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NOTAS EN ESTA SECCION
Un ser venido de otra parte |
El príncipe
bastardo y el prefacio del Pterodáctilo |
El orgasmo de los protoseres
| Wikipedia
Los noventa del Pterodáctilo
| El Cabo Polonio |
El Pterodáctilo va a la embajada
| La patología de nuestra
época
El objetivismo y el subjetivismo
| La inmensidad |
El Gran Ortiba |
Los consejos de Baistrochi
| El pájaro Tabernil |
La falta de tacto
No tenía salvación |
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El Tigre | Ese
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l La vergüenza
Los talleres y la policía |
El príncipe Ypsilanti |
El placer de los escritores
| Me mataré de mil amores |
Los testamentos
y las chocheras
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UN
SER VENIDO DE OTRA PARTE
Gombrowicz hizo algunos intentos para personalizar a la naturaleza, pero
este camino hacia la humanización de lo que no es humano se le agotaba en
una vacuidad que le producía pereza y aversión. La descripción que hace
de un crepúsculo estaba acompañada por el pensamiento de que la naturaleza
ya no era para nosotros armonía y sosiego como lo había sido antes cuando
el hombre se sentía como una partícula proporcionada de ella. Se siente
sumergido.
"(...) en el no-ser, seguro de ser un demonio, un anti-caballo, un anti-árbol,
una anti-naturaleza, un ser venido de otra parte, un extraño, un intruso,
un forastero. Un fenómeno no de este mundo. Del otro. Del mundo humano"
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Para representar a Polonia Gombrowicz
recurría al fango, a los pies descalzos y a los abrigos de piel de cordero,
en cambio, para representar a la Argentina recurría a las vacas y a
unos oligarcas orgullosos asentados en sus enormes territorios, por
eso decía que no siendo un campeón Shorton no podía aspirar a un premio
en este país. Vamos a ver entonces qué le pasaba con las vacas.
Paseando por un avenida arbolada de la estancia "La Cabaña" en Necochea,
detrás de un árbol se le apareció una vaca. Quizá el hecho que lo obligó
a realizar indagaciones sobre este encuentro fue que la vaca lo miró,
mejor dicho, que le permitió a la vaca que lo mirara, y si bien es cierto
que no podía sacar las consecuencias drásticas que saca Sartre de la
mirada, se sintió tenso y con una vergüenza de hombre frente al animal.
Continuó el paseo pero se sentía incómodo, como si toda la naturaleza
lo estuviera asediando mientras lo contemplaba.
La primera idea que le pasó por la cabeza para resolver esta oposición
entre su humanidad y la naturaleza fue la de que el hombre es no natural,
es antinatural, pero resulta que Gombrowicz tenía la tendencia a establecer
contacto con lo inferior. Si en el mundo humano pone al descubierto
la dependencia que tiene la conciencia superior de la inferior, si recorre
el camino descendente de la madurez a la inmadurez yendo contra la corriente,
entonces, ¿por qué no seguir descendiendo hasta el fondo en la escala
de las especies?
Y cuando pareciera que empieza a seguir los pasos de San Francisco de
Asís, de pronto se detiene bruscamente. Mirar, contemplar y comprender
la naturaleza es una cosa, pero dejarla aproximar como algo igual a
nosotros porque la comunidad de la vida nos engloba, tutearla, es demasiado,
regresa rápidamente a su casa humana y cierra la puerta con doble llave.
La negativa a reconocer la humanidad de una vaca, es decir, de la naturaleza,
una negativa que se le traduce en fatiga y aburrimiento a partir del
momento en que intenta reconocer a esa vida inferior en un pie de igualdad,
vendría a ser una de las características principales de la humanidad
de Gombrowicz. Y esta negativa a reconocer la humanidad de la naturaleza
lo lleva al caballo.
El hombre a caballo es una cosa estrafalaria, una ridiculez y una ofensa
a la estética. Los animales no nacen para cargar sobre sí a otros animales.
Un hombre sobre un caballo es tan absurdo como una rata sobre un gallo
o un mono sobre una vaca, es una perturbación del orden natural a pesar
de que el arte le rinde homenaje a este convencionalismo en las estatuas
y en la pintura.
El jinete da brincos sobre la bestia con las piernas despatarradas en
un animal torpe y estúpido, corre montado a la velocidad de una bicicleta
y repite vez tras vez el salto de un obstáculo en una bestia que no
sirve para saltar. Los placeres de las cabalgatas provienen del atavismo
pues en otros tiempos el caballo era realmente útil y enaltecía al hombre.
Un hombre a caballo dominaba a los demás, el caballo era la riqueza,
la fuerza y el orgullo del jinete. De esos tiempos nos quedó el culto
de la equitación y la adoración por un cuadrúpedo anacrónico.
"Mi monstruoso sacrilegio resonaba salvajemente de un extremo a otro
del horizonte. El dueño y criador de sesenta yeguas de raza me miraba
con condescendencia"
Estas reflexiones sobre los jinetes las hace después de haberse despachado
con unas cuantas mentiras en los diarios anteriores en los que habla
de una yegua que le había caído bien. Galopaba en los pastos, saltaba
los obstáculos y devoraba las cercas, el animal era de pura sangre pero
de reflejos amanerados. Gombrowicz cuenta que le daba garbo con la cuerda,
saltando vallados, y con trote tranquilo al lado de las dos hijas del
dueño de la estancia.
"Mentira, mentira... A pie soy diferente que a caballo, a caballo diferente
que a pie. Los caballos mienten a la moral, la moral a los caballos,
yo a los caballos, a la moral y a las chicas. Un repentino relajamiento.
Frivolidad. ¿Quién soy? ¿Acaso soy realmente? A veces soy esto, a veces
aquello..."
Yo creo que fueron los mocosos de labranza y los caballos los que le
azuzaron desde muy joven su complejo de inferioridad y su odio a la
naturaleza. Esos muchachos eran de su edad, hijos de los mozos de cuadra
a los que él organizaba y comandaba. Sin embargo, ellos se sentían más
cómodos a caballo y cabalgaban con más soltura, trepaban mejor a los
árboles y corrían más rápido que Gombrowicz.
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EL PRÍNCIPE
BASTARDO Y EL PREFACIO DEL PTERODÁCTILO
El
primer gombrowiczida que apareció en el mundo fue el Príncipe Bastardo:
Konstanty Jelenski. Secretario de la Embajada de Polonia en Roma en
1939. Llamado Kot; nacido en Varsovia en 1922; muerto en París en 1987.
Ingresa al ejercito polaco en Francia en abril de 1940. Luego pasa a
Inglaterra. Estudia en Oxford. Lugarteniente en la división blindada
del gral. Maczek. Participa en los combates por la liberación de Francia.
Después de la guerra ocupa funciones en la E.A.O. en Roma. Luego vuelve
a París como secretario general del Congreso por la Libertad de la Cultura
que publica la revista Preuves donde asume en parte la dirección editorial.
Trasladó del polaco al francés Ivonne, Operétte y Trans-Atlántico.
En un tiempo en que Gombrowicz estaba débil y desmoralizado después
del año que había pasado en Berlín, yo tomé contacto con el Pterodáctilo
para discutir la reedición de Ferdydurke, y también con el Príncipe
Bastardo para saber cuánto de enfermo estaba Gombrowicz
El Pterodáctilo consideraba que había que rehacer la traducción desde
el principio para la reedición del libro que se hizo en 1964, y yo que
no había que rehacerla. Sus argumentos eran los clásicos, la gramática
y la sintaxis del libro ofrecían algunos flancos débiles a un espíritu
purista. Si bien es cierto que la literatura de Sabato es espiritual,
ésta es la razón por la que Gombrowicz reconocía su valor, no era ningún
revolucionario en asuntos que tuvieran que ver con el idioma. Después
de algunas idas y vueltas yo lo convencí a Gombrowicz de que, salvo
en algún detalle, la versión original no debía tocarse y, Gombrowicz,
lo convenció a Sabato. Esta discrepancia de opiniones me produjo un
cierto disgusto con Arnesto (así lo llamaba Gombrowicz plegándose a
la pronunciación porteña) y empezó a considerarme una persona poco confiable.
Pero el Pterodáctilo quería dejar su impronta en la reedición de Ferdydurke
y, a pesar de mi oposición, le metió la mano a la traducción legendaria
que se había realizado en el café Rex aprovechándose de que Gombrowicz
estaba lejos y no lo podía controlar.
Aunque el Pterodáctilo era su jefe de propaganda y una persona mucho
más importante que yo, condición que el tiempo, lamentablemente para
mí, no ha podido modificar, Gombrowicz me tenía más confianza y esta
preferencia se puso a prueba otra vez cuando Don Arnesto escribió el
prólogo de Ferdydurke. Si bien Gombrowicz me escribe una y otra vez
que el prólogo era una joya se pone de parte de la crítica que yo hice
sobre ese texto como lo prueba muy bien una carta que me escribió Kot
Jelenski, el primer gombrowiczólogo que había aparecido en el mundo.
En este prólogo se ocupa más de sí mismo que de Ferdydurke porque el
Pterodáctilo es muy ególatra, ¿qué escritor no lo es?, pero en esta
ocasión no elaboró artísticamente esa egolatría, y el resultado no fue
bueno.
Sobre la salud de Gombrowicz y el prefacio del Pterodáctilo el Príncipe
Bastardo me hace comentarios en dos cartas que forman parte de esta
historia verdadera y que van adjuntas en su versión original francesa
y en la traducción española.
Clic en las imágenes para ver las cartas en tamaño original
A Gombrowicz no le faltaba
razón cuando nos dice que los medios literarios de todas las partes
del mundo están integrados por seres enfermizos. Recordemos sin ir más
lejos el lío que se armó cuando la Sarlo lo trató de rústico a un connotado
hombre de letras argentino apodado el Manco. El Manco reacciona inmediatamente
y la acusa de que se emociona con el Guernica de Picasso y no tiene
memoria para los bombardeos del ’55; que tiene sensibilidad para los
hambrientos del primer mundo y no para los de acá a la vuelta; que esta
jerarquía de preocupaciones es la misma que la de Victoria Ocampo; que
no se le puede creer a una columnista dominical que se olvida de los
derechos humanos y sólo se ocupa de los sentimientos benéficos; que
los alumnos de Filosofía y Letras se emplean en editoriales cuando egresan,
hacen informes sobre originales y son obedientes a esos gustos canónicos
institucionales que la Sarlo ayudaba a formar desde su actividad académica;
que sólo la lee para saber en qué anda la derecha argentina ilustrada.
Ni qué hablar de cómo trata a algunos gombrowiczidas distinguidos el
Hombre Unidimensional. Mete dentro de lo que el llama la runfla cultural,
a nuestro entrañable Gnomo Pimentón y a nuestro mefistofélico Guitarrón,
mientras que al Perverso lo trata de cerdo. Y golpea más bajo aún cuando
acusa al Buey Corneta de cobarde delator en el caso bastante vidrioso
del Vate Marxista.
Pero no sólo los hombres de letras son enfermizos, los editores no le
van en zaga. En uno de los gombrowiczidas le abrí las puertas a ciertas
tendencias tanáticas que a veces se apoderan de mí y declaré que ya
que no podía doblegar a los editores entonces iba a tratar de destruirlos.
Ya sabemos que esos Protoseres se mueven en un rango que va de los rufianes
melancólicos a los asesinos seriales, siendo los casos del Pretexto
y del Perverso, en ese orden, los más conspicuos.
Es imposible estudiar los estados intermedios de este tipo de criminalidad
porque sería un cuento de nunca acabar. Otros extremos entre los que
se mueven los Protoseres son la dulzura y la aspereza, siendo los casos
de la Hormiguita Viajera y de la Bestia Catalana, en ese orden, los
más connotados.
Los Protoseres disponen de una especie de pulgones llamados lectores,
que protegen como las madres protegen a sus hijos y a los que le sacan
el jugo todo lo que pueden como hacen las hormigas con los pulgones.
El orgasmo de los Protoseres se produce cuando los libros se venden,
sin importar en absoluto si son buenos o son malos, ésa es una cuestión
que dejó de interesarles hace mucho tiempo.
A veces me siento como un corsario enarbolando las banderas del enemigo,
metido en las entrañas oscuras y misteriosas de los Protoseres, preguntándome
por dónde estará la salida. Se me ocurre que soy también un Caballo
de Troya esperando que se descuiden para destruirlos. Estos pensamientos
turbios giran por mi cabeza pues no puedo aceptar que no exista algo
así como un tercero excluido en este mundo de Gutenberg.
En medio de la penumbra y de una horrible tensión que me zumbaba en
los oídos, y sin saber si tenía que dirigirme hacia arriba o hacia abajo
para salir de las entrañas de los Protoseres, una tarde caí en uno de
esos estados hipomaniacales en los que de vez en cuando caen los genios,
y en cierto momento, el destello de una luz intensísima que me venía
desde la inteligencia me hizo ver con claridad meridiana.
"Me cuentas la penitencia y el fracaso de no poder publicar. Tal vez
te hayas equivocado de giro editorial. Tu libro estaría mejor en una
editorial pequeña, valiente, que no publica libros para enriquecerse
sino porque el goce de la literatura les produce la mayor dicha. Tal
vez Beatriz Viterbo (…)"
Cuando recordé estas palabras del Niño Ruso puse inmediatamente en las
manos de la consigliere de la mafia rosarina, es decir, de Adriana Astutti,
es decir, de la Pitolina, a "Gombrowicz, y todo lo demás", esperando
que esa pequeña valiente gozara en medio de la mayor dicha.
Pasados no más de los días que tienen una semana, se me vino a la cabeza
el refrán de lo que abunda no daña, entonces le mandé a la Pitolina
un conjunto de gombrowiczidas en los que el Pato Criollo tenía un papel
estelar.
Este acto puramente maquinal se convirtió en una terrible equivocación,
como supe después, cuando me enteré de que la Pitolina era una devota
adoratriz de este hombre de letras tan prolífico.
WIKIPEDIA
Un feliz acontecimiento ocurrido recientemente me puso en contacto con
un mundo inesperado y hasta cierto punto hostil.
Un par de revistas virtuales, El Ortiba, www.elortiba.org, primero y
Tabernil, www.tabernil.com, después tuvieron la gentileza de poner en
letras de molde a los gombrowiczidas, y tanta gentileza tuvieron que
desde hace unos días los gombrowiczidas aparecen en
Wikipedia,
Witold Gombrowicz en Wikipedia, con el nombre de dos enlaces: Gombrowiczidas
- Juan Carlos Gómez y Más Gombrowiczidas - Juan Carlos Gómez.
Esta aparición despertó mi curiosidad, de modo que se me dio por mirar
la página que Wikipedia le destina a
Gombrowicz en la que aparecen con una llamada todas las obras de
Gombrowicz, a excepción de Opereta.
Al abrir estas llamadas descubrí con sorpresa que la única que tenía
contenido era la correspondiente a Ferdydurke la que, como me pareció
floja, también llamó mi atención y me dispuse a reemplazarla por una
de mi puño y letra.
Estos vacíos de información despertaron inmediatamente mi apetito así
que procedí a llenarlos rápidamente con todos los textos que tengo escritos
sobre estos temas con la esperanza de que los lectores de Wikipedia,
a los cuales en su idioma particular los llaman bibliotecarios, los
recibieran con alegría, pero las cosas no sucedieron así.
Los Protoseres, en este caso Wikipedia, disponen de una especie de pulgones,
en este caso los bibliotecarios, llamados lectores a los que protegen
como las madres protegen a los hijos y a los que le sacan tanto jugo
como pueden del mismo modo que hacen las hormigas con los pulgones.
Los pulgones bibliotecarios dieron un veredicto instantáneo, aceptaron
los textos pero con algunos reparos formales: debían se wikificados
en la mayoría de los casos, y en el caso de Opereta, además, debía ser
contextualizado.
Ahora bien, en los casos del Transatlántico y de Ivona los pulgones
bibliotecarios se pusieron muy bravos y fueron más drásticos: a Transatlántico
lo rechazaron por majadería, y a Ivona por vandalismo y sabotaje. Puse
a los textos en estado de discusión para obtener la clemencia de los
Protoseres, ya sin ninguna esperanza.
No sé cuánta seriedad tendrá Wikipedia, pero hay algo que me llamó la
atención. Como Opereta no está nombrada en la lista de las obras, y
yo sé llenar páginas pero no crearlas, la puse en los Hechizados, porque
era una página que estaba vacía y porque no era una obra que Gombrowicz
hubiera reconocido como suya.
Pues bien, sobre esta operación de contrabando que realicé bajo las
mismas narices de los pulgones bibliotecarios Wikipedia no puso ningún
reparo, yo creo que a los lectores que hojeen esta página seguramente
les va a llamar la atención este quid pro quo que me vi obligado a realizar
por mi falta de conocimientos.
LOS NOVENTA DEL PTERODÁCTILO
Con Sabato llegamos a ser buenos
amigos, hasta que perdí el contacto
con él nos veíamos una vez por
semana, pero... Elvira González
Fraga se fue poniendo poco a
poco en el lugar que fue dejando
vacante Matilde, y Elvira desaprobó
nuestra amistad.
Arnesto
es una cáscara que Elvira utiliza
con propósitos múltiples, sin
embargo, debo decir que Don
Arnesto lleva sus largos años
con hidalguía.
Algunos fragmentos de la correspondencia
que mantuve con el Pato Criollo
cuando todavía éramos felices
pintan de cuerpo entero el carácter
de las relaciones que yo tenía
con el Pterodáctilo.
