NOTAS EN ESTA SECCION
Turco
en la neblina |
El glosario de los motes
| Fidefurca
| Pasear por el Universo
| Hermoso tiempo |
Menage à trois |
El asado
Por encima de mis fuerzas
| No hagas el tonto |
Después de un planchado |
La belleza del amor |
Los dos chochos
Estallo en carcajadas |
La literatura argentina es
mediocre | Frecuentar un café
| El cálculo infinitesimal
y el niño ruso
El Club de los Gombrowiczidas
| La dosis de tiempo |
La mamita y la compota |
Espìar y mirar |
Zafarte y elevarte
El Gnomo Pimentón es metalúrgico
| Hablando solo por Florida
| Las mujeres y el catolicismo
La identificación
de los apodos y de la actividad
ENLACE RELACIONADO
El fiel Goma,
por Juan Forn
TURCO
EN LA NEBLINA
A pesar de mi ostensible intención
de hacerme conocer en el mundo entero formando un club de gombrowiczidas,
cuyos miembros están desparramados por toda la tierra, he notado últimamente
que algunas personas están más desorientadas que turco en la neblina.
Con el único propósito de reducir el campo del desconocimiento va a continuación
mi curriculum vitae en todo lo que concierne a Gombrowicz, un recurso muy
usado para conseguir trabajo.
Juan Carlos Gómez, doctor en Ciencias de la Administración, nació en Buenos
Aires en 1934. Se hizo amigo de Gombrowicz en 1956, a los veintiún años,
jugando al ajedrez en el café Rex, cuando cursaba la carrera de Ciencias
Físico-Matamáticas. Las cartas que Gombrowicz le escribió desde Europa cuando
se fue de la Argentina fueron publicadas por Emecé en 1999.
Fue protagonista principal, junto a otros tres discípulos, de la película
de Alberto Fischerman, "Gombrowicz
o la seducción", que se estrenó en
1986 y que fue premiada en el festival de Rotterdam ese mismo año.
Es colaborador permanente de la revista literaria polaca "Twórczosc". En
el 2004, el año del centenario de Gombrowicz, publicaron tres ensayos suyos:
"Nueva guía de Gombrowicz", "No veremo en Bueno Saires" y "Milonga para
Gombrowicz". En el año 2005, otro ensayo, "Las cartas", y es de próxima
aparición en el año 2008, un conjunto de los "Gombrowiczidas" con los que
los bombardeo a diestra y siniestra.
En el año 2004 la editorial argentina "Interzona" publicó, "Gombrowicz,
este hombre me causa problemas", y en el año 2006 la revista literaria
argentina Prometheus publicó "Gombrowicz, y todo lo
demás".
Fue el curador de "El
enigma de Gombrowicz", las jornadas sobre Gombrowicz del Centro Cultural
Borges en el año 2004, y de "Gombrowicz,
y los argentinos", las jornadas del MALBA en el año 2005.
EL GLOSARIO DE LOS MOTES
El puente entre el lector y el escritor
es el editor. En el año 1960 Jacobo Muchnik le propuso a Gombrowicz
la reedición de "Ferdydurke" en Fabril Editora con un tercio de los
derechos de autor potenciales en carácter de anticipo: –Eso es lo de
menos, yo estoy dispuesto a autorizar la publicación de "Ferdydurke"
si ustedes se comprometen a editar otro libro, muy importante, que estoy
escribiendo. Sacó un par de hojas de los diarios en los que se refería
a la Argentina y le pidió que las leyera en ese mismo momento: –Sí,
como muestra es ciertamente bien elocuente, pero, honestamente, ¿cómo
quiere usted que me comprometa a priori y por mi cuenta a editar en
nombre de una gran empresa un libro polémico aparentemente dedicado
a meterse belicosamente con lo más distinguido de la intelectualidad
argentina? Gombrowicz no respondió, se puso de pie y por encima del
escritorio le quitó de las manos las dos hojas, murmuró algo y se fue.
Sin llegar por mi parte a ningún desplante como el que Gombrowicz le
hizo a Muchnik, debo decir que cuando me propuse editar los gombrowiczidas,
el comportamiento que tuvieron los editores me indujo a comparar a las
editoriales con pequeñas cajas negras en las que por una puerta entraban
cosas, y por la otra salían transformadas, pero me resultaba difícil
comprender la naturaleza de esta transformación.
Desarrollé entonces un modelo para someter a estas cajas negras al análisis
combinatorio y concluí que los editores, en los tiempos que corren,
sólo editan si la perspectiva de venta de ejemplares resulta favorable.
El Pato Criollo desarrolló en uno de sus libros un modelo según el cual
cualesquiera sea el conjunto de salida de la caja negra, el editor edita,
pero yo no estoy de acuerdo con este modelo, es inconsistente.
Sin embargo, una carta que recibí del Alfajor me dio un poco de esperanza.
"Ya habrá algún editor que se dé cuenta, por boludos que estén –o sean.
Mientras tanto, todo es ganancia para tus gombrowiczidas, digo"
Pasó el tiempo y lo que me había escrito el Alfajor se convirtió en
una profecía, el Gran Ortiba empezó a publicar los gombrowiczidas en
el sitio www.elortiba.org
Ahora bien, habiendo sido mi maestro, debo decir que la gratitud era
un sentimiento que no le caía bien a Gombrowicz, no porque fuera ingrato,
sino porque le resultaba incómodo, difícil de expresar y, por eso mismo,
peligroso. Por acá, en la Argentina, sus gestos de gratitud no fueron
muy frecuentes.
Se le pueden contabilizar, sin embargo, algunos regalos: una escultura
de yeso muy bonita, un frasco de mermelada, un libro de pinturas, una
sandía con su firma, un arrodillamiento conmovedor para agradecer cinco
litros de kerosene, y una cantidad considerable de dedicatorias que
estampaba en cualquier tipo de libros.
El Gran Ortiba sólo me ha pedido una cosa, que escriba una nota aclaratoria
sobre el
glosario de apodos, no puedo ser ingrato con él, debo hacerle ese
regalo, va a ser algo así como la sandía con mi firma, o mi frasco de
mermelada.
Quiero que este gombrowiczidas vaya como la presentación de los motes.
A mí me parece que el origen y la naturaleza de "La identificación de
los apodos y de la actividad" debe quedar un poco en el misterio, sin
demasiadas aclaraciones por parte del autor.
El primer apodo que puse fue Pterodáctilo, en una época en la que no
existían los gombrowiczidas, el penúltimo fue Cacatúa, y el último Gran
Ortiba, pero Gran Ortiba queda fuera de concurso.
El origen del mote siempre tuvo un contenido negativo, se refiere a
historias verdaderas que me unieron a los motejados en distintos momentos
de estas cápsulas de Gombrowicz que son los gombrowiczidas, pero con
el paso del tiempo perdieron el carácter que traían por el nacimiento
y llegaron a tener, por lo menos para mí, un tono familiar y afectuoso
FIDEFURCA
Gombrowicz se embarca en el General Artigas y se va con Di Paola a Montevideo.
En el barco hace reflexiones sobre la línea beethoveniana y manifiesta
que en "Pornografía" intentó volver a este tipo de melodía.
"¡Qué descaro de mi parte recurrir a unos temas tan fascinantes y melodiosos!
Sobre todo hoy, cuando la música moderna le
César Aira en la calle Juan
Carlos Gómez de Montevideo, fotografía enviada, precisamente,
a Juan Carlos Gómez
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teme a la melodía, cuando el compositor,
antes de utilizarla, tiene que despojarla de toda su atracción,
volverla árida. Lo mismo ocurre con la literatura: un escritor moderno
que se respete evita toda suerte de cebos, es difícil y prefiere
repeler antes que tentar. ¿Y yo? Yo hago justamente lo contrario,
meto en la obra todos los sabores más sabrosos, los encantos más
encantadores, la relleno de bellezas y excitaciones, no quiero una
escritura árida, sin hechizo... Busco las melodías más cautivadoras...
para llegar, si lo consigo, a algo todavía más seductor"
Desembarcan, se alojan en un hotel y a la noche van a una conferencia
que da Dickman en la Asociación de Escritores. En la sala flota
en el aire la cortesía, la banalidad y el aburrimiento. Paulina
Medero preside la sesión: –Tenemos el honor de presentar al señor
Gombrowicz a quien saludamos; quizás quiera decirnos unas palabras;
–Bien, Paulina, ¿pero de hecho qué es lo que he escrito? ¿Cuáles
son los títulos? Este comentario sobre los títulos me hizo acordar
al escándalo que se armó con la persona que me había presentado
a Gombrowicz en el Rex cuando le preguntó por los títulos de las
obras de Hegel.
Dickman acude en auxilio de Paulina: –Yo sé, Gombrowicz publicó
una novela en Buenos Aires traducida del rumano, no, del polaco,
"Fitmurca"... no, "Fidefurca". Se produce un malestar generalizado.
Termina el acto y Gombrowicz estampa en el libro de la Asociación
su firma, tras lo cual se lo pasa a Dipi para que lo firme también.
Esto vuelve a provocar inquietud porque Dipi está en la edad del
servicio militar y todavía no tiene pinta de literato.
De ahí se fueron con Paulina y Dickman a un restaurancito que se
daba aires, en el que los poetas habían preparado un banquete para
homenajear a un profesor. Se levantan los poetas y las poetisas
y sueltan poemas en honor del profesor. Cada uno de los cincuenta
poetas presentes tenía que pronunciar su poema de homenaje. Gombrowicz
llama al mozo, pide dos botellas de vino y empieza a tomar. Le llega
el turno a una poetisa grasienta y barrigona, se levanta de un salto,
mientras balancea el busto de un lado para otro y agita los brazos,
emite manojos de rimas nobles. Gombrowicz no aguantó más y lanzó
una carcajada tras la espalda de Dipi, que también soltó una carcajada
pero sin ninguna espalda que lo protegiera. En medio de miradas
indignadas se levantó el laureado para soltar su discurso, Gombrowicz
y Dipi aprovecharon la oportunidad y ahuecaron el ala.
"¡Chismes al canto! Al día siguiente, mientras cenábamos, Dipi oyó
que en la mesa vecina se hablaba del escándalo en la Asociación
de Escritores y de la provocación en el banquete de poetas... ¡Alguien
aconsejaba escribir a Ernesto Sabato para preguntarle si su carta
dirigida a Julio Bayce en la que me recomendaba calurosamente era
auténtica!"
La historia uruguaya que Gombrowicz cuenta en los diarios no está
clara, así que le pedí al Pato Criollo, que pasaba unos días en
Montevideo, una versión montevideana de lo que había ocurrido realmente.
Aira, siempre enigmático, me mandó unas líneas con una foto.
"Un recuerdo de Montevideo para mi querido Goma"
PASEAR POR EL UNIVERSO
Así como en la presentación polaca de "Gombrowicz, este hombre me
causa problemas" enuncié el canon del treinta por ciento, canon
con el que me manejo para leer, ha llegado el momento que enuncie
los tres principios con los que me manejo para escribir, principios
que tienen la particularidad de que no se pueden usar al mismo tiempo,
o uno u otro, porque son excluyentes.
Slawomir Ratajski, embajador
de Polonia, Rajmund Kalicki, escritor polaco, y Juan
Carlos Gómez durante la inauguración de las jornadas
del año del centenario (2004).
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1º Nadie lee nada de nada; 2º
algunos leen pero no entienden nada; 3º algunos entienden
pero se olvidan enseguida.
Una noche charlábamos en el Rex de un problema que tenía
cierta importancia, pero de repente yo tomé la palabra y
empecé a hablar apasionadamente de una cuestión que carecía
por completo de interés: –Gómez, no veo por qué usted habla
con tanto entusiasmo de un asunto insignificante; –Vea,
Gombrowicz, si hablara sin entusiasmo nadie me escucharía.
Gombrowicz no era muy entusiasta que digamos pero se obsesionaba
frecuentemente con temas laterales.
"Yo miro esta mesa y me fijo en el cenicero. Si me fijo
sólo una vez no pasa nada. Pero si vuelvo al cenicero y
lo miro otra vez, entonces me voy a preguntar por qué el
cenicero se ha convertido en un objeto más interesante que
los demás. Y si vuelvo a mirarlo una tercera y una cuarta
vez, el cenicero se convierte en un objeto decisivo. Por
la repetición de un acto de conciencia se llega a dar una
importancia terrible a una cosa que no tiene aspecto de
ser tan importante. Esta emboscada de la conciencia tiene
una gran importancia en mis obras"
En el segundo intento que hizo con un tipo de historias
a las que podríamos considerar al margen de la literatura,
valiéndose de un tema de tan poco interés como el de mi
charla apasionada en el Rex, utilizó una mano. Pero mientras
yo trataba de despertar la atención de los demás con el
entusiasmo, Gombrowicz lo despierta con la maestría que
tiene para sacarle jugo a las piedras.
A las diez de la mañana estaba tomando un café en el Querandí.
El mozo se le acerca y Gombrowicz empieza a ponerle atención
a su mano que cuelga silenciosa, secreta y desocupada pero,
de pronto, sin saber por qué, sus pensamientos vuelan hacia
un árbol que había visto una vez desde la ventanilla del
tren.
Los árboles y los arbustos le despertaban un especial interés,
también es por un arbusto que me pregunta a mí en Piriápolis
cuando andaba buscando inspiraciones para "Cosmos".
Pero volvamos al Querandí. La mano del mozo lo había asaltado
de repente en medio del silencio. Al volver a su casa la
mano ya no estaba con él, pero una lectura que estaba haciendo
de la conferencia de Heidegger sobre Zarathustra le inyectó
a la mano una nueva dosis de existencia. La idea que lo
llevó nuevamente al Querandí fue la del eterno retorno.
Mientras se preguntaba si debía preparar la ropa para lavar,
en el mismo momento, ese ser de Nietzsche que venía desde
los primeros orígenes hasta las últimas realizaciones, estaba
con él. Un ser representante de la amargura, la furia y
el silencio de la humanidad. Silencioso como la mano del
mozo. ¿Qué estaría haciendo la mano en el Querandí mientras
Gombrowicz estaba en casa?
Si dejara de pensar en la mano del mozo la mano se disiparía
en la facilidad de la nada, pero la mano volvía a él porque
él había vuelto a ella con Nietzsche y ahora con la mano
del Embajador de Polonia con quien estaba conversando. Miraba
esa mano diplomática apoyada en el brazo del sillón, pero
no era ésa la mano, sino aquella otra abandonada allá, como
un punto de referencia. Gombrowicz empieza a tener miedo
del diablo, un sentimiento extraño para un incrédulo, pero
la presencia del mal convertía su ser en una existencia
azarosa, inquietante y susceptible del diabolismo. Le resultaba
difícil aceptar cualquier tipo de certeza en un asunto en
el que la falta de datos tenía el mismo significado que
su abundancia.
Su propia mano descansaba tranquila en el bolsillo, también
descansaban tranquilas las manos sobre las rodillas de los
automovilistas que corrían en sus coches. ¿Y la mano del
Querandí qué estaría haciendo?
Estaba vagabundeando en la periferia de sus límites en busca
de no se sabe qué. ¿Y si Gombrowicz de repente se arrodillara
ante la mano? Sería un intento fallido, como siempre, de
construir un altar cualquiera. Una desesperación por agarrase
de algo, de la mano del mozo del café Querandí.
Más tarde, en el restaurante Sorrento, se le acercó el mozo,
también con una mano desocupada igual que en el Querandí,
una mano que sólo era importante porque no era aquélla.
Está adorando un objeto que él mismo enaltece. Se arrodilla
frente a un objeto que no tiene derecho a exigir que se
postren ante él, de modo que el ponerse de rodillas sólo
depende de Gombrowicz. Escogió esa mano del Querandí para
agarrarse de algo, para tener un punto de referencia. Pero
no quiere que la mano haga algo con él, o de él.
Ya es de noche, llega a un café de Lavalle y San Martín.
Discute con Gómez sobre el tema de Raskólnikov. Su punto
de vista es que en "Crimen y Castigo" no existe un drama
de conciencia en el sentido clásico de la palabra. El juicio
de Raskólnikov no es de su conciencia, es un juicio surgido
de un reflejo, un juicio de espejo.
Este tipo de reflejo se convierte también en un mecanismo
que nos lleva a decir lo que nos pasa por la cabeza. Esta
conciencia de espejo es como fijar la mano en alguna parte,
fuera de nosotros, por la fuerza de un reflejo. Así como
se iba construyendo la conciencia de Raskólnikov, así es
como se le estaba construyendo esa mano a Gombrowicz. Esa
mano se ha convertido en un parásito, ahora se está alimentando
de Dostoievski, no parará hasta chupar de Gombrowicz todas
las palabras que necesite.
Llegó la medianoche, habían pasado catorce horas desde el
comienzo de la aventura. ¿Dónde estará la mano en ese momento?
¿Todavía en el Querandí? ¿Descansará en alguna almohada
y se habrá puesto a dormir?
"Me pareció tranquila al verla por primera vez en el Querandí...
, pero se ha vuelto cada vez más posesiva... , y yo mismo
ya no sé qué es la que podría frenarla allá, en la periferia...
, donde está mi límite"
Por esa inclinación que tiene el hombre de encontrar una
idea única que explique a todas las demás, yo también en
mi juventud la quería encontrar, pero mientras crecía, en
vez de tener cada vez menos ideas, cada día tenía más. La
combinación de estos asuntos me iba creando una confusión
creciente en la cabeza que sólo me alivió un poco la pérdida
de la idea de Dios.
El único pensamiento que me acercaba a la idea única era
la matemática, pero a medida que avanzaba en su conocimiento
esta ciencia se me hacía un tanto indigesta, un poco por
la dificultad de comprenderla, otro por pereza, y otro más
por su dureza inhumana.
Si yo hubiera conocido la historia de esa mano que mucho
tiempo después leí en los diarios de Gombrowicz, hubiera
resuelto mi problema, pues con una idea insignificante y
sin mucho entusiasmo nos lleva a pasear por todo el universo.
HERMOSO TIEMPO
Después de su viaje por el Río Paraná Gombrowicz desembarca
en Rosario a la madrugada, tiene que hacer tiempo, antes
de visitar a los Dzianott pasea por la ciudad.
"Comercio, balance, presupuesto, saldo, inversiones, crédito,
inventario, cuenta, neto, bruto, sólo esto, únicamente esto,
toda la ciudad está bajo el signo de la contabilidad. La
vulgaridad de América, la América gorda.
Rena y su marido, con el pequeño Jacek Dzianott, radiante
de alegría, esa alegría que es en realidad nuestra única
victoria sobre la existencia y la única gloria del hombre.
Pero ¿por qué este orgullo y esta gloria están confiados
a un niño de doce años y hay que inclinarse ante ellos,
y por qué el desarrollo es el camino de la amargura degradante?
Resulta muy sarcástico que nuestra insignia más alta, nuestro
más orgulloso estandarte, sean los pantaloncitos de un niño"
Gombrowicz a bordo del Federico Costa el día
de su despedida, atrás se asoma JCG
|
La nostalgia por Rosario
me trae a la memoria una nostalgia más, la que me despierta
el diario que escribe Gombrowicz sobre su navegación
por el Río Paraná. En esta narración alcanza una belleza
que sólo igualó dos años después describiendo un crepúsculo.
Utiliza un idioma poético, lógico y musical sobre un
clima de irrealidad que va creciendo a medida que avanza
por el río al que sólo puede anclar con la palabra navegamos.
Los movimientos, los cambios que sufría el río, las
variaciones del clima y de la luz, siguen las peripecias
del alma atormentada de Gombrowicz, acosada por la oscuridad
y la distancia. Alguien le da una oportunidad para que
pueda distinguir con claridad lo que el barco va dejando
atrás y le ofrece unos prismáticos: la orilla, los arbustos,
las maderas que flotan el agua: –¿Quiere usted echar
una ojeada?
Le borra los contornos a la realidad a la que sólo vuelve
en una especie de basso continuo utilizando la palabra
navegamos.
