"¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes
de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar.
Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría
colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios
piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio
es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar
sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo
al hombre civilizado." Domingo
Faustino Sarmiento(1811-1888)
"Estamos como nación empeñados en una contienda
de razas en que el indígena lleva sobre sí el tremendo anatema de
su desaparición, escrito en nombre de la civilización. Destruyamos,
pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización
política, desaparezca su orden de tribus y si es necesario divídase
la familia. Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la
causa de la civilización. Las colonias centrales, la Marina, las
provincias del norte y del litoral sirven de teatro para realizar
este propósito." Julio Argentino
Roca (1843-1914)
Los historiadores se la pasan discutiendo
sobre la objetividad, la distancia con los hechos, los análisis fuera de contexto
y se rompen el alma en el intento de construir una historia sobre la base de
una racionalidad cruda que en realidad pocas veces brilló en los presentes pasados
que estudian como historia. Justamente porque en la mayoría de los casos, a
los protagonistas de esos presentes pasados les faltó perspectiva histórica
porque el futuro es inasible desde el presente. Mahatma Gandhi fue Osama bin
Laden en un momento para el Imperio Británico, lo cual no habla bien de Bin
Laden sino mal del viejo imperio.
Además, la pasión, los prejuicios, los intereses y las mezquindades atraviesan,
deforman y exasperan el debate político del presente y no se ve la razón para
que, mal o bien, sea distinto con la historia.
Por ejemplo, en una solicitada de homenaje al general Roca, que fue publicada
el martes en el diario La Nación, se califica a los mapuches de extranjeros
y genocidas de los pueblos originarios argentinos y en contrapartida exaltan
la Campaña al Desierto que encabezó el prócer. El texto afirma que los mapuches
llegaron de Chile y aplastaron a los argentinos guenecas y tehuelches, "que
fueron sometidos, matados y sus mujeres, robadas por los indios chilenos".
Quedaría la impresión de que por
esa razón estuviera bien que los mapuches también fueran sometidos, matados
y sus mujeres robadas por el ejército de línea, que fue lo que sucedió. El texto
dice que a pesar de toda esa maldad "el tratamiento que se les dio a los que
se sometieron voluntariamente fue muy generoso". Pero no dice nada de los que
no estuvieron de acuerdo que, evidentemente, no tuvieron mucha prensa.
Los firmantes de la solicitada, de la Fundación Dr. Emilio Hardoy, se quejan
porque las dos estatuas ecuestres de Roca, la que está en Bariloche y la de
Buenos Aires, aparecen cada tanto con escrituras que lo acusan de genocida y
manchadas con pintura roja, como si fuera sangre. Lo cual es cierto, porque
cada tanto el historiador y escritor Osvaldo Bayer vuelve a las andadas junto
con representantes de los pueblos originarios y otras ONG de derechos humanos.
Mal que les pese, Bayer no se rinde.
Hay una justificación económica conocida, que es la brutalidad del "progreso"
expresado en la incursión de Argentina al mundo con el modelo agroexportador.
Pero hay una justificación ética subyacente que queda flotando sin llegar a
expresarse abiertamente: cuando se comete genocidio contra genocidas, no se
trata de genocidio sino de algo más parecido a una especie de justicia por fuerza
mayor. Todos los genocidios tienen una justificación por el estilo, ya sean
religiosos, étnicos o políticos. El genocidio aparece como la única solución.
Algo así deben haber discutido los ex comandantes durante la conspiración para
el golpe del ’76. Y lo mismo los nazis contra los judíos. Y lo mismo los gobiernos
de la Triple Alianza contra los paraguayos.
De esos cuatro ejemplos, tres tienen que ver con la historia argentina, lo cual
produce escalofríos. Obviamente que esa justificación para el destino final
que se les dio a los pueblos originarios se aplicó después en otros momentos
a quienes aparecían como obstáculos de la marcha civilizatoria argentina. Y
seguramente, el que justifica uno también lo hace con los demás, porque es el
mismo argumento, el mismo guión, la misma estructura de pensamiento. Y lo que
es peor, lo de matar, para quien decidió hacerlo, era secundario. Siempre se
trató, básicamente, de "progreso", "democracia" y "modernidad".
Nadie puede estar contra el progreso, la democracia y la modernidad. Entonces
habrá que preguntarse si también hay que estar de acuerdo con el genocidio y,
en el caso argentino, con tres masacres espantosas que se cometieron con esas
banderas. Argentina es un país que tiene cierto grado de progreso, democracia
y modernidad y uno se pregunta si esos tres genocidios aportaron a ese proceso
–como argumentaron los genocidas–. Es una pregunta inquietante porque la respuesta
es parcialmente afirmativa. Es indudable que esos tres genocidios tienen que
haber incidido en el tipo de progreso, democracia y modernidad que tiene Argentina,
porque fueron cometidos por los que ganaron, no por los que perdieron.
Hay quienes se consideran orgullosos de esa herencia y publican solicitadas,
como la de La Nación, en su homenaje. Muchos que reivindican la democracia,
el progreso y la modernidad se horrorizan por los genocidios, pero no aciertan
a verlos como sustancia, sino que los perciben como excesos. Y en ese sentido,
tienen razón los de la solicitada porque en la Argentina esos conceptos progresistas
aparecen ligados en la historia a las situaciones más injustas, bárbaras y aberrantes.
La pregunta es entonces si no habrá un cuarto genocidio si no se empieza por
separar una cosa de la otra, lo cual implica discutir qué tipo de modernidad,
progreso y democracia es la que se puede construir sin odios ni masacres.
“Todavía no
hay una verdadera democracia, por eso hay que seguir empujando”
Por Emma Gascó y Martín Cúneo
(Publicado en Diagonal 151, 10 de junio 2011)
En 1963, Osvaldo Bayer sugirió en una charla en Rauch (Buenos Aires) la
realización de un plebiscito para cambiar el nombre del pueblo por el de
Arbolito. La propuesta no hubiera despertado tanta controversia si el nombre
original no hiciera referencia a uno de los generales que dirigió la primera
gran campaña contra los pueblos originarios; y el de Arbolito, al indio ranquel
que terminó con su vida. La propuesta tampoco hubiera sido tan polémica si el
entonces ministro del Interior no se llamara Juan Enrique Rauch, el bisnieto de
aquel militar, quien mandó encarcelar a Bayer en una prisión de mujeres en
cuanto volvió a la capital. Este episodio, entre tantos otros, habla del
compromiso de Osvaldo Bayer con la memoria de los pueblos originarios, así como
con el movimiento obrero argentino, al que dedicó libros como Los Vengadores de
la Patagonia Trágica, investigación en que se basó La Patagonia Rebelde (1973).
En esta película, Héctor Alterio y Federico Luppi compartieron cartel con un
joven militante peronista que realizó un discreto papel de extra: Néstor
Kirchner.
DIAGONAL: ¿Cuál es el origen de la distribución de la tierra?
OSVALDO BAYER: La distribución de la tierra se originó con las llamadas
“campañas del desierto” sobre la tierra donde vivían los pueblos originarios. La
mayor de esas masacres fue llevada a cabo por el general Julio A. Roca en 1879.
La Sociedad Rural, creada por los estancieros de la provincia de Buenos Aires en
1866, cofinanció la campaña. El Ejército argentino marchó sobre los pueblos
originarios y perpetró un verdadero genocidio. Roca reestableció la esclavitud
en Argentina –eliminada en 1813–. En los diarios argentinos se podía leer: “Hoy
reparto de indios. A toda familia que requiera se le entregará un varón como
peón, una china como sirvienta o un chinito como mandadero”. También se
repartieron 42 millones de hectáreas a 1.800 estancieros integrantes de la
Sociedad Rural. Al presidente de la Sociedad Rural, el señor José María Martínez
de Hoz, se le entregaron 2.500.000 ha. Los Martínez de Hoz eran una familia de
españoles que habían llegado al Virreinato del Río de la Plata cuando era de
dominio español como traficantes de esclavos. Luego se convirtieron en una
familia de terratenientes y hoy todavía dominan la escena. Tanto es así que el
ministro de Economía más famoso de la última dictadura militar era bisnieto de
aquel traficante de esclavos.
D.: ¿Cuáles fueron las justificaciones para la “conquista del desierto”?
O.B.: Primero tildaron a los indios de ladrones, decían que se llevaban las
vacas. Para luchar contra eso empiezan a construir la famosa zanja de Alsina, un
foso de cinco metros de profundidad y tres de ancho, desde el Atlántico a la
cordillera de los Andes. Se hicieron más de 360 kilómetros de zanja. Pero los
pueblos originarios tuvieron mala suerte. Murió Alsina y el presidente Nicolás
Avellaneda nombró al general Julio A. Roca como ministro de Guerra. Roca decide
imitar la estrategia norteamericana: importa 10.000 fusiles de repetición, para
terminar para siempre con los “salvajes”. Con apoyo de los grandes diarios de
Buenos Aires se inició una gran campaña contra los pueblos originarios. El
resultado fueron 14.000 indios muertos y unas 14.600 personas tomadas como
esclavas, peones que irían a trabajar en las fortificaciones militares de la
isla Martín García [en el Río de la Plata] o en la zafra del azúcar en la
provincia de Tucumán. A las indias se las pone como sirvientas y se las separa
de sus hijos. Para los integrantes de los pueblos originarios que se salvaron
empezó un periodo de indigencia, de mucha pobreza. Muchos de sus nietos forman
hoy parte de las villas miseria.
D.: ¿Cómo se enseña hoy la historia de esta época en Argentina?
O.B.: Los grandes héroes de la patria, además de los que lucharon en la
independencia contra España, son los de la conquista del desierto. A los pueblos
originarios siempre se les tildó de salvajes y los héroes son Roca, Bartolomé
Mitre o Domingo Faustino Sarmiento. Sarmiento era un racista insoportable. Él
casi siempre hablaba de los “indios piojosos”, a pesar de que tenía un 25% de
sangre india, por su madre. Roca tiene el monumento más grande de Buenos Aires.
En la Patagonia, las calles principales se llaman Julio A. Roca. Hace diez años
hemos empezado con una campaña para cambiar esto y hemos logrado algunos
triunfos. En algunos pueblos se ha cambiado el nombre de la calle Roca por
Pueblos Originarios. Y ya hemos recolectado más de un millón de llaves de bronce
para construir un monumento a la mujer originaria que reemplace el de Roca en el
centro de Buenos Aires.
Los campos de concentración de la “conquista
del desierto”
Por Felipe Pigna
Los sobrevivientes de la llamada “Conquista del Desierto” fueron “civilizadamente”
trasladados, caminando encadenados 1.400 kilómetros, desde los confines cordilleranos
hacia los puertos atlánticos.
A mitad de camino se montó un enorme campo de concentración en las cercanías
de Valcheta (Río Negro). El colono Galés John Daniel Evans, recordaba así aquel
siniestro lugar: “En esa reducción creo que se encontraba la mayoría de los
indios de la Patagonia. (…) Estaban cercados por alambre tejido de gran altura,
en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos, ellos sabían
que éramos galeses del Valle del Chubut. Algunos aferrados del alambre con sus
grandes manos huesudas y resecas por el viento, intentaban hacerse entender
hablando un poco de castellano y un poco de galés: poco bara chiñor, poco bara
chiñor” (un poco de pan señor).”
La historia oral, la que sobrevive a todas las inquisiciones, incluyendo a la
autodenominada “historia oficial” recuerda en su lenguaje: “La forma que lo
arriaban…uno si se cansaba por ahí, de a pie todo, se cansaba lo sacaban el
sable lo cortaban en lo garrone. La gente que se cansaba y…iba de a pie. Ahí
quedaba nomá, vivo, desgarronado, cortado. Y eso claro… muy triste, muy largo
tamién… Hay que tener corazón porque… casi prefiero no contarlo porque é muy
triste. Muy triste esto dotor, Yo me recuerdo bien por lo que contaba mi pobre
viejo paz descanse. Mi papa; en la forma que ellos trataban. Dice que un primo
d”él cansó, no pudo caminar más, y entonces agarraron lo estiraron las dos pierna
y uno lo capó igual que un animal. Y todo eso… a mi me … casi no tengo coraje
de contarla. Es historia… es una cosa muy vieja, nadie la va a contar tampoco,
no?...único yo que voy quedando … conocé… Dios grande será… porque yo escuché
hablar mi pagre, comersar…porque mi pagre anduvo mucho… (…)”
De allí partían los sobrevivientes en una larga y penosa travesía, cargada de
horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos, hacia el
puerto de Buenos Aires. Los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones
para darles ante tanta barbarie.
Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar
encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio,
un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de “dignos”,
“los bárbaros son los que les pusieron cadenas”, prorrumpieron en un emocionado
aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y “patriótico” que
se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso “desfile de la victoria”.
Desde el puerto los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado
en la isla Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y “depositados”
en el Hotel de Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso
a repartirse el botín, según lo cuenta el diario El Nacional que titulaba “Entrega
de indios”: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y
chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”
.
Se había tornado un paseo “francamente divertido” para las damas de la “alta
sociedad”, voluntaria y eternamente desocupadas, darse una vueltita los miércoles
y los viernes por el Hotel a buscar niños para regalar y mucamas, cocineras
y todo tipo de servidumbre para explotar.
En otro articulo, el mismo diario El Nacional describía así la barbarie de las
“damas” de “beneficencia”, encargadas de beneficiarse con el reparto de seres
humanos como sirvientes, quitándoles sus hijos a las madres y destrozando familias:
“La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para
en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas
que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel
marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la
madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por
delante para defender a su familia”.
Los
promotores de la civilización, la tradición, la familia y la propiedad, habiendo
despojado a estas gentes de su tradición y sus propiedades, ahora iban por sus
familias. A los hombres se los mandaba al norte como mano de obra esclava para
trabajar en los obrajes madereros o azucareros.
Dice el Padre Birot, cura de Martín García: “El indio siente muchísimo cuando
lo separan de sus hijos, de su mujer; porque en la pampa todos los sentimientos
de su corazón están concentrados en la vida de familia.”
Se habían cumplido los objetivos militares, había llegado el momento de la repartija
del patrimonio nacional.
La ley de remate público del 3 de diciembre de 1882 otorgó 5.473.033 de hectáreas
a los especuladores. Otra ley, la 1552 llamada con el irónico nombre de “derechos
posesorios”, adjudicó 820.305 hectáreas a 150 propietarios. La ley de “premios
militares” del 5 de septiembre de 1885, entregó a 541 oficiales superiores del
Ejército Argentino 4.679.510 hectáreas en las actuales provincias de La Pampa,
Río Negro, Neuquén, Chubut y Tierra del Fuego. La cereza de la torta llegó en
1887: una ley especial del Congreso de la Nación premió al general Roca con
otras 15.000 hectáreas.
Si hacemos números, tendremos este balance: La llamada “conquista del desierto”
sirvió para que entre 1876 y 1903, es decir, en 27 años, el Estado regalase
o vendiese por moneditas 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados
estrechamente por lazos económicos y/o familiares a los diferentes gobiernos
que se sucedieron en aquel período. Entre ellos se destacaban 24 familias “patricias”
que recibieron parcelas que oscilaban entre las 200.000 hectáreas y las 2.500.000.
Desde luego, los que pusieron el cuerpo, los soldados, no obtuvieron nada en
el reparto. Como se lamentaba uno de ellos, “¡Pobres y buenos milicos! Habían
conquistado veinte mil leguas de territorio, y más tarde, cuando esa inmensa
riqueza hubo pasado a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo
ni trabajo, muchos de ellos no hallaron –siquiera en el estercolero del hospital–
rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroísmo, de
abnegación y de verdadero patriotismo.”
