Historia pública y privada de la Iglesia Católica Argentina

Olga Wornat

    

10. Negocios Celestiales

Corrían los primeros meses de 1996 cuando el viejo capitán visitó a monseñor Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires. El hombre no imaginaba ni por asomo, que esa visita iniciaría una de las estafas más escandalosas que involucró directamente al Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, a uno de los purpurados más polémicos de la Iglesia católica argentina, en el que se evaporaron diez millones de dólares y se estafaron a miles de ahorristas, al punto tal, que el Vaticano envió a sus hombres del servicio de Inteligencia a la Argentina para investigar el affaire.
A pesar de su fuerte combate público al capitalismo, es sabido que desde tiempos lejanos, los hombres de la Iglesia se han visto metidos en vericuetos financieros de dudoso final. A veces es difícil conciliar la imagen del Papa como representante de Cristo en la Tierra con la de uno de los más grandes financistas del mundo. Es decir, hacer coincidir la definición de la Iglesia católica como la "Iglesia de los Pobres", con los grandes negocios –o negociados– en los que aparece envuelta.
Eduardo Trejo Lema, presidente de la Sociedad Militar Seguro de Vida (SMSV), debió esperar aquel día unos pocos minutos en la antesala. Enseguida, la puerta del despacho se abrió y monseñor Roberto Toledo, secretario privado del cardenal primado, lo hizo pasar. Monseñor Quarracino no estaba solo en la sala. Un hombre apuesto, de unos 45 años, impecablemente vestido y de finos modales, lo acompañaba. Se trataba de Francisco Javier Trusso, presidente del Banco de Crédito Provincial (BCP), una suerte de hijo postizo del prelado, cuyo padre, Francisco Paco Trusso, benefactor del Opus Dei, era en esos momentos Embajador argentino en la Santa Sede.
La entrevista tenía carácter protocolar, pero a poco de transcurrir Quarracino la orientó hacia la "provechosa vinculación" –según dijo– que podría surgir entre la mutual de los militares y el BCP, donde Francisco Javier Trusso y sus hermanos Pablo Alfredo y Juan Miguel tenían la mayoría accionaria.
–Estoy unido a la familia Trusso por una estrecha y antigua amistad, son gente honorable y piadosa, y considero que un banco no puede estar en mejores manos, por eso el BCP es el banco de la Iglesia –le aseguró a Trejo Lema.
Conforme fue avanzando la charla, Quarracino insistió en lo bien que haría la Sociedad Militar en depositar su dinero en el banco de los Trusso, para obtener buenos réditos. El capitán no pudo menos que decirle que estudiaría esa posibilidad. El interés del cardenal pasaba por un pedido previo, que le había hecho Francisco Javier. Concretamente, le había pedido que intercediera para que el BCP lograra la cuenta de la SMSV.
Ciertamente, el banco estaba altamente calificado por el Banco Central, al mismo nivel que el Río y el Galicia. Para inversiones a corto plazo, calificaba en el nivel 2, en una escala de 1 a 11. La Sociedad Militar hacía inversiones en entidades de nivel 1 a 3, de manera que el BCP cuadraba perfectamente en ese espectro.
De todas formas, Trejo Lema instruyó al área gerencial para que hiciera las averiguaciones del caso y solicitara informes de consultoras especializadas en antecedentes de empresas para evaluar tanto al BCP como a sus conductores. Había vivido lo suficiente para ver cómo bancos altamente calificados por el Central habían dejado en la lona, en un pasado reciente, a miles de ahorristas, así que quiso asegurarse con otras fuentes de información. La consultora Dumm & Bradstreet, produjo un informe satisfactorio y así fue como la SMSV comenzó a operar en 1996 con el BCP efectuando depósitos a plazo fijo escalonados en sus vencimientos.
La Sociedad Militar Seguros de Vida es una mutual centenaria que agrupa al personal de las tres Fuerzas Armadas, y de la Gendarmería, la Prefectura y el Servicio Penitenciario Federal. Tiene 96.000 socios de clase media y media baja, que aportan una cuota proporcional a su sueldo, y se rige por la ley de mutuales para realizarles préstamos familiares a bajo interés y proveerlos de turismo y seguros. Los socios, entre quienes se cuentan conspicuos y tenebrosos personajes, como el ex almirante Eduardo Massera o el general Domingo Bussi, tienen delegados que eligen al directorio, formado por cuatro miembros del Ejército, dos de la Armada y dos de la Fuerza Aérea. El promedio de edad que en ese momento tenían los hombres del directorio era de 76 años.
En los primeros meses de 1997, de paso por Roma, Trejo Lema fue invitado por el embajador Francisco Paco Trusso, padre del vicepresidente del BCP, a una misa en el Vaticano celebrada por Juan Pablo II. Terminado el oficio, el viejo capitán fue conducido a un salón donde ingresó el Papa, conducido del brazo por Francisco Javier Trusso, quien realizó las presentaciones. Desde agosto de 1996 el vicepresidente del BCP se desempeñaba como consultor honorario de la Pontificia Comisión para la Ciudad del Vaticano, un órgano consultivo cuyos miembros colaboran con la Comisión de Cardenales, que ayuda al Papa en el gobierno de la ciudad estado. Cuando Francisco Javier Trusso fue designado para tan honroso cargo, la agencia católica AICA explicó que "el nombramiento de un laico de la Arquidiócesis de Buenos Aires, es interpretado como un reconocimiento del Santo padre a Antonio Quarracino y a las actividades profesionales del laico que se ha distinguido por su apoyo a las obras de la Iglesia tanto en la Argentina como en el estado Vaticano... ". El caso es que, al verlo aparecer del brazo de Papa, el viejo capitán quedó más que encantado, encandilado.
A finales de junio, quedaría triplemente perplejo: el 23 recibió una carta de Quarracino en la que le insistía que estrechara vínculos comerciales con el BCP y contemporáneamente, otras dos, con membrete del Vaticano, enviadas por un tal monseñor Gianni Danzi, obispo titular Di Castello y secretario para la Pontificia Comisión para la Ciudad del Vaticano. En ellas Danzi avalaba la seriedad de Francisco Javier Trusso, felicitaba a Trejo Lema por su colaboración con el BCP y ponía de manifiesto el agradecimiento del cardenal Quarracino por la ayuda recibida de esa mutual. Al viejo capitán se le dibujó un signo de interrogación en la cabeza: ¿de qué colaboración le hablaban?
Había habido alguna falta de timing. Al día siguiente entendió de qué se trataba. Fue cuando recibió la visita de Francisco Javier Trusso, quien en nombre del cardenal Quarracino le solicitó un préstamo de diez millones de dólares para el Arzobispado. Trusso le dijo a Trejo Lema que el BCP no estaba en condiciones de otorgarlo en ese momento, pero que sería fiador de ese préstamo. El encandilado y perplejo capitán no pudo negarse, aunque al hacerlo violara la ley, ya que las mutuales no están autorizadas a prestar dinero más que a sus asociados. Estas entidades gozan de exenciones impositivas con las que no cuentan los bancos, para poder prestarle a sus miembros pequeños montos a tasas más bajas que las del mercado, no en carácter especulativo, sino de ayuda social. Pero ciertamente, el Arzobispado no sólo no era uno de sus socios, sino que tamaño monto escapaba absolutamente a las características contempladas por la ley de mutualidades.
De los papeles se ocuparon el contador Pedro Makzimcsuk, gerente financiero de la Sociedad Militar, y Jorge De Simone, gerente del BCP: ambos instrumentaron un préstamo de diez millones de dólares en favor del Arzobispado de Buenos Aires, que sería afianzado por el BCP, por un plazo de seis meses y a una tasa exigua del ocho por ciento anual. Se acordó, en honor a la alta investidura de Quarracino, que los instrumentos del contrato fueran firmados en la sede del purpurado el 26 de junio de 1997.
A las 16.30, Makzimcsuk y Omar Menéndez, jefe de relaciones bancarias, concurrieron al edificio de Rivadavia 415, donde los esperaba De Simone. Ya en el segundo piso, el gerente financiero del BCP les presentó a Juan Miguel Trusso, hermano de Francisco Javier, quien además de accionista del banco era vicepresidente de Caritas Argentina. Todos fueron atendidos por monseñor Toledo.
Allí, los representantes de la Sociedad Militar explicaron que la mutual sólo contaría con disponibilidad de fondos para el 30 de junio y el 1 de julio, a razón de cinco millones cada vez, y que el sistema que indefectiblemente utilizaba para las operaciones de este tipo era el de la transferencia bancaria a través de un banco de Nueva York. Cabe aclarar que ése es el sistema recomendado por el Banco Central para operaciones de esta clase y que es el que siguen prácticamente la totalidad de las instituciones bancarias del país.
Se acordó entonces que el contrato sería firmado de todas maneras en ese momento y que luego el Arzobispado remitiría instrucciones a la Sociedad Militar solicitando el depósito de los fondos en las fechas indicadas en una de sus cuentas en el BCP.
–Lamentablemente, monseñor Quarracino está reunido con unos obispos por un tema de trascendental importancia y de momento no puede atenderlos como tenía pensado, pero me encareció que le lleve el contrato a su despacho, para firmarlo allí, siempre que ustedes no tengan inconveniente–dijo monseñor Toledo.
Todos asintieron. Menéndez le entregó el sobre con los dos ejemplares del contrato y Toledo salió de la habitación junto a Juan Miguel Trusso. Unos minutos después, ambos regresaron con los dos ejemplares firmados. Monseñor Toledo traía además dos imágenes de la Virgen María que entregó como recuerdo a Makzimcsuk y a Menéndez.
–Se las envía monseñor Quarracino, están bendecidas por él –les explicó. Luego abrió el sobre, exhibió los dos ejemplares del contrato ya firmados y les entregó uno.
Menéndez manifestó que en razón de que el contrato no había sido suscrito en su presencia, la firma de monseñor Quarracino debía ser certificada. Trusso dijo entonces que la certificación se efectuaría en la sucursal del BCP, distante sólo unos metros de allí, donde el Arzobispado tenía, luego se supo, siete cuentas. Hacia allí fueron todos, menos Toledo, y así se hizo.
Al día siguiente se recibieron en la sede de la Sociedad Militar la fianza bancaria, cuya firma estaba certificada por escribano, y la carta de instrucciones para el depósito de fondos suscrita por Quarracino.
Dos meses después, en agosto de 1997, se produjo la caída del BCP, fiador del crédito, pero la Sociedad Militar no se preocupó demasiado: el préstamo había sido otorgado al Arzobispado de Buenos Aires, ¿cómo pensar en pedirle nuevas garantías tan luego al cardenal primado de la Argentina? ¿En qué cabeza hueca podría caber alguna duda respecto de la moralidad y honorabilidad de la Iglesia? Bastaría con la palabra empeñada.
Esperaron a estar sobre la fecha en que operaría el vencimiento del plazo para el pago de la primera cuota. Más por pleitesía que para otra cosa, al despuntar septiembre Makzimcsuk y Menéndez fueron al Arzobispado y se entrevistaron con monseñor Toledo, a quien le llevaron un obsequio, y le pidieron que le recordara al cardenal que se aproximaba el vencimiento y que cualquier problema que hubiera, les avisara.
Enorme fue el estupor de ambos cuando escucharon a monseñor Toledo decirles que desconocía esa operación, que las firmas del contrato eran falsas, que él había sido engañado, que pensaba que se trataba de una maniobra urdida entre el BCP y la Sociedad Militar, y que por tanto el Arzobispado no iba a pagar nada.
–¿Se puede saber entonces quién va a pagar el préstamo?–preguntó demudado Makzimcsuk. Toledo respondió muy suelto de cuerpo:
–Mongo te lo va a pagar.
Y ni un músculo se movió en su cara.
Ambos bancarios le recordaron que había estado presente cuando Quarracino firmó, que esa firma había sido certificada por el banco y que los fondos habían sido transferidos y acreditados en cuenta del Arzobispado.
Monseñor Toledo tomó entonces una voluminosa carpeta y se puso a buscar dentro de ella unos papeles. Mientras lo hacía, repetía que las firmas eran falsas y que aun si fuesen verdaderas tampoco el Arzobispado pagaría nada, pero que él podía gestionar ante el Banco Central el pago de la deuda. Dicho esto, llamó a su secretario y amigo intimísimo, el arquitecto Norbero Silva –con el que iban de vacaciones a Europa, pagadas con dinero del BCP– y le pidió que sacara fotocopias de algunas hojas de la carpeta.
–Monseñor Quarracino se reunió con el Presidente Menem y con Roque Fernández para buscar una solución –les dijo en tono confidencial.
El arquitecto volvió con las fotocopias. Una era un extracto de una cuenta del Arzobispado en el BCP correspondiente a junio de 1997. La otra, una carta fechada el 8 de agosto, firmada por los accionistas del BCP –Francisco Javier y Pablo Trusso, Roberto Dalle Nogare y Jorge Granitto– por la cual comprometían al banco a hacerse cargo de la deuda contraída por el Arzobispado con la Sociedad Militar.
Makzimczuk y Menéndez declararon después ante la Justicia que Toledo les había hablado en esa ocasión de otras irregularidades en el BCP por un monto de 3.500.000 dólares y que les había exhibido unos formularios que parecían solicitudes de crédito, todos los cuales lucían firmas que aparentemente eran de Quarracino, pero que a medida que las mostraba, monseñor iba diciéndoles:
–Esta es falsa, ésta también, ésta no, ésta es verdadera, ésta es falsa...
Según los dos bancarios, Toledo les confió en ese momento que conocía a los Trusso desde hacía más de ocho años porque tenían una relación casi de hijos con varios prelados y especialmente con Quarracino, pero que con el tiempo él se había ido dando cuenta de la verdad:
–Pablo Alfredo Trusso es un delincuente, Francisco Javier Trusso es un psicótico con cargo en el Vaticano, ahora lo van a exonerar, y Juan Manuel Trusso es su ladero –definió.
Pese al escándalo, Francisco Javier no fue exonerado de aquel cargo de asesor honorario de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano –el organismo en el que el Papa delega la administración de la pequeña ciudad– que venía desempeñando desde el 11 de agosto de 1996. La agencia católica AICA informó a mediados de octubre de 1997 que Francisco Javier Trusso había "renunciado" a ese cargo el 27 de agosto anterior. El interés por despegar a la Iglesia de semejante hijo descarriado quedó patentizada.
Makzimcsuk y Menéndez se retiraron del despacho de Toledo tremendamente confundidos y con un papel en el bolsillo con su teléfono celular para continuar las conversaciones. Cuando lo hablaron, una voz informó que el número no estaba habilitado por Movicom para recibir llamadas, probablemente porque los Trusso, que le pagaban la línea, habían dejado de hacerlo. Posteriormente, Toledo llamó a Makzimcsuk y le advirtió que el Arzobispado sería representado desde ahí por el estudio jurídico Dromi, Ribera y Archimbal, de modo que no lo llamara más. El viejo capitán Trejo Lema, comprendió recién ahí hasta qué punto había metido la pata y no pudo menos que presentar su renuncia al directorio de la mutual.


