Jorge Rulli, un dirigente de la primera juventud peronista resistente,
ha enriquecido su reflexión política con el arte de contar su propia
biografía. Surgen conmovedores descubrimientos que llevan del ser
político a la búsqueda de "lo humano, demasiado humano". Y que llevan
también de la condición humana, como raíz de todo comportamiento
político, hacia la exploración de todas las alternativas –autogestionarias,
indigenistas, tecnológicas, organizativas, militantes, ecológicas,
no–violentas, culturales– que con toda propiedad exigen ahora el
nombre de revolución.
Quien ha amado y creído profundamente en el peronismo; quien expuso
su vida en aras de esos ideales, quien fue encarcelado, torturado
y mutilado; quien debió exiliarse contra su voluntad y conoció la
soledad, tiene derecho a hacer autocrítica desde el dolor. Y porque
el pasado lo lastima todavía, aunque no ha claudicado, prefiere
seguir su lucha desde un país tan distante como Suecia.
Jorge Rulli, militante de la Juventud Peronista desde las épocas
de la resistencia, pasó unos pocos días por Buenos Aires, y nuestro
encuentro sirvió para repasar tres décadas de alegrías, victorias,
horror y lágrimas; la violencia y el poder; la infiltración en el
peronismo y la imperiosa necesidad actual de recuperar la mística
y el sentido sagrado de lo revolucionario.
A partir de su liberación en el '81, Rulli trabajó por los derechos
humanos, primero en Andalucía y, ahora, específicamente por los
de los indios, en Suecia, instrumentando nuevas técnicas y recursos
para sobrevivir, asumiendo la pobreza y rescatando al hombre por
sobre todo.
Los diálogos fueron duros, con silencios prolongados, pero sinceros
y fructíferos... Cuando todo terminó y él ya había partido, pude
comprobar la verdadera dimensión de una de sus frases lapidarias.
"No me he visto con quienes en otros tiempos fueron compañeros y
hoy están en el candelero; no sé si yo los estoy esquivando, o ellos
me están rehuyendo... Hablan del peronismo en términos muy distintos
a los míos...".
Por Mona Moncalvillo
– ¿Cómo entraste en la violencia?
– Tanto a mí como a mucha gente de mi generación, nos la impuso
el enemigo. Hacía falta el holocausto brutal del peronismo, en el
'55; eso provocó que fuéramos lanzados a la violencia. Y ese es
quizás el origen de mis reflexiones actuales, porque nosotros no
elegimos ese camino, nos fue impuesto. No tuvimos la independencia
espiritual o la capacidad reflexiva para poder encontrar otros medios.
Eso en cuanto a autocrítica. Ahora, en cuanto a crítica, yo les
reprocho a los que eran dirigentes en ese momento que no supieron
guiarnos hacia metas más eficaces. Recuerdo que también se habló
de otras cosas... resistencia pasiva, boicots y algunas otras categorías
sueltas de otro tipo de lucha que eran conocidas, y nosotros manejábamos
algunas de esas ideas. Pero no fuimos capaces de elaborarlas, de
hacer con ellas una estrategia definitiva. Y los mayores, los que
ejercitaron y llevaron adelante esta campaña que se conoce con nombre
de resistencia, lo hicieron fundamentalmente al explosivo. Nosotros
pensábamos que nuestros métodos eran superiores. Nosotros tratamos
de organizarnos desde juventud peronista para la lucha de masas,
y a partir de juventud peronista, como cuadros de elite, formar
organizaciones de tipo militar. Y anduvimos rondando, siempre a
las palabras "ejército de liberación" que nos enamoraban mucho;
y nos estimuló también mucho el surgimiento de focos guerrilleros,
como el de Uturuncu, en Tucumán. Por aquel entonces, decidimos iniciar
acciones similares en Buenos Aires...
– ¿En qué año fue?
– Eso fue en el '59... También pensamos en abrir otros frentes guerrilleros
en el interior; intentos que por nuestra parte no llegaron a cuajar.
Hicimos un plan de abrir un frente en el Chaco, por ejemplo... Pero
había una exacerbación de la lucha y nos dejamos llevar por ella
con un culto al coraje y con una fraternidad de soldados, sin haber
pasado la experiencia de los fracasos de la lucha armada, de la
violencia, y de la lucha por el poder. Sin poder reelaborar todo
eso. Estábamos yendo simplemente hacia lo que más tarde fueron las
primeras experiencias negativas de este tipo de lucha. Al principio,
uno advierte solamente los aspectos heroicos, y se autoestimula
con el sacrificio que implica todo esto...
Agrupación
Oesterheld 2007. Homenaje a Jorge Rulli. Lider del Grupo
de Reflexión Rural.
“Mi sueño era poder expresar alguna vez, como en el
México insurgente, que la Revolución era un viaje hacia
el centro mismo de la propia Cultura”.(J.E.Rulli)
http://horizontesurblog.blogspot.com
Jorge Eduardo
Rulli (Bs As, 1939) es experto en desarrollo sustentable
y uno de los fundadores del Grupo de Reflexión Rural
que inició en la Argentina la lucha contra los transgénicos.
Fue coautor de diversos libros tales como “Transgénicos
y fracaso del modelo agropecuario” (2003). En febrero
del 2008 presento su ultima obra - editada por Corregidor
- el “Libro de los Editoriales”, una recopilación de
sus editoriales en el programa Horizonte Sur, de Radio
Nacional AM, leídos en los años 2005 y 2006. Ofició
de relator en la película “Los malditos caminos” de
Luis Coco Barone (2002). Dirige, el Programa Horizonte
Sur en Radio Nacional AM junto con un equipo periodístico
del GRR. Jorge Rulli aparece en el inicio de los ´60,
encontrandose con otros militantes peronistas: Carlos
Caride, Envar El Kadri, Gustavo Rearte, Susana Valle,
Felipe Vallese, etc. en la lucha por la Vuelta de Perón
y contra el régimen dictatorial. Enseguida, Rulli, El
Kadri, Rearte y Vallese, entre otros, participan de
la primera acción de resistencia armada urbana, que
firmaron bajo la sigla Ejército Peronista de Liberación
Nacional: el ataque a una guardia de la Aeronáutica
en Ciudad Evita. El jefe del operativo fue Gustavo Rearte,
y resultó todo un éxito lo que les permitió apropiarse
de dos subametralladoras PAM, uniformes y municiones.
Luego Rearte va a Montevideo a establecer contacto con
los exiliados peronistas y se reúne con John William
Cooke, jefe del Comando Táctico de la Resistencia Peronista.
En julio de 1963, el gobierno radical de Arturo Illía
promulga una amnistía para todos los presos políticos.
Rulli, Rearte, Spina y El Kadri, los iniciales fundadores
de la Juventud Peronista son liberados, (entre otros)
y se abocan a reorganizar la JP, que había sufrido duros
golpes por la represión implementada por el Plan CONINTES
(Plan de Conmoción Interna del Estado - Decreto 2.628/13
de marzo de 1960) durante el gobierno radical de Arturo
Frondizi.
– ¿ Vos en qué organización
estabas?
– La juventud peronista en aquel momento se organizó como una constelación
de pequeños grupos, la mayor parte de los cuales se llamaban comandos.
Yo trabajaba en un comando que actuaba en el centro de la ciudad
y, a su vez, en un grupo de juventud peronista que trabajaba en
Palermo. Pero entre nosotros las relaciones eran muy abiertas. La
que luego fue mi mujer pertenecía a un grupo de la juventud peronista
ligado a la Alianza de la Juventud. Allí había militado Bevilacqua,
que fue uno de nuestros primeros muertos; estaba haciendo el servicio
militar cuando lo mataron. Y el mismo día que lo mataron, nosotros
dimos nuestro primer golpe de mano, contra un destacamento de la
aeronáutica que estaba bloqueando una movilización vecinal para
ocupar un barrio. Estaban impidiendo nuevos intrusos. Porque era
un barrio construido para ellos, pero la gente sin viviendas lo
había empezado a ocupar por la fuerza; entonces colocaron tropas
y nos golpeamos contra ellos, a la noche. La mayor parte de ellos
escaparon; algunos nos dejaron las armas y otros escaparon. Fue,
aparentemente, muy sencillo, pero los problemas empezaron después,
al asumir que éramos un pequeño ejército en operaciones con una
edad muy escasa y sin mayor formación. En esos días, nosotros descubríamos
la existencia de Mao y de la lucha de guerrillas, o sea que nuestro
bagaje intelectual acerca de la guerra revolucionaria, no era importante.
Eramos grandes espontaneístas, pragmáticos, lanzados a la lucha,
como te decía antes, por el descalabro que habían producido los
militares. Yo tenía quince años cuando ya vi pasar los tanques;
y tenía quince años cuando vi la masacre del bombardeo a la Plaza
de Mayo... Esas son cosas muy brutales que vivió toda nuestra generación...
– ¿Perón alentó esa violencia?
– Sí, yo creo que sí... Aunque siempre jugó varias cartas, a nosotros
siempre nos alentó.
