Luis Mattini

Ex dirigente del PRT-ERP, autor de "La política como subversión" y "Hombres y mujeres del PRT-ERP", entre otros.

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¡Grande Silvio!

La Integración Mundial, última etapa del capitalismo

Por Luis Mattini

Tampoco afirmamos que la tendencia a la integración mundial capitalista sea la descolonización, sino la modificación del actual sistema colonial, es decir la sustitución de un sistema colonial por otro sistema colonial, en el que el país dominante cede en un aspecto —el político— para ganar en otro —el económico—.

[Silvio Frondizi: "La integración mundial, última etapa del capitalismo" Praxis, Buenos Aires, 1954]

El excelente artículo de Raúl Zibechi para La jornada "Sudamérica para los sudamericanos" que se reproduce también aquí, en La Fogata, me inspira para retomar este tema del harto evidente cambio en el imperialismo.

Durante la reciente insubordinación de la policía en Ecuador, ciertos grupos de izquierda hipertradicionales, gritaban la novedosa consigna "Fuera Yanquis de Ecuador", al menos que se refirieran al personal de la Embajada, o a empresarios, no nos imaginamos de quiénes estaban hablando. Suponemos que no de los turistas que son la moda en Buenos Aires y no sólo por la boutiques de la Recoleta, pero que sobre todo son muy deseados en todo el mundo, incluso en…Cuba, porque por lo general se trata de muy buena gente y muy compradores, los turistas norteamericanos, digo.

En efecto: Zibechi apunta muy atinadamente varias novedades en este tipo de crisis: Una. La respuesta fulminante de UNASUR. Otra: que la región ha ido tomando forma propia. La tercera, la tardía reacción de la Casa Blanca. O sea que en adelante las crisis regionales serán resueltas en la región. Apunta que fue el entorno de Lula el que percibió con nitidez que no se trataba de un golpe de estado por exacerbada y desmedida que fuera la protesta policial. Por eso la buena noticia es que sudamérica es para los sudamericanos. Sin embargo esta imperdible nota finaliza advirtiendo que "la tentación de gobernar para la población pero sin ella, taponando las críticas con discursos, es pan para hoy y desamparo para mañana".

Está claro que estos gobiernos, aún los más avanzados, administran modelos productivos en diversas fases de desarrollo que se fueron constituyendo en parte objetiva del Imperio, y cuyo carácter imperial no está dado por cada gobierno en sí, sino por el grado del desarrollo capitalista. En ese sentido Brasil está a la cabeza y Argentina tiene un lugar relevante. A veces se dice que estos gobiernos se han hecho cargo de administrar el llamado post-neoliberalismo, el que no parece ser un "progreso" sobre la crisis del neoliberalismo, sino una vuelta más en el proceso de superación del imperialismo en el sentido que Lenin lo definió en su momento. Digamos mejor que todo parece indicar que estamos en pleno proceso de integración mundial del capitalismo, o sea que el imperialismo dejó de ser "nacional" opresor de naciones, para estar repartido por todo el mundo, incluso en casa.

En nuestra casa ya no es más la vieja oligarquía terrateniente, socia menor del imperialismo, sino la gran burguesía agraria, la de industria extractiva y parte de la industria tradicional, en especial la de automotores. Esos capitales internacionales, o sea como entes , como capitales no tienen patria, pero sí tienen dueños, varios de ellos argentinos nativos con pasaporte argentino. Ese conjunto de intereses monopolista constituyen el modelo productivo dominante en el país, y que domina por simple peso económico, impulsado inicialmente por el ex presidente Menem, continuado por la llamada Alianza y hoy administrado por la Presidenta Cristina Fernández, luego de algunos ajustes posteriores a la crisis del 19-20 de diciembre.

La izquierda tradicional no puede, no quiere ver estos cambios, porque siente que se le mueve el piso ante estas observaciones de la realidad o la afirmación de Antonio Negri que el imperialismo se transformó en Imperio. Ya hace más de 50 años, Silvio Frondizi escandalizó al PC con un afirmación parecida. ¿Por qué se escandalizan? ¿Por dogmatismo?. Si es también por dogmatismo, pero esta es una explicación casi moralista. Creo que hay una razón mucho más materialista. Aceptar estos conceptos significa trasladar el eje de la contradicción fundamental supuestamente de "imperio - nación" al eje "burguesía - proletariado" o sea a entender que el enemigo principal y concreto está entre nosotros vive al alcance nuestro.

Que coincidencia, Silvio Frondizi fue propiciador de la nueva izquierda que se lanzó a un proyecto clasista de toma del poder en Argentina y Sudamérica, incluyendo formas de lucha armada; y Antonio Negri lo fue en Italia. Mientras tanto la izquierdas tradicional y sus intelectuales halógenos nos acusaban de "foquistas", "pequeña burguesía desesperada" "revisionistas" "proyanquis" , mientras ellos se la pasaron décadas cascoteando la embajada de los EE.UU. y decidiendo por cuál de la fracción de la "burguesía nacional" votaban y siguen votando.

¿Cómo es eso? Pues sí señores, a los eternos defensores de la "teoría de la dependencia", de "la cuestión nacional", los viejos admiradores de la "burguesía nacional", los que todavía continúan chicaneándonos por nuestro "europeismo", clasista, el que supuestamente no nos habría permitido entender que el nacionalismo es progresista en las colonias. Si, a ellos les resultó muy fácil la "lucha antiimperialista", lo mas difícil fue llegar hasta la Embajada, para cascotearla, nunca fueron capaces de siquiera tirar una bombita de alquitrán en territorio de los EE.UU. (los nacionalistas vascos, por lo menos intervienen en Madrid)

Pero si ahora descubren que es posible de emprender la actual lucha antiimperialista en la parte del Imperio que está aquí, al alcance de nuestras manos, que no son "extranjeros" son argentinos y cristianos…caramba, eso les hace ver que no lo podrán resolver con ordenadas marchitas protegidas por la policía puesta por el gobierno nacional y popular. Mucho menos lo van a resolver manteniendo fidelidad a los supuestos "representantes de la burguesía nacional" que hoy administran esta parte del Imperio. O sea los gobiernos actuales que intentan "gobernar para la población… pero sin ella", porque si gobernaran para la población deberían romper con el Imperio, es decir con los agronegocios, la industria extractiva y la industria automotriz, al menos.


Entrevista en el programa "Juguemos en el mundo", AM750, 9 de noviembre de 2011.

Claro, claro, ocurre que estos nuevos gobiernos no sólo garantizan la libertad política, sino que hasta la financian con diversas formas de contención social, sostenidas con parte de las "retenciones" (¿se preguntó alguna vez porque este término para reemplazar a la vieja palabra "impuesto")

Para redondear: no se trata de juzgar el compromiso y las intenciones de estos gobiernos, en algunos casos, como el de Uruguay, claramente de izquierda y hasta buena gente. Se trata de que los marxistas, insisto, al menos los marxistas, aquellos que seguimos sosteniendo que la sociedad no se divide en naciones, sino en clases sociales, veamos que los cambios que están a la vista, es decir esta saludable "independencia" de Sudamérica, donde conviven gobiernos tan dispares como Colombia y Brasil, o Perú y Bolivia o Argentina y Chile, dejan demostrada que la contradicción principal no es imperio-nación, sino burguesía-proletariado. Dicho más claro, a riesgo de redundar. Para nosotros, los humildes, los asalariados, los pobres del campo o la ciudad, el explotador directo es el gran burgués, el gran empresario con pasaporte argentino.

Eso significa revisar a fondo nuestra línea de la lucha por la emancipación social. Significa ponernos al frente del deber de cada generación, esto es, de actuar fiel al mandato de cada época. Y pareciera ser que la nueva época se vislumbra como un saludable retomar los fundamentos más sólidos de la teoría de la lucha de clases.

04/10/2010

Fuente: www.lafogata.org

Silvio Frondizi: El peronismo, en El Ortiba
Artículos de Luis Mattini en La Fogata

 


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Monumento de repudio al genocidio

Por Luis Mattini

El escritor Osvaldo Bayer tiene una obsesión que suele ser propia de quien ha sido siempre testigo y no protagonista de la historia: demoler el monumento dedicado al masón, anticlerical liberal, y hasta sospechado de ateo, General Julio Argentino Roca, como un acto de justicia con los aborígenes por el genocidio llevado a cabo durante la llamada Campaña del Desierto por él comandada, hace de esto cien años. Y hablando de genocidios; es curioso que Bayer nunca habla de la otra Campaña, sólo numéricamente menos cruenta, la del muy católico apostólico romano Brigadier General Juan Manuel de Rosas, quien a pesar de no ser un militar de escuela como Roca, poseía mayores títulos y no fue manco para el uso de la violencia represiva contra criollos e indígenas.

A propósito de Roca, hace unos días salieron a la calle un grupo de personas a manifestar como está de moda, es decir con toda la trascendencia de la fanfarria, la iconografía impregnada de fotos del Che y los ritos de los actuales desfiles, por la Avenida de Mayo y otras calles, pidiendo la destrucción del monumento a Roca. Cabe preguntarse ¿Si es que están convencidos que por ahí pasa la solución a la opresión que sufren los indígenas, no sería mejor que en vez de llevar esas vistosas banderas y esos disfraces para pedir...no sería mejor, digo, en honor al "hacer" que aprendimos de la inmanencia del Che, que llevaran picos y mazas para empezar a demoler el monumento? Claro, mirándoles las manos, enseguida puede sospecharse que lo más probable es que ninguno de esos manifestantes sepa qué es y como se usa un pico o una maza. Como cruel ironía de la situación política actual, como si tal manifestación fuera una burla, al mismo tiempo, unos amigos acaban de regresar del Chaco con el alma destrozada e indignados de impotencia, después de haber estado en La Impenetrable para ayudar a los Tobas que están sufriendo un verdadero genocidio, por desnutrición y todo tipo de carencias, genocidio no perpetrado por generales, sino por el Estado Nacional, los Estados provinciales y otras instituciones civiles que propician la política sojera, causa principal de la expulsión de sus tierras. Repito: no se trata de que un General esté reprimiendo a los aborígenes hoy en día no hace cien años, sino en nuestros días, ni siquiera que la opresión sea armada. Se trata de una espantosa situación actual, de sistemático avance de la frontera agrícola consecuencia del modelo productivo administrado por el gobierno, que los acorrala sin piedad.

Es sabido que la población aborigen de América ha sido sometida, aplastada, primero por los españoles, portugueses e ingleses, sin olvidar a los franceses, de quienes heredamos el adjetivo "latina"; luego por los criollos fundadores de los Estados Nacionales, los llamados blancos, con sus ancestros llegados desde Europa y otros continentes. Pero para hablar sólo de Argentina, recordemos que salvo muy pocas excepciones, entre ellas los galeses que se asentaron en la cuenca del río Chubut, en la Patagonia y los obreros anarquistas, expulsados por la oligarquía, quienes hicieron causa común abrazando a los prisioneros indígenas del general Roca traídos a Buenos aires, la gran mayoría de los inmigrantes fueron, son y en cierto modo somos, responsables de una intransigente y soberbia visión unilateral de la cultura y el progreso que dio base al genocidio.

¿No sería necesario preguntarnos, cómo fue posible semejante dominación? ¿Cuál fue la superioridad de los europeos, si después de todo durante los dos primeros siglos eran minoría? ¿Si muchos pueblos originarios fueron realmente hábiles y eficaces guerreros? ¿Si a su vez en la América precolombina había encarnizadas luchas de unos pueblos para liberarse de la dominación de otros, por ejemplo la lucha de los mapuches resistiendo a la dominación de los Incas? Se ha dicho que la ventaja europea fue "tecnológica", no cultural, gracias al poder del hierro, la pólvora, el caballo hasta entonces desconocidos en este continente; sin embargo, voces menos escuchadas pero más inteligentes, han afirmado la importancia del aspecto ideológico: la cruz, o sea el cristianismo, en particular el catolicismo como factor subjetivo determinante en la dominación.

Veamos eso un poco más de cerca: en México, después de las vacilaciones de Moctezuma y las ambigüedades de la Malinche, Cuauhtémoc, le cortó la cabeza a un caballo, con lo que demostró que no eran inmortales y de ahí en más, los indígenas de las grandes llanuras dominaron el caballo y pasaron a ser mejores jinetes que los europeos. Luego ese Gran Capitán azteca derrotó a Hernán Cortés y lo hizo llorar bajo "el árbol de la noche triste", el que todavía conservan vivo en una plaza de la ciudad de México como monumento a la resistencia. Después los aztecas capturaron las naves hispanas y al forjar los herrajes pasaron ellos también a dominar el hierro. Más adelante contrabandearon con la pólvora y la utilizaron en contra de los blancos. O sea, los pueblos de América adquirieron la "tecnología" del invasor que sumaron a su muy desarrollada técnica, tanto en la agricultura, la ingeniería, el dominio de la astronomía o el arte de la guerra. Con la adquisición de esa tecnología extra, su destreza para la lucha y la ventaja de ser mayoría, estuvieron a punto de expulsar a los extranjeros

Sin embargo, con la cruz no pudieron. La religión cristiana cayó sobre la mayoría de esos pueblos, más aún sobre los más civilizados, (Perú y México) como algo que hubieran estado esperando, necesario, como reemplazo de su propia cosmogonía, la que pudiera ser que estuviera en proceso de crisis ya que el cristianismo calzó sobre ella con relativa facilidad y prendió con una fuerza más inusitada que en la mayor parte de Europa, a punto tal que América Latina es hoy un gran baluarte del catolicismo y, como se sabe, los EE.UU son una teocracia cristiana. Cierto es que desde muy temprano los aborígenes empezaron a hacer un Jesús a su imagen y semejanza, no pudiendo, sin embargo, evitar la manipulación de los blancos. La conocida parábola "A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César" fue hábilmente aplicada en América de tal modo que el cristianismo, por un lado "amansó" a los aborígenes, les inculcó la obediencia y la resignación con la promesa de una vida superior en el mas allá, y por otro los incitó a la rebelión cuando se trataba de utilizarlos contra un César a favor de otro César, por otra parte siempre césares de origen extra americano.

Ya los españoles demostraron ser muy diestros en eso cuando, siendo ínfima minoría, lograron derrotar a los muy bélicos aztecas y tomar Tenochtitlan gracias al apoyo de unos doscientos mil indígenas de otra etnia, que sufrían la opresión azteca, en una de las primeras guerras urbanas de la historia. Más adelante los criollos independentistas y fundadores de los Estados Nacionales capitalistas, fueron más hábiles aun, no sólo utilizando a los aborígenes como carne de cañón contra los españoles, sino luego en las guerras civiles. Entre paréntesis esa fue la diferencia fundamental entre Rosas y Roca. El primero los utilizó a favor de sus intereses de estanciero, donde el indígena de estas tierras podría llegar a ser un "buen peón"; el segundo fue un artífice de una clase dominante, la llamada Oligarquía fundando un Estado Nacional Moderno capitalista, que necesitaba proletarios industriales y estos eran blancos, claro. Además un Estado tan laico que muchos se olvidan que durante el gobierno de Roca estuvieron rotas las relaciones con el Vaticano.

El caso es que podemos hacer una larga lista de nombres de genocidas que tanto preocupa a Bayer, militares tipo Roca, varios de ellos héroes de la Independencia...otros civiles, pero no estaríamos tocando las instituciones y además se nos escaparían los genocidas actuales que no son militares, son civiles. Pero insisto, sin la cruz, sin ese poder subjetivo de la iglesia, sin esa política de "a Dios rogando y con el mazo dando", los pueblos de América difícilmente hubieran sido dominados, al menos de la manera que lo fueron; masacrados, esclavizados, sojuzgados, destrozadas sus costumbres, sus culturas, y su identidad, como existen pocos ejemplos en el mundo. Porque "nuestras" guerras de Independencia, de la cuales estamos tan orgullosos, emanciparon a los criollos, no a los aborígenes. Es conocida la hostilidad con la que los criollos del Alto Perú (hoy las clases dominantes de Bolivia y Perú) recibieron las proclamas a favor de la emancipación de los pueblos originarios que llevaron Castelli y Monteagudo, los jacobinos de la revolución de Mayo, porque amenazaban sus interesas de blancos.

Los aborígenes perdieron no solo la vida a millones sino su cultura, su religión, sus lenguas, en el mejor de los casos, como en Uruguay, los Estados emancipados los "asimilaron". Esa es una notable diferencia con la liberación del colonialismo francés en el Asia por ejemplo. Allí, una vez expulsados los colonialistas, los pueblos liberados recuperaron muy rápidamente su lengua, sus costumbres y su religión. Y sin embargo allí el genocidio no fue menor que el perpetrado por Roca.

Y esto es tan así, que a los libertarios guevaristas que nos hemos jugado a fondo por la libertad, que asumimos de entrada y sin gazmoñería populista a la religión como "el opio de los pueblos", nos llena de estupor y desazón comprobar cómo el elemento cristiano, ese nudo de la opresión, no sólo persiste en los pueblos originarios sino que en muchos casos se ha extendido por medio de sectas protestantes.

Por eso es que digo que si vamos a derribar el monumento a Roca, por ser símbolo del genocidio, en primer lugar deberíamos derribar la Catedral de Buenos Aires y todas la Iglesias que dieron los fundamentos institucionales para esa dominación.

¿Qué hay curas buenos? ¿Los curas obreros franceses? ¿La obra docente de los jesuitas? ¿La de los sacerdotes del tercer mundo? ¿Qué en América hay un sincretismo entre tradiciones culturales indígenas y el cristianismo? Sí, claro y merecen todo el respeto. También hay generales buenos y hasta algún capitalista bueno. Hablamos de Instituciones que son las que conservan la historia, no los improvisados historiadores, para ser un cura bueno, para ser un cristiano bueno, hay que abandonar la Iglesia, de la misma manera que para ser un buen marxista como el Che, hubo que abandonar el Partido Comunista.

