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La carta que Ramos nunca publicó *
Por Alberto J. Franzoia
Antes de su muerte, acaecida en 1994, Jorge Abelardo Ramos escribió una carta dirigida al director de Clarín pero que no llegó a enviar. Era su respuesta a una crítica publicada por el joven escritor rosarino nacido en 1961, y tempranamente desaparecido, Charlie Feiling. Éste había criticado a Ramos por su posición antiimperialista y su especial abordaje de la figura, para muchos intocable, de Jorge Luis Borges. Ramos, muy disconforme con esa crítica le responde con esa sutil ironía que cultivó como pocos y que lo acompañó hasta el final de sus días. En unos de los párrafos de la carta hace referencia a una de las cuestiones mencionadas en los siguientes términos: “El señor Feiling sostiene en su articulo que la crítica al imperialismo contemporáneo ha sido y es desacreditada por el espanto que produce en la gente de bien los predicadores de tal crítica, entre ellos nada menos que el Ayatolah Komehini y quien firma. Este homenaje me abruma. Ignoraba hasta que llegó Feiling, el grado de mi imprudencia mundial.”
Más allá de que en esos tiempos el autor del párrafo había borrado con el codo no pocas de sus extraordinarias enseñanzas escritas años antes al prestar su apoyo al régimen neoliberal menemista, aún conservaba en el plano internacional esa brújula para orientarse que había perdido al interior de Argentina. El joven rosarino, por el contrario, no parecía escapar a los muchos integrantes de las capas medias autóctonas contaminados, tanto hacia dentro como hacia fuera de la Patria, por el discurso único de la posmodernidad, El mismo que de la mano de Fukuyama nos había anunciado el fin de la historia entendida como conflicto, o lo que es lo mismo, el triunfo “definitivo” de la ideología de las clases dominantes. Ese triunfo en algunos se manifestó como clara complacencia con dicha ideología, y en otros como un políticamente correcto escepticismo.
Ramos también salió a torear con el abordaje que este joven escritor (que fue profesor universitario en la UBA, en Lomas de Zamora y en Nottingham, claro) había realizado con respecto a la supuesta postura del Colorado sobre Borges, y así lo expresó: “El señor Feiling dice que yo he tratado a Borges de cipayo. No es así. Borges no fue nunca un cipayo”…” Y digo que Borges nunca fue un cipayo porque toda su formación, desde su nacimiento, fue el resultado de varios factores que hicieron de él un gran poeta cosmopolita bilingüe.”
Ramos murió sin publicar su carta, y pocos años después, en 1997, murió Fleiling, seguramente sin leer esa lúcida respuesta del Colorado.
Uno fue un joven académico, escritor y periodista cultural que colaboró en varios periódicos nacionales (Clarín, La Nación, Página 12) y revistas (El Porteño, Babel, Conjetural y otras). Escribió tres novelas (El agua electrizada, Un poeta nacional y El mal menor), dejó inacabada la cuarta (La tierra esmeralda); también publicó poesía (Amor a Roma). Lo sedujo el cosmopolitismo y consumió varias zonceras muy afines al gusto del medio pelo argentino. Sus amigos lo definían como un transgresor, pero, como muchos otros transgresores que no alcanzan la condición de revolucionarios, no se le animó al poder real, como lo demuestra su opinión sobre aquellos hombres que supieron enfrentar al imperialismo.
El otro fue uno de los más grandes representantes de la cultura nacional y popular, nutriéndola como pocos, durante buena parte de su vida, desde la izquierda nacional. Escribió gran cantidad de libros de historia y política, fundó varios partidos, fue el responsable de enunciar en los sesenta el marxismo bolivariano que hoy recorre el horizonte intelectual de algunos de los grandes líderes de la actual batalla latinoamericana por la liberación. Luego, en el crepúsculo de su existencia, falló fiero, cuando creyó que el menemismo era el único peronismo posible que nos quedaba. Pero aún así no dejó de ser un enorme maestro por todo lo que nos legó: su combate contra las zonceras y el medio pelo, la construcción de teoría revolucionaria para latinoamericanos y su práctica para transformar la realidad a favor de los oprimidos. Por eso, más allá del enorme error final, que comenzó a gestarse varios años antes de Menem, en el balance general lo reivindicamos sin sonrojarnos.
A continuación publicamos entonces, esa carta que Ramos nunca pudo enviar y que Feiling ya no podrá leer.
Carta de Jorge Abelardo Ramos dirigida al director de Clarín (como respuesta a C. E. Feiling) **
El señor C.E.Feiling me ha proporcionado un estremecimiento inédito. Por sus iniciales y apellido pienso que el señor Feiling es inglés, y quizás también lo sea por su evidente erudición y destreza literaria expuestas en su artículo del jueves último. Quizás sea joven y apasionado, lo que es bueno, sobre todo tratándose de un inglés.
Además, que un ciudadano de ese origen se ocupe de un modesto argentino, no deja de ser para mí extremadamente lisonjero.
El señor Feiling sostiene en su artículo que la crítica al imperialismo contemporáneo ha sido y es desacreditada por el espanto que produce en la gente de bien los predicadores de tal crítica, entre ellos nada menos que el Ayatolah Komehini y quien firma.
Este homenaje me abruma. Ignoraba hasta que llegó Feiling, el grado de mi imprudencia mundial. Aunque no fuera cierto, le quedo muy agradecido y me siento sumamente gratificado.
Al fin y al cabo, cuestiones políticas aparte, ajenas por lo demás a la Argentina, sin duda el Ayatolah Komehini encarnaba, en su momento, el poderoso fuego de la fe en un milenio escéptico y movilizó millones de almas en torno a la tradición coránica, que parecía mucho menos importante que el poderoso ejército del antiguo sha reinante.
Solo quisiera rectificar en un punto al señor Feiling. Se trata de una atribución errónea. El señor Feiling dice que yo he tratado a Borges de cipayo. No es así. Borges no fue nunca un cipayo (la palabra "cipayo" es un vocablo persa o iraní, la misma lengua del Ayatolah, que quiere decir "hombre de a caballo" y que, por extensión, en la India se aplicaba a los soldados hindúes que, en lugar de defender su patria, servían a los ingleses dominantes.)
Y digo que Borges nunca fue un cipayo porque toda su formación, desde su nacimiento, fue el resultado de varios factores que hicieron de él un gran poeta cosmopolita bilingüe.
Por un lado, el inglés no lo aprendió en una academia de la calle Maipú, como tantos cipayitos que quieren huir de su patria, sino que lo bebió de los labios de su abuela. En la infancia su padre, que era un intelectual afrancesado y anglicanizado, lo encerró en una maravillosa biblioteca repleta de literatura inglesa fantástica, donde el nutrió sus primeros sueños, que son los esenciales en un ser humano. Luego su adolescencia transcurrió en Ginebra, de la misma manera que fue Ginebra el lugar que eligió para morir.
Él enseñaba a los ingleses, con una dicción perfecta, el inglés medieval y a los norteamericanos les enseñaba el inglés básico. Al mismo tiempo era dueño de un genio verbal por todos reconocido.
Yo diría, más bien, que pertenecía de algún modo y pese a las diferencias de tiempo y lugar, a ese tipo de intelectual anglo indio que en Bengala, Bombay o Calcuta soñaban con ser ingleses refinados, con ir a Oxford o a Cambridge, con incorporarse a la potencia dominante, que era la más poderosa y refinada de su tiempo y que, ciertamente, hablaban el ingles mejor que Shakespeare. Muchos de ellos lograron finalmente ser oxfordianos.
Tenían el corazón dividido o, mejor dicho, las dos almas entrelazadas. Esos grandes intelectuales anglo indios terminaron finalmente, en muchos casos, yéndose a vivir a la metrópoli.
Repetían, como en el caso de Borges, el drama de Paúl Groussac, un amargo francés, notable escritor castellano, que siempre soñó con ser escritor en Francia y que se vio obligado a seguir un, para él, oscuro destino sudamericano.
No era ni francés ni argentino. Era las dos cosas. Esta especie de cruzamiento intelectual entre potencia y colonia, en el caso del Río de la Plata, dio como resultado a un gran poeta anglófilo que, desde ya, detestaba todo lo que podía ser bien criollo, pero cuyo arte literario de tajante corte bizantino y de culto a la pura forma, va a constituir la admiración de todos los textos literarios del porvenir.
Baste recordar, para un último ejemplo que dedico al señor Feiling, conque apasionada atención centenares de intelectuales hindúes, encerrados en el inmenso continente colonial, escuchaban por las noches durante la segunda guerra mundial, entre los golpes de interferencia de la estática de la radio y el mar, las emisiones de la BBC dirigidas a la India como propaganda de guerra, donde hablaban nada menos que George Orwell, el filósofo Jhoart Foster y otros grandes espíritus ingleses sobre temas que concernían específicamente a la tradición occidental británica y no, por supuesto, a la milenaria tradición espiritual de la India.
Señor director, le agradecería la publicación de estas líneas y le quedo muy reconocido por su atención.
JORGE ABELARDO RAMOS
*Exclusivo para el Cuaderno de la Izquierda Nacional (http://www.elortiba.org/in.html)
** Fuente: http://www.lapatriagrande.com.ar/ramosyborges.htm
Manuel Ugarte, el precursor
Por Rodolfo Puiggrós
Periódico El Día Suplemento Dominical
El Gallo Ilustrado México, domingo 20 de abril de 1975
En junio de 1896 se fundó el la Argentina el Partido Socialista. Vivía el país en plenitud la etapa del trasplante de pedazos de Europa, como lo había programado el inspirador de la Constitución de 1853, Juan Bautista Alberdi. Llegaban masivamente capitales y mano de obra que desarrollaron un sistema económico agroexportador, dependiente de Gran Bretaña. También transmigraron las ideologías políticas del Viejo Mundo occidental. Los recién llegados izquierdistas inculcaron en sus primeros conversos la concepción de un capitalismo universal homogéneo al que oponían un socialismo universal también homogéneo. Recogieron del liberalismo cultivado por la oligarquía terrateniente e ilustrada la división de los pueblos en civilizados y bárbaros. Civilizados eran para ellos Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Alemania, porque el elevado nivel de la educación pública permitiría pasar, según esperaban, del capitalismo al socialismo pacífica y progresivamente. Confinaban a la Argentina y a toda América Latina en el submundo de la barbarie, cuyo atraso social requeriría una labor pedagógica a la que se consagró el Partido Socialista. El doctor Juan B. Justo, su fundador, aspiraba a formar un “proletariado inteligente y sensato”, que salvara al país de la baja “política criolla”, y a educar al ignaro pueblo en las idea morales del socialismo. Junto a ese proletariado socialista preveía la presencia de un “capitalismo inteligente y avanzado” para que ambos -aquél conquistando posiciones y éste cediéndolas-impulsaran la evolución pronosticada por su maestro Eduardo Bernstein: “una disminución relativamente progresista en el número de capitalistas y una riqueza creciente del proletariado”.
El doctor Justo negaba con obstinación la existencia del imperialismo y, por lo tanto, de países coloniales y dependientes. Sólo admitía la antítesis civilización y barbarie. Pensaba que era indispensable civilizar primero a los pueblos para implantar el socialismo. Uno de sus discípulos ortodoxos escribía más tarde que “caemos en el absurdo nacionalista si vemos una desgracia en la acción coordinada del imperialismo”.
Tales eran las ideas predominantes en el Partido Socialista, cuando Manuel Ugarte se adhirió a él, en septiembre de 1903, en una conferencia pública.
La polémica
El ingreso de Ugarte al Partido Socialista coincidió con la invasión de los Estados Unidos en varias naciones de Nuestra América, después del anuncio del secretario de Estado, Richard Olney, de que la doctrina de Monroe significaba que su país era soberano en el continente y sus deseos debían interpretarse como órdenes. El neófito hizo oír su voz de condena con la esperanza de que fuera recogida por sus compañeros, pero La Vanguardia, órgano oficial del Partido, aprobó el desgarramiento de Colombia y la edificación del Estado de Panamá, por donde debía pasar el canal del imperialismo. Escribía Juan B. Justo:
“Mucho y bueno tenemos que aprender del gran pueblo norteamericano. Como todas las repúblicas sudamericanas, este país (Colombia) estuvo mucho tiempo convulsionado por las guerras civiles. El canal de Panamá contribuirá probablemente a su progreso, entrando de lleno en el concierto de las naciones prósperas y civilizadas”.
Manuel Ugarte le respondió: “Protesto contra los términos poco fraternales y contra la ofensa inferida a esa república, que, que merece nuestro respeto no solo por sus desgracias, sino también por su pasado glorioso y su altivez nunca desmentida. Al decir que Colombia entrará 'de lleno en el concierto de las naciones prósperas y civilizadas', se establece que no lo ha hecho aún, y se comete injusticia dolorosa contra ese país, uno de los más generosos y cultos que he visitado durante mi gira.”
De su viaje por el continente, Manuel Ugarte extrajo conclusiones que esclarecieron definitivamente sus ideas. “El hecho indestructible -diría-es que sacrificando las doctrinas para preservar sus intereses, los Estados Unidos, preparan la dominación mundial para la cual se creen elegidos”. Comprobó que Nuestra América “encerraba una vigorosa tendencia nacionalista, pero no en el sentido de expansión, sino en el sentido de defensa”, tendencia que le convenció de que el socialismo debía partir de las realidades nacionales y latinoamericanas.
La expulsión
La Vanguardia se llenó de insultos al rebelde que desafiaba su dogmática seudosocialista; “Ugarte viene empapado de barbarie, viene de atravesar zonas insalubres, regiones miserables, pueblos de escasa cultura, países de rudimentaria civilización. Y no viene a pedirnos que llevemos nuestra cultura litoral a nuestro norte atrasado para extenderla después, si se quiere, más al norte. No. Viene a pedirnos una solidaridad negativa, una ayuda de guerra para combatir por la hostilidad sin objeto a los Estados Unidos. Quiere complicarnos en el atraso político económico y social de esas pobres repúblicas que están a nuestra cabecera sacudidas por sus males internos, quiere la regresión para nuestra patria... ¿Y qué es, nos preguntamos los socialistas, el peligro yanqui comparado con la anarquía interna de tales naciones?”
Juan B. Justo alabó las guerras coloniales en las páginas disparatadamente antológicas de Teoría y Práctica de la Historia (Buenos Aires, edición de 1931, págs. 125 y siguientes), libro que guió los pasos de su partido. Leemos:”Con un esfuerzo militar que no compromete la vida ni el desarrollo de la masa del pueblo superior (?), esas guerras franquean a la civilización territorios inmensos. ¿Puede reprocharse a los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades? ¿Pero vamos a reprocharnos el haber quitado a los caciques indios el dominio de la pampa? Nada extraño, pues, que a mediados del siglo pasado, la exuberante civilización norteamericana, en dos pequeñas expediciones militares, quitara extensos territorios, no al pueblo de México, formado por miserables y esclavizados peones (?), sino a la oligarquía de facciosos que lo gobernaba... No puede atribuirse a otra causa el hecho singular de que apenas libres del gobernador español, los cubanos riñeron entre sí hasta que ha ido un general norteamericano a poner orden y mantener en paz a esos hombres de otra lengua y de... (incompleto: error de impresión).
Era la torpe apología del imperialismo norteamericano. Ugarte se reveló altiva y enérgicamente. Decía en El porvenir de América Latina (segunda edición) pág. 153:
“Los cerebros más independientes, los hombres más fríos tienen que simpatizar con el Transvaal cuando se opone a la arremetida de Inglaterra, con Marruecos cuando se encabrita bajo la invasión de Francia, con Polonia cuando, a pesar del reparto, tiende a reunir sus fragmentos en un ímpetu admirable de bravura, y con América Latina cuando contiene el avance del imperialismo que se desencadena sobre ella para ponerle un collar de protectorado y arrastrarla hacia el trust, hacia el prejuicio de raza y hacia la paradoja culpable de la dominación universal”.
Insistía en El Destino de un Continente (pág. 53):
“Para nosotros no existe ni arbitraje, ni derecho internacional, ni consideración humana... Así se instalaron los ingleses en Las Malvinas o en la llamada Honduras Británica, así prosperó la expedición del archiduque Maximiliano, así se consumó la expoliación de Texas, Arizona, California y Nuevo México. Estamos asimilados a ciertos pueblos del Extremo Oriente, o del Afrecha Central, dentro del enorme proletariado de naciones débiles, a las cuales se presiona, se desangra, se diezma y anula en nombre del progreso y la civilización.
El hereje fue expulsado del Partido Socialista en circunstancias que engrandecen su figura; se disponía a partir a México a “contribuir a la defensa y a competir la suerte del pueblo hermano”, entonces amenazado por una intervención de los Estados Unidos, cuyo presidente Teodoro Roosevelt, el del big stick, visitaba Buenos Aires y La Vanguardia se complacía de la “sencilla y entusiasta recepción” de que había sido objeto (6 de noviembre de 1913).
