Héctor
Germán Oesterheld nació el 23 de julio de 1919.
En su infancia leyó atropelladamente a Salgari, Verne y otros clásicos.
Estudió geología antes de dedicarse a las viñetas.
A los 23 años publica en el diario La Prensa su primer cuento, "Truila y
Miltar".
La historia narra la experiencia de dos gnomos que se ayudan entre sí por
encima de los egoísmos personales, en un tono que será leit motiv en sus
trabajos futuros.
Poco después se inicia en las editoriales Abril y Codex, ideando publicaciones
infantiles -labor que no abandonará nunca- y de divulgación científica.
La década del ‘50 lo encuentra sumergido en el mundo de los guiones para
historieta, con personajes como Sargento Kirk o El Indio Suárez, que se
publicaban en las revistas Rayo Rojo y Misterix.
Por entonces acompañaba esas tareas con colaboraciones para la legendaria
Más Allá.
En 1956 funda junto a su hermano la Editorial Frontera. Ahí trabajó con
Hugo Pratt, Francisco Solano López, Arturo del Castillo, Alberto Breccia
y Carlos Roume, entre otros. Juntos lograron sentar un hito en la historieta
nacional a partir de las revistas Frontera y Hora Cero, que lograron grandes
éxitos de ventas.
Al año siguiente -1957- sale a la calle El Eternauta. Luego de cerrar la
editorial por problemas económicos, Oesterheld trabajó para vivir, trayendo
al mundo a decenas de personajes.
A fines de los
’60 asume nuevos compromisos políticos que culminarían insertándolo en Montoneros.
De esa época son Vida del Che, Evita y otras ideas que lleva a El Descamisado,
Evita Montonera y el periódico
Noticias.
También publica
La guerra de los Antartes y una nueva versión de El Eternauta dibujada por
Breccia.
20/03/14, 89 años de
Elsa S. de Oesterlheld. Producción Agencia Télam.
En 1976 se publica la segunda parte de la conocida historia, con Solano
López como dibujante.
La nueva propuesta
era mucho más explícita políticamente y estaba escrita desde la clandestinidad.
Se estima que H. G. O fue secuestrado por la dictadura a fines de abril
de 1977.
Héctor Germán Oesterheld es autor de obras tales como el Sargento Kirk,
Bull Rockett, Ernie Pike, Mort Cinder, Sherlock Time, Patria Vieja, Watami,
Joe Zonda, Ticonderoga, El Cobra, Randall, Nekrodamus, La Guerra de los
Antartes, del diario Noticias, que dibujara Gustavo Trigo y dibujado por
Francisco Solano Lopez y por Alberto Breccia,
Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977, y luego
torturado, muerto y desaparecido durante la dictadura del Proceso, junto
a sus cuatro hijas, Beatriz, Diana, Marina y Estela, de 19 a 25 años.
En coincidencia con el aniversario de su desaparición durante la dictadura
del 1977, aparece en España una biografía en formato de comic a cargo de
periodistas Judith Gociol y Diego Rosemberg. Es una historia de vida que
propone un recorrido crítico por las distintas etapas, formulaciones expresivas
y personajes.
Por Jorge Boccanera,
2007
A 30 años del secuestro de Héctor Oesterheld por la dictadura militar -
un 27 de abril de 1977- aparece en España una biografía en formato de comic
del inolvidable autor de "El Eternauta", que estuvo a cargo de los periodistas
Judith Gociol y Diego Rosemberg.
La colección española de comics Sins Entido (sic), anunció la publicación
del libro "Oesterheld. Rey de reyes", que pone en foco a uno de los forjadores
de la historieta argentina.
Desaparecidos en
Argentina - Los Oesterhelds | Verschwunden in Argentinien
- Die Oesterhelds. Documental de la cadena de televisión alemana
Tide TV. En español subtitulado en alemán.
"El libro va
a salir también en consonancia con otras fechas, ya que hace 50 años Oesterheld
fundaba con su hermano Jorge las publicaciones Hora Cero y Frontera, creaba
personajes como Ernie Pike y Rolo el Marciano, y aparecía "El Eternauta".
Al tiempo que
una historia de vida, esta biografía propone un recorrido crítico por las
distintas etapas, formulaciones expresivas y personajes -Tioconderoga, Bull
Rockett y Mort Cinder- en un abordaje que ubica la historieta citada, inicialmente
con dibujos de Solano López, como uno de sus puntos cumbre.
De Oesterheld
-nació en Buenos Aires en 1919 y creó unas 160 historietas- resaltó la periodista
Gociol la calidad narrativa.
"El uso del lenguaje -dijo a Télam- la construcción de personajes, la tensión
del relato: un narrador que eligió ese formato porque confiaba en la historieta
como un vehículo de comunicación de enorme alcance popular. También escribió
cuentos infantiles e historias de ciencia ficción".
Oesterheld, según Gociol -coautora de los libros: "Un golpe a los libros"
y "La historieta argentina"-, fue un precursor en varios sentidos: "El héroe
colectivo, la localización en una geografía concreta y reconocible, y sus
argumentos que van más allá del maniqueísmo de héroes buenos, justos y triunfadores".
Sobre los dibujantes que trabajaron con Oesterheld, la periodista adujo
que cada quien hizo su aporte personal, aunque nombró a Solano López y Alberto
Breccia por las historietas "El Eternauta" y "Mort Cinder": "sumamente popular
la primera y consagrada por su calidad la segunda".
La apertura de Oesterheld, está marcada también por su labor editorial,
y las revistas y editoriales que fundó en los años 50. Para Gociol, revistas
como Hora Cero y Frontera fueron parte de: "el auge editorial de esos años,
que conjugó cantidad y calidad, aunque la empresa no se sostuvo económicamente".
Elsa y las cuatro chicas,
en los años felices
En la misma dirección, "ese modo de la industria cultural -pensado para
hacer productos buenos, pero también baratos, que se vendieran en los quioscos
y llegaran a los sectores populares- marcó a Oesterheld y le dio un training
enorme para producir con ritmo fabril: mucho, rápido y bien".
Desde el anecdotario nutrido del personaje llegan las versiones de que le
ofrecieron escribir la vida de Perón en 1951. Esto, según Gociol, lo narra
la viuda del guionista, Elsa Sánchez Oesterheld: "dice que a su marido lo
llamaron de la presidencia pero se negó, ya que por entonces era un ferviente
antiperonista".
Otra anécdota
lo muestra como creador de un personaje popular del cómic infantil vernáculo:
la "Bruja Cachavacha". Gociol contó que aunque un grupo de seguidores fanáticos
de Cachavacha sostienen que fue una creación de García Ferré, "un personaje
con ese nombre apareció 15 años atrás en la tira ’Gatito’, que Oesterheld
firmó con el pseudónimo ’Sánchez Puyol’".
Sobre los cruces entre Jorge Luis Borges y Oesterheld, también hay indicios
de que se conocieron cuando el autor de "El Aleph" era director de la Biblioteca
Nacional: "el guionista lo iba a buscar -aseguró Gociol- y salían a caminar;
compartían el amor por la ciencia ficción. Con el tiempo quedarían, ideológicamente,
en polos opuestos.
El guionista,
con sus cuatro hijas -Beatriz, Marina, Estela y Diana- integra las listas
de víctimas del terrorismo de Estado; se presume que fue detenido en La
Plata el 27 de abril de 1977.
Por diversos testimonios, habría pasado por varios centros clandestinos
como Campo de Mayo, el Vesubio y el Sheraton; lugar donde compartió cautiverio
con el sociólogo Roberto Carri y el cineasta Pablo Szir.
Gociol subrayó que el autor de "El Eternauta", no dejó de crear ni en la
clandestinidad, ni cuando permaneció prisionero de la dictadura. "Escribía
en la isla del Tigre donde buscó refugio; por esos años iba a la editorial
Columba, clandestino y hasta llegó a dictar guiones desde teléfonos públicos".
"Aún secuestrado siguió trabajando -acotó. Los militares le pedían una historieta
sobre San Martín; él aceptó pensando que ganaba tiempo", relató Gociol.
Refiriéndose a la figura mítica de Oesterheld, Gociol apuntó que es difícil
definir qué es un mito, en una persona cuya vida fue a un ritmo de producción
y de acontecimientos tan concreta, pero quizás fue justamente lo que lo
mitificó: "la cantidad de obras y su calidad, así como los acontecimientos
políticos que surcaron sus días y su muerte, la de sus hijas y yernos".
Su obra está abierta a lecturas diferentes, remarcó Gociol, en el análisis
de quienes "siempre andan tras la pista de alguna historieta desconocida
o de precisar nuevos datos.
Todo lo que daría cabida a nuevas interpretaciones. El tiempo y el recambio
generacional dan posibilidad de revisar lo vivido desde una perspectiva
de época".
A 50 años de
la aparición del personaje más importante de la historieta Argentina, cabe
reflexionar a cerca de cuales fueron sus alcances, no sólo en el plano de
la literatura sino también en lo que respecta a la vida política de toda
una generación. Para esto no sólo debemos hurgar en las páginas de las diversas
versiones del Eternauta sino que es fundamental analizar la vida política
militante de su guionista: Héctor Germán Oesterheld.
Basta simplemente con nombrar "El Eternauta" para realizar un viaje -al
mejor estilo Juan Salvo- a las décadas de mayor actividad política en nuestro
país. Si bien la primera versión de la historieta nació en 1957, se convirtió
en una obra de lectura obligatoria para aquellos jóvenes que una década
después se incorporaban a la vida militante a través de las diversas organizaciones
político-militares surgidas entre los 60 y 70.
En esta primera
aparición, Oesterheld logra componer una conjunto de personajes que se conjugan
en torno de una historia ambientada en lugares reales de Capital Federal.
Esta cuota de realismo permite al lector sentirse parte de la historia,
ya que todo transcurre en lugares comunes protagonizado por gente común.
Este último elemento es, quizás, el que encierra la mayor fuerza de la obra.
La resistencia a la invasión esta encarnada por hombres, mujeres y niños
comunes, no hay superhombres, todos aportan desde su lugar para construir
una férrea resistencia a la invasión. El propio Oesterheld dice: "… quizá
por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historia que
recuerdo con más placer. El héroe verdadero del Eternauta es un héroe colectivo,
un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo:
el único héroe válido es el héroe "en grupo", nunca el héroe individual,
el héroe solo".
