Argentina: 86 años de democracia

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Listas Negras de la dictadura cívico-militar 1976-1983

 

Osvaldo Bayer nació en Santa Fe, Argentina, en el año 1927. Pasó su niñez en Tucumán y luego en Bernal, Provincia de Buenos Aires y en Belgrano, Capital Federal.

Realizó estudios de medicina y filosofía, en la UBA para luego estudiar Historia en la Universidad de Hamburgo, Alemania.

Es historiador, escritor, periodista, guionista cinematográfico, traductor y fue Profesor Honorario, titular de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Es docente de la Deutsche Stiftung für Entwicklungspolitik (Fundación Alemana para el Desarrollo), en Bad Honnef, Alemania.

Entre 1959 y 1962 fue Secretario General del Sindicato de Prensa.

En el periodismo trabajó como redactor en la revista "Continente", en el diario "Noticias Gráficas"; fue jefe de redacción del diario "Esquel" (Chubut), secretario de redacción del diario "Clarín", director de la revista "Imagen", etc. Actualmente escribe notas para el diario "Página 12".

Fue traductor del alemán de obras de Franz Kafka, Bertolt Brecht, Karl Jaspers, Thomas Mann y otros.

Obras escritas: "La Patagonia Rebelde", (cuatro tomos); "Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia"; "Los anarquistas expropiadores"; "Exilio", en colaboración con Juan Gelman; "Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?"; "La masacre de Jacinto Aráuz"; "La Rosales, una tragedia argentina"; "Rebeldía y Esperanza"; "Los cantos de la sed", poesía. Este año serán editados "A contrapelo" y "En camino al paraíso", dos libros de ensayos y opinión.

Ensayos en diversas publicaciones europeas, entre ellas "Armee Argentine: de l´extermination des aborigènes à la terreur blanche" ("Les Temps Modernes", Paris, 1981); "La amada tierra enemiga", en "Asyl bei den Deutschen" (Rohwolt, 1982, Hamburgo); "Cronista con opinión propia" (en "Lebenswege", Eisenbürger, 1995, Hamburgo); "La dictadura argentina y sus consecuencias", en "Stacheldraht und heile Welt", Edition Diskord, Dachau, 1996; "El recuerdo, la mejor arma del futuro", en "Frei und gleich geboren", Verlag Sauerländer, 1997, etc. etc. En la Argentina, entre otros: "La sombra de Inacayal", en "El encubrimiento", Ed. Desde la Gente", 1992.

Guiones de filmes, en la Argentina: "La Patagonia Rebelde"; "La Maffia"; "Fútbol Argentino"; en colaboración: "Jaime de Nevares, último viaje". En Alemania: "Curentena, exilio y regreso", "Juan, como si nada hubiera pasado", "El vindicador", "Elisabeth", "Panteón Militar". En España: "Todo es ausencia". En Holanda: "Si las plazas del mundo hablaran".

En 1963, estuvo preso a disposición del Poder Ejecutivo durante 63 días por orden del ministro del Interior, general Enrique Rauch.

Entre 1975 y 1983, Osvaldo Bayer debió exiliarse, al prohibirse el film "La Patagonia Rebelde" y los libros de ese mismo nombre, además del "Severino Di Giovanni". En Alemania, donde vivió todos esos años formó parte de diversos organismos de Derechos Humanos y habló en más de cien actos en Europa denunciando los métodos de la dictadura militar. En 1997 recibió el premio "Veinte años de Madres de Plaza de Mayo", que en declaraciones públicas lo ha denominado "el premio que más valora".

Osvaldo Bayer fue declarado doctor honoris causa por las universidades patagónicas del Comahue y de la Patagonia Austral. Su última obra es literaria, la novela "Rainer y Minou". editada en el año 2002.

Ilustración: Andrés Cascioli


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Argentina: 86 años de democracia

Por Osvaldo Bayer

La Argentina es una democracia, se oye decir y en las escuelas argentinas así se enseña. Nuestra democracia tiene 86 años, desde que se aplicó por primera vez el voto universal y directo. Universal, claro, pero para hombres solamente. Desde 1916, los argentinos tenemos democracia. Mientras tanto, en esa casi centuria, fuimos gobernados por sólo dos partidos políticos y por 14 dictaduras militares. Más todavía, uno de esos dos partidos políticos que nos ha gobernado y nos gobierna, surgió de un golpe militar. En esos 86 años, la Argentina de un país rico, meta de millones de inmigrantes europeos, llamado el granero del mundo, se ha convertido en un país donde hay niños y ancianos que se mueren por inanición. Con millones de desocupados, con un 50% de habitantes en la línea de pobreza. Un país de violencia extrema en sus ciudades. ¿Qué ha pasado en estos 86 años de así llamada democracia argentina? Por qué cuando gobernó alguno de los dos partidos elegidos por el pueblo, después de una dictadura militar, no marcaron normas paa hacer imposible una nueva aventura uniformada. Por ejemplo, condenar de por vida a prisión a los dictadores, hacerles pagar las indemnizaciones correspondientes por los fusilamientos, los asesinatos, y el efecto de las leyes ilegales. No, al día siguiente de haber sido derrocados, los ex dictadores salían a la calle con sus uniformes, iban a misa y seguían cobrando sus sueldos como militares. Todo lo contrario de lo que hacían los dictadores con los presidentes depuestos, a los cuales se los encerraba en prisión o se los enviaba al exilio.

Pero hagamos un brevísimo prefacio a los 86 años de democracia. En 1853, hace 60 años, triunfaba -después de una larga guerra civil- la línea política liberal, quien triunfará sobre caudillos y gauchos, primero, en una sangrienta lucha y luego eliminará a los indios del sur del país, en lo que fue llamada la Campaña del Desierto. Esto se realizó en los años 80. Ya antes había comenzado la matanza. En 1826, el gobierno liberal de Rivadavia había contratado al coronel alemán Friedrich Rauch para eliminar a los indios ranqueles que ocupaban las llanuras pampeanas. Es increíble el texto de los partes de este militar europeo. En uno de ellos dice, por ejemplo: “ para ahorrar balas hoy hemos degollado a 27 ranqueles.” O este otro: “Los ranqueles no tienen salvación porque no poseen el sentido de la propiedad”. Más todavía, por ejemplo, en ese año de 1826 escribe que los indios ranqueles “son anarquistas”. (Ah bien, si son anarquistas entonces hay que eliminarlos.) Un indio ranquel antes de una batalla se aproximó al famoso coronel alemán, le voleó el caballo y con absoluta rapidez le cortó la cabeza al distinguido oficial eusopeo. (¡Qué falta de consideración!) Pero el diario de la época señala que el coronel europeo tuvo las exequias má lujosas de la historia argentina y toda la alta sociedad de Buenos Aires lloró la muerte de ese noble militar europeo que había venido a matar indios por una buena paga, fijada por un contrato ad hoc.

Pero ya en 1870, la campaña contra los habitantes originales del sur argentino se hizo con toda la organización del ejército comandado por el general Roca. Los indios de las pampas y las regiones patagónicas serán eliminados. Pero llama la atención que en un país tan católico se oyeran expresiones tan racistas. Más todavía, los libros con que estudian los apirantes a oficiales del ejército actualmente, tienen calificativos contra los habitantes naturales que tendrían que ser inadmisibles en cualquier país civilizado. Por ejemplo, un párrafo del libro del coronel Juan Carlos Walther, profesor del Colegio Militar. “La conquista del desierto –dice- no fue una acción discriminada ni despiadada contra el indio aborigen de nuestras pampas. A la inversa, la conquista del desierto se efectuó contra el indio rebelde, reacio a los reiterados y generosos ofrecimientos de las autoridades deseosas de incorporarlos a la vida civilizada para que como tal conviviera junto a los demás pobladores pacificamente y así dejara de una vez de ser bárbaro y salvaje asimilándose a los usos y costumbres de los demás argentinos”. Luego, al describir la campaña dice el coronel Walther: “Fue una lucha contra un indio rudo, altivo y salvaje que dominado por un atávico espíritu de libertad –propio del medio en que vivía- tarde le hizo comprender que esa lucha del blanco no era un acto de guerra que buscaba su exterminio, sino, por el contrario, su objetivo era integrarlo al seno de la sociedad como un ser civilizado y que así tuviera una paz constructiva.” Pero los indígenas se defendieron con todas sus fuerzas contra el argentino blanco que venía a quitarles la tierra. “Fue una sangrienta puja entre la civilización y la barbarie” nos dice el coronel Walther. El profesor de la escuela militar compara a la campaña contra el indio con la campaña por la independencia contra el dominio español. Es una perversa comparación: la eliminación del indio con la lucha de liberación del poder colonial.

Es que casi la totalidad de los historiadores argentinos describen la matanza exclusivamente desde el punto de vista del blanco. Dan por sentado que el blanco tiene razón y derecho; el indio es el invasor, el usurpador. Que se describa la historia de acuerdo a los intereses y el pensamiento de la época, vaya y pase, pero que además se le quieran dar valores morales al crimen, es inadmisible a 130 años de los hechos: el aborigen es el salvaje que tuvo que ser liberado con la cruz y la espada, la culpa es de él “por su atávico espíritu de libertad”. De paso, la tierra fue para el blanco, mejor dicho, para la burguesía de Buenos Aires, que financió la campaña para exterminar al indio del sur. Se llega al extremo del cinismo al denominar este historiador “extranjero” al indio que poblaba esas tierras desde hacía siglos y que no reconocía fronteras. Es así como escribe Walther: “Muchas de esas tribus salvajes no eran nativas de tierra argentina sino que provenían de la araucania chilena”. Aquí queda al desnudo todo el cinismo de los civilizados: a los mapuches que habitaban territorio más allá de los Andes los denominaban chilenos, porque los blancos habían marcado allí las artificiales fronteras entre Argentina y Chile que antes jamás habían existido, era un invento de los blancos. La malicia y la ignorancia se dan la mano en este último párrafo “no eran nativos de estas tierra”, escribe Walther. Para el blanco, para su mente aprovechada, el aborigen debía respetar las fronteras marcadas por la irracionalidad y el espíritu mezquino de quienes ni siquiera aprendieron a atesorar el sueño de Bolívar de la gran nación latinoamericana. Por su parte, el doctor Ricardo Caillet-Bois, profesor de la universidad de Buenos Aires y de la Escuela Superior de Guerra escribe: “Olvidamos facilmente que hasta ayer el país tuvo que cuidar dos fronteras, la internacional y la línea siempre movediza y nunca respetada que separaba a la zona civilizada de aquella en la cual era rey y señor el bárbaro del desierto”.

Es esclarecedora sin dudas, la frase escrita en 1975 por el coronel Walther donde este representante del ejército argentino de hoy señala que la exterminación del indio es la continuación de la línea iniciada en la conquista del continente americano por los españoles. Escribe Walther: “Este secular proceso iniciado en los albores de la conquista hispánica finalizó hace un siglo, por 1885, en los lejanos confines patagónicos”. Es decir, las burguesías criollas, para quedarse con la inmensidades patagónicas, habían proseguido la misma política española de exterminio del habitante natural y le habían puesto punto final. El indio dejaba de pertenecer a las que habían sido sus tierras.

El gran genocida que comandó las tropas para exterminar al indio del sur fue el general Roca, figura hoy venerada en la Argentina. En todas las ciudades se encuentra un monumento a él y una de la principales calles con su nombre. Él es el verdadero organizador de la Argentina liberal y civilizada a la europea soñada por otros pensadores prositivistas que querían un país blanco. Se propusieron hacer de la Argentina la Canadá del Sur, la Australia del Occidente.

Roca fue consecuente con sus principios y no le tembló la mano para eliminar con sus fusiles europeos lo que él y sus teóricos liberales llamaban “la barbarie”. El ferrocarril que instalaron los ingleses y que llevaba a las antiguas pampas de los indios, inmolados en aras de la civilización, pasó a llamarse General Roca. La consigna de Roca era: si queremos ser país exportador de productos de campo debemos conquistar las miles de leguas cuadradas que poseen los salvajes. El propósito era colocar la carne argentina en las carnicerías de Londres. Cuando Europa comenzó a usar los buques frigoríficos quedó sellada la suerte de los tehuelches, mapuches, pehuenches y ranqueles. Ahora sí, después de la eliminación del indio del sur, la Argentina podía alimentar a Europa con la carne de sus vacas.

