Datos
biográficos de Enrique Pichón Riviére
Por Vicente Zito Lema [de
Conversaciones con Enrique Pichón Rivière Sobre el Arte y la Locura]
Psiquiatra y psicoanalista
(1907-1977). Fue uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina,
y uno de los fundadores de la APA, de la que luego tomó distancia para dedicarse
a la construcción de una teoría social que interpreta al individuo como
la resultante de su relación con objetos externos e internos. En este marco
fundó la Escuela de Psicología Social.
1. Biografía (a).- Enrique Pichon Riviére
nació en Suiza en 1907, y de muy pequeño vino a la Argentina. Su infancia
transcurrió en el Chaco y en Corrientes, donde aprendió "el guaraní antes
que el castellano", como él decía. Estudió medicina, psiquiatría y antropología,
aunque abandonó estos últimos estudios para desarrollar su carrera como
psiquiatra y psicoanalista, convirtiéndose en uno de los introductores del
psicoanálisis en la Argentina.
A comienzos de los '40 se convierte en uno de los fundadores de la Asociación
Psicoanalítica Argentina. Luego toma distancia de ella, para centrar su
interés en la sociedad y la actividad grupal en el seno social, fundando
la Escuela de Psicología social.
Responsable de una renovación general de la psiquiatría, Pichon Riviére
introdujo la psicoterapia grupal en el país (servicio que incorporó al Hospital
Psiquiátrico cuando fue su director) y los test en la práctica de esa disciplina,
impulsando también la psiquiatría infantil y adolescente. Incursionó en
política, economía, deporte, ensayó hipótesis sobre mitos y costumbres de
Buenos Aires, y se interesó especialmente por la creación artística estableciendo
un territorio común entre la crítica literaria y la interpretación psicoanalítica
de la obra como expresión de las patologías del autor.
Líder y maestro, desde la cátedra y las conferencias dirigidas al público
más amplio y diverso, se convirtió en referente obligado para más de una
generación de psicoterapeutas, y formó decenas de investigadores en el campo
de una teoría social que interpreta al individuo como la resultante de la
relación entre él y los objetos internos y externos.
2. Autobiografía.- Señala Pichon Rivière que su vocación por las Ciencias
del Hombre surgió de la tentativa de resolver el conflicto entre dos culturas:
la europea, su cultura de origen, y la guaraní, de la que fue testigo desde
los 4 años, cuando su familia emigra al Chaco, hasta los 18 años. "Se dio
así en mí la incorporación, por cierto que no del todo discriminada, de
dos modelos culturales casi opuestos. Mi interés por la observación de la
realidad fue inicialmente de características precientíficas y, más exactamente,
míticas y mágicas, adquiriendo una metodología científica a través de la
tarea psiquiátrica" (7).
En la cultura guaraní, la concepción del mundo es mágica y está regida por
la culpa, y la "internalización de estas estructuras primitivas orientó
mi interés hacia la desocultación de lo implícito, en la certeza de que
tras todo pensamiento que sigue las leyes de la lógica formal, subyace un
contenido que, a través de distintos procesos de simbolización, incluye
siempre una relación con la muerte en una situación triangular" (8).
"Ubicado en un contexto donde las relaciones causales eran encubiertas por
la idea de la arbitrariedad del destino, mi vocación analítica surge como
necesidad de esclarecimiento de los misterios familiares y de indagación
de los motivos que regían la conducta de los grupos inmediato y mediato.
Los misterios no esclarecidos en el plano de lo inmediato (lo que Freud
llama "la novela familiar") y la explicación mágica de las relaciones entre
el hombre y la naturaleza determinaron en mí la curiosidad, punto de partida
de mi vocación por las Ciencias del Hombre".
"Algo de lo mágico y lo mítico desaparecía entonces frente a la desocultación
de ese orden subyacente pero explorable: el de la interrelación dialéctica
entre el hombre y su medio" (8).
El contacto de Pichon Rivière con el psicoanálisis es anterior a su ingreso
a la Facultad de Medicina. En ella, Pichon Rivière toma contacto directo
con la muerte, aún cuando su vocación es la lucha contra ella. "Allí se
reforzó mi decisión de trabajar en el campo de la locura, que aún siendo
una forma de muerte, puede resultar reversible" (9).
Incursionando en la psiquiatría clínica, Pichon Rivière comprende a la conducta
como una totalidad en evolución dialéctica donde se puede discernir un aspecto
manifiesto y otro subyacente, lo que terminó orientándolo definitivamente
hacia el psicoanálisis. De su contacto con los pacientes, concluye que "tras
toda conducta "desviada" subyace una situación de conflicto, siendo la enfermedad
la expresión de un fallido intento de adatpación al medio. En síntesis,
que la enfermedad era un proceso comprensible" (9).
La formación psicoanalítica de Pichon Rivière concluye con su análisis didáctico,
realizado con el Dr. Garma, y por la lectura de la "Gradiva" de Freud, donde
"tuve la vivencia de haber encontrado el camino que me permitiría lograr
una síntesis, bajo el común denominador de los sueños y el pensamiento mágico,
entre el arte y la psiquiatría" (10).
Tratando pacientes psicóticos, se le hizo evidente la existencia de objetos
internos, y de fantasías inconcientes como crónica interna de la realidad.
El examen de este mundo interno llevó a Pichon Rivière a ampliar la idea
de "relación de objeto" formulando la noción de vínculo, que sustituyó además,
al concepto de instinto. Esta ruptura parcial con algunas ideas del psicoanálisis
desembocó en la construcción de una Psicología Social. Al respecto, señala
Pichon Rivière: "la trayectoria de mi tarea, que puede describirse como
la indagación de la estructura y sentido de la conducta, en la que surgió
el descubrimiento de su índole social, se configura como una praxis que
se expresa en un esquema conceptual, referencial y operativo" (12), siendo
la síntesis actual de esa indagación, la propuesta de una epistemología
convergente.
Pichon Rivière logra, según él mismo, una formulación más totalizadora de
su esquema conceptual en sus escritos "Empleo del Tofranil en el tratamiento
del grupo familiar" (1962), "Grupo operativo y teoría de la enfermedad única"
(1965), e "Introducción a una nueva problemática para la psiquiatría" (1967).
(a) Extractado de: "Ciencia explicada", Fascículos Diario Clarín, 1996,
página 283/4.
De padres franceses y nacido en Ginebra el 25 de Junio de 1907, Enrique
Pichon Rivière llegó a los 3 años a Buenos Aires, para seguir viaje al Chaco
Argentino, luego a Corrientes, donde su padre trata de trabajar el algodón
con ningún éxito.
En este entorno selvático pasó los primeros años de su vida, entre los últimos
malones de los Guaraníes y la imagen de su padre colgando sus mejores trajes
europeos en un alambre al sol de la tarde. Primero aprendió a hablar
francés, después guaraní y por ultimo el castellano. Por casualidad, en
la escuela secundaria de Goya tiene su primer encuentro con la obra de Freud.
Concluidos sus estudios en Goya, provincia de Corrientes, es uno de los
fundadores del Partido Socialista de Goya, y luego marcha a Rosario (1924)
para estudiar medicina. Su primer trabajo en esa ciudad es como instructor
de modales en un quilombo (prostíbulo), de prostitutas polacas.
De
retorno en Goya por cuestiones de salud (la bohemia lo lleva a la neumonía),
ahora prueba suerte en Buenos Aires, donde conoce y hace amistad con personalidades
como Roberto Art, Conrado Nale Roxlo, y otros. Interesado
por la poesía lee con avidez a los poetas malditos franceses, Rimbaud y
en especial por Isidoro Ducasse, Conde de Lautréamont sobre el cual desarrolló
una profunda investigación e indagación de lo siniestro. Entre 1930 y 1931
trabaja como periodista en el diario Critica, realizando notas de arte y
deporte.
En sus estudios de medicina ya desde temprano comprendió que "...toda la
enseñanza era sobre cadaveres. Había allí una contradicción fundamental,
un elegir -tal vez inconsciente- la muerte. Nos preparaban para los muertos,
no
para los vivos." Inicia su práctica como psiquiatra en El Asilo de Torres,
para oligofrénicos, cerca se Luján, provincia de Buenos Aires. Se muda a
Buenos Aires donde trabaja en otro sanatorio para enfermos mentales y también
trabaja
como periodista en el diario Critica (1936). Una vez recibido entra a trabajar
en el Hospicio de la Merced (hoy, Neuropsiquiátrico José Tomás Borda) donde
trabaja durante 15 años.
En el Hospicio de la Merced uno de sus primeros trabajos es el de organizar
grupos de enfermeros e instruirlos en el trato del paciente ; pues en esos
momentos uno de los principales problemas era el maltrato que por desconocimiento
impartían los enfermeros a los pacientes. En estas circunstancias desarrolla
la técnica del "Grupo
Operativo", "...en esos grupos discutía con los enfermeros los diferentes
casos que había, se trataba así de darles un panorama general de la psiquiatría.
El aprendizaje de los enfermeros fue sorprendente. Ellos tenían acumulada
gran experiencia, dado que casi todos, habían trabajado años en el Hospicio.
Su dificultad era que no podían
conceptualizar; entonces, esa experiencia no les servía para nada...". Las
condiciones mejoraron grandemente.
