John
William
Cooke nació en La Plata el 14 de noviembre de 1919;
su padre, Juan Isaac Cooke, fue diputado por la Unión Cívica Radical y canciller
durante el gobierno de Edelmiro Farrell. Cooke militaría en la Unión
Universitaria Intransigente, mientras cursaba Derecho en la Universidad de La
Plata. Egresó como abogado en 1943 y fue electo diputado por el peronismo, a los
25 años, para el período 1946-1952. En el Congreso fue presidente de las
comisiones de Asuntos Constitucionales, de la Redacción del Código Aeronáutico y
de la Protección de los Derechos Intelectuales. Fue profesor titular de economía
política en la facultad de derecho y ciencias sociales de la Universidad de
Buenos Aires entre 1946 y 1955. Integró la resistencia peronista, fue delegado
de Perón y padeció cárcel y exilio. Es uno de los máximos referentes
intelectuales de la izquierda peronista. Murió de cáncer el 19 de septiembre de
1968, dejando un importante legado en el seno del movimiento peronista.
Homenaje
a quien fue una pieza clave de la resistencia peronista
Por Norberto Galasso
[Imagen de la Muestra Pensamiento y
Compromiso Nacional, Palais de Glace, Buenos Aires 17 de marzo - 10 de abril
2011]
Trató a Juan Domingo Perón de igual a igual, se consideró marxista y también
peronista, fue un intelectual y también un hombre de acción. Viajó a Cuba y
junto a su mujer de transformó en miliciano y participó de la Revolución.
Pocos personajes de nuestra historia ofrecen facetas tan singulares como la de
este gran pensador y luchador argentino. Se llamó John William cuando
seguramente él hubiera querido que lo denominasen Juan Guillermo. Se consideraba
peronista pero también marxista. Como integrante del peronismo fue –casi
seguramente– el único que discutió con el general Perón de igual a igual, sin
inhibiciones ni reservas mentales: "Usted procede en forma muy diferente a la
que yo preconizo y a veces, en forma totalmente antitética" (enero 1966). El
único que se animó a decirle que algún día iba a morir (3/3/1962). Fue
intelectual profundo, pero al mismo tiempo hombre clave de la resistencia y se
lanzó con "una pistola 45" y tres cargadores de balas a parar a los marinos en
junio de 1955. Tenía cierta renguera y un cuerpo voluminoso pero le encantaba
bailar el tango. Fue invitado a un congreso en la Cuba presidida por Fidel y lo
retuvieron en el aeropuerto porque el Partido Comunista de la Argentina dio
malos informes sobre él ("¿Qué tal, Cooke? ¿Está en cana?", le dijo sonriendo El
Che y aclaró la situación). Una anécdota resume su independencia de criterio y
su singularidad en sus opiniones. Ante las diferencias que mantiene con Jorge
Antonio, Perón intenta limar asperezas y para calmarlo le dice: "Pero, Bebe,
Jorgito es millonario, pero es un millonario peronista." Y él le responde: "Mi
General, disculpe, pero yo no hago esos distingos. Para mí, no hay millonarios
peronistas y millonarios antiperonistas, los millonarios son millonarios, nada
más."
John William
Cooke, el ideólogo olvidado del peronismo revolucionario. Producción
Télam 2015.
Pero quizá lo que otorga a Cooke una característica aun más propia y definida
está dada por su permanente transformación, a través de la acción política, al
mismo ritmo que se modificaban y profundizaban las posiciones de las grandes
masas. Él provenía de una familia de irlandeses en cuyo hogar se hablaba en
idioma inglés y en lo político, seguían la tradición radical. Su padre, Juan
Isaac era dirigente importante de la UCR y como tal estaba alineado, en la
segunda guerra, en el campo aliadófilo, donde también se situaba John en su
juventud, celebrando los triunfos de Inglaterra. Pero al crecer el movimiento
obrero y alcanzar el protagonismo del 17 de octubre, John ya integra el
movimiento nacional e ingresa al Congreso de la Nación como diputado. Ha
comprendido que soplan vientos de revolución y que el peronismo viene a cubrir
el vacío dejado por los viejos partidos perimidos. Entonces afirma: "En 1945...
el peronismo fue el movimiento que surgió y triunfó contra todos los partidos,
que hizo saltar el esquema de los partidos repartiéndose el poder político. No
es que la izquierda hacía crisis; es que era una parte de la superestructura
política del imperialismo y saltó junto con los demás pedazos de esa
superestructura... El movimiento popular que atacó a la oligarquía y al
imperialismo pasó a ser la izquierda por cuanto representaba las fuerzas del
progreso nacional y de la independencia del extranjero. Fue una situación
revolucionaria, donde los esquemas teóricos no servían. Faltaba una Izquierda
Nacional y ese papel pasó a ocuparlo peronismo, aunque sin definirse como tal."
En su gestión parlamentaria, siendo el diputado más
joven –"El Bebe", lo llamaron– fue el más sólido y brillante. A él recurrió
Perón después del tremendo bombardeo del 16/6/55 para reorganizar el partido en
la Capital Federal, pero ya era muy tarde y el gobierno fue derrocado en
septiembre. Una tremenda noche de terror y silenciamiento cayó sobre el
peronismo en esos años, resumida en la delirante mordaza del Decreto 4161 y los
fusilamientos del '56. Cooke, mientras tanto, intentaba armar "la resistencia" y
era paseado por todas las cárceles del país, hasta "el infierno blanco" de
Ushuaia e inclusive sufre simulacro de fusilamiento. Producido el triunfo de
Frondizi en 1958, cuando los obreros se levantan contra la primera privatización
impuesta por el FMI, Cooke avanza aun más en su posición e intenta convertir esa
lucha en paro general, en un momento en que era delegado personal de Perón y más
aun, el único a quien Perón alguna vez designa su sucesor para el caso de su
muerte. Pero la burocracia política del peronismo le boicotea su acción y
después de denunciarlos ante Perón, viaja a Cuba, donde adhiere fervorosamente a
la Revolución. Tiempo más tarde es miliciano, al igual que su mujer Alicia
Eguren, y participan en la lucha cuando el imperialismo invade Bahía de los
Cochinos.
Reside unos pocos años en la isla y allí les explica a muchos cubanos mal
informados los progresos alcanzados por las mayorías populares dela Argentina
durante los dos gobiernos de Perón. Luego se desempeña como representante de
Fidel y El Che ante Perón –en España– sugiriéndole se traslade para residir en
Cuba, a lo cual el General le responde: "Dígale a Fidel que él hizo el asalto al
Moncada llevando consigo el rosario y la cruz y yo todavía tengo que seguir
llevándolos."
Cooke: Peronismo es revolución, en Militancia Nº
8, 02/08/73, clic para descargar la revista completa
En esa época es un socialista convencido, pero al
mismo tiempo se sigue considerando peronista y por ambas banderas milita sin
cesar. Parte de esa lucha queda registrada en una rica correspondencia mantenida
con el General durante una década (1956-1966). Allí analiza la correlación de
fuerzas, la imposibilidad, por ahora, de la revolución armada, como asimismo la
importancia que tendría abandonar la conducción pendular de un movimiento
policlasista para acentuar sus rasgos revolucionarios. Comprende que "el
peronismo es el hecho maldito del país burgués", pero también que "es un gigante
invertebrado y miope" si no se dan los cuadros necesarios y no se desplaza a los
burócratas políticos y sindicales. En esas cartas, Perón le explica que hay que
ser como el Papa "que benedice a tutti", que la unidad es lo principal dado el
poderío del enemigo. Cooke no está de acuerdo y se atreve a refutarlo: "¿Para
qué nos sirve el número, para votar en las elecciones que no se han de
realizar?" También afirma: "Peronismo y antiperonismo son, en esta etapa, la
forma en que se da políticamente la lucha de clases..." ¿Unidad para qué,
entonces? Su opinión es que obispos, generales y empresarios están de más en el
peronismo. Perón le contesta, desde su condición de líder nacional, que si los
echamos, engrosaremos las fuerzas del enemigo. Otras veces el General no le
responde por un tiempo. A veces, le señala: "Querido Bebe: ... muchas gracias
por su interesante y valiosa información..."Los “leales” y los desleales cuentan
sólo para construir y debemos manejarlos a todos porque si no llegaríamos al
final con muy poquitos. Por otra parte, hay dos clases de lealtad, la de los que
son leales de corazón al Movimiento y los que son leales cuando no les conviene
ser desleales. Con ambos hay que contar, usando a los primeros sin reservas y
utilizando a los segundos, a condición de colocarlos en una situación en la que
no les convenga defeccionar. Al final, no hay hombres buenos ni malos, más bien
todo depende de las circunstancias, aunque para conducir es siempre mejor pensar
que muchos son malos y mentirosos." En otras cartas, también se observa que
intenta persuadirlo: "Usted tiene razón, Bebe, lo felicito…" Pero al final de la
carta le reitera la política de "bendecir a todos", como única manera de aislar
a la oligarquía y al imperialismo. Pero Cooke insiste: "Cuando usted ya no esté,
¿qué significará ser peronista?"
A finales de 1963, Cooke regresa a la Argentina y crea Acción Revolucionaria
Peronista, es decir, intenta formar una izquierda orgánica, dentro del
movimiento, para estar en condiciones de incidir mejor. Ideológicamente su
influencia se difunde, pero –y él no tiene duda alguna– la clase trabajadora, en
su abrumadora mayoría, está con el General y no ve la necesidad de construir el
partido revolucionario que él preconiza.
En sus últimos años, concurre a varios congresos en Cuba y reafirma allí su
posición revolucionaria e inclusive adhiere a la lucha armada que se intenta en
otros países. Sin embargo, aún en sus últimos escritos, sostiene: "Perón no sólo
es el artífice de la única época en que el obrero fue feliz –década que el
tiempo y el drama de hoy embellecen aun más en la nostalgia– sino algo más
importante es el recuerdo, el símbolo de la primavera revolucionaria del
proletariado argentino, del momento cenital de las grandes conquistas sociales y
las reivindicaciones nacionales. Por eso, su mito se alimenta tanto de la
adhesión de los obreros como del odio que le profesa la oligarquía, no atenuado
por los años porque es el reverso del amor de los humildes… En el laberinto de
la política a ras del suelo a que nos tiene acostumbrados nuestros burócratas
Perón parecería estar bloqueando vaya a saber qué caminos. Desde las alturas de
las formas superiores de la lucha revolucionaria, no obstruye nada. El pueblo se
resiste a abandonar sus ídolos acreditados en el milagro por otros no probados…
El prestigio de la conducción revolucionaria de esta nueva generación se cargará
con el magnetismo de su antiguo prestigio."
Por entonces, lo toma el cáncer. A los pocos meses, el 19 de septiembre de 1968,
muere, pero su última voluntad –hecho todavía insólito en la Argentina de 1968–
es que sus órganos vitales sean usados para quien los necesite, como si quisiera
que sus ojos siguieran viendo, desde otro cuerpo, los cambios de su querida
América Latina, en busca de su destino igualitario.
John William Cooke nació en La Plata
el 14 de noviembre de 1920. Su padre, Juan Isaac Cooke, integró el grupo de
radicales que se incorporó al peronismo, y en 1945 fue ministro de Relaciones
Exteriores de Farrell. En 1946 John, que acababa de recibirse de abogado, fue
electo diputado por la Capital Federal. De posición, independiente y
convicciones nacionalistas, se opuso a la ratificación del Tratado de
Chapultepec. Tuvo una participación destacada en la Cámara, donde permaneció
hasta 1951.
Fue miembro del Instituto Juan Manuel de Rosas, donde pronunció conferencias y
del cual fue electo vicepresidente en 1954. Ese año editó la revista De Frente,
en la que planteó sus posiciones nacionalistas, y combatió los contratos
petroleros que negociaba el gobierno de Perón. Después del 16 de junio de 1955,
Perón lo designó interventor del Partido Peronista de la Capital Federal, desde
donde Cooke trató de movilizar y organizar a los peronistas para resistir el
inminente golpe militar.
El 20 de septiembre fue arrestado en la casa de su amigo José María Rosa. Pese a
estar en prisión hasta marzo de 1957, participó activamente en la organización
de los distintos grupos protagonistas de la "Resistencia peronista". Perón, que
estaba exiliado, lo puso al frente del denominado "Comando Táctico", y en
noviembre de 1956 le dirigió una expresiva carta, en la que avalaba firmemente
su acción y lo designaba su sucesor, en caso de fallecimiento. En marzo de 1957
Cooke escapó de manera espectacular de la prisión de Río Gallegos, en compañía
de otros detenidos peronistas -Jorge Antonio, Cámpora, Espejo-, y se instaló en
Chile, desde donde pudo operar con más eficacia para coordinar la acción de los
distintos grupos clandestinos y terroristas. En 1958 participó en la gestión del
pacto entre Perón y Frondizi, y posiblemente asistió a la reunión de Caracas,
donde éste se efectivizó. Cooke volvió al país a fines de 1958, para continuar
con la "resistencia", y de inmediato fue detenido. A principios de 1959
participó activamente en la huelga del Frigorífico Nacional y en la intensa
agitación subsiguiente. Por entonces, la militancia peronista se dividía entre
los partidarios de la "línea dura" y la "línea blanda", estos últimos, que
buscaban un acuerdo con el gobierno, recibieron el aval de Perón y comenzaron a
hostilizar a Cooke, tachándolo de comunista.
Perseguido, en 1959 abandonó el país y se instaló en Cuba, donde permaneció
hasta octubre de 1963. Allí se entusiasmó con la Revolución, realizó diversas
tareas de apoyo al régimen, entabló amistad con Ernesto Guevara e inició una
larga tarea de acercamiento entre el peronismo y el castrismo, que incluyó el
reclutamiento de jóvenes argentinos para ser entrenados en Cuba. Mantuvo una
intensa correspondencia con Perón, que sólo interrumpió en 1966, e intentó
convencerlo de que declarara su apoyo a Cuba y trocara su domicilio madrileño
por La Habana. A la vez, se propuso reconstruir la tradición peronista en clave
cubana e impulsar a los peronistas a seguir el camino iniciado por Fidel Castro.
En
esas circunstancias fue entrevistado por la revista Che. El semanario apareció
en octubre de 1960. Lo dirigía Pablo Giussani y entre sus redactores figuraban
Julia Constenla, Hugo Gambini, Francisco Urondo, Carlos Barbé y Alberto Ciria.
Se trataba de un grupo de partidarios argentinos de la Revolución Cubana, muchos
de los cuales militaban en el Partido Socialista Argentino. Un poco antes, en
febrero de 1961, Alfredo Palacios había ganado la elección de senador por la
Capital, con una campaña centrada en la Revolución Cubana, y con el apoyo de
muchos votantes del proscripto peronismo. El reportaje está ilustrado con dos
fotos de Cooke: en una aparece con traje y corbata, probablemente de su etapa de
diputado, y en otra con barba, boina y camisa miliciana. Che fue clausurada el
17 de noviembre de 1961. A fines de 1963, Cooke volvió a la Argentina y organizó
Acción Peronista Revolucionaria, un pequeño grupo de discusión al que asistían
futuros militantes como García Elorrio, Fernando Abal Medina y Norma Arrostito,
en donde siguió intentando la fusión entre el peronismo y el guevarismo. Sin
embargo, mientras vivió su influencia fue escasa. Murió en septiembre de 1968.
Desde 1971 sus escritos alcanzaron gran difusión y sus ideas fueron retomadas
por la nueva izquierda peronista. Este reportaje fue reeditado en septiembre de
1975 por la revista Crisis.
Entrevista
Publicado originalmente en revista "Che" (1961) y reproducido en "Crisis"
(1975).
John William Cooke y su esposa, Alicia
Eguren, se encuentran en La Habana desde hace más de un año. Ambos forman parte
de las milicias y colaboran -al mismo tiempo- en distintas publicaciones
cubanas. Che ha entrevistado a Cooke en su residencia, el hotel Riviera. Sus
respuestas, sin duda, son de trascendencia por la influencia que ha tenido -y
conserva aún- John William Cooke entre las filas peronistas.
