ZONA
LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“Ungaretti era tan discreto como intenso, y más
bien un poco cascarrabias”
Entrevista a Rodolfo Alonso por Rolando Revagliatti
Rodolfo Alonso nació el 4 de octubre de 1934 en la ciudad de Buenos Aires, la
Argentina, y reside en Olivos, provincia de Buenos Aires. Entre 1954 y 2015
publicó más de veinte poemarios: “Salud o nada”, “El músico en la máquina”, “El
jardín de aclimatación”, “Gran Bebé”, “Entre dientes”, “Hablar claro” (Premio
Fondo Nacional de las Artes), “Hago el amor” (con prólogo de Carlos Drummond de
Andrade), “Guitarrón”, “Música concreta” (Segundo Premio Nacional de Poesía),
“El arte de callar” (Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín,
Colombia), “Poemas pendientes” (con prólogo de Lêdo Ivo, Alción Editora,
Córdoba, Argentina, en 2012, y Universidad Veracruzana, Xalapa, México, en
2013), “En el aura de Saer”, “A flor de labios”… Éstos son los títulos de
algunas de las antologías de su obra poética: “Poemas escogidos” (con prólogos
de Milton de Lima Sousa y Daniel Samoilovich, en España, 1992, Segundo Premio
Regional de Literatura), “Antología poética” (Fondo Nacional de las Artes,
1996), “Poesía junta” (con prólogo de Juan Gelman, en Cuba, 2009). Y han sido (o
están siendo) editados en otros idiomas los volúmenes “Elle, soudain” (con
prólogo y traducción de Fernand Verhesen, en colaboración con Roger Munier y
Jean A. Mozoyer, en Francia, 1999), “Antologia pessoal” (bilingüe, con
traducciones de José Augusto Seabra, Anderson Braga Horta y José Jeronymo
Rivera, en Brasil, 2003), “Il rumore del mondo” (bilingüe, con selección y
traducción de Sara Pagnini y prólogo de Juan Gelman, en Italia, 2009), “Cheiro
de choiva” (en idioma gallego, en España, en prensa), “L’art de se taire” (con
traducción de Bernardo Schiavetta, en Francia, en prensa), “The art of keeping
quiet” (con selección y traducción de Katherine Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez,
en Inglaterra, en prensa), “Entre les dents” (con traducción de Jacques Ancet,
prólogo de Juan Gelman, Francia, en preparación), etc. En el género ensayo
destacamos “Poesía: lengua viva” (1982, Mención Especial en el Premio Nacional
de Ensayo), “No hay escritor inocente” (1985, Segundo Premio Municipal de
Ensayo, y otras distinciones), “La voz sin amo” (con prólogo de Héctor Tizón,
2006, Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Dos
son sus libros de narrativa: “El fondo del asunto” (1989) y “Tango del gallego
hijo” (España, 1995). Tradujo a innumerables autores de habla francesa,
italiana, portuguesa y gallega. Le concedieron, entre otros, el Premio Nacional
de Poesía, la Orden “Alejo Zuloaga” de la Universidad de Carabobo (Venezuela),
el Premio Konex de Poesía, las Palmas Académicas de la Academia Brasileña de
Letras, el Premio “Rosa de Cobre” de la Biblioteca Nacional.
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1
– En una oportunidad declaraste: “Ni mi infancia ni mi adolescencia fueron
agradables, sino más bien lo contrario.” En varias ocasiones hiciste referencia
a tu timidez.
RA – Toda memoria es precisa e injusta, a la vez. ¿Recordamos o somos
recordados, acaso, por ese mismo recordar? Como hijo mayor de inmigrantes
gallegos, ambos de linaje campesino, a mí me tocó enfrentar solo, por mi cuenta,
sin apoyo de nadie, a la inmensa Babel que era entonces Buenos Aires. La fui
descubriendo a tropezones, y la recuerdo por fragmentos. El asombro de la
primera lluvia, del primer granizo, el asombro de los primeros libros
(descubiertos en librerías de lance), el primer Arlt, el primer Vallejo, ¡el
primer Macedonio! Y el tango, el tranvía, la radio, el cine. Y el lenguaje
popular, coloquial. Y los matices extranjeros. ¡La canción! Sólo mucho después
percibí que mi infancia fue bilingüe, lo que trae consecuencias. Y a la vez como
dos infancias simultáneas: la metrópoli que me tocaba descubrir, y la memoria de
la aldea de montaña y la pequeña ciudad junto al mar de que aún hablaban
entonces mis padres.