 
Osvaldo Bayer entrevistado en el programa "la nit al dia", por el canal catalán TV3, en ocasión de su paso por Barcelona para dictar una conferencia. (17/01/06)

El genocidio indígena fue presentado ante Buenos Aires y el mundo como un hecho heroico del ejército argentino. El general Olascoaga, eufórico escribe de que se trata del “más fecundo de los acontecimientos de nuestra historia”. Por su parte, el militar prusiano Melchert, a su paso por Buenos Aires, propone al gobierno argentino el sometimiento definitivo del indio pero además, aprovecharlo. Hacerlos soldados rasos de los propios ejércitos blancos para así tenerlos vigilados día y noche. Hacer de ellos siervos castrenses. Y convertirlos en lo que él llama “cosacos americanos”, es decir, tropas autómatas de represión. Fue una batalla desigual. Los cristianos tenían el rémington a repetición, el telégrafo, los militares y a Dios consigo. El indio sólo tenía la lanza, las boleadoras y el dominio del caballo. El habitante natural fue cazado como un animal salvaje. Estanislao Zeballos, uno de los más importantes intelectuales liberales de la época, escribía con orgullo poco después del triunfo: “El rémington les ha enseñado a los salvajes que un batallón de la república puede pasear por la pampa entera dejando el campo sembrado de cadáveres”. El diario “La Tribuna”, de Buenos Aires, del 1° de junio de 1870 aconsejaba “para acabar con el resto de las que fueron poderosas tribus, ladrones audaces, enjambre de lanzas, amenaza perpetua para la civilización, no se necesita ya otra táctica que la que los cazadores europeos emplean cotra el jabalí. Mejor dicho contra el ciervo. Porque el indio es ya sólo un ciervo disparador y jadeante. Es preciso no tenerle lástima”.

La crueldad salía a la superficie en una sociedad criolla europeizada, profundamente racista. El pensador argentino Juan Bautista Alberdi –uno de los verdaderos padres de la Constitución Nacional- escribió: “No conozco persona distinguida de nuestras sociedades que lleve apellido pehuenche o araucano. ¿Acaso alguien conoce a algún caballero que se enorgullezca de ser indio? ¿Quién de nosotros acaso casaría a su hermana o a su hija con un indio de la Araucanía? Preferiría mil veces a un zapatero inglés”.

Los indios que se salvaron de la matanza fueron enviados a trabajar a los cañaverales del Norte para los dueños y señores del azúcar, en condiciones de absoluta explotación, o a servir durante seis años en el ejército y la marina. Las mujeres indias fueron repartidas entre las familias aristocráticas como sirvientas y los niños dados en adopción. El diario “El Nacional” informa: “Llegan a Buenos Aires los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia”.

Es que la guerra contra el “salvaje” se hizo sin piedad. El comandante Prado, uno de los integrantes de la expedición, informó que a los indios que se tomaban prisioneros se los estaqueaba y se los torturaba atrozmente, mutilándolos o desconyuntándolos para que diera datos. El comandante, general Roca escribirá: “La ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruída”. Y finalmente informará al Congreso de la Nación: “El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del indio esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”. Los vencedores se quedarán con las tierras. El general Roca mismo recibió quince mil hectáreas como botín de guerra. Hubo campos para los otros generales y oficiales y para los estancieros y comerciantes que habían financiado la matanza.

También la iglesia católica apoyó en todo a la expedición contra los indios. Por ejemplo, monseñor Fagnano, dio a conocer un mensaje cuando las tropas militares vencieron. Dijo: “Dios en su infinita misericordia ha proporcionado a estos indios un medio eficasísimo para redimirse de la barbarie y salvar sus almas: el trabajo; y sobre todo la religión, que los saca del embrutecimiento en que se encontraban”.

Los nombres poéticos que los habitantes originarios pusieron a montañas, lagos, valles, etc., fueron cambiados por nombres de generales y de burócratas del gobierno de Buenos Aires. Por ejemplo. Uno de los lagos más hermosos de la Patagonia que llevaba el nombre en tehuelche que significaba “el ojo de Dios” fue reemplazado por el de Lago Gutiérrez, apellido de un burócrata del ministerio del Interior que pagaba los sueldos a los militares. Y en Tierra del Fuego, un lago con nombre indígena ona llamado “Descanso del horizonte”, fue llamado “Lago Monseñor Fagnano”, en honor del cura que acompañó a las tropas con la cruz.

En Londres se hizo un homenaje gigantesco al general Roca. La crónica dirá: “Jamás los altos banqueros y comerciantes de Londres, en número tan grande y selecto, han ofreciedo a un hombre público extranjero iguales demostraciones de simpatía ni tributó a un país tan altos elogios como lo que han hecho a la República Argentina”.

Todo el cinismo de la sociedad vencedora quedó al desnudo con la muerte del cacique Inacayal, símbolo final de toda la tragedia. El cacique Inacayal había sido tomado prisionero y llevado al Museo de Antropología de La Plata para mostrarlo allí, a la europea, para que los argentinos vieran cómo eran los indios. El escritor Cemente Onelli describe así su muerte: “Un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el horizonte, apareció Inacayal sostenido por dos indios allá arriba, en la escalera monumental del museo. Se arrancó la ropa, las del invasor de su patria, desnudó su rostro dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol y otro larguísimo hacia el sur, habló palabras desconocidas y, en el crepúsculo, la sombra agobiada de este viejo señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo. Esa misma noche, Inacayal moría”.

Hoy, todo está igual que cuando el ejército realizó el genocidio patagónico. Por supuesto todo más moderno. La Patagonia está toda vendida. Por ejemplo, los industriales del vestido, los Benetton, han comprado varias estancias, entre ellas la estancia Leleque, la más hermosa en paisaje con cordillera, lagos y bosques. Es una estancia extensísima. Eso no obstó para que el dueño europeo, quien descubrió que en el amplio territorio de su estancia una familia mapuche integrada por un matrimonio y sus dos hijos, estaban viviendo en cuatro hectáreas de su estancia. Esa familia ocupaba desde hacía tiempo inmemorial esa tierra, de la cual no tenían título de propiedad, por supuesto. El europeo, dueño de la estancia, los hizo expulsar del campo por la justicia argentina. La familia mapuche fue expulsada de sus propias tierras. Otros propietarios extranjeros, entre ellos norteamericanos e ingleses, y millonarios que viven en el Caribe, han comprado ya grandes extensiones de terreno en la Patagonia. Entran quienes utilizan las estancias para el placer y su propio turismo. Realidades de la globalización.

Después de la campaña del desierto que terminará en 1880, Roca será presidente de la Nación dos veces, elegido por normas en que no se respetaban los principios democráticos. En la Argentina comenzaba un nuevo período. El de la inmigración. Los liberales con sus guerras habían dejado al país vacío. Había que poblarlo. La frase de ese tiempo, pronunciada por Alberdi, era: “gobernar es poblar”. Otro estadista argentino, Sarmiento, había respondido: “sí, poblar sí, pero con europeos”. Y Sarmiento propuso que se trajeran nórdicos: holandeses, suecos, noruegos, alemanes, ingleses. Pero Sarmiento no había tenido en cuenta que esos europeos nórdicos elegían emigrar a América del Norte: Estados Unidos y Canadá.

Por eso, Sarmiento y los sucesivos gobiernos liberales tuvieron que “conformarse” con españoles e italianos. Fue realmente un acontecimiento épico. En tres décadas llegaron dos millones de españoles y cuatro millones de italianos. Y con los trabajadores españoles e italianos llegaron las ideologías que dominaban en los movimientos obreros de esos países, que era esencialmente el anarquismo. El socialismo llegará con un grupo de emigrados alemanes a quienes se les había aplicado la ley antisocialista de Bismarck. Eran docentes y dirigentes sindicales. Ellos fundaron en Buenos Aires el Club Vorwärts y fueron los primeros en enseñar marxismo. La casa del Club Vorwärts fue facilitada a todos los obreros, no importará su origen ni tampoco su ideología. La Casa del Vorwärts de la calle Rincón se hizo famosa porque allí se llevaron a cabo las primeras discusiones sobre las leyes de trabajo y las exigencias de los obreros que eran explotados por las pocas empresas que existían en esa época. Los alemanes del Club Vorwärts fueron los primeros en citar para el acto en recordación de los Mártires de Chicago, que significaba la reinvidicación de las ocho horas de trabajo. Se hizo en el centro de Buenos Aires, en 1890, y cada representante obrero habló en su propio idioma: fueron oradores un italiano, un portugués, un español y un alemán. Fue el punto de partida para que se iniciara un período de luchas reinvidicativas. Fue increíble el espíritu de lucha de esos obreros recién llegados. Y para el gobierno liberal comenzó un nuevo período de represión. Si primero fue con los gauchos federales, después fue con los indios y ahora, a principios del siglo veinte, fue con los obreros de ideologías anarquistas, que aplicaban el método de la acción directa. Hay hechos insólitos, como es la gran marcha obrera de 1904, donde se reunieron 70.000 obreros para un Buenos Aires que contaba sólo con 800.000 habitantes. Ese acto se hizo a pesar que estaba prohibido por la policía y como se trataba de un 1° de mayo, ese día los obreros debían trabajar y si faltaban a sus tareas eran dejados cesantes por la patronal. Como se presumía, el acto fue atacado por la policía y se produjo el primer mártir de los obreros de Buenos Aires, el marinero Juan Ocampo, que fue muerto a balazos por la policía. El cadáver del joven marinero fue llevado por sus propios compañeros al local del diario anarquista “La Protesta” y velado allí. Comenzaba una lucha sangrienta entre el gobierno y los obreros, que iba a durar muchos años y que iba a producir miles de víctimas.

En los capítulos principales de esa represión está la masacre del Plaza de Congreso, el 1° de mayo de 1909, cuando la policía atacó sin aviso a los miles de obreros que manifestaban por las ocho horas de trabajo. El jefe de policía era un militar, el coronel Ramón Falcón quien ordenó sin previo aviso el ataque contra las columnas obreras. Se produjo una verdadera masacre de trabajadores. Meses después, el joven anarquista Simón Radowitzki esperó al coronel Ramón Falcón a la salida de un acto público y vengó a sus compañeros matando al jefe de policía con una bomba.

En los primeros años del siglo veinte, el ejército argentino se iba a germanizar. Es que los gobernantes liberales argentinos querían lo mejor para su país, y lo mejor era europeo, sin lugar a dudas. Por ejemplo, la marina de guerra mejor del mundo era la inglesa por eso la marina de guerra argentina se hizo a imagen y semejanza de la flota británica. Hasta los marineros argentinos en sus uniformes copiaban el crespón negro que usaban los marineros británicos al cuello en homenaje al almirante Nelson. Y para el ejército, el modelo era el prusiano. Prusia había vencido fácilmente a Francia en 1870 y por sus armas, la artillería Krupp y los fusiles de Mauser pasó a ser el ejército más admirado. Ya en 1902, el general argentino Ricchieri adoptará los reglamentos del ejército alemán e invitará como profesores de la academia de Guerra a oficiales alemanes. Los mejores oficiales argentinos serán becados a Berlín. Se usará el mismo uniforme y la misma música marcial. Exactamente lo mismo hará Chile. Se pudieron hacer así grandes negocios de venta y compra de armas. Cuando Krupp o Mauser necesitaban vender existencias de armas porque se aproximaba la fabricación de nuevos modelos, se enviaban a Sudamérica a los denominados agentes de esas dos fábricas. A las pocas semanas de sus visitas, los diarios argentinos y chilenos comenzaban a hablar de posibles conflictos fronterizos entre los dos países en la cordillera de los Andes.

Se enviaban tropas, se movilizaba a la opinión pública y al mismo tiempo se hacían grandes compras de armas, en las cuales todos cobraban sus comisiones. Hasta el comandante en jefe argentino, el general Ricchieri se vio involucrado en el cobro de una coima. Acusado, de inmediato donó esa coima al ejército y entonces fue saludado por todos como un verdadero patriota. Desde la prusianización del ejército argentino éste pasó a ser cuerpo directo de la represión antiobrera. Desde ese momento hasta el presente todas las acciones del ejército argentino fueron o para reprimir los movimientos obreros o para combatir a grupos de la propia población.Con la excepción de la guerra de Malvinas, guerra improvisada y sólo declarada para salvar el prestigio militar, que al final terminó en una total derrota y significó el fin de la dictadura militar de los generales.

