![]() |
|
|
Olga Wornat
|
|
8. Mujeres de Dios
Martha Pelloni
La de las marchas
"Yo fui maltratada en estos días por gente allegada al gobierno, que me quiere
ensuciar y confrontar con nuestras marchas. El término subversión significa
alterar el orden. Cuando el valor de la vida está primero, soy subversiva porque
lucho para que otros valores no ocupen ese lugar; otros valores como el poder,
el sexo, el tener más y más dinero, por ejemplo..."
Corría el 1 de noviembre de 1990. Acababa de culminar la séptima marcha del
silencio, de la que habían participado 30.000 personas. Sentada en el patio
del Colegio del Carmen y San José, del que era rectora, la hermana Martha Pelloni
extendía sus cansadas piernas. Su espíritu, sin embargo, seguía en lucha: ponía
en claro que no era una obediente y sumisa religiosa, sino que estaba dispuesta
a enfrentar al poder político de Catamarca, muy a pesar de las imputaciones
que le hacían desde distintos sectores, incluidos la propia Iglesia.
"Es lesbiana y subversiva", se rumoreaba.
Desde hacía veintisiete años pertenecía a la Orden de las Carmelitas Misioneras
Terciarias. Tenía por entonces 49 años y había sido operada de un cáncer de
mama.
El jueves 14 de septiembre dos mil estudiantes habían protagonizado la primera
marcha del silencio pidiendo justicia, y la hermana Pelloni no había sido ajena
a la organización, por más que aquella vez prefirió no concurrir. Habían asesinado
a María Soledad Morales, alumna del Colegio del Carmen y San José, y correspondía
que los jóvenes tomaran la delantera. Un puñado de chicas, compañeras de aula
de Soledad, encabezaron aquella marcha tomadas de la mano y con un cartel que
exigía justicia, y caminaron por la calle Leónidas Saadi hacia la Catedral.
A pesar de los comentarios adversos de varias religiosas, la hermana Martha
encabezó la segunda marcha, junto a los padres de María Soledad y aquellas chicas.
Fue el 20 de septiembre y duplicó la apuesta: asistieron más de cuatro mil personas.
El 18 de octubre, en la sexta marcha, ya eran veinte mil y entre la multitud
asomaban algunos curas, como Fermín Carrizo, párroco de Valle Viejo; Luis Páez,
de la capital catamarqueña; y Santiago Sáenz, de Villa Parque Chacabuco.
Al llegar a la décima marcha, los convocados superaban los cuarenta mil. El
fenómeno confirmó una de las constantes en Catamarca: en esa sociedad machista,
fueron siempre las mujeres quienes acaudillaron los grandes cambios sociales.
Y Martha Pelloni fue una de ellas.
¿Qué empujó a esta mujer de sonrisa amplia y profundos ojos celestes, nacida
en el partido bonaerense de Vicente López, donde estudió y se crió, a ser monja
y a enfrentar el poder saadista, instalado en Catamarca desde hacía décadas,
hasta el punto de no parar hasta destronarlo? Ella lo resumió con cuatro palabras
clave que son el basamento de su vida: fe, sensibilidad, austeridad y disciplina.
"Formábamos una familia hermosa: papá, mamá y cuatro hermanos–tres mujeres y
un varón–. Mi padre, hijo de suizos, era peronista y defensor de Carlos Menem
a ojos cerrados, cosa terrible para mí. El era veterinario, tenía grado militar
porque trabajaba para el ejército, sentía un gran amor por la naturaleza, tenía
fe y era dueño de una gran sensibilidad. Por parte de mi madre tuve un abuelo
que fue médico y marino, el primer director del hospital de Puerto Belgrano.
Él murió a los 40 años y dejó a mi abuela con ocho hijos y una fortuna, pero
mi abuela la desbarató, la fundió para mantener el ritmo de vida social que
llevaban. Por eso, yo siempre digo que me crié en una dualidad de enfoques:
mi mamá, añorando esa vida de alta sociedad que llevó en casa de su papá, pensando
que volver a revivirlo sería la felicidad. Y papá, poniendo su dosis de disciplina,
de realidad. Y los hijos salimos a mi padre: austeros y sencillos."
En su formación elemental predominó el colegio estatal: hizo el primer grado
en Jujuy, luego, pasó dos años como medio pupila en las Dominicas Francesas
de Belgrano, en Cabildo y Sucre, de la Capital Federal; y terminó la primaria
en una escuela pública mixta. La secundaria la cursó en las Carmelitas Misioneras
Terciarias.
"Al principio yo iba empacada porque tenía un uniforme bastante ridículo, con
una capa, como un vampiro. Pero ahí descubrí que era más dócil de lo que pensaba,
porque protesté de entrada, pero enseguida me acostumbré. Encontré un curso
hermoso y a mitad de año era la persona más feliz."
Demasiado amor
Martha era una joven muy atractiva a la que no le faltaban pretendientes. Iba
los sábados a bailar con sus amigas al club militar y se divertía como cualquier
adolescente, pero al terminar la secundaria comenzó a descubrir que su amor
era demasiado para un solo hombre.
"A los 17 años me planteaba el sentido de la vida. Leía los poemas del suplemento
literario de La Nación y llegué a entender que la capacidad de amar de una persona
no se podía agotar en una sola dimensión. Veía todo un abanico de posibilidades
y me pareció que cuando madurara, un hombre me iba a quedar chico. Tuve noviecitos,
pero siempre viví esas experiencias con un dejo de vacío, como que Dios me pedía
otra cosa."
Pero cuando le planteó a su padre su decisión de entrar al convento, la respuesta
de Pelloni fue muy clara y realista:
–Mira Marthita, si viera que realmente tenes vocación religiosa, yo te dejo
entrar porque no quiero contrariarte. Pero creo que estás pasando un momento
difícil y no estoy seguro de tu decisión. Espera hasta los 22 años y hasta entonces
lo que te voy a pedir es que hagas una vida normal.
Martha Pelloni obedeció. Hasta esa edad trabajó en la docencia y llegado el
momento ya no tuvo que volver a entablar con él un nuevo diálogo: todo había
sido dicho. Nunca había hablado con la familia de ese tema, ya que el pedido
se lo había hecho a su padre a solas. Así que ni bien cumplió su mayoría de
edad, que entonces era a los veintidós, puso lo indispensable en una valija,
dejó cartas cariñosas para sus familiares y se marchó al noviciado de Santos
Lugares.
"Fue una manera de disculpar a mi papá con todos. El era el pater, el papá de
todos. Lo llamaban por el apellido y cuando había un problema había que llamarlo
a Pelloni. La entrada a la congregación fue una fiesta. Me acompañó la gente
de la escuela donde trabajaba, la directora, mis compañeras. Por mi temperamento
yo vivo intensamente el presente y en ese momento estaba con la euforia de los
que se casan... Después sentí el desprendimiento... Cuando llegó el momento
de la reflexión, sentí que la formación del noviciado, no la de la congregación,
me había producido la pérdida de la identidad. Sentí que me había despersonalizado.
"
Este hecho ha sido un común denominador de muchos religiosos y particularmente
de religiosas consultadas: hasta hace veinte años, cuando las mujeres entraban
a un convento, renunciaban a su nombre y escogían uno nuevo. Era una manera
de morir a la vida anterior y de ser, a partir de ese momento, una persona distinta.
"Sentía que perdía el yo. Sentía que tenía que ser como no era. Me daban a entender
que como yo venía de un status socio cultural medio alto, tenía que dedicarme
a bordar sábanas, ajuares, manteles, que después se vendían, pero para mí eso
era muy difícil porque yo soy muy torpe con las manos. Entonces, cuando no aguanté
más esa situación de pseudo artesana, le dije a mi superiora que yo no era para
las artes ni para las manos, que no tuviera miedo de ponerme a lavar ropa y
baldear pisos. Y así empecé a ser feliz, jugando con la espuma, de una manera
muy infantil. En esos años involucioné. Ese estado era común en los noviciados
de esa época. Actualmente, en nuestros centros de formación hay una preocupación
más intimista que pone el acento en lo psicológico. En el noviciado de Santos
Lugares, en cambio, la vida era como en todos los noviciados antiguos: muy estricta
en todo. Lo que más me costó fue el tema de las visitas. Los segundos domingos
del mes se permitían visitas y venían como tres o cuatro grupos de amigos y
amigas: del trabajo, la parroquia, la gente del círculo militar. Mi padre un
día se cansó, habló con las autoridades y ellos me dieron a elegir: o la familia
o los amigos. Me quedé con la familia."
|
La
Iglesia es machista
Terminada la etapa del noviciado, Martha Pelloni fue a San Rafael, Mendoza,
donde hizo el profesorado de Filosofía y Letras. Allí, mientras leía la encíclica
Populorum Progressio, se decepcionaba con la realidad de esa ciudad conservadora,
viñatera y rica.
"En los años de la guerrilla, entre el 71 y el 73, yo era rectora en Córdoba
del Colegio Arguello y nuestra comunidad trabajaba unida con los claretianos.
Allí había muchos sacerdotes de otras congregaciones que se habían fugado de
los militares. En ese colegio teníamos de alumna a la hija del general Menéndez,
con lo cual nos teníamos que cuidar mucho. De cualquier manera, nuestra labor
era reflexiva y a la superiora no le entusiasmaban nuestros trabajos barriales.
Por suerte, poco después me nombraron superiora en Goya, Corrientes, y ahí conocí
a monseñor Alberto Devoto con quien trabajo desde hace casi diez años. Teníamos
una gran amistad que me permitía recordarle cada vez que iba a Roma o algún
sínodo: "Monseñor, tiene que ver el tema del papel de las religiosas en la Iglesia".
"Monseñor, es una vergüenza el machismo que existe en la jerarquía y en el sacerdocio"."
Martha Pelloni es una monja feminista, no porque quiera el poder para la mujer,
sino porque aborrece la lucha del hombre para conseguirlo, dondequiera que le
toque actuar. Pero, mujer al fin, lo disimula con inteligencia para poder hacer
lo que en verdad le place: el trabajo apostólico.
"Consciente del machismo imperante, yo me manejé muy bien con todos los párrocos
con los que me tocó trabajar. Siempre les busqué la vuelta psicológica para
hacer lo más importante, el trabajo apostólico, dejando el cartel y la pantalla
para los que quieren estar adelante. A uno de los párrocos con el que más trabajé
y con el que somos muy buenos amigos, siempre le decía: (Yo sé que con vos siempre
tengo que estar en segundo plano. Naciste para rey y te interesa el poder de
cura, que no es otro que el poder)."
Respecto del celibato, dice haber vivido una castidad fecunda y recuerda incluso
haber ayudado a un cura que se enamoró de ella a no transgredir su voto.
"He vivido una castidad socialmente fecunda. No hay que confundir la sexualidad
genital, con la sexualidad total: te puede faltar la vida sexual genital, pero
la otra no. Yo soy sexuada y pongo mi sexualidad cuando coqueteo sanamente en
una amistad frente al sexo opuesto. Yo tengo más amigos hombres que mujeres,
me llevo mejor con ellos porque mis intereses son más coincidentes, y de hecho
he tenido muchos amigos laicos y sacerdotes. En una oportunidad, un sacerdote
que estaba pasando un mal momento, se enamoró de mí. Como el problema era de
él y yo no estaba involucrada más que en querer ayudarlo a salir del pozo, pude
manejar bien el caso, hablar con sus superiores, con fray Mamerto Menapace,
que también lo ayudó, y entre todos pudo superar el momento."
A los 33 años, y en absoluta concordancia con Devoto, el obispo de Goya, la
hermana Martha empezó a hacer cosas que no eran las esperadas para una mujer,
ni mucho menos para una religiosa: ambos decidieron que el colegio no sería
iniciador en los sacramentos, sino que era mejor que lo hiciera cada parroquia,
con lo cual se incorporaba la noción de comunidad religiosa. En su concepción,
era el barrio el que tenía que festejar la comunión de sus vecinos. También
era mejor celebrar los quince años en la parroquia, con todo el barrio, que
hacer un gran despliegue en el colegio, con una misa.
"Por esas cosas éramos muy señalados. Nosotros apoyábamos a todos los que estaban
amenazados y hospedábamos a las familias de desaparecidos", explicó.
Licenciada en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Educación, la Iglesia le
ofreció a Pelloni distintos destinos: Mendoza, Córdoba, Corrientes, Catamarca
y otra vez Corrientes, pero fue en este último lugar donde conoció la represión.
En el libro No llores por mí Catamarca, que publicaron los periodistas Alejandra
Rey y Luis Pazos, Martha Pelloni contó que pertenecía a la misma diócesis de
las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, secuestradas y desaparecidas
entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 por obra y gracia de Alfredo Astiz,
luego de haber participado de una misa por los desaparecidos que se celebró
en la iglesia de Santa Cruz, de la Capital Federal. Y de paso reveló una información
hasta entonces inédita:
"Nosotras pertenecíamos a la diócesis de Goya, igual que las monjas francesas
a las que mató Astiz. Eran tiempos difíciles, de persecución. Yo no las conocí,
pero me contaron algo que muy pocos saben: ellas ya habían dejado los hábitos
cuando las secuestraron y sin embargo, el gobierno y la Iglesia de Francia las
reclamaron como religiosas. Se jugaron por esas pobres mujeres, mientras acá
todos se callaban la boca".
Adiós, Catamarca
El día que la monja se fue de Catamarca, muchos sintieron que se les rompía
el corazón. Pero no fue ésa la única vez. Rey y Pazos recuerdan en su libro
que el 30 de octubre de 1990, cuando la provincia ardía en pedidos de justicia
por la muerte de María Soledad Morales, desaparecía la reliquia máxima de los
catamarqueños: el corazón de fray Mamerto Esquiú.