– El problema es que no terminaron de entender que Perón alentó
la violencia para derrocar dictaduras y no para que siguieran en
las democracias. Este fue el error de los que eligieron la lucha
armada en el '74...
– Sin duda... Quizás con eso ya te estás refiriendo a otro proceso.
Yo suelo, hacer un distingo entre aquellos orígenes y lo que después
ocurrió. Nosotros, en el '57, por ejemplo, mantuvimos la postura
de voto en blanco, no aceptamos la orden de Perón de votar a Frondizi,
la negamos, directamente. Incluso al principio no la creíamos, pero
luego fuimos conscientes de que era verdadera y la negamos igual.
Nos rebelamos contra Perón y luego Perón nos escribió y nos dijo
que éramos más peronistas que él... Por eso te digo que Perón nunca
dejó de alentar estas rebeldías, en una época en que estas rebeldías
eran parte de una gran familia. Creo que después, más tarde, se
va a dar un fenómeno muy diferente que es la entrada masiva de sectores
medios, con otros aportes ideológicos, con otra mentalidad mucho
más empresarial. Sobre todo con una visión eficiente y tecnológica
de la guerra, que es lo que nosotros no teníamos. Aquello que nosotros
hacíamos era, quizás, muy heroico, pero muy artesanal, muy poco
compartimentado, muy abierto a lo humano, de una guerra del pueblo.
Era como una resistencia descalza... Lo que vino después fue la
construcción de aparatos altamente tecnificados, con los cuales
creo que se perdió el sentido moral de la lucha, pues se terminó,
en muchos aspectos, asemejándose al enemigo. Y allí es cuando nosotros,
ya más maduros, con muchos años de experiencia, con mundo recorrido,
con muchas cárceles, podemos empezar a reflexionar sobre todo esto,
y acerca de cuál es el mejor negocio. Si la violencia que nos permite
llegar rápido, pero que nos presenta luego problemas enormes a resolver
más allá de la toma del poder, u otro tipo de lucha como en este
caso podría ser la no–violencia, que quizás demore más en posibilitar
la caída del poder enemigo, pero que permite una mayor movilización
de masas y que no deja los frutos amargos de la violencia...
– Entre la sangre o el tiempo, Perón había elegido el tiempo...
– Sí. En definitiva muchos de estos elementos están en Perón, por
lo menos en el Perón de aquellos años. Habría que revisarlos...
De todas maneras, esta es una cuestión que tiene que ver con esta
sobrevivencia extraña del peronismo. Yo creo que se hace difícil
todavía revisar cosas de aquellos años...
– ¿Por qué?
– Porque están muy presentes. Porque el peronismo sigue siendo una
cuestión irresuelta. Yo creo que hace muchos años que está mantenido
en una especie de terapia intensiva y que se le ha negado la dignidad
suprema de su muerte. Hay una cantidad de gente, que poco tiene
que ver con la historia del peronismo, que lo ha mantenido artificialmente
y por eso mismo se hace difícil revisar estos orígenes; la correspondencia
de Perón a través de sus emisarios, todo eso, es una tarea que reconozco
que tendría que haber realizado, pero que no puedo hacer... Me es
muy difícil, me pone muy mal todo esto...
– ¿Se infiltró al peronismo?
– No sé si se infiltró. Vos sabés que nosotros, desde el principio,
siempre tratamos de ganar gente para el peronismo. Yo trabajé bastante
desde los inicios de mi militancia en la universidad, y en los colegios
secundarios también, cuando éramos una ínfima minoría. Pero allí,
a pesar de nuestra falta de formación política en aquellas épocas,
ya alcanzamos a realizar algunas alianzas de trabajo con gente de
Palabra Obrera, con gente de sectores nacionalistas como Tacuara...
O sea, teníamos capacidad para buscar aliados y tratar de evitar
las provocaciones. Yo recuerdo que esa inteligencia la teníamos,
pero los que se sumaban eran muy pocos. Se sumaba alguno de Tacuara,
se sumaban del MLN, se sumaba gente del trotskismo, pero se sumaba
de a uno, eran incorporados fagocitados por el pensamiento que nos
era común.
El problema es que en
un momento dado se abren las compuertas y entran sectores medios
en masa, pero entran organizados, o sea entran con sus propios líderes
que, de un día para el otro, se convierten en líderes del peronismo.
Ese fue el problema. Y después algunos sectores marginales, que
no habían realizado ninguna lucha importante, como en el caso de
Guardia de Hierro, llamada Juventud del Comando Nacional, orientada
por Manolo Buzeta, que era un grupo minúsculo que existía también
en el año '59. Lo que pasa es que nosotros lo tomábamos muy a broma,
porque cuando realizábamos acciones y les dábamos alguna tarea,
nunca la cumplían... Nunca los tomábamos en serio. Pero en un momento
dado ellos encontraron algo que desde el punto de vista político
fue muy exitoso. Porque pactaron con vastos sectores que querían
entrar al peronismo. Pactaron ser los que les abrían las puertas
a cambio de liderazgo. Así, una organización minúscula, de pronto,
se convirtió en una organización de masa, o por lo menos con miles
de estudiantes. Miles de estudiantes que querían ser peronistas,
pero que no lo habían sido hasta ese momento porque venían del cristianismo,
del marxismo... Y esa técnica se siguió empleando durante mucho
tiempo, hasta que el peronismo se transformó en otra cosa. Casi
sin darse cuenta dejó de ser lo que era...
– ¿Cuándo comenzaste a darte cuenta de que el terrorismo no hacía
una revolución, al menos en la Argentina?
Envar El Kadri y Jorge Rulli
- Diálogos en el exilio. Revisado por Susana El Kadri.
Clic para descargar.
– Quizás muy temprano, pero tengo grabada una imagen terrible. Fue
en el año '62. Estaba prisionero, con otros compañeros de la juventud
peronista, en la cárcel militar de Magdalena. Había una vidriera
al fondo del pabellón que daba hacia el campo, y a lo lejos pasaba
la ruta de Magdalena a Buenos Aires. Fue cuando se levantaron
los colorados, y los azules avanzaron sobre
Buenos Aires. Nosotros esa noche, cuando caía el día, vimos pasar
al regimiento de tanques de Magdalena. Pasó durante horas a lo largo
del camino. Iban cientos de máquinas lanzadas a toda velocidad,
con pequeñas luces rojas, y se oía un estruendo terrible. Estuvimos
viéndolos horas y horas. Después leí la experiencia de Nietzsche,
cuando cuenta que el sentimiento de poder se le despertó al ver
una carga de caballería de los húsares.
A mí algo se me modificó, dentro, esa noche, porque yo no había
tenido una noción exacta de lo que era el poder. Me di cuenta, por
una parte, de lo minúsculo de nuestro trabajo hasta ese momento.
Y, por otro lado, me di cuenta de la vasta empresa que teníamos
por delante. Era imposible tomar eso. Había que desarticularlo de
alguna manera. Me sentía horrorizado por ese poder inmenso. Fue
alucinante. Dejaron el camino regado de tanques que se iban averiando,
pero el resto siguió al máximo de velocidad que dan los motores.
Nosotros éramos prisioneros de guerra de ellos. Fue una situación,
muy especial.
– ¿Estuviste preso muchas veces, no?
– Sí, en total llevo más de once años de cárcel. Pero lo que a mí
me modificó mucho la práctica revolucionaria, fueron los últimos
años del gobierno de Lanusse, las grandes luchas en las barriadas
obreras. Esa fue una experiencia muy rica, porque allí pude aplicar
las ideas que había ido desarrollando en la cárcel, y en el exterior,
durante la década del '60. Y las puse en práctica. Y también puse
en práctica una cantidad de métodos para transformar las unidades
básicas, que eran simples comités políticos, en centros de promoción
cultural y de asistencia a la comunidad. En una visión superficial,
se podría decir que nosotros prácticamente no hacíamos política.
Estaban los símbolos presentes, pero trabajábamos con la gente;
se repartían medicamentos, se solucionaban problemas familiares,
se mateaba, se organizaban los barrios. O sea, se organizaba el
poder autónomo de los barrios. Tratábamos de que la gente pudiera
resolver sus propios problemas, como zonas casi liberadas que fuimos
construyendo de a poco, tratando de no llamar la atención al principio,
tratando de golpear fuera de las zonas, no en las zonas en que nosotros
operábamos. Y llegó un punto en que fuimos dueños de barrios enteros,
en los que nos podíamos mover con absoluta libertad. Ya sobre la
llegada de Perón a Ezeiza, había zonas en las cuales todo el mundo
sabía en qué casa estaban las armas, en qué casa estaban los mimeógrafos.
El barrio entero lo conocía... Era una experiencia muy linda, porque
teníamos el apoyo total de la gente. Y la gente se preparaba para
la llegada de Perón, pensando que eso podía ser el inicio de un
levantamiento general...
– La última vez estuviste cinco años, hasta el '81, en que te dejan
en libertad vigilada...
