"No queremos que nos persigan, que nos prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen." Néstor Perlongher (1949-1992).

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Néstor Perlongher: Un militante del deseo

Por Marcelo Manuel Benítez

Es curioso y particularmente injusto que, a su muerte, se oculte, se silencie o, simplemente, se ignore el más importante aspecto de la vida de Néstor Perlongher: su trayectoria política. Sobre todo porque, quienes lo conocimos desde los viejos tiempos del Frente de Liberación Homosexual, sabemos que Perlongher fue, esencialmente, un hombre político, y un político de la homosexualidad o, mejor dicho, de su homosexualidad.

Actualmente se hace difícil captar en todo su valor la experiencia de lo que fuera el primer ensayo sudamericano de organización homosexual, y ello responde al hecho de que la existencia y actividad del FLHA se enmarcó en el contexto de una época totalmente diferente. Resulta dificultoso comprender las consignas, los objetivos y las estrategias del Frente y aún de Néstor Perlongher, completamente ligado a él, si no se tiene pleno conocimiento de aquella filosofía de la "liberación" que caracterizó las décadas del '60 y '70 en Argentina y en el resto del mundo. Y se hace necesario comprenderla con todo lo que contenía de heroico y todo lo que contenía de ilusoria en toda la extensión de su vitalidad y su tragedia.

PERLONGHER Y SU MILITANCIA DE IZQUIERDA

Comenzaba la década de 1970 y el indestructible compromiso social de Perlongher lo impulsó a militar desde el Partido Obrero, en el campo estudiantil. Su infatigable capacidad de militancia lo llevó pronto al triunfo: en pocos meses fue elegido por sus compañeros de curso delegado ante la Asamblea Estudiantil.

Muy influenciados por el "Mayo Francés" y otras exteriorizaciones de libertad juvenil, los estudiantes de entonces cuestionaban no sólo las medidas represivas, selectivas y los planes de estudios mediocres y serviles del gobierno militar, peleaban sobre todo contra el principio autoritario mismo del cual derivaba todo lo demás: una ideología victoriana, una mentalidad que anulaba la imaginación y un conjunto de costumbres hipócritas que frustraba el goce de la vida.

Fue una época en la que se dividió la comunidad de los hombres en dos bandos enfrentados: los opresores, por un lado, y los oprimidos, por el otro. Pero, a diferencia de otras experiencias anteriores, la división no partió de oscuras y ociosas minorías esclarecidas, sino de los mismos oprimidos. Resumiendo: se puso de moda cuestionar. Y así, obreros, villeros, mujeres, estudiantes, soldados, sacerdotes, lanzaron un mismo grito de libertad. Ya ellos, naturalmente, se sumaron los homosexuales.

Es este ámbito de activa movilización popular el que encuentra Perlongher al cumplir sus veinte años y se arroja a él habiendo comprendido mejor que nadie una de las principales consignas de los intelectuales de la época: comprometerse con la realidad. Pero contrariamente a lo que hizo la mayoría, su lucha no la encaró con un espíritu cristiano de salvación del mundo. En este sentido fue fiel a las primeras y por tanto más auténticas intenciones de este movimiento. Luchó consciente de que uniéndose a sus iguales lograba, al mismo tiempo, una liberación personal. Peleó siempre por lo que era (homosexual, estudiante, encuestador; y más adelante poeta, escritor, investigador y profesor universitario); y peleó, también, por todo lo que lo limitaba en la totalidad de su proyecto de vida.

Pero no transcurrió mucho tiempo sin que entrara en contradicción con la dirección del Partido Obrero, que lo aprovechaba por su capacidad de trabajo y sus éxitos como militante, pero miraba con repugnancia su homosexualidad manifiesta. Con todo, y en tanto siguiera siendo el único delegado estudiantil del Partido, las cosas hubieran seguido invariables; pero Perlongher quiso que la estructura partidaria aceptara y respetara públicamente su identidad homosexual, y se empeñó de tal modo en su idea que la ruptura se tornó inevitable. Perlongher, entonces, renunció al Partido Obrero, pero no sin dejar constancia escrita de que se alejaba del activismo estudiantil, no por cobardía o comodidad, sino porque el machismo y la mojigatería reinante en el partido eran una contradicción con la meta de cambio social por la que se luchaba.

Muchos años después, la izquierda revisaría su posición respecto al homosexual, en el sentido de aceptarlo; pero ya era tarde porque, ahora, Perlongher quería más. Una de sus frases favoritas en los años '80 decía: Yo no quiero que me acepten, ni que me quieran ni que me comprendan... Yo lo que quiero es que me cojan". Lo cual precipitó, seguramente, una nueva ruptura con la izquierda.

PERLONGHER Y EL FRENTE DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL ARGENTINO

El FLHAA se creó, por iniciativa de un grupo de intelectuales, en algún momento de 1971. Se tomó como modelo de organización la estructura partidaria típica de la izquierda que se conocía con el nombre de "centralismo democrático". El grupo fundador se constituyó como la Dirección de la organización (o sea, el centralismo) y los miembros que se le fueran sumando deberían ajustarse a las directivas del grupo fundador (esto era lo democrático). Naturalmente, la idea funcionó hasta que al año siguiente, ingresó Perlongher.

Su experiencia en el Partido Obrero le sirvió para rechazar de inmediato ese proyecto de organización y se pusiera a trabajar con los ingresantes más recientes para, una vez constituido un movimiento firme de oposición, se repudiara la autoridad de la Dirección por originarse en una doctrina machista propia del mundo masculino que sometía a la mujer y repudiaba al homosexual. La forma de organización que surgió como alternativa fue la de grupos autónomos y confederados, con pleno acuerdo en unos pocos puntos básicos y total libertad para tomar decisiones y llevarlas a la acción.

Esta iniciativa triunfó y los miembros de la Dirección huyeron espantados. Así nació el Frente de Liberación Homosexual que conocemos, y los grupos se hicieron numerosos. Perlongher, junto a algunos compañeros creó el grupo Eros.

LA LUCHA HOMOSEXUAL DE LOS AÑOS '70

La tarea de llevar adelante una lucha homosexual, sin un modelo previo en qué apoyarse, no fue fácil. Estaba, por un lado la derecha que consideraba la homosexualidad una degeneración biológica; y por el otro lado la izquierda (por entonces triunfante, en particular la izquierda peronista) que la consideraba una lacra del capitalismo. Hubo muchos avances y retrocesos, muchas discusiones, tanto en las acciones a realizar como en la ideología a defender. Con todo, el difícil equilibrio se mantuvo, mientras las condiciones políticas del país lo permitieron, merced a esa organización en grupos autónomos, que se respetaban mutuamente. Jamás hubo un reproche, un boicot, ni la mezquindad de pretender imponerse a los demás. Los liderazgos se originaban en las capacidades y el compromiso de cada uno; y las glorias provenían del enfrentamiento con el enemigo común. Y lo que realmente prevaleció fue la solidaridad y el compañerismo, los que, naturalmente, muchas veces terminaban en la cama.

Pero, de todas las personalidades que se identificaron con los objetivos del Frente, Perlongher fue, indiscutiblemente, el más brillante. Muchos fueron sus aportes: en la acción, fue el primero en insistir con terquedad y en llevar a la práctica volanteadas y pegatinas. No era fácil, en aquellos años, decidirse a repartir volantes y pegar carteles en la vía pública como homosexual y con consignas homosexuales. Muchos sentimientos afloraban: miedo, vergüenza, culpa, desconfianza acerca de su efectividad; y la realidad daba muchas veces la razón a los remisos. Con todo, y por la tenacidad y el ejemplo de Perlongher el grupo Eros empezó la tarea. Tampoco la necesidad de unir la lucha homosexual a la de las feministas se tenía en cuenta, y fue Perlongher, otra vez, quién logró la adhesión del FLHA a esa otra gran lucha de los '70, comenzándose tareas en común con U.F.A. (Unión Feministas Argentinas) y el M.L.F (Movimiento de Liberación Feminista); de lo que resultó la creación de un grupo de discusión entre feministas, homosexuales y varones heterosexuales, interesados en politizar el tema, hasta entonces privado, de la sexualidad.

Néstor Perlongher nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, la noche de Navidad de 1949. En 1982, terminada su licenciatura en sociología, se fue a vivir a San Pablo, donde ingresó en la Maestría de Antropología Social, en la Universidad de Campinas, de la que en 1985 fue nombrado profesor.

Su obra poética publicada comprende seis libros: Austria-Hungría (Buenos Aires, Tierra Baldía, 1980), Alambres (Buenos Aires, Último Reino, 1987; Premio "Boris Vian" de Literatura Argentina), Hule (Buenos Aires, Último Reino, 1989), Parque Lezama (Buenos Aires, Sudamericana, 1990), Aguas aéreas (Buenos Aires, Último Reino, 1990) y El cuento de las iluminaciones (Caracas, Pequeña Venecia, 1992). Colaboró asiduamente en las revistas El Porteño, Alfonsina, Último Reino, Diario de Poesía, Babel, Sitio, Xul, Pie de Página y La Papirola. Preparó la antología Caribe transplantino. Poesía neobarroca cubana y rioplatense (San Pablo, Iluminuras, 1991), y publicó numerosos textos en prosa, entre los que se destacan El fantasma del SIDA (Buenos Aires, Puntosur, 1988) y La prostitución masculina (Buenos Aires, La Urraca, 1993).

Militante político, fue promotor del Frente de Liberación Homosexual.

"Néstor Perlongher fue un escritor insaciable. Creó un estilo propio que apodó "neobarroso", en el que reunía contradictoriamente los bucles barrocos y el barro del Plata: es decir, él mismo ... la figura de Néstor Perlongher se fue agigantando de un modo tal que a esta altura aparece como una de las voces más necesarias de la última poesía argentina".

Murió de SIDA en San Pablo, el 26 de noviembre de 1992.

Fue, asimismo, por impulso de Perlongher aquella actitud permanente del Frente de solidarizarse con todas las huelgas obreras, todas las protestas estudiantiles, oponerse a cualquier intento golpista, a toda filosofía pro-militar y antidemocrática; ya que Perlongher entendía que la lucha homosexual era apenas una mínima porción de una empresa liberacionista cuyas dimensiones abarcaba muchos otros sectores. Se era consciente de que la rebelión homosexual era sólo parte de una mayor y más profunda crisis social.

En cuanto a la ideología del FLHA, Perlongher también fue una figura clave para la conformación de una nueva verdad que surgiera no de la psiquiatría sino de los mismos interesados. En la persecución de este objetivo que muchos despreciaban, Perlongher se instruyó e instó a los demás a instruirse: organizó reuniones de estudio y reflexión de las obras de Freud, Lacan, Reich, Masters y Johnson, materiales feministas y los que enviaban otras organizaciones homosexuales extranjeras como fue la colección de revistas del grupo italiano FUORI (Frente Unito Omosessuale de la República Italiana). Pero, por sobre todas las cosas, se exigió a sí mismo mayor lectura, más investigación, mayor conocimiento, iniciando a sí ese camino de pensador que lo llevaría, con el tiempo, a especulaciones teóricas más brillantes y personales.

Dos grandes discusiones conmovieron al Frente, y en las que Perlongher participó oponiendo siempre una idea libertaria: una fue con "la izquierda progresista" quién afirmaba que los derechos homosexuales sólo podían tener probabilidad de triunfo en una sociedad socialista, por lo cual el homosexual debía esperar a que la clase obrera alcanzara el poder, instaurando la "dictadura del proletariado". A esto, Perlongher opuso los ejemplos lamentables de la URSS y Cuba, sosteniendo por el contrario que los homosexuales de ninguna manera debían cruzarse de brazos, ni postergar su lucha, confundiéndose con el conjunto de la clase trabajadora; debía más bien, solidarizarse siempre con ella pero emprendiendo al mismo tiempo una lucha paralela, que fuera arrancando a las clases gobernantes, tanto en el campo laboral como en el sexual, concesiones que acortaran el momento del triunfo final. A la idea básica de la izquierda de que la lucha de los trabajadores debía ser la lucha primordial, Perlongher subrayó la concepción diferente de que la caída del mundo de la injusticia se lograría mediante infinidad de luchas pequeñas aliadas.

La otra discusión fue interna, cupo principalmente a los homosexuales. Se trata del vidrioso tema de la "marica". Un buen número de homosexuales del Frente y de fuera del Frente, veía al hombre afeminado con recelo y sobre él volcaba gran cantidad de improperios: se la culpaba de frivolidad, degeneramiento, de atraer sobre el conjunto de los homosexuales la represión policial, etc. Cerrándose la polémica con estas solemnes palabras: "No por ser homosexual uno debe dejar de ser hombre": Muy por el contrario, Perlongher veía en la "marica" al auténtico homosexual rebelde, de ahí que fuera también el más perseguido. La "marica" para el Perlongher de entonces, era el verdadero desafío a los roles sexuales estereotipados y la más auténtica ruptura con la cultura machista. Y por ello emprendió una campaña que rescatar al hombre afeminado, creando así un antecedente para luego enmarcar la discusión acerca del travesti y el transexual.

Finalmente, y también por iniciativa del grupo de Perlongher surgió el proyecto de dejar impresas en papel las ideas homosexuales. Así nacieron el documento "Sexo y Revolución" y la colección de la revista "Somos", que serán para siempre testigo y testimonio de la voluntad indeclinable de un conjunto de hombres que, en circunstancias muy distintas a las actuales, lucharon por ser libres.

DEL FIN AL PRINCIPIO:



El Frente de Liberación Homosexual (FLH), una de cuyas consignas políticas era "Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad" (frase tomada de la marcha peronista), estuvo presente en la asunción de Cámpora, el 25 de mayo de 1973, y en Ezeiza, el 20 de junio del mismo año. Luego comenzaron las persecuciones de la derecha peronista ante la indiferencia de la izquierda, que lejos de solidarizarse con las
luchas del FLH y responder las agresiones discriminatorias y fascistas, trataban de despegarse, para que "no los confundieran" (uno de los cantitos de ocasión de Montoneros era "No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros" (ver Cantitos de los 70)

En enero de 1976, la detención y enjuiciamiento de Néstor Perlongher también marca el fin de la actividad del FLHA. Y el comienzo de ese largo silencio de siete años que se instaura en la Argentina sobre el tema. Vendrán la represión, el asesinato a mansalva, el secuestro clandestino, la delincuencia en el Estado, de lo cual los homosexuales tampoco escaparían.

Su reclusión no fue larga pero sí traumática. Y ya en 1981, la situación económica de Perlongher se torna angustiante al presentar quiebra la empresa para la que trabajaba (Perlongher siempre vivió de su trabajo de encuestador, el que no dejó de brindarle cierto bienestar económico, al menos hasta 1981), y toma la decisión de emigrar a la ciudad brasileña de Sao Paulo. A partir de entonces su modus industriae estará ligado hasta su muerte a la Universidad de Campina. Y tras una corta experiencia Perlongher abandona, hacia 1984, definitivamente la lucha homosexual organizada. Pero jamás dejará de sentirse parte de ella. Como intelectual, como poeta, como investigador, como sociólogo, siguió buscando imponer esa verdad que desujetara al ser humano y en particular al oprimido por su sexualidad.

Influido, como siempre, por los autores y corrientes de pensamiento más de avanzada (George Bataille, Deleuze, Guattari, Foucault), con una nueva concepción del deseo, Perlongher seguiría emprendiendo cruzadas liberadoras. Con una mirada más perspicaz, sus últimos escritos muestran una preocupación por desenmascarar las trampas enquistadas en el devenir y la identidad, la lucha por la dignidad y el episodio de SIDA, alertando acerca del rol, ahora retardatario, de mucho de los movimientos gays actuales.

Sus trabajos en prosa (El fantasma del SIDA, El negocio del misce, escritos antes de padecer su enfermedad), todos sus poemas, y en especial su monografía "La muerte de la homosexualidad", escrita en plena tortura del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, no pretenden más que liberar, desentumecer, respirar y hacer respirar un aire más puro y más libre.

El 26 de noviembre de 1992, Néstor Perlongher fallecía de una septicemia generalizada producida por el SIDA que padecía desde hacía algunos años. Murió con la misma dignidad y el mismo sentido del humor (no exento de cierto patetismo) que lo caracterizó siempre. Su último poema, escrito en su última semana de vida se titula "La muerte en bicicleta". Pero no murió sólo un poeta, o un escritor, o un pensador, murió uno de esos seres humanos dotados de una personalidad muy especial cuya experiencia de vida, su talento y su audacia nos servirá de guía y de modelo.

Se dirá que ha sido fruto de su época, que vivió en condiciones políticas favorables, que su empresa fue facilitada por la suerte. Sin embargo, lo único cierto será que Néstor Perlongher fue un hombre sin miedo y sin prejuicios, que encaró la vida con el impulso del deseo, el arma de la indignación y el camino de la inteligencia. Por ello se transformó en un factor de lucha y de cambio.

Con todo, su muerte lo ha arrojado a la sociedad definitivamente. Ahora nos pertenece. Ahora, verdaderamente, y en el comienzo mismo de su descanso, Perlongher empieza a vivir con nosotros.

El poema de Néstor Perlongher que publicamos a continuación, fue escrito en 1973, o sea, en el momento en que su autor dirigió toda su energía hacia la lucha por los derechos homosexuales. El texto se publicó en la revista "Somos" (N° 2 de febrero de 1974) que editaba el Frente de Liberación Homosexual (FLHA), y nunca fue incluido en los libros que Perlongher editó más adelante, ni siquiera en el primero (Austria-Hungría).
Es pues una obra de militancia, pero que conserva la calidad que caracterizó en todo momento la creación de este extraordinario artista.


Defensa de los homosexuales de Tenochtitlan y Tlatlexlolco

Mientras
los homosexuales se acarician en los baños
viejas arpías hilan largos largos echarpes
en lo alto de las ciudades
coloquian en torno a grandes lavarropas azules
sobre la representación de las tragedias griegas y los principios de la catarsis

mientras que sus maridos los aztecas
cazan en sus oficinas para los sacrificios de la cena
los canarios duermen la siesta de los gusanos.
Cuando
les sea concedido el derecho a la caricia – qué cosas éstas –
saldrán de sus baños subterráneos con humeantes tazas de té entre las manos
en donde proyecten celestes espacios aires istamdos de sofocantes islas tropicales
pobladas de dulces nativos cimarrones devastados tímidos por el inexplicable ataque de los cañones
ingleses, inexplicable!


Néstor Perlongher, Emeterio Cerro y Reni Laddaga (Pringles, 1985)

rostros
en donde la solitaria humedad de los caracoles socialmente oprimidos
ha cultivado tristes flores de afeite
y labrado el sudor desfiladeros de baba en torno a sus pupilas
lluviosas como la conmoción del mar en los acantilados de Escocia
tal vez
-como quien desconoce el placer de los besos en los parques soleados-
quizás
-como quien desconoce el placer de los besos en los parques soleados-
contemplan ásperamente desde sus colchones fermentados de ácidas rancísimas emanaciones
con la indiferencia de las viejas perras sorprendidas en los zaguanes
acostumbradas como están a ver morir a sus hijos ahogados en las ollas de guisado
donde las mujeres de los aztecas resuelven los sacrificios de la cena.
Es demasiado tiempo
porque las Plazas de Toros están repletas
si descubrieran a un marica lo mandarían a las cuadras
donde los grandes campeones no pueden entender –qué cosas éstas-
la proyección de celestes espacios aires istmados de sofocantes islas tropicales
pobladas de dulces nativos cimarrones devastados tímidos por el inexplicable ataque de los cañones
ingleses, inexplicable!
como la proliferación de las agencias matrimoniales y los hoteles alojamiento protegidos por el
Estado
cuyos policías recorren las cerraduras en busca de víctimas expiatorias para los templos
del brazo de sus amantes las princesas rusas
mientras
los homosexuales se acarician en los baños
tienden sus cálidas manos hacia los villancicos de amor de las campiñas sus gordos ojos
sueñan sueñan las islas
bellas extrañas islas inexistentes subjuntivas donde se mimetizan con los plumajes exóticos de
grandes aves lujuriosas injustamente perseguidas
que abandonan durante la noche los zoológicos sitiados las fortalezas
las ciudades sitiadas que defienden los aztecas.

Fuente: www.icarodigital.com.ar


Liliana Daunes recita un fragmento de Cadáveres, de Néstor Perlongher, en el programa Marca de Radio, conducido por Eduardo Aliverti (2010).


Néstor Perlongher, "Música de cámara" (1987) - Canal Encuentro
 



Homenaje a Néstor Perlongher

El chorro de Néstor

Por José Quiroga, Universidad George Washington

¿Para qué clasificar a Néstor Perlongher? ¿Por qué no hablar mejor, como a él de seguro le hubiera gustado, de un "chorro Perlongher", de un "devenir-Néstor"?

La obra de Perlongher está llena de cercas, fronteras, bordes desmoronándose o a punto de caer, en una orgía de palabras que se deslizan, formas que se desgarran, pañuelos que se deshilan. Dicho de otra forma, el territorio Perlongher devora y despilfarra todo lo que encuentre a su paso. La zona
territorial sobre la que trabaja es una zona que se borra al escribirse; la zona linguística que elabora es cada vez más la de un portuñol con visos retóricos del cubano Lezama; la zona histórica que le interesa es una mezcla de pasado y presente: el sitio de Montevideo por Rosas y la guera de las Malvinas. Y todo esto en un vocabulario entre culto y gaucho, inventado y memoriado, que lleva a sus lectores a fatigar diccionarios, o simplemente a dejarse arrastrar por el devenir mismo del texto que se derrama. Todo un chorro.

Era antropólogo urbano y poeta exquisito. Le gustaba de seguro la masturbación en el cine, y la segunda piel que forma la tela bien ceñida al cuerpo. Hay en su poesía voluptuosidades. Pencas y gladiolos, bacarat, braguetas de estibadores, labios despintados de rouge, plumas de avestruz, dedos pringados, espesas gotas de semen.

Nació el día de Navidad de 1945 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Terminó su licenciatura en sociología y se fue a vivir a San Pablo, Brasil, en el 1982. Ya había publicado su primer libro, Austria-Hungría, en 1980, y en 1985 fue nombrado profesor en la Universidad de Campinas, donde había terminado una maestría en Antropología Social. Su segundo libro, Alambres, es de 1987, y ganó el premio Boris Vian de literatura argentina. Es aquí donde Perlongher publica su poema "Cadáveres"en abierta referencia a los desaparecidos durante la guerra sucia argentina de los setenta.

Ya su apasionamiento por la poesía barroca cubana de José Lezama Lima era evidente para cuando publicó su tercer libro de poesía, Parque Lezama, (1990), que remitía no sólo a un parque en concreto en la ciudad de Buenos Aires, sino también al territorio marcado por la poesía del maestro que Perlongher convirtió en toda una corriente de poesía –llamada, por él, o más bien deslizándose hacia el significante: "neobarrrosa". El desplazamiento en el significante ya en sí parte del ajedrez poético que chorrea en su trabajo.

Sus textos en prosa, coleccionados en el volumen titulado Prosa plebeya, van desde "El fantasma del SIDA (1988) hasta La prostitución masculina (1993)- su estudio del tema en las calles del centro de San Pablo. Publicó en numerosas revistas de poesía: Alfonsina, Último Reino y Diario de Poesia. Se destaca, en estas publicaciones, su feroz ataque a grandes zonas de la esfera política de izquierdas y derechas argentinas durante la guerra de las Malvinas, en un articulo titulado "Todo el poder a Lady Di" publicado en una revista feminista de escasa circulación titulada "Persona": "En medio de tanta insensatez", señala Perlongher, "la salida más elegante es el humor." Pero era un humor corrosivo en el que poco se podía esconder el hecho de que "presuntas vanguardias del pueblo revelan su verdadera criminalidad de servidores del Estado."

Trostskista, y deleuziano, más-que-vanguardista, Néstor Perlongher murió de SIDA en San Pablo, el 26 de noviembre de 1992. Fue una de las voces más abiertas cuando la realidad pacata quería esconder los verdaderos estragos de la enfermedad.

Y entre sus legados, toda la irrealidad gozosa, enjoyada, maquillada, que se concentra en esa imagen que responde Perlongher a la imagen de la madre lezamiana: la diosa puta que también es un pastiche, un travesti, un punto de arranque efectivo para una lucha política que sea toda superficie pulsante de inconcebibles identidades: Evita Perón con aires de lupanar, diosa masturbatoria.

Fuente: www.habanaelegante.com


 


 

Siglas

Poema bufo sobre la historia de la izquierda argentina en la década del 60. Fue escrito en 1978 y publicado en Utopía Nº 4, 1985.

Entonces confías en el FRP, junto a restos de la ARP, nostálgica del PVP, del FPL y, por qué no, de la UP
Pero no conseguías olvidar las deliciosas reuniones del MALENA
-eran los tiempos en que el FRIP se fusionaba con Palabra Obrera para formar el PRT- Secesiones sionistas fundarían PO
De paso por LIM -TAU fuiste a dar en el FA -y en esa noche de los bastones largos optaste por EA- posteriormente EA (A)
Fanatizada por la guerrilla agraria partiste hacia Formosa y en el camino un joven estudiante a la sazón contacto de LVR tanto te entusiasmó con el PCCNRR (era una época en que el revolucionarismo de los grupos se medía por el número de consonantes de sus siglas)
que te afiliaste a ARFYL; cuando llegó el momento de votar, en la iglesia, te volcaste a la TERS, ¡porque sus críticas al programa del UAP eran perfectas!
no tanto como para que en la ruptura de UPE -cuando lo de la OLAS- te sumaras a EC -en Filo TAR-
Lo cual estuvo a punto de costarte la expulsión del MAVIET -apenas te mantu­vo tu amistad con el MAR- que, en cierto modo, te recordaba al PSAV, antes LDA, cuando ni imaginabas que el ya descalabrado PSA devendría a la larga PSP, PST, CSA
Acaso fue a partir de la lectura de un material del CyR -escrito por un ex del EGP- que comenzaste a revalorizar el rol del MNRT, cuando hasta ser del PEN era tenido por sospechosamente cómplice del SUD, la CGU
Nadie pudo entender tu reivindicación del MLLFL -un grupo tan ridículo como la UJ o la UPI
(Tan sólo algunos férreos militantes del PO (T), que levantaban, desde hace tantos años, las consignas del POBS)
Por ello en la escisión de la CGTA
Se te vio tan afín a las 62 -anticipando, de alguna manera, tu adhesión a la línea del JAEN- que más de uno te creyó cogida en las espesas
redes de la RF
(en el contexto algo tan siniestro
como montarse al MID en la fractura de UCRI)
Te hiciste tan compinche de los adolescentes de la UES, y, paralelamente, tan adicta al FOEP
que no hubiera extrañado que llevaras los panfletos del PSIN al mitin de LT
Fue allí, cuando por una disputa personal con un cuadro del MAP tuviste esos desafortunados encuentros con VC
con que sólo lograste enemistarte tanto con los núcleos obreros del PT
-cuyo apoyo bien te hubiera servido para enfrentar la desviación del MARA-
que aquéllos prefirieron la postura de la JSA en la cuestión del CAR antes de que la LIR, aliada al LUCHE, desbancara al TUPAC (cuando ya se venía el apogeo del CEP, de la CA)
Pero con la derrota de SITRAC, recalaste en CENAP, definitivamente hostil al PCR y, aún, al PRC
-no dejaste por eso de vigilar de cerca las intrigas del FRA ni de atacar, oculta en el control de una acción del CD, los planteos ultristas de TC respecto de las FAL-
y tan fiel al PB
que en lugar de treparte alegremente al camión del FREJULI -junto al MNY y al PPC-
¡quisiste echar a gritos a un viejo carcamán del PCP de una UB de las FAR!
-perdiendo así tus últimos enlaces con el MOR
Y, tras la disolución del CPL, se volvió tan difícil combinar tu íntima simpatía por el GOR y, más, por la FR
con la loca aventura del PA aliado al 22
que aceptaste esas charlas ominosas con las bases de EO
en ese mismo bar donde tu compañero del PCML- que estaba haciendo entrismo en LC-
rompió contigo, en medio de la crisis del FAS.


