Organización nacionalista y patronal que ayudó, durante los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear, a la represión de movimientos huelguísticos obreros. El presidente fue Manuel Carlés, alto funcionario yrigoyenista y después de Alvear, y a la vez profesor del Colegio Militar y de la Escuela Nacional de Guerra. Integraban la junta nacional Miguel A. Martínez de Hoz, Joaquín S. de Anchorena, monseñor Miguel de Andrea, el vicealmirante Manuel Domecq García, el general Eduardo Munilla, los políticos radicales Carlos M. Noel, Vicente Gallo, Leopoldo Melo, el director de “La Nación”, Jorge A. Mitre, el director de “La Prensa”, Ezequiel P. Paz, el director de "La Razón" José A. Cortejarena, los estancieros Celedonio Pereda, Saturnino Unzué y Antonio Lanusse, Dardo Rocha, Federico Leloir, Francisco P. Moreno, Estanislao S. Zeballos, Pastor S. Obligado y otros “notables”.

NOTAS EN ESTA SECCION
Una breve introducción  |  Fundación de la Liga Patriótica  |  1919 y 1976: cuando la memoria es imprescindible  |  La Liga Patriótica en Santa Cruz
Una intervención de Borges contra el antisemitismo  |  Instituciones, grupos e ideología en la Patagonia austral, por Rosario Güenaga
El primer "pogrom", Por Herman Schiller  |  Pinie Wald - una víctima de la Semana Trágica

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 La guerra en casa, por Marcelo Larraquy
Mirta Moscatelli - La Liga Patriótica Argentina. Una propuesta nacionalista frente a la conflictividad social de la decada de 1920

Maria Ines Tato - ¿Alianzas estratégicas o confluencias ideólogicas? Conservadores y nacionalistas en la Argentina de los años treinta
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Daniel Lvovich y Ernesto Bohoslavsky - Elitismo, violencia y degeneración física en los diagnósticos de las derechas argentina y chilena 1880-1945
Luis Fanlo - Emergencia de la matriz militar-discursiva argentina: el discurso de Leopoldo Lugones  |  Brigitte Natanson - Semana Trágica

Mallimacci y otros - Caminos sinuosos: nacionalismo y catolicismo en la Argentina contemporánea  |  Legion Civica - Revista Panorama 1970
Lamentable fracaso de atentado anarquista contra Manuel Carlés, ilustrado por Caras y Caretas del 01/12/1923
Juan Mendoza y Hernán Scandizo - El crucero de los indeseables (Revista Todo es Historia 384)
Ernesto Bohoslavsky - Interpretaciones derechistas de la “Patagonia trágica” en Argentina, 1920-1974

Una breve introducción

En el punto a) de sus estatutos se señalaba: “Sostener y fomentar en la vida pública nacionales respeto a la ley, el principio de autoridad y el orden social”. El punto b): “Intensificar la educación nacionalista en los establecimientos oficiales, sean cuales fueren su carácter y su grado”. En el punto n) se sostenía: “Adoptar las medidas necesarias para que los elementos de la Liga puedan agruparse en organizaciones vecinales que cooperen a la acción represiva de todo movimiento de carácter anarquista”.

En el manifiesto constitutivo de 1919, luego de haber participado en la represión de la “Semana Trágica”, dice la Liga Patriótica en directa alusión a las ideas socialistas: “La humanidad vive una de las más difíciles horas de su destino. La guerra más sangrienta de su historia ha conmovido profundamente a los pueblos. El dolor y la miseria, la prédica constante de los que se proclaman enemigos de la patria, de la familia, de la propiedad, de la cultura, han perturbado en Europa el espíritu de millones de hombres y amenazan extender la nueva doctrina disolvente de la sociedad por países como el nuestro, que no han hecho sino ofrecer los frutos de su suelo, los beneficios de la paz y el amparo de sus libertades a todos los que han nacido cobijados por nuestra bandera y a todos los que han venido a buscar su protección de patrias lejanas. Voces que salen de la sombra, manos que se yerguen a lo lejos, sacudimientos anárquicos como los que conmovieron recientemente a Buenos Aires y otras ciudades de la República, parecen querer anunciarnos que está cercano el día en que las fuerzas del odio y de la disolución pretenderán imponer sus ideales funestos a la sociedad y el individuo. Ha llegado el momento, pues, en que todos debemos considerar si nuestra obligación de ciudadanos de un país libre, consiste solamente en cumplir con los deberes pasivos que nos impone la ley, o si tenemos que hacer algo más, algo que nos junte a todos en un haz firme de voluntades y de esfuerzos tendientes al restablecimiento moral, intelectual y material de la patria argentina”.

El lema de la Liga Patriótica era: “Patria y Orden”

[Osvaldo Bayer, en Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, notas]
 


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OLOR A PATRIA. Arriba: Acto de la Liga Patriótica en el teatro Politeama de Buenos Aires en el que da una conferencia Estanislao Zeballos, quien expresa "Es ya un deber fundamental del gobierno argentino hacer política sudamericana viril y de vísera (sic) alzada."
Abajo: homenaje al 6 de septiembre de la Unión Nacionalista Argentina en el Teatro Coliseo.

Fundación de la Liga Patriótica

18 de abril de 1919

"Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, Patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de Patria y Orden... No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes."

Es 1919 y Manuel Carlés se atreve a dividir al mundo de un solo tajo, que separa a sus acólitos y a los fermentados por la "peste exótica" que estalla a principios del siglo: las luchas obreras y el avance de las ideologías "nuevas". No es un cazador solitario: la Argentina ya está "infectada" y la agitación crece; como respuesta, surgen organizaciones civiles represoras —de xenofobia no disimulada— ante cuyos solos nombres tiemblan los ghettos judíos de la sección 7ª y se enardecen los peones del puerto. La Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina son, entonces, los máximos baluartes de esta guerra santa.

La Liga se fundó, provisionalmente en los salones del Centro Naval, en Florida al 800, bajo la presidencia del Almirante Manuel Domecq García. Pero sólo en la noche del sábado 5 de abril de 1919, cuando todavía flota el olor a sangre y pólvora de la Semana Trágica, se constituye la comisión definitiva: Manuel Carlés, su Presidente. Había nacido en Rosario, en mayo de 1870, y se doctoró en Jurisprudencia en Buenos Aires, en cuyo Colegio Nacional enseñó Literatura y Filosofía; después, en 1898, fue convencional para la reforma de la Constitución y, en el mismo año, Diputado Nacional por Santa Fe.

Sólo tenía treinta años, pero ya posaba para la grandilocuencia de la época: la Galería de Hombres de Actualidad —un álbum apologético y oficialista embadurnado por Antonio A, Díaz en 1899— lo describe así: "De palabra elegante y florida, de argumentación fogosa y convincente, sosteniendo siempre el principio de la razón y la justicia, es uno de los parlamentarios más jóvenes y bien preparados que hacen honor a la Legislación Argentina. Amigos y adversarios, si es que los tiene, le escuchan con respeto y suelen huir su polémica indestructible y abrumadora".

Más allá de la catarata verbal, no es fácil poner en duda las dotes de Carlés; las demostró, al menos, veinte años más tarde, el 18 de abril de 1919, cuando se lanzó a organizar formalmente la Liga: a sólo quince días de su designación como Presidente —hace cincuenta años—, el líder ya contaba con una tropa de 9.800 miembros: 4.500 reclutados por los delegados vecinales —parroquias de San Juan Evangelista, Santa Lucía, Villa Devoto, San Carlos Sur y Villa Urquiza— y 5.300 adheridos directamente en la Secretaría General. Enseguida partieron emisarios a las provincias de Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Córdoba. El 23 por la noche, Carlés abrió la sesión, complacido por "la forma entusiasta con que el vecindario respetable comienza a cumplir los propósitos de la asociación en la hora presente". Un pequeño ejército se pone en marcha.

Es evidente, sin embargo, que en aquel abogado provinciano, iniciado en el periodismo junto a Sarmiento, en El Censor, se había producido una mutación. No es inexplicable: la razón y la justicia fueron retórica del liberalismo mientras ninguna voz se alzó para exigirlas; sólo entonces desnudó su entraña. En 1920, Carlés desciende del reino de la elocuencia para instalarse en el nuevo campo de batalla, "haciendo la guardia de la sociedad con el arma al brazo". Conserva, a pesar de todo, una débil filiación radical —que iba a cortar más tarde, al promover el golpe de Uriburu—, y su soltería pertinaz.

La tragedia de don Hipólito

Desde 1916 hubo huelgas de obreros portuarios, municipales, agrarios, frigoríficos, ferroviarios. En 1918 estallaron 196 conflictos que comprometieron a 133 mil hombres; en 1919 las cifras se elevaron a 367 y 308 mil. Era el vértigo. Durante sus dos primeros años de Gobierno, Hipólito Yrigoyen se ingenió para arbitrar los diferendos laborales (el primero, a un mes de asumir el mando, entre armadores y obreros portuarios); fue, hasta entonces, fiel a la multitud que lo llevó en triunfo desde el Palacio Legislativo hasta la Casa Rosada, el 12 de octubre de 1916. Ese día, poco antes de que asuma el mando, le anuncian la muerte de Gabino Ezeiza, el cantor del viejo radicalismo. "¡Pobre Gabino! —se lamenta—. Él sirvió ...", y se queda en silencio. Parece un presagio.

La vorágine comienza con los obreros metalúrgicos de los talleres Vasena; es nada más que la chispa: entre el 6 y el 13 de enero, policías, obreros, provocadores y rompehuelgas se tirotean en las calles de Buenos Aires. El saldo, según Mario Boratto, delegado de los talleres: 700 muertos, 4.000 heridos y millares de presos.

La oligarquía liberal del 80 decretó la inexistencia de las clases; sólo reconocía una sociedad de individuos iguales ante la ley, más allá de las disparidades efectivas. El radicalismo pretende armonizarlas en un movimiento nacional que las trascienda. Ambos fracasaron. Yrigoyen depone su papel de arbitro ecuánime, cuando la agitación arrecia; ya no es posible la equidistancia: el terror blanco tiene abierto el camino.

Aunque se forma definitivamente en abril de 1919, la Liga Patriótica Argentina ya había atravesado la lactancia: el Diputado socialista Nicolás Repetto la denuncia en el Congreso, el 10 de junio de 1916, como una organización paramilitar estrechamente conectada con el Ejército. "Durante la Semana Trágica —dice Marysa Navarro Gerassi en 'Los nacionalistas'— los miembros de la Liga Patriótica llevaron a cabo los primeros pogroms en la Argentina. Los autotitulados patriotas, buscando proteger a la Nación frente a una conspiración rusa, e identificando a judíos con rusos, invadieron el barrio judío, matando y maltratando a la población aterrorizada."


El nacionalismo fascista en la Argentina de 1930

Carlés estampa su propia versión santificada de la crónica: "Cuando los huéspedes de la Nación amenazaron alterar la Constitución del Estado y difamar la fisonomía social de nuestro pueblo y perturbar el orden público, los argentinos formamos a la vez nuestra asociación para defender los intereses nacionales y la pureza de la moral argentina". Para justificar su fobia, asegura disponer de una estadística policial en la que consta que "de 59 mil sectarios identificados en la Capital, 5.317 son argentinos y 43.683 extranjeros". Y concluye: "El país soporta en estos momentos los efectos de la inmigración intermedia del 80 al 1900. Esa vino para conquistar y el conquistador funda en sí el pasado; no admite la tradición local".

La filosofía de Carlés omite dos hechos cruciales; en realidad, no era mucho lo que los emigrantes habían conquistado: "Aun en épocas de prosperidad —observa Aldo Ferrer—, cuando las exportaciones estaban a altos niveles, como en 1913, los desocupados representaban una proporción importante de la fuerza de trabajo, superior al 5 por ciento. En situaciones de emergencia, el desempleo podía elevarse a un 20 por ciento de la fuerza de trabajo". La otra omisión, quizá más importante: los patricios que ahora vociferaban contra el extranjero habían sido, desde 1880, los campeones de la inmigración, recurso que permitió a los terratenientes, a los grandes comerciantes y a la incipiente burguesía industrial mantener un margen de desocupados suficiente como para no alterar el nivel de los salarios.

José Ramón Romariz, miembro de la Policía Federal entre 1910 y 1941, fue destacado a la Boca durante los sucesos de enero. "La Liga Patriótica Argentina del doctor Carlés —narra— pareció responder en su origen a honrados y exclusivos propósitos de combatir a los extremistas... Y de tal creencia pareció participar el mismo Gobierno radical, que no sólo autorizó al personal policial a integrar como afiliados esa Liga, sino que también permitió que sus secciones (con radio y número igual a las policiales), se reunieran en las respectivas comisarías." Poco después, según Romariz, se prohibió la concurrencia de los miembros de la Liga a las oficinas de la Policía y el personal fue obligado a cancelar su afiliación.

Era tarde. Y aunque Félix Luna intenta una disculpa ("El Gobierno de Yrigoyen jamás tomó espontáneamente medidas contra los movimientos obreros"), don Hipólito se lleva una porción del pecado: él mismo autoriza al general Dellepiane, Jefe de Policía, a proveer de revólveres Colt, "con su correspondiente dotación de proyectiles", a los particulares dispuestos a colaborar con la fuerza pública. El trámite es sumario, se hace sin control de ningún tipo; los postulantes llegan —según Romariz— "de los comités oficialistas" y de "las grandes mansiones del barrio Norte".

El 10 de enero se desata la orgía. "La ciudad vivió un clima de zozobra —relata Luna—: las bandas organizadas de la Liga Patriótica incursionan en los barrios ricos en población judía, efectuando pogroms y desmanes sin cuento, mientras los crumiros y esquiroles de la Asociación del Trabajo del doctor Joaquín de Anchorena tomaban represalias contra los locales sindicales y sus dirigentes."