Lejos de su Patria, escribió más de cuarenta libros. Pronunció decenas de conferencias en memorables giras por el continente. Así vivió entre el deseo de actuar y el empujón de los que no querían que actuara, entre su impulso hacia la clase obrera, como eje de la emancipación de nuestros pueblos y los trepadores que le cerraban el paso. Así vivió hasta los 70 años, fiel a su divisa: “Creo que el socialismo debe ser nacional”. Era hombre sin compromisos, fuera del compromiso con su pasado de infatigable luchador antiimperialista. Mientras los discípulos de Juan B. Justo se asociaban con el embajador norteamericano Spruille Braden, el general Perón lo designaba embajador en México. Una calle de esta ciudad lleva su nombre y un mural de la Universidad de Guayaquil, entre las figuras de los grandes de América Latina, aparece la suya.
Su largo combate explica lo esencial de la historia argentina de este siglo. Ojalá hubiera vivido para asistir al desenlace triunfal.
Fuente: www.elortiba.org/ugarte.html
El tango en la obra de Ricardo Carpani
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Homenaje a Ramón Carrillo, con entrevistas al historiador Norberto Galasso, al sanitarista Horacio Barri, al Dr. Javier Mignone y a la Lic. Olga Páez
Dos lectores
Por Lilia Ferreyra *
En el año ’82 viajé a España desde México, donde estaba exiliada. En Madrid conocí a Martín Grass, sobreviviente de la ESMA, con quien hablamos durante una larga noche sobre la historia del horror en ese centro clandestino. Mi primera pregunta fue ¿qué pasó con Rodolfo? Escuché la descripción pausada, casi cuidadosa, de la imagen brutal de la muerte que vio en el sótano de la ESMA: el cuerpo acribillado de Rodolfo, con el pecho cortado por una diagonal de impactos, tirado en el cemento frío. Martín lo reconoció y se estremeció. Había visto otros muertos por las balas, pero nunca un cuerpo al que le hubieran disparado con tanto odio, quizá porque querían agarrarlo con vida y Rodolfo se resistió para impedirlo. ¿Y qué hicieron con él?, pregunté. No sabía; suponía que quizá lo hubiesen quemado, porque difícilmente preparaban un vuelo para tirar sólo un cuerpo al río. En estos casos, en la ESMA solían desaparecerlos con lo que ellos llamaban un "asadito".
–¿Y con todos los escritos de Rodolfo que estaban en la casa de San Vicente?
–Llevaron todo a la ESMA. Allí pude leer los documentos críticos sobre la política de Montoneros que escribió como aportes internos de la organización.
Sentí que después de casi cinco años desde su desaparición, aquella imagen de Rodolfo tecleando de noche o de día, escribiendo las historias, corrigiendo los textos que sólo yo había leído, porque eran los escritos inéditos que había ido acumulando en los años de clandestinidad, esa imagen tan nítida en mi memoria comenzaba otra vez a corporizarse. No habían destruido esos papeles. Con ansiedad, intenté que Martín recordara qué otros textos había leído. Estaba la carpeta con sus memorias, los borradores de los cuentos El 27, El Aviador y la bomba, Ñancahuazú. Veía el esfuerzo en su cara y su mirada pedía disculpas.
–¿Y el cuento terminado, pasado en limpio, Juan se iba por el río? Empezaba así: "Juan Antonio lo llamó su madre. Duda era su apellido. Su mejor amigo, Ansina, y su mujer, Teresa." Es su último cuento, el que escribió desglosando el material de la novela que ya había decidido no escribir. Es la historia del argentino derrotado del siglo XIX; del último argentino antes de la grandes inmigraciones. Del hombre del pueblo que había sido llevado de guerra en guerra, de tropa en tropa; que sobrevive a su tiempo y ya viejo, recorre la memoria de su vida y de la época en que vivió. Que luchó junto con su amigo el negro Ansina en batallas que no eran las suyas, como la noche antes de Cepeda, cuando los hicieron formarse para escuchar la arenga del general Mitre, quien los exhortó a combatir por la Patria y entonces el negro lo mira a Juan y le dice: "En la patria de ellos, yo me cago".
Martín se sonrió y dijo: Yo leí ese cuento; lo leí allí en la ESMA.
Una alegría extraña, una excitación indecible me sacudió. Había empezado a contarle el cuento y Martín me interrumpió para continuar el relato. No era la única depositaria de esa memoria. Había otro lector y con ese lector recordamos escenas del cuento: Juan mirando pasar la cureña con el féretro de San Martín cuando sus restos fueron repatriados, entre batallones de antiguas tropas; Juan sentado en un banquito a la orilla del río, entre el recuerdo de su pasado y el deseo de poder llegar alguna vez al otro lado del Plata, donde en la lejanía había podido ver en días claros las casitas blancas de la colonia; la gran bajante del Río de la Plata, la mortandad de los peces, y el final, Juan montado en su caballo, cruzando el lecho seco hacia ese horizonte que se esfumaba...
Le conté a Martín que cuando Rodolfo me leyó el último párrafo le había preguntado si Juan llegaba al otro lado del río. "No sabemos" dijo. Hasta allí acompañó a su personaje; no quiso definir su destino. Por eso Juan no "se fue"; el verbo no cerraba la acción, Juan "se iba". En esa la larga noche, supe que el final abierto del cuento también había sido para mí una metáfora de esos meses del ’77 en que creí que Rodolfo podía estar vivo; una esperanza, el deseo de ganarle a la muerte, al destino; una esperanza a su vez aterradora por la tortura sin límite en el tiempo con que vejaban a los prisioneros para quebrarles "la dignidad que ustedes mismos han perdido", como acusó Rodolfo a la junta militar.
Afuera amanecía sobre Madrid, la ciudad donde dos sobrevivientes, uno de la ESMA y otro en el exilio, estuvimos hilvanando una memoria que pudo haberse perdido. Ya era de día cuando los dos únicos lectores de Juan se iba por el río nos despedimos con un abrazo.
¿Los dos únicos lectores?
*Mujer y compañera de Rodolfo Walsh
Fuente: Pagina/12, 09/01/06
Fuente en Internet: http://www.elortiba.org/walsh.html#Carta_a_mis_amigos
Por Juan José Hernández Arregui
Este texto inédito corresponde a las palabras dichas por Juan José Hernández Arregui en oportunidad de recordarse a Raúl Scalabrini Ortiz, en el año 1972, en la Recoleta, durante la dictadura militar de A. Lanusse.
Raúl Scalabrini Ortiz es un símbolo vivo de la inteligencia nacional. Dotado de talento literario, no fue ni un poeta, ni un historiador, ni un filósofo, ni un economista, pero supo congeniar, en la unidad ensimismada de la pasión, la poesía, la historia y la economía en una visión trascendente de la patria. Su obra tiene la potencia de un vislumbramiento. Y la imagen del país bajo la dominación extranjera, se aunó, en Scalabrini Ortiz, a la profecía de una Argentina rescatable por y para los argentinos. Raúl Scalabrini Ortiz es, por encima de todo, un ejemplo de la dignidad de la inteligencia nacional. Deshizo idolatrías, embaucamientos, espejismos, descarnó la verdad espectral de una Argentina subyugada y presagió la proeza más grande de un pueblo: su liberación nacional. Fue un escritor pero desdeñó a los escritores sin apego a la tierra. Con conciencia histórica entrañable amó a las masas más allá de las vanidades y conveniencias personales de la mayoría de los intelectuales, adheridos al sistema, esto es, indiferentes o al servicio de las fuerzas extranjeras destructoras que hicieron de la Argentina una factoría y no una nación afirmada en sí misma. En esta atmósfera bastarda de 1930 se elevó su voz de patriota. Silenciado, fue un anticipo y una iluminación. No tuvo prensa. Pero sus ideas prendieron en millares de argentinos y se amasaron con el pueblo. No cosechó aplausos. Pero hoy, ese pueblo —gigante colectivo como él lo llamó— lo sabe suyo y lo consagra con el nombre glorioso de patriota. Raúl Scalabrini Ortiz fue una pasión reconcentrada. Y nada grande se ha hecho sin pasión, sin esa fe en la tierra que es sacrificio y resistencia frente a las invisibles sujeciones externas que nos vedan construir el destino nacional. Fue una inteligencia clara en una época oscura, invalidada por fuerzas oscuras, acatada por personeros oscuros, mediatizada por intelectuales oscuros, por lacayos con fama. Raúl Scalabrini Ortiz, es por eso, la encarnación de la inteligencia nacional digna en medio de la indignidad del coloniaje. De un colonialismo que todo lo corrompe y desfigura. A ese poder de los centros de dominio mundial, Raúl Scalabrini Ortiz lo enfrentó canjeando con la certeza casi alucinada de su destino individual, la muerte en vida por la inmortalidad después de muerto. Eso fue y es Raúl Scalabrini Ortiz.
Raúl Scalabrini Ortiz luchó y pensó en una Argentina en la que la causa de sus males, tan grande era el poderío extranjero, yacía ignorada por los propios argentinos. Scalabrini Ortiz penetró en esa esfera de claudicaciones secretas y silencios culposos, en ese mundo de la enajenación del país al dominador ultramarino. Intuyó las raíces del drama nacional, verificó sospechas, anudó datos, y reveló al fin, con veracidad ilevantable, la trama de los hechos e infidelidades que hicieron del país una colonia británica sin luz propia. En todos sus escritos late un sentimiento de melancolía y, a un tiempo, de esperanza en el pueblo argentino. Jamás de de impotencia. Fe que Scalabrini Ortiz vio personificada en las masas nacionales sin nombre, que con Perón, habrían de ejecutar la hazaña colectiva de una Argentina manumitida de la opresión imperialista. En aquella atmósfera de agobio material y mental de la década infame, mostró los nudos de nuestra dependencia disimulados tras la fachada de una historia falsificada donde los vendidos eran proceres y los patriotas desterrados en su tierra argentina. Vio por eso, en el genio multitudinario del pueblo, la historia real, la historia viviente hecha por las masas depositarías y autoras de la grandeza nacional, pues son ellas, las masas, el instrumento de que se vale la Historia para alcanzar sus fines. De ahí la fuerza de ese proletariado que Scalabrini Ortiz describió en sus páginas famosas sobre el 17 de Octubre de 1945, que lo contó como a su testigo más ilustre. Y, también, por eso, Raúl Scalabrini Ortiz, hombre altivo y sin compromisos fáciles, vio en Perón la historia de las masas argentinas encarnadas en un grande hombre. Esto explica por qué la clase obrera designa en Raúl Scalabrini Ortiz a uno de los suyos. El pensamiento de los patriotas no muere. Vive y perdura en las masas nacionales. Los trabajadores por eso ven en Scalabrini Ortiz a un insigne intérprete de la conciencia nacional de los argentinos.
Raúl Scalabrini Ortiz estuvo sólo. Sin embargo, un verdadero escritor nacional nunca está solo. Su obra, inspirada en el pueblo, al pueblo vuelve. Y, tarde o temprano, la colectividad entera lo convierte en parte dolorosa y triunfante de la patria. De la patria a construir. Pues no hay patria sin soberanía nacional. Bajo el dominio extranjero la patria no es una categoría histórica inmóvil, sino lucha viva, desgarrada, permanente, por la liberación nacional. Hay dos patrias. La de los que la gozan, la prostituyen y la explotan. Y la de los que la padecen. La de Raúl Scalabrini Ortiz fue una patria padecida. Una patria oprimida. En esa patria negada por una minoría que la inmola a sus intereses de clase y, en contraposición, afirmada por el pueblo, Raúl Scalabrini Ortiz fue —lo repetimos— la dignidad de la inteligencia nacional. Y eso plantea el problema de los intelectuales en los países coloniales. En general, los intelectuales forman una capa social admitida y palmoteada mientras cortejen con su palabra o su silencio a la clase dirigente. En el caso argentino, y en la época de Scalabrini Ortiz, a la oligarquía terrateniente satélite de Gran Bretaña. Este es un fenómeno típico de todos los países dependientes, en los que la subordinación del país crea, a su vez, intelectuales subordinados a esa oligarquía, y en nuestros días, a los grupos económicos ligados, en particular en la Argentina, al imperialismo yanqui. O mejor, anglosajón. En tal orden, la “libertad” de la inteligencia es una ficción escandalosa, o sea, “libertad” para consentir en forma abierta o encubierta, la dependencia del exterior. Y en esto reside la traición de los intelectuales al país que sufre la opresión extranjera. No pueden hablar de libertad aquellos que dependen de diarios, revistas, cátedras pagadas directa o indirectamente por el colonialismo, y por ende, controlados por la censura oficial.
En los países coloniales —y la Argentina lo cual lucha como pueblo sin pedir un mendrugo de gloria. La mayoría de los intelectuales, esos que han logrado un nombre, se refugian en la abstención política, que es una forma del sometimiento. Tales intelectuales son parte del espectáculo colonial. Dígase cuanto se quiera, la realidad que circunda al intelectual es política y su silencio es político. El silencio de los intelectuales se llama traición al país. Para ellos, ser escritor es conseguir publicidad a costa de cualquier prevaricato. Por eso, en tanto masajistas del éxito social son no más que fugaces pasajeros de la fama. Y el pueblo los ignora. Hablan de libertad pero medran a la sombra del sistema que deroga la libertad del pueblo. Si los intelectuales se apartan de la política no es por superioridad sino por cobardía y adhesión tácita o expresa al colonialismo. Por eso tales intelectuales en los programas de radio o televisión, se expresan con palabras a medias, triviales, conformistas, alejadas de los problemas ardientes del país. La dependencia colonial no sólo es económica, es en su mediatización más innoble, colonización intelectual. Un intelectual que calla el horror y la vergüenza del colonialismo, es un mercenario que sirve a las potestades aciagas que paralizan al país. El intelectual que no usa sus conocimientos como militancia, de hecho acepta al régimen colonial que exige y paga la existencia de una inteligencia adicta. El valor de una obra se mide por su posición crítica frente a la época en que nace, por la postulación de los problemas que agitan a la comunidad, y esta misión de los intelectuales sólo es posible cuando se desafían sin renuncias a los poderes que velan, a través de las desfiguraciones del imperialismo y sus aliados nativos, los problemas nacionales irresueltos. En un país colonizado la labor del escritor es militancia política. De lo contrario es pura miseria de la inteligencia pura. ¿Cuándo la Universidad ha alzado su voz contra el colonialismo? ¿No prueba esto que la Universidad, antes que templo del saber, es el asilo de la cultura colonial? O sea, de la invasión mental desfuerzas extrañas a lo propio. ¿Cuándo los escritores argentinos agremiados en la SADE han denunciado la entrega del país, los fusilamientos de 1956, las torturas, las proscripciones políticas de millones de argentinos? ¿Cuándo? Los trabajadores hacen bien en desconfiar de esa “inteligencia” argentina que no osa decir su nombre mientras el país se debate en la violencia, en la lucha por la liberación nacional.
Mas, junto a estos escritores hay otros. Una minoría que, en rigor, representa a las mayorías nacionales sin libros pero con conciencia de la patria avasallada. Son intelectuales que no se resignan ante el estado de cosas establecido, y muestran tanto los mecanismos y las lacras pestíferas de la servidumbre colonial como el papel subalterno del la inteligencia culpable. De esos intelectuales que mientras el pueblo lucha en las fábricas, en las calles, aparecen en las pantallas de televisión, y del este modo, lo sepan o no, son parle de los avisos comerciales, el lado culto de la servidumbre cultural al imperialismo.
Los escritores auténticos saben soportar el silencio y prefieren darle formas de ideas a las intuiciones y heroísmos colectivos convirtiéndose así en testigos y actores de la época que les toca vivir. A esta raza de escritores nacionales perteneció Raúl Scalabrini Ortiz, prototipo del intelectual que hizo del pensamiento argentino militancia política y no de la política algo negable por una inteligencia amordazada. Así se realizó Raúl Scalabrini Ortiz
El 10 de junio de 1944, el coronel Perón pronunció en la Universidad de La Plata la conferencia inaugural en la Cátedra de Defensa Nacional de aquella casa de estudios. Finalizada la disertación se trasladó al balneario del Jockey Club, en Punta Lara, donde se le ofrecería un banquete; lo hizo en compañía del mayor Fernando Estrada (subsecretario de Trabajo y Previsión) de Raúl Scalabrini Ortiz y de los jóvenes dirigentes de FORJA, doctores Rene Saúl Orsi y Miguel, López Francés. La presencia de Scalabrini y demás militantes forjistas se explica, ya que FORJA fue la primera agrupación política de jerarquía nacional que se solidarizó con la orientación económico-social impresa por el coronel Perón al gobierno constituido en junio de 1943.
Durante la reunión —de la cual participaron alrededor de cincuenta personas, entre ellas, los generales Reynolds y Perlinger, el brigadier Zuloaga y los doctores Baldrich y Labougle— el coronel Perón habló extensamente con Orsi y López Francés, exponiendo con la precisión y brillo conocidos la tesitura de su política. En esas circunstancias, Scalabrini le hizo llegar por intermedio de Orsi un breve mensaje escrito en la tarjeta de invitación al banquete. “Coronel: le vamos a pedir los trencitos”, decía, ratificando así una de las demandas esenciales del pueblo argentino toda vez que la recuperación de los medios de comunicación por el estado constituía uno de los principales objetivos de la lucha por la emancipación nacional
Leyó Perón el mensaje y, en seguida, apartándose del grupo, se acercó a Scalabrini para manifestarle personalmente que si se superaban con éxito las dificultades de todo orden que obstruían el desarrollo del movimiento político-social en gestación, una de las primeras medidas a adoptarse sería la compra de los ferrocarriles.
