"No queremos que nos persigan, que nos
prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos
analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo
que queremos es que nos deseen."
Néstor Perlongher (1949-1992).
Es curioso y particularmente injusto que, a su muerte, se oculte, se silencie o,
simplemente, se ignore el más importante aspecto de la vida de Néstor
Perlongher: su trayectoria política. Sobre todo porque, quienes lo conocimos
desde los viejos tiempos del Frente de Liberación Homosexual, sabemos que
Perlongher fue, esencialmente, un hombre político, y un político de la
homosexualidad o, mejor dicho, de su homosexualidad.
Actualmente se hace difícil captar en todo su valor la experiencia de lo que
fuera el primer ensayo sudamericano de organización homosexual, y ello responde
al hecho de que la existencia y actividad del FLHA se enmarcó en el contexto de
una época totalmente diferente. Resulta dificultoso comprender las consignas,
los objetivos y las estrategias del Frente y aún de Néstor Perlongher,
completamente ligado a él, si no se tiene pleno conocimiento de aquella
filosofía de la "liberación" que caracterizó las décadas del '60 y '70 en
Argentina y en el resto del mundo. Y se hace necesario comprenderla con todo lo
que contenía de heroico y todo lo que contenía de ilusoria en toda la extensión
de su vitalidad y su tragedia.
PERLONGHER Y SU MILITANCIA DE IZQUIERDA
Comenzaba la década de 1970 y el indestructible compromiso social de Perlongher
lo impulsó a militar desde el Partido Obrero, en el campo estudiantil. Su
infatigable capacidad de militancia lo llevó pronto al triunfo: en pocos meses
fue elegido por sus compañeros de curso delegado ante la Asamblea Estudiantil.
Muy influenciados por el "Mayo Francés" y otras exteriorizaciones de libertad
juvenil, los estudiantes de entonces cuestionaban no sólo las medidas
represivas, selectivas y los planes de estudios mediocres y serviles del
gobierno militar, peleaban sobre todo contra el principio autoritario mismo del
cual derivaba todo lo demás: una ideología victoriana, una mentalidad que
anulaba la imaginación y un conjunto de costumbres hipócritas que frustraba el
goce de la vida.
Fue una época en la
que se dividió la comunidad de los hombres en dos bandos enfrentados: los
opresores, por un lado, y los oprimidos, por el otro. Pero, a diferencia de
otras experiencias anteriores, la división no partió de oscuras y ociosas
minorías esclarecidas, sino de los mismos oprimidos. Resumiendo: se puso de moda
cuestionar. Y así, obreros, villeros, mujeres, estudiantes, soldados,
sacerdotes, lanzaron un mismo grito de libertad. Ya ellos, naturalmente, se
sumaron los homosexuales.
Es este ámbito de
activa movilización popular el que encuentra Perlongher al cumplir sus veinte
años y se arroja a él habiendo comprendido mejor que nadie una de las
principales consignas de los intelectuales de la época: comprometerse con la
realidad. Pero contrariamente a lo que hizo la mayoría, su lucha no la encaró
con un espíritu cristiano de salvación del mundo. En este sentido fue fiel a las
primeras y por tanto más auténticas intenciones de este movimiento. Luchó
consciente de que uniéndose a sus iguales lograba, al mismo tiempo, una
liberación personal. Peleó siempre por lo que era (homosexual, estudiante,
encuestador; y más adelante poeta, escritor, investigador y profesor
universitario); y peleó, también, por todo lo que lo limitaba en la totalidad de
su proyecto de vida.
Pero no transcurrió
mucho tiempo sin que entrara en contradicción con la dirección del Partido
Obrero, que lo aprovechaba por su capacidad de trabajo y sus éxitos como
militante, pero miraba con repugnancia su homosexualidad manifiesta. Con todo, y
en tanto siguiera siendo el único delegado estudiantil del Partido, las cosas
hubieran seguido invariables; pero Perlongher quiso que la estructura partidaria
aceptara y respetara públicamente su identidad homosexual, y se empeñó de tal
modo en su idea que la ruptura se tornó inevitable. Perlongher, entonces,
renunció al Partido Obrero, pero no sin dejar constancia escrita de que se
alejaba del activismo estudiantil, no por cobardía o comodidad, sino porque el
machismo y la mojigatería reinante en el partido eran una contradicción con la
meta de cambio social por la que se luchaba.
Muchos años después, la izquierda revisaría su posición respecto al homosexual,
en el sentido de aceptarlo; pero ya era tarde porque, ahora, Perlongher quería
más. Una de sus frases favoritas en los años '80 decía: Yo no quiero que me
acepten, ni que me quieran ni que me comprendan... Yo lo que quiero es que me
cojan". Lo cual precipitó, seguramente, una nueva ruptura con la izquierda.
PERLONGHER Y EL FRENTE DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL ARGENTINO
El FLHAA se creó, por iniciativa de un grupo de intelectuales, en algún momento
de 1971. Se tomó como modelo de organización la estructura partidaria típica de
la izquierda que se conocía con el nombre de "centralismo democrático". El grupo
fundador se constituyó como la Dirección de la organización (o sea, el
centralismo) y los miembros que se le fueran sumando deberían ajustarse a las
directivas del grupo fundador (esto era lo democrático). Naturalmente, la idea
funcionó hasta que al año siguiente, ingresó Perlongher.
Su experiencia en el
Partido Obrero le sirvió para rechazar de inmediato ese proyecto de organización
y se pusiera a trabajar con los ingresantes más recientes para, una vez
constituido un movimiento firme de oposición, se repudiara la autoridad de la
Dirección por originarse en una doctrina machista propia del mundo masculino que
sometía a la mujer y repudiaba al homosexual. La forma de organización que
surgió como alternativa fue la de grupos autónomos y confederados, con pleno
acuerdo en unos pocos puntos básicos y total libertad para tomar decisiones y
llevarlas a la acción.
Esta iniciativa
triunfó y los miembros de la Dirección huyeron espantados. Así nació el Frente
de Liberación Homosexual que conocemos, y los grupos se hicieron numerosos.
Perlongher, junto a algunos compañeros creó el grupo Eros.
LA LUCHA HOMOSEXUAL DE LOS AÑOS '70
La tarea de llevar adelante una lucha homosexual, sin un modelo previo en qué
apoyarse, no fue fácil. Estaba, por un lado la derecha que consideraba la
homosexualidad una degeneración biológica; y por el otro lado la izquierda (por
entonces triunfante, en particular la izquierda peronista) que la consideraba
una lacra del capitalismo. Hubo muchos avances y retrocesos, muchas discusiones,
tanto en las acciones a realizar como en la ideología a defender. Con todo, el
difícil equilibrio se mantuvo, mientras las condiciones políticas del país lo
permitieron, merced a esa organización en grupos autónomos, que se respetaban
mutuamente. Jamás hubo un reproche, un boicot, ni la mezquindad de pretender
imponerse a los demás. Los liderazgos se originaban en las capacidades y el
compromiso de cada uno; y las glorias provenían del enfrentamiento con el
enemigo común. Y lo que realmente prevaleció fue la solidaridad y el
compañerismo, los que, naturalmente, muchas veces terminaban en la cama.
Pero, de todas las personalidades que se identificaron con los objetivos del
Frente, Perlongher fue, indiscutiblemente, el más brillante. Muchos fueron sus
aportes: en la acción, fue el primero en insistir con terquedad y en llevar a la
práctica volanteadas y pegatinas. No era fácil, en aquellos años, decidirse a
repartir volantes y pegar carteles en la vía pública como homosexual y con
consignas homosexuales. Muchos sentimientos afloraban: miedo, vergüenza, culpa,
desconfianza acerca de su efectividad; y la realidad daba muchas veces la razón
a los remisos. Con todo, y por la tenacidad y el ejemplo de Perlongher el grupo
Eros empezó la tarea. Tampoco la necesidad de unir la lucha homosexual a la de
las feministas se tenía en cuenta, y fue Perlongher, otra vez, quién logró la
adhesión del FLHA a esa otra gran lucha de los '70, comenzándose tareas en común
con U.F.A. (Unión Feministas Argentinas) y el M.L.F (Movimiento de Liberación
Feminista); de lo que resultó la creación de un grupo de discusión entre
feministas, homosexuales y varones heterosexuales, interesados en politizar el
tema, hasta entonces privado, de la sexualidad.
Néstor
Perlongher nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, la noche de Navidad
de 1949. En 1982, terminada su licenciatura en sociología, se fue a vivir a San
Pablo, donde ingresó en la Maestría de Antropología Social, en la Universidad de
Campinas, de la que en 1985 fue nombrado profesor.
Su obra poética publicada comprende seis libros: Austria-Hungría (Buenos Aires,
Tierra Baldía, 1980), Alambres (Buenos Aires, Último Reino, 1987; Premio "Boris
Vian" de Literatura Argentina), Hule (Buenos Aires, Último Reino, 1989), Parque
Lezama (Buenos Aires, Sudamericana, 1990), Aguas aéreas (Buenos Aires, Último
Reino, 1990) y El cuento de las iluminaciones (Caracas, Pequeña Venecia, 1992).
Colaboró asiduamente en las revistas El Porteño, Alfonsina, Último Reino, Diario
de Poesía, Babel, Sitio, Xul, Pie de Página y La Papirola. Preparó la antología
Caribe transplantino. Poesía neobarroca cubana y rioplatense (San Pablo,
Iluminuras, 1991), y publicó numerosos textos en prosa, entre los que se
destacan El fantasma del SIDA (Buenos Aires, Puntosur, 1988) y La prostitución
masculina (Buenos Aires, La Urraca, 1993).
Militante político, fue promotor del Frente de
Liberación Homosexual.
"Néstor Perlongher fue un escritor insaciable. Creó un estilo propio que apodó
"neobarroso", en el que reunía contradictoriamente los bucles barrocos y el
barro del Plata: es decir, él mismo ... la figura de Néstor Perlongher se fue
agigantando de un modo tal que a esta altura aparece como una de las voces más
necesarias de la última poesía argentina".
Murió de SIDA en San Pablo, el 26 de noviembre de
1992.
Fue, asimismo, por
impulso de Perlongher aquella actitud permanente del Frente de solidarizarse con
todas las huelgas obreras, todas las protestas estudiantiles, oponerse a
cualquier intento golpista, a toda filosofía pro-militar y antidemocrática; ya
que Perlongher entendía que la lucha homosexual era apenas una mínima porción de
una empresa liberacionista cuyas dimensiones abarcaba muchos otros sectores. Se
era consciente de que la rebelión homosexual era sólo parte de una mayor y más
profunda crisis social.
En cuanto a la ideología del FLHA, Perlongher también fue una figura clave para
la conformación de una nueva verdad que surgiera no de la psiquiatría sino de
los mismos interesados. En la persecución de este objetivo que muchos
despreciaban, Perlongher se instruyó e instó a los demás a instruirse: organizó
reuniones de estudio y reflexión de las obras de Freud, Lacan, Reich, Masters y
Johnson, materiales feministas y los que enviaban otras organizaciones
homosexuales extranjeras como fue la colección de revistas del grupo italiano
FUORI (Frente Unito Omosessuale de la República Italiana). Pero, por sobre todas
las cosas, se exigió a sí mismo mayor lectura, más investigación, mayor
conocimiento, iniciando a sí ese camino de pensador que lo llevaría, con el
tiempo, a especulaciones teóricas más brillantes y personales.
Dos grandes discusiones conmovieron al Frente, y en las que Perlongher participó
oponiendo siempre una idea libertaria: una fue con "la izquierda progresista"
quién afirmaba que los derechos homosexuales sólo podían tener probabilidad de
triunfo en una sociedad socialista, por lo cual el homosexual debía esperar a
que la clase obrera alcanzara el poder, instaurando la "dictadura del
proletariado". A esto, Perlongher opuso los ejemplos lamentables de la URSS y
Cuba, sosteniendo por el contrario que los homosexuales de ninguna manera debían
cruzarse de brazos, ni postergar su lucha, confundiéndose con el conjunto de la
clase trabajadora; debía más bien, solidarizarse siempre con ella pero
emprendiendo al mismo tiempo una lucha paralela, que fuera arrancando a las
clases gobernantes, tanto en el campo laboral como en el sexual, concesiones que
acortaran el momento del triunfo final. A la idea básica de la izquierda de que
la lucha de los trabajadores debía ser la lucha primordial, Perlongher subrayó
la concepción diferente de que la caída del mundo de la injusticia se lograría
mediante infinidad de luchas pequeñas aliadas.
La otra discusión fue interna, cupo principalmente a los homosexuales. Se trata
del vidrioso tema de la "marica". Un buen número de homosexuales del Frente y de
fuera del Frente, veía al hombre afeminado con recelo y sobre él volcaba gran
cantidad de improperios: se la culpaba de frivolidad, degeneramiento, de atraer
sobre el conjunto de los homosexuales la represión policial, etc. Cerrándose la
polémica con estas solemnes palabras: "No por ser homosexual uno debe dejar de
ser hombre": Muy por el contrario, Perlongher veía en la "marica" al auténtico
homosexual rebelde, de ahí que fuera también el más perseguido. La "marica" para
el Perlongher de entonces, era el verdadero desafío a los roles sexuales
estereotipados y la más auténtica ruptura con la cultura machista. Y por ello
emprendió una campaña que rescatar al hombre afeminado, creando así un
antecedente para luego enmarcar la discusión acerca del travesti y el
transexual.
Finalmente, y también por iniciativa del grupo de Perlongher surgió el proyecto
de dejar impresas en papel las ideas homosexuales. Así nacieron el documento
"Sexo y Revolución" y la colección de la revista "Somos", que serán para siempre
testigo y testimonio de la voluntad indeclinable de un conjunto de hombres que,
en circunstancias muy distintas a las actuales, lucharon por ser libres.
DEL FIN AL PRINCIPIO:
El Frente de Liberación Homosexual (FLH),
una de cuyas consignas políticas era "Para que reine en el pueblo el amor y
la igualdad" (frase tomada de la marcha peronista),estuvo presente en la
asunción de Cámpora, el 25
de mayo de 1973, y en
Ezeiza, el 20 de junio del mismo año. Luego
comenzaron las persecuciones de la derecha peronista ante la indiferencia de la
izquierda, que lejos de solidarizarse con las
luchas del FLH y responder las agresiones discriminatorias y fascistas, trataban
de despegarse, para que "no los confundieran" (uno de los cantitos de ocasión de
Montoneros era "No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y
Montoneros" (ver
Cantitos
de los 70)
En enero de 1976, la
detención y enjuiciamiento de Néstor Perlongher también marca el fin de la
actividad del FLHA. Y el comienzo de ese largo silencio de siete años que se
instaura en la Argentina sobre el tema. Vendrán la represión, el asesinato a
mansalva, el secuestro clandestino, la delincuencia en el Estado, de lo cual los
homosexuales tampoco escaparían.
Su reclusión no fue
larga pero sí traumática. Y ya en 1981, la situación económica de Perlongher se
torna angustiante al presentar quiebra la empresa para la que trabajaba
(Perlongher siempre vivió de su trabajo de encuestador, el que no dejó de
brindarle cierto bienestar económico, al menos hasta 1981), y toma la decisión
de emigrar a la ciudad brasileña de Sao Paulo. A partir de entonces su modus
industriae estará ligado hasta su muerte a la Universidad de Campina. Y tras una
corta experiencia Perlongher abandona, hacia 1984, definitivamente la lucha
homosexual organizada. Pero jamás dejará de sentirse parte de ella. Como
intelectual, como poeta, como investigador, como sociólogo, siguió buscando
imponer esa verdad que desujetara al ser humano y en particular al oprimido por
su sexualidad.
Influido, como siempre, por los autores y corrientes de pensamiento más de
avanzada (George Bataille, Deleuze, Guattari, Foucault), con una nueva
concepción del deseo, Perlongher seguiría emprendiendo cruzadas liberadoras. Con
una mirada más perspicaz, sus últimos escritos muestran una preocupación por
desenmascarar las trampas enquistadas en el devenir y la identidad, la lucha por
la dignidad y el episodio de SIDA, alertando acerca del rol, ahora retardatario,
de mucho de los movimientos gays actuales.
Sus trabajos en prosa (El fantasma del SIDA, El negocio del misce, escritos
antes de padecer su enfermedad), todos sus poemas, y en especial su monografía
"La muerte de la homosexualidad", escrita en plena tortura del Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida, no pretenden más que liberar, desentumecer,
respirar y hacer respirar un aire más puro y más libre.
El 26 de noviembre de 1992, Néstor Perlongher fallecía de una septicemia
generalizada producida por el SIDA que padecía desde hacía algunos años. Murió
con la misma dignidad y el mismo sentido del humor (no exento de cierto
patetismo) que lo caracterizó siempre. Su último poema, escrito en su última
semana de vida se titula "La muerte en bicicleta". Pero no murió sólo un poeta,
o un escritor, o un pensador, murió uno de esos seres humanos dotados de una
personalidad muy especial cuya experiencia de vida, su talento y su audacia nos
servirá de guía y de modelo.
Se dirá que ha sido fruto de su época, que vivió en condiciones políticas
favorables, que su empresa fue facilitada por la suerte. Sin embargo, lo único
cierto será que Néstor Perlongher fue un hombre sin miedo y sin prejuicios, que
encaró la vida con el impulso del deseo, el arma de la indignación y el camino
de la inteligencia. Por ello se transformó en un factor de lucha y de cambio.
Con todo, su muerte lo ha arrojado a la sociedad definitivamente. Ahora nos
pertenece. Ahora, verdaderamente, y en el comienzo mismo de su descanso,
Perlongher empieza a vivir con nosotros.
El
poema de Néstor Perlongher que publicamos a continuación, fue escrito en 1973, o
sea, en el momento en que su autor dirigió toda su energía hacia la lucha por
los derechos homosexuales. El texto se publicó en la revista "Somos" (N° 2 de
febrero de 1974) que editaba el Frente de Liberación Homosexual (FLHA), y nunca
fue incluido en los libros que Perlongher editó más adelante, ni siquiera en el
primero (Austria-Hungría).
Es pues una obra de militancia, pero que conserva la calidad que caracterizó en
todo momento la creación de este extraordinario artista.
Defensa de los homosexuales de Tenochtitlan y Tlatlexlolco
Mientras
los homosexuales se acarician en los baños
viejas arpías hilan largos largos echarpes
en lo alto de las ciudades
coloquian en torno a grandes lavarropas azules
sobre la representación de las tragedias griegas y los principios de la catarsis
mientras que sus maridos los aztecas
cazan en sus oficinas para los sacrificios de la cena
los canarios duermen la siesta de los gusanos.
Cuando
les sea concedido el derecho a la caricia – qué cosas éstas –
saldrán de sus baños subterráneos con humeantes tazas de té entre las manos
en donde proyecten celestes espacios aires istamdos de sofocantes islas
tropicales
pobladas de dulces nativos cimarrones devastados tímidos por el inexplicable
ataque de los cañones
ingleses, inexplicable!
Néstor Perlongher,
Emeterio Cerro y Reni Laddaga (Pringles, 1985)
rostros
en donde la solitaria humedad de los caracoles socialmente oprimidos
ha cultivado tristes flores de afeite
y labrado el sudor desfiladeros de baba en torno a sus pupilas
lluviosas como la conmoción del mar en los acantilados de Escocia
tal vez
-como quien desconoce el placer de los besos en los parques soleados-
quizás
-como quien desconoce el
placer de los besos en los parques soleados-
contemplan ásperamente desde sus colchones fermentados de ácidas rancísimas
emanaciones
con la indiferencia de las viejas perras sorprendidas en los zaguanes
acostumbradas como están a ver morir a sus hijos ahogados en las ollas de
guisado
donde las mujeres de los aztecas resuelven los sacrificios de la cena.
Es demasiado tiempo
porque las Plazas de Toros están repletas
si descubrieran a un marica lo mandarían a las cuadras
donde los grandes campeones no pueden entender –qué cosas éstas-
la proyección de celestes espacios aires istmados de sofocantes islas tropicales
pobladas de dulces nativos cimarrones devastados tímidos por el inexplicable
ataque de los cañones
ingleses, inexplicable!
como la proliferación de las agencias matrimoniales y los hoteles alojamiento
protegidos por el
Estado
cuyos policías recorren las cerraduras en busca de víctimas expiatorias para los
templos
del brazo de sus amantes las princesas rusas
mientras
los homosexuales se acarician en los baños
tienden sus cálidas manos hacia los villancicos de amor de las campiñas sus
gordos ojos
sueñan sueñan las islas
bellas extrañas islas inexistentes subjuntivas donde se mimetizan con los
plumajes exóticos de
grandes aves lujuriosas injustamente perseguidas
que abandonan durante la noche los zoológicos sitiados las fortalezas
las ciudades sitiadas que defienden los aztecas.
Fuente: www.icarodigital.com.ar
Liliana Daunes recita un fragmento de Cadáveres, de Néstor Perlongher, en el programa Marca de Radio, conducido por Eduardo Aliverti (2010).
Néstor Perlongher, "Música de
cámara" (1987) - Canal Encuentro
¿Para qué clasificar a Néstor Perlongher? ¿Por qué no hablar mejor, como a él de
seguro le hubiera gustado, de un "chorro Perlongher", de un "devenir-Néstor"?
La obra de Perlongher está llena de cercas, fronteras, bordes desmoronándose o a
punto de caer, en una orgía de palabras que se deslizan, formas que se
desgarran, pañuelos que se deshilan. Dicho de otra forma, el territorio
Perlongher devora y despilfarra todo lo que encuentre a su paso. La zona
territorial sobre la que trabaja es una zona que se borra al escribirse; la zona
linguística que elabora es cada vez más la de un portuñol con visos retóricos
del cubano Lezama; la zona histórica que le interesa es una mezcla de pasado y
presente: el sitio de Montevideo por Rosas y la guera de las Malvinas. Y todo
esto en un vocabulario entre culto y gaucho, inventado y memoriado, que lleva a
sus lectores a fatigar diccionarios, o simplemente a dejarse arrastrar por el
devenir mismo del texto que se derrama. Todo un chorro.
Era antropólogo urbano y poeta exquisito. Le gustaba de seguro la masturbación
en el cine, y la segunda piel que forma la tela bien ceñida al cuerpo. Hay en su
poesía voluptuosidades. Pencas y gladiolos, bacarat, braguetas de estibadores,
labios despintados de rouge, plumas de avestruz, dedos pringados, espesas gotas
de semen.
Nació el día de
Navidad de 1945 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Terminó su
licenciatura en sociología y se fue a vivir a San Pablo, Brasil, en el 1982. Ya
había publicado su primer libro, Austria-Hungría, en 1980, y en 1985 fue
nombrado profesor en la Universidad de Campinas, donde había terminado una
maestría en Antropología Social. Su segundo libro, Alambres, es de 1987, y ganó
el premio Boris Vian de literatura argentina. Es aquí donde Perlongher publica
su poema "Cadáveres"en abierta referencia a los desaparecidos durante la guerra
sucia argentina de los setenta.
Ya su apasionamiento por la poesía barroca cubana de José Lezama Lima era
evidente para cuando publicó su tercer libro de poesía, Parque Lezama, (1990),
que remitía no sólo a un parque en concreto en la ciudad de Buenos Aires, sino
también al territorio marcado por la poesía del maestro que Perlongher convirtió
en toda una corriente de poesía –llamada, por él, o más bien deslizándose hacia
el significante: "neobarrrosa". El desplazamiento en el significante ya en sí
parte del ajedrez poético que chorrea en su trabajo.
Sus textos en prosa,
coleccionados en el volumen titulado Prosa plebeya, van desde "El fantasma del
SIDA (1988) hasta La prostitución masculina (1993)- su estudio del tema en las
calles del centro de San Pablo. Publicó en numerosas revistas de poesía:
Alfonsina, Último Reino y Diario de Poesia. Se destaca, en estas publicaciones,
su feroz ataque a grandes zonas de la esfera política de izquierdas y derechas
argentinas durante la guerra de las Malvinas, en un articulo titulado "Todo el
poder a Lady Di" publicado en una revista feminista de escasa circulación
titulada "Persona": "En medio de tanta insensatez", señala Perlongher, "la
salida más elegante es el humor." Pero era un humor corrosivo en el que poco se
podía esconder el hecho de que "presuntas vanguardias del pueblo revelan su
verdadera criminalidad de servidores del Estado."
Trostskista, y deleuziano, más-que-vanguardista, Néstor Perlongher murió de SIDA
en San Pablo, el 26 de noviembre de 1992. Fue una de las voces más abiertas
cuando la realidad pacata quería esconder los verdaderos estragos de la
enfermedad.
Y entre sus legados, toda la irrealidad gozosa, enjoyada, maquillada, que se
concentra en esa imagen que responde Perlongher a la imagen de la madre
lezamiana: la diosa puta que también es un pastiche, un travesti, un punto de
arranque efectivo para una lucha política que sea toda superficie pulsante de
inconcebibles identidades: Evita Perón con aires de lupanar, diosa
masturbatoria.
Poema bufo sobre la historia de la izquierda argentina en la década del 60. Fue
escrito en 1978 y publicado en Utopía Nº 4, 1985.
Entonces confías en el FRP, junto a restos de la ARP, nostálgica del PVP, del
FPL y, por qué no, de la UP
Pero no conseguías olvidar las deliciosas reuniones del MALENA
-eran los tiempos en que el FRIP se fusionaba con Palabra Obrera para formar el
PRT- Secesiones sionistas fundarían PO
De paso por LIM -TAU fuiste a dar en el FA -y en esa noche de los bastones
largos optaste por EA- posteriormente EA (A)
Fanatizada por la guerrilla agraria partiste hacia Formosa y en el camino un
joven estudiante a la sazón contacto de LVR tanto te entusiasmó con el PCCNRR
(era una época en que el revolucionarismo de los grupos se medía por el número
de consonantes de sus siglas)
que te afiliaste a ARFYL; cuando llegó el momento de votar, en la iglesia, te
volcaste a la TERS, ¡porque sus críticas al programa del UAP eran perfectas!
no tanto como para que en la ruptura de UPE -cuando lo de la OLAS- te sumaras a
EC -en Filo TAR-
Lo cual estuvo a punto de costarte la expulsión del MAVIET -apenas te mantuvo
tu amistad con el MAR- que, en cierto modo, te recordaba al PSAV, antes LDA,
cuando ni imaginabas que el ya descalabrado PSA devendría a la larga PSP, PST,
CSA
Acaso fue a partir de la lectura de un material del CyR -escrito por un ex del
EGP- que comenzaste a revalorizar el rol del MNRT, cuando hasta ser del PEN era
tenido por sospechosamente cómplice del SUD, la CGU
Nadie pudo entender tu reivindicación del MLLFL -un grupo tan ridículo como la
UJ o la UPI
(Tan sólo algunos férreos militantes del PO (T), que levantaban, desde hace
tantos años, las consignas del POBS)
Por ello en la escisión de la CGTA
Se te vio tan afín a las 62 -anticipando, de alguna manera, tu adhesión a la
línea del JAEN- que más de uno te creyó cogida en las espesas
redes de la RF
(en el contexto algo tan siniestro
como montarse al MID en la fractura de UCRI)
Te hiciste tan compinche de los adolescentes de la UES, y, paralelamente, tan
adicta al FOEP
que no hubiera extrañado que llevaras los panfletos del PSIN al mitin de LT
Fue allí, cuando por una disputa personal con un cuadro del MAP tuviste esos
desafortunados encuentros con VC
con que sólo lograste enemistarte tanto con los núcleos obreros del PT
-cuyo apoyo bien te hubiera servido para enfrentar la desviación del MARA-
que aquéllos prefirieron la postura de la JSA en la cuestión del CAR antes de
que la LIR, aliada al LUCHE, desbancara al TUPAC (cuando ya se venía el apogeo
del CEP, de la CA)
Pero con la derrota de SITRAC, recalaste en CENAP, definitivamente hostil al PCR
y, aún, al PRC
-no dejaste por eso de vigilar de cerca las intrigas del FRA ni de atacar,
oculta en el control de una acción del CD, los planteos ultristas de TC respecto
de las FAL-
y tan fiel al PB
que en lugar de treparte alegremente al camión del FREJULI -junto al MNY y al
PPC-
¡quisiste echar a gritos a un viejo carcamán del PCP de una UB de las FAR!
