ZONA
LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“Prefiero no tener que preferir entre el olvido y el
perdón”
Entrevista a César Cantoni por Rolando Revagliatti
César Cantoni nació el 23 de febrero de 1951 en la ciudad de La Plata, donde
reside, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Allí han sido publicados sus
diez poemarios: “Confluencias”, 1978; “Los días habitados”, 1982; “Linaje
humano”, 1984; “La experiencia concreta”, 1990; “Continuidad de la noche”, 1993;
“Cuaderno de fin de siglo”, 1996; “Triunfo de lo real”, 2001; “La salud de los
condenados”, 2004; “Diario de paso”, 2008; “El fin ya tuvo lugar”, 2012. Ha sido
incluido en más de quince antologías (...“Antología de la nueva poesía
argentina”, “Poesía entre dos épocas (Argentina 1976-1983 / Inglaterra
1930-1939)”, “70 poetas argentinos, 1970-1994”, “Entre la utopía y el
compromiso. 16 poetas argentinos”, “Poesía hacia el nuevo milenio. Antología de
poetas argentinos”, “Naranjos de fascinante música. Poesía de amor en La
Plata”...). Además de poemas, se difunden sus artículos y críticas en diarios y
revistas en soporte papel de diversos países. También en numerosas plataformas
de la Red. Ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués y catalán.
En tres ocasiones le fue concedida la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores
de la Provincia de Buenos Aires, así como en 1996 por la sede central de la
Sociedad Argentina de Escritores. Integró dos grupos literarios: “Latencia”
entre 1977 y 1979 y “Tuerto Rey” durante 2006 y 2007. Formó parte en 2005 y 2006
de la redacción de la revista de poesía “El Espiniyo” y de Jurados en certámenes
organizados por instituciones públicas y privadas.
1 — En una entrevista concedida a Carina Velo hiciste referencia a tu timidez
durante la pubertad, al menos en lo que concierne a compartir con alguna persona
los poemas que comenzabas a intentar, imitando a los que reproducían los libros
de lectura escolar. ¿A qué tipo de poemas “arroja” la timidez? Con el amor y la
desesperación desplegados por el joven Pablo Neruda, sobreentendí que afirmabas
en aquella entrevista, te identificabas. ¿Y ahora?
CC — Cuando era chico, escondía todo lo que escribía en la parte inferior de un
diván. Nadie conocía mi secreto, ni familiares ni amigos. Mi timidez tenía que
ver, entonces, con el pudor de mostrar los sentimientos (siempre he sido poco
expresivo en este sentido). Pero también me
atemorizaba
la reacción que pudieran experimentar los otros al conocer mi afición por un
arte tan singular y misterioso como la poesía. Aunque parezca absurdo, aquel
temor no era en extremo descabellado: actualmente, cuando confieso que soy
poeta, muchos me miran como si fuera tonto o estuviera loco. La timidez, por
otra parte, no me “arrojó” a ningún tipo de poemas en especial. A la hora de
escribir, carezco de prejuicios e inhibiciones y sólo procuro ser fiel conmigo
mismo. La poesía constituye, en mi caso, una forma de sinceramiento que está por
encima de todo. En cuanto a Neruda, su libro “Veinte poemas de amor y una
canción desesperada”, que leí entre los dieciocho y los diecinueve años, me
produjo un deslumbramiento tan grande que llegué a escribir un poemario completo
(“Las estaciones del amor”) imitando su estilo. Como ya dije en otras
entrevistas, Neruda era, a fines de los años 60, un poeta emblemático en muchos
aspectos. La sintonía amorosa y el compromiso político de su poesía tenían, en
aquella época de fervor revolucionario, un fuerte atractivo para quienes
empezábamos a deletrear versos y sueños. Si bien sigo admirando a Neruda, su
influencia, como es natural, ya no gravita en mi creación. La realidad y el
lenguaje cambian continuamente y el desafío del poeta consiste en acompañar esos
cambios para no repetir ad infinitum a sus queridos maestros.
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César Cantoni con Abel Robino en 1978
2 — Manifestabas también que no te considerabas escritor, claramente cuando
escribís, corregís, trabajás un poema. Convengamos que cuando incursionás en la
crónica, en la semblanza —en la prosa-—, te posicionás como escritor (acabo de
leer tu “Latencia: poesía y dictadura”, artículo difundido en Internet).
¿Diferencias entre el “hablado por la poesía” (según el poeta argentino Ricardo
Zelarayán: “No existe el poeta, sino el hablado por la poesía”) y el ensayista,
el hacedor de artículos y críticas literarias?
