[Extraído de "Conversaciones
con Enrique Pichón Rivière sobre el arte y la locura", de Vicente Zito Lema,
Ediciones Cinco]
De padres franceses y nacido en Ginebra el 25 de Junio de 1907, Enrique
Pichon Rivière llegó a los 3 años a Buenos Aires, para seguir viaje al Chaco
Argentino, luego a Corrientes, donde su padre trata de trabajar el algodón
con ningún éxito.
En este entorno selvático pasó los primeros años de su vida, entre los últimos
malones de los Guaraníes y la imagen de su padre colgando sus mejores trajes
europeos en un alambre al sol de la tarde. Primero aprendió a hablar francés,
después guaraní y por ultimo el castellano. Por casualidad, en la escuela
secundaria de Goya tiene su primer encuentro con la obra de Freud.
Concluidos sus estudios en Goya, provincia de Corrientes, es uno de los
fundadores del Partido Socialista de Goya, y luego marcha a Rosario (1924)
para estudiar medicina. Su primer trabajo en esa ciudad es como instructor
de modales en un quilombo (prostíbulo), de prostitutas polacas.
De retorno en Goya por cuestiones de salud (la bohemia lo lleva a la neumonía),
ahora prueba suerte en Buenos Aires, donde conoce y hace amistad con personalidades
como Roberto Art, Conrado Nalé Roxlo, y otros. Interesado por la poesía
lee con avidez a los poetas malditos franceses, Rimbaud y en especial por
Isidoro Ducasse, Conde de Lautréamont sobre el cual desarrolló una profunda
investigación e indagación de lo siniestro. Entre 1930 y 1931 trabaja como
periodista en el diario Critica, realizando notas de arte y deporte.
En sus estudios de medicina ya desde temprano comprendió que "...toda la
enseñanza era sobre cadáveres. Había allí una contradicción fundamental,
un elegir -tal vez inconsciente- la muerte. Nos preparaban para los muertos,
no para los vivos." Inicia su práctica como psiquiatra en El Asilo de Torres,
para oligofrénicos, cerca se Luján, provincia de Buenos Aires. Se muda a
Buenos Aires donde trabaja en otro sanatorio para enfermos mentales y también
trabaja como periodista en el diario Critica (1936). Una vez recibido entra
a trabajar en el Hospicio de la Merced (hoy, Neuropsiquiátrico José Tomás
Borda) donde trabaja durante 15 años.
En el Hospicio de la Merced uno de sus primeros trabajos es el de organizar
grupos de enfermeros e instruirlos en el trato del paciente ; pues en esos
momentos uno de los principales problemas era el maltrato que por desconocimiento
impartían los enfermeros a los pacientes. En estas circunstancias desarrolla
la técnica del "Grupo Operativo", "...en esos grupos discutía con los enfermeros
los diferentes casos que había, se trataba así de darles un panorama general
de la psiquiatría. El aprendizaje de los enfermeros fue sorprendente. Ellos
tenían acumulada gran experiencia, dado que casi todos, habían trabajado
años en el Hospicio. Su dificultad era que no podían conceptualizar; entonces,
esa experiencia no les servía para nada...". Las condiciones mejoraron grandemente.
Debido a un prolongado paro de enfermeros, debió capacitar a los enfermos
que mejor se encontraban para ocupar este rol; "...Por ultimo estos internos mejoraban ostensiblemente su salud
mental. Tenían una nueva adaptación dinámica a la sociedad, especialmente
porque se sentían útiles..." Las posturas reaccionarias de otros profesionales
y la intención de destruir su trabajo lo llevaron a renunciar, no sin llevarse
las vivencias que luego darían coherencia a sus proyectos. De esta praxis
surgen estas reflexiones: "...Existe en nuestra sociedad, un aparato de
dominación destinado, en ultima instancia, a perpetuar las relaciones de
producción; vale decir relaciones de explotación. Este aparato de dominación
tiene sus cuadros en psiquiatras, psicólogos, y otros trabajadores del campo
de la salud, que vehiculizan, precisamente, una posición jerárquica, dilemática
y no dilemática de la conducta. Son líderes de la resistencia a l cambio,
condicionantes de la cronicidad del paciente, al que tratan como un sujeto
equivocado desde un punto de vista racional. Estos agentes correctores,
cuya ideología y personalidad autocrática les impide incluir, una problemática
dialéctica en el vinculo terapéutico, establecen con sus pacientes relaciones
jerárquicas en las que se reproduce el par dominador - dominado. Se incapacitan,
así , para comprometerse, también ellos como agentes - sujeto de la tarea
correctora..."
Junto a Garma, Carcano y Rascovsky fondan en 1940 la Asociación Psicoanalítica
Argentina (A.P.A.)
Progresivamente va interesándose
por la actividad de los grupos en la sociedad hasta dejar la concepción
del psicoanálisis ortodoxo por el desarrollo de un nuevo enfoque epistemológico
que lo llevará a la Psicología Social. Migración de la que da cuenta en
su libro "Del psicoanálisis a la psicología social" en el que concibe a
la Psicología Social como una democratización del Psicoanálisis.
Esta tendencia de la Psicología Social tiene como objeto "el estudio del
desarrollo y transformación de una realidad dialéctica entre formación o
estructura social y la fantasía inconsciente del sujeto, asentada sobre
sus relaciones de necesidad"(E.P.R.). Establece al grupo como campo "en
el que se dará la indagación del interjuego entre lo psicosocial (grupo
interno) y lo sociodinámico (grupo externo), a través de la observación
de los mecanismos de asunción y adjudicación de roles" (E.P.R.). Establece
que la praxis es para el operador social la que mantendrá las coincidencias
entre las representaciones y la realidad. De la praxis surge en concepto
de Operatividad que representa lo que para otros Sistemas Conceptuales sería
el criterio de Verdad. "...si enfrentamos una situación social concreta,
no nos interesa solo que la interpretación sea exacta, sino fundamentalmente
, nos interesa la adecuación en términos de operación. Es decir, de la posibilidad de promover
una modificación creativa o adaptativa según un criterio de adaptación activa
a la realidad."( E.P.R.).
Dentro de su producción conceptual cuestiona el tradicional enfoque en psiquiatría
basada en el par contradictorio salud - enfermedad, por el de adaptación
pasiva - adaptación pasiva, desplazando el centro de la problemática a la
capacidad transformadora de una realidad dada que posee el ser humano ante
las exigencias del medio. Y nos dice: "...El sujeto es "sano" en la medida
que aprehende la realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad
para transformar esa realidad transformándose, a la vez, él mismo." "...El
sujeto esta activamente adaptado en la medida que mantiene un interjuego
dialéctico con el medio y no una relación rígida, pasiva, estereotipada."
Rivière toma como aportes para desarrollar E.C.R.O. de la Psicología Social,
conceptualizaciones de Freud, Melanie Klein, y G. H. Mead desde la perspectiva
intrapsiquica y a Kurt Lewin desde metodología para investigar en grupos
a través de la investigación activa. Además de los ya citados también forman
parte importante del E.C.R.O. pichoniano los siguientes conceptos: mundo
interno, cono invertido, vectores del cono, grupo operativo, etc.
[Extractado de la Revista Actualidad Psicológica (Nº 12, diciembre de 1975).
El artículo, en forma de entrevista, fue escrito por Pichon Rivière en base
a un cuestionario previo.]
A.P.: Si usted fuera J. Lacan ¿qué autocrítica se haría?.
Dr. Pichon Riviere: Si Pichon Rivière fuera J. Lacan su autocrítica se realizaría
siempre desde la perspectiva de Pichon Riviere, ya que nuestra amistad no se
fundó en identidades, sino en coincidencias, en una modalidad de pensamiento
que como diálogo incluye la discrepancia.
Nos acercó una común pasión por el psicoanálisis, por su desarrollo. Nuestro
encuentro, verdadero "reencuentro" se dio en el congreso de psicoanalistas de
habla francesa (1951) en el que ambos éramos relatores. Encuentro que coincide
con un momento particularmente fecundo del psicoanálisis francés. No puedo dejar
de mencionar a otro gran amigo: Daniel Lagache, a Hesnard, a Nacht, a Francoise
Dolto.
El pensamiento psicoanalítico se abría a la influencia de las corrientes filosóficas
dominantes: la fenomenología, el existencialismo, el marxismo.
Revista Los Libros Nº
34, marzo-abril 1974, dedicado a instituciones de salud mental.
Contiene nota de Beatriz Perosio. Clic
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Los aportes de Sartre, Merleau,
Ponty, Lefevbre, Politzer, se incorporaban a nuestros marcos referenciales,
en mi caso, marcando un hito definitivo en la construcción del ECRO.
Me unió a Lacan -entre otras cosas- una convicción militante en relación a las
inmensas posibilidades creativas del pensamiento freudiano. Y hablo de militancia
porque en ese momento la creatividad en el marco de las sociedades psicoanalíticas
significaba enfrentamientos, combate, quizá ruptura. De todo esto supimos largamente
Lacan y yo.
Nuestro encuentro fue un "coup de foudre". Creo que Lacan me sintió "lacaniano,
así como yo lo sentí pichoniano". No somos ni lo uno ni lo otro, pero Freud,
el surrealismo y la cultura francesa fueron las claves de una amistad inmediata,
que permanece inalterable en el tiempo. Así me lo mostraron nuestros sucesivos
encuentros, el último en Paris en 1969. No mantenemos correspondencia, pero
amigos y discípulos, entre ellos Nasio y Massotta, constituyen un nexo, una
vía de comunicación entre nosotros.
Ustedes me preguntan: si yo fuera Lacan, qué autocrítica me haría; como decía
más arriba, la autocrítica jamás sería tal sino la que surge desde mi propia
perspectiva. Sería entonces el cuestionamiento que desde un esquema conceptual,
referencial y operativo se puede plantear a otro modelo teórico y operacional.