Cadáveres (fragmento, por Liliana Daunes)

El autor agradece la colaboración de las siguientes organizaciones:
Frente Revolucionario Peronista, Acción Revolucionaria Peronista, Partido Vanguardia Popular, Fuerzas Populares de Liberación, Unión Popular, Movimiento de Liberación Nacional, Frente Revolucionario Indoamericano Popular, Palabra Obrera, Política Obrera, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Línea Independiente Mayoritaria, Tendencia Antiimperialista Universitaria, Estudiantes Antiimperialistas, Estudiantes Antiimperialistas (Auténticos), Lista Violeta Reformista, Partido Comunista Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria, Acción Reformista de Filosofía y Letras, Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista, Unidad Antiimperialista Programática, Unidad Programática Estudiantil, Organización Latinoamericana de Solidaridad, El Combatiente, Tendencia Antiimperialista Revolucionaria, Movimiento Argentino de Solidaridad con Vietnam, Movimiento de Acción Revolucionaria, Partido Socialista Argentino de Vanguardia, Los de Abajo, Partido Socialista Argentino, Partido Socialista Popular, Partido Socialista de los Trabajadores, Confederación Socialista Argentina, Cristianismo y Revolución, Ejército Guerrillero del Pueblo, Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, Frente Estudiantil Nacional, Sindicato Universitario de Derecho, Confederación General Universitaria, Movimiento Línea Las Flores Luján, Unión de Jubilados, Unión de Propietarios de Inmuebles, Partido Obrero (Trotskista), Partido Obrero Basado en los Sindicatos, Confederación General del Trabajo de los Argentinos, 62 Organizaciones, Juventudes Argentinas de Emancipación Nacional, Rama Femenina del Partido Justicialista, Movimiento de Integración y Desarrollo, Unión Cívica Radical Intransigente, Unión de Estudiantes Secundarios, Frente Obrero Estudiantil Popular, Partido Socialista de Izquierda Nacional, Liga Trotskista, Movimiento de Acción Programática, Vanguardia Comunista, Partido del Trabajo, Movimiento Autónomo Radical de Avellaneda, Juventud Socialista de Avanzada, Comandos de Acción Revolucionaria, Línea Izquierdista Revolucionaria, Línea Universitaria Che Guevara, Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combatiente, Comandos Estudiantiles Peronistas, Carta Abierta, Sindicato de Trabajadores de Fiat Concord, Partido Comunista Revolucionario, Partido Revolucionario Cristiano, Frente Revolucionario Antiacuerdista, Cuerpo de Delegados de Filosofía y Letras, Tendencia Comunista, Fuerzas Armadas de Liberación, Peronismo de Base, Frente Justicialista de Liberación, Movimiento Nacional Yrigoyenista, Partido Popular Cristiano, Comandos Populares de Liberación, Grupo Obrero Revolucionario, Fracción Roja, Partido Auténtico, Ejército Revolucionario del Pueblo 22 de Agosto, El Obrero, Partido Comunista Marxista Leninista, Liga Comunista, Frente Antiimperialista por el Socialismo, Partido Conservador Popular, Unidades Básicas, Fuerzas Armadas Revolucionarias, Movimiento de Orientación Reformista.

Fuente: Perlongher, Néstor, Prosa Plebeya: ensayos 1980-1992, Buenos Aires, Colihue, 1997. Tomado de: www.golosinacanibal.blogspot.com



Néstor Perlongher: ser gay en los '70

Por Mario Burgos

Ilustración: El Tomi

Néstor Perlonger fue sucesiva y paralelamente científico social, poeta, pensador

En los '70, por encima y detrás de estos avatares, Néstor era un militante.

Desde la Carrera de Letras había llegado al ejecutivo del Cuerpo de Delegados de Filosofía y Letras de la UBA y, sin gastar palabras en discusiones que a veces llevaban días enteros, Néstor estaba a cargo de una actividad: era responsable de la autodefensa de las movilizaciones.

Molos, palos, grupos, objetivos, la Guardia de infantería y los hidrantes eran su problema, y para resolverlo desplegaba un menú tan monótono como eficaz: "fulano aquí, acá una pareja, en esta esquina van cuatro, las molos van allá, estos cuidan en la peatonal que nadie se queme, en la semana hay que ir a estos bares a ver si sirven para hacer control".

Pero sería erróneo decir que Néstor era solo un militante. En un tiempo de sexo en blanco y negro, Néstor era un homosexual visible, explícito, provocador.

Se vestía, hablaba y gesticulaba, como le parecía que podía dejar más clara su elección sexual y cuando quedaban dudas las aclaraba. Si en algún momento Maradona paseó un tapado blanco de piel en la ilusión de que ningún símbolo de poder le quedaba chico, Néstor se reía de la pacatería en el '70, cruzando Puente Alsina, también con un tapado blanco, de piel sintética, a las 2 de la mañana, bancándose las puteadas de canas, ociosos y laburantes hasta hacerse una figura cotidiana.

Mucho antes que el resto de nosotros, Néstor había percibido que en la década del cambio la argentina conservadora guardaba un reducto casi inexpugnable: la revolución sexual no entraba en la disputa.

A contramano de su tiempo, tampoco fue un tipo digerible en el "mundo homo", ya que percibía los mismo tics pero en versión ridícula. "Es paradójico que para defender nuestro espacio debamos abrazar la causa de la pareja monogámica burguesa como forma de unión, cuando todo el mundo empieza a comprender su carga de cinismo y repetición".

Insatisfecho con la oferta de una militancia castrada o una homosexualidad cortesana, Néstor tendía un puente de rebeldía entre sociedad y sexo y nos provocaba con su coherencia.

Después vendrían la fundación del Frente de Liberación Homosexual, el golpe y su partida, la Universidad de Campinas, el SIDA y su muerte.

En el medio, poesías como aquella que, sin nombrar al Proceso, enumera todo los quehaceres cotidianos de la gente y la ciudad para repetir en cada pausa "hay cadáveres..."



 

Príncipe y plebeyo

Por Néstor Perlongher

Hemos sufrido mucho en estos largos años (y aún...) Dice Dante Panzeri que el sufrimiento es muy grande antes de llegar al goce. ¿Pero es que, en política, se está hablando de goce? Toda política es, también, una política de la sexualidad. En la Argentina militar, la política del Estado se ha dirigido a evitar la consumación –dificultar el "acto" sexual–. Así, hacer el amor ha dejado de ser un pecado para convertirse en un milagro.

Es cierto que esa represión explícita a la sexualidad –que ha llegado a censurar la mínima alusión erótica– se encastra en una densa tradición machista, machismo que muestra su poder castigando a los más débiles: las mujeres, los maricas, los niños.
Pero este machismo –moralismo que también afecta a los machos en sus andanzas extrafamiliares– no podría tal vez tan fácilmente vencer si no contase con el auxilio de la Policía.

La policía puede, en la Argentina, detener a cualquier persona por un plazo que oscila entre 2 y 7 días, con la excusa de "averiguación de antecedentes". Ese expediente ha sido usado siempre –y con mayor denuedo en los últimos años– para encarcelar, intimidar, ofender a millares de personas.

Peor aún es la situación de los menores de 18 años, que por el solo hecho de hallarse fuera de sus casas familiares, pueden ser internados en reformatorios, verdaderos campos de concentración de niños.

Los llamados edictos policiales –que no son exactamente leyes sino reglamentaciones internas de la policía– permiten detener a cualquier persona sospechosa de prostitución, homosexualidad, vagancia, ebriedad, etc., y recluirla sin intervención de la Justicia, en la cárcel ¡por plazos que oscilan entre los 30 días en Buenos Aires y los 90 en Córdoba!

Estas reglamentaciones no tienen nada que ver con el estado de sitio que padece el país. Los edictos policiales vigentes en Buenos Aires fueron introducidos bajo el gobierno de Perón en 1946. Un fallo de la Corte Suprema los declara inconstitucionales en 1957 porque no respetan el derecho de defensa. Pero eso no impide a Frondizi aplicarlos con saña, gracias a los servicios del comisario Margaride (jefe policial bajo las administraciones de Frondizi, Guido, Onganía, Perón), que adoraba allanar hoteles alojamiento, detener a parejas por besarse en los parques, organizar gigantescas razzias en subtes y cines en busca de vagos y perversos.

El régimen actual se ha preocupado por dictar edictos policiales en los lugares donde ellos no existían –como Mendoza y Córdoba–. El Código de Contravenciones dictado en Córdoba en 1980, no precisa para castigar "mujeres u homosexuales", otra prueba que...su permanencia en un lugar público. Basta sólo "frecuentar (es decir, charlar) con un menor, para ser encarcelado por tres meses. Se impone también la internación y cura forzosa del enfermo venéreo, extendiendo a los sifilíticos el tratamiento reservado a los "drogadictos" y a los locos. Estos temas sexuales nunca han tenido que ver con la política, porque la política suele ser un deseo de poder antes que de goce. Pero miles de hombres, mujeres y niños han sido molestados o secuestrados por la policía por no estar yendo "de la casa al trabajo y del trabajo a casa".


 Alambres de Néstor Perlongher -  El libro perdido

Claro que al que soporta los estandartes de la normalidad le resulta más fácil "eludir los patrulleros" que a quien no se los banca. Pero es la libertad de circulación y comunicación, amorosa, cotidiana, lo que estas prepotencias del poder cercenan.

La llamada "normalidad" se ha encargado de mostrar suficientemente en la Argentina lo doloroso de su fracaso. Si para mantener a los homosexuales fuera de las calles, es preciso llamar a la policía, entonces queda evidente que esa "normalidad" no funciona por "naturalidad" sino por el peso de las armas. Si la llamada "normalidad" precisa de la dictadura para sobrevivir, entonces revélase ella misma anómala (...)En este momento el lector abraza tiernamente a su esposa: yo no tengo, gracias a Dios, nada que ver con la homosexualidad. ¿Está usted seguro? ¿No será usted en su tibia normalidad, un cómplice complaciente de ese reiterado escarnio? Su miedo a la sexualidad ¿no tendría que ver con la represión moral que familias y policías inculcan desde pequeño?

Nos parece genial que cada cual haga lo que quiera con su cuerpo. Reprimir a la homosexualidad le agrega a esa práctica erótica un encanto subversivo del que ella, naturalmente, carece. Pero que el goce pase por la tortura, la humillación y el secuestro, ya nos parece excesivo. "Hasta la perversión –decía el Marqués de Sade– exige cierto orden."

Si usted acostumbra dejar su sexualidad en manos de la policía, es lógico que le va a acabar gustando. De ser así, entonces esto "no se va a acabar".

–Derogación de los edictos policiales que reprimen la prostitución, la homosexualidad, la vagancia, la "ebriedad y otras intoxicaciones", etc.
–Fin de la "averiguación de antecedentes".
–Abolición de la censura.
–Libre circulación para menores, putas, taxiboys, travestis, homosexuales, hombre y mujeres en general...

Deseamos que esas demandas sean levantadas en todos los lugares: familias, partidos, grupos, bares, calles, instituciones, medios, etc. No precisamos de la policía para saber cómo comportarnos. Nuestra cotidianidad es un problema nuestro. Aprovechemos el momentáneo "repliegue" del régimen para acabar también con el autoritarismo y la prepotencia del poder.
Un beso.

["Por una política sexual" fue escrito durante la dictadura militar y distribuido por entonces de forma anónima y en fotocopias.]



 

Perlongher vive

Por Claudio Zeiger

Este volumen que recopila obras de Néstor Perlongher se inscribe rápidamente en una continuidad de rescate y valorización que se viene produciendo desde hace aproximadamente diez años. Como lo señala en el prólogo el crítico Adrián Cangi (quien además se hizo cargo de la edición del libro junto a Reynaldo Jiménez), "Papeles insumisos continúa el trabajo de investigación iniciado por Christian Ferrer y Osvaldo Baigorria en Prosa plebeya, ensayos de Néstor Perlongher que abrió a los lectores una diversidad de materiales perseguidos con empeño en distintas tierras y publicados en medios siempre al borde de la desaparición, clandestinos y de cortas tiradas, en donde Perlongher gustaba descargar su pluma". Podrían agregarse también Lúmpenes peregrinaciones (artículos sobre Perlongher compilados por Cangi y Paula Siganevich) y la tercera parte de Fiestas, baños y exilios (Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli) donde se esboza una minibiografía de Perlongher. Y por qué no agregar los Poemas completos publicados por Seix Barral, edición prologada y al cuidado de Roberto Echavarren que puso los seis libros de poemas al alcance de un público bastante extendido (mucho más que la media de la poesía). Como sea, y a pesar de haber muerto en 1992, retomando la consigna convertida en título de su cuento maldito "Evita vive", Perlongher también "vive".

La revalorización no es sólo homenaje o ritual de amigos. Por cierto, hay zonas muy controvertidas y discutidas de su obra y lejos está de agotarse la posibilidad de interpretarla. Adrián Cangi, por ejemplo, lo consideraperteneciente "al archipiélago de los pensadores libertarios porque mantiene en su obra una actitud de insumisión política, ética y estética". También se puede pensar su poética como una puesta en acción del programa filosófico de Deleuze y Guattari, algo bastante obvio en su trabajo sobre la prostitución masculina (la presencia del deseo en lo social) pero no tan obvio en una poesía que privilegió el trabajo extremo con el lenguaje en su fijación obsesionante con el neobarroco, donde "lo social" reduce el espesor de su resonancia. Pero quizás la clave la haya dado el propio Perlongher cuando analizaba un poco esas tensiones que convivían en él desde el origen, entre el plebeyo que aspira al lujo que no pudo tener en la infancia y el príncipe que siente nostalgias del barro y sale a yirar por los bajos fondos. "Yo tenía un espíritu plebeyo, de barrio de extramuros, que me llevaba a sentir la poesía como algo muy bello. Mezclado con los bestial, enchastrado, embarrado, pero lleno de brillos y de lujos, feo jamás", explica Perlongher en una entrevista incluida en este volumen. Y concluye con una de esas intuiciones geniales que podía disparar en el momento menos pensado (como cuando escribe en carta a Sarita Torres su hipótesis de que la guerra de Malvinas fue porque "los milicos no podían soportar que una parte del territorio del Estado no estuviera sembrado de cadáveres"): "Lo poético no puede ser feo".
La poesía como lujo y derroche, y el deseo del fango social, son las dos corrientes más visibles en Perlongher, a la vez príncipe y plebeyo, que no necesariamente se identifican del todo con el "ensayista" (supuesto plebeyo) y el "poeta" (supuesto príncipe). De todas formas y sin necesidad de adscribir a esta hipótesis, Papeles insumisos ofrece una cantidad de materiales que dan cuenta abundantemente de lo principesco y lo plebeyo en Perlongher.

La correspondencia con su amiga Sarita Torres es de las zonas más emocionantes y ricas del volumen: ahí está el derrotero desde su exilio en San Pablo hasta los momentos finales de su vida, y cómo la intensidad de escritura no cedía ni un ápice en la forma epistolar. Las Malvinas, el peronismo, Evita, el Caribe trasplantino, Lezama, Haroldo de Campos, los "michés" y las "bichas", Guattari, el nomadismo y la desterritorialización son algunos de los clásicos tópicos perlongherianos que orientarán al lector que venga de lecturas previas. Además, hay que agregar la hipótesis de la insumisión de Cangi: leer a Perlongher como a un revolucionario de los estilos y la vida cotidiana, un militante que abre la puerta en medio del debate y sin saber de qué va primero dice "yo me opongo", un activista que descree de la poesía social, un homosexual que rechaza la "identidad gay".
Perlongher huía de las fijaciones y Papeles insumisos en su diversidad de géneros y materiales heterodoxos, bien lejos está de sujetarlo. Más bien, lo ayuda a seguir andando.


Correspondencias

Sao Paulo 3.7.82

Rainha:

(...) "Estábamos con la delicia de la Felicia Guattari. Realmente su venida fue un gran éxito, y se formaron unas bandas de públicos nómades que peregrinaban en pos de su fala, con todas las eclécticas gamas de lo ‘alternativo' –que van desde un academicismo ligero a los cultores de lo ‘psi'–. Me coloqué raudamente a la izquierda de esas bandas.
El problema pasa, en gran parte, por la cuestión del PT (Lula).
Los elogios de Guattari a Solidaridad, creo, no se detenían en la retórica revolucionaria que, por otro lado, usó a rabiar. Se sustentaban en una constatación: los movimientos moleculares (minoritarios) no podían seguir girando sobre sí mismos, so pena de resolverse en la inacción y la microgrupusculización (momento, pero sumido en un devir, de la fala guattariana. Ahí en ese medio Guattari colocaba toda la carga de su retórica antiedípica y ahora ‘rizomática'. Pensar en el rizoma: se opone a la representación arborescente (en forma de árbol) que obliga a significar las cosas como con una raíz, un tronco y unas ramas: no: el rizoma (el ejemplo botánico serían esos tronquitos acuáticos que venden en Brasil) se desarrolla horizontalmente y cualquier conexión puede producirse en cualquier parte, no hay eje, no hay origen: pero el rizoma también puede endurecerse y tornarse máquina de muerte. Yo estoy poetizando un poco la maquinilla de esa fala, pero con licencia poética dígase que esas articulaciones falantes perforaban una ‘transversalidad': te atravesaba de parte a parte y te movía cosas (el encanto del devenir): y no dejó de hablar del ‘devenir femme' todo el tiempo –aquí se dice devir mujer, devir bicha (gay).
Hubo momentos brillantes y otros más opacos. Entre los primeros, una multitudinaria reunión en la sede de una candidata a veredeara ‘autonomista' del PT (Katy), con las minorías. Guattari decía que las minorías debían conectarse al PT, conservando su especificidad. El PT, sabrás, es una alianza estilo ‘conexión polaca': curas progresistas, sindicalistas influenciados por la Iglesia, y otros autónomos sin ser libertarios, trotskystas, disidentes, libertarios de salón, etc. Para algunos, ese pasaje ocasionaba la obsolescencia de la pulsión molecular, la molarización del grupo: porque se burocratizaba, se partidizaba. Y además, estaba la Iglesia de por medio. Yo di el ejemplo de una bicha politizada que se dirige al ateo de suburbio y le dice: No, m'hijo, ahora la Iglesia es bárbara, vamos a casarnos de blanco...Un trotskysta dijo en ese debate que la consigna de autonomía solía encubrir los manejos paralizantes de la Iglesia. Guattari acusó de ‘pesimista' y de ‘militante profesional' a cada una de esas posiciones. Asoció el pesimismo a la autoculpabilización. A mí la idea de culpa me parece muy sentimental para funcionar en ese esquema, pero en fin, algo de razón tiene: al menos en lo que hace a la necesidad de alguna conexión con lo ‘macro', ya que el aislamiento lleva a un narcicismo de grupo que se distancia de lo real y de lo que pasa. Se estaba dando el ejemplo del derruido Movimiento Homosexual paulista.
Fragmentos de ese movimiento lograron convocar, en la sede del grupo Lésbico Feminista (peleadísimo con el Sos Mulher de la Teca, quien empero concurrió), a una minirreunión de unas 30 personas con Guattari, donde él estuvo espléndida hablando de su deseo de ser mujer...nos encantó. La Felicia viene muy pesada: ella sí que se podría mandar un flor de entrismo y hacerle la cabeza a Lula, la chica esa es muy ambiciosa, quiere llevar el esperma de Lula en un frasquito a Francia para mostrar que se lo pasó, y se encontró con él a solas, en un hotel del centro...se dice de mí."

[Fragmento de una carta a Sarita Torres fechada el 7/10/82]

Sao Paulo, 31.8.92

Querida Sarita:

Enorme alegría me causó tu llamado, conmovente. Preciso un poco de mimo, porque en general me siento solo. Esta enfermedad provoca un aislamiento progresivo porque uno no consigue acompañar el ritmo de los otros y va quedando rezagado. En tu llamada sentí que nos habíamos del todo reencontrado, después de ese furioso brote que padecí, que –ahora lo sé– responde al nombre de manía, y es común entre víctimas de este inexorable mal.
La desesperanza (desesperación) desanima, estoy apático, sin ganas. Para peor pasé a tomar dos antidepresivos que me hunden en una amodorrada somnolencia. Recetados por un psiquiatra que entiende bastante del asunto. Me harté de la infinita charla psicológica.
Te reseñaré mis males.
Citomegalovirus: me hizo perder la visión de un ojo y resiste al medicamento, obligado a tres mañanas semanales de inyección endovenosa de variada estirpe.
Microbacterium: es terrible, parecida con la tuberculosis, exige tomar cinco antibióticos, tres en ayunas y dos por las venas.
Diarrea permanente, ya no saben qué darme. No puedo apartarme un milímetro de la pesada dieta: comí un pan integral y lo pagué con creces (feces). Es intempestiva e imperiosa. Un absoluto escarnio.
Sarcoma: lo innombrable, no lo tratan porque la quimioterapia, siendo inmunodepresora, temen que me bajen aun más las defensas.
Defensas: por el piso, mi t4 está ahora en 18 (lo normal es 1000).
Criptosporidium: un parásito intestinal tenaz, nada le hace mella. Importé un carísimo medicamento americano que poco me hizo. El médico experimenta...
Neuritis: dolor en el torso, en verdad en las terminaciones nerviosas; el antidepresivo los sosiega.¡Gracias al alto cielo, no tengo fiebre! A veces sudores nocturnos que obligan a cambiar las sábanas (para lo cual precisaría un acompañante nocturno).
Ulcera: en la boca del estómago. Está pasando, pero cualquier cosa más fuerte (un bife de lomo) la reactiva. Me dopo con litros de buscapina (aquí llamada Buscopan; cántase: "Buscopan, no me dan, buscoqueso y me dan hueso y me rompen el pescuezo" en las farmacias).
Aquí tengo una empleada que cocina. También contraté a un asistente para ir al Bco, al correo, a buscar cosas en disparatados lugares. Estoy tratando ansiosamente de mudarme a un departamento más grande donde se pueda alojar a un acompañante sin atropellos. Pero sin suerte, los departamentos se me escapan de las manos como una agüilla triste y vaporosa. Ya van tres que pierdo, por despótica volubilidad de los propietarios.
Hoy el médico me autorizó a viajar. Espero hacerlo en octubre. Tendré que llevar vagones de medicamentos. Lo que más me preocupan son las aplicaciones endovenosas, disolviendo drogas en el suero, que deben hacerse en un hospital. Me gustaría, ya que estás en el tema, que me averiguases:
dónde se puede hacer ese tratamiento aunque sea pagando.
si se consigue el medicamento Cipro. Endovenoso.
Son frascos voluminosos que exigirían una carretilla. Preguntale a las chicas del Coinsida. Gracias.
Pensar en que voy a quedarme con vos, me hace feliz. Te lo agradezco de alma.
Osvaldo B me llamó.
Te llamaré cuando tenga más clara la fecha del viaje que ahora se me figura posible, concreto. Llamame que estoy con saudade extrema.

Un beso dunesco

Néstor Rosa

[Carta a Sarita Torres fechada el 31/08/92. Fuente: Radar, Página/12, 10/11/04]



 

La religión de la ayahuasca*

Néstor Perlongher (1949-1992)

"Nao creías nos mestres que le aparecen
E nem con eles o caminho queira andar
Creía somente en teu Jesús
Que ele é que tem para te dar

Meu mestre a Vós aquí eu peço
Para vos me guiar
Me guie no caminho da Santa Luz
Nao deixa nínguém me derribar

Segue sempre teu caminho
Deixa quem quiser falar
Recebe a tua Luz de Cristal
Te firma e te compõe em teu lugar

Recebe todos que chegar
Faz o que eu te mandar
Não deixa fazer o que eles querem
Espera até o dia que eu chegar"

Vibración de la luz (por momentos parece que las lamparitas del templo estuviesen a punto de estallar), explosión multiforme de colores, cenestesia de la música que todo lo impregna en flujos de partículas iridiscentes, que hormiguean trazando arcos de acerado resplandor en el volumen vaporoso del aire, un aire espeso, como cristal delicuescente. La acre regurgitación del líquido sagrado en las vísceras - pesadas, graves, casi grávidas- convierte en un instante el dolor en goce, en éxtasis de goce que se siente como una película de brillo incandescente clavada en la telilla de los órganos o en el aura del alma, purpurina centelleante unciendo, a la manera de un celofán untuoso, el cuerpo enfebrecido de emoción.

Estamos en una ceremonia de ingestión de ayahuasca, realizada en una "iglesia" del Santo Daime. Los participantes de la ceremonia -hombres de un lado, mujeres del otro, ataviados austeramente: camisa blanca y pantalón azul, para los primeros; camisa y pollera de los mismos colores para ellas; para las ceremonias de fiesta, coincidentes con fechas religiosas u onomásticas, el uniforme es blanco con cintas verdes y ellas lucen coronas; una estrella de seis puntas, con un águila y una luna grabadas, orna los pechos de los fardados ("uniformados", o sea, iniciados)- se disponen en forma de doble L en torno de una mesa donde titilan velas y piedras transparentes en la blancura de un mantel bordado: en el centro, yérguese imponente la Cruz de Carayaca (la de dos maderos horizontales, simbolizando la segun­da venida de Cristo a la Tierra).

A los rezos, de inspiración cristiana con aportes espiritistas y esotéricos, sigue la distribución de la ayahuasca, la bebida sagrada preparada a partir de una complica­da maceración de cierta liana amazónica, el yagube. (Banisteriopsis caapi), en mix­tura con la chacrona o rainha (Psychotria viridis), un arbusto tropical, hecha en un alto clima ritual. Mezclada a veces con otros elementos vegetales -tal el poderoso toe; la temible datura o hierba del diablo (2) - y objeto de una variedad de denominaciones (en el Santo Daime ella es llamada simplemente Daime) y usos rituales según los grupos que la toman, la bebida, ya era adorada por los incas que le dieron el nombre de ayahuasca (literalmente, vino de las almas o vino de los muertos, ya que a su influjo invócaselos).

Schultes y Hoffman, importantes estudiosos del asunto, destacan el carácter mágico del yagé: "Al noroeste de América del Sud, existe una planta mágica de la cual los indios piensan que libera el alma del cuerpo, ella puede entonces errar libremente, sin trabas y retomar su envoltura carnal cuando así lo desea. Esa planta emancipa a su posesor de la sumisión a lo cotidiano y lo introduce en los reinos maravillosos que los indios consideran la única realidad." (3) Considerado sagrado y venerado como tal, el potente brebaje, capaz de producir visiones celestes y desplazamientos cósmicos, es de uso inmemorial entre los pue­blos de la Amazonia Occidental, en territorios hoy pertenecientes a Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia. Llama la atención la expansión del consumo ritual de ayahuasca primero a las áreas rurales y suburbanas de población mestiza (proceso verificado sobre todo en el Perú (4) y actualmente al corazón de las grandes ciudades brasileñas. Este pasaje de uso tribal a un uso urbano se realiza, en el Brasil, a través de dos nuevas (aun cuando no incipientes) formaciones religiosas: la Uniao do Vegetal y el Santo Daime.