Si alguien cree que la Liga Patriótica es cosa del pasado se equivoca, en el siglo XXI está vivita y coleando y hasta "tiene proyectos".  En la sección Notas sociales de La Nación el jueves 1 de diciembre de 2005 se publicó el siguiente anuncio:

La Liga Patriótica Argentina, con el fin de reunir fondos para sus obras, ha organizado un encuentro que se realizará pasado mañana, a las 18.30, en el Quincho 1806, en los Cuarteles de Palermo del histórico Regimiento Patricios. El teniente coronel (R) doctor Ernesto D. Fernández Maguer ofrecerá una breve disertación sobre "Pasado, presente y proyectos de la Liga Patriótica Argentina". Al finalizar se servirá un vino de honor. Informes por el 4702-0056.

Cuando la hemorragia se detiene, el 13 de enero, cientos de deudos ambulaban por Buenos Aires buscando a sus muertos. Ninguno consigue verlos: los cadáveres han sido incinerados. Romariz intenta una síntesis de la tragedia: "Todas las ligas, asociaciones y organizaciones surgidas para colaborar con las autoridades y la fuerza pública, o enfrentarse con sectores de población de actividades o ideología determinadas, resultaron un fracaso y un semillero de arbitrariedades, infamias y abusos". La Policía, por supuesto, tampoco había sido ajena a la injusticia.

El temple de la espada

Hasta la Presidencia de Alvear —un interregno entre las dos de Yrigoyen—, el nacionalismo iza las banderas liberales. En julio de 1923, la Liga propicia en el teatro Coliseo, junto al Círculo Tradición Argentina, las cuatro conferencias donde Leopoldo Lugones arroja las nueve bases: "Italia acaba de enseñarnos, bajo la heroica reacción fascista encabezada por el admirable Mussolini, cuál debe ser el camino a seguir..."

Un año después, en diciembre de 1924, el mismo Lugones desde Lima, en conmemoración del centenario de la batalla de Ayacucho, proclama: "Yo quiero arriesgar algo que cuesta mucho decir en estos tiempos de paradoja libertaria y de fracasada, bien que audaz, ideología: ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada".

El discurso arranca una tempestad de censuras; no le hacen mella: el fascismo europeo ya cosecha sus primeras glorias. Además —quizá lo intuya— está brindando al golpe de Uriburu su primera consigna.

Ahora, cuando celebra el medio siglo de vida, la Liga Patriótica Argentina es, según su presidente Jorge Kern (60), "una institución desvinculada de toda bandería política". Mantiene, sin embargo, una inalterada devoción por el fundador, Manuel Carlés, "un inolvidable patriota".

Un solo miembro quedó —de los 560 que nuclea la institución—, de los precursores. "Me asocié por amistad personal y porque compartía las ideas de los fundadores", declara Ignacio Capdevila (73; 50 de vida activa en la Liga). Niega púdicamente que la Liga haya protagonizado actos de violencia: "La actividad se restringía a conferenciar y aconsejar desde los atrios de las iglesias. La meta era inspirar a la reacción social, no bélica, contra los elementos disolventes".
Frente a los testimonios de la Semana Trágica sólo atina a responder: "No sé. Yo estaba en el campo, era época de vacaciones. La verdad es que recuerdo muy poco".

Quizá ya no importe. Frustrados una y otra vez por una sociedad más compleja de lo que sospecharon, avasallados por un país que, en definitiva, también construyeron los inmigrantes, es probable que los viejos grupos nacionalistas sólo sean —como dice Marysa Navarro Gerassi— "el lastre de una generación que vivió demasiado tiempo".

Fuente Revista Primera Plana, 29 de abril de 1969
Tomado de Mágicas Ruinas



 Contexto: La Argentina de la Década Infame (1930-1943)
 


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1919 y 1976: cuando la memoria es imprescindible...

Dios, patria y el capital

Por Andrés Sarlengo
Contrapuntos

Afirmó Manuel Carlés y su Liga Patriótica en 1921: 'El que no es amigo de la Patria es mi enemigo y lo combatiré sin descanso ni cuartel'. (1)

Confesó el General Ramón Díaz Bessone en octubre de 1977 ya como Ministro de Planeamiento del Proceso de Reorganización Nacional: "Los empresarios forman uno de los primeros sectores que constituyen la Nación día a día."

Acaso por eso fueron uno de los blancos predilectos de la agresión criminal de las hordas marxistas. Por eso la responsabilidad moral es la otra gran vertiente de esta eminente función social, y comienza dentro de la misma empresa. Allí los derechos ceden su lugar a los deberes. Defender la empresa y la propiedad privada contra agresores de toda índole es el primer deber'. (2)

Díaz Bessone fue Presidente del Círculo Militar y desde allí aseveró: "Usted no puede fusilar 7.000 personas". En efecto: fueron torturados y ejecutados en la clandestinidad. (3)

Manuel Carlés (imagen)  fue interventor radical en Salta y Jefe fundador de la Liga Patriótica 'defensora del orden' durante el primer gobierno yrigoyenista.

Carlés también fue funcionario de Marcelo T. de Alvear y profesor del Colegio Militar y de la Escuela Nacional de Guerra. El cinco de diciembre de 1920 en una de sus conferencias en atrios y salones Carlés espetó: 'Este es el único país de la Tierra en que la autoridad tolera la sedición en la calle contra la nacionalidad, que disimula el desacato y que, saturada de insultos del sectarismo oye como oír llover las mayores atrocidades contra el derecho del trabajo y la moral del honor de la Patria'. (4)

La Patria de Carlés es similar al estilo de Miguel Cané. Toda una gran obra literaria donde los 'otros son el mal' (5). Letras para la Ley de Residencia y el garrote pro capital.

La Patria de Carlés son los empresarios de Díaz Bessone y el Council Of America del Clan Rockefeller.

Cuando en mayo de 1926 una bomba estalló en la Embajada de Estados Unidos de la Capital Federal; los motivos del boquete que inflamó a la policía represora del radicalismo rubricaron la consigna: ¡Libertad para Sacco y Vanzetti!. El embajador yanqui le agradeció al doctor Carlés: 'Exprésole mi reconocimiento por la eficaz e inteligente ayuda tan rápidamente prestada por don Emilio Casares (h) a los pocos minutos de ocurrida la explosión. Felicítolo por su admirable organización que le permitió acudir con su ayuda inmediatamente después de cometido el ultraje, el cual, según mi convicción personal, ha sido instigado por perniciosos elementos extranjeros y nunca por ciudadanos de la gran República Argentina'. (6)

El 16 de febrero de 1976 el lock out patronal de la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE) anticipaba el terrorista golpe de estado cívico militar. Ese día paralizaron el país 'los siguientes anunciantes': la Sociedad Rural (Celedonio Pereda), la Cámara Argentina de Construcción (César Pollero y Roberto Meoli), la Cámara Argentina de Comercio (Armando Braun), Sociedades Anónimas (Federico Peña), Grandes Tiendas (Jorge Sabato), la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP) y la Coordinadora de Actividades Empresarias Mercantiles (CAME, Osvaldo Cornide), entre otros. (7) Martínez de Hoz se sonreía entre bambalinas.

El diez de enero de 1919 se conformó en el Centro Naval el grupo terrorista 'Defensores del Orden'. Los acontecimientos de la Semana Trágica enlutaban por entonces al país. El reclamo obrero a los Talleres Metalúrgicos Vasena tuvo su antídoto patronal: los 'defensores del orden' resultaron bienvenidos y congratulados. Radicales (por su anuencia y su política pendular), militares, conservadores y católicos estuvieron de su parte. 'La semana transcurrida desde el 8 al 17 de enero (de 1919) fue llamada la ‘semana roja’. Así se salvaron el gobierno y el honor. Lo que aún no se ha salvado es la omisión de la gratitud nacional, que todavía no ha hecho justicia al hombre, cuyas confidencias conservo invioladas en el alma: el general de División Luis Dellepiane', destacó el reaccionario Monseñor Miguel De Andrea en 1919. (8)

Años después una foto recorrería el país: 'En 1945 el Coronel Perón saluda a Monseñor De Andrea'. De Andrea en 1955 festejaría el arribo de la Revolución Libertadora. (9)

La Asociación del Trabajo creada en 1918 apoyó a los 'defensores del orden'. Sus miembros principales merecen recordarse: Bolsa de Comercio (Pedro Christophersen), Sociedad Rural Argentina (Joaquín S. De Anchorena), Centro de Exportadores de Cereales, Centro de Importadores y Anexos, Centro de Navegación Transatlántica, Centro de Cabotaje Argentino, Compañías Importadoras de Carbón, Cámara Gremial de Molineros, Centro de Propietarios de Carros, Centro de Barraqueros y Frutos del País, Cámara Gremial de Cereales, compañías de ferrocarriles Central Argentino, del Sud, del Oeste y del Pacífico. (8)

¿Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias o Asociación del Trabajo?

Los 'Defensores del Orden y el Comité Nacional de la Juventud' actuaban 'al unísono organizando progroms contra los judíos, baleando obreros y asaltando locales sindicales y partidarios. A eso se dedicaron los días 10, 11 y 12 de enero. Como hemos visto, el gobierno aceptó tan distinguida colaboración y los principales diarios la apoyaron abierta o tácitamente. Es que en esos momentos, la defensa de la sacrosanta propiedad privada era también patrimonio de estos playboys terroristas. Sólo después de finalizada la huelga, La Prensa y personalidades conservadoras como Zevallos atacaron a los defensores; es que ahora todo había vuelto a la tranquilidad'. (8)

Finalmente, el 19 de enero de 1919 se constituye la Liga Patriótica Argentina en reemplazo de los 'Defensores del Orden'. A Manuel Carlés como presidente de la Junta Nacional lo acompañaron ínclitos hombres de bien: Joaquín S. De Anchorena, Monseñor Miguel De Andrea, el Vicealmirante Manuel Domecq García, el General Eduardo Munilla, los dirigentes radicales Carlos M. Noel, Vicente Gallo, Leopoldo Melo, el director de La Nación Jorge A. Mitre, el director de La Prensa Ezequiel P. Paz, el director de La Razón

José A. Cortejarena, los estancieros Celedonio Pereda, Saturnino Unzué y Antonio Lanusse, Dardo Rocha, Federico Leloir, Francisco P. Moreno, Estanislao Zevallos, Pastor S. Obligado y Miguel A. Martínez de Hoz. (4)

Con semejante prosapia, ya basta... Como puede leerse: la continuidad (y la permanencia) de intereses y represiones excede apellidos, familias, partidos y asociaciones.

Por eso, quizás, Rodolfo Walsh aún conserve algo de certeza aleccionadora en su Carta Abierta a la Junta Militar: '...a los señores Comandantes... tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agraviadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas' (10).

El estilo del gran capital (matar para robar (2)) estriba entre risas y propaganda. Entre omisiones y bailes para un sueño. Cómo responderle a los muchos que dicen que de nada sirve escribir sobre lo acontecido 80 años atrás...

Siga tomando mates, nomás, entonces... con yerba Taraguí (y sus obreros desaparecidos) y azúcar Ledesma ( y sus asesinatos en la oscuridad).

Siga cebando mates nomás... Peso eso sí, sí el próximo es usted, lamentablemente, ya será tarde. Carlés, López Rega, Díaz Bessone y sus discípulos son en el vientre fecundo de un fascismo que nunca dejó de procrear.

A vencerlos y que nazca el hombre nuevo.

Notas:
1) Los anarquistas expropiadores y otros ensayos. Osvaldo Bayer. Planeta. Noviembre 2003.
2) Matar para robar. Luchar para vivir. Carlos Del Frade. Editorial Ciudad Gótica. Abril, 2004.
3) Horacio Verbitsky. Página 12. 31/08/03
4) La Patagonia Rebelde. Los Bandoleros. Osvaldo Bayer. Planeta. Octubre 1992.
5) David Viñas. Antología personal. Desde la gente. Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
6) Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia. Osvaldo Bayer. Planeta. Marzo de 1999.
7) Desconfíe, siempre desconfíe. El 16 de febrero es el día del empresario. Andrés Sarlengo. ARGENPRESS. 12/02/06
8) La Semana Trágica de enero de 1919. Julio Godio. Hyspamerica. Junio de 1986.
9) Juan Domingo Perón. Los nombres del Poder. Ricardo Sidicaro. Fondo de Cultura Económica. Octubre de 1996.
10) Rodolfo Walsh y la prensa clandestina. 1976-1978. Horacio Verbitsky. Ediciones de la Urraca.

Fuente: lafogata.org



Homenaje de la Liga Patriótica al fusilador de obreros de la Patagonia, coronel Varela. Nota Caras y caretas 3 de febrero 1923

La Liga Patriótica en el territorio de Santa Cruz

[Ver Imágenes de Caras y caretas del 13 de febrero de 1922]

A raíz de los sucesos que turbaron la paz del territorio en el año 1920 y cuando las bandas armadas recorrían la campaña cometiendo toda clase de abusos y depredaciones y las poblaciones costaneras, sobre todo Río Gallegos, vivían momentos de intensa inquietud ante la posibilidad de un ataque que amenazaban llevar contra ellas dichas bandas, surgió entre un grupo de argentinos residentes allí la idea de constituir un organismo que sirviese para aunar todas las voluntades en el mismo fin de proteger las instituciones amenazadas y realizar luego una campaña de sano nacionalismo que contrarrestase la propaganda ácrata y disolvente que desde mucho tiempo antes venían haciendo ciertos elementos que espontáneamente o enviados por otros habían llegado al territorio.

