Bicentenario y políticas de la memoria

Aportes para combatir el doble discurso “progre” en el seno de la militancia

Por Jorge Falcone

“Sociedad nueva y Estado viejo era la realidad de esa fundación, en 1983. En los años 90 se produjo el comienzo ‘palpable’ de ese desgaste ‘natural’: un estado que gobernaba demasiado poco se vio desbordado por los sujetos que había abandonado a su suerte”.
Alejandro Sehtman
(politólogo)

“El problema es que las clases excluidas todavía no logran constituirse como un actor de peso en la escena pública”.

Javier Trímboli
(historiador, ensayista)

Introducción

El año en curso, homenaje mediante a los Próceres de Mayo, ofrece un escenario propicio para balances y reflexiones de toda índole sobre la Patria pendiente de l@s argentin@s.

Haber asumido el compromiso de luchar por la Justicia Social hasta empuñando las armas, haber perdido la mitad de la familia original durante la última dictadura, y continuar bregando por construir en nuestro país atajos hacia una democracia participativa basada en un Nuevo Contrato Social, brinda la posibilidad de ensayar algún aporte novedoso respecto a un tema tan caro como de imprescindible consideración para el reencuentro de una sociedad lastimada como la nuestra.

Conciente de que los mayores consensos en el seno de la militancia no se consiguen precisamente en períodos de repliegue o equilibrio, sino en los de ofensiva del campo popular, cuando el enemigo histórico de los intereses nacionales queda claramente identificado, aislado, e imposibilitado de mimetizarse, trataré de ofrecer no obstante otra vuelta de tuerca a la relectura del pasado reciente con el ánimo de contribuir desde una perspectiva ética, autocrítica, e incisiva a la construcción de un relato válido sobre el proceso de destrucción nacional, así como sobre la posibilidad de revertirlo.

conVENCER: La batalla por el relato

Podría convenirse que el período más controversial del pasado reciente se abre con la mayor alza de masas conocida hasta la fecha (1973), producto de casi 18 años de acumulación de experiencia de lucha y mística revolucionaria por parte del pueblo trabajador, y culmina con el aborto institucional y genocidio posterior de magnitud equivalente (1976) La recuperación del orden constitucional (1983) tornó perentorio revisar la causa más inmediata de nuestros males, inaugurando la era de la configuración de los relatos que a estas horas much@s consideramos interesados o cuanto menos incompletos, y - por ende - dignos de revisión.

Si aceptáramos que la vida toda - individual y colectiva - consiste en un relato signado por una cadena asociativa de causas y efectos, y que la necesidad de restaurar un sentido violentamente arrebatado - que primero nos escarmentó en Sociedades del Disciplinamiento y ahora nos rediseña mediáticamente la memoria en Sociedades del Control -, convendremos que se impone desovillar la madeja construida por el poder, apelando a una metodología científica de análisis capaz de desmontar mitologías y recuperar la noción de bloques sociales enfrentados con mayor o menor poder para incidir sobre nuestra materialidad e imaginario consecuentes. Verbigracia, la lucha de clases: Esa mecánica de la Historia satanizada por el discurso anti utopista con que se abre la década del 90 (ver "El Fin de la Historia y el Último Hombre", Francis Fukuyama).

Me atrevería a clasificar tres fenómenos diferenciados en relación al abordaje del relato en cuestión en lo que va de la democracia condicionada que aún vivimos, los dos primeros de carácter principalmente superestructural, y el tercero - parcialmente superpuesto con el segundo - resultante de un nuevo sentido común que se viene gestando lentamente desde las bases militantes:

Alfonsinismo - El primero, a partir de 1984, signado por la recuperación-reelaboración superestructural de un relato ejercido desde el poder más o menos desde la muerte de Perón - algunos de cuyos orígenes también pueden sondearse en su propio discurso, desde que sale al cruce de la Masacre de Ezeiza, ocurrida durante su retorno definitivo a la Patria - y consistente en eximir a una clase media ciclotímica de los choques entre dos supuestos aparatos enfrentados, a los que se escamotea la condición de expresión extrema de la lucha de clases y se canoniza como una mágica confrontación de perversas burocracias cupulares (ver primer prólogo "Nunca Más". EUDEBA) De tal circunstancia se desprenden sendos decretos proscriptivos de represores y reprimidos, circunstancia que a posteriori cristalizará el menemismo revirtiéndola sin modificar sus términos, al liberar mediante un indulto a los imputados de ambos sectores.