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Dibujando préstamos

El domingo 10 de agosto, en el programa de Jorge Lanata, Día D, Marcelo Zlotogwiazda ventiló la primicia: el affaire de los 20.936 créditos truchos del BCP por un total de 64 millones, que ocultaban el vaciamiento del banco o disimulaban su bancarrota. El periodista fue quien destapó la olla al difundir por televisión el detalle de los préstamos falsos extendidos a nombre de Carlos Menem, el propio Quarracino, Matilde Menéndez, Juan Carlos Calabró, los jugadores de fútbol Gustavo y Guillermo Barros Schelotto, Antonio Gasalla y Federico Storani, entre varios miles de personas que jamás los habían solicitado. Los dueños del BCP negaron la información mediante una solicitada. Pero el lunes 18 comenzó una huida de depósitos y el 20, el BCRA suspendió al BCP.
Más de 72.000 ahorristas de sus 68 sucursales, que no pudieron sacar su dinero, se vieron perjudicados en unos 200 millones de dólares; otros 135 millones habían alcanzado a salir en la semana previa. Entre los perjudicados se encontraban algunos clientes eclesiásticos: a Caritas le quedó adentro medio millón, a la Universidad Austral del Opus Dei, casi un millón; y a la Comisión Pro Catedral, cien mil. Como hizo notar Zlotogwiazda, eso fue el colmo de los colmos ya que Juan Miguel Trusso, que tenía el seis por ciento de las acciones del BCP, era vicedirector de Caritas Buenos Aires; y toda la familia Trusso, además de ser integrante del Opus Dei, había aportado fondos a la comisión Pro Catedral.
El Arzobispado contrató al ex ministro Roberto Dromi también por este asunto y porque sobre los dos millones de aportes de particulares llovieron denuncias de corrupción, dirigidas a Juan Carlos Poli, director de la obra. El rector de la catedral, Ernesto Mai y Quarracino habían tomado además debida nota de las acusaciones que hizo a Poli la museóloga Laura Novak, en una carta de catorce carillas que le dirigió a Mai, respecto de la obra del Sanatorio San Camilo: se descubrió que Poli había recibido 2.882.258 pesos y que subcontrató con la firma Hojibal Construcciones S.R.L por valor de 1.750.000, quedándose con un vuelto de más de un millón.
De la cuenta corriente número 1204-2 que Quarracino tenía en el BCP, tampoco se pudieron retirar los fondos. Toledo y Silva, que tenían firma autorizada, pensaban que la cuenta tenía 32.000 pesos, pero había en cambio un saldo en rojo por 478.647,62 a raíz de una extracción de 500.000 pesos hecha el 23 de julio. Toledo juró que el Arzobispado no hizo esa operación.
El 23 de agosto, Daniel Hadad puso en marcha una campaña contra Toledo: anunció en su programa Después de Hora que los gastos del secretario de Quarracino eran de 50.000 dólares mensuales, según el resumen de American Express, y que esa tarjeta le había sido otorgada por el BCP. En realidad, el promedio en los últimos cuatro meses de Toledo era de 700 pesos mensuales, pero el que sí tenía esa cifra de gastos era Norberto Silva, el arquitecto amigo de Toledo, quien había sido contratado por Francisco Javier Trusso, para reformar su triplex de la calle Cavia y por la Curia, para refaccionar la Catedral. Silva dijo que tenía todas las facturas que demuestran que las compras fueron hechas para ese departamento.
En la revista Noticias del 8 de noviembre de 1997, el periodista Claudio Negrete detalló el curioso mecanismo utilizado para truchar los créditos:
"Los hicieron en orden alfabético, el monto aumentaba de 15 pesos en 15 pesos hasta llegar a los 4.000 pesos y después se iba reduciendo de 10 pesos en 10 pesos; una forma de justificarlos en las planillas. Fue tal el dibujo que cualquier ciudadano, sea cliente o no del banco, podía aparecer como "beneficiado" con estos créditos automáticos (...) Por este mecanismo hicieron figurar activos por 64 millones cuando el patrimonio del BCP era de 60 millones. (...) Además, muchos clientes dejaron en custodia títulos públicos que luego fueron vendidos, recaudando con este método otros 100 millones. Pero quizá la maniobra más dolosa, según los investigadores, haya sido la cometida con los depósitos confiados con destino a los paraísos fiscales, por esta vía se calcula que reunieron 200 millones. Con estos artilugios lograron obtener unos 400 millones en total", escribió.
También cayó en la rodada del BCP el propio Vaticano: Zlotogwiazda confirmó que su banco oficial, el Istituto per le Opere di Religioni (IOR) fue una de las grandes víctimas de la estafa:
"El IOR es uno de los socios del fondo de inversión Fondigest que pocas semanas antes del cierre del BCP había colocado un plazo fijo de 32 millones de dólares. Además, Fondigest, Fininvest (el fondo de Silvio Berlusconi) y el Banco Monti di Paschi habían financiado al BCP suscribiendo obligaciones negociables por otros 40 millones de dólares", explicó.
Los Trusso no sólo eran dueños de la mayoría accionaria del BCP, sino también de buena parte de los shoppings, Buenos Aires Design y Alto Palermo, y del ciento por ciento de la empresa administradora de la tarjeta Carta Credencial, de la que el padre de todos ellos, Francisco Paco Trusso, era presidente. Por más que proclamó a todos los vientos y juró sobre los santos evangelios que él no tenía nada que ver con las actividades financieras de "los chicos", cabe señalar que una causa penal paralela por asociación ilícita, estafas reiteradas y adulteración de instrumento público, descubrió que también se habían falsificado saldos de tarjetas de crédito por 16 millones de pesos. Esas falsificaciones involucraban a Carta Credencial.
La gran estafa de los créditos truchos del BCP, un banco que había sido fundado en 1971 pero que los Trusso adquirieron en los años noventa, no era ignorada por el Banco Central, sólo que su presidente, el menemista Pedro Pou, faltó a sus deberes y optó por mantener el secreto y negociar con la familia Trusso una salida. La defraudación había sido detectada durante una inspección de rutina a finales de mayo de 1997. Las abogadas Beatriz García y María Carmen Urquiza sostuvieron en el dictamen 526 del Banco Central la "no legitimidad" de esos préstamos y prepararon una denuncia penal, pero Pou la archivó y acordó el 7 de agosto un arreglo extrajudicial para zanjar el delito: los Trusso debían reintegrar los 64 millones en cuatro cuotas semanales. Para cubrir las apariencias la operación sería contabilizada como una compra de esos 20.936 créditos. El problema fue que, tres días después, Zlotogwiazda lanzó su primicia en Día D. Primera consecuencia: los ahorristas sacaron al día siguiente treinta millones de dólares del BCP. Segunda: losTrusso se negaron a pagar la primera cuota por falta de fondos.
Hubo, sin embargo, otra oportunidad: tras la publicación de una desmentida en los diarios para frenar la fuga de depósitos, la familia Trusso le ofreció al Central suplir la falta de efectivo con la entrega de sus acciones en el shopping Buenos Aires Design y Carta Credencial, logrando de esta forma que Pou volviera a archivar la denuncia penal contra el BCP. Esto no pudo evitar, sin embargo, que en apenas una semana, los aterrorizados clientes retiraran otros cien millones y acabaran con el banco.
Con el tiempo, Pou también debió renunciar a la presidencia del Central y hoy afronta una demanda por incumplimiento de los deberes de funcionario público. A principios de 1999, el Arzobispado de Buenos Aires había denunciado a todo el directorio del Banco Central por ese motivo y también por "incumplimiento de su actividad de contralor" respecto a la SMSV, que realizaba "voluminosas operaciones financieras" de carácter "para bancario" sin que al Central se le moviera un pelo porque, ya se sabe, mejor no meterse con los militares...
Comprendiendo que ni Mongo le iba a pagar, la Sociedad Militar requirió los servicios del Estudio Spota para ver los pasos a seguir en procura de que el Arzobispado o los Trusso le devolvieran algo. Pero su titular, Alberto Spota, intentó en vano tomar contacto con el nunca bien ponderado Roberto Dromi, autor de las famosas privatizaciones de la era menemista y hombre del Opus Dei, por lo que se decidió a llevar sus problemas a la justicia.
El 9 de octubre de 1997 al mediodía, compareció en la sede del Arzobispado el escribano Juan José Guyot, quien por escritura pública número 185, pasada al folio 559 del Registro Notarial 1405, certificó la intimación efectuada por la Sociedad Militar para el cobro de la primera cuota más los intereses vencidos e impagos. Los representantes del Arzobispado negaron en esa ocasión ser deudores de la sociedad.
El 23 de octubre de 1997, por escritura pública número 200, pasada al folio 616 del mismo Registro Notarial, el Banco de Crédito Argentino confirmó que los fondos girados por Sociedad Militar –dos giros de cinco millones de dólares cada uno– habían ingresado en la cuenta del Arzobispado de Buenos Aires en la sucursal Capital Federal del BCP. Y luego se "evaporaron".
El 20 de noviembre de 1997, Trejo Lema presentó ante el Juzgado en lo Criminal y Correccional 15 de La Plata una declaración relatando los antecedentes de la operación de mutuo oneroso al Arzobispado y de allí en mas se sucedieron otra intimación, con fecha 5 de enero de 1998 y dos mediaciones, el 2 de diciembre de 1997 y el 3 de febrero de 1998, todas con resultado negativo.
El 7 de abril de 1998 se presentó una demanda ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil número 110, de Miguel Gregorio Lemega; y una querella criminal por estafa contra Francisco Javier Trusso, Pablo Alfredo Trusso, Juan Miguel Trusso, Renato Dalle Nogare, Jorge De Simone y monseñor Roberto Marcial Toledo. Esta causa número 35.881 tramita en el Juzgado Nacional de Instrucción Número 24, Secretaría número 131.
El cardenal Antonio Quarracino, enfermo de cáncer, murió en febrero de 1998 jurando que había sido engañado, sin alcanzar a saber que su secretario sería implicado y que terminaría con las esposas puestas, aunque sólo por un día. Lejos de ello, lo nombró su albacea y administrador de sus bienes.
–La muerte de Quarracino se parece en mucho a la del Papa Juan Pablo I, se murió "demasiado rápido... mejor no me hagas hablar"– me dijo Dromi, un mediodía de principios del año 2000, en el restaurante del hotel Costa Galana, ahondando el misterio.
Juan Pablo I murió treinta y tres días después de haber asumido. Al cadáver no se le hizo la autopsia, ni siquiera para acabar con la sospecha de que había sido envenenado. En la semana previa, se le había enfrentado muy duramente al poderoso monseñor Paul Marcinkus, a quien pensaba remover de la presidencia del Istitute per le Opere di Religione (IOR) por sus manejos non santos. Cuando Dromi me dijo aquello, se me cruzó por la cabeza la imagen de monseñor Toledo.


Como Caín y Abel

A mediados de 1996, Francisco Javier se estaba separando de su segunda esposa, Elena Chioza, con la que tuvo dos hijos. En esa época comenzó a viajar, a sufrir depresiones y a delegar en su hermano, Pablo Alfredo Trusso, el manejo de BCP.
Entre idas y vueltas, Francisco Javier no sólo consiguió el divorcio, sino además una dudosa dispensa otorgada por el Vaticano. Las nulidades matrimoniales religiosas son la especialidad de su padre, Francisco Paco Trusso, quien antes que estallara el escándalo del BCP, fue denunciado por el Tribunal Interdiocesano de Brooklyn, de haber dado información falsa para conseguir la disolución del matrimonio religioso del director del diario La Nación, Bartolomé Mitre, con María Dolores González Álzaga.
El periodista Diego Rosemberg contó en Tres puntos, que Trusso –aquel ferviente católico del Opus Dei que había sido elegido por Menem para dirigir la oficina de Etica Pública– adujo en 1988 al presentar el caso "que María Dolores González Álzaga vivía en 3505, 72nd street, Apt. 6A, Jackson Heights, New York 11372", lo que no era cierto, ya que la mujer vivía con su pareja, Rafael Ignacio Herr, desde hacía más de una década, en el quinto piso M de la Avenida del Libertador 450, de Buenos Aires. Como las citaciones para el descargo no fueron atendidas porque la mujer no vivía allí, "el tribunal otorgó la nulidad matrimonial y decidió elevar el fallo a la Corte de Apelación para su confirmación. Fue en ese momento que María Dolores González Álzaga se enteró que su casamiento por la iglesia había sido anulado".
En la segunda instancia, González Álzaga apeló y exigió la nulidad de la sentencia aduciendo que nunca había sido informada de ningún proceso de ese tipo y que la dirección dada era absolutamente falsa. "Dijeron cosas inmundas, horribles sobre mí, y nunca tuve posibilidad de defensa alguna", recuerda hoy la perjudicada.
Rosemberg añadió que en 1991 "fue la propia Nunciatura apostólica argentina la que le escribió al cardenal John O'Connor, miembro del tribunal de apelación, diciéndole que este caso y otro similar "envuelven a muy conocidos argentinos que viven en Buenos Aires". Finalmente la nulidad de la nulidad matrimonial fue concedida el 16 de marzo de 1992". Y a los pocos días, Bartolomé Mitre se casó con toda pompa en la Iglesia del Socorro con Blanca Álvarez de Toledo. Claro está, el Vaticano pasó por alto este antecedente cuando Menem propuso a Francisco Paco Trusso como embajador ante la Santa Sede, ese mismo año.
No sabemos si a Francisco Javier Trusso también le anularon la dispensa, lo que sí sabemos es que una vez divorciado quiso volver a tomar las riendas del banco y que entonces comenzó una guerra entre hermanos. Francisco Javier decía adelante de los gerentes que Pablo lo quería desbancar. Quienes los frecuentaban aseguran que competían permanentemente hasta en el tamaño de las casas y las marcas de los autos. En el banco, había que tomar partido: "o estabas con uno o con el otro, no te daban opción", coinciden muchos ex funcionarios del BCE Según su propio padre, Francisco Javier "es un hombre encantador, generoso, servicial, lo quieren en todas partes", en cambio Pablo "es menos espontáneo y más reservado". Cuando la olla estaba a punto de destaparse, Francisco Javier apareció para tratar de tapar el escándalo. El viernes 8 de agosto de 1997 fue a hablar con Quarracino y le pidió que intercediera ante el Presidente Carlos Menem, para que el Banco Central se hiciera cargo. "Si le dio a Beraja, que representa a la comunidad judía, ¿por qué no a nosotros, que somos católicos?", fue el argumento. Pero Toledo se opuso y Quarracino no habló con Menem. Hasta ahí, Francisco Javier había sido como un hijo para Quarracino, pero el contacto terminó de manera abrupta cuando supo que el cardenal no intercedería ante el Presidente y culpó de eso a su secretario, monseñor Toledo.
El 2 de octubre de 1997, Francisco Trusso padre le envió una carta personal a Antonio Quarracino pidiéndole disculpas por las responsabilidades de su hijo Francisco Javier en el fraude del BCP. Esa carta terminaba con un ruego: "...le pido que no abandone a mi hijo en estos momentos de prueba... ".
Esa carta trascendió a los medios. Ámbito Financiero la reprodujo en su edición del 3 de noviembre y entonces papá Trusso se sintió agraviado.
El 11 de noviembre, en La Nación, escribió:
"Habiéndose dado a publicidad una carta que fuera confidencial dirigida al cardenal Quarracino, monseñor ha contrariado la norma del articulo 155 del código penal y las más elementales normas éticas que más que ningún otro deben ser respetadas por un obispo".
El 12 de noviembre, La Nación se hizo eco de una carta sin firma dirigida a Trusso, que parecía ser remitida por Quarracino. Decía así:
"Usted, no sin cierta grosería me achaca haber hecho pública una carta confidencial. No lo hice; y creo no estar muy equivocado si sospecho de un determinado remitente, el cual lo hizo "para embarrar la cancha". También ahora veo con claridad aquello de la sabiduría popular: "de tal palo tal astilla".
Esto provocó que ese mismo día 12, desde radio Mitre, Néstor Ibarra entrevistara a Trusso. En ese reportaje dijo sentirse aliviado porque "gracias a Dios, el Señor me ha dado paz, una gran paz a pesar del gran dolor". Pero al momento de hablar sobre la carta confidencial dada a publicidad, fustigó: "Lo considero un delito de extrema gravedad, el doctor Soler, gran jurista y penalista argentino, lo consideraba un delito de extrema gravedad, desde los romanos, porque va en contra de la ética...". Ibarra le preguntó si era cierto que Quarracino se había negado a recibir a su hijo Francisco Javier: "Sí, él era además su director espiritual y como tal tiene que recibirlo... Se negó a recibirme a mí y a mi hermano, el padre Trusso, un sacerdote de una santidad excepcional, una eminencia de la Iglesia... Estoy ofendido pero yo perdono. El debe estar cerca de alguien que no le deja ver la realidad de lo que pasa", sostuvo Trusso, dando entender que ese alguien era monseñor Toledo. "Sé que mi hijo no falsificaría la firma de Quarracino... El caso es una injusticia, una campaña dirigida contra mí y mi familia. Sí, sí, rezo por los ahorristas... ", añadió.
El 2 de octubre, en la revista Tres puntos, Marcelo Zlotogwiazda relató en la nota de tapa el último diálogo que mantuvieron Francisco Javier Trusso y monseñor Toledo, en los primeros días de agosto. Decía:
"Francisco Trusso y monseñor Toledo discutieron a los gritos en la sede del arzobispado. El principal accionista del BCP, de Carta Credencial e hijo del último embajador argentino ante el Vaticano amenazó al secretario de Quarracino:
"–Si yo caigo te voy a arrastrar a vos. Y si yo me pego un tiro me voy a encargar de que antes alguien te pegue un tiro a vos.
"Toledo dejó constancia escrita de la extorsión y contó los detalles de la escabrosa relación de la Curia con la familia Trusso. Fue un documento secreto depositado en una escribanía:
"–Hay sólo una persona que sabe dónde está el sobre y tiene poder para abrirlo si a mí me pasa algo."
La nota desnudaba además la ligazón existente entre los Trusso, los carapintadas y uno de los más sanguinarios miembros de la dictadura militar, a cuyo cargo estuvieron cuarenta centros clandestinos de detención. No en vano el título de tapa fue: "Quarracino -Trusso - Suárez Masón: La catedral de la Corrupción".
El estratega de Francisco Javier Trusso era el ex mayor Ernesto Nabo Barreiro, aquel carapintada amigo de Aldo Rico, que se negó a presentarse a declarar en los tribunales de Córdoba en 1987 acusado de crímenes de lesa humanidad y al que el país le debe por rebote aquellas "Felices Pascuas" donde parieron las leyes de obediencia debida y de punto final. Diez años después, los carapintada estaban a cargo de la seguridad del BCP y Barreiro era asesor del directorio, con un sueldo de 20.000 pesos. Le aconsejó a Francisco Javier: "Ahora tenes que crear confusión y caos en el banco, y después presentarte como el salvador de mano dura que va a recuperarlo".
La caída del BCP no se debió a la falsificación de la firma de monseñor Quarracino ni al mutuo por diez millones de dólares, sino a que el Banco Central "descubrió" aquel listado de 20.936 créditos inexistentes por 64 millones de dólares para inflar el activo de la institución que estaba absolutamente en rojo. Dentro de tamaña estafa, lo de la Sociedad Militar era apenas un detalle, aunque no menor, dado que vestía sotanas.
El juez platense Juan Carlos Bruni, a cargo de la causa por la falsificación de los créditos, dictó el viernes 31 de octubre de 1997, dando lugar al pedido del fiscal Octavio Agustín Sequeiros, el auto de detención de Francisco Javier y Pablo Alfredo Trusso, de su primo Renato Della Nogare y su hijo Pablo Tarquino, Jorge Granitto, Sergio De Haro, Daniel Cóccaro, Jorge De Simone, Luis Gamallo, Miguel Panello, Graciela De Biasi, Patricio Mulhaal y María Andrade, bajo los cargos de asociación ilícita en concurso real con estafas reiteradas y tentativa de estafa, falsificación de documento reiterada y balance falso. El 25 de noviembre les dictó la prisión preventiva a los trece imputados. El presidente del BCP, Antonio Ramón Falabella, no apareció en ninguna de las acusaciones.
Ese día, monseñor Rey consideró que la relación de Miguel Trusso –hermano de Francisco Javier y Pablo Alfredo– con la Iglesia "le hace daño a Caritas" y aquel debió renunciar. En tanto, el cardenal Quarracino expresaba su preocupación por "Las consecuencias sociales derivadas del caso del BCP".
Cuando la policía fue en busca de Francisco Javier Trusso, no lo encontró. El asesor papal había escapado al exterior y se mantuvo prófugo de la Interpol durante dos años, hasta que lo localizaron en Brasil, y luego otros dos años, hasta que lo encontraron en el invierno de 2001, en la Argentina. También fueron declarados prófugos Renato Della Nogare y su hijo Pablo Tarquino.
A partir del cierre del BCP, y previo al dictado de prisión, Francisco Javier Trusso había pasado sus días encerrado con los abogados del estudio de Jorge Anzorreguy, hermano del jefe de la Side, quien a lo mejor le aconsejó que pusiera los pies en polvorosa. En ese tiempo, hacía oír su indignación porque las autoridades del Colegio Los Molinos, del Opus Dei, a quien él tanto había ayudado, le habían pedido que retirara a sus hijos de esa institución. Como buen católico debería haberlo previsto, ya que la Biblia enseña que desde los tiempos de Adán y Eva, nos guste o no, los hijos heredan el pecado de sus padres.
La revista Urgente y Especial relató que les había contado por esos días a sus abogados que había inaugurado una capilla en Roma donada por él y que sus interlocutores Vaticanos le habían aconsejado tener "prudencia". No obstante, les aseguró que podía demostrar que durante años los Trusso les habían pagado abultadas cuentas a monseñor Quarracino y a sus colaboradores. Y además les aportó documentación probatoria sobre viajes pagados al obispo de Morón, Justo Laguna, con su secretario privado; de la financiación al obispo Casaretto de una publicación llamada Medios del Episcopado; de haber solventado las actividades culturales realizadas por el entonces vicario de Belgrano, Melchor Aguer; y subvencionado proyectos informáticos al obispo de Lomas de Zamora, el ultraconservador, Desiderio Collino. De más está decir que ninguno se cuestionó el origen del dinero. Lo mismo le ocurrió a monseñor Martorell, del arzobispado de Córdoba con Yabrán y al rector de la Universidad Austral, José Luis Gómez López Egea, con Juan Carlos Cassagne, lo cual indica que la Iglesia Católica recibe fondos sin importar su origen y que hasta podría haber colaborado en el lavado de esos recursos.
Francisco Javier Trusso les contó también a sus abogados que había visitado a monseñor Estanislao Karlic para presentarle documentación que lo exculpaba de las acusaciones de Quarracino y su entorno; y les anunció que viajaría al Brasil "para ver a los más íntimos colaboradores de Juan Pablo II".
En octubre, Francisco Javier se entrevistó también con el obispo auxiliar, Jorge Mario Bergoglio:
"Trusso cree que Bergoglio no es lo mismo que Quarracino. Durante la entrevista Bergoglio pidió que estuviera presente Toledo. Trusso piensa que Bergoglio grabó esa conversación (entró alguien con el té y dejó una valija)", consignó una fuente.
Pablo Trusso fue detenido en Buenos Aires antes de que pudiera embarcarse. Lo indagaron el 2 de noviembre de 1997, y al mejor estilo bíblico, le echó las culpas a su hermano, Francisco Javier, vicepresidente del BCP. Antes de caer preso, Pablo había estado trabajando como si nada con Jackie Finkelstain, en la empresa Antonio Griego, cuyas oficinas están en Santa Fe y Junín. Dios los cría y ellos se juntan: Finkelstain llevó a la quiebra al Central Bank of New York y estuvo preso varios años en los Estados Unidos.
Apoyado por su defensor, Alfredo Gascón, Pablo le contó al juez Bruni que fue director ejecutivo del banco desde 1991, que ya para entonces la entidad tenía pérdidas, y que éstas se profundizaron cuando en 1995 el Banco Central presionó para que compraran el Banco de Tandil. "Me opuse a esta operatoria por consejo de la consultora Roland Berger, pero mi hermano Francisco Javier Trusso, Della Nogare y De Simone apoyaron la compra y se realizó ", expresó. Agregó que las presiones de Pedro Pou, titular del Central, para que adquiriesen el Banco Tandil les ocasionó "una pérdida de 5 a 6 millones anuales" y que pagaron "coimas por un millón a través de facturaciones al estudio contable de Hernán del Villar", socio de Deborah Giorgi y Pedro Lacoste, "que figuraron como gastos", según publicó por aquellos días el diario El Cronista Comercial. Admitió que había aceptado que se distorsionara el balance del BCP "pero con la intención de regularizar la situación en el futuro". De esta forma, se operaron 64 millones de dólares con la creación de un listado de casi 21.000 créditos inexistentes. "Distorsionar el balance mientras se busca una solución es una práctica habitual", dijo, con lo que comprometió al Banco Central como cómplice de la maniobra. Contó también que la relación entre el Arzobispado y su familia era fluida a través del tío Alfredo, hermano de su padre, que es sacerdote y que conocía a Antonio Quarracino. "Esa vinculación comenzó en tiempos en que Quarracino era arzobispo de La Plata y se consolidó cuando lo nombraron cardenal primado, en esos tiempos se integra al núcleo monseñor Roberto Toledo ". Añadió que familiares de ambos fueron contratados por el BCP y que el banco los ayudaba mensualmente. "Esta ayuda económica era canalizada a través de la sucursal Buenos Aires, por Graciela De Biassi, secretaria del directorio, quien arreglaba con monseñor Toledo. Yo desconocía el destino de los préstamos y de las donaciones", explicó.
Pablo desconoció además los mutuos entre el BCP y el Arzobispado de fecha 30 de mayo de 1997 por cinco millones de dólares cada uno –algo que había sido pergeñado sin duda por sus hermanos Francisco Javier y Juan Miguel– y un depósito de dos millones en la cuenta 250-01175/9. También dijo que no tenía nada que ver con otro mutuo de fecha 20 de junio de 1997 por 400.000 dólares; un descubierto de 700.000 en la cuenta 250-1159-9; otro mutuo de fecha 23 de julio de 1997 por 500.000 dólares con el Arzobispado y una donación de 300.000 dólares al colegio San Patricio, en fecha 7 de abril de 1997, por cheque 19700995- Eso sí, reconoció que el límite crediticio otorgado al Arzobispado con su firma era de 3.500.000 pesos.
Respecto del préstamo otorgado por la Sociedad Militar al Arzobispado, sólo admitió que mantuvo una reunión en la sucursal de Buenos Aires con De Simone y el asesor Barreiro, quienes le manifestaron que "iba a entrar el préstamo", y que más tarde "Giralde me manifestó que estaban entrando los cheques para el cobro de los diez millones y que los pagara". Alegó que por la tardanza en acreditarlos, "autoricé a pagarlos en descubierto" aunque reconoció como suya la firma en los cheques 10093340 /4l, por cinco millones de pesos cada uno, dijo no saber por qué faltaban los datos sobre quién percibió esa suma.
En cuanto a los aportes de capital de un millón y 265.000 pesos acreditados el 26 de junio de 1997 en su cuenta, dijo que fue producto de "un préstamo que me hizo Francisco Javier y no tengo documentación de eso". Respecto a su hermano Juan Miguel, abogado y con una pequeña participación en el BCP, alegó que no tenía nada que ver con el manejo de la entidad y que sólo le daban "algunos juicios". Pese a que el cargo de jefe de una asociación ilícita no contempla excarcelación, Pablo zafó porque no se le pudo probar que la comandaba. Fue excarcelado el 11 de octubre de 1998, pero continúa bajo proceso.