De acuerdo con ese propósito, el 10 de julio de 1921, se reunía en el Hotel Argentino de Río Gallegos un grupo considerable de personas caracterizadas de la localidad, con el objeto de llevar a la práctica la idea expresada, cuya urgencia, aparte de los hechos que hemos mencionado, se había encargado de poner de manifiesto la Federación Obrera que funcionaba en ese puerto, al pretender impedir, el día anterior, la realización de una fiesta preparada para conmemorar el aniversario patrio.

Después de un corto debate, pues todos los presentes reconocían la imperiosa necesidad de oponerse, en alguna forma al dominio que sobre las masas obreras estaban ejerciendo los propagandistas con la ayuda de algunos aventureros que se habían establecido en la ciudad, se resolvió constituir una brigada de la Liga Patriótica Argentina y pedir de inmediato el reconocimiento y la afiliación a la Junta Central, dentro de la categoría que, de acuerdo con los estatutos de esa asociación, le correspondiese.

La derecha argentina: Raíces de una tradición política

Las corrientes totalitarias en la Argentina tienen un larga tradición en la historia política de nuestro país. Investigadores como Loris Zanatta, Enrique Zuleta Alvarez y Sandra McGee Deutsch han mostrado en sus trabajos que particularmente la derecha tiene una importancia capital para el desarrollo de las ideas y los movimientos políticos contemporáneos. La derecha argentina ha influido a los dos partidos mayoritarios y también ha sido marginal en la política, según las épocas que se estudien. El período de entreguerras fue una etapa de grandes crisis y debates ideológicos: el liberalismo tradicional y el joven sistema democrático eran interpelados por la emergencia de los totalitarismo en Europa y su difusión planetaria. Refiriéndose al pensamiento contrarrevolucionario en la Argentina, Sandra McGee Deutsch ha definido a esta corriente como:
.
"[...] Implica una oposición radical al liberalismo, la democracia, el feminismo y varias formas de izquierdismo; en otras palabras, ideologías que disuelven las jerarquías tradicionales y los particularismos, y así socavan los viejos y conocidos estilos de vida. El resultado de tales ideologías, de acuerdo con los contrarrevolucionarios, es la destrucción de los vínculos personales y, eventualmente, el orden social. En contraste con sus oponentes ideológicos, los contrarrevolucionarios procuraron promover la estabilidad y su visión de la sociedad a través del fortalecimiento de la familia, la moral, la religión, la autoridad, la propiedad, las lealtades étnicas y el nacionalismo."

Según la autora citada, existen continuidades y permanencias en esta tradición política que sugieren puntos de contacto entre las manifestaciones derechistas de las primeras décadas del siglo y las más cercanas en el tiempo.

La Legión Cívica Argentina es uno de los emergentes de la reacción política y social que significó el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. Esta reacción estaba encabezada por los sectores más tradicionales y conservadores de la sociedad, que veían en la crítica situación económica en que se hallaba el gobierno de Hipólito Yrigoyen los síntomas de su decadencia. Alejados de la administración nacional por efecto del voto universal y secreto, los conservadores encontraron en el quiebre del sistema democrático la vía para reinstalarse en el gobierno. Este grupo adquirió ribetes de banda paramilitar alentado por el gobierno de facto del general Uriburu, afín a las ideas totalitarias en boga en el viejo continente. En el clima de época de entonces, la nación estaba amenazada por ideologías disgregadoras -las variantes de izquierda- y los ciudadanos debían armarse para su defensa. Así nació la Legión. Su principal objetivo era vigilar y reprimir el accionar de los trabajadores; en esta tarea no estuvo sola y tuvo un antecedente de la Liga Patriótica Argentina.

De inmediato se iniciaron los trabajos para conseguir adherentes y ellos alcanzaron un éxito por demás halagüeno. Reconocida la brigada por las autoridades de la Liga, la tarea se intensificó; pues de inmediato tratóse de extender la influencia de la asociación a las demás poblaciones del territorio, aprovechando para ello los núcleos y centros ya formados y cuyas orientaciones y propósitos concordaban con las de aquella institución.

Los trabajos dieron el resultado esperado y en breve tiempo en los registros de las brigadas se habían anotado, en calidad de adherentes, la inmensa mayoría de los elementos de orden y de trabajo que residen en el territorio. Hubo que vencer para ello muchos obstáculos y el principal fue la indiferencia que como consecuencia de la cesación del movimiento subversivo, había sobrevenido; pues es característica de la población de la Patagonia la extraordinaria facilidad con que, desaparecida la causa que provocara su protesta o su entusiasmo, olvida las decisiones que adoptara para oponerse a ella, conjurar sus efectos o impedir su repetición en el porvenir. El elemento extranjero que en ella habita, aunque es doloroso decirlo, está vinculado a la Nación sólo por los intereses que en su suelo tiene y como no se ha tratado de atraerlo afectivamente o por lo menos nada o casi nada se ha hecho para imponerle un concepto claro y preciso del respeto y gratitud que debe al país que lo alberga y en el cual, tal vez, hizo su fortuna, es claro que sólo reaccione cuando aquéllos peligran y que vuelva a la pasividad inmediatamente después de haberse conjurado la amenaza que sobre ellos se cernía. Dada la indiferencia con que los nativos mirábamos hasta hace muy poco tiempo esas regiones del Sud, no debe extrañarnos que sus habitantes no hayan arraigado sus conciencias en el alma nacional y que vivan, puede decirse así, en la casa familiar pero sin intimar ni tan siquiera codearse, salvo los casos en que su interes anda en juego, con los dueños de ella. Evidentemente no puede hacerse responsable de su esquivez o de su frialdad al huésped, si el que lo recibió en el seguro de su hogar no supo atraerlo con sus atenciones y ganar su confianza con su hidalguía. Desgraciadamente eso hicimos los argentinos en el Sud, así que no debemos lamentarnos de la indiferencia y hasta prevención con que se nos trata; pero sí debiéramos desde ya trabajar con tacto y habilidad para transformar esa esquivez en cariño y esa prevención en una fe absoluta en nuestras instituciones, en nuestra administración política y en el destino grandioso de la Patria.

Logradas las adhesiones, como decíamos, se iniciaron los trabajos de propaganda entre la masa obrera de las poblaciones y del campo, valiéndose la brigada para esto último de la buena voluntad de algunos estancieros que se ofrecieron para difundir los postulados de la asociación, en la zona de influencia de sus respectivos establecimientos.

Así estaban las cosas, cuando el Dr. Manuel Carlés, presidente de la Junta Central de Gobierno de la Liga Patriótica, llegó al territorio para estudiar "de visu" los problemas sociales y económicos que interesaban a esa región del país y al mismo tiempo dejar definitivamente instaladas en Santa Cruz las brigadas que fueran necesarias para que la influencia de aquella asociación pudiera ejercerse en forma práctica y eficaz.

El doctor Carlés tuvo ocasión de manifestar la impresión extraordinaria que dejó en su ánimo la actividad febril que notó en los puertos en que hizo escala el buque que lo conducía y el ansia de progreso y adelanto que se exteriorizaba en todas las poblaciones. Su visita, bajo diversos conceptos, fue sumamente auspiciosa para la región.

De acuerdo con el plan formulado por el presidente de la Liga Patriótica, se fundaron en las estancias principales del territorio, sub-brigadas, cuya dirección se encomendó al propietario o administrador del establecimiento. Se las proveyó de escudos y banderas, con la recomendación de poner aquél en sitio bien visible de la casa principal o de otra que podía destinarse para local de la brigada y de izar el pabellón todos los domingos y fiestas patrias, tratando de dar a ese acto toda la solemnidad posible. Aparte de esto debían realizar una propaganda a base principalmente de persuación personal entre sus peones y empleados, tratando siempre de no alarmar sus convicciones, ni ejercer presión sobre sus ánimos.

La tarea que la institución se propuso debía ser lenta y metódica y sus dirigentes tenían que pertrecharse para realizarla de mucha paciencia y sobre todo de un gran espíritu de sacrificio. Pero los resultados se están palpando ya y no es arriesgado augurar para un porvenir relativamente cercano, un éxito completo a la campaña iniciada bajo tan favorables auspicios.

Los domingos, en el momento en que en algunas estancias se realiza la ceremonia de izar el pabellón nacional, en presencia de los empleados y peones del establecimiento, muchos de los cuales, a pesar de vivir años en esta tierra, no conocían los colores de su bandera, podemos asegurar, porque lo hemos presenciado y sentido, que una conmoción imperceptible en unos, más intensa en otros, agita sus almas y se marca en sus semblantes atezados por el sol y agrietados por el aire frío y cortante de las pampas. Esa emoción por primaria y simple que sea, basta por ahora: es el alma de la Patria que se ha insinuado en la de esos extranjeros, antes indiferentes para ella, pero que ahora al contacto de esa emoción, producto del respeto ingénito por los símbolos o quizás del temor por el poder que ellos representan, han empezado a sentirla y mañana, tal vez, llegarán a amarla.

Fuente: "La Patagonia Argentina", pp.096-098, Edelmiro Correa Falcón y Luis Klappenbach, 1922, edición virtual: http://patlibros.org/lpa/index.htm


Tilingos fascistas protegidos por la policía saliendo "a cazar zurdos". La historia se repetiría con la Triple A en los 70.


La Liga Patriótica

Por Hernán Brienza

Imagen: Manuel Carlés, inflamado de amor por la Patria, dando un discurso en defensa de dios y la propiedad privada, qué joder.

El 3 de diciembre de 1918, Buenos Aires amaneció convulsionada. Los trabajadores de los Talleres Metalúrgicos Vasena, propiedad de una de las familias tradicionales del orden conservador, declararon una huelga exigiendo una serie de mejoras de sus condiciones laborales. La empresa no cedió, pero además contrató rompehuelgas para continuar con su producción. Los enfrentamientos entre ambos sectores no tardaron en registrarse, y cuando la policía intervino, ya se habían registrado al menos cuatro muertos. La cuestión social recrudeció, y a principios de enero del año siguiente se desató una serie de huelgas generales y enfrentamientos sociales que tuvo el nombre de Semana Trágica. En esa oportunidad hizo su aparición pública una organización o fuerza de choque en defensa de los intereses patronales, autodenominada Liga Patriótica Argentina.

Todo comenzó en la Confitería París, donde se creó la Comisión Pro Defensores del Orden, que luego se trasladó al Centro Naval, en Florida y Córdoba, lugar en el que se hicieron los reclutamientos de matones y rompehuelgas voluntarios para enfrentar a los trabajadores de los talleres Vasena. Los primeros referentes, los contraalmirantes Manuel Domecq García y Eduardo O’Connnor repartieron entre sus filas armas automáticas para reprimir a los obreros. Su bautismo de fuego durante la Semana Trágica que dejó un saldo de 700 muertos y 4.000 heridos. Unos días después, bajo el lema "Patria y Orden", se constituyó oficialmente la Liga Patriótica, cuyo presidente fue el propio Domecq García hasta que, el 18 de abril de ese mismo año, fue reemplazado por Manuel Carlés, su histórico líder. Ése no iba a ser el único gran conflicto en el que participara la Liga. En 1922, sus brigadas iban a intervenir en la feroz y brutal represión de los trabajadores de la Patagonia, junto con el Ejército comandado por Héctor Varela, y los fusilados iban a alcanzar la cifra de 1.500 muertos. En 1930, por supuesto, la Liga Patriótica participaría del golpe filofascista del 6 de septiembre realizado por José Félix Uriburu contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen.

Carlés, nacido en Rosario, fue un referente político de la Unión Cívica Radical santafesina, y había sido diputado nacional durante el Centenario. Con fuertes vínculos con el Ejército, ya que era profesor del Colegio Militar y de la Escuela Superior de Guerra, asumió la presidencia con la intención de fortalecer las actividades de la Liga Patriótica. Su principio de acción, de claro tinte xenófobo, demuestra cómo los términos sarmientinos fueron invertidos durante el Centenario: "Si hay extranjeros que abusando de la condescendencia social ultrajan el hogar de la patria, hay caballeros patriotas capaces de presentar su vida en holocausto contra la barbarie para salvar la civilización". La definición es tajante: la barbarie ya no es el gaucho, sino el extranjero. Y la civilización es la Argentina agroexportadora, la alabada por Lugones en El Payador.

La Liga Patriótica fue una organización amplia y plural en la que participaron radicales, conservadores, protofascistas y simples matones. Pero la mayoría de sus principales referentes pertenecía a la oligarquía agroexportadora, testigo de cómo el "paraíso de la argentinidad" estaba llegando a su fin. Sorprende leer la lista de los apellidos que formaron parte de la organización: Joaquín S. Anchorena, Dardo Rocha, el general Luis Dellepiane, Estanislao Zeballos, Luis Agote, Francisco P. Moreno, monseñor Miguel de Andrea, Ángel Gallardo, Jorge Mitre, Carlos Tornquist, Miguel Martínez de Hoz, Julio A. Roca (hijo), Leopoldo Melo, Lisandro de la Torre, Félix Bunge, Ezequiel Pedro Paz, Saturnino Unzué, Antonio Lanusse, Pastor S. Obligado, Carlos Ibarguren, Luciano Molina, José Ávalos, Enrique Larreta, entre otros.