En estas palabras que sirvieron de una especie de prólogo para las reediciones
de la primera parte de la zaga, queda expresado con claridad que el carácter
político que adquiere la obra no es buscado. Oesterheld, al igual que todos
los autores, expresa en su obra lo más complejo de su sentir que se ira
profundizando o modificando a medida que el guionista vaya adquiriendo mayor
compromiso político militante.
Para ese entonces la Argentina comenzaba a vivir los prolegómenos de lo
que décadas después se configuraría como el terrorismo de Estado. Según
palabras de David Viñas, Aramburu y Rojas fueron el prolegómeno de Videla
y Massera. El golpe de Estado de 1955 que tenía como principal fin la proscripción
del Peronismo generó como contrapartida el agrupamiento de los sectores
leales a Perón en lo que se denomino "La Resistencia Peronista". Encarnada
por un sector del movimiento obrero peronista, sumado a un conjunto de intelectuales
y a simples adherentes al peronismo que organizados buscaban fracturar la
barrera represiva de censura que se había montado con el fin de desmantelar
la "cultura peronista".
El
Eternauta Nº 1 – Editorial Ramírez, Septiembre
de 1961. Dibujo de Solano López. Primera recopilación de El
Eternauta. (59,2 Mb)
El
Eternauta Nº 2 – Editorial Ramírez, 1961. Dibujo
de Solano López. Segundo número de las recopilaciones de Editorial
Ramírez. (61,9 Mb)
El
Eternauta Nº 3 – Editorial Ramírez, 1962. Dibujo
de Solano López. Tercer número, final, de las recopilaciones
de Editorial Ramírez. Después de esta entrega, la publicación
continuó convirtiéndose en revista de historietas y relatos
de ciencia ficción. (78,2 Mb)
¿Es ilógico
pensar que este clima de época influyera en la pluma de Osterheld?. Si bien
no hay testimonios que afirmen de su adhesión al peronismo en esta época,
el entramado social que el autor condensa en el héroe colectivo se asemeja
mucho al sujeto que componía la resistencia peronista. Obreros metalúrgicos,
encarnados en el papel protagónico del personaje de Franco, un joven tornero
que se destacará como un gran combatiente en la resistencia a la invasión;
científicos -como es el caso de Favalli-, incluso el Ejercito Argentino,
fundamental en la batalla de River Plate, son algunos de los que acompañan
a Juan Salvo en esta guerra. La aparición del Ejercito no es un dato menor
ya que, por esa época, sectores de esta institución leales al peronismo
fueron fusilados por intentar un levantamiento que posibilitara la vuelta
al poder de Juan Domingo Perón. La importancia del fusilamiento del General
Valle para la configuración de la estructura de sentimientos del peronismo
encontró lugar también en las páginas del Eternauta. El paralelismo entre
la primera parte del Eternauta y el proceso de organización y resistencia
del germen de la izquierda peronista es una lectura que a la luz del resto
de su obra no es para nada descabellada. Un dato más que suma para ver el
contexto de época en la obra es la aparición en una de las viñetas de una
pared pintada con la leyenda "vote Frondizi", es importante recordad que
es el pacto con el peronismo el que lleva a Frondizi a la presidencia.
Otro aspecto
importante para destacar del Eternauta es la legitimación de la violencia
organizada por parte de los sobrevivientes a la nevada mortal. Si bien se
cuestiona las peleas entre sobrevivientes, en lo que Favalli se atreve a
catalogar como la supremacía del más fuerte, en ningún momento se cuestiona
la utilización de la violencia por parte de los humanos sobrevivientes.
Para finales
de 1961, Oesterheld creó un magazín de ciencia ficción para Editorial Ramírez
que combinaba información científica con historietas, relatos y cuentos
del género. Dicha publicación fue bautizada como "El Eternauta", aprovechando
la popularidad alcanzada por la historieta publicada años antes. A partir
del cuarto número el viajero del tiempo se convirtió en vehículo y pretexto
para el relato de sucesos históricos ilustrados, a la manera de Ernie Pike
de Batallas Inolvidables. Así, Juan Salvo se corporiza ante el guionista,
tal cual la versión original, y le narraba sucesos históricos de la talla
de Pompeya o Hiroshima. En el número 6, de abril de 1962, el autor retoma
el final de la primera versión y construye una especie de continuación que
comienza con el Eternauta corporizándose una vez más frente a Oesterheld.
Juan Salvo dice: "Te conté de Hiroshima, te conté de Pompeya… Ni yo mismo
se por qué te he hablado de todo eso… Quizá te hablo de todo esto para borrar
con otro horror el horror que trato de olvidar. Mientras cuento vuelvo a
vivir lo que cuento… Y si hablo de Hiroshima, si hablo de Pompeya, olvido
el horror máximo que me tocó vivir. ¿Qué fue Pompeya, qué fue Hiroshima
al lado de Buenos Aires arrasado por la nevada?" De esta manera comienza
la continuación que se extenderá hasta la interrupción de la publicación
en febrero de 1963. Esta parte se publicó posteriormente en forma de novela,
dejando de lado las ilustraciones de Schiaffino, Lobo, Fahrer, Muñoz, Durañona,
Spadari y otros.
En el nuevo relato del Eternauta se pueden apreciar varias diferencias con
la primera parte. En principio la idea de darwinismo social prevalece a
la de organización popular en torno de un enemigo común. Por otro lado Juan
Salvo comienza a ser El héroe de la zaga, dejando de lado un poco al resto
de los personajes que van apareciendo.
Otro elemento a tener en cuenta es la intervención de soldados estadounidenses
en la lucha contra el invasor. Esto es importante de destacar ya que unos
años después en 1969, Oesterheld reedita la versión original de la historia
a pedido de la revista Gente, pero modificando de manera importante el guión.
En esta nueva versión aparece claramente definida una ideología. En plena
Guerra Fría, mientras la Argentina vivía uno de los puntos más álgidos en
la lucha de clases, Oesterheld agrega al guión original un acuerdo entre
los "Ellos" y las dos superpotencias de entonces - los Estados Unidos y
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- para poder invadir tranquilos
Sudamérica. Es evidente en este nuevo guión la aparición de la llamada "Tercera
Posición" impulsada por Perón, que se expresa de manera contundente en la
frase "ni yanquis ni marxistas, peronistas". Sin dudas este puede ser considerado
un punto de inflexión en la obra de Oesterheld, más si tenemos en cuenta
que alrededor de un año antes, en 1968, publicó una biografía del Che Guevara
en formato de historieta, que abrirá una colección de biografías de "héroes
latinoamericanos". De esta forma su ideología comienza a aparecer sin ningún
tipo de rodeos en las viñetas de sus historietas. Si bien es posible que
a partir de este momento cada historia de Oesterheld gana en compromiso
con su proyecto, podemos decir que es notable la perdida de calidad en términos
literarios de sus guiones.
Elsa:
"Me quedé sola"
Elsa Sánchez, viuda del escritor
y periodista Héctor Germán Oesterheld.
Hace 20 años perdió a toda su
familia. Ahora dice que la mantiene viva su nieto, que volvió
del horror. En ella conviven la vida y la muerte. La muerte
la endurece, le quema las pasiones, le hace decir: "Yo me opuse
a todo". La vida la fuerza a odiar y a levantar la frente. Se
le quiebra la voz al clamar: "¡Cómo pudieron hacernos esto!".
"Yo no tengo 62 años sino 700. En mí se resume la historia de
este país. El daño que me hicieron es una síntesis del mal de
la Argentina", dice y suspira largamente A Elsa no se le cae
una lágrima durante más de cuatro horas de entrevista Al fínal
dirá que tiene "un día negro, hija mía, ya estoy cansada de
vivir entre los ausentes, siempre para los demás". Hace 20 años
que mastica la misma bilis en la cena y el desayuno. Ya pasaron
veinte años desde que los relojes se detuvieron y el Ejército
se llevó a nueve miembros de su familia, hizo nacer a dos bebés
en cautiverio para robárselos y le devolvió dos nietos y un
cadáver, el de Beatriz. Los restantes nunca regresaron, ni vivos
ni muertos. Cuando el pasado amenaza con poner en peligro su
compostura, su voluntad a prueba de desazones la levanta del
sillón y muestra la foto de Tomás, su bisnieto de un año, la
luz de sus últimos días, que le trae a la memoria la otra luz
de los primeros días: cuando a Oesterheld le bastaba su amor
para darle sentido a la vida. La edad dorada en la que Héctor
sembraba flores en el jardín del chalecito californiano, frente
a las vías de Beccar. Cuando Estelita se sentaba en la falda
del padre y le pedía que le dibujara: "Papu, dibucitos". Cuando
Diana escribía, Beatriz era la chica más alegre del barrio y
Marina se convertía día a día en el fiel retrato de su padre.
Todo era ruido y acción en esa casa que Oesterheld bautizó "de
la familia Conejín".
Hoy todo es silencio despojado en el departamento que Elsa ocupa
en los límites de Belgrano. Pocos muebles, poca gente y nada
de flores. De pronto, Elsa trae una escalera, se trepa, abre
las puertas de un placard, y la familia en pleno cae sobre nosotras
como una cascada helada: óleos pintados por Estela, reproducciones
de esos cuadros en pósters que interrogan por el destino de
los niños desaparecidos, originales escritos por las manos de
Héctor, fotos del vals de los quince que bailó Marina, los poemas
de Diana, el libro que las dos mayores dibujaron y escribieron
algún Día de la Madre... Y sobre la mesita de luz, Héctor todos
los días vuelve a besarla en una foto. "No tenés idea de las
cosas por las que he pasado... Yo trabajaba como secretaria
del directorio de un banco y, mientras mi familia se extinguía,
delante de mi escritorio pasaban el general Albano Harguindeguy
y José Alfredo Martínez de Hoz, me saludaban como si no pasara
nada, y tenia que fingir, porque también mi vida corría peligro.
¿Sabés qué fue lo que a mí me salvó? Que yo no sabía nada. Cuando
mi familia empezó a militar en Montoneros, yo a todo les decía
que no y eso generó muchos conflictos. Entonces me fui quedando
sola, ya no me contaban nada y todos se refugiaron lejos de
casa. El 10 de setiembre de 1976 creí que venían por mí, pero
me equivoqué. Un comando del Ejército tiró una bomba en el palier
de casa, me gritaron con un megáfono, me empujaron contra la
puerta del garaje y preguntaron por Héctor, 'el judío'. Les
dije que descendía de un estanciero alemán que se había radicado
en San Nicolás, pero y si era judío, ¿qué? Y que nos habíamos
separado un año antes. Con la misma tranquilidad con la que
te lo cuento, le aclaré: 'Mire, no tengo la menor idea de lo
que busca, pero acá no lo va a encontrar. Si quiere revisar,
hágalo, pero yo soy una señora, respete mi casa'. Se quedó duro
y no rompieron nada. Siempre recuerdo que Héctor miraba a los
jóvenes y que querían un mundo mejor y exclamaba: 'Estos chicos
son maravillosos'. Y yo le contestaba: 'Hasta ahí vamos bien,
pero no podemos dejar que se expongan'.Si me hubiera escuchado..."
