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La
revolución de los colorados. Una historia de montoneros
Por Juan Godoy (sociólogo, UBA)
Ya había pasado la batalla de Pavón, y Mitre gobernaba los destinos de la patria
desde hacía más de cuatro años. Se había avanzado contra la montonera, degollado
al Chacho Peñaloza, derrocado a los blancos de Berro en el Uruguay, y hacía más
de un año se había lanzado la guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay. La
ciudad-puerto, poseedora de la renta de la aduana, se erguía triunfante sobre
montones de muertos y torturados (en el interior se calculan entre 5 mil y 60
mil los asesinados). Se avanzaba a sangre y fuego sobre las provincias, y los
sectores populares para tender las bases de la Argentina semi-colonial. El “país
granja”, con sus ferrocarriles tendidos en abanico hacia Buenos Aires, bancos
extranjeros (británicos), con el incremento de la deuda externa, todo bajo los
principios del libre-comercio. La oligarquía porteña pretendía ser un apéndice
la economía británica. Ésta, pensaba que solo le quedaba el “escollo” del modelo
del Paraguay próspero de los López, con su primera línea telegráfica, el primer
ferrocarril, la explotación y fundición de hierro, las estancias de la patria,
los astilleros, la marina mercante pujante, y su deuda externa igual a 0 (cero).
Suponían que este plan iba a ser ejecutado con cierta facilidad, Mitre había
dicho que en tres meses estaría en Asunción. Evidentemente se equivocaba, la
resistencia no solo del pueblo paraguayo, sino de los sectores populares del
interior argentino a la guerra, hará que ésta se extienda por cinco años y que
sea “necesario” para vencer el exterminio de las tres cuartas partes de la
población paraguaya, lo que significa casi 1 millón de muertos.
Cuando se creía que la montonera estaba extinta, los “hijos del Chacho” se
levantarán, dificultarán el desenvolvimiento de la guerra y pondrán en serios
problemas al gobierno oligárquico-pro-británico de Mitre. Esa revolución será,
como veremos, federal-provinciana, proteccionista, anti-imperialista, y
profundamente latinoamericana. Pero, ¿A qué revolución nos referimos?, a saber:
a la revolución de los colorados. Este levantamiento estallará el 9 de noviembre
de 1866 en Cuyo, donde San Martín como Gobernador había armado su ejército
Libertador de la Patria Grande, mediante la acción activa de su gobierno. El día
anterior se encuentran en Mendoza 280 “voluntarios” al mando de Manuel Arias
para ir a combatir al Paraguay que había juntado el Gobernador Melitón Arroyo,
pero en la madrugada (a las 2.30 de la mañana del 9/11), éstos se sublevan. El
gobernador huye1, se refugia con Irrazábal que en tres días cumplía tres años de
haber asesinado al “Chacho”. Los sublevados liberan a Carlos Juan Rodríguez y a
Emilio Castro Boedo.
Al otro día es elegido como gobernador el primero. Éste será el Jefe Político
del levantamiento, y Juan de Dios Videla el jefe militar. C.J. Rodríguez escribe
junto a Juan Saa en esos días a Urquiza: “el pueblo de Mendoza, Exmo. Señor,
comprendió de un modo maravilloso, que en ese movimiento se jugaban una vez más,
no solo sus derechos provinciales sino también los derechos todos de la
República y plegándose a la idea del movimiento, espontáneo (…) ayudó a la
revolución con todo lo que era posible ayudarla, poniéndose en armas”2. Los
colorados usan como distintivo el cintillo punzó. También están en la revuelta:
Emilio Castro Boedo que era un sacerdote de origen salteño, Manuel Frías, Felipe
Saa, Estratón Maza, Manuel Olascoaga. Esos 280 “voluntarios” iniciales, se irían
incrementando rápidamente con el paso del tiempo, para ser miles. El 21 de
noviembre Marcos Paz dispone la intervención federal nombrando a Paunero.
