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NOTAS EN ESTA SECCION
El hombre imita al hombre |
Tres personas distintas |
El herrero y el pretexto |
El suicidio |
Gombroicz visita a Gide |
Las endorfinas
Las trivialidades |
Aventuras cinematográficas |
Estropear el juego |
La flauta traversa y el conejo
| Hay que apuntarle al trasero
La abuela y la condesa |
Los puntos sobre las íes |
La ciencia y los milagros |
Hasta la vista |
La dialéctica de los valores
Las ponzoñas los envenenaban
| La banana y el mono |
Electrizaba a sus oyentes |
El Banco Polaco
Cuarenta mil pintores
| No lo sabemos ni usted ni yo
| Cartas profanas
Gombrowicz desmontó buena parte de las posiciones de la cultura de las formas
en sus diarios y buena parte de las posiciones de la cultura literaria en
su creación artística echando mano a su conciencia y a su inmadurez. Sin
embargo, no pudo elaborar un pensamiento compatible para que las formas
y la inmadurez convivieran juntas en una teoría que no se devorara a sí
misma. Dio explicaciones analíticas y simples en sus diarios y en los prólogos
de sus novelas y de sus piezas de teatro con el propósito de divulgar un
pensamiento sobre su propia obra a sabiendas de que no podía resultar un
acercamiento suficiente a los problemas que introduce la inmadurez en la
esfera de la cultura.
En el año de la primavera polaca se levantaron las barreras del index y
sólo siguió prohibida la publicación de sus diarios, la crítica del país
se ocupó de este renacimiento y Gombrowicz escribió que sólo lo estaban
comprendiendo parcialmente.
"Antes de la guerra ‘Ferdydurke’ pasaba por ser el desvarío de un loco,
pues en la época de la euforia creativa y las aspiraciones de grandeza no
hacía más que estropearlo todo. Hoy, cuando la Facha y el Cucul han castigado
dolorosamente al pueblo, mi libro ha sido elevado al rango de sátira (...)
Ahora se dice que es un libro razonable, la obra de un racionalista lúcido
que juzga y vapulea con premeditación, una obra casi clásica y perfectamente
sopesada. Pasar de loco a racionalista, ¿es eso un ascenso para un artista?"
Para atacar la concepción simplista de la crítica literaria da una explicación
sobre el significado de "Ferdydurke". La idea de que el hombre es creado
por los hombres, es decir, por el grupo social que le impone las costumbres,
los convencionalismos y el estilo debe ser sobrepasada, para Gombrowicz
era más importante destacar que el hombre es también creado por otra persona
en los encuentros casuales.
De
modo que es más que el producto de su clase social como explicó Marx, es
también el resultado del contacto con otro hombre y del carácter casual,
directo y salvaje de ese contacto del que nace una forma a menudo imprevista
y absurda.
Esa forma no es necesaria para uno mismo sino para que el otro me pueda
ver y experimentar, es un elemento imposible de dominar. Un hombre así,
creado desde el exterior por el grupo social, pero más especialmente por
el contacto casual con el otro, debe ser esencialmente inauténtico pues
está determinado por la forma que nace entre los hombres. El hombre es entonces
un actor natural desde el nacimiento.
"(...) ser hombre quiere decir ser actor, ser hombre significa imitar al
hombre, ser hombre es comportarse como hombre sin serlo en lo más profundo
de uno mismo, ser hombre es recitar lo humano"
En estas condiciones lo único que se puede hacer es confesar que la sinceridad
está fuera de nuestro alcance y constatar que el deseo de "ser yo mismo"
está perpetuamente condenado al fracaso. Sin embargo, es la degradación,
un subproducto de la actividad de la inmadurez, más que la deformación,
la que le confiere al estilo de Gombrowicz un carácter propio. Si el hombre
no puede expresarse con transparencia no es sólo porque los demás lo deforman
sino, sobre todo, porque sólo es expresable lo que tiene forma, lo demás,
es decir, la inmadurez, se queda en silencio. La forma desacredita a la
inmadurez y humilla a esta parte del hombre; las bellas artes, las filosofías
y las morales nos ponen en ridículo porque nos superan, porque son más maduras
que nosotros."Interiormente no somos capaces de estar al nivel de nuestra
cultura, es un hecho que hasta ahora no ha sido suficientemente tenido en
cuenta y que sin embargo es decisivo para la tonalidad de nuestra vida cultural.
En el fondo somos unos eternos mocosos"
Gombrowicz cumplía al pie de la letra con este programa de mocoso: cuando
le pagó a dos jóvenes francesas con seis gatitos recién nacidos recogidos
de la calle la traducción al francés que habían hecho de "El casamiento";
cuando delante de un cordero asado recién puesto a la mesa le dijo a la
criada: –Qué hermosa ave; cuando se miraba al espejo y recitaba: –Miro mis
rasgos de aristócrata, pareciera que mis facciones, día a día, registran
mejor todo mi linaje; cuando delante de un mozo comunista que lo estaba
sirviendo dijo: –Primero los alemanes, luego los rusos, ¿qué ha sido de
mis vacas y de mis criados?; cuando se presentaba como conde con derecho
al taburete porque su abuelita era grandeza de España; cuando nos explicaba
que no había retornado a la lejana Polonia debido a sus intensos estudios
del alma sudamericana comenzados el día anterior a la partida del barco;
cuando...
En la foto de este gombrowiczidas se ve una parte su programa de mocoso,
aparece Gombrowicz jugando con un gatito...
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TRES PERSONAS DISTINTAS
"Tal vez la cosa estuviera ligada al hecho, que he observado muchas veces,
de que su actitud cambiara de una manera evidente cuando se encontraba ante
un polaco. Una tensión se apoderaba de él. Se hubiera dicho que entonces
se encontraba súbitamente en una situación que superaba en mucho las circunstancias
reales del encuentro (...) Se notaba el doloroso esfuerzo que hacía para
estar a la altura de todo eso...(...)"
Esta observación del Esperpento es bastante atinada, efectivamente, la actitud
de Gombrowicz cambiaba, tenía un estilo con los polacos y otro distinto
con los argentinos; vamos a dar unas vueltas alrededor de este asunto aunque
es medio peliagudo porque está en los límites de su naturaleza y de su yo.
Siempre tuvo dificultades para vivir, su primera dificultad fue la facilidad
con la que se le presentó la existencia desde el mismo momento de su nacimiento,
los problemas del carácter y de las enfermedades vinieron después.
No
es tan difícil imaginar a Gombrowicz no haciendo nada, lo difícil es imaginarlo
entregado a la espontaneidad y a la lasitud, nada en su mundo era espontáneo
y flojo, por eso vivía esforzadamente, por eso entre él y lo otro siempre
había un mediador, un mediador al que finalmente terminó por ponerle un
nombre, le puso forma.
Los hombres se protegen de las dificultades poniéndose debajo de los paraguas
de las ideas, del dinero y del poder, pero al desventurado polaco las tormentas
de la vida le arrancaron los paraguas de las manos y se quedó a la intemperie.
Gombrowicz era un conspirador, no quería ocupar su lugar en la sociedad,
rechazaba a los mayores y se acercaba a los jóvenes para enaltecerlos y
enaltecerse. La edad es la culpable, esa diosa que reparte las cartas y
nos asigna los papeles en la vida social.
Pero la diosa le hacía trampas a Gombrowicz, no le daba una sola carta,
le daba dos; una, con el papel de superior, adulto, maduro; otra, con el
papel de inferior, joven, inmaduro.
"En lugar de entrar a la sala con soltura entré con timidez (...) Y fue
suficiente para que enseguida irrumpiera aquel yo mío, oriundo de mi mísero
café, emparentado con la morralla de poetas de tres por cuatro o, incluso,
con simples vendedores de fruta, toda mi triste y gris inelegancia (...)
Todo mi mundo se desmoronó. Todo lo que había conseguido con el esfuerzo
de muchos años se convirtió en escombros (...) ¿Dónde estaba mi orgullo,
mi razón, mi madurez, mi desprecio?"
Gombrowicz era un caso muy claro de pertenencia a dos mundos, una característica
que, un poco más un poco menos, todos los hombres tenemos, pero en él la
naturaleza antitética estaba muy acentuada.
Cuando se miraba al espejo no veía su alter ego, es decir, esa persona en
la cual uno tiene absoluta confianza, ni tampoco sus facciones registrando
cada día mejor sus rasgos aristocráticos, como una tarde le dijo en la Fragata
a Antonio Berni. Veía a su contrario.
"En una ocasión estuve explicando a alguien que, para sentir la importancia
verdaderamente cósmica que tiene para el hombre otro hombre, hay que imaginarse
lo siguiente: estoy completamente solo en un desierto; jamás he visto a
nadie, ni tampoco adivino la posibilidad de la existencia de otro hombre.
De repente, en mi campo de visión aparece un ser análogo, que sin embargo
no soy yo –la misma idea encarnada en otro cuerpo, alguien idéntico y sin
embargo extraño–, y experimento al mismo tiempo una maravillosa plenitud
y un doloroso desdoblamiento. Pero por encima de todo domina esta revelación:
que me he convertido en un ser ilimitado, imprevisible para sí mismo, multiplicado
en todas las posibilidades por esa fuerza extraña, fresca y sin embargo
idéntica que se me acerca como si yo mismo me acercase desde el exterior"
A Gombrowicz le gustaba decir que era lo contrario de lo que afirmaba su
interlocutor, sí, esto es cierto, pero hay que poner en claro que el interlocutor
antagónico que tenía más a mano era él mismo, por esa doble naturaleza a
la que acabamos de referirnos y, quizás, lo podríamos afirmar también, que
ése era el origen social de su negatividad. Gombrowicz creía que disponía
de soltura y elegancia cuando entró a la sala pero enseguida le cayó encima
ese otro yo, el que estaba emparentado con la morralla y la pacotilla, nunca
tuvo un contradictor más hostil y permanente que él mismo.
En Gombrowicz existen tres personas distintas: el inferior, el hijo de buena
familia, y el de la obra, tres naturalezas que no se mezclaban ni en su
persona ni en su obra, como líquidos que no se diluyen en otros.
Hay personas que sueñan con desaparecer, otras que sueñan con ser invisibles...
en fin, hay muchos sueños, la pasión predominante de Gombrowicz era duplicarse,
triplicarse, cuadruplicarse...
No es extraño, pues, que luego de tantas fragmentaciones se haya querido
sintetizar a toda costa convirtiéndose en un campeón de la entronización
del yo.
Con ese ser imprevisible para sí mismo, que se le acerca como si fuera él
mismo, como si él mismo se le aproximara desde el exterior, hace un experimento
revelador: lo convierte en un ectoplasma del protagonista de uno de sus
cuentos.
Mientras Gombrowicz observa en el espejo a sus tres personas distintas Berni
lo mira con desconfianza.
[Imágenes: Antonio Berni y Witold Gombrowicz]
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EL HERRERO Y EL PRETEXTO
El camino que siguió "Gombrowicz, y todo lo demás" hasta que alcanzó las
letras de molde fue tortuoso. El primero que me dio una idea alentadora
fue el Orate Blaguer.
"Quiero decirte que mi editor es Jorge Herralde (Anagrama) quien, a la vuelta
de un viaje argentino, me regaló el libro de Emecé, con las cartas a Goma
de Gombrowicz. Así como Beatriz de Moura, que fue mi primera editora, le
importa muy poco Gombrowicz, Herralde siempre ha tenido una gran debilidad
por él (como tú ya sabes, publicó "Testamento"). Yo te recomendaría que
hablaras o, mejor dicho, le escribieras a Herralde (...) Escríbele a Herralde,
por favor"
Cuando le conté al Niño Ruso lo que me estaba diciendo el Orate Blaguer
le dio una gran alegría.
"Sería
maravilloso que tu libro se publique en Anagrama. Herralde es muy receptivo
a esas cuestiones. Además, ha sido un editor que ha leído con profundidad
a Gombrowicz al que quiso traducir desde el inicio de su editorial. No pudo
entonces conseguir los derechos. La viuda miraba a Anagrama como a una minucia,
algo que no valía la pena. El único libro que pudo publicar fue "Transatlántico"
aunque ya había sido editado antes"
Como el Herrero le daba muchas vueltas a la contestación empecé a insultarlo,
pero el Niño Ruso se interpuso con gallardía.
"Y ya te debía otra, donde me maltratabas al formidable Herrero, y que no
había respondido porque no sabía qué decirte. Claro debí escribir lo que
siento, lo que es cierto, que Jorge es una persona notable. Lo conozco desde
hace más de treinta años, y es incapaz de ofender a nadie. Habría que saber
qué fue lo que ocurrió, tal vez haya sido un mal entendido de una empleada
despistada. En fin... te ofrezco mis servicios diplomáticos para enmendar
la relación, puesto que dentro de tres semanas Jorge y Lali, su esposa,
estarán en México"
Esperé ese encuentro en un estado de intranquilidad, pero sin entusiasmo
y destilando veneno.
"Estuve con los Herralde. No lo sentí para nada enojado, y luego cuando
me llegó tu carta y la copia de la que le enviaste, me di cuenta de que
no es tan, tan tremebunda como me lo habías advertido. De esas cartas, pero
mucho, mucho más fuertes le llegan sin cesar. Me dijo que sí, que estaba
interesado en publicar tu libro (...)"
Era
una buena noticia, aquí renacieron mis esperanzas, pero fue como la mejoría
que aparece antes de la muerte.
"Lamento el retraso en contestarte, pero estoy agobiadísimo de trabajo y
también sepultado por manuscritos. Leí con gran interés tu libro, pero me
resulta imposible publicarlo, tenemos ya programación para dos años y nuestros
autores siguen escribiendo como posesos.
Pienso que el lugar más idóneo para publicarlo sería, claro está, Seix Barral,
y si no Pre-Textos (...)"
A esta altura de mis aventuras con los Protoseres ya había determinado que
uno de los extremos del rango en que se mueven estaba ocupado por asesinos
seriales, así que con resignación le escribí al Pretexto.
"He leído con toda mi atención, por tratarse de un autor que siempre me
ha interesado mucho, "Gombrowicz y todo lo demás". Creo que es un libro
que contribuye a clarificar la figura de un gran escritor a través de una
mirada profundamente amistosa y leal. De todos modos, y siendo muy honesto,
publicar este testimonio sería muy apropiado si fuese completo, es decir,
los tres libros dedicados a Gombrowicz, y si la editorial hubiera podido,
de alguna forma, hacerse con alguna obra del genial polaco. No acabamos
de ver clara la edición de "Gombrowicz y todo lo demás", aun gustándonos
mucho, pues consideramos que se quedaría, por decirlo de algún modo, huérfana
en nuestro catálogo. Espero que, en la medida de lo posible, lo comprendas.
Te agradecemos de verdad, de todo corazón tu confianza y espero poder corresponderla
algún día como se merece"
De la lectura de este texto tan magnánimo y elegante saqué la conclusión
que el extremo opuesto al de los asesinos seriales que ya había descubierto,
debía estar ocupado por los rufianes melancólicos, tal como me lo pareció
la excusa que me interpuso el Pretexto, editor responsable de Pre-Textos.
Del examen atento de las fotos del Herrero y del Pretexto que aparecen en
este gombrowiczidas se puede deducir el por qué estos dos personajes no
alcanzan a pasar el nivel de Protoseres, aunque ambos están en extremos
opuestos.
[Imágenes: José Herralde (sup) y Manuel Borrás con Enrique Vila-Matas (inf)]
EL SUICIDIO
Cuando yo le pedí al Pato Criollo que me recomendara la lectura de uno de
sus libros, pero que no me fuera hacer la del Niño Ruso que cuando tomó
contacto conmigo me mandó desde México tres libros dedicados, al Pato Criollo
no le pareció bien.
"Me acertaste en un punto sensible con tu pedido. No debería asombrarme
porque vos sos de los que ponen la bala donde pusieron el ojo. Como esos
arqueros zen que encuentran el centro del blanco con la punta de la flecha
en la oscuridad. Y yo querría más que nada preservar tu oscuridad, para
que sigas acertando. Es un poco injusto pedirle infalibilidad a nadie, aunque
sea un polaco (además, vos no llegás a tanto), pero dejame seguir con la
ilusión. En todo caso, podríamos postular una forma nueva de infalibilidad,
llamémosla ‘polaca’, la de los que aciertan hasta cuando se equivocan. Asi
que: mejor no. Aprovechá que no sos polaco y atenete al argentino ‘preferiría
no hacerlo’. La literatura, por suerte, no es obligatoria. No la hagás descender
al nivel de la televisión (que sí es obligatoria) inventándote razones"
El
trayecto que recorrí leyendo libros del Pato Criollo fue corto, terminó
cuando leí "Yo era una chica moderna"
"No sé cómo decírtelo, pero te lo tengo que decir igual, cuando llegué al
Gauchito ya no pude leer más. No te enojés, es un problema mío, yo soy un
hombre chapado a la antigua, un mundo como el de "Cosa de negros" de Cucurto
o el "Yo era una chica moderna" de tu puño y letra, me resulta totalmente
ajeno. ¿En qué tipo de gauchaje andará el mundo cuando tu mundo sea un mundo
chapado a la antigua? (...) No te olvidés que tengo más cartas de Gombrowicz,
las argentinas, portate bien, dejate de escribir chanchadas, sé un muchacho
alto y buen mozo como me decía mi mamá cuando quería que le alcanzara algo,
y vas a ver que te voy a mandar las cartas argentinas, como te mandé las
europeas"
Este asunto de escribir chanchadas me llevó, no podía ser de otra manera,
al proyecto veintiañero de Gombrowicz de escribir una novela mala.
Para alcanzar este propósito se dispuso a escribir una novela buena para
las masas, asunto que se le presentó como más difícil que escribir una novela
de un nivel más elevado.