"Si no hubiera sido por mi nieto Martín, al que yo crié cuando
lo devolvieron, no hubiera seguido viviendo. Ya todo me daba
igual. No seguí adelante por coraje sino por indiferencia. Cuando
me di cuenta de que era el final, ya no me importó nada. Por
eso, aunque no vaya a las marchas, entiendo la lucha de las
Abuelas de Plaza de Mayo: sólo la desesperación te lleva a soportar
las peores humillaciones." Igual que otras desaparecidas, sus
hijas Diana y Marina dieron a luz en cautiverio y teme que se
irá de este mundo con la angustia de no conocer jamás a sus
dos nietos menores. Al menos, cuando puede, Elsa se permite
una emoción: va a algún recital de León Gieco para sentir que
aún late entre los jóvenes el espíritu de sus cuatro hijas.
Esta versión
de la primera parte que se entregaba en fascículos semanales con cada edición
de la revista Gente duró solamente tres entregas ya que según la revista
las modificación introducidas en el guión sumado a los dibujos de Breccia
habrían generado un rechazó en los lectores. Sin embargo, teniendo en cuenta
que dichas modificaciones están impregnadas de un mensaje político-ideológico
no sería ilógico pensar en un acto de censura por parte de la editorial
responsable de la publicación.
Teniendo en cuenta esto, podemos hablar que la obra de Héctor Germán Oesterheld,
esta dividida en dos etapas donde la división entre ellas es la irrupción
del autor en la vida política ya no sólo como intelectual sino como activo
militante.
En el año 1970 verá la luz un nuevo trabajo del historietista, siguiendo
fiel a su idea de transformar a la historieta en un medio de educación,
entrega el guión de la biografía de Maria Eva Duarte de Perón. La publicación
de este trabajo, que fue idea original de Oesterheld pero termino siendo
guionada por el periodista Luís Alberto Murray con dibujos de Breccia.
Tanto este trabajo como la biografía del Che fueron el inicio de una búsqueda
por parte del autor de contar una versión diferente de la historia. Así
Oesterheld comienza a crear guiones de hechos históricos que sirvieron de
referencia para la construcción de un imaginario social colectivo que amalgamara
al nuevo sujeto histórico en base al mito de una historia común. Así surge
un trabajo titulado "Latinoamérica y el imperialismo, 450 años de Guerra"
publicado en "El Descamisado", órgano oficial de los sectores mas radicalizados
del peronismo. Cabe aclara que en estos guiones se apela a la construcción
de una identidad histórica muy similar a la que proponían intelectuales
que se enrolaban en el nuevo revisionismo histórico.
Por otro lado comienza a hacerse pública la participación de Oesterheld,
-desde las páginas del "Descamisado" y del periódico montonero "Noticias",
en el cual publicaba una tira semanal llamada " La guerra de los Antartes",
o en Ezeiza recibiendo al líder-, de manera orgánica en el peronismo. Sin
embargo no se puede precisar cuando comienza su vinculo con la organización
Montoneros.
Ya en Diciembre de 1976, con el aparato represivo del Estado en pleno funcionamiento,
se edita la segunda parte del Eternauta. El binomio Oesterheld-Solano López,
deciden darle continuidad al Eternauta publicando la segunda parte.
La historia comienza en el mismo lugar donde termina la número uno: Germán
parado frente a la casa de Juan Salvo recuerda lo que el Eternauta le había
narrado y se pregunta si contándolo el podía ayudar a que se evitara la
invasión. Dentro de Germán comienza aparecer una contradicción entre su
sentir, su pensar y su actuar. Necesita ser protagonista de esa historia
que esta por venir pero sus miedos interiores lo hacen retraerse. El hecho
de conocer lo que sucederá lo atormenta y lo moviliza al punto de vencer
sus miedos y poder así enfrentarse con Juan Salvo y sus amigos para decirles
lo que el Eternauta les había narrado.
Esta decisión de Germán y el posterior viaje a través del tiempo junto al
Eternauta componen un giro sustancial en historia comparándola con el número
uno. Aquí Germán deja el cómodo sillón de guionista y pasa a vivir en carne
propia la lucha por la libertad de la humanidad. El cambio de narrador en
la segunda parte acompaña la decisión personal que Oesterheld había tomado
para su vida: brindarse en cuerpo y alma a la lucha revolucionaria.
En esta nueva aventura del Eternauta Juan Salvo y su familia junto a Germán
son trasladados en el tiempo hacia el futuro al 2200 dc. En esta época la
población esta compuesta por los sobrevivientes al estallido superatómico
denominado "la gran catástrofe". Manos, Ellos, Gurbos y un conjunto de familias
que fueron capturadas cuyos descendientes conformarán el "pueblo de las
cuevas". También aparecen unos nuevos seres mutantes creados por los Ellos
que son los Zarpos.
A lo largo del a historia Juan Salvo y Germán Irán organizando al pueblo
de las cuevas para resistir la dominación de los invasores. Aquí hay otra
gran diferencia con el espíritu del Eternauta original. Mientras que en
la primera parte el héroe colectivo se impone a las voluntades individuales,
ahora Juan Salvo -dueño de poderes sobrenaturales que irá descubriendo a
medida que avanza la historia- jugara un rol de dirección incluso por encima
de los lideres naturales de ese pueblo.
Para ejemplificar esto es interesante recurrir a un fragmento de la historia
en la cual el Eternauta envía a morir a un grupo de habitantes del pueblo
de las cuevas con el fin de que otro sector del grupo pueda avanzar sin
ser detectado por el enemigo. Cuando es destruido este grupo de avanzada,
ante los ojos de sus compañeros, se le recrimina al Eternauta esta acción
y el implacable contesta que lo importante es que ahora podían avanzar para
llegar a cumplir su objetivo El Eternauta como dirección político-militar
de la resistencia no vacila en enviar a la muerte a sus compañeros y lo
mas importante de esto es que luego del primer reclamo hay una aceptación
por parte del resto de esta actitud que se ejemplifica en el siguiente dialogo:
-Los mandaste a Matar
-Si Artemio los hizo morir. Tenían que morir… para que nosotros sigamos
tratando de salvar las cuevas. Quién sabe cuántos de nosotros moriremos
antes de que las cuevas estén salvadas."
La aceptación de la muerte en pos de un objetivo común comienza a aparecer
pero esta vez dirigida por aquellos que por manejar mayor información -recordemos
que el Eternauta conoce al enemigo de combates anteriores- comienzan a cumplir
roles de vanguardia.
Este cambio en el seno de la historia refleja el modo de funcionamiento
de las organizaciones político militares de los 70 en las cuales estaba
incluida Montoneros a la cual pertenecía Oesterheld. Esto no quiere decir
que se este denunciando una actitud de las conducciones de enviar a morir
a sus militantes, sino todo lo contrario: aparece la aceptación de los militantes,
incluso de un cuadro medio cómo lo era Oesterheld de la palabra de la dirigencia
sin cuestionamientos, incluso cuando lo que se jugaba era la vida misma.
Otro elemento que aparece reflejado en esta parte de la historia esta vinculado
a la idea expresada por el general Vietnamita Giap en su texto "el hombre
y el arma" -de lectura obligatoria en Montoneros- en el cual expresa el
fundamente de victoria de una guerrilla. Recuperando la idea de las fuerzas
morales como fuente de victoria de los ejércitos expresada por Clausewitz
, Giap sostiene que en la guerra revolucionaria lo determinante es el Hombre
y no sus armas. Así nace uno de los postulados fundamentales que será tomado
por todas las organizaciones revolucionarias del mundo. La idea de que lo
simple -un ejercito popular armado con armamento casero e inferior- puede
derrotar a lo complejo -un ejercito profesional dotado de mayor tecnología-,
aparece claramente en la segunda parte del Eternauta cuando Juan Salvo convence
a Don Matías -mayor referente del pueblo de las cuevas- de comenzar a resistir,
mediante la confrontación armada, la dominación de los Ellos y sus ejércitos
de ocupación -Manos y Zarpos-.
América
Latina, 450 años de guerra
A partir del número 10 de la revista
El Descamisado,
se empiezan a publicar semanalmente la tira de Héctor Germán
Oesterheld llamada “América Latina, 450 años de guerra”. Los
dibujos son de Leopoldo Durañona. La compilación fue realizada
por el sitio Ruinas Digitales. (Clic en la imagen para descargr
el pdf [71,8 Mb] desde Mediafire.)
Estas modificaciones
sustanciales en el corazón de la obra están íntimamente ligadas al proceso
histórico del cual fue parte Oesterheld. También denuncia el avecinamiento
de un futuro desolador e incluso comienza hablar de las desapariciones.
Para ese entonces ya había perdido a dos de sus hijas Beatriz de 19 años
y Diana de 23, ambas militantes de Montoneros. Luego le toco a El.
Estando detenido lloró la desaparición de sus otras dos hijas Elsa y Marina.
Fue encapuchado, golpeado, torturado en los centros clandestinos de detención
el Vesubio, Campo de Mayo y en el "Sheraton".
Hay quienes dicen que estando desaparecido un militar le pidió que escriba
la historia de San Martín, el no lo hizo.
En 1983 la parte tres del Eternauta verá la luz ya sin guiones de Oesterheld.
Quizás en sus páginas puede encontrarse una suerte de homenaje a Germán
y aquellos que como Él apostaron todo para transformar la sociedad y fueron
derrotados.
Sin duda lo fundamental de la vida y obra de Oesterheld fue la coherencia
entre su sentir, su pensar y su hacer.