Al mes siguiente, en diciembre, Felipe Varela llega desde Chile a San Juan,
luego de derrotar en Nacimiento a las fuerzas nacionales que quisieron evitarlo,
y se instala en Jáchal, pasando a dominar la provincia. Marchan con Varela
chilenos como Estanislao Medina, también lo acompaña Carlos Ángel que había
estado con el Chacho, Aurelio Zalazar, F. Clavero, que había sido granadero de
San Martín (luchado en Chile y Perú), era rosista, a principios de los 60’s está
junto a Juan Saa, y más tarde con el Chacho, había sido internado en Buenos
Aires, y cuando estalla la Revolución de los colorados se suma a Varela. También
se encuentra junto al “Quijote de los Andes”, el indio Chumbita y Santos Guayama
entre otros. El 5 de enero de 1867 Juan de Dios Videla triunfa en la Rinconada
de Pocito (San Juan, que era gobernada por Camilo Rojo), y consolida la
revolución en esa provincia.
Dos días más tarde, luego de fugarse de la cárcel en Córdoba, Aurelio Zalazar3
controla La Rioja. A fin del mes de enero Juan Saa, quien había enfrentado a
Venancio Flores como organizador del Ejército Oriental, ocupa el gobierno en San
Luis (que era gobernada por Mauricio Daract), luego de derrotar a Paunero en
Pampa del Portezuelo. Los revolucionarios de San Luis emiten una proclama que
dice: “hoy la oscura revolución de presos del 9 de noviembre (…) tiene elementos
poderosos e indestructibles que serán bastantes para anonadar el poder oprobioso
que nos viene dominando desde la espantosa carnicería de Cañada de Gómez (…) ha
de ser para la República Argentina, el bálsamo que cicatrice las heridas hechas
en el corazón de la Patria”4. Mientras las provincias de Corrientes y Córdoba
esperan el pronunciamiento de Urquiza que nunca llegará. El clérigo Castro Boedo
en una misiva le dice al entrerriano: “la patria sucumbe (…) si V.E. no se
levanta decididamente a llevar con energía la voz de la República, y en esto, la
vida y la libertad del Continente Sudamericano”5.
La revolución se extiende como reguero de pólvora, será por esto que ese enero
del ‘67 Sarmiento escriba “el partido bárbaro que hemos combatido tantos años,
aprovechando la guerra del Paraguay y de la debilidad del gobierno, empieza a
sublevarse en las provincias del interior”6. También es por esta rebelión que se
expande rápidamente que Mitre hace volver algunas tropas del Paraguay (unos 4500
hombres), y que el imperialismo británico ofrezca ayuda a través de su cónsul G.
B. Mathew, a lo que hace referencia el furibundo mitrista Rufino de Elizalde
cuando escriba a Mitre “el ministro inglés me ha hecho los mayores
ofrecimientos, en una carta diciéndome que lo avise a V.”7
En ese enero de 1867 el gobierno declarará la guerra de policía8 a los
montoneros, así no son políticos, sino meros bandidos y/o delincuentes comunes.
Al mismo tiempo, como la oligarquía argentina es gustosa de la “libertad de
expresión”, “todos los diarios opositores son cerrados, y sus redactores sufren
el exilio o la cárcel: Navarro Viola, Guido Spano, Hernández y otros son puestos
a recaudo”.9 En febrero del ’67 están con la revolución Mendoza, San Juan, San
Luis, La Rioja y Catamarca, con la posibilidad que se sumen Córdoba y
Corrientes, “se corría la voz por llanos y serranías, y los hombres acudían
desde todos los puntos”10. En Buenos Aires están con los revolucionarios
Andrade, Oroño, Guido y Spano, Navarro Viola, José Hernández entre otros.
También los revolucionarios obtienen apoyo de Chile, con armas y hombres, de
Bolivia, con víveres y hombres, de Paraguay, hay una estrecha relación por la
guerra y Uruguay, con el partido Blanco, y Timoteo Aparicio.
En marcha hacia su vuelta a suelo argentino, a un mes del estallido de la
revolución, Felipe Varela había lanzado una proclama de la unidad que había
hecho imprimir en Chile, “¡ARGENTINOS! El hermoso y brillante pabellón que San
Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciéndolo
tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria
atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el General Mitre, gobernador de
Buenos Aires (…)COMPATRIOTAS: desde que aquel, usurpó el Gobierno de la Nación,
el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales
vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a
cederles hasta el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser
ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin
libertad, sin derechos (…) COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS! ¡Es el grito que se
arranca del corazón de todos los buenos argentinos! ¡ABAJO los infractores de la
ley! ¡Abajo los traidores a la Patria! Abajo los mercaderes de Cruces en la
Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre Argentina y Oriental!