"Pero... lo mismo me dijo ayer. Sólo que hoy me ha sonado
diferente. Me ha sonado... como si en realidad no quisiera
decir eso o bien como si lo que ha dicho no estuviera
dicho hasta el final... sino dolorosamente interrumpido"
No puede soportar la idea de que el barco navegue solo,
cuando no está con el barco y no sabe si navega, y tampoco
puede soportar el espacio imponente y el aire inmóvil.
"Ese industrial de San Nicolás dijo: –Mal tiempo...,
pero de nuevo me sonó como si no fuera eso..., como
si en el fondo él quisiera, sí, eso es, quisiera otra
cosa..., y tuve la misma sensación que la que había
tenido en el desayuno con un médico de Asunción, exiliado
político, cuando me hablaba de las mujeres de su país.
Hablaba. Pero hablaba precisamente (esta idea me persigue)
para no decir..., sí, para no decir lo que de veras
tenía que decir"
El río que tenía por delante y por detrás, con su blancura
intermitente, por veces se le confundía con los sueños
sobre el pasado y el futuro, desconocidos e indefinidos,
pero después todo descendía y se posaba nuevamente sobre
el río, que otra vez volvía a ser el río por el que
navegaba.
Una noche se despertó aterrado con la preocupación de
que algo extraordinario estaba pasando. De repente,
un grito rompió el sello del silencio. Y, una vez más,
vuelve a borrarle los contornos a lo que ocurre, o a
lo que no ocurre.
"Sabía con toda seguridad que nadie había gritado, y
al mismo tiempo sabía que había existido un grito...
Pero, como no había ningún grito, consideré a mi terror
como inexistente, regresé al camarote e incluso me dormí"
El barco era trivial y corriente, precisamente por eso
se sentía totalmente indefenso, no podía emprender nada
porque no había fundamentos para la más ligera inquietud,
todo estaba absolutamente en orden, pero esa tensión
irresistible podía romper la cuerda.
Un médico se burlaba de él porque había perdido al ajedrez:
–Ha perdido usted por miedo: –Podría darle una torre
de ventaja y ganarle. Navegaban hacia la nada, las conversaciones
y los movimientos estaban paralizados y fulminados.
La locura y la desesperación eran inalcanzables porque
no existían, pero como no existían, existían de una
manera imposible de rechazar:
"Nuestra normalidad, la más normal, explota como una
bomba, como un trueno, pero fuera de nosotros. La explosión
nos es inaccesible, a nosotros hechizados en la normalidad.
Hace un momento he encontrado al paraguayo en la proa
y he dicho, sí, he dicho, eso es, he dicho: -¡Buenos
días! Él a su vez ha contestado, eso es, ha contestado,
sí, ha contestado. Dios misericordioso, ha contestado
(sin dejar de navegar): –¡Hermoso tiempo!"
Navegamos.
MENAGE À TROIS
La idea de compartir con Gombrowicz y con Quilombo una
casa me trajo muchos dolores de cabeza. En principio,
ni en mis sueños más atrevidos yo me imaginaba abandonando
la comodidad de la casa de mis padres en la que, según
la opinión inveterada de mi hermana, yo era el hijo
preferido. No tenía nada de qué preocuparme, trabajaba,
tenía un buen empleo, ganaba bastante plata y llevaba
una vida de dandy metafísico.
Sin embargo, eso de vivir con Gombrowicz, un Gombrowicz
que se estaba volviendo famoso, que tenía el reconocimiento
de la Europa civilizada, que era extravagante, libre,
payaso, genio, no era cosa que, como me decía él mismo,
se me iba a presentar todos los días. Pero era homosexual
y yo, en esta materia, como Gombrowicz en los asuntos
del dinero, era mortalmente serio. Como si esto fuera
poco no me resultaba para nada clara la naturaleza de
la relación que tenía con Betelú.
Mariano, que no era ningún idiota, en presencia de Gombrowicz
representaba el papel de un perfecto idiota, inmaduro,
esclavo, a tal punto que la relación tan intensa que
tenía con el polaco sólo era explicable, en apariencia,
por un tipo de atracción non sancta. Con el tiempo fui
encontrando la llave para entrar, hasta cierto punto,
en ese misterio, se puede decir que cuando escribí los
monjecitos medievales tenía la mitad del camino hecho.
Para mí, Flor, era un animal extraño al que no sabía
cómo abordar en mis cartas, de ahí el lenguaje sofisticado
y abstruso de dos pasajes en los que me refiero a él
y que Gombrowicz cita, de ahí mi obsesión por borrarle
los contornos. No sabía cómo abordarlo cuando le hablaba
de él a Gombrowicz, sí sabía cuando le hablaba a los
demás o a él mismo, lo trataba como a un chico.
Confundido por este dilema hamletiano, un acontecimiento
familiar imprevisto y penoso me ayudó a aclarar el panorama.
Mi hermana se divorció y se vino a vivir a la casa paterna
con una hija pequeña. Tengo que huir, pensé, me tengo
que ir de la casa de papá y mamá y, de la misma manera
que Gombrowicz pensó que para irse a vivir a España
era mejor volver a la Argentina, yo pensé que para irme
a vivir solo era mejor vivir con Gombrowicz y con Flor
de Quilombo. Este pensamiento, este salto al vacío,
a lo desconocido, me empezó a agobiar porque, si bien
es cierto que siempre me podía escapar de ellos para
ir a vivir solo, el primer paso era muy importante.
Otra cosa que me mareaba completamente era la elección
del lugar que estaba haciendo Gombrowicz: extra muros,
aquí, allá... no podía ser, yo trabajaba en el microcentro.
El proyecto de vida en común fracasó porque Gombrowicz
no regresó a la Argentina, y yo me fui a vivir al barrio
norte.
Berlín, 21 de diciembre de 1963
No, no, Goma, tendrá
que hacer viajecitos, no hay caso, estos pequeños chantajes
basados en la supuesta soledad mia no sirven, no, Goma,
nada de soledades, no estoy a la merced suya, parece
que su imaginacion no alcanza a darse cuenta que CAMBIO
TODO, basta que levante un dedo para que corran todos
la Lynch, Arnesto, Pla, Canaleta, los bolches de La
Plata, etc. etc. etc. las niñas, los adolescentes, los
ancianos y las viudas, trate de imaginarse algo como
WEIMAR. El que estara algo aislado, me temo, será Vd
Goma con su papa y su mama. Ya estoy casi decidido PRIMERO
ocupar la casa entera de Flor y DESPUES ver que pasa.
Pero ya es casi seguro que me quedo en Berlin hasta
mayo ya que el frio no me daña tanto y por otra parte
la Ford no demuestra mayor entusiasmo respecto al proyecto
mio de rajar. Ahora no tengo gran gana de volver para
el invierno, asi que no me verá antes de agosto, calculo.
Recibí carta de Ada donde se queja amargamente que Vd
le arrancó por fuerza la traducción (significa que la
obligó a hacerla), que ella no queria etc cosas de mujeres
después gime que si, que no, que lo hizo pero no lo
hizo que sufria que gozaba etc etc Goma comprenda bien
una vez por todas que el asunto de la traduccion es
muy delicado. Y yo no pienso perder tiempo en correcciones,
sacaselo de la cabeza.
El 8 de enero estreno del CASA en el teatro Recamier,
recibi carta de Lavelli, diceme "finalmente terminaremos
por imponer la obra sin duda alguna en Francia Suiza
y Belgica –en cuanto a Ivona estoy ya en tratativas
con el Theatre de Lutece para realizarlo en octubre.
El 64 sera el año de Gombrowicz para el teatro parisino.
No pierda confianza en el teatro, es un genero que Vd.
domina admirablemente y muy pronto sus obras seran representadas
en el mundo entero" Transcribo para que goze, pues temo
que poco tiempo queda para gozar de estas palabras.
Arnesto asustadisimo porque parece que Nadeau se ofendió
con él y suplicandome para que intervenga en su favor.
Por lo tanto mande al Asnito unas palabras de presentación.
Veo Goma que se defiende ante Arnesto, significa que
está por sucumbir...
Estuve con Steinbeck (Nobel), algo aburridor que digamos...
En el Litterarische Colloquium tuve una charla con gran
éxito
Cena en el Schloss Charlottenburg con Willy Brandt
Cena con la Comtesse Matouschka
En el Zuntz mi grupo es: Kukik, (estudiante polaco,
muy bien), Susana (polaca) Eve Bechmann (alemancita,
bombom), Piers Read (inglecito, 21 años, hijo de Sir
Horace, muy distinguido) Joaquin (hijo de puta le voy
a mandar a la mierda) Holzer (poeta austriaco) Berlevi
(viejo futurista). Y otras personas. Aquí no hay problema
de la escasez. Tambien Benrath, frances, pintor, Joaquimides,
griego, la chica Haas de la Ford.
Goma acaso recibio las nuevas postales que le mandé?
Parece que los ataques de la prensa polaca bolche disminuyeron,
pero Ada me aconseja de postergar mi llegada a B.A.
quedandome en Uruguay pues los polacos alli andan enfurecidos
y quieren romperme los huesos. Que nacion!
Observe Goma que ya son 257 dias de mi NAVEGACION y
220 de BERsee (mar de Berlin) según mi DIARIO DE NAVEGACION.
Quedan 145 dias de BERsee. Paczowska encantadisima con
mis diarios sobre Paris y tambien Mrozek lo mismo. (me
dicen desde Italia).
Salú, Goma, salú
Berlín, 13 de enero de 1964
No, no, Goma, no, o mejor dicho sí, sí, tendrá pieza
y camita y comodidades pero en La Plata en la casa de
Flor que la alquilaré posiblemente entera. De modo que,
agarrando el tren de 7 de la noche el viernes podra
pasar con nosotros horas inolvidables hasta el tren
de las 10 de la noche del domingo. A Vd. tambien le
hara mucho bien cambiar de aire; tanto como cambiar
de ideas.
Ya le decia en la otra carta que no pierda tiempo argumentando
conmigo, tratando de concencerme, comprenda Goma que
estas son ingenuidades. En general admiro su desvergüenza
pues para confesar que se escribe una carta 3 o 4 horas
con borrador previo hay que en verdad ser cara dura.
Me imagino la risa de Flor de Quilombo. Yo no me explico
como Vd. tan superior en tantas cosas cae con tanta
facilidad tal un avion en pozos de aire.
Que es lo que pasa con los 2.500 que sacó de la Sudamericana?
Acaso están todavia en su bolsillo? Creo que el Mufado
Grinberg esta ofendido o amargado conmigo, trate Goma
de disipar las nubes, explicandole que soy amigo de
la joda.
Es extraordinaria la admiracion que me toenen aqui y
el dominio espiritual mio. Todos los de la Ford estan
a mis pies. Para el joven Piers Read, hijo de Sir Horace,
soy Dios. Lo mas eficaz resulta mi odio a la pintura.
La noticia que soy enemigo mortal y destructor de TODA
la pintura corre por todos lados y me da una como quien
diria aureola. Los pintores estan encantadisimos y me
admiran sinceramente.
Lo felicito por sus compras, evidentemente es lo mejor
que se puede comprar en Buenos Aires.
Yo hace tiempo ya no compro zapatos y corbatas, en cambio
adquirí ultimamente una Scott Robinson, dos Cook, un
paraguas corto italiano, guantes blancos, echarpe negra
de seda y otra rosada, un Borsalino negro y un Frymouth
color raton.
Que cosa Goma con sus sugestiones, su pequeño trabajo
de topo, sus insinuaciones respecto a los departamentos
que regala el viejo. Dificulto sin embargo que Flor
se case con la valija en primer lugar porque la Valija
esta enamorada de otra persona y en su ultima me cuenta
Florquilo que cuando le contó lo de mi diario de Despedida
y que la mencione, lloraba desesperadamente. Pero ademas
porque Flor teme mortalmente al matrimonio por lo menos
con la Valija.
Observe cuanto un persona inteligente puede poner en
pocas lineas. Se hace parrafos no muy largos con cambios
de tema y ya está. En cambio una persona poco inteligente
sigue con sus exposiciones y por lo tanto escasean las
noticias.
Mañana la premier del CASA. es cosa seria, eleve las
prezes al Todop. porque tengo malos presentimientos.
Lavelli el regisseur me escribio diciendo... mas creo
que ya lo conté en mi ultima.
Poca cosa ocurrió, durante las fiestas afloja el puso
de los acontecimientos. Flor escribé que lo conmovió
tanto "como un trueno" el Diario que le leyó Vd, yo
apostaría a que miente pirque cuando se lee uno no escucha
y no oye bien y mira alrededor etc.
De Vd p.e. dice "Goma tambien temblaba sin poder disimular,
ciertas sensaciones que se experimentan mas allá del
mero placer estetico, su voz era abundante en palabras
(como siempre)... pero se volvia timida, , con un tono
de confesión... que a duras penas podia contener...
Ayyy maestro, tal fué el dia 28 de diciembre"
"Ayyy maestro" lo considero magistral. Ahora digame
Goma: será cierto que se conmovieron tanto?
De Paris –nada. Silencio mortal.
EL ASADO
Gombrowicz le daba mucha importancia a las comidas y
a las ceremonias concomitantes, a veces le daba tanta
que se olvidaba de otros asuntos. Comía con ganas, de
manera disciplinada y ceremoniosa, por respeto a sí
mismo, solía decir.
Una de sus pasiones predominantes era la de dedicar
libros con el menú de las comidas que le caían bien,
pero algunas comidas no le caían nada bien que digamos,
por ejemplo los desayunos que le servía la encargada
de la casa donde vivía en la calle Venezuela.
En cuanto a las ceremonias concomitantes que acompañan
a las comidas la más lujosa fue la que se sirvió en
el Club Americano, una recepción que dio Gombrowicz
a sus amigos polacos con el dinero que le proporcionó
de Gruber, el millonario presidente del Banco Polaco.
Distendido, rejuvenecido, se paseaba por aquel decorado
señorial con un rostro radiante de propietario efímero
y soberano de todo aquel lujo. Para Gombrowicz era un
ejercicio de la forma, fiestas a la antigua con la hospitalidad
y el gusto por recibir que le venían de las tradiciones
familiares.
Hacia el final de su vida en Francia la comida se había
convertido en uno de los pocos placeres que le quedaban,
a través de la comida se le despertaba la nostalgia
de su infancia y de Polonia desde donde una familia
amiga le mandaba saches de bortsch. En el último otoño
tuvo una época ascética, comía carne asada a la parrilla
con pan, nada más.
Las comidas de acá las
hacíamos generalmente en el "Sorrento", pero cuando
Gombrowicz tenía ganas de comer un buen bife a la
parrilla, una comida que le gustaba mucho, íbamos
a "La Churrasquita" o a "El Palacio de la Papa Frita".
Y como una cosa trae la otra, de la carne a la parrilla
vamos a pasar al asado, una comida que Gombrowicz
intenta explicarle a los polacos.
"¿Qué es un asado? Se hace un fuego, se asan unos
enormes pedazos de carne, por ejemplo de ternera,
a fuego lento mientras la grasa gotea; aparte se
prepara una montaña de rebanadas de pan y una batería
de botellas de vino tinto; luego, cada uno cuchillo
en mano, se acerca de un salto, corta el mejor trozo
que encuentra y lo devora sobre el pan al tiempo
que va echando tragos de vino"
Mientras Gombrowicz estaba sacando la conclusión
de que el argentino es carnívoro, observa el comportamiento
de los invitados a esa fiesta de casamiento que
se daba en una casa de campo, celebrada con un asado
pantagruélico, un comportamiento que no tiene nada
que ver con la expansiva hospitalidad polaca.
La moderación que mostraba el argentino en las fiestas
le resultaba tediosa. Hay tres cosas en el mundo
entero que salvan del bostezo en estas reuniones:
el baile, el alcohol y las mujeres.
"Sin embargo, aquí, en la Argentina, se bebe poco,
de modo que el baile tampoco es embriagador, no
es más que un pálido y rítmico movimiento al son
de la música de un gramófono... y, puesto que no
hay ni borrachera ni baile, los flirteos también
se dejan para otra ocasión, más íntima"
Durante veinte años que ya llevaba de exilio en
la Argentina soñaba de vez en cuando con la comida
polaca, Gombrowicz pensaba que la cocina de Polonia
era una de las mejores del mundo, que era una cocina
aristocrática.
En la Argentina el obrero come más o menos lo mismo
que el dueño de la fábrica, en esto la cocina polaca
pobre no se puede comparar con la argentina, pero
la refinada es un arte con el que no puede soñar
la mesa argentina, pues la mesa argentina carece
de imaginación y no siempre es hospitalaria y bien
surtida.
Gombrowicz anda buscando cuánto le pueden decir
las comidas sobre el carácter nacional y empieza
por excluir las diferencias originadas en el clima,
pues el frío obliga a los polacos a las comidas
espesas y grasosas que contrastan con la ligera
moderación latina.
Reconoce que, como en tantas otras cosas, en la
manera de comer polaca existe un elemento de locura
viciosa, consecuencia de la actitud enfermiza y
demoníaca que tienen los polacos frente al placer.
Una pequeña cantidad de bebida y de comida le proporciona
a los polacos un verdadero placer, entonces deciden
beber y comer diez veces más para disfrutar. Hay
en esto una buena dosis de narcisismo y romanticismo,
puesto que como devorador el polaco se gusta más
a sí mismo, se hace devorador para no ser moderado.
El argentino no se deja engañar por estas ilusiones,
tiene una actitud fría frente a los placeres, mientras
el polaco cae víctima de sus ideales y hace realidad
una locura.
"El argentino sostiene que el placer está hecho
para él y no él para el placer. Por esa misma razón,
su cocina no será en ningún sentido imponente, ni
especialmente refinada, ni exquisita, ni lujosa,
será una comida sencilla para saciar el apetito
(...)"
"América en general es el continente de la mediocridad,
hecho a la medida humana y no sobrehumana, aquí
no hay nada heroico, nada magnífico, nada extraordinario.
Me parece que en cuanto a la comida, en la Polonia
proletaria se debería tender precisamente a una
solución semejante a la argentina: la misma comida
para todos y sin pretensiones. Sólo que... ¿cuándo
el proletario polaco tendrá al menos una vez al
día un bistec como ocurre en la Argentina?"
POR ENCIMA DE MIS FUERZAS
Una persona como Gombrowicz que murió haciendo líos,
no tenía derecho a reprocharme los que armaba yo.
En las últimas páginas del "Diario" metió la historia
apócrifa del hijo ilegítimo y de la hermosa casa
que había comprado con vistas principescas a una
sucesión de castillos, y todo esto con el sólo propósito
de darle envidia y rabia a sus colegas polacos londinenses.
Había gente que se sentía aludida en sus escritos
y perdía los estribos. En uno de ellos cuenta como
unos personajes aristócratas organizan comilonas
aparentemente vegetarianas con el fin de cultivar
la sublimación y las sutilezas del espíritu. Pero
en realidad asistimos a un banquete en el que se
sirve una comida muy sabrosa preparada con trozos
de un pequeño muchacho.
Es una narración absurda y cruel, pero construida
con elementos sacados de la vida, un absurdo monstruoso
que, sin embargo, es una caricatura de la realidad.
Esta novela le trajo algunos problemas con una familia
Kotlubaj de Lituania que casi termina en un asunto
de honor, lo retaron a duelo. Sin embargo, la fuente
verdadera de su inspiración había sido Marta Krasinska,
esposa de un mayorazgo, famosa en aquel entonces
por sus hazañas filantrópicas y estéticas.
Rajmund
Kalicki, escritor polaco, y Juan Carlos
Gómez en el Centro Cultural Borges durante
la inauguración de las jornadas del
año del centenario.
|
No sólo tuvo líos
con algunos polacos, también los tuvo con algunos
argentinos cuyos nombres no menciono aunque
están fallecidos, ando con el rabo quemado por
las aventuras que corrió el Corifeo con los
deudos de Lacan, a ver si todavía me demandan.