La emancipación de los aborígenes americanos sólo puede ser obra de los propios aborígenes, como lo fue en otras culturas colonizadas. Desde afuera no podemos dar "línea" sobre lo que deben hacer, sólo podemos dar toda nuestra solidaridad incondicional y afirmar por experiencia propia, que las cadenas más difíciles de romper no son las materiales, sino las que encadenan el corazón.

www.lafogata.org, 26/04/10


El camisón de la historia

Por Luis Mattini

Si hay una disciplina bastardeada en la Argentina actual es la historia. Francamente está más bastardeada que la Política, que es mucho decir. ¿Exagero? Fíjese, a pesar de la extrema corrupción, no conozco ningún político que llegue a la megalomanía de autollamarse “estadista”. En cambio es común ver como los licenciados, doctores o profesores de historia se hacen llamar “historiador”. Igual que muchos graduados en filosofía se hacen llamar “filósofos”. ¿Es posible mayor megalomanía o mandada de parte?. Quizás en otra oportunidad podamos tratar en detalle de ese fenómeno, también comercial, hoy monopolizado por un talentoso comerciante del ramo, que no nombro para no contribuir a hacerle publicidad, quien al parecer, además de poseer un verdadero mercado de pulgas de la historia, la Biblia junto al calefón, ha tenido la virtud de crear entusiastas seguidores. Pero para lo que me interesa ahora, digamos que una de sus consecuencias de este manoseo es que autoriza a algunos graduados en historia, a simplificar la realidad con supuestas categorías propias de esa disciplina, las cuales suelen ser, en rigor, sólo frases más o menos ingeniosas.

El caso que me ocupa es una nota publicada en La Fogata titulada: “Están los que quieren ver a Cristina en camisón”, en la que la autora comienza afirmando que una buena herramienta para entender la historia en movimiento es preguntarse a quien beneficia y a quien perjudica los hechos analizados. Esa forma de pensar, —¿Será eso un sofisma?— me cae igual a aquel juicio que decía que la verdad o error de un hecho social o político se verifica por los resultados.

¿A esa manera de razonar se la llamaba pragmatismo, creo? “Si funciona es bueno” decía un personaje de Jack London. Y es sabido que el pragmatismo es la filosofía estadounidense por excelencia ¿No? Sin embargo, lo que no siempre se tiene en cuenta es que esa filosofía impregnó también el stalinismo, a partir de la descontextualización de la expresa admiración de Lenin por el “sentido práctico norteamericano”.

Pues de ser así, quiero decir como propone la autora, si por ejemplo aplicamos esa herramienta de valorar a quien benefició y a quien perjudicó la praxis del Che y el PRT-ERP en las décadas del sesenta y setenta, estaríamos sonados, porque, según el PC, tanto la acción del Che en América como la del PRT-ERP en Argentina, perjudicaba al proletariado que se encontraba a la espera de la trascendencia de la revolución. Por algo el PC nos acusó de “pequeña burguesía desesperada” y de “agentes de la Cía”.

Sin embargo nosotros estábamos convencidos —y aún lo estamos a mucha honra—, que el condenado “foquismo” circunstancial de Guevara que supimos recoger y ejecutar “a la nuestra”, reflejaba la inmanencia de la acción, el sentir como propia la bofetada en el rostro hermano, aquí y ahora, no a la “espera” de la trascendencia de la revolución democrático burguesa, y a la “espera” de la revolución proletaria en un futuro por demás incierto.

Era el “en principio fue la acción” de Goethe, reemplazando aquel “en principio fue el verbo”. Las del Che y la nuestra eran la verdad de la acción y no la verdad del resultado, era la libertad como acto y no como estado. Corolario: la “verdad” fue la lucha, y en esa “verdad” ganamos lo que no nos pudieron quitar nunca a pesar de las torturas, las cárceles y los asesinatos. Porque nunca fuimos tan libres como en aquellos años, así como nunca perdimos tanto la libertad como ahora, en pleno Estado de Derecho, en pleno disfrute de las garantías políticas constitucionales. .

Pero claro, es evidente que estas consideraciones, —que se van de palos con los manuales de marxismo, más aún con los discursos populistas, ambos impregnados de liberalismo—, no son compartidas por las academias, ni ahora ni antes. De modo que debo dejar estas abstracciones que regían los corazones idealistas libertarios guevaristas y tomar el carril de sensatez materialista por el que se desliza el artículo que estamos comentando. Este carril tiene en común con los setentas el llamado a no ser “subjetivo”, no hablar al divino botón e ir a lo “concretito”. El culto a lo “concreto” es una de las peores herencias de los setentas, por lo tanto tengo mucha práctica en esa manera de analizar.

Allá vamos entonces, vamos a aplicar esa herramienta. Nos preguntaremos “en concreto” a quien beneficia la política del gobierno actual y a quiénes benefició la política de Perón en los cincuenta.

Primero lo actual: como lo actual está lejos de ser historia, tengo la misma autoridad que la autora para transmitir mi lectura de esta realidad. De modo que empiezo afirmando que la destrucción de la agricultura por el monocultivo de soja, los estragos en regiones enteras de la Cordillera de los Andes por la depredación de minería a cielo abierto, los combustibles y sus industrias afines, más el privilegio a la industria automotriz que hace cada vez más invivibles las grandes ciudades; todos estos componentes esenciales del modelo productivo heredado del menemismo, pero fuertemente impulsado por el actual gobierno una vez establecida la gobernabilidad que logró Duhalde después de la crisis del 19 y 20 de diciembre. Este modelo productivo beneficia en primer lugar a los inversores en esos rubros... salpica con sus migajas a los asalariados ocupados en ellos, claro está...ah... y también nos beneficia a los empleados del Estado Nacional porque los ingresos fiscales obtenidos permite al gobierno pagarnos regularmente los salarios. O sea que yo soy uno de los beneficiados. . . sólo en el sentido de afortunado trabajador del Estado, como veremos en seguida.

Porque los perjudicados son en primer lugar los campesinos o la población rural desplazados, sea por la soja o por la minería, transformados en “pobres de la ciudad”, hacinados en las villas de emergencia. Luego cientos de miles de trabajadores. Desocupación y precariedad laboral y los constantes bajos salarios propios de un país que avanza hacia el monocultivo y la monoprodución. Por otra parte, la ausencia de una enorme masa de ciudadanos sin poder de consumo perjudica a un gran sector de la real clase media, es decir, al pequeño comercio. Luego el conjunto de la población —y en esto me incluyo, a pesar de ser uno de los beneficiados por los recursos del Estado— que padecemos la destrucción de los ferrocarriles, transporte públicos calamitosos, falta de hospitales, escuelas, premios a los barrabravas en vez de a los buenos estudiantes, y en general la pérdida de todos los beneficios del estado de bienestar, porque una parte los dineros que deberían dedicarse a eso, se adjudican a contener miserablemente a la masa de desocupados que fabrica este modelo. Pobres, pero contenidos. No debe olvidarse que desde hace más de un lustro, el país ha tenido los mayores ingresos de las últimas décadas.

Como si todo esto fuera poco se corre el riesgo de caer en una de las peores dependencias: el peligro de perder la soberanía alimentaría no es una expresión de los extremistas militantes de la ecología.

Respecto a la “época de Perón”, que ya es historia, debo confesar que voy a permitirme opinar como un aficionado a la historia, que es una de mis mayores pasiones.

Pero aprendí a seguirla más por el lado de la literatura ficción que por los sesudos papeles. “El 93” de Víctor Hugo es una insoslayable pintura de la Revolución Francesa, así como “Santa Evita” de Tomás Eloy Martinez, transmite mucho más sobre la figura de Eva Perón, que las toneladas escritas por los curanderos sociales.

Pero además, en este caso, tengo la ventaja de la edad, Viví la época. La gocé en lo económico y social; la sufrí en lo político-cultural. (Precisamente por el aspecto “político-cultural” ni soy peronista ni hago la apología de Perón, aquí intento testimoniar con “objetividad”) Por otra parte rechazo ese alarde de “ver con mis propios ojos” como supuesta garantía de verdad. Pero ya he aclarado que aquí me he puesto en el mismo carril y por lo tanto uso a desgano ese elemento clásico del simplismo de la historia que se utiliza creyendo en la superioridad de la “objetividad” del testimonio frente a otros recursos investigativos.

Si tanto valor tiene el testimonio, aquí va: me consta por “haberlo visto con mis propios ojos”, que los grandes beneficiados del peronismo clásico fueron la clase obrera industrial, tanto por los beneficios materiales como, sobretodo, por su dignificación social; luego la llamada burguesía nacional, los asalariados en general, en especial los olvidados obreros agrarios, el memorable “estatuto del peón”. Respecto a los “perjudicados” (relativamente, claro, tan relativo que podríamos hablar más bien de los “molestados”) fueron los capitales ligados al extranjero, la oligarquía agraria, en cierto modo la clase media, porque si bien recibió los beneficios materiales que disfrutó toda la población, “perdió” “status social” al quedar igualada a la clase obrera, con la que tuvo que compartir casi sus mismos espacios. Ni hablar de las obras públicas emprendidas por el Estado en esa época. No me alcanzaría la Página completa para enumerarlas.

¿Que eran otros tiempos? ¡Pare!, ¡pare!, no me cambie el sujeto en discusión. No estamos analizando las causas, sino rebatiendo una disparatada comparación de la autora, cuando compara al próspero matrimonio Kirchner con el estadista Juan Domingo Perón. Con esto quedan claras las diferencias que ponen en evidencia el error de la autora cuando escribe: “El gobierno actual y el del período anterior de Néstor Kichner es hasta ahora la expresión aggiornada de lo que planteaba el peronismo de los años 40 / 50”. Al menos que se entienda que “aggionar” quiere decir hacer lo contrario.

Aclarado esto también puedo opinar cambiando ese sujeto y hablar un poco de las causas.

Si, eran otros tiempos. Tiempos de grandes avances del Movimiento Obrero, tiempos de revolución. Tiempos en que el capitalismo oponía al peligro comunista, el Estado de Bienestar, asunto este que fue la razón de ser de un coronel convertido en sagaz político.

¿Que Perón gozó de mayores recursos? Pues esto es al menos discutible o al menos se puede hablar de valores relativos. No se debe olvidar que el Gobierno de Perón no sólo repartió parte de la riqueza acumulada por medio de la suba de los salarios, sino que, sobretodo, dio un formidable impulso a la industrialización ligada al mercado interno como eje del modelo productivo. ¿O acaso no sabe que durante esa década no existían los “planes trabajar” o los llamados “jefas y jefes” sino plena ocupación con gran impulso al mercado interno. ¿Algún parecido al modelo actual? ¿Sabe que si Ud habla de “mercado interno“ lo tratan de “cursi” o de “nostálgico” del 45? ¿No me cree? Pregúntele a Pino Solanas. Podríamos imaginar que quizás a Cristina no le alcancen los recursos para construir 100 hospitales y 1000 escuelas ni un “tren bala” Pero bien podría hacer 10 hospitales, 100 escuelas y poner en marcha el sistema ferroviario ya existente. Desafío a los economistas a que hagan uso de sus saberes y realicen un estudio comparativo serio, porque a ojo de buen cubero, se podría vislumbrar que los recursos pueden compararse.

Bien, la autora, que paradojicamente es presentada como “historiadora”, acude a la difunta “burguesía nacional” ¿No se enteró que un rasgo de la llamada “globalización” es la desaparición de la famosa “burguesía nacional”, la que en parte fue destruida y en una parte muy importante se convirtió en gran burguesía sin fronteras? Si somos tan “concretitos” habría que ponerle nombre y apellido cuando se habla de esa clase. ¿Se referirá a Amelita Fortabat, a los agronegociantes, a los productores de glisofato, a los Macri, a los Roca, a Bunge y Born, a los ganaderos? A lo mejor se refiere a Página 12 o al almacenero de la otra cuadra, porque no puedo creer que se refiera al empresario Moyano.

No ya como testigo sino como lector de pensadores, como reflexión propia, digo que el llamado neoliberalismo, globalización, y todas esa modas lingüísticas, no es más que la expresión de la consumación de la hegemonía mundial del capitalismo. Sin dudas que, cumplida esa hegemonía, parece haberse iniciado una nueva etapa de consolidación de la misma que necesita de un nuevo modelo de dominación política todavía no acabado, Es por eso que a los nuevos gobiernos latinoamericanos se los califica de post-neoliberalismo, sin especificar cuáles son sus rasgos: ¿Capitalismo vegetariano?,¿Transición al socialismo?, ¿País vivible?, ¿Monarquía socialista?

Finalmente lo que resulta más insoportable es el maniqueísmo que dicta: o con Cristina o con la “derecha”. O este gobierno o las “camarillas opositoras”. Que yo sepa lo contrario a derecha es “izquierda”. Y es cierto que la izquierda está en el punto mas bajo de prestigio en su historia a punto tal que se ha perdido el sentido de la palabra, pero aun así, no me parece que a Cristina pueda calificársela de izquierda, y si en cambio puedo observar que la camarilla gobernante no tiene nada que envidiar a la “camarilla opositora”, empezando por sus aliados de los cuales el empresario automotriz Moyano es paradigmático.

Y esperando ya oír el calificativo de “bipolar”, regreso a mis especulaciones subjetivas y a mis impulsos inmanentes, negándome a caer en la propuesta de Fausto, pagar la libertad del cuerpo con la entrega del alma.

www.lafogata.org  marzo 2010


¿Una Quinta Internacional bolivariana?

Por Luis Mattini

Partimos del hecho indiscutido de que las guerras de la Independencia en América significaron la constitución de los Estados Nacionales afirmando el desarrollo capitalista en este continente. Eso quiere decir que, desde el punto de vista del mito del progreso, se suponía que frente al “atraso” de las sociedades americanas, los llamados patriotas fueron los representantes del “progreso” de origen europeo de aquella época. Pero claro ese también es nuestro punto de vista… digo el que aprendimos nosotros, los criollos, o sea los descendientes de no americanos nacidos en América. ¿Se nos ocurrió pensar alguna vez que podría haber otro punto de vista, además del de los colonialistas españoles?

Me atrevería decir que no. Porque me atrevo a decir que nunca nos lo fue planteado por nuestro sistema educativo, ni la línea liberal ni la línea revisionista. Nunca se lo escuché a mi maestra sarmientista, pero tampoco a Hugo Wast ni a sus sucedáneos “de izquierda”, como Hernández Arregui o Galasso. Sin embargo existe al menos otro punto de vista muy importante y es el de los pueblos aborígenes. Para ellos, nuestros patriotas formaban parte de la opresión colonial y, en todo caso, las guerras de la Independencia fueron guerras en el intestino del orden colonial. Cierto es que en el alma de algunos patriotas estaba incluida la preocupación por los indígenas, cierto es que había quienes incluían en la liberación nacional la redención de los pueblos aborígenes, sobre todo los jacobinos como Castelli o Monteagudo, pero no era el centro de las preocupaciones de la mayor parte de los patriotas ya que ellos representaban a las clases dominantes criollas. Y para colmo los hechos posteriores a la creación de los estados independientes confirmaron la desconfianza o los “prejuicios” de los indígenas: en la mayoría de los casos, esas clases dominantes, ahora en el poder político, fueron iguales o peores que los españoles respecto a los aborígenes.

Y de esto no escapa ni el mayor héroe criollo de América, Simón Bolívar, uno de los fundadores de Estados Capitalistas. Más allá de sus declaraciones incluyendo a los indígenas entre los ciudadanos a emancipar, lo cierto es que Bolívar promovió, y luego aceptó de buen grado, la separación del llamado entonces Alto Perú para fundar la república que lleva nada menos que su nombre: Bolivia. Así se dio una de las grandes paradojas de América, una de las regiones de mayor presencia aborigen, de la parte más antigua y de extensas y muy ricas culturas precolombinas de Sudamérica, sólo comparable con México, la actual Bolivia, lleva el nombre de un conquistador, mientras que ese paisito, compuesto en su inmensa mayoría por criollos de tradición democrática, no se llama “Artigias”, sino que lleva con legítimo orgullo un nombre aborigen: Uruguay

Pero un detalle no menor fue que Bolívar no sólo propició la división del Perú porque, entre otras cosas, era una amenaza para su muy criolla “Gran Colombia (fíjese que nuevamente la manía con los nombres europeos: Colón) sino que redactó la primera constitución para la flamante república de Bolivia, cuyo texto expresaba una mezcla de principios del republicanismo liberal con la defensa contra el desorden que, según él, amenazaba los logros de los libertadores hispanoamericanos, en particular, como queda dicho, el destino de la Gran Colombia, que en apariencia se mantenía tranquila pero en la que desde hacía poco se estaba oyendo un creciente coro de quejas.

Bolívar llegó a la conclusión de que era necesario enderezar la balanza a favor de la estabilidad y la autoridad; y la constitución boliviana fue la solución que dio. La característica más importante de la constitución fue la prescripción de un presidente vitalicio que tenía el derecho de nombrar a su sucesor; como una monarquía constitucional, cuyos poderes legales estaban estrictamente definidos, nobleza obliga reconocerlo, pero que a la vez tenía un muy amplio potencial de influencia personal. Este invento se complementaba con un complejo congreso de tres cámaras una de las cuales era la Cámara de Censores. El tono general de la constitución era una mezcla apenas convincente de cesarismo y aristocraticismo. En Bolívar ni el jacobinismo ni la vocación democrática parecían su fuerte, menos aún el internacionalismo.

Bien, los historiadores dicen que el libertador tuvo sus razones; La necesidad de orden, frente al lógico caos post guerra revolucionaria, era la principal, pero entre las no menores, estaba también el hecho que las clases dirigentes de esa época consideraban que los pueblos de Iberoamérica no estaban maduros como los anglosajones para ejercer la plena democracia.

Bueno, uno no quiere ser mal pensado, pero a juzgar por los hechos parece que ese prejuicio sigue firme doscientos años después. Tenemos síntomas de monarquía en Cuba, re-re-reelecciones lamentablemente tanto entre los progres venezolanos, como entre los reaccionarios colombianos y en varios países; además estamos llenos de padres protectores. Ni hablar de esa clase bien llamada “despotismo ilustrado” que existe no sólo en Argentina, sino en toda Iberoamérica.