No es esta la circunstancia para tal polémica, pero en principio apuntaría mi
crítica al idealismo lacaniano, a ese esencialismo que se desliza en su planteo
de la problemática del deseo. Planteo que encuentro impregnado de la concepción
hegeliana del sujeto, como primariamente, como esencialmente, deseante de deseos.
Concepción que incluye la dialéctica, y en ese sentido permite comprender ciertos
aspectos del desarrollo del sujeto, de su historicidad, de su carácter relacional,
pero que escamotea los fundamentos, las bases materiales de esa historicidad.
En consecuencia la historicidad misma queda soslayada.
En tanto idealista, esencialista, lateraliza el, para mi fundante, interjuego
necesidad – satisfacción. Interjuego intrincado con el desarrollo de las relaciones
sociales, y que, en el aquí y ahora está determinado y reglado, en última instancia,
desde las relaciones sociales.
Ese sujeto deseante, sujeto del deseo, es, antes que nada, sujeto de la necesidad
y sólo por esto sujeto del deseo. Es a partir del concepto de necesidad que
se esclarece el carácter social e históricamente determinado de la esencia del
sujeto. Es este concepto el que permite comprender la dialéctica sujeto – mundo.
Abordar a ese sujeto en sus condiciones concretas de existencia en su cotidianidad.
Como Escuela, nos ha interesado, particularmente en el último tiempo, trabajar
la temática de la necesidad, el rol de la contradicción necesidad – satisfacción
en la constitución y desarrollo del sujeto.
Ese trabajo, inserto en el contexto de la reflexión psicológica contemporánea,
reedita imprescindiblemente la polémica materialismo–idealismo, en tanto la
discusión remite al análisis de las concepciones del Hombre y la Historia desde
las que se elaboran los distintos modelos conceptuales.
Esta preocupación por las ideologías, que como concepciones del hombre y el
mundo subyacen -y en última instancia conforman- los modelos teóricos no es
especulativa, ya que son estas concepciones las que orientan, o más aún, organizan
los criterios de salud y enfermedad. A su vez estos criterios son los que dan
direccionalidad a la acción transformadora de la relación analítica, acción
en la que cobra sentido nuestra reflexión teórica, a la que a su vez fundamenta.
La pregunta llevó al señalamiento de las discrepancias con Lacan. Querría subrayar
una coincidencia fundamental: la que hace al análisis de la situación triangular
básica y del vínculo como estructura de relaciones, sistema complejo que incluye
la presencia estructurante del tercero. Utilizo mi terminología, no la de Lacan,
pero insisto, este es un punto de encuentro en lo teórico.
En 1969, discutiendo un trabajo mío, Lacan me preguntaba: "Pour quoi Psychologie
Sociale, pour quoi pas psychanalisé?". Creo que su pregunta sintetiza las coincidencias
y las discrepancias.
El definir a la psicología, en el sentido estricto como social, significa que
se enfatiza el problema del determinante en última instancia de los procesos
psíquicos, el papel que cabe a las relaciones sociales como condición de posibilidad
del orden humano, y por ende del psiquismo.
Lacan, al entender que mi planteo era psicoanálisis, marcaba la coincidencia
fundamental ya mencionada: la referente a la génesis del sujeto en el interior
de la estructura vincular. El que yo insistiera en caracterizarlo como psicología
social, remite a las diferencias que a mi entender existen entre la concepción
del sujeto relacional del psicoanálisis, el sujeto relacional de Freud y Lacan,
y la concepción del sujeto agente, productor, protagonista de la Historia, a
la vez que producido, configurado en sistemas vinculares y en tramas más complejas
de relaciones que plantea la Psicología Social que postulamos.
A.P.: Pocos psicoanalistas de nuestro medio tuvieron la oportunidad de conocer
personalmente a Jacques Lacan, ¿cuál es su impresión acerca de la personalidad
de este autor, su estilo de vida y las vivencias que Ud. recogió de su contacto
con Lacan, ya que en la Argentina básicamente se lo conoce a través de su obra?
Dr. Pichon Rivière: Lacan es un tipo simpatiquísimo, afectuoso, comunicativo,
que sabe muy bien de qué habla y hasta dónde puede llegar con su interlocutor.
No todos tienen esa imagen de Lacan, y creo comprender por qué sucede esto.
El es un hombre que despierta envidia, rivalidad.
Sentí que mi diálogo con él era profundo. Pudimos, en nuestras charlas, plantearnos
las cosas básicas del psicoanálisis, los temas que hoy emergen.
Nuestro primer encuentro fue precedido por una situación particular que permitió
un acercamiento mayor.
El primer día de mi llegada a París salí en busca de una dirección en la que
sabía que un siglo atrás había vivido el tutor de Isidore Ducasse, Conde de
Lautreamont M. Davasse. La dirección era 5, rue de Lille. No encontré allí rastros
de Lautreamont ni de Davasse, pero el centro de mi interés por el conde se centraba
allí, en el 5, rue de Lille, en el que momentáneamente quedaban varadas mis
investigaciones.
Al día siguiente se inició el congreso de Psicoanálisis. En esa inauguración
tanto Lacan como yo leemos nuestros relatos. Lacan se acercó charlamos y me
dice: "Lo espero esta noche a comer en casa", y agregó con cierto aire de broma:
"tengo una sorpresa para Ud.". Cuando leo su tarjeta recibo una sorpresa que
no era la preparada por Lacan: su dirección, 5, rue de Lille. Lacan vivía en
la misma casa que yo visitara la mañana anterior siguiendo los pasos del conde.
El clima de encuentros, de asociaciones, de sorprendentes coincidencias, el
clima mágico, lautremoniano, se instaló entre nosotros. Yo sentía es noche,
mientras caminaba hacia lo de Lacan que iba hacia Lautreamont. Me decía a mi
mismo: "ca marche". Y así fue que la sorpresa programada por Lacan era la presencia
de Tristán Tzara, quien me acaparó esa noche. El tema no podía ser otro que
el Conde de Lautreamont, el punto de partida de la poesía moderna, el más grande
de los poetas, según el surrealismo. El ídolo de Breton.
He querido con este relato mostrar a J. Lacan. Un hombre sensible, sutil, refinado,
generoso. El conocía mis investigaciones sobre Lautreamont, podía compartir
el doble interés que su obra despierta para la literatura y para el psicoanálisis,
porque en ella se encuentran lo siniestro con lo maravilloso. Porque en esa
obra, "diabólica y extraña, burlona y aullante, cruel y penosa, en la que se
oyen a un mismo tiempo los gemidos del dolor y los siniestros cascabeles de
la locura", como dijera Darío, se hace presente con violencia inédita, el inconsciente.
El, Lacan, sabía lo que significaba para mí conversar con Tzara, y aún antes
de conocerme personalmente, arregló ese encuentro en su casa de París, un típico
departamento parisién, con las paredes cubiertas con cuadros de Masson. El surrealismo
penetraba desde allí, los muebles antiguos, los libros en todas partes, también
apilados en el suelo, me dieron un reconfortante sentimiento de familiaridad.
Documento elaborado por los autores
para sentar la propia posición en el marco de una aguda polémica existente
en la Primera Escuela Privada de Psicología Social y en la Escuela de
Psicología Social de Tucumán. En el marco de una conmocionada situación
social -1972- que se expresaba también en el campo científico
en términos de debate y disputa, Pichon-Riviere, con la colaboración
de Ana P. de Quiroga, escribe este texto. [nota de Fernando Fabris]
Cuando explicitamos
los fundamentos en los que se apoya nuestra postulación de una teoría de
la vida psíquica, señalamos como punto de partida al psicoanálisis y al
materialismo histórico y dialéctico. Sin embargo, la explicitación no puede
detenerse allí. Resulta imprescindible poner de manifiesto los modos de
articulación entre ambas fuentes, más aún cuando entendemos que lo que otorga
especificidad y validez al planteo no es la yuxtaposición de teorías o la
búsqueda de un paralelismo formal en el nivel de los modelos, sino la posibilidad
de establecer un corte perpendicular, una intervención crítica en las premisas
del discurso psicoanalítico que permita una nueva valoración de sus aportes.
El lugar teórico
desde el que proponemos una revisión del esquema conceptual del psicoanálisis
e intentamos una fundamentación de la psicología social, es el de la dialéctica
materialista, lo que indica la propuesta de un método dialéctico.
La elección
de este lugar teórico implica, respecto al psicoanálisis, un cambio de problemática,
la apertura de una nueva problemática. Es decir, el planteo a partir de
nuevas premisas del problema de los procesos psíquicos. La psicología social
que postulamos como teoría de la vida psíquica constituye frente al psicoanálisis
un espacio teórico diferente, una óptica distinta, una modificación de las
premisas.
Psicoanálisis
y psicología social no representarían entonces posibilidades de una misma
teoría, sino aparatos conceptuales separados por divergencias fundamentales
aun cuando uno aporta sus elementos al otro.
Hablar en
este caso de una problemática implica la necesidad de explicitar tanto las
premisas en que se funda la producción psicoanalítica, y a las que se dirige
nuestra crítica, como las que configuran el espacio teórico de la psicología
social.
El punto de
ruptura entre psicoanálisis y psicología social pasa por la teoría instintivista
y la concepción del hombre y la historia implícitas en ella. La polémica
que planteamos apunta a una de las premisas básicas de la que parten los
desarrollos psicoanalíticos, premisa que define el campo teórico del
psicoanálisis. Nos referimos al supuesto de que la vida psíquica se sustenta
o es la resultante de la operación de fuerzas instintivas innatas a las
que caracteriza como: "fuerzas endosomáticas que tienen un representante
psíquico, carga energética, factor de motricidad que hace tender al organismo
hacia un fin". El instinto que aparece como una fuerza constante tiene su
fuente en una excitación corporal, su fin es suprimir el estado de tensión
de la fuente pulsional, y un objeto por el que el instinto alcanza su finalidad
(descarga).