CRONOLOGÍA
1957 Eternauta 1
1962 Versiòn novelada del Eternauta continuación de la 1
1968 Biografía del Che Guevara.
1969 Eternauta 1 bis, Revista Gente
1970 Se edita por primera vez la biografía de Evita idea original de Oesterheld
con dibujos de Breccia y guión del periodistaLuis Alberto Murray
1973-1974 Serie de historietas "Latinoamérica y el imperialismo, 450 años
de Guerra" publicada en "El Descamisado"
Diciembre de 1976 Eternauta 2
1983 Eternauta 3 ya sin Oesterheld.
[Imagen de la
Muestra Pensamiento y Compromiso Nacional, Palais de Glace, Buenos Aires
17 de marzo - 10 de abril 2011]
Elsa Oesterheld, viuda del
autor de "el eternauta", habla del gran historietista y escritor
Han pasado cinco décadas desde la salida de El Eternauta y treinta años
sin Héctor Germán Oesterheld. Quien fuera su compañera lo recuerda con
cariño y admiración. Dos exposiciones le rinden un merecido homenaje.
"Su obra fue una especie de anticipo de la defensa de los derechos humanos
en la Argentina", dice Elsa.
Por Facundo García
Fue hace una semana. A casi cincuenta años de la primera publicación
de El Eternauta, la nieve era como un homenaje, un guiño. Elsa Oesterheld
atendió y su voz llegó con interferencia a través del cable telefónico,
que se dibujaba entre las calles blanqueadas por los copos. Casi se
la podía imaginar mirando el frío desde una ventana cuando su voz de
ochenta y tantos dijo que sí, que estaba dispuesta a charlar sobre la
vida que compartió con el guionista más importante de la historieta
argentina: "Héctor era un apasionado. En cualquier lado se le ocurría
un argumento. En el tren o en la vereda lo veías sacar un cuadernito
lleno de círculos y triángulos, en el que escribía con un código que
nadie ha podido descifrar. Elsa soltaba anécdotas divertidas a pesar
de haber pasado por el dolor de que le secuestraran a su marido, sus
cuatro hijas -dos de ellas embarazadas- y dos yernos. Incluso cada tanto
soltaba alguna risa, como para dejar claro que las injusticias no la
quebraron.
Días después,
Elsa surge con la misma vitalidad de entre las sombras del microcentro
porteño, en un atardecer helado pero ya sin copos. Llega hasta el Archivo
y Museo Histórico del Banco Provincia para asistir a la inauguración
de una muestra que recuerda que han pasado cinco décadas desde la salida
de El Eternauta y treinta años sin Héctor Germán Oesterheld (ver recuadros).
Caminando por una galería de ilustraciones que muestran a los más de
ochenta personajes que trajo al mundo su marido, ella completa el boceto
que había empezado a trazar: "Fue un hombre que necesitaba creer en
el hombre por el hombre mismo. Necesitaba creer en la vida, en la gente
que apostaba sin intereses", cuenta.
EPOPEYAS
ARGENTINAS. "Por primera vez nuestras más grandes Epopeyas
Históricas son trasladas a la Historieta. ¡Oncativo, La
Tablada, Ituzaingó, La Conquista del Desierto, Curupaití,
Las Invasiones Inglesas, Maipú, La Guerra del Paraguay...y
cien "Epopeyas" más narradas con la magistral pluma de H.
G. Oesterhled!". Así rezaba la promoción publicitaria que
apareció en el número 2 de dicha revista, editado en 1971.
Lamentablemente este emprendimiento de Oesterheld no prosperó
y solo llegaron a publicarse las ediciones dedicadas a la
Batalla de Chacabuco y el titulado "Güemes, el guerrillero,
este ultimo ilustrado por J.M. Gatti, Juan A. Castro y Desimone.
Fuente: /www.tebeosfera.com
Desde sus primeras publicaciones,
Oesterheld hilvanó con paciencia relatos que daban por tierra con
las concepciones maniqueas del mundo. "Toda su obra fue una especie
de anticipo de la defensa de los derechos humanos en la Argentina",
aporta Elsa. En efecto, contra los supermanes que llegaban desde
Estados Unidos -tan parecidos a la bomba atómica en su infalible
potencia destructora-, Oesterheld propuso tipos como El Sargento
Kirk, capaz de ponerse del lado de indios nada simpáticos en caso
de que se cometiera alguna injusticia contra ellos. O el gran Ernie
Pike, que no gustaba a las editoriales porque su protagonista, un
corresponsal que recorría los frentes de la Segunda Guerra Mundial,
no señalaba a seres puntuales sino a la guerra misma como el principal
villano de sus aventuras.
Eran historias en las que los buenos a veces perdían. Más verdaderas
que las de muchos "realistas", en todo caso. "Lo que pasa es que
él era fundamentalmente un filósofo -define la mujer un rato después,
luego de pasar ante viejas tapas de Hora Cero-. No solamente en
los guiones, sino en cada cosa que hacía. A poco de publicar algún
trabajo, ya había regalado todo. Por eso se ha extraviado mucho
de lo que hizo. Se pasaba días y noches en un cuartito, identificado
con sus personajes hasta el punto de fundar una editorial como Frontera
para poder tocar los temas que en otros lugares le prohibían."
Elsa asegura que antes de que llegara la saña militar, su casa era
"uno de los lugares con más creatividad en el mundo". Héctor funcionaba
como el dínamo del hogar, andando descalzo por toda la casa, despeinado
y siempre desaliñado. "Uf... leía en cualquier lado, anotando cosas
en letra manuscrita o en su código. No cuidaba para nada su aspecto
personal ¡no sabés lo que renegaba para que se pusiera una camisa!
Ahora lo entiendo más: se sentía a gusto con la gente sencilla",
revela la entrevistada.
Parece que Oesterheld no era un galán, pero bastaba escucharlo un
minuto para que las cortinas del hombre común dejaran entrever un
tipo fuera de serie. Así lo recuerda quien lo acompañó durante tantos
años. "Lo conocí en un club de barrio. Mis amigas me preguntaban
por qué me había ido a enamorar justo del más feo. Es verdad, no
era lindo. Pero hablaba y era obvio que tenías enfrente a alguien
excepcional", aclara Elsa. En el refugio del guionista, la literatura
y las publicaciones científicas de todo el mundo circulaban por
igual y en cuatro idiomas. "Y siempre pensaba en equipo con los
dibujantes -agrega ella-. Sabía que a Hugo Pratt lo volvían loco
las aventuras, y ahí nomás le mandaba una a su gusto. (Carlos) Roume
se llevaba bien con los animales, y entonces le daba una llena de
bichos. (Francisco) Solano López y (Alberto) Breccia eran ciencia
ficción, y así les entregó su Eternauta y su Sherlock Time."
Un sector de una de las salas está dedicada, precisamente, a El
Eternauta y sus distintas ediciones. La obra vio la luz por primera
vez en septiembre de 1957, y hoy está a punto de ser repartida en
las escuelas del país por iniciativa del Ministerio de Educación.
Sin embargo, casi nadie sabe que la famosa historieta podría haber
tenido una forma completamente diferente. Antes del lanzamiento,
los empresarios querían que la serie fuera dibujada íntegramente
por la mano talentosa y sofisticada de Alberto Breccia. Pero una
charla entre Héctor y Elsa dio un vuelco a la situación. "Yo fui
quien lo convenció para que propusiera a Solano López en lugar de
Breccia -jura Elsa-. Le dije que si iba a hacer una historieta para
quioscos tenía que usar un dibujo que no fuera intelectual. Entonces
él insistió para que quedara Solano en el proyecto. Se ve que acertó,
porque esas caras y esos paisajes se han mantenido en la memoria
de muchísimas personas a lo largo de tanto tiempo", afirma.
A fines de abril de 1977, Héctor Oesterheld pasó a integrar la lista
de desaparecidos por la dictadura militar. Empezó una época sombría,
que agrandaría la dimensión ética del artista y sus personajes.
Mientras la segunda parte de El Eternauta -que había sido escrita
en la clandestinidad- circulaba furtivamente, Elsa tuvo que soportar
las "visitas" de los grupos de tareas. "Cuando los milicos entraron,
dos gorilas me agarraron de los brazos. Yo les grité que estaban
en la casa de una familia y de una señora, que iban a tener que
respetarme. Los tipos quedaron pasmados, y eso que yo ya estaba
sola como un perro", se emociona. "Desde aquella vez -resume- he
pasado por momentos malos, pero el tiempo me enseñó a qué se refería
Héctor cuando hablaba de los Héroes Colectivos. Los que leen sus
historietas, los que mantienen viva la memoria del país, todos ellos
en grupo han hecho que yo renazca después de que a los cincuenta
años me dejaran vacía. En estos años aprendí que por la patria se
vive, no se muere. Morir es fácil. Lo difícil es vivir. Y al final
tiene su sentido. Muchas veces encuentro personas que no saben nada
de lo que me pasó y me preguntan cómo hago para mantenerme tan activa.
Yo les respondo que el secreto es simplemente ése, ‘buena vida’."
Lo de los 50/30 años de las efemérides oesterheldianas, tanto en
la gloria como en la tragedia, también merecerían ser fechas elsianas.
A Elsa ya la describió muy bien mi amigo José Pablo Feinmann, descubriéndola
en el palco al lado del Presidente. Una mujer con una mirada firme,
que aguantó las peores noticias y padecimientos posteriores, un
ejemplo de fortaleza en medio de las soledades de esta sociedad
hipócrita. La mujer de un historietista, la mujer del subversivo.
La mamá de esas cuatro bellas quelástimaqueestabanenlajoda. Y encima,
una mujer estafada por editores mundiales y vernáculos en los derechos
que le correspondían.
Parecerá frívolo, pero estoy viendo otra Elsa que la que he visto
en todos estos años. Yo no sé si siete duelos se saldan en treinta
años, y no sé si bastan cincuenta para resignificar una obra tan
vital como El Eternauta, que devuelve algo de los recuerdos de tiempos
felices y mucho de aliento vital que sigue y sigue, pero esta muchacha
golpeadísima está distinta, quizás más leve, de levitar, de poder
empezar a descansar, de confiar en la entrega de la antorcha, de
un resentimiento de otra manera. Más sana, espero. Esperamos. Porque
la necesitamos, y mucho. Porque ella se necesita a sí misma, para
seguir en esta lucha por la verdad. Porque la vamos a seguir necesitando
para cuidarla, y que siga cuidando la memoria y la obra, y porque
la queremos. Y ahora, creo, está en condiciones de dejarse querer
mejor.
De Juan Salvo y Elena y Martita ya hablamos y hablamos. Los 50/30
son de ella. De Elsa. Más que de nadie; ella es la que está viva.