Pero Iberoamérica no es solo las guerras de la independencia, es toda una historia de luchas posteriores, con harta frecuencia impregnadas de clasismo pero disfrazadas de “nacionales y populares”, envenenadas de nacionalismo, ese indigesto invento europeo que hemos sabido importar sin el debido asco. La revolución mexicana es el máximo ejemplo seguido por la fresca revolución cubana. De allí tenemos figuras alejadas de intereses de la burguesía, de los Estados nacionales; como ser, Pancho Villa, Zapata, Sandino, el Che, Camilo, el subcomandante Marcos y otros hombres saludablemente ajenos al nacionalismo. ¿José Carlos Mariátegui me recuerda Ud.? Ah si, claro…incluso él, a pesar de su desdén por los criollos descendientes de africanos, escrito en su séptimo ensayo de interpretación de la realidad peruana. ¿Por qué entonces Chávez, desde Venezuela, llama a crear la Quinta Internacional bajo la inspiración del patriota Bolívar, creador de Estados nacionales, o sea lo contrario al internacionalismo? ¿Por qué, si su llamado es sincero, no se inspira en los revolucionarios de Nuestra América? ¿O es que todavía no hemos superado el contrabando stalinista que supimos comprar a pesar de nuestras críticas al stalinismo? Me refiero a ese contrasentido llamado “Patria Socialista”, base de la pretendida “vía estatal” al socialismo, la que en última instancia fue en la URSS y en China, la ”larga vía hacia el capitalismo”.

Convengamos que el improvisado Chávez puede decir lo que se le ocurra repitiendo unas re manidas frases marxistas. Convengamos que está imitando a los cubanos, sin ver que Cuba se aleja cada vez más del marxismo para acercarse al espejo del Estado Teocrático Norteamericano, en forma de sutil monarquía. Pero lo asombroso es que viejos militantes, gente que como yo, llevamos décadas de lucha desde una postura internacionalista, compremos ese discurso Entonces pregunto: Si queremos ser radicales en nuestras posturas —y no cabe dudas que Chávez pretende “corrernos por izquierda”— por qué un burgués, muy honorable, muy revolucionario, pero burgués al fin y al cabo, como Bolívar y no un rebelde y revolucionario de vocación como el Che, Zapata o el subcomandante Marcos?.

Pero veamos también la experiencia vivida ya por millones de personas que no sólo nos sentimos internacionalistas, sino que ha sido nuestra práctica militante: la Primera Internacional, fundada por Marx y los anarquistas, cumplió un papel importante en la organización de la clase obrera de su época y luego se agotó por insuficiente desarrollo al no poder contener a los anarquistas, los socialistas y los comunistas todos juntos. La Segunda Internacional, fundada por Engels, creó socialdemocracia mundial y entró en crisis cuando los partidos socialistas fueron capturados por el chovinismo en la “defensa de la patria” en vísperas de la primera guerra mundial. La Tercera Internacional, fundada por Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo fue la respuesta a la catástrofe ideológica de la Segunda, A los pocos años , con la muerte de Lenin y Rosa, el destierro de Trotsky y la zorroneria de Stalin asumiendo el poder absoluto, fue esclava de su sujeción a la política estatal de la URSS y finalmente disuelta en las postrimerías de la segunda guerra mundial, por el pacto de los rusos con los aliados. La Cuarta Internacional, un invento de Trotsky, existió sólo como un grupo de “burócratas sin fronteras”, sobre todo como una rara celestina de partidos trotskistas que en medio siglo solo han aprendido a recitar un discurso contestario parándose siempre “a la izquierda” en toda asamblea, para ver pasar la revolución a su costado. Digamos a título de ejemplo, que el PRT-ERP argentino, dirigido por Santucho, tuvo que romper con la Cuarta Internacional para poder llevar adelante la práctica guevarista que le caracterizó

Conclusiones: es infructuoso y contraproducente impulsar grandes conglomeraciones internacionales “por arriba”. Haciendo una caprichosa analogía, observemos también las dificultades para el desarrollo de los novedosos “Foros” que se reúnen para discutir y encarar problemas comunes a los seres humanos. Queda cada vez más a la vista que la política de transformación revolucionaria se diluye cuando se desliza por la superestructura. La historia de la humanidad revela que los cambios se fueron dando desde abajo y sólo en determinado momento, el de la insurrección o del asalto al poder, se proyecta todo hacia la superestructura. De pronto vemos que en realidad cuando una revolución “estalla”, realmente es porque ya se hizo; la cruda realidad de la historia, además, indica que la revolución siempre sorprende a los revolucionarios. Justamente, el talento revolucionario es prepararse para la sorpresa.

Pero respecto a la disparatada propuesta de Chávez, digamos que las consecuencias trágicamente dolorosas de la práctica de la Tercera Internacional, su sujeción a las necesidades de la URSS, enseña que no se puede ni pensar en un organismo mundial en el que compartan espacios de lucha los movimientos revolucionarios en el llano, con los gobiernos de un Estado. Un Estado, cualquiera fuere, capitalista o socialista, obedece objetivamente a políticas e intereses de Estado y estas políticas, no sólo suelen no estar acordes con las políticas de los movimientos en el llano, sino que , la mas de las veces se contradicen. Tenemos la trágica experiencia de la URSS y China y la amarga experiencia de Cuba. Un Gobierno de un Estado se debe al Estado.

Por último, a ver si alguien tiene a mano la forma de informarle a Chávez que el socialismo marxista desarrollado, implica la disolución del Estado. El comunismo sólo será realidad como movimiento social, con la disolución del Estado.

Y no es sólo que yo me he hecho anarquista a la madurez, (o a la vejez, como dicen algunas por ahí) sino de que este siempre fue el punto común entre Marx y el anarquismo.

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22/02/10


La moral, la tragedia ateniense y la ética

Algo sobre el papel del individuo en la historia

Propongo un breve examen sobre el papel de los seres humanos en la historia y dentro de ella el papel del individuo, aclarando que este examen deviene fundamentalmente de nuestra experiencia militante

Aclaración: Para evitar las antiestéticas consecuencias literarias en castellano de ese feminismo beato, de claro signo anglo sajón, que, trasladado a nuestra lengua, confunde un elemento gramatical llamado "género" , femenino y masculino, con otras acepciones de esa palabra, como ser los géneros sociales, biológicos o tejidos, aclaro que en todos los casos me refiero a seres humanos: mujeres y varones. Prometo poner mi buena voluntad no usando el vocablo genérico "hombre", pero mi buen gusto se niega a escribir "la persona y el persono"; " el ser humano y la sera humana" o ese absurdo adefesio de cambiar la muy latina letra "o" por el signo arroba en las palabras en posición gramatical genérica. ("todos, "muchos" "amigos" , "nosotros", etc)

Bien, terminada esta aclaración, digamos que yo empecé a militar a los quince años cuando de un modo casual, casual en lo que hace a mi concretura, me topé con gusto con la idea de que éramos agentes de la historia. La adquirí de inmediato con enorme entusiasmo, porque esa idea funcionó como un fortísimo estimulante, casi diría una justificación venida desde cierta trascendencia, al impulso vital que, no se sabe desde dónde, nos empujaba hacia el compromiso militante. Y cuando nuestros padres, tíos, vecinos o compañeros de trabajo nos preguntaban, respondíamos de diversas maneras, plenos de pasión y satisfacción por "el hacer", argumentando que militábamos porque no tolerábamos la injusticia social, que nos dolía el sufrimiento de los niños, que el mundo debía ser cambiado; pero en última instancia nos decíamos agentes de la historia. O sea un rol predeterminado, una especie de mandato.

Insisto, hoy a más de cincuenta años de esas cosas, estoy seguro que eso era sólo un argumento para darnos derecho a actuar y coraje para enfrentar las oposiciones. Porque el impulso estaba signado por la potencia del deseo, entendiendo éste como la tendencia de cualquier cuerpo a realizar sus potencialidades. Si era el cuerpo el que pensaba y hacía, era el cerebro el que debía justificar esa acción, esa manifestación del deseo. En ese aspecto éramos inmanentes con justificación trascendente. Nos movíamos por fuertes impulsos del deseo interno pero lo argumentábamos con la trascendencia externa de la historia como una determinación. Para jugar con las palabras, se podría decir que en teoría aceptábamos la trascendencia pero en la acción concreta nos movíamos en la inmanencia.

La prueba de ello fue que nosotros, en los hechos, no hemos respetado las supuestas "leyes de la historia" que dictaba la postura trascendente, idealista o materialista; o sea las "condiciones" para actuar, no aceptábamos la afirmación que para poner fin a la injusticia había que esperar la maduración de las condiciones, el "desarrollo de las fuerzas productivas". Así, por ejemplo, de hecho, en nuestra práctica, compartimos sin saberlo, el sano criterio feminista, —el modelo más acabado de la inmanencia que les hace rechazar el papel que pretende adjudicar a las mujeres la visión trascendente—, de plantear la reivindicación "aquí y ahora". Sin embargo, contradictoriamente, en nuestro discurso trascendente sosteníamos que la mujer debía esperar la liberación del proletariado, por ser el sujeto histórico que, al liberarse a sí mismo, liberaría a toda la humanidad. Por suerte el feminismo no escuchó este discurso trascendente y, por el contrario lo rechazó en teoría y en práctica; así cotidianamente siguen cosechando, con altibajos pero en sentido creciente, cada vez más conquistas.

Ya aceptando el compromiso racional con el determinismo histórico, nos obstante, nos subdividíamos en dos tendencias: aquellos que creían que la historia la hacían personas determinadas y aquellos que sosteníamos que la historia era obra de las masas, del pueblo. Los primeros eran proclives a lo que yo llamo "visión conspirativa de la historia" Para ellos todo dependía del talento de los grandes hombres y en consecuencia también el mal dependía de la maldad de los gobernantes, tiranos o corruptos.

Plejanov, el padre de marxismo ruso, tiene un interesante trabajo "El papel del individuo en la historia" en el que, partiendo de que la historia la hacen los pueblos, las masas, señala cuál es el mérito y los atributos que deben tener los dirigentes y su relación de ida y vuelta con las masas. En ese sentido el libro de Plejanov fue nuestro manual. Sobra agregar que la literatura marxista es riquísima en este tema.

No así en lo específico de la visión conspirativa de la historia, pues suele ser una postura eminentemente emocional, probablemente irracional que se refleja en los hechos, a veces incluso en individuos que aceptan formalmente la teoría de Plejanov. Ocurre que esta concepción surge cuando ciertos hechos no tienen explicación, contradicen la teoría. Por ejemplo: la caída de los dirigentes que aborta una acción revolucionaria; entonces la visión conspirativa sugiere que tiene que ser la obra de un traidor. Esta visión es realmente aguda cuando atribuye las limitaciones de los revolucionarios a maniobras insidiosas del enemigo, o sea literalmente cuando el enemigo conspira dentro de la organización. Insisto, este punto de vista es nefasto porque ubica siempre el mal fuera de nosotros y por lo tanto impide el aprendizaje, la corrección. Porque recíprocamente todo dependerá de la genialidad del dirigente o del agente enemigo. Una mirada atenta nos indica que este punto de vista tiene cierta raíz monárquica y explica la transformación de los revolucionarios en el poder en una especie de nueva nobleza, gobernantes eternos, como en caso de algunos asiáticos, incluso en Cuba, el recambio de los cuadros por herencia familiar.

Esa visión conspirativa se expresa también en frases hechas, consagradas como verdades absolutas, como ser. "Un traidor puede con cien valientes". O la expresión popular "Seguro que hubo una cantada". "Todo hombre tiene su precio" O sea, los problemas no se derivan de una correlación de fuerzas, de mayor o menor talento de las partes en lucha, de circunstancias, incluso de determinado grado de azar, sino de traiciones o genialidades. En ese sentido conspirar es casi mala palabra, significa actuar traidoramente. Nosotros, en cambio, llamábamos "métodos conspirativos", a los métodos para moverse en la clandestinidad cuya esencia era aparentar distinto a lo que se era. Las condiciones de un actor, de un farsante, eran beneficiosas para un clandestino pues podía disimular mejor.

Este es el planteo del asunto: Intento no presentar las cosas en blanco sobre negro, sino ver que todos tenemos alguna brizna de esa concepción. Dicho de otra manera, todos los humanos tenemos al menos algunas briznas de idealismo o materialismo, de búsqueda de la trascendencia y actuar con la inmanencia, de conspiradores, de sentimientos egoístas y altruistas; lo único que nos define y establece las diferencias esenciales es "el hacer".

Y el tema no sería digno de demasiada preocupación si sólo se tratara de unos individuos aislados con visiones conspirativas, sino de que este aspecto está más extendido de lo sospechado y cobra más cuerpo a medida que la tarea emancipatoria de hace mas difícil, dicho de otra manera, frente a la amenaza de derrota.

Porque, lo repito de otro modo, la visión conspirativa de la historia lo explica todo y deja a los sobrevivientes la conciencia tranquila. "Yo hice las cosas bien, pero me traicionaron". La teoría del "entorno" que consiste en pensar que las "fallas" de los dirigentes, se deben a su "entorno", una especie de cortesanos que los aisla del mundo real. Eso fue claro en los Montoneros con respecto a Perón.

A propósito de tal, me distraigo un momento del tema central para recordar que en la discusión sobre los años setentas por parte de protagonistas sobrevivientes, testigos de época y descendientes de ambos, se verifica la presencia de esta visión conspirativa de la historia. Esto es, creer que no triunfamos culpa de traiciones sin analizar a fondo las causas en cada momento y en su conjunto. Creer que Montoneros fracasó porque fue un grupo fomentado inicialmente pro la CIA es tan absurdo como cuando el envidioso de Virgilo Expósito dijo por radio que Gardel era un producto de Broadway.

El otro extremo es la muy racionalista idea de que si las cosas se piensan correctamente y se planifican con justeza , siempre tienen que salir bien. Si no salen bien, no es porque el oponente fue más sagaz o talentoso, porque hubo circunstancias, sino por que se hicieron mal. El racionalismo consiste en creer que siempre se puede saber a priori mediante el razonamiento analítico previsible, o sea que el cerebro puede conocer antes que el cuerpo. Creer que se puede aprender a nadar antes de meterse en el agua.

Esto que se ve sin alarma en la vida cotidiana, durante el desarrollo más o menos "normal" de las cosas, cobra carácter, a veces de tragedia, en las situaciones agudas, de extremo enfrentamiento y riesgos de vida. Tragedia sí, a veces tragedia, en el sentido ateniense del concepto. Tragedia es cuando los hechos se precipitan sin arreglo a las mentadas "condiciones objetivas" y se juega el destino del "factor subjetivo", entendiendo éste como la voluntad del individuo.

El caso de la acción del Che en Bolivia es paradigmático, sobretodo porque detrás de ese ejemplo nos movimos toda una generación. Porque la experiencia del guevarismo confirma la afirmación de Nietzsche en el sentido que los atenienses tenían un sentido de alegría de lo trágico. La mayoría de los que participamos recordamos aquellos tiempos como los años mas felices de nuestra vida a pesar de la derrota y las dolorosas pérdidas Visto desde hoy, con la distancia que da el tiempo y los acontecimientos posteriores, es casi indiscutible que el proyecto de iniciar "uno, dos, tres, muchos vietnams" no se correspondía con las mentadas condiciones objetivas. Dicho de otra manera, se podía prever la derrota. De hecho muchos la previeron y por eso no se comprometieron y hoy en día nos refriegan ese acierto preventivo como una hazaña del intelecto. Claro que prever la derrota es siempre mucho más fácil que prever la victoria.

Ocurre que quienes se vanaglorian de haber "acertado" con su crítica al foquismo de Guevara, olvidan y se desligan de toda responsabilidad en la vergüenza de la guerra de Vietnam. Olvidan el discurso del Che en Argelia donde condena a los países socialistas porque han abandonado a Vietnam a su suerte. Desde el punto de vista de la moral, entendiendo por esta, la conducta ordenada por La República de Platón, que el movimiento emancipatorio progresista adquirió acríticamente, aceptando ese "deber ser" moral; desde ese punto de vista, digo, la oposición al foco de Guevara era correcta, porque el foco significaba poner en peligro todo lo ganado por el progreso de las diversas revoluciones. Particularmente a partir de la rev. rusa incluyendo la rev. cubana. Repito, desde la visión moral…otra cosa será desde la ética. Porque lo que da un carácter trágico a los hechos, es que el foco de Guevara se correspondía a una respuesta ética aunque la razón indicara que la derrota sería inevitable. Y así fue, sobran todos lo traidores de esa gesta para explicar la derrota. Fue tragedia ateniense, que intuía la política como el arte de lo imposible porque para hombres como el Che, no existía otra posibilidad que la imposibilidad. La ética lo hacia concebir su destino unido a la comunidad, expresada en este caso en el crimen de Vietnam, perpetrado por los EE.UU, pero a la vez permitido por el resto del mundo ordenado, como dije antes, según el modelo de la república de Platón: esto es cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Por eso, esa misma ética implicaba que, de no actuar, asumía al menos parte, pequeña, claro, pero suficiente como para compartir la responsabilidad del crimen.

Dicho directamente: el foco de Guevara fue la respuesta ética a la guerra de Vietnam, recogida después por el Mayo Francés — "seamos realistas, pidamos lo imposible"— y la llamada nueva izquierda en el mundo. Esa ética es la que heredamos , y la diferencia actual pasa por los que la abandonaron y los que no la abandonamos aún a riesgo de no salir de la tragedia.

Volviendo al tema central del este trabajo, recordemos que, respecto a la derrota del Che, siempre se habló de "la traición de Monje" Pues, me tomo la licencia poética de hablar en subjuntivo con un toque de potencial , y digo, hoy no cabe dudas que aún si Monje hubiera cumplido con lo pactado brindando el apoyo total del Partido Comunista de Bolivia, la gesta del Che hubiera sido derrotada de todos modos, simplemente porque el capitalismo habría salido de sus crisis con una mayor capacidad creativa que el socialismo. Por otra parte hoy podemos confirmar que aquello que llamamos socialismo, fue como lo definiera el mismo Lenin, una forma de capitalismo de Estado.

Tratando de lograr una síntesis de lo que pretendo mostrar, repito, mostrar, no demostrar, digamos que al contrario de la versión conspirativa de la historia que le atribuye a ciertos individuos, genios, talentos, artistas o traidores, un grado inaudito de omnipotencia, los hechos indican que en tanto y cuanto acción real inmanente, los seres humanos no logran la conducción consciente de sus actos, la resultante de una empresa propuesta será por lo común inesperada, más aún una revolución. De allí la sabiduría del gran Víctor Hugo cuando afirmaba que toda revolución es una gigantesca improvisación. El talento de los protagonistas consiste en aprovechar toda la potencialidad de esa enorme improvisación.


