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Cicatrizar
Vesubios
Por José Muchnik
La lava brotó arrasando humanidad, éticas, juventudes. Se agrietaron tierras,
himnos, gargantas. Heridas a flor de historia en un país que duele bajo la piel.
Cicatrices estremecidas a la menor llovizna, caricia, recuerdo. ¿Quién podía
profetizarlo? Ni Discepolín en su tango más triste hubiera imaginado un
genocidio argentino, palabra terrible, palabra machete, palabra picana, palabra
crematorio, palabra difícil de integrar, de pronunciar, de figurar en nuestra
historia: “aquí hubo un genocidio”. En este país tan bello, tan generoso, en
este país de asados fraternales en el que juramos con gloria vivir, en este país
en nombre de la gloria, bebés arrancados a sus madres al nacer, desapariciones y
torturas, vuelos de la muerte arrojando vidas al mar. Pero ... la memoria no se
hunde, no se diluye a golpes, no se esfuma en falsas cédulas de identidad, la
memoria es torrente, no se detiene hasta encontrar sus propios labios, hasta
pronunciar, esta mi madre, este mi padre, éste mi hermano, éstos los asesinos.
Y ahora cuesta mirarse, palparse el dolor ya maduro, mirar los juicios en
primeras planas, jueces, dictámenes,banquillos de acusados, cuesta ver más allá
de caras abultadas, arrugadas, inculpadas con treinta años a cuestas, y a fuerza
de noticias y noticiosos las miradas se saturan, patinan sobre reflejos del
horror para huir de los espejos implacables que nos dicen, este tu país, aquí
sucedió lo innombrable, aquí .... Espejos que dicen a todos los humanos, en un
país llamado Argentina, entre 1976 y 1983 existió una dictadura cívico militar
que cometió un genocidio, que se propuso exterminar a la parte “impura” de la
población, a los “zurdos de mierda”, fueran peronistas, marxistas, sindicalistas
... poco importaban sus orígenes o confesiones religiosas, cristianos, judíos o
musulmanes, gallegos, japoneses, italianos, franceses ... había que extirpar del
cuerpo social esas impurezas ... “negación del derecho de existencia a un grupo
humano” ... ese es el mecanismo de base de los genocidios, grandes o pequeños, y
así fue aquí, en esos años, en estas costas del Río de La Plata.
Nuestro Vesubio no es gloria ni orgullo, no es majestad volcánica velando ruinas
de Pompeya, nuestro Vesubio una casona ya derrumbada en el camino de cintura,
entre estampidas de coches y aviones amortiguando el eco de torturados alaridos.
Nuestro Vesubio, chupadero, pozo, centro clandestino de detención ... eufemismos
para no pronunciar lo impronunciable. ESMA, Olimpo, La Perla, Campito,
Chalecito, Mansión Seré ... cientos de Vesubios en este país, cientos de
cráteres eructando exterminio. ¿Para qué tantos juicios? exclaman algunos
¿Porqué no borrón y cuenta nueva? Ni esta ni ninguna sociedad podrían vivir
mucho tiempo con heridas infectadas, hay que abrirlas y desinfectarlas para que
Vesubios cicatricen.
Cicatrizar Vesubios, juzgar culpables, no por venganza, sí por justicia, no sólo
por las víctimas, también por los culpables, para que las penas se cumplan y que
las culpas se paguen
Cicatrizar Vesubios, para que la concordia nacional pueda germinar, no sobre
heridas ocultas, sí sobre memorias abiertas.
Cicatrizar Vesubios, para los argentinos y para todos los humanos, para las
víctimas de todas las masacres, armenios, judíos, camboyanos, rwandeses ....
para decir que es posible algún día frenar la noria descargando odio ciego.