-En la Argentina la Revolución Cubana cuenta con apreciable apoyo popular y los
esfuerzos de la propaganda reaccionaria -abrumadora y constante- son vanos por
contrarrestarlo. ¿A qué razones atribuye esta perspicacia popular, pese a la
prensa y agencias internacionales?
-Lo que eso demuestra, en primer lugar, es la madurez de nuestro pueblo, lo
arraigado que está en él el sentido de la soberanía nacional. Tengamos en cuenta
que esta recolonización de la Argentina es doblemente anacrónica: por producirse
en la época de los movimientos de liberación en todo el mundo y por serle
impuesta a un país que se había librado de la dominación inglesa y tenía
conciencia de lo que significa el ejercicio de la soberanía. La consecuencia es
que no solamente la represión es singularmente violenta, sino también la
propaganda proimperialista. El pensamiento colonial utiliza el monopolio de la
difusión para derramar una catarata de discursos, declaraciones, manifiestos,
conferencias, editoriales, solicitadas, pastorales, etc., para confundir a la
masa. En el caso de Cuba, sólo se difunden groseras tergiversaciones, embustes y
planteos arbitrarios. Sin embargo, las clases populares disciernen lúcidamente y
saben que la suerte de la Revolución Cubana incide en su propia suerte.
-Con respecto a Cuba, ¿cuál es la forma que adopta esta táctica de ocultamiento?
-Hay una sucesión de trampas. Todos los datos son falsos, al punto que la
mentira de ayer es desmentida por la mentira de hoy. Después se hace una mezcla
de los problemas concretos de la nación cubana con los problemas de la Guerra
Fría y con las discusiones teóricas en torno al comunismo. Nuestra masa evita
esos falseamientos porque va a la médula del problema, o sea, la agresión del
imperialismo contra un país hermano que osó liberarse: así no hay forma de
equivocarse.
Con
motivo de la reciente invasión de gusanos al servicio de los yanquis, se vio
cómo se desvirtuaba el problema planteándolo maliciosamente: se afirmó que la
Revolución es comunista, como si eso fuese lo que estaba en debate. Un cierto
porcentaje de papanatas quedó atrapado en ese artificioso enigma -ya fuera para
coincidir con la tesis o para discrepar con ella-, lo que implica que, de ser
concluyente la prueba sobre el carácter comunista del gobierno cubano, eso
legitimaba que se agrediese a un país soberano. ¿Quién ha dicho que los Estados
Unidos o los organismos internacionales tienen jurisdicción para hacer
macartismo y determinar cuál régimen tiene derecho a ser respetado y cuál no?
-Supongo que Ud. sabrá que hubo
algunos dirigentes peronistas que se "empantanaron".-Eso demuestra que carecen
de capacidad para dirigir nada y que invocan el nombre del Peronismo en vano.
Con el pretexto de que nuestro gobierno era nazi, se buscó que Estados Unidos
hiciese lo mismo que ahora hace con Cuba: los cipayos pedían la intervención
yanqui y de los organismos como la UN; un canciller uruguayo inventó la tesis de
la "intervención multilateral", que es la que ahora se quiere resucitar contra
los cubanos; se pidió que los países rompiesen relaciones con nosotros, por no
ser "democráticos", etc. Eran los mismos procedimientos y las mismas personas de
aquí y del extranjero los que se movían para destruir nuestra soberanía. ¡Y cómo
ardíamos de indignación contra el bradenismo y sus servidores! ¡Cómo
protestábamos contra los Jules Dubois, los Figueres, los Haya de la Torre, los
Ravines, contra Braden, Nelson Rockefeller, la gran prensa norteamericana y
continental! Pues bien: todos ésos, y los miles de secuaces, ahora hacen lo
mismo contra Cuba, ayudados por los mismos aliados que entonces tuvieron en la
Argentina, desde los políticos tradicionales hasta las fuerzas vivas, la
intelectualidad cipaya, las damas patricias y demás escoria enemiga de los
descamisados.
¿O es que la UPI, la AP, el Time,
etc., son reptiles cuando nos atacan a nosotros y "objetivos" cuando atacan a
Cuba? Sumarse, aunque sea pasivamente, a esa campaña, es dar razón
retrospectivamente a los vendepatrias: es negarnos como movimiento
nacional-liberador.
-Hay algunos pequeños sectores peronistas influenciados por el "nacionalismo"
que son activamente enemigos de la Revolución Cubana.
-Supongo que, en unos cuantos millones como somos, habrá de todo un poco. Hasta
que quienes se dejen llevar por un extraño "nacionalismo" que ante algo concreto
como el imperialismo que nos asfixia nos quiere hacer pelear contra los enemigos
de ese imperialismo. El único nacionalismo auténtico es el que busque liberarnos
de la servidumbre real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y demás
sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución social
son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también
lo mismo. Algunos sectores reaccionarios pudieron, en otras épocas, llamarse
"nacionalistas" porque coincidían con el pueblo frente a los ataques de nuestra
soberanía; ahora no, porque el antiimperialismo ha pasado a ser retórico en
ellos, que vuelven a su raíz oligárquica y ante el caso de Cuba quedan al
desnudo.
Compromiso No 3, 1974, Apuntes sobre
el Che. Clic para descargar la publicación
Como ya quedaron cuando
contribuyeron a la caída del gobierno popular en 1955.
Hay que tener la cabeza muy hueca
para creerse peronista y aceptar a esos teóricos del absurdo, que combinan las
añoranzas del imperio de la hispanidad medieval con el apoyo práctico al imperio
bárbaro norteamericano, y el culto a gauchos embalsamados con el paternalismo
aristócrata frente al cabecita negra, para oponerse, nada menos, a Fidel Castro.
Ocurre que Castro, a la cabeza de los hombres de la tierra, derrotó a puro
coraje al ejército armado y entrenado por los yanquis para proteger a la
satrapía batistiana; y que cuando los gringos quisieron llevárselo por delante,
los echó de Cuba y les quitó hasta el último dólar, más de mil millones tenían
invertidos en centrales azucareras, fábricas, empresas, bancos, etc. ¡Qué manera
de apagar faroles! Sin embargo, parece que Fidel no es "nacionalista", porque
nunca se dedicó a predicar el exterminio de estudiantes semitas ni a delatar
herejes incursos en el crimen de marxismo.
-¿Ud. no cree, entonces, que esos
defensores de "Occidente" tengan influencia en su movimiento?
-Solamente entre cierta capa burocrática, que, por otra parte, nunca sirvió para
nada, ni en el gobierno ni fuera de él. Ahora hacen méritos para que los dejen
participar en el festín político y administrativo del que están excluidos los
revolucionarios consecuentes. No hacen más que confirmarle al pueblo lo que éste
siempre supo de ellos. Habrá siempre alguna confusión, por éstos que embarullan
las cosas y por otros que, debiendo hablar, han callado. Pero el pueblo sabe que
desde que Fidel Castro empezó a quitarles a los ricos para darles a los pobres
fue la bestia negra (o roja) del continente. Claro que los gansos que creen que
el Peronismo es parte del dispositivo de la "civilización y de la democracia
occidental" quedan identificados frente a Cuba con los socios de Aciel y de la
Bolsa de Comercio, con los socialistas conservadores y los conservadores de la
infamia, con los exquisitos del Jockey Club, del Círculo de Armas, con Ascua Sur
y las demás agrupaciones de conciencias muertas, con las numerosas
instituciones, frentes y agrupaciones gorilas que piden nuestra sangre, con
Gainza Paz, el almirante Rojas, el Dr. Vicchi, el brioso Toranzo Montero. Todas
esas fuerzas son virulentamente enemigas de la Revolución Cubana, a la que odian
tanto como el "régimen depuesto": esas cosas no ocurren por casualidad, y
nuestra masa no vive en la luna.
¿Hay algún personaje en la Argentina
que logra, como Fidel Castro, que todas las cabezas del privilegio se unan para
acusarlo de demagogo, comunista, totalitario, chusma, perjuro, punguista,
motonetista, barba azul, asesino, incendiario, anti Cristo y otras lindezas
semejantes, y contra el cual piden el cadalso, la bomba atómica o la muerte a
manos de los "marines" yanquis? Creo recordar que sí. Y me resulta muy difícil
entender cómo pueden indignarnos la difamación contra la versión pampeana del
monstruo y quedarnos mudos cuando la víctima es la versión tropical.
-Hubo quien no repudió la reciente
invasión a Cuba alegando que al no abrir juicio cumplía con la "tercera
posición".
-Con quien cumplió fue con su propia cobardía. A cambio de la riqueza que se
llevan los yanquis nos dejan su histeria anticomunista que contagia a ciertos
"dirigentes". En el país reina un clima de terrorismo ideológico: ya no basta
con no ser comunista; hay que demostrarle a la reacción que se es anticomunista.
Y se llega a emplear el mismo lenguaje de nuestros enemigos: en lugar de dar
apoyo total, solidaridad sin retaceos a Cuba avasallada, se agregan condenas al
"imperialismo soviético", lo cual equivale a aceptar las premisas del
imperialismo agresor, que califica de crimen la negación de sus ansias
hegemónicas y el derecho a elegir las formas de gobierno y los amigos que a cada
país americano le resulten más convenientes.
Juan Pablo Feinmann - John
William Cooke: El ideólogo de la izquierda peronista.
La tercera posición es,
precisamente, todo lo contrario. Significa no tener compromisos con los bloques
mundiales, estar en libertad de tomar las decisiones más convenientes a los
intereses nacionales. Significa tener criterio propio para apreciar cada hecho y
cada actitud: no tenemos obligación de encontrar que cada cosa del señor
Kruschev es perfecta o malvada; ni de estar de antemano en pro o en contra del
bloque capitalista. En otras palabras, en cada momento y circunstancia nuestro
tercerismo consiste en opinar libremente, no sumarnos al coro de los que ven en
Estados Unidos la potencia rectora. A pesar de que nuestro gobierno tuvo que
maniobrar solo, en un mundo hostil, en lo fundamental jamás se apartó de su
independencia: no suscribimos el pacto de Caracas que establecía el peligro del
"comunismo internacional" para así consumar el crimen contra Guatemala
orquestado por Foster Dulles y otras bestias de la "Guerra Fría"; no firmamos
los Acuerdos de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional, Banco de
Reconstrucción y Fomento); no nos atamos por pactos militares bilaterales, etc.
Nada de eso subsistió; las primeras medidas de la dictadura militar fueron
adherirse a Bretton Woods, y hoy el FMI dirige nuestra política económica, y
revocan por decreto el voto de Caracas; siguieron los pactos militares, los
acuerdos sobre el Atlántico Sur, etc. Hoy somos un apéndice del imperialismo, lo
que requirió modificar totalmente la política internacional fijada por el
peronismo. El tercerismo fue una forma de no ser absorbidos por el imperialismo
yanqui: en ningún caso puede ser excusa para plegarnos a su estrategia de guerra
fría y para gritar junto con los derviches de la guerra contra los pueblos que
han adoptado el socialismo. Es lo que hacen los terceristas como India,
Yugoslavia, Egipto, etc., que no han vacilado en apoyar fervorosamente a Cuba y
que no ven al mundo como una división tajante donde los "buenos" son las
potencias occidentales. Es una posición para encarar los problemas, no para
eludirlos. En el caso de un país hermano sometido a persecuciones de toda índole
por el imperialismo, no ser terminantes, escatimar el apoyo, es renegar del
tercerismo y apoyar al imperialismo. Así como hay farsantes que son
antiimperialistas cuando las causas son lejanas y cipayos en las cuestiones
argentinas, igualmente hay farsantes que gritan contra el imperialismo aquí y se
suman a sus consignas en el orden mundial; estos últimos son los más peligrosos.
La posición consecuente de un antiimperialista es desprenderse de los falsos
esquemas como "Occidente y Oriente", "Mundo libre y mundo comunista" y demás
zonceras. Hay que estar con los argelinos, que son musulmanes, con los kenyanos,
que son mau-mau, con los laosianos, que son budistas, y con los cubanos, que son
barbudos. Y decirlo claramente y ayudarlos todo lo que se pueda y tener la
valentía de despreciar las voces que se alzarán para acusarnos de comunistas,
trotskistas, criptomarxistas, camaradas de ruta, idiotas útiles, filocomunistas,
infanto-comunistas, etc.
-¿Existe algún pronunciamiento de
Perón con respecto a la Revolución Cubana?
-¿Cómo cree usted que Perón podía desentenderse de un problema fundamental?
Cuando dijo que la Revolución Cubana "tiene nuestro mismo signo", enunció una
fórmula exacta que indica la común raíz antiimperialista y de justicia social.
Si Cuba ha elegido formas más radicales, ese es un derecho que ningún
antiimperialista le puede negar; por otra parte, los procedimientos de 1945
tampoco sirven ahora para nosotros, y nuestro programa, según lo ha dicho
repetidamente el propio Perón es de "revolución social", que salvo para los que
viven en el limbo sólo se puede cumplir socializando grandes porciones de la
economía y buscando las formas de transformación profunda y total que
correspondan a nuestra realidad nacional.
En
cuanto al apoyo de la Unión Soviética a Cuba, sólo quienes se pliegan al bando
de la oligarquía pueden hablar de "entrega" y demás tonterías semejantes, porque
los cubanos no han delegado ningún atributo de su soberanía ni han entregado
ningún resorte de su economía. ¿Qué eso sirve a la URSS para hacerse propaganda?
¿Y a los cubanos qué les importa?
Los quisieron matar de hambre,
dejarlos sin petróleo, dejarlos sin vender el azúcar, que es su única fuente de
divisas, atemorizarlos, agredirlos, quemarles los cañaverales; etc., el cipayaje
estaba feliz porque serían castigados los "desplantes", la insolencia frente al
coloso. El mundo socialista les permitió salir de esa ruina a que estaban
condenados, y he aquí que ciertos "antiimperialistas" resuelven que Cuba debió
dejarse morir de hambre, o llamar a los embajadores norteamericanos para que la
vuelvan a gobernar, para que no sufra la "democracia" y puedan seguir tranquilos
Somoza, Ydígoras, Frondizi, Prado y demás paladines de la cruzada anticomunista.
Todos regímenes democráticos que no podrán hacer lo que hace Fidel Castro: darle
un fusil o una ametralladora a cada obrero, a cada campesino, a cada pobre.
En un documento del año pasado el
general Perón indicó que el Movimiento debía apoyar todos los movimientos de
liberación nacional, como Egipto, Argelia, Cuba, etc. Eso se ha respetado
siempre, aunque ciertos sordos no han cumplido estas instrucciones ni las han
transmitido a la masa. Y en una carta dice: "Yo sé bien lo que son las sanciones
económicas. En 1948 nos las aplicaron intensamente impidiendo la provisión de
todo material petrolífero y dejando sin efecto la compra comprometida para
nuestra producción de lino que, en ese momento, representaba más del sesenta por
ciento de la producción mundial. Como en el caso de Cuba, fue la Unión Soviética
la que nos sacó del apuro comprando el lino y ofreciéndonos material
petrolífero". Tal vez deberíamos haber dejado que se pudriera el lino.
-¿Y no cree que también influya la Iglesia?
-La creencia religiosa es una cuestión del fuero espiritual y como tal
respetable. Pero cuando algunos sacerdotes opinan de política entonces no puede
invocarse para ellos el privilegio de que se les respete como cuando desempeñan
sus funciones espirituales: deben ser enjuiciados de acuerdo con sus actos y
posiciones políticas. Si se les hiciese caso en materia política, América no se
hubiese independizado de España, o, tomando otra etapa posterior, en México
reinarían los descendientes del emperador Maximiliano, Cuba sería colonia
española. Si se les otorgase imperio en materia política, nosotros nos debíamos
haber puesto en 1955 contra Perón, como ellos querían; entonces conspiraron con
los enemigos del pueblo, como ahora lo hacen en Cuba.