Escribir una novela buena para las masas no significaba en absoluto escribir
una novela accesible, interesante, noble e impregnada de cultura como las
de Sienkiewicz, sino escribir una novela con lo que las masas experimentan
en realidad, penetrando sus instintos más bajos. El que emprendiera esta
tarea debería liberar su imaginación más sucia, turbia y mediocre, quitarle
las cadenas a la conciencia oscura y baja.
Este pobre concepto de las masas tenía más que ver con el miedo que con
el desprecio.
La intelectualidad polaca estaba amenazada por el primitivismo de la masa
mucho más ignorante y terrible en Polonia que en otros países de cultura
superior. En aquellos años al dirigirse a los de abajo el escritor escribía
desde arriba en la medida que su cultura y su buena educación literaria
se lo permitía.
Pero el proyecto de ese Gombrowicz veintiañero era otro: entregarse a la
masa, rebajarse, convertirse en un ser inferior, una idea que más tarde
le sirvió para enunciar un postulado según el cual en la cultura no sólo
el inferior debe ser creado por el superior, sino también a la inversa.
El
proyecto no terminó bien, era una tarea gigantesca y peligrosa, diez años
después se dio cuenta que había estado jugando con fuego, algo enfermizo
que llegó a sus manos le hizo tomar conciencia.
Un joven llegó a su casa con un manuscrito bajo el brazo pidiéndole que
lo leyera, que la obra tenía un gran impulso erótico para excitar a los
lectores. De verdad resultó un libro erótico y sucio que se complacía en
la porquería, era malo y barato. Leyendo ese manuscrito Gombrowicz recordó
su propia novela olvidada hacía tiempo, escrita en 1926, el mismo año en
el que había escrito "El bailarín del abogado Kraykowski" y "El diario de
Stefan Czarniecki"
Unos días después de que el autor del manuscrito llegara a la casa de Gombrowicz
se pegó un tiro en la sien. Gombrowicz no creía que la causa del suicidio
hubiera sido la novela, pero esa obra era la expresión de un estado de ánimo
que condujo al joven a la catástrofe.
Diez años atrás, a pesar de las apariencias y de una existencia de aspecto
casi despreocupado, Gombrowicz no había estado lejos él mismo de tomar una
decisión parecida, debía estar muy desesperado.
La obra maestra a la que Gombrowicz le había puesto el punto final resultó
ser una mezcla asquerosa del vivir plenamente la vida en la sensualidad
y la brutalidad, una historia no menos sórdida y excitante que la del joven
malogrado. Una señora amiga la leyó y le sugirió que la quemara; Gombrowicz
le hizo caso, arrojó el original y las copias en la nieve y les prendió
fuego.
Gombrowicz no se suicidó, aunque el asma le provocó crisis que lo acercaron
a la idea del suicidio.
El caso del Pato Criollo no es tan claro como el de Gombrowicz, conocemos
la dimensión de la bajeza que alcanzó su "Yo era una chica moderna", pero
no conocemos la que alcanzó la novela del joven polaco que se suicidó ni
la de Gombrowicz a la que le prendió fuego.
Sin embargo, una conversación que mantuve con la Hierática me recordó que
alguna vez yo también había asociado al Pato Criollo con el suicidio.
Habíamos caído en la conversación de ese momento en tout Buenos Aires: –El
Pato Criollo ha desaparecido, vas a ver que ese extraviado se va a suicidar;
–No digás macanas, Goma, si acaba de publicar "La cena".
Le pregunté a la Hierática si "La cena" tenía algo que ver con "El gran
salmón": –No, esta novela transcurre en Pringles y la otra en Rosario. En
cierto momento se produce una gran revolución en el cementerio, los muertos
salen de las tumbas y atacan al pueblo. Le abren la cabeza a los vecinos
y le chupan las endorfinas, los zombis resultan invencibles.
Sin embargo, en un momento determinado una señora anciana reconoce a uno
de los muertos que se le está viniendo encima: –Pero si éste es el colorado
Pereira. Los viejos comienzan a identificarlos a uno por uno y los zombis
derrotados vuelven a las tumbas.
Después de esta conversación que tuve con la Hierática el Pato Criollo desapareció
y volvió a aparecer varias veces más. Estas desapariciones, junto a la idea
de los muertos vivos, me siguen dando vueltas en la cabeza, y aunque no
puedo asociarlas en este caso a la idea del suicidio me producen una cierta
intranquilidad.
De ninguna de las fotos que aparecen en este gombrowiczidas se puede inferir
nada que tenga algo que ver con la idea de la muerte.
[Imágenes: César Aira y Witold Gombrowicz]
GOMBROWICZ VISITA A GIDE
La actividad más importante de Gombrowicz en su vida, y casi única, fue
escribir. Sin embargo no fue un escritor prolífico, le costaba trabajo pasar
de una obra a otra, le costaba también terminarlas, el final le parecía
siempre arbitrario.
No tiene nada que ver con Lope de Vega que se mandaba una por noche y, para
no ir tan lejos ni tan atrás, con el Pato Criollo al que le salen como porotos
de la chaucha.
Esta dificultad para asomar la cabeza con sus escritos lo hacía sufrir,
no tenemos que olvidarnos que Gombrowicz era más un hombre de ágora que
de claustro.
Cuando empezó a colaborar en "Kultura", la revista más importante de la
emigración polaca publicada en París, con algunos fragmentos de "Transatlántico",
se le dio por escribir unos artículos en forma de diario que le gustaron
al redactor: –Este género le va bien, ¿no querría usted continuar?
"Un amigo me había prestado el "Diario" de Gide en francés. Witold se mostraba
desdeñoso con respecto a Gide: –Ese francés y sus historias de homosexuales.
Como no había leído casi nada de él, hablaba más bien de la idea que se
había hecho. Insistí para que leyese el "Diario", y al final fui yo el que
no pudo terminar el libro porque Witold no quería separarse de él. Sus comentarios
se referían a la significación del diario como género literario. Descubrió
un nuevo modo de expresión, un instrumento, y reflexionaba sobre el modo
de utilizarlo. Leyó el "Diario" de Gide en la posición de escritor, es así
como él leía siempre, como creador, como artista. Esta lectura le despertó
la idea de escribir su propio "Diario", tan distinto, sin embargo, al de
Gide"
Este relato del Esperpento pone al descubierto que los inconvenientes que
tenía Gombrowicz para cerrar la obras y André Gide dieron nacimiento a sus
diarios.
Tuvo
que sortear, sin embargo, algunos inconvenientes para continuar el desarrollo
de este género literario durante diecisiete años (1953-1969), diez en la
Argentina y siete en Europa.
"Además yo..., con mi vida... Si se suprimiera del "Diario" de Gide toda
la parafernalia de nombres ilustres, imagino que perdería buena parte de
sus clientes. Yo me veía en el café Rex con Eisler, a quien conseguía sacar
algunas monedas ganándole al ajedrez. Mi vida secreta no poseía la fuerza
ni el color que nutren las memorias de los vagabundos auténticos"
Las cosas cambiaron radicalmente cuando se mudó a Europa, allá empezó a
comportarse como un mutante, como esos vegetales que adquieren el tamaño
del lugar donde los transplantan.
En el Rex nos decía que no podía comprender cómo Gide podía hacer tantas
cosas en el mismo día: –Yo apenas tengo tiempo de escribir un par de renglones
y comerme un sandwichito.
Sus historias con Gide comenzaron allá por el año 1928, en su primer viaje
a París, cuando se hizo amigo de Jules, un joven de una cultura muy refinada
que conocía a Gide y lo visitaba en la casa que tenía en la isla de Cuverville.
Treinta y seis años después Gombrowicz también visita a Gide.
"En Royaumont, cerca de París, pasé tres meses. Después huí del otoño, primero
a la Messuguier, en la proximidades de Cannes. Alquilé la habitación donde
antaño había vivido Gide. Mi senda sigue por fin la huella de los hombres
que conozco bien desde hace años, como si los alcanzara físicamente post
mortem, y siento en mí una voz que dice: estabas desterrado"
De Jules no se sabía a qué debía ese honor, si a su catolicismo, a su talento
literario o a su tez melocotón, ya que Gide poseía una naturaleza tan universal
como sorprendente. Tenía un gran entusiasmo por los asuntos del espíritu,
no faltaba a ninguno de los grandes conciertos ni a ninguna exposición importante.
"Un día fuimos al circo con Jules y las payasadas de dos clowns nos parecieron
divertidas: –¿Por qué no traes aquí a Gide para que descanse un poco de
sus obras maestras?; –Me gustaría, pero si se pone a llorar...; –¿A llorar?
Será de risa; –No. Él siempre llora cuando algo le gusta mucho. Es capaz
de deshacerse en lágrimas mirando la mejor comedia precisamente porque es
buena y divertida. Me pareció grotesco y comencé a burlarme de Gide, al
fin y al cabo no era la primera vez, Jules se ofendió"
Muchos años después ya no se burlaba. En 1960 un diario de Berlín Oeste,
el "Tagesblatt", publicó una encuesta internacional a la que respondieron
treinticinco grandes maestros de la literatura. Les preguntaron cuáles eran
los cinco escritores que más habían influido en ellos. Entre los interrogados
estaban Herman Hesse, André Breton, John Dos Passos, Georg Lukácz. Gombrowicz
también figuraba en esa lista, aún vivía en Buenos Aires, acababan de traducirlo
al alemán y su fama europea crecía semana a semana, en medio de la más ciega
indiferencia argentina.
Gombrowicz incluyó en el quinteto de los grandes maestros de la literatura
a Dostovieski, Nietzsche, Thoman Mann, Alfred Jarry y André Gide, aunque
en una oportunidad posterior dijo en otra publicación que había sido Charles
Dickens quien lo había influido más con sus "Papeles póstumos del club Pickwick".
"André Gide. Los Diarios. Tal vez porque yo también escribo un Diario...
y sólo Gide ha emprendido con seriedad la elaboración de este género tan
amplio y tan existencial, que habrá de prevalecer, sin duda, sobre el relato
contemporáneo"
A mí me parece que entre Gide y Gombrowicz hay algo más, algo más que pasa
por Sartre: las cuestiones del acto gratuito y de la representación de los
sentimientos.
Para Sartre, sea como sea, siempre hay que elegir, y si no se elige también
se elige. Sartre se atreve a poner ejemplos, es una costumbre que tienen
todos los pensadores que comprenden claramente lo que dicen y por eso están
seguros, aunque simplifiquen las expresión de sus ideas poniendo ejemplos.
El hombre es un ser sexuado que puede tener relaciones con seres del otro
o del mismo sexo, puede tener hijos o no tenerlos, la elección que haga
lo hace responsable y lo compromete con la humanidad entera.
Aunque ningún valor a priori lo determina, su elección no tiene nada que
ver con el capricho, con el acto gratuito. Gide teoriza sobre el acto gratuito
porque no sabe lo que es una situación, él obra por simple capricho.
Y aquí Gombrowicz se pone de parte de Gide, el acto de elegir es para él
una nebulosa de la que no puede surgir ninguna responsabilidad. Dice, por
ejemplo, que si Sartre se interesa tanto por Genet es porque Genet eligió
el mal.
"Ni qué decir que esto es una tontería, porque cualquier comisario de la
policía de París sabía muy bien que Genet no eligió nada. Comenzó con pequeños
robos y, así, se convirtió en un ladrón, gratuitamente, por asociaciones
formales indistinguibles de las que no tenía conciencia"
Pero la cuestión más importante era la de la representación de los sentimientos,
y en esto estaban de acuerdo los tres: Gide, Sartre y Gombrowicz.
Cuando un discípulo le pide consejo a Sartre durante la guerra sobre si
tenía que quedarse con la madre o enrolarse en la Resistencia, el filósofo
hace una serie de reflexiones de las que dimos cuenta en otro gombrowiczidas,
pero en este caso vale la pena que nos detengamos en una de ellas.
El hijo puede saber si quiere más a la madre sólo si se queda junto a ella,
no lo puede saber antes. No puede determinar el valor de este afecto sino
con un acto que lo ratifique y defina. Pero el hijo le pide al afecto que
justifique el acto, entonces se encuentra encerrado en un círculo vicioso.
"Gide ha dicho muy bien que un sentimiento que se representa y un sentimiento
que se vive son dos cosas casi indiscernibles: decidir que amo a mi madre
quedándome junto a ella o representar una comedia que hará que permanezca
con mi madre, es casi la misma cosa. Dicho de otro modo, el sentimiento
se construye con actos que se realizan; no puedo pues consultarlo para guiarme
por él. Lo cual quiere decir que no puedo ni buscar en mí el estado auténtico
que me empujará a actuar, ni pedir a una moral los conceptos que me permitirían
actuar"
Quien conozca bien a Gombrowicz sabe que podría haber puesto su firma debajo
de estas palabras escritas por Sartre, la idea de la representación de los
sentimientos es el centro de gravedad alrededor del cual giran las otras
ideas de Gombrowicz. Gide le dio entonces a Gombrowicz más que un modelo
para escribir los diarios, ambos creían que los sentimientos empiezan a
existir cuando se representan.
[Imagen: André Gide]
LAS ENDORFINAS
Cuando Gombrowicz se confronta con el existencialismo suele utilizar fórmulas
más o menos cómicas: la responsabilidad de una conciencia en pantalones
que habla por teléfono, o el Dasein que pregunta por el ente tomando café
con facturas. A mi modo de ver la división de las aguas entre Gombrowicz
y el existencialismo es más bien una cuestión, como quien diría, de carácter
hormonal.
Gombrowicz se sintió desde muy joven como actor de una mala obra teatral,
con un papel estrecho y banal, y sin ninguna posibilidad de lucirse, así
que se fue preparando poco a poco con la conciencia de esta inferioridad
esperando tiempos mejores.
Lo que sí sabía, sin ninguna duda, es que él no era culpable de nada, la
culpable era la situación.
En el año que trabajó como pasante en los tribunales de Varsovia se dio
cuenta de que esta característica suya era innata, no creía de ninguna manera
que la persona a quien se atormentaba con preguntas taimadas fuera de veras
culpable. Se inclinaba más bien a pensar que el reo había tenido mala suerte
al dejarse pescar. Esa convicción sobre la inocencia absoluta del hombre
no era la consecuencia de ningún pensamiento determinista, era un pensamiento
espontáneo que no podía combatir.
"Esto
creaba en ocasiones situaciones extrañas. Así, una vez, en el tribunal de
primera instancia, donde había sido destinado para desempeñar funciones
de escribano en las sesiones, el presidente, tras haber ordenado la suspensión
de la sesión, me mandó preguntar algo al acusado. Me acerqué al banquillo
y le tendí mi mano al reo; sólo las miradas estupefactas de los abogados
hicieron que me diera cuenta de mi metida de pata"
Esta complexión, a la que podríamos llamar hormonal, lo llevó de la mano
a lo que con el tiempo se convertiría en su teoría de la forma, una teoría
que exculpa al hombre mediante una operación ingeniosa a la que podríamos
llamar: la dilución de la responsabilidad.
"Para que esto suceda sólo deberíais reparar en cierta característica de
la humanidad que consiste en que ésta tiene que estar formándose constantemente.
Es como una ola compuesta por mil millones de partículas caóticas, pero
que a cada momento adoptan una forma determinada. Incluso en un pequeño
grupo de personas conversando libremente advertiréis esta necesidad de armonizarse
en una u otra forma que se crea por casualidad e independientemente de su
voluntad, por la mera fuerza de una adaptación mutua…; es como si todos
juntos asignasen a cada uno por separado su lugar, su voz en la orquesta.
La gente es algo que tiene que organizarse a cada instante; sin embargo,
esta organización, esta forma colectiva, se crea como resultado de mil impulsos,
y es por lo tanto imprevisible e imposible de dominar para los que la componen"
De una manera cumplida Gombrowicz nos explica con un gran trazo las características
de su idea sobre la forma. Gombrowicz remata este pasaje brillante con una
conclusión que no demuestra: donde hay forma tiene que haber superior e
inferior. Sobre las relaciones de adoración entre estos dos señores, el
inferior y el superior, hay verdaderos cultos en "El casamiento" y en "Pornografía"
Para Gombrowicz la persona es pues el resultado de una organización colectiva,
imprevisible e indomable y, en consecuencia, se forma independientemente
de su voluntad. Esta dilución galopante de la responsabilidad, como no podía
ser de otra manera en esta obra teatral, debía tener una contrapartida donde
la responsabilidad se concentra ad infinitum.
Las obras de Sartre describen seres flojos, débiles, cobardes y, en algunas
ocasiones, francamente malos. Zola, para poner un ejemplo, declararía que
son así por herencia, por la acción del medio, de la sociedad, por un determinismo
orgánico o psicológico, pero Sartre piensa de otra manera.
Un cobarde es responsable de su cobardía. Un cobarde no es cobarde porque
tenga un corazón o un cerebro cobarde, lo es porque se ha construido con
sus actos como un hombre cobarde. No existen los temperamentos cobardes,
existen temperamentos nerviosos o temperamentos ricos, pero el hombre de
sangre floja no es por eso cobarde, lo que lo hace cobarde es el acto de
renunciar o de ceder; el temperamento no es un acto, el cobarde sólo se
define a través del acto que realiza.
"Lo que dice el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, el héroe
se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más
cobarde y para el héroe de dejar de ser héroe. Lo que tiene importancia
es el compromiso total, es decir, la responsabilidad total, y no es un caso
particular o una acción particular lo que compromete totalmente"
Son palabras de Sartre. Habría que investigar más profundamente el papel
que juegan las hormonas en la división de las aguas entre Gombrowicz y el
existencialismo, o de algún otro microelemento que circule por la sangre
como, por ejemplo, las endorfinas. Las endorfinas eran el alimento principal
de los zombies de Coronel Pringles que se levantaban de sus tumbas y le
abrían la cabeza a los vecinos para chupárselas, según nos cuenta el Pato
Criollo en un relato al que dio en llamar "La cena".