Perón cumplió, y el 1º de marzo de 1948 cuando el gobierno justicialista tomó posesión de todos los ferrocarriles nacionales, Scalabrini Ortiz fue invitado por el presidente de la república a concurrir a la ceremonia oficial. Honraba Perón así al hombre que había servido al país, con su clara inteligencia, al desvirtuar una de las mentiras más finamente urdidas por la extranjería. como escritor y como hombre, es decir, como argentino total. No aceptó la neutralidad de la inteligencia. Luchó sin lamentaciones contra la montaña de falseamientos y cancelaciones canallas de la antipatria. Y aquí debo tocar, aunque más no sea de paso, un hecho en la vida de Raúl Scalabrini Ortiz. Como todo gran patriota fue calumniado y odiado por los personeros de la entrega, por el liberalismo colonial aliado a Gran Bretaña, y por la izquierda extranjerizante que lo acusó de “nazi”, justamente a este defensor de las masas proletarias postergadas y de la soberanía nacional profanada por la oligarquía y el imperialismo. Pero una infamia aún más inicua rozó a Raúl Scalabrini Ortiz. Al caer Perón, bajo la instigación directa de Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi se intentó apañar con su nombre la entrega del petróleo. No podemos hacer aquí la historia de esta operación fría, imperdonable y cruel. Pero ayer, en un diario de esta capital, se insiste en esta infamia. Sólo diremos en este acto, que por solemne exige la verdad, que para usufructuar el nombre de Raúl Scalabrini Ortiz, se adulteraron los contratos con las compañías norteamericanas presentándolos como favorables al interés nacional. Raúl Scalabrini Ortiz retrocedió a tiempo y permaneció incorruptible ante su pueblo. Pero la amargura de esta operación perversa fraguada por quienes se dijeron sus amigos, lo acompañó hasta la tumba, y quedará como un estigma irredimible en la conciencia de los culpables. Y finalmente, condenado a vivir en la sombra, Raúl Scalabrini Ortiz alumbró toda una época.
Raúl Scalabrini Ortiz pronosticó sobre las piltrafas áureas de la Argentina colonial, el porvenir de la Argentina liberada y su efectuación histórica en la actividad de las grandes masas nacionales. Eso fue Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso, repetimos, es un símbolo vivo de la inteligencia nacional.
* Publicado en Peronismo y Liberación Nº 1, agosto 1974
Fuente en Internet: http://www.elortiba.org/sortiz.html#RSO
Biografía del gran pintor argentino Ricardo Carpani
Manuel
Ortiz Pereyra
Por Norberto Galasso *
Recuerdo que fue en el verano de 1961, yo venía de unos cuantos años estudiando
en la Facultad de C. Económicas y mi soberbia juvenil pretendía que era poco o
nada lo que me quedaba por aprender. Sin embargo, a pesar de que me habían
hablado de tantas y tantas cosas en la escuela secundaria y en la universidad,
nada me habían dicho acerca del imperialismo. Y esa tarde, cuando me acerqué a
Plaza Italia para escuchar a don Arturo Jauretche, que por ese entonces se
candidateaba para senador por la Capital Federal, me llevé una sorpresa. La
mirada atigrada, la camisa fuera del pantalón, los brazos amenazantes en
arrebatos boxísticos, Jauretche expresó con voz ronca y agresiva "Un amigo, un
compañero, que fue uno de los fundadores de FORJA, me dijo un día: Dígame,
Arturo, Ud. sabe por qué si, como dicen, en la Argentina llueve riqueza, resulta
que nosotros, los del pueblo andamos siempre secos? Me sorprendí, pero sin darme
tiempo a dar respuesta, el agregó "Lo que ocurre es que el país está techado".
Por eso no nos mojamos de esa lluvia de riqueza, y ese techo tiene canaletas que
llevan esa riqueza a Londres y Nueva York y nosotros nos quedamos secos, y eso
es el imperialismo, Arturo, no le parece. Ese amigo se llamaba Manuel Ortiz
Pereyra.
Fue un gran luchador agregó Jauretche, una gran inteligencia puesta al servicio
de la liberación. Por eso lo silenciaron. Por eso, agregamos nosotros hoy, lo
convirtieron en "Maldito". Ese anochecer, al regresar a mi barrio pensé para que
servía todo lo que me habían enseñado si me habían ocultado esa verdad
fundamental. Pensé asimismo, quien era ese Manuel Ortiz Pereyra, y cual había
sido su historia. Poco tiempo después ubiqué a su hija Lila, en una casita
humilde de Gerli. Ella, guardaba como preciado tesoro, en un pequeño maletín,
libros y recortes periodísticos de su padre. Me informó que él había nacido, en
Corrientes, el 5 de diciembre de 1883 y fallecido, en Buenos Aires, el 23 de
mayo de 1941. En un largo recorrer por librerías de viejo conseguí luego sus
libros y comprobé que medio siglo atrás había puesto a la luz verdades
esenciales de nuestra política, nuestra economía y nuestra cultura. Por ejemplo,
allá por 1928, había escrito Manuel Ortiz Pereyra "Hermano y compatriota:
¿Quiere Ud. saber que es la Rca Argentina?, tome un mapa plano del mundo,
extiéndalo sobre una mesa y dóblelo por la mitad de abajo para arriba, de modo
que el Ecuador quede como lomo de la dobladura.
Observará enseguida que nuestra Argentina superpuesta sobre la América del Norte
cubre un espacio que abarca desde la mitad de México hasta casi la mitad sud del
Canadá. Quiere saber más, mida la distancia que separa a la Argentina de la
línea del Ecuador y de la línea del Polo, encontrará que está equidistante de
ambos climas extremos. Quiere saber algo más: Corte el mapa mundi por la
dobladura y superponga la hoja que contiene el mapa de la Argentina sobre los
mapas de Europa, de Asia, de África y de Oceanía teniendo cuidado de seguir la
línea del Ecuador. No encontrará ningún otro país mejor colocado sobre la
superficie del planeta.
|
Eso le dice a Ud. que debe inclinarse y rezar su
oración más sentida loando a Dios por el beneficio que le ha hecho al ponerlo
para vivir en la más privilegiada zona del mundo de su creación. Ahora lleve las
manos a su bolsillo y cuente sus moneditas, ¡Qué contraste! Ahí está su vida en
plena Rca. Argentina en el siglo de la más esplendorosa civilización. No tiene
Ud. en definitiva mas que un bello suelo, para ser enterrado. Nuestras grandes
riquezas están en manos de media docena de firmas y los habitantes de la
Argentina vivimos en permanente crisis económica". Así escribía Ortiz Pereyra,
en 1928. Así sostenía que los grandes diarios y los intelectuales oficiales nos
emboban con fábulas y mitos que el llamaba "aforismos sin sentido" y que
Jauretche llamaría luego zonceras.
La ley de la oferta y la demanda o la propaganda privatista que critica al
estado por mal administrador y las denunciaba en aquellos tiempos. Y en lenguaje
campechano, se preguntaba: "Hablando en plata. ¿Dónde está la plata en esta
República del Plata, con su río de la Plata, con su ciudad de La Plata, con su
cordillera coronada de plata y su luna de plata; cosas de brujas, quién tiene la
plata?". En sus libros, "La tercera Emancipación", "Por la redención cultural y
económica" y "El SOS de mi pueblo", O. Pereyra revelaba la dependencia en que
estaba y aún está sumida la Argentina. Decía: "nuestro país pertenece a Dreyfus
y Bunge Born, acaparadores a precios viles de toda nuestra producción agrícola,
pertenece a Armour, Swift y otros monopolios, acaparadores de nuestra producción
ganadera a precios convenientes para arruinarnos, pertenece a las empresas
extranjeras, que se reparten en Europa y Norte América dividendos enormes.
En cualquier país de esclavos los señores dan a sus vasallos casa, comida y ropa
a cambio del trabajo. En el interior de la Argentina, los asalariados, el90% de
su población nativa perciben, un promedio de 2 pesos diarios con los que apenas
alcanza a costearse solamente la comida. Seguía diciendo O. Pereyra: "el pueblo
que ha concurrido a la escuela Argentina ha aprendido una cantidad
respetabilísima de conocimientos de historia, geografía, gramática y otras
materias, pero ignora de un modo absoluto su situación real y actual de pueblo
encadenado a una dictadura económica que lo hunde silenciosa e implacable en la
miseria el hambre, la corrupción y el crimen.
Para colmo el pueblo ignora el nombre de sus dictadores: Lord Saint Davis, Lord
James Caird, Lord Vestey, Sir Follet Holt, Sir Parish, Sir Forest, Eduardo de
Windsor, Bunge y Born, Dreyfus y los presidentes de tantas y tantas empresas de
mando dictatorial sobre miles de obreros y empleados argentinos es decir como si
dijera hoy,Techint, Pérez Companc, City Bank, Macri etc. y seguía diciendo O.
Pereyra: El pueblo ignora, en fin, que la enseñanza oficial lo mantiene dopado
con ensoñaciones de color de rosa, que la afición a la literatura en los
ambientes populares representa la más gruesa cortina de humo que le tiran los
turiferarios argentinos del capitalismo extranjero para ocultar las causas y los
causantes de su tragedia económica. En las bibliotecas públicas de este país,
-agregaba- se apilan montañas de libros.
Todos son libros de versos, novelas, cuentos, historias y toda clase de
ciencias. Sólo en 1933 se inscribieron en el registro de la Biblioteca Nacional
1600obras nuevas escritas en la Argentina pero no alcanzan a una docena los
libros que tratan de política económica nacional, el tema por excelencia de
cualquier país civilizado, el único asunto de vida o muerte para nuestro pobre
pueblo.
¿Y que rol juega la cultura, los intelectuales? O. Pereyra dice: En nuestro
país, los literatos ejercen el mismo oficio que el campana del carterista, cuya
misión consiste en entretener, estrujar o distraer al candidato mientras el
punguista le sustrae la cartera con un suave pasecito de la mano. El literato
argentino representativo de la intelectualidad argentina, escribe versos
novelas, cuentos y narraciones de entretenimientos, se inspira un poco más y
hace poesías de las buenas de esas que hacen parar los pelos de punta sigue
inspirándose y remonta su vuelo lírico, cantando a las estrellas, a la mujer
amada, a la patria, a la bandera azul y blanca, entonces entra en operaciones el
descuidista y nos sustrae el trigo, el lino, el maíz, la carne con una suavidad
tan delicada como la del lancero auténtico de la plataforma del ómnibus. Así
hablaba M. O. Pereyra, hace ya varias décadas y así se sigue operando todavía.
Por esa razón la maldición del país vasallo cayó también sobre él.
Fuente: http://www.discepolo.org.ar/node/13
*Colección Los Malditos, dirigida por Norberto Galasso
Para acceder a más información sobre la vida de Cacho recomendamos el trabajo de Jorge Arcolía “Envar CACHO el Kadri UNO DE LOS NUESTROS”, publicado en exclusividad por nuestro Cuaderno: http://www.elortiba.org/in_prod2.html#Envar_CACHO_El_Kadri
Entrevista
a Carlos Machado
Un amigo y compañero oriental me envió una excelente entrevista a Carlos
Machado, historiador y político uruguayo de larga trayectoria que expresa a
la Izquierda Nacional en la otra orilla del Río de la Plata. Carlos fue
además uno de mis más queridos profesores en la carrera de sociología en La
Plata y alguien que (sin saberlo él) me orientó con sus inolvidables
enseñanzas hacia la corriente en la que trabajo desde 1983 en Argentina. Los
otros dos responsables de esa decisión fueron Alberto Belloni y Jorge
Abelardo Ramos. La publicación de esta reciente entrevista representa, por
lo tanto, no sólo un aporte teórico a nuestro Cuaderno sino un merecido
homenaje a quien mucho nos ha dado. Gracias Carlos!!!
Alberto J. Franzoia
Tan ilustrados
El historiador Carlos Machado, creador de uno de los ensayos más influyentes
de la "literatura de la crisis" predictatorial.
Imaginemos una encuesta sobre lecturas de formación política entre quienes
fueron jóvenes en los años previos a la dictadura, y que militaron en
organizaciones de izquierda. Sin dudas entre las más importantes figuraría
el best seller Historia de los Orientales del profesor Carlos Machado
(Montevideo, 1937).
Historia de los orientales fue proscripta y sorteó la represión dictatorial
mediante diversas estratagemas. Machado recuerda que en plena dictadura
conoció personas que le arrancaban al libro todas las hojas correspondientes
al siglo XX para preservar la parte de la obra que historia el siglo XIX (la
más subversiva, por cierto). Verdadero fenómeno editorial, llegó a vender
más de diez mil ejemplares en pocos meses y convirtió a su autor en una
referencia, aunque también le valió numerosas críticas desde la academia,
que interpretó el texto como una empresa política alejada del rigor
historiográfico. Militante socialista desde la década de 1950, Machado debió
exiliarse en Buenos Aires en 1974, ciudad en la que aún reside. Lo que sigue
es un adelanto de una entrevista que será publicada en octubre por la
revista académica Contemporánea.
-¿En qué momento se gestó Historia de los Orientales?
-Durante varios años fui secretario de capacitación del Partido Socialista.
Allí concebí un proyecto que funcionó muy bien, por el cual todos los
integrantes del Partido y la Juventud Socialista, y los aspirantes, estaban
obligados a seguir cuatro cursos de formación. Cada curso era un módulo de
seis unidades sobre marxismo, principios básicos de economía, historia
uruguaya e historia del sindicalismo. Todo el Partido atravesó los cursos e
impusimos, con mucho rigor, la idea de que no podía haber militantes mal
capacitados. Yo me hice cargo de los cursos de historia. Luego tuve que
pedir ayuda, tuve que sumar algún compañero más y armamos un equipo, casi
todo con docentes que integraban el Partido Socialista o eran cercanos y nos
dedicamos a una tarea que era artesanal, fatigosa, repetitiva, pero que nos
parecía imprescindible. Eso en un momento estuvo bien aceitado, pero
resultaba abrumador. Yo repetía el mismo curso tres o cuatro veces por
semana, me comía tres o cuatro noches de militancia, de trabajo político. El
curso lo hicimos infinitas veces, en casas, en sindicatos, en pueblos del
interior. Era una cosa que me salía de memoria. Donde además según las
preguntas o el interés que surgía, a veces no bastaba esa charla, había que
agregar una más, pero a mí me estaba abrumando la carga de repetir, repetir,
repetir… Ésa fue la primera motivación, ahí se me ocurrió. La segunda
motivación, también clara, es la experiencia docente. Era natural que en una
época de fuerte participación y politización, siempre cuatro, cinco, seis
alumnos muy interesados, pidieran bibliografía, y yo tenía la fuerte
impresión de que darles esa bibliografía era inútil. Había infinitos y
excelentes trabajos monográficos sobre tal o cual punto, pero darles una
bibliografía de cien libros era lo mismo que no darles nada. Y ninguna
historia general me servía, porque eran muy viejas, difíciles de abordar,
escritas por conservadores. Tuve la certeza, tras años de trabajo y
experiencia, de que no había ninguna historia para recomendar. Eso motivó
que, harto de trabajar cuatro noches por semana en la repetición de los
cursos, y harto de no conocer bibliografía general útil, naciera un proyecto
periodístico en El Oriental [semanario del PS publicado entre 1970 y 1973].
Surgió la ocurrencia de dedicarle dos páginas centrales del periódico a una
nota que me permitiera de una buena vez dejar de hacer los cursos. De modo
que eran regularmente dos páginas o tres.
-¿Con un encare exclusivo de historia del Uruguay?
-Sí, era el mismo curso, pero por escrito. Al cabo de tres o cuatro números
me llamó [Heber] Raviolo, a quien conocía del IPA, que ya tenía Banda
Oriental y me dice muy entusiasmado: “Carlitos, eso es un libro, dejá de
hacer eso en el periódico y yo te publico un libro”. Yo tenía poco tiempo.
Para escribir un artículo por semana me daba, pero para más no. Por octubre
o noviembre, cuando estaba terminando la edición periodística, le adelanté
el final, y el 12 de diciembre de 1971 salió el libro. Editaron 3.000
ejemplares que se agotaron en una semana, para el enorme estupor de todos.
Reeditó otros 3.000 y se agotó en un mes, y reeditó otros 5.000.
-¿Recordás la inmediata recepción? ¿Las principales críticas?
-Alguno apuntó que le faltaba la fuente bibliográfica, y no la tenía porque
era un trabajo periodístico, me parecía una pedantería llenar media página
con referencias bibliográficas. Pero a la tercera edición se las
incorporamos.
-Historia de los orientales se convirtió en un libro emblema para los
militantes políticos de esa época, es muy difícil que actualmente no lo
nombren como parte de sus lecturas frecuentes de entonces. ¿Pensaste que iba
a tener esa repercusión?