Monseñor marchó preso

Un año después, en la mañana del martes 2 de noviembre de 1999, su hermano Juan Miguel Trusso fue detenido en la calle Uruguay y pocas horas después cayó preso monseñor Roberto Toledo quien, a esas alturas, y tras la muerte del cardenal Quarracino, producida en febrero de 1998, había vuelto a la provincia de Buenos Aires y se desempeñaba como vicario general de Avellaneda.
Ambos procedimientos fueron ordenados por la jueza de transición platense Marcela Garmendia, a cargo de la causa por el affaire del crédito de la SMSV, sin saber que los unía algo más que eso: Toledo había oficiado la ceremonia de casamiento de Miguel, que incluyó misa de esponsales. Esta vez también hubo misa, no por Trusso, sino por Toledo. Fue el jueves 4 de noviembre, cuando recuperó su libertad. Juan Miguel, en cambio, quedó adentro un tiempo más.
El intendente Baldomero Álvarez, y el obispo de Avellaneda, monseñor Rubén Di Monte, estuvieron en aquella iglesia colmada de fieles, que habían sido convocados por diversas asociaciones del apostolado y de laicos, para agradecerle a Dios que Toledo había salido en libertad. Durante el oficio se leyó un comunicado del obispo Di Monte:
"Rechazamos con máxima firmeza la detención de monseñor Toledo, que fue privado de su libertad innecesariamente, ya que hubiera prestado su inmediata colaboración si se lo hubiese convocado...".
Luego, aclaró:
–El comunicado que he dado no me gusta. El que había preparado era mucho más fuerte, pero por consejo de mis abogados lo moderé. El caso es difícil, enredado, porque quienes lo hicieron tejieron durante años la traición y la infamia, sin importarle el daño que le hacían al querido cardenal Quarracino. Ahora es difícil separar la paja del trigo, pero como le digo a monseñor Toledo: "¡Ave María y adelante!".
En la homilía, Toledo exclamó:
–¡Perdónalos, Señor, porque saben lo que hacen y lo hacen a propósito! Perdónalos porque les gusta un mundo corrupto, donde pueden prender la mediocridad y la bajeza enlodando a cualquiera y de cualquier modo.
Emocionado hasta las lágrimas, José Erro, ex rector de la Catedral porteña, se acercó hasta el altar para estrecharlo en un abrazo.
Toledo declaró ante la justicia que tanto él como monseñor Quarracino habían sido víctimas del abuso de confianza de los Trusso. Lo que no aclaró y se guardó muy bien de decir, fue que esa confianza le había permitido adquirir un inmueble en el barrio de Caballito valuado en medio millón de dólares, andar en un coche Rover cero kilómetro, vestir trajes de Flamer's y Lacoste, viajar en primera clase a Roma junto a su amigo íntimo, el arquitecto Silva, y hasta alojarse en el departamento 2801-3 del exclusivo edificio neoyorkino The Pierre –lugar preferido de ricos y famosos– que Francisco Javier Trusso compró en marzo de 1997 en 1.250.000 dólares, por recomendación de Amalita Fortabat.
Toledo también olvidó señalar que Silva era empleado del BCP, en un cargo que lo habilitaba a leer la documentación reservada a los ejecutivos de la institución, y que un sobrino suyo, Juan Carlos Verón, trabajaba en la sección Tarjetas de Crédito y supervisaba las cuentas de su tío, de Silva y de Quarracino, todas religiosamente pagadas por los Trusso.
La revista La Maga publicó el 17 de diciembre de 1997 un artículo que se titulaba: "Monseñor Toledo: el López Rega de Quarracino". En letras destacadas se leía: "Toledo es el encargado de los asuntos políticos, comerciales y particulares de Quarracino. Podría ser acusado de haber imitado la firma del cardenal en el escándalo del BCP. Es conocido en el ámbito seglar y político como el "López Rega del cardenal". El artículo explicaba luego por qué se lo había bautizado con ese nombre y contaba cuál era el trato que le dispensaba Toledo a los sacerdotes que concurrían a la Curia para pedir ayuda:
"En septiembre de 1995, Quarracino tenía una reunión con Menem y Toledo intentó ingresar con actitud prepotente. Ramón Hernández le dijo que no estaba incluido en la reunión y finalmente intercedió el cardenal y le permitieron el acceso. Por la prepotencia del secretario, comenzaron a llamarlo López Rega.
"Semejante a Richelieu o Mazzarino, Toledo ejerce su poder entre las sombras. Tiene una amplia red de contactos financieros, políticos, militares, diplomáticos y eclesiales. Va siempre acompañado por un escudero menor que él, de traje oscuro y aspecto huidizo, el "arquitecto" Norberto Silva.
"Luego de un desafortunado episodio de salud de Quarracino en la ciudad de Navarra, el primer rostro que vio al salir de la anestesia fue el de Toledo. De allí en más se transformó en dos ojos y las manos" de Monseñor Quarracino. Apoyándose en la precaria salud de Quarracino, ejercía un poder omnímodo sobre las finanzas y las decisiones políticas del cardenal. Aprovechó la estrecha relación con los Trusso y comenzó un período de cambio en sus condiciones de vida y sus relaciones interpersonales.
"Mostró una personalidad cargada de oscuros rencores, actitudes Altisonantes, despóticas, descomedidas y faltas de urbanidad. Los sacerdotes que querían ver a Quarracino esperaban cinco o seis horas siendo atendidos finalmente por un Toledo desganado. De la mano de Silva estableció un sistema de retornos. Los sacerdotes que recibían ayudas económicas para escuelas u hospitales eran obligados a firmar por un monto mayor a riesgo de irse con las manos vacías. "
La Maga concluía diciendo: "Curiosamente la justicia liberó de toda responsabilidad a Toledo y procesó a los otros participantes de la reunión. Se sospechan filiaciones nacionalistas católicas entre los magistrados" y remataba el artículo con dos liquidaciones de la tarjeta de crédito de Toledo, tomadas al azar, una correspondiente a noviembre de 1994 y otra a diciembre de 1996, aunque sin especificar si era la de American Express o Carta Credencial. Son las siguientes:

Fotocopia Resumen
Banco de Crédito Provincial Nro. de Cuenta 01 11584416
Vto: 11/11/94
Titular: Roberto Toledo
Cerrito 1309
4565 7700 0003 6878

Kanatu S.A. 1573,66 dólares
Flamer's 1086,66
Óptica City 2770,00 pesos

Vto 10/12/96
El nochero C 2/3 146,66
Multicanal 31,00
Mar statue Sacre IT L 491,33
Mancinelli IT L 708,78
Red Blue ITL 277,60
Neumáticos Camoia Olivos 208.00
Easy Palermo 118,85
Carrefour Vte López 1. 630,00
Antonio Trapani e Hijos C1/2 175,00

A Juan Miguel Trusso la jueza no sólo lo indagó por sus vínculos con las maniobras fraudulentas del BCP con el Arzobispado y la SMSV, sino también por la venta de acciones de la firma Inversiones Recoleta, en la que había sido subdirector, por un monto de dos millones de dólares. En este caso se le imputaba haber efectuado esta venta sin el consentimiento de uno de los inversores, la firma Fiorini Investimentt. Según los datos del juzgado, en el momento en que el Banco Central intimó al BCP a aumentar su capital, que tenía un rojo de 64 millones de dólares, derivó al banco el dinero de esa venta de acciones sin aviso a Fiorini Investimenti. Por supuesto, el hombre negó todo.



Los testigos se deschavan

Jorge Alejandro De Simone, que estaba en el BCP desde 1987, antes de que los Trusso lo compraran, prestó una primera declaración ante la justicia el 2 de noviembre de 1997 por haber concurrido al Arzopispado en su carácter de gerente financiero, a hacerle firmar a Quarracino el mutuo por los diez millones de dólares. En su declaratoria tomó partido por Francisco Javier y enterró a Pablo Alfredo. Palabras más, palabras menos, dijo:
–La línea crediticia ficticia descubierta por el Banco Central me era desconocida y no creo que Francisco Javier Trusso tuviera conocimiento de eso, ya que al enterarse exclamó delante mío muy sorprendido: "¡Qué barbaridad!". No tengo dudas de que Pablo Trusso, como director ejecutivo, fue el inspirador de esa maniobra, consistente en cambiar créditos incobrables por otros buenos.
En cuanto al crédito con la Sociedad Militar, refirió:
–Francisco Javier Trusso le dio instrucciones a Juan Miguel para instrumentar la operación. Yo consideré que el aval del BCP era riesgoso, no estaba de acuerdo, pero me insistieron en que acompañara a Juan Miguel al Arzobispado. La operación no se instrumentó como una operación normal del banco. Más tarde me enteré por Francisco que el dinero iba a ser prestado a los accionistas del Banco y que de la instrumentación final se encargaría Pablo Trusso. Recuerdo que en esa fecha había que hacer una capitalización de veinte millones y pienso que se instrumentó así porque la Sociedad Militar no haría un préstamo al BCP pero sí al Arzobispado. La relación de los Trusso con el Arzobispado, era muy fluida y exclusiva de Francisco y de Juan Miguel, que no pertenece al banco.
Luis Antonio Marrano, empleado del BCP, prestó testimonio el 5 de octubre de 1997 y dijo no recordar haber certificado nunca la firma de Quarracino y tampoco la del mutuo entre el Arzobispado y la Sociedad Militar. Pero admitió, sin embargo, que "muchas veces el Directorio me bajaba documentos para certificar, sin que estuviera presente el firmante y yo lo hacía porque negarse implicaba un cambio de sucursal. No me podía negar a ningún pedido del Directorio".
Susana Beatriz Sanmarchi, jefa de Tesorería General del BCP, declaró el 11 de octubre de 1997; cuando en el juzgado le exhibieron los cheques números 10093340, de fecha 26 de junio, y 10093341, de fecha 27 de junio, por cinco millones de pesos cada uno, pertenecientes al BCP y librados a favor del Arzobispado, detalló una complicada maniobra contable mediante la cual parte de esos fondos fueron a dar a manos de los Trusso y el resto a una cuenta corriente cuyo número dijo no recordar.
–Los cheques me los pasó el tesorero general, Carlos Alejandro Fúriga. De acuerdo a las instrucciones recibidas, ingresé al BCP la suma de 7.325.000 pesos como aporte irrevocable de capital a favor de Francisco Javier, Pablo Alfredo y Juan Miguel Trusso, 300.000 fueron depositados en una cuenta corriente cuyo número no recuerdo y la diferencia, 2.375.000 fue retirada por el Directorio en efectivo a través de Graciela De Biassi. Las cuentas del Arzobispado eran manejadas pura y exclusivamente por el Directorio –contó. Y esos manejos se prestaban a oscuras desviaciones.
El 13 de octubre de 1997, Ángela Beatriz Zolezzi, directora del Colegio San Patricio de Sarandí, testimonió en la causa por los créditos truchos, haber solicitado un préstamo en 1994 para obras de construcción del edificio, a través de Horacio Santos, representante legal, el cual nunca le fue otorgado. Añadió, sin embargo, que a principios de 1997, a raíz de la relación de amistad de Santos con Monseñor Toledo, había surgido la posibilidad de una donación por parte del BCP.
–Santos me trajo unos papeles: una nota pidiendo la donación y un comprobante de recibo, porque monseñor Toledo le dijo que así se ganaba tiempo.
La donación nunca se hizo efectiva. Al mostrarle el cheque número 09951970 a favor del Arzobispado con fecha 7 de abril por 300.000 pesos, dijo que era la primera vez que veía ese cheque. Y desconoció la firma puesta en su endoso.
Sus dichos fueron apoyados por los de Horacio Santos, representante legal del colegio Sarandí, quien contó que en 1994 había intentado un préstamo de 100.000 pesos para esa institución, que no fue otorgado por falta de aval. Y que en 1997, sorpresivamente, Francisco Javier Trusso le ofreció por iniciativa propia una donación de 300.000 pesos.
–Para esto me pidió una solicitud de donación dirigida al BCP y un comprobante de recibo a nombre de una Fundación del BCP. Extrañado por tanta generosidad, consulté a monseñor Toledo, quien me dijo que Trusso era muy generoso y que le llevara todo lo que me había pedido.
–Como el dinero nunca llegaba, le reclamé a Toledo y él me explicó que Trusso estaba de viaje y que ya lo iba a recibir. Nunca supe de ninguna nota por la que monseñor Quarracino solicitaba la donación, ni he visto ningún cheque a favor del Arzobispado–respondió Santos a la requisitoria del juzgado.
El martes 30 de septiembre, el tesorero del banco, Carlos Fúriga, declaró ante el juez Bruni que había recibido del directorio órdenes de fraguar el resumen general de caja. Dijo que hizo figurar dos notas de débito inventadas por el retiro de diez millones de pesos y que imputó ese dinero a llenar agujeros del BCP. Luego, el 13 de julio, reemplazó las notas fraguadas por los dos cheques de Toledo que le llegaron en sobre cerrado desde el directorio.
Esta declaración demostraría que los diez millones, que fueron ingresados a una cuenta del Arzobispado, en realidad salieron de inmediato en forma de cheques, y que éstos fueron cobrados por ventanilla; pero ¿el Arzobispado fue engañado o estaba al tanto de estas maniobras? La entrega de los cheques en blanco y la falta de control del saldo de la cuenta indicaría que se amparaban ilícitos a cambio de donaciones.
Por ejemplo, los Trusso restauraron un valioso cuadro del Vaticano en nombre de Quarracino, quien se enteró cuando recibió una carta de agradecimiento de la Santa Sede. Además, el BCP le pagaba al cardenal primado suscripciones a revistas, compras de computadoras, su viaje y su operación en España, teléfonos celulares y tarjetas American Express para él y sus secretarios. Según Toledo, aquello fue "un pecado que cometimos por debilidad, comodidad o conveniencia".
Las aseveraciones de Fúriga sirvieron de paso para aclarar el destino que tuvieron esos 300.000 pesos que el Colegio Sarandí nunca recibió. Luego de reconocer que había autorizado cheques para el Arzobispado y cheques de las cuentas del Arzobispado, y de aclarar que lo hizo siempre a pedido del Directorio, a través de la secretaria de Francisco Javier Trusso, Graciela De Biassi, Fúriga dijo:
–El 7 de abril autoricé el cobro de un chequepor 300.000 pesos (Número 00951970) a Graciela De Biassi. Ella me dijo que debía llevar esa donación al Arzobispado para la terminación de un colegio, dado que monseñor Toledo se hallaba de viaje. Exhibió documentación respaldatoria por la que Quarracino solicitaba dicha donación y el Directorio la aprobaba. Recuerdo que le entregué los fajos de dinero en pesos en un sobre de papel madera.
El 22 de septiembre de 1999, la Sociedad Militar Seguro de Vida y la Arquidiócesis porteña firmaron un acta en la que hicieron constar que ambas fueron "víctimas de las maniobras defraudatorias de los directivos del BCP" y acordaron cooperar en acciones penales contra ellos. En ese acuerdo el Arzobispado se eximió de responsabilidad civil por aquel presunto préstamo de 1997 con la supuesta firma de Quarracino, en el juicio que le había iniciado la SMSV, y a la vez desistió de la querella criminal que había entablado contra esa sociedad. De ahí que la posición de los Trusso, antes tan ligados a la Curia, virara sustancialmente. Por lo demás, las pericias corroboraron que Quarracino nunca había firmado el mutuo por los diez millones.


