NOTAS EN ESTA SECCION
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El sueño del Eternauta, Eñe, 21/11/09
 

Héctor Germán Oesterheld nació el 23 de julio de 1919.

En su infancia leyó atropelladamente a Salgari, Verne y otros clásicos. Estudió geología antes de dedicarse a las viñetas.

A los 23 años publica en el diario La Prensa su primer cuento, "Truila y Miltar".

La historia narra la experiencia de dos gnomos que se ayudan entre sí por encima de los egoísmos personales, en un tono que será leit motiv en sus trabajos futuros.

Poco después se inicia en las editoriales Abril y Codex, ideando publicaciones infantiles -labor que no abandonará nunca- y de divulgación científica.

La década del ‘50 lo encuentra sumergido en el mundo de los guiones para historieta, con personajes como Sargento Kirk o El Indio Suárez, que se publicaban en las revistas Rayo Rojo y Misterix.

Por entonces acompañaba esas tareas con colaboraciones para la legendaria Más Allá.

En 1956 funda junto a su hermano la Editorial Frontera. Ahí trabajó con Hugo Pratt, Francisco Solano López, Arturo del Castillo, Alberto Breccia y Carlos Roume, entre otros. Juntos lograron sentar un hito en la historieta nacional a partir de las revistas Frontera y Hora Cero, que lograron grandes éxitos de ventas.

Al año siguiente -1957- sale a la calle El Eternauta. Luego de cerrar la editorial por problemas económicos, Oesterheld trabajó para vivir, trayendo al mundo a decenas de personajes.

A fines de los ’60 asume nuevos compromisos políticos que culminarían insertándolo en Montoneros. De esa época son Vida del Che, Evita y otras ideas que lleva a El Descamisado, Evita Montonera y el periódico Noticias.

También publica La guerra de los Antartes y una nueva versión de El Eternauta dibujada por Breccia.


20/03/14, 89 años de Elsa S. de Oesterlheld. Producción Agencia Télam.

En 1976 se publica la segunda parte de la conocida historia, con Solano López como dibujante.

La nueva propuesta era mucho más explícita políticamente y estaba escrita desde la clandestinidad. Se estima que H. G. O fue secuestrado por la dictadura a fines de abril de 1977.

Héctor Germán Oesterheld es autor de obras tales como el Sargento Kirk, Bull Rockett, Ernie Pike, Mort Cinder, Sherlock Time, Patria Vieja, Watami, Joe Zonda, Ticonderoga, El Cobra, Randall, Nekrodamus, La Guerra de los Antartes, del diario Noticias, que dibujara Gustavo Trigo y dibujado por Francisco Solano Lopez y por Alberto Breccia,

Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977, y luego torturado, muerto y desaparecido durante la dictadura del Proceso, junto a sus cuatro hijas, Beatriz, Diana, Marina y Estela, de 19 a 25 años.


Ilustración: El Tomi (Télam)


 

Biografía de Oesterheld a 30 años de su secuestro

En coincidencia con el aniversario de su desaparición durante la dictadura del 1977, aparece en España una biografía en formato de comic a cargo de periodistas Judith Gociol y Diego Rosemberg. Es una historia de vida que propone un recorrido crítico por las distintas etapas, formulaciones expresivas y personajes.

Por Jorge Boccanera, 2007

A 30 años del secuestro de Héctor Oesterheld por la dictadura militar - un 27 de abril de 1977- aparece en España una biografía en formato de comic del inolvidable autor de "El Eternauta", que estuvo a cargo de los periodistas Judith Gociol y Diego Rosemberg.

La colección española de comics Sins Entido (sic), anunció la publicación del libro "Oesterheld. Rey de reyes", que pone en foco a uno de los forjadores de la historieta argentina.


Desaparecidos en Argentina - Los Oesterhelds  |  Verschwunden in Argentinien - Die Oesterhelds. Documental de la cadena de televisión alemana Tide TV. En español subtitulado en alemán.

"El libro va a salir también en consonancia con otras fechas, ya que hace 50 años Oesterheld fundaba con su hermano Jorge las publicaciones Hora Cero y Frontera, creaba personajes como Ernie Pike y Rolo el Marciano, y aparecía "El Eternauta".

Al tiempo que una historia de vida, esta biografía propone un recorrido crítico por las distintas etapas, formulaciones expresivas y personajes -Tioconderoga, Bull Rockett y Mort Cinder- en un abordaje que ubica la historieta citada, inicialmente con dibujos de Solano López, como uno de sus puntos cumbre.

De Oesterheld -nació en Buenos Aires en 1919 y creó unas 160 historietas- resaltó la periodista Gociol la calidad narrativa.

"El uso del lenguaje -dijo a Télam- la construcción de personajes, la tensión del relato: un narrador que eligió ese formato porque confiaba en la historieta como un vehículo de comunicación de enorme alcance popular. También escribió cuentos infantiles e historias de ciencia ficción".

Oesterheld, según Gociol -coautora de los libros: "Un golpe a los libros" y "La historieta argentina"-, fue un precursor en varios sentidos: "El héroe colectivo, la localización en una geografía concreta y reconocible, y sus argumentos que van más allá del maniqueísmo de héroes buenos, justos y triunfadores".

Sobre los dibujantes que trabajaron con Oesterheld, la periodista adujo que cada quien hizo su aporte personal, aunque nombró a Solano López y Alberto Breccia por las historietas "El Eternauta" y "Mort Cinder": "sumamente popular la primera y consagrada por su calidad la segunda".

La apertura de Oesterheld, está marcada también por su labor editorial, y las revistas y editoriales que fundó en los años 50. Para Gociol, revistas como Hora Cero y Frontera fueron parte de: "el auge editorial de esos años, que conjugó cantidad y calidad, aunque la empresa no se sostuvo económicamente".


Elsa y las cuatro chicas, en los años felices

En la misma dirección, "ese modo de la industria cultural -pensado para hacer productos buenos, pero también baratos, que se vendieran en los quioscos y llegaran a los sectores populares- marcó a Oesterheld y le dio un training enorme para producir con ritmo fabril: mucho, rápido y bien".

Desde el anecdotario nutrido del personaje llegan las versiones de que le ofrecieron escribir la vida de Perón en 1951. Esto, según Gociol, lo narra la viuda del guionista, Elsa Sánchez Oesterheld: "dice que a su marido lo llamaron de la presidencia pero se negó, ya que por entonces era un ferviente antiperonista".

Otra anécdota lo muestra como creador de un personaje popular del cómic infantil vernáculo: la "Bruja Cachavacha". Gociol contó que aunque un grupo de seguidores fanáticos de Cachavacha sostienen que fue una creación de García Ferré, "un personaje con ese nombre apareció 15 años atrás en la tira ’Gatito’, que Oesterheld firmó con el pseudónimo ’Sánchez Puyol’".

Sobre los cruces entre Jorge Luis Borges y Oesterheld, también hay indicios de que se conocieron cuando el autor de "El Aleph" era director de la Biblioteca Nacional: "el guionista lo iba a buscar -aseguró Gociol- y salían a caminar; compartían el amor por la ciencia ficción. Con el tiempo quedarían, ideológicamente, en polos opuestos.

El guionista, con sus cuatro hijas -Beatriz, Marina, Estela y Diana- integra las listas de víctimas del terrorismo de Estado; se presume que fue detenido en La Plata el 27 de abril de 1977.

Por diversos testimonios, habría pasado por varios centros clandestinos como Campo de Mayo, el Vesubio y el Sheraton; lugar donde compartió cautiverio con el sociólogo Roberto Carri y el cineasta Pablo Szir.

Gociol subrayó que el autor de "El Eternauta", no dejó de crear ni en la clandestinidad, ni cuando permaneció prisionero de la dictadura. "Escribía en la isla del Tigre donde buscó refugio; por esos años iba a la editorial Columba, clandestino y hasta llegó a dictar guiones desde teléfonos públicos".

"Aún secuestrado siguió trabajando -acotó. Los militares le pedían una historieta sobre San Martín; él aceptó pensando que ganaba tiempo", relató Gociol.

Refiriéndose a la figura mítica de Oesterheld, Gociol apuntó que es difícil definir qué es un mito, en una persona cuya vida fue a un ritmo de producción y de acontecimientos tan concreta, pero quizás fue justamente lo que lo mitificó: "la cantidad de obras y su calidad, así como los acontecimientos políticos que surcaron sus días y su muerte, la de sus hijas y yernos".

Su obra está abierta a lecturas diferentes, remarcó Gociol, en el análisis de quienes "siempre andan tras la pista de alguna historieta desconocida o de precisar nuevos datos.

Todo lo que daría cabida a nuevas interpretaciones. El tiempo y el recambio generacional dan posibilidad de revisar lo vivido desde una perspectiva de época".

Fuente: Télam

Héctor Germán Oesterheld: Vida y obra de un militante

Por Juan Carrá

A 50 años de la aparición del personaje más importante de la historieta Argentina, cabe reflexionar a cerca de cuales fueron sus alcances, no sólo en el plano de la literatura sino también en lo que respecta a la vida política de toda una generación. Para esto no sólo debemos hurgar en las páginas de las diversas versiones del Eternauta sino que es fundamental analizar la vida política militante de su guionista: Héctor Germán Oesterheld.

Basta simplemente con nombrar "El Eternauta" para realizar un viaje -al mejor estilo Juan Salvo- a las décadas de mayor actividad política en nuestro país. Si bien la primera versión de la historieta nació en 1957, se convirtió en una obra de lectura obligatoria para aquellos jóvenes que una década después se incorporaban a la vida militante a través de las diversas organizaciones político-militares surgidas entre los 60 y 70.

En esta primera aparición, Oesterheld logra componer una conjunto de personajes que se conjugan en torno de una historia ambientada en lugares reales de Capital Federal. Esta cuota de realismo permite al lector sentirse parte de la historia, ya que todo transcurre en lugares comunes protagonizado por gente común. Este último elemento es, quizás, el que encierra la mayor fuerza de la obra.

La resistencia a la invasión esta encarnada por hombres, mujeres y niños comunes, no hay superhombres, todos aportan desde su lugar para construir una férrea resistencia a la invasión. El propio Oesterheld dice: "… quizá por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historia que recuerdo con más placer. El héroe verdadero del Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe "en grupo", nunca el héroe individual, el héroe solo".