-perdiendo así tus últimos enlaces con el MOR
Y, tras la disolución del CPL, se volvió tan difícil combinar tu íntima simpatía
por el GOR y, más, por la FR
con la loca aventura del PA aliado al 22
que aceptaste esas charlas ominosas con las bases de EO
en ese mismo bar donde tu compañero del PCML- que estaba haciendo entrismo en
LC-
rompió contigo, en medio de la crisis del FAS.
Cadáveres (fragmento, por
Liliana Daunes)
El autor agradece la
colaboración de las siguientes organizaciones:
Frente Revolucionario Peronista, Acción Revolucionaria Peronista, Partido
Vanguardia Popular, Fuerzas Populares de Liberación, Unión Popular, Movimiento
de Liberación Nacional, Frente Revolucionario Indoamericano Popular, Palabra
Obrera, Política Obrera, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Línea
Independiente Mayoritaria, Tendencia Antiimperialista Universitaria, Estudiantes
Antiimperialistas, Estudiantes Antiimperialistas (Auténticos), Lista Violeta
Reformista, Partido Comunista Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria,
Acción Reformista de Filosofía y Letras, Tendencia Estudiantil Revolucionaria
Socialista, Unidad Antiimperialista Programática, Unidad Programática
Estudiantil, Organización Latinoamericana de Solidaridad, El Combatiente,
Tendencia Antiimperialista Revolucionaria, Movimiento Argentino de Solidaridad
con Vietnam, Movimiento de Acción Revolucionaria, Partido Socialista Argentino
de Vanguardia, Los de Abajo, Partido Socialista Argentino, Partido Socialista
Popular, Partido Socialista de los Trabajadores, Confederación Socialista
Argentina, Cristianismo y Revolución, Ejército Guerrillero del Pueblo,
Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, Frente Estudiantil Nacional,
Sindicato Universitario de Derecho, Confederación General Universitaria,
Movimiento Línea Las Flores Luján, Unión de Jubilados, Unión de Propietarios de
Inmuebles, Partido Obrero (Trotskista), Partido Obrero Basado en los Sindicatos,
Confederación General del Trabajo de los Argentinos, 62 Organizaciones,
Juventudes Argentinas de Emancipación Nacional, Rama Femenina del Partido
Justicialista, Movimiento de Integración y Desarrollo, Unión Cívica Radical
Intransigente, Unión de Estudiantes Secundarios, Frente Obrero Estudiantil
Popular, Partido Socialista de Izquierda Nacional, Liga Trotskista, Movimiento
de Acción Programática, Vanguardia Comunista, Partido del Trabajo, Movimiento
Autónomo Radical de Avellaneda, Juventud Socialista de Avanzada, Comandos de
Acción Revolucionaria, Línea Izquierdista Revolucionaria, Línea Universitaria
Che Guevara, Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combatiente,
Comandos Estudiantiles Peronistas, Carta Abierta, Sindicato de Trabajadores de
Fiat Concord, Partido Comunista Revolucionario, Partido Revolucionario
Cristiano, Frente Revolucionario Antiacuerdista, Cuerpo de Delegados de
Filosofía y Letras, Tendencia Comunista, Fuerzas Armadas de Liberación,
Peronismo de Base, Frente Justicialista de Liberación, Movimiento Nacional
Yrigoyenista, Partido Popular Cristiano, Comandos Populares de Liberación, Grupo
Obrero Revolucionario, Fracción Roja, Partido Auténtico, Ejército Revolucionario
del Pueblo 22 de Agosto, El Obrero, Partido Comunista Marxista Leninista, Liga
Comunista, Frente Antiimperialista por el Socialismo, Partido Conservador
Popular, Unidades Básicas, Fuerzas Armadas Revolucionarias, Movimiento de
Orientación Reformista.
Fuente: Perlongher, Néstor, Prosa Plebeya: ensayos 1980-1992, Buenos Aires,
Colihue, 1997. Tomado de: www.golosinacanibal.blogspot.com
Néstor Perlonger fue
sucesiva y paralelamente científico social, poeta, pensador
En los '70, por encima y detrás de estos avatares, Néstor era un militante.
Desde la Carrera de Letras había llegado al ejecutivo del Cuerpo de Delegados de
Filosofía y Letras de la UBA y, sin gastar palabras en discusiones que a veces
llevaban días enteros, Néstor estaba a cargo de una actividad: era responsable
de la autodefensa de las movilizaciones.
Molos, palos, grupos, objetivos, la Guardia de infantería y los hidrantes eran
su problema, y para resolverlo desplegaba un menú tan monótono como eficaz:
"fulano aquí, acá una pareja, en esta esquina van cuatro, las molos van allá,
estos cuidan en la peatonal que nadie se queme, en la semana hay que ir a estos
bares a ver si sirven para hacer control".
Pero sería erróneo
decir que Néstor era solo un militante. En un tiempo de sexo en blanco y negro,
Néstor era un homosexual visible, explícito, provocador.
Se vestía, hablaba y
gesticulaba, como le parecía que podía dejar más clara su elección sexual y
cuando quedaban dudas las aclaraba. Si en algún momento Maradona paseó un tapado
blanco de piel en la ilusión de que ningún símbolo de poder le quedaba chico,
Néstor se reía de la pacatería en el '70, cruzando Puente Alsina, también con un
tapado blanco, de piel sintética, a las 2 de la mañana, bancándose las puteadas
de canas, ociosos y laburantes hasta hacerse una figura cotidiana.
Mucho antes que el resto de nosotros, Néstor había percibido que en la década
del cambio la argentina conservadora guardaba un reducto casi inexpugnable: la
revolución sexual no entraba en la disputa.
A contramano de su tiempo, tampoco fue un tipo digerible en el "mundo homo", ya
que percibía los mismo tics pero en versión ridícula. "Es paradójico que para
defender nuestro espacio debamos abrazar la causa de la pareja monogámica
burguesa como forma de unión, cuando todo el mundo empieza a comprender su carga
de cinismo y repetición".
Insatisfecho con la oferta de una militancia castrada o una homosexualidad
cortesana, Néstor tendía un puente de rebeldía entre sociedad y sexo y nos
provocaba con su coherencia.
Después vendrían la fundación del Frente de Liberación Homosexual, el golpe y su
partida, la Universidad de Campinas, el SIDA y su muerte.
En el medio, poesías como aquella que, sin nombrar al Proceso, enumera todo los
quehaceres cotidianos de la gente y la ciudad para repetir en cada pausa "hay
cadáveres..."
Hemos sufrido mucho en estos largos años (y aún...) Dice Dante Panzeri que el
sufrimiento es muy grande antes de llegar al goce. ¿Pero es que, en política, se
está hablando de goce? Toda política es, también, una política de la sexualidad.
En la Argentina militar, la política del Estado se ha dirigido a evitar la
consumación –dificultar el "acto" sexual–. Así, hacer el amor ha dejado de ser
un pecado para convertirse en un milagro.
Es cierto que esa represión explícita a la sexualidad –que ha llegado a censurar
la mínima alusión erótica– se encastra en una densa tradición machista, machismo
que muestra su poder castigando a los más débiles: las mujeres, los maricas, los
niños.
Pero este machismo –moralismo que también afecta a los machos en sus andanzas
extrafamiliares– no podría tal vez tan fácilmente vencer si no contase con el
auxilio de la Policía.
La policía puede, en
la Argentina, detener a cualquier persona por un plazo que oscila entre 2 y 7
días, con la excusa de "averiguación de antecedentes". Ese expediente ha sido
usado siempre –y con mayor denuedo en los últimos años– para encarcelar,
intimidar, ofender a millares de personas.
Peor aún es la situación de los menores de 18 años, que por el solo hecho de
hallarse fuera de sus casas familiares, pueden ser internados en reformatorios,
verdaderos campos de concentración de niños.
Los llamados edictos
policiales –que no son exactamente leyes sino reglamentaciones internas de la
policía– permiten detener a cualquier persona sospechosa de prostitución,
homosexualidad, vagancia, ebriedad, etc., y recluirla sin intervención de la
Justicia, en la cárcel ¡por plazos que oscilan entre los 30 días en Buenos Aires
y los 90 en Córdoba!
Estas
reglamentaciones no tienen nada que ver con el estado de sitio que padece el
país. Los edictos policiales vigentes en Buenos Aires fueron introducidos bajo
el gobierno de Perón en 1946. Un fallo de la Corte Suprema los declara
inconstitucionales en 1957 porque no respetan el derecho de defensa. Pero eso no
impide a Frondizi aplicarlos con saña, gracias a los servicios del comisario
Margaride (jefe policial bajo las administraciones de Frondizi, Guido, Onganía,
Perón), que adoraba allanar hoteles alojamiento, detener a parejas por besarse
en los parques, organizar gigantescas razzias en subtes y cines en busca de
vagos y perversos.
El régimen actual se ha preocupado por dictar edictos policiales en los lugares
donde ellos no existían –como Mendoza y Córdoba–. El Código de Contravenciones
dictado en Córdoba en 1980, no precisa para castigar "mujeres u homosexuales",
otra prueba que...su permanencia en un lugar público. Basta sólo "frecuentar (es
decir, charlar) con un menor, para ser encarcelado por tres meses. Se impone
también la internación y cura forzosa del enfermo venéreo, extendiendo a los
sifilíticos el tratamiento reservado a los "drogadictos" y a los locos. Estos
temas sexuales nunca han tenido que ver con la política, porque la política
suele ser un deseo de poder antes que de goce. Pero miles de hombres, mujeres y
niños han sido molestados o secuestrados por la policía por no estar yendo "de
la casa al trabajo y del trabajo a casa".
Alambres de Néstor Perlongher -
El libro perdido
Claro que al que
soporta los estandartes de la normalidad le resulta más fácil "eludir los
patrulleros" que a quien no se los banca. Pero es la libertad de circulación y
comunicación, amorosa, cotidiana, lo que estas prepotencias del poder cercenan.
La llamada "normalidad" se ha encargado de mostrar suficientemente en la
Argentina lo doloroso de su fracaso. Si para mantener a los homosexuales fuera
de las calles, es preciso llamar a la policía, entonces queda evidente que esa
"normalidad" no funciona por "naturalidad" sino por el peso de las armas. Si la
llamada "normalidad" precisa de la dictadura para sobrevivir, entonces revélase
ella misma anómala (...)En este momento el lector abraza tiernamente a su
esposa: yo no tengo, gracias a Dios, nada que ver con la homosexualidad. ¿Está
usted seguro? ¿No será usted en su tibia normalidad, un cómplice complaciente de
ese reiterado escarnio? Su miedo a la sexualidad ¿no tendría que ver con la
represión moral que familias y policías inculcan desde pequeño?
Nos parece genial que cada cual haga lo que quiera con su cuerpo. Reprimir a la
homosexualidad le agrega a esa práctica erótica un encanto subversivo del que
ella, naturalmente, carece. Pero que el goce pase por la tortura, la humillación
y el secuestro, ya nos parece excesivo. "Hasta la perversión –decía el Marqués
de Sade– exige cierto orden."
Si usted acostumbra dejar su sexualidad en manos de la policía, es lógico que le
va a acabar gustando. De ser así, entonces esto "no se va a acabar".
–Derogación de los edictos policiales que reprimen la prostitución, la
homosexualidad, la vagancia, la "ebriedad y otras intoxicaciones", etc.
–Fin de la "averiguación de antecedentes".
–Abolición de la censura.
–Libre circulación para menores, putas, taxiboys, travestis, homosexuales,
hombre y mujeres en general...
Deseamos que esas demandas sean levantadas en todos los lugares: familias,
partidos, grupos, bares, calles, instituciones, medios, etc. No precisamos de la
policía para saber cómo comportarnos. Nuestra cotidianidad es un problema
nuestro. Aprovechemos el momentáneo "repliegue" del régimen para acabar también
con el autoritarismo y la prepotencia del poder.
Un beso.
["Por una política sexual" fue escrito durante la dictadura militar y
distribuido por entonces de forma anónima y en fotocopias.]
Este volumen que
recopila obras de Néstor Perlongher se inscribe rápidamente en una continuidad
de rescate y valorización que se viene produciendo desde hace aproximadamente
diez años. Como lo señala en el prólogo el crítico Adrián Cangi (quien además se
hizo cargo de la edición del libro junto a Reynaldo Jiménez), "Papeles insumisos
continúa el trabajo de investigación iniciado por Christian Ferrer y Osvaldo
Baigorria en Prosa plebeya, ensayos de Néstor Perlongher que abrió a los
lectores una diversidad de materiales perseguidos con empeño en distintas
tierras y publicados en medios siempre al borde de la desaparición, clandestinos
y de cortas tiradas, en donde Perlongher gustaba descargar su pluma". Podrían
agregarse también Lúmpenes peregrinaciones (artículos sobre Perlongher
compilados por Cangi y Paula Siganevich) y la tercera parte de Fiestas, baños y
exilios (Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli) donde se esboza una
minibiografía de Perlongher. Y por qué no agregar los Poemas completos
publicados por Seix Barral, edición prologada y al cuidado de Roberto Echavarren
que puso los seis libros de poemas al alcance de un público bastante extendido
(mucho más que la media de la poesía). Como sea, y a pesar de haber muerto en
1992, retomando la consigna convertida en título de su cuento maldito "Evita
vive", Perlongher también "vive".
La revalorización no
es sólo homenaje o ritual de amigos. Por cierto, hay zonas muy controvertidas y
discutidas de su obra y lejos está de agotarse la posibilidad de interpretarla.
Adrián Cangi, por ejemplo, lo consideraperteneciente "al archipiélago de los
pensadores libertarios porque mantiene en su obra una actitud de insumisión
política, ética y estética". También se puede pensar su poética como una puesta
en acción del programa filosófico de Deleuze y Guattari, algo bastante obvio en
su trabajo sobre la prostitución masculina (la presencia del deseo en lo social)
pero no tan obvio en una poesía que privilegió el trabajo extremo con el
lenguaje en su fijación obsesionante con el neobarroco, donde "lo social" reduce
el espesor de su resonancia. Pero quizás la clave la haya dado el propio
Perlongher cuando analizaba un poco esas tensiones que convivían en él desde el
origen, entre el plebeyo que aspira al lujo que no pudo tener en la infancia y
el príncipe que siente nostalgias del barro y sale a yirar por los bajos fondos.
"Yo tenía un espíritu plebeyo, de barrio de extramuros, que me llevaba a sentir
la poesía como algo muy bello. Mezclado con los bestial, enchastrado, embarrado,
pero lleno de brillos y de lujos, feo jamás", explica Perlongher en una
entrevista incluida en este volumen. Y concluye con una de esas intuiciones
geniales que podía disparar en el momento menos pensado (como cuando escribe en
carta a Sarita Torres su hipótesis de que la guerra de Malvinas fue porque "los
milicos no podían soportar que una parte del territorio del Estado no estuviera
sembrado de cadáveres"): "Lo poético no puede ser feo".
La poesía como lujo y derroche, y el deseo del fango social, son las dos
corrientes más visibles en Perlongher, a la vez príncipe y plebeyo, que no
necesariamente se identifican del todo con el "ensayista" (supuesto plebeyo) y
el "poeta" (supuesto príncipe). De todas formas y sin necesidad de adscribir a
esta hipótesis, Papeles insumisos ofrece una cantidad de materiales que dan
cuenta abundantemente de lo principesco y lo plebeyo en Perlongher.
La correspondencia
con su amiga Sarita Torres es de las zonas más emocionantes y ricas del volumen:
ahí está el derrotero desde su exilio en San Pablo hasta los momentos finales de
su vida, y cómo la intensidad de escritura no cedía ni un ápice en la forma
epistolar. Las Malvinas, el peronismo, Evita, el Caribe trasplantino, Lezama,
Haroldo de Campos, los "michés" y las "bichas", Guattari, el nomadismo y la
desterritorialización son algunos de los clásicos tópicos perlongherianos que
orientarán al lector que venga de lecturas previas. Además, hay que agregar la
hipótesis de la insumisión de Cangi: leer a Perlongher como a un revolucionario
de los estilos y la vida cotidiana, un militante que abre la puerta en medio del
debate y sin saber de qué va primero dice "yo me opongo", un activista que
descree de la poesía social, un homosexual que rechaza la "identidad gay".
Perlongher huía de las fijaciones y Papeles insumisos en su diversidad de
géneros y materiales heterodoxos, bien lejos está de sujetarlo. Más bien, lo
ayuda a seguir andando.
Correspondencias
Sao Paulo 3.7.82
Rainha:
(...) "Estábamos con la delicia de la Felicia Guattari. Realmente su venida fue
un gran éxito, y se formaron unas bandas de públicos nómades que peregrinaban en
pos de su fala, con todas las eclécticas gamas de lo ‘alternativo' –que van
desde un academicismo ligero a los cultores de lo ‘psi'–. Me coloqué raudamente
a la izquierda de esas bandas.
El problema pasa, en gran parte, por la cuestión del PT (Lula).
Los elogios de Guattari a Solidaridad, creo, no se detenían en la retórica
revolucionaria que, por otro lado, usó a rabiar. Se sustentaban en una
constatación: los movimientos moleculares (minoritarios) no podían seguir
girando sobre sí mismos, so pena de resolverse en la inacción y la
microgrupusculización (momento, pero sumido en un devir, de la fala guattariana.
Ahí en ese medio Guattari colocaba toda la carga de su retórica antiedípica y
ahora ‘rizomática'. Pensar en el rizoma: se opone a la representación
arborescente (en forma de árbol) que obliga a significar las cosas como con una
raíz, un tronco y unas ramas: no: el rizoma (el ejemplo botánico serían esos
tronquitos acuáticos que venden en Brasil) se desarrolla horizontalmente y
cualquier conexión puede producirse en cualquier parte, no hay eje, no hay
origen: pero el rizoma también puede endurecerse y tornarse máquina de muerte.
Yo estoy poetizando un poco la maquinilla de esa fala, pero con licencia poética
dígase que esas articulaciones falantes perforaban una ‘transversalidad': te
atravesaba de parte a parte y te movía cosas (el encanto del devenir): y no dejó
de hablar del ‘devenir femme' todo el tiempo –aquí se dice devir mujer, devir
bicha (gay).
Hubo momentos brillantes y otros más opacos. Entre los primeros, una
multitudinaria reunión en la sede de una candidata a veredeara ‘autonomista' del
PT (Katy), con las minorías. Guattari decía que las minorías debían conectarse
al PT, conservando su especificidad. El PT, sabrás, es una alianza estilo
‘conexión polaca': curas progresistas, sindicalistas influenciados por la
Iglesia, y otros autónomos sin ser libertarios, trotskystas, disidentes,
libertarios de salón, etc. Para algunos, ese pasaje ocasionaba la obsolescencia
de la pulsión molecular, la molarización del grupo: porque se burocratizaba, se
partidizaba. Y además, estaba la Iglesia de por medio. Yo di el ejemplo de una
bicha politizada que se dirige al ateo de suburbio y le dice: No, m'hijo, ahora
la Iglesia es bárbara, vamos a casarnos de blanco...Un trotskysta dijo en ese
debate que la consigna de autonomía solía encubrir los manejos paralizantes de
la Iglesia. Guattari acusó de ‘pesimista' y de ‘militante profesional' a cada
una de esas posiciones. Asoció el pesimismo a la autoculpabilización. A mí la
idea de culpa me parece muy sentimental para funcionar en ese esquema, pero en
fin, algo de razón tiene: al menos en lo que hace a la necesidad de alguna
conexión con lo ‘macro', ya que el aislamiento lleva a un narcicismo de grupo
que se distancia de lo real y de lo que pasa. Se estaba dando el ejemplo del
derruido Movimiento Homosexual paulista.
Fragmentos de ese movimiento lograron convocar, en la sede del grupo Lésbico
Feminista (peleadísimo con el Sos Mulher de la Teca, quien empero concurrió), a
una minirreunión de unas 30 personas con Guattari, donde él estuvo espléndida
hablando de su deseo de ser mujer...nos encantó. La Felicia viene muy pesada:
ella sí que se podría mandar un flor de entrismo y hacerle la cabeza a Lula, la
chica esa es muy ambiciosa, quiere llevar el esperma de Lula en un frasquito a
Francia para mostrar que se lo pasó, y se encontró con él a solas, en un hotel
del centro...se dice de mí."
[Fragmento de una carta a Sarita Torres fechada el 7/10/82]
Sao Paulo, 31.8.92
Querida Sarita:
Enorme alegría me causó tu llamado, conmovente. Preciso un poco de mimo, porque
en general me siento solo. Esta enfermedad provoca un aislamiento progresivo
porque uno no consigue acompañar el ritmo de los otros y va quedando rezagado.
En tu llamada sentí que nos habíamos del todo reencontrado, después de ese
furioso brote que padecí, que –ahora lo sé– responde al nombre de manía, y es
común entre víctimas de este inexorable mal.
La desesperanza (desesperación) desanima, estoy apático, sin ganas. Para peor
pasé a tomar dos antidepresivos que me hunden en una amodorrada somnolencia.
Recetados por un psiquiatra que entiende bastante del asunto. Me harté de la
infinita charla psicológica.
Te reseñaré mis males.
Citomegalovirus: me hizo perder la visión de un ojo y resiste al medicamento,
obligado a tres mañanas semanales de inyección endovenosa de variada estirpe.
Microbacterium: es terrible, parecida con la tuberculosis, exige tomar cinco
antibióticos, tres en ayunas y dos por las venas.
Diarrea permanente, ya no saben qué darme. No puedo apartarme un milímetro de la
pesada dieta: comí un pan integral y lo pagué con creces (feces). Es
intempestiva e imperiosa. Un absoluto escarnio.
Sarcoma: lo innombrable, no lo tratan porque la quimioterapia, siendo
inmunodepresora, temen que me bajen aun más las defensas.
Defensas: por el piso, mi t4 está ahora en 18 (lo normal es 1000).
Criptosporidium: un parásito intestinal tenaz, nada le hace mella. Importé un
carísimo medicamento americano que poco me hizo. El médico experimenta...
Neuritis: dolor en el torso, en verdad en las terminaciones nerviosas; el
antidepresivo los sosiega.¡Gracias al alto cielo, no tengo fiebre! A veces
sudores nocturnos que obligan a cambiar las sábanas (para lo cual precisaría un
acompañante nocturno).
Ulcera: en la boca del estómago. Está pasando, pero cualquier cosa más fuerte
(un bife de lomo) la reactiva. Me dopo con litros de buscapina (aquí llamada
Buscopan; cántase: "Buscopan, no me dan, buscoqueso y me dan hueso y me rompen
el pescuezo" en las farmacias).
Aquí tengo una empleada que cocina. También contraté a un asistente para ir al
Bco, al correo, a buscar cosas en disparatados lugares. Estoy tratando
ansiosamente de mudarme a un departamento más grande donde se pueda alojar a un
acompañante sin atropellos. Pero sin suerte, los departamentos se me escapan de
las manos como una agüilla triste y vaporosa. Ya van tres que pierdo, por
despótica volubilidad de los propietarios.
Hoy el médico me autorizó a viajar. Espero hacerlo en octubre. Tendré que llevar
vagones de medicamentos. Lo que más me preocupan son las aplicaciones
endovenosas, disolviendo drogas en el suero, que deben hacerse en un hospital.
Me gustaría, ya que estás en el tema, que me averiguases:
dónde se puede hacer ese tratamiento aunque sea pagando.
si se consigue el medicamento Cipro. Endovenoso.
Son frascos voluminosos que exigirían una carretilla. Preguntale a las chicas
del Coinsida. Gracias.
Pensar en que voy a quedarme con vos, me hace feliz. Te lo agradezco de alma.
Osvaldo B me llamó.
Te llamaré cuando tenga más clara la fecha del viaje que ahora se me figura
posible, concreto. Llamame que estoy con saudade extrema.
Un beso dunesco
Néstor Rosa
[Carta a Sarita Torres fechada el 31/08/92. Fuente: Radar, Página/12, 10/11/04]
"Nao creías nos mestres que le aparecen
E nem con eles o caminho queira andar
Creía somente en teu Jesús
Que ele é que tem para te dar
Meu mestre a Vós aquí eu peço
Para vos me guiar
Me guie no caminho da Santa Luz
Nao deixa nínguém me derribar
Segue sempre teu caminho
Deixa quem quiser falar
Recebe a tua Luz de Cristal
Te firma e te compõe em teu lugar
Recebe todos que chegar
Faz o que eu te mandar
Não deixa fazer o que eles querem
Espera até o dia que eu chegar"
Vibración de la luz (por momentos parece que las lamparitas del templo
estuviesen a punto de estallar), explosión multiforme de colores, cenestesia de
la música que todo lo impregna en flujos de partículas iridiscentes, que
hormiguean trazando arcos de acerado resplandor en el volumen vaporoso del aire,
un aire espeso, como cristal delicuescente. La acre regurgitación del líquido
sagrado en las vísceras - pesadas, graves, casi grávidas- convierte en un
instante el dolor en goce, en éxtasis de goce que se siente como una película de
brillo incandescente clavada en la telilla de los órganos o en el aura del alma,
purpurina centelleante unciendo, a la manera de un celofán untuoso, el cuerpo
enfebrecido de emoción.
Estamos en una ceremonia de ingestión de ayahuasca, realizada en una "iglesia"
del Santo Daime. Los participantes de la ceremonia -hombres de un lado, mujeres
del otro, ataviados austeramente: camisa blanca y pantalón azul, para los
primeros; camisa y pollera de los mismos colores para ellas; para las ceremonias
de fiesta, coincidentes con fechas religiosas u onomásticas, el uniforme es
blanco con cintas verdes y ellas lucen coronas; una estrella de seis puntas, con
un águila y una luna grabadas, orna los pechos de los fardados ("uniformados", o
sea, iniciados)- se disponen en forma de doble L en torno de una mesa donde
titilan velas y piedras transparentes en la blancura de un mantel bordado: en el
centro, yérguese imponente la Cruz de Carayaca (la de dos maderos horizontales,
simbolizando la segunda venida de Cristo a la Tierra).
A los rezos, de inspiración cristiana con aportes espiritistas y esotéricos,
sigue la distribución de la ayahuasca, la bebida sagrada preparada a partir de
una complicada maceración de cierta liana amazónica, el yagube. (Banisteriopsis
caapi), en mixtura con la chacrona o rainha (Psychotria viridis), un arbusto
tropical, hecha en un alto clima ritual. Mezclada a veces con otros elementos
vegetales -tal el poderoso toe; la temible datura o hierba del diablo (2) - y
objeto de una variedad de denominaciones (en el Santo Daime ella es llamada
simplemente Daime) y usos rituales según los grupos que la toman, la bebida, ya
era adorada por los incas que le dieron el nombre de ayahuasca (literalmente,
vino de las almas o vino de los muertos, ya que a su influjo invócaselos).
Schultes y Hoffman,
importantes estudiosos del asunto, destacan el carácter mágico del yagé: "Al
noroeste de América del Sud, existe una planta mágica de la cual los indios
piensan que libera el alma del cuerpo, ella puede entonces errar libremente, sin
trabas y retomar su envoltura carnal cuando así lo desea. Esa planta emancipa a
su posesor de la sumisión a lo cotidiano y lo introduce en los reinos
maravillosos que los indios consideran la única realidad." (3) Considerado
sagrado y venerado como tal, el potente brebaje, capaz de producir visiones
celestes y desplazamientos cósmicos, es de uso inmemorial entre los pueblos de
la Amazonia Occidental, en territorios hoy pertenecientes a Brasil, Perú,
Colombia, Ecuador, Bolivia. Llama la atención la expansión del consumo ritual de
ayahuasca primero a las áreas rurales y suburbanas de población mestiza (proceso
verificado sobre todo en el Perú (4) y actualmente al corazón de las grandes
ciudades brasileñas. Este pasaje de uso tribal a un uso urbano se realiza, en el
Brasil, a través de dos nuevas (aun cuando no incipientes) formaciones
religiosas: la Uniao do Vegetal y el Santo Daime.