"El fraile, que a los 27 años daba sermones cuestionando al poder político,
es considerado orador de la Constitución de 1853. Murió a los 57 años durante
un viaje de Córdoba a Catamarca. Su cuerpo se hinchó y la piel se volvió oscura.
Los sacerdotes intentaron sepultarlo rápidamente, pero el cadáver no entró en
el féretro que le habían preparado. Se pensó incluso en un envenenamiento y
se decidió conservar el corazón, embalsamándolo. Durante ciento siete años,
el corazón de la provincia se había mantenido intacto. Hasta ese 30 de octubre
a las 4 de la tarde", contaron.
Una encuesta realizada por radio Ancasti dio cuenta que 8 de cada 10 habitantes
opinaban que el robo del corazón era una cortina de humo lanzada por el gobierno
para desviar la atención de las marchas. Finalmente, el 7 de diciembre, los
albañiles que reparaban el techo del convento franciscano encontraron en la
canaleta el corazón de fraile. La investigación policial aclaró que lo habían
arrojado dos alumnos de cuarto año de ese colegio, quienes además intentaron
envenenar a fray José Paz, responsable de la reliquia, y al rector, fray Ramón
de la Quintana, echándoles detergente en la sopa.
Matilde Quarracino, quien en los años noventa era diputada de la Nación por
el partido Demócrata Progresista y viajó a Catamarca para acompañar a Martha
Pelloni en las marchas del silencio, está convencida de que la Iglesia abandonó
a la religiosa. "Aunque la congregación la sostuvo todo lo que pudo, no tuvo
alternativa y la trasladó nuevamente a Goya", dijo. Según Matilde, el obispo
de esta provincia, Elmer Miani, "apoyaba públicamente a la monja Pelloni, pero
por lo bajo le recriminaba su actitud y le ponía límites".
Para demostrar que no se iba por su propia voluntad, la monja no sólo no se
despidió, sino que además reunió a los medios y les dijo que la orden de su
traslado venía "de arriba".
"La orden de la Iglesia fue, no sé de quién, pero me la imagino. Fue de la jerarquía,
no de la congregación. No sé si de Primatesta, Quarracino o Calabresi, cualquiera
de los tres. Otra cosa que se me ocurrió fue que el obispo de Catamarca, Elmer
Miani, le haya pedido a Menem mi traslado y que el Presidente le haya pasado
el trámite a Quarracino.
La congregación pudo haberse negado, pero esa negación podría haber significado
para mí una enclaustración forzosa de la Santa Sede, una penitencia que significaría
estar dos años fuera de la congregación", dijo.
No necesitó aclarar que en la Iglesia no mandan las mujeres.
Léonie y Alice
Las monjas francesas
Se llamaban Renée Léonie Duquet y Alice Domon. Las dos religiosas eran francesas:
la primera provenía de Combes y la segunda de Charquemont, Doubs. Pertenecían
al Institut des Missions Etrangéres, de Toulouse, congregación que había instalado
una sede en Córdoba desde 1939, y que más tarde amplió sus horizontes y llegó
a Hurligham y Morón.
Duquet, de 51 años, y Domon, de 30, arribaron en 1967 a esa zona del oeste bonaerense
como monjas misioneras y una de sus primeras tareas fue apoyar el trabajo de
catequesis que llevaba adelante el cura Ismael Calcagno, primo político del
dictador Jorge Rafael Videla. Además de ser secretarias auxiliares del padre
Calcagno, tenían una casa de caridad en la que atendían a una treintena de chicos
desamparados, entre los que se contaban cuatro hijos de Julia, la prima pobre
de Videla, cuyo marido había muerto de tuberculosis.
El hijo idiota
Videla, que entonces era un joven oficial y vivía en Hurlingham, visitaba con
frecuencia a su primo en la casa de catequesis de Morón y conocía muy de cerca
a las dos monjas. Les estaba muy agradecido y con razón: ambas cuidaban también
de Alejandro, su hijo oligofrénico, a quien llevaban de campamento junto a los
cuatro hijos de Julia. Incluso Léonie había logrado enseñarle a leer algunas
palabras con el método Blequer para discapacitados mentales.
Llegado 1976 las dos monjas francesas se acercaron al Movimiento Ecuménico de
Derechos Humanos para prestar asistencia espiritual a las familias que buscaban
desesperadamente a sus seres queridos. El 24 de marzo había estallado el golpe
militar y para abril un grupo de madres comenzó a concentrase en la Plaza de
Mayo pidiendo por la aparición con vida de sus hijos. La palabra "desaparecido"
se había incorporado al vocabulario cotidiano y mucha gente la pronunciaba con
un nudo en la garganta.
El 8 de diciembre de 1977, en la Iglesia de la Santa Cruz de la Capital Federal,
se realizó una misa a pedido del MEDH, por los desaparecidos en la Argentina,
que para entonces ya sumaban miles. Domon había terminado de recolectar ese
día el dinero para una solicitada en reclamo por los desaparecidos que iba a
publicarse en el diario La Prensa. Pero el MEDH había sido infiltrado por el
grupo de tarea 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada, de manera que a
la salida de la misa, Domon fue secuestrada junto a otras ocho personas por
integrantes del Primer Cuerpo del Ejército.
Aquel operativo conjunto de la Marina y del Ejército formó parte del primer
ataque a gran escala contra las madres de Plaza de Mayo, los militantes de derechos
humanos y los familiares de desaparecidos. No terminó allí: dos días después,
Duquet fue secuestrada al mediodía en su hogar de la parroquia San Pablo, en
Ramos Mejía. Mientras esto sucedía, Azucena Villaflor, la fundadora de las Madres
de Plaza de Mayo, era sacada por la fuerza de su casa de Sarandí, en Avellaneda.
Igual suerte corrió ese mismo día la abogada Esther Ballestrino de Careaga,
de nacionalidad paraguaya, a quien en mayo ya le habían allanado dos veces la
casa y le habían secuestrado documentación de la ONU y de la Unesco relacionada
con un material sobre derechos humanos en el Paraguay, que ella estaba procesando
a pedido de esas organizaciones. Ninguna de esas mujeres volvió a aparecer con
vida. Gustavo Niño –el alias con el que actuó el tristemente célebre ex capitán
Alfredo Astiz para hacerse pasar como hermano de un desaparecido e infiltrarse
en el grupo de la Santa Cruz– había logrado plenamente su objetivo.
El MEDH presentó de inmediato un habeas corpus por las religiosas ante el Juzgado
Federal Nro. 5, que a su vez pidió informes a la Policía Federal, al Ministerio
del Interior y al Comando del Primer Cuerpo de Ejército, pero el resultado fue
negativo.
El desagradecido
En el libro El Dictador, sus autores María Seoane y Vicente Muleiro, escriben:
"A la monja Ivonne Pierron, compañera de Doman y Duquet, le costó creer que
Videla no intentara nada cuando las hermanas desaparecieron en manos de un grupo
de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Pierron había dicho
de Videla: "En las misas los hombres oficiaban de monaguillos y cuando Videla
estaba era el primero en ofrecerse para servir al padre (Calcagno). Era voluntario,
de los que se acercan a pasar el agua, el vino y hacen las lecturas que no están
destinadas al sacerdote oficiante. Si había una misa él estaba. Y era un oficial
común, un hombre común.
Francamente cuando él subió al poder nos sorprendió porque era un hombre que
no sobresalía en nada. Lo poco que he visto y recuerdo de aquellos años me alcanzó
para darme cuenta que había sido criado en ese catolicismo de Dios y la Patria..
Dios y la Patria, eso era él".
"La pregunta que tantos católicos y feligreses, que conocían la relación entre
Videla y las monjitas, se hicieron, fue si el dictador pudo haber salvado la
vida de las religiosas que con tanto amor y dedicación habían cuidado a su hijo.
Lo que sí se supo es que él tuvo la información sobre esos secuestros mientras
las monjas aún estaban en la ESMA", precisó el autor.
En 1985, durante el juicio a las juntas militares, Alberto Girando, Graciela
Daleo, Andrés Castillo y Ana María Martí, que se contaban entre los detenidos
en la ESMA, testimoniaron haber visto a las monjas en ese centro ilegal de detención.
Castillo, incluso, declaró haber visto caminar a Duquet con la dificultad de
quien ha recibido electricidad en los genitales. Los testigos añadieron que
entre ocho y diez días después de su captura, todo el grupo de la Santa Cruz
fue "trasladado". De acuerdo con sus dichos, uno de los carceleros comentó que
"las monjitas se fueron para arriba" lo que significaba que las habían arrojado
al Río de la Plata en uno de los vuelos de la muerte. Todo indicaría que ese
vuelo se produjo el 18 de diciembre, el mismo día que Clarín y La Nación publicaron
un comunicado del Ejército que le adjudicaba a Montoneros el secuestro de las
religiosas y que se ilustraba con una foto de ambas, flanqueadas por hombres
encapuchados, con una bandera de aquella organización subversiva en el fondo.
La foto había sido enviada a Jean Pierre Busquet, vicedirector de la agencia
France Press, quien se la entregó a la Policía Federal para que averiguara su
origen, lo que recién vino a descubrirse muchos años después: la foto había
sido armada en la ESMA, tal como testimoniaron varios detenidos durante el célebre
juicio a las juntas militares.
En El Dictador, su autor recordó:
"Cuatro días después de la desaparición, Yofre fue a darle personalmente la
información a Videla y recuerda que el militar se puso muy nervioso y le contestó:
"Además de animales, son seguramente muy ineptos".
"Tal vez porque ese episodio complicaba más aún las relaciones con la Iglesia
y los Estados Unidos, decidió reunirse con la prensa extranjera y particularmente
con periodistas japoneses –prosigue–. Allí (Videla) repitió los argumentos oficiales
sobre las consecuencias de la represión ilegal:
"En toda guerra hay personas que sobreviven, otras que quedan incapacitadas,
otras que mueren y otras que desaparecen. La Argentina está finalizando esta
guerra y, consiguientemente, debe estar preparada para afrontar sus consecuencias.
La desaparición de algunas personas es una consecuencia no deseada de esta guerra.
Comprendemos el dolor de aquella madre o esposa que ha perdido a su marido,
del cual no podemos dar noticia, porque se pasó clandestinamente a las filas
de la subversión, por haber sido presa la cobardía y no poder mantener su actitud
subversiva; porque ha desaparecido al cambiarse el nombre y salir clandestinamente
del país; o porque en un encuentro bélico, su cuerpo, al sufrir las explosiones,
el fuego de los proyectiles, fue extremadamente mutilado y no pudo ser reconocido;
o por excesos de represión". "
Vale como recuerdo refrescar párrafos del libro de Arlette Domon, sobre su hermana
Alice, en el que se reproducen las cartas que ella le enviaba, en 1977, desde
Argentina y en las que reflejaba sus miedos, sus dudas y una profunda fe.
"Siento muy de cerca la situación de las familias destruidas por la represión.
En este momento empezamos a pensar en una pastoral de unión para este sector
del pueblo. Allí me siento con más responsabilidades de participar, descubrir
y ayudar a la gente a que descubra lo que el Señor le dice, en este momento,
en la situación que viven hoy. Pero ¿cómo atenuar el dolor que sufren por la
separación forzosa de un ser querido? Hay curas, hermanas, laicos consagrados,
e incluso un obispo, que buscan con nosotros una respuesta del Señor y quieren
trasmitirla. Eso también es nuevo, porque la situación es nueva. No existe libro
escrito de antemano. Sin embrago eso supone algunos fundamentos teológicos:
la angustia de las madres que buscan a sus hijos secuestrados, el calvario y
el vía crucis de las oficinas del gobierno, en las comisarías, etc. La negación
de toda una parte de la Iglesia. Esta es la "pasión" que padece hoy tanta gente
en las cárceles o en otra parte. Dios no puede seguir callando, seguro que quiere
contestar algo. Es lo que buscamos juntos. Como ves, hay cosas que hacer. Pidamos
al Señor su fuerza y su luz... "
María Teresa Drí
Nosotras las sirvientas
Era la guerra del fuego y del poder.
Sabia era sor juana de Asbaje y Ramírez de Santillana,
sor Juana Inés de la Cruz.
Los supuestos doctos de su tiempo, no pudieron soportar la invasión
de su mente escrutadora.
Era sabia y era bella.
Y además era monja.
Y además era mujer.
Mujer bella y monja sabia.
Cuatro dolores que, sumados, eran defectos humillantes.
Para los doctos sólo merecía humillación y penitencia.
El índex la había marcado con su dedo inquisidor.
Debía olvidarse de los libros, la poesía y el telescopio.
Pero sobre todo, debía obedecer y olvidar que su cuerpo
era también una mente que pensaba, razonaba, comparaba,
discurría, descubría, inventaba.
Olvidarse de su cuerpo, de su mente
y de sus afectos era su obligación.
Pero sor Juana escribió a redondillas:
"Ah, hombres necios que acusáis a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.
María Teresa Dri, ex religiosa de la Congregación de las Monjas Azules es la
autora de Todo estaba en orden y el texto reproducido forma parte del capítulo
Sabia era sor Juana.
La monja Dri, le dicen. Aunque dejó los hábitos hace un cuarto de siglo, cuando
fue detenida y puesta a disposición del PEN, muchos la siguen llamando así.