En una de esas historias marginales que de vez
en cuando aparecen en los diarios se concentra
en la idea de cretino. Una persona se sintió
aludida y le hizo un escándalo, aquí va el cuento.
Todo ocurre un día en que va almorzar a la casa
de un ingeniero que tiene una industria en la
localidad de Acassuso. A medida que ponía atención
se iba dando cuenta que la casa, la mesa del
comedor y los platos eran demasiado renacentistas,
mientras la conversación se centraba también
en el Renacentismo, una adoración por Grecia,
Roma, la belleza desnuda y la llamada del cuerpo.
La conversación giró alrededor de una columna
de Creta, y a Gombrowicz se le pegó el cretino,
leitmotive de toda la narración, pero no de
una manera renacentista, sino totalmente neoclásica
y cretínica. Llegado a este punto le advierte
al lector que él sabe que no debería escribir
sobre esto.
De vuelta en la ciudad se dirigió al café Rex
pero, de repente, desde el café París, le hacen
señas unas señoras conocidas que aparentemente
estaban sentadas a la mesa comiendo bizcochos
que mojan en la crema. Pero era una mistificación,
la verdad es que estaban sentadas a un tablero
cubierto de esmalte apoyado sobre cuatro barras
de hierro torcidas, y la acción de comer consistía
en meterse una cosa u otra por un orificio practicado
en la cara, al tiempo que sus orejas y sus narices
despuntaban.
Cháchara va, cháchara viene, Gombrowicz pide
disculpas y se marcha alegando falta de tiempo.
El hecho de que estuvieran ocurriendo cosas
demasiado cretinas como para ser reveladas,
era la razón que lo obligaba a relatarlas pues
tenían un exceso de cretinismo.
Al salir del café París se dirigió al café Rex.
En el camino se le acerca una persona desconocida,
le dice que hacía tiempo que quería conocerlo,
le da las gracias y se va. Cuando iba a ponerlo
de vuelta y media al cretino, se da cuenta que
no es cretino, puesto que sólo quería conocerlo
y lo había conocido. Se empiezan a encender
las luces de la noche, pasan los coches, caminan
los transeúntes, mientras tanto Gombrowicz mira
las casas. En el balcón de un séptimo piso le
están haciendo señas Henryk y su mujer. Él también
les hace señas. Henryk y su mujer hablan y hacen
señas.
Coches, tranvías, gente, bocinazos, Gombrowicz
les responde con señas. De pronto repara en
que Henryk, más que hacer señas, enseña...,
¿pero qué es lo que enseña? Se está enseñando
a sí mismo como si fuera una botella.
"Yo hago señas. De repente ella (pero no, yo
no puedo hacer el cretino; sin embargo, si tengo
que desenmascarar al Cretino debo hacer el cretino);
entonces ella lo enseña hasta que él se asoma
y ella lo enseña con saña (pero QUÉ es lo que
enseña?), después de lo cual los dos se ensañan
ligeramente, y uno hacia aquí, el otro hacia
allá, y, ¡puff!... (¡Esto sí que no puedo decirlo,
está por encima de mis fuerzas!)"
NO HAGAS EL TONTO
Gombrowicz quedó muy impresionado con las montañas
de la cordillera cuando llegó a Mendoza.
"(...) la inmovilidad de la materia rocosa,
el inmenso peso de los bloques se apoderan de
las nubes y en las alturas comienzan a brillar
una manchas níveas"
Esta inmensidad y este poder sólo le resultaba
comparable con la anchura imponente del río
Paraná.
Mendoza era una ciudad que le caía bien con
sus huertas y viñas, y con unos hoteles en los
que cada habitación tenía su baño con agua fría
y caliente. Cuando se dispone a hacer una siesta
reparadora del viaje agotador escucha por la
ventana el redoble de un tambor, por la calle
avanza lenta y rítmicamente una murga de Carnaval.
Gombrowicz y el coronel bromista salen del hotel
y deciden participar en ese baile de disfraces.
Este Carnaval argentino es una fiesta triste
y aburrida, vacía y melancólica, los extranjeros
han descubierto que los argentinos no saben
divertirse, sin embargo Gombrowicz discrepa
con este desprecio.
A su juicio el argentino es complicado, difícil
y misterioso, es un pueblo enriquecido por el
cruce de razas y de culturas.
"La torpeza de su literatura aumenta, en mi
opinión, su misterio y su inaccesibilidad"
Los polacos llegados después de la guerra opinan
que la Argentina es primitiva y debe ser despreciada,
y esto lo dicen a pesar del bienestar con el
que tropezaban a cada paso, un bienestar con
el que Polonia no podía ni soñar.
No les decía nada la cantidad de coches que
había en Buenos Aires, esta cantidad superaba
en varias veces el número de coches de toda
Polonia, y tampoco les decía nada que el subterráneo
de aquí era mejor que el de París...
"El polaco, a pesar de toda esta evidencia,
los trataba desde la altura de su condición
de europeo, puesto que era como los trataba
el francés o el inglés. En general, la soberbia
europea en América es tan inmensa como cretina,
y francamente hay que admirar a los argentinos
que con tanta paciencia soportan esos humos
y esa arrogancia"
Gombrowics
y JCG en la cena de despedida
|
Gombrowicz despreciaba
este orgullo europeo, y tanto más si venía
de Polonia, pero también si venía de París.
Relata la desilusión de su amigo Stanislaw
Odyniec, que después de muchos años de vida
en la Argentina había hecho un viaje a París.
Volvió desencantado, y aunque no había tenido
los problemas de un embajador argentino
que temía estirar las piernas al acostarse
en Austria pues se imaginaba que podía penetrar
en un país vecino, de todas formas la ridícula
pequeñez y estrechez de Europa le habían
disgustado enormemente: –París también es
demasiado pequeña, todo allí es minúsculo,
y además sucio y anticuado. ¡Los cuartos
de baño horribles! ¡La gente no se baña!
Gombrowicz seguía mirando el Carnaval con
el coronel bromista, cuando de pronto se
topa con Canal Feijoo, uno de los grandes
escritores argentinos que, junto a otros
más pequeños, medianos y también grandes
como él, se esforzaban en descifrar el carácter
nacional. El odio a Europa y el deseo de
poseer una realidad propia los llevaba a
ser estúpidos.
"Nosotros no tenemos necesidad de freudismo
–me decía un estudiante de la universidad
de Tucumán–, es un invento europeo y aquí
estamos en América"
Para Gombrowicz la esencia de una nación
no se manifiesta en los análisis sino en
la acción. El arte y el hombre son imprevisibles
para sí mismos, la literatura no soporta
los programas ni el sometimiento a las teorías,
sólo acepta la audacia y el descaro creativos.
La falta de una relación directa con la
vida es la causa del carácter secundario
de las culturas de las naciones secundarias,
naciones tímidas y sin desenvoltura, que
no son creativas porque no tienen contacto
directo con la vida.
Canal Feijoo y Gombrowicz se dan palmaditas
en el hombro: –¿Qué hace usted por aquí?;
–He venido por negocios. Venga conmigo.
Allí, a la vuelta de la esquina, se está
celebrando un encuentro de poetas de Catamarca
con ocasión de un concurso de belleza.
Era una reunión de ínfima categoría, un
público grosero hacía ruidos estrepitosos,
mientras las candidatas asustadas, temblaban
y se agitaban como mariposas. Los poetas
encargados de honrar a la reina esperaban
junto a la pared muy bien vestidos. A Gombrowicz
le vinieron a la memoria los jóvenes poetas
polacos de antes de la guerra, vestían una
ropa que era el colmo de la miseria y el
descuido pero escribían un poco mejor que
los argentinos.
"Conmigo muestran desconfianza –ya me conocen–,
y uno de ellos me advierte de entrada: –Tú,
Gombrowicz, ¡sobre todo no hagas el tonto!;
–¿Yo? ¡Qué va! –digo pacíficamente– ¡Jamás!
La pena es que vosotros sí que hacéis el
imbécil. Os han traído aquí para que cantéis
la elección de la reina de la belleza, siendo
la cosa menos poética que podía ocurrirle
a un poeta moderno. ¡Una trivialidad antipoética
y sentimentalona! ¡Puro kitsch!; –¡Eres
un bobo! Se trata de provocar un escándalo.
Somos seis y cada uno de nosotros va a declamar
su poema para reivindicar la libertad sexual.
¿Comprendes?"
La prudencia femenina del país no procede
solamente de España, es también el resultado
de una manera de vivir tranquila y burguesa,
pensada para fundar una familia e instalarse
en una casita con jardín.
La joven argentina tiene todas las posibilidades
de casarse bien y de pasar el resto de su
existencia honradamente y sin riesgo.
"A esas vírgenes una aventura, sencillamente,
no les va bien. Por tanto, todo aquí está
calculado para obligar al hombre a casarse,
política femenina que ha triunfado incondicionalmente
sobre el deseo de aventuras del hombre.
Lo que pasa es que... el diablo está al
acecho. El hombre está al acecho. Y mis
poetas se estaban preparando para una ofensiva"
DESPUÉS DE UN
PLANCHADO
Los reconocimientos públicos más importantes
que le hicieron a Gombrowicz en la Argentina
después de muerto fueron los homenajes del
Centro Cultural Borges y de la Feria del
libro, en el año del centenario, y el del
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos
Aires (MALBA), en el año siguiente.
Las intervenciones del Pequeño K y de la
Vaca en el Borges y en la Feria del libro
fueron memorables, y yo mismo me animé a
decir cosas impresionantes, hasta me atreví
a manifestar que para empezar a meter la
nariz en los misterios de Gombrowicz hay
que tener en cuenta que, cuando Gombrowicz
se va de Polonia, en ese mismo año, estalla
la segunda guerra mundial, que, cuando se
va de la Argentina, en ese mismo año, lo
matan a Kennedy, y que, cuando se va de
este mundo, cuatro días antes, el hombre
llega a la luna. Debemos mantener a raya
a este maestro de las mudanzas pues sus
idas y venidas producen unas ventoleras
históricas de grandes proporciones.
Como alrededor de Gombrowicz suele formarse
un ambiente un tanto sacrílego, el Zorro,
es decir, el embajador de Polonia, miembro
conspicuo del Opus Dei, trataba de cubrir
nuestro apostolado laico en cuanta oportunidad
se le presentaba, con un manto de piedad,
echando mano en forma maniática a un pasaje
de los diarios de Gombrowicz escrito como
a propósito.
"El mundo
es un absurdo y una monstruosidad para nuestra
necesidad utópica de sentido, de justicia
y de amor. He aquí una idea simple. Incuestionable.
No hagáis de mí un demonio barato. Yo estaré
siempre del lado del orden humano (e incluso
del lado de Dios, aunque no creo en él)
hasta el final de mis días; y aún después
de muerto"
A pesar de todas sus diferencias los polacos
se unen en Gombrowicz, mejor dicho, se unían,
este año se produjo un cambio muy importante,
y no sé hasta qué punto el Pequeño K no
fue, por lo menos en parte, responsable
de este giro siniestro de la historia.
"La suerte de Gombrowicz corre ahora un
peligro enorme, está entre la espada y la
pared, por un lado los curas y por otro
lado los admiradores, todo esto va a terminar
mal. ‘Ferdydurke’ se ha convertido en una
lectura obligatoria en los colegios y con
el tiempo lo van a banalizar por completo,
jodiendo con su obra, simplificándola y
convirtiéndola en un lugar común. La única
salvación sería prohibir su lectura en todo
el país por una o, mejor, dos generaciones"
Cuatro años después de que el Pequeño K
escribiera estas palabras proféticas, los
comandantes de los homúnculos, es decir,
los gemelos pimentones, prohibieron la lectura
de la obra de Gombrowicz en todos los colegios
de Polonia.
Con argumentos parecidos a los que usaron
los comandantes de los homúnculos para prohibir
a Gombrowicz, la Vaca ya nos había apostrofado
mucho antes.
"No construyáis demasiado sobre ‘Tworczosc’
(la editorial en la que el Viejo Vate y
el Pequeño K son redactores, y en la que
yo publico), porque es una sociedad respetable
pero bastante cerrada y apegada a las viejas
tradiciones homoeróticas después del paso
de Iwaszkiewicz. Los que publican en ‘Tworczosc’,
si son amigos de Gombrowicz, corren el peligro
de ser calificados de homosexuales"
El Viejo Vate, con una actitud caballeresca,
recoge el guante que nos arroja la Vaca
y acepta el duelo.
"Algunos gombrowiczólogos, en cantidad nada
desdeñable, se han convertido en unos maestros
en desparramar mierda. No saben lo que escriben,
ni siquiera sospechan que escriben tan sólo
contra sí mismos, dejando evidencia de su
propia manera de pensar y de su desvergüenza
moral. Ningún bien puede tener influencia
sobre ellos, no existe en ellos ninguna
posibilidad de asimilar el bien, ellos no
saben que en el mundo en que están sólo
se puede ver mierda, ni que existe algo
fuera de esa mierda, algo así pertenece
a una esfera inalcanzable para ellos.
La intensa relación espiritual de Gombrowicz
con sus discípulos es uno de esos milagros
de la existencia que puede ocurrir entre
hombres, entre mujeres, entre mujeres y
hombres. Puede ocurrir independientemente
de las diferencias que existen entre generaciones,
entre sexos y, en general, entre todo, solamente
no puede ocurrir entre los maestros en desparramar
mierda porque su personalidad y su mentalidad,
achatadas como después de un planchado,
no pueden captar ni ver algo parecido"
LA BELLEZA DEL
AMOR
La gordura es uno de los síntomas conspicuos
de la fealdad, una sola cucharadita de grasa
rancia de Balzac bastaba para volver indigesta
toda su personalidad, sin embargo, había
que ser indulgentes con su persona porque
era un genio.
"Las mujeres que se acostaban con su genial
gordura debieron saber algo de esa indulgencia,
puesto que para meterse en la cama con el
genio tuvieron que vencer en ellas más de
una aversión (...)
Es más fácil llegar a odiar a alguien por
hurgarse la nariz que llegar a amarlo por
haber compuesto una sinfonía"
No resulta tan fácil deducir la calidad
de una obra de la contextura corporal del
autor, pero Gombrowicz la deducía. Yo a
veces me pongo a deducir la calidad de "Sobre
héroes y tumbas", y otras veces de "Las
aventuras de Barbaverde", de los cuerpos
del Pterodáctilo y del Pato Criollo respectivamente,
pero no me sale nada. Entonces hago experimentos
más cruciales aún, cruzo las obras con los
cuerpos de los autores, pero tampoco me
sale nada.
Claro, Gombrowicz tenía a su disposición
elementos espirituales de los que yo no
dispongo, y no solamente Gombrowicz, vamos
a analizar otro caso, no es idéntico al
de la gordura pero se le parece bastante.
Para Sartre la cualidad material de un objeto
que queremos poseer –la fluidez del agua,
la densidad de una piedra, la viscosidad
de una crema–, son distintas maneras simbólicas
de representar el ser.
"(....) la intuición sintética es en sí
misma una destrucción asimiladora... Me
revela el ser con el cual voy a hacer mi
carne"
El hombre no es lo que come, como dice Feuerbach,
sino ya es lo que quiere comer. Cada una
de las comidas nos presenta un tipo específico
de existencia.
"De ningún modo resulta indiferente gustar
de las ostras... o caracoles, o camarones,
por poco que sepamos extraer de la significación
existencial de los alimentos. De manera
general, no existen gustos o inclinaciones
irreductibles. Todos ellos representan una
cierta elección apropiativa del ser (...)
Cuando comemos una cucharada de miel o melaza,
lo dulce expresa la viscosidad, tal como
una función analítica expresa una curva
geométrica (...) Si como una torta rosada,
el gusto es rosado; el suave perfume dulce
y la untuosidad de la crema de mantequilla
son rosados"
Sartre se rompe la cabeza buscando la forma
de dar carácter objetivo a una intuición
subjetiva recurriendo a la fenomenología.
"Lo viscoso es la revancha del ser-en-sí...
Tocar lo viscoso significa arriesgarse a
diluirse en la viscosidad. Esta dilución
es horrible, porque es la absorción del
ser-para-sí por el ser-en-sí (...)
"La nausea" refleja la disminución de la
fluidez de nuestra libertad, la solidificación
de nuestra conciencia, nuestra lenta degradación
hacia lo suave, lo informe de una naturaleza
inanimada y caótica, la absorción del ser-para-sí
por el ser-en-sí que, para Sartre, caracteriza
la viscosidad, y en lo cual ve la simbolización
del anti-valor.
Sartre pinta a la viscosidad, como Gombrowicz
pinta a la gordura, con los colores más
desagradables. En sus novelas los besos
se dan entre ataques de diarrea, y el amor
se hace entre vómitos.
Es bien cierto que la viscosidad no es lo
mismo que la gordura, y también es cierto
que Gombrowicz no saca de la gordura consecuencias
tan extremas como las saca Sartre de la
viscosidad, pero...
Gombrowicz habla de la gordura y la fealdad
en los diarios, pero también en la correspondencia.
La carta sobre la homosexualidad y la inmundicia
que nos escribió se volvió famosa y dio
la vuelta al mundo, en ella desacredita
una hipotética fornicación de dos personas
gordas.
"Todavía quiero hacerle observar desde el
punto de vista estético que la belleza del
amor depende únicamente de las personas
que lo hacen. Imagínese al maestro Frydman
encamado con Frau Schultze y observe si
esto no es inmundicia, aunque fuera santificado
aun por el Santo Matrimonio. Vd. Goma no
sabe nada de nada"
LOS DOS CHOCHOS
Los hombres eminentes cuando pasan los cincuenta
suelen ir poniéndose chochos. Sartre, pongamos
por caso, que durante gran parte de su vida
aspiraba al reconocimiento de la posteridad,
llegando a los sesenta nos dice que se había
engañado hasta los huesos, que había dudado
de todo, pero no había dudado de haber sido
el elegido de la duda, por lo que se había
convertido en un dogmático, y que se había
transformado en una máquina de hacer libros.
"Todos los rasgos del niño, desgastados,
borrados, humillados, arrinconados, dejados
en silencio, han quedado en el quincuagenario.
La mayor parte del tiempo se achatan en
la sombra, acechan; en el primer instante
de inatención levantan la cabeza y entran
en la luz del día con cualquier disfraz"
"Gombrowicz
o la seducción", una perla encontrada
del cine argentino
Un acto de justicia: se editó
la película de Alberto Fisherman
sobre el esquivo y talentoso
escritor polaco que vivió en
Bs. As.
Las opiniones divergen. Para
algunos es una de las mejores
películas argentinas de los
‘80. Para otros, una de las
mejores de los últimos veinte
años. Y no faltan quienes creen,
lisa y llanamente, que está
entre lo mejor jamás filmado
aquí. Lo paradójico es que Gombrowicz
o la seducción jamás llegó a
tener estreno regular: se la
vio en funciones especiales,
ciclos de revisión y hasta en
horarios de madrugada en la
televisión de cable. Pero jamás
siete días a la semana, cinco
veces al día. De allí que su
reciente lanzamiento en video
represente un indudable acontecimiento,
aunque también una suerte de
continuidad con este destino
marginal al que la película
de Alberto Fischerman parece
irremisiblemente condenada.
Editada por el sello Blakman
(que también acaba de lanzar
ese clásico del experimentalismo
argentino que es The Players
vs. Angeles caídos, del propio
Fischerman) en una tirada limitada
y calidad no del todo impoluta,
no es tarea sencilla encontrar
la copia en video de Gombrowicz
o la seducción. Pero si se la
busca en la zona de Corrientes
y Callao (tanto en casas de
venta de videos como en videoclubes
selectos, y hasta en algunas
librerías) se puede llegar a
tener éxito. Vale la pena: se
trata de una verdadera perla
rara.