Debido a un prolongado paro de enfermeros, debió capacitar a los enfermos
que mejor se encontraban para ocupar este rol; "...Por ultimo estos internos
mejoraban ostensiblemente su salud mental. Tenían una nueva adaptación
dinámica a la sociedad, especialmente porque se sentían útiles..." Las posturas
reaccionarias de otros profesionales y la intención de destruir su trabajo
lo llevaron a renunciar, no sin llevarse las vivencias que luego darían
coherencia a
sus proyectos. De esta praxis surgen estas reflexiones: "...Existe en nuestra
sociedad, un aparato de dominación destinado, en ultima instancia, a perpetuar
las relaciones de producción; vale decir relaciones de explotación. Este
aparato de dominación tiene sus cuadros en psiquiatras, psicólogos, y otros
trabajadores del campo de la salud, que vehiculizan, precisamente, una posición
jerárquica, dilemática y no dilemática de la conducta. Son líderes de la
resistencia a l cambio, condicionantes de la cronicidad del paciente, al
que tratan como un sujeto equivocado desde un punto de vista racional. Estos
agentes correctores, cuya ideología y personalidad autocrática les impide
incluir, una
problemática dialéctica en el vinculo terapéutico, establecen con sus pacientes
relaciones jerárquicas en las que se reproduce el par dominador - dominado.
Se incapacitan, así , para comprometerse, también ellos como agentes -
sujeto de la tarea correctora..."
Junto a Garma, Carcano y Rascovsky fundan en 1940 la Asociación Psicoanalítica
Argentina (A.P.A.)
Revista Los Libros
Nº 34, marzo-abril 1974, dedicado a instituciones de salud mental.
Contiene nota de Beatriz Perosio.
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Progresivamente va interesándose por la actividad
de los grupos en la sociedad hasta dejar la concepción del psicoanálisis
ortodoxo por el desarrollo de un nuevo enfoque epistemológico que lo llevará
a la Psicología Social.
Migración de la que da cuenta en su libro "Del psicoanálisis a la psicología
social" en el que concibe a la Psicología Social como una democratización
del Psicoanálisis.
Esta tendencia de la Psicología Social tiene como objeto "el estudio del
desarrollo y transformación de una realidad dialéctica entre formación o
estructura social y la fantasía inconsciente del sujeto, asentada sobre
sus relaciones de
necesidad"(E.P.R.). Establece al grupo como campo "en el que se dará la
indagación del interjuego entre lo psicosocial (grupo interno) y lo sociodinámico
(grupo externo), a través de la observación de los mecanismos de
asunción y adjudicación de roles" (E.P.R.). Establece que la praxis es para
el operador social la que mantendrá las coincidencias entre las representaciones
y la realidad. De la praxis surge en concepto de Operatividad que representa
lo que para otros Sistemas Conceptuales sería el criterio de Verdad. "...si
enfrentamos una situación
social concreta, no nos interesa solo que la interpretación sea exacta,
sino fundamentalmente , nos interesa la adecuación en términos de operación.
Es decir, de la posibilidad de promover una modificación creativa o adaptativa
según un criterio de adaptación activa a la realidad."( E.P.R.).
Dentro de su producción conceptual cuestiona el tradicional enfoque en psiquiatría
basada en el par contradictorio salud - enfermedad, por el de adaptación
pasiva - adaptación pasiva, desplazando el centro de la problemática a la
capacidad transformadora de una realidad dada que posee el ser humano ante
las exigencias del medio. Y nos doce: "...El sujeto es "sano" en la medida
que aprehende la realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad
para
transformar esa realidad transformándose, a la vez, él mismo." "...El sujeto
esta activamente adaptado en la medida que mantiene un interjuego dialéctico
con el medio y no una relación rígida, pasiva, estereotipada." Rivière toma
como
aportes para desarrollar E.C.R.O. de la Psicología Social, conceptualizaciones
de Freud, Melanie Klein, y G. H. Mead desde la perspectiva intrapsiquica
y a Kurt Lewin desde metodología para investigar en grupos a través de la
investigación activa. Además de los ya citados también forman parte importante
del E.C.R.O. pichoniano los siguientes conceptos: mundo interno, cono invertido,
vectores del cono, grupo operativo, etc.
PSICOANALISIS
Teoría a la que Pichon Rivière adhirió durante muchos años y cuya ortodoxia
criticó en algunos aspectos, señalando que: a) el antropocentrismo de Freud
le impidió a éste desarrollar un enfoque dialéctico, y b) su planteo instintivista
y su desconocimiento de la dimensión ecológica le impidieron, asimismo,
formularse algo que ya había vislumbrado, a saber, que toda psicología es,
en sentido estricto, social (43).
1. Concepto pichoniano.- Pichon Rivière cuenta su historia con el psicoanálisis,
indicando que en base a los datos que obtuvo sobre la estructura y características
de la conducta tratando a sus pacientes, y orientado por el estudio de las
obras de Freud, comenzó su formación psicoanalítica que culminó, años más
tarde, en su análisis didáctico con el Dr. Garma.
Señala asimismo que por entonces, "por la lectura del trabajo de Freud sobre
"La Gradiva" de Jensen tuve la vivencia de haber encontrado el camino que
permitiría lograr una síntesis, bajo el común denominador de los sueños
y el pensamiento mágico, entre el arte y la psiquiatría" (10).
A partir del tratamiento de psicóticos, Pichon Rivière formula su teoría
del vínculo en sustitución de la teoría freudiana instintivista, lo que
conducía necesariamente a definir a la psicología, en un sentido estricto,
como psicología social (11).
Pichon Rivière reconoce a Freud el haber intuído esta última formulación,
que el creador del psicoanálisis plantea en "Psicología de las masas y análisis
del Yo". Sin embargo, un análisis más detallado del mencionado artículo
reveló a Pichon Rivière que, si bien Freud alcanzó por momentos una visión
integral del problema de la interrelación hombre-sociedad, no pudo desprenderse
sin embargo, de una visión antropocéntrica que le impidió desarrollar un
enfoque dialéctico. Además, "pese a percibir la falacia de la oposición
dilemática entre psicología individual y psicología colectiva, su apego
a la "mitología" del psicoanálisis, la teoría instintivista y el desconocimiento
de la dimensión ecológica le impidieron formularse lo vislumbrado, esto
es, que 'toda psicología, en un sentido estricto, es social'" (42-43).
Podemos sintetizar el análisis de Pichon Rivière sobre la "Psicología de
las masas y análisis del Yo" en los términos siguientes.
Freud comienza refiriéndose a las relaciones del individuo con sus padres,
hermanos, médico, etc., que bien pueden considerarse fenómenos sociales.
Estos entrarían en oposición con aquellos denominados por Freud narcisistas.
En este punto, Pichon Rivière refiere que, de acuerdo a los planteos de
M. Klein, se trata de relaciones externas que han sido internalizadas (los
'vínculos internos' de Pichon Rivière) y que reproducen en el yo las relaciones
grupales o 'ecológicas'. Tales estructuras vinculares se configuran en base
a experiencias precocísimas, irreductibles a un mero instinto.
Este conjunto de relaciones internalizadas "en permanente interacción y
sufriendo la actividad de mecanismos o técnicas defensivas constituye el
'grupo interno', con sus relaciones, contenido de la fantasía inconciente"
(42).
Todo esto fue efectivamente vislumbrado por Freud, pero, sin embargo, no
pudo desarrollarlo debido a que, como fue señalado, su posición antropocéntrica
e instintivista le impidió desplazar su atención de un ser individual a
merced de sus instintos, hacia un ser social cuyo psiquismo se organiza
ante todo vincularmente (42).
Ya fuera de la ortodoxia freudiana, del esquema conceptual de Pichon Rivière
forman parte también los planteos de Melanie Klein acerca de las posiciones
esquizoparanoide y depresiva, entendidas como configuraciones de objetos,
ansiedades básicas y defensas.
El
psicoanálisis y las ciencias sociales (Enrique Pichón Rivière y
Gino Germani)*
Por Hugo Vezzetti [Anuario de Investigaciones, N° 6, Facultad de Psicología,
UBA, 1998]
RESUMEN
El presente trabajo forma parte de una investigación mayor sobre el psicoanálisis
en el campo intelectual y cultural de los sesenta. La obra inicial de Enrique
Pichon Rivière sobre el vínculo y los grupos es examinada en el contexto
del nuevo discurso sobre la sociedad argentina, en particular en relación
con los primeros trabajos de Gino Germani. El proyecto de renovación de
las ciencias sociales y el impacto del psicoanálisis más allá de la institución
clínica, parecen encontrar una base común en cierta sensibilidad hacia el
cambio social que se focaliza en la familia y las interacciones grupales.
Una sociedad en transición. La idea de la "transición" (de la sociedad tradicional
a la sociedad de masas) dominaba la visión que Germani construía sobre la
sociedad argentina en los ‘50. No voy a detenerme en los lineamientos de
su formación y de su obra sociológica. En todo caso, lo que me interesa
explorar en torno de la noción de "transición" es el núcleo de significaciones
que se refieren a la percepción de los procesos de cambio social y cultural.