[Imagen: Jean-Paul Sartre]
LAS TRIVIALIDADES
"El 'Diario' de Witold Gombrowicz no recuerda nada a los estereotipados
diarios de escritor, es decir, a las obras que desempeñan el papel de crónica
de los acontecimientos de la vida de un artista, de dietario intelectual.
Este diario es una obra literaria en el pleno sentido del término, considerada
por muchos expertos como el mayor logro de su autor"
Este texto aparece en la contratapa del "Diario" de Witold Gombrowicz editado
por Seix Barral.
"Fui a Ostende, una tienda de moda, y me compré un par de zapatos amarillos
que resultaron ser demasiado pequeños. Volví, pues, a la tienda y cambié
ese par por otro, del mismo modelo y número y, en fin, idéntico en todos
los aspectos, que también resultó ser demasiado pequeño. A veces me asombro
de mí mismo"
Sobre
este pasaje de los diarios hay gente que se pregunta por qué mete estas
trivialidades en su mayor obra literaria. Si bien se podría creer que estas
palabras tienen un tono ligero y socarrón, de tal modo que aparecen como
gratuitas, sin embargo, no lo son, por lo menos no lo son a los ojos del
autor.
Cuando Gombrowicz les explica a los jóvenes de Tandil la razón por la que
los incluye como personajes en los diarios, aparecen los zapatos de Ostende.
"(...) Lo hago porque me gusta operar con lo insignificante, llevar lo insignificante
a la altura, desconcertar... Lo hice una vez con un par de zapatos y otra
con seis camisas de verano, metiéndolos en mi "Diario", así que no se imaginen
demasiado...(...)"
Lo zapatos de Ostende también le han servido al Buey Corneta como enlace
de un dietario intelectual que escribió después de haber leído el "Diario
argentino" y "Cartas a un amigo argentino".
"(...) Las 'Cartas a un amigo argentino' empiezan donde termina el 'Diario
argentino' (...) Durmió en pensiones, jugó al ajedrez en la confitería Rex,
tartamudeó el castellano y sus lunfardos, se codeó con las señoras de la
comunidad polaca local, compró zapatos amarillos en 'una tienda de moda'
de Ostende que le quedaron chicos, trabó alguna amistad con Ernesto Sabato
(que prologó 'Ferdydurke') y con Matronardi y ninguna con Borges ('quizá
el escritor argentino de más talento, dotado de una inteligencia que el
sufrimiento personal agudizaba'), escribió dos novelas geniales ('Transatlántico'
y 'Pornografía') y empezó una tercera, igualmente genial, que sería la última
('Cosmos'), buscó aventuras nocturnas en las alrededores de Retiro, cambió
los zapatos amarillos por otros exactamente iguales (que también le quedaron
chicos), visitó Mar del Plata, Santiago del Estero, Uruguay y Tandil (...)"
Es bien sabido que una buena parte de la personalidad del Buey Corneta se
le formó caminado por las playas de Cabo Polonio, tanto es así que en "La
vida descalzo" recuerda un pasaje de los diarios de Gombrowicz en el que
la mujer del farmacéutico juguetea con el piececito, mientras su talón desnudo
despunta y asoma, en las playas de Necochea. Quizá fue por eso que confundió
una tienda de la calle Florida llamada Ostende, donde Gombrowicz realmente
compró los zapatos, con el balneario de Ostende donde el Buey Corneta cree
que los compró.
No son las trivialidades de los diarios, sin embargo, las que le quitan
el sueño a Gombrowicz, el sueño se lo quita su mismísimo propio yo. A pesar
de los dilemas que Gombrowicz tenía con su yo, no dejaba por eso de ser
una persona razonable.
"Mi actitud es exactamente la misma que la de la Iglesia, con la salvedad
de que en lugar de hablar del alma en el sentido eclesiástico, mencionaría
más bien algunos valores fundamentales del hombre, tales como la razón,
la nobleza, la capacidad de desarrollarse, la libertad y la sinceridad..."
Después de ocupar dos páginas de los diarios dándole consejos a un hipotético
regisséur sobre la forma en la que debería poner en escena "El casamiento",
un acontecimiento que ocurrió diez años después, lo asaltaron los remordimientos.
"¿Tengo derecho a publicar semejantes comentarios de mis propias obras?
¿No será un abuso? ¿No aburrirá?"
Él sabía que si se volvía importante, los lectores querrían conocerlo, y
una manera de volverse importante era precisamente esa: que los lectores
lo conocieran.
Estas eran oportunidades que debía aprovechar para introducirlos con fuerza
en sus asuntos, incluso en aquellos poco interesantes, para que los demás
se interesaran en lo que, justamente, le interesaba a él.
Su idea era simple: cuanto más supieran de él los lectores más lo necesitarían,
había llegado a la conclusión de que el yo no era un obstáculo en las relaciones
con el otro, su yo era precisamente lo que el otro deseaba, siempre y cuando
no le pasara de contrabando una mercancía prohibida.
"¿Qué es lo que no soporta el yo? Las cosas hechas a medias, con temor y
pudorosamente"
Se preparó con mucho cuidado para que aún el más lerdo de los expertos se
fijara en su presencia. Sacó a la superficie su manera de luchar contra
los hombres para afirmar su personalidad y definir claramente su propio
yo.
"Soy el que descarga las tensiones. Soy como la aspirina, que, si nos fiamos
de su publicidad, elimina las contracciones excesivas"
El rostro del Buey Corneta que aparece en la foto tiene justamente la expresión
de haber hecho alguna cosa a medias, con temor y pudorosamente, quizá por
eso el Hombre Unidimensional lo acusa de ser un cobarde y un alcahuete.
[Imagen: Alan Pauls]
AVENTURAS CINEMATOGRÁFICAS
Las películas polacas sobre Gombrowicz van de regulares a malas. Harina
de otro costal es "Gombrowicz o la seducción", una película dirigida por
Alberto Fischerman, uno de los mejores films argentinos de los años ochenta
para algunos críticos, para otros, uno de los mejores de los últimos veinte
años, y para otros más una de las mejores filmaciones argentinas de todos
los tiempos. Cuando la premiaron en el festival de Rotterdam en el año 1986,
Hubert Bals, el creador y director de este festival dijo cosas interesantes.
"Un film como "Gombrowicz o la seducción", por ejemplo, parte de una idea
totalmente nueva y se convierte en una obra fascinante que no puede dejar
de verse hasta el final, y así es como debe hacerse el cine. Es un film
que enriquece al espectador"
Después del estreno los discípulos empezaron a dar algunas dentelladas,
el Esperpento, pongamos por caso, andaba diciendo por ahí que el Buhonero
Mercachifle sobraba en la película, y Quilombo que el que sobraba era el
Mariposón.
Sobraran o no sobraran la cuestión es que el que se hizo famoso fue el cuarteto
Gombrowicz, integrado por sus discípulos dilectos: Mariano Betelú, Jorge
Di Paola, Alejandro Rússovich y yo.
El nombre de cuarteto se lo puso el Ezquizoide, coguionista del film junto
a Fischerman, en uno de esos intervalos de lucidez que le venían a la cabeza
de vez en cuando, muy resentido con Fischerman porque, según decía en voz
baja para que no lo escuchara el director, el único guionista había sido
él.
"Mariano Betelú guarda las llaves del reino. Su haber es la memoria del
detalle, el documento fichado, los originales de cartas, las inesperadas
fotos, el más rico anecdotario. Betelú es, además, un caso afortunado de
transparencia. Dueño de un humor artero e inclaudicable y de una ironía
tan fina como sus caligráficos y enigmáticos dibujos, representa la posibilidad
del equilibrio en el cuarteto por momentos tempestuoso"
"Rússovich,
el filósofo de Goya, es, tanto como Gómez, un hombre que ha cultivado largamente
la máscara. En su caso, esta persona se encuentra a la total merced de su
inteligencia, él opera sobre ella, él decide y define a cada momento su
personalidad en un juego de alternativas que durante largos meses de entrevistas
previas a la filmación, llegó por momentos a fascinarnos"
"Pero la máscara es también un atributo de Juan Carlos Gómez, salvo que
en él ha adoptado formas permanentes. Sospecho que Gómez –el matemático
y filósofo– es quien más profundamente ha sido marcado por la ácida influencia
de Gombrowicz en ese particular sentido de la representación como una de
las maneras de la espontaneidad. Es curioso, y estimulante, comprobar de
qué modo Rússovich y Gómez entran inmediatamente en conflicto –amistoso,
por cierto–, disputándose el legendario afecto de Gombrowicz o la propiedad
original de un concepto referido a la estética personal del escritor polaco"
"En cuanto al narrador Jorge Di Paola, supo siempre –y desde muy joven–
moverse en la irreverencia. Dipi, que buena parte de este año estuvo oculto
en Tandil escribiendo una novela, volvió para aportar al cuarteto esa enorme
capacidad que posee para desarreglar las cosas y volverlas a disponer según
sus designios"
El anárquico Asno, sin embargo, contra todo lo que podría parecer, preparó
con mucho cuidado la bajada por una escalera con Quilombo, una de las escenas
más logradas del film, estudiando de memoria las palabras de Antonio frente
al cadáver de César en el drama de Shakespeare. Lo que sí es cierto también
es que hubo que repetir la toma una docena de veces porque se olvidaba del
parlamento.
El Ezquizoide estaba subyugado con la película, tanto es así que le pidió
permiso a Fischerman para disfrazarse de mozo y servirnos café mientras
nos filmaban.
El Buey Corneta también estaba seducido por "Gombrowicz o la seducción".
Remata una larga nota que apareció un mes después del estreno de la película
con una referencia al cuarteto.
"Ninguno de los cuatro discípulos (Rússovich, Gómez, Betelú y Di Paola)
es actor, pero los cuatro representan sus papeles en "Gombrowicz o la seducción".
Obligados a repetir escenas, situaciones y textos que verdaderamente los
unieron al escritor polaco, sus interpretaciones están impregnadas de una
admirable extrañeza"
Un estudiante francés, en el año del centenario de Gombrowicz, se acercó
a mí en la Feria del libro y me pidió que le firmara un ejemplar del "Diario":
–¿Usted me podría informar si Gombrowicz escribió algo sobre cine?; –Muy
poco, me acuerdo de un comentario que me hizo cuando en el año 1964 lo enteré
de que Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson se proponían filmar "Pornografía".
"Goma, corre, averigüe que es lo de filmar la Pornografía, que no me hagan
una chanchada, sépalo se trata de treinta o cuarenta mil dólares. Hable
con Arnesto si es que tontamente no se peleó con él. Si no, que Ada le hable.
Averigüen con discreción. Yo no sé nada de eso"
Pero algo más había escrito sobre cine. Unos meses antes de su muerte "Le
Figaro" le mandó a Gombrowicz un cuestionario con preguntas sobre el cine.
Les respondió que por el momento no estaba en sus planes escribir un guión
cinematográfico, pero que si hubiera que llevar alguno de sus libros al
cine elegiría "Pornografía" y "Cosmos". Los consejos que le daría al director
de "Pornografía" serían los de que habría que filmarla sin pornografía,
nada más que sensualidad y poesía, pues pornografía es tan sólo un título
irónico.
De mis aventuras gombrowiczianas cinematográficas recuerdo la de una noche
de mucho calor, en el Rex; el Alemán, Gombrowicz y yo decidimos ir al cine
para aliviarnos con la refrigeración. Caímos en una sala donde estaban pasando
La Gran Guerra, una película que venía precedida de una crítica muy buena,
con Gassman y Sordi en lo papeles protagónicos. Pasados quince minutos,
más o menos, Gombrowicz no aguantó más, nos tuvimos que ir del cine. Un
dramma giocoso, donde la risa, la guerra, el dolor y la burla se sientan
a la misma mesa. El demonio de Gombrowicz era el dolor, no podía soportar
pues que se lo tratara con la ligereza con la que lo tratan los italianos
en esa película.
Aunque en la foto no se nota hay que decir que a Fischerman no le interesaba
demasiado Gombrowicz, lo que sí le interesaba era la relación que habíamos
tenido nosotros con él, sin embargo, por esta vía indirecta alcanzó una
aproximación cinematográfica a Gombrowicz que resultó conmovedora, cosa
que no consiguieron ninguna de las películas polacas.
[Imagen: Gombrowicz y Fischerman]
ESTROPEAR
EL JUEGO
En el año 2001 la Seix Barral empieza a publicar en España la obra de Gombrowicz,
y el Orate Blaguer es convocado para presentar "Ferdydurke" en Barcelona.
"Seix Barral, como sabes –tras una puja por los derechos–, va a publicar
Gombrowicz íntegro. Las demás editoriales se retiraron de la puja y ya no
creo que estén en la órbita de Gombrowicz, que ha entrado plenamente en
el dominio de Seix.
La semana pasada conocí a Rita Gombrowicz y unos días después me tocó presentar
a Pitol, todo en Barcelona. Fue una semana muy gombrowicziana (...)"
Gombrowicz nos había escrito en el año 1965 que la Seix Barral tenía la
intención de empezar a publicar su obra completa, sólo esperaba delimitar
el campo de acción con Sudamericana.
Y aquí se pone de relieve una vez más qué cosa extraña es el tiempo, pues
la empieza a publicar treinta y seis años después.
Los españoles deciden tirar la casa por la ventana y llaman a los tambores
hispanohablantes más prestigiosos del mundo para ponerle música al comienzo
de la edición de la obra completa en un boliche de moda: "Babelia".
Allá fueron, entre otros, el Orate Blaguer y el Pato Criollo con las partituras
debajo del brazo.
Antes de seguir contándoles cómo estuvo la fiesta debo aclarar cuál es la
naturaleza del canon del treinta por ciento.
"Lamentablemente
para mí, no puedo ahora darme el lujo de ponerme a transcribir muchos párrafos
del Diario, como hicieron ustedes en Polonia con "Autobiografía póstuma".
En primer lugar, porque esos párrafos ya están publicados, y en segundo
lugar, por un anatema que lancé hace mucho tiempo, anatema según el cual
jamás leeré el ensayo de un autor en el que más del treinta por ciento de
sus palabras esté constituido por la transcripción textual de la obra editada
que el autor analiza o glosa"
"Estropear el juego" y "La obra maestra secreta", las partituras del Orate
Blaguer y del Pato Criollo respectivamente, fueron sometidas a la prueba
del treinta por ciento, la música del Orate Blaguer no pasó, tenía por la
parte baja más de un treinta y ocho por ciento. Sí pasó la del Pato Criollo
cuyo título tiene un atractivo especial: "La obra maestra secreta", y esa
obra maestra secreta éramos nosotros, y yo era uno de ese nosotros.
Pero ocurre que los nacidos en la ciudad de Coronel Pringles, los llamados
pringleños, cuando algo les crece demasiado entre las manos, como no saben
manejar cosas grandes, las rompen, estropean el juego como dice el Orate
Blaguer, así que leí rápidamente la partitura hasta que me encontré, no
podía ser de otra manera, con el juguete estropeado.
"En una de las últimas páginas del "Diario" ya de regreso en Europa, Gombrowicz
se lamenta de no haber sabido cultivar su leyenda allá en "la Patria" (...)
Sus amigos habían sido demasiado jóvenes, demasiado inmaduros, demasiado
tontos"
¡Qué grandísimo degenerado!, pensé yo, ¿de dónde habrá sacado esto?, lo
voy a mandar a la mierda, pero antes de mandarlo a la mierda le pedí unas
explicaciones que el Pato Criollo me dio rápidamente.
"El fragmento en cuestión está al comienzo del año 1966 (capítulo XXVI en
mi edición) (...) Te traduzco a partir de la mitad del segundo párrafo (...)"
Teniendo en cuenta que, aunque no lo parezca, yo soy una persona bien educada,
en vez de tratarlo de falso, hipócrita, mediocre, pajuerano, rastrero y
comemierda, le hablé de otra manera.
"No existe ninguna similitud entre el fragmento de tu texto y lo que escribió
Gombrowicz en el "Diario", lo de inmaduros y tontos te lo inventaste vos
(...) Si por casualidad se te ocurriera escribir otra vez algo sobre Gombrowicz
te sugiero que antes de publicar nada me dejés echarle un vistazo"
A ese Judas pringleño le pagué haciéndole publicar "La obra maestra secreta"
en "Twórczosc", la revista literaria más prestigiosa de Polonia.
Por culpa del canon del treinta por ciento no pude leer "Estropear el juego",
la partitura del Orate Blaguer, de igual modo me enteré de que este gombrowiczida
tuvo una participación destacada.
En la foto se lo ve de espaldas apuntándole con el objetivo a la Vaca Sagrada
que sostiene en la mano un ejemplar del inmortal "Ferdydurke", con una sonrisa
que siempre la acompaña como si fuera feliz.
LA FLAUTA TRAVERSA Y EL CONEJO
Cuando uno se pone a leer o a escribir suelen aparecer un cierto tipo de
dificultades que no son comunes en la vida de todos los días.
"Me parece muy bien el tono agresivo de tu carta, después de todo eres Gombrowicz.
Mi idea era contestarte lo más pronto posible, y de hecho estuve la semana
pasada en un hotel de Madrid y te escribí una carta, que finalmente decidí
no enviar. Te envío este e-mail para preguntarte si me das tiempo a que
te envíe otra carta, que escribiré esta semana y que te llegará, por lo
tanto, en tres semanas"
Es una confesión que me hace el Orate Blaguer y que está en línea con lo
que acabo de decir, pero a mí también me aparecen de vez en cuando algunos
inconvenientes que en algunos casos me hacen remorder la conciencia.