Nuevas en el sentido de Marión Aubrée: "productos autóctonos de mezclas innovadoras" (5), ambas religiones conservan lo esencial de la práctica indígena: la preparación e ingestión de la bebida sagrada, acompañada, en el caso del Santo Daime, de un ritual rítmico-musical. La importancia del canto entre los consumi­dores tradicionales es impresionante: entre los Mai-Huna de la Amazonia Peruana, por ejemplo, resulta inconcebible tomar yagé y permanecer mudo. (6)

El antropólogo Jean-Pierre Chaumeil, investigando entre los Yagua del Nordeste Peruano, atribuye la extensión de los usos chamánicos de la ayahuasca entre las pobla­ciones mestizas a que "el carácter no dogmático e integrador del chamanismo facilita la incorporación progresiva de nuevos modelos (...) en los cuadros conceptuales tradicionales". Por no ser hostil a los cambios, "el chamanismo se presenta como un sistema en perpetua adaptación con la realidad vivida." (7) Se explica así la combinación entre las prácticas chamánicas, generalmente con fines de cura, y un corpus religioso fuertemente impregnado de catolicismo, fruto de varios siglos de prédica misionaria. En las ceremo­nias clásicas el curandero bebe la bebida junto con el paciente y ve el mal que le afecta y sus causas mágicas o espirituales (8). Marlene Dobkin registra en Iquitos ritos similares durante los cuales la ayahuasca es tomada como "filtro de amor" para protegerse de abandonos y traiciones (9). Por su parte, los indios del valle del Sibundoy recorren los centros urbanos de Colombia, Venezuela y Panamá realizando rituales curativos y adivinatorios con base en el yagé, a veces mezclado con datura 10; llevan así, al decir de Taussig, "el poder mágico de un sitio al otro del país" (11).

Normalmente el uso colectivo de "alucinógenos" (la pertinencia del término será rediscutida) es considerado característico de las sociedades primitivas y en ellas exilado. Guattari, reconociendo que "la droga ha jugado un rol fundamental en todas las sociedades, en todas las áreas culturales y religiosas", distingue entre "la droga solitaria del capitalismo" y "el modo colectivo, que era, por ejemplo, el del chamanismo" (12). Lo interesante del Santo Daime es que se trata de una ritualización religiosa moderna de un uso de plantas de poder tenido por primitivo y tradicional. Al irrumpir en las modernas sociedades urbanas, el Santo Daime rasgaría, con la firmeza de la fe divina, el sórdido circuito de la droga. Al mismo tiempo, esta experiencia contemporánea parece iluminar un elemento extático presente, aun­ que borrado, en la cultura de la droga.

Si para William Burroughs -cuya experiencia con el yagé no fue precisamente tranquila- ninguna religión podría ser construida sobre los opiáceos (13), contraria­ mente todo en los llamados alucinógenos parece predisponer al trance sobrenatural. "La experiencia alucinógena -advierte Martine Xiberras (14)- se encuentra en efecto muy cercana a una experimentación mística del mundo." La experiencia psicodélica sería realmente "antirreligiosa": son las sustancias que la inducen, según Furst (15), "fundadoras de toda revelación y por consecuencia, de las religiones", encontrándose "en la fuente de la vida mística, en la raíz de la práctica religiosa y en el origen del arte".

El propio Timothy Leary, profeta del LSD, reconoce y trata de explorar ese lado religioso. Pero ¿cómo constituir una religión a partir del hedonismo individualista? ¿Qué hacer con casos como el de Lisa Lieberman, "sacerdote boo-boo neomarxista", que se proclama diosa de la transgresión obscena, emergiendo desnuda en moto en los piringundines del pseudoculto (16)?

Leary menciona la religión india del peyote, también con fuertes componentes cristianos, pero no parece conocerla o comprenderla. Hay notorias analogías con el Santo Daime (especialmente en lo que respecta a la combinación de usos indígenas y fragmentos de doctrinas cristianas, como con relación a la relativa juventud de ambos cultos: la Iglesia Nativa Americana recién se constituye a fines del Siglo XIX) y una severa diferencia: mientras que la Iglesia Nativa Americana sería, según Lanternari (17), básicamente defensiva -instrumento de defensa de la cultura indígena-, el Santo Daime no sería "defensivo" sino "ofensivo", ya que no se trata meramente de una reivindica­ción de la cultura tradicional, sino de la creación de una nueva cultura, en un mesianismo irredentista presente tanto en el discurso (a veces con algo de militar (18)) de expansión y extensión (aunque no haya en verdad prácticas de predicación pública) como en la fundación de aldeas en cumplimiento de un programa de construcción terrenal del paraíso de connotaciones místicas y utópicas. Baste mencionar la configuración de Império (se trata del Império Juramidam) que asume el culto (19).

La religión del Santo Daime (literalmente, San Dadme: el nombre proviene de invocaciones construidas a partir del verbo dar, del tipo dadme - daime en portugués- paz, daime amor...) surge en la década del 30 en el estratégico estado brasileño del Acre -un triángulo tendido en la frontera del Brasil con Bolivia y Perú, que a principios del siglo se "independizó" de las autoridades de La Paz para adherir a las de Río de Janeiro.

Los orígenes de esta nueva religión, que conoce hoy en día una minoritaria aunque barullenta expansión entre las capas medias de las grandes ciudades brasileñas, se sitúan en el encuentro de masas desterritorializadas de migrantes (20) prove­nientes del miserable nordeste brasileño, que se lanzan a la conquista del caucho imbuidas de un ecléctico catolicismo popular (en verdad, un culto de los santos (21)), y chamanes (hechiceros) indígenas que usaban la ayahuasca con fines de cura o celebración. Según el relato fundante, Raimundo Irineu Serra, negro del maranhão -región de fuerte incidencia espiritual afrobrasileña-, tomando la bebida con el peruano Crescencio Pizango, quien la había heredado de los incas, recibe la anun­ciación de Nuestra Señora de la Concepción, Reina de la Floresta -pero que es también Iemanjá y Oxum, divinidades acuáticas africanas, y todas las formas de la Divina Madre-, que le revela la doctrina (22) y le ordena difundirla y realizarla (23) a la manera de un soldado de Dios. En la cima de un complejo, rico y proliferante Olimpo nativo -que se permite incluir, al lado de la Virgen María, a Buda, Krishna y hasta Mahoma- se alza el Maestro Juramidam, suprema divinidad forestal (24); el sincretismo tiene más de simultaneidad que de jerarquía rígida.

En concreto el ritual toma la forma de una fiesta colectiva, con matices de comunión dionisíaca, pero manteniendo un formalismo riguroso y estético.

La ceremonia suele prolongarse la noche entera, hasta las primeras luces del alba o más. Durante todo ese tiempo los adeptos cantan, acompañados con música de guitarras escandidas por enérgicas maracas y endulzados por acordeones, flautas, violines, lo más parecido a un coro celestial, himnarios, o sea, poemas rimados de contenido místico "recibidos", gracias a la inspiración divina, por los protagonis­tas de este raro ritual, que danzan sincronizadamente el "bailado": un vaivén monótono, mecido a cantos hipnóticos, de vaga resonancia indígena, el que parece contribuir a una mejor distribución en el cuerpo del líquido, cuyo poder emético y purgante puede llegar a manifestarse, no es infrecuente, violentamente. También cantar, por el movimiento del aire que implica, es común a todas las tribus que toman ayahuasca.

"A través de ese movimiento rítmico -escribe Vera Froes (25) en uno de los raros libros sobre el tema-, se desencadena una fuerte corriente espiritual entre las perso­nas". Las miraciones o marcaciones -visiones celestes, vibraciones intensas, una especie de "alucinación" (en gran medida constelaciones combinatorias de fosfenos) que, guiada, no es sin embargo desvarío ni error- producidas por el efecto de la ayahuasca en el cuerpo, son, por decirlo así, escandidas por la música y la danza, configurando una singular experiencia de éxtasis.

Trátase de una verdadera doctrina musical, compuesta por "himnos numinosos" (26) recibidos (suerte de deriva poética de cierto trance glosolálico, oracular o mántico) por los adeptos gracias a la inspiración divina, que funcionan como explicación y guía de la experiencia inducida por el brebaje acíbar: intransferibles, inefables viajes del alma. Alex Polari, ex-guerrillero y uno de los actuales padrinhos del culto (comanda la iglesia de Visconde de Mauá, en las montañas de Río de Janeiro), ve un Lago de Energía: "En algunos momentos la superficie del lago encontraba una placidez traslúcida. Una luz iridiscente todo lo filtraba y de ella se plasmaban otras formas y compren­siones de aquello que ocurría allí, en aquel momento. Luego, alguna energía era lanzada a la superficie del lago y recomenzaban los círculos concéntricos. En ese movimiento de líneas y círculos, que se dibujaba como en arabescos ante mis ojos, yo creía ver todos los secretos del ciclo ininterrumpido de la creación y destrucción de todos los Universos ya existentes. Durante ese período, yo experimentaba la Fuerza. Mi cuerpo pulsaba, ora desordenadamente, ora serenamente, acompañando la pulsación de la corriente" (27).

Es precisamente la afluencia de jóvenes nómades, hijos de la gran desterritorialización del hippismo setentesco, la que incorpora elementos orienta­les y esotéricos (28) al panteón místico, ya poblado por entidades indígenas, africanas y cristiana. Este feliz encuentro entre los campesinos ayahuasqueros y los peregri­nos del "circo" envueltos en la onda de "retorno a la tierra", tiene lugar en la Colonia Cinco Mil (así llamada por estar compuesta de lotes evaluados en cinco mil cruzeiros cada uno), fundada por el nuevo caudillo del culto, el Padrino Sebastián Mota y Melo, quien, después de la muerte en 1971 del fundador Irineu, hubo a raíz de disputas sucesorias, de retirarse con su gente de la colonia por éste establecida originalmente en Alto Santo, también en las inmediaciones de Río Branco, capital del Acre. Cierto nomadismo de impulsión mesiánica empujaría, más cercanamente a los seguidores del Padrino Sebastián a trasladarse al interior de la floresta fundando la aldea de Céu de Mapiá, a dos días de canoa de Boca do Acre, Estado de Amazonas; sin haber abandonado la Colonia Cinco Mil -que sin embargo perdió importancia-, ellos están actualmente abocados, nucleados ya en torno al hijo y sucesor de Sebastián, el padrino Alfredo Mota, a la colonización de una vasta área próxima al río Purus, cedida por el gobierno brasileño (29).

Justamente este sector del Santo Daime (son varios subgrupos: seguidores originales del mestre Irineu continúan agrupándose en la colonia de Alto Santo, habiendo aún otras ramas del culto, más o menos umbandizadas), es el que desencadena, a partir de la década del 80, un proceso de crecimiento urbano, con la fundación de iglesias en las áreas urbana y rural de Río de Janeiro, extendidas ahora a San Pablo; Belo Horizonte, Florianópolis, Brasilia, Porto Velho y otros puntos menores, comunidades en Nova Friburgo (RJ) y Airiouca (MG), entre otras.

Esta limitada expansión (que, presúmese, nunca dejará de ser minoritaria ya que el Santo Daime es algo demasiado fuerte para cualquier persona) había sido más secretamente, precedida por la de otra importante religión de la ayahuasca en el Brasil: la União do Vegetal, originaria también del encuentro fructífero entre campesinos e indios de la región de Rondonia, que, bastante más cerrada y de ingreso más selectivo, practica un ritual diferente -más esotérico y menos danzarín- de ingestión de la bebida sagrada, aquí denominada Vegetal.

Los diferentes centros del Santo Daime asumen en su denominación oficial - Centro Ecléctico de Fluyente Luz Universal- la vocación fusionad, el eclecticismo como religión. La doctrina se define como Eclecticismo Evolutivo, "varias corrientes religiosas que se interpenetran teniendo como punto de partida el cristianismo" (30). Hay una proximidad bastante grande con la Umbanda, una mezcla de elementos africanos y católicos (31). Esos elementos no tienen necesariamente una relación de sustitución, sino que impera una simultaneidad total: un santo católico puede ser al mismo tiempo una entidad africana, configurando una especie de negación del principio de identidad.

Alex Polari habla de tres fuentes principales, además de las influencias afrobrasileñas: el oriente, con sus métodos de meditación capaces de anular el ego; la doctrina cristiana, especialmente en su tradición más esotérica; el culto sacramental de los vegetales, propio del nuevo continente.

Muchos de los adeptos pasaron, antes de ingresar al Santo Daime, por experiencias espiritistas, esotéricas, budistas. Esa multiplicidad es por entero aceptada: "A nosotros no nos importa si uno cree en el karma, en la resurrección o en la reencarnación, si viene del espiritismo, de la umbanda o del budismo. Importa sólo realizar nuestro trabajo, cantar nuestros himnos de loor a Dios y a la Naturaleza, saber vivir juntos y repartir el pan dentro de valores cristianos auténticos y por nosotros asumidos en nuestra práctica diaria". (32)

Esa asombrosa plasticidad denota la característica de una religión en movimiento, parangonable al culto de María Lionza en Venezuela, que también mezcla elementos del más heterogéneo origen, llegando a incluir en la adoración al Presidente Kennedy: su suprema sacerdotisa dice que ni ella sabe hacia donde va la religión (33). Este procedimiento es en todo análogo al dispositivo de la umbanda, ahora creciendo sorprendentemente en Buenos Aires (34); esa especie de antropofagia espiritual aparece también en otros cultos recientes, como el de la Tía Neiva, decididamente barroco, y el de Yokaanan (Fraternidad Ecléctica Espiritual Universal, "mezcla de catolicismo, espiritismo y umbanda sobre 1540 Kwz" (35), ambos con sede en Brasilia).


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El hecho de que no haya una doctrina escrita, sino que ella se derive de los contenidos de los himnos recibidos por los acólitos favorece dicha plasticidad proliferante -que parece no tener límites: en la iglesia de San Pablo se cruzan adeptos provenientes de la Gnosis- cierta escuela esotérica-, gente del candomblé, practicantes de chamanismo, adoradores de Saint Germain y hasta discípulos de Wilhelm Reich (!) en un indiscernible patois (o paté) espiritual, con dudosos efectos de banalización próximos a los de un santón de playa carioca. Hasta libros sobre el tema, como el de Gregorim (ya citado), se integran en esa melaza espiritual de límites y formas difusas. Pero esto no sería necesariamente un defecto de religión, sino que podría incluso ser una virtud, esta abundancia y experimentación (casi ginástica, empero...) de códigos religiosos diversos y superpuestos entre sí, en una yuxtaposición indefinible próxima al supermercado de cultos afrocubanos que Fichte descubre (y defiende en la riqueza de su mescolanza) en Miami (36). Habría, por añadidura, una fuerte base panteísta, de adoración de la naturaleza, presente en himnos que exaltan, entre otros elementos, el sol, la luna y la estrella, realizando lo que Maffesoli denomina "reinvestimiento del inmanentismo" (37), que funciona ade­más como alimentador de los vínculos de socialidad, donde se podría intuir un recuerdo histórico del extinto culto panteísta" aparecido en el Nordeste Brasileño en la década de 1930 y perseguido por las autoridades, habiendo llamativas semejanzas icónicas e imagéticas con el Santo Daime (38). Se trataría, a decir verdad, de una suerte de licuefacción de los códigos religiosos, que serían pasados, ya que no por agua, por ayahuasca. Esa cualidad líquida, en todos los sentidos, del Daime se manifiesta en el nombre adoptado por la iglesia de San Pablo: Flor das Aguas.

Además de los bailados, hay trabajos especiales de cura, donde los participantes cantan sentados, sin bailar, ciertos himnos seleccionados, con la presencia del enfermo y un círculo selecto de fardados (o sea, iniciados que han asumido el uniforme y la estrella del culto, que han entrado en la doctrina). El daimista Chico Corrente, de la Colonia Cinco Mil, habla del trabajo de cura: "Son nueve personas que hacen las curas. Se le da Daime al enfermo, se rezan nueve oraciones, concéntrase, cada uno buscando para sí lo que precisa para sí mismo de bueno, pidiendo que los espíritus curanderos fluidifiquen aquel trabajo, hagan operaciones, consultas... Los videntes ven la llegada de los espíritus. A través de la bebida que el grupo bebió, se va llegando a un punto en que una fuerza espiritual va trayendo las energías del bien y apartando las del mal. Cuanto más concentración en Dios, más fuerza en el corazón del paciente" (39).

En los trabajos de cura -que suelen ser asimismo más cortos-, se ve mejor cierta ambivalencia esencial del padrinho, que dirige el trabajo, entre sacerdote, y chamán - el primero asimilado a las sociedades de estado, el segundo a las sociedades tribales (40). Discutiendo el asunto, Clodomir Monteiro asocia el "vuelo extático chamanístico" presente en el Santo Daime y cultos vecinos (lo que él denomina Sistema de Juramidam, siendo Jura, Dios, y Midam, Hijo), a las "manifestaciones de incorporación mediúmnica típicamente afro-brasileña", propiciando la convergencia entre el in­dio, el blanco y el negro en un "nuevo tipo de chamanismo" (41). Fernando de la Roque Couto, por su parte, prefiere la hipótesis de un "chamanismo colectivo" (42).

Algo se nota de racial andino, además, en la demanda de imperturbabilidad facial presente en las ceremonias, vigente incluso cuando las incorporaciones de entidades, tan diferente de la contorsión exasperada propia del trance afrobrasileño. Cabe formular, a la manera de una hipótesis, si no habría en el Santo Daime un fondo chamánico "recubierto" por una forma religiosa.

Fuerza y Forma

Toda una disposición poética y barroca se monta para ritualizar la toma colectiva de la bebida sagrada. Se trata de dar forma (apolínea, estética, de ahí que pueda ser barroca) a la fuerza extática que se suscita y se despierta, impidiendo que se disipe en vanas fantasmagorías, o, lo que es peor, que - como suele suceder en el uso desritualizado occidental de drogas pesadas- se vuelva contra sí, arrastrando al sujeto en una vorágine de destrucción y autodestrucción.

Tomamos de los grandes místicos cristianos la distinción entre experiencia y doctrina. Para San Juan de la Cruz, la experiencia designa -escribe Baruzi (43) "el hecho de haber experimentado en sí mismo ciertos estados"- sin vacilación asimilables a los "estados modificados de conciencia" de que habla Lapassade (44). Sin embargo, prosigue Baruzi, "la experiencia, indispensable para quien quiere sentir la vida mística, no nos será suficiente para describirla". La experiencia, por sí sola, permite sentir, pero no comprender; para comprender, hace falta la doctrina. En la medida en que la experiencia remite a una contemplación cósmica, parecería que ella fuese más allá de la doctrina; al mismo tiempo, la doctrina adquiere un cariz nuevo cuando se vislumbra la experiencia sobre la que se basa. "Más allá de la construcción doctrinal, el ritmo de la experiencia vivida"; así, entre los místicos del éxtasis poético, condensa Baruzi (45) , "la experiencia se traduce inmediatamente en un canto".

En el caso del Santo Daime, la creencia no es apenas un a priori ideológico, sino que se basa en la experiencia de la divinidad, vivenciada a partir de la visión propiciada por la ayahuasca. Por otro lado, la doctrina contenida en los himnos - que exalta básicamente valores cristianos, como disciplina, humillación, perdón, exaltación de la fe y la fuerza divinal, etc.- funcionaría como una manera de dar forma a la experiencia y evitar que ella se desmelene en la insensatez acaso pavorosa del puro mambo personal.

Útil para pensar el Santo Daime, la díada experiencia/doctrina puede analogarse, en su funcionamiento, a la distinción entre plano de los cuerpos y plano de la expresión (46) , formulada por Deleuze y Guattari (47) a partir de Hjemslev. Por un lado, en el plano de los cuerpos todo lo que tiene que ver con los efectos puramente "físicos", corporales, inclusive visuales, de la bebida; por otro lado, los himnos, los rituales, todo lo que tiene que ver con el plano de expresión. Resumidamente, en la religión del Santo Daime, habría un plano que tendría que ver con la experiencia del cuerpo, en el cuerpo, con el cuerpo (48), en ese sentido dionisíaca. Al mismo tiempo, el Santo Daime dispondría de su propio plano de expresión autónomo, la Doctrina de Juramidam (49) .

Si bien esta capacidad de producir un discurso autónomo eficaz puede ser común a otras formaciones religiosas, en el caso del Santo Daime hay una singula­ridad, menos común, que es el hecho de sustentarse el culto en la delectación de un líquido psicoactivo. Eso posibilita una comparación, en este caso no con otras religiones, sino con otros usos desreglados de sustancias vulgarmente denominadas drogas (habiendo sido la justeza de esa denominación puesta ya en tela de juicio). En la medida en que estas experiencias "salvajes" -o en el último de los casos provistas de un ritual que, alejado de la dimensión de lo sagrado, se revela ineficaz para "contener" al sujeto en viaje, que se desmelena y corre el riesgo de entrar en una vorágine de destrucción y autodestrucción -son incapaces de construir un plano de expresión propio, caen en dicho caos trágico. Estos éxtasis descendentes, "destructores" del cuerpo físico (destructores de los órganos, para ser más estrictos; o sea, indicios de generación de un cuerpo sin órganos que se queda en la destrucción de los órganos (50)), son como una especie de satori de zanjón que destruyen al cuerpo, en cierto terrible modo, sí, pero no dejan de ser una exaltación desquiciada del cuerpo personal, del cuerpo como cuerpo del yo (51). No es que pierdan su condición de agenciamiento colectivo -como se nota en películas como Sid & Nancy y Drugstore Cowboy-, un flujo maquínico que une y ata los cuerpos en la intensidad exacerbada de la sensación compartida; una experiencia esencialmente corporal, de cuerpo grupalizado o colectivizado, pero que paradójicamente encierra a cada uno en el infierno de su propia dependencia solitaria; en el límite extre­mo del nihilismo, alzan la bandera en harapos de un yo en ruinas, pero resis­ten (o son incapaces de verla) a la colectivización en lo sagrado. Así, en la medida en que no articulan el balbuceo de sus marginalidades en una forma eficiente, se les deforma la experiencia, se les endurece o se les enfría el alma, y son fácilmente recuperados, enclaustrados y psiquiatrizados, por los aparatos de poder de la policía y de la medicina. En una palabra, son víctimas fáciles de las máquinas sociales de disciplinamiento, por mecanismos que parecen tomar la forma de un dispositivo análogo en su funcionamiento al dispositivo de sexua­lidad enunciado por Foucault, que también produce efectos de proliferación bajo la forma de una locuaz interdicción. No hay un efecto puramente clínico de la sustancia en sí, sino que ese efecto resulta inseparable de cierto plano de expresión, el que -según Deleuze y Guattari- no representa ni refleja (tampoco significa) el plano de los cuerpos, sino que interviene dándole órdenes al cuerpo (existiría entre ambos planos una relación de presuposición recíproca: uno no determina al otro, sino que ambos funcionan presuponiéndose, pero man­teniendo una autonomía relativa).

Puede postularse, a partir del esquema fuerza/forma, cierto instrumental teórico de abordaje útil para pensar el Santo Daime. Ese abordaje se diferencia, en principio, de la noción de control (control ritual del uso de sustancias psicoactivas (52)), que aparece como demasiado "exterior", y también de cierta hipótesis del imaginario, que corre el riesgo de crear una especie de colchón, cuando, podría postular, todo es real (o aun surreal): nada más real que el éxtasis...

¿Cómo funciona el esquema fuerza/forma? Referirse a la tensión entre el plano de los cuerpos y el plano de la expresión ha sido una manera de introducir el asunto. Resulta difícil, sino gratuito, intentar explicar qué es la fuerza. Si deseamos captar la vivencia emocional, estaríamos entre el encuentro de fuerzas nietzscheano y el axé del candomblé, inclusive más cerca del segundo en el caso del Santo Daime (53).

Situándonos, en el campo antropológico, en la conocida crítica de Lévi-Strauss a Mauss (54), nos acercamos a la noción de hau (fuerza vital) tomada de los polinesios por el segundo, a quien el primero acusa de tener una visión nativa, y sustituye por consecuencia el mencionado hau por una ecuación lingüística.

Aquí nos reencontramos con la díada dionisíaco/apolíneo explorada por Nietzsche. Sin embargo, no cabe recuperar esa noción nietzscheana en un sentido literal, sino en un sentido extenso -del tipo de uso que hace Maffesoli en La Sombra de Dionisio (55) . Hablamos de dionisíaco en el sentido de que es una experiencia que afecta directamente al cuerpo, pasa en y por el cuerpo; al tocar, para decirlo en términos de Mircea Eliade, el plano de la experiencia sensible, carga de significación religiosa la actividad sensorial (56). En ese sentido, tiene lugar una fusión concreta en el plano de los cuerpos, de las vibraciones sensibles, relegando la intervención supuestamente fundante de la conciencia egocentrada. Parece, más bien, que la conciencia antes que determinar a priori el sentido y la dirección de las fuerzas extáticas, viniese a posteriori a darles forma.

No es pues un dionisíaco en el sentido de carnaval pagano, ni de desmesura voluptuosa. Si alguna analogía entre la experiencia del Santo Daime y la que Nietzsche denomina dionisíaca puede trazarse, además de su carácter forestal (el Santo Daime adora a Nuestra Señora de la Concepción, Reina de la Floresta), ella pasa por la ruptura con el principio de individuación y la fusión de las individualidades en un sentimiento místico de unidad con el cosmos, con la naturaleza, con los otros hombres, que caracteriza, en lugar de la autoconciencia individualista, el éxtasis colectivo.

Ese limitado carácter dionisíaco de la experiencia estaría dado, entonces, por la disolución de la individualidad. Recordemos los planteos de Bataille (57). Para él, habría una continuidad esencial entre los hombres que la individualización propia de la humanización civilizatoria cortaría, instaurando una discontinuidad -cada uno cerrado sobre sí en su mónada egoica- que no llegaría a abolir, sin embargo, el impulso dirigido hacia la continuidad primera. Las formas de "restaurar" dicha continuidad serían básicamente tres: el erotismo (o sea, la dilución de la individua­lidad en la fusión de la orgía o de la pasión, siendo esta última la que Bataille denomina "erotismo de los corazones", sentimental y más firme que el "erotismo de los cuerpos", que es pasajero y restituye acendrado el egoísmo), la muerte (fin de la individualidad por extinción física) y lo sagrado, que implicaría una fusión mística que disuelve, también, el sujeto individual en el cuerpo divino o en el panteón de las entidades.

Esa desestructuración del frenesí dionisíaco arrastraría la identidad individual en la "nebulosa afectual" (58) de los cuerpos (y, por qué no, de las almas) en amalga­ma. Empero, ese fervor dionisíaco, en la medida en que librado a sí mismo es - dice Machado (59)- un "veneno" que conduce a la pura destrucción, precisaría de la armonía del elemento apolíneo que le diese una forma, para poder mantener la lucidez en medio del torbellino.

Córrese el riesgo, empero, de que esa forma doblegue y reprima (tal como suce­de en la cultura occidental racionalista, hecha para expulsar y sofocar a Dionisio) a la fuerza suscitada del éxtasis. Pero ello envolvería otra discusión, que remitiría a pensar en qué medida en el Santo Daime y en otras sectas religiosas (como la vecina Unión del Vegetal, analizada por el antropólogo Anthony Henman (60)) campearía una condición de formación autoritaria, pasible de transformar, al menos en ciertas situaciones, la forma en dogma. La cuestión no es fácil de zanjar, pues, por otro lado, también podría argüirse que la observancia fiel de los preceptos sería capaz de permitir un vuelo más alto y perfecto por los paraísos de la visión y de la revelación. El ritual actuaría en ese caso, en las palabras de Walter Dias Júnior (61), como una "potencialización del éxtasis".