Ante todo, porque en esa "sensibilidad de cambio" se sostiene la trama de
discursos que van a producir una convergencia novedosa del psicoanálisis
con los temas y los enfoques de las ciencias sociales.[i] Un conjunto de
visiones retrospectivas sobre esos años han puesto el acento sobre los signos
de la modernización cultural posteriores a la caída del peronismo: la universidad,
las nuevas revistas y editoriales, las transformaciones del gusto en el
cine y la literatura que acompañaron el creciente protagonismo de las capas
medias.[ii] Desde esas significaciones más o menos establecidas, volver
a las tesis de Germani significa resaltar la centralidad de las transformaciones
económicas y sociales enlazadas a la idea central del desarrollo. La industrialización
estaría en la base de un gigantesco proceso de urbanización que no se agotaba
en los procesos de migración del campo a la ciudad sino que adquiría el
carácter de una transformación fundamental hacia una nueva sociedad; y como
la civilización para Sarmiento, la transición a una nueva sociedad dependía,
para Germani, de la generalización de las pautas propias de una sociedad
urbana.
Ahora bien, si se buscan en los primeros trabajos de Germani, hacia los
‘40, algunas claves de ese itinerario que lo llevó a un encuentro inédito
con el psicoanálisis y la antropología cultural, lo que resalta es la incorporación
temprana de un enfoque genéricamente “culturalista” con el propósito de
indagar los componentes "subjetivos" de lo que llamaba la “crisis contemporánea”.
O más bien, era la proposición general de un examen simultáneo de sus condiciones
"objetivas" y subjetivas", lo que justificaba la reunión de Harold Laski
con Erich Fromm. De modo que si Germani llegaba al psicoanálisis a través
de la antropología, no es menos cierto que lo hacía porque se proponía un
diagnóstico crítico de su tiempo, en una perspectiva que se correspondía
menos con la posición neutral y distanciada del cientista social académico
que con la intervención comprometida del intelectual.[iii]
En esa dirección, parece claro que sus lecturas de Laski y de Fromm situaban
la problemática de la “transición” en una perspectiva de largo alcance y
en una dimensión política y moral. Para Laski, en las condiciones contemporáneas,
el ejercicio de la libertad política enfrentaba una crisis que era correlativa
de la crisis del Estado liberal. El problema, a partir de las transformaciones
económicas y técnicas que caracterizaban el mundo moderno, se reducía a
las condiciones que aseguraran el ejercicio de la libertad en una sociedad
necesariamente planificada, es decir, a “la compatibilidad de la libertad
y la planificación”. Y la respuesta, para Germani, se encontraría en la
construcción de una “democracia planificada”, es decir la construcción de
una “libertad positiva” que sólo sería posible en una sociedad socialista.
E. Fromm, por su parte, le proporcionaba un marco para el análisis de las
“condiciones subjetivas” de la libertad: una dimensión de la crisis contemporánea
que imponía la apropiación de los recursos de un psicoanálisis previamente
depurado de cualquier componente instintivista. Ese era el punto de encuentro
de su formación sociológica con la obra del “neopsicoanálisis” y la crítica
a la ortodoxia de las instituciones fundadas por Freud.
Es claro, por otra parte, que buscaba un impulso conceptual para el nuevo
psicoanálisis en la obra de Bronislaw Malinowski, a la que prologó en los
‘40. En efecto, en la crítica de Malinowski a la universalidad del complejo
de Edipo (leída como una reducción de las matrices culturales a la fijeza
de los instintos) y su reemplazo por la noción de “complejo nuclear” familiar
encontraba la matriz de una rectificación que tendría dos consecuencias:
purificaría al psicoanálisis de sus incrustaciones naturalistas y promovería
su integración a las ciencias sociales, con un status epistémico afin al
campo de la antropología cultural. En ese sentido, el “funcionalismo” instauraba
un paradigma “gestáltico” que concebía la cultura como una totalidad integrada
de segmentos interdependientes, lo que no sólo suponía el rechazo de toda
forma de atomismo, presente en las concepciones evolucionistas y difusionistas,
sino que postulaba que todo análisis cultural debía partir de la configuración,
es decir, del “sistema” de creencias y de normas.
Reportaje a Enrique
Pichón Riviere en la mítica revista Crisis. Clic para descargar
el número 40 completo en pdf. |
Ahora bien, lo importante para el caso argentino
es que tal análisis no excluía el reconocimiento de rasgos arcaicos o residuales
en la sociedad y la cultura que “sobreviven” y desencadenan diversas “discordancias
funcionales”. En ese desequilibrio, que supone la coexistencia de diversos
tiempos, radicaba un concepto central que Germani aplicará al análisis de
la sociedad argentina: “cultural lag”. La idea de una "brecha" cultural,
que correspondía en verdad a un "retraso", entre diferentes sectores sociales,
particularmente la gran separación entre el mundo urbano y el mundo rural,
afectaba al conjunto de normas y valores y tenía como condición ese relieve
atribuido a la constelación psíquica subjetiva que encontraba sus condiciones
en las relaciones familiares tempranas. Es claro, entonces, que allí se
situaba la incorporación necesaria de ciertas lecturas revisionistas de
Freud.[iv]
Si otros habían separado el método de la teoría para un uso básicamente
terapéutico del freudismo, la operación de Malinowski, reproducida por Germani,
tenía el mérito de indicar para el psicoanálisis un camino social e intelectualmente
más relevante: una herramienta (más aun, el método más importante) de análisis
cultural capaz de iluminar, por contrastre, las incertidumbres de las sociedades
modernas. Es claro, entonces, que para Germani el tema de la “transición”
de la sociedad tradicional a la moderna quedaba ubicado en la perspectiva
de un proceso histórico de larga duración, que enmarcaba el pasaje de una
sociedad “estática, plenamente integrada” a la sociedad urbana de masas,
caracterizada por la movilidad social, la inestabilidad y la insuficiente
integración: tal es el cuadro de la “anomia” relativa que sería propia de
un período que no ha alcanzado a constituir los marcos sociales y morales,
incluyendo las pautas subjetivas, requeridos por las nuevas formas de sociedad.
De modo que cierta desintegración relativa sería el precio inevitable del
pasaje de las relaciones típicas de la comunidad a las de la sociedad secularizada,
en la que sus miembros se enfrentan a la exigencia de novedosos procesos
de “individuación”.[v]
Finalmente, era la evidencia del cambio, a la vez social e individual, lo
que se imponía a su análisis, y el problema mayor era el de la “armonización”
necesaria de los cambios objetivos con las transformaciones subjetivas de
grupos e individuos. Y la familia argentina, esa construcción problemática
que había suscitado la preocupación intermitente de ensayistas y políticos,
desde Alberdi a los positivistas, reaparecía como un sustrato esencial de
las transformaciones en curso. En la transición de la familia "tradicional"
a la "moderna" se resumían la dirección y el sentido general del cambio
global. Es claro que esa visión de la sociedad y sus organizaciones primarias
no era el simple resultado de una indagación sociológica "objetiva" sino
que expresaba cierto ideal normativo, una aspiración a la profundización
de los cambios en dirección a la formación de una sociedad integrada, algo
que, con distintas características y cambiantes proposiciones conceptuales,
había formado parte de los sueños y los proyectos de los intelectuales argentinos
desde los orígenes mismos de la Nación. Por lo tanto, la "crisis de la familia",
sobre la que se insistía desde mucho antes a partir de un tratamiento básicamente
moral, quedaba ahora situada en el marco del "impacto de los cambios tecnológicos".[vi]
Y en la descripción del "patrón tradicional", propio de la familia rural
(autoridad paterna fuerte, subordinación de la mujer, rigidez y resistencia
al cambio) y de sus efectos en el curso de un desarrollo desigual, “asincrónico”,
hacia las pautas propias de la familia moderna, no puede dejar de leerse
el propósito de indagar en la dimensión “subjetiva” del basamento del pasado
régimen peronista. En efecto, el estudio sobre la familia argentina venía
a continuación de un examen del totalitarismo y la integración de las masas
a la vida política en el que incluía una comparación del fascismo y el peronismo.[vii]
De modo que, puede pensarse, los cambios de esa anunciada, y deseada, “transición”,
que estarían haciendo desaparecer una sociedad para alumbrar otra, simbolizados
en el anuncio de una nueva familia, son a la vez el anuncio de la desaparición
de las condiciones que hicieron posible aquel régimen.
El psicoanálisis y las ciencias sociales. A partir de sus lecturas de Malinovski
y de E. Fromm, y a lo largo de una década, Germani insistió en la "complementariedad"
de la sociología y la psicología en el espacio de una psicología social
que quedaba justamente destacado como un ámbito de interacción de los factores
sociales objetivos y la dimensión subjetiva y, en ese marco, proponía como
nadie hasta entonces una recepción de las corrientes "revisionistas" del
psicoanálisis nacidas en los EE.UU. Lo importante, en todo caso, es que
el proceso de renovación y "refundación" de las ciencias sociales, en una
figura central de la vida académica e intelectual de esa década, Gino Germani,
incluía esa apropiación abierta del discurso psicoanálitico que coincidía
con iniciativas provenientes del campo psicoanalítico, en particular con
la enseñanza de Pichon Riviere.[viii]
En 1958 G.Germani publicaba "El psicoanálisis y las ciencias del hombre"[ix]
y admitía que si el impacto del psicoanálisis era profundo y se correspondía
a una verdadera revolución científica que "ha permeado los fundamentos,
los supuestos implícitos de las diferentes ciencias humanas", el camino
deseado de una integración a las ciencias sociales, la sociología y la antropología
en particular, coincidía con el que venían recorriendo las corrientes psicoanalíticas
"culturalistas" de Erich Fromm, Karen Horney y Harry S. Sullivan. Y la "ortodoxia"
(es decir la Asociación Psicoanalítica Argentina) encarnaba, para Germani,
la voluntad contraria a esa integración y se consituía en un factor de resistencia
que debía ser vencido. Pero la admisión de ese impacto del freudismo iba
de la mano de una crítica social al psicoanálisis, sintetizadas en las cuestiones
del individualismo y el biologicismo.