CC — En la entrevista que mencionás, digo también que nunca escribí un poema con
el propósito de hacer literatura, y en esto radica, a mi juicio, la diferencia
entre el poeta y el escritor. Para mí la poesía es mucho más que un género
literario; es un acto de vida, algo imponderable que me sucede cuando escribo,
una experiencia que trasciende la mera retórica de la escritura. Es cierto que,
además de poemas, escribo prólogos, contratapas, artículos, críticas, reseñas de
libros, etc., pero este quehacer literario no deja de ser circunstancial; podría
desentenderme del mismo sin angustiarme demasiado. En cambio, la creación
poética forma parte de mi respiración, es mi modo de ser y estar en el mundo, la
única cosa capaz de ofrecerme algún argumento existencial. Desde otra
perspectiva, coincido con Zelarayán en que el poeta no es más que un instrumento
de la poesía, el “hablado” por ella. Borges solía decir al respecto que su
función se limitaba a escribir lo que “alguien” le dictaba.
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César Cantoni con el poeta Abel Robino en 1978
3 — Sé que tus primeros seis poemarios los destruiste sin llegar a publicarlos.
¿Recordarías para nosotros los títulos?
CC — En una etapa de aprendizaje, uno cree que los últimos poemas que escribe
son siempre los mejores. Por eso, cuando publiqué “Confluencias”, mi primer
libro, en 1978, destruí todo lo que había escrito anteriormente. Vi en ese acto
una especie de depuración. Al fuego purificador fueron a dar seis poemarios, la
mayoría de los cuales habían recibido el primer premio en diversos certámenes de
poesía inédita. Más adelante, descubrí un aforismo de Antonio Porchia que dice:
“Te depuras, te depuras... ¡Cuidado! Podría no quedar nada”. Pero ya era
demasiado tarde. Todavía recuerdo los títulos de esos libros incinerados: “Las
estaciones del amor”, “Poemas en blanco y negro”, “Habitante solo”, “Eco de
poemas” (este título nunca me gustó, pero no encontré otro mejor en su momento),
“Invasión de los días” y “Tentativas y deslices”. De ellos, sólo se salvaron
unos pocos poemas, que habían sido publicados en diarios y revistas.
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César Cantoni con el poeta colombiano Eduardo
Bechara Navratilova
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César Cantoni con los poetas R. Dalceggio,
Horacio Laitano, Abel Robino, Patricia Coto, etc., en 1978
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César Cantoni en 1999 con Roberto Daniel
Malatesta y Celia Fontán
4 — Quienes pinchen en
www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar se encontrarán
con testimonios fotográficos, muestras poéticas, informaciones, rememoraciones;
y se impregnarán, con la sobriedad que le imprimís a la propuesta, de la
impronta de la Capital de la Provincia más densamente poblada de nuestro país:
la ciudad de las diagonales, la que entre 1952 y 1955 se llamara Eva Perón, la
ciudad de los tilos, la primera de Sudamérica en tener el servicio de tranvía
eléctrico. Expresado todo esto, César, ¿qué añadirías sobre La Plata, la así
llamada por el Río de la Plata?
CC — Siempre viví en La Plata, ciudad cuyo nombre, como bien decís, fue tomado
del río homónimo y aprobado en la legislatura bonaerense a instancias de José
Hernández, que lo propuso cuando era senador. Desde su origen hasta su diseño
urbano (un cuadrado perfecto, que incluye simetrías y malabares aritméticos), La
Plata es una ciudad con características singulares. Fue concebida políticamente
para ser Capital de la Provincia de Buenos Aires y fundada por Dardo Rocha en
1882 en medio del desierto. Se trata, pues, de una ciudad joven, nacida de una
idea y, por lo tanto, más pensada que soñada. Su fundación significó, de alguna
manera, la coronación del pensamiento liberal de la generación del 80 (algo que
muchos no le perdonan). El propio Sarmiento sostuvo por entonces: “La Plata es
el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo,
sin que nadie se dé cuenta de ello”. Sin embargo, hay que decir también que esta
ciudad sufrió con singular ensañamiento la represión castrense de la última
dictadura y que en ella se gestaron no pocos movimientos políticos y sociales
que reivindicaban y reivindican los derechos humanos (son mujeres platenses las
que hoy presiden organismos como Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de
Mayo). Lo cierto es que La Plata creció en sus comienzos más que cualquier
ciudad del mundo, hasta que la crisis económica que afectó a la Argentina a
fines de la primera década del siglo XX detuvo su pujanza inicial. A propósito
de ese crecimiento, un viajero francés, P. M. de Corvetto, escribió un artículo
titulado “La Plata o el poder creador de la Argentina”, publicado en 1885, en el
que expresa: "en ningún lugar del mundo el presente se transforma tan rápido en
pasado; ayer el desierto, hoy un plano y jalones, mañana una ciudad".