En nombre del padre

A cambio de pagarle los gastos de tarjeta a Quarracino y a Toledo, y de numerosas donaciones a la Iglesia, la familia Trusso obtuvo apoyo del Arzobispado para negocios que se concretaron en la sede de la embajada argentina, en el Vaticano durante la gestión de Francisco Paco Trusso, quien fue designado por Menem en esa función a pedido del cardenal. Uno de esos negocios se hizo en presencia de Quarracino y fue el intercambio de representación con el Banco Monte Paschi di Siena, el más antiguo de Italia, ya que data del siglo XV, que junto con un broker de Estados Unidos le prestaron al BCP setenta millones de dólares. Francisco Paco Trusso también fue elegido por Menem para dirigir la oficina de Etica Pública y, a pedido del Vaticano, fue director de la sucursal local del Banco Ambrosiano, que en Italia manejaba Roberto Calvi, miembro de la temible Logia masónica P2. "No tengo nada que ver con los negocios de los chicos", alegó, pero con semejantes antecedentes, fue difícil creerle.
Es cierto que su hijo mayor, Francisco Javier, tenía el 44,8 por ciento de los votos en las asambleas de accionistas del BCP, Pablo el 17,30, Juan Miguel sólo el seis, pero Francisco Paco Trusso era el presidente de Carta Credencial.
Un precepto bíblico dice: "Dios ciega a quienes quiere perder". En 1980, el Banco de Intercambio Regional (BIR) quebró y dejó un tendal de 400 millones de dólares. Diez años después, sus ahorristas seguían haciendo manifestaciones frente al Congreso reclamando por su propio error: cegados por tasas desmesuradas, habían depositado allí sus dólares, sin contemplar que cuando la limosna es grande hasta los santos deben desconfiar. Oh, casualidad, la cara visible del BIR era José Rafael Trozzo, un hombre del Opus Dei, que se fugó a México. Y que Francisco Paco Trusso, era asesor de Trozzo en el BIR.
Otro de los negocios sucios en los que se vio implicada la Iglesia tuvo lugar al año siguiente y fue el turbio asunto de la herencia del solterón y avaro multimillonario Juan Feliciano Manubens Calvet, a quien la Iglesia de Córdoba seguía de cerca ya que había prometido dejar sus bienes a Villa Dolores, su pueblo cordobés. Manubens tenía 388.000 hectáreas de campos en cinco provincias y bienes del orden de los doscientos millones de dólares, una buena cantidad para repartir en obras de caridad. Pero, de pronto, le salió una hija "trucha" y paraguaya, Juana Carmen González Civibils, quien –según cuenta Rogelio García Lupo en su libro El Paraguay de Stroessner– con un documento adulterado con la ayuda de ese dictador, se hizo llamar Dolores Manubens Calvet y "decidió repartir sus legendarios bienes entre el Obispado de Venado Tuerto, una aldea de 50.000 habitantes en la provincia de Santa Fe; el Papa Juan Pablo II; y dos personas más, de las que una arrastraba cincuenta procesos judiciales".
Las cesiones de Dolores a cuenta del patrimonio a heredar, causaron sorpresa: "Al obispo Mario Picchi le dejó el 50 por ciento en forma gratuita, mediante un acta en cuya confección quedó constancia de que el alto prelado había estado presente y había manifestado que la aceptaba. En otra acta notarial benefició con otro diez por ciento al mismo obispo y con el 40 por ciento a José Luis Cora, quien le pagó 500.000 dólares. En otra más, y a cambio de otro medio millón de dólares, el 30 por ciento pasó a un empleado de organizaciones católicas, y por fin hubo un diez por ciento para Su Santidad Juan Pablo II. En este último caso, el nuncio apostólico en Buenos Aires, el italiano Ubaldo Calabressi, aceptó la donación en nombre del Papa, en la escribanía de un notario elegido por la Nunciatura. Pero algo había salido mal: la suma de donaciones daba 140 por ciento".
"El nudo sucesorio tomaba forma de ajfaire–prosigue García Lupo–. Recién en 1983 la trama comenzó a aclararse para la justicia argentina, que dispuso la detención de Dolores. El juez consideró que las pruebas de la impotencia sexual de Manubens Calvet eran concluyentes. También mencionó, en relación con el ajfaire, a Cora, al obispo Mario Picchi, al nuncio apostólico y al prominente abogado católico Guillermo Borda, ex ministro de una dictadura militar en la década del '60 y jurista del Opus Dei". Por supuesto, la Nunciatura dijo que no haría comentarios.
–A Trusso padre lo vi varias veces y hablábamos por teléfono, cuando sorpresivamente llamaba a mi casa a horas insólitas. Siempre en tono intrigante y misterioso me daba información sobre su hijo o me citaba en su casa para darme algún dato, porque tenía miedo de sus teléfonos pinchados. Una de ellas fue el 20 de febrero de 2001, cuando me contó esencialmente de la propuesta de Carlos Menem para que ocupara la Secretaría de Etica Pública, que no pudo ser más inoportuna, ya que se produjo en 1997, cuando estalló el escándalo delBCP. Pero también, de los miembros de la Curia con los que tenía mayor o menor afinidad, y de su paso por el Banco Ambrosiano.
–Lo de la Secretaría de Etica fue una propuesta de Menem. Para eso yo debía volver de la embajada del Vaticano, donde estuve desde enero del '92 hasta el '97, pero le contesté: "Ustedes el que ordena". En abril fui operado en Roma por un problema en los intestinos, estuve internado un mes. Según Clarín, yo ya había aceptado el puesto. Es cierto que tuve una reunión con Corach, pero primero debía regresar para despedirme del Papa. Hay que despedirse ante el jefe de Estado, si no la función no termina. Y después, para aceptar, puse una condición: "que sea por un año y me permitan ser inflexible". Y Menem aceptó. A raíz del escándalo, no juré. Me parecía que era un mal para todos. Por suerte tuve algunos amigos que me apoyaron, como Baruk Tenembaun, al que conocí en la embajada.
–Usted tenía una buena relación con Esteban Caselli. ¿Qué la rompió?
–Cuando Ruckauf visitó Roma con Caselli, me dijo: "Usted es el mejor embajador que tiene Argentina y seguirá siéndolo todo el tiempo que quiera". Con Caselli tenía una buena relación. Iba mucho a Roma y se reunía con Sodano. En la despedida del Papa, lo llamo a Caselli para desearle suerte y agrego que yo lo podía ayudar en cosas de la Iglesia, porque ese tema lo conozco bien. Y me contesta: "Acabo de recibir un fax donde me dicen que dijiste que yo no tengo capacidad, que soy ostentoso, que tengo un Mercedes Benz, etcétera. Voy a destruirte, a vos y a tu familia y voy a ver pasar el cadáver de mi enemigo". El tiene su banda de obispos: Aguer, Collino, Ogñenovich. En Roma, llegaron dos senadores por Córdoba y les conseguí una audiencia en primera fila con el Papa, a Caselli eso no le gustó. En Roma me hice amigo de Monseñor Re, sustituto del secretario de Estado. Y de Martín Elizalde, ahora en Nueve de Julio.
–Usted fue director de otro banco envuelto en un gran escándalo, el Ambrosiano.
–Yo fui director de la filial local del Banco Ambrosiano durante un año y medio, como una especie de vigilancia. Cuando vi que las cosas no andaban bien, mandé una larga renuncia al Banco Central, fundamentada en la falta de claridad de algunas operaciones. Luego viajé a Roma y hablé con el cardenal Silvestrini que era el que me había nombrado. El Ambrosiano tuvo otros directores locales: Michel Art, Ollatti, el ingeniero Recia, que ya murió, y el almirante Coda. Cuando la Banca de Italia compró el Ambrosiano le hicieron sumario a todos menos a mí.
–¿Con qué miembros de la Iglesia tiene más afinidad?
–A las reuniones que hacía en Roma concurrían Cassareto, Quarracino, Mejía. Con Aramburu no tenía buena relación. Pío Laghi me invitaba a las reuniones de la Nunciatura; en Roma lo vi sencillo, humilde y compartimos el tema de las Universidades. Yo traje al Papa por Malvinas, Calabresi no quería. El cardenal Quarracino era bonachón, confianzudo. Era muy amigo de mi hermano, el padre Alfredo Trusso. Quarracino era compañero del Papa, fue el impulsor de la primera reforma litúrgica y traductor de la Biblia. Es el primero que le hace sacar la sotana a los sacerdotes. ¿ Toledo? Es oscuro, muy callado, duro, no me atraía estar con él. Yo le daba el coche de la embajada.
–Usted trabajó junto a uno de los criminales del Proceso: Pajarito Suárez Masón...
–Lo he dicho infinidad de veces: fuimos compañeros del colegio La Salle, nada más. Estuve exactamente del otro lado de la escena.
–No tanto, usted fue responsable jurídico de YPF, desde el primer día que Suárez Masón puso su pie como presidente, hasta que se fue, en marzo de 1982...
–Eso no tiene nada que ver. Lo conocí, no digo que no, pero no tengo nada que ver con el proceso, al contrario, como le dije yo estuve del otro lado. Suárez Masón era débil de carácter, muy influenciable, pobre. Fui a verlo con Facundo Suárez por el secuestro de su hijo. Llamó a Massera y le dijo: "Te doy dos horas para que aparezca".
El temible general Carlos Guillermo Pajarito Suárez Masón, desde la poderosa Jefatura II de Inteligencia de Ejército, fue el encargado de establecer los vínculos con la Armada y la Aeronáutica para la feroz represión que se desató en la Argentina a partir de 1976 y que dejó miles de muertos y desaparecidos. En 1980 fue pasado "a retiro" e integró el directorio de Bridas y de YPE Desde este lugar dirigió la venta de naftas adulteradas a través de la empresa Sol Petróleo S A. que sirvió para financiar las operaciones y luchas contra el comunismo en Latinoamérica. Para ello Suárez Masón se asoció con los más poderosos jefes de la droga del hemisferio y realizo fructíferos negocios con ellos en su lucha contra la hoz y el martillo. En 1985 y después de la declaración del ex espía Alejandro Sánchez Reisse ante el senado norteamericano, Estados Unidos declaraba que Suárez Masón era uno de los principales "narcotraficantes latinoamericanos". "Un débil de carácter", según Paco Trusso.
Otra entrevista con Trusso padre, efectuada en marzo de 2001, tuvo por objeto develar por qué decía él que se habían "ensañado" con su familia, como si sus hijos hubiesen sido carmelitas descalzas, y su respuesta giró en torno al Istituto Opera di Religioni (IOR), tenido por el banco del Vaticano. Francisco Paco Trusso es un tipo raro: es exageradamente amable, siempre jura y perjura que no tiene nada que ver con nada, aunque a los cinco minutos, si el interlocutor tiene información y la contrasta, acepta la verdad, pero con atenuantes tontos, da a entender que tiene más información, pero al mismo tiempo dice que no puede hablar. Esa tarde, la charla empezó con una pregunta suya, muy sugestiva:
–¿Por qué no investigan las cuentas que hay en Roma, en el IOR? Siempre hay algún empleado dispuesto a informar. Piense que en el IOR sólo pueden tener cuenta los dignatarios relacionados con la Iglesia, los obispos o laicos con cargo. ¿Se acuerda que murieron tres miembros de la Guardia Suiza? Son gente correcta con bajos sueldos, quizá sabían algo que no debían saber. A veces el Papa quiere poner en orden las cosas y no lo dejan. Por eso, cuando yo renuncié a mi cargo en el Banco Ambrosiano, además de mi carta al Banco Central, mandé otra a Roma y me pidieron que me quedara un tiempo más. "Sólo si me lo pide el Papa y por escrito", contesté. Allí existe un gran poder detrás del trono. ¿ Usted recuerda que durante las elecciones todas las encuestas le daban el triunfo a Graciela Fernández Meijide? Yo sé que hubo una orden desde Roma para que desde los pulpitos la hundieran. "Atea y abortista", le dijeron y perdió. Subió Ruckauf y ya sabemos con quién atrás.
–¿Con quién atrás?
–Esteban Caselli, que es apoyado en Roma por monseñor (Angelo) Sodano.


El dinero de la Iglesia

Para entender lo que hay detrás de las palabras de Trusso es necesario hacer dos acotaciones: explicar qué es el IOR y qué hubo detrás del asesinato de los guardias suizos. Aunque no lo parezca, ambos están relacionados con el devenir de la Iglesia en el mundo y también en nuestro país. Pero también es bueno recordar que en el comienzo de los tiempos del cristianismo, para Cristo, los bienes terrenales no tenían ningún valor. "Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios" (Lucas, XVIII, 25). Cuando un día sus discípulos le preguntaron sobre la posesión de los bienes, dijo: "No toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni dinero, ni llevéis dos túnicas" (Lucas, IX, 13). Pasado el tiempo, cuando el cristianismo se convirtió en religión oficial del Estado y el obispo de Roma en soberano temporal, la doctrina de austeridad de Cristo fue amoldada a los nuevos tiempos. El Óbolo de San Pedro, fue desde el siglo VIII, una de las fuentes de ingreso de dinero al Vaticano, por lo menos hasta que en tiempos modernos fue suplantado por mecanismos más sofisticados. El óbolo que tiene origen anglosajón, comenzó cuando el Papa San Gregorio Magno envió a San Agustín de Canterbury para que convirtiera a los anglos al cristianismo. Después de la conversión, muchos ingleses iban a Roma en peregrinación y al principio del siglo VIII se impuso un impuesto de un sueldo por año a todas las familias del reino de Wessex, enviando lo recaudado a Roma, para asistir a los peregrinos, siendo éste el origen del óbolo. Este sistema se extendió a otros países del mundo y Carlomagno lo hizo obligatorio para todos los propietarios de casas y terrenos. La Reforma protestante y la secesión anglicana fue un duro golpe a las finanzas vaticanas porque se interrumpió el óbolo en los países donde se manifestaron estos movimientos. A mediados del siglo XIX el óbolo regresó, pero como contribución voluntaria de los fieles. Actualmente, la Iglesia de Estados Unidos, es una de las mayores contribuyentes de dinero al Vaticano, seguida por la alemana, que goza de una situación privilegiada.
Como curiosidades de la historia de las finanzas de San Pedro, el periodista italiano Conrado Pallenberg, recopiló unas cuantas en un delicioso libro, Las finanzas del Vaticano, publicado a finales de los años setenta y que ayudan a reconstruir el largo y sinuoso –y absurdo– camino recorrido hasta nuestros tiempos, en que la Iglesia, a través de bancos asociados, compra y vende acciones en la bolsa de Wall Street.
"León X impulsó la venta de indulgencias en los territorios de la actual Alemania. Las indulgencias se dividían en dos categorías principales. Una era la indulgencia plenaria de todos los pecados, incluida la expiación en el purgatorio. Se podía obtener visitando después de la confesión en siete iglesias y rezando en cada una cinco Padrenuestros y cinco Avemarias. Además de pagar de uno a 25 florines de oro. La otra indulgencia ofrecía la expiación de todos los pecados de un difunto cuya alma estuviera en el Purgatorio, a cambio de un ofrecimiento monetario.
"En el siglo XV, la Iglesia comenzó a vender "oficios". Se llamaban así los cargos de secretarios, nótarios, hujieres y otros, que se inventaban a placer. Tiempos difíciles pasó Inocencio VIII en el año 1500. Tan duros fueron, que el Papa se vio obligado a vender la tiara papal para conseguir dinero fresco. Para superar el trance, inventó un colegio pontificio de veintiséis miembros y vendió los cargos, obteniendo 60.000 escudos."
El corazón actual de la economía vaticana es la Administratio Patrimoni Sedis Apostolicae (APSA) que desarrolla funciones de banco central y es reconocida tanto por el Banco de Inglaterra como por la Reserva Federal Americana. LaAPSA surgió en 1929, a través de Pío XI cuando el estado italiano (Mussolini) le pagó a la Iglesia 1.750 millones de liras de la época en cumplimiento de los Pactos Lateralenses y como resarcimiento por la confiscación de bienes eclesiales. Pío XI utilizó 300.000 liras para refaccionar varios palacios vaticanos y el resto lo colocó en rentas: hoy, además de palacios, acciones y títulos, la Iglesia posee en Roma más de mil departamentos alquilados a los empleados de la Ciudad del Vaticano. Se calcula que el patrimonio en inmuebles supera los quince mil millones de dólares y que el capital productivo se aproxima a los cuatro mil quinientos millones. La administración de esta fortuna está en manos de expertos banqueros laicos de diversos países, pero las decisiones de política económica las toma una comisión de cinco cardenales.
El IOR o Instituto para las obras de Religión, frecuentemente confundido con un banco es, en realidad, una administración fiduciaria que recoge y administra valores por cuenta de terceros. Su función originaria era la de administrar fundaciones, legados y el dinero para la caridad, pero luego recibió también depósitos de institutos y congregaciones religiosas de todo el mundo, de obispos y sacerdotes, de los nuncios apostólicos y las embajadas, de todo el personal eclesiástico y por supuesto del propio Papa, de allí que se lo llame "banco". El IOR coloca esos fondos en cuentas a plazo y en obligaciones en otras instituciones. La ventaja de ser cliente del banco del Vaticano radica en que se está eximido de las leyes monetarias italianas y se puede transferir dinero a cualquier parte del mundo con las máximas facilidades. Entre los laicos famosos que pasaron por el IOR figuran los tres sobrinos de Pío XII, el Papa aristócrata amigo de Hitler, Eugenio Pacelli. Mientras lo dirigía el obispo Paul Marcinkus, buena parte del dinero del IOR fue colocado en el Banco Ambrosiano de Roberto Calvi y a través de éste, en paraísos fiscales, destinados al lavado de dinero, el pago de coimas y el financiamiento de empresas poco dignas.
"Sin duda, aquí hace falta, un "glasnost", una profunda operación de transparencia en las finanzas vaticanas", me dijo en el año 2000, en Montevideo, el padre jesuíta Luis Pérez Aguirre, autor de La Iglesia increíble, un libro extraordinario que pone a las finanzas del Vaticano en blanco sobre negro. El sacerdote, graduado en Teología y Filosofía y distinguido a nivel internacional por la defensa de los derechos humanos que realizó en los años setenta contra la dictadura uruguaya, murió tras sufrir un accidente en su bicicleta. Pero su libro queda como testimonio de las enrevesadas cuentas de la Iglesia. En aquel momento Pérez Aguirre me dijo:
"El IOR debió vender no hace mucho las acciones que poseía en una industria farmacéutica para evitar que la Iglesia fuera denunciada como fabricante de pildoras anticonceptivas. Pero ya a Pío XII le había pasado algo peor: en plena guerra fría descubrió que el Vaticano poseía acciones en una fábrica que le abastecía armas a Mao Tse-Tung".
Por otro lado, las verdaderas causas del triple crimen que en 1998 tuvo lugar en el Vaticano –dos miembros de la Guardia Suiza y la mujer de uno de ellos aparecieron acribillados a balazos– no fueron fruto de un loco arrebato, como intentó vender la Curia, sino que hay que buscarlas en un ajuste de cuentas entre los dos grupos con mayor poder en el seno de la Iglesia –el Opus Dei y la Masonería– que se disputan desde hace décadas el control del dinero Vaticano.
Un interesante libro escrito por los Discípulos de la Verdad –es tal el miedo a esa mafia que los prelados de la Santa Sede que lo escribieron se ocultan bajo ese seudónimo– titulado Mentiras y crímenes en el Vaticano, sostiene que el matrimonio constituido –asesinado en 1998– por el comandante del Ejército pontificio, Alois Estermann, y su mujer, Gladys Meza Romero eran miembros del Opus Dei y encargados de la expansión de sus actividades en América latina; en tanto que su supuesto asesino, el cabo segundo Cédric Tornay –que en la versión vaticana aparece como "suicidado"– investigaba por parte de la masonería, encarnada por el obispo y ex titular del IOR, Paul Marcinkus, las verdaderas motivaciones de la pareja. En ese libro se demuestra, por ejemplo, que Tornay no murió después, sino antes que sus supuestas víctimas, por lo que cabe suponer que alguien más fue quien tomó venganza y mató al matrimonio. Lo tremendo es comprobar de qué débil hilo pende la vida del Papa –cualquiera sea éste– en semejante entorno, siendo que el triple crimen fue cometido en uno de los cuerpos de vigilancia mas fiables del mundo y que se ocupa de la seguridad personal del jefe de la Santa Sede.
En otra entrevista con Francisco Trusso padre, gran amigo del Opus Dei, le pregunté directamente por los créditos falsos del BCP y la falsificación de la firma de Quarracino en el mutuo, algo que admitió; su único reclamo parecía ser que las culpas se repartieran de manera equitativa.
–Vamos al BCP. Hubo créditos falsos. ¿El mutuo también lo es?
–Los créditos falsos existieron, el mutuo con el Arzobispado también. ¿Todo eso es mentira? No, en absoluto. Pero había doce directores y sólo fue culpable la familia Trusso. Falabella, DellaNogare, De Simone, Granito... ¿Usted recuerda a alguno? Moneta hizo cosas peores y camina por la calle, lleva caballos a la Rural. El BCP tuvo operaciones off-shore por veinte millones y Moneta por miles de millones. Pero había que tapar el asunto Yabrán. Alguien de la Iglesia puso la firma que no debía en el lugar que no debía por un dinero que no debía y se quiso salvar él.
–¿Quién cree que operó en contra suya?
–Tal vez la Iglesia, por lo que yo sabía, o pensaban que sabía. Yo recién llegaba de Europa... Francisco había estado tres meses afuera... Yo estaba propuesto para la oficina de Etica... Quizá quisieron destruirme por eso. Yo le dije a Menem: "Que el cargo sea ad honorem y que yo pueda ser inflexible". Tal vez yo había visto demasiado. Fue una venganza demasiado fuerte. Ruckauf podrá gobernar una tienda, pero ¿quién es Ruckauf? Apenas lo conozco, no tengo nada contra él, pero atrás suyo hay gente con cosas non sanctas. Recuerde que yo escribía en La Nación, en Clarín. Tenía una cordial relación con Ernestina Herrera de Noble... Nunca más volví a escribir, me lo impidieron. Deben pensar que yo sabía más sobre el tema del IOR... De todas formas, yo tengo una declaración secreta, donde cuento todo lo que sé y vi en estos años, depositada ante escribano, aquí y en Roma. Los únicos que venían a verme eran mis ex alumnos de la facultad. En la UBA, yo di Introducción al Derecho e Historia del Derecho. En la UCA también di clases, pero me fui porque parecía un colegio. No había libertad de espíritu. Ésa era la forma en que veía a la facultad. Se lo decía a mis alumnos y lo escribí en La Nación, en Clarín.
–Si usted no sabe nada, ¿qué valor puede tener la declaración que dejó ante escribano? Vamos, Trusso... Una de dos: usted sabe algo muy gordo, o no sabe nada y quiere justificar el escándalo del banco...
–Yo sé de nombramientos que se hicieron en el Vaticano por los que hubo que pagar mucho dinero, millones. Piense en lo que le dije del IOR. Hubo muchos cargos conseguidos por dinero. Y yo sé quiénes fueron lo que pagaron, cuánto pagaron y los favorecidos...
–Si tiene tantos datos y hubo tanta injusticia con usted, ¿por qué no habla con Bergoglio?
–No nos recibe. Yo he pedido audiencia, mi mujer ha pedido audiencia. Mi hijo. Mi hermano. No nos recibe. Lo vi dos veces en mi vida. Era coadjutor de Quarracino. Se escapa, no quiere oír. Debe ser porque no tiene la cola muy limpia. Algo habrá firmado.
–¿Quién puede saber eso?
–El único que lo puede saber es Francisco Javier.


