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Enrique Gil Ibaarra |
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Algunas cosas tienen que ser dichas nuevamente
Por Enrique Gil
Ibarra
Posiblemente algunos -muy pocos- de los que hayan leído este título sentirán
una sensación de “deja-vu”.
De ellos, menos aún sabrán de que se trata: es un descarado plagio que cometo,
sin vergüenza alguna, a
una nota escrita por Rodolfo Walsh en marzo de 1972.
En ella, Rodolfo decía que no se consideraba ya un novelista y, sin embargo,
rescataba para sí el derecho (más bien la necesidad) de reservar un espacio
en su interior para esas cosas que son (pueden ser) “útiles” a los demás si
se las sabe transmitir. “Si yo encontrara una forma verídica, sincera de sintetizar
esa vida y esa experiencia”, escribía.
Por supuesto que lo fundamental
de su frase radica en las palabras “verídica” y “sincera”. Porque en nuestro
país (quiero soñar que en muchos otros sucede algo similar, aunque sea sólo
por mi autorrespeto) hemos establecido una suerte de paradoja juguetona y seguramente
inconsciente que nos posibilita exigirles verdad y sinceridad a nuestros dirigentes
y posteriormente no darles pelota a aquellos pocos que ejercitan ambas… ¿virtudes?
Por el contrario, denostamos furiosamente a los que nos mienten y -según suponemos
y declamamos a los vientos-, aprovechan esas mentiras para robarnos pero, cual
gata flora estulticia y putarraca, los votamos para que siempre tengan la oportunidad
del polvito del estribo.
Ese eterno “me duele pero no me la saques”, que parece ya una marca argentina
tan registrada como “Es producto de la Patagonia”, se reitera y reitera en nuestra
historia, lo que nos da, como es obvio, nuevas y siempre frescas oportunidades
para seguir gatafloreando sin perder (creemos) la internacionalmente reconocida
prestancia nacional.
Como en un TEG interminable, asistimos estoicos a una partida que se reproduce
a sí misma, sin aburrirnos y siquiera permitirnos imaginar qué pasaría si pateáramos
el tablero sobre el que se arraciman siempre los mismos jugadores. Con idénticos
colores en sus fichas y, duele decirlo, con los mismos dados cargados que nosotros
les entregamos generosamente una y otra vez, para que los arrojen y, por riguroso
turno, se ganen el ¿derecho? de introducir su caballería pesada por el fondo
de nuestro país.
Desde las tinieblas del pasado (que siempre es presente en nuestras vidas, diría
Cortázar) rebrotan los Figuretis reclamando con aullidos un lugar en el paraíso
de los medios, desde el que puedan como ayer ofrecernos leche y miel. Ya deberíamos
tener claro que los sagrados alimentos vienen indefectiblemente acompañados
de las siete plagas, y finalmente se transmutan en vinagre y sal, pero no.
Aparecen entonces Duhalde, Reutemann, Solá, Rodríguez Saa y etcéteras, en cada
situación potencialmente electiva, asegurando como ayer que serán mañana lo
que no son hoy ni fueron ayer, circundados por los eternos criticones de farsa
(Carrió, López Murphy, Macri) que giran y giran alrededor del tablero aseverando
que así no se puede jugar mientras intentan robar alguna fichita que les permita,
a su vez, arrojar los dados.
Y aunque parezca mentira, doña, les creemos. Y comentamos sus dichos que, no
por repetidos, resultan menos novedosos y no por falsos, menos agradables al
oído.
Porque es irrefutable que los argentinos –sobre todo los ateos- creemos lo que
queremos creer, sin importar lo que evidencian nuestros ojos. Curiosa demostración
de Fe en un dios, como todos intangible, pero invariablemente nacido en un Buenos
Aires que le otorga (a dios) omnipotencia e infalibilidad a través de la palabra
impresa o teleescuchada.
Es curioso como mínimo que simultáneamente descreamos de aquellos que no nos
han mentido nunca y, por eso mismo, ni siquiera les damos la oportunidad de
hacerlo: no los votamos. Por supuesto: ¿Cómo –responsablemente- los votaríamos
si no los conocemos? Es decir, no sé si queda claro: para que aceptemos conocerlos,
tienen que mentirnos primero; les exigimos participar del juego, negociar, corromperse
para subir hasta un podio aceptable desde el que puedan ser oídos fuerte y claro.
Y los pocos que se niegan, aquellos que sí se animan a decir cosas que nos suenan
duras, intolerantes, ofensivas al oído; los que se atreven a decirnos que no
basta con querer, sino que hay que pelear para obtener; los que osan batallarse
con quienes no deberían son, como todos sabemos en este país eternamente bendecido
por Dios, unos amargos, unos loquitos, los desaforados de siempre, los utópicos.
¿Para qué perder el tiempo escuchándolos?
¿Y dónde quedó Walsh en todo esto? En que algunas cosas deben seguir siendo
y siendo dichas, en la esperanza de que alguna vez (alguna vez), las recordemos
en el momento de definir a quién le damos los dados.
Enrique Gil Ibarra (hendrix)
www.elhendrix.blogspot.com
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¡Ahora
sí! La culpa es de los chicos
Por Enrique Gil Ibarra
Ahora lo sabemos. Qué afortunada es nuestra sociedad que por fin logró descubrir
la verdadera causa de la delincuencia. Y era tan simple, vea. Al final, tenía
razón Ruckauf cuando pedía plomo para los delincuentes. Claro, lo que pasaba
era que la policía disparaba demasiado arriba; hay que entrenarlos de nuevo
para que apunten a no más de un metro y cincuenta centímetros del piso, porque
la culpa la tienen los chicos de 14 años.
Así que los metemos presos a todos y se acabó la inseguridad en Buenos Aires
que, desde luego, es el fiel reflejo del país.
Este genial descubrimiento lo debemos a los sufridos vecinos de San Isidro,
que con la colaboración de sacerdotes, rabinos y esforzados defensores de la
libertad y las buenas costumbres, han efectuado una sesuda investigación sociológica
que les permitió deducir que, bajando las edades de imputabilidad, se soluciona
todo el problema de la inseguridad, la violencia, la delincuencia y la droga.
Claro que falta resolver el hambre, la miseria, la falta de trabajo, la humillación
diaria, la corrupción, la desigualdad social y la indiferencia. Pero por algo
hay que empezar.
De manera que descargamos la culpa en los pibes de 14, y todos contentos.
No es necesario preocuparse por recordar que esas mismas señoras que aplaudían
a Juan Carr frente al Municipio, son las que se bajaban de los aviones provenientes
de Miami, con sus valijas repletas de “déme dos”, justito cuando esos chicos
que vamos a encarcelar hoy estaban a punto de nacer.
Para qué vamos a decir que sus maridos aullaban en la calle Florida defendiendo
las privatizaciones de las empresas del Estado que dejaron sin trabajo a miles
de argentinos condenándolos, en el mejor de los casos, a apostar a un kiosquito
de golosinas o a una remisería globalizados, destinados al fracaso.
Ni siquiera es procedente destacar que la mayoría de las personas serias, razonables
y que conocen algo del tema en todo el planeta señalan que la delincuencia en
los adolescentes –problema mundial- se produce porque hemos marginado a un enorme
sector de la sociedad que, a ver si lo entendemos, no nos debe nada a nosotros.
Que somos “los otros”. Los que nos vestimos, comemos, trabajamos, vivimos “como
Dios manda”, y recién ahora, cuando las papas queman, nos acordamos que existen
estos chicos a los que les dimos vuelta la cara desde antes que nacieran. Como
siempre, nuestra solución es sacarlos de la vista.
Cosa curiosa: no escuché a los vecinos de San Isidro reclamar un cambio de legislación
urgente y medidas inmediatas para la resocialización de esos chicos. Si, por
supuesto, escuché declamaciones diciendo que “es necesario” que existan centros
de reeducación en todo el país. Pero el cambio de Ley de verdad exigido es que
puedan ir presos “ya” porque, claro, nos molestan hoy.
Y todos entendemos que esas declaraciones sobre reeducación e integración social
son para la gilada, si después de todo son unos negros de mierda que no tienen
arreglo.
Llama la atención observarnos a los adultos buscando “soluciones”: nos comportamos
como chicos.
En lugar de educar, contener, alimentar, vestir y querer; en vez de exigir a
la dirigencia soluciones de fondo para sanear la sociedad enferma en la que
vivimos; a contramano de pensar seriamente cómo rescatamos a estos nenes (¡14
años!) para que no elijan robar, queremos meterlos presos. ¿Será que eso es
suficiente? Porque luego están los de 13, y los de 12. ¿Dentro de un par de
años bajamos la ley de nuevo? ¿Y si los encanamos desde que nacen, así no nos
joden más?
Como si fuéramos chicos, no hicimos nada ayer, pero queremos la solución hoy.
Aunque eso signifique cargarle la culpa a alguien, por supuesto siempre más
pequeño, siempre más débil.
Elegimos continuar compartiendo, indignamente, la complicidad de la indiferencia.
Mañana, con un poco de suerte e imaginación, tal vez la culpa la tengan otros:
los paraguayos, los coreanos o los analfabetos. Quizás a algún genio capitalino
se le ocurra entonces exigir el voto calificado. Después de todo, como Duhalde
dijo hace tiempo, estamos “condenados al éxito”, así que probando y probando,
alguna vez la vamos a pegar.
Tantos años pasaron y seguimos en el país jardín de infantes.
Enrique Gil Ibarra
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hendrix
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El
materialismo dialéctico como herramienta de transformación real
Para comprender de qué manera el materialismo
dialéctico (MD) puede ser utilizado como una herramienta válida en el proceso
de transformación de nuestra realidad individual y colectiva, lo primero es
lograr separarnos de los preconceptos y tergiversaciones seudo ideológicas que
vienen ligadas a él.
Sabemos que el MD es una construcción filosófica pergeñada por Marx y Engels
(aunque Lenin fue el primero que utilizó formalmente la denominación “MD”) y,
por consiguiente, parece casi inevitable enlazarlo popularmente con el “marxismo”
(socialismo, comunismo) en tanto ideologías.
Este es un error muy común, generado por la falta de comprensión y el dogmatismo
de muchos seguidores de Marx, que adoptaron ciertas conclusiones sociológicas
temporales, válidas en el encuadre socio político y económico europeo de los
siglos XVIII y XIX y las transformaron en “verdades reveladas” y, por consiguiente,
inmutables.
Se construyó de esta manera incorrectamente
una denominación inexistente como ideología (el “marxismo”) que pasó a englobar
los conceptos (éstos si, ideológicos) “socialismo” y “comunismo”, y se estratificaron
y esquematizaron dos métodos de análisis y comprensión de la realidad (el materialismo
dialéctico y su base fundante, el materialismo histórico) que, por definición,
no pueden reducirse al inmovilismo conceptual, sin perjuicio de perder su validez
y eficacia.
Dejemos entonces en claro que el MD no es una “ideología”. No puede serlo, en
la medida que no contiene “ideas fuerza” programáticas destinadas a su aplicación
en un “momento” y “lugar” predeterminados.
Por el contrario, es un método científico de análisis y comprensión de la realidad
que, utilizando un sistema confrontativo de tesis/antítesis en una espiral dialéctica,
y basándose en el contexto “material” (natural) que nos rodea, proporciona los
elementos para aprehender esa realidad con un mayor grado de objetividad, entender
las verdaderas motivaciones que motorizan los “hechos” (acontecimientos) que
acaecen en el tejido social, sus potenciales consecuencias y los posibles accionares
que nos permitirán modificar esas relaciones sociales que tienden naturalmente
a la entropía (inmovilismo).
¿Por qué es “materialista” y “dialéctico”?
Debemos buscar los orígenes filosóficos del materialismo dialéctico de Marx
y Engels en el método dialéctico de Georg W. Hegel. Hegel desarrolla la dialéctica
como método científico (el concepto ya lo habían utilizado Platón y Kant), oponiéndose
a la lógica formal, a la duda metódica Descartiana y al concepto de “la verdad”
como resultado final indiscutible e invariable, imponiendo en cambio el criterio
de la “contradicción”: (Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad
toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa)
“La dialéctica de Hegel concibe la realidad como un todo, sin que ello afecte
para nada a la relativa independencia de cada cosa en su singularidad. Esta
concepción se opone a la interpretación empírica de la experiencia. Frente a
la supuesta autonomía de los hechos tal y como son dados en la experiencia,
la estructura dialéctica de lo real acaba por mostrar que los hechos no son
sino el resultado de un juego interno de relaciones que son las que, en última
instancia, constituyen las cosas, a pesar de que aparentemente pueda parecer
que los hechos tengan una independencia. Pero el carácter dialéctico de lo real
no sólo significa que tenga una relación interna, sino, más profundamente aún,
que cada cosa sólo es lo que es en un proceso continuado”. Juan Paulo Ramírez
Sánchez
Sin embargo, Hegel se diferencia de Marx en su concepción idealista: para Hegel
sólo el conocimiento absoluto (definitivo) es finalmente válido en la medida
que teóricamente permite comprender el “todo”. Por consiguiente, como objetivo
último del sujeto está el “saber”, lo que equivale a establecer que la “función”
del ser es el pensar, la “idea” como sustancia de lo absoluto y, por ende, el
espíritu como suprema expresión de lo “real”. De allí su concepción de un “espíritu”
rector (Dios) que ejecuta su “plan” en el universo. Por consiguiente, todos
los hechos positivos y negativos acaecidos en la tierra pertenecen al “plan
racional” de Dios, son instrumentos, están subordinados al “Todo”.
Por ello, supone que existe una “conciencia” (idea) que precede a lo “natural”
(lo tangible, la naturaleza, el mundo). Lo que existe, entonces, es por voluntad
superior, responde a un objetivo que nos supera y excede y es “producto” de
esa consciencia absoluta e imperfectible.
Marx, por el contrario, supone que no habiendo “conocimiento tangible” de esa
conciencia previa, ni comprobación fehaciente de su existencia, cabe concluir
(a los efectos prácticos) que es lo “natural” lo que ha influenciado y determinado
el surgimiento de la misma.
Rechaza entonces el “idealismo” de Hegel y le contrapone un concepto “materialista”:
en un proceso de transformación, lo “natural” (la naturaleza) ha mutado produciendo
un ser que, en su relación “dialéctica” (prueba/error/aprendizaje) con el entorno
natural, ha alcanzado colectivamente la “autoconsciencia”, se ha identificado
a si mismo como “sujeto” en esa realidad y participa activamente en la modificación
de la misma. Ese proceso dialéctico, que no se interrumpe nunca, se manifiesta
y corrobora permanentemente en la historia, estableciendo leyes generales que
son demostrables en la medida que no se basen en “supuestos” (propósitos, intenciones,
moral) sino en “hechos” y acciones concretas y sus consecuencias verificables.
Sostiene Marx entonces que, del análisis materialista de la historia (Materialismo
Histórico), comprendiendo las motivaciones y el accionar de la sociedad en cada
“momento” de su evolución, pueden comprenderse también las “leyes” generales
que guían ese accionar y lo motorizan (en ese momento histórico). Si a esta
comprensión histórica se le complementa la dialéctica (MD) como método de evaluación
y reevaluación permanente de la realidad que muta constantemente, tenemos un
sistema científico que nos permite, no sólo “comprender”, sino “operar” sobre
esa realidad como agentes del cambio.
La contradicción espíritu – materia
Se plantea aquí para muchos el obstáculo para la implementación de un método
que aparentemente se contrapone de manera tajante a la concepción de un universo
espiritual. ¿Cómo aceptar como base “operativa” de pensamiento un sistema que
“niega” la existencia de una entidad superior y no toma en cuenta la “influencia”
determinante de la misma?
La solución (temporal) de la contradicción se basa en un concepto compartido
y aceptado por los sostenedores de ambas teorías: el libre albedrío.
Si aceptamos que el ser humano (tanto si creemos en una entidad/ser superior
como si no) es “dueño” de su accionar temporal (en un caso por “delegación”
y en otro por “naturaleza”), debemos coincidir en que ese ser humano se conduce
en el mundo guiado por su conciencia, su moral, su ética, sus necesidades y
deseos y su interrelación con “el otro”, y que estos condicionantes pueden o
no incluir y/o ser transformados por la “comprensión” de Dios, pero que esta
“comprensión” no modifica finalmente el “hecho” de una acción determinada.
Es decir: crea o no el sujeto en un Ser rector, actuará de una u otra manera
en una equis circunstancia, pero finalmente actuará, modificando lo que “es”
(la realidad) en uno u otro sentido.
Es en el marco de esa potencial acción transformadora en donde debemos entonces
centrar la atención práctica, porque es importante comprender que, tanto en
una posición como en la otra, este es el único cuestionamiento filosófico en
el que la dialéctica no es aplicable ya que, siendo la simple “idea” de Dios
un absoluto (de existir, es omnímodo, omnipresente, omnipotente) se enmarca
por encima de una decisión volitiva en la que el ser humano pueda “resolver”
la dicotomía, y no existe en este tema otra posibilidad de aprendizaje que,
potencialmente, la “verdad” total o la ignorancia eterna.
Entonces, partiendo de que los sostenenedores racionales del “materialismo”
no “niegan” el universo espiritual, sino que lo “desconocen” en el sentido de
su no tangibilidad (“no conocimiento”), y que aquellos que poseen fe en su existencia
indiscutible no requieren comprobación pragmática, el debate sobre su “realidad”
o la falta de ella no es pertinente.
En la medida que la única posibilidad de accionar concreto se manifiesta (por
lo que sabemos) en el ámbito material de conocimiento humano actual, donde sí
pueden aplicarse las leyes materiales y verificarse en la praxis, la utilización
del método materialista no significa otra cosa que implementar una herramienta
práctica, válida y comprobada sin que implique la aceptación esquemática de
ideologías o negación de creencia alguna.
Enrique Gil Ibarra
_________________
hendrix
http://elhendrix.blogspot.com
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Te
escribo por tus notas, Martín
Por Enrique Gil Ibarra
Cuando leí las ultimas notas de Martín Caparrós,
me preocupé un poco, porque en un tiempo nos conocíamos. Le mande un email personal,
pero no sé si le llegará, porque no estoy seguro del mismo. Por las dudas, copio
aquí mi email porque me parece que las dudas que Martín manifiesta como ex-militante
peronista incluyen en sí mismas las respuestas para muchos de nosotros.
Te escribo por tus notas, Martín (probablemente no me recuerdes)
Hola, Martín. Mi nombre es Enrique Gil Ibarra. Hace varias décadas que no nos
vemos, pero me permito escribirte porque en el diario (Noticias) éramos los
dos más pendejos, teníamos ambos casi la misma edad, los dos empezamos como
cadetes y finalmente los dos nos hicimos periodistas. Pero como vos te hiciste
conocido te recuerdo, a veces te leo y últimamente te veo confundido, replanteándote
muchas cosas. La primera vez que me diste esa sensación fue con una nota donde
fantaseabas una conversación con una compañera desaparecida.
En ella, me pareció que tu pregunta central, la que no le hacías al lector, era ¿tengo derecho a estar vivo hoy? ¿me lo he merecido en estos años? No sé si soy claro: como en un balance posterior que exigiera justificar esa existencia que pudiste conservar. Pero tuve la sensación de que no sabías la respuesta verdadera.
Luego vinieron otras notas, repletas de incógnitas: ¿existe el peronismo? y en realidad tu pregunta era ¿fui un pelotudo al ser peronista? ¿fui un boludo al militar? y en verdad me pareció que sentías temor de responderte, y tu solución inmediata fue intelectualizar la respuesta a a través de los emails que te mandaron.
Martín, nunca fuimos "amigos", sino sólo compañeros
de laburo, durante un tiempo. No sé hasta dónde llegó tu compromiso con la orga,
si te mantuviste al borde o si entraste finalmente, y si te tocó operar militarmente
o no. Lo que si quisiera comentarte es que las preguntas que te hacés hoy nos
las hicimos todos los que sobrevivimos, en algún momento. Por supuesto, eso
no sirve para consolar a nadie. Pero es un proceso lógico -creo- para todos
aquellos que aceptamos luchar -y matar- por una idea, cuando finalmente esa
"idea" termina en un limbo indeciso donde no acaba de morir, pero tampoco logra
resucitar.
Desde luego, las conversaciones "posfácticas" con nuestros compañeros y amigos
desaparecidos son, si no permanentes, habituales. Las tenemos todos; yo a veces
"charlo" con Rodolfo, o con Paco, y juego con lo que me dirían y les diría hoy.
Y, más desagradablemente, también hablamos con nuestros fantasmas. Es inevitable,
pienso, que uno se pregunte si todo sirvió para algo. Lo cierto es que queríamos
cambiar el mundo y, para bien o para mal, lo cambiamos. Me dirás que estamos
peor y francamente te digo que no lo sé. Estoy seguro que el proyecto político
económico de la globalización se hubiera implementado igual, aunque no estuviéramos
y, entonces si, no nos hubiera quedado nada. Me dirás que murieron tantos compañeros
al pedo y te puedo contestar que si, que el dolor por eso no se va, pero que
recuerdo que éramos (¿estúpidamente?) felices en esa época. Que sentíamos cosas
que no creo que nadie de las generaciones posteriores pueda siquiera imaginar.