Paradójicamente, La Plata era, al mismo tiempo, una ciudad silenciosa y
apacible. Sus plazas y paseos, sus anchas avenidas arboladas, el bosque con su
lago, invitaban a la ensoñación y a la melancolía. Esa mansedumbre provinciana
está muy bien reflejada en la poesía de López Merino y dio origen a la llamada
“Escuela de La Plata”. Pero el progreso irracional y descontrolado no iba a
eludir su realidad. Ya a principios de la década del 50, advertía el poeta y
editor Marcos Fingerit: “La nerviosidad de la vida contemporánea ha llegado
hasta ella trastornándola, mejor dicho, trastocándola. El silencio, la soledad,
la quietud que la individualizaran, por lo menos para los viajeros, casi han
desaparecido por completo, hasta de sus zonas en donde lo campestre ceñía lo
ciudadano”. Hoy, por lo demás, no se diferencia mucho de otras ciudades del
país. A los rótulos con que suele señalársela y que vos mencionás en tu
pregunta, cabe añadir “Ciudad Universitaria” y “Ciudad de los Poetas”, este
último discutido por algunos, aunque es bien conocida su fuerte tradición
poética.
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César Cantoni con el poeta Oscar Abel
Ligaluppi, etc., en 1977
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César Cantoni con N. Etcheverry, E. Frangipani,
S. Espel, V. Costantini, E. Sureda, H. Preler, F. Kofman y D. Birenbaum en 2013
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5 —Tu madre, fallecida en 2005, según informabas en un reportaje que te hicieran
en “El Día”, ese periódico más que centenario de tu ciudad, llegó a leer tus
primeros nueve libros. ¿Qué te trasmitía a propósito de ellos? Y, por extensión,
otros familiares no vinculados con la escritura poética: ¿han leído poemarios
tuyos? ¿Qué opinaron (los que opinaron)? ¿Y qué te parece que les pasó (o no les
pasó)?
CC — La poesía no es un arte demasiado convencional. Tampoco es común que en las
familias haya un poeta, de modo que cualquier reacción que el asunto suscite en
el ámbito hogareño resulta entendible. Como dije al comienzo, yo escribía poemas
que escondía en la parte inferior de un diván, hasta que un día mi madre,
haciendo la limpieza de la casa, encontró el cuaderno que los contenía. No sé si
fue el hecho de escribir poemas o el de esconderlos lo que más le llamó la
atención, pero me consta que vivió preocupada durante un tiempo, temerosa,
quizá, de que yo sufriera algún trastorno psicológico. Mi padre, por su parte,
no supo que yo escribía hasta que obtuve la Faja de Honor de la SEP (Sociedad de
Escritores de la Provincia de Buenos Aires) y mi nombre apareció en el diario
“El Día”. Tanto mi madre como mi padre confiaban en mis facultades líricas, pero
no tenían parámetros para emitir un juicio equitativo. El resto de mis
familiares me ponderaban y guardaban con cariño los ejemplares que yo les
regalaba. Sin embargo, como siempre he sido bastante descreído y despreocupado,
no me inquietó saber qué les pasaba o dejaba de pasarles con la lectura de mis
libros. Por lo demás, he comprobado que aun el lenguaje poético más sencillo es
de difícil comprensión para los no iniciados en poesía.
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César Cantoni con Horacio Preler, Olga Edith
Romero y Silvia Montenegro
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César Cantoni con Norberto Antonio, Olga Edith
Romero, Horacio Preler, Máximo Simpson, Norma Etcheverry, Susana Szwarc y otros
escritores
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6 — He ido sabiendo de tu admiración por Pound, Masters, Eliot, Pessoa,
Williams, Cavafis, Stevens, Seferis, Montale, Ritsos, Quasimodo. Lo que me ha
promovido interesarme por saber cómo te llegan, por ejemplo, las poéticas de
Nicanor Parra, Enrique Blanchard, Charles Bukowski, Juan Carlos Bustriazo Ortiz,
Antonin Artaud, Manrique Fernández Moreno, Pablo de Rokha, Néstor Perlongher,
Monique Wittig, Emeterio Cerro, Francois Villon.