Trabajando con continuidad en
la publicidad y mucha menos
continuidad en cine, con su
opera prima –la citada The Players...–
Alberto Fischerman logró convertirse,
a fines de los ‘60, en referente
central del cine argentino de
vanguardia. En noviembre de
1970 fue protagonista principal
de aquella "noche de las cámaras
despiertas" en la que él y un
grupo de cineastas amigos filmaron,
en cuestión de horas, un puñado
de cortos que debían presentarse
en un acto público, un par de
días más tarde. Episodio reconstruido
en el documental homónimo, que
se conoció este año. De allí
en más, quien parecía destinado
a ser una suerte de John Cassavetes
local se caracterizó por su
propensión a desaparecer. Reaparecería
a mediados de los ‘70 con un
episodio para un film colectivo
(Los pocillos, del largo Las
sorpresas), a comienzos de la
década siguiente con otro episodio
para otro film colectivo (El
hambre, incluido en De la misteriosa
Buenos Aires) y recién con el
regreso a la democracia presentó
su segundo largometraje en tres
lustros, Los días de junio.
Un par de años después volvía
a desaparecer, esta vez en el
anonimato, con esa seguidilla
de productos puramente alimenticios
que fueron La clínica del Dr.
Cureta, Las puertitas del Sr.
López y Ya no hay hombres. Finalmente,
Fischerman desapareció del todo
en 1995, cuando, de un día para
otro, se murió, a los 58 años.
Entre tantas desapariciones,
una aparición fulgurante, la
de Gombrowicz o la seducción,
que Fischerman filmó en 1986,
con apoyo del Instituto de Cine
y de la Secretaría de Cultura
municipal, rodeado de un equipo
integrado por estudiantes de
cine. Film-ensayo que fusiona
los testimonios a cámara con
la representación desembozada,
la evocación con el drama en
tiempo presente, Gombrowicz...
reconstruye, desde los márgenes
del cine oficial, la figura
de Witold Gombrowicz. Periférico
por antonomasia, a fines de
los años ‘30 el célebre autor
de Ferdydurke y Transatlántico
vino a parar a la Argentina
y se quedó acá por treinta años.
Inevitablemente fragmentaria,
dada la personalidad en fuga
del propio Gombrowicz (y del
propio Fischerman, en definitiva),
Gombrowicz o la seducción practica
un doble movimiento. Por un
lado, se deja arrastrar por
una deriva que en ocasiones
la arrima al delirio (una amiga
polaca del escritor, pía fabricante
de iconos religiosos, narra
el martirio vivido por un San
Cayetano de plástico, al pasar
por la fragua). Por otro, la
película de Fischerman regresa
una y otra vez a una escena
central, suerte de sesión de
espiritismo en la que cuatro
discípulos argentinos del escritor
polaco recuerdan anécdotas mínimas
y máximas epifanías, mientras
actúan una vez más sus propias
internas, hechas de celos, neurosis
y cariños.
Pero la evocación de los discípulos
está mediada por una ensayadísima
representación, en la que la
distancia irónica, los diálogos
sobreescritos, sus propias mimesis
del maestro y una deliberada
teatralidad se imponen, difuminando
para siempre todo límite entre
verdad y fingimiento. En una
época en la que la más vivificante
producción del cine argentino
explora territorios afines,
Gombrowicz o la seducción aparece,
hoy mismo, como una película
más nueva que nunca.
Página/12, Domingo, 21 de Diciembre
de 2003 |
Cuando Gombrowicz
se entera de que Sartre se había manifestado
de esta manera en "Les Mots", me hace
algunos comentarios.
"¿Acaso sabe que en su libro último
"Les Mots" ese asno ha confesado que
todo su existencialismo es una asnada?
Ya ve, Goma: su situación está arruinada,
su prestigio intelectual aniquilado,
todos se ríen y dicen: –¡Qué gomadas
dice el pobre Goma!"
Ya sabemos que la chochera es una pérdida
del juicio, un debilitamiento de las
facultades mentales, un estado que regresa
al hombre al tiempo de su niñez, y también
sabemos que el amor hace chochear con
frecuencia a las personas mayores.
Pues bien, en esta historia verdadera
el otro chocho es, no podía ser de otra
manera, el mismísimo Gombrowicz.
En los escritos de Gombrowicz hay tres
cosas que nunca faltan: la sexualidad,
el humor y los sueños. Estos componentes
pesan de una manera diferente en cada
una de sus obras, los sueños y la sexualidad,
por ejemplo, tiene poca importancia
en Ivona porque Gombrowicz aún no había
definido con fuerza su combate con la
forma, batalla que libra en todos los
frentes en su obra siguiente, "Fedydurke".
Podemos afirmar que entre su primera
y su última obra la sexualidad sigue
una línea ascendente, el humor una descendente
y los sueños una constante. Esta configuración
de los componentes nos inclina a pensar
que Gombrowicz se fue convirtiendo poco
a poco en un viejo verde.
La chochera de Gombrowicz tiene , sin
embargo, unas manifestaciones más conspicuas
que las de Sartre. Sin ir más lejos,
en "Yo y mi doble", relata unos sueños
de vejete que había tenido con su bienamada
de la juventud. Cuando miraba al presente,
en cambio, contabilizaba unas mejillas
sin frescura, un vejete antipoético
y rígido que no podía inspirar poemas
y al que ya nadie admiraría. La nostalgia
de su propia belleza desvanecida lo
agitaba cada vez más.
Le quedaba el trabajo, sí, un buen puesto
para meterle miedo a las muchachas que
ya no languidecían por él. O tener un
hijo y vivir por y en él una vida plena
repitiendo el canto eterno de la juventud,
de la felicidad y de la belleza. O sacrificar
la vida por un ideal para adquirir una
segunda belleza y convertirse de nuevo
en objeto de nostalgia. Su cabeza hervía,
se aparecía ante sí mismo con el aspecto
de un egocéntrico y de un narciso sucio,
sintió que la juventud se burlaba de
él y lo despreciaba como a un miserable
egoísta y que las alumnas del liceo
ya no verían nunca en él ningún atractivo
sexual.
Pero también en la vida real a Gombrowicz
le gustaba representar el papel de viejo
verde reblandecido persiguiendo a las
muchachas como un fauno detrás de las
campesinas en el bosque. Unas pocas
semanas antes de partir para Berlín
nos escribe desde Piriápolis:
"Nada de ascensores, ahora viejo, hay
una Lolita de nueve años que me tiene
loco, ni te puedes imaginar, ando así
que casi estallo, hay que ver cómo me
persigue, se enamoró locamente, ya te
voy a contar. Fuera de eso no sé si
me aburro o no"
En el año 1955 Vladimir Nabokov había
actualizado la atracción malsana que
ejercen las nínfulas sobre los hombres
maduros con su "Lolita".
En la época que apareció la "Lolita"
de Vladimir Gombrowicz escribía en los
diarios:
"Marisa, quince años, distinguida y
romántica (...) se sumerge continuamente
en las luminosas brumas de la belleza,
el amor y el arte (...) Andrea, doce
años, una chiquilla avispada, brillante
y perspicaz, me gusta reír con ella,
se ha especializado en robarme la pipa.
Lena, catorce años. Con ella he iniciado
un ligero flirteo que consiste en intercambiar
miradas (...) Rubias. ¡Qué bellas son!
(...) y miento, miento, porque es lo
que me exige su imaginación, estoy impregnado
de mentira hasta la médula. Les cuento
mis batallas en la última guerra"
Dos de estas lolitas eran las hijas
de su amigo Dus Jankowski, el estanciero
de Necochea.
Hay dos lolitas de Gombrowicz que se
hicieron famosas, la lolita Crisamor
de Tandil, y la lolita Lolaluca de Buenos
Aires. Gombrowicz le pedía a Flor de
Quilombo que le mostrara las cartas
de las novias para hacer estudios psicológicos
sobre el estilo y la forma, se detenía
especialmente en las de Crisamor: –Pero,
¿no te das cuenta que son cartas de
amor?, está mortalmente enamorada de
vos. Es muy joven. Sé responsable. Presta
atención, puede suicidarse.
La madre de Crisamor lo veía a Quilombo
con desconfianza pero su hija no le
obedecía. Un día Gombrowicz se decide
y le escribe una carta a Crismaor: –Crisamor
de mi corazón... La madre descubrió
la carta, se lo cuenta a un hermano
y el tío de Crisamor le dice al padre
de Mariano: –¿Quién es ese hombre tan
raro que trastorna la cabeza de tu hijo
y molesta a mi sobrina? Se estaba haciendo
la fama de un corruptor de la juventud.
Para colmo, un polaco de Tandil había
leído "Transatlántico": –¿No sabés con
qué degenerado anda tu hijo?
Crisamor parecía salida de "Ferdydurke",
le escribía a Gombrowicz cartas alocadas
y magníficas. Su humor de prima donna,
con gorjeos auténticos, pescaba al vuelo
el tono de las idas y vueltas de los
jóvenes comediantes de Tandil.
La otra lolita, Lolaluca, lo veía a
Gombrowicz en el Querandí: –Sos un viejo
vanidoso, además muy egoísta y también
egocéntrico... Esta lolita se hizo famosa
por una foto que aparece en todos los
libros de testimonios en la que Gombrowicz
se arroja sobre ella en un sofá con
la actitud de un viejo verde violador.
En su último aliento argentino también
chochea, aunque con cierta dignidad.
"Un día salgo a las siete y media de
la mañana para hacer once gestiones
urgentes y veo en la escalera a una
chica, una belleza de dieciocho años,
novia de uno de mis estudiantes (Flor
de Quilombo), llamada por él La Valija
porque, como decía, se caminaba con
ella como con una valija. La Valija
solloza, le caen las lágrimas, me declara
su amor: –No sólo yo –dice–, todas mis
amigas han estado o están enamoradas
de ti, Witoldo, ¡ninguna se ha salvado!
De modo que una semana antes de partir
me enteraba de todos esos enamoramientos
candorosos. Resultaba divertido, pero
tampoco tanto como pudiera parecer;
ese ridículo triunfo en el momento de
la despedida me produjo un temblor frío:
¿esas chiquillas también estaban dispuestas,
pues, a colaborar conmigo en mi drama?
En cuántas ocasiones me ha sorprendido
y atemorizado la reacción extremadamente
violenta de la juventud ante mis sufrimientos
relacionados con ella; es algo que yo
percibo como una generosidad dolorosa
e impotente, como una mano tendida amistosamente,
pero que ya no puede alcanzarme..."
ESTALLO
EN CARCAJADAS
Gombrowicz se ocupa, en no pocas páginas
del "Diario", de enjuiciar a la razón,
pero no todas las razones son iguales.
Hay una razón razón, una razón crítica,
otra dialéctica, otra vital... La intensidad
de los estragos que causan estas razones
varía, se podría decir que hasta Descartes
la razón se había comportado con una
relativa calma porque no se había metido
demasiado con la vida.
Pero el imperialismo de la razón es
terrible, poco a poco los filósofos
empezaron a marcar terrenos que antes
le habían resultado inaccesibles y a
descubrir que la vida se burla de la
razón.
Los pensadores, progresivamente, a medida
que se sucedían, se iban aproximando
a la ridiculez cuando se adentraban
en el territorio de la vida.
Nietzsche, por ejemplo, es más ridículo
que Kant, pero todavía no llegaba a
provocar risa pues su pensamiento era
abstracto. Pero el problema teórico
se convirtió en el ’misterio’ de Gabriel
Marcel ("un viejo boludo"), y el misterio
se reveló de un modo como para morirse
de risa.
Flor de Quilombo
|
Al sentido
común le produce risa contrastar
la realidad corriente con la realidad
decisiva de los existencialistas,
pero a esta risa se le agregaba
otra más terrible y convulsiva,
una risa que no depende de nosotros.
"Cuando vosotros, los existencialistas,
me habláis de la conciencia, de
la angustia y de la nada, estallo
en carcajadas, no porque no esté
de acuerdo con vosotros, sino porque
tengo que daros la razón. Os doy
la razón y no pasa nada. Os doy
la razón, pero en mí no ha cambiado
nada, absolutamente nada. La conciencia,
que habéis inyectado en mi vida,
se ha mezclado con mi sangre convirtiéndose
inmediatamente en mi vida; y ahora
el antiguo triunfo de los elementos
me sacude con sus risotadas. ¿Por
qué estoy obligado a reírme? Simplemente
porque en la conciencia también
me desahogo. Me río porque me deleito
con el miedo, me divierto con la
nada y juego con la responsabilidad;
por lo demás, la muerte no existe"
Hay que encontrar esa espina que
Gombrowicz tiene clavada en la garganta
y el porqué de esa risa dolorosa.
Gombrowicz tiene una conversación
con François Bondy unos meses antes
de morir que nos pude dar una pista:
–Usted parece interesarse más por
los filósofos que por los escritores,
¿no es cierto?; –Sin embargo, la
filosofía me sigue siendo tan extraña
como la ciencia.
Bondy dice que se interesa más por
la filosofía cuando piensa, seguramente,
en el "Diario" y en las entrevistas,
y Gombrowicz le responde que le
resulta extraña porque estaba pensando
en su obra creativa.
El cortocircuito de Gombrowicz con
la filosofía se le produce cuando
mira a la razón desde las ventanas
de sus narraciones y de sus piezas
de teatro. No es tanto el Gombrowicz
filósofo el que se ríe de la conciencia,
de la angustia y de la nada, son
los personaje de sus obras, ese
Gombrowicz irresponsable que se
ríe a carcajadas.
El Gombrowicz filósofo no desacredita
ni se burla del Gombrowicz artista,
pero el Gombrowicz artista no se
cansa de desmontar las plantaciones
que hace el Gombrowicz filósofo,
ni de reírsele en la cara.
Este corto circuito no existe en
Sartre, tomemos unos pasajes de
lo que dice Roquentin en "La náusea"
"La existencia no es una cosa que
se deja pensar de lejos; es necesario
que eso te invada bruscamente, que
esto caiga sobre ti, que pese duramente
sobre tu corazón como un gran animal
inmóvil (...) Eso es lo que los
cochinos tratan de ocultarse con
su idea de los derechos. ¡Pero qué
pobre mentira! Nadie tiene derechos;
ellos son enteramente gratuitos,
como los demás hombres (...) Todo
existente nace sin razón, se continúa
por debilidad y muere por ocurrencia"
Todo esto despide un fuerte olor
a "El ser y la nada", ahora bien,
veamos a qué huele un pasaje de
"En la escalera de servicio" de
Gombrowicz.
En este cuento la señora del protagonista
estaba perdiendo la razón, se le
había ido el color, se había vuelto
gris y apagada y se acurrucaba silenciosamente
en un rincón. Filip permanecía en
su sillón y pensaba que si su mujer
odiaba a la criada, era normal entonces
que la criada la odiara también
a ella.
A veces escuchaba que la criada
le decía a su mujer que si ella
le contara todas las rarezas que
había visto en esa casa se le helaría
la sangre en las venas. Un día la
señora se quitó un anillo y lo puso
en la mesa del comedor. Filip lo
tomó y, mecánicamente, se lo guardó
en el bolsillo. Se olvidó del asunto,
y poco tiempo después, como no recordaba
el episodio y se lo vio puesto,
le preguntó dónde tenía el anillo,
ella creyó que se lo había robado
la criada.
"¡Ladrona! La criada le respondió
con los brazos en jarras; ¡Ladrona
serás tú!; –¡Cierra el pico!; –¡El
pico lo cerrarás tú!; –¡Fuera, fuera
de aquí, inmediatamente!; –¡Fuera
de aquí! ¡Vaya escena! En todas
las ventanas aparecieron caras de
criadas, de todas partes llegaban
gritos, insultos e improperios,
una terrible carcajada resonó fuertemente,
y he aquí lo que vi: la criada asió
a mi mujer por los cabellos y comenzó
a tirar, a tirar, y a través de
una especie de niebla me llegó la
voz implorante de mi mujer: –¡Filip!"
Filip es un acomodado funcionario,
casado con una refinadísima señora
de clase alta, al que lo pierde
su atracción por las criadas gordas,
feas y embrutecidas.
No existe una relación directa,
como la hay en Sartre, entre la
filosofía de la forma de Gombrowicz
y este pasaje de sus obras, en los
diarios no se cansa de usar la razón,
y en los diarios también la vitupera
utilizando cierto tipo razón.
¿Pero cuál es la razón que le permite
a Gombrowicz pasar del "Diario"
a las narraciones, y de la narraciones
al "Diario", y absorber además la
contradicción entre la razón y la
vida?
Es una razón a la que Ortega y Gasset
le puso el nombre, robando un título
que estaba destinado para Gombrowicz:
la razón vital.
LA LITERATURA ARGENTINA ES MEDIOCRE
La primera educación que tuvo Gombrowicz
se la proporcionaron la madre y
las institutrices francesas, y es
posiblemente entonces cuando se
le empieza a formar su doppelgänger
francés, un ectoplasma en el que,
como en el "Retrato de Dorian Gray",
va colocando el paso del tiempo,
la pérdida de la juventud y la aparición
de la vejez. Éste es el origen de
su fobia parisina, sabía que esta
ciudad tocaba su parte más sensible,
la edad, el problema de la edad,
y su conflicto con París se debía
a que era una ciudad que pasaba
de los cuarenta.
Estas ponzoñas se le removieron
cuando se fue de la Argentina y
volvió a Europa. Recuerda entonces
en el diario a sus institutrices
francesas que en la infancia lo
habían adiestrado en el idioma y
la urbanidad y con las que empezó
a rechazar a la lengua francesa
y a París.
Emprende la conquista de esa ciudad
declarándose antiparisino y lanzando
un desafío similar al del personaje
de Balzac: "Si voy allí, es en efecto
para conquistar (...) en París tendré
que ser enemigo de París".
"Me hicieron varios interviews para
la prensa más importante, antes
de irme de París salió uno en "Arts"
donde digo verdades amargas de los
franchutes y los comparo con los
perros de Pavlov y opino que los
cocineros franceses deberían hacer
la literatura pues tendría mejor
gusto"
Treinta y siete años antes había
emprendido su peregrinación a Francia,
un estudiante sin mundo, provinciano
y, no obstante, profundamente ligado
a Europa. En París caminaba por
las calles, no visitaba nada y no
tenía curiosidad por nada, sin embrago,
su indiferencia no era más que una
apariencia que ocultaba en el fondo
una guerra implacable.
Como polaco, como representante
de una cultura más débil, tenía
que defender su soberanía, no podía
permitir que París se le impusiera.
La necesidad de preservar su independencia
y su dignidad le impedía gozar de
París.
En París vio a Polonia desde afuera,
desde el extranjero. Crecía en él
un espíritu de resistencia frente
a la propaganda y las inclinaciones
patrióticas de los polacos que vivían
en París e incitaban a pregonar
a Polonia en el extranjero. Pero
en aquellos años no se sentía capaz
de tomar una postura clara con respecto
a la nación, cosa que ocurrió cuando
se puso a escribir el "Transatlántico".
Las cosas empezaron a complicarse,
no estudiaba, no pasaba los exámenes,
ni se asomaba por el Instituto de
Altos Estudios Internacionales.
"Ni en París harán de un asno maíz",
decía el padre cuando le preguntaban
por los progresos de Gombrowicz.
Su estada en París, y luego en las
playas francesas, en los Pirineos
orientales, era como un agujero
negro, no recordaba casi nada. Suponía
que algo corrupto había en ese período
francés, no era normal que se le
apareciera oculto como tras una
cortina. Y otra vez la locura, presumía
que en esa época estaba un poco
trastornado, que la madre le había
transmitido ciertas propensiones
hereditarias.
Mucho tiempo después, cerca de la
muerte, el doppelgänger francés
recuperaba la juventud y Gombrowicz
se volvía viejo. Francia ya no era
un país cerrado pues allí se trabajaba
con la forma, allí se la creaba
y se la ponía en tela de juicio,
a veces en broma y a veces en serio.
Y si estaba a gusto en París era
porque se hallaba en el centro mismo
de la crisis de la forma, y la irritación
que le producía París lo hacía sentir
bien.