Los verdaderos dueños de aquellas tierras, de las que fueron salvajemente despojados,
recibieron a modo de limosna lo siguiente: Namuncurá y su gente, 6 leguas de
tierra. Los caciques Pichihuinca y Trapailaf, 6 leguas. Sayhueque, 12 leguas.
En total, 24 leguas de tierra en zonas estériles y aisladas.
Ya nada sería como antes en los territorios “conquistados”; no había que dejar
rastros de la presencia de los “salvajes”. Como recuerda Osvaldo Bayer, “Los
nombres poéticos que los habitantes originarios pusieron a montañas, lagos y
valles fueron cambiados por nombres de generales y de burócratas del gobierno
de Buenos Aires. Uno de los lagos más hermosos de la Patagonia que llevaba el
nombre en tehuelche de ‘el ojo de Dios’ fue reemplazado por el Gutiérrez, un
burócrata del ministerio del Interior que pagaba los sueldos a los militares.
Y en Tierra del Fuego, el lago llamado ‘Descanso del horizonte’, pasó a llamarse
‘Monseñor Fagnano’, en honor del cura que acompañó a las tropas con la cruz.”
Fue un día glorioso. Valió la pena luchar. En Santa Rosa, la capital de nuestra
provincia de La Pampa, el intendente de la ciudad, acompañado por los maestros,
las organizaciones de derechos humanos y el pueblo en general, procedió a la
inauguración del monumento al cacique Pincén, aquel ranquel que con todas sus
fuerzas enfrentó a las tropas de Buenos Aires que venían a desalojarlos de sus
tierras y convertir en esclavos a los hombres, mujeres y niños de los pueblos
originarios. Pincén luchó siempre, fue el más valiente de todos, el más sagaz
y lúcido. Estuvo siempre en primera fila, con un coraje que le daba el amor
a su tierra. Cuando ya anciano y viendo que si continuaba la lucha iba a perecer
toda su gente, inclusive su numerosa familia, trató de hacer las paces. Fue
tomado prisionero por el coronel Villegas y, finalmente, enviado a la isla Martín
García, donde pasó ocho largos años hasta que se le permitió ir a vivir a sus
antiguas tierras de donde fue, al poco tiempo, nuevamente llevado a la isla
Martín García, acusado de haber inspirado el crimen contra un estanciero inglés.
Esa acusación fue totalmente falsa. Pero demostraba la falta de respeto por
la vida de los pueblos originarios en esas épocas argentinas de llamado liberalismo
positivista, que significó un verdadero genocidio para los pueblos originarios,
acompañado del robo de sus tierras ancestrales.
Por fin se está reconociendo todo esto luego del profundo estudio de nuestra
historia por diversos investigadores, y a ciertos titulados héroes se los está
bajando del pedestal.
Justo eso es lo que se volvió a vivir en Santa Rosa. Allí se realizó un acto
en el teatro municipal, con la presencia de las autoridades locales, en celebración
de haber cambiado el nombre de la avenida Julio Argentino Roca, el principal
ejecutor de la campaña de quitar las tierras a los pueblos originarios, restablecer
la esclavitud en la Argentina durante la presidencia de Nicolás Avellaneda y
de cometer la más grade matanza de pueblos originarios en estas tierras. Ahora
toda esa avenida llevará el nombre del Libertador, José de San Martín, justo
la figura opuesta en pensamiento a Roca, que jamás hizo discriminación con respecto
a los pueblos originarios, a quienes llamaba “nuestros paisanos los indios”.
Pensamiento que compartió a ultranza con Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan
José Castelli y Bernardo de Monteagudo.
Emocionante fue cuando se vio a mapuches en sus ropas típicas dar cuatro vueltas
alrededor del monumento al cacique Pincén.
Es que en Historia siempre, al final, triunfa la Etica, la Verdad. Un genocidio
es un genocidio y no se lo puede tapar con el eufemismo de llamarlo la “Campaña
del Desierto”. También quedó en claro que, además del genocidio y el robo de
tierras, los vencedores volvieron a practicar la odiada esclavitud que había
comenzado a eliminarse en nuestro país en la célebre Asamblea del año XIII,
cuando se proclamó la libertad de vientres, es decir que a partir de ese año,
tres después de la gloriosa Revolución de Mayo, quedaban libres los hijos de
los esclavos que nacían ese año. Como decimos, esa esclavitud fue reimplantada
por el presidente Avellaneda y su ministro de Guerra, el general Julio Argentino
Roca. Se puede comprobar en los diarios de Buenos Aires de la época de la “campaña
del de-sierto” en avisos oficiales con el título de “Hoy entrega de indios”.
Y cuyo texto rezaba: “A toda familia que lo requiera se le entregará un indio
varón como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero”. Tal
cual. En ese idioma discriminatorio para con las mujeres y los niños de los
pueblos originarios. Sí, todo eso a más de sesenta años de la célebre Asamblea
del año XIII, que había llevado a la realidad el pensamiento tan noble de aquel
25 de Mayo de 1810.
En el acto que se realizó en la capital pampeana, después de la inauguración
del monumento al cacique Pincén, historiadores trajeron a la luz la verdad acerca
de aquel período increíble de nuestra historia, cuando después del genocidio
cometido por el Ejército, que decía que traía el progreso y la cultura civilizada,
se repartieron cuarenta millones de hectáreas de tierras entre socios de la
Sociedad Rural, entidad que había cofinanciado la masacre de esos pueblos que
hacía siglos poblaban esas extensas pampas. Hecho que fue celebrado a los cien
años de sucedido, por la dictadura de la desaparición de personas del general
Videla, con el desfile de tropas del Ejército Argentino en la ciudad rionegrina
de General Roca. Fue el desfile más grande que recuerda nuestra historia, para
celebrar el genocidio de la llamada campaña del desierto. Un hecho que fue aplaudido
por los diarios más grandes de Buenos Aires con suplementos especiales dedicados
a recordar con palabras adulatorias ese crimen de lesa humanidad cometido con
los pueblos autóctonos.
Pero la verdad histórica que se escondió a casi un siglo y medio de sucedido
el genocidio y que se tergiversó en los libros de historia con que aprendieron
tantas generaciones en los institutos de enseñanza, finalmente surge y se demuestra
la verdad.
El ejemplo dado por las autoridades municipales de Santa Rosa, de cambiar el
nombre del genocida Roca por el del Libertador San Martín, debería ser imitado
por todas las otras urbes y pueblos argentinos que todavía tienen calles y plazas
con el nombre de los autores del genocidio más grande de nuestra historia. Los
que demostraron la verdad sobre la denominada “campaña” ya han tenido la satisfacción
de presenciar la quita de esos nombres en dieciocho ciudades argentinas. Mientras,
hay autoridades comunales que miran hacia el costado cuando se le reclama ese
derecho de la ética de eliminar honores a quienes trajeron la muerte y el robo
de sus tierras nada menos que a los pueblos que las poblaron siglos antes de
que llegaran los “occidentales y cristianos” de Europa a traer la llamada “civilización”.
En nuestra Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hace dieciocho años que presentamos
el proyecto para quitar de nuestro centro ciudadano el monumento más grande
de nuestra ciudad y, además, el más céntrico, que es el del mayor genocida de
los pueblos originarios, Julio Argentino Roca, nada menos que a pocos metros
de nuestro célebre Cabildo del 25 de Mayo. Ese monumento fue erigido en la década
infame, la del fraude patriótico, inspirado en un proyecto de Julio Argentino
Roca (hijo), vicepresidente del general Justo, dos candidatos surgidos después
del vergonzoso dictador general Uriburu, quien fue el golpista que terminó con
el segundo período del presidente Hipólito Yrigoyen. Y ese monumento del general
Roca montado en un brioso corcel –aunque se sabe muy bien que el citado general
jamás anduvo a caballo–, sigue allí, para dolor de todos los argentinos que
llevan en sus venas sangre de los pueblos originarios.
Los representantes políticos de la ciudad guardan silencio –en su mayoría– sobre
esta necesidad ética de dejar de glorificar con un monumento a un genocida,
y el propio Mauricio Macri, jefe de Gobierno de la ciudad, ha contestado que
en “Historia hay que mirar hacia adelante”, cuando la moral nos obliga a “aprender
de la Historia” y no mostrarle la espalda.
Ojalá los porteños, muy pronto, tengamos la alegría de ver reemplazar ese monumento
a la muerte por un monumento a la vida. Algo que inspire a la vida y no al genocidio
de pueblos. En el acto de Santa Rosa, un mensaje de la comunidad ranquel Cacique
Manuel Carupiñan Pincén, firmado por un descendiente del cacique ranquelino,
lo expresó con estos dignos términos: “Hoy, en este día, quizá no es tan importante
discutir sobre el origen del cacique Pincén, pero sí poner en alto el mensaje
que él nos dejó: luchar por un mundo inclusivo, donde ranqueles, mapuches, tehuelches,
criollos, afrodescendientes y europeos puedan vivir en comunidad, en un mundo
respetuoso de las diferencias”. Firmado: Luis Eduardo Pincén.
Qué palabras sabias. Dichas por un descendiente de aquel cacique. Sí a la convivencia,
un no rotundo al racismo. Ese es el único camino a la Paz entre los pueblos
y al verdadero progreso. El lograr la Paz Eterna, como la soñaba el filósofo
Kant.
Integrante de la Red de Investigaciones en Genocidio y doctora en Antropología,
Diana Lenton aporta pruebas del genocidio de los pueblos originarios. Campos
de concentración, asesinatos masivos, fusilamientos y niños robados. Roca, el
papel del Estado, la sociedad y los intelectuales.
Por Darío Aranda
–¿Por qué afirma que el Estado argentino se funda sobre un genocidio?
–El Estado moderno constituye una forma de entender las relaciones entre Estado
y sociedad, y construye todo un modo político de accionar, una normativa, instituciones
que se fundan en el mismo momento que se realiza el genocidio. Y no lo relacionamos
sólo porque es contemporáneo al genocidio sino porque esa estructura de Estado
requirió que no hubiera más diversidad interna en el Estado. Se anulan los tratados
con los indígenas, el Estado se garantizó que no iban a interferir en la constitución
de ese Estado. Es lo que se llama genocidio constituyente, son genocidios que
dan origen a un Estado.
–Existen sectores que aún niegan que haya sido un genocidio. ¿Qué pruebas dan
cuenta de que sí lo fue?
–Las ciencias sociales no tienen un concepto analítico acabado. Desde el campo
jurídico internacional sí, lo provee Naciones Unidades en 1948 para juzgar los
crímenes del nazismo. Esa definición habla de distintos elementos. Es genocidio
cuando se puede establecer la intencionalidad de destruir a un pueblo. Otra
característica es impedir la reproducción de ese grupo y también el robo de
niños, cuando son secuestrados y entregados a familias de grupos dominantes,
y se les reemplaza los nombres, porque así se atenta contra la continuidad de
ese pueblo porque se le roba la memoria.
–¿Qué hechos concretos hubo?
–Matanza
de población civil. Algunos tienen la imagen de batallas al estilo romántico
de un ejército contra otro. La característica de la campaña de Roca es que está
principalmente dirigida a la población civil. Las memorias del comandante Prado
dicen claramente que el ataque a las tolderías es para caerles encima a las
mujeres y niños que quedaron cuando los hombres no estaban. Estaba planificado
así para llevarse el botín, sobre todo el ganado, y las familias porque ésa
era la operación que iba a llevar a los indios a rendirse. Son operaciones contra
la población civil, donde mueren mujeres y niños, o eran enviados como mano
de obra esclava para el trabajo doméstico urbano o para la agroindustria, caña
de azúcar y viñedos. También se cumplen otros elementos de genocidio, el someter
a la población a condiciones que acarreen daño en su subsistencia, que pueda
provocar enfermedad o muerte, y eso implicaron los traslados de la población
sometida a campos de concentración.
–Ustedes dan cuenta de que el diario La Nación lo llamó crímenes de lesa humanidad.
–Mitre decía que lo que hacía Rudecindo Roca, hermano de Julio Argentino, eran
crímenes de lesa humanidad porque se fusilaban prisioneros desarmados y se tomaban
prisioneros a mujeres y niños. Para un sector del espectro político no era lo
correcto, incluso Mitre, que no era nene de pecho, que tuvo responsabilidad
en la guerra del Paraguay con episodios espantosos, sin embargo estaba asombrado,
no criticaba que se hiciera la Campaña, sí cuestiona que un gobierno estuviera
minando su propia legitimidad al desoír lo que eran avances de la civilización.
–También hubo campos de concentración.
–Hubo campos de concentración en Valcheta, Martín García, Chichinales, Rincón
del Medio, Malargüe, entre otros. Son todos lugares donde se encierran a las
personas prisioneras sin destino fijo. La autoridad militar era la dueña de
la vida y muerte de ellos. La idea era de depósito porque iban a ser distribuidos.
Eran prisioneros y esclavos. Se recibían pedidos de Tucumán, ingenios, de Misiones,
estancias. Llegaban como familias y se los separaba. Hay pruebas de la violencia,
cartas entre curas y arzobispos. Había muerte por las condiciones a las que
estaban sometidos, ahí está también el genocidio. Y también había suicidios
por el trauma social al que estaban sometidos. Los padres sabían que les quitaban
a sus hijos, lo veían y decidían matarse. O mujeres que se tiraban al agua con
sus hijos. En Valcheta hay documentos donde se describe que no se les daba alimentos
y morían de hambre.
–¿Qué documentos existen?
–Existe mucha documentación oficial para discutir la historia impuesta. Los
archivos oficiales, Archivo General de la Nación, la Armada, los archivos de
las provincias. Y archivos privados de personas, de militares que han escrito
cartas. También documentos de la Iglesia: de ahí surgen datos de cientos de
chicos destinados a Jujuy y Tucumán. Quedan claras las edades de servicio doméstico,
chicos desde los 2 o 3 años y hasta los 8. Los adultos que eran destinados al
cañaveral y morían con sus familias, eso también es parte del genocidio.
–¿Hay cifras?
–El Poder Ejecutivo decía para 1879 que se habían trasladado 10 mil prisioneros
de lo que era la frontera, se estaba recién en la zona norte de Patagonia, para
trabajar hacia el Norte y Mendoza, industrias, servicios doméstico y Martín
García. Para 1883, un informe oficial ya dice que son 20 mil. En el Chaco son
cifras mucho mayores.
–¿Por qué la campaña militar al Norte no es tan conocida?
–No ha habido una manera sistemática de presentar la historia y menos la historia
de los pueblos indígenas. Nos han legado imágenes, hemos aprendido que el Estado
o territorio actual se completa con Roca, y él estuvo en el Sur.
–Suele justificarse la violencia con que “hay que situarse en la época”, como
si fueran normales esas campañas militares.
–Algunos senadores como Aristóbulo del Valle, quizá la voz más clara contra
la Campaña, preguntaban cuáles habían sido los resultados de la campaña al Sur
y se decía que esos territorios no están incorporados al trabajo. Era el momento
que se estaba rifando territorio, como dijeron en esa época observadores militares,
no era para los pioneros ni para los agricultores, como se había prometido,
sino para latifundistas. Aristóbulo del Valle denunciaba que el hombre había
sido esclavizado, la mujer prostituida, los niños utilizados para el trabajo
esclavo. No había, decía, ni avance económico ni cívico. Incluso hubo oposición
de sectores de las elites.
–Igual se realiza.
–Se hace y es un fracaso desde el punto de vista militar. Hacia 1884 lo que
consigue el general Victorica, que estaba al frente como ministro de Guerra,
es derrotar a los principales jefes, pero no consigue ocupar el territorio.
Eso recién pasará hacia 1911. No consigue ocupar porque el Chaco estaba mucho
más densamente poblado por pueblos indígenas y con una variedad de pueblos,
de lenguas y culturas distintas.
–¿Fue igual de cruenta que la del Sur?