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Rodolfo Alonso con su madre, 1935 |
Rodolfo Alonso en Lisboa con Fernando Pessoa, 2010
2 – ¿Cómo fue cursar tu bachillerato más o menos entre 1947 y 1951 en el
prestigioso y exigente Colegio Nacional de Buenos Aires?
RA – No por su culpa, claro, mi padre llegó aquí sólo con segundo grado de la
primaria. Y aquí la terminó, por voluntad propia, en horario nocturno. Pero
venía con sus libros. Y a algunos, como “Don Quijote de la Mancha” o nuestro
“Juan Moreira”, los había interiorizado de tal manera, los había hecho carne de
tal modo, que sus relatos de ello eran tan vívidos como para contagiarle a uno
su sensación de haberlos visto, actuantes, palpables. Fue mi padre el que eligió
el Colegio Nacional de Buenos Aires. Por mi parte, siempre tuve (y tengo) terror
a los exámenes, a la idea misma de examen. Y no sé cómo logré atravesar, no sólo
la primaria sino todo el bachillerato (que incluía seis años de latín), sin
habérmelo propuesto y sin que pudiera aún hoy explicar cómo lo hice, sin rendir
ningún examen por mis buenas notas y alcanzando incluso galardones. ¿Puede el
miedo empujarnos a tanto? ¿Quién era yo, quién era ese que hacía (si es que se
puede decir hacía) todo eso? Todavía me lo pregunto. Como era previsible, frente
a la primera mesa de examen para la carrera de Arquitectura, en la UBA, me di
vuelta y me fui, para ya no volver. En Filosofía y Letras fue peor: sólo logré
asistir a una clase de Raúl Castagnino sobre “El discípulo”, de Ralph Waldo
Emerson.
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Rodolfo Alonso con Giuseppe Ungaretti en
Buenos Aires, 1967 - Foto E.L. Bianco
3 – Durante seis años dirigiste en tu juventud un par de revistas de gran
tirada.
RA – A mitad de ese bachillerato, no sé bien cómo me animé, la noche antes de
cumplir mis 17 años, me advierto convertido en el más joven de una revista de
vanguardia: “poesía buenos aires”. Y ya un poco desde antes, pero sobre todo
desde allí, comienzan a sucederse acciones tan espontáneas e inesperadas como
simultáneas, en muy poco tiempo y a la vez. Me descubro escribiendo y publicando
poemas, traduciendo de varios idiomas, amigo de pintores, músicos, escultores,
arquitectos, cineastas, y otros artistas e intelectuales decididamente modernos,
participando en el recién creado Departamento de Cultura de la Universidad de
Buenos Aires (donde todo eso se multiplica y se potencia), haciendo cine, radio,
ediciones, y un paso fugaz -y definitivo- por la redacción publicitaria, con la
que nunca me involucré. Y de la que me salvó para siempre contestar un aviso de
trabajo, así, sin antecedente alguno en periodismo, sólo por mi curriculum
literario y principalmente por mis varios idiomas: me transformo en el
subdirector (a cargo de la dirección, acéfala) de la exitosa revista “Claudia”
de la editorial Abril. A la que casi convertí en una revista de arte y de
literatura, lo que también acontecería con la segunda dirección, encomendada por
la editorial Atlántida, de su flamante revista “Karina”.
4 – Tendrías treinta y tres años cuando lanzaste el sello Rodolfo Alonso Editor,
hasta el año -1976- en el que se produjo el último golpe cívico-militar en estas
orillas. Y de inmediato o casi de inmediato proseguís con el sello Editorial
Rodolfo Alonso, hasta 1988.