-¡No! Era un aporte militante hecho con cuidado, pero no nació de una
intención editorial, sino de un trabajo periodístico y político, que buscaba
lo ameno, que tenía que evitar la formulación demasiado académica. Fue
exitoso a un grado sorprendente. La editorial vendió 20.000 ejemplares. Yo
cobré derechos de autor hasta el año 2000, ¡2000! Si a mí me hubieran dicho
en el año 1977 “ya está, se acabó” me hubiera quedado contento igual. En
1974 me fui a Buenos Aires y periódicamente, una vez por mes, iban a
pagarme.
-Pese a constituir una empresa historiográfica el libro tenía una
intencionalidad política.
-Sí, inequívocamente. Lo comentaron en la prensa de izquierda y algunos
blancos. Todos los blancos que estuvieron cerca de Wilson fueron muy
entusiastas del libro. Recibí las sorpresas más interminables, de la gente
que creía que un libro así estaba faltando, que no había nada similar en su
propio partido. Yo venía de lo que junto con otros militantes llamábamos, y
pretendemos seguir llamando, “izquierda nacional” y el libro fue uno de sus
carriles de interpretación. Hoy no lo rectificaría, salvo cosas que,
naturalmente, envejecieron. Todo lo que digo está fundado y en todo caso es
opinable, creo que siempre separo bien mi opinión de la información. La
información objetiva se mide con la buena fe con la que no escondas la
baraja, que no te guardes argumentos que contradigan tu conclusión. Era un
libro de divulgación, que nació con esa intención, cuando no lo había. Si no
recuerdo mal el primer libro posterior es el de Caetano y Rilla.
-Esos cruces de blancos, terceristas, socialistas, comunistas, ¿colaboraron
en formar un mismo campo intelectual?
-Es difícil generalizar, pero a través de la lectura de la dependencia
hicimos una revalorización, contra la corriente batllista y liberal, del
aporte herrerista, tan fuerte en la defensa de la soberanía. Ahí hay un
vínculo.
-¿Por qué historia de los “orientales”? ¿Es un cuestionamiento a la idea de
“uruguayos?
-Lo es, pero entonces ese cuestionamiento era natural. No decíamos
uruguayos, decíamos orientales, poníamos el tema en discusión. Hoy los
chicos ven eso como algo raro, esa discusión no está más en la mesa, nos
ganaron, somos todos uruguayos. Pero nos resistíamos a esa definición y era
tema de frecuente discusión y debate. Yo era relativamente joven cuando
salió el libro, tenía 35 años. En ese momento me escribe un hombre desde
Buenos Aires, un tal Espeche [Juan Carlos], que tenía un libro que se
llamaba Federación o muerte. Orientales o uruguayos y me lo dedica con
cariño y me pone “A Don Carlos Machado”. Me sentí como viejísimo, pero ése
era el tema. Estábamos discutiendo todo el tiempo esa concepción de que
éramos fruto de la ingeniería política inglesa, que habíamos cumplido ese
rol de estado tapón tan nocivo, reivindicábamos la orientalidad. Después la
dictadura se apropió del término, de la orientalidad, pero antes de eso
tenía otro sentido.
-Dijiste que si un estudiante te pedía bibliografía no había nada para
ofrecerle. ¿Y vos? ¿Cuáles eran tus lecturas básicas?
-El libro, como se revela desde el primer párrafo, sigue los lineamientos de
Abelardo Ramos, que había publicado en 1957 Revolución y contrarrevolución
en la Argentina. Una lectura abarcativa con un hilván que permitiera
entenderla, porque el objetivo de cualquier exposición histórica es ayudar a
entender. Obvio que habrá que revisar, que habrá que hacer otra lectura, que
cada generación va a hacer la suya, el asunto es que sea inteligible y
honesta. El libro de Ramos tiene las dos condiciones. Yo fui amigo de Ramos,
y por fin ahora empieza a aparecer una especie de revival de Ramos en la
Argentina. Aportó muchísimo, pero sobre todo una lectura no convencional
sobre la base de un hilván en torno de la dependencia, que era un poco lo
que estaba sobre la mesa en los años sesenta. Fuimos descubriendo que había
otra historia, que la historia que estaba deformada, amputada o manipulada.
Y nosotros teníamos un criterio político inequívoco al mostrar eso que no
aparecía. Pero pienso también que esa visión se sostiene desde el punto de
vista propiamente histórico. He tenido infinitas gratificaciones porque
todavía ocurre que cada cuatro o cinco días encuentro a alguien que habla
del libro con cariño o con entusiasmo. Me llevo sorpresas cada tanto, pero
sin duda esas sorpresas se remontan al inicio.
-Lo que te decíamos, es un emblema de ese período.
-No tengo vanidad, pero el libro impactó. En la Durvan, que era la
enciclopedia en español más completa, por ejemplo, la edición 73, dice en un
suplemento anual del rubro ensayos: “el acontecimiento del año fue la
publicación de la Historia de los orientales”. Fue un acontecimiento
editorial, pero porque no había algo de ese estilo, eso lo tengo claro.
-En La actualidad del pasado José Rilla plantea que Vivian Trías apareció
como el indicado para continuar en nuestro país el revisionismo de Ramos.
¿Qué tanto influyó Trías en tu obra?
-Mucho, sin dudas fue un maestro, nos abrió la cabeza. Trías desde la
historia, y en el plano ideológico Enrique Broquen, un argentino de
formación trotskista que andaba por aquí. Lo excepcional era que un joven no
se interesara en esos temas. Le dedicábamos cursos, o estábamos un fin de
semana entero trabajando con un libro marxista. En ese clima de tan intensa
politización, esa formación te encuadraba de alguna manera. Yo ingresé a un
Partido Socialista en los años 50, que es la década de las pujas tan fuertes
entre Frugoni y Vivian Trías, porque vi que había perspectivas novedosas en
el marco de esas luchas. Cuando José Díaz dice que el liderazgo de Trías fue
refundacional, yo creo que tiene razón, porque el Partido Socialista era un
partido que hasta allí había sido pro-estadounidense y contra el
totalitarismo comunista. Era un partido que había acompañado la división
sindical, con la CSU. Y lo transformamos en otro partido. Pasamos de un
partido a otro y eso se dio en esos diez años de los 50, muy fermentales en
la formación.
-Eso se nota en la construcción historiográfica que hacés. Hay una mirada
horizontal del caudillismo, una reivindicación de ciertas figuras como
Leandro Gómez, adalid de la soberanía, o Timoteo Aparicio, como un
movilizador de pequeños productores rurales. Soberanía, pequeña burguesía:
conceptos que también formaban parte de la plataforma política del Partido
Socialista.
-El primer trabajo más o menos de envergadura que yo publiqué, que Real de
Azúa elogió mucho e incorporó en la antología del ensayo que publicó Centro
Editor de América Latina, fue un trabajo sobre Timoteo Aparicio que se llama
"La revolución de las lanzas". No recuerdo la fecha, pero es muy anterior a
Historia de los Orientales. Ése era el punto, estábamos reescribiendo la
historia y marcando otro perfil.
-Un análisis inserto en una dimensión continental, en el de la Patria Grande
y el rol que le cabe al Uruguay en ese contexto.
-Methol Ferré fue quien abonó más sobre el Estado continental, como le llamó
en el último de sus libros. En esa idea de que el Estado-nación concebido no
tenía más espacio, se había muerto. Se trataba de gestar nuevos espacios.
-Tomás al imperialismo como un factor clave de nuestra historia y de la
historia de América Latina.
-Ahí nos sumamos a la teoría de la dependencia, ésa es la clave para
comprender: dependencia o independencia. Y con la convicción que no se puede
ser independiente sino es en un espacio continental, latinoamericano, donde
la tradición federal es tan rica. El libro está ideologizado con una
concepción: explicar por qué fuimos un país, pero no supimos ser una nación.
Encontrar el por qué de la dependencia es la explicación sustancial. No la
única, no agota, pero es el carril que permite entender. Ésa es la opinión
que tenemos todavía, se podrá discutir, pero seguimos sosteniendo lo mismo.
-Otro aspecto polémico del libro es la reivindicación de Juan Manuel de
Rosas, que ya estaba presente en la obra de Ramos o de Trías. El apartado
dedicado a Rosas comienza con una cita significativa, al parecer tomada de
una nota escrita por el propio Rosas: “Lo que vale la amistad de los
pobres”. Una figura histórica que el revisionismo comienza a reivindicar.
-Es una batalla muy larga. Cuando inicialmente defendíamos a Rosas quedamos
en el medio de un tiroteo. Para la izquierda era un caudillo católico y
conservador. Fue un debate que a medida que pasaba el tiempo se fue
volviendo cada vez mejor. Rosas era, yo lo pongo en el libro, una
“testarudez de mala patria”, un nacionalismo que, en la línea de explicación
de la dependencia, contiene a la expansión imperial, que se propaga por
todas partes. ¿Cómo vas a leer la confrontación en términos
democracia-totalitarismo, cuando ves que esa agresión imperial está en otros
lados, está capturando Hong Kong por ejemplo? ¿Cómo vas a reducir la mirada
a La Mazorca [organización armada del rosismo]? Es obvio que hay causas
esenciales más fuertes. Nada puede entenderse si no es en ese contexto
global. Por ejemplo, la Guerra del Paraguay no se puede disociar de la caída
de Berro, que fue para preparar la guerra contra el Paraguay, ni de los
otros manotazos del imperialismo que son simultáneos. Hay una embestida del
imperialismo para recolonizar América Latina, que tiene que ver con la
guerra en Estados Unidos, con el desembarco en México, con la invasión y
ocupación de Dominicana, con el bombardeo de Chile y Perú, con el
derrocamiento de Berro y con la guerra contra Paraguay. Si no ves las siete
cosas juntas no vas a entender cabalmente, vas a entender una parte, pero es
un plan de operaciones.
-Suena un poco fuerte hablar de plan de operaciones a nivel histórico, ¿no
es una visión que explica el principio por el final o desconoce otros
factores? Hablamos de imperialismo, pero también está el tema de la
conformación de las nacionalidades, las relaciones entre blancos uruguayos y
unitarios argentinos, el proyecto de López de expandirse políticamente a
nivel regional. ¿No quedan aspectos fuera de la explicación?
-Nunca es lineal, hay que estar atento a todo, muchos procesos son complejos
y contradictorios, pero hay un eje sustancial para entender, que es el que
hizo primar ciertas políticas contra otras. Desde el momento de los procesos
de emancipación de los territorios americanos que estaban bajo la égida
española, Inglaterra duda mucho tiempo acerca de qué le conviene más, si la
invasión o alentar la independencia para luego atraparlos económicamente con
la deuda. Eso es una etapa larga en la que los gobiernos quedan sometidos a
presiones de los grupos propiamente burgueses urbanos, pero también de los
grupos aristócratas terratenientes, menos entusiastas. Vos hacés un intento
de entender eso, es eso la historia. Requiere de investigación que tiene que
ser cuidadosa y de una conclusión que tiene que ser tentativa.
-¿Eso no provoca la conformación de un discurso historiográfico que
privilegia a los “grandes actores”? Se explica la independencia uruguaya por
la influencia preponderante de Canning, pero no se estudian, por ejemplo,
las reacciones de las masas populares ante la Cruzada Libertadora, donde
sobrevivían posturas cercanas al artiguismo que rechazaban la influencia
bonaerense. Sólo analizar los centros de decisión política, ¿no desconoce
otros aspectos?
-Todo entra en la bolsa, no se pueden dejar afuera esos muchos hilos del
ovillo. Pero en algunos casos vas entendiendo de a poco. Una vez que creíste
haber entendido, vas explicando de la forma más clara. Si bien ningún tema
queda cerrado -eso es una ley-, hay que apuntar a hacer comprensibles los
grandes procesos. Es una tarea interminable. De lo contrario, si sólo vas a
lo mínimo, terminás en versiones absolutamente fragmentarias de la historia
que no te permiten entender nada. A mí no me interesa en lo más mínimo saber
cómo era el pudor en el siglo XVIII, eso no explica la historia. Hay hilos
sustanciales por los cuales transcurre una historia compleja que tiene como
protagonistas a los seres humanos. Todo eso entra, no en igual medida, pero
si quitás lo sustancial no se entiende nada. Admito que se pueda discutir,
eso sí vale la pena, porque de alguna manera la historia suma, es el campo
donde podés meter a todos los actores. Por su complejidad requiere de
intentos que la hagan comprensible. El recurso es la objetividad, que se
identifica con la honestidad: no te guardes un documento porque no le
conviene a tu lectura, y no inventes. Igual siempre lo que opines va a ser
subjetivo, pero no hagas trampa. A cada paso tropezás con algunos que
elaboran la historia con ligereza, o con una pretensión medio descabellada.
-Hoy día no existen grandes relatos, grandes narraciones sobre la historia
que permitan comprender su globalidad.
-Por eso la microhistoria, hace ya varios años, nos ha hecho sucumbir en el
anecdotario.
-¿Cómo juzgás esa ausencia de grandes relatos?
-Tiene que ver con ese desconcierto que ha tenido la izquierda en general,
donde el colapso del experimento bolchevique y sus secuelas ha dejado a todo
un sector sin piso o con un gigantesco desconcierto. No hay relatos globales
porque nadie se anima a recomponer, porque hay que explicar demasiado.
Frente a ese colapso hay un enorme vacío porque la izquierda dejó de
elaborar, no hizo una autocrítica seria. Pero no hemos terminado de
entender, todos quedamos estupefactos, ninguno imaginó que eso se desplomaba
así, con tanta facilidad, sin respaldo de nadie. Deberíamos rectificar
demasiadas cosas. Ahí se ha generado un gigantesco desconcierto que es un
inmenso retroceso, se cayó lo que considerábamos un cimiento de cambio y no
entendimos, tanto no entendimos que no lo vimos venir. Ni siquiera los que
fuimos más críticos con ese proceso, que muchas veces entramos en litigio
con los comunistas, llegamos a decir esto se derrumba solo y no queda nada.
Todos tuvimos una ceguera descomunal. Como nadie se anima a ese
sinceramiento aparecen esas historias que no explican nada, o un
reduccionismo del campo a la minucia, a la anécdota. En la perspectiva
larga, si mirás con cierta distancia surgen hilos conductores con cierta
claridad. Nadie puede dejar de advertir que hay una larga construcción de la
hegemonía inglesa, que sucedió a la hegemonía holandesa, que sucedió a la
hegemonía hispano-portuguesa y que luego de ello, de la Primera Guerra
Mundial, continuó con una hegemonía estadounidense.
Mauricio Bruno Nicolás Duffau
Fuente: http://ladiaria.com/articulo/2011/7/tan-ilustrados/
Texto: Eduardo Galeano – Memorias del Fuego; voz: Tati Echagüe; música: Egberto Gismonti
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Fuente: http://www.elortiba.org/azurduy.html
El discurso sobre las malas palabras por el Negro Fontanarrosa
Participación en el Congreso de la Lengua de Rosario
(Argentina) durante el año 2004
Gracias Colorado * |
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Carlos Mugica, una vida para el Pueblo
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Günter
Rodolfo Kusch*
1922 - 1979
LAS " INVITACIONES" DE GUNTHER RODOLFO KUSCH"
Buenos Aires, 28 de octubre de 1999
Por Alfredo Armando Aguirre
Creo ser congruente, con el personaje que da origen a estas digresiones,
decir que las formulo desde la ciudad argentina de Buenos Aires, promediando
mis cincuentidós años, en estos fines de octubre de 1999.
No me avergüenza confesar que recién hacia 1984, me encontré con: "La
Seducción de la Barbarie. Análisis herético de un continente mestizo", de
Kusch, provocándome el deleite de enterarme de alguien que había plasmado
pensamientos tan afines a los míos.
Creo que eso le debe haber pasado a muchos, cuando se toparon con la obra de
este pensador argentino, de raíces germánicas y protestantes, que vivió en
la Argentina, la mayor parte del tiempo en la ciudad de Buenos Aires, entre
1922 y 1979.
La obra de Kusch, es para empezar: "autobiográfica"; escalo a lo universal
"describiendo su aldea". Por ello para asomarse a su "estar siendo", no
puede desgajarse a Kusch, del tiempo y el espacio geográfico, en que
desplegó su parábola vital.
Dejo para otros, mas entendidos en los vericuetos del alma humana que yo, lo
que Galtung, llamaba las variables de personalidad de Kusch, me limitaré a
intentar acercarme a lo que ese autor noruego denominaba las "variables de
base".
Y quisieron las cosas que Kusch viviera en la ciudad de Buenos Aires las
décadas del treinta y del cuarenta, y obviamente parte de la que le
antecedió y de las que le sucedieron hasta su mudanza al Noroeste Argentino,
aunque viniera a morir a la ciudad en que nació.
Y Kusch, con su obra, devino en uno de los elocutores de la fluencia
argentina de ese tiempo. Y fue un particular elocutor, y allí radica su
originalidad. Porque pudo formalizar lo que ninguno como él lo hizo antes-
Porque en esas formalizaciones se manifestó por los que nunca habían tenido
acceso a la "cultura formal", y que, sin embargo, antes, durante y luego de
la parábola vital de Kusch, se manifiestan profusamente y/o se sienten
plenamente identificados, con lo que se conoce como "cultura popular".