Durante seis años nuestros compañeros han ido a la cárcel, han sufrido torturas,
han sido echados del trabajo, han sido fusilados, sin que los altos dignatarios
de la Iglesia hiciesen más que algunos inocuos llamamientos a la paz general,
uniendo a verdugos y victimados como si las culpas fuesen comunes; cuando
discriminaron, fue para atacar al "régimen depuesto" y para condenar la rebeldía
de nuestra masa. No he leído la pastoral que condene a los asesinos de la
"operación masacre". No he sabido de ninguna epístola incandescente denunciando
a los sicarios uniformados que aplicaban suplicios a la gente trabajadora. Pero
basta que el señor Frondizi justifique la represión como defensa de "los altos
valores del espíritu", para que entonces sí se conmuevan esos duros corazones
episcopales. En cambio, están muy preocupados y tristes porque en Cuba hay un
gobierno revolucionario. ¿Por qué no dijeron nada cuando murieron 20.000
luchando contra el gobierno que mantenían los yanquis, cuando Nixon abrazaba a
Batista y lo colmaba de elogios? ¿Por qué no se preocupan por Angola, donde las
fuerzas "occidentales" mantienen la esclavitud aplicando la tortura? ¿O de
Argelia, que ha movido la indignación de muchos católicos franceses por el
sadismo de las tropas coloniales, cuyas técnicas aprenden nuestros jefes
militares? ¿Les parece que hay poco dolor en el mundo y en América, como para
que se dediquen al único país donde el pueblo se siente libre?
-¿Usted rechaza, por lo tanto, la tesis de que el peronismo es un freno contra
el avance del comunismo?
-Una
cosa es que nosotros tengamos una visión de las cosas argentinas que difiere de
la del Partido Comunista y tratemos de mantener la adhesión de las masas
trabajadoras; otra muy diversa unirnos al fanatismo regimentado que ve a los
comunistas como criminales y a los países socialistas como enemigos del género
humano. Esto es renunciar a la facultad de raciocinio y aceptar que el bando
imperialista piense por nosotros. No necesito ser comunista para considerar que
el principal responsable de la Guerra Fría es el imperialismo occidental, ni
para comprender que el enemigo más grande que hoy tiene el género humano es la
brutal plutocracia norteamericana.
En el orden nacional la manera de mantener nuestro prestigio en la masa no es
actuando como ayudantes de los pastores para que el rebaño no se ponga arisco,
sino ofreciendo soluciones revolucionarias a los problemas reales. Los que están
en la jugada de presentarnos como defensores del orden contra el comunismo
desnaturalizan la esencia del peronismo. Y, además, cometen una estupidez. Salvo
para los energúmenos que ven conspiraciones bolcheviques en cada lucha popular,
el comunismo avanza porque hay razones económico-sociales que así lo determinan.
Esas razones no desaparecerán y se trata de ver quiénes darán las soluciones.
Los que piensan en "conciliaciones" entre las clases o en paternalismos
equilibristas están al margen del tiempo, como los que hablan de corregir los
"abusos" del capitalismo. Pero lo que quieran dar soluciones, los que como
nosotros aspiran a mantener su vigencia como movimiento de masas, tienen que ir
al fondo de los problemas. No es posible enunciar aquí todas las cosas que
debemos hacer, pero para terminar con el drama argentino hay algunas que son
ineludibles, como por ejemplo: dejar sin efecto convenios petrolíferos,
eléctricos, etc.; denunciar tratados militares y compromisos belicistas;
expropiar las instalaciones petrolíferas y demás bienes de los monopolios;
expropiar a la oligarquía latifundista y a los grandes empresarios industriales:
expropiar los bancos, puertos, servicios públicos; socializar grandes ramas de
producción, hacer una reforma agraria que respete las características de nuestro
agro pero que elimine muchas de las formas empresarias de explotación;
planificar la economía en escala nacional; nacionalizar la gran industria
pesada; controlar los sectores de la economía que deban mantenerse bajo el
régimen de la propiedad privada, etc., etc. Eso significa terminar con la
democracia capitalista y sustituirla por nuevas estructuras que reflejen el
predominio de las fuerzas del progreso, dirigidas por el proletariado. Es decir,
que estaremos vulnerando el "derecho" de la libre empresa, de la propiedad y
otros valores igualmente sacros: en otras palabras, seremos "comunistas". Los
factores de poder y la oligarquía en su conjunto nos consideran, desde ya,
comunistas, porque nuestro triunfo implica el advenimiento de las masas, que
exigirán soluciones y las impondrán. Como dijo Perón: "Las masas avanzarán con
sus dirigentes a la cabeza o con la cabeza de sus dirigentes". Nosotros lo
sabemos y la reacción también lo sabe. Así que los que se hacen los "ranas" no
engañan a nadie, y menos a la oligarquía, que tiene sensibilidad de sobra cuando
se trata de que no le toquen sus privilegios. Los que quieren desempeñar el
papel de "defensores del orden" harán el deleite de los monseñores y de los
espadones de moda, sirviendo de preservativos por poco tiempo. O impulsamos el
avance de las masas -y entonces somos peligrosos y nos llamarán comunistas- o
tratamos de frenarlas, y entonces ayudamos a sembrar la confusión durante un
tiempo y luego nos barrerán como a la demás resaca del orden caduco ocupando el
Partido Comunista o quien sea la dirección que hemos desertado.
-¿Qué piensa de la unidad de las fuerzas populares?
-La unidad es indispensable y será un paso previo al triunfo popular. Lo
principal es para qué hacemos la unidad, cuáles son los objetivos cercanos
(como, por ejemplo, las elecciones) y cuáles los grandes objetivos. Unidad para
simple usufructo politiquero, no. Sí, en cambio, para dar las grandes batallas
por la soberanía nacional y la revolución social. En la lucha contra el régimen,
es como llegaremos más pronto a la unidad, forjada en la acción; dentro del
régimen nos esperan sólo frustraciones y derrotas; y pequeños triunfos que serán
desastres.
(Publicado en Cristianismo y Revolución Nº 2-3, octubre-noviembre 1966,
descargar en pdf)
17 de octubre
Una tarde del invierno de 1933, una muchedumbre como nunca se había visto se
congregó en el centro de Buenos Aires para asistir al entierro de Hipólito
Yrigoyen. Esa demostración popular sólo mereció desprecio y desdén a la
oligarquía gobernante: se trataba de una chusma que, gracias a la diligente
acción policial cuando había elecciones, no afectaba para nada la hegemonía
social y política de los selectos.
Doce años más tarde, la ciudad volvió a ser ocupada por una multitud que se
volcaba en un acto de adhesión a su caudillo. Esta vez los sectores
privilegiados no se burlaron: todavía les dura el pavor y el odio que les
provocó ese 17 de octubre. Y también la ignorancia sobre el significado profundo
de lo ocurrido.
Es que el fenómeno escapaba a la capacidad de comprensión de las clases
dominantes. Aceptaron la explicación de que se trataba de una manifestación de
malvivientes, grupos de desclasados y marginales ("lumpenproletariat", aclararon
los cultos de su "izquierda" cipaya), reclutados por la policía. Así fue como
pocos meses después, el misterio policial de octubre se transformó en el
misterio matemático de febrero: todos los partidos políticos, los dueños de
todos los votos, eran derrotados electoralmente por las organizaciones que
habían formado apresuradamente el nuevo movimiento nucleado en torno a Perón.
Pasado el desconcierto de ese desastre imprevisible, los partidos de la Unión
Democrática se refugiaron en interpretaciones de un idealismo delirante, que les
permitía no sólo negar la legitimidad del nuevo régimen surgido del más estricto
respeto a las normas de la democracia que ellos postulaban, sino continuar
reivindicando la condición de representantes de la voluntad de esa ciudadanía'
que los desconocía repetidamente en los comicios. El peronismo —decían— era el
resultado de la aplicación de técnicas totalitarias de manipuleo de la opinión
de las masas, y por lo tanto era lícito recurrir a la violencia para derrocarlo;
su irrespeto por el liberalismo económico y por los valores culturales impuestos
por cien años de semicoloniaje fue invocado como prueba de que se trataba de una
versión aborigen de los fascismos derrotados en Europa. Una vez más, las fuerzas
del viejo régimen empleaban fórmulas de interpretación trasladadas de la
realidad ultramarina.
La oligarquía restaurada
Producido el golpe de 1955, la
oligarquía restaurada desmanteló rápidamente el dispositivo económico peronista,
si bien la realidad demostró que no era posible retrotraer las cosas al punto en
que estaban antes del peronismo. En materia política, el imbecilismo de la
tiranía militar llegó al punto de que el Ministerio de Relaciones Exteriores
gestionó el envío de la legislación antifacista y antinazi, para aplicarla a los
"vencidos". Pero he aquí que pasaba el tiempo, que el peronismo no sólo carecía
de los resortes estatales sino que estos funcionaban integral y permanentemente
en contra suyo, que su jefe estaba en el exilio, sus dirigentes políticos presos
o exiliados, los sindicales proscriptos, sus signos, consignas, cantos e
iconografía prohibidos, sus bienes incautados, y el decreto 4161 pendía con su
viciosa crueldad sobre cualquier actividad proselitista. Y sin embargo, el
Movimiento no se desintegraba, no perdía cohesión ni sus masas corrían a
alistarse bajo las banderas de los partidos burgueses. Desde 1955 hasta la
fecha, el proceso político argentino es una sucesión de dictaduras militares,
directas o bajo cubertura de una falsa legalidad, que ensayan procedimientos
para "integrar" a esa masa peronista en las estructuras del sistema burgués en
crisis.
Descartada
la tesis de qué éramos una multitudinaria congregación de papanatas, surgieron
tácticas diversas: la ultragorila de tratarnos como "un caso de reformatorio
político" (Toranzo Montero); la "integracionista", que nos convertiría en masa
de maniobra del empresariado y los socios del capital norteamericano: la de
escindirnos en réprobos ligados a Madrid y gente decente y razonable capaz de
constituirse en partidos políticos neoperonistas, con discreta participación en
los órganos políticos del Estado. La más reciente es la que postulan los
teóricos del golpe de junio: el país está malogrado por la "falsa antinomia de
peronismo y antiperonismo", que debemos superar para que pueda progresar la
Nación. El actual régimen militar la traduce al terreno de los hechos mediante
la tabla rasa de la "despolitización", reservándose el monopolio de las
decisiones políticas mediante la tutoría, que asume por la violencia, de una
ciudadanía condenada a consentir o exponerse a las espadas punitivas prontas a
sancionar las rebeldías.
Todas esas fórmulas, con sus mezclas de zalamería y coerción, son ejercicios de
la incompetencia, el egoísmo y la dependencia imperialista de nuestra clase
dirigente. Porque la antinomia peronismo vs. antiperonismo no es una caprichosa
creación del carácter de los argentinos, sino la forma concreta en que se da la
lucha de clases en este período.
Peronismo y lucha de clases
No se puede "superar" eliminándola como expresión político-partidista, como se
intenta actualmente, porque responde a una contradicción insoluble entre un
régimen capitalista que ha agotado su programa y vive en crisis permanente, y
las fuerzas cuyas reivindicaciones no tienen satisfacción posible dentro del
contexto de esa institucionalidad cuya entraña expoliadora intenta ocultarse
bajo el "occidentalismo cristiano" y otros despropósitos propagandísticos del
sistema mundial de explotación encabezado por Estados Unidos.
Por lo tanto, el peronismo es, por su composición social y sus luchas,
revolucionario por esencia. Y si existe, en su seno, el peronismo
revolucionario, es porque el régimen, mediante el manejo del aparato estatal y
cultural, demora la toma de conciencia de las masas con respecto a las razones
de la tragedia que sufren y a la política que pueda ponerle fin. Lo que llamamos
"burocracia peronista" es, en síntesis, una capa dirigente que opera con los
mismos valores del enemigo y es incapaz, por lo tanto, de conducir a las bases a
la toma del poder, sin lo cual no hay salida ni para las clases trabajadoras ni
para el país, pues ya hemos entrado en una etapa en que no hay nacionalismo
burgués sino que revolución social y liberación nacional no son objetivos
diferenciabas sino dos aspectos de un mismo proceso indivisible.
Peronismo Revolucionario
El peronismo revolucionario es una vanguardia que busca reconciliar la política
del Movimiento con el verdadero papel que éste tiene en el enfrentamiento de las
fuerzas sociales. Puesto que las masas no absorben el conocimiento como una pura
teorética sino mezclado con la acción, la nuestra no es una obra de mera
predicación sino de militancia combativa y de difusión de las verdades
esenciales que eleven el nivel de conciencia de los sectores que tienen la
misión de construir la nueva sociedad en un país liberado. La política
revolucionaria es acción esclarecida por el pensamiento crítico; una permanente
indagación sobre una realidad fluida que no se somete a ninguna sabiduría
inmóvil centelleando verdades definitivas.
Mientras el peronismo no se estructure como "partido revolucionario" —es decir,
con una política revolucionaria entendida como unidad de teoría, acción y
méítodos organizativos, seguirá librado al espontaneismo, a la yuxtaposición de
tácticas que no se integran como estrategia, a los callejones sin salida en que
sucesivamente lo meten los dirigentes burocráticos que no conciben otra salida
que los frentismos electorales o los falsos atajos del golpismo.
Porque golpismo y electoraismo pitagórico no constituyen vías antagónicas sino
que son dos hipótesis de una misma concepción que implica la renuncia a la toma
del poder. Expresan la incapacidad de transformar nuestro número en fuerza, al
poner el número al servicio de quienes detentan la fuerza; es decir, aceptan la
"integracción", que además es de una imposibilidad histórica. Porque el
peronismo es la expresión de esa crisis integral del régimen burgués argentino.
Contratapa de El Descamisado
Nº 19, 26 de septiembre de 1973, en homenaje a John William Cooke. Clic para
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El régimen tiene fuerza para
subsistir pero no puede institucionalizarse porque el peronismo obtendría el
poder, y aunque no formule un programa anticapitalista, la obtención de
satisfacciones mínimas compatibles con las expectativas populares y las
exigencias de autodeterminación llevarían a la alteración del orden social
existente. El peronismo, por su parte, jaquea al régimen, agudiza su crisis y lo
obliga a sobrevivir a costa de la flagrante violación de sus presupuestos
ideológicas con que, nos definen los voceros de la burguesía, equilibrio
inestable se manifiesta la irreductible incompatibilidad entre régimen y
peronismo, signando el fracaso de todas las tentativas para integrarnos a las
estructuras del statu quo, y de todas las líneas políticas del peronismo que
busquen la "conciliación", la paz social, la pausa política, etc., etc.
Es preciso que demos el paso de la rebeldía a la revolución, que no se produce
espontáneamente o por revelaciones que automáticamente surjan de la prácticu de
las masas, sino por la elaboración teórica que en parte substancial de la
conducción. Nuestro déficit en este aspecto viene de lejos, y estamos pagando
las consecuencias. Porque si negamos las frivolidades sociológicas conque nos
definen los voceros de la burguesía, tampoco el convencimiento de nuestra
trascendental razón de ser histórica puede confundirse con los paraísos
artificiales de la autocomplacencia que nos hace depositarios de un destino
providencial. El peronismo, como estructura del nucleamiento de la masa popular
(política, administrativa, sindical, etc.) siempre ha estado por debajo de su
calidad como movimiento de masas. Esta contradicción, mientras persista, nos
condena no romper la adversa correlación de fuerzas que soportamos.
Al mismo tiempo, la orgullosa seguridad que el Movimiento ha opuesto a la
denigración, el escarnio y las persecuciones, no puede hacernos incurrir en la
ilusión de que somos los predestinados poseedores del devenir. Nuestra
importancia es también nuestra responsabilidad, y si afirmamos ser uno de los
polos de la antítesis político-social contemporánea no lo es a título exclusivo,
sino como eje de un frente de la nacionalidad en lucha contra la explotación
interna e internacional. El recíente golpe militar confirma que nuestra posición
era correcta, pues significa un simple reajuste del régimen que desnuda sus
títulos violentos y cierra los falsos caminos que nos presentaba el conformismo
reformista.