Los límites de la conciencia

Sobre la primera parte de este texto, una buena amiga que tuvo acceso al manuscrito me comentó lo siguiente

"el texto es excelente, entrador, polémico, me hace sentir que me llevarás a alguna parte ... y esa parte me genera una gran curiosidad ..."

Sencilla pero aguda crítica pues reveló la falta de completud del texto. Entonces yo me pregunto ¿qué falta? Me respondo: llegar a donde iba y entonces aparece la pregunta verdadera: ¿hacia dónde voy? En realidad voy al final para encontrar el origen. ¿Por que me interesa el origen si estoy ya cansado de escribir sobre el pasado? Pues porque quizás saber como fue el origen nos inspire para saber cómo hay que hacer hoy. Atención, dije "nos inspire" no estoy diciendo que vamos a encontrar la fórmula. Buscamos inspiración.

Porque hay que recordar que crecimos en la lucha social, en el sindicalismo y en la política con una creencia poderosa: el papel de la conciencia. Estábamos convencidos de que cuando el individuo es consciente, lucha, se defiende, ataca, busca soluciones, etc. Lo contrario de la conciencia es la inconciencia o, mas simple, la no conciencia. La tarea militante era entonces, de acuerdo a este credo, crear conciencia, porque las transformaciones sólo la pueden hacer las masas. La tarea del militante era muy parecida a la de un maestro. ¡Las veces que habremos bregado que todo militante es un maestro cuya misión era despertar conciencia! Los sacerdotes del tercer mundo, insufribles docentes, espantaron a la Real Academia de la Lengua con la verbalización del sustantivo conciencia transformado en el verbo "concientizar".

Pero a lo largo de los años ocurrieron dos fenómenos que nos hacen revisar estas ideas: uno: muchas personas adquirieron la conciencia y no asumieron el compromiso militante; dos: muchas personas se sumaron a la militancia con escasísima conciencia y la fueron adquiriendo en la lucha.

La segunda observación es: ¿tiene que ver la conciencia con la educación concretamente con la alfabetización? Su correlato ¿es más conciente un alfabetizado que un analfabeto? La respuesta en base a nuestra experiencia concreta es ambigua, puede ser tanto uno como otro, es decir hubo gente que se sumó en un acto de conciencia, digamos "bien pensado" y gente que se sumó en un arranque espontáneo y en la lucha adquirió la conciencia. Pero en este punto es necesario levantar el ángulo de análisis aunque sea como referencia: uno de los pueblos más analfabetos de Europa hizo la revolución rusa y uno de los pueblos más alfabetizados creó el nazismo.

Para abreviar este camino adelanto la siguiente observación, tanto la experiencia histórica como la observación militante muestran que la conciencia es condición necesaria pero insuficiente. Luego que no existe un concienzómetro y que la relación de la conciencia con la educación es relativa. Un sencillo razonamiento indica que adquirir conciencia debería ser más fácil a un alfabetizado porque puede utilizar los instrumentos de instrucción. Pero la misma experiencia indica que detrás hay un condición social que actúa en los individuos sin perjuicio de alfabetizados o no. A esto hay que agregarle el concepto marxista de clase, las categoría explotación y opresión, las que estipulan que el papel en la producción influye, condiciona, la conciencia, porque está determinada por el sujeto histórico.

Va de suyo que no pretendo ser original con estas inquietudes. No son nuevas, tan viejas como la militancia y el viejo Lenin tiene todo un tratado sobre la conciencia, a la que define como "el espejo subjetivo de la realidad". Además de los pensadores, la psicología se ocupa del asunto. En fin….pero lo que me motiva es que sobre el tema no se sabe lo que no se sabe: O mejor dicho la mayor ignorancia es creer que se sabe.

Por ejemplo: recuerdo en uno de los tantos actos electorales de los últimos tiempos, un viejo, viejo de edad digo, un intelectual del P.C. de alrededor de setenta años, soltó soltura y desparpajo una frase de manual leninista: que las elecciones servían para medir "el grado de conciencia de la clase obrera" Este caballero repetía una frase que en su juventud le había escuchado a Lenin, y en su larga trayectoria política en el Partido no se le ocurrió verificar la vigencia de semejante postulado. En ese momento la mayor parte de la clase obrera de Argentina votó e Menem. Recordemos cómo había sido antes: 1973 ganó Cámpora en nombre de Perón; fue un voto contra la dictadura de Lanuse; meses después ganó Isabelita con Perón moribundo, fue un voto contra Cámpora y la aventura montonera; en 1983 Alfonsín barrió; la clase obrera volvió a votar positivamente contra la dictadura. y luego votó a Menem, el hombre que desarmó el Estado de Bienestar. Después se votó a la insufrible clase media que tuvo la virtud de facilitar el argentinazo del 19 y 20 de diciembre. De esos hechos emergió la pareja real Kirchner, la caricatura de los Montoneros. Caramba que sufre altibajos la conciencia de la clase obrera argentina.

¿Sólo en Agentina? Ni hablar de lo que son los actos electorales en los países de tradición politizada como Italia, donde se alternan los gobiernos de izquierda y de derecha, por ejemplo. Ni hablar de ese nuevo invento llamado "voto castigo" sumun del orgasmo del Estado de Derecho.

Es evidente que las elecciones, al menos ahora, no sirven como concienzómetro.

Y también queda a la vista que la conciencia es condición necesaria pero insuficiente. Ello significa que hay un sentimiento ¿qué dije? ¿sentimiento? Pero la conciencia no es sentimiento, es pensamiento.

¡Pues ahí esta el rastro de lo que buscamos!.

Lo que impulsa a la acción no es un pensamiento sino un sentimiento.

Ese sentimiento se llama deseo. Entendiendo a este, como fue expuesto en la primera parte, no como una tentación, no como un sentido de poseer, de posesión, sino como el impulso del cuerpo que busca desarrollar toda la potencialidad. Y aquí me llega el comentario de mi amigo Miguel que me recuerda lo que escribe Leibniz "a veces podemos obtener o hacer lo que deseamos, pero nunca podemos desear lo que deseamos"; es decir, las personas no son el "motor" de sus deseos, la cosa pasa por asumir o no lo que nos constituye y atravieza como deseo.

¿Será muy místico decir que el origen del deseo es misterio?

El deseo es, en primer lugar, sed de creación.

Interesante; ahora me surge la siguiente reflexión: el deseo es corporal, no racional, la conciencia es cerebral, racional. El deseo es la voluntad, la decisión, la acción; la misión de la conciencia, en cambio, es determinar cómo será esa acción. ¿Será muy esquemático inferir que la conciencia, como bien racional se corresponde más con la moral (la que indica el "deber ser") y el deseo como impulso vital del cuerpo se corresponde con la ética? (Me temo que los expertos en filosofía me agarren a los cascotazos.)

Pero aun a ese riesgo saco la conclusión siguiente: la fuerza vital del deseo activa la conciencia y la depura de la moral y la impregna de ética.

Digamos al pasar que podemos resumir la ética diciendo que es la fidelidad al deseo.

Y la conclusión sobre la época actual: sobra conciencia y sobra moral (por algo se la pasan marchando y parodiando a los setentistas, sin ver por donde pasa el sujeto activo)

Insisto en las marchas porque es casi la a única actividad militante, o bien toda militancia está presente allí. Paradójicamente el Che marchó mucho más después de muerto que cuando estaba vivo. Poca gente sabe que el Che no fue el militante estudiantil clásico, casi no se le conoce actividad de ese tipo. Casi no se conoce petitorio estudiantil con la firma de Ernesto Guevara. Muchacho de bajo perfil, sin dudas.

¿Y nosotros? Pues claro, a veces marchábamos para solidarizarnos con determinado movimiento en lucha. Pero nunca hicimos una marcha para peticionar algo al gobierno. Nosotros no peticionábamos. Lo tomábamos, pués.

¿Será que las marchas actuales están muy influidas por el criterio televisivo que lo que no se ve no existe? Tengo para mi que las marchas actuales es la muestra de cómo la izquierda ha sido captada por el criterio que la política es espectáculo. De allí la importancia mayor a la fanfarria—carteles, gorritos, uniformes, banderitas, etc— que a la acción de una marcha.

Sea como fuere el abuso del marcheo indica que es una forma central de hacer política. Y en la marcha se verifica lo dispuesto en la republica de Platón, cada cosa en su lugar, nadie puede salirse del cuadro; el "sistema" parece haber incorporado el marcheo como manera de control social, sobre todo como manera de sostener la iniciativa. Salirse de la marcha sería como salirse del sistema. Cuando digo salirse de la marcha, quiero decir, inventar otra cosa.

La marcha es, entonces, la expresión mayor de conciencia de la izquierda actual, por lo tanto su expresión moral. Y desgraciadamente refleja plenamente su pobreza espiritual.

Pero, por otra parte no se puede llevar adelante acciones políticas transformadoras si no se intenta al menos capturar la iniciativa. Iniciativa para romper lo dispuesto en la república de Platón, para romper la iniciativa del Poder. No puede haber creatividad sin iniciativa y viceversa, no puede haber iniciativa sin creatividad. Claro para asumir iniciativa y creatividad, además se necesita una gran cuota de coraje. El riesgo es que esa iniciativa se transforme en sentido ateniense de la Tragedia. Vimos como eso ocurrió con la formidable iniciativa de los revolucionarios en la guerra de Vietnam.

Para blanquear la metáforas lo diré claro: Iniciativa es rebeldía, y el Poder no perdona la rebeldía, la falta de coraje es no atreverse a la rebelión.

Rebelión en serio muchachos, no rebeldes folclóricos tipo Castells

¿Qué falta entonces para cobrar iniciativa?

Dicho de otra manera ¿Por qué la izquierda no sale del pozo?

Pues está claro, se puede oler en el aire: falta deseo, por eso se aprecian griteríos, y consignas racionales, trajes vistosos, intentos de murgas, pero muy poca pasión.

Sobra conciencia, sobre todo conciencia de que el deseo nos haga caer en otra Tragedia. Conciencia del riesgo de pagar caro la rebeldía, contra la democracia representativa por la democracia plena.

Dicho de otra manera: sobra miedo, miedo a la Tragedia.

Porque en el fondo, creemos en el Estado de Derecho y no hemos aprendido de los griegos a jugar con los Dioses, es decir a disfrutar la Tragedia. Claro, en tiempos de los atenienses no existía el Estado de Derecho, este es un invento de la burguesía europea para regular la democracia que inventaron los atenienses.

Curioso, los guevaristas tampoco creímos en el Estado de Derecho y sí en la democracia, pero no como sustantivo sino como verbo; no como institución de representantes sino como práctica presente.

Por eso sobra la conciencia y la moral. Por eso las marchas son tan ordenadas, tan al estilo de la República de Platón o sea, repito, paradigma del Estado de Derecho, transformador de la democracia en "representativa".

Falta acción y la acción no surge de la representación ni de la conciencia, surge del deseo presente, no re-presentado.

sábado 9 de enero de 2010

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Desarrollo, sub-desarrollo o desarrollo deformado Atención al enemigo dentro nuestro

Por Luis Mattini

El marxismo, llamado por Engels socialismo científico, se diferenció del socialismo utópico y de todas las corrientes románticas o religiosas de emancipación obrera, por la búsqueda de las condiciones objetivas materiales y las sujetivas para la revolución social, según el principio de que la existencia condiciona la conciencia. Es así que asumió como positivo el desarrollo y el progreso capitalista basado en las ciencias que brindaban la posibilidad técnica de aprovechamientos de los recursos naturales. De acuerdo a este paradigma, la revolución y el socialismo a fines del siglo XIX, debería empezar en los países más desarrollados: Inglaterra o EE.UU. Sin embargo es sabido que Marx apostaba a Alemania. ¿Por qué? Pues porque para Marx no habría revolución obrera posible sin las bases materiales objetivas creadas por el capitalismo claro, pero tampoco sin pensamiento que alimentara la subjetividad y propusiera otra ética social. La revolución socialista necesitaba más que otras de la elaboración de un pensamiento constructor. Teniendo en cuenta que los países capitalistas fueron todos hijos de la revolución burguesa antifeudal, Marx hizo un lindo juego metafórico con el papel de las naciones europeas de la época: dijo que el proletariado inglés era el economista, por el desarrollo económico de Inglaterra; el francés el político por la tradición política de Francia; y el proletariado alemán estaba llamado a ser el filósofo, el pensador, de la revolución mundial, por pertenecer a una “nación filosófica”. Es importante registrar este detalle: para Marx el socialismo sólo sería posible con la combinación del alto grado de desarrollo económico y de pensamiento. En sus días esa combinación se daba en Alemania.

Pero la primera revolución proletaria fue en Francia, la Comuna de Paris en 1871, fue aplastada y recién más de treinta años después, en 1917, la revolución triunfó en Rusia, uno de los países atrasados de Europa. Lenin, Trotsky y los bolcheviques eran marxistas y estaban convencidos que la revolución rusa solo podría afirmarse como tal, si estallaba y triunfaba la revolución en Alemania. También lo creía así Rosa Luxemburgo. Sin embargo, la revolución en Alemania fue derrotada en 1919; el socialismo abortó y Rusia se trasformó en la Unión Soviética, un sistema de capitalismo de Estado administrado por comunistas, que luego el stalinismo consagró como el único socialismo posible y real.

A partir de allí las palabras “desarrollo “ y “subdesarrollo” pasaron al manoseo y el léxico político cotidiano de la izquierda y condicionantes del tipo de revolución. Para el stalinismo la revolución socialista solo podría darse en los países desarrollados mientras que en los subdesarrollados solo debía hacer la revolución burguesa cuya misión seria precisamente desarrollarlos. Sub-desarrollo significaba entonces, camino del desarrollo, algo a llegar. Trotsky, quien fue uno de los más agudos observadores de este fenómeno, impulsó la idea de “desarrollo desigual y combinado” como manera de entender el impulso a la revolución socialista aun en países supuestamente subdesarrollados y abarcar sus contradicciones.
Un asunto de no poca importancia que ponía en relieve el duro esquematismo materialista del stalinismo, —dominante en el pensamiento marxista de esa época—, era la circunstancia de que ciertos aspectos del “desarrollo” se verificaban precisamente, como decía Trotsky, en forma desigual y combinada. Por ejemplo: al atraso económico de Rusia, España o América Latina no le correspondía igual atraso en determinadas áreas del arte o el deporte: la literatura por ejemplo: Al menos que nos agarremos del chovinismo francés y aceptemos la expresión de Anatole France sobre el gran colombiano Vargas Vila: “Sólo le faltó ser francés para sentarse al lado de Hugo”. La supuestamente feudal España llevó adelante una de las conquistas más vastas en la historia de la humanidad. O situaciones deportivas como la potencia en fútbol de Argentina, Brasil, Uruguay, mucho más “desarrollados” que los EE.UU. En realidad ya Marx había previsto ese “desigual y combinado” cuando hablaba del proletariado alemán como el filósofo de la revolución. O sea, en su tiempo, Alemania era menos “desarrollada” que Inglaterra o EE.UU., pero era, como ya dijimos, “una nación filosófica” y sus obreros eran más cultos, politizados y organizados.

Después de la consolidación de la revolución, instaurando el capitalismo de Estado, la joven República Soviética construía con ímpetu la ciencia y la técnica y de ese modelo se sacó la idea de que las revoluciones eran posibles, incluso en los países subdesarrollados, pero a condición de que se empeñaran en completar el desarrollo para crear las bases materiales para el socialismo. Por desgracia, la historia demostró, cincuenta años más tarde, con el desmoronamiento de la Unión Soviética, que tal proceso fue un desarrollo capitalista administrado por comunistas. Si alguna duda quedara sobre esta afirmación, ahí tenemos a China actual, casi una potencia capitalista administrada por comunistas.

Y aun falta lo peor. Sabemos que toda acumulación de capital es acumulación de trabajo humano. Pues esa acumulación en Rusia o China que las transformó en potencias, fue posible, al igual que en los países capitalistas desarrollados, por una despiadada explotación de los trabajadores, con el agravante en estos casos, que los comunistas no permitieron siquiera un sindicalismo independiente que al menos pusiera condiciones entre capital y trabajo o sea, entre el Estado y los asalariados. Guardando las distancias de magnitud, el tipo de acumulación de la España de Franco, no se diferenció demasiado de Rusia y de China. Por otra parte cuando entre nosotros, un modesto laburante argentino accede a la “baratura” de un aparatito tecnológico chino, aún pagado con nuestro sueldito, estamos usufructuando de la plusvalía arrancada al trabajador chino.

Volviendo al tema del desarrollo; digamos que el guevarismo fue, sin dudas, por un lado una forma de rebelión, pero al mismo tiempo un nuevo modo de leer la realidad, que pretendía superar estas incongruencias del llamado socialismo real. Guevara definió en algún momento el subdesarrollo, no como algo que estaba por debajo, como algo insuficiente, como algo a continuar hasta alcanzar, sino como un “desarrollo deformado”. O sea como algo a romper y hacer de otra manera.

Esta modificación en la forma de pensar, que en el Che y quienes le seguimos, tenía la misma importancia que el fusil, y tendría serias consecuencias: la primera fue que la ruptura se imponía a la continuidad. O sea que para Guevara, el socialismo era fundamentalmente una ruptura porque de lo contrario estaría condenado a reproducir las deformaciones del capitalismo. Por eso fue que, siendo Ministro de Industria en Cuba, tuvo su polémica con los soviéticos y las influencias stalinistas internas, sobre la contradicción de la ley del valor con el socialismo y la necesidad de impulsar incentivos morales sobre los materiales. La mentalidad stalinista derrotó al Che en Cuba y esa fue una de las causas de su marcha.

Los cómodos de siempre, los marxistas de manual soviético, los “realistas” de cada época, algunos nacionales y populares “serios”, mucho han criticado al Che por esta postura “idealista”, “voluntarista”, sin ser capaces de ver la analogía de estos postulados con aquella afirmación de Marx sobre el papel de la filosofía del proletariado alemán que también podría ser tildada de voluntarista.