Nació en 1933 en el norte de Entre Ríos, en un pueblo que ya no existe más,
que se borró del mapa, tal como su propia fe en la Iglesia. Al construirse la
represa de Salto Grande, Federación fue tapado por las aguas de un lago que
hoy circunda a una pequeña ciudad que lo reemplaza, Nueva Federación, hecha
de apuro y con casas calcadas, modernas y chiquititas, en las que ya no hubo
lugar para gallineros ni huertas. La parroquia a la que María Teresa asistía
todos los domingos con su familia, también fue tragada por el lago. Aquello
fue todo un símbolo de lo que pasaría con su vocación.
"En la época en que mis hermanos y yo éramos chicos, la Iglesia se hallaba en
una búsqueda constante de vocaciones. Tanto yo como mis hermanos Rubén y Gregorio,
entramos en la vida religiosa y salimos. Rubén fue sacerdote, yo religiosa;
pero Gregorio se retiró como seminarista. Yo estudié en el noviciado de la Hermanas
Azules de la Inmaculada Concepción, en Lomas de Zamora. De chica fui pupila
al Inmaculada, después seguí el noviciado como algo natural y luego tomé los
votos y continué como docente en el colegio. Pero en los años sesenta y setenta,
empecé a comprometerme socialmente y me transformé en un problema para el colegio.
"Me trasladaron entonces a Córdoba, a una escuela de chicas bien, en la que
trabajé bastante para que se democratizara, para que allí tuviera acceso la
clase media. Fui directora de la primaria, estudiaba teología y trabajaba en
el barrio con la militancia política dentro del peronismo. Organizaba conferencias
sobre sociología para el tercer mundo. Pero todo eso no era bien visto por los
padres de las alumnas y entonces mi superiora me dio la posibilidad de cambiarme
de casa. Yo no quería, porque allí estaba mi gente, mis compañeras y compañeros,
el trabajo de muchos años. Me dijeron que era imposible estar ahí, entonces
decidí salir de la congregación.
"Tuve que hacerlo por la puerta de atrás, para que no me vieran y alguna intentara
seguirme. Continué mi experiencia barrial en Rafaela, Santa Fe, pero sin hábito,
sino de vaqueros. "
Desde los 18 años, cuando entró a la congregación, hasta los 37 en que se fue
definitivamente, María Teresa fue Marie France, porque como todas en su época,
tuvo que cambiarse el nombre. "La argumentación era algo así como olvidar la
casa, es decir, morir al mundo anterior y empezar una existencia totalmente
aparte", explica.
Cuando abandonó la congregación, muchas fueron las preguntas que hicieron sus
alumnas, los vecinos y sus pares, varias de las cuales siguieron también un
camino de salida, pero las respuestas se susurraban: "Era del tercer mundo,
era una monja revolucionaria...".
"En su momento sentí que con todos los títulos que me ponían, me daban más importancia
que la que yo realmente tenía. De Córdoba me fui con permiso de mi superiora
a Rafaela y en teoría seguía dentro de la congregación. Pero después empecé
a relacionarme como mujer con compañeros porque yo ya sentía que no tenía compromisos
con la congregación."
Anclada en París
Fue maestra y profesora en Letras. Realizó estudios en París, en el Conservatoire
National de Arts et Métiers, en el Institut Superior de Pédagogie y en La Sorbonne.
Se desempeñó como docente en colegios privados y estatales, religiosos y laicos,
y en escuelas para adultos y talleres literarios. Formó parte de grupos comprometidos
en trabajos de promoción social y alfabetización. Y lo curioso es que todo eso
le vino como corolario de haber sido perseguida por la Triple A y de haber estado
detenida y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Pasó un año presa y cinco días antes del golpe militar de 1976 tuvo la opción
de exiliarse, con lo cual marchó a París y salvó su vida. María Teresa Dri recién
pudo regresar a la Argentina con la apertura democrática.
Hoy vive en Villa Bosch, en un departamento que está arriba de la casa que habitan
el sacerdote tercermundista Miguel Ramondetti y María Esther, una religiosa
consagrada. A Ramondetti lo conoció por su hermano Rubén, cuando ambos formaban
parte del Movimiento del Tercer Mundo. Con María Esther se conocieron en Francia,
cuando las dos estaban viviendo en el exilio. Desde su lugar de encargada de
la biblioteca del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda, María Teresa Dri afirma:
"El rol de la mujer en la Iglesia no es otro que el de sirvienta, simplemente.
Las mujeres están en las parroquias, en los obispados, en Roma, sean monjas
o no, como secretarias, para lavar la ropa, para limpiar los templos, para poner
las flores, pero para compartir el poder o ejercerlo, no existen. Esta estructura
piramidal jerárquica que armaron los hombres no tiene nada que ver con lo que
uno lee en el Evangelio, Jesús tenía amigas mujeres: Magdalena, Martha... El
iba a la casa de ellas, donde era bien recibido y compartían como iguales.
"Dentro del rol secundario que tenemos, creo que las mujeres, y dicho sea esto
sin ponerme el cartel de feminista contra los hombres, somos más valientes.
Un ejemplo histórico es la ronda de mujeres en Plaza de Mayo. No hubo una ronda
de hombres ni antes, ni durante, ni después.
"Sucede que este rol de estar atrás es cultural, no sólo en la Iglesia. La historia
oficial se ha encargado de recrear la imagen que detrás de un gran hombre siempre
hay una gran mujer. Eso me lo vendieron y durante mucho tiempo me lo creí. Pasados
los 20 años yo ya no creía lo que me decían, pero creía que desde adentro lo
podía cambiar. Mi experiencia me demostró que yo no pude. Además, no tiene sentido,
porque yo no creí más en esa iglesia de la que formé parte, sino en la Iglesia
Profética."
La Iglesia según Jesús
El teólogo y sacerdote católico español Antonio Couto se tomó el trabajo de
contar cuántas veces aparecía en el Nuevo Testamento la palabra hombre como
sinónimo de ser humano (anthóposl homo) y cuántas otras aparecía aludiendo al
varón (anérlvir) y a la mujer (gynél mulier). Llegó a una asombrosa conclusión:
hay 464 alusiones al ser humano, otras 215 al varón y exactamente 215 a la mujer.
Couto añade que en los cuatro evangelios la palabra mujer aparece 109 veces
mientras que varón lo hace sólo 47. Y lo que es más: demostró que San Juan cita
a la mujer 22 veces y ninguna en el rol de esposa. Si tal equilibrio estaba
planteado desde un comienzo, ¿por qué entonces es tan poco relevante, desde
el punto de vista jerárquico, el rol de la mujer en la Iglesia? ¿Por qué hoy
las mujeres son sus simples sirvientas, al decir de la monja Dri?
Otro teólogo católico, Schillebeeckx, señaló que la mujer es discriminada por
la Iglesia:
"Hay más mujeres comprometidas en la vida de la Iglesia que hombres y, no obstante,
están desprovistas de autoridad, de jurisdicción. La exclusión de las mujeres
del ministerio es una cuestión puramente cultural, que en el momento actual
no tiene sentido. ¿Por qué las mujeres no pueden presidir la Eucaristía? ¿Por
qué no pueden recibir la ordenación? No hay argumentos para oponerse a conferir
el sacerdocio a las mujeres", escribió.
Juan Pablo II ha argumentado más de una vez que Jesús llamó a doce apóstoles
hombres y a ninguna mujer para que esparcieran su credo, lo que demostraría
que las excluyó explícitamente de la dirección de la Iglesia y del sacerdocio.
Pero el caso es que en las primeras comunidades cristianas la mujer ocupaba
cargos de responsabilidad y que si a alguien excluyó Jesús de su reino fue a
los sacerdotes, no a las mujeres.
La teóloga católica Margarita Pintos ha rebatido de forma impecable el argumento
del Papa señalando que la Iglesia tiene en cuenta que Jesús eligió a doce varones,
pero que en cambio disimula el resto de las otras condiciones. Su razonamiento
es el que sigue:
"Esto es cierto, pero también es importante tener en cuenta que además de varones
eran israelitas, estaban circuncidados y algunos estaban casados. Sin embargo,
el único dato que se presenta como inamovible es el de que eran varones, mientras
que los demás datos se consideran culturales. No se tiene en cuenta que Jesús,
como buen judío, quería restaurar el nuevo Israel, y que la tradición de su
pueblo le imponía de forma simbólica elegir a doce (uno por cada tribu) varones,
ya que las mujeres no hubieran representado la tradición, y por supuesto israelitas,
porque un gentil hubiera roto los esquemas... Esto demuestra que sólo se nos
dice una parte de la verdad, y que los datos que no interesa desvelar se nos
ocultan.
"Como muy bien ha puesto de manifiesto el escriturista Lohfink– añade– la elección
de los doce es una acción simbólica y profética que nada prejuzga y en nada
afecta al papel asignado a la mujer en el pueblo de Dios. Si se quiere apreciar
en sus justos términos la presencia de la mujer en el movimiento de Jesús, hay
que prestar más atención a la composición del grupo de discípulos. Es precisamente
ahí donde se pone de manifiesto que Jesús, con una libertad sorprendente y sin
tener en cuenta los estereotipos vigentes en la sociedad judía de entonces,
integró mujeres en su círculo de discípulos", concluye.
De cara a los Evangelios
Una rápida hojeada a los Evangelios, permite comprobar las razones a las que
alude Pintos. Por ejemplo, en el capítulo 27 de San Mateo, habiendo recién Jesús
expirado en la cruz y temblado la Tierra, se lee:
"55. Y estaban allí muchas mujeres a lo lejos, que habían seguido a Jesús desde
Galilea, sirviéndole.
"56. Entre las cuales estaba María Magdalena, y María madre de Santiago y de
Joseph, y la madre de los hijos de Zebedeo. "
Palabras más, palabras menos, San Marcos (15,40-41) y San Lucas (23,49-55) también
se refieren a ese grupo de mujeres que, si seguían a Jesús, es que habían sido
aceptadas en su círculo de discípulos, algo sólo posible entre quienes confiaban
en el nuevo reino, ya que entre judíos hubiese sido impensable conferirles tamaño
status. Sin duda, la mujer debía jugar un papel distinto en los nuevos tiempos.
Es a María Magdalena, y no a Pedro, ni a Pablo, a quien los ángeles se le presentan
y le preguntan: "¿mujer qué lloras?"; y es también a ella a quien Jesús elige
para ser la primera en verlo resucitado y para que vaya a darle a los hombres
la buena nueva. En el capítulo XX del Evangelio según San Juan, encontramos
algo muy revelador:
"16. Jesús le dice: María. Vuelta ella, le dice: Rabboni (que quiere decir Maestro)
"17. Jesús le dice: No me toques porque aún no he subido a mi Padre. Mas ve
a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y vuestro padre, a mi Dios y vuestro
Dios.
"18. Vino María Magdalena dando las nuevas a los discípulos: Que he visto al
Señor y esto me ha dicho. "
¿Acaso iba a aparecérsele Jehová a una judía? También es una mujer, no un varón,
quien proclama por primera vez la divinidad de Jesús. En el capítulo primero
del Evangelio según San Lucas, María, a quien el ángel acababa de avisarle que
tendría un hijo de Dios, va a la casa de su parienta Isabel, que aunque vieja
también será madre.
"40. Y entró María en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
"41. Y cuando Isabel oyó la salutación de María, la criatura dio saltos en su
vientre, y fue llena Isabel del Espíritu Santo.
"42. Y exclamó en alta voz y dijo: Bendita tú eres entre todas las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre."
¡Avanti las mujeres!
En Mentiras fundamentales de la Iglesia católica, el periodista español Pepe
Rodríguez destina todo un capítulo al tema de las mujeres y Jesús. Allí reafirma
la idea de que Cristo quiso mostrar no sólo que la mujer era importante, sino
que podía y debía gozar de los mismos derechos sociales y religiosos que el
varón. Vale la pena repasar los argumentos de este autor:
"Al contrario que los apóstoles, las discípulas galileas de Jesús no huyeron
ni corrieron a esconderse y permanecieron en Jerusalén durante todo el proceso
de ejecución y entierro de su maestro. En relación a esto último, es de un simbolismo
evidente el hecho de que en el calvario, a los pies del Jesús crucificado (inicio
del proceso de la salvación, para los creyentes), sólo había cuatro mujeres,
llamadas María todas ellas según Jn 19,25, pero ningún apóstol varón.
"Las siete mujeres que siguen y sirven a Jesús de forma continua –María de Magdala,
María de Betania y su hermana Marta, Juana, Susana, Salomé y la suegra de Simón
Pedro– son personas nada convencionales, libres de amarras sociales, religiosas
y de sexo, capaces de poder decidir su presente y su futuro; mujeres, tal como
afirma el teólogo Cauto, "nada marginales, más bien situadas dentro de la historia
y del alma de su pueblo, cómplices de la esperanza mesiánica, cuya realización
intuyen, esperan, favorecen y aportan. Son mujeres al servicio de Dios y del
Evangelio; no están al servicio de un varón o de los hombres en general; están
al servicio del Evangelio, a causa de lo cual dejan evangélicamente todo, dándolo
evangélicamente todo (...) Son mujeres evangelizadas y evangelizadoras". Entre
los seguidores de Jesús se dio un discipulado de iguales entre varones y mujeres,
y el rol de éstas, aunque más restringido a causa de los condicionantes sociales
imperantes, no fue menos importante que el de aquellos.
"María de Magdala no sólo aparece en los textos como discípula y servidora de
Jesús y su mensaje, sino que se la inmortalizó con una misión clara de mensajera,
de informadora de los discípulos varones, un papel que reconocerá la tradición
latina a partir del siglo XII al distinguirla con el título de Apostóla Apostolorum
(apóstola de los apóstoles)."
Al respecto, una acotación al margen: a otra apóstola, Junia, quien predicó
junto a Pablo e incluso antes que él, como éste admitió en su Epístola a los
romanos, la transformaron en hombre en la Edad Media porque la Iglesia católica
no pudo tolerar que una mujer estuviese a la par del apóstol.