El kirchnerismo - El segundo estaría condicionado por el gobierno actual, surgido como expresión de la más flagrante institucionalización de una tergiversación histórica, que - encarnada por sobrevivientes periféricos y escarmentados de la última gran ofensiva popular - se instaura en nombre de la generación del 70 en momentos en que los dirigentes montoneros Roberto Cirilo Perdía y Fernando Vaca Narvaja son detenidos en la Unidad de Delitos Anti Terroristas bajo sospecha de haber delatado a sus compañeros durante la Contraofensiva de 1979, circunstancia de la que el nuevo régimen se desentiende, para pagar puntualmente la deuda externa ilegítima contraída mediante la violación de embarazadas y la apropiación de bebés materializada entre las mismas paredes que el Ejecutivo se ufana de convertir en Museo de la Memoria, y aduciendo - desde una perspectiva posibilista y resignada - que “es tarde para revisarla porque los demás gobiernos de la democracia la reconocieron e incrementaron”.

Derrumbe gradual del terrorismo ideológico y reescritura parcial colectiva de la historia reciente - El tercer período (en curso) podría sondearse entre 2001 y 2006, vale decir, desde la irrupción pública de un nuevo sujeto social incubado a distancia de las secuelas paranoicas impuestas por el Terrorismo de Estado, que ante el derrumbe de la paridad cambiaria y la venalidad partidocrática sale a reencauzar la Historia (haciendo caso omiso de la instauración de un Estado de Sitio que durante su última aplicación se cobrara la vida de al menos 30.000 argentin@s) hasta la conmemoración del vigésimo aniversario del ascenso de la dictadura, que encuentra a los organismos de DDHH divorciándose públicamente en Plaza de Mayo en base a dos posturas claras: La mera defensa de las violaciones a los DDHH cometidas por los genocidas y la denuncia de la exclusión social vigente como la peor violación a los DDHH.

En conclusión, el relato histórico es un bien tan disputado como el control de los medios de producción.

La transmisión histórica no es, por lo tanto, una mera reproducción de memorias. Necesita de un espacio de libertad para elaborar el pasado dando lugar a una “transmisión lograda”, en la que el pasado deja de ser un mandato, un peso sobre las espaldas, y llega a ser una construcción que se hace desde el presente y para el presente.

Gestas Mayas

Sin hacer análisis contrafácticos ni comparar la trascendencia de ambas epopeyas, me permitiré establecer un puente imaginario entre el Cabildo Abierto que vieron desde la misma plaza French y Berutti en un mayo de 1810, y Héctor J. Cámpora en otro mayo de 1973. Ríos de sangre y tinta ha demandado revisar ambos hitos durante décadas sin que los argentinos contemos aún con una mirada común al respecto. Lógicamente, cuando escribo “común”, en tanto creo en la lucha de clases, no pretendo unánime.

Partiendo de la lógica del movimiento nacional, desde los primeros revisionistas (Busaniche, Rosa) hasta la historiografía crítica contemporánea (Galasso, Pigna) se han ensayado miradas más o menos laudatorias de prohombres como Belgrano, Moreno, o Castelli (por mencionar unos pocos) Lo propio ha hecho el cine, desde Mario Gallo hasta Nemesio Juárez, así como otras manifestaciones artísticas y culturales. Está de más recordar que los acontecimientos más distantes tienden a diluir las controversias, así como los recientes aún despiertan enconadas pasiones: Es un lugar común repetir que al hecho remoto se lo llama Historia y al inmediato Política. Este último escenario es en todo caso el que condiciona amores y enconos en los días que corren. Las operaciones de rediseño estratégico de un país - marzo de 1976 lo fue - tienen la capacidad de modificar su imaginario, a la par de la economía y la estructura social. A más de un cuarto de siglo del genocidio aquel, las secuelas de terrorismo ideológico más evidentes - “mejor no hablar de ciertas cosas” - parecen haberse disipado. La Cultura del Escarmiento, sin embargo, ha sedimentado. Y es en parte la que - complementariamente con la eliminación de la conciencia crítica de una generación - prorroga la chatura de la dirigencia que hoy rige nuestros destinos medrando con erarios públicos previstos para el bienestar colectivo. La buena nueva consiste en que numerosas responsabilidades descartadas por el Estado han sido asumidas gradualmente por la comunidad: Hoy contamos con el voluntariado solidario más numeroso de nuestra historia. Pero aún padecemos el karma de no haber vuelto a animarnos a pensar en grande como los estadistas que pusieron de pie este país.