Más que agotar estos complejos asuntos, veamos cómo las religiones de la ayahuasca -completamente legales en el Brasil, aún cuando dicha adquirida legalidad no esté ni haya estado exenta de amenazas prohibicionistas- muestran la posibilidad de un uso ritualmente organizado de sustancias psicoactivas vulgarmente denominadas drogas. El caso del Santo Daime está lejos de ser el único en el mundo. El término "entéogenos" (literalmente, Dios dentro de nosotros), propuesto por el investigador Gordon Wason, que descubrió los hongos alucinógenos en México y los tomó con la chamana María Sabina, al apartar la carga negativa arrastrada por el término alucinógenos -puesto que no se trata en verdad de alucina­ción en un sentido conceptual, aún cuando en un sentido físico se dan visualizaciones similares por constelación de fosfenos- resulta más pertinente para denominar estas sustancias capaces de propiciar un éxtasis. El éxtasis -la palabra quiere decir textualmente "salir de sí"- no es una experiencia frívola, sino algo que arrastra el sujeto hasta las más recónditas profundidades del ser y lo hace sentir en presencia de una fuerza superior y cósmica, cuya acción experimenta corporal y mentalmente, en un estado de trance que conlleva el pasaje a otro nivel de conciencia, segundo, superior o alterado. De ahí que en vez de un éxtasis descendente, lo que llamamos un "satori de zanjón", donde suelen precipitarse los adeptos de las drogas pesadas, experimentaciones como la del Santo Daime y la Unión del Vegetal en el Brasil, el culto del cactus San Pedro en Perú, la iglesia del peyote entre los indígenas norteamericanos, propicien un éxtasis ascendente, transformando la energía de la sustancia psicoactiva en un trampolín cósmico, ritualizado de manera a guiar y "controlar" (como diría Edward Mac Rae) el viaje. Por otra parte, estos usos contemporá­neos y absolutamente modernos de la ayahuasca develan de paso, a contraluz, la búsqueda de éxtasis contenida en principio en la experimentación de masas de las llamadas drogas, por más que el uso de éstas en un sentido abisal se muestre desgraciado. En resumen, cultos como los del Santo Daime abren en escorzo otra perspectiva para enfrentar la insensata guerra de la droga que ahora nos envuelve, teniendo en cuenta asimismo que hay toda una utilización terapéutica de la ayahuasca, particularmente eficaz en caso de adicciones, alcoholismo y enfermeda­des psicosomáticas en general, habiéndose inclusive registrado casos de curas de males más graves. ...

Pero el Santo Daime no muestra apenas la fuerza del éxtasis: configura también una verdadera poética. Autodefiniéndose como una "asociación espíritu-musical", los acólitos del Daime dan una gran importancia a la parte estética de la socialidad. Esa poética es en última instancia barroca: elementos de un barroquismo popular se encuentran abundantemente en los poemas musitados que son los himnos, siem­pre impregnados de la deliciosa ambigüedad propia de la expresión poética; ellos aspiran, en su incesante proliferación, a "cantar el mundo" - o a invadir todo el mundo con su canto. Cabe destacar que esta relación entre uso de entéogenos y producción de una poética oracular y hermética es común, no sólo a otros usos de la ayahuasca (62) , sino a rituales referidos a otras sustancias, como es el caso de los hongos mexicanos estudiados poéticamente por Munn (63) .

Como otra manifestación de barroquismo, los elementos simbólicos tienden a multiplicarse, sobre todo en las iglesias más prósperas del sur del Brasil, haciendo recordar la proliferación de objetos de culto en las mesas de la religión del San Pedro (64) , donde más de noventa elementos, cada uno dotado de un sentido ritual, se acumulan. Cabria tal vez leer, en esa abundancia, un ''exceso" simbólico.

También se manifestaría cierta pulsión barroca en la avidez sincrética (sería más pertinente llamarla, como los propios cultores lo hacen ecléctica (65 ) con que el Santo- Daime se precipita sobre los cultos vecinos, se mezcla y se alía con ellos, guiado por una convicción: al fin y al cabo, las divinidades serán vistas literalmente en el ritual de la miración.

Es interesante observar, además, a título de hipótesis experimental, cierta gra­duación en la experiencia visionaria, observada también por estudiosos del LSD (66) . Estas fases no se verifican necesariamente, menos aún en ese orden, pero podría condensárselas así: primero, una fase que llamaría "psicoanalítica", con emergencia de recuerdos o, mejor, "películas" de vida, donde escenas pasadas desfilan vertiginosamente. Después, suele sobrevenir una fase de visiones abstractas, líneas de puntos, curvas, campos de flores, extrañas geometrías que denotan la tendencia del fosfeno a transformarse en algo más: iridiscencia de los puntos de luz, líneas brillantes de fuerza. A veces, entre un momento y otro, puede sentirse cierto males­tar físico, un dolor que se transforma, si se lo consigue sobrellevar, en éxtasis. El éxtasis, en esta tercera fase, puede manifestarse con la visión del aura de las demás personas, intensidad extrema de la luz, fenómenos de telepatía, sensaciones de viaje astral y de salida del cuerpo, tan múltiples como inefables. Una fase superior estaría dada por visiones figurales, asimiladas a los santos, los dioses, las diversas divinidades supremas que animan el panteón del Santo Daime. Por eso se habla de una experiencia vivencial de lo sagrado. Cabe destacar, sin embargo, que esas condensaciones figurales parecen constituirse a partir de los puntos y las líneas de luz, a la manera de una resultante lumínica, como bien lo muestran las pinturas visionarias del ayahuasquero Pablo Amaringo, de Iquitos, lugar donde los rituales de la ayahuasca o yagé- otro de los nombres de la espesa poción- son dirigidos por curanderos locales. Volviendo a la dinámica de las figuraciones en la miración, el mito, sería antes un punto de llegada que un punto de partida. En resumen, el viaje del Santo Daime condensa y reúne todo tipo de estados de transconciencia; incluso la diferenciación clásica entre religiones de posesión y viajes chamánicos se ve cuestiona­da o diluida, en la riqueza y variedad de la experimentación.

El Daime es ascético. La sexualidad es vista como un óbice para la ascensión al plano del astral (67) , siendo la castidad -como observa Mircea Eliade (68) entre los primitivos- concebida como una "economía de fuerzas espirituales", destinada a una "conservación de la energía sagrada". Ello no impide que algunos acuerdos poligámicos tengan lugar. Cierta tensión entre el ascetismo de la religión y el dionisismo de la experiencia extática con ayahuasca se resolvería en una suerte de "armonía conflictual", como diría Maffesoli.

Se trata básicamente de una religión comunitaria, donde resalta el carácter colectivo de la ingestión de la ayahuasca. Así se irriga la socialidad de base. Ese comu­nismo concreto puede estar difuminado en los núcleos urbanos; no obstante, hay en el Daime un regreso de la utopía underground de retorno a la tierra, fuerte en las décadas del 60 y el 70. Asimismo, el crecimiento del culto de la ayahuasca entre sectores de las antiguas "vanguardias" políticas, artísticas, culturales, puede ser el indicio de un proceso más vasto de conversión de las viejas búsquedas de éxtasis en el sexo y en la droga desritualizada, en el acceso directo a la experiencia de lo sagrado a través del trance corporal, resonando cierta recuperación de las consignas psicodélicas. Hay también una dimensión sociopolítica, pues esta religión propug­na un modelo comunitario de gestión de la vida, superando la propiedad privada; así, el carácter "libertador" no se restringiría al nivel místico, sino que debería concernir, se espera, al plano material.

La condición comunitaria se realiza a sus anchas en la comunidad de Céu (Cielo) de Mapiá, en lo recóndito de la selva, junto a un afluente del proceloso río Purus, adonde se accede tras dos días de navegación, en un verdadero ascesis fores­tal. Resulta interesante ver cómo personas de diferente origen y clase conviven trabajando duramente, en un clima de asamblea permanente que recuerda las tentativas comunitarias de la década del 70, con la frecuente ceremonia de la ayahuasca disolviendo y llevando a otro plano las tensiones, con el canto, la danza y la experiencia visionaria y sensorial colectivamente vivenciados cimentando el "orden fusional" (Maffesoli). Pareciera que esos campesinos amazónicos -que, nótese, subvierten la relación habitual de dominación, dirigiendo y convirtiendo a sus hermanos de las ciudades- estuviesen intentando inventar un nuevo sentido de la vida.

Notas:

*A partir de su interés personal en la religión brasileña del Santo Daime, Perlongher escribió varios textos sobre la experiencia ritual asociada a la misma. Este ensayo -inédito hasta la fecha- es el más completo. Versiones reducidas y otros textos similares se publicaron como "La force de la forme. Notes sur la religión du Santo Daime", en Sacíetés n s 29, París, septiembre de 1990, como "Santo Daime. O discreto charme do sagrado" en Nicolau n e 40, Curitiba, 1991, y como "Éxtasis sin silicio", en El Porteño n a 116, Buenos Aires, agosto de 1991.
1 "Nao creías nos mestres que te aparecen". Himno 9 de la Oración del Santo Daime. Hinário de Cura. Oracão. Cruzeirinho, Centro Eclético de Fluente Luz Universal Flor das Aguas. San Pablo.
2 Ver D. Me Kenna, L. E. Luna, G. Towers: ''Ingredientes biodinámicos en las plantas que se mezclan al ayahuasca. Una farmacología tradicional no investigada". América Indígena, Vol. XVI, nº 1, México, 1986.
3 R. E. Schultes y A. Hoffman: Les plants de Dieux, París, Berger-Levrault, 1981, p. 123.
4 Véase sobre ello el artículo de Marlene Dobkin: "Uso de la ayahuasca en un barrio bajo urbano", en Harner: Alucínógenos y Chamanismo, Madrid, Guadarrama, 1976.
5 M. Aubrée: "Entre tradition et modernité", Les Temps Modernes, nº 491, p. 142/160.
6 I. Béllier: "Los cantos mai-huna del yagé". América Indígena, Vol. XLVI, nº 1, México, 1986.
7 J. P. Chaumeil: Voir, Savoir, Pouvoir. Le Cbamanisme chez les Yagua. París, Edition de la Ecole des Hautes Eludes en Sciences Sociales, 1983, p. 260/261.
8 L. E. Luna: "The Healing Practices of a Peruvian Shaman". Elsevier Scicntific Publishers, Ireland, 1984.
9 M. Dobkin: "La cultura de la pobreza y el amor mágico: un síndrome urbano en la selva peruana", América Indígena, Vol. XXIX, nº 1, México, 1969.
10 M. C. Ramírez de Jara y C. E. Pinzón: "Los hijos del bejuco solar y la campana celeste. El yagé en la cultura popular urbana". América Indígena, Vol. XLVI, nº 1, México, 1986, p. 163.
11 M. Taussig: "Folk Healing and the Structurc of Conquest in South West Colombie". Journal of Latin American Lore, 6 (2), 1980.
12 F. Guattari : "Les drogues signifiantes", en A. Jaubert y N. Murard: Drogues, Passions Muettes, Rechercbes nº 39 bis, París, 1979, p. 219.
13 William Burroughs: Almuerzo Desnudo, Buenos Aires, Siglo XX, 1971. Por el contrario, para Philippe de Felice, autor de Poisons sacrés, Ivresses Divinas, París, Albin Michel, 1936, hay una religión del opio: "La opiomanía es realmente una religión, sobre todo porque ella procura a los que se le entregan el sentimiento de una evasión, de una salida de sí", p. 44. El propio autor sugiere que el culto de las intoxicaciones no podría ser, al final, sino un avatar del "instinto religioso", "desviado de su destino primero y reducido a buscar en otra parte satisfacciones de remplazo", p. 79. Habría para él una convergencia de base entre la droga y la religión, en el común dépassemenl de soi, p. 372.
14 M. Xiberras: La Socicté Intoxiquée , París, Meridiens Klincksieck, 1989.
15 P. Furst: La Chair des Dieux, París, Seuil, 1974, p. 13.
16 T. Leary: La Politique de I' Extase. París, Fayard, 1979, p. 426.
17 V. Lanternari: As religioes dos oprimidos, San Pablo, Perspectiva, 1974.
18 Así, el jefe de cada núcleo religioso recibe el nombre de Comandante y los adeptos se definen como soldados del Daime. El propio fundador del culto, Mestre Irineu, fue él mismo soldado.
19 Para una interesante reivindicación de la idea de Imperio, que podría llegar a iluminar el uso de la figura por parte del Santo Daime, ver, de Guy Hocquenghem y René Schérer, El Alma Atómica, París, Albin Michel, 1986.
20 Del desarraigo de esas masas rurales derivarían los "cantos del exilio" de que habla Clodomir Monteiro, en su tesina de maestría O Palacio de Juramidam: um ritual de transconciencia e despoluicão, Mestrado em Antropología Cultural, Universidade Federal de Recife, Recife, 1983.
21 Sobre el culto de los santos en el nordeste brasileño, puede verse, de Andre Brun, Les Dieux Catoliques au Brésil, París, L'Harmattan, 1898; también, de Eduardo Hoornaert, O Cristianismo moreno no Brasil, Petrópolis, Vozes, 1991.
22 Como curiosidad, señalemos que doctrinas era el nombre dado a los cánticos de un antecedente del Daime registrado en Rondonia por Nunes Pereira (en A Casa das Minas, Petrópolis, Vozes, 1979), consistente en una heteróclita mezcla de rituales oriundos de la Casa das Minas con ingestión de ayahuasca. Hay en los textos de las doutrinas una amalgama de voduns del panteón mina-jeje, personajes folklóricos, santos de la hagiología cristia­na, etc. Señala Nunes Pereira que "en verdad todo el texto de estas doutrinas nada contiene de original y específicamente ligado a la ayahuasca", p. 224.
23 Para una narración de los acontecimientos, ver el artículo de Clodomir Monteiro: "La cuestión de la realidad en la Amazonia: un análisis a partir del estudio de la Doctrina del Santo Daime", Amazonia Peruana, Vol. VI, n° 11, 1985.
24 Para una prolija descripción de la doctrina, véase la tesis de Alberto Groissman: "Eu venbo da floresta", en Ecletismo e praxis xamánica no Céu do Mapiá. Programa de Pós-Graduação em Antropología Social. Universidade de Santa Catarina, Santa Catarina, 1991.
25 Vera Froes: Santo Daime Cultura Amazónica, San Pablo, Jorués, 1987.
25 Rudolph Otto: Le Sacré. París, Payot, 1929, p. 54/56.
27 A. Pollari de Alverga: O lovro das Miracões. Río de Janeiro, Rocco, 1984, p. 65.
28 En verdad, el Mestre Irineu era un hombre de formación esotérica cristiana, afiliado a la Iglesia Comunião do pensamanto de San Pablo (que aún existe), y simpatizante, por un período, de los Rosacruces. Disuelto el Círculo Regeneración y Fe, por él fundado en Brasiléia (frontera con Bolivia) en 1920, abre en 1931 la Comunidad de Alto Santo, que aún perdura, una de cuyas actuales ramas es dirigida por su viuda, doña Peregrina.
29 Un mapa de la región que debe ser ocupada por la comunidad del Santo Daime se encuentra en el libro de Gilberto Gregorim, Santo Daime. Estudos sobre simbolismo, doutrina e Povo de Juramidam , San Pablo, Ícone, 1991.
30 Vera Froes: Libro citado.
31 El Santo Daime se integraría lo más bien a la categoría de religiones subalternas, propuesta por Fernando Brumana y Elda González en Marginália Sagrada, Campiñas, Editora da UNICAMP, 1991.
32 Alex Pollari de Alverga: Céu da Montanha, año II, nº 2. Visconde de Mauá, 1989, p. 2.
33 Jacqueline Briceño: "El Culto de María Lionza", América Indígena, Vol. XXX, n° 2, México, 1979. Puede verse también, de Dilia Flores Díaz, Trance, Posesión y Hablas Sagradas. Universidad del Zulia, Facultad Experimental de Ciencias, Maracaibo, 1988. Por su parte, Angelina Pollak-Eltz, hablando de su "caleidosópica complejidad", resume así el culto de María Lionza: "Se trata de un culto sincretístico de reciente formación, por lo menos en cuanto se refiere a su forma actual; se basa en cultos indígenas más antiguos que solían llevarse a cabo en cuevas y montañas en los estados centrales de Venezuela y que se amalgamaron poco a poco en una leyenda alrededor de un personaje central -María Lionza- que para los adeptos es exponente de lo bueno. El culto, como se presenta ahora, es producto de un sincretismo que tiene diferentes raíces: se basa en un concepto rudimentario de cristianismo, pero al mismo tiempo recuerda a los ritos africanos con sus divinidades y al chamanismo indígena con notables aspectos de espiritismo a la Kardec", en María Lionza, Mito y Culto Venezolano , Universidad Católica Andrés Bello, Instituto de Investigaciones Históricas, Caracas, 1972, p. 59.
34 Véase el artículo de Alejandro Frigerio: "Umbanda y Africanismo en Buenos Aires: duas etapa de un mesmo caminho religioso", Comunicaçoes do ISER, año 9, n e 35, Río de Janeiro, 1990.
35 Fierre Gaillard: "Brasilia magnetique, Brasilia magique", en Autrement, nº 44, París, nov. 1982, p. 230.
36 H. Fichte: Etnopoesia. San Pablo, Brasiliense, 1987.
37 M. Maffesoli: "Socialité et Naturalité ou l'écologisation clu social", en Cahiers de l'imaginaire nº 3, Toulouse, 1989.
38 Agradezco a Roberto Motta la indicación de la posible importancia del panteísmo. Sobre este raro culto - que, empero, no consumía entéogenos-, puede verse el libro de Gonçalves Fernandes, O sincretismo religioso no Brasil, Curitiba, Guaíra, 1941.
39 Entrevistado en el artículo de João Santana: "Povo do Daime constrói o Céu no coraçao da Amazonia", Jornal do Brasil, Río de Janeiro, 23-3-86.
40 Weiss reconoce esta tensión entre los indios Campa, de cuyos cultos el Santo Daime toma muchos elementos, en su artículo: "Chamanismo y sacerdocio a la luz de la ceremonia del ayahuasca e ntre los Campa", incluido en Harner, M. : Alucinógenos y Chamanismo, Madrid, Guadarrama, 1976.
41 C. Monteiro: "Ritual do Tratamento e Cura". Comunicación Primeiro Simposio de Saúde Mental, Santarém, 1985 (mimeo).
42 F. De la Roque Couto: Santos e Xamãs. Dissertaçao de Mestrado. Departamento de Antropología. Universidade de Brasilia, 1989.
43 J. Baruzi: Saint Jecan de la Croix et le problém e de l' experience mystique, París, Félix Alcan, 1924, p. 235.
44 G. Lapassade: Les Etats Modifiés de Conscience, París, PUF, 1987.
45 ídem, p. IV
46 Lucien-Marie de Saint Joseph ("Experience Mystique et Expression Simbolyque cliez
Saint Jean de la Croix", en Polarité du Symbole. Etudes Carmelitaines. París, Desclée de Brouwer, 1960) prefiere referirse a esta díada en términos de experiencia afectiva y expresión simbólica: "Toda experiencia afectiva no desemboca automáticamente sobre una expresión simbóli­ca". El padre Lucien-Marie pretende estudiar el símbolo como medio de expresión de la experiencia mística.
47 G. Deleuze y F. Guattari: Millé Plateaux, París, Minuit, 1980. Cap. IV: "Postuláts de la Lingüistique".
48 Se trataría, en el trance, de "obtener el máximo de intensidad de las fuerzas que circulan en el cuerpo" (J. Gil, Métamorphoses du Corps, París, Editions de la Différance, 1985, p. 135). Al decir de David Le Bretón (Corps et Societé, París, Librairie des Ménchens, 1985), el proceso del trance plantea problemas parecidos a los de la sexualidad, o, si le hacemos caso a Deleuze y Guattari, a los del masoquismo y la droga, en tanto instancias dirigidas a la producción de un cuerpo sin órganos, de pura intensidad.
49 Clodomir Monteiro reconoce que "el Santo Daime establece un conjunto semiótico autónomo, valiéndose esencialmente de gestos y lenguaje" (artículo de Amazonia Peruana, ya citado, p. 93). Por su parte, Martine Xiberras, analizando el fracaso del movimiento psicodélico, lamenta que éste no haya conseguido... "forjarse una filosofía que le sea específica -a partir de un saber experimental de los psicodélicos y de una atracción por las culturas otras" ( La Societé Intoxiquée , p. 106.
50 Ver: G. Deleuze y F. Guattare: Mille Plateaux, París, Minuit, 1980. Cap. 6: "Comment se faire un corps sans organes".
51 Herri Ey, en su Traité des hallucinations T. 1, París, Masson et Cié, 1973) expresa, al referirse al papel de la sensación en la experiencia psicodélica (él está comparándola con la experiencia mística), algo parecido en los siguientes términos: "Incluso si la sensación... representa el punto de impacto del sujeto con su mundo, lo vivido es esencialmente corporal, permanece como englutido en un subjetivismo radical" (p. 679).
52 Edward Mac Rae: "Guiado pela Luna": O controle social do uso da ayaguasca no culto do Santo Daime, Instituto de Medicina Social y Criminología, San Pablo, 1990 (fotocopia).
53 José Gil ( Métamorphoses du corps, p. 19) propone distinguir entre nociones similares como "energía y ''fuerza": "La energía es la fuerza no determinada, no codificada; ella designa el aspecto intensivo de la fuerza, su especificidad en tanto motriz (de un mecanis­mo, de un proceso). La fuerza sería una transformación de la energía, bajo ciertas condicio­nes: "Mientras que la energía no reenvía más que a la pura positividad de un flujo, la fuerza supone alteraciones producidas en ese flujo, en particular una codificación (encodage) de la energía por medio de un operador: la energía deviene fuerza en el interior de un campo", escribe Gil, y continúa: "Como no hay fuerza sino para otra fuerza, es preciso admitir que la individualización de la energía comporta ya el juego de tensiones de fuerzas, un combate, es decir fuerzas de vectores contrarios". Resulta instigante esta idea para pensar la religión del Santo Daime como una convergencia y encuentro de fuerzas en un campo energético, al tiempo que las fuerzas resultarían de una diferenciación de la energía.
54 Claude Lévi-Strauss: "Introducción a la Obra de Marcel Mauss", en Mauss, M.: Sociología Antropología. Madrid, Tecnos, 1971. Por su parte, Mary Douglas insinúa, siguiendo al padre Tempels. una generalización de la noción de fuerza vital, aplicándola -escribe en Pureza e Perigo, San Pablo, Perspectiva, 1976- "no solamente a todos los Bantúes, sino en escala mucho más amplia", ya que podría extenderse "a toda la gama de pensamiento que estoy intentando contrastar con el pensamiento diferenciado moderno en las culturas europea y americana" (p. 103).
55 M. Maffesoli: A Sombra do Dionísio. Río de Janeiro, Graal, 1985.
56 Mircea Eliade: "Experiénce sensorielle et expérience mystique chez les pnmitives", en Jacques Durandeaux (organizador): Du corps a l'espril. París. Desclée de Brouwer, 1989. Según él en los fenómenos místicos hay una "voluntad de cambiar el régimen sensorial" que equivale a una "hierofanización de toda la experiencia sensible" (p. 81).
57 Georges Bataille: El Erotismo. Barcelona, Tusquets, 1979.
58 M. Maffesoli: O tempo das tribos. San Pablo, Forense, 1987.
59 R. Machado: Nietzcthe a Verdade. Río de Janeiro, Rocco, 1984.
60 Anthony Henman: "Uso del ayahuasca en un contexto autoritario. El caso de la União d o Vegetal en Brasil", en América Indígena Vol. XLVI n° 1, México, 1986.
61 Walter Días Júnior: "Uso Ritual de Alucinógenos em Contextos Urbanos", Relatório de e squisa, Programa de Pós-Graduaçao em Ciencias Sociais, PUC, San Pablo, 1988 (fotocopia).
62 Sobre los cantos chamánicos de los vegetalistas de la Amazonia Peruana, ver L. E. Luna:
Vegetalism. Shtimanism among the Mestizo Population of the Peruvian Amzon, Acta Universitatis Stockholmiensis, Estocolmo, 1986,
63 H. Munn: "Los Hongos del Lenguaje", en Harner, M.: Alucinógenos y Chamanismo, Ma­ drid, Guadarrama, 1976.
64 D. Sharon: El Chamán de los Cuatro Vientos. México, Siglo XXI, 1980.
65 Con relación al culto de María Lionza, que varios elementos en común tiene con el Santo Daime, Jacqueline C. de Briceño (artículo citado) considera estrecha la caracteriza­ ción de sincretismo, ya que en ese culto venezolano, donde se mezclan elementos afrocubanos, indios, negros, espiritistas, católicos, ocultistas, etc., "estos elementos de distintos orígenes fueron agregándose al culto en el curso del tiempo, en una relación muy viva ya que aún continúan penetrándose, se mezclan, luchan entre sí, vuelven a salir, a entrar, reciben presiones de las fuerzas políticas, económicas, de la Iglesia...", destacando "la gran movilidad interna de estos cultos de María I.ionza" (p. 359/360). Por su parte, Renato Ortiz ("Du Syncrétisme a la Synthése: Umbanda, une religión brésilienne", Archi­ ves de Sciences Sociales de la Religión nº 40, París, 1975) discute también la caracterización de sincretismo aplicada a la umbanda: "No estamos más –dice- en presencia de un sincretismo, sino de una síntesis" (p. 96).
66 Ver: E. Cousins: "Les formes couvelles du sacré aux États-Unis", en E. Castelli (org.): Prospettive sul Sacro. Roma, Instituto di Studí Filosofici, 1974. Asimismo, se percibe cierto aire familiar entre las visiones registradas durante las sesiones "transpersonales" de LSD, cuyos dibujos ilustran el libro de Stanislav Groff (Além do Cerebro, San Pablo, McGraw Hill, 1988) y las que son producidas por la ayahuasca. Algo similar podría afirmarse respecto de las experiencias con mescalina descriptas por Henri Michaux (L'Infini Turbulent, París, Mercure de France, 1989). En todos estos casos, se nota cierto manierismo en la forma, que, siendo más audaces, cabría relacionar con lo propio del arte esquizoide, mostrado por Léo Navratil en Schizophénie et Art, Bruselas, Editions Compléxe, 1978.
67 El ascetismo es -dice Roger Bastíde en Les Problémes de la Vie Mystique, París, Armand Colin, 1948- una "técnica mística"; consiste en una "depuración del alma" y se liga al "perpetuo movimiento de negación" propio del misticismo (pp. 50; 52; 66).
68 M. Eliade: "Chasteté, sexualité et vie mystique chez les prirnitives", en Mystique et Continence. Etudes Carmelitaines, París, Desclée de Brouwer, 1952, pp. 36/37.

*De: Prosa plebeya: ensayos 1980–1992/Néstor Perlongher. Buenos Aires, Colihue, 1997. (Puñaladas). Con la autorización de Horacio González (director de la colección), Christian Ferrer, Osvaldo Baigorria (compiladores), y Roberto Echavarren (su albacea litearario). Fuente: www.descartes.org.ar

A partir de su interés personal en la religión brasileña del Santo Daime, Perlongher escribió varios textos sobre la experiencia ritual asociada a la misma. El ensayo más completo ha sido integrado en Prosa Plebeya, versiones reducidas y otros textos similares se publicaron como "La force de la forme. Notes sur la religion du Santo Daime", en Societés Nº 29, Paris, septiembre 1990, como Santo Daime. O discreto charme do sagrado en Nicolau Nº 40, Curitiba, 1991, y como "Extasis sin silicio", en El Porteño, Nº 116, Buenos Aires, agosto de 1991.



