La Integración Mundial, última etapa
del capitalismo
Por Luis Mattini
Tampoco afirmamos que la tendencia
a la integración mundial capitalista sea la descolonización, sino la modificación
del actual sistema colonial, es decir la sustitución de un sistema colonial
por otro sistema colonial, en el que el país dominante cede en un aspecto —el
político— para ganar en otro —el económico—.
[Silvio Frondizi: "La integración mundial, última
etapa del capitalismo" Praxis, Buenos Aires, 1954]
El excelente artículo de Raúl Zibechi para La jornada "Sudamérica para los sudamericanos"
que se reproduce también aquí, en La Fogata, me inspira para retomar este tema
del harto evidente cambio en el imperialismo.
Durante la reciente insubordinación de la policía en Ecuador, ciertos grupos
de izquierda hipertradicionales, gritaban la novedosa consigna "Fuera Yanquis
de Ecuador", al menos que se refirieran al personal de la Embajada, o a empresarios,
no nos imaginamos de quiénes estaban hablando. Suponemos que no de los turistas
que son la moda en Buenos Aires y no sólo por la boutiques de la Recoleta, pero
que sobre todo son muy deseados en todo el mundo, incluso en…Cuba, porque por
lo general se trata de muy buena gente y muy compradores, los turistas norteamericanos,
digo.
En efecto: Zibechi apunta muy atinadamente varias novedades en este tipo de
crisis: Una. La respuesta fulminante de UNASUR. Otra: que la región ha ido tomando
forma propia. La tercera, la tardía reacción de la Casa Blanca. O sea que en
adelante las crisis regionales serán resueltas en la región. Apunta que fue
el entorno de Lula el que percibió con nitidez que no se trataba de un golpe
de estado por exacerbada y desmedida que fuera la protesta policial. Por eso
la buena noticia es que sudamérica es para los sudamericanos. Sin embargo esta
imperdible nota finaliza advirtiendo que "la tentación de gobernar para la población
pero sin ella, taponando las críticas con discursos, es pan para hoy y desamparo
para mañana".
Está claro que estos gobiernos, aún los más avanzados, administran modelos productivos
en diversas fases de desarrollo que se fueron constituyendo en parte objetiva
del Imperio, y cuyo carácter imperial no está dado por cada gobierno en sí,
sino por el grado del desarrollo capitalista. En ese sentido Brasil está a la
cabeza y Argentina tiene un lugar relevante. A veces se dice que estos gobiernos
se han hecho cargo de administrar el llamado post-neoliberalismo, el que no
parece ser un "progreso" sobre la crisis del neoliberalismo, sino una vuelta
más en el proceso de superación del imperialismo en el sentido que Lenin lo
definió en su momento. Digamos mejor que todo parece indicar que estamos en
pleno proceso de integración mundial del capitalismo, o sea que el imperialismo
dejó de ser "nacional" opresor de naciones, para estar repartido por todo el
mundo, incluso en casa.
En nuestra casa ya no es más la vieja oligarquía terrateniente, socia menor
del imperialismo, sino la gran burguesía agraria, la de industria extractiva
y parte de la industria tradicional, en especial la de automotores. Esos capitales
internacionales, o sea como entes , como capitales no tienen patria, pero sí
tienen dueños, varios de ellos argentinos nativos con pasaporte argentino. Ese
conjunto de intereses monopolista constituyen el modelo productivo dominante
en el país, y que domina por simple peso económico, impulsado inicialmente por
el ex presidente Menem, continuado por la llamada Alianza y hoy administrado
por la Presidenta Cristina Fernández, luego de algunos ajustes posteriores a
la crisis del 19-20 de diciembre.
La izquierda tradicional no puede, no quiere ver estos cambios, porque siente
que se le mueve el piso ante estas observaciones de la realidad o la afirmación
de Antonio Negri que el imperialismo se transformó en Imperio. Ya hace más de
50 años, Silvio Frondizi escandalizó al PC con un afirmación parecida. ¿Por
qué se escandalizan? ¿Por dogmatismo?. Si es también por dogmatismo, pero esta
es una explicación casi moralista. Creo que hay una razón mucho más materialista.
Aceptar estos conceptos significa trasladar el eje de la contradicción fundamental
supuestamente de "imperio - nación" al eje "burguesía - proletariado" o sea
a entender que el enemigo principal y concreto está entre nosotros vive al alcance
nuestro.
Que coincidencia, Silvio Frondizi fue propiciador de la nueva izquierda que
se lanzó a un proyecto clasista de toma del poder en Argentina y Sudamérica,
incluyendo formas de lucha armada; y Antonio Negri lo fue en Italia. Mientras
tanto la izquierdas tradicional y sus intelectuales halógenos nos acusaban de
"foquistas", "pequeña burguesía desesperada" "revisionistas" "proyanquis" ,
mientras ellos se la pasaron décadas cascoteando la embajada de los EE.UU. y
decidiendo por cuál de la fracción de la "burguesía nacional" votaban y siguen
votando.
¿Cómo es eso? Pues sí señores, a
los eternos defensores de la "teoría de la dependencia", de "la cuestión nacional",
los viejos admiradores de la "burguesía nacional", los que todavía continúan
chicaneándonos por nuestro "europeismo", clasista, el que supuestamente no nos
habría permitido entender que el nacionalismo es progresista en las colonias.
Si, a ellos les resultó muy fácil la "lucha antiimperialista", lo mas difícil
fue llegar hasta la Embajada, para cascotearla, nunca fueron capaces de siquiera
tirar una bombita de alquitrán en territorio de los EE.UU. (los nacionalistas
vascos, por lo menos intervienen en Madrid)
Pero si ahora descubren que es posible de emprender la actual lucha antiimperialista
en la parte del Imperio que está aquí, al alcance de nuestras manos, que no
son "extranjeros" son argentinos y cristianos…caramba, eso les hace ver que
no lo podrán resolver con ordenadas marchitas protegidas por la policía puesta
por el gobierno nacional y popular. Mucho menos lo van a resolver manteniendo
fidelidad a los supuestos "representantes de la burguesía nacional" que hoy
administran esta parte del Imperio. O sea los gobiernos actuales que intentan
"gobernar para la población… pero sin ella", porque si gobernaran para la población
deberían romper con el Imperio, es decir con los agronegocios, la industria
extractiva y la industria automotriz, al menos.
Entrevista en el programa
"Juguemos en el mundo", AM750, 9 de noviembre de 2011.
Claro, claro, ocurre que estos nuevos
gobiernos no sólo garantizan la libertad política, sino que hasta la financian
con diversas formas de contención social, sostenidas con parte de las "retenciones"
(¿se preguntó alguna vez porque este término para reemplazar a la vieja palabra
"impuesto")
Para redondear: no se trata de juzgar el compromiso y las intenciones de estos
gobiernos, en algunos casos, como el de Uruguay, claramente de izquierda y hasta
buena gente. Se trata de que los marxistas, insisto, al menos los marxistas,
aquellos que seguimos sosteniendo que la sociedad no se divide en naciones,
sino en clases sociales, veamos que los cambios que están a la vista, es decir
esta saludable "independencia" de Sudamérica, donde conviven gobiernos tan dispares
como Colombia y Brasil, o Perú y Bolivia o Argentina y Chile, dejan demostrada
que la contradicción principal no es imperio-nación, sino burguesía-proletariado.
Dicho más claro, a riesgo de redundar. Para nosotros, los humildes, los asalariados,
los pobres del campo o la ciudad, el explotador directo es el gran burgués,
el gran empresario con pasaporte argentino.
Eso significa revisar a fondo nuestra línea de la lucha por la emancipación
social. Significa ponernos al frente del deber de cada generación, esto es,
de actuar fiel al mandato de cada época. Y pareciera ser que la nueva época
se vislumbra como un saludable retomar los fundamentos más sólidos de la teoría
de la lucha de clases.
El escritor Osvaldo Bayer tiene una obsesión que suele ser propia de quien ha
sido siempre testigo y no protagonista de la historia: demoler el monumento
dedicado al masón, anticlerical liberal, y hasta sospechado de ateo, General
Julio Argentino Roca, como un acto de justicia con los aborígenes por el genocidio
llevado a cabo durante la llamada Campaña del Desierto por él comandada, hace
de esto cien años. Y hablando de genocidios; es curioso que Bayer nunca habla
de la otra Campaña, sólo numéricamente menos cruenta, la del muy católico apostólico
romano Brigadier General Juan Manuel de Rosas, quien a pesar de no ser un militar
de escuela como Roca, poseía mayores títulos y no fue manco para el uso de la
violencia represiva contra criollos e indígenas.
A propósito de Roca, hace unos días salieron a la calle un grupo de personas
a manifestar como está de moda, es decir con toda la trascendencia de la fanfarria,
la iconografía impregnada de fotos del Che y los ritos de los actuales desfiles,
por la Avenida de Mayo y otras calles, pidiendo la destrucción del monumento
a Roca. Cabe preguntarse ¿Si es que están convencidos que por ahí pasa la solución
a la opresión que sufren los indígenas, no sería mejor que en vez de llevar
esas vistosas banderas y esos disfraces para pedir...no sería mejor, digo, en
honor al "hacer" que aprendimos de la inmanencia del Che, que llevaran picos
y mazas para empezar a demoler el monumento? Claro, mirándoles las manos, enseguida
puede sospecharse que lo más probable es que ninguno de esos manifestantes sepa
qué es y como se usa un pico o una maza. Como cruel ironía de la situación política
actual, como si tal manifestación fuera una burla, al mismo tiempo, unos amigos
acaban de regresar del Chaco con el alma destrozada e indignados de impotencia,
después de haber estado en La Impenetrable para ayudar a los Tobas que están
sufriendo un verdadero genocidio, por desnutrición y todo tipo de carencias,
genocidio no perpetrado por generales, sino por el Estado Nacional, los Estados
provinciales y otras instituciones civiles que propician la política sojera,
causa principal de la expulsión de sus tierras. Repito: no se trata de que un
General esté reprimiendo a los aborígenes hoy en día no hace cien años, sino
en nuestros días, ni siquiera que la opresión sea armada. Se trata de una espantosa
situación actual, de sistemático avance de la frontera agrícola consecuencia
del modelo productivo administrado por el gobierno, que los acorrala sin piedad.
Es sabido que la población aborigen de América ha sido sometida, aplastada,
primero por los españoles, portugueses e ingleses, sin olvidar a los franceses,
de quienes heredamos el adjetivo "latina"; luego por los criollos fundadores
de los Estados Nacionales, los llamados blancos, con sus ancestros llegados
desde Europa y otros continentes. Pero para hablar sólo de Argentina, recordemos
que salvo muy pocas excepciones, entre ellas los galeses que se asentaron en
la cuenca del río Chubut, en la Patagonia y los obreros anarquistas, expulsados
por la oligarquía, quienes hicieron causa común abrazando a los prisioneros
indígenas del general Roca traídos a Buenos aires, la gran mayoría de los inmigrantes
fueron, son y en cierto modo somos, responsables de una intransigente y soberbia
visión unilateral de la cultura y el progreso que dio base al genocidio.
¿No sería necesario preguntarnos, cómo fue posible semejante dominación? ¿Cuál
fue la superioridad de los europeos, si después de todo durante los dos primeros
siglos eran minoría? ¿Si muchos pueblos originarios fueron realmente hábiles
y eficaces guerreros? ¿Si a su vez en la América precolombina había encarnizadas
luchas de unos pueblos para liberarse de la dominación de otros, por ejemplo
la lucha de los mapuches resistiendo a la dominación de los Incas? Se ha dicho
que la ventaja europea fue "tecnológica", no cultural, gracias al poder del
hierro, la pólvora, el caballo hasta entonces desconocidos en este continente;
sin embargo, voces menos escuchadas pero más inteligentes, han afirmado la importancia
del aspecto ideológico: la cruz, o sea el cristianismo, en particular el catolicismo
como factor subjetivo determinante en la dominación.
Veamos eso un poco más de cerca: en México, después de las vacilaciones de Moctezuma
y las ambigüedades de la Malinche, Cuauhtémoc, le cortó la cabeza a un caballo,
con lo que demostró que no eran inmortales y de ahí en más, los indígenas de
las grandes llanuras dominaron el caballo y pasaron a ser mejores jinetes que
los europeos. Luego ese Gran Capitán azteca derrotó a Hernán Cortés y lo hizo
llorar bajo "el árbol de la noche triste", el que todavía conservan vivo en
una plaza de la ciudad de México como monumento a la resistencia. Después los
aztecas capturaron las naves hispanas y al forjar los herrajes pasaron ellos
también a dominar el hierro. Más adelante contrabandearon con la pólvora y la
utilizaron en contra de los blancos. O sea, los pueblos de América adquirieron
la "tecnología" del invasor que sumaron a su muy desarrollada técnica, tanto
en la agricultura, la ingeniería, el dominio de la astronomía o el arte de la
guerra. Con la adquisición de esa tecnología extra, su destreza para la lucha
y la ventaja de ser mayoría, estuvieron a punto de expulsar a los extranjeros
Sin embargo, con la cruz no pudieron. La religión cristiana cayó sobre la mayoría
de esos pueblos, más aún sobre los más civilizados, (Perú y México) como algo
que hubieran estado esperando, necesario, como reemplazo de su propia cosmogonía,
la que pudiera ser que estuviera en proceso de crisis ya que el cristianismo
calzó sobre ella con relativa facilidad y prendió con una fuerza más inusitada
que en la mayor parte de Europa, a punto tal que América Latina es hoy un gran
baluarte del catolicismo y, como se sabe, los EE.UU son una teocracia cristiana.
Cierto es que desde muy temprano los aborígenes empezaron a hacer un Jesús a
su imagen y semejanza, no pudiendo, sin embargo, evitar la manipulación de los
blancos. La conocida parábola "A Dios lo que es de Dios y al César lo que es
del César" fue hábilmente aplicada en América de tal modo que el cristianismo,
por un lado "amansó" a los aborígenes, les inculcó la obediencia y la resignación
con la promesa de una vida superior en el mas allá, y por otro los incitó a
la rebelión cuando se trataba de utilizarlos contra un César a favor de otro
César, por otra parte siempre césares de origen extra americano.
Ya los españoles demostraron ser muy diestros en eso cuando, siendo ínfima minoría,
lograron derrotar a los muy bélicos aztecas y tomar Tenochtitlan gracias al
apoyo de unos doscientos mil indígenas de otra etnia, que sufrían la opresión
azteca, en una de las primeras guerras urbanas de la historia. Más adelante
los criollos independentistas y fundadores de los Estados Nacionales capitalistas,
fueron más hábiles aun, no sólo utilizando a los aborígenes como carne de cañón
contra los españoles, sino luego en las guerras civiles. Entre paréntesis esa
fue la diferencia fundamental entre Rosas y Roca. El primero los utilizó a favor
de sus intereses de estanciero, donde el indígena de estas tierras podría llegar
a ser un "buen peón"; el segundo fue un artífice de una clase dominante, la
llamada Oligarquía fundando un Estado Nacional Moderno capitalista, que necesitaba
proletarios industriales y estos eran blancos, claro. Además un Estado tan laico
que muchos se olvidan que durante el gobierno de Roca estuvieron rotas las relaciones
con el Vaticano.
El caso es que podemos hacer una larga lista de nombres de genocidas que tanto
preocupa a Bayer, militares tipo Roca, varios de ellos héroes de la Independencia...otros
civiles, pero no estaríamos tocando las instituciones y además se nos escaparían
los genocidas actuales que no son militares, son civiles. Pero insisto, sin
la cruz, sin ese poder subjetivo de la iglesia, sin esa política de "a Dios
rogando y con el mazo dando", los pueblos de América difícilmente hubieran sido
dominados, al menos de la manera que lo fueron; masacrados, esclavizados, sojuzgados,
destrozadas sus costumbres, sus culturas, y su identidad, como existen pocos
ejemplos en el mundo. Porque "nuestras" guerras de Independencia, de la cuales
estamos tan orgullosos, emanciparon a los criollos, no a los aborígenes. Es
conocida la hostilidad con la que los criollos del Alto Perú (hoy las clases
dominantes de Bolivia y Perú) recibieron las proclamas a favor de la emancipación
de los pueblos originarios que llevaron Castelli y Monteagudo, los jacobinos
de la revolución de Mayo, porque amenazaban sus interesas de blancos.
Los aborígenes perdieron no solo la vida a millones sino su cultura, su religión,
sus lenguas, en el mejor de los casos, como en Uruguay, los Estados emancipados
los "asimilaron". Esa es una notable diferencia con la liberación del colonialismo
francés en el Asia por ejemplo. Allí, una vez expulsados los colonialistas,
los pueblos liberados recuperaron muy rápidamente su lengua, sus costumbres
y su religión. Y sin embargo allí el genocidio no fue menor que el perpetrado
por Roca.
Y esto es tan así, que a los libertarios guevaristas que nos hemos jugado a
fondo por la libertad, que asumimos de entrada y sin gazmoñería populista a
la religión como "el opio de los pueblos", nos llena de estupor y desazón comprobar
cómo el elemento cristiano, ese nudo de la opresión, no sólo persiste en los
pueblos originarios sino que en muchos casos se ha extendido por medio de sectas
protestantes.
Por eso es que digo que si vamos a derribar el monumento a Roca, por ser símbolo
del genocidio, en primer lugar deberíamos derribar la Catedral de Buenos Aires
y todas la Iglesias que dieron los fundamentos institucionales para esa dominación.
¿Qué hay curas buenos? ¿Los curas obreros franceses? ¿La obra docente de los
jesuitas? ¿La de los sacerdotes del tercer mundo? ¿Qué en América hay un sincretismo
entre tradiciones culturales indígenas y el cristianismo? Sí, claro y merecen
todo el respeto. También hay generales buenos y hasta algún capitalista bueno.
Hablamos de Instituciones que son las que conservan la historia, no los improvisados
historiadores, para ser un cura bueno, para ser un cristiano bueno, hay que
abandonar la Iglesia, de la misma manera que para ser un buen marxista como
el Che, hubo que abandonar el Partido Comunista.