RA – Al mismo tiempo que iba ocurriendo lo anterior, a los veintitrés o
veinticuatro años, creí haber formado una familia. Habiendo concluido por
decisión de la empresa la etapa de “Karina”, me encontré ante una doble
situación: la necesidad de mantener a los míos, y mi experiencia más bien ligada
con el arte y la poesía. Siempre estuve entre libros, ya desde niño, y como
persistía el extra de seis meses por el despido como periodista, pensé en
hacerme editor. Para lo cual sólo se me ocurrió ir visitando, y a veces
consultando, a todos los integrantes de la cadena: imprentas, linotipias,
papeleras, encuadernación, distribuidoras, librerías. Lo mío nunca fue una
empresa propiamente dicha, sino más bien una actividad de artesano, individual y
múltiple, casi sin empleados. El resultado fueron más de 250 títulos diferentes,
muchos de ellos varias veces reeditados, y que se ha ido convirtiendo en una
referencia “de culto”, con ejemplares buscados y rebuscados por coleccionistas y
bibliófilos, en todo el ámbito de la lengua. ¿Algunos autores?: Marqués de Sade,
Jacobo Fijman, Carlos Marx y Federico Engels, Alfred Jarry, Leopold von Sacher-Masoch,
Herman Melville, Leda Valladares, Sigmund Freud, Giacomo Casanova, Bram Stoker,
Adriana Civita, Aristófanes, Vladimir Propp, Albert Einstein, Alina Diaconu,
Marcel Schwob, Lucio V. Mansilla, Mary Schelley, Enrique Blanchard, Jean
Cocteau, Francisco (Pancho) Muñoz, Georges Brassens, Errico Malatesta, Jacques
Prévert, Perla Chirom, León Trotsky, Alonso Barros Peña, Ambrose Bierce, Rodolfo
Modern…
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5 – Además de ese texto casi poético para el multipremiado documental de
Humberto Ríos que se tituló “Faena”, ¿cuáles otros guiones para cine escribiste?
RA – Vamos a ver si me acuerdo de todos. Son cortos o medio metrajes, como
“Crónica en Maciel”, de Víctor Iturralde; “Fiesta en Sumamao” y “La ciudad
universitaria”, de Aldo Luis Persano; “De vuelta a casa”, de Ricardo Becher. Se
trataba del promisorio “nuevo cine argentino”, otro de los muchos
emprendimientos culturales ahogados por la dictadura de Onganía. Justo cuando
estábamos por filmar el primer largometraje, “Tierra roja”, basado en cuentos de
Horacio Quiroga y con tres equipos de trabajo, cada uno con su director y
guionista. Pero no pudo ser. Siempre amé el cine, nací en el cine, ese
“instrumento de poesía”, como tan bien lo definió Luis Buñuel.
6 – ¿Y los volúmenes ilustrados, tu quehacer a partir de las artes visuales?
RA – Como ya dije, me encontré conviviendo con artistas plásticos. Para cuyas
exposiciones me fueron pidiendo prólogos, textos, presentaciones. Mi tercer
libro, “El músico en la máquina”, es fruto de una invitación del escultor Libero
Badii, que quería editar sus dibujos con mis poemas. De allí nació una profunda
y duradera amistad, que testimonian cerca de ocho o nueve ediciones de arte para
bibliófilos, en las cuales seguimos unidos. Otro de mis primeros libros, “El
jardín de aclimatación”, editado por Julio Llinás, lleva tres dibujos de
Clorindo Testa. Y el sexto, “Entre dientes”, cuenta con diseño gráfico y un
dibujo de Alfredo Hlito. Y me convocan para colaborar en el prestigioso y
ejemplar suplemento literario del diario tucumano “La Gaceta”, donde se
publicaron durante décadas mis poemas, en ocasiones acompañados con
ilustraciones de Josefina Robirosa, Isaías Nougués, Juan Batlle Planas, Juan
Lanosa, Raúl Alonso, Juan Grela, Miguel Ocampo, y otros. El Instituto Torcuato
Di Tella me invitó a prologar su Primer Premio Internacional de Pintura. Mi
libro “Hablar claro” lleva portada de Rogelio Polesello y cinco dibujos de
Rómulo Macció. Y “Señora Vida”, un trabajo de Guillermo Roux. En fin, no fue
sino mantener viva una fecunda y bella tradición que venía de los grandes poetas
y artistas de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, es decir modernos y
de vanguardia.
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Rodolfo Alonso con Claudio Magris en La Habana, 2006
| Rodolfo Alonso con Juan Gelman en Medellín, 1994
7 – Estás dirigiendo la colección La Gran Poesía, con
el auspicio de la Editorial Universitaria de Villa María, en nuestra provincia
de Córdoba
RA – Es un emprendimiento que me propuso, estando en Xalapa (México), el sello
Eduvim, o “la Eudeba del interior”, como suelen llamarla. Me ofrecieron dirigir
una colección y, de inmediato, les dije que se iba a llamar La Gran Poesía, que
íbamos a recuperar y volver a poner en circulación, en ediciones cuidadas y
bilingües, los maestros de la modernidad y de la auténtica vanguardia original.