La magnitud de la tarea, sus dificultades y peligros, convocan a la verdadera
unidad, que es la del combate por la libertad real de nuestra patria y de
nuestro hombre.
La calidad de revolucionario es la que sirve de base a esa solidaridad activa,
haciendo desaparecer las diferencias secundarias en que se entretienen los que
están alienados a la superestructura del intolerable orden burgués que nos
oprime.
(...) “Lo que antes insinué
tímidamente, debo afirmarlo ahora con toda mi responsabilidad: el Partido
Justicialista puede ser el camino para que la corrupción penetre en el
Peronismo” (...) “Ya esos hombres ensayaron el neoperonismo y la política de no
violencia con la libertadora, que a estos efectos era torpe” (...) “el triunfo
de esa tendencia nefasta es el mejor regalo que puede hacerse al gobierno”. J.
W. Cooke, 5 febrero de 1959 (Tomo II, P. 148).
Los Partidos políticos y como punto de partida, podemos decir que son agentes de
organización y de representación política. A lo largo de la historia argentina y
en una extrema síntesis, coexistieron dos tradiciones para pensar la finalidad,
la forma de organización y las tareas que ejercieron, ejercen y que “deberían”
implementar los Partidos. Por un lado, se ubica la tradición demoliberal
burguesa y por otra y vinculado a la figura de Yrigoyen, pero y particularmente
a la de Perón, transcurre la tradición del “Movimiento Nacional” a la cual se va
a referir Cooke a lo largo de las Cartas.
Los Partidos de la tradición demoliberal burguesa tienen una génesis en el siglo
XIX dado que son producto del afianzamiento del régimen liberal aliado al
mercado mundial. Estos Partidos institucionalizaron el orden político de la
oligarquía que es económicamente liberal, políticamente aristocrático,
socialmente desigual y culturalmente neocolonial y dependiente de Europa. Dichos
Partidos tuvieron en su origen y poseen actualmente, la finalidad prioritaria de
ser un mero “agente electoral” y actúan como medios de representación en el
“mercado político” estableciendo agendas de gobierno y canalizando demandas del
electorado. Dichos Partidos se plantean representar a “ciudadanos” individuales
que actúan en el mercado político y que son definidos de forma similar al
movimiento de los factores del libre mercado. En su mayoría, poseen una
identidad difusa que se modifica según el marco y el contexto de la alianza
electoral. Desarrollan una organización burocrática y profundamente cerrada
consolidando una cúpula profesionalizada con lógica propia en la cual se toman
las decisiones, que esta separada de los cuadros auxiliares y los adherentes del
Partido que se los convoca solo en períodos electorales. El teatro de
operaciones de estos Partidos son los gabinetes empresarios, generalmente
extranjeros, el Congreso y las instituciones del gobierno. Su relación con la
masa se opera a través de los medios de comunicación de masas y/o la compra de
aparatos y estructuras políticas preexistentes. En tanto su condición de clase
los liga a la oligarquía, el capital financiero y a los grupos económicos
extranjeros, sus programas de gobierno enfrentan cualquier posibilidad de
desarrollo industrial independiente del país. A partir de aquí, que escinden la
práctica política de la transformación social y económica a la cual definen como
propia del “mercado”.
En
el reverso de este modelo de Partido demoliberal se ubica el Movimiento Nacional
producto del ingreso a las masas a la arena política en el siglo XX. Juan
Perón[1] se refirió a la muerte del demoliberalismo y al nacimiento de nuevas
formas políticas ya que:
(…) “la democracia de nuestro tiempo no puede ser estática, desarrollada en
grupos cerrados de dominadores por herencia o por fortuna, sino dinámica y en
expansión para dar cabida y sentido a las crecientes multitudes que van
igualando sus condiciones y posibilidades a las de los grupos privilegiados.
Esas masas ascendentes reclaman una democracia directa y expeditiva que las
viejas formas ya no pueden ofrecerles” (…) La historia del demoliberalismo
burgués es simple y casi reciente. Cuando hace vente años el Justicialismo
anunciaba desde la Argentina la “Hora de los Pueblos” y su doctrina, el mundo
demoliberal y el soviético, apoyados por el imperialismo capitalista, lanzaban
ya su ofensiva contra nosotros con la acusación de “antiliberalismo”,
“demagogia”, “nazifacismo”, etc. Sin embargo, ha pasado el tiempo y la evolución
paulatina e irremediable ha ido alejándonos cada día más de los supuestos
liberales que ya en la segunda mitad del siglo XIX comenzaron su fracaso, que se
acentuó decisivamente con el desarrollo económico del siglo XX y se hizo
efectivo e irreversible en la situación emergente de la Segunda Guerra Mundial”
A diferencia del Partido demoliberal el Movimiento puede ser un “agente
electoral” pero “no solo”, “ni necesariamente”, ese es su único objetivo. Por el
contrario, dentro del Movimiento existe una herramienta política electoral (en
este caso, denominada Partido Justicialista) y otro conjunto de ámbitos
organizativos. La trayectoria de Cooke luego del golpe del año 1955 se ejerció
dentro del Movimiento que estaba impedido de actuar políticamente a través del
Partido sin por eso, desaparecer el peronismo que excedió en su conformación ser
una mera herramienta electoral. El Movimiento y dada su composición de clase, se
plantea representar “colectivos” organizados y no individuos tal cual lo hace la
tradición demoliberal. La noción de ciudadanía típica de los Partidos
Demoliberales deja paso a la de “pueblo”[2], que involucra al conjunto de las
clases y actores de un país enfrentados al imperialismo y su socio local, la
oligarquía terrateniente o el capital financiero extranjero. Ya vimos como Perón
denominó a dicho conjunto de clases y actores capases de alcanzar el desarrollo
nacional y la industrialización, como Comunidad Organizada. En el contexto de
acción del Movimiento la política y la economía se fusionan y la herramienta
política es un medio de transformación económico y social. Su condición
revolucionario implica, obligatoriamente, la necesidad de organizar al pueblo y
es a partir de aquí, que el teatro de operaciones del Movimiento es la nación en
su conjunto:
A- se enseña la Teoría y se inculca la Doctrina[3] en las masas[4] y en los
cuadros políticos. Su práctica se desenvuelve en el marco del Estado y las
organizaciones libres del pueblo.
B- se organiza el Movimiento a partir de la acción en la totalidad de la nación.
Aparece dentro del Movimiento la rama sindical; una barrial; una cultural; una
juvenil; una femenina, las formaciones especiales; etc.
El objetivo del Movimiento es
alcanzar el desarrollo nacional y a partir de aquí que es, objetivamente,
antiimperialista ya que enfrenta la dependencia estructural operada a partir del
capital extranjero y sus socios internos. La inexistencia de industrias, la
dependencia tecnológica y científica y el genocidio social del Tercer Mundo,
reúne a diversos actores y clases en un mismo proyecto. El Movimiento es además,
antioligaquíco, ya que el desarrollo nacional enfrenta a los poseedores de la
riqueza social que en las naciones periféricas está, mayoritariamente, en manos
del extranjero y sus aliados locales, la “oligarquía”. El proyecto de las
minorías ligados a la metrópoli en el plano económico es agro exportador y
dependiente; en el plano político es represivo y parasitario del Estado y actúa
como la garantía de los intereses foráneos y el infra desarrollo del país.
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La tarea básica de un Partido
demoliberal o un Movimiento Nacional y más allá de una u otra tradición,
consiste en articular una fuerza social de manera mancomunada con el objetivo de
desarrollar una disputa por la distribución del poder político, económico y
social. En este sentido, se puede sostener que dichos entes son la manifestación
política de la lucha de clases. En ambos casos y generalmente luego de alcanzar
nivel de desarrollo considerable y sin mediar un golpe militar o acto similar,
uno de los ámbitos de actuación de los Partidos intenta ser el Sistema
Institucional[5]. Una institución es la cristalización jurídica de una relación
de poder y el mencionado “Sistema Institucional” y tal cual lo dice su nombre,
es un conjunto de instituciones y actores organizados y reglamentados
jurídicamente a través de la acción de “funcionarios de carrera” y de “cuadros
políticos”. Estos últimos son sujetos con capacidades de actuar en función de un
proyecto político estratégico y se formaron, históricamente, en los Partidos o
Movimientos. Un Funcionario de carrera es un sujeto con capacidades de gestión
administrativa de los proyectos y a diferencia de un Cuadro político, se forman
en la Carrera profesional[6]. En este contexto, la lucha contra la dependencia y
el subdesarrollo neocolonial se da a partir de la organización del Movimiento,
que hace de la nación una gran escuela en donde reclutar y educar a sus cuadros
políticos para encarar el control del Sistema Institucional y el enfrentamiento
de poder.
El Movimiento es un agente de
representación y de organización política que tiene una función electoral, ya
que del resultado de las elecciones depende la posibilidad o no, de ocupar
espacios en el sistema institucional. Su condición de ser un agente de
representación implica canalizar y expresar demandas del pueblo; determinar las
agendas de gobierno y dar continuidad la ideológica a los miembros del
Movimiento. En tanto tiene una función de organización de la fuerza social para
disputar el poder, se entiende que debe mantener la unidad del movimiento
(organización y solidaridad entre sus miembros); dar orientación ideológica y
promover la unidad doctrinaria a los Cuadros y la masa; y contribuir a que
exista una unidad de “concepción” (conocer la “doctrina” y la “teoría de la
práctica”) y de acción. El Movimiento se aboca a promover e implementar las
vinculaciones con otros Partidos y Estados con los cuales interactúa.
Dentro del Movimiento existe una estructura compuesta por “cuadros de
conducción” que desarrollan la estrategia; “cuadros auxiliares” que aplican la
táctica y ofician como intermediarios con los adherentes y la masa del pueblo
cuya finalidad es que este organizada y educada, elementos sin los cuales no se
puede conducir. En este contexto adquiere suma importancia estratégica la
formación de los cuadros políticos de conducción y auxiliares.
La historia de los Partidos políticos que acompañaron a Perón es relativamente
corta. El primero fue el Partido Laborista que como ya mencionamos, fue fundado
luego del 17 de octubre y disuelto tras la unidad de los partidos de la
revolución en el año 1946. El Partido único, luego Justicialista, fue el
instrumento electoral que dio el triunfo al gobierno en todas las oportunidades
en las cuales se presentó a las urnas. Elecciones mediante, el peronismo más que
un Partido, se caracterizó ante todo y desde sus orígenes, como un Movimiento,
conformado por distintas expresiones de la sociedad argentina, a diferencia de
la U.C.R. o de los partidos Socialista o Conservador, que poseían una estructura
partidaria clásica.
El golpe de 1955 trajo nuevos
desafíos al Partido Justicialista, dada la imposibilidad de practicar las
elecciones y disputar el poder en las urnas, lo cual llevó a Cooke replantear
los métodos de la acción política. El Partido Justicialista con Perón en el
exilio y proscrito y desde la óptica de Cooke, no llegó nunca a ser el elemento
de conducción que la historia exigía. Por el contrario, Cooke se refirió
críticamente el comportamiento los cuadros políticos al mando del Partido a los
que acusó, en muchas ocasiones, de no resistir la acción de los militares en
1955 y de pactar con diversos dirigentes de la oposición.
Las causas de esta práctica eran diversas. Cooke le mencionó a Perón en varias
oportunidades que la formación ideológica de los cuadros de conducción era
deficiente. Otra cuestión de suma importancia, tuvo que ver con los métodos de
lucha empleados por el Movimiento ante una dictadura que prohibió las
elecciones. En este contexto Cooke consideró que el Partido Justicialista
debería actualizar su organización para la resistencia o en su defecto, no tenía
razón de existir ya que y en sus palabras del 5 febrero de 1959 “no estoy
exagerando en un ápice la importancia del Partido Justicialista. Como no creo
que nosotros podamos llegar al poder por un proceso democrático y normal, no
considero al Partido Justicialista como el medio de cumplir los objetivos
finales” (Tomo II, p 149). Según Cooke uno de los dramas centrales del Partido
tuvo que ver con que sus dirigentes tenían un punto de vista meramente
electoralista, a partir del cual se cerró la posibilidad de desarrollar una
política revolucionaria e insurreccional. No plantearse la vía insurreccional
bajo un sistema político que bloqueaba la alternativa electoral, hacía del
Partido una cáscara vacía sin una función concreta acorde a los desafíos de la
resistencia.
Siguiendo
con las críticas y tal cual Cooke mencionó en la nota del epígrafe, el Partido
podía ser el camino para que “entre la corrupción” y se formulen acuerdos con
los adversarios de Perón y del Movimiento. Las incapacidades y responsabilidades
del Partido luego del año 1955 fueron mencionadas por Cooke en Carta del 24 de
julio de 1961 cuando estableció que “los que hemos tenido la preocupación de
meditar sobre las causas de nuestra caída del gobierno, computado tanto los
factores que en un momento dado fortalecieron el frente cipayo como las fallas
internas que entonces afloraron, hemos atribuido la máxima importancia a una
debilidad estructural que resultaba de tener un líder revolucionario y una masa
revolucionaria pero también una capa burocrática -sindical, política y
administrativa- que hacía de aislante y no de mecanismo de transmisión, de freno
y no de ejecutora de una política revolucionaria. (...) Es allí, en esas
posiciones ideológicas absurdas y reaccionarias, donde está el mal y donde
radica nuestra debilidad (Tomo II, Pp. 181-182).
En este cuadro y pese a que Cooke fue interventor en el Partido luego de junio
del año 1955, su tarea se centró en la formación de los Comandos clandestinos y
de las organizaciones extra partidarias ya que y en sus palabras del 25 de junio
de 1958 en el Partido “el proceso de desintegración no se detuvo en ninguna
estructura, y para la acción contra la tiranía hubo que valerse de los Comandos,
nuevas formaciones que nada tenían en común con las formaciones políticas
partidarias. (...) Por eso he luchado tanto por la incorporación directa de los
obreros a los cuadros dirigentes partidarios, para que ese contacto no se
debilite” (Tomo II, Pp. 78-79).
En la Carta del 3 de marzo del año 1962 Cooke estableció una diferencia clara
entre los miembros del Partido y los gremios y desde Cuba sostuvo que “aquí
estuvieron los gremialistas metalúrgicos (Vandor, Niembro, etc.). Recorrieron,
vieron las cosas y comprendieron. Cuando se hacía la conferencia en Punta del
Este, las 62 dieron una magnífica declaración. Los cuadros políticos, como son
conservadores y están mentalmente congelados en el año 1945, nos están
abochornando en toda América” (Tomo II, P. 212).
Con posterioridad a la elección a la gobernación de Buenos Aires que culminó con
la caída de Frondizi, Cooke se refirió críticamente a los miembros del Partido.
En la Carta del 15 de junio del año 1962 y adelantándose varios años a la futura
organización de la izquierda peronista, estableció que existía una contradicción
entre la “tendencia revolucionaria del Movimiento” y las “posturas
reaccionarias” ya que los “cuadros intermedios que vienen de la vieja
burocracia, que sólo conciben la política en los marcos tradicionales, ansiosos
por congraciarse con los factores de poder y temiendo ser acusados de
peronistas” (Tomo II, P. 228).