La emancipación de los aborígenes americanos sólo puede ser obra de los propios
aborígenes, como lo fue en otras culturas colonizadas. Desde afuera no podemos
dar "línea" sobre lo que deben hacer, sólo podemos dar toda nuestra solidaridad
incondicional y afirmar por experiencia propia, que las cadenas más difíciles
de romper no son las materiales, sino las que encadenan el corazón.
www.lafogata.org, 26/04/10
El
camisón de la historia
Por Luis Mattini
Si hay una disciplina bastardeada en la Argentina actual es la historia. Francamente
está más bastardeada que la Política, que es mucho decir. ¿Exagero? Fíjese,
a pesar de la extrema corrupción, no conozco ningún político que llegue a la
megalomanía de autollamarse “estadista”. En cambio es común ver como los licenciados,
doctores o profesores de historia se hacen llamar “historiador”. Igual que muchos
graduados en filosofía se hacen llamar “filósofos”. ¿Es posible mayor megalomanía
o mandada de parte?. Quizás en otra oportunidad podamos tratar en detalle de
ese fenómeno, también comercial, hoy monopolizado por un talentoso comerciante
del ramo, que no nombro para no contribuir a hacerle publicidad, quien al parecer,
además de poseer un verdadero mercado de pulgas de la historia, la Biblia junto
al calefón, ha tenido la virtud de crear entusiastas seguidores. Pero para lo
que me interesa ahora, digamos que una de sus consecuencias de este manoseo
es que autoriza a algunos graduados en historia, a simplificar la realidad con
supuestas categorías propias de esa disciplina, las cuales suelen ser, en rigor,
sólo frases más o menos ingeniosas.
El caso que me ocupa es una nota publicada en La Fogata titulada:
“Están
los que quieren ver a Cristina en camisón”, en la que la autora comienza
afirmando que una buena herramienta para entender la historia en movimiento
es preguntarse a quien beneficia y a quien perjudica los hechos analizados.
Esa forma de pensar, —¿Será eso un sofisma?— me cae igual a aquel juicio que
decía que la verdad o error de un hecho social o político se verifica por los
resultados.
¿A esa manera de razonar se la llamaba pragmatismo, creo? “Si funciona es bueno”
decía un personaje de Jack London. Y es sabido que el pragmatismo es la filosofía
estadounidense por excelencia ¿No? Sin embargo, lo que no siempre se tiene en
cuenta es que esa filosofía impregnó también el stalinismo, a partir de la descontextualización
de la expresa admiración de Lenin por el “sentido práctico norteamericano”.
Pues de ser así, quiero decir como propone la autora, si por ejemplo aplicamos
esa herramienta de valorar a quien benefició y a quien perjudicó la praxis del
Che y el PRT-ERP en las décadas del sesenta y setenta, estaríamos sonados, porque,
según el PC, tanto la acción del Che en América como la del PRT-ERP en Argentina,
perjudicaba al proletariado que se encontraba a la espera de la trascendencia
de la revolución. Por algo el PC nos acusó de “pequeña burguesía desesperada”
y de “agentes de la Cía”.
Sin embargo nosotros estábamos convencidos —y aún lo estamos a mucha honra—,
que el condenado “foquismo” circunstancial de Guevara que supimos recoger y
ejecutar “a la nuestra”, reflejaba la inmanencia de la acción, el sentir como
propia la bofetada en el rostro hermano, aquí y ahora, no a la “espera” de la
trascendencia de la revolución democrático burguesa, y a la “espera” de la revolución
proletaria en un futuro por demás incierto.
Era el “en principio fue la acción” de Goethe, reemplazando aquel “en principio
fue el verbo”. Las del Che y la nuestra eran la verdad de la acción y no la
verdad del resultado, era la libertad como acto y no como estado. Corolario:
la “verdad” fue la lucha, y en esa “verdad” ganamos lo que no nos pudieron quitar
nunca a pesar de las torturas, las cárceles y los asesinatos. Porque nunca fuimos
tan libres como en aquellos años, así como nunca perdimos tanto la libertad
como ahora, en pleno Estado de Derecho, en pleno disfrute de las garantías políticas
constitucionales. .
Pero claro, es evidente que estas consideraciones, —que se van de palos con
los manuales de marxismo, más aún con los discursos populistas, ambos impregnados
de liberalismo—, no son compartidas por las academias, ni ahora ni antes. De
modo que debo dejar estas abstracciones que regían los corazones idealistas
libertarios guevaristas y tomar el carril de sensatez materialista por el que
se desliza el artículo que estamos comentando. Este carril tiene en común con
los setentas el llamado a no ser “subjetivo”, no hablar al divino botón e ir
a lo “concretito”. El culto a lo “concreto” es una de las peores herencias de
los setentas, por lo tanto tengo mucha práctica en esa manera de analizar.
Allá vamos entonces, vamos a aplicar esa herramienta. Nos preguntaremos “en
concreto” a quien beneficia la política del gobierno actual y a quiénes benefició
la política de Perón en los cincuenta.
Primero lo actual: como lo actual está lejos de ser historia, tengo la misma
autoridad que la autora para transmitir mi lectura de esta realidad. De modo
que empiezo afirmando que la destrucción de la agricultura por el monocultivo
de soja, los estragos en regiones enteras de la Cordillera de los Andes por
la depredación de minería a cielo abierto, los combustibles y sus industrias
afines, más el privilegio a la industria automotriz que hace cada vez más invivibles
las grandes ciudades; todos estos componentes esenciales del modelo productivo
heredado del menemismo, pero fuertemente impulsado por el actual gobierno una
vez establecida la gobernabilidad que logró Duhalde después de la crisis del
19 y 20 de diciembre. Este modelo productivo beneficia en primer lugar a los
inversores en esos rubros... salpica con sus migajas a los asalariados ocupados
en ellos, claro está...ah... y también nos beneficia a los empleados del Estado
Nacional porque los ingresos fiscales obtenidos permite al gobierno pagarnos
regularmente los salarios. O sea que yo soy uno de los beneficiados. . . sólo
en el sentido de afortunado trabajador del Estado, como veremos en seguida.
Porque los perjudicados son en primer lugar los campesinos o la población rural
desplazados, sea por la soja o por la minería, transformados en “pobres de la
ciudad”, hacinados en las villas de emergencia. Luego cientos de miles de trabajadores.
Desocupación y precariedad laboral y los constantes bajos salarios propios de
un país que avanza hacia el monocultivo y la monoprodución. Por otra parte,
la ausencia de una enorme masa de ciudadanos sin poder de consumo perjudica
a un gran sector de la real clase media, es decir, al pequeño comercio. Luego
el conjunto de la población —y en esto me incluyo, a pesar de ser uno de los
beneficiados por los recursos del Estado— que padecemos la destrucción de los
ferrocarriles, transporte públicos calamitosos, falta de hospitales, escuelas,
premios a los barrabravas en vez de a los buenos estudiantes, y en general la
pérdida de todos los beneficios del estado de bienestar, porque una parte los
dineros que deberían dedicarse a eso, se adjudican a contener miserablemente
a la masa de desocupados que fabrica este modelo. Pobres, pero contenidos. No
debe olvidarse que desde hace más de un lustro, el país ha tenido los mayores
ingresos de las últimas décadas.
Como si todo esto fuera poco se corre el riesgo de caer en una de las peores
dependencias: el peligro de perder la soberanía alimentaría no es una expresión
de los extremistas militantes de la ecología.
Respecto a la “época de Perón”, que ya es historia, debo confesar que voy a
permitirme opinar como un aficionado a la historia, que es una de mis mayores
pasiones.
Pero aprendí a seguirla más por el lado de la literatura ficción que por los
sesudos papeles. “El 93” de Víctor Hugo es una insoslayable pintura de la Revolución
Francesa, así como “Santa Evita” de Tomás Eloy Martinez, transmite mucho más
sobre la figura de Eva Perón, que las toneladas escritas por los curanderos
sociales.
Pero además, en este caso, tengo la ventaja de la edad, Viví la época. La gocé
en lo económico y social; la sufrí en lo político-cultural. (Precisamente por
el aspecto “político-cultural” ni soy peronista ni hago la apología de Perón,
aquí intento testimoniar con “objetividad”) Por otra parte rechazo ese alarde
de “ver con mis propios ojos” como supuesta garantía de verdad. Pero ya he aclarado
que aquí me he puesto en el mismo carril y por lo tanto uso a desgano ese elemento
clásico del simplismo de la historia que se utiliza creyendo en la superioridad
de la “objetividad” del testimonio frente a otros recursos investigativos.
Si tanto valor tiene el testimonio, aquí va: me consta por “haberlo visto con
mis propios ojos”, que los grandes beneficiados del peronismo clásico fueron
la clase obrera industrial, tanto por los beneficios materiales como, sobretodo,
por su dignificación social; luego la llamada burguesía nacional, los asalariados
en general, en especial los olvidados obreros agrarios, el memorable “estatuto
del peón”. Respecto a los “perjudicados” (relativamente, claro, tan relativo
que podríamos hablar más bien de los “molestados”) fueron los capitales ligados
al extranjero, la oligarquía agraria, en cierto modo la clase media, porque
si bien recibió los beneficios materiales que disfrutó toda la población, “perdió”
“status social” al quedar igualada a la clase obrera, con la que tuvo que compartir
casi sus mismos espacios. Ni hablar de las obras públicas emprendidas por el
Estado en esa época. No me alcanzaría la Página completa para enumerarlas.
¿Que eran otros tiempos? ¡Pare!, ¡pare!, no me cambie el sujeto en discusión.
No estamos analizando las causas, sino rebatiendo una disparatada comparación
de la autora, cuando compara al próspero matrimonio Kirchner con el estadista
Juan Domingo Perón. Con esto quedan claras las diferencias que ponen en evidencia
el error de la autora cuando escribe: “El gobierno actual y el del período anterior
de Néstor Kichner es hasta ahora la expresión aggiornada de lo que planteaba
el peronismo de los años 40 / 50”. Al menos que se entienda que “aggionar” quiere
decir hacer lo contrario.
Aclarado esto también puedo opinar cambiando ese sujeto y hablar un poco de
las causas.
Si, eran otros tiempos. Tiempos de grandes avances del Movimiento Obrero, tiempos
de revolución. Tiempos en que el capitalismo oponía al peligro comunista, el
Estado de Bienestar, asunto este que fue la razón de ser de un coronel convertido
en sagaz político.
¿Que Perón gozó de mayores recursos? Pues esto es al menos discutible o al menos
se puede hablar de valores relativos. No se debe olvidar que el Gobierno de
Perón no sólo repartió parte de la riqueza acumulada por medio de la suba de
los salarios, sino que, sobretodo, dio un formidable impulso a la industrialización
ligada al mercado interno como eje del modelo productivo. ¿O acaso no sabe que
durante esa década no existían los “planes trabajar” o los llamados “jefas y
jefes” sino plena ocupación con gran impulso al mercado interno. ¿Algún parecido
al modelo actual? ¿Sabe que si Ud habla de “mercado interno“ lo tratan de “cursi”
o de “nostálgico” del 45? ¿No me cree? Pregúntele a Pino Solanas. Podríamos
imaginar que quizás a Cristina no le alcancen los recursos para construir 100
hospitales y 1000 escuelas ni un “tren bala” Pero bien podría hacer 10 hospitales,
100 escuelas y poner en marcha el sistema ferroviario ya existente. Desafío
a los economistas a que hagan uso de sus saberes y realicen un estudio comparativo
serio, porque a ojo de buen cubero, se podría vislumbrar que los recursos pueden
compararse.
Bien, la autora, que paradojicamente es presentada como “historiadora”, acude
a la difunta “burguesía nacional” ¿No se enteró que un rasgo de la llamada “globalización”
es la desaparición de la famosa “burguesía nacional”, la que en parte fue destruida
y en una parte muy importante se convirtió en gran burguesía sin fronteras?
Si somos tan “concretitos” habría que ponerle nombre y apellido cuando se habla
de esa clase. ¿Se referirá a Amelita Fortabat, a los agronegociantes, a los
productores de glisofato, a los Macri, a los Roca, a Bunge y Born, a los ganaderos?
A lo mejor se refiere a Página 12 o al almacenero de la otra cuadra, porque
no puedo creer que se refiera al empresario Moyano.
No ya como testigo sino como lector de pensadores, como reflexión propia, digo
que el llamado neoliberalismo, globalización, y todas esa modas lingüísticas,
no es más que la expresión de la consumación de la hegemonía mundial del capitalismo.
Sin dudas que, cumplida esa hegemonía, parece haberse iniciado una nueva etapa
de consolidación de la misma que necesita de un nuevo modelo de dominación política
todavía no acabado, Es por eso que a los nuevos gobiernos latinoamericanos se
los califica de post-neoliberalismo, sin especificar cuáles son sus rasgos:
¿Capitalismo vegetariano?,¿Transición al socialismo?, ¿País vivible?, ¿Monarquía
socialista?
Finalmente lo que resulta más insoportable es el maniqueísmo que dicta: o con
Cristina o con la “derecha”. O este gobierno o las “camarillas opositoras”.
Que yo sepa lo contrario a derecha es “izquierda”. Y es cierto que la izquierda
está en el punto mas bajo de prestigio en su historia a punto tal que se ha
perdido el sentido de la palabra, pero aun así, no me parece que a Cristina
pueda calificársela de izquierda, y si en cambio puedo observar que la camarilla
gobernante no tiene nada que envidiar a la “camarilla opositora”, empezando
por sus aliados de los cuales el empresario automotriz Moyano es paradigmático.
Y esperando ya oír el calificativo de “bipolar”, regreso a mis especulaciones
subjetivas y a mis impulsos inmanentes, negándome a caer en la propuesta de
Fausto, pagar la libertad del cuerpo con la entrega del alma.
www.lafogata.org marzo 2010
¿Una Quinta Internacional bolivariana?
Por Luis Mattini
Partimos del hecho indiscutido de que las guerras de la Independencia en América
significaron la constitución de los Estados Nacionales afirmando el desarrollo
capitalista en este continente. Eso quiere decir que, desde el punto de vista
del mito del progreso, se suponía que frente al “atraso” de las sociedades americanas,
los llamados patriotas fueron los representantes del “progreso” de origen europeo
de aquella época. Pero claro ese también es nuestro punto de vista… digo el
que aprendimos nosotros, los criollos, o sea los descendientes de no americanos
nacidos en América. ¿Se nos ocurrió pensar alguna vez que podría haber otro
punto de vista, además del de los colonialistas españoles?
Me atrevería decir que no. Porque me atrevo a decir que nunca nos lo fue planteado
por nuestro sistema educativo, ni la línea liberal ni la línea revisionista.
Nunca se lo escuché a mi maestra sarmientista, pero tampoco a Hugo Wast ni a
sus sucedáneos “de izquierda”, como Hernández Arregui o Galasso. Sin embargo
existe al menos otro punto de vista muy importante y es el de los pueblos aborígenes.
Para ellos, nuestros patriotas formaban parte de la opresión colonial y, en
todo caso, las guerras de la Independencia fueron guerras en el intestino del
orden colonial. Cierto es que en el alma de algunos patriotas estaba incluida
la preocupación por los indígenas, cierto es que había quienes incluían en la
liberación nacional la redención de los pueblos aborígenes, sobre todo los jacobinos
como Castelli o Monteagudo, pero no era el centro de las preocupaciones de la
mayor parte de los patriotas ya que ellos representaban a las clases dominantes
criollas. Y para colmo los hechos posteriores a la creación de los estados independientes
confirmaron la desconfianza o los “prejuicios” de los indígenas: en la mayoría
de los casos, esas clases dominantes, ahora en el poder político, fueron iguales
o peores que los españoles respecto a los aborígenes.
Y de esto no escapa ni el mayor héroe criollo de América, Simón Bolívar, uno
de los fundadores de Estados Capitalistas. Más allá de sus declaraciones incluyendo
a los indígenas entre los ciudadanos a emancipar, lo cierto es que Bolívar promovió,
y luego aceptó de buen grado, la separación del llamado entonces Alto Perú para
fundar la república que lleva nada menos que su nombre: Bolivia. Así se dio
una de las grandes paradojas de América, una de las regiones de mayor presencia
aborigen, de la parte más antigua y de extensas y muy ricas culturas precolombinas
de Sudamérica, sólo comparable con México, la actual Bolivia, lleva el nombre
de un conquistador, mientras que ese paisito, compuesto en su inmensa mayoría
por criollos de tradición democrática, no se llama “Artigias”, sino que lleva
con legítimo orgullo un nombre aborigen: Uruguay
Pero un detalle no menor fue que Bolívar no sólo propició la división del Perú
porque, entre otras cosas, era una amenaza para su muy criolla “Gran Colombia
(fíjese que nuevamente la manía con los nombres europeos: Colón) sino que redactó
la primera constitución para la flamante república de Bolivia, cuyo texto expresaba
una mezcla de principios del republicanismo liberal con la defensa contra el
desorden que, según él, amenazaba los logros de los libertadores hispanoamericanos,
en particular, como queda dicho, el destino de la Gran Colombia, que en apariencia
se mantenía tranquila pero en la que desde hacía poco se estaba oyendo un creciente
coro de quejas.
Bolívar llegó a la conclusión de que era necesario enderezar la balanza a favor
de la estabilidad y la autoridad; y la constitución boliviana fue la solución
que dio. La característica más importante de la constitución fue la prescripción
de un presidente vitalicio que tenía el derecho de nombrar a su sucesor; como
una monarquía constitucional, cuyos poderes legales estaban estrictamente definidos,
nobleza obliga reconocerlo, pero que a la vez tenía un muy amplio potencial
de influencia personal. Este invento se complementaba con un complejo congreso
de tres cámaras una de las cuales era la Cámara de Censores. El tono general
de la constitución era una mezcla apenas convincente de cesarismo y aristocraticismo.
En Bolívar ni el jacobinismo ni la vocación democrática parecían su fuerte,
menos aún el internacionalismo.
Bien, los historiadores dicen que el libertador tuvo sus razones; La necesidad
de orden, frente al lógico caos post guerra revolucionaria, era la principal,
pero entre las no menores, estaba también el hecho que las clases dirigentes
de esa época consideraban que los pueblos de Iberoamérica no estaban maduros
como los anglosajones para ejercer la plena democracia.
Bueno, uno no quiere ser mal pensado, pero a juzgar por los hechos parece que
ese prejuicio sigue firme doscientos años después. Tenemos síntomas de monarquía
en Cuba, re-re-reelecciones lamentablemente tanto entre los progres venezolanos,
como entre los reaccionarios colombianos y en varios países; además estamos
llenos de padres protectores. Ni hablar de esa clase bien llamada “despotismo
ilustrado” que existe no sólo en Argentina, sino en toda Iberoamérica.
