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Prólogo
al libro “Soledad de Mis Pesares”* de J. L. Muñoz Azpiri
Por Francisco José Pestanha**
En el marco de un reciente encuentro realizado en la Asociación Bancaria,
ENRIQUE OLIVA señaló enfáticamente la significativa ausencia en los programas de
estudio de referencias a nuestros históricos derechos sobre las Islas Malvinas y
demás archipiélagos del Atlántico Sur.
Este fenómeno no resulta casual, ni responde (como suele proclamar algún gurú de
la psicología social), a las consecuencias traumáticas de la derrota. Muy por el
contrario, el proceso de desmalvinización en la educación es una derivación
directa y necesaria de un tipo determinado de relaciones de poder que se
manifiestan ancestralmente en la humanidad, que dan cuenta de un pretérito
fenómeno colonial, y que –además-, gravitan indubitablemente en la formación de
las conciencias de las elits de aquellas naciones sujetas a tal impronta.
Debo reconocer que tal afirmación puede resultar un tanto “expuesta”, en
momentos en que una mentalidad de tipo escolástica sigue anegando nuestros
ámbitos académicos y mediáticos, y que como otrora, suele desconocer o
minusvalidar formulaciones que se originan en tales presupuestos. Ello encuentra
especial agravante en nuestros días, ya que como lucidamente señala MUÑOZ AZPIRI
en el texto que hoy me toca prologar, el “...discurso teórico de muchos
estudiosos o funcionarios políticos argentinos y extranjeros, insiste
(actualmente) en la necesidad de flexibilizar ciertos principios en aras de la
defensa de los valores globales…fundamentando (así) la legitimidad de los
postulados intervencionistas en el accionar ahora colectivo – principalmente a
través de los organismos multilaterales de carácter mundial o regional – al que
se estima correlato político de la globalización económica en curso”, y además,
por que “Las teorías que –como las del llamado realismo periférico – postulan
que las estrategias de la política exterior de los países periféricos deben
adaptarse a la estructuración jerárquica del actual orden mundial como
seguidoras de las naciones líderes, consideran asimismo que el derecho de
intervención ocupa un sitio natural entre las normas del nuevo orden jurídico
internacional”.
Pero aún a riesgo de potenciales recriminaciones, una vez más bien vale
reflexionar desde aquellos presupuestos que sostienen la vigencia de la impronta
colonial, para concluir que la actitud de una parte sustancial de nuestras
clases ilustradas es conteste y funcional a una estrategia desmalvinizadora, que
nítidamente contribuye al menoscabo colectivo a partir de la desnacionalización
de las conciencias.
El carácter escolástico de tal mentalidad ha sido brillantemente definido hace
un tiempo por ALBERTO METHOL FERRE, quien proclamó que en el orden de las
ideologías, la intelligentzia uruguaya vivía “...en una sucesión de modas
escolásticas...”, donde lo escolástico representaba una categoría histórica que
daba cuenta “... de la cualidad del trasplante, en el espacio y tiempo, de ideas
pensadas de una circunstancia en otra circunstancia...”. De esta forma el lúcido
oriental denunciaba la alineación ideológica de vastos sectores de la
intelectualidad de su país respecto al imperio dominante en la época, y además,
el desajuste entre ideología y realidad que se operaba a partir de este
fenómeno.
El fenómeno descripto puede perfectamente aplicarse a lo acontecido en nuestra
patria. Cuando en el año 1970 ALTHUSSER publicó en París el folleto Ideología y
aparatos ideológicos del Estado, señalando el rol que desempeñan ciertas
instituciones en la producción de elementos ideológicos que sostienen
determinado status quo, probablemente desconocía que en estas lejanas y bárbaras
tierras del sur, un criollo de pura cepa (y trece años antes) ya los había
descripto meticulosamente en los Profetas del Odio. A partir de esa
esclarecedora obra, don ARTURO JAURETCHE, consagró una parte sustancial de su
existencia a abordar tan particular y significativo fenómeno que presupone,
entre otras derivaciones, aquella tendencia (funcional al coloniaje) que impulsa
a los sectores letrados a encandilarse con los contenidos y metodologías
provenientes del mundo erudito y desarrollado, a reproducir sus modas
conceptuales, y en tanto, a reflexionar sobre las cuestiones del país a partir
de ellas.