Me dirás que posiblemente yo opino así porque estoy vivo. Posiblemente. Pero
es algo que no puedo cambiar, y que no se debió a una traición, ni a defección,
ni a inmoralidad. Fue suerte. Te preguntás si los que murieron "eran los mejores".
Claro que no. No lo eran. Lo son "porque" murieron. ¿Podría ser de otra forma?
¿Lo aceptarías de otra forma?
Lo único cierto es que, con mayor o menor compromiso individual, todos aceptamos
pelear -en ese específico momento- por algo en lo que creímos firmemente. De
la manera que supimos y pudimos. Con el orgullo, la arrogancia y la ineptitud
que tuvimos. Pero también con la entrega, la solidaridad. El que lo cuestiona,
nunca podrá comprenderlo. También la diferencia la escribiste una vez, en una
nota: para nosotros el "pueblo" no era "la gente", Martín.
Por supuesto, hermano, es evidente que el peronismo existe todavía. Tal vez
te has separado un poco del concepto, y es por eso que pensás que no. Recordá,
como escritor, que las palabras son convenciones. La "entidad" que tienen es
la que les otorgamos, un "consenso" simbólico. No son "reales", sino que pertenecen
al imaginario colectivo que las legitima. "Perón", "Evita", "peronismo", son
símbolos. No tienen nada que ver con lo que el Viejo o Eva, en sus realidades,
hayan sido. Tienen que ver con lo que representan para ese imaginario.
En tus reflexiones, te perdés en decidir si los burócratas, los políticos pejotistas,
el menemismo o el kirchnerismo, son el "verdadero" peronismo. Por supuesto,
no lo son, como no lo éramos nosotros. Lo que pasa es que querés insuflarle
al peronismo una "ideología" concreta, colgarte de un pincel que te garantice
la "corrección" de un pensamiento. ¿Te serviría si te digo que el peronismo
es lo que el pueblo quiere? Un ideario difuso, turbio, que no es la "liberación",
sino un anhelo vago de "libertad". Que no es el "Justicialismo", sino un deseo
impreciso de "justicia". Un recuerdo "genético" si querés, no vivido, de "algo
mejor". Un derecho que no se tiene, y se lo extraña sin poder definirlo. Una
carencia. Ni más -ni menos- que eso.
Es evidente que no pueden abarcarlo -ni entenderlo- los que no tienen esa carencia,
o los que han abandonado -por el motivo que sea- su relación afectiva o ética
con los "carecientes". Aquellos que, de "pueblo" se han transformado en "gente".
Finalmente, no te rompas el bocho, Martín, porque las culpas están siempre.
Mi hermano te diría, posiblemente: "no me siento culpable, sí co-responsable
de lo que pasó". Y aunque a veces es difícil establecer la diferencia, es necesario
hacerlo. Todos, los que estuvimos y los que no, directa o indirectamente fuimos,
somos y seremos responsables de lo que pasó, de lo que pasa y de lo que pasará.
Cómo elijas asumir esa responsabilidad es la respuesta de lo que te estás preguntando:
¿tengo derecho a estar vivo hoy? ¿me lo he merecido en estos años?
Un abrazo
Enrique Gil Ibarra
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Nota de Martín Caparrós en Crítica, 22/08/08
¿Menemismo?
La semana pasada escribí aquí que el peronismo no existe. En la semana me mandaron
cientos de mensajes. Por Martín Caparrós.
La semana pasada escribí aquí que el peronismo no existe porque decir peronismo
puede definir propuestas políticas tan diversas que no define ninguna. Y que
deberíamos dejar de hacerles el favor de llamarlos por ese nombre que usan para
hacernos creer que tienen una identidad común y definida. En la semana me mandaron
cientos de mensajes: ayer me pasé un buen rato –un rato largo– leyéndolos. Por
una vez, había muchos que no opinaban sobre el estado de mis genitales o de
mi cerebelo; el ¿peronismo? tiene, todavía, el poder de ponernos a pensar –o,
por lo menos, a escribir.
Algunos, como el puteador clandestino Aguante John William Cooke, me reprochan
que “cuestione a aquel peronismo del 46 al 55”, que hizo tal y cual. Ése fue
su primer truco: el peronismo aprendió rápido a vivir de la renta de esos años
originales porque estuvo, después, mucho tiempo proscripto. “Quizá no fuimos
buenos, pero los que vinieron después nos hicieron mejores”, solía decir el
general Perón para definir esa avivada. Pero ahora, cuando llevan 20 años de
gobierno nacional casi continuo –y más en muchas provincias–, ya no tienen derecho
a remitirse a esa edad de oro, ese pasado supuestamente glorioso que los legitima:
prescribió. O si no, de la misma manera, deberíamos seguir pensando que el ejército
argentino actual es el sargento Cabral en San Lorenzo.
Otros mandan propuestas. Cesáreo dice que “podríamos crear una palabra que signifique
la negación del peronismo”. Lo curioso es que esa palabra es peronismo: otro
de sus trucos. Si algo les permitió sobrevivir todos estos años fue –además
de la acumulación salvaje de poder– ese mecanismo que consiste en convencernos
de que el verdadero peronismo siempre es otro: nunca el que gobierna. Yo lo
llamo el Efecto Ave Félix: desde los años setenta, por lo menos, el peronismo
lo aplica con gran fenicidad para renacer de sus celizas. Funciona así: cada
vez que un peronismo triunfa hace, desde el poder, cosas muy distintas de las
que prometía desde el llano. Entonces aparece, en el llano, un nuevo peronismo
que promete hacer cosas muy distintas y se presenta como el verdadero peronismo.
Hasta que llega al poder y empieza a hacer cosas muy distintas de las que prometía
desde el llano. Entonces aparece, en el llano, un nuevo peronismo que promete
hacer cosas muy distintas y se presenta como el verdadero peronismo. Hasta que
llega al poder y empieza a hacer cosas muy distintas de las que prometía desde
el llano. Entonces aparece, en el llano, un nuevo peronismo que. El resultado
es extraordinario: siempre hay un peronismo dispuesto a reemplazar al gobernante,
que –te explican– se maleó. Siempre hay un peronismo dispuesto a ejercer el
poder que el gobernante gastó. Siempre hay un peronismo dispuesto a enfrentarse
con el gobernante –para que la silla de opositor no quede libre. Pregúntenle,
si no, en estos días, a Duhalde o a Rodríguez, que acusan a los K de no ser
verdaderos peronistas.
La discusión siguió. Algunos, como Leonardo Martínez Verdier –por fin un nombre–,
dicen que algo sí define al peronismo a través de los tiempos: “El leitmotiv
del peronismo es la justicia social, de la que deviene su denominación ‘justicialismo’”.
La justicia social es plastilina. La idea de justicia –social y no social– varía
con los momentos y las circunstancias. ¿Qué quiere decir justicia social? ¿Que
los trabajadores se lleven la mitad del PBI y los patrones la otra mitad, cuando
los trabajadores son diez millones y los patrones diez mil? ¿Que todos tengamos
derecho a no morirnos de enfermedades tratables? ¿Que no haya explotadores ni
explotados? ¿Que los pobres se jubilen y puedan seguir siendo pobres pero jubilados?
¿Que no haya propiedad privada porque la propiedad es el robo? ¿Que un gobierno
fuerte nos proteja de los temibles delincuentes? ¿Que no haya gobierno porque
todo gobierno es corrupción? ¿Que les den 150 pesos a los que no comen? Depende:
la justicia es una convención ideológica. Lo que para algunos –tiempos, países,
personas– es justo, para otros no. La justicia social es otra agachada peronista:
decir algo que no dice nada, que se puede variar a voluntad. Igual que peronismo.
Muchos mensajes insisten en que si el ¿peronismo? sobrevive es porque los otros
se lo permiten, y no puedo estar más de acuerdo: el éxito del ¿peronismo? –la
supervivencia del engendro mutante autodenominado– es función del fracaso de
los otros. El ¿peronismo? no subsiste por su propia fuerza, sino por la debilidad
de los demás. Sobrevive porque ningún otro movimiento fue capaz de producir
un proyecto atractivo para la mayoría de los argentinos –y sobre todo los más
pobres. El ¿peronismo? es la medida de nuestra impotencia. Y no necesita definirse
para subsistir porque no tiene enemigos que lo fuercen a eso. Sin definición,
ahonda su condición de cuerpo amorfo donde todo cabe. De ahí uno de sus daños
colaterales más curiosos: en el ¿peronismo?, como no hay políticas ni programas,
como no se sienten unidos por un proyecto de país, no hay lealtades seguras
fuera del parentesco. Es la Política de la Sangre: en cuanto tenga un rato voy
a hacer la cuenta de cuántos senadores, por ejemplo, son hermanos esposas sobrinos
de caudillos provinciales –y me va a dar asquito. Cuando no hay más razones
para confiar en otro, la sangre es la única que queda. No hay ninguna razón
más primitiva –y las mafias lo saben desde siempre.
Cesáreo decía que buscáramos una palabra para definir este ¿peronismo? que no
define nada, y Ricky dice que no sabe si “el peronismo existe aún, pero sí el
menemismo o neomenemismo; el menemismo nació el 8 de julio de 1989, ya tiene
19 años, es mayor de edad”. Y que habla del menemismo “como práctica político-social-económica
que ya se instaló no sólo en la clase gobernante, sino también empezó a derramar
hacia importantes sectores de la sociedad”. La hipótesis merece examinarse:
que el viejo peronismo, que mantenía ciertas constantes a través del tiempo,
fue sepultado por Carlos Menem y que, desde entonces, lo que llamamos ¿peronismo?
son variaciones de esa forma de hacer política que impuso el riojano: que Menem
lo hizo. Que entre el gobierno de Menem y el de Kirchner hay más semejanzas
que diferencias –y, en cambio, grandes diferencias entre ellos y el peronismo
histórico. Que quizá el nombre verdadero del ¿peronismo? de estos tiempos sea
menemismo –en su variante actual. Para discutirlo, habría que pensar en qué
se asemejan y en qué se diferencian la versión 90 y la versión 00 del menemismo
en el poder.
Les propongo ese debate –y la seguimos.
Fuente: Diario Crítica
Carta
abierta (La tozudez no da para más)
Por Enrique Gil Ibarra
Creo que es la primera vez que utilizo este formato
(una “carta abierta”) de comunicación. Probablemente porque siempre evalué que
sólo es un método lógico y práctico cuando lo usa una personalidad reconocida,
cuya firma garantiza la lectura del tema que fuere y, por consiguiente, cumple
con la finalidad esperada.
Lo empleo hoy porque me encuentro en una encrucijada informativa, donde la pulsión
periodística de “comunicar” un pensamiento o una idea (sea o no válida) se ve
superada por la urgencia de aportar algo al embrollo institucional en que nos
hemos metido y del que, ciertamente, cada vez se hace más comprometido salir.
Ya no es conducente el debate sobre si “el campo” tiene o no derecho a la protesta.
Igualmente es inútil el análisis acerca de la justicia o no de las retenciones.
Y por supuesto también lo es la crítica sobre la torpeza del sistema utilizado
por el gobierno para trasmitir su postura a la población.
Hemos llegado bastante más allá. Una medida económica
coyuntural que a muchos nos pareció correcta, ha llevado al pueblo argentino
a un nivel de enfrentamiento que logró unir a los sectores conservadores con
grupos de izquierda, a reflotar conceptos que creíamos olvidados, a regenerar
debates sobre la conveniencia o inconveniencia de la continuidad de un gobierno
elegido democráticamente. La tozudez no da para más.
Lo real es que, según todas las evaluaciones, una abundante mayoría de los habitantes
de nuestro país, (creo que equivocadamente) se oponen a esa medida, y están
dispuestos a demostrar esa oposición. Lo cierto es que, aunque en mi criterio
se conjugan aquí una errónea información y un desconocimiento del funcionamiento
de la economía, se le ha sumado al conflicto un inteligente aprovechamiento
por los medios periodísticos de la enorme ineficacia comunicacional por parte
del gobierno, y de un discurso opositor que ha utilizado hábilmente el componente
emocional del “chacarero indefenso” para favorecer subrepticiamente los intereses
de la concentración capitalista y de la entrega de recursos.
Es cierto también que la estructura de la “inteligentzia” gubernamental se ha
demostrado absolutamente incapaz de controlar el debate, de aportar alternativas
contenedoras que lograran acercar a la comunidad algo de tranquilidad y certeza,
elaborando un discurso racional, mesurado y coherente que estableciera un “rango”
cualitativo táctico a una medida que, por inoperancia e incapacidad de varios
funcionarios (incluida la presidenta) se ha transformado en una crisis estratégica
de gobernabilidad.
Tal como augurábamos hace un par de meses, esa insolvencia para retomar el control
político (que en el peronismo denominamos “capacidad de conducción”) ha impulsado
el conflicto al límite de tolerancia de la sociedad: ha surgido ya la fatídica
frase “si no pueden, que se vayan”. Pero lo grave es que no ha brotado solamente
de los labios de mesiánicos “líderes” de la “oposición gorila”, sino de integrantes
del pueblo, del “grupo de los pobres”, de aquellos que en el 2001 la pronunciaban
con bronca, pero con esperanza, y que aplaudieron y apoyaron estos duros años
durante los cuales nuestro país pareció retomar un camino, si no de justicia
social e independencia económica como nos hubiera gustado, por lo menos de estabilidad
y crecimiento.
Es patético observar a un gobierno que en sus primeros cuatro años se ganó partiendo
de la nada el más importante nivel de apoyo popular después de Perón, desbarrancarse
en seis meses por la incapacidad de sus dirigentes para presentar una opción
superadora de una situación menor de conflicto. La pregunta es: ¿qué cambió?
¿La habilidad de negociación privada que demostró Néstor Kirchner durante su
gobierno (diferenciándose de sus declamaciones públicas) se agotó? ¿Estamos
frente a una reedición de la “maldición de los segundos gobiernos” que el imaginario
popular carga sobre las espaldas del peronismo? ¿Es la necedad un virus recidivante
que acecha a los dirigentes argentinos y los infecta solapadamente cada seis
años?
Lo único que puedo asegurar en verdad es que este cronista de cuarta ya no entiende
el problema. Pero estoy obligado a destacar que, si luego de décadas de ganarme
el pan en este trabajo, parloteando sobre sociedad, política y economía, yo
he dejado de comprenderlo, posiblemente –y pido humildemente disculpas por la
soberbia- un gran porcentaje de mis compatriotas ya no lo comprenda tampoco.
Y mi relativa experiencia en política me indica que, si una medida debe ser
explicada una y otra vez sin convencer; si los medios periodísticos (como grupos
de presión) se oponen y no logramos desarticular su accionar; si las fuerzas
políticas de oposición ganan terreno gracias a nuestra incapacidad operativa;
si importantes sectores populares que deberían apoyarnos se manifiestan en contra
(aún equivocados); entonces, compañeros dirigentes, ha llegado la hora de abrir
los ojos y cambiar de estrategia, porque la realidad indica que se están produciendo
alguno (o todos) de tres fenómenos:
a) Somos inhábiles para comunicar lo que queremos y, por lo tanto, todos nuestros
esfuerzos para imponer nuestro razonamiento serán inútiles.
b) No tenemos claro lo que queremos hacer y por lo tanto el pueblo argentino
observa una incoherencia resbaladiza en nuestro accionar.
c) No insistimos en defender la medida por su importancia estratégica, sino
por un ombliguismo necio que nos impide aceptar nuestras limitaciones ideológicas,
al tiempo que nos induce a persistir en una actitud autista sin considerar que
un gobierno que aspira a ser popular sólo puede serlo junto al pueblo.
Tal vez seria distinta la realidad de hoy si en lugar de un tembloroso, vacilante
y jovencísimo Ministro de Economía, hubiera comunicado las medidas compensatorias
una presidenta calmada, segura de sí, leyendo un discurso meditado y serio,
sin exabruptos ni improvisaciones.
Tal vez hubiera podido compensarse la tarea disociadora de los gigantes periodísticos
si, en lugar de cadenas nacionales, ocupaciones de plazas y actos espasmódicos,
el Estado hubiera obligado a esos medios –contratación de espacios publicitarios
mediante- a transmitir cinco, diez, quince veces por día a esa misma presidenta
con papeles en la mano, explicando didácticamente la verdad de los números,
con nombres y apellidos, sin responder cuestionamientos ni agresiones, pero
sin evitar la denuncia de los intereses que se esconden tras la oposición política
organizada.
Tal vez debería haberse aceptado a tiempo que algunos de los funcionarios de
mayor nivel del Poder Ejecutivo definitivamente no son los cuadros políticos
que el país necesita en esta etapa. Que su capacidad de aporte es nula si se
limita a un elogio incondicional, y que la función de un asesor no es coincidir
con su jefe político, sino ser ese insecto antipático y molesto que zumba en
la oreja del jefe noche y día repitiéndole, como a Julio César: “recuerda que
eres humano”.
Pero no es la “pasadología” la que nos sacará del atolladero. Bastantes miles
de litros de leche se han derramado ya en estos días a la vera de nuestras rutas
para agregar más lamentos en esta nota.
Señora Presidenta: tome conciencia de que esta batalla ya la hemos perdido en
la opinión pública. “Por ahora” (como diría el presidente Chávez), la única
medida prudente es recoger los heridos, aceptar el costo político que de todas
formas ya ha sido pagado, y aprender del error. Persistir sería poner en riesgo
no ya una posición económica, sino la supervivencia de su gobierno. Aunque usted
no desee verlo, esto es lo que está en juego hoy.
Señora Presidenta: la rectificación es necesaria, pero aunque sea dolorosa,
no tiene porqué ser indigna ni vergonzante.
Por el contrario, el gobierno debe anunciar que, aún convencido de la corrección
de las medidas, acepta retrotraerlas parcialmente dado que está claro que la
mayor parte de la sociedad no comparte la justeza de las mismas.
Que las retenciones se retrotraen al mes de marzo, para todos aquellos propietarios
cuyos campos no superen las 2.000 hectáreas sembradas.
Que siguen vigentes para los pooles de siembra, y que se analizarán durante
este año -en conjunto con las organizaciones agropecuarias y con la adecuada
difusión pública- las medidas a implementar a partir del año próximo.
Que dado que estas últimas medidas gubernamentales no han recibido el apoyo
popular esperado, el gobierno considera necesario y conveniente rectificar también
la propuesta del Tren Bala, que es otro importante punto de conflicto.
Que el gobierno ha comprendido que el progreso de un país no se mide en la “modernidad
de la globalización” sino en el bienestar de sus habitantes, y que, por lo tanto,
la inversión estimada para ese Tren Bala se redestinará a la financiación y
reactivación de la red ferroviaria nacional, dando prioridad a las localidades
y destinos productivos, con el objeto de que los pequeños y medianos productores
del interior puedan abaratar sustancialmente el transporte de su producción
exportable.
Que el gobierno analizará en este año el restablecimiento de la Junta Nacional
de Granos y de la Junta Nacional de Carnes, que supervisen y controlen la política
exportadora nacional.
Señora Presidente: Es preferible afrontar con dignidad este “retroceso político”
circunstancial, que insistir en una postura que –por mal manejada- está siendo
visualizada por la mayoría como soberbia e intolerante. Esta aceptación y reconocimiento,
si bien no calmará a la oposición (nada lo hará), posiblemente reciba el apoyo
de la mayoría del pueblo argentino y quedarán en evidencia los verdaderos intereses
de aquellos que aún se opongan.
Habrá, por supuesto, otro costo político inevitable: los Macri, los Carrió,
los Duhalde, insistirán frente a la población en que habrá sido su crítica “republicana”
la causante del retroceso del gobierno, al que harán aparecer como “derrotado”.
Pues deberemos aprender entonces –de una vez y para siempre- que, en política,
subestimar al adversario es un lujo que el peronismo no puede ni debe volver
a permitirse.
Deberemos aprender también que las apelaciones “de corazón” al gran capital
(léase industrial, agropecuario o mediático), siempre serán respondidas –como
dijera aquel ministro de Economía- con el bolsillo. Se gobierna con la razón
y con el poder. Con una, se persuade y convence. Con el otro, se generan las
condiciones previas que garanticen que una medida política pueda implementarse,
y sostenerse en el tiempo.
Como usted bien dice, Señora Presidenta, gobernar siendo mujer es más difícil,
pero se convertirá en imposible si usted misma convierte la dificultad en una
muleta de género.