Nuevas en el sentido de Marión Aubrée: "productos autóctonos de mezclas
innovadoras" (5), ambas religiones conservan lo esencial de la práctica
indígena: la preparación e ingestión de la bebida sagrada, acompañada, en el
caso del Santo Daime, de un ritual rítmico-musical. La importancia del canto
entre los consumidores tradicionales es impresionante: entre los Mai-Huna de la
Amazonia Peruana, por ejemplo, resulta inconcebible tomar yagé y permanecer
mudo. (6)
El antropólogo Jean-Pierre Chaumeil, investigando entre los Yagua del Nordeste
Peruano, atribuye la extensión de los usos chamánicos de la ayahuasca entre las
poblaciones mestizas a que "el carácter no dogmático e integrador del
chamanismo facilita la incorporación progresiva de nuevos modelos (...) en los
cuadros conceptuales tradicionales". Por no ser hostil a los cambios, "el
chamanismo se presenta como un sistema en perpetua adaptación con la realidad
vivida." (7) Se explica así la combinación entre las prácticas chamánicas,
generalmente con fines de cura, y un corpus religioso fuertemente impregnado de
catolicismo, fruto de varios siglos de prédica misionaria. En las ceremonias
clásicas el curandero bebe la bebida junto con el paciente y ve el mal que le
afecta y sus causas mágicas o espirituales (8). Marlene Dobkin registra en
Iquitos ritos similares durante los cuales la ayahuasca es tomada como "filtro
de amor" para protegerse de abandonos y traiciones (9). Por su parte, los indios
del valle del Sibundoy recorren los centros urbanos de Colombia, Venezuela y
Panamá realizando rituales curativos y adivinatorios con base en el yagé, a
veces mezclado con datura 10; llevan así, al decir de Taussig, "el poder mágico
de un sitio al otro del país" (11).
Normalmente el uso colectivo de "alucinógenos" (la pertinencia del término será
rediscutida) es considerado característico de las sociedades primitivas y en
ellas exilado. Guattari, reconociendo que "la droga ha jugado un rol fundamental
en todas las sociedades, en todas las áreas culturales y religiosas", distingue
entre "la droga solitaria del capitalismo" y "el modo colectivo, que era, por
ejemplo, el del chamanismo" (12). Lo interesante del Santo Daime es que se trata
de una ritualización religiosa moderna de un uso de plantas de poder tenido por
primitivo y tradicional. Al irrumpir en las modernas sociedades urbanas, el
Santo Daime rasgaría, con la firmeza de la fe divina, el sórdido circuito de la
droga. Al mismo tiempo, esta experiencia contemporánea parece iluminar un
elemento extático presente, aun que borrado, en la cultura de la droga.
Si para William Burroughs -cuya experiencia con el yagé no fue precisamente
tranquila- ninguna religión podría ser construida sobre los opiáceos (13),
contraria mente todo en los llamados alucinógenos parece predisponer al trance
sobrenatural. "La experiencia alucinógena -advierte Martine Xiberras (14)- se
encuentra en efecto muy cercana a una experimentación mística del mundo." La
experiencia psicodélica sería realmente "antirreligiosa": son las sustancias que
la inducen, según Furst (15), "fundadoras de toda revelación y por consecuencia,
de las religiones", encontrándose "en la fuente de la vida mística, en la raíz
de la práctica religiosa y en el origen del arte".
El propio Timothy Leary, profeta del LSD, reconoce y trata de explorar ese lado
religioso. Pero ¿cómo constituir una religión a partir del hedonismo
individualista? ¿Qué hacer con casos como el de Lisa Lieberman, "sacerdote
boo-boo neomarxista", que se proclama diosa de la transgresión obscena,
emergiendo desnuda en moto en los piringundines del pseudoculto (16)?
Leary menciona la religión india del peyote, también con fuertes componentes
cristianos, pero no parece conocerla o comprenderla. Hay notorias analogías con
el Santo Daime (especialmente en lo que respecta a la combinación de usos
indígenas y fragmentos de doctrinas cristianas, como con relación a la relativa
juventud de ambos cultos: la Iglesia Nativa Americana recién se constituye a
fines del Siglo XIX) y una severa diferencia: mientras que la Iglesia Nativa
Americana sería, según Lanternari (17), básicamente defensiva -instrumento de
defensa de la cultura indígena-, el Santo Daime no sería "defensivo" sino
"ofensivo", ya que no se trata meramente de una reivindicación de la cultura
tradicional, sino de la creación de una nueva cultura, en un mesianismo
irredentista presente tanto en el discurso (a veces con algo de militar (18)) de
expansión y extensión (aunque no haya en verdad prácticas de predicación
pública) como en la fundación de aldeas en cumplimiento de un programa de
construcción terrenal del paraíso de connotaciones místicas y utópicas. Baste
mencionar la configuración de Império (se trata del Império Juramidam) que asume
el culto (19).
La religión del Santo Daime (literalmente, San Dadme: el nombre proviene de
invocaciones construidas a partir del verbo dar, del tipo dadme - daime en
portugués- paz, daime amor...) surge en la década del 30 en el estratégico
estado brasileño del Acre -un triángulo tendido en la frontera del Brasil con
Bolivia y Perú, que a principios del siglo se "independizó" de las autoridades
de La Paz para adherir a las de Río de Janeiro.
Los orígenes de esta nueva religión, que conoce hoy en día una minoritaria
aunque barullenta expansión entre las capas medias de las grandes ciudades
brasileñas, se sitúan en el encuentro de masas desterritorializadas de migrantes
(20) provenientes del miserable nordeste brasileño, que se lanzan a la
conquista del caucho imbuidas de un ecléctico catolicismo popular (en verdad, un
culto de los santos (21)), y chamanes (hechiceros) indígenas que usaban la
ayahuasca con fines de cura o celebración. Según el relato fundante, Raimundo
Irineu Serra, negro del maranhão -región de fuerte incidencia espiritual
afrobrasileña-, tomando la bebida con el peruano Crescencio Pizango, quien la
había heredado de los incas, recibe la anunciación de Nuestra Señora de la
Concepción, Reina de la Floresta -pero que es también Iemanjá y Oxum,
divinidades acuáticas africanas, y todas las formas de la Divina Madre-, que le
revela la doctrina (22) y le ordena difundirla y realizarla (23) a la manera de
un soldado de Dios. En la cima de un complejo, rico y proliferante Olimpo nativo
-que se permite incluir, al lado de la Virgen María, a Buda, Krishna y hasta
Mahoma- se alza el Maestro Juramidam, suprema divinidad forestal (24); el
sincretismo tiene más de simultaneidad que de jerarquía rígida.
En concreto el ritual toma la forma de una fiesta colectiva, con matices de
comunión dionisíaca, pero manteniendo un formalismo riguroso y estético.
La ceremonia suele prolongarse la noche entera, hasta las primeras luces del
alba o más. Durante todo ese tiempo los adeptos cantan, acompañados con música
de guitarras escandidas por enérgicas maracas y endulzados por acordeones,
flautas, violines, lo más parecido a un coro celestial, himnarios, o sea, poemas
rimados de contenido místico "recibidos", gracias a la inspiración divina, por
los protagonistas de este raro ritual, que danzan sincronizadamente el
"bailado": un vaivén monótono, mecido a cantos hipnóticos, de vaga resonancia
indígena, el que parece contribuir a una mejor distribución en el cuerpo del
líquido, cuyo poder emético y purgante puede llegar a manifestarse, no es
infrecuente, violentamente. También cantar, por el movimiento del aire que
implica, es común a todas las tribus que toman ayahuasca.
"A través de ese movimiento rítmico -escribe Vera Froes (25) en uno de los raros
libros sobre el tema-, se desencadena una fuerte corriente espiritual entre las
personas". Las miraciones o marcaciones -visiones celestes, vibraciones
intensas, una especie de "alucinación" (en gran medida constelaciones
combinatorias de fosfenos) que, guiada, no es sin embargo desvarío ni error-
producidas por el efecto de la ayahuasca en el cuerpo, son, por decirlo así,
escandidas por la música y la danza, configurando una singular experiencia de
éxtasis.
Trátase de una verdadera doctrina musical, compuesta por "himnos numinosos" (26)
recibidos (suerte de deriva poética de cierto trance glosolálico, oracular o
mántico) por los adeptos gracias a la inspiración divina, que funcionan como
explicación y guía de la experiencia inducida por el brebaje acíbar:
intransferibles, inefables viajes del alma. Alex Polari, ex-guerrillero y uno de
los actuales padrinhos del culto (comanda la iglesia de Visconde de Mauá, en las
montañas de Río de Janeiro), ve un Lago de Energía: "En algunos momentos la
superficie del lago encontraba una placidez traslúcida. Una luz iridiscente todo
lo filtraba y de ella se plasmaban otras formas y comprensiones de aquello que
ocurría allí, en aquel momento. Luego, alguna energía era lanzada a la
superficie del lago y recomenzaban los círculos concéntricos. En ese movimiento
de líneas y círculos, que se dibujaba como en arabescos ante mis ojos, yo creía
ver todos los secretos del ciclo ininterrumpido de la creación y destrucción de
todos los Universos ya existentes. Durante ese período, yo experimentaba la
Fuerza. Mi cuerpo pulsaba, ora desordenadamente, ora serenamente, acompañando la
pulsación de la corriente" (27).
Es precisamente la afluencia de jóvenes nómades, hijos de la gran
desterritorialización del hippismo setentesco, la que incorpora elementos
orientales y esotéricos (28) al panteón místico, ya poblado por entidades
indígenas, africanas y cristiana. Este feliz encuentro entre los campesinos
ayahuasqueros y los peregrinos del "circo" envueltos en la onda de "retorno a
la tierra", tiene lugar en la Colonia Cinco Mil (así llamada por estar compuesta
de lotes evaluados en cinco mil cruzeiros cada uno), fundada por el nuevo
caudillo del culto, el Padrino Sebastián Mota y Melo, quien, después de la
muerte en 1971 del fundador Irineu, hubo a raíz de disputas sucesorias, de
retirarse con su gente de la colonia por éste establecida originalmente en Alto
Santo, también en las inmediaciones de Río Branco, capital del Acre. Cierto
nomadismo de impulsión mesiánica empujaría, más cercanamente a los seguidores
del Padrino Sebastián a trasladarse al interior de la floresta fundando la aldea
de Céu de Mapiá, a dos días de canoa de Boca do Acre, Estado de Amazonas; sin
haber abandonado la Colonia Cinco Mil -que sin embargo perdió importancia-,
ellos están actualmente abocados, nucleados ya en torno al hijo y sucesor de
Sebastián, el padrino Alfredo Mota, a la colonización de una vasta área próxima
al río Purus, cedida por el gobierno brasileño (29).
Justamente este sector del Santo Daime (son varios subgrupos: seguidores
originales del mestre Irineu continúan agrupándose en la colonia de Alto Santo,
habiendo aún otras ramas del culto, más o menos umbandizadas), es el que
desencadena, a partir de la década del 80, un proceso de crecimiento urbano, con
la fundación de iglesias en las áreas urbana y rural de Río de Janeiro,
extendidas ahora a San Pablo; Belo Horizonte, Florianópolis, Brasilia, Porto
Velho y otros puntos menores, comunidades en Nova Friburgo (RJ) y Airiouca (MG),
entre otras.
Esta limitada expansión (que, presúmese, nunca dejará de ser minoritaria ya que
el Santo Daime es algo demasiado fuerte para cualquier persona) había sido más
secretamente, precedida por la de otra importante religión de la ayahuasca en el
Brasil: la União do Vegetal, originaria también del encuentro fructífero entre
campesinos e indios de la región de Rondonia, que, bastante más cerrada y de
ingreso más selectivo, practica un ritual diferente -más esotérico y menos
danzarín- de ingestión de la bebida sagrada, aquí denominada Vegetal.
Los diferentes centros del Santo Daime asumen en su denominación oficial -
Centro Ecléctico de Fluyente Luz Universal- la vocación fusionad, el
eclecticismo como religión. La doctrina se define como Eclecticismo Evolutivo,
"varias corrientes religiosas que se interpenetran teniendo como punto de
partida el cristianismo" (30). Hay una proximidad bastante grande con la
Umbanda, una mezcla de elementos africanos y católicos (31). Esos elementos no
tienen necesariamente una relación de sustitución, sino que impera una
simultaneidad total: un santo católico puede ser al mismo tiempo una entidad
africana, configurando una especie de negación del principio de identidad.
Alex Polari habla de tres fuentes principales, además de las influencias
afrobrasileñas: el oriente, con sus métodos de meditación capaces de anular el
ego; la doctrina cristiana, especialmente en su tradición más esotérica; el
culto sacramental de los vegetales, propio del nuevo continente.
Muchos de los adeptos pasaron, antes de ingresar al Santo Daime, por
experiencias espiritistas, esotéricas, budistas. Esa multiplicidad es por entero
aceptada: "A nosotros no nos importa si uno cree en el karma, en la resurrección
o en la reencarnación, si viene del espiritismo, de la umbanda o del budismo.
Importa sólo realizar nuestro trabajo, cantar nuestros himnos de loor a Dios y a
la Naturaleza, saber vivir juntos y repartir el pan dentro de valores cristianos
auténticos y por nosotros asumidos en nuestra práctica diaria". (32)
Esa asombrosa plasticidad denota la característica de una religión en
movimiento, parangonable al culto de María Lionza en Venezuela, que también
mezcla elementos del más heterogéneo origen, llegando a incluir en la adoración
al Presidente Kennedy: su suprema sacerdotisa dice que ni ella sabe hacia donde
va la religión (33). Este procedimiento es en todo análogo al dispositivo de la
umbanda, ahora creciendo sorprendentemente en Buenos Aires (34); esa especie de
antropofagia espiritual aparece también en otros cultos recientes, como el de la
Tía Neiva, decididamente barroco, y el de Yokaanan (Fraternidad Ecléctica
Espiritual Universal, "mezcla de catolicismo, espiritismo y umbanda sobre 1540
Kwz" (35), ambos con sede en Brasilia).
Clic para ampliar
El hecho de que no haya una doctrina escrita, sino que ella se derive de los
contenidos de los himnos recibidos por los acólitos favorece dicha plasticidad
proliferante -que parece no tener límites: en la iglesia de San Pablo se cruzan
adeptos provenientes de la Gnosis- cierta escuela esotérica-, gente del
candomblé, practicantes de chamanismo, adoradores de Saint Germain y hasta
discípulos de Wilhelm Reich (!) en un indiscernible patois (o paté) espiritual,
con dudosos efectos de banalización próximos a los de un santón de playa
carioca. Hasta libros sobre el tema, como el de Gregorim (ya citado), se
integran en esa melaza espiritual de límites y formas difusas. Pero esto no
sería necesariamente un defecto de religión, sino que podría incluso ser una
virtud, esta abundancia y experimentación (casi ginástica, empero...) de códigos
religiosos diversos y superpuestos entre sí, en una yuxtaposición indefinible
próxima al supermercado de cultos afrocubanos que Fichte descubre (y defiende en
la riqueza de su mescolanza) en Miami (36). Habría, por añadidura, una fuerte
base panteísta, de adoración de la naturaleza, presente en himnos que exaltan,
entre otros elementos, el sol, la luna y la estrella, realizando lo que
Maffesoli denomina "reinvestimiento del inmanentismo" (37), que funciona además
como alimentador de los vínculos de socialidad, donde se podría intuir un
recuerdo histórico del extinto culto panteísta" aparecido en el Nordeste
Brasileño en la década de 1930 y perseguido por las autoridades, habiendo
llamativas semejanzas icónicas e imagéticas con el Santo Daime (38). Se
trataría, a decir verdad, de una suerte de licuefacción de los códigos
religiosos, que serían pasados, ya que no por agua, por ayahuasca. Esa cualidad
líquida, en todos los sentidos, del Daime se manifiesta en el nombre adoptado
por la iglesia de San Pablo: Flor das Aguas.
Además de los bailados, hay trabajos especiales de cura, donde los participantes
cantan sentados, sin bailar, ciertos himnos seleccionados, con la presencia del
enfermo y un círculo selecto de fardados (o sea, iniciados que han asumido el
uniforme y la estrella del culto, que han entrado en la doctrina). El daimista
Chico Corrente, de la Colonia Cinco Mil, habla del trabajo de cura: "Son nueve
personas que hacen las curas. Se le da Daime al enfermo, se rezan nueve
oraciones, concéntrase, cada uno buscando para sí lo que precisa para sí mismo
de bueno, pidiendo que los espíritus curanderos fluidifiquen aquel trabajo,
hagan operaciones, consultas... Los videntes ven la llegada de los espíritus. A
través de la bebida que el grupo bebió, se va llegando a un punto en que una
fuerza espiritual va trayendo las energías del bien y apartando las del mal.
Cuanto más concentración en Dios, más fuerza en el corazón del paciente" (39).
En los trabajos de cura -que suelen ser asimismo más cortos-, se ve mejor cierta
ambivalencia esencial del padrinho, que dirige el trabajo, entre sacerdote, y
chamán - el primero asimilado a las sociedades de estado, el segundo a las
sociedades tribales (40). Discutiendo el asunto, Clodomir Monteiro asocia el
"vuelo extático chamanístico" presente en el Santo Daime y cultos vecinos (lo
que él denomina Sistema de Juramidam, siendo Jura, Dios, y Midam, Hijo), a las
"manifestaciones de incorporación mediúmnica típicamente afro-brasileña",
propiciando la convergencia entre el indio, el blanco y el negro en un "nuevo
tipo de chamanismo" (41). Fernando de la Roque Couto, por su parte, prefiere la
hipótesis de un "chamanismo colectivo" (42).
Algo se nota de racial andino, además, en la demanda de imperturbabilidad facial
presente en las ceremonias, vigente incluso cuando las incorporaciones de
entidades, tan diferente de la contorsión exasperada propia del trance
afrobrasileño. Cabe formular, a la manera de una hipótesis, si no habría en el
Santo Daime un fondo chamánico "recubierto" por una forma religiosa.
Fuerza y Forma
Toda una disposición poética y barroca se monta para ritualizar la toma
colectiva de la bebida sagrada. Se trata de dar forma (apolínea, estética, de
ahí que pueda ser barroca) a la fuerza extática que se suscita y se despierta,
impidiendo que se disipe en vanas fantasmagorías, o, lo que es peor, que - como
suele suceder en el uso desritualizado occidental de drogas pesadas- se vuelva
contra sí, arrastrando al sujeto en una vorágine de destrucción y
autodestrucción.
Tomamos de los grandes místicos cristianos la distinción entre experiencia y
doctrina. Para San Juan de la Cruz, la experiencia designa -escribe Baruzi (43)
"el hecho de haber experimentado en sí mismo ciertos estados"- sin vacilación
asimilables a los "estados modificados de conciencia" de que habla Lapassade
(44). Sin embargo, prosigue Baruzi, "la experiencia, indispensable para quien
quiere sentir la vida mística, no nos será suficiente para describirla". La
experiencia, por sí sola, permite sentir, pero no comprender; para comprender,
hace falta la doctrina. En la medida en que la experiencia remite a una
contemplación cósmica, parecería que ella fuese más allá de la doctrina; al
mismo tiempo, la doctrina adquiere un cariz nuevo cuando se vislumbra la
experiencia sobre la que se basa. "Más allá de la construcción doctrinal, el
ritmo de la experiencia vivida"; así, entre los místicos del éxtasis poético,
condensa Baruzi (45) , "la experiencia se traduce inmediatamente en un canto".
En el caso del Santo Daime, la creencia no es apenas un a priori ideológico,
sino que se basa en la experiencia de la divinidad, vivenciada a partir de la
visión propiciada por la ayahuasca. Por otro lado, la doctrina contenida en los
himnos - que exalta básicamente valores cristianos, como disciplina,
humillación, perdón, exaltación de la fe y la fuerza divinal, etc.- funcionaría
como una manera de dar forma a la experiencia y evitar que ella se desmelene en
la insensatez acaso pavorosa del puro mambo personal.
Útil para pensar el Santo Daime, la díada experiencia/doctrina puede analogarse,
en su funcionamiento, a la distinción entre plano de los cuerpos y plano de la
expresión (46) , formulada por Deleuze y Guattari (47) a partir de Hjemslev. Por
un lado, en el plano de los cuerpos todo lo que tiene que ver con los efectos
puramente "físicos", corporales, inclusive visuales, de la bebida; por otro
lado, los himnos, los rituales, todo lo que tiene que ver con el plano de
expresión. Resumidamente, en la religión del Santo Daime, habría un plano que
tendría que ver con la experiencia del cuerpo, en el cuerpo, con el cuerpo (48),
en ese sentido dionisíaca. Al mismo tiempo, el Santo Daime dispondría de su
propio plano de expresión autónomo, la Doctrina de Juramidam (49) .
Si bien esta capacidad de producir un discurso autónomo eficaz puede ser común a
otras formaciones religiosas, en el caso del Santo Daime hay una singularidad,
menos común, que es el hecho de sustentarse el culto en la delectación de un
líquido psicoactivo. Eso posibilita una comparación, en este caso no con otras
religiones, sino con otros usos desreglados de sustancias vulgarmente
denominadas drogas (habiendo sido la justeza de esa denominación puesta ya en
tela de juicio). En la medida en que estas experiencias "salvajes" -o en el
último de los casos provistas de un ritual que, alejado de la dimensión de lo
sagrado, se revela ineficaz para "contener" al sujeto en viaje, que se desmelena
y corre el riesgo de entrar en una vorágine de destrucción y autodestrucción
-son incapaces de construir un plano de expresión propio, caen en dicho caos
trágico. Estos éxtasis descendentes, "destructores" del cuerpo físico
(destructores de los órganos, para ser más estrictos; o sea, indicios de
generación de un cuerpo sin órganos que se queda en la destrucción de los
órganos (50)), son como una especie de satori de zanjón que destruyen al cuerpo,
en cierto terrible modo, sí, pero no dejan de ser una exaltación desquiciada del
cuerpo personal, del cuerpo como cuerpo del yo (51). No es que pierdan su
condición de agenciamiento colectivo -como se nota en películas como Sid & Nancy
y Drugstore Cowboy-, un flujo maquínico que une y ata los cuerpos en la
intensidad exacerbada de la sensación compartida; una experiencia esencialmente
corporal, de cuerpo grupalizado o colectivizado, pero que paradójicamente
encierra a cada uno en el infierno de su propia dependencia solitaria; en el
límite extremo del nihilismo, alzan la bandera en harapos de un yo en ruinas,
pero resisten (o son incapaces de verla) a la colectivización en lo sagrado.
Así, en la medida en que no articulan el balbuceo de sus marginalidades en una
forma eficiente, se les deforma la experiencia, se les endurece o se les enfría
el alma, y son fácilmente recuperados, enclaustrados y psiquiatrizados, por los
aparatos de poder de la policía y de la medicina. En una palabra, son víctimas
fáciles de las máquinas sociales de disciplinamiento, por mecanismos que parecen
tomar la forma de un dispositivo análogo en su funcionamiento al dispositivo de
sexualidad enunciado por Foucault, que también produce efectos de proliferación
bajo la forma de una locuaz interdicción. No hay un efecto puramente clínico de
la sustancia en sí, sino que ese efecto resulta inseparable de cierto plano de
expresión, el que -según Deleuze y Guattari- no representa ni refleja (tampoco
significa) el plano de los cuerpos, sino que interviene dándole órdenes al
cuerpo (existiría entre ambos planos una relación de presuposición recíproca:
uno no determina al otro, sino que ambos funcionan presuponiéndose, pero
manteniendo una autonomía relativa).
Puede postularse, a partir del esquema fuerza/forma, cierto instrumental teórico
de abordaje útil para pensar el Santo Daime. Ese abordaje se diferencia, en
principio, de la noción de control (control ritual del uso de sustancias
psicoactivas (52)), que aparece como demasiado "exterior", y también de cierta
hipótesis del imaginario, que corre el riesgo de crear una especie de colchón,
cuando, podría postular, todo es real (o aun surreal): nada más real que el
éxtasis...
¿Cómo funciona el esquema fuerza/forma? Referirse a la tensión entre el plano de
los cuerpos y el plano de la expresión ha sido una manera de introducir el
asunto. Resulta difícil, sino gratuito, intentar explicar qué es la fuerza. Si
deseamos captar la vivencia emocional, estaríamos entre el encuentro de fuerzas
nietzscheano y el axé del candomblé, inclusive más cerca del segundo en el caso
del Santo Daime (53).
Situándonos, en el campo antropológico, en la conocida crítica de Lévi-Strauss a
Mauss (54), nos acercamos a la noción de hau (fuerza vital) tomada de los
polinesios por el segundo, a quien el primero acusa de tener una visión nativa,
y sustituye por consecuencia el mencionado hau por una ecuación lingüística.
Aquí nos reencontramos con la díada dionisíaco/apolíneo explorada por Nietzsche.
Sin embargo, no cabe recuperar esa noción nietzscheana en un sentido literal,
sino en un sentido extenso -del tipo de uso que hace Maffesoli en La Sombra de
Dionisio (55) . Hablamos de dionisíaco en el sentido de que es una experiencia
que afecta directamente al cuerpo, pasa en y por el cuerpo; al tocar, para
decirlo en términos de Mircea Eliade, el plano de la experiencia sensible, carga
de significación religiosa la actividad sensorial (56). En ese sentido, tiene
lugar una fusión concreta en el plano de los cuerpos, de las vibraciones
sensibles, relegando la intervención supuestamente fundante de la conciencia
egocentrada. Parece, más bien, que la conciencia antes que determinar a priori
el sentido y la dirección de las fuerzas extáticas, viniese a posteriori a
darles forma.
No es pues un dionisíaco en el sentido de carnaval pagano, ni de desmesura
voluptuosa. Si alguna analogía entre la experiencia del Santo Daime y la que
Nietzsche denomina dionisíaca puede trazarse, además de su carácter forestal (el
Santo Daime adora a Nuestra Señora de la Concepción, Reina de la Floresta), ella
pasa por la ruptura con el principio de individuación y la fusión de las
individualidades en un sentimiento místico de unidad con el cosmos, con la
naturaleza, con los otros hombres, que caracteriza, en lugar de la
autoconciencia individualista, el éxtasis colectivo.
Ese limitado carácter dionisíaco de la experiencia estaría dado, entonces, por
la disolución de la individualidad. Recordemos los planteos de Bataille (57).
Para él, habría una continuidad esencial entre los hombres que la
individualización propia de la humanización civilizatoria cortaría, instaurando
una discontinuidad -cada uno cerrado sobre sí en su mónada egoica- que no
llegaría a abolir, sin embargo, el impulso dirigido hacia la continuidad
primera. Las formas de "restaurar" dicha continuidad serían básicamente tres: el
erotismo (o sea, la dilución de la individualidad en la fusión de la orgía o de
la pasión, siendo esta última la que Bataille denomina "erotismo de los
corazones", sentimental y más firme que el "erotismo de los cuerpos", que es
pasajero y restituye acendrado el egoísmo), la muerte (fin de la individualidad
por extinción física) y lo sagrado, que implicaría una fusión mística que
disuelve, también, el sujeto individual en el cuerpo divino o en el panteón de
las entidades.
Esa desestructuración del frenesí dionisíaco arrastraría la identidad individual
en la "nebulosa afectual" (58) de los cuerpos (y, por qué no, de las almas) en
amalgama. Empero, ese fervor dionisíaco, en la medida en que librado a sí mismo
es - dice Machado (59)- un "veneno" que conduce a la pura destrucción,
precisaría de la armonía del elemento apolíneo que le diese una forma, para
poder mantener la lucidez en medio del torbellino.
Córrese el riesgo, empero, de que esa forma doblegue y reprima (tal como sucede
en la cultura occidental racionalista, hecha para expulsar y sofocar a Dionisio)
a la fuerza suscitada del éxtasis. Pero ello envolvería otra discusión, que
remitiría a pensar en qué medida en el Santo Daime y en otras sectas religiosas
(como la vecina Unión del Vegetal, analizada por el antropólogo Anthony Henman
(60)) campearía una condición de formación autoritaria, pasible de transformar,
al menos en ciertas situaciones, la forma en dogma. La cuestión no es fácil de
zanjar, pues, por otro lado, también podría argüirse que la observancia fiel de
los preceptos sería capaz de permitir un vuelo más alto y perfecto por los
paraísos de la visión y de la revelación. El ritual actuaría en ese caso, en las
palabras de Walter Dias Júnior (61), como una "potencialización del éxtasis".
Más que agotar estos complejos asuntos, veamos cómo las religiones de la
ayahuasca -completamente legales en el Brasil, aún cuando dicha adquirida
legalidad no esté ni haya estado exenta de amenazas prohibicionistas- muestran
la posibilidad de un uso ritualmente organizado de sustancias psicoactivas
vulgarmente denominadas drogas. El caso del Santo Daime está lejos de ser el
único en el mundo. El término "entéogenos" (literalmente, Dios dentro de
nosotros), propuesto por el investigador Gordon Wason, que descubrió los hongos
alucinógenos en México y los tomó con la chamana María Sabina, al apartar la
carga negativa arrastrada por el término alucinógenos -puesto que no se trata en
verdad de alucinación en un sentido conceptual, aún cuando en un sentido físico
se dan visualizaciones similares por constelación de fosfenos- resulta más
pertinente para denominar estas sustancias capaces de propiciar un éxtasis. El
éxtasis -la palabra quiere decir textualmente "salir de sí"- no es una
experiencia frívola, sino algo que arrastra el sujeto hasta las más recónditas
profundidades del ser y lo hace sentir en presencia de una fuerza superior y
cósmica, cuya acción experimenta corporal y mentalmente, en un estado de trance
que conlleva el pasaje a otro nivel de conciencia, segundo, superior o alterado.
