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Más
allá de la memoria
Por Carlos Bozzi *
Primer Juicio Oral en Mar del Plata por Delitos de Lesa Humanidad
Cuando diez años atrás, el Colegio de Abogados de Mar del Plata y distintos
organismos de Derechos Humanos, apoyados por numerosas entidades públicas de la
ciudad, decidieron iniciar el Juicio por la Verdad, muy pocos personas creyeron
que alguna vez alcanzarían a sentar en le banquillo de los acusados a solo uno
de los personajes de la represión militar en la década del 70. Pero la tenacidad
de los jueces, abogados, víctimas, testigos e integrantes de los distintos
organismos, pudieron vencer el escepticismo y aquella no tan vieja frase de
“cerrar las heridas del pasado y dejar de lado los enconos que desunen a los
argentinos”, continuando sin prisa y sin pausa con todo aquel trámite judicial.
Conviene recordar que los Juicios de la Verdad, fueron el instrumento ideado por
los organismos de Derechos Humanos para sortear el cerrojo impuesto a toda
investigación histórica sobre los crímenes de la década del setenta, por las
leyes de Obediencia Debida y Punto Final, leyes tan inconstitucionales al
momento de su dictado como al momento de su declaración de nulidad muchos años
después. Durante la vigencia de estas leyes, la biología hizo su trabajo, pues
es sabido que uno de los mayores aliados de la impunidad es el paso del tiempo:
por un lado, testigos que mueren, testigos que no están en condiciones de volver
a relatar el horror, testigos que no se sienten con la seguridad de poder
hacerlo y por otro, represores enfermos, ancianos, algunos ya sordos y con
dificultad en el habla, configurando todo esto un cuadro que podría haberse
evitado con un mínimo sentido de justicia, que nunca llegó.
Pero bien expresa el sabio don Martín Fierro, cuando dice que “no hay plazo que
no se venza, ni deuda que no se pague”, y así en mayo de 2010, el primer
imputado por delitos de lesa humanidad cometidos en la década del 70 en la
ciudad de Mar del Plata, volvió a ver los rostros de sus víctimas. Esta vez
,frente a frente, a poca distancia y ya sin la autoridad que le confería el
poder de un arma en sus manos.
Se trata del suboficial de la Fuerza Área ,Gregorio Rafael Molina, personaje
emblemático si los hay en esta historia, acusado de violaciones, tormentos,
secuestros y homicidios de personas. Los sobrevivientes que sufrieron su
violento trato, lo recuerdan por su parecido a un actor de cine americano, sus
grandes anillos dorados, el perfume especial de sus manos y la autoridad que
tenía dentro del Centro Clandestino de Detención ubicado en el radar de la Base
Área de Mar del Plata, una construcción semi subterránea, bautizada como “La
Cueva”.
A pesar de la indudable responsabilidad que le cabe en los hechos de la época,
nada se sabe de sus compañeros, cuyos apodos fueron ya mencionados en
declaraciones de testigos, no solo en el Juicio por la Verdad, sino también en
el mítico juicio a la Junta de Comandantes en el año 1985. A ellos se los conoce
por apodos tales como “Papi”, “Richard”, “Chancho”, “Pibe”, “El Colorado”, “Pan
de Dios”, “Walter”, y “Quasimodo”, todos personajes reales, aún no ubicados por
la justicia y que quien dice, quizás todos los fines de mes, hagan religiosa y
ordenada fila frente a los cajeros automáticos de la calle San Martín y Córdoba
,para cobrar su jubilación como ex miembros de las Fuerzas Armadas, junto a
otros beneficiarios.
Algunos lo sindican como el “jefe” de todo y de todos, mientras otros minimizan
su responsabilidad a la de un simple carcelero, alegando que la decisión final
sobre el destino de cada secuestrado no pasaba por sus manos. Puede ser verdad,
ello lo determinará la justicia, pero lo que no puede negarse es que los datos e
informes que el transmitía a la autoridad máxima, extraídos de cada víctima a
fuerza de tortura, contribuían a sellar definitivamente la suerte de cada uno.