Hay un documento que lo demuestra todo. El libro del mariscal alemán Colmar conde de von der Goltz que se llama “Impresiones de mi viaje por la Argentina”. Fue en 1910 cuando los argentinos festejaban el centenario del fin de la dominación española. En ese libro, von der Goltz describe con enorme gozo cómo se reprimen las acciones obreras. Dice textualmente: “Argentina está administrada por un gobierno muy práctico y de orden. Realmente a mí me hizo muy bien ver con qué vigor la emprende contra todo intento de crear disturbios en el desarrollo y en la vida pública. En la dársena sur, en la desembocadura del Riachuelo, se hallaba anclado un barco bien grande que, como me relataron con sonrisas elocuentes, se iba poblando poco a poco con esa chusma carne de presidio que la policía iba cazando aquí y allá. Me señalaban además que, cuando el buque estaba lleno, comenzaba un viaje de turismo a Tierra del Fuego y allí se los desembarcaba”. Como es sabido, en Tierra del Fuego lo único que había era una cárcel que estaba a la altura de las peores de la Siberia del zar. Prosigue von der Goltz: “Entonces sí que ahí en Tierra del Fuego podían hacer todo el alboroto que quisieran. Se habló en esos días de una huelga general que iba a comenzar con perturbaciones de las numerosas líneas de tranvías eléctricos, indispensables para el transporte en una ciudad extendida. Pero antes que comenzara la huelga, ya iban apostados soldados atrás y adelante de los vehículos, con fusil cargado y, de anteriores experiencias se sabía demasiado bien que esos guardias no dudaban mucho en apretar el gatillo. De modo que las perturbaciones fueron dejadas para más adelante y hasta hoy no se pusieron en práctica. Pero tal vez la medida más adecuada del jefe de Policía de Buenos Aires fue que, antes del día clave, hizo detener a un importante número de agitadores anarquistas y los encerró, poniéndolos sobre aviso de que, ante la menor perturbación de la fiesta del centenario abriría las puertas de la cárcel y dejaría todo lo demás en manos de la población exasperada. Ya quisiera que nosotros, los alemanes, también imitáramos de vez en cuando algo de este vigor original y edificante y no tuviéramos siempre tantas contemplaciones”.

Y sobre la importancia que lo militar tiene en la sociedad argentina, escribe el mariscal conde von der Goltz en 1910, durante los festejos del centenario de la libertad argentina de España. Dice: “Todos los festejos argentinos tuvieron un carácter serio y solemne. En este sentido el poder armado ocupó un papel protagónico con sus formaciones y guardias de honor, sus escoltas, bandas de música militar, etc. Batallones de escolares desfilaban por las calles y daban expresión –y quisiera designarlo expresamente así- al militarismo, que en la Argentina está muy latente, a que en el extraordinario progreso que la República hace en el orden material, no ha perdido de vista la necesidad de fomentar y fortalecer el estilo militar, lo guerrero (...) Quisiera decir aquí una palabra acerca de la educación militar de los soldados argentinos. Todo lo que sea marchas y desfiles es muy apreciado en Buenos Aires. Entre nosotros, los alemanes, se habla demasiado sobre lo severo de la instrucción militar, pues bien, antes de hablar tendrían que ir a la Argentina y ver cómo se instruye a los soldados y se les hace ejercitar”. En ese viaje a la Argentina, por supuesto, el representante del ejército alemán von der Goltz fue acompañado por von Restorff, representante de Krupp y dos de los oficiales alemanes contratados por la Argentina. Está todo dicho: instrucción militar, sí, pero detrás de eso estaba el negocio de armas, sin disimulos.

Ya en 1892, los alemanes del “Vorwärts” en Buenos Aires exlicaron a sus compañeros socialistas argentinos, españoles e italianos los peligros del militarismo prusiano. En su periódico “Vorwärts” (Órgano de los intereses del pueblo trabajador de Buenos Aires, llevaba como subtítulo), escriben: “Chile tiena la perspectiva poco alentadora de ser prusianizado. El oficial prusiano Körner quien desde hace tiempo se halla en ese país, tiene gran influencia en el ejército chileno y quiere ahora imponer el servicio militar. Felicitamos a los chilenos. Si fuera por las botas prusianas, todo el mundo tendría que ser un gran cuartel. Pero los árboles no crecen hasta el cielo; antes que sea posible prusianizar a Chile, su modelo militar se va a caer a pedazos. En Alemania, algo se está moviendo”. (24.1892)

Esos trabajadores alemanes incansables hicieron los primeros estudios sociólogicos sobre la vida de los trabajadores argentinos. Mientras el mariscal conde von de Goltz se ocupaba de los caballos de carrera (escribía: “Si no fuera por las hermosas mujeres argentinas hubiera perdido mi viejo corazón en los caballos”) los socialistas alemanes exiliados escribían sobre el trabajo de las mujeres y las niñas en Buenos Aires. “La Fábrica Argentina de Alpargatas emplea a 510 obreros, de los cuales 460 son mujeres y niñas. El trabajo comienza a las seis de la mañana y dura hasta las seis de la tarde, interrumpido por una hora y media al mediodía. El trabajador aplicado puede ganar la enorme suma de diez pesos papel por semana, en cambio las chicas sólo seis pesos. Por día se producen 12.000 pares de alpargatas. Es decir que en la Argentina no sólo hay grandes establecimientos industriales, igual que en Europa, sino también tenemos aquí unido a ello las más grande explotación del trabajo de mujeres y niñas”. (Vorwärts, 2.6.1892)

Hay un documento imprescindible que habla de la desvergonzada colaboración entre el militarismo y los fabricantes de armas. En 1980, setenta años después de la visita del mariscal alemán von der Goltz, el representante de Krupp en la Argentina, príncipe von Lobkowitz, declara al diario argentino “La Nación” cuando gobernaba la dictadura genocida del general Videla. Textual: “En Europa se tiene la falsa interpretación de que los gobiernos militares son dictaduras. No saben que aquí, en la Argentina, hay hombres, los militares, que también son gobierno, que aman a su patria y por eso la han protegido de que caiga en manos marxistas. En la Argentina son 25 millones de habitantes contra diez mil. Creo que cuando es necesario defender a una socidad de 25 millones de seres sanos contra diez mil, que desaparezcan los diez mil.” (Es decir, que el representante de la firma alemana Krupp estaba a favor del sistema de la desaparición de personas.)

En 1916 comenzó el gobierno elegido en elecciones generales. Antes, los representantes se elegían a dedo, en los atrios de las iglesias. El primer partido que triunfó fue la Unión Cívica Radical, y el primer presidente Hipólito Yrigoyen. Tuvo características de un partido progresista, nacional, con defensa de la política latinoamericana. Pero mostró una cara absolutamente reaccionaria en la represión del movimiento obrero. Durante los seis años de su gobierno se registraron las tres matanzas más sanguinarias de la historia argentina, hasta 1976. Luego, ese triste honor lo ha heredado la dictadura militar de Videla, de 1976 a 1981, con la desaparción de personas. La primera represión se hizo contra los obreros metalúrgicos que en enero de 1919 salieron a la calle para luchar por las ocho horas de trabajo. Fueron miles de obreros que formaron una columna interminable que fue atacada por la policía librándose durante dos días una lucha sin cuartel. Como la policía no pudo frenar el ímpetu de los obreros, el presidente Yrigoyen ordenó al ejército que tomara a su cargo la represión produciéndose la muerte de más de 600 obreros en las calles de Buenos Aires. En documentos publicados más de dos décadas después, la embajada de EEUU en Buenos Aires señalaba que el número de obreros muertos se elevaba a más de mil. Pero la transgresión más grande contra las leyes y la constitución del gobierno de Yrigoyen fue permitir que en la represión actuaran junto a la policía y el ejército grupos armados de extrema derecha denominados Liga Patriótica Argentina. Estos grupos cometieron el primer progrom contra el barrio judío de Buenos Aires. A los judíos en aquella época, como venían de Rusia, se los acusaba de comunistas. Esta matanza obrera se conoce en la historia como la Semana Trágica. Pero lo deplorable para la nueva democracia es que no intervino la justicia, ni el parlamento Nacional ni el Poder Ejecutivo para que se iniciara una investigación a fondo de los hechos. No, todo se ignoró.

Dos años después se produciría un hecho de magnitudes todavía más trágicas. En 1921, los peones rurales patagónicos de las estancias del territorio de Santa Cruz inician una huelga para reclamar por mejoras de salarios y mejores condiciones de vida. Se firmará primero un convenio que los dueños de las estancias no cumplen y se iniciará así una segunda huelga en las estancias patagónicas. La reacción del gobierno radical sera insólita, enviará al regimiento 10 de caballería a reprimir. Se volverá así a cometer nuevamente una matanza obrera, de proporciones mayores a la de la Semana Trágica de Buenos Aires. Se calcula el número de peones fusilados en 1500. Tampoco aquí intervino la justicia, pero sí el Congreso Nacional. La oposición solicitó se nombrara de inmediato una comisión investigadora que marchara a la Patagonia para detallar la verdad. Pero la bancada mayoritaria, el radicalismo, se negó. En el mismo año, ocurrirá la tercera matanza obrera cometida por el gobierno elegido por el pueblo. En el norte de Santa Fe comenzará la huelga de los trabajadores del quebracho, árbol cuya madera se utilizaba para producir el tanino –empleado en las curtiembres- y para la fabricación de durmientes para los ferrocarriles. Allí también, el gobierno de Santa Fe, que era radical como Yrigoyen ordenó una cruenta represión, primero con un cuerpo de gendarmería creado al efecto y luego con el ejército. Es decir, que la historia de la democracia argentina comenzaba en forma trágica y el ejército creado sobre raíces prusianas había servido solamente para la represión del movimiento obrero.

En 1922, Yrigoyen terminará su mandato y será reemplazado por Alvear, un hombre de la aristocracia y del ala conservadora del radicalismo. Y hará un gobierno con matices liberales. En 1928, al terminar los seis años de mandato, nuevamente será elegido Yrigoyen quien hará un gobierno con muchas vacilaciones hasta que el 6 de setiembre de 1930 el ejército hará un golpe militar. Yrigoyen será derrocado por el general Uriburu, un militar muy alabado en su tiempo por el mariscal alemán von der Goltz. Se produce así el primer golpe militar contra la democracia. El dictador hará fusilar a anarquistas y hará un gobierno de extrema derecha, con persecución a los políticos de los partidos centristas y de izquierda. Pero lo curioso es que Yrigoyen no defenderá su gobierno. Huirá de la casa de gobierno iniciando así una costumbre desgraciada para la democracia argentina. Ninguno de sus presidentes elegidos por el pueblo se defendió contra los 14 golpes militares que ocurrieron en estos últimos 86 años. Todos huyeron. Ninguno hizo lo del presidente chileno Allende que murió en la casa de gobierno, suicidándose, pero no huyó. La huída del presidente Yrigoyen fue patética. Se hizo llevar por su chofer en el auto presidencial hasta la ciudad de La Plata y allí fue hasta un cuartel militar de segunda categoría y presentó la renuncia de presidente a un oficial de segunda categoría. La democracia argentina había comenzado mal con rasgos de tragicomedia. Uriburu a los dos años de dictadura fue reemplazado por un presidente, otro general, elegido en elecciones fraudulentas. Comenzará lo que iba a llamarse el “fraude patriótico”. Los hombres del poder manejaban las elecciones fraudulentas porque señalaban que el pueblo todavía no tenía educación para saber elegir en democracia. Todo ese período luego fue denominado por los historiadores como “la década infame”. Fue una época no sólo de fraudes sino también de grandes negociados. Todo se escenificó de manera que los que sucedieron al general Justo, pertenecían a fracciones de la antigua línea liberal, conservadora y también a la derecha del radicalismo. Toda esa década infame, que duró trece años, terminará con un nuevo golpe militar en 1943, en el que se destacó el joven coronel Perón.

El gobierno de Perón, que en 1945 será elegido por la mayoría del pueblo en elecciones democráticas será una verdadera revulsión de la vida argentina. Será un populismo que, con un país rico en divisas ganadas durante la segunda guerra mundial, aprobará leyes sociales que favorecerán al sector más pobre. Creará un movimiento obrero que obedecerá a sus órdenes y así destruirá el antiguo movimiento obrero de socialistas, gremialistas puros, anarquistas y comunistas. La CGT pasó a depender directamente del movimiento peronista, es decir, de Perón. Su línea cultural más bien se guió por el pensamiento de derecha, guardando muy buenas relaciones con la España de Franco. Como todo pupulismo, mientras el país se mantuvo en una situación de riqueza pudo repercutir precisamente en las clases más pobres. Pero después de los primeros años, cuando comenzó en la Argentina una crisis económica, comenzó también la crisis del peronismo. La esposa de Perón, Evita, hizo una política activa de ayuda a los pobres y principalmente a las mujeres. Pero falleció en 1952, justo cuando se acentuaba la crisis. Perón entra en conflicto con dos grandes aliados de los principios: con el ejército y la iglesia católica. Las dos fuerzas unidas logran, en setiembre de 1955 derrocar a Perón. Éste con mucha capacidad de defensa por parte del apoyo de los obreros, no ofrece ninguna resistencia y huye del país en forma tan patética como Yrigoyen en 1930. Perón huye a una cañonera paraguaya de la marina de su amigo, el general Stroessner, un dictador de derecha. Ese pequeño buque de guerra estaba en reparaciones y no tenía agua ni electricidad.