Continúa Rodríguez:
"El diálogo más extenso de cuantos mantuvo Jesús, según aparece en los Evangelios,
en Jn 4,7-26, se produjo entre éste y la mujer de Samaría, desarrollándose a
lo largo de siete intervenciones del Nazareno y seis de la samaritana, causando
tan gran asombro a los discípulos cuando los vieron conversando juntos "que
se maravillaban de que hablase con una mujer"; como resultado de esta charla,
mantenida junto a una fuente de la ciudad de Sicar, muchos samaritanos reconocieron
a Jesús como "salvador del mundo" (Jn 4,39-42), siendo éste un pasaje clave
para justificar la extensión del cristianismo entre los gentiles.
"Cuando Juan hizo que Jesús, para ir de Judea a Galilea, tuviera "que pasar
por Samaría" (Jn 4,3-4), un camino que podía hacerse perfectamente sin tener
que pasar por el "pozo de Jacob", de Sicar o Siquem, en Samaría, quiso que ese
desvío hacia tierra gentil y el debate con la mujer del pozo adquiriese un notable
y específico significado simbólico. La samaritana que había tenido cinco maridos
y vivía amancebada con un sexto abandonó su cántaro y corrió a testimoniar (martyréó)
entre sus convecinos la presencia de Jesús, representando así "al antiguo Israel
adúltero e infiel que se convierte en el nuevo Israel purificado, fiel y misionero".
Si se hubiese querido excluir a la mujer como elemento activo del reino predicado
por Jesús, tal como hace la Iglesia, se habría elegido un varón para protagonizar
este pasaje o su equivalente, pero no fue así.
"La Iglesia católica habla a menudo de la famosa profesión de fe que Jesús le
pidió a Pedro en Mt 16,15-20, pero calla que esa misma profesión de fe se la
solicitó también a una mujer, a Marta de Betania:
"Díjole Jesús: yo soy la resurrección y La vida; el que cree en mí, aunque muera,
vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre, ¿crees tú esto?
Díjole ella: sí, señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que
ha venido a este mundo" (Jn 11,25-27). Marta, por tanto, fue puesta por Jesús
ante el mismo privilegio que Pedro.
"El respeto que Jesús manifestó por la mujer se trasluce perfectamente en un
relato como el de Mt 15,21-28y Me 7,24-30, donde una mujer cananea (libanesa)
le replica a Jesús y le gana la disputa dialéctica logrando su propósito: "¡Oh
mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres" acaba por concederle
el Nazareno (Mt 15,28); ésta es la única ocasión, en todos los Evangelios, en
la que Jesús habló de "fe grande" ¡y la atribuyó a una mujer!, mientras que
al mismísimo Pedro (Mt 14,31) y a los discípulos (Mt 6,30) les había tildado
previamente de hombres de poca fe".
Pablo y las apóstolas
Sin duda, la Iglesia que puso en marcha Jesús no era sólo un pueblo de varones,
como había sido la tradición judía hasta entonces. La iniciación no se producía
ya a través de la circuncisión, patrimonio exclusivo del varón, sino mediante
el bautismo, que incluye a ambos. Esta nueva visión religiosa negaba las prerrogativas
basadas en la masculinidad y abría las puertas a mujeres y esclavos, e incluso
a los gentiles, excluidos hasta entonces del "pueblo de dios". Y como se verá,
incluso en los tiempos de Pablo –que aunque Rodríguez lo defienda, era bien
misógino– hubo mujeres diaconisas y apóstolas, que fundaron iglesias y administraron
sacramentos.
En el capítulo XVI de su Epístola a los romanos, Pablo escribe:
"1. Os encomiendo a Febe nuestra hermana, que está en el servicio de la Iglesia
de Cenchrea.
"2. Que la recibáis en el señor como deben los santos y la ayudéis en todo lo
que hubiere menester porque ella ha asistido a muchos y a mí en particular.
"3. Saludad a Prisca y a Aquila, que trabajaron conmigo en Jesucristo.
"4. (Los que por mi vida expusieron su cabeza; y no lo agradezco yo solo, mas
también todas las iglesias de las gentes).
"6. Saludad a María, la que trabajó mucho entre nosotros.
" 7. Saludad a Andrónico y a Junia, mis parientes y cautivos conmigo, los cuales
se han señalado en el apostolado y fueron antes que yo en Cristo."
Cabe hacer notar que hacia el año 180, en el Asia Menor, Montano, un carismático,
junto la citada Prisca y a Maximila, dos profetisas, fundaron una iglesia en
su casa y pronunciaban oráculos sobre el inminente reino milenario de Cristo
en Frigia, es decir, la nueva Jerusalén. El trío se creía portavoz del Espíritu
Santo, predicaba la abstinencia puritana del sexo y una disciplina rigurosa.
Refiriéndose a todas ellas y a muchas otras, Rodríguez hace notar que:
"Esas mujeres fueron misioneras, líderes, apóstoles, ministros del culto, catequistas
que predicaban y enseñaban el Evangelio junto a Pablo, que fundaron iglesias
y ocuparon cargos en ellas... Pero muy pronto el varón retomó el poder e hizo
caer en el olvido una de las facetas más novedosas del mensaje cristiano; en
el siglo II, la declaración de Gal 3,26-28 ya había sido traicionada en todo
lo que hace a la igualdad entre los dos sexos".
La declaración a la que alude el periodista español está contenida en el capítulo
3 de la Epístola de San Pablo a los Calatas, donde se lee:
"26. Pues tóelos sois hijos de Dios por la fe que es en Jesucristo.
"27. Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, estáis revestidos
de Cristo.
"28. No hay judío ni griego, no hay siervo ni libre, no hay macho ni hembra,
porque todos vosotros sois uno en Jesucristo. "
Pablo, el misógino
Según Rodríguez, el apóstol fue mal interpretado en algunas de sus frases, lo
que ayudó a que finalmente, entre los siglos II y IV hubiera un "golpe de estado"
que terminó sacando a la mujer del camino eclesiástico. Pero la verdad es que
Pablo, en su misión de expandir el cristianismo, no hesitó en acomodar su discurso
a las tradiciones de cada pueblo y no pocas veces cayó en flagrantes contradicciones.
"Híceme de todo para todos, por salvarlos a todos", se justificó. De tal forma,
si ante los romanos y los gálatas, como ya hemos visto, trató de igual a igual
a hombres y mujeres, frente a los corintios, por ejemplo, hizo todo lo contrario.
En la primera de sus dos epístolas a los corintios, capítulo once, escribe:
"3. Quiero que vosotros sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón
la cabeza de toda mujer; y Dios la cabeza de Cristo.
"7. El varón en verdad no debe cubrir su cabeza, porque es imagen y gloria de
Dios; mas la mujer es gloria del varón. "Agrega en el capítulo catorce:
"34. Las mujeres callen en las Iglesias porque no les es dado hablar sino que
estén sujetas, como también lo dice la ley.
"35. Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus maridos. Porque
indecente cosa es a una mujer hablar en la Iglesia. "
Más claro, échele agua
Estos conceptos de Pablo, que en realidad arrancaban de la tradición griega
y judía, echaron su semillas en el cristianismo y con el tiempo creció un matorral.
Margarita Pintos lo explica así:
"La teología escolástica medieval adoptó la antropología aristotélica en la
que se define a las mujeres como hombres defectuosos. Esta antropología defendida
por San Agustín y más tarde reforzada por Santo Tomás, que declara que las mujeres
en sí mismas no poseen la imagen de Dios, sino sólo cuando la reciben del hombre
que es su cabeza, no es, como parece obvio, una antropología revelada.
"El hecho de que el sacerdote actúa in persona Christi capitis sobre todo en
la Eucaristía, sirve a la declaración para afirmar que si esta función fuera
ejercida por una mujer no se daría esta semejanza natural que debe existir entre
Cristo y el ministro. Queda así reforzado el principio de masculinidad para
el acceso al ministerio ordenado. Sólo el ser humano de sexo masculino puede
actuar in persona Christi, es decir, representar a Cristo, ser su imagen. Así
se acentúa el carácter androcéntrico de la cristología y de la eclesiología",
concluye.
María Amalia
La hermana ciruja
La congregación de las Hermanas de Jesús nació como fraternidad. Es una comunidad
contemplativa, a la manera de lo que fue la vida de Jesús hasta sus 30 años.
La zona de Monte Chingolo lleva la impronta de estas hermanas desde hace un
cuarto de siglo: después de vivir durante quince años en la villa, hace diez
se trasladaron con todo el barrio a unos monoblocks de un plan habitacional
y como muchos de sus vecinos aún siguen pagando el departamento en el que viven.
Pero quienes las ven caminando por las calles del barrio no tienen ningún indicio
de que se trate de religiosas. Visten ropa informal, jeans o polleras. "En los
años ochenta, por decisión de la comunidad en América latina, suprimimos la
vestimenta religiosa. Antes usábamos un hábito gris azulado, una suerte de camisa
larga con cinturón", comenta María Amalia, una de las hermanas que goza de mayor
predicamento y que se muestra reticente a contar sobre su pasado previo a la
congregación, aunque reconoce que fue en un acomodado lugar de la capital.
Como cualquiera de sus vecinos, ellas también viven de su propio trabajo: unas
limpian casas de familias, otras son enfermeras y hay quienes cocinan dulces
artesanales. La provincia religiosa, que incluye a la Argentina y el Uruguay,
suma en total unas veinte hermanas. En la Argentina trabajan en las zonas periféricas
de Neuquén y Santiago del Estero, y en el norte del Gran Buenos Aires, en las
villas del Bajo Boulogne, San Jorge y Santa Ana. Consultadas sobre por qué eligieron
esa vida pudiendo estar cómodas en colegios o conventos, las Hermanas de Jesús
coincidieron en afirmaciones como éstas:
"Dios es el Dios de los pobres y compartiendo con los pobres estamos con Dios.
Con respeto y sin exigencia evangélica, les decimos: ustedes valen".
"Lo nuestro es ser una vecina más. Primero los queremos como son, después sí
establecemos un lazo con la parroquia. Nosotras vemos la presencia viva de Dios
en los leprosos, en los marginados. "
"La Iglesia está asociada con el poder, con los viajes, el dinero, los estudios.
Para evitar que nos asocien con esos valores trabajamos de lo que trabajan nuestras
vecinas: limpiamos casas, hacemos dulces. "
"Jesús de Nazaret no se distinguía para nada del resto. Nosotras queremos imitar
esos treinta años de vida de Jesús, en que nadie lo conoció."
Ningún convento
Las casas de formación de las hermanas de Jesús no son conventos, sino simples
viviendas en las que durante dos años estudian todo lo inherente a la religión
y el resto del tiempo trabajan como los pobres. Leen la Biblia, hacen retiros
y actualmente tienen muy en cuenta para su formación el espacio interior que
incluye la psicología de cada mujer que decide consagrarse. María Amalia, cuenta:
"Acá adonde nos ven vinimos con 137 familias villeras. La Cooperativa 12 de
Octubre nos dio un total de 196 viviendas con 60 pesos de cuota. Hubo gente
que se asustó y se quiso ir.
"Pero nosotras somos contemplativas y pensamos que la carrera se puede desarrollar
en cualquier parte del mundo y en todos los tiempos.
"¿Cuándo elegí este camino? Entre los 15 y los 20 años empecé a tomarme la vida
en serio, a charlar con un cura y con amigas religiosas. A los 21 me encandilé
con un libro de Madeleine (?) y escribí a Francia (?). Mi primer destino fue
Chile y luego, en 1957, con otra hermana, vivimos en la Isla Maciel en un conventillo
con nueve familias. "
Las Hermanas de Jesús pertenecen a la Crimpo (Comunidad de Religiosas Insertas
en Medios Populares) y si bien participan de reuniones a nivel nacional con
otras congregaciones, se reconocen como religiosas diferentes, de una Iglesia
distinta a aquella en la que impera la jerarquía eclesiástica.
"Siempre fuimos a lugares de frontera, abandonados, donde la Iglesia orgánica,
o la pastoral organizada, no entra. En el 75, con el obispo Iriarte, empezamos
haciendo cosechas de caña y de algodón –continúa María Amalia–. No había otro
trabajo ni teníamos casa donde vivir. Era una situación difícil. Luego, entre
el 76 y el 77 fuimos testigos de las razzias que se hacían en casa de los vecinos.
Las nuestras también eran requisadas porque por el sólo hecho de estar trabajando
con y por los pobres, resultábamos sospechosas. Nosotras empezamos hace mucho
tiempo con el trueque en Neuquén y en Santiago, de una manera natural, y ahora
lo seguimos haciendo acá, en Buenos Aires. Las hermanas más jóvenes también
cirujeamos mucho en La Quema... "
Cecilia Lee
Religiosa y cartonera
Dentro del estado de vida consagrado hay diferentes carismas, diversos ministerios.
La vida monástica, por ejemplo, dedicada a la oración contemplativa y a la alabanza
divina, transcurre en un monasterio, y la actitud es –fuga mundis– de exclusiva
dedicación a Dios. Pero es en la vida religiosa donde hay más signos de realidad,
ya que se la comparte con los otros, y ésa es la clase de vida que eligió Cecilia
Lee. En esa vida hay una dimensión social activa, no sólo contemplativa, y cada
congregación abarca una rama diversa. Las distintas formas apostólicas corresponden
a gestos, a actitudes de Jesús: curar a los enfermos, liberar a los oprimidos,
o ser misericordioso con los excluidos. Esta última fue la opción de Cecilia.