– Esos años fueron muy
duros. La cárcel fue muy terrible, quizás peor que la tortura, porque
fue una tortura sistemática a lo largo de meses y meses donde no
había un minuto de descanso. Esa gente montó un sistema criminal
para destruir la identidad de los presos y someterlos a un stress
constante, mucho más de lo que se podía soportar. Yo estuve un año
entero conviviendo en una celda de 3 m2, con un compañero loco,
totalmente trastornado, que de pronto gritaba, daba vivas a Videla,
vivas al Ejército Argentino y lo tenían que acallar a golpes o llevárselo
a un calabozo, hasta que lo tranquilizaban con píldoras y con golpes.
Y así estuvo el pobre loco un año... Esa convivencia era terrible
para mí...
– ¿Dónde estuviste?
– En La Plata...
– ¿En la Unidad 9?
– Sí... antes había estado siete meses aislado en Salta. Estábamos
todos aislados, con las ventanas obturadas, la puerta se abría solamente
para dejarnos pasar la comida. Y yo tenía a este loco de un lado
y lo tenía a Julio Mera Figueroa del otro, así que a través de la
pared me comunicaba con Julio Mera Figueroa. Así y todo, a veces
llegamos hasta a jugar ajedrez a través de la pared, pero esos meses
se hicieron muy largos. Claro que fueron meses de interioridad,
de reencontrarse, de bucear en sí mismo.
– Hay una frase, me conmovió profundamente, que dijiste el otro
día mientras charlábamos: "Me dolió más la violencia que yo ejercí,
que la misma tortura".
Jorge
Rulli - El guerrero de la periferia. Video que fue emitido
durante la presentación del libro "El Guerrero de la
Periferia". Cortesía de Gabriel Cruz.
– Pienso que la violencia de los otros nos marca, nos deja pequeñas
lesiones en el subconsciente. Quizás ellas ponen en marcha nuestra
propia violencia, pero nuestra violencia hace a la historia personal.
Una historia personal violenta que implica un karma negativo, o
sea una historia mal construida. Y eso, a la larga, se paga. Son
cosas que uno ha venido atando mal en su propia vida. Tal vez haya
revolucionarios que después de practicar la guerra, sean capaces
de la tolerancia, de abrirse al otro, de tener solamente gestos
suaves en las discusiones o, incluso, no discutir, sino simplemente
dialogar, pero yo no los conozco. Y si hubiera alguno, creo que
sería admirable. Lo más natural es que cuando uno practica la intransigencia
frente al enemigo, cuando uno es cruel con el enemigo, llega un
momento en que la violencia se hace dueña de uno. Y uno no discierne
bien cuáles son los compañeros, los aliados, los amigos... O sea,
llegado un momento, uno puede ser esclavo de esa violencia y con
esto no tiene que ver la revolución...
Con muchos compañeros hemos venido analizando en los últimos años,
especialmente en el exilio, hasta dónde ha habido un engaño colectivo
y se han mezclado cosas en la historia de Europa, que se ha convertido
en la historia del mundo. Tanto las ideas socialistas, como las
ideas de revolución, se han ido mezclando ya casi indisolublemente
con las ideas de guerra y de lucha armada. Cuando, en realidad,
no lo fueron así en un principio en Europa. Los primeros marxistas
eran visualizados como pacifistas, pero hoy en día, alguien que
se define marxista ya se supone que practica la guerra, no solamente
la lucha armada. En países como El Salvador, lo que se busca hoy
es establecer con distinción los frentes de combate de una guerra
civil. Ese es el sueño de un revolucionario. Y pienso que allí se
ha dado una peligrosísima confusión. ¿Y cómo hacer para separar
guerra de revolución? Porque si hay guerra, la única disciplina
es la militar, el lenguaje se hace militar también, como se hizo
en nosotros, siempre tuvimos un lenguaje militarizado, y además
la dirección es, inevitablemente, autoritaria. Ahora, si somos capaces
de separar revolución de guerra, podríamos replantear todas estas
cosas. Y esto no significa que seamos menos duros frente al enemigo,
que seamos menos intransigentes. No, yo pienso que es posible que
podamos ser más duros que antes, con una lucidez más implacable,
si somos capaces de evitar caer en las trampas del enemigo, que
son también estas de la guerra civil, de la lucha armada y de la
formación autoritaria entre nosotros. Hay que evitar calcar la organización
del enemigo, los modelos y la jerga del enemigo. En cambio, recuperar
una mística y un sentido de lo sagrado, que las revoluciones parecen
haber perdido...
– Claro, recién te escuchaba muy atentamente y se me ocurrió una
pregunta por ahí ingenua, pero ¿en qué lugar del mundo has visto
esa experiencia? Hay una carrera desatada, e imparable...
–Sí, está siempre el ejemplo de Mahatma Gandhi, que es extraordinario.
Y aunque ha sido muy mal usado, muy abusado, sigue siendo válido
rescatarlo. Pero, por supuesto, después estas ideas se han confundido
terriblemente...
– Sí.. mirá el desenlace que ha habido en la India...
– Sí, pero creo que hay que persistir en la búsqueda de un camino
diferente, porque hay numerosas pequeñas experiencias que prueban
que es posible plantearse las cosas de otra manera. Lo normal debería
ser que los procesos de luchas de masas, se debatan en base a acciones
no violentas. Desde los boicots contra los autobuses, en el sur
de los Estados Unidos, contra la discriminación racial, bueno, a
la resistencia contra los ejércitos soviéticos en Checoslovaquia
en 1966. La misma lucha de Polonia... Y lo normal es que estos procesos
sean abortados por grupos que, por impaciencia, por intolerancia,
caen en la práctica de la lucha armada, como el caso de los Panteras
Negras en Estados Unidos, que gracias a su "heroísmo" acabaron con
la lucha de los negros, directamente... Aquel movimiento quedó terminado,
totalmente. Ellos remataron la experiencia de Luther King. Es verdad
que a Luther King la lucha que él desató lo superó. El no fue capaz
de darle una dirección al movimiento no violento, pero ésa es otra
cuestión. Los Panteras Negras posibilitaron que el enemigo acabara,
de un solo golpe, con el movimiento negro. En Checoslovaquia, lo
que se produjo fue que la dirección política de ese socialismo real,
la dirección política del socialismo con rostro humano, no tuvo
el coraje de asumir la dirección de su propio pueblo. Se apresuraron
a negociar con los rusos y terminar un movimiento que se les estaba
yendo de las manos de todos ellos. Y que era un movimiento, fundamentalmente,
no violento...
– Cuando te exiliaste en España, estuviste trabajando para los derechos
humanos. ¿Cómo fue tu experiencia?
– Fue una experiencia muy, muy rica. Llegué a España marcado por
la lucha por los derechos humanos en la Argentina, especialmente
de las Madres, que es un tema que yo sigo reelaborando constantemente,
porque fue la primera vez en el mundo que alguien descubrió el poder
de la imaginación aplicada en la lucha contra un poder omnímodo,
con tanto éxito. Bueno, y yo en mi medida, motivado por esas luchas,
al llegar a Málaga me incorporé decididamente al grupo de Amnistía,
que era un grupo muy pequeño, y no solamente pequeño, sino también
un poco diletante... Lógicamente, incorporé la fuerza de mi sistema
de militancia, y trastorné bastante al grupo, porque era el primer
prisionero de conciencia que tenían, además, el primer ex torturado.
Y bueno, tomé la secretaría, que me permitía hacer propaganda y
dar conferencias. Daba conferencias en los colegios, en la universidad,
en iglesias... Conferencias que fueron bastante impactantes, porque
esta España desmemoriada de hoy, se impresiona por los lejanos horrores,
porque los propios ya los ha dejado muy tapados, muy cubiertos.
Solía apoyarme en un trabajo que hice con mi mujer, con diapositivas
de torturados y de distintos sistemas de tortura. Contaba mis propias
reflexiones sobre la tortura, mostraba las diapositivas, luego sacaba
conclusiones sobre derechos humanos y los invitaba a sumarse a las
distintas actividades que nosotros íbamos desarrollando y ampliando
en Andalucía. Salía bastante impactante y bastante trastornante.
– ¿Por qué abandonaste ese trabajo?
– Lo abandoné, cuando me fui a Suecia, por muchos motivos. Mi situación
en España se fue complicando, estuve dos años sin permiso de residencia,
sin permiso para trabajar, con muchos problemas irresueltos causados
por la cárcel y la tortura. Y, además, por problemas de toda mi
vida. Ese karma que te mencionaba, que afloró en España, en medio
de una sociedad muy particular como lo es la española post franquista.
Con un gobierno socialista, que a la vez está en la OTAN; con una
policía muy represora; con una enorme desocupación; con muchas drogas;
con mucha violencia también. Y en un momento dado, consideré que
era necesario continuar mi andadura y mi búsqueda hacia Suecia...
– ¿Por qué Suecia?
– Tenía una antigua visa que me habían dado en la cárcel y necesitaba
un lugar de reparo, donde recibir determinado tipo de ayuda médica.
Y Suecia era el país indicado. Además, incidió un problema que tuve
en España. Estuve preso y fui golpeado por la policía.
– ¿Por qué?
– Por intentar defender en la calle a un delincuente, al que estaba
golpeando salvajemente gente que yo imaginé que eran policías jurados,
que son hombretones que contratan las empresas para que les cuiden
el orden adentro, o pillen a los que roban, son como custodios.