La actuación más impactante de Molina se sitúa en la llamada “Noche de las
Corbatas”, cuando en julio de 1977 fue secuestrado en solo siete días once
personas, siete de las cuales eran abogados y una ellas, la esposa del Doctor
Tomás Fresneda cursaba un embarazo de cinco meses y medio. Previo a ello, en
junio del mismo año, había sido traído desde la ciudad de Neuquén el Doctor
Jorge Candeloro, destacado abogado laboralista que entre los años 1970 a 1974
había tenido especial participación en la Gremial de Abogados de la ciudad e
interviniendo en numerosos Hábeas Corpus en favor de disidentes políticos
presos.
Acusado de haber causado la muerte por tormentos de los abogados Candeloro y
Centeno, aún los hechos no están del todo claros sobre su autoría mediata, pues
en el Juicio por la Verdad existen dos declaraciones de ex policías que
atribuyen el asesinato del Doctor Norberto Centeno al comisario Miguel Angel
Fuster, miembro temido de la Delegación local de la Dirección de Inteligencia de
la Provincia de Buenos Aires (Dipba) y sobre el cual no existieron menciones en
esta etapa judicial . Obvio que la decisión final está en manos del Tribunal
Oral Federal en lo Criminal de Mar del Plata, que evaluará todas las pruebas
recolectadas hasta acá, pero lo indudable y probado es que Molina estaba allí y
tenía una responsabilidad de cuidado sobre las personas secuestradas que el no
ejerció y de ahí su culpabilidad.
Lo que si se va aclarando lenta pero seguramente, es el motivo del secuestro y
desaparición del conjunto de abogados, cuyas razón concreta a través de tantos
años resultaba ser una incógnita. En el tema del Doctor Norberto Centeno, un
abogado laboralista, alejado de toda militancia cercana a la izquierda
socialista, los motivos pa recen ser producto de interna de los grupos de tarea
de Mar del Plata. Así lo declaró hace muchos años , uno de los abogados de la
querella, cuando dijo: "Está compro- bado que a Centeno lo mataron porque le
tenían bronca, no fue un detenido al que ellos podían llamar
subversivo...”.(Clarín, 07-05-2002).
Sobre el Doctor Hugo Alais, pesaba la culpa de haber sido un militante de
izquierda en sus años de Facultad, cuando lideraba el “Frente de Agrupaciones
Unidas de Iz- quierdas” (FAUDI), manifestación estudiantil del Partido Comunista
Revolucionario. La frase que el abogado Camilo Ricci recuerda haber escuchado de
sus interrogadores, lo dice todo: “¿Pero cómo doctor... usted no sabía que tenía
un maoísta en su estudio?..”. Algo similar aconteció con el Doctor Salvador
Arestín, otro militante de izquierda en la década del setenta en sus años
universitarios. Quizás su sentencia de muerte haya sido presentar un Hábeas
Corpus en diciembre de 1974. El hecho es poco conocido y tiene el siguiente
origen: el 14 de diciembre de 1974, es asesinado en Mar del Plata, el empresario
pesquero Antonio Dos Santos Laranjeira, hecho que se atribuyó un “comando de
ajusticiamiento” de la escuadra “Luis Antonio Soccimarro”, de la compañía
“Héroes de Trelew”, del Ejército Revolucionario del Pueblo.
Meses después la delegación local de la Policía Federal, detiene a un grupo de
personas sindicadas como pertenecer a esta escuadra del ERP, acusadas de ser los
autores del homicidio del empresario. Una de las personas detenidas, era
ciudadana española y también prima de Arestín y por ella, Salvador se presentó
en la justicia con un Hábeas Corpus. Demás esta decir, que todo el grupo, años
después fue absuelto de la acusación de homicidio, aunque permanecieron presos
por “tenencia de propaganda subversiva”, durante mucho tiempo. Este dato, es
probable que no figure en el Lega- jo DIPBA de Arestín, pero es indudable que
fue informado a la Inteligencia del Ejército desde el Juzgado Federal de aquel
entonces, con lo cual se lo sindicó como un miembro activo del ERP..