 

Selección de textos

ALAMBRES

RIVERA

"Pardejón significa el macho toruno que suele encontrarse en las crías de mulas. tan malo y perverso que muerde y corta el lazo, se viene sobre éste y atropella a mordiscos y patadas: que jamás se domestica. y cuyo cuero no sirve, porque los padrillos de las crías lo muerden a menudo. que no tiene grasa y cuya carne tampoco sirve, porque es tan pestífera que ni los indios la comen...; y los paisanos llaman pardejón a un hombre perverso"

Saldías, Historia de la Confederación Argentina

En las carpetas donde el té se vuelca, en esos bacarats Vencías pardejón? O dabas coces en los establos de la República -reducida a unas pocas calles céntricas- ¿qué más?
coces a los manteles? aquéllos que las chicas uruguayas se empecinaban en bordar?
O era la tarde del gobierno con lentos trotes por la plaza con el cerro copado por los bárbaros pasos de aya en la oscuridad Héroe del Yaguarón una historia que cante a los vencidos ellos se arrastran por las ligustrinas ocupadas acaso hay un linde para esta feroz profanación?
Por qué Oribe no tomó Montevideo antes de que este amor fuera imposible?
Mi muy querida esposa Bernardina: he perdido parte de la montura al atravesar el Yaguarón crecido te ruego envíes el chiripá amarillo y unas rastras; acá no tenemos ni para cachila, así que si tienes unos patacones me los mandas En qué cogollos encopetados andarás? mi ama, mi vecina Te entregarías a él, mi Bernardina? O a los muchachos de la Comisión Argentina, que miran con azoro cuando te beso?
Sé que se urden a costa de mí infames patrañas dales crédito algunas de ellas son exactas
Hemos tenido con los unitarios relaciones muy íntimas Y si no los conociera tan de cerca, qué me uniría a ellos a mí, un gaucho bruto si fuera manso y no me diera corcovos en los rodeos Estamos sitiados, Bernadotte Adónde iremos después de esta película tan triste

India Muerta

noticiándose del malhadado suceso del 27 volví a sufrir otro revés que nos obligó a pasar el Yaguarón un poco apurados yo perdí parte de la montura pero salvé bien desde aquel día estamos bajo la protección de las autoridades imperiales que nos protegen y nos respetan en todo aquello que puede ser para mantener la esperanza de salvar la república mirar con indiferencia las desgracias del país un enemigo fuerte y poderoso que tenemos al frente no me horroriza ni me infunde terror árbitro de la fortuna de este honrado pueblo compuesto de patriotas cuyo patriotismo los ha hecho callar un atrevimiento sin límites En la frontera de Santa Teresa nada hay nuevo: los enemigos continúan ocupándola mi idolatrada Bernardina en brazos de un poder americano.

"…inconmensurable, abierto y misterioso a sus pies…"

Echeverría

Por qué tan imprudente desafiaba el encono del potro, de las lanzas, del rebenque: en el lazo en el voleo de la lonja en el deseo de caer rendido entre los rudos brazos de Esmeralda barazo, embarazoso Este deseo no es una trampa que? se tiende acaso? que?: Por nada, es una trampa que se arma, como el que montó a caballo y ordenó a un oficial que lo siguiera, sí, pero a la distancia: y rumbeó al sur el que le dijo a un oficial: Me sigues, chico? (en los rodeos, se calentaba el mate) cuyas partidas lo cercaban y envuelto por un grupo de soldados de Rozas alzando el anca, dijo Díganle al que los manda que se aproxime sin temor, pues estoy solo que se echa, acaso, en la catrera? la desolada, la Lavalle? uno? dos? el primero? que se echa pierde? el que chorrea? antes era distinto: echaré un sueño mientras espero al general (estoy bastante fatigado y tengo el sueño ligero) El que llegaba del retén no pudo reprimir un ligero -estopín espingarda -sobresalto como tigresa encadenada echóse sobre ti, que yacías en el ;ligero sueño: encadenada como la que dormida sueña un general tendido en ese lecho que, armado. se abalanza -estopín, espingarda -en la cureña (rasgada la casaca, afloraban las plumas doradas del chajá, jabonesas) en esa embarcación, seguido apenas por un oficial (a la distancia) que miró por la hendija ese despatarrarse de los héroes -misterioso, a sus pies.. .
-Siempre hay un otro, que después escribe: "Nunca pensé que esa alba lúgubre sería la última, ennegrecida por un pardo que me asaltó tras tu partida; sería la mítica, ahora que los azares de la lucha han dado por el traste con aquel, nuestro breve pero eficaz encaje: castas como glorietas, penetradas por la respiración de los vigías (que se hacían la paja -la poética -tras la débil telilla de la carpa; que mordían ellosos nuestras cinturas. palpando los puntos flojos, los pozos ciegos de la desea: desea de ella, de la Diosa) -acabó lo que daba: las Renatas y Curzias cabecearnos en las esplendideces de esa guerra, que a nuestra vera opácanos: necias las dos, que no habría otra"

CORTO PERO LIGERO

(Y no habría de ser: esa chupada, ese lambeteo: cebado el mate junto al fogón de los arrieros, que arden de...
ese descanso de la tropa alzada, en grupas: no habría de bajarme el chiripá, descendiendo a este encuentro. Ahora susurra el viento en la ventana que da al aljibe: hurras blande no desacordonarme la manea donde tremolo temblorosa?)
Una historia de sables, de pistolas De trincheras con flores de sapo y de zarza parrilla Como hecha a dedo, a pecho Echada en el camino de Tarija Por un gendarme ríspido, montés Trasiego, belicosa?
Belfo y flande Congoja
Si tuviera que ver este lenguaje con el terror de esos paisanos que al ver al General piensan en Hoffman Si su respiración no moviera las borlas de la cama de Rosas, de Esmeralda Y él no se lo encontrase, al regreso de un vado, en la catrera: en el encame jabonoso, como un lagarto entre los lienzos aparece con labios de obsidiana y perfume de ajenjo: huele a chipre
(Si no me hubieras dicho qué paso en esa noche de Cañuelas, la última -un bolero: si bien aún te querría?)
Un general moviendo espadas en la sombra Cacha y espuela, blonda y nácar Coro de férulas:
Un general que agita los pendorchos y se entrega al de enfrente, saltando los tapiales es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre.
hombre de más para mujer: un general, un artesano de la muerte'
Chupa, lame esta hinchazón del español

MOREIRA

"Aquellos dos hombres valientes, con un corazón endurecido al azote de la suerte, se abrazaron estrechamente una lágrima se vio titilar en sus entornados párpados y se besaron en la boca como dos amantes, sellando con aquel beso apasionado la amistad que se habían profesado desde pequeños."

Gutiérrez

Delia, arrastrándose por ese cuarto descampado, se hacía cargo de ese espanto, esa barba arrancada que babeaba junto a la verga del amigo: de ese despojo, de esa cornamenta
esa lengua amputada deslizando la baba por el barbijo de ese vientre
Y si, querida Delia, ornada Dalia, no le hubieras dejado combatir?
Huyendo en ancas con el juez, haciendo estrecho el laberinto?
El laberinto de carcomas donde coleaban esos lagartos de las ruinas, esas flores azules de las zanjas?
Ventruda campanilla! Restallaba!
Si no
hubieras vestido esa pollera de muselina acampanada con flores tan burocas que parecían no engarzarse y flotar muellemente en las dobleces, en el bies (y el barbijo!): y estaban enredadas en el clítoris-en los nervios musgosos del estribo
Oh rusa blanca botando pozos y lagartos y pifias de caballos encabritados que se boleaban en el ruedo, tronchos
-era la moda Líberty (o Liberty) y cabeceabas espejada entre andamios temblequeantes y casi ponzoñosos
El amigo Francisco El amigo Giménez
El amigo Julián
con quien descangallada viste esa escena (torpe) de los besos: esa lamida de las lenguas esos trozos de lenguas, paladares y cristales brillosos, centelleantes, brillosos del strass que desprendido de las plumas del ñu hedia en la planicie superficial, en balde
-en lo profundo, él y ese pibe de Larsen, en los remotos astilleros, se zambullían en las canteras arenosas, en el vivero del Tuyú, a pocas millas de la tumba
"a vos te dejo -dijo -el pañuelo celeste con que me até las bolas cuando me hirió ese cholo, en la frontera; y el zaino amarronado; y los lunares que vos creías tener y tengo yo, como en un sueño de comparsas que por sestear pierden la anchura, el sitio justo de la hendida; y se la pasan cercenados como botijas en el trance: y se los come la luz mala
"y te dejo también esos tiovivos, con sus caballos de cartón que ruedan empantanados en el barro; y cuántas veces ayudé a salir del agua movediza a esos jinetes que fiados en la estrella montan grupas hacia la comadreja; y se los come
"y también esos pastos engrasados donde perdí ese prendedor, de plata, si lo encontrás es tuyo"

LA DELFINA

La Delfina, fumaba
y la puntilla de la enagua marrón de la Delfína que, ronca, levitaba y el supremo encendido que miraba, los ojos encendidos, que miraban, los ojos sin colirio por entre los barrotes de la jaula de la cabeza de la jaula de López que la corta: corta, cercena y corta: la cabeza que roma imaginaba desde la pajarera un pañuelo de cuello color lila como aquellas enaguas que al alzarse, entre la polvareda, blanca, blanca, fueron su perdición
el pañuelo de cuello -era celeste -con que Delfina retorcía la manivela del paisaje -y aparecían gauchos con carretas tiradas por alambres -una escena del West americano: ella se levantaba lentamente la enagua colorada en la tranquera y dejaba escapar un tufo de mejillas puestas a macerar durante noches
y noches: noches romas: donde ella cabalgaba los caballos gigantes atada de los pelos, de las crines, parecía flotar en ese despacioso espacio en esas noches borlas suprema de los ríos en que el Feroz soñaba con la daga -a solas con la daga -y los púazos: y las esquirlas del florero vuelan, al desgaire, al garete: al alzamiento
Fumaba en medio de esos abordajes, de esas patas de palo y muñones celestes apenas protegidos por una gasa leve y diminuta Fumaba cuando ella se dejaba caer desde lo alto de un caballo mancado y misterioso
'' la postrera visión de los gauchos adictos que huyen a toda furia llevando con ellos a la mujer a la que amó locamente "
(Molina)

EL CIRCO

soledad del lamé: de lo que brilla no llora lo que ríe sino apenas la máscara que ríe lo llorado llorado en lo reído: lo que atado al corcel, lo que prendido al garfio de la soga: la écuyère: domadora la que penachos unce por el pelo prendida a lo que mece: a lo que engarza: ganchos alambres jaulas animales dorados a los aros atados a los haros halos aros: la mujer más obesa, la barbuda: la de más fuerte toca: la enganchada en el aire en el delirio: en la burbuja del delirio: el mago en sus dos partes: la que cortada en dos desaparece. y la que festoneada por facones sangra de corazón: la que cimbréase sin red, la que desaparece

PARA CAMILA O'GORMAN

Con su sencillo traje de muselina blanca tijereteada por las balas, rea La caperuza que se desliza sobre el hombro desnudo (bajo el pelo empapado de cerezas) Como una anilla de lombriz de tierra que huye Así ella se levanta El ruedo del sencillo vaporoso de muselina blanca, sin breteles Los jirones del fux de vaporosa, sencilla (pero blanca) Como nieve de rata de la noche detrás de los altares Así huidiza Como rata que jala del incienso nieve que se disipa Que tras roer la anilla de vaselina blanca se disipa En d aire, como una fantasía De lombriz cuya anilla roen las nevadas ratas de los altares La infantería col orada partió en persecución de las infantas Blanca Como un terror de rata que cernida por las anillas de una lombriz de tierra, gualda Jala la nieve de las guaridas de la noche que se disuelve como un humo Blanco Que desbordada Por los jirones de ese vestido pegajoso. por las burbujas de ese encaje Se trepa a las anillas de una lombriz de tierra que presurosa roe los terrones Que se deja engarzar por esa baba

AMELIA

Y la que vio caer al novio con el frenillo ensangrentado, el glande: quisiera que reapareciera: el glande, ese frenillo de color marrón, como de chocolate, que tascara: el estribo -de aquellas tempestades -y por ello, se disfraza de madre -y sale a los balcones -en el balcón terraza, junto al porch -con un solero antiguo, y un bretel, estirado en la mata; y los increpa: que reaparezca o vuelva, que retorne -siempre esas confusiones -de la vuelta -en la huerta, el hortelano cava las fosas, y la azada, puntea: en la marmórea hialinidad del témpano: esa concupiscencia, esa complicidad glacial, artística: el cuello, el fino cuello. ante sus zarpas. se fue, por los jardines. y le pides que vuelva -por lo menos que manden su cadáver, envuelto en un jubón de percalina (arpillera o brocato) / o sea que venga muerto caminando y se pare ante ti y te diga: chupala -con la banalidad que da la militancia -militancia de bánalos y ojillos, de floretes y coxas: transplatina, azuzabas la inhiesta -era la hirsuta suegra que desde unas coronas -o unas calas -movía la manivela del tatuaje: alambres y rituales. y poetisas lloronas en el vano. la puerta, al entreabrirse, por un golpe de viento, por un flato, dejaba ver la bota, el chiripá: en esos bailes -pilla -de salón, trotas y marchas. tolerada.
por una tolerancia del lenguaje. o sea, que esté de nuevo ahí, en ese sillón, de florcitas inglesas, y alistada, en la mamosa tropa, lo asilaras: en esas embajadas de la caña -y el templo del oviedo. En medio de ese ritmo de pavanas -paraván -pavoneas. en el cruce del clásico. que vuelva, que sea él mismo y no otro. que no trolo -y dado por el cable, que se enganchaba por atrás, el nombre -ni brisco. sino que lo devuelvan enterito, con su ferocidad de caracol babeante y fijo. fijeza de la horqueta. jugaban al ahorcado en las mesas -colombianas , de una bar: y de repente -penis! -le piden que -se-identifique: y él dice: soy eslava, llamen al cónsul húngaro. pero éstos eran búlgaros, no albanos. y así se lo llevaron -prendido a unas caronas -y a lo sumo que me den las maneas que han hecho con su barba -de unitario. eso, por cajetilla. y aquesto, por judío. banal, banal la pinta de su glande. no era otra la excusa de ese pólder donde te embalsabas como una vieja austríaca. de vueltas al florero, a la metralla. recuerda, enjuta, sus filosas nalgas: ahí le clavetearon -eso es lo que se tapia.
y pululas, hecha una madre ebria, en esas listas, de presos y de muertos. escapada.

MUSICA DE CAMARA

Como esa baba que lamosamente fascínase en la raya: de ese campo: de un lado: los poliedros ubuescos: del otro: las liendres polacas: en ese lado: al lado: esa ladera helada: donde se desparrama: la babosa: lamiendo el mismo deshabillé marrón que tantos años lleva colgado en el ropero entre las perchas de los trajes que tuvieron alcanfor: y que tuvieron, en las mangas, pistolas: o de cuero de Rusia o de chinchilla: el traje de la boda: deshabillé marrón que al darse vuelta como mano de pulpo -una pulpa lorquiana -deja ver la presteza de un anillo: mostaza amanerada: o la amarilla marca de un enano que vomita y se enanca: en esas correrías -con el deshabillé marrón -y desabotonado en los pasillos de hoteles calcinados por un viento nudoso -y desabotonandose ahí mismo en el palier: se la palpa, nudosa

como esa baba que lamosamente: ante esa mano: ráyase y fascínase: en la demarcación de esos terrenos aúreos: alamedas, ligustrinas holladas por el paso de un topo, de una veloz gacela: de unos tropos; esas ropas tiradas al costado del campo -cuando los desnudaban y les decían que era para tomar un baño dime Delia, tú crees en esas músicas que tan mortuorias suenan cuando antes de las ejecuciones batuteamos: y crees acaso en ellas? y crees? dime sí crees
Dime ya, Delia: creo en esas músicas que como liendres se agazapan tras las axilas de los pobres que condenados a los gases se desnudaban en las cámaras y aspiraban el fino -o el bravío -hedor del mediodía: creo, decime, en esas melopeas de músicos de cámaras que toman la batuta y suenan los violines violentos y los vientos ventrales cuando ellos se retuercen, desnudos, en el gas: dime más: dime, creo en las batutas que los ejecutores blanden en ese aire con leve olor a gas que escapa de las cámaras de música en que el público, desnudo y demudado, yace: dime, acaso lo crees? dime sí: que creo en esos públicos desnudos que yacen demudados cuando por sus orejas penetran los brumosos sonajeros, los dulces violoncelos de la cuna, del gas: dímelo ya

LAS TIAS

y esa mitología de tías solteronas que intercambian los peines grasientos del sobrino en la guerra en la frontera tías que peinan tías que sin objeto ni destino babas como lamé laxas se oxidan y así "flotan" flotan así, como esos peines que las tías de los muchachos en las guerras limpian desengrasan, depilan sin objeto en los escapuIarios ese pubis enrollado de un niño que murió en la frontera, con el quepis torcido; y en las fotos las muecas de los niños en el pozo de la frontera entre las balas de la guerra y la mustia mirada de las tías en los peines engrasados y tiesos así las babas que las tías desovan sobre el peine del muchacho que parte hacia la guerra y retoca su jopo y ellas piensan que ese peine engrasado por los pelos del pubis de ese muchacho muerto por las balas de un amor fronterizo guarda incluso los pelos de las manos del muchacho que muerto en la frontera de esa guerra amorosa se tocaba ese jopo; y que los pelos, sucios, de ese muchacho, como un pubis caracoleante en los escapularios, recogidos del baño por la rauda partera, cogidos del bidet, en el momento en que ellos, solitarios, que recuerdan sus tías que murieron en los campos cruzados de la guerra, se retocan los jopos; y las tías que mueren con el peine del muchacho que fue muerto en las garras del vicio fronterizo entre los dientes muerden degustan desdentadas la gomina de los pelos del peine de los chicos que parten a la muerte en la frontera, el vello despeinado

EN EL REFORMATORIO

a Inés de Borbon Parma

O era ella que al entrar a ese reformatorio por la puerta de atrás veía una celadora desmayada: calesas de esa ventiluz: Inés, en los cojines de esa aterciopelada pesadumbre, picábase: hoy un borbón, mañana un parma. La hallaban así, yerta: borboteaba. Los chicos se vigilaban tiesos en su torno-y unos se acariciaban las pelotas debajo del bolsillo aunque estaba prohibido embolsar los nudillos, por el temor al limo, pero se suponía que la muerte, o sea esa languidez de celadora a lo cuan larga era en el pasillo, les daba pie para ello; y asimismo, esta mujer, al caer, había olvidado recoger su ruedo, que quedaba flotando -como el pliegue de una bandera acampanada-a la altura del muslo; era a esa altura que los muchachos atisbaban, nudosos, los visillos; y ella, al entrar, vio eso, que yacía entre un montón de niños -y el más pillo, como quien disimula, rasuraba el pescuezo de la inane con una bola de billar; y un brillo, un laminoso brillo se abría paso entre esa multitud de niños yertos, en un reformatorio, donde la celadora repartía, con un palillo de mondar, los éritros: o sea las alitas de esas larvas que habían sido sorprendidas cuando, al entrar en la jaula, se miraban, deseosas, los bolsillos; o era una letanía la que ella musitaba, tardía, cuando al entrar al circo vio caer ante sí a esos dos, o tres, niños, enlazados: uno tenía los ojos en blanco y le habían rebanado las nalgas con un hojita de afeitar; el otro, la miraba callado.

ETHEL

Como en ese zaguán de azulejos leonados donde ella se ata el pelo con un paño a lunares -y sobresale un pinche como un punto: en el bretel donde el mendigo gira las huellas de los hombros embarrados en la gasa desnuda: eran plateados esos velos, plúmbeos: ella que recogía, al pie de la escalera, los volados tropezaba en la huella que embarrada por la sed de un mendigo huía en espiral: esas farmacias donde ella se soltaba blandamente una liga y el pinchador pulía la nalga, con un algodoncito: ese capullo huele a cerveza, como un bar: ella se arremangaba toscamente y veía la huella, en el estaño -como un peso de plata : en medio de un poema sentimental, con bultos en los trenes y una cesta (de paja) con una vieja trusa renga como el linyera que posaba sus dientes en la manija y Etheles que baldeaban, casi a ciegas, su cuerpo: vago echado en las lajas, coraje y lavandina: trapos con que una Ethel arma un hatillo, y prende sus orejas, como aros o fotos de un hipódromo: en círculos, alrededor del lago artificial donde se ahoga un lagarto, en torbellinos oye con la cabeza pesarosa el tintín de la plata en ese vaso donde ese pordiosero lía las gomas de alambre de sus babas

DAISY

el titilar de esas monedas en los boleros de estrellita: en los tajos del corte, las hamacas, y majas que halan, entre tules "batón" y un follaje de sombras: junto a ese velador, que apagas, y dejas caer la cadena de plata en una palangana: la lavandina de esas velas con que sobas el tajo: no hay un corte? en esos botoncitos) nacarados, no hay una navaja que se lima, y mondada se lame? o ese corte, no es el de la ''heridilla" (humo de follo)?: si al follaje ebrio lames, no es ese rouge que dejas pringar en el pescuezo, como una boa nacarada? no es eso que drapea lo que a la almendra dado, tasca en el cuello del que baja, volcando el velador?
no es el volado el que rasguña su lengua de insignificantes llagas (llamadas ''heridillas" en la foto): la escena del que mama, el cuarto de esa escena sobre un neón de nomeolvides, y la ebriedad de la que baja, y el descangallamiento de esos tacos en las escaleritas de azulejos, y ese soutien que tironea hosco el lamé? hala de ese bretel el hombro erguido el barro de ese hombro?

MICHE

El travesti, drapeado entre fantoches de irisable mondura: monda, monda: ronda, cercena y raspa: la mondura montada en cardenales, en fetiches: pescuezo de lamé, cuello de gata: botella atravesada: el irisado almácigo: hortelano: curva, cencerro y paja: la travesti echada en la ballesta, en los cojines crispa el puño aureolado de becerros: en ese vencimiento, o esa doblegación: de lo crispado: muelle, acrisolando en miasmas mañaneras la vehemencia del potro: acrisolando: la carroña del parque, los buracos de luz, lulú, luzbel: el crispo: la crispación del pinto: como esa mano homónima se cierne sobre el florero que florece, o flora: sobre lo que florea: el miché, candoroso, arrebolado de azahar, de azaleas, monta, como mondando, la prístina ondulación del agua: crueldad del firmamento , del fermento: atareado en molduras microscópicas, filamentosos mambos: tensas curvas
Pero es acaso la curvación lo que crispa?: lo curvado? el marqués de Courvel, en la corbeta, atándose el jabot a una teta de almíbar: palillo y siliconas
Pero no, no es así? la curvatura, el glaceado pecíolo el irisado almíbar de la teta que rancia se desploma sobre el hombro del marqués que marcado en esa teta rancio se desploma, cual sobre un pastillero es el marqués, la blanca jeta (recta) del marqués, la pulseada: esos cueros peludos que tan prolijamente depilados dejan ver la cabeza nudosa de un enano, de un enano grasiento y lujurioso: prolijas, tersas grasas -o grasosas superficies de un crol, de una piscina en ella, se zambulle el miché, zampándose la almeja en esa cosa que pudorosa acecha en esa rosa de un pecíolo lila en esa tersa costra del pescuezo gillette y afeitadora en esa barba que desprendida cae como babeando: y raya

Mme S.

Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escenas de oseznos acaramelados, esas mieles amargas como blandes el plumero de espuma: y las arañas: cómo espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele: muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones de esmirna: es esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo las galas de una noche de esmirna y bacarat: fija y demarca: muda la madre que se ofrece mudándose en amante al plumereo, despiole y despilfarro: ese desplume de la madre que corre las gasas de los vasos de whisky en la mesa ratona: madre y corre: cercena y garabato: y gorgotea: pende del cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre púbica, de plomos y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas que comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un elixir enhiesto y denodado: pendorchos de un glacé que te endulzaba: pero era demasiado matarte, dulcemente: haciéndome comer de esos pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque altivo de mis muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las cavernas del orto, del ocaso: las cuevas; y yo, te penetraba? pude acaso paranne como un macho ebrio de goznes, de tequilas mustio, informe, almibararme, penetrar tus blonduras de madre que se ofrece, como un altar, al hijo -menor y amanerado? adoptar tus alambres de abanico, tus joyas que al descuido dejabas tintinear sobre la mesa. entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados de ese rouge arcaico de tus labias?
cual lobezno lascivo, pude, alzarme, tras tus enaguas, y lamer tus senos, como tú me lamías los pezones y dejabas babeante en las tetillas -que parecían titilar el ronroneo de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?
pude madre? como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre las toscas braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando laxa desova, en los botones, la perfidia a él guardada? ese lugar secreto y púbico? cómo entonces tomé esa agarradera, esos tapires incrustados con mangos de magnolia, aterciopeladamente sospechosos y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma escancorosa de tu sexo, descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas de semen de los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente: te agarre: qué creías?

VAPORES

lo que en esa goteja raspadura de barba humedecida el azulejo, o azulejo de barba amanecida, lo rocíado de esa puntillez, el punto de esa toca, en el rocío de esa puntilla que se raspa, o gota que lamina: porque la mano que ávida raspa, como una barba, el ejo azul de esas axilas, o esos muslos-se divisan los muslos en la bruma de humo, en el vapor de esa corrida: toca rozada, rosa el lamé, el "por un quítame de allá esas pajas", o manotazo de mojado, papas de loma en la fundidad, o el resbalón de esas acaloradas mangas, como fleca de sudo: o esa transpiración de la que toca, tocada, ese tocado ese tocado de manuelitas y ese jabón de las vencidas, sofocadas esa respiración entrecortada, como de ninfas venéreas, en el lago de un cuadro, cuadriculan; cuadran, culan en el kuleo de ese periplo: porque en esas salas, acalambradas de lagartos que azules ejos ciñen, o arrastran, babeándose por los corredores de cortina, atrapalhada como una toalla que se desliza, o se deja caer, en los tablones, de madera, mad, que toca, madra, toca lo madrastral de ese tocado, casi gris; pero que en su puntilla, acaso deja ver algo? se trasluce esa herida de manteca que el gollo, o ese fólego, fuellante, en una oreja que no se ve o no se sabe de qué cara es, en ese surco que no se ve, esa arruga de la transpiración: azoteas de lama, donde el deseo en, suave irrisión, se hace salpicadura…

DEGRADEE

recorres en espejo galerías con espejos de mano galerías, vítreas, de vidrio y lama, ve un ''viril" virtuosismo, una vidriosidad de escapulados, o "pulados": pues, porque si en ese abismo, o callecita-baja -el pescuezo de la niña -, porque si ese pezcuello, doblegado bajo ese resplandor, nade, espejo que nace, jade y vidrio? jala, y en ese recorrer, del resplandor lamé, burilo; corta el ruedo, da una "terminación". y si se usa el deambular brilioso, señas de lona verde -para un ahorcado verde-, verme, por qué no? si ese desliz, ese arrastrar se amplía? y en el ruedo, de ese pez-cola, aparece un detalle en "purpurina"? sobretatuado en el escote, draga el seno; de ésa que hiere: vidrio cortado, tajo luminoso e infecto, cuyos esparadrapos, en el alcohol de esas miradas que chorrean, en la frialdad de ese glacé, o nomás el incienso de ese humo cala la carne del pescuezo, marca los ''caminillos" de esa horca, como si esa cabeza, de rodar, por enaguas almidonadas, tiesas, jale lo ase. rima su aspereza de pieles vivas, con esa estola de "marrón"
con que ella se cubría los hombros? -disimulando esa pilosidad. y lo batracio, de ese desfallecer, no lleva a las patitas de yacaré, estagnadas, o colocadas en una cierta inercia?...
pero que lo que araña si. cala y no calla. no necesariamente, ya que al borde de aquellas piletitas de sarmiento, hay una madre que se ahoga, y otra que se desnuda, en el palier, delante de unos oficiales está esa madre y esa ausencia. el cuadro, enmarcado en cristal, da el resplandor de esas arañas paralíticas.
Esa, y acaso la otra.
porque ella, al rodar, por esos pasillitos, azogados, no padecía el ahogo de esas ligas, y la sofocación de esos panderos, el pesar de esos brincos, o pendientes, o anillos, ya excesivos? y lo que se recarga, en esa cuenta, no es la vuelta de más, el disparate de enjoyados breteles, o el enojo de un cirio que pendea? deja caer acaso el celo? de qué cielo nos habla?
o paniamores, o chafalonerías de coral, o strasses como estros...