Dicho de otro modo , el Che buscaba en Cuba y América Latina lo que Marx le encargaba al proletariado alemán para Europa y la revolución mundial: pensar más allá de las visiones positivistas, deterministas, pensar la ruptura revolucionaria , base subjetiva sin la cual no habrá socialismo. Esa es la esencia insoslayable y perenne del guevarismo heredada por Santucho y el PRT. El fusil fue sólo un instrumento circunstancial de la rebeldía.

Porque el contenido de “desarrollo deformado” no partía de ver el subdesarrollo como algo incompleto por inmaduro, sino específicamente un tipo de desarrollo que se correspondía a los rasgos del capitalismo deformados por intereses de clase y, por lo tanto, el socialismo heredaría esa deformación. Digamos ahora de paso —y no sin una gran amargura—, que la parte lamentable de la historia de cincuenta años de revolución en Cuba le dieron la razón al Che. El hecho que hoy en día el setenta por ciento de las tierras cubanas estén sin cultivar y se importe la mayor parte de los alimentos de los EE.UU., pagados por la “industria del turismo”, es la paradoja más amarga, y no se explica de ninguna manera por el bloqueo, sino por la persistencia de una idea falsa de desarrollo que viene desde la época de las falsas esperanzas en las zafras monumentales. El monocultivo azucarero, reemplazado por el “monoturismo”.

Veamos qué pasa en casa: Argentina es casi un modelo de ese desarrollo deformado definido por el Che. Con la particularidad que ha perdido hasta cierto pluricultivo del viejo modelo oligárquico, al trocarse en un sistema de monocultivo biotecnológico manejado por los agronegocios, que produce para el mercado internacional al mismo nivel, con esa palabreja que empalaga a los yuppies — “commodity”— y con la eficacia de cualquier potencia. También se añaden algunas esferas de la producción industrial, sobre todo la automotriz, carreteras y puertos a ese servicio (¿Ha visto Ud las obras fluviales al norte de Zárate, en Atucha y Lima?) ciertas urbanizaciones como Puerto Madero....todo ello conviviendo con la catástrofe ferroviaria y de comunicaciones, el deterioro nacional de la sanidad y el colapso del sistema educativo y, además, los bajos salarios y la desocupación con la destrucción del “Estado de Bienestar”. La fábrica masiva de millones de pobres y los riesgos de caer en el monocultivo y perder la soberanía alimentaría de la cual este país podía estar casi orgulloso en el pasado.

Y aquí llegamos al objetivo de es artículo. La Argentina no es, no fue nunca, un país “subdesarrollado”, además ahora tampoco es “tercer mundo”, porque ya no existe un segundo mundo que explicara el tercero. La Argentina fue, y ahora es más que nunca, un país de desarrollo “deformado”, tomando como metáfora esta expresión de Guevara. Deformado porque convive el formidable “progreso” (biotecnología, tecnologías industriales “de punto”, hiper minería, inmensos “countris”, expansión del automóvil, de los celulares y las computadoras, exportación de programas de computación, fabulosos ingresos de importación, obscenas cifras en materia futbolística, en la compra y venta de los jugadores, malversación de fondos públicos enviando barras bravas al exterior, etc., etc.….) con el creciente analfabetismo cultural, pobreza estructural, caída paulatina del nivel de vida, inseguridad social creciente, causa principal de muerte los siniestros de tránsito, incremento de la explotación del trabajo….en fin, todo eso y mucho más, pero con el detalle que los principales explotadores y responsables de estas calamidades, poseen pasaporte argentino nativo, no son sólo ni mayoritariamente “extranjeros”, tampoco se trata de aquella “burguesía nacional” que recibía el plato de lentejas del imperialismo, como se decía en el pasado, sino que es la gran burguesía nacida y enriquecida por la explotación del trabajo en este país, componente del imperialismo, entendiendo por esto, no el “colonialismo” sino determinado grado de desarrollo del capitalismo que ya no tiene absolutamente patria. Dicho más claro con un solo ejemplo, la señora Amelita Fortabat, como parte del imperio económico, le da órdenes al presidente de los EE.UU que funciona como comisario de policía del imperio. En todo caso la señora Cristina es subcomisaria.

Finalmente, para encarar el futuro de la humanidad no es cuestión de completar el “desarrollo”, sino de repartir la riqueza. Con lo cual, la historia ha dado una de sus paradójicas volteretas: hoy encontramos más concreta motivación y radicalidad en rémoras del socialismo utópico, en el socialismo romántico y hasta en algunas prédicas cristianas, que llaman directamente a la ruptura, a la acción, que en el llamado del progresismo a incorporarse al proceso científico para lograr el bienestar social. Por eso no tiene ya sentido hablar de izquierda o derecha, está todo mezclado y tenemos que aprender a despejar.

www.lafogata.org, 02/01/10


¿Hay que transformar el mundo o hacerlo de nuevo?

Por Luis Mattini *

"La existencia del Estado y de la esclavitud son inseparables"
(Karl Marx)

Según el mito del progreso, al capitalismo le sucedería necesariamente el socialismo y por último el comunismo al final de un largo camino en el que se integraría todo lo conquistado por la cultura humana en la historia. Pero este paradigma confundió una postura ética, ontológica, perenne, de Marx –la llamada Tesis 11, "no sólo interpretar sino transformar al mundo"– con su puesta en práctica, el llamado al combate, mediante una hipótesis de Marx que sirvió de impulso a ciento cincuenta años de lucha: Esta hipótesis consistió en considerar el carácter objetivamente revolucionario de la clase obrera como emancipador de la humanidad y la apuesta a la revolución proletaria en la crisis del capitalismo. Sin embargo, al asumir como "ley" lo que era un cuerpo de creencias, una apuesta, una buena hipótesis, se olvidó que Marx afirmó también que, si al momento de la crisis capitalista, el proletariado no hacía tal revolución, la humanidad podría regresar a la barbarie. Esto indica que Marx no fue un cultor del mito del progreso; por el contrario temía y previó la regresión.

Este es el momento actual previsto; el de la crisis capitalista y el riesgo de regreso a la barbarie que se expresa en la presente decadencia de la civilización y la grave amenaza al medio ambiente. Más que riesgo, en algunos aspectos estamos viviendo ya la barbarie.

Otra hipótesis Vamos a intentar ahora otra hipótesis guía bajo la inspiración de la misma Tesis 11.

Quizás no se trata de cambiar al mundo sino de hacerlo de nuevo.

¿Cuáles serían las consideraciones a tener en cuenta para este enunciado?

Primero, que no hubo "estrategia" trascendente en la formación del mundo, sino que fue espontáneo. De modo que para "hacerlo de nuevo" no necesitamos "estrategia" trascendente, necesitamos acción inmanente.

Segundo, no concebir ya al socialismo como automático sucesor "material" del capitalismo en donde la ruptura sería sólo un acto político (revolución) de captura del Estado, puesto que el capitalismo no es un simple sistema económico cuyo aparato de dominación es sólo el Estado, sino una relación social que interactúa; la sociedad de mercado reproduce la relación social y viceversa, tal relación reproduce el mercado. El ciudadano, el sujeto se troca consumidor, en objeto. Es decir que todo producto de ese progreso es, en principio, sospechoso de trocar al sujeto en consumidor, real o virtual.

El socialismo que propiciamos ahora implica, entonces, un enorme esfuerzo de creación, no sólo reparto ya de la riqueza, sino también una profunda ruptura con una forma de producir y consumir.

Por ello ahora la lucha entre capital y trabajo y explotación de los trabajadores está contenida en una lucha contra la amenaza de muerte que sufre la humanidad por la producción biotecnológica, minera o la búsqueda de combustibles.


El progresismo es el primer sostén actual del sistema.

En efecto, ocurre que esto, visto desde el "progresismo", contiene como insospechada consecuencia, una resistencia que aparece como "conservadora", toda vez que la dominación no reside sólo en la propiedad de los medios de producción, sino en el carácter mismo de esos medios. ( resistencia que, de hecho, están haciendo los sectores más radicales en el mundo). Hay que asumir que el progresismo conceptual es el primer sostén actual del sistema, ya que no siempre se recuerda que el mito del progreso es un atributo del capitalismo.

Marx explicó muy claro en el Manifiesto Comunista que la burguesía es una clase que no puede existir sino revolucionando constantemente y que en esa revolución creaba –a su pesar– las bases materiales para el comunismo. Pero de allí no debe deducirse –como se hace– que la esencia de la humanidad es vivir revolucionando de modo constante los medios de producción. Porque el ser humano no es esencia sino potencia, por tanto puede decidir si revolucionar o no. Hoy queda claro que la humanidad debe "regular" (y hasta "conservar") los cambios en los medios de producción, reservando aquellos óptimos y sustentables a la satisfacción de un reino de la libertad posible solamente logrando el equilibrio ecológico.

Porque hoy las bases materiales para la socialización universal están harto satisfechas y, sin embargo, la "revolución" de la burguesía continúa, no sólo explotando trabajadores, sino amenazando la vida misma. Nunca, en la historia hubo mayor revolución tecnológica y a la vez mayor diferencia entre ricos y pobres; y por primera vez en riesgo para el planeta. Ya no se trata sólo de liberar a la esclavitud asalariada, sino de preservar la vida de la especie de la catástrofe ambiental. .

Por eso la resistencia de los desposeídos aparece como "conservadora" frente a esta ofensiva capitalista que ya no extrae plusvalía sólo de la fuerza de trabajo, sino también de la vida. De ahí que algunos pensadores insistan con el concepto de "biopolítica"

¿El Estado o la Comuna?

Los marxistas parecen no haber entendido al Marx de la Gemeinweser, (comuna) que escribió: "La Comuna no fue una revolución contra una forma cualquiera de poder de Estado, legitimista, constitucional, republicana o imperial. Fue una revolución contra el Estado como tal, contra este aborto monstruoso de la sociedad"– porque ese marxismo posterior a la Comuna de Paris, por el contrario, hizo un culto del Estado y consideró lo magno como lo superior, la apología de los Estados Nacionales avanzando hacia los Estados multinacionales.

Hoy ese reagrupamiento de Estados, diluyendo los Estados Nacionales, lo está haciendo el capitalismo. En el caso de América Latina y Europa con el entusiasta apoyo de las izquierdas. Al menos reconozcamos la paradoja: que la resistencia radical a estas tendencias del capitalismo son "conservadoras": tienen la apariencia de "regreso" a la comuna. La izquierda tradicional la critica por falta de "estrategia", por demasiado "comunales" Pero, atención: quizás en ese "regreso a la comuna" se encuentre la alternativa a la producción biotecnológica.

Por otro lado recordemos que ese paradigma de lo magno cubre toda la vida humana, a tal punto de ser el autor de esa gran abstracción llamada "mundo". Abstracción que, facilitada por la televisión, se transforma en la más grande de las ilusiones que ha conocido la humanidad: la ambigua ilusión de, por un lado conocer e incidir en ese "mundo" y por otro, la impotencia de no poder hacerlo. Si lo que hago en mi barrio no sale en TV no "incide" en el mundo, por lo tanto no vale nada, no existe. La pantalla es la realidad, aún para los protagonistas El mismo paradigma de lo magno se plantea en la organización: grandes partidos o movimientos de millones de personas nacionales y proyectados de la misma manera hacia el ámbito internacional. Las huestes del proletariado preparando la batalla decisiva contra las hordas del capitalismo. Vanguardia y homogeneidad "ideológica" que, no por casualidad, fue sistemáticamente homogeneidad en la obediencia. El stalinismo fue su expresión más extrema y perversa, más no la única.

Hoy la resistencia radical a los agronegocios, la minería a cielo abierto y la depredación en los combustibles contra la agresión al medio ambiente, se organiza en miles de grupos heterogéneos, quienes intuyen cada día más que en que en la multiplicidad está la vida y la creatividad, al mismo tiempo que buscan formas de articular las luchas, sin que ninguna batalla sea decisiva y todas son importantes y, sobre todo, sin centralizaciones burocráticas.

Además, el paradigma anterior, hijo dilecto de las ciudades, no podía menos que ser urbano. El campo era sinónimo de barbarie. La cultura agraria (irónicamente la base de la civilización) era considerada, "romántica", retrógrada por ser "medioeval", individualista, antisocial, debía ser reemplazada por la tecnología. El socialismo estaba llamado a liquidar la contradicción campo-ciudad "urbanizando" a los campesinos. Hoy eso lo está cumpliendo el capitalismo con creces, sólo que hacinando en la periferia de las ciudades a los agricultores reemplazados por hombres de negocio.

Quizás la idea más fuerte del paradigma anterior fue la exigencia de "transformar" desde arriba, es decir desde el Estado.

"Hacerlo de nuevo", que es lo que proponemos hoy, en cambio, contiene la idea de la Gemeinweser, la convicción de que la sociedad, como pensaba Marx, sólo puede transformarse desde abajo (el "abajo" no descarta alzamientos insurreccionales) El desafío de hoy es cómo hacerlo de nuevo: la base material, la riqueza material y espiritual está aquí, a nuestro lado, entre y con nosotros, hay que preservarla, "conservarla" de la destrucción capitalista, repartirla, porque hemos llegado al punto de partida.

El futuro está en el aquí y ahora.

27/12/09

www.profanascartas.blogspot.com


Los sueños de los setenta

Por Luis Mattini

Tengo el temor de que los proyectos políticos marxistas que llevamos adelante, poniendo todo el cuerpo, en los años setenta estén a punto de ser derrotados, no por la vía de su destrucción, como lo intentó primero el gobierno de Isabelita y después muy duramente la dictadura, sino por la perversa vía de la distorsión.

Porque el terrorismo de estado había logrado destrozar nuestra organización, pero no nuestro proyecto. Para el caso de una eventual derrota actual, la primera beneficiada de eso seria la camarilla gobernante, pero esos beneficios serían posibles gracias al no tan desinteresado aporte de cientos de personas pertenecientes a varios organismos de derechos humanos y otros cientos que se benefician de puestos estatales, más allá de la ocupación laboral que tenemos los empleados del Estado, sea como docentes, profesionales o administrativos asalariados.

La distorsión va desde el extremo disparate de afirmar que se está marchando hacia un modelo de país soñado por los setentistas, hasta la “sencilla”, pero no inocente, idea de que el mérito de este gobierno que lo haría casi incriticable, es la defensa de los DD.HH. y la Memoria Histórica. Todo ello se engarza con la falsa idea de que nosotros habíamos luchado por la democracia hacia una total estatización de la sociedad, incluida la vida y los sentimientos privados, tipo chavismo-peronista, olvidando que para el marxismo no puede haber completa liberación social hasta tanto no se extinga el Estado.

Realmente me sorprende la falta de memoria (de quienes precisamente se llenan la boca hablando de esa ya frase hecha : “memoria histórica”) para recordar las grandes discusiones que precedieron y acompañaron la toma de las armas. Las veces que hemos repetido que sólo admitíamos al Estado como una inevitable dictadura del proletariado durante un período de transición y que deseábamos lo más corto posible. Las veces que, al menos en lo interno, criticábamos a los socialismos existentes precisamente por mantener políticas de Estado que transformaron la supuesta dictadura del proletariado en dictadura de la burocracia; y si a veces no lo hacíamos públicamente era por razones de oportunidad política frente al capitalismo.

La falta de memoria para recordar cómo estudiamos en Lenin, que la democracia es un determinado modelo de dominación y no un ideal humano; por lo tanto la democracia, con cualquiera de sus aditamentos, no era nuestra meta, si bien hablábamos de “democracia popular” como un periodo de transición.

¿Cómo pueden haberse olvidado algunos de nuestros compañeros la consigna para el programa inmediato por el que luchábamos: “gobierno obrero popular”? ¿Tiene algo de “obrera” la mujer que nos gobierna en medio de su desfile de modelos apoyada por la burocracia sindical, hoy transformada en empresarios? ¿No ven que el discurso de DDHH del actual gobierno se reduce a lo pasado en los setentas? ¿No ven la violación cotidiana de los DD.HH. como consecuencia de la persistencia en un modelo productivo basado en la biotecnología agraria, la industria derivada, la minería abierta y la manipulación de recursos energéticos, todo ello marcando una peligrosa tendencia al monocultivo que se transforma en una fabrica reproductora de pobres?

Claro, este gobierno no es Videla ni el fascismo, eso está claro, pero a veces no parece tan claro porque estas personas ligadas a los organismos de DD.HH. actúan como si estuvieran obligadas a optar por el mal menor.

No señores, vivimos una plena democracia representativa, quizás menos que Suecia o Alemania, pero bastante más que muchos otros países democráticos; eso debe quedar claro, no existe otra democracia y a esta se la puede mejorar con esos adjetivos de moda, “participativa”, “popular”, etc, pero sólo mejorarla, porque siempre será un modo de dominación de una clase por otra.

Porque lo que parecen olvidar quienes dicen que este es el gobierno de los setentistas, es que, —al menos el PRT-ERP—, luchaba por una sociedad sin clases. Y lo que es peor, a veces creo observar que algunos compañeros que pertenecieron a esta organización, por momentos parecen avergonzados de admitir que nosotros éramos comunistas, tan comunistas que frente al partido comunista o a los partidos trotskistas, y otras variantes pro-chinas, nos sentíamos los verdaderos comunistas, éramos los internacionalistas de primera línea y nunca creímos ni en el socialismo en un solo país, ni en la vía estatal hacia el socialismo.

Ah, un detalle: entre las cosas para el futuro que discutíamos mientras ejercíamos la militancia y poníamos el cuerpo en la lucha armada, estaba la idea de que en el socialismo desarrollado desaparecería la división del trabajo, también desaparecerían la disciplina llamada economía política y el derecho como “ciencia jurídica”, por lo tanto hablar de derechos humanos seria un absurdo, algo así como hablar de derecho a respirar. El chiste era resolver que hacer con los millones de abogados y economistas que pasarían a ser desocupados. (Para no hablar de los escribanos).