En estas palabras que sirvieron de una especie de prólogo para las reediciones de la primera parte de la zaga, queda expresado con claridad que el carácter político que adquiere la obra no es buscado. Oesterheld, al igual que todos los autores, expresa en su obra lo más complejo de su sentir que se ira profundizando o modificando a medida que el guionista vaya adquiriendo mayor compromiso político militante.

Para ese entonces la Argentina comenzaba a vivir los prolegómenos de lo que décadas después se configuraría como el terrorismo de Estado. Según palabras de David Viñas, Aramburu y Rojas fueron el prolegómeno de Videla y Massera. El golpe de Estado de 1955 que tenía como principal fin la proscripción del Peronismo generó como contrapartida el agrupamiento de los sectores leales a Perón en lo que se denomino "La Resistencia Peronista". Encarnada por un sector del movimiento obrero peronista, sumado a un conjunto de intelectuales y a simples adherentes al peronismo que organizados buscaban fracturar la barrera represiva de censura que se había montado con el fin de desmantelar la "cultura peronista".



El Eternauta Nº 1 – Editorial Ramírez, Septiembre de 1961. Dibujo de Solano López. Primera recopilación de El Eternauta. (59,2 Mb)

El Eternauta Nº 2 – Editorial Ramírez, 1961. Dibujo de Solano López. Segundo número de las recopilaciones de Editorial Ramírez. (61,9 Mb)

El Eternauta Nº 3 – Editorial Ramírez, 1962. Dibujo de Solano López. Tercer número, final, de las recopilaciones de Editorial Ramírez. Después de esta entrega, la publicación continuó convirtiéndose en revista de historietas y relatos de ciencia ficción. (78,2 Mb)

Descargar pack con las 3 partes (197 Mb)

¿Es ilógico pensar que este clima de época influyera en la pluma de Osterheld?. Si bien no hay testimonios que afirmen de su adhesión al peronismo en esta época, el entramado social que el autor condensa en el héroe colectivo se asemeja mucho al sujeto que componía la resistencia peronista. Obreros metalúrgicos, encarnados en el papel protagónico del personaje de Franco, un joven tornero que se destacará como un gran combatiente en la resistencia a la invasión; científicos -como es el caso de Favalli-, incluso el Ejercito Argentino, fundamental en la batalla de River Plate, son algunos de los que acompañan a Juan Salvo en esta guerra. La aparición del Ejercito no es un dato menor ya que, por esa época, sectores de esta institución leales al peronismo fueron fusilados por intentar un levantamiento que posibilitara la vuelta al poder de Juan Domingo Perón. La importancia del fusilamiento del General Valle para la configuración de la estructura de sentimientos del peronismo encontró lugar también en las páginas del Eternauta. El paralelismo entre la primera parte del Eternauta y el proceso de organización y resistencia del germen de la izquierda peronista es una lectura que a la luz del resto de su obra no es para nada descabellada. Un dato más que suma para ver el contexto de época en la obra es la aparición en una de las viñetas de una pared pintada con la leyenda "vote Frondizi", es importante recordad que es el pacto con el peronismo el que lleva a Frondizi a la presidencia.

Otro aspecto importante para destacar del Eternauta es la legitimación de la violencia organizada por parte de los sobrevivientes a la nevada mortal. Si bien se cuestiona las peleas entre sobrevivientes, en lo que Favalli se atreve a catalogar como la supremacía del más fuerte, en ningún momento se cuestiona la utilización de la violencia por parte de los humanos sobrevivientes.

Para finales de 1961, Oesterheld creó un magazín de ciencia ficción para Editorial Ramírez que combinaba información científica con historietas, relatos y cuentos del género. Dicha publicación fue bautizada como "El Eternauta", aprovechando la popularidad alcanzada por la historieta publicada años antes. A partir del cuarto número el viajero del tiempo se convirtió en vehículo y pretexto para el relato de sucesos históricos ilustrados, a la manera de Ernie Pike de Batallas Inolvidables. Así, Juan Salvo se corporiza ante el guionista, tal cual la versión original, y le narraba sucesos históricos de la talla de Pompeya o Hiroshima. En el número 6, de abril de 1962, el autor retoma el final de la primera versión y construye una especie de continuación que comienza con el Eternauta corporizándose una vez más frente a Oesterheld. Juan Salvo dice: "Te conté de Hiroshima, te conté de Pompeya… Ni yo mismo se por qué te he hablado de todo eso… Quizá te hablo de todo esto para borrar con otro horror el horror que trato de olvidar. Mientras cuento vuelvo a vivir lo que cuento… Y si hablo de Hiroshima, si hablo de Pompeya, olvido el horror máximo que me tocó vivir. ¿Qué fue Pompeya, qué fue Hiroshima al lado de Buenos Aires arrasado por la nevada?" De esta manera comienza la continuación que se extenderá hasta la interrupción de la publicación en febrero de 1963. Esta parte se publicó posteriormente en forma de novela, dejando de lado las ilustraciones de Schiaffino, Lobo, Fahrer, Muñoz, Durañona, Spadari y otros.

En el nuevo relato del Eternauta se pueden apreciar varias diferencias con la primera parte. En principio la idea de darwinismo social prevalece a la de organización popular en torno de un enemigo común. Por otro lado Juan Salvo comienza a ser El héroe de la zaga, dejando de lado un poco al resto de los personajes que van apareciendo.

Otro elemento a tener en cuenta es la intervención de soldados estadounidenses en la lucha contra el invasor. Esto es importante de destacar ya que unos años después en 1969, Oesterheld reedita la versión original de la historia a pedido de la revista Gente, pero modificando de manera importante el guión. En esta nueva versión aparece claramente definida una ideología. En plena Guerra Fría, mientras la Argentina vivía uno de los puntos más álgidos en la lucha de clases, Oesterheld agrega al guión original un acuerdo entre los "Ellos" y las dos superpotencias de entonces - los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- para poder invadir tranquilos Sudamérica. Es evidente en este nuevo guión la aparición de la llamada "Tercera Posición" impulsada por Perón, que se expresa de manera contundente en la frase "ni yanquis ni marxistas, peronistas". Sin dudas este puede ser considerado un punto de inflexión en la obra de Oesterheld, más si tenemos en cuenta que alrededor de un año antes, en 1968, publicó una biografía del Che Guevara en formato de historieta, que abrirá una colección de biografías de "héroes latinoamericanos". De esta forma su ideología comienza a aparecer sin ningún tipo de rodeos en las viñetas de sus historietas. Si bien es posible que a partir de este momento cada historia de Oesterheld gana en compromiso con su proyecto, podemos decir que es notable la perdida de calidad en términos literarios de sus guiones.

Elsa: "Me quedé sola"

Elsa Sánchez, viuda del escritor y periodista Héctor Germán Oesterheld.

Hace 20 años perdió a toda su familia. Ahora dice que la mantiene viva su nieto, que volvió del horror. En ella conviven la vida y la muerte. La muerte la endurece, le quema las pasiones, le hace decir: "Yo me opuse a todo". La vida la fuerza a odiar y a levantar la frente. Se le quiebra la voz al clamar: "¡Cómo pudieron hacernos esto!". "Yo no tengo 62 años sino 700. En mí se resume la historia de este país. El daño que me hicieron es una síntesis del mal de la Argentina", dice y suspira largamente A Elsa no se le cae una lágrima durante más de cuatro horas de entrevista Al fínal dirá que tiene "un día negro, hija mía, ya estoy cansada de vivir entre los ausentes, siempre para los demás". Hace 20 años que mastica la misma bilis en la cena y el desayuno. Ya pasaron veinte años desde que los relojes se detuvieron y el Ejército se llevó a nueve miembros de su familia, hizo nacer a dos bebés en cautiverio para robárselos y le devolvió dos nietos y un cadáver, el de Beatriz. Los restantes nunca regresaron, ni vivos ni muertos. Cuando el pasado amenaza con poner en peligro su compostura, su voluntad a prueba de desazones la levanta del sillón y muestra la foto de Tomás, su bisnieto de un año, la luz de sus últimos días, que le trae a la memoria la otra luz de los primeros días: cuando a Oesterheld le bastaba su amor para darle sentido a la vida. La edad dorada en la que Héctor sembraba flores en el jardín del chalecito californiano, frente a las vías de Beccar. Cuando Estelita se sentaba en la falda del padre y le pedía que le dibujara: "Papu, dibucitos". Cuando Diana escribía, Beatriz era la chica más alegre del barrio y Marina se convertía día a día en el fiel retrato de su padre. Todo era ruido y acción en esa casa que Oesterheld bautizó "de la familia Conejín".
Hoy todo es silencio despojado en el departamento que Elsa ocupa en los límites de Belgrano. Pocos muebles, poca gente y nada de flores. De pronto, Elsa trae una escalera, se trepa, abre las puertas de un placard, y la familia en pleno cae sobre nosotras como una cascada helada: óleos pintados por Estela, reproducciones de esos cuadros en pósters que interrogan por el destino de los niños desaparecidos, originales escritos por las manos de Héctor, fotos del vals de los quince que bailó Marina, los poemas de Diana, el libro que las dos mayores dibujaron y escribieron algún Día de la Madre... Y sobre la mesita de luz, Héctor todos los días vuelve a besarla en una foto. "No tenés idea de las cosas por las que he pasado... Yo trabajaba como secretaria del directorio de un banco y, mientras mi familia se extinguía, delante de mi escritorio pasaban el general Albano Harguindeguy y José Alfredo Martínez de Hoz, me saludaban como si no pasara nada, y tenia que fingir, porque también mi vida corría peligro. ¿Sabés qué fue lo que a mí me salvó? Que yo no sabía nada. Cuando mi familia empezó a militar en Montoneros, yo a todo les decía que no y eso generó muchos conflictos. Entonces me fui quedando sola, ya no me contaban nada y todos se refugiaron lejos de casa. El 10 de setiembre de 1976 creí que venían por mí, pero me equivoqué. Un comando del Ejército tiró una bomba en el palier de casa, me gritaron con un megáfono, me empujaron contra la puerta del garaje y preguntaron por Héctor, 'el judío'. Les dije que descendía de un estanciero alemán que se había radicado en San Nicolás, pero y si era judío, ¿qué? Y que nos habíamos separado un año antes. Con la misma tranquilidad con la que te lo cuento, le aclaré: 'Mire, no tengo la menor idea de lo que busca, pero acá no lo va a encontrar. Si quiere revisar, hágalo, pero yo soy una señora, respete mi casa'. Se quedó duro y no rompieron nada. Siempre recuerdo que Héctor miraba a los jóvenes y que querían un mundo mejor y exclamaba: 'Estos chicos son maravillosos'. Y yo le contestaba: 'Hasta ahí vamos bien, pero no podemos dejar que se expongan'.Si me hubiera escuchado..." "Si no hubiera sido por mi nieto Martín, al que yo crié cuando lo devolvieron, no hubiera seguido viviendo. Ya todo me daba igual. No seguí adelante por coraje sino por indiferencia. Cuando me di cuenta de que era el final, ya no me importó nada. Por eso, aunque no vaya a las marchas, entiendo la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo: sólo la desesperación te lleva a soportar las peores humillaciones." Igual que otras desaparecidas, sus hijas Diana y Marina dieron a luz en cautiverio y teme que se irá de este mundo con la angustia de no conocer jamás a sus dos nietos menores. Al menos, cuando puede, Elsa se permite una emoción: va a algún recital de León Gieco para sentir que aún late entre los jóvenes el espíritu de sus cuatro hijas.