Sobre los demás secuestrados, también pesaba la acusación de integrar una
izquierda marxista o maoísta ,pero más allá de la participación o no de cada uno
en alguna u otra organización, lo cierto es que todos tenían claramente
delineado, no solo en su pensamiento, sino también en su modo de vivir, un
proyecto político definido, que los hacía extremadamente peligrosos para el
sistema. De ahí su eliminación.
El juicio está por concluir y restan solo algunas audiencias, aunque la sociedad
local aún no se ha repuesto de las declaraciones de dos soldados correntinos que
presta-ron servicios en el conmutador de la Base Área Mar del Plata entre marzo
de 1976 y abril de 1977. Ambos se identificaron como “Clase 57”,aportando un
dato erróneo, pues es conocido que dicha clase fue exceptuada del servicio
militar, cuando se bajó la edad de 20 a 18 años para hacer la conscripción.
Quizás el carácter de testigos de identidad reservada ,hizo que se declararan
“clase 57” con el objeto de resguardar su seguridad, aun no se sabe. Sin
embargo, cuando entrevisté a uno de ellos, hace más de tres años en plena
redacción del libro “Luna Roja”, me habían asegurado que en el Casino de
Oficiales de la Base Área nunca hubo detenidos, versión distinta a la de ahora,
cuando manifiestan que en ese lugar también se alojó a prisioneros. Igual mente,
en aquella oportunidad también me hablaron de “vuelos de la muerte”, que partían
de la Base Àrea, pero utilizando un avión distinto al “Albatros” que ahora dicen
haber visto y para más ,con insignias de la Marina.
Demás esta decir que el “Albatros”, de los cuales solo hubo siete en el país,
tres para la Fuerza Área y cuatro para la Marina, estos últimos estacionados
primeramente en la Base Aeronaval de Punta de Indio y posteriormente trasladados
a la Base Aeronaval Comandante Espora, no es un aparato de porte menor, pues su
largo es de 20 metros y su alto de más de 8 metros. Igualmente el dato debe ser
analizado con cuida- do, porque en cierta manera coincide con la versión que dio
un ex cabo de la marina a estudiantes de colegios secundarios de la ciudad,
cuando afirmó que aquellos años un Hidroavión partía de la Base Naval de Mar del
Plata, con tal terrible tarea.
En el tema de los “vuelos de la muerte” hay que manejarse con sumo cuidado, pues
en esta cuestión todo lo que no suma es un retroceso y aun existen muchos
cuerpos de personas desaparecidas en aquella época, cuyos familiares viven
pendientes de toda lucecita que arrime una esperanza para conocer el destino
final de sus seres queridos. En el Archivo Nacional de la Memoria (ex Conadep)
existen denuncias con- cretas del tipo de avión usado y del nombre de pilotos y
oficiales acompañantes, que bien podrían investigarse a fondo para zanjar de una
vez por todas, esta cuestión.
Poco falta, entonces, para que el Tribunal dé su veredicto en el primer juicio
oral a un represor en Mar del Plata. Un aire más fresco y de mayor justicia está
recorriendo las calles de la ciudad. Es un primer paso y el más importante.
Resta aún la causa de la Comisaría Cuarta, la Causa de “La Cueva” donde se juzga
a las autoridades directas y la Megacausa de la Base Naval. Por cada detenido
liberado que paso por “La Cueva”,otros tres sufrieron cautiverio en la Base
Naval, por cada asesinado que hubo en “La Cueva”, otros tres lo fueron por
fuerzas de la Armada. Una proporción impresionante, que seguramente se develará
en poco tiempo, dando cuenta a la ciudad de la magnitud de la represión en estas
costas.
Carlos A. Bozzi
Abogado
Sobreviviente de “La Noche de las Corbatas”
www.elortiba.org