"Para el epílogo de mi libro
también había pensado en Sabato,
estoy seguro que me hubiera
perdonado las barbaridades,
muy justas por otra parte, que
digo sobre él en las cartas
que le escribí a Gombrowicz,
pero no puedo pedírselo, imposible,
observá si no la naturaleza
de esta conversación: –¿Quién
lo hizo?; –Kalicki, un polaco
que te tradujo a vos y a Borges;
–¿Y dónde vive?; –Vive en Polonia,
claro, dónde va a vivir; –¿Y
qué hizo?; –Se olvidó de traducir
todo lo que le dije a Peicovich
sobre tu relación con Gombrowicz;
–¿Sabés?, seguramente lo hizo
por algún resentimiento; –¡Pero
qué resentimiento ni qué pelotas,
lo hizo porque es un boludo!;
–¿Quién es un boludo?; –Kalicki
es un boludo; –Ah, ¿y quién
es Kalicki? Está completamente
chocho pero mantiene la dignidad
y una cierta maestría"
Los cumpleaños del Pterodáctilo
en Santos Lugares eran legendarios,
el del 2001, su año nonagenario,
fue apoteótico.
"(...) así que me acerqué a
Alifano: –¿Qué tal, che, el
Viejo no envejece, no?; –Sí,
está igual. Y mientras Alifano
atendía a un vejete que se estaba
extasiando con el último número
de "Proa" dedicado al Profeta
como homenaje a sus noventa
años, un gaitero tocaba la gaita,
amenizaba el ambiente y nos
aturdía con unos sones escoceses
(...) así que le di un golpecito
de codo en las costillas a Alifano
y le dije: –Che, Roberto ¿qué
opinás de Aira?; –¿Qué Aira?;
–César Aira, el escritor; –Nada;
–¿Cómo nada?; –Menos que nada;
–Pero... si es un escritor;
–Negativo (se le había puesto
la cara de un color cetrino
a ese aguilucho mal nacido y
estaba actuando como si yo lo
hubiera ofendido); –Pero...
si está premiado en España y
traducido al francés; –Un cero
a la izquierda, algo leí, insubstancial...
Me había metido en un lío así
que dejé que la conversación
se cayera"
"(...) sin saber de dónde había
salido, la casa del Murciélago
tiene muchos laberintos, una
señora cordialísima y de una
naturaleza muy expansiva empezó
a hablarme de cómo ella y sus
alumnas habían quedado prendadas
de una conversación que habían
mantenido conmigo en el cumpleaños
del año anterior: –Pero, señora,
si yo no estuve en el cumpleaños
del año pasado; –Entonces habrá
sido en el anteanterior; –¿Y
qué es lo que dije que se quedó
tan admirada?; –Era sobre Gombrowicz
(...) y como una cosa trae la
otra al ratito estábamos como
chanchos (...) Mercedes resultó
ser profesora de literatura
española en la facultad de letras,
ya en plena confianza me dice;
–Sos el mejor para Tata, el
más inteligente y el más simpático;
–¿Y vos cómo lo sabés?; –Porque
nos lo dice a todos. Cada minuto
que pasaba me parecía más versada
y más amena así que se me ocurrió
que había llegado el momento:
–Che, ¿y qué tal Aira?; –Ah,
César, es tan buenito, tan humilde,
tan buen escritor; –Vos sabés
que Alifano me lo acaba de tratar
con muchísima desconsideración;
–Pero si esa porquería es una
mierda, qué importancia puede
tener lo que piensa ese hijo
de puta, es un derechista de
lo más bajo, ni te imaginás
lo mala persona que es (...)"
Un año antes el Pterodáctilo
me había dedicado un ejemplar
de "La Resistencia"; en la dedicatoria
nos hace culpables a Dios y
a mí de dos pecados diferentes,
como muy bien se pude ver en
el documento adjunto.
EL
CABO POLONIO
Hace un tiempo le pedí a algunos
gombrowiczidas, a la Hierática,
a la Flauta Traversa, al Mafioso...,
que si llegaban a tener conocimiento
de alguna publicación que se
hiciera sobre Gombrowicz, aunque
fuera nada más que una cita,
me lo comunicaran inmediatamente.
Así fue, el Mafioso me acaba
de decir que el Buey Corneta
había metido una cita en el
epígrafe de "La vida descalzo",
una narración ambientada en
el Cabo Polonio en cuyas playas
caminaba descalzo ese hombre
de letras fotogénico.
Le pedí al Guitarrón, el Protoser
que editó el libro, que si me
hacía el favor de copiarme la
cita, aunque después de la presentación
que le hizo a "El viaje" del
Niño Ruso, en la que habló de
los huevos del dinosaurio y
de las cuartillas, supe todo
lo enigmático que era ese Protoser.
Mi presunción resultó cierta,
en efecto, me contestó que ¿Yo,
señor? No, señor. ¿Pues entonces
quién lo tiene?, y que el prefacio
era de Pavese, sin advertirme
en absoluto que llegando a la
mitad del libro aparecía el
texto que yo andaba buscando.
"Sí, sí, mirad la mujer del
farmacéutico, cómo juguetea,
como horada la piedra con el
piececito, mientras su talón
desnudo despunta y asoma: también
juguetea el jefe de ventas,
le da patadas al balón, resopla
y chilla. ¡Ja, se lo pasa bomba!
¡En cueros! Pero el tipo desnudo
de hecho está desvestido: ¡y
desvestido está el jefe! ¡La
mujer del farmacéutico sin bragas!
¡Y los dedos de los pies completan
ferozmente los dedos de las
manos! La asquerosidad corporal
es una provocación salvaje con
la que chilla toda la playa.
¡Dios mío, permíteme vomitar
la forma humana!"
A pesar de la desconsideración
que han tenido todos los escritores
argentinos que se negaron a
participar en el homenaje que
se le hizo a Gombrowicz en la
Feria del libro el año de su
centenario, lo siguen usando
como se puede usar un traje
comprado en una buena tienda.
El Pato Criollo, el Boxeador
Amateur, el Vate Marxista, el
Buey Corneta, el Alfajor...,
brillaron por su ausencia poniendo
en evidencia una de las características
más sobresalientes del ambiente
en el que tienen lugar las actividades
relacionadas con el arte de
escribir: la mezquindad. Pero
no es un reproche el que quiero
hacerle al Buey Corneta, de
esta mezquindad ya se toma venganza
el mismo Gombrowicz cuando por
tomar su nombre en vano se le
muere en la boca. Solamente
quiero recordarle por qué no
es buena la performance de esos
escritores hispanohablantes
cuando se refieren a Gombrowicz.
La primera sensación que uno
tiene leyendo los escritos del
Orate Blaguer, el Buey Corneta,
el Pato Criollo, el Vate Marxista,
pongamos por caso, es que nos
encontramos en un campo literario
en el que las ideas se ponen
al servicio de las palabras.
La primacía de la semántica
y la ilación en el decurso de
los movimientos cognoscitivos
de estos seres compelidos a
escribir, a veces contra su
propia voluntad, nos coloca
en un mundo de características
borgianas, lo que no tendría
en principio nada de malo. Para
cortar por lo sano e ir directamente
al grano, tenemos que decir
que en Gombrowicz las cosas
ocurren exactamente al revés,
o mejor expresado, las palabras
se ponen al servicio de las
ideas y, en el límite, el significado
de las palabras no tiene importancia,
o importa poco.
Si bien es cierto que el discurso
de los hombres de letras hispanohablantes
no es tan homogéneo que digamos
pues se mueve en un rango que
va desde la más declarada logomaquia
del Orate Blaguer a la hermenéutica
un tanto sofocante del Vate
Marxista, en muy pocas ocasiones
estos jinetes que sujetan con
fuerza las riendas del caballo
de las palabras se montan en
el caballo de las ideas de Gombrowicz.
Podríamos decir que el polaco
los convierte en unos seres
incompletos pues sólo comprenden
la parte de Gombrowicz que está
en ellos, pero esta parte de
Gombrowicz es la más pequeña.
Para ponerlo de otra manera,
no utilizamos bien el tiempo
cuando salimos a cazar jabalíes
con una red o cuando nos vamos
de pesca con una escopeta.
Los escritores argentinos cuando
se la tienen que ver con Gombrowicz
ponen las ideas al servicio
de las palabras a diferencia
de Gombrowicz que pone las palabras
al servicio de las ideas, pero,
¿al servicio de qué ideas pone
las palabras Gombrowicz? El
polaco arremete con furia contra
todas las ideas, acosa a la
realidad en todas las formas
posibles y la irrealidad de
las ideas lo pone fuera de sí,
pero lucha contra ellas. El
Buey Corneta, en cambio, corta
por lo sano, simplemente huye
de las ideas oculto tras un
estilo estético, narrativo y
paisajista. El Pato Criollo
es más audaz, va en busca de
las ideas pero es sometido al
suplicio de Tántalo pues las
ideas huyen de él. Por eso es
imposible el encuentro del Buey
Corneta y el Pato Criollo con
Gombrowicz pues ninguno de ellos
se pone en contacto con las
ideas, uno porque huye de ellas
y el otro porque le huyen a
él.
Claro, hay una pregunta que
queda flotando en el aire: ¿por
qué no hablo del Cabo Polonio?
Pues bien, porque no lo conozco.
EL PTERODÁCTILO VA A LA EMBAJADA
En el año 1997 el Camaleón llegó
a considerarme una persona muy
importante, le había puesto
en la Embajada de Polonia a
Miguel Najdorf, un encuentro
que luego derivó en una cena
en el Hereford de Puerto Madero
y en un almuerzo en la embajada,
y estaba chochísimo conmigo.
Como se le había despertado
el apetito, acto seguido quiso
que le trajera también a el
Pterodáctilo. Es sabido que
los embajadores viven especialmente
de las apariencias, por esta
razón el Camaleón decidió, una
vez que Don Arnesto aceptó la
invitación, organizar un almuerzo
en la embajada con una gran
cantidad de embajadores para
homenajear a nuestro insigne
hombre de letras.
Yo sabía que el Pterodáctilo
había desarrollado con el tiempo
una gran habilidad para excusarse,
me contaba que se atrevía a
cualquier cosa, desde las enfermedades
infecciosas hasta los yesos,
que en una oportunidad, renovando
las excusas con la misma persona,
se había convertido en un hombre
tronco. Me preparé para lo peor,
dicho y hecho, dos días antes
del almuerzo me avisó por teléfono
que estaba orinando sangre y
que no sabía si podía ir a la
embajada. Finalmente, se apiadó
de mí y a último momento me
dijo que iba. Las reuniones
en las embajadas no gozaban
de la simpatía de Gombrowicz.
"También acudí una o dos veces
a la embajada y saqué de estas
visitas una lección para toda
la vida: que hay que huir de
las ostras de las recepciones
en dichas embajadas, así como
del tedio"
Cuando llegó el Pterodáctilo
a la Embajada de Polonia la
gente se arremolinó, Don Arnesto
me pidió que le tuviera un momento
un ejemplar de "Sobre héroes
y tumbas" que le había dado
el embajador de Suecia para
que lo firmara, que no quería
aparecer en las fotos como aparecía
siempre con libros y lapiceras.
Esta posesión inocente me puso
en peligro, el embajador sueco
que tenía el tamaño de un oso,
me arrancó el libro de un zarpazo
diciéndome que el libro era
de él y que no debía tenerlo
yo. Me senté a la mesa del Camaleón
y de las esposas de los embajadores
de Turquía y Costa Rica. Cuando
le pregunté a las señoras qué
libro de Don Arnesto habían
leído, me respondieron que ninguno,
cuando le pregunté a qué habían
venido entonces, me respondieron
que a comer.
De todo esto resultó que al
año siguiente, cuando llevé
a la Vaca a la casa del Pterodáctilo,
se vino con una carta de la
señora del Camaleón debajo del
brazo en la que le pedía a Don
Arnesto que le hiciera algún
comentario sobre los ingredientes
y la preparación de alguna comida
que supiera hacer, que estaba
escribiendo un libro de gastronomía
para gente VIP, una solicitud
que provocó una gran algarabía
en el Pterodáctilo y en mí,
mientras la Vaca permanecía
en silencio.
Unos meses después de que la
Vaca regresara a Polonia el
Pterodáctilo me dedicó en idioma
italiano un ejemplar de "Antes
del fin", en la dedicatoria
me aconseja que lo lea en el
escusado del universo tal como
se ve en el documento adjunto.
LA PATOLOGÍA DE NUESTRA ÉPOCA
A Gombrowicz le tocó polemizar
con los pensamientos más importantes
de nuestro tiempo, el existencialismo
y el marxismo, sin el apoyo
de las creencias religiosas
ni de la iglesia católica, a
las que también combatía.
Sartre se le había convertido
en una obsesión más o menos
permanente, pero el filósofo
francés no lo registró, ni aún
después de que Gombrowicz recibiera
el premio "Formentor" en el
año 1967; claro, no le daba
importancia a estas distinciones,
al punto que tres años antes,
en 1964, había rechazado el
Nobel de literatura.
Fueron dos hombres apasionados
que tomaron rumbos diferentes,
pesaron mucho en ellos sus familias,
las tradiciones y el lugar de
nacimiento.
Eran coetáneos, Gombrowicz nacido
en 1904 y Sartre en 1905, de
una época que sucedía a otra
anterior en la que había triunfado
el intelecto con una violenta
ofensiva en todos los campos,
parecía entonces que la ignorancia
podía ser erradicada por el
esfuerzo tenaz de la razón.
Este impulso intelectual creció
hasta alcanzar su apogeo después
de la segunda guerra mundial,
cuando el marxismo y el existencialismo
se desparramaron por toda Europa
ampliando explosivamente los
horizontes de los hombres dedicados
al pensamiento.
Gombrowicz empieza a darse cuenta
de que, si bien la vieja ignorancia
estaba desapareciendo, aparecía
una nueva engendrada, justamente,
por el intelecto, una estupidez
desgraciadamente intelectual.
La vieja visión del mundo que
descansaba en la autoridad,
sobre todo la de la Iglesia,
estaba siendo remplazada por
otra, en la que cada uno tenía
que pensar el mundo y la vida
por cuenta propia, porque ya
no existía la vieja autoridad.
El mundo del pensamiento empezó
a caracterizarse por una extraordinaria
ingenuidad, a la que animaba
una juventud sorprendente, los
intelectuales nos exhortaban
a que pensáramos nosotros mismos,
con nuestra propia cabeza. Las
ideas podían tener un salvoconducto
si se las comprendía personalmente,
y no sólo eso, teníamos que
experimentarlas en nuestra vida,
había que tomarlas en serio
y alimentarlas con nuestra propia
sangre.
El aumento de este exceso de
responsabilidad tuvo consecuencias
paradójicas: el conocimiento
y la verdad dejaron de ser la
preocupación principal del intelectual,
una preocupación que fue remplazada
por otra, por la preocupación
de que descubrieran su ignorancia.
El intelectual, atiborrado de
conocimientos que no termina
de asimilar, anda con rodeos
para no dejarse pescar, entonces
toma algunas medidas de precaución
bastante ingeniosas: enmascara
la formulación de los pensamientos,
utiliza nociones pero no las
desarrolla, dando por sentado
que son perfectamente conocidas
por todo el mundo, y todo esto
lo hace para ocultar su ignorancia.
La omnipresencia de Sartre en
la segunda mitad del siglo XX
termina por cerrarle el cerco
a los intelectuales, Sartre
les exige que se comprometan
y que elijan, que se pongan
en pro o en contra. Cuando expone
los postulados de su exhortación
en "Situations", los pobres
burgueses pensantes toman conciencia
de que para entender la idea
de la libertad, había que leer
antes la setecientas páginas
de "El ser y la nada", y de
que, como el fundamento de esta
obra es una ontología fenomenológica,
había que leer antes a Husserl...,
y antes a Hegel..., y antes
a Kant.
Sartre va acumulando poco a
poco toda la patología de nuestra
época, pone en crisis la grandeza
de la literatura y la convierte
en una literatura funcional.
La voz más categórica de su
espíritu desciende al terreno
llano para desempeñar el papel
de un maestro pedante y moralista.
Como no consigue unir el dominio
de la verdad esencial con los
asuntos cotidianos, le asigna
al escritor una función social.
Sus instrucciones positivas
sobre el papel del escritor
en la sociedad contienen todas
las debilidades propias de los
sermones, sean religiosos o
marxistas, y son ajenas a los
filósofos más antiguos, menos
producidos y más naturales.
Gombrowicz no estaba para nada
de acuerdo con la exigencia
de Sartre, ésa que exhortaba
a los intelectuales a tomar
partido por la izquierda, por
el proletariado y por el marxismo,
la única forma de ejercitar
la libertad según creía el filósofo.
Pero como la libertad de Sartre
es una idea que los buenos burgueses
pensantes no podían asimilar
sin una preparación filosófica
que no tenían, empezaron a desarrollar
una destreza particular para
ocultar su ignorancia. Los resultados
no fueron buenos, la función
social del escritor se hizo
irresistible y el pensamiento
se degradó.
Gombrowicz, tanto como Borges,
tenía una relación extraña con
la política, se interesaba más
por el estilo de los políticos
y de los jefes militares que
por las ideas que representaban.
Gombrowicz buscaba la liberación
de su conciencia, estaba convencido
de la bancarrota de todas las
ideologías políticas, de las
de izquierda y de las de derecha.
Siguiendo las enseñanzas de
su colega Marx pensaba que había
llegado el momento de estudiar
el condicionamiento de la conciencia,
no sólo la de los aguaciles
del capitalismo, sino también
la de los estudiantes que profieren
injurias en un mitin.
EL OBJETIVISMO Y EL SUBJETIVISMO
Después de recibir el Premio
Internacional de Literatura
Gombrowicz empezó a golpear
a los polacos a la derecha y
a la izquierda. Especialmente
atormentaba a los polacos londinenses
de la revista "Wiadomosci",
a los que trataba como a un
nido de víboras. Los amigos
le reprochaban que se pusiera
a discutir con cualquiera, pero
a él le gustaba aporrearse con
el primero que se le cruzaba.