Los escuchas

No todos los hijos de los Trusso salieron delincuentes. Afortunadamente, porque son muchos. Francisco Paco Trusso y María Elisa Mazot se casaron en 1949 y tuvieron once hijos, aunque dos nacieron muertos. Todas las hijas mujeres estudiaron en el Colegio Maylin Cross y todos los varones en el Colegio La Salle. La mayor, María de las Mercedes, es museóloga, trabajó en la Secretaría de Cultura de la Nación y entre otras cosas trajo a Buenos Aires el Museo de Antigüedades de México. Le siguen Francisco Javier; María del Carmen, que es Licenciada en Relaciones Públicas y tiene dos hijos; María Virginia; Pablo Alfredo, economista; María Lujan que vive en Lincoln, está casada y tiene tres chicos; José Manuel, Manolo; Juan Miguel, abogado; y Maximiliano, músico, quien vivió en Inglaterra y en Italia, compone y canta rock, y trajo al conjunto cubano Buena Vista Social Club.
Durante mucho tiempo, el teléfono de todos los Trusso estuvo intervenido por orden judicial, para lograr alguna pista que les permitiera dar con el paradero de Francisco Javier, que estaba prófugo. La Policía Federal grabó kilómetros de cintas con conversaciones banales y de las otras. Una de ellas, registrada el 8 de octubre de 1997, reprodujo una conversación algo críptica entre María Elisa y su hija Virginia, en la que se alude a monseñor Antonio Quarracino:
"ME: ¿Juan Miguel estuvo en tu casa?
"V: Sí, y se fue, y encima tengo que convencerlo a éste, que Carmen no lo puede convencer...
"ME: Por ahí lo convence, porque el otro tiene interés. ¿A quién le gusta dejar de ser amigo del único rico?
"V: Rico que era, porque no es más, mamá...
"ME: El cree que es rico.
"ME: Para mí, el único rico es el otro, Antonio. "
Otra de las conversaciones grabadas fue entre María Elisa y su hijo Maximiliano, el músico, que vivía en Italia. De ella podrían deducirse dos cosas: que buscaban un lugar para Francisco Javier quien, ante la inminencia del pedido de captura, ya había tomado el avión, y que estaban escasos de fondos, hasta el punto de tener que vender el Mercedes Benz, que Paco había dejado en Italia luego de su paso como embajador ante la Santa Sede:
"ME: ¿Hablaste con Francesco?
"M: No. No lo vi.
"ME: El tuyo, tu amigo de Sicilia.
"M: Sí, ya encontró un lugar.
"ME: ¿Pero él lo va a bancar?
"M: Que sé yo, no sé...
"ME: Si no, no va a poder ir, ¿a quién vas a poner si no hay nadie para pagar nada? Papá quiere vender el auto: ¿te ocupaste de eso?
"M: No es fácil.
"ME: Habla con papá."
Interviene Trusso padre:
"T: ¿Qué me decís de lo del auto?
"M: Está en una agencia.
"T: ¿No hay interés?
"M: Es caro.
"T: ¿Cuánto piden? [lo pregunta cinco veces]
"M: 97 millones [de liras]
"T: Bájalo.
"M: Está un poco más bajo.
"T: Bájalo más, me tengo que sacar ese auto de encima. Preocúpate y dame una noticia concreta. Siempre decían que el Mercedes se vende enseguida. El otro Mercedes lo vendimos enseguida.
"M: Pero era la mitad, otro tipo de auto. "
El 9 de octubre de 1997 María Elisa llamó a una tal Amalia. La conversación escuchada arrojó este diálogo:
"ME: Hoy fuimos a ver a ese cura, lo demás todo igual.
"A: Todo lo que le hacen a Paco no se lo merece, es un martirio...
"ME: A esta edad, con todo lo que ha hecho.
"A: Todo lo que han hecho por ellos, lo que se han sacrificado...
"ME: No sólo todo lo bien que ha hecho por ellos, lo bien que hizo a la embajada, al gobierno. El nombre por el piso, una lucha contra la familia impresionante. "
Se escucha de lejos:
"¿Leíste Noticias, la viste?
"ME: Un horror, peor no podía ser, un desastre, un horror... son unos hijos de puta total. "
La edición del 4 de octubre de 1997 de la aludida revista traía en la portada una nota que se titulaba: "Los banqueros que tracionaron a Dios. Pecados capitales". El artículo refería que "un hombre que dijo ser emisario de la familia Trusso deslizó la posibilidad de una recompensa de 100.000 dólares para evitar la publicación de esta nota".
Noticias había entrevistado a Quarracino, quien se desligó de cualquier tipo de vínculos con los Trusso. Uno de los párrafos destacados decía: "Quarracino (75) cardenal primado de la Argentina: "No hubo ni hay ningún lazo económico con el BCP, ni del Arzobispado, ni el mío personal". Admitió que tenía cuentas personales y que aceptó algunos regalos de los Trusso".
Respecto de Francisco Paco Trusso, hacía la siguiente semblanza: "Trusso padre era nacionalista católico, seguidor del padre Julio Menvielle. Durante Onganía, fue secretario de Educación. Asesoró a José Trozzo del OPUS en el BIR. Acompañó en YPF a su compañero del Lasalle, el entonces general Guillermo Suárez Masón. Ofició de director de la filial local del banco Ambrosiano. Récord de vinculación directa o indirecta con la caída de tres bancos relacionados con la Iglesia".
Ese 9 de octubre, María Elisa llamó también a una tal Nora y se pusieron a hablar de la energía positiva y del cura Moreno, que al parecer ya los había ayudado con algún tipo de sanación:
"N: Decime si hay algún horario, así yo te mando energía...
"ME: Te agradezco tanto, le hizo tan bien a Paco y se acordaba mucho de vos. Fuimos a la noche misma.
"N: Ojalá vaya, María Elisa, porque tiene buena onda.
"ME: Pero está bárbaro Esteban...
"N: Por eso te digo, a mí me ayudó mucho. Y Paco fue monaguillo de él. ¿Me das el número que tiene él ahora?, porque yo tenía el de la parroquia. Vos no sabes las cosas que hemos conseguido nosotros...
"ME: Le dijo que ya hemos estado bastante callados.
"N: Lo bueno es que te da energía.
"ME: 4792-6942
"N: ¿Es el de la capilla o el del colegio?
"ME: No, el de la casita, al lado del teatro.
"N: Es que el padre Moreno te dice lo que tenes que hacer y eso te hace bien... El padre Moreno es muy discutido.
"ME: Le dijo a Paco que tenía que hablar, que ya era hora de romper el silencio, para que todos sepan, que se defiendan un poco, hay tantos amigos que están esperando que hablemos...
"N: Todo está igual, pero ves otras cosas. En la época de los guerrilleros, los que tenían lavado de cerebro, las madres, no podían hacer nada. Pero vos sí, a nivel subconciente. A las 8, los jueves, hay que unirse al subconciente colectivo. Vos sos muy positiva y podes hacer muchísimo...
"ME: Trataremos de irnos un poco...
"N: ¿A Lujan? ¿A Lincoln?
"ME: Sí. Manolo está mal, muy mal, tan cerrado para dentro... "
Otro de los diálogos se produjo entre María Elisa y Laura Cavagña:
"ME: Paco está destruido, las reacciones de la gente, no salimos, nos quedamos acá encerrados...
"LC: Los chicos los acompañan...
"ME: Los que pueden... Además, las notas de la prensa... es tan mala.
"LC: Gracias a Dios, a esta altura de mi vida, yo sólo leo La Nación. En fin, esto es archiconocido.
"ME: Yo pensaba en Maxi, que lo traté de proteger tanto y ahora... No consiguen trabajos buenos. Las facultades son caras...
"LC: Tampoco es tan complicado estudiar en la UBA. Con todos los problemas, sigue siendo buena...
"ME: No sé Maxi, tiene terror a volver, no sé cómo está viviendo, qué está haciendo. El es bueno, es buenísimo...
"LC: Son buenos los sufrimientos.
"ME: En serio, ¿sirven para algo?"
Los "escuchas" también registraron la siguiente conversación entre María Elisa y su hija Carmen Trusso:
"C: Le pedí a Inés Ordoñez que rece mucho por mí.
"ME: Le hubieras dicho que la Iglesia se portó muy mal con nosotros.
"C: Francisco estuvo afuera, en eso estuvo bien Anzorreguy, en pedir las visas, él no pudo haber falsificado las firmas... "
Otro cásete contenía esta charla entre María Elisa y su hijo Juan Miguel, en la que evidentemente se menciona a Quarracino:
"ME: ¿Cómo te fue en el almuerzo de hoy?
"JM: Bien, que aceptó.
"ME: ¿Quién aceptó?
"JM: Él aceptó todo.
"ME: ¿Quién? ¿El cardenal?
"JM: Bueno, mamá [y le corta abruptamente]. "
Sin duda, el crecimiento del BCP en los años noventa se debió, en buena parte, a Gustavo Beliz, quien introdujo a varios amigos de los Trusso en el Ministerio del Interior, en la Secretaría de la Función Pública y en la Fiscalía Nacional de Investigaciones. Beliz acercó a Rodolfo Barra al menemismo y éste amplió la cadena. Barra, ministro de Justicia de Menem y como Beliz miembro del Opus Dei, también debió en su momento afrontar su propio escándalo: fue cuando una foto lo mostró en sus años mozos haciendo el saludo nazi como miembro de la organización Tacuara, lo que a la postre le costó el puesto por presión de la comunidad judía. Por su parte, Beliz se fue del gobierno menemista diciendo que había estado en medio de un lodazal lleno de víboras y no se quería enchastrar, lo cual le valió el apodo de "zapatitos blancos".
El 14 de octubre de 1997, Página/12 daba cuenta que el escándalo del BCP, más que salpicar, ahora sí enchastraba al "impoluto" Beliz. La información señalaba:
"El candidato a legislador por el cavallismo fue denunciado por el uso de una tarjeta de crédito abonada por el BCP.
"Octavio Frigerio, primer candidato justicialista a legislador porteño formalizó ayer una denuncia en el Juzgado Criminal del Juez Fernando Larraín por las dádivas recibidas por el actual candidato de Nueva Dirigencia mientras era funcionario del gobierno de Menem. Beliz se negó a responder las acusaciones: "No quiero entrar en la campaña sucia que propone el PJ".
"La denuncia por connivencia fraudulenta, mal desempeño e incumplimiento de los deberes de funcionario público se originó en la información brindada por un grupo de ahorristas del BCP. Sostienen que desde el banco fueron a parar fondos para la campaña mediante tarjetas de crédito de uso ilimitado para Beliz, Guillermo Heinsiger, Octavio Pinzón y Diego Blasco.
"También Beliz vivió varios años en un departamento alquilado por el BCP..."
Precisamente, otra conversación grabada por los "escuchas", esta vez entre Francisco PacoTrusso y su hijo Pablo, fue a propósito de aquella denuncia hecha por Octavio Frigerio en contra de Beliz, no por motivos éticos, sino con el propósito de restarle votos a su candidatura. El siguiente diálogo viene a recordar aquel sabio refrán que dice "el muerto se asusta del degollado":
"T: Es un bandido, en Roma me llamaba siempre, me pedía cosas, se las conseguía, lo llevaba en auto...
"P: Si tiene un préstamo de 100.000 dólares...
"T: Que no pagó nunca. Es un horror, un horror este Frigerio...
"P: ¿Dónde está?
"T: De candidato a diputado.
"P: Todo el mundo recomienda perfil bajo por ahora."
Cabe agregar que entre 1989 y enero de 1993 Beliz vivió en un departamento alquilado en la calle Juncal 1760, 6° C, pero que no era él quien figuraba como inquilino. El contrato estaba a nombre de Graciela De Biassi, la secretaria de Francisco Javier Trusso, quien nunca vivió allí, y Trusso firmó como garante. El alquiler era pagado por el BCP por semestre adelantado. Además, "zapatitos blancos", era titular de la tarjeta de crédito Carta Credencial número 5070-3102-1413-6491 emitida por el BCP y sus saldos, de unos 1.500 pesos mensuales, eran pagados muchas veces con cifras superiores a las adeudadas, lo que hace pensar que el dinero lo ponía el propio banco. En cuanto a Octavio Frigerio, basta con saber que el BPC le dio un préstamo de 100.000 dólares que, según los Trusso, nunca pagó.