De ahí que en vez de un éxtasis descendente, lo que llamamos un "satori de
zanjón", donde suelen precipitarse los adeptos de las drogas pesadas,
experimentaciones como la del Santo Daime y la Unión del Vegetal en el Brasil,
el culto del cactus San Pedro en Perú, la iglesia del peyote entre los indígenas
norteamericanos, propicien un éxtasis ascendente, transformando la energía de la
sustancia psicoactiva en un trampolín cósmico, ritualizado de manera a guiar y
"controlar" (como diría Edward Mac Rae) el viaje. Por otra parte, estos usos
contemporáneos y absolutamente modernos de la ayahuasca develan de paso, a
contraluz, la búsqueda de éxtasis contenida en principio en la experimentación
de masas de las llamadas drogas, por más que el uso de éstas en un sentido
abisal se muestre desgraciado. En resumen, cultos como los del Santo Daime abren
en escorzo otra perspectiva para enfrentar la insensata guerra de la droga que
ahora nos envuelve, teniendo en cuenta asimismo que hay toda una utilización
terapéutica de la ayahuasca, particularmente eficaz en caso de adicciones,
alcoholismo y enfermedades psicosomáticas en general, habiéndose inclusive
registrado casos de curas de males más graves. ...
Pero el Santo Daime no muestra apenas la fuerza del éxtasis: configura también
una verdadera poética. Autodefiniéndose como una "asociación espíritu-musical",
los acólitos del Daime dan una gran importancia a la parte estética de la
socialidad. Esa poética es en última instancia barroca: elementos de un
barroquismo popular se encuentran abundantemente en los poemas musitados que son
los himnos, siempre impregnados de la deliciosa ambigüedad propia de la
expresión poética; ellos aspiran, en su incesante proliferación, a "cantar el
mundo" - o a invadir todo el mundo con su canto. Cabe destacar que esta relación
entre uso de entéogenos y producción de una poética oracular y hermética es
común, no sólo a otros usos de la ayahuasca (62) , sino a rituales referidos a
otras sustancias, como es el caso de los hongos mexicanos estudiados
poéticamente por Munn (63) .
Como otra manifestación de barroquismo, los elementos simbólicos tienden a
multiplicarse, sobre todo en las iglesias más prósperas del sur del Brasil,
haciendo recordar la proliferación de objetos de culto en las mesas de la
religión del San Pedro (64) , donde más de noventa elementos, cada uno dotado de
un sentido ritual, se acumulan. Cabria tal vez leer, en esa abundancia, un
''exceso" simbólico.
También se manifestaría cierta pulsión barroca en la avidez sincrética (sería
más pertinente llamarla, como los propios cultores lo hacen ecléctica (65 ) con
que el Santo- Daime se precipita sobre los cultos vecinos, se mezcla y se alía
con ellos, guiado por una convicción: al fin y al cabo, las divinidades serán
vistas literalmente en el ritual de la miración.
Es interesante observar, además, a título de hipótesis experimental, cierta
graduación en la experiencia visionaria, observada también por estudiosos del
LSD (66) . Estas fases no se verifican necesariamente, menos aún en ese orden,
pero podría condensárselas así: primero, una fase que llamaría "psicoanalítica",
con emergencia de recuerdos o, mejor, "películas" de vida, donde escenas pasadas
desfilan vertiginosamente. Después, suele sobrevenir una fase de visiones
abstractas, líneas de puntos, curvas, campos de flores, extrañas geometrías que
denotan la tendencia del fosfeno a transformarse en algo más: iridiscencia de
los puntos de luz, líneas brillantes de fuerza. A veces, entre un momento y
otro, puede sentirse cierto malestar físico, un dolor que se transforma, si se
lo consigue sobrellevar, en éxtasis. El éxtasis, en esta tercera fase, puede
manifestarse con la visión del aura de las demás personas, intensidad extrema de
la luz, fenómenos de telepatía, sensaciones de viaje astral y de salida del
cuerpo, tan múltiples como inefables. Una fase superior estaría dada por
visiones figurales, asimiladas a los santos, los dioses, las diversas
divinidades supremas que animan el panteón del Santo Daime. Por eso se habla de
una experiencia vivencial de lo sagrado. Cabe destacar, sin embargo, que esas
condensaciones figurales parecen constituirse a partir de los puntos y las
líneas de luz, a la manera de una resultante lumínica, como bien lo muestran las
pinturas visionarias del ayahuasquero Pablo Amaringo, de Iquitos, lugar donde
los rituales de la ayahuasca o yagé- otro de los nombres de la espesa poción-
son dirigidos por curanderos locales. Volviendo a la dinámica de las
figuraciones en la miración, el mito, sería antes un punto de llegada que un
punto de partida. En resumen, el viaje del Santo Daime condensa y reúne todo
tipo de estados de transconciencia; incluso la diferenciación clásica entre
religiones de posesión y viajes chamánicos se ve cuestionada o diluida, en la
riqueza y variedad de la experimentación.
El Daime es ascético. La sexualidad es vista como un óbice para la ascensión al
plano del astral (67) , siendo la castidad -como observa Mircea Eliade (68)
entre los primitivos- concebida como una "economía de fuerzas espirituales",
destinada a una "conservación de la energía sagrada". Ello no impide que algunos
acuerdos poligámicos tengan lugar. Cierta tensión entre el ascetismo de la
religión y el dionisismo de la experiencia extática con ayahuasca se resolvería
en una suerte de "armonía conflictual", como diría Maffesoli.
Se trata básicamente de una religión comunitaria, donde resalta el carácter
colectivo de la ingestión de la ayahuasca. Así se irriga la socialidad de base.
Ese comunismo concreto puede estar difuminado en los núcleos urbanos; no
obstante, hay en el Daime un regreso de la utopía underground de retorno a la
tierra, fuerte en las décadas del 60 y el 70. Asimismo, el crecimiento del culto
de la ayahuasca entre sectores de las antiguas "vanguardias" políticas,
artísticas, culturales, puede ser el indicio de un proceso más vasto de
conversión de las viejas búsquedas de éxtasis en el sexo y en la droga
desritualizada, en el acceso directo a la experiencia de lo sagrado a través del
trance corporal, resonando cierta recuperación de las consignas psicodélicas.
Hay también una dimensión sociopolítica, pues esta religión propugna un modelo
comunitario de gestión de la vida, superando la propiedad privada; así, el
carácter "libertador" no se restringiría al nivel místico, sino que debería
concernir, se espera, al plano material.
La condición comunitaria se realiza a sus anchas en la comunidad de Céu (Cielo)
de Mapiá, en lo recóndito de la selva, junto a un afluente del proceloso río
Purus, adonde se accede tras dos días de navegación, en un verdadero ascesis
forestal. Resulta interesante ver cómo personas de diferente origen y clase
conviven trabajando duramente, en un clima de asamblea permanente que recuerda
las tentativas comunitarias de la década del 70, con la frecuente ceremonia de
la ayahuasca disolviendo y llevando a otro plano las tensiones, con el canto, la
danza y la experiencia visionaria y sensorial colectivamente vivenciados
cimentando el "orden fusional" (Maffesoli). Pareciera que esos campesinos
amazónicos -que, nótese, subvierten la relación habitual de dominación,
dirigiendo y convirtiendo a sus hermanos de las ciudades- estuviesen intentando
inventar un nuevo sentido de la vida.
Notas:
*A partir de su interés personal en la religión brasileña del Santo Daime,
Perlongher escribió varios textos sobre la experiencia ritual asociada a la
misma. Este ensayo -inédito hasta la fecha- es el más completo. Versiones
reducidas y otros textos similares se publicaron como "La force de la forme.
Notes sur la religión du Santo Daime", en Sacíetés n s 29, París, septiembre de
1990, como "Santo Daime. O discreto charme do sagrado" en Nicolau n e 40,
Curitiba, 1991, y como "Éxtasis sin silicio", en El Porteño n a 116, Buenos
Aires, agosto de 1991.
1 "Nao creías nos mestres que te aparecen". Himno 9 de la Oración del Santo
Daime. Hinário de Cura. Oracão. Cruzeirinho, Centro Eclético de Fluente Luz
Universal Flor das Aguas. San Pablo.
2 Ver D. Me Kenna, L. E. Luna, G. Towers: ''Ingredientes biodinámicos en las
plantas que se mezclan al ayahuasca. Una farmacología tradicional no
investigada". América Indígena, Vol. XVI, nº 1, México, 1986.
3 R. E. Schultes y A. Hoffman: Les plants de Dieux, París, Berger-Levrault,
1981, p. 123.
4 Véase sobre ello el artículo de Marlene Dobkin: "Uso de la ayahuasca en un
barrio bajo urbano", en Harner: Alucínógenos y Chamanismo, Madrid, Guadarrama,
1976.
5 M. Aubrée: "Entre tradition et modernité", Les Temps Modernes, nº 491, p.
142/160.
6 I. Béllier: "Los cantos mai-huna del yagé". América Indígena, Vol. XLVI, nº 1,
México, 1986.
7 J. P. Chaumeil: Voir, Savoir, Pouvoir. Le Cbamanisme chez les Yagua. París,
Edition de la Ecole des Hautes Eludes en Sciences Sociales, 1983, p. 260/261.
8 L. E. Luna: "The Healing Practices of a Peruvian Shaman". Elsevier Scicntific
Publishers, Ireland, 1984.
9 M. Dobkin: "La cultura de la pobreza y el amor mágico: un síndrome urbano en
la selva peruana", América Indígena, Vol. XXIX, nº 1, México, 1969.
10 M. C. Ramírez de Jara y C. E. Pinzón: "Los hijos del bejuco solar y la
campana celeste. El yagé en la cultura popular urbana". América Indígena, Vol.
XLVI, nº 1, México, 1986, p. 163.
11 M. Taussig: "Folk Healing and the Structurc of Conquest in South West
Colombie". Journal of Latin American Lore, 6 (2), 1980.
12 F. Guattari : "Les drogues signifiantes", en A. Jaubert y N. Murard: Drogues,
Passions Muettes, Rechercbes nº 39 bis, París, 1979, p. 219.
13 William Burroughs: Almuerzo Desnudo, Buenos Aires, Siglo XX, 1971. Por el
contrario, para Philippe de Felice, autor de Poisons sacrés, Ivresses Divinas,
París, Albin Michel, 1936, hay una religión del opio: "La opiomanía es realmente
una religión, sobre todo porque ella procura a los que se le entregan el
sentimiento de una evasión, de una salida de sí", p. 44. El propio autor sugiere
que el culto de las intoxicaciones no podría ser, al final, sino un avatar del
"instinto religioso", "desviado de su destino primero y reducido a buscar en
otra parte satisfacciones de remplazo", p. 79. Habría para él una convergencia
de base entre la droga y la religión, en el común dépassemenl de soi, p. 372.
14 M. Xiberras: La Socicté Intoxiquée , París, Meridiens Klincksieck, 1989.
15 P. Furst: La Chair des Dieux, París, Seuil, 1974, p. 13.
16 T. Leary: La Politique de I' Extase. París, Fayard, 1979, p. 426.
17 V. Lanternari: As religioes dos oprimidos, San Pablo, Perspectiva, 1974.
18 Así, el jefe de cada núcleo religioso recibe el nombre de Comandante y los
adeptos se definen como soldados del Daime. El propio fundador del culto, Mestre
Irineu, fue él mismo soldado.
19 Para una interesante reivindicación de la idea de Imperio, que podría llegar
a iluminar el uso de la figura por parte del Santo Daime, ver, de Guy
Hocquenghem y René Schérer, El Alma Atómica, París, Albin Michel, 1986.
20 Del desarraigo de esas masas rurales derivarían los "cantos del exilio" de
que habla Clodomir Monteiro, en su tesina de maestría O Palacio de Juramidam: um
ritual de transconciencia e despoluicão, Mestrado em Antropología Cultural,
Universidade Federal de Recife, Recife, 1983.
21 Sobre el culto de los santos en el nordeste brasileño, puede verse, de Andre
Brun, Les Dieux Catoliques au Brésil, París, L'Harmattan, 1898; también, de
Eduardo Hoornaert, O Cristianismo moreno no Brasil, Petrópolis, Vozes, 1991.
22 Como curiosidad, señalemos que doctrinas era el nombre dado a los cánticos de
un antecedente del Daime registrado en Rondonia por Nunes Pereira (en A Casa das
Minas, Petrópolis, Vozes, 1979), consistente en una heteróclita mezcla de
rituales oriundos de la Casa das Minas con ingestión de ayahuasca. Hay en los
textos de las doutrinas una amalgama de voduns del panteón mina-jeje, personajes
folklóricos, santos de la hagiología cristiana, etc. Señala Nunes Pereira que
"en verdad todo el texto de estas doutrinas nada contiene de original y
específicamente ligado a la ayahuasca", p. 224.
23 Para una narración de los acontecimientos, ver el artículo de Clodomir
Monteiro: "La cuestión de la realidad en la Amazonia: un análisis a partir del
estudio de la Doctrina del Santo Daime", Amazonia Peruana, Vol. VI, n° 11, 1985.
24 Para una prolija descripción de la doctrina, véase la tesis de Alberto
Groissman: "Eu venbo da floresta", en Ecletismo e praxis xamánica no Céu do
Mapiá. Programa de Pós-Graduação em Antropología Social. Universidade de Santa
Catarina, Santa Catarina, 1991.
25 Vera Froes: Santo Daime Cultura Amazónica, San Pablo, Jorués, 1987.
25 Rudolph Otto: Le Sacré. París, Payot, 1929, p. 54/56.
27 A. Pollari de Alverga: O lovro das Miracões. Río de Janeiro, Rocco, 1984, p.
65.
28 En verdad, el Mestre Irineu era un hombre de formación esotérica cristiana,
afiliado a la Iglesia Comunião do pensamanto de San Pablo (que aún existe), y
simpatizante, por un período, de los Rosacruces. Disuelto el Círculo
Regeneración y Fe, por él fundado en Brasiléia (frontera con Bolivia) en 1920,
abre en 1931 la Comunidad de Alto Santo, que aún perdura, una de cuyas actuales
ramas es dirigida por su viuda, doña Peregrina.
29 Un mapa de la región que debe ser ocupada por la comunidad del Santo Daime se
encuentra en el libro de Gilberto Gregorim, Santo Daime. Estudos sobre
simbolismo, doutrina e Povo de Juramidam , San Pablo, Ícone, 1991.
30 Vera Froes: Libro citado.
31 El Santo Daime se integraría lo más bien a la categoría de religiones
subalternas, propuesta por Fernando Brumana y Elda González en Marginália
Sagrada, Campiñas, Editora da UNICAMP, 1991.
32 Alex Pollari de Alverga: Céu da Montanha, año II, nº 2. Visconde de Mauá,
1989, p. 2.
33 Jacqueline Briceño: "El Culto de María Lionza", América Indígena, Vol. XXX,
n° 2, México, 1979. Puede verse también, de Dilia Flores Díaz, Trance, Posesión
y Hablas Sagradas. Universidad del Zulia, Facultad Experimental de Ciencias,
Maracaibo, 1988. Por su parte, Angelina Pollak-Eltz, hablando de su
"caleidosópica complejidad", resume así el culto de María Lionza: "Se trata de
un culto sincretístico de reciente formación, por lo menos en cuanto se refiere
a su forma actual; se basa en cultos indígenas más antiguos que solían llevarse
a cabo en cuevas y montañas en los estados centrales de Venezuela y que se
amalgamaron poco a poco en una leyenda alrededor de un personaje central -María
Lionza- que para los adeptos es exponente de lo bueno. El culto, como se
presenta ahora, es producto de un sincretismo que tiene diferentes raíces: se
basa en un concepto rudimentario de cristianismo, pero al mismo tiempo recuerda
a los ritos africanos con sus divinidades y al chamanismo indígena con notables
aspectos de espiritismo a la Kardec", en María Lionza, Mito y Culto Venezolano ,
Universidad Católica Andrés Bello, Instituto de Investigaciones Históricas,
Caracas, 1972, p. 59.
34 Véase el artículo de Alejandro Frigerio: "Umbanda y Africanismo en Buenos
Aires: duas etapa de un mesmo caminho religioso", Comunicaçoes do ISER, año 9, n
e 35, Río de Janeiro, 1990.
35 Fierre Gaillard: "Brasilia magnetique, Brasilia magique", en Autrement, nº
44, París, nov. 1982, p. 230.
36 H. Fichte: Etnopoesia. San Pablo, Brasiliense, 1987.
37 M. Maffesoli: "Socialité et Naturalité ou l'écologisation clu social", en
Cahiers de l'imaginaire nº 3, Toulouse, 1989.
38 Agradezco a Roberto Motta la indicación de la posible importancia del
panteísmo. Sobre este raro culto - que, empero, no consumía entéogenos-, puede
verse el libro de Gonçalves Fernandes, O sincretismo religioso no Brasil,
Curitiba, Guaíra, 1941.
39 Entrevistado en el artículo de João Santana: "Povo do Daime constrói o Céu no
coraçao da Amazonia", Jornal do Brasil, Río de Janeiro, 23-3-86.
40 Weiss reconoce esta tensión entre los indios Campa, de cuyos cultos el Santo
Daime toma muchos elementos, en su artículo: "Chamanismo y sacerdocio a la luz
de la ceremonia del ayahuasca e ntre los Campa", incluido en Harner, M. :
Alucinógenos y Chamanismo, Madrid, Guadarrama, 1976.
41 C. Monteiro: "Ritual do Tratamento e Cura". Comunicación Primeiro Simposio de
Saúde Mental, Santarém, 1985 (mimeo).
42 F. De la Roque Couto: Santos e Xamãs. Dissertaçao de Mestrado. Departamento
de Antropología. Universidade de Brasilia, 1989.
43 J. Baruzi: Saint Jecan de la Croix et le problém e de l' experience mystique,
París, Félix Alcan, 1924, p. 235.
44 G. Lapassade: Les Etats Modifiés de Conscience, París, PUF, 1987.
45 ídem, p. IV
46 Lucien-Marie de Saint Joseph ("Experience Mystique et Expression Simbolyque
cliez
Saint Jean de la Croix", en Polarité du Symbole. Etudes Carmelitaines. París,
Desclée de Brouwer, 1960) prefiere referirse a esta díada en términos de
experiencia afectiva y expresión simbólica: "Toda experiencia afectiva no
desemboca automáticamente sobre una expresión simbólica". El padre Lucien-Marie
pretende estudiar el símbolo como medio de expresión de la experiencia mística.
47 G. Deleuze y F. Guattari: Millé Plateaux, París, Minuit, 1980. Cap. IV:
"Postuláts de la Lingüistique".
48 Se trataría, en el trance, de "obtener el máximo de intensidad de las fuerzas
que circulan en el cuerpo" (J. Gil, Métamorphoses du Corps, París, Editions de
la Différance, 1985, p. 135). Al decir de David Le Bretón (Corps et Societé,
París, Librairie des Ménchens, 1985), el proceso del trance plantea problemas
parecidos a los de la sexualidad, o, si le hacemos caso a Deleuze y Guattari, a
los del masoquismo y la droga, en tanto instancias dirigidas a la producción de
un cuerpo sin órganos, de pura intensidad.
49 Clodomir Monteiro reconoce que "el Santo Daime establece un conjunto
semiótico autónomo, valiéndose esencialmente de gestos y lenguaje" (artículo de
Amazonia Peruana, ya citado, p. 93). Por su parte, Martine Xiberras, analizando
el fracaso del movimiento psicodélico, lamenta que éste no haya conseguido...
"forjarse una filosofía que le sea específica -a partir de un saber experimental
de los psicodélicos y de una atracción por las culturas otras" ( La Societé
Intoxiquée , p. 106.
50 Ver: G. Deleuze y F. Guattare: Mille Plateaux, París, Minuit, 1980. Cap. 6:
"Comment se faire un corps sans organes".
51 Herri Ey, en su Traité des hallucinations T. 1, París, Masson et Cié, 1973)
expresa, al referirse al papel de la sensación en la experiencia psicodélica (él
está comparándola con la experiencia mística), algo parecido en los siguientes
términos: "Incluso si la sensación... representa el punto de impacto del sujeto
con su mundo, lo vivido es esencialmente corporal, permanece como englutido en
un subjetivismo radical" (p. 679).
52 Edward Mac Rae: "Guiado pela Luna": O controle social do uso da ayaguasca no
culto do Santo Daime, Instituto de Medicina Social y Criminología, San Pablo,
1990 (fotocopia).
53 José Gil ( Métamorphoses du corps, p. 19) propone distinguir entre nociones
similares como "energía y ''fuerza": "La energía es la fuerza no determinada, no
codificada; ella designa el aspecto intensivo de la fuerza, su especificidad en
tanto motriz (de un mecanismo, de un proceso). La fuerza sería una
transformación de la energía, bajo ciertas condiciones: "Mientras que la
energía no reenvía más que a la pura positividad de un flujo, la fuerza supone
alteraciones producidas en ese flujo, en particular una codificación (encodage)
de la energía por medio de un operador: la energía deviene fuerza en el interior
de un campo", escribe Gil, y continúa: "Como no hay fuerza sino para otra
fuerza, es preciso admitir que la individualización de la energía comporta ya el
juego de tensiones de fuerzas, un combate, es decir fuerzas de vectores
contrarios". Resulta instigante esta idea para pensar la religión del Santo
Daime como una convergencia y encuentro de fuerzas en un campo energético, al
tiempo que las fuerzas resultarían de una diferenciación de la energía.
54 Claude Lévi-Strauss: "Introducción a la Obra de Marcel Mauss", en Mauss, M.:
Sociología Antropología. Madrid, Tecnos, 1971. Por su parte, Mary Douglas
insinúa, siguiendo al padre Tempels. una generalización de la noción de fuerza
vital, aplicándola -escribe en Pureza e Perigo, San Pablo, Perspectiva, 1976-
"no solamente a todos los Bantúes, sino en escala mucho más amplia", ya que
podría extenderse "a toda la gama de pensamiento que estoy intentando contrastar
con el pensamiento diferenciado moderno en las culturas europea y americana" (p.
103).
55 M. Maffesoli: A Sombra do Dionísio. Río de Janeiro, Graal, 1985.
56 Mircea Eliade: "Experiénce sensorielle et expérience mystique chez les
pnmitives", en Jacques Durandeaux (organizador): Du corps a l'espril. París.
Desclée de Brouwer, 1989. Según él en los fenómenos místicos hay una "voluntad
de cambiar el régimen sensorial" que equivale a una "hierofanización de toda la
experiencia sensible" (p. 81).
57 Georges Bataille: El Erotismo. Barcelona, Tusquets, 1979.
58 M. Maffesoli: O tempo das tribos. San Pablo, Forense, 1987.
59 R. Machado: Nietzcthe a Verdade. Río de Janeiro, Rocco, 1984.
60 Anthony Henman: "Uso del ayahuasca en un contexto autoritario. El caso de la
União d o Vegetal en Brasil", en América Indígena Vol. XLVI n° 1, México, 1986.
61 Walter Días Júnior: "Uso Ritual de Alucinógenos em Contextos Urbanos",
Relatório de e squisa, Programa de Pós-Graduaçao em Ciencias Sociais, PUC, San
Pablo, 1988 (fotocopia).
62 Sobre los cantos chamánicos de los vegetalistas de la Amazonia Peruana, ver
L. E. Luna:
Vegetalism. Shtimanism among the Mestizo Population of the Peruvian Amzon, Acta
Universitatis Stockholmiensis, Estocolmo, 1986,
63 H. Munn: "Los Hongos del Lenguaje", en Harner, M.: Alucinógenos y Chamanismo,
Ma drid, Guadarrama, 1976.
64 D. Sharon: El Chamán de los Cuatro Vientos. México, Siglo XXI, 1980.
65 Con relación al culto de María Lionza, que varios elementos en común tiene
con el Santo Daime, Jacqueline C. de Briceño (artículo citado) considera
estrecha la caracteriza ción de sincretismo, ya que en ese culto venezolano,
donde se mezclan elementos afrocubanos, indios, negros, espiritistas, católicos,
ocultistas, etc., "estos elementos de distintos orígenes fueron agregándose al
culto en el curso del tiempo, en una relación muy viva ya que aún continúan
penetrándose, se mezclan, luchan entre sí, vuelven a salir, a entrar, reciben
presiones de las fuerzas políticas, económicas, de la Iglesia...", destacando
"la gran movilidad interna de estos cultos de María I.ionza" (p. 359/360). Por
su parte, Renato Ortiz ("Du Syncrétisme a la Synthése: Umbanda, une religión
brésilienne", Archi ves de Sciences Sociales de la Religión nº 40, París, 1975)
discute también la caracterización de sincretismo aplicada a la umbanda: "No
estamos más –dice- en presencia de un sincretismo, sino de una síntesis" (p.
96).
66 Ver: E. Cousins: "Les formes couvelles du sacré aux États-Unis", en E.
Castelli (org.): Prospettive sul Sacro. Roma, Instituto di Studí Filosofici,
1974. Asimismo, se percibe cierto aire familiar entre las visiones registradas
durante las sesiones "transpersonales" de LSD, cuyos dibujos ilustran el libro
de Stanislav Groff (Além do Cerebro, San Pablo, McGraw Hill, 1988) y las que son
producidas por la ayahuasca. Algo similar podría afirmarse respecto de las
experiencias con mescalina descriptas por Henri Michaux (L'Infini Turbulent,
París, Mercure de France, 1989). En todos estos casos, se nota cierto manierismo
en la forma, que, siendo más audaces, cabría relacionar con lo propio del arte
esquizoide, mostrado por Léo Navratil en Schizophénie et Art, Bruselas, Editions
Compléxe, 1978.
67 El ascetismo es -dice Roger Bastíde en Les Problémes de la Vie Mystique,
París, Armand Colin, 1948- una "técnica mística"; consiste en una "depuración
del alma" y se liga al "perpetuo movimiento de negación" propio del misticismo
(pp. 50; 52; 66).
68 M. Eliade: "Chasteté, sexualité et vie mystique chez les prirnitives", en
Mystique et Continence. Etudes Carmelitaines, París, Desclée de Brouwer, 1952,
pp. 36/37.
*De: Prosa plebeya: ensayos 1980–1992/Néstor Perlongher. Buenos Aires, Colihue,
1997. (Puñaladas). Con la autorización de Horacio González (director de la
colección), Christian Ferrer, Osvaldo Baigorria (compiladores), y Roberto
Echavarren (su albacea litearario). Fuente:
www.descartes.org.ar
A partir de su interés personal
en la religión brasileña del Santo Daime, Perlongher escribió varios textos
sobre la experiencia ritual asociada a la misma. El ensayo más completo ha sido
integrado en Prosa Plebeya, versiones reducidas y
otros textos similares se publicaron como "La force de la forme. Notes sur la
religion du Santo Daime", en Societés Nº 29, Paris, septiembre 1990, como
Santo Daime. O discreto charme do sagrado en
Nicolau Nº 40, Curitiba, 1991, y como "Extasis sin silicio", en El Porteño,
Nº 116, Buenos Aires, agosto de 1991.
"Pardejón significa el macho toruno que suele encontrarse en las crías de
mulas. tan malo y perverso que muerde y corta el lazo, se viene sobre éste y
atropella a mordiscos y patadas: que jamás se domestica. y cuyo cuero no sirve,
porque los padrillos de las crías lo muerden a menudo. que no tiene grasa y cuya
carne tampoco sirve, porque es tan pestífera que ni los indios la comen...; y
los paisanos llaman pardejón a un hombre perverso"
Saldías, Historia de la Confederación Argentina
En las carpetas donde el té se vuelca, en esos bacarats Vencías pardejón? O
dabas coces en los establos de la República -reducida a unas pocas calles
céntricas- ¿qué más?
coces a los manteles? aquéllos que las chicas uruguayas se empecinaban en
bordar?