Y suelen usar un uniforme particular, pero muchas veces no lo tienen,
y éstos no lo tenían. Y bueno, la gente trataba de impedir que golpearan
al muchacho, que era un ladronzuelo, y yo me puse a la cabeza de
ellos identificándome como miembro de Amnistía Internacional y amenazándolos
con llevarlos a la justicia por lo que estaban haciendo con él.
Cuando llegó la policía, resultó que los que lo estaban golpeando
al muchacho eran policías también. Me hicieron detener a mí y me
fajaron entre todos; se enloquecieron de indignación porque alguien
osaba ponerlos en duda. Eso sí, fue interesante esta experiencia,
que no fue tortura, sino maltrato, y es la primera vez que sufro
maltratos y salgo bien parado, salgo muy contento conmigo mismo.
Porque lo hice en nombre de los derechos humanos y no dejé de enrostrarles,
en ningún momento, la actitud vergonzosa que estaban teniendo. Tanto
al faltarle en los derechos humanos al delincuente, como al faltarme
a mí. Y bueno... el juez no entendió razones y me mandó a la cárcel,
sin querer verme siquiera. Y amenazó a los compañeros de Amnistía
con tenerme quince días, si intentaban alguna campaña de prensa...
Así que estuve unos días ahí, en la cárcel de Málaga...
– ¿Cuál es tu crítica a los Montoneros? ¿Te sentís responsable de
haber llevado a la muerte a compañeros?
– Empiezo por lo segundo. Con respecto a esto, yo he sido muy duro
conmigo mismo todos estos años, me he revisado, pero también antes
había sido duro. Siempre que dirigí acciones participé en ellas
en primera fila, aún cuando no me correspondía hacerlo desde el
punto de vista organizativo. Traté de no estar nunca al margen de
lo que yo planificaba y ordenaba. En cuanto a los pocos compañeros
que dependieron de mí de alguna manera, y que se sintieron ellos
depender de mí, que han muerto, y que son muy pocos, es difícil
que yo pudiera haberlo evitado. Estuve días pasados en la tumba
de Manolo Belloni, en la Chacarita; yo estaba encarcelado cuando
él murió... ni siquiera supe lo que estaban haciendo. Después, algún
otro compañero murió, o fue desaparecido por los militares, pero
ya no me puedo sentir responsable, porque mi papel apenas fue el
de relacionar destinos entre sí. Eso es inevitable cuando uno hace
política. Tu haces conocer gente entre sí, estimulas cosas, ideas,
conciencias y luego desencadenas hechos, relaciones mutuas. Eso
no lo podés controlar, sería imposible controlarlo. Y de pronto
algunas de esas situaciones conducen a alguien a la muerte. Por
eso es arriesgado también ser revolucionario, ser político, porque
uno mezcla historias personales y presenta gente, las reúne. Y nunca
se sabe lo que puede salir de allí. Digo esto, porque justo en estos
días estuve cenando en casa de la familia de un chico que desapareció.
En el campo que yo administraba, se conoció con algunos de los exiliados
a los que yo di refugio y un exiliado brasileño le dio su amistad,
pero, además, lo reclutó para un proyecto en Brasil. Y desaparecieron
los dos... Y a mí me pesa, simplemente porque yo mezclé esas dos
vidas. El chico era de la JP local y el otro era un exiliado brasileño
que yo había conocido en Chile, y que estaba refugiado aquí ante
Naciones Unidas. Los mezclé, como mezclé a tanta gente... Pienso
que si la vida me diera la oportunidad de repetir esa experiencia,
sería mucho más cuidadoso, sobre todo de proteger a los más débiles,
a los más jóvenes, de ver qué hacen, qué piensan... Pero también
el peligro de esto es caer en un cierto paternalismo... Ahora, frente
a las cosas que han pasado, me doy cuenta de que las cargas que
llevo son mínimas, frente a gente que ha asumido miles de muertos
con una actitud puramente estadística...
– Vos estás encarando ahora nuevas formas de revolución, no violentas,
con propuestas como la huerta familiar, a través del trabajo de
ayuda a los indios...
– Sí, pienso que la sociedad que proponemos no hay que dejarla para
el futuro. Hay que empezarla ya, en pequeña escala, o en mediana
escala, como cada uno pueda. Pero no es aceptable que uno piense
en un futuro mejor y que lo dejemos siempre para el futuro. Eso,
por una parte. Por la otra, hay que poner la imaginación al servicio
de la lucha política, cultural y social. Fundamentalmente, la imaginación.
Y en tercer lugar, pienso que lo pequeño es hermoso que es válida
la pequeña experiencia, el pequeño modelo, pero que hay que hacerlo
con prolijidad y con mucha fe. También creo que es importante rescatar
lo sagrado, el sentido de lo sagrado que el pueblo necesita y nosotros
también, lo sagrado en todos los órdenes. También en la palabra,
de ser capaz de cumplir lo que se dice. De ser capaz de vivir con
alegría, intensamente, aunque sea una vida breve como la nuestra.
Creo que tenemos que elaborar un pensamiento enraizado. Que nuestro
pensamiento tiene que estar enraizado en la cultura y que nuestra
cultura es la americana profunda, que tiene relación con el indio,
que en América Latina sería el más desarrapado de todos y es el
que le da sentido fundante a América, aunque seamos descendientes
de inmigrantes. En ese sentido, es válida la posibilidad de indianizarnos
ideológicamente. No sé si esto está claro. También creo que necesitamos
desarrollar un nuevo modelo económico y tecnológico. Tenemos que
escapar al desarrollismo y poner en crítica el modelo de fábrica,
que es aquel sobre el que se basa nuestra sociedad en lo económico.
Pero también nuestra vida política, porque los partidos políticos
imitan la estructura autoritaria de la fábrica, o a lo sumo imitan
a una sociedad anónima. Están calcados sobre el modelo de fábrica
que es el que da el modelo de las relaciones humanas y de la relación
del hombre con las cosas. Y eso habría que rediscutirlo. Como habría
que discutir el modelo ciudad; la ciudad es algo que nos es ajeno
a los americanos. Fue impuesta por Europa y en Europa misma fue
impuesta por una revolución tecnocrática. Fue impuesta por los mercaderes
que se apropiaron de la ira de Dios y la hicieron suya. Y concretaron
en un pequeño espacio, un enorme patio de sucedáneos en los cuales
la naturaleza no existe.
Existe una cosa de piedra, que es la ciudad, rodeada por murallas
que la aíslan del resto del mundo. Y allí, los mercaderes fueron
elaborando su propio mundo de moral, para circular por las callejuelas
de la ciudad, y de técnica, que es la moral del taller, para que
los cueros, el acero y la madera, circularan por los vericuetos
del taller. Y de todo esto surgió el protestantismo y la posibilidad
de una sociedad pulcra, de casas limpias, de moral austera, que
es la que nosotros vivimos ahora en Escandinavia. Y que es eso,
la ira de los mercaderes arrebatada a la ira de Dios; un mundo en
el cual la muerte no existe. Y todo eso llegó a América con Cristóbal
Colón; fue un hombre de los mercaderes que lo primero que hizo al
pisar el suelo de América, fue reconstruir una pequeña ciudad, un
pequeño fuerte, para no pisar el suelo y para no estar bajo los
árboles, sino para tener un techo y una empalizada que lo separara
del mundo. Y las ciudades se han extendido en América, pobladas
por americanos, pero son una cosa que todavía nos es ajena, porque
han perdido el sentido de lo sagrado que tenían las antiguas ciudades
griegas o el sentido de lo sagrado que tenía el Cuzco. Estas es
otra cosa. Son ciudades inhumanas, la gente lucha contra ellas,
y por supuesto, sobre todos los trabajadores que crean numerosos
espacios de pequeñez dentro de la gran ciudad, que les permitan
vivir en un barrio como quien vive en un pequeño pueblo, reconocerse
mutuamente, tener amigos, saludar a los vecinos, convidarle un poco
de la comida que se hace cada día. Esos son recursos para sobrevivir
ante la ciudad, que sigue siendo algo que gesta cosas que nos son
ajenas. Bueno... otra idea es la de la no violencia activa, porque
aquí se sigue confundiendo, porfiadamente, con el pacifismo, y en
realidad no tienen nada que ver.
– Tu propuesta me da la impresión de que está más cerca de oriente
que de occidente, como también tus nuevas concepciones de vida...
– Sí, pero en la medida en que oriente está más cerca de América
que occidente. Creo que a lo largo de estos 500 años de colonización
española, primera, y después eurocentrista, nuestro continente ha
sido uno de los más castigados de la tierra, porque ha sido devastado
no solamente en lo económico, sino también en lo cultural. Nuestros
pueblos fueron masacrados sistemáticamente y obligados a un mestizaje
muy largo, en el cual los primeros conquistadores fueron reemplazados
por los mestizos. Pero nuestras repúblicas mestizas de hoy, criollas,
reproducen los antiguos sistemas de dominación, y ser "cabecita
negra" en este país sigue siendo una condena. He notado en estos
días que la palabra pardo, o negro, sigue siendo un insulto muy
fuerte en este país, pese a todas las cosas que han pasado. Pero
creo que desde hace miles de años se ha transmitido una herencia,
una tradición de conocimiento que se ha preservado en América Latina.