En
efecto, después de haber leído "El arte del espectáculo" le dije al Pato
Criollo que leyendo ese libro se notaba cómo el Asno tenía las facultades
mentales alteradas. Pero no es así, no las tiene, lo que pasa es que estando
yo en mi estado natural que es el de no leer, cuando me cae un libro en
las manos lo rechazo, y lo primero que se me ocurre es hablar mal del autor,
no del texto al que apenas leí, del mismo modo que hacía Gombrowicz con
Borges. Por alguna razón ulterior, puede ser la amistad, el prestigio u
otra cosa cualquiera, a veces ocurre que le doy una segunda lectura más
atenta al libro. La cosa es que con el sentimiento de culpa que me sobreviene
no sé , al fin de cuentas, si la obra es buena o mala.
Después del dolor de cabeza que me había dado el Boxeador Amateur faltando
a la cita de la Feria del libro para hablar de Gombrowicz, salí a buscar
otro gombrowiczida recurriendo a una elección programada y utilizando los
descubrimientos que había hecho en el campo de la identificación literaria.
El código postal, el código genético y el código Da Vinci son conjuntos
de características estructurales que facilitan la clasificación y posterior
identificación de elementos ocultos o caóticos de modo que yo orienté mi
búsqueda en el código literario recién descubierto por mí a un instrumento
de tonalidad ligera y burlona, una flauta traversa por ejemplo, para no
repetir las historias tristes que me venían persiguiendo y que no tenían
un final feliz.
La aproximación epistolar que tuve con la Flauta Traversa nos estimuló para
programar un encuentro en uno de los cafés del Centro Cultura Borges. Resultó
ser una actriz consumada, culta, vivaz, inteligente, que avanzaba y retrocedía
con una velocidad increíble. Esta mujer me va a matar, pensé yo, a cualquier
reflexión que se me ocurría le encontraba enseguida el paradigma.
Cuando le hablé del mundillo estético en el que vivía ese hombre de letras
trivial y amanerado que es el Buey Corneta me respondió inmediatamente:
–El estadio estético de Kierkegaard...
Intenté
hacerme fuerte en Gombrowicz, pero ella saltaba como una liebre, no podía
apuntarle bien pues es mucho más ágil que yo. Mientras la veía pasar de
un lado a otro con la velocidad de un rayo me fui haciendo una cierta composición
de lugar. Mis puntos fuertes eran Gombrowicz y yo mismo pues la Flauta Traversa
se había puesto a los pies de "Gombrowicz, y todo lo demás" y se revolcaba
presa de convulsiones de admiración, entonces decidí hacerle la prueba del
conejo, una prueba de fuego. La prueba del conejo es una prueba que utilizaba
Gombrowicz para determinar cuánto de un libro suyo había leído el interlocutor.
Le preguntaba en qué capítulo asesinaban al conejo habida cuenta de que
en ninguna de las tres mil páginas que había escrito aparece un conejo asesinado,
aunque sí aparece un gato al que el protagonista ahorca con sus propias
manos.
Yo me fui dando cuenta que la Flauta Traversa había hecho una lectura tipo
queso Gruyére, o en diagonal como dicen los profesionales, de "Gombrowicz
y todo lo demás", entonces empecé a hacer reflexiones maliciosas: –¿Sabés
que Gombrowicz se jactaba de que nunca había terminado de leer un libro?
Palabra va palabra viene le fui hablando de la prueba del conejo, de repente
me pregunta: –Gómez, ¿el polaco reconocía la influencia de otros hombres
de letras en su manera de escribir? Éste fue el principio del fin.
"En el tráfico de influencias que caracteriza al mundo de los escritores
Gombrowicz reconoció cinco fuentes de inspiración: Dostoievski, Nietzsche,
Thomas Mann, Alfred Jarry y André Gide. Ellos le enseñaron el camino que
lleva al máximo las potencialidades del hombre, y a lo más alto la agudeza
de visión y el orgullo irresistible. Ellos se plegaron profundamente a sus
sinuosidades más secretas, a sus gustos y a sus caprichos, lo iniciaron
en los misterios de la estupidez y le abrieron el camino a su diario, un
género para el que Gombrowicz auguró el predominio sobre el relato contemporáneo
debido a la amplitud de su forma y a su carácter existencial"
Con este pasaje remato el penúltimo capítulo de "Gombrowicz, y todo lo demás".
Y ya no la solté más, los conejos se convirtieron en el tema principal de
nuestra conversación a punto tal que la Flauta Traversa terminó por decirme
que me metiera los conejos en el culo, me lo dijo metafóricamente por supuesto.
Y queda demostrado lo que había que demostrar. Yo escribí "Gombrowicz, y
todo lo demás", un libro que me ha dado muchos contratiempos, y la Flauta
Traversa lo leyó con interés, pero con una lectura en diagonal e incompleta.
Del encuentro entre esta escritura y la lectura que le hizo la Flauta Traversa
surgió una dificultad que no suele aparecer en la vida de todos los días.
HAY QUE APUNTARLE AL TRASERO
Sobre las barbas y el honor Gombrowicz escribió algunas páginas para situar
históricamente a su generación.
"Ayer, en casa de Teodolina, había tres hombres: uno afeitado, otro bigotudo
y un tercero barbudo, que se quedaron sorprendidos de no poder encontrar
un lenguaje común en la apreciación de la situación política en el Lejano
Oriente: –Me sorprende incluso que queráis hablar entre vosotros. Cada uno
de vosotros constituye una solución diferente del rostro humano y personifica
un concepto distinto del hombre. Si el barbudo está bien, entonces el barbilampiño
y el bigotudo son unos monstruos, unos payasos, unos degenerados, en suma,
una absurdidad, y si el barbilampiño es el hombre como debe ser, entonces
el barbudo es una monstruosidad, un absurdo y una porquería. ¡Adelante!
¿A qué esperáis? ¿Por qué no os rompéis la cara?"
La
caricatura es la forma grotesca de una persona o cosa, Gombrowicz era un
especialista en hacer caricaturas y su hermano Jerzy también. Según parece
ese hermano era un personaje con alma de artista, un cómico y un bromista
nato dotado de un gran sentido del efecto y de una notable invención en
materia de dichos y expresiones algunos de los cuales fueron siendo utilizados
por Gombrowicz cometiendo como él dice un miserable plagio. Por esa vieja
costumbre que tenemos los humanos de encontrar en los padres algunas de
las características de los hijos me puse a buscar algún antecedente de esa
capacidad que tenía Gombrowicz para hacer caricaturas y, finalmente, encontré
uno.
En los veinte años de independencia que tuvieron los polacos después de
la Primera Guerra Mundial las costumbres dieron un enorme salto hacia delante,
especialmente en un asunto substancial para los polacos: la noción del honor.
El padre de Gombrowicz era un gentleman a la antigua pero también él empezó
a caricaturizar el asunto del honor tan en boga por aquel entonces. Un día
Marcelina Antonina lo sorprendió mientras disparaba con una pistola a una
silueta apuntándole al trasero. Lo habían retado a duelo y decidió colocar
la bala en esa parte del cuerpo del adversario que, por otra parte, la tenía
bastante pronunciada.
Las formas polacas se iban convirtiendo en caricaturas; el honor, las reglas
de la buena educación, el besa manos, la moda y casi todas las costumbres
llegaban a su fin, se escapaba de ellas su contenido vivo quedándose nada
más que con la rigidez de la forma pura. Ese formalismo abunda en la obra
de Gombrowicz, los cambios violentos del comportamiento atraían cada vez
más su atención sobre el papel de la forma en la vida, sobre la poderosa
influencia del gesto en nuestra esencia más íntima.
"Uno de los cambios más importantes de esa época rica en metamorfosis, fue
la desaparición de las barbas y los bigotes, un cambio tremendo, enorme,
teniendo en cuenta que un barbudo o un bigotudo son tipos totalmente diferentes
de un hombre rapado. Me dispongo a creer que las consecuencias de este acontecimiento
fueron enormes, en el arte, en la moral, e incluso en la política y hasta
en la metafísica, y no muy difíciles de percibir"
El amor por su tiempo junto al sentimiento de solidaridad con su generación,
eran muy fuertes en Gombrowicz, eran pasiones que había experimentado la
juventud de todo el mundo, una magia de la historia que después no volvería
a repetirse. Fue una época prometedora también para los polacos aunque después
cayera sobre ellos otra vez la sangre y el dolor, pues en aquellos años
aún no sabían que en los dos imperios derrotados por la guerra se incubaba
una nueva catástrofe universal. Es entonces cuando las ideas de la caricatura,
la forma y la deformación se convierten para Gombrowicz en una y la misma
cosa, y es entonces cuando se entronizan en su vida y ya no lo abandonan
más.
Los diez años de diferencia que tenía con su hermano Janusz bastaban para
mostrar con qué rapidez se producían los cambios. Janusz aún pertenecía
a la juventud dorada, en vías de desaparición, era del campo, elegante,
caminaba balanceando el bastón y se daba vuelta cuando se le cruzaba una
mujer, con cara de tenorio. En el teatro se le veía siempre en las primeras
filas conservando el porte de la nobleza terrateniente. Aunque no tuviera
nada en el bolsillo, llegaba siempre a uno de los cafés más distinguidos
de Varsovia en un coche elegante que, cuando ya estaba en las últimas, tomaba
en la esquina más cercana sólo para descender en el café con su gala correspondiente.
Gombrowicz no usaba bastón, a duras penas se ponía el cuello duro, no frecuentaba
lugares de moda, no tenía asuntos de honor, no asistía ni a comilonas ni
a borracheras, andaba en bicicleta en el campo y en la ciudad en tranvía,
para escándalo de sus familiares y parientes hidalguillos.
Un cambio notable de esa época fue la desaparición de las barbas y de los
bigotes, un cambio enorme teniendo en cuenta que un barbudo como Dios o
como Marx eran completamente diferentes a un hombre rapado.
"Nunca olvidaré el aullido que emitió una de mis primas al ver entrar en
casa a mi padre con la cara completamente rasurada; acababa de dejar su
barba y sus bigotes en la peluquería de acuerdo al espíritu de la época.
Fue el grito penetrante de una mujer ofendida en su pudor más profundo;
si mi padre se hubiera presentado desnudo no hubiera gritado con tanto horror
–y en el fondo tenía razón: era una desvergüenza de primera categoría aquella
cara de mi padre hasta entonces siempre oculta por la barba y los bigotes
y que ahora hacía por primera vez su aparición escandalosa"
El hermano mayor, Janusz, se preocupaba más por el honor de los comerciantes
que por el de los nobles, en su visión del mundo la economía jugaba un papel
más importante que las tradiciones y la carga hereditaria de las antiguas
castas. Jerzy, su segundo hermano, manifestaba en cambio, durante el tiempo
de su carrera universitaria, un gran gusto por todo ese ritual y todo ese
protocolo solemne utilizados en los asuntos del honor, sin embargo, él tampoco
se los tomaba en serio. El benjamín de los Gombrowicz estaba completamente
desprovisto de honor, en esa materia era un salvaje incapaz de distinguir
las jerarquías de las partes del cuerpo y de comprender por qué una bofetada
era algo más terrible que un golpe en la oreja.
Cuando la obligación general del servicio militar igualó a todos en cuanto
se refiere a las batallas, todavía quedaba el duelo como un riesgo especial
reservado a la clase superior, que compensaba en parte las comodidades y
las facilidades que proporciona el dinero. Pero cuando los duelos desaparecieron,
cuando al burgués bien alimentado ni siquiera le quedó la obligación de
disparar una pistola y arriesgarse a que le metieran un balazo al recibir
una bofetada en pleno rostro, lo único que le quedó fue disfrutar de una
vida regalada a la que ya nada podía perturbar.
En la foto aparecen de izquierda a derecha Janusz, Jan Onufry, Irena, Marcelina
y Jerzy, Witold no está, no había nacido. No es tan fácil, mirando el aspecto
señorial del padre, imaginarlo apuntando al trasero de una silueta o escandalizando
a una sobrina.
[Imagen: Jan Onufry Gombrowicz]
LA ABUELA Y LA CONDESA
Gombrowicz le había echado el ojo a una joven que lo miraba con interés;
un día se animó y la invitó a tomar un té en su casa: –De acuerdo, ¡pero
que no nos vea nadie!; –Bien, mañana a las cinco la espero en casa. Al día
siguiente, mientras aguardaba, lo llamó por teléfono Grydzewski, el redactor
de Wiadomosci Literackie, un arrogante obtuso que se daba aires con tono
de comandante en esa revista de espíritu masónico liberal. En ese momento
llegó la joven, Gombrowicz decidió hacer esperar a Grydzewski para que juntara
rabia, finalmente levantó por segunda vez el tubo: –¿Por qué hay que esperarlo
tanto tiempo?; –Disculpe, he estado en el water– esto se lo dijo vocalizando
lentamente cada palabra.
La joven escuchaba esta conversación y se le acrecentaban las preocupaciones:
–¡Usted seguramente se imagina Dios sabe qué cosas! ¡Pero yo no soy de esa
clase de mujeres...! He venido para hablarle seriamente, quiero ayudarle,
veo que usted se atormenta; –Bueno, pero, ¿no considera usted que me ha
engañado?; –¡Por quién me toma usted! Sí, es verdad que usted me interesó,
¡pero sólo porque usted es un hombre descarriado!
Las
actitudes protectoras de las mujeres respecto a Gombrowicz empezaron con
Antonina y Aniela, la madre y la abuela materna, y terminaron con la Vaca
Sagrada
"(...) Hasta los treinta y cinco años y durante sus últimos cinco las mujeres
tuvieron mucho que ver en su vida (...) Mi aventura real con Gombrowicz
duró cinco años y mi aventura póstuma veinte. Y estos veinticinco años los
he pasado pensando constantemente en él, ya sea sola en mi casa trabajando
alrededor de su obra, ya sea con gente que me hablaba de él y de mis dos
libros. Hago este trabajo para conocer mejor al hombre y a su obra, y también
es una manera de prolongar mi aventura con él. Lo amé un poco como a un
niño, pero además como a un hombre invencible e inmortal, solamente después
de haber escrito mi propio testimonio es que acepté, finalmente, que él
es también mortal como todos los hombres"
Hasta aquí llevamos contabilizados los espíritus protectores de cuatro mujeres,
de dos de la familia, de una mojigata que estaba medio tocame un vals, y
también de su mismísima mujer, ¿pero que pasó en sus veinticuatro años de
Argentina con las mujeres argentinas?
Cecilia Benedit de Debenedetti, era una dama de los tiempos de su prehistoria
argentina. Tuvo que correr mucha agua bajo el puente para que la Condesa,
esa dama que había "resultado ser un báculo de virtudes y un calor de encantos,
a pesar de la neurastenia que la perseguía", le abriera paso a la resurrección
de Gombrowicz apoyando la edición argentina de "Ferdydurke".
"(...) Nos veíamos a menudo en casa de los Berni; después Witold vino a
nuestra casa. Quería que abriera un salón: –No sea perezosa, Cecilia, celebre
reuniones intelectuales en su casa, la vida social es una obligación y no
un placer. A veces me invitaba al Rex y jugaba al ajedrez. Yo me queda sola
sentada a una mesa esperándolo. Esperaba, esperaba... y cuando había terminado
de jugar, me acompañaba a casa. En ocasiones, por la noche, íbamos a cenar
al Sorrento de la calle Corrientes, y cenábamos tranquilamente, contentos
de nosotros mismos. Era un gran amigo (...) En la calle Venezuela tenía
colgado un cuadro que había pintado yo, era un desnudo colgado al revés,
quizás trataba de disimular el hecho de que le había gustado (...)
"En el banco polaco le hacía creer a los empleados que yo era una condesa
(...) En mi casa de Salsipuedes, después de cenar, nos sentábamos en el
porche a charlar. Durante aquellas largas veladas se hablaba de todo (...)
Cuando terminábamos de conversar se iba al garaje donde estaba su habitación,
yo veía cómo se alejaba completamente solo. Todas las veces tenía la misma
extraña impresión al verle la espalda, se repetía todas las noches. Siempre
de espaldas alejándose completamente solo"
Deolinda de Mauro era la dueña de la casa donde Gombrowicz pasaba sus temporadas
en Tandil
"(...)
Un día lo invitaron a la casa de los Santamarina, una familia muy importante:
–¿Y va a ir a comer a la casa de esas personas con una camisa tan sucia?,
espere, voy a buscar un trapo y se la limpio con un poco de alcohol (...)
A Witoldo le gustaba estar en el living durante los grandes calores. Cuando
yo salía a dar un paseo abría la despensa y me robaba las frutas. Un día
lo sorprendí y se apresuró a tragar la que tenía en la boca: –¡Qué desgracia
tener un ladrón en casa, además sucio! Tenía muchas ganas de reírse, pero
no se rió porque era un hombre de mundo (...)
Poco a poco comprendí que era un escritor. Un día se enteró de que sus libros
habían sido aceptados en Francia: –Señora, señora, me han escrito, mire
esta carta, me aceptan; –Oh, Witoldo, qué alegría, ¿no deberíamos hacer
un fiesta? (...) Preparé una corona de laureles, se la puse en la cabeza,
Mariano y yo nos paramos al lado de su silla, y él firmó el contrato (...)
No era espontáneo, pero uno podía comprender que tenía ganas de contar con
amigos, aunque no le resultara fácil; no todos estamos hechos de la misma
manera.
Nos escribía cartas, eran hermosas, muy cortas, pero decían muchas cosas.
