Es curioso señalar que la fecha octubre, inmortalizada por la épica
revolucionara y título de la película del gran Sergei Eisenstein que
define el comienzo de la Revolución Rusa en la toma del Palacio de Invierno
de Petrogrado (San Petesburgo) por los bolcheviques, corresponde en
realidad al 7 de noviembre. En la Rusia zarista de 1917 el 25 de octubre
del calendario juliano oriental, entonces vigente y después abolido
por la revolución el 1º de febrero de 1918, corresponde al 7 de noviembre
de nuestro calendario gregoriano.
A comienzos del siglo XX
Rusia vivió una serie de dificultades económicas que empujaron al Estado
zarista a una lucha por el control del Pacífico, posible solución para
colocar los productos y pagar créditos adeudados a franceses y belgas,
por ejemplo, para el fomento de la industrialización. Tratando de evitar
la expansión rusa en su zona de influencia, Japón le declaró la guerra
y puso al gigantesco país en una crisis profunda, provocando desilusión,
penuria y sobre todo hambre. En estas circunstancias, los partidos opositores
al zar organizaron en 1905 una revolución, que no triunfó, pero que
ensayó modelos de actuación para el futuro. Las tropas del zar pudieron
someter a los revolucionarios que se habían organizado en comités de
obreros y soldados en las grandes ciudades, que se denominaron Soviets,
y que serían un sistema de organización de gran trascendencia años más
tarde. Por otro lado, el zar no tuvo más remedio que demostrar su voluntad
reformadora creando una asamblea consultiva, la Duma, en la que se pusieron
esperanzas de que se terminara estableciendo una Constitución.
En 1914 estalló la guerra
mundial y Rusia participó junto a británicos y franceses. Su papel,
desde el comienzo, fue desdichado, por lo que se comenzaron a surgir
críticas a la política rusa, que se sumaron a las manifestaciones por
la carestía de productos de primera necesidad y las continuas levas.
Previamente al estallido
revolucionario, el zar había disuelto la Duma, pero en febrero de 1917,
los soviets y la prensa empujaron al pueblo a la toma del Palacio de
Invierno, residencia del zar, con el apoyo de parte del ejército. El
zar Nicolás II tomó la decisión de abdicar en el príncipe Lvov, que
comenzó a gobernar con representantes de la Duma. Poco después Lvov
fue sustituido por el socialista Kerenski, que formó un gobierno provisional
en el que tomaron parte moderados y mencheviques, y quedaron excluidos
los radicales y los bolcheviques. Las decisiones más importantes de
este momento fueron la de seguir los pactos establecidos con Francia
e Inglaterra, por lo que Rusia continuaba con sus compromisos en la
Guerra Mundial; asimismo, comenzaron las reuniones para la formación
de una asamblea constituyente.
Los problemas se fueron sucediendo y los soviets se convirtieron en
un verdadero gobierno paralelo, que no reconocía las leyes del gobierno
provisional como legítimas. Se pedía la solución de los problemas de
los campesinos, se fomentaba la ocupación de las tierras, y se exigía
a los empresarios mejoras laborales. Es en este momento cuando Lenin
escribió las Tesis de abril en las que propone una fase nueva para la
revolución, que se resume en la consigna "Paz, tierra y todo el poder
a los soviets".
Las condiciones del gobierno de Kerenski cada vez eran más delicadas,
puesto que los militares zaristas trataron de recuperar el poder. En
este contexto se produjo el golpe de estado del general Kornilov, abortado
por el gobierno, pero que tuvo una consecuencia gravísima, puesto que
los bolcheviques a partir de entonces controlaron totalmente los soviets.
En octubre se reunieron los bolcheviques en un congreso, en el que se
preparó la insurrección definitiva. Dirigidos por Vladimir Illich Ulianov
Lenin, León Bronstein Trotski (presidente del soviet de Petrogrado)
y Iósiv Vissariónovich Dzhugachvili Stalin, tomaron el Palacio de Invierno
y destituyeron al gobierno provisional. Se estableció un Gobierno de
Comisarios del Pueblo, dirigido por Lenin, que gobernó sobre los diferentes
soviets. Trotski ocupó el puesto de Ministro de Asuntos Exteriores.
Desde este puesto estableció las negociaciones con Alemania para lograr
la paz.
Las primeras medidas del nuevo gobierno se resumían en la necesidad
de lograr la paz, que fue negociada y firmada finalmente en Brest-Litovs.
Rusia, según este documento, abandonaba la guerra y cedía parte de su
territorio, ya que consideraba prioritario salvar la revolución antes
que preservar la integridad territorial. Otras medidas del nuevo gobierno
fueron la firma de decretos sobre la tierra que pusieron fin a la gran
propiedad; las fábricas fueron controladas por los obreros; se nacionalizaron
los bancos, y se organizaron elecciones para elegir una asamblea constituyente.
Las elecciones que se celebraron
fueron un fracaso para los bolcheviques, por lo que éstos decidieron
anularlas y redactar el propio gobierno una constitución: La Constitución
de 1918. Por ella se establecía la separación del poder ejecutivo y
el legislativo, a través de los siguientes órganos: Congreso de los
Soviets, Comité Central o Soviet Supremo y Presidium o comisarios del
pueblo. Tras la aprobación de la Constitución se iniciaba una etapa
conocida como Comunismo de Guerra, puesto que se vivía una guerra civil
que no terminó hasta 1921, ya que los opositores contaron con el apoyo
de las tropas de los países occidentales. Fue en esta época cuando se
creó el Ejército Rojo organizado por Trotski. Un año más tarde, en diciembre
de 1922, se organiza una nueva forma de gobierno, la dictadura del proletariado,
y Rusia adopta el nombre de Unión de República Socialistas Soviéticas.
Sobre cualquier otra consideración, primero debemos decir que la revolución
de octubre verdaderamente cambió la historia. Fuente: www.agendadereflexion.com.ar
Díez días que
conmovieron al mundo
El
fin de la Unión Soviética
- El proceso de reformas iniciado en 1985 precipitó una dinámica que
terminó llevándose por delante la propia existencia del estado fundado
por Lenin. En medio de una profunda crisis económica, con una población
gracias a la Glasnost (transparencia) cada vez más consciente de la
realidad que había caracterizado la existencia de la URSS, el nacionalismo
vino a actuar como factor incontenible de disgregación del estado soviético.
El movimiento centrífugo
se inició en las repúblicas bálticas, que durante el otoño de 1989 dejaron
claro su intención de romper los lazos con un estado al que se habían
unido a consecuencias del Pacto Molotov-Von Ribbentrop en 1939 y no
por voluntad propia. Paralelamente el nacionalismo aparecía en las repúblicas
caucásicas, azuzado por el enfrentamiento entre armenios y azeríes en
Nagorno-Karabaj en 1988.
Cuando en febrero de 1990,
Gorbachov dio un paso adelante en su perestroika renunciando al monopolio
político del PCUS y convocando elecciones parcialmente pluralistas,
se encontró con que en Lituania, Letonia, Estonia y Moldavia ganaban
las fuerzas políticas independentistas. Lituania declaró inmediatamente
su independencia, sentando un precedente para las demás repúblicas.
El
final oficial de la Unión Soviética
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas nació oficialmente
el 30 de diciembre de 1922. La fecha exacta de su disolución
es algo menos precisa, aunque podría considerarse que ella
se produjo, de hecho, el 8 de diciembre de 1991, cuando
Rusia, Ucrania y Bielorrusia declararon en Minsk, capital
de esta última república, que la Unión Soviética había dejado
de existir "como sujeto de leyes internacionales y realidad
geopolítica", y acordaron formar una Comunidad de Estados
Independientes, contraviniendo con ello la expresa voluntad
del todavía Presidente de la Unión, Mijaíl Gorbachov, quien
persistió hasta el final en su idea de preservar la integridad
del Estado soviético. En el curso de las dos siguientes
semanas, otras ocho repúblicas se incorporaron a la nueva
Comunidad, y sólo Georgia permaneció al margen de ella. Gorbachov, no obstante, siguió ostentando el título de Presidente
de la Unión Soviética hasta el 26 de diciembre de 1991,
fecha en la que finalmente dimitió, en la última reunión
del Soviet Supremo, de un cargo que a esas alturas ya no
tenía más que un valor puramente nominal, porque de hecho
el Estado que él había gobernado durante casi siete años
ya no existía. Su acto de renuncia fue, pues, algo casi
superfluo, pero revestido, sin embargo, de una dosis de
patética ironía y, sobre todo, de un alto contenido simbólico.
Fue el último acto oficial celebrado en la Unión Soviética,
y también constituyó la ratificación legal de otro acontecimiento
de fuerte simbolismo acaecido el día inmediatamente anterior,
cuando fue arriada del Kremlin la bandera roja con la hoz
y el martillo que representaba a la Unión Soviética y en
su lugar fue izada la vieja bandera tricolor de la Rusia
imperial. La URSS existió desde el 30/12/22 al 26/12/1991.
La desintegración de la
URSS no vino, sin embargo, motivada por las reivindicaciones de los
pequeños pueblos bálticos. El movimiento que definitivamente derrumbó
la URSS vino precisamente de Rusia, la nación que había construido el
imperio zarista, geopolíticamente antecesor del estado soviético. En
mayo de 1990, Boris Yeltsin, quien había sido expulsado del PCUS en
1987, fue elegido presidente del Parlamento ruso. Desde esa posición
de poder, Yeltsin impulsó medidas que precipitaron el fin de la Unión
Soviética.
En julio de 1990, el XXVIII Congreso del PCUS constató la acelerada
decadencia del partido que había aglutinado al estado soviética durante
décadas. El propio ministro de asuntos exteriores Eduard Shevarnadze
dimitió en diciembre de 1990 en protesta por lo que el veía como un
inminente golpe de estado que devolvería al país a la época de Breznev.
Acorralado entre las fuerzas comunistas conservadoras que buscaban una
vuelta atrás en el proceso de reformas y las fuerzas reformistas y nacionalistas,
Gorbachov trató de negociar un nuevo Tratado de la Unión que reconstruyera
sobre nuevas bases de mayor libertad nacional la antigua URSS. Sin embargo,
los comunistas ortodoxos trataron de imponer una solución de fuerza,
el 19 de agosto de 1991, Gorbachov era secuestrado en su residencia
de veraneo en el Mar Negro y un grupo de comunistas de la línea dura
se ponían al frente de un golpe militar. La falta de unidad en el ejército,
las acciones de protestas callejeras en Moscú y el repudio internacional
hicieron fracasar el golpe. Fue el momento de Borís Yeltsin, quién se
puso al frente de la protesta contra el golpe en la capital del país.
El golpe militar frustrado fue como la señal de alarma que precipitó
la huida precipitada de todas las repúblicas de una Unión Soviética
que a nadie ya interesaba. Mientras el PCUS, el instrumento político
que había aglutinado a la URSS, era prohibido.
El 1 de diciembre de 1991, el 90.3 % de los ucranianos votaron por la
independencia. El 8 de ese mes, en una solución improvisada sobre la
marcha, los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, Borís Yeltsin,
Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkevich, se encontraron cerca de Brest-Litovsk
y acordaron la denominada Declaración de Belovezhskaya Pusha: las tres
repúblicas eslavas abandonaban la URSS y formaban una así llamada Confederación
de Estados Independientes. El 21 de diciembre, en un encuentro celebrado
Almá Atá, ocho de los doce repúblicas restantes de la URSS (Estonia,
Letonia, Lituania y Moldavia habían optado por la independencia pura
y simple) siguieron el ejemplo de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Impotente y abandonado por casi todos, Gorbachov dimitió como Presidente
de la URSS el día 25 de diciembre de 1991. La bandera roja soviética
era arriada en el Kremlin de Moscú. La bandera rusa la sustituía. Rusia
tomaba el relevo de la URSS en la escena internacional: las embajadas,
el puesto permanente en el Consejo de Seguridad, el control del armamento
nuclear soviético... Sin embargo, el mundo bipolar de la guerra fría
había tocado a su fin. Anunciado por el presidente Bush (padre) a principios
de 1991, nacía un "nuevo orden mundial".
El fin de la guerra fría
Las revoluciones de 1989
en la Europa oriental habían supuesto un acontecimiento histórico de
múltiple resonancia. Por un lado, constituyeron el derrumbe de los estados
socialistas construidos después de 1945, por otro, significaron la pérdida
de la zona de influencia que la URSS había construido tras su victoria
contra el nazismo: el Bloque Oriental, Europa del Este, el Pacto de
Varsovia o lisa y llanamente el "imperio" soviético.
La guerra fría, el enfrentamiento que había marcado las relaciones internacionales
desde el fin de la segunda guerra mundial, va a terminar de una forma
que nadie se hubiera atrevido a pronosticar unos años antes, por el
derrumbe y desintegración de uno de los contendientes. El fin de la
guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética son dos fenómenos
paralelos que cambiaron radicalmente el mundo.
Los historiadores no se
ponen de acuerdo en señalar el momento en el que la guerra fría concluyó.
Veamos los principales acontecimientos diplomáticos que jalonaron los
años 1989, 1990 y 1991:
Bandera
de la URSS arriada por última vez del Kremlin. El 25 de
Diciembre de 1991, media hora después del discurso de renuncia
de Gorbachov, la bandera de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas es arriada por última vez del Kremlin. Al día
siguiente, el Soviet Supremo firmaría su auto-disolución,
terminando así oficialmente con la existencia de la URSS
Para muchos, la Cumbre de
Malta entre el presidente norteamericano George Bush (padre) y Gorbachov
marcó el fin de la guerra fría. Ambos líderes se reunieron en el buque
Máximo Gorki fondeado en las costas de Malta el 2 y 3 de diciembre de
1989. Pocas semanas después de la caída del Muro de Berlín los dos mandatarios
se reunieron para comentar los vertiginosos cambios que estaba viviendo
Europa y proclamaron oficialmente el inicio de una "nueva era en las
relaciones internacionales" y el fin de las tensiones que habían definido
a la guerra fría. Bush afirmó su intención de ayudar a que la URSS se
integrara en la comunidad internacional y pidió a los hombres de negocios
norteamericanos que "ayudaran a Mijaíl Gorbachov". Este proclamó solemnemente
que "el mundo terminaba una época de guerra fría (...) e iniciaba un
período de paz prolongada".
Otros señalan que el fin del conflicto tuvo lugar el 21 de noviembre
de 1990, cuando los EE.UU., la URSS y otros treinta estados participantes
en la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa firmaron
la Carta de París, un documento que tenía como principal finalidad regular
las relaciones internacionales tras el fin de la guerra fría. La Carta
incluía un pacto de no agresión entre la OTAN y el Pacto de Varsovia.
El presidente Bush manifestó tras firmar el documento: "Hemos cerrado
un capítulo de la historia. La guerra fría ha terminado."
Sólo dos días antes se había
firmado Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa que suponía una
fuerte reducción de tropas y armamento no nuclear en el continente.
Tras entablar negociaciones en Viena en marzo de 1989, se llegó al acuerdo
de que ambas superpotencias debían reducir sus tropas en Europa a 195.000
hombres cada una. Se partía de la presencia de 600.000 soldados soviéticos
y 350.000 norteamericanos. El 16 de enero de 1991 la coalición internacional dirigida por EE.UU.
inició su ataque para desalojar a los invasores iraquíes de Kuwait.
El apoyo soviético a las sanciones de la ONU que finalmente llevarían
al desencadenamiento de la Guerra del Golfo fue acordado en la cumbre
de Helsinki, celebrada el 9 de septiembre anterior entre Bush y Gorbachov.
Este apoyo era un ejemplo palpable del fin del antagonismo y de la supremacía
norteamericana.
El 1 de julio de 1991, tras las revoluciones de 1989 y en pleno proceso
de descomposición del estados soviético, el "Tratado de amistad, cooperación
y asistencia mutua" firmado en Varsovia en 1955, el Pacto de Varsovia,
desapareció. La OTAN quedaba como la única gran alianza militar en el
mundo.
Finalmente, el 31 de julio de 1991, Bush y Gorbachov firmaban en Moscú
el Tratado START I de reducción de armas estratégicas. Este acuerdo
fue rápidamente superado al año siguiente, el 16 de junio de 1992, por
la firma de Bush y el nuevo líder ruso Yeltsin del Tratado START II.
Los dos antiguos contendientes acordaron importantes reducciones en
sus arsenales nucleares.
En un proceso enormemente rápido la URSS y los EE.UU. pusieron fin al
largo enfrentamiento que habían iniciado tras el fin de la segunda guerra
mundial El orden establecido en Yalta se derrumbó ante la mirada atónita
del mundo en unos pocos meses.
Kiva
Maidanik, un soviético guevarista crítico de Stalin
Por Néstor Kohan
Conocí a Kiva Maidanik en 2005, en la inauguración de la Escuela de
Formación Política Florestan Fernandes del Movimiento Sin Tierra (MST)
de Brasil. Fue una auténtica sorpresa. No sabía que iba a estar allí.
Me tocó compartir un viaje sin saber que era él… Nunca lo había visto
en persona. En un momento pensé: "¿Este viejo canoso no será…?"
Cuando comenzamos a conversar, le planteé inmediatamente mis discrepancias
y críticas. Hablamos de Mijaíl Gorvachov y del bluf que significó la
Perestroika. Kiva había apostado, infructuosamente, a desestalinizar
la Unión Soviética (URSS) de la mano de Gorvachov. Se había equivocado
notablemente.
Nuestro diálogo comenzó por ahí. No tuvo ningún problema en reconocer
sus errores. Pacientemente me fue explicando las razones de ese fracaso.
También me relató los argumentos por los cuales no se quiso sumar al
nuevo PC ruso. Terminante e indignado, afirmó: "Esos no son comunistas,
son nacionalistas".
A lo largo de los días que duró la Escuela las conversaciones con Kiva
continuaron. Cada una era más interesante y rica que la anterior. Lamento
profundamente no haberlo grabado. Kiva exponía sus relatos con lujo
de detalle y obsesión de artesano perfeccionista. De su rememoración
emergían y fluían fechas, nombres, lugares, datos muy precisos que la
memoria no alcanza a retener como una grabadora. Era cautivante y seductor.
Tenía un humor muy fino y cáustico.
Yo venía cargando con todos los prejuicios en la espalda. Había leído
desde hacía años sus libros, artículos y folletos, sabía que había pertenecido
al partido soviético. Lo imaginaba como un burócrata moderno y aggiornado.
Nada más lejos de la realidad. Incluso, por esos días, el compañero
cubano Carlos Tablada Pérez me había solicitado un prólogo para su excelente
y riguroso libro El pensamiento económico del Che. Al redactarlo incluí
algunos apuntes sobre los debates ocurridos en la década del ‘80 en
torno al Che. Allí criticaba a Kiva Maidanik. Afortunadamente el prólogo
no había salido todavía de la imprenta. Al regresar a mi país, luego
de conocer personalmente a este viejo revolucionario, decidí suprimir
las críticas a Kiva. Simplemente las borré. Había sido injusto y Kiva,
aun con sus limitaciones y falencias, no se las merecía.
Octubre (1927). Sergei M. Eisenstein,
Grigori Aleksandrov. Con motivo del décimo aniversario
de la Revolución de Octubre, esta es la tercera película
más importante de Sergei Eisenstein, una maravillosa
reconstrucción de los acontecimientos ocurridos desde
Febrero hasta Octubre de 1917. Una película en la que,
siguiendo la filosofía comunista, no había personajes
principales. La habilidad de Eisenstein y su experiencia
se ve en los rápidos movimientos y en el ritmo en el
montaje, así como en la construcción de intensas secuencias
que no fueron bien entendidas por las tempranas generaciones
rusas. El film se retrasó en su estreno hasta 1928 debido
a la presión de algunos grupos influyentes, y además
se cortaron algunas escenas. Muchos participantes de
la revolución tales como los Guardas Rojos, soldados
y marineros aparecen en el film, dando buena prueba
de la fidelidad que pretende reflejar.
En varias ocasiones a lo
largo de la Escuela del MST Kiva nos contaba anécdotas, debates, confrontaciones,
peleas y experiencias de lucha que no siempre han sido publicadas. Invariablemente
las historias de Kiva giraban en torno a las rebeliones e insurgencias
de América latina, su objeto de estudio, su gran pasión, el amor de
sus amores.
Ante interlocutores mucho
más jóvenes que él —donde convivían salvadoreños, cubanos, argentinos,
nicaragüenses y brasileños; algunos ex comandantes guerrilleros, otros
sacerdotes y la mayoría simples militantes de base—, Kiva nos atrapaba
explicando las distintas posiciones que habían disputado al interior
del equipo soviético. El papel nefasto de la burocracia. El lugar de
la KGB (a la que pertenecía, dicho sea de paso, el único biógrafo de
Guevara en idioma ruso) y cómo esta institución de inteligencia había
reclutado a algunos dirigentes de PPCC de América Latina (él daba nombres
y apellidos precisos); más preocupados en cumplir y hacer obedecer las
directivas oficiales del Estado soviético que en hacer la revolución
en América Latina.
Sus relatos e historias iban in crescendo y alcanzaban el clímax cuando
se refería al Che y a Fidel. Kiva era un partidario de la revolución
cubana y un guevarista convencido y genuino. Sus ojitos claros le brillaban
y su sonrisa generosa se le ensanchaba de repente cuando rememoraba
su encuentro personal con Guevara en los años ’60 y el modo en el cual
el Che increpaba a los soviéticos por no priorizar la conciencia comunista.
Cuando le regalamos un libro nuestro sobre el pensamiento del Che, él
nos entregó a cambio un libro suyo que lleva en la cubierta una foto
donde se lo veía más joven junto al guerrillero argentino-cubano. Le
explicamos que no entendíamos una palabra de ruso y se lo devolvimos.
Con una nueva sonrisa, él insistió diciendo: "Ya encontrarás a alguien
que te lo traduzca". A esta altura la URSS no existía más. No estaba
actuando o simulando. Su guevarismo no era fingido ni impostado, sino
genuino y sentido.
Pero él no se detenía en la admiración por el Che. A pesar de haber
pertenecido al Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas-PCUS (que durante los años ’60 y siguientes se opuso a los
destacamentos revolucionarios de América Latina en nombre de la "coexistencia
pacífica" y una ilusoria "paz mundial") Kiva también defendía a la nueva
izquierda revolucionaria latinoamericana, seguidora de las ideas de
Guevara. La conocía de primera mano en cada uno de sus dirigentes. El
viejo era una auténtica enciclopedia caminando.
Asimismo, en cada charla, nos daba información precisa de los funcionarios
soviéticos que se habían encargado oficialmente de América latina y
se habían opuesto con tenacidad a la lucha armada continental. En forma
taxativa nos dijo: "Esos tipos no entendían nada", para luego agregar:
"algunos de ellos ni siquiera sabían hablar el castellano. ¡No sabían
nada de nada! ¡Eran unos carajitos [sic]!".
Probablemente, quien mejor haya definido a Kiva es Joao Pedro Stedile,
dirigente del MST. Cuando en un momento Kiva no aparecía y le tocaba
hablar en la Escuela ante una numerosa audiencia militante, Joao Pedro
toma el micrófono y, con una ironía casi argentina, lo llama públicamente
del siguiente modo: "¿Dónde está Kiva Maidanik, el compañero soviético
que hace 50 años nos viene hablando mal de Stalin?". Seguramente esa
fue y será la mejor definición de su pensamiento teórico y su personalidad
política.
Lamentablemente, Kiva ya no está con nosotros. Acaba de fallecer. No
obstante sus errores o limitaciones, Maidanik se esforzó por representar
en su prolongada práctica militante el espíritu de continuidad internacionalista
de la revolución bolchevique de 1917, del legado revolucionario de Lenin
y sus compañeros, la herencia del heroico pueblo soviético que "invirtió"
20 (veinte) millones de muertos para derrotar a los nazis y que fue
aplastado, reprimido o traicionado por diversas camadas de burócratas,
oportunistas y mediocres funcionarios.
Querido compañero Kiva Maidanik ¡Hasta la victoria siempre!