Eduardo Gurucharri mencionó una de las últimas participaciones públicas de
Cooke, que no por casualidad, fue en el Plenario del Peronismo Revolucionario
del año 1968 que marcó un hito importante en la conformación de la “tendencia
revolucionaria” del peronismo. Dicha corriente política y tal cual mencionó
Cooke más arriba, iba a aparecer como una alternativa a las “conducciones
burocráticas” del Movimiento. En palabras de Gurucharri:
(…) “la apreciación de Cooke databa
de 1964. Ahora era el momento y la gente del Bebe, Acción Revolucionaria
Peronista, también estaba de acuerdo”. (…) “Debe rechazarse toda ilusión
idealista de contar con las masas como acto reflejo por la sola presencia de un
grupo armado”, había insistido Rearte en el documento de convocatoria. La idea,
un tanto confusa aún, era crear una especie de partido de la izquierda
peronista, aunque esas palabras no se usaran. Una plataforma donde hubiera lugar
para representantes de las incipientes formaciones guerrilleras que estaban
organizándose, aunque todavía no actuaran públicamente, para los sindicalistas
de la CGTA y para las diversas agrupaciones políticas y del ámbito de la
juventud y el estudiantado, apoyada en una red de organizaciones de base
barriales y comandos fabriles” (…) “Roberto Sinigaglia, Jorge Gil Solá, Raimundo
Villaflor y Bruno Cambareri representaban ARP. El domingo por la tarde, 19 de
agosto de 1968, llegó Alicia Eguren acompañando al Bebe. Gil Soria fue el
primero en reaccionar. Se paró y empezó a aplaudir. Los treinta o cuarenta
reunidos lo siguieron. Un aplauso largo y un tanto asordinado por las
circunstancias de la reunión, saludó la que sería la última aparición pública,
si se puede calificar así la concurrencia a una asamblea clandestina, de John
William Cooke. Estaba gravemente enfermo y todos lo sabían”.[7]
Declaraciones ante la Comisión
Especial Investigadora sobre petróleo de la Cámara de Diputados de la Nación
(1964).
Tal cual pronosticó Cooke y luego de
su muerte, se desarrolló la “tendencia revolucionaria” del peronismo que intentó
desplazar a las “conducciones burocráticas” del Movimiento. Lo que no pudo
percibir Cooke fue el fuerte enfrentamiento entre corrientes internas del
Movimiento, Ezeiza y primero de mayo incluido. Asimismo y cuestión importante,
Cooke no percibió la dinámica violenta y confrontativa que adquirió el debate de
Montoneros o las FAP con Perón y luego de casi dos décadas de lucha por su
regreso. Cooke había planteado y con razón, que el Partido Justicialista iba ser
el instrumento de penetración neocolonial, cuestión que finalmente se confirmó
en los hechos. Ahora bien y pese a eso y en el plano de la mera especulación,
cuesta pensar que Cooke pueda haber justificado el enfrentamiento directo de la
Tendencia con Perón y más allá de las provocaciones de la derecha peronista y el
imperialismo que fueron en ese sentido. Cooke y pese a que discutió con el
líder, lo reconoció como dirigente máximo del proyecto y como un legítimo
conductor de la liberación nacional al cual había que acompañar conjuntamente al
pueblo.
[1] Perón Juan, “La Hora de los Pueblos”, Ed. Norte, Madrid, 1968. Pp. 14-15.
[2] Ernesto Laclau desarrolló un prolifero debate en relación a la noción de
“pueblo” y de “populismo”. En sus palabras, “el pueblo no constituye una
expresión ideológica, sino una relación real entre agentes sociales. En otros
términos, es una forma de constituir la unidad del grupo. No es, obviamente, la
única forma de hacerlo; hay otras lógicas que operan dentro de lo social y que
hacen posibles tipos de identidad diferentes de la populista”. “La razón
populista”, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005. Pp. 97-98.
[3] (…) “Las doctrinas son, generalmente, exposiciones sintéticas de grandes
líneas de orientación, y representan, en sí y en su propia síntesis, solamente
el enunciado de innumerable problemas; pero la solución de esos problemas,
realizada por el examen analítico de los mismos, no puede formar cuerpo en esa
doctrina sin que constituya toda una teoría de la doctrina misma, así como
también de ese análisis surgen las formas de ejecución de esa doctrina y de esa
teoría. Una doctrina sin teoría resulta incompleta; pero una doctrina y una
teoría sin las formas de realizarlas, resultan inútiles”; (…) “las doctrinas no
son eternas sino en sus grandes principios, pero es necesario ir adaptándolas a
los tiempos, el progreso y a las necesidades” (…) “lo importante en las
doctrinas es inculcarlas, vale decir, que no es suficiente conocer la doctrina:
lo fundamental es sentirla, y lo más importante es amarla” (…) “La Teoría es
solamente la interpretación inteligente de la doctrina y la forma de ejecutarla
es ya la acción mecánica en el empleo del esfuerzo llevarla a cabo” Juan Perón,
“Conducción política”. Ed. Secretaria de la Presidencia de la Nación, Buenos
Aires, 1974. Pp. 5-9.
[4] (…) “En esto, como en todo lo demás, se comienza a construir desde abajo y
nunca desde arriba. Es inútil dar a una masa inorgánica y anárquica un
conductor. Lo van a colgar. Primero hay que formar esa masa” (…) “Esto es
simple: un conductor, por genial que fuese, no podría llegar a cada uno de los
millones de hombres que conduce. Hay una cosa que debe marchar sola; es decir la
doctrina, que pone a todo el mundo “a patear el mismo arco”. Luego está la
organización, que le da unidad en la ejecución de las cosas”. Perón Juan,
“Conducción política” (1974). P. 35.
[5] (…) “Cuando observamos el sistema institucional, lo común es ver al:
gobierno y sus ministerios, con sus funcionarios y cuadros políticos; el
Parlamento y sus comisiones, con sus cuadros políticos y asesores de partido
político; los Partidos Políticos con sus cuadros políticos y militantes. En
síntesis, observamos, al ejecutivo del gobierno como coordinador de una
constelación de cuadros políticos y funcionarios organizados en ministerios,
Secretarias subsecretarias y jefatura de gabinete. También al parlamento en su
juego de presiones, regateos y acuerdos entre partidos políticos; oficialista y
oposición”. Walter Formento “El Sistema Institucional Político de Dominación”
(Conducción, Liderazgo, Represión). Ed. Centro de Investigación en Política y
Economía (CIEPE), Buenos Aires 1998.
[6] Walter Formento (1998) “El Sistema Institucional”.
[7] Gurrucharri Eduardo, “Un militar entre obreros y guerrilleros” (2001). Pp.
245-247.
John William Cooke: peronista, radical
y socialista. Puro patria y pueblo. Diputado por el peronismo entre 1946 y 1952,
siempre crítico y siempre patriota. El 16 de junio apareció en la plaza de Mayo
con la 45 listo a morir por la Patria.
Participó en la resistencia, siempre fiel a Perón y fue preso por eso. El
general Perón lo reconoció como el único dirigente político 100% leal. Articuló
las relaciones del peronismo con los movimientos revolucionarios de todo el
Tercer mundo y con Cuba. Murió antes de ver los fuegos de 1969-73, en 1968,
mientras caían los guerrilleros de Taco Ralo.
Vayamos por partes. El Bebe, el
gordo Cooke, el John William, era platense, de la calle 50 entre 4 y 5. Lo era
desde el 14 de noviembre de 1919.
Devorador de literatura, gran jugador de poker, no de naipes, que asimila con
juegos de tono español y cuando más de truco criollo, pleno de picardía y de
astucia: no; el Bebe era gran jugador de póker, digno de fullerías y
caballerosidades, solo compatibles con florilegios de un señorito inglés, que
puede defender su partida en simples gestos de coraje silencioso, o de
desplantes belicosos, si alguien transgrede las reglas elementales del fair play
un simple caballero inglés, en la arrogancia íntima de una carta - al todo o
nada, en el simple pase a barajas, porque la partida, no da para más...!
Pero ese jugador de etiqueta sajona, bailaba el tango - como ninguno, y si el
entrevero daba para más, cada corte o quebrada podía abrir el íntimo - chamuyo
de un varón, para la mina que había caído en su mirada...
Bailarín y chamuyador, hombre de poker y de silencios..., siempre arropaba una
frase de la gran literatura, como sobrando al acontecimiento, ese que como
piensa Badiou, el Alain Badiou de la filosofía francesa que él no alcanzó a
conocer, la búsqueda real de la filosofía se condiciona por los procedimientos
de tal verdad que están en - la ciencia; el arte (el poema), la política y la
verdad amorosa.
A mi se me da, que el Bebe, le
chamuyó al francés, desde el otro mundo, este recorrido inmenso del nombre de la
verdad, poniendo a su servicio, esa subjetividad interminable, que blandió en
cada uno de esos procedimientos...
Con ellos, con esos procedimientos, construyó su huella antioligárquica,
recorrida sin pausas, sin pedir disculpas, ni piedad, ni permiso, en la
edificación como nadie por la liberación nacional.
Así junto a Avelino Fernández y a Sebastián Borro, estará identificado contra la
ignominiosa entrega al extranjero de nuestro patrimonio y levantando esa
calificación inmejorable del peronismo como el hecho maldito de la política
burguesa argentina.
Si de platense se trata y en épocas lejanas, debemos advertir su paso por la
Unión Universitaria Intransigente, allí, con Juan Cornejo y con Rene S. Orsi, el
filoso y fiero polemista e historiador de la patria en rebelión para presagiar
su independencia, creció su militancia política, aún en situación ambigua. El
hombre, Orsi, que revivió en sus páginas las epopeyas de Dorrego, Alem,
Jauretche y Scalabrini, como la de San Martín y Artigas tal vez señalando una
huella que el Bebe también recorrerá.
Vandor, Cooke, Perón, Framini
Pero hay otra influencia, es la de
César Marcos, el autodidacta que se pegará a los libros que le permiten atender
a nuestro revisionismo histórico.
César anuda con el Bebe esa amistad
intensa que endereza la literatura, la historia, la pasión nacional y los fasos
y los tragos. Y llegará el 17 de octubre y el Bebe, con los obreros en la Plaza
de Mayo, despega sin demoras y ahora sin dudas, un trajinar antiimperialista y
popular.
Después llegará la diputación el 24 de febrero. El Bebe será diputado y el
peronismo le impondrá a la burguesía, su tormenta con ráfagas de ciclón; los
delegados de fábrica, los convenios colectivos, precios máximos, aportes
jubilatorios, pleno empleo, salarios en aumento, aguinaldo, justa y digna
legislación laboral; salud pública con la revolución de la capacidad instalada,
de Carrillo y la vigencia nítida de los trabajadores en el poder político...
allí está el Bebe, siempre con el consejo y el aliento de César Marcos, ahora su
secretario y siempre su amigo.
Juntos elaboraban y defendían ese planteo que los diarios de la oligarquía
calificaban como el ritornello antiimperialista...
Entonces llegará con la caída del peronismo, la resistencia, la clandestinidad,
la prisión, y detrás de esa resistencia, se agranda la figura del Bebe como el
hombre de mayor confianza del Perón exiliado.
Recordemos a la lucha en el Frigorífico Lisandro de la Torre; fue un 17 de enero
de 1959. Sebastián Borro encabeza la rebelión. Hasta Vandor, no buen amigo de
Sebastián, acepta en llamar a la Huelga General. El propio Sebastián señala que
Cooke no organizó la huelga, pero se solidarizó de inmediato con los
trabajadores.
Allí, en su proclama dice:
No sabemos si este movimiento es subversivo, eso es una cuestión de terminología
y en los países coloniales son las oligarquías las que manejan el diccionario.
La Huelga se profundiza, Frondizi, el presidente, convoca a los dirigentes
gremiales para dialogar. Van Sebastián, Avelino Fernández, Jorge Di Pascuale y
algún otro.
Borro le dice al Presidente, mientras Ud. vaya a los EE.UU a entregar nuestro
patrimonio, nosotros le vamos a parar el país...
Mire, mocito le dice Frondizi, yo no voy a aceptar sus intimidaciones... y los
dirigentes se retiran y comienza la represión, con el Ejército y la gendarmería;
con tanques, embisten los portones, los derriban y el ejército, con gases y
balas toman el Frigorífico.
El pueblo sale a la calle. Mataderos es una cerrada resistencia popular...
Cooke logra pasar al Uruguay... acusado de subversivo...!
Llegará abril del 60 y Cooke
invitado por la Revolución va a Cuba... Lo confunden a su llegada y lo detienen,
allí llega el Che y Cooke puede asistir a la reunión a la que fue invitado.
En Cuba, su militancia lo lleva a defender la revolución, hasta con las armas,
frente a la invasión de la Bahía de los Cochinos.
Siempre creyó que:
• El peronismo es el hecho maldito del país burgués y que aunque se trate de un
movimiento policlasista es la clase trabajadora la que lo debe conducir.
• El hecho maldito del país burgués; en términos de hoy:
• El hecho antagónico de la burguesía...
Ha terminado la relación dialéctica, para convertirse en una certera relación
antagónica..., entonces será revolucionaria, o no será... Casi como los ecos
vivos de Eva Perón proclamando el estado revolucionario del peronismo.
[Floreal A. Ferrara, militante
social y político que fuera Ministro de Salud de Oscar Bidegain y de Antonio
Cafiero en la Pcia. de Bs. As., es un destacado medico y sanitarista, discípulo
del Dr. Ramón Carrilllo, primer Ministro de Salud de nuestro país.]
Con gran emoción humana y revolucionaria recibimos su carta del 23 de junio.
También, por intermedio de un argentino que estuvo preso en el penal de Viedma
tuvimos noticias de Mena y Oliva. En todo este tiempo no ha pasado por acá un
compatriota identificado con Cuba y que entienda el problema argentino al cual
no le hayamos pedido que no se movilizara por ellos. Les escribimos inclusive
por intermedio de abogados de confianza para que se comunicaran con ellos. Por
fin ahora, por intermedio del camarada P., que es quien estuvo con ellos,
tenemos noticias directas de ambos y de Olga[1], de quien sabemos que está bien,
que no la molestan, y que tiene un chiquito que sin duda saldrá un
revolucionario de primer orden, nacido de esos padres, y en estos tiempos. Para
ella y para el chiquito, así como para todos los heroicos compañeros que hoy
sufren cárcel y persecución por plantear por primera vez una forma
definitivamente revolucionaria de lucha en el país, nuestro más entrañable
afecto y nuestro constante recuerdo.
Alhaja, si quizás usted estuvo con un compañero abogado del Partido Socialista
Argentino, abogado, defensor de presos, el compañero Elías Semán, que anduvo por
acá un tiempo largo, sabrá cuales fueron los inconvenientes insalvables
entonces, por lo menos para nosotros, para que usted y otros compañeros pudieran
venir acá. Puede usted buscarlo y hablar con él.
Muchos los llamaron, sin duda alguna "aventureros". Yo quisiera saber qué
hicieron en concreto los que eso dicen. En la lucha revolucionaria siempre es
igual. El que triunfa es un héroe nacional; el derrotado es un provocador. La
historia, por lo demás, la escriben los triunfadores. Si Lenin no hubiera tomado
el poder en Octubre hubiera quedado como un espía alemán. Si Fidel no hubiese
triunfado en Sierra Maestra, dirían de él hoy que fue un loquito, niño bien, que
desató la represión contra el movimiento obrero. Eso no quiere decir, como usted
bien expresa, que no haya que sacar conclusiones y experiencia. Si el núcleo
inicial se hubiera podido consolidar, quizás otra sería la situación del país
hoy, aunque la lucha no hubiera concluido y aun cuando después de un tiempo los
hubieran aniquilado. Ustedes intentaron ser "el motor pequeño que pusiera en
movimiento, que desencadenara, que largara a andar al grande", para decirlo con
palabras de Fidel al referirse a ellos mismos al embarcarse en el Granma. Es
indudable, sin embargo, que un núcleo inicial, por pequeño que sea, debe tener
disciplina militar rígida, una dirección política UNICA e indiscutida, una
organización vertical sin vacilaciones. Y usted recuerda que no fue así. Cada
vivo quería la paternidad, cada sector la dirección política, y eso se aceptó a
pesar de que, a ojos vista, era un error grave. Pero no es el momento de estar
echando nada en cara, porque lo importante, lo fundamental, es que la
experiencia fue válida y también fue heroica, y ojalá todos los doctores en
revolución del país tuvieran la mitad del espíritu heroico, de la resolución, de
la clara visión en cuanto a la concepción del problema, que ustedes tuvieron.
El hecho de tener que moverse dentro
-principalmente- de un movimiento inmenso pero inorgánico, en el cual muy pocos
dirigentes tenían o tienen una visión más o menos claras de las cosas, y sí
ambiciones suicidas en cantidades agobiadoras, hizo todo muy difícil por no
decir intransitable.