¡ATRÁS los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio
de un pueblo vano, déspota e indolente! ¡SOLDADOS FEDERALES! nuestro programa es
la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la
amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de
aquel que infrinja este programa!! ¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! el campo de la
lid nos mostrará al enemigo; allá os invita a recoger los laureles del triunfo o
la muerte, vuestro jefe y amigo”11.
Esta proclama tiene el evidente influjo de las organizaciones de la Unión
Americana, que están en línea con el Congreso de Panamá convocado por Bolívar en
1826. En 1856 el pirata William Walker se apodera de Nicaragua por algunos
meses, en 1861 se había consolidado la reincorporación de Santo Domingo a
España, ese mismo año Inglaterra, Francia y España atropellan a México, en 1864
la escuadra española ataca al Perú y ocupa las Islas Chinchas, luego se dirigen
a Chile, quien le declara la guerra y lo vence, pero como represalia bombardean
Valparaíso (Mitre niega apoyo a Chile y Perú). Fruto de este avance de las
potencias sobre nuestro territorio latinoamericano es que se van a conformar en
diferentes ciudades entidades denominadas de Unión Americana. Esta Unión
Americana tiene, entre otros, los siguientes principios: “Compondrán la sociedad
todos los interesados en el porvenir de las repúblicas americanas y en todos los
principios en que se basó su independencia. Su objetivo principal será: 1º)
Trabajar por la unificación del sentimiento americano y por la conservación y
subsistencia de las ideas republicanas en América, por todos los medios a su
alcance. 2º) promover y activar las relaciones de amistad entre todos los
hombres pensadores y libres de la América republicana a fin de popularizar el
pensamiento de la “Unión Americana” y acelerar su realización por medio de un
congreso de plenipotenciarios”.”12
La revolución de los colorados conjuntamente con la insurrección de Varela
encontraban causas concretas en el intento por parte de la administración Mitre
de imponer los principios del liberalismo económico y convertirnos en una semi-colonia
británica, de cara al Atlántico, de espaldas al interior provinciano y a
nuestros hermanos latinoamericanos. Ortega Peña y Duhalde sostiene que fueron
“la consecuencia de la ofensiva dirigida por el Imperio británico contra
América. Agresión que era encarnada y ejecutada por diversas potencias europeas,
como Francia y España, o por las clases sociales que estaban al servicio de la
política imperialista, como la oligarquía ganadera mitrista o la aristocracia
esclavista del Brasil. Las montoneras fueron la reacción popular que encarnaba
la representación y defensa de la unidad americana. Esta unidad no era una
abstracción lírica. Se buscaba crear un mercado americano, con barreras
proteccionistas, que permitieran desarrollar la industria local, destruidas por
la expansión industrial inglesa”13.
La vuelta del montonero Varela a Argentina y su proclama, no es un hecho aislado
de la revolución de los colorados, Alfredo Terzaga argumenta que “la acción
revolucionaria fue concertada sobre un plan general común, como lo prueba la
fotografía que se hicieron tomar juntos C. J. Rodríguez y F. Varela durante la
preparación del movimiento”.14 Diferencia asimismo el historiador cordobés los
revolucionarios de Cuyo quienes pertenecen a estancieros y propietarios
importantes con una fuerza bastante disciplinada, son los “federales decentes”;
y por el lado del Norte, La Rioja y Catamarca son peones, artesanos, pequeños
propietarios, son los “federales plebeyos”. Felipe Varela, al mismo tiempo, iba
a ser quien prolongara la revolución. El plan del montonero, establece Norberto
Galasso, sería “avanzar hacia el norte, mientras la revolución de Cuyo se
extiende hacia Córdoba y ya controlada la mayor parte del país, lograr el
pronunciamiento de Urquiza que provocaría, seguramente, la caída del gobierno
central”15.
Esta revolución de los colorados iba a comenzar a ser controlada por el gobierno
nacional a los pocos meses del estallido, pero pone en este poco tiempo en duda
al poder central, como había sucedido con la rebelión de Tupac Amarú a fines del
siglo XVIII. En abril del ’67 se producen dos duras derrotas para la montonera,
el 1º la de Paso de San Ignacio (San Luis) donde es vencido Juan Saa por las
tropas de Arredondo, José María Rosa sostiene al respecto que “la derrota
deshizo totalmente a los colorados cuyanos”16. La otra derrota es el día 10 la
de Pozo de Vargas17 (La Rioja). Juan de Dios Videla pierde Cuyo, y el 14 del
mismo mes entra Paunero en Mendoza. Los colorados se exilian en Chile.