Los 70s también dejaron próceres. Pero hay una sociedad escarmentada que aún nos los percibe como tales. Porque un Estado obediente no los rescata. Obviamente, no se trata de citarlos en un discurso, ni de bautizar con sus nombres calles, escuelas, o plazas. Se trata de pararse en una vereda definida del enfrentamiento histórico que nos postra y, sobre la base de un consenso mayoritario, sostener públicamente y con audacia que aquí zozobró una metodología emancipatoria ejercida desde la acción directa, pero que a partir de una revisión profunda de tal vía sus ideales de justicia están en pie, más vigentes que nunca. No sólo en nuestra Patria sino en todo el continente. En ese camino de ensayos y errores quedaron numeros@s héroes y mártires imposibles de reivindicar desligados de una epopeya pronta a cumplir más de dos siglos. Porque antes de que Argentina existiera como República ya existían el criollo y el indio que defendían con su sangre este suelo (ver “Guaycurú Tierra Rebelde. Tres sublevaciones indígenas”, Jorge Luis Ubertalli. Ediciones Antarca)

Dos Demonios, entre Alfonsín y Cristina

“Precisamente a esa sociedad que se asumía como víctima y decía que no tenía nada que ver con los agentes productores del terror, se proponía representar políticamente el alfonsinismo. Y para ello le ofrecía una coartada moral, cuya condición de posibilidad era desligarse totalmente de las expresiones y experiencias políticas, ideas y palabras que habían configurado el pensamiento y la praxis político crítica del período 1969-1975...”. (Romero; 86:2007)

Así como la última dictadura oligárquico-militar genocida tuvo sus coartadas para persuadir a la sociedad de que se imponía poner orden a cualquier costo para abrir la economía del país a efectos de lograr su modernización, la democracia formal que transitamos construyó las suyas para garantizarle al poder económico más concentrado la neutralización de cualquier pensamiento o acción capaz de cuestionar sus intereses y desenmascarar semejante parodia. La más recurrente fue la “teoría de los dos demonios”, argumento mediante el cual todavía eluden su responsabilidad histórica esos sectores medios que un día gritaron “Montoneros, el pueblo te lo pide, queremos la cabeza de Villar y Margaride”, y al tiempo murmuraron, “Algo habrán hecho”. Quienes compraron televisores color y recorrieron el mundo con el dólar barato de Martínez de Hoz y luego le otorgaron a Menem el voto-cuota, necesitan la “Teoría de los dos demonios” que les brinda primero el alfonsinismo consagrándola por acción (o sea, proscribiendo a los generales represores y a los líderes revolucionarios), y luego el menemismo por omisión (liberando a los generales represores y a los líderes revolucionarios). Ninguno de los dos gobiernos cuestionó el fundamento ideológico de tan insostenible simetría. Mucho más grave, naturalmente, es que un gobierno como el actual - cuya filosofía atraviesa su segundo período -, que se supone generacional y gestualmente identificado con los ideales setentistas, no haya osado entrar de lleno en el debate pendiente sobre nuestro último enfrentamiento fratricida, contribuyendo categóricamente a aclarar que dicha circunstancia no podrá sintetizarse jamás si se sigue confrontando cadáver contra cadáver y escamoteando considerar la puja de intereses económico-sociales aún vigente entre pueblo y oligarquía: Constituye una falta de respeto a los deudos de ambos difuntos cotejar la muerte del Gral. Pedro Eugenio Aramburu con la del periodista Rodolfo Jorge Walsh, o viceversa. Pero, si bien no le devuelve la vida a ninguno de los dos, despeja el horizonte nacional explicar y comprender qué móviles político-ideológico -culturales y hasta morales todavía en tensión representa cada uno de esos muertos. En todo caso, lo que huelga revisar no es el derecho humano a suprimir una vida en términos abstractos, toda vez que la historia de la humanidad es trágicamente pródiga en exterminios masivos cuando de defender un interés o derecho se trata, sino PORQUÉ A LA HORA DE DEMOCRATIZAR LA ECONOMÍA SE AGOTAN LOS ARGUMENTOS RAZONABLES Y LOS BUENOS MODALES, AÚN EN LAS SOCIEDADES MÁS CIVILIZADAS.