Buenos Aires, 27 de diciembre de 2006. Fuente: La Haine
(С Днем Революции... даже
если не хотите) 07/11/2005
Hoy (por ayer) es siete de noviembre y por primera vez en casi noventa
años, esta fecha, no es feriado en Rusia. Por si alguno no lo sabe un
dia como hoy (por ayer) de mil novecientos diecisiete tuvo lugar la
Revolucion de Octubre (Октябрьская Революция). Segun el antiguo calendario
fue un veinticinco de octubre. Hoy (por ayer) no solo nos quedamos sin
fiesta, tampoco tuvimos una marcha. Y hay muchas cosas interesantes que rodean esta novedad. El "Dia de
la Gran Revolucion Socialista de Octubre" (День Великой Октябрьской
Социалистической Революции) ya desde hacia algunos noviembres no se
llamaba mas asi, habia pasado a llamarse "Dia del Acuerdo y de la Reconciliacion"
(День Согласия и Примирения). Acuerdo de quien y con quien seria una
buena pregunta para hacerse. Tambien habria que recordar que antes eran
dos los dias de fiesta para conmemorar el magno evento: el siete y el
ocho del corriente. Hacia bastante tiempo que querian sacar esta fecha del calendario oficial
(como tambien quieren sacar a Lenin (Ленин) y su mausoleo de la Plaza).
Pero que proponian a cambio? Que ofrecian en lugar del siete de noviembre?
Nadie se atreveria a sacarle un feriado a los trabajadores rusos y no
reemplazarselo por otro. Algun memorioso tomo la palabra y dijo: –Se podria celebrar el dia en que por primera vez el pueblo ruso espontaneamente,
de manera voluntaria, se junto uniendo fuerzas y se quito de encima
el yugo polaco. Es probable que incluso lo haya dicho como si fuera una idea nueva.
Mayoria a favor y nuevo feriado. Pero la verdad es que este dia se festejaba
desde mediados del siglo diecisiete (cuando la iglesia ortodoxa propuso
recordar esta fecha asociandola al icono de la Virgen de Kazan (Казанской
Божьей Матери) entregandole un dia del calendario oficial) hasta que
llego Lenin en el año diecisiete. Por increible que hoy pueda parecernos
los polacos estaban ocupando Rusia, comodamente sentados en Moscu. Habian
aprovechado los conflictos internos que tenia Rusia entonces (algunos
historiadores hablan de guerra civil) y tomaron el trono. En el año
mil seiscientos doce los pusieron en su lugar sacandolos de su no-lugar.
En estos acontecimietos se destacaron Minin y Pozharsky (Минин и Пожарский)
poniendose al frente de los hechos y coordinando las acciones.
Cuba. El período especial.
Discurso de Fidel
Sobre la fecha no pueden
llegar a un acuerdo: hay una version que dice que sucedio el cuatro
de noviembre (veintidos de octubre) esta fue la fecha que eligio el
gobierno para poner el nuevo feriado; segun otros, en verdad, la recuperacion
de Kitai-Gorod (Китай-Город) fue el primero de noviembre (diecinueve
de octubre); y tambien estan quienes aceptan que la toma, efectivamente,
comenzo aquel cuatro de noviembre, pero termino el siete de noviembre.
Con lo cual podria no cambiarse la fecha, alcanzaria con solo modificarle,
una vez mas, el nombre... fantastico. Finalmente, unos meses despues,
en febrero de mil seiscientos trece, subio al trono Mikhail Romanov
(Михаил Романов) inaugurando la que seria la ultima dinastia de Zares
(Цари) rusos, aunque los enfrentamientos internos siguieron unos años
mas. Otros, mas ironicos, dijeron que "si lo importante es armar una
fiesta, mejor recordamos el mil ochocientos doce contra la Francia de
Napoleon que suena mejor". Hay que darles un poco la razon: los polacos,
como tiranos, le quedan un poco chicos a Rusia. Esto es, a grandes rasgos, lo que se celebra ahora, el cuatro de noviembre,
bajo el nombre de "Dia de la Unificacion del Pueblo [ruso]" (День Народного
Единства). Desde este año para celebrar el feriado es necesario moverse
unos metros en la Plaza Roja. Hay que alejarse del mausoleo y acercarse
al monumento en honor de Minin y Pozharsky que esta ubicado delante
de la iglesia de San Basilio (Василия Блаженного).
Para conmemorarlo se hicieron grandes fiestas en todos los rincones
del pais, que tiene muchisimos. Algunas maneras de celebrarlo fueron
muy llamativas; pero las palmas se las llevo la ciudad de Nizhni Novgorod
(Нижний Новгород) donde no tuvieron mejor idea que inaugurar una estatua
en agradecimiento a Minin y Pozharsky (alegando que eran de ahi) exactamente
igual a la que esta en Moscu. Aunque, por las dudas, para no volar muy
alto, la hicieron diez centimetros mas baja. Putin se acerco a la Plaza
Roja y dejo flores delante del monumento a estos dos prohombres. Era costumbre tambien, que el feriado del siete de noviembre fuera acompañado
por la manifestacion que organizaba el Partido Comunista. Este nuevo-antiguo
feriado tambien tuvo su manifestacion y una bien acorde a este nombre
que le pusieron: fue una marcha nacionalista, por el centro de Moscu,
organizada por grupos de derecha fascistas y neonazis en contra de los
inmigrantes, de los ilegales por supuesto, no piensen mal. Para ir cerrando veamos como fue que se recordo a la Revolucion de Octubre
(que por mas que les pese fue uno de los acontecimientos mas importantes
de la historia): la marcha que cada año tenia lugar el siete de noviembre
empezaba en la estacion de subte Oktyabrskaya (Октябрьская), donde hay
un gran monumento a Lenin, y terminaba en la plaza que esta enfrente
del teatro Bolshoi (Большой), junto a la estatua de Karl Marx.
No los dejaban entrar a la Plaza Roja ultimamente ya, la cerraban. Este año les han sacado el feriado, pero les abrieron la Plaza. Hubieron
dos concentraciones en la Plaza Roja. El domingo seis el Partido Comunista
Ruso trato de que no se notara mucho la humillacion de no tener mas
feriado y verse obligados a marchar otro dia, con un acto en la Plaza
al que fue muy poca gente si lo comparamos con las marchas de años anteriores,
en las que participamos.
Y hoy (por ayer) lunes siete, sin feriado, con un escenario y decorado
incluidos. Ornamentados con escudos, simbolos y enormes fotos de aquella
epoca, se recordo el desfile militar del siete de noviembre de mil novecientos
cuarenta y uno. Cuando las tropas nazis estaban en las cercanias de
Moscu. De las personas que hace sesenta y cuatro años participaron de
ese desfile aun viven en Moscu ciento doce. Y de estas ciento doce solamente
cuarenta pudieron formar parte del desfile. Fuente: www.horademoscu.blogspot.com
La caída del muro de Berlin es a la vez línea y catástrofe imaginaria.
Habermas se plantea si hay que aprender a fuerza de catástrofes cuando
se enfrenta a la obligación de hacer un diagnóstico del siglo XX, convergente
con el de Hobsbawn en La Era de los extremos: El corto siglo XX, 1917-1991.
Si bien la caída del muro fue saludada como el inicio de una historia
sin bipolarizaciones y sin chantajes atómicos, diez años después asistimos
a algo parecido a una deconstrucción de lo tan difícilmente construido
por la razón solidaria y humanista a lo largo de más de un siglo: la
filosofía del desarme, la descolonización y la construcción del Estado
social. Como si mediante la ingeniería genética el ave fénix del capitalismo
se resignificara emergente de los cascotes del muro de Berlín, su antigua
lógica reaparece maquillada de modernidad, justificando con la coartada
de la globalización el desarrollo armamentista y el intervencionismo
militar, las relaciones de dependencia fatales entre globalizadores
y globalizados y la no función del Estado social, presentado como un
lastre para la extensión de la red de poder económico y mediático que
fijará un nuevo orden.
Una
inteligentísima derecha que niega la división entre izquierdas y derechas,
hegemoniza el discurso cultural mientras copa la parte sustancial de
la red mediática global y deja la iniciativa programadora en manos de
los centros de diseño económico, propiciando un economicismo determinista
ciego ante el coste social y ecológico del crecimiento. Si bien el mercado
aparece como el Gran Legitimador de lo bueno y lo malo y por lo tanto
de lo necesario, el discurso se uniforma y se centraliza mediante la
progresiva inculcación de pautas culturales regresivas en consonancia
con el totalitarismo del pensamiento único neoliberal. En ocasiones
se produce la aparente contradicción de que esa reforma neoliberal basada
en la libertad de iniciativa frente al gregarismo estatalista debe apoyarse
en un neoautoritarismo militarizado para cumplir sus objetivos de hegemonía,
como ocurrió en el Chile de Pinochet. Los neoliberales tienen en Monte
Peregrino su montaña sagrada, de la que descendió Hayeck en 1948 con
las tablas de la ley antimarxistas y antikeynesianas, pero la derecha
neoliberal autoritaria se ha apoderado del mensaje y lo ha convertido
en los mandamientos canónicos de su proyecto histórico. El control economicista
de la política ha dejado casi sin función a los políticos y tiende a
convertir los Parlamentos nacional-estatales en simples teatros donde
se desarrolla la dramaturgia de una democracia para profesionales.
Aunque al parecer el muro de Berlín sólo se desmoronó sobre el costillaje
comunista, diez años después se constata la impotencia de respuesta
por parte de otras izquierdas, la socialdemócrata la más importante.
Al final de la década de la catarsis y la autocomplacencia, las propuestas
de la Tercera Vía de Blair, Giddens y Shroeder son meros restos del
naufragio keynesiano disfrazados de radicalidad de verbo y de propósitos,
aunque el propio Giddens es consciente del riesgo y lo exorciza por
el simple procedimiento de enunciarlo: "(...) la imagen sola no es suficiente.
Debe haber algo sólido tras el montaje pues si no el público ve muy
pronto lo que hay detrás de la apariencia. Si todo lo que el Nuevo Laborismo
tuviera que ofrecer fuera astucia mediática, su permanencia en la escena
política sería corta y su contribución a la revitalización de la socialdemocracia,
limitada". La propia lógica interna de los aparatos de poder de la socialdemocracia
real fuerza a ocupar el espacio del social-liberalismo para disputar
la hegemonía al neoliberalismo puro y duro, pero en ningún momento de
esos análisis emerge la idea de la alternativa realmente modificadora:
se trata de paliar los efectos de los nuevos centros de poder factuales
que al pertenecer a la galaxia de lo cosmopolita han perdido incluso
el carácter inquietante que tuvieron las grandes potencias o la en otro
tiempo llamada oligarquía monopolista. Sólo se asume lo lingüísticamente
correcto.
Las izquierdas no reconocen enemigos, la Historia se ha quedado sin
culpables, salvo en el caso de genocidas psicópatas. Nadie espera nada
del futuro que no aporte la tecnología y la esperanza humanista emancipadora
e igualitaria se convierte en espera no de lo bueno o lo malo, sino
de lo inevitable. Es tan grave y tediosa la expectativa que será insoportable.
Ésa es la gran esperanza.
El neoliberalismo coloca a nuestra sociedad frente a una gran paradoja.
El neoliberalismo ha demostrado ser un rotundo fracaso en materia económica,
pero al mismo tiempo su triunfo ideológico ha sido algo fenomenal, pocas
veces visto en la historia de nuestras sociedades. Y creo que esta paradoja,
esta combinación tan extraña entre fracaso económico y triunfo ideológico
es lo que le da al fenómeno esta multiplicidad de características y
sobretodo la dificultad de desarrollar una estrategia efectiva de ataque
por parte de la de la izquierda.
¿Por qué fracaso económico?. El neoliberalismo no es una forma de desarrollo.
No hay un sólo ejemplo en el mundo que atestigüe que con la forma neoliberal
se puede pasar del subdesarrollo al desarrollo. Ningún país de los que
hoy se han desarrollado lo hicieron siguiendo el modelo neoliberal.
Uno podría decir: «Pero, ¿ y en América Latina?» Bueno tomemos en América
Latina los tres o cuatro casos más importantes. El primer ensayo es
el que se hizo en Chile del cual voy a hablar después; el segundo el
de Bolivia, que ha fracasado rotundamente; en tercer lugar el caso mexicano.
El presidente que fue el gran "modernizador" de ese México que entraba
al NAFTA y de la mano de todos los ideólogos neoliberales proponía una
reestructuración de la sociedad y la economía mexicana, hoy en día es
prófugo internacional de la justicia, acusado por corrupción, y lo que
es peor, presidió el derrumbe de la economía mexicana, un derrumbe calamitoso
cuyo efectos, el famoso «efecto tequila» reverberaron en América Latina.
No hay un sólo economista riguroso y competente que pueda afirmar hoy
que la economía mexicana, después de doce años de reestructuración neoliberal,
es una economía más sólida, más desarrollada, más competitiva, que produce
mayores bienes y que ha garantizado el bienestar colectivo de los mexicanos.
El experimento terminó en un fracaso rotundo. Recuerden que hace tres
o cuatro años atrás las tapas de las principales revistas de la llamada
«Comunidad Económica Internacional» frecuentemente mostraban el rostro
sonriente de Salinas de Gortari, del Secretario de Hacienda Pedro Azpe
como las grandes figuras del momento, los constructores del nuevo México.
Hoy a esas personas hay que buscarlas en las páginas de Interpol y no
por razones de corrupción sino porque el modelo se vino abajo, se derrumbó
el peso mexicano y la economía mexicana está en una situación muy, muy
mala. El caso argentino. Sabemos qué es lo que ha quedado de toda esta
ilusión vendida por Cavallo y compañía. Cavallo decía siempre a sus
críticos: «Estamos haciendo lo mismo que México», hasta que llegó el
efecto tequila y dijo: «Argentina no es México». Hasta cinco minutos
antes venía asegurando que él veraneaba con Pedro Azpe, chequeaban las
informaciones e iban monitoreando el avance de estas economías hacia
el desarrollo. El fracaso del experimento argentino es impresionante.
Quedó un sólo elemento en pie, que es la estabilidad económica y el
gran enigma es cuánto tiempo va a durar. Todo el resto, deuda externa,
déficit fiscal, situación del empleo, aumento de la pobreza, superconcentración
de riqueza, vulnerabilidad financiera, desindustrialización, desarticulación
regional. No hay un sólo indicador presentable. Cuando Cavallo se va
lo echan porque ya era absolutamente insostenible su situación. El gobierno
tardó tres días en conseguir un sucesor; no había quién tomara esa papa
hirviente que era la economía argentina siguiendo las recetas del neoliberalismo.
Tanto es así que el presidente argentino confesó que finalmente el ministro
actual es éste porque los otros no aceptaron. En un país tan exitista
como éste, donde la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana,
es bastante sintomático que el gobierno argentino haya demorado tres
días en encontrar tan brillante experimento económico. Quedaría el caso
chileno que es un caso sui generis. Yo les voy a decir simplemente tres
cosas sobre el caso de Chile. Chile es, de todos los países que adoptaron
el modelo neoliberal, el menos neoliberal de todos, de lejos. En Chile
la empresa del cobre, la corporación del cobre, que fue estatizada por
el gobierno de Salvador Allende, sigue estando en manos del estado chileno
a pesar de todo el argumento neoliberal que han desarrollado los economistas.
Aquella empresa fundamental, ha seguido en manos del estado. En la Argentina,
el equivalente hubiera sido que no se hubieran privatizado ni YPF ni
las Telefónicas. En Chile no se privatizó, por muchas razones: primero
porque los aportes que ingresan al tesoro chileno por las exportaciones
del cobre rondan en torno a los 1700 millones de dólares por año que
van directo a la caja fiscal. Es una suma mayor que los impuestos totales
a las ganancias que tributan todas las empresas en Chile. Ahí tenemos
un caso muy claro en donde el decálogo neoliberal del Banco Mundial,
según nos dice John Williamson, uno de los primeros mandamientos privatizadores
no se cumplió. Segundo elemento fundamental en el caso chileno: Chile
es el único país en toda América Latina en el cual el tamaño del estado
lejos de disminuir fue creciendo. El consenso de Washington dice que
hay que achicar el estado, bajar el gasto público, hacer menor la proporción
del gasto público sobre el total de la economía. Se cumplió al pie de
la letra en todos los países. Lo vemos en México, en Bolivia, en Argentina.
En Chile, no. Chile es el único país que hoy en día después de casi
veinte años de gobierno neoliberal tiene una proporción de estado mayor
que la que tenían antes en relación al conjunto de la economía. La Argentina,
para dar una cifra muy común, bajó de un gasto público en relación al
producto bruto en un orden del 33% al 26%, y sigue bajando. Brasil ha
seguido bajando, en México también. Para efectos comparativos, les digo
que los países europeos en su promedio, en un conjunto tienen una proporción
de gasto público que fluctúa en torno al 44%, y que los países que tienen
mayores servicios sociales, mayores prestaciones sociales como Suecia,
la proporción del gasto público sobre el PBI es del 55%. En el otro
extremo está el país más desamparado del mundo, desde el punto de vista
de la prestación social, que es Gabón, en África, donde el tamaño del
estado es equivalente al 3.5%. La Argentina y todo América Latina salvo
Chile han ido moviéndose desde estar cerca por debajo del promedio europeo
en dirección a Gabón. A eso ellos le dicen que estamos avanzando cerca
del primer mundo. En realidad estamos yendo en el camino contrario;
la única excepción es el caso chileno. Tercero: Chile es el único país
de América Latina en donde es ilegal entrar con una valija con un millón
de dólares una mañana, jugar a la Bolsa de Santiago de Chile al mediodía
e irse a la noche con las ganancias a Nueva York. ¿ Qué quiere decir
esto? Que tiene un mercado financiero relativamente regulado. No tanto
como en Europa pero mucho más que en Argentina, donde como muchos de
ustedes saben entrar con valijas llena de dólares, en la aduana de Ezeiza.
Es casi un pasatiempo de la clase gobernante y es legal. También se
puede en Brasil y en México. En EE.UU. cualquiera de ustedes que viaje
con más de 10 mil dólares tiene que declarar eso y allí comienza la
fiscalización. ¿ Cuál fue el resultado de todo esto ? Que debido a esa
regulación que hace que ese flujo de capital financiero tenga que permanecer
un año por lo menos en Chile y además que casi un tercio de ese flujo
financiero permanece durante el tiempo de la inversión en manos del
Banco Central, en Chile no hubo efecto tequila. Y no lo hubo no porque
Dios fuera chileno, que es una discusión que está más allá de mi entendimiento,
sino por una cuestión más simple. Porque tienen una legislación sensata
que impide la locura que hay en Argentina, Brasil, México, Venezuela,
etc. que es que so pretexto de la globalización el capital financiero
entre en circulación sin ninguna clase de control. Entonces se cae una
Bolsa mañana en Singapur y estos países caen uno tras otro siguiendo
el efecto dominó. El caso chileno es uno de los casos que difícilmente
pueda adjudicarse al mérito del neoliberalismo, porque tiene tres rasgos
fundamentales, yo diría que son los tres mandamientos más importantes
que han sido violados, más allá de que este gobierno, evidentemente,
está muy lejos de haber producido los bienes y la calidad de vida que
propagandiza. Ni hablemos del costo social. Pero se ve que, inclusive,
en el caso chileno, el problema que hay es que el neoliberalismo como
tal ha fracasado.
Si esto es así, ¿cuáles
son los ingredientes del triunfo? Como se decía antes yo creo que lo
más importante es el triunfo ideológico. El triunfo ideológico es lo
más importantes, y lo preocupante porque aún si el neoliberalismo fracasa
como proyecto económico, si la gente, si la sociedad, si las clases
populares, no tienen elementos para descifrar ese fracaso, y esos elementos
son provistos por un discurso ideológico, una propuesta ideológica,
un conjunto de categorías que permitan descifrar ese resultado, la gente
va a seguir pensando que el neoliberalismo funciona muy bien. Y yo creo
que el triunfo del neoliberalismo ideológicamente se verifica de manera
bastante clara en los siguientes aspectos. En primer lugar, en un proceso
de creciente mercantilización de derechos que han venido padeciendo
las sociedades latinoamericanas. Es decir, cuestiones que antes eran
consideradas derechos inalienables de nuestras sociedades, de los sectores
populares o de la población en general, por ejemplo, el derecho a la
educación. Hoy en día se ha creado un nuevo consenso, un nuevo sentido
común de que en realidad eso es un bien, no es un derecho. Yo quiero
llamar la atención de que este cambio de terminología de derecho a bien
no es un producto accidental, no es un accidente del lenguaje. Es toda
la prédica del Banco Mundial que en los últimos veinte años ha insistido
en que hay que renombrar algunas cosas en materia económica porque los
nombres convencionales son nombres que confunden a la gente y hace que
piensen que tienen un derecho a la educación. En realidad la educación
es un bien; quien lo quiera adquirir debe estar dispuesto a pagarlo,
y un Estado comprensivo estará dispuesto a decir: «Bueno, aquellos que
quieran una cantidad módica de este bien, totalmente insuficiente como
es la escuela primaria, el Estado se los puede regalar aunque en realidad
se los cobra en impuestos. Pero los que quieran más, secundaria, universidad,
postgrados, tiene que pagar porque son bienes. Como el que quiere cortarse
el pelo, en una peluquería le darán el servicio, el que quiere una ropa,
se la compra . Esto ha ido metiéndose en América Latina, haciéndose
carne en materia de educación, de salud, de vivienda, de recreación,
es decir ha habido un retroceso enorme y esta es la gran victoria del
neoliberalismo: haber transformado los derechos en bienes que son ahora
bienes que deben conseguirse en el mercado. En segundo lugar, la otra
gran victoria ideológica ha sido la satanización del Estado. El neoliberalismo
ha tenido un éxito rotundo en convencer a la gente de que el Estado
es algo malo, intrínsecamente perverso y que hay que destruirlo. Acá
en Argentina es un caso maravilloso. Esto surgió como producto de una
campaña perfectamente orquestada por los medios de comunicación de masas
con un discurso permanente, coherente, persistente, lanzado las 24 horas
del día, y que a la larga terminó de convencer a la gente de que el
Estado era el enemigo a destruir. Obviamente que para esto tenemos que
recordar que se contó con la inestimable colaboración de una serie de
gobiernos a cuál más corrupto, a cuál más despótico, e importantes sectores
de la burguesía que hicieron todo lo posible para que este Estado funcionara
mal, dándole entonces pábulo a la crítica en contra del Estado que se
hacía y, además hay que decirlo, a la inestimable colaboración de las
camarillas sindicales que en el seno del Estado o en un conjunto de
sindicatos vinculados a empresas estatales fueron copartícipes de este
proceso de destrucción del Estado que nos da entre otras espectacularidades
folklóricas el hecho de que cuando se producen las privatizaciones en
Argentina no son sólo los burgueses los que se acercan a la mesa a comprar,
también vemos a dirigentes sindicales capaces de poner 20, 30, 40, 50
millones de dólares para comprar alguna parte de las empresas privatizadas.
Lo cual habla de un infinito nivel de corrupción de esa camarilla sindical
que lamentablemente hemos padecido en este país.
Un veterano
condecorado de la segunda guerra mundial llora en un desfile
militar en conmemoración del triunfo sobre el fascismo de
la desaparecida Unión Soviética.
Tercer elemento, y yo creo
que el más importante. Se ha dicho que el neoliberalismo se anotó un
gran triunfo al convencer prácticamente a todo el mundo de que no hay
otras alternativas. El neoliberalismo obtuvo un éxito rotundo en el
momento que impuso a la sociedad la ideología de que no hay alternativas.
Margaret Thatcher lo planteó en su primera campaña: " No hay ninguna
otra alternativa: esto o el desastre; esto o el Apocalipsis". En este
sentido, las sociedades latinoamericanas, y el caso argentino es bien
interesante, han vivido permanentemente bajo la extorsión y el chantaje.
La extorsión y el chantaje del terrorismo de Estado en la época de la
dictadura y después la extorsión y el chantaje de la hiperinflación.
Y es muy interesante, hace dos años en Río de Janeiro, contaba Perry
Anderson que en una reunión de técnicos y expertos un economista del
Banco Mundial dijo: todavía en Brasil no vamos a tener suerte en un
programa de ajuste. Anderson le preguntó por qué. Y los técnicos respondieron:
porque todavía el pueblo brasileño no ha sentido en carne propia el
dolor lacerante de la hiperinflación. En Argentina se pudo hacer porque
después de 5.000% de inflación por año, la sociedad se entrega y acepta
los rigores de un programa neoliberal. Y en Brasil esto todavía no sucede.
