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50
años después
En memoria de Ángel Bengochea y el grupo de la
calle Posadas*
Por Carlos Aznárez
Hace exactamente 50 años, todas las alarmas policiales represivas del
“democrático” gobierno de Arturo Illia volvían a encenderse. Poco tiempo antes
había sido desbaratado en Salta el intento insurgente rural del Ejército
Guerrillero del Pueblo (EGP), liderado por Jorge Ricardo Masetti. Aquella gesta,
muy lejos del centro de poder capitalino, permitía aprender de errores y
aciertos. Esta vez, se pensaba que todo iba a ser distinto.
Esa tarde del 21 de julio de 1964 se producía una tremenda explosión en el
primer piso de la calle Posadas 1168, provocando el derrumbe de siete pisos, y
convirtiendo el lugar y gran parte de la zona en un infierno de escombros y
vidrios rotos. El saldo fatal de diez muertos y la investigación llevada a cabo
sobre la identidad de cuatro de ellos, descartó rápidamente una primera versión
sobre un escape de gas. Sin que aún las fuerzas represivas pudieran confirmarlo,
en ese amasijo de hierros y mampostería, surgieron pequeños indicios que
indicaban que los cadáveres pertenecían a un grupo de revolucionarios de las
Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN).
Se trataba de una organización militante que recorría precisamente los últimos
tramos del lanzamiento de un foco guerrillero en la provincia de Tucumán. Pero
había algo más: un quinto integrante de las FARN, el más conocido por su
compromiso y entrega a la causa emancipatoria, jamás pudo ser hallado. Su cuerpo
fue desintegrado por la explosión de más de 150 kilos de pólvora negra con la
que se habrían estado preparando granadas. Su nombre, que hoy dirá muy poco a
las nuevas generaciones de luchadores, empezaba a convertirse en una nueva
bandera de quienes lo sobrevendrían: Ángel Bengochea, más conocido por el Vasco.
Si bien la conformación de un nucleamiento guerrillero fue el último escalón de
una vida dedicada a la militancia, al Vasco se lo puede ubicar varios años antes
en infinidad de conflictos sindicales y barriales. Experiencias todas ellas
antiburocráticas y de rescate de la innata rebeldía que tienen los sectores
populares a la hora de enfrentar a sus enemigos de clase. Ideológicamente
Bengochea puede ser caracterizado como una rara avis que desde su militancia
trotskista supo comprender que la mayoría de las veces congeniaba más con la
práctica de los obreros y luchadores barriales peronistas que con la rigidez de
quienes levantaban (o tergiversaban) el pensamiento del revolucionario ruso
creador del Ejército Rojo.
Otro de los elementos que surgen naturalmente cuando se investigan datos sobre
la vida militante del Vasco es su asociación con el periódico Palabra Obrera
(PO), pero a pesar de que éste es un jalón importante en su trayectoria, su
trajinar de rebeldía contra el Sistema tiene un largo y meritorio recorrido.
Nacido en la provincia de Buenos Aires, en un pueblo cercano a Bahía Blanca,
Bengochea estudió en La Plata y pasó por varias organizaciones trotskistas, como
el Grupo Obrero Marxista (GOM) con el que tomó contacto en 1946. El líder de
este proyecto, Nahuel Moreno, es el mismo que años después, desde el PRT,
discreparía con Mario Roberto Santucho y su idea de comenzar la lucha armada.
Luego, el Vasco se sumergiría en nuevas siglas, como las del Partido Obrero
Revolucionario (POR) y el Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN).
Pero es a partir del golpe gorila que derrocó al peronismo y desencadenó una
prolongada Resistencia, que tanto Bengochea como quienes fueron sus principales
compañeros de lucha comienzan a coincidir en acciones concretas con los
luchadores antiburocráticos de la militancia obrera peronista. Fue así, que su
nombre aparece como muy activo en las huelgas planteadas en las zonas de La
Plata, Berisso y Ensenada, en los conflictos, sabotajes y huelgas de los
astilleros y los frigoríficos.