–Sí, no sólo fue igual sino que esa operativa de secuestrar chicos, atacar mujeres,
se extendió hasta avanzado el siglo XX; aun hoy todas las comunidades tienen
recuerdos de los chicos robados por el Ejército.
–¿Cifras?
–No las tenemos, estamos trabajando, pero las víctimas superan ampliamente las
cifras de la Patagonia. Y hay otros sectores del país donde tampoco se sabe
mucho.
–¿Por ejemplo?
–Cuyo y la Puna. Estamos comenzando a trabajar lo que fue la Campaña a la Puna,
que se conoció como Campaña al Susques, que se da por terminada en 1874, con
la batalla de Quera. Aparentemente lo que más hubo fueron fusilamientos masivos
que acabaron con la resistencia, lo que se llamó la Pacificación de la Puna,
fusilamientos masivos durante 1874 y 1875.
–En Cuyo hubo campos de concentración...
–Sí, por la campaña al sur de Mendoza y norte de Neuquén, donde tomaron gran
cantidad de familias prisioneras, que fueron utilizadas en la industrias de
la vendimia en lo que hoy es Malargüe. La persona que más sabe es Diego Escolar,
que vive allá, tiene muy documentado y cuantificado no sólo los prisioneros
sino también la cantidad de chicos que eran enviados solos a la vendimia para
trabajar para siempre, no iban y venían.
–¿Roca es sólo un símbolo o el responsable?
–Roca fue responsable del genocidio. Tuvo posibilidades de otro tipo de política.
Hay pruebas de que él se informó con un enviado de su confianza en Estados Unidos
para ver cómo funcionaban las reservas. Y estudió también a los franceses en
Argelia. Decidió el modelo francés porque decía que el modelo de reservas era
muy costoso. Hubo campañas militares anteriores, pero la de Roca fue la más
sistemática y que tuvo un objetivo más declaradamente genocida. Hay declaraciones
de Roca sobre destruir hasta el último indígena. Su discurso de asunción de
la presidencia festeja que no cruza un solo indio la pampa.
–Es conocida la postura de los intelectuales de la derecha sobre Roca y los
pueblos originarios. ¿Y la mirada de los intelectuales de izquierda o progresistas?
–Hay
cierto progresismo que se construyó sobre el paradigma que dio lugar al genocidio
y a una noción de la Argentina sin indígenas. A gran parte de los intelectuales
no les importan los pueblos originarios. Se ha construido una idea de progresismo
que puede ignorar a los pueblos originarios como si no existieran y tenemos
una izquierda que ha ignorado las luchas indígenas, por eso todo es mucho más
difícil.
–¿Por qué el genocidio sigue pareciendo algo sólo de la dictadura y no también
algo que afectó a los pueblos originarios?
–Porque cuesta a gran parte de los argentinos considerar la historia de los
pueblos indígenas como parte de la historia argentina. Tiene directa relación
con asumir si es algo que les pasó y pasa a los argentinos o les pasó y pasa
a otros.
–El juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, le agrega el factor de la clase
social afectada.
–Sin duda tiene que ver la clase social víctima, pero sobre todo hay una mirada
racista dentro de lo que es el sentido común argentino. La sociedad argentina
es racista respecto de los pueblos originarios. Se piensa que lo que sucede
con otras personas no es tan importante, por eso hay dolores que no nos conmueven
y otros que sí. Para mucha gente un campo de concentración se define como tal
cuando ahí adentro hay gente que se parece a mí, si no, no es un campo de concentración.
–¿De ahí la negación del genocidio?
–Tenemos un paradigma donde la palabra “genocidio” se puede aplicar cuando a
mí me importa, cuando mi grupo de pertenencia es el afectado. Y la mayor parte
de la intelectualidad, de la gente que construye teoría y construye consenso
social en estas situaciones, compartimos un sistema cultural de pertenencia.
Hasta tanto no podamos siquiera entender el dolor de los otros y sentirlo como
el propio, no hay interculturalidad posible. No hay forma de dialogar.
–¿Interpreta continuidades de las campañas militares a fines del siglo XIX y
la situación actual de muerte por desnutrición en Chaco, Misiones y Salta, o
por represión en Formosa?
–Los pueblos originarios son víctimas de un genocidio que aún no terminó. Por
eso como Red hablamos de que en la Argentina existe un proceso genocida de los
pueblos indígenas porque no le podemos encontrar la fecha de finalización. No
sólo el Estado se construye sobre un genocidio sino que también nuestro marco
de pensamiento se construye sobre el genocidio, de tal manera que no hemos salido
aún de él. El genocidio realizado por el nazismo tiene fecha de finalización.
El fin de la guerra, el suicidio de Hitler, los tribunales de Nuremberg. El
genocidio de la dictadura tuvo una Conadep, juicios. El genocidio indígena no
tiene fecha de finalización y no hay juicios.
–No existió un “Nunca más” para los pueblos originarios.
–No hubo fecha de finalización. No hay ni hubo una instancia de reparación.
¿Cuál sería la instancia autorizada si queremos hacer juicios? Porque el Estado
es el mismo Estado genocida. La única manera para poder realizar algo similar
a los juicios de la dictadura es que también esté integrado por pueblos originarios.
–¿Lo cree posible?
–Hoy en día hay un movimiento importante de pueblos originarios que no había
hace diez años, y en algún momento se va a dar. No puede ser la misma sociedad
genocida la que lleve la acusación; lo que sí puede hacer la misma sociedad
genocida es movilizar la posibilidad de generar un cambio interno.
–¿Por qué “sociedad genocida”?
–Porque hay procesos que se siguen
produciendo. Si bien hay una apertura muy importante para la inclusión de los
derechos específicos de los pueblos indígenas dentro de los derechos humanos,
la actitud del Estado hoy en día no es la misma que se tenía hace diez años,
hay un cambio positivo. Pero cuando esos derechos reconocidos de los pueblos
originarios confrontan contra intereses económicos, ya sea del Estado o de particulares,
siempre se atenta contra los pueblos originarios.
–¿Por ejemplo?
–El Estado sustenta buena parte de su modelo en actividades como la soja, el
petróleo y la minería, entonces el derecho indígena se cae. El mismo Estado
que habilita a los pueblos originarios a hacer determinados reclamos por otro
lado los hace callar con la violencia que sea necesaria cuando está en juego
una actividad económica que el Gobierno impulsa.
–¿Cómo se entiende esa contradicción?
–Por eso digo que la sociedad no terminó aún de ser genocida con los pueblos
originarios. Porque frente a estos dos parámetros en conflicto automáticamente
le da la razón al paradigma económico.
–¿La sociedad o el Gobierno?
–Van uno con el otro, es un ida y vuelta. El paradigma económico es el que se
constituyó junto con el Estado y hoy se desarrolla la continuidad de ese paradigma.
Si bien hay espacios de apertura interesantes, cuando confrontan paradigmas
el que sale ganador es el paradigma racista, donde tenés derecho a decir lo
que quieras, pero si tenés petróleo en tu comunidad el organismo que decide
no es el INAI, el Inadi, ni una oficina de interculturalidad, sino la Secretaría
de Energía. Y punto, no hay discusión posible.
–Es la economía...
–Cuando lo que está en juego son intereses económicos, siempre se atenta contra
los derechos indígenas, con leyes que debieran respetarse.
–Las campañas militares tuvieron una matriz económica, una decisión política
y una complicidad o al menos una indiferencia de la sociedad. ¿Observa paralelos?
–Es muy similar. ¿Cómo se definió el avance económico a fines del siglo XIX?
Se decidió por la apertura de nuevos terrenos para la explotación intensiva
junto con nuevas tecnologías que tenían que ver con el manejo de la ganadería,
alambrados, nuevas técnicas que acompañaban la inclusión de territorios para
el mercado exportador. Y ahora estamos viviendo lo mismo, la soja es exactamente
eso. La nueva tecnología y la incorporación de nuevos territorios que antes
estaban libres, donde había comunidades que podían vivir.
–El petróleo y la minería repiten la misma lógica.
–Lo están padeciendo, entre otros, los mapuches en zona de meseta. Cuando las
comunidades se habían establecido en la meseta, ese lugar no era objetivo de
explotación; ahora sí. Hoy sufren un acoso tremendo e ilegítimo de parte de
mineras y petroleras.
–Hay un argumento legitimador que se repite: el progreso.
–Sí,
hoy es el desarrollo, como una utopía de la sociedad occidental, pero el problema
es que se establecen como si fueran características que pudieran tener sólo
la sociedad occidental y los otros no, y que además son a costa del vivir de
los otros. El problema de este concepto de desarrollo o progreso, hoy encarnada
en la política económica extractiva, es que se les da una entidad más importante
que la vida y la dignidad humanas. El desarrollo es importante, pero, ¿es tan
importante como para avalar que el avance petrolero, minero y sojero ocasione
contaminación y muerte? Y, no es casual, siempre ese “progreso” es a costa del
“otro”, nunca es a costa del grupo de pertenencia dominante.
–Usted afirma que el genocidio aún no tiene fecha de finalización, mientras
los pueblos originarios se organizan y luchan.
–Sin dudas, hoy han ganado visibilidad como nunca antes y tiene directa relación
con la organización y los conflictos que enfrentan en los territorios. Por eso
siento mucho respeto por los dirigentes e intelectuales indígenas, sé que hay
diferencias como en cualquier espectro político, pero tengo un gran respeto
porque tienen que tener mucha decisión y coraje, ya que están haciendo un trabajo
de concientización, de educación política a todo el resto de la sociedad. Ser
dirigente indígena sigue siendo profesión de riesgo, sobre todo en algunos provincias,
porque es muy probable que vayas preso o te maten por defender el territorio.
Nunca hay que olvidar que son pueblos que sufrieron un genocidio, pero se mantienen
vivos.
Desentrañando el racismo
Por Darío Aranda
Diana Lenton es doctora en Antropología Social por la Universidad de Buenos
Aires y docente en la misma universidad. Su tesis doctoral analizó los discursos
circulantes entre 1880 y 1970 sobre los pueblos indígenas y el diseño de políticas
nacionales al respecto. Es investigadora adjunta del Conicet con un proyecto
sobre la emergencia de organizaciones representativas de los pueblos originarios
a partir de la década de 1970 y su articulación con otros movimientos sociales.
Dirige un proyecto de investigación radicado en el Instituto de Ciencias Antropológicas
de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en el que se integran otros
docentes-investigadores, tesistas y becarios sobre la temática. Desde 2005 es
cofundadora, junto al historiador Walter Delrio, de la Red de Investigadores
en Genocidio y Política Indígena, un espacio interdisciplinario de investigación
académica y de “transferencia a la sociedad”, con el objetivo de aunar los esfuerzos
de antropólogos, sociólogos, historiadores, educadores y comunicadores que trabajan
por el esclarecimiento de las modalidades históricas de relación entre el Estado
y los pueblos originarios. El colectivo de jóvenes investigadores ha logrado
aportar pruebas concretas y documentadas sobre el genocidio ejecutado sobre
los pueblos originarios. Su último libro es el indispensable Historia de la
crueldad argentina.
Increíble
y reaccionaria versión de un funcionario
"Roca y el mito del genocidio"
Por Juan José Cresto*
Hace poco más de un siglo, el 12 de octubre de 1904, el general Roca entregó
al doctor Manuel Quintana los atributos de la presidencia de la República. Había
cumplido su segundo mandato, pero su influencia política desde 1880 había transformado
el país. La Argentina era una potencia respetada. El general Mitre, ya anciano
y verdadero patriarca de la argentinidad, fue a su casa ese mismo día para felicitarlo
por su gestión: "Ha cumplido", le dijo parcamente, porque el juramento de su
asunción, en 1898 lo había hecho ante el patricio.
Diez años después, el 19 de octubre de 1914, Roca moría en Buenos Aires. Los
últimos años los dedicó a organizar su estancia La Larga, levantando casas para
su personal, cultivando arboledas y caminos y mejorando su hacienda. Se cumple
este año el centenario de su alejamiento del poder y noventa años de su fallecimiento.
El país no lo ha recordado suficientemente.
En los últimos tiempos una historiografía carente de toda documentación sostiene
que la expedición de Roca de 1879 contra los indios, fue un genocidio. Ello
revela supina ignorancia u oculta intereses de reivindicaciones territoriales.
El tema indígena es complejo, porque abarca regiones muy diferentes, desde los
paisajes andinos atípicos hasta la cuña boscosa del Chaco, con razas que no
eran ni son comparables, como los diaguitas, los abipones o los mapuches. En
el Sur, los pueblos araucanos procedían de Chile e ingresaron al hoy territorio
nacional hacia principios del siglo XVIII, según lo refieren numerosos historiadores
de ese país, algunos con carácter reivindicatorio.
La pampa agreste estaba totalmente desierta,
con algunos bolsones de pobladores aislados. En la provincia de Buenos Aires
se denominaba "poblador del Salado" a quien se instalaba más allá de ese importante
río. Sin alambrados, sin títulos de propiedad, salvo antiguas mercedes realengas,
o con títulos imprecisos basados en la simple ocupación, el llamado "estanciero"
era el ganadero que cuidaba vacas criollas, que no tenían parecido con las de
nuestra época, vivía con el cuchillo en la faja y dormía en un rancho que él
mismo construía. Su beneficio empresario consistía solamente en la explotación
del cuero del vacuno, que canjeaba en la pulpería o en "las casas", o poblado
más próximo. Compartía, sí el temor al malón indígena.
Al caer la tarde, hacía recostar a su caballo en el suelo para ver la reacción
del animal, cuya sensibilidad le permitía saber si la tierra se movía. En ese
caso, sabía que, a lo lejos, los indios galopaban y él debía huir, abandonando
todo.
El horror del malón se ha descripto repetidas
veces, pero hay que recordar que el indio fue temible cuando aprendió a montar
el caballo que trajo el europeo, para robar las vacas que también vinieron con
los españoles y venderlas en Chile. También cuando aprendió a usar la cuchilla
de hierro, que también obtuvo de la industria del hombre blanco. Los aduares
indígenas estaban llenos de cautivas, mujeres blancas a las que se les hacía
un tajo profundo en la planta de los pies para impedirles la fuga. Ellas tenían
que soportar la indignación y el odio de las mujeres indias de la tribu.
La historia argentina está llena de historias de pequeños y de muy grandes malones
a lo largo de los siglos XVIII y XIX, hasta la decisiva ocupación de desierto
por Roca. La política de ocupación no se inicia con este exitoso militar, sino
que continúa desde los primeros gobiernos patrios. Rosas hizo una expedición
contundente, pero después de Caseros las tribus se alinearon, unas con el gobierno
de la provincia de Buenos Aires y otras con el de la Confederación, participando
en la política partidista.
Mitre quiso erradicar el delito en las pampas
y no lo pudo lograr por tener que dedicar sus esfuerzos a la guerra del Paraguay.
Sarmiento sufrió grandes malones y la batalla de San Carlos es un verdadero
hito de la historia. Avellaneda, que soportó una grave crisis financiera internacional,
tuvo una política de ocupación a través de su ministro Adolfo Alsina, quien
hizo construir una larga zanja de más de cuatrocientos kilómetros para evitar
los malones, en una guerra defensiva sin mayores resultados. Finalmente, Roca,
que conocía el desierto, organizó una expedición ocupacional decisiva. Este
joven general había ganado todos sus ascensos, uno tras otro, en los campos
de batalla.
¿Estaba Roca ocupando tierras de indios? La respuesta es categóricamente negativa.
Esas tierras desiertas comienzan a ser ocupadas con las expediciones pobladoras
de la España colonizadora del siglo XVI que, repetimos, trajeron el caballo
y la vaca. Los indios iniciaron su ocupación 180 años después.
