ZONA
LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“Buscar la belleza durante la dictadura era una rebelión,
era encender la noche”
Entrevista a Alfredo Palacio por Rolando
Revagliatti
Alfredo Palacio nació el 23 de diciembre de 1949 en Buenos
Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Fue incluido en antologías
poéticas de su país y del exterior y textos suyos han sido traducidos y
publicados en portugués, catalán y francés. Además de haber colaborado en
revistas de soporte papel, lo ha hecho en Sitios, blogs y revistas electrónicas
de América y Europa. En 2007 co-dirigió con Alicia Grinbank, Alberto Boco y
Rolando Revagliatti el Café Literario “Mirá Lo Que Quedó” en el Centro Cultural
“Raíces”. En ese mismo año se editó su poemario “Filamentos” (Ediciones del
Dock; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Tafí Viejo,
provincia de Tucumán, 2009; Primer Premio a mejor libro editado entre 2005-2010,
otorgado en Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, 2010). Permanecen
inéditos “Segundos afuera” (2009) y “BluesEros” (2011; Primer Premio en el 1º
Concurso Internacional de Poesía Marosa Di Giorgio, en Salto, Uruguay, 2013). Ha
obtenido varios primeros premios y numerosas menciones en certámenes nacionales
y de Uruguay, México y España.
1 — Naciste en el barrio donde transcurrió la infancia de Roberto Arlt.
AP — Nací en el barrio de Flores y allí residí hasta los veintitrés años. Desde
entonces, en diversos barrios (en la actualidad, en el de Colegiales), y sin
salirme de los límites de nuestra ciudad. Cursé estudios primarios y secundarios
en la escuela pública, universitarios de abogacía, abandonados, en la
universidad pública y en la privada, y estudios terciarios sobre temas de banca,
economía y administración de empresas en universidades privadas. Soy consultor
empresario, hace unos veinte años que trabajo por mi cuenta, tras larga
trayectoria en el sistema financiero y empresario.
Esperaba ansioso los extensos veranos de mi niñez para dar cuenta serialmente de
la recordada Colección Robin Hood: “Ivanhoe”, “El príncipe valiente”, “Bomba”,
“Los caballeros del Rey Arturo”, “El último mohicano”, las novelas del italiano
Emilio Salgari (1862-1911), las que tenían a D’Artagnan como protagonista… Y es
a los seis años
que
empiezo mis estudios de inglés, los que continuaría hasta los dieciocho: pura
gramática inglesa e increíbles lecturas en ese idioma: Oscar Wilde completo,
John Steinbeck, William Shakespeare, Somerset Maughan, Pearl S. Buck, J. D.
Salinger, etc. Hasta que comenzó a decaer mi entusiasmo por la lengua británica.
Tuvimos la explosión de The Beatles y la movida de los ‘60, y allí me enfrasqué
en interminables traducciones de las letras de los grupos de rock. Tanto o más
que la literatura en mi vida predomina la música (ejercí de disc jockey). Gran
parte de mi creación literaria se maridó a la par de Pink Floyd, Joan Manuel
Serrat, Bill Evans, Keith Jarrett, Silvio Rodríguez, John Coltrane, Astor
Piazzola, Dexter Gordon, Egberto Gismonti. Mis instrumentos predilectos son el
saxo tenor y el contrabajo. Respecto de mi máximo deseo, Rolando, me reconozco
como un músico frustrado.
Mis rudimentarios intentos de expresión poética se avizoran allá por mis
diecinueve años, con las clásicas versificaciones promovidas por mi primer amor
arrasador. Me doy a transitar la Generación Poética Española del ‘27 (con
preferencia hacia Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Federico García Lorca),
Paul Eluard, Dylan Thomas, René Char, Jacques Prévert, Henri Michaux, Arthur
Rimbaud… Pero el impacto que me instó a vincularme intensa y definitivamente con
la poesía fue cuando descubro en una Feria del Libro, un pequeño volumen de
Monte Ávila, soberbia editorial de Venezuela, que contenía “Poesía vertical” (de
la primera a la quinta colección de esa dilatada propuesta) de Roberto Juarroz
(1925-1995). Aquello fue un descubrimiento sin retorno: perdura como mi poeta
favorito y por su obra me percibo influenciado. Potenciándose con Eluard y
Rimbaud más ciertos libros de Antonin Artaud, y tres locales y esenciales:
Joaquín Giannuzzi, Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley.