Y finalmente, deberemos aprender que el más peligroso hándicap que los gobernantes
peronistas han concedido históricamente a la oposición antinacional es la propia
complacencia. Que el “bastón de mariscal” peronista no puede comprarse, sino
que se porta en préstamo, y que no tiene ningún parecido con el bastoncito que
a uno le regalan cuando le ponen la banda presidencial.
Enrique Gil Ibarra - 16 de junio del 2008
hendrix
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La
ley es Noble
Por Enrique Gil Ibarra
Resulta que en 1976, la señora Ernestina Herrera recibió dos regalos de Dios.
Y fueron dos porque, como todos sabemos, el barbeta es sumamente generoso con
sus amigos. En mayo de ese año, en la puerta de su casa (la de la Señora, no
la de Dios) apareció una caja. Cualquiera podría suponer que una dama como la
Señora Ernestina hubiera pensado: “¡Me pusieron una bomba!”. Pero no. Audaz,
valiente, defensora de la justicia, la Señora abrió la caja y descubrió que
en su interior dormía una hermosa bebé que se apresuró a adoptar, ya que durante
mucho tiempo la Señora había rezado al altísimo por esa dicha, que finalmente,
en ese año del Señor, le fue concedida.
Como este tema de los bebés abandonados en cajas
frente a las puertas de mansiones ya había sido tratado exhaustivamente por
Charles Dickens, el Juzgado de Menores Nro. 1 de San Isidro no le concedió la
adopción tan fácilmente. Para nada. Le exigió testigos y, gentilmente, la Señora
ofreció dos: su chofer particular y una vecina. Frente a tan contundentes pruebas,
el Juez a cargo confirmó el milagro y la adopción. La bebita fue llamada Marcela.
Pero como hemos señalado, ese año Dios fue más generoso aún y, en el mes de
julio, hallándose por casualidad Doña Ernestina en el mismo juzgado realizando
trámites, hete aquí que llegó una pobre mujeruca zaparrastrosa de nombre Carmen
Luisa Delta, que deseaba regalar a su hijo de sólo tres meses. Ni lerdo ni perezoso,
el juez se mandó un Credo, y alabó al altísimo. “Está usté en el lugar indicau”
dicen que le dijo a la miserable madre. E ipso facto le entregó el niño a la
Señora Ernestina, que firmó el recibo y se fue a su casa lo más campante. El
niño fue bautizado (por supuesto) con el nombre de Felipe. Las malas lenguas
-que nunca son discretas- afirman que el documento de identidad aportado por
la madre desamorada en realidad pertenecía a un señor. ¿Sería el primer milagro
de cambio de sexo en 1976? ¿Debería aquella pobre mujer reclamar el premio ofrecido
por la reina inglesa a todo varón que lograra parir?
Pero abandonemos esas impías elucubraciones. Lo cierto es que los hijos tan
deseados llegaron por fin a alegrar la vida de la Señora Ernestina. Los tiempos
pasaron. El año 1976 quedó lejano en el ayer, y con él supusieron muchos que
quedarían enterrados los recuerdos, el terror subversivo y las ridículas pretensiones
de un grupo de extranjerizantes comunistas, aunque, desde luego, los milagros
seguirían derramándose sobre aquellos que realmente los merecieran.
Los niños han crecido. Son hoy hombre y mujer
adultos y muy, muy ricos. Herederos de un imperio periodístico intocable. Su
madre adoptiva es viuda de un prócer de la República y ella misma un emblema
de moral, ética y buenas tradiciones.
Tradiciones que intentan modificar individuos sin corazón, que insisten desde
hace años en que las adopciones de los muchachos son sospechosas, y afirman
que pueden probarlo con sólo un análisis de ADN. Ya en el 2002, un Juez inconsciente
detuvo a la Señora Ernestina ¡ocho días antes de Navidad! acusándola de indecencias
tales como “falsificación de documento público” a lo que agregó “falsedad ideológica
en dos oportunidades” e inserción de “datos falsos en un expediente civil”.
La afrenta no pasó desapercibida. En marzo del 2003 el Juez Marquevich fue separado
de la causa por la instancia superior (la ofensa le costó el cargo) y reemplazado
por otro, más compenetrado con los milagros que la Justicia debe comprender
y aceptar a ojos cerrados. Tan cerrados como el cajón donde durmió el expediente
durante años.
Tan lejos de 1976 estamos, que las vueltas de la vida y de la política hicieron
posible que a partir de la sanción de la Ley 23.511, los hijos y nietos de desaparecidos
en cautiverio tuvieran la oportunidad de reencontrarse con su historia verdadera,
aunque eso implicara (quizás) desautorizar un par de milagros.
En su artículo cuarto, la Ley dice:
Art. 4.- Cuando fuese necesario determinar en juicio la filiación de una persona
y la pretensión apareciese verosímil o razonable, se practicará el examen genético
que será valorado por el juez teniendo en cuenta las experiencias y enseñanzas
científicas en la materia, la negativa a someterse a los exámenes y análisis
necesarios constituirá indicio contrario a la posición sustentada por el renuente.
Pero la Corte Suprema prefiere desentenderse de semejantes minucias, y confiar
en la justicia divina, ya que para aplicar la otra se confiesa (parece) incompetente:
actuando en contra de lo establecido por la Ley argentina (si Dios es argentino,
para qué necesitamos leyes), ha autorizado a los hijos adoptivos de la Señora
Ernestina a no cruzar sus muestras de ADN con todas las registradas en el Banco
de Datos Genéticos, sino a hacerlo solamente con las dos familias (Gualdero-García
y Miranda-Lanuscou) que han presentado querella.
El objetivo de la Ley 23.511 - “Art. 5.- Todo familiar consanguíneo de niños
desaparecidos o supuestamente nacidos en cautiverio, tendrá derecho a solicitar
y obtener los servicios del Banco Nacional de Datos Genéticos. La acreditación
de identidad de las personas que se sometan a las pruebas biológicas conforme
con las prescripciones de la presente ley, consistirá en la documentación personal
y, además, en la toma de impresiones digitales y de fotografías, las que serán
agregadas al respectivo archivo del BNDG. El BNDG centralizará los estudios
y análisis de los menores localizados o que se localicen en el futuro, a fin
de determinar su filiación, y los que deban practicarse a sus presuntos familiares.
Asimismo conservará una muestra de la sangre extraída a cada familiar de niños
desaparecidos o presuntamente nacidos en cautiverio, con el fin de permitir
la realización de los estudios adicionales que fueren necesarios”- que consiste
precisamente en brindar las máximas posibilidades de investigación para garantizar
la recuperación de la identidad a los niños secuestrados ilegalmente, se ve
de esta manera desvirtuado de nuevo.
Nuestra Corte Suprema ha resuelto que los potenciales familiares de desaparecidos
deben contentarse con el milagro de la casualidad, y acepta los planteos de
los muy creyentes abogados de la Señora Ernestina, que saben estar amparados
por Dios o, lo que viene a ser lo mismo, por el multimedio Clarín.
Como vemos, los hijos de desaparecidos no tienen de qué quejarse. Hoy, ayer
y siempre, la Ley es Noble.
Enrique Gil Ibarra – 5 de junio del 2008
_________________
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Nuestras
vidas son nuestras
Por Enrique Gil Ibarra
“Las vidas de ustedes siguen siendo nuestras” (le dijo a Juan Puthod uno de
sus secuestradores).
Imbéciles, no insistan. Mi hijo de diez años, que aún ve dibujitos, les respondería:
“silencio, pequeña insignificancia, nulidad pretenciosa”.
Nuestras vidas son nuestras, no de ustedes. Lo son porque ya hace 30 años las
hemos ofrecido a voluntad propia y, si nos han sido devueltas en préstamo temporal,
es porque miles de compañeros y compañeras han saldado por anticipado un pagaré
de sangre y dolor que nos compromete hasta el último día. Nuestras vidas son
nuestras, y ninguno de ustedes, mercachifles, puede pagarlas, porque los miles
de días de estos 30 años son un superávit no descontable.
Nadie le robará a Juan Puthod su lucha de estos años por los derechos humanos,
su trabajo en la radio, su familia. Nadie puede apoderarse de la satisfacción
que produce leer a Gelman todavía, caminar por las calles, construir una familia,
compartir el amor. Nadie nos quitará todo este tiempo de disputa para desarmar
ideológicamente la teoría de los dos demonios; ningún secuestro nos robará los
juicios a las Juntas, las condenas de Videla y Massera, la extradición de Almirón,
los juicios de la Verdad. No podrán borrar de la memoria de mi hija mayor la
recuperación de la ESMA, ni la conciencia de los vuelos de la muerte.
Mi hijo menor no olvidará porqué se conmemora el 24 de marzo y el 22 de agosto, ni porqué su padre hoy casi no tiene amigos.
Podrán, si, arrebatarnos la muerte. Podrán anticiparla
un poco, agregándole el infaltable condimento del tormento y el miedo. Lograrán
quizás (nuevamente) arrastrarnos a la indignidad de un cuarto oscuro y sucio,
de una hedionda capucha ensangrentada, de la última exhalación solitaria y dolorosa.
Es posible que consigan arrancarnos de las letras, los amores, las construcciones
laboriosas de estos años. Pero estarán robándonos cuando mucho un trozo de futuro
individual. Importante, deseado, maduro, pero no imprescindible. No indispensable.
Nuestras vidas ya son, y lo que con ellas hemos hecho demuestra la derrota de
ustedes. No nos han vencido, no nos vencerán. Pueden llevarse a algunos, pueden
aterrorizar a otros, pueden creer que nos volverán cobardes. Tal vez lo logren,
de una particular y privada manera. Pero así como la historia en verdad no se
repite, no podrán borrar el conocimiento, la memoria, las palabras, los haceres
transmitidos en estos 30 años.
Nuestras vidas son nuestras. Ustedes, si insisten, sólo pueden quedarse con
nuestra muerte. Que les aproveche.
Enrique Gil Ibarra
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hendrix
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Las
cacerolas de Plata
Por Enrique Gil Ibarra
Para los que dijeron no comprender el voto a
Macri en Capital Federal, y el voto anti Cristina kirchner en las grandes ciudades
del interior, anoche (25 de marzo), tuvieron una nueva oportunidad para entender
cómo funciona el cerebro (¿cerebro?) de nuestra gloriosa clase media progresista
pero hasta ahí.
Anoche vimos reunirse a nuestros profesionales “de izquierda”, a las amas de
casa “liberales”, a los jóvenes estudiantes de privilegio, a los señores ejecutivos
de empresas, a algunos “obreros de cuello duro” y, como no podía ser de otra
manera, también a algunos idiotas que no tienen un mango pero que por las dudas
defienden al patrón, no vaya a ser que se enoje.
Todos agitaban alegremente sus cacerolas, igual que en el 2001. ¿Igual que en
el 2001? Para nada. Estas eran cacerolas de plata, no de aluminio. Recoleta,
Callao y Santa Fe, Cabildo y Juramento… curioso, no hubo cacerolazo en la Boca,
ni en Mataderos.
Lo que reclamaban anoche todos ellos no era la baja de las retenciones, ni la
solidaridad con nuestro campo “agredido” por el marxismo socializante de este
gobierno montonero (falta poco para que le agreguen “terrorista”, ya verán).
Para nada. Lo que reclamaban era “libertad”. Esa libertad de explotación y de
ganancia (aunque el “otro” se muera de hambre) que siempre exigió nuestra pequeña
burguesía estúpida, sin darse cuenta que la historia ya le ofreció sobrados
ejemplos de que esa “libertad” de la que se ufanan sólo sirvió para hacerlos
más pobres, menos solidarios, menos independientes y menos cultos.
Manifestaban cual cruzados, agitando
sus espadas flamígeras (cacerolas y cucharones) contra el totalitarismo peronista,
solidarizándose con nuestra oligarquía ganadera, y con tan poco conocimiento
de la realidad que pensaban que brindaban su apoyo al “pequeño productor”.
Claro, estas señoras, estudiantes y profesionales que jamás olieron una vaca
salvo trozada en la carnicería, no tienen la menor idea que la Argentina no
es China ni Rusia. Que aquí no existe el campesinado, y que un “productor” agropecuario
que exporta posee por lo menos 300 hectáreas. Bueno, pero eso no es mucho, me
dirá usted. Depende. Porque un tipo que arrienda esas 300 hectáreas y planta
soja gana 180.000 dólares en un año sin hacer nada. ¿De quién hablamos entonces?
Tal vez nos refiramos a los pequeños productores de la pampa húmeda, titulares
de 1000 o 1500 hectáreas, que hace 5 años fueron a llorar al Banco Nación para
que les refinanciaran los créditos hipotecarios y no perder sus campos. Era
justo, y el Banco Nación los refinanció. ¿Quién pagó esa refinanciación? Usted
y yo. Esos mismos campos valen hoy 6 veces lo que valían. ¿Eso no tiene importancia?
¿Eso no es “ganancia”?
En su ignorancia, o en su afán de denostar a este gobierno “confiscatorio” –hermosa
palabreja utilizada siempre por los que tienen mucho para confiscarles-, no
saben (o no dijeron) que el desabastecimiento anunciado no se producirá por
las retenciones, sino por la deshonestidad básica de esa oligarquía agroganadera
que, mientras dice que “así no les conviene trabajar y que el campo quebrará”,
han seguido exportando como si nada durante el paro. Pero en Argentina no habrá
carne, ni leche.
Esa misma señora tonta que ayer agitaba su cuchara, irá hoy al súper y dirá
cuando no encuentre leche para sus hijos: “esto es culpa de esa comunista”.
Mientras tanto, el señor que ella salió a defender anoche se embolsará con una
sonrisa irónica muchos miles de dólares más.
Se habla hoy de que “el gobierno está fracturando a la sociedad”. Es mentira,
claro, pero es otra muletilla apta para que “damas” cono Cecilia Pando salgan
a marchar agitando nuevamente el fantasma de un golpe de Estado que nos defienda
del marxismo apátrida, que agita su trapo rojo desde los balcones de la Casa
Rosada.
La sociedad argentina está fracturada desde 1852. Esa fractura se ha evidenciado
en cada oportunidad en que la sociedad tuvo que optar por un modelo nacional
y popular o un modelo oligárquico, capitalista y dependiente. Esa fractura tiene
un nombre: se llama lucha de clases.
Anoche no sucedió nada especial, salvo otra muestra de la estupidez de nuestra
pancista clase media que, como decía, evidencia una inusual discapacidad para
entender la realidad y de qué lado debe ubicarse: los mismos bancos extranjeros
que les robaron sus ahorros en el 2003 tienen como personeros locales a esos
terratenientes cuya “libertad” para seguir explotándolos salieron a defender
anoche con sus ollitas.
Y el otro tema que se agitará hoy es el “patoterismo peronista”, ya casi un
cliché en los 70, que resurge rejuvenecido en los 2000, de la mano de D’elía
el piquetrucho. Tampoco saben de lo que hablan. Yo vi anoche como no más de
1.500 manifestantes peronistas le perdonaban la vida y la salud a más de 5.000
audaces que intentaron impedirles el ingreso a la Plaza de Mayo. Vi claramente
cómo, durante casi quince minutos, esos 5.000 caceroleros libertarios gritaban
e insultaban formando una barrera que impedía el paso a los “negros cabecitas”.
Claro, los vi también huir despavoridos y en desbandada cuando los peronachos
se cansaron de esperar y gritaron: ¡Buu! Aclaro que D’elía está muy lejos (lejísimos)
de ser santo de mi devoción, pero debo reconocerle –anoche- la prudencia. Ningún
valiente cacerolero terminó herido o lastimado seriamente, pese a la supremacía
numérica de los “negros peronistas”, que solamente eran superados 4 a 1.
Por último, lo que está claro es que, como dicen todos, hay que encontrar una
solución, y esto es muy simple: el campo debe ceder. Porque cuando hay que elegir
entre la redistribución de la riqueza o la concentración de la misma, no puede
haber duda alguna. Si el campo no cede y continúa el paro, pero los pobres productores
siguen exportando como hasta hoy, quedará claro que mienten, porque nadie en
su sano juicio continúa haciendo un negocio que no le es rentable. Será entonces
el momento de aplicar la Ley de Abastecimiento. Si esto no funciona, habrá que
prohibir las exportaciones de todo aquel que no levante el paro. Si esto no
funciona tampoco, habrá que preguntarse de qué nos sirve tener un productor
agropecuario como dueño de un campo, que no entiende que antes de su beneficio
individual está el beneficio nacional.
Si esto no funciona…
Enrique Gil Ibarra - 26 de marzo del 2008
_________________
hendrix
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Hoy
(otro 24)
Por Enrique Gil Ibarra
2008
Que mal humor tengo. Hoy. No voy a negar que
me tomé mis tres cafés de desayuno, leí los tres diarios diarios, vine a la
radio. Me pregunté cuatro veces si iba a “hacer micrófono” hoy, como todos los
años. No. No quiero más. No tengo nada para decir. En realidad, tampoco para
escribir. Abrí el Word como quien no quiere, sabiendo que no iba a poder parar.
Después. Acto a las 11. Voy a ir, claro. Qué remedio. Pero la verdad es que
no quiero más. Como pensaba, la ciudad está vacía. Nadie volvió. Me imagino
cómo estará allá. Me parezco falso. Estoy cansado. Cansado de la letanía de
los muertos. Cansado de los inocentes. Harto de los pozos. No era eso. No era
así. Es buena la justicia, la verdad, pero no así. Paren de llorar. Me cansan.
Nos cansan a todos. No era así. Un feriado que agota, que mata. Nadie escucha.
A nadie le interesa escuchar. Todos cerrados. Es un día más. Debería. Es otro
país. No nuestro, otro. Ya no estamos. Inocentes. Asociamos derrotas. No era
así. Todos los años, uf. Es porque no estamos. ¿??? ¿Qué no estamos? Estuvimos,
están ¿qué es lo que quieren? ¿Porqué repiten y repiten? Son excusas, son verdura,
son nada. Basta de boludeo, basta de memoria trucha. Se hizo, no se hizo, ¿se
acabó? Parece. Queda un feriado y cuatro locos. Ni siquiera siete. Me tienen
podrido de verdad. Las cuentas no me cierran. “Conmemoran”.Conmemoran muerte
carajo. Lloran pa’ no pelear. Perdón. No quise. Pero se sale. ¿No lo ven? Ahora
sí somos derechos y humanos. Lo lograron. Nos matan todos los años. Hoy. Así
no se puede vivir. Ni putear. Ni reír. No se puede crecer. Ni pensar. Ni construir.
Enterramos las armas y los dolores. Pero caramba, nos queda la memoria. No jodamos.
Para hacerlo así, sumemos la cobardía y esa angustia, la pérdida y el sueño,
los castigos, y abramos bien el culo para meterlo todo, bien apretado, y que
la mierda brote con la sangre. Que se olviden, si es preciso para que la historia
nazca. Pero no me rompan más los huevos. Se llora solamente el día de la victoria.
Basta.
hendrix
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"Y
al que asome la cabeza ¡duro con él!"
Ingenuo sería pensar que no habrá cambios en Cuba luego de la "jubilación institucional"
de Fidel Castro. Tampoco es serio afirmar que "ahora todo será distinto porque
no está Fidel". Pero desde luego la ingenuidad es una de las "virtudes" que
más abundan en este mundo loco que supimos conseguir.
Por supuesto, ni tanto ni tan poco es lo que el sentido común indica, apoyado
–a veces- en la historia y otras en la racionalidad que explica paciente y reiteradamente
– desde hace décadas- a quien quiera escuchar que ningún gobernante/compañero
se mantiene en el poder por tanto tiempo si no tiene la mayoría del respaldo
de sus compañeros/gobernados.
En fin, lo cierto es que el Comandante ha dicho basta, no a la política, que
en ciertos humanos suele ser una infección endémica y en ocasiones mortal pero
siempre obligatoria, sino a su rol preeminente en la revolución cubana.
Miami derrocha champán barato, algunos "revolucionarios" del mundo se preocupan,
y yo me detengo –una vez más- a pensar en ese viejo de barba cana con errores
y aciertos al que tanto puteamos y apreciamos tanto.
Reconozco que nunca pude soportar la dilatación de sus discursos, y que una
de las bromas que aún me hace sonreír abiertamente es ese chiste viejísimo que
termina con cientos de miles de cubanos cantando: "No, Fidel, no nos gusta la
pachanga".
Para los peronistas de los 70 (y todos saben a qué "lado" de los 70 me refiero),
ese anciano hoy encorvado era como un cuadro de Picasso: en ocasiones no lo
entendés, pero sabés que igual estás frente a algo que el mundo no olvidará,
le guste o no le guste.
La labor de adaptación neuronal que debimos realizar para conciliar los preconceptos
peronistas con los presupuestos marxistas fue, no sé si memorable, pero en ocasiones
ciclópea (veníamos acostumbrados a mirar con un ojo solo, y descubrimos que
teníamos dos).