Los indígenas americanos precolombinos estaban radicados en mínimas parcelas
de territorio y aprovecharon los descubrimientos, invenciones, ingreso de animales
antes desconocidos y la tecnología del blanco para su expansión territorial.
De suponer válida la peregrina teoría del primer poblador, tal vez debiéramos
remontarnos al homínido y considerar al propio hombre de Neanderthal como un
usurpador.
Pero existen algunas consideraciones que hay
que sopesar: la expedición debe adjudicarse al gobierno del presidente Avellaneda,
quien designó para comandarla a su ministro de guerra, el general Julio Argentino
Roca, en estricto cumplimiento de la ley del 25 de agosto de 1867, demorada
doce años por las dificultades políticas y económicas del país. "La presencia
del indio -decía la ley- impide el acceso al inmigrante que quiere trabajar."
Para financiar la expedición se cuadriculó la pampa en parcelas de 10.000 hectáreas
y se emitieron títulos por la suma de 400 pesos fuertes cada uno, que se vendieron
en la Bolsa de Comercio. Aunque prohibieron la adquisición de dos o más parcelas
contiguas, esta venta fue la base de muchas de las fortunas argentinas.
La ley, la expedición y la organización fueron discutidas en el Congreso y votadas
democráticamente. Todo el país, toda la población de la Nación, quería terminar
con este oprobio, desde el Congreso y los gobiernos provinciales hasta los periódicos,
sin excepción.
Roca organizó la expedición y a ella se incorporaron no solamente cuerpos militares,
sino también periodistas, hombres de ciencia y funcionarios. El periodista Remigio
Lupo la integró como corresponsal del diario La Prensa y remitió sus crónicas.
Monseñor Antonio Espinosa publicó su diario, con noticias muy valiosas de todo
lo mucho que vio, pero también escribieron hombres de ciencia, como los doctores
Adolfo Doering y Pablo Lorenz, y naturalistas, como Niederlein y Schultz, que
estudiaron la flora, la fauna y las condiciones del suelo.
Acompañaron también enfermeros y auxiliares. Los indios prisioneros y los niños,
mujeres y ancianos fueron examinados por sus dolencias, vacunados y muchos de
ellos remitidos a diversos hospitales de la muy precaria Buenos Aires de esos
días.
Ahora bien: ¿puede creerse que toda estas personas y otras que siguieron paso
a paso la expedición pueden ser cómplices de silencio en caso de genocidio?
¿Se concibe un secreto de cinco mil personas? ¿Lo hubiera permitido un humanista
como el presidente Avellaneda? La única realidad es que la llanura pampeana
quedó libre de malones y que a los indígenas se les asignaron grandes reservas,
si bien es cierto que individuos inescrupulosos les cercenaron posteriormente
muchas de sus parcelas con supuestos derechos, actitud reprobable, sin duda,
que forma parte de litigios del derecho civil.
Por otra parte, mencionar al indio como tal es un insulto. ¿Por qué indio? El
es, simplemente, un argentino entre treinta y siete millones de habitantes,
con los mismos derechos y obligaciones que todos. No merece ningún tratamiento
especial ni más derechos que otros, pero tampoco ninguna tacha que lo invalide,
que lo relegue o que lo menoscabe, porque tiene también todas las prerrogativas
constitucionales. Es nuestro conciudadano y, por lo tanto, nuestro hermano.
Merece y tiene todo nuestro fraterno afecto. No más, no menos. Lo contrario
es indigno y discriminatorio.
Lo que se quiso hacer y efectivamente se hizo fue concluir con los asaltos a
pueblos indefensos y poner la tierra fértil a disposición de la población para
ser trabajada. En efecto, en menos de 25 años a la Argentina se la llamaba "la
canasta de pan del mundo".
El 12 de octubre de 1880, Roca juró como presidente de la República, por haber
vencido a Tejedor en las elecciones. Hizo un gobierno histórico: concluyó el
tratado de límites con Chile, en 1881; desarrolló la instrucción pública; construyó
escuelas; extendió los ferrocarriles. Los inmigrantes agricultores comenzaron
a agruparse en colonias. Se estibaron miles de bolsas de trigo en las estaciones.
El pedestal de la gloria de Roca está en sus dos gobiernos y en su orientación
política, mucho más que en la ocupación del desierto, pero ésta es un timbre
de honor de su biografía. Con el tiempo, a través de personas que no han leído
específicamente sobre el tema o que tienen otros intereses, se ha creado una
fábula que gente de buena fe la ha creído, porque así se elaboran los mitos
que después parecen "verdades reveladas" de valor teológico. Felizmente, cualquier
serio investigador de historia, cualquier estudioso del pasado que se documente,
se preguntará azorado: ¿qué genocidio?
*El autor es director del Museo Histórico Nacional y presidente de la Academia
Argentina de la Historia
Fuente: La Nación
Texto Roca: Diario del Bicentenario 1881
La gente no se rinde. Sí, sí, aquello del espontaneísmo de las masas. Pese a
que en las elecciones le hacen elegir entre dos candidatos sonrientes, la gente
se pone a construir por iniciativa propia. Me gusta caminar por el barrio. De
pronto me llaman unos alumnos del Normal 10 porque quieren "discutir temas".
Abro la boca de sorpresa. O me invitan a la Casa del Pueblo de allá, de la calle
Galván y Congreso. Han venido mapuches, me dicen. Dos mujeres y dos hombres.
Nos enseñan sus instrumentos musicales, todos hechos con productos de la naturaleza,
y tejidos, trabajados por las manos de las mujeres. Pero además presentan un
libro: Voces indígenas de la Patagonia. La autora es una periodista danesa que
ha estado con ellos recorriendo esas soledades. Pero no sólo trae sus impresiones
sino también los documentos que va produciendo el Consejo Asesor Indígena. Con
esa paciencia y calma que los distinguen, escriben verdades. Por ejemplo, leo:
"Con la llegada del hombre blanco a nuestras tierras comienza el proceso más
violento de la desarticulación de la armonía del hombre con la naturaleza. Junto
a las pestes, a las enfermedades, llegaron valores y principios desconocidos
para nuestros pueblos: la avaricia, el individualismo, la acumulación de poder
y riqueza a costa del sufrimiento de muchos. De la mano de la espada y la cruz,
nos impusieron dioses e idiomas desconocidos que nada tenían ni tienen que ver
con la cosmovisión de los pueblos originarios". Y agrega: "De la mano del Remington,
la cruz, el alcohol, se masacró a millares de mapuches, se arrasó e incendió
tolderías, se apropiaron de nuestras mujeres y niños para trofeos de las familias
ricas, se puso precio a las tetas de nuestras hermanas y a las orejas de nuestros
hermanos. Se condenó a nuestro pueblo a refugiarse entre los pedreros cordilleranos,
mientras nuestro territorio quedaba en manos del conquistador". Y luego se expresa
la esencia de lo que hubiera sido un encuentro, que no fue: "Como parte de la
naturaleza, sabemos que en la diversidad está la fuerza, en la unión y el respeto
de lo diferente está el futuro, pero no sobre la base del olvido y la mentira".
El gobierno español señaló a los quinientos años de la conquista que a los hispanos
los había llevado a América el ansia de distancias. Eduardo Galeano contó palabra
por palabra de los documentos de Colón, donde emplea 159 veces la palabra oro
y 35, la palabra Dios. Oro, oro, oro. El ansia del oro y no de las distancias.
El estanciero Martínez de Hoz recibió del conquistador Roca 2.500.000 hectáreas
cuadradas de las mejores tierras. Las armas de la Patria. Su bisnieto fue ministro
de Economía del general Videla. Viva la Patria, carajo.
El padre Fagnano, al terminar la campaña de Roca,
escribirá: "Ahora los indios tendrán trabajo y religión". Es decir: salvaron
sus almas. Roca los llevará de esclavos a Martín García y a los cañaverales
tucumanos. A las "chinas" las entregará a las familias de militares y a gente
de bien como sirvientas. Los indiecitos de la chusma, adjetivo de Roca, fueron
repartidos como mandaderos. Así tuvieron trabajo y religión. La cruz y la espada.
Pero ya estamos en otra Patagonia. Esquel no se rindió. Un ejemplo histórico.
Le dijeron no al oro. Esta vez la conquista del oro venía con cianuro. No con
la cruz y la espada. Pero el pueblo dijo que no. Asambleas populares, verdadera
democracia de raíz. Y bien, un periodista de allá acaba de editar un libro sobre
esa epopeya popular: Esquel y su No a la mina, de Juan A. Souza. En la tapa
está el lema: "El agua vale más que el oro". Un manual que servirá ahora para
limpiar de cianuro a Ingeniero Jaccobacci y a Andalgalá. Esta vez, la Patagonia
Rebelde triunfó.
Pero lo que entristece mucho es la brutalidad disimulada que debemos combatir
con toda nuestra fuerza. Lo vemos a cada paso y es una herencia de muchas décadas.
Fuerzas policiales que actúan como asaltantes, hasta de ancianos, tratos indignantes
al civil que siempre es considerado sospechoso. Voy a relatar un caso, el cual
me consta y que ya es tratado por nuestros organismos de derechos humanos. He
aquí el acta de un grupo de jóvenes víctimas de la triste experiencia: "El viernes
4 de noviembre, nos encontrábamos, junto a un grupo de amigos, en la estación
de trenes de Mar del Plata, aguardando la salida del tren que partía a las 23.30.
Teníamos los pasajes ya adquiridos y la estación era uno de los lugares en los
que se podía permanecer. La mayoría de los comercios, lugares de alojamiento,
etc., se encontraban cerrados. La guardia policial, que ya estaba apostada en
la estación desde temprano, empezó a obligar a los comercios a cerrar a las
18.30. Mientras esperábamos, llegaron a la estación dos móviles celulares de
la Policía de la Provincia. Se nos acercaron y nos ordenaron ponernos contra
la pared. Revisaron nuestras mochilas y todo lo que llevábamos encima. Sin encontrar
nada, nos obligaron a subir a un vehículo para presos. Uno de nosotros preguntó
el porqué de nuestra detención y la respuesta fue: ‘Por averiguación de antecedentes’.
Al subir a esa cárcel rodante comenzó el maltrato generalizado. Nos obligaron
a agachar la cabeza, a poner las manos hacia atrás, a mantener silencio. A la
mínima resistencia de un detenido, los policías lo golpearon. El vehículo arrancó
entre amenazas verbales y maltratos. Nos obligaron a permanecer en silencio
mediante gritos y uno de ellos dijo: ‘De ahora en más van a dormir todo el viaje’,
y arrojó un artefacto explosivo hacia nuestra área. Luego cerró la puerta que
separaba a los detenidos de la policía. La bomba explotó y cuando el sonido
ensordecedor cesó, se escucharon las carcajadas de los policías. Después comenzó
una requisa en la que nos despojaron de todos los objetos de valor: dinero,
documentos, teléfonos celulares, vestimenta. Esos objetos jamás lo volvimos
a ver. Bajamos con la cabeza mirando al piso y con las manos a la espalda, y
comenzó la segunda fase del proceso, que consistió en una nueva requisa y amenazas.
Antes de encerrarnos en celdas nos hicieron cumplir con un circuito de controles:
averiguación de identidad, datos familiares, sala interrogatoria, medir, pesar,
fotografiarnos, averiguar por nuestras tareas cotidianas, nuestros sobrenombres,
huellas digitales, control médico, requisa de nuestras pertenencias. De pronto
se escuchó una voz que dijo a posibles testigos: ‘Los detenidos van al sector
de presos comunes; si algo les sucede, como golpes, violación o si los matan,
es pura responsabilidad de los presos comunes’. Y ahí, sin darnos ninguna explicación,
nos encerraron en las celdas. Gracias a la intervención de los abogados de derechos
humanos, periodistas independientes y el fiscal, logramos una pronta recuperación
de la libertad. A las 6 de la mañana nos trasladaron a la terminal de ómnibus
y de allí nos expulsaron. Ninguno de nosotros había estado en los disturbios,
ni cometido roturas o agresiones. Ni siquiera habíamos marchado. Algunas personas
fueron detenidas mientras miraban el mar y en la ausencia de testigos fueron
golpeadas y se les plantaron ‘pruebas’ (piedras) en sus mochilas".
Procedimientos policiales en vez de perseguir a los verdaderos provocadores.
Además, es la actitud policial para demostrar su poder. Lo dijimos en 1983:
al entrar la democracia había que cambiar todos los profesores de las academias
policiales y militares. No se hizo. Seguimos con una policía y un ejército educados
por los docentes de la dictadura.
El mismo defecto ha demostrado la Iglesia en su último comunicado, cuando critica
a quienes no han censurado a la guerrilla. Los señores obispos quieren poner
en el mismo plano a héroes del pueblo como Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, el
Paco Urondo, con asesinos desde el poder como el general Menéndez, el comisario
Patti, el general Bussi, el general Camps: torturadores, secuestradores de niños,
asesinos masivos, bestiales autores de la desaparición de personas, la muerte
argentina. Es lo mismo que el procedimiento policial: hacer recaer la culpa
en los que lucharon por una sociedad mejor. Pegan el grito en eso para desviar
la atención de los verdaderos criminales. Como el tero.
Fernando Del Corro, periodista y docente de la UBA
La extinción de los aborígenes en diferentes zonas de América se correspondió,
aunque por causas específicas diversas, en buena medida a las prácticas seguidas,
si bien en buena medida por las autoridades coloniales europeas, a las políticas
expropiatorias seguidas por los gobiernos surgidos de los procesos independentistas
para los que, casi unánimemente, la apropiación de sus tierras fue una cuestión
central.
La muy tardía ocupación real de las tierras del Río de la Plata por parte de
los españoles en razón del escaso interés crematístico de las mismas, ya que
no contaban con minas de oro o plata, como sucedía en la región andina o en
México, hizo que los más atrasados ocupantes primitivos pudieran seguir manejándose
con libertad en la mayor parte del extenso espacio geográfico donde sólo existía
un puñado de ciudades muy poco conectadas entre sí.
Los avances reales sobre las tierras de los
pobladores originarios se dio a partir de la ampliación de las fronteras productivas,
un par de décadas después de iniciado el proceso independentista, en Buenos
Aires con la expedición organizada por Juan Manuel de Rosas y en la Banda Oriental
con las expediciones contra la tribu de los charrúas, los viejos compañeros
de luchas de José Gervasio de Artigas, por las autoridades de la recién independizada
república uruguaya.
El genocidio practicado con los charrúas, a los que virtualmente se hizo desaparecer,
cuando no se vendieron casi como esclavos al exterior, si bien fue un proceso
sistemático seguido durante varios años, tuvo una instancia clave cuando entre
el 11 y el 15 de abril de 1831 las tropas orientales cargaron contra los aborígenes
generando la matanza de Salsipuedes, tras lo cual, el mismo 15, el presidente
Fructuoso Rivera firmó la orden de extinción tal de los indios.
Además de la apropiación de sus
tierras es posible que los independentistas uruguayos, enemigos del pensamiento
integrador artiguista, hayan hecho pagar, además, a los charrúas su tradicional
y acendrada adhesión al viejo caudillo oriental, quien desde los 16 a los 33
años formó parte de la tribu, al punto de que algunos historiadores consideran
que fue progenitor del futuro jefe de la misma Manuel Artigas y no que éste,
simplemente, tomo su apellido.
Los charrúas lo habían acompañado en sus primeras escaramuzas con los luso-brasileños
por 1795, a través suyo obtuvieron las 105.000 hectáreas que les fueron entregadas
por el gobierno colonial en 1805 y lo acompañaron en el proceso de la independencia
a partir de 1811 desde el mismo Grito de Asensio siendo parte importante en
la recuperación, de manos de aquellos, de Paysandú, el 8 de octubre de ese año
y, poco después, del primer sitio a Montevideo.