A los pocos meses ya estábamos lanzando los primeros títulos. Hasta el momento
han aparecido antologías bilingües de Charles Baudelaire (“Mi bella tenebrosa”),
Dino Campana (“Cantos órficos”) y Guillaume Apollinaire (“La razón ardiente”).
Está por aparecer otra de Emily Dickinson (“La joven asesina”), con la cual
comenzamos a reeditar las traducciones de Raúl Gustavo Aguirre. Y esperan turno
Miguel Hernández, “Lluvia oblicua”, dos tomos de poesía portuguesa de los siglos
XIX y XX, César Vallejo, un volumen de poesía francesa moderna, “Airiños,
airiños aires” de Rosalía de Castro, Ricardo Molinari, todo lo que queda de Safo
de Lesbos, en versiones de Oscar Andriueu…
8 – La Universidad de Princeton se hizo cargo de tu archivo personal y está en
proceso de catalogación.
RA – El interés vino por un colega amigo, ex profesor allí. Y las cláusulas me
parecieron aceptables. También contribuyó un poco a decidirme el hecho de que ya
estuvieran viejos y queridos amigos, como Juan José Saer, por ejemplo. No sólo
lo conservarán en las mejores condiciones, sino que cuando concluyan la
catalogación de ambos archivos, epistolar y fotográfico, la misma estará a
disposición de todo el mundo. La información, porque para consultar algo hay que
hacerlo personalmente allí. A mí sí me enviarán reproducción de lo que quiera, y
ya he tenido buenos ejemplos de ello. De hecho, el listado me resultará útil
incluso a mí: llegaría a ser tarea ímproba ubicar nada aquí, por mi cuenta.
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Rodolfo Alonso con Fernando Arrabal en Monterrey, 2008
| Rodolfo Alonso con Francisco Madariaga y Julio Llinás,
circa 1998
9 – He leído un par de veces tu primer libro de narrativa (y supongo que tu otro
libro, editado en España, debe ser inhallable). ¿Tenés textos inéditos
suficientes en este género con los que preveas conformar un tercer volumen?
RA – No, me temo que esa fuente (que siempre me costó) se ha secado. Lo que no
quita que, como desde un comienzo, la mayoría de mis libros incluyan poemas en
prosa. Que no son directamente narraciones, por supuesto. Sobre todo en “El
fondo del asunto”, fue la única vez que me PROPUSE sentarme a escribir. Y le
fijé incluso un horario: las mañanas. Me costó, insisto, sentí como si me
estuviera forzando. Y el resultado fue magro, un libro breve. El segundo, “Tango
del gallego hijo”, fluyó con menor dificultad. Quizás porque es en gran medida
autobiográfico, como un volumen de casi memorias. No creo que me surja, o lo
intente, por tercera vez. Ya pagué mi precio. ¿Pero quién puede estar seguro?
10 – En “Una temporada con Lacan” de Pierre Rey, leo: “La cultura es la memoria
de la inteligencia de los otros.” Y unos párrafos después cita a Levi-Strauss:
“El día en que comprendí que tesis, antítesis y síntesis eran el fundamento de
la Universidad, me fui de la Universidad.” Vos también, precozmente, huiste de
la Universidad.
RA – Sería insensato que me atreviera a evaluar la vida universitaria tan sólo
en base a mis fobias. Al menos soy consciente de eso. Y también que me perdí
algunos beneficios invalorables: aprender griego clásico, leer con un poco más
de orden, conocer gente valiosa. Muy valiosa, me animaría a decir. Porque me
correspondía haber conocido la UBA en su mejor etapa reformista, desde 1955
hasta el siniestramente eficaz golpe militar de Onganía. Cuya ominosa dictadura constituyó un cercenamiento feroz y profundo para nuestra vida cultural, que
nunca volvió a ser la misma.
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11 – Después de la página 336 del volumen “El movimiento Poesía Buenos Aires
(1950-1960)” (Editorial Fraterna, 1979), en la siguiente, sin numeración, se
reproducen seis fotografías, y en una se te advierte conversando (no posando)
con Giuseppe Ungaretti en 1967.