En una de las últimas escribió:
"Me acuerdo de ustedes y no quiero que me olviden"
Hace ya algún tiempo me anda dando vueltas en la cabeza una idea extraña
que se me está formando acerca de Gombrowicz, una idea que no es tan descabellada
como pudiera parecer a primera vista, y que también se la puede asociar
a una historieta cómica famosa en la que un día dialogan en una plaza la
estatua de un filósofo y el protagonista: –Todo lo que el hombre hace es
pa’ levantar minas; –Pero, maestro, ¿y las matemáticas?; –Pa’ levantar minas;
–¿Y la filosofía, maestro?; –Pa’ levantar minas; –¿Y el estudio de nuestros
antepasados?; –Pa’ levantar minas…
La abuela materna y la Condesa aparecen en las fotos, una refleja en su
rostro la melancolía eslava y la otra la transparencia latina, pero esas
damas tan diferentes en su aspecto tenían una debilidad especial con Gombrowicz
y lo protegían.
[Imagenes: Aniela Kotkowskich Kotkowska; Witold Gombrowicz y Cecilia Benedit
de Debenedetti]
LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES
Hay cuestiones que interesan mucho a los lectores de Gombrowicz: saber qué
quiere decir la palabra Ferdydurke; saber qué era lo más importante para
Gombrowicz cuando se murió; saber qué obra era la más grande. Se podría
agregar un cuarto asunto, pero éste sólo es interesante para algunos especialistas
argentinos: saber si el escritor vestido de negro de "Transatlántico" es
Mallea o Borges.
El misterio del origen del vocablo, en los tiempos del Rex en que se traducía
"Ferdydurke", era impenetrable, tanto como la verosimilitud de la historia
que contaba sobre su viaje a la Argentina. Pero mientras que para el vocablo
tenía una versión única: no significa nada, para la historia tenía varias.
El relato del viaje era el primer plato de la conversación con Gombrowicz
y fue escuchado por todas las personas que se acercaban al autor de "Ferdydurke"
en aquellos años.
Destacaba que en el barco era invitado de honor, que almorzaba en la mesa
del capitán con el que sostenía conversaciones filosóficas y al que le daba
consejos místicos. Repetía hasta el cansancio que no le había gustado Río
de Janeiro porque su vegetación era demasiado verde y porque los morros
eran muy dudosos, y tantas veces como lo de la vegetación, repetía que no
había regresado a Polonia por los intensos estudios del alma sudamericana
que había iniciado el día anterior a la partida del barco.
Algunos
bibliófilos creen haber descubierto el secreto del vocablo: piensan que
es un tal Freddy Durkee del "Babbitt" de Sinclair Lewis. En cuanto a qué
era lo más importante para Gombrowicz cuando se murió, algunos dicen que
el deseo de salirse de Gombrowicz, otros dicen que la risa, y no faltan
los que dicen que la salud.
Milosz estaba convencido de que los diarios eran su mayor logro pues, a
diferencia de sus novelas que se repiten en la juventud, abordan una amplia
gama de temas. Sin embargo, algunos reproches también le hacía.
"Cada vez que Gombrowicz se hace el destructor y el irónico, se suma a los
escritores que durante décadas dejaron congelar sus oídos simplemente para
fastidiar a sus mamás, aunque mamá –léase el mundo– ignorara sus caprichos"
Milosz admiraba la prosa y la originalidad de Gombrowicz, pero no digería
el ateísmo y las blasfemias salvajes con las que se despachaba de vez en
cuando.
Vamos a resumir las respuestas verdaderas a los interrogantes: Ferdydurke
no quiere decir nada; lo más importante para Gombrowicz cuando se murió
posiblemente fueran la risa y la salud; para Milosz, su obra más grande
era el "Diario", para la mayoría de los mortales, "Ferdydurke", y para los
premios internacionales, "Cosmos"; el escritor vestido de negro de "Transatlántico"
era una mezcla de Borges y de Mallea.
Por qué se fue de Polonia y no regresó es un misterio que nadie sabe explicar,
ni el mismo Gombrowicz lo entendía con claridad. Todo empieza en un café,
como otros muchos asuntos de Gombrowicz.
Un día, en el Zodiac, un café de Varsovia, se encuentra con un amigo escritor,
Czeslaw Straszewicz: –Me voy a Sudamérica; –¿Cómo es eso?; –Dentro de un
mes, el nuevo transatlántico polaco Chrobry leva anclas para Buenos Aires,
será su primer travesía. He sido invitado como escritor para publicar algunos
artículos en los periódicos; –Oiga, ¿y no podrían invitarme a mí también?;
–Podemos probar. Les propondré su candidatura. ¿Quién sabe? Quizá resulte.
Siendo dos el viaje sería más agradable.
Después de algunas peripecias se embarcó en el Chrobry, y la compañía de
su amigo le resultó de veras agradable.
"Straszewski es un noble del campo que cree ser el segundo después del rey
–algo muy polaco–, descendiente de Rej y Potocki, nieto de Sienkiewicz,
aunque también primo de Wiech –un parentesco que inspira confianza en los
amplios círculos de sus admiradores (...) Cuando llegamos a Buenos Aires
la situación internacional parecía distenderse. Pero al día siguiente de
nuestra llegada, los telegramas de Moscú y de Berlín que anunciaban el pacto
de no agresión entre Alemania y Rusia cayeron sobre el mundo como un cañonazo.
¡Era la guerra! Una semana más tarde, las primeras bombas alemanas caían
sobre Varsovia.
Seguía
viviendo en el barco con mi amigo Straszewski. Al enterarse de la declaración
de la guerra, el capitán decidió regresar a Inglaterra (ya no se podía pensar
en llegar a Polonia). Straszewski y yo celebramos un consejo de guerra.
Él optó por Inglaterra. Yo me quedé en la Argentina"
El director de la compañía marítima polaca, Jeremi Czeslaw Stempowski, hace
un relato sobre el momento en que Gombrowicz toma la decisión.
"Witold estaba muy nervioso. Dudaba entre regresar o bien permanecer en
la Argentina a la espera del fin de las hostilidades. Yo no sabía que aconsejarle,
aquí, en Buenos Aires, no se sabía nada de la auténtica situación, entonces
acompañé a Witold al puerto. Hizo que le subieran el equipaje, se despidió
y embarcó. Yo me quedé en el muelle, diez minutos más tarde sonó la sirena
anunciando la partida, y en ese momento vi que Gombrowicz cruzaba la pasarela
con sus maletas y bajaba rápidamente al muelle. Era el único momento en
que podía tomar una decisión y la tomó. Temblaba: –No lo sé, se trata del
momento más trágico de mi vida"
La legación polaca no quería ayudarlo. Gombrowicz amenazó con instalar a
la entrada del edificio un cajón de lustrabotas para limpiar zapatos. No
quiso alistarse en el ejército a pesar de la insistencia de todo el mundo.
Un emisario especial llegó de Londres para agitar y reclutar: –Un papel
ingrato el de excitar a la gente al heroísmo, cuando uno mismo está al resguardo.
Pasado el tiempo Straszewski también lo acusó de cobarde y de traidor.
"No oculto que, al igual que Straszewski, tenía miedo. Quizá no tanto del
ejército y de la guerra, cuanto del hecho que, a pesar de mi mejor voluntad,
no podría estar a la altura. No estoy hecho para esto. Mi campo es diferente.
Desde la edad más temprana mi desarrollo tomó otra dirección. Como soldado
sería un desastre. Sería una vergüenza para mí y para vosotros. ¿Creéis
que patriotas como Mickiewicz y Chopin no participaron en la lucha únicamente
por cobardía? ¿O quizá porque no querían hacer el ridículo? Y supongo que
tenían derecho a defenderse de aquello que superaba sus fuerzas. Pero tal
vez estas confesiones sean innecesarias y torpes. Tal vez sería suficiente
decir que en el momento del estallido de la guerra tenía la categoría de
inútil parcial, y luego, cuando me presenté ante una comisión médica en
la legación polaca en Buenos Aires, me clasificaron como perteneciente a
la categoría de inútil total... Prefiero poner los puntos sobre las íes"
En una de las fotos aparece el Chrobry, la espléndida nave polaca en la
que Gombrowicz viajó a la Argentina. Arriba de la foto está Edward Pacewicz,
el capitán del barco con el que Gombrowicz mantenía conversaciones filosóficas
y al que le daba consejos místicos durante la travesía.
En la otra foto aparecen Gustaw Kotkowski, primo de Gombrowicz, Ramón Castillo,
vicepresidente de la República Argentina y Jeremi Czeslaw Stempowski, presidente
de GAL, la compañía marítima polaca que realizó el viaje inaugural entre
los puertos de Gdynia y Buenos Aires. Están discutiendo amablemente qué
destino le van a dar Gombrowicz.
[Imágenes: Gustaw Kotkowski, Ramón Castillo y Jeremi Czeslaw Stempowski;
el Chrobry, barco que trajo a Gombrowicz a la Argentina]
LA CIENCIA Y LOS MILAGROS
La ciencia es un sistema general construido para estudiar los caracteres
similares de los fenómenos y sus relaciones, siendo algunos de sus productos
de una gran utilidad. Ninguna persona en su sano juicio puede prescindir
de ellos pero hay que tratar de que no se conviertan en un alimento único.
La ciencia es, entonces, un conocimiento verificable, racional y útil, mientras
que el arte es un orden gratuito que busca la distracción y el goce estético.
Aunque pudiera parecer lo contrario los objetos detrás de los cuales van
la ciencia y el arte pueden manifestarse como deseos simultáneos y vehementes
en una misma cabeza.
La
Madame du Plastique, doctorada en la Sorbona en las ciencias químicas, hablaba
conmigo de "Nueva guía de Gombrowicz", una narración que publiqué en "Twórczosc"
el año del centenario: –¿Y qué te parece, María?; –Muy científico, me está
enseñando muchas cosas que yo no sabía, un trabajo muy documentado con los
fragmentos de las cartas de Gombrowicz, una obra verdaderamente científica,
sin antecedentes históricos; –María, pero también escribí sobre mi relación
con Gombrowicz y sobre los temas de los capítulos, es personal más que científico,
biográfico si querés; –Sí, muy científico.
Aquí ya me sentía en la gloria, María, la científica, me repetía maquinalmente,
sin escuchar mis observaciones, que mi trabajo era científico, ¿qué más
podía pedir?; –¿Te debe haber gustado mucho, entonces?; –Sí, pero, ¿sabés
qué?, a mi me gusta más la forma de escribir no científica, la que fluye
en forma continua; –Ah, caramba, ¿siendo así por qué no lo leés otra vez
pero ahora salteando los fragmentos de las cartas que son los que le dan
a la narración el carácter documentado y científico, así te resulta más
fluido?; –Sí, puede ser, pero, ¿sabés qué?, las cartas de Gombrowicz también
son interesantes.
Los milagros son manifestaciones de la naturaleza contra los que la ciencia
se rompe la cabeza.
Los santos y los profetas tienen un lugar preferido para hacer los milagros,
Gombrowicz eligió a Mar del Plata. Hace mucho tiempo, en la Nochebuena del
56, Gombrowicz pasaba unas vacaciones en el Jocaral, una quinta del barrio
Los Troncos en Mar del Plata.
"La casa crujía, los postigos golpeaban. Quise encender la luz: imposible,
los cables estaban cortados. Un aguacero. Me quedé sentado a oscuras en
medio de los resplandores (...) Me levanté, di unos pasos por la habitación
y de pronto extendí la mano, no sé por qué, quizás porque tenía miedo (...)
Entonces cesó el temporal. La lluvia, el viento, los truenos, el fulgor:
todo acabó. Silencio (...) Entiéndase bien: la tempestad no se extinguió
de un modo natural, sino que fue interrumpida (...) Yo, por supuesto, no
estaba tan loco como para creer que fuera mi gesto lo que había detenido
la tempestad. Pero –por curiosidad– volví a extender la mano en aquella
habitación envuelta ahora en las tinieblas. ¿Y qué?: viento, lluvia, truenos,
¡todo empezó de nuevo! (...) No me atreví a extender la mano por tercera
vez, y mi mano ha quedado hasta hoy ‘sin extender’, manchada por esta vergüenza
(...) Al fin y al cabo, lo que sé de mi naturaleza y de la naturaleza del
mundo es incompleto, es como si no supiera nada"
La Madame du Plastique que se ve en la foto es inolvidable. El pasaje de
la película de Fischerman donde aparece explicando cómo fabricaba santos
de plástico, y cómo San Cayetano había pasado de ser un santo alto y buen
mozo a un santo con ojos de loco y cuello achatado por la deformación de
las matrices, aunque siempre se podía recurrir a él para conseguir trabajo,
se convirtió en una escena antológica.
[Imagen: María Swieczewska]
HASTA LA
VISTA
A Gombrowicz lo acusaban de irrealidad, de no haber vivido la guerra ni
la Polonia Popular. Adolf Rudnicki iba más allá, para él también las obras
de los polacos que habían experimentado la guerra eran irreales.
En los diarios Gombrowicz analiza algunas de las protestas de los escritores
polacos, especialmente las de Adolf Rudnicki, su compinche. Se estaban quejando
de que la literatura de postguerra no había sido capaz de agotar el tema
de la guerra, que de ese abismo infernal no se había extraído todo lo que
sobre el hombre se podía extraer. Estos escritores se pusieron a hablar
de los cuerpos torturados creyendo que la inmensidad del sufrimiento los
proveería de alguna verdad, de un nuevo saber sobre nuestros límites, pero
sólo descubrieron que la cultura de los estetas intelectuales no es más
que espuma..
Hay un contraste vergonzoso entre la montaña de cuerpos sangrantes y el
endeble comentario que no ha ido más allá de los deseos piadosos contenidos
en las declaraciones del Santo Padre. A veces hay dosis demasiado fuertes
que el organismo ya no acepta, Gombrowicz piensa que los temas demoníacos
y gigantescos hay que tratarlos con una prudencia excepcional o, al menos,
con una excepcional astucia. Los cuatro millones de judíos asesinados son
el Himalaya. Del doble lenguaje de la guerra y de la literatura Gombrowicz
deduce las condiciones a las que debe ajustarse el escritor. Debe encantarse
con su objeto y tomar una distancia fría frente a él; sentirse coautor de
la cultura y no venerarla; expresar su espíritu individual. De la inobservancia
de estas condiciones devino una literatura que no expresó la realidad, sí
en cambio las fantasías colectivas, las abstracciones estéticas e históricas,
la misión social, el satanismo.
En las cumbres no hay nada, sólo nieve, hielo y rocas, en cambio hay mucho
por ver en el propio jardín. Las montañas de sufrimiento, el horror, el
vacío, son objetos que la literatura no debe abordar por la vía directa,
sólo nos podemos aproximar a ellos a través del mundo entero y de la naturaleza
humana en sus aspectos más fundamentales. La inobservancia de estos límites
llevaron al fracaso a los escritores, pues los objetos no fueron alcanzados.
Al fracaso le sucedió un sentimiento de culpa, y cuando se sintieron ruines
cayeron en la frivolidad.
"Cuando te acercas con la pluma en la mano a las montañas de sufrimientos
de millones de seres, te invade el miedo, el respeto, el horror, la pluma
te tiembla en la mano, y tus labios no son capaces de emitir más que un
gemido"
Pero ni con los gemidos ni con el vacío se hace literatura. La actitud honesta
es no esforzarse en vivir algo que no se puede vivir, es preguntarse por
qué esas vivencias nos resultan inaccesibles. Los polacos no han experimentado
la guerra. Han experimentado únicamente el hecho de que la guerra no se
puede experimentar, experimentar plenamente, agotarla como experiencia.
Sartre dice que durante la ocupación alemana la elección que cada uno hizo
de su vida fue una elección auténtica, porque fue hecha cara a cara con
la muerte, a pesar de que los agonizantes y los vivos no hablaban el mismo
lenguaje y poco podían hacer para comunicarse los unos con los otros. El
problema del doble lenguaje es un rasgo que Gombrowicz tiene en común con
los existencialistas, en la forma del pensamiento y en el carácter de la
literatura.
Pero
las primeras escaramuzas de Gombrowicz con Rudnicki tuvieron lugar antes
de la guerra, cuando las tradiciones y los modales, aunque ya caídos en
desgracia, conservaban todavía una cierta vitalidad.
Los modales en la Polonia del joven Gombrowicz rozaban mucha veces el ridículo.
Cuentan que un caballero de esa época después de haber entrado a un baño
público se dio cuenta de que no tenía papel. Trepó el tabique que lo separaba
del baño contiguo: –Permítame que me presente. Soy el señor X. ¿Puede darme
un trozo de papel? El otro caballero trepó también la pared: –Encantado.
Soy el señor Y. Aquí tiene papel. Lamentablemente, la pobreza polaca también
era una cosa dramática.
"Lo que sí saltaba a la vista era el proletariado. El pueblo comenzaba a
comprender: en Occidente no existía el proletariado, al menos no en el sentido
polaco del término. Había trabajadores intelectuales y trabajadores físicos
pero, por lo general, la miseria no alcanzaba un estado tan grave como para
crear de verdad una nueva categoría de hombres, otra clase. Unas criadas
descalzas como las veíamos en Varsovia era algo inconcebible en París"
Con esta compota de modales y de miseria Gombrowicz se acercó a dos de los
artistas de origen proletario más importantes de Polonia. Él no estaba acostumbrado
a tipos como Rudnicki o Unilowski, eminentes en ciertos aspectos y en otros
completamente incultos.
Las tradiciones de la generación anterior de literatos gentlemen, compuesta
por unos señores educados y pulidos, estaba aún muy arraigada en Gombrowicz.
Cuando se va de la Argentina Adolf Rudnicki era uno de los escritores más
destacados de Polonia. No era especialmente distinguido, provenía de un
suburbio y, además, no era demasiado limpio.