Fueron momentos claves en que desde esa experiencia del trotskismo se
coordinaron luchas importantes. En las mismas se dejaba de lado el sectarismo y
se generaba un auténtico encuentro por la base, fructífero y dotado de un
espíritu de entrega que provocó que muchos militantes peronistas reconocieran al
Vasco como un hermano indispensable.
Corría 1957 y nacían el Movimiento de Agrupaciones Obreras (MAO) y el periódico
Palabra Obrera, que llegaría a alcanzar una tirada de diez mil ejemplares. Los
obreros de las fábricas bonaerenses, los luchadores sociales, y hasta los
estudiantes más beligerantes, compraban, leían y lo distribuían como pan
caliente.
A partir de allí se lo puede ver al Vasco, un día arengando a trabajadores de
los frigoríficos Swift y el Armour en Berisso, y una semana después, explicando
sus proyectos a los cañeros tucumanos de la FOTIA, provincia donde tomó contacto
en su momento, con Santucho y logró captar al dirigente Leandro Fote, que años
después caería en combate en las filas del ERP.
Palabra Obrera no sólo formaba a sus ávidos lectores sino que también informaba
minuciosamente sobre las luchas populares. De hecho, el periódico se convirtió
prácticamente en una organización que tuvo un recorrido meritorio en la década
del 60. En una parte de ese tránsito PO llegó incluso a ser considerado como un
integrante más del peronismo resistente, pero su consecuente discurso de
denuncia a los burócratas sindicales y políticos de ese movimiento, provocaron
un paulatino despegue de las tácticas pendulares orientadas desde Madrid por
Juan Perón.
La pelea contra la traición del frondicismo, sus coincidencias con
John William Cooke, su decisión de ponerle el cuerpo a la lucha, por encima de cualquier
devaneo teórico purista, hicieron que Ángel Bengochea se ganara un sitio
importante entre la militancia peleona de aquellos años. El Vasco pasó varias
veces por la cárcel donde forjó nuevas relaciones con luchadores sociales, y
tomando conciencia de que cada vez se estrechaban más las posibilidades de
llevar adelante un cambio revolucionario por vía pacífica, plantea dentro de PO
la necesidad de empezar a prepararse para la lucha armada.
En 1962 viaja a Cuba, y en la Isla se entrevista con Fidel y el Che. Es con
Guevara con quien discute apasionada y fraternalmente sobre la viabilidad o no
de la guerrilla rural o la urbana, inclinándose inicialmente por esta última.
Participa en cursos de entrenamiento y preparación militar, a la vez que
íntimamente se da cuenta que faltaba muy poco para comenzar a recorrer un camino
que consideraba indispensable. Una trayectoria, que a partir del momento que se
toma la decisión de sumarse, es “a vencer o morir”.
Cuando regresa a la Argentina, la dirección de Palabra Obrera no coincide ya con
su planteo insurgente, y es allí que apura la ruptura con Moreno. Tenaz, noble y
obcecado, digno heredero de sus ancestros vascos, Bengochea fue construyendo
paso a paso la herramienta revolucionaria que le permitiría llevar adelante su
concepción de “guerra del pueblo”, es decir, según sus propias palabras
pronunciadas en innumerables y clandestinas reuniones: “la guerra que une lucha
política con lucha armada, cuando no hay condiciones de legalidad en el país”.
Profundamente anticapitalista y antiimperialista, el Vasco, al igual que el Che,
creía que la batalla fundamental no había que desarrollarla solamente en
Argentina sino que era imprescindible extenderla y coordinarla en el resto del
continente, donde también empezaban a aparecer diversos núcleos insurgentes.
Cuando tiempo después se produce, por parte de Bengochea y sus compañeros, la
creación de las FARN, se puede ver claramente la fusión de las corrientes
esenciales de su pensamiento: la reivindicación del nacionalismo revolucionario
y por otra parte la lucha de clases.
Ya la suerte estaba echada y había que generar las mejores condiciones para
desarrollar la implantación de un destacamento guerrillero allí precisamente
donde tiempo antes habían luchado los Uturuncos (y cuatro años después lo
intentarían las FAP en Taco Ralo), y en el que la clase obrera cañera, que
trabajaba de sol a sol en diferentes ingenios azucareros, tenía un alto grado de
combatividad.
