Carlos Pedro Blaquier: Lujo mortal

Sus siete yates, valuados en 50 millones de pesos, sobresalen en el puerto más top. Denuncias por desapariciones y contaminación.

Poder. Carlos Pedro Blaquier, con 82 años, preside el imperio Ledesma. Tiene siete yates y una mansión en San Isidro.

Por Graciela Moreno

A pocos meses de cumplir sus 82 años, Carlos Pedro Blaquier, presidente de Ledesma y uno de los empresarios más poderosos de la Argentina, no se priva de nada. Desembarca en Punta del Este con siete lujosísimos yates, valuados en un total de 50 millones de pesos y una tripulación de 23 marineros disponibles las 24 horas. Le gusta la ostentación. Su lugar favorito es su mansión de San Isidro, bautizada “La Torcaza”, toda de mármol, rodeada de estatuas y bustos de personajes como Julio César y Augusto. Odia que lo critiquen. Desde su blog, Blaquier se encarga de “darles su merecido” a los que osan hablar mal de él. No está acostumbrado a que nadie lo contradiga. Ni las denuncias de contaminación provocadas por los desechos de la caña de azúcar de la planta, que causan bagazosis –una enfermedad respiratoria originada por la inhalación de ese polvo que ya se cobró varias víctimas–, ni los 32 obreros desaparecidos del Ingenio en la época de la dictadura, logran quitarle el sueño. Así fue que logró construir su imperio, sólo Ledesma facturó 1.400 millones de pesos en el 2007 y le generó una ganancia de 94 millones. Polémico y desafiante, el mayor empleador privado de la provincia de Jujuy, sabe cómo hacer calmar las aguas cada vez que se enturbian.
Apasionado por el mar, cada uno de sus yates está valuado en dos millones de dólares. Los bautizó como Neptuno, Black Beauty, Minerva, Cristina, Argos, Isis y Venus. Adentro tienen todos los lujos disponibles, pero su preferido para navegar hasta José Ignacio y Piriápolis es Neptuno. Sólo de amarra paga más de 5.000 dólares mensuales.

Reconocido por sus manejos y su habilidad, desde hace casi 40 años preside el ingenio azucarero más importante del país y de América Latina. Accedió a ese cargo de la mano de sus suegros, Herminio Arrieta y Paulette Wollman, en la época en que estaba casado con María Elena Arrieta Wollman. Hoy conocida en sociedad como Nelly Arrieta de Blaquier, pese a que se separaron hace más de 30 años. Nelly ocupa el cargo de presidenta de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes desde 1977 y es la madre de sus cinco hijos, todos integrantes del directorio de Ledesma. Pero desde hace tres décadas, Carlos Pedro Blaquier comparte su vida con Cristina Khallouf. Y repite a quien quiera escucharlo que no piensa dejar su cargo hasta que se muera.

En el complejo agroindustrial, ubicado en Libertador General San Martín, Jujuy, trabajan 7.000 empleados y cuenta con 35.000 hectáreas plantadas con caña de azúcar, 2.000 hectáreas de plantaciones de cítricos, paltas y mangos, un empaque de frutas y una planta de jugos concentrados. A sus fábricas de azúcar, alcohol, celulosa y papel, suma la generación propia de electricidad. En San Luis, cuenta con Glucovil, una planta de molienda húmeda de maíz y una fábrica de cuadernos y repuestos. En el resto del país, suma los establecimientos La Biznaga, La Bellaca, Magdala y Centella con 52.000 hectáreas, producción de carne y granos. Incursionó sembrando soja, en más de 2.000 hectáreas arrendadas. Participa en la exploración y explotación de petróleo y gas en el Yacimiento Acuaragüe, a través de esa UTE, es socio de Repsol, Tecpetrol, Petrobrás, Mobil Argentina y CGC. Desde su empresa Lons, no sólo editó casi una veintena de libros de su autoría, sino que además, brinda servicios inmobiliarios; desde la firma Catalinda, compra, alquila y gerencia embarcaciones, y en Calilegua, da servicios de financiación. Su poderío va más allá de la fronteras del norte jujeño, se expande a todo el país.