2 — Ya afiatado lector, ¿qué siguió sucediendo?
AP — En compañía de mi amigo y hermano de vida, el poeta Alberto Boco, llego al
taller que coordinaba Mario Morales, maestro, disparador y ordenador a la vez,
de todo ese material que caóticamente venía abordando. Me lanzó a las poéticas
de la Beat Generation: Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, así
como a las de Ezra Pound, T. S. Elliot, William Blake, Allen Tate, Hart Crane.
Consubstanciado con el ritmo y la musicalidad que hallé en la lengua inglesa,
procuro acceder a mi voz propia. En el taller conozco a quien fue convirtiéndose
también en una hermana de vida, la escritora Alicia Grinbank. Tras dos años con
Morales, Alicia, Alberto y yo hicimos taller durante un año con quien representa
su antítesis: el poeta y ensayista Santiago Kovadloff. Enriquecedoras ambas
incursiones. Y aunque después estuve casi doce meses sin trazar un verso en el
papel, asumí que había hallado lo que sin saber, intuitivamente, fui a buscar:
la síntesis, el peso del sustantivo, la moderación y cautela con la
adjetivación. De ahí en más, en solitario y permanente trabajo, generé una
estimable autoexigencia en la resolución de mis textos, desembocando en el verso
en general breve y preciso. En la última década advierto en mí además el hálito
de las poéticas de Juan García Gayo y Marcos Silber, y la de otros dos que me
impactaron por su poesía potente y descarnada: Miguel Ángel Bustos y Jorge
Boccanera.
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3 — En muchas ocasiones, a lo largo de tres décadas, participaste en mesas de
lectura, en ciclos de poesía, en festivales. Escasas son las declaraciones de
los escritores en cuanto a los aspectos negativos o ingratos de numerosas de
esas propuestas.
AP — En ese más que extenso período de participar en la movida poética porteña
(con algunas incursiones leyendo en las ciudades de Junín, Rosario, Tucumán y
Campana), leí en ciclos por demás diversos, buenos, regulares y pésimos.
Resaltando siempre el empeño y buena voluntad de los organizadores, los hubo (y
los hay aún) por demás “multitudinarios” (en uno éramos once los invitados para
leer…), donde a los concurrentes se les debe producir no poco enjambre de voces,
además de que siendo tantos, cada invitado alcanza a leer un par de textos, o
algunos más si son muy breves, que para nada llegan a representar ni su voz ni
su estilo. Es como cuando en nuestra época de estudiantes secundarios
abordábamos la historia medieval con los resúmenes Lerú. En cuanto a lo
ambiental, muchos reductos son incómodos, sin un equipo de sonido que permita
escuchar con claridad. Además irrumpen los que, desempolvando su crecido ego, se
toman por su cuenta el doble o triple de minutos que sus colegas, así como están
los coordinadores que incurren en severos desniveles en cuanto a la calidad
poética de los especialmente invitados.
Un condimento que nunca apoyé es el “micrófono abierto” (sabés que fue todo un
tema cuando estábamos armando “Mirá Lo Que Quedó”). Si bien admito que hay que
dar oportunidades de leer a todos, sucede que de repente en esa lectura hay un
poeta, digamos, consagrado, y algunos que “ejercen” el micrófono abierto casi
aún no saben lo que es un poema. Es una falta de respeto para el poeta en
cuestión, y también para el principiante, pues es inevitable compararlos, y
hasta suele generar un trauma en el principiante, al percatarse que él todavía
ni arrancó en el oficio. Soy partidario de mesas de lectura que no excedan de
los tres poetas, e idealmente dos. Eso permite que cada uno desarrolle el
devenir de su obra y que quienes los escuchan terminen conociéndolos
medianamente.
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Alfredo Palacio con Rodrigo Illescas, Gustavo
Tisocco, Alicia Márquez, Alberto Boco, Norberto Barleand, Patricia Díaz Bialet y
María Paula Mones Ruiz
4 — ¿A qué poetas destacarías por su forma de leer en público? ¿Coincidirías
conmigo en que muchos boicotean sus presentaciones leyendo demasiado bajo o
resistiéndose a “apuntar” hacia el micrófono o poniéndose a buscar entre papeles
o entre libros de forma improvisada o dando explicaciones insustanciales o…?