(grades)
y por las gradas esa estola que radas rodas, rueda, greda en el degrau -degrádase, desagradable boa, la de esa moquerie, y cuyos flejos, gelatinosos, lame. losa la de esa escala. pues en sus ascensiones, o descensos, o líneas, de laberinto, boas de fleco y ''filipetas,,, botas lo que se pisa: paño de ''pranto" y ''maquerie": machette ruinosa, lo que enella rolaba, o el rolar de esos vahos, mohosos, musga el rielar de ese desliz: pétalo caviloso que, pecado en su pasmada esplendidez, tremola; vino que áspero en los rajados torsos se disipa, pringado: gredas o paño, botas, gelatinas

(lobos)
lebos lobos ajax rodrigo guesavenda gruesa venda venérea madreselva del ánade cohonestas ebúrneos mercados tasa la marca del pito rito colomí cárpido lesma leve losa lontano lamé pero la cercanía de escarpe arroja lanas desamor ocaso o no alba fibrosa, no está en ajax rodrigo al mediodía espinoso y reblandecido, por lo tostado de las carnes o escarpe del bozo enjuta adarga en pliegos de furtivo jaguar desala y ronda ronco rebota ronronea rutila hosco

(Mamparas)
estentóreo vitral trizas del cuello la gorguera manchada como un tímpano por el eco de un flato trema crema lagartija cariosa que en el pecado de esa lavandina -oriental y estentórea -jala del pene de la anciana madre el hilo de una cicatriz. Oh mustio piojo que a su pubis acaramelas de escozores y gargoleantes nimbos de pecera.
Pescada peca en el aventurado retirarse detrás de unos jarrones al contemplar el paso de la silla por los estrechos de terracota y mármol en el piso pintado con eructos de epopeyas silvestres. Caudalosa ases el puño del que bate, en un canapé asombrillado, la crema de esos días apagados y marchos como una estalactita que separada de la gruta toma la flaccidez de un ano falso. El orificio que se menta y el rapé que se ahueca en el soplor gamado de las cruces que como ligustrinas distribuyen los pasos de las ocas en el juego de almíbar y mimbre que gime. Claraboyas semienterradas en el corset de cornucopia alastran en su anillado parpadear la sombra de una calesita empinada sobre los muros de alacranes como un precipitado templo de cantoras.
Oasis de flema que en el amasado carmesí de una sonrisa falsa, como una niña que se traviste o pinta, tasa, pringosa. los jaspes del jardín y los espejuelos al acaso olvidados. El canto de la ajorca está timbrado dé macetuelas poco actuales El dorso como un velamen que se arquea en la senectud de un rimmel pasado o echado a dos manos sobre las aguas quietas del lavabo. El corte de la pinza azotea cardenales airados en el pingense monte. Se deslizan por el moflete acochambrado goterones de pinga de esmirna de ''dolores": los cálculos la doblan y la almizclan en un perpetrado redoblar de jarcias que instilan en el muelle de las aguas internas la precisión de una piragua, o la pira de las aguas ardientes o fogosas en el vestuario de los lobos grises. Acuclillan al papa de la argentina y lo obligan a lamer el estirado o romo clito de la madre romana. una matrona de crepé y arroz contorsionándose a la velocidad del ganglio o celosía, como mirilla vigilante abre al flaneur el desdoror de un can o de una cana echada entre almohadones cuya sarnosidad dice del paso, su ázimo olor del pis de otros. Sorbe sin resistir, ya que le obligan, con una agilidad impropia al cargo o a la norma. Levanta áspero del bies del cornillero colonial el hilo de una aguja empantanada e inservible, porque no pincha ni ara el ruedo. Uñas tibias que rasan al demorado olor como martillos en una tez desnuda, depilada. Palpan alérgicas la chinche empotrada en los dos oídos.
Pululan cosquilleos alambrados, cárdenas insensibles, líneas de puntos flacos y aunque borroneados pegajosos. Pegasos de vidrio de ciruela vuelven a hacerse trizas en el cuello gargóleo de marmitas que ella llamaba mámparas.

ANADE, CARACOLES

1.
Arpeador, el arquero avista -catalejo de lana -el avinagrado banlon, o marmóleo, la sirena de cola de paja que al zambullirse en esas aguas azuladas o acaso babas de la ristra imita un zapateo amerinado, o farfulla diamantes, al caer; porque en esas elipsis, o blasones del que almidonado se recata. como en un zalameo, lame el anca o el grito del quien vive, usurpado por una patrulla sorpresiva en una noche cálida, cuyas colas, de sirena despellejada, y renga, avistan al que arquéase.


2.
En torno al címbalo de una mujer que teje un sospechado resplandor, borroso o borracho de limo, cuenta una a una las plumas del pato. Ese despojo sanguinolento, o veteado de espumas por cuyas alas antes plúmbeas rodaron como en una escritura caracolillos tiesos o invertidos.
Ese rodar era el temblor de paja de la mano del muchacho que tira los dientes en un sándalo acollarado, el de los mismos dientes y el de la cabeza de cola de paja de la sirena que menstruaba: esa rojez, era su resplandor.
Su suerte, cual arúspice sudado, corroía las orlas de yodo y los talones argentinos y daba clanco el punto de su fuga.
Un punto, perdido en esas orlas.
Acollarado en esas medianeras.
Címbrase.
En el medio de un círculo de plata, billetes, vaquitas de San Antonio, ese gratuito cisne.
El adivinador no me responde, mira las peladas sirenas y deja caer sobre el pellejo del pato su graznido.
Para que arroje las conchas glúteas en la pecera y dé nombre de pájaro a las fuentes?
Porque en el parpadear de la que teje, como una piel inmóvil, los obeliscos restallantes, torvos, hijo del rengo y la mendiga, un colibrí, o un pólipo, palpean, adheridos a las viscosas, ventosidades, brisas que remedan el gesto del que echa patos a las chatas.
Ese muchacho, el tufo de sus glúteos y la mano del ganglio, el bozo depilado. El carrousel donde prendido a una sortija se degüella.


3.
Pero la mano que ávida lame muestra el juego de una fabulación: en el muchacho que se tira, ardido aires de densos abanicos, plumas que graznan o "claveles en el pelo", el halo de una olla, donde hierve, cisne de entrañas escarbadas y heces dispersas en un mazo.
Perlas de paño y una colcha donde se calza el círculo y él danza abrochado de espejos que dan de sí lo suyo aspas pastosos ademanes roba el sello de un gozne, o el chillido de un pájaro de plata, el acre de sus vahos y el baño de su pie pringando el cerco. el celo de los prendedores.
Una mitología de entendidos, o de sobreentendidos, se desata.
La caca que de su pecho cae en grandes orlas, punza el ano del pato.


4. Anade Jade

EL PALACIO DEL CINE

Hay algo de nupcial en ese olor o racimo de bolas calcinadas por una luz que se drapea entre las dunas de las mejillas el lechoso cairel de las ojeras que festonean los volados rumbo al olor del baño. al paraíso del olor, que pringa las pantallas donde las cintas indiferentes rielan guerras marinas y nupciales.
Los escozores de la franela sobre el zapato de pájaro pinto dan paso al anelar o pegan toques de luna creciente o de frialdad en el torcido respaldar que disimula el brinco tras un aro de fumo y baban carreteles de goma que dejan resbaloso el rayo del mirador entretenido en otra cosa.
Aleve como la campanilla del lucero el iluminador los despabila y reparte polveras de esmirna en el salitre de las botamangas y en el rouge de las gasas que destrenzan las bocas esparciendo un cloqueo diminuto de pez espada atrapado en la pecera o de manatí vuelto sirena para reconocerlos.
Pero apenas los prende de plata se aja el rayon y los sonámbulos encadenan a verjas de fierro para recuperar la sombra o el remanso del cuerpo derramado como yedra las palanganas de esmerilo, el caucho que flota en la redoma donde se peinan, tallarinesco o anguiloso, el pubis con un cedazo de humedad.
Y el sexo de las perras arroja tarascones lascivos a las tibias de los que acezan hurtarse del lamé que lame él brin de marinero que fumando ve mirar la pantalla donde los ojos pasan otra cinta y entretendido en otro lado mezcla las patas a la ojera carnosa, que acurrucada en el follaje folla o despoja al pájaro de nombres
en una noche americana.


FRENESI

El enterizo de banlon, si te disimulaba las almorranas, te las ceñía al roce mercuarial del paso de las lianas en el limo azulado, en el ganglio del ánade (no es metáfora). Terciopelo, correhuelas de terciopelo, sogas de nylon, alambrecitos de hambres y sobrosos, sabrosos hombres broncos hombreando hombrudos en el refocilar, de la pipeta el peristilo, el reroer, el intraurar, el tauril de merurio. Y el volcán, en alunadas ágatas, terciopelo, correíta de nácar, el mercurio de la moneda ensalivada en la pirueta de la pluma, bIanca, flanca y fumóla en el brumulo noctural. El saurio, al que te dije, deslelicorreaba. descoloría, coloreaba, las errancias gnomosas, como flatos de goma o silicone afluentes en el nódulo del ganglio lenitar, róseo maravedí en carbunclo alzado, lo prometido por las mascaritas, mascaba, macaneaba la mazota. Campanuela de telgopor y el frunce de la ''imitación seda".
tildaban lentejuelas los breteles, esmirna, pirca de lapislázuli, carmelo. cortióla rompiamor el encaracolado calacrí. el alacrán de la ponzoña abisagrada como esputo, o carpiólo, rompiometió en el carrancudo lince de los senos plastificados el estilete, en la cartera la tronera de una ventana vigilante, el signo del acuario en el mangle movedizo, oleante, arde de las ardillas casi encintas la delicia de la mentirilla linguajar, lúpulo del burdel, pupila de éter. Corceía el lanzaperfumes su pesadilla de puttos ondulantes, como olas u onduelas bandidejas, bandidas. carricoche en la reja, el espumar, en runa la inscripción (borradiza) del himen de la verja, el alcahuete paga el servicio de la consumición, ahoga en cerveza lo furtivo del lupanar, tupido, apantallado por maltrechas ecuyères en caballitos de espinafre, la pímienta haciendo arder el sebo carnoso del ánade.

carnaval -río 1984

Convidaba a ruir al forastero bieolor el troj de la heridilla, el rastrojo de nylon del cuelga de las limas abrillantadas, borboteantes, por rizar, o retoñio, del iris del palacio sororal la espécula de pinza, de piltrafa ataviada, al recoger el meollo de la oruga (campanada de flus) el reventón, contra el murillo cervecero, del pétalo ceniza, el sépalo, la siempreviva de gorgueras, gorgona, la ilustración del brillo por el óleo de orillo metaplásmico, cuyo taladro de metal oía. oye ruinar de los nematelmintos en el cabello cinto de la plata. El rigodón, minuero. al taladrar la mina de jacinto, griselda, insulsa el ruin contrabandea tics de la "banda oriental", si era del bicolor del borda el fuelle. La filigrana filibustera y el ojo de la mano que retoca, cuando disipa el polvo ceniza, cinza de los tocados. La manopla, al destapar la alegoría de los crímenes y las encapuchadas en camisa, de fieltro, al evocar la guillotina de los peplos y la costura de la mañanita. derriban al reloj que da a la sisa la rigidez-o la consolación de un ano faldo, en rimas de Limoges, en porcelanas y cristalerías de Limoges, en nuances vítreos.
Las tigresas, por esmaltar el brin, encorsetaban la linotipista. veíasela curtir el afeite polaco de la liendre, alienada, encarpetada en cursos de rimmel solitario y potiche relleno de partidas, o pollos, gallinitas a medio curtir que circuían el bálano militar de la que oye. tras el timbal el pífano de Creso. El maleante, después de atravesar las defensas de tules, los túneles blandos del polietileno, libraba al portador del muelle lastre, lo soltaba al reojo de la incógnita aúrea, o arañar. como si de libélulas tratárase, el alguacil del tufo en el aceite aguado de una mandolina retocada, por rebuscada acaso menos lisa, oh sol de verme luminar.

(el rigor de la histeria)

el rompehielos

Alud del aludir: el respostar, reposteril membrana, en el calambre, nítido o níveo, la renda en la gargola, la gárgara de rendas. el gorgotear del pelandrún en la marisca de sofocos, puercoespín. himenil.
el piecesillo de Farabeuf -cuando, al piscar, al ornicar. hacía hablar a los peces azules, colorados-, el truco estaba en el tricot de la cadera, en el tricostelón de la Nigeria, acantilar atlántida del oso lenguaraz. El caracol, por darle verme al ristre. La sotreta, recamada de alubias, alicia lesa en una elipsis demasiado estirada, comisura del rictus, come y sura. El huracán del buscapié y el tornado mujer, la brizna del sostén en el pajareo incontenible, el pico al piel del novio y remirándola la prímula, gorgoreo de rusas, engomadas arábigas. Listar del broderie el entusiasmo, intuito del fiestero. al gozador las lenguas se le hacen medias (o inmedias) como estambres. Firuletea el rompehielos, guiña al esguince del sotreta montado, soterrado. sotrozo* de fintas en el reiterarse legañosa, en la grandilocuencia del ventrílocuo vecinal, barrado
Retornar, rocelar de la ligustrina maniatera, cuyo buril era apagado por una constelación de vidrios focos, de vidrieras rumanas vampirizando el ''volga va ". Ya vista, la lechuza cairelábase en el menstruar de efebos de azabache, lame el carmín lunares de ballesta. El fechado, al saltar, de los linces el linde pajueril, rímini hosco y limosnero, cernía la cariátide de los atletas en una tirria resinosa, bocina de carbunclo, amarilleante colomí en la lingüiza. La lengüeta, por no el zapato postular, acariciaba en la sordina el ganglio de los africados, rizado ríe del agror por una rima tan deseada. Y Lita: lituana espúrea -que da a nueve, en el cerbanatar, prurito la congoja, paspa el canto. Rúe, porque unas vestes aún ampáranla. Cosida, ya que bretel el cancro, lustre el fimo. Sinuosidad de la cerveza, el quicio rebanaba corrales, apios torcidos en el camandulear , contestados condones . Y donceles, y cordones brotados. ¿Coordinar para el torvo la nalguicie, vallejo urdir la fístula luzbélica, y por candir fosforecer el hurto, las ''entrañas" asgadas -palafrenero del esfínter en la borbota carmesí? El agudo, si aguado, levitaba al pendor la córnea blanda, íntima. Fosforescencia y glauca. El vegetal, cogido por el níspero, cruza delfines con venablos.

Le daba al africado, pirulera, el cerúleo candor, maromas de aduanera, en el dejar pasar de la congonha por la estría porosa. Le preguntaban si había venido de hidroavión para medir el peso de sus glúteos, el fibroma de cincuenta libras bajo los cambaceres del tulcito, leonel mirón de pie en la leonera o liorna de los monos semidesnudos, depilados, la cera negra de Treblinka en el tremor timbrado de la flema.
La gema, chal de felpa, yeminal, al conjuro de las malaquitas traicionaba la dureza, ya glacial, del derrame, en la refistolería de morados y milhos verdes, pirateados por el malandro en la boca del subte semienterrado, semicorredizo por los ojos de buey de los cinturones y los bagres pintados en la costa con calcomanías de carey. Repujados, altivos. Contorsionistas del desfile, el paseo de los caimanes en la bandolera resinosa. El picoteo de las madréporas en los collares del Vesuvio, el efluvio de pinga en el pingote (''me acarició la yema") las borrachas, flexibles, gárrulas, limosas en el fluxo del glande, el fijador acuoso de pegaso lujar. o iglesinesco, lie lioneras de azulejos con polvo de canarios, o de albatros, pájaros prietos en un fondo de cielo azorado. Al azotarla, al blandir la excrecencia pegajosa, la creciente, la ceceosa esmeralda, rotulaba con el blandor de la alegría la estría del goloso, sollozante y fugaz jubiloso. Hazmerreír, de pantas y palmeras, la nevera del bánalo en el banal-tambor, el repicar de los badajos en los goteos (acueductos) de una furiosa farsa.


CADAVERES

a Flores

Bajo las matas En los pajonales Sobre los puentes En los canales Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene En la estela de un barco que naufraga En una olilla, que se desvanece En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones Hay Cadáveres

En las redes de los pescadores En el tropiezo de los cangrejales En la del pelo que se toma Con un prendedorcito descolgado Hay Cadáveres

En lo preciso de esta ausencia En lo que raya esa palabra En su divina presencia Comandante, en su raya Hay Cadáveres

En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada En el garrapiñiero que se empana En la pana, en la paja, ahí Hay Cadáveres

Precisamente ahí, y en esa richa de la que deshilacha, y en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres

Empero, en la lengüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al espejuelo, en la correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con Todo Sobretodo Hay Cadáveres

En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas pasadas como mejas muertas de las que Hay Cadáveres

Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano: en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente; en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa porque su novio ha …............................!
Hay Cadáveres

En ese golpe bajo, en la bajez de esa mofleta, en el disfraz ambiguo de ese buitre, la zeta de esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad Hay Cadáveres

Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las campesinas agasajan sus fiolos, en los fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a escondidas, con la bombacha llena; en la humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de los de Hay Cadáveres

Parece remanido: en la manea de esos gauchos, en el pelaje de esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz Hay Cadáveres

Ay, en el quejido de esa corista que vendía "estrellas federales"
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos, Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con una botella de whisky "Russo" llena de vidrio en los breteles, en ésos, tan delgados, Hay Cadáveres

En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza las uñas salitrosas, en las mismas cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan ...indeciso..., que clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza que se derrumba, oui Hay Cadáveres

Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa ¡bonita profesora! Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo de ese incienso; Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón atravesado por un aro, enagua, en Ya Hay Cadáveres

En eso que empuja lo que se atraganta, En eso que traga lo que emputarra, En eso que amputa lo que empala, En eso que ¡puta! Hay Cadáveres

Ya no se puede sostener: el mango de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos, el rosario de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava, la corriente que sujeta a los juncos el pichido -tin, tin . . . -del sonajero, en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres

En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición porque guarda una orla de caca; en el escupitajo que se estampa como sobre en un pijo, en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de la hormiga, Hay Cadáveres

En la conchita de las pendejas En el pitín de un gladiador sureño, sueño En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas brechas, en el sudario del cliente que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo, en el polvo Hay Cadáveres

En el desierto de los consultorios En la polvareda de los divanes "inconcientes" En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales donde el muerto circula, en los pasillos donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios, en los huecos de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos se travisten de ''hombre drapeado", laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea) un paladar, en tornos Hay Cadáveres

En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese bies que ciñe-algo demás-esos corpiños, en el azul Iunado del cabello, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el recIinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños . .. Hay Cadáveres

En esas circunstancias, cuando la madre se lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que va "creciente", o Hay Cadáveres

Ya no se puede enumerar: en la pequeña ''riela" de ceniza que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por los haras, eh, harás de cuenta de que no Hay Cadáveres

Cuando el caballo pisa los embonchados pólderes, empenachado se hunde en los forrajes; cuando la golondrina, tera tera, vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola como una sierpe 'leche de cobra" se disipa, los miradores llegan todos a la siguiente conclusión: Hay Cadáveres

Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la papisa, y la manotean a dos cuerpos"), cómplices, arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta, y ella es devaluada! Hay Cadáveres

Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano, ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un ''palo borracho", la estirpe real de una azalea que ha florecido roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y Hay Cadáveres

Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el suceso de su pica, más atornilla esa clava, cuando "mecha" en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza chueca, cuando la va dándola vuelta para que rase todos.. . los lunares, o Sitios, Hay Cadáveres

Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin...
acribilla, acrisola, ángeles miriados' de peces espadas, mirtas acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del dedo de un puntapié en las várices, torreja de ubre, percal crispado, romo clít ... Hay Cadáveres

En el país donde se yuga el molinero En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado, y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon, la huelen desde lejos, desde antaño Hay Cadáveres

En la provincia donde no se dice la verdad En los locales donde no se cuenta una mentira -Esto no sale de acáEn los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y Esmeraldas, Hay Cadáveres

Y se convierte inmediatamente en La Cautiva, los caciques le hacen un enema, le abren el c... para sacarle el chico, el marido se queda con la nena, pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada de un camarín donde...
Hay Cadáveres

Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella era una oveja hecha rabona, donde la perra lo cagó, donde la puerca dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos almizclados, lo sedujo, Hay Cadáveres

Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre un bombachón de muñequera como en un cáliz borboteante-los retazos de argolla flotaban en la "Solución Humectante" (método agua por agua), ella se lo tenía que contar Hay Cadáveres

El feto, criándose en un arroyuelo ratonil, La abuela, afeitándose en un bols de lavandina, La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento, La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados Hay Cadáveres

La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una "calada" El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de una Kombi, Hay Cadáveres

La despeinada, cuyo rodete se ha raído por culpa de tanto "rayito de sol", tanto "clarito"; La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo; La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi; La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse para no ver lo que veía: Hay Cadáveres

La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un buen punto; la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien discreto que no mostrara nada -y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase -; la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada...
lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas Hay Cadáveres

La que hace años que no ve una pija La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña) Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta donde los vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una profesora…) Hay Cadáveres

Era ver contra toda evidencia Era callar contra todo silencio Era manifestarse contra todo acto Contra toda lambida era chupar Hay Cadáveres

Era: "No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan cuenta" O: "No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a pecho"
Acaso: "No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta" Aún: "Hoy asaltaron a una vaca" "Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada ...y listo" Hay Cadáveres

Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como una corbata se avizora, pinche de plata, así Hay Cadáveres

En el campo En el campo En la casa En la caza Ahí Hay Cadáveres

En el decaer de esta escritura En el borroneo de esas inscripciones En el difuminar de estas leyendas En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga, En ese puño elástico, Hay Cadáveres

Decir "en" no es una maravilla? Una pretensión de centramiento? Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward muere al amanecer, y descompuesto de El Túnel Hay Cadáveres

Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo de superficie frívola...?

Hay Cadáveres

Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso, te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a dedetener, Fernando? Imaginá… Hay Cadáveres

Estamos hartas de esta reiteración, y llenas de esta reiteración estamos. Las damiselas italianas pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las ''modelos"-del partido polacono encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza! Cholas baratas y envidiosas -cuya catinga no compite-en Quilmes! Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda! Barracas! Hay Cadáveres

Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género "volante"!
NI Hay Cadáveres

Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres

Ejercicios Campañas Consorcios Condominios Contractus Hay Cadáveres

Yermos o Luengos Pozzis o Westerleys Rouges o Sombras Tablas o Pliegues Hay Cadáveres

-Todo esto no viene así nomás -Por qué no? -No me digas que los vas a contar -No te parece? -Cuándo te recibiste? -Militaba? -Hay Cadáveres?


Saliste Sola Con el Fresquito de la Noche Cuando te Sorprendieron los Relámpagos No Llevaste un Saquito Y Hay Cadáveres

Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres

Yo soy aquél que ayer nomás...
Ella es la que… Veíase el arpa...
En alfombrada sala...
Villegas o Hay Cadáveres

.....................................
.....................................
.....................................
.....................................


No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.