Se define como escritor y filósofo. Escribió casi una veintena de libros de historia y filosofía. Seguidor de Descartes, Kant y Husserl, cuenta con una de las colecciones de arte más codiciadas, con obras de artistas como el alemán Mauricio Rugendas, el brasileño Juan León Palliére, y el francés Raymond Monvoisin, y lo más famoso de su colección de pinturas: Emilio Pettoruti. Pero su pasión es su blog, donde todos sus buenos modales quedan enterrados en el último subsuelo. Allí se puede conocer al auténtico Carlos Pedro Blaquier, y olvidar su origen francés. Bastan algunas citas para descubrirlo: “Leyendo lo que dicen en Internet, comprendo que la gente de extrema izquierda diga cosas muy malas de mí porque ellos, como personas fracasadas en la vida privada, despotrican contra los que tienen éxito. En algunos casos se dedican a la política, donde ni siquiera son capaces de sacar muchos votos. Se consideran arbitrariamente postergados por una sociedad injusta, porque no pueden reconocer que son unos inservibles. Por eso se trata de resentidos incurables que sueñan con invertir el orden social para que los de abajo, como ellos, estén arriba y viceversa”, dice al comienzo.

Pero su furia recién comienza. Frente al teclado, también se siente impune. “No me perdonan que sea un hombre de éxito, tanto como empresario, por haber sido capaz de llevar a Ledesma donde está hoy, después de haberla conducido durante más de cuarenta años, como en el orden intelectual donde en virtud de mis publicaciones he sido designado como Miembro de Número de varias Academias de nuestro país. Ellos nunca han generado ni un puesto de trabajo decente, me dicen que soy un explotador que mata gente”. Don Carlos Pedro está ofuscado y lo demuestra. “Ellos, que se juntan con mujeres de su misma calaña, me dicen que soy un homosexual porque tengo una mujer de primera, cinco hijos universitarios y dieciséis magníficos nietos. Porque en mi barco y en los de mi familia tenemos personal masculino, como si nuestras mujeres aceptaran que tuviésemos unas jóvenes y lindas marineras. Porque confunden una embarcación con un burdel”. Parece que Cristina Khallouf, su segunda mujer, lo conoce bien. En algún reportaje, Blaquier confesó: “Mi pecado capital fue la lujuria”. Y termina diciendo en su blog: “Me asocian con gobiernos militares porque nunca desempeñé ningún cargo con ninguno de ellos y porque los critiqué en mis libros de historia. Nada de lo que dicen estos zurdos me preocupa, pero sí me empezaría a preocupar si algún día dejaran de criticarme”.

Así es don Blaquier. Cuando suelta la lengua no tiene límites. Hace casi cinco años, confesó en un reportaje al diario La Nación: “Me acuerdo de un día, hace años, que un funcionario de Ledesma me vino a contar que se había separado. Le agradecí la confianza por esta confidencia y le pregunté por qué se había distanciado de su mujer. ‘Bueno, lo hable con mi psicoanalista y él me aconsejó que me separará’. A ese funcionario lo despedí. Porque si una persona necesita que su psicoanalista le diga lo que tiene que hacer no puede manejar una empresa”.

En su Manual de Historia Argentina, su último libro publicado, abarca desde la llegada de los primeros españoles hasta la muerte del general Juan Perón en 1974. Al hablar de la Campaña al Desierto es claro: “…los indios sometidos por Roca no solamente fueron usurpadores, sino también genocidas, a pesar de lo cual el tratamiento que se dio a los que se sometieron voluntariamente fue muy generoso”. En otra de sus observaciones, se animó a decir que el embalsamamiento de Evita: “Fue una gran demostración de necrofilia a la que el peronismo es tan aficionado”.

En Jujuy, más que en ningún otro lugar del país conocen su pensamiento. El 27 de julio de 1976 se produjo un vasto corte de luz que dejó a oscuras a las localidades de Libertador General San Martín, Calilegua y El Talar. Los testimonios de los testigos cuentan que: “Sólo podían verse los haces de luz de las camionetas del Ingenio Ledesma que, conducidas por los empleados, sirvieron de apoyo a las fuerzas de la subzona 32 comandada por el represor Domingo Bussi. Tenían como objetivo la caza de trabajadores, estudiantes y vecinos. Fueron detenidos cuatrocientos de ellos, más de 200 personas fueron trasladadas a los galpones de mantenimiento de la empresa donde permanecieron días y meses atados y encapuchados”. Tras la tortura y los interrogatorios, algunos fueron liberados, otros envíados a cuarteles o a comisarías. En total, 32 obreros de la empresa de los Blaquier-Arrieta nunca volvieron.