Sartre ilustraba muy bien esta crisis
del cartesianismo francés. El "ser
para sí" planteaba de manera radical
el problema de la forma. La subjetividad,
la nada, la libertad y la libre
creación de los valores tomaban
distancia frente a la forma, y la
inclinación del existencialismo
por lo concreto estaba desdoblada
trágicamente por la breve palabra
"para" y saturada de distanciamiento
y de nada.
Había que buscar al hombre fuera
de la forma, pero el "ser para otros"
lo ponía otra vez como objeto de
la forma de otro, y esta crisis
era la razón por la que Gombrowicz
veía en Sartre un codificador de
sus propios sentimientos. Pero,
posteriormente, Sartre convierte
a "El ser y la nada" en un tratado
moral y encierra nuevamente al hombre
en unas reglas estrictas, es decir,
en una forma bien definida, un giro
fatal que retoma la línea del cartesianismo.
El francés es lógico, sistemático
y grave, pero también artista, espontáneo
y sonriente. A través de la ciencia,
del marxismo y de la variante marxista
del existencialismo, todo cuanto
hay de seco en Francia ha sido furiosamente
estimulado, mientras que la elasticidad
y la disponibilidad inocente, han
sido violentamente sofocadas. Francia
se mantiene viva porque su necesidad
de forma es tan grande como su desconfianza
por la forma.
"Pero, ¿cuál es la índole de las
rebeliones francesas? Lo que las
caracteriza a todas sin excepción
es que son espasmódicas, convulsivas,
brutales y frías; no desembocan
en ninguna relajación, sino que
contribuyen por le contrario a acrecentar
el espasmo, la convulsión, la tensión.
Falta de aire. Todo se intensifica,
nada se relaja. Esto me fascina
en la Francia de hoy. Esa sofocación.
Esa amenaza. ¡Es algo excitante!"
Debe ser así, la literatura nacida
de esas rebeliones francesas era
excitante, ¿y la nuestra?
"Afortunadamente la literatura argentina
es mediocre lo que los obliga a
leer libros extranjeros".
Esto lo decía Gombrowicz para destacar
que las culturas nacionales deben
desarrollarse con los valores más
celebrados y universales de la humanidad,
y lo decía en una época en la que
el Pterodáctilo y el Asiriobabilónico
Metafísico planeaban sobre la cultura
argentina. El mundo y las personas
del tiempo de Gombrowicz ya no son
los mismos, se agregó un pedazo
de historia y cambiaron los nombres,
¿podría Gombrowicz decir lo mismo
sobre la literatura argentina de
hoy cuando planean sobre ella el
Boxeador Amateur y el Pato Criollo,
por tomar sólo un par de homólogos
proporcionales de los de hace medio
siglo?
FRECUENTAR
UN CAFÉ
Cuando uno cree haberlo embocado
en algún asunto, Gombrowicz toma
la palabra y cambia de riel. Vamos
a hablar de los cafés. Sartre pasa
gran parte de su vida y escribe
la mayoría de sus obras en la atmósfera
impersonal del humo del cigarrillo,
el olor de café, el entrechocar
de tazas, los fragmentos de conversaciones,
y el ir y venir de un café parisiense.
El Café Flore y el Café Pont Royal
se convirtieron con el tiempo en
la Meca de la filosofía existencialista.
La atmósfera del café está tan arraigada
en la mente de Sartre que incluso
explica las teorías de la metafísica
en el más erudito de sus libros
con ejemplos tomados de la vida
de café. Doscientos años antes ya
decían que en París sabían cómo
preparar esa bebida de tal manera
que engendrara el ingenio en aquellos
que la tomaban. Por lo menos cuando
salían de allí, todos ellos se consideraban
cuatro veces más inteligentes que
cuando entraban.
"Frecuentar un café puede convertirse
en un vicio, igual que el de la
vodka. Para un verdadero adicto,
el no acudir a su café a una hora
determinada significa sencillamente
sentirse enfermo. En poco tiempo
llegué a ser tan maniático que renuncié
a todas las demás ocupaciones de
las tardes, como el teatro, el cine
y la vida mundana (...) Mi actitud
en el café Ziemianska se caracterizaba
por una desenvoltura que demostraba
claramente que no tenía necesidad
de ganarme la vida con la pluma
ni apresurar nerviosamente mi carrera
de escritor (...) Supongo que la
cantidad de tonterías, absurdos
e idioteces proferidos por mí en
el Ziemianska debería alcanzar unas
cifras astronómicas y, sin embargo,
a través de todas esas locuras,
se trasparentaba mi natural sentido
común y esta lucidez y este realismo
que siempre ha estado alerta en
mí"
Sin embargo no siente de igual modo
su desempeño del Ziemianska que
el del Rex. Poco a poco en el café
polaco fue encontrando su lugar
en el mundo, y como no hay mal que
dure cien años, las cosas empezaron
cambiar. Escribiendo y frecuentado
los cafés consiguió un prestigio
considerable. Su mesa, a la que
concurría un gran número de admiradores,
era testigo de sus bromas, sus gestos,
sus dichos, su dialéctica, sus elevaciones
líricas, sus razonamientos filosóficos
y psicológicos, sus declaraciones
artísticas, sus ataques arrolladores
y sus provocaciones taimadas que
electrizaban a sus oyentes.
"Y aquí, en la Argentina, estoy
privado hasta de una café literario,
de un grupito de amigos artistas
en cuyo seno puede acogerse en las
ciudades de Europa cualquier bohemio,
innovador o vanguardista (...) Yo
me veía en el café Rex con mi amigo
Eisler, a quien conseguía sacarle
algunas monedas ganándole al ajedrez
(...) Hubo un tiempo más animado
cuando emprendía la audaz tarea
de traducir...(...)"
El Café Flore y el Café Pont Royal
fueron para Sartre lo mismo que
lo fueron el Ziemianska y el Rex
para Gombrowicz, donde cada uno
llenaba, o trataba de llenar como
podía, sus alforjas vacías.
Y ya está, los cafés vendrían a
ser algo así como la Palas Atenea
de los griegos, entonces, Gombrowicz,
prepara las armas y empieza a cañonear
a los cafés. Según su parecer algunos
escritores son terriblemente charlatanes.
Sus libros son como su prensa literaria,
y su prensa literaria como sus cafés,
todo revienta de charlatanería.
Las obras de estos autores no nacen
del silencio, se escriben en los
cafés, tienen el rasgo particular
de la sociabilidad, una característica
de las personas que no tienen su
propio hogar espiritual. En estos
cafés todas las voces tienen más
o menos la misma intensidad y el
mismo color.
"Tiempo atrás, antes de la guerra,
yo era, para la heroica izquierda
polaca, un lamentable literato de
café..., pero hoy las opiniones
y los papeles han cambiado un poco"
El hombre se siente diferente según
esté en un bosque sombrío, en un
jardín podado a la francesa, o en
el piso cuadragésimo de un rascacielos.
Los que escriben en los cafés tienen
los límites de su personalidad a
la distancia que los separa de las
mesas vecinas. No hay en ellos ni
rastros del empeño dramático de
un solitario, les falta la angustia
metafísica nacida del silencio,
el método y la disciplina de los
laboratorios científicos. Cada uno
de ellos acaba allí donde comienza
su vecino; muy cerca.
Algunos se dan cuenta y hacen lo
posible para no parecer escritores
de café, pero sus convulsiones espirituales
sólo van dirigidas a no parecerlo;
por lo que se convierten de nuevo
en escritores de café, pero al revés.
Un verdadero círculo vicioso.
Hay un solo remedio, partir espiritualmente
sin moverse del sitio. Para cultivar
el arte los hombres de letras deben
apoyarse en el arte, deben partir
en busca del arte más alto para
encontrar en su naturaleza la propia
naturaleza.
Yo he criticado con cierta dureza
las reflexiones que han hecho sobre
Gombrowicz algunos hombres de letras
connotados, pero no se me ocurrió
pensar en qué lugar las habían escrito.
Para tomar unos pocos ejemplos,
a mi me gustaría saber dónde las
han escrito estos hispanohablantes:
el Niño Ruso, el Orate Blaguer,
el Vate Marxista, el Pato Criollo,
el Buey Corneta, el Filósofo Payador,
el Gnomo Pimentón.
Y me gustaría saberlo porque, si
las escribieron en los cafés, es
como si las hubieran escrito con
una mano atada, un capiti diminutio.
EL CÁLCULO INFINITESIMAL Y EL NIÑO
RUSO
A menudo pensamos que si no lo hubiera
hecho uno lo hubiera hecho otro,
y esto sobre asuntos que han tenido
alguna importancia para los hombres.
Hay muestras de todo color en las
historias de la ciencia y del arte
para ilustrar esta cuestión, siendo
una de las más señaladas la del
cálculo infinitesimal, cuyo invento
unos atribuyen al inglés Newton
y otros a Leibiniz, el alemán.
Los gombrowiczidas hispanohablantes
bien sabemos que el primero que
puso en español una obra de Gombrowicz
fue Gombrowicz mismo, con la colaboración
magistral del comité de traducción
del café Rex que lo ayudó a trasladar
a nuestro idioma el inmarcesible
"Ferdydurke".
El Orate Blaguer
junto al Niño Ruso
en un homenaje en
Xalapa.
|
Sin embargo, hay que decirlo,
existe otro gombrowiczida que
compite con el mismísimo Gombrowicz
en el invento del cálculo infinitesimal
de la literatura, es decir,
en la traducción de sus obras:
el Niño Ruso.
Supe algo de él cuando Gombrowicz
andaba buscando desesperadamente
un traductor para poner en español
el "Diario argentino", y nos
hacía conocer en sus cartas
su preocupación.
"En cambio no haces lo que debieras
hacer, es decir, mandar un ejemplar
de "El casamiento" argentino
a Sergio Pitol, México, como
te decía en la anterior"
En "El Viaje", una obra espléndida
de Pitol, un amigo de la niñez
le pregunta cómo se llama: –Iván;
–¿Iván qué?; –Iván, niño ruso
"Los problemas de mitomanía
me duraron unos cuantos años,
como defensa ante el mundo (...)
La única excepción fue la de
mi identificación con Iván,
niño ruso, que aún a veces me
parece auténtica verdad."
Cuando andaba detrás de la publicación
de mis cartas a Gombrowicz me
daba consejos. "Tienes que hacer
ejercicios, desprenderte del
ego, al menos un poquito, para
bien del libro, de Gombrowicz,
de los académicos y de los lectores"
Por las mismas razones que a
Gombrowicz a mí me gusta discutir
con la gente de modo que algunas
veces me veo obligado a buscar
argumentos para contrariar a
los demás. Estaba dándole vueltas
a la cabeza a ver cómo podía
atacar la actitud bondadosa
y caballeresca del Niño Ruso.
"Siento algo de inquisidor en
tus preguntas. ¿Por qué no mencioné
la muerte de Gombrowicz en mi
diario de Escudillers? Tal vez
no lo supe entonces. En España
fuera de un puñado de intelectuales
nadie sabía de la existencia
de él. Y la muerte de alguien
que no existe en mi entorno
más íntimo me parece natural,
es el ritmo final de la comedia
humana, y está muy cerca de
nuestras raíces mexicanas. Me
parece que el único autor cuya
muerte me dolió fue la de Thomas
Mann, cuando era yo muy joven"
También me empezó a llamar la
atención cuando motejé a Rita
y se me dio por llamarla la
Vaca Sagrada.
"Me permito decirte que hay
algo que no me gusta de tus
cartas, la manera como te expresas
al tocar a Rita G. Fue su compañera,
su enfermera, su lazo con el
mundo y con la vida en los últimos
años. Él la eligió. Aún ahora
continúa trabajando para que
la obra de Gombrowicz no se
pierda. Si también tiene ganancias
de esa obra, eso es lo que menos
debe contar"
"Y si declara que tenía relaciones
con otros, es explicable, por
las discordancias de edades,
por la enfermedad y por las
características difíciles de
Gombrowicz en cuanto al sexo.
Y, sobre todo, porque en los
años sesenta en Europa y creo
que en todo el mundo, fueron
absolutamente disolutos, libertarios,
anárquicos, cargados de una
intensidad erótica soberbia,
y un acto sexual no tenía la
más mínima trascendencia. Era
como tomar un vaso de agua"
No nos poníamos de acuerdo ni
siquiera en qué cosa era La
Fragata. Una tarde de Buenos
Aires en el Hotel Crillón le
digo al Niño Ruso: –Sí, fue
terrible para mí, su "acaso
era posible prolongar indefinidamente
ese jueguito nuestro en la Fragata?",
me envenenó; –Pero, ¿por qué?;
–Y, bueno, imaginate, las conversaciones
que yo tenía con él en la Fragata
eran todo para mí; –Pero, ¿cómo,
la Fragata no era una señora
que ustedes se disputaban?;
–No, hombre, no, era junto al
Rex el lugar donde se había
desarrollado nuestra amistad;
–Mira, hasta hoy pensé que era
una señora.
Después de haber recibido unos
cuantos gombrowiczidas me tira
otra vez de las orejas, pero
muy afectuosamente
"Entrañable Goma, Soy afecto
de las Gombrowiczidas, personaje
algunas veces y también crítico
de tu incomprensión del Gombrowicz
de Vence, famoso, deprimido,
enfermo, lejos de Polonia y
Argentina. Lo conociste de una
manera radiante y no le perdonaste,
ni aún lo haces, que no fuera
siempre así. El derrumbe de
la amistad tenía que suceder.
Fue amargo y cruel porque le
exigiste lo imposible. Eres
fenomenal cuando escribes sobre
Gombrowicz y la literatura y
la excentricidad de ese hombre
único que de repente llegó a
Buenos Aires para vivir largos
años. Me encantó lo que escribiste
últimamente sobre la pasión
por Thomas Mann"
Esta historia verdadera del
Niño Ruso y el cálculo infinitesimal
empezó en una época remota,
hace cuarenta años, con una
carta.
"Un día el cartero me entregó
una carta procedente de Vence,
una población del sur de Francia.
La firmaba Witold Gombrowicz.
¿Se trataría, acaso de una broma?
Me resultaba difícil creer que
fuera auténtica. La mostré a
algunos amigos polacos y se
quedaron estupefactos. ¡Una
carta de Gombrowicz recibida
por un joven mexicano residente
en Varsovia! ¡Qué exceso, qué
anomalía! Yo asentía y me regocijaba.
‘Como todo en la vida de Gombrowicz’,
me decía. En la carta me explicaba
que alguien había puesto en
sus manos la traducción al español
de Las puertas del paraíso,
de Jerzy Andrzejewski, y que
le había parecido satisfactoria.
Tanto, que me invitaba a colaborar
con él en la traducción de su
Diario argentino..."
EL CLUB DE GOMBROWICZIDAS
El origen del vocablo gombrowiczidas
tiene sus bemoles, tantos que
me vi obligado a recurrir a
los griegos. Dos hermanos griegos
de los tiempos mitológicos que
se llevaban bastante mal tuvieron
muchos hijos; Dánao cincuenta
hijas y Egipto cincuenta hijos.
Como ambos se tenían temor,
Egipto, para hacer las paces,
mandó al reino de Argos a sus
cincuenta hijos para que se
casaran con sus cincuenta primas,
pero Dánao era un hombre vengativo,
así que le dio instrucciones
a sus hijas para que mataran
a sus esposos con una daga la
noche de bodas.
Las danaides, después de muertas,
fueron culpadas en el Averno
por el asesinato de sus esposos
y condenadas a llenar con agua
un tonel que no tenía fondo,
una condena que ha sido utilizada
como símbolo del conflicto que
se manifiesta entre la obligación
de obedecer los deseos del padre
y la prohibición de cometer
conyugicidio.
Tanto es así que Zeus había
absuelto en vida a las danaides,
y sólo condenado por desobediencia
a la única hermana que no había
matado a su esposo, pero en
el Averno las cosas cambiaron,
absolvieron a la desobediente
y condenaron a las asesinas.
Gombrowiczidas es un vocablo
que tiene una forma parecida
a la de conyugicidas, pero en
cambio de señalar el asesinato
de los cónyuges, designa el
asesinato de Gombrowicz. Como
saben, fui obligado a elegir
este vocablo cuando la Vaca
Sagrada me dijo que las personas
a las que yo les hacía conocer
las cartas que nos había escrito
Gombrowicz eran hijos ilegítimos.
Los gombrowiczidas vendrían
a ser entonces los que asesinan
a Gombrowicz, y son condenados
por este magnicidio a leer las
historias verdaderas que yo
escribo arrojadas a un barril
sin fondo, así como hacía Plutón
en los infiernos obligando a
las danaides a arrojar agua
en un recipiente infinito.
Es claro que Gombrowicz no es
el padre de los gombrowiczidas,
¿pero quién es pues el padre?
Siguiendo la lógica estricta
de la historia de las danaides
pareciera que el padre de los
gombrowiczidas debiera ser yo.
Pero si yo soy el padre de los
gombrowiczidas entonces quiero
matar a Gombrowicz, soy el padre
de los asesinos, como Dánao
lo era de las danaides, una
actitud que merece la condena
de llenar una biblioteca con
historias escritas que no pueden
ser leídas por su abundancia
excesiva.
Gombrowicz escribe en los diarios
cosas extrañas, tanto sobre
el productor, es decir, sobre
el hombre de letras, como sobre
el producto, es decir, los libros.
Al bibliotecario de Royaumont
le pregunta si el gobierno estaba
tomando medidas para afrontar
la llegada inminente del desbordamiento
total, cuando las bibliotecas
hagan estallar las ciudades,
cuando haya que entregarle no
sólo los edificios, sino barrios
enteros, cuando los libros y
las obras de arte acumulados
inunden los campos y los bosques
desbordándose de las ciudades
llenas hasta reventar; no había
que olvidar que, al mismo tiempo
que la cantidad se convierte
en calidad, la calidad también
se transforma en cantidad.
Esta preocupación que le manifiesta
al bibliotecario de Royaumont,
le venía de tiempo atrás, antes
de empezar a escribir los diarios,
era una verdadera preocupación
de Gombrowicz.
En un pasaje de "Transatlántico"
se refiere a la amenaza de este
desbordamiento total.
Pinturas, esculturas, tapices,
alfombras, cristales… se depreciaban
rápidamente por su abundancia
excesiva, y la biblioteca llena
de libros y de manuscritos amontonados
en el suelo, una montaña que
llegaba hasta el techo sobre
la que estaban sentados ocho
lectores flaquísimos dedicados
a leer todo. Obras preciosas
escritas por los máximos genios,
se mordían y devaluaban porque
había demasiadas y nadie podía
leerlas debido a su excesiva
cantidad. Lo peor es que los
libros se mordían como si fuesen
perros hasta darse muerte.
No es tan fácil saber a qué
atenerse sobre los hombres de
letras y los libros leyendo
a Gombrowicz pues, al parecer,
tal como presenta las cosas,
daría la impresión de que tienen
valor y de que no tienen valor
al mismo tiempo; con el tiempo
trataremos de poner esta paradoja
en términos más compresibles,
aunque el asesinato de los autores
y de las obras estará siempre
rodándonos las cabezas en este
club de gombrowiczidas desparramados
por todo el mundo.
LA DOSIS DE TIEMPO
Desde muy joven Gombrowicz se
dedicó sistemáticamente a hacerle
un lugar a la inmadurez y a
tocarle la cola al diablo, siendo
la característica común de estas
dos inclinaciones la de ser
movimientos descendentes. Profundizó
estos intentos escribiendo narraciones,
teatro, una novela mala, folletines
y los diarios. La cuestión de
escribir adrede una novela buena
para las masas, es decir, mala
no parecía más fácil que escribir
una novela buena.
Escribir una novela buena para
las masas no significaba en
absoluto escribir una novela
accesible, interesante, noble
e impregnada de cultura como
las de Sienkiewicz, sino escribir
una novela con lo que las masas
experimentan en realidad penetrando
sus instintos más bajos. El
que emprendiera esta tarea debería
liberar su imaginación más sucia,
turbia y mediocre, quitarle
las cadenas a la conciencia
oscura y baja.