O era la tarde del gobierno con lentos trotes por la plaza con el cerro copado
por los bárbaros pasos de aya en la oscuridad Héroe del Yaguarón una historia
que cante a los vencidos ellos se arrastran por las ligustrinas ocupadas acaso
hay un linde para esta feroz profanación?
Por qué Oribe no tomó Montevideo antes de que este amor fuera imposible?
Mi muy querida esposa Bernardina: he perdido parte de la montura al atravesar el
Yaguarón crecido te ruego envíes el chiripá amarillo y unas rastras; acá no
tenemos ni para cachila, así que si tienes unos patacones me los mandas En qué
cogollos encopetados andarás? mi ama, mi vecina Te entregarías a él, mi
Bernardina? O a los muchachos de la Comisión Argentina, que miran con azoro
cuando te beso?
Sé que se urden a costa de mí infames patrañas dales crédito algunas de ellas
son exactas
Hemos tenido con los unitarios relaciones muy íntimas Y si no los conociera tan
de cerca, qué me uniría a ellos a mí, un gaucho bruto si fuera manso y no me
diera corcovos en los rodeos Estamos sitiados, Bernadotte Adónde iremos después
de esta película tan triste
India Muerta
noticiándose del malhadado suceso del 27 volví a sufrir otro revés que nos
obligó a pasar el Yaguarón un poco apurados yo perdí parte de la montura pero
salvé bien desde aquel día estamos bajo la protección de las autoridades
imperiales que nos protegen y nos respetan en todo aquello que puede ser para
mantener la esperanza de salvar la república mirar con indiferencia las
desgracias del país un enemigo fuerte y poderoso que tenemos al frente no me
horroriza ni me infunde terror árbitro de la fortuna de este honrado pueblo
compuesto de patriotas cuyo patriotismo los ha hecho callar un atrevimiento sin
límites En la frontera de Santa Teresa nada hay nuevo: los enemigos continúan
ocupándola mi idolatrada Bernardina en brazos de un poder americano.
"…inconmensurable, abierto y misterioso a sus pies…"
Echeverría
Por qué tan imprudente desafiaba el encono del potro, de las lanzas, del
rebenque: en el lazo en el voleo de la lonja en el deseo de caer rendido entre
los rudos brazos de Esmeralda barazo, embarazoso Este deseo no es una trampa
que? se tiende acaso? que?: Por nada, es una trampa que se arma, como el que
montó a caballo y ordenó a un oficial que lo siguiera, sí, pero a la distancia:
y rumbeó al sur el que le dijo a un oficial: Me sigues, chico? (en los rodeos,
se calentaba el mate) cuyas partidas lo cercaban y envuelto por un grupo de
soldados de Rozas alzando el anca, dijo Díganle al que los manda que se aproxime
sin temor, pues estoy solo que se echa, acaso, en la catrera? la desolada, la
Lavalle? uno? dos? el primero? que se echa pierde? el que chorrea? antes era
distinto: echaré un sueño mientras espero al general (estoy bastante fatigado y
tengo el sueño ligero) El que llegaba del retén no pudo reprimir un ligero
-estopín espingarda -sobresalto como tigresa encadenada echóse sobre ti, que
yacías en el ;ligero sueño: encadenada como la que dormida sueña un general
tendido en ese lecho que, armado. se abalanza -estopín, espingarda -en la cureña
(rasgada la casaca, afloraban las plumas doradas del chajá, jabonesas) en esa
embarcación, seguido apenas por un oficial (a la distancia) que miró por la
hendija ese despatarrarse de los héroes -misterioso, a sus pies.. .
-Siempre hay un otro, que después escribe: "Nunca pensé que esa alba lúgubre
sería la última, ennegrecida por un pardo que me asaltó tras tu partida; sería
la mítica, ahora que los azares de la lucha han dado por el traste con aquel,
nuestro breve pero eficaz encaje: castas como glorietas, penetradas por la
respiración de los vigías (que se hacían la paja -la poética -tras la débil
telilla de la carpa; que mordían ellosos nuestras cinturas. palpando los puntos
flojos, los pozos ciegos de la desea: desea de ella, de la Diosa) -acabó lo que
daba: las Renatas y Curzias cabecearnos en las esplendideces de esa guerra, que
a nuestra vera opácanos: necias las dos, que no habría otra"
CORTO PERO LIGERO
(Y no habría de ser: esa chupada, ese lambeteo: cebado el mate junto al fogón de
los arrieros, que arden de...
ese descanso de la tropa alzada, en grupas: no habría de bajarme el chiripá,
descendiendo a este encuentro. Ahora susurra el viento en la ventana que da al
aljibe: hurras blande no desacordonarme la manea donde tremolo temblorosa?)
Una historia de sables, de pistolas De trincheras con flores de sapo y de zarza
parrilla Como hecha a dedo, a pecho Echada en el camino de Tarija Por un
gendarme ríspido, montés Trasiego, belicosa?
Belfo y flande Congoja
Si tuviera que ver este lenguaje con el terror de esos paisanos que al ver al
General piensan en Hoffman Si su respiración no moviera las borlas de la cama de
Rosas, de Esmeralda Y él no se lo encontrase, al regreso de un vado, en la
catrera: en el encame jabonoso, como un lagarto entre los lienzos aparece con
labios de obsidiana y perfume de ajenjo: huele a chipre
(Si no me hubieras dicho qué paso en esa noche de Cañuelas, la última -un
bolero: si bien aún te querría?)
Un general moviendo espadas en la sombra Cacha y espuela, blonda y nácar Coro de
férulas:
Un general que agita los pendorchos y se entrega al de enfrente, saltando los
tapiales es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre.
hombre de más para mujer: un general, un artesano de la muerte'
Chupa, lame esta hinchazón del español
MOREIRA
"Aquellos dos hombres valientes, con un corazón endurecido al azote de la
suerte, se abrazaron estrechamente una lágrima se vio titilar en sus entornados
párpados y se besaron en la boca como dos amantes, sellando con aquel beso
apasionado la amistad que se habían profesado desde pequeños."
Gutiérrez
Delia, arrastrándose por ese cuarto descampado, se hacía cargo de ese espanto,
esa barba arrancada que babeaba junto a la verga del amigo: de ese despojo, de
esa cornamenta
esa lengua amputada deslizando la baba por el barbijo de ese vientre
Y si, querida Delia, ornada Dalia, no le hubieras dejado combatir?
Huyendo en ancas con el juez, haciendo estrecho el laberinto?
El laberinto de carcomas donde coleaban esos lagartos de las ruinas, esas flores
azules de las zanjas?
Ventruda campanilla! Restallaba!
Si no
hubieras vestido esa pollera de muselina acampanada con flores tan burocas que
parecían no engarzarse y flotar muellemente en las dobleces, en el bies (y el
barbijo!): y estaban enredadas en el clítoris-en los nervios musgosos del
estribo
Oh rusa blanca botando pozos y lagartos y pifias de caballos encabritados que se
boleaban en el ruedo, tronchos
-era la moda Líberty (o Liberty) y cabeceabas espejada entre andamios
temblequeantes y casi ponzoñosos
El amigo Francisco El amigo Giménez
El amigo Julián
con quien descangallada viste esa escena (torpe) de los besos: esa lamida de las
lenguas esos trozos de lenguas, paladares y cristales brillosos, centelleantes,
brillosos del strass que desprendido de las plumas del ñu hedia en la planicie
superficial, en balde
-en lo profundo, él y ese pibe de Larsen, en los remotos astilleros, se
zambullían en las canteras arenosas, en el vivero del Tuyú, a pocas millas de la
tumba
"a vos te dejo -dijo -el pañuelo celeste con que me até las bolas cuando me
hirió ese cholo, en la frontera; y el zaino amarronado; y los lunares que vos
creías tener y tengo yo, como en un sueño de comparsas que por sestear pierden
la anchura, el sitio justo de la hendida; y se la pasan cercenados como botijas
en el trance: y se los come la luz mala
"y te dejo también esos tiovivos, con sus caballos de cartón que ruedan
empantanados en el barro; y cuántas veces ayudé a salir del agua movediza a esos
jinetes que fiados en la estrella montan grupas hacia la comadreja; y se los
come
"y también esos pastos engrasados donde perdí ese prendedor, de plata, si lo
encontrás es tuyo"
LA DELFINA
La Delfina, fumaba
y la puntilla de la enagua marrón de la Delfína que, ronca, levitaba y el
supremo encendido que miraba, los ojos encendidos, que miraban, los ojos sin
colirio por entre los barrotes de la jaula de la cabeza de la jaula de López que
la corta: corta, cercena y corta: la cabeza que roma imaginaba desde la pajarera
un pañuelo de cuello color lila como aquellas enaguas que al alzarse, entre la
polvareda, blanca, blanca, fueron su perdición
el pañuelo de cuello -era celeste -con que Delfina retorcía la manivela del
paisaje -y aparecían gauchos con carretas tiradas por alambres -una escena del
West americano: ella se levantaba lentamente la enagua colorada en la tranquera
y dejaba escapar un tufo de mejillas puestas a macerar durante noches
y noches: noches romas: donde ella cabalgaba los caballos gigantes atada de los
pelos, de las crines, parecía flotar en ese despacioso espacio en esas noches
borlas suprema de los ríos en que el Feroz soñaba con la daga -a solas con la
daga -y los púazos: y las esquirlas del florero vuelan, al desgaire, al garete:
al alzamiento
Fumaba en medio de esos abordajes, de esas patas de palo y muñones celestes
apenas protegidos por una gasa leve y diminuta Fumaba cuando ella se dejaba caer
desde lo alto de un caballo mancado y misterioso
'' la postrera visión de los gauchos adictos que huyen a toda furia llevando con
ellos a la mujer a la que amó locamente "
(Molina)
EL CIRCO
soledad del lamé: de lo que brilla no llora lo que ríe sino apenas la máscara
que ríe lo llorado llorado en lo reído: lo que atado al corcel, lo que prendido
al garfio de la soga: la écuyère: domadora la que penachos unce por el pelo
prendida a lo que mece: a lo que engarza: ganchos alambres jaulas animales
dorados a los aros atados a los haros halos aros: la mujer más obesa, la
barbuda: la de más fuerte toca: la enganchada en el aire en el delirio: en la
burbuja del delirio: el mago en sus dos partes: la que cortada en dos
desaparece. y la que festoneada por facones sangra de corazón: la que cimbréase
sin red, la que desaparece
PARA CAMILA O'GORMAN
Con su sencillo traje de muselina blanca tijereteada por las balas, rea La
caperuza que se desliza sobre el hombro desnudo (bajo el pelo empapado de
cerezas) Como una anilla de lombriz de tierra que huye Así ella se levanta El
ruedo del sencillo vaporoso de muselina blanca, sin breteles Los jirones del fux
de vaporosa, sencilla (pero blanca) Como nieve de rata de la noche detrás de los
altares Así huidiza Como rata que jala del incienso nieve que se disipa Que tras
roer la anilla de vaselina blanca se disipa En d aire, como una fantasía De
lombriz cuya anilla roen las nevadas ratas de los altares La infantería col
orada partió en persecución de las infantas Blanca Como un terror de rata que
cernida por las anillas de una lombriz de tierra, gualda Jala la nieve de las
guaridas de la noche que se disuelve como un humo Blanco Que desbordada Por los
jirones de ese vestido pegajoso. por las burbujas de ese encaje Se trepa a las
anillas de una lombriz de tierra que presurosa roe los terrones Que se deja
engarzar por esa baba
AMELIA
Y la que vio caer al novio con el frenillo ensangrentado, el glande: quisiera
que reapareciera: el glande, ese frenillo de color marrón, como de chocolate,
que tascara: el estribo -de aquellas tempestades -y por ello, se disfraza de
madre -y sale a los balcones -en el balcón terraza, junto al porch -con un
solero antiguo, y un bretel, estirado en la mata; y los increpa: que reaparezca
o vuelva, que retorne -siempre esas confusiones -de la vuelta -en la huerta, el
hortelano cava las fosas, y la azada, puntea: en la marmórea hialinidad del
témpano: esa concupiscencia, esa complicidad glacial, artística: el cuello, el
fino cuello. ante sus zarpas. se fue, por los jardines. y le pides que vuelva
-por lo menos que manden su cadáver, envuelto en un jubón de percalina
(arpillera o brocato) / o sea que venga muerto caminando y se pare ante ti y te
diga: chupala -con la banalidad que da la militancia -militancia de bánalos y
ojillos, de floretes y coxas: transplatina, azuzabas la inhiesta -era la hirsuta
suegra que desde unas coronas -o unas calas -movía la manivela del tatuaje:
alambres y rituales. y poetisas lloronas en el vano. la puerta, al entreabrirse,
por un golpe de viento, por un flato, dejaba ver la bota, el chiripá: en esos
bailes -pilla -de salón, trotas y marchas. tolerada.
por una tolerancia del lenguaje. o sea, que esté de nuevo ahí, en ese sillón, de
florcitas inglesas, y alistada, en la mamosa tropa, lo asilaras: en esas
embajadas de la caña -y el templo del oviedo. En medio de ese ritmo de pavanas
-paraván -pavoneas. en el cruce del clásico. que vuelva, que sea él mismo y no
otro. que no trolo -y dado por el cable, que se enganchaba por atrás, el nombre
-ni brisco. sino que lo devuelvan enterito, con su ferocidad de caracol babeante
y fijo. fijeza de la horqueta. jugaban al ahorcado en las mesas -colombianas ,
de una bar: y de repente -penis! -le piden que -se-identifique: y él dice: soy
eslava, llamen al cónsul húngaro. pero éstos eran búlgaros, no albanos. y así se
lo llevaron -prendido a unas caronas -y a lo sumo que me den las maneas que han
hecho con su barba -de unitario. eso, por cajetilla. y aquesto, por judío.
banal, banal la pinta de su glande. no era otra la excusa de ese pólder donde te
embalsabas como una vieja austríaca. de vueltas al florero, a la metralla.
recuerda, enjuta, sus filosas nalgas: ahí le clavetearon -eso es lo que se
tapia.
y pululas, hecha una madre ebria, en esas listas, de presos y de muertos.
escapada.
MUSICA DE CAMARA
Como esa baba que lamosamente fascínase en la raya: de ese campo: de un lado:
los poliedros ubuescos: del otro: las liendres polacas: en ese lado: al lado:
esa ladera helada: donde se desparrama: la babosa: lamiendo el mismo deshabillé
marrón que tantos años lleva colgado en el ropero entre las perchas de los
trajes que tuvieron alcanfor: y que tuvieron, en las mangas, pistolas: o de
cuero de Rusia o de chinchilla: el traje de la boda: deshabillé marrón que al
darse vuelta como mano de pulpo -una pulpa lorquiana -deja ver la presteza de un
anillo: mostaza amanerada: o la amarilla marca de un enano que vomita y se
enanca: en esas correrías -con el deshabillé marrón -y desabotonado en los
pasillos de hoteles calcinados por un viento nudoso -y desabotonandose ahí mismo
en el palier: se la palpa, nudosa
como esa baba que lamosamente: ante esa mano: ráyase y fascínase: en la
demarcación de esos terrenos aúreos: alamedas, ligustrinas holladas por el paso
de un topo, de una veloz gacela: de unos tropos; esas ropas tiradas al costado
del campo -cuando los desnudaban y les decían que era para tomar un baño dime
Delia, tú crees en esas músicas que tan mortuorias suenan cuando antes de las
ejecuciones batuteamos: y crees acaso en ellas? y crees? dime sí crees
Dime ya, Delia: creo en esas músicas que como liendres se agazapan tras las
axilas de los pobres que condenados a los gases se desnudaban en las cámaras y
aspiraban el fino -o el bravío -hedor del mediodía: creo, decime, en esas
melopeas de músicos de cámaras que toman la batuta y suenan los violines
violentos y los vientos ventrales cuando ellos se retuercen, desnudos, en el
gas: dime más: dime, creo en las batutas que los ejecutores blanden en ese aire
con leve olor a gas que escapa de las cámaras de música en que el público,
desnudo y demudado, yace: dime, acaso lo crees? dime sí: que creo en esos
públicos desnudos que yacen demudados cuando por sus orejas penetran los
brumosos sonajeros, los dulces violoncelos de la cuna, del gas: dímelo ya
LAS TIAS
y esa mitología de tías solteronas que intercambian los peines grasientos del
sobrino en la guerra en la frontera tías que peinan tías que sin objeto ni
destino babas como lamé laxas se oxidan y así "flotan" flotan así, como esos
peines que las tías de los muchachos en las guerras limpian desengrasan, depilan
sin objeto en los escapuIarios ese pubis enrollado de un niño que murió en la
frontera, con el quepis torcido; y en las fotos las muecas de los niños en el
pozo de la frontera entre las balas de la guerra y la mustia mirada de las tías
en los peines engrasados y tiesos así las babas que las tías desovan sobre el
peine del muchacho que parte hacia la guerra y retoca su jopo y ellas piensan
que ese peine engrasado por los pelos del pubis de ese muchacho muerto por las
balas de un amor fronterizo guarda incluso los pelos de las manos del muchacho
que muerto en la frontera de esa guerra amorosa se tocaba ese jopo; y que los
pelos, sucios, de ese muchacho, como un pubis caracoleante en los escapularios,
recogidos del baño por la rauda partera, cogidos del bidet, en el momento en que
ellos, solitarios, que recuerdan sus tías que murieron en los campos cruzados de
la guerra, se retocan los jopos; y las tías que mueren con el peine del muchacho
que fue muerto en las garras del vicio fronterizo entre los dientes muerden
degustan desdentadas la gomina de los pelos del peine de los chicos que parten a
la muerte en la frontera, el vello despeinado
EN EL REFORMATORIO
a Inés de Borbon Parma
O era ella que al entrar a ese reformatorio por la puerta de atrás veía una
celadora desmayada: calesas de esa ventiluz: Inés, en los cojines de esa
aterciopelada pesadumbre, picábase: hoy un borbón, mañana un parma. La hallaban
así, yerta: borboteaba. Los chicos se vigilaban tiesos en su torno-y unos se
acariciaban las pelotas debajo del bolsillo aunque estaba prohibido embolsar los
nudillos, por el temor al limo, pero se suponía que la muerte, o sea esa
languidez de celadora a lo cuan larga era en el pasillo, les daba pie para ello;
y asimismo, esta mujer, al caer, había olvidado recoger su ruedo, que quedaba
flotando -como el pliegue de una bandera acampanada-a la altura del muslo; era a
esa altura que los muchachos atisbaban, nudosos, los visillos; y ella, al
entrar, vio eso, que yacía entre un montón de niños -y el más pillo, como quien
disimula, rasuraba el pescuezo de la inane con una bola de billar; y un brillo,
un laminoso brillo se abría paso entre esa multitud de niños yertos, en un
reformatorio, donde la celadora repartía, con un palillo de mondar, los éritros:
o sea las alitas de esas larvas que habían sido sorprendidas cuando, al entrar
en la jaula, se miraban, deseosas, los bolsillos; o era una letanía la que ella
musitaba, tardía, cuando al entrar al circo vio caer ante sí a esos dos, o tres,
niños, enlazados: uno tenía los ojos en blanco y le habían rebanado las nalgas
con un hojita de afeitar; el otro, la miraba callado.
ETHEL
Como en ese zaguán de azulejos leonados donde ella se ata el pelo con un paño a
lunares -y sobresale un pinche como un punto: en el bretel donde el mendigo gira
las huellas de los hombros embarrados en la gasa desnuda: eran plateados esos
velos, plúmbeos: ella que recogía, al pie de la escalera, los volados tropezaba
en la huella que embarrada por la sed de un mendigo huía en espiral: esas
farmacias donde ella se soltaba blandamente una liga y el pinchador pulía la
nalga, con un algodoncito: ese capullo huele a cerveza, como un bar: ella se
arremangaba toscamente y veía la huella, en el estaño -como un peso de plata :
en medio de un poema sentimental, con bultos en los trenes y una cesta (de paja)
con una vieja trusa renga como el linyera que posaba sus dientes en la manija y
Etheles que baldeaban, casi a ciegas, su cuerpo: vago echado en las lajas,
coraje y lavandina: trapos con que una Ethel arma un hatillo, y prende sus
orejas, como aros o fotos de un hipódromo: en círculos, alrededor del lago
artificial donde se ahoga un lagarto, en torbellinos oye con la cabeza pesarosa
el tintín de la plata en ese vaso donde ese pordiosero lía las gomas de alambre
de sus babas
DAISY
el titilar de esas monedas en los boleros de estrellita: en los tajos del corte,
las hamacas, y majas que halan, entre tules "batón" y un follaje de sombras:
junto a ese velador, que apagas, y dejas caer la cadena de plata en una
palangana: la lavandina de esas velas con que sobas el tajo: no hay un corte? en
esos botoncitos) nacarados, no hay una navaja que se lima, y mondada se lame? o
ese corte, no es el de la ''heridilla" (humo de follo)?: si al follaje ebrio
lames, no es ese rouge que dejas pringar en el pescuezo, como una boa nacarada?
no es eso que drapea lo que a la almendra dado, tasca en el cuello del que baja,
volcando el velador?
no es el volado el que rasguña su lengua de insignificantes llagas (llamadas
''heridillas" en la foto): la escena del que mama, el cuarto de esa escena sobre
un neón de nomeolvides, y la ebriedad de la que baja, y el descangallamiento de
esos tacos en las escaleritas de azulejos, y ese soutien que tironea hosco el
lamé? hala de ese bretel el hombro erguido el barro de ese hombro?
MICHE
El travesti, drapeado entre fantoches de irisable mondura: monda, monda: ronda,
cercena y raspa: la mondura montada en cardenales, en fetiches: pescuezo de
lamé, cuello de gata: botella atravesada: el irisado almácigo: hortelano: curva,
cencerro y paja: la travesti echada en la ballesta, en los cojines crispa el
puño aureolado de becerros: en ese vencimiento, o esa doblegación: de lo
crispado: muelle, acrisolando en miasmas mañaneras la vehemencia del potro:
acrisolando: la carroña del parque, los buracos de luz, lulú, luzbel: el crispo:
la crispación del pinto: como esa mano homónima se cierne sobre el florero que
florece, o flora: sobre lo que florea: el miché, candoroso, arrebolado de
azahar, de azaleas, monta, como mondando, la prístina ondulación del agua:
crueldad del firmamento , del fermento: atareado en molduras microscópicas,
filamentosos mambos: tensas curvas
Pero es acaso la curvación lo que crispa?: lo curvado? el marqués de Courvel, en
la corbeta, atándose el jabot a una teta de almíbar: palillo y siliconas
Pero no, no es así? la curvatura, el glaceado pecíolo el irisado almíbar de la
teta que rancia se desploma sobre el hombro del marqués que marcado en esa teta
rancio se desploma, cual sobre un pastillero es el marqués, la blanca jeta
(recta) del marqués, la pulseada: esos cueros peludos que tan prolijamente
depilados dejan ver la cabeza nudosa de un enano, de un enano grasiento y
lujurioso: prolijas, tersas grasas -o grasosas superficies de un crol, de una
piscina en ella, se zambulle el miché, zampándose la almeja en esa cosa que
pudorosa acecha en esa rosa de un pecíolo lila en esa tersa costra del pescuezo
gillette y afeitadora en esa barba que desprendida cae como babeando: y raya
Mme S.
Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escenas de oseznos
acaramelados, esas mieles amargas como blandes el plumero de espuma: y las
arañas: cómo espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele:
muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones de esmirna: es
esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo las galas de una noche de
esmirna y bacarat: fija y demarca: muda la madre que se ofrece mudándose en
amante al plumereo, despiole y despilfarro: ese desplume de la madre que corre
las gasas de los vasos de whisky en la mesa ratona: madre y corre: cercena y
garabato: y gorgotea: pende del cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre
púbica, de plomos y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas
que comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras muelles bodas:
ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un elixir enhiesto y denodado:
pendorchos de un glacé que te endulzaba: pero era demasiado matarte, dulcemente:
haciéndome comer de esos pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque
altivo de mis muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las
cavernas del orto, del ocaso: las cuevas; y yo, te penetraba? pude acaso paranne
como un macho ebrio de goznes, de tequilas mustio, informe, almibararme,
penetrar tus blonduras de madre que se ofrece, como un altar, al hijo -menor y
amanerado? adoptar tus alambres de abanico, tus joyas que al descuido dejabas
tintinear sobre la mesa. entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados
de ese rouge arcaico de tus labias?
cual lobezno lascivo, pude, alzarme, tras tus enaguas, y lamer tus senos, como
tú me lamías los pezones y dejabas babeante en las tetillas -que parecían
titilar el ronroneo de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?
pude madre? como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre las toscas
braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando laxa desova, en los
botones, la perfidia a él guardada? ese lugar secreto y púbico? cómo entonces
tomé esa agarradera, esos tapires incrustados con mangos de magnolia,
aterciopeladamente sospechosos y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma
escancorosa de tu sexo, descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas
de semen de los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente:
te agarre: qué creías?
VAPORES
lo que en esa goteja raspadura de barba humedecida el azulejo, o azulejo de
barba amanecida, lo rocíado de esa puntillez, el punto de esa toca, en el rocío
de esa puntilla que se raspa, o gota que lamina: porque la mano que ávida raspa,
como una barba, el ejo azul de esas axilas, o esos muslos-se divisan los muslos
en la bruma de humo, en el vapor de esa corrida: toca rozada, rosa el lamé, el
"por un quítame de allá esas pajas", o manotazo de mojado, papas de loma en la
fundidad, o el resbalón de esas acaloradas mangas, como fleca de sudo: o esa
transpiración de la que toca, tocada, ese tocado ese tocado de manuelitas y ese
jabón de las vencidas, sofocadas esa respiración entrecortada, como de ninfas
venéreas, en el lago de un cuadro, cuadriculan; cuadran, culan en el kuleo de
ese periplo: porque en esas salas, acalambradas de lagartos que azules ejos
ciñen, o arrastran, babeándose por los corredores de cortina, atrapalhada como
una toalla que se desliza, o se deja caer, en los tablones, de madera, mad, que
toca, madra, toca lo madrastral de ese tocado, casi gris; pero que en su
puntilla, acaso deja ver algo? se trasluce esa herida de manteca que el gollo, o
ese fólego, fuellante, en una oreja que no se ve o no se sabe de qué cara es, en
ese surco que no se ve, esa arruga de la transpiración: azoteas de lama, donde
el deseo en, suave irrisión, se hace salpicadura…
DEGRADEE
recorres en espejo galerías con espejos de mano galerías, vítreas, de vidrio y
lama, ve un ''viril" virtuosismo, una vidriosidad de escapulados, o "pulados":
pues, porque si en ese abismo, o callecita-baja -el pescuezo de la niña -,
porque si ese pezcuello, doblegado bajo ese resplandor, nade, espejo que nace,
jade y vidrio? jala, y en ese recorrer, del resplandor lamé, burilo; corta el
ruedo, da una "terminación". y si se usa el deambular brilioso, señas de lona
verde -para un ahorcado verde-, verme, por qué no? si ese desliz, ese arrastrar
se amplía? y en el ruedo, de ese pez-cola, aparece un detalle en "purpurina"?
sobretatuado en el escote, draga el seno; de ésa que hiere: vidrio cortado, tajo
luminoso e infecto, cuyos esparadrapos, en el alcohol de esas miradas que
chorrean, en la frialdad de ese glacé, o nomás el incienso de ese humo cala la
carne del pescuezo, marca los ''caminillos" de esa horca, como si esa cabeza, de
rodar, por enaguas almidonadas, tiesas, jale lo ase. rima su aspereza de pieles
vivas, con esa estola de "marrón"
con que ella se cubría los hombros? -disimulando esa pilosidad. y lo batracio,
de ese desfallecer, no lleva a las patitas de yacaré, estagnadas, o colocadas en
una cierta inercia?...
pero que lo que araña si. cala y no calla. no necesariamente, ya que al borde de
aquellas piletitas de sarmiento, hay una madre que se ahoga, y otra que se
desnuda, en el palier, delante de unos oficiales está esa madre y esa ausencia.
el cuadro, enmarcado en cristal, da el resplandor de esas arañas paralíticas.
Esa, y acaso la otra.
porque ella, al rodar, por esos pasillitos, azogados, no padecía el ahogo de
esas ligas, y la sofocación de esos panderos, el pesar de esos brincos, o
pendientes, o anillos, ya excesivos? y lo que se recarga, en esa cuenta, no es
la vuelta de más, el disparate de enjoyados breteles, o el enojo de un cirio que
pendea? deja caer acaso el celo? de qué cielo nos habla?
o paniamores, o chafalonerías de coral, o strasses como estros...