Pero la montonera no estaba derrotada totalmente. Todavía quedaban gestos
heroicos. En agosto del mismo año la revolución toma un nuevo impulso, cuando
Simón Luengo tome brevemente Córdoba (del 16/8/67 al 228/867), y Aurelio Zalazar
haga lo propio con La Rioja. Felipe Varela vuelve, derrota a Frías, y en octubre
entra a la ciudad de Salta18, y avanza sobre Jujuy pero no logra consolidarse,
perseguido por Navarro se exilia en Bolivia, desde donde va a lanzar una nueva
convocatoria desde Potosí en el comienzo del nuevo año. Así, el 1º de enero de
1868 Varela lanza un nuevo manifiesto que, en tono federal provinciano, afirma:
“la palabra Federación, tiene aquí una significación especial. Es un vocablo que
envuelve un significado opuesto al de Centralismo, que hemos combatido siempre
en las provincias, para recuperarnos las rentas de la Nación confiscadas,
centralizadas en Buenos Aires”, a la vez que gritará allí también la causa por
la que lucha “¡Federación o muerte!, ¡¡Viva la Unión Sudamericana!!¡Abajo los
negreros traidores a la patria”19
Hacia fin de 1868 la revolución y su continuación con Varela estaba
prácticamente diezmada. El 12 de enero de 1869 Varela es vencido en Salinas de
Pastos Grandes (Salta) por Pedro Corvalán y obligado a exiliarse en Chile. El
caudillo popular ya no volverá a suelo argentino, morirá enfermo de tuberculosis
en Nantoco, cerca de Copiapó. La prolongación de la revolución de los colorados
llegaba a su fin, pero dejaba grabada en la memoria popular de la Patria Grande
una gesta libertaria que marca el camino de enfrentamiento con el imperio, de
unificación de la Patria Grande, y liberación nacional. El pueblo cantará:
“Dicen que Varela viene/levantando polvareda,/y don Juan viene detrás/como flor
de primavera./Dicen que don Juan se viene/con toda la chilenada./Empezaron los
salvajes/a ganarse en la Rinconada”20, y recordará a través de los años la
divisa “¡Abajo los negreros traidores a la patria”, ¡¡Viva la Unión
Sudamericana!!”
Notas
1 En su huida el Gobernador se lleva el Tesoro Provincial, y el pueblo cuyano
hará colecta para pagar a los revolucionarios. Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde,
Eduardo L. (1975). Felipe Varela. Buenos Aires: Schapire.
2 Carta citada en Duhalde, Eduardo L. (2005). Contra Mitre. Los intelectuales y
el poder: de Caseros al 80. Buenos Aires: Punto Crítico, páginas 247-248.
3 A fines de 1868, ya bajo el gobierno de Sarmiento, Aurelio Zalazar se acoge a
una amnistía y se presenta ante las autoridades, pero como se lo considera un
simple bandido y asesino, será fusilado. Rosa, José María. (1979). Historia
Argentina. Lo Oligarquía. Tomo VII. Buenos Aires: Oriente.
4 Proclama de los revolucionarios de San Luis. Reproducida en Ortega Peña,
Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., páginas 146-147.
5 Citado en Duhalde, Eduardo L. (2005). Op. Cit., página 240.
6 Sarmiento, Domingo Faustino (15/1/1867). Citado en Galasso, Norberto. (2011).
Historia de la Argentina. Desde los pueblos originarios hasta el tiempo de los
Kirchner. Buenos Aires: Colihue, página 416.
7 Carta de Rufino de Elizalde Bartolomé Mitre. S.F. Citada en Ortega Peña,
Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., página 110.
8 El decreto del 19/1/1867 dictaminada “todos los individuos que tomaran o hayan
tomado parte en la ejecución de los atentados cometidos por los revolucionarios
de Mendoza… y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la
jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o
mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores
a la patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados
como tales con toda la severidad de las leyes”. Reproducido en Rosa, José María.
(1979). Op. Cit., página 177. Jorge Abelardo Ramos al respecto agrega que
“acusados de salteadores y bandidos de orden común por la camarilla porteña, los
hombres de Varela y Guayama fueron calificados por el Juez Federal de Salta y la
Corte de esa provincia de “insurrectos” rechazando el cargo de “salteadores”.