Il signore ambrosiano

En el libro La historia del banquero Roberto Calvi. De la presidencia del Ambrosiano al puente de Blackfriars, sus autores, los italianos Gianfranco Piazzesi y Sandra Bonsanti, plasmaron una de las investigaciones más exhaustivas acerca de la Reverenda Logia Masónica Propaganda Due, más conocida como P2, imbricada con la mafia y el fascismo, cuyas ramificaciones e influencias se hicieron sentir en varias partes del mundo, incluida la Argentina, desde Perón a Menem, cuanto menos.
¿Qué es la P2? Una ramificación de la Pl, pero a diferencia de ésta, que se creó a principios del siglo XIX en Turín y que era pública, la segunda –llamada P2 para diferenciarla de la Pl– era de carácter secreto. La creó el gran maestro Giusseppe Mazzoni hacia 1875 y a ella sólo podían ingresar "hermanos" con altísimos cargos públicos, o influyentes hombres de las finanzas, que por esto mismo no podían pertenecer tranquilamente a cualquier logia. Cuando los fascistas llegaron al poder en 1922 declararon ilegal a la masonería y esto fue como un regalo del cielo para la P2: la logia secreta hospedó a todos aquellos "hermanos" que, por sus funciones relevantes en el manejo del Estado, no podían hacer pública su condición de masones.
El propio carácter reservado e ilegal de la logia, hizo que ésta desbarrancara: pronto se encargó de poner a resguardo las fortunas mal habidas durante la guerra. Las remesas de dinero que en los años inmediatos a la posguerra llegaron a la Argentina, Brasil, México y Uruguay fueron incalculables, pero también buena parte quedó dentro de los muros del Vaticano, considerado el lugar más seguro de Europa para esconder aquellos bienes. En 1971, Licio Gelli se hizo cargo de la P2. Pero diez años después caía en manos de la justicia. A pesar de eso, la masonería como tal sigue funcionando, eso sí, más moderna y acorde a los tiempos que corren. Y la rivalidad de ésta con el Opus Dei es muy violenta.
En 1983, Gelli se encontraba ya en la cárcel de Ginebra a consecuencia del operativo "mani pulite" y no era fácil abordarlo. Pero Humberto Ortolani, su segundo, que vivía en la clandestinidad, se decidió a suministrar un detallado relato sobre la Italia de la posguerra a un escritor de valía, Leonardo Sciascia. Ortolani era sobrino del cardenal Lercaro y secretario privado del cardenal Ottaviani, encargado de las finanzas vaticanas. Su relato destapó los entretelones y las increíbles conexiones que llegaron a existir entre la logia, los políticos, el mundo financiero, generales, periodistas y miembros de la Iglesia católica, que habían sido sus "hermanos".
Entre los financistas de la P2 sobresalía Roberto Calvi. Pizzesi y Bonsanti reconstruyeron, en parte sobre el testimonio efectuado por Ortolani a Sciascia, y en parte por lo que ellos mismos investigaron, el viaje del banquero desde la presidencia del Banco Ambrosiano –socio del IOR– hasta el Blackfriars Bridge, o Puente de los Frailes Negros, en Londres, donde apareció ahorcado pendiendo de una viga, con seis kilos de ladrillos en sus bolsillos. ¿Se suicidó o lo mataron? Hasta el puente elegido, dado su nombre, sonó a vendetta...
Una apretadísima síntesis, basada en aquel libro, ayudará a entender y dimensionar qué clase de banco fue el Ambrosiano, cuya sucursal en Argentina dirigió Francisco Paco Trusso, a pedido del Papa, según él mismo contó; por qué personajes del poder local, como Juan Domingo Perón, o Carlos Menem, o el ex almirante Emilio Eduardo Massera, o José López Rega, o Raúl Lastiri, o Alberto Vignes, tuvieron contacto con esa logia mafiosa; y hasta qué punto una prestigiosa editorial cayó en esa red.
Calvi tuvo como maestro a Michele Sindona, estrechamente ligado al Vaticano, quien llegó a amasar una fortuna en el mercado de las inmobiliarias. Compraba bancos pequeños con dificultades, se introducía en las financieras y especulaba en la bolsa. Sumando los pequeños bancos en liquidación, Sindona empezó a convertirse en un banquero privado, y conquistando el paquete accionario de varias financieras, adquinó licencia para invertir.
Pero hacían falta grandes capitales, problema que resolvió asociándose en 1962 a los Hambro, una de las familias más ricas de Europa, que controlaban una buena porción del comercio mundial de diamantes y financiaron obras grandiosas como el rascacielos Pan Am, en Nueva York. De esta manera, Sindona se aseguró una capacidad adquisitiva casi ilimitada: compraba sociedades casi quebradas y hacía elevar los precios de los títulos. Y también compró varias financieras, entre ellas la Céntrale, una de las más renombradas.
Sindona y Calvi se conocieron en 1968, cuando el primero era ya todo un personaje y el otro tan sólo un subdirector de la Montedison. Don Michele colocó a Calvi como vice del Ambrosiano y luego movilizó a todas sus amistades del Vaticano, en la curia milanesa y en la romana, para que Calvi ascendiera a director, pensando que desde allí lo ayudaría a irrumpir con mayor fuerza, en el mundo financiero. Sin embargo, a partir de 1971, don Michele inició un descenso vertiginoso, en cambio Calvi comenzó una fulgurante carrera.
En noviembre de ese año, los Hambro vendieron la Céntrale a una sociedad controlada por el Ambrosiano, y en marzo de 1972, el IOR (Instituto para las Ordenes Religiosas, el banco del Vaticano) vendió a la Céntrale el 37,4 por ciento de la Banca Cattólica del Véneto. Así, mientras Calvi se expandía, Sindona recibía a los inspectores del Bankitalia. En septiembre de 1974, le decretaron la liquidación forzosa y se libró una orden de captura por "falsedad de escrituras contables". Sindona huyó para evitar la extradición. Siete días después, Calvi fue nombrado "cavaliere del lavoro" y, al finalizar el año, presidente del Ambrosiano.
Sindona tenía muchos amigos en la "cosa nostra", sin ser un mañoso actuaba como "padrino", consentía que un novato se abriera camino, pero con la condición de que se mantuviera siempre obediente y dispuesto a recibir consejos de aquel que todo lo sabía y debía estar dispuesto a ayudar a su maestro. Nunca perdonó el ascenso de Calvi.
En 1977 Sindona comenzó a dar a conocer a la prensa numerosos documentos reservados referentes al borrascoso pasado del "signar ambrosiano". A resultas de esto, en abril de 1978, Paolo Baffi, gobernador de la Banca d'Italia, y Mario Sarcinelli, jefe de la Vigilanza, iniciaron una investigación en la sede del Ambrosiano.
En 1974, Sindona había introducido a Calvi en la Reverenda Logia Masónica Propaganda Due, al presentarle a dos de sus más altos miembros: Licio Gelli, el venerable, y a su segundo, Umberto Ortolani, quien sin embargo se hacía ver como un católico practicante. Calvi necesitaba asegurarse una protección poderosa para sus sucios enjuagues y a cambio de esa protección Gelli y Ortolani le pidieron que ingresara a la masonería y Calvi accedió. Se dio así un curioso caso: la Iglesia y la masonería confluyeron, a través de Calvi, y defendieron al unísono los intereses del IOR y del Banco Ambrosiano.
En 1975, Calvi asumió la presidencia del Ambrosiano y en 1976 Gelli consiguió el control de la P2 de manos del gran maestro Salvini. La masonería no era, sin embargo, una buena opción para el presidente del banco fundado por un sacerdote y dedicado a San Ambrosio, que reunía los ahorros de los católicos lombardos, y que obligaba a quien lo dirigiera a mantener buenas relaciones con la curia milanesa y la romana.
Ortolani, muy católico y con una observancia rayana en el escrúpulo, había asumido en la P2 un papel apenas inferior al de Licio Gelli, y antes de dar este paso había escrito una especie de confesión, que había entregado a un escribano, en un sobre lacrado, encargándole que fuera abierto sólo después de su muerte. En ella había confiado a su hijo: "Estoy seguro de ser sepultado en tierra consagrada". Los curas sabían que en caso de necesidad habrían podido contar con este masón, digamos que arrepentido. Pero Calvi, al que sus colegas llamaban "el banquero de Dios" daba la impresión de jugar en todas las mesas. Actuaba por miedo, más que por cálculo, y no podía ser confiable.
En agosto 1978 se produjo el viaje de Calvi al Uruguay y a la Argentina. Su mujer, Clara Calvi, testimonió más tarde que la invitación partió de Ortolani, que deseaba presentar a Calvi, entonces en la cúspide, a los personajes uruguayos y argentinos. Ortolani poseía una villa en Montevideo y a Clara le sorprendió que siendo capo de la P2 se hubiera hecho construir en ella una capilla, con altar y crucifijo. Gelli no los acompañó, pero ya había estado más de una vez en Sudamérica. El "venerable" estuvo viviendo en Buenos aires entre 1946 y 1948, años en los que frecuentó a la comunidad de exiliados fascistas y nazis. Frecuentó a Perón en su exilio madrileño y fue quien, a través de Gian Carlo Elía Valori, obtuvo de Pablo VI, el levantamiento de la excomunión del líder justicialista y vino con él, como especialísimo invitado, en el charter que lo trajo por primera vez a la Argentina tras dieciocho años de exilio, en noviembre de 1972.
En un pasaje de La novela de Perón (que en parte es ficción y en otra realidad) Tomás Eloy Martínez describe un almuerzo en Puerta de Hierro, a la vuelta de misa, en los días previos a ese viaje, y dice:
"En el despacho del general, jugando con los caballos de cerámica que infectan el escritorio, aguarda Giancarlo Elia Valori, gentiluomo di Sua Santitá, consejero de los coroneles griegos, a quien Perón supone amigo íntimo de Paulo VI. En los alrededores de Valori merodea, como siempre, don Licio Gelli: desdeñoso, escarbando en las historias de Bartolomé Mitre que adornan la biblioteca. Todos en esa casa le deben algún favor, suele decir Valori.
"Entre la antesala y el comedor se desparrama una filigresía goyesca: campeones de boxeo destronados, cantores de tango, los consabidos jerarcas sindicales y un par de embajadores de trajes a rayas anchas, como los gangters de cine.
"En la cocina, doña Pilar–hermana del generalísimo Franco – se afana junto a Isabel friendo buñuelos. Desde los sótanos suben vapores salados. Perón ofrecerá a los huéspedes un puchero argentino.
"Sintiéndose otra vez ajeno a todo, Campora vaga por el comedor. Distingue a López Rega tras las mamparas, examinando con afán la ristra de télex que le mandan desde Buenos Aires. A veces, algún despacho inquieta al secretario. Pide un teléfono, entonces, e imparte órdenes. El presidente (Campora) no sabe a quién ni a dónde. Nadie le dice nada.
"En la mesa del general coinciden doña Pilar, Valori y Licio Gelli. En la de Campora se instala López Rega con sus matones. Desde el mismo día en que lo eligieron presidente, Campora ha ido sintiendo la hostilidad del secretario. De un momento a otro estallará la guerra entre los dos y supone que el general, obligado a elegir, protegerá a su enemigo. Un periodista español, Emilio Romero, le ha hecho llegar sospechas terribles. López pretende colocar a Isabel en el gobierno, y Campora sería –dice– el único obstáculo. "
Para cuando Calvi y Ortolani coincidieron en su viaje al Uruguay, en la Argentina gobernaba la primera junta de la dictadura militar, una de cuyas principales figuras era el ex comandante Eduardo Emilio Massera. De Montevideo, la comitiva cruzó a Buenos Aires especialmente invitada a una reunión con el almirantazgo. Los hombres empezaron a hablar, las mujeres quedaron "relegadas a un rincón", según contó Clara. En el El Dictador, de María Seoane y Vicente Muleiro, dice: "Videla (Jorge Rafael) no ignoraba que Massera prefería tejer sus alianzas con la P2, en el exterior, con Suárez Mason (socio y compañero de Paco Trusso, también de la P2, en cuyos archivos secretos figuraba con el código E 18.77, fascículo 0609), con Saint Jean (Ibérico, general), Menéndez (Luciano Benjamín, general), de Córdoba y Azpitarte (Jorge, general) de Bahía Blanca. (...) Suárez Masón administraba desde el EMGE (Estado Mayor General de Ejército) una "cuenta especial secreta para la lucha antisubversiva". Desde esa cuenta que absorbía partidas de Defensa, oficialmente se compraron cuarteles ensamblables en Estados Unidos. Por cien millones de dólares, en una supuesta compra directa a la firma Corat Internacional. Creada y disuelta al único efecto de esta operación, en una orden firmada por Suárez Masón y ratificada por Viola (General). Nunca se pudo confirmar la existencia de esos cuarteles, denominados "material bélico secreto", no sólo porque no hubo registro de aduana que verificara el ingreso del material, sino porque una de las primeras medidas que tomó Suárez Masón al asumir el 14 de febrero de 1979, fue ordenar la incineración de todo el material o actas referidas a los movimientos de dicha cuenta. Como declaró años más tarde Sánchez Reisse, la cuenta no sólo recibía aportes del Tesoro argentino, sino contribuciones de numerosos empresarios privados, a los que les interesaba el país: entre ellos, el empresario azucarero Carlos Pedro Blaquier (Ingenio Ledesma), que aportó 250.000 dólares y Carlos Bulgheroni, de Bridas, un grupo que pasó de siete empresas a controlar 43 entre 1976 y 1983. Ambos empresarios estaban asociados, igual que Massera y Suárez Masón, al onorévole Licio Gelli. "
Calvi y Ortolani llegaron a familiarizar. Calvi lo admiraba por la habilidad con la que conseguía tener un pie en la curia romana y otro en la masonería. Por otra parte, Ortolani era un hombre culto, afable, simpático y fiable en caso de necesidad. En cambio, Gelli era reservado. Calvi lo veía en Roma, en el Hotel Excelsior, donde se han alojado prácticamente todos los presidentes argentinos sin distinción de signos políticos, entre ellos Raúl Alfonsín y Carlos Menem. En el departamento de la primera planta, el venerable recibía, uno tras otro, a los "hermanos" de la P2 e iniciaba en los misterios masónicos a los nuevos adeptos. En ese hotel también se alojó Julio Mera Figueroa, ex ministro del Interior de Menem, cuando éste lo envió para pedirle a Gelli –que tenía planeado viajar a la Argentina– que suspendiera su viaje porque estaba por anunciar la primera etapa de los indultos (entre ellos, el de Massera) y no quería que una visita de ese cariz le hiciera el clima más pesado. Menem y Geíli se reunieron en el Excelsior en 1988, cuando el riojano era candidato a presidente por el Partido Justicialista. En aquella primera gira lo acompañó Mario Rotundo, que dirigía la Fundación para la Paz de los Pueblos, quien luego le reclamó a Menem que le devolviera unos cuantos millones de dólares que distintas organizaciones religiosas y Kadhafi, habían puesto para la campaña presidencial. Luego de estar con Gelli, a quien le pidió consejo y protección, Menem fue a Siria y luego a Grecia, donde Amalita Fortabat los recibió en su exclusiva isla.
Ortolani era el cerebro financiero de la P2 y sustituyó a Sindona en la misión de transformar a un funcionario hábil y capacitado como Calvi en un gran banquero de negocios, de talla internacional. Sindona había vendido al Ambrosiano a una sociedad suya, luxemburguesa, llamada Compendium, que fue rebautizada como Banco Ambrosiano Holding, que asumiría un papel fundamental en las aventuras financieras de Calvi, quien por consejo de Sindona, fundó además en Nassau, en Las Bahamas, el Cisalpine Overseas Bank, rebautizado Banco Ambrosiano Overseas. El Vaticano tuvo así su propia banca off shore en un paraíso fiscal.
Sindona había descubierto América latina a mediados de los años setenta y le pareció "un continente que presenta un notable desarrollo económico" según dijo, y pensó que "una mejora en las condiciones de vida de esos países puede impedir el florecimiento de las dictaduras y la propagación del castrismo". De ahí que le insistiera a Calvi que creara un centro financiero destinado a "ayudar a las sanas empresas privadas". Así fue como en 1976, poco después de ingresar en la P2, Calvi adquirió a través de la Overseas de Nassau, el 5,5 por ciento de las acciones del Banco Financiero Sudamericano, o Bafisud, el instituto de crédito uruguayo cuyo propietario era Ortolani.
Luego Calvi dirigió su atención hacia Nicaragua, donde permitió al Vaticano ampliar subvenciones secretas a favor del dictador Somoza. A ningún banquero extranjero se le hubiera ocurrido establecer un banco comercial en Managua en septiembre de 1977, cuando Somoza estaba combatiendo sin posibilidades de éxito a la guerrilla. Pero también en esta ocasión Calvi tuvo suerte, porque cuando los guerrilleros sandinistas conquistaron Managua, el banco comercial siguió abierto y los revolucionarios marxistas, financieramente exhaustos, se contactaron con Calvi y éste les prometió aumentar la exportación de café a Italia.
Por consejo de Ortolani, Calvi también incursionó en Perú. En 1979 inauguró en Lima el Banco Andino.
Nassau, Managua y Lima eran plazas financieras de pésima reputación, servían para quien quisiera asumir rápidamente un riesgo o bien ocultar algún juego sucio. Gelli se sentía a sus anchas con Calvi: éste hacía todo lo que se le pedía y aceptaba con docilidad ser guiado.


Abril, Korn y la P2

Los Rizzoli, los más importantes editores italianos, vincularon a Ortolani a su empresa como asesor en 1975, porque Angelo Rizzoli necesitaba sus consejos. La adquisición del diario Corriere della sera en 1974, había resultado un pésimo negocio: el déficit de gestión llegaba a los doce mil millones de liras y las deudas del grupo alcanzaban los noventa mil. Ortolani presentó a Rizzoli a su amigo Gelli y éste resolvió con rapidez la cuestión.
En 1976, en Argentina, Rizzoli adquirió en sociedad con la empresa Celulosa Argentina las editoriales Abril y Julio Korn, dueñas, entre otras, de las revistas Claudia, Anteojito, Radiolandia, Antena, Parabrisas, Corsa, Goles y de las muy prestigiosas Siete Días y Panorama. La editorial así conformada pasó a llamarse CREA (Celulosa, Rizzoli, Empresas Asociadas).
Ese año, al estallar en la Argentina la dictadura militar, cada fuerza se repartió su cuota de influencia en los medios periodísticos y no por casualidad, en orden al asesoramiento de Gelli y a aquella reunión de Calvi con el almirantazgo, CREA quedó bajo la órbita de la Armada, en manos de Massera, vinculado a la P2; en tanto que su competidora Atlántida tenía más empatia con la línea del Ejército representada por un lado por Jorge Rafael Videla, y por el otro, por Suárez Masón, el famoso Batallón de Inteligencia 601 y el inolvidable general Ramón Camps.
En 1977, Rizzoli no sólo saldó una antigua cuenta con Gianni Agnelli, de la Fiat, sino que anunció un aumento del capital de su sociedad, de cinco a veinticinco mil millones. El pagador oficial fue Roberto Calvi, quien a través de la Céntrale, pasó a tener el 40 por ciento del grupo Rizzoli-Corsera.
Pero precisamente con esta operación comenzaron las desdichas para Calvi. Si la opción masónica fue un error, la editorial representó un disparate. Los "financieros laicos" dispuestos a tolerarlo mientras no se mostrara demasiado invasor, no podían aceptar su ingreso en el más poderoso imperio editorial italiano. El grupo Rizzoli - Corsera, era un centro de poder más codiciado y temido que cualquier financiera. Pero él hizo su razonamiento a la inversa, ya que consideró que al subvencionar el diario italiano más importante, afrontaría mejor la guerra que, más tarde, los financieros laicos sin duda desencadenarían contra él.
Como "dueño" del Ambrosiano, Calvi disponía de una liquidez prácticamente ilimitada; como dueño de la P2, Gelli dominaba un impresionante centro de poder oculto. Conformaban una pareja formidable, pero con algún enemigo.
El primero en caer en apuros fue Gelli: los inspectores de la Banca d'Italia, enviados por Baffi y Sarcinelli, llegaron a Milán a mediados de abril de 1978 y abandonaron esta ciudad seis meses después con un informe de quinientas páginas y una montaña de sospechosos. Los inspectores estaban convencidos de que había sido el propio Calvi quien había adquirido las acciones de su banco para depositarlas después en remotos paraísos fiscales, asegurándose de este modo el control. Pero Calvi hizo emigrar demasiadas veces las acciones de un país a otro y los sabuesos de la Banca d'Italia acabaron por perder la pista. Por lo tanto no había pruebas.
Solamente lograron reunir indicios para suponer que Calvi había violado en alguna ocasión la ley sobre transferencia de capitales, promulgada por el gobierno de Giulio Andreotti en 1976, y que preveía sanciones penales de hasta seis años de cárcel. El gobernador Paolo Baffi y el director de la Vigilanza Mario Sarcinelli, enviaron el informe a la Procuración de Milán, donde el banco tenía su sede legal. A mediados de 1980, Hacienda presentó un estudio que dejaba en evidencia que Calvi había cometido delito.
El juez Mucci se encontró ante una situación delicada: el arresto del banquero más importante habría provocado un terremoto en la bolsa. Decidió que debía reunir más pruebas, y para asegurarse que Calvi no desapareciera, Mucci le pidió preventivamente el pasaporte, pero no lo encarceló.
El problema fue que en marzo de 1981 fueron descubiertos en Arezzo los archivos del venerable Gelli, primera causa de todas sus desdichas.
La Procuración de Milán examinó los 32 sobres lacrados, secuestrados junto con las listas de la P2 en los archivos aretinos. Los jueces Turone y Colombo encontraron uno en el que se leía "Roberto Calvi - Controversia con la Banca d'Italia". El sobre contenía cuatro carillas mecanografiadas y sin firmar. Empezaba por decir que el Vaticano estaba preocupado porque Calvi, ya banquero de confianza, había efectuado algunas operaciones "no del todo legítimas". Alguien empezaba a temer que tras el clamor suscitado por el caso Sindona, un eventual caso Calvi desgastaría ulteriormente la imagen del Istituto Opere di Religione (IOR), la banca de la Santa Sede. Los juicios sobre Calvi eran dispares "hombre cínico, y sin prejuicio, que sólo perseguía el lucro...". En cambio, los informes de Sindona hablaban de "una mano" que maniobraba los hilos con perfecto dominio y con el solo fin de hacer rodar la cabeza del presidente del Ambrosiano.
El procurador general tuvo que ordenar una investigación a fondo y para eso le quitó la causa al juez Mucci y se la encargó al juez Gerardo D'ambrosio. Un mes y medio después, el 20 de mayo de 1981, Calvi estaba en la cárcel.
El proceso se celebró en la sala grande del tribunal en lo criminal, donde sólo se juzgan a los terroristas y a los grandes del hampa. Los argumentos de la acusación se basaban en el segundo informe de la Guardia di Finanza: las largas peregrinaciones del paquete de acciones desde la Céntrale al Banco Andino de Perú, de allí a Suiza, y de Suiza a la Céntrale, estaban bien documentadas. Veinticuatro mil millones habían quedado en el extranjero, y por tanto Calvi había violado la ley de transferencia de los capitales.
Calvi fue condenado a cuatro años (reducidos a dos por la condonación) y al pago de una multa de 15.000 millones de liras; seis meses más de lo que había pedido el ministerio público. Para Calvi los jueces tuvieron duras palabras: le reprocharon sus conexiones con Gelli y le echaron en cara en pleno proceso una "conducta sin escrúpulos".
Calvi tenía a su lado a un joven avispado que le inspiraba confianza y en él creía haber encontrado un protector, llamado Francesco Pazienza, quien decía haber sido agente secreto y haber estado en Beirut, con una misión especialísima, en la que estaban involucrados a la vez el Vaticano y la OLP. Se ufanaba de tener relación con los norteamericanos, con el Sdece (el Servicio Secreto Francés), con Arabia Saudita, con el propio Arafat, e incluso con la Santa Sede. Conocía a monseñor Achule Silvestrini, el ayudante del cardenal Agostino Casaroli (amigo de Perón, Isabel Perón y José López Rega), secretario de estado; a monseñor Giovanni Cheli, representante vaticano en las Naciones Unidas y a monseñor Virgilio Levi, entonces subdirector responsable del Osservatore Romano. Además, Pazienza era masón y se contaba entre los asiduos visitantes de Gelli en el Hotel Excelsior, de la vía Venetto.
Calvi era un banquero generoso con los partidos ya que anticipaba importantes sumas sin garantías fiables y prestaba millones a los periódicos que nunca estarían en condiciones de devolver. Pero él estaba preso y todo el mundo parecía ignorarlo. También el Vaticano.
Calvi exclamó: "Si esto continúa así, en la sala diré todo lo que sé, empezando por el Vaticano! No pienso ser yo solo el que pague por todos!". Aquel día el banquero se ensañó con la Iglesia y no era la primera vez. Arrancó una hoja de una libreta, y escribió: "Este proceso se llama IOR".
Pazienza, el "agente secreto" dijo en seguida que telefonearía al mismísimo monseñor Paul Marcinkus, presidente del IOR. Después iría al Vaticano. "Tuve con Marcinkus un encuentro más bien agrio porque él sostenía que el IOR no tenía nada que ver con las andanzas delAmbrosiano", atestiguó después durante el juicio.
Clara, la esposa de Calvi, le pidió ayuda a su hijo que estaba en Washington. Cario Calvi contó a la revista italiana Panorama, el 29 de noviembre de 1982: "Durante el proceso de Milán contra mi padre, Pazienza me dijo que monseñor Cheli, representante del Vaticano en la ONU, quería verme de inmediato en Nueva York. Apenas llegué Pazienza me acompañó a un departamento en Manhattan donde me esperaba un notorio mafioso, antiguo amigo de Sindona y de Gelli, y un clérigo que luego fue detenido por contrabando de obras de arte. Pues bien, estos dos señores me recomendaron ser amable con monseñor Cheli y, sobre todo, seguir sus consejos. Seguidamente, todos juntos fuimos a la ONU, donde Cheli me dijo en resumidas cuentas lo que monseñor Paul Marcinkus me había dicho por teléfono, o sea que recomendaba a mi padre guardar silencio, no revelar ningún secreto y seguir creyendo en la Providencia".
El abogado, Gaetano Pecorella, defensor de Calvi, le sugirió la estrategia del arrepentimiento para zafar de una pena mayor: había que explicar algo importante y de interés. Los jueces le quedarían agradecidos. Del 2 al 3 de julio de 1981 Calvi declaró durante seis horas ante tres, jueces que investigaban la P2, sobre presuntas financiaciones ilícitas al Partido Socialista y al Partido Comunista. Los jueces redactaron un documento que Calvi firmó como su declaración. En él decía que a finales de 1979, Ortolani había propuesto al presidente del Ambrosiano una operación "atípica", una apertura de crédito por 21 millones de dólares, a través de una "asociada extranjera" del banco, a favor de un instituto uruguayo, del que él era propietario. Estos millones llegarían al PSI.
Puesto en libertad, Calvi se reunió secretamente con monseñor Paul Marcinkus, tras lo cual volvió trastornado, y le dijo a su mujer: "Esta vez, los curas me las harán pagar. En realidad ya me las están haciendo pagar". Pero no quiso añadir nada más.