De esta manera se disipa la
superioridad artificial del
escritor, desaparece la distancia
que lo protege de los lectores,
y se manifiesta con crueldad
la superioridad esencial y la
inferioridad real. El juicio
del inferior hiere y duele,
y no es verdad que a los escritores
no les importe en absoluto.
El hombre sólo puede ver el
mundo con sus propios ojos y
pensar con su propia razón,
de modo que debe considerar
que su juicio siempre es el
mejor.
Aún si reconociera la superioridad
de las ideas de Einstein, para
poner un ejemplo, y siempre
que no sea un experto en la
materia, sólo lo haría en el
carácter de que es él mismo
el que le da crédito a los especialistas
que opinan así, y también en
este caso su juicio sería el
superior. El hecho de hacernos
el centro del mundo choca de
manera evidente con el objetivismo
que reconoce mundos y puntos
de vista ajenos.
La contradicción entre el subjetivismo
y el objetivismo es fundamental.
La relación entre el sujeto
y objeto, es decir, entre la
conciencia y el objeto de la
conciencia, es el punto de partida
del pensamiento filosófico moderno.
A juicio de Gombrowicz, Platón
y Aristóteles debutan con el
pensamiento subjetivo y objetivo.
El pensamiento objetivo llega
hasta nuestros días en el marxismo
y el catolicismo.
Es Sartre el que se pregunta
si existen los otros aparte
de uno mismo. Es una cuestión
realmente insólita porque la
existencia de los otros es la
más evidente y la más tangible
de las realidades. Pero para
Sartre la existencia del otro
es inaceptable, y en esto poco
importa su marxismo, pues el
hombre es una conciencia pura;
si admitiera que el otro es
también una conciencia, esa
conciencia lo convertiría en
objeto.
Gombrowicz tiene la costumbre
de liquidar las relaciones de
Sartre con el marxismo de una
manera rápida, pero en cuanto
a la subjetividad y a la objetividad
se refiere el asunto no es tan
sencillo. "Crítica de la razón
dialéctica" es una obra abstracta
y difícil de leer, es un intento
de clarificación de las relaciones
entre el existencialismo y el
marxismo, y yo quería que Gombrowicz
me ayudara a pensar en este
asunto porque las idas y vueltas
del franchute con el comunismo
no tenían fin.
La cuestión es que en este libro
Sartre designa al marxismo como
la filosofía insuperable de
nuestro tiempo, y que lo seguirá
siendo hasta que la situación
histórica y económica que expresa
haya sido superada. Pero si
el marxismo es la filosofía
insuperable de nuestro tiempo,
¿cuál es, entonces, la razón
de ser del existencialismo de
Sartre?
Para los filósofos comunistas
el existencialismo traduce la
decadencia burguesa en un escape
de lo real, en el aislamiento
del individuo, en la afirmación
de la autonomía absoluta del
ego y de su superioridad al
mundo. Sartre, en cambio, está
convencido de que el marxismo
ofrece la única interpretación
válida de la historia, pero
que su existencialismo es el
único camino que conduce a la
realidad concreta. Sobre esta
base le hace al comunismo la
acusación de que hay dos maneras
de caer en el idealismo: una
consiste en disolver lo real
en la subjetividad; la otra,
en negar toda subjetividad real
en beneficio de la objetividad.
Ambos se acusan de idealismo,
pero Sartre acepta sin restricciones
el materialismo histórico, es
decir, que el modo de producción
de la vida material domina,
en general, el desarrollo de
la vida social, política e intelectual.
El salto del reino de la necesidad
a un reino de la libertad, que
Marx y Engels anunciaron como
un ideal futuro, marcará, según
Sartre, el fin del marxismo
y el principio de una filosofía
de la libertad. Pero este futuro
está lejano y, mientras tanto,
el marxismo, para no degenerar
en una antropología inhumana,
debe ser complementado por el
existencialismo sartriano, que
le proporciona su fundamento
subjetivo, humano y existencial.
"A los ignorantes, para quienes
la filosofía es un cúmulo de
desatinos, porque no entienden
nada, me permito llamar su atención
diciéndoles que es sobre una
contradicción análoga que, por
ejemplo, los físicos se rompen
la cabeza (teoría ondulatoria
y corpuscular de la luz, concepción
dual del electrón, continuum
de Einstein y teoría de Planck)"
Gombrowicz tiene la costumbre
de volver dramáticas las contradicciones
entre los corpúsculos y las
ondas, pero el asunto no es
tan trágico, todo depende del
aparato con el que se observe
el fenómeno. Tampoco es cierta
la creencia de que la física
es tan solo un conocimiento
objetivo, si bien es cierto
que sus objetos son muy distintos
de aquellos de los que se ocupan
Gombrowicz y Sartre.
Sir Arthur Eddington, el inglés
que tuvo la ocurrencia de contar
el número de partículas que
tiene el universo, piensa que
una cosa es, para la mente humana,
obtener, estudiando los fenómenos
naturales, las leyes que la
mente misma ha colocado ahí,
y puede ser otra cosa mucho
más difícil encontrar leyes
sobre las que no se tiene ningún
control, y hasta es posible
que las leyes que no tiene su
origen en la mente sean irracionales,
y puede ser que no podamos nunca
llegar a formularlas.
Y llevado por las alas del subjetivismo
Gombrowicz se refiere seguidamente
a la intencionalidad de la conciencia,
pues la conciencia es siempre
conciencia de algo, y entre
la conciencia y ese algo hay
siempre una contradicción que
nos impide aprehender la esencia
de lo humano.
"Así se presenta a grandes rasgos
el problema del subjetivismo,
que para muchas cabezas huecas
no es más que una contemplación
egoísta del propio ombligo y
un conjunto de turbiedades"
La batalla contra el marxismo
es la batalla entre el subjetivismo
y el objetivismo, puesto que
el marxismo quiere ser una ciencia.
Pero ni la ciencia es tan objetiva,
ni el marxismo es tan científico.
Después de Kant el objetivismo
recibió una paliza terrible,
y todavía no ha logrado recuperarse.
Una cosa en la que sí están
de acuerdo Gombrowicz y Sartre
es en que ambos desprecian a
la ciencia, aunque Sartre la
desprecia un poco más.
LA INMENSIDAD
Gombrowicz tenía malas relaciones
con la naturaleza, con los abismos
y con la inmensidad, se consideraba
a sí mismo un hombre de temperaturas
medias. Hay dosis demasiado
fuertes que el organismo no
puede aguantar, los temas demoníacos
y gigantescos hay que tratarlos
con una prudencia excepcional
o, al menos, con una excepcional
astucia.
En las cumbres no hay nada,
sólo nieve, hielo y rocas, en
cambio hay mucho que ver en
el propio jardín. La actitud
honesta es no esforzarse en
vivir algo que no se puede vivir,
en preguntarse por qué esas
vivencias nos resultan inaccesibles.
Los abismos y la inmensidad
son objetos que la literatura
no debe abordar por la vía directa,
sólo podemos aproximarnos a
ellos a través del mundo entero
y de la naturaleza humana en
sus aspectos más fundamentales.
La distancia que tomaba Gombrowicz
con la desmesura está en línea
con la relación que tenía con
los sentimientos. Shakespeare
dramatizó como ningún otro el
desarrollo de los sentimientos
y de las pasiones humanas, y
no deja de ser una paradoja
que el púdico de Gombrowicz
lo haya tomado como ejemplo.
Para el inglés los sentimientos
eran la materia prima de todo
lo que existe y para el polaco
eran una afección que había
que evitar en el arte y también
en la vida. Gombrowicz trató
a los sentimientos como costumbres
agonizantes y esclerosadas de
las que se habían escapado sus
contenidos vivos quedándose
nada más que con la rigidez
de las formas puras.
No es que Gombrowicz no tuviera
pasiones, pero tuvo que escamotear
su phatos del carril de los
sentimientos y colocarlo en
un ámbito donde las personas
se forman unas a otras por casualidad
e independientemente de su voluntad,
es como si todas juntas le asignaran
a cada una por separado un lugar
en esa organización de manera
imprevisible e indómita.
"Lo extremo me ha asediado por
todos lados. Y es un asedio
lleno de terror y fuerza. Pero
–como ya lo he anotado con satisfacción–
apago en mí todas las fuerzas.
Un existencialista profundizaría
en las angustias. Un creyente
se prosternaría ante Dios. Un
marxista trataría de llegar
hasta el fondo del marxismo...
No creo que ninguno de ellos,
hombres serios, se defendiera
ante la seriedad de este experimento;
yo, en cambio, hago lo que puedo
para volver a una dimensión
media, a una vida corriente,
no demasiado seria... No quiero
abismos ni cumbres, lo que deseo
es la llanura"
Pero..., el hombre propone y
Dios dispone. Cuando Gombrowicz
estaba terminado de construir
una muralla para defenderse
de la inmensidad y la desmesura,
tropieza con el Aconcagua.
La Argentina y Polonia tienen
naturalezas bien distintas,
la de Polonia es mansa y cariñosa,
la de Argentina es inhóspita,
monumental y no le da lugar
a las caricias; el hombre va
por un lado y la naturaleza
por otro.
Gombrowicz emprende desde la
ciudad de Mendoza la expedición
al Aconcagua. A medida que el
coche sube por caminos empinados
se va desorientando con las
perspectivas gigantescas que
le ofrece la cordillera de los
Andes, el aire se vuelve denso
y lo empieza a embriagar.
"¡Ay, si pudiera embriagarme
hasta perder el conocimiento!
¡Ay, si pudiera tomar siquiera
una copa! Ya que todos los precipicios
que he contemplado con terror
a lo largo de mi vida se reducen
a unos huecos de nada en comparación
con lo que surge ahora justo
a mi lado, a un palmo de las
ruedas del coche, y que ya prácticamente
deja de ser un precipicio y
se convierte en el espacio que
se lanza vertiginosamente hacia
abajo, casi gritando, y es tan
amenazador, que el cuello se
crispa y el corazón sube hasta
la garganta"
Entre las paredes rocosas surgen
valles, gargantas y laderas
encadenados a un precipicio
que produce pánico, es un movimiento
detenido, esa inmovilidad del
movimiento es la misma que Gombrowicz
había observado en el Tatra,
en los Alpes y en los Pirineos,
pero esa tensión del movimiento
era más fuerte en los Andes.
"¡Helo aquí: el corazón de las
montañas! ¡Helo aquí: el Aconcagua,
como perdido entre otras cumbres!"
Esa inmensidad exigía una confirmación
intelectual, era grandiosa,
pero su grandeza, igual que
la de las obras de arte, era
domada por la armonía de las
proporciones perfectas y por
esa razón dejaba de existir.
Si Polonia tuviera el Aconcagua,
los polacos se conmoverían,
estarían orgullosos y felices,
con un recogimiento religioso
mirarían sus cimas como algo
propio, la polonidad de ese
paisaje sería su mayor encanto.
En la Argentina no ocurre nada
parecido, nadie piensa que la
segunda cumbre en la altura
del mundo es argentina. Gombrowicz
vuelve a descubrir aquí hasta
qué punto los argentinos son
imperialistas y con qué fuerza
está arraigada en ellos la conciencia
de su destino a escala intercontinental.
En la Argentina Gombrowicz se
siente ciudadano del mundo y
tiene el presentimiento de desempeñar
un papel mundial... El nacionalismo
de aquí a menudo adquiere formas
grotescas, pero se limita a
manifestarse en el campo de
la política; en la vida cotidiana,
en la convivencia con la naturaleza,
el sentimiento argentino es
de amplias miras y respira como
esas montañas que, con su inmensidad,
derrumban las fronteras del
Estado y se convierten en la
propiedad de América.
"Si la geografía condiciona
el espíritu humano, el espíritu
humano de Polonia debería ser
mezquino, estrecho, retrógrado...
Pero, ¿acaso el espíritu no
parece a veces querer llevar
la contraria? ¿No resulta antinómico?
¿Acaso no es capaz de superase
a sí mismo? En mi opinión, Polonia
debería sentir la llamada del
más extremo universalismo, porque
sólo así podrá compensar su
situación geográfica"
EL
GRAN ORTIBA
Mis aventuras con Wikipedia
terminaron en un veredicto lapidario
pronunciado por uno de sus pulgones
bibliotecarios.
"Pues a este censurador no le
queda más remedio que aplicar
las políticas... ya que no hay
intención de modificar los artículos
de acuerdo a las convenciones
de Wikipedia no tiene sentido
que los conserve esperando tal
cosa"
Esta historia despertó el interés
de algunos gombrowiczidas que
se pusieron de mi parte con
gran entusiasmo.
"Hace un buen tiempo que recibo
sus Gombrowiczidas y para ser
sincero debo afirmar que con
cierta apatía. Puesto que mi
interés por el gran Witold es
casi nimio. No obstante, al
leer el último no tengo más
que palabras elogiosas para
su revuelta contra los Protoseres.
Me encantó recorrer las tan
conocidas wikipáginas y encontrar
su sello colosal en las entradas
y los cartelones que reclaman
wikificación artística. Nuevamente
le extiendo mi apoyo y le dejo
un saludo cordial"
Este apoyo no tendría nada de
particular si no fuera porque
me lo está dando el director
de Prometheus, la revista que
publicó "Gombrowicz, y todo
lo demás".
El hecho de que este hombre
me esté diciendo que el interés
que tiene por Gombrowicz es
casi nimio tiene un tufo parecido
al de la perfidia de Bruto:
Tu quoque, fili mi.
Pero de El Ortiba www.elortiba.org
me estaban llegando otros aires,
la publicación de los gombrowiczidas
y las palabras de Horacio Sacco.
"No entiendo por qué no habría
de animarme estimado Goma, en
El Ortiba conviven perfectamente
WG y Paco Urondo, Borges y Haroldo
Conti, Gardel y Los Pibes Chorros...
Una especie de colega me dijo,
con las mejores intenciones
y buena onda por cierto, tenés
que aprovechar a este hombre,
o sea eso: no hay límites para
el polaco ni para vos (...)"
Horacio Sacco, a quien por este
acto solemne consagro como el
GRAN ORTIBA y príncipe del club
de gombrowiczidas, tomó una
decisión increíble, publicó
en su revista mi ópera magna.
LA OBRA DE GOMBROWICZ
Escribir sobre la totalidad
de la obra artística de Gombrowicz
no es una tarea fácil, es una
empresa más grande que la que
emprendí cuando me puse a garabatear
sobre sus diarios en "Gombrowicz,
este hombre me causa problemas",
y sobre su epistolario con los
argentinos y la relación personal
que tuvo con nosotros en "Gombrowicz,
y todo lo demás". Trasponer
las ideas y el idioma literario
de sus obras artísticas a otro
lenguaje sin malograr la inspiración
original es un propósito difícil
de alcanzar.
En este libro hago reflexiones
sobre la creación y la persona
de un escritor acerca del cual
vale la pena poner la atención
siguiendo las historias que
se relatan en los trece cuentos,
las tres piezas de teatro, las
cuatro novelas y el diario.
Gombrowicz nunca reconoció como
sus obras a "Historia" y a "Los
hechizados" así que no forman
parte de este elenco.
La curiosidad que tienen las
personas cultas por saber cuáles
han sido las lecturas de los
hombres de letras eminentes
es análoga al deseo de conocer
sus antecedentes familiares,
es una necesidad que se manifiesta
en todos los campos del conocimiento
humano, la necesidad de clasificar
y de darle una estructura lo
más simple posible al desorden.
Pero ni de sus antecedentes
familiares ni de sus lecturas
podemos deducir la naturaleza
de Gombrowicz.
El arte es siempre algo más
que los comentarios que se hacen
sobre las obras y la vida del
autor, la obra de Gombrowicz
se encuentra en otra parte,
es algo más que una visión del
mundo y del hombre, su creación
es más bien un juego sin ninguna
intención precisa, sin plan
ni objeto.
Esta ausencia me impulsó a escribir
un resumen de toda su obra,
cuento por cuento, pieza de
teatro por pieza de teatro,
novela por novela y, finalmente,
sobre los diarios. Tuve que
transponer la barrera del idioma
polaco que yo no conozco y del
leguaje de Gombrowicz.
En este resumen se asoma un
hombre inexplicable, como todos
los hombres lo somos, que nos
cautiva con la lógica perversa
de una existencia deformada
en un lecho de Procusto que
maltrecha y degradada busca
en la noche un camino hacia
lo humano.
"¿Cuántas páginas he escrito
a lo largo de mi vida? Unas
tres mil. ¿Con qué resultado,
si nos referimos a mí personalmente?
He abordado estas conversaciones
con la intención de ligar mi
literatura a mi vida (...)"
En verdad el problema más grande
que tuve cuando emprendí este
trabajo fue el de meter las
tres mil páginas que había escrito
Gombrowicz en ciento catorce,
y es lo que hice en LOS CUENTOS,
EL TEATRO, LAS NOVELAS y EL
DIARIO.
LOS CONSEJOS DE BAISTROCHI
Hay tres asuntos que debieran
ser interesantes para un escritor,
a saber: si alcanza sus propósitos
cuando escribe; si los demás
entienden lo que escribe; si
escribe de buen talante.
No en todos los casos Gombrowicz
alcanzaba sus propósitos, en
los diarios, por ejemplo, según
el mismo confiesa, no los alcanzaba.
No había sabido expresar la
transición de su inferioridad
a su superioridad, el paso de
la insignificancia a la importancia.
El sentido espiritual, íntimo
y social de esta cuestión se
le había resbalado entre las
manos, y todo porque no pudo
experimentar con libertad su
grandeza.