En el documento fundacional, sus miembros se comprometían a:

Estimular, sobre todo, el sentimiento de argentinidad tendiendo a vigorizar la libre personalidad de la nación, cooperando con las autoridades en el mantenimiento del orden público y en la defensa de los habitantes, garantizando la tranquilidad de los hogares, únicamente cuando movimientos de carácter anárquico perturben la paz de la República. Inspirar en el pueblo el amor por el ejército y la marina. Los miembros de la Liga se comprometen, bajo su fe y honor de argentinos, a cooperar por todos los medios a su alcance, e impedir: 1° La exposición pública de teorías subversivas contrarias al respeto debido a nuestra patria, a nuestra bandera y a nuestras instituciones. 2° Las conferencias públicas y en locales cerrados no permitidos sobre temas anarquistas y marxistas que entrañen un peligro para nuestra nacionalidad. Se obligan igualmente a usar de todos los medios lícitos para evitar que se usen en las manifestaciones públicas la bandera roja y todo símbolo que constituya un emblema hostil a nuestra fe, tradición y dignidad de argentinos (…) Combatir contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de patria y Orden... No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes (…) La civilización nacional engendró la Liga Patriótica Argentina, que nació para reunir a todos los hombres sanos y enérgicos con el fin de colaborar con la autoridad para mantener el orden y vigorizar los sentimientos esenciales del alma nacional, que por lo eterno funda la patria.

Por supuesto que las acciones violentas de la Liga Patriótica son las que producen el mayor grado de atención con el paso de la historia. Los conflictos callejeros, los ataques a las comunidades de extranjeros —entre los que la comunidad judía del barrio de Once llevaba la peor parte— y los discursos xenófobos y autoritarios sellaron el recuerdo de sus acciones. Sin embargo, sus actividades eran muchas más y con un grado de penetración social muy amplio, lo que demuestra su influencia en aquella década de 1920. La Liga estaba compuesta por una Junta Central y luego se ramificaba en "brigadas" de trabajadores, de estudiantes, de maestros, de mujeres, por ejemplo. Y lejos de dedicarse solamente a la violencia, también había construido una red de asistencia social que incluía talleres, comedores, escuelas y bibliotecas. En palabras de la presidenta de la Comisión Central de Señoritas, Jorgelina Cano, se demuestra que los objetivos de la Liga iban más allá que una simple agencia de beneficencia:

No es nuestro programa la obra filantrópica inspirada en el alivio transitorio del dolor ajeno o el socorro oportuno al afligente que lo reclama. Aspiramos a resolver el hondo problema con un criterio más humanitario, más eficaz y que mire muy adelante el porvenir. Buscamos la educación, de la clase trabajadora, buscamos enaltecerla con el ejemplo de nuestras virtudes, de nuestra actividad y de nuestro espíritu fraternal.

La ideología de la Liga Patriótica era bastante difusa. Felipe Pigna sostiene:

(…) se emparentaba con lo más reaccionario de la derecha católica argentina. Promovieron la xenofobia fomentando el odio y la desconfianza hacia los inmigrantes, particularmente aquellos provenientes de Rusia y los países del Este en los que veían a agentes soviéticos. Desconfiaban de los partidos políticos a los que veían como blandos frente al avance de las ideologías obreristas. La Liga preanuncia los que serán los elementos fundamentales del nacionalismo elitista argentino: autoritarismo, rechazo a la inmigración extranjera, antisemitismo, admiración por las fuerzas armadas, patriotismo fanatizado, anticomunismo. Se hará famosa por sus actividades paramilitares, especialmente por sus ataques a barrios obreros, la quema de bibliotecas populares, sindicatos e imprentas. La mantenían con importantes donaciones "las mejores familias", cuyos jóvenes integraban, manejando los coches de papá, los grupos de choque. El entrenamiento lo daban militares de alta graduación y el "auxilio espiritual", algunos miembros de la jerarquía eclesiástica. ¿A qué se dedicaban estos ciudadanos preocupados por el orden? Las bandas terroristas armadas que operaban bajo el rótulo de Liga Patriótica Argentina lo hacían con total impunidad. Se reunían en las comisarías y allí se les distribuían armas y brazaletes. Desde las sedes policiales partían en coches último modelo manejados por los jovencitos oligarcas y al grito de "Viva la patria" se dirigían a las barriadas obreras, a las sedes sindicales, las bibliotecas obreras, a la sede de los periódicos socialistas y anarquistas para incendiarlo y destruirlo todo bajo la mirada cómplice de la policía y los bomberos.

David Rock, en su esquemático libro La Argentina autoritaria, escribió sobre la Liga:

(…) el chauvinismo furibundo, el violento odio de clases que destilaba, así como sus brigadas armadas, suscitaban comparaciones con las organizaciones paramilitares del fascismo italiano que aparecieron en Europa después de 1918. Pero a diferencia de los fascistas, la Liga exhibía fuertes vínculos con los conservadores y con la Iglesia, asociaciones que ponían particular énfasis alrededor de valores como el respeto, el orden y la armonía. Seguidores de la Liga se autoidentificaban con la cruz que había civilizado al mundo, comprometiéndose con la reforma moral de los individuos, condenando repetidamente el principio utilitario que había sumergido a la sociedad en el caos moral, en la anarquía, en una enfermedad sintomatizada por hechos como la huelga general. La única forma de curar esas enfermedades era volviendo a la moral cristiana (…) La Liga Patriótica Argentina fue una de esas típicas asociaciones clericales que se venían desarrollando durante los treinta años anteriores y que pretendían resolver la cuestión social mediante una combinación de represión y de reforma moral.

El complejo de ideas de Carlés provenía de un iusnaturalismo religioso, de una fuerte apelación nacionalista, ligado al liberalismo conservador de la organización nacional mitrista y a lo que creía un "progreso ilimitado" del desarrollo económico y cultural argentino. Librecambismo, jerarquía, educación, republicanismo no democrático y defensa de la Constitución nacional formaban parte del credo liguista. Es decir, lejos de ser una alternativa al dogma liberal —como pretenden muchos intelectuales cercanos al progresismo liberal e incluso al liberalismo conservador—, el nacionalismo de la Liga Patriótica se parecía más a la terminal autoritaria de un ideario que estaba profundamente enclavado en la clase dominante argentina. La novedad, respecto de cierto positivismo laicista del roquismo, por ejemplo, consistía en la idea de que la nación era hija de las fuerzas armadas y de la Iglesia católica. En Carlés, por ejemplo, está bien patente el inicio del mito de la nación católica o del nacional-catolicismo.

A este corpus se sumaban las nuevas tendencias autoritarias que provenían de Europa: el conservadurismo maurrasiano y el fascismo, como críticas al parlamentarismo liberal. Pero estas tendencias influyeron más en los jóvenes ligados a la experiencia del periódico La Nueva República que en los hombres de la Liga Patriótica. Fernando Devoto explica en Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna:

La Liga pudo ser un fascismo, pero no lo fue (y es en ese sentido que puede proponérsela como organización pre o proto fascista). Y no lo fue sencillamente, lo demás es superfluo, porque no se construyó como una agrupación política que aspirase a tomar el poder. La consigna de la politique d’abord —o del poder a cualquier precio— no figuraba en sus objetivos, ni sus ideas; pero era eso precisamente lo que caracterizaba al fascismo (…) La pregunta históricamente relevante es por qué una organización como la Liga evolucionó no hacia la participación en la política, sino hacia ser un instrumento transversal, que operaba o sobre la sociedad o como auxiliar represivo o asistencial del Estado, pero sin aspirar a apoderarse de éste.

Anticomunista, antipopular, antidemocrática, reaccionaria, la Liga Patriótica —que tuvo poco más de diez mil adherentes— pasó a la historia como una cuestión episódica. Sin embargo, sus influencias culturales van a atravesar el siglo XX y llegarán, incluso, hasta los umbrales de la dictadura militar de 1976-1983. Por supuesto, no de manera lineal, muchas de las ideas y de las prácticas de la Liga serán reconfiguradas o vueltas a procesar por distintas expresiones nacionalistas.


(Tomado de: Hernán Brienza, La Argentina imaginada. Una biografía del pensamiento nacional)


Una intervención de Borges contra el antisemitismo

Daniel Lvovich *

El 20 de agosto de 1932, la Comisión Popular Argentina contra el Comunismo, una de las múltiples organizaciones nacionalistas fuertemente autoritarias que proliferaron en la Argentina a partir del golpe militar de 1930, organizó un acto en Plaza Congreso para acompañar la entrega de un petitorio al Parlamento. El acto contó con la adhesión de la Legión Cívica Argentina, y las 275.000 firmas que acompañaban la petición daban cuenta de una amplia adhesión a sus demandas. Aunque el petitorio no incluía afirmaciones de índole antisemita, un rumor circuló con insistencia por Buenos Aires en los días previos al acto, según el cual los asistentes al mitin atacarían a personas e instituciones judías. El rumor no carecía de fundamentos.

Jorge Luis Borges


Panfleto antisemita donde se recomienda leer "Crisol"

En las semanas previas, las posiciones antisemitas de la prensa nacionalista y católica se habían agudizado, destacándose la insistencia y ferocidad de los ataques del recientemente creado Crisol –periódico dirigido por el filonazi Enrique Osés– y la publicación en el diario católico El Pueblo de los Protocolos de los Sabios de Sión, el más clásico y difundido de los instrumentos de difusión del mito de la conspiración judía mundial. Tal situación se agravaba teniendo en cuenta que pocos meses antes, en febrero de 1932, se había divulgado un manifiesto dirigido a los miembros dela Legión Cívica por su comandante, el teniente coronel Juan B. Molina, en el que se enumeraban los peligros que –a su juicio– amenazaban al país: el socialismo, el comunismo, el anarquismo y el judaísmo. Afirmaba Molina que: “En nuestro país los judíos suman 800.000. Verdadera máquina infernal destinada a establecer con el más grosero materialismo la tiranía del oro en el mundo. Los judíos no se asimilan. Los judíos, en todo momento y en todo lugar son ‘judíos’. Entre nosotros manejan grandes empresas y enormes capitales y tienen sojuzgados muchos valores netamente nacionales”. El manifiesto había sido distribuido cuando el teniente coronel Molina se desempeñaba como secretario de la Presidencia en el régimen del general Uriburu.

Mientras aparecían en las calles de Buenos Aires carteles en los que la Legión Cívica convocaba al combate contra el comunismo, los extranjeros y los judíos, el diario Crítica y los órganos del Partido Socialista y el Partido Socialista Independiente advertían sobre la posibilidad de un desenlace trágico. Una representación de los judíos de Buenos Aires obtuvo una audiencia con el ministro del Interior del gobierno del general Justo, Leopoldo Melo, para plantearle su preocupación ante la insistente amenaza propalada por los rumores, frente a lo que el ministro se comprometió a garantizar la seguridad de la población judía. El caso llegó inclusive al ámbito parlamentario, donde el diputado socialista independiente Manacorda señaló la gravedad de la situación, mientras que el diputado Ghioldi manifestó la preocupación del grupo parlamentario socialista por los rumores circulantes. El día previsto para el acto, la edición de Mundo Israelita daba cuenta de la preocupación de la comunidad judía ante la posibilidad de que se desataran persecuciones. Sostenía en su editorial que “elementos tendenciosos, desembozados algunos y agazapados en las sombras otros, han estado sembrando la confusión por todos los medios a su alcance, empeñados en derivar la protesta contra los comunistas hacia una acción punitiva contra los judíos, que serían sinónimos”. El semanario reproducía las informaciones de la prensa liberal y socialista, que denunciaban la posibilidad de estallidos de violencia antisemita tras el acto. Como estrategia de combate contra el prejuicio antijudío, Mundo Israelita convocó a varias personalidades para que se pronunciaran sobre los acontecimientos. Quizá precisamente debido a la multiplicidad de denuncias y al alto nivel político que éstas involucraron, el temido pogrom no tuvo lugar. El acto anticomunista, al que asistieron entre cinco y seis mil personas, se desarrolló con normalidad, sin que se viera alterado más que por incidentes insignificantes. En su edición de la semana posterior (27 de agosto de 1932), Mundo Israelita continuó publicando en su portada manifestaciones de repudio al antisemitismo. En esa ocasión se publicó la columna de Jorge Luis Borges que aquí se reproduce:

“Ciertos desagradecidos católicos –léase personas afiliadas a la Iglesia de Roma, que es una secta disidente israelita servida por un personal italiano, que atiende al público los días feriados y domingos – quieren introducir en esta plaza una tenebrosa doctrina, de confesado origen alemán, rutenio, ruso, polonés, valaco y moldavo. Basta la sola enunciación de ese rosario lóbrego para que el alarmado argentino pueda apreciar toda la gravedad del complot. Por cierto que se trata de un producto más deletéreo y mucho menos gratuito que el DUMPING. Se trata –soltemos de una vez la palabra obscena– del Antisemitismo. Quienes recomiendan su empleo suelen culpar a los judíos, a todos, de la crucifixión de Jesús. Olvidan que su propia fe ha declarado que la cruz operó nuestra redención. Olvidan que inculpar a los judíos equivale a inculpar a los vertebrados, o aun a los mamíferos. Olvidan que cuando Jesucristo quiso ser hombre, prefirió ser judío, y que NO eligió ser francés ni siquiera porteño, ni vivir en el año 1932 después de Jesucristo para suscribirse por un año a LE ROSEAU D’OR. Olvidan que Jesús, ciertamente, no fue un judío converso. La basílica de Luján, para El, hubiera sido tan indescifrable espectáculo como un calentador a gas o un antisemita... Borrajeo con evidente prisa esta nota. En ella no quiero omitir, sin embargo, que instigar odios me parece una tristísima actividad y que hay proyectos edilicios mejores que la delicada reconstrucción, balazo a balazo, de nuestra Semana de Enero, aunque nos quieran sobornar con la vista de la enrojecida calle Junín, hecha una sola llama.”
Jorge Luis Borges Mundo Israelita, 27 de agosto de 1932.

* Investigador. Docente. Universidad Nacional de General Sarmiento

Fuente: http://www.fmh.org.ar/revista/22/borges.htm



Medalla de reconocimiento de la Liga Patriótica.