Ahora bien, me interesa destacar que el rescate de un psicoanálisis separado
de toda ortodoxia, condición de su integración a un "enfoque interdisciplinario"
de las ciencias humanas, encajaba bien con la idea fuerte de un momento
de síntesis, de un esfuerzo necesario que buscara superar la división de
las diferentes disciplinas que tienen al hombre como objeto, lo que constituía
una de las convicciones más extendidas en este espacio discursivo que se
tejía entre el psicoanálisis, la psicología y las ciencias sociales. En
esa voluntad de integración coincidían las expresiones más caracterizadas
del discurso "psi" de los primeros sesenta: Pichon Rivière hablaba de "epistemología
convergente"; Bleger se proponía explícitamente producir una "psicología
de la conducta" que fuera la superación de las corrientes anteriores de
la psicología y el psicoanálisis; Goldenberg y el discurso "lanusino", por
último, insistía en la integración de enfoques, el "abordaje múltiple" de
los trastornos psiquiátricos y el rechazo a todo encierro de escuela. La
oposición a las ortodoxias y la voluntad interdisciplinaria parecen constituir,
entonces, los rasgos mayores de esa renovación y sintetizan algo de un clima
de época.
El interés de estos textos de Germani (que deja pendiente la necesidad de
estudiar más atentamente la recepción de Fromm y el culturalismo en Buenos
Aires) reside, en todo caso, en que revela un núcleo de ideas, en el ciclo
inicial de la modernización intelectual "sesentista", que llegaba desde
los temas de la posguerra dominados por la difusión del pensamiento social
norteamericano. Y es claro que la caída del peronismo proporcionaba ciertas
condiciones para que prosperara una reflexión sobre el fascismo inspirada
en Fromm y leída (aunque El miedo a la libertad fue escrito y publicado
durante la guerra) en el nuevo contexto como la exposición de una lucha
por la libertad que se había desplazado al espacio de la subjetividad.[x]
Un primer impulso modernizador parece situarse, entonces, como un efecto
"tardío" de ciertos tópicos propios de la posguerra: la conquista de una
libertad interior que vendría a ser el mejor reaseguro contra la tentación
totalitaria; y no es llamativo que esa voluntad reparatoria se asocie en
la Argentina a la renovación ideológica y cultural emprendida en relación
con la tradición peronista, tema sobre el cual Germani expuso sus tesis
conocidas: la base social del peronismo habría sido una nueva clase obrera
de origen no urbano y, por lo tanto, pendiente de una modernización que
habría quedado como una tarea incompleta. ¿No pueden encontrarse allí algunos
puntos de contacto con las tesis de Fromm sobra la relación entre insuficiente
individuación e inclinación a la sumisión y el conformismo?
En todo caso, si en las proposiciones de Germani se apuntaba a un psicoanálisis
"sociologizado", lo que la orientación de Fromm incorporaba era una decisiva
reorientación del pensamiento social, desde las formas y la organización
más "estática" de las sociedades hacia esa dimensión subjetiva que el psicoanálisis
-con las correspondientes revisiones- se mostraba capaz de investigar y
revelar mejor que cualquiera otra corriente disciplinar. La expresión más
difundida de las tesis rectificatorias del psicoanálisis freudiano (identificado,
para Germani con la "ortodoxia" y con la institución oficial) era la célebre
obra de Karen Horney.[xi] El núcleo de su crítica residía en la proposición
de una relación fundamental entre cultura y neurosis que se distanciaba
de las tesis freudianas, ante todo por la atención privilegiada a los conflictos
actuales, por el rechazo del papel primario de la sexualidad y por una teoría
de la angustia -concebida como el factor determinante de las neurosis- que
la convertía en la expresión subjetiva de miedos engendrados en las condiciones
culturales complejas y conflictivas propias de la vida moderna. Es claro,
en ese sentido, que hablar de una "personalidad neurótica", cuyos rasgos
dependían de ciertos conflictos básicos que tendrían una existencia real
en nuestra cultura (rivalidad y competencia, ideología del éxito, peripecias
de la autoestima y la autoafirmación, del dar y recibir afecto, del manejo
de la agresividad y la sexualidad, etc.) y que sólo varían en intensidad
respecto de los conflictos enfrentados por los miembros "normales" de la
comunidad, supone un distanciamiento de las distinciones nosológicas que
fundaron la conceptualización psicoanalítica de las neurosis. Al mismo tiempo,
era explícita la inspiración que encontraba en las categorías construídas
por la antropología cultural y sus derivaciones en las ciencias sociales:
carácter social y personalidad básica, es decir, aquello que tendrían de
común los miembros de una cultura.
La inclinación relativista estaba en la base del revisionismo de Horney.[xii]
Allí donde Freud buscaba fundar estructuras estables del sujeto -en la naturaleza
de las pulsiones, en la diferencia sexual, en la matriz del Edipo- la rectificación
culturalista instalaba la determinación global de la cultura, sintetizada
en algunos lugares comunes que combinaban los tópicos de la crítica naturalista
a las complicaciones de la vida moderna, con las tesis que rescataban la
tradición iluminista -cuyo expositor más lúcido era E. Fromm- e insistían
en la necesidad de profundizar ese legado por la vía de una transformación
subjetiva radical, en torno de los valores de la autonomía, la racionalidad
y la libertad individual. [Ver y agregar el pequeño texto sobre Alexander].
Es claro, entonces, que esa circulación de los culturalistas y el impacto
sobre un público amplio jugaba su papel en la implantación del discurso
freudiano fuera del marco institucional de la organización psicoanalítica.
Si el psicoanálisis se constituía en un cuerpo de conocimientos integrable
a las ciencias humanas y sociales, se ponía en cuestión la autonomía del
psicoanalista tanto como la autosuficiencia de su saber; y en ese clima
de renovación de tradiciones, contrario a las ortodoxias surgía, del lado
del psicoanalista, la voluntad de no pensarse solo ni en su saber ni en
sus ámbitos de operación. Algo de eso puede verse en el efecto "centrífugo"
respecto de la lógica corporativa de la Asociación Psicoanalítica, algo
que se ponía en evidencia, por ejemplo, en la trayectoria de Pichon Rivière,
que abandonó tempranamente el refugio de la institución para protagonizar
un recorrido dispar: desde el hospicio a las comisiones asesoras en salud
mental, a los artículos en Primera Plana o la fundación de "escuelas" pensadas
como empresas de formación y difusión abiertas a la sociedad.
No es menos ilustrativa la trayectoria profesional e intelectual de Bleger,
que circula entre el elenco modernizador de la salud mental, el proyecto
de inspiración politzeriana de integrar marxismo y psicoanálisis con miras
a la construcción de una nueva psicología y el lugar teorizador y formativo
de un proyecto de identidad y de rol social para los primeros psicólogos.
Finalmente, una experiencia como la del Servicio del Dr. Goldenberg, en
Lanus, se hizo posible por esa misma disposición abierta que aunaba la voluntad
de extender los límites con una muy laxa afirmación del psicoanálisis como
núcleo y sostén de una "identidad"; de hecho, la psicología, la psicología
social o aun la psiquiatría constituían referencias superpuestas y no antagónicas
con la adscripción al campo del psicoanálisis. Una de las condiciones de
la expansión del psicoanálisis fue, entonces, la instalación de un clima,
un discurso y un movimiento reformistas que no era sólo un discurso de reforma
de las ideas y las instituciones, sino un proceso efectivo de cambios con
consecuencias en la universidad (la carrera de psicología) las instituciones
de la salud mental, las publicaciones y revistas, la circulación en los
medios de comunicación. Y algo de eso subyacía al proyecto de Pichon de
un saber que no se construía sino en la propia escena social del grupo y
se hacía accesible directamente a sus destinatarios en la misma actividad
"operativa" que lo producían: utopía modernista de autogestión y autofundación.
Enrique Pichon-Rivière y Gino Germani
Más allá de las relaciones personales que anudaron, es posible trazar cierto
paralelo entre Gino Germani y Pichon Rivière. Y no se trata de buscar referencias
cruzadas entre sus respectivas obras ya que nunca se citan mutuamente; es
más, es fácil advertir que Germani, que se ocupó de la psicología social
antes que Pichon, evitaba cuidadosamente referirse a los enfoques del creador
de los "grupos operativos". De acuerdo con el testimonio de quienes se formaron
al lado de Germani es claro que no le interesaba tampoco incorporarlo a
su enseñanza. En cuanto a Pichon, es claro que la modalidad de construcción
de su pensamiento, ajena a las pautas de la disciplina académica y escasamente
dispuesta a someterse al esfuerzo de un estudio sistemático del estado de
la psicología social (y de las ciencias sociales), ofrece un contraste nítido
con la posición académica de Germani. Para Pichon, a diferencia de Germani,
el espacio de la universidad y la red de relaciones, recepciones. lecturas
y apropiaciones implicadas, no ofrecía un horizonte acogedor a las proyecciones
de su enseñanza.
