justo, tal vez porque sabía que su autor las consideraba parte de su
obra, siempre crítica, juguetona, poética y académica. Si bien su amigo Osvaldo
Baigorria ensayó una experiencia similar en Un barroco de trinchera. Cartas a
Baigorria, la actual publicación viene ampliar esa primera aproximación al
reunir por primera vez diferentes destinatarios y abarcar un período mucho más
extenso: de 1976 a 1992.
La responsable de este titánico proyecto es Cecilia Palmeiro, licenciada en
Letras de la UBA, doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad de
Princeton y autora del libro “Desbunde y felicidad. De la cartonera a Perlongher”
(2011), una investigación anterior en la que abordaba los efectos del poeta y
activista en la literatura y en los movimientos de Brasil. Para llevar adelante
esta correspondencia obtuvo una beca en el Conicet, que además la repatrió a la
Argentina, el mismo país al que Perlongher abandonó en 1981 pero al que siempre
esperaba volver. “Cuando pedí la beca era un libro de cultura oficial, ahora va
a ser un objeto de resistencia”, dice la autora.
Resistencia: la Patria de Perlongher, la palabra que hizo cuerpo.
Contracultural, adelantado del movimiento queer -cuando todavía no existía con
tal nombre- troskista, Perlongher es retomado desde muchas perspectivas, teorías
y disciplinas, aunque para Palmeiro, pueden resumirse en “poesía y activismo”.
“A los poetas les interesa la dimensión que le da a la lengua de volumen y
cuerpo, mientras que por el lado de la política lo que se recupera es un
discurso contracultural, amplio, anti-identitario, que tuvo que ver con lo queer
muy fuertemente. En su obra aparece la idea de contracultura como alianza,
creando un frente contracultural y no una identidad gay”.
Es que para Perlongher “había que articular con todo el mundo”; a su entender la
identidad gay de su tiempo suponía un recorte que entraba en los cánones del
mercado al suponer “una identidad de clase media blanca, masculina que cada vez
más se copia de los modelos heterosexuales. Y en cambio –explica la compiladora-
propone una identidad pobre, suburbana y fea; él siempre fue minoritario y quiso
hacer un grupo contracultural con todos los que quedaban afuera. Y eso en
definitiva es lo queer”.
Con el cuerpo como bandera, la escritura como arma y la lengua como filo,
Perlongher diseñó una liberación en la que la transformación era subjetiva o no
era nada. “Tiene que ver con lo que él llamó políticas del deseo: en algún
momento pasó por el movimiento LGTB, en otro por lo espiritual. En su texto El
fin de la homosexualidad dice que se acabó como categoría política y abandona el
activismo gay e incluso su escritura deja de tener la figura de la loca. Se
vuelve cada vez más barroco y más místico, se aboca a la espiritualidad y el
culto del Santo Daime se convierte en el nuevo elemento contracultural.”
“Porque en realidad –sostiene la investigadora- lo que a él le interesaban eran
las formas del éxtasis o de salida. La sexualidad era una, pero también estaban
las drogas o el misticismo como formas de salida de sí. En lo que sí fue
constante fue en la búsqueda de la trasmutación subjetiva para la transformación
social. En eso fue pionero en América Latina: pensar la transformación como lo
micro y no la transformación desde las estructuras”.
Es que Perlongher abogó por una transformación que primero debía ser subjetiva,
interior, al nivel de los cuerpos. De lo micro a lo macro. “Salir de sí quiere
decir transformar la subjetividad tal cual la necesita el sistema, es decir,
explotar el paradigma de la personalidad social: el sistema necesita sujetos con
cuerpos definidos, con límites claros entre uno y otro; si no queda claro el
adentro y el afuera lo que soy o no soy, ¿cómo habría propiedad privada?”,
revisa Palmeiro la teoría del activista.
Para él, entonces, la liberación nacional solo era posible mediante la
liberación sexual. Con cuerpos ajustados a las proyecciones de género y
sexualidad, no hay revolución que trastoque las bases enserio: “A través de
actos sexuales radicales lo que se puede cambiar es la formación del cuerpo y en
esa alteración del cuerpo se produce la transformación subjetiva de las
relaciones sociales, empezando por la familia que haría explotar el sistema
capitalista. Perlongher quería una revolución marxista y acompañaba el proceso
revolucionario de la sociedad pero pensaba que estaba mal encarado: la idea de
tomar el poder no iba a cambiar las formas de subjetividad, no cambiaría las
formas de vida. En Cuba continuaban las formas de vidas reaccionarias como el
machismo, argumentaba. Para él cambiar la economía no garantizaba cambiar la
subjetividad ni las relaciones de poder”
En los pajonales
sobre los puentes
en los canales
hay cadáveres
Comienza Cádaveres, uno de sus poemas más conocidos en el que despliega un
registro estético de denuncia de las atrocidades cometidas por la última
dictadura cívico-militar. Al texto lo escribió en el viaje de 48 horas en un
micro que lo exilió destino a Brasil, un exilio que él mismo definió como
“sexual”: no se iba por ser militante político, se iba por gay.
Además de ese poderoso poema, Perlongher es autor del emblemático relato Evita
vive en el que lejos de dobles morales presenta un texto maldito de una Evita
prostituta, drogadicta y transgresora. Su obra poética incluye Austría-Hungría,
que escribió durante la dictadura y publicó en 1980 de la mano de Rodolfo
Fogwill;Alambres, Hule, Parque Lezama, Aguas aéreas y Chorreo de las
iluminaciones.