Con tales antecedentes Gombrowicz intentó hacer lo de costumbre, aplastarlo
con su manera aristocrática. A él le parecía que esta manía suya no estaba
dictada por la estupidez, sino al revés, era precisamente la inteligencia
la que lo impulsaba a este comportamiento descarriado. Había que buscar
lo contrario, más aún en ese tiempo en el que las consignas eran la democracia,
la igualdad, el progreso y la negación de la nobleza, especialmente en los
ambientes intelectuales. Decidió mostrarse delante de Rudnicki como un personaje
disfrazado conscientemente de anacronismo.
"Nos observamos con curiosidad: si Schopenhauer considera conmovedora la
curiosidad con la que dos jóvenes de sexo diferente se miran buscando en
el otro la madre o el padre de sus futuros hijos, la mirada crítica con
la que se analizan dos jóvenes artistas en su primer encuentro, tampoco
está desprovista de un significado profundo e íntimo. Cada uno ve en el
otro su rival y desea comprobar las ventajas que tiene sobre él, averiguar
si su valor espiritual y su forma son suficientes para no sucumbir (...)
Sabía que mi primer libro no le había gustado demasiado (...) era para él
demasiado flojo, demasiado pulido. En una ocasión me dijo: –Tú eres tan
fino... tanto, que se te ve sólo de perfil... Su opinión en este sentido
expresaba un malentendido que poco a poco se iba creando entre mí y la mayor
parte de la intelligentsia polaca"
Mientras tanto los escritores seguían mofándose de Gombrowicz por las dificultades
que tenía con las mujeres. Janusz Minkiewicz, un poeta satírico famoso por
sus conquistas en el mundo de la galantería, le dijo una tarde en el café:
–Ahora regreso a casa porque espero una llamada de Lala... A las cinco he
quedado con Cela, y a las once me espera una locura con Fila. ¡Hasta la
vista!
Después de la guerra Rudnicki se centró en la evocación de la tragedia de
los judíos polacos. Opuesto a las doctrinas del realismo socialista, su
obra fue prohibida y se vio obligado a escribir crónicas deportivas y mundanas,
en 1971 emigró a París. En el rostro de la foto se ve la amargura de ese
hombre que no pudo digerir los millones de cuerpos torturados creyendo que
la inmensidad del sufrimiento los proveería de alguna verdad, de un nuevo
saber sobre nuestros límites, pero sólo descubrió que la cultura de los
estetas intelectuales no es más que espuma.
[Imagen: Adolf Rudnick]
LA DIALÉCTICA DE LOS VALORES
Era todavía un adolescente y ya el mundo se la hacía insoportable. La familia,
la sociedad, la nación, el estado, el ejército, los ideales, las ideologías
y él mimo le resultaban unas caricaturas. Erraba por los campos cabizbajo
aplastando terrones con la punta de sus zapatos. No había dejado de creer
pero la fe ya no le interesaba por lo que su soledad llegó a ser completa.
Cuando observaba a sus compañeros de la infancia, pequeños campesinos que
habían integrado una guardia que él organizaba y comandaba, se daba cuenta
que ellos no eran caricaturas, eran sencillos y sinceros. No podía comprender
por qué la cultura y la educación falsificaban al hombre, mientras el analfabetismo
daba buenos resultados. Viajando en tren hacia Varsovia, en circunstancias
extrañas
y dramáticas, se le vino a la cabeza una idea que, por lo menos en parte,
le pudo aclarar este enigma.
En la estación siguiente a la de su ingreso al tren subió uno de sus tíos
y se sentó junto a él. Era un hombre mayor, terrateniente, tirador excelente
y apasionado por la caza. De repente miró a su alrededor: –Salgan, por favor.
La gente observó que estaba armando un revolver, y otra vez con tono firme
pero sin levantar la voz : –Salgan, por favor. El compartimento se vació
en un santiamén, entonces el tío le guiñó un ojo: –Por fin, un poco más
de espacio. Había tanta gente que no sabía lo que decía. Ando mal de los
nervios, no puedo dormir, voy a Varsovia a ver si allí mejoro.
Gombrowicz se dio cuenta que se había vuelto loco, que dispararía si lo
provocaban, tuvo que convencerlo al guarda del tren de que podía controlarlo
hasta que llegaran a Varsovia: –Es terrible que todo terrateniente tenga
que ser un excéntrico y haya de comportarse como si estuviera chiflado;
–¿Tú crees? Pero sí, es verdad, lo he observado, se han vuelto tan extravagantes
que da vergüenza, serán sus fortunas que se le han subido a la cabeza; –Sabes
tío, yo tengo una teoría.
La gente sencilla vive una vida natural, sus necesidades son elementales
y por lo tanto sus valores son verdaderos; –¡Qué cosas dices!; –Para un
hombre rico, en cambio, el pan, por ejemplo, no es un valor porque está
saciado de pan. Un hombre rico no tiene que luchar para vivir, entonces
inventa necesidades artificiales, es decir, falsas: el cigarrillo, la elegancia,
la genealogía, los galgos, por eso son excéntricos y no encuentran el tono
adecuado.
Con esta explicación que le dio al tío no sólo resolvió el enigma de la
educación y el analfabetismo, sino que también dio una clase familiar de
lo que el marxismo llama la dialéctica de las necesidades y los valores.
La idea sobre lo artificioso de la forma de las clases superiores iba a
ser uno de los puntos de partida de su trabajo artístico.
"Cuando, transcurridos una decena de años, narré a los hombres de letras
del café Ziemianska, cómo por miedo a un revólver cargado llegué a concebir
una de las tesis fundamentales del marxismo, los contertulios se me echaron
encima acusándome de fabulador"
El adolescente descalzo con un saco de piel de cordero que se ve en la fotografía,
es uno de los pequeños campesinos que Gombrowicz organizaba y comandaba.
Eran sencillos y sinceros, montaban mejor que él y trepaban con más rapidez
a los árboles, por eso los envidiaba.
[Imagen: Adolescente campesino polaco]
LAS PONZOÑAS LOS ENVENENABAN
"El mundo es un absurdo y una monstruosidad para nuestra necesidad utópica
de sentido, de justicia y de amor. He aquí una idea simple. Incuestionable.
No hagáis de mí un demonio barato. Yo estaré siempre del lado del orden
humano (e incluso del lado de Dios, aunque no creo en él) hasta el final
de mis días; y aún después de muerto"
Según parece el Este siempre se ha regido por el principio de que no existe
el término medio, de modo que sus hombres de letras o son de una terrible
profundidad o de una terrible superficialidad. Sin embargo, siempre dentro
del Este, a los polacos hay que añadirles un marbete más. En efecto, por
su situación geográfica intermedia Polonia es un poco la caricatura tanto
del Este como del Oeste. El Este polaco es un Este que muere en contacto
con Occidente, y viceversa, así que aquí hay algo que empieza a fallar.
Gombrowicz toma el caso de Milosz para analizar este asunto polaco. Milosz
pertenece, dice Gombrowicz, a este tipo de autores cuya vida personal les
dicta la obra. La mayor parte de su literatura está relacionada con su historia
personal y la historia de su tiempo.
Se fue convirtiendo poco a poco en el informante oficial del Este para los
escritores del Oeste. Esta actividad lo colocó en un terreno en el que,
para cuidar su prestigio, intentó ser más profundo que los ingleses y que
los franceses, y para cuidar el rendimiento de sus temas, tuvo que recurrir
con frecuencia a la grandeza y al terror. Gombrowicz terminó por ubicar
a Milosz, no como al guardián de un verdadero misterio, sino como a un borrachín
más de la gran taberna polaca.
El
cuño literario y existencial de Gombrowicz se mueve entre la templanza religiosa
de Milosz y el demonismo metafísico de Witkiewicz; de ambos fue amigo aunque
en épocas diferentes.
A Witkiewicz lo veía a menudo en su juventud, antes de la guerra, pero tenía
que utilizar alta diplomacia para mantener una cierta armonía con una naturaleza
tan diferente de la suya. Sin embargo, Witkacy también le tenía paciencia
a él. Gombrowicz, que conocía el egocentrismo agresivo de ese gigante pesado,
estaba dispuesto a romper las relaciones en cualquier momento, así que no
le importaba que para diferenciarse de Witkacy tuviera que insistir en la
representación del papel de un terrateniente snob.
"Cuando Witkacy se deleitaba a su manera, demoníaca, con la perfecta necedad
del señor X, yo preguntaba: –¿No es ese señor pariente de los condes Plater?
Él me contemplaba con una mirada apagada y contestaba pesadamente: –No sé
si es pariente de los Plater"
Witkacy se daba cuenta que le respondía con su propia pose a su pose, pero
el séquito de tontos que lo rodeaba, en cambio, lo consideraba a Gombrowicz
como a un verdadero idiota.
Witkiewicz se rodeaba de este conjunto de imbéciles mediocres para que lo
adoraran.
"Jamás he visto con más nitidez cómo en Polonia, la superioridad y la inferioridad
no son capaces de convivir normalmente, sino que se hunden mutuamente en
la farsa"
En Francia, por ejemplo, un universitario puede conversar de igual a igual
con alguien que sólo sabe leer y escribir, y ambos pueden encontrar un terreno
común para comunicarse libremente. Y un francés puede hablar de la grandeza
de otro hombre sin rebajarse a sí mismo. En Polonia no ocurre lo mismo.
Hay que decir, no obstante, que este hombre endemoniado luchaba contra el
fanatismo nacionalista, contra los delirios de grandeza polacos, contra
la misión de Polonia "Semper fidelis" en los confines de Europa. Despreciaba
a los intelectuales polacos mediocres.
"Qué despreciable es el intelectual medio polaco. Prefiero a la gentuza
de altos vuelos, o simplemente a la espiral humana, en la que se esconde
todo el implacable y maléfico futuro de los estratos sociales de la humanidad,
ya en completo desuso. Nuestro horizonte literario está dominado por la
charlatanería barata y por los bajos instintos aduladores destinados a un
público viciado desde hace años por constantes caricias"
El elemento que lo hace a Witkacy tan familiar a nuestro presente es el
demonismo, un demonismo al que Gombrowicz califica de monstruosidad. Su
objetivismo inhumano se transformó en algo escandalosamente humano: el cinismo.
El cinismo se metamorfoseó en brutalidad sexual. A las monstruosidades del
cinismo del intelecto y de la brutalidad del sexo le agregó otra monstruosidad:
el absurdo. Impotente y desesperado frente a la insensatez del mundo lleva
el absurdo al punto de convertirse él mismo en un absurdo, un sin sentido
que utiliza para vengarse de los hombres.
"Finalmente llega a la monstruosidad metafísica. Quiere alcanzar el escalofrío
metafísico, que nos arranca de lo cotidiano, colocando a la naturaleza humana
en contacto inmediato con su insondable misterio. Por otra parte, esta metafísica
no eleva al hombre, al contrario, lo desfigura. Witkiewicz tiene algo de
un ser fantástico, por su deforme y convulsa capacidad de excitarse frente
al abismo de su propia persona. El frío sadismo con el que este autor trata
los productos de su imaginación, no se apaga jamás, ni siquiera un segundo.
La metafísica es para él una orgía, en la que se abandona con el enfurecimiento
de un loco"
Gombrowicz era el benjamín de un grupo que recibió el nombre de los tres
mosqueteros: Stanislaw Ignacy Witkiewicz, Bruno Schulz y Witold Gombrowicz.
Sin embargo, ninguno de los tres tenía un sentimiento marcado de pertenencia
a ese clan de escritores cuyo horizonte era bastante diferente al del nivel
medio de la literatura polaca.
Bruno
Schulz llevó a Gombrowicz a la casa del más loco de los mosqueteros: Stanislaw
Ignacy Witkiewicz. De ese modo esos tres hombres que trataban de orientar
la literatura polaca hacia nuevos caminos, que tuvieron una gran influencia
en el arte polaco y que fueron apreciados en el mundo, se encontraban por
fin juntos. Si dejamos un poco de lado el entusiasmo de Bruno por Gombrowicz
se podría decir que el escepticismo y la frialdad reinó siempre entre ellos.
Gombrowicz no creía en el arte de Witkacy, y Witkacy pensaba que Gombrowicz
era demasiado hijo de mamá y no esperaba de él nada extraordinario.
Desde el primer encuentro lo cansó y lo aburrió, se atormentaba a sí mismo
y a los demás con una actuación teatral incesante para sorprender y centrar
la atención de los demás en él. Sus defectos eran también los de Gombrowicz
que los observaba en Witkacy como en un espejo deformante, monstruoso y
de proporciones apocalípticas.
Cuando le mostró su "museo de los horrores" en el que lucía la lengua seca
de un recién nacido Gombrowicz lo detuvo con una actitud de hidalgo polaco:
–¡Pero no nos enseñe cosas semejantes! ¡Eso es incorrecto! Fue el instinto
de conservación, Gombrowicz sabía que si no se le oponía de inmediato, lo
iba a dominar e incluir en su séquito.
A pesar de los antagonismos y animosidades de los tres mosqueteros tenían
en común el deseo de sobrepasar los límites del provincianismo polaco y
salir a aguas más abiertas respirando el aire de Europa y del mundo, al
contrario de los ases locales que eran cien veces más polacos.
Conocían el valor de la originalidad en una medida universal más que local,
y abordaban el arte formados en técnicas y conceptos extranjeros de vanguardia
decididos a tomar a la literatura polaca por los cuernos. Renunciaron a
muchos amores que podían atarlos y fueron más libres e incisivos, más severos
y dramáticos.
La inteligencia y la intransigencia de Witkiewicz eran espléndidas pero
exageraba su actitud de teórico endemoniado y no se daba cuenta de que aburría,
su incapacidad de tratar con un hombre vivo sin considerarlo una abstracción
era irritante y lo convirtió en un hombre seco y farsante.
Witkacy, el demonio, acabó consigo de una manera demoníaca. Huyendo de los
bolcheviques en la última guerra se mató en un bosque.
Witkiewicz no creía en la casualidad. Se creyó un profeta. Cuando comenzó
la guerra intentó entrar como oficial de la reserva, pero a causa de su
edad, no recibió la orden de movilización. En diciembre de 1939, al conocer
que el Ejército Rojo había invadido Varsovia, salió de su casa en busca
de un buen árbol a cuyo pie matarse. Una hora después encontró una encina.
Comenzó a inyectarse una droga para que la sangre le circulara más rápido
y la perdiera de prisa, y luego ingirió luminal. Se hizo un tajo en el brazo
con una hoja de afeitar. Lo encontraron al otro día. Las bellotas de la
encina seguían cayendo sobre su cuerpo.
Stanislaw Ignacy Witkiewicz quiso tener más de un nombre, como también los
tiene el diablo, y adoptó el seudónimo de Witkacy para distinguirse de su
padre, Stanislaw Witkiewicz, también pintor y escritor como él.
"La derrota de Witkacy era inteligente: el demonismo se convirtió para él
en un juguete, y ese payaso trágico estuvo muriéndose durante su vida, como
Jarry, con un palillo entre los dientes, con sus teorías, con la forma pura,
sus dramas, sus retratos, sus 'tripas', su 'panza' y sus colecciones porno-macabras
(...)
Lo que se destaca en él es la impotencia frente a la realidad y la suciedad
de su imaginación, que no era sólo el resultado de la irrupción de lo asqueroso
en el arte europeo, sino también la expresión de nuestra impotencia ante
la suciedad que nos devoraba en una casa de campesinos, en el camastro judío,
en las casas sin retrete. Los polacos de esta generación ya percibían con
toda claridad la suciedad como algo extraño y horrible, pero no sabían qué
hacer con ello, era un forúnculo que llevaban encima y cuyas ponzoñas los
envenenaban"
[Imágenes: Bruno Schulz, Witold Gombrowicz y Stanislaw Ignacy Witkiewicz (sup) y Czeslaw Milosz (inf)]
LA
BANANA Y EL MONO
Gombrowicz se propuso desde muy joven curarse de la enfermedad infantil
de la inautenticidad y alcanzar la edad madura, donde podría quedarse solo,
apto para sumir su libertad, su autonomía y sus responsabilidades. Esta
historia tiene muchas idas y vueltas, no aparece del todo claro si se curó
de su enfermedad infantil y qué pasó con su yo al que le daba una importancia
excepcional, al punto de llegar a considerar diferente a una misma opinión
según fuera la persona que la pronunciara.
"Todo depende de quién pronuncia la opinión que consideramos nuestra y a
la que apoyamos. Creo que a las ideas, en Polonia, siempre les ha faltado
gente..., es decir, que la gente no ha sido capaz de asegurarle a las ideas
no sólo la fuerza suficiente, sino tampoco ese atractivo magnético del que
dispone un alma bien resuelta"
Poco a poco fue desarrollando una naturaleza camaleónica para despistar
y afirmar su yo. En Gombrowicz existen tres personas distintas: el inferior,
el hijo de buena familia, y el de la obra, tres naturalezas que no se mezclaban
ni en su persona ni en su obra, como líquidos que no se diluyen en otros.
Hay personas que sueñan con desaparecer, otras que sueñan con ser invisibles...
en fin, hay muchos sueños, la pasión predominante de Gombrowicz era duplicarse,
triplicarse, cuadruplicarse... No es extraño, pues, que luego de tantas
fragmentaciones se haya querido sintetizar a toda costa convirtiéndose en
un campeón de la entronización del yo. Entre su yo y lo otro siempre había
un mediador, un mediador al que finalmente le puso un nombre, lo llamó forma.