Esa intelectualidad funcional a la que ALTHUSSER
asignó el mote de orgánica, y que según él contribuía a sostener los intereses
de clase, ha asumido históricamente en la Argentina una actitud que promueve una
descarada exaltación de lo exógeno y un menoscabo expreso o tácito toda
formulación endógena, habiéndose beneficiado durante décadas con tal mecanismo,
ya que su actitud entraña un acoplamiento amigable con las estructuras de
producción de sentido que emergen del “mundo civilizado”, y les ha permitido
favorecerse con los réditos que dichas estructuras promueven a partir de
publicaciones, simposios, conferencias, congresos, obteniendo además de cierto
prestigio y reconocimiento. El mundo académico de nuestros lares se ha formado
lamentablemente bajo tal impronta, donde un falaz iluminismo, un anacrónico
universalismo, un abstruso materialismo y un resbaladizo narcisismo intelectivo,
reinan en las tendencias formativas e impiden desarrollar como enseñaba FERMÍN
CHÁVEZ una verdadera epistemología de la periferia.
Las razones por las cuales se consolidó este tipo de mentalidad son variadas y
complejas. Enunciarlas y desarrollarlas excedería con creces el espacio de éste
prólogo, y además, ya han sido descriptas con suficiente profundidad, entre
otros, por el mismo JAURETCHE y por JUAN JOSÉ HERNÁNDEZ ARREGUI. Sólo resta
consignar aquí que la historia universal nos enseña que toda estrategia colonial
requiere de elits funcionales, y el primer “recurso” en el que debe concentrarse
toda política de avasallamiento que pretenda ser eficaz, es la conciencia de
aquellos sectores que tienen incidencia en las decisiones estratégicas.
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Algunas notas
de José Luis Muñoz Azpiri (h) en el sitio: |
Una de las cuestiones a partir de las cuales puede
demostrarse el funcionamiento de este tipo de mecanismos, es aquella que nos
vincula a la disposición de recursos orientados hacia la investigación teórica
de los fenómenos y de los factores cohesivos. Mientras la “cuestión nacional” y
todos los tópicos a ella vinculados en muchos países autodenominados centrales
resultan aún en la actualidad presupuestos científicamente relevantes, en
nuestras academias los conceptos como nación, nacionalismo, telurismo, tradición
o nativismo, suelen ser despreciados por reaccionarios, anacrónicos, o
anticuados, y -en general- no existen líneas de financiamiento para
investigaciones que aborden tal cúmulo de fenómenos sociológicos de
potencialidad cohesiva. Salvo algunos recursos destinados hacia investigaciones
históricas de tipo retrospectivo para abordar críticamente la formación del
nacionalismo argentino, las otras brillan por su ausencia. En cambio, pululan
las investigaciones de orientación clasista, genérica, sectorial, etc.
Esta atrofia conceptual de las últimas décadas se ve potenciada, como bien
señala AZPIRI, por la idea (zoncera según JAURETCHE) de una globalización que no
es mas que la mundialización del capitalismo, y que “...esta gobernada no por
culturas ilustradas de los países centrales, como antaño, sino por la cultura de
masas y por la publicidad, y presenta al american way of life como su mas
acabado modelo , y en tanto se trata de eso, de medios no de mensajes, de un
pensamiento único que marcha contra las conquistas éticas de la humanidad y
carece de nivel critico, al igual que la cultura de masas de la que se vale para
imponerse, la que no es mas que la cultura que propone la empresa a la
comunidad, o lo que le resta de ésta a través de la publicidad”.
Ejemplo de las afirmaciones precedentes resulta el derrotero académico seguido
en nuestras universidades por las formulaciones teóricas tan relevantes como la
del mexicano JOSÉ VASCONCELOS o del compatriota SCALABRINI ORTIZ, quienes en su
tiempo, sugirieron la exigencia de desarrollar teóricamente una concepción
multígena e integradora del nacionalismo iberoamericano en contraposición al
totalizador, homogeneizante y excluyente del europeo del siglo pasado. Ni las
obras de SCALABRINI ni de VASCONCELOS, ni la de otros tantos malditos, merecen
en nuestro país el reconocimiento necesario para constituirse en objeto de
estudio ni de actualización, como tampoco, de otros autores que abordaron desde
diferentes perspectivas la cuestión nacional.