Me dirán que a nosotros, argentinos de pura cepa,
nos "tiraba" más el Che, pero en realidad todos sabíamos en secreto que nuestro
Ernesto era un apéndice, necesario si, pero no imprescindible. Tal vez, si otro
gallo hubiera cantado, se hubiera revelado como indispensable el Camilo, con
su sombrerote absurdo y su facha de galán de telenovela latinoamericana.
Si alguno de nosotros no se soñó con melena desgreñada y barba, acompañándolos
en la Sierra Maestra, puedo garantizar que Los Tres Mosqueteros y El Conde de
Montecristo no se encontraban entre sus libros de cabecera.
¿Será demasiado catalogar de "epopeya" el accionar de los 82 locos que se bajaron
de un ridículo barquichuelo llamado "abuelita" para tomar el poder?
Se me cruza ahora (y era muy chico, de manera que la impresión ha sido fuerte)
esa imagen de Krushev apaleando su curul con el zapato en plena ONU, y no puedo
menos que coincidir con Fernando de Felipe cuando cita a Bourdon y afirma que
con el tiempo "quedan menos opiniones y problemas que hombres e imágenes".
Creo que si, que llega un momento histórico en que cada persona va más allá
de lo que fue para convertirse en lo que los otros ven, y sus acciones dejan
de integrar el "balance de lo correcto" para sumarse definitivamente a la imagen
final que quedará no en las retinas, sino en la memoria de un mundo.
Fidel se ha equivocado en muchas cosas. No me cabe duda que con su carácter
obsesivo varios de esos errores deben rondar por estas noches que sin duda,
siente como últimas, y piensa inútilmente como nosotros "¿y qué hubiera pasado,
si…?". Supongo que al igual que yo (salvando las distancias, claro) soluciona
simplemente el dilema con una sonrisa irónica y recóndita que reservamos para
castigar el ego cuando se pone idiota y comenzamos a creer que efectivamente
(como individuos) formamos parte de la historia.
Por supuesto, su caso es diferente. La historia ya lo ha absuelto, como vaticinaba,
y en ese trayecto inverso ha logrado, privilegio de pocos, una justificación
de su existencia.
Quedará, como siempre, la visión dual inevitable de la execración y el mito,
la antinomia dudosa "dictador/libertario" de aquel que pregona irracionalmente
la objetividad y que, francamente, a mí me importa tan poco como la opinión
de Bush.
Todavía me descubro a veces tarareando el fraseo del título que, pensándolo
bien, no es más que la expresión de la confianza que, ya entonces, teníamos
en ese milagro de una revolución imposible para el planeta, generada por el
genio irreductible de un orate que pudo evaluar el desastre del Moncada como
la primera experiencia victoriosa de la lucha de liberación cubana.
Los gusanos maiameros –decía-, brindan tontamente. Esa "jubilación política"
que tantos ilusos vaticinan no arribará hasta que llegue su último (iba a escribir
"cigarro", pero ya no fuma) paseo meditativo, luego de repasar las líneas de
despedida y de futuro para un pueblo que ya imagina cómo conservarlo vivo eternamente.
Porque, como todos sabemos, Fidel se va a morir cuando se le dé la gana a él,
y haya puesto su punto final y necesario en el artículo del Granma.
Que en última instancia, las vidas no se opacan con las muertes si se ha ayudado
a nacer a tanta gente que descubrió una razón para seguir cantando desde que,
hace cincuenta años, "…llegó el Comandante y mandó a parar".
Enrique Gil Ibarra – febrero del 2008
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-
¿Y el Movimiento Peronista? - "De eso no se habla"
Por Enrique Gil Ibarra
"Se habla del Partido Justicialista", me rebatía hace un par de días un joven
compañero recientemente elegido Concejal en mi ciudad, que no alcanzaba a comprender
la diferencia que yo perseveraba en destacar. "Pero ¿no son la misma cosa? –Preguntaba
el compañero- Si Kirchner habla del Partido".
Infelizmente esta confusión, que antes sólo afectaba a los no peronistas, hoy
forma parte del desconcierto político de muchos compañeros llegados a la militancia
luego del retorno de la democracia, en ese lejano 1983 de la derrota. Compañeros
que, como jamás tuvieron la oportunidad de ver al Movimiento en acción, sólo
tienen como ejemplo práctico de "militancia" la escasa participación partidaria,
una pegatina sin riesgo alguno, una prolija pintada con paredón blanqueado a
la cal o, en el peor de los casos, alguna reunión pública en la que se les explica
cómo ser fiscales de mesa.
¿Cómo explicarles que "eso" no es militancia peronista, sino campaña electoral?
¿Cómo decirles que la militancia es el trabajo barrial constante (que no consiste
en llevar volantes de campaña), el permanente debate con los vecinos (que no
es llevar la ficha de afiliación o la boleta), o la reconstrucción de las redes
solidarias (que no significa solamente ir a trasmitir un pedido de colchones
o de chapas).
¿Cómo decirles que, si sólo confían en una reestructuración partidaria, lo único
que estarán garantizando (en el mejor de los casos) es un triunfo electoral,
pero de ninguna manera asegurando el respaldo popular necesario para un cambio
estructural en un nuevo proyecto de país?
¿Es posible, sin ser acusado de "traidor", recordarles
que el General Perón definía correctamente al Partido Justicialista como una
simple "herramienta electoral", utilizable sólo mientras fuera necesaria y que,
cuando dejara de serlo, sería convenientemente enterrada "en un cortejo con
cuatro caballos negros"?
No sólo es posible, sino necesario. Porque mientras una buena parte de la dirigencia
del centro político nacional (léase Buenos Aires) está encantada con este "resurgimiento"
de la estructura partidaria, existen sin duda otros compañeros dirigentes, en
varias provincias argentinas, que comprenden perfectamente que no será el partido
justicialista "per se" el que pueda abonar y respaldar un "Proyecto Nacional"
para implementar la revolución inconclusa del peronismo.
Mientras los dirigentes de "allá" sueñan con el manejo de la superestructura
partidaria, otros, sin duda con más percepción y mayor conocimiento político,
reiteran –y no siempre son comprendidos por sus seguidores o aliados- que la
única forma de construir poder real es acrecentar el contacto con la gente,
restablecer los lazos de comunicación horizontales, incrementar la participación,
alentar el recambio generacional, estimular la formación de cuadros; en pocas
palabras: organizar al pueblo detrás de un objetivo común. Son los que no han
perdido de vista que la única justificación para ocupar un cargo público -representar
al pueblo- es trabajar por la felicidad y el bienestar de los representados.
Esa tarea es la que reconstruye al Movimiento Peronista. Por supuesto que muchos
–demasiados- compañeros en todo el país afirman que es una tarea vana e ilusoria.
Que el movimiento ya no existe, que ha sido destruido y que no retornará. Esto
ha sido anunciado demasiadas veces en las últimas décadas, y nadie puede negar
que es una posibilidad concreta. Sin embargo, si aceptamos esto deberemos asumir
que lo que ha desaparecido es el Peronismo. Porque pensar que los ideales y
objetivos políticos del Peronismo de Perón y Evita pueden ser encarados y llevados
adelante por el Partido Justicialista es más irreal todavía.
Y si los jóvenes no comprenden porqué, habrá que explicarles la diferencia:
sin el Movimiento, el Partido Justicialista no se diferencia en nada de la UCR,
o de la Democracia Cristiana. Sin el Movimiento, el partido sólo sirve para
consolidar la dependencia. Porque sin el Movimiento organizado defendiendo y
empujando, el partido no tiene poder ni voluntad política para implementar los
cambios necesarios. Es, como todos los partidos, una institución burocrática,
rosquera, apta para impulsar ambiciones personales, pero jamás proyectos colectivos.
Enfocar el peronismo desde una perspectiva exclusivamente electoralista es renunciar
al proyecto de país mejor que perseguimos desde hace tanto tiempo y que tanto
nos ha costado. Es resignar el concepto de la práctica peronista como forma
de vida en una comunidad organizada. Proyectar un "Partido" sin "Movimiento"
es considerar al pueblo como "objeto" de la política y no como "sujeto" de la
transformación social por la que luchamos tantos años.
Limitar el peronismo al Partido es abandonar el peronismo.
Enrique Gil Ibarra – 6 de febrero del 2008
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La
oposición ciega y la discapacidad empática
Por Enrique Gil Ibarra
"El siglo XXI nos encontrará unidos o dominados". Hace muchos años, un conductor
político latinoamericano pronunció esta frase refiriéndose a América Latina
y –hay que reconocerlo- para la mayoría de sus oyentes pareció un pronóstico
aventurado. No obstante, hoy podría imaginarse un futuro no tan lejano en que
esa opción se decantara para el lado de la unidad, contradiciendo los pronósticos
de hace pocos años, cuanto todo parecía indicar que nos sería casi imposible
superar los lazos de la dependencia.
Esta nueva realidad (o visión de la misma), parece haber resucitado en todo
nuestro subcontinente antiguos enfrentamientos que parecían superados por los
avances sociales y tecnológicos. Racismo, descalificaciones "culturales", odios
de clase, han recrudecido en estos primeros años del siglo.
Podría suponerse que la globalización, que tanto mal ha traído a nuestros países
en lo que se refiere a las desigualdades sociales, por lo menos debería haber
contribuido, al "mundializar" la información y el acceso a nuestras disímiles
realidades, a una mejor comprensión de nuestros pueblos, no sólo externa, sino
internamente.
Lejos de ello, lo que está sucediendo, y que
ocasionaría sin duda a Marx y Engels una enorme satisfacción, es que las naciones
latinoamericanas están "horizontalizando" diferencias que anteriormente eran
verticales.
Quiero decir que las sociedades se parten por una línea invisible que separa,
no ricos de pobres (posición de clase), sino sectores internacionales que acuerdan
con el cambio que se avizora y duros opositores al mismo (actitud de clase).
En varios países (Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil, Ecuador, etc.) y respetando los distintos niveles de avance, se ha generado la conciencia de que modificar la realidad resulta indispensable si no se quiere reingresar en un período de violencia inmanejable e imprevisible, que pensábamos superada hace algunas décadas.
Por ello es que en este siglo XXI la iniciativa
del cambio está surgiendo desde los gobiernos y no desde los pueblos, en la
medida que esos gobiernos comprenden que, de no actuar, no lograrían controlar
ese cambio, y posiblemente sobrevendría una modificación súbita y drástica del
sistema imperante. Por lo tanto, han surgido en nuestros países, con una simultaneidad
causal, líderes o conductores carismáticos que se han puesto al frente de los
procesos innovadores, asumiendo (en mayor o menor grado) la responsabilidad
de establecer los límites de acuerdo a sus propios objetivos estratégicos.
Como es lógico, esta nueva manera de encarar la tarea del Estado, que se caracteriza
por una mayor solidaridad social, preocupación por empleo, salud y vivienda,
protección y puesta en valor de los recursos naturales, mayor conciencia ecológica,
ha concitado de inmediato apoyos populares que hacía tiempo no disfrutaban nuestras
clases políticas.
Pero, simultáneamente, ha provocado en grandes sectores de la sociedad rechazos
viscerales, que asumen en su manifestación viejos conceptos que considerábamos
perimidos. En Argentina, en Bolivia, en Venezuela, han rebrotado los antiguos
epítetos: "gorilas", "cabecitas", "peronachos"; "zurdos", "trasnochados", "fascistas",
que se aplican indiscriminadamente ambos sectores, que parecen hallarse imposibilitados
de encontrar puntos en común para coincidir en –como mínimo- las reglas de la
transición.
Se dirá, desde ambos lados: "no hay nada que debatir con ellos". Y es éste,
sin duda, el problema. Porque si una mitad de los pobladores del continente
no encuentra ningún punto de contacto con la otra mitad, vamos camino a la debacle.
Que se entienda. Sabemos que los que se oponen al cambio están errados. Pero
también sabemos que es sociológicamente imposible que tantos millones de individuos
elijan conscientemente como camino el hambre, la infelicidad, la miseria, la
enfermedad, la sumisión de tantos otros millones de compatriotas.
Los comerciantes, los intelectuales, los pequeños empresarios, no son los enemigos.
Es más, posiblemente serían los que, en una primera etapa, más tendrían a ganar
de estos procesos de cambio en los que podrían insertarse en condiciones de
privilegio.
Pero eligen, como si integraran la clase dominante, una oposición ciega.
¿Qué es lo que hace que esa clase media (y no nos referimos a los grandes oligarcas,
a los terratenientes, a los grupos empresarios multinacionales) se nieguen a
colocarse del lado de la justicia, de la honradez, de la solidaridad, de sus
propios vecinos?
¿Puede suponerse entonces que el fenómeno que observamos se debe a una disfunción,
una discapacidad empática? ¿Se encuentran imposibilitados para comprender el
cambio por simple "temor" al cambio o porque ya no pueden ver la realidad como
"el otro", ponerse "en el lugar" del otro?
Intentando no caer en abstrusas disquisiciones sicológicas para las que este
cronista no está capacitado, lo cierto es que nuestras oligarquías, demostrando
su inteligencia y capacidad de manipulación, han coincidido siempre en todos
nuestros países en utilizar a las clases medias como "punta de lanza" para una
oposición ciega y cerril, que agita en los medios los remanidos fantasmas del
comunismo, el cercenamiento de la libertad, la dictadura del populacho y el
abandono de los valores morales que "toda sociedad bien constituida" debe defender.
Por supuesto, con planteamientos de esa índole, no hay discusión posible. Porque
inevitablemente las respuestas posibles (por nuestra parte) son el denuesto,
el reproche sobre los años sufridos por los pueblos bajo sangrientas dictaduras,
y la miseria a la que aún nuestros pueblos se ven enfrentados como resultado
forzoso e inexcusable.
Pero también es evidente que, si bien los procesos "revolucionarios" en nuestras
naciones no podrán ser detenidos pacíficamente -dado que, aunque es posible
que los hombres retrocedan, la historia no lo hace-, lo ideal sería que pudiésemos,
esta vez, implementarlos pacíficamente. Por ello se impone hallar una solución
al problema, ya que es impensable un proceso que profundice la Soberanía Política,
Independencia Económica y Justicia Social Latinoamericana si no logramos rescatar
a esa mitad de nuestras poblaciones del lavado de cerebro impuesto por el Imperio
y sus socios menores durante estas últimas décadas.
Deberemos entonces compensar, de alguna manera, esa "discapacidad empática"
de la que hablábamos exacerbando (lat: exacerbare 3ª: Intensificar, extremar,
exagerar) nuestra propia empatía. Recordemos que necesitamos a nuestras clases
medias. Sólo los ingenuos o los desorbitados pueden creer que de un solo salto
podremos arribar a sociedades justas y/o cuasi perfectas. Si nuestras revoluciones
deben ser pacíficas, forzoso es analizar, aceptar y preparar las etapas inevitables.
Hablábamos de "oposición ciega", y no nos referíamos a la oligarquía cipaya,
porque la oligarquía nunca es ciega, y no hace oposición: La oligarquía no debate,
no convence, no discute. La oligarquía golpea. Los ciegos en nuestros países,
lo son porque tienen una venda sobre los ojos, que les ha sido impuesta y no
saben quitársela solos.
Si queremos triunfar pacíficamente, la venda deberá caer. De lo contrario, repetiremos
errores.
Enrique Gil Ibarra
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El
que duda, pierde
Por Enrique Gil Ibarra
No debe confundirse el aserto del título con la negación de la sana -y necesaria-
duda intelectual que denota reflexión y -a veces- cierta sabiduría. Me refiero
a la duda al borde del precipicio. Esa que nos ofusca durante el segundo crucial
en que la única rama y sostén disponible queda fuera de nuestro alcance, y sólo
resta evaluar las consecuencias de nuestra irresolución.
Los que somos mayores por estos años, arrastramos con nosotros la memoria de
un mundo más lento, pausado, hasta cachazudo. Un planeta donde una decisión
podía posponerse, aunque no indefinidamente, por horas, días y hasta semanas.
Sin computadoras ni televisión de cable, los otros países eran, precisamente,
"otros". Sus hechos, si no lejanos, llegaban cuando menos demorados hasta nuestra
percepción y nuestro análisis. Los medios sonaban diferentes porque lo eran,
ya que sus titulares no compartían la inmediatez de la red, aunque sin duda
pudieran conllevar una hermandad política o económica. Sin embargo, existía
la certeza de que si algo no se decidía hoy, el mundo no terminaría mañana.
Políticos y dirigentes actuales siguen remolcando
consigo esa certeza, que hoy es tan vetusta como la "cocina económica" que -por
otros motivos- continúan usando muchas abuelas de nuestro país. La realidad
impone otros mecanismos. Un planeta en que las Bolsas de valores se impelen
unas a otras en unos minutos; donde vemos derrumbarse literalmente el centro
financiero de un imperio en el preciso momento en que sucede; donde un señor,
ex funcionario de la CIA y hoy el "terrorista" más buscado del mundo puede hacernos
llegar su palabra a todos y cada uno de nosotros sin más intermediarios que
una web y un módem; donde el simple hecho del amor o el odio entre dos adolescentes
puede resolverse con un mensaje mal deletreado en una pantallita de celular.
En ese (este) planeta, decía, no hay ya tiempo para medias tintas. Lamentablemente,
la única posibilidad para un dirigente que desee ejercer como tal es poseer
la capacidad de prever lo que sucederá, en lugar de limitarse a razonar lo que
sucedió.
Así como en periodismo, la frase "el diario del
lunes" tiene un contenido despectivo, que se origina en el caballero que explica
con pelos y señales los evidentes motivos por los que el equipo invencible (o
la "fija", para los burreros), fue bochornosamente derrotado el domingo, de
igual manera el político que espera el acontecimiento para deducir sus potenciales
consecuencias, pierde irremisiblemente el tren del impacto, porque el mundo
espera profetas.
Este larguísimo "introito" tiene como excluyente objetivo colaborar en la desestimación
definitiva de esa política pusilánime y "correcta" que nos ha invadido los genitales
como lo haría -dijera Stevens- el Emperador de los Helados.
El momento es crucial. Hace pocos días me tocaba afirmar que el contraataque
del Imperio estaba en marcha, y cuestionaba a algunos dirigentes que acariciaban
sus laureles (algunos hasta honestamente conseguidos) soñando con pasar de la
carne al bronce sin solución de continuidad.
Me pregunto hoy: ¿y qué pasa con los dirigidos? Leo proclamas y manifiestos,
declaraciones de principios y nobles objetivos. Se multiplican los foros, los
debates, nos escuchamos todos.
¿Y cuál es el problema? -Me retrucará usted, no sin asombro-
¿Acaso la participación no es necesaria en el avance de los pueblos?
Por supuesto que si, mientras la discusión necesaria no se prolongue en babel
interminable y bizantina.
El problema es que la discusión no fructifica. Que veo por allí, por aquí y
por allá las mismas respuestas sin acción, reiteradas miles y miles de veces.
Que cada grupito, cada partidito, cada sectorcito, lanza su opinión al mundo,
y por el mundo revolotean entonces millones de mariposas, heraldos de potenciales
liberaciones que, en tanto pajaritas de papel, seguirán inconclusas. Porque
tristemente, cada mariposa bien intencionada retorna a hacer noche a la finca
privada del emisor, y regresa sola, sin pareja ni prole.
Decenas de miles de compañeros en Argentina, Bolivia, Venezuela, Brasil, Colombia,
nos repetimos permanentemente que hay un único camino para la América Latina
y que éste, respetando las particularidades de nuestros pueblos, transita por
la liberación continental.
Extraña me resulta nuestra impotencia, ya no para prever, sino por lo menos
leer en qué se basa el ataque del enemigo: recrudecen las inquinas entre compañeros
colombianos y venezolanos por el tema de las FARC. Las papeleras siguen dividiendo
a Argentina y Uruguay, en un conflicto que, en el marco de la dependencia, se
me ocurre irresoluble. Perú lleva a Chile hasta La Haya (sin entrar a discutir
la justicia del reclamo). Mientras tanto, Bolivia baila sola, y no hay apoyo
tampoco hacia Ecuador, que está dando una silenciosa pelea interna.
Pensamos el ataque como si fuera hacia nuestros gobiernos, olvidando que éstos
mantienen contradicciones y vacilaciones diferentes, que sin duda constituyen
parte de la base de sustentación del Imperio. Pero la agresión que nos importa
es a los pueblos.
Son los pueblos, entonces, los que deben prever y reaccionar.
No obstante ¿cómo fantasear con un Movimiento de Liberación Latinoamericana
si no logramos recuperar el nuestro propio? Pues tal vez ese "armado desde abajo"
deba ser, en este nuevo mundo tan cercano, aún más amplio de lo que hemos imaginado
siempre. Quizás el juego pase por obligarnos a nosotros mismos a pensar en grande,
y a encontrar en nuestros hermanos -que ya no son "de afuera"- la fuerza y el
empuje para construir Latinoamérica desde los pueblos, y no desde los gobiernos.