A partir de ese momento, el Vasco y sus compañeros se sumergieron en el arduo
trabajo de pertrecharse, inspeccionar el terreno una y otra vez, buscar la
llegada de armamento (sufrieron la caída de un importante cargamento que venía
desde Bolivia), comprar las ropas y otros materiales necesarios para lo
inhóspito del terreno.
Todo estuvo medianamente calculado y elaborado, pero como suele ocurrir con
quienes optan por hacer, mientras otros hablan y hablan, hay imponderables que,
como en este caso, derivaron en tragedia.
El departamento de la calle Posadas era una auténtica base operativa, no sólo
por el almacenamiento de explosivos sino porque allí (ya se estaba en la etapa
final de zambullir al primer contingente en los montes tucumanos) se habían
concentrado las armas y parte del equipo que trasladarían los militantes hasta
el campamento. Más aún, esa fatídica tarde se hallaban presentes los cinco
principales cuadros de la organización, que obviamente no pudo recuperarse más
de semejante pérdida.
Cincuenta años después todavía no queda claro lo ocurrido. Los escritores Sergio
Nicanoff y Axel Castellano en un excelente trabajo (Las primeras experiencias
guerrilleras en la Argentina. La historia del Vasco Bengochea y las FARN) dan a
conocer la versión más creíble sobre el hecho, vinculada a una mala manipulación
de la pólvora negra (material extremadamente sensible). Además, informan de otra
versión sobre la posibilidad de que uno de los guerrilleros que un rato antes
había abandonado la casa, decidiera volver repentinamente porque había olvidado
las llaves. Al tocar el timbre, "generó el error de quien manipulaba los
explosivos” y todo voló por los aires.
Como ocurriera con Masetti, máximo referente de la insurgencia que peleó en
Salta, el cuerpo del Vasco jamás apareció, al parecer porque estaba muy cercano
al centro de la deflagración. El día después, en la medida que aparecían más
datos de quiénes eran los integrantes del "grupo de la Calle Posadas", la
policía comenzó a efectuar decenas de allanamientos y detenciones, escribiendo
de esta manera el parte de defunción de una organización revolucionaria que aún
no había comenzado a operar y cuyas posibilidades de desarrollo siempre serán
una incógnita.
Con la muerte de Ángel Bengochea y sus compañeros más entrañables se cerraba un
ciclo importante, aunque bastante ninguneado en la historia de las luchas
populares argentinas, igual a lo que ocurriera con el EGP. Es por eso que se
hace necesario, a medio siglo de su ausencia, recordar a quienes humildemente
pero con gran tenacidad fueron colocando los primeros ladrillos de la utopía
revolucionaria en la Argentina. El Vasco con su trotskismo tan particular supo
ganarse la admiración de sus compañeros peronistas con los que militó durante
años, logrando de varios de ellos el compromiso de participar en Tucumán. Allí
también iban a ser de la partida la Negra Amanda Peralta (luego combatiente de
las FAP), David Ramos y otros militantes de la JP de La Plata, y de las
agrupaciones sindicales de Berisso y Ensenada.
Quienes lo conocieron, reconocen en Bengochea a un dirigente nato, decidido,
como planteara el Che, a dar ejemplo de vida permanentemente. Obsesionado por
hacer la Revolución en Argentina, no cejó un instante de comprometerse con la
posibilidad de producir hechos que ayuden a la construcción revolucionaria.
Recordarlo hoy significa hacer un esfuerzo para visibilizar su experiencia de
años al servicio de los más humildes. Sin dudas, experiencias como las de los
Uturuncos, el EGP y las FARN, junto a otras de menor calado pero igual pasión,
sentaron las bases del proceso insurgente que reaparecería con fuerza pocos años
después, llenando de esperanza al continente.
* La experiencia revolucionaria de Ángel Bengochea y las FARN será evocada el
sábado 30 de agosto a las 19 horas en un acto a realizarse en la Taberna
Internacionalista Vasca de Buenos Aires, donde se presentará un video sobre su
trayectoria de lucha y hablarán su hija Laura, el escritor Sergio Nicanoff y
otros invitados.
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