Instituciones, grupos e ideología en la Patagonia austral

Por Rosario Güenaga
CONICET

Repetidamente he señalado en diversas ponencias la singular vinculación entre Santa Cruz y Magallanes desde sus comienzos en el siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX. La idea central que ha predominado en ellas ha sido que los dos territorios conformaron una misma región con vida e intereses propios, siguiendo una cotidianidad que en cierta forma los vinculaba. Esto no significaba que fueran desoídas o incumplidas las leyes y disposiciones nacionales, sino que, sin desobedecerlas, el ritmo interno o los intereses de los grandes capitalistas locales imprimían características particulares a sus negocios en las transacciones interterritoriales. Las particularidades de su tipo de vida, el aislamiento y la defensa de sus intereses convertían a los dos territorios, pertenecientes a países diferentes y aún en disputa, en una región propia, con su singular estilo de vida, sus personajes similares, economías semejantes e ideologías parecidas.

La gran expansión chilena sobre Santa Cruz, en el orden económico y laboral se produjo en distintos ámbitos de la economía, especialmente en el rural. Estos grupos que migraban hacia la Argentina se componían en su mayoría de personas acostumbradas a la crudeza del medio patagónico y a las labores rurales y varios de ellos eran ya dueños de propiedades en Magallanes, lo que hacía que fueran propietarios de estancias en ambas partes. Hubo varios capitalistas que invirtieron en tierras tanto en Chile como en Argentina. Por lo tanto los intereses fueron iguales en los dos lados, gran parte de sus protagonistas eran los mismos y la ideología predominante era la del capitalismo rural, con ciertos toques de estilo feudal en su conducta. Dentro de la mentalidad de la sociedad propietaria predominaba el concepto de que la posesión de la tierra -y cuando más extensa mejor- convertía al propietario en un “ennoblecido” burgués, con más poder que el resto. En Santa Cruz la mayoría de los que se trasladaron para el usufructo o compra de tierras desde Chile en Argentina eran de origen europeo, inmigrantes radicados y con propiedades en Chile.


"Una arenga patriótica del Dr-. Manuel Carlés" titulaba la revista Caras y Caretas esta berreta apología antidemocrática del primer golpe de Estado argentino. Clic para ampliar. Podés descargar la cobertura del golpe de Caras y Caretas en pdf.

Si hacemos un análisis breve de quienes eran propietarios de tierras en Santa Cruz nos encontramos con la presencia destacada de extranjeros. En 1914, de 5571 directores de explotaciones ganaderas, 158 (27,6%) eran argentinos y 413 extranjeros (72,32%)

En 1920, los argentinos tuvieron un crecimiento notable en cuanto al número de población general, llegando a la cantidad de 8445, mientras que los extranjeros alcanzaban la cifra de 9480, lo que daba un total de 17925 habitantes. La diferencia entre extranjeros y argentinos era de 1035 con un porcentaje de argentinos de 47,11% y 52,88 % de extranjeros. De estos porcentajes sólo una minoría era propietaria latifundista. La gran mayoría de los habitantes santacruceños constituía la mano de obra rural y urbana. Además, entre los extranjeros eran los españoles y los chilenos los que predominaban, en ese orden.

Entre los propietarios extranjeros, la calificación de inmigrante, en su significado más usado, no siempre se adaptaba totalmente al sentido generalizado de la palabra, pues en general traían capital consigo o habían obtenido parte de él en sus negocios en Punta Arenas o con el oro de Cabo vírgenes. Pero no caigamos en la exageración de creer, con esto, que el propietario extranjero era desde un comienzo un fuerte capitalista, sino que, en muchos casos, partiendo de los orígenes más humildes, llegaron al usufructo de la tierra santacruceña con montos más pequeños de dinero antes adquiridos. Lo singular era que una vez que se establecían como progresistas hacendados adquirían una mentalidad muy parecida a la del gran terrateniente. A pesar de las diferencias existentes entre los variados ganaderos –los más importantes ejercían el liderazgo del grupo- había una un concepto de clase generalizado y valores semejantes entre casi todos los estancieros, que se unificaban en el grupo por ser propietarios, arrendatarios y controladores del capital. Esta identidad de principios creó una ideología específica, propia del sector patronal que estrechó aún más las interrelaciones y permitió coordinar sus acciones locales, apoyados, en el plano nacional, por un grupo ultra nacionalista que –en un momento- llegó a concordar con ellos.

Esta cuestión se presentó, especifícamele con las huelgas que se realizaron en Santa Cruz desde 1914, a poco de crearse la Federación Obrera de Río Gallegos y tuvieron su culminación con las revueltas de 1921-1922. Si bien hubo estancieros que se mantuvieron neutrales (los menos) la mayoría mantuvo su unidad y coherencia ante, la unidad que también se presentó, en gran parte, se presentó entre los obreros. Si bien podía haber diferencias, había una generalizada unificación en los dos sectores. Se puede partir del concepto de que eran dos ideologías enfrentadas con particularidades propias y opuestas que convirtieron a las huelgas de la década del ’20 no sólo en un conflicto gremial, sino en una lucha social que se puede entender como un choque de clases.

El sector patronal tuvo el apoyo del gobierno territorial y nacional que conformó un fuerte muro de contención para los huelguistas. Con menos divisiones que los obreros demostraron más coherencia en sus actos, y el sector estanciero estuvo representado por diversas instituciones que les dieron representatividad y legitimidad a sus actos


Tilingos de la Legión Cívica Argentina en un acto durante la década infame. Eran civiles, no militares, pero les encantaba disfrazarse.

Una de ellas era la Sociedad de Comercio, pero la que realmente pesaba era la Sociedad Rural. Esta institución era la representación del poder de los ganaderos. La Sociedad había sido creada en mayo de 1909, siendo elegido como su primer presidente Jorge H. Morrison, importante hacendado de la Sociedad Anónima Ganadera “Las Vegas”; el resto de los cargos fueron ocupados por hacendados de condiciones semejantes y muchos de ellos, también extranjeros. Después de un período de inactividad volvió a organizarse por iniciativa del gobernador del territorio Germán Vidal. Así la Sociedad Rural reapareció en 1918 con 115 socios, y con Juan Hamilton como presidente, inglés e importante ganadero de Magallanes y Santa Cruz, vinculado a los capitales de Valparaíso. La Sociedad Rural reabrió sus puertas con una mayoría casi absoluta de hacendados extranjeros. En 1921, presidió la Sociedad Ibón Noya, español y uno de los verdaderos pioneros del grupo; su labor dio más vida y presencia a la institución, sin que cambie la composición de sus miembros ni su espíritu, y su labor representó perfectamente a los latifundistas y propietarios argentinos y extranjeros. A pesar de que estemos señalando a los sectores extranjeros, junto con algunos argentinos como el grupo que dominaba una institución aglutinante como la Sociedad Rural y presentemos el hecho de que la mayoría de los propietarios no eran argentinos, eso no significa que hubiera con los trabajadores un conflicto de nacionalidades, pues también dentro del grupo obrero había un importantísimo número de extranjeros. Eran las clases y no las nacionalidades las que se enfrentaban. Los miembros del grupo capitalista tenían su mejor expresión en la Sociedad Rural y los obreros en la Federación Obrera de Río Gallegos.

Si bien la Sociedad Rural no manifestaba públicamente su definición ideológica, a través de su accionar puede ubicarse de qué lado estaba. La Sociedad Rural agrupaba la ideología conservadora, en su concepto general, sin que se tengan en cuenta los partidos políticos, y la Federación Obrera agrupaba a anarquistas y socialistas. Veamos las palabras de Correa Falcón, claro representante de la Sociedad (fue su secretario y miembro de la Liga Patriótica Argentina) que confirman la posición de la entidad rural.

Las sociedades rurales representantes genuinas de los productores, supieron jugar un papel importante en las asonadas que tuvieron por teatro al territorio y, especialmente la de Río Gallegos desempeñó un rol muy ponderable en la defensa de los intereses que representaba. Probablemente no existe otra asociación de su índole que haya sabido afrontar acontecimientos tan graves con la serenidad y diligencia que señaló su acción decidida en los momentos más críticos para la economía rural.[1]

El 25 de Octubre de 1946 moría en Buenos Aires el abogado fascista Manuel Carlés

Abogado, escritor y político, fue diputado nacional por la Unión Cívica Radical e interventor federal en las provincias de Salta y San Juan. Profesor del Colegio Militar y de la Escuela Nacional de Guerra, fue fundador y presidente de la organización paramilitar protofascista Liga Patriótica Argentina, grupo de choque especializado en el matonaje y la represión criminal contra inmigrantes organizaciones sindicales y grupos de trabajadores en huelga. Fue autor de "Evangelio de la raza", "Las fuerzas morales de la Nación", "República y democracia", "Catecismo de la doctrina de la patria" y otros ensayos en los que hizo gala de su hueco nacionalismo, su odio hacia los activistas obreros y su singular desprecio hacia judíos, inmigrantes y nativos de América.
Había nacido en la ciudad de Rosario el 30 de mayo de 1875.

De acuerdo a los datos de 1920 vemos que el 30,56 % de los ocupantes de las propiedades censadas eran argentinos y que el 69,46 % eran extranjeros. Aunque hay un leve aumento de los primeros sobre los segundos con respecto a 1914, no hay cambios sorpresivos. Considerando las nacionalidades de los propietarios, se mantiene el mismo orden que en 1914: primero los argentinos, segundos los españoles, terceros los británicos y cuartos los chilenos (no hay que olvidar que la mayoría de los que declaraban este último origen eran a su vez extranjeros en Chile, pero, arraigados en la nación vecina, mantuvieron el nombre del país de adopción) Lo importante era la mentalidad colectiva de estos grupos que se sentían identificados con sus antecesores.

Junto a la importancia social y económica de la Sociedad Rural figuraba otra institución, de importancia nacional, que se introdujo en el conflictivo problema de Santa Cruz y que tenía identificación ideológica definida: La Liga Patriótica Argentina. La nueva organización había nacido en 1919 y ya en 1920 aparecía una brigada de la misma en el territorio austral.

El ideario político de la Liga [aclaran Barbero y Devoto] expresado en la declaración de principios de la misma, contiene muchos elementos del tipo nacionalista-fascista descrito en la introducción. Bajo el lema “patria y orden”, la LPA se constituía en “guardián de la argentinidad”, para “estimular el amor a la patria”, “inspirar al pueblo amor por el ejército y la marina”, en un contexto de marcado chauvinismo y antisemitismo.[2]

El accionar de la Liga Patriótica en Santa Cruz tiene características particulares. En un territorio poblado por extranjeros y en donde la mayoría de los terratenientes así lo eran, su principio chauvinista no era coherente. Sin embargo creada la filial en Gallegos se colocan del lado de los hacendados, actuando en su defensa. En el fondo, en Santa Cruz, era una cuestión de clases y no de nacionalidades.

Se puede observar también en este territorio que la mayor parte de los miembros de la Liga eran extranjeros, aunque no actuaban en un movimiento de rebelión social, si no que por el contrario eran hacendados foráneos o hijos de los mismos. Pero el lugar de nacimiento no era lo más significativo, sino la mentalidad con que se criaba a los niños, La enseñanza de las primeras letras y la educación que recibía el hijo del hacendado no argentino estaba dada por maestros y tutores europeos y más aún, varios, apenas o nada manejaban la lengua nacional. Muchas veces completaban su educación, siendo adolescentes, en las tierras de sus padres.

El planteo, en tierras sureñas se presenta en forma distinta a lo que pasó en Buenos Aires la semana trágica de 1919. En la capital del país, el conflicto social pareció tener como protagonista visible, además del problema ideológico y laboral, la lucha entre lo “argentino “ y lo “extranjero que pudiera ser considerado peligroso”. En Santa Cruz los argumentos nacionalistas parecen desdibujarse, aunque el lema “lucha contra el soviet”, los ácratas y extranjeros se mantienen, puesto que, a pesar de las variantes que se presentan, el discurso es similar (tengamos en cuenta que dentro de los huelguistas había muchos extranjeros, particularmente españoles y chilenos) Quizás lo que salió a luz en Santa Cruz sea el verdadero motivo de la diferencia entre los grupos: los planteos políticos e ideológicos y las diferencias sociales. De hecho, los miembros de la Liga Patriótica Argentina en Santa Cruz eran también extranjeros que se oponían a la acción de otros extranjeros, muchas veces de su misma nacionalidad, por una profunda diferencia social e ideológica dentro de una grave crisis socio-económica. Las diferencias se veían favorecidas por una estructura casi cerrada y una economía latifundista. Situación que se convierte en explosiva al sumarse un problema coyuntural como la crisis en el precio de la lana.

Cuando comenzaron a agravarse los choques sociales entre hacendados y los trabajadores apareció la Liga Patriótica Argentina en el territorio. Los hechos de 1921 que tanto alteraron el orden con el ataque y amenazas a las estancias provocó la unión de los estancieros y otras personas vinculadas a la estructura económica de Santa Cruz, “en el mismo fin de proteger las instituciones amenazadas y realizar luego una campaña de sano nacionalismo que contrarrestase la propaganda ácrata y disolvente...”[3]

Según la información, el 10 de julio de 1921, había surgido en la capital de Santa Cruz la Brigada local de la Liga Patriótica Argentina. Su nacimiento se produjo en una reunión de hombres prestigiosos del territorio realizada en el Hotel Argentino de Río Gallegos. El trámite de su creación no fue muy extenso. Tras unas pocas palabras que recordaron la necesidad de unirse para afrontar los peligros de la acción de la Federación Obrera de Río Gallegos, deciden constituirse y pedir el reconocimiento de la Junta Central.