Un caso estremecedor de aniquilamiento de una familia de gente progresista,
de artistas. Entre 1976 y 1978, los militares de la tétrica dictadura
argentina persiguieron, secuestraron, torturaron y asesinaron a
Héctor Germán Oesterheld -el fantástico guionista de ‘El eternauta’,
un personaje que creó escuela y ya es todo un clásico del cómic-
y sus cuatro hijas. ‘El eternauta’ fue su gran creación premonitoria
del horror.
Por Manuel Rivas, El País, España, 24/08/2008
Una
familia aniquilada. Héctor Germán Oesterheld, con su
esposa Elsa y sus cuatro hijas: Estela, Marina, Diana
y Beatriz, todas desaparecidas en 1976 y 1977, cuando
contaban entre 18 y 24 años. Además, Elsa, tras un tortuoso
peregrinaje, sólo pudo recuperar el cuerpo de Beatriz.
Las fotografías son del álbum familiar de los Oesterheld
y de Vicente Curtis.
En el
lenguaje de El Eternauta, Héctor Germán Oesterheld (HGO) cumple
ahora 87 años. Hijo de padre alemán judío y de madre vasco-española,
HGO nació en Buenos Aires el 23 de julio de 1919. No hay fecha para
su muerte. En la historia dramática de la humanidad, tal vez el
eufemismo más terrible es el de "desaparecido". El dictador argentino
Videla es autor del siguiente aforismo: "No están vivos ni muertos;
están desaparecidos". HGO es un desaparecido. El número 7.546 (en
la lista CONADEP, Comisión Nacional de Desaparecidos). Se sabe que
en la Nochebuena de 1977, sus captores le dejaron cinco minutos
de visión, sin capucha, que saludó uno por uno a sus compañeros
de cautiverio y que cantó con un joven detenido-desaparecido la
canción Fiesta de Joan Manuel Serrat. De forma premeditada, sus
hijas también fueron hechas desaparecer, por este orden: Beatriz
(19 años), Diana (23), Estela (24) y Marina (18). HGO es uno de
los más extraordinarios creadores de aventuras del siglo XX. Cambió
el perfil del héroe. El Eternauta, su principal creación, una estremecedora
ficción premonitoria, atraviesa las fronteras políticas y de los
géneros literarios y se erige en un clásico para mayor número de
lectores cada día. Una obra homérica del cómic que interpela al
género humano.
Lo dijo
El Negro
"Después de leer a Oesterheld ya no admitiríamos leer cualquier
cosa". No lo dijo cualquier crítico boludo en un rapto magnánimo.
Lo dijo El Negro. Lo dijo Roberto Fontanarrosa. Respetado por cualquier
barra, canallas o bostas, y en cualquier cancha de fútbol o literatura.
Incluso al fondo y a la izquierda, en cualquier redacción, donde
se suelen sentar los censores. Y los cínicos. Eso lo dijo Enrique
Medina, lo del lugar donde se sientan los censores. Tuvo el valor
de ir allí, a la oficina de censura, justo antes del golpe, a preguntar
por su libro Las hienas, qué puntería. Y después recibió una llamada
de teléfono: "¡Sos boleta!". Qué manía con los eufemismos. El miedo
que meten los eufemismos. Mejor que te digan: "Se te ha acabado
el permiso del enterrador". Bueno, a lo que íbamos. Hay dos factorías
maravillosas en la historia de Argentina: el fútbol y la historieta.
El Negro Fontanarrosa era un experto en ambas. Creo que el mejor
cuento de fútbol que leí fue la historia de Cardaña, el número 5
del Peñarol, primero apodado El Hombre y más tarde, con mayor precisión,
El Hombre de Neanderthal. Cardaña, bruto y sentimental, va a visitar
por caridad al hospital a un niño en estado grave y aquel hincha
botija, con los días contados, recibe al ídolo como se merece: "¡Hijos
de puta! ¿Cómo pueden perder con esos chotos del Nacional?". Así
era El Negro escribiendo. No cedía ni un centímetro. Ni una lágrima
gratis. Fue él quien vino a decir: "Y después de Oesterheld ¿qué?"
Escribir como un loco
Cuando
estudiaba geología en la universidad, ya trabajaba de corrector
y escribía historias como un loco. Cuando trabajaba como especialista
en "oro y platino" para el Banco de Crédito Industrial de la República
Argentina, hacía notas de divulgación y escribía historias como
un loco. Cuando andaba por los montes y las llanuras como un Robinsón
Crusoe escribía historias como un loco. Le ofrecieron trabajar en
Pato Donald y aceptó, porque no era un apocalíptico de la cultura
y lo que le gustaba era escribir historias como un loco. Y escribió
literatura infantil, mucha con el seudónimo de Sánchez Puyol. Fue
un tiempo de esplendor para el género en la Argentina de los años
cuarenta y cincuenta, con Gatitos y Bolsillitos. Le gustaba escribir
para la infancia. "Siempre al bebito se le trata como tonto". Sería
también una edad de oro para la historieta argentina, cuando fundó
con su hermano Jorge la editorial Frontera y con dos publicaciones
periódicas que harían historia. Hora Certo y Frontera rondaban los
100.000 ejemplares. ¿Y qué hacía HGO metido en la industria cultural?
Escribir como un loco. En treinta años, los guiones para al menos
150 series de historietas en los que colaboró con medio centenar
de dibujantes. Siempre prolífico y exigente. ¿Por qué eligió la
historieta? ¿Podía haber sido un gran escritor? Es muy enriquecedor
hablar con Martín Mórtola y Fernando Oesterheld, sus nietos. "Quería
romper ese dilema tramposo de alta y baja cultura. No tenía prejuicios
elitistas. Quería llegar a la gente y no lo consideraba incompatible
con la calidad. Ésa es otra de las lecciones de El Eternauta, una
obra de vanguardia que llegó a la gente, una gran aventura, y una
literatura extraordinaria". Guillermo Saccomanno, en Escritura y
memoria, plantea un sugerente paralelismo: "Si el Martín Fierro,
un poema criollo y popular, pudo plantarse como la gran novela fundadora
de nuestra literatura, ¿por qué no tirar de la cuerda y afirmar
lo mismo de esta historieta que se llamó El Eternauta?". Borges
estaba cautivado por el universo Oesterheld. Además, HGO era un
extraordinario suministrador de ciencia-ficción… Y no tan de ficción.
"Leía las revistas científicas más avanzadas de todo el mundo",
recuerda Elsa Sánchez, su mujer. Llenó Argentina, y otros países,
de gente interesante. Ray Kilt, Sargento Kira, Indio Suárez, Bull
Rocket, Ernie Pike, Ticonderoga, Randall the Killer, Sherlok Time…
Y el grupo, el héroe colectivo, de El Eternauta. Cuando pasó a la
clandestinidad, y se sabía perseguido por Los Ellos, ¿qué hacía
Oesterheld? "Escribir como un loco". Lo cazaron, lo hicieron desaparecer,
lo chuparon. ¿Qué hacía Oesterheld? Ana María Caruso, desde el cautiverio
del centro clandestino de detención llamado Sheraton, consigue escribir
una carta que figura en el informe Nunca Más de la Comisión Nacional
de Desaparecidos: "Ahora está con nosotros El Viejo, que es el autor
de El Eternauta y El Sargento Kirk. ¿Se acuerdan? El pobre viejo
se pasa el día escribiendo his-torietas que hasta ahora nadie tiene
intenciones de publicarle". Escribía como un loco.
Barro en los borceguíes
Nadie que haya leído El Eternauta admitiría leer después cualquier
cosa. Le habrá cambiado la mirada. Es una de esas obras que responden
a la demanda de Kafka, la de "morder en la estupidez". O a la de
Cioran: "Un libro ha de ser un peligro".
-¿Qué hacer? ¿Qué hacer para evitar tanto horror?
¿Quién grita eso? Es el guionista, Oesterheld, al final de El Eternauta.
No está fuera, sino dentro, en una viñeta. Una de las rupturas de
Oesterheld fue implicarse en la obra como personaje. Un atrevimiento
formal, que acabará teniendo muchas implicaciones. Estamos en 1957.
Francisco Solano López (Buenos Aires, 1928) lo hace reconocible.
Lo dibuja con sus trazos. Al comienzo de la trama, El Eternauta
se le aparece al guionista en la buhardilla donde trabaja y le relata
su historia de aventurero perdido en la eternidad. Al final, El
Eternauta consigue regresar a su hogar, con su mujer e hija, que
le reprochan haber tardado media hora en ir a buscar pan. ¿Media
hora? El guionista, es decir, Oesterheld, nuestro HGO, trata de
disuadir a El Eternauta. ¡Todo lo que le ha contado, todo lo que
se avecina! La nevada mortal. La invasión dirigida por un poder
oscuro, Los Ellos, que utilizan para sus propósitos a los monstruosos
Cascarudos y a los inteligentes Manos, esclavos del miedo, que a
su vez convierten a los humanos supervivientes en hombres-robot.
Pero El Eternauta ya no reconoce al guionista. Ha perdido la memoria
del futuro al volver al pasado. La memoria es transferida al guionista.
¿Quién es ahora El Eternauta?
27
de enero 2012, la agencia oficial de noticias Télam
lanzó el blog "El Club de la Historieta"
Estamos
en 1957. HGO grita desde el tebeo: "¿Qué hacer? ¿Qué hacer para
evitar tanto horror?". Es en la primera versión de El Eternauta.
En 1969 habrá una segunda versión, dibujada por Alberto Breccia,
y en la que las coordenadas geopolíticas son más concretas. La publicación
resulta muy polémica. La revista Gente fuerza el final. El Eternauta
empieza a ser un personaje inquietante, demasiado verosímil. En
1976, con dibujo de Solano López, se publica una prolongación de
la aventura, una segunda parte. Se trata de un proceso muy accidentado.
Guionista y dibujante apenas se ven. A HGO le pisan los talones
Los Ellos. Dicta capítulos desde cabinas telefónicas. Las últimas
veces que acudió a la editorial Récord, donde iba a publicar El
Eternauta II, siempre andaba a deshoras, como una silueta. Sólo
lo delataba "el reguero de barro seco de sus borceguíes" en la alfombra.
Y es que HGO, entre otros lugares, buscaba refugio en la isla de
Tigre.