RA – Siendo muy pero muy joven, Aldo Pellegrini me encargó (para su legendaria
colección Los Poetas, de Fabril Editora) seleccionar, prologar y traducir,
primero a Pessoa, absolutamente desconocido hasta ese momento, incluso en
Portugal. Y luego a otro grandísimo poeta, Giuseppe Ungaretti. En ambos libros,
cosa hoy inimaginable, y sin la más mínima publicidad, la repercusión fue tan
enorme, en todo el ámbito de nuestra lengua, que hubo que hacer reediciones
sucesivas. Y hasta se dio el caso de ediciones piratas. Todavía hoy, aquí y
allá, en los más diversos países, me sorprenden recordando y mostrándome
aquellos volúmenes. (Que no hace mucho fueron reeditados bellamente aquí, en la
excelente editorial Argonauta, justamente del hijo de Aldo, Mario Pellegrini.)
En 1967, mientras dirigía “Claudia”, me entero que Ungaretti estaba en Buenos
Aires. Felizmente superé mi habitual timidez, y fui a buscarlo en un cóctel.
Estuvo muy afectuoso, me invitó a sentarme a su lado y, mientras charlábamos,
sin que yo lo advirtiera, un fotógrafo amigo nos enfocó espontáneamente, por su
cuenta. De allí esa foto inolvidable. E imprevista. Estuvo en casa, con pocos
invitados, conversamos y me dedicó (con tinta verde) un libro que conservo. Era
tan discreto como intenso, y su carácter era más bien un poco cascarrabias. Pero
conmigo fue muy dulce. Sigue siendo uno de los grandes recuerdos de mi vida.
Como el de haber estado con Saint-John Perse, Juan L. Ortiz, Oliverio Girondo.
![](img/rodolfo-alonso-8.jpg)
Rodolfo Alonso con Francisco Urondo, Juan L. Ortiz y Hugo Gola en
Paraná, circa 1956
12 – En París, a través de Éditions Gallimard, se
publicó con prefacio a tu cargo “Correspondance (1952-1983)”, la correspondencia
entre René Char (1907-1988) y Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983).
RA – La generosidad abierta y la amistad franca que me dispensó Raúl Gustavo
Aguirre, fueron fundamentales para mí. Tanto como el grupo mismo que entonces lo
rodeaba, y el aire de fraternidad y de exigencia que se vivía en “poesía buenos
aires”. Movimiento que si bien renovó de fondo lo estético, tuvo un eje
principal en la ética, en la dignidad de la poesía. En octubre de 2013 conocí a
la viuda de René Char, mi querida amiga Marie-Claude. Ella traía consigo las
cartas que Raúl intercambiara con Char durante treinta años, en absoluta
discreción, casi secreta, incluso para nosotros, sus íntimos. Y me pidió que
buscara las cartas de su marido. Fue una cadena de prodigios, y finalmente las
encontré. A los pocos meses, en abril de 2014, Gallimard presentaba el volumen
en París, incluyendo el prólogo que me habían solicitado especialmente. Creo que
Edhasa lo va a publicar en castellano este año, porque además ellos también me
pidieron un epílogo.
13 – Además, en Francia y la Argentina, con tu prólogo y versión castellana,
publicaron “La lumière et les cendres / Milonga pour Juan Gelman” y “Las cenizas
y la luz / Milonga para Juan Gelman” de Jacques Ancet.
RA – Fue algo conmovedor, muy hondo. Jacques Ancet no sólo es un gran poeta y el
traductor de Juan Gelman, quien nos puso en contacto, sino el autor de las
mejores versiones en francés de las voces más altas de nuestra lengua: San Juan
de la Cruz o Quevedo, por ejemplo. En los primeros días de 2014 me hizo llegar
ese texto largo de treinta y cinco breves cantos, que comenzó a escribir el día
antes de la muerte de Juan, de quien, como yo, era muy amigo. Desolados los dos
por la irreparable pérdida, y tocado por la belleza y la transida humanidad de
esos versos, así como su recuperación de estructuras tradiciones y de riquezas
inventivas de la vanguardia, pronto aceptó mi inmediata sensación de
traducirlos. Y así comenzó un intercambio vertiginoso, que superó las doce
versiones, prácticamente al mismo tiempo, que Jacques iba escribiendo. Nos
descubrimos de pronto inmersos en una tarea a cuatro manos que, al encontrarnos
con las citas y alusiones de la poesía de Juan, que incluía, nos hizo percibir
que de algún modo estábamos haciéndolo con él, como a seis manos. Mi prólogo:
“Con Juan, sin Juan / (In)certidumbres de un traductor”, está transido,
atravesado también por todo eso.