"En algún momento me fui al sur del país, a vivir en un barrio periférico y
allí descubrí a Jesús en los más pobres. Desde ese momento yo elegí tener la
misma suerte que los excluidos y caminar con ellos en el barro. Ahora lo hago
aquí, con los chicos del barrio de Itatí, con los carreros, con los cartoneros
que reciben un trato discriminatorio", dice Cecilia Lee.
Ella acompaña a los pobres de la Villa Itatí, de Quilmes, en sus protestas para
que le devuelvan los carros que la policía les quita, y lo hace vestida como
cualquier otra mujer. "Yo no llevo hábito y la gente creo que me respeta más
cuando me ve trabajando a la par de ellos", explica. No, nada indica que esa
mujer delgada y de pelo corto sea una monja. Mucho menos, cuando uno percibe
sus rasgos orientales. ¿Qué hace esta rara avis católica coreana entre nosotros?
"Llegué a Buenos Aires como inmigrante desde Corea del Sur en 1976 junto a mis
padres y mis tres hermanos. Tenía 19 años y dos años después entré a la congregación.
Nos instalamos en el Bajo Flores, como muchos coreanos. Mi país no es católico,
sin embargo yo lo era por influencia de mi mamá y tenía definida mi fe, aunque
estaba en la búsqueda del sentido de la vida"
"En mi país hacía la vida de cualquier chica, salía con amigos.
"Pero llegar a un país nuevo fue un gran cambio para mí, significó insertarme
en una comunidad con costumbres, idioma y valores distintos. Yo creo que eso
me acercó más a la búsqueda de algo interior y también a la parroquia y a los
grupos juveniles. Ya con la necesidad de encontrar algo más profundo empecé
a buscar una congregación, pero no fue fácil porque yo no hablaba el español.
Finalmente, en el 78 entré al convento de las Franciscanas Misioneras de María,
en Paso del Rey, y allí me formé hasta el 81.
"Mi papá sufrió mucho y me dijo que si realmente quería ser monja volviera a
Corea y entrara a una comunidad en la que me pudiera expresar ampliamente, sin
las dificultades de idioma y de las costumbres que no nos eran propias. Sin
embargo, en la congregación todos me ayudaron; sentí que fue una escuela de
vida. Empecé a hablar y a relacionarme."
Paridos para sufrir
"Hoy yo llevo la lucha de la gente y me entristece la muerte sistemática de
nuestros jóvenes–continúa Lee–. Hace poco mataron un chico en el pasillo. Estaba
vivo y la ambulancia no lo atendía porque no tenía orden judicial. La vida de
los excluidos parece que no tiene valor como vida. Que vale más la vida de los
perros de los departamentos de Barrio Norte que la de nuestros jóvenes. La dictadura
militar sacrificó una generación y ahora bajo el nombre de la democracia está
desapareciendo otra. Yo estoy en Itatí desde mayo de 2000 y en un año murieron
violentamente veintiséis jóvenes de 17 a 28 años, casi dos por mes. Los chicos
aquí están paridos para sufrir, para vivir mal y morir violentamente.
"En el sur también viví la injusticia de las tierras negadas a los aborígenes.
Mientras uno hable de conservar la lengua y de las artesanías, son hermosos.
Pero cuando se habla de un derecho genuino y que sin embargo afecta intereses
de poderosos, ya dejan de ser pintorescos y se transforman en molestos o peligrosos.
Estuve trabajando con las comunidades indígenas en la época de la reforma constitucional
y sufrí mucho con ellos. El trato era inhumano. Sólo cuando el tema salía a
la luz, cambiaban las formas, sólo las formas, porque maltratarlos a los políticos
les traía mala imagen.
"A los cartoneros nadie les reconoce el trabajo ecologista que hacen, porque
la basura que ellos recogen se recicla y sin embargo los tratan de mugrientos,
son cirujas y no los dejan transitar por las calles de la ciudad. Yo trabajo
con ellos y siempre me respetaron como a una más. Nunca ninguno de ellos me
trató mal por ser mujer. Esta tierra desechada por muchos fue un lugar de revelación
para mí", concluye.
Analía
De santas y prostitutas
"No represento al magisterio de la Iglesia. Soy una mujer que pertenece a la
Iglesia, con las luces y las sombras de mi propia historia", dice Analía, religiosa
de la Orden de las Hermanas Adoratrices, a modo de presentación. Y enseguida
advierte: "En la Iglesia jerárquica mi actividad produce desconcierto. Es un
carisma poco redituable y hay una ignorancia muy grande alrededor del tema".
La hermana Analía tiene razón. La Iglesia jerárquica parece haberse olvidado
de cuál fue la actitud que Jesús tuvo con Magdalena: "Quien esté libre de pecado,
que tire la primera piedra", dijo. Y esa actitud es la que ella profesa al brindarle
atención en el barrio de Flores a las mujeres en prostitución.
"La elección es una respuesta, es por amor, uno descubre un llamado, se produce
una fascinación por Jesús. Te vas enamorando de estas realidades y adquirís
un estilo de vida –explica–. En mi niñez y adolescencia, aunque fui a un colegio
de religiosas, no tenía una relación fluida con las monjas. La idea de disciplina
que tenían no era la que yo esperaba. Comparando con la catequesis, fue la visita
a La Cava, a los 17 años, lo que más me conmovió. Del colegio me quedaba una
mala imagen, pero mis motivaciones cambiaron al conocer la Iglesia cercana,
pastoral, la Iglesia misericordiosa. Con un grupo de chicos hicimos grupos de
oración y me gustaba vivir de esa manera. Como había un gobierno defacto, al
atardecer ya no nos podíamos reunir, entonces nos rateábamos y nos encontrábamos
en el río. En general yo no era practicante y no iba a los retiros, pero en
ese último año de la secundaria, con las faltas justas, fui y conocí a un sacerdote
pasionista, es decir, un cura misionero, existencial y no doctrinario. Yo había
hecho once años en colegios católicos y recién ahí descubrí la dimensión de
la trascendencia. ¡Dios estaba vivo en el sagrario! Ahí recuperé varios años
de mi relación con Dios: lo vi vivo y palpitante en la Eucaristía. Fue un momento
de gracia muy especial. "
Una chica muy normal
Han pasado veinte años desde que Analía descubrió la Amada Presencia, como ella
la llama, que cambió su visión y su valoración de las cosas. No obstante, debió
superar varias crisis en el transitar del nuevo camino:
"A los 18 años estuve enamorada. Fue una época de mucha confusión y no lo quería
lastimar. Finalmente ingresé a otra familia que es la comunidad, la familia
extendida dedicada a la actividad pastoral. Hasta entonces yo era muy deportista,
jugaba al voley y a la pelota al cesto, hacía patinaje, pero el compromiso pastoral
me dio otras motivaciones. Mis padres no estaban de acuerdo con mi elección,
pero la respetaron, y cuando cumplí los 19 años firmaron el permiso para que
yo ingresara a la orden. Comencé a trabajar en la dimensión social y con la
mujer, primero como catequista, para después dedicarme a esto por completo.
"No me costó renunciar a la relación íntima, pero al llamado a tener hijos sí,
fue muy fuerte. Hasta que a los treinta decidí que la maternidad no era un derecho
que se me negaba sino una decisión personal. ¿La quiero para siempre? ¿Quiero
renunciar en serio?, me pregunté. Trabajo en un programa con 1.300 mujeres en
prostitución, ¿las voy a dejar? Fue un momento fundante. Como a mis diecinueve,
tuve que volver a hacer la elección, pero con mayor profundidad. Se me terminaba
el tiempo de la fecundidad, es decir que seguir por ese camino implicaba no
tener hijos. Opté por la entrega, pero ciertamente no se puede negar el grito,
la fuerza, la riqueza de la maternidad en la mujer. Esa etapa cambió mis formas
de relación: hoy trato cada vez más de devolverles a mis semejantes el derecho
a ser mujer. La opción pasó por definir cómo quiero ser madre y cómo quiero
ser mujer. Esto me pareció más profundo, más existencial que la relación de
pareja. "
Solidarias y tolerantes
¿Por qué Analía eligió el carisma de las mujeres en prostitución? La respuesta
podría ser para rescatarlas. Pero su actitud es mucho más profunda y no pasa
por juzgarlas, como lo haría la Iglesia eclesiática, sino por amarlas y ayudarlas
a valorarse porque, Analía dixit, "la mujer prostituta no existe. Lo que existe
son mujeres en situación de prostitución".
"En los últimos siete años –prosigue– se elevó el número de mujeres que ingresaron
al mundo de la prostitución por la falta de trabajo. Prostitutas hay cientos,
hay miles. Pero generamos una capacidad asombrosa de desconocimiento. Si miras
bien vas a ver que está lleno. Que están a tu alrededor sin que las quieras
ver. Estamos incapacitados para reconocerlas, pero te aseguro que no volvés
de la calle de la misma manera.
"La mayoría de los hombres les manifiesta rechazo, burla. La mujer prostituta
concentra en su figura el lado oscuro de nuestras miserias, ¿pero quiénes son
los que las demandan? A ellas los jóvenes les piden todo lo que no se atreven
con sus mujeres. Y no son amorosos. No realizan juegos sexuales. No piden cosas
convencionales. Hay mucha violencia y humillación.
"Ellas tienen con los hombres de su vida una historia de mucha crueldad: desprecio
de su padre, de su pareja. Aceptan con indiferencia de los otros hombres lo
que no aceptaron de ellos. Vienen de contextos familiares con experiencias fallidas.
"No puede ser prostituta quien quiere, sino quien puede, ya que hay que resistir
el asco, el miedo y otras cosas. Sin embargo, no existe la mujer prostituta.
Lo que existe es una situación de prostitución. Cuando ellas se ponen de pie,
hay algo dentro mío que se pone de pie. Los travestís, en cambio, son débiles.
Se relacionan como hombres y son rechazados por sus familias. Son marginales.
"En nuestro centro tenemos una población estable de 120 mujeres. Con ellas compartimos
el tiempo y realizamos talleres grupales. No de oficios, sino de charlas, temas
en general. Enseñar oficios no es la cuestión. La fuerza se genera desde adentro,
llamándolas por su nombre, escuchando. Ellas tienen muy internalizado el "no
sirvo". El "gracias que estoy con vos". En un alto porcentaje son analfabetas
o semianalfabetas. Siempre dependen de otra persona. Están excluidas del sistema
y salen por los hijos, hacen un trueque de su vida por ellos. No quiero enaltecer
la prostitución, pero siempre fue ejercida por mujeres que entregan todo por
otros. Son solidarias y hay un detalle importante: son muy tolerantes con las
miserias de los demás."
Las chicas del Hotel Florinda
Las Adoratrices es una congregación reconocida por derecho pontificio, pero
la Iglesia no las apoya económicamente. Mucho menos lo hace el Estado. Por suerte,
son muy queridas y respetadas por varios curas y obispos, que en la medida que
pueden concurren en su auxilio. "Al cardenal Bergoglio le donaron una joya y
la vino a traer feliz como un chico. Pero yo no tengo mucha vida parroquial,
es él quien viene a casa. También el párroco de San José de Flores nos quiere
mucho. Cuando nos conoció nos dio un trato misericordioso. ¡Ahhhh! ¿ustedes
son las que trabajan tanto? Yo sé muchas cosas de ustedes por las chicas", nos
dijo. Sienten mucha curiosidad", cuenta Analía.
En la casa de las Adoratrices hay en un cuarto una pequeña capilla con un Cristo,
un altar y una especie de atril con un cartel muy curioso: "Hotel Alojamiento
Residencia Florinda, Hotel Alberti SRL". Analía se adelanta a la curiosidad
y señalándolo, dice: "Si uno pide por tantas cosas, ¿por qué no pedir que cuide
la casa de las chicas?".
El cartel es la chapa original, con fondo blanco y letras negras, de un hotel
que les fue donado y que hoy es el refugio de "las chicas", como las llama la
monja. Colgado en la pared que está por detrás, asoma en un cuadro el rostro
de una mujer, mitad en sombras, mitad luminosa, con una línea divisoria dorada.
Representa el trabajo de las Adoratrices: "es una chica a la que la luz de la
gracia la llena de color y de vida y le da una mirada distinta sobre sí misma
", explica Analía.
Para ser una hermana adoratriz hacen falta ocho años de formación, pero esto
no implica profundizar en conocimientos teológicos, como pasa en los seminarios.
Pero Analía no siente que en esto haya discriminación:
"Dentro de la congregación de las Adoratrices tenemos etapas de formación para
la vida religiosa, el prenoviciado, el noviciado, el junoriado, pero centradas
en la formación para la vida. Los fundamentos teológicos y filosóficos son un
requisito, pero no es el objetivo en sí mismo. En cambio, se trabaja con insistencia
en el ser mujer, porque vamos a trabajar mucho una identidad, vamos a ver lo
que fue pasando en las relaciones vinculares, porque si no, es medio esquizoide
aprender en el ámbito intelectual.
"Los sacerdotes nos forman como religiosas y en lo teórico también lo hacen
los laicos. Cada uno aporta su riqueza, su impronta.
La vida, la Iglesia, el mundo relacional, tiene distintas visiones y esto es
bueno, reconoces distintas líneas y ves como se adaptan a los criterios evangélicos.
"En la formación para el sacerdocio el estudio sistemático teológico es requisito
esencial, porque es distinto el enfoque. Yo no lo vivo como discriminación.
Como mujer, yo me identifico con mantener la formación filosófica y teológica
como base, pero que no sea el parámetro fundamental para medir los criterios
de la consagración. En el caso nuestro sirve mucho la actitud y la práctica
pastoral. Yo estoy muy contenta. Ellos se forman para otro tipo de trabajo.