Pero Iberoamérica no es solo las guerras de la independencia, es toda una historia
de luchas posteriores, con harta frecuencia impregnadas de clasismo pero disfrazadas
de “nacionales y populares”, envenenadas de nacionalismo, ese indigesto invento
europeo que hemos sabido importar sin el debido asco. La revolución mexicana
es el máximo ejemplo seguido por la fresca revolución cubana. De allí tenemos
figuras alejadas de intereses de la burguesía, de los Estados nacionales; como
ser, Pancho Villa, Zapata, Sandino, el Che, Camilo, el subcomandante Marcos
y otros hombres saludablemente ajenos al nacionalismo. ¿José Carlos Mariátegui
me recuerda Ud.? Ah si, claro…incluso él, a pesar de su desdén por los criollos
descendientes de africanos, escrito en su séptimo ensayo de interpretación de
la realidad peruana. ¿Por qué entonces Chávez, desde Venezuela, llama a crear
la Quinta Internacional bajo la inspiración del patriota Bolívar, creador de
Estados nacionales, o sea lo contrario al internacionalismo? ¿Por qué, si su
llamado es sincero, no se inspira en los revolucionarios de Nuestra América?
¿O es que todavía no hemos superado el contrabando stalinista que supimos comprar
a pesar de nuestras críticas al stalinismo? Me refiero a ese contrasentido llamado
“Patria Socialista”, base de la pretendida “vía estatal” al socialismo, la que
en última instancia fue en la URSS y en China, la ”larga vía hacia el capitalismo”.
Convengamos que el improvisado Chávez puede decir lo que se le ocurra repitiendo
unas re manidas frases marxistas. Convengamos que está imitando a los cubanos,
sin ver que Cuba se aleja cada vez más del marxismo para acercarse al espejo
del Estado Teocrático Norteamericano, en forma de sutil monarquía. Pero lo asombroso
es que viejos militantes, gente que como yo, llevamos décadas de lucha desde
una postura internacionalista, compremos ese discurso Entonces pregunto: Si
queremos ser radicales en nuestras posturas —y no cabe dudas que Chávez pretende
“corrernos por izquierda”— por qué un burgués, muy honorable, muy revolucionario,
pero burgués al fin y al cabo, como Bolívar y no un rebelde y revolucionario
de vocación como el Che, Zapata o el subcomandante Marcos?.
Pero veamos también la experiencia vivida ya por millones de personas que no
sólo nos sentimos internacionalistas, sino que ha sido nuestra práctica militante:
la Primera Internacional, fundada por Marx y los anarquistas, cumplió un papel
importante en la organización de la clase obrera de su época y luego se agotó
por insuficiente desarrollo al no poder contener a los anarquistas, los socialistas
y los comunistas todos juntos. La Segunda Internacional, fundada por Engels,
creó socialdemocracia mundial y entró en crisis cuando los partidos socialistas
fueron capturados por el chovinismo en la “defensa de la patria” en vísperas
de la primera guerra mundial. La Tercera Internacional, fundada por Lenin, Trotsky
y Rosa Luxemburgo fue la respuesta a la catástrofe ideológica de la Segunda,
A los pocos años , con la muerte de Lenin y Rosa, el destierro de Trotsky y
la zorroneria de Stalin asumiendo el poder absoluto, fue esclava de su sujeción
a la política estatal de la URSS y finalmente disuelta en las postrimerías de
la segunda guerra mundial, por el pacto de los rusos con los aliados. La Cuarta
Internacional, un invento de Trotsky, existió sólo como un grupo de “burócratas
sin fronteras”, sobre todo como una rara celestina de partidos trotskistas que
en medio siglo solo han aprendido a recitar un discurso contestario parándose
siempre “a la izquierda” en toda asamblea, para ver pasar la revolución a su
costado. Digamos a título de ejemplo, que el PRT-ERP argentino, dirigido por
Santucho, tuvo que romper con la Cuarta Internacional para poder llevar adelante
la práctica guevarista que le caracterizó
Conclusiones: es infructuoso y contraproducente impulsar grandes conglomeraciones
internacionales “por arriba”. Haciendo una caprichosa analogía, observemos también
las dificultades para el desarrollo de los novedosos “Foros” que se reúnen para
discutir y encarar problemas comunes a los seres humanos. Queda cada vez más
a la vista que la política de transformación revolucionaria se diluye cuando
se desliza por la superestructura. La historia de la humanidad revela que los
cambios se fueron dando desde abajo y sólo en determinado momento, el de la
insurrección o del asalto al poder, se proyecta todo hacia la superestructura.
De pronto vemos que en realidad cuando una revolución “estalla”, realmente es
porque ya se hizo; la cruda realidad de la historia, además, indica que la revolución
siempre sorprende a los revolucionarios. Justamente, el talento revolucionario
es prepararse para la sorpresa.
Pero respecto a la disparatada propuesta de Chávez, digamos que las consecuencias
trágicamente dolorosas de la práctica de la Tercera Internacional, su sujeción
a las necesidades de la URSS, enseña que no se puede ni pensar en un organismo
mundial en el que compartan espacios de lucha los movimientos revolucionarios
en el llano, con los gobiernos de un Estado. Un Estado, cualquiera fuere, capitalista
o socialista, obedece objetivamente a políticas e intereses de Estado y estas
políticas, no sólo suelen no estar acordes con las políticas de los movimientos
en el llano, sino que , la mas de las veces se contradicen. Tenemos la trágica
experiencia de la URSS y China y la amarga experiencia de Cuba. Un Gobierno
de un Estado se debe al Estado.
Por último, a ver si alguien tiene a mano la forma de informarle a Chávez que
el socialismo marxista desarrollado, implica la disolución del Estado. El comunismo
sólo será realidad como movimiento social, con la disolución del Estado.
Y no es sólo que yo me he hecho anarquista a la madurez, (o a la vejez, como
dicen algunas por ahí) sino de que este siempre fue el punto común entre Marx
y el anarquismo.
Propongo un breve examen sobre el papel de los seres humanos en la historia
y dentro de ella el papel del individuo, aclarando que este examen deviene fundamentalmente
de nuestra experiencia militante
Aclaración: Para evitar las antiestéticas consecuencias literarias en castellano
de ese feminismo beato, de claro signo anglo sajón, que, trasladado a nuestra
lengua, confunde un elemento gramatical llamado "género" , femenino y masculino,
con otras acepciones de esa palabra, como ser los géneros sociales, biológicos
o tejidos, aclaro que en todos los casos me refiero a seres humanos: mujeres
y varones. Prometo poner mi buena voluntad no usando el vocablo genérico "hombre",
pero mi buen gusto se niega a escribir "la persona y el persono"; " el ser humano
y la sera humana" o ese absurdo adefesio de cambiar la muy latina letra "o"
por el signo arroba en las palabras en posición gramatical genérica. ("todos,
"muchos" "amigos" , "nosotros", etc)
Bien, terminada esta aclaración, digamos que yo empecé a militar a los quince
años cuando de un modo casual, casual en lo que hace a mi concretura, me topé
con gusto con la idea de que éramos agentes de la historia. La adquirí de inmediato
con enorme entusiasmo, porque esa idea funcionó como un fortísimo estimulante,
casi diría una justificación venida desde cierta trascendencia, al impulso vital
que, no se sabe desde dónde, nos empujaba hacia el compromiso militante. Y cuando
nuestros padres, tíos, vecinos o compañeros de trabajo nos preguntaban, respondíamos
de diversas maneras, plenos de pasión y satisfacción por "el hacer", argumentando
que militábamos porque no tolerábamos la injusticia social, que nos dolía el
sufrimiento de los niños, que el mundo debía ser cambiado; pero en última instancia
nos decíamos agentes de la historia. O sea un rol predeterminado, una especie
de mandato.
Insisto, hoy a más de cincuenta años de esas cosas, estoy seguro que eso era
sólo un argumento para darnos derecho a actuar y coraje para enfrentar las oposiciones.
Porque el impulso estaba signado por la potencia del deseo, entendiendo éste
como la tendencia de cualquier cuerpo a realizar sus potencialidades. Si era
el cuerpo el que pensaba y hacía, era el cerebro el que debía justificar esa
acción, esa manifestación del deseo. En ese aspecto éramos inmanentes con justificación
trascendente. Nos movíamos por fuertes impulsos del deseo interno pero lo argumentábamos
con la trascendencia externa de la historia como una determinación. Para jugar
con las palabras, se podría decir que en teoría aceptábamos la trascendencia
pero en la acción concreta nos movíamos en la inmanencia.
La prueba de ello fue que nosotros, en los hechos, no hemos respetado las supuestas
"leyes de la historia" que dictaba la postura trascendente, idealista o materialista;
o sea las "condiciones" para actuar, no aceptábamos la afirmación que para poner
fin a la injusticia había que esperar la maduración de las condiciones, el "desarrollo
de las fuerzas productivas". Así, por ejemplo, de hecho, en nuestra práctica,
compartimos sin saberlo, el sano criterio feminista, —el modelo más acabado
de la inmanencia que les hace rechazar el papel que pretende adjudicar a las
mujeres la visión trascendente—, de plantear la reivindicación "aquí y ahora".
Sin embargo, contradictoriamente, en nuestro discurso trascendente sosteníamos
que la mujer debía esperar la liberación del proletariado, por ser el sujeto
histórico que, al liberarse a sí mismo, liberaría a toda la humanidad. Por suerte
el feminismo no escuchó este discurso trascendente y, por el contrario lo rechazó
en teoría y en práctica; así cotidianamente siguen cosechando, con altibajos
pero en sentido creciente, cada vez más conquistas.
Ya aceptando el compromiso racional con el determinismo histórico, nos obstante,
nos subdividíamos en dos tendencias: aquellos que creían que la historia la
hacían personas determinadas y aquellos que sosteníamos que la historia era
obra de las masas, del pueblo. Los primeros eran proclives a lo que yo llamo
"visión conspirativa de la historia" Para ellos todo dependía del talento de
los grandes hombres y en consecuencia también el mal dependía de la maldad de
los gobernantes, tiranos o corruptos.
Plejanov, el padre de marxismo ruso, tiene un interesante trabajo "El papel
del individuo en la historia" en el que, partiendo de que la historia la hacen
los pueblos, las masas, señala cuál es el mérito y los atributos que deben tener
los dirigentes y su relación de ida y vuelta con las masas. En ese sentido el
libro de Plejanov fue nuestro manual. Sobra agregar que la literatura marxista
es riquísima en este tema.
No así en lo específico de la visión conspirativa de la historia, pues suele
ser una postura eminentemente emocional, probablemente irracional que se refleja
en los hechos, a veces incluso en individuos que aceptan formalmente la teoría
de Plejanov. Ocurre que esta concepción surge cuando ciertos hechos no tienen
explicación, contradicen la teoría. Por ejemplo: la caída de los dirigentes
que aborta una acción revolucionaria; entonces la visión conspirativa sugiere
que tiene que ser la obra de un traidor. Esta visión es realmente aguda cuando
atribuye las limitaciones de los revolucionarios a maniobras insidiosas del
enemigo, o sea literalmente cuando el enemigo conspira dentro de la organización.
Insisto, este punto de vista es nefasto porque ubica siempre el mal fuera de
nosotros y por lo tanto impide el aprendizaje, la corrección. Porque recíprocamente
todo dependerá de la genialidad del dirigente o del agente enemigo. Una mirada
atenta nos indica que este punto de vista tiene cierta raíz monárquica y explica
la transformación de los revolucionarios en el poder en una especie de nueva
nobleza, gobernantes eternos, como en caso de algunos asiáticos, incluso en
Cuba, el recambio de los cuadros por herencia familiar.
Esa visión conspirativa se expresa también en frases hechas, consagradas como
verdades absolutas, como ser. "Un traidor puede con cien valientes". O la expresión
popular "Seguro que hubo una cantada". "Todo hombre tiene su precio" O sea,
los problemas no se derivan de una correlación de fuerzas, de mayor o menor
talento de las partes en lucha, de circunstancias, incluso de determinado grado
de azar, sino de traiciones o genialidades. En ese sentido conspirar es casi
mala palabra, significa actuar traidoramente. Nosotros, en cambio, llamábamos
"métodos conspirativos", a los métodos para moverse en la clandestinidad cuya
esencia era aparentar distinto a lo que se era. Las condiciones de un actor,
de un farsante, eran beneficiosas para un clandestino pues podía disimular mejor.
Este es el planteo del asunto: Intento no presentar las cosas en blanco sobre
negro, sino ver que todos tenemos alguna brizna de esa concepción. Dicho de
otra manera, todos los humanos tenemos al menos algunas briznas de idealismo
o materialismo, de búsqueda de la trascendencia y actuar con la inmanencia,
de conspiradores, de sentimientos egoístas y altruistas; lo único que nos define
y establece las diferencias esenciales es "el hacer".
Y el tema no sería digno de demasiada preocupación si sólo se tratara de unos
individuos aislados con visiones conspirativas, sino de que este aspecto está
más extendido de lo sospechado y cobra más cuerpo a medida que la tarea emancipatoria
de hace mas difícil, dicho de otra manera, frente a la amenaza de derrota.
Porque, lo repito de otro modo, la visión conspirativa de la historia lo explica
todo y deja a los sobrevivientes la conciencia tranquila. "Yo hice las cosas
bien, pero me traicionaron". La teoría del "entorno" que consiste en pensar
que las "fallas" de los dirigentes, se deben a su "entorno", una especie de
cortesanos que los aisla del mundo real. Eso fue claro en los Montoneros con
respecto a Perón.
A propósito de tal, me distraigo un momento del tema central para recordar que
en la discusión sobre los años setentas por parte de protagonistas sobrevivientes,
testigos de época y descendientes de ambos, se verifica la presencia de esta
visión conspirativa de la historia. Esto es, creer que no triunfamos culpa de
traiciones sin analizar a fondo las causas en cada momento y en su conjunto.
Creer que Montoneros fracasó porque fue un grupo fomentado inicialmente pro
la CIA es tan absurdo como cuando el envidioso de Virgilo Expósito dijo por
radio que Gardel era un producto de Broadway.
El otro extremo es la muy racionalista idea de que si las cosas se piensan correctamente
y se planifican con justeza , siempre tienen que salir bien. Si no salen bien,
no es porque el oponente fue más sagaz o talentoso, porque hubo circunstancias,
sino por que se hicieron mal. El racionalismo consiste en creer que siempre
se puede saber a priori mediante el razonamiento analítico previsible, o sea
que el cerebro puede conocer antes que el cuerpo. Creer que se puede aprender
a nadar antes de meterse en el agua.
Esto que se ve sin alarma en la vida cotidiana, durante el desarrollo más o
menos "normal" de las cosas, cobra carácter, a veces de tragedia, en las situaciones
agudas, de extremo enfrentamiento y riesgos de vida. Tragedia sí, a veces tragedia,
en el sentido ateniense del concepto. Tragedia es cuando los hechos se precipitan
sin arreglo a las mentadas "condiciones objetivas" y se juega el destino del
"factor subjetivo", entendiendo éste como la voluntad del individuo.
El caso de la acción del Che en Bolivia es paradigmático, sobretodo porque detrás
de ese ejemplo nos movimos toda una generación. Porque la experiencia del guevarismo
confirma la afirmación de Nietzsche en el sentido que los atenienses tenían
un sentido de alegría de lo trágico. La mayoría de los que participamos recordamos
aquellos tiempos como los años mas felices de nuestra vida a pesar de la derrota
y las dolorosas pérdidas Visto desde hoy, con la distancia que da el tiempo
y los acontecimientos posteriores, es casi indiscutible que el proyecto de iniciar
"uno, dos, tres, muchos vietnams" no se correspondía con las mentadas condiciones
objetivas. Dicho de otra manera, se podía prever la derrota. De hecho muchos
la previeron y por eso no se comprometieron y hoy en día nos refriegan ese acierto
preventivo como una hazaña del intelecto. Claro que prever la derrota es siempre
mucho más fácil que prever la victoria.
Ocurre que quienes se vanaglorian de haber "acertado" con su crítica al foquismo
de Guevara, olvidan y se desligan de toda responsabilidad en la vergüenza de
la guerra de Vietnam. Olvidan el discurso del Che en Argelia donde condena a
los países socialistas porque han abandonado a Vietnam a su suerte. Desde el
punto de vista de la moral, entendiendo por esta, la conducta ordenada por La
República de Platón, que el movimiento emancipatorio progresista adquirió acríticamente,
aceptando ese "deber ser" moral; desde ese punto de vista, digo, la oposición
al foco de Guevara era correcta, porque el foco significaba poner en peligro
todo lo ganado por el progreso de las diversas revoluciones. Particularmente
a partir de la rev. rusa incluyendo la rev. cubana. Repito, desde la visión
moral…otra cosa será desde la ética. Porque lo que da un carácter trágico a
los hechos, es que el foco de Guevara se correspondía a una respuesta ética
aunque la razón indicara que la derrota sería inevitable. Y así fue, sobran
todos lo traidores de esa gesta para explicar la derrota. Fue tragedia ateniense,
que intuía la política como el arte de lo imposible porque para hombres como
el Che, no existía otra posibilidad que la imposibilidad. La ética lo hacia
concebir su destino unido a la comunidad, expresada en este caso en el crimen
de Vietnam, perpetrado por los EE.UU, pero a la vez permitido por el resto del
mundo ordenado, como dije antes, según el modelo de la república de Platón:
esto es cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Por eso, esa misma
ética implicaba que, de no actuar, asumía al menos parte, pequeña, claro, pero
suficiente como para compartir la responsabilidad del crimen.
Dicho directamente: el foco de Guevara fue la respuesta ética a la guerra de
Vietnam, recogida después por el Mayo Francés — "seamos realistas, pidamos lo
imposible"— y la llamada nueva izquierda en el mundo. Esa ética es la que heredamos
, y la diferencia actual pasa por los que la abandonaron y los que no la abandonamos
aún a riesgo de no salir de la tragedia.
Volviendo al tema central del este trabajo, recordemos que, respecto a la derrota
del Che, siempre se habló de "la traición de Monje" Pues, me tomo la licencia
poética de hablar en subjuntivo con un toque de potencial , y digo, hoy no cabe
dudas que aún si Monje hubiera cumplido con lo pactado brindando el apoyo total
del Partido Comunista de Bolivia, la gesta del Che hubiera sido derrotada de
todos modos, simplemente porque el capitalismo habría salido de sus crisis con
una mayor capacidad creativa que el socialismo. Por otra parte hoy podemos confirmar
que aquello que llamamos socialismo, fue como lo definiera el mismo Lenin, una
forma de capitalismo de Estado.
Tratando de lograr una síntesis de lo que pretendo mostrar, repito, mostrar,
no demostrar, digamos que al contrario de la versión conspirativa de la historia
que le atribuye a ciertos individuos, genios, talentos, artistas o traidores,
un grado inaudito de omnipotencia, los hechos indican que en tanto y cuanto
acción real inmanente, los seres humanos no logran la conducción consciente
de sus actos, la resultante de una empresa propuesta será por lo común inesperada,
más aún una revolución. De allí la sabiduría del gran Víctor Hugo cuando afirmaba
que toda revolución es una gigantesca improvisación. El talento de los protagonistas
consiste en aprovechar toda la potencialidad de esa enorme improvisación.