Y sin embargo, pueden señalarse ciertas líneas de comunicación con el tópico
germaniano de la "transición", en la medida en que en el tránsito de la
indagación clínica y psicopatológica del grupo familiar de pacientes psicóticos
al paradigma de los grupos operativos y la "psicología social", el "objeto"
de la obra pichoniana se desplazaba en un sentido que colocaba a las transformaciones
contemporáneas de la socialidad en el centro de su preocupación. La crisis
y la transformación de la familia argentina, en el sentido señalado por
Germani, es decir, la generalización de pautas propias de la familia urbana
y los cambios asociados a la “modernización” constituían la condición de
esa empresa, la que comenzaba por establecer una ruptura profunda con la
psiquiatría tradicional: la figura de la “familia degenerativa”, es decir
el peso de la familia capturada por la herencia y la “constitución” vino
a ser reemplazada por una organización de vínculos y de “roles”. Por otra
parte, la "técnica" de los grupos operativos era inseparable de ciertos
ideales de integración y participación democráticas que constituían, también,
un suelo común de la inspiración reformista; algo que se hacía evidente
en el tratamiento destacado que Pichon dedicaba a la cuestión del liderazgo
y en la apropiación --rectificada- de la tipología propuesta por Kurt Lewin.
En efecto, Lewin había propuesto una distinción, ya clásica, entre el liderazgo
autoritario, el laissez-faire y el democrático, de un modo que transmitía
abiertamente una opción valorativa por la modalidad democrática, en un contexto
en el que la educación para la libertad y la participación eran postuladas
como el mejor remedio preventivo contra el retorno del totalitarismo. Por
la misma época Adorno dirigía su investigación sobre la "personalidad autoritaria":
la construcción de un régimen político asentado en la libertad y la tolerancia
dependía fuertemente de una dimensión subjetiva. E. Fromm había elaborado
a partir de supuestos semejantes sus tesis históricas sobre la sociedad
contemporánea a las que Germani, como hemos visto, brindaba su apoyo. Ahora
bien, Pichon agregaba el liderazgo "demagógico", caracterizado por la “impostura”:
estructura autocrática con apariencia democrática; y lo hacía de un modo
que no ocultaba su pretensión de iluminar una dimensión relevante -y reiteradamente
señalada- del régimen de poder instaurado por el General Perón.[xiii]
Es claro que ese anclaje en los problemas del presente contribuía a definir,
por primera vez podría decirse, la voluntad de una psicología "operativa",
en el sentido de un saber dotado de una potencialidad socialmente transformadora.
Pero, al mismo tiempo, no puede dejar de señalarse que instalaba un "paradigma"
psicosocial que renunciaba a la investigación empírica. Para tomar el ejemplo
del peronismo, la labor de Germani impulsaba un trabajo de investigación
laborioso, que hacía posible el texto de M. Murmis y J.C. Portantiero, pero
también, en una perspectiva de más amplio alcance, una serie de trabajos
de posteriores de sociólogos e historiadores. Y no hago más que señalar
un problema abierto a la investigación a partir de la colocación que Germani
contribuyó a otorgarle a partir de su posición académica e intelectual,
de un modo que, al menos tentativamente, ofrecía una justificación y una
legitimidad diferentes de la que proporcionaba el ensayo político o la intervención
militante. Nada de eso se encuentra ni en Pichon ni en sus discípulos. La
intuición sobre el liderazgo "demagógico", que incorporaba algo de los trabajos
lewinianos, no pasó de eso y no inspiró ni entonces ni después alguna investigación
empírica más o menos sistemática. En ese sentido, si se constituyó una "tradición"
psicosocial pichoniana, sus caminos en la producción de conocimiento se
fundaron menos en materiales y fuentes empíricas que en el modelo de una
enseñanza que concibe su productividad como un efecto inmediato de la dinámica
de grupo, despegada de la búsqueda de conocimiento sistemático sobre objetos
situados más allá del espacio grupal. La única alternativa, en todo caso,
quedó expuesta por el propio Pichon, como un análisis psicosocial inmediato,
en parte una forma de divulgación, que buscaba intervenir sobre la conciencia
colectiva a partir de ciertos hechos destacados en los medios: es lo que
hizo con la serie "impresionista" de las notas de Primera Plana.[xiv] De
modo que la ausencia de escritos, de artículos o libros destinados a la
comunicación de un conocimiento transmisible, justificable y discutible,
no es un rasgo accesorio sino que está en el centro mismo de esa modalidad
de enseñanza. Y tuvo efectos más allá del pichonismo en ciertos modos de
la "formación" en el campo "psi" que permanecieron más o menos divorciados
de las perspectivas de la investigación.
Ahora bien, Pichon reconstruía su propio itinerario conceptual de un modo
que destacaba decididamente los rasgos únicos de su biografía. En ese sentido,
en el breve "Prólogo" de 1970 que se ofrecía como una presentación sintética
de su pensamiento y de los caminos de su formación, el componente autobiográfico
quedaba muy destacado, algo que va a acentuar en 1976 en las "Conversaciones".[xv]
Y tal relieve de la vida personal no deja de convenir a su concepción de
un “esquema referencial” que debía ser a la vez “conceptual” y fruto de
experiencias vividas. En ese sentido, ofrece una suerte de interpretación
retrospectiva de su trayectoria que pone el acento en un conflicto infantil,
pero no entre pulsiones sino entre dos culturas. Había nacido en Ginebra
de padres franceses y fue transplantado al monte chaqueño cuando tenía pocos
años. El choque cultural, ese destino compartido por millones de inmigrantes,
va a ser reordenado por Pichon en términos de ciertos “misterios familiares”,
una rectificación de la “novela familiar” freudiana que integra una visión
globalmente antropológica.
Entre dos culturas y dos “modelos” de pensamiento y acción, la cultura europea
(francesa), que era sobre todo la de la madre profesora, lo comunicaba con
el camino de la ciencia y lo habría orientado a la medicina y la psiquiatría.
La cultura guaranítica, en cambio, sería la vía del mito, de la “continuidad
entre sueño y vigilia”, es decir, la atmósfera de magia que poblaba su infancia
evocada. Y para Pichon, en este segundo componente de su constitución infantil
se ubicaba la raíz de un camino que lo condujo a Lautrémont e, indirectamente,
a Freud.[xvi] Pichon Rivière acentuaba unilateralmente las marcas de ese
conflicto temprano: una peculiar fascinación por “lo siniestro” (“sorpresa
y metamorfosis”) y la vigencia profunda de un mundo “regido por la culpa”;
en esa escena primitiva, encontraba las raíces de algunos temas mayores
de su pensamiento: muerte, duelo, locura. Y es claro que hacía intervenir
en esa reconstrucción de su pasado infantil ciertos lineamientos del arsenal
conceptual kleiniano: en el origen estaba la separación, la omnipotencia
del pensamiento y el duelo interminable.
En verdad, la historia infantil de Pichon parece haber sido bastante menos
traumática que la de Isidore Ducasse, pero si en la evocación que ofrece
acentúa ese aspecto "siniestro" en su propio mito privado de los orígenes,
hay que pensar que lo que construía era un segundo nacimiento, propiamente
simbólico, que lo acercaba al creador de Los cantos de Maldoror. En efecto,
acentuaba en una construcción retroactiva el peso del “linaje” guaranítico
como una vía de acceso a la identificación con Lautrémont: igual que él
era un extranjero en tierras alejadas de la civilización europea y enfrentado
al desarraigo, la violencia y la muerte. Y construía a partir de la leyenda
infantil y de la superposición de la mitología guaranítica sobre las raíces
de la racionalidad occidental, una clave de su acceso a la psiquiatría y
el psicoanálisis, marcados por una relación profunda con la muerte; algo
que, como se sabe, estuvo en la base de su teoría de la “enfermedad única”.
Pero también situaba allí el origen de esa especial sensibilidad frente
a la “segregación” que descubrió inicialmente en la dinámica familiar y
que fue determinante en su crítica a la psiquiatría manicomial y en la orientación
hacia una "psiquiatría social" y una consideración interpersonal de la patología.
Ahora bien, no es en esa dirección en la que me interesa seguirlo. Si se
considera su trayectoria y las temáticas que lo ocuparon desde el punto
de vista de vista de su posición social, Pichon encarnaba en su biografía
(de Goya a Rosario y a Buenos Aires) ese movimiento de "transición" que
era destacado por Germani como una característica central de la nueva etapa
en la sociedad argentina. Y en ese deslizamiento retrospectivo hacia la
escena cultural primaria (europea-guaranítica) y sus conflictos, en los
cambios de su lugar social (hijo de un agricultor y de una profesora francesa,
frecuentador del burdel de Goya y los prostíbulos de Rosario, estudiante
pobre en Buenos Aires, etc.), en el propio trasplante de la comunidad rural
a las complejidades de la vida de la metrópolis, Pichon construía una novela
de aprendizaje a la vez que acumulaba una experiencia social. Todo ello
formaba parte del basamento de su interés por el “vínculo”en el cual situaba
su separación respecto del psicoanálisis: la “interacción” reemplazaba al
instinto.
NOTAS
*Subsidio UBACYT 1995-1997. Instituto de Investigaciones, Fac. de Psicología,
UBA. Se publica un fragmento de un trabajo más extenso.
[i] Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición. De la
sociedad tradicional a la sociedad de masas, Buenos Aires, Paidós, 1966
(la primera edición es de 1962). Estudios sobre sociología y psicología
social, Buenos Aires, Paidós, 1966.