(grades)
y por las gradas esa estola que radas rodas, rueda, greda en el degrau
-degrádase, desagradable boa, la de esa moquerie, y cuyos flejos, gelatinosos,
lame. losa la de esa escala. pues en sus ascensiones, o descensos, o líneas, de
laberinto, boas de fleco y ''filipetas,,, botas lo que se pisa: paño de
''pranto" y ''maquerie": machette ruinosa, lo que enella rolaba, o el rolar de
esos vahos, mohosos, musga el rielar de ese desliz: pétalo caviloso que, pecado
en su pasmada esplendidez, tremola; vino que áspero en los rajados torsos se
disipa, pringado: gredas o paño, botas, gelatinas
(lobos)
lebos lobos ajax rodrigo guesavenda gruesa venda venérea madreselva del ánade
cohonestas ebúrneos mercados tasa la marca del pito rito colomí cárpido lesma
leve losa lontano lamé pero la cercanía de escarpe arroja lanas desamor ocaso o
no alba fibrosa, no está en ajax rodrigo al mediodía espinoso y reblandecido,
por lo tostado de las carnes o escarpe del bozo enjuta adarga en pliegos de
furtivo jaguar desala y ronda ronco rebota ronronea rutila hosco
(Mamparas)
estentóreo vitral trizas del cuello la gorguera manchada como un tímpano por el
eco de un flato trema crema lagartija cariosa que en el pecado de esa lavandina
-oriental y estentórea -jala del pene de la anciana madre el hilo de una
cicatriz. Oh mustio piojo que a su pubis acaramelas de escozores y gargoleantes
nimbos de pecera.
Pescada peca en el aventurado retirarse detrás de unos jarrones al contemplar el
paso de la silla por los estrechos de terracota y mármol en el piso pintado con
eructos de epopeyas silvestres. Caudalosa ases el puño del que bate, en un
canapé asombrillado, la crema de esos días apagados y marchos como una
estalactita que separada de la gruta toma la flaccidez de un ano falso. El
orificio que se menta y el rapé que se ahueca en el soplor gamado de las cruces
que como ligustrinas distribuyen los pasos de las ocas en el juego de almíbar y
mimbre que gime. Claraboyas semienterradas en el corset de cornucopia alastran
en su anillado parpadear la sombra de una calesita empinada sobre los muros de
alacranes como un precipitado templo de cantoras.
Oasis de flema que en el amasado carmesí de una sonrisa falsa, como una niña que
se traviste o pinta, tasa, pringosa. los jaspes del jardín y los espejuelos al
acaso olvidados. El canto de la ajorca está timbrado dé macetuelas poco actuales
El dorso como un velamen que se arquea en la senectud de un rimmel pasado o
echado a dos manos sobre las aguas quietas del lavabo. El corte de la pinza
azotea cardenales airados en el pingense monte. Se deslizan por el moflete
acochambrado goterones de pinga de esmirna de ''dolores": los cálculos la doblan
y la almizclan en un perpetrado redoblar de jarcias que instilan en el muelle de
las aguas internas la precisión de una piragua, o la pira de las aguas ardientes
o fogosas en el vestuario de los lobos grises. Acuclillan al papa de la
argentina y lo obligan a lamer el estirado o romo clito de la madre romana. una
matrona de crepé y arroz contorsionándose a la velocidad del ganglio o celosía,
como mirilla vigilante abre al flaneur el desdoror de un can o de una cana
echada entre almohadones cuya sarnosidad dice del paso, su ázimo olor del pis de
otros. Sorbe sin resistir, ya que le obligan, con una agilidad impropia al cargo
o a la norma. Levanta áspero del bies del cornillero colonial el hilo de una
aguja empantanada e inservible, porque no pincha ni ara el ruedo. Uñas tibias
que rasan al demorado olor como martillos en una tez desnuda, depilada. Palpan
alérgicas la chinche empotrada en los dos oídos.
Pululan cosquilleos alambrados, cárdenas insensibles, líneas de puntos flacos y
aunque borroneados pegajosos. Pegasos de vidrio de ciruela vuelven a hacerse
trizas en el cuello gargóleo de marmitas que ella llamaba mámparas.
ANADE, CARACOLES
1.
Arpeador, el arquero avista -catalejo de lana -el avinagrado banlon, o marmóleo,
la sirena de cola de paja que al zambullirse en esas aguas azuladas o acaso
babas de la ristra imita un zapateo amerinado, o farfulla diamantes, al caer;
porque en esas elipsis, o blasones del que almidonado se recata. como en un
zalameo, lame el anca o el grito del quien vive, usurpado por una patrulla
sorpresiva en una noche cálida, cuyas colas, de sirena despellejada, y renga,
avistan al que arquéase.
2.
En torno al címbalo de una mujer que teje un sospechado resplandor, borroso o
borracho de limo, cuenta una a una las plumas del pato. Ese despojo
sanguinolento, o veteado de espumas por cuyas alas antes plúmbeas rodaron como
en una escritura caracolillos tiesos o invertidos.
Ese rodar era el temblor de paja de la mano del muchacho que tira los dientes en
un sándalo acollarado, el de los mismos dientes y el de la cabeza de cola de
paja de la sirena que menstruaba: esa rojez, era su resplandor.
Su suerte, cual arúspice sudado, corroía las orlas de yodo y los talones
argentinos y daba clanco el punto de su fuga.
Un punto, perdido en esas orlas.
Acollarado en esas medianeras.
Címbrase.
En el medio de un círculo de plata, billetes, vaquitas de San Antonio, ese
gratuito cisne.
El adivinador no me responde, mira las peladas sirenas y deja caer sobre el
pellejo del pato su graznido.
Para que arroje las conchas glúteas en la pecera y dé nombre de pájaro a las
fuentes?
Porque en el parpadear de la que teje, como una piel inmóvil, los obeliscos
restallantes, torvos, hijo del rengo y la mendiga, un colibrí, o un pólipo,
palpean, adheridos a las viscosas, ventosidades, brisas que remedan el gesto del
que echa patos a las chatas.
Ese muchacho, el tufo de sus glúteos y la mano del ganglio, el bozo depilado. El
carrousel donde prendido a una sortija se degüella.
3.
Pero la mano que ávida lame muestra el juego de una fabulación: en el muchacho
que se tira, ardido aires de densos abanicos, plumas que graznan o "claveles en
el pelo", el halo de una olla, donde hierve, cisne de entrañas escarbadas y
heces dispersas en un mazo.
Perlas de paño y una colcha donde se calza el círculo y él danza abrochado de
espejos que dan de sí lo suyo aspas pastosos ademanes roba el sello de un gozne,
o el chillido de un pájaro de plata, el acre de sus vahos y el baño de su pie
pringando el cerco. el celo de los prendedores.
Una mitología de entendidos, o de sobreentendidos, se desata.
La caca que de su pecho cae en grandes orlas, punza el ano del pato.
4. Anade Jade
EL PALACIO DEL CINE
Hay algo de nupcial en ese olor o racimo de bolas calcinadas por una luz que se
drapea entre las dunas de las mejillas el lechoso cairel de las ojeras que
festonean los volados rumbo al olor del baño. al paraíso del olor, que pringa
las pantallas donde las cintas indiferentes rielan guerras marinas y nupciales.
Los escozores de la franela sobre el zapato de pájaro pinto dan paso al anelar o
pegan toques de luna creciente o de frialdad en el torcido respaldar que
disimula el brinco tras un aro de fumo y baban carreteles de goma que dejan
resbaloso el rayo del mirador entretenido en otra cosa.
Aleve como la campanilla del lucero el iluminador los despabila y reparte
polveras de esmirna en el salitre de las botamangas y en el rouge de las gasas
que destrenzan las bocas esparciendo un cloqueo diminuto de pez espada atrapado
en la pecera o de manatí vuelto sirena para reconocerlos.
Pero apenas los prende de plata se aja el rayon y los sonámbulos encadenan a
verjas de fierro para recuperar la sombra o el remanso del cuerpo derramado como
yedra las palanganas de esmerilo, el caucho que flota en la redoma donde se
peinan, tallarinesco o anguiloso, el pubis con un cedazo de humedad.
Y el sexo de las perras arroja tarascones lascivos a las tibias de los que
acezan hurtarse del lamé que lame él brin de marinero que fumando ve mirar la
pantalla donde los ojos pasan otra cinta y entretendido en otro lado mezcla las
patas a la ojera carnosa, que acurrucada en el follaje folla o despoja al pájaro
de nombres
en una noche americana.
FRENESI
El enterizo de banlon, si te disimulaba las almorranas, te las ceñía al roce
mercuarial del paso de las lianas en el limo azulado, en el ganglio del ánade
(no es metáfora). Terciopelo, correhuelas de terciopelo, sogas de nylon,
alambrecitos de hambres y sobrosos, sabrosos hombres broncos hombreando
hombrudos en el refocilar, de la pipeta el peristilo, el reroer, el intraurar,
el tauril de merurio. Y el volcán, en alunadas ágatas, terciopelo, correíta de
nácar, el mercurio de la moneda ensalivada en la pirueta de la pluma, bIanca,
flanca y fumóla en el brumulo noctural. El saurio, al que te dije,
deslelicorreaba. descoloría, coloreaba, las errancias gnomosas, como flatos de
goma o silicone afluentes en el nódulo del ganglio lenitar, róseo maravedí en
carbunclo alzado, lo prometido por las mascaritas, mascaba, macaneaba la mazota.
Campanuela de telgopor y el frunce de la ''imitación seda".
tildaban lentejuelas los breteles, esmirna, pirca de lapislázuli, carmelo.
cortióla rompiamor el encaracolado calacrí. el alacrán de la ponzoña abisagrada
como esputo, o carpiólo, rompiometió en el carrancudo lince de los senos
plastificados el estilete, en la cartera la tronera de una ventana vigilante, el
signo del acuario en el mangle movedizo, oleante, arde de las ardillas casi
encintas la delicia de la mentirilla linguajar, lúpulo del burdel, pupila de
éter. Corceía el lanzaperfumes su pesadilla de puttos ondulantes, como olas u
onduelas bandidejas, bandidas. carricoche en la reja, el espumar, en runa la
inscripción (borradiza) del himen de la verja, el alcahuete paga el servicio de
la consumición, ahoga en cerveza lo furtivo del lupanar, tupido, apantallado por
maltrechas ecuyères en caballitos de espinafre, la pímienta haciendo arder el
sebo carnoso del ánade.
carnaval -río 1984
Convidaba a ruir al forastero bieolor el troj de la heridilla, el rastrojo de
nylon del cuelga de las limas abrillantadas, borboteantes, por rizar, o retoñio,
del iris del palacio sororal la espécula de pinza, de piltrafa ataviada, al
recoger el meollo de la oruga (campanada de flus) el reventón, contra el murillo
cervecero, del pétalo ceniza, el sépalo, la siempreviva de gorgueras, gorgona,
la ilustración del brillo por el óleo de orillo metaplásmico, cuyo taladro de
metal oía. oye ruinar de los nematelmintos en el cabello cinto de la plata. El
rigodón, minuero. al taladrar la mina de jacinto, griselda, insulsa el ruin
contrabandea tics de la "banda oriental", si era del bicolor del borda el
fuelle. La filigrana filibustera y el ojo de la mano que retoca, cuando disipa
el polvo ceniza, cinza de los tocados. La manopla, al destapar la alegoría de
los crímenes y las encapuchadas en camisa, de fieltro, al evocar la guillotina
de los peplos y la costura de la mañanita. derriban al reloj que da a la sisa la
rigidez-o la consolación de un ano faldo, en rimas de Limoges, en porcelanas y
cristalerías de Limoges, en nuances vítreos.
Las tigresas, por esmaltar el brin, encorsetaban la linotipista. veíasela curtir
el afeite polaco de la liendre, alienada, encarpetada en cursos de rimmel
solitario y potiche relleno de partidas, o pollos, gallinitas a medio curtir que
circuían el bálano militar de la que oye. tras el timbal el pífano de Creso. El
maleante, después de atravesar las defensas de tules, los túneles blandos del
polietileno, libraba al portador del muelle lastre, lo soltaba al reojo de la
incógnita aúrea, o arañar. como si de libélulas tratárase, el alguacil del tufo
en el aceite aguado de una mandolina retocada, por rebuscada acaso menos lisa,
oh sol de verme luminar.
(el rigor de la histeria)
el rompehielos
Alud del aludir: el respostar, reposteril membrana, en el calambre, nítido o
níveo, la renda en la gargola, la gárgara de rendas. el gorgotear del pelandrún
en la marisca de sofocos, puercoespín. himenil.
el piecesillo de Farabeuf -cuando, al piscar, al ornicar. hacía hablar a los
peces azules, colorados-, el truco estaba en el tricot de la cadera, en el
tricostelón de la Nigeria, acantilar atlántida del oso lenguaraz. El caracol,
por darle verme al ristre. La sotreta, recamada de alubias, alicia lesa en una
elipsis demasiado estirada, comisura del rictus, come y sura. El huracán del
buscapié y el tornado mujer, la brizna del sostén en el pajareo incontenible, el
pico al piel del novio y remirándola la prímula, gorgoreo de rusas, engomadas
arábigas. Listar del broderie el entusiasmo, intuito del fiestero. al gozador
las lenguas se le hacen medias (o inmedias) como estambres. Firuletea el
rompehielos, guiña al esguince del sotreta montado, soterrado. sotrozo* de
fintas en el reiterarse legañosa, en la grandilocuencia del ventrílocuo vecinal,
barrado
Retornar, rocelar de la ligustrina maniatera, cuyo buril era apagado por una
constelación de vidrios focos, de vidrieras rumanas vampirizando el ''volga va
". Ya vista, la lechuza cairelábase en el menstruar de efebos de azabache, lame
el carmín lunares de ballesta. El fechado, al saltar, de los linces el linde
pajueril, rímini hosco y limosnero, cernía la cariátide de los atletas en una
tirria resinosa, bocina de carbunclo, amarilleante colomí en la lingüiza. La
lengüeta, por no el zapato postular, acariciaba en la sordina el ganglio de los
africados, rizado ríe del agror por una rima tan deseada. Y Lita: lituana
espúrea -que da a nueve, en el cerbanatar, prurito la congoja, paspa el canto.
Rúe, porque unas vestes aún ampáranla. Cosida, ya que bretel el cancro, lustre
el fimo. Sinuosidad de la cerveza, el quicio rebanaba corrales, apios torcidos
en el camandulear , contestados condones . Y donceles, y cordones brotados.
¿Coordinar para el torvo la nalguicie, vallejo urdir la fístula luzbélica, y por
candir fosforecer el hurto, las ''entrañas" asgadas -palafrenero del esfínter en
la borbota carmesí? El agudo, si aguado, levitaba al pendor la córnea blanda,
íntima. Fosforescencia y glauca. El vegetal, cogido por el níspero, cruza
delfines con venablos.
Le daba al africado, pirulera, el cerúleo candor, maromas de aduanera, en el
dejar pasar de la congonha por la estría porosa. Le preguntaban si había venido
de hidroavión para medir el peso de sus glúteos, el fibroma de cincuenta libras
bajo los cambaceres del tulcito, leonel mirón de pie en la leonera o liorna de
los monos semidesnudos, depilados, la cera negra de Treblinka en el tremor
timbrado de la flema.
La gema, chal de felpa, yeminal, al conjuro de las malaquitas traicionaba la
dureza, ya glacial, del derrame, en la refistolería de morados y milhos verdes,
pirateados por el malandro en la boca del subte semienterrado, semicorredizo por
los ojos de buey de los cinturones y los bagres pintados en la costa con
calcomanías de carey. Repujados, altivos. Contorsionistas del desfile, el paseo
de los caimanes en la bandolera resinosa. El picoteo de las madréporas en los
collares del Vesuvio, el efluvio de pinga en el pingote (''me acarició la yema")
las borrachas, flexibles, gárrulas, limosas en el fluxo del glande, el fijador
acuoso de pegaso lujar. o iglesinesco, lie lioneras de azulejos con polvo de
canarios, o de albatros, pájaros prietos en un fondo de cielo azorado. Al
azotarla, al blandir la excrecencia pegajosa, la creciente, la ceceosa
esmeralda, rotulaba con el blandor de la alegría la estría del goloso,
sollozante y fugaz jubiloso. Hazmerreír, de pantas y palmeras, la nevera del
bánalo en el banal-tambor, el repicar de los badajos en los goteos (acueductos)
de una furiosa farsa.
CADAVERES
a Flores
Bajo las matas En los pajonales Sobre los puentes En los canales Hay Cadáveres
En la trilla de un
tren que nunca se detiene En la estela de un barco que naufraga En una olilla,
que se desvanece En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones Hay
Cadáveres
En las redes de los pescadores En el tropiezo de los cangrejales En la del pelo
que se toma Con un prendedorcito descolgado Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia En lo que raya esa palabra En su divina presencia
Comandante, en su raya Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la ventana
del barquillo con un bebito a cuestas En el barquillero que se obliga a hacer
garrapiñada En el garrapiñiero que se empana En la pana, en la paja, ahí Hay
Cadáveres
Precisamente ahí, y en esa richa de la que deshilacha, y en ese soslayo de la
que no conviene que se diga, y en el desdén de la que no se diga que no piensa,
acaso en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres
Empero, en la lengüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al espejuelo,
en la correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin embargo, en esa
c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con Todo Sobretodo Hay Cadáveres
En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la menea de la que se
lagarta en esa yedra, inerme en el despanzurrar de la que no se abriga, apenas,
sino con un saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
pasadas como mejas muertas de las que Hay Cadáveres
Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano: en la colilla de los
pantalones que se enchastran, símilmente; en el ribete de la cola del tapado de
seda de la novia, que no se casa porque su novio ha
…............................!
Hay Cadáveres
En ese golpe bajo, en la bajez de esa mofleta, en el disfraz ambiguo de ese
buitre, la zeta de esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad Hay Cadáveres
Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las campesinas
agasajan sus fiolos, en los fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan
amanecer, como a escondidas, con la bombacha llena; en la humedad de esas
bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de los de Hay Cadáveres
Parece remanido: en la manea de esos gauchos, en el pelaje de esa tropa alzada,
en los cañaverales (paja brava), en el botijo de ese guacho, el olor a matorra
de ese juiz Hay Cadáveres
Ay, en el quejido de esa corista que vendía "estrellas federales"
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos, Uau, en el
peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con una botella de whisky "Russo"
llena de vidrio en los breteles, en ésos, tan delgados, Hay Cadáveres
En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere En la
delicadeza de las manos que la manicura que electriza las uñas salitrosas, en
las mismas cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
...indeciso..., que clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina
y en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza que se
derrumba, oui Hay Cadáveres
Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa ¡bonita profesora! Ecco, en los
tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo de ese incienso; Da, en
la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón atravesado por un aro,
enagua, en Ya Hay Cadáveres
En eso que empuja lo que se atraganta, En eso que traga lo que emputarra, En eso
que amputa lo que empala, En eso que ¡puta! Hay Cadáveres
Ya no se puede sostener: el mango de la pala que clava en la tierra su rosario
de musgos, el rosario de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
la corriente que sujeta a los juncos el pichido -tin, tin . . . -del sonajero,
en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres
En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también glacial
amígdala; en el florete que no se succiona con fruición porque guarda una orla
de caca; en el escupitajo que se estampa como sobre en un pijo, en la saliva por
donde penetra un elefante, en esos chistes de la hormiga, Hay Cadáveres
En la conchita de las pendejas En el pitín de un gladiador sureño, sueño En el
florín de un perdulario que se emparrala, en unas brechas, en el sudario del
cliente que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo, en el polvo Hay
Cadáveres
En el desierto de los consultorios En la polvareda de los divanes "inconcientes"
En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales donde el muerto
circula, en los pasillos donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los
ovarios, en los huecos de los escaparates de cristal de orquesta donde los
cirujanos se travisten de ''hombre drapeado", laz zarigueyaz de dezhechoz, donde
tatúase, o tajéase (o paladea) un paladar, en tornos Hay Cadáveres
En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de esmeraldas,
canutos, en las alforzas de ese bies que ciñe-algo demás-esos corpiños, en el
azul Iunado del cabello, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en
el recIinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños . .. Hay
Cadáveres
En esas circunstancias, cuando la madre se lava los platos, el hijo los pies, el
padre el cinto, la hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que va
"creciente", o Hay Cadáveres
Ya no se puede enumerar: en la pequeña ''riela" de ceniza que deja mi caballo al
fumar por los campos (campos, hum…),o por los haras, eh, harás de cuenta de que
no Hay Cadáveres
Cuando el caballo pisa los embonchados pólderes, empenachado se hunde en los
forrajes; cuando la golondrina, tera tera, vola en circuitos, como un gallo, o
cuando la bondiola como una sierpe 'leche de cobra" se disipa, los miradores
llegan todos a la siguiente conclusión: Hay Cadáveres
Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la papisa, y la
manotean a dos cuerpos"), cómplices, arrodíllanse (de) bajo la estatua de una
muerta, y ella es devaluada! Hay Cadáveres
Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano, ya no pueden, el
peso de un carajo, el pis de un ''palo borracho", la estirpe real de una azalea
que ha florecido roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje la troncha,
calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo contra una parecita, y a
horcajadas, chorrea, y Hay Cadáveres
Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el suceso de su pica, más
atornilla esa clava, cuando "mecha" en el pistilo de esa carroña el peristilo de
una carroza chueca, cuando la va dándola vuelta para que rase todos.. . los
lunares, o Sitios, Hay Cadáveres
Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin...
acribilla, acrisola, ángeles miriados' de peces espadas, mirtas acneicas, o sólo
adolescentes, doloridas del dedo de un puntapié en las várices, torreja de ubre,
percal crispado, romo clít ... Hay Cadáveres
En el país donde se yuga el molinero En el estado donde el carnicero vende sus
lomos, al contado, y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon, la huelen desde
lejos, desde antaño Hay Cadáveres
En la provincia donde no se dice la verdad En los locales donde no se cuenta una
mentira -Esto no sale de acáEn los meaderos de borrachos donde aparece una
pústula roja en la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y Esmeraldas, Hay
Cadáveres
Y se convierte inmediatamente en La Cautiva, los caciques le hacen un enema, le
abren el c... para sacarle el chico, el marido se queda con la nena, pero ella
consigue conservar un escapulario con una foto borroneada de un camarín donde...
Hay Cadáveres
Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella era una oveja hecha
rabona, donde la perra lo cagó, donde la puerca dejó caer por la puntilla de
boquilla almibarada unos pelillos almizclados, lo sedujo, Hay Cadáveres
Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre un bombachón de
muñequera como en un cáliz borboteante-los retazos de argolla flotaban en la
"Solución Humectante" (método agua por agua), ella se lo tenía que contar Hay
Cadáveres
El feto, criándose en un arroyuelo ratonil, La abuela, afeitándose en un bols de
lavandina, La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento, La tía, volviéndose
loca por unos peines encurvados Hay Cadáveres
La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas La amiga, cosiendo sin
parar el desgarrón de una "calada" El gil, chupándose una yuta por unos
papelitos desleídos Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de
escape de una Kombi, Hay Cadáveres
La despeinada, cuyo rodete se ha raído por culpa de tanto "rayito de sol", tanto
"clarito"; La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo; La desposeída, que se
enganchó los dientes al intentar huir de un taxi; La que deseó, detrás de una
mantilla untuosa, desdentarse para no ver lo que veía: Hay Cadáveres
La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien discreto que no
mostrara nada -y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase -; la dueña de
la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse táctilmente en los
telares-y daba esa textura acompasada...
lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas Hay Cadáveres
La que hace años que no ve una pija La que se la imagina, como aterciopelada, en
una cuna (o cuña) Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una profesora…)
Hay Cadáveres
Era ver contra toda evidencia Era callar contra todo silencio Era manifestarse
contra todo acto Contra toda lambida era chupar Hay Cadáveres
Era: "No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan cuenta" O: "No le
vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a pecho"
Acaso: "No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta" Aún: "Hoy
asaltaron a una vaca" "Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de
nada ...y listo" Hay Cadáveres
Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello Como una frase hecha le
atornillaba los corsets, las fajas Como un titilar olvidadizo, eran como
resplandores de mangrullo, como una corbata se avizora, pinche de plata, así Hay
Cadáveres
En el campo En el campo En la casa En la caza Ahí Hay Cadáveres
En el decaer de esta escritura En el borroneo de esas inscripciones En el
difuminar de estas leyendas En las conversaciones de lesbianas que se muestran
la marca de la liga, En ese puño elástico, Hay Cadáveres
Decir "en" no es una maravilla? Una pretensión de centramiento? Un centramiento
de lo céntrico, cuyo forward muere al amanecer, y descompuesto de El Túnel Hay
Cadáveres
Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo de superficie frívola...?
Hay Cadáveres
Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste a la
oficina, a hacer los trámites, cuando yo curzaba la calle, una viejita se cayó,
por una biela, y los carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya
preciso, te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a dedetener,
Fernando? Imaginá… Hay Cadáveres
Estamos hartas de esta reiteración, y llenas de esta reiteración estamos. Las
damiselas italianas pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las ''modelos"-del partido polacono encuentran los botones (el escote cerraba
por atrás) en La Matanza! Cholas baratas y envidiosas -cuya catinga no
compite-en Quilmes! Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda! Barracas! Hay
Cadáveres
Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género "volante"!
NI Hay Cadáveres
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios Campañas Consorcios Condominios Contractus Hay Cadáveres
Yermos o Luengos Pozzis o Westerleys Rouges o Sombras Tablas o Pliegues Hay
Cadáveres
-Todo esto no viene así nomás -Por qué no? -No me digas que los vas a contar -No
te parece? -Cuándo te recibiste? -Militaba? -Hay Cadáveres?
Saliste Sola Con el Fresquito de la Noche Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito Y Hay Cadáveres
Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres
Yo soy aquél que ayer nomás...
Ella es la que… Veíase el arpa...
En alfombrada sala...
Villegas o Hay Cadáveres
Archipiélagos de lentejuelas, tocados de plumas iridiscentes (en cada
vertebración de la cadera trepidante, las galas de cien flamencos que flotan en
el aire tornado un polvo rosa), constelaciones de purpurinas haciendo del rostro
una máscara más, toda una mampostería kitsch, de una impostada delicadeza, de
una estridencia artificiosa, se derrumba bajo el impacto (digámoslo) de la
muerte. La homosexualidad (al menos la homosexualidad masculina, que de ella se
trata) desaparece del escenario que tan rebuscadamente había montado, hace mutis
por el foro, se borra como la esfumación de un pincelito en torno de la pestaña
acalambrada, acaramelada. Toda esa melosidad relajante de pañuelitos y papel
picado irrumpiendo en la paz conyugal del dormitorio, por ellas (o por ellos:
ah, las elláceas), a gacelas subidas y por toros asidas y rasgadas, convertido
en un campo de batallas de almohadones rellenos de copos de algodón hecho de
azúcares pero en el fondo, siempre, como un dejo de hiel, toda esa parafernalia
de simulaciones escénicas jugadas normalmente en torno de los chistes de la
identidad sexual, derrumbase -diríamos, por inercia del sentido, con estrépito,
pero en verdad casi suavemente-, en un desfallecimiento general. La decadencia
sería romántica si no fuese tan transparente, tan obscena en su traslucidez de
polietileno alcanforado. Desvanécese, pero sin descender a los abismos de donde
supónese emergida gracias al escándalo de la liberación, sino yéndose,
deshilachándose en un declive casi horizontal continuando cierta existencia
menor -de una manera, claro está, atenuada, levísima como la difuminación de un
esfumino- en una suerte de callado cuarto al lado -el cuarto de Virginia Wolf,
tal vez, pero en silencio, habiendo renunciado a los célebres y conmovedores
parties.