La tecnología
del infierno
Habían llegado Los
Ellos, como llamaría El Eternauta a los dictadores. En el prólogo
de Ernesto Sábato para el informe Nunca Más, donde se documentan
los horrores de la dictadura y la usurpación del Estado por
una mafia uniformada, se dice: "De nuestra información surge
que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos
pero regimentados ejecutores". Entre miles de desaparecidos,
la "tecnología del infierno" se llevó a HGO y a sus cuatro hijas.
Habían pasado a la clandestinidad cuando comenzó la dictadura
argentina, que se prolongaría durante siete años crueles (1976-1983).
El
único cuerpo
que pudo recuperar Elsa fue el de Beatriz. Ella, con 19 años,
fue la primera víctima de Los Ellos. El 19 de junio de 1976
llamó a la madre y se citaron en una confitería. Dos días después,
en un tren, camino del trabajo, un joven trajeado, muy nervioso,
se acercó a Elsa para decirle que su hija había sido secuestrada
por una patota o "grupo de tareas" del Ejército. Elsa Sánchez
de Oesterheld comenzó el peregrinaje para recuperar a Beatriz.
Pero, en verdad, había caído una "nevada mortal" sobre Argentina.
Se encontró con muros de silencio. Con conocidos que la desconocían.
Incluso un sobrino y sacerdote poderoso, Jorge Oesterheld, hoy
portavoz de la Conferencia Episcopal argentina, prefirió "mirar
hacia otro lado". Elsa fue consciente también de que se había
con-vertido en un "peligro" para sus hijas. Todos sus movimientos
eran vigilados para llegar a ellas y a HGO. De alguna forma,
ella también era una desaparecida en aparente libertad. El exterminio
programado de la familia de HGO siguió adelante. El 4 de julio
de 1976, en Tucumán, cayó Diana, de 23 años, embarazada. El
27 de abril de 1977 fue secuestrado HGO. El 14 de diciembre
del mismo año desaparece Estela, de 24 años. Su última carta
lleva esa fecha. En ella dice: "Mamita: Marina hace un mes que
no está con nosotros". Significa: Marina ha desaparecido. Tenía
18 años.
La tortura metafísica
Las
cuatro hermanas Oesterheld, de chicas
Inspirados en
el nazismo, el franquismo y la guerra argelina, Los Ellos, con
sus patotas de Gur-bos, Cascarudos, Manos y Hombres-Robot, aplicaron
la tecnología del infierno a una escala industrial. Para hacer
desaparecer los cuerpos utilizaron una variante diferente de
la incinera-ción: los vuelos de la muerte. Quizá calcularon
que la desaparición submarina de miles de personas sería inodora,
inocua, imperceptible. El mayor detective de la historia, Sigmund
Freud, había escrito: "Censurar un texto no es difícil, lo difícil
es borrar sus rastros". Los verdugos ignoraban que el cuerpo
humano es también un texto. Y ésa es la verdad de fondo de El
Eternauta, su potencia pasados tantos años. "La persistencia
de El Eternauta es en sí misma una práctica de la memoria",
escribe Judith Filc. En el primer aniversario del golpe militar,
el 24 de marzo de 1977, otro genial eternauta argentino, el
escritor Rodolfo Walsh, compañero en muchos sentidos de HGO,
envía por correo y distribuye clandestinamente la Carta abierta
de un escritor a la Junta Militar, uno de los pasquines de denuncia
más estremecedores de la historia, en el que da a conocer al
mundo la dimensión del genocidio, con 15.000 desaparecidos en
aquel entonces. "Han llegado ustedes a la tortura absoluta,
intemporal, metafísica". La palabra metafísica aquí, asociada
a la tortura, pierde toda su abstracción para expresar lo inconmensurable
del horror carnal. Una de las veces que registraron su antiguo
domicilio, donde sólo vivía Elsa, el oficial cascarudo al mando
del "grupo de tareas" explicó que andaban a la caza de Héctor,
El Judío. Elsa replicó que era hijo de un estanciero alemán
y madre española. Añadió: "Y si es judío, ¿qué?". Entre los
precedentes que inspiraron a Los Ellos para poner en marcha
la "tecnología del infierno", la tortura y desaparición forzada
de miles de personas como HGO y sus cuatro hijas, figuran métodos
nazis como el decreto Nacht und Nebel, derivado de la orden
de Hitler: "En la noche y en la niebla". El texto de este decreto,
reconstruido en el tribunal de Nuremberg, desaconsejaba la entrega
del cuerpo del eliminado a su familia. Se trataba de "diseminar
el terror" para minar toda resistencia. En el tiempo en que
fue detenido HGO, en 1977, el general Ibérico Saint Jean, gobernador
de la provincia de Buenos Aires durante la dictadura, y bajo
cuyo mandato se produjo la Noche de los lápices (desaparición
y asesinato de un grupo de adolescentes), declaró en público
y esta vez sin eufemismos: "Primero mataremos a los subversivos;
después, a sus simpatizantes, y por último, a los indiferentes".
Entre los miles de desaparecidos figuran cien poetas, escritores
y guionistas de historietas. Otro de Los Ellos, un colega militar
del general Ibérico, el entonces jefe del III Cuerpo, Luciano
Menéndez, y responsable de la mayor quema de libros, efectuada
el 29 de abril de 1976, declaró: "De la misma manera que destruimos
por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto
y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos
del alma argentina". Los Ellos, como Creonte, castigando más
allá de la muerte. Gritándole a Antígona, a las hijas de Oesterheld:
"Si tu naturaleza es amar, ve entre los muertos y ámalos. Mientras
yo viva, no mandará una mujer".
Torturar a Ernie Pike
Cuando creó Ernie Pike, uno de esos grandes personajes que cambiaron
el perfil del héroe, para hacer tipos complejos, de madera humana
y no de palo, los primeros episodios los dibujó Hugo Pratt.
Y él se quedó perplejo cuando vio la historieta: El rostro de
Ernie Pike, corresponsal de guerra que siempre pone en duda
las versiones oficiales, era el suyo.
Eso también lo supieron ver los torturadores. Reconocieron en
HGO a Ernie Pike. Así que le pegaron duro a Ernie Pike.
Una
estampa feliz, en un momento estelar en el álbum
de fotos de cualquier familia cristiana: la primera
comunión de los hijos. Visto lo que pasó después
con los Oesterheld, impresiona esta estampa tan
doméstica, tan inocente. Los verdugos se aplicarían
para intentar no dejar ni rastro.
Elsa Sánchez de
Oesterheld me cuenta otra historia que la dejó sin habla. Hace
unos años, en 2002, al término de un acto, se le acercó una
mujer que había estado detenida-desaparecida en la Esma (Escuela
de Mecánica de la Armada, desde donde se calcula que se hicieron
desaparecer cerca de 5.000 personas) y que había sobrevivido
al cautiverio. Era médica de profe-sión y le contó que un día
Alfredo Astiz, oficial de la Esma, conocido como El Ángel de
la Muerte, sacó de un cajón de su mesa un libro y le dijo, más
o menos: "Toma, lee esto. Es el mejor libro de Argentina". Se
trataba de El Eternauta. Allí, uno de los personajes se lamenta:
"Todos desaparecidos… como si no hubieran existido nunca".
Un encargo para HGO
Estamos en 2008. El 23 de julio, de vivir, Héctor Germán Oesterheld
habría cumplido 87 años. Su condición terrenal es la de "desaparecido"
forzado. Fue secuestrado por uno de esos eufemismos criminales
denominados "grupos de tareas" y estuvo recluido en al menos
tres cárceles clandestinas, es decir, no-lugares, Campo de Mayo,
El Vesubio y Sheraton, donde se le conocía como El Viejo. Los
indicios, las evidencias circunstanciales, hacen suponer que
HGO murió a principios de 1978. No hay cuerpo.
La negación era la respuesta sistemática a los miles de recursos
de hábeas corpus. Por lo que se sabe y va sabiendo, HGO, al
principio, sufrió maltrato y tortura. Después, promovido por
un militar, hubo un intento de implicarlo en la escritura de
una biografía del liberador San Martín. Al fin y al cabo, Oesterheld
había triunfado como biógrafo. Ya en 1951, cuando hacía literatura
infantil, Perón quiso que le escribiera una biografía. Supo
decir que no. Su mujer, Elsa, piensa que desde que escribió
La vida del Che, ilustrada por Alberto Breccia y su hijo Enrique,
HGO estaba marcado. Se publicó en 1968, en plena dictadura de
Onganía. El editor le había propuesto que apareciese como obra
anónima, pero Héctor respondió: "Un personaje como el Che no
merece que su trabajo se haga a escondidas". Tuvo un éxito fulgurante.
La primera edición se agotó en un mes. Pero la editorial fue
allanada. Breccia y Oesterheld, amenazados de muerte. Luego
ocurrió algo curioso. Una llamada desde la Embajada de Estados
Unidos. Le propusieron algo similar, una biografía de ese estilo,
tan viva, tan directa, pero dedicada a John F. Kennedy. HGO
declinó. Ya estaba preparada la de Evita. No se editó. Se habían
acabado las biografías. ¡Y ahora en el cautiverio le vienen
con San Martín! No se sabe adónde llegó ni qué fue de las notas.
¿La vida de San Martín contada por Oesterheld? Los Ellos se
habrían dado cuenta del desliz: de realizarse la biografía,
tendrían que hacer desaparecer a San Martín. Las estatuas se
pondrían a hablar. Tendrían que arrojarlas al fondo del mar.
Héctor
con Estela
Una extraña visita
La mayor tortura
a la que debieron de someter a Oesterheld, además del tormento
físico, fue mostrarle las fotos de sus hijas muertas. Allí estaban
Los Ellos, al estilo Creonte, castigando más allá de la muerte.
Mostrando los cuerpos sucesivos de Antígona. A Elsa sólo le
devolvieron el cuerpo de la primera eliminada, Beatriz, de 19
años. "La que más se parecía al padre". Después cayó Diana,
de 23 años, con su pareja, Raúl. La tercera fue Marina, de 18
años. Sobrevivía Estela, la mayor, de 24 años. Existe un testimonio
de cuando estaba cautivo en la cárcel clandestina del Campo
de Mayo. Juan Carlos Scarpatti contó: "Yo no lo conocía personalmente
y… bueno, me llamó la atención. Lo ví, digamos, como golpeado,
o sea, como con mucha angustia y… bueno, me acerqué, le pregunté
qué le pasaba. Me dijo que le habían mostrado las fotos de las
hijas…muertas". Pero la noticia de la caída de Estela y de su
marido, también llamado Raúl, la tuvo cuando los carceleros
del Sheraton le dijeron que tenía una visita especial. El hotel
Sheraton, eufemismo del chupadero, el no-lugar, era otro centro
de detención clandestino, situado en un sector oculto de la
comisaría de Villa Insuperable, dentro de la ciudad. Era el
14 de diciembre de 1977. La "visita especial" era de un niño
de tres años. Su nieto Martín. Ese día habían matado a los padres.