Comenzarán en la Argentina entonces 18 años de la negación de toda democracia. Será prohibido el partido peronista (oficialmente llamado justicialista) y Perón vivirá en el exilio esos 18 años en diversos países con dictaduras de derecha: Venezuela de Pérez Giménez, Panamá, República Dominicana y por último, la España de Franco, dictador éste que protegió al político y militar argentino. Durante esos 18 años, el ejército en la Argentina fue el verdadero dominador del poder. Se cometieron hechos criminales como el fusilamiento de peronistas sin juicio previo, en junio de 1956. Se hicieron intentos de regreso a la democracia y se dieron elecciones pero sólo permitiéndose a los dos grandes partidos, los dos radicales. En esto estos partidos cometieron un enorme pecado al aceptar esas condiciones de la prohibición del partido peronista. Hasta 1973 fue una sucesión de presidentes electos en minoría y de golpes militares. Se vivió casi constantemente en estado de sitio siendo el poder militar absolutamente discriminatorio. Pero la presión de las masas peronistas hizo que este período nefasto se terminara y pudiera regresar Perón a la Argentina en 1973. Mientras tanto se había iniciado el fenómeno de la lucha de la guerrilla en la Argentina, siguiendo el ejemplo de la Revolución Cubana y el ejemplo del Che. Nace así el Movimiento Montonero y otros grupos menores de izquierda como el Ejército Revolucionario del Pueblo.

Las acciones guerrilleras ayudarán a que los militares se alejen del poder. Por eso permitirán elecciones con la presencia esta vez sí del Partido Justicialista. Los argentinos creían que por fin se iba a acabar el período nefasto de las contínuas dictaduras militares. En los comienzos de 1973 triunfa el candidato peronista Cámpora. Pero ya no era lo mismo. El peronismo estaba produndamente dividido en un ala izquierda y otro de derecha. Cuando regresa Perón de España ordena inmedito la renuncia de Cámpora que pertenecía a la izquierda y gozaba de la simpatía de los Montoneros. Cámpora renuncia y Perón pone como presidente provisorio a un representante de la extrema derecha peronista, Lastiri, yerno de López Rega, un hombre de extrema derecha que comienza a organizar los escuadrones de la muerte, las llamadas Tres A: Alianza Anticomunista Argentina, para eliminar mediante secuestros y asesinatos a la izquierda de su partido y de la sociedad argentina. Comienza poco a poco el clima de terror. En octubre es elegido presidente Perón por el 60 por ciento de los votos. Pero ya el peronismo estaba profundamente dividido y Perón seguirá gobernando con la extrema derecha, nombrando ministro a López Rega.

Con dificultades económicas y la oposición de Montoneros se le hará difícil gobernar a Perón. El 1° de julio de 1974 a diez meses de haber tomado el poder, muere Perón y para la Argentina comienza un período más que dramático. Perón es reemplazado por su viuda, María Estela Perón, alías Isabelita, y las calles de las ciudades argentinas son dominadas por las AAA de López Rega y todos los días ocurren asesinatos de notables, opositores a ese gobierno de extrema derecha. En la Argentina se produce el fenómeno del exilio y centenares de intelectuales, líderes obreros y estudiantes abandonan el país. Ante las dificultades profundas, Isabelita llama a elecciones para octubre de 1976 pero en marzo de ese año las tres fuerzas armadas se apoderan del poder y es nombrado presidente el general Videla.

Comienza una noche larga para los argentinos. Se aplicará el sistema de desaparición de personas. Uno de los sistemas más crueles de la historia de la represión en el mundo. Secuestro, tortura, robo de sus pertenencias, hasta los hijos desaparecen y luego la muerte y la desaparición del cadáver. Muchas veces se arrojaron vivos al mar a los prisioneros. Fueron autores de esa organización macabra los oficiales que habían estudiado en Estados Unidos. Al mismo tiempo se nombraba ministro de economía al ultraliberalconservador Marínez de Hoz. La deuda externa argentina se fue de ocho mil millones de dólares a 67 mil millones. Se comenzaron a privatizar empresas nacionales argentinas, no se cumplieron las leyes de trabajo y se eliminó a los delegados obreros de las empresas. El ejemplo clásico es Mercedes Benz que de sus catorce delegados obreros fueron desaparecidos 13. En ese sentido hay un juicio tanto en Buenos Aires como en Alemania.

Sin ninguna duda, es la época más trágica de toda la historia argentina.

Fueron casi ocho años de una dictadura que pasó a la historia como la más sangrienta desde la creación de la República. De esa época quedó como suprema acción de gobierno, la desaparición de personas y el rapto de los niños de los que eran consideradas personas subversivas. Y se comenzó el camino inexorable a la adhesión al liberalismo globalizador. La derrota de Malvinas quitó estabilidad a los militares que se vieron obligados a convocar a elecciones para octubre de 1983.

Como pocas veces, el pueblo argentino vivió momentos de alegría y euforia por la reconquista de la democracia. Y justamente aquí viene el porqué de este pequeño prólogo sobre nuestra democracia. Todos los argentinos democráticos creyeron, al ver caer la dictadura, que en la Argentina se iba a iniciar la verdadera democracia que el país nunca tuvo pese a lo que establecía la constitución. Después del totalitarismo más cruel, comenzar desde cero y fundar una democracia que por lo menos en grandes líneas defendiera las libertades públicas y los derechos constitucionales.

Los tres gobiernos que tuvimos desde entonces: el de Alfonsín, la década de Menem y el fallido gobierno de de la Rúa, no pudieron cumplir con ese deseo. Al contrario, no se fue a la democratización fundamental del país sino todo lo contrario. Se volvió a los antiguos juegos políticos. En vez de democratizar se trató de transar con todos los verdaderos enemigos de una democracia republicana. Esto se nota claramente en lo militar. Se hizo todo lo posible para que se cambiara todo pero no se modificará nada. Su intento se basó en que había habido en la Argentina una guerra civil en la que habían participado dos demonios. Y uno de los demonios había terminado devorándose al otro. Un demonio, el militar en el poder, había terminado con el demonio de la guerrilla aplicando los métodos más aberrantes: secuestro de las víctimas y sus familiarea, torturas, robos de sus pertenencias, robo hasta de sus hijos, y finalmente desaparición de los secuestrados. No, el nuevo gobierno y la oposición no consideraron el caso de víctimas y victimarios en cada hecho, sino simplemente, igualó los crímenes de la guerrilla, que fue el atentado o el secuestro con aparición del cadáver o de la víctima, al ejercido por las fuerzas armadas desde el poder.

Por ejemplo, Alfonsín mantuvo presos a los condenados a prisión por la dictadura, siendo que esos juicios no habían tenido ninguna seguridad jurídica. Sólo cuando habían cumplido sus penas injustas, esos presos pudieron dejar las cárceles. En cambio a los verdugos se los mantuvo en libertad y se les conmutó de toda pena con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, aprobadas por los representantes de su partido en el congreso nacional.

Aun los miembros de las fuerzas armadas y de las policías acusados de los peores crímenes, salieron en libertad. La presión de los organismos de derechos humanos y del exterior –ya que muchos de los desaparecidos eran ciudadanos extranjeros- hizo que finalmente Alfonsín respaldara el juicio a los comandantes. Ellos y sólo ellos, pero no a los subalternos del ejército, la marina y la aeronáutica. Los juicios se hicieron sí, con todas las garantías, pero desde el punto de vista jurídico hay mucho que discutir. Por ejemplo, que uno de los peores criminales durante la represión y culpable de la aventura de Malvinas, el general Galtieri, saliera absuelto de culpa y cargo. Lo mismo que se tomaran jueces y fiscales –el caso del fiscal Strassera es patente- que habían ocupado cargos durante la dictadura y a veces con actuaciones poco claras.

A este juicio, donde los condenados debieron cumplir prisión nada menos que en un establecimiento militar con piscina y visita diaria de los familiares, se lo completó con dos leyes que iban a demostrar toda la intención del alfonsinismo y el radicalismo de hacer olvidar los crímenes del reciente pasado cometidos por las fuerzas armadas y los civiles que las acompañaron. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, se perdonaban los crímenes de la represión. Sólo como excepción quedó el robo de niños que años después comenzaría a mover los estrados judiciales por reacciones de las familias que buscan a seres nacidos que fueron secuestrados por los militares en aquella época y dados en adopción a otros militares o civiles. Para justificar posteriormente esta indigna acción, se buscó como pretexto que así, al alejarlos de familias marxistas, esos hijos podían ser educados de acuerdo a normas morales y dictadas por la iglesia católica. Las leyes aprobadas por el gobierno de Alfonsín con respecto a la represión, no respetan los principios universales de los derechos humanos que de ninguna manera disculpan los crímenes de lesa humanidad. Ni siquiera se tuvieron en cuenta los principios defendidos en los grandes juicios de posguerra como el de Auschwitz, por ejemplo, donde el fiscal Fritz Bauer definió claramente lo que son los crímenes de lesa humanidad. Los casos donde no se puede aducir precisamente la “obediencia debida” para justificar hasta el fusilamiento de niños, por ejemplo. No, nada de eso, más todavía la ley argentina de los radicales se llama precisamente “Obediencia Debida”. Esa ley y la de “Punto Final”, por la cual se ponía término a cualquier iniciación de juicios por acciones contra los principios defensores de los derechos humanos, sumió a la sociedad argentina en un clima de cinismo. Un país democrático no puede aceptar jamás el olvido más absoluto de crímenes como las torturas, los secuestros, el robo de las pertenencias de los perseguidos políticos. Pero la bancada radical, sí. La oposición peronista votó en contra pero la oposición en los recintos fue de muy poco valor. Fue más bien el cumplir con la disciplina partidaria en contra del radicalismo pero no fue un repudio claro con esas dos leyes verdaderamente totalitarias.

El episodio que hizo posible el perdón absoluto de los crímenes militares fue provocado por el golpe militar del teniente coronel Rico. El gobierno civil tuvo miedo. El militar Rico cometió delito de insubordinación al levantarse con sus tropas pidiendo el olvido de los crímenes militares. Deseaban precisamente las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que serían aprobadas como consecuencia de la sumisión del poder civil a los dictados del militar levantado. La Plaza de Mayo estaba llena de pueblo que apoyaba al poder civil contra el militar levantado, autotitulado el “carapintada". Y ocurrió una de las traiciones más grandes a la historia de nuestra democracia. El presidente argentino cedió a la presión de los militares levantados, a pesar del total apoyo del pueblo en la calle, cosa que no había ocurrido ni con la caída de Yrigoyen ni de ninguno de los presidentes derrocados por los militares. Más, Alfonsín voló en un helicóptero hasta el cuartel del militar golpista y allí fue donde pactó la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Fue un retroceso absoluto del poder democrático ante la fuerza. Cuando Alfonsín regresó a la Casa de Gobierno, anunció desde el balcón a la multitud: “La casa está en orden, felices Pascuas”. El pueblo abandonó la plaza, humillados. Esas dos frases: felices Pascuas y la casa está en orden quedaron en el léxico popular como expresiones de la máxima cobardía. Comenzó para la historia argentina un período en el que el pueblo perdió esperanzas y se aisló de los hechos políticos. En cambio, en el verano de 1989, se produciría el ataque al cuartel de La Tablada por parte de un grupo de militantes de izquierda, quienes señalaron que llevaban a cabo ese ataque armado para adelantarse a otro golpe planeado por los militares. Allí Alfonsín procedió en forma absolutamente diferente a la que había actuado contra los militares de extrema derecha. Desoyó en primer término el consejo del propio jefe de la Policía Federal quien aconsejó rodear el cuartel ocupado por los izquierdistas con una compañía de policía con gases lacrimógenos y que se aguardara a que, incomunicados varios días, se rindieran. Alfonsín actuó de una manera completamente distinta. Llamó al general Arrillaga, famoso por la crueldad con que había actuado durante la dictadura militar en Mar del Plata, autor de la masacre de abogados de presos políticos, en el episodio conocido como “La noche de las corbatas”. Ese general –ante la orden de Alfonsín- atacó el cuartel ocupado por los jóvenes izquierdistas con todas las armas imaginables: tanques, cañones, gases, y un bombardeo incesante de artillería e infantería. Fue una verdadera masacre. Los guerrilleros se rindieron y muchos de ellos fueron fusilados después de soportar toda clase de torturas. Hasta se produjo el fenómeno de la desaparición de gente que se las ve ya prisioneros en las fotos, luego no fueron registradas ni como muertos ni como prisioneros. Posteriormente, los sobrevivientes fueron sometidos a un juicio degradante contra el cual protestó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Casi todos fueron condenados a prisión perpetua o a veinte años de prisión en una cárcel degradante. Basta comparar el caso del cara pintada Rico con el de los atacantes izquierdistas para demostrar que Alfonsín no hacía respetar el mismo derecho de igualdad en el trato para todos. Para los militares, leyes de amnistía. Para los guerrilleros, la más extrema y cruel represión y castigo.