Seria una apreciación que no comparto, sostener que Kusch, fue un traductor
a la lengua erudita de los contendidos de la "cultura popular" argentina y
americana.
Si se puede conjeturar, que Kusch, ayudo y sigue siendo una ayuda, para que
muchos, neutralizados, al menos parcialmente por la cultura formal
hegemónica, no solo en Argentina si no en toda "nuestra América", se
religuen con la autentica fluencia vital argentina y americana.
Mas la aventura del pensamiento es una saga colectiva. Hoy resulta claro que
personajes como Kusch, no estaban solas en la búsqueda. Pero estaban tan
dispersos, por el maldito sectarismo parroquialista que tantas energías
dilapida, que no llegaron algunos siquiera a conocerse al menos a través de
sus obras, para potenciar, como se dice ahora una sinergia, que hubiera
contribuido a la elevación cultural de todos.
Hay, al menos dos pensadores argentinos, cuyas producciones tiene puntos de
contactos con la de Kusch. Bernardo de Canal Feijoó(fallecido luego de una
prolongada vida en 1982), y el cordobés Saúl Alejandro Taborda (fallecido en
1944). Las citas y comentarios de Kusch sobre Canal Feijoó, demuestran que
conocía su obra. Poco enfatizan algunos estudiosos de Kusch, que el "estar"
o "el estar siendo", categorías emblemáticas del pensamiento de Kusch,
fueron antes esbozadas por Canal Feijoó, que ya se refería a los "seres
estando" y al tema del "estar", al que también hizo referencia Keyserling en
sus "Meditaciones sudamericanas".
Como me enteré de las existencias de Kusch y de Taborda, casi
simultáneamente, en la medida que íbamos recorriendo sus escritos, ciertas
similitudes de pensamientos, generaron la inquietud de saber si Kusch, sabía
de la existencia de Taborda. No hay testimonios de que ello se haya
producido, salvo que hacia el final de su existencia en Salta o en Jujuy,
ese conocimiento se haya producido. Aunque Taborda, no haya descendido hacia
lo subyacente del pasado precolombino, hay en su concepto de "lo facúndico",
íntimas ligazones con las concepciones kushianas.
Queda pues para quienes nos nutrimos del pensamiento kushiano, la sugerencia
de "cruzarlo" creativamente con las producciones de Taborda y de Canal
Feijoó. Me parece que tal abordaje resultaría muy fecundo, si es que ya en
algún lugar alguno lo hubiera hecho o lo estuviera haciendo, y no nos hemos
anoticiado de ello...
Más, al menos en el presente desarrollo, lo que pretendo, es insinuar que la
obra de Kusch, es una poderosa "invitación", para descubrir, redescubrir o
"reinventar", toda una fluencia vital, que ha permanecido obliterada,
neutralizada por los portadores de las categorías emergentes del "logos "
occidental.
Porque Kusch, al " describir su aldea", poblada de indios, porteños y
dioses, necesariamente iba a entrar en conflicto con quienes desde las
sucesivas y conflictivas cosmovisiones occidentales, o bien las habían
ignorado, o bien las habían soslayado o bien habían querido (y aun lo
quieren), hacer encajar en sus respectivos lechos de Procusto.
Su anatematización de las clases medias, del cientismo que campea en las
universidades de las grandes ciudades americanas, a la vez que se suma a las
corrientes de cuestionamiento de los "occidentes", explica las resistencias
que genera Kusch.
Con su apuesta vital, que llevó hasta las últimas consecuencias en Maimará,
puso y pone al desnudo las vulnerabilidades de quienes creen sentirse
seguros, adscribiendo a las ofertas aparentemente contradictorias de la
cultura formal occidental.
Es por eso, que quizás este en buen camino, quien piensa que la universidad
no es un ámbito adecuado para la predica de la obra kushiana.
Lo de Kusch ¿podemos llamarlo cosmogonía? ¿Cosmovisión?, es post occidental,
transoccidental. Todo indica que iría mas allá de las alternativas que se
fueron generando bajo el paradigma de lo occidental.
Antes de su egreso de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, en
1948, daba testimonios Kusch, de su propensión por la búsqueda de una
filosofía americana.
Antes señalé, que no era menor la circunstancia histórico - geográfica en
que Kusch fue madurando su pensamiento.
Kusch nació el mismo año 1922, cuando la radiodifusión comenzaba en Buenos
Aires y de inmediato fue un canal para difundir la música de tango y el
radioteatro tomado de los mitos populares que se habían incorporado al circo
criollo y al sainete, con antecedentes remotos en los cielitos de Hidalgo y
en los payadores.
En 1933, comenzaría el cine sonoro en Argentina, con el estreno de un film
cuyo titulo es por demás significativo: "Tango". Así el circo criollo, el
sainete nacional, la radiofonía y el cine sonoro (con antecedentes del cine
mudo como los de Ferreyra) y las revistas que los aludían de circulación
masiva, fueron generando una sinergia, que corona en la década del cuarenta,
catalogada como la "década de oro del tango".
Es en el decurso de esa fluencia de cultura popular surge el fenómeno
conocido como peronismo.
De allí que sus artículos sobre tango y su "Ciudad mestiza", de 1952 (Al año
siguiente del comienzo de la televisión argentina), y su "Seducción de la
Barbarie", del año siguiente, delinean el tejido conceptual sobre el que
habría de urdir su obra Kusch, aun antes que estallara el drama de 1955,
cuando un sangriento golpe de estado, sacó al peronismo de las estructuras
formales del poder.
Testimoniando, que "las circunstancias limites, son el origen del
filosofar", Kusch continuó su obra, en medio de la tarea docente con la que
se sostenía materialmente.
Sería su época teatral, donde se las agarro con los grandes mitos
argentinos: el omnipresente tango, el Juan Moreira, el Chacho Peñaloza, la
insoslayable referencia a Discepolín.
Mas hay un momento de la trayectoria de Kusch, donde descubre que tras los
arrabales porteños, tras las historias dramáticas que encierra cada tango,
había sutiles vasos comunicantes que desde los suburbios de la ciudad de la
"yegua tordilla" se sumergían en la América Profunda, aflorando en el
Altiplano ( ex - Alto Perú).
Los dioses serían los "pontífices" entre "la mala vida Porteña" y el "mero
estar" del "Ucamau Mundajja".
Es frecuente encontrarse con gente que trato al Kusch de la década del
setenta. Al Kusch de Salta. Al Kusch que se había acercado al peronismo,
seguramente porque había llegado a percibir luego de un largo camino todo el
"hedor", que irradia el magma "grasita" que anima a los peronistas, a pesar
de sus dirigencias "occidentalizadas".
Aunque algunos de sus seguidores y estudiosos, piense distinto, yo creo que
el Kusch final, estaba en el perfeccionamiento o en el refinado, del Kusch
de los cincuenta y de los sesenta, que por otro lado no había hecho mas que
elaborar las vivencias del Kusch de los veinte, los treinta y los cuarenta.
No obstante, talvez estas consideraciones precedentes, estén vinculadas con
las dificultades que hubo y hay en este medio para hacer trascender las
producciones anatemizadas por la cultura "formal".
Pero volvamos a la intención de este desarrollo.
Soy de los que piensan que abrevar en la obra de Kusch y en su testimonio de
vida, es un poderoso estimulo para releer, reabordar y reaprender a los
productos de la cultura argentina, que aunque consagrados en el alma
popular, fueron considerados como "géneros menores", y lo siguen siendo por
los cenáculos "occidentalizados".
Porque abrevar en el pensamiento de Kusch, nos pone frente a la opción de
tener que decidirnos por el hedor de América. Implica preguntarnos " sin
eufemismos, sin reservas mentales , con el alma a flor de labios", hasta que
punto estamos dispuestos a dejar todo aquello que nuestra educación formal,
fue sedimentando en nosotros, y comenzar a pensar que la sabiduría esta en
el silencio, en la negación, en las pinturas de Molina Campos, en la poesía
ingenua de Héctor Gagliardi, en la música contangiante de un Enrique
Rodríguez, en la "Mona Giménez", en lo que hizo con la televisión el "negro"
Olmedo, en Maradona, en el cine de Favio, en los Redonditos de Ricota, en
Fontova o en Copanni.
Meterse en y con Kusch, es un desafío a descubrir y/o redescubrir que en
realidad, hubo, hay y habrá muchos testimonios de lo que él columbraba era
un pensamiento mayoritario y soterrado.
Por eso, entra dentro de lo posible que concepciones como las de Kusch, sean
anatemizadas, aun con acusaciones personales.
Sin embargo, Kusch dejó su siembra.
Se da pues la posibilidad, que si asumimos su pensamiento y su testimonio
vital como referencia, podamos finalmente, comenzar a encontrarnos a
nosotros mismos, librados al azar de los "dedos divinos"
________________________________________
Una suerte de biobibliografía de Günter Rodolfo Kusch
Gunter Rodolfo Kusch, nació en la ciudad de Buenos
Aires el 25 de junio de 1922. Egresó de la facultad de Filosofía y Letras de
Buenos Aires en 1948 con el título de Profesor de Enseñanza Secundaria,
Normal y Especial en Filosofía. Desde 1948 se dedicó a estudiar los
problemas americanos. Falleció en Buenos Aires en 1979
OBRAS PUBLICADAS
"La ciudad mestiza", folleto en "Colección Quetzal", Buenos Aires, 1952.
{Biblioteca Nacional No. 323.905). "Seducción de la Barbarie: Análisis
herético de un continente mestizo" distribuido por ed. Raigal, Buenos Aires,
1953. (Biblioteca Nacional No. 327.011; Biblioteca Fac. de Filosofía y
Letras No. 168-1-23). "Anotaciones para una estética de lo americano",
folleto, Buenos Aires, 19_6. (Biblioteca Nacional). "Tango" y "Credo Rante",
ed. Talía, Buenos Aires, 1958. (Teatro). "La muerte del Chacho" V "La
Leyenda de Juan Moreira", ed. StilcoGraf. Buenos Aires, 1960. (Teatro).
"América Profunda", ed. Hachette, 1962, Buenos Aires. (Faja de Honor de la
Sociedad Argentina de Escritores 1962 y Mención de Honor del Consejo del
Escritor). 2a. edición, Ed. Bonum, Buenos Aires 1975. "Indios, Porteños y
Dioses", ed. Stilcograf, Buenos Aires 1966. "De la Mala Vida Porteña",
colección "La Siringa" de la Ed. Peña Lillo, Buenos Aires, 1966. "El afán de
ser alguien", ensayo con dibujos de Almataller (tinta china) de Libero Badii,
1965 "Cafetín (Homenaje a Discépolo)". teatro (inédito). "El pensamiento
Indígena Americano", Ed. Cajica, Puebia, México, 1970. (Premio Nacional de
Ensayo "Juan Bautista Alberdi", producción 1970 - 1971). 2a. edición, Buenos
Aires, 1973. "La negación en el Pensamiento Popular", ed. Cimarrón, Buenos
Aires, 1975. "Geocultura del Hombre Americano", ed. García Cambeiro, Buenos
Aires. 1976. Además, colaboró con artículos y notas en "La Nación"/ "El
Mundo", "Verbum", "Sur", "Espiga", "Contorno", "Comentario", rev. de
Educación", "Cuadernos de Filosofía" de la Universidad Nac. de Buenos Aires
(Argentina). "El Diario","Presencia", (Bolivia). "Idea", (Perú). "América
Indígena" del Instituto Indigenista Interamericano, (México). etc.
TEATRO
El conjunto "Juan Cristóbal" estrenó su obra teatral "Tango" en la Sala de
"La Máscara" el 23 de Agosto de 1957. "Credo Rante" se estrenó en el Teatro
de Arte en 1958. "La Leyenda de Juan Moreira" fue estrenada por Francisco
Petrone en el Circo - Teatro Arena, Plaza Once, Buenos Aires, en 1958. "La
muerte del Chacho", fue trasmitida por Radio Municipal, Bs. As., 1964.
PREMIOS
Faja de Honor de Ia Soc. Arg. de escritores 1962, por "América Profunda".
Mención de honor del Consejo del Escritor 1963 por la obra mencionada en el
párrafo anterior. Mención especial en Ensayo en la Cuarta Fiesta Nacional de
las Letras, Necochea, 1967 por "Indios, Porteños y Dioses' y "De la Mala
Vida Porteña". Premio Nacional de Ensayo 'Juan Bautista Alberdi '
(producción (1970 - 1971) por "El Pensamiento indígena Americano".
ACTIVIDAD DOCENTE
Además de la enseñanza secundaria (25 años), en la Enseñanza Superior: * Fue
profesor de Historia de la Cultura y Estética (desde 1963) en la Escuela
Superior de Bellas Artes "Pridiliano Pueyrredón" * Universidad Nacional de
Salta, Argentina: Profesor de Ética, segundo cuatrimestre 1973; Seminario
Permanente sobre Cultura Nacional, octubre - diciembre 1973. Seminario sobre
Antropología Filosófica, segundo cuatrimestre, 1973. Fue jefe del Servicio
de Relaciones Latinoamericanas (1973 - 1976), Fue organizador del 11mo.
Encuentro de Rectores del Área Centro - Sudamericana auspiciado por la UNSa.
y realizado en Salta, en marzo de 1974. Seminario sobre Pensamiento y
Cultura Popular, 1974 - 1975. En 1975 fue nombrado Director de la Carrera de
Filosofía. Realización de un seminario sobre la Problemática Centro -
sudamericana, tema central: "El pueblo y las estructuras nacionales",
octubre - noviembre 1975. Realización de las 'Primeras Jornadas de Cultura
Popular' (servicios de Relaciones Latinoamericanas y acción Cultural),
noviembre 1975. Realización del 'Primer Simposio sobre el Hombre Andino y
Americano' (Servicios de Relaciones Latinoamericanas y Acción Cultural), con
participación de investigadores y especialistas del área y de universidades
de nuestro país y Bolivia, 12 a 14 de diciembre de 1975. * Curso en el
Instituto Bernasconi sobre "Bases psicológicas y sociales del binomio
enseñanza - aprendizaje", para directores de escuelas, 1964. * Universidad
Técnica de Oruro (Bolivia): dictó cursos sobre "Filosofía Indígena" (1967) y
' Filosofía Americana" (1970). * Universidad Mayor de San Andrés, La Paz
(Bolivia): curso sobre "Pensamiento Indígena" 1967.
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (Argentina): curso sobre "El
Pensamiento Indígena", 1969. * Universidad Nacional de Buenos Aires: clases
sobre "Pensamiento Popular", 1974
Publicado en "KIWICHA", Año I, Núm. 5, junio/julio de 1995, Tilcara, Jujuy,
Argentina
* En Los Malditos, tres tomos coordinados por Norberto Galasso
Fuente: http://www.discepolo.org.ar/node/16
Al
Cuchi Leguizamón *
Por Leonardo Killian
Cumplió años Gustavo "Cuchi" Leguizamón, quien había nacido en Salta un 29
de septiembre de 1917.
En la historia de la música popular argentina hay simbiosis memorables:
Gardel – Lepera, Troilo- Manzi, Piazzola - Ferrer entre otros tantos
tangueros y sin duda para la música tradicional que por aquí se insiste en
llamar "folklore" Leguizamón y Castilla están muy lejos de todos los demás.
Han señalado la cumbre en el género.
El Cuchi fue una rara avis y sin duda pertenece a una generación irrepetible
de músicos y poetas salteños.
La Pomeña, Zamba de Juan Panadero, Maturana y Balderrama son joyas de
nuestra música popular.
No es casualidad que en la época de mayor y obsceno poder imperial de la
historia humana la música de nuestros pueblos esté tan opacada. La industria
cultural del mundo anglosajón entra como una topadora en nuestras casas a
través de la radio y de la TV, embruteciendo y adocenando a nuestros
jóvenes.
Junto con sus remeras, sus gaseosas, sus marcas de zapatillas y sus modas.
Junto con las drogas y con la imposición de ser "zafados" muy pocos
argentinos menores de cuarenta años ha escuchado o conocido la obra del
Cuchi.
Personaje de la picaresca salteña contaba un cuento "En un matutino salteño
se publicaba el siguiente aviso clasificado: Se vende piano usado con teclas
de la mano izquierda intactas, firmado Ariel Ramírez".
El Cuchi, genial e irreverente tenía en Ariel Ramírez su contracara, un
burócrata de la música y pésimo instrumentista.
Uno que es un melancólico profesional, extraña, entre otras cosas, ir a ver
al Mono Villegas o a Piazzola al Teatro San Martin. Extraño al genial Hugo
Díaz con su enorme bocaza que se comía las armónicas y las convertía en
zambas y chacareras sacheras. Y por supuesto al Cuchi y su piano.
Este poeta que hizo conciertos "afinando campanas" pertenece al linaje de
los músicos exquisitos que fueron y serán grandes precisamente por no vender
una sola nota a la mediocridad del "mercado".
En el rincón mas profundo de su gente y de sus pájaros está guardado el
corazón del Cuchi.
Feliz cumpleaños abuelo.
* Este artículo fue escrito en 2007, cuando el Cuchi Leguizamón (n. 29 de
septiembre de 1917, m. 27 de septiembre de 2000) hubiera cumplido 90 años.