Este pobre concepto de las masas
tenía más que ver con el miedo
que con el desprecio. La intelectualidad
polaca estaba amenazada por
el primitivismo de la masa mucho
más ignorante y terrible en
Polonia que en otros países
de cultura superior. En aquellos
años al dirigirse a los de abajo
el escritor escribía desde arriba
en la medida que su cultura
y su buena educación literaria
se lo permitía.
Pero el proyecto de ese Gombrowicz
veintiañero era otro: entregarse
a la masa, rebajarse, convertirse
en un ser inferior, una idea
que más tarde le sirvió para
enunciar un postulado según
el cual en la cultura no sólo
el inferior debe ser creado
por el superior, sino también
a la inversa.
El proyecto no terminó bien,
era una tarea gigantesca y peligrosa,
diez años después se dio cuenta
que había estado jugando con
fuego, algo enfermizo que llegó
a sus manos le hizo tomar conciencia.
Un joven llegó a su casa con
un manuscrito bajo el brazo
pidiéndole que lo leyera, que
la obra tenía un gran impulso
erótico para excitar a los lectores.
De verdad resultó un libro erótico
y sucio que se complacía en
la porquería, era malo y barato.
Leyendo ese manuscrito Gombrowicz
recordó su propia novela olvidada
hacía tiempo, escrita en 1926,
el mismo año en el que había
escrito "El bailarín del abogado
Kraykowski" y "El diario de
Stefan Czarniecki"
Unos días después de que el
autor del manuscrito llegara
a la casa de Gombrowicz se pegó
un tiro en la sien. Gombrowicz
no creía que la causa del suicidio
hubiera sido la novela, pero
esa obra era la expresión de
un estado de ánimo que condujo
al joven a la catástrofe.
Diez años atrás, a pesar de
las apariencias y de una existencia
de aspecto casi despreocupado,
no había estado lejos él mismo
de tomar una decisión parecida,
debía estar muy desesperado.
La obra maestra a la que Gombrowicz
le había puesto el punto final
resultó ser una mezcla asquerosa
del vivir plenamente la vida
en la sensualidad y la brutalidad,
una historia no menos sórdida
y excitante que la del joven
malogrado. Una señora amiga
la leyó y le sugirió que la
quemara; Gombrowicz le hizo
caso, arrojó el original y las
copias en la nieve y les prendió
fuego.
A los últimos folletines que
escribió en Polonia le puso
el nombre de "Los hechizados",
los escribió con un seudónimo
en el mismo año que se vino
a la Argentina.
En vida, nunca autorizó la publicación
de esta obra con su nombre y
bajo la forma de libro, sólo
hacia el final de su vida reconoció
su autoría. Kot Jelenski refiriéndose
a "Los hechizados" se lamentaba
de que Gombrowicz no hubiese
releído esos folletines, él
creía que en ese caso hubiera
autorizado la publicación del
libro con su nombre. "Los hechizados",
a juicio de Jelenski, terminó
por alcanzar la categoría de
una buena mala novela. Decía
Kot que una buena mala novela
vale más que una mala buena
novela, y que los lectores que
saben discernir prefieren una
serie negra bien escrita a un
mediocre premio Goncourt. Sin
embargo, las reticencias de
Gombrowicz respecto a "Los hechizados"
se debieron a que carecía de
la técnica que había elaborado
en los cuentos, a que no hacía
de la inmadurez la materia misma
de la escritura, y a que no
era un verdadero vehículo para
su contrabando subversivo.
Gombrowicz no le tenía confianza
a esos folletines, se le parecían
a una pequeña embarcación atada
a una ballena que la llevaba
a cualquier parte. Hasta le
llegó a pedir consejo a Iwaszkiewicz
para resolver la historia de
terror que había introducido
en esa novela policial y que
no sabía cómo terminar.
En fin, el autor no consideraba
a "Los hechizados" como miembro
de su familia artística, el
Príncipe Bastardo, como buen
bastardo que era, consideraba
que sí lo era, y fue él quien
hizo publicar este folletín
cuando Gombrowicz ya no podía
protestar.
"Sí, todos los ingredientes
de su obra están acá, todavía
dispersos. Le bastará hacerlos
jugar dentro de una mecánica
sabia para llegar a construir
esas ‘máquinas infernales’ que
Sartre ha saludado en las grandes
novelas posteriores"
¿Hay que reconocer o no hay
que reconocer a "Los hechizados"
como una obra de Gombrowicz?
Vamos a ver qué piensa Milan
Kundera de todo esto.
"Hablo con un amigo, un escritor
francés; insisto en que lea
a Gombrowizc. Cuando vuelvo
a encontrármelo está molesto:
–Te he hecho caso, pero, sinceramente,
no entiendo tu entusiasmo; –¿Qué
has leído de él?; –‘Los hechizados’;
–¡Vaya! ¿Y por qué ‘Los hechizados’?
‘Los hechizados’ no salió como
libro hasta después de la muerte
de Gombrowicz. Se trata de una
novela popular que en su juventud
había publicado, con seudónimo,
por entregas en un periódico
polaco de antes de la guerra.
Hacia el final de su vida se
publicó, con el título de Testamento,
una larga conversación con Dominique
de Roux. Gombrowicz comenta
en ella toda su obra. Toda.
Libro tras libro. Ni una sola
palabra sobre ‘Los hechizados’.
–¡Tienes que leer "Ferdydurke"!
¡O "Pornografía"!, le digo.
Me mira con melancolía: –Amigo
mío, la vida se acorta ante
mí. He agotado la dosis de tiempo
que tenía guardada para tu autor"
LA MAMITA Y LA COMPOTA
Decir que Gombrowicz miente
en sus novelas o en sus piezas
de teatro no tiene sentido,
su obra es una creación imaginativa
y sus asuntos no tienen un paralelo,
y mucho menos una identidad,
con historias verdaderas. Pero
en los diarios, a pesar de que
en las manos de Gombrowicz se
han convertido en un género
en el que la creación imaginativa
también desempeña un papel primordial,
sí se podría decir que miente,
del mismo modo que se lo podría
decir en la vida real, si es
que mintiera, claro.
Yo conozco alrededor de una
docena de mentiras que Gombrowicz
escribió en los diarios, debe
haber más, muchas más. La cuestión
que hay que dilucidar es si
sus mentiras y su falta de sinceridad
desacreditan a los diarios.
Gombrowicz nos cuenta cómo paró
la lluvia en una noche de tormenta
cuando extendió una mano, y
cómo volvió a llover cuando
la extendió otra vez.
Yo no sé si este relato será
cierto o no, pero la verosimilitud
de las consecuencias que saca
Gombrowicz de este episodio
no depende en absoluto de que
el hecho haya existido. Ninguna
de la consecuencias que se puedan
extraer de las páginas de estos
diarios debe quedar atada a
la circunstancia de que los
episodios que narra Gombrowicz
sean verdaderos.
El relato que hace en los diarios
sobre el día en que se bajó
los pantalones en un restaurante
de París, no parece cierto –no
era capaz de ponerse un traje
de baño cuando iba a la playa–pero
las consecuencias que deduce
de este comportamiento parecen
verosímiles.
Estaba almorzando en un local
muy distinguido a orillas del
Sena conversando animadamente
con gente del ambiente literario:
–¡Quién es ese escritor; –Es
un escritor eminente; –Sí, eminente,
pero ¿quién es?; –Viene del
surrealismo y se pasó al objetivismo;
–Muy bien, objetivismo, pero
¿quién es?; –Pertenece al grupo
Melpomène; –No tengo nada en
contra de Melpomène, pero ¿quién
es?; –Una combinación de géneros:
el argot con una metafísica
de elementos fantásticos; –Sí,
la combinación me parece bien,
pero ¿quién es?; –Cuatro años
atrás le concedieron el Prix
St. Eustache..., y tú cómo te
consideras; –Yo no soy escritor,
ni miembro de nada, ni metafísico
ni ensayista, soy yo mismo,
libre, independiente, vivo...;
–Ah, sí, eres existencialista.
Los contertulios estaban turbados
con la mirada ingenua de Gombrowicz
que les traspasaba la ropa,
y es aquí cuando decide hacer
el experimento crucial: se empieza
a bajar los pantalones:
"(...) cundió el pánico, salieron
rajando por puertas y ventanas.
Me quedé solo. El restaurante
estaba desierto, hasta los cocineros
habían huido... Sólo entonces
me di cuenta de lo que estaba
haciendo, de lo que pasaba...,
y me quedé así, hecho un tonto,
con una pernera puesta y la
otra en la mano"
Kot Jelenski lo ve y entra al
restaurante: –¿Qué pasa? ¿Te
has vuelto loco?; –Empecé a
desvestirme y todo el mundo
se dio a la fuga; –Eres un insensato,
¿a quién pensabas asustar con
la desnudez? En ningún lugar
del mundo encontrarás tanta
afición por quitarse la ropa
como aquí. Te has encontrado
con unos conejos, yo te traeré
unos leones que aunque bailes
en cueros sobre la mesa no moverán
una pestaña.
Hicieron una apuesta al estilo
de los caballeros polacos del
el siglo diecinueve. Los invitados,
imperturbables hasta que llegaron
a los postres y Gombrowicz se
empezó a quitar los pantalones;
–Excúsennos, por favor, la hora,
se nos hace tarde. Gombrowicz
y Kot se miraron: –No es posible
que se hayan asustado, si es
su especialidad
"Observa, la cosa es que esa
gente, incluso al desnudarse
se viste, y la desnudez sólo
significa para ellos unos calzones
más. Pero cuando yo me he bajado
sin más los pantalones, les
ha dado un soponcio, más que
nada porque no lo he hecho según
Proust, ni a lo Jean Jacques
Rousseau, ni según Montaigne
o en el sentido del análisis
existencial, sino simplemente
para quitármelos"
Gombrowicz recurría, en sus
escritos y en la mismísima vida
corriente de todos los días,
a formas sorprendentes para
desestructurar los comportamientos
seguros y definidos, bajándose
los pantalones como en este
caso, por ejemplo.
"Ferdydurke" es una novela en
la que refulgen con intensidad
estos procedimientos; en uno
de sus pasajes, Kowalski, es
decir, Pepe, es decir, el joven
protagonista de treinta años,
regresado a sus días de liceo
por un profesor protector caído
del cielo, humillado por la
superioridad de los Juventones
y de la Colegiala, utiliza a
la mamita y a la compota para
descomponer sus formas definidas
y hundirlos de esta manera en
la indefensión y en la miseria.
La belleza de Zutka lo hacía
sufrir, al extremo de llegar
a soñar con su destrucción física.
Se empezó a preparar para atacar
la hermosura de la moderna adolescente.
–Zuta, ¿quién es ese muchacho
que te acompañó a casa?; –No
sé, se me pegó en la calle;
–¿A lo mejor tienes una cita
con él? ¿A lo mejor quieres
pasar el week-end con él y quedarte
toda la noche? Quédate entonces;
–Como no, mamá. El ingeniero
se tomó el atrevimiento de continuar
con las insinuaciones de la
Juventona: –¡Claro está que
no hay nada de malo en eso!
Zuta, si deseas tener un hijo
natural, tenlo nomás. El culto
a la virginidad se acabó, es
una idea anacrónica propia de
estancieros. Pepe se empezó
a imaginar el parto, la nodriza
y también una criatura que,
con su calor infantil y con
su leche, iba a aniquilar muy
pronto la hermosura de la muchacha,
transformándola en una madre
pesada y tibia. Se inclinó de
un modo miserable hacia la colegiala
y dijo: – Mamita.
Y de golpe y porrazo el Juventón
se mandó una risotada, algo
se le debió asociar con el cabaret
o, quizás, con el desván del
género humano. Las gafas se
le cayeron de la nariz: –¡Víctor!
Pepe echó más leña al fuego:
–Mamita, mamita; –Perdón –el
ingeniero seguía risoteando–,
perdón. La muchacha había sido
alcanzada: –Me extraña, Víctor,
los comentarios de nuestro viejito
no son nada jocosos; –Mamita,
mamita; –¡Hágame el favor de
no meterse en la conversación!
Pepe, para consolidarse en su
miseria, empezó a chapotear
en la compota, le metía todo
lo que tenía a mano y la revolvía
con el dedo; –¿Qué hace?...
¿Por qué el caballero ensucia
la compota?; –Yo lo hago así
nomás... me da igual. El ingeniero
otra vez chilló con una risa
de cabaret: –¡Es una pose! ¡No
comas, Zuta, no permito! ¡Víctor,
impídeselo! La colegiala se
levantó y se fue, la Juventona
salió tras ella.
Huían, el risoteo subterráneo
del Juventón le había devuelto
a Pepe la capacidad de resistencia,
tenía que aniquilar el modernismo
de la colegiala, rellenándola
con elementos extraños como
había hecho con la compota y
la mamita.
ESPIAR
Y MIRAR
Una cosa es mirar, es decir,
fijar la vista con atención
en algo, y otra cosa es espiar,
es decir, observar algo para
después contárselo a otro. Aunque
mirar y espiar no son la misma
cosa debemos decir que son de
la misma familia.
La cuestión de la mirada adquirió
una gran importancia cuando
Sartre puso la atención en ella,
era la puerta de entrada a una
de las tres categorías en las
que divide el ser: el ser-para-otros.
Dado que soy un objeto tan solo
en cuanto existo para el otro,
tengo que obtener su reconocimiento
de mi ser. El otro es el mediador
entre yo y yo mismo. Por su
naturaleza misma, la vergüenza
es entonces un reconocimiento,
yo reconozco que soy como el
otro me ve. Todas las relaciones
entre diferentes personas, son
las tentativas que cada uno
hace para subyugar o poseer
la libertad del otro.
Tan pronto existo, establezco
un límite de hecho a la libertad
del otro. Yo soy ese límite,
y cada uno de mis proyectos
traza ese límite en torno del
otro ser, el respeto de la libertad
del otro es pues una palabra
vana.
Pero un poco antes que Sartre,
Erskine Caldwell le había dado
algunas vueltas al problema
de la mirada en una narración
memorable. Agnes era una linda
muchacha que vivía en un pueblecito
norteamericano. Su padre la
puso en un autobús, le dio unos
pesos y le prometió enviarle
mensualmente la misma cantidad
durante algún tiempo. Estaba
convencido de que su hija iría
a Birmingham de Alabama para
estudiar taquigrafía en un colegio
comercial.
Pero la joven no llegó jamás
a tomar esas lecciones, convirtiéndose,
en cambio, en la manicura de
una peluquería de segunda categoría.
Los hombres llegaban, deslizaban
sus manos por su escote, y la
apretaban. Pronto estaba ganando
más dinero fuera de horario
que en su mesa de trabajo. Toda
su familia sabía que vivía en
un hotelucho y que no era una
taquígrafa. Pero cuando la muchacha
iba a su casa todos los años,
para Navidad, no le decían nada,
simplemente se sentaban y se
quedaban mirándola. La muchacha
llega a la histeria: –Se sientan
y me miran, pero no me dicen
nada sobre eso, sólo dicen que
me están mirando.
Esta narración nos da una idea
del inexorable sentimiento de
culpa y vergüenza que la mirada
de los otros puede producir
en nosotros, el camino de la
interioridad pasa a través de
la otra persona, la otra persona
sólo es interesante para mí
en la medida en que me refleja,
vale decir en la medida en que
yo soy un objeto para ella.
Más recientemente el mismísimo
Pato Criollo aborda el problema
de la mirada en una novela cuya
acción transcurre en Coronel
Pringles.
En cierto momento se produce
una gran revolución en el cementerio,
los muertos salen de las tumbas
y atacan al pueblo. Le abren
la cabeza a los vecinos y le
chupan las endorfinas, los zombis
resultan invencibles.
Sin embargo, en un momento determinado
una señora anciana mira y reconoce
a uno de los muertos que se
le está viniendo encima: –Pero
si éste es el colorado Pereira.
Los viejos comienzan a mirarlos
e identificarlos a uno por uno
y los zombis, mirados y derrotados,
vuelven a las tumbas.
Gombrowicz tenía problemas para
sostener la mirada del otro,
la vergüenza lo obligaba a espiar
más que a mirar, observaba al
otro para después contárselo
a sus escritos.
En "Ferdydurke" el protagonista
se propone descubrir el talón
de Aquiles de los Juventones
y decide espiarlos.
"Agucé los sentidos. ¡Bestializado
espiritualmente, era como un
salvaje animal civilizado en
el Kulturkampf! Cantó el gallo.
Primero apareció Juventona en
una robe de chambre a medio
peinar"
Entró al closet-water y salió
de allí más orgullosa que al
entrar. De este templo sacaban
su poder las modernas esposas
de los ingenieros y los abogados.
Salían de ese lugar más perfectas
y culturales, llevando en alto
la bandera del progreso, de
ahí provenían la inteligencia
y la naturalidad con las que
la Juventona atormentaba al
protagonista. Enseguida apareció
el Juventón trotando en pijama,
carraspeando y escupiendo ruidosamente.
Al ver la puerta del closet-water
risoteó y entró jugueteando.
Salió desmoralizado, con una
cara lujuriosa y vil, parecía
un tonto. A Pepe le extrañó
que mientras el clost-water
ejercía una influencia constructiva
sobre la esposa, sobre el esposo
actuaba destructivamente.
Mientras tanto la doctora se
había bañado, se secaba y hacía
ejercicios. Hizo doce cuclillas
hasta que los senos sonaron,
al protagonista le empezaron
a bailar las piernas en un bailoteo
infernal y cultural. La intranquilidad
de los perseguidos aumentaba
porque se sentían mirados. La
doctora trataba de organizar
a ciegas una defensa y toda
la tarde se dedicó a la lectura
de Russell, mientras al esposo
se le dio por leer a Wells.
No conseguían ubicar su desasosiego,
no podían permanecer sentados
pero tampoco podían permanecer
de pie, el Juventón buscaba
la complicidad de Pepe guiñándole
un ojo. Se acercaba la noche
y con ella la hora decisiva.
ZAFARTE Y ELEVARTE
Algunos hombres de letras son
un poco exagerados cuando escriben
y más o menos equilibrados en
la vida de todos los días. Otros,
al contrario, son bastante equilibrados
cuando escriben y exagerados
en todo lo demás; Gombrowicz
pertenece a la primera categoría
de escritores. Es útil no perder
de vista esta característica
suya, ni tampoco olvidar la
preferencia que tenía por mirar
antes que por pensar, ni dejar
de tener en cuenta su predisposición
automática a apretar el gatillo
para ver qué pasa.
El lector debe saber que es
un escritor de gatillo fácil
para no sacar consecuencias
exageradas cuando lo está leyendo.
Como, por otra parte, tenía
la costumbre de anotar todo
lo que le molestaba o lo consternaba,
no es tan difícil seguir los
pasos que da cuando se mete
con las tres pertenencias fundamentales
que tiene el hombre: la transcendencia,
la tierra y la especie.
A penas cumplidos los veinte
años se despacha con unos comentarios
que dejan de una pieza a las
pertenencias fundamentales.
En efecto, escribe que cada
vez que tropieza con un sentimiento
misterioso, sea la virtud o
la familia, la fe o la patria,
siente la necesidad de cometer
una villanía. De esta manera
empieza a recorrer el largo
camino de las ironías, de las
provocaciones y de las blasfemias.
"Tenía miedo en Polonia (...)
La única razón de mi zozobra
era indudablemente el que sintiera
que pertenecíamos a Oriente,
que éramos Europa oriental y
no occidental, sí, ni el catolicismo,
ni nuestra aversión hacia Rusia,
ni las uniones de nuestra cultura
con Roma y París, nada podían
hacer contra esa miseria asiática
que nos devoraba desde abajo...
toda nuestra cultura era como
una flor pegada a la piel de
cordero de un abrigo campesino"
En el medio de este mundo de
hombres paralizados a Gombrowicz
se le ocurre ponerse en contra
del lema del romanticismo polaco
que convocaba a los jóvenes
a medir las fuerzas por las
intenciones y no las intenciones
por las fuerzas, y escribe "Ferdydurke"
con un propósito restringido,
pero la obra se le va de las
manos, le sale el tiro por la
culata y se pone en línea con
la "Oda a la juventud" de Adam
Mickiewicz.