El gobierno de Perón, que en 1945 será elegido por la mayoría del pueblo en elecciones democráticas será una verdadera revulsión de la vida argentina. Será un populismo que, con un país rico en divisas ganadas durante la segunda guerra mundial, aprobará leyes sociales que favorecerán al sector más pobre. Creará un movimiento obrero que obedecerá a sus órdenes y así destruirá el antiguo movimiento obrero de socialistas, gremialistas puros, anarquistas y comunistas. La CGT pasó a depender directamente del movimiento peronista, es decir, de Perón. Su línea cultural más bien se guió por el pensamiento de derecha, guardando muy buenas relaciones con la España de Franco. Como todo pupulismo, mientras el país se mantuvo en una situación de riqueza pudo repercutir precisamente en las clases más pobres. Pero después de los primeros años, cuando comenzó en la Argentina una crisis económica, comenzó también la crisis del peronismo. La esposa de Perón, Evita, hizo una política activa de ayuda a los pobres y principalmente a las mujeres. Pero falleció en 1952, justo cuando se acentuaba la crisis. Perón entra en conflicto con dos grandes aliados de los principios: con el ejército y la iglesia católica. Las dos fuerzas unidas logran, en setiembre de 1955 derrocar a Perón. Éste con mucha capacidad de defensa por parte del apoyo de los obreros, no ofrece ninguna resistencia y huye del país en forma tan patética como Yrigoyen en 1930. Perón huye a una cañonera paraguaya de la marina de su amigo, el general Stroessner, un dictador de derecha. Ese pequeño buque de guerra estaba en reparaciones y no tenía agua ni electricidad.

Comenzarán en la Argentina entonces 18 años de la negación de toda democracia. Será prohibido el partido peronista (oficialmente llamado justicialista) y Perón vivirá en el exilio esos 18 años en diversos países con dictaduras de derecha: Venezuela de Pérez Giménez, Panamá, República Dominicana y por último, la España de Franco, dictador éste que protegió al político y militar argentino. Durante esos 18 años, el ejército en la Argentina fue el verdadero dominador del poder. Se cometieron hechos criminales como el fusilamiento de peronistas sin juicio previo, en junio de 1956. Se hicieron intentos de regreso a la democracia y se dieron elecciones pero sólo permitiéndose a los dos grandes partidos, los dos radicales. En esto estos partidos cometieron un enorme pecado al aceptar esas condiciones de la prohibición del partido peronista. Hasta 1973 fue una sucesión de presidentes electos en minoría y de golpes militares. Se vivió casi constantemente en estado de sitio siendo el poder militar absolutamente discriminatorio. Pero la presión de las masas peronistas hizo que este período nefasto se terminara y pudiera regresar Perón a la Argentina en 1973. Mientras tanto se había iniciado el fenómeno de la lucha de la guerrilla en la Argentina, siguiendo el ejemplo de la Revolución Cubana y el ejemplo del Che. Nace así el Movimiento Montonero y otros grupos menores de izquierda como el Ejército Revolucionario del Pueblo.

Las acciones guerrilleras ayudarán a que los militares se alejen del poder. Por eso permitirán elecciones con la presencia esta vez sí del Partido Justicialista. Los argentinos creían que por fin se iba a acabar el período nefasto de las contínuas dictaduras militares. En los comienzos de 1973 triunfa el candidato peronista Cámpora. Pero ya no era lo mismo. El peronismo estaba produndamente dividido en un ala izquierda y otro de derecha. Cuando regresa Perón de España ordena inmedito la renuncia de Cámpora que pertenecía a la izquierda y gozaba de la simpatía de los Montoneros. Cámpora renuncia y Perón pone como presidente provisorio a un representante de la extrema derecha peronista, Lastiri, yerno de López Rega, un hombre de extrema derecha que comienza a organizar los escuadrones de la muerte, las llamadas Tres A: Alianza Anticomunista Argentina, para eliminar mediante secuestros y asesinatos a la izquierda de su partido y de la sociedad argentina. Comienza poco a poco el clima de terror. En octubre es elegido presidente Perón por el 60 por ciento de los votos. Pero ya el peronismo estaba profundamente dividido y Perón seguirá gobernando con la extrema derecha, nombrando ministro a López Rega.

Con dificultades económicas y la oposición de Montoneros se le hará difícil gobernar a Perón. El 1° de julio de 1974 a diez meses de haber tomado el poder, muere Perón y para la Argentina comienza un período más que dramático. Perón es reemplazado por su viuda, María Estela Perón, alías Isabelita, y las calles de las ciudades argentinas son dominadas por las AAA de López Rega y todos los días ocurren asesinatos de notables, opositores a ese gobierno de extrema derecha. En la Argentina se produce el fenómeno del exilio y centenares de intelectuales, líderes obreros y estudiantes abandonan el país. Ante las dificultades profundas, Isabelita llama a elecciones para octubre de 1976 pero en marzo de ese año las tres fuerzas armadas se apoderan del poder y es nombrado presidente el general Videla.

Comienza una noche larga para los argentinos. Se aplicará el sistema de desaparición de personas. Uno de los sistemas más crueles de la historia de la represión en el mundo. Secuestro, tortura, robo de sus pertenencias, hasta los hijos desaparecen y luego la muerte y la desaparición del cadáver. Muchas veces se arrojaron vivos al mar a los prisioneros. Fueron autores de esa organización macabra los oficiales que habían estudiado en Estados Unidos. Al mismo tiempo se nombraba ministro de economía al ultraliberalconservador Marínez de Hoz. La deuda externa argentina se fue de ocho mil millones de dólares a 67 mil millones. Se comenzaron a privatizar empresas nacionales argentinas, no se cumplieron las leyes de trabajo y se eliminó a los delegados obreros de las empresas. El ejemplo clásico es Mercedes Benz que de sus catorce delegados obreros fueron desaparecidos 13. En ese sentido hay un juicio tanto en Buenos Aires como en Alemania.

Sin ninguna duda, es la época más trágica de toda la historia argentina.

Fueron casi ocho años de una dictadura que pasó a la historia como la más sangrienta desde la creación de la República. De esa época quedó como suprema acción de gobierno, la desaparición de personas y el rapto de los niños de los que eran consideradas personas subversivas. Y se comenzó el camino inexorable a la adhesión al liberalismo globalizador. La derrota de Malvinas quitó estabilidad a los militares que se vieron obligados a convocar a elecciones para octubre de 1983.

Como pocas veces, el pueblo argentino vivió momentos de alegría y euforia por la reconquista de la democracia. Y justamente aquí viene el porqué de este pequeño prólogo sobre nuestra democracia. Todos los argentinos democráticos creyeron, al ver caer la dictadura, que en la Argentina se iba a iniciar la verdadera democracia que el país nunca tuvo pese a lo que establecía la constitución. Después del totalitarismo más cruel, comenzar desde cero y fundar una democracia que por lo menos en grandes líneas defendiera las libertades públicas y los derechos constitucionales.

Los tres gobiernos que tuvimos desde entonces: el de Alfonsín, la década de Menem y el fallido gobierno de de la Rúa, no pudieron cumplir con ese deseo. Al contrario, no se fue a la democratización fundamental del país sino todo lo contrario. Se volvió a los antiguos juegos políticos. En vez de democratizar se trató de transar con todos los verdaderos enemigos de una democracia republicana. Esto se nota claramente en lo militar. Se hizo todo lo posible para que se cambiara todo pero no se modificará nada. Su intento se basó en que había habido en la Argentina una guerra civil en la que habían participado dos demonios. Y uno de los demonios había terminado devorándose al otro. Un demonio, el militar en el poder, había terminado con el demonio de la guerrilla aplicando los métodos más aberrantes: secuestro de las víctimas y sus familiarea, torturas, robos de sus pertenencias, robo hasta de sus hijos, y finalmente desaparición de los secuestrados. No, el nuevo gobierno y la oposición no consideraron el caso de víctimas y victimarios en cada hecho, sino simplemente, igualó los crímenes de la guerrilla, que fue el atentado o el secuestro con aparición del cadáver o de la víctima, al ejercido por las fuerzas armadas desde el poder.

Por ejemplo, Alfonsín mantuvo presos a los condenados a prisión por la dictadura, siendo que esos juicios no habían tenido ninguna seguridad jurídica. Sólo cuando habían cumplido sus penas injustas, esos presos pudieron dejar las cárceles. En cambio a los verdugos se los mantuvo en libertad y se les conmutó de toda pena con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, aprobadas por los representantes de su partido en el congreso nacional.

Aun los miembros de las fuerzas armadas y de las policías acusados de los peores crímenes, salieron en libertad. La presión de los organismos de derechos humanos y del exterior –ya que muchos de los desaparecidos eran ciudadanos extranjeros- hizo que finalmente Alfonsín respaldara el juicio a los comandantes. Ellos y sólo ellos, pero no a los subalternos del ejército, la marina y la aeronáutica. Los juicios se hicieron sí, con todas las garantías, pero desde el punto de vista jurídico hay mucho que discutir. Por ejemplo, que uno de los peores criminales durante la represión y culpable de la aventura de Malvinas, el general Galtieri, saliera absuelto de culpa y cargo. Lo mismo que se tomaran jueces y fiscales –el caso del fiscal Strassera es patente- que habían ocupado cargos durante la dictadura y a veces con actuaciones poco claras.

A este juicio, donde los condenados debieron cumplir prisión nada menos que en un establecimiento militar con piscina y visita diaria de los familiares, se lo completó con dos leyes que iban a demostrar toda la intención del alfonsinismo y el radicalismo de hacer olvidar los crímenes del reciente pasado cometidos por las fuerzas armadas y los civiles que las acompañaron. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, se perdonaban los crímenes de la represión. Sólo como excepción quedó el robo de niños que años después comenzaría a mover los estrados judiciales por reacciones de las familias que buscan a seres nacidos que fueron secuestrados por los militares en aquella época y dados en adopción a otros militares o civiles. Para justificar posteriormente esta indigna acción, se buscó como pretexto que así, al alejarlos de familias marxistas, esos hijos podían ser educados de acuerdo a normas morales y dictadas por la iglesia católica. Las leyes aprobadas por el gobierno de Alfonsín con respecto a la represión, no respetan los principios universales de los derechos humanos que de ninguna manera disculpan los crímenes de lesa humanidad. Ni siquiera se tuvieron en cuenta los principios defendidos en los grandes juicios de posguerra como el de Auschwitz, por ejemplo, donde el fiscal Fritz Bauer definió claramente lo que son los crímenes de lesa humanidad. Los casos donde no se puede aducir precisamente la “obediencia debida” para justificar hasta el fusilamiento de niños, por ejemplo. No, nada de eso, más todavía la ley argentina de los radicales se llama precisamente “Obediencia Debida”. Esa ley y la de “Punto Final”, por la cual se ponía término a cualquier iniciación de juicios por acciones contra los principios defensores de los derechos humanos, sumió a la sociedad argentina en un clima de cinismo. Un país democrático no puede aceptar jamás el olvido más absoluto de crímenes como las torturas, los secuestros, el robo de las pertenencias de los perseguidos políticos. Pero la bancada radical, sí. La oposición peronista votó en contra pero la oposición en los recintos fue de muy poco valor. Fue más bien el cumplir con la disciplina partidaria en contra del radicalismo pero no fue un repudio claro con esas dos leyes verdaderamente totalitarias.