 

La desaparición de la homosexualidad

Por Néstor Perlongher

Archipiélagos de lentejuelas, tocados de plumas iridiscentes (en cada vertebración de la cadera trepidante, las galas de cien flamencos que flotan en el aire tornado un polvo rosa), constelaciones de purpurinas haciendo del rostro una máscara más, toda una mampostería kitsch, de una impostada delicadeza, de una estridencia artificiosa, se derrumba bajo el impacto (digámoslo) de la muerte. La homosexualidad (al menos la homosexualidad masculina, que de ella se trata) desaparece del escenario que tan rebuscadamente había montado, hace mutis por el foro, se borra como la esfumación de un pincelito en torno de la pestaña acalambrada, acaramelada. Toda esa melosidad relajante de pañuelitos y papel picado irrumpiendo en la paz conyugal del dormitorio, por ellas (o por ellos: ah, las elláceas), a gacelas subidas y por toros asidas y rasgadas, convertido en un campo de batallas de almohadones rellenos de copos de algodón hecho de azúcares pero en el fondo, siempre, como un dejo de hiel, toda esa parafernalia de simulaciones escénicas jugadas normalmente en torno de los chistes de la identidad sexual, derrumbase -diríamos, por inercia del sentido, con estrépito, pero en verdad casi suavemente-, en un desfallecimiento general. La decadencia sería romántica si no fuese tan transparente, tan obscena en su traslucidez de polietileno alcanforado. Desvanécese, pero sin descender a los abismos de donde supónese emergida gracias al escándalo de la liberación, sino yéndose, deshilachándose en un declive casi horizontal continuando cierta existencia menor -de una manera, claro está, atenuada, levísima como la difuminación de un esfumino- en una suerte de callado cuarto al lado -el cuarto de Virginia Wolf, tal vez, pero en silencio, habiendo renunciado a los célebres y conmovedores parties.
Es preciso aclarar: lo que desaparece no es tanto la práctica de las uniones de los cuerpos del mismo sexo genital, en este caso cuerpos masculinos (y de la parodia, renegación y franeleo de ésta dada -en el sentido de don- masculinidad, trata en abundancia su imaginario), sino la fiesta del apogeo, el interminable festejo de la emergencia a la luz del día, en lo que fue considerado como el mayor acontecimiento del siglo XX: la salida de la homosexualidad a la luz resplandeciente de la escena pública, los clamores esplendorosos del -dirían en la época de Wilde- amor que no se atreve a decir su nombre. No solamente se ha atrevido a decirlo, sino que lo ha ululado en la vocinglería del exceso. Acaba, podría decirse, la fiesta de la orgía homosexual, y con ella se termina (¿acaso no era su expresión más chocante y radical?) la revolución sexual que sacudió a Occidente en el curso de este tan vapuleado siglo. Se cumple, de alguna manera, el programa de Foucault, enunciado -para sorpresa de la mayoría y duradera estupefacción de los militantes de la causa sexual- en el primer volumen de la Historia de la sexualidad. El dispositivo de sexualidad, vaciado, saturado, revertido, vive -aun cuando sea posible vaticinarle el vericueto de alguna treta, alguna sobrevivencia en la adscripción forzada y subsunción a otros dispositivos más actuales y más potentes-, acaso en la cúspide de su saturación, un manso declive.
Un declive tan manso que si uno no se fija bien no se da cuenta es el de la homosexualidad contemporánea. Porque ella abandona la escena haciendo una escena patética y desgarradora: la de su muerte. Debe haber algún plano -no el de una causalidad- en que esa contigüidad entre la exacerbación desmelenada de los impulsos sexuales ("verdaderos laboratorios de experimentación sexual", diría Foucault) y la llegada de la muerte en masa del Sida, algún espacio imaginario, o con certeza literario, donde esa contigüidad se cargue de sentido, sin tener obligatoriamente que caer en fáciles exorcismos de santón. Sea como fuere, hay una coincidencia. Cabrá a los historiadores determinar la fuerza y la calidad de la irrupción morbosa en el devenir histórico, comprenderlas. A los que ahora la sentimos no se nos puede escapar la siniestra coincidencia entre un máximo (un esplendor) de actividad sexual promiscua particularmente homosexual y la emergencia de una enfermedad que usa de los contactos entre los cuerpos (y ha usado, en Occidente, sobre todo los contactos homosexuales) para expandirse en forma aterradora, ocupando un lugar crucial en la constelación de coordenadas de nuestro tiempo, ep parte por darse allí la atractiva (por misteriosa y ambivalente) conclusión de sexo y muerte.
Se puede pensar que nunca la orgía llegó a tal exceso como bajo la égida de la liberación sexual (y más marcadamente homosexual) de nuestro tiempo. El libro de Foucault puede anticipar esa inflexión -que ahora parece verificarse ya no en el plano de las doctrinas, sino en las prácticas corporales-, porque él nos muestra cómo la sexualidad va llegando a un grado insoportable de saturación, con la extensión del dispositivo de sexualidad a los más íntimos poros del cuerpo social.
El dispositivo social desarrollado en torno de la irrupción del Sida lleva paradójicamente a su máxima potencia la promoción planificada de la sexualidad -tratada ésta como un saber por un poder- y marca de paso el punto de inflexión y decadencia. Es curioso constatar cómo estamos a tal punto imbuidos de los modernos valores de la revolución sexual que nuestro primer impulso es denunciar coléricamente su reflujo. No vemos la historicidad de esa revolución, no conseguimos relativizar la homosexualidad tal como ella es dada (o era dada hasta ahora), enseñada y transmitida por médicos, psicólogos, padres, medios de comunicación, amantes y amantes de los amantes -siendo esa ilusión de ahistoricidad intemporal incentivada por buena parte del movimiento homosexual, que defiende la tesis de una esencia inmutable del ser homosexual. Nuestra homosexualidad es un sexpol, o al menos se presenta y maneja, a pesar de la homofobia de Reich, como uno de sus resultados. Un elemento político, un elemento sexual. Parece El Fiord de Osvaldo Lamborghini (pero un Lamborghini sin éxtasis). A decir bien, ¿sin éxtasis?
Sabemos gracias a Bataille que la sexualidad (el "erotismo de los cuerpos") es una de las formas de alcanzar el éxtasis. En verdad, Bataille distingue tres modos de disolver la mónada individual y recuperar cierta indistinción originaria de la fusión: la orgía, el amor, lo sagrado. En la orgía se llegaba a la disolución de los cuerpos, pero éstos se restauraban rápidamente e instauraban el colmo del egoísmo, el vacío que producen en su gimnasia perversa resulta ocupado por el personalismo obsceno del puro cuerpo (cuerpo sin expresión, o, mejor, cuerpo que es su propia expresión, o al menos lo intenta...). En el sentimentalismo del amor, en cambio, la salida de si es más duradera, el otro permanece tejiendo una capita que resiste al tiempo en el embargo de la sublimación erótica. Pero sólo en la disolución del cuerpo en lo cósmico (o sea, en lo sagrado) es que se da el éxtasis total, la salida de sí definitiva.
Estamos demasiado aprisionados por la idea de sexualidad para poder entender esto. La sexualidad vale por su potencia intensiva, por su capacidad de producir estremecimientos y vibraciones (¿sería, en esta escala, el éxtasis una suerte de grado cero?) que se sienten en el plano de las intensidades. Pero no quiere decir que sea la única forma, menos aún la forma obligatoria, como nos quieren hacer creer Reich y toda la caterva de ninfómanos que lo siguen, aún discutiéndole algo, pero imbuidos del espíritu de la marcha ascendente del gozo sexual. Nos suena ya una antigualla. Pero pensemos cuánto se ha luchado por llegar, por conseguir, por alcanzar, ese paraíso de la prometida sexualidad. Con el Sida se va dando, sobre todo en el terreno homosexual (pienso más en el brasileño, muy avanzado, ello es, donde se llegó a un grado de desterritorialización considerable en las costumbres; en otros países menos osados ese proceso de reflujo tal vez no se pueda ver con tanta claridad; es que es ta desaparición de la homosexualidad está siendo discreta como una anunciación de suburbio, a muchos lugares la noticia tarda un poco en llegar, aún no se enteraron...), otra vuelta de tuerca del propio dispositivo de la sexualidad, no en el sentido de la castidad, sino en el sentido de recomendar, a través del progresismo médico, la práctica de una sexualidad limpia, sin riesgos, desinfectada y transparente. Con ello no quiero postular un viva la pepa sexual, dios nos libre, tras todo lo que hemos pasado (sufrido) en pos de la premisa de liberarnos, sino advertir (constatar, conferir) cómo se va dando un proceso de medicalización de la vida social. Esto no debe querer decir (confieso que no es fácil) estar contra los médicos ya que la medicina evidentemente desempeña, en el combate contra la amenaza morbosa, un papel central.
El pánico del Sida radicaliza un reflujo de la revolución sexual que ya se venía insinuando en tendencias como la minoritariamente desarrollada en los Estados Unidos que postulaban el retorno a la castidad. En verdad la saturación ya venía de antes. La saturación parece inherente al triunfo del movimiento homosexual en Occidente, al triunfo de la homosexualidad, que viene de un proceso bastante ajetreado y conocido que no hace falta repetir aquí. Recordemos que la homosexualidad es una criatura médica, y todo lo que se ha escrito sobre el pasaje del sodomita al perverso, del libertino al homosexual. Baste ver que la moderna homosexualidad es una figura relativamente reciente, que, puede decirse, y al enunciarlo se lo anuncia, ha vivido en un plano de cien años su gloria y su fin.
¿Qué pasa con la homosexual idad, si es que ella no vuelve a las catacu mbas de las que era tan necesario sacarla, para que resplandeciese en la provocación de su libertinaje de labios refulgentemente rojos? Ella simplemente se va diluyendo en la vida social, sin llamar más la atención de nadie, o casi nadie. Queda como una intriga más, como una trama relacional entre los posibles, que no despierta ya encono, pero tampoco admiración. Un sentimiento nada en especial, como algo que puede pasarle a cualquiera. Al tornarla completamente visible, la ofensiva de normalización (por más que estemos tratando de cambiar la terminología, más después de que Deleuze lanzó la noción de sociedades de control, como sustituyente de las sociedades de disciplina de que habla Foucault, no es fácil llamar de una manera muy diferente a tan profunda reorganización, o intento de reorganización de las prácticas sexuales, indicada sensiblemente por la introducción obligatoria del látex en la intimidad de las pasiones) ha conseguido retirar de la homosexualidad todo misterio, banalizarla por completo. No dan ganas, es cierto, de festejarlo, al fin y al cabo fue divertido, pero tampoco es cuestión de lamentarlo. Al final, la homosexualidad (su práctica) no ha sido una cosa tan maravillosa cuanto sus interesados apologistas proclamaran. No hay, en verdad, una homosexualidad, sino, como dirían Deleuze y Guattari, mil sexos, o por lo menos, hasta hace bien poco, dos grandes figuras de la homosexualidad masculina en Occidente. Una, de las locas genetianas, siempre coqueteando con el masoquismo y la pasión de abolición; otra, la de los gays a la moda norteamericana, de erguidos bigotitos hirsutos, desplomándose en su condición de paradigma individualista en el más abyecto tedio (un reemplazo del matrimonio normal que consigue la proeza de ser más aburrido que éste). Me arriesgaría a postular que la reacción de gran parte de los homosexuales frente a las campañas de prevención está siendo la de dejar de tener relaciones sexuales en general, más que la de proceder a una sustitución radical de las antiguas prácticas por otras nuevas "seguras", o sea con forro.
La homosexualidad se vacía de adentro hacia afuera, como un forro. No es que ella haya sido derrotada por la represión que con tanta violencia se le vino encima (sobre todo entre las décadas del 30 y del 50, y, en el caso de Cuba, todavía ahora se la persigue: una forma torturante de que conserve actualidad y alguna frescura). No: el movimiento homosexual triunfó ampliamente, y está muy bien que así haya sido, en el reconocimiento (no exento de humores intempestivos o tortuosos) del derecho a la diferencia sexual, gran bandera de la libidinosa lidia de nuestro tiempo. Reconozcámoslo y pasemos a otra cosa. Ya el movimiento de las locas (no sólo político, sino también de ocupación de territorios: un verdadero Movimiento al Centro) empezó a vaciarse cuando las locas se fueron volviendo menos locas y tiesos los bozos, a integrarse: la vasta maroma que fundía a los amantes de lo idéntico con las heteróclitas, delirantes (y peligrosas) marginalidades, comenzó a rajarse a medida que los manflorones ganaron terreno en la escena social. El episodio del Sid a es el golpe de gracia, porque cambia completamente las líneas de alianza, las divisorias de aguas, las fronteras. Hay sí discriminación y exclusión con respecto a los enfermos del Sida, pero ellos -recuérdese- no son solamente maricones. Ese estigma tiene más que ver, parece, con el escándalo de la muerte y su cercanía en una sociedad altamente medicalizada. Su promoción aterroriza y sirve para terminar de limpiar de una vez por todas los antiguos poros tumefactos y purulentos que la perversión sexual ocupaba, en los cuales reía con la risa de los Divine (la loca de "Nuestra Señora de las Flores", la inmensa travesti norteamericana). Asimismo, con la llegada de la visitante inesperada (así se llama la última pieza de Copi), los antiguos vínculos de socialidad, ya resquebrajados por la quiebra de los lazos marginales de que hablábamos, terminan de hacer agua y de venirse abajo. Es que con el Sida cambian las coordenadas de la solidaridad, que dejan de ser internas a los entendidos, como sucedía cuando la persecución, para pasarle por encima al sector homosexual y desbo rd arlo por tod as partes . Así, se nota que son de un modo general las mujeres (las mujeres maduras) las que se solidarizan con los sidosos, mientras que sus colegas de salón huyen aterrados.
Toda esa promoción pública de la homosexualidad, que ahora, por abundante y pesada, toca fondo, no ha sido en vano. Ha dispersado las concentraciones paranoicas en torno de la identidad sexual, trayendo la remanida discusión sobre la identidad a los salones de ver TV, hasta que todos se dieran cuenta de su idiotez de base; al hacerlo, ha acabado favoreciendo cierto modelo de androginia que no pasa necesariamente por la práctica sexual. Dicho de otra manera: las locas fueron las primeras en usar arito; ahora se puede usar arito sin dejar de ser macho. Aunque ser macho ya no signifique mucho. De últimas, la desaparición de la homosexualidad no detiene el devenir mujer que el feminismo (otro fósil en extinción) inaugurara, lo consolida y asienta, más que radicalizarlo, y lima romando sus aristas puntiagudas.
Ahora, la saturación (por supuración) de esta trasegada vía de escape intensivo que significó, a pesar de todo, la homosexualidad, con su reguero de víctimas y sus jueguitos de desafiar a la muerte (pensemos en la pieza de Copi, víctima de Sida, Les Escaliers de lçotre Dame: una cohorte de travestis, chulos, malandras y policías juegan a desafiar a la muerte en las escalinatas de la catedral, que hace de fondo lejano; desafio que la llegada de la muerte masiva ha vuelto innecesario, entre macabro y ridículo), favorece que se busquen otras formas de reverberación intensiva, entre las que se debe considerar la actual promoción expansiva de la mística y las místicas, como manera de vivir un éxtasis ascendente, en un momento en que el éxtasis de la sexualidad se vuelve, con el Sida, redondamente descendente.
Con la desaparición de la homosexualidad masculina (la femenina, bien valga aclararlo, continúa en cierto modo su crecimiento y extensión, pero en un sentido al parecer más de corporación de mujeres que de desbarajuste dionisíaco), la sexualidad en general pasa a tornarse cada vez menos interesante. Un siglo de joda ha terminado por hartarnos. No es casual que la droga (aunque sean sus peores usos) ocupe crecientemente el centro de las atenciones mundiales. Mal que mal, la droga (o por lo menos ciertas drogas, los llamados alucinógenos) acerca al éxtasis y llama, mal que les pese a los cirqueros históricos, a algún tipo de ritualización que la explosión de los cuerpos en libertinaje desvergonzado nunca se propuso (aunque ya una heroína sadiana avisaba: "Hasta la perversión exige cierto orden").
Abandonamos el cuerpo personal. Se trata ahora de salir de sí.

[Publicado en El Porteño Nº 119, noviembre 1991]



 

Matan a una marica

Por Néstor Perlongher

Lo primero que se ven son cuerpos: cuerpos charolados por el revoleo de una mirada que los unta; cuerpos como películas de tul donde se inscribe la corrida temblorosa de un guiño; la hiedra viboresca de cuerpos enredados (drapeado en erección) al poste de una esquina; cuerpos fijos los unos, en su dureza marmoleante donde se tensa, preámbulo de jaba, jadeo en jade, la cuerda certera de una flecha; cuerpos erráticos los otros, festoneando el charol aceitoso con rieles en almíbar caricias arañescas que se yerguen al borde de la vereda pisoteada.
Cuerpos que del acecho del deseo pasan, después, al rigor mortis. En enjambre de sábanas deshechas las ruinas truculentas de la fiesta, de lo festivo en devenir funesto: cogotes donde las huellas de los dedos se han demasiado fuertemente impreso, torsos descoyuntados a bastonazos, lamparones azules en la cuenca del ojo, labios partidos a que una toalla hace de glotis, agujeros de balas, barrosas marcas de botas en las nalgas.
Transformación, entonces, de un estado de cuerpos. ¿Cómo se pasa de una orilla a la otra? ¿Cómo puede el deseo desafiar (y acaso provocar) la muerte? ¿Cómo, en la turbulencia de la deriva por la noche, aparece la trompada adonde se la quiso -sin restarle potencia ni espamento- tomar caricia? ¿Cómo el taladro del goce -al que se lo prevé desgarrando en la fricción los nidos (nudosos) del banlon- realiza, en un fatal exceso, su mitología perforante? Volutas y voluptas: una multiplicidad de perspectivas reclaman ser movilizadas para asomarse a la oscura circunstancia en que el encuentro entre la loca y el macho deviene fatal.
"Homosexual asesinado en Quilmes". De vez en cuando, noticias de la muerte violenta de las locas ganan, con macabro regodeo, pringan de lama o bleque los titulares sensacionalistas, compitiendo en fervor, en columna cercana, con las cifras de las bajas del Sida. Ambas muertes se tiñen, al fin, de una tonalidad común. Lo que las impregna parece ser cierto eco de sacrificio, de ritual expiratorio. La matanza de un puto se beneficiaría, secreto regocijo, de una ironía refranera: "el que roba a un ladrón..."
Pocos meses atrás, una ola de asesinatos de homosexuales recorrió el Brasil. Entre noviembre del 87 y febrero de este año, una veintena de víctimas, un verano caliente. Quiso la fatalidad que los muertos se reclutaran entre personalidades conocidas ("Zas, la loca era famosa", prorrumpió un comisario ante el hallazgo de un cadáver en bombacha): un director de teatro, algunos periodistas, modistas, peluqueros... No bastaba, al parecer, el Sida con su campaña altisonante -una verdadera promoción de hades. Era necesario recurrir a métodos más contundentes. Así, ametrallamiento de travestis en las callejas turbias de San Pablo, achacado fabulosamente por portavoces policiales a un paciente de Sida deseoso de venganza -pero de inequívocos rasgos paramilitares. Del mismo modo que la muerte de los homosexuales se liga, en el actual contexto, casi ineludiblemente al Sida, la represión policial se asocia, en la producción de esos cadáveres exquisitos, a lo que los ideólogos liberacionistas del 60 llamaban homofobia: una fornida fobia a la homosexualidad dispersa en el cuerpo social. Se mezclan las cartas, sale culo, sobreviene la descarga.
Lejos de ser algo exclusivo de las veredas tropicales, la sangre de las locas suele salpicar también los adoquines sureños. Se recordará la serie de ejecuciones desatadas cuando los estertores de la última dictadura, a la luz odiosa del perdido fiord. O, asimismo, el ametrallamiento de los travestis que exhibían, en la Panamericana la audacia de sus blonduras. En ambos casos, se impone la pregunta: ¿se trata, en verdad, de conspiraciones de inspiración fascista (estilo Escuadrón de la Muerte o Triple A)? ¿O, más bien, de cierto clima de terror contagioso que tensa hacia la muerte los ya tensos enlaces del submundo ("cuando uno mata, matan todos", condenó un taxiboy durante la ola de crímenes porteños)?
En un librito recientemente publicado en San Pablo, El pecado de Adán, dos jóvenes periodistas, Vinciguerra y Maia, se aventuran con argucia por los entretelones del ghetto, investigando las relaciones entre los asesinos y sus víctimas. Si bien algunos de los homicidas eran policías o soldados -y varios de los crímenes citaban, en su metodología (manos atadas a la espalda, bocas entoalladas, emasculaciones o inscripciones en la carne, a la manera de la máquina kafkiana), el estilo de los Escuadrones de la Muerte (comandos parapoliciales de exterminio de lúmpenes y de intervención en las guerras del hampa)-, ninguna conspiración, ningún plan organizado, sino a lo sumo una ligera cita, la referencia al sacrificio justiciero. ¿De qué justicia, en este caso, trátase?
Primero, ¿de qué se habla cuando se habla de violencia? Más allá de la indignación de los robos -que no llega a compensar, con todo, el no tan secreto regocijo de los más-, no resulta fructífero pensar la violencia en tanto tal, como hecho en sí. La violencia -dice Deleuze hablando de Foucault- "expresa perfectamente el efecto de una fuerza sobre algo, objeto o ser. Pero no expresa la relación de poder, es decir, la relación de la fuerza con la fuerza". ¿De qué fuerzas, en el caso de la violencia antihomosexual, se trata? Dicho de otra manera: ¿cuáles son las fuerzas en choque, cuál el campo de fuerzas que afecta su entrechoque?
Para decirlo rápido, estas fuerzas convergen en el ano; todo un problema con la analidad. La privatización del ano, se diría siguiendo al Antiedipo, es un paso esencial para instaurar el poder de la cabeza (logo-ego-céntrico) sobre el cuerpo: "sólo el espíritu es capaz de cagar". Con el bloqueo y la permanente obsesión de limpieza (toqueteo algodonoso) del esfínter, la flatulencia orgánica sublímase, ya etérea. Si una sociedad masculina es -como quería el Freud de Psicologia de las Masas- libidinalmente homosexual, la contención del flujo (limo azul) que amenaza estallar las máscaras sociales dependerá, en buena parte, del vigor de las cachas. Irse a la mierda o irse en mierda, parece ser el máximo peligro, el bochorno sin vuelta (el no llegar a tiempo a la chata desencadena, en El Fiord de Osvaldo Lamborghini, la violencia del Loco Autoritario; Bataille, por su parte, veía en la incontinencia de las tripas el retorno orgánico de la animalidad). Controlar el esfínter marca, entonces, algo así como un "punto de subjetivación": centralidad del ano en la constitución del sujetado continente.
Cierta organización del organismo, jerárquica e histórica, destina el ano a la exclusiva función de la excreción -y no al goce. La obsesión occidental por los usos del culo tiene olor a quemado; recuérdese el sacrificio (¿previo empalamiento?) de los sodomitas descubiertos por el ojo de Dios. Si el progresivo desplazamiento de la Teología a la Medicina como ciencia y verdad de los cuerpos ha de modificar el tratamiento, pasando por ejemplo del fuego a la inyección, no por desinfectante la histeria de sutura amenguará el picor de su insistencia, envuelta en fino, transparente látex. Así, si los argumentos sesentaochescos de Hocquenghem en Le Desir Homosexual que entendían la incansable persecución a los homosexuales a través de un trasluz esfinterial ("Los homosexuales son los únicos que hacen un uso libidinal constante del ano"), parecían, a juzgar por la inflación orgiástica del gay liberation y sus "verdaderos laboratorios de experimentación sexual" (Foucault), haber perdido, a costa del relajo, el rigor de su vigencia, el fantasma del Sida habrá, en los días de hoy, de actualizar el miedo ancestral a la mixtura mucosa, al contacto del semen con la mierda, de la perla gomosa de la vida con la abyección fecal. De reactualizar, en una palabra, el problema del culo.
"Para un gorila / no hay nada mejor / que romperle el culo / con todo mi amor": "romper el culo". O, en su defecto, "dejarse tocar el culo": la grosería chongueril -andando siempre "con el culo en la boca": si cuando digo la palabra carro, un carro pasa por mi boca, al decir culo... -insiste en posar en las asentaderas el punto de toque del escándalo (...yo no diría del deseo...) Insistencia en el chiste pesado, cuya concreción, en la "llanura del chiste" lamborghiana, desata la violencia (irresistible contar el argumento de "La Causa Justa": dos compañeros de oficina se la pasan todo el día diciéndose : "Si fuera puto, me la meterías hasta el fondo"; "si fueras puto, te acabaría en la garganta", y otras lindezas por el estilo hasta que un japonés, que nada entiende sino literalmente, presentifica, recurriendo a la piña y al cuchillo, el subjuntivo).
La producción de intensidades, afirman Deleuze y Guattari en Mil Mesetas, desafía, mina, perturba, la organización del organismo, la distribución jerárquica de los órganos en el organigrama anatómico de la mirada médica. Si a alguien se le escapa un pedo, ¿en qué medida ese aroma huele a una fuga del deseo? Si el deseo se fuga , construyendo su propio plano de consistencia, es en el plano de los cuerpos, en el estado de cuerpos del socius, que habrán de verse molecularmente las vicisitudes de esa fuga.
Resumiendo, la persecusión a la homosexualidad escribe un tratado (de higiene, de buenas maneras, de manieras) sobre los cuerpos; sujetar el culo es, de alguna manera, sujetar el sujeto a la civilización, diría Bataille, a la "humanización". Retener, contener. Y si esta obsesión anal, liga o ligamen en el lingam, pareció ante el avance de la nueva "identidad" homosexual, disiparse, es porque esta última modalidad de subjetivación desplaza hacia una relación "persona a persona" (gay/gay) lo que es, en las pasiones marginales de la loca y el chongo, del sexo vagabundo en los baldíos, básicamente una relación "órgano a órgano": pene/culo, ano/boca, lengua/ verga, según una dinámica del encaje; esto entra aquí, esto se encaja allí... La homosexualidad, condensa Hocquenghem, es siempre anal. Puto de mierda.
En el orondo deambuleo de las maricas a la sombra de los erguidos pinos, mirando con el culo -ojo de Gabes el anillo de bronce-, escrutando la pica en Flandes glandulosos, se modula, en el paso tembloroso, en la pestaña que cautiva, hilo de baba, la culebra, el collar de una cuenta a pura pérdida. Perdición del perderse: en el salir, sin ton ni son, al centro, al centro de la noche, a la noche del centro; en el andar canyengue por los descampados de extramuros; en el agazaparse -astucia de la hidra o de la hiedra- en el lamé de orín de las "teteras"; en la felina furtividad abriendo transversales de deseo en la marcha anodina de la multitud facsimilizada; si toda esa deriva del deseo, esa errancia sexual, toma la forma de la caza, es que esconde, como cualquier jungla que se precie, sus peligros fatales. Es a ese peligro, a ese abismo de horror ("Paciencia, culo y terror nunca me faltaron", enuncia el Sebregondi Retrocede), a ese goce del éxtasis -salir: salir de sí- estremecido, para mayor reverberancia y refulgor, por la adyacencia de la sordidez, por la tensión extrema, presente de la muerte, que el deambuleo homosexual (¡curiosa seducción!) el yiro o giro, se dirige de plano -aunque diga que no, aunque recule: si retrocede, llega- y desafia, con orgullo de rabo, penacho y plumero.
Busquemos un ejemplo alejado del frenesí de neón del yiro furioso: El lugar sin Límites, de Donoso. En un polvoso burdel chileno, la loca (la Manuela) se deja seducir, aún a sabiendas de su peligrosidad, por un chongo camionero, para el cual, tras intentar rehuirle, se pone su mejor vestido rojo, cuyos volados le hacen, por ensuciar irresistiblemente con su mucílago el bozo del macho, de corona y sudario. El deseo desafia -por pura intensidad- la muerte; es derrotado.
Más acá de este extremo -constante como fijo- de la ejecución final, la tentación de abismo no deja de impulsar -sus revoleos, sus ondulaciones- la nómade itinerancia de las locas. ¿No habrá algo de "salir de sí" en ese "salir a vagar por ahí", a lo que venga? La transición -imposición especular de la ley- intercepta esta fuga peregrina, y la hace aparecer como negación de aquello de que huye, disuelve (o maquilla) la afirmación intensiva de la fuga haciéndola pasar por un mero reverso de la ley. Estamos cerca y lejos de Bataille: cerca, porque en él la ley esplende como instauradora de la transgresión; lejos, porque el "desorden organizado" que la ruptura inaugura no se termina de encajar, con sus vibraciones pasionales, su pérdida en el gasto de la joya en el limo, en algún supuesto reverso de la ley -con relación a la cual afirma la diferencia de un funcionamiento irreductible.
No por ser fugas las vicisitudes de los impulsos nómades tienen que ser románticas, sino más bien lo contrario: la fuga de la normalidad (ruptura en acto con la disciplina familiar, escolar, laboral, en el caso de lúmpenes y prostitutos; quiebra de los ordenamientos corporales y, en ocasiones, incluso personológicos, etc.) abre un campo minado de peligros. Veamos el caso de los taxiboys (michés en el Brasil), practicantes de la prostitución viril, que elevan el artificio de una postura hipermasculina como certificado de chonguez, siendo esa recusa a la "asunción homosexual" demandada, por otra parte, por los clientes pederastas, que buscan precisamente jóvenes que no sean homosexuales. Entre michés, taxiboys, hustlers de Norteamérica, chaperos de España, tapins de Francia y toda la gama de vividores, lúmpenes, desterrados, fugados o simplemente confundidos, pasajeros en tránsito por las delicias del infierno, suelen reclutarse los propios ejecutores de maricas. Es como si el empeño en mantener el peso de una representación tan poderosa -el centro del machismo descansando en el miembro de un fresco adolescente-, se grabase -a la manera más del tajo de Lamborghini que del tatuaje de Sarduy- con tanta profundidad en los cuerpos, que les ritmase el movimiento. Así, Genet opone -observa Sartre-la dura rigidez del cuerpo del chongo, a la fragorosa seda de la loca: "La misma turgencia que siente el macho como el endurecimiento agresivo de su músculo, la sentirá Genet como la abertura de una flor".
El maquillado virilismo que el chonguito despliega en un campeonato de astucias libidinosas -la inflexión de la curva de la nalga, la cuidada inflación de la entrepierna, la voz que sale de los huevos..., toda esa disposición de la superficie intensiva en tanto película sensible, estaría, por así decir, "antes", o más acá, de los procedimientos de sobrecodificación que, en su nombre, se internan y funcionan. Si ese rigor marmóreo, tenso, de los músculos del chulo, es proclive a favorecer -el suave desliz de una mano en lo alto del muslo hacia las hondonadas de la sagrada gruta, o un abrazo demasiado afectuoso, o el asomo de un cierto amor...- eclosiones microfascistas, ataques a sus clientes y proveedores en los que el afán de confiscación expropiatoria no alcanza a justificar las voluptuosidades de crueldad, también se puede pensar que el microfascismo está contenido en cada gesto, en cada detalle de la mampostería masculina "normal" -de cuyo simulacro los michés extraen, para impulsarla suelta por las orgías sucesivas del mundo de la noche, una calidad libidinal, habitualmente oculta en el figurín sedentario de los adultos heteros. Machismo-Fascismo, rezaba una vieja consigna del minúsculo Frente de Liberación Homosexual. Tal vez en el gesto militar del macho está ya indicado el fascismo de las cabezas. Y al matar a una loca se asesine a un devenir mujer del hombre.