CC — Siempre sentí admiración por las vanguardias de comienzos del siglo XX, que
produjeron una transformación profunda en la poesía y fijaron un punto de no
regresión. Obviamente, algunas me importan y me atraen más que otras. Fuera de
ellas, de mi entusiasmo inicial por Neruda y de leer con enorme placer a los
poetas griegos e italianos, mis preferencias líricas apuntaron, durante mucho
tiempo, a la poesía anglosajona, sobre todo, a la norteamericana. En general, me
seducen las poéticas conceptuales y realistas; o sea, aquellas capaces de
expresar una intuición o una idea que puedan hacer reflexionar, sin perder de
vista la circunstancia y el clima de la época. Con respecto a tu curiosidad
acerca de los autores que enumerás al final de la pregunta, debo decirte que
estimo, en particular, a Villon, Artaud y de Rokha. A Bukowski, asimismo, le
dediqué un poema (“Bukowski o le mal de vivre”) que, por ser breve, aprovecho
para transcribirlo: “No escribía al dictado del corazón,/ sino del hígado
cirroso./ No escribía para los hombres satisfechos,/ sino para aquellos que
sufren/ la quemadura de la vida./ No escribía porque la poesía/ fuera capaz de
redimir al mundo,/ sino porque estaba seguro/ de que no existe salvación”. Por
último, quiero agregar que, en cuanto a la concepción del arte en todas sus
formas, comparto la visión de Ingmar Bergman cuando afirma: “Sólo con luz se
puede iluminar la oscuridad, no con más oscuridad”.
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César Cantoni con J. L. Estrella, E. Otero, O.
Bossi, W. Cassara, R. Sánchez, C. De Nápoli, J. Adúriz, R. Revagliatti, D.
Lavedán, etc., en 1999
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César Cantoni con Ricardo Klala, Abel Robino,
Horacio Castillo, Patricia Coto, Atilio Chiesa, G. Buceta y Juan Carlos Gago en
1978
7 — Desde luego, es satisfacción la que produce hallarse incluido en una buena o
muy buena antología. ¿Qué nos podrías comentar sobre esto, César?, inquiero
mientras releo el par de poemas de tu “Cuaderno de fin de siglo” incorporados en
el volumen “El cine y la poesía argentina” (Ediciones en Danza, Buenos Aires,
2011, con selección y ensayo de Héctor Freire). En efecto, el cine, ese mundo, y
algunas películas te han inspirado poemas. ¿Qué trayectorias de realizadores te
resultan impecables? ¿Qué personajes te fascinan?
CC — Ciertamente, resulta satisfactorio hallarse incluido en una buena selección
poética porque evidencia algún reconocimiento. Sé que dos poemas míos integran
la antología de Freire, pero no tengo el libro. Conozco, además, la lista de los
autores seleccionados y puedo decir que todos cuentan con una trayectoria
aquilatada. El cine me apasiona desde chico, si bien mis conocimientos acerca
del mismo no son académicos y, por lo tanto, sólo me cabe hablar como
aficionado. Vi muchas películas en las décadas del 80 y del 90, cuando apareció
el video y el llamado séptimo arte era una de las expresiones que, a mi juicio,
mejor reflejaba la realidad. Es asombroso comprobar cómo en dos horas,
aproximadamente, puede resumirse una novela de 500 páginas o, más aún, una vida
completa sin que se adviertan saltos o fisuras. Claro, esa idea de totalidad no
siempre está lograda. Sería demasiado largo enumerar las películas que más me
gustaron. Otro tanto ocurre con los actores y las actrices que me parecen más
convincentes. A título ilustrativo, sólo voy a mencionar algunos directores por
los que siento singular estima: Serguei Eisenstein, Charles Chaplin, Alfred
Hitchcock, Orson Wells, Vittorio De Sica, Federico Fellini, Ettore Scola, Claude
Chabrol, Win Wenders, Werner Herzog, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola,
Woody Allen, Clint Eastwood... Los personajes que más me fascinan son los
antihéroes, los perdedores... Los héroes hollywoodenses y los “happy end” se me
antojan bastante huecos.
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César Cantoni con la poeta Ana Emilia Lahitte, etc., en 1978
![](img/cantoni-15.jpg)
César Cantoni con S. Sylvester, S. Cornejo, B.
Schiavetta, C. Juárez Aldazábal, M. Leites, L. Lukin, O. Picardo, H. Freire y L.
González
8 — ¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... ¿Qué cosas no son tus
favoritas?... ¿Qué asuntos no son tus favoritos?... ¿Qué apreciaciones no
apreciás?... ¿Qué imprecisiones preferís?... ¿Qué preferís no preferir?...
Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras
cosas?...
CC — Para que la exposición sea más clara voy a responder estas preguntas
escalonadamente, una por una.
—¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... Me gustaría poder leer y escribir sin
premura, sin presiones, sin sobresaltos, pero no estoy seguro de que la vida me
permita alguna vez este lujo.
—¿Qué cosas no son tus favoritas?... En principio, las que tienen una finalidad
exclusivamente material.
—¿Qué asuntos no son tus favoritos?... Los ajenos a la cultura, las artes y el
periodismo.
—¿Qué apreciaciones no apreciás?... Las de los políticos en época de elecciones,
las de los economistas que fueron funcionarios y fundieron el país, las de los
comerciantes cualquiera sea el producto que quieran venderme...
—¿Qué imprecisiones preferís?... Las del simbolismo en literatura y las del
impresionismo en pintura.
—¿Qué preferís no preferir?... Prefiero no tener que preferir entre el olvido y
el perdón.
—Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras
cosas?... Otras me pegan en la entrepierna, pero hago flexiones y sigo...
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César Cantoni con los poetas Patricia Coto,
Atilio Chiesa, Abel Robino, etc., en 1978
![](img/cantoni-16.jpg)
César Cantoni con Sandra Cornejo, Guillermo E. Pilía, I. C.
Sathicq, M. E. Aramburu, E. E. Alcaraz, etc.
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César Cantoni selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
TRAICIONÉ A MIS PADRES
Traicioné a mis padres: no acaté su legado
ni recorrí el camino trazado por su índice.
Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla para su despegue,
no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado por todos los discursos,
sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,
su incitación a la desobediencia.
(De “El fin ya tuvo lugar”)
*
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?
¿Dónde está la verdad?, le pregunté a mi madre.
Y mi madre me dijo que no sabía.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al filósofo.
Y el filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al científico.
Y el científico apenas esbozó una hipótesis.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al artista.
Y el artista puso el acento en la belleza.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al político.
Y el político tuvo palabras engañosas.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al gendarme.
Y el gendarme empezó a disparar su arma.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté al obispo.
Y el obispo me amenazó con el infierno.
¿Dónde está la verdad?, le pregunté a los dioses.
Y los dioses permanecieron mudos.
(De “El fin ya tuvo lugar”)
*
ES ASÍ COMO MUEREN
no quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo
Alejandra Pizarnik
Sá Carneiro se envenena tomando estricnina,
Esenin se corta las venas en un hotel ruinoso,
Maiakovski se mete una bala en la sien con un revólver,
Crane se tira al mar por la borda de un buque,
József espera el paso del tren sobre los rieles,
Lugones bebe alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,
Tsvetáieva se ahorca colgándose de un árbol,
Pavese ingiere una sobredosis de narcóticos,
Thomas se emborracha hasta entrar en coma etílico,
Plath inhala el gas que sale de su cocina,
Celan se arroja a las aguas del Sena en una crisis,
Ferrater se asfixia con una bolsa en la cabeza,
Pizarnik echa mano a 50 grageas de barbitúricos,
Sexton aspira las emanaciones del motor de su auto,
Goytisolo se lanza al vacío desde un edificio de departamentos,
en la calle Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...
Es así como mueren estos poetas:
yendo hasta el fondo de su desventura.
(De “El fin ya tuvo lugar”)
*
1976
Ese año enterramos las armas
y las municiones:
el viejo revólver de papá,
y las dos escopetas de papá,
y la escopeta rota del abuelo,
y mi rifle de caza,
y las balas de plomo
y los cartuchos.
Todo lo enterramos
prolijamente en un baldío
para que la dictadura de turno
no se sintiera amenazada.
(Inédito)
*
LA EDAD DE LA INOCENCIA
Mi perro, que apenas tiene un año,
acaba de romper las lilas
que planté esta mañana
y mueve la cola con euforia
cuando compruebo lo que hizo.
También yo, siendo pequeño,
rompía alegremente los juguetes
ante la desazón de mis progenitores.
A veces, me pregunto si Dios
no será un niño inocente todavía,
que, haciendo alarde de sus travesuras,
se pone a jugar con las estrellas.
(Inédito)
*
UN ARTE INVISIBLE
El poeta camina
desnudo por la calle,
pero la gente no lo ve.
El poeta va al cine,
sale de putas,
viaja en colectivo,
siempre desnudo,
pero la gente
mira para otro lado.
El poeta no tiene modo
de llamar la atención,
porque la poesía
es un arte invisible.
La poesía se escribe
sin palabras.
(Inédito)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de La
Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, César Cantoni y
Rolando Revagliatti.
www.about.me/rrevagliatti
http://www.revagliatti.com.ar/act9002/cantoni.html
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