La premisa
instintivista abre la problemática del psicoanálisis. Es a partir de esa
óptica que se articulan en un campo común los problemas de la vida psíquica.
Lo excluído,
lo oculto por la problemática definida a partir del reconocimiento del instinto
como fundamento de la vida psíquica, es la función del contexto histórico-
social como determinante de dicho proceso. Entendemos al contexto
histórico-social como determinante de la vida psíquica en la medida en que
es la condición específica dentro de la cual puede manifestarse como fenómeno.
Es ese contexto histórico-social el que fija como determinante los límites
en los que se cumple el proceso de emergencia y desarrollo de la vida psíquica.
Desde las
premisas que definen el campo de la problemática de la psicología social
es el mundo humano, la construcción histórico social y, más específicamente,
cada formación concreta, lo que opera como conjunto de condiciones de producción
y desarrollo del sujeto, en la medida en que es también el conjunto de condiciones
de producción y desarrollo de la necesidad.
El concepto
de necesidad sustituye en este planteo a la noción de instinto. La caracterizamos
como la expresión de un monto de carencia que debe ser solucionado en un
proceso de interacción. Muchos de los rasgos que la teoría psicoanalítica
atribuye al instinto: "...fuerzas endosomáticas, factor de motricidad...etc.",
caracterizan a la necesidad, pero nuestro planteo la desplaza del ámbito
de una teoría económica.
La necesidad,
que compromete al sujeto como totalidad, aparece como la condición
interna del desarrollo de la vida psíquica, condición interna de la
dialéctica, de la contradicción no polar entre sujeto y naturaleza, entre
sujeto y mundo externo. Es en este proceso dialéctico, en esta contradicción,
en la que el sujeto es producido.
La producción
del sujeto es histórico-social. La formación social no opera como causa
de la necesidad (causa en el sentido mecanicista: causa-efecto), pero sí
como condición de su posibilidad y desarrollo. Es la ley y la encodificadora
de la necesidad, la orienta en la búsqueda de satisfacción, ofreciéndole
las metas socialmente disponibles. La traduce y la manipula.
La necesidad
no es simple efecto de la estructura, pero como condición interna de la
producción del sujeto, emerge, se desarrolla, y transforma en relación con
las condiciones externas que operan a través de ella. (Producción social
del sujeto. Socialización).
La idea de
un "sujeto relacionado" incluida en la problemática psicoanalítica implica:
a) que el
sujeto se constituye como tal con autonomía de sus relaciones externas (a
esto se liga el supuesto idealista del principio del placer como legalidad
del pensamiento no apoyada en la experiencia, no determinada por el mundo
real);
b) una posterior
relación con la realidad exterior que operará tardíamente en el sujeto configurándose
un principio de realidad y una internalización del mundo social en una instancia
psíquica: el superyo;
c) desjerarquización
de la relación sujeto-objeto, sujeto-mundo externo, centrando su análisis
en uno de los términos de la relación (sujeto), lo que implica la afirmación
de la posibilidad de una vida mental autónoma que no tenga en la experiencia
su base material.
Esto da lugar
a hipótesis acerca de la satisfacción alucinatoria de deseos fundada en
el principio del placer, o de fantasías inconscientes que son la expresión
de un mundo narcisista autista, no sólo "sin objetividad sino también sin
objeto" (Joan Riviere).
El supuesto
ideológico implícito en la problemática psicoanalítica es la ilusión metafísica
de la "naturaleza humana", esencia inmodificable. La peligrosidad del supuesto
reside en su carácter ocultante de la determinación por la estructura socio-económica
de hechos como la guerra, la violencia, la dominación, la propiedad privada,
el autoritarismo, etc.
La teoría
psicoanalítica, al reconocer, pese a las vacilaciones de Freud, que no puede
prescindir de la noción de instinto para fundamentar sus hipótesis, se encierra
en una problemática planteada por otras teorías instintivistas, según las
cuales, las relaciones entre los hombres se establecen, en ultima instancia,
sobre el juego de fuerzas instintivas innatas. La consecuencia, más o menos
explícita, es que frente a la escasa variabilidad de los modelos biológicos
tomados como determinantes, se extraen conclusiones acerca de la
inmodificabilidad de las relaciones sociales.
Vemos aquí
la función ocultante del supuesto ideológico incluido en el instintivismo.
La noción
del instinto como fundamentación de una teoría de la vida psíquica opera
como obstáculo epistemológico en la elaboración de un aparato conceptual
que de cuenta de la relación entre estructura social y vida psíquica y que
analice los procesos en que se da la producción social del sujeto.
No es casual
que el psicoanálisis como esquema conceptual y como práctica institucionalizada
haya sido puesto al servicio de las clases dominantes. Su óptica le permitía
convertirse en una antropología reformista, en una antropología de alternativa
frente a la planteada por el marxismo. Los elementos de denuncia incluidos
en esa problemática, la importancia de la formulación del concepto de inconsciente,
introducía en la valoración del esquema un monto de ambigüedad que dificultaba
la posición crítica. La evaluación de la práctica analítica, tal como se
desarrolla a partir de las instituciones que vehiculizan la teoría, permite
hoy la caracterización de la praxis psicoanalítica actual como una de las
formas del individualismo al servicio de la adaptación pasiva. Como instrumento
ideológico la ortodoxia analítica, "más freudiana que Freud", operó para
ocultar tras una compleja sistematización las condiciones de producción
del sujeto.
Los postulados de la psicología
social
La postulación
de la psicología social -ciencia en proceso de construcción- implica, como
ya dijimos, una nueva problemática. Es decir, un planteo desde nuevas premisas
del problema de la vida psíquica. El punto de partida es la hipótesis de
que existe una relación dialéctica entre el sujeto y el mundo. El hombre
-a través de su praxis- se construye histórica y socialmente en una contradicción
no polar con la naturaleza, de la que emerge y a la que domina. El hombre
es una construcción histórico-social resultante de una praxis.
Dice Gramsci
"el hombre en general", "la naturaleza humana", es una abstracción. El hombre
no es un punto de partida, no hay esencia de lo humano, el hombre es un
punto de llegada, en construcción permanente, diferente en cada momento
histórico, en cada formación concreta. El hombre se construye, entonces,
en la relación dialéctica con el mundo, relación cuyo motor es la necesidad.
Cuando se
dice: "El sujeto es un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente
en relaciones que lo determinan" (Pichon Rivière, 1971), "El sujeto es producido
en una praxis, no hay nada en él que no sea resultante de la interacción
entre individuos, grupos y clases", se afirma en consecuencia:
1) Que los
procesos psíquicos son la expresión de una relación dialéctica entre sujeto
y mundo externo, o quizás más estrictamente, entre necesidad y mundo externo;
y que el mundo externo es determinante de esa vida psíquica como repertorio
de posibilidades, como condición de desarrollo de la necesidad y su satisfacción.
2) Se establecen
los lineamientos para la formulación de un criterio de adaptación activa,
planteando que la apropiación de lo real y su transformación, la mutua modificación
sujeto-contexto en una relación dialéctica, será el parámetro de evaluación
de la calidad del comportamiento, jerarquizando así los procesos de comunicación
y aprendizaje.
3) Se jerarquiza
la operación del objeto, la operación del mundo externo. Eso conduce a formular
el concepto de estructura vincular, que daría cuenta de la relación del
sujeto con el mundo, relación que tiene dos dimensiones: la intersubjetiva
y la intrasubjetiva.
4) Como consecuencia
de la jerarquización del objeto, del mundo externo y del cuestionamiento
de la teoría instintivista y los elementos idealistas representados por
el principio del placer, se planteará una reformulación de las hipótesis
acerca de la fantasía inconsciente como expresión de la necesidad y de las
vicisitudes del vínculo dentro del cual se da la relación necesidad-mundo
externo.
5) Por la
adjudicación de un carácter determinante a las condiciones externas sobre
la vida psíquica, se reformulará la hipótesis sobre el carácter significativo
del contenido de la fantasía y de la conducta desviada. Se plantea desde
allí una terapia de la psicosis (esquizofrenia), a la vez que se considera
a la enfermedad mental como emergente (signo) de procesos de interacción
patológica, y al enfermo como portavoz.
6) Se formulan
técnicas terapéuticas grupales (grupo familiar), que si bien operan en la
dimensión de lo imaginario grupal, o sea en el interjuego de fantasías inconscientes
que cada integrante tiene acerca de sí y de los demás, la consideración
de la relación dialéctica mundo interno - mundo externo conduce a plantear
una técnica de confrontación entre la fantasía y los procesos reales de
interacción, entre el grupo fantaseado y el grupo real, lo que permite el
aprendizaje de la realidad, redistribución de ansiedades, etc.
Hemos dicho
que una psicología a partir de estas premisas se halla en proceso de construcción.
Estos supuestos nos permiten repensar los aportes del psicoanálisis, pero
no sólo estos aportes. Nos interesa el abordaje del "supuesto producido"
en su vida cotidiana. Esta problemática enmarca la tarea y orienta la producción
de la Escuela. Es a la integración a esa tarea, a un compromiso de trabajo
producido, que convocamos a los miembros de la institución.
BIBLIOGRAFIA S. Freud: Los instintos y su destino, Esquema del psicoanálisis. Laplanche y Pontalis: Vocabulario de Psicoanálisis, "Pulsión". Mao Tse Tung: Sobre la contradicción. V.I. Lenin: Sobre la dialéctica, Materialismo y Empiriocriticismo. M. Klein y otros: Desarrollos en Psicoanálisis. L. Althusser: Para leer El Capital. (Problemática) A.Sercovich:Curso de Epistemología. (Determinación) A. Gramsci:Antología.