A
Gombrowicz le gustaba parecer un hombre estrafalario, con ese propósito
acostumbraba a hacerse el loco para evitar que lo pescaran y para defender
su yo. Los intentos que hizo para socializar ese yo funambulesco se parecen
al cuento de un hombre que intentaba disimular su locura. Un señor sale
de su casa con un cepillo de dientes atado a una cuerda, el cepillo se va
arrastrando por el suelo mientras el señor sostiene el otro extremo de la
cuerda con la mano. Después de haber caminado una cuadra una señora lo ve
y presume que tiene las facultades mentales alteradas: –¿Qué lindo pichicho
que tiene usted, señor, cómo se llama el perrito?; –Señora, ¿qué me está
diciendo?, ¿no ve que es un cepillo de dientes atado a una cuerda? La señora
se aleja rápidamente roja como un tomate, de vergüenza: –No chumbés, pichicho,
¿no te das cuenta que despistamos a la señora?
Sea como fuere Gombrowicz sostenía con firmeza que con nuestro yo podemos
ser humanos, elásticos y reales, mientras en la fragua del nosotros acostumbramos
a fabricar historias falsas. El nosotros le disgustaba por varios motivos.
Nosotros somos así y asá, a nosotros nos ocurre esto y aquello, nuestro
defecto es que... Un estilo así cansa porque es general, son trampas estilísticas
que acechan al escritor y de la que es difícil escapar. Este desliz estilístico
es síntoma de una enfermedad más grave. El nosotros, aparentemente inocente,
oculta una buena carga de presunción en su intención pedagógica más bien
pesada y barata.
"Sin embargo, la raíz principal de ese error alcanza tal profundidad en
nosotros que sería necesaria una operación muy complicada para poderle decirle
adiós para siempre. ¿Cómo definirlo? Es cuestión de energía y vitalidad.
Es el problema de nuestra actitud frente a la vida. En el colegio, Adas
no paraba de reflexionar sobre sus defectos y sobre cómo erradicarlos; deseaba
ser piadoso como Zdzis, práctico como Jozio, sensato como Henryk, gracioso
como Wacio..., por lo cual era muy alabado por los maestros. Pero sus compañeros
no lo querían y lo zurraban de buena gana"
Siguiendo
el camino del nosotros los hombres de letras quieren parecer personas respetables,
intentan ordenarse, haciendo esfuerzos sistemáticos y variados, en academias
y sociedades para conseguir una suerte de equilibrio gremial. Pero, de repente,
en esa augusta asociación de escritores ha entrado un mono por la ventana
que les salta de un lado a otro y no lo pueden atrapar. El mono, nacido
Gombrowicz, con el tiempo llega a tenerles cariño y confianza a esos desgraciados
y los empieza a morder. Y los pobres hombres de letras tranquilizados a
duras penas después de muchos años de lucha con su neurastenia y con sus
infortunios, no saben qué hacer.
El hecho de haber enfatizado de tal manera su yo no lo hizo, sin embargo,
un hombre solitario.
La soledad es el estado del que vive lejos del mundo, pero si bien es cierto
que no era nada fácil relacionarse con Gombrowicz, ese solitario siempre
tuvo compañía. Las cartas que nos escribió entre los años 1957 y 1969 y
los relatos de sus amigos nos lo muestran como un hombre sociable. Hasta
que llegó a la Argentina vivió siempre con su familia, ¿cuál es entonces
la soledad de la que nos habla Gombrowicz?, ¿es una condición del hombre
o es una condición de él? La soledad de Gombrowicz no es una soledad metafísica
ni una soledad social, es un estado del alma que lo pone en contacto con
el otro.
"El postulado consistente en no hablar sino en nombre personal no era sólo
la condición elemental de un buen estilo, sino que testimoniaba también
mi sentido moral, mi sentido de las responsabilidades y, como de costumbre,
se me interpretó al revés, se atribuyó mi escrúpulo moral a mi sequedad,
a mi egoísmo y a mi orgullo"
Este principio de complementariedad formal tan repetido en la vida de Gombrowicz
ha llegado al campo de las experiencias espaciales. En uno de esos viajes
iban a bordo un hombre y un mono con dos sobres cerrados que contenían instrucciones
para abrir, primero el mono y después el hombre, en un momento que les sería
señalado. Llega el aviso a la cabina, el mono abre el sobre y lee: –Inclinar
el giroscopio derecho diez grados, corregir deriva izquierda dos grados,
disminuir la actividad del reactor cinco por ciento. El hombre mira con
asombro la complejidad de las instrucciones que le dan al mono y, mientras
abre el sobre, se pregunta cuánto de complejas serían las que le habían
dado a él. Luego lee: –Pélele la banana al mono.
Depende de qué lado uno venga Gombrowicz a veces se parece al hombre, como
les ocurre a los gombrowiczidas, y otras veces se parece al mono, como les
ocurre a los hombres de letras agremiados.
ELECTRIZABA A SUS OYENTES
Gombrowicz llega a París y va de visita a Maisons-Laffitte, la casa de "Kultura",
la publicación de los polacos en Francia.
Me alegro de verle; –¡Hombre, Jerzy, por amor de Dios, no pensarás tratar
de usted a alguien con quien te tuteas desde hace años por carta!; –Sí,
de acuerdo..., de veras me alegro mucho de que hayas venido; –¡Qué casita!
¡Da gusto verla!; –Es bastante espaciosa y cómoda, está bien para trabajar...;
–Jerzy, palabra de honor, ya estoy a la altura de Mickiewicz, no hay ninguna
duda, a la gente le tiembla la voz cuando habla conmigo por teléfono; –Vaya...
A mí no me gusta demasiado Mickiewicz.
Las relaciones entre Gombrowicz y Giedroyc, el director de "Kultura", tuvieron
sus altibajos. Un año después de este primer encuentro nos hace llegar sus
insultos desde Royaumont.
"El
17 de mayo me fui de Berlín a París en avión, viaje muy bueno, de Orly (aeropuerto)
a Maisons Laffitte donde está la casa de 'Kultura' donde me quedé una semana
y mejoré un tanto. El 24 me fui, acompañado por mi sobrino, a Royat, un
lugar especial para enfermos de corazón, cerca de Clermont Ferrand (sierras
de Auvergne). Después de tres días de búsqueda desesperada de piezas hablé
por teléfono con Giedroyc diciendo que me propongo volver a 'Kultura'. Pero
el hijo de puta dijo que solamente por una semana será posible porque tiene
otros invitados. Esto ha provocado una indignación general: yo, Kot, Bondy,
Nadeau etc. Y me procuraron un sitio extraño la vieja abadía (abbaye) de
Royaumont, 30 km. de París, donde hay un lugar de reposo para artistas y
un centro cultural"
A continuación de esa primera conversación un tanto teatral que tuvo con
Giedroyc, se encuentra con Tadeusz Breza, una de sus mejores amigos de la
juventud.
"El consejero cultural de la embajada argentina, Ocampo, dijo al consejero
de la embajada polaca que yo me comporto como un desagradecido después de
haber comido el pan argentino durante 25 años. El consejero polaco (mi amigo
Breza) le contestó que yo pagaba el pan con divisas extranjeras"
Gombrowicz nos hace conocer esta emergencia diplomática en una carta que
nos manda desde Vence en abril de 1965. Algún tiempo después escribió en
"Testamento" que él no hablaba mal de la Argentina sino, en todo caso, de
alguna burguesía argentina y que, por otra parte, el pan argentino le había
llegado en realidad del extranjero: de los polacos, del Banco Polaco y,
finalmente, de las ediciones extranjeras. El consejero cultural polaco que
lo defendió era Tadeusz Breza, un novelista y diplomático amigo de Gombrowicz.
Era una amistad complicada, a Breza le resultaba difícil comprender sus
manías y su falta de naturalidad, no llegaba a asimilar cómo coexistían
en Gombrowicz una cultura y una inteligencia destacadas con una falta total
de mundología.
Gombrowicz
de vez en cuando se escapaba de su casa y, de igual modo que el protagonista
de "Cosmos", se tomaba unas vacaciones en alguna pensión. En una ocasión
se alojó en la de una canonesa amiga de su hermana Rena. Había caído en
una trampa, se encontró con otras amigas de su hermana y con unas cuantas
personas más pertenecientes a la buena sociedad, damas católicas de una
moralidad inquebrantable. Cuando ya había decidido la mudanza, apareció
Tadeusz Breza, un joven alto y de semblante distinguido, de un humor loco
y de arrebatos poéticos. Mientras Gombrowicz naufragaba en su problema con
la forma polaca y en su dificultad para relacionarse con las amigas de su
hermana Rena, Breza se convertía en el eje de la conversación.
"En realidad no sirves para nada –explicaba Tadeusz a una de las presentes–,
no sé cómo utilizarte, en todo caso podrías servir para levantar cargas,
pero tal vez fuera mejor emplearte directamente como carga, o sea un lastre,
sí, se te podría atar al extremo de una cuerda y subir los muebles desde
la calle a los pisos superiores, aunque, yo qué sé, eres tan rústica que
mejor te dedicases a plantar... por ejemplo, rábanos... pero quizá fuese
mejor utilizarte como suelo para plantar y plantarte rábanos en las orejas"
A Gombrowicz le encantaba ese tipo de humor y estaba deslumbrado con Breza,
envidiaba la facilidad que tenía para relacionarse con las mujeres, mientras
él iba de mal en peor. Finalmente, como sus fracasos no cesaban de repetirse,
llamaron la atención de Tadeusz. Le presentó a una joven actriz, hermosa,
sana, simpática, amante de la lectura y del arte con la esperanza de haber
encontrado para él la unidad ideal de cuerpo y de espíritu, de cultura y
naturaleza. Pero el hecho de que esa joven apareciera sobre un escenario,
que se dejara contemplar, que tuviera una actitud profesional hacia su encanto
y sus gracias, hizo que no se le despertara ningún interés por ella.
Poco a poco, sin embargo, fue encontrando su lugar en el mundo, y como no
hay mal que dure cien años, las cosas empezaron cambiar. Ya no necesitó
de Breza para alojarse en las pensiones; escribiendo y frecuentado los cafés
consiguió un prestigio considerable. Su mesa, a la que concurría un gran
número de admiradores, era testigo de sus bromas, sus gestos, sus dichos,
su dialéctica, sus elevaciones líricas, sus razonamientos filosóficos y
psicológicos, sus declaraciones artísticas, sus ataques arrolladores y sus
provocaciones taimadas que electrizaban a sus oyentes.
[Imágenes: Tadeusz Breza y Jerzy Giedroyc]
EL BANCO
POLACO
En los primeros ocho años de Argentina Gombrowicz fue un bohemio que vivió
en la miseria, en los ocho años siguientes fue un empleado de oficina.
Ese hijo de una familia noble que no había trabajado en los últimos cuatrocientos
años fue arrastrado al trabajo por el hambre. El transcurso de las horas
en el empleo alcanzó en Gombrowicz una dimensión metafísica. Todas las horas
eran terribles para este bancario ilustre, las más singulares, la de entrada
y la de salida. Como no soportaba al banco ni a nada de lo que ocurriera
dentro de él, el tiempo no le pasaba nunca. Para mitigar la angustia se
imaginaba un viaje a Mar del Plata, a determinada hora calculaba que estaba
promediando el viaje, más o menos había llegado a Maipú, ya más cerca del
destino final y, en su caso, de la salida del banco. Claro que esta tortura
la compartía con otros empleados de oficina, inútiles como él, que tenían
poco para hacer, pero la tragedia de Gombrowicz era mucho mayor.
Renuncia
al Banco Polaco en mayo de 1955, había ingresado en diciembre de 1947. Se
siente libre y entonces lo escribe en el diario.
"Y como coincidió con el derrocamiento de Perón, ¡el viento de la libertad
soplaba de todas partes en torno a mí!"
Pareciera una declaración casi política, sin embargo, unos meses antes de
esta manifestación antiperonista me había traducido unos párrafos escritos
para el diario en los que elogiaba a Perón y a su régimen. Este texto, naturalmente,
nunca se publicó. Mientras fingía que trabajaba en la oficina empezó a construirse
un pasado familiar dibujando su árbol genealógico en sus horas de ocio,
necesitaba esclarecer su pertenencia a una familia de linaje noble.
Para mostrar que estaba emparentado con una nobleza de orden superior un
día le propuso a un amigo del café que lo visitara en el trabajo. Cuando
ese comparsa del Rex lo estaba esperando dentro del Banco Polaco vio a una
persona cojeando levemente de la pierna izquierda. Un minuto después vio
a otra cojeando de la pierna derecha, también levemente; finalmente vio
Gombrowicz cojeando de las dos: –Vea, el director y el subdirector cojean
de una pierna porque son personas distinguidas, pero yo cojeo de las dos
porque soy un poco más distinguido que ellos.
Es muy difícil imaginárselo a Gombrowicz manejando asuntos administrativos,
o alguna otra cuestión que tenga algo que ver con el trabajo. Sin embargo,
había ocasiones en que tomaba responsabilidades no carentes de cierta importancia.
En los tribunales de Varsovia, cuando trabajaba como auxiliar en una de
las secretarías, los jueces le encargaron un proyecto para cambiar los formularios
impresos porque lo consideraban el mejor de los pasantes.
Ya treintiañero, sus hermanos le pedían de vez en cuando que buscara administradores
para las fincas que tenían en el campo, lo que ponía a Gombrowicz en una
situación equivalente a la de un gerente de personal.
"Finalmente, Gombrowicz fue contratado, pero no puedo en modo alguno atribuirme
el mérito. ¿Por qué lo contrataron? ¿Qué fue lo que influyó en la decisión
de mi marido? Aún hoy no lo sé, sin duda pensó que sería provechosa para
el banco"
El testimonio es de Halina Nowinska, esposa de Juliusz Nowinski, presidente
del Banco Polaco. Gombrowicz nos contaba a nosotros en el Rex, que Nowinski
había quedado deslumbrado con la seguridad que demostró conduciendo la conferencia
que dio contra los poetas, entonces pensó que esa maestría la podía aplicar
en el trabajo, y lo contrató.
El
desempeño de Gombrowicz en el Banco Polaco fue distinto al de sus experiencias
laborales anteriores, especialmente por el tiempo que duró. Comenzó haciendo
pequeños trabajos de secretario, luego Nowinski le dio permiso para escribir
sus cosas en la oficina. Se aprovechó de la situación y se paseaba en forma
arrogante delante de los otros empleados fumando nerviosamente en busca
de inspiración; así escribió "Transatlántico". También componía poesías
festivas que circulaban de despacho en despacho, y hablaba por teléfono
en voz alta para pavonearse: –Prepárame una cuajada, sobre todo, nada de
caviar rojo, quiero estar a la derecha del príncipe.
La secretaria de Nowinski le llevaba alcahueterías: –Ha vuelto a llegar
tarde y se viste como un puerco; pone las piernas sobre el escritorio y
escupe las semillas de las naranjas en el canasto de papeles; le faltan
botones en la camisa, se queda dormido en la silla, además, podría escribir,
aunque sea una vez, algo que tenga algún sentido.
Nowinski se burlaba de las alcahueterías de la secretaria y se las contaba
a Halina, sentía una gran simpatía por Gombrowicz al que llamaba maestro.
"Mi marido encontró en él a un colaborador apreciable. Resolvían juntos
los problemas más difíciles. Estas reuniones tenían lugar, cada vez con
más frecuencia, en nuestra casa, los días feriados o después de las horas
de oficina. Varias veces los vi redactar juntos los informes de las actividades
del banco, destinados a las autoridades del banco central en Polonia. He
oído decir a mi marido, y luego personalmente lo he oído repetir en Polonia,
que eran excelentes, los mejores de todos aquellos que enviaban las diversas
sucursales del banco diseminadas por el mundo"
A pesar de la pobreza que soportó en la Argentina Gombrowicz siempre se
las arregló para irse de vacaciones.
En los primeros ocho años de miseria, en los ocho del Banco Polaco, y en
los últimos ocho de una vida modesta pero sin las antiguas preocupaciones,
siempre se tomó vacaciones.
Mientras trabajó en el Banco Polaco tuvo servicios sociales a precios módicos,
sin embargo, acostumbraba a pagarle a los médicos con libros dedicados.
También disponía de alojamiento en casas de vacaciones que el banco tenía
disponibles en Mar del Plata y Córdoba a la mitad del costo, donde Gombrowicz
pasó varias temporadas.
Salvo por el hecho de que el trabajo le quitaba siete horas diarias cinco
días a la semana, no tenía tanto de qué quejarse: cobraba horas extras,
aguinaldo, componía poesías festivas, escribió los diarios y todo el "Transatlántico"
en la oficina, para poner unos ejemplos. La secretaria de Nowinski, el presidente
del Banco Polaco, dice que Gombrowicz no se fue del banco para recuperar
el tiempo que le robaba a su actividad de escritor, sino porque se lo estaban
vendiendo a accionistas argentinos que no hubieran tenido con él tantas
consideraciones.
Antes,
durante y después del Banco Polaco la actividad de escribir se fue convirtiendo
para Gombrowicz en una especie de agujero negro, le absorbía toda la energía,
no le quedó casi nada para ninguna otra cosa. A veces se ponía a favor de
la actividad de escribir desalentando el trabajo: –En el fondo –le decía
a la secretaria alcahueta–, usted no tiene ganas de trabajar, así que hablemos
de Polonia.
Una tarde del año 1941, cuando la guerra había ensangrentado a toda Europa
y Polonia yacía en ruinas, se apareció por la casa de los Nowinski: –Señora,
deme algo de comer, llevo dos días sin probar bocado. El trozo de carne
frita que le sirvió Halina en esa ocasión no lo olvidó nunca. En la víspera
de su regreso a Europa algunas personas se reunieron en la Fragata para
despedirlo: –La autorizo, señora Halina, a difundir la leyenda de cómo salvó
usted de la muerte por hambre al orgullo de la nación.