También lo acompañaron en el Exodo Oriental y así pronto se ganaron tanto la
animadversión de los porteños, de los luso-brasileños y de los propios orientales
que no compartían el proyecto democrático popular artiguista, de manera que
todos ellos, en diferentes circunstancias, hicieron lo posible para exterminar
a una tribu de la cual uno de sus últimos vestigios se encuentran en Paraguay
entre los descendientes de los que fueron al exilio con su caudillo.
En el caso de Buenos Aires durante la presidencia de Nicolás Avellaneda se decidió
tomar las tierras de los aborígenes para ampliar las tierras a explotar y así
el 5 de octubre de 1878 se sancionó la Ley 947 con el fin de obtener los fondos
para la "Conquista del Desierto", denominándose de tal manera a un territorio
ocupado por unos 20.000 aborígenes de los cuales, según el informe del jefe
militar Julio Roca, al parlamento, se mataron 1.323.
Roca, muy poco después presidente, acotó ante el Congreso de la Nación, que
también se habían tomado como prisioneros a 10.539 mujeres y niños y 2.320 guerreros,
lo cual dejó el camino expedito para entregar las tierras a los nuevos propietarios,
a los que ya había sido asignada antes de la operación militar mediante la suscripción
de 4.000 bonos de 400 pesos, cada uno de los cuales dio derecho a 2.500 hectáreas.
Un total de diez millones de hectáreas, en consecuencia, fueron vendidas por
el estado a comerciantes y estancieros bonaerenses en forma previa a la conquista
de las tierras, no del "desierto", mientras que el excedente obtenido, en lotes
de a 40.000 hectáreas cada uno, fue rematado en 1982 en Londres y París, dando
lugar así a la aparición de los primeros terratenientes de esos orígenes en
los campos argentinos.
Y como aún quedó más y nadie pensó en los aborígenes, en 1885 se cancelaron
con tierras las deudas acumuladas con los soldados desde 1878, ya que llevaban
siete años sin cobrar, pero como tanto los oficiales como la milicia necesitaban
efectivo, terminaron malvendiendo sus partes a los mismos que habían sido los
financistas primitivos, de manera tal que toda esa superficie pasó a manos de
344 propietarios a un promedio de 31.596 hectáreas cada uno.
Por un mapuche cualquiera
lonkobaigorrita@yahoo.com.ar
Desde que hemos tenido que lidiar con el winka, muchos han sido los personajes
intolerables que faltos de inteligencia y de absurdo nacionalismo nos han causado
risa.
Desde que hemos tenido que lidiar con el winka, muchos han sido los personajes
intolerables que faltos de inteligencia y de absurdo nacionalismo nos han causado
risa.
Como es el caso de P. Moreno, J. A. Roca, Casamiquela, Elías Chucay, Claudia
Briones, Morita Carrasco, Lugones, Colavelelli, Etc.
Todos ellos con la excusa del engrandecimiento del país o el estudio de nuestra
gente para beneficio de la educación e ignorancia del blanco.
Ellos en su momento han tenido la gracia de haber hablado o escrito algo sobre
el Mapuche.
Personajes que hablan de nacionalismo e inteligencia superior. De los derechos
del Argentino, Etc. Etc. Etc.
Pero que siempre han beneficiado a ciertos personajes extranjeros. Ingleses,
Italianos, Alemanes, Españoles, Turcos, Franceses y demás nacionalidades del
mundo. Claro siempre y cuando estos personajes o grupos tengan plata.
Tabaré W Parsons no es la excepción. Este ser winka que cree tener una educación
e inteligencia superior a cualquier Mapuche.
A en los últimos días sido el motivo de nuestras risas y la demostración viva
de que los winkas siguen siendo ignorantes racistas.
Para demostrarnos eso ha bastado tan solo que escriba y publique en un periódico
su pensamiento nacionalista a favor del multimillonario J. Lewis.
Según el señor Parsons, nosotros los mapuche debemos seguir mandando señales
de humo y no utilizar los medios de comunicación blancos.
Además debemos permitir que Lewis siga haciendo ¡Patria! Para el engrandecimiento
del país.
Yo me pregunto si Don Parsons no sabe que los Mapuche hemos dejado de hacer
señales de humo debido a la falta de inteligencia de sus antepasados.
Ya que cada vez que deseábamos comunicarnos con ellos no podían entender nuestro
sostificado sistema de comunicación a distancia.
Por lo cual debimos esperar muchos años hasta que alguien invento el telégrafo,
herramienta que comenzamos a utilizar de inmediato. Aun cuando algunos winka
todavía no podían entender como funcionaba.
Y así hemos ido adaptando los diversos sistemas de comunicación que el winka
a desarrollado hasta la llegada de lo que hoy es internet.
Pero siempre pensando en poder comunicarnos y que nos entiendan.
Además me pregunto don Parsons si usted realmente cree que los demás no Mapuche
y los otros Winka como usted. Creen realmente en el hacer patria de Lewis.
O tal vez no.
Ya que yo como Mapuche no he visto a ningún vecino Argentino que tenga mas tierra
que estos multimillonarios.
Tampoco que le permitan hacer y deshacer lo que quieran como a estos extranjeros
que vienen una vez al año
A demás no comprendo en que puede beneficiar que alguien como Lewis tenga un
aeródromo privado. Donde pueda traficarse droga si alguien quiere o contrabandear
además de cualquier ilícito que se deseé.
¿Usted penso en eso Don Parsons?
¿O es que su inteligencia no llega a eso?
Río de la Plata | J. M. de Rosas | Ofensiva de 1833 | Tierra
Adentro | Batalla de San Carlos | Adolfo A Alsina | La Zanja | Julio A. Roca
| Ofensiva preliminar de 1878 | La Conquista | La Iglesia | Presidencia de Roca
| La avanzada final
Lic. Helena Aizen
La historia de la Patagonia desde la llegada del blanco, es la historia de una
larga guerra entre dos mundos. Los enfrentamientos, que desde el siglo XVIII
y hasta fines del siglo XIX, fueron tomando un carácter militar cada vez más
sangriento, marcaron el "encuentro" entre una sociedad, europea o criolla, decidida
a expandirse, y una sociedad indígena dispuesta a proteger sus territorios.
El Virreinato del Río de la Plata
A mediados del siglo XVIII, las incipientes estancias cercanas a
la ciudad de Buenos Aires avanzaban sobre lo que en aquel tiempo era territorio
indígena ocupando progresivamente los campos donde los aborígenes se abastecían
de ganado salvaje. En procura de animales las comunidades se vieron entonces
obligadas a asaltar con malones las estancias. Los habitantes de Buenos Aires
para protegerse levantaron los primeros fortines. Las pequeñas construcciones
de barro o empalizada trazaron la primer línea de frontera defendida por el
Cuerpo de Blandengues: una especie de milicia formada por paisanos mal armados
y mal pagados.
La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 benefició básicamente
a la ciudad de Buenos Aires. Su prosperidad se apoyó en la riqueza ganadera
de la región, pero su fuerza económica residió fundamentalmente en la ciudad
portuaria, centro político del virreinato y sede de un activo intercambio comercial.
En el territorio virreinal convivían blancos, negros, indios y mestizos. Españoles
y Criollos fueron la "gente decente", rotulo que no implicaba necesariamente
una buena situación económica, pero que otorgaba derechos negados a los demás.
Protegidos por las leyes y celosos defensores de sus prerrogativas, criollos
y españoles, se reservaron el ejercicio de la función política y la posibilidad
de adquirir la prestigiosa categoría de "vecinos".
Con el tiempo la oposición entre españoles y criollos fue agudizándose. La ocupación
de España y la usurpación de la Corona por los franceses desencadenaron en el
Río de La Plata los hechos de mayo de 1810: El Cabildo Abierto discutió la caducidad
del Virrey y para reemplazarlo constituyó una Junta integrada en su mayoría
por criollos. A partir de entonces comenzaron a producirse profundos cambios
en una sociedad que empezaba a llamarse argentina. Influenciados por las ideas
de la Revolución Francesa, los hombres de Mayo tuvieron un fuerte sentimiento
de solidaridad con los habitantes originales de América. Sostenían que la conquista
española había sido una usurpación de la propiedad y de los derechos de los
Americanos y reconociendo a los indígenas como "hijos primogénitos de América"
procuraron incorporarlos, mediante decretos, oficios, leyes y disposiciones
legales, como miembros iguales a la nueva sociedad.
Durante esa década predominó una política de integración basada en tratados
y negociaciones pacificas con los indígenas del sur. Hacia 1820 el crecimiento
de la industria ganadera reavivó la urgencia por expandir la frontera más allá
del limite natural que trazaba el río Salado. Sin embargo las luchas entre Unitarios
y Federales ocupaban toda la atención y los recursos. Los fondos que aportaban
los hacendados para el mantenimiento del cuerpo de Blandengues no mejoraban
la precaria protección de la línea fronteriza y la política defensiva ya no
parecía suficiente. Los grandes malones que asolaron las poblaciones en esa
época precipitaron la ofensiva violenta: Las campañas del coronel Martín Rodríguez
primero, de Federico Rauch más tarde y en 1833 de Juan Manuel de Rosas, marcarían
el inicio del proceso de exterminio.
Juan Manuel de Rosas (1793-1877), nieto e hijo de terratenientes,
conocía la vida del campo y las costumbres de los indígenas a los que empleaba
como peones en los establecimientos rurales de su propiedad. Las buenas relaciones
que como hacendado mantuvo con algunas de las comunidades y el respeto y la
amistad que le brindaban varios caciques, le fueron de gran utilidad en su ejercicio
político permitiéndole firmar alianzas que aseguraron su victoria sobre las
bandas enemigas.
Con el apoyo de los caciques Coyhuepan y Cachul, resistió la insurrección del
General Lavalle contra el Gobernador Dorrego en 1828, asegurándose el enorme
prestigio en Buenos Aires que lo llevaría poco después a la gobernación de la
provincia. Su plan como gobernador era transformar el "desierto" colonizando
las tierras ganadas. Propugnaba instalar en las estancias a las distintas comunidades
dirigidas por sus caciques para que practicasen allí tareas agrícolas, ganaderas
y artesanales. Sin embargo solo logro realizar este proyecto en forma limitada.
La ofensiva de 1833
Durante el primer gobierno de Rosas, si bien se logró restablecer la paz
en la provincia, la frontera permaneció inestable. Intentando resolver el problema
indígena el gobernador presentó ante la legislatura un plan de ofensiva.
En febrero de 1833, tres divisiones iniciaron la marcha. Cerca de 3800 soldados
avanzaron desde Cuyo y Buenos Aires hacia el sur bajo las ordenes de los generales
J. M. de Rosas, José F. de Aldao y J. Ruiz Huidobro.
La división comandada por Rosas, que contaba en sus filas con la presencia de
los caciques Catriel y Cachul (Tehuelche) y Cañuquir, Rondeau, Mellin y Cayupan
(Voroganos) entre otros, fue la única exitosa logrando la desbandada casi total
de las comunidades de la región.
El destacamento comandado por el general Angel Pacheco, 20 jefe de la división
izquierda, llego hasta Chole-Choel, arrasando a su paso las toldería de los
caciques Paylleren y Chocorí. La Gaceta Mercantil de Buenos Aires publicó en
su edición del 24 de diciembre de 1833 los resultados alcanzados: "3200 indios
muertos, 1200 individuos de ambos sexos prisioneros y se rescataron en total
unos mil cristianos cautivos".
La frontera se extendió en el extremo oeste y sudeste de la provincia de Buenos
Aires. La línea defensiva pasaba ahora por Bahía Blanca, Médano Redondo (conocido
después como fortín Mercedes) y Carmen de Patagones: se habían ganado 2900 leguas
cuadradas de tierras, suprimido los malones linderos y concretado alianzas con
las comunidades indígenas amedrentadas por la derrota.
Desde 1835 hasta la batalla de Caseros en 1852, Rosas gobernó con la suma del
poder público. La Constitución sancionada en 1853 y la elección de Justo José
de Urquiza como Presidente fueron el inicio de la Confederación Argentina, que
formada por trece provincias se enfrento durante diez años a Buenos Aires. Las
fronteras totalmente desguarnecidas dejaron a las poblaciones a merced de los
ataques indígenas que azotaron la provincia. La batalla de Pavón en 1860 determino
la disolución de la Confederación y en 1862 Bartolomé Mitre fue electo Presidente
de La Nación. Buenos Aires ya reincorporada al país, fue declarada por la legislatura
Capital provisoria. El nuevo presidente no dejo de ocuparse del problema indígena.
Intento arrinconar a las bandas mas belicosas del sur y detener a las otras
mediante tratados de paz, sin embargo la lucha en las fronteras no se detuvo.
Tierra adentro
Tierra adentro era el nombre que daban los blancos al territorio
indígena de la pampa y el norte de Patagonia. En él consolidaban sus fuerzas
los Mapuche, Pehuenche, Ranqueles, Voroganos y Tehuelche septentrionales demostrando
su creciente poderío en malones cada vez mejor organizados. Sin embargo la unidad
indígena era constantemente minada por los tratados y alianzas que se establecían
con los blancos, quienes buscando debilitar sus fuerzas fomentaban los enfrentamientos
entre las distintas comunidades.
Chocorí al mando de los Mapuche, fue el principal enemigo que debió enfrentar
Rosas. Su territorio se extendía desde La Ventana y Bahía Blanca hasta la confluencia
de los ríos Neuquén y Limay: el "País de las Manzanas", donde tenía sus principales
tolderías. Aliado de los Voroganos, vivía en constante acoso de las poblaciones
fronterizas. Logró escapar en varias oportunidades de la persecución de las
tropas Rosistas hasta que fue finalmente sorprendido por el teniente General
Francisco Sosa, quien había recibido del general Pacheco la orden de rodearlo
y destruirlo.
Muerto el Cacique Chocorí en 1834, su hijo Sayhueque lo sucedió en el mando.
Los caciques Lucio, Juan Manuel Cachul, Juan Catriel y sus hijos Cipriano, Juan
José y Marcelino, Tehuelche septentrionales todos, ocupaban la zona del arroyo
Tapalqué cercana a Azul.
Aliados de Rosas, sus comunidades se mantuvieron en paz hasta la caída del dictador.
Al sur del Río Negro moraban dispersos los Tehuelches meridionales que no participaban
de los malones.
Los Ranqueles, grupo de origen Tehuelche araucanizado, cuyas tolderías se encontraban
en el interior de la Pampa, sur de Córdoba, San Luis y oeste de Buenos Aires,
fueron hostiles tanto a Rosas como a las autoridades que lo sucedieron. En Leuvucó
tenían su asiento los caciques principales entre los que se destacó Yanquetruz
por su poderío.
Próxima a los Ranqueles, vivía una agrupación que respondía a las ordenes del
coronel Manuel Baigorria, ex-oficial subalterno de José María Paz, que a la
muerte de este se refugio entre los Ranqueles adoptando sus usos y costumbres.
Encabezó malones contra Córdoba y el oeste de Buenos Aires hasta que producida
la caída de Rosas entro al servicio de la Confederación.
Los Pehuenche por su parte controlaban los pasos cordilleranos neuquinos, cumpliendo
una función de intermediarios en el comercio de ganado. Cerca de Masallé, al
oeste de Salinas Grandes, la comunidad de voroganos llegada de Chile a principios
del siglo XVIII, fue sometida en 1835 por Calfucurá (Piedra Azul), un poderoso
cacique araucano. Desde entonces el poderío del cacique iría creciendo hasta
convertirlo en el más grande Toqui de Argentina. Ejercía su autoridad sobre
numerosos caciques y capitanejos encabezando la "Confederación de Salinas Grandes",
máxima expresión organizativa de las bandas indígenas de la época.