Por esa razón, Sarmiento, siendo presidente de la República, y muy olvidado de
su origen sanjuanino atacó duramente con su dureza acostumbrada al referido
juez” Ramos, Jorge Abelardo. (1973). Revolución y contrarrevolución en la
Argentina. Del patriciado a la oligarquía 1862-1904. Tomo 2. Buenos Aires: Plus
Ultra, página 59.
9 Rosa, José María. (1979). Op. Cit., páginas 177 y 178.
10 Terzaga, Alfredo. (1976). Historia de Roca. De soldado federal a Presidente
de la República. Buenos Aires: Peña Lillo, página 207.
11 Manifiesto de Felipe Varela, 6/12/1866. Reproducido en Galasso, Norberto.
(2010). Felipe Varela y la lucha por la unión Latinoamericana. Buenos Aires:
Colihue, páginas 76-77.
12 Citado en Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit., página
72.
13 Ibídem, página 96.
14 Terzaga, Alfredo. (1976). Op. Cit., página 200.
15 Galasso, Norberto. (2010). Op. Cit., página 85. Ortega Peña y Duhalde suman
que también se pretendía levantar a los gauchos de Buenos Aires. Ortega Peña,
Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Op. Cit. José María Rosa suma a los
blancos orientales con Timoteo Aparicio a la cabeza, sostiene que López Jordán
debía insurreccionar Entre Ríos y apoyarse en los federales de Santa Fe y
Corrientes, de todas formas argumenta “la revolución se haría como la guerra de
Brasil de 1851, con Urquiza, sin Urquiza o contra Urquiza”. Rosa, José María.
(1979). Op. Cit., página 178.
16 Rosa, José María. (1964). La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas.
Buenos Aires: Pela Lillo, página 267.
17 Allí será salvado Felipe Varela por la “Tigra Díaz”, su compañera. Al mismo
tiempo destacamos que sobre Pozo de Vargas se escribirá una historia falsificada
acerca que las tropas de Taboada iban perdiendo la batalla y como la banda
musical comenzó a tocar, les dio ánimo y terminaron “dando vuelta” la historia.
Será retratado en la famosa Zamba de Vargas que deja de lado otras que rescatan
que la batalla se perdió fundamentalmente por falta de agua. Galasso, Norberto.
(2010). Op. Cit.
18 Sobre este ingreso a Salta se escribirán muchas mentiras y difamaciones,
diciendo que la montonera saqueó, robó, violó, mató, etc. Pero Ortega Peña y
Duhalde basándose en los archivos judiciales descartan de plano esta visión,
demostrando que solo hubo hurtos menores, lógicos en ese contexto, y que tampoco
hubieran podido hacer esos desmanes de los que se acusa a la montonera porque
solo estuvieron en un breve lapso de una hora aproximadamente. Ortega Peña,
Rodolfo y Duhalde, Eduardo Luis. (1969). Proceso a la montonera de Felipe Varela
por la toma de Salta. Buenos Aires: Sudestada.
19 Manifiesto del 1/1/1868. Reproducido en Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde,
Eduardo L. (1975). Op. Cit., página 362.
19 Zamba, Dicen que Varela viene.
Bibliografía
* Duhalde, Eduardo L. (2005). Contra Mitre. Los intelectuales y el poder: de
Caseros al 80. Buenos Aires: Punto Crítico.
* Galasso, Norberto. (2010). Felipe Varela y la lucha por la unión
Latinoamericana. Buenos Aires: Colihue.
* Galasso, Norberto. (2011). Historia de la Argentina. Desde los pueblos
originarios hasta el tiempo de los Kirchner. Buenos Aires: Colihue.
* Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo L. (1975). Felipe Varela. Buenos
Aires: Schapire.
* Ortega Peña, Rodolfo y Duhalde, Eduardo Luis. (1969). Proceso a la montonera
de Felipe Varela por la toma de Salta. Buenos Aires: Sudestada.
* Ramos, Jorge Abelardo. (1973). Revolución y contrarrevolución en la Argentina.
Del patriciado a la oligarquía 1862-1904. Tomo 2. Buenos Aires: Plus Ultra.
* Rosa, José María. (1964). La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas.
Buenos Aires: Pela Lillo.
* Rosa, José María. (1979). Historia Argentina. Lo Oligarquía. Tomo VII. Buenos
Aires: Oriente.
* Terzaga, Alfredo. (1976). Historia de Roca. De soldado federal a Presidente de
la República. Buenos Aires: Peña Lillo.
Mayo 2013