Esta versión de la primera parte que se entregaba en fascículos semanales con cada edición de la revista Gente duró solamente tres entregas ya que según la revista las modificación introducidas en el guión sumado a los dibujos de Breccia habrían generado un rechazó en los lectores. Sin embargo, teniendo en cuenta que dichas modificaciones están impregnadas de un mensaje político-ideológico no sería ilógico pensar en un acto de censura por parte de la editorial responsable de la publicación.

Teniendo en cuenta esto, podemos hablar que la obra de Héctor Germán Oesterheld, esta dividida en dos etapas donde la división entre ellas es la irrupción del autor en la vida política ya no sólo como intelectual sino como activo militante.

En el año 1970 verá la luz un nuevo trabajo del historietista, siguiendo fiel a su idea de transformar a la historieta en un medio de educación, entrega el guión de la biografía de Maria Eva Duarte de Perón. La publicación de este trabajo, que fue idea original de Oesterheld pero termino siendo guionada por el periodista Luís Alberto Murray con dibujos de Breccia.

Tanto este trabajo como la biografía del Che fueron el inicio de una búsqueda por parte del autor de contar una versión diferente de la historia. Así Oesterheld comienza a crear guiones de hechos históricos que sirvieron de referencia para la construcción de un imaginario social colectivo que amalgamara al nuevo sujeto histórico en base al mito de una historia común. Así surge un trabajo titulado "Latinoamérica y el imperialismo, 450 años de Guerra" publicado en "El Descamisado", órgano oficial de los sectores mas radicalizados del peronismo. Cabe aclara que en estos guiones se apela a la construcción de una identidad histórica muy similar a la que proponían intelectuales que se enrolaban en el nuevo revisionismo histórico.

Por otro lado comienza a hacerse pública la participación de Oesterheld, -desde las páginas del "Descamisado" y del periódico montonero "Noticias", en el cual publicaba una tira semanal llamada " La guerra de los Antartes", o en Ezeiza recibiendo al líder-, de manera orgánica en el peronismo. Sin embargo no se puede precisar cuando comienza su vinculo con la organización Montoneros.

Ya en Diciembre de 1976, con el aparato represivo del Estado en pleno funcionamiento, se edita la segunda parte del Eternauta. El binomio Oesterheld-Solano López, deciden darle continuidad al Eternauta publicando la segunda parte.

La historia comienza en el mismo lugar donde termina la número uno: Germán parado frente a la casa de Juan Salvo recuerda lo que el Eternauta le había narrado y se pregunta si contándolo el podía ayudar a que se evitara la invasión. Dentro de Germán comienza aparecer una contradicción entre su sentir, su pensar y su actuar. Necesita ser protagonista de esa historia que esta por venir pero sus miedos interiores lo hacen retraerse. El hecho de conocer lo que sucederá lo atormenta y lo moviliza al punto de vencer sus miedos y poder así enfrentarse con Juan Salvo y sus amigos para decirles lo que el Eternauta les había narrado.
Esta decisión de Germán y el posterior viaje a través del tiempo junto al Eternauta componen un giro sustancial en historia comparándola con el número uno. Aquí Germán deja el cómodo sillón de guionista y pasa a vivir en carne propia la lucha por la libertad de la humanidad. El cambio de narrador en la segunda parte acompaña la decisión personal que Oesterheld había tomado para su vida: brindarse en cuerpo y alma a la lucha revolucionaria.

En esta nueva aventura del Eternauta Juan Salvo y su familia junto a Germán son trasladados en el tiempo hacia el futuro al 2200 dc. En esta época la población esta compuesta por los sobrevivientes al estallido superatómico denominado "la gran catástrofe". Manos, Ellos, Gurbos y un conjunto de familias que fueron capturadas cuyos descendientes conformarán el "pueblo de las cuevas". También aparecen unos nuevos seres mutantes creados por los Ellos que son los Zarpos.

A lo largo del a historia Juan Salvo y Germán Irán organizando al pueblo de las cuevas para resistir la dominación de los invasores. Aquí hay otra gran diferencia con el espíritu del Eternauta original. Mientras que en la primera parte el héroe colectivo se impone a las voluntades individuales, ahora Juan Salvo -dueño de poderes sobrenaturales que irá descubriendo a medida que avanza la historia- jugara un rol de dirección incluso por encima de los lideres naturales de ese pueblo.

Para ejemplificar esto es interesante recurrir a un fragmento de la historia en la cual el Eternauta envía a morir a un grupo de habitantes del pueblo de las cuevas con el fin de que otro sector del grupo pueda avanzar sin ser detectado por el enemigo. Cuando es destruido este grupo de avanzada, ante los ojos de sus compañeros, se le recrimina al Eternauta esta acción y el implacable contesta que lo importante es que ahora podían avanzar para llegar a cumplir su objetivo El Eternauta como dirección político-militar de la resistencia no vacila en enviar a la muerte a sus compañeros y lo mas importante de esto es que luego del primer reclamo hay una aceptación por parte del resto de esta actitud que se ejemplifica en el siguiente dialogo:

-Los mandaste a Matar
-Si Artemio los hizo morir. Tenían que morir… para que nosotros sigamos tratando de salvar las cuevas. Quién sabe cuántos de nosotros moriremos antes de que las cuevas estén salvadas."

La aceptación de la muerte en pos de un objetivo común comienza a aparecer pero esta vez dirigida por aquellos que por manejar mayor información -recordemos que el Eternauta conoce al enemigo de combates anteriores- comienzan a cumplir roles de vanguardia.

Este cambio en el seno de la historia refleja el modo de funcionamiento de las organizaciones político militares de los 70 en las cuales estaba incluida Montoneros a la cual pertenecía Oesterheld. Esto no quiere decir que se este denunciando una actitud de las conducciones de enviar a morir a sus militantes, sino todo lo contrario: aparece la aceptación de los militantes, incluso de un cuadro medio cómo lo era Oesterheld de la palabra de la dirigencia sin cuestionamientos, incluso cuando lo que se jugaba era la vida misma.

Otro elemento que aparece reflejado en esta parte de la historia esta vinculado a la idea expresada por el general Vietnamita Giap en su texto "el hombre y el arma" -de lectura obligatoria en Montoneros- en el cual expresa el fundamente de victoria de una guerrilla. Recuperando la idea de las fuerzas morales como fuente de victoria de los ejércitos expresada por Clausewitz , Giap sostiene que en la guerra revolucionaria lo determinante es el Hombre y no sus armas. Así nace uno de los postulados fundamentales que será tomado por todas las organizaciones revolucionarias del mundo. La idea de que lo simple -un ejercito popular armado con armamento casero e inferior- puede derrotar a lo complejo -un ejercito profesional dotado de mayor tecnología-, aparece claramente en la segunda parte del Eternauta cuando Juan Salvo convence a Don Matías -mayor referente del pueblo de las cuevas- de comenzar a resistir, mediante la confrontación armada, la dominación de los Ellos y sus ejércitos de ocupación -Manos y Zarpos-.

América Latina, 450 años de guerra

A partir del número 10 de la revista
El Descamisado, se empiezan a publicar semanalmente la tira de Héctor Germán Oesterheld llamada “América Latina, 450 años de guerra”. Los dibujos son de Leopoldo Durañona. La compilación fue realizada por el sitio Ruinas Digitales. (Clic en la imagen para descargr el pdf [71,8 Mb] desde Mediafire.)

Estas modificaciones sustanciales en el corazón de la obra están íntimamente ligadas al proceso histórico del cual fue parte Oesterheld. También denuncia el avecinamiento de un futuro desolador e incluso comienza hablar de las desapariciones.
Para ese entonces ya había perdido a dos de sus hijas Beatriz de 19 años y Diana de 23, ambas militantes de Montoneros. Luego le toco a El.
Estando detenido lloró la desaparición de sus otras dos hijas Elsa y Marina. Fue encapuchado, golpeado, torturado en los centros clandestinos de detención el Vesubio, Campo de Mayo y en el "Sheraton".

Hay quienes dicen que estando desaparecido un militar le pidió que escriba la historia de San Martín, el no lo hizo.
En 1983 la parte tres del Eternauta verá la luz ya sin guiones de Oesterheld. Quizás en sus páginas puede encontrarse una suerte de homenaje a Germán y aquellos que como Él apostaron todo para transformar la sociedad y fueron derrotados.
Sin duda lo fundamental de la vida y obra de Oesterheld fue la coherencia entre su sentir, su pensar y su hacer.