O sea que hay gente que está haciendo cosas que algunos arqueólogos
descubren que se hacían hace más de cinco mil años. Cómo se ha transmitido
este poder y esta sabiduría no lo sabemos, pero la fuerza de la
cultura siempre va más allá de nuestra imaginación. Y te hablo desde
algunos actos que los norteamericanos han observado en ceremonias
chamánicas en México, hasta la actitud del guerrero, de los antiguos
guerreros que se opusieron a los españoles. Pienso que es un desafío
que nosotros tenemos que retomar en esta etapa actual, si queremos
alcanzar una revolución en el horizonte americano y a la medida
de América. A mí, una de las cosas que más me ha impresionado, o
una de las cosas que quisiera resaltar desde el punto de vista del
valor, es la actitud de Atahualpa cuando llegan los españoles.
Atahualpa, rodeado por los mejores guerreros y toda su corte, espera
la llegada de Pizarro. Y cuando se aproxima Pizarro, al frente de
su caballería, decide sentar un ejemplo para atemorizarlo. Entonces,
al entrar en el inmenso patio de armas donde Atahualpa lo esperaba,
lanza la caballería al galope y la sofrena prácticamente encima
de Atahualpa. En esa época, los indios todavía no conocían el caballo,
era un animal desconocido, sobre todo los caballos cubiertos de
armaduras, con caballeros encima, emplumados y cubiertos de hierro.
Para ellos era casi imposible discernir que había un hombre encima
de un animal. Lo sería también para nosotros si no conociéramos
un caballo y un guerrero recubierto de hierro. Aquellos eran monstruos
lanzados al galope que se les venían encima. La corte y el ejército
de Atahualpa huyeron despavoridos, porque no era para menos, pero
él y sus guerreros selectos permanecieron sentados. Atahualpa ni
siquiera parpadeó y el caballo de Pizarro le frenó prácticamente
encima. Muchas veces he pensado en el coraje sin límites de Atahualpa...
era un guerrero impecable... Un hombre al que en ese momento fue
como si se le abrieran las mismas puertas del infierno y todo el
pavor del mundo se le echara encima, y ni siquiera cerró los ojos...
Era un rey... Y Pizarro, al lado de él, era un miserable... Sería
hermoso que nosotros tuviéramos esos ejemplos entre nuestros revolucionarios,
¿verdad?
– Hay un tema en el que yo deliberadamente quería entrar al final,
que es el peronismo. Conversando con vos el otro día me decías que
para vos el peronismo ha muerto, que vos creías en el peronismo
del '45...
– Claro, yo sigo creyendo y sigo marcado por esa etapa, porque,
para mí el indianismo es el peronismo del '45, pero infinitamente
más radicalizado, más subversivo... No sé qué término darle, más agresivo, inclusive. Pero también te
diré que yo he revisado mucho, he tratado de revisar el peronismo
y he encontrado numerosos elementos europeos que no suponía que
existieran. En muchas ideas y en muchos modelos que suponía que
eran originales y autóctonos, me encontré con que no lo eran, que
el peronismo hizo un ensamble de cosas americanas y europeas. Pienso
que en las líneas históricas de la montonera, del yrigoyenismo y
del peronismo, el próximo movimiento tiene que ser mucho más salvaje,
por decir así, mucho más americano. Y, paradójicamente, veo que
los justicialistas de hoy se van haciendo mucho más cultos, (cultitos
sería la palabra, cultos en el sentido de progresistas), mucho más
modernizantes, mucho más clase media, mucho más empresarios... Y
esto parece una paradoja con el devenir de la historia, porque a
mí me conmovió llegar a esta ciudad, es una ciudad oscura llena
de rostros cobrizos, una ciudad sucia, asiática, que de nuevo tiene
negros mota que hacía muchos años que no se veían, o sea que hay
un país mucho más americanizado. Y no te digo ahora al llegar, porque
en realidad podría decirte, como Troilo, que no me he ido nunca.
El decía: "dicen que yo me he ido, pero en realidad no me he ido
nunca del barrio...".
Yo he estado viviendo siempre en la Argentina, con mucho dolor y
cultivando mi mufa y mi nostalgia en Europa, y agregando y revisando
todas las noticias que llegaban de la Argentina, siempre, cada día.
Y te diré que la impresión, lo primero que me surge a la boca, es
decir que el peronismo es hoy un festín de hienas, de alimañas que
comen y comen, pienso que tienen carne para mucho tiempo todavía...
Pero luego uno empieza a revisar afectos y encuentra que hay un
componente muy grande de nostalgia, de gente que no encuentra otro
camino, que sigue metida en el rodeo del justicialismo, que no encuentra
otra alternativa. Y a mí me resulta a veces hasta difícil discutir
estas cosas, porque cuando me piden otro proyecto, no lo tengo.
Lo que podría proponer es algo personal y muy difícil de asumir.
Las nuevas tendencias del pensamiento que se difunde en América
Latina, en medios revolucionarios, nos hablan de una organización
extensa, de redes, de pequeños núcleos seminales que se desarrollan
y que mantienen simples comunicaciones entre sí a través de paradigmas.
O sea de ejemplos muy realizados, que son normativos para los demás,
pero que rechazan todo rol de vanguardia o de dirección, o todo
rol de organización. Es tal el antiaparatismo, que se habla de núcleos.
Esta es una nueva manera de encarar el proceso de cambio, y yo creo
en eso. Y creo que hay una marcha que se extiende paulatinamente.
He notado que en la Argentina se están dando muchas situaciones
así, de pequeños núcleos que están haciendo nuevas experiencias.
Lamentablemente, la mayoría de los que he visto, se dan al margen
del peronismo. Un peronismo, metido en su problemática interna y
agobiado por su larga historia, historia de éxitos y fracasos y
de cosas monstruosas que la gente no sabe asumir, que incluso todavía
no puede asumir, como el papel de Isabel... Es tanto el agobio,
que hay una cerrazón hacia las nuevas tendencias y hacia las nuevas
experiencias. Pero al margen de esta interna del peronismo que lo
adormece y lo paquidermiza, hay muchos jóvenes que están buscando
nuevos caminos, tanto el de las huertas orgánicas, como el camino
de las tecnologías apropiadas, como los jóvenes que están trabajando
con indios en los grupos indígenas que están reorganizándose en
la Argentina, por todas partes. También la gente de los grupos culturales
que están haciendo trabajo de promoción en la base. Es un signo
el hecho de que mucha gente abandone su vida. Por ejemplo, conozco
varios empresarios que han abandonado su vida, en una especie de
revelación, y se han dedicado a hacer cosas hermosas en el sentido
de la cultura.
– ¿Y no creés que esa nueva forma de vida que vos estás viviendo
y proponiendo para el futuro, volviendo aquí, se podría entrelazar
con la militancia dentro del justicialismo? – Mirá, sé que alguna gente lo intenta, muy pocos. Pero yo, en particular,
no lo haría. Creo que sería muy improbable poder llevarlo dentro
del justicialismo. A los cuadros del partido Justicialista no creo
que les interese este nuevo tipo de problemática, por una parte.
Y por otra, porque lo que esto requiere es un movimiento, no un
partido. Creo que esto excede a cualquier partido. Se trata de un
pluralismo muy amplio, es la participación de todo el mundo que
tenga hambre, necesidades culturales. Creo, como te decía hoy, que
el problema es la sobrevivencia. Pero la sobrevivencia implica varios
tipos, que están abriéndose camino. La sobrevivencia del alimentarse,
del comer y del vestir; la sobrevivencia en el sentido de la búsqueda
de las raíces; en el caso de otros la sobrevivencia de la propia
identidad cultural. O sea cuando los mapuches se organizan en el
sur, es la sobrevivencia de la identidad cultural. Cuando en la
Asamblea por los Derechos Humanos, se organiza una comisión de los
derechos humanos del indígena, es un esfuerzo de los sectores medios
por recuperar sus raíces, por recuperar algo fundante en el suelo
de América.
Y cuando la gente hace una huerta en el jardín delantero de su casa,
está afirmando también su aspiración a sobrevivir en lo económico.
Ahora, yo he notado que éste es un pueblo que está muy devastado
por la acción del Proceso. Y las mayores víctimas son aquellos que
no saben que son las víctimas del Proceso, o sea la gente común.
No los que hemos estado presos o torturados. Nosotros tenemos claro
dónde están nuestras heridas. El problema más delicado es el de
la gente que no sabe que sus vidas han sido modificadas brutalmente
por el Proceso. Sin embargo, a nivel pueblo he visto y he podido
recoger, datos muy conmovedores. Desde nuevos tipos de gestos de
afecto, que no existían en la Argentina desde hace unos años, afectos
muy varoniles que no se conocían, a una necesidad tremenda en las
barriadas de reconocerse mutuamente. El constante saludarse y pasarse
datos y estar juntos; el intercambio constante de contraseñas, no
políticas aparentemente, pero sí políticas en su profundidad; en
la profundidad que indica que ahí se está reconstituyendo el organismo
social; incipientes tendencias a lo asociativo, a reorganizarse
a través de lo afectivo. Todas esas son pautas que indican que puede
haber un renacer...