Cuando empezó a escribir en
el "Diario" sobre su gloria,
algo salió mal, el convencionalismo
que le impide al autor este
tipo de jactancia funcionó,
y los lectores dieron muestras
de aburrimiento.
El convencionalismo resultó
ser demasiado fuerte y la voluntad
de dominio se le fue transmutando
en broma, provocación y fanfarronería,
y por esta puerta le fueron
entrando poco a poco los medios
de la expresión estándar, un
fracaso estilístico considerable
y triste.
Sobre si los demás entendían
lo que escribía también tenía
algunas dudas, un episodio ilustrativo
es el de Lucien Goldmann. Este
eximio profesor asistió al estreno
de "El casamiento". En la discusión
que tuvo lugar después de la
representación, y en su artículo
"La crítica no ha entendido
nada" se despachó sobre el que,
a su juicio, era el secreto
de la obra. Esa pieza teatral
era para Goldmann una narración
traspuesta de los cataclismos
históricos de nuestro tiempo,
la crónica de una historia tomada
por la locura, una parodia grotesca
de acontecimientos reales.
Hasta aquí el profesor va más
o menos bien, pero de repente
empieza a desvariar con sus
propias representaciones mentales
un tanto disparatadas. El Borracho
viene a ser el pueblo rebelde,
la novia de Henryk es la nación,
el Padre es el Estado, y el
mismísimo Gombrowicz es un noble
polaco que había encerrado en
estos símbolos un drama histórico.
Este pobre profesor marxista,
después de esta experiencia
gombrowiczida, nunca recuperó
del todo la cordura.
Tampoco le iba bien con el buen
talante, la satisfacción que
le producía la actividad de
escribir era fría y hosca. Muchas
veces escribía como si fuera
un colegial obligado a hacer
bien los deberes, y, a menudo,
con miedo o con una incertidumbre
angustiosa.
Hace algún tiempo un amigo escritor
se andaba quejando de que tenía
que luchar con la página en
blanco, con la pereza y con
el disgusto que le producía
crear situaciones dramáticas
y darle vida a los personajes.
Yo le recordé lo que nos decía
Baistrochi, un muy buen profesor
de matemática, cuando no encontrábamos
las raíces de alguna ecuación:
–Pero, joven, medite un poco,
está perdiendo el tiempo en
esta aula, no resuelve los problemas,
yo no entiendo lo que dice y,
además, usted vive amargado,
¿por qué no se dedica a la cría
de aves de corral?
Ahora bien, qué es lo que pasaba
con sus colegas escritores e
intelectuales de su tiempo,
siempre según el juicio de Gombrowicz.
Compara a los intelectuales
de hoy con los del pasado y
saca la conclusión de que los
de antaño no experimentaban
los deseos de autodestrucción
y de autodescrédito propios
de los intelectuales de hoy
que, como no confían en sí mismos,
se esfuerzan por adoptar un
tono brutal tomándolo prestado
de una esfera inferior.
Una de las protagonistas de
una novela de Thomas Mann, tras
acostarse con un ascensorista
del hotel exclama extasiada:
–¡Caray, yo, madame de no sé
cuánto, poeta, persona mundana,
con un botones desnudo en la
cama!
Esta anécdota le viene bien
a Gombrowicz para analizar los
trabajos de los que siguen las
enseñanzas de Sartre, no tanto
por la dialéctica de la infraestructura
y de la superestructura que
contiene, sino por el ascensor.
En efecto, en nuestra época,
aún el más escrupuloso de los
escritores, asustado por la
idea de que lo que lo que lo
ha llevado hacia lo alto no
es su propia esencia sino un
mecanismo ingobernable, aprieta
el botón de la misma máquina
para descender cuanto antes,
el mismísimo Gombrowicz también
había apretado el botón para
descender, por lo menos una
vez.
La cuestión de escribir adrede
una novela buena para las masas,
es decir mala, no parecía más
fácil que escribir una novela
buena. Escribir una novela buena
para las masas no significaba
en absoluto escribir una novela
accesible, interesante, noble
e impregnada de cultura como
las de Sienkiewicz, sino escribir
una novela con lo que las masas
experimentan en realidad penetrando
sus instintos más bajos.
El que emprendiera esta tarea
debería liberar su imaginación
más sucia, turbia y mediocre,
quitarle las cadenas a la conciencia
oscura y baja. Este pobre concepto
de las masas tenía más que ver
con el miedo que con el desprecio.
La intelectualidad polaca estaba
amenazada por el primitivismo
de la masa mucho más ignorante
y terrible en Polonia que en
otro países de cultura superior.
En aquellos años al dirigirse
a los de abajo el escritor escribía
desde arriba en la medida que
su cultura y su buena educación
literaria se lo permitía.
Pero el proyecto de ese Gombrowicz
veintiañero era otro: entregarse
a la masa, rebajarse, convertirse
en un ser inferior, una idea
que más tarde le sirvió para
enunciar un postulado según
el cual en la cultura no sólo
el inferior debe ser creado
por el superior, sino también
a la inversa.
El proyecto no terminó bien,
era una tarea gigantesca y peligrosa,
diez años después se dio cuenta
que había estado jugando con
fuego, algo enfermizo que llegó
a sus manos le hizo tomar conciencia.
Un joven llegó a su casa con
un manuscrito bajo el brazo
pidiéndole que lo leyera, que
la obra tenía un gran impulso
erótico para excitar a los lectores.
De verdad resultó un libro erótico
y sucio que se complacía en
la porquería, era malo y barato.
Leyendo ese manuscrito Gombrowicz
recordó su propia novela olvidada
hacía tiempo, escrita en 1926,
el mismo año en el que había
escrito "El bailarín del abogado
Kraykowski" y "El diario de
Stefan Czarniecki"
Unos días después de que el
autor del manuscrito llegara
a la casa de Gombrowicz se pegó
un tiro en la sien.
Gombrowicz no pensaba que la
causa del suicidio hubiera sido
la novela, pero esa obra era
la expresión de un estado de
ánimo que condujo al joven a
la catástrofe. Diez años atrás,
a pesar de las apariencias y
de una existencia de aspecto
casi despreocupado, no había
estado lejos él mismo de tomar
una decisión parecida, debía
estar muy desesperado. La obra
maestra a la que Gombrowicz
le había puesto el punto final
resultó ser una mezcla asquerosa
del vivir plenamente la vida
en la sensualidad y la brutalidad,
una historia no menos sórdida
y excitante que la del joven
malogrado. Una señora amiga
la leyó y le sugirió que la
quemara; Gombrowicz le hizo
caso, arrojó el original y las
copias en la nieve y les prendió
fuego.
EL PÁJARO TABERNIL
"Nos observamos con curiosidad:
si Schopenhauer considera conmovedora
la curiosidad con la que dos
jóvenes de sexo diferente se
miran buscando en el otro la
madre o el padre de sus futuros
hijos, la mirada crítica con
la que se analizan dos jóvenes
artistas en su primer encuentro,
tampoco está desprovista de
un significado profundo e íntimo.
Cada uno ve en el otro su rival
y desea comprobar las ventajas
que tiene sobre él, averiguar
si su valor espiritual y su
forma son suficientes para no
sucumbir (...) Sabía que mi
primer libro no le había gustado
demasiado (...) era para él
demasiado flojo, demasiado pulido.
En una ocasión me dijo: –Tú
eres tan fino... tanto, que
se te ve sólo de perfil... Su
opinión en este sentido expresaba
un malentendido que poco a poco
se iba creando entre mí y la
mayor parte de la intelligentsia
polaca"
Son comentarios que hace Gombrowicz
en los diario sobre el primer
encuentro que tuvo con Adolf
Rudnicki.
|
LA FALTA DE TACTO
"Debo precisar aquí, que según
mis juicios de aquella época,
lo que se llama falta de tacto
era, en el arte, un factor altamente
creativo, consideraba que un
artista que temía cometer una
incorrección, producir un disgusto,
no valía gran cosa, y que no
debían someterse a las formas
mundanas quienes creaban la
forma. Así pues, me daba perfecta
cuenta de que lo que escribía
era inconveniente y que por
esta razón lo había escrito"
De la lectura irreflexiva de
este párrafo, como las que hacía
Don Quijote de las novelas de
caballería, saqué la conclusión
apresurada de que si me ocupaba
de disgustar a los demás y no
me sometía a las reglas de las
buenos modales, siguiendo el
ejemplo de lo que hacía mi maestro,
me pondría en camino del mundo
de los hombres de letras.
Algunas dificultades que me
han aparecido con los lectores
y, muy especialmente, con los
editores, me han hecho pensar
que no siempre alcanzamos nuestros
propósitos por decir cosas inconvenientes,
y que no siempre los maestros
tienen razón.
A pesar de que Gombrowicz se
había convertido en un maestro
en el arte de producir conflictos
y de caer en desgracia, también
tenía otros proyectos. Poco
tiempo después de haber terminado
"Pornografía" le pareció que
esta obra podía ser un intento
de renovación del erotismo polaco,
un erotismo que se correspondiera
mejor con el destino y la historia
de la Polonia de los últimos
años hecha de violencia y esclavitud,
una historia que descendía hacia
el oscuro extremismo de la conciencia
y del cuerpo.
La idea de que "Pornografía"
podía ser el moderno poema erótico
de Polonia no se le apareció
mientras la escribía, era una
idea extraña, por otra parte,
ajena a su naturaleza. Extraña
porque Gombrowicz no escribía
para la nación ni con la nación
ni desde la nación, escribía
consigo mismo y desde su propio
interior.
"Pero, ¿no será que mis enredos
se mezclan en secreto con los
enredos de la nación? Yo, americano,
yo, argentino, caminado por
la Orilla del Océano Atlántico.
Todavía soy polaco..., sí...,
pero ya solamente por mi juventud,
por la infancia, por esas fuerzas
terribles que en aquel entonces
me estaban formando, grávidas
ya de todo lo que el futuro
iba a traer... Tal vez esté
ligado a Polonia más de lo que
me parece"
Así que no sólo quería ser joven
y bello para agradar, sino que
también quería crear un modelo
para el desarrollo artístico
de estas cuestiones nacionales.
Su propósito predominante era
seducir, con lo que fuera, con
el espíritu, con las cosas,
con el Nobel o con un Mercedes
Benz.
Tenía ideas abundantes sobre
los buenos modales y la elegancia.
Si bien la vida modesta que
llevó en la Argentina lo tenía
maniatado respecto a la vestimenta,
nos daba lecciones. El principio
general era que no había que
ponerse ropa demasiado nueva
ni muy ajustada.
"En Buenos Aires, durante la
guerra, aprendí a tomar distancia
de esa manía de la ropa linda"
No obstante, cuando se fue de
la Argentina cambió de opinión,
se vestía en las mejores tiendas
de Niza, y tenía varios sacos
para cada variante de temperatura.
El sombrero, las pipas, los
zapatos, el impermeable y los
tobillos eran las columnas que
sostenían el arte de agradar
en lo que concierne a la elegancia.
Pero sus deseos de seducir iban
más allá de los de un Don Juan
o un escritor, estaba convencido
de que el que desea agradar
a los demás alcanza con más
facilidad a la humanidad que
el que sólo desea serle útil.
Pero, ¿quería agradar o no quería
agradar? Vamos a ver qué piensa
Adolfo de Obieta sobre esta
cuestión.
"A parte del hecho de que diera
vueltas en torno a su órbita
solitaria, era capaz, en el
momento de sus apariciones,
de dar pruebas de un talento
único para desagradar. Hubiera
podido escribir un libro sobre
el arte de caer en desgracia.
No hacía como algunos aristócratas
que se muestran groseros durante
dos minutos para liberarse para
siempre de una persona molesta,
sino que a veces se entusiasmaba
con sus maniobras de autodefensa
y era capaz de alienarse a personas
que podrían admirarle y ayudarle.
Ese demonio nunca lo abandonó"
La mayéutica de Sócrates siempre
era armoniosa, la de Gombrowicz
a veces no lo era. Una tarde
armó un escándalo con sus provocaciones
en la casa que González Lanuza
tenía en Piriápolis, quedó él
mismo tan alterado que ya a
solas, cuando estaba cenado
en el restaurante, no podía
sujetar los cubiertos de los
nervios que tenía. Puede ser
que en la naturaleza de las
provocaciones de Gombrowicz
esté presente el conflicto sartreano
de la lucha de las trascendencias
en la que cada uno trata de
exceder al otro con la suya...
puede ser. "El Gran Dictador"
es una película de Chaplin en
la que Hitler y Mussolini, sentados
en los sillones de una peluquería,
levantan sus asientos con una
palanca buscando ambos elevarse
sobre el nivel del otro y sobrepasarlo,
un símbolo de la lucha entre
dos trascendencias.
Al ser vistos por otra persona,
somos esclavos, mirando a la
otra persona somos amos, este
imprevisible reverso de la realidad
es la parte del diablo. Sería
vano el esfuerzo del hombre
para escapar a este dilema,
la esencia de las relaciones
humanas no es la de ser-con,
sino el conflicto, y es por
esto que el respeto por la libertad
de los otros es una palabra
hueca.
La alegoría de "El Gran Dictador"
no está nada mal, el alemán
trata de conseguir un nivel
que lo haga más grande que el
italiano, y viceversa. Intentan
convertirse en amos y exceder
al otro con su trascendencia,
que es lo que también quiere
Gombrowicz. Pero Gombrowicz
no levanta su sillón en la peluquería
para conseguir este propósito,
baja el que está al lado suyo.
Yo pasé una sola Navidad con
Gombrowicz, en Piriápolis, en
la casa de los Swieczewski,
en el año 1961. Una mesa de
católicos polacos en la que
sólo Gombrowicz y yo habíamos
perdido la fe. En el momento
del brindis a mí se me ocurrió
decir "prosit", una ocurrencia
bastante extraña en una reunión
de polacos. La cuestión es que
Gombrowicz exclamó al instante
y en voz alta: –dijo "closet".
Como era un asunto que no se
podía aclarar me puse colorado
como un tomate, y sentí que
Gombrowicz me estaba descolocando,
me estaba bajando el sillón.
NO TENÍA SALVACIÓN
Para la época de nuestro viaje
a Piriápolis Gombrowicz había
empezado a escribir "Cosmos"
y aunque no me participaba del
plan general de la obra –quizás
en ese momento él tampoco lo
tenía– empezó a ejercitar conmigo
las ideas sobre las cuales la
ciencia y la filosofía forman
la noción de realidad. Para
entonces, nosotros, los de la
barra del Rex, creíamos realmente
que Gombrowicz dominaba con
amplitud las teorías de la física
moderna y la filosofía, especialmente
las ideas referidas al marxismo
y al existencialismo.
Respecto a la física a él le
gustaba referirse especialmente
a la teoría corpuscular ondulatoria
de Louis de Broglie, quizás
porque pertenecía a una familia
de la nobleza francesa.
A nuestro regreso de Piriápolis
se armaban verdaderas batallas
campales donde volaban por el
aire los nombres de todo el
pensamiento moderno A Gombrowicz
no le iba nada mal y cuando
la discusión se ponía un poco
escabrosa nos escapábamos con
una broma. Una noche, discutíamos
sobre si relatividad era una
palabra adecuada para designar
a esa teoría de la física; –Vea,
Gombrowicz, como usted sabe
Einstein era judío, pues bien,
concentró todo el poder de su
inteligencia en el desarrollo
de una teoría de las medidas
(la relatividad es, en efecto,
una teoría sobre las medidas),
con el propósito de agrandarlas
cuando se achicaban y de achicarlas
cuando se agrandaban, y corregir
así lo que podríamos llamar
el efecto semita.
Claro, los tenderos judíos achican
el metro para medir las telas
cuando las venden, y lo agrandan
para medirlas cuando las compran.
La filosofía y la ciencia sufrieron
grandes transformaciones en
la primera mitad del siglo XX
y Gombrowicz no quería quedarse
atrás en esa carrera tan deslumbrante
como alocada.
En el curso de filosofía que
da en Vence, trata con cordialidad
a Kant y a Husserl, los científicos
de la filosofía, y con descortesía
a Sartre, el filósofo de la
existencia. Con alguna frecuencia
se llenaba la boca con las teorías
de Einstein, Plank, Bohr, de
Broglie en los cursos, en las
conferencias y de vez en cuando
en el "Diario".
El pensamiento filosófico había
pasado de la claridad kantiana
a la oscuridad.. La razón se
estaba convirtiendo en la criada
de un mundo premeditado al que
trataba de atender con un marcado
servilismo.
Un pensamiento tan devaluado
no podía serle útil a la nueva
filosofía, entonces aparece
Husserl. Mientras a Gombrowicz
le ponían un cero en álgebra
y otro en trigonometría en los
exámenes del liceo, Husserl
se doctoraba en matemática con
una tesis sobre el cálculo de
las variaciones.
Para comprender el comportamiento
de los adultos debemos viajar
al pasado y conocer las aventuras
que corrieron cuando eran niños,
así que vamos a echarle una
mirada a la adolescencia de
Gombrowicz para comprender una
historia que vacila entre el
amor y el odio a la ciencia,
a la que a veces repudia y otras
veces distingue.
Todo empezó con una humillación
y siguió con un deseo de venganza.
Marcelina Antonina y Rena, su
madre y su hermana, admiraban
a la ciencia. La hermana tenía
un espíritu lógico y estaba
atraída por la objetividad científica.
A la madre la fascinaban los
médicos eminentes, los profesores,
los grandes pensadores, y en
general las personas serias.
Yo creo que la actitud de Gombrowicz
hacia la ciencia quedó decidida
en un examen del bachillerato.