El recuerdo de Martín ahora es el de haber estado sentado horas
con su abuelo "en un pasillo horrible con paredes de látex azul
brillante". No podemos dejar de verlo como un episodio de El
Eternauta arrancado a la realidad. El Viejo y el nieto que apenas
ha podido conocer, juntos en un no-lugar, en un chupadero de
gente. Hay 800 niños robados en la época de Los Ellos, de los
que sólo 90 han podido ser devueltos a sus familias originarias.
Otra ramificación de la "tecnología del infierno". De hecho,
dos nietos de HGO y Elsa, bebés de Diana y Marina, forman parte
de los desaparecidos. La aparición de Martín en el chupadero,
el que alguien decidiera llevarlo con El Viejo, a quien se suponía
muerto, tiene una interpretación morbosa, pero también se puede
ver a la luz de El Eternauta. Tal vez fue cosa de un Mano. Los
Manos, subalternos muy inteligentes de los Ellos, se hacen desobedientes
cuando deja de funcionar la "glándula del horror". Por una vez,
Oesterheld dio una dirección. La de los padres de Elsa. Y de
allí, Martín fue llevado con la abuela. Antígona, desde la muerte,
enviaba una señal.
El gorrión peleador
Ana di Salvo, psicóloga, compañera de cautiverio de HGO en el
centro de detención ilegal de El Vesubio, me cuenta que se mantenía
distante, desconfiado. Eso fue en mayo del 77, así que no hacía
mucho que lo habían detenido. "Nos dijeron: ‘Va a venir El Viejo’.
Yo, al principio, no sabía quién era. No sabía la historia de
El Eternauta. Él tenía un problema en la piel, granos en la
cara y en la cabeza. Había una doctora entre las chicas prisioneras
y le ofrecimos una pomada. Pero él no quiso. Desconfiaba. Una
noche en que hacía mucho frío, dormía en un suelo de madera,
le dimos una frazada. La aceptó. Pero con desconfianza. Por
la mañana se lo llevaban y lo traían a la noche. Comentó que
lo tenían haciendo una historia sobre San Martín. Le hablé de
mi hijo Luciano. Le pedí un poema, una pequeña historia para
él. Pero no hubo tiempo. Después de estar desaparecida sin explicaciones
durante 73 días, me devolvieron a casa. Todo el tiempo pensando
que te van a matar. Y en el trayecto, ante el paisaje, uno de
los secuestradores comenta: ‘Buen sitio para venir a cazar’.
Y yo, no sé cómo, le digo: ‘Hay que respetar la veda’. Se quedó
perplejo. Las cosas suceden así. Mi hijo Luciano, a la vuelta,
me rechazaba. Pensaba que lo había abandonado a propósito. Un
día le compré un cuento infantil titulado Chipió, el gorrioncito
peleador. A Luciano le gustaba mucho la cara de aquel pajarito.
Aprendió a leer con él. Me reconcilió con él. Yo no sabía que
lo había escrito El Viejo. Usaba seudónimo. Muchos años después,
en una exposición sobre Oesterheld, le conté la historia a Martín,
su nieto, y él me dijo: ‘En ese cuento estaba lo que mi abuelo
escribió para tu hijo".
Las hermanas Oesterheld con su mamá, Elsa y sus dos
pequeños hijos
La última carta
Junto a una fotografía de las cuatro hermanas, la carta que
Estela, la mayor, envió a su madre poco antes de ser asesinada,
donde dice: "Voy a arreglar la manera de vernos" y termina:
"Hay muchas razones para seguir adelante". Lleva por fecha el
14 de diciembre de 1977. Ese mismo día la mataron.
Lleva por fecha el día que la asesinaron, el 14 de diciembre
de 1977. La última carta de Estela a su madre. Es breve, escrita
con una intensa premura, pero sin desaliño, con una caligrafía
que intenta no desfallecer. Cada carta, cada nota, en aquellos
días, tenía una textura nerviosa. Da la impresión de que la
carta a Elsa es también una carta necesaria que Estela se escribe
a sí misma. No es difícil imaginarla murmurando hacia dentro,
empujando el trazo para darle a Elsa la noticia de la muerte
de Marina sin nombrar la muerte. Como en El Eternauta, el tiempo
de la carta es un Continum 4, una especie de futuro del pretérito:
"Marina ya no está con nosotros y ese dolor ya no hay nada que
lo pueda mitigar, pero quiero que sepas que murió heroicamente
como vivió".
Consonantes y vocales se apiñan en un presente recordado: "Creo
que tenemos que estar orgullosos de ella, como de Bi (por Beatriz),
de Di (por Diana) y de Dad (por Héctor), y quiero que sepas
que estoy orgullosa de vos (por Elsa)". Esta última afirmación
tiene mucho significado. Va más allá de la cortesía filial.
Todos los citados han desaparecido. La feliz camada de Beccar
está a punto de ser exterminada. Elsa, la madre, antiperonista,
tan racional como intuitiva, "muy celta", dice ella, no les
ha acompañado en su compromiso revolucionario. Ha discutido
con dureza con HGO, con el hombre que ama. Sí, está de acuerdo
con él. Es una juventud maravillosa. Culta, rebelde, linda.
La mejor generación que tuvo Argentina. Como Héctor, Elsa comparte
su música, salta de Mozart a Janis Joplin, ¿por qué no?, sus
gustos artísticos, su estilo de vida libre, una sexualidad sin
tabúes, su aversión a la injusticia. Todo eso, dice Elsa, lo
compartía. Pero ella, la mujer que fue tan feliz en Beccar,
en aquella casa que era a la vez como el taller del artista
romántico, donde "todo bullía y cantaba", donde todos llegaban
y nadie quería marchar, nadie quería apagar la luz, las chicas
no querían ir a fiestas ni a clubes, donde encontraban "gente
tonta", no, no, querían estar allí, en Beccar, con sus amigos
y los de los padres, dibujantes, músicos, artistas, escritores,
gente que traía historias; ella, que conoció el paraíso, pudo
distinguir bien el traqueteo de la maquinaria del horror que
se acercaba. Sí, discutió con HGO. No acababa de asumir aquella
metamorfosis en el Oesterheld que quería y admiraba, el hombre
tranquilo, ilustrado, progresista y más bien libertario, por
la influencia de sus amigos anarquistas españoles exiliados,
con esa mirada antidogmática que es la de sus héroes. HGO no
era nada elitista. Su propia opción literaria, el guión de historieta,
lo demuestra. Pero denostaba el populismo peronista. HGO cambió.
Diana
Diana tenía 23 años. Tenía un hijo
de un año, Fernando, y estaba embarazada de cuatro
meses cuando desapareció. Ella y su pareja, Raúl.
militaban en Montoneros.
Diana fue secuestrada en San Miguel de Tucumán por
la policía de Tucumán, junto con su hijo Fernando,
quien fue abandonado como "NN" por la patota policial
en la Casa Cuna de la capital tucumana. Después
de varios intentos fue recuperado por sus abuelos
paternos. La casa donde vivían fue ocupada por Albornoz,
el jefe de la policía tucumana, y su mujer. Raúl
fue asesinado en 1977, un compañero vio su cadáver
en la Jefatura de Policía. Diana fue vista en la
Jefatura de la Policía de Tucumán. Fue llevada a
Campo de Mayo donde dio a luz.
Su obra principal
contiene también las huellas de una biografía subyacente. Entre
el primer Eternauta (1957) y la segunda versión (1969) hay una
revolución óptica. Las referencias geopolíticas se hacen muy
concretas. América Latina es abandonada a su suerte. Y Ellos,
los oscu-ros poderes cósmicos, son las grandes potencias. HGO
se radicalizó, pero también el suelo se movía a los pies. Las
hojas del calendario se caían de miedo y asco. El golpe de Aramburu,
en 1956, con la Operación Masacre, que contará de forma genial
Rodolfo Walsh. El golpe de On-ganía, en 1966, con la noche de
los bastones largos, cuando fueron cruelmente apaleados los
profesores y alumnos de la Universidad de Buenos Aires, mientras
eran conducidos a los coches celulares. El mandato de Lanusse,
en 1972, con la masacre de Trelew. En todo este calvario de
desdichados fastos y calamitosas salvaciones, el país vio una
"chispa de esperanza" en la gran movilización cívica que arrancó
con el cordobazo. A continuación, y acudiendo a la oftalmología,
podríamos decir que se pasó de un estrabismo divergente a otro
convergente. Y el punto de convergencia fue otra vez Perón.
Gran parte de la izquierda argentina se injertó en el tronco
peronista. Para muchos era la esperanza posible. Una alianza
frente a Los Ellos. Y allí estaba HGO con sus hijas. Elsa, no.
Elsa mantenía la distancia cuando de la música se pasaba a las
palabras. Y allí estaba también Rodolfo Walsh con sus hijas
Vicky y Patricia. Casi siempre se cita A sangre fría, de Truman
Capote, como obra inaugural de la narrativa del "nuevo periodismo".
Es por ignorancia hemisférica. La primera fue Operación masacre,
de Rodolfo Walsh, en 1957, el año en que nació también El Eternauta.
Walsh, de origen irlandés, era entonces también antiperonista.
Prefería jugar al ajedrez que la política e incluso la literatura.
Pero un día, camino de casa, oyó el grito de un soldado moribundo:
"¡No me dejéis solo, hijos de puta!".
Pero la vuelta de
Perón, el gran día de la resurrección nacional, pasará a la
historia por la "matanza de Ezeiza". Allí, en el aeropuerto,
se inició el exterminio de la "juventud maravillosa". Más de
treinta muertos y trescientos heridos en el que iba a ser el
día más feliz. El halago se convirtió en condena: la "juventud
imberbe". Perón falleció cuando se acercaba el día de la "nevada
mortal". El prócer había regresado con el cadáver de Evita y
con un espectro de Evita, Isabel, manejado por un siniestro
prestidigitador, el secretario López Rega, organizador de la
Triple A, que mezcló la brujería con la producción industrial
de la muerte. Se multiplicó el doble empleo. Muchos que ejercían
de día de jefes de policía ejercían de jefes de la Triple A
de noche. Hasta que vino el gran eufemismo. El Proceso de Reorganización
Nacional. Es decir, el golpe militar con toda su red de poderosas
complicidades. Era el régimen de Los Ellos. Y se puso en marcha,
a pleno rendimiento, la "tecnología del infierno". Walsh denuncia:
"Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden
no es el fiel de la balanza entre ‘violencias de distinto signo’
ni el árbitro justo entre ‘dos terrorismos’, sino la fuente
misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear
el discurso de la muerte". La carta de Estela a Elsa terminaba
diciendo: "Hay mucho por dar todavía en esta vida y muchas razones
para seguir adelante". Ese día, después de enviar la carta,
la cazaron.