El episodio que hizo posible el perdón absoluto de los crímenes militares fue provocado por el golpe militar del teniente coronel Rico. El gobierno civil tuvo miedo. El militar Rico cometió delito de insubordinación al levantarse con sus tropas pidiendo el olvido de los crímenes militares. Deseaban precisamente las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que serían aprobadas como consecuencia de la sumisión del poder civil a los dictados del militar levantado. La Plaza de Mayo estaba llena de pueblo que apoyaba al poder civil contra el militar levantado, autotitulado el “carapintada". Y ocurrió una de las traiciones más grandes a la historia de nuestra democracia. El presidente argentino cedió a la presión de los militares levantados, a pesar del total apoyo del pueblo en la calle, cosa que no había ocurrido ni con la caída de Yrigoyen ni de ninguno de los presidentes derrocados por los militares. Más, Alfonsín voló en un helicóptero hasta el cuartel del militar golpista y allí fue donde pactó la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Fue un retroceso absoluto del poder democrático ante la fuerza. Cuando Alfonsín regresó a la Casa de Gobierno, anunció desde el balcón a la multitud: “La casa está en orden, felices Pascuas”. El pueblo abandonó la plaza, humillados. Esas dos frases: felices Pascuas y la casa está en orden quedaron en el léxico popular como expresiones de la máxima cobardía. Comenzó para la historia argentina un período en el que el pueblo perdió esperanzas y se aisló de los hechos políticos. En cambio, en el verano de 1989, se produciría el ataque al cuartel de La Tablada por parte de un grupo de militantes de izquierda, quienes señalaron que llevaban a cabo ese ataque armado para adelantarse a otro golpe planeado por los militares. Allí Alfonsín procedió en forma absolutamente diferente a la que había actuado contra los militares de extrema derecha. Desoyó en primer término el consejo del propio jefe de la Policía Federal quien aconsejó rodear el cuartel ocupado por los izquierdistas con una compañía de policía con gases lacrimógenos y que se aguardara a que, incomunicados varios días, se rindieran. Alfonsín actuó de una manera completamente distinta. Llamó al general Arrillaga, famoso por la crueldad con que había actuado durante la dictadura militar en Mar del Plata, autor de la masacre de abogados de presos políticos, en el episodio conocido como “La noche de las corbatas”. Ese general –ante la orden de Alfonsín- atacó el cuartel ocupado por los jóvenes izquierdistas con todas las armas imaginables: tanques, cañones, gases, y un bombardeo incesante de artillería e infantería. Fue una verdadera masacre. Los guerrilleros se rindieron y muchos de ellos fueron fusilados después de soportar toda clase de torturas. Hasta se produjo el fenómeno de la desaparición de gente que se las ve ya prisioneros en las fotos, luego no fueron registradas ni como muertos ni como prisioneros. Posteriormente, los sobrevivientes fueron sometidos a un juicio degradante contra el cual protestó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Casi todos fueron condenados a prisión perpetua o a veinte años de prisión en una cárcel degradante. Basta comparar el caso del cara pintada Rico con el de los atacantes izquierdistas para demostrar que Alfonsín no hacía respetar el mismo derecho de igualdad en el trato para todos. Para los militares, leyes de amnistía. Para los guerrilleros, la más extrema y cruel represión y castigo.

El gobierno de Perón, que en 1945 será elegido por la mayoría del pueblo en elecciones democráticas será una verdadera revulsión de la vida argentina. Será un populismo que, con un país rico en divisas ganadas durante la segunda guerra mundial, aprobará leyes sociales que favorecerán al sector más pobre. Creará un movimiento obrero que obedecerá a sus órdenes y así destruirá el antiguo movimiento obrero de socialistas, gremialistas puros, anarquistas y comunistas. La CGT pasó a depender directamente del movimiento peronista, es decir, de Perón. Su línea cultural más bien se guió por el pensamiento de derecha, guardando muy buenas relaciones con la España de Franco. Como todo pupulismo, mientras el país se mantuvo en una situación de riqueza pudo repercutir precisamente en las clases más pobres. Pero después de los primeros años, cuando comenzó en la Argentina una crisis económica, comenzó también la crisis del peronismo. La esposa de Perón, Evita, hizo una política activa de ayuda a los pobres y principalmente a las mujeres. Pero falleció en 1952, justo cuando se acentuaba la crisis. Perón entra en conflicto con dos grandes aliados de los principios: con el ejército y la iglesia católica. Las dos fuerzas unidas logran, en setiembre de 1955 derrocar a Perón. Éste con mucha capacidad de defensa por parte del apoyo de los obreros, no ofrece ninguna resistencia y huye del país en forma tan patética como Yrigoyen en 1930. Perón huye a una cañonera paraguaya de la marina de su amigo, el general Stroessner, un dictador de derecha. Ese pequeño buque de guerra estaba en reparaciones y no tenía agua ni electricidad.

Comenzarán en la Argentina entonces 18 años de la negación de toda democracia. Será prohibido el partido peronista (oficialmente llamado justicialista) y Perón vivirá en el exilio esos 18 años en diversos países con dictaduras de derecha: Venezuela de Pérez Giménez, Panamá, República Dominicana y por último, la España de Franco, dictador éste que protegió al político y militar argentino. Durante esos 18 años, el ejército en la Argentina fue el verdadero dominador del poder. Se cometieron hechos criminales como el fusilamiento de peronistas sin juicio previo, en junio de 1956. Se hicieron intentos de regreso a la democracia y se dieron elecciones pero sólo permitiéndose a los dos grandes partidos, los dos radicales. En esto estos partidos cometieron un enorme pecado al aceptar esas condiciones de la prohibición del partido peronista. Hasta 1973 fue una sucesión de presidentes electos en minoría y de golpes militares. Se vivió casi constantemente en estado de sitio siendo el poder militar absolutamente discriminatorio. Pero la presión de las masas peronistas hizo que este período nefasto se terminara y pudiera regresar Perón a la Argentina en 1973. Mientras tanto se había iniciado el fenómeno de la lucha de la guerrilla en la Argentina, siguiendo el ejemplo de la Revolución Cubana y el ejemplo del Che. Nace así el Movimiento Montonero y otros grupos menores de izquierda como el Ejército Revolucionario del Pueblo.

Las acciones guerrilleras ayudarán a que los militares se alejen del poder. Por eso permitirán elecciones con la presencia esta vez sí del Partido Justicialista. Los argentinos creían que por fin se iba a acabar el período nefasto de las contínuas dictaduras militares. En los comienzos de 1973 triunfa el candidato peronista Cámpora. Pero ya no era lo mismo. El peronismo estaba produndamente dividido en un ala izquierda y otro de derecha. Cuando regresa Perón de España ordena inmedito la renuncia de Cámpora que pertenecía a la izquierda y gozaba de la simpatía de los Montoneros. Cámpora renuncia y Perón pone como presidente provisorio a un representante de la extrema derecha peronista, Lastiri, yerno de López Rega, un hombre de extrema derecha que comienza a organizar los escuadrones de la muerte, las llamadas Tres A: Alianza Anticomunista Argentina, para eliminar mediante secuestros y asesinatos a la izquierda de su partido y de la sociedad argentina. Comienza poco a poco el clima de terror. En octubre es elegido presidente Perón por el 60 por ciento de los votos. Pero ya el peronismo estaba profundamente dividido y Perón seguirá gobernando con la extrema derecha, nombrando ministro a López Rega.

Con dificultades económicas y la oposición de Montoneros se le hará difícil gobernar a Perón. El 1° de julio de 1974 a diez meses de haber tomado el poder, muere Perón y para la Argentina comienza un período más que dramático. Perón es reemplazado por su viuda, María Estela Perón, alías Isabelita, y las calles de las ciudades argentinas son dominadas por las AAA de López Rega y todos los días ocurren asesinatos de notables, opositores a ese gobierno de extrema derecha. En la Argentina se produce el fenómeno del exilio y centenares de intelectuales, líderes obreros y estudiantes abandonan el país. Ante las dificultades profundas, Isabelita llama a elecciones para octubre de 1976 pero en marzo de ese año las tres fuerzas armadas se apoderan del poder y es nombrado presidente el general Videla.

Comienza una noche larga para los argentinos. Se aplicará el sistema de desaparición de personas. Uno de los sistemas más crueles de la historia de la represión en el mundo. Secuestro, tortura, robo de sus pertenencias, hasta los hijos desaparecen y luego la muerte y la desaparición del cadáver. Muchas veces se arrojaron vivos al mar a los prisioneros. Fueron autores de esa organización macabra los oficiales que habían estudiado en Estados Unidos. Al mismo tiempo se nombraba ministro de economía al ultraliberalconservador Marínez de Hoz. La deuda externa argentina se fue de ocho mil millones de dólares a 67 mil millones. Se comenzaron a privatizar empresas nacionales argentinas, no se cumplieron las leyes de trabajo y se eliminó a los delegados obreros de las empresas. El ejemplo clásico es Mercedes Benz que de sus catorce delegados obreros fueron desaparecidos 13. En ese sentido hay un juicio tanto en Buenos Aires como en Alemania.

Sin ninguna duda, es la época más trágica de toda la historia argentina.

Fueron casi ocho años de una dictadura que pasó a la historia como la más sangrienta desde la creación de la República. De esa época quedó como suprema acción de gobierno, la desaparición de personas y el rapto de los niños de los que eran consideradas personas subversivas. Y se comenzó el camino inexorable a la adhesión al liberalismo globalizador. La derrota de Malvinas quitó estabilidad a los militares que se vieron obligados a convocar a elecciones para octubre de 1983.

Como pocas veces, el pueblo argentino vivió momentos de alegría y euforia por la reconquista de la democracia. Y justamente aquí viene el porqué de este pequeño prólogo sobre nuestra democracia. Todos los argentinos democráticos creyeron, al ver caer la dictadura, que en la Argentina se iba a iniciar la verdadera democracia que el país nunca tuvo pese a lo que establecía la constitución. Después del totalitarismo más cruel, comenzar desde cero y fundar una democracia que por lo menos en grandes líneas defendiera las libertades públicas y los derechos constitucionales.

Los tres gobiernos que tuvimos desde entonces: el de Alfonsín, la década de Menem y el fallido gobierno de de la Rúa, no pudieron cumplir con ese deseo. Al contrario, no se fue a la democratización fundamental del país sino todo lo contrario. Se volvió a los antiguos juegos políticos. En vez de democratizar se trató de transar con todos los verdaderos enemigos de una democracia republicana. Esto se nota claramente en lo militar. Se hizo todo lo posible para que se cambiara todo pero no se modificará nada. Su intento se basó en que había habido en la Argentina una guerra civil en la que habían participado dos demonios. Y uno de los demonios había terminado devorándose al otro. Un demonio, el militar en el poder, había terminado con el demonio de la guerrilla aplicando los métodos más aberrantes: secuestro de las víctimas y sus familiarea, torturas, robos de sus pertenencias, robo hasta de sus hijos, y finalmente desaparición de los secuestrados. No, el nuevo gobierno y la oposición no consideraron el caso de víctimas y victimarios en cada hecho, sino simplemente, igualó los crímenes de la guerrilla, que fue el atentado o el secuestro con aparición del cadáver o de la víctima, al ejercido por las fuerzas armadas desde el poder.

Por ejemplo, Alfonsín mantuvo presos a los condenados a prisión por la dictadura, siendo que esos juicios no habían tenido ninguna seguridad jurídica. Sólo cuando habían cumplido sus penas injustas, esos presos pudieron dejar las cárceles. En cambio a los verdugos se los mantuvo en libertad y se les conmutó de toda pena con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, aprobadas por los representantes de su partido en el congreso nacional.

Aun los miembros de las fuerzas armadas y de las policías acusados de los peores crímenes, salieron en libertad. La presión de los organismos de derechos humanos y del exterior –ya que muchos de los desaparecidos eran ciudadanos extranjeros- hizo que finalmente Alfonsín respaldara el juicio a los comandantes. Ellos y sólo ellos, pero no a los subalternos del ejército, la marina y la aeronáutica. Los juicios se hicieron sí, con todas las garantías, pero desde el punto de vista jurídico hay mucho que discutir. Por ejemplo, que uno de los peores criminales durante la represión y culpable de la aventura de Malvinas, el general Galtieri, saliera absuelto de culpa y cargo. Lo mismo que se tomaran jueces y fiscales –el caso del fiscal Strassera es patente- que habían ocupado cargos durante la dictadura y a veces con actuaciones poco claras.

A este juicio, donde los condenados debieron cumplir prisión nada menos que en un establecimiento militar con piscina y visita diaria de los familiares, se lo completó con dos leyes que iban a demostrar toda la intención del alfonsinismo y el radicalismo de hacer olvidar los crímenes del reciente pasado cometidos por las fuerzas armadas y los civiles que las acompañaron. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, se perdonaban los crímenes de la represión. Sólo como excepción quedó el robo de niños que años después comenzaría a mover los estrados judiciales por reacciones de las familias que buscan a seres nacidos que fueron secuestrados por los militares en aquella época y dados en adopción a otros militares o civiles. Para justificar posteriormente esta indigna acción, se buscó como pretexto que así, al alejarlos de familias marxistas, esos hijos podían ser educados de acuerdo a normas morales y dictadas por la iglesia católica. Las leyes aprobadas por el gobierno de Alfonsín con respecto a la represión, no respetan los principios universales de los derechos humanos que de ninguna manera disculpan los crímenes de lesa humanidad. Ni siquiera se tuvieron en cuenta los principios defendidos en los grandes juicios de posguerra como el de Auschwitz, por ejemplo, donde el fiscal Fritz Bauer definió claramente lo que son los crímenes de lesa humanidad. Los casos donde no se puede aducir precisamente la “obediencia debida” para justificar hasta el fusilamiento de niños, por ejemplo. No, nada de eso, más todavía la ley argentina de los radicales se llama precisamente “Obediencia Debida”. Esa ley y la de “Punto Final”, por la cual se ponía término a cualquier iniciación de juicios por acciones contra los principios defensores de los derechos humanos, sumió a la sociedad argentina en un clima de cinismo. Un país democrático no puede aceptar jamás el olvido más absoluto de crímenes como las torturas, los secuestros, el robo de las pertenencias de los perseguidos políticos. Pero la bancada radical, sí. La oposición peronista votó en contra pero la oposición en los recintos fue de muy poco valor. Fue más bien el cumplir con la disciplina partidaria en contra del radicalismo pero no fue un repudio claro con esas dos leyes verdaderamente totalitarias.