"Volvió a repetirse lo mismo,
desgraciadamente, en el examen
escrito de matemáticas. Mi falta
de talento en esta materia se
dejó ver con toda claridad.
Ataqué el problema de trigonometría
con la bravura de un suicida
y, para mi mayor sorpresa, lo
resolví en diez minutos. Todo
iba como la seda: bastaba sumar
unas cuantas cifras y ya estaba
listo. Pero yo sabía que era
demasiado hermoso para ser cierto
y me dispuse a buscar, horrorizado,
otras soluciones... mas no había
nada que hacer, cada vez, como
un tren sobre una vía muerta,
llegaba a la misma solución
sencilla, clara, deslumbrante
por su evidencia. Por fin sucumbí,
no pude resistirme más a la
evidencia y, presa de los peores
presentimientos, entregué el
trabajo. Sabía que me iban a
poner un cero pero, ¿qué podía
hacer si no existía mancha ninguna
en mi obra? Sí, un cero en trigonometría,
un cero en álgebra, un cero
en latín: tres ceros coronaron
mis esfuerzos. Parecía que no
tenía salvación"
LA DOXA Y EL SABER
Después de leer "Lecciones preliminares
de filosofía" de Manuel García
Morente Gombrowicz adquirió
la costumbre de decirle a sus
amigos que la filosofía se había
acabado, que el profesor García
Morente lo aclaraba todo, que
no había ya ningún misterio
desde Platón hasta Husserl,
y que sin misterios la filosofía
no puede existir.
En las primeras páginas de esa
obra, tan importante en aquella
época para los estudiantes argentinos,
aparece una palabra que le resulta
atrayente, episteme, un vocablo
al que recurría con cierta frecuencia
en nuestras conversaciones del
Rex, no tanto porque lo fascinara
el significado que tiene, sino
por su sonido. Vamos copiar
el pasaje del libro en el que
se encontró con esa episteme,
y a ver si averiguamos por qué
se le quedó tan grabada.
"Esta duplicidad de sentido
en la palabra ‘saber’ responde
a la distinción entre la simple
opinión y el conocimiento bien
fundado racionalmente. Con esta
distinción entre la simple opinión
y el conocimiento fundado inicia
Platón su filosofía. Distingue
entre lo que llama doxa, opinión,
un saber que tenemos sin haberlo
buscado, y la episteme, la ciencia,
que es el saber que tenemos
porque lo hemos buscado"
La episteme, seguramente, le
quedó zumbando en la cabeza,
y muchos años después vuelve
a ella en los diarios.
Sea por el temperamento, sea
por razones históricas, o sea
por lo que fuere, a los polacos
les gusta protestar. Gombrowicz
conocía a un polaco que solía
sumirse en profundas meditaciones.
Luego, al volver en sí, decía:
–Lameculos, cerdos, cerdas,
comemierdas, todos son la misma
porquería; –¿En qué piensas?;
–En los polacos.
Desde el mismo momento en que
Gombrowicz empezó a escribir
se dedicó a destruir a alguien
para salvarse a sí mismo. En
"Ferdydurke" atacó a los críticos
para distanciarse del sistema
de la episteme occidental. Sus
ataques a los poetas, a los
pintores y a París también estaban
dictados por la necesidad de
apartarse de esa episteme.
"Me moría de vergüenza al pensar
que sería un artista como ellos,
que me convertiría en un ciudadano
de esta ridícula república de
almas ingenuas, en un engranaje
de esta terrible maquinaria,
en un miembro de este clan"
Pero a medida que pasan los
años sus palabras escritas se
fueron distanciando de Gombrowicz,
y él mismo y sus rebeliones,
poco a poco, se convirtieron
en literatura. La ley que formuló
tardíamente: cuanto más inteligencia,
más estupidez, se le podía aplicar
entonces perfectamente a él
mismo.
No podía agarrar a la episteme
por la garganta y luchar contra
ella pues su rebelión sería
absorbida fatalmente por su
mecanismo; no hay nadie, al
fin de cuentas, que aún consciente
de su absurdidad, no forme parte
sin embargo de la episteme.
Esta impotencia de Gombrowicz
para divorciarse de una episteme
que había inventado Platón con
el propósito de distinguir la
opinión simple de la fundada,
lo lleva a hacer declaraciones
drásticas.
La estupidez del sistema de
comunicación que reemplaza a
la comprensión por los malentendidos
que surgen del refinamiento
del lenguaje, y la estupidez
que produce la erudición por
la falta de un lenguaje que
le permita a la gente expresar
los conocimientos incompletos,
es decir, la ignorancia, llevaron
a Gombrowicz al descubrimiento
de que cuanto más tiende nuestro
espíritu a liberarse de la estupidez
y a dominarla, más parece pegarse
la estupidez a la condición
humana.
El esfuerzo del pensamiento
por purificarse de la estupidez
está, entonces, en contradicción
con la organización interna
del género humano, y la episteme
occidental es incapaz de contestar
a la estupidez porque la estupidez
le parece insolente. ¿Pero de
dónde le sale a Gombrowicz este
brote epistemológico?
El joven Foucault estaba deslumbrando
a los franceses con sus compromisos
políticos, sexuales y filosóficos.
Y así como cuando uno piensa
en Gombrowicz piensa en la forma,
cuando uno piensa en Foucault
piensa en la episteme.
Gombrowicz fue un hombre que
buena parte de su vida tuvo
a su disposición un gran número
de horas ociosas, a veces se
ocupaba de la numerología. Mediante
la realización de cálculos ingeniosos,
pero preparados con algunas
artimañas, llegó a la conclusión
que su número era el dos. En
los tiempos que corren, de la
misma manera que Gombrowicz,
yo también dispongo de una gran
cantidad de horas ociosas, y
llegué a la conclusión de que
el número de Gombrowicz es el
siete y no el dos. En efecto,
"Ferdydurke" aparece en Polonia
en 1937, en la Argentina en
1947, firma el contrato de publicación
en Francia en 1957, y en 1967
Gombrowicz recibe el Premio
Internacional de Literatura.
Ahora bien, ¿es inteligente
estimular la inteligencia de
los demás con la numerología?
Y la inteligencia, ¿no será
una enfermedad?
Cuando estaba cursando unas
materias de psicología en la
facultad, unos profesores nos
llevaron al Borda, el instituto
neuropsiquiátrico por antonomasia,
donde entrevistamos a un loco.
Al terminar una charla bastante
larga los médicos nos pidieron
la opinión, yo dije que no sabía
cuál era la causa de la enfermedad,
pero era evidente que el loco
sobrevaloraba la inteligencia
en forma maníaca. Es una pena
que no recuerde lo que nos dijeron
los profesores sobre la causa
de este trastorno mental, una
información que podría resultarle
quizás útil a alguno de los
gombrowiczidas.
Sin embargo, el psiquismo no
nos puede dar una respuesta
completa al problema que nos
plantea la inteligencia, así
que no me quedó más remedio
que echar mano a los diarios
de Gombrowicz.
"Finalmente tengo que formular
(pues veo que nadie lo hará
en mi lugar) el problema fundamental
de nuestro tiempo, aquel que
domina por entero toda la espisteme
occidental. No es el problema
de la Historia, ni el de la
Existencia, ni el de la Praxis,
o de la Estructura, o del Cogito,
o del Psiquismo, ni ninguno
de los otros problemas que han
ocupado el campo de nuestra
visión. El problema capital
es: cuanto más inteligencia,
más estupidez.
Vuelvo a este problema, aunque
ya lo he abordado en muchas
ocasiones... La estupidez que
experimento –cada vez más y
de manera cada vez más humillante–,
que me agobia y me consume,
ha aumentado mucho desde que
me acerqué a París, la ciudad
más estupidizante del mundo"
Sí, en París se hablaba del
existencialismo, de la música
de Schönberg o de teorías físicas
que sobrepasaban las posibilidades
de comprensión de los burgueses
parisinos. París es más culto
que Santiago del Estero, pero
precisamente por eso, más tonto.
La episteme occidental no puede
solucionar los problemas del
sistema comunicativo, ni siquiera
puede registrarlo porque está
por debajo de su nivel. Roland
Barthés le sale al cruce a Gombrowicz
y se pone a favor de la episteme.
"La escritura no es más que
un lenguaje, un sistema formal
(una verdad que lo anima); en
un cierto momento (que puede
ser el de nuestras crisis profundas,
sin otro fin que cambiar de
ritmo lo que decimos) este lenguaje
siempre puede ser hablado en
otro lenguaje; escribir (a lo
largo del tiempo) es tratar
de descubrir el mejor lenguaje,
el que es la forma de todos
los otros"
Gombrowicz piensa que a los
escritores no le falta descaro,
no se asustan de ninguna escalada
verbal, siempre que no les produzca
vértigo.
Para poner las cosas en su lugar
Gombrowicz relata lo que en
su juventud le había contado
una amiga: –Mientras estábamos
merendando en la terraza apareció
el tío Szymon; –¿Cómo?, si Szymon
hace cinco años que yace bajo
tierra; –Exacto, vino del cementerio
con el mismo traje con que lo
enterramos, saludó a todos los
presentes, se sentó, tomó un
té, charló un poco sobre las
cosechas y se volvió al cementerio;
–¿Cómo? ¿Y vosotros qué hicisteis?;
–Nada, qué puede hacerse, querido,
ante semejante insolencia.
"He aquí por qué la episteme
occidental no es capaz de replicar:
¡es algo insolentemente estúpido"
BUFFALO Y PANAGOTTO
El medio de las novelas de Gombrowicz
es burgués, pero el medio de
sus piezas de teatro es cortesano,
un poco porque imitaba a Shakespeare
y otro poco porque sus manías
genealógicas nunca lo abandonaron
del todo. Su familia tenía una
posición ligeramente superior
a la media de la nobleza polaca,
pero no pertenecía a la aristocracia.
Desde muy temprano se le manifestó
una tendencia personal que le
causaría daño en el transcurso
de su vida, la imposibilidad
de tratar normalmente a personas
de rango social superior. Era
la consecuencia de su forma
de comportamiento que lo hacía
sentir a gusto solamente con
aquellos a quienes conseguía
imponer esa forma suya un tanto
extravagante. La aristocracia
tenía su propio estilo, definido,
banal e impersonal, y nada podía
hacer en su contra, tenía que
someterse.
Esta separación, sin embargo,
no era tan drástica como podría
suponerse al punto que la primera
obra literaria de su vida fue
la monografía "illustrissimae
familiae Gombrovici". La conservó
en estado de manuscrito, y aunque
no contenía nada de especial
pues los Gombrowicz eran tan
solo miembros de una pequeña
nobleza, se pavoneaba con cada
detalle referente a los bienes,
funciones y vínculos familiares,
y disfrutaba de esta manía.
Cuando murió su padre en el
año 1933 ya había empezado a
sentir la decadencia de su familia
a la que le encontraba cierto
parecido con "Los Buddenbrooks",
la novela de Thomas Mann. Era
una familia que se extinguía,
las perturbaciones mentales
de algunos parientes de la parte
de su madre pesaban sobre su
cabeza como una amenaza de trastornos
psíquicos futuros, y el padre
fue el último Gombrowicz en
gozar del respeto general e
infundir confianza.
Él y sus hermanos, la siguiente
generación, eran unos excéntricos
de quienes la gente decía que
era una lástima que no hubieran
salido al viejo Gombrowicz.
Su pertenencia a dos mundos,
tan fuertemente marcada desde
su juventud, fue muy clara hasta
la muerte del padre, después
las cosas fueron cambiando.
En vida del padre Gombrowicz
entraba a la oscuridad y volvía
a la luz con alguna facilidad,
cruzaba la línea de sombra en
las dos direcciones lo que le
permitía comportarse como un
camaleón.
Esa doble personalidad se prestaba
a la mistificación, su apariencia
de terrateniente más que de
asiduo de cafés y de escritor
vanguardista le producía todo
tipo de malentendidos, especialmente
con el género femenino.
Después de la muerte de su padre
se le fue haciendo claro que
tenía que justificar su vida
con una obra de orden superior
pues el tiempo pasaba y su situación
en Polonia se hacía cada vez
más penosa. A partir de los
treinta años su pertenencia
a una clase social superior
empezó a debilitarse y el desastre
de la guerra que arruinó a su
familia y también a él pusieron
a esta pertenencia en el camino
de la extinción.
Pero Gombrowicz nunca dejó de
pertenecer a esos dos mundos,
en la Argentina se las ingenió
para darle una nueva vida al
mundo de la aristocracia. Su
amistad con la familia Lubomirski
la utilizó más de una vez para
darse tono y humillarnos a nosotros.
Yo creo que la atracción fatal
que tenía para Gombrowicz el
mundo de la inmadurez tiene
origen en este doble mundo que
nunca perdió ni quiso perder.
La inmadurez fue el salvoconducto
que le permitía entrar en el
campo del enemigo cuando iba
de la clase social a la intelligentsia,
y viceversa. Quien conozca bien
sus obras podrá descubrir también
como una inmadurez premeditada
es la llave que utiliza para
componer literariamente los
pasajes de situaciones contradictorias,
de lo que se sigue que su inmadurez
no era tan verde que digamos.
La idiotez era un representante
conspicuo de la inmadurez de
Gombrowicz. La idiotez de Gombrowicvz
era teatral pero a veces se
le iba la mano y nos ponía en
el trance de ser idiotas nosotros
también. Esta teatralización
era una característica de su
inmadurez, como nadie podía
creer que Gombrowicz fuera un
hombre realmente estúpido en
ocasiones se ponía casi en la
obligación de crear situaciones
estúpidas y todos quedábamos
afectados.
Gombrowicz siempre fue un holgazán,
pero ya de joven se imaginaba
que el pensamiento errante y
libre de un holgazán era lo
que más desarrollaba su inteligencia.
Sin embargo, su pereza no era
tan absoluta como pudiera parecer,
no sabía bien cómo pero había
conseguido una superioridad
intelectual sobre su entorno,
poco a poco se fue haciendo
notar como más sensato y equilibrado
que los demás, de alguna manera
se sabía que su especialidad
era la inteligencia y no otra
cosa.
Su gusto por decir tonterías
le hacía decir a su hermano
Jerzy: –Cuando voy de visita
con mis hermanos lo único que
temo es que Janusz se acueste
y que Witek (Witold) se ponga
a contar tonterías. Contar tonterías
constituía en la época de su
juventud una de las ocupaciones
que más lo absorbía pero nunca
se censuró esta actividad idiota.
El desorden, la confusión y
la torpeza de una existencia
que elegía la idiotez para relacionarse
con los demás fueron para él
la mejor escuela en la se formó
y que le permitió más adelante
sobresalir y entrar en el gran
mundo.
El poema del chip, chip, me
decía la chiva y la primera
carta que me escribió desde
Tandil fueron los ejercicios
preliminares con la estupidez
que Gombrowicz hizo conmigo.
El poema ya tenía un cierto
prestigio, lo había declamado
en la conferencia que dio contra
los poetas en la que uno de
los viejos vates presentes,
después del recitado, le revoleó
un bastón y estuvo a punto de
pegarle, pero la carta no tenía
pasado.
"Aquí vivo, abajo, donde termina
la gran avenida. Todo más o
menos bien pero no sé qué pasa,
algo no muy claro, hoy vino
y dijo que le dará a patadas
a Panagotto, ahora Dipi y Buffalo
sostienen que no era él sino
Bianchotti, quien lo sabrá,
me piden consejo pero qué consejo
puedo dar, además hay que andar
con cuidado porque hay no sé
qué en el ambiente y lo de Leoplán
y Ricardone también me resulta
algo raro que digamos. Veremos.
Mi valija manda saludos a su
changador y yo a los demás infelices
del Rex??? !!! ??? !!! Qué sé
yo... La cena. La muela. El
paseo y la confitería"
EL TIGRE
"Me apasiona penetrar en una
selva virgen o en un desierto
salvaje, pero no me gustan los
sitios donde te sacuden, cubren
de polvo, asa, hiela, moja y
encima tienes problemas para
lavarte los dientes. Me defendía
con tanta elocuencia que una
conocida mía, testigo de la
discusión, me invitó a hacer
una excursión al Tigre"
El río Paraná, antes de unirse
con el Uruguay, forma un delta
del tamaño de varias provincias
polacas lleno de canales e islotes.
La excursión parte del puerto
del Tigre en un día espléndido.
"Todo era verde y azul, agradable
y ameno. En una parada sube
una muchacha que... ¿cómo decirlo?
La belleza tiene sus misterios.
Hay muchas melodías bellas,
pero sólo algunas son como una
mano que oprime la garganta.
Esta belleza era tan magnetizadora
que todos se sintieron extraños
y quizás, incluso, avergonzados;
nadie se atrevía a admitir que
la observaba, aunque no había
ni un par de ojos que no contemplara
a escondidas aquella espléndida
aparición. De repente, la muchacha,
con toda la tranquilidad del
mundo, se puso a hurgarse la
nariz"
No hay cosa que esté más vinculada
al tiempo que nuestra propia
vida. La belleza detiene el
tiempo, el encantamiento que
produce en el hombre suspende
la actividad de la vida trivial,
pero si algún detalle de la
vida trivial llega a alcanzarla,
la belleza desaparece.
Gombrowicz, en unos comentarios
que hace en el "Diario" sobre
Balzac, había escrito que es
más fácil llegar a odiar a alguien
por hurgarse la nariz que llegar
a amarlo por haber compuesto
una sinfonía.
Mientras navegan observan una
gran variedad de embarcaciones
de muchos colores.
"Diré de pasada que la Argentina
maneja mejor los colores en
la vida cotidiana que Europa.