– Un renacer, o una vuelta a la solidaridad y la humanización.
– Sí, eso. Así es.
– ¿Te queda alguna dosis de resentimiento?
– No, no es resentimiento, pero queda una memoria muy viva de todo
lo que pasó. En ese sentido considero que nosotros necesitamos una
lucidez sin atenuantes. Creo que los peronistas, o los que fuimos
peronistas, no solamente nos hemos quedado sin identidad política,
sino también sin política. Porque la política está prácticamente
en manos del enemigo. Es decir, el ejército se retiró, pero dejó
una sociedad precocinada, dejó su gente, la dejó entramada... Y,
por otra parte, nuestra lucidez nos lleva ahora a comprender que
toda la historia de la Argentina está basada en el terrorismo de
Estado. Por eso esta cosa del indianismo es tan importante. Porque
si yo recojo las herencias de las víctimas del '80, que bañaron
de sangre la pampa argentina, estoy impugnando toda esta Argentina.
Toda. Habría que empezar de nuevo desde los más oprimidos. Y cuando
uno trata de ver la historia de Argentina y la historia de América
Latina, a través de los ojos de los que perdieron, de los que fueron
masacrados, de los que murieron en medio de la tristeza de la isla
Martín García, o que fueron fondeados en el Río de la Plata, un
siglo antes de los que fueron fondeados ahora... uno puede alucinarse
viendo que todo puede ser diferente a lo que nos contaron. Y que
lo mismo podríamos hacer desde hace quinientos años hasta ahora,
si somos capaces del esfuerzo increíble de ver la historia de América
a través de los ojos de los vencidos, de sus crónicas, de sus testimonios.
Entonces uno se da cuenta de que no se trata solamente de asaltar
el poder, o de ganar una diputación o una gobernación. Necesitamos
una revolución total, que trastoque totalmente esto, que es un sistema
despiadadamente injusto...
– Pero sin sangre...
– Sin sangre. O tal vez con mucha sangre, porque la no violencia
implica una movilización de gente que asuma esta tarea por sí misma,
no que lo hagan otros en nombre del pueblo... La tarea es que lo
haga el pueblo y, seguramente, morirán muchos, no lo sabemos, eso
no se puede saber. Pero lo importante es que el pueblo se decida,
definitivamente, por sí mismo a ponerse en marcha. Creo que el pueblo
tiene su propio tiempo... Y en todo este tiempo el pueblo ha crecido
por dentro, se ha fortalecido, mientras que los sectores medios
han acumulado resentimientos. Mientras el pueblo resiste, los sectores
medios se resienten, eso es típico. Y la clase alta se abroquela
en su vanidad, en su soberbia. Clase alta–soberbia, sectores medios–resentimiento,
y pueblo–crecimiento interior... El pueblo crece en el silencio.
Entonces, creo que el peronismo tiene una herencia que dar, una
herencia que hay que rescatar que es su vertiente americana. Y después
la enorme masa de gente que se ha formado en las cárceles y en las
luchas, que bien podrían dar una prosapia de guerreros lúcidos,
capaces de asumir tareas individuales en cualquier lugar del país.
Y capaces de hacerlas a la perfección, de hacer cosas hermosas...
Esa famosa comunidad organizada que tanto se predicó, hacerla en
pequeño, pero hacerla bien, para que miles de otros núcleos sean
capaces de imitarlo. Tanto gente que viene del peronismo, como gente
que viene de otros sectores, de la izquierda o del cristianismo.
Y ser capaces de conducir un nuevo tipo de lucha. No solamente ir
detrás de las Madres de Plaza de Mayo –que han inaugurado un método
nuevo que es fantástico–, sino hacer lo mismo que ellas en otros
ámbitos. Como en un momento lo hicieron los chicos ex–combatientes
de las Malvinas, en algunos actos dentro de los cuarteles, donde
demostraron poder trabajar con imaginación. Y eso es lo que está
faltando ahora: imaginación al servicio de las luchas políticas,
con métodos no violentos, para que podamos despreocuparnos del próximo
golpe. Porque no importa que haya un próximo golpe, lo importante
es que cuando lo den, no tengan contra quién golpear o tengan que
golpear contra todo el mundo. Es decir, no les demos ocasión para
que nos repriman por terroristas, obliguémoslos a que cuando nos
repriman, sea por revolucionarios. Por querer una sociedad más justa,
no por los medios que estamos usando. Que nuestros medios no enajenen
la polémica sobre nuestras ideas. Esta es la idea. Que no nos sancionen
por practicar la lucha armada, que nos sancionen por querer un mundo
más justo. Y que entonces se desenmascaren...
"Las luchas son las mismas porque
los sueños no han cambiado"
Por Pablo Cingolani
Jorge Eduardo Rulli, nuestro entrevistado, fue uno de los "bronces"
de la Resistencia Peronista, el proceso histórico por el cual el
pueblo argentino entre 1955 y 1973, utilizando todos los métodos
de lucha, acorraló a la oligarquía. El 11 de marzo de ese año, el
peronismo volvió a arrasar en las elecciones que posibilitaron el
retorno de Perón desde el exilio y su posterior 3ª. presidencia.
Pero cuando muchos creían que estaban a un paso de la "patria socialista",
vino la Triple A, la dictadura militar más atroz que se recuerde
con su secuela de 30.000 muertos y desaparecidos, los "carapintadas",
la hiperinflación alfonsinista, las privatizaciones y las relaciones
carnales con el Imperio de la etapa menemista y el "corralito" y
el hartazgo de la mayoría de los argentinos que en las jornadas
de diciembre de 2001 le dijeron a los que mandan: Basta. ¿Qué pasó?
¿Qué sucedió en Argentina para que haya corrido tanta sangre y que
aún no haya florecido? Un militante político de toda la vida nos
brinda algunas claves.
Rulli, usted comenzó a militar en política hace más de 40 años.
Empezó en la resistencia armada, ahora es ecologista, ¿qué es lo
que cambió y lo que no cambió en su historia política personal?
La situación del mundo es la que cambió de manera tremenda. Me suelo
rebelar ante los discursos que siguen levantando banderas antiimperialistas
de una manera que intenta negar las nuevas realidades e impactos
de la Globalización. Yo en los años 54 y 55 comencé una militancia
en el Peronismo, que era uno de los tantos movimientos de liberación
Nacional de la Posguerra. Nos inspirábamos en modelos de la época
y vivíamos con intensidad los desafíos ideológicos de la guerra
fría. Hoy quizá sea fácil olvidar que el rostro dominante del Socialismo
era entonces Stalin, sus inmensos campos de concentración, Yalta
y la división del mundo en áreas de influencia por parte de las
grandes potencias, pero nosotros no podíamos ignorarlo porque el
partido comunista local jugaba abiertamente con los norteamericanos….
Nosotros teníamos como guías a Nasser y en especial a los argelinos
que fueron quienes nos inspiraron los modelos de la lucha armada
y de la construcción de los escalones políticos y militares de la
lucha revolucionaria. Hoy el Zapatismo, Bové y los campesinos franceses,
las nuevas lecturas de Marx y la reivindicación de los procesos
de rebeldías populares, el revival de sentimientos libertarios,
el ascenso de los pueblos indígenas, las nuevas religiosidades y
en especial el Ecologismo han cambiado el rostro de la Revolución,
lo han humanizado, lo desprendieron de las cuestiones de la toma
del Poder, lo desconectaron de los modelos de guerra o de lucha
militar, lo arraigaron a la tierra y a lo local, le dieron otra
escala… No es poco… Yo seguí ese proceso más por intuición que por
desarrollo intelectual. Y el grueso de mi generación no me acompañó
en esta aventura de pasar de la lucha armada durante los años sesenta
y de los campos de capacitación en Cuba y en China, y luego en los
setenta los planteos insurreccionales y las luchas del Che, a la
No violencia, a las producciones de autoconsumo y a la revalorización
de la vida campesina, al parto natural y la educación de los niños
en la casa, el tomar la salud en las propias manos y el hacerse
crítico feroz de los modelos rurales extensivos y de la sociedad
de consumo. Hoy sin embargo con el GRR hemos constituido un movimiento
extenso y nos estamos planteando ser reconocidos como protagonistas
por el Poder, nos acompañan en especial los jóvenes y muchos de
ellos son los hijos de los viejos camaradas de las luchas revolucionarias
de los 60 y de los 70. Las luchas son las mismas porque los sueños
no han cambiado, quizá la diferencia sustancial es que ahora no
pretendemos sacrificar el presente en nombre de un horizonte de
utopía. Somos conscientes que el paraíso se conquista cada día y
que se trata de vivirlo con intensidad, con alegría y con responsabilidad
personal.
En
los 70 se buscaba por medio de la lucha armada la toma del poder
y la construcción del socialismo. No se tomó el poder y, en los
hechos, a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976 se reestructuró
el capitalismo en la Argentina.