[Publicado en Fin de Siglo Nº 16, octubre 1988]



 

Todo el poder a Lady Di

[Este es el primero de los ensayos en que Perlongher escribe sarcásticamente sobre la guerra de las Malvinas. Se publicó como "Todo el poder a Lady Di. Militarismo y anticolonialismo en la cuestión de las Malvinas", en la revista feminista Persona N° 12, 1982. Perlongher escribió textos en esta pequeña revista cuya existencia irregular cubre los comienzos de las décadas del 70 y del 80, a veces bajo el seudónimo de "Víctor Bosch", como ocurrió con este ensayo.]

La historia de los grupos y personas que se opusieron a la Guerra de Malvinas aún no está contada. Néstor Perlongher, poeta y ensayista, fue uno de ellos. En plena contienda escribió este ensayo para la revista feminista Persona, pequeña publicación editada irregularmente por María Elena Oddone y de escasa tirada. ¿Cuáles son la raíces de la oposición de Perlongher a la guerra? Su aversión al militarismo, su certeza de que la ocupación de las islas sellaría a la dictadura un pasaporte al año 2000, su antiguo instinto trotskista que le sugería no pasar los acontecimientos por la criba antiimperialista y, en fin, una gran dosis de sentido común. La suya fue una voz solitaria entre el delirio al que confluyeron tanto los partidos políticos tradicionales como los grupúsculos de izquierda, desde organizaciones de exiliados hasta la ultraderecha. No había entonces audibilidad posible para sus palabras. No la hay ahora.

Resulta por lo menos irónico comprobar como la ocupación militar de las Malvinas -extendiendo a los desdichados Kelpers los rigores del estado de sitio- ha permitido a una dictadura fascistizante y sanguinaria como la Argentina agregar a sus méritos los raídos galones del antiimperialismo.

Pero esta ironía se torna cruel cuenso se ve cómo en nombre de una abstracta territorialidad, que en nada ha de beneficiarlas, las castigadas masas argentinas (o al menos considerables sectores de ellas) se embarcan en la orgía nacionalista y claman por la muerte. Es casi lógico que un estado paranoico como el argentino genere una guerra: la producción de excusas para un delirio xenofóbico que signifique un paso adelante, según la terminología de ultraderecha acuñada por la revista Cabildo, que ha venido pregonando la guerra desde hace tiempo. Paso adelante que tienda al olvido de las masacres y el saqueo, y permita mediante un ritual sacrificial, fortalecer la fuerza del Estado. Esto no es nuevo.

Pero el ansia de guerra de las masas -supremo deporte de nuestras sociedades masculinas- resulta menos fácil de entender, a no ser que se acuda a la hipótesis de un deseo de represión. Las masas desearon el fascismo, diría Reich, la naturaleza de cuyos enclaves libidinosos podría ser, en el seno de la épica militarista, la misma que lleva a un grupo cualquiera de muchachos a armar una patota.

En el plano de la retórica política, no deja de ser revelador como los opositores multipartidarios -que arrastran también a comunistas, montoneros y trotskistas (en particular el PST - Partido Socialista de los Trabajadores)- se han prestado a la puesta en escena de esta pantomima fatal, llamando no a desertar, sino a llevar aún más lejos una guerra que caracterizan de antiimperialista y que no discute el interés de las poblaciones afectadas, sino los afanes expansionistas de los Estados.
La claudicación de las izquierdas ante los delirios patrioteros de la dictadura es ya una constante: ellas se dejan llevar -como los personajes de Alejo Carpentier en El Siglo de las Luces- por el entusiasmo de las concentraciones de masas, sin percibir cuando ellas resultan en una legitimación del régimen -como en el Mundial de Fútbol de 1978- o cuando obedecen a luchas internas del gobierno con la bendición de la todopoderosa Iglesia Católica: así, en la manifestación ante el santo del trabajo en noviembre del año pasado, se vio a recoletos marxistas subir de rodillas las escaleras del templo de San Cayetano, patrono de los Desocupados, junto con un ministro militar.

En el caso del artificioso conflicto de las Malvinas, la argumentación esgrimida para justificar la claudicación ante el patriotismo fascista de la Junta Militar se inspira, vagamente, en la concepción del imperialismo de Lenin, según la cual, en caso de conflicto entre un país atrasado y uno avanzado, debíase defender al primero -como si un amo pobre fuese menos despótico que uno rico. Distinta fue, dentro del marxismo, la posición de Rosa Luxemburgo -quien en su época, negóse a defender la independencia de Polonia para no aliarse a la burguesía nacionalista polaca, contra la que, en 1920, Trotsky lanzaría el Ejército Rojo (ruso), esta vez en nombre del socialismo. El mismo Marx -con una visión no menos estatista- defendería, por su parte, la ocupación de México por los Estados Unidos, considerando que estos impondrían un capitalismo más moderno.

Por debajo de estas referencias -que apuntan a la historicidad del concepto de imperialismo- sólo un régimen como el argentino, que es, más que una dictadura de clase una dictadura de Estado, del aparato militar relativamente por encima de las clases, puede cambiar tan abruptamente sus alianzas: pasarse del bando americano al ruso. La dictadura no tenía, ante el derrumbe, otra alternativa que la guerra -y no atacó a Chile temiendo el carácter igualmente paranoico de la dictadura vecina. Cambio de alianza que puede llevar a un reagrupamiento de las fuerzas que sustentan el Estado -pero que casi seguramente, a no ser que medie una de las insurrecciones que periódicamente convulsionan a la ingobernable Argentina, apunta a fortalecerlo como tal. Y por debajo de la cual puede leerse un proceso progresivo: como la URSS, que detenta hoy el 40% del comercio exterior argentino y construye puertos y represas (suertes de Assuán latinoamericanas) va remplazando, como potencia económicamente dominante, el papel antaño ejercido precisamente por Inglaterra -dependencia activa desplazada luego por el saqueo indiferente de los yanquis. Ello puede explicar el alborozo de la izquierda -especialmente del PC, que hace años pregona un gobierno de coalición cívico-militar -ante lo que ve como un paso más en el proyecto de convertir a la Argentina en una Ukrania del Atlántico.

Decir que la movilización por la guerra sirve para vertir consignas antidictatoriales -por otra parte inconcebibles, dada la ruina del país- es por lo menos una hipocresía: ya que ellas estaban, pese a tan inconstantes voceros, desatándose antes con más claro vigor. El gobierno, aplaudido unánimemente como anticolonialista, acaba de prohibir los filmes pacifistas y las críticas antibélicas, que pueden desmoralizar a los guerreros.

La ultraburocratizada y semiclandestina CGT ha donado un día de salario, ya esmirriado, para las tropas. Y hasta la masacrada izquierda, delirante de euforia patriótica, tiene que apoyar esas medidas y otras más radicales. Así, presuntas vanguardias del pueblo revelan su verdadera criminalidad de servidores del Estado.
En medio de tanta insensatez, la salida más elegante es el humor: si Borges recomendó ceder las islas a Bolivia y dotarla así de una salida al mar, podría también proclamarse: todo el poder de Lady Di o El Vaticano a las Malvinas para que la ridiculez del poder que un coro de suicidas legitima, quede al descubierto. Como propuso alguien con sensatez, antes que defender la ocupación de las Malvinas, habría que postular la desocupación de la Argentina por parte del autodenominado Ejército Argentino.

El solo hecho de que guapos adolescentes, en la flor de la edad, sean sacrificados (o aún sometidos a las torturas de la disciplina militar) en nombre de unos islotes insalubres, es una razón de sobra para denunciar este triste sainete, que obra mediante el casamiento de los muchachos con la muerte.
 

Evita vive

Por Néstor Perlongher

Evita vive puede ser considerado un auténtico cuento maldito en la historia de la literatura argentina. Blasfemia, aguda comprensión del tema y osadía se unen en este texto que el autor fechó en 1975. Antes que en castellano se conoció en inglés, como "Evita Lives", traducido por E. A. Lacey e incluido en My deep dark pain is love, (selección de textos de Winston Leyland. Gay Sunshine Press, San Francisco, 1983). Luego se publicó en Suecia como "Evita vive", en Salto mortal Nº 8-9, Jarfalla, mayo de 1985; y al fin en Cerdos y Peces Nº 11, abril de 1987, y luego en El Porteño Nº 88, abril 1989. La publicación de este cuento en Buenos Aires causó una polémica pública de la cual se hizo cargo una nota editorial firmada por el Consejo de Redacción de la revista El Porteño ("Un mes movido") en el número de mayo, publicándose además una respuesta de Raúl Barreiros ("Evita botarate los dislates"), entonces Director de Radio Provincia de Buenos Aires. (Nota de "Prosa Plebeya"). "El cuento Evita vive (en cada hotel organizado) de Néstor Perlongher tuvo que esperar más de una década para que la extinta revista Cerdos & Peces se decidiera a publicarlo. Su título hace referencia al Movimiento de Inquilinos Peronistas de los años ´70, cuando soplaban aires bien distintos. Hoy El Porteño lo incluye en este suplemento mientras ruega a Alá para que a Perlongher y a estos redactores no les suceda lo que a Salman Rushdie" (epígrafe de El Porteño, mayo de 1989).

1.


La Revista Cerdos & Peces Nº 11, donde fue publicado por primera vez Evita vive

Conocí a Evita en un hotel del bajo, ¡hace ya tantos años! Yo vivía, bueno, vivía, estaba con un marinero negro que me había levantado yirando por el puerto. Esa noche, recuerdo, era verano, febrero quizás, hacía mucho calor. Yo trabajaba en un bar nocturno, atendiendo la caja hasta las tres de la mañana. Pero esa noche justo me peleé, con la Lelé, ay la Lelé, una marica envidiosa que me quería sacar todos los tipos. Estábamos agarrándonos de las mechas detrás del mostrador y justo apareció el patrón: "Tres días de suspensión, por bochinchera". Qué me importaba, rapidito me volví para la pieza, abro... y me la encuentro a ella, con el negro. Claro, en el primer momento me indigné, además ya venía engranada de pelearme con la otra y casi me le tiro encima sin mirarla siquiera, pero el negro –dulcísimo– me dirigió una mirada toda sensual y me dijo algo así como: "Veníte que para vos también alcanza". Bueno, en realidad, no mentía, con el negro era yo la que abandonaba por cansancio, pero en el primer momento, qué sé yo, los celos, el hogar, la cosa que le dije: "Bueno, está bien, pero ésta ¿quién es?". El negro se mordió un labio porque vio que yo había entrado en la sofocación, y a mí, en esa época, cuando me venía una rabieta era terrible –ahora no tanto, estoy, no sé, más armoniosa–. Pero en ese tiempo era lo que podía decirse una marica mala, de temer. Ella me contestó, mirándome a los ojos (hasta ese momento tenía la cabeza metida entre las piernas del morocho y, claro, estaba en la penumbra, muy bien no la había visto): "¿Cómo? ¿No me conocés? Soy Evita". "¿Evita?"–dije, yo no lo podía creer– . "¿Evita, vos?" –y le prendí la lámpara en la cara. Y era ella nomás, inconfundible con esa piel brillosa, brillosa, y las manchitas del cáncer por abajo, que –la verdad– no le quedaban nada mal. Yo me quedé como muda, pero claro, no era cosa de aparecer como una bruta que se desconcierta ante cualquier visita inesperada. "Evita, querida" –ay, pensaba yo–"¿no querés un poco de cointreau?" (porque yo sabía que a ella le encantaban las bebidas finas). "No te molestes, querida, ahora tenemos otras cosas que hacer, ¿no te parece?" "Ay, pero esperá", le dije yo, "contame de dónde se conocen, por lo menos". "De hace mucho, preciosa, de hace mucho, casi como del África" (después Jimmy me contó que se habían conocido hacía una hora, pero son matices que no hacen a la personalidad de ella. ¡Era tan hermosa!) "¿Querés que te cuente cómo fue?" Yo ansiosa, total igual tenía el encame asegurado: "Sí, sí, ay Evita, ¿no querés un cigarrillo?", pero me quedé con las ganas para siempre de enterarme de esa mentira (o me habrá mentido el negro, nunca lo supe) porque Jimmy se pudrió de tanta charla y dijo: "Bueno, basta", le agarró la cabeza –ese rodete todo deshecho que tenía– y se la puso entre las piernas. La verdad es que no sé si me acuerdo más de ella o de él, bueno, yo soy tan puta, pero de él no voy a hablar hoy, lo único que el negro ese día estaba tan gozoso que me hizo gritar como una puerca, me llenó de chupones, en fin. Después al otro día ella se quedó a desayunar y mientras Jimmy salió a comprar facturas, ella me dijo que era muy feliz, y si no quería acompañarla al Cielo, que estaba lleno de negros y rubios y muchachos así. Yo mucho no se lo creí, porque si fuera cierto, para qué iba a venir a buscarlos nada menos que a la calle Reconquista, no les parece... pero no le dije nada, para qué; le dije que no, que por el momento estaba bien, así, con Jimmy (hoy hubiera dicho "agotar la experienc ia", pero en esa época no se usaba), y que, cualquier cosa, me llamara por teléfono, porque con los marineros, viste, nunca se sabe. Con los generales tampoco, me acuerdo que dijo ella, y estaba un poco triste. Después tomamos la leche y se fue. De recuerdo me dejó un pañuelito, que guardé algunos años: estaba bordado en hilo de oro, pero después alguien, no supe nunca quién, se lo llevó (han pasado tantos, tantos). El pañuelito decía Evita y tenía dibujado un barco. ¿El recuerdo más vivo? Bueno, ella, tenía las uñas largas muy pintadas de verde –que en ese tiempo era un color muy raro para uñas– y se las cortó, se las cortó para que el pedazo inmenso que tenía el marinero me entrara más y más, y ella entretanto le mordía las tetillas y gozaba, así de esa manera era como más gozaba.

2.

Estábamos en la casa donde nos juntábamos para quemar, y el tipo que traía la droga ese día se apareció con una mujer de unos 38 años, rubia, un poco con aires de estar muy reventada, recargada de maquillaje, con rodete... Yo le veía cara conocida y supongo que los otros también, pero era un poco bobo, andaba con Jaime que se estaba picando con Instilasa y yo le tenía la goma, se lo comenté en voz baja y él me dijo algo así como: "cortála loco sabés que sí". Con los ojos en blanco, parecía hacerlo de modo impersonal. Nos sentamos todos en el piso y ella empezó a sacar joints y joints, el flaco de la droga le metía la mano por las tetas y ella se retorcía como una víbora. Después quiso que la picaran en el cuello, los dos se revolcaban por el piso y los demás mirábamos. Jaime apenas me daba un beso largo, muy suave, para eso sí que era genial, porque dos pendejos repálidos se rayaron totalmente entre lo gay y la vieja y se fueron. Pero estaban los blues en la puerta y a los cinco minutos se aparecieron todos con el subcomisario inclusive, chau loco, acá perdimos, menos mal que no había ningún menor porque Jaime había cumplido los 18 la semana pasada, pero igual loco, le habíamos pedido el rouge a Evita y estábamos casi todos pintados como puertas tipo Alice Cooper. Los azules entraron muy decididos, el comi adelante y los agentes atrás, el flaco que andaba con un bolsón lleno de pot le dijo: "Un momento, sargento" pero el cana le dio un empujón brutal, entonces ella, que era la única mujer, se acomodó el bretel de la solera y se alzó: "Pero pedazo de animal, ¿cómo vas a llevar presa a Evita?" El ofiche pálido, los dos agentes sacaron las pistolas, pero el comi les hizo un gesto que se volvieran a la puerta y se quedaran en el molde. "No, que oigan, que oigan todos –dijo la yegua– , ahora me querés meter en cana cuando hace 22 años, sí, o 23, yo misma te llevé la bicicleta a tu casa para el pibe, y vos eras un pobre conscripto de la cana, pelotudo, y si no me querés creer, si te querés hacer el que no te acordás, yo sé lo que son las pruebas". (Chau, fue un delirio increíble, le rasgó la camisa al cana a la altura del hombro y le descubrió una verruga roja gorda como una frutilla y se la empezó a chupar, el taquero se revolvía como una puta, y los otros dos que estaban en la puerta fichando primero se cagaban de risa, pero después se empezaron a llenar de pavor porque se dieron cuenta de que sí, que la mina era Evita). Yo aproveché para chuparle la pija a Jaime delante de los canas que no sabían qué hacer, ni dónde meterse: de pronto el flaco del trafic entró en el circo y se puso a gritar: "Compañeros, compañeros, quieren llevar presa a Evita" por el pasillo. La gente de las otras piezas empezó a asomarse para verla, y una vieja salió gritando: "Evita, Evita vino desde el cielo". La cosa es que los canas se las tomaron, largaron a los dos pendejos que encima se hacían muy los chetos, y ella se fue caminando muy tranquila con el flaco, diciéndole a la gente que estaba en el patio primero y después en la puerta: "Grasitas, grasitas míos, Evita lo vigila todo, Evita va a volver por este barrio y por todos los barrios para que no les hagan nada a sus descamisados". Chau loco, hasta los viejos lloraban, algunos se le querían acercar, pero ella les decía: "Ahora debo irme, debo volver al cielo" decía Evita. Nosotros nos quedamos quemando un poco más y ya nos íbamos, entonces algunas tipas nos hicieron pasar a las habitaciones para que les contáramos –las mismas que hasta hacía una hora nos habían hecho una guerra que no podía ser–. Jaime y yo les hicimos toda una historieta: ella decía que había que drogarse porque se era muy infeliz, y chau, loco, si te quedabas down era imbancable. Claro, la gente no nos entendía, pero como no estábamos haciendo laburo de base sino sólo public relations para tener un lugar no pálido donde tripear, no nos importaba. Estábamos relocos y las viejas déle coparse con el llanto, nosotros les pedimos que ese bajón de anfeta lo cortaran, sí, total, Evita iba a volver: había ido a hacer un rescate y ya venía, ella quería repartirle un lote de marihuana a cada pobre para que todos los humildes andaran superbien, y nadie se comiera una pálida más, loco, ni un bife.

3.

Si te digo dónde la vi la primera vez, te mentiría. No me debe haber causado ninguna impresión especial, la flaca era una flaca entre las tantas que iban al depto de Viamonte, todas amigas de un marica joven que las tenía ahí, medio en bolas, para que a los guachos se nos parara pronto. La cosa es que todos –y todas– sabían dónde podían encontrarnos, en el snack de Independencia y Entre Ríos. Allí el putito Alex nos mandaba, cada vez que podía, viejos y viejas, que nos adornaban con un par de palos, así después a él le hacíamos gratis el favor y no le andábamos afanando el grabador o las pilchas. De ésa me acuerdo por cómo se acercó, en un Carabela negro manejado por un mariconcito rubio, que yo ya me lo había garchado una vez en el Rosemarie. Con las pibas estábamos haciendo pinta junto al puesto de flores, así que me llamó aparte y me dijo: "Tengo una mina para vos, está en el coche." La cosa era conmigo, nomás. Subí.
"Me llamo Evita, ¿y vos?" "Chiche", le contesté. "Seguro que no sos un travesti, preciosura. A ver, ¿Evita qué?". "Eva Duarte", me dijo "y por favor, no seas insolente o te bajás". "¿Bajarme?, ¿bajárseme a mí?", le susurré en la oreja mientras me acariciaba el bulto. "Dejáme tocarte la conchita, a ver si es cierto". ¡Hubieras visto cómo se excitaba cuando le metí el dedo bajo la trusa!
Así que fuimos al hotel de ella; el putito quiso ver mientras me duchaba y ella se tiraba en la cama. También, con el pedazo que tengo, hacen cola para mirarlo nomás. Ella era una puta ladina, la chupaba como los dioses. Con tres polvachos la dejé hecha y guardé el cuarto para el marica, que, la verdad, se lo merecía. La mina era una mujer, mujer. Tenía una voz cascada, sensual, como de locutora. Me pidió que volviera, si precisaba algo. Le contesté no, gracias. En la pieza había como un olor a muerta que no me gustó nada. Cuando se descuidó abrí un estuche y le afané un collar. Para mí que el puto Francis se dio cuenta, pero no dijo nada. Cuando me lo terminé de garchar me dijo, con la boca chorreando leche: "Todos los machos del país te envidiarían, chiquito; te acabás de coger a Eva". Ni dos días habían pasado cuando llego a casa y me encuentro a la vieja llorando en la cocina, rodeada por dos canas de civil. "Desgraciado –me gritó–. ¿Cómo pudiste robar el collar de Evita?"
La joya estaba sobre la mesa. No la había podido reducir porque, según el Sosa, era demasiado valiosa para comprarla él y no me quería estafar. Los de Coordina no me preguntaron nada: me dieron una paliza brutal y me advirtieron que si contaba algo de lo del collar me reventaban. De esa esquina y del depto de los trolos los vagos nos borramos. Por eso los nombres que doy acá son todos falsos.

El cadáver

¿Por qué no entré por el pasillo?
Qué tenía que hacer en esa noche
a las 20.25, hora en que ella entró,
por Casanova
donde rueda el rodete?
Por qué a él?
entre casillas de ojos viscosos,
de piel fina
y esas manchitas en la cara
que aparecieron cuando ella, eh
por un alfiler que dejó su peluquera,
empezó a pudrirse, eh por una hebilla de su pelo
en la memoria de su pueblo

Y si ella
se empezara a desvanecer, digamos
a deshacerse
qué diré del pasillo, entonces?
Por qué no?
entre cervatillos de ojos pringosos,
y anhelantes
agazapados en las chapas, torvos
dulces en su melosidad de peronistas
si ese tubo?
Y qué de su cureña y dos millones
de personas detrás
con paso lento
cuando las 20.25 se paraban las radios
yo negándome a entrar
por el pasillo
reticente acaso?
como digna?
Por él,
por sus agitados ademanes
de miseria
entre su cuerpo y el cuerpo yacente
de Eva, hurtado luego,
depositado en Punta del Este
o en Italia o en el seno del río
Y la historia de los veinticinco cajones
Vamos, no juegues con ella, con su muerte
déjame pasar, anda, no ves que ya está muerta!
Y qué había en el fondo de esos pasillos
sino su olor a orquídeas descompuestas,
a mortajas,
arañazos del embalsamador en los tejidos
Y si no nos tomáramos tan a pecho su muerte, digo?
si no nos riéramos entre las colas
de los pasillos y las bolas
las olas donde nosotras
no quisimos entrar
en esa noche de veinte horas
en la inmortalidad
donde ella entraba
por ese pasillo con olor a flores viejas
y perfumes chillones
esa deseada sordidez
nosotras
siguiéndola detrás de la cureña?
entre la multitud
que emergía desde las bocas de los pasillos
dando voces de pánico
Y yo le pregunté si eso era una manifestación o un entierro
Un entierro, me dijo
entonces vendría solo
ya que yo no quería entrar por el pasillo
para ver a sus patas en la mesa de luz,
despabilando
Acaso pensé en la manicura que le aplicó el esmalte Revlon?
O en las miradas de las muchachas comunistas,
húmedas sí, pero ya hartas
de tanta pérdida de tiempo:
ellas hubieran entrado por el pasillo de inmediato
y no se hubieran quedado vagando por las adyacencias
temiendo la mirada de un dios ciego
Una actriz –así dicen–
que se fue de Los Toldos con un cantor de tangos
conoce en un temblor al General, y lo seduce
ella con sus maneras de princesa ordinaria
por un largo pasillo
muerta ya

Y yo
por temor a un olvido
intrascendente, a un hurto
debo negarme a seguir su cureña por las plazas?
a empalagarme con la transparencia de su cuerpo?
a entrar, vamos por ese pasillo donde muere
en su féretro?
Si él no me hubiera dicho entonces que está solo,
que un amigo mayor le plancha las camisas
y que precisaría, vamos, una ayuda
allá, en Isidro
donde los terrenos son más baratos que la vida
lotes precarios, si, anegadizos
cerca de San Vicente (ella
no toleraba viajar a San Vicente
quiso escapar de la comitiva más de una vez
y Pocho la retuvo tomándola del brazo)
Ese deseo de no morir?
es cierto?
en lugar de quedarse ahí
en ese pasillo
entre sus fauces amarillas y halitosas
en su dolor de despertar
ahí, donde reposa,
robada luego,
oculta en un arcón marino,
en los galeones de la bahía de Tortuga
(hundidos)
Como en un juego, ya
es que no quiero entrar a esa sombría
convalecencia, umbría
–en los tobillos carbonizados
que guarda su hermana en una marmita de cristal–
para no perder la honra, ahí
en ese pasillo
la dudosa bondad
en ese entierro.

Mme. S.

Ataviada de pencas, de gladíolos: cómo fustigas, madre, esas escena
de oseznos acaramelados, esas mieles amargas como blandes
el plumero de espuma: y las arañas: cómo
espantas con tu ácido bretel el fijo bruto: fija, remacha y muele:
muletillas de madre parapléxica: pelvis acochambrado, bombachones
de esmirna: es esa madre la que en el espejo se insinúa ofreciendo
las galas de una noche de esmirna y bacarat: fija y demarca: muda
la madre que se ofrece mudándose en amante al plumereo, despiole
y despilfarro: ese desplume
de la madre que corre las gasas de los vasos de whisky en la mesa
ratona: madre y corre: cercena y garabato: y gorgotea:
pende del
cuello de la madre una ajorca de sangre, sangre púbica, de plomos
y pillastres: sangre pesada por esas facturas y esas cremas que
comimos de más en la mesita de luz en la penumbra de nuestras
muelles bodas: ese borlazgo: si tomabas mis bolas como frutas de un
elixir enhiesto y denodado: pendorchos de un glacé que te endulzaba:
pero era demasiado matarte, dulcemente: haciéndome comer de esos
pelillos tiesos que tiernos se agazapan en el enroque altivo de mis
muslos, y que se encaracolan cuando lames con tu boca de madre las
cavernas del orto, del ocaso: las cuevas;
y yo, te penetraba?
pude acaso paranne como un macho ebrio de goznes, de tequilas
mustio,
informe, almibararme, penetrar tus blonduras de madre que se ofrece,
como un altar, al hijo - menor y amanerado? adoptar tus alambres de
abanico, tus joyas que al descuido dejabas tintinear sobre la mesa.
entre los vasos de ginebra, indecorosamente pringados de ese rouge
arcaico de tus labias?
cual lobezno lascivo, pude, alzarme,
tras tus enaguas, y lamer tus senos, como tú me lamías los pezones
y dejabas babeante en las tetillas - que parecían titilar -
el ronroneo
de tu saliva rumorosa? el bretel de tus dientes?
pude madre?
como un galán en ruinas que sorprende a su novia entre
las toscas braguetas de los estibadores, en los muelles, cuando
laxa desova, en los botones, la perfidia a él guardada? ese lugar
secreto y púbico? cómo entonces tomé esa agarradera, esos tapires
incrustados con mangos de magnolia, aterciopeladamente sospechosos
y sosteniendo con mi mismo miembro la espuma escancorosa de tu
sexo,
descargar en tu testa? Sonreías borlada entre las gotas de semen de
los estibadores que en el muelle te tomaban de atrás y muellemente:
te agarre: qué creías?

[En el poema Perlongher hace referencia a Cristina Silvia Schoklender, víctima de un macabro hecho policial en 1981]


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