Aquí los colores de la ropa
o de los objetos son más limpios,
más vivos, más simpáticos y
mucho más nobles que los de
Francia, por ejemplo"
Gombrowicz iba a bordo de un
pequeño yate acompañado de algunos
escritores y un pintor, y a
medida que la conversación se
hacía más intelectual y más
pretenciosa se empieza a irritar.
Se le forma la impresión de
que en la Argentina la cultura
funciona al revés, unos días
atrás había podido admirar la
actitud audaz y directa ante
la vida y el mundo de un puñado
de turistas sin educación que
contemplaba el Aconcagua, y
ahora, al escuchar la discusión
de sus colegas, se volvía a
sentir lo peor de la Argentina,
ésa de la que se habla con una
sonrisa de desdén como algo
secundario e insignificante.
Lo que pierde al arte argentino
es el deseo de mostrarse a la
altura del mundo. Caen inevitablemente
en Borges, el mayor prosista
de la Argentina, un escritor
que, aunque poco leído, es admirado
en toda Sudamérica.
"Expreso mi opinión crítica...,
para mi gusto esa metafísica
fantástica es retorcida, estéril,
aburrida y, en el fondo, poco
original: –Es posible... Pero
es el único escritor nuestro
de alto nivel. Ha tenido muy
buena prensa en París, ¿ha leído
algo de ella? Sí, claro, es
una lástima que no escriba de
otra forma..., yo también preferiría
verlo más vinculado a la vida
y a la realidad, que fuese más
de carne y hueso. Pero de todos
modos es literatura"
Con cierta frecuencia Gombrowicz
compara el mundo literario polaco
con el argentino.
La falta de originalidad que
obliga a relacionarse con la
realidad a través de una autoridad
y de una cultura ajena más madura,
también la sentía en Polonia,
pero con menos fuerza.
Sin embargo, los argentinos
tienen una ventaja sobre los
polacos, con una historia de
menos años, es decir, con menos
pasado y, en consecuencia, con
una literatura más joven y más
pobre, tienen más sitio en la
cabeza para dedicarlo al pensamiento
y al arte universales. Los polacos,
en cambio, están hasta la coronilla
con sus tres poetas profetas
cuyo estudio les ocupa casi
todo el tiempo.
El argentino conoce pues más
de la literatura y de la historia
del mundo. En cuanto a la filosofía
y al pensamiento contemporáneo
reciente, Gombrowicz supone
que tanto los literatos polacos
como los argentinos en general
no tienen ni la menor idea.
La Argentina, en el sentido
intelectual y artístico, es
casi una colonia francesa, lo
reconocen los mismos argentinos.
"Los polacos los superan en
temperamento, en poesía y en
un mayor sentido de la realidad.
En temperamento, porque al argentino
no le gusta hacer locuras, posiblemente
no le guste siquiera vivir demasiado
intensamente... En poesía, porque
aquí falta lo lírico. En el
sentido de realidad porque el
arte argentino parece estar
creado en la luna"
Pero el Tigre toma un aspecto
verdaderamente siniestro cuando
Gombrowicz escribe unas páginas
en los diarios sobre la hijita
quemada de Simón.
El crujido era como el de la
bestia que ya conocían, pero
surgía de abajo, de lo más profundo,
de un objeto inanimado. Gombrowicz
empezó a sentir miedo, no creía
en el diablo, Simón era incapaz
de matar a una mosca, ... pero...
Ese monstruo nacido de un grito
humano, del ladrido de un perro
y de el crujido de un papel
se asociaban con la pobre hijita
de Simón.
Gombrowicz sintió una profunda
desconfianza y pensó en escaparse.
Calculó que si empezaba a caminar
rápidamente podía alejarse de
Simón. Apareció un silencio
igual al que había aparecido
con la pregunta por la calle
Corrientes, entonces, Gombrowicz
se marchó. Caminaba hacia la
estación para perderse en ella,
llega a la ventanilla: –¿A dónde
va?; –A Tigre.
Pero detrás de él sintió la
voz de Simón: –A Tigre. Gombrowicz
huía y Simón lo perseguía. Gombrowicz
no se hubiera preocupado demasiado
si no hubiese sido por cierto
detalle escabroso, por ese reptil
que se oculta en el seno tenebroso
de la existencia: el dolor.
Le importaría todo un comino
si no doliera, pero ya está
informado del dolor de la pequeña
niña de Simón, esa niña quemada
y animalizada por el grito,
el ladrido y el crujido de un
papel.
Llegó el tren y se subieron.
Avanzaban hacia Tigre, pero,
¿por qué hacia Tigre?, iban
a Tigre sin ninguna razón, raptados
por el tren, pero...¿el tigre
no es un animal?
Simón se movió en medio de la
gente, Gombrowicz intentó darse
a la fuga pero se hundió en
un cuerpo mullido.
Era un gordo, se estaba bien
en él, era un lugar silencioso
a cien millas de aquel otro
problema que quemaba. De pronto
un golpe terrible le fue asestado
desde abajo. Lo que hubiera
sido lo había agarrado descuidado
hasta casi morderlo. ¿Sería
el animal?, con la cabeza escondida
Gombrowicz esperaba el salto.
De pronto sintió unas cosquillas
en la nuca. ¿Sería el gordo,
Simón, un marica? No se hacía
ilusiones.
"Sabía bien que la falta de
relación entre aquel cosquilleo
y el Animal era precisamente
la garantía de su combinación
infernal, de su complot, de
su acuerdo –y esperaba el momento
en que el Cosquilleo se aliara
definitivamente con él, con
el Animal, para clavarse, como
un puñal, en un grito desconocido,
todavía inconcebible, hasta
ahora no lanzado"
ESE ESCRITO ESTÚPIDO
El catequista que nos preparaba
para tomar la primera comunión
era un maestro del terror. El
infierno al que iríamos si no
obedecíamos los mandamientos
de la ley de Dios tenía un fuego
eterno, no lo afectaba la escasez
de kerosene, las llamas no se
apagaban nunca. Esta idea que
nos metía en la cabeza era realmente
preocupante, y en aquel tiempo
Gombrowicz todavía no había
escrito nada sobre el infierno,
y aunque lo hubiera escrito
yo era muy joven para comprenderlo,
tenía ocho años.
"Inferno. Canto terzo Per me
si va nella città dolente Per
me si va nell’eterno dolore,
Per me si va tra la perduta
gente. Giustizia mosse il mio
fattore: fecemi la divina potestate,
la somma sapienza e’l primo
amore. Dinanzi a me non fuor
cose create se non eterne, e
io eterna duro. Lasciate ogni
speranza, voi che entrate"
Los detalles de la reescritura
que hace Gombrowicz de las palabras
inscriptas en la puerta del
infierno están en el "Diario",
unas páginas que muchos de sus
contemporáneos calificaron de
libelo estúpido.
El infierno de Dante está mal
hecho, está hecho por un Satanás
que sólo busca el mal, aún para
lo que él mismo hace, pero Dante
no podía hacer otra cosa porque
era un hombre de la Edad Media.
Después de volver a escribir
el comienzo del Canto Tercero
del Infierno queda muy satisfecho,
ha convertido al diablo y al
hombre en las columnas indestructibles
del infierno. Con estas ideas
nuevas sí que estamos en un
infierno dantesco. Ha pegado
un salto de seiscientos años
para modificar unos conceptos
de la Edad Media con otros conceptos
modernos.
En este punto a Gombrowicz le
parece que ha llegado la hora
de exhibir su maestría en este
tipo de empresas y nos anuncia
que hubiera podido echar mano
a otras diez ideas igualmente
vertiginosas y desconocidas
por Dante para alcanzar este
propósito, y enumera algunas
categorías sacadas la física,
del marxismo, del existencialismo
y del estructuralismo.
Empieza a subir por una montaña
de cadáveres mientras va pensando
que nuestra convivencia con
la muerte es anormal porque
el pasado ya no existe, ni el
pasado de los siglos ni mi propio
pasado. Con los restos del pasado
se recrea una existencia que
se fue, convivir con el pasado
significa aprehenderlo sin pausa,
convocarlo continuamente a la
existencia, pero del pasado
sólo tenemos restos, es caótico,
fragmentario y casual.
El pasado es un gigantesco escenario
hecho de minucias. En este camino
ascendente y oscuro que recorre
entre los muertos se va encontrando
con lo que para él es el quid
de todo lo que existe: el dolor.
La realidad es realidad porque
se nos opone, porque nos hace
daño. El hombre real es el que
siente dolor porque el dolor
es el fundamento de la existencia.
"Este libro, la Divina Comedia,
se escribió hace seis siglos.
¿He de buscar en el pasado seres
humanos o, más bien, una suerte
de abstracción dialéctica sobre
la evolución? De los hombres
del pasado sólo me llegan los
más importantes. En este gran
desfile de todos los muertos
del mundo sólo podré reconocer
a los grandes"
Sigue haciendo reflexiones sobre
la muerte. Cada día mueren cientos
de miles de personas y nosotros
no sabemos nada, la discreción
de la muerte y de la enfermedad
son admirables, todo ocurre
fuera de nosotros.
La muerte es universal, imprecisa
y no deja rastros. Gombrowicz
quiere encontrarse con Dante,
pero sólo se encuentra con el
autor de la Divina Comedia que
llega hasta él a través de la
historia. Los grandes hombres
dejan de ser hombres para ser
obras, y nuestra actitud ante
esas obras es ambigua: valemos
menos porque son grandes, pero
también es cierto que valemos
más pues el estado de nuestra
evolución es más alto.
No puede ponerse en contacto
con Dante sino con una gran
obra del pasado, cuando intenta
alcanzarlo con su talante moderno
prescindiendo de la historia,
entonces siente que la Divina
Comedia no vale nada. El infierno
de Dante no es un castigo, pues
el castigo nos purifica y tiene
un término en el tiempo, mientras
su infierno es una tortura eterna,
un dolor que nuestro sentido
de justicia rechaza. Sólo por
miedo y por vileza pudo haber
mezclado el primer amor con
ese infierno.
"Recojo el libro de la vergüenza,
ojeo el poema en su conjunto...
no hay duda, todo este baño
infernal desprende el perfume
del amor supremo. Dante acepta
el infierno, lo aprueba, es
más, lo venera! ¿Cómo puede
ser? ¿Que pasó para que una
obra tan viciada por el miedo
enloquecido, tan servil y tan
contraria al más esencial sentido
de la justicia humana acabara
convirtiéndose con los siglos
en un libro edificante, en el
poema más solemne?"
El infierno de Dante no es verdadero,
las torturas son retóricas,
los condenados declaman y su
eternidad tiene la indolencia
de los monumentos. La humanidad
se mueve en el camino trillado
de los modos de expresión, pero
no podemos escaparnos del infierno
tan fácilmente, los herejes
eran quemados vivos, realmente.
Aquí Gombrowicz hace un cargo
que frecuentemente le hace a
la literatura: resulta instructivo
acerarse de vez en cuando al
centro del dolor. La realización
del infierno de Dante sólo es
posible en una atmósfera de
irrealidad perfectamente irresponsable.
Giuseppe Ungaretti, encolerizado
con Gombrowicz por lo que había
escrito en "Dante", cuando se
encontró con Dominique de Roux
en la puerta de un hotel, rompió
en mil pedazos el ejemplar que
llevaba bajo el brazo y le escribió:
"El libro del polaco sobre Dante
es una pura majadería. Es absurdo
que hayan publicado una idiotez
semejante. He hecho pedazos
y mandado al diablo ese escrito
estúpido"
Ungaretti y Gombrowicz están
pensando en la estupidez, pero
cada uno la pone en cabezas
diferentes.
LAS CONFERENCIAS
Gombrowicz tenía la sensación
de que nadie entendía nada de
nada, una sensación en la que
también se sentía incluido.
Sin embargo, a pesar de todo,
de vez en cuando se encontraba
participando en charlas y conferencias
con resultados diversos.
Una de las charlas más apremiantes
la dio unos meses antes de renunciar
al Banco Polaco, había decidido
dejar el trabajo y empezó a
preocuparse por la pérdida del
sueldo. Eran charlas de filosofía
a domicilio en las que pasaba
el sombrero después de terminar
cada clase: –Yo les ilumino
la mente y ustedes hacen economías
con un pobre genio.
La conferencia que dio contra
los poetas en la librería Fray
Mocho resultó muy agitada, pero
las palabras que pronunció fueron
tan convincentes que el presidente
del Banco Polaco se entusiasmó
con su elocuencia y le dio trabajo.
"Contra los poetas" es un ensayo
belicoso que le nació a Gombrowicz
de la irritación que le habían
producido los poetas de Varsovia,
su poeticidad convencional lo
tenía harto, pero la rabia lo
obligó a ventilar todo el problema
de escribir versos. A parte
de la alteración que se produjo
en el público presente y del
bastonazo que le quiso pegar
un viejo poeta, se desató una
batalla tremebunda en la prensa.
Gombrowicz no podía esperar
que los signos de interrogación
que le había puesto a la poesía
fueran a ser enriquecidos por
los periodistas. Su razonamiento
antipoético merecía un análisis
bien hecho, no se lo podía despachar
en cinco minutos con cuatro
garabatos, su idea era nueva
y estaba basada en un sentimiento
auténtico.
Sin embargo, la intervención
de Gombrowicz que quizás más
haya tenido que ver con esa
idea de que nadie entiende nada
de nada, la tuvo en Berlín.
Höllerer, un profesor muy renombrado,
director de la revista "Akzente",
lo invitó a un coloquio para
que leyera en alemán un fragmento
de "Ferdydurke": –Pero mi pronunciación
es terrible, profesor, ni yo
ni los oyentes entenderemos
nada; –No importa, es un acto
de cortesía que tenemos con
usted, el señor Hölzer leerá
algunos de sus poemas y después
se abrirá el debate.
Höllerer –una especie de Victoria
Ocampo según nos decía en sus
cartas– le inspiraba confianza,
tanto como profesor como por
su talante de estudiante, algo
que se le hacía evidente cuando
escuchaba su risa jocosa y juvenil.
Gombrowicz esperaba que esa
jovialidad lo liberara justamente
de ese compromiso con los estudiantes
de la universidad, pero el alemán
que el profesor llevaba adentro
lo obligó a representar su papel
y se dispuso a abrir la sesión.
Lo presenta a Gombrowicz y lo
invita a leer la página de "Ferdydurke":
–Perdón, señor Höllerer, pero
no la voy a leer. Otros participantes
empiezan la lectura de sus poemas.
"Höllerer hablaba como profesor
y sólo como profesor, dentro
de los límites de la función,
Barlevi, en calidad de polaco,
de futurista varsoviano de antes
de la guerra y de pintor que
estaba preparando una exposición,
y también de invitado de Höllerer.
Hölzer, en calidad de poeta...
Völker, como joven literato"
Gombrowicz se sintió debilitado,
tenía que defenderse, decidió
por lo tanto dar señales de
vida y pidió la palabra para
chapurrear su alemán. Su balbuceo
hueco se volvió enseguida inconcebible,
ensartaba palabras al azar con
el único propósito de seguir
hablando, pero, increíblemente,
los estudiantes lo estaban escuchando
con atención, no sabía cómo
seguir.
Entonces se dirigió a Barlevi,
al que podía hincar el diente
como compatriota y como pintor,
y en un tono apasionado le empezó
a hacer reproches incomprensibles,
hasta que Barlevi se durmió.
Sonaron los aplausos, los estudiantes
se levantaron y Höllerer dio
por terminada la reunión.
De las costas americanas se
despide con un tumulto que arma
en Montevideo después de asistir
a una conferencia en la Asociación
de Escritores, en la que en
un momento determinado lo presentan
como el autor de "Fidefurca".
Termina el acto y Gombrowicz
estampa en el libro de la Asociación
su firma, tras lo cual se lo
pasa a Dipi para que lo firme
también. Esto vuelve a provocar
inquietud porque Dipi está en
la edad del servicio militar
y todavía no tiene pinta de
literato.
De ahí se fueron con Paulina
Medero y Dickman a un restaurancito
que se daba aires, en el que
los poetas habían preparado
un banquete para homenajear
a un profesor. Se levantan los
poetas y las poetisas y sueltan
poemas en honor del profesor.
Cada uno de los cincuenta poetas
presentes tenía que pronunciar
su poema de homenaje.
Gombrowicz llama al mozo, pide
dos botellas de vino y empieza
a tomar. Le llega el turno a
una poetisa grasienta y barrigona,
se levanta de un salto, mientras
balancea el busto de un lado
para otro y agita los brazos,
emite manojos de rimas nobles.
Gombrowicz no aguantó más y
lanzó una carcajada tras la
espalda de Dipi, que también
soltó una carcajada pero sin
ninguna espalda que lo protegiera.
En medio de miradas indignadas
se levantó el laureado para
soltar su discurso, Gombrowicz
y Dipi aprovecharon la oportunidad
y ahuecaron el ala.
Al día siguiente, mientras cenaba
con Dipi oyó que en la mesa
vecina se hablaba del escándalo
en la Asociación de Escritores
y de la provocación en el banquete
de poetas... Aconsejaban escribir
a Ernesto Sabato para preguntarle
si su carta dirigida a Julio
Bayce en la que recomendaba
calurosamente a Gombrowicz era
auténtica.
LA VERGÜENZA
Los encuentros que Gombrowicz
tenía con algunos polacos que
venían de visita a la Argentina
le permitían formarse una idea
de cómo andaban las cosas por
la Polonia Popular: –¿El señor
Gombrowicz?; –Sí; –Soy un periodista,
vengo de Polonia, ¿podría charlar
con usted?; –Por supuesto; –¿Y
podría concederme una entrevista?;
–No, prefiero que nuestra conversación
sea totalmente privada.
Esta reticencia en darle la
entrevista al periodista no
era caprichosa. En camino al
café de la Avenida de Mayo donde
lo había citado meditaba en
los encuentros que había tenido
con intelectuales y artistas
polacos desde el final de la
guerra.