AP — Concuerdo absolutamente con vos en eso de boicotear la propia lectura;
abundan los que así proceden. Y me inquietan aquellos/as que explican cada poema
antes de leerlo (en ese escenario, cualquier explicación es banal e
insustancial). También me exasperan los que empiezan a hurgar papeles (que nunca
encuentran) y esa lectura se transforma en una penosa y nerviosa espera por
parte de quien escucha. Cuando soy invitado a alguna lectura llevo preparado el
material, y otro alternativo (hoy está de moda decir “el plan B”), por si me
otorgan unos minutos más, o porque descubro, cuando estoy leyendo, que no
prefiero lo que seleccioné.
Por suerte hay muchos poetas a los que es (o ha sido) un placer escuchar; citaré
al voleo apenas un puñado: Leopoldo Castilla, Gerardo Lewin, Beatriz Schaefer
Peña, Leonardo Martínez, Martín Andrade, Concepción Bertone, Luis Benítez,
Marion Berguenfeld, Héctor Miguel Ángeli. Tuve ocasión de disfrutar lecturas de
Antonio Gamoneda, Ángel González y Luis García Montero, soberbios poetas
españoles, como asimismo del chileno Gonzalo Rojas.
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Alfredo Palacio con Rubén Balseiro, Kato
Molinari, Beatriz Schaefer Peña, Julio Bepré, José E. Tallarico y Norberto
Barleand
5 — Me informé, pero de un modo que no llegó a darme idea de qué se trataba
exactamente, que con Alicia Grinbank y Alberto Boco has realizado u organizado
lecturas y mesas de debate. ¿De qué se ha tratado y en qué contextos?
AP — No exactamente organizamos mesas de lectura, sí lecturas puntuales. Una de
esas fue en el Café “Bollini” cuando cumplimos sesenta años (somos los tres del
‘49), y que llamamos “60 poemas y ninguna flor”. Boco y yo presentamos, en una
librería de Campana, nuestros libros “Riachuelo” (él) y “Filamentos” (yo) con la
participación de periodistas literarios de la zona, que derivó luego, más que a
un debate, a una charla con los asistentes.
6 — ¿A qué traductores de habla inglesa valorás más?
AP — El mejor de todos, por su dominio de varios idiomas además del inglés, ha
sido Borges. Es notable el trabajo que ha hecho Rodolfo Alonso, y destacable la
tarea de Elizabeth Azcona Cranwell y Alberto Girri. En cuanto a la traducción de
la Generación Beat, sin lugar a dudas, Marcelo Covián. También es buena la
traducción del narrador César Aira de la poesía de Allen Tate.
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Alfredo Palacio con Alberto Boco y José Luis
Mangieri
7 — Precede en la novena página de tu poemario publicado: “FILAMENTOS – ‘hilo en
espiral que genera la temperatura en las lámparas incandescentes’ – ‘obra
formada por hilos’ - ” ¿Proceso de escritura de “Filamentos”?
AP — No hubo proceso de escritura de ese poemario. Llegado el momento de decidir
su edición (y la necesidad de publicar mi primer libro), seleccioné textos
escritos entre 1984 y 2004. Tal vez, por la fecha de publicación y la data de
los textos, no sean un cabal reflejo de mi escritura al momento de publicarse,
pero sí de mi propuesta y voz propia.
8 — El título del libro que concluiste en 2009 remite al boxeo; el del que
concluiste en 2011, a la música. ¿En qué obra, formada acaso por otros hilos,
estás en el último tiempo?
AP — Si bien el título “Segundos afuera” remite al boxeo (orden del árbitro de
un combate a los entrenadores y asistentes que deberán bajar del ring antes de
iniciarse la pelea), no responde en mi caso a ese deporte: establecí su título
por lo que supone el contenido. “BluesEros” (así se escribe), está en la línea
de la sensualidad, no del erotismo, vinculado a relaciones con mujeres, y partió
de un poema incluido, “Baby Face”, el que hace referencia al blues, género
musical que disfruto por su tensión, dramatismo, oscuridad y pasión.