Calfucurá, además de estratega, se destacó por su capacidad negociadora. Durante
el gobierno de Rosas, Salinas Grandes y Buenos Aires fueron dos centros de poder
con intenso intercambio y a la caída del dictador, desprotegido por Buenos Aires,
Calfucurá llevó sobre la ciudad y sus alrededores una sucesión ininterrumpida
de ataques, mostrando el apogéo de su poder que no declinaría hasta ser derrotado
en la batalla de San Carlos en 1872.
La batalla de San Carlos
En 1870 el comandante de la frontera sur, Coronel Francisco de Elías,
firmó un convenio con Calfucurá comprometiéndose ambos a mantener la paz, pero
el mismo comandante algunos meses más tarde atacó las tolderías de los caciques
Manuel Grande, Gervasio Chipitruz y Calfuquir (Caciques Tehuelche).
La traición enfureció a Calfucurá, quien reunió a todos los araucanos, ranqueles
y tehuelche disponibles y en marzo de 1872 atacó Alvear, 25 de Mayo y 9 de Julio
en un impresionante malón. Esta invasión marcó la cima del poderío indígena.
Las represalias que se desataron tres días después en la batalla de San Carlos,
una de las más terribles producidas hasta entonces, marcaron el fin del poderoso
Calfucurá, quien refugiado cerca de Salinas Grandes murió el 4 de junio de 1873.
Adolfo Alsina
Entre 1868 y 1874 gobernó como presidente electo Domingo F. Sarmiento.
En 1874, nuevas elecciones proclamaron a Nicolás Avellaneda como presidente.
Adolfo Alsina, nombrado Ministro de Guerra, propugnó un plan de avance paulatino
hacia el sur, que aspiraba alcanzar el Río Negro logrando la paz con las comunidades
indígenas: " El plan del Poder ejecutivo es contra el desierto para poblarlo
y no contra los indios para destruirlos".
Sin embargo la falta de una planificación adecuada y la incapacidad del gobierno
de respetar minimamente en sus tratados los intereses de los indígenas, llevo
a Namuncurá en un último gran esfuerzo por defender sus territorios, a organizar
la "Invasión Grande": Aproximadamente 3500 araucanos y ranqueles arrasaron las
poblaciones del centro de la provincia de Buenos Aires.
La zanja de Alsina
El Ministro de Guerra cambio su actitud y sin vacilar organizó la
contraofensiva: Formadas en cinco divisiones, las tropas avanzaron a principios
de 1876 sobre "Tierra Adentro". Aunque enfrentaron a los guerreros de Juan José
Catriel, Namuncurá y Pincen, el resultado principal de la campaña fue la construcción
de pueblos (Carhué, Guaminí, Puán, Trenque-Lauquen e Ita-ló), fuertes, fortines
y una zanja de 374 Km entre Carhué y Laguna del Monte.
Desde el principio de su gestión Alsina había proyectado una zanja paralela
a la línea de frontera, que imposibilitara las invasiones. Dicha zanja de unos
3 metros de ancho por 2 de profundidad sólo dificultó el acceso de los indígenas
sin impedir que la frontera siguiera siendo atacada y se mantuviera en extremo
inestable.
Las presidencias constitucionales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, que se sucedieron
desde 1862 hasta 1880 , marcaron un período en el que la fe estaba puesta en
la inmigración europea, fundamentalmente anglosajona. Los dirigentes del país
pensaban que este "aporte racial" mejoraría la "calidad étnica" y la mentalidad
de los argentinos criollos. El modelo de "civilizacion" era el europeo, y en
su nombre los otros pueblos, considerados "barbaros" debian ser sometidos.
Tierra adentro seguía en manos de sus dueños originales pero su situación se
hacia cada vez más difícil. El agotamiento y el hambre llevo a rendirse a comunidades
como las de los caciques Ramón Platero (ranquel), Manuel Grande, Tripailao y
Catriel (tehuelche). El poder indígena se debilitaba, sus filas disminuían por
la muerte de numerosos guerreros y frente a los Remington y a las enfermedades
traídas por los blancos pocos recursos les quedaban.
Julio Argentino Roca
La muerte de Alsina en 1877 dejó a cargo del Ministerio de Guerra
al General Julio Argentino Roca, cuyas ideas diferían sustancialmente de las
de su antecesor. Para el nuevo Ministro el objetivo era claro: ... A mi juicio
el mejor sistema de concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos
al otro lado del río Negro, es el de la guerra ofensiva, que es el mismo seguido
por Rosas, que casi concluyó con ellos...( carta del Gral Roca a Alsina). y
su proyecto preciso: "Es necesario (...) ir directamente a buscar al indio en
su guarida, para someterlo o expulsarlo, oponiendo enseguida, no una zanja abierta
en la tierra por la mano del hombre, sino la grande e insuperable barrera del
río Negro, profundo y navegable en toda su extensión, desde el océano hasta
los Andes"- Mensaje y Proyecto presentado por el Gral.Roca al Congreso de la
Nación el 14 de Agosto de 1878.
La invención del frigorífico, que abría las puertas a la exportación de carne
haciendo indispensable una expansión territorial, tanto como las pretensiones
chilenas sobre la Patagonia, dieron un carácter de urgente a la campaña, que
debía asegurar la soberanía argentina en esas tierras. En virtud del pedido
formulado en el mensaje de 1878 el Congreso Nacional sancionó una ley por la
cual se destinaban $ 1.600.000.- para el traslado de la frontera a los ríos
Negro y Neuquén. De esta manera el General Roca estuvo en condiciones de ejecutar
sus planes. Durante los últimos meses de 1878 dispuso una ofensiva preliminar
a cargo de pequeños contingentes que irían desgastando a los indígenas con constantes
ataques. Empezó por modernizar las tropas suprimiendo la artillería que restaba
rapidez a las operaciones y resultaba ineficaz ante un enemigo en extremo móvil
y disperso. Simplificó el equipo aboliendo las pesadas corazas para dar más
soltura al personal e incrementó la construcción de líneas telegráficas para
asegurar que las órdenes llegaran oportunamente.
1878: La ofensiva preliminar
El
plan preliminar buscaba "limpiar" de indígenas el territorio entre la frontera
y el río Negro, ya fuere quebrando su moral, reduciendo sus efectivos o privándolos
de sus haciendas. Manteniendo el sobresalto en ellos, se los obligaría a someterse
voluntariamente o a emigrar hacia el interior del desierto.
En 1878 el Coronel Levalle primero y al poco tiempo el Teniente Coronel Freire
atacaron a Namuncurá en sus toldos provocándole más de 200 muertos. Ese mismo
año Juan José Catriel se entregó prisionero al Coronel Vintter, con más de 500
hombres, y cerca de Laguna Malal, el Cacique Pincen fue sorprendido y capturado
junto a 20 de sus mejores hombres. Todos ellos fueron trasladados a la isla
Martín García para su confinamiento definitivo. El Cacique ranquel Epumer cayó
prisionero en Leuvuco a manos de una partida al mando del capitán Ambrosio.
La ley del 11 de octubre de 1878 creó la Gobernación de los Territorios de la
Patagonia, recayendo la responsabilidad en el Coronel Alvaro Barros. "El nuevo
gobierno tendrá por objeto principal fomentar el desarrollo de las poblaciones
mencionadas, promover la fundación de otras y contribuir al éxito de la expedición
proyectada, siendo además su existencia indispensable para la radicación definitiva
de la nueva ley de fronteras, una vez que haya sido ocupada." Mensaje dirigido
al Congreso de la Nación en septiembre de 1878 por el Presidente Avellaneda
y el Gral. J.A. Roca.
1879: "La Conquista del desierto"
El plan de desgaste había sido exitoso: las comunidades de Pampa
y Patagonia completamente debilitadas por las pérdidas se preparaban a recibir
el asalto final. En este contexto se inició la autodenominada "Conquista del
Desierto", golpe final del paulatino proceso de exterminio y desarticulación
cultural que desde hacía más de medio siglo se estaba llevando a cabo.
Entre abril y mayo de 1879 se realizó la acción relámpago. Cerca de 6000 soldados,
en 5 divisiones equipadas con el mejor armamento de la época, avanzaron decididas
a barrer la llanura. El General Roca los comandaba "en esta cruzada inspirada
por el más puro patriotismo, contra la barbarie" ,como él mismo la calificara
en su mensaje a los soldados del Ejército Expedicionario, el 26 de abril de
1879.
La primera división al mando del General Roca estaba compuesta por casi 2000
hombres, entre los cuales 105 eran indígenas. Partieron de Carhué el 29 de abril
de 1879 y arribaron el 24 de mayo a Chole-Choel. La ocupación pacífica del lugar
significó, para los indígenas, la pérdida de uno de sus bastiones más importantes.
Un mes más tarde Roca regresó a Buenos Aires, dejando al Coronel Conrado Villegas
a cargo de las fuerzas.
La segunda división, al mando del Coronel Nicolas Levalle, contó con 450 soldados
entre los cuales 125 eran indígenas del Cacique Tripailao. En su avanzada hacia
Traru-Lauquen (La Pampa) enfrentó a los indígenas provocando importantes pérdidas
entre los hombres de Namuncurá.
Eduardo Racedo fue el comandante de la tercera división que avanzó hacia Potahue
al frente de 1350 hombres, entre ellos se contaban numerosos indígenas ranqueles
y de los Caciques Cuyapán y Simón. Persiguió infructuosamente al Cacique Baigorrita
y aunque no logró capturarlo, cerca de 500 indígenas cayeron prisioneros.
Napoleón Uriburu al mando de la cuarta división partió el 21 de abril desde
Mendoza con destino a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. En la zona
del actual Chos Malal sorprendió a las tolderías ranqueles del Cacique Peyeumán
provocando numerosas muertes, entre ellas la del Cacique. En Río Agrio batieron
al cacique Painé haciéndolo prisionero junto a 60 de sus hombres, y en su avanzada
lograron finalmente la muerte del cacique Baigorrita. La cuarta división finalizó
su campaña obteniendo un resultado de 1000 indígenas muertos y 700 prisioneros.
La quinta división al mando del Teniente Coronel Hilario Lagos, inició su marcha
desde Trenque Lauquen, a su paso 150 indígenas cayeron prisioneros en los breves
combates que mantuvo en los montes de Acahue y Calcahue. En Curu-Pichi-Cajuel,
el Teniente Coronel Godoy persiguió y dio muerte al capitanejo Lemumier y su
hijo. La quinta división capturó en su expedición 629 prisioneros.
El avance de las cinco divisiones fue incontenible. En dos meses lograron ocupar
la llanura hasta más allá de los ríos Negro y Neuquén, recuperar 500 cautivos
y diezmar a las comunidades indígenas. Sólo quedaban libres, ahora, los últimos
caciques. De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879,
los resultados de la campaña fueron los siguientes:
5 caciques principales prisioneros 1 cacique principal muerto (Baigorrita) 1.271
indios de lanza prisioneros 1.313 indios de lanza muertos 10.513 indios de chusma
prisioneros 1.049 indios reducidos .
Los últimos indígenas debilitados eran empujados cada vez más al sur por una
frontera que ahora se extendía sobre los ríos Neuquén y Negro. Se ganaron así
más de 15.000 leguas de tierras y posteriormente se crearon pueblos y colonias
en las márgenes de los ríos Colorado, Negro, Neuquén y Santa Cruz. Con el traslado
de la frontera al río Negro se abrieron y facilitaron las comunicaciones del
interior hacia el litoral atlántico. Se extendió progresivamente la red telegráfica
militar, que luego fue entregada a la administración civil. Se establecieron
colonias indígenas para los sobrevivientes.
Así se destinó por decreto de febrero de 1879, el Fortín General Conesa, sobre
el río Negro, como colonia indígena para los restos de la tribu de Catriel.
A los colonos debía dárseles elementos para construir las viviendas; semillas;
útiles de labranza. Un sacerdote que viviría en la colonia, promovería su conversión
al catolicismo y la colonia estaría bajo las órdenes de un intendente militar,
encargado de vigilar y administrar la misma. Para los indígenas prisioneros
se previó su ocupación inmediata, diseminándolos en poblaciones rurales. Muchos
fueron enviados a Tucumán para las tareas de la zafra, o a Entre Ríos. Mediante
duros trabajos se pretendió adaptarlos a la "civilización".
La Iglesia en la Conquista
El acceso de Monseñor Federico Aneiros al arzobispado de Buenos Aires
a mediados de 1873, permitió el fortalecimiento de una política más orgánica
hacia las comunidades de la llanura. El nuevo Vicario fundó el "Consejo Para
la Conversión de los Indios al Catolicismo" y en el período 1873-1879 se crearon
o revitalizaron varios centros de acción misionera, algunos de los cuales contaron
con la aceptación temporal de los caciques.
Aunque la iglesia intento acuerdos, especialmente con Namuncurá, los parlamentos
mantenidos no tuvieron éxito y la resistencia de los indígenas a incorporar
una nueva religión, fueron desalentando a los misioneros. Sin embargo los mismos
misioneros denunciaban que los descontentos surgidos entre la masa indígena
se debían basicamente a la "poca fidelidad del gobierno en cumplir sus compromisos
respecto de ellos". La "Conquista del Desierto" quebró por completo la línea
de acción de la iglesia en aquel tiempo.
Aunque el General Roca llevaba como capellán de la campaña a Monseñor Antonio
Espinosa, la militarización de la cuestión indígena convirtió a los misioneros
en meros asistentes de enfermos y moribundos. Tras la expedición de Roca, la
iglesia intensificó su función de intermediaria recibiendo las demandas de los
caciques aún libres e intercediendo ante el gobierno para que deje sin efecto
las condenas a prisión de los indígenas.
Presidencia de Roca
Limosna para los indios de la isla
Martín García, llevados prisioneros desde sus tierras saqueadas.
Diario La América del Sur, domingo 23 de marzo de 1879. Archivo
General de la Nación.
El año 1880 se inició con una rebelión encabezada por el Dr. Carlos
Tejedor, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y una revuelta en Corrientes
contra el Gobierno Nacional, los indígenas aprovechando las circunstancias volvieron
a atacar. En octubre de ese año Roca asumió la Presidencia de la Nación, gracias
a la popularidad alcanzada con la victoria de 1879. El nuevo Ministro de Guerra
y Marina, Coronel Benjamín Victorica, siguió el camino marcado por su antecesor
y ordenó al General Villegas el inicio de una expedición al actual territorio
de Neuquén, teniendo como meta el lago Nahuel Huapi. Para Roca "...la República
no termina en el Río Negro; más allá acampan numerosos enjambres de salvajes
que son una amenaza para el porvenir y que es necesario someter a las leyes
y usos de la Nación".
Mientras tanto los indígenas que lograron substraerse a las batidas anteriores,
no tenían residencia fija y por temor a nuevos encuentros ambulaban hambrientos
por los valles cordilleranos. Algunos lograron eludir el control de fortines
y patrullas realizando asaltos de regular importancia.
La avanzada final
A principios de 1881 se inició la última etapa de la campaña, organizando
tres brigadas que movilizaron a 1700 hombres bajo las órdenes del Coronel Conrado
Villegas.
La primera brigada bajo el mando del Teniente Coronel Rufino Ortega realizó
una breve campaña en la que enfrentó a Tacumán, hijo del cacique Sayhueque.
Llegó al Nahuel Huapi el 3 de abril, dejando a su paso 23 indígenas muertos.
La segunda brigada a cargo del Coronel Lorenzo Vintter, sorprendió cerca del
Collon-Curá al Cacique Molfinquéo tomando 48 prisioneros, en la búsqueda de
Sayhueque dejo 17 indígenas muertos.