Por lo que usted me dice, comprendo que están formando cuadros y dando
instrucción tanto doctrinaria como específicamente militar. Eso es lo que
corresponde, a mi entender. La difusión de la Revolución Cubana, no su
aprovechamiento, ayudará enormemente a crear en el país, sobre todo en grupos
juveniles, la idea de cuál es la salida, cualesquiera sean las combinaciones
electorales actuales, combinaciones que nada lograrán.
Mi comunicación con ustedes ha sido hasta ahora imposible. Por primera vez, por
intermedio de Tristán[2], recibo una carta suya. En una oportunidad Alicia[3]
les envió a Montevideo una carta de 40 carillas explicándoles este proceso hasta
fines del año pasado. No se si usted alcanzó a leerla. Desde entonces a ahora el
proceso se profundizó inmensamente, y las circunstancias mundiales se han
tornado incalculablemente favorables.
Los americanos no pueden voltear una
revolución socialista a 90 millas de sus costas. Quiere decir mucho, como casi
lo más importante para nosotros. Los países socialistas no abandonan sino que se
juegan en la defensa de los movimientos de liberación en América Latina. Quiere
decir algo tan importante como lo anterior. Las juventudes de todos los
partidos, y fuertes sectores aun de los partidos tradicionales comienzan a tener
la clara visión de que el ajedrez electoral no resuelve nada, y que tampoco nada
se puede resolver en el país si las masas peronistas no se movilizan
revolucionariamente. El mundo del ‘61 no es el del ‘55, ni siquiera el del ‘59.
Saltando el cerco doméstico de las pequeñas cosas que todo lo nublan, el
panorama de todas partes se aclara rápidamente y positivamente en el sentido de
las revoluciones populares. ¿Qué hacer entonces? Pues construir la vanguardia de
la revolución para realizar la insurrección popular, por un método, por otro, o
por varios combinados. Pero lo fundamental es tener cuadros, y muchos cuadros,
porque en la lucha se necesitará mucha gente y segura, y disciplinada, y con
experiencia, que es lo que todos vamos adquiriendo. No hay que tener temor de
decirle las verdades al pueblo, y debemos destruir el terrorismo ideológico que
pretenden imponernos nuestros enemigos, así como la pasividad y el pacifismo de
nuestros aliados en la lucha contra el imperialismo. Pacifismo puramente local,
por otro lado, porque esa no es la línea en otros países, y eso poco tiene que
ver con el marxismo leninismo. No hay que tropezar con ninguno de esos dos
muros, y no hacer concesiones, sino tácticas. Cuando se tiene un estado mayor,
es decir cuadros esclarecidos y disciplinados, y una línea estratégica clara, se
pueden y se deben hacer todas las concesiones tácticas necesarias.
Mi querido compañero, mi querido hermano, permítame que así lo llame porque así
lo siento, así lo sentimos a usted y a todos ustedes, porque el primer
sentimiento que debe unir a los compañeros revolucionarios es una fraternidad
profunda y más honda que cualquier otro sentimiento afectivo; la revolución
social, es decir, la revolución socialista, avanza rápidamente en el Continente
a partir de Cuba. La diferencia está en si la hace esta generación o llega
aburridamente en una vuelta del cohete de Gagarin o de Titov. De cualquier
manera llegará.
Pero nosotros la queremos en esta generación, y peleada con sangre criolla.
Intentaré nuevamente el viaje de ustedes. Por lo menos de usted y de algún otro
compañero que usted indique. Esta es, sería para todos ustedes una experiencia
demasiado preciosa, demasiado inmensa como para que nos resignemos a que no la
realicen. Aquí aprenderán en muy poco tiempo lo que durante años no podrán
aprender allá ni en ninguna parte, me atrevo a decir, porque esta es la
revolución social en español, el socialismo en Latinoamérica y surgido de la
tierra, con un vigor, con un sentido heroico, con un feroz sentimiento nacional
como pocas veces se ha dado en el mundo. No quiero prometer cosas que no
dependen de mí. No le puedo decir: prepárense para venir a Cuba porque no tengo
la absoluta certeza de conseguirlo. Pero de todos modos le digo que usted, y dos
o tres de los mejores muchachos consigan pasaporte, con el nombre que sea, que
se estén en contacto con Tristán, que intentaremos nuevamente. Si tuvieran que
comunicarse con nosotros, pueden hacerlo a nombre de: PRIMON DEL CASTILLO.
NEPTUNO 973. LA HABANA. CUBA/ La carta debe ser despachada de Montevideo. Tan
pronto como tengan los nombres de los pasaportes, háganlo, por favor.
Le envío un trabajo, aunque primera redacción, que es útil que lo lean, comenten
y difundan. Es un programa para el movimiento. Es importante que lo hagan
conocer, porque clarificar el nivel ideológico del pueblo es fundamental para
toda nuestra lucha. Si el pueblo no entiende, cuando llegue el momento de
cualquier forma de lucha, o bien no la hará, o más adelante se presentarán
inconvenientes insalvables. También le envío colecciones de OBRA REVOLUCIONARIA.
No son discursos políticos. Cada discurso (deben ser leídos en orden) es una
explicación, un desarrollo, un anuncio de una ley revolucionaria. Siguiéndolos,
pueden ustedes estudiar analíticamente este proceso que será el de toda nuestra
América, ya que toda revolución, a esta altura del proceso, es socialista.
Estoy terminando otro trabajo que se llamará: CUBA, INFORME A LAS BASES
PERONISTAS. También se lo haré llegar.
Hágame saber si recibió esta carta, y le seguiré escribiendo. Tengo la esperanza
de tenerlos pronto por acá. Un abrazo muy afectuoso de Alicia y de
[John W. Cooke]
(*) Alhaja: Genaro Carabajal, uno de los comandantes
Uturuncos.
[1]Hermana de "Alhaja" y esposa de Mena.
[2]Se trata de Héctor Tristán, llamado el "Worker" o el "workman" por su
condición de obrero metalúrgico. Fue un hombre muy cercano a Cooke sobre todo en
el período que va de 1955 a 1960. Falleció en Buenos Aires en el año 1994.
[3]Se trata de Alicia Eguren, esposa de John William Cooke y militante de la
tendencia de izquierda del peronismo. Está desaparecida desde el año 1977.
[De: Universidad y Liberación Nacional. Un estudio de
la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas: 1946-1952,
1952-1955 y 1973-1975.
[Imagen: Cooke por Franco Venturi,
artista plástico nacido en Italia en 1937 y desaparecido por la dictadura
argentina en 1976]
En este apartado intentaremos
reflexionar sobre ciertos ejes temáticos del proceso político inaugurado en 1955
y la manera en que se transformó abruptamente la vinculación entre la
universidad y el peronismo proscripto. En este marco, será primordial analizar
la forma en que se operaron las grandes mutaciones en el ámbito de la
universidad y demás esferas de participación de la clase media. Optamos por
presentar el pensamiento de Cooke como eje vector de este apartado y no el de
otro autor, por su capacidad de desarrollo de un bagaje conceptual que nos
permitirá identificar varios de los debates centrales del período en relación al
rol de la juventud dentro del peronismo y su lugar en las luchas de liberación
nacional. En este sentido, deberíamos aclarar que Cooke no será el intelectual
más representativo de los estudiantes y docentes de la UBA durante las décadas
de 1960 y 1970, entre otras cuestiones, por su pronta muerte en 1968 y además,
por el hecho de que su ámbito de influencia y sus actividades concretas, pocas
veces estuvieron circunscriptas a la universidad. Por el contrario, Cooke será
fundamentalmente un referente de la militancia partidaria y sindical más que un
armador político en la universidad.74 Otros intelectuales como Ortega Peña, Juan
José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Abelardo Ramos, Roberto Carri, Silvio
Frondizi y Rodolfo Puiggrós, entre otros, serán claros referentes de los
estudiantes universitarios e incluso, varios de ellos se desempeñarán como
docentes y funcionarios de las casas de altos estudios.
Tras el golpe de 1955, el programa
de la universidad de 1946 fue barrido conjuntamente con la Constitución Nacional
y con muchas de las instituciones del peronismo75, proscripto hasta el año 1973.
En este esquema político, las prácticas y los desafíos del movimiento popular
serán otras y la universidad se verá profundamente transformada. En este
contexto, se inscribirá el pensamiento y la práctica de John William Cooke, en
torno al cual no ahondaremos en cuestiones biográficas ya que éstas han sido
trabajadas pormenorizadamente en otro texto.76 Hecha esta salvedad, tengamos en
cuenta que este apartado se ocupará únicamente de algunos debates de la década
de 1960 que nos permitirán tener una idea más clara del proceso que experimentó
la militancia estudiantil y el cuerpo docente, durante las décadas de 1960-1970
y particularmente, en el año 1973.
Estos planteos, no exentos de contradicciones y conflictos, se irán definiendo y
consolidando en un programa político y en una institución universitaria con un
perfil determinado que plasmará en la ley Nº 20.654: Ley Orgánica de las
Universidades Nacionales, producto de la sustitución de la Ley Nº 17.245, que
será sancionada el 14 de marzo de 1974 y promulgada el 25 de marzo de 1974.
Presentaremos, entonces, algunas ideas que aparecen en el período histórico que
transcurre entre las décadas que van de 1940 tratadas en el apartado anterior-,
la política nacional y las transformaciones producidas en la UBA y en la clase
media en general entre 1955 y 1970. Junto a las formulaciones de Cooke
abordaremos un conjunto de tópicos que nos permitirán entender la estructura del
Movimiento de Liberación Nacional en su paso de la década de 1940 a la de 1970.
El 23 de
septiembre de 2014, las cenizas de los restos de Cooke, tal como era
su deseo, fueron dispersadas al viento sobre el Río de la Plata.
Gráficamente intentaremos: -Aproximarnos a un conjunto de conceptualizaciones
del Movimiento Peronista durante el período comprendido entre 1955-1970.
-Establecer algunas características acerca de la relación entre la universidad y
el peronismo con posterioridad al golpe de 1955.
-Abordar algunos lineamientos conceptuales generales acerca de los esquemas
ideológicos de la década de 1960, que con distintos matices, van a ser
representativos del debate en la universidad durante la gestión Cámpora.
Con respecto al pensamiento de John William Cooke, nos centraremos en un texto
denominado "Universidad y país"77, trascripción de una conferencia dictada en
Córdoba, el 4 de diciembre de 1964, en la cual el autor reflexiona en torno a la
universidad nacional en su vinculación con el peronismo.
1-BREVE BIOGRAFÍA DE J. W. COOKE John William Cooke, ciudadano argentino, nació
en el año 1919. Fue diputado durante el primer gobierno peronista (1946-1952).
En el año 1955, Perón lo nombrará interventor del Partido Justicialista en
Capital Federal tras el bombardeo e intento golpista protagonizado por un grupo
de militares y civiles enemigos del modelo nacional, industrial y popular del
peronismo. Con posterioridad al golpe militar, Cooke caerá preso y tras su fuga
de la cárcel de Río Gallegos en 1957, será uno de los principales organizadores
de la Resistencia Peronista y jefe de la "División de Operaciones del Comando
Superior", centro de mando para la coordinación y el desarrollo de la
reconstrucción del peronismo para el regreso al poder. Un par de meses antes y
corriendo el año 1956, Perón lo nombrará su primer representante en Argentina y
único heredero en caso de su fallecimiento, cargo que ocupará hasta el año 1959,
cuando será sustituido por el "Consejo Supervisor y Coordinador del peronismo"
con dirigentes más cercanos a lo que Cooke establecía como la línea
"burocrática" del peronismo. Ese mismo año participará en la fracasada formación
de la Huelga general Insurreccional del frigorífico Lisandro de La Torre.
Destituido de su cargo y ya corriendo el año 1960, viajará a Cuba en donde será
miliciano a favor de la revolución castrista en la isla con el desembarco en
Bahía de los Cochinos. En el año 1962 estará cercano a las figuras de Ernesto
Guevara y de Masetti, protagonistas de un proyecto de desarrollo de la lucha
insurreccional en Latinoamérica, que será truncado por la muerte de Guevara en
Bolivia y de Masetti en el norte argentino. Participará además, en la formación
de la Acción Revolucionaria Peronista (ARP) que oficiará como unos de los
primeros esbozos de desarrollo de la lucha armada en Argentina para lograr el
regreso de Perón a nuestro país. Antes de analizar el pensamiento de Cooke en
torno a la problemática que nos interesa, haremos un breve recorrido histórico
en torno a la universidad posterior al golpe de 1955.
NOTAS
74 Ver apartado sobre las organizaciones estudiantiles peronistas.
75 Por ejemplo, la eliminación de los sectores nacionalistas de las FFAA sería
uno de los principales objetivos de la estrategia norteamericana para el Cono
Sur. Los militares golpistas pos 1955 cumplirían este mandato augurando la
tragedia que conducirían en el año 1976. Para terminar con la institución
militar nacionalista e industrialista los EEUU otorgarían material pedagógico a
las academias militares argentinas y en el año 1956 invitarían a una promoción
del Colegio Militar a realizar un curso de formación. Estas actividades se irían
incrementando hasta inculcar entre los mandos militares las nociones de "lucha
antisubversiva y contrainsurgencia" practicadas por los militares en Indochina.
Datos de Chávez y otros (1993), pp. 129-130.
76 Recalde (2006).
77 Todas las citas de Cooke que no especifiquen otra referencia serán
referenciadas como Cooke (1964).
Extractadas de Baschetti Roberto (Compilador), Documentos de la Resistencia
Peronista 1955-1970, Puntosur, Buenos Aires, 1988.
El libro que prologamos tuvo un
origen bien concreto: la tentativa de acercar a las bases del movimiento, es
decir a la clase trabajadora peronista, una visión histórico - política
comprensible. Se trata de apuntes revolucionariamente didácticos, escritos con
alto sentido crítico, en tanto Cooke insistía en la necesidad del
auto-conocimiento permanente del Movimiento Nacional Peronista.
(...) La burocracia que "rectifica los aciertos y reincide en los errores",
apunta a que la burocracia puede a los sumo en la mejor de las hipótesis, es un
cándido milagrerismo. La burocracia no es para Cooke un conjunto de hombres más
o menos malos o ineficaces. Se trata en cambio, en lo interno del Movimiento, de
una conducción sin política de fines, o aún más concretamente, un sistema de
conducción de Movimiento que carece de una política de Poder.
Cooke tiene en claro que el peronismo tiene origen en el reconocimiento de que
el propio peronismo es un encuadramiento de las fuerzas populares vertebrado en
torno a la clase trabajadora.
Es exacto que desde 1955 el país sufre un "despotismo clasista" y que la
presencia del peronismo impedía que las clases dominantes gocen tranquilamente
de sus privilegios usurpados. Pero no es menos exacto que a esa violencia del
régimen, que está en la lógica de las cosas y que nos confirma como su
antítesis, el Peronismo se limita a jaquearla pero no la suplanta
revolucionariamente.
Cooke busca en la historia argentina los orígenes del Peronismo. Desde ya
participaba de una concepción revisionista de la historia en tanto recuperación
de una concepción nacional antioligárquica. Va a insistir en la demostración de
cómo movimientos nacionales antecesores del Peronismo: el federalismo de Rosas,
la montoneras de Chacho Peñalosa, Felipe Varela y López Jordán; y el radicalismo
de Yrigoyen fueron derrotados en la lucha librada en la estructura semicolonial
de la Argentina. Es decir, la historia como experiencia imposible para el
político, y la analogía sirviendo de instrumento de concientización de las
masas, posibilitando una nueva estrategia de poder que no repita los errores
histórico-políticos allí analizados.
John Cooke no rehuye desde ya, sino que asume, un análisis clasista del
Peronismo, del cual surge que éste es el hombre político del proletariado, en la
semicolonia que es la Argentina.
La nueva situación
El paso de una ideología de protesta a una teoría revolucionaria forma parte
de la lógica necesaria de la lucha de liberación, es uno de sus momentos
básicos. En primer lugar es necesario desarticular la supuesta racionalidad que
bajo la apariencia de cientificismo, encubre la "cultura" de dominación del
Sistema.