Posiblemente esa construcción contribuiría, en cada uno de nuestros países,
a sacudirle el polvo a la desesperanza y el descreimiento de tantos compatriotas
que se limitan a espectar el partido y a hojear el diario del lunes para ver
quién ganó.
No sé. Es sólo una idea.
Enrique Gil Ibarra
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"Contra
la estupidez, los mismos dioses luchan en vano"
(Juana de Arco/ Friedrich von Schiller)
Por Enrique Gil Ibarra
Probablemente la principal demostración de estulticia de los seres humanos es
nuestra persistente negación de la realidad. Todos nosotros pretendemos que
ésta se comporte de acuerdo a nuestras necesidades (necedades) particulares,
mientras oponemos nuestro débil pecho a los embates de las circunstancias que
no nos dependen.
Estamos viendo en varios países latinoamericanos cómo el Imperio ha organizado
un sutil contraataque en distintos frentes, destinado a detener a esta horda
de dirigentes y dirigidos que nos hemos atrevido a suponer que finalmente el
siglo XXI nos encontraría unidos, en lugar de dominados.
En Bolivia, Evo Morales se ha visto obligado
a oficializar el referéndum que posiblemente está destinado a perder estrepitosamente.
Ya hemos dicho en
otra nota que esto no es obligatoriamente negativo, ya que si bien el presidente
boliviano "pone así en peligro su continuidad como presidente, esta jugada que
parece arriesgada tiene una lógica profunda: ¿puede gobernarse Bolivia en el
actual estado cuasi insurreccional en que se encuentra? Al concluir que no,
el Presidente boliviano decide jugar a todo o nada, sabiendo que en determinados
momentos históricos es la única movida posible.
Si gana, es obvio que los prefectos que se le oponen perderán, y por lo tanto
el gobierno tendrá no sólo un renovado aval del pueblo, sino la seguridad de
normalizar el país. Si pierde, habrá evitado lo que se preanuncia como una guerra
civil en ciernes o un potencial golpe de Estado sangriento, y podrá volver al
llano a seguir trabajando desde las bases sin pagar el costo político del desgobierno,
que de todas formas le impediría aplicar su proyecto nacional".
Pero atención: ya algunos compañeros bolivianos están afirmando que "esto es
lo mejor que podía pasar", ya que "lo habilita a Evo para seguir impulsando
el proyecto revolucionario sin las obligaciones que corresponden al presidente
del país".
¿Se habrá escuchado antes en La Paz gansada semejante? Según estos lúcidos compañeros,
es preferible perder el poder antes que tener suficiente poder para mantenerlo.
A ver: "la única movida posible", significa exactamente esto: el enemigo nos
está acorralando, y hemos sacado una jugada de la galera para evitar una derrota.
Ergo: hemos retrocedido un paso. ¿Se entiende? Nadie discute que es mejor retroceder
un paso a que te llenen la cara de dedos, pero de allí a afirmar: ¡Estamos ganando!
Hay una seria diferencia.
En Ecuador, como era previsible, ya han surgido los primeros obstáculos que
preveíamos con el objeto de trabar la Asamblea Constituyente. La oposición,
-como era obvio- ha olvidado sus diferencias tácticas y empuja un proyecto de
desestabilización que incluye desabastecimiento, inflación desenfrenada y sondeos
falsos ¿Se parece a Venezuela? Pues si. Y tampoco es original; suponemos que
Correa no pensaría que eliminar los monopolios o crear un "Ecuador socialista
del Siglo XXI" sería soplar y hacer botellas. Pero alguno de sus ministros,
-optimista él- ya ha salido a declarar que esto es bueno, porque de esa manera
se identificará claramente a "los conspiradores" y el pueblo sabrá a qué atenerse.
Claro, esperemos que no llegue el momento del referéndum para aprobar la constituyente
y nos llevemos una sorpresita.
¿Y en Colombia? Ninguno de nosotros puede discutir que Uribe es un hijo de perra,
pero con este asunto de los rehenes nos hemos pasado de idiotas. Es decir: él
nos ha pasado, y los idiotas nos quedamos mirando el aire. Pero lo triste es
que mientras tanto insistimos en que no somos idiotas, sino que él es un hijo
de perra, cosa que ya sabíamos, y que jugó sucio (ídem), y que no pudimos por
ahora (ídem, ídem).
No vale la pena considerar la estupidez de las FARC que ofrecieron lo que no
tenían (y no me digan que lo que pasa es que ellos pensaban recuperar al chico,
porque una negociación de ese calibre no se ofrece sin todas las cartas en la
mano). Quiero reconocer que a mi me pareció una excelente jugada la del canje
sin condiciones. La propuse en una nota del 7 de diciembre, pero con Ingrid
Betancourt como protagonista:
"La única opción lógica (y correcta desde el punto de vista marxista) es arrebatarle
la iniciativa al enemigo: las FARC deben liberar YA a Ingrid Betancourt (y sólo
a ella) sin ningún canje.(…) Una acción como ésta recibirá inmediato respaldo
internacional (puedo garantizarlo), volcará a la opinión pública en su favor,
y arrinconará a Álvaro Uribe, quien no tendrá más remedio que avanzar en las
negociaciones para el canje humanitario de todos los demás secuestrados y detenidos.
Si Uribe se niega quedará en descubierto ante el mundo. Es simple".
Pero parece que el simple soy yo. Del salto en una pata que me produjo la propuesta
de liberación de los tres rehenes, pasé a la incredulidad absoluta cuando el
narcopresidente colombiano jugó su carta maestra y nos hizo quedar a todos (Chávez
y Kirchner incluidos) como pelotudos.
Aunque, también hay que decirlo, tanto Chávez como Kirchner asumieron esta pelotudez
coyuntural con dignidad y mesura y se limitaron a un "no se pudo" humilde y
susurrado.
¿Es un retroceso? Si, definitivamente, aunque algunos compañeros colombianos
no parecen comprenderlo:
"Hoy sabemos que la monstruosa criatura que se conoce como Álvaro Uribe Vélez,
secuestró al niño, lo zarandeó como un muñeco, le violó sus derechos de niño,
lo usó para evitar la liberación de las dos retenidas, sólo con la malévola
intención de sacar dividendo político. Las FARC han actuado correctamente. Tenían
ubicado al niño en Bogotá, alejándolo de la peligrosa confrontación bélica,
a la espera de un momento adecuado para su entrega. Era lo que esperábamos.
Primero el niño, segundo el niño, tercero el niño. Siempre el niño. Y en esto,
siempre la verdad. La verdad dicha claramente, sin dilaciones, rápidamente.
De frente a todos."
La verdad, muchachos, es que son unos pelotudos. Pero el verdadero problema
es que parecen orgullosos de serlo. La explicación pública del papelón en el
comunicado de las FARC es para retrasados mentales. Hace agua por donde la lean
y no se sostiene en los tiempos: si el niño estaba resguardado y controlado
en Bogotá, ¿por qué no lo recuperaron antes del ofrecimiento de canje? ¿Tan
resguardado estaba que las FARC no se enteran que Uribe "lo secuestró" hasta
que Uribe denuncia que no lo tienen? No jodamos.
Vamos a Venezuela, donde ayer en "Aló presidente" Chávez debió reconocer públicamente
que los tiempos hasta el 2013 no le dan para el socialismo y ofreció un pacto
con la burguesía nacional. No puedo negar que me gusta más Chávez cuando deja
de lado las boludeces del "rojo, rojito" y plantea políticas y estrategias en
serio. Golpeado en dos oportunidades consecutivas, Chávez ha tomado –creo- conocimiento
de que la Venezuela socialista no depende de su voluntad ni de sus discursos,
sino de la conciencia de su pueblo. Conciencia bastante oscilante, si debemos
juzgar por los comentarios posteados en los foros venezolanos como "Aporrea"
o "Revolución al día", en los que exceptuando a algunos foristas que saben de
lo que hablan, lo demás se reduce a vergonzantes y bastante ingenuas declamaciones
supuestamente "socialistas" mezcladas con un seudo anarquismo elemental. Eso
si, casi todos los comentarios son firmados "socialismo o muerte", si bien varios
de los firmantes se quejan porque han sido "individualizados" con nombre y apellido
por los "escuálidos" y sienten temor a las represalias por el "ostracismo social"
que podría significarles. ¿Socialismo o…. qué?
Y se manifiestan totalmente en contra de "pactar con la burguesía" sin comprender
que la única salida posible para la Revolución Bolivariana es un Frente Nacional
y Popular que declame menos el socialismo y trabaje más por la organización
y el poder popular.
¿Me volví reaccionario esta semana? No. Lo que quiero decir es que cuando retrocedemos,
retrocedemos. Son inevitables los retrocesos en el avance por la liberación
continental. Los enfrentamientos no son lineales, y la política no es matemática.
Lo que no es racional es mentirnos a nosotros mismos, en pos de un optimismo
triunfalista imbécil. Si hiciéramos todo bien, si fuéramos tan inteligentes,
no estaríamos discutiendo estas cosas, porque ya hubiéramos ganado.
Pretender que cada derrota coyuntural, temporal, es en realidad un triunfo,
es estúpido e ineficiente porque nos impide aprender.
Suponer que si repetimos varias veces "es lo mejor que podía pasar", la frase
se convertirá en verdad, tiene que ver con el pensamiento mágico y la ilusión
de que las revoluciones se harán porque "son inevitables", y no por el sacrificio
y la lucha de los pueblos.
Creer que el accionar de los dirigentes, por más honestos y dedicados que sean,
puede suplantar el compromiso organizado de la clase trabajadora, es abandonar
no sólo nuestra ideología, sino nuestra posibilidad de futuro.
Enrique Gil Ibarra
www.es.wikipedia.org/wiki/Enrique_Gil_Ibarra
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The
Washington Post: correo para tarados
Por Enrique Gil Ibarra
Ciertas cosas me tranquilizan, aunque al mismo tiempo me hartan un poco. El
editorial de ayer (26/12/07) del Washington Post es una de ellas, porque mientras
uno de los principales medios periodísticos de Estados Unidos continúe escribiendo
principalmente para su clase media infantil, desinformada y pancista, quiere
decir que siguen preocupados fundamentalmente por su frente interno y que, si
bien la actual Latinoamérica es un grano en el culo para ellos, aún no han llegado
al punto de eclosión para la "extirpación necesaria". Esta es la tranquilidad.
El hartazgo es porque el editorial sobre la valija está repleto de necedades
que no merecerían ni medio comentario si no fueran dictadas al periodista por
la mala leche de los iluminados de la NSA (Nacional Security Agency), cuya prioridad
actual es convencer al norteamericano medio que sigue viviendo en un país libre
(no como esos pobres venezolanos), y que Estados Unidos debe cumplir con su
deber libertario internacional igual que en Irak.
"Ahora está saliendo a la luz que los lazos personales de Chávez con la presidenta
argentina, Cristina Fernández de Kirchner, podrían también haber estado estimulados
con petrodólares".
Supongo que el cronista del correo de Washington no ha viajado nunca a nuestro
país. Posiblemente crea que somos un país centroamericano pequeño, con dos o
tres millones de habitantes y escaso territorio, mayoritariamente selvático.
Digo, porque de lo contrario es imposible que piense seriamente que con U$S 800.000 (ocho mil barriles de petróleo), equivalente a $ 2.400.000 de nuestra moneda (30 departamentos de 2 ambientes en Capital Federal), se puede condicionar una elección en Argentina.
Me pregunto: ¿para qué carajo Chávez enviaría
esa "enorme" suma para la campaña, en efectivo y por avión? ¿Tan mal anda la
informática en EE.UU. que los yanquis aún no conocen las triangulaciones bancarias
vía Caimán, Suiza o Uruguay? ¡Pucha, si hasta nuestro Banco Nación las hace
desde Nueva York!
Pero además no cabe duda que Cristina le pidió la plata a Chávez para joderlo,
nomás, porque no le costaba nada sacarle esas monedas al presupuesto de la SIDE,
que ahora no sé cuánto será, pero allá por el 2005 era de 238 millones anuales,
y encima no hay que rendirle cuentas a nadie.
Y como no podía ser de otra manera, lo que "confirma" la denuncia del valijero
es que "las autoridades venezolanas y argentinas conspiraron para cubrir el
asunto y ofrecieron al intermediario U$S 2 millones para que no hablara". ¿Esos
dos palitos verdes se los entregaremos (allá) en una valijita, también? ¿Enviaremos
otra maleta para el honorable fiscal de Florida, Estado que posibilitó el fraude
electoral que permitió a Bush ser reelecto? ¿Estamos tan esquizofrénicos los
argentinos que mendigamos U$S 800.000 para "la campaña" y podemos pagar U$S
2.000.000 por "el silencio"?
"Esta vil historia sale a la luz -dice The Washington Post- porque el supuesto
estafador Guido Alejandro Antonini Wilson resultó tener doble nacionalidad,
norteamericana y venezolana, y tiene domicilio en Florida". Mire usted que tipo
hábil "resultó" ser el Guido. Para las elecciones que vienen en EE.UU. le podemos
agregar la nacionalidad argentina, así Lilita, Macri y Rodríguez Saá lo mandan
para allá con una valija de Patacones y Lecop (garantizados con dólares truchos)
para financiar la campaña de la Hillary, que se anda quejando por falta de plata.
Cuando la "vil historia" salga a la luz, descubierta gracias a la investigación
periodística del blog de Juancho Martínez, residente en Palangana Frías, provincia
de Formosa, pondremos a investigar a Galeano, que con suerte resolverá algo
para los comicios del 2037, y "favor" devuelto.
Pero dejemos las boludeces. El verdadero problema, y lo que el "correo para
tarados" quiere destacar finalmente dentro de su territorio, es que Kirchner
es "un populista que permitió que Chávez utilizara la Argentina como escenario
para demostraciones antinorteamericanas", y que el "supuesto plan de la administración
Bush para controlar la Argentina" es una demostración más de la típica paranoia
mestiza sudamericana ya que, como todos deberíamos saber, jamás los Estados
Unidos han intervenido en América Latina ni lo volverán a hacer.
Se pregunta el periodista del importante pasquín si "la Argentina se está convirtiendo
en una colonia de Venezuela", y nos endilga semejante interrogante a "muchos
argentinos". Tiene razón. No cabe duda que para muchos argentinos es preferible
ser una colonia de Estados Unidos, y estoy convencido que para el Washington
Post eso es absolutamente correcto, lógico y positivo para nosotros, ya que
nos permitiría civilizarnos de una vez por todas y dejarnos de joder con las
teorías populistas que tanto mal nos han hecho, pese a los esfuerzos de los
yanquis que tanto nos quieren.
En fin, que las noticias dan para lo que dan, que cuando la opereta se la manda
el "Clarín" suele ser mucho menos obvia, que las pelotudeces para consumo interno
del medio pelo yanqui estupidificado deberían preocuparnos menos, y que es hora
de ponerse a laburar para sacar el ispa y el sueño de Patria Grande adelante,
antes de que a algún otro yanqui de esos que no publican nada en los diarios,
se le ocurra (otra vez) que es hora de enseñarnos como deben funcionar las democracias
latinoamericanas.
Argentinos, venezolanos, bolivianos, etc, etc. ¿Porqué no vamos a las cosas?
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De
esperanzas, armas y caracoles
Por Enrique Gil Ibarra
"Contra los canallas pueden emplearse
las armas que usan ellos mismos."
Esta frase de Simón Bolívar -hallazgo de una
nota del Administrador de Anncol (Agencia de Noticias Nueva Colombia / http://www.anncol.nu)-
me puso a pensar: ¿Están utilizando las fuerzas populares de Latinoamérica esas
armas correctamente? Entiendo que el Libertador no se refería a utilizar las
denigrantes bajezas de los torturadores ni de los asesinos, sino las otras,
esas que los sistemas corruptos utilizan efectivamente para moldear las opiniones
de los pueblos. Creo que la respuesta a la pregunta es (tristemente) negativa.
¿Acaso Bush no utilizó esas armas para convencer a millones de personas en decenas
de países sobre el peligro que representaba Saddam? ¿Y no fue eso lo que le
permitió adueñarse del petróleo iraquí? Ejemplos sobran. El plebiscito venezolano
de hace pocos días es otro de ellos.
Me parece que uno de los principales errores que las organizaciones populares
latinoamericanas están cometiendo es que no toman en cuenta el verdadero objetivo
de la difusión de sus actividades. Dan la impresión (y esto lo veo en varios
de nuestros países, incluida la Argentina, claro) que el principal esfuerzo
se dirige a convencer a la fuerza propia, en lugar de llegar a los indiferentes
y a los desinformados.
Veamos: durante los días anteriores al plebiscito venezolano, los pocos medios
de comunicación que responden al legítimo gobierno venezolano volcaban cataratas
de elogios a Chávez y a la revolución -lo que no es obligatoriamente malo, y
encantaba a los chavistas- pero olvidaban cumplir con la función primordial:
convencer a los dubitativos, informar a los desconocedores de los alcances de
la reforma propuesta.
En Bolivia, recién ayer Evo Morales acertó con
una apuesta riesgosa, pero muy efectiva: puso contra la pared a los nueve prefectos
(gobernadores distritales) bolivianos, aceptando el referéndum sobre su continuidad
como presidente, pero intimándolos a colocarse también ellos bajo el juzgamiento
popular. Evo pone así en peligro su continuidad como presidente, pero esta jugada
que parece arriesgada tiene una lógica profunda: ¿puede gobernarse Bolivia en
el actual estado cuasi insurreccional en que se encuentra? Al concluir que no,
el Presidente boliviano decide jugar a todo o nada, sabiendo que en determinados
momentos históricos es la única movida posible.
Si gana, es obvio que los prefectos que se le oponen perderán, y por lo tanto
el gobierno tendrá no sólo un renovado aval del pueblo, sino la seguridad de
normalizar el país. Si pierde, habrá evitado lo que se preanuncia como una guerra
civil en ciernes o un potencial golpe de Estado sangriento, y podrá volver al
llano a seguir trabajando desde las bases sin pagar el costo político del desgobierno,
que de todas formas le impediría aplicar su proyecto nacional.
Colombia es la tapa de los medios "internacionales" en estos días debido a las
negociaciones por Ingrid Betancourt. Como es lógico, el presidente colombiano
Álvaro Uribe, respondiendo a sus "mandos naturales", pondrá todas las trabas
posibles al canje humanitario. Y no digamos lo absurda que resulta la intervención
"conciliadora" de Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, Copríncipe de Andorra,
Maestre de la Legión de Honor y derechista consecuente, que ha descubierto en
estas horas las ventajas políticas de los derechos humanos.
Pero, frente a esto, ¿Qué hacen las FARC? Discuten con el gobierno colombiano
las "condiciones" del canje. "Agradecen" a Sarcozy sus "buenas" intenciones,
pero insisten en "te doy, me das".
Mientras tanto, si la salud de Betancourt diera un vuelco fatal ¿qué sucedería?
Ambas partes se denunciarían mutuamente como culpables, y la comunidad internacional
no vacilaría en encontrar a las FARC "responsables objetivas" de la muerte.
Las acusaciones principales que afrontan las tropas de Tirofijo son el terrorismo
y el narcotráfico. La segunda acusación es bastante burda, proviniendo de un
presidente cuyo principal asesor es José Obdulio Gaviria, primo de Pablo Escobar
Gaviria, jefe del cártel de Medellín. Pero la primera es seria, y contribuye
a la credibilidad de la segunda.
Si las FARC no son terroristas deben demostrarlo, porque no basta con que sus
partidarios y amigos lo sepan, sino que se necesita que los desinformados, los
indecisos, lo acepten (volvemos al principio).
Lo que quiero decir es que a veces, aquellos que desean modificar la realidad
en sus países deben comprender que ser tortuoso no significa obligatoriamente
ser maquiavélico sino dejar de ser simple, porque el adversario no es simple,
y sí suele ser maquiavélico. ¿Se entiende?
La única opción lógica (y correcta desde el punto de vista marxista) es arrebatarle
la iniciativa al enemigo: las FARC deben liberar YA a Ingrid Betancourt (y sólo
a ella) sin ningún canje.
Deben hacerlo manifestando que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
no juegan con la vida de nadie, porque NO SON terroristas y que –en este caso-,
renuncian a exigir un justo intercambio de prisioneros, para demostrar a la
opinión pública internacional quiénes son los que verdaderamente se oponen a
la paz en Colombia. Que saben que los 500 combatientes encarcelados, tanto en
Colombia como en EE.UU., aceptarán de buen grado prolongar su prisión algunos
meses, si eso sirve a la pacificación de su país. Y que desafían al gobierno
de Uribe a concederle a Manuel "Tirofijo" Marulanda Vélez sólo una hora de espacio
(grabado, para que no haya sorpresas ni traiciones) en los medios televisivos
nacionales, para explicar su propuesta de paz.