Una conmemoración que se proponga emular a los Próceres de Mayo bien podría imponerse la impostergable tarea de ensanchar la representación parlamentaria de la comunidad más allá de partidos políticos ineficaces y perimidos, y defender a la altura del más encomiable derecho humano un debate racional, sistemático, y fundamentado, de cara a las más amplias mayorías.

La paradoja de promover los Juicios de la Verdad sin esclarecer el caso del desaparecido 30.001

Una de las políticas de las que se ufana el oficialismo es la de defensa de los derechos humanos. En su interpretación reduccionista, estas dos palabras remiten necesariamente al esclarecimiento y reparación de casos de víctimas del Terrorismo de Estado. La discrepancia más herética de quien escribe estas líneas consiste en permitirse dudar públicamente cómo una versión aún no mayoritariamente consensuada mediante el más vasto y profundo debate acerca de nuestro enfrentamiento histórico - que tuvo su más sangriento apogeo en los 70s - puede convertirse en una política de Estado que represente al común de un pueblo que conserva heridas abiertas. Alguien argumentará que es menester hacer docencia desde el Ejecutivo y sus medios afines. Y desde estas líneas se replicará que en todo caso se impone hacerlo sin el parche en un ojo que pase por alto las incontables violaciones a los derechos humanos que sigue generando el modelo de exclusión social vigente.

Resulta tan auspicioso desmontar una legislación que prorrogue la impunidad como inexplicable no identificar a quien sabotea tales iniciativas desde la sombra. Pero para hacerlo hay que tener la decisión política de neutralizar a sus sponsors de antes y ahora: Atentar contra la democracia y diluirse sólo es posible contando con una sólida red de avales.

Es complejo y traumático, pero IMPRESCINDIBLE fomentar el más profundo debate - ilustrado con pruebas documentales incontrovertibles- , tanto en ámbitos familiares, educativos, mediáticos, fabriles y empresariales, como en el seno de instituciones sumamente gravitantes en la formación de sentido común, como la Iglesia (por desacreditada que esté), los sindicatos (por menguadas que estén sus filas), y las FFAA (por mucho que se las haya desmantelado) A este último respecto - y a riesgo de vulnerar la sensibilidad de compañer@s de lucha que han convertido en ideología el dolor de sus pérdidas -, como militante popular forjado en el pensamiento nacional me veo en la necesidad de recordar que sólo un país sin política de Defensa Nacional es capaz de estigmatizar de por vida a una institución que - sobre la base del juicio y castigo que merecen los genocidas - debe ser repensada y rediseñada para salvaguardar los intereses soberanos de la comunidad conjuntamente con la población civil, ejerciendo por tanto su pleno derecho a sentir nuevamente el legítimo orgullo de portar un uniforme definitivamente limpio de sangre compatriota, como lo quería Don José de San Martín.

Y por casa cómo andamos…

Humildemente, como tant@s compañer@s de ruta de distinto signo ideológico, he tratado de sumar mi pequeña pieza al gran puzzle que nos resta armar. Lo hice comenzando el Siglo XXI mediante la crónica testimonial novelada que titulé “Memorial de Guerralarga. Un pibe entre cientos de miles”, publicada por Editorial de la Campana. Sobre ese libro dice Hugo Vezzetti en su reciente ensayo “Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos”, que “…ofrece una elegía de los caídos y de las conductas consagradas a la causa de la revolución. Es la expresión de una idea de la acción política en la que los ‘fierros’, el coraje y la audacia para la acción valen mucho más que un programa de largo plazo”. Para dejar en claro que esas palabras no dan cuenta de mi pensamiento ni de mi acción bastaría con reparar en el punto de vista filosófico que escogí al subtitular la obra. Serle fiel me llevó a sincerar incontables traspiés personales y de terceros. Pero prefiero expresar que, si lo afirmado por este intelectual canónico para cierta izquierda fuera cierto, ese riguroso y respetable historiador que es Don Norberto Galasso no se hubiera avenido a comentar mi texto afirmando exactamente lo contrario en contratapa. No obstante, y por si hiciera falta, no me parece un despropósito autocriticable estar convencido de que en este país hubo héroes y heroínas, categoría que hoy escuece a cierta intelligentzia dispuesta a comprometerse módicamente y en horario administrativo.