Ya había fallecido desgraciadamente, y como suele suceder, nuestros medios
siempre tan ocupados en la estupidez lo ignoraron miserablemente. La esposa
del Cuchi leyó el artículo y le escribió a Leonardo Killian agradeciéndole.
Incluso le dijo que cuando pasara por Salta no dejara de visitarla.
Pero Leonardo nunca se animó.
Elías
Castelnuovo
En Los Malditos *
Las pocas antologías que se dignan recordarlo a regañadientes afirman que
nació el 6 de agosto de 1893 en el barrio Palermo de Montevideo, y falleció
el 11 de octubre de 1982 en Buenos Aires, que publicó varios libros de
cuentos y ensayos sobre diversos temas, fue autor de varias obras de teatro
y fundador del teatro Proletario que dirigió periódicos políticos y fundó
con Roberto Arlt la Unión de Escritores Proletarios.
Quienes lo conocimos, sabemos que su vida estaba marcada por dos pasiones,
la clase trabajadora y la literatura social, a los obreros los acompañó
siempre pleno de solidaridad y sensibilidad social, obrero el mismo en las
mas diversas tareas pintor, albañil, tipógrafo, maestro, ayudante de
cirugía, trabajador de la madera, y con ellos con los obreros buscó en
sucesivas experiencias la organización política que los expresara y fuese
capaz de concretar sus reivindicaciones. A la literatura social la llevó en
el alma desde sus cuentos descarnados y estremecedores de la época de Boedo
enfrentando a los exquisitos y europeizados literatos del grupo Florida,
hasta sus latigazos de caña fístula en periódicos de combate y sus memorias
excelente reconstrucción de una vida plena.
Apenas un puñado de compañeros estuvimos en el cementerio aquel 10 de
octubre de 1982, aquel día de su último viaje y alguien comentó: "como no
vamos a ser pocos si Elías tenía encima todas las lepras; fue anarquista,
después comunista, después peronista y finalmente de izquierda nacional.
Efectivamente a causa de esas lepras, fue un maldito, pero esta vez prefiero
no reconstruir los como y los porque de su vida, deseo en cambio que ellos
broten naturalmente de una nota que redacté después de su muerte y que
titulé "Adiós a un compañero". Un compañero como era él, con el cual se
compartía el pan, quizás en ella falten algunos datos, pero sobra emoción y
él la hubiese preferido así, seguramente.
Mi viejo y querido Elías, desando el tiempo para encontrarte una tarde de la
primavera del 79 sentado en un sillón en la modesta salita de tu casa del
Rastreador 404, con tu increíble flacura y tus piernas cruzadas
interminables, enfundado en un pulóver y un pantalón grises desgranando en
enfáticos agudos tu protesta de sempiterno revolucionario; decía a mi me
anda bien el hígado, el estómago el cerebro, todo, lo que me anda mal es el
país A dónde nos quieren llevar, vas a la feria y cada 2metros te encontrás
con un vecino a quien ya no le alcanza para vivir, yo le digo la verdad
aunque sea tremenda, quieren robarnos la vida y a mi que pueden hacerme, a
los 86años apenas pueden adelantar un poco lo que lamentablemente me va a
suceder, pero ya le dije a Inés: Si ellos llegan alguna madrugada, vos los
entretenés y yo me deslizo desde el primer piso por el caño que da al patio
hasta la casa de al lado y me pierdo entre estos pasajes.
Y uno salía de tu casa mi viejo Elías, impregnado de una sabia nueva como
quien acaba de remojarse en el agua pura y fresca de un arroyo con la
esperanza reanimada al contagio de tu espíritu desbordante de juventud, esa
tu alma incontaminada de las pequeñas miserias de todos los días,
insólitamente fraterna en un mundo de áspera pelea y egoísmo desenfrenado,
te evoco ahora en un frío atardecer del 81, tu cara flaca tallada a golpes
de cincel, tu indócil melena blanca, el gesto peleador con un rictus de
severidad en los labios que se desmorona luego en una mirada infantil,
tremendamente transparente, de quien tiene una incapacidad visceral para el
mal y de nuevo tu voz por momentos lenta intentando ser didáctica y de
pronto encendida, entusiasta, vibrante, al reclamar contra la injusticia,
entonces tu historia contada con naturalidad, con esa sencillez tan tuya de
quien ha hecho solamente lo que debía hacer porque no pensó siquiera que
podía hacerse otra cosa. Tu historia es rectilínea que tuvo un solo
destinatario: los trabajadores.
Allá en 1919 entre las corridas la sangre y el olor a pólvora de la semana
trágica, sin aflojar un tranco tu ideal anarquista, promoviendo un mundo
fraterno sin patrones ni cosacos. Después en Boedo puliendo trabajosamente
esa sintaxis recibida de una escuela primaria que te agarró apenas y que
como a Nicolás Olivari no llegó a hacerte mella, obsesionado por los
escritores rusos metiendo de prepo el dolor y los desamparados en el mundo
decente de nuestra literatura con tus malditos, tus larvas y tus tinieblas.
Más tarde adhiriendo al partido comunista de la Argentina al regreso del
viaje a la URSS, buscando aún en sendas extraviadas a tus hermanos
trabajadores, perseguido entonces Elías por aquel siniestro comisario Kusel
que te la tenía jurada, te acordás, el fiscal me endilgaba los epítetos de
enemigo de la patria y extranjero vil "Yo le retruqué diciendo que la
enemiga de la patria era la cancillería inglesa, pues con sus maniobras
había separado el Uruguay donde nací, de sus hermanos argentinos.
Cuando el fiscal me acusaba de ser un enemigo de la familia yo a mi vez lo
acusaba de que él quería destruir mi familia, después el 17 de octubre,
entonces que valor para quebrar compromisos con el estalinismo y descabezar
sus ardiles ideológicos para sumarte a la caravana que venía a redimir la
patria para iniciar al mismo tiempo su propia redención.
Yo renuncié contaba Elías, renuncié al partido comunista fundando mi
renuncia en un pensamiento de Lenin "prefiero estar equivocado con las
masas, que estar solo con la verdad, en contra de las masas"... qué es lo
hice entonces, me fui de nuevo con las masas.
Así apoyaste el proceso de la revolución nacional, desde tu propia
perspectiva, de izquierda nacional para continuar luego en los años malos
del 55 tu lucha de siempre contra los poderosos desde revistas y semanarios
de combate, sin darle jamás un respiro, fueron estas últimas décadas cuando
publicaste Calvario y Jesucristo montonero de Judea, que te dejaron solo mi
querido Elías, y ahí te estabas en tu barriecito de casas baratas, en
compañía de tu Inés Delfino, insuperable compañera, visitado de tanto en
tanto por los que te quisimos mucho y te valoramos como artista y te
admiramos como ser humano. Un día te fueron a buscar en 1973, y te dieron el
título de Dr. Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires, y no lo
podías creer!, ... a mí que no tengo 4to. Grado..., dijiste entonces desde
tu singular humildad, con esa frescura espiritual, envidiable de asceta, esa
misma que emerge inconfundible en tu libro de memorias, libro sabio como
dijera el P. Hernán Benítez, libro con sabiduría al alcance de todos, porque
su saber va empapado de vida, libro humilde con humildad de quien sabe que
no necesita engolar el gaznate para decir bellezas literarias, porque se
siente en posesión de la verdad y la verdad es asiento de la auténtica
belleza.
Esa fue la última pedrada a la vidriera exquisita de los monstruos
literarios del sistema, después de la cual el hondero indominable se retiró
dejando vagar su silueta flaca y larga sobre el horizonte, como la del
quijote y también como él, pletórico de sueños.
No te pudieron Elías, ni con la tentación de los salones dorados, ni con la
gloria de los suplementos literarios de los domingos, ni con las
condecoraciones municipales, ni con la represión, no te pudieron, tampoco el
silencio, el aislamiento, porque sabían que el pueblo daría su veredicto
final y definitivo.
Y te fuiste como debías irte, cuando se te dio la gana, sin fanfarreas
reaccionarias ni homenajes oficiales, no te importó por eso que un
vespertino anunciara tu muerte confundiéndote con Alvaro Yunqui, tampoco, lo
sé, te habrás entristecido cuando fuimos unos pocos los que acompañamos
hacia la quietud definitiva, porque vos, viejo Elías, denunciabas en la
transparencia de tu mirada, esa certeza íntima de que habías recorrido el
camino bueno y que tu desaparición física era sólo una anécdota en ese
devenir donde tus libros y tu conducta ejemplar trababan huellas indelebles
capaz de retorcerle el cuello al tiempo, adiós, cristiano viejo, echále
ahora a la parca aquél latigazo de tu hermano León Felipe, -eh tu muerte, yo
soy el último que habla- y confundite gozoso en el universo con la alegría
de los días por venir, porque el triunfo es nuestro compañero!.
* Los Malditos, texto en tres tomos dirigido por Norberto Galasso
Fuente: http://www.discepolo.org.ar/node/5
El
último día
Por Lilia Ferreyra, mujer y compañera de Rodolfo Walsh
Hace 28 años me separé de Rodolfo en Constitución, sin saber que ese
mediodía radiante de marzo iba a quedar clavado en mi memoria. Fue el último
día que vi su sonrisa cuando le dije que no se olvidara de regar esa noche
el almácigo de lechugas que habíamos sembrado la tarde anterior en el jardín
de nuestra casa en San Vicente. Era la 1.30 cuando cruzó la calle Brasil
apretando bajo un brazo el portafolio donde llevaba las primeras copias de
la Carta de un escritor a la junta militar. Había
cumplido con lo que también fue su última apuesta: terminar y distribuir esa
carta al cumplirse un año del nefasto gobierno de Videla, Massera y Agosti.
Los meses previos habían sido dolorosamente intensos. La muerte de su hija
Vicki en un enfrentamiento con fuerzas militares y el allanamiento de la
casita en el río Carapachay donde solíamos pasar los fines de semana, nos
habían obligado a salir de la Capital Federal, el "territorio cercado". Así
llegamos a San Vicente, en el conurbano bonaerense, donde Rodolfo, en su
integralidad como intelectual y militante, imaginó el tiempo por venir
trabajando en sus escritos literarios y políticos sin dejar de pertenecer a
la organización Montoneros. En ese largo verano, comenzó a definir la
estructura de la Carta a la Junta, pulió el cuento Juan se iba por el río,
organizó sus papeles en carpetas con los despachos de la
Agencia Clandestina de Noticias y de Cadena
Informativa; otras que clasificó con los títulos de sus futuros cuentos,
como El 27 (un relato sobre su padre y su infancia en el campo), y también
una en cuya carátula escribió "Los caballos", donde guardó las páginas de
sus memorias sobre su relación con la política, la literatura y la vida.
La noche del 24 de marzo terminó de teclear en la Olympia portátil la última
copia de la Carta. Había ganado la apuesta. Salimos al jardín bajo la
claridad del cielo estrellado y, como tantas otras veces, señaló las
constelaciones. Desde afuera, la casa, iluminada por dentro con las lámparas
de querosén, se veía cálida y protectora. Caminamos por el pasto recién
cortado; todo estaba listo para recibir el próximo sábado con un asado a
nuestras primeras visitas: su hija Patricia con su marido y sus dos hijos,
María de tres años y Mariano, recién nacido.
Al día siguiente, tomamos el tren a Constitución. Al llegar, hizo unos
llamados para arreglar encuentros con compañeros que colaborarían en la
distribución de la Carta. La primera de esas citas era caminando por San
Juan, entre Sarandí y Entre Ríos. No llegó a la segunda, prevista para las
15 horas. Alrededor de las 2 de la tarde, un grupo de tareas de la ESMA lo
había emboscado en las inmediaciones de la avenida San Juan. Al notar que se
les escapaba, lo acribillaron con su poderoso armamento pese a que Rodolfo
sólo llevaba una pistola Walther PPK calibre 22. Sobrevivientes que vieron
su cuerpo en la ESMA cuentan que su torso estaba casi cortado en diagonal
por la ferocidad de los impactos. Esa noche, el grupo de tareas destruyó la
casa de San Vicente y robó todo lo que había en su interior. Y lo más íntimo
e insustituible, sus escritos inéditos.
En 1972, al enumerar en su diario las cosas que quería, Rodolfo incluyó la
"revelación de lo escondido" y la "esperanza insobornable". Hoy, la
detención de los responsables de su desaparición demuestra que esa esperanza
insobornable por la Justicia abre las puertas para la revelación de lo
escondido, aunque hayan pasado 28 años de impunidad.
Fuente: Página/12, 28/10/05
Fuente en Internet: http://www.elortiba.org
Pedro
y el capitán. Prólogo
Por Mario Benedetti
El tema de Pedro y el Capitán lo pensé inicialmente como una novela, e incluso
le había puesto título: El cepo. Recuerdo que en un reportaje que en 1974 me
hizo el crítico uruguayo Jorge Ruffinelli, como él me preguntara sobre mis
proyectos literarios de entonces, le hablé justamente de una eventual futura
novela, llamada El cepo, y le dije, más o menos: "Va a ser una larga
conversación entre un torturador y un torturado, en la que la tortura no estará
presente como tal, aunque sí como la gran sombra que pesa sobre el diálogo.
Pienso tomar al torturador y al torturado no sólo en la prisión o en el cuartel,
sino mezclados con la vida particular de cada uno." Bueno, pues eso es en
realidad Pedro y el Capitán.
Yo definiría la pieza como una indagación dramática en la psicología de un
torturador. Algo así como la respuesta a por qué, mediante qué proceso, un ser
normal puede convertirse en un torturador. Ahora bien, aunque la tortura es,
evidentemente, el tema de la obra, como hecho físico no figura en la escena.
Siempre he creído que, como tema artístico, la tortura puede tener cabida en la
literatura o el cine, pero en el teatro se convierte en una agresión demasiado
directa al espectador y, en consecuencia, pierde mucho de su posibilidad
removedora. En cambio, cuando la tortura es una presencia infamante, pero
indirecta, el espectador mantiene una mayor objetividad, esencial para juzgar
cualquier proceso de degradación del ser humano.
La obra no es el enfrentamiento de un monstruo y un santo, sino de dos hombres,
dos seres de carne y hueso, ambos con zonas de vulnerabilidad y de resistencia.
La distancia entre uno y otro es, sobre todo, ideológica, y es quizá ahí donde
está la clave para otras diferencias, que abarcan la moral, el ánimo, la
sensibilidad ante el dolor humano, el complejo trayecto que media entre el
coraje y la cobardía, la poca o mucha capacidad de sacrificio, la brecha entre
traición y lealtad.
Otro aspecto a destacar es que la obra, de alguna manera, propone una relación
torturador-torturado, que, aunque ha sido escasamente tocada por el teatro, se
da frecuentemente en el ámbito de la verdadera represión, por lo menos en la que
se practica en el Cono Sur. En Pedro y el Capitán los cuatro actos son meros
intermedios, treguas entre tortura y tortura, son los breves períodos en que el
interrogador "bueno" recibe al detenido, que ha sido previa y brutalmente
torturado, y, en consecuencia, es de presumir que tiene las defensas bajas.
El torturado puede no ser sólo una víctima indefensa, condenada a la inevitable derrota o a la delación. También puede ser (y la historia reciente demuestra que miles de luchadores políticos la han encarado así) un hombre que derrota al poder aparentemente omnímodo, un hombre que usa su silencio casi como un escudo y su negativa casi como un arma, un hombre que prefiere la muerte a la traición. Pero aun para sostener esa actitud digna, entera, insobornable, el preso debe fabricarse sus propias verosímiles defensas y convencerse a sí mismo de su inexpugnabilidad. Cuando Pedro inventa la metáfora de que en realidad ya es un muerto, está sobre todo inventando una trinchera, un baluarte tras el cual resguardar su lealtad a sus compañeros y a su causa. En la obra hay dos procesos que se cruzan: el del militar que se ha transformado de "buen muchacho" en verdugo; el del preso que ha pasado de simple hombre común a mártir consciente. Pero quizá la verdadera tensión dramática no se dé en el diálogo sino en el interior de uno de los personajes: el Capitán.
No he querido representar en el preso a un militante de uno u otro sector
político. La durísima represión ha abarcado virtualmente todo el espectro de la
izquierda uruguaya, y hasta ha alcanzado a otros sectores de oposición, como
pueden ser la Iglesia o los partidos tradicionales. Pedro es simplemente un
preso político de izquierda que no delata a nadie, y que de algún modo humilla a
su interrogador, venciéndolo mientras agoniza. Cada uno de los cuatro actos
concluye con un no.
De más está decir que, aun en medio de la derrota que hoy sobrellevamos, no
estoy por una literatura –y menos por un teatro– derrotista y lloriqueante,
destinados a inspirar lástima y conmiseración. Tenemos que recuperar la
objetividad, como una de las formas de recuperar la verdad, y tenemos que
recuperar la verdad como una de las formas de merecer la victoria.
Fuente: http://www.elortiba.org/
Jorge Enea Spilimbergo (referente histórico de la Izquierda Nacional) habla sobre Arturo Jauretche
El
revisionismo de izquierda *
Por Juan José Hernández Arregui
Entre los representantes de la izquierda nacional no incorporados al
peronismo, que surgen a la vida política en los alrededores de 1945, debe
citarse al más influyente: Jorge Abelardo Ramos.