Poderoso monseñor Marcinkus

El 12 de enero de 1982, los representantes de varias familias católicas lombardas, que poseían modestos paquetes de acciones del Ambrosiano, redactaron una memoria de la que surgía una "carta de católicos" que había de llegar hasta el Papa.
El documento empezaba diciendo que el IOR había participado "de modo muy intenso como asociado y corresponsable del presidente del banco Ambrosiano, doctor Roberto Calvi, en las más imprudentes operaciones financieras de los diez últimos años". Pero Calvi no era tan sólo un imprudente. Era también "uno de los grandes pilares de la más degenerada masonería (P2) y de los filones mafiosos procedentes del legado de Sindona". Calvi había gestionado la herencia sindoniana "con la colaboración de personajes ampliamente nutridos y mimados por el Vaticano, como Ortolani, a caballo entre el Vaticano y poderosos círculos de la mala vida internacional"; "ser socio de Roberto Calvi quiere decir socio y corresponsable de Gelli y Ortolani, ya que ambos lo guían y lo condicionan intensamente. Por consiguiente, a través de su asociación con Calvi, el Vaticano es también socio antiguo de Gelli y Ortolani".
En este punto los accionistas se permitieron hacer llegar al Papa algunas sugerencias. El IOR debía abandonar a Calvi, y "junto con otros socios laicos honrados y en cualquier caso no implicados en los pasos de la mala vida internacional", debía trabajar "para formar una nueva congregación de socios que realizaran una renovación en las altas esferas del banco". Una vez alejado Calvi, quedarían dos caminos abiertos ante el Papa. O decidía disolver "gradual y razonablemente" los complicados lazos entre el Ambrosiano y el IOR, o bien saldaba entre sí "la mejor tradición católica y la mejor tradición laica".
El representante de la "mejor tradición laica" en el seno del Ambrosiano era Cario de Benedetti, el vicepresidente, ya que los demás accionistas, como prescribía el estatuto del banco, habían sido garantizados por su párroco. En resumen, se sugería al Papa nombrar como presidente a un financiero católico de su confianza (se indicó a Gaetano Lazzati), que tendría como vice a Cario de Benedetti, o bien permitir que el banco pasara gradualmente a manos de De Benedetti.
Pero no llegó ninguna respuesta. Ni entonces, ni nunca. Y Calvi se sacó de encima a De Benedetti.
A cambio, captó a Cario Pesenti, presidente de la Italmobiliare, una de las más conocidas financieras nacionales. La asociación entre el Ambrosiano y la Italmobiliare, considerados como dos pilares de la finanza católica, suponía controlar cinco bancos de gran importancia, con un total de depósitos cercano a los veinte billones de liras. Se temía el nacimiento de una superbanca católica, de dimensiones imponentes, pero la alianza no llegó a ese punto. Las cuentas del Ambrosiano no eran tranquilizadoras y la Italmobiliare, tenía un billón de deudas con vencimiento a breve plazo.
Si Juan Pablo I representó para Marcinkus un peligro durante su corto reinado de treinta y tres días, tras los cuales murió de manera sorpresiva y presuntamente envenenado, la llegada de su sucesor, Karol Wojtyla, fue un verdadero golpe de suerte. Por su origen lituano, el Papa polaco lo había mirado con simpatía.
Monseñor Paul Casimir Marcinkus había nacido en Chicago y pasado su infancia y adolescencia en el barrio de Cicero, la patria de Al Capone. Su padre había llegado a Estados Unidos procedente de Lituania, y para poder vivir trabajó limpiando las ventanas de los rascacielos. Recibió las órdenes religiosas en 1947 y llegó a Roma tres años después, para estudiar derecho canónico en la gregoriana. Monseñor Montini, que entonces era el secretario de estado, lo quiso a su lado en 1952 y desde entonces Marcinkus permaneció casi siempre en Roma.
Su carrera comenzó en 1963, cuando Montini fue nombrado Papa.
Pablo VI tenía una gran estima por este norteamericano vigoroso e infatigable, y lo eligió para una misión de confianza: la organización de los viajes al extranjero. A partir de entonces, Marcinkus estuvo siempre al lado de Pablo VI en todos sus viajes, y en 1970, durante la visita a las Filipinas, cuando un pintor mitómano se abalanzó contra el Papa, blandiendo un puñal, fue Marcinkus en persona quien lo desarmó. Tenía con qué: medía 1,90 metros y había tenido una intensa práctica amateur en boxeo y fútbol americano.
Paralelamente a su carrera de acompañante, Marcinkus había comenzado otra. En 1968, Paulo VI tomó una decisión importante. El Vaticano era accionista de algunas grandes empresas italianas; controlaba la Societá Genérale Immobiliare, que en la postguerra había construido media Roma, obteniendo ingentes beneficios. Sin embargo, el boom había terminado, convenía vender en Italia e invertir en el mercado financiero internacional. Marcinkus se contó entre los patrocinadores más activos de esta operación, y es muy probable que sugiriera aceptar el asesoramiento de Sindona, que entre los muchos grandes financieros italianos, todos ellos laicos era, junto con Pesenti, luego asociado al Ambrosiano vía Calvi, el único que ostentaba la fe católica. Con tal de complacer al Vaticano, Sindona cargó con la Immobiliare.
Desde 1942, el Vaticano poseía el Istituto per le Opere di Religioni (IOR). En 1971, el mismo año en que Calvi asumió la presidencia del Ambrosiano, Marcinkus fue nombrado presidente del IOR y Sindona empezó a proyectar la escalada hacia la Céntrale, que sería la primera fase de su "guerra" contra los representantes de las finanzas laicas.
Cuando Roberto Calvi voló a las Bahamas para crear el Cisalpine Overseas Bank, más tarde rebautizado como Banco Ambrosiano Overseas, alquiló una villa, en un barrio lujoso y exclusivo, en la que se hospedó también Marcinkus. Buen tenista y nadador, magnífico jugador de golf con cinco de handicap, desenvuelto y abierto como suelen serlo los sacerdotes norteamericanos, Marcinkus le cayó muy simpático a la señora Calvi y les encantó a Cario y Anna, todavía adolescentes. En aquella ocasión, Calvi lo nombró miembro del consejo de administración y probablemente desde entonces aquella banca representó el punto de encuentro de todos los negocios que durante diez años el Ambrosiano y el IOR realizarían juntos. La actividad principal del Overseas consistió en transferir dinero entre las empresas asociadas del Ambrosiano y la banca del Vaticano, según publicó la prensa italiana cuando se sustanció el juicio a Calvi.
Las relaciones entre el banquero y Marcinkus fueron siempre óptimas, hasta 1981. Apenas ingresó en la cárcel de Lodi, Calvi comenzó a dirigirse a amigos y conocidos para que lo de sacaran de tan incómoda posición. En caso contrario, hablaría y comprometería a todos. A Marcinkus le mandó en un primer momento, el siguiente mensaje: "Yo estoy en la cárcel por exportación clandestina de capitales, y es probable que con los vientos que soplan, el proceso termine en condena. Pero la operación por la que Hacienda me ha puesto la mano encima ha sido realizada por mí con la cobertura del IOR. Si tú, Marcinkus, admites esta colaboración y asumes tus responsabilidades, mi situación en el proceso mejorará sustancialmente...".
El Banco del Gottardo, un instituto de crédito con sede en Lugano, era la filial suiza del Ambrosiano. Allí, Calvi custodiaba toda la documentación referente a las empresas asociadas extranjeras, a las financiadas por el IOR y a las de paternidad incierta, como la Manic y la United Trading Corporation (UTC), domiciliadas respectivamente en Luxemburgo y en Panamá, que eran dos holdings, es decir, dos institutos financieros de los que derivaban otras ocho sociedades menores en Panamá y Licchtenstein. El "signar ambrosiano" había concedido a estas pequeñas empresas, nacidas con apenas diez mil dólares de capital, una importante cantidad de acciones del Ambrosiano, cerca de medio millón de acciones de la Rizzoli, y otras participaciones menores, pero también les había conferido las deudas contraídas para formarlas. Todos aquellos paquetes de acciones podían valer doscientos millones de dólares, y las deudas inscriptas en el balance de estas sociedades equivalían a mil doscientos millones de dólares. Más tarde o más temprano, esta descompensación llamaría la atención de alguien.
Los resguardos de las acciones de la Manic estaban depositados en el Kredietbank de Amberes, en el dossier adjudicado al IOR. El Istituto per le Opere di Religione era también el dueño de la UTC, con el correspondiente contrato de gestión remitido al Banco del Gottardo. Si el Ambrosiano quebraba, los acreedores de los mil millones de dólares irían de inmediato de compensarse a expensas del IOR. Su amigo Calvi había metido a Marcinkus en un feísimo embrollo.
A partir de julio de 1981 se convirtieron en dos ex amigos, pero ni el uno ni el otro podían permitirse el lujo de romper. El banquero, gestor de todas las asociadas extranjeras, había aprovechado este cargo para maniatar a Marcinkus. Calvi no andaba del todo equivocado cuando decía que él y el Vaticano se encontraban en la misma barca, y que si él se iba a pique "los curas tendrán que vender a San Pedro".
Sin embargo, vaya a saberse cómo, Marcinkus convenció a Calvi para que le enviara una carta liberatoria o, como se dice en la jerga burocrática, una carta de descargo. El IOR nunca ha hecho público este documento pero, por lo que se dice, Calvi habría anulado todos los compromisos directos o indirectos que Marcinkus había asumido al patrocinar la Manic, la UTC y las ocho empresas asociadas. Además de la carta liberatoria, monseñor convenció al banquero para que tomara buena nota de que el patrocinio otorgado por el IOR a la Manic, a la UTC y a las ocho otras ocho empresas, expiraría inexorablemente el 30 de junio de 1982. En resumen, Marcinkus le concedió a Calvi de ocho a diez meses de tiempo para encontrar, o bien mil millones de dólares o bien otro patrocinador. Eran diez meses de respiro, pero si Calvi no lograba evitar la quiebra, el Vaticano, que ya se encontraba en una situación difícil, no se habría dejado comprometer todavía más. Hoy, gracias a los documentos y a las declaraciones sucesivas, se puede afirmar que desde agosto de 1981 Marcinkus había llegado a convencer, al menos al Vaticano, de que en caso de emergencia, la línea de conducta sólo podía ser una: no admitir nada, no pagar nada. Por nada del mundo monseñor habría de buscar un solo dólar; en tanto, Calvi buscaba a alguien que convenciera al Vaticano para que encontrase al menos mil millones de dólares, para evitarse la vergüenza de otro caso Sindona.
Por aquellos tiempos, en el Vaticano, el cardenal Fiero Palazzini, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, estaba estudiando la causa para la beatificación de monseñor Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei, aquella poderosa organización que, nacida en España, contaba ya con ramificaciones en todo el mundo. Calvi sabía que el Opus Dei contaba con más de setenta mil inscriptos, todos ellos personas en buena posición, para los cuales mil millones de dólares no eran una cifra prohibitiva. Era necesario establecer inmediato contacto con Palazzini y explicarle los nuevos proyectos.
En nombre de Calvi, Carboni se presentó en el despacho del cardenal, su embajador y hombre de confianza. Le habló del IOR y del Ambrosiano y le recordó que el IOR había realizado muchos negocios, primero con Sindona, después con Calvi; que había varias participaciones en común dentro de sociedades extranjeras, y que había llegado el momento de organizarlo todo con carácter definitivo. "Calvi se muestra preocupado sobre todo por el hecho de que estos títulos estén adjudicados a varias sociedades las cuales, sin embargo, como usted ha dicho antes, están aliadas con unos socios muy discutibles y acaso con verdaderos mafiosos, como usted mismo los ha definido", le dijo. En esa conversación, que fue grabada, se le escuchó decir a Carboni que el IOR, o bien el Vaticano, debía cargar con el peso de la "reestructuración" calculada en mil doscientos millones de dólares. Sin embargo, recibiría el diez por ciento de las acciones del Banco Ambrosiano.
De paso le pidió al cardenal la cabeza de Marcinkus. Para lograrlo, Carboni entregó a Palazzini la primera página del número de Repubblica del 22 de enero, con un artículo de fondo de su director, Eugenio Scalfari, titulado: "Cuando Marcinkus compró el Corriere". Ahí se decía que a partir de 1977, "los auténticos dueños de la Rizzoli y del Corriere" eran Calvi, Gelli, Ortolani y Marcinkus. Recogiendo un rumor que circulaba en aquellos días, según el cual el Papa se disponía nombrar cardenal a Marcinkus, Scalfari había escrito: "¡Dios ilumine al papa Wojtyla y no lo aleje de su mano! Si Dios quisiera hacer un milagro, sugeriría a su vicario verificar los tráficos equívocos de su obispo financiero y despedirlo en el acto. Una figura tan alta e inspirada como la de Juan Pablo II no puede asociarse en negocios con Gelli, con Sindona y con las sociedades panameñas de Roberto Calvi".
Aquella reunión tuvo lugar en febrero de 1982. Seis meses después, el cardenal Palazzini ordenó decir al banquero que no podía ayudarlo de ningún modo. Sin embargo, ni siquiera esta negativa indujo a Calvi a renunciar. Según él, el IOR no rechazaba las acciones del Ambrosiano por considerar exorbitante el precio pedido, sino porque monseñor Casaroli, secretario de Estado del Vaticano, estaba interesado en impedir que el Opus Dei, tan hostil a los soviéticos y tan amigo de los polacos de Solidarnosc, pusiera las manos sobre un imperio financiero. El Papa pensaba como Palazzini, ello no admitía discusión, pero no quería tener problemas con su secretario de estado... Y así, razonaba, por un motivo o por otro, nadie podía acudir en su auxilio.
Calvi se dirigió también a Pazienza, que habló con Roberto Armao, muy vinculado al Chase Manhattan Bank y representante en América de los intereses de la familia de Reza Pahlavi, el difunto Sha de Persia. Según Pazienza, americanos, iraníes y árabes sauditas crearían un consorcio dispuesto a pagar mil millones de dólares, pero Calvi murió antes de que terminaran las negociaciones.
Lo más probable es que, de haber seguido con vida, esas negociaciones tampoco resultaran. Para obtener el paquete de control del Ambrosiano, Calvi había tenido que endeudarse en el mercado del eurodólar. Mientras efectuaba estas operaciones, se había producido la crisis del petróleo y los intereses habían aumentado cuatro o cinco veces en pocos años. En resumidas cuentas, los mil doscientos millones de dólares no eran el valor del diez por ciento del Ambrosiano, sino el precio que debía ser pagado para salvarlo de la quiebra, y nadie pensaba pagarlo.
Calvi estaba acorralado. El proceso por "fraudes monetarios" iniciado por la Banca d'Italia, le impedía solicitar más créditos en el extranjero.
Por esos días, había sido informado que el proceso de apelación en Milán, previsto para el 21 de junio de 1982, no iba a poder ser aplazado. Y para peor, en ese mes de junio debía comenzar la operación de bonificación de las ocho sociedades panameñas, según el documento suscrito con Marcinkus, así que había que empezar a restituir unos trescientos millones de dólares al Banco Andino y a las demás asociadas extranjeras del Ambrosiano, que seguidamente procederían a girar esta suma a los bancos internacionales. El Vaticano le había planteado el 9 de junio un brutal ultimátum sobre la cuestión, indicándole que esa suma debía ser entregada al IOR no más tarde del viernes siguiente, 11 de junio.