Sin ningún ánimo totalizador pues ni otra intención que la de hacerme cargo públicamente de mi compromiso histórico, coseché la satisfacción de haber sido tomado como referencia en el ámbito educativo a la hora de revisar la historia contemporánea a partir de sus protagonistas. Pero también padecí las consecuencias de haber publicado datos parciales o trascendidos de época, vulnerando en forma involuntaria a gente que aprecio y respeto mucho, al punto de lesionar definitivamente algunas relaciones. Jamás me había embarcado en el apasionante pero delicado desafío de ficcionalizar literariamente un período de mi vida, justamente tan controvertido como el que va de mediados de los 50s hasta la primera mitad de los 80s. Lo hice acometiendo la complejísima tarea de reconstruir mi memoria inaugural de adolescente, intentando narrar desde el contexto aquel y no con la memoria crítica y madura ulterior desde la que escribí. Por tanto, a la hora de abordar ciertos acontecimientos me ví obligado a relatar las versiones de los mismos que poseía a lo largo del presente ficcional de la obra (en muchos casos, rumores no necesariamente constatados) sin recurrir a aquellos datos de los que dispone hoy un investigador riguroso. Habiendo prescindido de un prefacio aclaratorio de semejante operación narrativa, más de una vez caí en la trampa de plasmar hechos que - pasando por alto la anterior salvedad - aparecen como tergiversados o limitados ante el caudal de información de que se dispone hoy. Lo que más me ha dolido al respecto es que se confundiera torpeza con deshonestidad. No obstante, considero que formaba parte de mi responsabilidad social meditar en profundidad sobre el abordaje más conveniente para “dejar la huella de mi palma en la pared de la caverna”. Lo cierto es que a sólo una década de aquel producto debo reconocer que no había dimensionado aún el poder de la escritura sobre la vida de los demás, ni mucho menos comprendido los sutiles mecanismos que van determinando la imprescindible pero trabajosa y lenta construcción de una memoria necesariamente colectiva.

Todo relato histórico responde a intereses de clase

Otra modesta contribución que he venido tratando de aportar, por lo menos desde 1985, ha sido complejizar el relato vigente sobre el acontecimiento denominado “Noche de los Lápices”, que, como se sabe, involucra a mi hermana, militante de la UES secuestrada y asesinada entre la primavera de 1976 y el verano de 1977.

A los relatos contenidos en el ensayo de María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, así como a la película de Héctor Olivera, primeros testimonios alusivos al tema basados en la declaración que el sobreviviente Pablo Díaz efectuara durante el Juicio a las Juntas Militares, traté siempre de sumar el dato de un compromiso revolucionario carente de toda ingenuidad por parte de María Claudia y sus cr@s, y aclarar que ella nunca sobresalió por encima de sus pares, como la ficción cinematográfica pretende, acaso al servicio de necesidades dramáticas.

Así y todo, y pese a haber comparecido junto a otros familiares de aquell@s chic@s fundamentalmente ante el Movimiento Estudiantil Secundario de todo el país durante más de un cuarto de siglo, debo reconocer que sólo pudimos contribuir a una reescritura parcial del acontecimiento en cuestión, toda vez que ante la opinión pública en general aún pesa el relato - más funcional al descompromiso colectivo - de los jóvenes idealistas librados a la rebeldía propia de su adolescencia.

A este respecto, mis constancias sobre el asunto han sido plasmadas en la obra citada en el apartado anterior, en algunas entrevistas, y en el libro de Viviana Gorbato titulado "Montoneros, soldados de Menem ¿soldados de Duhalde?". En rigor de verdad, a esta altura debo decir que mi reportaje aparecido en dichas páginas ha insumido mucha tinta a los servicios de inteligencia de las fuerzas de seguridad, que acostumbran tomarlo como referencia para desmentir una historia rosa que l@s involucrad@s directos jamás alimentamos. Si hasta aquí me he impuesto auto exigirme mayor rigor en el registro de acontecimientos históricos tan sentidos, me permito solicitar lo propio a quienes han venido ocupando la vereda opuesta en el enfrentamiento irresuelto de l@s argentinos. Si bien estoy lejos de compartir la visión que concibe como terrorista a mi hermana y sus compañeros de lucha, me permito advertir el reconocimiento a la buena fe de mis declaraciones expresado en el siguiente párrafo de la nota “El mito de La noche de los lápices“, publicada por Agustín Lage Arrigoni en el portal La Historia Paralela:

"Con destacable honestidad y efectuando un homenaje respetuoso a su hermana caída en la guerra revolucionaria, más precisamente en el hecho que estamos analizando, el ex montonero Jorge Falcone (hermano de María Claudia, la co-protagonista del filme), señala que: “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida […]. Ni María Claudia ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha. […] La construcción ideológica de María Falcone y de quien les habla no fue libresca. […] Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera…fuimos a la conquista de la vida o la muerte”.

A casi una década de aquella entrevista, debo expresar que no abjuro de una sola línea de la misma. Es más, desde la recuperación del orden constitucional he meditado mucho acerca de por qué nunca se me ocurrió militar en algún organismo de DDHH. Hoy arribo a la conclusión de que antes de haber Madres hubimos Hijos de Plaza de Mayo, en muchos de cuyos hogares se desconocía el nivel de nuestro compromiso militante. La dureza del enfrentamiento hizo el resto, y nuestros mayores inauguraron así su reclamo de verdad y reparación. Con la honrosa excepción de quien haya resuelto asumir ambos roles, concibo ese lugar como una lucha de parientes, y humildemente advierto que he preferido pararme en el lugar del revolucionario, no del deudo. El que elijo pues no es el sitio de quien alza la voz por las heridas recibidas sino el de quien conserva el compromiso con un objetivo global inconcluso, el de la Justicia Social, madre de todas las batallas. Desde ese punto de vista también creo que, como exponente de una generación que desde el nacionalismo o la izquierda revolucionarios enarboló consignas como Patria o Muerte o A Vencer o Morir por una Argentina Socialista, mal puedo poner el grito en el cielo porque numeros@s compañer@s quedaron en el camino de semejante anhelo, en tanto perder la vida constituía uno de los presupuestos de nuestro intento. En todo caso, lo que me cabe reclamar a voz en cuello es que muchos hayan sido ultimados ilegalmente, al margen de cualquier enfrentamiento, y que ningún/a detenid@ haya recibido un trato honorable en cautiverio, atendiendo a los códigos internacionales que preservan el respeto a la dignidad de quien ya ha sido reducido por sus captores.

Desde la perspectiva que expongo, me decepcionan los razonamientos fáciles y las afirmaciones infundadas, como leer en el portal del SEPRIN “el combatiente del Ejército Montonero Jorge Falcone, mano derecha de Mario Eduardo Firmenich…”, cuando hasta el sabueso más torpe sabe que jamás detenté ninguno de semejantes honores. O leer conjeturas baratas, que nos presentan como un contrincante abyecto y sin hidalguía. Ejemplo de dicha tesitura es la nota “Montoneros: lápices y pistolas”, de Jorge Fernández Zicavo, donde se aventura la siguiente hipótesis:

Jorge Falcone relató en su entrevista con Gorbatto, que después del estreno, él y Pablo Alejandro Díaz - el “desaparecido” de Osvaldo Bayer que ahora vive en La Plata - fueron llevados en andas desde el cine hasta el obelisco, donde, en un improvisado acto, dijo que de “perejiles” luchando por un boleto, ni hablar; que su hermana era una militante montonera radicalmente comprometida. Tras lo cual se produjo un ruidoso silencio. Es de imaginar que desde entonces lo considerarán un “enemigo” (…)

La última línea que transcribo prefiere acogerse a la lógica de la serie “Los Soprano”, antes que indagar acerca de que la diáspora montonera incluye conversos e irredentos. Y es en todo caso la lógica de los conversos la que prefiere que algunos no hagamos olas en el Siglo XXI con la necesidad vigente de propender al Hombre Nuevo guevarista. Porque los genuflexos suponen que esas ideas han perimido, y que es mejor transformarse en un sujeto post moderno al arbitrio del mercado, y vegetar como peso muerto ante los vientos de la Historia.