Es preciso aclarar: lo que desaparece no es tanto la práctica de las uniones de
los cuerpos del mismo sexo genital, en este caso cuerpos masculinos (y de la
parodia, renegación y franeleo de ésta dada -en el sentido de don- masculinidad,
trata en abundancia su imaginario), sino la fiesta del apogeo, el interminable
festejo de la emergencia a la luz del día, en lo que fue considerado como el
mayor acontecimiento del siglo XX: la salida de la homosexualidad a la luz
resplandeciente de la escena pública, los clamores esplendorosos del -dirían en
la época de Wilde- amor que no se atreve a decir su nombre. No solamente se ha
atrevido a decirlo, sino que lo ha ululado en la vocinglería del exceso. Acaba,
podría decirse, la fiesta de la orgía homosexual, y con ella se termina (¿acaso
no era su expresión más chocante y radical?) la revolución sexual que sacudió a
Occidente en el curso de este tan vapuleado siglo. Se cumple, de alguna manera,
el programa de Foucault, enunciado -para sorpresa de la mayoría y duradera
estupefacción de los militantes de la causa sexual- en el primer volumen de la
Historia de la sexualidad. El dispositivo de sexualidad, vaciado, saturado,
revertido, vive -aun cuando sea posible vaticinarle el vericueto de alguna
treta, alguna sobrevivencia en la adscripción forzada y subsunción a otros
dispositivos más actuales y más potentes-, acaso en la cúspide de su saturación,
un manso declive.
Un declive tan manso que si uno no se fija bien no se da cuenta es el de la
homosexualidad contemporánea. Porque ella abandona la escena haciendo una escena
patética y desgarradora: la de su muerte. Debe haber algún plano -no el de una
causalidad- en que esa contigüidad entre la exacerbación desmelenada de los
impulsos sexuales ("verdaderos laboratorios de experimentación sexual", diría
Foucault) y la llegada de la muerte en masa del Sida, algún espacio imaginario,
o con certeza literario, donde esa contigüidad se cargue de sentido, sin tener
obligatoriamente que caer en fáciles exorcismos de santón. Sea como fuere, hay
una coincidencia. Cabrá a los historiadores determinar la fuerza y la calidad de
la irrupción morbosa en el devenir histórico, comprenderlas. A los que ahora la
sentimos no se nos puede escapar la siniestra coincidencia entre un máximo (un
esplendor) de actividad sexual promiscua particularmente homosexual y la
emergencia de una enfermedad que usa de los contactos entre los cuerpos (y ha
usado, en Occidente, sobre todo los contactos homosexuales) para expandirse en
forma aterradora, ocupando un lugar crucial en la constelación de coordenadas de
nuestro tiempo, ep parte por darse allí la atractiva (por misteriosa y
ambivalente) conclusión de sexo y muerte.
Se puede pensar que nunca la orgía llegó a tal exceso como bajo la égida de la
liberación sexual (y más marcadamente homosexual) de nuestro tiempo. El libro de
Foucault puede anticipar esa inflexión -que ahora parece verificarse ya no en el
plano de las doctrinas, sino en las prácticas corporales-, porque él nos muestra
cómo la sexualidad va llegando a un grado insoportable de saturación, con la
extensión del dispositivo de sexualidad a los más íntimos poros del cuerpo
social.
El dispositivo social desarrollado en torno de la irrupción del Sida lleva
paradójicamente a su máxima potencia la promoción planificada de la sexualidad
-tratada ésta como un saber por un poder- y marca de paso el punto de inflexión
y decadencia. Es curioso constatar cómo estamos a tal punto imbuidos de los
modernos valores de la revolución sexual que nuestro primer impulso es denunciar
coléricamente su reflujo. No vemos la historicidad de esa revolución, no
conseguimos relativizar la homosexualidad tal como ella es dada (o era dada
hasta ahora), enseñada y transmitida por médicos, psicólogos, padres, medios de
comunicación, amantes y amantes de los amantes -siendo esa ilusión de
ahistoricidad intemporal incentivada por buena parte del movimiento homosexual,
que defiende la tesis de una esencia inmutable del ser homosexual. Nuestra
homosexualidad es un sexpol, o al menos se presenta y maneja, a pesar de la
homofobia de Reich, como uno de sus resultados. Un elemento político, un
elemento sexual. Parece El Fiord de Osvaldo Lamborghini (pero un Lamborghini sin
éxtasis). A decir bien, ¿sin éxtasis?
Sabemos gracias a Bataille que la sexualidad (el "erotismo de los cuerpos") es
una de las formas de alcanzar el éxtasis. En verdad, Bataille distingue tres
modos de disolver la mónada individual y recuperar cierta indistinción
originaria de la fusión: la orgía, el amor, lo sagrado. En la orgía se llegaba a
la disolución de los cuerpos, pero éstos se restauraban rápidamente e
instauraban el colmo del egoísmo, el vacío que producen en su gimnasia perversa
resulta ocupado por el personalismo obsceno del puro cuerpo (cuerpo sin
expresión, o, mejor, cuerpo que es su propia expresión, o al menos lo
intenta...). En el sentimentalismo del amor, en cambio, la salida de si es más
duradera, el otro permanece tejiendo una capita que resiste al tiempo en el
embargo de la sublimación erótica. Pero sólo en la disolución del cuerpo en lo
cósmico (o sea, en lo sagrado) es que se da el éxtasis total, la salida de sí
definitiva.
Estamos demasiado aprisionados por la idea de sexualidad para poder entender
esto. La sexualidad vale por su potencia intensiva, por su capacidad de producir
estremecimientos y vibraciones (¿sería, en esta escala, el éxtasis una suerte de
grado cero?) que se sienten en el plano de las intensidades. Pero no quiere
decir que sea la única forma, menos aún la forma obligatoria, como nos quieren
hacer creer Reich y toda la caterva de ninfómanos que lo siguen, aún
discutiéndole algo, pero imbuidos del espíritu de la marcha ascendente del gozo
sexual. Nos suena ya una antigualla. Pero pensemos cuánto se ha luchado por
llegar, por conseguir, por alcanzar, ese paraíso de la prometida sexualidad. Con
el Sida se va dando, sobre todo en el terreno homosexual (pienso más en el
brasileño, muy avanzado, ello es, donde se llegó a un grado de
desterritorialización considerable en las costumbres; en otros países menos
osados ese proceso de reflujo tal vez no se pueda ver con tanta claridad; es que
es ta desaparición de la homosexualidad está siendo discreta como una
anunciación de suburbio, a muchos lugares la noticia tarda un poco en llegar,
aún no se enteraron...), otra vuelta de tuerca del propio dispositivo de la
sexualidad, no en el sentido de la castidad, sino en el sentido de recomendar, a
través del progresismo médico, la práctica de una sexualidad limpia, sin
riesgos, desinfectada y transparente. Con ello no quiero postular un viva la
pepa sexual, dios nos libre, tras todo lo que hemos pasado (sufrido) en pos de
la premisa de liberarnos, sino advertir (constatar, conferir) cómo se va dando
un proceso de medicalización de la vida social. Esto no debe querer decir
(confieso que no es fácil) estar contra los médicos ya que la medicina
evidentemente desempeña, en el combate contra la amenaza morbosa, un papel
central.
El pánico del Sida radicaliza un reflujo de la revolución sexual que ya se venía
insinuando en tendencias como la minoritariamente desarrollada en los Estados
Unidos que postulaban el retorno a la castidad. En verdad la saturación ya venía
de antes. La saturación parece inherente al triunfo del movimiento homosexual en
Occidente, al triunfo de la homosexualidad, que viene de un proceso bastante
ajetreado y conocido que no hace falta repetir aquí. Recordemos que la
homosexualidad es una criatura médica, y todo lo que se ha escrito sobre el
pasaje del sodomita al perverso, del libertino al homosexual. Baste ver que la
moderna homosexualidad es una figura relativamente reciente, que, puede decirse,
y al enunciarlo se lo anuncia, ha vivido en un plano de cien años su gloria y su
fin.
¿Qué pasa con la homosexual idad, si es que ella no vuelve a las catacu mbas de
las que era tan necesario sacarla, para que resplandeciese en la provocación de
su libertinaje de labios refulgentemente rojos? Ella simplemente se va diluyendo
en la vida social, sin llamar más la atención de nadie, o casi nadie. Queda como
una intriga más, como una trama relacional entre los posibles, que no despierta
ya encono, pero tampoco admiración. Un sentimiento nada en especial, como algo
que puede pasarle a cualquiera. Al tornarla completamente visible, la ofensiva
de normalización (por más que estemos tratando de cambiar la terminología, más
después de que Deleuze lanzó la noción de sociedades de control, como
sustituyente de las sociedades de disciplina de que habla Foucault, no es fácil
llamar de una manera muy diferente a tan profunda reorganización, o intento de
reorganización de las prácticas sexuales, indicada sensiblemente por la
introducción obligatoria del látex en la intimidad de las pasiones) ha
conseguido retirar de la homosexualidad todo misterio, banalizarla por completo.
No dan ganas, es cierto, de festejarlo, al fin y al cabo fue divertido, pero
tampoco es cuestión de lamentarlo. Al final, la homosexualidad (su práctica) no
ha sido una cosa tan maravillosa cuanto sus interesados apologistas proclamaran.
No hay, en verdad, una homosexualidad, sino, como dirían Deleuze y Guattari, mil
sexos, o por lo menos, hasta hace bien poco, dos grandes figuras de la
homosexualidad masculina en Occidente. Una, de las locas genetianas, siempre
coqueteando con el masoquismo y la pasión de abolición; otra, la de los gays a
la moda norteamericana, de erguidos bigotitos hirsutos, desplomándose en su
condición de paradigma individualista en el más abyecto tedio (un reemplazo del
matrimonio normal que consigue la proeza de ser más aburrido que éste). Me
arriesgaría a postular que la reacción de gran parte de los homosexuales frente
a las campañas de prevención está siendo la de dejar de tener relaciones
sexuales en general, más que la de proceder a una sustitución radical de las
antiguas prácticas por otras nuevas "seguras", o sea con forro.
La homosexualidad se vacía de adentro hacia afuera, como un forro. No es que
ella haya sido derrotada por la represión que con tanta violencia se le vino
encima (sobre todo entre las décadas del 30 y del 50, y, en el caso de Cuba,
todavía ahora se la persigue: una forma torturante de que conserve actualidad y
alguna frescura). No: el movimiento homosexual triunfó ampliamente, y está muy
bien que así haya sido, en el reconocimiento (no exento de humores intempestivos
o tortuosos) del derecho a la diferencia sexual, gran bandera de la libidinosa
lidia de nuestro tiempo. Reconozcámoslo y pasemos a otra cosa. Ya el movimiento
de las locas (no sólo político, sino también de ocupación de territorios: un
verdadero Movimiento al Centro) empezó a vaciarse cuando las locas se fueron
volviendo menos locas y tiesos los bozos, a integrarse: la vasta maroma que
fundía a los amantes de lo idéntico con las heteróclitas, delirantes (y
peligrosas) marginalidades, comenzó a rajarse a medida que los manflorones
ganaron terreno en la escena social. El episodio del Sid a es el golpe de
gracia, porque cambia completamente las líneas de alianza, las divisorias de
aguas, las fronteras. Hay sí discriminación y exclusión con respecto a los
enfermos del Sida, pero ellos -recuérdese- no son solamente maricones. Ese
estigma tiene más que ver, parece, con el escándalo de la muerte y su cercanía
en una sociedad altamente medicalizada. Su promoción aterroriza y sirve para
terminar de limpiar de una vez por todas los antiguos poros tumefactos y
purulentos que la perversión sexual ocupaba, en los cuales reía con la risa de
los Divine (la loca de "Nuestra Señora de las Flores", la inmensa travesti
norteamericana). Asimismo, con la llegada de la visitante inesperada (así se
llama la última pieza de Copi), los antiguos vínculos de socialidad, ya
resquebrajados por la quiebra de los lazos marginales de que hablábamos,
terminan de hacer agua y de venirse abajo. Es que con el Sida cambian las
coordenadas de la solidaridad, que dejan de ser internas a los entendidos, como
sucedía cuando la persecución, para pasarle por encima al sector homosexual y
desbo rd arlo por tod as partes . Así, se nota que son de un modo general las
mujeres (las mujeres maduras) las que se solidarizan con los sidosos, mientras
que sus colegas de salón huyen aterrados.
Toda esa promoción pública de la homosexualidad, que ahora, por abundante y
pesada, toca fondo, no ha sido en vano. Ha dispersado las concentraciones
paranoicas en torno de la identidad sexual, trayendo la remanida discusión sobre
la identidad a los salones de ver TV, hasta que todos se dieran cuenta de su
idiotez de base; al hacerlo, ha acabado favoreciendo cierto modelo de androginia
que no pasa necesariamente por la práctica sexual. Dicho de otra manera: las
locas fueron las primeras en usar arito; ahora se puede usar arito sin dejar de
ser macho. Aunque ser macho ya no signifique mucho. De últimas, la desaparición
de la homosexualidad no detiene el devenir mujer que el feminismo (otro fósil en
extinción) inaugurara, lo consolida y asienta, más que radicalizarlo, y lima
romando sus aristas puntiagudas.
Ahora, la saturación (por supuración) de esta trasegada vía de escape intensivo
que significó, a pesar de todo, la homosexualidad, con su reguero de víctimas y
sus jueguitos de desafiar a la muerte (pensemos en la pieza de Copi, víctima de
Sida, Les Escaliers de lçotre Dame: una cohorte de travestis, chulos, malandras
y policías juegan a desafiar a la muerte en las escalinatas de la catedral, que
hace de fondo lejano; desafio que la llegada de la muerte masiva ha vuelto
innecesario, entre macabro y ridículo), favorece que se busquen otras formas de
reverberación intensiva, entre las que se debe considerar la actual promoción
expansiva de la mística y las místicas, como manera de vivir un éxtasis
ascendente, en un momento en que el éxtasis de la sexualidad se vuelve, con el
Sida, redondamente descendente.
Con la desaparición de la homosexualidad masculina (la femenina, bien valga
aclararlo, continúa en cierto modo su crecimiento y extensión, pero en un
sentido al parecer más de corporación de mujeres que de desbarajuste
dionisíaco), la sexualidad en general pasa a tornarse cada vez menos
interesante. Un siglo de joda ha terminado por hartarnos. No es casual que la
droga (aunque sean sus peores usos) ocupe crecientemente el centro de las
atenciones mundiales. Mal que mal, la droga (o por lo menos ciertas drogas, los
llamados alucinógenos) acerca al éxtasis y llama, mal que les pese a los
cirqueros históricos, a algún tipo de ritualización que la explosión de los
cuerpos en libertinaje desvergonzado nunca se propuso (aunque ya una heroína
sadiana avisaba: "Hasta la perversión exige cierto orden").
Abandonamos el cuerpo personal. Se trata ahora de salir de sí.
Lo primero que se ven son cuerpos: cuerpos charolados por el revoleo de una
mirada que los unta; cuerpos como películas de tul donde se inscribe la corrida
temblorosa de un guiño; la hiedra viboresca de cuerpos enredados (drapeado en
erección) al poste de una esquina; cuerpos fijos los unos, en su dureza
marmoleante donde se tensa, preámbulo de jaba, jadeo en jade, la cuerda certera
de una flecha; cuerpos erráticos los otros, festoneando el charol aceitoso con
rieles en almíbar caricias arañescas que se yerguen al borde de la vereda
pisoteada.
Cuerpos que del acecho del deseo pasan, después, al rigor mortis. En enjambre de
sábanas deshechas las ruinas truculentas de la fiesta, de lo festivo en devenir
funesto: cogotes donde las huellas de los dedos se han demasiado fuertemente
impreso, torsos descoyuntados a bastonazos, lamparones azules en la cuenca del
ojo, labios partidos a que una toalla hace de glotis, agujeros de balas,
barrosas marcas de botas en las nalgas.
Transformación, entonces, de un estado de cuerpos. ¿Cómo se pasa de una orilla a
la otra? ¿Cómo puede el deseo desafiar (y acaso provocar) la muerte? ¿Cómo, en
la turbulencia de la deriva por la noche, aparece la trompada adonde se la quiso
-sin restarle potencia ni espamento- tomar caricia? ¿Cómo el taladro del goce
-al que se lo prevé desgarrando en la fricción los nidos (nudosos) del banlon-
realiza, en un fatal exceso, su mitología perforante? Volutas y voluptas: una
multiplicidad de perspectivas reclaman ser movilizadas para asomarse a la oscura
circunstancia en que el encuentro entre la loca y el macho deviene fatal.
"Homosexual asesinado en Quilmes". De vez en cuando, noticias de la muerte
violenta de las locas ganan, con macabro regodeo, pringan de lama o bleque los
titulares sensacionalistas, compitiendo en fervor, en columna cercana, con las
cifras de las bajas del Sida. Ambas muertes se tiñen, al fin, de una tonalidad
común. Lo que las impregna parece ser cierto eco de sacrificio, de ritual
expiratorio. La matanza de un puto se beneficiaría, secreto regocijo, de una
ironía refranera: "el que roba a un ladrón..."
Pocos meses atrás, una ola de asesinatos de homosexuales recorrió el Brasil.
Entre noviembre del 87 y febrero de este año, una veintena de víctimas, un
verano caliente. Quiso la fatalidad que los muertos se reclutaran entre
personalidades conocidas ("Zas, la loca era famosa", prorrumpió un comisario
ante el hallazgo de un cadáver en bombacha): un director de teatro, algunos
periodistas, modistas, peluqueros... No bastaba, al parecer, el Sida con su
campaña altisonante -una verdadera promoción de hades. Era necesario recurrir a
métodos más contundentes. Así, ametrallamiento de travestis en las callejas
turbias de San Pablo, achacado fabulosamente por portavoces policiales a un
paciente de Sida deseoso de venganza -pero de inequívocos rasgos paramilitares.
Del mismo modo que la muerte de los homosexuales se liga, en el actual contexto,
casi ineludiblemente al Sida, la represión policial se asocia, en la producción
de esos cadáveres exquisitos, a lo que los ideólogos liberacionistas del 60
llamaban homofobia: una fornida fobia a la homosexualidad dispersa en el cuerpo
social. Se mezclan las cartas, sale culo, sobreviene la descarga.
Lejos de ser algo exclusivo de las veredas tropicales, la sangre de las locas
suele salpicar también los adoquines sureños. Se recordará la serie de
ejecuciones desatadas cuando los estertores de la última dictadura, a la luz
odiosa del perdido fiord. O, asimismo, el ametrallamiento de los travestis que
exhibían, en la Panamericana la audacia de sus blonduras. En ambos casos, se
impone la pregunta: ¿se trata, en verdad, de conspiraciones de inspiración
fascista (estilo Escuadrón de la Muerte o Triple A)? ¿O, más bien, de cierto
clima de terror contagioso que tensa hacia la muerte los ya tensos enlaces del
submundo ("cuando uno mata, matan todos", condenó un taxiboy durante la ola de
crímenes porteños)?
En un librito recientemente publicado en San Pablo, El pecado de Adán, dos
jóvenes periodistas, Vinciguerra y Maia, se aventuran con argucia por los
entretelones del ghetto, investigando las relaciones entre los asesinos y sus
víctimas. Si bien algunos de los homicidas eran policías o soldados -y varios de
los crímenes citaban, en su metodología (manos atadas a la espalda, bocas
entoalladas, emasculaciones o inscripciones en la carne, a la manera de la
máquina kafkiana), el estilo de los Escuadrones de la Muerte (comandos
parapoliciales de exterminio de lúmpenes y de intervención en las guerras del
hampa)-, ninguna conspiración, ningún plan organizado, sino a lo sumo una ligera
cita, la referencia al sacrificio justiciero. ¿De qué justicia, en este caso,
trátase?
Primero, ¿de qué se habla cuando se habla de violencia? Más allá de la
indignación de los robos -que no llega a compensar, con todo, el no tan secreto
regocijo de los más-, no resulta fructífero pensar la violencia en tanto tal,
como hecho en sí. La violencia -dice Deleuze hablando de Foucault- "expresa
perfectamente el efecto de una fuerza sobre algo, objeto o ser. Pero no expresa
la relación de poder, es decir, la relación de la fuerza con la fuerza". ¿De qué
fuerzas, en el caso de la violencia antihomosexual, se trata? Dicho de otra
manera: ¿cuáles son las fuerzas en choque, cuál el campo de fuerzas que afecta
su entrechoque?
Para decirlo rápido, estas fuerzas convergen en el ano; todo un problema con la
analidad. La privatización del ano, se diría siguiendo al Antiedipo, es un paso
esencial para instaurar el poder de la cabeza (logo-ego-céntrico) sobre el
cuerpo: "sólo el espíritu es capaz de cagar". Con el bloqueo y la permanente
obsesión de limpieza (toqueteo algodonoso) del esfínter, la flatulencia orgánica
sublímase, ya etérea. Si una sociedad masculina es -como quería el Freud de
Psicologia de las Masas- libidinalmente homosexual, la contención del flujo
(limo azul) que amenaza estallar las máscaras sociales dependerá, en buena
parte, del vigor de las cachas. Irse a la mierda o irse en mierda, parece ser el
máximo peligro, el bochorno sin vuelta (el no llegar a tiempo a la chata
desencadena, en El Fiord de Osvaldo Lamborghini, la violencia del Loco
Autoritario; Bataille, por su parte, veía en la incontinencia de las tripas el
retorno orgánico de la animalidad). Controlar el esfínter marca, entonces, algo
así como un "punto de subjetivación": centralidad del ano en la constitución del
sujetado continente.
Cierta organización del organismo, jerárquica e histórica, destina el ano a la
exclusiva función de la excreción -y no al goce. La obsesión occidental por los
usos del culo tiene olor a quemado; recuérdese el sacrificio (¿previo
empalamiento?) de los sodomitas descubiertos por el ojo de Dios. Si el
progresivo desplazamiento de la Teología a la Medicina como ciencia y verdad de
los cuerpos ha de modificar el tratamiento, pasando por ejemplo del fuego a la
inyección, no por desinfectante la histeria de sutura amenguará el picor de su
insistencia, envuelta en fino, transparente látex. Así, si los argumentos
sesentaochescos de Hocquenghem en Le Desir Homosexual que entendían la
incansable persecución a los homosexuales a través de un trasluz esfinterial
("Los homosexuales son los únicos que hacen un uso libidinal constante del
ano"), parecían, a juzgar por la inflación orgiástica del gay liberation y sus
"verdaderos laboratorios de experimentación sexual" (Foucault), haber perdido, a
costa del relajo, el rigor de su vigencia, el fantasma del Sida habrá, en los
días de hoy, de actualizar el miedo ancestral a la mixtura mucosa, al contacto
del semen con la mierda, de la perla gomosa de la vida con la abyección fecal.
De reactualizar, en una palabra, el problema del culo.
"Para un gorila / no hay nada mejor / que romperle el culo / con todo mi amor":
"romper el culo". O, en su defecto, "dejarse tocar el culo": la grosería
chongueril -andando siempre "con el culo en la boca": si cuando digo la palabra
carro, un carro pasa por mi boca, al decir culo... -insiste en posar en las
asentaderas el punto de toque del escándalo (...yo no diría del deseo...)
Insistencia en el chiste pesado, cuya concreción, en la "llanura del chiste"
lamborghiana, desata la violencia (irresistible contar el argumento de "La Causa
Justa": dos compañeros de oficina se la pasan todo el día diciéndose : "Si fuera
puto, me la meterías hasta el fondo"; "si fueras puto, te acabaría en la
garganta", y otras lindezas por el estilo hasta que un japonés, que nada
entiende sino literalmente, presentifica, recurriendo a la piña y al cuchillo,
el subjuntivo).
La producción de intensidades, afirman Deleuze y Guattari en Mil Mesetas,
desafía, mina, perturba, la organización del organismo, la distribución
jerárquica de los órganos en el organigrama anatómico de la mirada médica. Si a
alguien se le escapa un pedo, ¿en qué medida ese aroma huele a una fuga del
deseo? Si el deseo se fuga , construyendo su propio plano de consistencia, es en
el plano de los cuerpos, en el estado de cuerpos del socius, que habrán de verse
molecularmente las vicisitudes de esa fuga.
Resumiendo, la persecusión a la homosexualidad escribe un tratado (de higiene,
de buenas maneras, de manieras) sobre los cuerpos; sujetar el culo es, de alguna
manera, sujetar el sujeto a la civilización, diría Bataille, a la
"humanización". Retener, contener. Y si esta obsesión anal, liga o ligamen en el
lingam, pareció ante el avance de la nueva "identidad" homosexual, disiparse, es
porque esta última modalidad de subjetivación desplaza hacia una relación
"persona a persona" (gay/gay) lo que es, en las pasiones marginales de la loca y
el chongo, del sexo vagabundo en los baldíos, básicamente una relación "órgano a
órgano": pene/culo, ano/boca, lengua/ verga, según una dinámica del encaje; esto
entra aquí, esto se encaja allí... La homosexualidad, condensa Hocquenghem, es
siempre anal. Puto de mierda.
En el orondo deambuleo de las maricas a la sombra de los erguidos pinos, mirando
con el culo -ojo de Gabes el anillo de bronce-, escrutando la pica en Flandes
glandulosos, se modula, en el paso tembloroso, en la pestaña que cautiva, hilo
de baba, la culebra, el collar de una cuenta a pura pérdida. Perdición del
perderse: en el salir, sin ton ni son, al centro, al centro de la noche, a la
noche del centro; en el andar canyengue por los descampados de extramuros; en el
agazaparse -astucia de la hidra o de la hiedra- en el lamé de orín de las
"teteras"; en la felina furtividad abriendo transversales de deseo en la marcha
anodina de la multitud facsimilizada; si toda esa deriva del deseo, esa errancia
sexual, toma la forma de la caza, es que esconde, como cualquier jungla que se
precie, sus peligros fatales. Es a ese peligro, a ese abismo de horror
("Paciencia, culo y terror nunca me faltaron", enuncia el Sebregondi Retrocede),
a ese goce del éxtasis -salir: salir de sí- estremecido, para mayor
reverberancia y refulgor, por la adyacencia de la sordidez, por la tensión
extrema, presente de la muerte, que el deambuleo homosexual (¡curiosa
seducción!) el yiro o giro, se dirige de plano -aunque diga que no, aunque
recule: si retrocede, llega- y desafia, con orgullo de rabo, penacho y plumero.
Busquemos un ejemplo alejado del frenesí de neón del yiro furioso: El lugar sin
Límites, de Donoso. En un polvoso burdel chileno, la loca (la Manuela) se deja
seducir, aún a sabiendas de su peligrosidad, por un chongo camionero, para el
cual, tras intentar rehuirle, se pone su mejor vestido rojo, cuyos volados le
hacen, por ensuciar irresistiblemente con su mucílago el bozo del macho, de
corona y sudario. El deseo desafia -por pura intensidad- la muerte; es
derrotado.
Más acá de este extremo -constante como fijo- de la ejecución final, la
tentación de abismo no deja de impulsar -sus revoleos, sus ondulaciones- la
nómade itinerancia de las locas. ¿No habrá algo de "salir de sí" en ese "salir a
vagar por ahí", a lo que venga? La transición -imposición especular de la ley-
intercepta esta fuga peregrina, y la hace aparecer como negación de aquello de
que huye, disuelve (o maquilla) la afirmación intensiva de la fuga haciéndola
pasar por un mero reverso de la ley. Estamos cerca y lejos de Bataille: cerca,
porque en él la ley esplende como instauradora de la transgresión; lejos, porque
el "desorden organizado" que la ruptura inaugura no se termina de encajar, con
sus vibraciones pasionales, su pérdida en el gasto de la joya en el limo, en
algún supuesto reverso de la ley -con relación a la cual afirma la diferencia de
un funcionamiento irreductible.
No por ser fugas las vicisitudes de los impulsos nómades tienen que ser
románticas, sino más bien lo contrario: la fuga de la normalidad (ruptura en
acto con la disciplina familiar, escolar, laboral, en el caso de lúmpenes y
prostitutos; quiebra de los ordenamientos corporales y, en ocasiones, incluso
personológicos, etc.) abre un campo minado de peligros. Veamos el caso de los
taxiboys (michés en el Brasil), practicantes de la prostitución viril, que
elevan el artificio de una postura hipermasculina como certificado de chonguez,
siendo esa recusa a la "asunción homosexual" demandada, por otra parte, por los
clientes pederastas, que buscan precisamente jóvenes que no sean homosexuales.
Entre michés, taxiboys, hustlers de Norteamérica, chaperos de España, tapins de
Francia y toda la gama de vividores, lúmpenes, desterrados, fugados o
simplemente confundidos, pasajeros en tránsito por las delicias del infierno,
suelen reclutarse los propios ejecutores de maricas. Es como si el empeño en
mantener el peso de una representación tan poderosa -el centro del machismo
descansando en el miembro de un fresco adolescente-, se grabase -a la manera más
del tajo de Lamborghini que del tatuaje de Sarduy- con tanta profundidad en los
cuerpos, que les ritmase el movimiento. Así, Genet opone -observa Sartre-la dura
rigidez del cuerpo del chongo, a la fragorosa seda de la loca: "La misma
turgencia que siente el macho como el endurecimiento agresivo de su músculo, la
sentirá Genet como la abertura de una flor".