También las hermanas educacionistas se dedican a tener colegios y son profesionales
con mística, educadoras muy buenas, pero se forman para eso. En nuestro caso
nos consagramos al carisma eucarístico liberador", explica Analía.
Padre Grassi, el elegido
Sin duda, también hay sacerdotes que se dedican especialmente al aspecto misionero,
o a la pastoral de la salud, o a la educación preventiva de la juventud, como
hacen los salesianos. En cambio, los diocesanos miran la vida de Jesús sacerdote,
están formados en la oración y dedican su vida al estudio. Sin embargo, su formación
los influye, pero no los determina. Tal es el caso del padre Grassi, según lo
ve Analía:
"Julio Grassi, por ejemplo, tiene su vida sacerdotal, nos acompaña a nosotras
como capellán y es un hombre muy comprometido en lo concreto, con una sensibilidad
exquisita y de una riqueza pastoral muy importante. Es un tema delicado el de
la relación de los sacerdotes con nuestras chicas, porque el sacerdote es hombre
y las chicas vienen muy golpeadas por hombres. Sin embargo, de los que yo he
tratado, Julio es el sacerdote que con mayor rapidez tuvo sintonía pastoral
con las chicas. Es un hombre de oración, con "un oído a Dios y otro al corazón
del pueblo" como recomendaba monseñor Angelelli, y no sólo a los libros que
hablan de Dios."
Una vez cumplidas las etapas de prenoviciado y noviciado en una comunidad de
formación, las Adotratrices hacen votos de vivencia por un año (juniorado) un
contrato por el que se comprometen a vivir en castidad, pobreza y obediencia,
aceptando el trabajo apostólico que esa comunidad tiene. Al terminar el año,
quedan libres de ese contrato y la congregación puede prescindir de alguna de
ellas, aun en contra de su voluntad, en el entendimiento de que por más que
quiera, no tiene las condiciones. Para la hermana Analía, eso es toda una ventaja:
"Después de ocho años te adoptan en forma definitiva, pero ya tuviste convivencia,
estilo de vida, y la experiencia en forma progresiva. Nosotras tenemos muchas
ventajas respecto de cualquier noviazgo, tenemos mucho tiempo antes de tomar
la opción definitiva que se da alrededor de los 27 años. Para entonces ya pasaste
varias crisis, etapas de madurez. Podes discernir la diferencia entre las dificultades
de un estilo de vida o si ese estilo de vida no es para vos.
"Tu familia puede verte, mantener el contacto –prosigue Analía–. Yo empecé con
tanta ilusión este proyecto que recién ahora pienso en los desprendimientos
de mis padres. Soy la menor de cuatro hijos, así que yo viví el casamiento de
mis hermanos. Una de mis hermanas compartía mi habitación. La noche anterior
a la boda yo no quería que se fuese, sentí el duelo, me desvelé y la escuché
llorar. Le pregunté: "¿No te vas a casar? ¿Estás arrepentida?) "No tonta", me
contestó. En mi fantasía creí que ella se estaba arrepintiendo. Pero hoy yo
creo que no, que estaba viviendo el duelo de una partida. Cuando me tocó, me
sucedió exactamente lo mismo. Te enamoras de una persona, de un proyecto, de
un ideal y tenes ganas de realizarlo aunque implique duelos, lo que no significa
que te vayas sin sentimientos. Te vas a pesar del sentimiento. Con el tiempo
fui siendo cada vez más consciente de que empezaba otra etapa de mi vida con
todo lo que ello implica. "
Ya consagrada, la hermana Analía comenzó estudiar teología en Devoto con los
seminaristas; sin embargo por razones pastorales tuvo un traslado a Colombia
y con la mayor tranquilidad del mundo dejó esos estudios porque, dijo, "terminarlos
no era el objetivo de mi vida". En Colombia estudió psicología reeducativa,
psicoterapia sistémica y participó de una experiencia apostólica muy rica en
la ciudadela Santa Micaela, un complejo que atiende en forma integral a las
familias de mujeres en prostitución. "A Colombia fuimos dos hermanas. Allá estudié
teología de la Eucaristía. Volví en el 89 a la Argentina, y trabajé en Córdoba,
en Villa Urquiza, y unos años en Santa Rosa. Ahora, desde hace dos años, estoy
en Flores", abrevia.
Mujeres al rescate
"Aquí somos cuatro hermanas y tenemos un centro comunitario con oficinas, depósitos
y dos casas. En el centro la tarea se desarrolla de lunes a viernes hasta las
seis de la tarde. Las acciones más concretas son hacia la mujer en prostitución.
Hacemos contactos, vemos las necesidades básicas, generamos vínculos con ellas.
Primero íbamos nosotras hacia ellas, luego las invitábamos a algún servicio,
a alguna actividad en casa, y unas a otras se fueron avisando. Hoy mismo, cuando
están drogadas o alcoholizadas o se pelearon, vamos a ver cómo están. Supervisamos
120 chicas por grupos en distintos días de la semana. Acompañarlas requiere
una gran energía, un equilibrio que también tiene un límite.
"A las que no me conocen, siempre les pido permiso para hablar, les pido que
me escuchen dos minutos, les doy mi nombre y una tarjeta, lo más rápidamente
posible, porque si está controlada por un proxeneta, la estoy perjudicando.
Ahora voy a la plaza sólo lo necesario, porque es muy humillante para ellas
que una persona que no es del mundo de la prostitución las vea ofreciéndose.
Por eso, con el asunto de la prostitución no nos metemos, en cambio creamos
proyectos de mujeres. No las juzgo. A mí me da mucho dolor verlas ofreciéndose,
después de escucharlas hablando del asco y de la violencia que padecen porque
hoy tienen que darle de comer a sus hijos. Por eso, si las veo, no las saludo.
"El otro tema es el del alcohol, porque en seco no podes salir a ofrecerte sin
saber a donde vas ni lo que te va a pasar. El miedo que viven sólo se lo puede
entender cuando se las escucha. En la calle a veces se pueden negar, pero en
un albergue, las llaman y tienen que ir. Cuando vamos a su casa todo cambia:
se ponen el traje de mamá y nos muestran todo su esfuerza.
"Nosotras rezamos todas las mañanas y todas las tardes. Los tiempos de oración
vienen para confrontar con el Evangelio y mirar hacia el interior los sentimientos.
Así descubrí que si yo tuviera que hacer por necesidad lo que hacen ellas, no
me gustaría que me reconozcan. Me maquillaría muchísimo, no podría salir a cara
limpia.
"Yo sé que las chicas nos necesitan como religiosas. Necesitan paciencia, perdón,
misericordia, contención, que les crean, creer en sus capacidades, ponerles
límites si vienen borrachas, pero jamás rechazarlas. Con nosotras esperan que
no las condenemos. Para ellas es un asombro descubrir que hay gente de la Iglesia
que no las condena, porque la Iglesia representa un juicio moral, pero nosotros
no ponemos el acento en que esté prostituida, sino en que es mujer y tiene derecho
a vivir.
"De tanto ser excluidas se autoexcluyen y crean relaciones vinculares donde
se las excluye también. Las engañaron tanto que no tienen por qué creernos:
que no les vamos a tomar datos, que no vamos a hablar con la policía, que no
vamos a ir a sus casas a hablar con sus hijos de esto. Las humillan muchos y
en todas partes. Son despreciadas por aquellos que las usan.
"Gente del entorno de barrio se pregunta por qué Grassi viene a verlas, o por
qué nosotras no nos ocupamos de gente que valga más.
Pero yo creo de corazón que todas estamos haciendo el proceso de liberación
de distintas esclavitudes.
Ellas y yo también.
Cuando me aferró a algo y por ese algo, que convierto en ídolo, vendo valores,
yo también me estoy prostituyendo. No me prostituyo con mi cuerpo, pero estoy
prostituyendo mi persona."
Un poco de yoga
"Podemos hablar de la liberación del amor de Dios, quienes tenemos experiencia
del amor de Dios; si yo tengo todo resuelto, no lo necesito a Él; y si no lo
necesito, no puedo decirle a ellas que Dios es liberador y que el amor las libera",
explica Analía. Y continúa: "Jesús tenía sensibilidad con el dolor de los hombres
y con el llanto de mujer. No se sentaba a hacer teología. Quien no quiera reconocerlo
tendrá que leer despacio el Evangelio. El primer anuncio de la Resurrección
es hecho a una mujer llamada pecadora pública. El servicio, el lavar los pies,
era una tarea de esclavos. Y Jesús lavó los pies. Tuvo muchos gestos que son
práctica liberadora y magisterio en sí mismo. "
"Hasta las seis estamos con las chicas y a las siete es tiempo de oración, hacemos
el rezo litúrgico, igual que a la mañana, y después nos planchamos la ropa,
lavamos, escribimos cartas, hablamos por teléfono con nuestras familias. Miramos
televisión: a algunas les gustan los dibujos animados, a mí los noticieros.
Hago yoga y luego compartimos la cena. Los viernes tenemos reuniones de equipo,
de formación, de información y de seguimiento de casos con los laicos y los
voluntarios. Hay que revisar porque te agarra el cansancio y empezás a justificar
actitudes tuyas, como no dormir. Confrontamos y acordamos estrategias: perdón,
puesta de límites, exigencias. Miramos las actitudes de Jesús y planificamos
actividades.
"Los sábados nos damos permiso para pasear, ver videos y quebrar conscientemente
los horarios. Los domingos vemos a la familia, a los amigos, nos quedamos disfrutando
sin actividad, o nos vamos al campo para bajar la tensión.
"Durante el fin de semana nos dedicamos a compartir como mujeres consagradas
pero evitamos temas apostólicos (eso lo hacemos los viernes) para no obsesionarnos.
"Tenemos mucho sentido del humor. Precisamente, porque convivimos con realidades
tan dramáticas, nos damos permiso para reírnos de nuestras tonterías y minimizarlas.
Hace poco nos quitamos el hábito. Yo uso uno reformado con una camisa que tenía
de antes. No puedo ir a comprarme una camisa que valga 70 pesos. Me gusta verlas,
salir a mirar, pero trato de vivir acorde con lo que elegí. Pienso que puedo
manifestarme como mujer sencilla. Tengo gusto, me cuido y pondero en las chicas
sus aros, el maquillaje. Las mujeres tenemos una capacidad de detalle impresionante.
Tengo una palabra para cada una de las chicas. Una palabra hacia ellas o de
ellas hacia mí, son cosas muy importantes. Nuestro profesor de computación también
se cuida, es muy elegante. ¿Por qué los apóstoles son hombres? Porque aunque
Jesús restaura un orden nuevo, puede hacer lo que la cultura le permite. "
Isabel Castillo
La novicia rebelde
La congregación Hijas de Jesús tiene origen español. Fue fundada en 1871 por
Juana Raviola, nacida en el norte de la península ibérica, cuyo nombre religioso
era Cándida María de Jesús. Su carisma es la educación y como quien ayudó a
la fundadora fue un jesuita, la congregación tiene espiritualidad ignaciana,
por más que no dependan de esa orden. La de Argentina es una viceprovincia conformada
por cuarenta y ocho hermanas.
"En los últimos años hemos disminuido un montón. Muchas hermanas, que al igual
que yo vieron cierta mirada más conservadora en la congregación, se alejaron,
cuenta Isabel del Castillo, una religiosa y teóloga de 40 años, que conserva
la rebeldía de la primera juventud. Basta con escucharla para comprobarlo:
"Nosotras veníamos buscando otras cosas, otra coherencia, porque veíamos que
el hecho de jugarnos por el más pobre quedaba siempre en el discurso y no pasaba
a la acción. Yo entré en el 79 a la congregación y las hermanas que lo hicieron
unos años antes, se fueron yendo. En los últimos cuatro años otras, que habían
entrado conmigo, están todavía con permiso de exclaustración. Eso se concede
cuando ya tenemos los votos perpetuos. Se puede pedir un permiso por un año:
estás en tu casa o en el lugar donde elijas, pero todavía no te separas. Es
como cuando un matrimonio toma distancia para repensar la relación. Seguís manteniendo
el contacto con la provincial, pero no se participa de la vida de la congregación.
Ese pedido de exclaustración se puede renovar hasta tres años, después de esa
fecha decidís si retornas o te vas definitivamente.
"Tengo compañeras que se han ido de la congregación, pero que siguen dando clases
con un fuerte servicio a los carenciados, cosas que por los límites que se les
ponían estando adentro les era imposible hacer.
"Antes del Concilio y hasta el año setenta, más o menos, todas las hermanas
hacían sus estudios universitarios con buena titulación. Después vino un período
de dejar de lado esto y dedicarnos al apostolado, y nos quedamos con estudios
terciarios. Teníamos como la urgencia de cubrir cargos en nuestros colegios,
y para eso con un título docente bastaba. Las hermanas querían en ese momento
que nos ubicásemos en cargos directivos en nuestros colegios de Jujuy, Córdoba
y La Plata.
"Hasta que desde hace cinco años varias de nosotras insistimos en que necesitábamos
volver a tener una fuerte formación en las áreas teológicas, de educación u
otras profesiones, como para trabajar en equipo con otras organizaciones. Veíamos
que nos quedábamos muchísimo en nuestros colegios, que el título sólo nos valía
para trabajar en ellos y que cuando íbamos a comunidades de inserción, no nos
sentíamos idóneas para trabajar con otras organizaciones. Lo que captábamos
era que el trabajo fuerte lo llevaban a cabo otros profesionales, y que sobre
todo en situaciones de mucha carencia, mucha pobreza, el título de maestras
o docentes no nos era suficiente. Después de mucho discernimiento, vimos que
para el trabajo con los chicos de la calle, con la mujer marginada y con los
aborígenes, necesitábamos más preparación."