Y fíjense que es interesante después ver qué pasó con el plan real,
la manera cómo el gobierno creó las condiciones para que cuatro meses
antes de las elecciones presidenciales Fernando Henrique Cardoso apareciera
como el salvador, el mesías que puso fin a la amenaza de la hiperinflación
en Brasil. Recordemos nosotros que en el momento en que se lanza la
campaña presidencial en Brasil, Lula tenía más del 40% de intención
de voto y Cardoso no llegaba al 15%. Después de esta «hazaña» de derrota
de la amenaza hiperinflacionaria aparece la amenaza de «si quieren detener
este peligro, la única receta que hay es la receta neoliberal. Yo creo
que este es el punto fundamental que hay que salir a discutir, porque
si se acepta el punto de vista del neoliberalismo, que a nivel de masas
está muy instalado, es evidente que no vamos a tener la capacidad de
pensar en algo distinto. En ese punto es fundamental decir: vamos a
ver cuál es el modelo de reemplazo, alguna propuesta para no tan sólo
hacer que el esclavo se rebele contra el amo, sino que el esclavo vea
que hay una cosa diferente a la esclavitud, que hay un sistema, una
forma de organización social que ser puede diferente y superadora a
todo aquello. De lo contrario nos va a ocurrir lo que se nota en amplios
sectores de la oposición política argentina donde ante la total aceptación
de este modelo neoliberal se atribuyen los problemas estructurales de
este modelo a la soberbia de los dirigentes; que ahora que la oposición
está más fortalecida hay que hacer que el presidente sea menos soberbio,
ignorando que aquí hay una lógica de desarrollo, que este modelo está
funcionando muy bien. El modelo, desde la óptica de los grandes empresarios,
funciona muy bien. Ahora hay una pequeña turbulencia política porque
la gente está presa de ese mal humor, pero que haya cada vez más pobres
es síntoma de que el modelo funciona muy bien, que cada vez hay mayor
concentración de la riqueza quiere decir que el modelo funciona, que
cada vez hay mayor fragmentación regional, es porque funciona muy bien,
somos cada vez más dependientes de la deuda externa, es porque funciona
muy bien. Porque ese es el circuito de acumulación de los grupos dominantes.
Entonces acá el tema es plantear la alternativa, porque sino vemos como
después de la huelga última muchos dirigentes exhortaban al gobierno
por un lado a dejar de ser soberbio, a moralizar el modelo. El modelo
no se puede moralizar, tiene que funcionar así, funciona con un alto
nivel de corrupción donde quiera que sea. Aquí, en la China, en Inglaterra.
Entonces hay que dar un combate muy fuerte para superar este desarme
ideológico de la izquierda. Ahí me permito hacer un juego de palabras,
una metáfora. Muchos autores hablan de que en la década del 30 cuando
el capitalismo estaba realmente asediado por una parte por la existencia
de la Unión Soviética y por otra por la crisis de los fascismos y la
gran recesión, algunos autores burgueses celebraron el advenimiento
de Keynes, el genial economista de Cambridge, diciendo : Keynes fue
el Marx de la burguesía. Probablemente nosotros estamos necesitando
ahora el Keynes del proletariado. Es decir, aquel que produzca un conjunto
de fórmulas concretas para ver cómo se sale de esta crisis. No tanto
que vaya a reescribir los tres tomos de El Capital, sino que diga: aquí
hay 20, 25 medidas que hay que hacer, son 1, 2, 3,....que fue lo que
hizo Keynes en la famosa Teoría General: aquí la salida de la crisis
es por el lado de la demanda, la demanda significa aumento de la intervención
estatal, esto significa que tenemos que inventar una política económica,
no es una empresa difícil. Sin embargo a mí lo que me alarma es ver
cómo algunos compañeros de la izquierda se piensan que nosotros estamos
poco menos que congénitamente incapacitados para pensar una salida al
neoliberalismo. Esto creo que obedece en primer lugar a la abrumadora
hegemonía ideológica del neoliberalismo. Como decía muy bien el compañero,
todos tenemos algo de liberales adentro, y es cierto, hay una hegemonía
tan abrumadora porque está en todos los medios, en la vida cotidiana,
que es muy difícil pensar. Además cuando se entra al terreno más concreto
por ejemplo de la ciencia económica, tenemos que vernos con dos supertanques
del pensamiento como son el Banco Mundial y el Fondo Monetario. Ustedes
piensen que el Banco Mundial tiene una legión de 7.000 economistas trabajando
en Washington y en todo el mundo, que están altamente preparados, con
grandes sueldos, con todas las facilidades, bancos de datos, bases bibliográficas,
computadoras, información de primera agua que nosotros no podemos tener,
y que están permanentemente segregando ideología, segregando fórmulas,
su misión es esa. Entonces, ¿que es lo que ocurre? Acá hay muchos economistas
que son críticos, y que en una charla privada son capaces de despedazar
al modelo neoliberal. Pero a la hora que yo le pido que vamos a desplegar
un comunicado en los diarios, una solicitada diciendo esto que hemos
conversado, no lo pueden hacer porque hay una dependencia estructural.
La profesión de los economistas hoy depende de la plata, del Banco Mundial
y de las grandes empresas; esto tiene que ver con la crisis de las ciencias
económicas, crisis aterradora no solamente en Argentina y en América
Latina que es un escándalo, una vergüenza, sino también en los países
europeos. Hay una crisis brutal, hay una pérdida de objetivos básicos.
Aquí llegó Garys Becker que fue hace poco premio Nobel de economía.
Lo trajeron por dos días a decir , que para combatir el problema del
desempleo había que flexibilizar por completo el mercado de trabajo,
acabar con el movimiento obrero, liquidar todas las viejas conquistas
sociales. Es decir, «si los trabajadores están dispuestos a trabajar
gratis o por lo menos por un dólar al mes se acaba todo el problema
del desempleo». Ese es el premio Nobel. Se imaginan ustedes lo que serán
los otros, que son los humildes peones. Lo que dice, en términos cotidianos,
es una cretinada indefendible. Ahora, ¿por qué lo hace? Porque hay un
sistema mundial de los economistas como profesión que hace que aquel
economista que decida sacar la cabeza y decir: «todo esto es un sin
sentido», ese tipo está desocupado por el resto de sus días. Entonces
vamos a ver cómo armamos estructuras que contengan a estos compañeros,
gente que tiene familia, que tiene hijos, padres que atender, que yo
sé que en este momento trabajan en el Ministerio de Economía de este
país, que me tiran datos por debajo de la mesa, pero también me dicen
«júrame que esto no lo vas a decir en público y si lo decís, no me citás».
¿Cómo resolvemos este tema? No le podemos decir a este compañero que
se inmole. Bueno, son muchos. Esto tiene que ver con un aspecto de esta
hegemonía de las ideas neoliberales que es el Banco Mundial, que es
el gran organismo subsidiador de investigaciones que hay en nuestros
países.
En segundo lugar, el papel de los medios de comunicación.
Tapas
de Clarín, agosto 1991.
En tercer lugar, el retraso
ideológico de la izquierda. Yo creo que ahí nosotros no podemos pensar
que todas las culpas son de que esta burguesía ha sido muy artera en
su estrategia de dominación. Lo decía muy bien Regalado, cuando llegamos
a dar con las respuestas nos cambiaron las preguntas. Tenemos que tener
la respuesta más rápida. No podemos demorarnos 40 años en darnos cuenta
que la planificación total de la economía no funcionaba. ¿Por qué? Porque
hubo economistas marxistas, que lo venían diciendo en la Unión Soviética
y fuera de ella. Que ahora descubramos eso, de que los mercados son
importantes, 45 años después que Oscar Lange lo denunciara por primera
vez en el debate en Polonia. Nos demoramos 50 en llegar a la respuesta.
Es de esperar de que ahora no nos demoremos otros 50 en dar una respuesta
porque evidentemente así nos condenamos a la obsolescencia. Y esto,
¿por qué es así? Yo creo que en general en la izquierda en América Latina,
todavía sobrevive la cultura de las consignas. Es muy interesante lo
que Palmiro Togliatti, que fue uno de los comunistas más lúcidos que
hubo en Europa, decía: «En la lucha contra el fascismo uno de los problemas
más graves que había es que los compañeros de nuestro partido son demasiados
afectos a las consignas y tienen poca pasión por estudiar el fenómeno,
lo novedoso realmente de la dictadura fascista». A mí me parece que
eso todavía sigue pasando. Sigue sobreviviendo una cultura muy fácil,
liquidamos con dos o tres grandes frases muy grandilocuentes lo que
es el neoliberalismo y olvidamos algunos pequeños hechos molestos que
aquí se plantearon. Por ejemplo, cómo explicar que el neoliberalismo
gana elecciones. Hay que explicar eso, no es tan sencillo. El neoliberalismo
acá no vino por un golpe militar. En Chile lo impuso Pinochet, acá se
ganó y Menem obtuvo 49,9% de los votos en una elección diciendo: «voy
a seguir el camino, voy a profundizar este camino» Y los datos revelan
que entre la población desocupada aquellos que votaron por Menem llegaron
al 57% . O sea que si hubieran votado sólo los desocupados en las elecciones
del 14 de mayo del 95, Menem ganaba con el 57%. ¿Qué vamos a responder?
Simplemente con una consigna fácil: «Falsa conciencia del lumpenaje?»
No, basta de esa pavada, porque si hay un 20% de lumpenaje, este capitalismo
ya es una cosa muy especial. Entonces tenemos que estudiar para ver
qué es lo que pasa. Me parece que este retraso es importante.
¿Por qué digo que el tema de los medios es fundamental?. Nosotros (cuando
digo nosotros digo izquierda en un sentido muy amplio) somos hijos de
la cultura gutemberguiana. Somos hijos de la cultura del libro. Marx
y toda la tradición marxista es la culminación de lo que podríamos llamar
el iluminismo, la ciencia, la razón. Eso es bueno, y no hay nada de
qué arrepentirse. Me diferencio tajantemente en esto de todos los sociólogos
postmodernos o postmarxistas que hacen una crítica de la razón. Eso
es una locura directamente. Creo que es muy importante recuperar esa
herencia. Es cierto, somos hijos de la razón porque la razón derrotó
al dogma y al oscurantismo medieval, de manera que no vamos a abandonar
esas banderas, por favor. Pero al ser hijos de la razón en una época
donde la razón circulaba a través de un libro, esto hace que nosotros
en este momento estemos recluidos en esa cultura. Y la cultura del libro,
la cultura de la palabra escrita es hoy un cultura de élite, ya no es
más una cultura de masas. Este es el tema que creo que en la izquierda
no estamos conectados. La cultura del libro fue la cultura de masas
hace 100 años atrás, cuando los dirigentes obreros en América Latina
y Europa se preocupaban por la prensa obrera, porque habían dado primero
la batalla por la alfabetización universal y después para que leyeran
los periódicos. Ustedes vieron los diarios obreros, socialistas y comunistas
de países como Francia, Italia, Alemania. Eran el vehículo fundamental
de la lucha ideológica. Hoy en día ya no es más porque la gente no lee
más, leemos unos pocos. Y esto más vale que nos lo grabemos en la cabeza.
Yo soy profesor y les digo: mis alumnos no leen. Tienen mucho más tiempo
de contacto frente a una pantalla de televisión o de computación que
frente a un libro. De manera que ahí hay un problema muy grave porque
toda esta cultura gutemberguiana del libro, el panfleto y del folleto
se tropieza con el hecho de que hoy en día si queremos transmitir ideas
tenemos que dominar los métodos audiovisuales, el lenguaje audiovisual
y sino no podemos comunicarnos o nos comunicaremos con una pequeña elite,
aquellos que todavía leen. ¿Qué obrero, qué trabajador, qué estudiante
de ciencias sociales hoy acomete la empresa de leer El Capital? ¿Cuántos?
Vamos a ser honestos. La Facultad Ciencias de Sociales tiene 8.000 estudiantes.
Probablemente habrá 100 que yo sé que han leído algo de El Capital,
y no creo que lo hayan hecho mucho más allá de los primeros capítulos
del tomo 1. El resto no, aun cuando sean compañeros que están totalmente
compenetrados con la causa de la izquierda, que quieren el comunismo,
que quieren el socialismo, que quieren superar el capitalismo. El problema
es cómo nos comunicamos. Y ahí aparecen los dos o tres problemitas.
En primer lugar esos medios son monopolios privados, en casi todos los
países. Hay en algunos casos en Europa de combinación de monopolios
privados con presencia estatal, pero en América Latina no hay nada que
pueda contrarrestar el peso fenomenal que tiene, por ejemplo la Red
Globo en Brasil que hizo los dos últimos presidente de ese país. Cuando
digo hizo, es que los proyectó en una campaña nacional que de otra manera
no se hubiera podido armar. O el peso fenomenal que tiene la Red Televisa
en México que repercute en toda América Latina. Acá este conglomerado
de dos o tres canales de televisión, el Canal 13 que tiene Clarín, las
radios más importantes como Radio Mitre, Telefé, Editorial Atlántica
y el emporio multimedio de América, son tres oligopolios que tienen
un control absoluto, porque acá no tenemos canal público de televisión.
Segundo obstáculo, aún cuando supongamos que nos dieran ese espacio,
en general, nuestra gente está programada para funcionar con otro medio,
y lo que quiero decir, para aquellos que están muy metidos en la cosa
de computación, acá no es un tema de cambiar el disquete. Nosotros estamos
todavía pensando de que se trata de hacer lo mismo, que cuando se escribe
se habla. Y no, es un lenguaje completamente diferente. Hay un tiempo
de transición en donde esta dirigencia de izquierda pueda adoptar lo
que son las formas propias de la comunicación audiovisual, porque la
cultura gutemberguiana es la cultura del relato, es la cultura del razonamiento
profundo, el ida y vuelta, yo puedo ir, volver para atrás. La cultura
más mediática es una cultura completamente diferente. No es una cultura
de profundidad, es la cultura de efectos; el golpe de efecto, la palabra
justa, el gesto, la mirada es lo que decide una intervención, no lo
que dice. Yo he hablado mucho de esto con gente que estudia científicamente
acá y en otros países. Cuando aparece alguien en la televisión, al día
siguiente, ¿qué es lo que la gente recuerda? La cara. Porque después
cuando le preguntan qué dijo responden: -No sé. -¿Y le gustó? -En ese
momento sí. -¿Pero por qué le gustó? -No sé. Son preguntas que revelan
un nivel primarísimo, rudimentario pero ese es el nivel de los medios
que hoy importa. Entonces, ¿de qué manera la izquierda puede instalarse
en esa cultura postgutemberguiana, o la cultura audiovisual y poder
adoptar un estilo de comunicación que siga las líneas irregulares de
flashes?. La comunicación televisiva es básicamente un flash. Hay que
tirar una palabra justa, apropiada y nada más porque no hay tiempo de
hacer un razonamiento. Allí hay un problema muy fuerte y yo creo que
las dificultades que tenemos para dar ese combate ideológico son durísimos
en ese terreno.
¿Tenemos esperanza? Yo creo que sí. Tenemos esperanza porque a pesar
de ese diagnóstico sobre el avance ideológico del neoliberalismo es
evidente que nosotros tenemos un elemento muy importante a nuestro favor
y es que objetivamente tenemos la razón. Es decir, los diagnósticos
nuestros son análisis verdaderos. A la larga esa verdad por gravitación
va a prevalecer; pero a la larga, como decía Keynes, podemos estar todos
muertos. Mientras tanto hay que ver de qué manera podemos avanzar. Yo
pienso que tenemos posibilidades, tenemos buenos argumentos, tenemos
buenas críticas, tenemos que empujar más en la dirección de poner en
discusión una serie de aspectos que han sido dogmatizados. Tenemos que
ver la manera de crear instituciones que permitan viabilizar estas propuestas
transformadores que tienen un costo muy grande, como por ejemplo para
los economistas que se atrevan a decir estas cosas. Y yo creo que si
ésto se hace en el momento en que la balanza de la correlación de fuerzas
se vaya inclinando hacia la izquierda, hacia la crítica al neoliberalismo,
que es algo que ya empieza a advertirse en algunos países europeos en
movimiento muy lento, ahí tenemos que tener la propuesta a mano porque
sino esa oportunidad se va a desperdiciar.
Atilio Borón es coordinador del centro de investigaciones EURAL (Europa-
América Latina). Fuente: www.nodo50.org/americalibre
Después de la catástrofe con los implosión de la URSS en 1989, la izquierda
afín al ex movimiento comunista internacional quedó anonadada y paralizada
por lo menos por una década. Cierto es que a todos nos conmovió hasta
los tuétanos sobre todo por lo imprevisto y porque a pesar de sus graves
defectos, de algún modo creíamos que aquel socialismo real era un enfermo
curable. La izquierda opositora, aquella que se inspira en el movimiento
engendrado por Trotsky y una seguidilla de variantes, cantó victoria
a lo Pirrio. Desaparecía el más grande escollo para la marcha hacia
un "socialismo científico" sin las "perversiones" stalinistas. Polonia
era el ejemplo para el trotskismo, China para el maoísmo. Los comunistas
argentinos, huérfanos de la guía exterior, no fueron capaces de mirar
hacia adentro, y viraron sorpresivamente hacia Cuba, olvidando que Fidel
había sido tachado de "demócrata pequeño burgués" y el Che de gran aventurero.
La Habana remplazó a Moscú y ahora las cartillas de catecismo de Marta
Hanecker reemplazaron a los manuales de la Academia de Ciencias. Por
ellas nos enteramos que "el stalinismo no es el leninismo".
Las causas de la implosión
de la URSS fueron adjudicadas a la omnipotencia del imperialismo y a
la traición de los dirigentes soviéticos. En el mejor de los casos a
las erróneas políticas económicas. Los economistas marxistas parecían
desconocer que la Unión Soviética fue , hasta la década del setenta,
después de Japón, la economía mayor crecimiento, a pesar que habían
soportado la guerra que destruyó 1700 ciudades y 70 000 aldeas, más
unos veinte millones de muertos soviéticos. Además se largaron a la
carrera espacial con notable éxito y despilfarro de fuerzas productivas.
Esa vilipendiada industria soviética era capaz de producir un fusil
AKA sin rival en su época, poner un robot en la luna, hacer aterrizar
los astronautas en un espacio acotado dentro de su territorio y al mismo
tiempo sus hojas de afeitar no servían ni para tusar caballos. Asimismo
emularon al capitalismo en la depredación del Medio Ambiente, no tanto
por necesidades económicas como por soberbia científica.
Lo
que quiero señalar es que ni la omnipotencia imperial, ni traiciones
internas ni falta de capacidad productiva fueron las causas principales
del derrumbe.
Por otro lado, liberado de la contención stalinista, tampoco el movimiento
obrero mundial se volcó la revolución como pensaban los trotskistas.
Para colmo de males los chinos, olvidando la sutileza atribuida a los
orientales, ni siquiera disimularon con glasnot ni perestroica, directamente
se asumieron como una competitiva potencia capitalista gobernada por
el partido comunista. Con la sentencia "no importa el color del gato
sino que cace ratones" modernizaron, industrializaron, se insertaron
en el mercado mundial a costa de las penurias de sus campesinos. Vietnam,
después de haber vencido tres imperios en una de las guerras de liberación
más notables de la historia, no pudo construir un estado económicamente
independiente y próspero como soñaba Ho Chi Mihn. Por el contrario,
a los veinte años de la caída de Saigón, sus políticas económicas no
se diferenciaron sustancialmente de las de nuestro ministro Cavallo.
¿Europa del este? Cumplió con ácido humor húngaro, su larga marcha hacia
el capitalismo.
En ese contexto mundial fueron pasando los años del señoreo del menemismo.
La izquierda diciendo lo mismo de siempre. El Che, muerto y no peligroso,
fue santificado en el bronce, una manera de rematarlo por las dudas,
y el experto norteamericano James Petras pasó a ser el custodio de la
moral revolucionaria de los latinoamericanos. El llamado "progresismo"
empezó a tomar cada vez mayor distancia del "eurocentrismo" para aproximase
al…"americanocentrismo". Los Estados Unidos pasaron a ser modelo pese
a todo. Desde luego, criticando su carácter imperialista, pero el sentimiento
fue algo así como decir: "Lo malo es que son imperialistas, porque fuera
de eso, es la sociedad democrática y de las oportunidades para todo
el mundo". Algunos lo comparaban con la Atenas del siglo IV, iluminadores
de cultura frente a la "decadencia" de la vieja Europa y la supuesta
pobreza material, espiritual e intelectual de nuestros países, sin ver
su rápida transformación en el Estado teocrático terrorista. El bíblico
peligro amarillo se transformó en peligro islámico. La sociología y
las "ciencias políticas" estadounidenses, con algunas pinceladas de
Habemas y retoques hegelianos, fue la fuente de inspiración de la manga
de "asesores" del FREPASO en donde la "gestión" reemplazó a la política,
con el agravante de ser una de las peores gestiones de que se tenga
memoria. Con una papa en la boca hablaban de "la era del conocimiento"
ocultando el tamaño de sus orejas con la vestimenta de moda. La imagen
tomó el lugar de las ideas, las que pasaron a ser monopolio de cuatro
o cinco profesores de filosofía, devenidos por arte de un periodismo
asombrosamente ignorante en "filósofos".
El turquito Menem había convencido a todos, amigos y opositores, de
sus ojos celestes y la marcha hacia el primer mundo.
Sin embargo, desde el lado profundo de los pueblos se buscaban no sólo
explicaciones a lo que había pasado sino nuevos caminos. Cuando Irak
ocupó Kuwait y los estadounidenses usaron el pretexto para atacar a
Sadam, un grupo de sobrevivientes de la izquierda de los setenta que
habíamos roto con formas orgánicas desarrollamos nuevas experiencias,
sostuvimos que correspondía oponerse a la guerra, por la guerra en sí
misma, exigiendo la paz, no sólo el no a la agresión norteamericana
sino también el retiro de Sadam de Kuwait. Desde luego éramos un grupo
muy pequeño y apenas si alguien nos escuchó, pero allí donde nos conocieron,
nos trataron poco menos que de traidores a los "intereses del proletariado
mundial", intereses representados en ese momento por Sadam, quien dicho
sea de paso, liquidaba kurdos y comunistas al mejor estilo de Chan Kai
Sek, aunque en lugar de usar las calderas de las locomotoras, empleaba
las armas químicas brindadas por los EE.UU. Gran parte de la izquierda
se guiaba por ese concepto campeón del maniqueísmo "el enemigo de mi
enemigo es mi amigo"
Agotada
esa experiencia que se completó en una revista que supo llamarse XX-XXI
y que no pasó de unos pocos números, empecé a trabajar con los jóvenes
que constituyeron el grupo llamado "El Mate" y que publicaban la revista
"De mano en mano". Desde esa práctica fuimos elaborando hipótesis y
revisando las teorías . Por otro lado con Miguel Benasayag, viejo militante
del PRT que reside en París trabajábamos en la misma dirección. En el
ínterin nacía el neozapatismo que obró como un excelente incentivo.
Poco después el grupo El Mate organizó las "Cátedras Che Guevara" las
que, en los casos que mantuvieron la autonomía de los partidos, fueron
laboratorios de pensamiento critico y creador. Esta nueva generación
evitaba fundir al Che en el bronce, lo revivía en una nueva práctica
social en la que surgía la modalidad de lucha popular que empezó llamándose
fogoneros, para generalizarse como el nombre de piqueteros.
Hicimos relecturas del marxismo clásico, revisamos sobre todo el pensamiento
latinoamericano, abrevamos también en corrientes más discutidas, tanto
la escuela e Francfort, como filósofos franceses difíciles de digerir,
tomamos algunas cosas y descartamos las más, seguimos los trabajos de
Negri, con quien tenemos una relación polémica. Compartimos o discutimos
con otros grupos que empezaban a proliferar, "La mesa de los sueños";
"Retruco", La corriente "Mariategui", la Cátedra libre de Derechos Humanos,
la revista "Acontecimiento", etc. Pero el incentivo principal estaba
dado por lo que ocurría en lo que hoy algunos llaman "la izquierda social",
ese movimiento que se abría paso a fuerza de cortes de ruta y la creación
de experiencias autónomas en todo el país.