Los cambios sociales y culturales en la década del sesenta y el auge del
psicoanálisis en la Argentina
Por Enrique Carpintero y Alejandro Vainer (Revista Topía)
El año 1957 fue importante para la historia de la “Salud mental” en la Argentina
por varios hechos que se produjeron: 1°) Se creó el Instituto Nacional de
Salud Mental. Este comenzó a regular las actividades de los profesionales
promoviendo políticas que iban a permitir que psiquiatras reformistas realizaran
algunas modificaciones en la estructuras asistenciales manicomiales. 2°) Mauricio Goldenberg ganó por concurso la jefatura del primer Servicio
de Psicopatología en un Hospital General, el Policlínico de Lanús. Este
servicio se convirtió en un modelo de atención en Latinoamérica e iba a
formar numerosos psicoanalistas por fuera de la APA. 3°) Se creó la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de Buenos
Aires (UBA). Esta, en la década del sesenta, tuvo una matrícula tan numerosa
que la convirtió en una de las carreras más importantes por su población
estudiantil. Desde los inicios la formación fue influida por el psicoanálisis
siendo uno de los profesores más destacados José Bleger. En este clima de renovación y enfrentamiento con la psiquiatría manicomial
vamos a resaltar la figura de Enrique Pichón Rivière, por las características
particulares de su desarrollo profesional que lo ubica en un cruce entre
la psiquiatría, el psicoanálisis y el trabajo en grupo. En 1958 trabajaba con profesionales de diferentes ámbitos y de varios lugares
del país, siendo uno de los psicoanalistas y grupalistas más reconocidos
del momento. Realizaba diferentes tareas docentes, poniendo a punto lo que
posteriormente sería conocido como su propio dispositivo: los Grupos Operativos. La síntesis y "Acta de fundación" de los Grupos Operativos tuvo lugar ese
año con la "Experiencia Rosario" que, posteriormente, fue conceptualizada
por sus discípulos.[2] Los Grupos Operativos, cuyo antecedente era la tarea grupal de Pichón en
el Hospicio de las Mercedes, lograron sacar a los grupos y a los psicoanalistas
del contexto de la cura para extenderlo a diferentes sectores de la sociedad
y la cultura. Estos múltiples objetivos estaban concentrados en una experiencia
de aprendizaje grupal: la formación de un Esquema Conceptual Referencial
y Operativo común ( el ECRO grupal). Durante 1958 Pichón Rivière dirigió la llamada "Experiencia Rosario". Esta
se realizó a través del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES)
creado por E. Pichón Rivière y Gino Germani con la colaboración de la Facultad
de Ciencias Económicas, el Instituto de Estadística de la Facultad de Filosofía
y su reciente Departamento de Psicología y la Facultad de Medicina en Rosario.
Fue un largo y productivo fin de semana de trabajo. El objetivo explícito era una experiencia de laboratorio social, de trabajo
en comunidad, con el empleo de ciertas técnicas y la aplicación de una didáctica
interdisciplinaria en una ciudad del interior del país. Uno de los participantes,
el Dr. Fernando Ulloa dijo que "fue la marca más temprana, para mí y para
los que ahí estábamos, de las experiencias comunitarias explícitas". Para realizarla E. Pichón Rivière había preparado previamente el equipo
de trabajo mediante técnicas grupales. A la vez, en la ciudad de Rosario,
Provincia de Santa Fe y en otros lugares concurridos por estudiantes se
había publicitado la realización de la experiencia mediante afiches. El viaje a Rosario del equipo de Coordinadores fue en tren. Eran en su mayoría
novatos en la tarea a realizar. Casi todos psicoanalistas discípulos de
E. Pichón Rivière dentro de la APA: David Liberman, Fernando Ulloa, José
Bleger, Edgardo Rolla, entre otros. Tenían todos mucha confianza en E. Pichón
Rivière pero, en el tren pedían y pedían más precisiones. Así manifestaban
sus temores y dudas, entonces E. Pichón Rivière contestó mordazmente: "Si
cuando tomemos el tren de vuelta nos tiran con bosta, quiere decir que cuando
un grupo como éste hace en Rosario lo que terminemos haciendo, al irse le
tiran con bosta". Parece que, con esa respuesta, tranquilizó al grupo. Fue el mismo E. Pichón Rivière quién abrió la reunión general en el Aula
Magna de la Facultad de Ciencias Económicas con una disertación sobre el
significado de la experiencia hablando, entre otros temas, de la enigmática
kakistocracia aludiendo, elípticamente, al posible resultado de la experiencia. El público era numeroso y, desde su composición, heterogéneo: constaba de
casi mil participantes para discutir con las técnicas que iba a utilizar
el equipo. Había desde estudiantes y profesores universitarios, hasta boxeadores,
pintores, corredores de seguro, obreros del puerto, empleados de comercio,
amas de casa, algunas prostitutas, etc. Luego se agruparon para la primera sesión de grupos heterogéneos, elegidos
algunos al azar y otros por orden de llegada, con un coordinador y uno o
dos observadores que registraban todo cuanto sucedía. La tarea del coordinador
era actuar como orientador, favoreciendo la comunicación intragrupal y tratando
de evitar la discusión frontal. La situación trajo ciertas complicaciones
por lo novedosa. En este sentido Fernando Ulloa relató: "En uno de mis grupos,
una mujer joven bastante alterada psicológicamente, a la par que muy querida
por varios amigos que integraban la experiencia, explícitamente para acompañarla,
se constituyó en el centro de todo el trabajo. La situación por momentos
era difícil, por la firme intención que me animaba de no crear engendros
seudo terapéuticos ni eludir la emergencia. “Para el criterio de esta persona y de sus acompañantes no existían en Rosario
psicoterapeutas idóneos para atenderla; por eso sus amigos habían insistido
en acompañarla, visualizando el encuentro como una oportunidad terapéutica.
Recuerdo haber manejado la situación a partir de una idea que había escuchado
formular un tiempo antes a David Liberman, integrante de la Experiencia
Rosario. Propuse que un grupo de novatos organizados en un funcionamiento
adecuadamente heterogéneo, donde las singularidades personales no se anularan
entre sí, podía lograr, pese a su condición novata, la eficacia de un veterano[3]" Vemos por un lado que tener a un equipo de psicoanalistas suscitaba fantasías
terapéuticas notorias como en este caso. Por otro, como planteaba Fernando
Ulloa, se concentraba la ideología grupal operativa de Pichón Rivière: frente
a una máxima heterogeneidad de los componentes se podía lograr una máxima
homogeneidad en la tarea. Luego el equipo coordinador se reunió con el propósito de revisar la tarea
realizada hasta ese momento, a lo que siguió una segunda sesión de los grupos
heterogéneos con los mismos participantes, tomando en cuenta lo analizado
previamente. A posteriori se realizó una nueva reunión de los coordinadores
para controlar el nuevo material. Con estos datos E. Pichón Rivière volvió
a exponer ante el público en el Aula Magna. Pero con una diferencia fundamental,
el público había crecido en número y, además, comenzó a funcionar como un
grupo amplio, a través del trabajo sobre los temas emergentes; para proseguir
se formaron grupos homogéneos: medicina psicosomática, psicología, boxeadores,
estadística, pintores y corredores de seguros. Tras la realización de esta
tarea hubo un nuevo control del equipo de coordinadores con Pichón, quien
finalizó con una exposición en la que participaron los miembros de los grupos
heterogéneos y homogéneos. Como saldo concreto de la experiencia quedó en el Instituto de Estadística,
una secretaria para contactar a quienes desean informes y en el IADES proyectos
para formar grupos de trabajo, los cuales funcionaron cierto tiempo. Pero
el saldo más importante de la “Experiencia Rosario” fue la presentación
de la metodología de Grupos Operativos de E. Pichón Rivière. La consigna
fundamental en éstos era que el grupo pudiera pensar en las dificultades
que tenía en la tarea, con el acento puesto en el desarrollo del Esquema
Conceptual, Referencial y Operativo (ECRO) pertinente a cada grupo. Por
ello los autores del trabajo “oficial” de la experiencia sintetizaron la
misma diciendo: "Las finalidades y propósitos de los grupos operativos pueden
resumirse diciendo que su actividad está centrada en la movilización de
estructuras, estereotipadas a causa del monto de ansiedad que despierta
todo cambio (ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad
paranoide creada por el vínculo nuevo y la inseguridad consiguiente). En
el grupo operativo coinciden el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje
y la resolución de tareas con la curación, creándose así un nuevo esquema
referencial"[4]. Los Grupos Operativos se introdujeron rápidamente en la enseñanza en las
facultades de Medicina, Psicología y otras carreras. Los docentes, que no
recibían entrenamiento en pedagogía, empezaron a realizarla en manejos de
grupos: poder pensar sobre las dificultades del grupo en la tarea y, cómo
se desarrollaba el ECRO apropiado para cada grupo. Esta terminología, como
su técnica, se popularizó durante la década del sesenta. E. Pichón Rivière fundó un año después la Escuela Privada de Psiquiatría
Social que, con el tiempo, se transformó en la Escuela de Psicología Social.
La importancia de su práctica y su pensamiento generó discípulos como F.
Ulloa, J. Bleger, D. Liberman, E. Rolla y muchos otros de la siguiente generación,
entre quienes podemos citar a Armando Bauleo y Hernán Kesselman. Estos,
pertenecientes al campo del psicoanálisis, serán los agentes multiplicadores
de esta nuevo abordaje grupal que se extendería hasta límites impensables
en la década del sesenta.