Y sí señores, a la generación que nos sigue le contamos —y a nuestros desmemoriados les recordamos— que nosotros teníamos tiempo para organizar la acción política, el sindicalismo, los estudiantes, los barrios, entrenarnos, estudiar teoría marxista y arte militar, ejercer la lucha armada y además de todo eso, fantasear con los sueños sobre la futura sociedad, cómo serían la relaciones una vez desaparecidas la feria de vanidades, en primer lugar los títulos académicos que reemplazan a los títulos de nobleza. Soñábamos que el machismo desaparecería automáticamente al desaparecer las causas que lo crearon, en fin, muchas cosas idealizadas, claro, pero estamos hablando de sueños y todo cambio en la realidad de la historia siempre empezó siendo sueño.

Bueno eso era parte de nuestros sueños. La crueldad ilimitada de la represión de la dictadura pudo con la organización, pudo reventar la resistencia, pudo asesinar a miles, pero no pudo con nuestros sueños. Por eso digo que en el fondo no pudo derrotarnos.

Ahora me pregunto, realmente preocupado ante la evidente ausencia de sueños y fantasías reemplazadas por la racionalidad de las universidades “alternativas” o “populares”, o las marchas de ordenados y prolijos guevaristas…me pregunto digo, si esta malversación que se está haciendo públicamente de los sueños setentistas reduciéndolos a la simple “conquista” de los derechos humanos, por parte del gobierno y los cómplices objetivos que he mencionado, no podrá ser preludio de la derrota. ¿Aquello que la dictadura no logró con todo el peso del terrorismo de estado, se conseguirá con este modelo de dominación que ha logrado comprar a muchos ex-protagonistas?

Pues, los que nos atrevemos a seguir soñando le decimos: “Nuestros sueños no caben en sus urnas”

Fuente: www.lafogata.org, 20/10/09


¿Nueva derecha o nuevo modelo de dominación?

Por Luis Mattini

Hace unos días, al cruzar la avenida Entre Ríos hacia el Congreso de la Nación mi vista fue herida por el siguiente cuadro: la vereda desierta y sobre ella una fila de horribles entramados de hierro y alambre paralela cubrían en parte esas formidables y hermosas rejas que tiene la fachada del Palacio. ¿Por qué herida mi vista? Porque me inicié hace cincuenta y tres años como herrero forjador, oficio que ejercí hasta los 30 y ello me permite afirmar que nadie puede apreciar mejor que un herrero, la capacidad del ser humano de moldear el hierro con las manos, para producir esa belleza, lograr esas verjas que el público en general apenas aprecia y los profesionales suelen adjudicarle el mérito sólo al diseñador.

Además, esas verjas son extremadamente sólidas, sólo es posible derrumbarlas con un tanque o una gran topadora. ¿Por qué entonces esos enclenques entramados metálicos portátiles que la policía despliega aparentemente para contener a los manifestantes? ¿Qué mejor muro de contención que la verja original? En una recorrida por la ciudad veremos en todo edificio público esos mismos artefactos, incluso frente al formidable Palacio de Tribunales.

Curioso, frente a la sede de las empresas privadas no hay dispositivos preventivos, aun las multinacionales. Esto me llama la atención porque cuando yo era herrero forjador, también fui sindicalista y el grueso de las protestas las hacíamos contra las empresas privadas o las empresas estatales que brindaban servicios públicos que eran muchas. Claro, también es cierto que la “demostración” para “demandar” “reclamar” en “nombre” del derecho era más esporádica, o sea , las acciones eran más activas, valga la redundancia, paro, huelga, ocupación, etc, no se “reclamaba” el derecho, se lo ejercía de hecho.

Bien, cualquiera que tenga una mínima experiencia en manifestaciones y represión de las mismas se da cuenta que esos artefactos metálicos no sirven para impedir el paso de marchas sino para llevarlas por canales determinados. ¿Para qué sirven entonces?

Veamos, en los primeros años sesenta se puso de moda la palabra canalizar, porque cuando se descubrió el carácter “progresista” del peronismo, la mayoría de los grupos marxistas pretendieron “canalizarlo”, los trotskistas con su política de “entrismo”, el PC con la famosa tesis de Codovilla del “giro a la izquierda” del peronismo, los sacerdotes tercermundistas porque no pueden sustraerse a su populismo y, desde luego, finalmente lo que años después se llamó Montoneros, cuya estructura dirigente lo constituían o bien marxistas que peronizaban o bien cristianos y a veces algún peronista

Pero la vida tiene sus paradojas. La que resultó finalmente canalizada hoy en día es la izquierda. Literalmente en esos “canales” formados por estructuras metálicas para asistir el ejercicio del derecho a protesta, a manifestar, a demostrar en la vía publica. ¿Asistir? ¿asistencia? Si, eso es. No se trata de simple juego de palabras, se trata de que el Estado hoy ejerce una politica asistencialista, por medio de subsidios de diversas especies, magros a nivel de cada persona, pero eficaces como elementos de contención social. Esos artefactos de hierro están, entonces, para canalizar la protesta por lo carriles del Estado de Derecho, trazados por los poderes ejecutivos y custodiados por agentes policiales. En caso de ser necesaria la represión, será ordenada por el Poder Judicial y la ejecutaran tropas de asalto de la policía, los protagonistas detenidos podrán ser juzgados. Eso se llama criminalizar la protesta. Se la utiliza cuando los canales físicos y monetarios se muestren insuficientes para la contención.

O sea. Estamos frente a una modalidad de dominación diferente. Quizás sea exagerado llamarlo nuevo modelo de dominación, pero también es poco preciso hablar de “nueva” derecha. Creo que más justo es decir que la derecha adquiere nuevas formas. Esta formulación tiene la ventaja de dejar ver más claro aún que en estos días la derecha está dentro y fuera del Estado y del gobierno y, en todo caso las diferencias representan matices diversos de intereses o bien mayor o menos inteligencia para la dominación. Por ejemplo, es evidente que la discusión por las llamadas retenciones a las exportaciones es una pelea por intereses y al mismo tiempo deja a las claras que hay un sector —el de los agronegocios— que no comprende que parte de esos subsidios son empleados en la política asistencial que contiene millones de personas que en otras épocas estarían quemando campos de soja, así como durante el cordobazo destrozaban las instalaciones de la empresa xerox.

Por eso es que afirmamos que la izquierda perdió definitivamente su identidad, hasta su razón de ser, cuando compró el mito del Estado de Derecho, como si este fuera parte de su acerbo y no un producto burgués. En esto hay responsabilidad en parte de de algunos exiliados que se vinieron con ese mamotreto bajo del brazo. Otra parte de responsabilidad la tienen los sobrevivientes o descendientes de sobrevivientes que identifican “derechos humanos” con las utopías por las cuales nos jugamos la vida en los setenta. Dicho de otro modo: identifican Justicia con condenar a los militares que ejercieron el terrorismo de Estado. La paradoja es que esa “justicia” se ejercerá con la vigencia del Estado de Derecho, será justicia burguesa. No tiene nada de malo, al contrario, bienvenida sea, sólo que no es por la que lucharon sus padres.

Claro, hay que tener en cuenta que en esta degradación de valores y conceptos, también tiene su importancia el derrumbe del Sistema Socialista Mundial, como ensayos de sociedades superadoras del capitalismo. Y, lo que es para nosotros particularmente doloroso: Cuba, país que a cincuenta años de la revolución más formidable de América después de la mexicana, hoy tiene el 80 por ciento de sus tierras improductivas e importa, nada menos que de los EE.UU, parte importante del ochenta por ciento de sus alimentos, a pesar del bloqueo. Encima políticamente está más cerca de la monarquía que del socialismo marxista.

¿Chavez y el socialismo del siglo XXI? Cualquier argentino de mi edad puede asegurarles que en 1946 Perón, en apenas diez años, que son los que lleva ya el Venezolano, creó un estado de bienestar productivo, una nación que producía prácticamente todo lo que consumía. Con un poco más de modestia se lo llamó “socialismo nacional”.

Si amigos, perdón por mi tono irónico, pero lo que ocurre es muy duro. O dicho de otra forma, vivimos un periodo histórico de especial reacción. Claro, este punto de vista es contradictorio con quienes piensan que en América Latina es diferente al resto el mundo. Sin embargo a excepción de Bolivia, en donde la activa presencia indígena obliga a mirar con otros ojos, en el resto, progres más, progres menos, se vive el post- neoliberalismo….que no es el socialismo, ni siquiera una oleada “democrática” al viejo estilo, sino la forma que asume la nueva forma de dominación. Sin dudas que con mayores o menores talentos según los países, pero todos en la onda de la readaptación del capitalismo.

Volvamos a nuestro nuevo modelo. Las palabras contención y asistencia son claves. Hay que recordar que cuando surgió el capitalismo en la historia, su rasgo fue incorporar a toda la sociedad a la producción; unos como empresarios, otros como obreros hacedores de plusvalía y una minoría como servicios. Quedaba fuera de la sociedad un grupo marginal de “inadaptados” (delincuentes, prostitutas, vagos, linyeras, etc) que se los denominó “lumpen proletariado”. La desocupación era transitoria y estaba destinada a regular el precio de la mano de obra por la ley de la oferta y la demanda. La función del Estado era armonizar el sistema, cuidar que cada clase social hiciera lo que le correspondía de acuerdo a las leyes.

Pero a los largo de los siglos la producción fue requiriendo cada vez menor mano de obra, al punto que hoy en día, los “marginados” no son un grupo de “lumpenes” sino una porción muy grande de la sociedad para quienes el capitalismo actual no tiene lugar. Dicho en forma cruda, están demás. Pero no se lo puede hacer desaparecer, por lo tanto el Estado los debe contener. Para el capitalismo es más productivo reducir la mano de obra a costa de subsidiar el mantenimiento de los desocupados crónicos (planes de contención) que regular los métodos de automatización del trabajo de manera que se mantenga la plena ocupación.

Dicho de otra forma: prefieren pagarles para que no trabajen, eso es, en última instancia el asistencialismo que ejerce el estado que expresa los intereses de ese modelo productivo. Y ese es precisamente el aspecto más irracional del sistema capitalista.

Esto es así y nuestro cometido debería ser intervenir para conocer a fondo y estudiar hasta descubrir por donde enfrenarlo y establecer una resistencia eficaz. Pero ocurre que la mayoría de las organizaciones de izquierda, lejos de combatir el asistencialismo, tienden a afirmarlo. Ocurre en todos lados, pero particularmente en nuestro país lo es a partir del 2001, cuando las organizaciones de izquierda mostraron más temor al “caos” resultante del espontaneísmo de masas que ellas no pudieron liderar, que al orden burgués. Por lo tanto pasaron a colaborar con la burguesía para contener a las masas.

¿Ignorancia? ¿Falta de conciencia? ¿impotencia? ¿Estupidez?...Hay un poco de eso y hasta les doy esa chance…pero no, desgraciadamente estas cosas son las que nos hacen poner en dudas cuando algo es ingenuamente inocente o se trata de franco cinismo. Porque resulta que parece ser bastante sabroso y rentable contar con recursos financieros estatales para organizar marchas disciplinadas (nada de espontaneismo pequeño burgués) uniformadas, embanderadas, marchantes ordenaditos , prolijos y bien vestidos y equipados como niños de una buena escuela, que muestren nuestras fuerzas y capacidad militante… o sea nuestra razón de ser. De manera que ahora el Estado no sólo subsidia la desocupación sino también la cuota del afiliado y hasta la renta del funcionario de partido.

La aún llamada izquierda dejó de ser, insisto, porque la razón de ser de su origen fue la lucha contra el Estado y ahora pasó a luchar contra el gobierno o sea, pasó a ocupar un lugar dentro del Estado, por lo común lugar de oposición porque no le da el cuero electoral par más. Tanto es así que con frecuencia apoya a la “derecha” opositora porque están contra la “derecha” en el gobierno.

Esto referido a la izquierda orgánica, si vemos lo que pasa en la intelectualidad, el panorama es más negro aún, pero los mecanismos y las razones son más o menos las mismas. También el Estado ha logrado al fin encontrarles su precio. Desde luego que hay excepciones, de lo contrario yo no estaría escribiendo esto, ni La Fogata me lo publicaría; somos parte de la excepción.

Más que de excepción convendría hablar de la existencia de otro movimiento cuyo rasgo es la resistencia y la lucha contra el Estado de hecho, sin definiciones ideológicas, a punto tal que en algunos casos ni siquiera se sabe que es una lucha antisistema. Este movimiento de hecho, que carece de centro, lo componen quienes se movilizan para oponerse a aquello que es esencial al modelo productivo actual y que perjudica a la población. (explotación de los recursos, tierra, mares, minería, pasteras y oposición tenaz a todo lo que sea monoproducción) (piénsese que monoproducción es también depender en forma exclusiva del petróleo o del turismo habiendo tierras para garantizar la soberanía alimentaria) Este movimiento apenas se ve, no poque sea chico, sino porque está debajo de la superficie, carece de dirigentes y la TV no lo registra.

Por ahí, por se lado los marxistas deberíamos buscar el sujeto, sin prejuicios ideológicos ni infantiles conceptos clasistas que aún tienen arraigados algunos setentistas de origen pequeño burgués que todavía hablan “de la clase”; de la “conciencia de clase” y hasta del “miedo de clase” (parece ser que el miedo “obrero” es diferente)

Examinar cómo la consolidación de la sociedad posindustrial, o sea de esta nueva faz del capitalismo, desplaza irremediablemente al sujeto “proletario” de su centro. Pero no es que se “amplia” en forma sumatoria y de ese modo la izquierda cree que es ir agregando temas y consignas a los programas (feminismo, ecología, racismo, inmigraciones, biotecnología, etc) No, no se trata de una suma, se trata de un cambio cualitativo que incluye cambios en la centralidad y que supera muchas taras del pasado y nos permite repensar el tema y hasta la propia necesidad de sujeto. También es imprescindible repensar el contenido de las palabras izquierda o derecha, para ver que ya no se trata de una división en cómo se administra un modo de producción, en el sentido del reparto de sus beneficios, sino en cuestionar un tipo de desarrollo productivo que pone en riesgo la civilización. O sea, ahora es una cuestión de vida o muerte. Izquierda pasará a ser todo lo que facilite y se juegue por el desarrollo de la vida.

Por ese camino podemos ver falsas antinomias y evitar el maniqueísmo que pretende que tomemos posición a favor del gobierno o de los agronegociantes con el argumento de frenar a la “derecha”: estamos contra ambos porque ambos son derecha, como hoy debe de ser calificado de derecha todo partido, socialista, comunista, trostkista o cualquier ista, que impulse un modelo de desarrollo que acentúe la monoproducción, y un modelo político que se apoye en la canonización del Estado de Derecho y tienda a infinitas reelecciones en sucesión monárquica. Esa es la no-vida.

Martes 18 de agosto de 2009

Fuente: www.profanascartas.blogspot.com


Demagogia sin reflexiones

Por Luis Mattini

Debo admitir que me resulta muy dificil de entender y explicar el disparate que acaba de escribir Osvaldo Bayer en “Reflexiones sin demagogia” en la que compara lo sucedido en Alemania en 1946 con Argentina en 1984; esto es, la derrota del nazismo, después de cuatro años de guerra entre formidables ejércitos, cincuenta millones de muertos y media civilización destruída, con la retirada, más o menos en orden, de la dictadura de Videla.
 
 En dicho artículo Bayer parece desconocer que Nuremberg se hizo bajo la custodia de los ejércitos vencedores y aún así dicho Juicio dejó mucho que desear y con ribetes de colosal estafa. Los únicos ejecutados por crímenes de guerra, antisemitismo y racismo fueron unos pocos nazis, olvidando la colaboración activa de los racistas y antisemitas de los países ocupados por los alemanes. Además no se juzgó a los responsables de los criminales bombardeos aliados sobre objetivos civiles y las bombas atómicas sobre Japón. Para no hablar de los ex-nazis que continuaron en actividad reclutados por la URSS y los EE.UU como técnicos y agentes secretos.
 
 Cierto es que, a pesar de eso, Alemania es la única Nación que, en efecto, hizo un proceso autocrítico, pero Bayer sabe que eso se hizo en la ex Republica Federal o sea en gran parte los socialdemócratas, quienes a su vez cargaban con la responsabilidad de haber asesinado a Rosa Luxemburgo y los espartaquistas el 1919. ¡Oh Paradojas del siglo veinte! en la post guerra fueron mucho mas consecuentes y eficaces para desnazificar que los comunistas.
 
 En cambio el juicio a los militares en Argentina, si bien está lejos de ser lo que seria nuestro deseo, es mucho más de lo que, no siendo vencedores, se pudo hacer, gracias a la tenaz militancia de una minoria. Porque no hay que olvidar que los militares no fueron derrotados por los argentinos, sino por los ingleses fuera del territorio nacional y que el tribunal que los juzgaba estaba rodeado por las armas de los acusados.
 
 Además la experiencia y la edad nos obliga a reexaminar qué grado de disposición había en la mayoría de la población para respaldar la tenacidad de esa minoría militante de los derechos humanos. ¿O nos olvidamos de la verguenza del mundial 78? ¿Nos olvidamos también la concentración de masas borrachas de chovinismo vivando a Galtieri por la invasión al las Malvinas? ¿Cómo es posible que sigamos ignorando el injusto desdén e indiferencia de la población argentina con los ex combatientes, derrotados, famélicos y desarrapados tratados como basura después de haberlos mandado al frente? ¿O creerá Bayer que un “pueblo”, como él dice, (yo prefiero decir en este caso una población, porque se es pueblo sólo cuando se es sujeto), que no había superado semejante frívola ebriedad colectiva, sería capaz de “agarrar las armas” al hipotético grito de un presidente socialdemócrata para defender la democracia? ¿O le habrá creído al Partido Comunista cuando éste le ofreció públicamente a Alfonsin las Brigadas para recolección de café en Nicaragua al mando del “Comandante Mosqueda”, para reprimir a los carapintadas alzados? ¿Tanta fe tendrá Bayer en la Institución Congreso? ¿Y con qué fuerzas pensará que una Bicameral del Congreso de la Nación hubiera podido actuar?
 