¿Cuál es su balance de esa experiencia colectiva que involucró a
gran parte de su generación?
Sí, confundimos lo militar con la propuesta de cambios y terminamos
juzgados por los instrumentos que utilizamos y masacrados por las
fuerzas más abominables y terrorífica que ayudamos a desatar porque
creyendo en agudizar las contradicciones alimentamos la idea perversa
y banal de que "cuanto peor mejor..." En realidad lo peor para mí
por sus consecuencias, fue la derrota interna en el Peronismo, cuando
los sectores provenientes de las clases medias altas se apropiaron
con el respaldo de Cuba del proyecto revolucionario e impusieron
un esquema lineal de guerra prolongada, con prioridad de lo militar
sobre lo político, con criterios autoritarios y sin respeto por
el liderazgo postrero de Perón. En el 73 estos sectores recibieron
el gobierno de cinco provincias, entre ellas las más importantes
como Córdoba y Buenos Aires, dominaron también la Universidad de
Buenos Aires y el Ministerio de Educación, organizaron desfiles
conjuntos con las Fuerzas Armadas y manejaron las políticas Culturales
prácticamente en todo el país. Con todo ello no hicieron en dos
años más que enajenarse absolutamente las simpatías de la población.
Estaban convencidos que la Cultura es algo que se impone desde arriba,
que el manejo del Estado y la generación de políticas debe subordinarse
a la lucha por el Poder, lucha que ellos imaginaban absurdamente
como algo que se toma por asalto, tal como pudo hacerse alguna vez
con el Palacio de Invierno o con la Casa de Gobierno de Batista…
Fue un problema de paradigmas, en el pensamiento político se quedaron
en la guerra de trincheras y en la práctica cotidiana de la Argentina
de aquellos años obligaban a los Decanos de Facultades Universitarias
y a los altos funcionarios a operar de noche robando vehículos y
manteniendo el aparato militar, mientras descuidaban irremediablemente
la acción de Gobierno… Un dislate total… Nos arrastraron a la Contrarrevolución
y a la Dictadura militar terrorista convencidos que eso era bueno
porque aceleraba la llegada del Socialismo… La represión los barrió,
nos barrió a todos, in misericordiosamente en pocos meses, pero
los Montoneros se ocuparon de mantener el simulacro de guerra civil
con módicas incursiones de aventureros y suicidas en operativos
que denominaron pomposamente "Contraofensivas", de tal manera de
mantener el clima ficticio de guerra e impedir que surgieran otros
protagonismos sociales contestarlos. Las consecuencias de esta acción
de tenaza fue que el país quedó absolutamente devastado, demolido
sistemáticamente, más de treinta mil cuadros desaparecieron, el
pensamiento argentino involucionó cincuenta años…
Usted es parte de un colectivo llamado Grupo de Reflexión Rural.
En una comunicación personal, usted me decía: "el GRR viene creciendo
aceleradamente en esta situación que denominamos ´estado de gracia´,
un momento político en que se diluyen tanto la oposición como el
oficialismo y en que resulta conveniente proponer y avanzar con
proyectos y miradas de reconstrucción". ¿Cuáles son esos proyectos
y esas miradas?
Sí, el GRR se ha puesto en sintonía con los nuevos pensamientos
y acciones de la Resistencia Global, haciendo el esfuerzo de repensar
desde lo colectivo a la Argentina del mañana. Se trata de inaugurar
una mirada profundo, desde la hondura americana, desde lo fundante,
tenemos que cambiar los paradigmas, ser capaces de recobrar pensamientos
complejos… Con el actual Gobierno retornan los sectores medios protagonistas
de los años 70, con sus aciertos y con sus errores de entonces,
pero ahora sin la peligrosidad que implicaron para quienes pretendimos
debatir ideas y terminamos emboscados militarmente… Esta Argentina
aprendió duramente el valor de la Democracia y nosotros estamos
dispuestos como GRR a ofrecer nuestros mayores aportes con desinterés,
porque la Catástrofe del 2001 de la que no hemos salido todavía,
no deja demasiadas esperanzas… Lamentablemente el Gobierno prioriza
las luchas políticas a la construcción del Estado y el Presidente
demora largamente cada nombramiento mientras los que siguen manejando
las políticas y las relaciones exteriores son los viejos personeros
de la etapa neoliberal…
El GRR propone, entre otras definiciones, "incorporar al imaginario
colectivo urbano y a la agenda política los temas propios del mundo
rural". Quisiera que me explique los alcances de esa propuesta y
como se desarrolla en un país esencialmente urbano como es hoy la
Argentina.
Eso de que la Argentina es un país esencialmente urbano es justamente
uno de los mitos que cuestionamos. En realidad somos una Republiqueta
Sojera y el modelo rural de despoblamiento terminó hacinando enormes
poblaciones paupérrimas en las grandes conurbanos. De poder haber
sido un paraíso semirural terminamos siendo un infierno urbano.
Hoy con un país con su industria desmantelada, las ciudades se hacen
inhabitables, ya sea por la creciente inseguridad, por los colapsos
ambientales, la falta de comida, la abundancia de droga, los chicos
de la calle… las policías mafiosas y los políticos que gobiernan
con el más desenfadado clientelismo… Y en medio de ese caos urbano,
no faltan los sectores radicalizados que se esfuerzan por construir
islotes de socialismo en torno a proyectos productivos tales como
panaderías y comedores comunitarios en los que se alimenta a los
pobres con soja transgénica… No podemos respetar esas miradas sesgadas
y los hemos cuestionado duramente. Les hemos dicho que deberían
buscar que Monsanto les subsidie el comunismo piquetero que organizan
de espalda a los grandes territorios ocupados por los monocultivos
y las empresas exportadoras…
También el GRR propugna el "rediseño poblacional" del territorio
argentino. Es ambicioso. Lenin le dijo al escritor Wells, tras el
triunfo de la revolución bolchevique, que las ciudades iban a terminar
siendo obsoletas y que, algún día, serían demolidas pero eso no
sucedió. Pol Pot fue más allá: planteó que los pobladores urbanos
eran "parásitos" y vació las ciudades de Camboya. Arlt pensaba algo
parecido: en Los siete locos, habla del proletariado como un rebaño
de cobardes que no iban a romperse el lomo a las montañas y a las
selvas. Aquí, en los Andes, hay fuerzas políticas que promueven
una especie de renacimiento del Tawantinsuyu en medio de una acelerada
urbanización desordenada. ¿Ustedes que quieren?
Nosotros nos proponemos alcanzar la Soberanía Alimentaria. No en
el sentido o con el matiz con que se lo puede interpretar en Cuba
sino más bien como lo plantea la Vía Campesina. Nos referimos a
que proponemos el Desarrollo Local y el retorno a formas familiares
de arraigo y producción de alimentos que respeten una escala, es
decir, que no se propongan como ocurre ahora el crecimiento desmedido
como un objetivo inevitable. La escala debe ser local tal como el
gobierno y el esfuerzo del conjunto debe colocarse en la búsqueda
de la calidad de vida y en resolver los desafíos energéticos e informáticos
por caminos no tradicionales, nos referimos a que debemos evitar
los caminos secuenciales ensayados ya por el capitalismo urbano
industrial tanto en las sociedades de un lado como del otro del
muro. Y sería bueno y a propósito de Lenin que alguna vez nos interrogáramos
sobre cómo habría sido el socialismo del que tanto hablamos, si
en vez de imponerse en Rusia los partidos que expresaban a los proletarios
urbanos hubiesen triunfado en aquella Rusia campesina las organizaciones
revolucionarias que expresaban a los narodnikis, las comunidades
campesinas que en cambio fueron luego exterminadas o sometidas al
paradigma triunfante del desarrollo industrial y de sacrificar las
generaciones vivientes en nombre del Progreso…
Según se puede leer en el tomo III de La voluntad, usted conoció
y frecuentó a Rodolfo Kusch en los peores años de la última dictadura
militar que asoló a la Argentina. Kusch fue uno de los primeros
pensadores latinoamericanos que sistemáticamente criticó tanto al
liberalismo como al marxismo como las dos caras de la misma moneda
de la filosofía del progreso. A partir de ahí, buceó en la cosmovisión
indígena americana, en especial en la de las culturas andinas, buscando
una comprensión del mundo que pudiese superar al racionalismo occidental.
¿Influyó Kusch en usted?
Sin duda que influyó y mucho. Con Kusch pude asumir y poner palabras
a mucho de lo que mi generación proponía y en especial al pensamiento
que caracterizaba a la cepa histórica de la Juventud Peronista a
la que yo pertenecía y a la que perteneció asimismo Vallese, Bechy
Fortunato, los Rearte, Spina, Ferrari e inclusive Cacho ElKadri,
entre muchos otros. Mi sueño era poder expresar alguna vez como
en el México insurgente que la Revolución era un viaje hacia el
centro mismo de la propia Cultura. En la Argentina por lo contrario
decíamos que los peruanos descendían de los Incas y nosotros de
los barcos… Era nuestro humor tanguero… pero no era verdad. Con
Kusch descubrí la entraña de lo popular, la Cultura encarnada, lo
fundante del pensamiento con la tierra. Este religarme, esta nueva
visión de la cultura y del pensamiento popular me permitió años
más tarde reencontrarme y con religiosidad en la herencia de mis
ancestros italianos, me refiero a una remota aldea de los Abruzzos,
donde reencontré las mismas formas ecoconvivenciales y similares
modos campesinos que en el Norte Argentino y en Bolivia.