[ii] Sigal, Silvia, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Bs.
As., Puntosur, 1991.Terán, Oscar, Nuestros años sesentas, Bs. As., Puntosur,
1991; reedición, Ed. El cielo por asalto.
[iii] Ver G. Germani, “Las condiciones objetivas de la libertad” (Harold
laski) y “Las condiciones subjetivas de la libertad (Erich Fromm)” en Estudios
sobre sociología y psicología social, op. cit.; y el “Prefacio a la edic.
castellana”, en E. Fromm, El miedo a la libertad, Buenos Aires, Paidós,
1989; la primera edición es de 1947.
[iv] G.Germani, “Prefacio a la edic. castellana”, B.Malinowski, Estudios
de psicología primitiva. El complejo de Edipo, Buenos Aires, Paidós, 1949,
pp. 14-15.
[v] Estudios sobre sociología y psicología social, op. cit., pp.154-156.
[vi] Ver G.Germani, "La familia en transición en la Argentina”, en Política
y sociedad en una época de transición, op. cit.
[vii] Ver G.Germani, "La integración de las masas a la vida política y el
totalitarismo”, en Política y sociedad en una época de transición, op. cit.
[viii] H.Vezzetti, “Las ciencias sociales y el campo de la salud mental
enla década del sesenta”, Punto de Vista, 54, abril 1996.
[ix] Revista de la Universidad, La Plata, 3, enero 1958, pp. 61-67.
[x] Sobre el impacto de las ideas de Fromm en relación al público: hasta
1969 se habían vendido 150.000 ejemplares de El miedo a la libertad; ver
"Hablando con Leon Bernstein", diario La Prensa Libre, Costa Rica, 8/2/69.
[xi] K. Horney, La personalidad neurótica de nuestro tiempo (Bs.As., Paidós,
1945; cito por la edición de 1968.
[xii] Sobre el impacto del relativismo y los límites en la concepción de
M.Langer acerca de la sexualidad femenina y la maternidad, en espacial en
relación con las tesis de Margaret Mead: H.Vezzetti, "Marie Langer: psicoanálisis
de la maternidad", Anuario de Investigaciones, Nº 4, 1994/95, Fac.Psicología.
[xiii] EPR, "Grupo operativo y enfermedad única" (1965), Del psicoanálisis
a la psicología social, Bs. As., Galerna, 1970, tomo 2,p. 277.
[xiv] Ver Pichon-Rivière, E. y Pampliega de Quiroga, Ana, Psicología de
la vida cotidiana, Bs. As., Galerna 1970; reedic.: N.Visión, 1985; artículos
publicados en 1966-67.
[xv] Zito Lema, Vicente, Conversaciones con Enrique Pichon Rivière, Bs.
As., Timerman Editores, 1976; reedic.: Edic. Cinco, 1985
[xvi] Ver H.Vezzetti, Aventuras de Freud en el país de los argentinos, Buenos
Aires, Paidós, 1996.
El
camino de Enrique Pichón Rivière: El desafío de la Psicología Social
Por Alfredo Grande y Gregorio Kazi
¿Por qué sostenemos la necesidad de transmitir la Psicología Social en la
Universidad Popular de las Madresde Plaza de Mayo?.
La imaginacion utópica y la concreción de sueños libertarios, sostenidos
en el marco histórico social por las Madres, nos desafio a relanzar juntos
un proyecto práctico conceptual transformador.
Tal propuesta se inscribe en la cultura ético política construída, de manera
continua, por las Madres en tanto valores antagónicos a la perversidad de
los actores de la hegemonía cristalizada en distintos estratos de poder.
Visualizamos que otro de los eslabones del proceso de reproducción alienada
de un modelo social productor de sufrimiento lo aportan los dispositivos
institucionales de transmisión académica (Escuela, Universidad, Foros, etc.).
Allí también se disciplina a los sujetos histórico sociales, bajo el proceso
de vigilancia-castigo-control social, para que se adapten pasivamente a
las normas patológicas que legitiman a la sociedad de la violencia, la explotación
y exclusión de vastos sectores colectivos. Tal programa hegemónico no es
posible sin mutilar las referencias histórico sociales de los sujetos, destituir
a la memoria construída junto al otro, abolir la solidaridad amenazando
con eternas y reeditadas impunidades con las que se unge a los torturadores
de los que son tipificados como "distintos". La retracción del sujeto al
individualismo extremo pontificándose la indiferencia hacia el otro, es
uno de los efectos del terrorismo económico que surge de la ideología neoliberal
encarnada en el Estado argentino. Ello es un correlato evidente del Terrorismo
de Estado genocida.
Estas cuestiones fundamentales nos guiaron a la decisión de retrabajar con
énfasis el legado vivo de Enrique Pichón Riviere, quien fuera pionero de
la Psicología Social tanto en nuestro país como en el mundo. La afirmación
individualista-competitiva de la existencia a través del consumir consumo
("consumo,soy") es enfrentada por aprender a transformar en lo grupal. Cada
miembro de un grupo es pertinente en función al otro semejante con el que
se comunica e intercambia buscando des-alienarse. La construcción pichoniana
se apoya en el método dialéctico materialista y su realización práctico
conceptual tiene como eje la interacción de los sujetos orientada al cambio
social planificado. Ello es un objetivo primario para cualquiera que no
haya claudicado de la vida dado que, como bien lo señalara Enrique Pichón
Riviere, "lo morbígeno es la sociedad". Para posibilitar tal aspiración
es necesario rebelarse contra los paradigmas científicos hegemónicos que
imponen un "pensamiento único" construyendo una epistemología convergente
en tanto producción científica correlativa al ejercicio operativo de prácticas
de liberación. Si partimos de este esquema conceptual referencial y operativo
ya no es aplicable la disociación entre los saberes, los discursos y las
prácticas.
El compromiso con la tarea grupal incluye de forma central la gestación
de la conciencia crítica del sujeto social que se transforma transformando
el mundo en el que está inserto. Esta propuesta supone siempre al sujeto
"en situación", indicando que tal dimensión, escamoteada por la ciencia
funcional a la hegemonia, es fundante de la existencia humana, dado que
todo ser es esencialmente un ser social. Reconocido este principio, nuestra
atención se desliza hacia la sociedad que habitamos, su devenir histórico,
cultural, político, económico, sus dinamismos de producción, intercambio,
distribución y consumo. Sin simplificar la complejidad de tales dinamismos
y su incidencia m{ultiple en la subjetividad no es posible desmentir que
la sociedad capitalista destroza todo aquello no asimilable a la fetichización
de la mercancía, la acumulación de plusvalor, la sustracción del lucro,
transmutando la vitalidad del ser social en la fatalización del individuo
aislado. En tal contexto interpretamos a la Psicología Social como promotora
de agentes de cambio cuya pertinencia se efectúa en la transformación profunda
de la esterotipía, la adaptación pasiva de los sujetos a todo aquello que
impide el desarrollo pleno de la existencia, los obstáculos a la creatividad
en cuanto expresión emancipatoria del sujeto. El proceso creador en el contexto
grupal apuntala el movimiento no individual de ejercicio concreto y cotidiano
de la innovación crítica permanente. Trabajar con rigor lo instituyente
en el sujeto histórico social, en los vínculos, en los grupos, en las instituciones
y en lo social podrá abrirnos nuevos interrogantes y vías de materialización
de un viejo sueño: forjar las transformaciones necesarias de las que advenga
el Nuevo Hombre.
La Universidad Popular de las Madres instala lo que se supone imposible:
articular con coherencia el hacer, el decir, el pensar y el sentir en el
ascenso de lo siniestro a lo maravilloso.|
El
ECRO de Pichón Rivière
Por Gladys Adamson
Introducción
Enrique Pichón Rivière es un suizo nacido en Ginebra a comienzos de siglo,
en un 25 de junio de1907. Emigra a la Argentina con su familia en 1910 cuando
tiene apenas tres años. Se desconocen las causas de la emigración de esta
familia compuesta por Alfonso Pichón y Josefina de la Rivière y cinco hijos
más. Las razones de la emigración familiar se suelen adjudicar a historias
que conforman el misterio de la familia Pichón Rivière (1) pero coincide
con un momento histórico en que el Gobierno argentino fomentaba la inmigración
de europeos al país, dándoles toda clase de facilidades incluso otorgándoseles
tierras, como fue en el caso de la familia Pichón Rivière: el Estado les
otorgó tierras en el Chaco, zona boscosa y tropical apta para el desarrollo
del algodón.
El hecho es que el pequeño Enrique se encuentra con el desafío de pertenecer
a una familia culta propia del racionalismo francés proveniente de la burguesía
del sur de Francia. Sus padres eran de avanzada, promulgaban ideas socialistas
y eran admiradores de los poetas malditos de su época (Rimbaud y Baudelaire).
Esta familia vive en un contexto salvaje de cultura guaraní con una fuerte
impronta mágico animista como toda cultura criolla latinoamericana.
Esta situación donde E. Pichon Rivière debe articular dos universos tan
diferentes lo marca para siempre. Ya adulto, como profesional e intelectual
de su época siempre intentará articular diferentes campos problemáticos.