En los últimos años, y hoy día, ando enredado en los mismos hilos. Adhiero a lo
que una vez adujo Roberto Juarroz: “Un poema nunca se termina, sólo se
abandona”. Mantengo los mismos paisajes, vivencias, tramas, involucramientos y
decepciones que voy expresando desde diferentes miradas y momentos. Morales
alguna vez sostuvo que la única verdad es repetirse.
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Alfredo Palacio con Griselda García y Marta
Cwielong en 2016
9 — El año pasado una escritora me dijo que jamás se le ocurriría escribir una
determinada palabra; y con anterioridad, en charlas informales oí a otros
escritores afirmando que detestaban tales y cuales vocablos y que no los
usarían. ¿Tenés los tuyos, que rechazás al punto de inferir que jamás los
escribirías?
AP — No registro aversión por ninguna palabra; las hay que, aunque eventualmente
desagradables, pueden encontrar su lugar y hasta justificación de acuerdo al
contexto del poema. Respeto toda expresión poética, como también la absoluta
libertad para desplegar su lenguaje. Desde hace bastante tiempo el idioma se
viene degradando, y eso no deja de reflejarse en la poesía, más entre los más
jóvenes.
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Alfredo Palacio con Jorge Boccanera
10 — Párrafo de la nouvelle “Prisión perpetua” de Ricardo Piglia: “No hay nada
tan abyecto, dijo Lucía, como la convivencia de un hombre y una mujer. En teoría
podemos comprender a una persona, pero en la práctica no la soportamos. El
matrimonio es una institución criminal. Con los lazos matrimoniales siempre
termina ahorcado alguno de los cónyuges. En eso reside el sentido de la fórmula
“hasta que la muerte nos separe”. El matrimonio: esa institución: ¿cómo la ves?
AP — Incurrí en dos matrimonios, el primero por siete años; el segundo, tras un
paréntesis de cinco, se extendió por diecinueve. Las experiencias dentro de esa
“institución” son muy personales como para ser tomadas en cuenta por otros. A
una década ya del último final, no incurriría en la experiencia, aunque no la
objeto. La fórmula “hasta que la muerte nos separe” quedó en desuso a partir del
vértigo de la vida actual. Por otra parte, no garantiza absolutamente nada, y
mucho menos que se sea feliz hasta que la parca los convoque juntos, a menos que
sea para abaratar costos…
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Alfredo Palacio con Kato Molinari, Sandro
Barrella y Horacio González
11 — ¿Matizamos con un juego? Imaginemos la estructura posible de un eventual
texto literario: “No sabemos si sobrepasan los 500.000 esclavos…”, “No nos
consta que hayan perecido 1.000.000 de…”, “Nos resultan antojadizas las
estimaciones que determinan que…”: ¿rellenarías, completarías, proseguirías lo
sugerido?
AP — En verdad, ni rellenaría ni completaría ni proseguiría lo sugerido; no
puedo allanarme a la proposición, pues jamás sería tema de un poema mío. Por
otra parte, no soy afecto a los juegos.
12 — De “antepasados de la poesía visual” nos habla Raúl Gustavo Aguirre en “Las
poéticas del siglo XX”: “Se atribuye a Teócrito de Siracusa (308-240 a. C.), el
creador de la poesía bucólica, una composición titulada “La siringa”, que
presenta la forma de este instrumento. Simias de Rodas (hacia 300 a. C) escribió
poemas que reproducen las figuras de un huevo, de un hacha de dos filos y de un
par de alas, con doce versos o ‘plumas’. Dosiadas (hacia 300 a. C.) es autor a
su vez de un “Altar” dedicado por Jasón a Palas Atenea, que es sin duda el más
célebre de los poemas visuales de la Antigüedad. (…) Publio Optanciano Porfirio
(hacia 324 d. C) escribió numerosos poemas ‘figurativos’. Más tarde, Venancio
Honorio Clementiano (530-609) también contribuirá a este tipo de composiciones
con sus emblemas y laberintos. De Rabano Mauro, discípulo del célebre Alcuino,
conocemos veintinueve poemas con figuras y textos escritos en negro y rojo
superpuestos. Otro antecedente es el libro “Los fenómenos”, del poeta griego
Arantus, que ilustró Julius Hyginus en el siglo X.” También cita Aguirre al
inglés Stephen Hawes, que en 1509 en un libro incorporó un poema figurativo que
se hizo célebre y fue muy imitado. Francisco Rabelais (¿1494?-1553) en su
“Gargantúa y Pantagruel” introdujo un himno báquico con forma de botella. Y ya
más cercano, Stéphane Mallarmé. Los futuristas practicaron combinaciones
tipográficas. Y tenemos a Guillaume Apollinaire con su “Calligrammes” (1918), a
Tristan Tzara, a Vicente Huidobro, a Vladimir Maiakovsky. Y el listado podría
seguir con Ilia Zdánavich, Carlo Belloni, innovaciones visuales en algunos
poemas de César Vallejo, Paul Eluard, E. E. Cummings, Dylan Thomas, Ezra Pound,
Décio Pignatari, Augusto de Campos, Haroldo de Campos. ¿Qué te sucede como
lector, como “visualizador”, cómo repercute o ha repercutido en alguna etapa?