Por eso los adherentes a esta nota agradecen a todos los que han bregado a lo
largo de estos años para que estos juicios sean posibles. A las asociaciones de
madres, abuelas o hijos de desaparecidos, a los innumerables testigos y
querellantes, algunos han pagado con su vida el testimonio, a los jueces que han
consagrado su labor a desinfectar viejas heridas. Les agradecemos simplemente
por ayudar a cicatrizar este país, para que se ponga de pie y camine nuevamente.
Marzo 2010
El Vesubio fue
un centro clandestino de detención utilizado por el Ejército que estaba ubicado
en el Gran Buenos Aires, en la localidad de La Tablada (Partido de La Matanza),
cerca del cruce del Camino de Cintura con la Autopista Riccheri que lleva al
Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en un terreno del Servicio
Penitenciario Federal. "Empresa El Vesubio" era el nombre clave que utilizaban
para referirse al mismo las fuerzas represivas. Comenzó a funcionar en 1975
siendo utilizado por la Triple A, antes del golpe de estado, con el nombre de
"La Ponderosa" y dejó de funcionar en 1978.[5] Entre desaparecidos y
sobrevivientes al menos 400 personas estuvieron detenidas allí.[6]
Estaba en la Zona Militar Nº 1, bajo jurisdicción del I Cuerpo de Ejército al
mando del General Carlos Guillermo Suárez Mason, quien visitaba periódicamente
el campo, y directamente a cargo de la Central de Reunión de Inteligencia (CRI)
del Regimiento 3 de La Tablada, bajo el mando del Coronel Federico Minicucci.
Allí también operaban los coroneles Juan Bautista Sasiain y Franco Luque. El
Jefe de El Vesubio era el Mayor Pedro Alberto Durán Saenz.
Los lugares donde se alojaban los detenidos se denominaban las cuchas, y en el
centro de torturas se había colocado un cartel que decía «si lo sabe cante, si
no aguante».[5]
Allí estuvieron detenidos, entre otros Héctor Oesterheld, el autor del Eternauta,
el escritor Haroldo Conti y el sindicalista Jorge Fernando Di Pascuale, así como
la ciudadana alemana Elisabeth Kaesemann, Elena Alfaro, Ana María di Salvo, Luis
Alberto Fabbri, Rodolfo Goldin, Daniel Jesús Ciufo y Catalina Oviedo de Ciufo.
Otros prisioneros de El Vesubio identificados por la justicia italiana y alemana
son Rodolfo Bourdieu,Claudio Gimbini, Mario Sagroi, Esteban Adrian, Ofelia
Alicia Cassano, Rosita Luján Taranto de Altamiranda, Horacio Altamiranda, Juan
Marcelo Guinar Soler, Graciela Moreno, Jorge Antonio capello, irma Beatriz
Marquez, Silvia de Sánchez, Jórge Máximo Vásquez, Luciano Scimia, Jorge Watts,
Marta Barea, María del Pilar García y Francoise Dauthier.
El Vesubio dejó de funcionar y sus edificios demolidos en 1978 debido a la
visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Debido a la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida realizada
en 2003, la justicia argentina ordenó en el año 2006 la detención de ocho
represores que actuaron en El Vesubio: el general (R) Héctor Gamen, alias
“Beta”, Pedro Durán Sáenz, o “Delta”, jefe inmediato del centro, José Néstor
Maidana, Hugo Pascarelli, Ramón Erlán, Roberto Carlos Zeolitti, Diego Chemes,
Alberto Neuendorf. Este último actuaba en el campo desde 1975 y perteneció a la
Triple A.[6]
Actualmente el terreno se encuentra deteriorado y sin uso. En la Cámara de
Diputados se ha presentado un proyecto para transformar el predio en un espacio
para recuperar la memoria. [Wikipedia].
El juicio a los represores de El Vesubio comenzó
el 26 de febrero, se estima que durará casi hasta fin de año.
Adhesión al texto: Enviar un mail a
cicatrizarvesubio@gmail.com
escribiendo en el asunto nombre y apellido.
Información enviada por Jorge Federico Watts, quien declarará en el juicio durante el mes de abril.
Se invita a difundir.l
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