Una acción como ésta recibirá inmediato respaldo internacional (puedo garantizarlo),
volcará a la opinión pública en su favor, y arrinconará a Álvaro Uribe, quien
no tendrá más remedio que avanzar en las negociaciones para el canje humanitario
de todos los demás secuestrados y detenidos. Si Uribe se niega, si no concede
esa única hora, quedará en descubierto ante el mundo. Es simple.
Debemos aprender. Todos y de todos, porque cada error, cada pérdida de iniciativa,
cada empecinamiento necio en no reconocer nuestras limitaciones, nos retrasa
y entorpece. Y digo "todos" y me incluyo, porque esta noteja pudo en parte armarse
recordando un texto de un publicista excelente, que inauguró el concepto del
marketing revolucionario. Esto narraba el sub comandante Marcos en 1996:
"Los indígenas zapatistas habían levantado un auditorio más o menos convencional:
una especie de escenario que semejaba la quilla de un barco, una parte plana
al frente, con sillas, y una tribuna con bancas de madera (aprovechando la ladera
de una colina). En fin, nada extraordinario. Si acaso algo llamaba la atención
era que las bancas estaban montadas sobre horcones y amarradas con bejucos.
No había ningún metal en esa tribuna.
Puestos a resolver la construcción de las casas de hospedaje, la biblioteca
y otras instalaciones, los jefes indígenas tojolabales de la insurrección zapatista,
ahora arquitectos improvisados, empezaron a levantar casas en un aparente desorden
que, eso creyó el Sub entonces, se limitaba a salpicar los alrededores del gigantesco
auditorio. No fue hasta que, haciendo cuentas de la capacidad de albergue de
cada construcción, el Sub se dio cuenta de que una de las casas estaba "chueca'',
es decir, tenía una especie de quiebre incomprensible en uno de sus extremos.
No le puso mayor atención. Fue el comandante Tacho, tojolabal, quien le preguntó:
--¿Qué te parece el caracol?
--¿Cuál caracol? --le respondió el Sub, siguiendo con la tradición zapatista
de respuestas que son preguntas, el eterno juego de la interrogante frente al
espejo.
--Pues el que rodea al auditorio --le respondió el comandante Tacho como si
dijera: "hay luz en el día''. El Sub se le quedó mirando y Tacho entendió que
el Sub no entendía lo que él entendía, así que lo llevó hasta la casa "chueca''
y le señaló al techo donde los travesaños hacían un caprichoso quiebre.
--Aquí es donde da curva el caracol --le dijo.
Seguramente el Sub puso cara de "¿Y?'' (igual que usted la estará poniendo ahora),
por eso el comandante Tacho se apresuró a hacerle un dibujo en el lodo, con
una varita. El dibujo de Tacho representaba la ubicación de las casas que rodeaban
el auditorio y sí, gracias a ese quiebre de la casa "chueca'', el conjunto semejaba
un caracol. El Sub asintió en silencio después de ver el dibujo. El comandante
Tacho se fue a ver lo de la lona que serviría para cubrir el auditorio en caso
de que lloviera.
El Sub se quedó parado, frente a la casa "chueca'', pensando en que la casa
"chueca'' no estaba "chueca''. Simplemente era el curvado quiebre que el caracol
necesitaba para dibujarse. En eso estaba, cuando un periodista se le acercó
y le preguntó, buscando una respuesta de profundo contenido político, que qué
significaba para los zapatistas el Aguascalientes.
--Un caracol --le respondió lacónico el Sub.
--¿Un caracol? –preguntó (el periodista) y se le quedó viendo como si no hubiera
entendido su pregunta.
--Sí --le dijo. Y, señalándole el punto de quiebre de la casa "chueca'', el
Sub se retiró.
Sí, estoy de acuerdo con usted. El caracol en torno al Aguascalientes sólo podía
haber sido advertido desde la altura. Es más, sólo a partir de determinada altura.
Quiero decir que había que volar muy alto para descubrir el caracol zapatista
que se dibujaba en estas tierras pobres y rebeldes".
Es simple.
Enrique Gil Ibarra – diciembre de 2007
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Cada
vez más preocupado…. (Venezuela)
Cuando la realidad se nos estampa en la jeta, hay dos posibilidades: a) reacomodamos
el gesto como podemos, decimos "qué boludo ¡cómo no la vi venir!" y empezamos
a pensar en qué nos equivocamos, o b) lloriqueamos un poco, afirmamos "¡qué
realidad hija de puta!" y seguimos caminando como si nada, a la espera del próximo
cachetazo.
Me he pasado las últimas horas leyendo los comentarios de compañeros venezolanos
cuyos análisis de lo sucedido en el plebiscito están recorriendo el mundo. Y,
sinceramente, estoy cada vez más preocupado. Parece ser que la tendencia general
(a grosso modo) es afirmar algo más o menos así: "Bueno, perdimos, pero en realidad
ganamos, y como Chavez es taaaan genial, no hay problemas, porque sin duda ganaremos
aunque perdamos, y en realidad todo salió perfecto, porque aunque el pueblo
se abstuvo en un 44% y aunque muchos chavistas no nos votaron, esto no es problema,
porque pronto ganaremos igual, ¡porque somos revolucionarios, qué mierda!".
Sin autocrítica no hay revolución
Una compañera (Carola Chávez, que no es pariente, pero está tan enamorada del
líder que no parece poder criticar nada) se consuela así:
"¿Que piso político tendría el Presidente si hubo el "Chavista" parejo que mostró
la ignorancia y votó NO? y .. (…) ¿Acaso en la oposición no quedaron como los
imbéciles que son luego de pasarse meses cantando fraude, etc, etc...? (…) ¿Se
puede implantar una reforma constitucional con ese margen tan pequeño? (..)
Algo así pudo estar pensando el Presidente cuando reconoció la derrota y llamó
a seguir luchando. (...) Con el reconocimiento, Chávez le arrebata la agenda
inmediata a la oposición, entre otras cosas se quedan sin razón para "Calentar
calle", se les cae el argumento del "Dictador", se quedan sin el COCO que tanta
falta les hace, les da un caramelo que los distraiga mientras (Por ahora) nosotros
seguimos construyendo un país mejor".
Por supuesto que no existió el piso político. ¿No sería más lógico preguntarse
qué se hizo mal para que existiera un "chavista parejo" que votó NO? ¿Cuánto
de "revolucionario" tiene justificar los propios errores en la "ignorancia"
del pueblo? ¿Es "imbécil" la oposición QUE GANO? No jodamos, esto no es serio.
Pero hay más para mirar: Se plantea el "reconocimiento" de la derrota como una
concesión "graciosa" del compañero Chavez "que le arrebata la agenda" a la oposición.
¿Acaso plantea la compañera que el gobierno venezolano podía "elegir" cometer
fraude? ¿Cree de verdad la compañera que a la oposición manejada por el Imperio
se la puede "distraer con un caramelo" (este "pequeñísimo" triunfo que obtuvieron)
mientras "seguimos construyendo un país mejor"?
Continúa la compañera Carola su análisis revolucionario y afirma que "El Gobierno
cometió un error garrafal, confiar exclusivamente en el arrastre del portaaviones
Chávez y dejarle la agenda mediática a Globovisión, (…) Los batallones, salvo
excepciones, se fueron ayer a la playa (estaban a full) y dejaron el trabajo
al carisma del Presidente.(…) Diez elecciones en fila acostumbraron al chavismo
a ganar fácil contra una oposición desarticulada y lo que da miedo es que esa
oposición desarticulada derrotó al chavismo sólo con argumentos ridículos y
un canal mentiroso.(…) Habrá que esperar la andanada de excusas y justificaciones
que vendrán sobre todo desde el lado de los grandes culpables y sacar la mejor
enseñanza. (…) El Presidente no da puntada sin hilo y muchas veces nos ha demostrado
que lo que a primera vista parece un error, con el tiempo demuestra ser lo mejor".
Bueno, parece que los errores garrafales de la revolución los comete "el gobierno",
que confió en "el arrastre" de Chavez (que no es el gobierno, claro) y los batallones
que se fueron revolucionariamente a la playa confiando en el carisma del presidente.
La oposición está tan "desarticulada" que nos derrota con argumentos ridículos
y la "andanada de excusas" llegará del lado de los "grandes culpables" que son,
supongo, el Gran Bonete, la Bruja del Este y el Capitán Garfio.
Ah, me olvidaba: "lo que a primera vista parece un error, con el tiempo demuestra
ser lo mejor". Caramba.
Pero no carguemos las tintas sobre la compañera Carola. Su exposición es sin
duda la mejor manera que ha encontrado de hacer frente a la decepción, y su
admiración por Chavez le impide ver que la ceguera (perdón por el retruécano)
no es el mejor aliado de una revolucionaria.
Con magia no hay revolución
Como no podía ser de otra forma, las visiones conspirativas y el "realismo mágico"
también aparecieron de inmediato:
"…Lo que realmente ganó fué un miedo atávico a los cambios, lo que ganó fué
una campaña de medios, el verdadero golpe de estado fué moral, fué de provocarnos
una profundísima reflexión sobre la forma, si bien no sobre el fondo"
Así lo explica el compañero Juan Carlos de la Cruz, y supongo (creo) que se
refiere a que una cantidad de personas votaron "NO" asustados por la "forma"
de la reforma y no por el "fondo" de la misma. Ajá. ¿No deberíamos haber tomado
eso en cuenta "antes"? Digo, me parece. Si nos estamos planteando un Estado
socialista, creo que la opinión del pueblo que supuestamente nos apoya debe
ser importante. ¿A nadie se le ocurrió ir a conversar un poco por los pueblitos?
Porque parece que con el "fondo" no alcanzó. A veces las "formas" importan.
Y acá viene la magia invocada por el compañero Juan Carlos: "Fantaseo ahora...
como frecuentemente lo hago, sobre si no sería esto incluso una jugada estratégica
(¿¿¿???) Una jugada estratégica justificaría el largo lapso de espera por los
resultados, el "qué y cómo decirlo" para lograr un efecto favorable.(…) Me dan
a pensar que los "nuestros" ya sabían hace rato por donde venían los tiros,
que posiblemente desde las 9 pm o un poquito más, se estaba cuadrando cómo manejar
la cosa, que Chávez sale al aire con este "Plan B" como una medida brillante
para dejarlos desnudos... (…) no olvidemos que él tiene otros medios para lograr
muchos de esos cambios -la reforma a la constitución es el más contundente y
el mejor, pero no el único- y que ya él en una oportunidad se entregó "para
evitar un mayor derramamiento de sangre"(…) ¿Podríamos decir acaso, que anoche
Chávez "entregó" la reforma para evitar el derramamiento de sangre al que posiblemente
ibamos enfilados derechito si la oposición ejecutaba el "Plan tenaza"?(…) No
sería, entonces y siendo malicioso, la jugada maestra más ingeniosa para ACABAR
con la oposición y obligarlos a entrar por el carril?"
Parece que Juan Carlos piensa que Chávez perdió A PROPOSITO. Esa jugada "brillante"
del comandante fue porque Chavez "sabía" que no se ganaba cómodo y entonces
"entregó" la reforma (¿hizo fraude al revés?) para evitar el Plan Tenaza y el
derramamiento de sangre. ¡Pues carajo, si sabíamos todo eso no hiciéramos el
plebiscito ése! –diría un cumpa cordobés que conozco- pero lo interesante es
que el compañero Juan Carlos deduce que con esta derrota popular ¡la oposición
está ACABADA! Y se puede obligarlos a "entrar por el carril". Yo debo ser idiota,
porque a mí me enseñó Perón que cuando el pueblo pierde, el enemigo avanza,
no retrocede. Pero a lo mejor en Venezuela es distinto.
"Esto debe, pienso yo, llamarnos a una profundísima reflexión –se autoconvoca
Juan Carlos- por cuanto ahora, para lograr esos cambios profundos que queremos,
debemos también sanar heridas y sembrar nuevamente la esperanza que haga, por
ejemplo, que ese millón y pico de votos que desaparecieron vuelvan a manifestarse,
y que la gente que no participó entienda, de una vez por todas, la importancia,
la magnitud de la decisión que se estaba tomando, y que en algunos casos no
fué bien explicada (por lo que ganó la campaña de desinformación y terror),
y en otros, simplemente no generó peso suficiente en las conciencias de esos
votantes como para motivarlos a dar su opinión"
Bueno, todo bien, pero también "pienso yo" que la "profundísima reflexión" brilla
por su ausencia, que ese millón y pico de votos que "desaparecieron" (¿Dónde
habrán ido?) no retornarán por "esperanza" y que la gente que no participó no
participará si todos los compañeros que están jugando a felices revolucionarios
no ponen los huevos donde deben ponerlos, y se dejan de joder con frasecitas
del tipo de "no generó peso suficiente en las conciencias de esos votantes como
para motivarlos a dar su opinión" que en buen cristiano significa solamente
"no hicimos un carajo por concientizar a los compañeros, la responsabilidad
era nuestra y no la supimos cumplir".
El enemigo no va a hacer la revolución
Por supuesto, otro brillante análisis que no podía faltar es que "nosotros somos
buenos, pero el enemigo es malo y nos quiere joder de puro jodido que es".
Arranca la compañera Raquel García con esta joya política: "…la gente voto NO,
por la re-elección de Chávez...por mas nada... ¡eso es lo que los tiene cagaos!
(…) ¿Pero es el pueblo el que esta asustado porque se quede Chávez en el gobierno...?
NO y NO y todos lo sabemos".
Pues parece que algunos de esos "todos" se olvidaron de avisarles a otros pocos
(como el 44%) que si no votaban por el SI, otros pocos (que sin el 44% iban
a parecer el 51%) y que no son pueblo, iban a votar por el NO, ganándoles a
"todos", que parecen el 49% pero que en realidad son el 30% porque el 44% no
votó.
Y continúa –como es lógico en una compañera convencida de la justeza de sus
principios revolucionarios- quejándose por "La campañita aquella de que le van
a quitar a los hijos, que los van a mandar a Cuba, que les van a quitar la casa,
que los médicos cubanos son agentes secretos...y todas esas pendejadas que más
de una cabeza hueca asimiló, hicieron su trabajito sucio"
Alguien (espero que lo haga Chavez, y pronto) debe explicarle a los compañeros
que sí, que el enemigo ES malo. Que si no fuera malo no tendría sentido combatirlo,
y que seguramente el enemigo pondrá en práctica su maldad cada vez que pueda
para ganarnos.
Venezuela estuvo en estos días a un paso de una potencial guerra civil. Si los
cuadros de la revolución Bolivariana (y tengo que pensar que lo son, de lo contrario
sus opiniones no deberían estar recorriendo el mundo, quisiera creer que "alguien"
controla eso, cuando menos) no comprenden la gravedad de una situación así,
estamos jodidos. Con el Imperio no se juega. En esto no se puede decir: me ganaste,
taza, taza, cada cual para su casa, mañana jugamos de nuevo, esta vez te invito
yo a tomar la leche. Las revoluciones cuestan vidas. El enemigo se las lleva,
y no le importa el número. Venezuela socialista no es moco de pavo, ni juego
para pavotes.
Sigue la compañera Raquel quejándose del enemigo: "A todos los que se prestaron
para atacar a Chávez, como "presidentes vecinos", "militares con precio", "ex-esposa
frustrada", "reyes desubicados", "expresidentes fascistas" y todos los que "aun
sin saber de lo que estaban hablando", se prestaron para atacar a nuestra hermosa
patria, les queda el sabor del triunfo pasajero, ¡por fin le ganaron una a Chávez!"
y se consuela (qué original) reconociendo que "ninguno de ellos, parece haber
medido el nivel de compromiso que tenemos los venezolanos con este proceso y,
que muchos no acudieran a las urnas a manifestarlo, es producto de la ''guerra
del miedo" que los opositores lanzaron en el país, amenazando con ''incendiarlo''
si los resultados le eran adversos...por lo tanto, es un triunfo pasajero que
nos pone a reflexionar, porque así debe ser, pero que en ningún momento nos
derrota".
"Un triunfo pasajero"… si, por supuesto que será un triunfo pasajero si (y sólo
si), los compañeros dejan de "prometer" reflexiones y se ponen de verdad a pensar.
Me parece excelente que no pierdan la fe y la esperanza. Me parece mal que sólo
les interese la fe y la esperanza. Un poco de cerebro tampoco está de más.
Los pueblos hacen la revolución
Curiosamente, el único comentario que salió al exterior y que puede considarse
reflexivo y atinado, es el de un hombre que inicialmente apoyó incondicionalmente
al gobierno, teórico del Socialismo del siglo XXI y asesor de Chavez, que luego
realizó críticas serias al proyecto de reforma y que fue (por supuesto) fuertemente
desacreditado y denostado por los compañeros revolucionarios.
Ayer, Heinz Dieterich dijo: "Es un momento difícil y doloroso para iniciar un
análisis frío de la derrota, pero no es posible posponerlo, por dos razones.
Esta es una guerra, y en toda guerra la derrota y confusión del enemigo es el
momento idóneo para liquidarlo con un golpe decisivo(…)Washington tratará de
dar golpes decisivos a partir de este momento en los flancos débiles de la revolución
nacionalista-desarrollista latinoamericana, para convertir la batalla ganada
en una guerra ganada (…) De la misma manera, la innecesaria y evitable derrota
en Venezuela es el producto del triunfalismo, del voluntarismo y de la falta
de debate crítico dentro y fuera del proceso. La única manera de salvar el proceso
ahora es la crítica racional de las causas del descalabro y la comprensión realista
de las opciones de triunfo que quedan. (…) La economía venezolana sigue siendo
una economía de mercado capitalista y su superestructura sigue siendo la de
una democracia burguesa, y esto determina las opciones reales que tiene la política
económica de Miraflores. La voluntad del cambio revolucionario y el deseo de
ayudar a los pobres, no logra contrarrestar esas realidades objetivas, tal como
experimentaron Mao en el "gran salto adelante" y Fidel en la zafra de las 10
millones de toneladas. El voluntarismo tiene sus límites objetivos (…) Hugo
Chávez es necesario para la continuación del proceso, pero sólo tendrá futuro,
si se abre a instancias colectivas de conducción. Si no, destruirá el proceso
que ha ayudado a construir, porque no solo es cierto que "la Revolución devora
a sus hijos", sino también que los líderes revolucionarios, cuando se convierten
en conductores unilaterales, "devoran a la Revolución".
Impecable. Concisa y concretamente, este hombre ha reconocido cuál es el error
principal que debe ser subsanado. Chavez no hará la revolución en Venezuela.
Si el pueblo quiere hacerla, Venezuela hará la revolución "con o sin" Chavez.
Si Chavez no comprende que no basta con él como individuo para liderar el proceso,
si no logra explicarles eso a sus cuadros militantes, si no consigue reemplazar
el "culto a la personalidad" incipiente que están desarrollando sus seguidores
(y seguidoras) por una conducción colegiada que pueda (hoy) colaborar en corregir
esos errores y mañana ocupar su lugar, la revolución obligatoriamente fracasará,
y el "por ahora", con el que por supuesto coincido, se convertirá en "nunca".
Enrique Gil Ibarra – 4 de noviembre del 2007
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¡Carajo!
Por Enrique Gil Ibarra
Permítanme un "¡carajo!" de bronca,
porque en Venezuela ganó el NO. Y aunque a muchos les parezca un despropósito,
insisto en que los pueblos no se equivocan. La pasada semana, en mi comentario
"El dilema de los pueblos", escribí
lo siguiente: "En Venezuela, descontando la propaganda tendenciosa de los medios
‘republicanos y democráticos’ (incluyendo la CNN), lo cierto es que -mal que
nos pese- no está tan claro el resultado del plebiscito. El error de Chávez
fue, sin duda, incluir en la reforma constitucional la reelección indefinida,
que proporcionó a la oposición conservadora un elemento precioso para influir
en los sectores "independientes", ya temerosos de la iniciativa del ‘Poder Popular’".
No cabe duda de que ese temor, que se demostró que no abarcaba sólo a los "independientes",
sino a una buena porción del chavismo moderado, fue decisivo.
Se dirá que la elección fue pareja. No, no lo fue. Un 44% de abstención en una
votación tan trascendental para un país indica no una altísima indiferencia,
como podría pensarse, sino un elevadísimo nivel de desinformación en la población
de menores recursos y del interior venezolano. Eso, para un proyecto que cuenta
con el respaldo gubernamental, y una enorme masa de militantes movilizados,
es imperdonable.
Fue absolutamente racional Chavez cuando afirmó que por esa diferencia de votos
prefería perder.
Sin duda, con menos del 30%
de la población a favor, no puede pretenderse avanzar pacíficamente hacia el
socialismo. Lamentablemente, esa racionalidad que exhibió anoche, le faltó en
los meses pasados cuando descuidó ordenar a sus militantes una imprescindible
labor de concientización masiva sobre los alcances de la reforma constitucional
y las ventajas que ésta tenía para los venezolanos menos favorecidos. Tampoco
hubo la paciencia necesaria para comprender que la posibilidad de reelección
permanente era una cuestión de importancia terciaria: si se ganaba en el plebiscito,
si se legitimaban constitucionalmente las milicias populares, si se revocaba
la independencia del Banco Central de Venezuela, la reelección presidencial
podría discutirse en un par de años, con un elevado grado de poder popular detrás.