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Rodolfo Alonso con Lêdo Ivo y Juan Gelman, México, 2008 - Foto
Javier Narváez
14 – “…hay poetas que no puedo traducir. ¡Están tan encarnados en la lengua!”,
confesaste alguna vez. ¿A que poetas preferiste abstenerte de traducir?
RA – No acepté traducir a Bertolt Brecht del italiano. Considero que la
traducción de cada poeta debe ser intentada de su propia lengua. (Además no sé
alemán, y la única vez que me encontré encarando eso fue porque, cuando todos
éramos tan jóvenes, Klaus Dieter Vervuert vino especialmente a proponérmelo,
aceitó todos mis reparos y se avino a compartir una larga, larguísima labor.)
Tampoco acepté traducir a Leopardi. Ni a Mallarmé, de quien me propusieron su
poesía completa. Aduje que hubiera necesitado varias vidas. La gran poesía, la
poesía lograda, encarnada como un ser vivo en su lengua, es intraducible. Ya lo
manifestaron Dante, Cervantes, Auden, Vallejo, Unamuno, Valéry, Mastronardi y
otros mil. Pero, al mismo tiempo, es irresistible la tentación de intentarlo.
Por eso pido siempre que las ediciones sean bilingües. Para que se tenga al
lado, y bien a la vista, el original.
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15 – ¿Te ha sucedido en tu transcurrir de traductor, que pasado algún tiempo de
la difusión de uno o más poemas de un determinado autor, hayas decidido
modificar aquellas versiones, abolirlas, y publicar, o procurar que vuelvan a
publicarse, las nuevas?
RA – No sólo con la traducción, también con lo de uno mismo. Un poema se
abandona, como bien dijo Valéry, no se concluye. Me pasó desde siempre, pero
cada vez más a menudo. Cuando veo el libro publicado no puedo dejar de percibir
y anotar posibles variantes. Un nítido ejemplo es Cesare Pavese. Me encargaron
sus dos libros en mi juventud, y pasaron varias décadas sin que dejara de sentir
e intentar, de “oír” nuevas versiones. Y a pesar de que se reeditó hace poco, no
puedo abstenerme de seguir haciéndolo. Perdoná que deba volver a Valéry, pero
nadie lo dijo tan claro como él: el poema es “una prolongada oscilación entre el
sonido y el sentido”. Y esa oscilación está en el habla coloquial, de cada día,
en el lenguaje que todos usamos, no sólo al escribir.
![](img/rodolfo-alonso-11.jpg)
Con María Elena Walsh y Josefina Robirosa, 1998 - Foto Sara Facio | Con Ramiro de Casasbellas, Jorge Carrol, Raúl Gustavo
Aguirre y N. Espiro, 1952
16 – ¿Un apunte respecto de leer poesía en voz alta?
RA – Sentí que alguien había escrito lo que yo intuía cuando leí estas palabras
de Sándor Márai: “La voz es el alma.” Leer poesía en voz alta es una prueba de
fuego, para el poeta y para quien la lee. Y peor si son el mismo.
17 – ¿Proyectos?
RA – Después de “A flor de labios”, donde aparecen mis poemas de los últimos
años, los más recientes, hay algunos atisbos de poemas que he ido anotando, casi
a escondidas de mí mismo. Veremos si conducen a algo, si cuajan, si se
sostienen. Uno por uno, claro. Ya tenía elementos preparados, pero acabo de
terminar algo que creí me iba a resultar más arduo: “El uso de la palabra”,
poesía reunida de 1956 a 1983, que reedita seis libros. Tengo que juntar coraje
y volver a encarar una antología, por supuesto bilingüe, de René Char, que
debería pulir, pulir, pulir… Y como siempre, hay demasiadas ideas, demasiados
atisbos, demasiados proyectos abandonados que se resisten a morir, como la
viejísima pero cada vez más empeñosa, casi irrealizable tentación de preparar un
volumen sólo con las citas que me he visto obligado a marcar, a señalar, que me
han tocado, casi siempre a fondo, desde mi adolescencia hasta hoy. Y pueden ser
miles, me temo. Aunque quizá exagere. Es demasiado trabajo, realmente. Pero
nunca me disgustó el trabajo.