Esta actitud - a tiempo vista - resulta insostenible ya que concentra la
producción científica social en un perímetro determinado, cuando es harto sabido
que los ámbitos académicos están circundados también por relaciones de poder, y
-en tanto-, determinados por las estructuras de producción de sentido que así
como incluyen sus consonancias, excluyen todo conato de producción alternativa.
Para quien les escribe no cabe duda: existe en nuestro país una ciencia social
universitaria primordialmente exegética, y otra, extraacadémica que emerge por
fuera de las instituciones y reclama una inclusión definitiva, aunque cabe
reconocer que en estos últimos tiempos, algunos de sus mentores han sido
incorporados tangencialmente a los programas (tal vez no por voluntad ni
convicción de los académicos, sino por la propia fuerza de la realidad
histórica).
El proceso de desnacionalización de las conciencias fue y debe ser objeto de
estudio del pensamiento nacional, y en tanto un fenómeno de desmalvinización que
de manera alguna se circunscribe al acontecimiento del 2 de abril de 1982, sino
que se extiende a la historia misma del archipiélago y a las distintas fases de
reivindicación desde su apropiación ilegítima por parte del imperio Británico.
En tal sentido, a efectos de referir sucintamente la lógica argumentativa sobre
la que se asientan estas y otras reflexiones como la de MUÑOZ AZPIRI que en
forma coincidente insisten en que la relación entre tradición y modernidad debe
seguir siendo mas importante que la especulaciones entre modernidad y post
modernidad, ya que es a esta a la que hay que oponer un modelo alternativo que
implique una apuesta esperanzada al futuro”, haré breve referencia a las
sugestivas coincidencias existentes entre la estrategia colonial, en este caso
británica, y la mentalidad escolástica de nuestras clases ilustradas que
sostienen en lo interno la estrategia desmalvinizadora.
Para la política colonial británica en Malvinas la reivindicación de nuestros
legítimos derechos representa en primer lugar una acción desafiante e
inadmisible en tanto acometida contra sus intereses imperiales. Además,
presupone un alto riesgo por encerrar un potencial que puede ser puntapié
inicial de un proceso de formación de una conciencia propia alrededor del
reclamo. Para la intelligentzia vernácula funcional a tales intereses, la
vindicación malvinera encarna un anacronismo bárbaro contra el mundo
“civilizado”, y una resistencia trivial y tribal que debe ser neutralizada. Tal,
la posición por ejemplo de JUAN JOSÉ SEBRELLI que MUÑOZ AZPIRI cita
adecuadamente en esta obra. Para esta mentalidad la gesta histórica importa una
acometida contra sus intereses, ya que los mismos se encuentran íntimamente
anudados a los centros de producción de sentido (el afuera) que desnaturalizan y
minusvalidan la cuestión nacional.
Por último, la causa Malvinas, constituye un riesgo para su estabilidad de
elite, ya que el potencial que presupone en términos de formación de conciencia
es contrario al sostenimiento del sentido pseudo universalista que proclaman y
sobre el cual sustentan sus formulaciones.
Contra estas sugestivas coincidencias hay que presentar verdadera batalla, y en
ese sentido, el texto que hoy me honra prologar, constituye una vital referencia
y una valiosa herramienta para nacionalizar conciencias.
Escrito en una sugerente y provocativa prosa, Soledad de mis pesares (crónica de
un despojo) nos desafía a transitar ágil pero profundamente por la historia de
nuestras Malvinas, conectándonos a la vez con procesos y fenómenos de notoria
actualidad. El enfrentamiento entre potencias, el heroísmo y la defección, se
entremezclan con un mensaje ecológico que constituye otra de las obsesiones del
autor, y además con relatos y testimonios (algunos de carácter ciertamente
inédito), que enriquecen la lectura y aportan conocimiento concreto sobre la
cuestión en análisis.
La causa de Malvinas, he dicho reiteradas veces, tiene una potencialidad
incalculable desde el punto de vista educativo. Si actuamos con inteligencia y
sentido estratégico, puede resultar una de las herramientas formativas más
importantes para la renacionalización de las conciencias. Pero para ello, hay
que sacar de foco lacrimógenas lamentaciones como la de “Iluminados por el
fuego”, o los “Chicos de la guerra”, y la victimización de los combatientes que
tanto daño ha generado.