La tercera brigada al mando del Coronel Liborio Bernal, en su camino hacia el
Nahuel Huapi capturó a 140 indígenas y abatió a 45. Sin embargo los principales
caciques seguían libres, "Prefieren morir peleando que vivir esclavos" y en
1882 realizan los últimos ataques.
Una nueva campaña se preparaba. A fines de 1882 cerca de 1400 hombres al frente
del ahora General Villegas se disponían a terminar definitivamente con los indígenas.
La primera brigada comandada por el Teniente Coronel Rufino Ortega sostuvo violentos
combates con ranqueles y araucanos. El Cacique Millamán se rindió con casi 100
indígenas.
El Teniente Coronel Ruibal se batió con el cacique Queupo ocasionando numerosas
muertes entre los indígenas. El Cacique Cayul cayó prisionero con 80 de sus
hombres.
El Mayor José Daza sorprendió a Alvarito Rumay, quien perdió entre muertos y
prisioneros a más de 40 guerreros. Los capitanejos Cayupán y Nahuelpán fueron
capturados.
A su paso la primera brigada dejó alrededor de 120 indígenas muertos y más de
500 prisioneros. La segunda brigada al mando del Teniente Coronel Godoy realizó
una serie de operaciones persiguiendo a Namuncurá, Reuque-Curá y Ñancuche. Este
último logró pasar a Chile mientras que Reuque-Curá cayó en prisión.
En su avanzada la segunda brigada dejo un saldo de cien muertos y 700 prisioneros.
La tercer brigada encabezada por el Teniente Coronel Nicolás Palacios, se lanzó
sobre Sayhueque e Inacayal. Aunque no logró atrapar a los caciques, 145 indígenas
fueron muertos y cerca de 500 hechos prisioneros.
La campaña de Villegas había expandido la frontera en 1882 a toda la Provincia
de Neuquén, defendida ahora por 15 nuevos fortines y fuertes: 364 indígenas
más habían sido muertos y más de 1700 fueron nuevos prisioneros. El 5 de Mayo
de 1883 el General Villegas informaba: "En el territorio comprendido entre los
ríos Neuquén, Limay, Cordillera de los Andes y Lago Nahuel Huapi; no ha quedado
un solo indio, todos han sido arrojados a occidente.(...) Al sur del río Limay,
queda del salvaje los restos de la tribu del Cacique Sayhueque, huyendo, pobre,
miserable y sin prestigio"(...)
En 1884 el entonces gobernador de la Patagonia general Wintter dispuso el ataque
final contra Sayhueque e Inacayal, para entonces Namuncurá, extenuado, se había
rendido con 330 de sus hombres. Los caciques, reunidos en un gran parlamento,
intentaron organizar una defensa desesperada. Provistos de armas de fuego fueron
al combate con el compromiso de pelear hasta morir. Varios caciques se vieron
obligados a rendirse.
Agotado y desmoralizado, en una situación de arrinconamiento insostenible, Sayhueque
se entregó el 1 de enero de 1885 con más de 3000 hombres. Muchos indigenas murieron
en combate y los restantes libraron la última batalla el 18 de octubre de 1884:
aquel día, Inacayal y Foyel se enfrentaron al teniente Insay y cayeron prisioneros.
Junto con sus hermanos, mujeres e hijos, ambos caciques fueron llevados, en
1886, a vivir al Museo de la Plata. El Dr. Moreno, fundador de la institución,
intentaba de esta manera retribuirles su hospitalidad.
"Y un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el majestuoso propíleo de
aquel edificio (...), sostenido por dos indios, apareció Inacayal allá arriba,
en la escalera monumental; se arrancó la ropa, la del invasor de su patria,
desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo
hacia el sur; habló palabras desconocidas y, en el crepusculo, la sombra agobiada
de ese viejo señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un
mundo. Esa misma noche, Inacayal moría, quizas contento de que el vencedor le
hubiese permitido saludar al sol de su patria". Clemente Onelli. Fue el 24 de
septiembre de 1888.
Cuando al año siguiente se abrieron al público las puertas del Museo de la Plata,
Inacayal no era más que una curiosidad etnológica con el Nº 5438. Un siglo despues,
en 1994, fue enterrado en Tecka, provincia de Chubut
Copyright. Lic. Helena Aizen, Tam Muro, 1992
Fuente: Museo de Bariloche
Nuestros antepasados vivian mejor que ahora, pues las condiciones no eran las
mismas, no había tanta tecnología y no había tanta gente que se acercara a nuestras
tierras....
La gran tarea que tenemos nosotros los herederos de estas tierras sagradas,
sagradas no por que tengan un valor material, ni por que queramos que sea asi,
la misma historia lo dice y nosotros somos historia, historia que se resiste
al olvido y lucha por sobrevivir en este mundo cambiante, donde el poder es
el centro de todo de todo lo malo por supuesto. En épocas pasadas cuando la
palabra tenia poder y se convertía en el unico medio para solucionar nuestros
conflictos donde las armas, malditas armas, solo se usaban como último recurso
de defensa ante la barbarie e intolerancia de nuestros hermanos, pero donde
rara vez se llegaba a tal extremo. Tiempo bendito aquel donde las abuelas eran
felices de buscar el agua, de sembrar maiz, frijol, patilla, melón, auyama.,
los nietos eran los encargados del rebaño si, eran los responsables de la supervivencia
del chivo, las ovejas y las vacas y le encontraban tanto placer al pastoreo
que se desenfrenaban en la practica del mazi, truompa, saguagua y otros instrumentos
que hoy apenas conocemos, los abuelos fuertes como el tronco de los trupillos
encadenados a su chinchorro para escondersele a la muerte, muerte que sabe donde
buscar pero sobre todo donde encontrar... Las tías, mujeres llenas vigor, vigor
de desirto las que nos concienten, nos pechichan o nos dan de mamar en caso
de que la mamà no este, época de yomna, de poi, de yajaushi., época de abundancia,
abundancia de paz que era lo importante, porque existía el respeto, el respeto
por las diferencias. Si mi abuela despertara de su sueño eterno y regresara
del infinito, con la misma suerte añorara regresar y muerta de pánico rogara
por nosotros los habitantes de este mundo tan diferente al que ella dejó algun
día a sus hijos. Hoy nosotros solo podemos, además de mirar con tristeza nuestro
pasado, ponerle la cara a nuestro presente y unir fuerzas para gritarle al mundo
"hey nosotros existimos desde antes que ustedes se inventaran las vacunas y
los viajes espaciales y las fronteras y las ayudas internacionales que en el
fondo son conquistas." Los pueblos indígenas, nosotros, los verdaderos herederos
de estas tierras, los que sufrimos junto con ella el desgaste por el paso del
tiempo, y claro lo que cada visitante de turno que se cree padre de la patria
nos deja....
El 28 de marzo de 1829 un peñi terminó con la vida del mercenario prusiano.
Pero el hecho no fue resultado del arrojo individual, fue la respuesta colectiva
de una parte del pueblo mapuche.
A los libros llegó la versión de la historia que no escribieron los mapuche.
A las obras pictóricas también. En un dibujo reproducido hasta el hartazgo,
un tal Fortuny (Fortini dicen otros) inmortalizó la muerte de Federico Rauch,
la que tuvo lugar el 28 de marzo de 1829 en el combate de Las Vizcacheras. En
la escena puede apreciarse a un gallardo militar que sable en mano, trata de
enderezar a su caballo, el que ha sido boleado. Luce un uniforme que se sugiere
impecable, una gorra que pese a la violencia del entrevero, está firmemente
instalada sobre su cabeza. Se muestra elegante hasta en la derrota. Su monta
tiene las patas traseras enredadas por un bolazo. A su alrededor, pueden contarse
trece jinetes mapuche. Algunos sonríen. Uno de ellos carga lanza en ristre sobre
la espalda del soldado. Otro ya echó pie en tierra. Pisa los pastos generosos
de Puelmapu. Es un gran trabajo plástico: semiocultas por la polvareda que levantó
el enfrentamiento, varias siluetas continúan con la pelea.
Si no tuviéramos más datos sobre Las Vizcacheras, podríamos concluir que se
trató de una emboscada. En el lienzo, el infortunado sufre una abrumadora inferioridad
numérica. No hay otros soldados que aparezcan cerca. El más próximo está montado
y de espaldas, sable en mano, luchando contra algún adversario que no alcanza
a divisarse. Su vestimenta se adivina similar a la del caído. Trece contra uno...
Al pintar también se construyó el estereotipo del "indio flojo" y traicionero.
¿Cuántos observadores habrán supuesto que este combate fuera uno de los tantos
que libraron durante el siglo XIX las tropas de los sucesivos gobiernos winka
con las diversas parcialidades mapuche?
En los últimos tiempos, la figura y actuación del coronel Rauch fue objeto de
revisión por parte de Osvaldo Bayer, uno de los intelectuales más lúcidos de
la Argentina y además, uno de los pocos que ha puesto su trabajo desinteresado
al servicio de la verdad histórica que atañe al pueblo mapuche. De hecho, ideó
la campaña Awka Liwen, que propone erradicar de todos los espacios públicos
del país a los monumentos que homenajean al general Roca, dos veces presidente
de los argentinos y ejecutor de la llamada Campaña al Desierto.
En realidad, Bayer comenzó a echar luz sobre la figura de Rauch hace tres décadas
y como consecuencia de sus aseveraciones, conoció el calabozo, cuando un descendiente
del militar tuvo poder para encarcelarlo. Matices más, matices menos, el relato
que nos entrega el escritor y periodista señala que el hombre del caballo boleado
había sido contratado por el gobierno de Bernardino Rivadavia en 1826 para limpiar
las pampas de rankülche. Se trataba de un prusiano que había servido a las órdenes
de Napoleón, es decir, lisa y llanamente un mercenario. El europeo se ufanaba
de su practicidad: "hoy hemos ahorrado balas, degollamos a veintisiete ranqueles",
le comunicó en una oportunidad a su superioridad. Pero hete aquí que se encontraría
con la horma de su zapato. Siempre según el autor de "Los vengadores de la Patagonia
trágica" un peñi –"un indio joven, apuesto, alto y de pelo largo"- al que los
soldados llamaban Arbolito, esperó pacientemente al prusiano en una rugosidad
del terreno, lo dejó pasar, le boleó el caballo y cuando éste se desplomó, rápidamente
lo degolló. Bayer también comenta que Buenos Aires recibió al cadáver del prusiano
con toda pompa y que sus exequias fueron muy lujosas. A tal punto fueron valorados
sus servicios que una localidad bonaerense lleva su nombre: Coronel Rauch. En
cambio, se queja Don Osvaldo, nadie recuerda a Arbolito, el "héroe de las pampas,
el querido indio Arbolito".
Pero ni del dibujo de Fortuny ni del relato de Bayer se desprende un dato central.
El combate que tuvo lugar en Las Vizcacheras aquel día no estuvo exclusivamente
protagonizado por los kona rankülche de un lado y las tropas bonaerenses por
el otro. En rigor, allí se enfrentaron un contingente federal de aproximadamente
600 hombres y otro unitario, de número similar. En el diciembre anterior, los
sectores que habían sido desplazados del poder por la gestión de Manuel Dorrego,
se habían sublevado e inclusive, el malogrado gobernador fue fusilado. Allí
comenzó uno de los innumerables capítulos que constan en la historia de las
guerras civiles argentinas. A Las Vizcacheras hay que situarla en ese marco.
Las tropas leales a Lavalle –el fusilador de Dorrego- eran comandadas por Rauch,
quien marchaba al frente de sus Húsares de Plata y contaba con otras unidades.
Del lado federal participó Prudencio Arnold, quien más tarde llegó al grado
de coronel y como muchos de los militares de su época, tuvo la ocurrencia de
escribir sus memorias.
Cuenta en su libro "Un soldado argentino", que Rauch les venía pisando los talones,
con la ventaja de comandar tropas veteranas de la guerra del Brasil. Los federales
llegaron a Las Vizcacheras casi al mismo tiempo que un nutrido contingente de
pu kona, que combatirían a su lado. Dice Arnold: "en tales circunstancias el
enemigo se avistó. Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate
de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha,
llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y
Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el
escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo
formé". Arnold no brinda más datos sobre los lonko que guiaban a los peñi salvo
que Nicasio llevaba como apellido cristiano Maciel, "valiente cacique que murió
después de Caseros".
Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó
a fondo –siempre según el relato de su adversario- sin percibir que sus dos
alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto
se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos. Hay que recordar que por
entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo
que llevaban en sus sombreros, el que decía "Viva la federación". Anotó su rival:
"cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose
recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría;
pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose
por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó
el caballo y el indio Nicasio lo ultimó... Así acabó su existencia el coronel
Rauch, víctima de su propia torpeza militar".
A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez. No obstante, no figura
en el dibujo de Fortuny, en el cual sólo aparecen "indios". Sobre el degüello
del prusiano, Arnold se limita a señalar que "se le cortó la cabeza...". No
afirma que fueron manos mapuche quienes cercenaron el cogote del mercenario
aunque bien podría haberlo hecho, porque en el resto de su narración queda en
claro que no le tenía la menor estima a los peñi que combatían a su lado. Para
evitar cualquier condena posterior, tenía a mano el recurso de depositar esa
responsabilidad en los "salvajes". Así lo hicieron los historiadores argentinos
de más tarde, que en lugar de convivir con la práctica de ese acto que hoy consideramos
deleznable, prefirieron ubicarlo afuera, en el "Otro". Es más cómodo, más soportable,
suponer que Rauch fue descabezado por un mapuche que por un soldado federal,
que en definitiva era un blanco, un hombre de la civilización. Claro que más
tarde, los jefes "nacionales" se cansaron de degollar gauchos durante las insurrecciones
montoneras, pero esa es otra historia.
En la obra pictórica a la que hacemos referencia no sólo no aparece el cabo
de Blandengues, tampoco lo hace ningún efectivo federal. Es decir, falsea la
realidad. Indirectamente, omite desde el arte un dato suficientemente probado,
los mapuche no sólo fueron protagonistas indiscutidos de su propia historia
en los tiempos republicanos a uno y otro lado de la cordillera, también intervinieron
y en ocasiones de manera decisiva, en los sucesos que hilvanaron el devenir
histórico de la Argentina. Una simplificación práctica nos permitiría afirmar
que con el correr de los años, los rankülche aparecieron como aliados de los
unitarios y que los chaziche de Kalfükura solieron cabalgar al lado de los federales.
Estos alineamientos no fueron automáticos pero además, es preciso entender que
las alianzas que celebraron las diversas parcialidades poco tuvieron que ver
con la adhesión a los principios centralistas o a los federales, sino que se
explicaban por la dinámica interna del pueblo mapuche. Por eso en más de una
oportunidad y en el marco de las guerras civiles argentinas, hubo pu kona de
uno y otro lado. Al origen de esas oposiciones hay que buscarlo en los más recónditos
pliegues del pasado mapuche, jamás se agotará su explicación en los vaivenes
de la política winka.
Los peñi de Nicasio y Mariano tuvieron sobradas razones para combatir a Rauch
al lado de los federales. El prusiano había llegado a Buenos Aires en 1819 y
en 1826 ya era jefe. Expedicionó hacia Kakel y Sierra de la Ventana, en carrera
encarnizada detrás de los lofche. Les arrebató miles de cabezas de ganado, destruyó
los toldos e hizo prisioneros. "Persigue hasta el exterminio en los vericuetos
de la Sierra de la Ventana a los derrotados...", escribió el "progresista" Álvaro
Yunque hacia 1956. A pesar de sus ideas supuestamente de avanzada, para Yunque
Rauch fue "un jefe excepcional". Decía el investigador: "Así exterminó muchas
tribus del sud y del oeste. Y llevó la confianza a los hacendados sobre quienes
se erguía la riqueza de Buenos Aires. Tan es así que el propio Rosas, siempre
tan avaro en sus pesos y a pesar de su amistad con Rauch, propicia una suscripción
entre los estancieros en beneficio de los húsares: gratitud de propietario para
con el can bravo que lo defiende".