Una de las primeras hipótesis fue el cuestinamiento a la teoría del
poder. Para las nuevas generaciones, ha sido quizás más fácil, pero
para quien esto escribe, que había participado en la construcción y
desarrollo de una de las organizaciones que más seriamente tuvo en el
país un planteo y una práctica de toma del poder, en el cual pusimos
el cuerpo y el alma, tal cuestionamiento no podía ser menos que desgarrante.
Y lo fue, debo admitirlo, treinta años de militancia en un mismo sentido
no se sacuden alegremente. Sostengo, por experiencia propia, que se
necesita más coraje para esto que para asaltar cuarteles y comisarías.
Empezamos a comprender el poder como algo más que la estructura coercitiva
del aparato del estado, entenderlo como una relación social, un entretejido
en el cual todos tenemos parte.
En segundo lugar cuestionar la teoría de la toma del poder como modo
de cambiar la sociedad. Si el poder es esencialmente una relación social,
algo más inasible que el aparato coercitivo del estado, en realidad
el poder no es "tomable", a lo sumo lo que se toma el aparato del estado.
Revisando la vieja expresión, se puede "tomar" el gobierno, no el poder.
En tercer lugar la critica al partido. El partido leninista (y todo
partido lleva su marca) fue el más formidable aparato para la toma del
poder, es decir para la captura del aparato del estado. Por lo tanto
si no nos proponemos tomar ese aparato, no necesitamos el partido. No
sólo no es necesario, sino que aquellas virtudes como máquina político-militar
para el asalto al poder, se transforman en una estructura castradora
de la creatividad colectiva que busca la emancipación por otras vías.
En cuarto lugar cuestionamos el papel del sujeto como algo predeterminado
por la historia, por su supuesta ubicación material en la sociedad.
El sujeto no nace, se hace, podríamos decir. ¿Que eso no es novedad?
¿Que siempre hubo corrientes criticas de un marxismo mecanicista, determinista?
Es verdad, sólo que intentamos recuperarlas en su totalidad incorporando
prácticas que habían sido desestimadas y descalificadas por "no proletarias".
En quinto lugar una reconsideracion de la subjetividad, rescatando conceptos
como la pasión y el deseo, que exceden en mucho la estrecha fórmula
"factor subjetivo" como expresión de la simple conciencia. El mito moderno
de la "conciencia", condición necesaria, pero absolutamente insuficiente,
pone en tela de juicio toda consideración pedagógica, todo sistema educativo
y además, es lo que explicaría la pasividad de la izquierda tradicional
en la década del sesenta y el setenta. ¿Puede pensarse que a esa izquierda
le faltaba conciencia?
En sexto lugar los cambios en las estructuras de las clases sociales,
la desindutrializacion que dispersa al obrero fabril y proletariza a
la gran masa de la sociedad. El fin de la "cultura chimenea". El concepto
de lucha de clases no desaparece, por el contrario sigue siendo un fuerte
asidero teórico como base material cualquier teoría de emancipación
, pero cambian radicalmente sus características.
En sexto lugar el papel de las vanguardias. Relativizada la idea de
la toma del poder, se diluye la necesidad de una vanguardia permanente,
se puede empezar a hablar de muchas y ninguna vanguardia y cada una
en situación.
En
séptimo lugar el concepto de situación, muy desarrollado por Miguel
Benasayag, que intenta salir de la trampa de la subordinación de la
parte al todo. Esto significa que cada lucha tiene su nudo en la rebelión
contra la injusticia en concreto, dentro de la situación y en independencia
de una supuesta "estrategia" o "destino final". Puede coincidir con
determinada "estrategia", pero su núcleo, está en la propia situación.
Significa también invertir la visión "progresista", que ubicaba al comunismo
al final del camino. El comunismo recobra su carácter libertario como
punto de partida y no de llegada.
En octavo lugar la cuestión del pensamiento y en ella una crítica a
la teoría del conocimiento de la modernidad adoptada por el marxismo
oficial. Diferenciación entre conocer y pensar, relatividad el papel
del cerebro en favor de todo el cuerpo y fijar los límites de la razón
"cerebral".
Por último, y sin agotar el asunto, el verdadero contenido de subversión,
radicalidad, libertad, que implica un universo muchísimo más amplio
que luchar sólo contra la plusvalía. Esto significa replantearse la
categoría "revolucionario" como una especie de identidad adquirida sólo
por un enunciado: "yo soy revolucionario", para ubicarla en el acto
de rebeldía y de real subversión. Dicho de otra manera, ubicarla en
el acto y no en la declamación. Consecuentemente, la rebeldía excede
en mucho a la clase obrera, se extiende a otros protagonistas sociales,
los cuales, en los hechos, han demostrado que la más de las veces han
estado por delante de la clase obrera industrial, sujeta a la disciplina
fabril y el sindicalismo o a la espera de que el partido señale cuál
es el momento de alzarse.
Estas y muchas otras cosas fuimos discutiendo, experimentando, confrontando
con las experiencias de los protagonistas, con nuestra propia práctica
social, intercambiando con otros grupos del país y de diversos países,
escribiendo en revistas de poca circulación, algunos libros, en fin
puede hablarse de una década fructífera dentro de la "década perdida"
del menemismo, perdida para los intelectuales clásicos que quedaron
sin Dios con las caídas.
En 1999 publiqué parte de estas conclusiones en un libro "La política
como subversión" No se trata de un trabajo completo ni mucho menos.
Apenas las primeras conclusiones e interrogantes de lo que he resumido
más arriba, con mucho de mi coleto anterior, es decir con cierto ajuste
de cuentas con un pasado más lejano.
Dos años después me topé con los borradores de lo que luego seria el
libro de John Holloway "Cómo cambiar al mundo sin tomar el poder" Leía
con asombro cómo este intelectual británico radicado en México, había
llegado a conclusiones similares a las nuestras y, por lo menos en mi
caso, por vías distintas y sin contacto entre nosotros. Confieso mi
ignorancia, no sabía que existiera John Holloway. En efecto, si bien
hay matices y algunas diferencias importantes, sobre tofo en la propuesta
política, podría decirse que el libro de Holloway brinda sólida conceptualidad
teórica a mis sonambulismos experimentales. En octubre de 2001 nos encontramos
en la presentación del libro "Contrapoder", organizada por el Colectivo
Situaciones y ambos constatamos la coincidencia. Quizás convenga mencionar
que "Contrapoder" es una polémica del Colectivo Situaciones y otros
amigos, entre ellos el propio Holloway, con Antonio Negri en la cual
yo participo. Recordar también que todavía no había llegado el libro
"Imperio", de Negri y Hard, que levantó tanta polvareda.
Los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 - en los que participé como
uno más entre mis vecinos - venían a confirmar parte de las hipótesis
conque trabajamos los últimos diez años. Sólo como tendencia, como indicación
que empezábamos a apuntar bien. Pero, lejos de quedarnos con la clásica
"comprobación práctica" vimos que los acontecimientos abrían nuevos
y más complejos interrogantes. Estamos en buen camino, pero muy retrasados
con respecto a la riqueza rupturista de los hechos.
Mientras tanto la izquierda clásica, la que desde 1946, por lo menos,
viene perdiendo el tren en nuestro país, la que había quedado anonadada
por la caída del muro de Berlín, la que se sintió "traicionada" por
los camaradas soviéticos, la que en innumerables viajes y estadías a
veces por años haciendo cursos en Moscú, no había tenido la menor sensibilidad
para ver lo que estaba pasando, creyó, cree, que ha llegado su hora.
Bienvenido que sea así, que esa valiosa fuerza militante se ponga de
una vez por todas a trabajar en serio por la emancipación. Pero, desgraciadamente,
sus "intelectuales orgánicos" en vez de revisar a fondo, constatando
con esta nueva realidad, las teorías acumuladas en miles de tomos marxistas,
parecen regresar a lo más oscuro de la era del dogmatismo, llámese este
stalinista, maoista o trotskista. El rasgo más saliente es la condena
a todo intento de pensamiento y otorgar el título de "intelectuales"
(como pensadores) a divulgadores del dogma a veces poniéndolos al lado
de los reales pensadores.
No se trata, desde luego, de establecer comparaciones de magnitud, sino
de diferenciar entre aquellos que intentan pensar de los divulgadores
(o peor aún "traductores") de un saber cristalizado, que ahora vienen
a descubrir y enseñarnos a nosotros, los guevaristas, que nacimos luchando
contra el stalinismo,… que el "stalinismo no es el leninismo". Pero
, más allá de irritarnos por la pedantería de esta divulgadora, lo grave
es que semejante aserto implica tomar al leninismo como algo puro, sagrado,
no pasible de crítica. De la misma forma actuaba Kausky en "defensa
del marxismo" contra el leninismo. El pensamiento que surge de experiencias
como las del zapatismo o los MTD de Solano, por sólo nombrar algunos,
es mucho más rico que toda la obra de Kausky, arquetipo del divulgador.
Por supuesto, esta izquierda no rescata a Kausky, sólo porque aquel
fue calificado por su discípulo, Lenin, como "renegado", pero parece
no advertir los cientos de Kauskys que se reproducen con un verbo revolucionario.
Como estos divulgadores autollamados "intelectuales orgánicos", aún
jactándose de ser muy "dialécticos", siempre han visto las cosas desde
afuera, en todo sentido, desde el centro hacia la periferia, desde el
todo hacia la parte, desde la estrategia hacia la táctica, desde lo
universal a lo particular, desde Washington hacia el mundo, desde Buenos
Aires al interior…desde el local del partido hacia la calle, desde Moscú,
ahora desde La Habana, desde Pekin y hasta desde Colombia, Venezuela
o Brasil, en fin, desde el cerebro hacia el cuerpo, cuando critican
nuestras búsquedas, nos atribuyen "padres" que forzosamente deben venir
de afuera. Ese afuera tiene que ser "el norte". Seríamos entonces, "los
seguidores de intelectuales "de moda" como Holloway o Negri".
Lo divertido es que tuvieron que llegar dos libros "de afuera", "del
norte" ("Cambiar al mundo sin tomar el poder" e "Imperio" ) para que
estos divulgadores se enteraran que existíamos. Sospecho que no conocen
ni uno de la más de la docena de libros de Miguel Benasayag, ni lo que
produce el colectivo Situaciones, Jorge Cerletti, el periodista Raúl
Zibechi y otros, ni que se está desarrollando un movimiento alternativo,
autónomo surgido de las entrañas del país profundo y sobre todo de las
nuevas generaciones. Si de "moda" quiere hablarse, precisamente fue
esa lista de divulgadores que sacaban número para pegarles los que pusieron
de moda a John y a Antonio.
No,
señores, no somos ni hijos ni discípulos de Holloway, Negri y Hard,
si bien es cierto que nos alienta su esfuerzo y sobre todo su coraje
intelectual. Pero afortunadamente la tierra es una esfera y, como los
caballeros de la tabla redonda, no existe cabecera de la mesa donde
se siente el rey. Y nos parece natural que vengan del norte, si de geografía
hablamos, porque ya en la escuela primaria habíamos aprendido que los
continentes están "corridos" hacia un polo que hemos llamado norte.
En ese hemisferio se encuentra Europa (donde está preso Negri) Estados
Unidos (donde radica Hard) y Japón, digamos los centros del poder capitalista.
Pero en el mismo hemisferio está México (país de adopción de Holloway)
Venezuela, Colombia, Las Guayanas, Surinam, Panamá, Costa Rica, República
Dominicana, Haití, Puerto Rico, Grenada, Jamaica, Nicaragua, Honduras,
El Salvador, Guatemala, Belice, Canadá, las islas del Caribe… ¡Ah! y
Cuba (¿No sabía Ud. que Cuba está en el hemisferio norte, pegada a EE.UU?)
Está también China, La India, Turquía, Palestina, Jordania, Israel,
Argelia, Tunicia, Libia, Egipto, Sudan, Arabia Saudita, Yemen, Nigeria,
Etiopía, Siria , Irán, Irak, El Chad, Mauritania, las Guineas, Marruecos,
Afganistán, Pakistán, Tailandia, Vietnam, Corea, Camboya, Laos, Birmania,
Nepal, Mongolia, Filipinas, Siberia, Somalia, Malasia, en fin, no he
nombrado a todos, por supuesto, pero suficiente como para invitar a
los lectores a echar un vistazo a un mapamundi para recordar que el
hemisferio norte contiene tres veces más territorio que el sur y es
inmensamente más poblado. Y más aún, en el hemisferio norte hay mucho
mayor pobreza y "subdesarrollo" que en el sur.
Norte versus Sur; Este versus Oeste; Occidente versus Oriente, Rosas
o Sarmiento, tratados como si fuera River o Boca; las grandes antinomias
conque nos entretuvo el siglo veinte, antinomias manipuladas por un
sistema social, económico cultural y político que ha dado llamarse capitalismo
y que habíamos asumido, pese a todo, como una forma superior de civilización
o por lo menos como un paso ineludible hacia una civilización superior.
El que esté libre de ese pecado que arroje la primera piedra. Rosas
o Sarmiento, distintas vías, pero capitalismo al fin. Pregúntele a los
pueblos originarios de la pampa que opinan del "Restaurador de la leyes"
o del "Gran Maestro". En América Latina los únicos que tienen derecho
a hablar al respecto son aquellos indígenas que resistieron primero
militarmente y después culturalmente, también los los hippies, algunos
locos y otros marginados. Dados los hechos, podríamos aceptar que el
capitalismo fue un paso ineludible por una razón de necesidad, por aquella
incapacidad de la cultura agraria medioeval europea de satisfacer las
demandas del crecimiento de la población; pero otra cosa es seguir pensando
que es una forma "superior" de civilización.
Hoy, iniciando el tercer milenio de la era cristiana no hay mayor barbarie
que la civilización capitalista. Todavía con variantes, desde la brutalidad
del Estado teocrático norteamericano, restos del estado de bienestar
en Europa o el pragmatismo de los chinos. Pero el rasgo del capitalismo
actual es que impone su hegemonía, su uniformidad, en todo el globo
terrestre. No existe isla desierta donde refugiarse para hacer aunque
más no sea una vida de bohemios. Cada metro cuadrado del globo terrestre
es un sitio de lucha anticapitalista que se lleva a cabo como si estuviéramos
dentro de una gigantesca cárcel en donde no hay nortes ni sures, sino
pabellones, celdas, patios, corredores, celadores, guardias y en donde,
a pesar de todo, en la resistencia vivimos espacios de libertad. Seguir
hablando en metáforas sacadas de la geografía, "norteños", "sureños",
"orientales", "occidentales" es oponer a la uniformidad capitalista
otra uniformidad, una serialización que la pretenciosa razón supone
más justa. No existe "otro mundo posible" porque el mundo como concepto
no existe, "El mundo", como totalidad, es una abstracción, es la cárcel
de lo único, una de las mayores trampas de la razón capitalista. Pensar
"otro mundo", otra serialización alternativa a este, es pensar en otra
cárcel porque sería seguir pensando en términos de único. Existen muchos
mundos en este lugar del universo llamado La Tierra. El mundo capitalista
sólo puede ser superado por muchos mundos.
Del mismo modo. a esa bien lograda expresión "pensamiento único" para
definir el carácter actual del capitalismo, no se le puede oponer otro
"pensamiento único" alternativo, un supuesto pensamiento único "de izquierda",
sino un pensamiento diverso como diversos son los pueblos, diversas
son las lenguas y diversa es la vida misma. Fuente: www.herramienta.com.ar
La película alemana Good Bye Lenin carece de una dimensión. Lo sé porque
viví allá, en la RDA hasta poco antes de la caída del Muro. Ese Muro
estaba derribado antes de erigirse. La inmensa tragedia que constituyó
el tránsito al capitalismo en la Europa del Este no puede medirse por
el par de años que transcurrieron desde la vulgar y decadente perestroika
hasta que vimos derribarse festinadamente las estatuas de Lenin. No
se le puede decir adiós a Lenin, pues nunca se le dio la bienvenida.
Tan sólo importaron una imagen, marginándolo, convirtiéndolo en un sumiso
payaso de la burocracia estalinista.
Al Lenin que le trataron de decir adiós en aquella película, no era
para nada representativo del iniciador del socialismo en el mundo. Aquellas
estatuas estaban vacías de contenido... sospecho que también de forma.
Eso sí. No lo entenderemos mientras permanezcan ocultos en muchos sitios
la vida y el pensamiento de León Trotsky. Puede ser irónico mas la única
manera que podemos traer a Lenin de vuelta es entendiendo por cuáles
razones fue desterrado su mejor contemporáneo. No sabremos entender
lo que pasó si no comprendemos el oscuro mecanismo por el cual la casta
burocrática soviética se adueñó del socialismo, traicionó la internacional,
y desmontó el espíritu revolucionario del mundo.
Por supuesto nos queda una alternativa: Descubrirlo todo desde el principio,
cosa que nos llevará el tiempo que es cada vez más escaso, además estaríamos
rechazando información de primera mano. Es como si naufragara un barco,
y el maquinista enviara notas expresas de cómo y porqué naufragó, y
entonces con dosis elevadas de irresponsabilidad pretendiéramos zarpar,
por los mismos mares y con las mismas intenciones sin investigar las
causas de la catástrofe, enterrando como avestruces el mensaje embotellado
en la arena.
Comparto con Hugo Chávez su discurso de urgencia donde, más o menos
parafraseando a Federico Engels, expresa nuestra disyuntiva, la cual
se balancea entre el socialismo y las cucarachas. Sí, las cucarachas,
pues la barbarie sería una variante casi idílica de pensar en los días
actuales, luego de calcular groseramente el numero de veces que podríamos
exterminar la vida en la Tierra.
El siglo XX no ha terminado de hablar. La vicisitudes por las que pasó
la práctica revolucionaria está en gran medida engavetada. Y si alguien
puede hablarnos del siglo XX es precisamente León Trotsky.
Ernest Mandel lo dijo mucho mejor: "De todos los más importantes socialistas
del siglo XX Trotsky fue el que más claramente reconoció las tendencias
fundamentales del desarrollo y las contradicciones principales de la
época, y también fue Trotsky quien formuló más claramente una adecuada
estrategia emancipadora para el movimiento obrero internacional." 1
Sí, necesitamos a Lenin, mas hoy no vendrá a nosotros sin que escuchemos
lo que Trotsky debe decirnos. Ellos defendieron lo mismo, tan sólo Trotsky
lo sobrevivió y supo interpretar en su propia vida y con su propia muerte
los poderes del exterminio del socialismo. Reto en este instante a cualquier
pensador que de manera sincera pretenda interpretar la historia que
no tenga que recurrir, incluso para rebatirlas, a las experiencias trotskistas.
Los que las obvian, los que las pasan por alto no son verdaderos leninistas.
Dicen que sin Lenin no hay Carlos Marx útil, yo diría que sin Trotsky
no hay Lenin. Todos los pensadores marxistas, sobre todo todos los marxistas
verdaderamente revolucionarios son imprescindibles para entender a Carlos
Marx, el cual no tenía la bola de cristal. Tan sólo le puso dirección
a las ideas revolucionarias, a la filosofía y, por primera vez en la
historia, los hombres haríamos concientemente el túnel hacia nuestra
felicidad... globalizada.
Usemos el siguiente
símil. El socialismo se supone ser un túnel, una vereda por donde podamos
transitar. Es ese mundo que tenemos que ganar, perdiendo sólo nuestras
cadenas. Pues bien: La Revolución de Octubre fue el primer intento por
cavar este túnel, que nos apuntó Carlos Marx. Pero el estalinismo nos
lo dinamitó por dentro. Durante su construcción fueron colocadas las
dinamitas para su destrucción. Trotsky fue entonces el ingeniero que
dijo donde estaban los explosivos. No hubo manera de escucharlo, y ya
sabemos el fin. Tierra arrasada.
Ahora se habla muy poéticamente que el túnel que construiremos será
el socialismo del siglo XXI. Sea del XXI o del XXXI, el túnel puede
ser dinamitado por exactamente las mismas insuficiencias y seguiremos
llenos de lágrimas esperando el socialismo del venidero siglo... Eso
sí , esta vez convertidos ya en cucarachas.
La posibilidad del tránsito al socialismo es un descubrimiento científico.
No es un poema, ni una manera de hablar. La única forma que tenemos
de acceder a él es a través de la lucha de clases. Así de sencillo.
El socialismo del siglo XXI es tan sólo porque estamos en el siglo XXI.
Es casi una obviedad decirlo. El descubrimiento del origen de la explotación
capitalista es una verdad científica del mismo valor y de la misma objetividad
que el movimiento de traslación de la Tierra en torno al Sol. No necesitamos
a Einstein para que nos explique a través de la Ley de la Relatividad
General y las geodésicas, la causa por la que pasamos del verano al
otoño. Newton es más que suficiente. Los resultados son idénticos y
las matemáticas infinitamente más sencillas. No necesitamos entender
los huecos negros, o las teorías de Hawking para colocar un satélite
en órbita. Puede ser que las comunicaciones, la informática etc., hayan
complicado un tanto la realidad del capitalismo moderno, pero la esencia,
(el pollo del arroz con pollo) sigue siendo la misma que hace siglos
atrás. No hacen falta los "economistas cuánticos" o la "matemática tensorial"
para explicarnos el origen de la explotación y la depauperación del
sistema capitalista en la actualidad
El llamado socialismo del siglo XXI es equivalente a decir que debemos
construir un avión del siglo XXI. Pero ese avión deberá vencer la gravedad,
como hizo el del siglo XX. En el siglo XXI, tal cual desde hace unos
cuantos miles de millones de años, la constante G de Gravitación Universal
sigue siendo la misma que calculó Newton (G = 6,7 x 10-11 m3 / Kg .
s2 ). Coincido que debemos fabricar aviones más cómodos, rápidos y seguros,
pues las exigencias del siglo XXI difieren de las del siglo XX, pero
la razón última de una pieza que deba vencer la gravedad es la misma.
Haciendo un parangón pudiéramos decir que nuestro avión que trató de
vencer la gravedad en 1917 tomó altura y se estrelló contra la superficie
terrestre. Mas nos vale buscar las causas antes de tanto discurso futurista,
pues por mucho siglo XXI que haya, G sigue invariante. Del siglo XIX
al XXI las razones primigenias de la explotación capitalistas son las
mismas: La expropiación del trabajo. Entonces sólo hay una manera de
transitar "del reino de la necesidad al reino de la libertad". Basta
ya de caracolear, que cada instante de tiempo está en nuestra contra.
El avión se nos cayó y creemos ahora que por tener computadoras, celulares
o INTERNET, éste podrá desafiar la gravedad sin tener en cuenta G ¡No
señor! La gravedad seguirá siendo la misma hasta que colapse el planeta.
Más nos vale apurarnos, dejarnos de retórica y asumir de una buena vez
que el enemigo sigue siendo el mismo. Tal vez más vulgar, guerrerista
y peligroso, pero el mismo. Apurémonos, eso sí, en saber quiénes somos
nosotros.
Y entonces ¿por qué León Trotsky? No es obstinación por una figura histórica
como muchos me acusan. Es tan sólo porque este hombre tiene muchas pistas
de la caja negra de aquel avión que quiso hacer despegar la historia.
Hoy hace 65 años que León Trotsky fue asesinado de la manera más grotesca.
65 años después nos salpica todavía aquella sangre. Debió bastar aquel
asesinato para extinguir el derecho del Kremlin a pretender alguna vez
monopolizar y acuñar el pensamiento socialista, pero lo siguió haciendo
y a estas alturas está convertido en estatua de sal. Con la medalla
de la Estrella Roja de Ramón Mercader se acuñaba, entre vítores secretos
y cobardes, la defunción del socialismo verdadero. Ese asesinato constituyó
uno de los actos de terrorismo de estado más perversos en la historia,
pues el glorioso Octubre del 1917 se suicidó aquel 20 de agosto.