Hoy, lo que se discutirá es el grado de retroceso del proyecto socialista. Y
Chavez deberá dejar muy posiblemente la presidencia dentro de 5 años.
¿Y porqué sigo afirmando que los pueblos no se equivocan? Las pruebas están
a la vista: Un triunfo del SI representaba -y el pueblo mayoritariamente lo
entendió así- un conflicto gravísimo en puerta, que no iba a poder ser solventado
con el grado de organización y movilización actual del chavismo.
Decía también el otro día: "...un enorme sector de nuestros pueblos se
niega a ‘pensar en lo impensable’. Prefieren creer que es posible confiar en
que la justa distribución de la riqueza, de la que hablábamos más arriba, puede
llegar gracias al paternalismo de los gobernantes. Creen en la falacia de los
"derechos inalienables", cuando la realidad nos indica desde el comienzo de
los tiempos que los derechos se conquistan y se mantienen con sangre, sudor
y lágrimas.
No nos confundamos: las democracias son un bien conquistado, pero si no se las
defiende, se caen como hojas en otoño, sin pena ni gloria.
Que yo sepa, la única nación latinoamericana que está organizando a su pueblo
para una potencial defensa de la democracia, es Venezuela. Esperemos que esa
organización llegue a tiempo".
Bueno, pues en el primer examen salimos mal. La organización no llegó a tiempo,
y fue el pueblo venezolano, intuitivamente, quien priorizó "salvar la democracia",
aunque eso significara resignar parte del camino transitado. Tengo claro que
a muchos este análisis les resultará erróneo, "basista". No me preocupa demasiado.
Me preocuparía si hubiera ganado el SI por esa diferencia. Me preocuparía también
si hubiera ganado el NO por 20% de diferencia y sin abstención. Con los resultados
a la vista, es clarísimo que una gran cantidad de partidarios de Chávez, íntimamente,
se preguntaron "¿y si ganamos que pasa después?"; "¿podemos sostener el socialismo
solos?"; "¿la oposición soportará pacíficamente una derrota?"; "¿Y Estados Unidos?".
En resumen, la misma pregunta de siempre: "qué pasa después". Una pregunta a
la que muchas veces los dirigentes y los intelectuales no prestan atención,
pero que los pueblos tienen siempre presente, por un simple motivo: los pueblos
no pueden exilarse cuando las papas queman.
Creo, a pesar de todo, que ésta ha sido una lección importante, y no sólo para
Chávez, sino para todos nosotros. Nos ha recordado que no basta con la voluntad
para cambiar un sistema. No basta con un único conductor para elaborar políticas
triunfantes. Y por último: cuando se toman medidas que pueden llevar a un enfrentamiento
militar -y sin duda el triunfo del SI podía traer aparejado un riesgo en ese
sentido-, es necesario, no solamente estar personal y absolutamente seguro de
que se derrotará al enemigo, sino también que tu ejército –en este caso el pueblo
venezolano- también esté convencido de ello. De lo contrario se replegará, y
esperará un mejor momento.
¿Sólo la organización vence al tiempo? Si, definitivamente. Y no sólo al tiempo.
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¿Por
qué fracasa la izquierda argentina y el peronismo sobrevive?
Por Enrique Gil Ibarra
Aclaración: El objeto de este análisis NO ES denostar a los compañeros de la
izquierda marxista nacional, sino ver hasta qué punto el motivo de sus fracasos
reiterados en nuestro país no se produce por su ideología, sino por una errónea
aplicación práctica. Siempre subsiste en los planteos y cuestionamientos el
propósito honesto de dilucidar las instancias político-organizativas para el
desarrollo de una herramienta popular que tienda a la Liberación Nacional y
Social de nuestro país. Creo que este es un debate necesario y, por lo que sé,
se está produciendo en todos los ámbitos, en todas las agrupaciones, partidos
y organizaciones de todo el país, peronistas y no peronistas, se desprenderá
la concepción revolucionaria que (seamos optimistas) podrá llevar adelante esa
construcción.
1. El esquema marxista ortodoxo
Dentro de la estructura doctrinaria del marxismo-leninismo ortodoxo, la herramienta
central es el Partido Revolucionario: Una organización de cuadros altamente
preparados, con un total conocimiento de la ideología, organizados en células
estancas, con una jerarquía preestablecida y basada en el grado de identificación
con la línea estratégica fijada por el Comité Central.
El Partido Revolucionario constituye una pirámide con su vértice conformado
por los miembros de la conducción (Comité Central) y una base estrecha constituida
por los "camaradas" de menor nivel (células de base). Entre ambos niveles suele
haber entre cuatro y seis instancias jerárquicas.
Inmediatamente debajo de la estructura
partidaria, y conducidas por los camaradas de base, se sitúan las células de
"amigos" o "simpatizantes" del Partido, conformadas por aquellos "compañeros"
cuyo nivel de compromiso militante o su conocimiento de la línea y –fundamentalmente-
la aceptación de la disciplina partidaria aún no alcanzan el nivel mínimo establecido
para una completa integración.
Estos "amigos" del Partido suelen ser referentes barriales, dirigentes de estructuras
de superficie del Partido, dirigentes de agrupaciones estudiantiles, intelectuales,
comerciantes, empresarios, etc. Estos sectores conforman lo que el Partido Revolucionario
marxista ortodoxo denomina "Movimiento de Masas".
A partir de aquí, la estructura se torna difusa. Idealmente, ese "Movimiento
de masas" debería conducir el embrión de lo que el marxismo ortodoxo denomina
"Frente popular revolucionario", estructura bastante amorfa que supuestamente
realizará la revolución. Esta revolución puede darse de dos maneras (siempre
según el marxismo ortodoxo):
a) A través de una huelga general revolucionaria por tiempo indefinido, que
provocará la crisis terminal del sistema y obligará al traspaso del poder al
pueblo.
b) A través de una insurrección popular que desemboque en una guerra civil (que
puede ser prolongada o no, de acuerdo a las variables conceptuales: leninistas,
trotskistas, maoístas, stalinistas).
En ambas variantes se establece una condición indispensable, que es la fractura
de las fuerzas armadas y que un sector importante de éstas se vuelque al campo
popular.
La alternativa electoral no es considerada por los Partidos Revolucionarios
marxistas como una opción de acceso al poder, ni tampoco al gobierno. Su participación
en elecciones (si confiamos en la honestidad moral de sus dirigentes, por supuesto),
tiene como único objetivo la "denuncia" del fraude que representa el régimen
democrático, y obtener si es posible una tribuna (cargos legislativos) desde
la cual hacer escuchar sus propuestas y críticas.
1.1. Ventajas de la estructura marxista ortodoxa
a) La centralización. La construcción piramidal les permite lograr una cohesión
de sus fuerzas muy elevada, así como una muy buena disciplina militante.
b) La línea estratégica es conocida y admitida por todos sus cuadros en su totalidad.
Las instancias tácticas y coyunturales no representan así problemas organizativos,
ya que se enmarcan dentro de un plan general.
c) Las disidencias internas son inmediatamente detectadas y expurgadas, conservando
el Partido el control absoluto de sus cuadros leales (ascensos, promociones).
1.2. Desventajas de la estructura marxista ortodoxa
a) La centralización. La estructura del Partido Revolucionario marxista ortodoxo
y sus organizaciones representan una pirámide en la cúspide de otra pirámide.
El control absoluto sobre sus integrantes, si bien garantiza la cohesión, elimina
la creatividad de sus cuadros, limita totalmente la improvisación y todo desarrollo
político que no sea el previsto.
b) La ortodoxia marxista -debida a que los Partidos Revolucionarios en la Argentina
han reemplazado de hecho la ideología (materialismo dialéctico) por el dogma
(determinismo histórico)-, les impide considerar y evaluar alternativas que
se aparten de los preconceptos teóricos fijados. (Ejemplo: la incapacidad de
comprender el fenómeno peronista). Por lo tanto, su ligazón con el pueblo siempre
ha estado condicionada al concepto teórico de lo "revolucionariamente correcto",
desechando totalmente la teoría de "lo posible".
c) Su concepción partidaria es a final de cuentas elitista en lo político, y
conduce obligatoriamente a la deformación de "vanguardia esclarecida", lo que
provoca la declamación permanente del carácter marxista-leninista de su estructura
y les impide convertirse en referentes reales de las masas populares.
d) Su apego a la ortodoxia les produce permanentes disidencias que, al no poder
saldarse internamente debido a la férrea y necia conducción, se resuelven en
escisiones y fracturas, con la consiguiente creación de nuevos y minúsculos
"Partidos Revolucionarios", que indefectiblemente recorren el mismo camino una
y otra vez.
(Nota: debe reconocerse que este error fue cometido también por la organización
Montoneros al asumirse como Partido Montonero, incorporando todos los errores
de concepción del marxismo dogmático).
2. El esquema peronista
Desde su aparición en la escena política nacional, el peronismo fue definido
por Perón como un Movimiento Nacional, que englobaba un sector social denominado
"clase trabajadora". Este apelativo, que inicialmente fue un eufemismo utilizado
por el General para distinguir su concepción "nacional y popular" de los criterios
marxistas "proletarios", se convirtió en un breve lapso en una definición doctrinaria
que afirmaba para el peronismo la oposición a la lucha de clases. En ese marco,
el Movimiento Peronista comprendía (idealmente) a todos aquellos que podían
coincidir con los conceptos de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia
Económica. Esta interpretación de Perón posibilitó el inesperado crecimiento
de su estructura política y la llevó a niveles de representatividad popular
que jamás se habían alcanzado en América Latina.
Sin embargo, para mantener esa situación era necesario concentrar permanentemente
la posibilidad de generar doctrina, ya que la masividad del movimiento exigía
contentar y contener a sectores con intereses contradictorios. La interpretación
de la realidad no podía entonces quedar en manos de una estructura colegiada,
que obligatoriamente hubiera generado conflictos y disidencias internas y externas
reduciendo a mediano plazo el caudal de poder del Movimiento. Perón concentra
sobre sí esa tarea con exclusividad, generando un Consejo Superior del cual
era, en la práctica, el único integrante con voz y voto. Asimismo, si entre
el Consejo Superior y las bases del Movimiento existieran intermediarios, la
doctrina sería mediatizada por ellos y adecuada a sus intereses sectoriales,
lo que terminaría encorsetando al propio Perón. Se adopta entonces el modelo
de comunicación directa entre el líder y las masas: un movimiento absolutamente
horizontal, con un único emergente.
Para confirmar este análisis, surge claramente el ejemplo de Evita, que en poco
tiempo comienza a cumplir ese rol de intermediaria entre el conductor y el pueblo.
El discurso y el accionar de Evita mediatizan la doctrina hasta tal punto que
el movimiento se sectoriza rápidamente. Comienza a generarse la división de
intereses que Perón procuraba evitar. La absoluta inclinación de Evita hacia
"los grasitas", "los descamisados", genera resquemores, miedo e indignación
entre los militares, la iglesia y la clase media, que inicialmente aceptaban
al General, en tanto su proyecto fuera difusamente humanitario y "justicialista".
2.1. Partido y movimiento
El movimiento, en tanto masivo, garantiza el poder. Pero ese poder se formaliza
en el gobierno y, por consiguiente, en una estructura capaz de ganar elecciones.
Esa estructura no puede ser un partido tradicional -en la medida que sus integrantes
(generalmente de clase media) empezarían a definir políticas-, ni un partido
revolucionario, porque obligaría a adoptar una ideología obrera (y el abandono
de la "tercera posición"). Surge así la concepción peronista del partido como
"herramienta electoral". En la práctica, un engendro informe que no conduce
a nadie, que no genera cuadros, que sólo existe para presentar una lista de
candidatos, todos ellos integrantes del Movimiento, todos ellos leales a Perón.
Se limita de esta forma la posibilidad de que el "partido" genere conflictos
internos, o intente determinar la estrategia de poder.
Pero, si el movimiento (que garantiza el poder) está conducido sólo por un individuo,
y el partido (que garantiza las elecciones) no conduce a nadie, es suficiente
eliminar al individuo (o que este traicione al pueblo) para descabezar al movimiento
y al partido.
¿Y porqué sobrevive el movimiento luego de la Revolución Libertadora? Pues simplemente
porque para mantenerlo vivo Perón se vio obligado a aceptar esos "intermediarios"
que antes rechazaba. Se crea así un Comando Táctico, que conduce la política
en el territorio, y que es encabezado por un "Delegado Personal" de Perón. La
mediatización de la doctrina es inevitable y el movimiento se sectoriza: Combativos,
Dialoguistas, Participacionistas, todos "interpretan" a Perón.
Si "la organización vence al tiempo", esta modificación debiera haber cambiado
sustancialmente la realidad horizontal del movimiento. Pero ocurre que todos
los "intermediarios" carecen, desde el punto de vista del pueblo, de poder personal.
Su poder es ejercido por "delegación", y es otorgado o retirado de acuerdo al
parecer exclusivo del "Comando Superior". Y cuando existe un conato de oposición,
se produce la intervención sumaria (Vandor-Isabel/1965).
Es así que el Movimiento Peronista llega al 73 sin estructura organizativa global.
Existen, si, sectores internos que luchan por el poder delegado suponiendo que
"su" interpretación de las intenciones del conductor es la correcta. Desde luego,
esto no es posible. Perón no era "interpretable" y su muerte en el 74 deja al
movimiento peronista sin estructuras, sin proyecto de poder y en manos de un
partido político manejado por esos sectores de "clase media" cuyo único objetivo
es mantener sus privilegios personales.
El resultado es que el Movimiento se fractura en la práctica, convirtiéndose
en un agrupamiento de sectores que, con diferentes concepciones estratégicas
de país, comparten una identificación política táctica: el Partido Justicialista.
Mantener viva esta identificación fue un objetivo central para el conjunto del
justicialismo (no para el peronismo), ya que al haberse perdido el objetivo
común de poder del Movimiento Peronista, lo único que resta es el proyecto partidario
de alcanzar el gobierno. La clase media partidaria se lanza entonces a la lucha
interna para reducir el poder de los "movimientistas" civilizando al partido,
haciéndolo "aceptable" para el establishment.
Con la derrota electoral del 83 (Luder/Bittel) termina de quebrarse el movimiento.
El partido, desde la "Renovación", asume definitivamente el control político
(y los métodos de conducción liberales) y esta situación desemboca en 1989 con
el triunfo de Carlos Menem como emergente de una situación interna en la que
las declamaciones supuestamente justicialistas han reemplazado al peronismo
revolucionario.
Luego de la desaparición orgánica del Movimiento, el partido puede cumplir finalmente
con su mayor aspiración: convertirse en un reducto rentable para sus dirigentes.
Se implanta definitivamente el clientelismo, la compra de punteros y se "alambran"
los territorios convirtiéndolos en feudos de propiedad indiscutida. El que maneja
el dinero, controla el partido. Los dirigentes intermedios, para crecer, deben
corromperse a su vez. A través de Grosso, Cafiero, Menem, Duhalde y todos los
dirigentes partidarios que hemos sufrido y soportado, llegamos al día de hoy.
2.1.1. Ventajas del movimientismo peronista
a) La ventaja principal del esquema peronista es la acumulación cuantitativa.
Es evidente que la construcción de un movimiento de masas está basada en el
"mínimo común denominador" del nivel de conciencia. Pero cualquier intento de
elevación de ese mínimo, que no esté respaldado por un proyecto de poder aceptable
para esas masas, disminuirá las posibilidades de acumulación.
b) La concepción del partido como "herramienta electoral" permite mantener bajo
control político a los sectores vacilantes del movimiento (la burguesía nacional
reformista) y proporciona una fachada aceptable a la construcción revolucionaria.
Este esquema ha dado buenos resultados en otras experiencias (Ejemplo: el Sinn
Fein y el IRA en Irlanda) pero para que funcione es imprescindible una correcta
evaluación de las diferencias entre "gobierno" y "poder".
2.2. Desventajas del esquema peronista
a) La horizontalidad no permite la generación de conductores que puedan remplazar
al conductor único, y mucho menos permite la creación de una conducción colegiada.
No hay de esta forma "organización que venza al tiempo", ya que en verdad este
supuesto "horizontalismo" no es otra cosa que un verticalismo extremo.
b) La construcción de un movimiento basado en el "mínimo común denominador"
solo es rentable cuando la conducción es capaz de generar un proyecto de poder
viable en el tiempo y transmisible a sus cuadros. De esta forma, puede elevarse
el mínimo y llevar al movimiento a la "masa crítica". De lo contrario, las tensiones
internas terminan por desguazarlo o, lo que es peor, el movimiento transfiere
sus esperanzas de poder al proyecto electoral, perdiendo su objetivo principal.
c) No existe una ideología estable. Al basarse en doctrina, las "verdades programáticas"
varían de acuerdo a las realidades coyunturales. (Ejemplo: "para un peronista
no existe nada mejor que otro peronista" vs. "para un argentino....."). Esto
se produce porque siendo la realidad la única verdad, la manera de modificarla
varía según los objetivos del "interpretante" de esa realidad. Si el objetivo
es el acceso al poder con un propósito revolucionario, las acciones a introducir
(aún pudiendo ser reformistas en el corto plazo) adquirirán una categoría cualitativa.
Si por el contrario el objetivo es sólo el gobierno, las acciones serán sólo
cuantitativas y coyunturales.
3. ¿Por qué reconstruir el Movimiento de Liberación Nacional?
Tomamos como indiscutible la identificación de la Liberación Nacional y Social
argentina como un proceso revolucionario, por lo que la expresión "revolución"
debe entenderse en ese sentido.
Debería ser posible, para la construcción de una herramienta popular y revolucionaria
en la Argentina, conjugar las ventajas de los distintos sistemas organizativos
analizados, obviando sus desventajas. Insistimos en la identificación peronista
(más allá del sentimiento personal) por una concepción racional de lo que actualmente
puede ser aceptado por el pueblo argentino, manteniendo al mismo tiempo nuestro
objetivo estratégico, que es, indudablemente, que el pueblo acceda al poder.
Tener claras las diferencias entre las instancias de gobierno y poder es imprescindible.
3.1.
Las estructuras de un Movimiento de Liberación deben ser englobadoras, no segmentadas,
y ser coherentes con el criterio conceptual de representatividad popular. Sabemos
que no podemos construir un partido revolucionario con el esquema marxista porque
no corresponde a las necesidades ni a la identificación política de nuestro
pueblo. Sabemos también que no debemos repetir los errores del esquema peronista
porque no nos permitirán trasponer el umbral entre el reformismo y la revolución.
Por esto, deberemos crear estructuras que nos posibiliten las siguientes condiciones:
a) La preservación del objetivo estratégico (el acceso del poder).
b) La acumulación de fuerzas cualitativas.
c) La acumulación de fuerzas cuantitativas.
d) La alianza estratégica con sectores que defiendan los intereses nacionales.
e) La alianza táctica con sectores que mantengan contradicciones con el imperio.
Septiembre del 2007
Fuente: www.elhendrix.blogspot.com
Por Enrique Gil Ibarra
Me encanta tener razón. Y anoche pude ver a nuestra no suficientemente ponderada
heroína de la civilidad anunciando su (potencial) retorno a las lides electorales
-si el pueblo así se lo exige, por supuesto- para garantizar la vigencia de
la REPUBLICA.
¿Han observado que Lilita ya casi no habla de Democracia? Lo que le importa
es la República. No desespero de escucharla en pocos meses citando a Alberdi
(probablemente mal).
Nuestros "repúblicos" históricos han sido siempre conservadores (es decir, liberales).
Siempre preocupados por la vigencia de los "valores" por sobre las "necesidades".
Defensores de la "libertad" mientras no sea "libertinaje". De la democracia,
mientras no les joda el bolsillo. De la moral, mientras las putas que se cojen
sean las mujeres de otros.
A
Lilita le pasa algo similar. Cuando era "nadie", parecía (casi) de izquierda.
Hoy, que se siente respaldada por "millones" de votantes, la hilacha se le despunta
de la sotana blanca, y su auto promocionado cristianismo a la violeta se le
ha perdido en los vericuetos de la globalización capitalista, porque ahora ya
no le parecen injustas las injusticias del sistema con las que hace (tan pocos)
años se llenaba la boca.
"Sin el ‘saqueo’ de boletas hubiéramos ganado", dicen que dijo, y la mentira desvergonzada no la puso ni un poquito colorada, mientras protegían sus amplias espaldas próceres de la talla de Osvaldo Cortesi, Ricardo Urquiza, Alfonso Prat Gay y Patricia Bullrich.