Los límites de la conciencia
Sobre la primera parte de este texto, una buena amiga que tuvo acceso al manuscrito
me comentó lo siguiente
"el texto es excelente, entrador, polémico, me hace sentir que me llevarás a
alguna parte ... y esa parte me genera una gran curiosidad ..."
Sencilla pero aguda crítica pues reveló la falta de completud del texto. Entonces
yo me pregunto ¿qué falta? Me respondo: llegar a donde iba y entonces aparece
la pregunta verdadera: ¿hacia dónde voy? En realidad voy al final para encontrar
el origen. ¿Por que me interesa el origen si estoy ya cansado de escribir sobre
el pasado? Pues porque quizás saber como fue el origen nos inspire para saber
cómo hay que hacer hoy. Atención, dije "nos inspire" no estoy diciendo que vamos
a encontrar la fórmula. Buscamos inspiración.
Porque hay que recordar que crecimos en la lucha social, en el sindicalismo
y en la política con una creencia poderosa: el papel de la conciencia. Estábamos
convencidos de que cuando el individuo es consciente, lucha, se defiende, ataca,
busca soluciones, etc. Lo contrario de la conciencia es la inconciencia o, mas
simple, la no conciencia. La tarea militante era entonces, de acuerdo a este
credo, crear conciencia, porque las transformaciones sólo la pueden hacer las
masas. La tarea del militante era muy parecida a la de un maestro. ¡Las veces
que habremos bregado que todo militante es un maestro cuya misión era despertar
conciencia! Los sacerdotes del tercer mundo, insufribles docentes, espantaron
a la Real Academia de la Lengua con la verbalización del sustantivo conciencia
transformado en el verbo "concientizar".
Pero a lo largo de los años ocurrieron dos fenómenos que nos hacen revisar estas
ideas: uno: muchas personas adquirieron la conciencia y no asumieron el compromiso
militante; dos: muchas personas se sumaron a la militancia con escasísima conciencia
y la fueron adquiriendo en la lucha.
La segunda observación es: ¿tiene que ver la conciencia con la educación concretamente
con la alfabetización? Su correlato ¿es más conciente un alfabetizado que un
analfabeto? La respuesta en base a nuestra experiencia concreta es ambigua,
puede ser tanto uno como otro, es decir hubo gente que se sumó en un acto de
conciencia, digamos "bien pensado" y gente que se sumó en un arranque espontáneo
y en la lucha adquirió la conciencia. Pero en este punto es necesario levantar
el ángulo de análisis aunque sea como referencia: uno de los pueblos más analfabetos
de Europa hizo la revolución rusa y uno de los pueblos más alfabetizados creó
el nazismo.
Para abreviar este camino adelanto la siguiente observación, tanto la experiencia
histórica como la observación militante muestran que la conciencia es condición
necesaria pero insuficiente. Luego que no existe un concienzómetro y que la
relación de la conciencia con la educación es relativa. Un sencillo razonamiento
indica que adquirir conciencia debería ser más fácil a un alfabetizado porque
puede utilizar los instrumentos de instrucción. Pero la misma experiencia indica
que detrás hay un condición social que actúa en los individuos sin perjuicio
de alfabetizados o no. A esto hay que agregarle el concepto marxista de clase,
las categoría explotación y opresión, las que estipulan que el papel en la producción
influye, condiciona, la conciencia, porque está determinada por el sujeto histórico.
Va de suyo que no pretendo ser original con estas inquietudes. No son nuevas,
tan viejas como la militancia y el viejo Lenin tiene todo un tratado sobre la
conciencia, a la que define como "el espejo subjetivo de la realidad". Además
de los pensadores, la psicología se ocupa del asunto. En fin….pero lo que me
motiva es que sobre el tema no se sabe lo que no se sabe: O mejor dicho la mayor
ignorancia es creer que se sabe.
Por ejemplo: recuerdo en uno de los tantos actos electorales de los últimos
tiempos, un viejo, viejo de edad digo, un intelectual del P.C. de alrededor
de setenta años, soltó soltura y desparpajo una frase de manual leninista: que
las elecciones servían para medir "el grado de conciencia de la clase obrera"
Este caballero repetía una frase que en su juventud le había escuchado a Lenin,
y en su larga trayectoria política en el Partido no se le ocurrió verificar
la vigencia de semejante postulado. En ese momento la mayor parte de la clase
obrera de Argentina votó e Menem. Recordemos cómo había sido antes: 1973 ganó
Cámpora en nombre de Perón; fue un voto contra la dictadura de Lanuse; meses
después ganó Isabelita con Perón moribundo, fue un voto contra Cámpora y la
aventura montonera; en 1983 Alfonsín barrió; la clase obrera volvió a votar
positivamente contra la dictadura. y luego votó a Menem, el hombre que desarmó
el Estado de Bienestar. Después se votó a la insufrible clase media que tuvo
la virtud de facilitar el argentinazo del 19 y 20 de diciembre. De esos hechos
emergió la pareja real Kirchner, la caricatura de los Montoneros. Caramba que
sufre altibajos la conciencia de la clase obrera argentina.
¿Sólo en Agentina? Ni hablar de lo que son los actos electorales en los países
de tradición politizada como Italia, donde se alternan los gobiernos de izquierda
y de derecha, por ejemplo. Ni hablar de ese nuevo invento llamado "voto castigo"
sumun del orgasmo del Estado de Derecho.
Es evidente que las elecciones, al menos ahora, no sirven como concienzómetro.
Y también queda a la vista que la conciencia es condición necesaria pero insuficiente.
Ello significa que hay un sentimiento ¿qué dije? ¿sentimiento? Pero la conciencia
no es sentimiento, es pensamiento.
¡Pues ahí esta el rastro de lo que buscamos!.
Lo que impulsa a la acción no es un pensamiento sino un sentimiento.
Ese sentimiento se llama deseo. Entendiendo a este, como fue expuesto en la
primera parte, no como una tentación, no como un sentido de poseer, de posesión,
sino como el impulso del cuerpo que busca desarrollar toda la potencialidad.
Y aquí me llega el comentario de mi amigo Miguel que me recuerda lo que escribe
Leibniz "a veces podemos obtener o hacer lo que deseamos, pero nunca podemos
desear lo que deseamos"; es decir, las personas no son el "motor" de sus deseos,
la cosa pasa por asumir o no lo que nos constituye y atravieza como deseo.
¿Será muy místico decir que el origen del deseo es misterio?
El deseo es, en primer lugar, sed de creación.
Interesante; ahora me surge la siguiente reflexión: el deseo es corporal, no
racional, la conciencia es cerebral, racional. El deseo es la voluntad, la decisión,
la acción; la misión de la conciencia, en cambio, es determinar cómo será esa
acción. ¿Será muy esquemático inferir que la conciencia, como bien racional
se corresponde más con la moral (la que indica el "deber ser") y el deseo como
impulso vital del cuerpo se corresponde con la ética? (Me temo que los expertos
en filosofía me agarren a los cascotazos.)
Pero aun a ese riesgo saco la conclusión siguiente: la fuerza vital del deseo
activa la conciencia y la depura de la moral y la impregna de ética.
Digamos al pasar que podemos resumir la ética diciendo que es la fidelidad al
deseo.
Y la conclusión sobre la época actual: sobra conciencia y sobra moral (por algo
se la pasan marchando y parodiando a los setentistas, sin ver por donde pasa
el sujeto activo)
Insisto en las marchas porque es casi la a única actividad militante, o bien
toda militancia está presente allí. Paradójicamente el Che marchó mucho más
después de muerto que cuando estaba vivo. Poca gente sabe que el Che no fue
el militante estudiantil clásico, casi no se le conoce actividad de ese tipo.
Casi no se conoce petitorio estudiantil con la firma de Ernesto Guevara. Muchacho
de bajo perfil, sin dudas.
¿Y nosotros? Pues claro, a veces marchábamos para solidarizarnos con determinado
movimiento en lucha. Pero nunca hicimos una marcha para peticionar algo al gobierno.
Nosotros no peticionábamos. Lo tomábamos, pués.
¿Será que las marchas actuales están muy influidas por el criterio televisivo
que lo que no se ve no existe? Tengo para mi que las marchas actuales es la
muestra de cómo la izquierda ha sido captada por el criterio que la política
es espectáculo. De allí la importancia mayor a la fanfarria—carteles, gorritos,
uniformes, banderitas, etc— que a la acción de una marcha.
Sea como fuere el abuso del marcheo indica que es una forma central de hacer
política. Y en la marcha se verifica lo dispuesto en la republica de Platón,
cada cosa en su lugar, nadie puede salirse del cuadro; el "sistema" parece haber
incorporado el marcheo como manera de control social, sobre todo como manera
de sostener la iniciativa. Salirse de la marcha sería como salirse del sistema.
Cuando digo salirse de la marcha, quiero decir, inventar otra cosa.
La marcha es, entonces, la expresión mayor de conciencia de la izquierda actual,
por lo tanto su expresión moral. Y desgraciadamente refleja plenamente su pobreza
espiritual.
Pero, por otra parte no se puede llevar adelante acciones políticas transformadoras
si no se intenta al menos capturar la iniciativa. Iniciativa para romper lo
dispuesto en la república de Platón, para romper la iniciativa del Poder. No
puede haber creatividad sin iniciativa y viceversa, no puede haber iniciativa
sin creatividad. Claro para asumir iniciativa y creatividad, además se necesita
una gran cuota de coraje. El riesgo es que esa iniciativa se transforme en sentido
ateniense de la Tragedia. Vimos como eso ocurrió con la formidable iniciativa
de los revolucionarios en la guerra de Vietnam.
Para blanquear la metáforas lo diré claro: Iniciativa es rebeldía, y el Poder
no perdona la rebeldía, la falta de coraje es no atreverse a la rebelión.
Rebelión en serio muchachos, no rebeldes folclóricos tipo Castells
¿Qué falta entonces para cobrar iniciativa?
Dicho de otra manera ¿Por qué la izquierda no sale del pozo?
Pues está claro, se puede oler en el aire: falta deseo, por eso se aprecian
griteríos, y consignas racionales, trajes vistosos, intentos de murgas, pero
muy poca pasión.
Sobra conciencia, sobre todo conciencia de que el deseo nos haga caer en otra
Tragedia. Conciencia del riesgo de pagar caro la rebeldía, contra la democracia
representativa por la democracia plena.
Dicho de otra manera: sobra miedo, miedo a la Tragedia.
Porque en el fondo, creemos en el Estado de Derecho y no hemos aprendido de
los griegos a jugar con los Dioses, es decir a disfrutar la Tragedia. Claro,
en tiempos de los atenienses no existía el Estado de Derecho, este es un invento
de la burguesía europea para regular la democracia que inventaron los atenienses.
Curioso, los guevaristas tampoco creímos en el Estado de Derecho y sí en la
democracia, pero no como sustantivo sino como verbo; no como institución de
representantes sino como práctica presente.
Por eso sobra la conciencia y la moral. Por eso las marchas son tan ordenadas,
tan al estilo de la República de Platón o sea, repito, paradigma del Estado
de Derecho, transformador de la democracia en "representativa".
Falta acción y la acción no surge de la representación ni de la conciencia,
surge del deseo presente, no re-presentado.
Desarrollo,
sub-desarrollo o desarrollo deformado Atención al enemigo dentro nuestro
Por Luis Mattini
El marxismo, llamado por Engels socialismo científico, se diferenció del socialismo
utópico y de todas las corrientes románticas o religiosas de emancipación obrera,
por la búsqueda de las condiciones objetivas materiales y las sujetivas para
la revolución social, según el principio de que la existencia condiciona la
conciencia. Es así que asumió como positivo el desarrollo y el progreso capitalista
basado en las ciencias que brindaban la posibilidad técnica de aprovechamientos
de los recursos naturales. De acuerdo a este paradigma, la revolución y el socialismo
a fines del siglo XIX, debería empezar en los países más desarrollados: Inglaterra
o EE.UU. Sin embargo es sabido que Marx apostaba a Alemania. ¿Por qué? Pues
porque para Marx no habría revolución obrera posible sin las bases materiales
objetivas creadas por el capitalismo claro, pero tampoco sin pensamiento que
alimentara la subjetividad y propusiera otra ética social. La revolución socialista
necesitaba más que otras de la elaboración de un pensamiento constructor. Teniendo
en cuenta que los países capitalistas fueron todos hijos de la revolución burguesa
antifeudal, Marx hizo un lindo juego metafórico con el papel de las naciones
europeas de la época: dijo que el proletariado inglés era el economista, por
el desarrollo económico de Inglaterra; el francés el político por la tradición
política de Francia; y el proletariado alemán estaba llamado a ser el filósofo,
el pensador, de la revolución mundial, por pertenecer a una “nación filosófica”.
Es importante registrar este detalle: para Marx el socialismo sólo sería posible
con la combinación del alto grado de desarrollo económico y de pensamiento.
En sus días esa combinación se daba en Alemania.
Pero la primera revolución proletaria fue en Francia, la Comuna de Paris en
1871, fue aplastada y recién más de treinta años después, en 1917, la revolución
triunfó en Rusia, uno de los países atrasados de Europa. Lenin, Trotsky y los
bolcheviques eran marxistas y estaban convencidos que la revolución rusa solo
podría afirmarse como tal, si estallaba y triunfaba la revolución en Alemania.
También lo creía así Rosa Luxemburgo. Sin embargo, la revolución en Alemania
fue derrotada en 1919; el socialismo abortó y Rusia se trasformó en la Unión
Soviética, un sistema de capitalismo de Estado administrado por comunistas,
que luego el stalinismo consagró como el único socialismo posible y real.
A partir de allí las palabras “desarrollo “ y “subdesarrollo” pasaron al manoseo
y el léxico político cotidiano de la izquierda y condicionantes del tipo de
revolución. Para el stalinismo la revolución socialista solo podría darse en
los países desarrollados mientras que en los subdesarrollados solo debía hacer
la revolución burguesa cuya misión seria precisamente desarrollarlos. Sub-desarrollo
significaba entonces, camino del desarrollo, algo a llegar. Trotsky, quien fue
uno de los más agudos observadores de este fenómeno, impulsó la idea de “desarrollo
desigual y combinado” como manera de entender el impulso a la revolución socialista
aun en países supuestamente subdesarrollados y abarcar sus contradicciones. Un asunto de no poca importancia que ponía en relieve el duro esquematismo materialista
del stalinismo, —dominante en el pensamiento marxista de esa época—, era la
circunstancia de que ciertos aspectos del “desarrollo” se verificaban precisamente,
como decía Trotsky, en forma desigual y combinada. Por ejemplo: al atraso económico
de Rusia, España o América Latina no le correspondía igual atraso en determinadas
áreas del arte o el deporte: la literatura por ejemplo: Al menos que nos agarremos
del chovinismo francés y aceptemos la expresión de Anatole France sobre el gran
colombiano Vargas Vila: “Sólo le faltó ser francés para sentarse al lado de
Hugo”. La supuestamente feudal España llevó adelante una de las conquistas más
vastas en la historia de la humanidad. O situaciones deportivas como la potencia
en fútbol de Argentina, Brasil, Uruguay, mucho más “desarrollados” que los EE.UU.
En realidad ya Marx había previsto ese “desigual y combinado” cuando hablaba
del proletariado alemán como el filósofo de la revolución. O sea, en su tiempo,
Alemania era menos “desarrollada” que Inglaterra o EE.UU., pero era, como ya
dijimos, “una nación filosófica” y sus obreros eran más cultos, politizados
y organizados.
Después de la consolidación de la revolución, instaurando el capitalismo de
Estado, la joven República Soviética construía con ímpetu la ciencia y la técnica
y de ese modelo se sacó la idea de que las revoluciones eran posibles, incluso
en los países subdesarrollados, pero a condición de que se empeñaran en completar
el desarrollo para crear las bases materiales para el socialismo. Por desgracia,
la historia demostró, cincuenta años más tarde, con el desmoronamiento de la
Unión Soviética, que tal proceso fue un desarrollo capitalista administrado
por comunistas. Si alguna duda quedara sobre esta afirmación, ahí tenemos a
China actual, casi una potencia capitalista administrada por comunistas.
Y aun falta lo peor. Sabemos que toda acumulación de capital es acumulación
de trabajo humano. Pues esa acumulación en Rusia o China que las transformó
en potencias, fue posible, al igual que en los países capitalistas desarrollados,
por una despiadada explotación de los trabajadores, con el agravante en estos
casos, que los comunistas no permitieron siquiera un sindicalismo independiente
que al menos pusiera condiciones entre capital y trabajo o sea, entre el Estado
y los asalariados. Guardando las distancias de magnitud, el tipo de acumulación
de la España de Franco, no se diferenció demasiado de Rusia y de China. Por
otra parte cuando entre nosotros, un modesto laburante argentino accede a la
“baratura” de un aparatito tecnológico chino, aún pagado con nuestro sueldito,
estamos usufructuando de la plusvalía arrancada al trabajador chino.
Volviendo al tema del desarrollo; digamos que el guevarismo fue, sin dudas,
por un lado una forma de rebelión, pero al mismo tiempo un nuevo modo de leer
la realidad, que pretendía superar estas incongruencias del llamado socialismo
real. Guevara definió en algún momento el subdesarrollo, no como algo que estaba
por debajo, como algo insuficiente, como algo a continuar hasta alcanzar, sino
como un “desarrollo deformado”. O sea como algo a romper y hacer de otra manera.
Esta modificación en la forma de pensar, que en el Che y quienes le seguimos,
tenía la misma importancia que el fusil, y tendría serias consecuencias: la
primera fue que la ruptura se imponía a la continuidad. O sea que para Guevara,
el socialismo era fundamentalmente una ruptura porque de lo contrario estaría
condenado a reproducir las deformaciones del capitalismo. Por eso fue que, siendo
Ministro de Industria en Cuba, tuvo su polémica con los soviéticos y las influencias
stalinistas internas, sobre la contradicción de la ley del valor con el socialismo
y la necesidad de impulsar incentivos morales sobre los materiales. La mentalidad
stalinista derrotó al Che en Cuba y esa fue una de las causas de su marcha.