Mercader después de cumplir la condena en México estuvo en Cuba. No
me entero todavía con quién se reunió, ni por dónde caminó, ni siquiera
si pudo mirar de frente las palmas de Martí, ni las cenizas de Mella.
Murió en Cuba, por más que me cueste aceptarlo, el hombre que tuvo en
sus manos, sin él imaginarlo, la misión de tratar de desaparecer la
izquierda de las ideas del socialismo... estuvo en los 60, en esos años
luminosos del Che Guevara... Me parece que es absolutamente imposible.
Por supuesto, el camino de la supervivencia ideológica de la revolución
cubana no tiene nada que ver con Mercader, la GPU y el estalinismo.
Todo lo contrario, lo que hace sobrevivir a mi revolución ha sido precisamente
el espíritu de León Trotsky, aunque paradójicamente no lo sepamos, porque
ha estado oculto en los pliegues de la memoria histórica.
La verdad es testaruda y se abre paso como el agua lenta , pero constante
e indetenible... Hay un canal misterioso en la revolución cubana que
nace con el Partido Revolucionario Cubano, se funde con Mella, después
con lo más radical del movimiento 26 de Julio, culminando de manera
sublime en el Che Guevara. El canal del compromiso irrestricto de clase
y del internacionalismo. Allí, silencioso, desconocido y difamado anda
León Trotsky con pícara sonrisa. ¿Por qué durante muchos años le han
prohibido a Trotsky relacionarse con la revolución cubana? Nunca lo
he podido saber, porque si alguna revolución ha sido radical e interminable
ha sido la nuestra, si alguien apeló por las revoluciones radicales
e interminables fue sin dudas León Trotsky. Tal vez Martí no se equivocó
cuando dijo que en política lo real es lo que no se ve.
De Julio Antonio Mella tendremos que hablar mucho, mucho más en otro
momento y analizar con más profundidad su labor en México. Entre otros
contamos con los trabajos excelentes de Olivia Gall 2 y Alejandro Gálvez
Cancino 3 donde de manera absolutamente clara y precisa y con una carga
documental excelente analizan la labor comunista de Mella en ese período.
Al margen de que Mella citara a Trotsky una vez que regresara de la
URSS y pudiera conocer los objetivos de la Oposición de Izquierda a
través de Andrés Nin, (asesinado, para variar, por la GPU en la guerra
civil española), o que le escribiera a un camarada en el libro La plataforma
de la Oposición: "Para Alberto Martínez con el objeto de rearmar el
comunismo. Julio Antonio Mella" 2. su trotskismo declarado no es lo
que más debe importarnos. Mucho más trascendentes fueron sus posiciones
radicales en México. De hecho y por su consecuencia política "los trotskistas
consideran a Mella como el iniciador de la corriente que más tarde conformó
la Oposición de Izquierda en el partido Comunista Mexicano 3 a decir
de la historiadora Olivia Gall.
¡Y fue Julio Antonio Mella quien nos introdujo en el camino del socialismo
en Cuba! Quien tendió ese puente hermoso entre Martí y el bolchevismo,
quien fundió nuestro mejor pasado reciente, con el reciente futuro del
mundo. Y a pesar de lo que se pueda decir, por más que algunos quieran
enjaularlo en una patética bandera patriotera y le asignen un discurso
escaso, es este Mella valiente, vigoroso, polémico ¡Y nunca otro! el
primer comunista cubano.
El estalinismo que contagiamos después y que de alguna manera tuvo relevancia
por unos años en la revolución socialista es eso no más... un virus
contagioso, a pesar del cual y no sin batallas logró sobrevivir el ideal
del socialismo, porque éstas estaban en la esencia misma del proceso
revolucionario. Los partidos estalinistas no contribuyeron ideológicamente
a nuestro proceso, ni cuando echaron a Mella del partido, ni cuando
pactaron con Machado, ni en muchas otras ocasiones ¡Gracias a Dios!
Por ahí andan algunos camaradas trotskistas con mucho que contarnos,
fieles a la revolución socialista.... y agradecidos por haber sido ayudados
y escuchados por otro marxista consecuente que engalana junto a Mella
el logotipo de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba: El Che.
Y es precisamente al Che al que quiero invitar, con todo y su estrella
en la frente a dar esta bienvenida a León Trotsky en el 65 aniversario
de su asesinato. El Che Guevara, símbolo del comunismo más radical,
también llegó a instrumentar un trotskismo que no conocía. Y es tan
sólo porque las verdades teóricas de Trotsky tienen la misma constancia
que el valor de G, la constante de Gravitación Universal. El Che llegó
a muchas de las tesis del pensamiento de Trotsky por su propia cuenta,
sin saberlo nunca... sin que se lo dejaran saber.
Les expondré un par de ejemplos con los cuales empecé a descubrir una
comunión secreta entre ambos: El Che Guevara fue de todos los revolucionarios
que ha existido el que mejor entendió los principios de la revolución
permanente...
A tal punto que murió por tratar de defender sus principios. Pero no
tan sólo por morir llevando a la práctica estas tesis, sino también
por arribar intelectualmente a sus esencias: Por ser el 65 Aniversario
del asesinato de León Trotsky me permito repetir los tres aspectos de
la revolución permanente.
Primer aspecto "La teoría de la Revolución Permanente resucitada en
1905, declaró la guerra a estas ideas demostrando que los objetivos
democráticos de las naciones burguesas atrasadas, conducían en nuestra
época, a la dictadura del proletariado, y que ésta ponía a la orden
del día las reivindicaciones socialistas" 4.
El Che fue terminante en eso. Déjenme decirlo en voz de Néstor Kohan:
"Él (el Che) en ningún momento acepta que en América latina (y en el
mundo diría yo) las tareas consistan en construir una "revolución nacional",
"democrática", "progresista", o un capitalismo con rostro humano, que
deje para el día de mañana el socialismo. Plantea de una manera tajante,
muy polémica, que si no se plantea a la revolución socialista, eso es
caricatura de revolución, que a la larga termina en fracaso o en tragedia,
como pasó tantas veces" 5.
Son dos planteamientos idénticos. Los países subdesarrollados no tienen
por qué razón esperar que un inglés o alemán decidan organizarse para
hacer la revolución. Es más, el propio Trotsky mencionó en el Manifiesto
de la Conferencia de Emergencia de la Cuarta Internacional, de mayo
de 1940 "…la perspectiva de la revolución permanente no significa en
ningún caso que los países atrasados deban esperar la señal de los países
avanzados, ni que los pueblos coloniales deban esperar pacientemente
a que el proletariado de los centros metropolitanos los libere. ¡Ayúdate
a ti mismo!
El segundo aspecto de la teoría, caracteriza ya a la revolución socialista
como tal. A lo largo de un período de duración indefinida y de una lucha
interna constante van transformándose todas las relaciones sociales.
La sociedad sufre un proceso de metamorfosis (...) Este proceso conserva
forzosamente un carácter político (...). Las revoluciones de la economía,
de la técnica, de la ciencia, la familia, (...) se desenvuelven en una
compleja acción recíproca que no permite a la sociedad alcanzar el equilibrio
4.
Tapa
Clarín
Y dijo el Che en El Socialismo
y el hombre en Cuba: "En este período de la construcción del socialismo
podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía
acabada, no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al
desarrollo de formas económicas nuevas" 6. Según el Che "el único descanso
de los revolucionarios es la tumba".
El tercer aspecto: es el internacional. Dijo Trotsky: "Este aspecto
de la teoría de la revolución permanente es consecuencia inevitable
del estado actual de la economía y de la estructura social de la humanidad,
únicamente un reflejo teórico. El internacionalismo no es un principio
abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter
mundial de la economía (...) La revolución socialista comienza dentro
de las fronteras nacionales; pero no puede contenerse en ellas. La contención
de la revolución proletaria dentro de un régimen nacional no puede ser
más que un régimen transitorio, aunque sea prolongado, como lo demuestra
la experiencia de la Unión Soviética. Sin embargo, con la existencia
de una dictadura del proletariado, las contradicciones interiores y
exteriores crecen paralelamente a sus éxitos. De continuar aislado el
Estado proletario caería tarde o temprano, víctima de dichas contradicciones
(...)" 4
Dijo el Che refiriéndose a los revolucionarios: "Si su afán de revolucionario
se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala
local y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que
dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra,
aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo,
que gana terreno. El internacionalismo es un deber, pero también es
una necesidad revolucionaria" 6.
No voy a detenerme demasiado.
Si alguien luchó por hacer cada vez más socialista la revolución cubana
fue el Che. El Che se lanzó a la construcción del socialismo en una
tierra atrasada y profundizó día a día su carácter socialista... y lo
abandonó todo en nombre de la revolución mundial. No conozco otro que
haya hecho lo mismo. No creo que haya habido mayor fidelidad a las tesis
de la revolución permanente. Si las condiciones en Bolivia eran o no
eran propicias... es tema para otro análisis y no el de la revolución
permanente. Podemos criticarle que fue un revolucionario demasiado permanente
o demasiado consecuente.
Y otro aspecto que con las debidas diferencias de circunstancias acercan
el pensamiento de Trotsky al del Che es, sin dudas, la decidida opción
por la economía planificada. Es cierto que Trotsky optó al principio
por la NEP en el joven estado soviético, dada las terribles condiciones
económicas del llamado Comunismo de Guerra. Pero después, casi desde
el comienzo, Trotsky criticó este estado de cosas. Sostuvo como nos
dice Isaac Deutscher "que con la transición a la NEP, la necesidad de
planificar se había hecho más urgente (...) Precisamente porque el país
volvía a vivir bajo una economía de mercado debía tratar de controlar
el mercado y prepararse para ejercer su control. Volvió a platear la
demanda del Plan único, sin el cual era imposible racionalizar la producción,
concentrar los recursos en la industria pesada y establecer el equilibrio
entre los diversos sectores de la economía" 7
Las posiciones del Che a
favor del plan y su proverbial animadversión a la NEP son harto conocidas.
De hecho el Che insistía que Lenin de haber tenido tiempo la hubiera
reconsiderado. Y no sólo al plan: El Che se pronunció en sus últimos
años sobre la democracia socialista. Escribió Michael Löwy en Rebelión:
"Sabemos que en los últimos dos años de su vida Ernesto Guevara avanzó
mucho en su toma de distancia hacia el paradigma soviético (...) Entre
estos documentos se encuentra una crítica radical al Manual de Economía
Política de la Academia de Ciencias de la URSS, redactado en 1966 (...)
Una de ellas es muy interesante, porque demuestra que en sus últimas
reflexiones políticas Guevara se acercaba a la idea de la democracia
socialista". 8
Ahí está el Che, sin haber estudiado suficientemente a León Trotsky,
acuñando las tesis trotskistas más consecuentes. Quizás nunca lo supo,
pero no importa. Eso indica solamente que esas tesis son verdad y a
su vez le otorga, paradójicamente, mucha más fuerza y vigor al pensamiento
de Trotsky. En 1965 el Che le escribe a Armando Hart estando en Tanzania
acerca de sus convicciones para el estudio de la filosofía marxista.
En el apartado VII le dice "y debería estar tu amigo Trotsky, que existió
y escribió según parece". 9
Podrán imaginarse entonces lo poco que conocía sobre el fundador del
Ejército Rojo. Sin embargo pudiera parecer que en su último año pudo
acercarse bastante a su literatura. Juan León Ferrer, un compañero trotskista
que trabajaba en el Ministerio de Industrias me lo ha comentado. El
Che recibía además el periódico de su organización y fue el Che quien
lo sacó de la cárcel después de su regreso de África. El compañero Roberto
Acosta, ya fallecido, tuvo gran camaradería con Guevara. Según Juan
León Ferrer durante las zafras azucareras debatían estos temas. Este
camarada sostiene que el Che se había leído La Revolución Permanente
y es sabido que a Bolivia marchó con La Historia de la Revolución Rusa.
en su mochila de combate. Y así podríamos poner muchos más ejemplos
donde de alguna manera estos dos revolucionarios ejemplares encendían
la luz por la misma ruta.
Los dos dirigieron a un ejército y a un naciente estado socialista de
manera brillante y exitosa, asumiendo a Carlos Marx desde el estribo
del caballo; los dos fueron ideólogos revolucionarios que tomaron el
poder e intentaron profundizar sus procesos revolucionarios manteniéndose
fieles a Lenin y Fidel respectivamente, reclinados, eso sí, a la izquierda
de ambos. Por representar el ideal más acabado del internacionalismo
y la consecuencia revolucionaria, fueron los dos brutalmente asesinados.
Ernesto
Guevara me hizo trotskista. Cuando tuve acceso a Trotsky, muy tarde
para mi gusto, me di cuenta que muchas de esas cosas... ya me las había
dicho desde niña el Che. Al leer sus primeras páginas confirmé aquello
que tantas veces sentí en sus textos: que la revolución no tiene nada
que ver la idiosincrasia nacional. Y que, por esto, en el socialismo
no tenían espacio los pronombres "nuestro " o vuestro", que la teoría
revolucionaria , al igual que las leyes de la física tenía el mismo
idioma universal. Que tal como señalara Armando Hart en otra época:
"Nuestra lucha no es solamente por Cuba, sino por todos los trabajadores
y explotados del mundo. Nuestras fronteras son morales. Nuestros límites
son de clase" 10
Lo que más reconozco en Trotsky es eso... la manera de hablar, la pasión
que me despiertan todavía sus discursos. Fue lo mismo que me conquistó
del Che Guevara. Por eso milito en su ejército y en el del Che sin traicionar
a ninguno. Ambos esgrimen con la misma verdad de luz la palabra, el
fusil y el corazón.
Camaradas: Alcancemos de una vez nuestra mayoría de edad. Son demasiadas
las injusticias de la explotación; demasiada grande la evidencia de
la única solución; y son ya demasiados nuestros muertos. León Trotsky
nos vuelve a convocar a la lucha ¡Démosle la bienvenida sin trámite
alguno! Su anfitrión es el Che Guevara y los pueblos de América Latina
que claman por el socialismo. Trotsky ganó de forma dramática la partida
teórica. Armemos nuestros movimientos revolucionarios sin dilación con
confianza. Trotsky y el Che están en nuestro partido. Sacudamos de una
buena vez el árbol desenmascarando a los nuevos reformistas que no dejan
avanzar a la revolución bolivariana que está llamada a ser la punta
de lanza, el primer peldaño de una revolución continental sin precedentes.
Recordemos una vez más que el Sol, las estrellas... y la gravedad terrestre
son nuestros aliados.
¡Proletarios de todos los países uníos!
Notas
1.Ernest Mandel Trotsky as alternative. Verso, 1995 2.Alejandro Gálvez Cancino. Julio Antonio Mella. Un marxista revolucionario.
Crítica de la Economía Política, 1986 3.Olivia Gall. Trotsky en México. Colección Problemas de México, 1991
4.León Trotsky. La revolución permanente. Fundación Federico Engels.
5.Ernesto Guevara . El socialismo y el hombre en Cuba. Marcha, Montevideo,
1965. 6.Néstor Kohan. Ernesto Che Guevara. Otro mundo es posible. Editorial
Nuestramérica, 2003. 7.Isac Deutscher. El profeta desarmado. Ediciones ERA,1968.
8.Michael Löwy. Ni calco ni copia: Che Guevara en búsqueda de un nuevo
socialismo. Rebelión, 5 de Agosto de 2002 9.Ernesto Guevara. Carta dirigida a Armando Hart en 1965. Contracorriente,
1997. Ver ref.5, pág159. 10.Armando Hart Saludo del CC del PCC al XXIII Congreso del PCUS. Política
internacional de la Revolución cubana, editora política, 1966. Fuente: El Militante
El derrumbe del régimen soviético no implica el fin de la Historia ni
de las ideologías
Nota del 19 del 09 de 1991
IVANA COSTA
La desaparición de la Unión Soviética como tal establece el límite histórico
del siglo XX. Desde una perspectiva filosófica, estos últimos acontecimientos
definen al siglo; y los pensadores argentinos coinciden en que el derrumbe
al que todos asistimos (por primera vez un sistema cae frente a las
pantallas de la TV) no justifica hablar de Fin de las Ideologías, ni,
menos aún, de la Historia. Pero no es la primera vez que la caída de
un régimen, se interpreta como el Fin de la Historia. No hay gran novedad
en la polémica sentencia de Francis Fukuyama, el funcionario que se
ocupaba de sovietología dentro del Departamento de Estado norteamericano
hasta que, hace dos años, anunció que aquel momento había llegado. Sólo
que esta vez la profesía no advierte sobre un final apocalíptico, sino
que se canta como himno de gloria a la economía de mercado que ha vencido
al comunismo soviético, al parecer su último adversario.
El artículo de Fukuyama ¿El fin de la Historia?, Más eficaz como slogan
que como tesis filosófica, vendió hasta ahora más que cualquier revista
pornográfica, según los principales editores europeos. Allí el autor
dice basarse en la noción hegeliano-marxista de Historia: no como una
sucesión de hechos, sino estadios del pensamiento. A raíz, de lo ocurrido
en la Unión Soviética, Fukuyama insistió: "No hay más Historia en el
sentido hegeliano, como una evolución ulterior posible de la conciencia
del hombre acerca de lo que desea como formas de gobierno".
En cambio para Horacio González, profesor de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), estos mismos hechos
"forman parte de la vida, no de la muerte de la Historia". " A los hombres
de esta época os queda una gran enseñanza de lo que ocurre en la URSS
–aclara": lo cercano que está el pasado de nosotros. Todos teníamos
un vínculo posible con la Revolución Rusa que estos acontecimientos
revivieron, aún en quienes creían saldada esa relación". "Para esta generación de intelectuales argentinos lo asombroso es la
persistencia de ciertos nudos irresueltos de aquella construcción filosófico-política,
y esto revela que esos subsuelos históricos estaban presentes. Se sabe
que la de Fukuyama -prosigue González- es una lectura muy mala, muy
superficial de la noción hegeliana de Historia, la plantea como grandes
unidades acuerdistas continentalistas (imperialistas o no), de mercados
comunes; algo de lo que también hablaba un político argentino de cuyo
nombre no me acuerdo. En fin, unidades muy pobres, de carácter sectorial.
Pero la Historia es estado de ebullición, es siempre lugares inesperados;
y esto que ocurre hoy demuestra la terquedad de la historia.
"El fin de la Historia y el fin de las ideologías como su consecuencia
no creo que sea algo que pueda afirmarse hoy -opina Oscar Oszlak, presidente
de la sociedad Argentina de Análisis Político y docente de Ciencias
Políticas y Ciencias Económicas de la UBA", en todo caso dependerá de
la capacidad de adaptación del capitalismo a las contradicciones que
se le presenten a partir de ahora, que serán inéditas.
Por su parte, Isidoro Gilbert, periodista autor de La ilusión del progreso
apolítico, militante comunista y especialista en temas soviéticos, sostiene
que "todo esto no puede llevarnos a la agorería de decir que estamos
ante el fin del socialismo o de las ideologías. Es un dislate. En realidad,
más que nunca, cuando parece que estamos ante el mono-poder de los Estados
Unidos, se vuelve necesaria la reflexión sobre una ideología socialista
capaz de resolver los problemas que el capitalismo no podrá solucionar
nunca, esencialmente, el de la injusticia en el mundo".
El fin de la Geografía
Julio
Sevares, economista, sovietólogo, docente e investigador del Centro
de Estudios Avanzados de la UBA, analiza que "la Historia no es sólo
un sistema político determinado. Puede pensarse en un momento en el
que en todo el mundo haya un mismo sistema parlamentarista liberal burgués,
aun en China. Vietnam y el mundo árabe. ¿Y? Decir que por eso se acabó
la Historia o que ahora empieza el período de aburrimiento me parece
un disparate gigantesco Seguirá habiendo subideologías; las ideas nacionales
o religiosas empezarán a funcionar como movilizadoras sociales", afirma
Sevares. "Las 'ideologías' tal como se conocen, empezaron en el siglo
XVIII; y, aunque regidas por otros modelos, antes de eso las sociedades
funcionaron; el hombre nacía, moría, amaba, odiaba, pensaba y se mataba
mutuamente (que es lo que ha hecho con más fervor desde que está sobre
la tierra). -- "El fin de la Historia no existe -enfatiza Tomás Abraham, docente en
la UBA y director del Colegio Argentino de Filosofía -, lo que sí puede
existir es el fin del mundo. Entonces podrá haber fin de la Geografía,
pero jamás fin de la Historia El mundo moderno no tolera la miseria
-agrega Abraham -: la crea, la produce, la goza (según muchos), pero
no va a poder dormir, no va a tener el sueño tranquilo, mientras haya
en la esquina un pibe muriéndose de hambre. Es parte de nosotros y no
se puede parar. Como decía Immanuel Kant: la revolución es un virtualidad
permanente'. Podrá fracasar mil veces; llamarse socialismo acá y democracia
allá, pero es algo que no va a poder detenerse nunca."
Para Tomás Abraham, el socialismo "es una corriente cultural, no sólo
política, que está en plena vigencia, que siempre actuó modificando
el capitalismo y que está presente también ahora. El mundo dividido
en dos –agrega - había sumido al socialismo en un stress, y ahora llegó
el momento del relax para el pensamiento socialista: la hora de repensarse,
un momento de crisis y rejuvenecimiento---. ¿Hay una manera de explicar
lo que sucede en la Unión Soviética que no involucre al fracaso del
socialismo? "Los ideales socialistas de justicia, libertad y democracia
no murieron, pero sí fracasó esa izquierda que vende tristeza y pobreza,
que mantiene su mentalidad puritana y sus fetiches: respecto del confort,
de la religión como opio de los pueblos y de la solidaridad como artículo
de una constitución" sintetiza Abraham.
El "fracaso" del socialismo
Desde las ciencias políticas. Oscar Oszlak- llama la atención sobre
la idea de 'nación': "En crisis en todo el mundo, no solo en la URSS,
que además, no es un estado nacional estrictamente ya que con los procesos
de glasnost y perestroika, emergieron otras nacionalidades que estaban
latentes. En la URSS -dice Oszlak- hay una pérdida de los cuatro atributos
que definen a un estado nacional al mismo tiempo y con una asombrosa
aceleración de los tiempos históricos: ellos son: el reconocimiento
externo de una soberanía política, el ejercicio de la coerción física,
un aparato burocrático, y una producción simbólica: lengua, tradición
y todo aquello que ayude a fortalecer los lazos de pertenencia de una
sociedad; sobre este último punto se afirma la legitimidad de un sistema.
Y ésta fue desplazada ahora por la ideología capitalista, que parece
dirigirse como más eficiente para resolver los problemas de una sociedad". "Yo no me animaría a ser tan categórico dicendo que fracaso el socialismo;
sí fracasó un sistema económico incapaz de producir progreso individual.
En ese sentido, el modelo chino se muestra como más exitoso -concluye
Oszlak-, ya sea porque puede sostener sus lazos de pertenencia en una
cultura milenaria y una identidad nacional mucho más nítida, ya sea
porque inició un proceso de apertura desde la economía (y no desde la
política) más gradual, que hace que hoy 100 millones de chinos trabajen
en los 20 millones de microempresas privadas existentes, que se haya
triplicado su ingreso per cápita y que tenga un crecimiento del l5%
anual.
La debacle parece previsible si se analiza a la sociedad soviética como
producto de grandes errores: "Haciendo una humorada - afirma Sevares
- uno puede decir que la URSS es una serie de malos entendidos, que
comenzó con la idea de desarrollar el socialismo marxista en un país
atrasado cuando había sido concebido para un país industrializado; llegó
a la Revolución esperando otra en Alemania que le sirviera de apoyo
que nunca llegó y ahora inicia una revolución capitalista a la espera
de soluciones mágicas que tampoco se van a producir". Fuente: Revista La Maga
El intento de transición al socialismo en la URSS ha suscitado los más diversos
debates durante décadas, haciéndose más definitorio el antagonismo ideológico
que el tema entraña, tras el colapso soviético. Aún cuando el corolario
final fue el desdeño de una preciosa oportunidad para socavar las bases
del dominio burgués; repensar, comprender y asumir (sobre todo asumir) las
características del proceso soviético en su conjunto brindan elementos sustanciales
para las alternativas anticapitalistas que demanda el siglo XXI.