Para los invasores latifundistas, un "can bravo". Para los mapuche, uno más
de los winka trewa. El mercenario les había arrebatado a las comunidades de
esa zona del Puelmapu 70 mil kilómetros cuadrados. Hay que tomarse el trabajo
de observar un mapa de la actual provincia de Buenos Aires. Bayer dice que la
ciudad de Coronel Rauch se levanta cerca de donde ocurrió el combate de Las
Vizcacheras, ¡tan cerca del mar! Algo más al sur se alzan las sierras de Tandil
y La Ventana. ¡Esas tierras también eran territorio mapuche! Durante la gestión
del fusilado Dorrego la frontera había llegado hasta Cabo Corrientes, ¡hoy Mar
del Plata! Alrededor resiste la toponimia en mapuzugun: Chapaleofú (una localidad);
Arroyo del Gualicho; Napaleofú (otro pueblo); Mechongue (uno más); Tamangueyu
(otro); Nahuel Rucá (más)... ¡Hasta el recuerdo de Calfucura está presente gracias
a la denominación de un pequeño poblado! Los ejemplos se multiplican.
Esperemos que los debates como el que queremos presentar, también proliferen.
No sabemos si Arbolito o Nicasio fueron la misma persona. Esa discusión no tiene
mayor trascendencia. Sí nos parece importante destacar que el ajusticiamiento
de Rauch no fue solamente la obra de "un indio joven, apuesto, alto, de pelo
largo". No creemos que haya sido la respuesta individual de un peñi más indignado
que el resto. Pensamos que fue la reacción calculada y premeditada de al menos,
dos lonko y sus respectivos kona, que vieron en las luchas intestinas de los
winka la posibilidad de frenar las usurpaciones territoriales que desde el mismísimo
1810, los argentinos estaban perpetrando contra los hermanos. Quizá haya sido
"el querido indio Arbolito" el "héroe de las pampas" que supone Don Osvaldo.
Pero los héroes históricos que el pueblo mapuche ha consagrado son Leftraro,
Kawpolikan, Pelantraro, Lientur, Kalfükura, Kilapan, Pincen, Baigorrita y tantos
otros. Ellos también enrojecieron sus cuchillos con la sangre de los usurpadores,
alguna vez fueron jóvenes, no todos resultaron apuestos y mucho menos altos,
pero reunieron en sus personas la sapiencia, la astucia, la valentía, la dignidad
y la tenacidad de un pueblo que a 176 años de Las Vizcacheras, continúa abriéndose
paso con el waiki del pensamiento. Pero también con acciones menos simbólicas
si es necesario.
* Periodista, licenciado en Ciencias Políticas, colaborador de la Organización
Mapuche Tehuelche "11 de Octubre" y del periódico mapuche Azkintuwe.
Prohombre argentino, padre de Domingo Felipe Cavallo, Jose Alfredo Martinez
de Hoz, Mauricio Macri, Jose Sobich, Ricardo Lopez Murphy, Guillermo Walter
Klein, Alvaro Alsogaray, Roberto Alemann y siguen las firmas.
Sobre
LA MARINA NACIONAL
El día que Buenos Aires vendió su Escuadra hizo un acto de inteligencia que
le honra. Las costas del Sur no valdrán nunca la pena de crear para ellas una
Marina. Líbrenos Dios de ello y guardémonos nosotros de intentarlo.
(Domingo Faustino Sarmiento El Nacional, 12/12/1857 y 7/6/1879)
Sobre
LAS COLONIAS EXTRANJERAS Y LAS MALVINAS
La Inglaterra se estaciona en las Malvinas. Seamos francos: esta invasión
es útil a la civilización y al progreso.
(Domingo Faustino Sarmiento El Progreso, 28/11/1842)
Propicio una colonia yanqui en San Juan y otra en el Chaco hasta convertirse
en colonias norteamericanas de habla inglesa porque EE UU es el único país culto
que existe sobre la tierra. España, en cambio, es inculta y bárbara. En trescientos
años no ha habido en ella un hombre que piense... Europa ha concluido su misión
en la historia de la humanidad.
(Domingo Faustino Sarmiento años 1866 y 1868. Por último se lamenta que hayamos
vencido a los ingleses en las invasiones. Cf. Gálvez, 449, 90 y 132)
Sobre
EL GAUCHO
Se nos habla de gauchos... la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa
chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono
que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil,
bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Mitre de 20 de Septiembre de 1861
y El Nacional 3/2/1857)
Sobre
LA IGUALDAD DE LAS CLASES
Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: clase
gobernante. Somos gentes decentes. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros,
pues, no ha de verse en nuestra Cámara (Diputados y Senadores) ni gauchos, ni
negros, ni pobres*. Somos la gente decente, es decir, patriota. (Domingo Faustino Sarmiento Discurso de 1866. Interesante apreciación de
Sarmiento descendiente de negros, por parte materna y nacido pobre, N. del A.)
LOS DESHEREDADOS
SOCIALES
Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas
de huérfanos se han de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad,
no tiene alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios.
De manera que es útil sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que
el Estado deje morir al que no puede vivir por sus defectos?. ¿Los huérfanos
son los últimos seres de la sociedad, hijos de padres viciosos, no se les debe
dar más que de comer. (Discurso de Domingo Faustino Sarmiento en el Senado de Buenos Aires, 13
de septiembre de 1859)
Sobre
LA MASA POPULAR
Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil...
Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única
fuente de poder y legitimidad?. El poncho, el chiripá y el rancho son de origen
salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que
los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la
República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas.
(Domingo Faustino Sarmiento En Buenos Aires, 1853; Carta a Batolomé Mitre
del 24 de Septiembre 1861; en EE UU. 1865)
Sobre
EL INDIO AMERICANO
¿Lograremos exterminar los indios?. Por los salvajes de América siento una
invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos
indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro
y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso,
su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar
sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre
civilizado. (Domingo Faustino Sarmiento El Progreso, 27/9/1844; El Nacional, 25/11/1876)
Sobre
la PALABRA DE HONOR
Si miento lo hago como don de familia, con la naturalidad y la sencillez
de la verdad. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a M. R. García, 18/10/1868. Palabra
de honor del presidente de los argentinos e historiador nacional)
Sobre
EL LIBRO FACUNDO (CIVILIZACION Y BARBARIE)
Jovencito: no tome como oro de buena ley todo lo que he escrito contra Rosas"
(Consejo de Domingo Faustino Sarmiento dado a Ramos Mexía).
Los muchos errores que contiene son una de las causas de su popularidad. (La Crónica, 26/12/1853)
Lleno de inexactitudes, a designio a veces. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Paz, 22/12/1845)
Cada pagina revela la precipitación con que ha sido escrito. (Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de Provincia)
Sin documentos a la mano y ejecutado con propósitos de acción inmediata
(Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Valentín Alsina, 7/4/1851)
Sobre
EL MODELO DE ESTUDIANTE
La plana (libreta escolar) era abominablemente mala, tenia notas de policía
(conducta deficiente), había llegado tarde, me escabullía sin licencia (se rateaba)
y otra diabluras con que me desquitaba del aburrimiento. (Domingo Faustino Sarmiento. Mi defensa, año 1843)
Como
SEMBRADOR DE ESCUELAS
En Buenos Aires solo logré fundar dos escuelas (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a M. Mann, 15/5/1866)
De treinta jóvenes que era la dotación de la Escuela de Preceptores que dirigía
en Chile, veintiocho fueron expulsados (Domingo Faustino Sarmiento El Monitor, 15/8/1852)
En Santa Rosa de Chile fui real maestro de escuela, no habiéndolo sido antes
ni después. (Domingo Faustino Sarmiento 8/4/1884)
En la ciudad de Buenos Aires se han construido solo dos edificios de escuelas
en estos veinte años. (Domingo Faustino Sarmiento de 1858 a 1878)
Mientras tanto no se intenta nada. En la única escuela normal de varones
el 95% son ineptos; el 30% debió ser expulsado, y el resto solo concurre por
el aliciente del viático con que se premia su asistencia a clase. De las dos
escuelas normales de mujeres se debió suprimir una. (Domingo Faustino Sarmiento, Informe de 1878)
Sobre
LOS UNIVERSITARIOS
Si algo habría de hacer por el interés publico seria tratar de contener el
desarrollo de las universidades... En las ciudades argentinas se han acumulado
jóvenes que salen de las universidades y se han visto en todas las perturbaciones
electorales... Son jóvenes que necesitan coligarse en algo porque se han inutilizado
para el comercio y la industria. La apelación de ´Doctor´ contribuye a pervertirles
el juicio... El proyecto de anexar colegios nacionales a la universidad es ruinoso
y malo, pues contribuirá a perturbar las cabezas de los estudiantes secundarios
e inutilizarlas para la vida real que no es la de las universidades ni de los
doctores. La educación universitaria no interesa a la nacion ni interesa a la
comunidad del país...
Generalmente en todo el mundo las universidades son realmente libres. Nada
tiene que ver ni el estado ni nadie con las universidades. (Senador Nacional, Domingo Faustino Sarmiento 27/7/1878 y 19/9/1878)
MASACRE
PATRIOTICA
Necesitamos entrar por la fuerza en la nación, la guerra si es necesario. (Domingo Faustino Sarmiento, año 1861)
Los sublevados serán todos ahorcados, oficiales y soldados, en cualquier
numero que sean. (Domingo Faustino Sarmiento año 1868)
Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los
prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben
emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la época de Robespierre.
(Domingo Faustino Sarmiento año 1840)
A los que no reconozcan a Paz debiera mandarlos ahorcar y no fusilar o degollar.
Este es el medio de imponer en los ánimos mayor idea de la autoridad (Domingo Faustino Sarmiento año 1845)
Hemos jurado con Sarmiento que ni uno solo ha de quedar vivo. (Bartolomé Mitre en 1852)
Sobre
LA DEMOCRACIA
La muerte del gobernador Benavídez es una acción santa sobre un notorio malvado.
¡Dios sea loado! (Domingo Faustino Sarmiento, El Nacional, 23/10/1858)
Acabé con el Chacho (el General Peñaloza). He aplaudido la medida precisamente
por la forma. Sin cortarle la cabeza a ese pícaro, las chusmas no se habrían
aquietado. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Mitre, 18/11/1863)
Córteles la cabeza y déjelas de muestra en el camino. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Arreondo, 12/4/1873)
Si el coronel Sandes mata gente (en las provincias) cállense la boca. Son
animales bípedos de tan perversa condición (esos provincianos que defienden
sus autonomías) que no se que se obtenga con tratarlos mejor. (Informe de Domingo Faustino Sarmiento a Mitre, 1863)
Respecto
del fusilamiento en masa de un batallón correntino
brillante conducta.
D.F.S.
Sobre
los sublevados entrerrianos en 1868
Proceda a diezmarlos, pasando por las armas a los que le toque en suerte.
D.F.S.
Sobre
el degüello de Santa Coloma
acto de que gusté.
D.F.S. (1852)
Sobre
el asesinato del gobernador Virasoro que él instigó desde Buenos Aires
San Juan tenia derecho a deshacerse de su tirano.
D.F.S. (1860)
Domingo Faustino Sarmiento aprobó el asesinato en masa en Villamayor el
2/2/1856 y como presidente ofreció $100.000 por la cabeza de López Jordán y
entre las cabezas valuadas a 1000 patacones estaba la de José Hernández , que
acababa de publicar el Martín Fierro , y era un ferviente antirrosista.
Sobre
EL SOCIALISMO
Las huelgas son invenciones de los ociosos que buscan motivos de alarmar.
El socialismo las usó como instrumento de perturbación; pero el socialismo es
una necedad en América. (Domingo Faustino Sarmiento, El Nacional, 14/9/1878)
Sobre
LA LIBERTAD DE SUFRAGIO
Después de la caída de Rosas, Buenos Aires fue educada en la practicas de
la libertad por demagogos. El fraude, la falsificación de las urnas electorales
vienen de 1852 por los comicios organizados por Mitre. Después de veinte años
de este sistema Mitre se ha quedado solo en la República con sus paniaguados.
En Buenos aires hay tal libertad de sufragios que ni a palos harán que el pueblo
concurra a elecciones. (Año 1872, ¡cuando él, Domingo Faustino Sarmiento, era presidente!).
Sobre
LA DEMOCRACIA LIBERAL
Aquí en América la palabra libertad importa sainete ridículo; Riquísima comedia
que no manifiesta tener fin. (14/11/1841). Esta demostrado que no puede haber
mas política que la del garrote y la macana (año 1880). A quien no quiere pagar
lo soplo a la cárcel. En materia de contribución directa hago peor, pues les
rasco el bolsillo. (Domingo Faustino Sarmiento, gobernador de San Juan, en carta a Mitre en
1862)
Una Constitución pública no es una regla de conducta para todos los hombres.
La Constitución de las masas populares son las leyes ordinarias, los jueces
que las aplican y la policía de seguridad. No queremos exigir a la democracia
más igualdad que la que consienten la diferencia de raza y posiciones sociales.
Nuestra simpatía para la raza de ojos azules. (Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas, 1886)
Sobre
EL CONGRESO DE TUCUMÁN
Formado en su mayoría por curas de aldea, ignorantes de la historia contemporánea.
Era un niño que declara la independencia; pues no se necesita inteligencia
ni ciencia para emanciparse y constituirse una fracción de pueblo independiente
de otra
(Domingo Faustino Sarmiento, Tomo 48º, p. 103 y 302 de OO. CC.)
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LAS PROVINCIAS
Son pobres satélites que esperan saber quien ha triunfado para aplaudir.
La Rioja, Santiago del Estero y San Luis son piltrafas políticas, provincias
que no tienen ni ciudad, ni hombres, ni cosa que valga. Son las entidades mas
pobres que existen en la tierra. (Domingo Faustino Sarmiento, El Nacional, 9/10/1857)
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LOS PORTEÑOS
Las elecciones de 1857 fueron las mas libres y mas ordenadas que ha presentado
la América. (El Nacional, 13/10/1857). -Para ganarlas, nuestra base de operaciones
ha consistido en la audacia y el terror, que empleados hábilmente han dado este
resultado (de las elecciones del 29 de marzo). Los gauchos que se resistieron
a votar por nuestros candidatos fueron puestos en el cepo o enviados a las fronteras
con los indios y quemados sus ranchos. Bandas de soldados armados recorrían las calles acuchillando y persiguiendo
a los opositores. Tal fue el terror que sembramos entre toda esa gente, que
el día 29 triunfamos sin oposición. El miedo es una enfermedad endémica de este
pueblo. Esta es la palanca con que siempre se gobernara a los porteños, que
son unos necios, fatuos y tontos. (Carta de Domingo Faustino Sarmiento a D. Oro 17/6/1857)
Sobre
SAN MARTÍN
San Martín el ariete desmontado ya que sirvió a la destrucción de los españoles;
hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones americanas,
ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada y su ánimo noble se exalta
y ofusca... Fastidiado estoy de los grandes hombres que he visto... Hace tiempo
que me tienen cansado los héroes sudamericanos [como si él fuera europeo],
personajes fabulosos todos... La expatriación de San Martín fue una expiación.
Sus violencias se han vuelto contra él y lo han anonadado... Pesan sobre él
ejecuciones clandestinas...
Dejemos de ser panegiristas de cuanta maldad se ha cometido. San Martín, castigado
por la opinión, expulsado para siempre de la América, olvidado por veinte años,
es una digna y útil lección. (Año 1845. La Crónica, 26/12/1853; Domingo Faustino Sarmiento, carta a Alberdi
19/7/1852; y año 1885)