Sus conversaciones, a medida
que pasaba el tiempo, se habían
vuelto cada vez más difíciles
y encendidas.
"Pero aquí está mi periodista.
Le veo sentado a una mesa. Es
alto, ligeramente encorvado,
de rasgos atractivos, pero obeso,
con cara abotargada y la mirada
–eso le ocurre a menudo a los
polacos–, algo turbia... Nos
saludamos con afecto, pero de
entrada hay algo que empieza
a no gustarme... Pido café,
él un vodka. Vaya, ¿vodka a
las cinco de la tarde?"
Al cabo de media hora Gombrowicz
se da cuenta de que estaba tratando
al periodista, si no con hostilidad,
con cierta irritación ofensiva,
se vuelve cada vez más frío.
Lo que le disgusta en el periodista
es su falta de soltura, no es
que pese sobre él el fantasma
de la policía política, le tiene
confianza a Gombrowicz, además
no le oculta que forma parte
de la oposición al partido de
gobierno, aunque probablemente
esa oposición, piensa Gombrowicz,
se limite a las malas caras,
al sarcasmo y a los chistes
contados mientras se vacía una
botella.
Su falta de soltura se manifiesta
en el hecho de que a cada momento
él se siente una persona distinta:
–¿Aquí vais de dictadura en
dictadura, eh? ¡Claro! ¡Ya se
sabe, América del Sur!
Se olvida de que es polaco y
de que en su casa también tienen
dictaduras, se expresa como
un europeo, está orgulloso de
ser europeo porque ha llegado
aquí vía París y Londres: –¿Y
cómo estáis de coches en Polonia?;
–Tenemos modelos propios, nada
caros y muy bonitos.
Gombrowicz le muestra la Avenida
de Mayo abarrotada de coches:
–Pero atascamientos como estos
no los tenéis en Varsovia; –¿Qué
piensa, que nosotros no tenemos
coches? Usted vive con los recuerdos
de 1939, aquello ha cambiado
mucho, no nos faltan coches,
hay casi tantos como aquí; –¿Qué?
¿Lo dice en serio? ¿Qué en Varsovia
hay tanta circulación de coches
como en Buenos Aires?; –¡Por
supuesto!
Hasta hacía un momento nada
más el periodista le contaba
que en Polonia había pobreza
y miseria y, de repente, empieza
a inventar historias, comportándose
como si fuera un ferviente admirador
del gobierno comunista declamando
mentiras monumentales e irritantes.
Se ha producido una metamorfosis,
y se ha producido porque el
periodista no distingue bien
el partido de la nación y, en
consecuencia, confunde las responsabilidades.
Responsabiliza al comunismo
de la miseria polaca, de modo
que puede, sin sentirse humillado,
reconocer que el país estaba
en bancarrota pues él no era
comunista.
Pero cuando se empieza a hablar
de la producción nacional se
siente orgulloso del éxito,
como si fuera mérito de la nación
y no del partido.
"Olvidando que el país está
bajo el mando de los comunistas,
se sintió orgulloso de aquellos
coches, eso le excitó, quiso
impresionarme con el progreso,
la modernización y la civilización
polacas, y al tropezar con mi
desconfianza se excedió, como
cualquier soñador y cuentista"
¿Estaba orgulloso de esa Polonia
que sabía que no era suya sino
de los comunistas, o estaba
tan ligado a ella que a pesar
de todo se identificaba con
el país, ocultando sus miserias
e inventado triunfos?
Los polacos tienen vergüenza,
no son capaces de hablar tranquilamente
y con naturalidad porque tienen
vergüenza, vergüenza del orgullo
nacional malherido, de la dignidad
ofendida, de la envidia y de
un sentimiento de inferioridad.
Los intelectuales que llegaban
de Polonia estaban llenos de
complejos y por eso resultaban
imprevisibles, Gombrowicz nunca
sabía lo que iba a surgir de
ellos. No estaban preparados
para el contacto con el mundo
que estaba fuera de Polonia.
"Son personas que no se han
planteado su situación en el
mundo ni han reflexionado sobre
ello. Se manifiesta en ellos
su falta de equilibrio, de tranquilidad,
de seguridad en sí mismos, de
auto conciencia, de naturalidad,
de algo que es capaz de adquirir
hasta un preso, hasta el último
de los mendigos, con la condición
de que se comprendan a sí mismos.
Su actitud ante Polonia cambia
continuamente, lo cual hace
que su actitud ante el mundo
también sea fantástica e imprevisible.
En mi opinión, nuestra literatura
contemporánea no carece, en
ese aspecto, de culpa, al no
haber sabido educar a la nación"
Los polacos que escribieron
después de la guerra fueron
culpables, según lo veía Gombrowicz,
de no haber sabido educar a
la nación en una conducta más
natural y menos fantástica,
pero los que habían escrito
antes de la guerra también fueron
culpables.
En la relación de los polacos
con el mundo de antes de la
guerra había algo malo y alterado,
si por su situación geográfica
y por su historia Polonia se
veía condenada a estar eternamente
desgarrada, entonces había que
cambiar algo en los polacos
para salvar su humanidad.
Los artistas y los intelectuales
polacos de antes de la guerra
fueron entonces también responsables
de no ajustar las cuentas con
ese pedazo de tierra creado
por las condiciones de su existencia
histórica y por su situación
especial en el mundo, de modo
que la leyenda polaca del romanticismo
y del idealismo se extinguieragoma1
LOS TALLERES Y LA POLICÍA
Algunos de los hombres de letras
de este club de gombrowiczidas
han sido o son maestros o alumnos
de los talleres de literatura.
En cierta ocasión lo invitaron
a Gombrowicz a dar una charla
en Berlín en unos de estos talleres,
que en Alemania llevan un nombre
más rimbombante, Literarische
Colloquium.
Los jóvenes escritores estudiaban
allí la técnica de la composición,
la expresión artística, los
métodos de descripción y algunas
cosas más.
Gombrowicz empezó la disertación
diciéndoles que si querían ser
escritores debían huir de allí
rápidamente por las puertas
y las ventanas, y que no se
dejaran seducir por Butor (otro
de los invitados de la Fundación
Ford) con las maravillas del
nouveau roman français o con
cualquier otra teoría. Los estudiantes
recibieron esos consejos con
gran satisfacción y alegría.
Estaban metidos hasta las cejas
en disciplinas que hasta ese
momento habían estado reservadas
a la libertad humana, pero Gombrowicz
sentía en su risa liberadora
que eran sus aliados.
"Apuesto a que estos recuerdos
de Berlín caerán en las manos
de gacetilleros, a que la política
bailará a su alrededor una danza
negra, a que yo, artista, seré
entregado al articulista, yo,
hombre, me convertiré en pasto
de redactores, en blanco de
los ataques de publicistas,
seré bocado de nacionalismos,
capitalismos, comunismos y el
diablo sabrá qué más, me convertiré
en víctima de ideologías y mitologías,
además, seniles, aniñadas, escleróticas,
burocráticas y, en definitiva,
perfectas para tirarlas a la
basura"
Pero no solamente de gacetilleros,
también había caído en las manos
de Sandauer, que después de
los siete años de silencio que
le venían de Polonia desde la
época del deshielo, escribe
sobre su fascismo y sus perversiones
sexuales.
El fascismo de Gombrowicz es
irreal, de vez en cuando aparece
como un reflejo de su crítica
al comunismo y al provincialismo
polaco, pero el asunto de la
perversión es otra cosa.
Sandauer tenía las manos atadas
en la Polonia Popular, además
quizás estuviera tomando alguna
revancha de lo que Gombrowicz
había escrito en los diarios
sobre él. Lo había caracterizado
como una especie de escarabajo
solitario que seguía su propio
camino, un mastodonte, un monje,
un hipopótamo, un excéntrico,
un inquisidor, un mártir, un
aparato, un cocodrilo... un
sociólogo.
Las confidencias que hace Gombrowicz
sobre su homosexualidad son
confesiones a medias, porque
no siempre había sido homosexual,
y porque, a su juicio, casi
no había hombre que no hubiera
experimentado esa tentación.
"¿Qué puede saber ese cactus,
me pregunto, sobre el Eros,
pervertido o no? Para él el
mundo erótico siempre será una
habitación aparte, cerrada con
llave, que no se comunica con
otras habitaciones de la vivienda
humana. La sociología, sí, la
psicología..., éstas son las
habitaciones donde se siente
como en su casa. Pero el erotismo
es para él una monomanía"
Las fábulas volátiles de los
artistas son consistentes sólo
cuando nos revelan alguna realidad,
la que fuere, y la pregunta
que nos debiéramos hacer sobre
las perversiones eróticas de
Gombrowicz es si ellas han llevado
al descubrimiento de alguna
verdad; si no fuera así no vale
la pena romperse la cabeza,
sería un caso para ser tratado
en un hospital.
Para Gombrowicz el hombre joven
debe convertirse en un ídolo
del hombre realizado que envejece.
El dominio orgulloso del mayor
sobre el menor sirve para borrar
una realidad, la realidad de
que el hombre en declive sólo
puede tener un vínculo con la
vida a través del joven, ese
ser que asciende, porque la
vida misma es ascendente.
La naturaleza insuficiente y
ligera del joven es un factor
clave para la comprensión del
hombre y del mundo adultos,
existe una cooperación tácita
de edades y de fases del desarrollo
en la que se producen cortocircuitos
de encantamientos y violencias,
gracias a la cual el adulto
no es únicamente adulto.
Estas afirmaciones, aunque no
están formuladas abiertamente
en "Pornografía", son las que
determinan la naturaleza del
experimento que lleva a cabo
Gombrowicz en esa obra.
Pero, para cierta especie de
críticos, la acción de esta
novela es un fábula arbitraria
y mágica que ocurre simplemente
por orden de Fryderyk, un personaje
sobrenatural y casi divino,
que vendría a ser algo así como
el alter ego de Gombrowicz.
Las naturalezas no eróticas
tienen dificultades para penetrar
en los mundos eróticos, además,
las obras de Gombrowicz son
difíciles, sin embargo, la estupidez
de los críticos debiera tener
un límite, el límite de no escarbar
en las perversiones de Gombrowicz
sin la capacidad de descubrir
a qué consecuencias llevan.
A pesar de todo Gombrowicz admitía
que la homosexualidad era una
degeneración, especialmente
cuando recordaba que había estado
preso por este motivo.
"La confección de estos recuerdos
ha estado influida por el hecho
de que la policía de Buenos
Aires ha llevado a cabo una
gran purga contra los homosexuales.
Han sido arrestadas centenares
de personas. ¿Pero qué puede
hacer la policía contra una
enfermedad? ¿Es capaz de arrestar
un cáncer? ¿O multar el tifus?
Sería mejor, pues, descubrir
al sutil bacilo de la enfermedad
que sofocar los síntomas. Pero,
¿quién está enfermo? ¿Acaso
sólo los enfermos? ¿O también
los sanos?
No comparto la estrechez mental
que no ve en ello más que un
degeneración sexual. Degeneración,
sí, pero que tiene su origen
en el hecho de que las cuestiones
de la edad y de la belleza no
son suficientemente transparentes
y libres en la gente normal.
Es una de nuestras debilidades
e impotencias más graves.
¿No sentís que en este campo
también vuestra salud se vuelve
histérica? Estáis encorsetados,
amordazados: sois incapaces
de confesar"
¿Servirán los talleres para
ayudar a la literatura y educar
a la policía?
EL PRÍNCIPE YPSILANTI
En las reflexiones que hace
Gombrowicz sobre sus colegas
siempre encuentra un pelo en
la leche, nunca deja de mirarles
el lado flaco, ni el divino
Schulz se salva de este despioje.
A Wittlin no sólo no lo ataca
sino que en los diarios va preparando
poco a poco el panegírico final
describiendo algunas características
de su carácter: un poeta prosista,
un santo rebelde, un clásico
vanguardista, un patriota cosmopolita,
un activista social solitario.
Es difícil de creer que este
dinamitero profesional no le
hubiera encontrado ningún lado
flaco.
A pesar de que Gombrowicz tenía
prevenciones contra la gratitud,
es probable que en este caso
haya tenido un acceso de gratitud,
Wittlin le había escrito el
prólogo de "Transatlántico",
pero a mí me parece que aquí
hay algo más.
Ya en sus primeros cuentos Gombrowicz
había sacado consecuencias tempranas
de la idea de intencionalidad,
una noción que se hizo famosa
con Husserl. También Heiddeger
y Sartre le dieron un consentimiento
tácito a este mundo del entre
paréntesis, pero de hecho no
lo practicaban, al punto que
Husserl exclama: "Se trata de
tu asunto", a los que hacían
mal uso de la fenomenología.
Gombrowicz sabía que el mundo
sólo revela al hombre su significado
a través de las intenciones
que el hombre tenga para con
él. La montaña sólo es empinada
porque quiero subirla, el azúcar
tarda mucho en disolverse si
tengo apuro en tomar el té,
los objetos son pesados sólo
cuando quiero levantarlos, y
livianos cuando quiero mantenerlos
firmes en medio del viento.
En otras palabras, las cosas
sólo tienen relación y significado
cuando el hombre se los da.
El elogio que le hace a Wittlin
tiene mucho que ver con eso
de que la montaña sólo es empinada
porque queremos subirla, cosa
que se pone de manifiesto con
el "lo atacaría para que no
dijeran que lo perdono porque
me defiende y apoya. (¡Qué mezquinos
son mis sentimientos!)"
Después de escribir estas palabras
deja pasar diez años y vuelve
a Wittlin, ahora nos dice que
Wittlin fue el que se acercó
más al infierno.
Ese ángel con gorro de dormir
bueno como el pan, es como es
para no ser su contrario, su
doble perverso, es un santo
para no ser diabólico, y su
fe es de las que persiguen a
Dios como los caballos de una
calesita se persiguen en una
carrera sin fin.
Una carrera brillante que nace
de un espíritu burgués, el tiempo
no lo ha cambiado pero él quedó
suspendido en el vacío porque
la tierra se hundió bajo sus
pies, un burgués al que se le
desmoronó su burguesía, de ahí
su demonismo.
Es un enfermo que tiene una
capacidad especial para vivir
con su enfermedad. Un poeta
lo había invitado a una borrachera:
–No puedo, tengo mis pruebas
de imprenta y la gripe; –Sí,
la gripe es un deber y las pruebas
una enfermedad, ¡rey de los
neurasténicos, me postro ante
ti!
A través de su propia enfermedad,
a través de Hitler, a través
de herencia judía, alcanzó el
corazón de la noche.
"Y quedó suspendido sobre el
abismo, ese hombre bueno y modesto,
¡qué espectáculo! Que quedaran
suspendidos sobre el abismo
Malraux, Camus, Schulz, Milosz,
Witkacy, Faulkner forma parte
del orden natural de las cosas
porque nacieron colgados. Pero
cuando sobre el abismo queda
suspendido un hombre bondadoso
como Wittlin, el espectáculo
puede producir vértigo, e incluso
náuseas"
El hombre aniquilado por la
historia puede convertirse con
el tiempo en el creador de su
propia historia, como ese Wittlin
devenido en infernal por el
derrumbe de la burguesía que
sigue extrayendo de sí la misma
bondad y el mismo buen juicio,
como esas minúsculas arañas
que confiadamente cuelgan de
su propio hilo.
El conflicto y las contradicciones
son los copilotos de Gombrowicz.
Puede ser que en la naturaleza
de los combates que libraba
Gombrowicz esté presente el
conflicto sartreano de la lucha
de las trascendencias en la
que cada uno trata de exceder
al otro con la suya... puede
ser. "El Gran Dictador" es una
película de Chaplin en la que
Hitler y Mussolini, sentados
en los sillones de una peluquería,
levantan sus asientos con una
palanca buscando ambos elevarse
sobre el nivel del otro y sobrepasarlo,
un símbolo de la lucha entre
dos trascendencias.
La alegoría de "El Gran Dictador"
no está nada mal, el alemán
trata de conseguir un nivel
que lo haga más grande que el
italiano, y viceversa. Intentan
convertirse en amos y exceder
al otro con su trascendencia,
que es lo que también quiere
Gombrowicz. Pero Gombrowicz
no levanta su sillón en la peluquería
para conseguir este propósito,
baja el que está al lado suyo.
Su especialidad fue empequeñecer
lo que parecía grande combatiendo
el disimulo y el embuste. Pasó
por las armas a todas las autoridades,
desde la de Dios hasta la de
la historia, y con este trabajo
de desmitificación rebajó a
las personas y al resultado
de sus actividades, especialmente
en el terreno del pensamiento.
¿Pero por qué Gombrowicz habrá
querido sobrepasar a un hombre
tan bondadoso cómo Wittlin que
no mentía ni disimulaba, un
hombre que había sido tan bondadoso
con él?
"De entrada quiero soltar una
indecencia irritante y de mal
gusto: Schulz me adoraba y yo
no lo adoraba a él (...) Sería
mucho más delicado si en este
recuerdo sobre mi amigo difunto
no me colocara delante de él
(...) Me apresuro a preveniros
que conozco esta regla tanto
en su aspecto mundano como en
el moral. Pero ¿no ha dicho
el príncipe Ypsilanti que quienes
saben que no se debe comer pescado
con cuchillo pueden comer pescado
con cuchillo?"
EL PLACER DE LOS ESCRITORES
"Los poetas le rinden homenaje
a su propio trabajo y todo este
mundo se parece mucho a cualquier
otro de los tantos y tantos
mundos especializados y herméticos
que dividen la sociedad contemporánea.