[1] El presente texto se basa en una investigación que los autores están
realizando, hace más de dos años, sobre la Salud Mental en la Argentina
desde 1957 hasta 1982. [2] Pichón Riviere, Enrique; Bleger, José; Liberman, David y Rolla, Edgardo,
“Técnica de grupos operativos”, Acta Neuropsiquiátrica Argentina, vol. VI,
N° 1, marzo 1960, Buenos Aires. [3] Idem cita 5 [4] Idem cita 10. Por otro lado, el Dr. Armando Bauleo recordando este trabajo
comentaba su importancia histórica: "No podemos negar que Pichón crea los
grupos operativos en el año 1948 pero su gran aplicación y, de lo que siempre
habló, fue de la experiencia en Rosario en 1958. Porque aunque los crea
en el hospicio, quería ver si los grupos en serio eran operativos, si había
transmisión de información. Cuando en la experiencia en Rosario junta esa
cantidad de gente puede observar su efectividad. Es que Pichón Rivière era
un curioso terrible. Ve como transita la información entre los grupos porque
hace grupos alternados: hay gente de lo más diversa, desde profesionales
hasta estudiantes y boxeadores. Entonces puede vislumbrar ahí lo que intuía.
No sólo la transmisión de información sino también cómo la heterogeneidad
en el grupo puede alcanzar una homogeneidad sobre una tarea específica que
hacía que éstos tipos que provenían de los más diferentes lugares, bruscamente
pudieran encontraron algún código para comunicarse en los grupos operativos”.
Entrevista realizada por los autores.
La opinión pública es para un periodista —técnico de la información— el campo
hacia el que apunta su acción. Aunque el manejo de la opinión se ajusta a las
exigencias de sistemas filosóficos y de fluctuantes aspiraciones políticas, el
problema gira siempre sobre dos ejes: a) naturaleza de la opinión, y b) señalar
el rasgo capaz de convertir en "pública" una opinión determinada. Hay estrecha
relación entre las nociones de actitud y opinión. Se podría definir a la primera
como la expresión verbal o no de actitudes, siempre que se dé en una situación
de controversia, es decir, cuando no existe unanimidad de actitudes acerca del
mismo valor social.
El ámbito complejo de la opinión pública debe ser desglosado en varios campos,
por ejemplo: 1) qué es una actitud; 2) de qué manera una actitud se transforma
en opinión y cómo ésta llega a tener carácter público. Progresivamente la
inofensiva idea de "opinión pública" se ha transformado en uno de los sectores
de investigación más ricos y necesitados, sobre el cual converge el interés de
todas las ciencias sociales.
El esquema de la escuela francesa, que da la dirección de la investigación,
interpreta el fenómeno de opinión como la adhesión a fórmulas determinadas, como
una actitud que puede ser evaluada según una escala. Los estudios sobre opinión
tratan de delimitar el concepto, definirlo como fenómeno social, investigando el
medio de donde emerge, estudiar su influencia en los contactos sociales que se
establecen entre los grupos de diferentes ideologías y elaborar técnicas
adecuadas para su investigación. De un análisis comparativo de los conceptos de
eficiencia, duda, rumor, surge que la opinión es un juicio que el hombre formula
para evadirse de la duda, pero cuya motivación se relaciona con otros problemas
que son desplazados sobre él.
De todas maneras, el objeto al que se dirige la opinión aparece como oscuro, y
la inteligencia no se aferra a él como la certeza. Por eso la adhesión a la
opinión no será total, ya que el miedo a errar por una mala elección está en el
centro mismo de la cuestión. Y aunque ese temor permanezca implícito, la opinión
está siempre rodeada de miedo, lo que no sucede en la certeza. La función
operativa de la opinión es arrancar al sujeto de la inquietud de la duda y darle
reposo con la creencia de que está en lo cierto.
Cuando la opinión se convierte en adhesión total, en virtud de una necesidad de
superar la incertidumbre, se llama convicción. Teniendo ya definido objeto y
función de una opinión podemos detectar la forma en que ésta se hace pública.
Para algunos, alcanza esta categoría cuando es manifiesta; para otros, lo
público es un concepto sociológico utilizado para discriminar un grupo
desorganizado de características especiales. La opinión es pública bajo las dos
acepciones, porque tanto su objeto como su sujeto deben ser públicos en los dos
sentidos señalados. El sujeto está constituido por el conjunto de personas que
mantienen su opinión y que creen que otros piensan como ellas. El que opina
públicamente y forma opinión pública sustituye el yo por el nosotros con la
conciencia de su pertenencia a un grupo, de un estar incluido en un mismo
contexto con los que tienen idéntica opinión aunque no los conozca.
El sujeto de la opinión pública coincide con lo que en sociología conocemos como
público y que designa a un grupo de características especiales carentes de
organización. Todo público tiene un motivo polarizador que lo define y convierte
a sus individuos en miembros. Lo importante es subrayar que no es necesario,
para sustentar una misma opinión, ningún tipo de organización: sólo se requerirá
que haya un rasgo en común entre aquellos que por distintas vías llegan a emitir
la misma opinión. Esto no implica que el sujeto de opinión no pueda formar
grupos más o menos organizados que faciliten la organización.
El objeto de la opinión pública ha de ser manifiesto y notorio, el contenido de
la opinión pública es el mismo que el de la opinión en general, pero adquiere su
carácter público al ser conocida por muchos. El objeto de la opinión debe ser
expandido y ésta es la función de la propaganda; requisito indispensable para
lograr opinión es el conocimiento del hecho opinable.
Se podría resumir que las condiciones para la existencia de la opinión pública
son las siguientes: a) objeto sobre el que se pueda opinar, en controversia,
conocido y que despierte el interés de muchos; b) conjunto de personas que opine
lo mismo y tenga conciencia de esta situación de coincidencia; c) esto da como
resultado que cada sujeto, al conocer la opinión de los demás, se exige su
propia opinión de alguna manera, directa o indirecta; d) la opinión implica una
toma de posición frente a otras posiciones. En su esencia misma está la
discusión.
El doctor Enrique Pichón Riviere, creador de la Escuela Privada de Psiquiatría
Social y de un servicio psiquiátrico de urgencia, ha escrito para Primera Plana
el presente ensayo. La conocida trayectoria del profesor Pichón Riviere como
analista e investigador es suficientemente notoria como para que haga falta una
nueva presentación. En cambio, es ilustrativo señalar que en el tema que aborda
en las siguientes líneas —el origen y la estructura de la situación de
desastres— cuenta, además de sus estudios bibliográficos, una experiencia
directa: Pichón Riviere ha vivido por años en Corrientes, a orillas del Paraná,
y ha observado el comportamiento de sus pobladores costeros en las repetidas
veces en que las inundaciones los asolaron.
La situación llamada de desastre o catastrófica se caracteriza por la emergencia
súbita e insólita de fenómenos de origen telúrico, cuya repercusión psicosocial
conviene estudiar en detalle ya que coloca a toda una comunidad en una
circunstancia de cambio agudo para la cual no estaba preparada. Aunque, tras un
estudio detenido —y esto es lo que llama particularmente la atención— se
comprueba la existencia dé captación casi subliminal de indicios que hubieran
podido condicionar una planificación, de no haber sido negados en el plano de lo
consciente. Los sociólogos consideran en términos generales la existencia de
tres fases en fenomenología del hecho catastrófico; cada una de estas fases
admite subdivisiones temporales que es conveniente poner de manifiesto pues
requieren a su vez un manejo con técnicas de comunidad específicas. Es lo que
denominamos "análisis estratigráfico" (por estratos) y de carácter operativo, ya
que toda indagación en el campo social sirve para configurar una estrategia de
acción.
El primer período, denominado de amenaza, se caracteriza por una serie de
hechos. El miedo a la catástrofe, captada subliminalmente, sufre una serie de
elaboraciones que tienen por finalidad, utilizando sobre todo el mecanismo de
proyección, desplazar hacia otros, los vecinos, por ejemplo, las situaciones de
inminente peligro. Es en este momento cuando en el grupo familiar se inicia una
actitud regresiva, en la que adquiere preeminencia un pensamiento mágico,
teniendo asimismo carácter mágico los vínculos con objetos que el desastre pone
en trance de perder. Se adjudican, a los demás, sentimientos de miedo sin que en
las manifestaciones de ese temor proyectado sobre los otros aparezcan alusiones
al verdadero motivo de este complicado proceso psicológico que se desencadena.
¿De qué manera se introducen estos indicios de catástrofe y qué características
revisten? Las primeras señales o datos se introducen en el sujeto por vía
olfativa: percibe un olor particular e identificable, pero el mensaje no se
traduce a un nivel consciente Siente el extraño olor del río, ve su creciente
velocidad y el aumento de su caudal, realiza en forma sistemática, ritual,
observaciones desde un lugar previamente elegido. A pesar de la acumulación de
información, o quizá por la ansiedad que le provoca la misma, acude a un
mecanismo de defensa: la negación. A partir de este momento, dos conductas son
posibles en el sujeto en situación de peligro inminente: la ya mencionada
proyección del miedo o el bloqueo afectivo, en el cual la negación del temor no
va seguida de la proyección. Esta situación de ocultamiento inconsciente
condiciona una inmovilidad, una indiferencia y una omnipotencia que configurarán
reacciones características dentro de la comunidad, como ser el aislamiento, la
falta de cooperación y el egoísmo.
La resistencia al cambio —en este caso se está frente a un cambio exigido por
las circunstancias— llegará a su máxima expresión en el momento en que se
apelará a toda clase de maniobras y amenazas antes de la evacuación de su
habitat. En ese momento, el siniestrado tiene todas las características de un
enfermo mental (paranoico). Trata de instrumentar su pensamiento mágico,
adquiriendo la convicción de poseer un poder tan omnímodo por medio de ritos y
fórmulas. Su fantasía consiste en que por la fuerza de su pensamiento o de su
decisión —por ejemplo, permanecer aferrado a su vivienda sin permitir la
evacuación—, asumiendo un liderazgo frente a la catástrofe, pudiera conjurar el
daño que en un primer término negaba. Si penetramos profundamente en las
motivaciones de este líder omnipotente, nos encontraremos con que ese rol que él
trata de asumir sin que le sea adjudicado, por la comunidad a la que pertenece,
es el de un impostor, ya que se adueña por asalto de una función social como es
el liderazgo, para emerger como cabecilla de la conspiración contra el cambio.