AP — He abordado, con optimismo, un diez por ciento de lo que informás a partir
del libro de Aguirre. No discrimino, como lector, los efectos que me produce la
poesía. Si tiene ritmo, música, su tiempo y me permite elaborar mis visiones, la
adopto de inmediato y seguramente producirá efectos en mí. Un gran amigo y
poeta, José Emilio Tallarico, de los mejores lectores de poesía que conozco, una
vez, escuchando textos míos, dijo que mi poesía eran “paisajes
mentales”: acaso medianamente emparentada entonces con cierta visualización.
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Alfredo Palacio con la poeta Concepción
Bertone
13 — En una de las últimas páginas de su “Salvo el crepúsculo”, establece Julio
Cortázar: “…agazaparse en la ironía, mirarse desde ahí sin lástima, con un
mínimo de piedad…” ¿Qué poetas o poemas donde impere la sátira, la insolencia,
la socarronería, la broma, la agudeza, la acrimonia, atinarías a destacar?
AP — No recuerdo poemas de esas características. Aunque los hay notables, de los
que podríamos llamar “serios”, que contienen elevadas dosis de sátira o
socarronería. En ese campo incluyo a Gonzalo Rojas, en cuya obra se advierten
algunas de esas premisas. Y está dentro de una gran poesía.
14 — ¿Qué leés “por arriba”? ¿Qué leés “picoteando”? ¿Qué leés trastabillando?
AP — Por arriba, picoteando, leo libros de poesía en las librerías, para ver si
tal autor o su poesía pueden interesarme. Trastabillando no leo nada, es por
demás incómodo, y peligroso para mis averiadas rodillas.
15 — ¿Qué películas basadas en novelas, o eventualmente en biografías u otros
géneros literarios, recomendarías?
AP — En general las inglesas me parecen impecables en su conjunto de adaptación,
actuación y sobre todo en la puesta de época. Me resultó muy potente la
interpretación de Stephen Fry como protagonista del film “Oscar Wilde”,
increíble, como también la participación de Vanessa Redgrave. Son excelentes las
que he visto sobre novelas de las hermanas Brönte. Como cinéfilo, siempre
disfruté enormemente de los grandes directores y, en especial, de actores y
actrices británicos; por momentos siento que inventaron la actuación, sea
teatral o cinematográfica.
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Alfredo Palacio con Norberto Barleand, A.
Grinbank, Jorge Ariel Madrazo, Marta Braier, M. Silber y Antonio Requeni
16 — ¿Personajes que te hubiera agradado encarnar por un día o unas horas? ¿De
qué escritores (de todos los tiempos) te gustaría ser amigo o al menos tener una
charla larga y tendida?
AP — No me hubiese gustado encarnar a nadie ni por un día o unas horas, bastante
trabajo he tenido, tengo y tendré por el tiempo que me reste en ser yo mismo, y
de encarnarme, claro. Con respecto a escritores con los que me hubiera agradado
charlar un buen rato en algún bar porteño o de París: Cortázar, sin dudas. Me
alucinan su mente brillante y creatividad. Tuve la fortuna de compartir un par
de encuentros intensos con Roberto Juarroz y en menor medida con Ernesto Sábato,
Antonio Gamoneda, Mario Trejo, Francisco Madariaga, Edgar Bayley y Jorge
Boccanera. Acaso una cuenta pendiente para esa propuesta sería con Odysseas
Elytis, el mexicano Efraín Huerta, Joaquín Giannuzzi, Enrique Molina, Dylan
Thomas. Y el listado podría seguir.
