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El
muerto que está solo y espera
Por Juan José Salinas
Felipe Romeo, el vocero de la Triple A,
murió de sida. Nadie reclama su cadáver. Fanático de Hitler, admiraba a
la Legión española, cuyo himno es Soy el novio de la muerte. En esa
tónica, la obscena celebración del asesinato del diputado nacional
Rodolfo Ortega Peña por el semanario que
dirigía hicieron que la Cámara de Diputados debatiera sin éxito su
arresto.
Felipe Romeo fue a López Rega lo que Goebbels a Hitler. Sus notas eran
virtuales sentencias a muerte.
Fue un prófugo con muy buena suerte. A fines de 2006, al reabrir la
causa sobre la Triple A, el juez federal Norberto Oyarbide ordenó su
captura. A partir de entonces, su paradero fue un enigma. Y se
conjeturaba que estaba en el exterior. Luego se supo que se había
establecido en la ciudad brasilera de Florianópolis. En los primeros
días de enero fue repatriado por sus familiares con un gravísimo cuadro
de sida, quedando bajo arresto en el Hospital Fernández. Pero él no
llegó a enterarse de su nueva situación, dado que ya se encontraba en
estado de coma.
Felipe Romeo, el otrora temible director de la revista El Caudillo,
exhaló su último suspiro hace un mes. Sin embargo, los suyos no
reclamaron su cadáver, el cual aún yace en una heladera del citado
nosocomio.
Es improbable que Romeo haya sido uno de los jefes militares de la
Triple A, a la que se le atribuyen unos 1.500 crímenes cometidos entre
fines de 1973 y 1976. Pero no hay dudas de que fue su vocero, en total
sintonía con su líder, José López Rega.
El nexo entre ellos fue el vocero del Ministerio de Bienestar Social,
Jorge Conti, un antiguo movilero de Canal 11, quien terminó casándose
con la hija del Brujo, siendo Romeo uno de los testigos de la boda.
A pesar de que le gustaba presumir de su Magnum 44, Romeo no tenía
agallas para la acción. Fanático de Hitler, admiraba a la Legión
española, cuyo himno es Soy el novio de la muerte. En esa tónica, la
obscena celebración del asesinato del diputado nacional Rodolfo Ortega
Peña por el semanario que dirigía hicieron que la Cámara de Diputados
debatiera sin éxito su arresto. Que ahora su cadáver lleve casi un mes
en una morguera sin que nadie lo reclame es algo así como una paradoja
del destino.
Prófugo, Romeo se escondió en Florianópolis, a donde solía visitarlo su
amiga y socia, Carolina Rojo. Se dice que la Secretaría de Inteligencia
y la Policía Federal lo tenían ubicado. Por ello es incomprensible que
nunca hayan intentado detenerlo. Al ser dejado en el Fernández,
presentaba una aguda deficiencia respiratoria, por lo que fue entubado
en la sala de terapia intensiva y atiborrado de antibióticos.
A los 70 años, poco y nada quedaba en su rostro de sus facciones
armoniosas; consumido por el sida, con un ojo desfigurado por el golpe
de un policía (del que, más tarde, dicen, se hizo amigo) y con las
neuronas estragadas por su adicción a la cocaína –cuya comercialización
le valió dos detenciones–, aquel tipo sadomasoquista y perverso hacía
mucho que se había convertido en un personaje estrafalario y bizarro.
Tanto que solía jactarse de la ferocidad y obediencia de su perro, al
que le ceñía la cartuchera con una pistola para desenfundar el arma y
pavonearse ante sus amistades de la rapidez de esos movimientos.
Quien desconoce su pasado sólo podía ver en él a un misántropo paranoico
que gustaba encerrarse en un búnker dotado de puertas blindadas, cámaras
de video y sofisticados sistemas electrónicos de seguridad. Y que apenas
salía para participar en la restauración de algunas cúpulas, actividad
que compartía con la señora Rojo y con un arquitecto especializado en
conferirles un aspecto “a lo Gaudí”.
Un quehacer, por cierto, que –según sospechan algunos– le servía para
lavar dinero procedente de uno de los principales bancos
estadounidenses, de muy antigua radicación en Argentina, cuyos
antecedentes en esa tarea lo hizo merecedor de varias investigaciones en
los Estados Unidos.
Un muchacho de barrio
Romeo nació en Italia, se naturalizó argentino, hizo la colimba en la
Fuerza Aérea, pasó por Tacuara y se unió a su escisión ultraderechista,
la Guardia Restauradora Nacionalista, cuyos vasos comunicantes con la
Iglesia preconciliar y el servicio de informaciones de la PFA eran harto
evidentes. Vecino de Florencio Varela, comenzó a editar El Caudillo con
el auspicio de Bienestar Social en 1973, justo cuando la Triple A inició
sus acciones con un atentado explosivo de neta factura policial al
senador Hipólito Solari Yrigoyen, que resultó gravemente herido.
En enero de 1974, se hospitalizó con un balazo en el muslo tras un
confuso episodio en el que denunció haber sido tiroteado cuando manejaba
su Fiat 128 cerca de su casa. Dijo que había repelido la agresión a
tiros, luego de parapetarse tras un árbol. Para entonces, Desde El
Caudillo (y particularmente en una sección llamada imperativamente
¡Oíme!) marcaba impunemente a quienes muchas veces eran luego asesinados
por la Triple A.