CRONOLOGÍA
1957 Eternauta 1
1962 Versiòn novelada del Eternauta continuación de la 1
1968 Biografía del Che Guevara.
1969 Eternauta 1 bis, Revista Gente
1970 Se edita por primera vez la biografía de Evita idea original de Oesterheld con dibujos de Breccia y guión del periodistaLuis Alberto Murray
1973-1974 Serie de historietas "Latinoamérica y el imperialismo, 450 años de Guerra" publicada en "El Descamisado"
Diciembre de 1976 Eternauta 2
1983 Eternauta 3 ya sin Oesterheld.


 

"Héctor fue un hombre que necesitaba creer en la vida"

[Imagen de la Muestra Pensamiento y Compromiso Nacional, Palais de Glace, Buenos Aires 17 de marzo - 10 de abril 2011]

Elsa Oesterheld, viuda del autor de "el eternauta", habla del gran historietista y escritor

Han pasado cinco décadas desde la salida de El Eternauta y treinta años sin Héctor Germán Oesterheld. Quien fuera su compañera lo recuerda con cariño y admiración. Dos exposiciones le rinden un merecido homenaje.

"Su obra fue una especie de anticipo de la defensa de los derechos humanos en la Argentina", dice Elsa.

Por Facundo García

Fue hace una semana. A casi cincuenta años de la primera publicación de El Eternauta, la nieve era como un homenaje, un guiño. Elsa Oesterheld atendió y su voz llegó con interferencia a través del cable telefónico, que se dibujaba entre las calles blanqueadas por los copos. Casi se la podía imaginar mirando el frío desde una ventana cuando su voz de ochenta y tantos dijo que sí, que estaba dispuesta a charlar sobre la vida que compartió con el guionista más importante de la historieta argentina: "Héctor era un apasionado. En cualquier lado se le ocurría un argumento. En el tren o en la vereda lo veías sacar un cuadernito lleno de círculos y triángulos, en el que escribía con un código que nadie ha podido descifrar. Elsa soltaba anécdotas divertidas a pesar de haber pasado por el dolor de que le secuestraran a su marido, sus cuatro hijas -dos de ellas embarazadas- y dos yernos. Incluso cada tanto soltaba alguna risa, como para dejar claro que las injusticias no la quebraron.

Días después, Elsa surge con la misma vitalidad de entre las sombras del microcentro porteño, en un atardecer helado pero ya sin copos. Llega hasta el Archivo y Museo Histórico del Banco Provincia para asistir a la inauguración de una muestra que recuerda que han pasado cinco décadas desde la salida de El Eternauta y treinta años sin Héctor Germán Oesterheld (ver recuadros). Caminando por una galería de ilustraciones que muestran a los más de ochenta personajes que trajo al mundo su marido, ella completa el boceto que había empezado a trazar: "Fue un hombre que necesitaba creer en el hombre por el hombre mismo. Necesitaba creer en la vida, en la gente que apostaba sin intereses", cuenta.
 



EPOPEYAS ARGENTINAS. "Por primera vez nuestras más grandes Epopeyas Históricas son trasladas a la Historieta. ¡Oncativo, La Tablada, Ituzaingó, La Conquista del Desierto, Curupaití, Las Invasiones Inglesas, Maipú, La Guerra del Paraguay...y cien "Epopeyas" más narradas con la magistral pluma de H. G. Oesterhled!". Así rezaba la promoción publicitaria que apareció en el número 2 de dicha revista, editado en 1971. Lamentablemente este emprendimiento de Oesterheld no prosperó y solo llegaron a publicarse las ediciones dedicadas a la Batalla de Chacabuco y el titulado "Güemes, el guerrillero, este ultimo ilustrado por J.M. Gatti, Juan A. Castro y Desimone. Fuente: /www.tebeosfera.com

Desde sus primeras publicaciones, Oesterheld hilvanó con paciencia relatos que daban por tierra con las concepciones maniqueas del mundo. "Toda su obra fue una especie de anticipo de la defensa de los derechos humanos en la Argentina", aporta Elsa. En efecto, contra los supermanes que llegaban desde Estados Unidos -tan parecidos a la bomba atómica en su infalible potencia destructora-, Oesterheld propuso tipos como El Sargento Kirk, capaz de ponerse del lado de indios nada simpáticos en caso de que se cometiera alguna injusticia contra ellos. O el gran Ernie Pike, que no gustaba a las editoriales porque su protagonista, un corresponsal que recorría los frentes de la Segunda Guerra Mundial, no señalaba a seres puntuales sino a la guerra misma como el principal villano de sus aventuras.

Eran historias en las que los buenos a veces perdían. Más verdaderas que las de muchos "realistas", en todo caso. "Lo que pasa es que él era fundamentalmente un filósofo -define la mujer un rato después, luego de pasar ante viejas tapas de Hora Cero-. No solamente en los guiones, sino en cada cosa que hacía. A poco de publicar algún trabajo, ya había regalado todo. Por eso se ha extraviado mucho de lo que hizo. Se pasaba días y noches en un cuartito, identificado con sus personajes hasta el punto de fundar una editorial como Frontera para poder tocar los temas que en otros lugares le prohibían."

Elsa asegura que antes de que llegara la saña militar, su casa era "uno de los lugares con más creatividad en el mundo". Héctor funcionaba como el dínamo del hogar, andando descalzo por toda la casa, despeinado y siempre desaliñado. "Uf... leía en cualquier lado, anotando cosas en letra manuscrita o en su código. No cuidaba para nada su aspecto personal ¡no sabés lo que renegaba para que se pusiera una camisa! Ahora lo entiendo más: se sentía a gusto con la gente sencilla", revela la entrevistada.

Parece que Oesterheld no era un galán, pero bastaba escucharlo un minuto para que las cortinas del hombre común dejaran entrever un tipo fuera de serie. Así lo recuerda quien lo acompañó durante tantos años. "Lo conocí en un club de barrio. Mis amigas me preguntaban por qué me había ido a enamorar justo del más feo. Es verdad, no era lindo. Pero hablaba y era obvio que tenías enfrente a alguien excepcional", aclara Elsa. En el refugio del guionista, la literatura y las publicaciones científicas de todo el mundo circulaban por igual y en cuatro idiomas. "Y siempre pensaba en equipo con los dibujantes -agrega ella-. Sabía que a Hugo Pratt lo volvían loco las aventuras, y ahí nomás le mandaba una a su gusto. (Carlos) Roume se llevaba bien con los animales, y entonces le daba una llena de bichos. (Francisco) Solano López y (Alberto) Breccia eran ciencia ficción, y así les entregó su Eternauta y su Sherlock Time."

Un sector de una de las salas está dedicada, precisamente, a El Eternauta y sus distintas ediciones. La obra vio la luz por primera vez en septiembre de 1957, y hoy está a punto de ser repartida en las escuelas del país por iniciativa del Ministerio de Educación. Sin embargo, casi nadie sabe que la famosa historieta podría haber tenido una forma completamente diferente. Antes del lanzamiento, los empresarios querían que la serie fuera dibujada íntegramente por la mano talentosa y sofisticada de Alberto Breccia. Pero una charla entre Héctor y Elsa dio un vuelco a la situación. "Yo fui quien lo convenció para que propusiera a Solano López en lugar de Breccia -jura Elsa-. Le dije que si iba a hacer una historieta para quioscos tenía que usar un dibujo que no fuera intelectual. Entonces él insistió para que quedara Solano en el proyecto. Se ve que acertó, porque esas caras y esos paisajes se han mantenido en la memoria de muchísimas personas a lo largo de tanto tiempo", afirma.

A fines de abril de 1977, Héctor Oesterheld pasó a integrar la lista de desaparecidos por la dictadura militar. Empezó una época sombría, que agrandaría la dimensión ética del artista y sus personajes. Mientras la segunda parte de El Eternauta -que había sido escrita en la clandestinidad- circulaba furtivamente, Elsa tuvo que soportar las "visitas" de los grupos de tareas. "Cuando los milicos entraron, dos gorilas me agarraron de los brazos. Yo les grité que estaban en la casa de una familia y de una señora, que iban a tener que respetarme. Los tipos quedaron pasmados, y eso que yo ya estaba sola como un perro", se emociona. "Desde aquella vez -resume- he pasado por momentos malos, pero el tiempo me enseñó a qué se refería Héctor cuando hablaba de los Héroes Colectivos. Los que leen sus historietas, los que mantienen viva la memoria del país, todos ellos en grupo han hecho que yo renazca después de que a los cincuenta años me dejaran vacía. En estos años aprendí que por la patria se vive, no se muere. Morir es fácil. Lo difícil es vivir. Y al final tiene su sentido. Muchas veces encuentro personas que no saben nada de lo que me pasó y me preguntan cómo hago para mantenerme tan activa. Yo les respondo que el secreto es simplemente ése, ‘buena vida’."

Un ejemplo de fortaleza

Por Miguel Rep

Lo de los 50/30 años de las efemérides oesterheldianas, tanto en la gloria como en la tragedia, también merecerían ser fechas elsianas.

A Elsa ya la describió muy bien mi amigo José Pablo Feinmann, descubriéndola en el palco al lado del Presidente. Una mujer con una mirada firme, que aguantó las peores noticias y padecimientos posteriores, un ejemplo de fortaleza en medio de las soledades de esta sociedad hipócrita. La mujer de un historietista, la mujer del subversivo. La mamá de esas cuatro bellas quelástimaqueestabanenlajoda. Y encima, una mujer estafada por editores mundiales y vernáculos en los derechos que le correspondían.

Parecerá frívolo, pero estoy viendo otra Elsa que la que he visto en todos estos años. Yo no sé si siete duelos se saldan en treinta años, y no sé si bastan cincuenta para resignificar una obra tan vital como El Eternauta, que devuelve algo de los recuerdos de tiempos felices y mucho de aliento vital que sigue y sigue, pero esta muchacha golpeadísima está distinta, quizás más leve, de levitar, de poder empezar a descansar, de confiar en la entrega de la antorcha, de un resentimiento de otra manera. Más sana, espero. Esperamos. Porque la necesitamos, y mucho. Porque ella se necesita a sí misma, para seguir en esta lucha por la verdad. Porque la vamos a seguir necesitando para cuidarla, y que siga cuidando la memoria y la obra, y porque la queremos. Y ahora, creo, está en condiciones de dejarse querer mejor.