Es cierto, sin embargo, que hasta ahora existe:
a) Una inadecuación entre el papel objetivo del peronismo y su supuesta
ideología-doctrina.
b) La ausencia de una teoría revolucionaria del peronismo coherente y adecuada
para la toma del poder.
c) Un desarrollo de la programación de un socialismo nacional.
Cooke
y la teoría revolucionaria peronista
En la formación de Cooke señala: "Todo planteo para la lucha a partir del
conocimiento de nuestra situación de país semicolonial, integrante de un
continente semicolonial". Por ello "cualquier política de liberación debe ser,
ante todo, antiimperialista". "La oligarquía nativa es un subproducto que
solamente será eliminado cuando se liquide la influencia del imperialismo. La
lucha entonces, es de liberación nacional, para liberar al país y alcanzar el
triunfo definitivo".
"El nacionalismo sólo es posible como una política antiimperialista
consecuente".
Cumplida la regla primordial de identificación del enemigo, Cooke analiza la
naturaleza de la guerra librada por el peronismo. "Si es una guerra librada
contra el régimen, no podemos contar con los que combaten "dentro" del régimen.
Combatimos contra el sistema y no contra una de sus variantes. Cooke remarca la
existencia de rebeldías toleradas dentro del Sistema como una categoría propia
del Sistema (nota: las marchas en reclamo de planes de asistencia social podría
encuadrárselas dentro de esta categoría).
"Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente. Solamente
cuando la rebeldía está coordinada y encausada en un movimiento de liberación,
adquiere la eficacia necesaria para luchar con éxito".
"No hay liberación sin el peronismo -explica Cooke- pero el peronismo solo no
puede hacer la liberación".
Afirma:
Que se necesita una movilización popular muy vasta
La orientación por un programa, inflexible en el mantenimiento de ciertos
principios fundamentales.
Suficientemente amplio como para superar las particularidades ideológicas de los
sectores que coinciden.
Los partidos políticos tradicionales no forman parte del Frente de Liberación
por la sencilla razón de que están en la trinchera enemiga. No desean terminar
con la opresión sino cambiar la mentalidad de los oprimidos.
Autoconciencia y revolución peronista
Marca como puntos de una teoría
revolucionaria peronista:
Sobre el voluntarismo y las masas: "Movimiento de masas en que la salida
revolucionaria sea la consecuencia lógica y la dirección revolucionaria se
convierta en la única posible".
La verdadera disyuntiva es entre una política reformista y una política
revolucionaria. Entre una política de grupos y una política de masas. Una
política revolucionaria equivale a unidad de teoría, metodología organizativa y
de lucha. Por ello lo que hay que cambiar no es el equipo burocrático de turno:
hay que cambiar los métodos (nota: cuestión imposible con alianzas con los
partidos tradicionales, hoy también el PJ)
Hasta que la revolución no triunfe, sólo podemos esperar triunfos tácticos.
"Toda revolución es el final de un proceso, y hasta que se cumpla ese proceso,
solamente se anotan parciales.
"¿Quién ha dicho que porque el peronismo tenga una composición social
policlasista su ideología es también policlasista? El clasismo aparece de ese
modo como una tentativa ideológica de desmembrar el movimiento nacional, de
aislar a la clase trabajadora en nombre de un ideologismo puro".
La ideología revolucionaria es la única que dará soluciones, no solamente para
la clase trabajadora sino también para los sectores de nuestra burguesía que
tienen una función constructiva que desempeñar en las etapas de transición hacia
nuevas formas de organización de la sociedad. "No hay política nacionalista sino
bajo la conducción de la clase trabajadora, que movilice la voluntad nacional
tras la empresa revolucionaria de cambiar el orden social existente y asegurar
sus bases mediante el desarrollo independiente, hasta desplazar del poder a las
clases dominantes, la toma del poder por los trabajadores y la construcción
nueva.
El
peronismo: hecho maldito de la política burguesa
"El sistema capitalista en la Argentina está decrépito sin haber pasado por
la lozanía. Bajo el liderazgo de Perón, a partir de 1945 el país realizó su
proceso democrático burgués, como imposición de un frente antiimperialista cuya
base de apoyo estaba en la clase trabajadora y sectores de la clase media y
sector nacionalista del ejército".
"Al cerrarse las condiciones de prosperidad de post guerra, se agudiza la lucha
de clases. Las contradicciones se dan también internamente en el seno del
peronismo. El frente original amalgama fuerzas diversas, se transformó en causa
de debilidad" (nota: estas tensiones internas elevó estos choques de baja
confrontación a la más alta en los años ’70).
¿Qué es el peronismo? "Fue -define Cooke- el más alto nivel de conciencia al que
llegó la clase trabajadora argentina. La definición aparece reformulada en un
conocido reportaje a las FAR: ‘Nosotros no nos integramos al peronismo, el
peronismo no es un club o un partido burgués al que uno puede afiliarse, el
peronismo es fundamentalmente una experiencia de nuestro pueblo y lo que
nosotros hacemos ahora es descubrir que siempre habíamos estado integrados a
ella, en el sentido que está integrado a la experiencia de su pueblo todo hombre
que se identifica con los intereses de los más’
La superación del peronismo
"El ejército revolucionario está nucleado tras sus banderas y el peronismo
no desaparecerá por sustitución sino mediante superación dialéctica, es decir,
no negándoselo sino integrándolo en una síntesis".
Pero el problema aquí aparece, aunque correctamente solo apuntado: "El peronismo
jaquea al régimen...pero sólo con métodos revolucionarios podrá suplantarlos".
Por de pronto describió algunas de las características del Método: "Si tomamos
como punto de partida que la liberación no se consigue derrotando al grupo
gobernante sino terminando con la dominación imperialista, se perfila con
bastante nitidez el carácter de la lucha". Al analizar la política del Sistema
en materia electoral precisó: "La primera línea de defensa de la casta dominante
está ubicada en el sistema de 1853, que otorga libertades políticas a cambio del
respeto por las organizaciones que permiten el mantenimiento de las
desigualdades sociales. Cuando esa línea es rebasada, está la segunda línea, el
fraude, cuya característica moderna consiste en la clasificación apriorística de
cuáles fuerzas son democráticas y cuales no".
Algunas conclusiones
El peronismo en el poder sustituyó una ideología de la realidad (capitalismo
de estado popular) con una doctrina coyuntural, en un destiempo que sería
aprovechado por la contrarrevolución al querérsele dar carácter permanente.
El peronismo en el llano (peronismo de resistencia) condicionó el proceso de la
cuestión nacional, pero sin tematizar su propia actividad de resistencia
anticolonial.
El peronismo está en actitud de toma del poder, puede ser integrado al sistema
en función de aquella doctrina coyuntural como maniobra neo-colonial, o puede
formular su propia autoconciencia revolucionaria a través de una teoría en la
cual explicite que el poder no va a ser regalado por cuanto el neocolonialismo
no se suicida.
Pero todo esto sin olvidar aquel pensamiento de Cooke:
"Las masas latinoamericanas no pueden hacer causa común con los verdugos, porque
ellas también están en la lista de las víctimas"
(*) Un estudio sobre la teoría en
acto de Cooke que escribí para el libro "Cooke de vuelta" una compilación de
textos publicada en 1999 por Ediciones La Rosa Blindada, a cuya presentación en
el Auditorio de la Asociación de Trabajadores del Estado, jamás nunca nadie
concurrió y hubo que levantarla.
En memoria de Gustavo Groba
"El marxismo es rico en contradicciones,
pero resulta que el peronismo (argentino)
se las sabe todas.
Aunque se llevará (su sorete a la tumba)." Osvaldo Lamborghini
Dos caminos
"La antinomia peronismo -
antiperonismo es la forma concreta en que se da la lucha de clases en este
período de nuestro devenir". Cuando John William Cooke enunció esta sentencia
allá por 1966 en su texto Peronismo y Revolución, estaba gestando un doble
nacimiento: El más espectacular intento de incorporar núcleos conceptuales del
entonces reciente marxismo no estalinista al interior del discurso y práctica
peronista y, contrario sensu, ponía en forma los principales señalamientos
surgidos de la reflexión y práctica peronista para intentar construir al
interior de la teoría marxista en general y la teoría regional de la ideología
en particular, el status teórico del modelo de organización y discurso
populista(1).
El primer camino abierto por Cooke de introducir núcleos teóricos marxistas
dentro del discurso y práctica populista es bien conocido por sus efectos: Es
clara la influencia que el pensamiento de John William Cooke tiene sobre amplios
grupos de intelectuales peronistas y dirigentes de organizaciones gremiales,
guerrilleras y políticas desde mediados de los años sesenta.
En efecto, tanto sobre la primera y segunda fase de organización y resistencia
peronista, la CGT de los Argentinos
y los programas de La Falda y Huerta Grande, como en numerosos grupos de
intelectuales reunidos en diarios y revistas desde el pionero, "De
Frente"; "Nuevo Hombre" ;"Cristianismo y Revolución";
"Envido" hasta "Militancia" y sobre investigadores notables como
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde resulta fuerte la inspiración
cookista.
Igualmente son tributarios explícitos del pensamiento de Cooke grupos
guerrilleros emblemáticos como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y
organizaciones político - territoriales múltiples, cuyo paradigma fue el
denominado Peronismo de Base.
Sin embargo, es menos conocida y probablemente aún mucho menos aceptada, la
notable correspondencia del pensamiento de Cooke con novedades teóricas
singulares, en particular con la posterior conceptualización marxista del
populismo, cuyo texto de madurez resulta aún hoy "Política e Ideología en la
Teoría Marxista. Capitalismo, fascismo, populismo", editado por editorial SXXI
en 1978 , escrito por el historiador argentino Ernesto Laclau.
Es la módica pretensión de este artículo tan sólo señalar algunos núcleos
teóricos claves del pensamiento de John William Cooke, en dirección a tomar nota
de las novedades que aporta a la formalización aún pendiente de una teoría sobre
el populismo en general y el peronismo como caso particular.
Althusser y Perón
PROYECTO
DE LEY
El Senado y la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires sancionan con
fuerza de LEY
Artículo 1º -Declarar ciudadano ilustre de la Provincia de Buenos Aires
‘pos-mortem al Dr John William Cooke de origen platense que fuera Diputado de la
Nación, y personalidad relevante del movimiento nacional, popular y
revolucionario, parte del movimiento peronista.
Artículo 2º - De forma
FUNDAMENTOS
El Dr John William Cooke nació en La Plata el 14 de Noviembre de 1919, y vivió
en esa ciudad en la calle 50 entre 4 y 5. Hijo de un abogado radical que fuera
Ministro de Gobierno en esta provincia durante la Presidencia de Irigoyen,
ingresa a los 19 años a la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata,
siendo el mismo afiliado al radicalismo, en la fracción denominada entonces
Unión Universitaria Intransigente. Fue integrante de Forja (Fuerza de
Orientación Radical de la Joven Argentina)
Según relata el Dr. Floreal Ferrara "con sus características y su subjetividad
construyó su huella antioligárquica, recorrida sin pausas, sin pedir disculpas,
ni piedad ni permiso, en la edificación como nadie de la liberación nacional" El
17 de Octubre lo encuentra en la Plaza de Mayo junto a los obreros, y despega
sin dudas un antiimperialismo popular"
El 24 de Febrero de 1946 es elegido Diputado Nacional cargo que honró hasta
1952, no renovando su mandato. Fue entonces el presentador del Plan Quinquenal,
que fundamentó y defendió, siendo el único de su bancada que se opuso
posteriormente a la firma del Acta de Chapultepec por considerar, con justeza,
que era una amenaza para la soberanía argentina.
El golpe cívico-militar, antiobrero y antipopular de Setiembre de 1955, derroca
a Perón y encuentra a Cooke en plena actividad militante ocupando un lugar
fundamental en la Resistencia Peronista. Refugiado inicialmente en la casa de
José María Rosa ambos son puestos prisioneros en la Penitenciaría Nacional,
ubicada entonces en la calle Las Heras junto a otras personalidades y dirigentes
peronistas de la época, como Hector Cámpora, Jorge Antonio, etc. En Diciembre de
ese mismo año y por orden del Almirante Rojas son trasladados al Penal de
Ushuaia. Sufren allí condiciones tremendas de prisión con temperaturas extremas
que alcanzaban a 40 grados bajo cero, sin calefacción, sin agua, engrillados,
condiciones éstas que se suman a un sin fin de vejámenes por orden de la
"Revolución Libertadora". Trasladados más tarde al penal de Río Gallegos,
organizan su fuga y logran llegar a Chile donde se asilan.
El 2 de Noviembre de 1956 a través de una carta fechada en Caracas, Perón lo
designa como su representante y lo reconoce como único jefe de las fuerzas
peronistas organizadas tanto en el interior como en el exterior del país.
Juega un rol relevante al articular las relaciones del peronismo con los
movimientos revolucionarios de todo el 3º mundo y muy especialmente con Cuba.
Junto con Sebastián Borro, recientemente fallecido, encabeza y dirige la huelga
del Frigorífico De la Torre el 17 de Enero de 1959 durante la presidencia de
Frondizi. Entonces señalaba, "no sabemos si este movimiento es subversivo, eso
es cuestión de terminología, y en los países coloniales son las oligarquías las
que manejan el diccionario."
Su intensa vida militante, aún en el exilio lo lleva a recorrer varios países
llegando a Cuba en el 60 con su mujer Alicia Eguren; se relaciona con el Che
Guevara y con otros revolucionarios, y al suceder la invasión a Bahía Cochinos,
participa en el combate aportando su solidaridad como un soldado más.
Construye en esa época la Acción Revolucionaria Peronista que en su documento
inicial señala que se funda como "una organización creada y orientada para
luchar contra la dependencia y la explotación por medio de la lucha
revolucionaria". Ariel Bignami, militante del Partido Comunista argentino, en
una nota sobre el Nacionalismo Popular revolucionario publicado en el periódico
de su partido recuerda que en una carta dirigida a Hernandez Arregui Cooke
sostiene que " La esencia del drama de nuestro Movimiento (el peronismo) es que
su único destino y su única chance de sobrevivir es reconocerse como una fuerza
de extrema izquierda, que sufre las influencias de la propaganda reaccionaria
que se desata desde afuera y desde adentro de su propio seno" agregando en la
misma " la necesidad de acentuar la línea revolucionaria, no solo en los hechos
sino fundamentalmente en los planteos ideológicos". Sostiene asimismo "la unidad
de la clase trabajadora como indispensable, con la sola exclusión de los
amarillos y los que sirven al gobierno".
En Enero de 1966 se realiza en la Habana la Primera Conferencia Tricontinental
de Solidaridad entre los pueblos, participando Cooke junto con otros
representantes de distintas corrientes en la delegación argentina. Integraban la
misma Alcira de la Peña (P. Comunista), Ismael Viñas (Movimiento de Liberación
Nacional ), Abel Latendorf (P. Vanguardia Popular), Carlos Laforgue ( Juventud
Peronista), FUA y MUCS (Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical) La
delegación elige por unanimidad como Presidente de la misma a John William
Cooke. (Ariel Bignani).
Regresa al país en 1968 y muere de cáncer el 19 de Setiembre de ese año cuando
solo contaba con 49 años de edad.
Alicia Eguren, su mujer, destacada periodista y activa militante como él, es
secuestrada el 16 de Enero de 1977 y llevada a la ESMA donde es brutalmente
torturada y asesinada.
En sus escritos queda documentada su posición sobre las fuerzas armadas, sobre
la iglesia, sobre el rol de la clase obrera, sobre el "integrismo", pero de
manera especial sobre la acción y la lucha. por eso en esta oportunidad es
válido recordar algunas de sus afirmaciones:
"… sabemos que nada ocurre favorable al pueblo si no hay lucha, acción en las
condiciones que se pueda. Sabemos que una correlación de fuerzas puede cambiar,
pero a condición de que no se la considere definitiva é invencible. Sabemos que
solo ganan las batallas los que están en ellas. Y que si éramos peronistas hasta
ayer, no vemos motivos para dejar de serlo hoy, sino todo lo contrario, porque
las armas y el peligro no son motivos suficientes. Y aunque individualmente
estamos desarmados, y la represión pueda llegarnos, el pueblo es un gran
ejército desarmado que adquiere, a través de la lucha, la potencia suficiente
para ser incontenible."