Los cómodos de siempre, los marxistas de manual soviético, los “realistas” de
cada época, algunos nacionales y populares “serios”, mucho han criticado al
Che por esta postura “idealista”, “voluntarista”, sin ser capaces de ver la
analogía de estos postulados con aquella afirmación de Marx sobre el papel de
la filosofía del proletariado alemán que también podría ser tildada de voluntarista.
Dicho de otro modo , el Che buscaba en Cuba y América Latina lo que Marx le
encargaba al proletariado alemán para Europa y la revolución mundial: pensar
más allá de las visiones positivistas, deterministas, pensar la ruptura revolucionaria
, base subjetiva sin la cual no habrá socialismo. Esa es la esencia insoslayable
y perenne del guevarismo heredada por Santucho y el PRT. El fusil fue sólo un
instrumento circunstancial de la rebeldía.
Porque el contenido de “desarrollo deformado” no partía de ver el subdesarrollo
como algo incompleto por inmaduro, sino específicamente un tipo de desarrollo
que se correspondía a los rasgos del capitalismo deformados por intereses de
clase y, por lo tanto, el socialismo heredaría esa deformación. Digamos ahora
de paso —y no sin una gran amargura—, que la parte lamentable de la historia
de cincuenta años de revolución en Cuba le dieron la razón al Che. El hecho
que hoy en día el setenta por ciento de las tierras cubanas estén sin cultivar
y se importe la mayor parte de los alimentos de los EE.UU., pagados por la “industria
del turismo”, es la paradoja más amarga, y no se explica de ninguna manera por
el bloqueo, sino por la persistencia de una idea falsa de desarrollo que viene
desde la época de las falsas esperanzas en las zafras monumentales. El monocultivo
azucarero, reemplazado por el “monoturismo”.
Veamos qué pasa en casa: Argentina es casi un modelo de ese desarrollo deformado
definido por el Che. Con la particularidad que ha perdido hasta cierto pluricultivo
del viejo modelo oligárquico, al trocarse en un sistema de monocultivo biotecnológico
manejado por los agronegocios, que produce para el mercado internacional al
mismo nivel, con esa palabreja que empalaga a los yuppies — “commodity”— y con
la eficacia de cualquier potencia. También se añaden algunas esferas de la producción
industrial, sobre todo la automotriz, carreteras y puertos a ese servicio (¿Ha
visto Ud las obras fluviales al norte de Zárate, en Atucha y Lima?) ciertas
urbanizaciones como Puerto Madero....todo ello conviviendo con la catástrofe
ferroviaria y de comunicaciones, el deterioro nacional de la sanidad y el colapso
del sistema educativo y, además, los bajos salarios y la desocupación con la
destrucción del “Estado de Bienestar”. La fábrica masiva de millones de pobres
y los riesgos de caer en el monocultivo y perder la soberanía alimentaría de
la cual este país podía estar casi orgulloso en el pasado.
Y aquí llegamos al objetivo de es artículo. La Argentina no es, no fue nunca,
un país “subdesarrollado”, además ahora tampoco es “tercer mundo”, porque ya
no existe un segundo mundo que explicara el tercero. La Argentina fue, y ahora
es más que nunca, un país de desarrollo “deformado”, tomando como metáfora esta
expresión de Guevara. Deformado porque convive el formidable “progreso” (biotecnología,
tecnologías industriales “de punto”, hiper minería, inmensos “countris”, expansión
del automóvil, de los celulares y las computadoras, exportación de programas
de computación, fabulosos ingresos de importación, obscenas cifras en materia
futbolística, en la compra y venta de los jugadores, malversación de fondos
públicos enviando barras bravas al exterior, etc., etc.….) con el creciente
analfabetismo cultural, pobreza estructural, caída paulatina del nivel de vida,
inseguridad social creciente, causa principal de muerte los siniestros de tránsito,
incremento de la explotación del trabajo….en fin, todo eso y mucho más, pero
con el detalle que los principales explotadores y responsables de estas calamidades,
poseen pasaporte argentino nativo, no son sólo ni mayoritariamente “extranjeros”,
tampoco se trata de aquella “burguesía nacional” que recibía el plato de lentejas
del imperialismo, como se decía en el pasado, sino que es la gran burguesía
nacida y enriquecida por la explotación del trabajo en este país, componente
del imperialismo, entendiendo por esto, no el “colonialismo” sino determinado
grado de desarrollo del capitalismo que ya no tiene absolutamente patria. Dicho
más claro con un solo ejemplo, la señora Amelita Fortabat, como parte del imperio
económico, le da órdenes al presidente de los EE.UU que funciona como comisario
de policía del imperio. En todo caso la señora Cristina es subcomisaria.
Finalmente, para encarar el futuro de la humanidad no es cuestión de completar
el “desarrollo”, sino de repartir la riqueza. Con lo cual, la historia ha dado
una de sus paradójicas volteretas: hoy encontramos más concreta motivación y
radicalidad en rémoras del socialismo utópico, en el socialismo romántico y
hasta en algunas prédicas cristianas, que llaman directamente a la ruptura,
a la acción, que en el llamado del progresismo a incorporarse al proceso científico
para lograr el bienestar social. Por eso no tiene ya sentido hablar de izquierda
o derecha, está todo mezclado y tenemos que aprender a despejar.
www.lafogata.org, 02/01/10
¿Hay
que transformar el mundo o hacerlo de nuevo?
Por Luis Mattini *
"La existencia del Estado y de la esclavitud son inseparables" (Karl Marx)
Según el mito del progreso, al capitalismo le sucedería necesariamente el socialismo
y por último el comunismo al final de un largo camino en el que se integraría
todo lo conquistado por la cultura humana en la historia. Pero este paradigma
confundió una postura ética, ontológica, perenne, de Marx –la llamada Tesis
11, "no sólo interpretar sino transformar al mundo"– con su puesta en práctica,
el llamado al combate, mediante una hipótesis de Marx que sirvió de impulso
a ciento cincuenta años de lucha: Esta hipótesis consistió en considerar el
carácter objetivamente revolucionario de la clase obrera como emancipador de
la humanidad y la apuesta a la revolución proletaria en la crisis del capitalismo.
Sin embargo, al asumir como "ley" lo que era un cuerpo de creencias, una apuesta,
una buena hipótesis, se olvidó que Marx afirmó también que, si al momento de
la crisis capitalista, el proletariado no hacía tal revolución, la humanidad
podría regresar a la barbarie. Esto indica que Marx no fue un cultor del mito
del progreso; por el contrario temía y previó la regresión.
Este es el momento actual previsto; el de la crisis capitalista y el riesgo
de regreso a la barbarie que se expresa en la presente decadencia de la civilización
y la grave amenaza al medio ambiente. Más que riesgo, en algunos aspectos estamos
viviendo ya la barbarie.
Otra hipótesis Vamos a intentar ahora otra hipótesis guía bajo la inspiración
de la misma Tesis 11.
Quizás no se trata de cambiar al mundo sino de hacerlo de nuevo.
¿Cuáles serían las consideraciones a tener en cuenta para este enunciado?
Primero, que no hubo "estrategia" trascendente en la formación del mundo, sino
que fue espontáneo. De modo que para "hacerlo de nuevo" no necesitamos "estrategia"
trascendente, necesitamos acción inmanente.
Segundo, no concebir ya al socialismo como automático sucesor "material" del
capitalismo en donde la ruptura sería sólo un acto político (revolución) de
captura del Estado, puesto que el capitalismo no es un simple sistema económico
cuyo aparato de dominación es sólo el Estado, sino una relación social que interactúa;
la sociedad de mercado reproduce la relación social y viceversa, tal relación
reproduce el mercado. El ciudadano, el sujeto se troca consumidor, en objeto.
Es decir que todo producto de ese progreso es, en principio, sospechoso de trocar
al sujeto en consumidor, real o virtual.
El socialismo que propiciamos ahora implica, entonces, un enorme esfuerzo de
creación, no sólo reparto ya de la riqueza, sino también una profunda ruptura
con una forma de producir y consumir.
Por ello ahora la lucha entre capital y trabajo y explotación de los trabajadores
está contenida en una lucha contra la amenaza de muerte que sufre la humanidad
por la producción biotecnológica, minera o la búsqueda de combustibles.
El progresismo es el primer sostén actual del sistema.
En efecto, ocurre que esto, visto desde el "progresismo", contiene como insospechada
consecuencia, una resistencia que aparece como "conservadora", toda vez que
la dominación no reside sólo en la propiedad de los medios de producción, sino
en el carácter mismo de esos medios. ( resistencia que, de hecho, están haciendo
los sectores más radicales en el mundo). Hay que asumir que el progresismo conceptual
es el primer sostén actual del sistema, ya que no siempre se recuerda que el
mito del progreso es un atributo del capitalismo.
Marx explicó muy claro en el Manifiesto Comunista que la burguesía es una clase
que no puede existir sino revolucionando constantemente y que en esa revolución
creaba –a su pesar– las bases materiales para el comunismo. Pero de allí no
debe deducirse –como se hace– que la esencia de la humanidad es vivir revolucionando
de modo constante los medios de producción. Porque el ser humano no es esencia
sino potencia, por tanto puede decidir si revolucionar o no. Hoy queda claro
que la humanidad debe "regular" (y hasta "conservar") los cambios en los medios
de producción, reservando aquellos óptimos y sustentables a la satisfacción
de un reino de la libertad posible solamente logrando el equilibrio ecológico.
Porque hoy las bases materiales para la socialización universal están harto
satisfechas y, sin embargo, la "revolución" de la burguesía continúa, no sólo
explotando trabajadores, sino amenazando la vida misma. Nunca, en la historia
hubo mayor revolución tecnológica y a la vez mayor diferencia entre ricos y
pobres; y por primera vez en riesgo para el planeta. Ya no se trata sólo de
liberar a la esclavitud asalariada, sino de preservar la vida de la especie
de la catástrofe ambiental. .
Por eso la resistencia de los desposeídos aparece como "conservadora" frente
a esta ofensiva capitalista que ya no extrae plusvalía sólo de la fuerza de
trabajo, sino también de la vida. De ahí que algunos pensadores insistan con
el concepto de "biopolítica"
¿El Estado o la Comuna?
Los marxistas parecen no haber entendido al Marx de la Gemeinweser, (comuna)
que escribió: "La Comuna no fue una revolución contra una forma cualquiera de
poder de Estado, legitimista, constitucional, republicana o imperial. Fue una
revolución contra el Estado como tal, contra este aborto monstruoso de la sociedad"–
porque ese marxismo posterior a la Comuna de Paris, por el contrario, hizo un
culto del Estado y consideró lo magno como lo superior, la apología de los Estados
Nacionales avanzando hacia los Estados multinacionales.
Hoy ese reagrupamiento de Estados, diluyendo los Estados Nacionales, lo está
haciendo el capitalismo. En el caso de América Latina y Europa con el entusiasta
apoyo de las izquierdas. Al menos reconozcamos la paradoja: que la resistencia
radical a estas tendencias del capitalismo son "conservadoras": tienen la apariencia
de "regreso" a la comuna. La izquierda tradicional la critica por falta de "estrategia",
por demasiado "comunales" Pero, atención: quizás en ese "regreso a la comuna"
se encuentre la alternativa a la producción biotecnológica.
Por otro lado recordemos que ese paradigma de lo magno cubre toda la vida humana,
a tal punto de ser el autor de esa gran abstracción llamada "mundo". Abstracción
que, facilitada por la televisión, se transforma en la más grande de las ilusiones
que ha conocido la humanidad: la ambigua ilusión de, por un lado conocer e incidir
en ese "mundo" y por otro, la impotencia de no poder hacerlo. Si lo que hago
en mi barrio no sale en TV no "incide" en el mundo, por lo tanto no vale nada,
no existe. La pantalla es la realidad, aún para los protagonistas El mismo paradigma
de lo magno se plantea en la organización: grandes partidos o movimientos de
millones de personas nacionales y proyectados de la misma manera hacia el ámbito
internacional. Las huestes del proletariado preparando la batalla decisiva contra
las hordas del capitalismo. Vanguardia y homogeneidad "ideológica" que, no por
casualidad, fue sistemáticamente homogeneidad en la obediencia. El stalinismo
fue su expresión más extrema y perversa, más no la única.
Hoy la resistencia radical a los agronegocios, la minería a cielo abierto y
la depredación en los combustibles contra la agresión al medio ambiente, se
organiza en miles de grupos heterogéneos, quienes intuyen cada día más que en
que en la multiplicidad está la vida y la creatividad, al mismo tiempo que buscan
formas de articular las luchas, sin que ninguna batalla sea decisiva y todas
son importantes y, sobre todo, sin centralizaciones burocráticas.
Además, el paradigma anterior, hijo dilecto de las ciudades, no podía menos
que ser urbano. El campo era sinónimo de barbarie. La cultura agraria (irónicamente
la base de la civilización) era considerada, "romántica", retrógrada por ser
"medioeval", individualista, antisocial, debía ser reemplazada por la tecnología.
El socialismo estaba llamado a liquidar la contradicción campo-ciudad "urbanizando"
a los campesinos. Hoy eso lo está cumpliendo el capitalismo con creces, sólo
que hacinando en la periferia de las ciudades a los agricultores reemplazados
por hombres de negocio.
Quizás la idea más fuerte del paradigma anterior fue la exigencia de "transformar"
desde arriba, es decir desde el Estado.
"Hacerlo de nuevo", que es lo que proponemos hoy, en cambio, contiene la idea
de la Gemeinweser, la convicción de que la sociedad, como pensaba Marx, sólo
puede transformarse desde abajo (el "abajo" no descarta alzamientos insurreccionales)
El desafío de hoy es cómo hacerlo de nuevo: la base material, la riqueza material
y espiritual está aquí, a nuestro lado, entre y con nosotros, hay que preservarla,
"conservarla" de la destrucción capitalista, repartirla, porque hemos llegado
al punto de partida.
Tengo el temor de que los proyectos políticos marxistas que llevamos adelante,
poniendo todo el cuerpo, en los años setenta estén a punto de ser derrotados,
no por la vía de su destrucción, como lo intentó primero el gobierno de Isabelita
y después muy duramente la dictadura, sino por la perversa vía de la distorsión.
Porque el terrorismo de estado había logrado destrozar nuestra organización,
pero no nuestro proyecto. Para el caso de una eventual derrota actual, la primera
beneficiada de eso seria la camarilla gobernante, pero esos beneficios serían
posibles gracias al no tan desinteresado aporte de cientos de personas pertenecientes
a varios organismos de derechos humanos y otros cientos que se benefician de
puestos estatales, más allá de la ocupación laboral que tenemos los empleados
del Estado, sea como docentes, profesionales o administrativos asalariados.
La distorsión va desde el extremo disparate de afirmar que se está marchando
hacia un modelo de país soñado por los setentistas, hasta la “sencilla”, pero
no inocente, idea de que el mérito de este gobierno que lo haría casi incriticable,
es la defensa de los DD.HH. y la Memoria Histórica. Todo ello se engarza con
la falsa idea de que nosotros habíamos luchado por la democracia hacia una total
estatización de la sociedad, incluida la vida y los sentimientos privados, tipo
chavismo-peronista, olvidando que para el marxismo no puede haber completa liberación
social hasta tanto no se extinga el Estado.
Realmente me sorprende la falta de memoria (de quienes precisamente se llenan
la boca hablando de esa ya frase hecha : “memoria histórica”) para recordar
las grandes discusiones que precedieron y acompañaron la toma de las armas.
Las veces que hemos repetido que sólo admitíamos al Estado como una inevitable
dictadura del proletariado durante un período de transición y que deseábamos
lo más corto posible. Las veces que, al menos en lo interno, criticábamos a
los socialismos existentes precisamente por mantener políticas de Estado que
transformaron la supuesta dictadura del proletariado en dictadura de la burocracia;
y si a veces no lo hacíamos públicamente era por razones de oportunidad política
frente al capitalismo.
La falta de memoria para recordar cómo estudiamos en Lenin, que la democracia
es un determinado modelo de dominación y no un ideal humano; por lo tanto la
democracia, con cualquiera de sus aditamentos, no era nuestra meta, si bien
hablábamos de “democracia popular” como un periodo de transición.
¿Cómo pueden haberse olvidado algunos de nuestros compañeros la consigna para
el programa inmediato por el que luchábamos: “gobierno obrero popular”? ¿Tiene
algo de “obrera” la mujer que nos gobierna en medio de su desfile de modelos
apoyada por la burocracia sindical, hoy transformada en empresarios? ¿No ven
que el discurso de DDHH del actual gobierno se reduce a lo pasado en los setentas?
¿No ven la violación cotidiana de los DD.HH. como consecuencia de la persistencia
en un modelo productivo basado en la biotecnología agraria, la industria derivada,
la minería abierta y la manipulación de recursos energéticos, todo ello marcando
una peligrosa tendencia al monocultivo que se transforma en una fabrica reproductora
de pobres?
Claro, este gobierno no es Videla ni el fascismo, eso está claro, pero a veces
no parece tan claro porque estas personas ligadas a los organismos de DD.HH.
actúan como si estuvieran obligadas a optar por el mal menor.
No señores, vivimos una plena democracia representativa, quizás menos que Suecia
o Alemania, pero bastante más que muchos otros países democráticos; eso debe
quedar claro, no existe otra democracia y a esta se la puede mejorar con esos
adjetivos de moda, “participativa”, “popular”, etc, pero sólo mejorarla, porque
siempre será un modo de dominación de una clase por otra.
Porque lo que parecen olvidar quienes dicen que este es el gobierno de los setentistas,
es que, —al menos el PRT-ERP—, luchaba por una sociedad sin clases. Y lo que
es peor, a veces creo observar que algunos compañeros que pertenecieron a esta
organización, por momentos parecen avergonzados de admitir que nosotros éramos
comunistas, tan comunistas que frente al partido comunista o a los partidos
trotskistas, y otras variantes pro-chinas, nos sentíamos los verdaderos comunistas,
éramos los internacionalistas de primera línea y nunca creímos ni en el socialismo
en un solo país, ni en la vía estatal hacia el socialismo.
Ah, un detalle: entre las cosas para el futuro que discutíamos mientras ejercíamos
la militancia y poníamos el cuerpo en la lucha armada, estaba la idea de que
en el socialismo desarrollado desaparecería la división del trabajo, también
desaparecerían la disciplina llamada economía política y el derecho como “ciencia
jurídica”, por lo tanto hablar de derechos humanos seria un absurdo, algo así
como hablar de derecho a respirar. El chiste era resolver que hacer con los
millones de abogados y economistas que pasarían a ser desocupados. (Para no
hablar de los escribanos).