En el verano de 2001 la Congregación Hijas de Jesús se dio una asamblea de revisión
y proyección en la que se planteó la necesidad de ampliar los trabajos desde
los colegios hacia la comunidad. Pero a la hora la votación se decidió todo
lo contrario: cerrar la casa en Hudson y concentrarse en La Plata.
Proyectos laborales
Después de mucho discutir con la provincial, Isabel logró que dos hermanas pudieran
ir a trabajar en las parroquias de Hudson los fines de semana. Por su parte,
además del trabajo pastoral gratuito, consiguió un trabajo remunerado en el
Colegio María Teresa, en Gutiérrez, cerca de Hudson, donde dicta Metolodogía
de la Investigación y Psicología, en el segundo y tercer año del polimodal.
Además, el Ministerio de Educación la contrató para capacitar a los maestros
de adultos en Hudson por lo cual se quedó allí, aunque casi todos los días concurre
al colegio eucarístico de La Plata para reunirse con sus hermanas.
En Hudson también trabajó en el 2000 en proyectos laborales. Con una familia
vecina, conformada por un matrimonio de desocupados y con diez hijos, armaron
un proyecto de panadería que resultó aprobado. Le pagan 160 pesos por mes al
marido y otro tanto a la mujer, han podido comprar un horno y hoy en día siguen
trabajando. Ahora, Isabel acompaña otro proyecto laboral: la producción de lombrices
californianas.
Sobre su pasado, la hermana contó que hizo la primaria en una escuela del estado
y el secundario en el colegio religioso Virgen Niña, donde las Hijas de Jesús
daban clases de Filosofía, por lo que descubrió así a los 17 años que su vocación
era "algo fuerte". Cuando terminó el secundario, Isabel fue a la casa que las
Hijas de Jesús tenían en Villa Ocampo, la primera fundada por la congregación
con miras de inserción.
"A mí lo que me atrajo fue la espiritualidad ignaciana. Hice en Córdoba el noviciado,
el postulantado, estudié ciencias religiosas, teología y filosofía. Allí eran
profesores los ahora monseñores, Estanislao Karlic y.... Arancibia. Después
me encargué del trabajo de apostolado en un colegio en Córdoba y finalmente
viajé a Roma cinco meses para la consagración definitiva. A los 25 años hice
los votos perpetuos."
La última copa
"De Roma me enviaron a La Plata de coordinadora de pastoral y trabajé en el
grupo directivo –prosigue Isabel–. Era profesora en el momento en que era arzobispo
monseñor Quarracino. El sacerdote que lo acompañaba, otra hermana, la superiora
y yo nos quedábamos a cenar con él. En las cenas, Quarracino criticaba de manera
muy campechana al rector del seminario, a los sacerdotes y a los seminaristas.
Yo era nuevita y no hacía otra cosa que escuchar y conocer gente.
"Con uno de los primeros que me contacté fue con el padre Carlitos Cajade, que
es un sacerdote que siempre se ocupó de los niños de la calle. Ahora sé que
le donaron una granja, pero en ese momento vivía en un ranchito. Yo quedé encantada
con él y me mandé mi primera ingenuidad. En las cenas se comía todo y con el
otro sacerdote se tomaban dos botellas de vino, por eso pienso que Quarracino
hablaba con tanta fluidez y desinhibición. Le comenté entusiasmadísima el trabajo
que hacía Carlioas y él no me decía nada, como si no me escuchara. Entonces
insistí y le pregunté si era el único que trabajaba de esa manera en la zona.
Y él me contestó tajante: "Sí, por suerte es el único". Después de mucho tiempo
le pregunté a Carlitos cómo se entendía con Quarracino y me dijo: "Ni nos hablamos".
Cuando lo reemplazó monseñor Galán, él me decía: "Éste al menos me saluda".
"
Teología de la Liberación
Una vez recibida en Córdoba, Isabel quiso completar su formación teológica,
sobre todo en teología de la liberación, y para eso viajó a Brasil, donde estuvo
un mes, y luego a Colombia. Desde la teología de la liberación lo que se elige
es una iglesia comunitaria, inserta en este caso en la realidad latinoamericana,
donde se valora la persona por lo que es, no por el cargo jerárquico que ocupe.
"Eso dentro de la Iglesia es como que te oxigena, porque si nosotros miramos
a la Iglesia solamente desde una visión jerárquica, te encontrás nada más que
con hombres. En cambio, desde la visión de pueblo tan hermosa que brinda la
teología de la liberación, la mujer tiene otro lugar y otra importancia, más
aquí en América latina, donde es la protagonista principal en la familia y en
las comunidades eclesiales de base.
"En la zona de Hudson donde estoy yo, la gente le adjudica al padre un lugar
de privilegio; hay mucha gente de Corrientes, de Paraguay, que tienen una figura
del hombre muy fuerte y donde el padrecito sigue siendo muy importante. Quieren
a la monjita, pero el padrecito está primero, como pasa en sus propios hogares,
aunque el papá sea un desastre y tome de más, es el varón de la casa.
"En el discurso, las mujeres religiosas hemos cambiado muchas cosas y nos damos
cuenta de que nuestra postergación es injusta, pero a la hora de decidir está
el padre, el párroco, y su voz está por encima de la nuestra, porque nuestra
mentalidad sigue muy anclada en la valoración de las jerarquías. Esto se manifiesta
a partir de estar pendiente de lo que dice un obispo.
"Aquí hay muchas religiosas para dar retiros y ejercicios espirituales, pero
finalmente se busca a un hombre, cosa que no sucede en Brasil. Creo que nos
falta convencernos de que tenemos parte y derecho a pedir determinadas cosas.
Creo que el Episcopado nos ve como las que trabajamos mucho y bien, que somos
las que nos jugamos, las que no cobramos, y que la gente nos quiere. Pero al
momento de decidir, no somos tenidas en cuenta. Yo, en el Instituto de Teología
San Pablo de la diócesis de Quilmes he dado clases de cristología y eclesiología.
Este año también empecé a ayudar en la formación de catequistas y allí lo que
hago me encanta, pero no pierdo de vista que sigo siendo funcional. San Pablo
tenía diaconisas y eso se lee en sus cartas, pero hoy y aquí la realidad de
la mujer en la Iglesia es otra. "
Clero, sexo e hipocresía
El 22 de marzo de 2001, el Papa dio palabras de aliento y afecto a las seiscientas
delegadas de la Unión Mundial de las Organizaciones de Mujeres Católicas, que
concurrieron a Roma para participar de una asamblea general bajo el lema "la
misión profética de las mujeres".
El pontífice les aseguró que necesitaba del "compromiso de las mujeres y de
su capacidad para transmitir la fe"; señaló que "la santidad femenina, a la
que cada una de vosotras está llamada, es indispensable para la vida de la Iglesia";
y reafirmó que "la presencia y la acción de la Iglesia en el nuevo milenio pasa
por la capacidad de la mujer de recibir y custodiar la palabra de Dios".
Karol Woytila recordó también que "el camino recorrido desde el pasado siglo
es digno de nota. Hoy en muchos países las mujeres disfrutan de libertad de
movimiento, de decisión, de auto expresión, una libertad que han conseguido
con inteligencia y valor".
"En el mundo actual –prosiguió– hay una conciencia creciente de la necesidad
de afirmar la dignidad de las mujeres. No es un principio abstracto, ya que
implica un esfuerzo conjunto en todos los niveles para oponerse con energía
a todas las prácticas que ofenden la libertad y la feminidad de las mujeres,
el llamado "turismo sexual", la compra y venta de chicas jóvenes, la esterilización
en masa, y en general, toda forma de violencia", denunció.
Tras señalar los impedimentos que afrontan en una cultura "que difunde e impone
modelos de vida contrarios a la naturaleza más profunda de las mujeres", subrayó
la mentalidad que reafirma todo derecho individual.
El Papa dijo por último que esa asamblea representaba una "oportunidad para
dar gracias a Dios por todo lo que significa ser mujer en el plan divino y pedirle
su ayuda para superar los muchos obstáculos que todavía impiden el reconocimiento
pleno de la dignidad y la misión de las mujeres en la sociedad y dentro de la
comunidad eclesial".
En contraste, la realidad sacudió por entonces al mundo con una denuncia escandalosa
que el Vaticano no ignoraba, pero que se vio precisado a reconocer públicamente
tras haberlo guardado bajo siete llaves durante años. La información daba cuenta
que cientos de monjas, y no sólo en África, habían sido violadas por sacerdotes.
La revista norteamericana National Catholic Repórter publicó varios informes
realizados por las religiosas María O'Donohue y Maura McDonald, que denunciaban
la violación de cientos de monjas en veintitrés países, así como de embarazos,
abortos y un sin fin de tropelías sexuales, que pusieron sobre la mesa la espinosa
cuestión de la vida sexual del clero católico.
"La novedad, ahora, es que el Vaticano ha declarado conocer la existencia de
estos delitos sexuales... Aunque, tal como es norma de actuación de las autoridades
eclesiásticas, no han hecho nada para poner fin a esa situación, ni para castigar
a los culpables, a pesar de que fueron informados de los delitos hace más de
seis años", señaló Pepe Rodríguez.
"Desde los ámbitos católicos intenta quitarse importancia a estos hechos argumentando
que "sólo" suceden en países africanos, por una cuestión estrictamente cultural
pero, lamentablemente, los abusos sexuales del clero católico son muy importantes
en todo el mundo, incluidos los países más desarrollados, entre los que está
España", añadió el periodista español.
Rodríguez realizó en 1995 un estudio riguroso sobre el comportamiento sexual
de la jerarquía católica española, que luego volcó en su libro La vida sexual
del clero. Su estudio abarcó el historial sexual de casi cuatrocientos sacerdotes
actualmente en actividad, a muchos de los cuales nombra. Hasta el presente,
ninguno de ellos demandó a su autor por difamación, lo cual reafirma la idea
de que la información es fidedigna.
De acuerdo a su investigación, un 95 por ciento de los curas se masturba, un
60 por ciento mantiene relaciones sexuales, un 26 por ciento soba a menores,
un 20 por ciento realiza prácticas homosexuales, un 12 por ciento es exclusivamente
homosexual, y un 7 por ciento comete abusos sexuales graves con menores.
En cuanto a las preferencias, el 53 por ciento mantiene relaciones sexuales
con mujeres adultas, el 21 por ciento lo hace con varones adultos, el 14 por
ciento con menores varones y el 12 por ciento con menores mujeres.
"Los datos estadísticos mencionados pueden ser extrapolabas a la situación que
se está viviendo entre el clero católico de otros países con estructura social
similar a la española", asegura Rodríguez.
Enrique Miret Magdalena, un teólogo muy crítico de la Iglesia española, informó
que recientes estudios sociológicos norteamericanos habían desvelado que sólo
el dos por ciento de los sacerdotes cumple el celibato, tal como informó el
diario El País en marzo de 2001. Cabe señalar que encuestas recientes a sacerdotes
europeos, revelaron que el 75 por ciento está a favor del celibato opcional.
Chicos abusados
De otra investigación realizada en 1994 en la Universidad de Salamanca y publicada
por el Ministerio de Asuntos Sociales, surgió un dato no menos trágico: del
total de españoles que han sufrido abusos sexuales siendo menores, un diez por
ciento fue abusado por un sacerdote católico.
"Las indemnizaciones que ha tenido que pagar la iglesia católica han sido de
miles de millones de pesetas; tanto, que en algunos países ha contratado un
seguro de responsabilidad civil para responder ante las previsibles demandas
contra el clero por delitos sexuales", dice Pepe Rodríguez.
Y añade:
"La situación de Estados Unidos, donde 400 sacerdotes fueron enjuiciados por
delitos sexuales, no es atípica ni única, sólo que allá las víctimas no temen
enfrentarse a la Iglesia. En España hay pánico a la institución y por eso apenas
se denuncian los abusos sexuales del clero, y en no pocos juzgados se ha protegido
con descaro al sacerdote acusado.
"La iglesia conoce perfectamente esta situación desde siempre y jamás hace otra
cosa que no sea encubrir los hechos. Puedo probar decenas de casos de encubrimiento
grave por parte de los obispos, pero como muestra basta uno: el cardenal de
Barcelona, monseñor Caries, encubrió una red conformada por varios sacerdotes
y diáconos que corrompieron sexualmente a no menos de sesenta menores y adolescentes.
El cardenal y parte de sus obispos auxiliares (alguno implicado directamente
en el caso) no sólo no denunciaron ante la Justicia ordinaria el caso, sino
que tampoco expulsaron del clero, tal como sería preceptivo, a quienes protagonizaron
esos desmanes sexuales. En lugar de actuar con honestidad, presionaron a las
familias de las víctimas para que callaran y ocultaran lo sucedido y permitieron
incluso que quienes entonces eran diáconos fuesen ordenados sacerdotes, actividad
que siguen desarrollando hoy día. "
El derecho canónico
En La vida sexual del clero, Rodríguez analiza el derecho canónico y llega a
la conclusión que éste obliga a encubrir todos y cada uno de los delitos sexuales
cometidos por hombres con sotana.
"El "castigo penal" que la Iglesia católica le aplica a un clérigo que, por
ejemplo, haya corrompido sexualmente a un menor (canon 1395.2) se limita a la
práctica de alguna amonestación, obra de religión o penitencia (can. 1312, 1339),
realizadas siempre en privado (can. 1340) para que permanezca en secreto la
comisión del delito", afirma.
"En todo caso, nunca puede emprenderse un procedimiento penal sin antes haber
intentado disuadir al delincuente para que cambie de comportamiento (can. 1341,1347).