El maquillado virilismo que el chonguito despliega en un campeonato de astucias
libidinosas -la inflexión de la curva de la nalga, la cuidada inflación de la
entrepierna, la voz que sale de los huevos..., toda esa disposición de la
superficie intensiva en tanto película sensible, estaría, por así decir,
"antes", o más acá, de los procedimientos de sobrecodificación que, en su
nombre, se internan y funcionan. Si ese rigor marmóreo, tenso, de los músculos
del chulo, es proclive a favorecer -el suave desliz de una mano en lo alto del
muslo hacia las hondonadas de la sagrada gruta, o un abrazo demasiado afectuoso,
o el asomo de un cierto amor...- eclosiones microfascistas, ataques a sus
clientes y proveedores en los que el afán de confiscación expropiatoria no
alcanza a justificar las voluptuosidades de crueldad, también se puede pensar
que el microfascismo está contenido en cada gesto, en cada detalle de la
mampostería masculina "normal" -de cuyo simulacro los michés extraen, para
impulsarla suelta por las orgías sucesivas del mundo de la noche, una calidad
libidinal, habitualmente oculta en el figurín sedentario de los adultos heteros.
Machismo-Fascismo, rezaba una vieja consigna del minúsculo Frente de Liberación
Homosexual. Tal vez en el gesto militar del macho está ya indicado el fascismo
de las cabezas. Y al matar a una loca se asesine a un devenir mujer del hombre.
[Este es el primero
de los ensayos en que Perlongher escribe sarcásticamente sobre la guerra de las
Malvinas. Se publicó como "Todo el poder a Lady Di. Militarismo y
anticolonialismo en la cuestión de las Malvinas", en la revista feminista
Persona N° 12, 1982. Perlongher escribió textos en esta pequeña revista cuya
existencia irregular cubre los comienzos de las décadas del 70 y del 80, a veces
bajo el seudónimo de "Víctor Bosch", como ocurrió con este ensayo.]
La historia de los grupos y personas que se opusieron a la Guerra de Malvinas
aún no está contada. Néstor Perlongher, poeta y ensayista, fue uno de ellos. En
plena contienda escribió este ensayo para la revista feminista Persona, pequeña
publicación editada irregularmente por María Elena Oddone y de escasa tirada.
¿Cuáles son la raíces de la oposición de Perlongher a la guerra? Su aversión al
militarismo, su certeza de que la ocupación de las islas sellaría a la dictadura
un pasaporte al año 2000, su antiguo instinto trotskista que le sugería no pasar
los acontecimientos por la criba antiimperialista y, en fin, una gran dosis de
sentido común. La suya fue una voz solitaria entre el delirio al que confluyeron
tanto los partidos políticos tradicionales como los grupúsculos de izquierda,
desde organizaciones de exiliados hasta la ultraderecha. No había entonces
audibilidad posible para sus palabras. No la hay ahora.
Resulta por lo menos irónico comprobar como la ocupación militar de las Malvinas
-extendiendo a los desdichados Kelpers los rigores del estado de sitio- ha
permitido a una dictadura fascistizante y sanguinaria como la Argentina agregar
a sus méritos los raídos galones del antiimperialismo.
Pero esta ironía se
torna cruel cuenso se ve cómo en nombre de una abstracta territorialidad, que en
nada ha de beneficiarlas, las castigadas masas argentinas (o al menos
considerables sectores de ellas) se embarcan en la orgía nacionalista y claman
por la muerte. Es casi lógico que un estado paranoico como el argentino genere
una guerra: la producción de excusas para un delirio xenofóbico que signifique
un paso adelante, según la terminología de ultraderecha acuñada por la revista
Cabildo, que ha venido pregonando la guerra desde hace tiempo. Paso adelante que
tienda al olvido de las masacres y el saqueo, y permita mediante un ritual
sacrificial, fortalecer la fuerza del Estado. Esto no es nuevo.
Pero el ansia de guerra de las masas -supremo deporte de nuestras sociedades
masculinas- resulta menos fácil de entender, a no ser que se acuda a la
hipótesis de un deseo de represión. Las masas desearon el fascismo, diría Reich,
la naturaleza de cuyos enclaves libidinosos podría ser, en el seno de la épica
militarista, la misma que lleva a un grupo cualquiera de muchachos a armar una
patota.
En el plano de la retórica política, no deja de ser revelador como los
opositores multipartidarios -que arrastran también a comunistas, montoneros y
trotskistas (en particular el PST - Partido Socialista de los Trabajadores)- se
han prestado a la puesta en escena de esta pantomima fatal, llamando no a
desertar, sino a llevar aún más lejos una guerra que caracterizan de
antiimperialista y que no discute el interés de las poblaciones afectadas, sino
los afanes expansionistas de los Estados.
La claudicación de las izquierdas ante los delirios patrioteros de la dictadura
es ya una constante: ellas se dejan llevar -como los personajes de Alejo
Carpentier en El Siglo de las Luces- por el entusiasmo de las concentraciones de
masas, sin percibir cuando ellas resultan en una legitimación del régimen -como
en el Mundial de Fútbol de 1978- o cuando obedecen a luchas internas del
gobierno con la bendición de la todopoderosa Iglesia Católica: así, en la
manifestación ante el santo del trabajo en noviembre del año pasado, se vio a
recoletos marxistas subir de rodillas las escaleras del templo de San Cayetano,
patrono de los Desocupados, junto con un ministro militar.
En el caso del artificioso conflicto de las Malvinas, la argumentación esgrimida
para justificar la claudicación ante el patriotismo fascista de la Junta Militar
se inspira, vagamente, en la concepción del imperialismo de Lenin, según la
cual, en caso de conflicto entre un país atrasado y uno avanzado, debíase
defender al primero -como si un amo pobre fuese menos despótico que uno rico.
Distinta fue, dentro del marxismo, la posición de Rosa Luxemburgo -quien en su
época, negóse a defender la independencia de Polonia para no aliarse a la
burguesía nacionalista polaca, contra la que, en 1920, Trotsky lanzaría el
Ejército Rojo (ruso), esta vez en nombre del socialismo. El mismo Marx -con una
visión no menos estatista- defendería, por su parte, la ocupación de México por
los Estados Unidos, considerando que estos impondrían un capitalismo más
moderno.
Por debajo de estas referencias -que apuntan a la historicidad del concepto de
imperialismo- sólo un régimen como el argentino, que es, más que una dictadura
de clase una dictadura de Estado, del aparato militar relativamente por encima
de las clases, puede cambiar tan abruptamente sus alianzas: pasarse del bando
americano al ruso. La dictadura no tenía, ante el derrumbe, otra alternativa que
la guerra -y no atacó a Chile temiendo el carácter igualmente paranoico de la
dictadura vecina. Cambio de alianza que puede llevar a un reagrupamiento de las
fuerzas que sustentan el Estado -pero que casi seguramente, a no ser que medie
una de las insurrecciones que periódicamente convulsionan a la ingobernable
Argentina, apunta a fortalecerlo como tal. Y por debajo de la cual puede leerse
un proceso progresivo: como la URSS, que detenta hoy el 40% del comercio
exterior argentino y construye puertos y represas (suertes de Assuán
latinoamericanas) va remplazando, como potencia económicamente dominante, el
papel antaño ejercido precisamente por Inglaterra -dependencia activa desplazada
luego por el saqueo indiferente de los yanquis. Ello puede explicar el alborozo
de la izquierda -especialmente del PC, que hace años pregona un gobierno de
coalición cívico-militar -ante lo que ve como un paso más en el proyecto de
convertir a la Argentina en una Ukrania del Atlántico.
Decir que la movilización por la guerra sirve para vertir consignas
antidictatoriales -por otra parte inconcebibles, dada la ruina del país- es por
lo menos una hipocresía: ya que ellas estaban, pese a tan inconstantes voceros,
desatándose antes con más claro vigor. El gobierno, aplaudido unánimemente como
anticolonialista, acaba de prohibir los filmes pacifistas y las críticas
antibélicas, que pueden desmoralizar a los guerreros.
La ultraburocratizada y semiclandestina CGT ha donado un día de salario, ya
esmirriado, para las tropas. Y hasta la masacrada izquierda, delirante de
euforia patriótica, tiene que apoyar esas medidas y otras más radicales. Así,
presuntas vanguardias del pueblo revelan su verdadera criminalidad de servidores
del Estado.
En medio de tanta insensatez, la salida más elegante es el humor: si Borges
recomendó ceder las islas a Bolivia y dotarla así de una salida al mar, podría
también proclamarse: todo el poder de Lady Di o El Vaticano a las Malvinas para
que la ridiculez del poder que un coro de suicidas legitima, quede al
descubierto. Como propuso alguien con sensatez, antes que defender la ocupación
de las Malvinas, habría que postular la desocupación de la Argentina por parte
del autodenominado Ejército Argentino.
El solo hecho de que guapos adolescentes, en la flor de la edad, sean
sacrificados (o aún sometidos a las torturas de la disciplina militar) en nombre
de unos islotes insalubres, es una razón de sobra para denunciar este triste
sainete, que obra mediante el casamiento de los muchachos con la muerte.
Evita vive puede ser
considerado un auténtico cuento maldito en la historia de la literatura
argentina. Blasfemia, aguda comprensión del tema y osadía se unen en este texto
que el autor fechó en 1975. Antes que en castellano se conoció en inglés, como
"Evita Lives", traducido por E. A. Lacey e incluido en My deep dark pain is
love, (selección de textos de Winston Leyland. Gay Sunshine Press, San
Francisco, 1983). Luego se publicó en Suecia como "Evita vive", en Salto mortal
Nº 8-9, Jarfalla, mayo de 1985; y al fin en Cerdos y Peces Nº 11, abril de 1987,
y luego en El Porteño Nº 88, abril 1989. La publicación de este cuento en Buenos
Aires causó una polémica pública de la cual se hizo cargo una nota editorial
firmada por el Consejo de Redacción de la revista El Porteño ("Un mes movido")
en el número de mayo, publicándose además una respuesta de Raúl Barreiros
("Evita botarate los dislates"), entonces Director de Radio Provincia de Buenos
Aires. (Nota de "Prosa Plebeya"). "El cuento Evita vive (en cada hotel
organizado) de Néstor Perlongher tuvo que esperar más de una década para que la
extinta revista Cerdos & Peces se decidiera a publicarlo. Su título hace
referencia al Movimiento de Inquilinos Peronistas de los años ´70, cuando
soplaban aires bien distintos. Hoy El Porteño lo incluye en este suplemento
mientras ruega a Alá para que a Perlongher y a estos redactores no les suceda lo
que a Salman Rushdie" (epígrafe de El Porteño, mayo de 1989).
1.
La Revista Cerdos & Peces Nº
11, donde fue publicado por primera vez Evita vive
Conocí a Evita en un
hotel del bajo, ¡hace ya tantos años! Yo vivía, bueno, vivía, estaba con un
marinero negro que me había levantado yirando por el puerto. Esa noche,
recuerdo, era verano, febrero quizás, hacía mucho calor. Yo trabajaba en un bar
nocturno, atendiendo la caja hasta las tres de la mañana. Pero esa noche justo
me peleé, con la Lelé, ay la Lelé, una marica envidiosa que me quería sacar
todos los tipos. Estábamos agarrándonos de las mechas detrás del mostrador y
justo apareció el patrón: "Tres días de suspensión, por bochinchera". Qué me
importaba, rapidito me volví para la pieza, abro... y me la encuentro a ella,
con el negro. Claro, en el primer momento me indigné, además ya venía engranada
de pelearme con la otra y casi me le tiro encima sin mirarla siquiera, pero el
negro –dulcísimo– me dirigió una mirada toda sensual y me dijo algo así como:
"Veníte que para vos también alcanza". Bueno, en realidad, no mentía, con el
negro era yo la que abandonaba por cansancio, pero en el primer momento, qué sé
yo, los celos, el hogar, la cosa que le dije: "Bueno, está bien, pero ésta
¿quién es?". El negro se mordió un labio porque vio que yo había entrado en la
sofocación, y a mí, en esa época, cuando me venía una rabieta era terrible
–ahora no tanto, estoy, no sé, más armoniosa–. Pero en ese tiempo era lo que
podía decirse una marica mala, de temer. Ella me contestó, mirándome a los ojos
(hasta ese momento tenía la cabeza metida entre las piernas del morocho y,
claro, estaba en la penumbra, muy bien no la había visto): "¿Cómo? ¿No me
conocés? Soy Evita". "¿Evita?"–dije, yo no lo podía creer– . "¿Evita, vos?" –y
le prendí la lámpara en la cara. Y era ella nomás, inconfundible con esa piel
brillosa, brillosa, y las manchitas del cáncer por abajo, que –la verdad– no le
quedaban nada mal. Yo me quedé como muda, pero claro, no era cosa de aparecer
como una bruta que se desconcierta ante cualquier visita inesperada. "Evita,
querida" –ay, pensaba yo–"¿no querés un poco de cointreau?" (porque yo sabía que
a ella le encantaban las bebidas finas). "No te molestes, querida, ahora tenemos
otras cosas que hacer, ¿no te parece?" "Ay, pero esperá", le dije yo, "contame
de dónde se conocen, por lo menos". "De hace mucho, preciosa, de hace mucho,
casi como del África" (después Jimmy me contó que se habían conocido hacía una
hora, pero son matices que no hacen a la personalidad de ella. ¡Era tan
hermosa!) "¿Querés que te cuente cómo fue?" Yo ansiosa, total igual tenía el
encame asegurado: "Sí, sí, ay Evita, ¿no querés un cigarrillo?", pero me quedé
con las ganas para siempre de enterarme de esa mentira (o me habrá mentido el
negro, nunca lo supe) porque Jimmy se pudrió de tanta charla y dijo: "Bueno,
basta", le agarró la cabeza –ese rodete todo deshecho que tenía– y se la puso
entre las piernas. La verdad es que no sé si me acuerdo más de ella o de él,
bueno, yo soy tan puta, pero de él no voy a hablar hoy, lo único que el negro
ese día estaba tan gozoso que me hizo gritar como una puerca, me llenó de
chupones, en fin. Después al otro día ella se quedó a desayunar y mientras Jimmy
salió a comprar facturas, ella me dijo que era muy feliz, y si no quería
acompañarla al Cielo, que estaba lleno de negros y rubios y muchachos así. Yo
mucho no se lo creí, porque si fuera cierto, para qué iba a venir a buscarlos
nada menos que a la calle Reconquista, no les parece... pero no le dije nada,
para qué; le dije que no, que por el momento estaba bien, así, con Jimmy (hoy
hubiera dicho "agotar la experienc ia", pero en esa época no se usaba), y que,
cualquier cosa, me llamara por teléfono, porque con los marineros, viste, nunca
se sabe. Con los generales tampoco, me acuerdo que dijo ella, y estaba un poco
triste. Después tomamos la leche y se fue. De recuerdo me dejó un pañuelito, que
guardé algunos años: estaba bordado en hilo de oro, pero después alguien, no
supe nunca quién, se lo llevó (han pasado tantos, tantos). El pañuelito decía
Evita y tenía dibujado un barco. ¿El recuerdo más vivo? Bueno, ella, tenía las
uñas largas muy pintadas de verde –que en ese tiempo era un color muy raro para
uñas– y se las cortó, se las cortó para que el pedazo inmenso que tenía el
marinero me entrara más y más, y ella entretanto le mordía las tetillas y
gozaba, así de esa manera era como más gozaba.
2.
Estábamos en la casa donde nos juntábamos para quemar, y el tipo que traía la
droga ese día se apareció con una mujer de unos 38 años, rubia, un poco con
aires de estar muy reventada, recargada de maquillaje, con rodete... Yo le veía
cara conocida y supongo que los otros también, pero era un poco bobo, andaba con
Jaime que se estaba picando con Instilasa y yo le tenía la goma, se lo comenté
en voz baja y él me dijo algo así como: "cortála loco sabés que sí". Con los
ojos en blanco, parecía hacerlo de modo impersonal. Nos sentamos todos en el
piso y ella empezó a sacar joints y joints, el flaco de la droga le metía la
mano por las tetas y ella se retorcía como una víbora. Después quiso que la
picaran en el cuello, los dos se revolcaban por el piso y los demás mirábamos.
Jaime apenas me daba un beso largo, muy suave, para eso sí que era genial,
porque dos pendejos repálidos se rayaron totalmente entre lo gay y la vieja y se
fueron. Pero estaban los blues en la puerta y a los cinco minutos se aparecieron
todos con el subcomisario inclusive, chau loco, acá perdimos, menos mal que no
había ningún menor porque Jaime había cumplido los 18 la semana pasada, pero
igual loco, le habíamos pedido el rouge a Evita y estábamos casi todos pintados
como puertas tipo Alice Cooper. Los azules entraron muy decididos, el comi
adelante y los agentes atrás, el flaco que andaba con un bolsón lleno de pot le
dijo: "Un momento, sargento" pero el cana le dio un empujón brutal, entonces
ella, que era la única mujer, se acomodó el bretel de la solera y se alzó: "Pero
pedazo de animal, ¿cómo vas a llevar presa a Evita?" El ofiche pálido, los dos
agentes sacaron las pistolas, pero el comi les hizo un gesto que se volvieran a
la puerta y se quedaran en el molde. "No, que oigan, que oigan todos –dijo la
yegua– , ahora me querés meter en cana cuando hace 22 años, sí, o 23, yo misma
te llevé la bicicleta a tu casa para el pibe, y vos eras un pobre conscripto de
la cana, pelotudo, y si no me querés creer, si te querés hacer el que no te
acordás, yo sé lo que son las pruebas". (Chau, fue un delirio increíble, le
rasgó la camisa al cana a la altura del hombro y le descubrió una verruga roja
gorda como una frutilla y se la empezó a chupar, el taquero se revolvía como una
puta, y los otros dos que estaban en la puerta fichando primero se cagaban de
risa, pero después se empezaron a llenar de pavor porque se dieron cuenta de que
sí, que la mina era Evita). Yo aproveché para chuparle la pija a Jaime delante
de los canas que no sabían qué hacer, ni dónde meterse: de pronto el flaco del
trafic entró en el circo y se puso a gritar: "Compañeros, compañeros, quieren
llevar presa a Evita" por el pasillo. La gente de las otras piezas empezó a
asomarse para verla, y una vieja salió gritando: "Evita, Evita vino desde el
cielo". La cosa es que los canas se las tomaron, largaron a los dos pendejos que
encima se hacían muy los chetos, y ella se fue caminando muy tranquila con el
flaco, diciéndole a la gente que estaba en el patio primero y después en la
puerta: "Grasitas, grasitas míos, Evita lo vigila todo, Evita va a volver por
este barrio y por todos los barrios para que no les hagan nada a sus
descamisados". Chau loco, hasta los viejos lloraban, algunos se le querían
acercar, pero ella les decía: "Ahora debo irme, debo volver al cielo" decía
Evita. Nosotros nos quedamos quemando un poco más y ya nos íbamos, entonces
algunas tipas nos hicieron pasar a las habitaciones para que les contáramos –las
mismas que hasta hacía una hora nos habían hecho una guerra que no podía ser–.
Jaime y yo les hicimos toda una historieta: ella decía que había que drogarse
porque se era muy infeliz, y chau, loco, si te quedabas down era imbancable.
Claro, la gente no nos entendía, pero como no estábamos haciendo laburo de base
sino sólo public relations para tener un lugar no pálido donde tripear, no nos
importaba. Estábamos relocos y las viejas déle coparse con el llanto, nosotros
les pedimos que ese bajón de anfeta lo cortaran, sí, total, Evita iba a volver:
había ido a hacer un rescate y ya venía, ella quería repartirle un lote de
marihuana a cada pobre para que todos los humildes andaran superbien, y nadie se
comiera una pálida más, loco, ni un bife.
3.
Si te digo dónde la vi la primera vez, te mentiría. No me debe haber causado
ninguna impresión especial, la flaca era una flaca entre las tantas que iban al
depto de Viamonte, todas amigas de un marica joven que las tenía ahí, medio en
bolas, para que a los guachos se nos parara pronto. La cosa es que todos –y
todas– sabían dónde podían encontrarnos, en el snack de Independencia y Entre
Ríos. Allí el putito Alex nos mandaba, cada vez que podía, viejos y viejas, que
nos adornaban con un par de palos, así después a él le hacíamos gratis el favor
y no le andábamos afanando el grabador o las pilchas. De ésa me acuerdo por cómo
se acercó, en un Carabela negro manejado por un mariconcito rubio, que yo ya me
lo había garchado una vez en el Rosemarie. Con las pibas estábamos haciendo
pinta junto al puesto de flores, así que me llamó aparte y me dijo: "Tengo una
mina para vos, está en el coche." La cosa era conmigo, nomás. Subí.
"Me llamo Evita, ¿y vos?" "Chiche", le contesté. "Seguro que no sos un travesti,
preciosura. A ver, ¿Evita qué?". "Eva Duarte", me dijo "y por favor, no seas
insolente o te bajás". "¿Bajarme?, ¿bajárseme a mí?", le susurré en la oreja
mientras me acariciaba el bulto. "Dejáme tocarte la conchita, a ver si es
cierto". ¡Hubieras visto cómo se excitaba cuando le metí el dedo bajo la trusa!
Así que fuimos al hotel de ella; el putito quiso ver mientras me duchaba y ella
se tiraba en la cama. También, con el pedazo que tengo, hacen cola para mirarlo
nomás. Ella era una puta ladina, la chupaba como los dioses. Con tres polvachos
la dejé hecha y guardé el cuarto para el marica, que, la verdad, se lo merecía.
La mina era una mujer, mujer. Tenía una voz cascada, sensual, como de locutora.
Me pidió que volviera, si precisaba algo. Le contesté no, gracias. En la pieza
había como un olor a muerta que no me gustó nada. Cuando se descuidó abrí un
estuche y le afané un collar. Para mí que el puto Francis se dio cuenta, pero no
dijo nada. Cuando me lo terminé de garchar me dijo, con la boca chorreando
leche: "Todos los machos del país te envidiarían, chiquito; te acabás de coger a
Eva". Ni dos días habían pasado cuando llego a casa y me encuentro a la vieja
llorando en la cocina, rodeada por dos canas de civil. "Desgraciado –me gritó–.
¿Cómo pudiste robar el collar de Evita?"
La joya estaba sobre la mesa. No la había podido reducir porque, según el Sosa,
era demasiado valiosa para comprarla él y no me quería estafar. Los de Coordina
no me preguntaron nada: me dieron una paliza brutal y me advirtieron que si
contaba algo de lo del collar me reventaban. De esa esquina y del depto de los
trolos los vagos nos borramos. Por eso los nombres que doy acá son todos falsos.
¿Por qué no entré por el pasillo?
Qué tenía que hacer en esa noche
a las 20.25, hora en que ella entró,
por Casanova
donde rueda el rodete?
Por qué a él?
entre casillas de ojos viscosos,
de piel fina
y esas manchitas en la cara
que aparecieron cuando ella, eh
por un alfiler que dejó su peluquera,
empezó a pudrirse, eh por una hebilla de su pelo
en la memoria de su pueblo
Y si ella
se empezara a desvanecer, digamos
a deshacerse
qué diré del pasillo, entonces?
Por qué no?
entre cervatillos de ojos pringosos,
y anhelantes
agazapados en las chapas, torvos
dulces en su melosidad de peronistas
si ese tubo?
Y qué de su cureña y dos millones
de personas detrás
con paso lento
cuando las 20.25 se paraban las radios
yo negándome a entrar
por el pasillo
reticente acaso?
como digna?
Por él,
por sus agitados ademanes
de miseria
entre su cuerpo y el cuerpo yacente
de Eva, hurtado luego,
depositado en Punta del Este
o en Italia o en el seno del río
Y la historia de los veinticinco cajones
Vamos, no juegues con ella, con su muerte
déjame pasar, anda, no ves que ya está muerta!
Y qué había en el fondo de esos pasillos
sino su olor a orquídeas descompuestas,
a mortajas,
arañazos del embalsamador en los tejidos
Y si no nos tomáramos tan a pecho su muerte, digo?
si no nos riéramos entre las colas
de los pasillos y las bolas
las olas donde nosotras
no quisimos entrar
en esa noche de veinte horas
en la inmortalidad
donde ella entraba
por ese pasillo con olor a flores viejas
y perfumes chillones
esa deseada sordidez
nosotras
siguiéndola detrás de la cureña?
entre la multitud
que emergía desde las bocas de los pasillos
dando voces de pánico
Y yo le pregunté si eso era una manifestación o un entierro
Un entierro, me dijo
entonces vendría solo
ya que yo no quería entrar por el pasillo
para ver a sus patas en la mesa de luz,
despabilando
Acaso pensé en la manicura que le aplicó el esmalte Revlon?
O en las miradas de las muchachas comunistas,
húmedas sí, pero ya hartas
de tanta pérdida de tiempo:
ellas hubieran entrado por el pasillo de inmediato
y no se hubieran quedado vagando por las adyacencias
temiendo la mirada de un dios ciego
Una actriz –así dicen–
que se fue de Los Toldos con un cantor de tangos
conoce en un temblor al General, y lo seduce
ella con sus maneras de princesa ordinaria
por un largo pasillo
muerta ya
Y yo
por temor a un olvido
intrascendente, a un hurto
debo negarme a seguir su cureña por las plazas?
a empalagarme con la transparencia de su cuerpo?
a entrar, vamos por ese pasillo donde muere
en su féretro?
Si él no me hubiera dicho entonces que está solo,
que un amigo mayor le plancha las camisas
y que precisaría, vamos, una ayuda
allá, en Isidro
donde los terrenos son más baratos que la vida
lotes precarios, si, anegadizos
cerca de San Vicente (ella
no toleraba viajar a San Vicente
quiso escapar de la comitiva más de una vez
y Pocho la retuvo tomándola del brazo)
Ese deseo de no morir?
es cierto?
en lugar de quedarse ahí
en ese pasillo
entre sus fauces amarillas y halitosas
en su dolor de despertar
ahí, donde reposa,
robada luego,
oculta en un arcón marino,
en los galeones de la bahía de Tortuga
(hundidos)
Como en un juego, ya
es que no quiero entrar a esa sombría
convalecencia, umbría
–en los tobillos carbonizados
que guarda su hermana en una marmita de cristal–
para no perder la honra, ahí
en ese pasillo
la dudosa bondad
en ese entierro.
Ataviada de pencas,
de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escena
de oseznos acaramelados, esas mieles amargas como blandes
el plumero de espuma: y las arañas: cómo
espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele:
muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones
de esmirna: es esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo
las galas de una noche de esmirna y bacarat: fija y demarca: muda
la madre que se ofrece mudándose en amante al plumereo, despiole
y despilfarro: ese desplume
de la madre que corre las gasas de los vasos de whisky en la mesa
ratona: madre y corre: cercena y garabato: y gorgotea:
pende del
cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre púbica, de plomos
y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas que
comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras
muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un
elixir enhiesto y denodado: pendorchos de un glacé que te endulzaba:
pero era demasiado matarte, dulcemente: haciéndome comer de esos
pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque altivo de mis
muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las
cavernas del orto, del ocaso: las cuevas;
y yo, te penetraba?
pude acaso paranne como un macho ebrio de goznes, de tequilas
mustio,
informe, almibararme, penetrar tus blonduras de madre que se ofrece,
como un altar, al hijo - menor y amanerado? adoptar tus alambres de
abanico, tus joyas que al descuido dejabas tintinear sobre la mesa.
entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados de ese rouge
arcaico de tus labias?
cual lobezno lascivo, pude, alzarme,
tras tus enaguas, y lamer tus senos, como tú me lamías los pezones
y dejabas babeante en las tetillas - que parecían titilar -
el ronroneo
de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?
pude madre?
como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre
las toscas braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando
laxa desova, en los botones, la perfidia a él guardada? ese lugar
secreto y púbico? cómo entonces tomé esa agarradera, esos tapires
incrustados con mangos de magnolia, aterciopeladamente sospechosos
y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma escancorosa de tu
sexo,
descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas de semen de
los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente:
te agarre: qué creías?
[En el poema
Perlongher hace referencia a Cristina Silvia Schoklender, víctima de un macabro
hecho policial en 1981]