Y sí señores, a la generación que nos sigue le contamos —y a nuestros desmemoriados
les recordamos— que nosotros teníamos tiempo para organizar la acción política,
el sindicalismo, los estudiantes, los barrios, entrenarnos, estudiar teoría
marxista y arte militar, ejercer la lucha armada y además de todo eso, fantasear
con los sueños sobre la futura sociedad, cómo serían la relaciones una vez desaparecidas
la feria de vanidades, en primer lugar los títulos académicos que reemplazan
a los títulos de nobleza. Soñábamos que el machismo desaparecería automáticamente
al desaparecer las causas que lo crearon, en fin, muchas cosas idealizadas,
claro, pero estamos hablando de sueños y todo cambio en la realidad de la historia
siempre empezó siendo sueño.
Bueno eso era parte de nuestros sueños. La crueldad ilimitada de la represión
de la dictadura pudo con la organización, pudo reventar la resistencia, pudo
asesinar a miles, pero no pudo con nuestros sueños. Por eso digo que en el fondo
no pudo derrotarnos.
Ahora me pregunto, realmente preocupado ante la evidente ausencia de sueños
y fantasías reemplazadas por la racionalidad de las universidades “alternativas”
o “populares”, o las marchas de ordenados y prolijos guevaristas…me pregunto
digo, si esta malversación que se está haciendo públicamente de los sueños setentistas
reduciéndolos a la simple “conquista” de los derechos humanos, por parte del
gobierno y los cómplices objetivos que he mencionado, no podrá ser preludio
de la derrota. ¿Aquello que la dictadura no logró con todo el peso del terrorismo
de estado, se conseguirá con este modelo de dominación que ha logrado comprar
a muchos ex-protagonistas?
Pues, los que nos atrevemos a seguir soñando le decimos: “Nuestros sueños no
caben en sus urnas”
Fuente: www.lafogata.org, 20/10/09
¿Nueva
derecha o nuevo modelo de dominación?
Por Luis Mattini
Hace unos días, al cruzar la avenida Entre Ríos hacia el Congreso de la Nación
mi vista fue herida por el siguiente cuadro: la vereda desierta y sobre ella
una fila de horribles entramados de hierro y alambre paralela cubrían en parte
esas formidables y hermosas rejas que tiene la fachada del Palacio. ¿Por qué
herida mi vista? Porque me inicié hace cincuenta y tres años como herrero forjador,
oficio que ejercí hasta los 30 y ello me permite afirmar que nadie puede apreciar
mejor que un herrero, la capacidad del ser humano de moldear el hierro con las
manos, para producir esa belleza, lograr esas verjas que el público en general
apenas aprecia y los profesionales suelen adjudicarle el mérito sólo al diseñador.
Además, esas verjas son extremadamente sólidas, sólo es posible derrumbarlas
con un tanque o una gran topadora. ¿Por qué entonces esos enclenques entramados
metálicos portátiles que la policía despliega aparentemente para contener a
los manifestantes? ¿Qué mejor muro de contención que la verja original? En una
recorrida por la ciudad veremos en todo edificio público esos mismos artefactos,
incluso frente al formidable Palacio de Tribunales.
Curioso, frente a la sede de las empresas privadas no hay dispositivos preventivos,
aun las multinacionales. Esto me llama la atención porque cuando yo era herrero
forjador, también fui sindicalista y el grueso de las protestas las hacíamos
contra las empresas privadas o las empresas estatales que brindaban servicios
públicos que eran muchas. Claro, también es cierto que la “demostración” para
“demandar” “reclamar” en “nombre” del derecho era más esporádica, o sea , las
acciones eran más activas, valga la redundancia, paro, huelga, ocupación, etc,
no se “reclamaba” el derecho, se lo ejercía de hecho.
Bien, cualquiera que tenga una mínima experiencia en manifestaciones y represión
de las mismas se da cuenta que esos artefactos metálicos no sirven para impedir
el paso de marchas sino para llevarlas por canales determinados. ¿Para qué sirven
entonces?
Veamos, en los primeros años sesenta se puso de moda la palabra canalizar, porque
cuando se descubrió el carácter “progresista” del peronismo, la mayoría de los
grupos marxistas pretendieron “canalizarlo”, los trotskistas con su política
de “entrismo”, el PC con la famosa tesis de Codovilla del “giro a la izquierda”
del peronismo, los sacerdotes tercermundistas porque no pueden sustraerse a
su populismo y, desde luego, finalmente lo que años después se llamó Montoneros,
cuya estructura dirigente lo constituían o bien marxistas que peronizaban o
bien cristianos y a veces algún peronista
Pero la vida tiene sus paradojas. La que resultó finalmente canalizada hoy en
día es la izquierda. Literalmente en esos “canales” formados por estructuras
metálicas para asistir el ejercicio del derecho a protesta, a manifestar, a
demostrar en la vía publica. ¿Asistir? ¿asistencia? Si, eso es. No se trata
de simple juego de palabras, se trata de que el Estado hoy ejerce una politica
asistencialista, por medio de subsidios de diversas especies, magros a nivel
de cada persona, pero eficaces como elementos de contención social. Esos artefactos
de hierro están, entonces, para canalizar la protesta por lo carriles del Estado
de Derecho, trazados por los poderes ejecutivos y custodiados por agentes policiales.
En caso de ser necesaria la represión, será ordenada por el Poder Judicial y
la ejecutaran tropas de asalto de la policía, los protagonistas detenidos podrán
ser juzgados. Eso se llama criminalizar la protesta. Se la utiliza cuando los
canales físicos y monetarios se muestren insuficientes para la contención.
O sea. Estamos frente a una modalidad de dominación diferente. Quizás sea exagerado
llamarlo nuevo modelo de dominación, pero también es poco preciso hablar de
“nueva” derecha. Creo que más justo es decir que la derecha adquiere nuevas
formas. Esta formulación tiene la ventaja de dejar ver más claro aún que en
estos días la derecha está dentro y fuera del Estado y del gobierno y, en todo
caso las diferencias representan matices diversos de intereses o bien mayor
o menos inteligencia para la dominación. Por ejemplo, es evidente que la discusión
por las llamadas retenciones a las exportaciones es una pelea por intereses
y al mismo tiempo deja a las claras que hay un sector —el de los agronegocios—
que no comprende que parte de esos subsidios son empleados en la política asistencial
que contiene millones de personas que en otras épocas estarían quemando campos
de soja, así como durante el cordobazo destrozaban las instalaciones de la empresa
xerox.
Por eso es que afirmamos que la izquierda perdió definitivamente su identidad,
hasta su razón de ser, cuando compró el mito del Estado de Derecho, como si
este fuera parte de su acerbo y no un producto burgués. En esto hay responsabilidad
en parte de de algunos exiliados que se vinieron con ese mamotreto bajo del
brazo. Otra parte de responsabilidad la tienen los sobrevivientes o descendientes
de sobrevivientes que identifican “derechos humanos” con las utopías por las
cuales nos jugamos la vida en los setenta. Dicho de otro modo: identifican Justicia
con condenar a los militares que ejercieron el terrorismo de Estado. La paradoja
es que esa “justicia” se ejercerá con la vigencia del Estado de Derecho, será
justicia burguesa. No tiene nada de malo, al contrario, bienvenida sea, sólo
que no es por la que lucharon sus padres.
Claro, hay que tener en cuenta que en esta degradación de valores y conceptos,
también tiene su importancia el derrumbe del Sistema Socialista Mundial, como
ensayos de sociedades superadoras del capitalismo. Y, lo que es para nosotros
particularmente doloroso: Cuba, país que a cincuenta años de la revolución más
formidable de América después de la mexicana, hoy tiene el 80 por ciento de
sus tierras improductivas e importa, nada menos que de los EE.UU, parte importante
del ochenta por ciento de sus alimentos, a pesar del bloqueo. Encima políticamente
está más cerca de la monarquía que del socialismo marxista.
¿Chavez y el socialismo del siglo XXI? Cualquier argentino de mi edad puede
asegurarles que en 1946 Perón, en apenas diez años, que son los que lleva ya
el Venezolano, creó un estado de bienestar productivo, una nación que producía
prácticamente todo lo que consumía. Con un poco más de modestia se lo llamó
“socialismo nacional”.
Si amigos, perdón por mi tono irónico, pero lo que ocurre es muy duro. O dicho
de otra forma, vivimos un periodo histórico de especial reacción. Claro, este
punto de vista es contradictorio con quienes piensan que en América Latina es
diferente al resto el mundo. Sin embargo a excepción de Bolivia, en donde la
activa presencia indígena obliga a mirar con otros ojos, en el resto, progres
más, progres menos, se vive el post- neoliberalismo….que no es el socialismo,
ni siquiera una oleada “democrática” al viejo estilo, sino la forma que asume
la nueva forma de dominación. Sin dudas que con mayores o menores talentos según
los países, pero todos en la onda de la readaptación del capitalismo.
Volvamos a nuestro nuevo modelo. Las palabras contención y asistencia son claves.
Hay que recordar que cuando surgió el capitalismo en la historia, su rasgo fue
incorporar a toda la sociedad a la producción; unos como empresarios, otros
como obreros hacedores de plusvalía y una minoría como servicios. Quedaba fuera
de la sociedad un grupo marginal de “inadaptados” (delincuentes, prostitutas,
vagos, linyeras, etc) que se los denominó “lumpen proletariado”. La desocupación
era transitoria y estaba destinada a regular el precio de la mano de obra por
la ley de la oferta y la demanda. La función del Estado era armonizar el sistema,
cuidar que cada clase social hiciera lo que le correspondía de acuerdo a las
leyes.
Pero a los largo de los siglos la producción fue requiriendo cada vez menor
mano de obra, al punto que hoy en día, los “marginados” no son un grupo de “lumpenes”
sino una porción muy grande de la sociedad para quienes el capitalismo actual
no tiene lugar. Dicho en forma cruda, están demás. Pero no se lo puede hacer
desaparecer, por lo tanto el Estado los debe contener. Para el capitalismo es
más productivo reducir la mano de obra a costa de subsidiar el mantenimiento
de los desocupados crónicos (planes de contención) que regular los métodos de
automatización del trabajo de manera que se mantenga la plena ocupación.
Dicho de otra forma: prefieren pagarles para que no trabajen, eso es, en última
instancia el asistencialismo que ejerce el estado que expresa los intereses
de ese modelo productivo. Y ese es precisamente el aspecto más irracional del
sistema capitalista.
Esto es así y nuestro cometido debería ser intervenir para conocer a fondo y
estudiar hasta descubrir por donde enfrenarlo y establecer una resistencia eficaz.
Pero ocurre que la mayoría de las organizaciones de izquierda, lejos de combatir
el asistencialismo, tienden a afirmarlo. Ocurre en todos lados, pero particularmente
en nuestro país lo es a partir del 2001, cuando las organizaciones de izquierda
mostraron más temor al “caos” resultante del espontaneísmo de masas que ellas
no pudieron liderar, que al orden burgués. Por lo tanto pasaron a colaborar
con la burguesía para contener a las masas.
¿Ignorancia? ¿Falta de conciencia? ¿impotencia? ¿Estupidez?...Hay un poco de
eso y hasta les doy esa chance…pero no, desgraciadamente estas cosas son las
que nos hacen poner en dudas cuando algo es ingenuamente inocente o se trata
de franco cinismo. Porque resulta que parece ser bastante sabroso y rentable
contar con recursos financieros estatales para organizar marchas disciplinadas
(nada de espontaneismo pequeño burgués) uniformadas, embanderadas, marchantes
ordenaditos , prolijos y bien vestidos y equipados como niños de una buena escuela,
que muestren nuestras fuerzas y capacidad militante… o sea nuestra razón de
ser. De manera que ahora el Estado no sólo subsidia la desocupación sino también
la cuota del afiliado y hasta la renta del funcionario de partido.
La aún llamada izquierda dejó de ser, insisto, porque la razón de ser de su
origen fue la lucha contra el Estado y ahora pasó a luchar contra el gobierno
o sea, pasó a ocupar un lugar dentro del Estado, por lo común lugar de oposición
porque no le da el cuero electoral par más. Tanto es así que con frecuencia
apoya a la “derecha” opositora porque están contra la “derecha” en el gobierno.
Esto referido a la izquierda orgánica, si vemos lo que pasa en la intelectualidad,
el panorama es más negro aún, pero los mecanismos y las razones son más o menos
las mismas. También el Estado ha logrado al fin encontrarles su precio. Desde
luego que hay excepciones, de lo contrario yo no estaría escribiendo esto, ni
La Fogata me lo publicaría; somos parte de la excepción.
Más que de excepción convendría hablar de la existencia de otro movimiento cuyo
rasgo es la resistencia y la lucha contra el Estado de hecho, sin definiciones
ideológicas, a punto tal que en algunos casos ni siquiera se sabe que es una
lucha antisistema. Este movimiento de hecho, que carece de centro, lo componen
quienes se movilizan para oponerse a aquello que es esencial al modelo productivo
actual y que perjudica a la población. (explotación de los recursos, tierra,
mares, minería, pasteras y oposición tenaz a todo lo que sea monoproducción)
(piénsese que monoproducción es también depender en forma exclusiva del petróleo
o del turismo habiendo tierras para garantizar la soberanía alimentaria) Este
movimiento apenas se ve, no poque sea chico, sino porque está debajo de la superficie,
carece de dirigentes y la TV no lo registra.
Por ahí, por se lado los marxistas deberíamos buscar el sujeto, sin prejuicios
ideológicos ni infantiles conceptos clasistas que aún tienen arraigados algunos
setentistas de origen pequeño burgués que todavía hablan “de la clase”; de la
“conciencia de clase” y hasta del “miedo de clase” (parece ser que el miedo
“obrero” es diferente)
Examinar cómo la consolidación de la sociedad posindustrial, o sea de esta nueva
faz del capitalismo, desplaza irremediablemente al sujeto “proletario” de su
centro. Pero no es que se “amplia” en forma sumatoria y de ese modo la izquierda
cree que es ir agregando temas y consignas a los programas (feminismo, ecología,
racismo, inmigraciones, biotecnología, etc) No, no se trata de una suma, se
trata de un cambio cualitativo que incluye cambios en la centralidad y que supera
muchas taras del pasado y nos permite repensar el tema y hasta la propia necesidad
de sujeto. También es imprescindible repensar el contenido de las palabras izquierda
o derecha, para ver que ya no se trata de una división en cómo se administra
un modo de producción, en el sentido del reparto de sus beneficios, sino en
cuestionar un tipo de desarrollo productivo que pone en riesgo la civilización.
O sea, ahora es una cuestión de vida o muerte. Izquierda pasará a ser todo lo
que facilite y se juegue por el desarrollo de la vida.
Por ese camino podemos ver falsas antinomias y evitar el maniqueísmo que pretende
que tomemos posición a favor del gobierno o de los agronegociantes con el argumento
de frenar a la “derecha”: estamos contra ambos porque ambos son derecha, como
hoy debe de ser calificado de derecha todo partido, socialista, comunista, trostkista
o cualquier ista, que impulse un modelo de desarrollo que acentúe la monoproducción,
y un modelo político que se apoye en la canonización del Estado de Derecho y
tienda a infinitas reelecciones en sucesión monárquica. Esa es la no-vida.
Debo admitir que me resulta muy dificil de entender y explicar el disparate
que acaba de escribir Osvaldo Bayer en
“Reflexiones sin demagogia” en la que compara lo sucedido en Alemania en
1946 con Argentina en 1984; esto es, la derrota del nazismo, después de cuatro
años de guerra entre formidables ejércitos, cincuenta millones de muertos y
media civilización destruída, con la retirada, más o menos en orden, de la dictadura
de Videla.
En dicho artículo Bayer parece desconocer que Nuremberg se hizo bajo la custodia
de los ejércitos vencedores y aún así dicho Juicio dejó mucho que desear y con
ribetes de colosal estafa. Los únicos ejecutados por crímenes de guerra, antisemitismo
y racismo fueron unos pocos nazis, olvidando la colaboración activa de los racistas
y antisemitas de los países ocupados por los alemanes. Además no se juzgó a
los responsables de los criminales bombardeos aliados sobre objetivos civiles
y las bombas atómicas sobre Japón. Para no hablar de los ex-nazis que continuaron
en actividad reclutados por la URSS y los EE.UU como técnicos y agentes secretos.
Cierto es que, a pesar de eso, Alemania es la única Nación que, en efecto,
hizo un proceso autocrítico, pero Bayer sabe que eso se hizo en la ex Republica
Federal o sea en gran parte los socialdemócratas, quienes a su vez cargaban
con la responsabilidad de haber asesinado a Rosa Luxemburgo y los espartaquistas
el 1919. ¡Oh Paradojas del siglo veinte! en la post guerra fueron mucho mas
consecuentes y eficaces para desnazificar que los comunistas.
En cambio el juicio a los militares en Argentina, si bien está lejos de ser
lo que seria nuestro deseo, es mucho más de lo que, no siendo vencedores, se
pudo hacer, gracias a la tenaz militancia de una minoria. Porque no hay que
olvidar que los militares no fueron derrotados por los argentinos, sino por
los ingleses fuera del territorio nacional y que el tribunal que los juzgaba
estaba rodeado por las armas de los acusados.
Además la experiencia y la edad nos obliga a reexaminar qué grado de disposición
había en la mayoría de la población para respaldar la tenacidad de esa minoría
militante de los derechos humanos. ¿O nos olvidamos de la verguenza del mundial
78? ¿Nos olvidamos también la concentración de masas borrachas de chovinismo
vivando a Galtieri por la invasión al las Malvinas? ¿Cómo es posible que sigamos
ignorando el injusto desdén e indiferencia de la población argentina con los
ex combatientes, derrotados, famélicos y desarrapados tratados como basura después
de haberlos mandado al frente? ¿O creerá Bayer que un “pueblo”, como él dice,
(yo prefiero decir en este caso una población, porque se es pueblo sólo cuando
se es sujeto), que no había superado semejante frívola ebriedad colectiva, sería
capaz de “agarrar las armas” al hipotético grito de un presidente socialdemócrata
para defender la democracia? ¿O le habrá creído al Partido Comunista cuando
éste le ofreció públicamente a Alfonsin las Brigadas para recolección de café
en Nicaragua al mando del “Comandante Mosqueda”, para reprimir a los carapintadas
alzados? ¿Tanta fe tendrá Bayer en la Institución Congreso? ¿Y con qué fuerzas
pensará que una Bicameral del Congreso de la Nación hubiera podido actuar?