De Juan Salvo y Elena y Martita ya hablamos y hablamos. Los 50/30 son de ella. De Elsa. Más que de nadie; ella es la que está viva.

Fuente: Pägina/12, 15/07/07


 

El desaparecido HGO (una historia argentina)

Un caso estremecedor de aniquilamiento de una familia de gente progresista, de artistas. Entre 1976 y 1978, los militares de la tétrica dictadura argentina persiguieron, secuestraron, torturaron y asesinaron a Héctor Germán Oesterheld -el fantástico guionista de ‘El eternauta’, un personaje que creó escuela y ya es todo un clásico del cómic- y sus cuatro hijas. ‘El eternauta’ fue su gran creación premonitoria del horror.

Por Manuel Rivas, El País, España, 24/08/2008


Una familia aniquilada. Héctor Germán Oesterheld, con su esposa Elsa y sus cuatro hijas: Estela, Marina, Diana y Beatriz, todas desaparecidas en 1976 y 1977, cuando contaban entre 18 y 24 años. Además, Elsa, tras un tortuoso peregrinaje, sólo pudo recuperar el cuerpo de Beatriz. Las fotografías son del álbum familiar de los Oesterheld y de Vicente Curtis.

En el lenguaje de El Eternauta, Héctor Germán Oesterheld (HGO) cumple ahora 87 años. Hijo de padre alemán judío y de madre vasco-española, HGO nació en Buenos Aires el 23 de julio de 1919. No hay fecha para su muerte. En la historia dramática de la humanidad, tal vez el eufemismo más terrible es el de "desaparecido". El dictador argentino Videla es autor del siguiente aforismo: "No están vivos ni muertos; están desaparecidos". HGO es un desaparecido. El número 7.546 (en la lista CONADEP, Comisión Nacional de Desaparecidos). Se sabe que en la Nochebuena de 1977, sus captores le dejaron cinco minutos de visión, sin capucha, que saludó uno por uno a sus compañeros de cautiverio y que cantó con un joven detenido-desaparecido la canción Fiesta de Joan Manuel Serrat. De forma premeditada, sus hijas también fueron hechas desaparecer, por este orden: Beatriz (19 años), Diana (23), Estela (24) y Marina (18). HGO es uno de los más extraordinarios creadores de aventuras del siglo XX. Cambió el perfil del héroe. El Eternauta, su principal creación, una estremecedora ficción premonitoria, atraviesa las fronteras políticas y de los géneros literarios y se erige en un clásico para mayor número de lectores cada día. Una obra homérica del cómic que interpela al género humano.

Lo dijo El Negro

"Después de leer a Oesterheld ya no admitiríamos leer cualquier cosa". No lo dijo cualquier crítico boludo en un rapto magnánimo. Lo dijo El Negro. Lo dijo Roberto Fontanarrosa. Respetado por cualquier barra, canallas o bostas, y en cualquier cancha de fútbol o literatura. Incluso al fondo y a la izquierda, en cualquier redacción, donde se suelen sentar los censores. Y los cínicos. Eso lo dijo Enrique Medina, lo del lugar donde se sientan los censores. Tuvo el valor de ir allí, a la oficina de censura, justo antes del golpe, a preguntar por su libro Las hienas, qué puntería. Y después recibió una llamada de teléfono: "¡Sos boleta!". Qué manía con los eufemismos. El miedo que meten los eufemismos. Mejor que te digan: "Se te ha acabado el permiso del enterrador". Bueno, a lo que íbamos. Hay dos factorías maravillosas en la historia de Argentina: el fútbol y la historieta. El Negro Fontanarrosa era un experto en ambas. Creo que el mejor cuento de fútbol que leí fue la historia de Cardaña, el número 5 del Peñarol, primero apodado El Hombre y más tarde, con mayor precisión, El Hombre de Neanderthal. Cardaña, bruto y sentimental, va a visitar por caridad al hospital a un niño en estado grave y aquel hincha botija, con los días contados, recibe al ídolo como se merece: "¡Hijos de puta! ¿Cómo pueden perder con esos chotos del Nacional?". Así era El Negro escribiendo. No cedía ni un centímetro. Ni una lágrima gratis. Fue él quien vino a decir: "Y después de Oesterheld ¿qué?"

Escribir como un loco

Cuando estudiaba geología en la universidad, ya trabajaba de corrector y escribía historias como un loco. Cuando trabajaba como especialista en "oro y platino" para el Banco de Crédito Industrial de la República Argentina, hacía notas de divulgación y escribía historias como un loco. Cuando andaba por los montes y las llanuras como un Robinsón Crusoe escribía historias como un loco. Le ofrecieron trabajar en Pato Donald y aceptó, porque no era un apocalíptico de la cultura y lo que le gustaba era escribir historias como un loco. Y escribió literatura infantil, mucha con el seudónimo de Sánchez Puyol. Fue un tiempo de esplendor para el género en la Argentina de los años cuarenta y cincuenta, con Gatitos y Bolsillitos. Le gustaba escribir para la infancia. "Siempre al bebito se le trata como tonto". Sería también una edad de oro para la historieta argentina, cuando fundó con su hermano Jorge la editorial Frontera y con dos publicaciones periódicas que harían historia. Hora Certo y Frontera rondaban los 100.000 ejemplares. ¿Y qué hacía HGO metido en la industria cultural? Escribir como un loco. En treinta años, los guiones para al menos 150 series de historietas en los que colaboró con medio centenar de dibujantes. Siempre prolífico y exigente. ¿Por qué eligió la historieta? ¿Podía haber sido un gran escritor? Es muy enriquecedor hablar con Martín Mórtola y Fernando Oesterheld, sus nietos. "Quería romper ese dilema tramposo de alta y baja cultura. No tenía prejuicios elitistas. Quería llegar a la gente y no lo consideraba incompatible con la calidad. Ésa es otra de las lecciones de El Eternauta, una obra de vanguardia que llegó a la gente, una gran aventura, y una literatura extraordinaria". Guillermo Saccomanno, en Escritura y memoria, plantea un sugerente paralelismo: "Si el Martín Fierro, un poema criollo y popular, pudo plantarse como la gran novela fundadora de nuestra literatura, ¿por qué no tirar de la cuerda y afirmar lo mismo de esta historieta que se llamó El Eternauta?". Borges estaba cautivado por el universo Oesterheld. Además, HGO era un extraordinario suministrador de ciencia-ficción… Y no tan de ficción. "Leía las revistas científicas más avanzadas de todo el mundo", recuerda Elsa Sánchez, su mujer. Llenó Argentina, y otros países, de gente interesante. Ray Kilt, Sargento Kira, Indio Suárez, Bull Rocket, Ernie Pike, Ticonderoga, Randall the Killer, Sherlok Time… Y el grupo, el héroe colectivo, de El Eternauta. Cuando pasó a la clandestinidad, y se sabía perseguido por Los Ellos, ¿qué hacía Oesterheld? "Escribir como un loco". Lo cazaron, lo hicieron desaparecer, lo chuparon. ¿Qué hacía Oesterheld? Ana María Caruso, desde el cautiverio del centro clandestino de detención llamado Sheraton, consigue escribir una carta que figura en el informe Nunca Más de la Comisión Nacional de Desaparecidos: "Ahora está con nosotros El Viejo, que es el autor de El Eternauta y El Sargento Kirk. ¿Se acuerdan? El pobre viejo se pasa el día escribiendo his-torietas que hasta ahora nadie tiene intenciones de publicarle". Escribía como un loco.

Barro en los borceguíes

Nadie que haya leído El Eternauta admitiría leer después cualquier cosa. Le habrá cambiado la mirada. Es una de esas obras que responden a la demanda de Kafka, la de "morder en la estupidez". O a la de Cioran: "Un libro ha de ser un peligro".

-¿Qué hacer? ¿Qué hacer para evitar tanto horror?
¿Quién grita eso? Es el guionista, Oesterheld, al final de El Eternauta. No está fuera, sino dentro, en una viñeta. Una de las rupturas de Oesterheld fue implicarse en la obra como personaje. Un atrevimiento formal, que acabará teniendo muchas implicaciones. Estamos en 1957. Francisco Solano López (Buenos Aires, 1928) lo hace reconocible. Lo dibuja con sus trazos. Al comienzo de la trama, El Eternauta se le aparece al guionista en la buhardilla donde trabaja y le relata su historia de aventurero perdido en la eternidad. Al final, El Eternauta consigue regresar a su hogar, con su mujer e hija, que le reprochan haber tardado media hora en ir a buscar pan. ¿Media hora? El guionista, es decir, Oesterheld, nuestro HGO, trata de disuadir a El Eternauta. ¡Todo lo que le ha contado, todo lo que se avecina! La nevada mortal. La invasión dirigida por un poder oscuro, Los Ellos, que utilizan para sus propósitos a los monstruosos Cascarudos y a los inteligentes Manos, esclavos del miedo, que a su vez convierten a los humanos supervivientes en hombres-robot. Pero El Eternauta ya no reconoce al guionista. Ha perdido la memoria del futuro al volver al pasado. La memoria es transferida al guionista. ¿Quién es ahora El Eternauta?


27 de enero 2012, la agencia oficial de noticias Télam lanzó el blog "El Club de la Historieta"

Estamos en 1957. HGO grita desde el tebeo: "¿Qué hacer? ¿Qué hacer para evitar tanto horror?". Es en la primera versión de El Eternauta. En 1969 habrá una segunda versión, dibujada por Alberto Breccia, y en la que las coordenadas geopolíticas son más concretas. La publicación resulta muy polémica. La revista Gente fuerza el final. El Eternauta empieza a ser un personaje inquietante, demasiado verosímil. En 1976, con dibujo de Solano López, se publica una prolongación de la aventura, una segunda parte. Se trata de un proceso muy accidentado. Guionista y dibujante apenas se ven. A HGO le pisan los talones Los Ellos. Dicta capítulos desde cabinas telefónicas. Las últimas veces que acudió a la editorial Récord, donde iba a publicar El Eternauta II, siempre andaba a deshoras, como una silueta. Sólo lo delataba "el reguero de barro seco de sus borceguíes" en la alfombra. Y es que HGO, entre otros lugares, buscaba refugio en la isla de Tigre.