Su peligrosidad radica en el hecho de que teniendo características demagógicas,
de un coraje irracional y dramático, basado en la negación del miedo, se
convierte en el saboteador de la operación de salvataje.
Este personaje debe ser objeto, de parte de los trabajadores sociales, de un
manejo adecuado, destinado a debilitar su influencia y destronarlo por medio de
técnicas de trabajo de comunidad, que consisten en lograr que el grupo o
comunidad que le responde adquiera conciencia de que los móviles que lo hacen
actuar de esa manera, obedecen a un cierto tipo de proselitismo. Se trata de un
oportunista, que introduce por la brecha que abre la angustia colectiva, una
ideología. Su fantasía inconsciente es en última instancia la de transformarse
en un héroe. La ideología de este sujeto siempre será contraria a las
autoridades estatales, a las que culpará del desastre.
El personaje contrario corresponde a aquel que en el período de amenaza utilizó
la proyección de su miedo, y que es víctima luego de una reacción de boomerang:
su propio miedo, puesto en el otro, le es devuelto reforzando a su vez sus
ansiedades anteriores; y lo promueve a buscar los medios y las oportunidades
adecuadas para ser evacuado con la menor pérdida posible. Está en condiciones de
asumir un liderazgo positivo, contrafigura del anterior, organizando la
"operación rescate". Una sola perturbación grave puede sucederle: el boomerang
del miedo puede provocarle un impacto tal que le sobrevenga el pánico, quedando
entonces también él en estado de inmovilidad. En ese caso su peligrosidad reside
en el hecho de que, por procesos múltiples de identificación, el pánico se
extiende, se hace colectivo, perturbando la evacuación, no ya por una oposición
activa sino por una pasiva.
Es en el segundo período, llamado de impacto, donde puede aparecer la situación
de pánico. El pánico configura el emergente más significativo de una
circunstancia catastrófica. Es un conjunto integrado por temor, alarma,
perplejidad y pérdida de control y orientación. Su carácter "contagioso" puede
desencadenar fenómenos colectivos de graves consecuencias, como pueden serlo las
actitudes de huida o tumulto, furia y desenfrenada agresión. Este estado va
acompañado de los más variados síntomas psicosomáticos, que son el producto de
la derivación, al área del cuerpo, de los miedos provenientes de la mente o de
los peligros exteriores. Esta situación es siempre grupal, invade a todo el
grupo familiar, produciéndose un momento caótico que impide toda planificación
adecuada y operativa. Esta tensión o stress repercute sobre los sistemas
defensivos orgánicos (homeostasis) y acarrea una disminución, a veces
considerable, de todas las defensas orgánicas, bajando el umbral de resistencia
a las enfermedades, facilitando así la contaminación. Asistimos entonces a la
aparición de enfermedades infecciosas, ya que gérmenes que se mantenían
inactivos, adquieren una vigencia particular ayudados por las circunstancias
exteriores.
En este clima de inseguridad e incertidumbre, de descontrol y falta de
planificación, surge un nuevo personaje: el rumor, que refuerza las situaciones
anteriores y provoca sentimientos de mayor inseguridad, volviendo a la gente más
agresiva. El rumor impacta y convierte a las posibles víctimas del desastre en
ingenuas y crédulas. El sistema de información adquiere nuevamente
características mágicas; la comunidad afectada se hace cada vez más vulnerable a
un complejo de rumores por la falta de discriminación que caracteriza a un grupo
de estado de desorganización. Es posible detectar a través del caos una
"central" del rumor. Señalan la naturaleza de esta central la dosificación, la
secuencia, la temática y los canales del rumor.
En estas situaciones de pánico y de rumor, las mujeres y los niños juegan un
papel muy importante, particularmente los últimos, quienes asumen conductas
contradictorias, donde por momentos juegan o representan situaciones de
salvataje (construyen barquitos), como tentativas de elaborar el miedo por la
acción; en otro momento caen en una situación depresiva ante la pérdida que es
vivida por ellos como mas irreparable, debido a su escaso nivel de
instrumentación, a lo que se suma una forzada inmovilidad exigida
particularmente por la madre angustiada, que proyecta en el hijo todas sus
fantasías de destrucción, que van siempre más allá del peligro concreto. Los dos
sectores más pasivos de la comunidad afectada, mujeres y chicos, manejan y
distorsionan la información.
El rumor aparece en situaciones de pánico y lo realimenta. Tal comprobación
indica que se trata de un punto de urgencia sobre el que deben operar quienes
tienen a su cargo el manejo de la situación de catástrofe. Modelo de manejo de
situación es el caso del líder saboteador. En cuanto al rumor, la operación
indicada es el esclarecimiento con técnicas de contrarrurnor, tal como las que
se utilizan en la guerra. Se aprovecharán en este sentido todos los canales de
información para esclarecer el contenido del rumor, por medio de mensajes que
señalen las contradicciones que deslizan en el mismo. Dentro del segundo período
o momento del impacto se describen reacciones de egoísmo o altruismo, compulsión
a ayudar que va más allá de las posibilidades de hacerlo.
Por el camino del egoísmo enfermizo se desemboca, en cambio, en la delincuencia,
raterismo y saqueo, en los casos más graves, y reacciones agresivas o de
indiferencia total frente al otro. Un clima de tensión aparece con las mismas
características de los fenómenos que emergen en toda situación de catástrofe, es
decir que se produce bajo el común denominador de la pérdida de control. Aquí
nos encontramos frente a un nuevo punto de urgencia. La técnica a emplear es la
de grupo, tendiente a esclarecer los móviles de la conducta colectiva; el éxito
mayor de un trabajador social consiste en transformar esos grupos delictuosos en
grupos de trabajo que colaboren con el personal incluido en el proyecto de
rescate y reconstrucción de la comunidad.
El último momento de este período de impacto se relaciona con la actividad y las
emociones. Aquí se puede observar toda una escala de intensidades de acuerdo a
la cultura incluida en la situación de desastre (cultura debe ser entendida aquí
en términos de origen o nacionalidad). En la medida que las emociones,
predominantemente la ansiedad, disminuyen debido a técnicas de apoyo, refuerzo
de la comunicación, esclarecimiento de rumores, la actividad, que antes estaba
bloqueada por el impacto emocional, emerge en forma organizada.
Los sociólogos, sin embargo, parecen haber descuidado un momento crucial en el
proceso de la situación de desastre: el periodo intermedio entre el impacto y
aftermath o "vuelta al pago", en el que se configura una nueva comunidad alojada
en viviendas colectivas y dotada de una rica fenomenología. Es el período de la
migración y convivencia en un lugar designado, no elegido, donde los evacuados
son alojados por sexo y a veces por edad, disgregándose el grupo familiar que ya
venía con vínculos seriamente debilitados.
El tema sexual adquiere cierta primacía, dando la impresión de que lo que se
recoge en la investigación al respecto pertenece más al terreno de la fantasía
que al de la realidad. Este período puede ser subdividido en varios momentos: 1)
de inmovilidad, 2) de violencia, 3) de euforia colectiva, 4) de relación con los
muertos.
El primer período es de inmovilidad, de inercia, de indiferencia y apatía. El
grupo humano así reunido —sobre todo los hombres— tiene mucha analogía con
pacientes de hospitales psiquiátricos. La expresión es de depresión y la
actitud, de catatonía. La falta de iniciativa es lo que en síntesis agrupa los
aspectos que presentan los damnificados en este período. La comunicación con el
resto del grupo familiar está seriamente perturbada: no se interesan en nada, no
piden nada, y un sentimiento de extrañeza acompaña a toda actitud proveniente de
la población menos damnificada que se constituye en Comités de Ayuda o Socorro.
El segundo, período es de violencia; a la inmovilización anterior sigue un
estado de exaltación con un fuerte componente agresivo y reivindicatorio. Es el
período en que se inicia el balance del desastre, dando lugar a una
estructuración de fuertes componentes paranoicos. En este período sucede en el
resto de la población, tal como pude observar hace muchos años, una respuesta de
pánico ocasionada por este cambio brusco: se organizan bandas con propósitos de
robo, y si sus miembros son interrogados expresan claramente el derecho que
tienen de realizar verdaderos saqueos que pueden terminar en actos
verdaderamente criminosos o delitos sexuales. En este momento, el damnificado se
considera un héroe que ha podido vencer al salvarse de las fuerzas de la
naturaleza y se cree poseedor de todos los derechos sobre personas y cosas. Es
como si inconscientemente considerara que fue elegido, por la comunidad que
rodea a la situación catastrófica, como chivo emisario o víctima propiciatoria;
él se ha hecho cargo de la culpa de los otros al considerar que la catástrofe es
una venganza de Dios o del Destino dirigida a la población no damnificada. Ahora
él es fuerte, omnipotente. Exige la ayuda, y la reacción de la población ante
esta expresión de omnipotencia se retrae y sufre una serie de perturbaciones,
según el tipo de personalidad que cada uno tiene y que va desde francos cuadros
de pánico y de persecución, hasta enfermedades psicosomáticas o enfermedades de
tipo endémico que se reactivan por la tensión crónica que sufren con la
consiguiente disminución de las defensas orgánicas. La población asume una
conducta defensiva organizándose también como una comunidad en peligro con
guardias nocturnas y medios de defensa variados.