Una vez que esto se concretó, se extendió a todo el territorio, utilizando como base centros o nucleamientos de otro tipo ya formados y que coincidieran con los principios de la Liga. Rápidamente se lograron importantes adhesiones, y la acción de propaganda, realizada por algunos estancieros, comenzó a tener éxito. Personalmente, en Río Gallegos, he visto en la casa de una importante familia fundadora inglesa el escudo de la Liga Patriótica Argentina, conservada con orgullo como herencia de sus antepasados. En muchas estancias se formaron brigadas que rápidamente comenzaron a organizarse. Antes que en Río Gallegos, según expresiones del mismo Dr. Manuel Carlés, cabeza de la organización y entusiasta defensor de la misma; ya en 1920 comenzaron a organizarse las Brigadas en los puntos más importantes de Santa Cruz y Chubut.


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Hace dos años que se constituyeron Brigadas en todos los parajes principales del Chubut y Santa Cruz, en Río Gallegos, San Julián, Deseado, Comodoro Rivadavia y Madryn, y estábamos en comunicación continua con ellos para enterarnos de cuanto pasaba en los agitados territorios del Sur.[4]

En los momentos más críticos de las huelgas, Carlés, presidente de la Junta Central del Gobierno de la Liga Patriótica Argentina, llegó a Santa Cruz con el objetivo de enterarse de la situación y tomar contacto con los estancieros. Fue un viaje exitoso, rápidamente aumentaron las Brigadas en las diferentes localidades y sub-brigadas en estancias, donde cada estanciero se convertía en dirigente de su región.

Carlés llegó a Río Gallegos en 1922, registrándose su viaje por corresponsales de varios diarios capitalinos y siendo recibido con entusiasmo por el Comité de Recepción que se había formado con particulares y autoridades, como el Gobernador del Territorio.

Posteriormente sucedió un almuerzo al que asistió la mayor parte del grupo más representativo y poderoso de Río Gallegos. Al finalizar la comida, el señor Klappenbach pronunció un discurso en el que se refiere a los sucesos del territorio y define la intención de los santacruceños al crear la agrupación sureña.

La brigada local de la Liga Patriótica Argentina nació como una necesidad de esos momentos, pues era indispensable congregar en una asociación fuerte y de reconocido prestigio, todo los elementos de orden que habitan en la ciudad y en la campaña. A ella se acogieron extranjeros y argentinos, sin distinción de clases ni de sexos y con el concurso de todos [...] Un reflejo del prestigio de la Liga Patriótica ha llegado hasta nosotros y a ello, más que a nuestro esfuerzo, se debe el afianzamiento de sus ideales en la Patagonia [...] su lema Patria y Orden [...] Doctor Carlés: los extranjeros residentes en la Patagonia, ambicionan seguridad para sus vidas y garantías a objeto de desarrollar ampliamente sus actividades.[5]

En su viaje al sur argentino, Carlés logró que se crearan doscientas noventa y ocho Brigadas, que abarcaban las zonas de Ushuaia, Río Grande, Río Gallegos, Santa Cruz, San Julián, los lagos de la cordillera, Deseado, Comodoro Rivadavia y Madryn. La élite santacruceña, por lo menos una parte importante de ella, encontró en la Liga Patriótica Argentina una forma de asociación en defensa de sus intereses.

La propuesta nacionalista se refería al rechazo de ideas consideradas “extrañas al país”. Gran parte de sus integrantes habían sido inmigrantes o eran inversores extranjeros. Algunos seguían sin residir en el país, pero la amenaza a sus intereses, que representaban los huelguistas, muchos de ellos formados en el anarquismo y el socialismo, los llevó a integrar una agremiación nacionalista de derecha. El problema, en este caso, no era ser extranjero sino ser huelguista.

La coincidencia de vínculos entre los miembros de la Sociedad Rural y de la Liga Patriótica Argentina no era casual; responde al hecho de que los miembros de ambas instituciones eran parte de la élite santacruceña; y tampoco por casualidad sus nombres corresponden al grupo de terratenientes que desde 1885 hasta principios del siglo XX poblaron el territorio como la primera oleada migratoria. Veamos lo señalado en esta breve, pero, comprobada lista de los primeros ganaderos y/o descendientes que, aunque no pretende agotar todos los nombres, permite tener una visión general del grupo. Para ello tengamos en cuenta el origen de los terratenientes. No incluyo a los ganaderos que pertenecieron a la Liga, porque no tengo constancia de su relación con la Sociedad Rural o viceversa:



Más tilingos disfrazados de militares de la Legión Cívica Argentina, prestos a defender a Dios, la patria, la propiedad privada y la libertad de mercado, amenazados por el peligro rojo, obvio.

Nombre, Origen, Pertenece a la Sociedad Rural, Pertenece a la Liga Patriótica

Von Heinz, Ernesto, alemán, si, si
Lenzner, Pablo, alemán, si, si
Kark, Augusto, alemán, si, si
Berrando, Américo, argentino, si, si
Correa Falcón, Ed., argentino, si, si
Bitsch, Juan, argentino, si, si
Rudd, Eduardo, argentino, si, si
Jamieson, Alejandro, argentino, si, si
Stipicic, José, croata, si, si
Stipicic, Jerónimo, croata, si, si
Noya, Ibón, español, si, si
Carreras, Luciano, español, si, si
Mac George, George, inglés, si, si
Hamilton, John, inglés, si, si
Cameron, Leslie, inglés, si, si
Halliday, Santiago, inglés, si, si[6]

Analizada la formación de las dos instituciones conviene observar qué relación existe entre ellas, La vinculación fue muy estrecha y casi todos los miembros de la Sociedad Rural fueron miembros de la Liga Patriótica Argentina. Si hacemos un conteo, persona por persona [7], encontramos que dentro de los estancieros extranjeros había una mayoría comprobable que era miembro de la Liga y comulgaba con sus principios.

Si nos atenemos a otro dato que confirma la similitud entre la historia de Magallanes y Santa Cruz, se prueba la unidad existente entre las instituciones, los grupos y las ideologías. Cabe agregar que en una noticia aparecida en el periódico La Razón de Punta Arenas, el 7 de diciembre de 1918, figura la creación de la Organización de la Liga Patriótica de Magallanes. Según la noticia, se señalaba que ante numerosa concurrencia se había realizado una reunión el día 3 de ese mes en el club Magallanes para establecer las bases de la Liga. Otro periódico magallánico, Chile Austral, el 9 de diciembre del mismo año repite la noticia, agregando que la reunión se realizó bajo el lema de la Liga, “Patria y Libertad”, frase muy parecida a la usada por su similar argentina. Ambas organizaciones señalaban que conformaban la organización importantes estancieros, militares y sectores representativos de la sociedad del territorio chileno. Su composición no resulta original por los fines que tenían ambas instituciones y las directas relaciones entre los propietarios argentinos y chilenos. Frente a ellos se alzaba la Federación Obrera de Magallanes opositora de la Liga y aliada de la de Santa Cruz.

Como se podrá observar la relación entre las instituciones, los grupos y las ideologías es estrecha, sobre todo en estos casos, y el estudio de esa problemática incluye necesariamente al tratamiento de las tres cuestiones.

CITAS
[1] Correa Falcón, Edelmiro, La Patagona Argentina, estudio gráfico y documental del Territorio Nacional de Santa Cruz, Buenos Aires, Talleres Gráficos Kraft, 1924, p. 76.
[2] Barbero, María Inés y Devoto, Fernando. Los nacionalistas. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983, p.40.
[3] Correa Falcón, op.cit. p. 96
[4] Diario La Razón, Buenos Aires, 30 de enero de 1922. En “El culto de la Patagonia. Sucesos de Santa Cruz”, Biblioteca de la Liga Patriótica Argentina. 1922
[5] Diario La unión, Río Gallegos, 11 de enero de 1922. En “El culto a la Patagonia. Sucesos de Santa Cruz”. Biblioteca de la Liga Patriótica Argentina. 1922
[6] Datos extraídos de distintas fuentes
[7] Güenaga Rosario, Los extranjeros en la conformación de la élite santacruceña, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 1994.

Fuente: juanfilloy.bib.unrc.edu.ar


 



Anoticiado de los huelgas de la Patagonia, el patriota Manuel Carlés viaja urgente a Santa Cruz a organizar la filial local de la Liga Patriótica, que quedó compuesta, en su gran mayoría, por terratenientes extranjeros, qué le vamos a hacer...

El primer "pogrom"

El seis de enero de 1919, hace 80 años, comenzó la Semana Trágica. A las huelgas obreras se les opuso una violencia nunca antes vista que culminó en el primer desborde antisemita de nuestra historia.

Por Herman Schiller

La "Gran guerra", que luego fue bautizada como Primera Guerra Mundial (1914-18) para diferenciarla de la "Segunda" (1939-45), paralizó en nuestro país las inversiones. Las dificultades para exportar e importar provocaron carestía y pérdida del poder adquisitivo del salario. En ese cuatrienio de la primera contienda, el salario descendió en la Argentina un 38,2 por ciento, porcentaje más que elevado para aquel entonces. Obviamente la combatividad obrera creció, estimulada además por la revolución bolchevique en la lejana Rusia y la ola de pronunciamientos proletarios que se habían desatado en el resto de Europa, principalmente las acciones de los espartaquistas en Alemania encabezados por Rosa Luxemburgo.

En 1917 hubo por estas latitudes 136.000 trabajadores en huelga; al año siguiente fueron 138.000, pero en 1919 la cifra subió a más de 300.000. El 70 por ciento de los huelguistas pertenecía al sector de los transportes, lo que también marcó una diferencia con los movimientos de la primera década del siglo, que en su mayoría se daban en pequeñas empresas.

Pánico burgués

De esos años datan las huelgas de la Federación Obrera Marítima, de los obreros municipales dena16fo02.jpg (19033 bytes) Buenos Aires y, fundamentalmente, de los trabajadores ferroviarios. Estos últimos revelaron un particular sentido de lucha, al punto de incendiar vagones en Retiro y darles algunas palizas a aquellos funcionarios británicos que se negaban a otorgar los aumentos salariales y mejorar las condiciones de trabajo. En este clima creció el pánico de las clases altas: cada sindicato parecía un soviet; cada huelga, el preludio de la toma del poder por parte de los obreros y cada inmigrante, un revolucionario en ciernes.

El primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-22), impotente y contradictorio para alinearse junto al pueblo, mandó a reprimir. Pero la oligarquía, las grandes empresas y los paquidermos periodísticos desconfiaban de Yrigoyen --que había alcanzado el poder con gran apoyo popular-- y lo acusaron de favorecer a los huelguistas indiscriminadamente. Así nació la decisión de los "altos intereses en peligro" de crear una fuerza parapolicial que reprima por su cuenta "y con mayor eficiencia que los regulares".

Los grandes diarios y los círculos conservadores habían entrado en una suerte de pánico, casi de histeria, denunciando la existencia de soviets, aun dentro de la policía. Y, al estallar una huelga general en los frigoríficos de Berisso y Avellaneda, casi todos de propiedad norteamericana, salieron los primeros grupos de "niños bien", montados en automóviles último modelo, a reprimir a los "subversivos" y a reclutar rápidamente "crumiros" (vocablo que entonces denominaba a los trabajadores rompehuelgas).

Los "triunfos" alcanzados por esos jóvenes --fuertemente impregnados por una combinación de difuso nacionalismo y catolicismo-- alentó la formación de dos organismos civiles terroristas: "Orden Social" y "Guardia Blanca", transformados posteriormente en "Liga Patriótica Argentina" y "Comité Pro Argentinidad" que crearon brigadas armadas con el visto bueno de la policía y el Ejército y el apoyo financiero de la "Asociación Nacional del Trabajo", entidad patronal presidida por Joaquín S. Anchorena.

La "Liga Patriótica" --la más importante y conocida de esas organizaciones-- se "cubrió de gloria", según La Prensa, en numerosos ataques a centros y reuniones obreras.

Una de esas "proezas" fue el asalto a un local de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), cerca de Plaza Once, donde resultaron dos muertos, uno de ellos el chofer Bruno Canovi. También atacó una pacífica demostración en Gualeguaychú (Entre Ríos), con diversos muertos y heridos como saldo. Por otra parte asesinó en Rosario a la obrera anarquista Luisa Lallana, y en el puerto de Buenos Aires fue muerto de manera similar el trabajador Angeles Améndola. Sin embargo aquella ordalía represiva recién alcanzaría su máxima altitud durante la "Semana Trágica" --6 al 13 de enero de 1919-- que dejara como saldo unos 700 muertos y más de 4000 heridos.

"Conspiración judeo-maximalista"

Los primeros crímenes, en esa semana de dolor pero también de gran espíritu proletario y combativo, fueron cometidos por los propios uniformados --al disparar sobre los huelguistas reunidos frente a la fábrica metalúrgica de Pedro Vasena e Hijos, en Cochabamba y Rioja, donde hoy se encuentra la plaza Martín Fierro--, pero, con el desarrollo de los acontecimientos y el miedo burgués a la "revolución social", el jefe de la Segunda División del Ejército, general Luis Dellepiane (el mismo que entre 1909 y 1912 había sido jefe de policía, reemplazando al ejecutado Ramón L. Falcón), no sólo fue llamado a asumir la responsabilidad ejecutiva de la represión, sino que también dio vía libre a los "civiles" para que "colaboren". Esos "civiles", que muy poco tiempo después formarían la "Liga Patriótica" y otras estructuras similares, se habían formado en el odio al inmigrante, especialmente los judíos, a quienes acusaban de estar fomentando la "conspiración judeo-maximalista" para "disolver la nacionalidad argentina".