Usted es un enemigo declarado de los transgénicos. ¿Por qué?
La llamada Revolución Biotecnológica continúa la Revolución Verde
que nos trajo la última posguerra con su secuela de contaminación,
desertización de los suelos y manipulación de los mercados por las
multinacionales. Pero en este caso los riesgos para la humanidad
han sido infinitamente mayores. La ingeniería genética se basa en
un modelo científico, me refiero al descubrimiento del ADN, que
ya tiene cincuenta años y que se considera hoy en muchos círculos
científicos como absolutamente obsoleto. El modelo decía que cada
gen correspondía a determinados caracteres, que la materia imprecisa
que los une era tan sólo expresiones arqueológicas que llegaron
a denominarse con ligereza como ADN chatarra, y que la ingeniería
capaz de cortar genes del ADN de una especie y trasladarlos al ADN
de otra, así fuera de otro reino de la Naturaleza, le abría a la
ciencia por traslado de caracteres el dominio de la vida de tal
manera que, se dijo con soberbia que la Biodiversidad quedaba en
manos ahora de la ingeniería genética. Bueno, todo eso ahora es
sólo discurso basura del que hay que arrepentirse… La cosa es mil
veces más compleja, el último escalón de la vida distan de ser los
genes del ADN y la transmisión de la herencia es bastante más complicada
de lo que se pensaba. El problema es que sobre aquel modelo obsoleto
existen en el mundo setenta millones de hectáreas sembradas con
trasgénicos, que millones de animales se alimentan con forrajes
genéticamente modificados y que millones de consumidores ingieren
a diario subproductos como harinas, aceites y lecitinas provenientes
de la soja y del maíz transgénico. El mundo se ha tornado así un
gran laboratorio de consecuencias imprevisibles. Retroceder parece
imposible porque los negocios montados sobre la patraña científica
abarcan miles de millones de dólares y les han permitido a las Transnacionales
como Monsanto/Cargill controlar los mercados alimentarios mundiales
y expropiar a los pueblos de su seguridad alimentaria a la vez que
a los campesinos de su derecho a las propias semillas. El mundo
entero se halla actualmente contaminado por estos genes recombinantes
que están ya en otras plantas, en los microorganismos del suelo
y en nuestra flora bacteriana, y además nos hallamos en medio de
lo que se denomina la "sexta extinción", enfrentado una catástrofe
climática, de desertificación y extinción de especies inimaginable
pero en curso y acelerándose…
Como señaló más atrás, usted ha calificado a la Argentina como una
"republiqueta soyera" y alertado sobre la perspectiva de un colapso
de suelos que conllevaría un colapso social. ¿Qué propone para revertir
eso?
Nosotros proponemos en una primera instancia el acotar el modelo
de monocultivos, protegiendo a la apicultura, las producciones orgánicas
y las producciones locales y campesinas. Proponemos también alentar
la propia producción de semillas para podernos plantear con posibilidades
alguna vez el cambio del modelo rural. Predicamos el volver al campo
y recuperar la mística de la lucha por la tierra y del derecho al
arraigo. Más tarde o más temprano deberemos reconocer también, que
los suelos hoy al borde del colapso por el abuso de agrotóxicos
pertenecen a nuestro descendientes y que la Ley debería hacer cesar
el dominio sobre las tierras ecológicamente maltratadas.
Un principio de identidad de cara al siglo XXI podría decir: dime
lo que comes y te diré quién eres. Los gobiernos neoliberales se
preocupan (o hacen que se preocupan) por la seguridad alimentaria
de los pueblos. Eso ha conducido a situaciones tan trágicas como
son las donaciones de alimentos de cultivos transgénicos de parte
de los Estados Unidos al gobierno de Bolivia. Esos alimentos, a
la vez, forman parte de esos también trágicos planes de trabajo
eventual por alimentos. Según su criterio: ¿cómo rompemos la cadena
y cómo pasamos de la seguridad a la soberanía alimentaria?
Las ayudas alimentarias norteamericanas son consecuencia del modelo
impuesto de exportación de commodities en que sobran granos en los
mercados mientras se extiende el hambre en las poblaciones. Pero
además esas ayudas acrecientan el desvalimiento de los pueblos.
Son un instrumento del Imperio que le posibilita subsidiar a los
propios farmers a la vez que liquidar las economías campesinas y
los circuitos de autoproducción de alimentos de los países del tercer
mundo. El reciente rechazo por parte de cuatro países africanos
a las ayudas alimentarias norteamericanas justificándose en que
sus pueblos no comen transgénicos, han sido un hito en las luchas
por la recuperación de las Soberanías Alimentarias.
Bolivia es un país donde, al menos en los papeles, a través del
Decreto 25929 rige una prohibición para el ingreso de transgénicos.
A la vez, en estos días, es fuerte una campaña mediática firmada
por la Asociación de Productores Ecológicos de Bolivia oponiéndose
a la introducción de cualquier tipo de cultivo transgénico. Desde
su punto de vista, ¿qué más se puede hacer?
Bolivia es presa codiciada por su Biodiversidad y porque es el corazón
campesino de la América del Sur al que quisieran doblegar. Demasiadas
veces han intentado las empresas de Biotecnología entrar con sus
semillas genéticamente modificadas y lo seguirán intentando. Sencillamente
tienen que estar los bolivianos más orgullosos de sus variedades
y evitar las contaminaciones. El caso del modelo de la Soja me parece
más peligroso. En los diarios de Buenos Aires la publicidad de Syngenta
muestra el nuevo MERCOSUR de la Soja y la mancha abarca partes muy
amplias de Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay, y además todo
el chaco y el este boliviano. No cuesta mucho darse cuenta de las
intenciones que llevan... La planeada Hidrovía Paraná Paraguay apunta
no solo al Humedal brasileño sino también le da salida a las sojas
transgénicas por el Puerto de Cargill desde el oriente boliviano.
Las fuerzas políticas bolivianas deberían comprender que la soja
es un sistema global que implica dependencia tecnológica, contaminación
transgénica, agricultura sin agricultores y con despoblamiento,
concentración de tierras y modelo de agro exportación. El sistema
de la Soja es planetario y aunque en diferentes situaciones los
sufren todos los pueblos del mundo que se hallan impactados por
la nueva economía de commoditización, agriculturización con desplazamiento
de la ganadería a corrales de engorde con nuevos flagelos como la
vaca loca, y además deterioro de la vida y de la cultura alimentaria
con profusión de aceites de mala calidad y lecitinas de origen transgénico
como emulsionantes en las nuevas cadenas de alimentos chatarra agro
industrializados.
Rulli: usted empuñó las armas. Hoy: ¿qué es ser revolucionario?
Ser revolucionario hoy es ser capaz de tener el pensamiento abierto
a los nuevos modelos, estar perceptivo a las nuevas demandas y a
las respuestas que se elaboran por todas partes. Porque el mundo
es un hervidero de luchas complejas y sólo debemos aceptarlas, reordenarlas
y saber cuándo aplicarlas en el escenario en que nos movemos. Y
en este sentido es preciso reconocer que es una época fascinante.
El común de la izquierda lamentablemente tiene ante lo nuevo un
primer gesto de rechazo, de cerrazón intelectual… No podemos ni
debemos permanecer atados al pasado, a los viejos modelos que han
fracasado o engendraron situaciones autoritarias que enajenaron
el presente en nombre de lo por venir. Otro tema que caracteriza
la actitud revolucionaria hoy es a mí entender el de la responsabilidad
personal. Quien quiere cambiar la Sociedad debe estar dispuesto
en primera instancia a cambiarse a sí mismo y ello implica hacerse
responsable de los propios actos no importa lo pequeño que parezcan
y seguir un camino con corazón. Porque reivindicamos la escala de
lo humano rechazamos abrazar lo macro para abjurar de lo pequeño.
Ese paradigma del desarrollo y la idea del Progreso que entrañaba
nos condujeron al camino terrible del cambio climático, de la contaminación
generalizada, del gigantismo urbano y de la sexta extinción. Hoy
ser revolucionario es reconocer que existen tres Ecologías, la espiritual,
la social y la ambiental. Quien no acepta que la Tierra es la casa
del Hombre no asume en toda su plenitud y posibilidades su propia
humanidad y se resigna a las reivindicaciones comunes. Ellas pueden
ser justas, pero la lucha contra la iniquidad y la opresión del
hombre por el hombre no bastan hoy para justificar los sueños por
un mundo mejor y comprender los genocidios con que se los reprimió. No es por obtener el desarrollo económico que tantos héroes sociales
dieron su vida sino por un sueño más grande que debemos aprender
a descifrar. Hacerlo es la tarea de un revolucionario.
La Paz (Bolivia), Buenos Aires (Argentina)
Febrero de 2004 | La Fogata