Como estudiante de medicina problematiza su saber a partir de las modernas
concepciones acerca de lo psicosomático. Estudiando Psiquiatría incluye
en ella todos los desafíos de la Psiquiatría Dinámica, como Psiquiatra articula
todos los desarrollos del Psicoanálisis y como Psicoanalista insta a sus
colegas a trabajar en el Hospital, el Hospicio, con la psicosis etc.
Desde la Provincia de Corrientes donde vive, arriba a Buenos Aires, capital
de la Argentina en 1926, a los 19 años. Buenos Aires como metrópolis de
una modernidad periférica (2) lo fascina. Vive en el centro de la ciudad,
convive y participa activamente del movimiento de los intelectuales de vanguardia
de su época.
En este sentido podemos decir que Enrique Pichón Rivière es un pensador
moderno que pertenece al grupo de intelectuales vanguardistas de nuestro
país de principio de siglo. A esta generación pertenecieron, con todas sus
diferencias estéticas y políticas, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, los
hermanos Tuñón, Victoria Ocampo etc. algunos con ideologías mas burguesas
y otros socialistas pero todos tenían en común su condición de vanguardistas.
El espectro de intereses de Pichón Rivière es amplio, no solo se interesa
por la vanguardia del conocimiento científico y técnico, sino también artístico
fundamentalmente plástico y literario. Es un critico de arte sumamente agudo,
admirador del surrealismo, de Picasso e investigador de la obra del Conde
de Lautremont precursor del dadaísmo y del movimiento surrealista.
Como profesional es absoluto pionero en la introducción en el campo "psi"
argentino de la Psiquiatría Dinámica, el Psicoanálisis, es fundador de la
APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), posibilita el psicoanálisis de
niños, de la psicosis, la investigación de enfermedades psicosomáticas,
el psicoanálisis de grupo, el Análisis Institucional, el Trabajo Comunitario.
Enrique Pichón Riviere fue mucho mas que un Profesional especializado. Su
actividad pionera y su producción teórica ha influido en el pensamiento
científico y cultural de la Argentina.
En 1977 se festejaron los "primeros setenta años del maestro" y el público
que colmó el teatro era por demás heterogéneo. Subieron al escenario a homenajearlo
psiquiatras, psicoanalistas, psicodramatistas, psicólogos, comentaristas
de deportes, historiadores, antropólogos, actores, dramaturgos, artistas
plásticos, poetas del tango, músicos, recibió cartas de felicitación de
todas partes del mundo. A pesar de la heterogeneidad todos reconocían en
Enrique Pichón Rivière a su maestro. (3)
También sabíamos de alguna manera que ese cumpleaños era una despedida y
efectivamente a los pocos días fallecía, el 16 de julio de 1977.
Contexto de descubrimiento
Siendo un psiquiatra y psicoanalista en el hospicio de Las Mercedes de Buenos
Aires, Enrique Pichón Rivière descubre que el código, el sentido de los
delirios y síntomas psicóticos de sus pacientes puede hallarlos en la estructura
familiar. O sea que la clave de las significaciones especificas de ese paciente
lo posee la familia, esa estructura que trasciende la individualidad y que
tiene efectos de constitución sobre la misma.
E. Pichon Rivière descubre un nuevo campo de indagación, conceptualización
e intervención que trasciende el discurso del paciente. Se plantea así un
pasaje del Psicoanálisis a la Psicología Social. E. Pichón Rivière descubre
un nuevo continente pero no en el sentido de territorio a poseer y cercar,
lugar donde
quedarse a vivir, sino como lugar de producción. Para él los conceptos teóricos
son conceptos instrumentales para aprehender la realidad e incidir sobre
ella. Es un concepto similar a lo que planteará años después Michel Foucault
en relación a la teoría como "caja de herramientas".
Esto lo lleva a plantear que más allá del campo específico del Psicoanálisis
está la Psicología Social como ámbito de indagación de esas tramas vinculares
que trascendiendo la subjetividad crean condiciones para su producción.
El ECRO de Enrique Pichón Rivière
Luego de dos décadas donde a lo largo de su obra se visualiza la progresiva
elaboración de su posición teórica en 1960 E. Pichón Rivière enuncia explícitamente
su Esquema Conceptual Referencial y Operativo publicando innumerables artículos
en tres volúmenes que se denominan: "Del Psicoanálisis a la Psicología Social"
y como subtítulos "La Psiquiatría, una nueva problemática", "El Proceso
Grupal" y "El Proceso creador" Mas adelante publicará "Psicología de la
vida cotidiana". Y la ultima producción articulada de su ECRO la hará 1976
en "Conversaciones con Enrique Pichón Rivière" de Vicente Zito Lema.
Tomaremos fundamentalmente ésta, una de sus últimas producciones. Allí,
en el Cap. VI E. Pichón Rivière dice: "Defino al ECRO como un conjunto organizado
de conceptos generales, teóricos, referidos a un sector de lo real, a un
determinado universo de discurso, que permiten una aproximación instrumental
al objeto particular (concreto). El método dialéctico fundamenta este ECRO
y su particular dialéctica."
Con respecto a su Psicología social sostiene "La psicología social que postulamos
tiene como objeto el estudio del desarrollo y transformación de una realidad
dialéctica entre formación o estructura social y la fantasía inconsciente
del sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad".
O sea el objeto de su Psicología Social es dar cuenta cómo la estructura
social deviene fantasía inconsciente. Indaga sobre los procesos de constitución
de la subjetividad a partir de la macroestructura social.
El ECRO pichoniano está conformado por tres grandes campos disciplinares
que son las Ciencias Sociales, el Psicoanálisis y la Psicología Social.
Estas tres disciplinas constituyen las tres principales apoyaturas de su
marco conceptual.
Ello hace a la condición de interdiciplinariedad de su Psicología Social.
Toma del Psicoanálisis su concepto de inconsciente, su concepto de deseo
que retraduce como necesidad, no en el sentido psicoanalítico sino como
esa necesidad que se transforma a partir de la practica social que Marx
plantea en "La ideología alemana". El psicoanálisis le permite pensar la
eficacia de las identificaciones vinculares inconscientes en la constitución
del esquema referencial subjetivo que opera como ese "conjunto de experiencias,
conocimientos y afectos con los que el individuo piensa y hace" y que le
permite operar en el mundo (que nunca es El mundo sino ese campo, en términos
de P. Bourdie o cultura particular en el que está socialmente posicionado).
El psicoanálisis también le posibilita una comprensión acabada de las vicisitudes
subjetivas en los procesos de cambio.
Las ciencias sociales le aportan esa concepción macro que le permite pensar
al sujeto situado y sitiado en una relación instituido - instituyente en
la estructura social y la cultura a la que pertenece.
De la Psicología Social toma fundamentalmente las concepciones de George
Mead y en relación a los aspectos teórico - técnicos de la dinámica grupal
a Kurt Lewin y sus continuadores como Lippit y Wight.
Como todo lo que plantea Pichón Rivière desde su concepción dialéctica este
ECRO es un sistema abierto no solamente al dialogo con otras producciones
teóricas sino también, abierto a la praxis
Método dialéctico
Enrique Pichón Rivière adhiere al método dialéctico en su concepción del
devenir de la naturaleza, la sociedad y el conocimiento como un proceso
contradictorio y de cambios que implican irreversibilidad a través de saltos
cualitativos.
Si tenemos en cuenta su concepción del sujeto E. P. Rivière lo concibe no
en una relación armónica con su realidad social sino en una permanente relación
mutuamente transformante con el mundo. Su "implacable interjuego" implica
una inevitable transformación del mundo, fundamentalmente vincular y social,
para el logro de sus deseos y propósitos, logro que a su vez tendrá efectos
de transformación del sujeto. Esto conlleva a pensar la relación sujeto
- mundo como una relación conflictiva y contradictoria.
De allí su valoración de la Praxis. La Praxis es lo que permite a su ECRO
permanecer como sistema abierto a progresivas ratificaciones y rectificaciones.
La praxis es la que valida el modelo teórico. Sostiene que la praxis es
la que permite ajustar el modelo teórico, el esquema conceptual a la realidad.
Dice E. Pichón Rivière: la praxis "Introduce la inteligibilidad dialéctica
en las relaciones sociales y restablece la coincidencia entre representaciones
y realidad"
Concepción del sujeto
Este ECRO pichoniano concibe al sujeto como partiendo de una ineludible
condición de sujeto social, en un implacable interjuego entre el hombre
y el mundo. E. Pichón Rivière plantea que "El sujeto no es solo un sujeto
relacionado, es un sujeto producido. No hay nada en él que no sea la resultante
de la interacción entre individuos, grupos y clases".
Esto significa que el sujeto nace con una carencia fundamental que es la
ausencia de todo paquete instintivo que lo fije y lo ligue con certeza a
su hábitat. Esto hace que el campo simbólico sea el ineludible campo de
constitución de la subjetividad.
Berger y Lukmann son dos sociólogos de la corriente del Interaccionismo
simbólico que plantean que el hombre ocupa una posición peculiar dentro
del reino animal de los mamíferos superiores. El hombre no posee ambiente
especifico de su especie, la relación del hombre con su ambiente se caracteriza
por su apertura al mundo. Los instintos del hombre si se la compara con
la de los mamíferos superiores es subdesarrollada. Sus impulsos son inespecíficos
y carentes de dirección.
La subjetividad se constituye entonces en el campo del otro. El otro como
ser social esta ineludiblemente en el horizonte de toda experiencia humana.