El antisemitismo estaba muy arraigado en las clases altas de entonces. Algunos ejemplos: en 1890 apareció en La Nación, en forma de folletín, una furiosa novela antisemita llamada La bolsa de Julián Martel; en enero de 1888 (apenas ocho meses antes de morirse), el mismísimo Domingo Faustino Sarmiento publicó varios artículos antijudíos en El Nacional; el diario La Prensa, en distintas oportunidades, manifestó su oposición a que los judíos formen comunas agrarias en Entre Ríos y Santa Fe; y, sobre todo, la "acción" del 15 de mayo de 1910, diez días antes del Centenario, cuando jóvenes de clase alta, salidos de la muy exclusiva "Sociedad Sportiva Argentina" bajo la conducción del barón Demarchi, asaltaron las sedes del Avangard, órgano del "Bund", agrupación obrera socialista judía, y la denominada "Biblioteca Rusa", para quemar luego sus libros en Plaza Congreso.

Refiriéndose al fenómeno antisemita de los represores de la "Semana Trágica", el escritor Juanna16fo04.jpg (18042 bytes) José Sebreli (en el libro La cuestión judía en la Argentina, publicado en 1968 por la editorial Tiempos Modernos) esbozó una interesante reflexión para explicar la xenofobia de la oligarquía de aquélla época: "El mismo odio racial que la burguesía liberal sentía por el mestizo, al que trató de sustituir por el inmigrante europeo, se volcó después hacia el propio inmigrante cuando éste se reveló inesperadamente con un dinámico elemento de agitación social".

El ensañamiento de esos sectores vinculados con el poder contra los trabajadores judíos durante la "Semana Trágica" produjo en América latina el primer "pogrom" (vocablo ruso de antigua data que significa matanza de judíos). Muchos lo consideraron una suerte de venganza por la acción del joven judío Simon Radowitzky diez años antes, aunque el régimen, ya en ese entonces, inmediatamente después de producirse la ejecución del coronel Falcón el 14 de noviembre de 1909, se había cobrado una buena dosis de revancha al encarcelar a más de 3000 obreros y deportar a Europa a centenares de anarquistas y socialistas.

"El arte de insubordinar"

La mayoría de los trabajadores judíos había llegado a estas playas huyendo de las persecuciones desatadas por el zarismo en Rusia hacia fines del siglo XIX y, sobre todo, después del fracaso de la revolución de 1905 (la participación judía en ese pronunciamiento había sido muy elevada y el zar Nicolás II acusó oficialmente a la numerosa comunidad judía de conspirar para derrocarlo). La denominación de "rusos" (en lugar de judíos) en nuestro medio, reiterada hasta el hartazgo en los sainetes, data de ese entonces y se hizo más carne aún cuando la colonia de agricultores judíos de Moisés Ville, en la provincia de Santa Fe --los míticos gauchos judíos-- saludó públicamente el triunfo de la revolución encabezada por Lenín en 1917.

Pero las acciones directas de la "Liga Patriótica" también encontraron una sustentación teórico-filosófica que partía, principalmente, de los sectores más reaccionarios de la Iglesia. Monseñor Miguel de Andrea, el mismo que 36 años después se convertiría en uno de los sostenedores espirituales de la llamada "Revolución Libertadora", lanzó una campaña explicando que "el peligro nacía del hecho de que los trabajadores y las masas populares habían dejado de creer en Dios, en la Iglesia y en el régimen", en tanto que el obispo Bustos de Córdoba --según consta en La Nación del 25 de noviembre de 1918-- produjo una pastoral acerca de la "Revolución social que nos amenaza". Bustos denunciaba allí a quienes "enseñan el arte de insubordinar y rebelar a las masas contra el trono y el altar para dar por tierra con la civilización cristiana y ceder el puesto a la anarquía imperante".

Ese mismo día (25-XI-1918) el diario Di Idische Tzaitung alertaba: "Los curas comenzaron en Corrientes y Junín. Prosiguieron luego sus sermones contra los socialistas y los judíos, con la ayuda de la policía, por todo Buenos Aires y los suburbios. El domingo organizaron una conferencia similar en la avenida Sáenz y Esquiú, rodeado por policías y escoltados por bandidos locales que estaban armados con bastones de acero. Después del mitin partió una manifestación. En Caseros y Rioja pronunció el cura Napal un tenebroso y agresivo discurso".

El régimen había decidido así atacar por la fuerza (a través de los parapoliciales que secuestraban, robaban, torturaban y mataban) y, también, tratando de introducir cuñas en el seno del pueblo (a través de una propaganda que llamaba a los argentinos a desoír a los extranjeros) para contrarrestar las ideologías revolucionarias. Pero el pueblo, al menos en esos años, rechazó las provocaciones. Al contrario, en medio de la masacre de la "Semana Trágica", se reveló un fuerte sentido unitario.

El Comité Ejecutivo del Partido Socialista convocó a una reunión extraordinaria, declarando quena16fo06.jpg (19217 bytes) "los obreros no callaran los crímenes". Por su parte las dos centrales obreras --es decir las dos FORA-- instaron a los trabajadores a proseguir la huelga general por tiempo indeterminado. Los obreros acataron el llamado, abandonando espontáneamente las fábricas y los talleres para convertirse --según La Vanguardia de esos días-- "en un mar de olas humanas que rugió su amargura e indignación".

Mientras tanto la policía, el Ejército y los "civiles" seguían matando.

LECTURA RECOMENDADA

Biblioteca del pensamiento argentino
Dirigida por Tulio Halperín Donghi-

Tomo I - José Carlos Chiaramonte - Ciudades, provincias, Estados - Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846)
Tomo II Tulio Halperín Donghi - Proyecto y construcción de una nación (1846-1880)
Tomo III - Natalio R. Botana-Ezequiel Gallo - De la República posible a la República verdadera (1880-1910)
Tomo IV - Tulio Halperín Donghi - Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930)
Tomo V - Tulio Halperín Donghi - La República imposible (1930-1945)
Tomo VI - Carlos Altamirano - Bajo el signo de las masas (1943-1973)
Tomo VII - Beatriz Sarlo - La batalla de las ideas 1943-1973 (Clic en la imagen, 9,09 Mb)

Los diarios burgueses hablaban de "guerra" y "enfrentamiento" para justificar los crímenes, pero La Vanguardia (9-I-1919) rechazó el argumento: "No ha habido tal combate entre los huelguistas y las fuerzas policiales, sino una cobarde y criminal acechanza tendiente a sofocar la huelga por el terror".

Los radicales apoyaron la represión a través de su vocero representativo, el diario La Epoca (12-I-1919): "No se trata de un movimiento obrero. Mienten quienes lo afirman. Mienten quienes pretenden asumir audazmente la representación de los trabajadores de Buenos Aires (...). Y, aun los trabajadores que aparecen complicados en los actos tumultuosos del ayer, han resultado instrumento de los agitadores (...). Se trata de una tentativa absurda provocada y dirigida por elementos anarquistas ajenos a toda disciplina social y extraños también a las verdaderas organizaciones de trabajadores, una minoría contra cuyos excesos basta oponer la firmeza y la cordura de las gentes partidarias del orden".

Otro tanto aducían los diarios del sistema --sobre todo La Prensa y La Nación-- y hasta el New York Evening Mail, furiosa expresión de la plutocracia norteamericana de aquellos años, llegó a manifestar su alarma porque "la mano roja del bolcheviquismo se ha alargado hasta el otro lado del Atlántico, empuñando (en la Argentina) la tea, la bomba y el cuchillo.

"Mueran los judíos"

El sistema, evidentemente, estaba aterrorizado, y desde sus distintas expresiones, se elevaban demandas en el sentido de expulsar a los "extranjeros indeseables", "controlar la inmigración", etc. Varias instituciones proponían campañas de exaltación del sentimiento nacional para oponerse a "esa runfla humana sin Dios, Patria ni ley" (según consta en el folleto titulado "Guía del buen sentido nacional" editado en Buenos Aires en 1920). Esos proyectos se concretaron finalmente con la creación de la "Liga Patriótica Argentina" que, oficialmente, decidió erigirse en "institución", dado "el éxito alcanzado en los días previos para aplastar la conspiración judeo-maximalista".

Bajo la presidencia de Domecq García, se reunieron en el Centro Naval los representantes del Jockey Club, Círculo de Armas, Club del Progreso, Yacht Club, Círculo Militar, Damas Patricias, los obispos Piaggio y el ya mencionado De Andrea y otros distinguidos caballeros. Entre los fines anunciados por la LPA se destacaban: "Estimular sobre todo el sentimiento de argentinidad"; "cooperar con las autoridades en el mantenimiento del orden público, evitando la destrucción de la propiedad privada, comunal y del Estado, contribuyendo a mantener la paz de los hogares", "inspirar al pueblo amor por el ejército y la marina".

La nueva entidad llenó la ciudad de afiches --un instrumento de propaganda que aún no estaba muy en boga--, propiciando además la realización de acontecimientos en distintas plazas con la presencia de civiles armados. Los gritos comunes eran: "Fuera los extranjeros"; "mueran los maximalistas"; "guerra al anarquismo"; "mueran los judíos".

Nueva Presencia

En aquellos días fue detenido un joven periodista judío --Pedro Wald-- que también ejercía el oficio de carpintero. La acusación, tan burda que parecía tragicómica, fue aceptada durante bastante tiempo por los voceros del régimen: Wald estaba destinado por los maximalistas a convertirse en el primer presidente del Soviet argentino. Wald fue salvajemente torturado en la 7ª (ubicada en el mismo lugar donde está hoy: Lavalle, entre Paso y Pueyrredón), pero se negó a "confesar". La intensa movilización popular logró que se lo dejara en libertad y, diez años después, en el libro titulado Koshmar (Pesadilla), relató algunos episodios de la represión durante la Semana Trágica. Uno de ellos decía: "Salvajes eran las manifestaciones de los 'niños bien' de la Liga Patriótica, que marchaban pidiendo la muerte de los maximalistas, los judíos y demás extranjeros. Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías. Un judío fue detenido y luego de los primeros golpes comenzó a brotar un chorro de sangre de su boca. Acto seguido le ordenaron cantar el Himno Nacional y, como no lo sabía porque recién había llegado al país, lo liquidaron en el acto. No seleccionaban: pegaban y mataban a todos los barbudos que parecían judíos y encontraban a mano. Así pescaron un transeúnte: 'Gritá que sos un maximalista'. 'No lo soy' suplicó. Un minuto después yacía tendido en el suelo en el charco de su propia sangre".

(El 9 de julio de 1977, casi seis décadas después, la hija de Wald --Eva-- y su esposo, el ingeniero Carlos María Radbil, fundaron conmigo el semanario Nueva Presencia, para enfrentar a la dictadura militar y proseguir la tradición progresista y revolucionaria de aquellos inmigrantes judíos. El semanario se publicó con esa línea contestataria y antifascista durante diez años consecutivos).

Elpidio González

El 10 de enero de 1919, mientras La Protesta, editada clandestinamente, llamaba a los trabajadores a armarse para enfrentar los crímenes del sistema, la "Liga Patriótica" asaltaba los locales de Ecuador 359 y 645, donde funcionaban los centros de los obreros panaderos y de los obreros peleteros judíos. En la avenida Pueyrredón fue atacada la Asociación Teatral Judía. Todo lo que había en los mencionados locales fue arrojado a la calle y quemado. Los transeúntes, además, eran golpeados, mientras la policía montada, en perfecta formación, observaba pasivamente. "No sólo se atacaba a los judíos --señaló Wald en el citado libro-- también se escuchaban (aunque más débiles) exclamaciones contra los españoles (gallegos y catalanes) y contra los extranjeros en general. Sin embargo, el odio contra los judíos tenía un carácter especialmente notorio, global e indiscriminado".

La persecución estaba organizada metódicamente y dirigida por las propias autoridades. El jefe de Policía, el dirigente radical doctor Elpidio González, lanzó el 10 de enero un llamado dirigido a las Fuerzas Armadas y a las bandas civiles. Las saludaba por la "energía y heroísmo" (sic) con que lograron dominar la situación, "dando una lección" a "los elementos disolventes de la nacionalidad argentina". Dos días después, el 12 de enero, se publicó un comunicado de igual tono firmado por el general Dellepiane, donde expresaba su "profundo agradecimiento" a la "heroica policía y a los bomberos" y a "la ciudadanía", que colaboraron junto al Ejército para "aplastar el brutal levantamiento".

Fósforos y alfileres

José Mendelsohn, un joven periodista que venía de las colonias agrarias del Interior (y a quien conocí en la década del cincuenta cuando este escritor y pedagogo ejercía la dirección del Seminario para Maestros Hebreos que funcionaba en el segundo piso de la AMIA, Pasteur 633), testimonió en Di Idische Tzaitung del 10 de enero el salvajismo de esos días: "Pamplinas son todos los pogroms europeos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos las bandas civiles en la calle, en las comisarías 7ª y 9ª, y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires, les tiraban de las barbas, de sus grises y encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos (...) Pegaban y pegaban espaciosamente, torturaban metódicamente para que no desfallecieran las últimas fuerzas, para que no se prolongaran sin fin los sufrimientos. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada prisionero, en tanto que la ejecución proseguía de la mañana hasta pasado el mediodía, desde el atardecer hasta la noche y desde la noche hasta que despuntaba el día. Con fósforos quemaban las rodillas de los arrestados, mientras atravesaban con alfileres sus heridas abiertas y sus carnes emblandecidas (...). En la comisaría 7ª, los soldados, vigilantes y jueces encerraban en los baños a los presos (en su mayoría judíos) para orinarles en la boca. Los torturadores gritaban: viva la patria, mueran los maximalistas y todos los extranjeros".