El episodio que hizo posible el perdón absoluto de los crímenes militares fue provocado por el golpe militar del teniente coronel Rico. El gobierno civil tuvo miedo. El militar Rico cometió delito de insubordinación al levantarse con sus tropas pidiendo el olvido de los crímenes militares. Deseaban precisamente las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que serían aprobadas como consecuencia de la sumisión del poder civil a los dictados del militar levantado. La Plaza de Mayo estaba llena de pueblo que apoyaba al poder civil contra el militar levantado, autotitulado el “carapintada". Y ocurrió una de las traiciones más grandes a la historia de nuestra democracia. El presidente argentino cedió a la presión de los militares levantados, a pesar del total apoyo del pueblo en la calle, cosa que no había ocurrido ni con la caída de Yrigoyen ni de ninguno de los presidentes derrocados por los militares. Más, Alfonsín voló en un helicóptero hasta el cuartel del militar golpista y allí fue donde pactó la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Fue un retroceso absoluto del poder democrático ante la fuerza. Cuando Alfonsín regresó a la Casa de Gobierno, anunció desde el balcón a la multitud: “La casa está en orden, felices Pascuas”. El pueblo abandonó la plaza, humillados. Esas dos frases: felices Pascuas y la casa está en orden quedaron en el léxico popular como expresiones de la máxima cobardía. Comenzó para la historia argentina un período en el que el pueblo perdió esperanzas y se aisló de los hechos políticos. En cambio, en el verano de 1989, se produciría el ataque al cuartel de La Tablada por parte de un grupo de militantes de izquierda, quienes señalaron que llevaban a cabo ese ataque armado para adelantarse a otro golpe planeado por los militares. Allí Alfonsín procedió en forma absolutamente diferente a la que había actuado contra los militares de extrema derecha. Desoyó en primer término el consejo del propio jefe de la Policía Federal quien aconsejó rodear el cuartel ocupado por los izquierdistas con una compañía de policía con gases lacrimógenos y que se aguardara a que, incomunicados varios días, se rindieran. Alfonsín actuó de una manera completamente distinta. Llamó al general Arrillaga, famoso por la crueldad con que había actuado durante la dictadura militar en Mar del Plata, autor de la masacre de abogados de presos políticos, en el episodio conocido como “La noche de las corbatas”. Ese general –ante la orden de Alfonsín- atacó el cuartel ocupado por los jóvenes izquierdistas con todas las armas imaginables: tanques, cañones, gases, y un bombardeo incesante de artillería e infantería. Fue una verdadera masacre. Los guerrilleros se rindieron y muchos de ellos fueron fusilados después de soportar toda clase de torturas. Hasta se produjo el fenómeno de la desaparición de gente que se las ve ya prisioneros en las fotos, luego no fueron registradas ni como muertos ni como prisioneros. Posteriormente, los sobrevivientes fueron sometidos a un juicio degradante contra el cual protestó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. Casi todos fueron condenados a prisión perpetua o a veinte años de prisión en una cárcel degradante. Basta comparar el caso del cara pintada Rico con el de los atacantes izquierdistas para demostrar que Alfonsín no hacía respetar el mismo derecho de igualdad en el trato para todos. Para los militares, leyes de amnistía. Para los guerrilleros, la más extrema y cruel represión y castigo.

La defensa que buscó el radicalismo para explicar su conducta con respecto a los militares sublevados es que se temía un baño de sangre y corría peligro perder el poder democrático y que volvieran los militares. Esto es absolutamente falso. El teniente coronel Rico ni siquiera salió del cuartel. Pero aunque hubiera sido así, la democracia habría tenido que demostrar que era capaz de enfrentar al poder militar y dar todo en la lucha por la Constitución. De resistir la democracia –y sin lugar a dudas hubiera triunfado dadas las condiciones en que la opinión pública censuraba totalmente a los militares y, más todavía, a la ultraderecha denominada “carapintadas”- hubiera sido un triunfo para siempre de la civilidad. No, la falta de coraje civil del gobierno de Alfonsín llevó a que los golpes militares argentinos se repitieran y siguieron causando inquietud en la sociedad.

Por otra parte, el golpe de los “carapintadas” demostraba que el gobierno surgido del voto popular no había tenido la suficiente fuerza de limpiar a las fuerzas armadas de todos aquellos que pertenecían a ideas totalitarias y habían intervenido en la represión. No, muchos altos mandos y la mayoría de los subordinados, acusados de crímenes, prosiguieron su carrera militar. No era lo que la República había esperado en 1983 cuando todos creíamos que por fin había llegado el momento de terminar con todo rastro de militarismo en las instituciones argentinas. El andar indefinido del gobierno radical de Alfonsín, llevó a lo que nadie hubiera deseado: el abandono del gobierno por parte de éste antes de haber terminado su período. Todo fue indefinido y cuando tuvo que definirse, renunció. Él echará la culpa al poder financiero. Lo dijo después de haber renunciado. Cuando lo digno hubiera sido haber salido al balcón de la Casa Rosada como es costumbre ante los grandes acontecimientos, llamar al pueblo y denunciar esa supuesta presión del poder financiero. No lo hizo, renunció. Lo dijo después, cuando ya estaba todo perdido para él.

Otra de las grandes traiciones a la democracia sobrevendrá poco después, cuando ya consagrado el candidato peronista a la presidencia, Carlos Saúl Menem, los dos titulares de los partidos –Menem y Alfonsín- se reúnan y concluyan en definiciones que se llamarán “El Pacto de Olivos”, una especie de reparto del poder bajo las formas constitucionales. Uno de los arreglos peores fue el que se tomó con respecto al número y nombramiento de los miembros de la Corte Suprema de Justicia. El supremo poder de la justicia quedaba así a disposición de los dueños del poder político. Y el tiempo posterior lo iba a demostrar. Jamás la Argentina, en períodos democráticos, vivió y vive una corrupción tan grande en el Poder Judicial que debería ser esencialmente neutral y ajustado a Derecho. Los hechos de estos días lo demuestran: el gobierno de Duhalde y la Corte Suprema enfrentados por intereses políticos.

Hay voces que todavía se levantan para defender a Alfonsín, pero teniendo en cuenta la trascendencia que debía poseer ese poder civil inmediatamente después de la feroz dictadura militar, el fracaso de Alfonsín iniciaría un período inexplicable, inmoral, antirrepublicano con todos los males de la vieja política que había dominado a la Argentina en tiempos en que todavía no había democracia.

En lo económico no es que Alfonsín hubiera intentado un sistema que le diera independencia de mercados al país o se defendieran las conquistas de la industria nacional. No, de alguna manera, sin una definició clara, trató de llegar a soluciones indefinidas mientras por otra lado se seguía la política económica de Martínez de Hoz, de la dictadura militar. Ya las discusiones de la privatización de empresas comenzó en su período, siendo la venta de Aerolíneas Argentinas, un tema cuya reponsabilidad le tocó a su gobierno.

Su oposición de político quedará aún más remarcada durante su actuación de presidente del partido radical durante el desastroso período de la presidencia de Fernando de la Rúa.

La mejor definición de este período político del alfonsinismo sería contestar con la fórmula: después de Alfonsín, Menem. Pareciera que el primero hubiera preparado, sin querer, el advenimiento de un país ya lanzado claramente a un sistema económico definido de absoluto liberalismo económico y de uso de los puestos políticos para el provecho propio de una casta política y económica que pasó a dominar absolutamente todos los resortes del poder en la Argentina.

La primera medida de trascendencia del presidente peronista fue el decreto de amnistía de los condenados por los juicios a los comandantes y de un puñado de dirigentes políticos que habían pertenecido al movimiento guerrillero Montoneros. Así, Menem liberaba por completo a todos los autores de crímenes de la dictadura y por otro lado quedaba bien con aquellos hombres de la izquierda de su partido que habían sido expulsados por el propio Perón de la Plaza de Mayo. Con esto se quería olvidar el pasado reciente.

Pero es deber reconocer que Menem llevó una política militar más neutral que Alfonsín. Alfonsín nombró sucesivos jefes de Estado Mayor a generales que habían intervenido en el represión, y hasta ascendió a través de la aprobación del Senado, mediante el voto de la bancada radical, a oficiales al cargo de general a pesar de su pasado criminal. Uno de los casos fue notable, el coronel Gorleri fue ascendido a general, en tiempos de Alfonsín, a pesar de que durante la dictadura había hecho quemar libros publicamente, libros que consideraba estaban contra “Dios, Patria y Hogar”. Estas tres palabras figuran en el comunicado oficial que dicho militar hizo publicar en los diarios anunciando la quema de libros. Menem nombró jefe de Estado Mayor al general Balza, quien no tenía ninguna acusación directa de haber intervenido en la feroz represión. Por otra parte, Menem dictó una resolución por la cual se eliminaba el servicio militar obligatorio que debían cumplir todos los jóvenes al cumplir 18 años. Esto lo hizo para calmar la gran protesta nacional ante el crimen de un soldado, el soldado Carrasco, que fue muerto a golpes por orden de un oficial en el patio de un cuartel, hecho que fue encubierto por otros oficiales de alta graduación. El servicio militar obligatorio era una ley muy apreciada por los militares porque venía de la herencia prusiana de los primeros educadores militares prusianos que llegaron al Río de la Plata. Pero ni Alfonsín, ni Menem, ni posteriormente de la Rúa ordenaron la limpieza de oficiales que se habían comprometido con los crímenes.

Actualmente, las fuerzas armadas son un cuerpo extraño dentro de la sociedad argentina, aislado como si se tratara de un miembro enfermo dentro del cuerpo de la República. Sería imposible pensar en la repetición de un golpe militar contra el Estado. Llamaría de inmediato a la resistencia de la civilidad. Nadie considera hoy la posibilidad de un golpe miliatr, a pesar de los disturbios de los últimos meses. Lo que sí es posible es que militares retirados compongan su propia fuerza política y se presenten a elecciones. Ya hay varios casos y que son una desmentida a la creencia que en la Argentina reinan condiciones democráticas. Está el ejemplo del general Bussi, uno de los militares que tiene más acusaciones por delitos contra los derechos humanos. Fue el represor de la provincia de Tucumán y se detallan de él crímenes atroces y desaparición de personas. Sin embargo, cuando se dictaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en las que se los amnistiaba, el citado general formó su partido precisamente en la provincia de Tucumán. Y triunfó en la elecciones porque prometió “orden y tranqulidad”.

Se produjo algo en la Argentina que ningún demócrata hubiera pensado. Uno de los peores verdugos militares era elegido en elecciones libres como gobernador de la democracia. Orden y Tranquilidad. Claro, el general Bussi, cuando comandaba las tropas y era dueño y señor de esas comarcas, ordenó hasta la eliminación de todos los mendigos, especialmente de los ciegos. Los hizo cargar en camiones y los abandonó en plena selva, poblada de insectos, alimañas y animales salvajes. Los que no murieron por esas causas, murieron de hambre y de sed. Las leyes de Alfonsín le perdonó hasta los crímenes infames y el general fue gobernador, esta vez con el voto de la ciudadanía. De donde podemos entrever la mentalidad de esas poblaciones sometidas durante tantos años al dominio del terror militar y el resto al mando de los caudillos de los partidos populistas, especies de dueños de la voluntad de la gente paupérrima de esas latitudes. Pero no sólo en Tucumán se produjo este fenómeno, sino también en la provincia del Chaco, con el coronel Ruis Palacios, subsecretario del Interior de Videla, en Salta y en la ciudad de San Miguel, donde fue elegido el golpista coronel carapintada Aldo Rico, quien más tarde fue nombrado secretario de seguridad en la provincia de Buenos Aires por el peronista Rückauf. Pero tal vez el producto más nefasto de esta presente democracia es el permitir ser candidato político al subcomisario Patti, quien él mismo se tituló torturador de delincuentes en beneficio de la sociedad. Patti asesinó a dos peronistas de izquierda, durante la dictadura y fue beneficiado por las leyes alfonsinistas de Obdiencia Debida y Punto Final. Patti fue elegido poco después, en elcciones libres, intendente de Bella Vista, una localidad de la provincia de Buenos Aires. Y todos estos ejemplos surgidos de la más tenebrosa derecha, tienen porvenir en esta Argentina que no encuentra una solución a sus problemas de miseria y desocupación.