Estela
Tenía 25 años, estaba casada con
Raúl Mortola y tenían un hijo de tres años. Militaban
en Montoneros. Fueron asesinados el 14/7/77 por
una patota de civil que había allanado su vivienda.
Raúl fue herido de disparo al llegar a su casa,
y murió a las pocas cuadras. Estela llegó a eso
de una hora después, y fue fusilada frente a un
negocio cercano, fue llevada por un vecino al hospital
Lucio Menéndez de la localidad de Adrogué, donde
murió. Los responsables se llevaron al hijo de la
pareja y se lo presentaron a su abuelo Héctor, quien
para entonces estaba detenido-desaparecido, dentro
de un Centro Clandestino de Detención. De allí el
chico le fue llevado a su abuela Elsa.
Oesterheld, Hugo
Pratt y Elsa
"Él escribía a mano. Odiaba la máquina de escribir. Por eso
aprendí taquigrafía y mecanografía. Para ayudarle. Después de
casarnos, pasamos cuatro años en un departamento chico, en el
barrio Desarrollo. Él entonces investigaba minerales. Amaba
la naturaleza áspera, dura. La estepa donde no había nada.
Cuando lo conocí era un misántropo
Nacieron una tras otra las nenas. Ya dibujaba. ‘Papu, dibujitos’.
Les hacía monigotes todo el tiempo. Leía todo. Recibía revistas
en alemán, italiano, inglés, francés. Tenía muchísima información.
Le interesaban los descubrimientos científicos, todo aquello
que se movía en el límite de la ciencia-ficción. A Borges le
encantaba charlar con él. Las chicas se enteraron. Un día se
fueron los cinco. Y allí estuvieron con él, en la penumbra de
la Biblioteca Nacional.
Sí, tenía conocimientos extraordinarios, enciclopédicos. Un
día, Hugo Pratt le muestra muy ufano unos dibujos. Un nuevo
héroe. Un soldado en la época de la conquista del Oeste. Héctor
le dice: ‘Está muy bien, pero tendrás que volver a dibujarlo.
No puede llevar ese tipo de arma. La culata no era así’. Hugo
se sentó, suspiró, gritó: ‘¡Lo mato, lo mato! Dime, Héctor Oesterheld,
¿a quién le va a importar cómo era la culata?’. ‘A mí’, respondió
Héctor.
Todo estaba lleno
de libros. También el garaje. Todo. Leía sesenta o cien historias
a la vez. Así que Héctor se levanta. Va hacia el garaje. Un
pandemonio. Cuando me ponía a arreglarlo, él se desesperaba.
Revuelve en la maraña. Y al final vuelve con lo que buscaba
en la mano. Se lo pasa a Hugo.
-Aquí está -le dice-. Así debe ser el arma.
Era muy deportista. Jugaba al tenis. El fútbol le gustaba, pero
para verlo. Tenía una fijación con el estadio del River. Cuando
iba al centro, siempre se pasaba por allí. Y es en ese estadio
donde transcurre una batalla decisiva de El Eternauta. Fue un
tiempo idílico, un paraíso, la casa de Beccar. Eso ya lo conté,
¿verdad?
Cuando llegaron
los dibujantes italianos, eso fue antes, también fue una época
maravillosa. Entre ellos, Hugo Pratt. ¡Medio locos, los tanos!
Era un lindo muchacho. Tenía un carisma único. Todos los días
se caía por casa. Venía con apetito. Le preparaba algo para
cenar. Había amigas que me preguntaban: ‘¿Vos no te enamorás
de este chico?’. Todas se enamoraban…".
Marina
Marina tenía 20 años, estaba embarazada.
Ella
y su pareja militaban en Montoneros.
La
pareja fue secuestrada el 27/11/76 en San Isidro.
Se cree que Marina dio a luz en Campo de Mayo.
¿Y?
Elsa, la Elsa que recuerda, también está ahora en la cocina
preparando algo para cenar. Uno se imagina allí, en el quicio
de la puerta, en Beccar, a Corto Maltés, el mítico personaje
de Pratt. Murmuro: "Tal vez era él el enamorado". Elsa escucha
en silencio. Y zanja la conversación sobre amores con un gesto
irónico, una interjección trazada en el aire.
La memoria
"Primero mataremos a los subversivos; después, a sus simpatizantes,
y por último, a los indiferentes", era el lema de los torturadores.
Para Héctor, la mayor tortura a la que le sometieron fue mostrarle
sus hijas muertas.
Marcelo Brodsky, el artista y fotógrafo creador del parque de
la Memoria de Buenos Aires, se enteró de la desaparición de
su joven hermano Rubén en una llamada desde una cabina telefónica.
Él estaba en España, exiliado. El universo tuvo, de repente,
la dimensión de una cabina. "La ausencia de un desaparecido
nunca termina. ¿Cómo se les cuenta a las nuevas generaciones?
¿Cómo se narra semejante horror? En el parque de la Memoria,
cada recorrido es una nueva forma del recuerdo. Caminamos entre
estelas que se apoyan, que se sostienen, donde lo colectivo
es un entrelazamiento".
A la hora de
hablar del hermano, Brodsky juró que lo haría como si estuviera
oyendo a Julio Fusik, en el Reportaje al pie del patíbulo: "Que
la tristeza no sea nunca asociada a mi nombre".
La eternauta
Beatriz
Beatriz Marta,
desaparecida el 19/5/76. Tenía 19 años. El 19 de
junio de 1976 llamó por teléfono a su madre, Elsa,
y la citó en la confitería Jockey Club de Martínez.
Hacía mucho que no se veían y estuvieron hablando
casi dos horas. Al despedirse, la joven fue hacia
Villa la Cava, en San Isidro, donde militaba. Nunca
llegó. Dos días más tarde, un desconocido se acercó
a Elsa, la madre, cuando estaba por subir al tren
y le dijo que Beatriz había sido secuestrada por
el ejército. Su madre fue a la policía y a Campo
de Mayo, vio a jueces y sacerdotes, y presentó un
hábeas corpus El 7 de julio fue citada en la comisaría
de Virreyes y le dijeron que su hija había muerto
junto con otros cinco chicos. Le dieron el cuerpo
y la sepultó.
Cuando Elsa y
Héctor se casaron, él trabajaba para aquel banco de crédito
minero, analizando muestras de metales preciosos. Gran parte
de su trabajo lo hacía sobre el terreno. Le gustaba andar. Recorrer
solitario los grandes espacios. El viento patagónico en la cara.
"Es un trabajo duro, puede ser destructiva esa soledad del geólogo,
conocí gente que se alcoholizó", dice Elsa. "Pero él amaba esa
relación solitaria con la naturaleza. Amaba todo en la naturaleza.
Los caracoles nos comían las rosas y yo le decía que les pusiera
veneno, pero Héctor exclamaba: ‘¡También ellos tienen derecho
a vivir!’. Yo le decía: ‘Oye, que la celta panteísta soy yo,
pero no quiero que me coman las rosas’. Le ofrecieron un buen
trabajo, pero eso significaba la separación. Y fue cuando se
decidió por el mundo editorial".
Elsa nació en Buenos Aires, en una familia de emigrantes gallegos
llegados de una pequeña aldea, Loño, cerca de Santiago. Cuando
Elsa pasó por Loño, en 1983, se fijó en el hórreo de madera
del que tanto le había hablado el padre. Esperaba algo más monumental.
"Qué pasa?", le preguntó su tío. "Está despintado". "Es que
tu abuela no quiso que lo tocaran. Que lo dejaran tal como lo
había pintado el hijo".
El hijo era el padre emigrante de Elsa. HGO pasó por aquella
aldea en 1962, en un "desvío" de un viaje a Alemania. Hay una
foto en la que se le ve retratado como el Robinsón que era,
camuflado en la hierba de campesino segador. En Argentina, los
padres de Elsa laburaron duro para salir adelante, pero tenían
otro rasgo: amaban la música con locura. La ópera y la clásica.
Escuchaban cada concierto en la radio de galena. El tío Pedro
llevaba siempre una flor en el ojal. La madre de Elsa leía a
Lorca. Lo había visto en un teatro bonaerense, abarrotado, recibido
por una multitud en la calle de Corrientes. "Yo me parezco mucho
a papá. Soy Vicente Sánchez en mujer, tremendamente impulsiva.
Yo era un marimacho. El varón equivocado de la familia. Tuvimos
un golpe terrible. Murió mi hermana mayor cuando yo tenía 12
años. Estudié música. Y danza clásica. Y samba. Es verdad que
todos querían bailar conmigo. No, Héctor no era muy bailarín.
Yo tenía 17 años y él 24 cuando nos enamoramos".
Elsa habla y habla como un cuerpo abierto, que contiene su vida
y la de otros. Su mirada corre más que la flecha del tiempo.
Desde el apartamento bonaerense se escucha cada poco el paso
de un convoy ferroviario. Los trenes, la luz cambiante del día,
todo parece esforzarse para seguir la velocidad, la intensidad
del recuerdo de Elsa, que estaba hablando feliz de su adolescencia
bailarina, danzando con las palabras, y de repente se gira y
dice: "Hasta los psicólogos se estremecían. Toda la experiencia
psicológica no servía para enfrentarse a nuestro caso. Me preguntan
cómo he resistido, cómo estoy viva. No lo sé. Estoy aquí por
una extraña obligación. Yo ya he gastado todo el miedo del mundo".
A la altura de nuestros ojos, en un estante del mueble librería,
hay una foto que nos mira. Son ellas. Las cuatro. En la casa
de Beccar. En la hora azul. Las cuatro chicas Oesterheld. Toda
la belleza del mundo.
Fuente: www.elpais.com
Entrevista 2011
Elsa durante
la entrega de los premios de la Agrupación Oesterheld a El Ortiba
en 2008