La interna judía


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Todos estos hechos agitaron, naturalmente, lo que hoy llamaríamos la "interna judía". La derecha de la colectividad, representada de algún modo por la Congregación Israelita (sector religioso conservador de origen alemán) hizo lo posible para tomar distancia de los socialistas y anarquistas judíos. Con ese objetivo difundió un comunicado (que firmaron también otras entidades judías "de beneficencia") para invocar "la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia", el cese de las persecuciones "indiscriminadas" y, fundamentalmente, "que la Justicia sea inexorable y severa con los malhechores a quienes repudiamos". Y finalizaba con esta sentencia: "Que los inocentes no sean perseguidos".

Los judíos "malhechores" y "culpables" no ocultaron su indignación y repudiaron esta agachada de la derecha judía. Derecha a la que no le sirvió de nada arrodillarse ante los poderes públicos, ya que el jefe de Policía, en primera instancia, rechazó el reclamo de la Congregación Israelita, justificó las atrocidades y respondió que los presos y los muertos "no tenían perdón porque eran anarquistas y tratantes de blancas".

Los socialistas del "Bund", en cambio, y sobre todo los anarquistas --además de numerosos intelectuales-- repudiaron esa claudicación.

Un escritor, A. Koriman, que formaba parte del Comité Central de Ayuda a las Víctimas de la Guerra, rechazó el 17-I-1919 (en el diario Di Presse) la actitud del judaísmo oficial: "Sostengo que en los trágicos días debíamos haber publicitado con mucha mayor dignidad y energía nuestros sentimientos y pensamientos, tal como fue hecho por diversos escritores anónimos y representantes del movimiento obrero. No hay que arrodillarse ante los bárbaros, que actuaron en forma tan brutal, asaltando hogares, arrestando a centenares y centenares de trabajadores, utilizando viles calumnias y maltratando y pegando a mujeres y niños indefensos. Nuestra protesta debió haber sido clara y precisa. Se debió haber culpado a la policía como la responsable de las brutalidades cometidas. Ella apoyó a los falsos patriotas que, con la bandera argentina en sus manos y entonando el Himno Nacional, marchaban por los barrios pidiendo nuestra muerte. Todas las salvajes arbitrariedades fueron cometidas por la policía o apoyadas por ella".

Por su parte los socialistas judíos del "Avangard" también denunciaron a los judíos claudicantes y reiteraron sus acusaciones contra las fuerzas de seguridad: "La policía y el Ejército no sólo permitieron el criminal pogrom contra los judíos, sino que con sus armas ayudaron a perpetrar las salvajes acciones de la Guardia Blanca. La organización Avangard ve en esto la oscura política del gobierno radical, que se asemeja a la ya desaparecida política pogromista del ex gobierno zarista en Rusia, y declara que con mucha energía y decisión proseguirá con su militancia socialista para el logro de una vida mejor en la Argentina".

Acalladas la violencia y la represión, algunos representantes de la inteligencia nacional trataron de aproximarse a la verdad.

José Ingenieros, por ejemplo, autor de Las fuerzas morales,La simulación en la lucha por la vida, psicología genérica y El hombre mediocre --políticamente vinculado con el socialismo, aunque en 1897 había colaborado con el periódico anarquista La Montaña--, alertó (desde la revista Vida nuestra, nº 7, enero de 1919) sobre las bandas reclutadas también entre "los estudiantes y ex alumnos de los colegios jesuíticos, que son manejados por algunos sacerdotes que hacen política clerical militante al servicio de las clases conservadoras".

Pero la burguesía no se aquietó y, sin bajar el brazo represor, sus sectores menos recalcitrantes admitieron que "la única manera de parar la marea social es haciendo algún esfuerzo para saciar la apetencia de las masas". Así, a instancias del Episcopado Argentino y bajo el lema "Pro paz social", la Unión Popular Católica Argentina lanzó la idea de una gran colecta nacional destinada a proporcionar fondos para "un plan de obras, viviendas, ateneos, servicios sociales e institutos de enseñanza para la clase obrera".

El animador principal de la campaña fue el propio Miguel de Andrea, aquel que meses antes había colaborado en la creación de la "Liga Patriótica". Fruto de esa contribución de las clases pudientes de Buenos Aires fueron, entre otros, el "Ateneo de la Juventud" y la "Casa de la Empleada". En medio de esta vorágine oportunista para frenar la revolución social, el periódico anarquista La Protesta llamó a no dejarse encandilar por los cantos de sirena y a "proseguir la lucha contra el Estado, la policía, los militares, la burguesía, la religión y todos los demás factores que oscurecen la libertad del ser humano".

(Fuentes consultadas: Luchas obreras y represiones sangrientas, de Diego Abad de Santillán; La Semana Trágica, de Hugo del Campo; La Semana Trágica de Nicolás Babini; La Semana Trágica y los judíos, de Nahum Solomisky; La cuestión judía en la Argentina, de Juan José Sebreli; Pesadilla, de Pedro Wald; las colecciones de los diarios La Protesta, La Vanguardia, La Prensa, La Nación, La Epoca, Di idische Tzaitung y Di Presse; y las revistas Caras y Caretas y Vida Nuestra.)

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/1999/99-01/99-01-03/pag16.htm


Pinie Wald - una víctima de la Semana Trágica

Por Moshé Korin

La idea de escribir sobre Pinie Wald surgió por tres motivos principales:

1º) Tanto en la Argentina como fuera del país, quienes investigan la historia de nuestra comunidad no pueden dejar de mencionar su vida y su obra.
2º) En el mes de enero de 2004 se cumplieron 85 años de “La Semana Trágica”
3º) Debemos combatir el “olvido”, que es moneda corriente en nuestra comunidad.

Me propongo evocar la figura patriarcal del escritor Pinie Wald, tal como lo conocí personalmente en mi juventud. Pues cada vez que en el colegio secundario y, más tarde, en la Midrashá (Instituto de Formación Docente), nos encomendaban algún trabajo, ya fuera sobre los acontecimientos de la “Semana Trágica” (1919), sobre el movimiento obrero en la Argentina u otros temas afines, recurríamos a su ayuda.

Y él nos recibía siempre con paternal indulgencia, ante la gran mesa de roble de la redacción, en aquel viejo local del diario “Di Presse”, de la calle Castelli esquina Valentín Gómez. Pinie Wald fue pionero de la primera corriente inmigratoria de obreros judíos a la Argentina, y mis padres, por su parte, integraron la segunda tanda, la que llegó al país por los años 20.

SUS ORÍGENES.

Pinie Wald había nacido en Tomaschov, Polonia, el 15 de Julio de 1886.

Su destino de proletario judío lo trajo a la Argentina, a raíz del primer estallido revolucionario de 1905 en la Rusia zarista. Por su militancia en el movimiento socialista judío “Bund”, debió desarraigarse del viejo hogar cuando la revolución fracasó y así llegó a nuestro país. Los ideales del “Bund” lo siguieron acompañando hasta su muerte, a los 80 años de edad.

En la Argentina, en el año 1920, formó un hogar con Rosa Wainstein (falleció en 1978) y tuvieron dos hijas Eva y Flora Margarita y cuatro nietos.

SU LABOR EN LA ARGENTINA.

La generación de Pinie Wald tuvo el empuje requerido para desafiar al desierto. Cuando se escriba la historia de nuestro “íschuv” (la comunidad judeo-argentina), lo que ya comienza a hacerse, aunque en forma no sistemática, el socialista judío militante del “Bund”, Pinie Wald, ocupará un primer puesto entre los pioneros. Con el idioma ídisch como instrumento, ellos contribuyeron a diseñar el perfil espiritual de la comunidad, en este nuevo centro geográfico de la diáspora judía.

Nunca escribió sin fundamento, siempre por un ideal. Ese ideal le fue muy caro y no lo abandonó a todo lo largo de su vida. Aunque a su alrededor la sociedad sufría continuas mutaciones y muchos acompasaban su marcha a los nuevos tiempos, él siguió siempre fiel a sí mismo. Así se explica el cariño, el entrañable sentimiento de proximidad espiritual, que supo despertar en nosotros, jóvenes alumnos de los establecimientos secundarios y de los terciarios, luego maestros noveles. Y ello a pesar de las diferencias ideológicas. Lo que importaba era el común ideal de la vida judía, y, en este punto, Pinie Wald nunca nos decepcionó: a lo largo de los 60 años que vivió en la Argentina, fue un proletario judío, rudo trabajador manual primero, artesano de la palabra escrita después; y en los primeros tramos de su vida, ambas cosas paralelamente.

LA SEMANA TRÁGICA.

Una vez más quiso el destino que Pinie Wald, el refugiado político de 1906, luego del fracaso de la revolución Rusa de 1905, salvara su vida milagrosamente también aquí, víctima de los sucesos de la Semana Trágica, el pogrom antijudío del año 1919.

En diciembre de 1918 estalló una huelga en los talleres metalúrgicos de Pedro Vasena e hijos, situado en Nueva Pompeya (ciudad de Buenos Aires, Argentina). Los obreros reivindicaban mejoras salariales y de condiciones de trabajo. El 7-01- 1919, una emboscada policial terminó con varios obreros muertos. Su sepelio se convirtió en una gran manifestación, que también fue duramente reprimida. Las organizaciones sindicales convocaron a una huelga general, se sucedieron los choques callejeros y las barricadas se extendieron por toda la ciudad. Grupos nacionalisas parapoliciales atacaron barrios populares, comités socialistas, locales obreros e, incluso, a inmigrantes – especialmente judíos – quienes padecieron un “pogrom”. El número de muertos fue cuantioso y al día de hoy lamentablemente no establecido.

La revolución había triunfado en Rusia en 1917, pero los fascistas lugareños (Buenos Aires), presas del pánico, también se vengaban atacando a ancianos de largas barbas y destruyendo los locales y bibliotecas de obreros judíos.

En esos días, los antisemitas exaltados acusaron a Pinie Wald de ser “El Presidente del Soviet Maximalista (bolchevique), a ambas orillas del Plata”. En base a dicha calumnia fue arrestado.

Su libro “Koschmar” (Pesadilla), que apareció en 1929, a diez años de la Semana Trágica, es algo más que la mera descripción de sus vivencias personales. Podemos considerarlo el prólogo del gran libro de crónicas de nuestra colectividad, ya que el drama judío en la Argentina se prolonga hasta nuestros días, con los atentados a la Embajada de Israel y, en julio de 1994, a la Kehilá de Buenos Aires (AMIA).

El antisemitismo local ha adoptado ya todas las apariencias posibles e imposibles, desde los uniformes de la “guardia blanca” hasta las “camisas pardas” de los nazis, precediendo y siguiendo a la gran catástrofe del Holocausto...

Hoy tenemos en el mundo focos de nazismo y el movimiento islámico del “Jezbolá”, la monstruosa invención que amenaza la vida judía tras la máscara de una supuesta lucha contra el “imperealismo sionista”. Por diferente que se nos antoje la pesadilla de Pinie Wald, en su juventud, de 70 u 80 años atrás, de nuestros fantasmas actuales, en realidad se trata del viejo antisemitismo que no cesa. Cambiará su pretendida vestimenta, pero su contenido demoníaco persiste.

NUEVAS OBRAS.

Su libro “Blétlej” , publicado en el mismo año 1929, es una monografía colectiva de 16 personalidades, en aquella etapa genesíaca de nuestra comunidad. Escritores, intelectuales, idealistas y soñadores destacados, desfilan como en un caleidoscopio; hombres y mujeres, trágicas figuras de un ambiente igualmente dramático, que abandonan el mundo en plena juventud, ya sea bajo el peso de sus desgracias o por su propia voluntad.

Habrían bastado esas dos primicias, “Blétlej” (Hojas) y “Koschmar” (Pesadilla), para que Pinie Wald ocupara un lugar de privilegio en la historia literaria y cultural de nuestro “íschuv” (comunidad); y no habríamos podido referirnos a él, sino con el mismo sentimiento de cariño y de gratitud en el 38º aniversario de su partida . Wald falleció el 25-8- 1966).

Pero no fueron ésas sus únicas obras. Pinie Wald siguió creando hasta avanzada edad en que nos dejó.

En 1959, apareció su libro “In gang fun tzaitn” (“Al paso de los tiempos”), historia del socialismo en la Argentina que él editó. Y también en 1959, ya retirado, como periodista, del trabajo cotidiano en “Di Presse”, vio la luz “Oif histórische vegn” (“Por caminos de la historia”), de casi 400 páginas, con monografías a partir de Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Esteban Echeverría, hasta llegar a Nicolás Repetto, Miguel Pólak, Mordje Alpersohn y Enrique Dickmann.

Este modo de incluir a figuras de la historia argentina y a judíos cuya trayectoria había sido valiosas para las ideas socialistas que él mismo sustentaba, era característico del autor, un hombre tan convencido de sus ideales. Consideraba al socialismo una conquista del mejor ser humano, fuera éste judío o no judío.

El mismo libro contiene monografías sobre Sarmiento, Alberdi, Urquiza y Juan B. Justo.

La editorial “Idbuj” publicó, en 1964, la obra de Pinie Wald, “Gueshtaltn fun ídischn velt-folk” (“Figuras del pueblo judío universal”), con 21 monografías, también aquí se pone de manifiesto el razgo característico del autor, como escritor y como persona, ya que figuran en la obra personajes tales como Vladimir Médem, Hirsch Lékert, así como los fallecidos en Buenos Aires. Itzjok Blind, Ruye y Sigmund Gyivach. Porque Pinie Wald tenía sus propios parámetros para medir valores humanos y cualidades que debían quedar registrados para siempre: los parámetros de un proletario judío, de un trabajador de la cultura.

El libro de Pinie Wald “Arguentine” (“Argentina”), también publicado por “Idbuj”, en 1966, seria su adiós al mundo. Pinie Wald se encontraba por entonces más allá de la vida.

Fuente: http://www.delacole.com/cgi-perl/medios/vernota.cgi?medio=comunidades&numero=345&nota=345-1


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