Pero no se engañen, Carrió está convencida
de que triunfará, por las buenas o por las malas. La ventaja de los "repúblicos"
es que su ética personal les permite obviar nimiedades como las decisiones populares
y afirmar muy sueltos de cuerpo que el gobierno que votó el pueblo "carece de
legitimidad". Vamos, que la democracia sólo es útil cuando nos da la razón a
nosotros, y si no, pues lo que importa es la República, que casualmente somos
también nosotros y no esos negros de mierda que no saben votar (opinión que
lamentablemente también comparten algunos de nuestros gorilitas internos).
Lo que me asusta un poco es que si, hay que reconocer que la votaron demasiados
para un pensamiento como ese. Lo que me consuela es que no, que no es lo mismo
Hermes Binner que Patricia Bullrich, y que la gatería arrejuntada en la dirigencia
de la "Coalición Cívica" ya empezó a mostrar las uñas.
¿Le surgirán apoyos externos? No me asombraría que, después de las internas
del Partido Justicialista, los perdedores obligados (Menem, Rodríguez Saa, Duhalde
y los etcéteras), también descubran bruscamente su vocación "republicana".
Después de todo, no puede ser casual que a nuestros recurrentes gorilas internos
les hayan surgido solidarios apoyos electorales de "históricos dirigentes" del
golpismo tucumano como el Dr. Pablo Roberto Calvetti: "Los republicanos y bussistas
tenemos que votar al Dr. Alberto Rodríguez Saa porque es la única alternativa
posible para sacar a los Montoneros del poder".
En fin. Que como dirían los chinos, viviremos tiempos interesantes.
Enrique Gil Ibarra
gilibarra@speedy.com.ar
Blog del hendrix:
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¿Qué
es un gorila? ¿Qué es un peronista?
Por Enrique Gil Ibarra
Las elecciones han provocado reacciones curiosas. Algunos peronistas (que sin
duda son gorilas), alertan sobre futuros ataques de los gorilas (algunos de
los cuales merecerían ser peronistas); por su parte, los gorilas (que jamás
querrán ser peronistas), se indignan por el accionar de los peronistas que no
lo son.
Otros gorilas, que no saben porqué lo son, asumen irrazonablemente que todos
los peronistas son, en realidad, lo que los peronistas en serio llamamos gorilas.
Y los peronistas (los que somos peronistas) observamos el descalabro sin comprender
cómo es posible que no comprendan nada.
Mientras tanto mi vieja, que ya tiene 85, afirma: ¡así anda el país! Y la verdad
es que el país no anda tan mal, pero andá a explicarle a gorilas-gorilas, gorilas-peronistas
y peronistas-peronistas, que las cosas no son soplar y hacer botellas.
En principio, es evidente que la cuestión es confusa. Digo, que me parece que
se nos han mixturado tanto las bebidas, que los que creen que son algo, actúan
como si fueran lo otro y viceversa, mientras que los que creen que no son nada,
al no actuar, piensan que salvan sus papeles del incendio, mientras en realidad
están trocando su DNI por un chupetín de menta.
Y entonces escuchamos a gorilas-gorilas que siguen insistiendo en que Evita
era puta, pero en verdad les digo que ésos importan menos que una aceituna pasada.
Y vemos a peronistas-gorilas aullando sus loas al General y a la Santa, mientras
regalan los recursos naturales, confían en el derrame capitalista y nos meten
por la oreja que sí, que el peronismo es Justicia Social, pero que no hay que
exagerar porque tampoco queremos ser Cuba, che, y después de todo pobres hubo
siempre.
Y les comento que prefiero
a algunos peronistas-fundamentalistas cristianuchis (antes se los llamaba peronistas-fachos),
porque al menos esos tienen claro que con la Nación no se jode, y aunque está
claro que pueden odiar a "los marxistas", en realidad lo que proponen (aunque
no lo sepan) es un socialismo con Jesús como Presidente Vitalicio pero (inevitablemente)
Honorario, lo que en última instancia no es tan jodido como parece, o por lo
menos a mí no me saca ni me pone nada.
Pero entonces: ¿Si hay peronistas-gorilas, qué cornos es un gorila? ¿Es realmente
una antinomia demodé digna de mi tía vieja? ¿O es que lo demodé es el término,
pero lo seguimos usando a falta de otro mejor? Dejando a Delfor de lado, lo
cierto es que un Gorila-gorila es aquel que sigue insistiendo en que TODOS los
peronistas somos tontitos que defendemos al General que nos cagó a lo largo
de décadas. Que TODOS los peronistas somos tontitos que creemos en un peronismo
que "evidentemente" ya no existe aunque una buena cantidad de gente (observen
que no escribo "pueblo" para no incomodarlos) siga diciendo muy suelta de cuerpo
"yo soy peronista". Y que sigue afirmando que Menem, Duhalde, Cafiero, Grosso,
y miles de otros "son" el peronismo, negándose a escuchar que no, que son "el
partido", que el peronismo es otra cosa. Pero no nos confundamos: esos no son
los que no saben porqué son gorilas. Son los que no quieren saberlo, porque
si lo averiguaran dejarían de ser gorilas-gorilas para convertirse (por lo menos)
en gorilas-peronistas ¿se entiende?
"A ver, papá –me interrumpe mi pibe que tiene diez años y está leyendo de ojito-
pero si hay gorilas-gorilas, y gorilas-peronistas, y peronistas-fachos ¿Qué
carajo es un peronista-peronista?"
Como comprenderán, no acostumbro permitirle a mi hijo tamañas insolencias, pero
por respeto al tema no puedo menos que explicarle:
-Un peronista-peronista es aquel que tiene claro que el peronismo representa
más que su simple historia política, y que mientras esto siga siendo así, es
la identidad nacional y popular del pueblo argentino. ¿Entendés?
- No.
- A ver: un peronista-peronista sabe que Perón no quería romper el sistema,
sino lograr una sociedad más justa. Sabe que con eso no alcanzaba, pero entiende
que era lo máximo que el pueblo argentino podía hacer en esa época, y por eso
lo rescata. Sabe que el General penduló permanentemente entre el capitalismo
y el socialismo y que en su tercera presidencia se definió equivocadamente por
el capitalismo porque estaba viejo, porque había perdido parte de sus facultades
y de su empuje, pero que eso no lo invalida ni para el pueblo ni para uno, porque
a partir de las bases sentadas por el peronismo se puede continuar el camino.
¿Entendés?
- Nnno.
- Ufa. El peronismo-peronismo sabe que con "más Justicia Social" no basta, porque
"más" o "menos" es una cuestión de "más o manos explotación", o "más o menos
injusticia". La Justicia es Justicia, no puede medirse en plata. Pero además,
el peronismo-peronismo tiene claro que no puede haber Justicia Social si no
hay Independencia Económica, y eso significa que el país no puede estar atado
a los designios de ningún otro país que quiera sacar ventaja de lo que nuestra
gente produce. Y finalmente sabe que para que haya Independencia Económica tiene
que haber Soberanía Política, que permita a los gobernantes tomar las decisiones
económicas correctas. Por eso, la soberanía política nacional significa que
el gobernante tiene que tener el poder para defender esas decisiones contra
cualquiera, y para eso necesita al pueblo movilizado y preparado. ¿Entendés?
- Ah, ¿Como Fidel?
- No hijo, no. Porque Fidel es socialista, y entonces es marxista, no peronista.
- ¿Y?
- ¿Y cuántos países conocés en los que el socialismo haya triunfado y se pueda
vivir en ellos?
- Cuba. Es linda.
- Si, bueno, pero también es peligrosa. Los peronistas-peronistas preferimos
hablar de socialismo nacional.
- ¿Y la diferencia cuál es?
- No tengo la menor idea. Andá a dormir, que es tarde.
-Bueno, más o menos entendí lo del peronismo, y entiendo que haya gente que
no quiera el socialismo nacional porque no les conviene. Pero ¿porqué hay gente
que sí quiere el socialismo pero también es "gorila" como vos decís?
- Bueno, te lo explico, pero después te vas a dormir que yo tengo que terminar
la nota. Resulta que el socialismo nuestro, el "socialismo" peronista es de
negros brutos. En realidad, no sabemos cómo ni cuando, ni de qué manera vamos
a cambiar el país. Solamente queremos cambiarlo, y vamos caminando para eso,
y creemos que cuantos más seamos, mejor. Eso incluye, muchas veces, caminar
con gente que no te cae bien. Gente que sabés que te puede traicionar, pero
mientras tanto te sirve. ¿Entendés?
- Si, es como en los juegos de estrategia en internet.
- Exacto. Pero hay otros compañeros, que se dicen socialistas, que prefieren
tener todo clarito antes de dar un paso. Entonces se juntan y discuten todo,
y deciden cómo van a caminar, para qué lado, con quienes van a hacerlo, dónde
van a descansar y quienes pueden acompañarlos y quienes no. Cuando tienen todo
clarito, avanzan.
- ¿Y siempre se ponen de acuerdo?
- Casi nunca. Por eso es que para ellos nosotros no somos una buena compañía.
Ellos piensan que dejamos muchas cosas para discutirlas después porque no las
entendemos o no las sabemos.
-¿Por eso es que dicen que los peronistas son tontitos como vos escribías?
- Bueno, no lo dicen así, pero en realidad ellos creen que si uno no ha estudiado,
no puede hacer una revolución. Y lo que les pasa normalmente a algunos de ellos,
aunque no siempre, es que cuánto más estudiás, menos pueblo te sentís, menos
entendés a los que no han estudiado y entonces los que no han podido estudiar
no te dan bola. Eso es lo que les pasa.
- ¿Entonces puedo dejar de estudiar?
- No te hagás el pelotudo y andá a dormir, que mañana hay colegio.
Enrique Gil Ibarra
gilibarra@speedy.com.ar
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El
pueblo no se equivoca
Por Enrique Gil Ibarra
Un día después de las elecciones nacionales, los rechazados (por ese pueblo)
en la elección, cubrirán su decepción con frases de la mayor "corrección política"
al estilo de "el soberano ha manifestado su voluntad", e inmediatamente surgirán
las muy veladas críticas al "soberano", que "no sabe votar". Es complicado y
difícil asumir que uno es el equivocado cuando pierde. Me tocó aprenderlo en
1983, cuando fuimos (correctamente) derrotados por Alfonsín. Pero lo aprendí
bien, y no lo olvidé jamás.
Cuando un pueblo vota, funciona una especie de "corriente masiva de comprensión"
que le permite, más allá de los medios, de las publicidades, de los engaños,
elegir lo que entiende colectivamente como lo más correcto y beneficioso en
la coyuntura que vive hoy. Porque los pueblos votan para hoy y para mañana,
no para la década que vendrá.
Hay muchos, inclusive dentro de nuestro propio movimiento, que no logran comprender
este "fenómeno cultural". Que insisten en pretender que el pueblo debe votar
como quieren ellos, o prefieren suponer que tienen razón, más allá de la evidencia
flagrante. Entonces aparecen las calculadoras de bolsillo y las cuentas al revés:
"Si la votó el 40%, quiere decir que el 60% no la votó". Ergo, tengo razón,
y el pueblo está equivocado.
Bueno. Pero no es así.
Porque la realidad no funciona con lo que a mí me gustaría que hubiera. Funciona
con lo que hay. Y el pueblo, que no es ni mago ni fantasioso, vota lo que más
le conviene dentro de lo que hay, sabiendo que eso le permite seguir presionando
para lograr lo que le gustaría que hubiera. ¿Parece un trabalenguas? Sin embargo
es muy simple. Basta con querer comprenderlo.
Los que votamos a Cristina Kirchner podemos reiterar hoy que quedaron algunas
cosas claras (ayer también lo estaban, pero hoy se pueden firmar):
a) El peronismo sigue siendo la única alternativa válida para la clase trabajadora
argentina al día de hoy.
b) Una gran parte de las clases medias, concentradas en los principales centros
urbanos, (y el ejemplo más claro es la Capital Federal), es capaz de votar cualquier
cosa, mientras no tenga olor a peronismo. (¿Macri hace 60 días y Lilita Carrió
ayer? Caramba).
c) La antinomia imperialismo/nación está más vigente que nunca.
d) Ninguno de nuestros dirigentes nacionales tiene todavía un proyecto nacional
que pueda consensuarse mayoritariamente.
Luego de estas obviedades, confirmadas por los hechos, y que ya no merecen discusión,
pensemos en mañana:
La oposición no existe organizadamente. La coalición de Lilita no es un partido,
ni siquiera un frente, y está cohesionada sólo por la "imagen" de candidata,
pero en realidad es una bolsa de gatos. Esto es: el ARI no salió segundo, ni
de lejos, y la Coalición Cívica se partirá en cuatro pedazos en cuanto empiecen
a pelear por la supremacía.
El radicalismo está partido en dos, y esto seguirá por largo tiempo: los radicales
que fueron con Lavagna lo abandonarán mañana mismo (es un decir) y se reacomodarán
en una especie de "Renovación y Cambio", en tanto que los "radicales K" dejarán
de ser "K" en cuanto puedan, para empezar a acumular poder por sí, y generarán
una especie de "Renovación sin cambio".
El sector político del peronismo ortodoxo pejotista ha fenecido junto a Menem,
el Adolfo y el Alberto. No así el sindicalismo peronista ortodoxo, que saldrá
bruscamente a intentar recuperar laureles; es posible que asistamos a una insospechada
y combativa convergencia táctica entre la CGT y la CTA, que dará lugar, como
corresponde, a nuevos reacomodamientos políticos pejotistas, y así hasta el
hartazgo.
La izquierda tradicional ha demostrado nuevamente que le encanta correr hacia
su extinción, y que se opondrá activamente a cuantos esfuerzos se hagan para
salvarla.
La "Nueva Derecha" (Sobisch, Blumberg, López Murphy), aún no se anima a decir
públicamente que con los militares estábamos mejor, pero si les damos un poco
de tiempo lo harán, no desesperemos.
Queda esa entelequia que los peronistas llamamos el "campo popular", que afronta
el desafío de transformar una democracia formal en un gobierno popular real,
y que, digamos la verdad, aún no tiene la más puta idea de cómo hacerlo.
Los próximos 4 años serán difíciles. El ciclo económico de crecimiento lleva
ya varios años, y no durará para siempre. Será en ese momento cuando se acabarán
los juegos dialécticos y los coqueteos pendulares, y nuestra flamante presidenta
deberá adoptar uno de los senderos que se bifurcan irreconciliablemente.
La eterna tragedia del peronismo son los segundos gobiernos. En ellos, cuando
ya no existe "la herencia recibida", es cuando el pueblo nos recuerda cuántos
pares son tres botas. Allí se acaban las coyunturas personalistas, y es cuando
se ve si los proyectos son peronistas (Justicia Social, Soberanía Política,
Independencia Económica), o bien no pasan de "una sociedad un poco más justa",
que es casi lo mismo que decir "peronismo, las pelotas".
El peronismo en serio excede los gobernantes. El problema sobreviene cuando
los peronistas dejamos de entenderlo así. Hablamos entonces de "menemismo",
"duhaldismo", "kirchnerismo" o ¿"cristinismo"? Coyunturas.
Si pensamos que ganamos porque ganamos la elección, perderemos a corto plazo,
y otra vez a remar en seco.
El Proyecto Nacional depende del pueblo. Si no creamos dentro del peronismo
una Tendencia Nacional y Popular que galvanice al Movimiento, apoyando a este
gobierno para "ayudarlo" decididamente a ir por mucho más, habremos perdido
otra oportunidad y estaremos (¡otra vez!), en el horno.
Enrique Gil Ibarra
gilibarra@speedy.com.ar
Blog del hendrix:
http://elhendrix.blogspot.com
Que
haya una sola clase de hombres...
"…Que haya una sola clase de hombres, los que trabajan;
Que sean todos para uno y uno para todos;
Que no exista ningún otro privilegio que el de los niños;
Que nadie se sienta más de lo que es ni menos de lo que puede ser;
Que los gobiernos de las naciones hagan lo que los pueblos quieran;
Que cada día los hombres sean menos pobres y
Que todos seamos artífices del destino común..."
(Evita - Mensaje de navidad de 1951)
Para nosotros era la "Evita Montonera", desmelenada y sonriente. Años perdidos
en bizantinas discusiones intentando explicarle a los compañeros no peronistas
que no importaba que no lo hubiera sido realmente, que era lo de menos si a
lo mejor (muy probablemente) no hubiéramos estado de acuerdo en muchas cosas.
Al final, nos cansamos. ¿Cómo lograr que alguien, que no quiere entender, comprenda
que lo importante no es solamente quién fue, sino cómo la recordamos, aunque
no la hayamos conocido?
Que las virtudes y defectos de la persona son los que yo quiero adjudicarle
o reconocerle, no los que tuvo.
Porque cuando un individuo es lo suficientemente grande como para convertirse
en símbolo de un pueblo, sus virtudes son las virtudes del pueblo, y sus defectos
son sólo los que el pueblo quiere recordar, u olvidar.
Sus frases fueron muchas veces contradictorias, es cierto. A veces la releo,
y no me suena a "Evita" lo que leo. Compañera: ¿Es que hubo muchas vos? Seguramente.
¿Es la mujer enamorada del General la que escribe La Razón de mi Vida?
¿Es la mujer enamorada del pueblo la del Cabildo Abierto del 22 de agosto?
Puede ser que nuestra Evita, la montonera, haya sido la que decía: "No hay nada
que sea mas fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser
justo, libre y soberano. Los procedimientos, hay mil procedimientos eficaces
para vencer: con armas o sin armas, de frente o por la espalda, a la luz del
día o a la sombra de la noche con un gesto de rabia o con una sonrisa, llorando
o cantando, por los medios legales o por los medios ilícitos que los mismos
imperialismos utilizan en contra de los pueblos".
Frases sepultadas con ella, que no quieren recordarse.
¿Y que tienen que ver con la Evita de las velas en los ranchos? ¿Con la Santa
Evita de las villas? "…lo que ha fracasado no es el cristianismo. Son los hombres
los que han fallado aplicándolo mal. El cristianismo no ha sido todavía bien
probado por los hombres porque el mundo nunca fue justo... El cristianismo será
verdad cuando reine el amor entre los hombres y entre los pueblos; pero el amor
llegará solamente cuando los hombres y los pueblos sean justicialistas".
Claro que estaba la Evita de los otros. La "Eva Perón" del partido. Pero esa
nunca fue nuestra. Era (y es) de ellos, los "domesticadores", los que siempre
sufrieron esa "crisis de identidad". Los "justicialistas" que añoran el respeto
de las clases cultas y bienpensantes, y por lo tanto se desesperan por añadirle
al pejotismo las sedas y oropeles que lo harán finalmente potable para el Rotary
Club y el capitalismo serio.
"Nada de la oligarquía puede ser bueno. No digo que (no) puede haber algún oligarca
que haga alguna cosa buena...Es difícil que eso ocurra, pero si eso ocurriera
creo que seria por equivocación, convendría avisarle que se esta haciendo peronista".
Se dice en estos tiempos que Evita ha superado las fronteras políticas, y por
cierto que lo parece. Señoras entradas en años afirman que fueron sus furiosas
detractoras pero, hoy, "reconocen" la importancia de su trabajo social, y su
dedicación "a los humildes".
Supongo que el "generoso" reconocimiento provocaría no otra reacción que una
fuerte carcajada y un musitado "hay que trabajar más, no tengo tiempo". El General
recordaba sus últimos días y contaba: "…sus ojos parecían vivos y elocuentes.
Se posaban sobre todas las cosas, interrogaban a todos; a veces estaban serenos,
a veces me parecían desesperados...".
Reducir a Evita al simple papel de "benefactora de los pobres" como si pudiera
equiparársela a las Damas de Caridad, no deja de ser otro intento del sistema
de ocultar sus aspectos menos… ¿conciliadores?
"A Perón y a nuestro pueblo les ha tocado la desgracia del imperialismo capitalista.
Yo lo he visto de cerca en sus miserias y en sus crímenes. Se dice defensor
de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de
todos los pueblos sometidos a su omnipotencia. Se proclama defensor de la libertad
mientras va encadenando a todos los pueblos que de buena o de mala fe tienen
que aceptar sus inapelables exigencias".
Se me hizo difícil completar esta nota y, en realidad, no creo haberlo logrado.
Debo reconocer (con un poco de vergüenza, tal vez) que más acá de toda racionalidad,
en las reflexiones sobre Evita (y sólo sobre Evita) se me inmiscuye sin pedir
permiso esa maldita frase "el peronismo es un sentimiento", de la que tanto
se han aprovechado los gorilas para simbolizar nuestra supuesta falta de cultura
y capacidad intelectual. Y sin embargo….en este caso no puedo hacer otra cosa
que reafirmarla. Porque podremos decir/escribir tantísimas cosas, pero al final
todo se resume en que Evita es la bandera del pueblo. Y no sé si de alguien,
en toda nuestra historia, se podrá decir algo mejor.
Enrique Gil Ibarra
26/07/07
gilibarra@speedy.com.ar
Blog del hendrix:
http://elhendrix.blogspot.com