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Llanto
Por Jorge Daniel Arcolía*
La vida, el destino, o como cada uno suela llamar a esa continuidad de hechos
que van sucediendo a lo largo de nuestra existencia; me otorgó un bagaje de
experiencia en un tema en el que hubiera preferido no tenerla.
Perdi a mi madre siendo muy chico. Mi viejo me dejó disfrutarlo un poquito mas.
Al fin y al cabo el órden natural de las cosas indica que tarde o temprano son
los hijos los que despiden a sus padres.
No fué tan natural, perder a un hermano de mediana edad. Y me golpeó muy fuerte
la pérdida de esa mujer a la que amé como solo se hace una vez.
Por eso, la experiencia a la que me refiero es haber derramado muchas lágrimas y
haber sufrido en carne propia episodios que me aportan autoridad para escribir
tratados enteros sobre el dolor o el duelo.
Mi interés por la política, sin proponérmelo, sirvió como válvula de escape
brindándome la cuota de pasión imprescindible para afrontar la lucha cotidiana.
En base a lo recibido por vía de la tradición oral, sumado a mis ansias de
justicia y mi afición por la lectura fui forjando una ideología que me llevó
indefectiblemente hacia el peronismo.
Viví muchas veces a contrapié, no hallando un espacio donde encontrar mis sueños
reflejados.
Voté a Kirchner en el 2003 con una pequeña cuota de esperanza. Sabía que en los
finales de los 90, habian ido nucleando gente en la lejana Santa Cruz a modo de
resistencia a todo el daño sufrido por la obra de gobierno de aquel que nos
había invitado a seguirlo, y nos defraudó desde antes de asumir el mandato
conferido por el pueblo.
Valoraba mucho también la labor legislativa de su esposa Cristina, que desde su
banca en el Congreso, enfrentó muchas veces en soledad tanta ignominia.
Desde sus primeras acciones de gobierno superó ampliamente mis expectativas. No
es necesario enumerar sus principales logros. Mucho se dijo y escribió estos
días al respecto.
Su muerte sorpresiva me lastimó tanto como para equipararla a esas pérdidas
personales ya mencionadas.
En base a esa experiencia en momentos de tristeza, sabía que ese nudo en el
estómago y la angustia que me oprimía la garganta solo podría aliviarse cuando
consiguiera liberar el llanto.
Alguna extraña razón lo había impedido hasta entonces. El testimonio de un
oyente radial desde muy lejos, me sirvió como detonante. Nunca sabrá cuanto me
ayudaron sus palabras.
Fue en la tarde del jueves 28 de octubre. Un poco mas de 24 horas antes, el
cansado corazón de Néstor había dicho basta.
La Radio Nacional abrió sus micrófonos a la población para expresar su dolor.
Ofrecía también un número para que desde cualquier parte del país fuera
considerada una llamada local.
Entró un testimonio de una vocecita jóven, dijo llamarse Mariano de once años.
Hablaba dese Jujuy. Contó que por primera vez había visto llorar a sus padres,
abrazados. En esa casa no tenían televisor, por lo que agradecían a la radio
como único medio que les acercaba lo sucedido.
Su madre le contó que el llanto era por la muerte de un señor que había hecho
mucho por ellos, pero que él no debía preocuparse ya que su esposa estaba
trabajando mucho para seguirlos ayudando.
Escucharlo desató mi contenido llanto. Recordé a Evita y esa frase suya que
dice: "Los pobres, son los únicos capaces de llorar por agradecimiento".
Precisamente el agradecimiento hacia Néstor Kirchner era el orígen de mis
lágrimas. El testimonio me me aportó una cuota estra de esperanza. En aquel
hogar humilde, que no tenía televisor, y en las palabras del chico, estaba
grantizado que hay peronismo para rato.
* Jorge Arcolía es colaborador del Cuaderno de la Izquierda
Nacional en El Ortiba, responsable de La columna de El
Nieto de Mordisquito
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