Yo no tengo los 82 respetables años de Bayer, tengo 68, él es de una generacion
anterior; tengo mi hermano de sangre desaparecido junto con cientos hermanos
de lucha, muchos de ellos de la misma generación que Bayer. De cincuenta años
de militancia pasé diez en el exilio, pero no me considero víctima, sino un
permanente combatiente libertario, que en su momento empuñó las armas junto
al sucesor del Che, Mario Roberto Santucho al que Bayer nunca entendió y, al
menos hoy hoy reivindica. Nunca lo entendió a Santucho como sí lo hicieron muchos
de sus pares intelectuales y generacionales se jugaron con nosotros, aún siendo
a veces críticos: Silvio Frondizi, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Rodolfo Puiggros,
Paco Urondo, Alicia Eguren, por sólo nombrar algunos de esa larga lista con
los que juntos hicimos la historia de la que ahora Bayer parece querer monopolizar
.
Por otra parte muchísima gente en América Latina, y bastante más allá de ella,
revindica a La Argentina, como la única Nación que, con los errores y las agachadas
de Alfonsín incluidas, y sin el respaldo del Ejército Rojo, metió presos a los
militares. O sea que los cultores del Estado de Derecho, como lo es Bayer, al
menos en sus escritos, deberían sentirse orgullosos de ello a pesar de las limitaciones
del juicio, que por otra parte sigue su labor lenta pero inexorable.
En lo que a mí respecta, opino en cierto modo desde un costado, porque ni
yo ni mis compañeros tuvimos como objetivo de lucha meter preso o fusilar a
nadie, como no fuera en situación operativa por razones bélicas, sino crear
un nuevo contrato social. Nosotros no luchamos por la democracia representativa
y el Estado de Derecho, expresiones cumbres del estado burgués; y por eso precisamente,
nunca hicimos el ridiculo de “exigirle” a Alfonsín que hiciera lo que hizo el
Che Guevara en la Fortaleza de La Cabaña en La Habana.
De allí es que creo que la justicia con nuestros muertos es seguir luchando
por ese mundo por el que ellos dieron la vida, por trasformaciones radicales
de la sociedad, de modo tal que los déspotas que, con elemental justicia, el
aparato jurídico de este Estado, con la ayuda de los hoy amansados organismos
de derechos humanos, pudieran condenar y encarcelar, no sean reemplazados por
otros déspotas vestidos de civil.
“El
error más grande que cometimos fue subestimar a las Fuerzas Armadas”
Entrevista Contraeditorial (El Argentino)
03-08-2009 / El escritor y ex dirigente del PRT-ERP acaba de publicar El caso
Lisboa, su última novela, mezcla de ficción y realidad. Fue el heredero de Santucho
en la conducción de la organización armada. Fidel, Guevara y la autocrítica.
Por Jonathan Rippel
Pretende ser una novela. O sea, se supone que es una ficción, pero la verdad
es que los hechos contados en el libro existieron. Conocí a todos los personajes
que aparecen: los tomé de la realidad. Por supuesto que algunos están prefabricados
y otros son más o menos como eran. Y la situación era más o menos la misma.
Pero le sumé algunos toques literarios. Es decir, es una historia real contada
en forma de novela”, explica Luis Mattini (seudónimo que usó Arnol Kremer Balugano
cuando fue dirigente del PRT-ERP y que sigue usando como identificación del
compromiso militante) sobre su último libro, El secreto de Lisboa. Un secuestro
político de novela, en el que cuenta la indagación de una muchacha italiana,
hija de una pareja de ex militantes del ERP, al enterarse de la posibilidad
de haber sido engendrada por un estadounidense secuestrado en Lisboa por una
célula de dicha organización, en un operativo en el que la madre de la italiana
participó con un rol fundamental: poniendo el cuerpo.
–Una parte de El secreto de Lisboa transcurre en Venezuela y los personajes
hablan sobre Chávez, que es criticado ferozmente por la derecha argentina y
también por cierto sector que se considera progresista y que menciona que la
pobreza en ese país sigue siendo alta. ¿Qué opina?
–El escenario de Venezuela lo inventé. Tengo muchas referencias de cómo es Caracas,
y muchos amigos que están allá y militan. La admiración por Chávez la puse en
uno de los personajes del libro, El Tordo, que está basado en una persona real
que vivió en Venezuela. La novela es casi un homenaje a él, ya que murió poco
después de que terminara de escribirla. Esa confabulación que hay contra Chávez
es muy parecida a la que ocurrió en Chile contra Salvador Allende. Creo que
Chávez es un fenómeno curioso y muy interesante, pero no es el Che Guevara ni
Fidel Castro. Como fenómeno actual de América latina, sigo con mucha más atención
a lo que pasa en Bolivia.
–A Fidel y al Che, ¿los conoció personalmente?
–A Fidel sí, lo traté en varias oportunidades. Pero cuando fui a Cuba por primera
vez, el Che ya había muerto. Algunos compañeros sí lo conocieron, y hasta trabajaron
con él. Para los jóvenes de aquella época, el Che era contemporáneo. Entonces,
no sólo lo admirábamos sino que lo discutíamos. No es como ahora que se lo toma
como algo cerrado. Debatíamos la teoría del foco guerrillero. Y era un personaje
discutido por nosotros, no en el sentido de que estuviéramos en contra sino
en cuanto análisis de lo que estábamos de acuerdo y lo que no. En particular,
en mi grupo éramos partidistas, mientras que el Che nunca fue partidario de
un partido. Pero eran diferencias de enfoque: nada más. Lo que sí teníamos era
una confianza total en cuanto a su ética y su entrega revolucionaria.
–¿Y Fidel?
–Con él tuve una larga entrevista, que duró toda una noche. Fue en el año ’73,
cuando asumió Cámpora. Fui a Cuba en nombre del PRT. Habíamos solicitado una
entrevista. Nosotros éramos bastante pedantitos para ser jóvenes, porque la
verdad es que llevaba instrucciones precisas del buró político de Santucho de
que si la entrevista no era con Fidel, no se planteaba el plan (ríe). Una grosería
diplomática porque si Fidel mandaba a su hombre, era en su representación. En
esa oportunidad conocí al comandante Ochoa, que muchos años después fue fusilado,
y a Fidel, a quien fui a plantearle que queríamos hacer una guerrilla en el
monte de Tucumán y que deseábamos entrenamiento. Y él dijo: “Pero, ¿no le van
a hacer una guerrilla a Perón?”. Le respondí: “No, comandante, quédese tranquilo,
eso no lo vamos a hacer: estamos preparándonos para cuando muera Perón, lo que
ocurrirá en cualquier momento”. Y efectivamente, murió a los pocos meses. Y
él empezó a preguntar por los detalles, cómo era Tucumán y el norte argentino,
que no conocía. Hablamos también de la Guerra del Paraguay. Me acuerdo que lo
sorprendí cuando le dije que en esa guerra la yerba mate había sido alimento
básico de los paraguayos. Y él bromeó: “Con razón al Che le gustaba tanto”.
Finalmente me dijo que no, que no podían darnos entrenamiento porque tenían
relaciones diplomáticas abiertas con la Argentina. Bueno, nosotros sabíamos
que era así. Pero lo que más me impresionó de Fidel fue su visión de conjunto
y su capacidad de no perderse los detalles.
–En un momento de la novela, un personaje lleva a cabo una operación decidida
por la guerrilla en la que debe seducir a un turista adinerado con el fin de
que fuera más fácil secuestrarlo y financiar luego a la guerrilla con “el botín”.
Eso lleva a pensar en lo sacrificado que es la participación en una causa colectiva
en la que las decisiones de la vida privada se mezclan con las colectivas. ¿Qué
opina al respecto?
–En la novela pongo que fue paradigmático en la historia del PRT. Esta organización
tenía fama de ser muy puritana. Lo que cuento en el libro, de que una mujer
tiene que seducir a un tipo para poder capturarlo, era común en la Argentina.
Para empezar, cuando necesitábamos robar un auto: lo primero que hacíamos era
buscar a una compañera. O sea, usar de señuelo a una mujer era común. Por supuesto,
con el total acuerdo de ella. Era un acto voluntario. Pero siempre se armaban
las operaciones de tal manera que la compañera coqueteaba, actuaba para distraer
al tipo, y podía llegar a ser un apretón, pero siempre el equipo actuaba antes
de que se viera obligada a ir más lejos. Recuerdo que una vez discutimos y les
pregunté a las compañeras: “¿Ustedes están dispuestas a acostarse con un tipo
del enemigo?”. Les planteé el problema, que era muy común en la Segunda Guerra
Mundial y en la historia de la humanidad. Ellas respondieron: “Sí, por supuesto”.
Pusimos la condición de que la operación fuera por algo que valiera la pena,
que estuviera la vida de compañeros de por medio o la posibilidad de salvar
presos, por ejemplo. Los varones se mostraron más reticentes. Finalmente, llegamos
a la conclusión de que correspondía, que no era inmoral. Cuando nos pusimos
de acuerdo, como dirigente, les dije a los hombres: “Tengamos en cuenta que
puede tratarse de nuestras compañeras”. ¡Ah, pucha! (ríe).
–Afirmó en una nota que si bien el marxismo señalaba al proletariado como el
que liberaría a los demás mediante la toma del poder, la Revolución Rusa demostró
que no era así, ya que “no mejoró sustancialmente la situación de la mujer,
ni de las minorías”.
–Sí, he sido un marxista, y lo sigo siendo, en el sentido de compromiso. Cuando
era joven, era un marxista rígido. Pero el marxismo dice que la transformación
se basa en un cambio económico: una nueva clase, la obrera, que toma el poder,
y que el socialismo se construye de esa manera, y que el resto de las opresiones
serían, entonces, “secundarias”, como llamábamos en esa época, por ejemplo,
a la opresión a la mujer. Nadie decía que eso estuviera bien, pero se argumentaba:
“Eso se va a lograr cuando se emancipe lo principal”. Estoy convencido de que
fue un profundo error, y por eso estoy peleado con casi todos los marxistas,
mis viejos colegas y los nuevos, que me tratan de renegado. La historia demostró
que no es cuestión de prioridad. El proletariado tomó el poder en la Unión Soviética
y la situación de la mujer no cambió. Y lo mismo ocurrió con la opresión a otras
minorías, con la elección sexual y el problema del racismo. Creo que hay que
apoyar la lucha de todas estas minorías, que tienen una condición fundamental
que consiste en que su lucha es radical: no pueden detenerse porque si lo hacen
se termina el sentido de la pelea. En cambio, otros pueden negociar. La clase
obrera, y yo vengo de la clase obrera sindicalista, negocia un mejor salario.
Pero la mujer no puede negociar en cuanto a sus reivindicaciones porque de hacerlo
sigue dominada como mujer. Y lo mismo pasa con el racismo o con las minorías
sexuales.
–¿Comparte lo que planteó Ernesto Sabato en un ensayo al criticar tanto al sistema
comunista como al capitalista porque el primero, decía, se ocupa de la sociedad
pero no del individuo y con el segundo sucede lo inverso? Es decir, ¿está de
acuerdo en que fracasaron ambos sistemas y que en definitiva fracasó el hombre?
–Estoy de acuerdo en que es válido el planteo de Marx de la contradicción capital-trabajo.
Lo que sí ha fracasado es la idea de que la clase obrera podía reemplazar a
la burguesía y hacer una sociedad mejor. Cuando ocurrió en Rusia, se vino todo
abajo. Además, ya no hay clase obrera en el sentido en que se la planteaba en
la época de Marx. Hay que buscar nuevos caminos. La emancipación pasará por
otro lado.
–Usted sucedió a Mario Roberto Santucho en la conducción del PRT-ERP tras su
asesinato en julio de 1976. ¿Por qué lo reemplazó?
–Éramos un partido clásico leninista puro. Es decir, teníamos un comité central,
un buró político y un secretario general, que a la vez era comandante de la
fuerza militar. Las decisiones se tomaban por votación. Era un organismo colegiado.
Santucho traía propuestas y había que votar. Por lo general, las decisiones
se tomaban por unanimidad. Con Santucho estuvimos varios años en el buró político.
Lo que ocurrió es que tuvimos que incorporar a nuevos miembros al buró, porque
varios que lo habían integrado cayeron. De haber sido entre seis y ocho miembros
en el buró, pasamos a ser cuatro. Y golpearon a tres: Santucho, Domingo Menna
y Benito Urteaga. Automáticamente, entonces, tomé el mando. Y después se reunió
el comité central y me ratificó como secretario general. Luego hubo una reunión
más amplia y se volvió a ratificar.
–Usted conoció muy de cerca a Santucho. ¿Podría contar alguna anécdota suya
que vaya más allá de la política?
–Hay gente que tiene en Santucho una veneración de tipo religiosa. Yo tengo
admiración por él. Fue un dirigente, el hombre al que seguí. Para mí, Santucho
fue, sin duda, el sucesor del Che Guevara en la Argentina, porque fue el que
mejor lo interpretó y el que hizo cosas más parecidas a él en el sentido de
lo que se había propuesto. Yo ya tenía varios años de experiencia en política
cuando conocí a Santucho. Él no me impresionó porque fuera un brillante comandante
o intelectual, o un sagaz político. Lo que me impactó fue que era un hombre
que lo que decía, lo hacía. Este también era el rasgo de Guevara. Y nosotros
vivimos en un país demasiado acostumbrado a decir cosas y no hacerlas. Santucho,
además, si proponía algo, lo hacía con una convicción tal que te entusiasmaba.
Aunque al principio no estuvieras de acuerdo, seguía hablando y te persuadía.
Y te convencía porque era el primer convencido.
–Expresó hace un tiempo: “Puedo hacer autocrítica de las cosas que hemos hecho
mal, pero no me arrepiento de mi historia”. ¿Qué autocríticas hace y qué es
de su militancia lo que le provoca más orgullo?
–Si tengo que hacer una autocrítica, debo hacer una lista y estaremos todo el
día. Pero no estoy arrepentido de lo que hicimos, porque lo realizamos de acuerdo
a determinadas circunstancias. La autocrítica no es arrepentimiento sino un
“lo hicimos mal, ahora hagámoslo mejor”. Lo mejor que tuvimos fue la creatividad.
En la novela este aspecto no está nada exagerado: fue así. Lo quiero transmitir
a las nuevas generaciones, por ende, es que nunca hay que decir “no se puede”
sino “probemos”. Por eso, lo que más critico en la actualidad es la falta de
creatividad. Otro factor que reivindico es el poder de decisión que teníamos.
Nosotros, lo que decíamos, lo hacíamos. Algunas autocríticas que puedo señalar:
fue un error, por ejemplo, haber hecho operaciones armadas durante el gobierno
de Cámpora y en el de Perón. Tengo varios libros escritos en los que hablo de
los errores. No les puedo dar consejos a las nuevas generaciones porque el mundo
cambia. Nosotros agarramos el fúsil porque estaban dadas las condiciones para
hacerlo: no sé lo que se agarrará ahora. Sí hay cierto consejo que se puede
dar y es decir que el error más grande que cometimos fue subestimar. Nosotros
subestimamos al que considerábamos nuestro enemigo: las Fuerzas Armadas. Y estas
nos sobreestimaron a nosotros. Es la tragedia del país. Es gravísimo. No hay
que subestimar a nadie. Nunca.
–Estuvo exiliado en varios países. ¿Cómo recuerda el exilio?
–Nosotros salimos de la Argentina y fuimos a Italia, porque en los países limítrofes
era imposible y nuestro objetivo era ir a Cuba a buscar mayor entrenamiento.
Considerábamos que estábamos retrasados con respecto a la formación militar.
Era un error ver todo en términos militares. Cuando nos encontramos en Italia,
nos entrevistamos con los cubanos, y les dijimos: “Ahora hay una dictadura en
la Argentina”. Teníamos con ellos una relación como de hermanos. Nos respondieron:
“No puede ser, están todos los días cayendo compañeros en las calles: paren”.
Que los cubanos te digan que pares, es medio... En esa reunión del Comité Central
decidimos quedarnos un tiempo fuera del país, reorganizando la fuerza, viendo
los errores que habíamos cometido, para después retomar la fuerza. Ahí se decidió
que (Enrique) Gorriarán Merlo, otra gente y yo nos quedáramos afuera. Yo había
salido del país con un pasaporte falso. Con ese pasaporte viví lo que iban a
ser tres meses en Europa, cuatros años. Yendo, viniendo, laburando clandestinamente,
y no sintiéndome exiliado. Lo éramos pero no para nuestro estado mental, porque
pensábamos que estábamos fuera del país organizando la retaguardia para regresar
con todo. En esas circunstancias pasó lo de Lisboa, que cuento en la novela.
Yo era públicamente Luis Mattini. Tenía ese documento falso, con eso vivía,
y después fui a parar a México, donde imperaron los conflictos internos. Por
un lado, Gorriarán, y por el otro, yo. En aquel momento nos queríamos matar
el uno al otro. Hoy en día digo que “ni todos los buenos estábamos acá, ni todos
los malos allá”. Finalmente, el PRT se disolvió. Quedaron algunos grupos, de
hecho, todavía hay algunos dando vuelta que se dicen PRT, pero, como estructura,
quedó disuelto. En México una fracción del PRT planeó una operación que me podía
complicar la vida y decidí presentarme en las Naciones Unidas con mi verdadero
nombre: Arnol Kremer. Les dije que vivía en México. “¿Y cómo vino acá?”, me
preguntaron. Contesté que me habían prestado el pasaporte. “¿Y dónde está el
pasaporte?”, me dijeron. Les respondí que se lo había devuelto a la persona
que me lo había prestado. Me habían enseñado que tenía que decir eso. Y entonces
la ONU consiguió que Suecia me recogiera como exiliado. Necesitaba salir de
México, pero no tenía documentos para hacerlo. Los mexicanos me preguntaron
cómo había llegado allí. Les hice el mismo cuento: que me habían prestado el
pasaporte. “Entonces está ilegal”, se indignaron. “Por supuesto que estoy ilegal,
y quiero irme”, les manifesté. Me obligaron a pagar una multa y me expulsaron
formalmente de México. Fui con una carta de viaje a parar a Suecia como Kremer.
En ese momento me sentí exiliado. En Suecia me dieron un pasaporte de la ONU
llamado “pasaporte apátrida”. Este decía que uno era un refugiado político.
Estaba en sueco, inglés y francés y sostenía que “era válido para todos los
países del mundo menos para Argentina”. En ese entonces entendí lo que les pasaba
a los polacos, los soviéticos y los cubanos, que no podían salir de su país.
Era al revés de mi caso. Es que, con la dictadura, era lógico que no nos dieran
permiso para volver al país.
*Arnol Kremer Balugano se inició en la vida política en 1959 en el grupo Praxis.