La tecnología del infierno

Habían llegado Los Ellos, como llamaría El Eternauta a los dictadores. En el prólogo de Ernesto Sábato para el informe Nunca Más, donde se documentan los horrores de la dictadura y la usurpación del Estado por una mafia uniformada, se dice: "De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores". Entre miles de desaparecidos, la "tecnología del infierno" se llevó a HGO y a sus cuatro hijas. Habían pasado a la clandestinidad cuando comenzó la dictadura argentina, que se prolongaría durante siete años crueles (1976-1983). El

único cuerpo que pudo recuperar Elsa fue el de Beatriz. Ella, con 19 años, fue la primera víctima de Los Ellos. El 19 de junio de 1976 llamó a la madre y se citaron en una confitería. Dos días después, en un tren, camino del trabajo, un joven trajeado, muy nervioso, se acercó a Elsa para decirle que su hija había sido secuestrada por una patota o "grupo de tareas" del Ejército. Elsa Sánchez de Oesterheld comenzó el peregrinaje para recuperar a Beatriz. Pero, en verdad, había caído una "nevada mortal" sobre Argentina. Se encontró con muros de silencio. Con conocidos que la desconocían. Incluso un sobrino y sacerdote poderoso, Jorge Oesterheld, hoy portavoz de la Conferencia Episcopal argentina, prefirió "mirar hacia otro lado". Elsa fue consciente también de que se había con-vertido en un "peligro" para sus hijas. Todos sus movimientos eran vigilados para llegar a ellas y a HGO. De alguna forma, ella también era una desaparecida en aparente libertad. El exterminio programado de la familia de HGO siguió adelante. El 4 de julio de 1976, en Tucumán, cayó Diana, de 23 años, embarazada. El 27 de abril de 1977 fue secuestrado HGO. El 14 de diciembre del mismo año desaparece Estela, de 24 años. Su última carta lleva esa fecha. En ella dice: "Mamita: Marina hace un mes que no está con nosotros". Significa: Marina ha desaparecido. Tenía 18 años.

La tortura metafísica


Las cuatro hermanas Oesterheld, de chicas

Inspirados en el nazismo, el franquismo y la guerra argelina, Los Ellos, con sus patotas de Gur-bos, Cascarudos, Manos y Hombres-Robot, aplicaron la tecnología del infierno a una escala industrial. Para hacer desaparecer los cuerpos utilizaron una variante diferente de la incinera-ción: los vuelos de la muerte. Quizá calcularon que la desaparición submarina de miles de personas sería inodora, inocua, imperceptible. El mayor detective de la historia, Sigmund Freud, había escrito: "Censurar un texto no es difícil, lo difícil es borrar sus rastros". Los verdugos ignoraban que el cuerpo humano es también un texto. Y ésa es la verdad de fondo de El Eternauta, su potencia pasados tantos años. "La persistencia de El Eternauta es en sí misma una práctica de la memoria", escribe Judith Filc. En el primer aniversario del golpe militar, el 24 de marzo de 1977, otro genial eternauta argentino, el escritor Rodolfo Walsh, compañero en muchos sentidos de HGO, envía por correo y distribuye clandestinamente la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, uno de los pasquines de denuncia más estremecedores de la historia, en el que da a conocer al mundo la dimensión del genocidio, con 15.000 desaparecidos en aquel entonces. "Han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica". La palabra metafísica aquí, asociada a la tortura, pierde toda su abstracción para expresar lo inconmensurable del horror carnal. Una de las veces que registraron su antiguo domicilio, donde sólo vivía Elsa, el oficial cascarudo al mando del "grupo de tareas" explicó que andaban a la caza de Héctor, El Judío. Elsa replicó que era hijo de un estanciero alemán y madre española. Añadió: "Y si es judío, ¿qué?". Entre los precedentes que inspiraron a Los Ellos para poner en marcha la "tecnología del infierno", la tortura y desaparición forzada de miles de personas como HGO y sus cuatro hijas, figuran métodos nazis como el decreto Nacht und Nebel, derivado de la orden de Hitler: "En la noche y en la niebla". El texto de este decreto, reconstruido en el tribunal de Nuremberg, desaconsejaba la entrega del cuerpo del eliminado a su familia. Se trataba de "diseminar el terror" para minar toda resistencia. En el tiempo en que fue detenido HGO, en 1977, el general Ibérico Saint Jean, gobernador de la provincia de Buenos Aires durante la dictadura, y bajo cuyo mandato se produjo la Noche de los lápices (desaparición y asesinato de un grupo de adolescentes), declaró en público y esta vez sin eufemismos: "Primero mataremos a los subversivos; después, a sus simpatizantes, y por último, a los indiferentes".

Entre los miles de desaparecidos figuran cien poetas, escritores y guionistas de historietas. Otro de Los Ellos, un colega militar del general Ibérico, el entonces jefe del III Cuerpo, Luciano Menéndez, y responsable de la mayor quema de libros, efectuada el 29 de abril de 1976, declaró: "De la misma manera que destruimos por el fuego la documentación perniciosa que afecta al intelecto y nuestra manera de ser cristiana, serán destruidos los enemigos del alma argentina". Los Ellos, como Creonte, castigando más allá de la muerte. Gritándole a Antígona, a las hijas de Oesterheld: "Si tu naturaleza es amar, ve entre los muertos y ámalos. Mientras yo viva, no mandará una mujer".

Torturar a Ernie Pike

Cuando creó Ernie Pike, uno de esos grandes personajes que cambiaron el perfil del héroe, para hacer tipos complejos, de madera humana y no de palo, los primeros episodios los dibujó Hugo Pratt. Y él se quedó perplejo cuando vio la historieta: El rostro de Ernie Pike, corresponsal de guerra que siempre pone en duda las versiones oficiales, era el suyo.
Eso también lo supieron ver los torturadores. Reconocieron en HGO a Ernie Pike. Así que le pegaron duro a Ernie Pike.
 


Una estampa feliz, en un momento estelar en el álbum de fotos de cualquier familia cristiana: la primera comunión de los hijos. Visto lo que pasó después con los Oesterheld, impresiona esta estampa tan doméstica, tan inocente. Los verdugos se aplicarían para intentar no dejar ni rastro.

Elsa Sánchez de Oesterheld me cuenta otra historia que la dejó sin habla. Hace unos años, en 2002, al término de un acto, se le acercó una mujer que había estado detenida-desaparecida en la Esma (Escuela de Mecánica de la Armada, desde donde se calcula que se hicieron desaparecer cerca de 5.000 personas) y que había sobrevivido al cautiverio. Era médica de profe-sión y le contó que un día Alfredo Astiz, oficial de la Esma, conocido como El Ángel de la Muerte, sacó de un cajón de su mesa un libro y le dijo, más o menos: "Toma, lee esto. Es el mejor libro de Argentina". Se trataba de El Eternauta. Allí, uno de los personajes se lamenta: "Todos desaparecidos… como si no hubieran existido nunca".

Un encargo para HGO

Estamos en 2008. El 23 de julio, de vivir, Héctor Germán Oesterheld habría cumplido 87 años. Su condición terrenal es la de "desaparecido" forzado. Fue secuestrado por uno de esos eufemismos criminales denominados "grupos de tareas" y estuvo recluido en al menos tres cárceles clandestinas, es decir, no-lugares, Campo de Mayo, El Vesubio y Sheraton, donde se le conocía como El Viejo. Los indicios, las evidencias circunstanciales, hacen suponer que HGO murió a principios de 1978. No hay cuerpo.

La negación era la respuesta sistemática a los miles de recursos de hábeas corpus. Por lo que se sabe y va sabiendo, HGO, al principio, sufrió maltrato y tortura. Después, promovido por un militar, hubo un intento de implicarlo en la escritura de una biografía del liberador San Martín. Al fin y al cabo, Oesterheld había triunfado como biógrafo. Ya en 1951, cuando hacía literatura infantil, Perón quiso que le escribiera una biografía. Supo decir que no. Su mujer, Elsa, piensa que desde que escribió La vida del Che, ilustrada por Alberto Breccia y su hijo Enrique, HGO estaba marcado. Se publicó en 1968, en plena dictadura de Onganía. El editor le había propuesto que apareciese como obra anónima, pero Héctor respondió: "Un personaje como el Che no merece que su trabajo se haga a escondidas". Tuvo un éxito fulgurante. La primera edición se agotó en un mes. Pero la editorial fue allanada. Breccia y Oesterheld, amenazados de muerte. Luego ocurrió algo curioso. Una llamada desde la Embajada de Estados Unidos. Le propusieron algo similar, una biografía de ese estilo, tan viva, tan directa, pero dedicada a John F. Kennedy. HGO declinó. Ya estaba preparada la de Evita. No se editó. Se habían acabado las biografías. ¡Y ahora en el cautiverio le vienen con San Martín! No se sabe adónde llegó ni qué fue de las notas. ¿La vida de San Martín contada por Oesterheld? Los Ellos se habrían dado cuenta del desliz: de realizarse la biografía, tendrían que hacer desaparecer a San Martín. Las estatuas se pondrían a hablar. Tendrían que arrojarlas al fondo del mar.
 