 Yo no tengo los 82 respetables años de Bayer, tengo 68, él es de una generacion anterior; tengo mi hermano de sangre desaparecido junto con cientos hermanos de lucha, muchos de ellos de la misma generación que Bayer. De cincuenta años de militancia pasé diez en el exilio, pero no me considero víctima, sino un permanente combatiente libertario, que en su momento empuñó las armas junto al sucesor del Che, Mario Roberto Santucho al que Bayer nunca entendió y, al menos hoy hoy reivindica. Nunca lo entendió a Santucho como sí lo hicieron muchos de sus pares intelectuales y generacionales se jugaron con nosotros, aún siendo a veces críticos: Silvio Frondizi, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Rodolfo Puiggros, Paco Urondo, Alicia Eguren, por sólo nombrar algunos de esa larga lista con los que juntos hicimos la historia de la que ahora Bayer parece querer monopolizar .
 
 Por otra parte muchísima gente en América Latina, y bastante más allá de ella, revindica a La Argentina, como la única Nación que, con los errores y las agachadas de Alfonsín incluidas, y sin el respaldo del Ejército Rojo, metió presos a los militares. O sea que los cultores del Estado de Derecho, como lo es Bayer, al menos en sus escritos, deberían sentirse orgullosos de ello a pesar de las limitaciones del juicio, que por otra parte sigue su labor lenta pero inexorable.
 
 En lo que a mí respecta, opino en cierto modo desde un costado, porque ni yo ni mis compañeros tuvimos como objetivo de lucha meter preso o fusilar a nadie, como no fuera en situación operativa por razones bélicas, sino crear un nuevo contrato social. Nosotros no luchamos por la democracia representativa y el Estado de Derecho, expresiones cumbres del estado burgués; y por eso precisamente, nunca hicimos el ridiculo de “exigirle” a Alfonsín que hiciera lo que hizo el Che Guevara en la Fortaleza de La Cabaña en La Habana.
 
 De allí es que creo que la justicia con nuestros muertos es seguir luchando por ese mundo por el que ellos dieron la vida, por trasformaciones radicales de la sociedad, de modo tal que los déspotas que, con elemental justicia, el aparato jurídico de este Estado, con la ayuda de los hoy amansados organismos de derechos humanos, pudieran condenar y encarcelar, no sean reemplazados por otros déspotas vestidos de civil.
 
Fuente: www.profanascartas.blogspot.com


“El error más grande que cometimos fue subestimar a las Fuerzas Armadas”

Entrevista Contraeditorial (El Argentino)

03-08-2009 / El escritor y ex dirigente del PRT-ERP acaba de publicar El caso Lisboa, su última novela, mezcla de ficción y realidad. Fue el heredero de Santucho en la conducción de la organización armada. Fidel, Guevara y la autocrítica.

Por Jonathan Rippel

Pretende ser una novela. O sea, se supone que es una ficción, pero la verdad es que los hechos contados en el libro existieron. Conocí a todos los personajes que aparecen: los tomé de la realidad. Por supuesto que algunos están prefabricados y otros son más o menos como eran. Y la situación era más o menos la misma. Pero le sumé algunos toques literarios. Es decir, es una historia real contada en forma de novela”, explica Luis Mattini (seudónimo que usó Arnol Kremer Balugano cuando fue dirigente del PRT-ERP y que sigue usando como identificación del compromiso militante) sobre su último libro, El secreto de Lisboa. Un secuestro político de novela, en el que cuenta la indagación de una muchacha italiana, hija de una pareja de ex militantes del ERP, al enterarse de la posibilidad de haber sido engendrada por un estadounidense secuestrado en Lisboa por una célula de dicha organización, en un operativo en el que la madre de la italiana participó con un rol fundamental: poniendo el cuerpo.

–Una parte de El secreto de Lisboa transcurre en Venezuela y los personajes hablan sobre Chávez, que es criticado ferozmente por la derecha argentina y también por cierto sector que se considera progresista y que menciona que la pobreza en ese país sigue siendo alta. ¿Qué opina?

–El escenario de Venezuela lo inventé. Tengo muchas referencias de cómo es Caracas, y muchos amigos que están allá y militan. La admiración por Chávez la puse en uno de los personajes del libro, El Tordo, que está basado en una persona real que vivió en Venezuela. La novela es casi un homenaje a él, ya que murió poco después de que terminara de escribirla. Esa confabulación que hay contra Chávez es muy parecida a la que ocurrió en Chile contra Salvador Allende. Creo que Chávez es un fenómeno curioso y muy interesante, pero no es el Che Guevara ni Fidel Castro. Como fenómeno actual de América latina, sigo con mucha más atención a lo que pasa en Bolivia.

–A Fidel y al Che, ¿los conoció personalmente?

–A Fidel sí, lo traté en varias oportunidades. Pero cuando fui a Cuba por primera vez, el Che ya había muerto. Algunos compañeros sí lo conocieron, y hasta trabajaron con él. Para los jóvenes de aquella época, el Che era contemporáneo. Entonces, no sólo lo admirábamos sino que lo discutíamos. No es como ahora que se lo toma como algo cerrado. Debatíamos la teoría del foco guerrillero. Y era un personaje discutido por nosotros, no en el sentido de que estuviéramos en contra sino en cuanto análisis de lo que estábamos de acuerdo y lo que no. En particular, en mi grupo éramos partidistas, mientras que el Che nunca fue partidario de un partido. Pero eran diferencias de enfoque: nada más. Lo que sí teníamos era una confianza total en cuanto a su ética y su entrega revolucionaria.

–¿Y Fidel?

–Con él tuve una larga entrevista, que duró toda una noche. Fue en el año ’73, cuando asumió Cámpora. Fui a Cuba en nombre del PRT. Habíamos solicitado una entrevista. Nosotros éramos bastante pedantitos para ser jóvenes, porque la verdad es que llevaba instrucciones precisas del buró político de Santucho de que si la entrevista no era con Fidel, no se planteaba el plan (ríe). Una grosería diplomática porque si Fidel mandaba a su hombre, era en su representación. En esa oportunidad conocí al comandante Ochoa, que muchos años después fue fusilado, y a Fidel, a quien fui a plantearle que queríamos hacer una guerrilla en el monte de Tucumán y que deseábamos entrenamiento. Y él dijo: “Pero, ¿no le van a hacer una guerrilla a Perón?”. Le respondí: “No, comandante, quédese tranquilo, eso no lo vamos a hacer: estamos preparándonos para cuando muera Perón, lo que ocurrirá en cualquier momento”. Y efectivamente, murió a los pocos meses. Y él empezó a preguntar por los detalles, cómo era Tucumán y el norte argentino, que no conocía. Hablamos también de la Guerra del Paraguay. Me acuerdo que lo sorprendí cuando le dije que en esa guerra la yerba mate había sido alimento básico de los paraguayos. Y él bromeó: “Con razón al Che le gustaba tanto”. Finalmente me dijo que no, que no podían darnos entrenamiento porque tenían relaciones diplomáticas abiertas con la Argentina. Bueno, nosotros sabíamos que era así. Pero lo que más me impresionó de Fidel fue su visión de conjunto y su capacidad de no perderse los detalles.

–En un momento de la novela, un personaje lleva a cabo una operación decidida por la guerrilla en la que debe seducir a un turista adinerado con el fin de que fuera más fácil secuestrarlo y financiar luego a la guerrilla con “el botín”. Eso lleva a pensar en lo sacrificado que es la participación en una causa colectiva en la que las decisiones de la vida privada se mezclan con las colectivas. ¿Qué opina al respecto?

–En la novela pongo que fue paradigmático en la historia del PRT. Esta organización tenía fama de ser muy puritana. Lo que cuento en el libro, de que una mujer tiene que seducir a un tipo para poder capturarlo, era común en la Argentina. Para empezar, cuando necesitábamos robar un auto: lo primero que hacíamos era buscar a una compañera. O sea, usar de señuelo a una mujer era común. Por supuesto, con el total acuerdo de ella. Era un acto voluntario. Pero siempre se armaban las operaciones de tal manera que la compañera coqueteaba, actuaba para distraer al tipo, y podía llegar a ser un apretón, pero siempre el equipo actuaba antes de que se viera obligada a ir más lejos. Recuerdo que una vez discutimos y les pregunté a las compañeras: “¿Ustedes están dispuestas a acostarse con un tipo del enemigo?”. Les planteé el problema, que era muy común en la Segunda Guerra Mundial y en la historia de la humanidad. Ellas respondieron: “Sí, por supuesto”. Pusimos la condición de que la operación fuera por algo que valiera la pena, que estuviera la vida de compañeros de por medio o la posibilidad de salvar presos, por ejemplo. Los varones se mostraron más reticentes. Finalmente, llegamos a la conclusión de que correspondía, que no era inmoral. Cuando nos pusimos de acuerdo, como dirigente, les dije a los hombres: “Tengamos en cuenta que puede tratarse de nuestras compañeras”. ¡Ah, pucha! (ríe).

–Afirmó en una nota que si bien el marxismo señalaba al proletariado como el que liberaría a los demás mediante la toma del poder, la Revolución Rusa demostró que no era así, ya que “no mejoró sustancialmente la situación de la mujer, ni de las minorías”.

–Sí, he sido un marxista, y lo sigo siendo, en el sentido de compromiso. Cuando era joven, era un marxista rígido. Pero el marxismo dice que la transformación se basa en un cambio económico: una nueva clase, la obrera, que toma el poder, y que el socialismo se construye de esa manera, y que el resto de las opresiones serían, entonces, “secundarias”, como llamábamos en esa época, por ejemplo, a la opresión a la mujer. Nadie decía que eso estuviera bien, pero se argumentaba: “Eso se va a lograr cuando se emancipe lo principal”. Estoy convencido de que fue un profundo error, y por eso estoy peleado con casi todos los marxistas, mis viejos colegas y los nuevos, que me tratan de renegado. La historia demostró que no es cuestión de prioridad. El proletariado tomó el poder en la Unión Soviética y la situación de la mujer no cambió. Y lo mismo ocurrió con la opresión a otras minorías, con la elección sexual y el problema del racismo. Creo que hay que apoyar la lucha de todas estas minorías, que tienen una condición fundamental que consiste en que su lucha es radical: no pueden detenerse porque si lo hacen se termina el sentido de la pelea. En cambio, otros pueden negociar. La clase obrera, y yo vengo de la clase obrera sindicalista, negocia un mejor salario. Pero la mujer no puede negociar en cuanto a sus reivindicaciones porque de hacerlo sigue dominada como mujer. Y lo mismo pasa con el racismo o con las minorías sexuales.

–¿Comparte lo que planteó Ernesto Sabato en un ensayo al criticar tanto al sistema comunista como al capitalista porque el primero, decía, se ocupa de la sociedad pero no del individuo y con el segundo sucede lo inverso? Es decir, ¿está de acuerdo en que fracasaron ambos sistemas y que en definitiva fracasó el hombre?

–Estoy de acuerdo en que es válido el planteo de Marx de la contradicción capital-trabajo. Lo que sí ha fracasado es la idea de que la clase obrera podía reemplazar a la burguesía y hacer una sociedad mejor. Cuando ocurrió en Rusia, se vino todo abajo. Además, ya no hay clase obrera en el sentido en que se la planteaba en la época de Marx. Hay que buscar nuevos caminos. La emancipación pasará por otro lado.

–Usted sucedió a Mario Roberto Santucho en la conducción del PRT-ERP tras su asesinato en julio de 1976. ¿Por qué lo reemplazó?

–Éramos un partido clásico leninista puro. Es decir, teníamos un comité central, un buró político y un secretario general, que a la vez era comandante de la fuerza militar. Las decisiones se tomaban por votación. Era un organismo colegiado. Santucho traía propuestas y había que votar. Por lo general, las decisiones se tomaban por unanimidad. Con Santucho estuvimos varios años en el buró político. Lo que ocurrió es que tuvimos que incorporar a nuevos miembros al buró, porque varios que lo habían integrado cayeron. De haber sido entre seis y ocho miembros en el buró, pasamos a ser cuatro. Y golpearon a tres: Santucho, Domingo Menna y Benito Urteaga. Automáticamente, entonces, tomé el mando. Y después se reunió el comité central y me ratificó como secretario general. Luego hubo una reunión más amplia y se volvió a ratificar.

–Usted conoció muy de cerca a Santucho. ¿Podría contar alguna anécdota suya que vaya más allá de la política?

–Hay gente que tiene en Santucho una veneración de tipo religiosa. Yo tengo admiración por él. Fue un dirigente, el hombre al que seguí. Para mí, Santucho fue, sin duda, el sucesor del Che Guevara en la Argentina, porque fue el que mejor lo interpretó y el que hizo cosas más parecidas a él en el sentido de lo que se había propuesto. Yo ya tenía varios años de experiencia en política cuando conocí a Santucho. Él no me impresionó porque fuera un brillante comandante o intelectual, o un sagaz político. Lo que me impactó fue que era un hombre que lo que decía, lo hacía. Este también era el rasgo de Guevara. Y nosotros vivimos en un país demasiado acostumbrado a decir cosas y no hacerlas. Santucho, además, si proponía algo, lo hacía con una convicción tal que te entusiasmaba. Aunque al principio no estuvieras de acuerdo, seguía hablando y te persuadía. Y te convencía porque era el primer convencido.

–Expresó hace un tiempo: “Puedo hacer autocrítica de las cosas que hemos hecho mal, pero no me arrepiento de mi historia”. ¿Qué autocríticas hace y qué es de su militancia lo que le provoca más orgullo?

–Si tengo que hacer una autocrítica, debo hacer una lista y estaremos todo el día. Pero no estoy arrepentido de lo que hicimos, porque lo realizamos de acuerdo a determinadas circunstancias. La autocrítica no es arrepentimiento sino un “lo hicimos mal, ahora hagámoslo mejor”. Lo mejor que tuvimos fue la creatividad. En la novela este aspecto no está nada exagerado: fue así. Lo quiero transmitir a las nuevas generaciones, por ende, es que nunca hay que decir “no se puede” sino “probemos”. Por eso, lo que más critico en la actualidad es la falta de creatividad. Otro factor que reivindico es el poder de decisión que teníamos. Nosotros, lo que decíamos, lo hacíamos. Algunas autocríticas que puedo señalar: fue un error, por ejemplo, haber hecho operaciones armadas durante el gobierno de Cámpora y en el de Perón. Tengo varios libros escritos en los que hablo de los errores. No les puedo dar consejos a las nuevas generaciones porque el mundo cambia. Nosotros agarramos el fúsil porque estaban dadas las condiciones para hacerlo: no sé lo que se agarrará ahora. Sí hay cierto consejo que se puede dar y es decir que el error más grande que cometimos fue subestimar. Nosotros subestimamos al que considerábamos nuestro enemigo: las Fuerzas Armadas. Y estas nos sobreestimaron a nosotros. Es la tragedia del país. Es gravísimo. No hay que subestimar a nadie. Nunca.

–Estuvo exiliado en varios países. ¿Cómo recuerda el exilio?

–Nosotros salimos de la Argentina y fuimos a Italia, porque en los países limítrofes era imposible y nuestro objetivo era ir a Cuba a buscar mayor entrenamiento. Considerábamos que estábamos retrasados con respecto a la formación militar. Era un error ver todo en términos militares. Cuando nos encontramos en Italia, nos entrevistamos con los cubanos, y les dijimos: “Ahora hay una dictadura en la Argentina”. Teníamos con ellos una relación como de hermanos. Nos respondieron: “No puede ser, están todos los días cayendo compañeros en las calles: paren”. Que los cubanos te digan que pares, es medio... En esa reunión del Comité Central decidimos quedarnos un tiempo fuera del país, reorganizando la fuerza, viendo los errores que habíamos cometido, para después retomar la fuerza. Ahí se decidió que (Enrique) Gorriarán Merlo, otra gente y yo nos quedáramos afuera. Yo había salido del país con un pasaporte falso. Con ese pasaporte viví lo que iban a ser tres meses en Europa, cuatros años. Yendo, viniendo, laburando clandestinamente, y no sintiéndome exiliado. Lo éramos pero no para nuestro estado mental, porque pensábamos que estábamos fuera del país organizando la retaguardia para regresar con todo. En esas circunstancias pasó lo de Lisboa, que cuento en la novela. Yo era públicamente Luis Mattini. Tenía ese documento falso, con eso vivía, y después fui a parar a México, donde imperaron los conflictos internos. Por un lado, Gorriarán, y por el otro, yo. En aquel momento nos queríamos matar el uno al otro. Hoy en día digo que “ni todos los buenos estábamos acá, ni todos los malos allá”. Finalmente, el PRT se disolvió. Quedaron algunos grupos, de hecho, todavía hay algunos dando vuelta que se dicen PRT, pero, como estructura, quedó disuelto. En México una fracción del PRT planeó una operación que me podía complicar la vida y decidí presentarme en las Naciones Unidas con mi verdadero nombre: Arnol Kremer. Les dije que vivía en México. “¿Y cómo vino acá?”, me preguntaron. Contesté que me habían prestado el pasaporte. “¿Y dónde está el pasaporte?”, me dijeron. Les respondí que se lo había devuelto a la persona que me lo había prestado. Me habían enseñado que tenía que decir eso. Y entonces la ONU consiguió que Suecia me recogiera como exiliado. Necesitaba salir de México, pero no tenía documentos para hacerlo. Los mexicanos me preguntaron cómo había llegado allí. Les hice el mismo cuento: que me habían prestado el pasaporte. “Entonces está ilegal”, se indignaron. “Por supuesto que estoy ilegal, y quiero irme”, les manifesté. Me obligaron a pagar una multa y me expulsaron formalmente de México. Fui con una carta de viaje a parar a Suecia como Kremer. En ese momento me sentí exiliado. En Suecia me dieron un pasaporte de la ONU llamado “pasaporte apátrida”. Este decía que uno era un refugiado político. Estaba en sueco, inglés y francés y sostenía que “era válido para todos los países del mundo menos para Argentina”. En ese entonces entendí lo que les pasaba a los polacos, los soviéticos y los cubanos, que no podían salir de su país. Era al revés de mi caso. Es que, con la dictadura, era lógico que no nos dieran permiso para volver al país.


