El presidente senil y el actor de reparto

Biden y Zelenski

Por: Andrés Gaudín

Foto: Brendan Smialowski / AFP

Con sus miles de muertos, mutilados y desarraigados, más la destrucción de la economía y la soberanía hipotecada por generaciones, desde hace casi un año el mundo balconea una guerra en la que, a 8000 kilómetros de distancia, un presidente senil le dicta a un mediocre actor de reparto cuál es el parlamento que debe repetir en este escenario real. Joe Biden y Volodímir Zelenski son los personajes de este drama que se escenifica en la frontera este de Europa occidental con Rusia. Muchos se esfuerzan por explicar cuál será el dibujito del mapamundi del futuro, pero hecho el daño del que la industria bélica será la gran ganadora, más valdría imaginar cómo será, muy pronto, ese nuevo mundo en el que Europa ya no operará, ni siquiera formalmente, cómo un factor equilibrante.

Por ahora es imposible saber cuánto está costando esta aventura en dinero contante y sonante. Todos los días, desde algún punto de Occidente, parte una “ayuda” enviada a Kiev para que Zelenski siga auspiciando la sangría patria a cambio del minuto de gloria que le aseguran los titulares de cada jornada. El gran financista es Estados Unidos, que según el alemán Instituto Kiel para la Economía Mundial, aporta más o menos la mitad de la fortuna que llega a Ucrania. Su último balance, de fines de diciembre, hablaba de 51.246 millones de dólares, a los que hay que agregar otros 3750 dispuestos el 3 de enero y 45.000 votados para su entrega en 2023, algo así como lo dado por el FMI para la hipoteca argentina de Mauricio Macri.

Vladimir Putin, el tercero en escena, advirtió el jueves que Rusia tiene presente su historia reciente, cuando se llamaba Unión Soviética y fue clave en la derrota formal del nazismo. Al celebrar el 80 aniversario de la victoria del Ejército Rojo sobre Alemania en la Batalla de Stalingrado, el presidente ruso recordó, a modo de advertencia también, que la ideología nazi en “su expresión contemporánea vuelve a crear amenazas directas a nuestra seguridad, por lo que nuevamente debemos rechazar la agresión”. Y precisó: “otra vez nos amenazan los tanques alemanes con sus cruces de barras (emblema del ejército germano), otra vez quieren enfrentarnos en suelo ucraniano valiéndose de los herederos de Adolf Hitler”.

Además del efectivo que los países de la Otán transfieren a Ucrania, en los últimos días llega, o está comprometido, el armamento más moderno. ¿Cuánto? Hasta vaciar los arsenales militares y agotar el stock de los fabricantes. Para advertir a los suyos que Estados Unidos no está ante una bravuconada de Putin, The New York Times –el selecto vocero del establishment– citó a un experto alemán para decir que “la entrega masiva de armas, en especial blindados, lleva el conflicto hasta lo inimaginable”, que está hipotecando a Ucrania por entre cinco y seis generaciones. En The Washington Post –el otro grande– la ex canciller Condoleezza Rice y el ex jefe del Pentágono Robert Gates, admitieron en una nota conjunta que “Ucrania está en ruinas, depende de nosotros y nos arrastra a todos”.

Patética admisión. La mayor potencia global y sus aliados se dejan llevar por un delirante, útil pero de poca monta, que tiene más prensa que nadie y que la utiliza sin medir las consecuencias de lo que dice. Un día (23/12/2022) “exigió” la expulsión de Rusia de la ONU, ignorando que Moscú es miembro permanente del Consejo de Seguridad y tiene derecho a veto. Otro día (26/12/2022) dijo que no hablará con Rusia “mientras Putin esté allí”. Posteriormente (12/1/2023) se declaró miembro “de facto, no de iure (de hecho, no de derecho) de la Otán, porque tenemos el armamento y la comprensión de cómo usarlo”. Olvidó que la Carta de la Alianza dice que un ataque contra una de sus partes es un ataque contra todos, por lo que al ser Ucrania atacado toda la Otán debería entrar en guerra formal contra Rusia. Menuda invitación.

Además de delirante, el hombre que maneja muchos de los hilos que mueven a Occidente también es chantajista. En la última semana de diciembre, Zelenski fue a visitar a Biden y allí quiso apurar al Congreso para que votara los 45.000 millones de dólares a entregar en 2023. Dijo que si se demorara el envío de armas y dinero “alguna gente desesperada saldrá a contárselo a los votantes, y el que nos abandone no durará ni 15 días mientras se organiza el impeachment”. El 23 de enero le dijo a Alemania que “si ustedes son personas adultas deben saber que si no nos entregan sus blindados (Leopard 2) caerán en el aislamiento y Polonia encabezará una cruzada para desconocerlos”.

El 19 de enero, Estados Unidos invitó a participar de un “encuentro de donantes” que reunió a 50 países en su base militar de Ramstein (Alemania). Se prestó para la sobreactuación. El Pentágono anunció el envío de más blindados, sistemas de defensa antiaérea y municiones. De Gran Bretaña, Francia y Alemania fluirán tanques de última generación. Suecia dará sus obuses y blindados ligeros. Dinamarca donará sus 19 cañones de largo alcance y Lituania pidió un crédito para recauchutar cañones antiaéreos hoy almacenados en la base de Šiauliai. Letonia ofreció entrenar a 2000 soldados ucranianos. Si lo que vive el mundo en el oriente europeo no fuera un drama, podría decirse que a Zelenski sólo le falta recibir la cadenita de oro y la alianza de casamiento de alguna generosa princesa.

Tiempo Argentino