Héctor con Estela

Una extraña visita

La mayor tortura a la que debieron de someter a Oesterheld, además del tormento físico, fue mostrarle las fotos de sus hijas muertas. Allí estaban Los Ellos, al estilo Creonte, castigando más allá de la muerte. Mostrando los cuerpos sucesivos de Antígona. A Elsa sólo le devolvieron el cuerpo de la primera eliminada, Beatriz, de 19 años. "La que más se parecía al padre". Después cayó Diana, de 23 años, con su pareja, Raúl. La tercera fue Marina, de 18 años. Sobrevivía Estela, la mayor, de 24 años. Existe un testimonio de cuando estaba cautivo en la cárcel clandestina del Campo de Mayo. Juan Carlos Scarpatti contó: "Yo no lo conocía personalmente y… bueno, me llamó la atención. Lo ví, digamos, como golpeado, o sea, como con mucha angustia y… bueno, me acerqué, le pregunté qué le pasaba. Me dijo que le habían mostrado las fotos de las hijas…muertas". Pero la noticia de la caída de Estela y de su marido, también llamado Raúl, la tuvo cuando los carceleros del Sheraton le dijeron que tenía una visita especial. El hotel Sheraton, eufemismo del chupadero, el no-lugar, era otro centro de detención clandestino, situado en un sector oculto de la comisaría de Villa Insuperable, dentro de la ciudad. Era el 14 de diciembre de 1977. La "visita especial" era de un niño de tres años. Su nieto Martín. Ese día habían matado a los padres. El recuerdo de Martín ahora es el de haber estado sentado horas con su abuelo "en un pasillo horrible con paredes de látex azul brillante". No podemos dejar de verlo como un episodio de El Eternauta arrancado a la realidad. El Viejo y el nieto que apenas ha podido conocer, juntos en un no-lugar, en un chupadero de gente. Hay 800 niños robados en la época de Los Ellos, de los que sólo 90 han podido ser devueltos a sus familias originarias. Otra ramificación de la "tecnología del infierno". De hecho, dos nietos de HGO y Elsa, bebés de Diana y Marina, forman parte de los desaparecidos. La aparición de Martín en el chupadero, el que alguien decidiera llevarlo con El Viejo, a quien se suponía muerto, tiene una interpretación morbosa, pero también se puede ver a la luz de El Eternauta. Tal vez fue cosa de un Mano. Los Manos, subalternos muy inteligentes de los Ellos, se hacen desobedientes cuando deja de funcionar la "glándula del horror". Por una vez, Oesterheld dio una dirección. La de los padres de Elsa. Y de allí, Martín fue llevado con la abuela. Antígona, desde la muerte, enviaba una señal.

El gorrión peleador

Ana di Salvo, psicóloga, compañera de cautiverio de HGO en el centro de detención ilegal de El Vesubio, me cuenta que se mantenía distante, desconfiado. Eso fue en mayo del 77, así que no hacía mucho que lo habían detenido. "Nos dijeron: ‘Va a venir El Viejo’. Yo, al principio, no sabía quién era. No sabía la historia de El Eternauta. Él tenía un problema en la piel, granos en la cara y en la cabeza. Había una doctora entre las chicas prisioneras y le ofrecimos una pomada. Pero él no quiso. Desconfiaba. Una noche en que hacía mucho frío, dormía en un suelo de madera, le dimos una frazada. La aceptó. Pero con desconfianza. Por la mañana se lo llevaban y lo traían a la noche. Comentó que lo tenían haciendo una historia sobre San Martín. Le hablé de mi hijo Luciano. Le pedí un poema, una pequeña historia para él. Pero no hubo tiempo. Después de estar desaparecida sin explicaciones durante 73 días, me devolvieron a casa. Todo el tiempo pensando que te van a matar. Y en el trayecto, ante el paisaje, uno de los secuestradores comenta: ‘Buen sitio para venir a cazar’. Y yo, no sé cómo, le digo: ‘Hay que respetar la veda’. Se quedó perplejo. Las cosas suceden así. Mi hijo Luciano, a la vuelta, me rechazaba. Pensaba que lo había abandonado a propósito. Un día le compré un cuento infantil titulado Chipió, el gorrioncito peleador. A Luciano le gustaba mucho la cara de aquel pajarito. Aprendió a leer con él. Me reconcilió con él. Yo no sabía que lo había escrito El Viejo. Usaba seudónimo. Muchos años después, en una exposición sobre Oesterheld, le conté la historia a Martín, su nieto, y él me dijo: ‘En ese cuento estaba lo que mi abuelo escribió para tu hijo".


Las hermanas Oesterheld con su mamá, Elsa y sus dos pequeños hijos

La última carta

Junto a una fotografía de las cuatro hermanas, la carta que Estela, la mayor, envió a su madre poco antes de ser asesinada, donde dice: "Voy a arreglar la manera de vernos" y termina: "Hay muchas razones para seguir adelante". Lleva por fecha el 14 de diciembre de 1977. Ese mismo día la mataron.

Lleva por fecha el día que la asesinaron, el 14 de diciembre de 1977. La última carta de Estela a su madre. Es breve, escrita con una intensa premura, pero sin desaliño, con una caligrafía que intenta no desfallecer. Cada carta, cada nota, en aquellos días, tenía una textura nerviosa. Da la impresión de que la carta a Elsa es también una carta necesaria que Estela se escribe a sí misma. No es difícil imaginarla murmurando hacia dentro, empujando el trazo para darle a Elsa la noticia de la muerte de Marina sin nombrar la muerte. Como en El Eternauta, el tiempo de la carta es un Continum 4, una especie de futuro del pretérito: "Marina ya no está con nosotros y ese dolor ya no hay nada que lo pueda mitigar, pero quiero que sepas que murió heroicamente como vivió".

Consonantes y vocales se apiñan en un presente recordado: "Creo que tenemos que estar orgullosos de ella, como de Bi (por Beatriz), de Di (por Diana) y de Dad (por Héctor), y quiero que sepas que estoy orgullosa de vos (por Elsa)". Esta última afirmación tiene mucho significado. Va más allá de la cortesía filial. Todos los citados han desaparecido. La feliz camada de Beccar está a punto de ser exterminada. Elsa, la madre, antiperonista, tan racional como intuitiva, "muy celta", dice ella, no les ha acompañado en su compromiso revolucionario. Ha discutido con dureza con HGO, con el hombre que ama. Sí, está de acuerdo con él. Es una juventud maravillosa. Culta, rebelde, linda. La mejor generación que tuvo Argentina. Como Héctor, Elsa comparte su música, salta de Mozart a Janis Joplin, ¿por qué no?, sus gustos artísticos, su estilo de vida libre, una sexualidad sin tabúes, su aversión a la injusticia. Todo eso, dice Elsa, lo compartía. Pero ella, la mujer que fue tan feliz en Beccar, en aquella casa que era a la vez como el taller del artista romántico, donde "todo bullía y cantaba", donde todos llegaban y nadie quería marchar, nadie quería apagar la luz, las chicas no querían ir a fiestas ni a clubes, donde encontraban "gente tonta", no, no, querían estar allí, en Beccar, con sus amigos y los de los padres, dibujantes, músicos, artistas, escritores, gente que traía historias; ella, que conoció el paraíso, pudo distinguir bien el traqueteo de la maquinaria del horror que se acercaba. Sí, discutió con HGO. No acababa de asumir aquella metamorfosis en el Oesterheld que quería y admiraba, el hombre tranquilo, ilustrado, progresista y más bien libertario, por la influencia de sus amigos anarquistas españoles exiliados, con esa mirada antidogmática que es la de sus héroes. HGO no era nada elitista. Su propia opción literaria, el guión de historieta, lo demuestra. Pero denostaba el populismo peronista. HGO cambió.
Diana

Diana tenía 23 años. Tenía un hijo de un año, Fernando, y estaba embarazada de cuatro meses cuando desapareció. Ella y su pareja, Raúl. militaban en Montoneros.
Diana fue secuestrada en San Miguel de Tucumán por la policía de Tucumán, junto con su hijo Fernando, quien fue abandonado como "NN" por la patota policial en la Casa Cuna de la capital tucumana. Después de varios intentos fue recuperado por sus abuelos paternos. La casa donde vivían fue ocupada por Albornoz, el jefe de la policía tucumana, y su mujer. Raúl fue asesinado en 1977, un compañero vio su cadáver en la Jefatura de Policía. Diana fue vista en la Jefatura de la Policía de Tucumán. Fue llevada a Campo de Mayo donde dio a luz.

Su obra principal contiene también las huellas de una biografía subyacente. Entre el primer Eternauta (1957) y la segunda versión (1969) hay una revolución óptica. Las referencias geopolíticas se hacen muy concretas. América Latina es abandonada a su suerte. Y Ellos, los oscu-ros poderes cósmicos, son las grandes potencias. HGO se radicalizó, pero también el suelo se movía a los pies. Las hojas del calendario se caían de miedo y asco. El golpe de Aramburu, en 1956, con la Operación Masacre, que contará de forma genial Rodolfo Walsh. El golpe de On-ganía, en 1966, con la noche de los bastones largos, cuando fueron cruelmente apaleados los profesores y alumnos de la Universidad de Buenos Aires, mientras eran conducidos a los coches celulares. El mandato de Lanusse, en 1972, con la masacre de Trelew. En todo este calvario de desdichados fastos y calamitosas salvaciones, el país vio una "chispa de esperanza" en la gran movilización cívica que arrancó con el cordobazo. A continuación, y acudiendo a la oftalmología, podríamos decir que se pasó de un estrabismo divergente a otro convergente. Y el punto de convergencia fue otra vez Perón. Gran parte de la izquierda argentina se injertó en el tronco peronista. Para muchos era la esperanza posible. Una alianza frente a Los Ellos. Y allí estaba HGO con sus hijas. Elsa, no. Elsa mantenía la distancia cuando de la música se pasaba a las palabras. Y allí estaba también Rodolfo Walsh con sus hijas Vicky y Patricia. Casi siempre se cita A sangre fría, de Truman Capote, como obra inaugural de la narrativa del "nuevo periodismo". Es por ignorancia hemisférica. La primera fue Operación masacre, de Rodolfo Walsh, en 1957, el año en que nació también El Eternauta. Walsh, de origen irlandés, era entonces también antiperonista. Prefería jugar al ajedrez que la política e incluso la literatura. Pero un día, camino de casa, oyó el grito de un soldado moribundo: "¡No me dejéis solo, hijos de puta!".
 