En esta dirección desarrollamos nuestro trabajo, partiendo, dado su peso
esencial en la comprensión de la historia de la URSS tanto dentro como fuera
de sus fronteras, de las problemáticas siguientes: ¿quiénes detentaron el
poder en la Unión Soviética?, ¿qué mentalidad portaban?, ¿en qué momento
se puede hablar de ruptura con el proyecto bolchevique?. En estas páginas
intentamos algunos apuntes sobre estas interrogantes.
"La clase imprevista" [1]
Stalin fue el rostro visible y representante de la burocracia que gradualmente
rompió vínculos con la esencia bolchevique y que deshizo los endebles mecanismos
de participación política de las masas.
Sería entonces oportuno preguntar ¿de qué fuentes se nutrió la burocracia
soviética?. A los principales cargos administrativos ascendieron figuras
de relieve secundario dentro de la revolución debido, entre otros factores,
a que muchos viejos combatientes de la vanguardia perecieron durante la
contienda civil, o se separaron de las masas al ocupar cargos de menor relevancia,
acomodándose a las nuevas condiciones de poder. Al mismo tiempo, el poder
soviético estuvo forzado a utilizar individuos del anterior aparato gubernamental,
incorporando personal técnico y especializado, así como a las masas campesinas
que fueron proletarizadas. De este modo se desclasó al partido de Lenin,
cuyo requisito de ingreso de nuevos militantes debía ser el resultado de
un largo y riguroso proceso de comprobación, excepto para los trabajadores
que hubieran laborado en la industria por más de diez años[2].
La burocracia soviética se formó a partir de un proceso complejo, fuera
de los modos históricamente conocidos. Luego se hizo del poder, dominó el
conocimiento y su divulgación, controló los medios de producción de ideas,
garantizando por décadas su reproducción. El proceso de burocratización
tuvo sus orígenes desde el inicio mismo de la Revolución, pero su consagración
como sector dominante en la sociedad tuvo lugar en la década del 30.
Lenin
explicó el surgimiento de la burocracia como una excrescencia parasitaria
y capitalista en el organismo del Estado obrero, nacida del aislamiento
de la Revolución en un país campesino, atrasado y analfabeto[3]. Sobre este
nuevo grupo de dirigentes, tenía sus propias ideas, sus sentimientos y sus
intereses, Trotski destacó que "estos hombres no hubieran sido capaces de
hacer la revolución, pero han sido los mejores adaptados para explotarla"[4].
La materia prima para la actividad "ideológica" de quienes detentaron el
poder en la URSS fueron las grandes masas de analfabetos que, ciertamente,
se liberaron de la oscuridad, y del mismo modo resultaron fácilmente manejados
en nombre de algo mejor, sumiéndose en la ignorancia secundaria de que era
ese precisamente el fin último a alcanzar como sociedad. Salvo en los sectores
más avanzados políticamente, dicho sea de paso la minoría, las ideas del
socialismo no habían calado en la población que habría de ser educada y
preparada en el debate revolucionario.
Esta clase imprevista que se privilegió del poder estatal era, en teoría,
la representante de los intereses de las masas, mientras que en la práctica,
administró la propiedad pública beneficiándose de ella. Es cierto que los
miembros de la burocracia no poseían capital privado; pero sin ningún control
por el resto de los sectores sociales, dirigieron la economía -extendiendo
o restringiendo tal o cual rama de la producción- fijaron los precios, articularon
el reparto, controlaron el excedente. De este modo mantuvieron el partido,
el ejército, la policía y la propaganda que los sustentaba.
Con el transcurso de los años, sobre todo a fines de los setenta, se acuñó
en el campo socialista el término "ellos y nosotros" que reflejaba las diferencias
que se fueron revelando y que tenía raíces bien profundas, tempranamente
señaladas por muchos revolucionarios, que manifestaban la estratificación
de la sociedad, o más concretamente, su preservación.
El análisis respecto al tema de la burocracia tiene una de sus aristas más
polémicas en sus vínculos o autonomía respecto a otras clases. Para algunos
autores, esta no podía convertirse en elemento central de un sistema estable,
pues solo es capaz de traducir los intereses de otra clase. En el caso soviético
se balanceaba, según este criterio, entre los intereses del proletariado
y de los propietarios.
Por otro lado, algunos autores afirman que la burocracia no expresaba intereses
ajenos, ni oscilaba entre dos polos, sino que se manifestaba como grupo
social consciente según sus propios intereses.
Los hechos revelaron que la clase burocrática monopolizó completamente el
poder y la propiedad. Ella se impuso en la lucha por el poder después de
haber abatido a todos sus opositores. Pero manifestó sus difusos intereses
en el solapado discurso de ser representante del proletariado.
Durante décadas, la clase dominante no se atrevió a restaurar la propiedad
privada de los medios de producción, hasta que en 1991, de manera develada,
comenzó a tejer lazos con la burguesía rusa. Según el Instituto de Sociología
de la Academia de Ciencias de Rusia, más del 75% de la "elite política"
y más del 61% de la "elite de los negocios" tienen origen en la Nomenklatura
del período "soviético". En consecuencia, las mismas manos retienen las
posiciones sociales, económicas y políticas dirigentes en la sociedad. La
burocracia misma es la que ha transformado las formas económicas y políticas
de su dominación, manteniéndose como dueña del sistema; pero nuevamente
en nombre de una clase.
La
mentalidad soterrada
¿Mediante qué códigos de cultura política dominó la burocracia soviética?.
Partamos de que las masas que ejecutaron la Revolución en 1917 portaban
la mentalidad de la servidumbre, sin ninguna experiencia democrática, y
el desarrollo de la conciencia del proletariado, clase llamada a encabezar
la Revolución, era patrimonio de un pequeño número de hombres. Las masas
rurales, mayoría en ese momento, eran portadoras de los elementos más conservadores,
elevados por el alto nivel de analfabetismo existente.
Por su parte, la burocracia usurpadora, detentadora del poder, fue otro
ejemplo histórico de como los vencedores incorporan la mentalidad de los
vencidos. En este caso heredaron como códigos de la dominación el control
absoluto, el elitismo político, la idea de que la "muchedumbre" no sabía
ni era capaz de dirigirse, por lo que necesitaba una figura que sintetizara
los destinos del país. Téngase en cuenta que uno de los rasgos más apreciados
por el ciudadano promedio de Rusia respecto a sus dirigentes es la imagen
de hombre fuerte, capaz de enfrentar con determinación las dificultades
cruciales del país.
Vinculado a lo anterior, como norma de los dominadores se desvinculó la
responsabilidad de la figura máxima respecto a los problemas, creando un
ambiente místico a su alrededor. Aparejado a ello en el imaginario social
se impuso el criterio de que eran las capas intermedias de los dominadores
las responsables del estado de cosas existentes.
Este hecho se concretó en que, si bien el estallido bolchevique concebía
nuevos códigos respecto a la política y la participación de las masas, no
sólo como fuerza motriz en la explosión subversiva, sino como elaborador
y ejecutor de las decisiones políticas, reflejado en que los soviets, de
órgano espontáneo de lucha de las masas adquirieron funciones de Estado;
con el advenimiento del estalinismo dichos principios fueron destronados
y la oportunidad de lograr la participación política de las masas, incluyendo
los mecanismos de movilización, real y autónoma, fue cercenada. En ese proceso,
las organizaciones políticas y de masas sufrieron una considerable atrofia.
Esta misma mentalidad se manifestó en el "orgullo gran ruso" sobre el cual
Lenin hizo llamadas de alerta. La burocracia practicó sus políticas imperiales
durante el período soviético; acuñado en el término "el hermano mayor" por
el que fue conocido en Europa del Este y por la doctrina de la soberanía
limitada puesta en blanco y negro por Brezhnev.
Por otro lado, esos componentes de la mentalidad rusa son la base para entender
por qué las condiciones de vida de la clase dirigente soviética eran análogas
a las de la burguesía. En fecha tan temprana como 1936, Trotski destacó
un ejemplo ilustrativo que develaba el mantenimiento de la estratificación.
El mariscal, el director de una empresa, el hijo de un ministro, disfrutaban
del apartamento, de villas de descanso, de automóviles, escuelas para sus
hijos, clínicas reservadas y otras muchas prebendas, a las que no tenían
acceso la criada del primero, el peón del segundo y el vagabundo. Para el
primer grupo esa diferencia no era un problema. Para el segundo era lo más
importante.
Un individuo que añoraba en la sociedad soviética rasgos, bienes y modos
de vida que formaban parte de la cultura capitalista, era la prueba más
evidente de que, al menos en él, no había florecido la nueva mentalidad
socialista, el nuevo individuo, y la nueva percepción. El socialismo soviético
posterior a Lenin, matriz del socialismo real, no fue nunca una alternativa
válida, articulada y viable frente al predecesor sistema. La sustitución
cultural no llegó, entendiendo que el socialismo es, sobre todo, un proyecto
que se sustenta sobre una nueva cultura. Por tanto, la resultante no fue
"una sociedad socialista (tampoco capitalista, es cierto), sino una nueva
forma –estatista, burocratizada- de dominación y explotación, opuesta a
la naturaleza emancipatoria, justa y libertaria del socialismo"[5].
La ruptura
La práctica política de la clase burocrática soviética fue una ruptura con
las ideas leninistas en los más diversos espacios de la sociedad soviética.
Brindamos a continuación algunos apuntes que corroboran esta hipótesis.
El líder de Octubre destacó que "es necesario tener presente que la lucha
exige de los comunistas que sepan reflexionar. Es posible que conozcan perfectamente
la lucha revolucionaria y el estado del movimiento revolucionario en todo
el mundo. Sin embargo para salir de la terrible escasez y miseria lo que
necesitamos es cultura, honestidad y capacidad de razonar"[6].
La burocracia impidió la polémica revolucionaria, obstaculizando la participación
política efectiva de las masas. Los dirigentes soviéticos desentendieron
que el socialismo no puede triunfar contra la libertad de pensamiento, contra
el hombre, sino al contrario, mediante la libertad de pensamiento, mejorando
la condición de existencia de ese hombre.
La dogmatización que sufrió el marxismo, la persecución y descrédito de
quienes intentaron defenderlo, la síntesis errada marxismo-URSS (incluyendo
sus desastrosas consecuencias internacionales), y la imposibilidad de desarrollar
otras líneas de pensamiento, provocaron la formación de generaciones de
soviéticos desprovistos del necesario bagaje teórico conceptual para enfrentar
los desafíos históricos contemporáneos.
Es sobre todo en la naturaleza autoritaria de la burocracia soviética donde
debe buscarse el freno a la transición cultural propuesta por el proyecto
bolchevique. La falta de participación real, de espacios cívicos de contestación
y control del poder, afectaron todos los niveles de la vida social, desde
el funcionamiento económico hasta la lucha étnica.
En consonancia con lo anterior, y analizando el proceso de aprobación de
la Constitución Soviética, Trotski señaló que "es cierto que el proyecto
se sometió en junio a la aprobación de los pueblos de la URSS. Pero en vano
se buscaría, en toda la superficie de la sexta parte del globo, al comunista
que se permitiera criticar la obra del comité central o, al sin partido,
que se aventurara a rechazar la proposición del partido dirigente".[7]
Una muestra de ese catastrófico desatino fue intentar diluir la individualidad
en un colectivo cada vez más abstracto, con enmarcado irrespeto a lo distinto,
esquematizando un modelo de ciudadano recio, inflexible, como si el hombre
soñado pudiera realizarse por decreto. Lo que hubo de fondo fue una concepción
demasiado simplista del hombre, ignorando completamente la psicología y
sus modificaciones en atmósferas diversas. La dirigencia soviética no solo
reveló su incapacidad de mantener con vida el espíritu revolucionario en
el proceso de enfrentamiento a las circunstancias históricas en que interactuaron,
sino que imposibilitaron cualquier vestigio de pensamiento divergente, crítico,
desafiante de la autoridad.
Bajo el pretexto de ser el guía de la sociedad, el PCUS se convirtió en
una maquinaria que frenó, desvirtuó y violentó los procesos naturales de
la sociedad. La diferencia entre Lenin y Stalin, entre muchas otras cuestiones,
es que, este último, aprovechando algunas condiciones creadas en vida del
gran líder revolucionario, desvirtuó el sentido de la dirección partidista
hacia el totalitarismo[8]. Lenin había preparado el Partido Bolchevique
para dirigir a los obreros, no para domarlos o subyugarlos[9].
Con la hipercentralización económica que conllevó este proceso, la burocracia
soviética, como parte de su distanciamiento del control de las masas, manejó
hasta el mínimo detalle, los hilos de la producción frente a un mediocre
andamiaje de niveles intermedios compuesto por técnicos, gerentes y especialistas,
siendo una verdadera plaga que fue imposible desmontar a lo largo de la
existencia de la URSS. El historiador Eric Hobsbanw recuerda que "poco antes
de la (Segunda) Guerra (Mundial) había ya más de un administrador por cada
dos trabajadores manuales"[10].
El modelo soviético presentó a partir de ese momento dos problemas esenciales
que evidencian, desde la propia teoría marxista, el distanciamiento entre
el socialismo como estadio superior del desarrollo de las fuerzas productivas
y de las relaciones de producción y la realidad soviética. Por una parte,
se eliminaron arbitrariamente (1928) el resto de los tipos socioeconómicos
que podían converger en la edificación de las bases para la nueva sociedad.
Por otro lado, se crearon "islotes económicos" (complejos industriales,
mineros, agrarios) violándose la división social del trabajo, al tiempo
que se obviaba la cooperación necesaria entre sectores y ramas de la economía.
Con esta práctica se frenó la especialización y la introducción de nuevas
técnicas, lo que impidió un uso racional de los recursos. Debido a la estructura
vertical y voluntarista que se impuso al proceso productivo, el desarrollo
de un sector iba en detrimento del otro, sin la debida integración entre
ellos. En este esquema, las unidades productivas, lejos de ser autónomas,
eran presas de la desmedida primacía de los criterios políticos sobre las
necesidades económicas.
Los
obreros continuaron disociados de los medios de generación de riquezas.
No se convirtieron en dueños reales de estos debido a que los elementos
burocráticos-administrativos los mantuvieron distanciados de la propiedad
efectiva. La adulteración estuvo en identificar la estatalización de la
propiedad con la socialización, limitándose a esto la complejidad y profundidad
de lo que Marx había entendido como superación del modo de producción capitalista[11].
También en la cuestión de género se apreció la ruptura con los ideales de
la Revolución de Octubre. El nuevo Estado obrero concedió amplios derechos
jurídicos y políticos como el derecho al divorcio, al aborto, la eliminación
de la potestad marital, la igualdad entre el matrimonio legal y el concubinato,
etc. Alexandra Kollontai, fue la primera mujer elegida por el Comité Central
del Partido Bolchevique en 1917 y la primera en ocupar un puesto de gobierno
en el nuevo estado: Comisaria del Pueblo para la Salud, y más tarde fue
la primera mujer embajadora de la historia.
A partir de 1926, bajo el régimen de Stalin, se instituyó nuevamente el
matrimonio civil como única unión legal. Más tarde se abolió el derecho
al aborto, junto con la supresión de la sección femenina del Comité Central
y sus equivalentes en los diversos niveles de organización partidaria. En
1934 se prohibió la homosexualidad, y la prostitución se convirtió en delito.
No respetar a la familia se convirtió en una conducta "burguesa" o "izquierdista"
a los ojos de la burocracia. Los hijos ilegítimos volvieron a esta condición,
que había sido abolida en 1917, y el divorcio se convirtió en un trámite
costoso y pleno de dificultades[12].
Las instituciones detentadoras de violencia también se hicieron funcionales
a los nuevos intereses. En sus orígenes, el Comité de Seguridad del Estado
(KGB)[13] tuvo como objetivo combatir la contrarrevolución, los sabotajes
y la especulación, objetivos de legítima defensa frente a la oposición reaccionaria
que generó la Revolución. Pero esas lógicas motivaciones iniciales se modificaron
progresivamente con el ascenso de la burocracia al poder hasta convertirse
en el órgano preservador de los intereses del Estado burocrático, cuyo objetivo
fue eliminar la oposición de las propias fuerzas revolucionarias[14].
A esto se añade que los oficiales del KGB gozaban de sueldos elevados, amen
de buenos destinos en el extranjero, viviendas confortables y disfrutaban
de otros privilegios dentro URSS que también fueron mellando su crédito
moral. Sin duda fue un sector privilegiado dentro de la sociedad, lo cual
resulta comprensible atendiendo a su función real de guardián de los intereses
de la burocracia.
El Ejército Rojo fue creado desde la base en enero del año 1918. El Estado
obrero necesitaba su propia institución armada para defender sus interese,
máxime las agresiones que no se hicieron esperar por más de 14 países al
unísono. Como nuevo concepto, la política de los dirigentes bolcheviques
estaba abierta a constante debate, en lo cual los uniformados tuvieron un
rol importante, y naturalmente, el ejército profesaba las mismas ideas del
partido y el Estado.
Pero el Ejército Rojo no escapó a las reaccionarias arremetidas de la burocracia,
la que de inmediato lo comenzó a transformar en defensor de sus intereses,
arrancándole progresivamente su esencia popular. La medida que refleja con
mayor claridad este proceso fue el decreto que restableció el cuerpo de
oficiales, dando un golpe demoledor a los principios revolucionarios que
originaron esta institución armada, uno de cuyos pilares fue precisamente
la liquidación de los cuerpos de oficiales, dándole importancia al puesto
de mando, pues este se gana con la capacidad, el talento, el carácter, la
experiencia, etc.
Esa medida tuvo un objetivo político al darles a los oficiales un peso social.
De ese modo se ligaban más estrechamente con los grupos dirigentes, debilitando
su unión con la tropa, deviniendo en ruptura del canal por donde se comunicarían
las tropas y la dirigencia política. El cuerpo de oficiales veló celosamente
por la "pureza" y fidelidad de los uniformados al "Partido" y al "Estado
Socialista". Igualmente se fue apagando el espíritu de libertad y debate
que había en las filas del Ejército, en estrecha correlación con el criterio
de que "ningún ejército puede ser más democrático que el régimen que lo
nutre" [15].
Uno de los elementos más sensible fue la ruptura de los principios básicos
del programa bolchevique por el cual los sueldos de los más altos funcionarios
no debían sobrepasar la media del salario obrero. A la altura de 1940, cuando
un obrero ganaba 250 rublos mensuales, un diputado recibía 1000 rublos,
un presidente de república 12.500 rublos y el presidente de la Unión 25.000
rublos en igual período[16]. Para los años de la Perestroika existía el
conocido "abastecimiento especial" lo que elevó el nivel adquisitivo de
los miembros de la nomenclatura muy por encima de lo que percibía un obrero
o un ingeniero.
El líder bolchevique previó, basado en hechos que tuvo que enfrentar en
sus últimos meses de vida política, el peligro de que "el gran ruso" heredado
de los años de dominación y explotación zarista permaneciera en la política
del nuevo Estado. "En tales condiciones –señalaba Lenin– es natural que
la libertad de separarse de la unión (…) sea un simple pedacito de papel
incapaz de defender a los no rusos de la embestida de ese hombre realmente
ruso (…) ese opresor que es el típico opresor ruso. No hay duda de que los
obreros soviéticos y sovietizados, que constituyen un porcentaje ínfimo,
se ahogarán en ese océano de la canalla gran rusa chovinista como una mosca
en la leche"[17].
El hecho real, a pesar de lo que aparecía en la Ley de leyes y otras regulaciones,
implicaba la imposibilidad de afirmar que las repúblicas que conformaban
el Estado soviético coordinaran sus actividades con el Centro sino que se
subordinaban directamente a Moscú. Stalin no hizo otra cosa que nombrar
desde arriba a los responsables políticos. Las élites de las repúblicas,
aunque arribaran a posiciones de determinada importancia a nivel de las
repúblicas, escasamente podían obtener puestos relevantes a nivel de la
Unión, donde el predominio ruso llevaba el peso fundamental[18].
El jefe de la Revolución rusa prestaba especial interés a los conceptos
emanados de la práctica política frente al tema de la Unión. "Una cosa es
la necesidad de unirse contra los imperialistas de Occidente, defensores
del mundo capitalista. En eso no cabe duda alguna (…) Otra cosa es cuando
nosotros mismo caemos, aunque solo sea en cuestiones de detalles, en actitudes
imperialistas hacia las nacionalidades oprimidas, socavando así nuestra
sinceridad de principios, toda nuestra defensa de principios de la lucha
contra el imperialismo" [19].
Apuntes finales
El
socialismo soviético posterior a Lenin no fue una alternativa válida, articulada
y viable al capitalismo, porque la burocracia usurpadora no fue, ni podía
serlo, portadora de una ideología superior, de un proyecto cultural, entendido
como instrumental quirúrgico para realizar la nueva sociedad, o crear las
condiciones para lograrlo.
Los hombres que se hicieron del poder no eran los comunistas reflexivos
y cultos que Lenin previó como materia prima imprescindible para afrontar
y vencer el gran reto histórico que Rusia asumió en 1917. En realidad su
práctica política fue una ruptura con ese principio. Estos hombres, paulatinamente
extendidos en la sociedad y convertidos en sector dominante, fueron un subproducto
de la Revolución y revelaron su incapacidad para timonear la historia rumbo
al objetivo cimero: la creación del socialismo.
Los actuales políticos rusos son el rostro burgués oculto durante décadas
por la burocracia soviética. El régimen de Yeltsin convirtió a los hombres
del partido, a los miembros del gobierno, y de la seguridad, en negociantes
y propietarios.
No obstante la posposición de la transición al socialismo que los acontecimientos
de la URSS suponen para Rusia, queda en pie la irreversible importancia
del triunfo revolucionario de Octubre, señalado por Lenin en 1922, donde
reza que "puede ser que nuestro aparato estatal sea defectuoso, pero dicen
que la primera máquina de vapor también era defectuosa. Incluso no se sabe
si llegó a funcionar, pero no es eso lo que importa; lo importante es que
se inventó. No importa que la primera máquina de vapor haya sido inservible,
el hecho es que hoy contamos con la locomotora. Aunque nuestro aparato estatal
sea pésimo queda en pie el hecho de que se ha creado; se ha realizado la
invención más grande de la historia; se ha creado un Estado de tipo proletario"[20].
Es este un punto referencial imprescindible para la elaboración y ejecución
de las alternativas anticapitalistas del siglo XXI.
*Ariel Dacal Díaz es jefe de la Redacción Política de la Editorial Ciencias
Sociales de Cuba
NOTAS [1] El título de este epígrafe fue sugerido por el artículo de Alexei Goussev,
La clase imprevista: La burocracia soviética vista por León Trotsky. En:
Herramienta. [2] Robert Weil. "Burocratization: The problem with out the class name".
En este artículo, el autor hace un pormenorizado análisis de este grupo
social, de sus orígenes, de sus características y del modo en que se imbrica
con el poder, lo cual sería un útil complemento a quines se interesen por
esta problemática tan esencial para entender el proceso soviético. En: Revista
Socialism and Democracy. Spring/Sommer, 1988. [3] Tomado de Ted Grant y Alan Wood, Lenin y Trotski, qué defendieron realmente.
En Fundación Federico Engels [4] León Trotski. ¿Qué es y a dónde se dirige al Unión Soviéticas? La revolución
traicionada. Pathfinder. Nueva York. 1992 [5] Adolfo Sánchez. "¿Vale la pena el socialismo?" En: Revista El viejo
topo, noviembre 2002, número 172. (6] Vladimir I. Lenin. "Informe Político al undécimo congreso del Partido".