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Rodolfo Alonso selecciona para acompañar esta entrevista, en febrero de 2015,
siete poemas de su autoría:
DAR DE BEBER
sometidos a tan vasto encubrimiento
a tal golpe de suerte
un hombre muere una frontera se propaga
sosteniendo hasta el fin un día de olas
(“Salud o nada”, 1952-1954)
*
LA VOZ TOMADA
Cuando se quiebre la lengua del amor, nos quedará todavía esta palabra ronca.
Cuando no pueda decir, volverá todavía a mi garganta el eco de tu cuerpo.
(“El músico en la máquina”, hacia 1956)
*
ELLA DE PRONTO
Vuelvo a caer en tus redes.
En el viento bajo del orgullo, en la marea del odio, vuelvo a desconocerte.
A rodar sin perdón hacia tu belleza fácilmente aceptable.
Vuelvo a caer en la dura nostalgia.
En tus pantanos ágiles.
En el olor inmortal que te oscurece y te entrega al hombre que canta en medio
del peligro.
(“El jardín de aclimatación”, 1954-1956)
*
HIROSHIMA MON AMOUR
una mujer desciende envuelta en desesperado orgullo del aire de su casa
como hija de la lástima feroz de la furia pequeña provincial
el mundo contento arde quieto a su alrededor
canta en el interior de esa mujer el mundo como una boca de fuego
un hombre lejano la contempla con ojos de desesperado amor
ese hombre es otros hombres es el mismo amor cantando para sobrevivir
el mundo contento arde veloz a su alrededor
canta en el interior de ese hombre el mundo como una boca de fuego
cuando la palabra amor no tenga necesidad de ser pronunciada
amor en todos los cuerpos desesperados ardiendo tranquilos
el mundo contento como una boca de fuego
una mujer y un hombre lentamente a su alrededor
(“Hablar claro”, 1959-1963)
*
DÉJÀ VU
Una mujer se desnuda en mi memoria
mientras afuera resplandece la ciudad
o llueve y hace frío
Una mujer lava su pelo negro con el agua de mi infancia
una distancia va formándose
Su piel es lenta y fresca como la mañana que acaricia
su voz se hace lejana
Una mujer me alcanza
el primer seno descubierto
el primer seno acariciado
Mientras adentro resplandece la memoria
(“Hago el amor”, 1963-1967)
*
BAJO LA MÚSICA
Música sobre las circunstancias, música sobre el callado dolor o el gran dolor,
música sobre las cicatrices, sobre el vientre exangüe, sobre lo que ha de ser y
lo imposible. Música sobre las frentes, sobre los inviernos, sobre los remolinos
del futuro o el abismo de ayer, música sobre la memoria y sobre el viento,
música sobre la sed. Música sobre el desierto y sobre el mal, música sobre el
resentimiento y el aullido, música sobre el silencio, música sobre la aridez, el
hambre y la sospecha. Música sobre las fauces, música sobre las pezuñas y las
zarpas, música sobre el pico ávido y curvado, música sobre el desgarramiento.
Música sobre los pormenores, música sobre el superviviente y el verdugo, música
sobre el frío, sobre el filo, música sobre la sombra.
(“Jazmín del país”, 1980-1987)
*
CIRCE, NO VENUS
(Por ellas, Ella habla:)
“Derrochaste mis muslos.
Pero no sólo eso.
¿O acaso no me oías
aullar en la alta noche?
No te buscaba a ti:
buscaba tu sustancia
(el fuego que te habita
o soñé te habitaba).
Desmedida, voraz
como todo lo humano,
me irritó tu ternura
delicada y feroz.
Si la vida te pasa
sin que la tomes viva,
la muerte ordena todo
o todo desordena.
Y sólo encontrarás
(compréndeme insaciable)
al buscar lo que buscas.”
(“El arte de callar”, 1993-2002)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Olivos
y Buenos Aires, distantes entre sí unos 15 kilómetros, Rodolfo Alonso y Rolando
Revagliatti.
*
http://www.revagliatti.com.ar/010905.html
http://www.revagliatti.com.ar/010905_alonso_bondoni.html
*
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