Pero la vuelta de Perón, el gran día de la resurrección nacional, pasará a la historia por la "matanza de Ezeiza". Allí, en el aeropuerto, se inició el exterminio de la "juventud maravillosa". Más de treinta muertos y trescientos heridos en el que iba a ser el día más feliz. El halago se convirtió en condena: la "juventud imberbe". Perón falleció cuando se acercaba el día de la "nevada mortal". El prócer había regresado con el cadáver de Evita y con un espectro de Evita, Isabel, manejado por un siniestro prestidigitador, el secretario López Rega, organizador de la Triple A, que mezcló la brujería con la producción industrial de la muerte. Se multiplicó el doble empleo. Muchos que ejercían de día de jefes de policía ejercían de jefes de la Triple A de noche. Hasta que vino el gran eufemismo. El Proceso de Reorganización Nacional. Es decir, el golpe militar con toda su red de poderosas complicidades. Era el régimen de Los Ellos. Y se puso en marcha, a pleno rendimiento, la "tecnología del infierno". Walsh denuncia: "Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre ‘violencias de distinto signo’ ni el árbitro justo entre ‘dos terrorismos’, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte". La carta de Estela a Elsa terminaba diciendo: "Hay mucho por dar todavía en esta vida y muchas razones para seguir adelante". Ese día, después de enviar la carta, la cazaron.
Estela

Tenía 25 años, estaba casada con Raúl Mortola y tenían un hijo de tres años. Militaban en Montoneros. Fueron asesinados el 14/7/77 por una patota de civil que había allanado su vivienda. Raúl fue herido de disparo al llegar a su casa, y murió a las pocas cuadras. Estela llegó a eso de una hora después, y fue fusilada frente a un negocio cercano, fue llevada por un vecino al hospital Lucio Menéndez de la localidad de Adrogué, donde murió. Los responsables se llevaron al hijo de la pareja y se lo presentaron a su abuelo Héctor, quien para entonces estaba detenido-desaparecido, dentro de un Centro Clandestino de Detención. De allí el chico le fue llevado a su abuela Elsa.

Oesterheld, Hugo Pratt y Elsa

"Él escribía a mano. Odiaba la máquina de escribir. Por eso aprendí taquigrafía y mecanografía. Para ayudarle. Después de casarnos, pasamos cuatro años en un departamento chico, en el barrio Desarrollo. Él entonces investigaba minerales. Amaba la naturaleza áspera, dura. La estepa donde no había nada.

Cuando lo conocí era un misántropo

Nacieron una tras otra las nenas. Ya dibujaba. ‘Papu, dibujitos’. Les hacía monigotes todo el tiempo. Leía todo. Recibía revistas en alemán, italiano, inglés, francés. Tenía muchísima información. Le interesaban los descubrimientos científicos, todo aquello que se movía en el límite de la ciencia-ficción. A Borges le encantaba charlar con él. Las chicas se enteraron. Un día se fueron los cinco. Y allí estuvieron con él, en la penumbra de la Biblioteca Nacional.

Sí, tenía conocimientos extraordinarios, enciclopédicos. Un día, Hugo Pratt le muestra muy ufano unos dibujos. Un nuevo héroe. Un soldado en la época de la conquista del Oeste. Héctor le dice: ‘Está muy bien, pero tendrás que volver a dibujarlo. No puede llevar ese tipo de arma. La culata no era así’. Hugo se sentó, suspiró, gritó: ‘¡Lo mato, lo mato! Dime, Héctor Oesterheld, ¿a quién le va a importar cómo era la culata?’. ‘A mí’, respondió Héctor.

Todo estaba lleno de libros. También el garaje. Todo. Leía sesenta o cien historias a la vez. Así que Héctor se levanta. Va hacia el garaje. Un pandemonio. Cuando me ponía a arreglarlo, él se desesperaba. Revuelve en la maraña. Y al final vuelve con lo que buscaba en la mano. Se lo pasa a Hugo.

-Aquí está -le dice-. Así debe ser el arma.

Era muy deportista. Jugaba al tenis. El fútbol le gustaba, pero para verlo. Tenía una fijación con el estadio del River. Cuando iba al centro, siempre se pasaba por allí. Y es en ese estadio donde transcurre una batalla decisiva de El Eternauta. Fue un tiempo idílico, un paraíso, la casa de Beccar. Eso ya lo conté, ¿verdad?

Cuando llegaron los dibujantes italianos, eso fue antes, también fue una época maravillosa. Entre ellos, Hugo Pratt. ¡Medio locos, los tanos! Era un lindo muchacho. Tenía un carisma único. Todos los días se caía por casa. Venía con apetito. Le preparaba algo para cenar. Había amigas que me preguntaban: ‘¿Vos no te enamorás de este chico?’. Todas se enamoraban…".

Marina


Marina tenía 20 años, estaba embarazada.

Ella y su pareja militaban en Montoneros.

La pareja fue secuestrada el 27/11/76 en San Isidro.

Se cree que Marina dio a luz en Campo de Mayo.

¿Y?

Elsa, la Elsa que recuerda, también está ahora en la cocina preparando algo para cenar. Uno se imagina allí, en el quicio de la puerta, en Beccar, a Corto Maltés, el mítico personaje de Pratt. Murmuro: "Tal vez era él el enamorado". Elsa escucha en silencio. Y zanja la conversación sobre amores con un gesto irónico, una interjección trazada en el aire.

La memoria

"Primero mataremos a los subversivos; después, a sus simpatizantes, y por último, a los indiferentes", era el lema de los torturadores. Para Héctor, la mayor tortura a la que le sometieron fue mostrarle sus hijas muertas.

Marcelo Brodsky, el artista y fotógrafo creador del parque de la Memoria de Buenos Aires, se enteró de la desaparición de su joven hermano Rubén en una llamada desde una cabina telefónica. Él estaba en España, exiliado. El universo tuvo, de repente, la dimensión de una cabina. "La ausencia de un desaparecido nunca termina. ¿Cómo se les cuenta a las nuevas generaciones? ¿Cómo se narra semejante horror? En el parque de la Memoria, cada recorrido es una nueva forma del recuerdo. Caminamos entre estelas que se apoyan, que se sostienen, donde lo colectivo es un entrelazamiento".

A la hora de hablar del hermano, Brodsky juró que lo haría como si estuviera oyendo a Julio Fusik, en el Reportaje al pie del patíbulo: "Que la tristeza no sea nunca asociada a mi nombre".

La eternauta

Beatriz

Beatriz Marta,
desaparecida el 19/5/76. Tenía 19 años. El 19 de junio de 1976 llamó por teléfono a su madre, Elsa, y la citó en la confitería Jockey Club de Martínez. Hacía mucho que no se veían y estuvieron hablando casi dos horas. Al despedirse, la joven fue hacia Villa la Cava, en San Isidro, donde militaba. Nunca llegó. Dos días más tarde, un desconocido se acercó a Elsa, la madre, cuando estaba por subir al tren y le dijo que Beatriz había sido secuestrada por el ejército. Su madre fue a la policía y a Campo de Mayo, vio a jueces y sacerdotes, y presentó un hábeas corpus El 7 de julio fue citada en la comisaría de Virreyes y le dijeron que su hija había muerto junto con otros cinco chicos. Le dieron el cuerpo y la sepultó.

Cuando Elsa y Héctor se casaron, él trabajaba para aquel banco de crédito minero, analizando muestras de metales preciosos. Gran parte de su trabajo lo hacía sobre el terreno. Le gustaba andar. Recorrer solitario los grandes espacios. El viento patagónico en la cara. "Es un trabajo duro, puede ser destructiva esa soledad del geólogo, conocí gente que se alcoholizó", dice Elsa. "Pero él amaba esa relación solitaria con la naturaleza. Amaba todo en la naturaleza. Los caracoles nos comían las rosas y yo le decía que les pusiera veneno, pero Héctor exclamaba: ‘¡También ellos tienen derecho a vivir!’. Yo le decía: ‘Oye, que la celta panteísta soy yo, pero no quiero que me coman las rosas’. Le ofrecieron un buen trabajo, pero eso significaba la separación. Y fue cuando se decidió por el mundo editorial".

Elsa nació en Buenos Aires, en una familia de emigrantes gallegos llegados de una pequeña aldea, Loño, cerca de Santiago. Cuando Elsa pasó por Loño, en 1983, se fijó en el hórreo de madera del que tanto le había hablado el padre. Esperaba algo más monumental. "Qué pasa?", le preguntó su tío. "Está despintado". "Es que tu abuela no quiso que lo tocaran. Que lo dejaran tal como lo había pintado el hijo".

El hijo era el padre emigrante de Elsa. HGO pasó por aquella aldea en 1962, en un "desvío" de un viaje a Alemania. Hay una foto en la que se le ve retratado como el Robinsón que era, camuflado en la hierba de campesino segador. En Argentina, los padres de Elsa laburaron duro para salir adelante, pero tenían otro rasgo: amaban la música con locura. La ópera y la clásica. Escuchaban cada concierto en la radio de galena. El tío Pedro llevaba siempre una flor en el ojal. La madre de Elsa leía a Lorca. Lo había visto en un teatro bonaerense, abarrotado, recibido por una multitud en la calle de Corrientes. "Yo me parezco mucho a papá. Soy Vicente Sánchez en mujer, tremendamente impulsiva. Yo era un marimacho. El varón equivocado de la familia. Tuvimos un golpe terrible. Murió mi hermana mayor cuando yo tenía 12 años. Estudié música. Y danza clásica. Y samba. Es verdad que todos querían bailar conmigo. No, Héctor no era muy bailarín. Yo tenía 17 años y él 24 cuando nos enamoramos".

Elsa habla y habla como un cuerpo abierto, que contiene su vida y la de otros. Su mirada corre más que la flecha del tiempo. Desde el apartamento bonaerense se escucha cada poco el paso de un convoy ferroviario. Los trenes, la luz cambiante del día, todo parece esforzarse para seguir la velocidad, la intensidad del recuerdo de Elsa, que estaba hablando feliz de su adolescencia bailarina, danzando con las palabras, y de repente se gira y dice: "Hasta los psicólogos se estremecían. Toda la experiencia psicológica no servía para enfrentarse a nuestro caso. Me preguntan cómo he resistido, cómo estoy viva. No lo sé. Estoy aquí por una extraña obligación. Yo ya he gastado todo el miedo del mundo".
A la altura de nuestros ojos, en un estante del mueble librería, hay una foto que nos mira. Son ellas. Las cuatro. En la casa de Beccar. En la hora azul. Las cuatro chicas Oesterheld. Toda la belleza del mundo.

Fuente: www.elpais.com


Entrevista 2011


Elsa durante la entrega de los premios de la Agrupación Oesterheld a El Ortiba en 2008


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