En: La última lucha de Lenin. Discursos y escritos., 1922-1923. Pathfinder,
Nueva York, Estados Unidos,1997, p- 65 [7] León Trotski. ¿Qué es y a dónde se dirige al Unión Soviéticas? La revolución
traicionada. Pathfinder. Nueva York. 1992, p-211 [8] Régimen en el que los dirigentes imponen a la fuerza un único sistema
indispensable para el conjunto de la sociedad y penaliza incluso la idea
de una alternativa. Robin Blackburn. "Después de la caída", p-177. En una
graficación más amplia, dominación de un partido de masas dirigido por un
líder carismático, una ideología oficial, el monopolio de los medios de
comunicación de masas, el monopolio de las fuerzas armadas, un control policial
terrorista, un control centralizado de la economía Philippe Bourrinet. "Víctor
Serge: totalitarismo y capitalismo de Estado (Deconstrucción socialista
y humanismo colectivista)" [9] Los bolcheviques, en contra de sus intenciones, se vieron obligados
a establecer el monopolio del poder político. Esta situación, considerada
extraordinaria y temporal, originó enormes peligros en un momento en que
la vanguardia del proletariado se veía sometida a la creciente presión de
clases ajenas. T. Grant-A. Wood Lenin y Trotski, qué defendieron realmente. 10] Eric Hobsbawn. Historia del siglo XX. 1914-1991. Serie Mayor, España,
Barcelona, 1998, p-383 [11] Jorge Luis Acanda. Sociedad Civil y hegemonía. Ob. Cit., p-264 12] Adriana D´Atri. Un análisis del rol destacado de las mujeres socialistas
en la lucha contra la opresión y de las mujeres obreras en el inicio de
la Revolución Rusa. 20 de octubre de 2003. En Diario electrónico alternativo
Rebelión. [13] Hasta la muerte de Stalin, los servicios secretos de la URSS funcionaron
con distintos nombres: Cheka, GPU, OGPU, NKVD, KGB, MGB. En 1953 se fusionó
el MGB (Ministerio de Seguridad del Estado) y el MVD (Ministerio de Asuntos
Interiores) y tomó el mando del emergente Komitei Gosudarstvennoi Bezopasnosti
(KGB). [14] Aunque este órgano nunca desatendió su función de policía política
del régimen, su etapa más aberrante en cuanto a crímenes y desprecio humano
fue la encabezada por Stalin, quien se apoyó en uno de los seres más despreciables
que recuerda la trágica etapa del stalinismo: Beria, quien estuvo frente
al KGB durante 15 años, acumulando un expediente criminal que abarcó 50
páginas en el folio de cargos por el que fue juzgado tras la muerte de su
jefe, y que lo condujo al pelotón de fusilamiento. Fue el hombre que garantizó
la seguridad de Stalin y quizá su colaborador más eficiente, dotado de una
pudrición moral única, lo que le permitió permanecer tanto tiempo junto
al Secretario General del PCUS. Para más detalles ver: Maximovich, Ala.
"Lavrenti Beria". En: Revista Sputnik. No 12, Moscú, diciembre, 1988.
[15] León Trotski. La revolución traicionada… Ob. Cit, p-184 16] Suzzane Labin. Stalin el Terrible. Ob. Ct., p-136 17] Vladimir I. Lenin. La última lucha de Lenin. Ob. Ct., p-204 [18] En muchas ocasiones dentro de las demarcaciones territoriales que no
eran parte de la Federación de Rusia, los representantes rusos eran favorecidos
con los mejores puestos en sectores claves de la economía y la política,
lo que, a decir de Bárbara Sarabia, inclinaba sutilmente la balanza hacia
el Centro, pues de las repúblicas periféricas se extraían las materias primas
importantes, concentrándose el desarrollo industrial en las regiones eslavos
y del Báltico, convirtiéndose en beneficiarias del atraso económico y tecnológico
en que paulatinamente se sumían las repúblicas del Asia soviética. Bárbara
Sarabia. "Reflexiones en torno al desmonte de la URSS" En: La Perestroika
en tres dimensiones: expediente de un fracaso. Investigaciones, Centro de
Estudios Europeos, La Habana, 1992, p- 108 19] Ibd., p- 210 [20] Vladimir I. Lenin. Ob.Ct., p-70
Fuente: Cuba Literaria
Cuando los dos grandes sistemas de propaganda mundiales están de acuerdo
sobre alguna doctrina, se requiere un esfuerzo intelectual para escapar
de sus grilletes. Tal doctrina es que la sociedad creada por Lenin y Trotsky,
y moldeada más tarde por Stalin y sus sucesores tiene alguna relación con
el socialismo en un sentido preciso históricamente o con significado de
este concepto. De hecho, si hay una relación, es la relación de la contradicción.
Está suficientemente claro por qué ambos enormes sistemas de propaganda
insisten sobre esta fantasía. Desde sus orígenes, el Estado Soviético ha
intentado aprovechar las energías de su propia población y la gente oprimida
de otros lugares en servicio de los hombres que sacaron provecho del fermento
popular en Rusia en 1917 para conseguir el poder estatal. Una enorme arma
ideológica empleada para este fin ha sido la proclama de que los directivos
del Estado están llevando a su propia sociedad y al mundo hacia el ideal
socialista; una imposibilidad, como cualquier socialista—seguramente cualquier
marxista serio—debería haber entendido a la primera (muchos lo hicieron),
y una mentira de proporciones de mamut, como la historia ha revelado desde
los primeros días del régimen bolchevique. Los amos han intentado obtener
legitimación y apoyo mediante la explotación del aura de ideales socialistas
y del respeto que está correctamente acorde con ellos, para ocultar su propia
práctica ritual, ya que ellos destruyeron todo vestigio de socialismo.
Acerca del segundo principal sistema de propaganda mundial, la asociación
del socialismo con la Unión Soviética y sus clientes sirve como poderosa
arma ideológica para reforzar la conformidad y la obediencia a las instituciones
capitalistas, para asegurar que la necesidad del auto-alquiler a los propietarios
y directivos de estas instituciones será contemplada virtualmente como una
ley natural, la única alternativa a la mazmorra "socialista". Así, el liderazgo
soviético se retrata a sí mismo como socialista para proteger su derecho
de manejar el club, y los ideólogos occidentales adoptan la misma postura
para prevenir la amenaza de una sociedad más libre y justa. Este ataque
articulado contra el socialismo ha sido altamente efectivo para minarlo
en el periodo moderno.
Uno debe tomar nota de otro instrumento usado de manera efectiva por los
ideólogos capitalistas estatales en su servicio al poder y privilegio existentes.
La denuncia ritual de los así llamados Estados "socialistas" está repleta
de distorsiones y a menudo de simples mentiras. Nada es más fácil que denunciar
al enemigo oficial y atribuirle cualquier crimen: no hay necesidad de tener
que cargar con las demandas de pruebas o lógica mientras uno marcha en el
desfile. Los críticos de la violencia y atrocidades occidentales a menudo
intentan establecer la realidad récord, reconociendo las atrocidades criminales
y la represión que existen mientras exponen los cuentos que son mezclados
al servicio de la violencia occidental. Con regularidad predecible, estos
pasos son interpretados de primeras como apologías del imperio del mal y
sus sirvientes. Así se preserva el Derecho a Mentir en el Servicio del Estado,
y la crítica de la violencia y atrocidades del Estado es socavada. Vale
la pena también mencionar el gran atractivo de la doctrina leninista para
la "intelligentsia" moderna en periodos de conflicto o sacudida. Esta doctrina
permite a los "intelectuales radicales" el derecho a mantener el poder estatal
y a imponer la cruda regla de la "Burocracia Roja", la "nueva clase", en
los términos del análisis de Bakunin de hace un siglo. Como en el Estado
bonapartista denunciado por Marx, ellos se convierten en "los sacerdotes
del Estado", y en la "excrecencia parasitaria sobre la sociedad civil" que
dirige con mano de hierro.
En
periodos en los que hay poco desafío a las instituciones capitalistas de
Estado, los mismos compromisos fundamentales llevan a la "nueva clase" a
servir de directivos e ideólogos estatales, "golpeando al pueblo con el
bastón del pueblo", en palabras de Bakunin. No es muy extraño que los intelectuales
encuentren la transición desde "comunismo revolucionario" a "celebración
de Occidente" tan fácil, volviendo sobre un guión que ha evolucionado de
tragedia a farsa durante el pasado medio siglo. En esencia, todo lo que
ha cambiado es la valoración de dónde está el poder. La sentencia de Lenin
de que "socialismo no es nada sino el monopolio capitalista estatal hecho
para beneficiar a todo el pueblo", el cual por supuesto debe confiar en
la benevolencia de sus líderes, expresa la perversión del "socialismo" hacia
las necesidades de los sacerdotes del Estado, y nos permite comprender la
rápida transición entre posiciones que superficialmente parecen diametralmente
opuestas, pero que de hecho están bastante cercanas.
La terminología del discurso político y social es vaga e imprecisa, y constantemente
degradada por ideólogos de uno u otro color. Sin embargo, estos términos
tienen al menos algún residuo de significado. Desde sus orígenes, el socialismo
ha significado la liberación de los trabajadores de la explotación. Como
observó el teórico marxista Anton Pannekoek, "esta meta no es alcanzada
y no puede ser alcanzada por una nueva clase dirigente y gobernante que
sustituye a la burguesía", sino que sólo puede ser "realizada por los mismos
trabajadores siendo dueños de la producción". La apropiación de la producción
por los productores es la esencia del socialismo, y medios para conseguir
esto han sido ideados regularmente en periodos de lucha revolucionaria,
contra la amarga oposición de las tradicionales clases dominantes y los
"intelectuales revolucionarios" guiados por los principios comunes de directivismo
leninista y occidental, adaptados a circunstancias cambiantes. Pero el elemento
esencial del ideal socialista permanece: convertir los medios de producción
en la propiedad de productores libremente asociados y de este modo en propiedad
social de gente que se ha liberado de la explotación de su patrón, como
un paso fundamental hacia un más amplio reino de libertad humana.
La "intelligentsia" leninista tiene una agenda diferente. Ellos concuerdan
con la descripción que Marx hace de los "conspiradores", quienes "se apropian
del proceso revolucionario en desarrollo" y lo distorsionan para sus fines
de dominación; "De aquí su más profundo desdén por un alumbramiento más
teórico de los trabajadores sobre sus intereses de clase", los cuales incluyen
el derrocamiento de la Burocracia Roja y la creación de mecanismos de control
democrático sobre la producción y la vida social. Para los leninistas, las
masas deben ser estrictamente disciplinadas, mientras que los socialistas
lucharán para lograr un orden social en el cual la disciplina "se convertirá
en superflua" ya que los productores libremente asociados "trabajan según
su propio acuerdo" (Marx). El socialismo libertario, además, no limita sus
intentos al control democrático de los productores sobre la producción,
sino que busca abolir toda forma de dominación y jerarquía en cada aspecto
de la vida social y personal, una lucha sin fin, ya que el progreso en conseguir
una sociedad más justa llevará a nueva intuición y entendimiento de formas
de opresión que pueden estar ocultas en la práctica y conciencia tradicionales.
El antagonismo leninista a los más esenciales rasgos del socialismo fue
evidente desde el mismo comienzo. En la Rusia revolucionaria, los soviets
y los comités de fábrica se desarrollaron como instrumentos de lucha y liberación,
con muchas imperfecciones, pero con un rico potencial. Lenin y Trotsky,
al asumir el poder, se dedicaron inmediatamente a destruir el potencial
liberatorio de estos instrumentos, estableciendo el mando del Partido, en
la práctica su Comité Central y sus Líderes Máximos- exactamente como Trotski
había predicho años antes, como Rosa Luxembourg y otros marxistas de izquierda
advirtieron en esos momentos, y como los anarquistas habían entendido siempre.
No sólo las masas, sino incluso el Partido debía estar sujeto a "vigilante
control desde arriba", mantenía Trotsky mientras hacía la transición desde
intelectual revolucionario a sacerdote de Estado. Antes de hacerse con el
poder del Estado, el liderazgo bolchevique adoptó mucha de la retórica de
gente que estaba unida a la lucha revolucionaria desde abajo, pero sus verdaderos
compromisos eran bastante diferentes. Esto era evidente antes y se convirtió
en clarísimo cuando asumieron el poder del Estado en Octubre de 1917.
Un historiador simpatizante de los bolcheviques, E. H. Carr, escribe que
"la inclinación espontánea de los obreros a organizar comités de fábrica
y a intervenir en la dirección de las fábricas fue inevitablemente alentada
por una revolución que llevó a los obreros a creer que la maquinaria productiva
del país les pertenecía a ellos y podía ser manejada por ellos a su propia
discreción y para su propia ventaja" (el énfasis es mío). Para los obreros,
como un delegado anarquista dijo, "Los comités de fábrica eran elementos
del futuro... Ellos, no el Estado, deberían ahora administrar". Pero los
curas del Estado sabían más, y se movieron enseguida para destruir los comités
de fábrica y para reducir a los soviets a órganos de su control. El 3 de
Noviembre, Lenin anunció en un "Decreto de Refuerzo sobre el Control de
los Trabajadores" que los delegados elegidos para ejercitar tal control
iban a ser "responsables ante el Estado del mantenimiento del orden y disciplina
más estrictos y de la protección de la propiedad". Cuando el año acababa,
Lenin señaló que "nosotros pasamos del control de los obreros a la creación
del Consejo Supremo de Economía Nacional", que iba a "sustituir, absorber
y suplantar la maquinaria del control de los obreros" ( Carr ). "La misma
idea de socialismo está encarnada en el concepto de control de los obreros",
se lamentó un sindicalista menchevique ;el liderazgo bolchevique expresó
el mismo lamento en acción, demoliendo la misma idea de socialismo.
Pronto Lenin iba a decretar que el liderazgo debía asumir "poderes dictatoriales"
sobre los trabajadores, quienes debían aceptar "incuestionable sumisión
a una voluntad única" y, "en los intereses del socialismo", debían "obedecer
incuestionablemente la voluntad única de los líderes del proceso de trabajo".
Mientras Lenin y Trotsky procedían con la militarización del trabajo, la
transformación de la sociedad en un ejército del trabajo sometido a su voluntad
única, Lenin explicaba que la subordinación del trabajador a "la autoridad
individual" es "el sistema que más que ningún otro asegura la mejor utilización
de los recursos humanos"- o como Robert McNamara expresó la misma idea,
"la vital toma de decisiones... debe permanecer en la cúspide... la amenaza
real a la democracia viene no de la demasiada dirección, sino de la poca
dirección"; "si no es la razón la que dirige al hombre, entonces el hombre
pierde su potencial", y la dirección no es otra cosa que el mando de la
razón, lo que nos mantiene libres. Al mismo tiempo, el "faccionalismo"—por
ejemplo, cualquier cantidad mínima de libre expresión y organización—era
destruido "en los intereses del socialismo", ya que el término fue redefinido
para sus propósitos por Lenin y Trotsky, quienes procedieron a crear las
estructuras proto-fascistas básicas convertidas por Stalin en uno de los
horrores de la edad moderna.
El fallo al entender la intensa hostilidad hacia el socialismo por parte
de la "intelligentsia leninista" (con raíces en Marx, sin duda), y el correspondiente
mal entendimiento del modelo leninista, ha tenido un impacto devastador
en la lucha por una sociedad más decente y un mundo habitable en Occidente,
y no sólo allí. Es necesario encontrar una vía para salvar el ideal socialista
de sus enemigos en ambos centros de poder mundiales, de aquellos que siempre
buscarán ser los sacerdotes del Estado y los directivos sociales, destruyendo
la libertad en el nombre de la liberación.
En 1971, en su obra - hoy inhallable - "Between Two Ages: America’s Role
in the Technetronic Age" (publicada en castellano con el título "La Era
Tecnotrónica" por Ed. Paidós, Buenos Aires), el politólogo polaco-estadounidense
Zbigniew Brzezinski lanzaba el desafío de avanzar hacia un sistema mundial
unificado de lo que, ya entonces, se avisoraba sería la "globalización".
Para lograrlo, solo era cuestión, según él, de "socializar el capitalismo"
y "capitalizar el socialismo". "Hay que encontrarse a mitad de camino" con
el socialismo marxista dijo Brzezinski, preanunciando la Tercera Vía hoy
impulsada desde la London School of Economics. Todo por supuesto en aras
de la panacea de un democratiquísimo Nuevo Mundo Feliz, a forjarse una vez
desplazada la mastodóntica Unión Soviética.
Pues aunque a principios del siglo XX, la Unión Soviética conformaba un
potencial modelo de globalización, su crecientemente estrepitoso fracaso
en el gerenciamiento económico-financiero forzó la decisión - hacia los
años setenta y desde instancias muy, muy por encima del Polítburo moscovita,
de la Casa Blanca en Washington y del 10 Downing Street londinense – de
promover la globalización venidera según el dogma de la "democracia" y la
economía de mercado, en el sentido de que este sistema democrático conforma
el sistema político favorito del poder del dinero.
El dilema consistía entonces en cómo lograr ese Nuevo Orden Mundial sin
llegar a un peligroso enfrentamiento potencialmente termonuclear entre la
URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia, por un lado, y el "Mundo Libre"
liderado por Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, por el otro. Eso era
en el lejano año 1971.
Poco tiempo después, el banquero-petrolero David Rockefeller le encomendó
a Brzezinski (entonces director del poderoso CFR, Council on Foreign Relations
neoyorquino presidido por don David), que fijara las bases ideológicas para
una nueva organización privada de planeamiento geopolítico – un "think tank"
- a la que se le encargaría la tarea de gerenciar la infiltración capitalista
dentro de la orbe soviética, para así terminar de minar sus endebles bases
marxistas-leninistas, al tiempo que se promovería el ideario socialdemócrata
dentro del "mundo libre". Esa organización hoy es conocida como Trilateral
Commission, fue fundada en Tokio en Junio de 1973 y diseño buena parte de
este operativo de pinzas o tenaza, regido desde instancias superiores del
poder planetario que desembocó en el actual Nuevo Orden Mundial globalizado.
Reuniendo intereses financieros, industriales, y políticos de Estados Unidos,
Europa Occidental y Japón, la Trilateral Comisión contaba entre sus fundadores
a hombres como Giovanni Agnelli (il Cappo del Grupo FIAT que instaló gigantescas
plantas capitalistas en plena Unión Soviética), James Carter (ya por entonces
ungido como futuro presidente de Estados Unidos), Sir Henry Kissinger (operador
geopolítico del partido republicano), Raymond Barre (ex-premier francés),
Akio Morita (fundador de la Sony), el propio Brzezinski y otros 300 luminarios
del Superior Gobierno Mundial "que se conocen entre sí y manejan todo el
mundo", según alguna vez se le escapara imprudentemente en los años veinte
el industrial Walter Rathenau, fundador de la AEG – Allgemeine Elektrizitäts
Gesellschaft – la General Electric germana de la que habla Lenin en una
de sus interesantes obras ("El imperialismo como estadio superior del capitalismo")
.
Desde sus inicios, la Trilateral Commission operó como una suerte de brazo
internacional del más antiguo y complejo Council on Foreign Relations (CFR)
y su hermana mayor británica, el Royal Institute of Internacional Affairs
(RIIA, también conocido como "Chatham House", nombre de la noble casona
que alberga su sede en St. James’s Square en Londres) .
La estrategia dio excelentes resultados pues, menos de veinte años después,
caía el Muro de Berlín y se reunificaba Alemania (1989), y en 1991 colapsaba
y se desintegraba la ex-Unión Soviética y el Pacto de Varsovia se esfumaba
como una pompa de jabón. Veinte años demandó ese proceso. Nada malo considerando
que se trató de un complejísimo proceso de reingeniería geopolítica planetaria
que, incluso, se llevó a cabo de manera insólitamente "pacífica".
Desde entonces, se ha ido conformando una suerte de nueva "ideología" globalizadora,
basada en la estandarización de lo "políticamente correcto", el encumbramiento
del sistema financiero por encima de los Estados nacionales y el dogma universal
de la sacrosantidad del "mercado de capitales", la "mano invisible" que
todo lo ordena (¿alguién se preguntará alguna vez por el brazo que mueve
esa mano "invisible", y por el cerebro que dirige ese brazo?) y el vástago
de ambos, la Usura parasitaria apátrida e inmoral.
Eran aquellos años marcados por la crisis del petróleo (1973), el gobierno
de Carter (integrado en su casi totalidad por miembros de la flamante Trilateral
Commission), el reciclado de los "petrodólares" hacia Latinoamérica (especialmente
hacia la Argentina a partir de Marzo de 1976, una vez instaurado el gobierno
"amigo" del "Proceso" cívico-militar astutamente regenteado por José Martínez
de Hoz y estúpidamente custodiado por Videla, Agosti y Massera).
Fue entonces cuando comenzó el drama – ya hoy catastrófico – de la "deuda
externa argentina". Fue entonces cuando se creó la sucursal local del CFR
y de la Trilateral Commission en la Argentina: el CARI (Consejo Argentino
para las Relaciones Internacionales), fundado en Junio 1978 por Sir Henry
Kissinger, Mariano Grondona, Fernando de la Rúa, Adalberto Rodríguez Giavarini,
Roberto Alemann, Nicanor Costa Mendez, Jorge Wehbe, Rosendo Fraga y Roberto
Lavagna, entre otros). Fue entonces cuando se le comienza a dar forma al
modelo de Nuevo Orden Mundial en lo político a través del dogma socialdemócrata,
que hoy impulsa la "transversalidad" política conocida como "Tercera Vía",
según la encarnan sus conspicuos adherentes como Bill Clinton, Felipe González,
Tony Blair y Néstor Kirchner.
Hoy, Argentina yace confundida, debilitada e inmersa en una decadencia sin
precedentes, cuya podredumbre fluye desde las máximas instancias del Poder
público y privado. Hoy Argentina se desliza hacia un abismo que amenaza
con su disolución territorial, gracias a treinta años de perfeccionamiento
del principal instrumento operativo de dominio del Nuevo Orden Mundial sobre
nosotros: la deuda externa.
Hoy, Argentina dispone - como ningún país del mundo - de instrumentos poderosos
para pelear esa deuda fraudulenta e inicua, que le permitirían demostrar
su ilegitimidad estructural. Pero nadie lo hace. Pues la Argentina ha sido
ocupada por los agentes gerenciadores y operadores encubiertos (o no tan
encubiertos) del Enemigo Usurero Planetario. Y esa ocupación nacional abarca
la Casa de Gobierno, el Ministerio de Economía, el Banco Central, el Congreso,
los máximos Tribunales de la Nación, los multimedios monopólicos y las fuerzas
del dinero. Pues en los países marcados para su destrucción todo - en última
instancia -; todo lo define el dinero.
Una entrevista con Howard Zinn por David Barsamian
Howard Zinn, profesor emérito de la Universidad de Boston, es uno de los
historiadores más distinguidos de los Estados Unidos. Fue un participante
activo de los movimientos por los derechos civiles y en contra de la Guerra
del Vietnam. Su influyente libro Estados Unidos, es ampliamente utilizado
en las aulas universitarias. También es autor de Declarations of Independence
y Nadie es neutral en un tren en marcha.[1] Su último libro es The Zinn
Reader.
En The Zinn Reader escribió "Fue muy importante para mí, en el momento en
que estaba tomando conciencia de la cuestión crucial de las clases, el leer
El Manifiesto Comunista de Karl Marx." El año 1998 marcó el 150 aniversario
del Manifiesto. La pregunta es inevitable: ¿Es Marx aún relevante hoy en
día?
Desconozco
si lo sabes, pero ya decidí tratar esta cuestión incluso antes del 150 aniversario.
Lo hice a través de una obra de teatro. Se titula Marx in Soho. Se trata
de un monólogo en el que Marx aparece en la actualidad - es una fantasía,
por supuesto. La razón por la cual quería escribir algo sobre Marx es que
hay ciertas cosas que dijo en el siglo XIX que resultaron ser inadecuadas
para el entendimiento del mundo tal y como es hoy en día. Tenía una visión
distorsionada sobre cuánto tiempo tomaría el que se produjese una revolución
socialista. Hubo un momento en el que él y Engels pensaron que las revoluciones
de 1848 en Europa conducirían a las revoluciones obreras. No fue así.
Marx no llegó a ser consciente de la capacidad de supervivencia del capitalismo,
de la aptitud del sistema para idear obstáculos a la revolución, su poder
para suprimir movimientos revolucionarios y su habilidad para alejar a la
clase obrera de la idea del cambio revolucionario. Aunque Marx presenció
los eventos de mediados del siglo XIX en los EE.UU. y fue durante un tiempo
corresponsal del New York Tribune, no supo anticipar el hecho de que el
sistema estadounidense sería capaz de mantener a raya a los movimientos
revolucionarios por medio de diversas de tácticas. Me refiero a "tácticas",
como si se tratara de algo deliberado, pero creo que probablemente no sea
del todo acertado llamarlas "tácticas". Dejémoslo en que se dieron ciertos
desarrollos dentro del capitalismo estadounidense que posibilitaron su supervivencia.