El texto continúa, incursionando más adelante en el absurdo kafkiano:

Aunque parezca increíble, hace tan solo dos meses, el historiador (!!) Osvaldo Bayer ha incluido a Pablo Alejandro Díaz entre el grupo de los desaparecidos en 1976 junto con la Falcone; omitiendo que su captura fue legalizada mediante prisión hasta 1980, y que en 1989 participó en el ataque del ERP-MTP al regimiento de La Tablada donde fue hecho prisionero. Cabe señalar que entre las personas detenidas en relación con aquella dantesca carnicería estaba la ya mencionada Nelva Falcone (Nelva Alicia Méndez de Falcone), madre de María Claudia y Jorge (…)

Aquí debo aclarar que - muy a pesar de los diferentes caminos que hemos transitado Pablo Díaz y yo - existe información fehaciente e incontrastable de que este no participó en el episodio en el que irresponsablemente se lo involucra arriba, circunstancia en la que mi madre, histórica militante peronista, era una maestra jubilada de 62 años. Creo que este último dato tiene peso suficiente para que no deba esforzarme en desmentir lo que también se afirma gratuitamente en referencia a ella.

Honestamente, opino que ubicarse en las antípodas de una ideología no habilita a escribir el relato que nos ocupa mojando la pluma en excremento.

Por último, el mismo autor reitera en referencia a mi persona una hipótesis punitiva de carácter mafioso, permitiéndonos suponer que aquellos que así saldan sus cuentas suponen que se trata de un patrón de conducta universal:

Tiene suerte. En otros tiempos sus “compas” lo hubieran fusilado, como hicieron los exiliados en México con algunos disidentes; o como en Rosario en octubre de 1976, cuando arrojaron desde un octavo piso a tres compañeras que habían desertado.

Revolear “carne podrida” sin aportar documentación exhaustiva sólo intoxica los términos del conflicto que nos huelga dirimir. A la hora de prever alguna represalia sobre la militancia, más que esperarla de los viejos compañeros de ruta cabe hacerlo del nuevo Grupo de Tareas que reunió la Justicia K en el Penal de Marcos Paz, del que seguramente partió la orden de escarmentar ante la opinión pública a un valiente y memorioso albañil de Los Hornos.

La conciencia magnánima de haber tenido nuestra chance

Arribar a la madurez y hacer patrimonio de lo vivido aconseja revisar la cosmovisión de otros pueblos que, como el nuestro, aún pelean por un porvenir mejor. Entender que cada generación tiene su oportunidad histórica y la lleva hasta donde se lo permiten su lucidez y sus agallas. Las culturas milenaristas de Medio Oriente comprenden mejor que los sectores medios urbanos de Occidente que la lucha por la promoción de nuestra especie es, si no eterna, demasiado larga. Acaso su trascendentalismo les permite hasta inmolarse por una causa dejando un video al hijo que no verán crecer, en la convicción de que allá arriba hay un Dios justo que redime de todos los dolores, y que el devenir histórico social es el tapiz que traman infinidad de manos sin reclamo de autoría. Las pequeñas burguesías radicalizadas de por aquí se han mostrado siempre menos altruistas: Cuando no han soñado con nihilismo su pancarta en la Plaza de Tod@s, se han arrancado los ojos pragmáticamente por un escritorio con vista a la Pirámide de Mayo, que incluya secretaria ejecutiva y caja chica. Bah… caja.

Hoy esa pulsión presentista estimula a más de un/a ex combatiente aguerrid@ de las filas revolucionarias a zambullirse en el primer espejismo semejante al fugaz interinato camporista para no perder el trajinado tren de una historia que ya no pasa por el mismo ramal.

A partir de lo expuesto, me atrevo a afirmar categóricamente que no se puede vivir de rentas por lo que estuvo a punto de ocurrir… perdiendo de vista lo nuevo que se está gestando: Hoy el gran desafío de la militancia es inaugurar la segunda década del tercer milenio construyendo entre la falsa opción actual “oficialismo – oposición” la ancha avenida pendiente por la que transite el Nuevo Movimiento Social asomado en 2001, convertido en sólida propuesta política capaz de torcer nuestro destino hacia el bienestar de las grandes mayorías.-

A la memoria de mis padres y hermana,
a mi compañera,
a mis hij@s,
a mi amigo Gabriel Corvi,
a mis compañer@s de lucha.-

JORGE FALCONE
DNI 10.951.799
 

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