Otra figura que es capaz de organizar un gran movimiento de derecha es el coronel Seineldín, autor de un golpe militar por el cual está preso. Ha prometido un gobierno nacional y popular. Quiere ser el nuevo Perón. Es muy posible que encabece un movimiento popular y se presente a elecciones.

El gobierno del radical de la Rúa fue la muestra más genuina de la incapacidad. El hombre del partido radical siempre tuvo tendencia de derecha conservadora en su partido. Su política se contentó en seguir los lineamientos del sistema neo-liberal-globalizador y ser el mejor alumno de Estados Unidos. Recordemos en ese sentido, el voto de la Argentina de censura a Cuba respecto de los Derechos Humanos en consonancia con el voto de EEUU. Ante el aumento de las estadísticas negativas como desocupación y nivel de pobreza, no reaccionó sino que siguió paso a paso los lineamientos marcados por el ministro Cavallo, hasta que fue despertado por las grandes manifestaciones indignadas del pueblo, de diciembre de 2002. Entonces pensó sólo en la represión e instaló el estado de sitio. Fue cuando el pueblo llenó la plaza y pidió su renuncia, y él ordenó una brutal represión con armas de fuego, como había hecho su antecesor Yrigoyen con los huelguistas patagónicos, con los obreros porteños en la semana trágica y con los leñadores de quebracho de los bosques de Santa Fe.

La renuncia de de la Rúa llevó a una crisis política que amenazó terminar con el poder de los dos partidos populistas. Finalmente, el radicalismo totalmente vencido y sin ninguna perspectiva de futuro se allanó a apoyar a un sector del peronismo con Duhalde como presidente, después de cuatro intentos con otras figuras, entre ellas el gobernador Rodríguez Saa, caudillo de San Luis, hombre autoritario cuya familia domina el gobierno puntano desde hace más de un siglo. En la oposición a Duhalde quedó el sector Menem.

Quedaron al frente del país, pues, un peronismo completamente desprestigiado y un radicalismo que al parecer ha tocado fondo en su futuro. Muy pocas perspectivas tiene de elaborar un futuro con éxito.

¿Cuál es la Argentina de hoy? Una deuda externa de 167.000 millones de dólares. El 50% de la población está en nivel de pobreza, la desocupación supera los 5.000.000. En Tucumán han muerto niños de hambre y en San Juan, abuelos. Tenemos un presidente que llegó al poder mediante el arreglo de los dos partidos principales, de una legitimidad sospechosa. De los dos partidos que nos han gobernado, uno, el radical, está en agonía; el otro, que nos gobierna, se halla dividido en tres fracciones. Los otros partidos políticos tienen una representación mínima. En las próximas elecciones se calcula que más del 50% votará en blanco. Hay grupos que aconsejan la abstención para preparar un gran movimiento que tome el poder ante el fracaso de las próximas autoridades elegidas en el próximo abril. El más fuerte de estos movimientos lo conforman los piqueteros, el otro la CTA y otros organismos populares; también está el diputado Zamora que prepara un movimiento ante el esperado caos que sobrevendrá con el nuevo gobierno. Esta posición es compartida por las asambleas populares, asambleas barriales que en número de 220 se ha conformado después del 20 de diciembre del 2002. Hay una tercera fuerza: la de los obreros que han tomado más de cien fábricas que habían sido dejadas por sus patrones y que fueron puestas de nuevo en funcionamiento por los obreros. Las tres fracciones en que se halla dividido el peronismo, ninguna pasa del 14% de las preferencias del público, son en este orden: Kirchner, Rodríguez Saa y Menem, Es decir, que para triunfar tendrán que ponerse de acuerdo para la segunda ronda de las elecciones que ocurrirá en mayo. Quien gane llegará con mucha debilidad al poder y es muy posible que se inicien de inmediato luchas internas. En la oposición figuran partidos sin muchas posibilidades. Como el que encabeza Lilita Carrió, un desprendimiento del radicalismo; el partido socialista y algunos partidos provinciales.

Es decir, en las elecciones un cuadro desolador para la izquierda. Pero sin ninguna duda, esa fuerza de izquierda popular no organizada en partido político tiene un gran futuro en la historia política argentina. Y, como decíamos, esa fuerza está representada por las distintas agrupaciones obreras y populares que existen en todo el país. Una fuerza que será capaz –y con mas energía aún- que el 19 y 20 de diciembre del 2002, cuando logró la caída del radical de la Rúa, de ocupar Plaza de Mayo y exigir definiciones.

Por supuesto, los que mantienen el poder tienen mucho a su favor: toda la televisión, casi todos los diarios y revistas, y las grandes radioemisoras. Además, toda la policía, que responde al poder mafioso actual, y las fuerzas armadas. Los dos partidos, a través de Duhalde y Alfonsín, han logrado hasta ahora proteger a las fuerzas armadas de cualquier intento de disolución. Para ello tienen como ministro de Defensa a Jaunarena, hombre de Alfonsín, que sostiene todo el poder de los militares. Una provocación que les ha salido bien es el entierro que el ejército brindó al criminal general Gualtieri, en cuya despedida de los restos habló el propio comandante del ejército, general Brinzoni. El ejército se está preparando para intervenir ante cualquier reacción del pueblo. Lo mismo que la policía federal y la policía de la provincia de Buenos Aires, autores de la muerte de dos líderes del movimiento piquetero, Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, quienes fueron asesinados a mansalva por la policía durante una manifestación pública.

Pero, contra todas esas fuerzas represivas está la verdad argentina: en octubre del año pasado, es decir hace pocos meses, las estdística oficial señalaba que en la Argentina hay 21 millones de pobres. Es decir, seis de cada diez argentinos son pobres. Como las familias pobres son más numerosas, entre los niños menores de 14 años, la pobreza superaría el 75%. En cinco meses hay casi dos millones de nuevos pobres. Es por el aumento de los precios básicos: subieron el 72% en un año. Con respecto a 1998, hay casi diez millones más de pobres, en cinco años. Pobre es calificada la familia tipo (matrimonio y dos hijos) que gana menos de 700 pesos por mes, es decir 200 dólares. Se estima que el 70% de los que trabajan ganan menos que esa cifra. A esto hay que agregar que cerca de dos millones de personas cobran el Plan Jefes de Hogar, de 150 pesos por mes que no tiene incidencia en mitigar la pobreza. Ese plan ha sido creado por el presidente Duhalde y Chiche, su mujer. Con eso tienen una gran clientela política y esperan triunfar en las elecciones y que esa gente así ayudada por temor a perder ese poquísimo dinero, los seguirá apoyando.

Sin lugar a dudas, la actualidad nos muestra un importante movimiento de masas de los barrios pobres, encarnados por los piqueteros, tres agrupaciones del gran Buenos Aires. Siguen cortando calles y autovías cuando exigen alguna reinvidicación y se muestran contrarios al voto en las próximas elecciones. Su número va de veinte mil activos a doscientos mil que apoyan las grandes manifestaciones. Este año, en varias oportunidades han llenado la Plaza de Mayo. De los tres movimientos que se han autoorganizado y exigen “Que se vayan todos” y aquí se refieren a los políticos de los partidos peronistas y radicales que han gobernado desde 1983, sin ninguna duda el más poderoso es el de los piqueteros. El segundo movimiento, las asambleas populares significan una movilización interesante que no había ocurrido nunca en la historia argentina. Hay más de 200 asambleas barriales principalmente en Buenos Aires pero también en ciudades como Rosario, Córdoba y Santa Fe. Es un nuevo ambiente de base: allí se discuten no sólo los problemas del barrio y se organizan comedores para los menesterosos sino también se tratan los problemas nacionales y internacionales. El propósito es llegar a una gran asamblea de delegados que podría llegar a tener el poder de discutir una nueva constitución nacional y organizar otra clase de República. Pese a la persecución policial y de la justicia, las asambleas se resisten a los desalojos de los lugares en donde actúan y siguen semanalmente con las discusiones. El tercer movimiento importante es el de los obreros que recuperaron sus fábricas cerradas. Oficialmente existen 107 fábricas que fueron ocupadas por sus obreros, las volvieron a poner en marcha y las administran ellos, fijándose para los trabajadores de las diversas secciones el mismo sueldo para todos. La fábrica de cerámica Zanón, por ejemplo, en la Patagonia, se fijo en asambleas el sueldo de 800 pesos para todos, desde el administrador al limpiador. El 90% de esas fábricas eliminó los puestos jerárquicos e instrumentó un régimen igualitario de redistribución del ingreso. Se calcula que ya trabajan 10.000 obreros en esas fábricas organizadas en el método denominado control obrero o en forma de cooperativas. En el 70% de los casos, la producción ya alcanzó o superó los niveles anteriores. A dos años de la reapertura de las fábricas cerradas se pagaron créditos, compraron máquinas, ampliaron el local y, en idénticas condiciones de trabajo, ganan cuatro veces más. Actualmente se ha formado el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas. La nueva gestión de los obreros les permite ahorrar, en general, el 70% de la recaudación que antes iban destinadas a los dueños y directores. Se destina, por lo general, el 15% de las ganancias a inversiones y capitalización. Por lo general, ni la justicia ni el gobierno pueden intervenir ya que no se animan a hacer desalojar a los obreros que han puesto en marcha estos establecimientos que mantienen a un gran número de familias.

Quienes han hecho esto tienen un comportamiento absolutamente solidario porque comprenden que es la única manera de enfrentar la desocupación y la miseria. Un caso especial es el de la fábrica de vestidos Brukman donde el 90% de los trabajadores son mujeres. Ya han enfrentado a la policía y a los antiguos dueños y han sido apoyadas por los vecinos. No es fácil para el gobierno hacer valer los títulos de propiedad de los antiguos dueños. Si hace eso y comienza con la represión, habrá una reacción impredecible de los obreros.

Esa es la Argentina de hoy: hambre, sí, pero la gente no espera de brazos cruzados. Represión, sí, pero ¿se puede reprimir todos los días cuando crece cada vez más la reacción de la gente contra la miseria y la injusticia?

La sociedad argentina parece una batalla de dos frentes que aguarda el comienzo. Una batalla en que las próximas elecciones no traerán ninguna solución. El FMI aguarda nervioso al próximo gobierno. La Argentina no tiene con qué pagar. El triunfo de Lula trajo esperanzas al pueblo argentino. Pero, para el trabajo conjunto, la Argentina necesitaría un gobierno con fuerzas parecidas a las de Lula, para hacer más fuerte el apoyo al Mercosur y el repudio del ALCA.

Queremos tocar todavía un tema que de por sí demuestra en qué pozo moral y social se halla la otrora rica república del Plata. Es el caso del aborto. Como la iglesia lo prohibe, el aborto en las clases pobres es practicada con métodos que provocan problemas graves. En el último año, el número de las complicaciones por mal aborto ha subido en medio millón de casos. Se debe a que “el aborto se está practicando cada vez más en peores condiciones, con riesgos cada vez mayores para la salud de las mujeres”, apunta Mariana Carbajal en el estudio que acaba de realizar. Datos oficiales demuestran que en los último cinco años crecieron en un 46% las hospitalizaciones por complicaciones de abortos, con picos de aumento del 148% en las provincias pobres. El crecimiento de los abortos se ve particularmente entre adolescentes muchas de las cuales están perdiendo útero y ovarios por la gravedad de los cuadros con que ingresan a los hospitales. Las causas de semejante salto obedecen a la imposibilidad de las mujeres de acceder a anticonceptivos por la pobreza reinante; antes podían pagar un aborto seguro en un consultorio clandestino y hoy llegan con hemorragias a las salas hospitalarias. La mayoría de los casos por complicaciones de abortos correspondieron a niñas de 10 a 14 años y a adolescentes de 15 a 19. Los métodos abortivos que usan las mujeres pobres son los más primitivos, desde meterse un tallo de perejil hasta una sonda de goma.

Realidades argentinas del siglo 21. Con la globalización, Menem prometió que la Argentina se acercaría al paraíso.

O las nuevas generaciones limpian toda la basura política argentina o terminaremos en ser los mendigos del mundo. Ya no hay otro camino que conquistar las calles y plazas y fundar una segunda República de honestidad y dignidad, acabando este largo período de los gobiernos de los dos partidos populistas y las dictaduras militares. Y mirar hacia el Mercosur y hacia la unidad latinoamericana para cumplir con el sueño del libertador Bolívar de los Estados Unidos de Latinoamérica. Por ahí puede venir la luz.

Fuente: www.vientosdelsur.org


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