Uno de ellos fue el hecho de que el capitalismo en los EE.UU., gracias a
la enorme riqueza del país, fue capaz de responder a los movimientos obreros
haciendo concesiones, de responder al sindicalismo aceptando una subida
de los salarios y la reducción de las horas de trabajo. El sistema hizo
frente a las crisis económicas con reformas, como en la década de los treinta
con el New Deal. De ese modo creó un sector de la clase obrera más satisfecho,
el cual se ha mantenido conforme con el sistema o, cuando ha estado disconforme,
no ha sido con el capitalismo como sistema sino con manifestaciones específicas
del mismo. Así, la mayoría de los trabajadores de los EE.UU. no interpretan
sus problemas como sistémicos, sino como problemas que son corregibles a
través de reformas. Por lo tanto, el sistema ha sido capaz de sostenerse
al poseer la riqueza suficiente para distribuir regalos entre parte de la
clase obrera al mismo tiempo que mantenía unos enormes beneficios.
En los días de la Primera Guerra Mundial, W.E.B. Du Bois, uno de los intelectuales
norteamericanos más sagaces, observó que el sistema estadounidense estaba
siendo capaz de otorgar ciertas recompensas a sus trabajadores gracias a
la explotación de otra gente en el extranjero. Percibió el carácter imperialista
de la Primera Guerra Mundial y de las potencias occidentales, y halló que
las potencias occidentales, extrayendo la riqueza del Medio Oriente, Latinoamérica
y Asia, eran capaces de dar una pequeña parte de sus beneficios a su propia
clase trabajadora, pudiendo así hacerla partícipe de cierta unidad nacional,
lo que al mismo tiempo les permitiría reclutarla en la guerra que querían
mantener.
Es muy diferente tener una clase trabajadora que representa el 80 por ciento
de la población y que está furiosa contra el sistema a tener una clase trabajadora
de la cual la mitad de ella se siente satisfecha con los obsequios recibidos,
dejando a una minoría en la pobreza más absoluta. Esa minoría puede ser
grande, en los EE.UU. puede haber unos 40 millones de personas en circunstancias
angustiosas sin asistencia médica, con una alta incidencia de mortalidad
infantil, pero no llega a ser lo suficientemente grande como para llevar
a cabo el tipo de revolución obrera que Marx y Engels esperaban.
Pienso que Marx tampoco vio, y esto fue señalado por Paul Sweezy y Paul
Baran en sus análisis post-marxistas del capitalismo, que la crisis económica
que los marxistas esperaban después de la Segunda Guerra Mundial no tuvo
lugar a causa de la militarización del capitalismo.
Una especie de Keynesianismo militar se puso en funcionamiento, por el cual
a través de una enorme suma de dinero destinada a contratos militares, el
gobierno creaba empleo y ponía "inyecciones" venenosas a largo plazo, pero
que a corto plazo mantenían el sistema.
or otro lado, hay análisis del sistema capitalista de Marx que resultaron
ser muy lúcidos. Probablemente el más obvio sea sobre la creciente concentración
y centralización del capital a escala global. Lo que ahora llamamos economía
global, o globalización, ya fue predicho por Marx. Anticipó un mundo cada
vez más interrelacionado económicamente. Anticipó las empresas convirtiéndose
en megacorporaciones, las fusiones, y la posesión de los recursos materiales
de todo el mundo concentrándose cada vez en menos manos. Se comenta a menudo
que Marx habló del empobrecimiento del proletariado y el correspondiente
incremento en la riqueza de las clases altas, la polarización entre riqueza
y pobreza. Y muy a menudo se dice que Marx se equivocó en esto. En los EE.UU.
no es tan evidente por esa gran clase media que no se encuentra ni en un
polo ni en el otro. Si lo miras desde una perspectiva global, el capitalismo
global ha evolucionado en esa dirección . Si comparamos la riqueza de los
países ricos y la de los países pobres, especialmente si consideramos la
riqueza del sector de mayor ingresos de los países ricos y el 90 por ciento
de la población de los países pobres, nos encontramos con una polarización
de la riqueza más marcada de lo que era en el siglo XIX.
Una de las cosas sobre la que Marx llamó la atención fue el hecho de que
una vez que el dinero es introducido en la economía mundial, la búsqueda
de riqueza se vuelve infinita. Ya no se trata de posesiones materiales,
de tierras, como durante la época feudal. Una vez que el dinero ha sido
introducido, ya no hay un límite a la acumulación de riqueza.
Los defensores de las virtudes capitalistas señalan que la URSS se apropió
de Marx, de su nombre y del prestigio del socialismo. Puesto que la Unión
Soviética fracasó estrepitosamente, tanto los análisis de Marx como la filosofía
política socialista han quedado desacreditados.
Sé que eso es lo que se ha dicho. Pero el marxismo solamente podía haber
sido desacreditado si la Unión Soviética hubiera creado el tipo de sociedad
que Marx y Engels proponían como una sociedad socialista. Pero cuando Marx
y Engels hablaban sobre la dictadura del proletariado tenían una idea muy
concreta de lo que querían decir con ello. Querían decir que la mayoría
de la gente, la clase trabajadora, estaría a cargo de la sociedad. Con 'dictadura
del proletariado' no querían decir que un partido político se auto-constituyese
en portavoz de la clase trabajadora. De hecho, un partido nunca podría ser
tal portavoz, y mucho menos un comité central, un Politburó o un solo individuo.
Marx y Engels no imaginaron ese tipo de dictadura.
En un momento dado, Marx habla sobre la Comuna de París de 1871 y su carácter
marcadamente democrático, por el que los communards, la gente que se reunía
para legislar, tomaban decisiones en el contexto de interminables discusiones
diarias, cada hora, 24 horas al día, en las calles de París en las que participaba
la gente de París. Y Marx dice: ¿queréis saber a qué me refiero con la dictadura
del proletariado? Ahí tenéis a la Comuna de París. Cuando Marx hablaba sobre
como sería una sociedad socialista, está claro que no esperaba que esa sociedad
creara gulags, que encarcelara disidentes y ejecutara no sólo a los capitalistas,
sino también a camaradas revolucionarios, como ocurrió en la Unión Soviética
y China. Marx y Engels entendían la dictadura del proletariado como un fenómeno
temporal durante el cual el carácter socialista de la sociedad se haría
cada vez más comunal y más democrático, y el estado, como dijeron, cada
vez sería menos necesario. Marx y Engels declararon en el Manifiesto Comunista
que su objetivo era el libre desarrollo del individuo.
La Unión Soviética y otros países se han llamado a sí mismos marxistas y
han establecido estados policiales que actuaban contra el espíritu de las
ideas de Marx. Así que me alegré mucho de que con la desintegración de la
Unión Soviética ya no se asociara el socialismo con la Unión Soviética,
que ya no se pudiera decir "éste es un lugar donde existe el socialismo".
Me pareció que entonces se podría despejar el ambiente y que podríamos empezar
a hablar del socialismo como se hablaba a principios de siglo en los EE.UU.,
antes de que la Unión Soviética existiera, cuando el Partido Socialista
era una fuerza vigorosa en los EE.UU., cuando su candidato a la presidencia
recibía casi un millón de votos. Había periódicos socialistas por todo el
país que probablemente eran leídos por varios millones de personas. En aquella
época la Industrial Workers of the World (IWW) era una fuerza muy efectiva
organizando huelgas y revueltas por todo el país.
Es muy interesante ver que el socialismo en este país disfrutó de su momento
más álgido antes de que la Unión Soviética existiera. Entonces la gente
podía tomar en consideración las ideas socialistas sin la imposición de
un ejemplo foráneo y distorsionado. La gente encontraba aquellas ideas muy
razonables. Veían que Eugene Debs, Mother Jones, Emma Goldman, Jack London,
Lincoln Steffens, y otra gente admirada en los EE.UU. se habían convertido
al socialismo porque habían sido testigos de lo que el capitalismo estaba
haciendo con las personas. El socialismo en aquella época era de sentido
común, como la idea de que puedas tomar la riqueza del país e intentar utilizarla
de manera racional y humana.
Los reaganitas se atribuyen el mérito del colapso de la Unión Soviética.
Dicen que la agresiva política armamentística y la expansión del ejército
en tiempos de Reagan colaboraron en llevar a la bancarrota a la URSS. ¿Cuál
es su opinión sobre eso? ¿Tiene alguna explicación alternativa de por qué
la Unión Soviética colapsó?
Siempre tengo una explicación alternativa. No me cabe duda de que la militarización
de la economía soviética fue un factor para el empobrecimiento de la Unión
Soviética. Pero eso fue un desarrollo a muy largo plazo. No fue sólo durante
Reagan que tanto la Unión Soviética como los EE.UU. se enzarzaron en una
carrera de armamentos en la que invirtieron una proporción exorbitante de
su riqueza nacional en el ejército. Ese también ha sido un factor para que
los EE.UU. tengan una estructura de servicios sociales menos generosa con
sus ciudadanos que, digamos, los servicios sociales de países mucho más
pobres como los países escandinavos, Nueva Zelanda, Francia o Alemania,
con sus sistemas de sanidad universal.
Sin pretender saber exactamente qué fue lo que provocó el colapso de la
Unión Soviética, pienso que uno de los factores verdaderamente importantes
fue la creciente insatisfacción con el sistema, con el estado policial,
con la falta de libertad. Estoy pensando en el creciente contacto de la
Unión Soviética con el resto del mundo, volvemos al fenómeno descrito por
Marx, a ese mundo cada vez más interrelacionado, donde la gente y los bienes
viajan cada vez más a través de las fronteras, la cultura es diseminada
por todo el mundo, y la gente sabe lo que está ocurriendo en otros países.
Creo que para la gente de la Unión Soviética, conforme viajaban más y la
radio y la televisión les suministraba más información, su propia sociedad
se fue convirtiendo en más desagradable. Las restricciones a las libertades
de movimiento y expresión se convirtieron en insoportables. Pienso que desarrollaron
una disidencia clandestina. Se sabe que existía una prensa y literatura
clandestina, por la cual textos autoeditados circulaban ilegalmente extendiendo
ideas subversivas. Todo esto tuvo un efecto corrosivo en una sociedad muy
dictatorial. Supongo que las tiranías, a veces al cabo de muchos años, colapsan
necesariamente. Quienquiera que sea el líder de un país rival en el momento
del colapso se atribuirá el mérito, como en este caso lo hizo Reagan.
¿Le sorprendió la transformación pacífica de la Unión Soviética y sus estados
satélites, con la excepción de Rumania? Se trataba, a todos los efectos,
de dictaduras militares que experimentaron una transferencia de poderes
pacífica.
Creo que ese es un hecho fascinante y un episodio histórico muy importante
a ser investigado. Reafirma la noción de que es posible llevar a cabo importantes
cambios sociales sin recurrir a la violencia, sin un baño de sangre. Para
mí es una reivindicación de la idea de que tenemos que abandonar el uso
de la fuerza militar para provocar cambios sociales. De hecho, los cambios
sociales pueden producirse como resultado de las acciones de un gran movimiento
popular. El recurso a la fuerza militar para provocar cambios sociales,
el recurso a la insurrección armada o a lo que un movimiento revolucionario
llama lucha armada es la evidencia de que el movimiento revolucionario no
ha ganado suficiente apoyo entre la población. Creo que en cuanto se producen
expresiones populares en masa por las calles, como ocurrió en Alemania del
Este, y se hace evidente que la resistencia es abrumadora, las cosas no
pueden seguir igual. Así que para mí esta es una prueba decisiva. O tomemos
el ejemplo de la Unión Soviética. En los EE.UU. estuvimos a punto de utilizar
armas atómicas contra la Unión Soviética para destruirla. La tiranía cayó
por sí misma, mayormente por causas internas.
Creo que uno de los ejemplos más llamativos de que los cambios sociales
pueden y deben tomar lugar sin violencia masiva es lo que ocurrió en Sudáfrica.
Fue muy revelador que el Congreso Nacional Africano [African National Congress
(ANC), partido de N. Mandela], que ciertamente estaba dispuesto a llevar
a cabo actos de sabotaje e incluso actos esporádicos de violencia, no buscaba
una guerra civil total en Sudáfrica. Sabían que esto resultaría en millones
de personas muertas, la mayoría de ellas sudafricanos negros. Estuvieron
dispuestos a invertir más tiempo, más energía, a utilizar una variedad de
tácticas y, finalmente, el apartheid colapsó. ¿Quién hubiera predicho que
Mandela, en prisión durante 27 años, se convertiría en el líder de la nueva
Sudáfrica? Aunque no cabe duda de que la nueva Sudáfrica no ha resuelto
todavía problemas fundamentales, el poder político negro al menos crea una
posibilidad de cambio que era impensable bajo el antiguo régimen.
Ud. participó en teatro durante los años sesenta. Escribió una obra sobre
Emma Goldman titulada Emma.[2] Ha sido representada en los EE.UU., Japón
e Inglaterra. ¿Qué fue lo que le atrajo de esta figura?
Mi primer contacto con Emma Goldman fue siendo un adolescente a través un
libro llamado Critics and Crusaders, agotado hace mucho, pero que tuvo una
gran influencia sobre mí. Se trataba de una colección de ensayos sobre diversos
radicales de la historia americana. Dedicaba un capítulo a cada uno, y entre
ellos se encontraba Emma Goldman, la anarquista y feminista. Leí el capítulo
sobre ella, y luego me olvidé de él, del mismo modo que la cultura estadounidense
se había olvidado de ella durante mucho tiempo. Había sido una figura muy
importante a principios de siglo. Fue relegada a un segundo plano no sólo
por la cultura general, sino también por la cultura de izquierdas, porque
el Partido Comunista era la fuerza dominante en los EE.UU. durante los años
treinta y cuarenta. Emma Goldman era anticomunista. Había escrito un ataque
muy duro contra la Unión Soviética tras su experiencia allí. Fue condenada
al olvido no sólo por el establishment, sino también por la izquierda.
No supe nada sobre ella hasta que un día, en una convención en Pennsylvania
a mediados o finales de los sesenta, me encontré con otro historiador llamado
Richard Drinnon que me dijo que había escrito una biografía sobre ella titulada
Rebel in Paradise. Esta biografía de Emma Goldman es sensacional. Me llevó
a leer su autobiografía, Viviendo Mi Vida.[3] Lo que me llamó la atención
era que, entonces en los años sesenta, la Nueva Izquierda se había distanciado
de la doctrina tradicional del Partido Comunista y, sin llegar a ser anarquista,
compartía muchas de las preocupaciones anarquistas en su oposición al estado,
al dogmatismo, en su deseo por provocar cambios revolucionarios en la cultura
de manera simultánea a los cambios en la política y la economía. Así Emma
Goldman pertenecía, bajo mi punto de vista, a una concepción del universo
de la Nueva Izquierda.
Descubrí que mis estudiantes, lejos de encontrarla anticuada e irrelevante
tal y como temía cuando empecé a repartir sus escritos en clase, se encontraban
atraídos por sus ideas y su postura ante la vida, su enérgico feminismo,
su anarquismo, su postura contra el estado, contra el capitalismo, contra
la religión, contra todas las normas tradicionales de comportamiento sexual
y el matrimonio. Era un espíritu libre. Entonces surgió la posibilidad de
la obra de teatro.
¿Cuáles fueron las influencias en su obra teatral? ¿Tenía algún modelo,
estaba interesado en la obra de Bertolt Brecht, por ejemplo?
Fue una variedad de influencias en mi vida lo que me llevó a escribir para
teatro. Primero, había miembros de mi familia que habían estado relacionados
con el teatro. Mi mujer fue actriz durante un tiempo en Atlanta y aquí en
Cambridge. Mi hija actuó en Atlanta en la producción de El Diario de Ana
Frank en 1962. Interpretó el papel de Ana Frank y ganó un premio a la mejor
actriz del año en Atlanta. Nuestro hijo era músico y actor y consagró su
vida al teatro, y aún lo hace, llevando un pequeño teatro en Wellfleet,
Cape Cod. Asistimos a las primeras funciones en Broadway de Muerte de un
Viajante, y Un Tranvía Llamado Deseo de Tennessee Williams.
Las ideas políticas y la imaginación teatral de Brecht me fascinaban. Cuando
comencé en el teatro, aprendí ciertas lecciones muy positivas. Aprendí que
convertirse en un miembro del mundo del teatro, es algo muy distinto a ser
un académico. Inmediatamente entras a formar parte de un proyecto en grupo.
La vida académica y universitaria es muy solitaria. En teoría eres miembro
de un departamento, tienes colegas, pero en la práctica nunca es así. Estás
solo. Escribes tus cosas solo. No se trata de una labor colectiva. El teatro
se convierte en una labor colectiva inmediatamente, inevitablemente, en
cuanto tu obra es asumida por el director. El director se convierte en un
igual, de hecho más igual incluso que tú. Cuando irrumpen los actores, el
decorador, el figurinista y el director escénico, ya tienes un pequeño colectivo
trabajando en el proyecto. Todo el mundo quiere que esto salga bien tanto
como tú. Por todo ello, fue muy inspirador encontrarme de pronto con un
grupo de gente trabajando todos juntos en este proyecto. Los actores y actrices
ensayan seis semanas y suben al escenario todas las noches durante otras
seis semanas y se entregan en cuerpo y alma a cambio de nada o de muy poco,
porque aman y creen en lo que están haciendo. Tengo una enorme admiración
por esas personas.
Volviendo a Brecht, tuvo una actuación magistral y, todo hay que decirlo,
muy dramática ante el Comité de Actividades Anti-Americanas de la Cámara
de Representantes (House Un-American Activities Committee, HUAC). Fue muy
divertido. El testimonio de Brecht ante el Comité coincidió con la investigación
a Hollywood. La transcripción completa del testimonio se puede encontrar
en el libro Thirty Years of Treason, de Eric Bentley, donde se reproducen
los testimonios de los actores, escritores y directores que comparecieron
ante la HUAC entre 1947 y 1948. Brecht desconcertó a los miembros del Comité.
No sabían qué hacer con él. Sus respuestas eran como adivinanzas que los
forzaba dentro de laberintos de confusión de los que nunca salieron. Le
preguntaban, por ejemplo, "Sr. Brecht, ¿Es cierto que usted escribió las
siguientes líneas en su obra El Alma Buena de Se-Chuan?" y él respondía,
"No, creo que no lo ha entendido bien. ¿Lo ha leído usted en alemán?" Puedes
imaginarte el nerviosismo que se apoderó de los miembros presentes del Comité.
Cierta persona que presenció o escuchó su testimonio ante la HUAC dijo que
era como un zoólogo siendo examinado por simios.
Charlie Chaplin es una de las grandes personalidades culturales del siglo
XX. También fue investigado durante la caza de brujas de Washington. ¿Fue
por razones políticas? ¿No fue deportado?
Chaplin no era un ciudadano estadounidense, y no le permitieron quedarse
en el país. No cabe duda de que fue por razones políticas, ya que había
apoyado diferentes causas progresistas y de izquierdas, y también por las
películas que hizo. Aunque no querían declarar sus películas subversivas,
no cabe duda que lo eran. Tiempos Modernos era una devastadora crítica al
sistema industrial capitalista. Por supuesto, no querían admitir que su
película El Gran Dictador era una película vigorosamente antifascista en
un momento en que muchos líderes del gobierno eran tolerantes con el fascismo.
El resto de sus comedias, las comedias mudas, estaban permeadas de conciencia
de clase con sutiles, y no tan sutiles, críticas de la policía y de un sistema
que condenaba a la gente a la pobreza: el vagabundo, el inmigrante. Todo
esto no le hizo ganarse la simpatía de los defensores del establishment
estadounidense.
Las obras de Chaplin no eran adustas polémicas, sino que eran enormemente
entretenidas y divertidas.
Precisamente eso es lo que las hacía especialmente peligrosas. El sistema
es capaz de hacer frente a críticas del sistema dogmáticas, arduas y aburridas.
Pero le enfurece que las películas de alguien crítico y de izquierdas sean
vistas por cientos de millones de personas en todo el mundo porque son divertidas
y entretenidas. Hubo veces en que la HUAC deliberadamente no llamó a testificar
a ciertas personas porque eran demasiado populares. Tengo un amigo, un estudiante
activista, que es hijo de Robert Ryan, el actor. Me dijo, y no creo que
le importe que lo diga, que su padre, que era un progresista que había apoyado
causas antifascistas y que tenía una verdadera conciencia sobre el sistema
estadounidense, no fue citado ante la HUAC, al contrario de mucha otra gente,
porque era una figura muy popular. Era del estilo de John Wayne, un héroe,
un tipo duro, 100% americano. Demasiados estadounidenses se identificaban
con Robert Ryan en esa manera heroica. Era anglosajón, guapo, heroico, no
cuadraba con el estereotipo del subversivo. Se podría decir que prefirieron
citar para testificar a escritores judíos para ejemplificar el comunismo,
haciendo que el fanatismo se convirtiera en una característica del anticomunismo.
Los EE.UU. destinan 98 millones de dólares al año a la Fundación Nacional
para el Arte (National Endowment for the Arts). Esto es debatido acaloradamente.
¿Cuál sería una situación ideal en términos de subvenciones?
Hay países en Europa occidental donde los gobiernos destinan proporcionalmente
100 veces más que los EE.UU.. Dinamarca, Holanda, Alemania, Inglaterra y
los países escandinavos subvencionan el arte en mucha mayor medida en que
lo hacen los EE.UU.. A pesar de eso, esa mísera suma de dinero, menor que
la asignada a bandas militares, se convierte en el objeto de un acalorado
debate sobre si el arte debería ser subvencionado cuando es escandaloso,
quizá política o culturalmente, quizás porque contiene desnudez o lesbianismo
o cualquier otra cosa que es ofensiva a gente que aún vive en otro siglo.
Con "otro siglo" no me refiero al siglo XXI, me refiero al siglo XIV. En
una sociedad decente el arte ha de estar subvencionado porque los artistas
necesitan ser remunerados; los escritores y los pintores han de sobrevivir.
Recuerdo que, en un vuelo desde Ciudad del Cabo a Londres, conocí a una
alemana que se subió en Frankfurt. Resultó ser una actriz. "¿Qué le trae
a Londres?" pregunté. "Voy de vacaciones" contestó. Me dijo que el gobierno
alemán le concedía un salario anual. No le preguntan en qué obra va a actuar
o si va a actuar todas y cada una de las semanas del año. Cuando hay obras
de teatro, actúa en ellas. Cuando no las hay, se va de vacaciones. Pero
ella cobra un salario anual, lo mismo que nuestros congresistas cobran un
salario anual, aunque pasan un montón de tiempo haciendo otras cosas aparte
de acudir al Congreso.
Hay una postura que dice que si aceptas subvenciones del gobierno, aceptas
sus restricciones, controles y limitaciones. ¿Cuál es su postura en el asunto?
Este sistema empobrece a los artistas. Ya que buena parte de nuestros impuestos
se destinan a tonterías, como armas nucleares, creo yo que tenemos el derecho
a exigir que parte de nuestros impuestos se destinen al arte. Por supuesto
que cuando esto ocurre hay fuerzas sociales que intentan determinar el contenido
del arte, pero eso es un problema distinto. Así, tenemos pendiente una doble
batalla en la cultura, una para hacer que el gobierno subvencione el arte,
otra para garantizar que esa subvención no se vea acompañada de control
político.
David Barsamian es fundador y director de Alternative Radio en Boulder,
Colorado.
1.- Zinn, H. Estados Unidos (Hondarribia: Hiru, 1998); Nadie es neutral
en un tren en marcha: historia personal de nuestro tiempo (Hondarribia:
Hiru, 2001) 2.- Goldman, E. Viviendo Mi Vida (Madrid: Fundación de Estudios Libertarios
Anselmo de Lorenzo, 1995) 3.- Zinn, H. Emma : una obra de teatro en dos actos sobre Emma Goldman,
anarquista americana (Hondarribia: Hiru, 2001)