Milan Kundera, otra vez Kundera,
contabiliza algunos elementos
de "Ferdydurke" que vale la
pena anotar pues están relacionados
con la familia y la modernidad.
"La familia está dominada por
la hija, una ‘colegiala moderna’.
A la chica le encanta llamar
por teléfono; desprecia a los
autores clásicos; cuando un
señor llega de visita, ‘se limita
a mirarlo y, mientras se mete
entre los dientes una llave
inglesa que sostenía en la mano
derecha, le alarga la mano izquierda
con total desenvoltura’
También su madre es moderna;
es miembro del ‘comité para
la protección de los recién
nacidos’; milita contra la pena
de muerte y a favor de la libertad
de costumbres; ‘ostensiblemente,
con aire desenvuelto, se dirige
hacia el retrete’, del que sale
‘más altiva de lo que ha entrado’;
a medida que envejece, la modernidad
se vuelve para ella indispensable
como único ‘sustituto de la
juventud’.
¿Y su padre? Él también es moderno;
no piensa nada, pero hace todo
lo posible para gustar a su
hija y a su mujer"
La idea de Kundera es que Gombrowicz
captó en "Ferdydurke" el giro
fundamental que se produce en
el siglo XX. Hasta entonces
la humanidad se dividía en dos,
los que defendían el statu quo
y los que querían cambiarlo.
En el pasado el hombre vivía
en el mismo escenario de una
sociedad que se transformaba
lentamente, de repente la historia
se empezó a mover bajo sus pies
como una cinta transportadora
sobre la que también viajaba
el statu quo. Por fin se podía
ser a la vez conformista y progresista,
equilibrado y rebelde. El sillón
de la historia empieza a ser
empujado hacia delante por todo
el mundo.
"Los colegiales modernos, sus
madres, sus padres, así como
todos los luchadores contra
la pena de muerte y todos los
miembros del comité para la
protección de los recién nacidos
y, por supuesto, todos los políticos
que, mientras empujaban el sillón,
volvían sus rostros sonrientes
al público que corría tras ellos,
y que también reía, a sabiendas
de que sólo el que se alegra
de ser moderno es auténticamente
moderno. Fue entonces cuando
una parte de los herederos de
Rimbaud comprendieron algo inaudito:
hoy, la única modernidad digna
de ese nombre es la modernidad
antimoderna"
Gombrowicz era un terrateniente
de origen noble, una herencia
poderosa para los polacos, la
historia de una familia que
había tenido cuatro siglos de
bienestar.
Los terratenientes, no importa
cuál sea su origen, tendrán
siempre, a juicio de Gombrowicz,
una actitud de desconfianza
hacia la cultura, y una naturaleza
de señor.
"Pues bien, yo, aunque traidor
y escarnecedor de mi ‘esfera’,
pertenezco a pesar de todo a
ella (...) muchas de mis raíces
deben buscarse en la época de
mayor depravación de la nobleza,
el siglo XVIII (...) Pero no
solamente era eso. Yo, que tenía
un pie en el bondadoso mundo
de la nobleza terrateniente
y otro en el intelecto y la
literatura de vanguardia, estaba
entre dos mundos. Pero estar
‘entre’ es también un buen método
para enaltecerse, puesto que
aplicando el principio de divide
et impera puedes conseguir que
ambos mundos empiecen a devorarse
mutuamente, y entonces tú puedes
zafarte y elevarte
‘por encima’ de ellos"
Gombrowicz estaba pues, según
la manera de pensar de Kundera,
establecido en una modernidad
antimoderna, era por esa razón
un ilustre heredero de Rimbaud,
y según la mirada del mismo
Gombrowicz, seguía teniendo
algo del perfume de esa flor
pegada a la piel de cordero
del abrigo de un campesino polaco.
EL GNOMO PIMENTÓN ES METALÚRGICO
El medio de las novelas de Gombrowicz
es burgués, el medio de sus
piezas de teatro, en cambio,
es cortesano, un poco porque
imitaba a Shakespeare y otro
poco porque sus manías genealógicas
nunca lo abandonaron. Su familia
tenía una posición ligeramente
superior a la media de la nobleza
polaca, pero no pertenecía a
la aristocracia.
Su primera obra literaria fue
la monografía "illustrissimae
familiae Gombrovici". La conservó
en estado de manuscrito, y aunque
no contenía nada de especial
pues los Gombrowicz eran tan
solo miembros de una pequeña
nobleza, se pavoneaba con cada
detalle referente a los bienes,
funciones y vínculos familiares,
y disfrutaba de esta manía.
Algunos hombres de letras no
esperan por sus biógrafos, ellos
mismos se ocupan de abrirle
las puertas a sus biografías,
entre los integrantes del club
de gombrowiczidas hay casos
notables.
"Mi padre era metalúrgico y
en mi casa sólo mi madre leía
algo de vez en cuando. Durante
la pubertad trabajaba en un
taller mecánico y estudiaba
en un colegio por la noche.
Los libros los encontraba en
una Biblioteca de Junín. Mi
familia no deseaba que fuera
escritor, sino que tuviera un
trabajo. Ese fue uno de los
motivos explícitos por los que
rompí con ella y me fui solo
a vivir a Buenos Aires"
Son palabras del Gnomo Pimentón,
pero no es él único de los gombrowiczidas
escritores que se nos vino del
campo, también el Pterodáctilo,
el Filósofo Payador, el Vate
Marxista y el Pato Criollo quisieron
conocer las luces del centro.
El caso del Gnomo Pimentón tiene
algún parecido con el de Gombrowicz
por la franqueza con la que
habla de su familia y de su
pasado, pero también es muy
distinto por la diferencia de
clases, Gombrowicz era terrateniente
y el Gnomo Pimentón es metalúrgico.
Witold Gombrowicz
fotografiado en
Radom en 1907, a
los tres años de
edad.
|
Debo reconocer que el lío que
se me armó con el Gnomo Pimentón
lo empecé yo con gombrowiczidas
un poco provocativos, pero nunca
creí que hubiera guardado tan
tenazmente en la memoria sus
modales de metalúrgico.
Todo empezó cuando el Gnomo
Pimentón se enteró de que yo
había escrito que era mejor
que los gombrowiczidas digirieran
la homosexualidad de Gombrowicz
leyendo "Gombrowicz, este hombre
me causa problemas" y no en
una conferencia, pues la conferencia
podía provocar la extrañeza,
la vergüenza, los rubores y
todos esos sentimientos tan
bellos que tienen las jóvenes
vírgenes, o podía ser también
un estímulo para despertar los
más bajos instintos de canallas
como Germán García (...) Sí,
digo bien, el canalla de Germán
García a quien todo el mundo
conoce como el Gnomo Pimentón.
Estuve en la presentación de
"Evocando a Gombrowicz", un
pastiche indigesto del Buhonero
Mercachifle. García, que era
el copresentador, se comportaba
como una verdadera lacra y espantaba
a la poca gente que había.
En muchas de sus intervenciones
destacaba la homosexualidad
de Gombrowicz con fruición:
–¿Te fijaste, Grinberg?, en
la obra del polaco nadie le
hace el amor a nadie? Grinberg
no sabe contestar estas cosas
así que me metí yo; –Che, García,
¿y qué libros de Gombrowicz
leíste vos?; –Creo que todos;
–¿Y no te acordás cuando Polilla
sentado sobre la sirvienta se
pone los zapatos mientras ella
jadeaba pesadamente, y cuando
se bajó de la sirvienta y le
dijo a Pepe que la había violado;
–Sí, pero no hay detalles. Aquí
Grinberg interviene de una manera
brillante: –Lo que pasa es que
Germán necesita una fotografía.
"Es claro que tu compulsión
anal por Witoldo no te da respiro.
Lo tuyo es preocupante y masturbatorio:
el buen polaco se merece un
poco de descanso. ¡No lo dejás
tranquilo ni un segundo! Y lo
peor: es realmente retrógrado
de tu parte creer que lo único
que nos interesa en el mundo
es el autor de Ferdydurke y
sus sagas. Calmate. Hacete ver.
Te lo digo por tu bien."
"Historias verdaderas": el último
texto enviado por Juan Carlos
Gómez, falta a la verdad en
relación a mi persona y utiliza
calificaciones ofensivas. Me
temo que tendrá que seguir divirtiéndose
sin mi ayuda. Le ofrecí una
amistad en Gombrowicz, pero
no me ofrecí para ser parte
de su necesidad de injuriar.
Dije en la Feria del Libro que
las obras de teatro de Gombrowicz
había siempre casamientos fallidos
y que en su obra en general
se describía muy poco la sexualidad.
No era una crítica, era una
constatación. Soy conocido por
mi capacidad de dar clases con
algunas notas de las que parto,
no tengo la más mínima necesidad
de hacer estudiar a mis alumnos
con los libros que publico"
Después de este rápido intercambio
de opiniones el Gnomo Pimentón
borró de su página web las cartas
que Gombrowicz le escribió a
Flor de Quilombo y que yo le
estaba haciendo conocer como
miembro del club de gombrowiczidas.
Si bien es cierto que el contenido
de la correspondencia de Gombrowicz
es más tentador para un veinteañero
como el Mafioso, que para un
sexagenario como el Gnomo Pimentón,
ésta no puede ser la única causa
de que a ese homúnculo, guardián
de los tesoros subterráneos,
se le haya escapado el valor
que tiene la publicación de
ciento diez y siete cartas de
Gombrowicz de las cuales más
de la mitad son inéditas. El
órgano de prensa de la organización
mafiosa del MALBA finalmente
tomó la antorcha y publicó esas
cartas inmarcesibles en (Sección
El Cordel Vol.12) www.elhilodeariadna.org
La causa moral tampoco es admisible
porque como todo el mundo sabe
los gnomos, tanto sean pimentones
como de otro color, son amorales.
Me propuse rastrear entonces
la causa de este decaimiento
en "Gombrowicz, el estilo y
la heráldica", un libro escrito
por este hombre de letras gombrowiczida,
pero no hubo caso, cuando el
libro cayó en mis manos me enredó
inmediatamente en el dilema
de si el protagonismo era de
Gombrowicz o de la mismísima
familia.
La única forma que se me ocurre
para explicar la caída vertiginosa
en las nociones axiológicas
del Gnomo Pimentón es suponiendo
un debilitamiento grave de su
capacidad cognoscitiva. Para
determinar la corrección de
este diagnóstico es necesario
someterlo a una prueba intracorporal
pero ya todos los síntomas extracoporales
nos están indicando que estamos
en presencia de un prolapso
cerebral.
El Gnomo Pimentón tiene la vocación
de contarle el culo a las hormigas,
utiliza con maestría su preparación
para buscar conexiones psíquicas
entre los personajes de la obra
de Gombrowicz y su parentela.
En "Crimen premeditado" se despacha
con que Ignacio es su abuelo
materno, la casa del cuento
es la casa del abuelo, la señora
K es su madre, y Antonio es
un hermano demente de la madre.
Pero la pasión por contarle
el culo a las hormigas no es
una manía exclusiva del Gnomo
Pimentón, la polaca que escribió
la biografía para las conversaciones
con el Hasídico, tiene la misma
costumbre, se dedica meticulosamente
a la identificación psíquica
de la parentela en sus escritos.
La madre es: la tía en Ferdydurke,
la reina Margarita en Ivona,
la reina Catalina en El casamiento,
Amelia en Pornografía, Lena
en Cosmos, La princesa Himalay
en Opereta. Y el padre es: el
tío en Ferdydurke, el abogado
de El bailarín del abogado Kraykowski...
para poner sólo unos ejemplos.
"El escritor puede, si quiere,
describir la realidad tal como
la ve o como se la imagina,
entonces nacen obras realistas
(...). Pero puede también utilizar
otro método que consiste en
descomponer la realidad en sus
partes elementales para luego,
al igual que se construye un
edificio con ladrillos, emplear
esas partes para edificar un
mundo nuevo o mundillo... que
debería diferenciarse del mundo
normal y, no obstante, que de
alguna manera le correspondiera...
como dicen los físicos: diferente
pero adecuado"
Cualesquiera haya sido la complexión
psíquica de su familia y de
su relación con ella resulta
claro que Gombrowicz empieza
a recorrer un camino que se
aparta de la esfera donde reinan
las relaciones rígidas de la
causa y el efecto, de la determinación
y del psiquismo.
Bruno Schulz afirma que Gombrowicz
desmonta la posición aislada
y privilegiada atribuida a los
fenómenos psíquicos destruyendo
el mito de su divinización,
y que pone al descubierto una
genealogía zoológica escabrosa
y poco reluciente que repudia
todo privilegio. Y Kot Jelenski
nos dice que Gombrowicz estaba
realizando una de las primeras
incursiones en el dominio del
inconsciente físico, un dominio
que Freud había desdeñado.
El lirismo erótico de Gombrowicz
es un terreno difícil de manejar.
Debemos reconocer, lamentablemente,
que es un campo fértil para
el psicologismo, pero el psicologismo
tiene una pequeña dificultad:
si bien es cierto que ordena
los objetos psíquicos y los
subsume en el marco de una teoría,
perturba lo que observa y sólo
puede conocer el resultado de
esa perturbación.
En el encuentro de una persona
con otra hay una zona de la
conducta de la que se ocupan
la psicología y la antropología,
pero existe además otra en la
que el comportamiento no está
determinado de antemano, se
va ajustando poco a poco y pasa
de un cierto caos a una estructura
en la que cada persona define
en la otra una función. El análisis
de las conexiones psíquicas
que Gombrowicz tenía con su
parentela lo ponen en un terreno
del que él quería salir, y por
haber salido se convirtió en
ese fenómeno emocionante que
unió su talento literario a
una forma novelesca revolucionaria
que sacó a la superficie ese
descubrimiento fundamental del
que habla Bruno Schulz.
Uno de los propósitos deliberados
que tenía Gombrowicz era el
de desvincular la conducta humana
de la voluntad y del determinismo
psíquico. A la voluntad la trasponía
con el automatismo y al determinismo
psíquico con partes del cuerpo
Shakespeare dramatizó como ningún
otro el desarrollo de los sentimientos
y de las pasiones humanas y
no deja de ser una paradoja
que el púdico de Gombrowicz
lo haya tomado como ejemplo.
Para el inglés los sentimientos
eran la materia prima de todo
lo que existe y para el polaco
eran una afección que había
que evitar en el arte y también
en la vida. Gombrowicz trató
a los sentimientos como costumbres
agonizantes y esclerosadas de
las que se habían escapado sus
contenidos vivos quedándose
nada más que con la rigidez
de las formas puras.
No es que Gombrowicz no tuviera
pasiones, pero tuvo que escamotear
su phatos del carril de los
sentimientos y colocarlo en
un ámbito donde las personas
se forman unas a otras.
Ya vimos que Gombrowicz recurrió
a una estrategia premeditada
para trasponer la voluntad humana
y el determinismo psíquico al
automatismo y a las partes del
cuerpo, un modelo creativo que
perfeccionó en "Ferdydurke",
su primera novela. La cara y
sus habitantes: los ojos, la
boca, la nariz y la orejas;
el culo y sus proximidades:
las manos, los dedos, los muslos
y las espaldas se convirtieron
desde entonces en los representantes
plenipotenciarios de la forma
y de la inmadurez. En esta novela
desmonta la mistificación de
los ideales recurriendo a un
duelo de muecas entre estudiantes
que termina en una violación
que se practican por las orejas,
y desmorona a la modernidad
en un amasijo de cuerpos en
el que un profesor trata de
mantener su dignidad utilizando
los orificios de su nariz mientras
los juventones, la colegiala
y el colegial se dan bofetadas,
se agarran de los mentones y
de las rodillas, se muerden
las costillas y enloquecen en
un montón hormigueante.
Si bien "Ferdydurke" contiene
todos los cánones a los que
recurre Gombrowicz para reemplazar
los sentimientos, no hay obra
anterior ni posterior que en
mayor o en menor medida no los
contengan.
Estas cavilaciones no dejan
en claro cuánto protagonismo
tiene Gombrowicz y cuánto la
familia en el desarrollo de
sus obras. Si bien el Gnomo
Pimentón era el único escritor
argentino que había escrito
un libro sobre Gombrowicz antes
de que yo apareciera, no pudo
determinar el peso de cada una
de estas participaciones, un
dilema ciertamente interesante.
Una idea de cuánto ha participado
la familia en su formación artística
nos la pude dar la foto de un
Gombrowicz de 3 años que forma
parte de esta historia verdadera.
En el año del centenario, mientras
tomábamos un café en el Centro
Cultural Borges, estábamos mirando
unas fotos de Gombrowicz. Cuando
le tocó el turno a la del infante
de 3 años se suscitó una discusión
en la que el Pato Criollo se
puso de parte de la familia
de Gombrowicz y el Pequeño K
en contra: –Vistiéndolo de esta
manera la familia selló el destino
sexual de Gombrowicz para toda
la vida; –A mí no me parece
que sea así; –Es más que evidente
que con ese aspecto le estaban
cortando el paso a cualquier
modelo masculino; –En aquella
época a muchos niños de la clase
alta los vestían de esa manera;
–¿Sí?, a ver, poneme un ejemplo
sacado del mundo de los escritores;
–Oscar Wilde, sin ir más lejos.
HABLANDO SOLO POR FLORIDA
El trabajo de los hombres de
letras es arduo, desde la página
en blanco hasta el editor deben
levantar barreras pesadas, incluida
la del propio editor, después
viene el verdadero arte, el
arte de conseguir que alguien
lea lo que uno escribe.
Pero el calvario no termina
aquí, si el hombre de letras
logra levantar las barreras
del editor y del lector y, además
tiene éxito cuando arremete
contra los obstáculos que llevan
la inscripción del "no pasarás",
debe iniciar una marcha forzada
hacia los premios. Después del
Formentor a Gombrowicz se le
despierta el apetito, quiere
más, quiere el Nobel.
El desempeño en la enseñanza
se mide con las notas, en la
escritura con los premios. El
punto más alto de la enseñanza
se alcanza con un número, el
punto más alto de la escritura
con el Nobel. Las notas miden
la inteligencia, el Nobel la
grandeza, todo esto dicho grosso
modo.
Sobre que el verdadero arte
es el arte de conseguir que
alguien nos lea, la Flauta Traversa
me escribió unas líneas.
"Estoy en deuda con usted porque
no he leído su libro (...) Supongo
que tenemos mucho de qué hablar
aunque yo siga sin digerir que
alguien me ‘cuente’ la obra
de un escritor que la escribió
con la esperanza de que alguien
lo lea y no con la esperanza
de que lo cuenten (...) Por
ahora yo me saturé de Gombrowicz
vía Goma, lo cual no quiere
decir que por ahí me vuelva
a enganchar. No lo sé"
Estas reflexiones que me hace
la Flauta Traversa me sumieron
en hondas cavilaciones que me
llevaron al pasado.
Un día del 1955, un año antes
de haber sido presentados en
el Rex, yo lo ví a Gombrowicz
hablando solo por la calle Florida.
Caminaba con entusiasmo, no
sólo hablaba, también sonreía
como si hubiera resuelto algún
problema. Pasado medio siglo
me doy cuenta ahora que ese
talante de condenado que recién
sale del presidio estaba relacionado
con su próxima renuncia al Banco
Polaco hacia donde se dirigía
cuando lo ví, y de que sonreía
porque iba a recuperar el tiempo
para escribir.
Yo siempre estuve tentado a
escribir sobre Gombrowicz pero
tenía un temor casi religioso
que me paralizaba, unos escrúpulos
parecidos a los de Pitágoras.