Aquí es fundamental el concepto de vínculo como esa estructura compleja
multidimensional que alberga sistemas de pensamientos, afectos y modelos
de acción, maneras de pensar, sentir y hacer con el otro que constituyen
las primeras apoyaturas del sujeto y las primeras estructuras identificatorias
que darán comienzo a la realidad psíquica del infante. No solo la trama
vincular que lo alberga es condición de sobrevida de este ser que nace prematuro,
incapaz de sobrevivir sin la asistencia del otro social sino que la trama
vincular es apoyatura ineludible para la confirmación de nuestra identidad.
Sin la presencia del otro se devela la fragilidad sobre la que esta constituido
el reconocimiento de la mismidad y la identidad del sujeto. Esto lo conocen
bien los que implementan las celdas de castigo que suelen desbastar a sus
enemigos a través de la privación de estímulos, sensibles y por ausencia
de todo contacto humano. Aislados del mundo tendemos a derrumbarnos.
El sujeto de la Psicología Social de Enrique Pichon Rivière es ese sujeto
descentrado, intersubjetivo, que produce en el encuentro o desencuentro
con el otro. Producción en una condición de descentrado de sí. (4)
Cuando E. Pichon Rivière piensa al sujeto lo hace en términos de "sistema
abierto" (en rigor no hay nada que no sea pensado por él en termino de sistema
abierto: el individuo, los grupos, las instituciones, las sociedades, el
ECRO). En relación al sujeto se trata de un sistema que no es autónomo en
sí mismo, se trata de un sistema incompleto que "hace sistema con el mundo".
Es un sujeto situado y sitiado que está contextualizado. No es una abstracción.
Es un sujeto histórico. No se trata de El hombre o La sociedad. Es un sujeto
situado y sitiado en el sentido que su subjetividad es configurada en un
espacio y un momento histórico social específico que le otorga todo un universo
de posibilidades pero le significa a su vez una cierta clausura de las posibilidades
de representación simbólica
Concepto de Vínculo
El ser humano nace en una trama vincular que en el mejor de los casos, se
halla aguardando su llegada con un nombre para él y un cúmulo de expectativas
y deseos.
Las tramas vinculares humanas son las que sostienen nuestro proceso de socialización,
nuestro prolongado proceso de socialización o de endoculturación.(5)
El otro polo del contexto de constitución de esta subjetividad corresponde
para Enrique Pichón Rivière al mundo moderno. El mundo moderno se caracteriza
por su condición de cambio, por su precariedad de sentido según Cornelius
Castoriadis lo que hace que este "magma" de significaciones que constituye
el mundo social en determinado momento histórico varíe.
Es en esta sociedad marcada por el cambio que el ser humano debe construir
un marco referencial, un "aparato para pensar la realidad" que le permita
posicionarse y pertenecer a un campo simbólico propio de su cultura y la
subcultura en la que esta inserto.
Este esquema referencial, este "aparato para pensar" nos permite percibir,
distinguir, sentir, organizar y operar en la realidad. A partir de un largo
proceso de identificaciones con rasgos de las estructuras vinculares en
las cuales estamos inmersos construimos, este esquema referencial que nos
estabiliza una cierta manera de concebir al mundo que de no ser así, emergería
en su condición de desmesura, inabarcabilidad y caos.
La característica de la modernidad es el cambio y con ello la inevitable
modificación del marco referencial con el cual percibimos nuestra realidad.
Esto hace que Pichón Rivière visualice el sujeto en una permanente interrelación
dialéctica con el mundo, única condición para que este sujeto pueda construir
una lectura adecuada de su realidad. La perdida de esta interrelación dialéctica
hace que el marco referencial, la manera de percibir, discriminar y operar
con el mundo se vuelva anacrónica y con ello se pierda la posibilidad de
una interrelación mutuamente transformante con el medio. La clausura sobre
los propios referentes favorece el deslizamiento de viejos fantasmas sobre
las relaciones sociales del presente. La modernidad como momento histórico
social hace que sea ineludible para el sujeto, como condición de salud el
mantener un marco referencial articulado de manera flexible, permeable y
con posibilidades de que sea sostén de su interrelación dialéctica hombre
mundo.
En esta sociedad concebida como "magma" de significaciones sociales, E.
Pichon Rivière distingue diferentes ámbitos. Los denomina Psicosocial (que
corresponde al individuo), Socio dinámico (Grupos) Institucional y Comunitario.
Estos ámbitos nos permiten visualizar no solamente los escenarios en los
que el proceso de socialización se institucionaliza con el objetivo de producir
las subjetividades que la habrán de reproducir sino que nos permiten comprender
las distintas lógicas y por lo tanto las distintas metodologías, técnicas
y dispositivos de intervención en el momento de operar sobre ellas.
Los ámbitos son concebidos como interdependientes como los grandes mediadores
de la macro estructura social, en la constitución de la subjetividad. El
vinculo o las tramas vinculares en las cuales el sujeto esta inmerso nunca
es un elemento aislado siempre están concebidos como articulación de esos
sucesivos ámbitos grupales institucionales y sociales.
Es a partir de estas conceptualizaciones donde aparece E. Pichón Rivière
en su condición de genio, anticipando problemáticas en la década del sesenta
que solo a partir de los 80 aparecen como hegemónicas en el campo intelectual
de las Ciencias Sociales. En los años 60 E. Pichón Rivière planteaba que
debemos pensar a la subjetividad en su condición de moderna y a la sociedad
como estructura en permanente cambio tendiente a la fragmentación de las
significaciones sociales. (6) Por ello plantea que así como necesitamos
un esquema conceptual, un sistema de ideas que guíen nuestra acción en el
mundo necesitamos que este sistema de ideas, este aparato para pensar opere
también como un sistema abierto que permita su modificación. Es la interrelación
dialéctica mutuamente transformaste con el medio lo que guiará la ratificación
o rectificación del marco referencial subjetivo. Pero E. Pichón Rivière
no concibe a las modificaciones del esquema referencial como una renuncia
sino como las modificaciones necesarias para una adaptación activa a la
realidad y para que ante los cambios en el contexto los deseos y proyectos
sigan siendo posibles.
Todo esquema referencial es inevitablemente propio de una cultura en un
momento histórico-social determinado. Somos siempre emisarios y emergentes
de la sociedad que nos vio nacer. Todo esquema referencial es a la vez producción
social y producción individual. Se construye a través de los vínculos humanos
y logra a su vez que nos constituyamos en subjetividades que reproducimos
y transformamos la sociedad en que vivimos.
La idea de transformación también es un núcleo fuerte de este pensador.
No se trata de describir o explicar la realidad sino transformarla. Transformación
que implicara también transformarse.
Enrique Pichón Rivière nos sitúa frente al desafío de pensarnos como sujetos
signados por el cambio insertos en una sociedad que también se modifica
permanentemente y que actualmente ha sido definida como "contexto de turbulencia"
(Mario Robirosa). Ello nos obliga a pensar al sujeto y a la sociedad en
condiciones de creación y mutabilidad. E. Pichón Rivière rescata así nuestra
condiciones de creadores. Porque no concibe ningún sistema como cerrado
y producido "para siempre" porque todos los sistemas, el sujeto, los grupos,
las instituciones, los marcos teóricos, su ECRO están abiertos a la producción
de las innovaciones a las cuales inexorablemente nos va a someter la sociedad
desde su condición de modernidad.
Notas
1) Enrique Pichón Rivière le agradaba relacionar la causa de emigración
de sus padres al "misterio familiar" de su propia familia que fue un secreto
hasta sus 6 o 7 años de vida y era el hecho que sus 5 hermanos, eran medios
hermanos ya que su padre había enviudado y se había casado con su cuñada,
hermana de su esposa fallecida y ella era la madre de Enrique, su único
hijo.
(2) Beatriz Sarlo: "Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930"
Ed. Nueva Visión
(3) Angel Fiasché dijo "Sus discípulos no están cortados con la misma tijera".
Ello es una prueba de su rol de maestro, de transmisor de un ECRO específico
pero desde una actitud fuertemente motivante de la creación y no de la repetición.
(4) Federico Moura fue el líder estético y cantante de Virus una de las
bandas pop mas importante de la década del ochenta. Murió de sida, joven,
en diciembre de 1988. Dijo: "Creo que la gente a veces se desespera por
buscar la identidad y la identidad no se busca, te trasciende. Vos fluis
y ahí la identidad aparece sola. Cuando uno se impone esa cosa de buscar
la identidad, se autolimita, se encierra dentro de uno mismo y surgen los
miedos, el miedo a pensar, el miedo a fantasear"
(5) Sostiene Junger Gergen que debido a los cambios propios de la modernidad
la socialización no acaba nunca.
(6) E. Pichon Rivière describe al mundo moderno a través de la metáfora
de la
Feria de Diversiones con muchos kioscos con diversas lógicas de juego.
Bibliografía
E. Pichon Rivière: Obras completas. Nueva Visión
P. Berger y T. Lukmann: "La construcción social de la realidad" Ed. Tusquets
P. Bourdie y L. J. D. Wacquant: "Respuestas" Ed. Grijalbo
C. Castoriadis: "Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto"
Gedisa
J. Gergen: "El Yo saturado" Paidos
M. Robirosa: "La Organización Comunitaria" Editado por CENOC. Secretaría
de Desarrollo Social de la Nación.
Fuente: www.antroposmoderno.com