*Arnol Kremer Balugano se inició en la vida política en 1959 en el grupo Praxis. Fue activista sindical en ATE, UOM y Navales; protagonista de las luchas políticas de los ’60, y dirigente del PRT-ERP con el “nombre de guerra” Luis Mattini en los ’70, organización de la que fue secretario general tras el asesinato de Mario Santucho. También fue docente en la Cátedra Libre “Che Guevara” de la UBA. Ha publicado los siguientes libros: Hombres y mujeres del PRT-ERP; La política como subversión; El encantamiento político –de revolucionarios de los ’70 a rebeldes sociales de hoy; Los Perros - Memorias de un combatiente revolucionario; Los Perros 2 - Memoria de la rebeldía femenina en los ’70; Cartas profanas - Novela de la correspondencia entre Santucho y Gombrowicz, y El secreto de Lisboa. Un secuestro político de novela. En colaboración con otros autores publicó: Che, el argentino; Los espejos rotos; Contrapoder - Una introducción; y ¿Qué son las asambleas populares?.
Actualmente participa en la actividad de los grupos autónomos y es coordinador de la Cátedra Libre “Che Guevara” en la Universidad Nacional de La Pampa. Y comenta libros en Le Monde Diplomatique.

www.elargentino.com/nota-51876-El-error-mas-grande-que-cometimos-fue-subestimar-a-las-Fuerzas-Armadas.html 03/08/09


Mattini presentó su último libro

Entrevista

"Cartas profanas". Debate entre la rebeldía y la revolución

¿Cómo podrían ser los diálogos y/o trifulcas epistolares entre un filósofo escéptico y rebelde (“el Kafka polaco”), y un joven capaz de jugarse la vida por la revolución (“el heredero del Che”)?

Luis Mattini, sucesor de Mario Santucho en la conducción del PRT-ERP en los 70, luego exiliado y luego ensayista, se lanzó escribir la novela de esos posibles diálogos entre el propio Santucho y el polaco anclado durante 23 años en la Argentina, Witold Gombrowicz. Aquí, algunos tramos de la anticonferencia donde Mattini repasó varios secretos de la historia, para pensar el presente.

El escritor Witold Gombrowicz le escribe al joven Mario Santucho: -Que a vos te interese algo de la introducción que escribí para mi “Matrimonio” me da por la pelota. Tu interés por el rechazo a las formas es fayuto. Por supuesto que vos no podrías pasar de la página 20, no es obra para subesarrollados mentales bien alimentados y sobre todo bien soleados. Tu crítica a las formas cae en una nueva forma. La crítica de un petulante que presume que ha alcanzado la madurez.

Tiempo después Santucho, tras enumerarle los avances del proceso revolucionario en Indoamérica, le responde: -Por ahora no me escribas porque no sé dónde pararé este tiempo, ni sé si podría seguir soportando tus guasadas.

 
Luis Mattini habla sobre Santucho, Gombrowicz y su último libro,
(Entrevista Revista Eñe, julio 2009)

Ese tono impregna buena parte de la novela de la correspondencia entre el polaco Witold Gombrowicz (1904-1969), escritor y filósofo que vivió 23 años en la Argentina , y el joven Mario Santucho, que terminaría siendo referente máximo del PRT-ERP (siglas del Partido Revolucionario de los Trabajadores y su sección armada, el Ejército Revolucionario del Pueblo). Santucho murió en 1976 bajo las balas de una patrulla militar en un episodio que siempre resultó confuso por los aires de traición e infiltración que dejó entrever. Ambas cuestiones, las cartas (dos de las cuales realmente existieron), y el misterio de la muerte de Santucho, son la trama casi de suspenso de la novela Cartas profanas, que Luis Mattini presentó en Mu. Punto de Encuentro . Según las etiquetas que a veces se han usado, se trataría del diálogo entre el Kafka polaco, y el sucesor del Che.
Luis Mattini, clase 1941, en realidad se llama Arnol Kremer pero nadie lo conoce por su verdadero nombre. Y el otro, Luis Mattini, es el nombre de guerra que utilizó cuando militaba en política.

Eligió Luis como homenaje a Beethoven. Mattini le fue impuesto por las altas dosis de mate que engullía con eficacia revolucionaria. Se ha convertido a la vez en un historiador de su experiencia en la guerrilla, y en un pensador que rescata los nuevos modos de organización social y política que cambiaron aquel paradigma de los 70 (el partido, la toma del poder, la verticalidad, la estrategia para la revolución) por los acaso más actuales (el movimiento, el poder entendido como capacidad, la horizontalidad, la transformación de las relaciones sociales).
Mattini escribió ensayos como Hombres y Mujeres del PRT, Los Perros, La política como subversión y El Encantamiento Político, pero ahora se lanzó a la novela, aunque sea una novela empapada de todos los debates políticos y sociales imaginables.
“Soy un fanático de la literatura –contó Mattini en torno a una gran mesa que compartió con el público durante su anticonferencia en Mu. Punto de Encuentro-. Toda la vida me dediqué a la política pero mi formación fundamental es la literatura. Para mi la mejor versión de la Revolución Francesa es la de Víctor Hugo, no la de los textos políticos”.

A Mattini lo asombró enterarse de que Santucho y Gombrowicz se habían conocido. “Confieso que al polaco (autor de Diario Argentino, Curso de Filosofía en seis horas y cuarto, y Ferdydurke, entre muchos otros trabajos) no lo conocía. Pero era la personalidad ideológica contraria a Robi Santucho. Santucho era el método, el marxismo, la estructura, y el otro era petardista, el desorden andando. Robi tenía 20 años y el otro el doble. Un viejo de 40. Se conocieron en Santiago del Estero y se quedaron discutiendo hasta la madrugada y Robi le decía: ‘no, Gringo, la cosa es así y asá’. Como lo conocí tanto a Santucho me lo puedo imaginar”. Mattini consiguió las dos cartas reales tras esa reunión, que son el ADN del resto. Una de Santucho donde le pedía la novela Ferdydurke en castellano y luego, tras acusar de chauvinismo europeo al polaco, escribe: “No puedes comprender que lo más importante ‘actualmente’ es la situación de los países subdesarrollados”. La respuesta, dirigida a Robi a San Miguel de Tucumán: “Subdesarrollado, no hables tonterías. Ferdydurke no lo puedo enviar. Prohibición de Washington. Lo veda a tribus de nativos para imposibilitar desarrollo, condenados a perpetua inferioridad”

El PRT versión católica

Mattini se entusiasmó con el estilo de Gombrowicz, que a la vez chocaba con el joven Santucho que tan parecido pensaba al propio joven Mattini. “Santucho para mi es la Modernidad en esplendor, y el otro es la caída de la Modernidad”. ¿Sería el diálogo entre el joven y el actual Mattin? “No sé –murmura el autor-la historia es así. Si alguien quiere sacar la conclusión sobre quién tenía razón, no se puede. Es como cuando nos dicen a nosotros (se refiere a los militantes y guerrilleros) qu no teníamos razón, que no tendríamos que haber hecho lo que hicimos. Si alguien tuviera que esperar a estar seguro para hacer las cosas, nunca haría nada. Nosotros intentamos, como tanta gente. Y el polaco criticaba eso”.

En un momento del libro Santucho le escribe al polaco: “Vos sos potencialmente un revolucionario, por eso me gustás, lo que pasa es que el paso de rebelde a revolucionario es un acto de voluntad, un acto de conciencia hacia una práctica revolucionaria junto a una clase revolucionaria y con una teoría revolucionaria”. Agrega: “El arte, si no es realista, no es revolucionario. Tampoco es neutral, consolida el orden burgués”. Witoldo contesta: “Recibí tu carta que bien podría servir para colgar de excusado, si no fuera porque tiene tinta”. ¿Qué hay más allá de la perseverancia disuasiva del argentino y de los desplantes del polaco? Mattini: “Son dos lógicas. Cuando estudié todo lo que decía Gombrowicz me pareció que él era culturalmente más revolucionario que nosotros. No sé cómo va a caer, pero yo creo que los setentistas fuimos en general muy decididamente revolucionarios en el sentido de querer cambiar la sociedad, jugarnos todo, pero no éramos suficientemente revolucionarios en las costumbres sociales. Por ejemplo, había una carga enorme de machismo en el PRT. Ls relaciones de pareja, en eso éramos iguales que los católicos. El polaco se moría de risa. Uno ve la izquierda, que en Cuba ha sido machista, no pudo eliminar el racismo tampoco. Un compañero me dijo: lo que nos ganaron fue la batalla cultural. Y realmente era la parte más atrasaa que teníamos. El polaco era avanzado en ese sentido, y no en lo político. La novela da vueltas en esa contradicción: ¿cómo hacemos para resolver la radicalidad política, junto con la radicalidad cultural?”.

Para Mattini muchos marxistas mantuvieron una suposición vulgar, la de Suponer que cambiando la estructura cambia todo. “El feminismo fue el primero que planteó algo distinto. Nosotros a las feministas les decíamos que la liberación de la mujer iba a ser posible cuando el proletariado liberase a la sociedad, cambiando las estructuras sociales. Y las feministas contestaban: no señores, nosotras tenemos que liberarnos ya. Y nosotros insistíamos: tienen que esperar la revolución. El problema no era solo el feminismo, sino que en general se planteaba que el proletariado era el que liberaba a los demás, mediante la toma del poder. Pero la Revolución Rusa demostró que no. No mejoró sustancialmente la situación de la mujer, ni de las minorías”. En términos de la novela, Mattini – Gombrowicz le dice a Mattini – Santucho: “¿Cómo puedes hacer una revolución nacional e internacional si no puedes hacer una revolución en vos mismo?”

Borges y la revolución

Mattini reivindica la posición del polaco con respecto al arte: “El arte es revolucionario por definición. El buen arte es revolucionario, el que no es revolucionario puede ser el artista, pero esa contradicción es típica. Por ejemplo, Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa no son personas revolucionarias, pero sí su arte”. ¿Vargas Llosa también? Mattini reivindica, por ejemplo, El paraíso en la otra esquina del peruano, que narra la vida de Flora Tristán y un nieto renombrado, Paul Gaugin, y un tema acaso fuera de agenda contemporánea: la búsqueda de la libertad.
En ese punto Mattini explora las comparaciones con el Che. “Robi sale a América Latina, a Estados Unidos, a Cuba, pensando que es un viaje como el del Che. Pero el polaco le dice, le hago decir, que la diferencia es que el Che no tenia la más pálida idea de que iba a ser un revolucionario. Creó todo en el camino, mientras andaba. En cambio Robi ya sabía cuál era el camino. Y cuando digo Robi me refiero también a lo que yo sentía. Entonces, muchos elementos negativos o problemáticos del PRT tienen que ver con que seguíamos historias atrasadas”.
El debate entre el rebelde y el revolucionario, finalmente, queda sin cerrar. Tal vez sea lo mejor, que represente no un cierre sino una apertura.

¿Quién entregó a Santucho?

La novela no es sólo epistolar, ni sólo abarca algunos de los dilemas políticos más actuales. En realidad cuenta cómo el autor se va adentrando en el secreto de esas cartas guardadas, y todo se cruza con la aparición de viejos militantes y compañeros que van revelándole aquella relación entre “el último guevarista” y “el Kafka polaco”. En el camino, salta la cuestión de la muerte de Santucho, o del modo en que fue detectado, como tema político que enhebra la posibilidad de la traición.

Mattini, durante la anticonferencia, sostuvo algunas premisas con respecto a aquel hecho.

1) El enfrentamiento se produjo por la presencia apenas de una patrulla del ejército, lo cual indicaría que no estaban esperando encontrarse con el guerrillero más buscado en ese momento de 1976.
2) Siempre existió la teoría de que Santucho iba a tener ese día una entrevista con el jefe de Montoneros Mario Firmenich: “A mi no me cae simpático Firmenich, pero no existe ninguna razón para pensar que lo hubiera entregado. Mientras no tenga una razón, no voy a pensar eso”.
3) El dueño del departamento donde cayó Santucho era Juan Carlos “Gringo” Mena, y una versión plantea que tenía un amigo médico y militante al cual le habían secuestrado a su compañera. El médico habría sido extorsionado para entregar a Mena a cambio de salvar a su compañera Mattini va más allá de la posible traición: “En la novela planteo la cuestión que para mí, en el fondo, es la importante: ¿El PRT fue liquidado porque mataron a Santucho, o en realidad mataron a Santucho porque el PRT había sido liquidado? Mi opinión es esta última, para mi el PRT ya estaba fuera de combate cuando mataron a Santucho, y esa fue la prueba de que ya nos habían derrotado”.

Pero hasta el tema de la delación es traducido a términos políticos en este caso: “Siempre se habla de la infiltración, y es un elemento que los servicios utilizan. La idea de que lo entregó uno de nosotros, de los que quedamos vivos ahí. Y esa es la explicación más fácil y más peligrosa. Porque si un movimiento falla porque alguien de la cúpula entrega a otro, y eso derrumba todo, la conclusión es que no vale la pena luchar”. Mattini rechaza esa visión, pero en todo caso los detalles están en Cartas profanas.

El zapatismo de Gualeguaychú

Las preguntas e intercambios penetraron cuestiones de la historia y del presente. Mattini cree que todo elmovimiento revolucionario del siglo XX siguió la pauta trazada por la Comuna de Paris en 1871. “Todas las expresiones latinoamericanas de revolución, estaban inspirados por la Comuna de Paris y a partir de nuestra derrota, de la derrota del guevarismo, vinieron otros modos de hacer las cosas. Lo diría así: En américa Latina, la experiencia de zapatismo en Chiapas es equivalente a la Comuna de Paris. No quiero decir que tengamos que hacer lo que hizo Marcos, sino que aquello fue una vuelta total, como si le quitara al guevarismo la idea de la toma del poder, rescatando sólo lo esencial del guevarismo: la lucha, el compromiso, las ideas de emancipación, que implican fomentar cómo la gente va cambiando la sociedad sin tomar el poder”.

¿Cuál sería el reflejo de esas prácticas en la acutalidad? Quizás sorprenda, pero Mattini observa que esa médula que nació en Chiapas, se trasladó a situaciones como la de Gualeguaychú: “No lo de los ruralistas, sino la Asamblea y la ciudad contra Botnia, poniendo en tela de jucio a los gobiernos, al MERCOSUR, la política exterior. O lo de Esquel (impidió la instalación de una minera con un plebiscito) o Famatina (impidió la instalación de otra minera con un piquete a 1.800 metros de altura). Eso me entusiasma porque son situaciones que lo cambian todo. La gente participa por múltiples motivaciones”.

Le preguntan, en estas experiencias, cuál es el papel de una vanguardia: “No hay vanguardia. La gente se moviliza para defender su negocio, nada más, o porque le molesta el olor. Pero apenas van participando, metiéndose, terminan tocando a fondo el sistema productivo actual, cuestionan de un modo radical lo que ocurre en este momento. La vanguardia tenía que ver con el concepto de revolución como guerra. Yo sigo pensando que hay lucha de clases, claro, pero lo que cambió es el concepto de la guerra como revolución, del partido como estado mayor de esa guerra. El modelo de Lenin”.
Alguien le sugiere que al no tener vanguardia, el estallido de 2001 terminó en la nada. “No se fueron todos, se quedaron todos”. Mattini propone: “Es lo mismo que pensar que el Mayo Francés no condujo a nada. Sin embargo simbolizó todo lo que pasó después. Somos hijos de esa jodita que hicieron los pibes franceses. Reconociendo las distancias con 2001, y en esto no estoy hablando ni mal ni bien de este gobierno, pero reconozcaos que la Argentina de antes de 2001 era una cosa, y después otra. No el gobierno, el país es otro”.

La cabeza y el corazón

Otro ejemplo de transformación que toma Mattini de las actuales experiencias es el de las fábricas sin patrón: “Todo el sistema socialista mundial, desde la Unión Soviética, pasando por China hasta Cuba, no eliminó una cosa que, mientras exista, va a significar que existe capitalismo: el salario. El salario es lo que produce el capital. No fue eliminado el salario en ningún país socialista. Pero en las fábricas recuperadas, hay que investigarlo más a fondo, hay una forma de experimentar cómo cambiar o eliminar el salario”.

La conversación siguió con una hipótesis que simboliza otro cambio: accediendo a la historia a través de la ficción, lo que hizo Mattini fue escribir más con el corazón que con la cabeza. El privilegio de resolver si eso es así, queda a cargo de quienes entren al libro.

Fuente: www.lavaca.org


 

Cartas a Mario Roberto Santucho, a 33 años de su muerte

Entrevista

Un compañero de militancia y autor de varios libros sobre el líder del ERP dice que Santucho fue el único sucesor del Che.

Por Horacio Bilbao

"Es extraño como el Ejército jamás homenajeó a quienes llevaron a cabo una de las batallas más importantes contra la guerrilla". Quien lo dice es Arnol Kremer, más conocido por su nombre de guerra en el PRT-ERP, Luis Mattini. Y habla puntualmente del capitán Leonetti, a frente de la redada que terminó con el asesinato de Roberto Santucho, hace 33 años, en Villa Martelli. Sucede que ese 19 de julio de 1976 no sólo mataron a Santucho, también decapitaron la cúpula del ERP. Mattini, que por casualidad no estaba en aquel departamento, asumió el timón de la organización, planeó más tarde la retirada y vivió para contarlo y escribirlo en textos documentales y de ficción.

Mattini lleva por lo menos cuatro libros (todos bajo el sello de Ediciones Continente) en los que evoca momentos de la vida revolucionaria de quien fuera el líder de su organización. En los Perros I y II, Mattini se sumerge en el movimiento a través de sus vivencias personales para trazar un fresco del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y su brazo político, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) así como su principal figura Mario Roberto Santucho. Y en Cartas Profanas, el más reciente, plantea un juego de realidad y ficción a través de un supuesto intercambio de cartas entre escritor polaco Witold Gombrowicz y Mario Roberto Santucho, quienes se conocieron durante el los más de 20 años que Gombrowicz vivió en nuestro país, como lo certifica María Seoane en su biografía sobre el líder del ERP.

A todos estos libros Mattini los firma con su "nombre de guerra", el seudónimo que utilizó a partir de 1970 para la lucha clandestina. No lo cambió hoy ni en 1976, cuando tras la muerte de Santucho, asumió la secretaría general del PRT y la comandancia del ERP. El mismo se define como el "comandante de la derrota", todavía dice nosotros cuando habla de Santucho y le rinde homenaje cada vez que puede. "Para mí, fue el sucesor del Che", dice.

Fuente: Revista Eñe, 18/07/09


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