También escribió ensayos que aportaron al campo de la antropología urbana y de
género: el más conocido es "La prostitución masculina" pero también "La familia
abandónica y sus consecuencias" y "El fantasma del sida", en el que propone una
teoría radical -la enfermedad como aparato disciplinador y ser portador como un
acto de rebeldía- que él mismo revierte cuando deviene portador del virus.
Su obra prosística, dispersa en antologías y publicaciones durante su vida, fue
compilada tras su muerte en los volúmenes Prosa Plebeya, Papeles insumisos, Un
barroco de trinchera. Cartas a Baigorria y Evita vive y otras prosas.
De la correspondencia compilada por Palmeiro en los primeros años del Terrorismo
de Estado se aprecia el tono censor de sus palabras y el juego del lenguaje para
decir lo que no se podía decir. “Una correspondencia nunca es completa porque es
imposible rastrear cuántas cartas escribió su autor, pero sí se sabe que a
Perlongher le gustaba escribir mucho”, advierte la investigadora. Y se sabe
también que varias de las cartas que envió cuando estuvo preso desaparecieron.
Lo interesante de este período cronológico que comienza en 1976 es el modo en el
que los textos reflejan el clima de época desde la caratula de la vida
cotidiana: “Estas cartas –explica la investigadora- hablan de la pobreza, la
opresión en el aire, el machismo, el racismo. Si bien estuvo preso, su relato no
es sobre esa situación sino sobre el carácter opresivo de la vida cotidiana
durante la dictadura”. Esa opresión lo hizo instalarse en San Pablo, donde
finalmente murió a causa del sida en 1992, siempre con la añoranza de algún día
regresar, según apunta en sus cartas.
“Para acabar, confesaré que me embolo bastante en esta ciudad chota, aunque para
hacer tengo mucho (trabajos, escrituras, poemas); pero por momentos tengo
grandes tentaciones de deprimirme infinitamente, a las que trato de no ceder,
conciente de que ello debilitaría mis ya frágiles defensas en esta sociedad
paranoica y medianamente asesina”, escribó en una carta escrita en Buenos Aires
en abril de 1979.
A entender de Palmeiro, hay otro dato que repone la correspondencia sobre ese
capítulo trágico: “Su exilio por gay. Y esto refleja que durante el Terrorismo
de Estado también estuvieron las víctimas de los estilos de vida. El estilo de
vida es algo político y eso los militares lo vieron muy claramente”. Así lo
demuestran las numerosas menciones de Perlongher a “la tía Margarita”, como
llamaban al comisario Margaride, un represor de las fuerzas de seguridad que “se
ocupaba del aspecto de la gente, un estilista de la policía”, grafica Palmeiro
sobre la presencia de ese personaje que transitó desde Juan Carlos Onganía hasta
entrada la democracia.
En sintonía con los años, las cartas continúan “con toda la fascinación con
Brasil y el desbunde (destape) y los chongos en la transición post dictadura,
Ahí él empieza con toda la política del deseo, ya no tiene miedo a la censura,
empieza a escribir lo que quiere y a experimentar”. Y como contracara,
Perlongher no pierde de vista lo que pasa con la Guerra de Malvinas: “No se
engancha en lo que él consideraba la cosa simplista y propagandística que
proponen los militares de la reafirmación del nacionalismo argentino por sobre
el imperio europeo, más bien se permite ironías como cuando dice que los
militares no aguantaban que una parte del territorio no estuviera sembrado de
cadáveres. Eso demuestra su sensibilidad para captar el barroquismo de la
época”.
La correspondencia recorre también su decepción con Francia cuando “no compra la
ciudad luz”; el bajón que lo condenaba por momentos y el lento, aunque violento,
respirar del sida que de a poco lo convierte en un hombre de tiempos
hospitalarios. Perlongher murió en 1992 en San Pablo, años antes de que ser
portador significase la muerte. Sobre esa última etapa, Palmeiro escribe en la
introducción del libro: “Relato de una vida, la correspondencia personal es
también la escritura de su muerte. A partir de 1989 cuando descubre que es
portador HIV, la cartas cambian totalmente el tono y los tópicos, e invitan a
ser leídas en relación con un género de la época: las crónicas del Sida”. “Te
reseñaré mis males”, escribe en unas de las últimas misivas fechada en agosto de
1992 a su amiga Sarita Torres. Más que una carta, la epístola funciona como un
poema creativo que respira al ritmo de los nombres de las enfermedades que lo
aquejan.
Murió allá, pero su obra circuló por toda América Latina. Argentina revindicó su
costado activista, Brasil al académico de corte antropológico por su trabajo en
la Universidad de Campinas y con los años que soplan como sus palabras poéticas,
su obra y su figura fue recuperada desde distintas tradiciones y disciplinas. Lo
leen, lo estudian, lo apropian. De ahí, que la publicación de su correspondencia
sea una ventana que permite reconocer las luces y sombras de un hombre que hizo
carne, cuerpo, escritura y territorio, sus ideas. Un contracultural por genética
que reinvindicó el lugar de tía marica como símbolo contra el machismo, la
opresión y la heteronorma.
Haroldo
Revista del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti
http://revistaharoldo.com.ar
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