Los griegos, hasta Pitágoras,
solamente conocían los números
racionales. Pitágoras, un hombre
muy austero y de una moral muy
severa, pensando y pensando
desarrolló un teorema que, sugestivamente,
lleva su mismo nombre, del que
se infiere que en un triángulo
rectángulo de catetos iguales,
la hipotenusa no es un número
racional. Así descubrió Pitágoras
los números irracionales. ¿Y
qué hizo? Les exigió a sus discípulos
que se callaran la boca y guardaran
el secreto, sus escrúpulos religiosos
le impedían reconocer otros
números que no fueran los racionales.
Murió Pitágoras y los discípulos
se llevaron a la tumba los secretos
de los números irracionales,
sin embargo, los irracionales
empujaron y empujaron y hoy
andan dando vueltas por todo
el mundo a pesar de que los
discípulos de Pitágoras no los
difundieron.
"Cerificado. Juan Carlos Gómez,
alias ‘Goma’, es el argentino
más iniciado en mi mundo y conoce
mucho mis secretos"
No sé qué me pasó, desde el
año del centenario me agarraron
unas ganas incoercibles de escribir
sobre Gombrowicz y no puedo
parar. No es que la intensidad
de mis escrúpulos haya sido
tan grande como la de Pitágoras,
pero se me presentó una duda
que otra vez me remitió al pasado.
En efecto, hace casi dos lustros
discutía con la Finada y el
Gnomo Pimentón en un café.
En un momento determinado de
la conversación, ya no recuerdo
por qué, le propuse al Gnomo
que para atenernos a la ley
de las proporciones teníamos
que observar una particularidad
relacionada con la actividad
de escribir. Gombrowicz había
escrito un total de tres mil
páginas, yo, en "Gombrowicz
está en nosotros", ocho páginas
sobre él, el Corifeo, en "Gombrowicz
vu par un de ses premiers disciples",
dos páginas sobre mis ocho,
y nuevamente yo, una crítica
de una página sobre la nota
del Corifeo. Llegados a este
punto se me hizo evidente que
estábamos en presencia de una
progresión hipergeométrica,
así que le propuse al Gnomo
que escribiera en su revista
un solo renglón sobre mi crítica
para mantener el canon de las
proporciones.
A pesar de que Pitágoras se
llevó los secretos de los número
irracionales a la tumba, a pesar
de que los hombres de letras
tienen la manía irracional de
duplicar y de escribir sobre
lo ya escrito, yo voy a seguir
escribiendo los gombrowiczidas,
primero, para modificar la relación
entre las ocho y las tres mil
páginas y darle una oportunidad
al Gnomo Pimentón de escribir
más de un renglón y, last but
no least, para ver si la Flauta
Traversa me vuelve a leer.
LAS MUJERES Y EL CATOLICISMO
Gombrowicz contraponía el catolicismo
superficial de Sienkiewicz al
trágico y profundo catolicismo
de Simone Weil en el que podía
encontrar un lenguaje común
entre la religión y la literatura
contemporánea. Pero a medida
que pasaron los años se alejó
de la francesa y se acercó nuevamente
al polaco porque, decía, se
había vuelto partidario de la
mediocridad, de la tibieza,
de las temperaturas medias,
y enemigo de los extremismos.
Mirando algunas fotos de Simone
–una judía conversa que ingresó
a la Ecole Normale Superiore
con la calificación más alta
seguida de Simone de Beauvoir–,
de la madre y de la hermana
de Gombrowicz, dos mujeres bien
parecidas de aspecto virtuoso
a cuya belleza nunca se refiere,
recordé algunos de sus comentarios
sobre el catolicismo.
Las representantes del bello
sexo amigas de Rena, su hermana,
que frecuentaban la casa se
caracterizaban más por sus virtudes
que por su coquetería, se dedicaban
a actividades filantrópicas
y no se mostraban dispuestas
al flirteo, razón por la que
Janusz y Jerzy, sus hermanos
mayores, se sentían perjudicados.
Su actitud hacia esas amigas
y hacia los principios que ellas
practicaban era hostil y maligna.
Sin embargo esas fes eran diferentes,
la de la madre parecida a la
de Sienkiewicz y la de la hermana
a la de Weil, parecidas pero
no iguales. El catolicismo de
la madre era espontáneo, natural
y despreocupado, cuando abordaba
cuestiones teológicas lo hacía
con indolencia y sin preparación.
Era católica ferviente de la
misma forma que era polaca y
nacida de terratenientes.
La
fe de Rena era, en cambio, complicada,
fruto del esfuerzo y la concentración,
un catolicismo que podríamos
calificar de existencialista,
el catolicismo moderno del temperamento
más fuerte de los hermanos,
un espíritu lógico atraído por
la objetividad científica, con
una fe sentimental y razonada
a la vez, que estudiaba matemáticas
y que tenía un actitud desprovista
de alegría. La severidad y la
frialdad propias de la hermana
se iban convirtiendo en el rasgo
característico de la generación
de Gombrowicz, un presagio del
nacimiento de tiempos nuevos
y más duros.
Los hermanos se burlaban de
las exageraciones de Rena y
sus amigas mostrándoles que
eran el fruto de un refinamiento
burgués y de las comodidades
aseguradas por pertenecer a
una clase social superior.
Estas objeciones no llegaban
a la conciencia de la madre
que las rechazaba por proceder
de la incredulidad y la malicia,
pero en jóvenes como la hermana
sí encontraban resonancia porque
sabían que fuera de su mundo
se ocultaba otro más brutal
que no se podía evitar. Se sentían
culpables: –No es culpa mía
que haya nacido en un medio
acomodado, cada uno tiene que
vivir allí donde lo puso Dios,
replicaba Rena; –Vamos, dime,
¿no es lógico?
Actuó toda su vida de acuerdo
a esa lógica, era trabajadora,
escrupulosa, disciplinada, silenciosa
y modesta. Pero estas católicas
más modernas se encontraban
limitadas por el peso de la
tradición, por los lugares comunes
de las madres y de las tías
contra las que no querían rebelarse
demasiado. Polonia era por aquel
entonces un país de estilos
agonizantes, uno de los alimentos
principales de los que dispuso
Gombrowicz para la concepción
de "Ferdydurke".
Los modelos femeninos de Gombrowicz
fueron entonces Marcelina Antonina,
Rena, las criadas y las primas,
unos modelos que lo estaban
preparando para el matrimonio
futuro. Los matrimonios de los
nobles terratenientes polacos
tenían mucho que ver con el
interés, de modo que la familia
de Gombrowicz intentó casarlo
con una joven que había elegido
cuidadosamente su padre, Jan
Onufry, por su posición social
y su dote.
"¿Para qué necesito a una mujer?
Esta joven le gusta a mi padre,
por eso quiere que me case con
ella, porque él no puede"
Jan Onufry estaba preocupado
por el matrimonio de su hijo,
y también lo estaba su amigo
Tadeusz Breza. A Gombrowicz
le encantaba el humor de Breza,
envidiaba la facilidad que tenía
para relacionarse con las mujeres,
mientras él iba de mal en peor.
Finalmente, como sus fracasos
no cesaban de repetirse, llamaron
la atención de Tadeusz. Le presentó
a una joven actriz, hermosa,
sana, simpática, amante de la
lectura y del arte con la esperanza
de haber encontrado para él
la unidad ideal de cuerpo y
de espíritu, de cultura y naturaleza.
Pero el hecho de que esa joven
apareciera sobre un escenario,
que se dejara contemplar, que
tuviera una actitud profesional
hacia su encanto y sus gracias,
hizo que a Gombrowicz no se
le despertara ningún interés
por ella.
Iba de fracaso en fracaso y
los escritores seguían mofándose
de él por las dificultades que
tenía con las mujeres. Janusz
Minkiewicz, un poeta satírico
famoso por sus conquistas en
el mundo de la galantería, le
dijo una tarde en el café: –Ahora
regreso a casa porque espero
una llamada de Lala... A las
cinco he quedado con Cela, y
a las once me espera una locura
con Fila. ¡Hasta la vista!
A Gombrowicz le empezaron a
molestar las damas de la sociedad
ya desde joven, la más de las
veces le resultaban insoportables
por su grandilocuencia ingenua
y supercómoda. Su programa sublime
era conseguir un marido que
ganara dinero o que sacara beneficios
de sus dominios, mientras ellas
desempeñaban el papel de guardianas
de unos ideales a los que no
les miraban los dientes porque
les venían directamente de unos
padres y de unos abuelos venerados.
La nueva generación estaba irritada
con esta falsedad de su actitud
y de su tono, cada vez más evidente.
Un día, un estudiante le confesó
a Gombrowicz que le hubiera
gustado matar a su madre: –Pero
si siempre te sentías muy apegado
a ella, la querías; –No lo niego,
pero a la vez no la puedo soportar
¡No te puedes imaginar cómo
me enerva! Por mi padre tampoco
tengo ninguna devoción, pero
al menos es un tipo normal,
no hace comedias.
¡Pero mi madre! Es una actriz
de la peor categoría, noble,
inquebrantable, sufrida, ¡no
hace más que declamar! También
es verdad que por eso mismo
antes la quería, la idolatraba,
¡pero ahora tengo ganas de matarla!
Estos estilos agonizantes de
las formas polacas que se remataban
como a un animal enfermo, fueron
una verdadera ganga para Gombrowicz
en los tiempos que escribía
"Ferdydurke".
La familia se defendía hasta
cierto punto, su hermana Rena
con un león en los brazos estaba
dispuesta a todo, como la vemos
en una foto sacada en Radom.
No podía ser de otra manera,
era un temperamento más fuerte
y un espíritu más lógico que
el de sus otros tres hermanos.
[Imagen: Rena Gombrowicz]
LA IDENTIFICACIÓN DE LOS APODOS
Y DE LA ACTIVIDAD
Venezuela 615
(Fotografía
2008)
Juan Carlos
Gómez
|
ABANDERADO; Eduardo Belgrano
Rawson; escritor
ABEJA REINA; María Esther Vázquez;
editora de la Fundación Victoria
Ocampo
ACTRIZ; Fernanda García Lao;
escritora y actriz
ALEMÁN; Enrique Wendt; amigo
de Gombrowicz
ALEMANA PSICOPÁTICA; Karin Ranitzsch;
psicóloga
ACEITOSO; Marcelo Damiani; escritor
ALFAJOR; Juan Forn; escritor
ALTER EGO; Carlos Mastronardi;
escritor
ASEADO; Enrique Lynch; escritor
ASIRIOBABILÓNICO METAFÍSICO;
Jorge Luis Borges; escritor
AVECHUCHO; Omar Ospina García;
editor de Búho
ASNO; Jorge Di Paola; escritor
BEDUINO; Leopoldo Allub Mansur;
sociólogo
BENEVOLENTE; Noé Jitrik; escritor
BESTIA CATALANA; Beatriz de
Moura; editora de Touquest
BIBLIOTECARIO; Michal Jagiello;
bibliotecario
BOXEADOR AMATEUR; Abelardo Castillo;
escritor
BOXITRACIO; Juan Terranova;
periodista
BUCANERO; José Tono Martínez;
tutti frutti
BUEN SAMARITANO; Daniel Gigena;
tutti frutti
BUEY CORNETA; Alan Pauls; escritor
BUHONERO MERCACHIFLE; Miguel
Grinberg; periodista
BURÓCRATA; Tomasz Pindel; director
del Instituto del Libro de Polonia
BURRO; Pablo Gasparini; escritor
CACATÚA; Héctor Manjarrez; escritor
CAGAMÁRMOLES; Francesco Cataluccio;
escritor
CAMALEÓN; Eugeniusz Noworyta;
embajador de Polonia
CARA DE ÁNGEL; Pablo Chacón;
escritor
CASANOVA; Daniel Guebel; escritor
CASTOR; Araceli Otamendi; escritora
CEBOLLITA; Rafael Cippolini;
editor de Ramona
CIENTÍFICO FASCISTA; Zdzislaw
Jan Ryn; embajador de Polonia
COCOT; Beatriz Sarlo; escritora
COLIFATA; Beata Fabjanska; diplomática
CONDESA; Cecilia Benedit de
Debenedetti; editora musical
CONSIGLIERE; Ana Quiroga; la
seductora del MALBA
CONTRAHECHO; Pablo Urbanyi;
escritor
CORIFEA; Klementyna Czernicka;
escritora
CORIFEO; Louis Soler; tutti
frutti
CORNELIO; Guillermo Saavedra;
editor de Losada
CORTESANA; Justyna Myszkowska;
bibliotecaria
CRUCIFICADA; Mirta Bogdasarián;
actriz
CUADRUMANO; Santiago Vega (Washington
Cucurto); escritor
CUENTAMUSAS; Nicolás Hochman;
editor de Prometheus
CULPABLE; Czeslaw Straszewicz;
escritor
DALÍ SELVÁTICO; Carlos Yusti;
escritor y pintor
DANDY; Adolfo Bioy Casares;
escritor
DOLCE; Gabriella D’Ina; editora
de Giangiacomo Feltrinelli
DON NADIE: Pablo Miravent: bloggero
DRAMATURRO; Humberto Riva; dramaturgo
ENCANTADORA PRINCESITA; Ada
Lubomirska; amiga
ESPERPENTO; Alejandro Rússovich;
discípulo de Gombrowicz
ESQUIZOIDE; Rodolfo Rabanal;
escritor
FARSANTE AMBULATORIO; Juan Pablo
Correa; periodista editor de
Negra
FILÓLOGA; Silvana Mandolessi;
filóloga
FILÓSOFO PAYADOR; Juan José
Saer; escritor
FINADA: Alicia Giangrande; pintora
FLAUTA TRAVERSA; Juana Emilia
Molina; escritora
FLOR DE QUILOMBO; Mariano Betelú;
pintor y amigo de gombrowicz
FRANCOTIRADORA; Laura Estrin;
escritora
GALLEGA MICIFUZA; Agata Podemska;
filóloga
GANSO; Gabriel Báñez; escritor
GATH Y CHAVES; Milton Eugenio
Rodríguez; escritor
GEMELOS PIMENTONES; Lech y Jaroslaw
Kaczynski; presidente y primer
ministro de Polonia
GNOMO PIMENTÓN; Germán García;
tutti frutti
GOMA; Juan Carlos Gómez; escritor
GRAN ORTIBA; Horacio Sacco;
tutti frutti
GUITARRÓN; Luis Chitarroni;
escritor y editor de Sudamericana
HÁBIL DECLARANTE; Christopher
Domínguez Michael; escritor
HASÍDICO; Dominique de Roux;
editor y escritor
HERRERO; Jorge Herralde; editor
de Anagrama
HIERÁTICA; Mercedes Güiraldes;
editora de Emecé
HIJA DEL DUEÑO; Soledad Costantini;
directora de “El hilo de Ariadna”
HIPOPÓTAMO; Freixa Terradas;
escritor
HOMBRE QUE CAZABA MARIPOSAS;
Bohdan Zadura; editor de Tworczosc
HOMBRE UNIDIMENSIONAL; Rodolfo
Fogwill; escritor
HOMÚNCULO; Alejandro Vaccaro;
empresario
HORMIGUITA VIAJERA; Gabriela
Franco; editora de Norma
IDIOTA; Víctor Coral; escritor
INDIECITO; Roberto Santucho;
jefe del ERP
INGENIERO FIREIRE; Juan Carlos
Ferreyra; ingeniero
INICIÁTICO: Sergio Chejfec;
escritor
LADRÓN DE GALLINAS; Álvaro Mata
Guillé; tutti frutti
LARGUIRUCHO; Grzegorz Pacek;
cineasta
LECHUGUINO; Juan Carlos Vidal;
director del Instituto Cervantes
LENTEJA; Piotr Sommer; editor
de Literatura na swiecie
LICENCIADO VIDRIERA; Enrique
Butti; escritor y periodista
MADAME DU PLASTIQUE; María Swieczewska;
química
MAESTRO CIRUELA; Carlos Roberto
Morán; escritor y periodista
MAFIOSO; Cristián Costantini;
sociólogo
MALQUERIDO; Guillermo Matínez;
escritor
MALTRATADO; Rafael Toriz; escritor
MANCO; Guillermo Saccomanno;
escritor
MARIPOSÓN; Nestor Tirri; periodista
MEDUSA; María Elena Lorenzin;
escritora
MEJILLONA; Guadalupe Salomón;
tutti frutti
MENTECATO; Hugo Savino; escritor
MONO RELOJERO; Patricio Burbano;
escritor y cineasta
MORO; Manuel Ramos Montes; escritor
MUDA; Malgorzata Nycz; editora
de Wydawnictwo literackie
MUDO; Jorge Panesi; crítico
literario
NADA; Eduardo Berti; escritor
NEGROIDE PIQUETERO; Damián Ríos;
escritor y editor de Interzona
NÉMESIS; Ewa Zaleska; traductora
NIÑO RUSO; Sergio Pitol; escritor
ODALISCA; Anieszka Babicz; filóloga
ORATE BLAGUER; Enrique Vila-Matas;
escritor
ORATE EMPOBRECIDO; Miguel Villafañe;
editor de Santiago Arcos
OSO; Jerzy Lisowski; editor
de Tworczosc
PACIENTE; Eduardo González Lanuza;
escritor
PADRE; Rodolfo Alonso; poeta
PADRINO; Eduardo Costantini;
capo de tutti capi del Malba
PATO CRIOLLO; César Aira; escritor
PATRIARCA DE LOS PÁJAROS; Osvaldo
Bayer; escritor
PAVO; Ricardo Nirenberg; escritor
PEGAJOSO; Franco de Peña; cineasta
PEQUEÑO K; Rajmund Kalicki;
traductor, escritor y editor
de Tworczosc
PERDULARIA; Izabela Kaluta;
tutti frutti
PEROGRULLO; Carlos Brück; psicoanalista
PERVERSO; Edgardo Russo; editor
de El cuenco de plata
PERRO UNO; Daniel Rojas Pachas;
escritor
PERRO DOS; Conrado Arranz; escritor
PIADOSO; Czeslaw Milosz; escritor
PÍCARO; Marcelo Cohen; escritor
PITECÁNTROPO; Stanislaw Stefan
Paszczyk; embajador polaco
PITOLINA; Adriana Astutti; editora
de Viterbo
POETISA PIQUETERA IMPENITENTE;
Tamara Kamenszain; escritora
PONCIO PILATOS; Carlos Echinope;
editor de Letras Uruguay
PORCUS HUNGARICUS; Mihály Dés;
editor de Lateral
PRETEXTO; Manuel Borrás; editor
de Pre-textos
PRIMA; Krystyna Rodowska; escritora
PRIMER CÓMPLICE; Jeremi Stempowski;
tutti frutti
PRÍNCIPE BASTARDO; Konstanty
Jelenski; tutti frutti
PROHOMBRE; Hugo Beccacece; periodista
PROTOSERES; los editores
PTERODÁCTILO; Ernesto Sabato;
escritor
PULGÓN; Santiago Alonso; lector
RÉGISSEUR FANFARRÓN; Jorge Lavelli;
régisseur
REINA DE LA ONOMATOPEYA; Muriel
Bellini; tutti frutti
REVÓLVER A LA ORDEN; Tomás Abraham;
escritor
ROSADO; Nicolás Rosa; escritor
semiótico
SECRETARIO; Arnol Kremer; escritor
SEDUCTORA IMPENITENTE; Adriana
Fernández; editora de Emecé
SOCIALISTA; Alberto Díaz; editor
de Planeta
TERRORISTA; Adrzej Czub; cónsul
de Polonia
TIMBRE; Zdzislaw Jan Ryn; embajador
de Polonia
VACA; Jerzy Jarzebski; tutti
frutti
VACA SAGRADA; Rita Gombrowicz;
viuda
VASCA; Sylvia Iparraguirre;
escritora
VATE MARXISTA; Ricardo Piglia;
escritor
VIEJO VATE; Henryk Bereza; crítico
poeta
ZORRA; Laura Isola; periodista
ZORRO; Slawomir Ratajski; embajador
de Polonia
|