17 — ¿Te recomponés rápida y satisfactoriamente de situaciones que te confunden
y desconciertan?
AP — Acontecieron más de las que quisiera, y la posibilidad de recomponerme en
forma rápida y satisfactoria depende de la intensidad de la confusión y
desconcierto que me produzcan. Lo que más me afecta y me cuesta remontar es la
traición.
18 — De una encuesta de www.mardulceeditora.com.ar adopto “la dulce pregunta…
levemente abyecta” (Daniel Guebel), que ahora te formulo: ¿contra qué escribís?
AP — No escribo absolutamente contra nada, jamás lo hice. No es el camino de la
poesía, de la mía, al menos.
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Alfredo Palacio con Alberto Boco en 2008
19 — El 20 de junio de 2007 en nuestro café literario, teniendo como invitada
especial a la poeta María del Carmen Suárez, leíste el texto que habiendo sido
articulado con Alicia y Alberto, vos redactaste, y que titularas “Evocación de
Mario Morales”. ¿Lo damos a conocer?
AP — Sí, desde luego, con pequeños retoques:
“Mario Morales nació en Pehuajó, provincia de Buenos Aires, en 1936 y falleció
en Buenos Aires el 29 de enero de 1987, a los 51 años. Fue discípulo de Roberto
Juarroz y Antonio Porchia, a quienes siempre reconoció como sus maestros. Con
Juarroz posteriormente desarrolló una amistad personal y una estrecha conjunción
poética que desembocó en la fundación de una relevante revista, “Poesía =
Poesía”, que produjo veinte números entre 1958 (un Morales de apenas 22 años)
hasta 1967. Escribieron un poema conjunto, “El otro pensamiento”, el que
lamentablemente no pudimos encontrar entre la documentación revisada para esta
ocasión.
Poeta de profusa formación literaria, filosófica y hasta religiosa (Profesor de
Filosofía y Pedagogía, dictó Literatura, Metafísica e Historia del Arte), fue en
los ‘80 un factor aglutinante de importantes voces poéticas con quienes formó el
que se conoce como grupo “Último Reino”: entre otros, Víctor Redondo, Jorge
Zunino, Daniel Chirom, Pablo Narral, Enrique Ivaldi, Roberto Scrugli, Horacio
Zabaljáuregui, María Julia de Ruschi Crespo.
Con anterioridad había integrado otros grupos, siendo el más relevante
“Nosferatu”, el que llegó a editar doce números de la revista del mismo nombre
entre 1972 y 1978. Mantuvo estrecha amistad con Edgar Bayley y Francisco
Madariaga, con quienes solían embarcarse en interminables veladas de letras,
vida y vino. Ha publicado entre 1958 y 1986, seis volúmenes de poesía: “Cartas a
mi sangre”, “Variaciones concretas”, “Plegarias o El eco de un silencio”, “La
canción de Occidente”, “La tierra, el hombre, el cielo” (conformado por los
poemarios “El polvo y el delirio”, “El juglar de los ojos ciegos” y “La
distancia infinita”), “En la edad de la palabra”. Mantenía inéditos al menos
otros siete libros escritos entre 1962 y 1973 y un volumen de poemas comprensivo
de su obra entre 1981 y 1985.
Para Mario, “La poesía es la casa del relámpago”. Como afirma Daniel Chirom en
una justa, extensa y relevante nota en la Revista “El Jabalí” (Nº 7, 1997), su
poesía cumple lo que decía Morales en su último libro: “Persigamos excesos”.
Poesía inconformista, vital, áspera y refulgente a la vez, jugando al filo del
abismo con fragmentos de sangre y silencio, con ese gesto anónimo que las hojas
escriben al caer en la soledad o en la tierra. A mediados de los ‘70 emerge una
de las cofradías poéticas más amalgamadas de la literatura argentina: la del
neoromanticismo. Declaraba, desde el inicio, su filiación con el romanticismo
alemán (Von Kleist, por ejemplo) y el surrealismo, tanto el francés como el de
su versión loca: el de los argentinos Enrique Molina —fundamentalmente con su
exquisito “Hotel Pájaro”— y Olga Orozco.