Entre los desaparecidos, estaba el doctor Luis Ramón Arédez, que había llegado a ser intendente de Libertador General San Martín en 1973. Algunas de sus principales medidas de gobierno molestaron a los propietarios del imperio Ledesma, que enseguida se encargaron de frenarlo. Arédez había impulsado el cobro de impuestos a todas las tierras y empresas de Ledesma que, hasta ese momento, estaban exentas. Antes se había desempeñado como médico de la empresa y había denunciado la contaminación que provocaba el bagazo de la caña de azúcar, ante el Ministerio de Salud de la Provincia. Estos motivos fueron la clave para que el mismo 24 de marzo de 1976 sea detenido por casi un año, luego en 1977, fue secuestrado nuevamente y no apareció más. Desde 1983, su mujer Olga Arédez comenzó a organizar marchas y a rondar la plaza central de Libertador, junto con otras madres. Su testimonio se convirtió en una de las voces que más denuncias realizó sobre el accionar de Ledesma. Desde entonces, cada tercer jueves de julio se conmemora la Noche de los Apagones, que consiste en una marcha de diez kilómetros desde Calilegua hasta Libertador por la “justicia contra la impunidad”. La marcha cierra en un acto con discursos al que asisten personas de casi todo el país.

La injusticia cojuda, un libro de Ricardo Nelli, editado por Puntosur, fue uno de los primeros aparecidos al comienzo de la democracia que se animó a recopilar testimonios de habitantes del pueblo contando la verdadera historia del clan Blaquier. Las malas condiciones en que vivían los zafreros, que hasta debían hacer trabajar a sus hijos. Las anécdotas lo muestran a don Carlos Pedro como un hombre de campo, mitad playboy, mitad mecenas, que tenía a todo el pueblo controlado. Influía en la política local a su antojo. Justamente el sindicato de Ledesma fue el primero intervenido por Isabel Perón, toda la historia es contada por Melitón Vázquez, uno chaqueño dirigente azucarero de Ledesma que se anima a denunciarlo. Los trabajadores vivían en casas cercadas con alambre, custodiadas por policía propia, todos armados con escopetas Winchester. Bajo la miseria más extrema, Blaquier fue construyendo su imperio y se convirtió en un burgués campechano, dueño de la gente y de la tierra. Pero a diferencia de otros, se actualizó, expandió sus inversiones y se convirtió en un burgués moderno.

Sin embargo, no son muchos los que se animan. Sólo Olga Arédez mantuvo viva su lucha hasta hace tres años cuando falleció, víctima de un tumor en los pulmones ocasionado por la bagazosis, una enfermedad respiratoria causada por la inhalación del bagazo, el residuo del tallo de la caña que queda después de que se ha exprimido el jugo. Ella había denunciado en varias oportunidades la contaminación provocada por los desechos de la caña de azúcar que Ledesma arroja en enormes montañas al aire libre. Ese desecho fresco puede tener varios usos, desde combustible hasta abono. En cambio, viejo y seco, produce bagazosis y en muchos casos hasta puede llegar a ocasionar la muerte.
En septiembre pasado, los vecinos denunciaron un escape de amoníaco en la planta de jugos de Ledesma en Libertador General San Martín. Dos vecinos y dos trabajadores fueron hospitalizados. Mientras las irregularidades se repiten, pocos se encargan de investigarlas, mientras el imperio crece. Desde el sitio web Contraledesma, un grupo de personas que comenzó a trabajar con Aridez y hoy está diseminado en diferentes provincias, trata de organizar la información y las denuncias existentes en la planta. “Todo está bajo control, incluso Gendarmería está dentro del predio de Ledesma. Hasta el año pasado, los obreros ganaban apenas 600 pesos y el resto se lo daban en vales de comida para canjear en los comercios. No conseguimos que se investigue la contaminación. Ante un amparo presentado, dos de los tres jueces de la Corte provincial se expidieron y dijeron que la empresa no contaminaba, pero al no contar con unanimidad, la causa pasó a la Corte Suprema y está allí. Ahora la llevaremos a un tribunal internacional”, señaló Gabriela Ríos, una de las voluntarias del sitio web.
Un personaje poderoso, con aceitados contactos en el poder. Y una historia negra de lujos y ostentación mortal.

Informe: Jorge Repiso

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