En ciertos cenáculos progresistas, y en otros vinculados a una izquierda que a
esta altura adquiere ribetes circenses (y que palabras de JOHN HOLLOWAY padece
una enfermedad que la lleva sistemáticamente a “quejarse y deprimir”), es
práctica común fomentar la victimización. Entre los sujetos victimizados por
dichos sectores en los últimos años encontramos a los “chicos de Malvinas”. La
calidad de víctima suele despertar en otros individuos un lógico sentimiento de
compasión, y como discurso sustentado en la denuncia de una condición de
opresión, es propicio a obtener múltiples adhesiones. Recientemente hemos
asistido a una verdadera industria integrada por organizaciones no
gubernamentales, grupos de estudio, organizaciones de defensa genérica, etc.,
que bajo la estrategia de la victimización han construido lo que suele
denominarse el discurso “políticamente correcto”.
Apelando a una arenga que refiere a la racionalidad, al pluralismo y al
humanismo, este discurso concibe a la historia de la humanidad como el producto
de un sinnúmero de conspiraciones como por ejemplo la del machismo, que el
feminismo radical suele presentar como el producto de una antigua conspiración
masculina que coloca a todos los padres y esposos de la historia aceptando “...
perpetuar la injusticia hacia sus esposas y hacia sus hijas...”, y así,
“nuestras madres y abuelas fueron unas inútiles, seres incapaces de pensar por
sí mismas y que se dejaron subyugar y supeditar por sus esposos, o sea nuestros
padres y abuelos”. (ALBERTO ACEREDA “La radicalización del Feminismo”.) .
Ríos de tinta han corrido respecto a la calidad de victimas de nuestros
combatientes. Pero ¿qué conocemos realmente de las expectativas de quienes
protagonizaron el conflicto en nuestras Malvinas y son victimizados? ¿Comparten
ellos tal mirada? ¿Es la victimización la mejor respuesta social al problema?
A esta altura de las circunstancias, estoy en condiciones de sostener que la
gran mayoría de ellos no comparten la estrategia de victimización. El documental
Locos por la Bandera dirigido por JULIO CARDOZO, y la muestra “Islas de la
Memoria”, impulsada por la COMISIÓN DE FAMILIARES DE CAÍDOS EN MALVINAS E ISLAS
DEL ATLÁNTICO SUR, constituyen serias tentativas para neutralizar la estrategia
victimizante.
Reducir a nuestros combatientes al papel de pobres víctimas y someterlos al
suplicio permanente es un mecanismo que en vez de incorporarlos al panteón de la
historia los coloca en lA cripta del olvido. Pero lo que es más grave menoscaba
a nuestra Nación toda, ya que una comunidad que no rescata a sus héroes, mal
puede transitar con dignidad los senderos de su propio futuro. Como enseña MUÑOZ
AZPIRI en el texto “Malvinas fue el último de los “grandes relatos”, al decir de
LYOTARD, del inconsciente colectivo argentino. Según este pastiche contemporáneo
denominado posmodernismo, que tiene tantas denominaciones como autores que lo
declaman, han cesado las grandes confrontaciones ideológicas e intelectuales.
Vivimos en un limbo donde el conflicto no existe, pues todo es relativo, toda
confrontación banal y toda defensa de principios inútil.
Bienvenido entonces el presente texto de “Pepe”, que anhelo contribuya a
ilustrar a las nuevas generaciones sobre un tópico que desgraciadamente, ha
caído bajo el manto de la hipocresía, y que corre serio riesgo (como la gloria
de Obligado), de hundirse en los laberintos del olvido.
*Editado por la Corporación Buenos Aires Sur.
** Francisco
José Pestanha es docente universitario y ensayista. Es secretario académico de
la Comisión Permanente de Homenaje a FORJA y Presidente del Instituto de
Estudios Estratégicos Malvinas, Patagonia e Islas del Atlántico Sur. Es coautor
de "FORJA, 70 años de Pensamiento Nacional" en tres tomos editado por la
Corporación Buenos Aires Sur, y autor entre otras obras de ¿Existe un
Pensamiento nacional? de Editorial FABRO.
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