Nuestro paisaje político, como el del romanticismo o el de la mística, era la
noche; pero una noche sin alba ni trascendencia, como la de una cárcel. Quizá la
mayor noche de nuestra historia: la del Proceso de Reorganización Nacional,
eufemismo de la más cruel dictadura que haya asolado a este país. Noche y
desaparición de la democracia, de los derechos, de la verdad; desaparición de
vidas y junto a ellas, miles de sueños. La poesía, su lenguaje, buscó la otra
noche, otro reino, no como evasión, sino como salvación lírica, como habitar
poético, diría Hölderlin, aunque el habitar haya sido un destierro abrazado.
Eran años tan negros que buscar la belleza era una rebelión, era encender la
noche.
“Último Reino” aparece en octubre de 1979 y fue el encuentro, amalgama, fusión,
síntesis entre dos grupos: “Nosferatu”, congregado en torno a Morales, y “El
Sonido y La Furia”, que incluía a Víctor Redondo y Susana Villalba, entre otros
poetas afines al planteo neoromántico que antes los había reunido en el intento
de resistir el avance de la razón utilitaria, la razón instrumental, la
desacralización. Más que una estética, una crisis. Esa misma noche le dará a su
poética un cierto tono umbrío, un cierto hermetismo, no complaciente de sí sino
necesario.
Allí no reinan los límites de la razón (que es la razón de los límites), sino
los claroscuros de la profundidad, la penumbra de lo hondo, los bordes
temblorosos de lo naciente. El mundo neoromántico fue un recorte de sentido en
la prosa de la realidad para “Último Reino”. En ella no entraba lo que ya es
sino lo que aspira a ser, lo que debe ser, no en el sentido moral sino en el
sentido imaginario: se trataba de crear y, sobre todo, y como a priori, de
imaginar: imaginar para elevar. La imaginación es en esta estética la fuerza
motriz, el poder para transfigurar la realidad. Encasillado por muchos como fiel
exponente del neoromanticismo (al igual que los integrantes de “Último Reino”),
coincidimos con Daniel Chirom en que por Morales corren además el surrealismo y
lo beatnik (era admirador de Ferlinghetti, Corso, Kerouac, Ginsberg). El tono de
su poesía es exaltado y vertiginoso, oculta la atroz visión del mundo para
apoderarse mejor de ella. Y sus poemas se vuelven plegarias por la luz, porque
la vida es la gran nostalgia de Morales. Y como mago y poeta, se sabe ni aquí ni
allá, sino más acá y más allá. Y esa especie de ambigüedad la sintetiza en
fragmentos, como cuando puntualiza que “el terror y la belleza nos salvarán”.
Tiene la particularidad de no anular las oposiciones, sino de agudizarlas. Su
poesía contiene una gran ironía crítica en medio de estallidos, excesos y
manotazos desesperados.
Esa enjundiosa búsqueda, acaso inútil, se refleja en su decir:
“entonces la soledad única,
la salvaje lujuria: ‘la plegaria del hueso’
en la niebla final de los orígenes”
o
“y hay un porvenir de flor brotando de su propio color arrepentido.
Y hay un estallido
Ciego,
Y algo, y todo para nada.
Y desnudos.
Y despertar como una canción en el polvo.
Amén.”
o
“a veces,
cuando el silencio se da vuelta
y canta hasta despertar,
hasta cubrir de alas ese presagio de catástrofe
que tiembla como una penumbra en el fondo de las últimas raíces.
A veces, solamente a veces,
el fondo de la vida hecho de piedra y soledad
y cicatrices de lluvia buscando su forma de caer o permanecer
semejantes a un pensamiento abrazado
a su día y a su noche y a su edad
de relámpago, de flor unánime”.
o
“Pero, sobre todo, hay la noche:
esa caída en bloque, esa furia de témpanos, ese paso hacia atrás
donde la memoria vacila y se hunde
vulnerada por un poema que sabe a olvidos y resaca,
y a despertar en la niebla como el ala de un pájaro en la soledad”.