Es decir, que la Iglesia siempre perdona y olvida de oficio el primer delito
–en este caso la primera relación sexual con un menor–y, en la práctica, también
perdona y encubre todos los siguientes. La burla a las víctimas y a la administración
de justicia es obvia. Resulta absolutamente inaceptable que en un estado de
derecho se admita una patente de corso como el derecho canónico que obliga a
encubrir delitos a fin de impedir que la justicia ordinaria cumpla con su obligación",
sentencia Rodríguez.
Las razones que explican que cientos de monjas hayan sido violadas por sacerdotes
en 23 países son el resultado de varias causas, al margen de la imposición del
celibato obligatorio.
Así, por ejemplo, como en ciertas etnias la figura del adulto soltero es mal
vista, para tener predicamento el sacerdote no puede no tener vida marital.
En África, muchos obispos tienen por eso una o varias esposas, cosa que el Papa
no desconoce. Aunque éste no es el caso de la Argentina.
Además, como la Iglesia tiene problemas en algunos países para convocar a seminaristas,
admite a varones de las clases más bajas que ven en el sacerdocio un modus vivendi.
Esos hombres, al margen de su cultura de nulo respeto hacia la mujer, al verse
investidos del poder y prestigio, no tienen el menor reparo en someter sexualmente
a monjas y feligresas, ya que el barniz teológico recibido no alcanza a frenar
sus instintos. Lo dicho es muy difícil que ocurra en la Argentina.
A esto se suma la costumbre de silenciar los escándalos. Así, cuando un sacerdote
comienza a tener problemas por ser pública su actividad sexual con menores o
con adultos, se lo traslada de parroquia para ocultar los hechos. Si persiste,
el obispo de su diócesis trata de que se marche a instalarse en otro país u
otra región, lo más pobre posible, porque sabe que las clases más humildes no
acuden jamás ante un juzgado. Esto ocurre con alguna frecuencia en la Argentina.
Y en los casos en que la mujer embarazada del sacerdote, acuda al obispo en
demanda de justicia, es probable que sea culpabilizada de haberlo seducido,
o bien, que no se le crea. ¡Y esto sí que ocurre a menudo en la Argentina!
Aquí hay varios casos de monjas que tuvieron relaciones con sacerdotes o que
éstos trataron de abusar de ellas. Hay casos de acoso, muy frecuentes, pero
lo que ocurre es que por lo general, estos casos no se denuncian. Una religiosa
de una importante congregación de la zona sur de Buenos Aires, que prefiere
mantener su nombre en el anonimato dice: "La Iglesia no es para las mujeres,
aquí la vida es muy, muy dura, hay que tener mucha fe para aguantar los atropellos
a los que nos vemos sometidas permanentemente. Desde lo intelectual, porque
no recibimos la misma preparación que los sacerdotes, hasta lo sexual Siempre
nos discriminan. Generalmente aquí no pasa lo que sí pasa en África, pero sí
sé de casos de hermanas que fueron "apretadas" por el sacerdote o que las manosearon
o le tocaron el culo. Lo que pasa es que –por lo que hablamos con varias religiosas–
no ocurre lo mismo que en Estados Unidos o en otros países porque en la Argentina,
hay muchos sacerdotes homosexuales, que buscan en el sacerdocio ocultar sus
problemas.
"Cuando un sacerdote le plantea sus dificultades para mantener el celibato a
su obispo, es común que éste le aconseje: "Si tienes que ir con mujeres, procura
ir con casadas, que con ellas no se nota"; es decir, no te complican la vida
si quedan embarazadas, ya que los métodos anticonceptivos son pecado, será el
marido quien lo asuma". El obispo Laguna de Morón, me dijo en un reportaje publicado
en la revista Veintitrés, que en su diócesis, ha habido varios sacerdotes que
le confesaron estar enamorados, viviendo con mujeres y algunos, con mujeres
casadas.
En el año 2000, en tiempos del Jubileo, la Iglesia a través de su Jefe máximo,
el Papa Wojtyla, decidió hacer una confesión pública de sus pecados, entre los
que incluyó "la discriminación de la mujer". "Eso sí, en ningún momento habló
de una acción concreta para modificar esta situación. Ni sacerdocio femenino,
ni un milímetro más de protagonismo, y eso sin hablar jamás de la libertad,
el dominio y la decisión sobre nuestros cuerpos. Después de todo siempre nos
habían considerado ciudadanas de segunda, servidoras de Dios, irremplazables
y extraordinarias, sobre todo cuando estaban embarazadas."
"Es la primera vez que la Iglesia asume su discriminación sobre la mujer –dijo
el obispo Justo Laguna en el suplemento sobre mujeres de Página! 12, el único
prelado que se animó a hablar del tema–pero yo estoy convencido de que –aun
en las peores épocas de la historia, cuando se discutía si tenía alma, discusión
nunca probada– la mujer siempre ha sido el sostén de la sociedad. Creo que la
mujer es igual al hombre, pero a veces es un poco más igual, no sé si soy claro:
su papel es esencial. No soy feminista, pero me considero lo más contrario al
machismo que se puede dar en el mundo, porque he comprendido la importancia
que la mujer ha tenido, tiene y tendrá en el desarrollo de la humanidad. ¿Qué
haríamos en las parroquias sin las mujeres? Sin las catequistas, las secretarias
parroquiales, las que llevan las cuentas...? Nos quedaríamos solos." Los periodistas
italianos expertos en temas vaticanos aseguran que Karol Wojtyla, en su postura
conservadora y cuasi "stalinista", tiene temor a las mujeres y algunos, van
más allá y lo consideraban un Papa más cercano a la misoginia que al machismo.
O sea, el odio a las mujeres. Nadie sabe si esto último es realmente así, pero
hay hechos concretos: las feministas le producen urticaria y las considera el
"nuevo imperialismo".
En 1993, desde la ventana de su estudio, con una vista espléndida a la Plaza
de San Pedro exclamó: "María, Virgen y Madre del redentor, quiero daros unas
"sinceras gracias" de parte de toda la Iglesia al Señor por el regalo de la
mujer, por todas y cada una de ellas".
En la excelente biografía del Papa, Su Santidad, Juan Pablo II y la historia
oculta de nuestro tiempo, los periodistas Carl Bernstein y Marco Politi dicen:
"El Papa sabía que en el tema de las mujeres existía un espíritu crítico y una
oposición generalizada en el mundo católico, sobre todo –como los departamentos
del Vaticano no cesaban de recordarle– en Estados Unidos. Al fin y al cabo fue
una monja estadounidense, una superiora de las Hermanas de la Misericordia,
quien se atrevió a desafiarlo apenas un año después de la elección. Sucedió
en Washington, en el Santuario de la Inmaculada Concepción, el último día de
su primer viaje a Estados Unidos, en octubre de 1979. Cerca de cinco mil religiosas
se habían congregado en el santuario. Más de dos tercios de ellas habían prescindido
del velo o del hábito, pese a que tan pronto fue nombrado Papa, Juan Pablo II
insistió en que las monjas debían usar su traje tradicional y continuó insistiendo
sobre ello durante la gira. La desobediencia de las mujeres lo irritaba. Aquí
y allá, en la nave central neogótica y en las naves laterales de la Iglesia,
podía ver unas cincuenta monjas que se destacaban entre las demás: portaban
un extraño brazalete azul, como si fueran voluntarias de alguna organización.
Cuando interrogó a sus colaboradores del Vaticano al respecto, le informaron
que las monjas pertenecían a un grupo de oposición que propugnaban la ordenación
de mujeres. Su lema era, "si las mujeres pueden hacer pan, pueden partir el
pan". "
A esa altura, según Bernstein y Politi, el Papa no cabía en su enojo. Nada le
molestaba más que presenciar a una mujer que le hacía frente, que se revelaba.
"La mujer escogida para darle la bienvenida fue la hermana Theresa Kane, presidenta
de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas. También ella había acudido
de traje laico. El Papa miró a la diminuta mujer vestida con traje azul. La
hermana demoró menos de diez minutos pronunciando sus palabras formales, al
final, declaró por el micrófono con voz resonante: "Su Santidad, la Iglesia
debería responder a los sufrimientos de la mujeres contemplando la posibilidad
de incluirlas en todos los ministerios sagrados". Sus palabras, retransmitidas
a todo Estados Unidos, merecieron un fuerte aplauso. Luego, la hermana Kane
se acercó a la silla papal y saludó al Papa de una manera democrática, casi
irreverente (en comparación con las sumisas monjas polacas e italianas del Vaticano):
"Buenos días, me da mucho gusto conocerlo". Lo saludó de mano y le pidió la
bendición. Se arrodilló, pero no le besó el anillo. Juan Pablo II nunca olvidó
esto. Cuando le llegó el turno de dirigirse a las hermanas del santuario, su
afabilidad usual había desaparecido. No sonrió ni una sola vez."
Y este desplante no quedó sin la "adecuada" venganza. Semanas después de este
episodio, la hermana Kane viajó a Roma para asistir a una reunión de la Congregación
y recibió un mensaje con una frase que decía: "Apreciaríamos una aclaración
de su saludo al Santo Padre en el santuario". Cuando la hermana ingresó al Vaticano
fue recibida por un sacerdote y no por el cardenal Eduardo Pironio, como correspondía,
que en ese entonces era prefecto de la Congregación de Ordenes Religiosas.
–Ahora que hemos evacuado otros ítems del temario, quiero pedirle que aclare
el saludo a Su Santidad, dijo el sacerdote, con tono intimidante.
–Yo quiero preguntarle a usted qué quiere que yo aclare... –respondió la religiosa.
Cuentan que el sacerdote miró a sus pares y desconcertado dijo: "¿Qué es lo
que queremos que ella nos aclare?". Y todos guardaron silencio, sin confesar
que en realidad lo único que querían era que jurase que en el saludo al Papa
no figuraba el pedido de ordenación de las mujeres.
–Quiero que ustedes sepan una cosa: sí incluí la ordenación, eso estaba incluido
–reafirmó la mujer.
Cuando la hermana Kane solicitó ver nuevamente al Papa, le denegaron la visita.
Y ése fue su castigo. Nada detestaba más Wojtyla que una mujer le enfrentara
con cosas de "la modernidad destructiva de la anticivilización" y, sobre todo,
que pusiera en duda su cruzada mundial contra el aborto, al que consideraba
el nuevo "Holocausto". Ésa era su lucha. En 1994, meses previos a la conferencia
sobre Población y Desarrollo que realizaría las Naciones Unidas en El Cairo,
una de las organizadoras, la paquistaní Nafis Sadik fue a ver al Papa para explicarle
los temas a tratar. Y cuando llegaron al aborto y el uso de anticonceptivos,
el polaco empalideció y sus ojos se volvieron fríos. Apenas Sadik le dio las
cifras de mujeres que morían en el mundo a causa de abortos autoinducidos, el
Papa la interrumpió y exclamó: "¿No cree usted que el comportamiento irresponsable
de los hombres es causado por las mujeres?".
Dóciles y serviles
La mujer no comenzó a ser discriminada en la Iglesia cristiana en los tiempos
de la Inquisición, como podría haberse esperado, sino muchísimo antes, desde
Pablo frente a algunos pueblos, pero por sobre todo a partir del reinado del
emperador Constantino, quien en el año 312, y curiosamente a pedido de su madre,
una ferviente seguidora de Cristo, reconoció definitivamente al cristianismo
como religión del Imperio Romano. A partir del siglo IV fue aboliéndose progresivamente
la presencia de las diaconisas en las congregaciones cristianas y, consecuentemente,
los escritos bíblicos fueron interpretándose a gusto y paladar de los hombres.
Ya en el siglo XII Graciano escribió: "La mujer no puede recibir órdenes sagradas
porque por su naturaleza se encuentra en condiciones de servidumbre". Y en el
siglo XIII, Santo Tomás de Aquino sentenció: "Como el sexo femenino no puede
significar ninguna eminencia de grado, porque la mujer tiene un estado de sujeción,
por eso no puede recibir el sacramento del orden ".
Hoy, aunque la misoginia no sea tan palpable, la discriminación sigue en pie.
Si bien desde los años sesenta fue incrementándose notoriamente el número de
iglesias cristianas que han aceptado con normalidad la ordenación sacerdotal
de mujeres, la Iglesia católica se mantiene sorda y muda a las enseñanzas de
Jesús quien, como hemos visto, predicó la igualdad entre hombres y mujeres y
los aceptó a ambos como discípulos sin otra condición que su entrega y su fe
en Dios.
Volviendo a los dichos del Papa, Pepe Rodríguez ha considerado que "el modelo
de mujer que la Iglesia católica actual quiere imponer es el de un ser volcado
en la maternidad por encima de todo y que sea dócil y servil al varón aun a
riesgo de su propia vida".
"El mensaje nos lo ha dado con claridad el papa Wojtyla–añade– no sólo a través
de sus documentos y discursos, sino mediante sus actos más solemnes: canonizando
a dos italianas cuyos mayores méritos fueron, el de una, dejarse morir de cáncer
de útero por no querer abortar para someterse al tratamiento médico que la hubiese
salvado, con lo que dejó sin madre a sus cuatro hijos y al recién nacido que
no quiso perder; y, el de la otra, aguantar hasta la muerte los malos tratos
constantes de su marido en lugar de divorciarse de él."
Y concluye: "Podemos suscribir sin reparo alguno la frase con la que la teóloga
feminista católica Rosemary Radford Ruether comenzó uno de sus últimos trabajos:
(escribo este ensayo tristemente consciente de que parece cada vez menos probable
que el catolicismo institucional avance en dirección a los Evangelios)".
|