En algunas situaciones extremas, la situación de chivo emisario que viven los
damnificados es proyectada sobre la comunidad o miembros significativos de ella,
pero es sobre todo en las autoridades que tiende a ubicarse la responsabilidad y
la culpa del desastre. En este momento, la comunidad circundante, con sus grupos
políticos habituales, organiza un trabajo de proselitismo, la ayuda adquiere un
carácter demagógico y empiezan a operar dentro de la comunidad damnificada y
evacuada, junto con ese grupo político oportunista, pequeños comerciantes que
negocian o canjean los productos recibidos de los Comités de Socorro. En este
período, el alcohol se introduce como un nuevo factor de desorganización y
violencia, los mecanismos de control ceden a veces en forma colectiva,
asistiéndose a un espectáculo paradójico que es después de la inmovilidad y la
violencia un clima de fiesta. En ese clima, el alcohol es un ingrediente
habitual y la promiscuidad, en que esta comunidad, más o menos segregada y
marginada, tiende a realizar en forma ya concreta lo que fantaseaban en los
periodos anteriores, es lo que configura el tercer periodo de euforia colectiva,
que tiene por finalidad negar la situación de duelo.
El cuarto período se caracteriza por la inversión del estado anterior: la
euforia colectiva se transforma en duelo colectivo, que constituye para el
observador el aspecto más impactante o siniestro de todo el proceso. Esto no es
la regla, y posiblemente se dio en un caso particular de mi observación por el
hecho de que el cementerio del pueblo en que vivía estaba en la zona cercana al
río, lugar que era literalmente barrido por las aguas. En realidad, este período
se inicia cuando comienza la bajante y el cementerio entonces recobra una
configuración particular y trágica. Al percibir que el cementerio está libre de
la inundación, los damnificados que tienen familiares sepultados en él van a
hacer una visita de exploración y se encuentran con que la mayoría de las
cruces, que son la señal del lugar en que fueron enterrados, han desaparecido.
Ese mismo día o al día siguiente, casi todas las mujeres de esa comunidad visten
un riguroso luto, y al verlas marchar hacia el cementerio producen un impacto
que se transforma en una toma de conciencia de la situación de desastre, tanto
en los damnificados como en los no damnificados. La búsqueda de sus muertos, o
mejor dicho el lugar que ocupaban sus muertos, se hace de una manera desesperada
y se oye, a veces, a la gran distancia, como si fuera un coro, los llantos y
gritos de dolor que están representando no solamente la pérdida del muerto sino
que recién en ese momento viven también la pérdida de los objetos materiales de
que la situación de desastre los ha privado.
Esta ceremonia solía durar varios días, y representaba de acuerdo a su
intensidad el monto de la pérdida. El desastre se ha metamorfoseado en tragedia.
Todo el grupo se siente solidario a través de este sentimiento. Alguien ha dicho
que la tragedia es "la protesta más vehemente del hombre contra la carencia de
sentido..., que nos da el sufrimiento" y que "proclama que el hombre es libre
pero que lo es sólo dentro de los límites que ha establecido para nosotros su
misma condición de hombre".
Vivida esta situación, con las características señaladas, se los ve volver a su
lugar de origen construyendo o reconstruyendo su casa con las mismas
características; y la visión que tiene el observador es de que el damnificado se
prepara para un nuevo ciclo, como un eterno retorno, un destino inmodificable,
donde hay incluidas en su estructura actitudes de desafío y vuelta a la
omnipotencia que había perdido transitoriamente en los días de duelo.
Si analizamos la conducta de cada uno de los damnificados podremos detectar
actitudes o asunción de liderazgos con características políticas, como es el
caso del líder de la oposición, aquel que se resistía amenazando al personal
encargado de la evacuación. Ese liderazgo, que seguramente tiene una larga
historia previa y que es mantenido latente, se hace bruscamente manifiesto y
está representando las fuerzas de oposición al gobierno estatal. Es también como
si tuviera la oscura percepción de que la catástrofe cumple una función política
ya que rumores de un golpe de Estado circulaban por todo el ámbito del país.
Podríamos decir que él asume el rol del líder del golpe e intenta hacer
proselitismo desde su nueva situación: se ha transformado de un más o menos
tranquilo poblador de una isla en un líder político omnipotente que quiere
interrumpir el curso de la inundación para dar lugar a otra tan desgraciada
situación de catástrofe donde el desastre sería sufrido no ya por una pequeña
comunidad sino por todo el país.
La Ley de Salud Mental a nivel nacional plantea un nuevo paradigma a la hora de
abordar una problemática que ha sido históricamente maltratada en nuestro país,
dicen dos especialistas de fuste como Vicente Zito Lema, dramaturgo, filósofo y
profesor de psicología social, y Alberto Sava, coordinador general y fundador
del Frente de Artistas del Borda.
En el programa La Historia en Debate (CN23) ambos especialistas diagnosticaron
la actual realidad de este tópico y trazaron perspectivas hacia el futuro.
Eduardo Anguita: –Sin dudas es un tema del que nadie está exceptuado. Hablar de
la locura es, en general, hablar de los otros. Y uno no se pone a pensar cuánto
de equilibrio y cuánto de desequilibrio se puede tener respecto de la salud
mental. La locura no siempre es bien vista si la vemos como un hecho externo.
Vicente Zito Lema: –Recordemos que Enrique Pichón Revière funda la disciplina de
la psicología social. Latinoamérica es reconocida mundialmente por ese aporte a
la ciencia. En nuestro país, como médico psiquiatra, en su primera etapa, es
Pichón quien impulsa una lectura en relación con los derechos humanos de los
enfermos mentales. Tanto es así, que en la última ley de salud mental se nombran
sus fundamentos. Creo que es el único mencionado en la fundamentación de esa
ley. Por si fuera poco es uno de los cinco fundadores de la Asociación
Psicoanalítica Argentina, la más importante por fuera de la que diera a luz
Freud.
Recuerdo que una vez Pichón me dijo que en definitiva la locura no es más que la
búsqueda del amor por otros medios más desesperados. Tal vez con mis más de
cuarenta años de trabajar en la temática puedo decir que estoy de acuerdo con
esa idea. Llega un instante del sufrimiento humano y social que se vuelve todo
tan angustiante, sin poder vislumbrar un camino de salida, que a veces la locura
se convierte en ese camino. Como escribiera Jacobo Freeman, genial poeta, “la
locura se convierte en el camino más desierto y solitario”.
Y como camino de sufrimientos individual, social, familiar, implicaría que la
sociedad venciera prejuicios, abriera más su corazón y, si es posible, su
conciencia crítica ante el tema de la enfermedad mental.
Aquí abrimos dos temas de disputa. Por un lado, lo terrible que en Argentina se
ha tratado al enfermo mental en todas las épocas. Obviamente, bajo dictaduras
militares peor todavía. Y, por otra parte, ver cómo no se encuentran soluciones
ni científicas ni amorosas para la solución de un problema que es fuerte.
Por un lado, la existencia de una norma de envergadura y humanística como la
nueva Ley Nacional de Salud Mental y derechos humanos, que no se cumple. Por
otra parte, este terrible embate que sufre el hospital Borda. La situación de
los enfermos hoy es de una urgencia que daña. Lo dice alguien que comenzó a
visitar y a trabajar en estas luchas en la década del sesenta. O sea, conozco el
hospital hace casi 50 años y nunca lo he visto tan destruido y tan provocador de
un dolor social y subjetivo casi sin límites.
Anguita: –Alberto, vos sos de los que, como artista, te involucraste en la
historia del Borda y luego estudiaste psicología social. ¿Eso es un pilar que
requiere una decisión personal?
Alberto Sava: –Pichón Rivière también decía que el artista tiene como dos
caminos: o es alguien que refuerza esa estructura a veces de pensamiento, de
acción social o de estructura de ese manicomio para que todo siga como está, o
es un agente de cambio, un transformador, un revolucionario. En mi caso personal
siempre intenté desde el arte que algo cambie de estructura y pensamiento. A mí
me invita José Grandinetti a trabajar al hospital en 1984 cuando en Argentina
quería llevarse a cabo un proyecto desmanicomializador tomando la experiencia
italiana, la de Trieste. Cuando hablo de desmanicomialización me refiero a que
el Estado debe garantizar la atención del sufrimiento mental aboliendo
progresivamente el manicomio, tal como dice la Ley Nacional de Salud Mental. Y
no sólo el manicomio público, sino también el privado, que a veces es tan
siniestro como el público. Debe garantizar la vivienda, el trabajo, la
educación, los afectos.
Esa experiencia se quiso llevar en 1984 en Argentina desde la Dirección Nacional
de Salud Mental tomando Río Negro, Córdoba y el Borda. El único lugar donde más
o menos se efectiviza es en Río Negro. En ese intento de producir un cambio
invitan a una cantidad de personas y a mí como artista. Toman esa idea de Pichón
de que el arte puede transformar una realidad institucional.
Lo que hago es que veo que hay una cantidad de compañeros internados con mucha
capacidad artística. En la ronda de mate cuando cantaban, tocaban la guitarra o
cuando nos vendían las poesías en los pasillos, también en los grafitis y las
pinturas en las paredes. Entonces, con una mirada más social y comunitaria, los
invito a crear un grupo de artistas con la idea de cómo el arte podía hacer
visible la desmanicomialización.
Hoy en día, el Borda, como todos los hospitales psiquiátricos, son campos de
concentración de personas. Alguien dijo una vez que no sólo es que están
internados, sino que están desaparecidos y detenidos. En 1984, en todos los
hospitales psiquiátricos privados y del Estado había 30 mil personas internadas.
E. A.: –¿Cuando uno dice el Borda también dice el Moyano?
V. Z. L.: –Sí, todos, incluyendo al Moyano. Están a 500 metros pero podemos dar
fe de que el Borda, por los menos, tiene como las puertas abiertas al
sufrimiento.