Muerte en el puente

Ese día, Tito, el chofer de Calvi, fue a buscarlo y sólo encontró un papel que decía: "Debo ausentarme por razones inesperadas". Los abogados de Calvi, al enterarse de que no estaba, fueron al Palacio de Justicia para presentar una denuncia por desaparición, sin saber que el banquero se había fugado a Trieste, primer paso para llegar a Suiza, con un pasaporte fraguado a nombre de Gian Roberto Calvini.
"Si las cosas van mal arruinaré al Vaticano, a los partidos, a los secretarios de los partidos, a todos... Apres moi le déluge...", (después de mí el diluvio) había exclamado al partir.
El 14 de junio, mientras cruzaba Austria, Calvi decidió que iría a Londres, luego de evaluar que Suiza no era un lugar seguro. Allí la policía podría detenerlo si estallaba el Ambrosiano, ya que en Lugano se encontraba la sede del Banco del Gottardo del cual era presidente. Ese día, mientras las acciones del banco caían a pique, monseñor Marcinkus dimitía en el Board of Directors del Ambrosiano Overseas de Nassau.
El 15, Calvi llegó a Londres en un avión privado, y se alojó en un departamento del Chelsea Cloister, un hotel residencial, desde donde envió a una persona a hacer un último intento frente a Marcinkus, pero éste contestó que el Vaticano no podía soportar ningún gasto. El enviado le preguntó si se daba cuenta de lo que sucedería y Marcinkus le respondió: "Me doy cuenta, pagaré personalmente, pero no puedo hacer nada". Ese día el Ambrosiano cerró sus puertas.
El 18 por la mañana, en Londres, Anthony Huntley, un empleado del Daily Express que se dirigía hacia su trabajo, descubrió el cuerpo de Roberto Calvi colgando desde el puente del río Tamesis. "Mientras caminaba eché un vistazo al río. En un primer momento, sólo vi una cabeza entre la viguetas de hierro de un entramado. Me asomé a la baranda para ver mejor, y descubrí el cuerpo de un hombre colgado del puente Blackfriars Bridge, por una cuerda de color anaranjado. El hombre llevaba traje de excelente calidad. "El cadáver tenía seis kilos de piedras en los bolsillos del pantalón y de la chaqueta, donde además se le encontró un pasaporte a nombre de Gian Robero Calvini y una billetera con 23 millones de liras en diversas monedas.
El 28 de agosto de 1982, el SISMI consignó en su informe que "Calvi se dirigió en una primera etapa al IOR y en un segundo tiempo a personalidades políticas influyentes, sin obtener ningún resultado concreto para sus fines. Por tanto, reanudó contactos con Licio Gelli, con el fin de definir todas las vertientes financieras no resueltas entre los dos, y encontrar los caminos más apropiados para evitar una quiebra, que ya era inminente. Por eso se trasladó a Londres para reunirse con Gelli o con sus emisarios llevando consigo documentación muy comprometedora... Allí fue asesinado y se le sustrajo la documentación".
Privados del apoyo de la sede central, el Ambrosiano Holding, el Andino y el Overseas de Nassau no pudieron restituir los millones de dólares conseguidos en el mercado internacional. El 4 de agosto los comisarios de la Banca d'Italia se pronunciaron a favor de la liquidación del Ambrosiano y Andreatta, el ministro de Hacienda, firmó la sentencia.
El lunes siguiente nació el Nuovo Banco Ambrosiano, que confirmó en sus puestos a los empleados, totalmente aligerado de las deudas contraídas con los bancos extranjeros y libre de la obligación de reembolsar a los 36.000 accionistas italianos una sola lira.
La polémica acerca de si Calvi se suicidó o si lo mataron ahorcándolo por detrás y colgándolo luego del puente, subsiste hasta hoy. Ante la multitud de interrogantes que se les plantearon, los trece jurados, siguiendo un impulso unánime, se refugiaron en la cómoda solución del "veredicto abierto".
La crónica da cuenta que aquella oscura trama de desfalcos financieros que conectaron al IOR y al Banco Ambrosiano con la organización masónico fascista P2, terminó con Calvi ahorcado en un puente de Londres, Gelli en una cárcel suiza y los partidos políticos mayoritarios de Italia en estado de disolución –como el radical, el peronista y el cavallista en la Argentina– pero con monseñor Marcinkus protegido por los muros del Vaticano, lo que de inmediato permite comprobar que con su pequeña versión local –monseñor Toledo– ocurrió lo mismo. Valga establecer similar parangón entre lo que sucedió con el Banco Ambrosiano y el BCP: uno fue transformado en el Nuevo Banco Ambrosiano y el otro en el Mercobank, constituido por los recursos acreditados en la quiebra por los mayores inversores.
A Marcinkus el Papa no lo ha nombrado cardenal, pero ha permanecido como gobernador de la ciudad del Vaticano y presidente del IOR.
En junio de 1982 había viajado a la Argentina para organizar la visita de Juan Pablo II. En estos momentos, Marcinkus, con protección pontificia, pasa tranquilamente sus días en una parroquia de un pueblo en Estados Unidos.
Libre como los pájaros.


El único preso

Francisco Javier Trusso, hijo del presidente de la sucursal del Ambrosiano en Buenos Aires, es el único que está todavía en prisión. Recién lo pudieron apresar cuando finalizaba el invierno de 2001. A diferencia de Pablo y de Juan Miguel, no logró la excarcelación debido a su condición de doble prófugo y supuesto jefe de la asociación ilícita. En 1999, la Interpol lo localizó en San Pablo, Brasil, después de haberlo buscado durante dos años, y lo detuvo. Pero aquella vez, misteriosamente, se escapó antes de que lo extraditaran. Con todo, pasó dieciséis meses preso, la mayor parte de ellos en un hospital, supuestamente atacado de hipertensión, por más que él mismo admitió después, en un reportaje que el diario Ámbito Financiero le hizo en la clandestinidad, que pagaba 50.000 dólares por semana para que no lo volviesen a la cárcel.
Aquel reportaje se publicó en la edición del 9 de enero de 2001 y las respuestas más sobresalientes de aquel diálogo con una periodista del citado diario, fueron las siguientes:
"El viernes 15 de diciembre (de 2000), medicado por mis problemas de alta presión, me trasladó un custodio a un hospital. Me dejaron en observación mientras me cambiaban el medicamento y dijeron que debía quedarme internado. Sin embargo yo sabía que las autoridades del penal no aceptarían esta decisión médica, y como me quedaba sin alternativas, porque si volvía a la celda me iba a morir, empecé a caminar, sin sobornos, sin nada, salí y me fui.

"Nunca había intentado escaparme, era un preso dócil (...) En diciembre de 1999, debido al riesgoso estado de salud que tenía, me internaron por primera vez con 22 de mínima y 25 de máxima. Hubiera muerto esa noche o habría tenido un derrame cerebral si no me trasladaban. Pero así como conocí gente seria y respetable en la policía, también hubo otros, la otra cara, responsables de la prisión, que por la fama de que yo había estafado en 300 millones de dólares, me empezaron a pedir dinero para seguir hospitalizado (...) Pedían 50.000 dólares por semana para mantenerme en el hospital (...)

"Mis abogados, al principio me hablaban de la persecución política y que todo se arreglaba pronto. "Espera, quédate, no te presentes". Cuando fui preso, lo mismo. Por último me dijeron que había que cambiar y pedir que me devolviesen preso a la Argentina: me presenté al juez de la Corte Suprema y acepté la extradicción. El tribunal decidió concederla pero limitando la acción judicial en la Argentina: determinados delitos no me podían ser imputados. Uno de ellos, por ejemplo, el caso del offshore (...) pero ocurrió que la jueza argentina (Garmendia) empezó a presentar recursos para impedir mi vuelta. Entonces, todo se prolongaba indefinidamente y, como no podía soportar más el trato carcelario, intenté lo del escape (...) La jueza, en lugar de preocuparse por alguien que no estaba condenado, se inquietó más por tomar parte a favor de quienes me demandan. Eso también lo piensan mis abogados comerciales y penales (Horacio Fargossi, Carlos Anzorreguy y Mariano Cúneo Libarona). En mi caso no tenía una jueza objetiva, ella está contra mí.

"Yo ya pasé 16 meses preso en Brasil por parte de todo esto, por participar en el banco ocupándome sólo de las relaciones internacionales. Fui vicepresidente segundo, yo era un empresario que tenía acciones en el banco –el mayor de la minoría– como en otros lados, nunca tuve responsabilidad operativa.

"Hice lo que en su momento me aconsejaron algunos abogados y yo, además, en ese momento, sentía un dolor especial porque el director general del banco era mi hermano (Pablo Trusso). También estaba afectado por las acusaciones sobre mi relación con la Iglesia. No quería ir a declarar donde debía imputar tal vez a familiares o grandes amigos. Quise evitar eso.

"Sí, en ese plano familiar todo cambió mucho. Pero, volviendo a lo anterior, convengamos que la propia justicia fue demostrando que mi participación en el banco era casi cero, no era administrador ni nada, vivía en los últimos tiempos casi en Italia. (...) Los hechos más escandalosos, como el de las carpetas falsas, no fueron utilizados para retirar utilidades, sino para ocultar pérdidas y tratar de sobrevivir. No fue correcto, claro, pero lo decidieron quienes hacían los balances. Yo jamás firmé un balance.

"Al margen de ciertos problemas, (las pérdidas) se agravaron desde que el banco fue llevado a incorporar otras entidades, por parte del Banco Central, que estaban con créditos políticos que era necesario absorber. No estaba el banco en condiciones técnicas ni económicas para ese esfuerzo. Así fue lo del Tandil, Junín y después el Baires.

"El Banco Central tenía que saber cómo estaba el banco. Al menos tenía que saber más que yo, porque había inspecciones periódicas. Yo veía los balances, las inspecciones del Central, todo estaba bien y entonces como accionista me sentía seguro. Yo nunca participé además en el comité de crédito, esto está probado en la causa. Lo que pasó fue que como era el único que estaba afuera, terminé siendo el chivo expiatorio.

"(...) Yo me presenté al central. Dije: éstos son mis bienes, mis participaciones accionarias y estoy dispuesto a cederlas (...) Dije entonces: entrego todo esto a cambio de sanear el banco, el doctor Pedro Pou aceptó y así cedí Carta Credencial, el shopping, inmuebles, etcétera. Se firmó un acuerdo por el cual se resolvieron los problemas del banco, hasta el central sacó la información de que estaba zanjada la dificultad con el aporte de capital. Al mismo tiempo y aunque no lo pudiera creer el doctor Pou, se hizo entrar al banco una obligación subordinada por valor de 50 millones de dólares tan cierta que luego se quedaron como accionistas. Pero el acuerdo finalmente no se hizo, al banco lo siguieron atacando y los ahorristas se iban en masa. Hubo problemas en esos días, pero luego se comprobó que el banco disponía de capital: se le pagó a los 50.000 ahorristas con intereses incluidos, no hay ninguno que hoy pueda decir que es acreedor del banco. Todos cobraron. El problema es de la gente offshore (...) Se había constituido un banco en el exterior, al igual que otras entidades, y se captaban fondos principalmente en La Plata. Era gente que no quería depositar su plata en el país (...) pero no creo que por esto yo deba pasar 16 meses en prisión y ahora vivir como un fugado.

"Mire, en los tribunales correspondientes se ha probado que ni yo ni nadie del directorio falsificó ninguna firma. Los jueces saben quién firmó, yo no lo voy a decir. Sobre eso ya no se habla más, por algo será. Hasta se hizo un acuerdo entre el Episcopado y la firma que había entregado en préstamo esos diez millones de dólares (...) Hasta las dos partes suspendieron sus querellas (...) Por Quarracino yo tenía un especial cariño, un afecto muy fuerte, jamás podría haber hecho su firma. Tampoco lo hubiera hecho por nadie, claro. Pero yo ni siquiera estaba en el país cuando se hizo esa operación. (...) Los que firmaron sabrán dónde están (los diez millones de dólares).

"Lo del divorcio era previo, en cuanto a mis peleas y enfrentamientos con mi hermano (Pablo Trusso) ya eran famosos antes de que explotara lo del banco. (...) A mi padre lo quiero como tal, imagino lo dolido que se siente, pienso que a los 77 años le deben pasar muchas cosas por la cabeza. Más cuando tiene dos hijos enfrentados y que actúan en forma diferente (...) (Juan Miguel) fue injustamente tratado y hasta detenido cuando él nunca rehuyó ninguna citación. Cosas de la Justicia o más exactamente, de algunos jueces. Fue un espectáculo denigrante, por eso creo que hay algo o alguien que quiere continuar en esta novela tortuosa. Acá ya está demostrado quién tenía responsabilidad o no en los hechos.

"(Con la Iglesia) hubo momentos dificiles, como el enfientamiento con monseñor Toledo, pero creo que ya fueron zanjados. Por entonces yo hablaba con el cardenal Quarracino y él me aconsejaba que no asumiera lo que no me correspondía.

"Yo soy parte de la Iglesia, me reconozco católico práctico (...) Había una relación con el cardenal, era amigo de mi padre, para mí mismo fue como un padre. Con el Vaticano yo ya trabajaba antes, era un privado que trabajaba con otro Estado. Creo que mi trabajo fue bueno, transparente, y mantuve las relaciones de amistad.

"Yo traté de ayudar siempre dentro de mis posibilidades. Esa era la relación (del banco con el clero) nada más. Yo no creo haber dado demasiado, di lo que consideraba que podía dar. Y colaboré con mis empresas que ganaban dinero. Me parecía lo correcto y a Quarracino lo ayudaba más porque, le insisto, para mí era un padre. "

Una de las preguntas finales que le hizo a Francisco Javier Trusso la periodista de Ámbito Financiero giró sobre cómo había hecho –en la soledad absoluta, como alegaba vivir– para fugarse, ser un clandestino, estar o salir del Brasil y correr el riesgo de conceder ese reportaje. Buscaba sondear quién lo protegía. Y añadía:
–Vamos a los amigos de la Argentina, por ejemplo. Usted estaba bien relacionado con el gobierno anterior, con Gustavo Beliz, y con hombres que ahora son gobierno. Era influyente, claro, ahora ¿qué pasó con todos ellos?
–Me escapé de la cárcel pero no me quiero escapar de sus preguntas. Sí, tengo amigos y la clandestinidad es muy cara. En cuanto a los que usted menciona, quizá tuvieron algún gesto los que menos me esperaba y algunos de los que más esperaba, desaparecieron.
–Parece inútil que le pida nombres, usted parece atado a un código carcelario.
–No, no es así. Uno aprende que es mejor perdonar y no guardar rencores. Caso contrario se pasa la vida odiando. Además, si le agradezco a alguien en particular, a lo mejor lo daño y si, por el contrario, me quejo de alguien, tal vez lo beneficie. Mejor olvidar.
–Hubo un comunicado del Opus Dei cuando explotó la crisis, desligándose, sosteniendo que las acciones privadas de sus adherentes no implicaban responsabilidad del Opus.
–Comparto totalmente ese criterio. Es lógico. Mi hermano Pablo forma parte del Opus Dei, yo no. Eso no quiere decir que esté en contra ni nada parecido, al contrario, tengo muchos amigos en esa institución.
Ámbito Financiero jamás aclaró públicamente dónde había tenido lugar ese reportaje, si aquí o en el extranjero.
Antes o después, Francisco Javier Trusso se debe haber dicho a sí mismo que nada era mejor que un país tan inseguro como la Argentina para estar seguro, y retornó.
Lo encontraron en Miramar, en la casa del argentino Leonardo Sandri, sustituto en la Secretaría de Estado del Vaticano, el número tres después del Papa. Un personaje poderoso, si lo hay, en la cúpula de la Iglesia Católica. Casualmente o no, monseñor Leonardo Sandri también aparece mencionado en el libro, Mentiras y Crímenes del Vaticano, la verdad sobre el triple asesinato en las dependencias de la guardia suiza. Nombrado arzobispo en 1997, Sandri es considerado como miembro del clan masónico vaticano liderado desde lejos por Marcinkus. Es amigo del ex nuncio en Argentina, el cardenal Pío Laghi y de monseñor Giovanni Battista Re. En el momento del triple asesinato, Sandri actuaba como nuncio apostólico en Venezuela y justamente hacia allí voló, en un ataúd sellado, el cadáver de la señora Gradys Romero de Estermann, que no fue enterrada junto a su marido Alois, que fue enviado por orden del Vaticano, a un pueblo de Suiza, de donde era originario. En Venezuela, el cajón fue recibido por el poderoso cardenal Rosalio Castillo Lara y monseñor Gianni Danzi, ambos activos participantes de la masonería, según aseguran fuentes pontificias.
Leonardo Sandri está ligado al peronismo y a Carlos Menem, aunque hace mucho tiempo que se fue de la Argentina. Estuvo en Madagascar y en Estados Unidos como secretario de Pío Laghi, entonces nuncio en Washington y amiguísimo de Reagan. Es simpático, gentil, algo exagerado en las formas y amante de la buena vida: antigüedades caras y pinturas famosas. Tuvo como último destino pontificio la preciada México, una de las sedes mundiales mas importantes para el Vaticano, por la cantidad de católicos. Sin embargo, Sandri permaneció poco tiempo en el país azteca. Había llegado después que la jerarquía católica mexicana se quejó del nuncio anterior, Justo Mullor y lo acusó de ineficiente, después del pobre papel de la Iglesia en Chiapas. Sandri llegó con las instrucciones de reportar al cardenal Martínez Somalo, de la Secretaría de Estado del Vaticano, sobre la situación política de México, sobre todo Chiapas y la caída del PRI. Pero todo salió mal. Durante la campaña electoral, a Sandri no le ocurrió mejor idea que apoyar abiertamente al candidato del PRI, Francisco Labastida, a quien recibía en la nunciatura. Cuando Vicente Fox, candidato de la oposición, le solicitó una entrevista, el nuncio se la denegó. Cuando Fox ganó las elecciones, en venganza, se negó a atender sus insistentes llamados telefónicos y Sandri insistió mas de diez veces, dicen. Y no sólo eso: aseguran que Ricardo Miguel Cavallo, alias Sérpico, el marino torturador de la ESMA quien está encarcelado en México, mantenía cordiales contactos con Leonardo Sandri, a quien conocía de otros tiempos. Rápidamente sus amigos en Roma, los integrantes del grupo de acólitos del Papa, "El Club de Roma o los Vice Papas", Angelo Sodano, el mismo que intervino para solicitar la libertad de Pinochet cuando éste fue apresado en Londres, Joseph Ratzinger y Giovanni Re, lo sacaron de México y lo trasladaron a San Pedro. Desde allí, junto a sus amigos, Sandri monitorea la transición hacia el nuevo papado, o sea, encontrar un reemplazante de Wojtyla, lo mas alejado posible del grupo de los progresistas o independientes.
En la casa veraniega de Miramar, de monseñor Sandri, vivió el prófugo "Francisco Javier Trusso, vaya a saberse desde cuándo, sin que "la mejor policía del mundo" se diera cuenta. La Interpol lo fue a buscar al día siguiente que Sandri retornara a Roma, luego de haber viajado a la Argentina en visita privada, sin que nadie lo supiera. A la prensa se le informó que Trusso había sido sorprendido caminando por la playa. Y en los diarios sólo fue mencionado en un pequeño recuadro. Pero lo cierto fue que lo detuvieron en la casa de Sandri y que hacía tiempo que vivía allí.
–A Francisco lo entregó la Iglesia, nunca, nunca estuvo prófugo. Había entrado a la Argentina legalmente, con la cobertura de la nunciatura (Santos Abril) y del mismísimo Papa –me dijo Francisco Trusso padre, en una reunión que mantuvimos en su casa. Yo misma pude comprobar, telefónicamente y a través de una sobrina del caudillo pontificio, que Sandri efectivamente había estado en esos días en la Argentina y que Francisco Trusso se alojó en su casa de la playa, en Miramar.
La "Iglesia" a la que aludía Paco Trusso tenía nombre y apellido: Esteban Cacho Caselli, –en ese momento mano derecha del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf– y monseñor Angelo Sodano, mano derecha del Papa Wojtyla. ¿Los motivos? Algún negocio celestial, quién sabe...

    

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