“La palabra ‘política’ –según Wilhem Bauer-comparte en alemán con la palabra
‘historia’, el doble sentido de una significación objetiva y otra subjetiva,
en cuanto se quiere entender con ella no sólo la teoría de la acción
política, sino la acción política misma”. Y esto es la obra de Jorge A.
Ramos. El pensamiento histórico-político de Ramos está expuesto en su obra
más elaborada. Revolución y Contrarrevolución en la Argentina (Las masas en
nuestra historia). (1)
En este libro, la historia escrita de la oligarquía es desenmascarada en su
esencia ensangrentada por los valores de la Bolsa portuaria, afirmada en la
barbarie política de la clase dominante y orientada por el interés
extranjero. El libro, en su doble acorde histórico y político está
vertebrado sobre una idea fundamental: sólo los personajes de nuestra
historia que se han apoyado en las masas y en su voluntad histórica de ser,
han representado tendencias sociales auténticas. La aplicación metodológica
de esta tesis marxista da por resultado una reconstrucción donde el pasado y
el presente argentinos se ensamblan en la orgánica continuidad de los hechos
colectivos de la historia nacional. Actividad colectiva revolucionaria, o
constante histórica, que Jorge Abelardo Ramos sigue y analiza desde las
alturas de la Argentina actual y no desde las abstracciones secas de una
historia oficial fraudulenta. Por eso, la clave del libro de Ramos está en
sus propias palabras: “La historia es prisionera de la política”.
El método y la documentación
Jorge Abelardo Ramos no maneja una documentación inédita. Esto podrá ser un
defecto, pero al mismo tiempo prueba, por contraste, la insignificancia de
la mayoría de nuestros historiadores profesionales. No parece preocuparle
mucho, en efecto, la técnica heurística, -esa técnica que hace creer a los
trotapapeles melancólicos que hacen historia cuando en realidad son
archivistas-pero en cambio, la documentación édita utilizada, es en cierto
modo nueva, pues ha sido exhumada de libros que la oligarquía ha radiado de
la circulación, o bien es recreada por la originalidad interpretativa de
Ramos, a lo cual contribuye tanto la fuerza literaria del autor como el
método marxista que hace de soporte teórico.
Comienza Ramos, estableciendo las relaciones entre las ideas emancipadoras
de Mayo y el liberalismo español de los siglos XVIII y XIX, tanto como la
diferencia entre las dos Españas. La tesis sobre la influencia liberal
hispánica no es nueva, pero sí verdadera.
Ramos presenta la sucesión de hechos y personajes que en las historias
oficiales aparecen determinados por azares psicológicos, sujetos al matraz
invisible de los vastos y lentos procesos de la economía internacional. En
este marco, los actores adquieren vida y se esclarecen a sí mismo en sus
motivaciones de clase, al encajar dentro de los fenómenos colectivos, bases
de toda explicación racional de la historia. El hecho central de nuestra
historia –para Ramos-es el conflicto entre el interior mediterráneo
empobrecido, el litoral ganadero indeciso entre el país y Buenos Aires, y en
definitiva, en permanente compromiso con la aduana de la ciudad puerto. De
estos antagonismos surge el primer plano político, el triunfo de la
oligarquía portuaria, unitaria, primero, liberal después y finalmente
apátrida. Todo esto sobre el trasfondo de una voluntad desdibujada e
inflexible: Inglaterra.
Mediante este entrecruzamiento de los factores económicos, de la política
nacional e internacional y de los procesos ideológicos derivados de las
condiciones materiales de la vida histórica argentina, Ramos, que nunca
pierde de vista la reciprocidad múltiple e interrelacionada de los factores
históricos, indaga las causas del drama nacional. Liberado de esquematismos
escolares –con lo cual le hace un favor al marxismo servido en la Argentina
por intérpretes dogmáticos o incultos-señala correctamente el papel
defensivo frente a lo extranjero, jugado por determinadas tradiciones
culturales colectivas. Así por ejemplo, destaca el papel ideológico de la
religión –aunque la Iglesia sea históricamente reaccionaria-y que en ciertas
condiciones puede coincidir en los países atrasados con las luchas de las
masas por la liberación nacional. Refiriéndose a esta especie de
patriarcalismo bíblico corporizado en el siglo XIX por Facundo Quiroga o el
Chacho, dirá Ramos: “No había por entonces otra defensa ideológica viable
para las grandes masas”. Juicio que prueba tanto la fecundidad del marxismo
como la inoperancia de la mayoría de los historiadores adscriptos a esta
concepción de la historia y que en lugar de materialismo histórico han hecho
liberalismo mitrista con espeluznantes citas de Marx y Engels. “Resulta
evidente –agrega más adelante-la naturaleza social de este reflejo defensivo
(la religión). El desenvolvimiento de las revoluciones nacionales enfrentará
luego a la Iglesia Romana con las masas. Así ocurrió en la Alemania de
Bismarck, en la Italia de Cavour, en la Argentina de Roca y de Perón”. Son
también válidas las reflexiones del autor sobre el papel nacional positivo
cumplido con relación al Paraguay, en un determinado momento histórico, por
las misiones jesuíticas. Y en el orden inverso, es decir en otra situación
histórica, también es justa la valoración del nacionalismo católico en la
Argentina, en la que se desgaja el fruto reaccionario de esta corriente
ideológica convertida por sus supuestos teóricos conservadores, en un
instrumento del imperialismo destinado a obstaculizar y confundir la
verdadera lucha de las masas democráticas por la liberación nacional y
latinoamericana.
Rosas, Mitre, Roca
La figura de Rosas, pivote de nuestra historia, es enfocada en sus orígenes
y consecuencias históricas. Tal visión, ajena al odio liberal y a la
apologética católica, devuelve sus dimensiones a esta personalidad
histórica.
Lo mismo puede decirse del boceto nuevo –aunque puede citarse el valioso
antecedente de Luis Franco-que hace del general Paz. Las páginas más
brillantes del trabajo apuntan a la destrucción de un trágico mito
histórico: Mitre. Una documentación que los historiadores marxistas han
rehuido u oscurecido, le permite a Ramos presentar a Mitre como la figura
antinacional por excelencia, negador del federalismo, campeón del
separatismo y encarnación de la política impuesta por el imperialismo, con
su resultado, la conformación colonial del país. Lo mismo puede decirse del
enjuiciamiento de la guerra con el Paraguay, conducida por Mitre al servicio
del interés británico y en beneficio del Brasil.
La tesis, algo estrepitosa del autor, está en su reivindicación del general
Julio A. Roca, en quien ve la personificación, con relación a un período
histórico complejo y mal estudiado o deformado por los intereses del
presente, del federalismo popular, que en diverso sentido encarnaron Rosas y
los caudillos, opuestos estos últimos, al poder de Buenos Aires. Roca habría
sido una especie de fórmula transaccional entre el país y la ciudad puerto
obligada a conceder parte de su hegemonía ante el peso político y militar de
las provincias. De esta corriente nacional –en parte representada también
por Sarmiento, de quien hace Ramos un retrato exultante de vida-y a través
de Adolfo Alsina surgirá el radicalismo de Alem, Irigoyen y Aristóbulo del
Valle. Pero si esta tesis es renovadora, al mismo tiempo, desde el punto de
vista documental, es la más débil. Es visible el esfuerzo intelectual de
Ramos. Sus razonamientos se apoyan en documentos fragmentarios, y en todo
caso, rebatibles. Puede aceptarse que dentro de la oligarquía nacional en
formación, Roca representó su tendencia más argentina. No es que Ramos
ignore la dificultad del planteo: “A esta ideología nacional del roquismo le
faltaba la base material para el desarrollo técnico”. Y en esto reside,
justamente, la dificultad de la tesis. La historia es lo que fue, no lo que
pudo ser. El hecho que, pese al “nacionalismo” provinciano que representó,
Roca no haya podido quebrar la política de la oligarquía portuaria,
demostraría más bien, que las condiciones objetivas –Buenos Aires-eran
superiores a la voluntad nacional de las provincias. Como dicen los
ingleses: “La prueba del pudding consiste en comerlo”. Y Ramos deja el
pastel en la bandeja. Es decir, arriba a una conclusión sin pruebas.
De cualquier modo, después de Jorge A. Ramos, Roca aparece bajo una nueva
luz y nos parece bien orientada la revisión que inicia de esta importante
figura, a la que vincula, en la continuidad del suceder histórico, con
Irigoyen y Perón. El pensamiento de Ramos puede resumirse así: “La ideología
nacionalista democrática, que representaba un nacionalismo posible, una
forma de adaptación a la situación general del país y del mundo, fue
sustituida por un liberalismo económico ruinoso que debía resultar funesto
para el futuro argentino”. De este modo, la brillante tesis, reparte su
mérito entre el talento del autor y la astucia del abogado, más interesado
en su causa que en la verdad.
Nuestra crítica consiste en lo siguiente. A raíz de la política nacional de
Roca –y a pesar de él mismo y de la línea progresista que representaba en el
orden ideológico-la oligarquía portuaria derrotada política y militarmente
por Roca, en realidad heredó un país más vasto. La explotación oligarco-imperialista,
a raíz de la unificación del país por Roca, se hizo posible en escala
nacional, pero al mismo tiempo quedaron creadas las bases –y ésta sería la
inesperada consecuencia positiva del roquismo-de la lucha por la liberación
también en escala nacional. La sustentación popular y nacional del roquismo,
terminó efectivamente por diversos imbricamientos y ramificaciones, nada
uniformes de las tendencias económicas y políticas de las épocas, en el
yrigoyenismo y en el peronismo, pero con un sentido nacional enteramente
distinto. Roca, en última instancia, fue absorbido por la oligarquía y nunca
dejó de ser su representante. Incluso como gran propietario de tierras. Por
eso tiene en el corazón de la ciudad-puerto una horrible estatua. La final
conciliación de Roca y Mitre tiende a confirmar este destino de Roca. Pero
en su estado actual, después de Jorge A. Ramos, Roca es una de las figuras
de la historia nacional que exige revisión por encima de las disonancias
liberales y católicas. (2)
Polemista de garra, los acontecimientos posteriores a 1930 son narrados por
Jorge A. Ramos con un estilo directo que transporta al lector a las zonas
cálidas de la historia real. El P. Socialista es vivisecado en su esencia
reaccionaria pro-imperialista, y Ramos, con una documentación irrefutable,
denuncia las tácticas del P. Comunista como un conjunto de desastres
organizados en beneficio de las fuerzas antinacionales.
Al abordar el estudio del poder militar en la Argentina –al margen de los
esquematismos de “nazismo” o “antinazismo” caros a los pelucones de la
pequeñoburguesía intelectual horrorizados frente a la irrupción de las masas
proletarias en la historia – Ramos reivindica la función nacional del
Ejército Argentino que, en 1943, cumplió una tarea histórica liberadora. El
capítulo dedicado al peronismo, es el primer análisis serio de este gran
proceso histórico colectivo: “Si el radicalismo había muerto con Irigoyen
–escribe-volviéndose un partido antinacional, y si los partidos “obreros”
habían abandonado los intereses del proletariado para aliarse con la
oligarquía, las masas tendieron oscuramente a expresarse a través de un
hombre para actuar políticamente. La hora de formar el propio partido no
había sonado todavía, pero había llegado el tiempo de que la clase
trabajadora ingresase a la política argentina. No lo hacía sola, integraba
un frente nacional antiimperialista. La significación histórica de este
acontecimiento quedó oscurecida por las consecuencias del triunfo y por el
desarrollo ulterior del régimen bonapartista. Pero es inequívoca al más
breve examen. A diferencia del escéptico profeta europeo, el pueblo
argentino no entraba al porvenir retrocediendo”.
Reafirma Ramos el carácter progresista del régimen, tanto como de las
fuerzas económicas –la industria-que representó objetivamente, sin que esas
fuerzas tuvieran conciencia del significado histórico de Perón. Este hecho,
entre otros factores, creó las condiciones, según la tesis de Ramos, del
régimen bonapartista en el sentido formulado por F. Engels pero que el autor
toma de la versión de Trotski: “Una semidictadura según el modelo
bonapartista conforma los principales intereses de la burguesía, aun en
oposición a la burguesía misma, pero no le deja ninguna participación en el
control de los negocios. Por otra parte, la dictadura se ve obligada en
contra de su voluntad a adoptar los intereses materiales de la burguesía!
(F. Engels). La tesis del “régimen bonapartista”, aplicada a Perón –y
empobrecida con bastante posterioridad por Rodolfo Ghioldi-ha sido utilizada
por primera vez en la Argentina por Jorge A. Ramos. Se funda en un célebre
pasaje de una carta de Engels, pero en realidad, el concepto de
“bonapartismo” pertenece al propio Marx. Engels la resumió en un concepto
metodológico general y, en cierto modo, la esquematizó en exceso. Según
Engels, el régimen bonapartsta consiste en que objetivamente representa los
intereses materiales de la burguesía sin darle participación en el poder
político efectivo, tomando el Estado la dirección de los negocios, sin que
por eso el Estado deje de representar a la burguesía. Este rasgo del régimen
bonapartista, permítele hacer concesiones a las otras clases. Tal
oportunismo político, explica las vacilaciones de estos gobiernos, en los
momentos críticos, entre la revolución y el orden conservador que en la
opción se resuelve en el último sentido.
Pero el concepto de “bonapartismo”, no se puede usar rígidamente con
relación a situaciones distintas sin introducir importantes salvedades. El
mismo Marx lo aplicó a una situación histórica diferente a la mentada por
Engels. El “bonapartismo” deriva de un trabajo de Marx sobre el sobrino de
Napoleón I, Luis Bonaparte, sobrenombrado “Napoleón el Pequeño”, por Víctor
Hugo., apodo aceptado por Marx. El concepto de “bonapartismo”, como
categoría histórica, es en tal sentido general, aplicable al régimen de
Perón. Pero en su sentido particular, exige fundamentales aclaraciones.
Marx, justamente, usó el concepto, en un sentido particular, como
correspondía. Por eso, la aplicación del concepto general, es insuficiente:
1°) Por tratarse de épocas distintas., 2°) Por ser Francia, durante el siglo
XIX un país capitalista avanzado y la Argentina actual, un país semicolonial.
El concepto de “bonapartismo”, como se ha dicho más arriba, fue
reactualizado por León Trotski, con relación a los países coloniales, pero
en un sentido bastante diferente al de Engels, de quien lo extrajo. Es
cierto, que ciertos rasgos del “régimen bonapartista”, equilibrio por encima
de las clases, etc., permiten calificar al peronismo en tal forma. Pero Luis
Bonaparte, que con concesiones parciales a las diversas clases logró
mantenerse en el poder durante un largo período, en los hechos, se apoyaba
en la clase más reaccionaria, el campesinado francés. El mismo Marx ha
revelado la esencia particular del régimen de Luis Bonaparte: “La dinastía
de Bonaparte no representa al campesinado que pugna por salir de su
condición social de vida, determinada por la parcela, sino que, al
contrario, quiere consolidarla; no a la población campesina que con su
propia energía y unida a las ciudades quiere derribar al viejo orden, sino
que, por el contrario, sombríamente retraída en ese viejo orden, quiere
verse salvada y preferida, en unión de su parcela, por el espectro del
imperio. No representa la ilustración sino la superstición del campesino, no
su juicio sino su prejuicio, no su porvenir sino su pasado, no su Cévennes
sino su moderna Vendeé”. Y en otra parte, dice Marx: “Bonaparte representaba
la clase más numerosa de la sociedad francesa, la de los cultivadores de
parcelas”.
El “bonapartismo” de Perón sólo relativamente puede ajustarse a la
Argentina. Tal bonapartismo, en su contenido particular, no fue reaccionario
sino revolucionario, conciliador a medias por su recostamiento en la clase
trabajadora y no en las clases altas –oligarquía terrateniente, burguesía
industrial naciente, campesinado chacarero-fuerzas que, en definitiva, nunca
le prestaron su apoyo, y en última instancia, resistieron al sistema en
tanto el proletariado permanecía fiel al mismo. De este modo es como Rodolfo
Ghioldi, luego de plagiar a Jorge A. Ramos, reduce, como siempre, el
marxismo a groseras depravaciones. El propio Engels, concibe, también en una
aplicación particular del concepto, formas del “bonapartismo” progresistas,
no reaccionarias. Engels, en efecto, estudió el contenido particular, no del
régimen de Luis Bonaparte, sino de la monarquía prusiana bonapartista. Y
consideraba este “bonapartismo” como un avance, con relación al feudalismo,
en tanto sacrificó “a los junkers como clase”. Engels, sostenía que el
bonapartismo fue la forma que adoptó la revolución burguesa en Alemania.
Pero la burguesía “paga su emancipación social, gradualmente concedida, con
la renuncia total a su propio poder político”.
Los ejemplos de Marx y Engels, distintos entre sí, no responden al caso
argentino, más allá como se ha repetido, de la generalidad del concepto.