Mario Morales es un poeta a quien aún se le debe una lectura en profundidad y un
reconocimiento a su trayectoria y valores poéticos, debido a una muy marcada voz
propia y a haber impreso con su sello una dirección diferente a la poesía de los
años ‘80. Probablemente su escasa pretensión de notoriedad y figuración hayan
contribuido al silencio con que se ha retribuido su enorme aporte a la poesía de
las ultimas décadas. Esta evocación pretende, al menos, rescatarlo de ese podio
invertido y generar la curiosidad de involucrarse en lo que generó y en su
producción poética, inexistente hoy aún en los anaqueles de las amadas y casi
extinguidas “librerías de viejo”. Quienes fuimos sus discípulos y amigos nos
arrogamos la fortuna de contar con su obra editada completa.”
*
Alfredo Palacio selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
NO SE SI ES PRUDENTE
dar a luz este poema.
Es que no habla de la noche
del amor ni de los barcos.
No habita ventanas
ni hunde sus pasos en el mar.
Carece de magia y silencio
sus labios nada besan
y ha perdido el tacto
en cualquier otra cintura.
Faltan el riesgo y la nostalgia
los bordes de sal
la desmesura.
No tiene fuego
Furia
ni aún
el más común de los lugares.
Olvidó el tabaco
los licores
cada color que baja la escalera.
No hay pájaros ni asombro
azufre, sándalo o trinchera.
Si hasta el papel y los latidos
decidieron ausentarse.
No acuden el sexo y la memoria.
Frutas, música y corceles
no son su fundamento.
Nada late
no hay esencia.
Y yo también
estoy en otra parte.
No sé si es prudente
dar a luz este poema.
(de “Filamentos”)
*
TAL VEZ YA NO QUEDE CLARIDAD SOBRE LA TIERRA
y el único porvenir sea
pasear nuestros difuntos.
Es posible que la noche confunda al poema
y apenas le deje una ventana
para sus ojos vacíos.
También
que esto ya se haya dicho
y yo deba
marcharme incompleto.
(de “Filamentos”)
*
A VECES LA VECINA
busca en mí otra mirada.
De aceite
vacío
o entrepierna.
Se arriesga al tigre.
A veces la vecina
es otro territorio.
Luna menguante
sábana en espera
perfume para la ocasión.
A veces la vecina
es
tan extranjera como yo.
Y caemos sin saberlo
del uno al diez
por la lengua filosa del consorcio.
(de “Segundos afuera”, inédito)
*
ABRES UNA CAJA
y otra
y otra más.
Como muñecas rusas
o un laberinto chino.
Parece sólo un juego.
Habrá que ver.
Entras y sales
pero no te quedas en ninguna.
Ninguna te retiene
ninguna toca tu esencia
no llega al fondo ni a tu lluvia
a tu penumbra más fiel.
Apenas un roce
un perfume que alienta
una seda amarilla
con su labio a los costados.
Abres una caja
y no está
llena de sorpresas.
(de “Segundos afuera”, inédito)
*
BABY FACE
machaca el blues
en la penumbra y sus alcoholes.
Baby Face es un recuerdo
una estación perdida
en la urgencia de los sueños.
Ella canta sin importar las consecuencias
este hueco en el alma
esta bruma que arrasa.
Baby Face ya no te veré nunca
tu piel de menta no resbalará entre mis dedos
quedará entre todo lo que no fue.
Tu vino y el mío
no contarán su historia.
Baby Face
sólo fuiste un intenso blues
que mezclo con tu rouge corrido y mi caída
con tus piernas y cada amarillo
con la noche que se estrelló sin aviso
sin piedad
sin nosotros.
(de “BluesEros”, inédito)
*
ELLA AVANZA EN PUNTAS DE PIE
sobre la fina cuerda en las alturas
sin trapecio ni red
ningún sostén si su paso decide equivocarse.
Va erguida y triunfal
su bello pecho de proa
el cabello negro entre cintas rojas
sus labios dibujando un beso de fuego.
Yo oscuramente
especulo con algún error de cálculo
alguna vacilación
una caída que me permita
abandonar mis dados y el cuchillo
sostenerla entre mis brazos
ser su salvador casual
que nada pase a mayores.
Y luego del sobresalto
jugar con mi copa de vino entre sus piernas
que aún estarán temblando.
(de “BluesEros”, inédito)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Alfredo Palacio y
Rolando Revagliatti.
Descargar entrevista
*
http://www.revagliatti.com.ar/070620a.html
http://www.revagliatti.com.ar/070620_miraloq.html
http://www.revagliatti.com.ar/act1211/Los-4-de-MLQQ-el-21.11.2007.jpg
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