En tanto el hospital Moyano, por ser de mujeres, mantiene la idea
de clausura, de separación total de la sociedad. Esto ahonda las heridas y todos
los vejámenes. Si empezáramos a contar la vida de las enfermas mentales en ese
hospital desde que se funda sería un libro simbólico del dolor argentino.
El ingeniero Mauricio Macri está a cargo de esto por ser el jefe de Gobierno de
la Ciudad. No soy de dirigirme a las autoridades en forma personal pero hago una
excepción. Los sufrientes entre los sufrientes son los enfermos mentales. Hay
que haber pasado por esta enfermedad como sujeto activo, como familiar o como
amigo para darse cuenta. En esta situación, Macri, como responsable político y
administrativo, está llevando a cabo lisa y llanamente la destrucción en ese
espacio de todo lo que puede estar bien, aún en una complejidad negativa. No ha
hecho nada para mejorar. Todo es destruir sistemáticamente. Él habla del amor y
las buenas costumbres sociales. Yo lo invito a que no abuse de su poder –y este
caso no es para ofender–, de su ignorancia y vaya al hospital y se informe.
Consciente o inconscientemente está violando los derechos humanos. Tarde o
temprano, cuando se violan los derechos humanos con semejante envergadura, hay
que responder a la opinión pública, a la conciencia y a la ley. Tarde o temprano
él va a tener que dar respuesta sobre estos daños gigantescos que está haciendo
sobre personas que mínimamente merecen una mirada amorosa y no de destrucción.
E. A.: –No suelo decir que siento miedo, pero cuando vi a una persona que entró
en brote psicótico me agarró una sensación de angustia pero también miedo…
A. S.: –Creo que la existencia del manicomio exacerba el miedo. Ese lugar
abandonado, en las afueras de la Ciudad, encerrado por paredes o rejas, genera
miedos.
El desconocimiento y la desinformación, también. Creo que si existiera
un proceso de desmanicomialización, no sólo no existirían los manicomios, sino
que se atendería en los hospitales generales como cualquier otro sufrimiento. Y,
además, la sociedad estaría preparada para contener esas crisis psiquiátricas.
En general, cuando uno tiene un amigo, un familiar o un brote no sabe qué hacer
porque no tiene información. El proyecto de desmanicomialización no sólo atiende
al paciente, sino también al contexto social, al familiar. Hay un seguimiento
permanente de cómo atender una crisis psiquiátrica. El imaginario colectivo con
respecto a la locura es siniestro por la existencia del propio manicomio, no
tanto por la enfermedad.
V. Z. L.: –Socialmente, Buenos Aires, por mencionar un caso, me suena más a
locura, a violencia y me genera más miedo que lo que me genera un propio
hospital. Hace más de 40 años que ando por los hospitales psiquiátricos de este
país y nunca he tenido esa sensación de miedo. Días atrás, en una típica
situación para despertar el miedo, pero también para despertar el alerta, se
toman a trompadas en un ómnibus el conductor y un pasajero. El ómnibus termina
incrustado en un negocio y hay 32 personas heridas en un hospital. Lo que pasa
es que la sociedad no se hace cargo de sus violencias, de sus reales miedos y
los depositan siempre en los más débiles, que son los internados en
psiquiátricos.
E. A.: –¿Podemos definir la locura? Cuando alguien señala a otro como un loco
piensa en distanciarlo y, en realidad, hay que tratar de integrarlo a la
comunidad. Yo recuerdo que fui a hacer unas notas en el año 1986 a Córdoba y
estar en un hospital donde estaban todavía guardados los grilletes de la época
de la dictadura. Habían cambiado las políticas de salud. Y fui a la plaza y en
un momento dicen los chicos: “Bueno, volvemos al manicomio”.
A. S.: –Desde el arte, esa experiencia la tenemos. El arte ayuda a recuperar
esas capacidades como seres humanos. Uno es persona en la medida que pueda
pensar, sentir y hacer. El manicomio te va destruyendo esa capacidad, voluntad y
sensibilidad. El arte, lo que hace, en proceso creador y colectivo, es
recuperarlo. Las producciones artísticas que hacemos tienen que salir del
manicomio. Las exponemos en teatros, centros culturales, galerías donde las
pacientes se hacen visibles no sólo como artistas, sino como personas y pueden
discutir y debatir sobre sus problemas. Es la capacidad que tiene el arte de
restaurar ese desequilibrio psicofísico, que es la locura, en un contexto
determinado se contiene y nivela por la misma sociedad. Incluso si esa sociedad
está informada mucho mejor. Cada dos años hacemos un festival latinoamericano de
artistas internados y externados en hospitales psiquiátricos. Ahora le cambiamos
el nombre por “Festival de arte, una puerta a la libertad y no al manicomio”.
Van todos los hospitales o centros de salud mental oficiales, no privados, que
trabajan con el arte. Estamos siete días viviendo juntos y actuando en
importantes teatros. Y cuando vuelven al manicomio, que es casi un proyecto de
muerte, es un tremendo choque. Ese desequilibrio psicofísico a veces lo produce
un sistema social, un contexto familiar, que también es producto a veces de un
sistema social, pues la falta de recursos genera las crisis. Ya que hablamos de
arte y locura, y yo por miedo a que me quede sin tiempo te pido leer un poema de
Jacobo Fijman, es uno de los mayores poetas argentinos, que estuvo recluido 28
años en el hospital Borda. Viviendo y muriendo en el hospital, con capacidad
poética increíble, escribió en 1926:
Canto del cisne
Demencia:
el camino más alto y más desierto. Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas. Roncan los extravíos; tosen las muecas y descargan sus golpes, afónicas lamentaciones. Semblantes inflamados; dilatación vidriosa de los ojos en el camino más alto y más desierto. Se erizan los cabellos del espanto. La mucha luz alaba su inocencia. El patio del hospicio es como un banco a lo largo del muro. Cuerdas de los silencios más eternos. Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío. ¿A quién llamar? A quién llamar desde el camino tan alto y tan desierto? Se acerca Dios en pilchas de loquero, y ahorca mi gañote con sus enormes manos sarmentosas; y mi canto se enrosca en el desierto. ¡Piedad! El timbre de mis ojos esparce intimidad. Mi piedad de rodillas se arroba en los suspiros del ocaso (palomas de violeta) ¡Mis manos palpan el color de misa!
V. Z. L.: –Hace poco falleció una poetisa extraordinaria, Marisa Wagner, amiga
nuestra, que estuvo internada muchos años en el Montes de Oca. Escribió un libro
que va a ser histórico y que se llama Los montes de la loca, sobre su
experiencia en ese lugar siniestro.
A. S.: –Ahí fue donde se denunció tráficos de órganos a partir de muertes
misteriosas -por usar una palabra leve- de los internados.
V. Z. L.: –Maritza Wagner fue una mujer militante de la vida, ganó un premio
literario. Participó en un concurso en la provincia de Buenos Aires y nadie
sabía que era internada. Y le publicaron el libro.
A. S.: –Esto ya fue escrito por Basaglia, pensador y psiquiatra, que tenemos
como hermano mayor, que con el apoyo de los sindicatos obreros llevó a cargo una
humanización del tema de la locura. Él hablaba de las instituciones de los
pobres. Como los chicos de los asilos pasan a las cárceles y luego a los
manicomios y luego muchos vuelven a la cárcel. Es un circuito nefasto donde la
marginación social, la falta de igualdad en la lucha por la vida, condena a los
más pobres. Es una verdad que la mayor parte de las personas recluidas en las
cárceles provienen de los sectores más pobres. La gente de los hospitales
psiquiátricos la mayoría son de sectores humildes. A eso se une otro tema que en
militancia política y en derechos humanos lo hemos pensado siempre: ¿por qué la
gente más joven tiene siempre que poner el alma y el cuerpo para cambiar el
mundo? En las cárceles y en los psiquiátricos la mayoría son pobres. Pero a ello
se agrega que son cada vez más jóvenes. El promedio en las cárceles argentinas
es de 25 años. El mismo fenómeno se da en los hospitales psiquiátricos. Como
dijo Rodolfo Walsh: “Mientras no seamos capaces de sentir como propio el dolor,
el sufrimiento, la desesperanza ajena, es muy difícil cambiar las sociedades”.
Algunos hablan del amor y lo dicen de forma inocente. El amor es algo concreto:
de los cuerpos a los cuerpos. Y en especial de los cuerpos que están en
privilegio social, económico, cultural con los que menos tienen. La locura se
deposita como espacio de dolor y marginación en los más sufrientes de la
sociedad.
E. A.: –¿En qué consiste la ley y el trabajo que están haciendo?
A. S.: –La ley lo que hace es, además del artículo de ir aboliendo los
manicomios existentes y la prohibición de crear nuevos manicomios, hay que
desarrollar eso de trabajar con la comunidad. Crear condiciones donde la gente
pueda insertarse socialmente. Desde la Dirección de Salud Mental y la Red Arte y
Salud Mental, que yo presido, estamos haciendo unos foros en todas las
provincias donde la idea es sensibilizar a toda la comunidad con esta ley, que
es verdaderamente revolucionaria.
Acá estuvo Franco Roteli, uno de los
directores de la experiencia de Trieste, en Italia, y dijo que es mucho más
avanzada que la ley italiana. La idea es cómo el arte puede ayudar a la ley y
viceversa. Me parece que falta reglamentarla y es el tema de fondo.
E. A.: –Y eso tiene que ver también con los recursos…
A. S.: –Los mismos recursos que se gastan en el manicomio se pueden volcar a la
comunidad. El Borda tiene este año un presupuesto de 150 millones de pesos: 12
millones de pesos por mes, dividido por 600 pacientes internados son 20 mil
pesos por mes que cuesta cada paciente. Con ese dinero podés hacer mucho en la
comunidad. Es una aberración. Falta una decisión política y Macri no lo va
hacer. Y creo que el Gobierno Nacional está en ese camino.