"A menudo, muy a menudo, lo vi abatido, desganado (...) Se quejaba de que
no podía escribir, el trabajo le robaba el tiempo (...) Pensó muchas veces
en el suicidio pero le faltó valor"
Con los escritores, con los ajedrecistas y en los cafés, no se quejaba,
pero con algunos amigos polacos sí se quejaba, con Halina Nowinska por ejemplo,
una polaca de la que se había vuelto íntimo en su época más dura. Estaba
reproduciendo en la Argentina el comportamiento que había tenido en Polonia.
En una de las fotos aparecen Nowinski y Gombrowicz con cara de cómplices.
En otra Nowinski (a), el presidente del Banco Polaco, lo está mirando a
Gombrowicz a ver cómo se porta, Helena Zawadzka (b), la secretaria alcahueta,
está pensando en la próxima maldad que le hará a Gombrowicz, Halina Nowinska
(c), la mujer del presidente, lo mira con una benevolencia simpática, y
el mismísimo Gombrowicz (d), parece que estuviera diciendo: –A mí por qué
me miran. Y en otra foto más, se muestra la casa señorial que albergaba
a todos estos personajes.
[Imágenes: Banco Polaco de la calle Tucumán 462; banquete del personal del banco; Juliusz Nowinski y Grombowicz]
CUARENTA
MIL PINTORES
"¡Cuarenta mil pintores en esta ciudad, como cuarenta mil cocineros! (...)
Uno penetra en esta pintura como en una perversión a gran escala, es como
una gigantesca mascarada en la que un creador artificial crea artificialmente
para un público artificial con el concurso de marchantes, de snobs, de salones,
de actos solemnes, de riqueza, de lujo, de críticas, de comentarios; en
tanto que el mercado con la oferta y la demanda forman un sistema abstracto
basado en una ficción...¿Acaso puede extrañar que París sea su capital?"
No hay recurso del que no se valga Gombrowicz para destruir a la pintura,
echa a mano a todo lo que tiene cerca: los fósforos con los pintores de
las playas de Necochea, el cigarrillo con Dubuffet, y los retratos con Zygro.
Gombrowicz no creía en el lenguaje espontáneo y natural del hombre, toda
forma es limitación y mentira, pero igualmente acusa a la pintura de ser
artificial, demasiado artificial, y empieza por decirle a Dubuffet que la
única arma que utilizará contra la pintura en su polémica será el cigarrillo.
Para Gombrowicz el fundamento del valor es la necesidad, pero las necesidades
pueden ser legítimas y también artificiales. La necesidad del pan, por ejemplo,
es legítima y natural, en cambio la necesidad del cigarrillo es artificial.
La admiración por la pintura es la consecuencia de un largo proceso de adaptación
que se ha llevado a cabo durante siglos. La pintura se ha fabricado laboriosamente
un receptor adaptado en una relación convencional. La pintura no está basada
en una necesidad verdadera de belleza.
Las
joyas son pequeños guijarros cuyo efecto estético es casi nulo, sin embargo,
se han gastado millones para tenerlas. La prueba de que esos cristales no
representan la belleza es que un diamante artificial, absolutamente idéntico
al diamante auténtico, sólo vale unos céntimos. Esto mismo pasa con las
copias de los cuadros, el original puede valer una fortuna, en cambio la
duplicación no vale nada.
"Fijaos en estos tres fósforos que pongo sobre la arena. Imaginaos que unas
cuantas personas empiezan a discutir sobre cómo disponer estos fósforos
para hacerlos artísticamente reveladores. Si los pongo formando un triángulo
será más interesante que si los pongo alineados uno al lado del otro. Pero
se pueden crear composiciones más interesantes"
Esta sobre atención con la que podemos mirar los fósforos es la que los
pintores consiguieron para que mirasen sus cuadros. Los cuadros se volvieron
reveladores porque la humanidad empezó a buscar en ellos una revelación,
fue entonces cuando la evidente pobreza de este arte comenzó a rebosar de
profundidad y riqueza, y esto fue así porque los cuadros eran bonitos y
servían de adorno. De esta manera se fue formando un mercado de cuadros,
como también se había formado uno de joyas y metales preciosos.
Este mecanismo de la convivencia humana hizo que el comprador de un Ticiano
fuera un hombre muy respetable, pues mostraba su riqueza. El objeto bonito
estimuló, pues, el instinto de posesión de reyes, de príncipes, de obispos
hasta llegar a la burguesía, y poco a poco se fue creando una escala de
valores.
Un mecanismo complicado y gregario con origen histórico, estimula una sobre
atención sobre el cuadro, y una vez arrancado el éxtasis que tiene origen
en esta sobre atención se concluye que si el éxtasis existe es porque la
obra es digna de él. Gombrowicz le dice finalmente a esos pintores que encontró
en las playas de Necochea que no vale la pena dedicar nuestra sensibilidad
a unos juegos tan retorcidos. Les propone que dejen de extasiarse, que es
más sencillo.
Se pregunta si su rebelión contra la pintura no habrá empezado con sus retratos.
Posaba con inquietud a raíz de esa mirada ajena que se deslizaba por su
forma. El pintor, detrás del caballete, hacía con él lo que se le venía
en gana.
Pero mientras lo pintaba, poco a poco se iba dando cuenta de que la superioridad
del pintor era ilusoria.
Sus dificultades técnicas para la reproducción de las formas en el lienzo
lo convertían en un laborioso artesano más que en un amo y señor del cuerpo
de Gombrowicz.
La combinación de líneas y manchas se volvía cada vez más complicada, cuanto
más lo trasladaba a la tela tanto más se adueñaba Gombrowicz del cuadro,
y hacia el final, el pintor ya no podía hacer nada con él, no podía cambiarlo
ni transformarlo.
El pintor, para atrapar a las formas, tiene que someterse a ellas, pero,
a partir del momento en que las ha atrapado y traslado al lienzo, ya no
las domina, y ahora la cosa reina por sí misma en el cuadro y aplasta con
su realidad implacable.
El margen destinado a la creación se volvía, a medida que Gombrowicz se
iba concretando en el cuadro, inexorablemente estrecho y pobre.
[Imagen: Jean Dubuffet]
NO LO SABEMOS NI USTED NI YO
Suele ocurrir que uno nace y muere al lado de una familia, y aunque Gombrowicz
hizo todo lo posible por ser distinto, a él también le tocó este destino.
"A mis sesenta y un años he logrado lo que normalmente un hombre consigue
alrededor de los treinta: vida familiar, un piso, un perrito, un gatito,
comodidades... E indudablemente (todo parece indicarlo) también me he convertido
en escritor. Esta curiosa historia que ha venido arrastrándose de manera
extraña e indolente desde mi temprana juventud a lo largo de toda mi vida
ha tomado finalmente color y heme aquí escritor"
Existen unas familias inmediatas de Gombrowicz que pueden tocarse con las
manos: la de sus padres y de sus hermanos cuando nace, la de su esposa,
su perrito y su gatito cuando muere. También se había convertido en un escritor.
Pero su obra, según el mismo decía, no pertenecía a su familia.
La
familia argentina fue más vaga y enigmática que la familia polaca y que
la familia francesa, sin embargo podría decirse que algo parecido a una
familia argentina fueron el cuarteto Gombrowicz y la correspondencia que
mantuvo con nosotros cuando se fue a Europa.
El cuarteto se convirtió, después de su muerte, en una parte del mito Gombrowicz,
las cartas tuvieron que esperar un poco más, esperaron treinta años, hasta
1999, el año en que se publicó "Cartas a un amigo argentino"
Sobre el valor de estas cartas como representantes de la familia argentina
no existe una opinión uniforme, como suele ocurrir con todas las cosas de
este mundo mundo.
"Te doy las gracias por las cartas que me mandaste. Las de Witoldo, algunas
con detalles muy interesantes, y otras que sólo lo son porque se trata de
un gigante, y a los gigantes les toca comer, dormir y alojarse igual que
a los enanos"
"Pero la vida epistolar de Gombrowicz sigue siendo doble, tan doble como
la que llevaba en Buenos Aires: un ojo en la Forma, el otro en lo Informe,
un pie en el Centro, el otro en las turbias periferias (...) De Gómez sólo
hay una carta en todo el libro, pero tiene un papel estelar: es la carta
que cierra el libro. Seca, hastiada, lapidaria: menos una carta, casi, que
un ajuste de cuentas"
"Como piezas literarias, estas cartas tienen el valor adicional, o primordial,
de ser lo último realmente bueno que escribió, y eso gracias a que en ellas
persiste su relación con la Argentina"
Hay aquí tres opiniones distintas sobre las cartas de Gombrowicz. El Corifeo,
el Buey Corneta y el Pato Criollo las fueron publicando en el orden en que
aparecen con el transcurso del tiempo.
Pero Gombrowicz y yo también tenemos nuestra opinión sobre la familia y
sobre las cartas.
"Pero dentro de mí sigue humeando y rugiendo aquella orilla abandonada hace
dos años, allí, más allá de Gibraltar, de las Islas Canarias, al otro lado
del océano, por debajo de las colinas de la costa brasileña y de las playas
de Uruguay. Desde aquí, desde Vence, la Argentina se me antoja espuma palpitante
y viento oceánico. La llevo en mí como algo oscuro, vago, enigmático. Creo
que nunca llegué a familiarizarme con la Argentina, siempre dudo, a veces
me parece que me estaba predestinada, que estaba escrita en mi destino,
y después pienso que no, que fue algo casual, venido del exterior, como
el salto de una bestia en la selva, un salto de ataque"
Las cartas fueron para nosotros el Canto del Cisne, un canto que nos vino
desde lejos, desde Europa, para tenerlo siempre cerca en nuestras mesas
de café.
"En vez de un salto del yo a Gombrowicz, decidió escribirnos muchas cartas
en las que consiguió su propósito: presumir y desenmascararse. Nosotros
no nos aburríamos con estas exhibiciones impúdicas de Gombrowicz, al contrario,
nos moríamos de risa, era casi igual al tiempo cuan-do estaba con nosotros
en las mesas de los cafés. El conocimiento de sus cartas y el tiempo ampliaron
el círculo de las personas que empezaron a leer un diario nuevo y desconocido,
un diario que finalmente consiguió un bill de indemnidad para ese viejo
sueño de Gombrowicz"
Gombrowicz escribe en los diarios de la Argentina, por última vez, en el
año 1966.
"A veces, con un esfuerzo rayano en la autotortura, intento desenterrar
de mi memoria algún detalle olvidado de hace años. Por ejemplo, ayer al
anochecer, por la noche antes de dormirme y hoy por la mañana me he estrujado
el cerebro para recordar en qué puerta de qué calle me refugié de una lluvia
torrencial, en septiembre de 1955, en Buenos Aires, durante la revolución,
cuando me largué de mi apartamento amenazado para ir a casa de Russo"
En verdad es muy difícil saber qué es lo que era realmente esa familia argentina
para Gombrowicz, le vamos a pedir entonces una opinión a Wittlin a ver qué
piensa sobre lo que es saber
Gombrowicz había escrito que a Wittlin, nacido y criado en medio de las
comodidades burguesas de una ciudad, se le había desmoronado el mundo y
había quedado colgado del infierno. A Wittlin, nacido y criado en el campo,
y soldado en la guerra, no le gustaron estas páginas del diario.
"Cómo soy realmente no lo sabemos ni usted ni yo. Por mi parte, le confieso
que no tengo tiempo de ocuparme de ello"
Cómo era realmente la Argentina para Gombrowicz no lo sabía él ni lo sabemos
nosotros, ni falta que hace que lo sepamos, es la misma ignorancia que tenemos
respecto a nuestra propia familia y a nosotros mismos.
![]() Novela de la correspondencia Mario Santucho - Witold Gombrowicz El escritor polaco Witold Gombrowicz, refugiado veintitres años en Argentina, y Mario Roberto Santucho, el más radical dirigente de la guerrilla argentina en la década del '70, se conocieron y trataron cuando el PRT-ERP aún no existía. Un hecho de la realidad. El autor de Cartas Profanas asumió la jefatura de dicha organización armada, luego de la muerte de su comandante. Otro hecho de la realidad. En París, en el año 2002, un abogado argentino, ex militante de izquierda, pone en manos del azorado narrador de esta novela unas cartas -inéditas hasta ahora- que habrían intercambiado el escritor y el guerrillero durante los años '60. Otro personaje, un viejo historiador digno de crédito, sospecha que este abogado podría ser el traidor que llevó a Santucho a la muerte... ¿Realidad o ficción? Mediante laboriosos hilos que entrelazan verdades y mentiras, y sobre un trasfondo de distintas épocas Luis Mattini urde una interesante trama en la que sobresale el perfil de dos hacedores sólo en apariencia muy disímiles entre sí: el orginal y escéptico escritor polaco, apasionado por el juego de la literatura y el último guevarista en sentido épico, apasionado por el deber ser de la revolución. Fuente: www.profanascartas.blogspot.com |
El Secretario y yo somos colegas
de la pluma en El Ortiba, él está en Columnas de Opinión y yo en Cuadernos
de Literatura.
Con el Secretario tuve una correspondencia intensa y afectuosa hasta que
el diablo metió la cola, algo fue distanciándonos a medida que él trataba
de acercar a Gombrowicz y a Santucho.
Nos pusimos en contacto cuando estaba escribiendo una novela sobre estos
dos personajes que se habían conocido en Santiago del Estero por uno de
esos chistes que la historia nos hace cada muerte de obispo. Por ese entonces
escribí unas palabras que en cierto modo resultaron falsas.
"Como todos los gombrowiczidas leeremos esta novela cuando esté terminada,
yo me voy a ocupar personalmente de que sea así, vamos a hacer algunas reflexiones
sobre algunas de las ideas que tenía Gombrowicz sobre el comunismo, hecha
la salvedad de que el polaco nunca cerraba del todo el alcance de sus ideas"
Estas palabras resultaron falsas porque no me ocupé de que los gombrowiczidas
conocieran esta novela que empezó llamándose "Robitoldo" y terminó publicada
con el nombre de "Cartas Profanas"
"Es interesante la reflexión de Juan Carlos. Precisamente ése es uno de
los nudos de mi imaginaria correspondencia entre Witold y Robi. Y Robi se
ve en figurillas para contestarle en este aspecto, en la aguda y certera
afirmación del Polaco en el sentido que la dialéctica se termina en el preciso
momento que triunfa la revolución. Y sí, Gombrowicz está más cerca de Marx
que de Sartre (...)"
"En
todo caso, y dejando abrir un cajoncito de mi escritorio, podría sugerir
que la paradoja consiste en que Robi estaría más cerca de Sartre que de
Marx, más allá de su discurso de un materialismo dialéctico ortodoxo. Lo
estaría en su acción, en ese actuar "a pesar de todo" Veremos que sale y
si sale algo, por ahora estoy tratando de que se conozcan más entre sí"
Cuando el Secretario me mandó el borrador de la novela tenía miedo de empezar
a leerla, y tenía miedo justamente por las cartas profanas, por la correspondencia
que el Secretario había inventado sobre la base de una discusión ideológica
que nunca existió.
"Leí "Robitoldo" con atención. La novela me gustó. Belloni, Goycochea, Abelardo
y vos son personajes bien diferenciados. Los mundos están bien delimitados,
las intrigas son originales, especialmente la de Mónica. El final con Abelardo
es excelente.
El problema para mí son las cartas, casi el cuarenta por ciento de la obra...
es por eso que no soy la persona adecuada para hacer un análisis crítico
de la novela. Están bien escritas, pero no son de Gombrowicz, ni se parecen,
sin embargo, la confrontación de las ideas con Santucho es adecuada, pero
no para el caso de Gombrowicz.
Adelante, Kremer, la novela es buena, es un asunto nuevo y original, hacele
leer el borrador a otras personas. Suerte"
"Te pasé la primera muestra y fuiste muy honesto y discreto en tu opinión.
Cuestión ésta por la que también te estoy agradecido. Por cierto que incluso
fue muy apresurado de mi parte, (y hasta medio atrevido) enviártela así
de cruda.
Ahora la he reescrito y descubrí una cosa que te comento sólo para manifestarte
mi confianza a pesar que no nos conocemos personalmente: Descubrí que en
realidad lo que hice fue poner en Santucho el Kremer de los setenta y en
Gombrowicz el Kremer de los 2000. La verdad es que eso explica por qué ese
"Polaco genial"(como honrás vos) me sedujo de una manera insospechada, a
pesar de que toco de oído con respecto a su obra (...)
Te mando un fuerte abrazo y contá conmigo para lo que fuere"
"En cuanto a Robitoldo, te lo vuelvo a decir, me parece que es un buen libro,
pero yo no soy la persona indicada para analizarlo más profundamente porque
estoy cercado por Gombrowicz. La otra razón es porque me escapo de la literatura
de asunto social o político.
Ahora bien, ¿por qué me escapo? No lo sé bien, a los dieciséis años iba
a los ateneos anarquistas de Avellaneda, leía a Malatesta y a Bakunin, una
actividad sin ningún compromiso práctico. Después entré a la facultad de
Ciencias Exactas y los comunistas me quisieron catequizar, me escapé, y
no sólo de los comunistas sino también de la facultad. El cerco que me puso
Gombrowicz es más amplio que el del ámbito político y me quedé dentro de
él.
Mucha suerte con tus proyectos. Hasta luego"
El Secretario dejó de escribirme y se tomó venganza, me identificó como
spammer y bloqueó la recepción de los gombrowiczidas.
El rostro de la foto es muy elocuente, estamos en presencia de un hombre
que, como Santucho, quiere ser serio y al que no le gusta el juego, y Gombrowicz
en cambio quería ser todo lo irresponsable y ligero que un pensamiento responsable
le podía permitir.
[Imagen: Arnold Kremer]