Los ajedrecistas consideran
el ajedrez como la cumbre de
la creación humana, tienen sus
jerarquías, hablan de Capablanca
como los poetas hablan de Mallarmé
y, mutuamente, se rinden todos
los honores. Pero el ajedrez
es un juego mientras que la
poesía es algo más serio y lo
que resulta simpático en los
ajedrecistas, en los poetas
es signo de una mezquindad imperdonable"
Gombrowicz habla de los gremios
de los poetas y de los ajedrecistas,
pero también habla de conjuntos
más grandes, de los artistas
y de la gente.
Nadie queda bien parado, menosprecia
a los lectores, les muerde la
mano a los que le dan de comer.
Da la impresión de ser un viejo
cabrón de los que nunca faltan
en la familia, no obstante hay
que decir que algunos cabrones
dicen la verdad. Pero existen
aquí otros problemas aparte
de la verdad sobre los que vale
la pena hilar un par de pensamientos.
A mí me aplicaba el principio
de jerarquía, uno de los principios
más difundidos en el mundo,
por el cual sabemos que Shakespeare
y Einstein son los mejores,
aunque no los hayamos leído,
o habiéndolos leído no hayamos
comprendido gran cosa. Es una
malicia confundir el principio
de jerarquía con la ley del
gallinero, pues mientras el
principio apunta al valor más
alto, la ley apunta al poder
más grande. De la ley del gallinero
se aprovechan algunos hombres
de letras alentados por los
Protoseres sacando ventaja de
las zonas confusas que delimitan
estos dos campos.
Alicia Giangrande había organizado
en su quinta de Hurlingham una
mesa redonda a la que dio en
llamar: "La influencia nefasta
de Gutenberg en la literatura
de nuestro tiempo". Los invitados
principales eran Gombrowicz
y Sabato, pero también estaban
González Lanuza, Julio Payro,
Guillermo de Torre y otros.
Gombrowicz empezó a hablar de
los escritores en general y
de los hombres de letras presentes
en particular: –Ustedes hablan
de literatura sin parar pero
en realidad ninguno ha leído
a Shakespeare ni a Cervantes;
–¿Pero qué barbaridades está
diciendo usted?; –Bueno, pero
aunque los hayan leído es seguro
que no los comprendieron bien
pues sólo un genio puede comprender
a otro genio. Es difícil saber
qué principio le aplica a los
hombres de letras que participaban
en la mesa redonda de "La influencia
nefasta de Gutenberg en la literatura
de nuestro tiempo", pero sea
cual fuere este principio también
se le puede aplicar a Gombrowicz.
"¿Y quién puede considerarse
importante? Si mañana se me
demuestra que soy poca cosa,
¿qué? Cada uno está tan pagado
de su importancia... Creer que
uno tiene razón es algo muy
banal, ¿no es cierto? Y es muy
lógico ver el mundo según la
situación de uno mismo y no
de otra forma. ¿Quién puede
decir que posee la verdad? ¿Dios
lo sabe? Quiero decir que nadie
lo sabe, ya que Dios no existe"
A los hombres, tanto se desempeñen
en la actividad de escribir
como en la de leer, se le van
desarrollando unos meandros
intrincados parecidos a los
que tienen las orejas. Por otra
parte es también cierto lo que
Gombrowicz le decía a Mastronardi.
"En todos los casos, el placer
de los escritores que saben
ser leídos es más grande que
el de sus lectores; en consecuencia
los primeros deberían pagar
a estos últimos y no a la inversa,
como se hace"
Schopenhauer decía que hay hombres
que piensan observado el mundo,
y otros que necesitan leer un
libro para pensar, y tenía razón.
Los griegos, sin ir más lejos,
leían bastante poco, había mucho
menos gente de la que hay ahora,
y a muy pocos de la poca gente
que había se le ocurría escribir.
Escribían sólo cuando le venían
cosas importantes a la cabeza,
no como ocurre ahora, además
Gutenberg aún no había aparecido.
En un principio los griegos
tenían tan solo el problema
de pensar, poco a poco se le
fueron agregando los de escribir
y los de leer.
Por esta razón el mundo de ellos
fue al comienzo más simple y
originario, el nuestro en cambio
se ha vuelto más complejo y
mediado.
Si Gombrowicz hubiera vivido
en la Atenas de aquel entonces
se hubiera embromado, seguramente
no habría encontrado tantas
cosas contra las que protestar.
Se puede escribir sin pensar,
se puede leer sin pensar, pero
no se puede pensar sin pensar,
y aunque a Gombrowicz le gustaba
más mirar que pensar, también
le gustaba pensar, pensar y
jugar, especialmente jugar,
como cuando después de un paseo
por las grandes figuras de la
filosofía se ponía a recitar
Hamlet en polaco aflautando
la voz en los parlamentos de
Ofelia, o cuando en la casa
tandilense de Flor de Quilombo,
después de dar una conferencia
sobre la inmadurez, recibía
un ramo de cardos como homenaje,
mientras el hermano menor de
Quilombo lo corría con una manguera
para mojarlo.
ME MATARÉ DE MIL AMORES
Dos perros, uno checo y el otro
polaco, se encuentran en la
frontera, el perro checo está
bien alimentado y va camino
de Polonia, al perro polaco
se le ven las costillas y va
camino de Checoslovaquia: –¿Adónde
vas?, pregunta el perro checo;
–Voy a ver si puedo comer algo,
¿y vos?; –Voy a ver si puedo
ladrar un poco.
Quizá, esta naturaleza distinta
de los dos perros, uno bien
comido y el otro hambriento,
sea también la diferencia que
existe entre Kundera y Gombrowicz,
el checo se alimenta de palabras
y el polaco las regurgita.
Kundera piensa que el novelista
es dueño de su obra y una y
la misma cosa que sus creaciones,
y trata de persuadir al lector
de que la novela es un arte
que nos permite comprender en
su totalidad la naturaleza humana.
Kundera menciona a Kafka, Musil,
Broch, y al mismísimo Gombrowicz
para hacerse la pregunta: ¿formaron
acaso un grupo, una escuela,
un movimiento? No; eran unos
solitarios. Sin embargo, su
obra expresa una teoría estética
similar: eran todos poetas de
la novela, apasionados por la
forma y por su novedad; cuidadosos
de la intensidad de cada palabra
de cada frase; seducidos por
la imaginación. Pero a la vez
impermeables a toda seducción
lírica: hostiles a la transformación
de la novela, alérgicos a todo
ornato de la prosa; concentrados
por entero en el mundo real,
concibieron toda la novela como
una gran poesía analítica. A
Gombrowicz no le hubiera gustado
esta comparación:
"Como ustedes habrán advertido
ya aquí no están Proust ni Joyce
ni Kafka ni nada de lo que se
está haciendo ahora. Me apoyo
en autores que los precedieron
porque ellos medían al hombre
con una vara más alta"
Y la novela, ¿es un arte que
nos permite comprender en su
totalidad la naturaleza humana?
Gombrowicz piensa que no. Algunos
escritores de postguerra se
pusieron a hablar de los cuerpos
torturados creyendo que la inmensidad
del sufrimiento los proveería
de alguna verdad, de un nuevo
saber sobre nuestros límites,
pero sólo descubrieron que la
cultura de los estetas intelectuales
no es más que espuma..
Hay un contraste vergonzoso
entre la montaña de cuerpos
sangrantes y el endeble comentario
que no ha ido más allá de los
deseos piadosos contenidos en
las declaraciones del Santo
Padre. A veces hay dosis demasiado
fuertes que el organismo ya
no acepta, Gombrowicz piensa
que los temas demoníacos y gigantescos
hay que tratarlos con una prudencia
excepcional o, al menos, con
una excepcional astucia. Los
cuatro millones de judíos asesinados
son el Himalaya.
"Cuando te acercas con la pluma
en la mano a las montañas de
sufrimientos de millones de
seres, te invade el miedo, el
respeto, el horror, la pluma
te tiembla en la mano, y tus
labios no son capaces de emitir
más que un gemido"
Pero ni con los gemidos ni con
el vacío se hace literatura.
La actitud honesta es no esforzarse
en vivir algo que no se puede
vivir, es preguntarse por qué
esas vivencias nos resultan
inaccesibles. Los polacos no
han experimentado la guerra.
Han experimentado únicamente
el hecho de que la guerra no
se puede experimentar, experimentar
plenamente, agotarla como experiencia.
Hay pasajes de puño y letra
de Gombrowicz que explican bastante
bien las diferencias que tenía
este moderno antimoderno con
los hombres de letras.
"El escritor no existe, todo
el mundo es escritor, todo el
mundo sabe escribir. Si se escribe
una carta a la novia, se hace
literatura; incluso diré más:
cuando se habla o se cuenta
una anécdota, se hace literatura,
siempre es lo mismo. Por lo
tanto, pensar que la literatura
es una especialidad, una profesión,
es una inexactitud. Todos somos
escritores. Hay personas que
no han escrito en toda su vida
y, de golpe, hacen su obra maestra.
Los otros son profesionales,
que escriben cuatro libros al
año y publican cosas horribles.
(...) Pero no entiendo qué quiere
decir artista o escritor de
profesión. El hombre se expresa
y lo hace por todos los medios,
baila o canta, o pinta o hace
literatura. Lo que importa es
ser alguien, para expresar lo
que uno es, ¿no creen? Pero
la profesión de escritor, no,
no existe..."
Como el perro checo le tenía
confianza a las palabras quería
ladrar, el polaco, en cambio,
no se la tenía, quería comer.
La relación de Gombrowicz con
las palabras se ve muy claramente
en "El casamiento", el inmenso
poder diabólico de las palabras
no le despierta confianza.
"Por favor, no piensen que pueden
permitírselo todo porque esto
es una posada. ¿Pero qué es
esto? ¡Eh! Les entran las ganas,
también es una calamidad que
a esta arrastrada todos la quieran
manosear, no piensan más que
en tocarla, todos la tocan y
la sofaldan, día y noche, sin
parar, siempre igual, frotarla,
sobarla, sofaldarla, y eso trae
problemas (...) ¡No te cases
con ella! Porque el viejo borracho
dijo la verdad. Ella tonteaba
con Jeannot, en el pasado (...)
¡También yo los sorprendí sobándose
junto al pozo en pleno día,
se toqueteaban y se buscaban,
él a ella y ella a él, Henri,
no te cases!"
El padre tenía una idea un tanto
rancia sobre su autoridad.
"Y quien alce su mano sacrílega
contra su padre cometerá un
crimen espantoso, inaudito,
infernal, diabólico y abominable,
que irá de generación en generación,
lanzando gritos y gemidos terribles,
en la vergüenza y los tormentos,
maldito de Dios y de la Naturaleza,
marchito, estigmatizado, abandonado"
Henri utiliza un procedimiento
ingenioso para hacerse de la
autoridad que le arrebata al
padre:
"Es la paz. Todos los elementos
rebeldes han sido detenidos.
El Parlamento también ha sido
detenido. Aparte de eso, los
medios militares y civiles,
y grandes sectores de la población,
así como la Corte Suprema, el
Estado Mayor, las Direcciones
Generales, los Departamentos,
los Poderes públicos y privados,
la prensa, los hospitales y
parvularios, todos están es
prisión. Hemos encarcelado también
a los ministros y, en general,
todo. También la policía está
en la cárcel. Es la paz. La
calma"
Sin embargo, la verdadera autoridad
de "El casamiento" Gombrowicz
la encuentra en el poder diabólico
que tienen las palabras:
"!Todo eso es mentira! Cada
uno dice lo que es conveniente
y no lo que quiere decir. Las
palabras se alían traicioneramente
a espaldas nuestras. Y no somos
nosotros quienes decimos las
palabras, son las palabras las
que nos dicen a nosotros, y
traicionan nuestro pensamiento
que, a su vez, traiciona. ¡Ah,
la traición, la sempiterna traición!"
"Las palabras liberan en nosotros
ciertos estados psíquicos, nos
moldean... crean los vínculos
reales entre nosotros. Si tú
dices algo como: ‘Si tú lo quieres,
Henri, me mataré de mil amores’,
algo extraño, pero yo puedo
responder con algo más extraño
aún, y así, ayudándonos el uno
al otro, podemos llegar lejos
(...) Asiste a la boda y cuando
llegue el momento, mátate con
este cuchillo"
LOS TESTAMENTOS Y LAS CHOCHERAS
A los hombres de letras eminentes
les gusta hacer testamentos
antes de morir, sólo se presenta
un problema muy delicado cuando
las fechas del legado y de la
muerte están muy distantes entre
sí.
Sartre hace un testamento en
1964, pero el Todopoderoso lo
llama a su reino recién dieciséis
años después.
"Lo que me gusta de mi locura
es que me ha protegido, desde
el primer día, contra las seducciones
de la élite; nunca he creído
ser el feliz propietario de
un ‘talento’; de lo único que
se trataba era de salvarme –nada
en las manos, nada en los bolsillos–
por el trabajo y la fe. Como
consecuencia, mi pura opción
no me elevaba por encima de
nadie: sin equipo, sin herramientas,
me he metido entero en la tarea
para salvarme entero. Si coloco
a la imposible Salvación en
el almacén de los accesorios,
¿qué queda? Todo un hombre,
hecho de todos los hombres y
que vale lo que todos y lo que
cualquiera de ellos"
Gombrowicz también hace un testamento
antes de morir, pero tiene más
suerte que Sartre, se muere
un año después.
"Renacerá mi imaginación de
antaño en la imaginación de
algún otro, de nuevo joven y
cautivadora? No lo sé. Pero
¿y yo? ¿Lograré siquiera una
vez rebelarme contra él, contra
ese Gombrowicz? No estoy muy
seguro. He maquinado diversas
estratagemas para liberarme
de su tiranía, pero los años
y la enfermedad me han hecho
perder facultades. Desembarazarme
de Gombrowicz, comprometerle,
destruirle, eso sí que sería
vivificante..., pero no hay
nada más arduo que luchar contra
el propio caparazón. Volver
al antecomienzo, refugiarme
en mi inmadurez inicial (esa
Inmadurez constituye para mí
algo más importante que la Forma,
pero se habla poco de ella en
estas conversaciones, pues no
resulta fácil hacerlo y yo prefiero
que se la busque en la materia
viva de mi obra artística)
Pero ¿rebelarme? ¿Cómo? ¿Yo?
¿Un siervo?"
Otra cosa que les ocurre a los
hombres eminentes cuando pasan
los cincuenta es que suelen
ir poniéndose chochos. Sartre,
que durante gran parte de su
vida aspiraba al reconocimiento
de la posteridad, llegando a
los sesenta nos dice que se
había engañado hasta los huesos,
que había dudado de todo, pero
no había dudado de haber sido
el elegido de la duda, por lo
que se había convertido en un
dogmático, y que se había transformado
en una máquina de hacer libros.
"Todos los rasgos del niño,
desgastados, borrados, humillados,
arrinconados, dejados en silencio,
han quedado en el quincuagenario.
La mayor parte del tiempo se
achatan en la sombra, acechan;
en el primer instante de inatención
levantan la cabeza y entran
en la luz del día con cualquier
disfraz"
En la edad de la chochera pareciera
que Sartre hubiese renegado
de su ego y de su inmadurez.
La chochera de Gombrowicz, como
no podía ser de otra manera,
tiene un aspecto muy diferente.
En "Yo y mi doble", relata unos
sueños de vejete que había tenido
con su bienamada de la juventud.
Cuando miraba al presente, en
cambio, contabilizaba unas mejillas
sin frescura, un vejete antipoético
y rígido que no podía inspirar
poemas y al que ya nadie admiraría.
La nostalgia de su propia belleza
desvanecida lo agitaba cada
vez más.
Le quedaba el trabajo, sí, un
buen puesto para meterle miedo
a las muchachas que ya no languidecían
por él. O tener un hijo y vivir
por y en él una vida plena repitiendo
el canto eterno de la juventud,
de la felicidad y de la belleza.
O sacrificar la vida por un
ideal para adquirir una segunda
belleza y convertirse de nuevo
en objeto de nostalgia. Su cabeza
hervía, se aparecía ante sí
mismo con el aspecto de un egocéntrico
y de un narciso sucio, sintió
que la juventud se burlaba de
él y lo despreciaba como a un
miserable egoísta y que las
alumnas del liceo ya no verían
nunca en él ningún atractivo
sexual.
Sí, pareciera que los tipos
de chochera y la naturaleza
de los testamentos nos dieran
una idea más o menos aproximada
de cuán diferentes eran Sartre
y Gombrowicz pero, hay que decirlo,
todos estos análisis no son
más que literatura.
Para averiguar cuáles son los
rasgos sobresalientes que distinguen
a estos dos hombres ilustres,
yo los sometí a otra clase de
prueba, hice experimentos mente
concipio. En efecto, me imaginé
qué es lo que hubiera hecho
Sartre si el Beduino le hubiese
puesto un petardo debajo del
banco de una plaza en el que
estaba sentado, o que hubiera
hecho si el hermano menor de
Flor de Quilombo le hubiera
obsequiado con un ramo de cardos
en carácter de homenaje y después
corrido con una manguera en
la mano para mojarlo, como lo
hicieron con Gombrowicz.
Esto por un lado, y por otro
me imaginé que hubiera hecho
Gombrowicz si le hubieran dado
el Premio Nobel de Literatura,
en cambio de rehusarlo como
Sartre en el año 1964, en ese
mismo año en que andaba paseando
por Berlín, medio perdido y
enfermo, y sin ningún premio
que le sirviera de consuelo.
El resultado de estos dos experimentos
que, lamentablemente, no pude
hacer en el ámbito del mundo
real, los tuve que hacer en
la esfera de la mente concipio,
me mostraron con una claridad
meridiana la verdadera diferencia
entre Sartre y Gombrowicz, dos
de los hombres más importantes
del siglo XX.