Romeo dirigió la revista durante el apogeo de la Triple A. En esos días,
los Montoneros mataron al comisario Villar –uno
de sus jefes– tras colocar una bomba en su yate en un apostadero del
Tigre. Eso fue en noviembre de 1974. En marzo de 1975, dos oficiales del
Ejército que investigaban a la Triple A –el teniente coronel Martín Rico
y el coronel retirado Jorge Oscar Montiel– fueron eliminados, todo
indica que por orden de la propia Inteligencia del Ejército, que estaba
colonizando la Triple A.
Montiel había sido puesto al frente de la Superintendencia de Seguridad
Federal (la vieja Coordinación Federal) por Perón, pero había renunciado
en enero de 1974, luego de enfrentarse con Villar –por entonces subjefe
de la PFA– a causa de la tortura y asesinato de dos de los asaltantes
del cuartel de la ciudad Azul, llevados subrepticiamente sin su
conocimiento al lúgubre edificio policial de Moreno 1417.
Un mes después, un capitán de Granaderos, Juan Segura, golpeó la puerta
de la nueva y paqueta redacción de la revista en la avenida Figueroa
Alcorta y, so pretexto de un desperfecto mecánico, logró ser invitado a
entrar por custodios armados, quienes le enseñaron, ufanos, un arsenal.
El informe firmado por Segura inició un dossier sobre la Triple A que el
Ejército entregó, entre otros, a políticos de la oposición radical y del
cual, que se sepa, no se conservan copias. Segura murió en 1979 cuando
su paracaídas no se abrió durante unos ejercicios bélicos realizados en
Córdoba.
Todo marchó bien mientras se mantuvo la alianza de López Rega con los
sindicatos que cofinanciaban la revista. Pero cuando a mediados de 1975,
la movilización gremial desbancó a López Rega, obligándolo a marcharse
del país, en la quinta de Olivos los Granaderos desarmaron a sus
custodios y, de paso, también a los de María Estela Martínez, que ya era
virtual prisionera en jaula de oro de los comandantes de las Fuerzas
Armadas. Entonces, Ramón Morales, Eduardo Almirón y Miguel Ángel Rovira,
entre otros homicidas, acompañaron a López Rega al exilio madrileño,
comienzo de su accidentado periplo como “embajador plenipotenciario”.
Entonces, Romeo se escondió, pero en octubre de 1975 reapareció para
relanzar la revista, invocando obediencia a la Presidente y ansias de
acompañar las operaciones de aniquilamiento de la guerrilla que el
Ejército había iniciado en Tucumán.
Para entonces, las Triple A habían pasado a ser –como decía
Rodolfo Walsh– “las Tres Armas”.
Particularmente, un coto del Ejército, como lo había sido desde siempre
su rama cordobesa, llamada Comando Libertadores de América.
Triste, solitario y final
Tras el golpe, Romeo se
exilió en España. Pero regresó a la Argentina de la mano del general
Ramón Camps, quien siempre se jactó de haber decidido la muerte de miles
de prisioneros desaparecidos cuando era jefe de la Policía Bonaerense.
Con él, Romeo formó la editorial Roca ( Romeo-Camps) que publicó los
panfletos con los que Camps pretendió justificarse.
Romeo intentó, en 1982, una efímera resurrección de El Caudillo, después
tuvo una heladería y dicen que también un prostíbulo en sus pagos de
Varela. También se habría especializado en truchar tarjetas de crédito.
Lo cierto es que fue detenido dos veces por vender cocaína, una de ellas
en un boliche de la calle Gascón cuando tenía encima 110 gramos. Y que
hacía rato parecía acabado.
El Chango Morales murió octogenario en el Hospital Churruca. En cuanto a
Almirón, luego de sufrir un nuevo accidente cerebrovascular el pasado
fin de semana, fue trasladado no a ese hospital policial, sino,
curiosamente, al Ramos Mejía. Entre el personal del Ramos Mejía hubo
siete desaparecidos durante la dictadura, en cuyo honor funciona una
Comisión de la Memoria. Esa comisión organizó el miércoles un ruidoso
escrache de protesta por la presencia del represor. A pesar de que un
despacho de la agencia DyN anunció su realización, a pesar de que
Crónica TV acudió con sus cámaras y registró la protesta, las imágenes
no fueron emitidas, y ningún diario informó nada al respecto. Una de las
médicas que organizó el escrache reveló indignada a Miradas del Sur que
Almirón parecía tener dificultades para hablar pero sonrió cínicamente
al alcanzarle un papel en el que escribió: “Estoy libre y seguiré
libre”. Toda una declaración de principios.
Si Almirón fuera declarado inimputable, sólo quedaría acusado Rovira,
hasta hace unos años jefe de seguridad de los subtes de Buenos Aires
concesionados por Metrovías, del Grupo Roggio.
A pesar de no haber cumplido los 70 años preceptivos y de gozar de muy
buena salud, el juez Norberto Oyarbide –a quien la PFA considera “propia
tropa”– le concedió como antes había hecho con Morales y Almirón, el
beneficio de la prisión domiciliaria, recientemente ratificada, que
cumpliría (nunca hay custodia a la vista) en su casa de Pasco al 1100.
La causa está paralizada. Y un buen documental sobre la Triple A que
hace ya casi tres años rodó Cuatro Cabezas para ser emitido por Telefé
permanece tan congelado como el cadáver de Romeo.
A pesar de que lo cierra con mucha gracia Nacha Guevara, la cantante que
acompañará a su amigo Daniel Scioli como candidata a diputada. Nacha
aboga en esa última escena por que las investigaciones se lleven hasta
el final. Si así se lo hiciera, varios adversarios duhaldistas y
PROperonistas de los Kirchner y de Scioli tendrían sobrados motivos para
preocuparse.
lesahumanidads@miradasalsur.com
Miradas al Sur