Otra de las críticas al régimen de Perón, formulada por J. A. Ramos –y por
curiosa coincidencia utilizada por Rodolfo Ghioldi-consiste en señalar que
la industria pesada fue postergada en beneficio de la liviana. Esta crítica
pone como ejemplo, de primera intención convincente, a Lenin, quien enfiló
todo el esfuerzo nacional ruso, después de 1917, hacia la consolidación de
la industria pesada, a pesar de los sacrificios cruentos pero necesarios,
impuestos a la población en su conjunto y particularmente al campesinado.
Tal crítica es también inaplicable a la Argentina. Se olvida que ya en
Rusia, en la época de los zares, existía una gran industria pesada. La
situación no es la misma en un país colonial, donde los gobiernos de
orientación nacional se ven obligados a luchar con medios legales contra la
antigua clase de los grandes propietarios territoriales, etc. En tales
países, la posibilidad de la industria pesada tiene por causas, o bien
necesidades militares, o bien el desarrollo desordenado de la industria
liviana, y generalmente, ambas causas se complementan.
Durante el gobierno de Perón, ese desarrollo, en un breve plazo de tiempo,
fue tan poderoso que creó la necesidad de la industria pesada en términos
perentorios. Esto explica que Perón se viese obligado a solucionar el
problema energético, particularmente, el del petróleo. Además, la idea de la
industria pesada había estado presente desde los comienzos del régimen, y a
tales fines se construyeron las gigantescas usinas de San Nicolás,
actualmente controladas por monopolios extranjeros, los diques, altos
hornos, etc., medidas todas orientadas en el sentido de fundar una
siderurgia nacional. Esta crítica de la izquierda pone los bueyes tras el
carro. Fue esa inminencia de una industria pesada que surgía en su momento
justo, la que aceleró el golpe británico y la vuelta a la antigua situación
colonial en el orden financiero.
La industria ligera, o productora de artículos no durables, durante el
último gobierno de Perón, se convirtió en “causa” de la industria pesada.
Sólo en una sociedad colectivista, donde la producción está estrictamente
planificada, es posible –como lo prueba el caso de China moderna-el
desarrollo de la industria pesada con anterioridad a la liviana. En los
países semicoloniales, el desarrollo parece responder a una ley inversa. A
raíz de hechos externos –guerras mundiales, crisis, etc.-se desarrolla una
industria ligera subsidiaria de las necesidades no satisfechas por la
importación. El caso del Japón, que parecería contrariar esta regla, en
verdad, la confirma. En la primera mitad del siglo XX, cuando ingresa a la
categoría de país industrial, ya Japón poseía una importante industria
artesana centralizada, hecho al que, además, debe agregársele una evolución
del imperialismo, por entonces en su etapa inicial de desarrollo, y que no
estaba por eso, en condiciones de estrangular el desarrollo nacional nipón.
Japón agrupó en empresas modernas las que ya existían y las cimentó con una
poderosa industria pesada, proceso al que contribuyó el mismo régimen feudal
militar que favoreció el esfuerzo nacional concentrado.
Tales las ideas críticas e históricas de Jorge Abelardo Ramos que ha
realizado la primera síntesis madurada de un revisionismo histórico de
izquierda. Este hecho no es casual. El libro de Ramos, es la consecuencia
del desarrollo de las ideas políticas en la Argentina, su florecimiento
marxista, ni definitivo ni irrefutable en los detalles, pero decisivo en la
orientación futura del pensamiento histórico argentino. Este remate marxista
no rehuye las fuentes antimarxistas, ni el aporte del revisionismo histórico
nacionalista posterior a 1930.
No faltarán partidarios de esta última tendencia que señalarán lo que Ramos
les debe. Pero al formular tal juicio, callarán lo mucho que ellos,
historiadores nacionalistas, le adeudan al marxismo como método. En rigor,
el esclarecimiento económico de la historia nacional, cumplido por el
revisionismo histórico rosista –y especialmente por José María
Rosa-despojado de su cáscara ideológica ultramontana, ha sido una aplicación
subrepticia y parcial de los supuestos metodológicos del materialismo
histórico. De este modo, las diversas tendencias nacionales, condicionadas
por la realidad histórica argentina que las supera a todas, contribuyen a la
verdad histórica al destruir desde la derecha y la izquierda nacionales, la
historia de los vencedores en Caseros. Queda como un mérito de Jorge A.
Ramos, haber formulado una interpretación histórico-política de contenido
nacional, de innegables consecuencias educativas.
* Capítulo del libro La formación de la conciencia nacional, J.J. Hernández
Arregui, Editorial Plus Ultra, tercera edición, 1973 Fuente en Internet:
http://www.abelardoramos.com.ar/el-revisionismo-de-izquierda/
Entrevista
a Ricardo Carpani *
Por HIJOS Rosario
Militante consecuente de la Izquierda Nacional, Ricardo Carpani fue, sin
duda, un artista comprometido con su tiempo y con las luchas de su pueblo. A
partir de aquel «hombre-masa» construyó una gráfica política contundente que
se convirtió en herramienta, símbolo y bandera del movimiento obrero. En
diciembre del ´96 tuvimos la oportunidad de conocerlo y entrevistarlo.
Lamentablemente, unos meses después falleció a la edad de 67 años en la
ciudad de Buenos Aires. Reproducimos a continuación parte de esa entrevista
a modo de homenaje y adiós al artista, al militante y al compañero.
Arte y política
A la plástica me dediqué bastante tardíamente: empecé a pintar a los veinte,
veintiún años, yo ya tenía una formación política anterior, desde la época
universitaria, y tenía una formación ideológica. Lógicamente cuando decido
dedicarme profesionalmente, digamos, a la pintura, mi formación ideológica
anterior de algún modo determina el rumbo, o por lo menos la intencionalidad
que yo pretendo darle a mi actividad artística. Siempre concebí a la
actividad artística como un instrumento de acción sobre la sociedad, la
imagen artística tiene necesariamente que cumplir, para mí, una función
social. Pienso que el arte de todas las épocas la ha cumplido: en algunas al
servicio de las fuerzas progresistas y en otros momentos históricos al
servicio de las fuerzas conservadoras, pero siempre la ha cumplido; el arte,
sino, no tendría razón de existir. Todo lo que existe tiene una razón, todo
lo que existe lo ha inventado el hombre, y lo ha inventado para satisfacer
necesidades y pienso que el arte tiene que responder a una necesidad que no
es meramente ornamental o estética sino social. Por lo menos así apareció
históricamente: en las Cavernas de Altamira, el bisonte que pintaban en esas
cuevas no era para decorar, significaba mágicamente que había intención de
cazarlos. El arte tuvo una función utilitaria en sus orígenes y la siguió
teniendo al servicio de la Iglesia, y de todos los movimientos renovadores
que se fueron dando. No de una manera directa, porque tampoco el arte actúa
como un panfleto de propaganda sino que actúa de una manera emocional e
ideológica despertando e impulsando la emotividad de la conciencia de la
gente de una manera casi inconsciente, sino no sería arte, sería escrito
político.
De manera que, como te decía, ese concepto lo tenía muy claro desde un
principio por mi formación ideológica: una formación marxista,
antistalinista, y cercana a lo que se podría llamar la vertiente nacional
del trotskismo de aquella época - cosa que ya no existe hoy en día- que
desembocó después en lo que se llamó, genéricamente, la izquierda nacional,
que se diferenció de la izquierda tradicional - comunistas y socialistas -,
en su interpretación positiva del peronismo; interpretación que era, de
algún modo, crítica y positiva al mismo tiempo. En fin, toda esa corriente
ideológica en la cual estuvo Hernández Arregui, John William Cooke, Puiggrós,
Astessano, el mismo Ramos....de aquella época, gravitó fundamentalmente en
los años 60, sobretodo en el sentido de darle una interpretación más
adecuada a las clases medias que eran muy gorilas, muy antiperonistas.
Bueno, ese fue el inicio de mi carrera artística, ya te digo, enmarcada por
lo político y lo ideológico, escogí, y tuve muy claro desde un primer
momento que la función que quería darle a mi imagen artística estaba
determinada por la incorporación de ella a la lucha de los trabajadores. No
a un sector político sino al movimiento obrero en general, nunca pertenecí a
ningún partido político, pertenecí si, a una corriente ideológica, pero
jamás estuve afiliado orgánicamente a un partido, como la mayor parte de la
gente que gravitó realmente ideológicamente en este país. Ese es un primer
momento, en el año '59 con nuestros compañeros, formamos lo que se llamó el
Movimiento Espartaco, sacamos un Manifiesto en el que se especificaba
claramente cuál era la posición de este grupo: hacer de la imagen artística
un instrumento al servicio de las luchas concretas de los trabajadores, en
un sentido doble: emocional e ideológico y de esa manera gravitar dentro del
campo social. El grupo Espartaco no cumplió su objetivo, para el cual fue
fundado, entonces, Di Bianco y yo nos separamos en el año '61, ahí empezamos
a recorrer los sindicatos ofreciéndonos para hacer murales y así nos ligamos
al movimiento obrero. Este, en aquella época, era el de la resistencia
peronista y de algún modo, nuestro accionar artístico estaba implicado en un
misma militancia, no solamente militaba con mis imágenes sino también a
través de escritos políticos. Sacábamos una revista que se llamaba
"Programa" en el 63, 64.
CGT de los ArgentinosCuando se crea la CGT de los Argentinos estoy fuera del
país, en Europa al volver me incorporo y empiezo a colaborar en el periódico
que dirigía Rodolfo Walsh donde además hago todos los afiches. En realidad
mi colaboración con el movimiento obrero había comenzado mucho antes, en el
'61, '62 hicimos los murales de los sindicatos. Cuando se reestructura la
CGT, creo que es en el '63 - con José Alonso como Secretario General,
después de la Revolución Libertadora surge el primer movimiento de protesta.
Alonso me manda a llamar y me pide que haga el afiche, y ese primer afiche
"Ya Basta", tuvo una gran repercusión, era la primera vez que se incorporaba
una imagen artística a una causa concreta de lucha para los obreros. En
general, los afiches se hacían solamente con texto o eran encargados a
agencias de publicidad que les daban un estilo convencional publicitario.
Por primera vez se incorporaba una imagen no convencional, y además con un
fuerte contenido expresionista, en fin, tuvo una gran repercusión y a raíz
de eso hice varios afiches más: el del primer aniversario de la desaparición
de Felipe Vallese, otro sobre el segundo aniversario, otro sobre la
desocupación, otro con el programa de la CGT de aquella época. Pero ya
empezaba en el '64, todo el proceso de burocratización de la CGT histórica,
entonces me abro, pero sigo colaborando a nivel de organizaciones obre-ras
de base, con la resistencia peronista, trabajando ideológicamente,
escribiendo, militando. Cuando surge la CGT de los Argentinos, creo que es
en el '68 en el Congreso de Huerta Grande, con Ongaro. Ahí me ligo de nuevo
con el movimiento obrero organizado y empieza la etapa más intensa de
colaboración, de trabajo gráfico y político, panfletos... en fin, incorporar
la imagen artística a las reivindicaciones concretas de los trabajadores.
Bueno todo eso hasta el '73, después viene Perón, después se pudre todo,
después el exilio, y en fin, lo desastroso .. en el exilio seguí trabajando
para las organizaciones de denuncia de las violaciones a los derechos
humanos en la Argentina, hice varios afiches, después volví y también hice
algunas cosas. El último que hice fue, justamente, uno de H.I.J.O.S.
Nuevas Realidades
Estamos en una realidad distinta, no vivimos una realidad de lucha sino más
bien una realidad de derrota y de decepción, no existe un movimiento obrero
pujante y luchador como existía en aquella época, mas bien lo que existe, es
lo que uds. conocen: la desocupación, la marginalidad, el cholulismo
imperante, una sociedad resultado de una derrota histórica del campo
popular, una derrota muy profunda. Recién están cerrándose las heridas y de
algún modo se está tratando de reestructurar una resistencia que abra nuevos
horizontes y permita el surgimiento de nuevas utopías. De manera que esta
realidad no la podes encarar con la misma imaginería, con la misma gráfica
de aquella época, hay que echar mano de otras cosas para sobrellevar una
realidad bastante deprimente, es necesaria una buena dosis de ironía, yo
diría hasta de sarcasmo y bastante de humor. El humor, la ironía y el
sarcasmo son también armas críticas revolucionarias y hay que tratar de
emplear-las, y bueno, en eso estoy. Si ustedes ven mi obra plástica de hoy
en día están mezclados esos elementos, no son los obreros protestando y
gritando porque ya no existen, en cambio hay un análisis crítico, la
incorporación de la jungla como metáfora de la sociedad, en fin, todo un
proceso que comenzó en el exilio. Hay una nueva imaginería, lo cual no
quiere decir que se anule la anterior, sino más bien que se la complementa y
profundiza. El arte auténtico es el que responde necesariamente a la
sociedad de la cual surge, y que constituye una respuesta reactuante con esa
realidad, para mí ese es el único arte que tiene importancia. Los conceptos
de militancia se han modificado, en aquella época teníamos objetivos muy
profundos y mediatos, queríamos cambiar la sociedad y eso estaba al alcance
de las manos, o por lo menos eso pensábamos lo cual es la misma cosa. Cuando
la utopía la ves muy cerca y actuás para que se cumpla, es porque la tenés
al alcance de las manos. Después vino la derrota histórica, nos equivocamos
en muchas cosas... En este momento luchar por esas mis-mas reivindicaciones
sería absurdo, algo así como ser "un disfrazado sin carnaval" como dice el
tango, entonces, por lo que hay que luchar es por otras cosas: hay que
luchar por la recuperación de la memoria histórica, especialmente la
juventud, hay que luchar por la vigencia de cosas tan elementales que en
aquella época nos parecían secundarias y que no lo eran. Una de esas cosas
era la lucha por el afianzamiento de la democracia, teníamos un concepto un
poco despectivo de ella, la llamada democracia burguesa y demás, hoy en día
hay que andar con mucho cuidado, después de todo la democracia burguesa
permite actuar políticamente.
Memoria histórica
Luchar por la memoria histórica, significa luchar por la recuperación de los
ideales que se han perdido, lo cual no significa luchar por la vigencia
inmediata de esos ideales pero si que vuelvan a ser una meta, y al mismo
tiempo recuperarla con un sentido crítico y ver en qué cosas nos
equivocamos, elaborar nuevas estrategias. En aquella época, para nosotros el
movimiento obrero era la columna vertebral del campo social, y cuando digo
movimiento obrero, me refiero al proletariado industrial que ya no existe en
tanto no existen industrias; en cambio, hay toda una vasta masa de
marginalidad, los que el cura Farinello llama los pobres. Paradójicamente,
en aquella época, hablar de los "pobres" era ser un reaccionario, para
nosotros, en la lucha de clases había un elemento fundamental que era la
clase obrera, entonces, "los pobres" era un término difuso. La realidad nos
demostró después que hay que revisar incluso el concepto marxista de lucha
de clases, y no solamente en nuestro país sino mundialmente.
Producir desde la marginalidad
Este es el desafío que presenta el momento, porque la propia marginalidad
tampoco se vislumbra a sí misma como un factor social de cambio, ni mucho
menos, al contrario, es un factor ideológicamente hasta reaccionario. La
pobreza no crea conciencia, la pobreza crea pobreza ideológica. Este es el
desafío, el que tienen uds., viejo, nosotros bastante hicimos y bastante
trompadas nos ligamos, ahora líguenselas uds. y rómpanse las caruchas. No...
los vamos a ayudar de todas maneras. Hay en este momento una serie de
movimientos sociales que están aflorando, no tienen esa consistencia
monolítica que nosotros entendíamos como clase obrera pero, son focos de
protesta social que sumados unos con otros pueden llegar a constituir el
motor de un cambio social futuro, te estoy hablando desde el feminismo,
desde los homosexuales, los villeros, en fin, de todos esos focos que de
algún modo surgen espontáneamente.
Seguir luchando
Paradójicamente, en este momento en que aparentemente no existen ideales de
cambio, resulta que ningunos de los problemas fundamentales por los que
luchá-bamos en los años '50, '60, y principios de los '70, se han resuelto,
todos se han agravado y agravado poderosamente, o sea que motivos para
luchar sieguen existiendo. Han cambiado muchas cosas, mirá lo que pasó con
el socialismo a nivel mundial, bueno, no era socialismo era stalinismo. De
todas maneras, mirá lo que pasó con la revolución rusa, "mirá lo que quedó"
como dice el tango, el capitalismo es un sistema muy hábil, muy inteligente
y resurge permanentemente de sus cenizas. No hay que ser pesimistas, hay que
ser optimistas y pelear, yo sigo produciendo en función de eso, ahora estoy
trabajando sobre el Martín Fierro que era eso, la injusticia sobre el
pueblo, sobre el gauchaje y el grito de la rebeldía. Hay que prender la
llamita de la rebeldía, encenderla por todos lados y ver que pasa, mientras
tanto no hacerse demasiadas ilusiones, ni cometer errores boludos, como
cometimos muchos de nosotros, yo asumo los errores de mi generación.
Fuente: HIJOS Rosario, Revista Pedro Rojas
* Fuente en Internet: http://www.elortiba.org/
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