Fue activista sindical en ATE, UOM y Navales; protagonista de las luchas políticas
de los ’60, y dirigente del PRT-ERP con el “nombre de guerra” Luis Mattini en
los ’70, organización de la que fue secretario general tras el asesinato de
Mario Santucho. También fue docente en la Cátedra Libre “Che Guevara” de la
UBA. Ha publicado los siguientes libros: Hombres y mujeres del PRT-ERP; La política
como subversión; El encantamiento político –de revolucionarios de los ’70 a
rebeldes sociales de hoy; Los Perros - Memorias de un combatiente revolucionario;
Los Perros 2 - Memoria de la rebeldía femenina en los ’70; Cartas profanas -
Novela de la correspondencia entre Santucho y Gombrowicz, y El secreto de Lisboa.
Un secuestro político de novela. En colaboración con otros autores publicó:
Che, el argentino; Los espejos rotos; Contrapoder - Una introducción; y ¿Qué
son las asambleas populares?. Actualmente participa en la actividad de los grupos autónomos y es coordinador
de la Cátedra Libre “Che Guevara” en la Universidad Nacional de La Pampa. Y
comenta libros en Le Monde Diplomatique.
"Cartas profanas". Debate entre la
rebeldía y la revolución
¿Cómo podrían ser los diálogos y/o trifulcas epistolares entre un filósofo escéptico
y rebelde (“el Kafka polaco”), y un joven capaz de jugarse la vida por la revolución
(“el heredero del Che”)?
Luis Mattini, sucesor de Mario Santucho en la conducción del PRT-ERP en los
70, luego exiliado y luego ensayista, se lanzó escribir la novela de esos posibles
diálogos entre el propio Santucho y el polaco anclado durante 23 años en la
Argentina, Witold Gombrowicz. Aquí, algunos tramos de la anticonferencia donde
Mattini repasó varios secretos de la historia, para pensar el presente.
El escritor
Witold Gombrowicz le escribe al joven
Mario Santucho: -Que a vos te interese algo de la introducción
que escribí para mi “Matrimonio” me da por la pelota. Tu interés por el rechazo
a las formas es fayuto. Por supuesto que vos no podrías pasar de la página 20,
no es obra para subesarrollados mentales bien alimentados y sobre todo bien
soleados. Tu crítica a las formas cae en una nueva forma. La crítica de un petulante
que presume que ha alcanzado la madurez.
Tiempo después Santucho, tras enumerarle los avances del proceso revolucionario
en Indoamérica, le responde: -Por ahora no me escribas porque no sé dónde pararé
este tiempo, ni sé si podría seguir soportando tus guasadas.
Luis Mattini
habla sobre Santucho, Gombrowicz y su último libro, (Entrevista Revista Eñe, julio 2009)
Ese tono impregna buena parte de
la novela de la correspondencia entre el polaco Witold Gombrowicz (1904-1969),
escritor y filósofo que vivió 23 años en la Argentina , y el joven Mario Santucho,
que terminaría siendo referente máximo del PRT-ERP (siglas del Partido Revolucionario
de los Trabajadores y su sección armada, el Ejército Revolucionario del Pueblo).
Santucho murió en 1976 bajo las balas de una patrulla militar en un episodio
que siempre resultó confuso por los aires de traición e infiltración que dejó
entrever. Ambas cuestiones, las cartas (dos de las cuales realmente existieron),
y el misterio de la muerte de Santucho, son la trama casi de suspenso de la
novela Cartas profanas, que Luis Mattini presentó en Mu. Punto de Encuentro
. Según las etiquetas que a veces se han usado, se trataría del diálogo entre
el Kafka polaco, y el sucesor del Che. Luis Mattini, clase 1941, en realidad se llama Arnol Kremer pero nadie lo conoce
por su verdadero nombre. Y el otro, Luis Mattini, es el nombre de guerra que
utilizó cuando militaba en política.
Eligió Luis como homenaje a Beethoven. Mattini le fue impuesto por las altas
dosis de mate que engullía con eficacia revolucionaria. Se ha convertido a la
vez en un historiador de su experiencia en la guerrilla, y en un pensador que
rescata los nuevos modos de organización social y política que cambiaron aquel
paradigma de los 70 (el partido, la toma del poder, la verticalidad, la estrategia
para la revolución) por los acaso más actuales (el movimiento, el poder entendido
como capacidad, la horizontalidad, la transformación de las relaciones sociales). Mattini escribió ensayos como Hombres y Mujeres del PRT, Los Perros, La política
como subversión y El Encantamiento Político, pero ahora se lanzó a la novela,
aunque sea una novela empapada de todos los debates políticos y sociales imaginables. “Soy un fanático de la literatura –contó Mattini en torno a una gran mesa que
compartió con el público durante su anticonferencia en Mu. Punto de Encuentro-.
Toda la vida me dediqué a la política pero mi formación fundamental es la literatura.
Para mi la mejor versión de la Revolución Francesa es la de Víctor Hugo, no
la de los textos políticos”.
A Mattini lo asombró enterarse de que Santucho y Gombrowicz se habían conocido.
“Confieso que al polaco (autor de Diario Argentino, Curso de Filosofía en seis
horas y cuarto, y Ferdydurke, entre muchos otros trabajos) no lo conocía. Pero
era la personalidad ideológica contraria a Robi Santucho. Santucho era el método,
el marxismo, la estructura, y el otro era petardista, el desorden andando. Robi
tenía 20 años y el otro el doble. Un viejo de 40. Se conocieron en Santiago
del Estero y se quedaron discutiendo hasta la madrugada y Robi le decía: ‘no,
Gringo, la cosa es así y asá’. Como lo conocí tanto a Santucho me lo puedo imaginar”.
Mattini consiguió las dos cartas reales tras esa reunión, que son el ADN del
resto. Una de Santucho donde le pedía la novela Ferdydurke en castellano y luego,
tras acusar de chauvinismo europeo al polaco, escribe: “No puedes comprender
que lo más importante ‘actualmente’ es la situación de los países subdesarrollados”.
La respuesta, dirigida a Robi a San Miguel de Tucumán: “Subdesarrollado, no
hables tonterías. Ferdydurke no lo puedo enviar. Prohibición de Washington.
Lo veda a tribus de nativos para imposibilitar desarrollo, condenados a perpetua
inferioridad”
El PRT versión católica
Mattini se entusiasmó con el estilo de Gombrowicz, que a la vez chocaba con
el joven Santucho que tan parecido pensaba al propio joven Mattini. “Santucho
para mi es la Modernidad en esplendor, y el otro es la caída de la Modernidad”.
¿Sería el diálogo entre el joven y el actual Mattin? “No sé –murmura el autor-la
historia es así. Si alguien quiere sacar la conclusión sobre quién tenía razón,
no se puede. Es como cuando nos dicen a nosotros (se refiere a los militantes
y guerrilleros) qu no teníamos razón, que no tendríamos que haber hecho lo que
hicimos. Si alguien tuviera que esperar a estar seguro para hacer las cosas,
nunca haría nada. Nosotros intentamos, como tanta gente. Y el polaco criticaba
eso”.
En un momento del libro Santucho le escribe al polaco: “Vos sos potencialmente
un revolucionario, por eso me gustás, lo que pasa es que el paso de rebelde
a revolucionario es un acto de voluntad, un acto de conciencia hacia una práctica
revolucionaria junto a una clase revolucionaria y con una teoría revolucionaria”.
Agrega: “El arte, si no es realista, no es revolucionario. Tampoco es neutral,
consolida el orden burgués”. Witoldo contesta: “Recibí tu carta que bien podría
servir para colgar de excusado, si no fuera porque tiene tinta”. ¿Qué hay más
allá de la perseverancia disuasiva del argentino y de los desplantes del polaco?
Mattini: “Son dos lógicas. Cuando estudié todo lo que decía Gombrowicz me pareció
que él era culturalmente más revolucionario que nosotros. No sé cómo va a caer,
pero yo creo que los setentistas fuimos en general muy decididamente revolucionarios
en el sentido de querer cambiar la sociedad, jugarnos todo, pero no éramos suficientemente
revolucionarios en las costumbres sociales. Por ejemplo, había una carga enorme
de machismo en el PRT. Ls relaciones de pareja, en eso éramos iguales que los
católicos. El polaco se moría de risa. Uno ve la izquierda, que en Cuba ha sido
machista, no pudo eliminar el racismo tampoco. Un compañero me dijo: lo que
nos ganaron fue la batalla cultural. Y realmente era la parte más atrasaa que
teníamos. El polaco era avanzado en ese sentido, y no en lo político. La novela
da vueltas en esa contradicción: ¿cómo hacemos para resolver la radicalidad
política, junto con la radicalidad cultural?”.
Para Mattini muchos marxistas mantuvieron una suposición vulgar, la de Suponer
que cambiando la estructura cambia todo. “El feminismo fue el primero que planteó
algo distinto. Nosotros a las feministas les decíamos que la liberación de la
mujer iba a ser posible cuando el proletariado liberase a la sociedad, cambiando
las estructuras sociales. Y las feministas contestaban: no señores, nosotras
tenemos que liberarnos ya. Y nosotros insistíamos: tienen que esperar la revolución.
El problema no era solo el feminismo, sino que en general se planteaba que el
proletariado era el que liberaba a los demás, mediante la toma del poder. Pero
la Revolución Rusa demostró que no. No mejoró sustancialmente la situación de
la mujer, ni de las minorías”. En términos de la novela, Mattini – Gombrowicz
le dice a Mattini – Santucho: “¿Cómo puedes hacer una revolución nacional e
internacional si no puedes hacer una revolución en vos mismo?”
Borges y la revolución
Mattini reivindica la posición del polaco con respecto al arte: “El arte es
revolucionario por definición. El buen arte es revolucionario, el que no es
revolucionario puede ser el artista, pero esa contradicción es típica. Por ejemplo,
Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa no son personas revolucionarias, pero
sí su arte”. ¿Vargas Llosa también? Mattini reivindica, por ejemplo, El paraíso
en la otra esquina del peruano, que narra la vida de Flora Tristán y un nieto
renombrado, Paul Gaugin, y un tema acaso fuera de agenda contemporánea: la búsqueda
de la libertad. En ese punto Mattini explora las comparaciones con el Che. “Robi sale a América
Latina, a Estados Unidos, a Cuba, pensando que es un viaje como el del Che.
Pero el polaco le dice, le hago decir, que la diferencia es que el Che no tenia
la más pálida idea de que iba a ser un revolucionario. Creó todo en el camino,
mientras andaba. En cambio Robi ya sabía cuál era el camino. Y cuando digo Robi
me refiero también a lo que yo sentía. Entonces, muchos elementos negativos
o problemáticos del PRT tienen que ver con que seguíamos historias atrasadas”. El debate entre el rebelde y el revolucionario, finalmente, queda sin cerrar.
Tal vez sea lo mejor, que represente no un cierre sino una apertura.
¿Quién entregó a Santucho?
La novela no es sólo epistolar, ni sólo abarca algunos de los dilemas políticos
más actuales. En realidad cuenta cómo el autor se va adentrando en el secreto
de esas cartas guardadas, y todo se cruza con la aparición de viejos militantes
y compañeros que van revelándole aquella relación entre “el último guevarista”
y “el Kafka polaco”. En el camino, salta la cuestión de la muerte de Santucho,
o del modo en que fue detectado, como tema político que enhebra la posibilidad
de la traición.
Mattini, durante la anticonferencia, sostuvo algunas premisas con respecto a
aquel hecho.
1) El enfrentamiento se produjo por la presencia apenas de una patrulla del
ejército, lo cual indicaría que no estaban esperando encontrarse con el guerrillero
más buscado en ese momento de 1976. 2) Siempre existió la teoría de que Santucho iba a tener ese día una entrevista
con el jefe de Montoneros Mario Firmenich: “A mi no me cae simpático Firmenich,
pero no existe ninguna razón para pensar que lo hubiera entregado. Mientras
no tenga una razón, no voy a pensar eso”. 3) El dueño del departamento donde cayó Santucho era Juan Carlos “Gringo” Mena,
y una versión plantea que tenía un amigo médico y militante al cual le habían
secuestrado a su compañera. El médico habría sido extorsionado para entregar
a Mena a cambio de salvar a su compañera Mattini va más allá de la posible traición:
“En la novela planteo la cuestión que para mí, en el fondo, es la importante:
¿El PRT fue liquidado porque mataron a Santucho, o en realidad mataron a Santucho
porque el PRT había sido liquidado? Mi opinión es esta última, para mi el PRT
ya estaba fuera de combate cuando mataron a Santucho, y esa fue la prueba de
que ya nos habían derrotado”.
Pero hasta el tema de la delación es traducido a términos políticos en este
caso: “Siempre se habla de la infiltración, y es un elemento que los servicios
utilizan. La idea de que lo entregó uno de nosotros, de los que quedamos vivos
ahí. Y esa es la explicación más fácil y más peligrosa. Porque si un movimiento
falla porque alguien de la cúpula entrega a otro, y eso derrumba todo, la conclusión
es que no vale la pena luchar”. Mattini rechaza esa visión, pero en todo caso
los detalles están en Cartas profanas.
El zapatismo de Gualeguaychú
Las preguntas e intercambios penetraron cuestiones de la historia y del presente.
Mattini cree que todo elmovimiento revolucionario del siglo XX siguió la pauta
trazada por la Comuna de Paris en 1871. “Todas las expresiones latinoamericanas
de revolución, estaban inspirados por la Comuna de Paris y a partir de nuestra
derrota, de la derrota del guevarismo, vinieron otros modos de hacer las cosas.
Lo diría así: En américa Latina, la experiencia de zapatismo en Chiapas es equivalente
a la Comuna de Paris. No quiero decir que tengamos que hacer lo que hizo Marcos,
sino que aquello fue una vuelta total, como si le quitara al guevarismo la idea
de la toma del poder, rescatando sólo lo esencial del guevarismo: la lucha,
el compromiso, las ideas de emancipación, que implican fomentar cómo la gente
va cambiando la sociedad sin tomar el poder”.
¿Cuál sería el reflejo de esas prácticas en la acutalidad? Quizás sorprenda,
pero Mattini observa que esa médula que nació en Chiapas, se trasladó a situaciones
como la de Gualeguaychú: “No lo de los ruralistas, sino la Asamblea y la ciudad
contra Botnia, poniendo en tela de jucio a los gobiernos, al MERCOSUR, la política
exterior. O lo de Esquel (impidió la instalación de una minera con un plebiscito)
o Famatina (impidió la instalación de otra minera con un piquete a 1.800 metros
de altura). Eso me entusiasma porque son situaciones que lo cambian todo. La
gente participa por múltiples motivaciones”.
Le preguntan, en estas experiencias, cuál es el papel de una vanguardia: “No
hay vanguardia. La gente se moviliza para defender su negocio, nada más, o porque
le molesta el olor. Pero apenas van participando, metiéndose, terminan tocando
a fondo el sistema productivo actual, cuestionan de un modo radical lo que ocurre
en este momento. La vanguardia tenía que ver con el concepto de revolución como
guerra. Yo sigo pensando que hay lucha de clases, claro, pero lo que cambió
es el concepto de la guerra como revolución, del partido como estado mayor de
esa guerra. El modelo de Lenin”. Alguien le sugiere que al no tener vanguardia, el estallido de 2001 terminó
en la nada. “No se fueron todos, se quedaron todos”. Mattini propone: “Es lo
mismo que pensar que el Mayo Francés no condujo a nada. Sin embargo simbolizó
todo lo que pasó después. Somos hijos de esa jodita que hicieron los pibes franceses.
Reconociendo las distancias con 2001, y en esto no estoy hablando ni mal ni
bien de este gobierno, pero reconozcaos que la Argentina de antes de 2001 era
una cosa, y después otra. No el gobierno, el país es otro”.
La cabeza y el corazón
Otro ejemplo de transformación que toma Mattini de las actuales experiencias
es el de las fábricas sin patrón: “Todo el sistema socialista mundial, desde
la Unión Soviética, pasando por China hasta Cuba, no eliminó una cosa que, mientras
exista, va a significar que existe capitalismo: el salario. El salario es lo
que produce el capital. No fue eliminado el salario en ningún país socialista.
Pero en las fábricas recuperadas, hay que investigarlo más a fondo, hay una
forma de experimentar cómo cambiar o eliminar el salario”.
La conversación siguió con una hipótesis que simboliza otro cambio: accediendo
a la historia a través de la ficción, lo que hizo Mattini fue escribir más con
el corazón que con la cabeza. El privilegio de resolver si eso es así, queda
a cargo de quienes entren al libro.
Fuente: www.lavaca.org
Cartas
a Mario Roberto Santucho, a 33 años de su muerte
Entrevista
Un compañero de militancia y autor de varios libros sobre el líder del ERP dice
que Santucho fue el único sucesor del Che.
Por Horacio Bilbao
"Es extraño como el Ejército jamás homenajeó a quienes llevaron a cabo una de
las batallas más importantes contra la guerrilla". Quien lo dice es Arnol Kremer,
más conocido por su nombre de guerra en el PRT-ERP, Luis Mattini. Y habla puntualmente
del capitán Leonetti, a frente de la redada que terminó con el asesinato de
Roberto Santucho, hace 33 años, en Villa Martelli. Sucede que ese 19 de julio
de 1976 no sólo mataron a Santucho, también decapitaron la cúpula del ERP. Mattini,
que por casualidad no estaba en aquel departamento, asumió el timón de la organización,
planeó más tarde la retirada y vivió para contarlo y escribirlo en textos documentales
y de ficción.
Mattini lleva por lo menos cuatro libros (todos bajo el sello de Ediciones Continente)
en los que evoca momentos de la vida revolucionaria de quien fuera el líder
de su organización. En los Perros I y II, Mattini se sumerge en el movimiento
a través de sus vivencias personales para trazar un fresco del Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP) y su brazo político, el Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT) así como su principal figura Mario Roberto Santucho. Y en Cartas Profanas,
el más reciente, plantea un juego de realidad y ficción a través de un supuesto
intercambio de cartas entre escritor polaco Witold Gombrowicz y Mario Roberto
Santucho, quienes se conocieron durante el los más de 20 años que Gombrowicz
vivió en nuestro país, como lo certifica María Seoane en su biografía sobre
el líder del ERP.
A todos estos libros Mattini los firma con su "nombre de guerra", el seudónimo
que utilizó a partir de 1970 para la lucha clandestina. No lo cambió hoy ni
en 1976, cuando tras la muerte de Santucho, asumió la secretaría general del
PRT y la comandancia del ERP. El mismo se define como el "comandante de la derrota",
todavía dice nosotros cuando habla de Santucho y le rinde homenaje cada vez
que puede. "Para mí, fue el sucesor del Che", dice.