Galasso, Goldar, Mazzeo han documentado y analizado exhaustivamente la vida de
John William Cooke , este revolucionario considerado el ideólogo y el dirigente
máximo de la Resistencia Peronista, y junto a Walsh, Hernandez Arregui, y otros
son la expresión más elevada del nacionalismo popular revolucionario, que junto
a los aportes de la teología de la liberación ,del movimiento social, con ó sin
referencialidad partidaria ( A. Bignani) confluirá con el marxismo en sus
distintos afluentes, entrecruzándose y complementándose.
Que mejor entonces, para fundamentar este proyecto, que hacerlo con sus propias
palabras, entresacadas de los documentos que han quedado registrados:
"Esta Argentina donde los niños y los sueños mueren desnutridos, donde los
explotadores dictan las condiciones de la convivencia, esta Argentina no la
queremos.. Esta unidad patriotera, de obediencia al privilegio y sometimiento a
la fuerza, no es la nuestra, y contra ella proclamamos la unidad de todas las
fuerzas patrióticas antiimperialistas que no se doblegarán ante el statu quo y
sus guardias de hierro…..Llamamos a la liberación en nombre de la conciencia
nacional, que es conciencia de que somos un país sin autodeterminación………las
fuerzas morales, los valores que no se afincan en lo material, están de nuestro
lado, del lado del pueblo, y la militancia los transformará en fuerza
avasalladora: el fervor militante, el sentido de la patria como proyecto de
liberación, la solidaridad entre los hombres para luchar por una sociedad sin
verdugos ni explotados, todo lo que es cálido, generoso, amor por los seres
humanos, lealtad a nuestro destino argentino y americano." (De Peronismo y
Revolución. J.W. C.)
Homenajear a un ciudadano con tan altos ideales es un deber que nosotros los
parlamentarios debemos cumplir, y es por ese motivo que les solicito el apoyo a
este proyecto para el rescate y la memoria de uno de los patriotas más
destacados de nuestra provincia, injustamente olvidado en el presente.
Hasta la conceptualización realizada
por Ernesto Laclau, el marxismo vulgar de corte economicista y políticamente
estaliniano propalado con sagrada furia por los Partidos Comunistas, impugnaba
fuertemente las interpelaciones ideológicas de los populismos.
En efecto, la vieja troica marxiana guardaba la certeza de que la característica
central de la ideología y práctica populista resultaba la apelación al pueblo
por encima de las divisiones de clase, por lo que , así conceptualizada, la
categoría pueblo cuando no simple chascarrillo de la "burguesía" ,devenía en
pura retórica capaz de sobrevolar sobre las contradicciones de clase, restándole
a estas toda centralidad teórica y política.
Tributaria sin duda de las lecturas evolucionistas de los fenómenos populistas,
cuya expresión de mayor envergadura intelectual en nuestro país la constituyó
Gino Germani, la visión marxista tradicional, aunque teóricamente muy inferior a
la del sociólogo italo- argentino, tampoco veía en los fenómenos populistas más
que un estadio atrasado o en el mejor de los casos anterior en el desarrollo del
discurso y organización de masas, perfectamente articulado con el estadio previo
a la madurez capitalista de las relaciones sociales de producción.
Así las cosas, sujetos a la matriz conceptual del marxismo vulgar, sociedades
atrasadas que transitaban el estadio de organización y discurso populista
marchaban raudas e indefectiblemente a la madurez donde al fin dominará el
formato clasista de organización y discurso de las prácticas de los sectores
subalternos al tiempo que se impondrán las relaciones sociales de producción
capitalista.
Ciertamente, aunque Cooke no era absolutamente ajeno al paradigma teórico
evolucionista, como espléndido ejemplo de articulación entre práctica y teoría ,
fue su práctica política vinculada al peronismo la que sin duda lo impulsó a
decretar los funerales teóricos de la dulce espera de la madurez capitalista(2).
En este sentido hay en Cooke una conceptualización del momento de organización y
discurso populista como momento pleno y necesario - en las formaciones económico
sociales periféricas.
El puente teórico que permite a Cooke salir por arriba del laberinto
evolucionista fue la combinación de la Teoría de la Hegemonía gramsciana para el
tratamiento del conflicto de clases junto a la formulación de la cuestión
nacional - despojada del corsé "burgués" - mediante la aplicación de la después
muy famosa Teoría de la Dependencia, desarrollada inicialmente por los marxistas
norteamericanos Paul A. Baran y Paul Sweezy, de la que, cabe señalarlo , Cooke
fue también un lector-introductor pionero.
Lamentablemente, tanto la influencia de los teóricos norteamericanos así como la
notoria inspiración en Antonio Gramsci del pensamiento cookista no fue
claramente explicitada y mas bien resultó escamoteada por la mirada arqueológica
presente en algunos textos(3).
Sin embargo, para ponderar las deudas con Gramsci, a la por demás prolífica
utilización en los análisis cookistas de la categoría no leninista de hegemonía
(entendida como proceso por el cual una clase dominante se transforma en
dirigente) que señalaremos brevemente, observe el lector una gambeta común en
ambos: John William , al igual que Antonio Gramsci en sus escritos desde la
cárcel, hace funcionar sobre sus textos una curiosa práctica de ocultamiento.
En efecto, si el filósofo italiano en los Quaderni del carcere travestía bajo
extravagantes palabras conceptos marxoleninistas evidentes para eludir el ojo de
su carcelero, el Bebe entrecomillaba las citas de filiación marxista explícita
pero, misterio de los misterios... jamás aclaraba a quién pertenecía la frase
entrecomillada!. Eludía Cooke a su propio carcelero, que, claro está, era el ojo
idiota de la burocracia partidaria, siempre dispuesta a cotejar cada susurro con
las twenty truths.
Profundizando la influencia gramsciana en su costado más teórico, la notable
utilización de la categoría de hegemonía también merece ser brevemente señalada
.Cooke desarrolló un sofisticado diseño argumental para caracterizar el concepto
de clase social en general y clase dominante en particular. Lejos de adherir a
la visión monista típica del reduccionismo marxista tradicional
dominante/dominado articulados en una relación antagónica , para la descripción
de la clase dominante el Bebe sostenía - claramente inspirado en Gramsci- la
existencia - al interior de las relaciones sociales de producción- de diversas
facciones de clase con intereses divergentes aunque no antagónicos, articulados
sobre lo que denomina núcleo hegemónico que les confiere unidad política. Este
proceso de construcción de hegemonía cuyo efecto central es la unidad política
de las diversas facciones de clase supone la integración de los múltiples
intereses particulares sujetos al interés general representado por la facción de
clase dominante, ahora constituída en clase dirigente(4).
Con respecto a la influencia de Baran y Sweezy, cabe acotar que muy
probablemente Cooke había leído Teoría del Desarrollo Capitalista de Paul Sweezy
- cuya primera edición en castellano data de principios de los años cincuenta-
junto a las reflexiones desarrolladas en artículos emblemáticos para los años
sesenta, en particular Sobre la Economía Política del Atraso , donde Paul A.
Baran describe las tesis del desarrollo desigual centro-periferia como proceso
complementario y ciertamente necesario del capitalismo monopolista, reflexión
que posteriormente ampliará en su texto La Economía Política Del Crecimiento y,
ya mediados de los sesenta, en su obra central El Capital Monopolista cuya
edición primera es de 1966, dos años antes de la muerte de John William (5).
Al respecto, es en el magnífico Peronismo y Revolución donde Cooke introduce
explícitamente al lector en su visión de la Teoría de la dependencia, suculento
cuerpo conceptual donde a la postre nuestro autor encontrará la legalidad
teórica que requería su inquebrantable compromiso político con el peronismo: Si
el estadio atrasado en el desarrollo del modo de producción es un efecto
necesario e inexorable en la periferia del desarrollo desigual del capitalismo a
escala planetaria, el populismo rápidamente asume status de modalidad de
organización y discurso pleno. La organización y discurso populista resultan
entonces característicos de esta etapa de las formaciones sociales dependientes
cuyas burguesías no han podido realizar el modelo tradicional de desarrollo
económico capitalista por lo que el proletariado no necesariamente deberá
reproducir el formato de organización y discurso típico de los países centrales
, cuya modalidad de mayor prosapia política y teórica era el inefable Partido de
clase.
Así las cosas, aún sosteniendo teórica y políticamente la existencia de
contradicciones de clase, en sus reflexiones teóricas desarrolladas ,ya a
mediados de los años sesenta, Cooke plantea que el populismo en general y el
peronismo como caso particular, expresa bajo la modalidad del antagonismo " la
forma concreta en que se da la lucha de clases en este período de nuestro
devenir"(6), esto es la forma de discurso y organización específica en un
período histórico determinado de una formación económico-social periférica
concreta.
En igual dirección Ernesto Laclau planteaba una década después que "Pueblo no es
un mero concepto retórico, sino una determinación objetiva, uno de los polos de
la contradicción dominante a nivel de una formación social concreta (7)".
Al avanzar en el señalamiento del tipo de contradicción característica del
populismo, Laclau señalaba: "El populismo comienza en el punto en que los
elementos popular-democráticos se presentan como opción antagónica frente a la
ideología del bloque dominante. Nótese que esto no significa que un populismo
sea siempre revolucionario. Baste que una clase o fracción de clase requiera
para asegurar su hegemonía de una transformación sustancial del bloque en el
poder para que una experiencia populista sea posible. Podemos señalar en este
sentido un populismo de las clases dominantes y un populismo de las clases
dominadas (8)".
Lo específico del populismo entonces resulta el antagonismo con el bloque
dominante, situación esta que define el comienzo de la experiencia populista,
mas allá de la presencia de elementos popular- democráticos en el discurso y
organización.
Por otra parte, Laclau advierte (fresco aún el fracaso de la experiencia
peronista del período 1973-1976), que el final abierto también forma parte
constitutiva de una experiencia populista.
Al respecto, Cooke plantea también esta doble determinación del populismo
peroniano de enfrentamiento al bloque y final abierto como constitutivo de la
experiencia populista, una década antes que la moderna interpretación
pos-derrota de Laclau: " Este estilo, esta calidad especial corresponde a
nuestra contradicción intrínseca de movimiento revolucionario por nuestra
composición y nuestra lucha antiimperialista y antipatronal - que objetivamente
hace de nosotros el término de un antagonismo irreconciliable con el régimen -
mientras que organizativamente y como estructura estamos muy por debajo de
nuestros requerimientos (9)".
Aún más, toda la teoría de Cooke respecto al peronismo gira en torno tanto de la
potencialidad revolucionaria del populismo como a su contrario, materializado en
la burocratización de las estructuras organizativas.
En esa tensión generada por la fuerte percepción de final abierto, se sitúa la
metáfora de la experiencia peronista como hecho maldito del país burgués y la
muy avanzada teoría de la burocracia como estilo, donde John William señala -
con una rigurosidad sólo comparable a su originalidad - los núcleos teóricos
principales para pensar aún hoy la problemática de la burocratización de las
experiencias de organización social y políticas, particularmente las populistas.
Al respecto Cooke plantea que "Lo burocrático es un estilo en el ejercicio de
las funciones o de la influencia. Presupone por lo pronto operar con los valores
del adversario... pero no es una determinante exclusivamente ideológica, puesto
que hay burócratas de buena capacidad teórica pero que la disocian de su
práctica..."(10).
La primacía del estilo, las formas y funciones (la enigmática influencia en el
análisis de Cooke) sobre los contenidos expresados bajo la modalidad de las
determinaciones ideológicas, está también fuertemente vinculada a concepciones
de avanzada en su época, de origen teórico marxista pero bien apartadas de las
lecturas vulgares que dominaban los aparatos de difusión vinculados a los
Partidos Comunistas urbi et orbis en aquellos años.
En efecto, los señalamientos teóricos inaugurados por Cooke se inscriben en este
punto de la burocracia- estilo- función, en la novedosa línea de reflexión
teórica abierta contemporáneamente - y aún con posterioridad a los señalamientos
de Cooke - por Louis Althusser con sus reflexiones acerca de la ideología y los
aparatos ideológicos de estado (11).
No abundaremos aquí en analogías pero baste considerar la primacía del "estilo"
formal en Cooke en simetría con la centralidad de los aparatos por sobre la
ideología (e incluso en circunstancias frecuentes por sobre el conflicto de
clases) para la reproducción de una formación social(12).
La original teoría de la burocracia- estilo en Cooke, admite también como propia
la sentencia pascaliana con la que, Louis Althusser intenta mostrar la eficacia
de los aparatos sobre los discursos y prácticas, la primacía y materialidad del
estilo por sobre los "contenidos" y las determinaciones ideológicas :
Arrodillaos, moved los labios en oración y creeréis..
Final con polillas
En un mismo movimiento Cooke estuvo: Enfrentado a la izquierda tradicional
tributaria del Partido Comunista Argentino ("centristas de la noche a la
mañana"), descreído de las versiones trotskystas de acercamiento al peronismo
encarnadas en Nahuel Moreno (" son más papistas que el papa").
A su tiempo desconfió también de Arturo Jauretche, (coqueteaba con Onganía tras
la Argentina Potencia), fue distante con Raúl Scalabrini y receloso de todo
FORJA ("la línea blanda").
Mas aún, John William se sentía tan lejos de Rogelio Frigerio y los
intelectuales desarrollistas nucleados en la revista Qué (" los Y.P.F":
Yrigoyen, Perón, Frondizi) como de los nacionalistas de origen católico del
estilo de Salvador Ferla y Alejandro Olmos, ligados al locuaz padre Benítez ("un
ególatra").
En fin, como puede imaginar el lector, Cooke fue política pero también - y de
modo fundamental - teóricamente un hombre solo en medio de un movimiento
multitudinario.
Quizá por eso, en perspectiva John William representó el punto más alto de
reflexión teórica al interior del universo cultural del peronismo
transformándose en un fuerte disparador conceptual en dirección al desarrollo
aún hoy necesario de una teoría regional del populismo.
Paradojalmente, Cooke, quizá como tributo a la acción política que siempre lo
desbordó, no produjo textos teóricos tradicionales, y sus compactas reflexiones
mayormente se materializaron como informes o correspondencia, formatos
heterodoxos al ensayo académico tradicional. Sin embargo, en sus breves Informe
a las Bases, Apuntes para la militancia ,La lucha por la liberación nacional,
Perspectivas de una economía nacional y muy particularmente Peronismo y
Revolución, hay mas teoría política, original y refinada, que en los
kilométricos ensayos de autores que, en su momento, merecieron (incluso con
justicia) gran reconocimiento intelectual.
Pagando el precio de ser quién fue(13), enfermó gravemente joven, donó parte de
sus órganos a los estudiantes de medicina, decidió cremar el resto de sus
restos, apartó a los curas ("incluso a los amigos") antes de la partida
inminente y en el fin del otoño de 1968 susurrando discreto, murió :"Véase la
lista de los funcionarios del gobierno, repúblicos deteriorados por la polilla,
una lista de los figurones políticos de los años 30 o sus hijos, que no han
abandonado su conservadorismo reaccionario. Todos se parecen a ese personaje de
una obra de Colette, que 'tenía 74 años pero representaba más". Murió?
Artemio López
Citas:
(1)Es probable que ambos resultados (ay!) vistos desde este incierto fin de
siglo pueden resultar algo estrafalarios, y no sólo por lo que le toca a Cooke,
pero tenga el lector piedad que, visto desde mañana, ya podemos imaginar qué
resultará de aquello que hoy pensamos.
(2) Nótese que las críticas de John William al liberalismo criollo llevan la
impronta del paradigma positivista. Así, refiriéndose a la ideología de la
burguesía madura en países centrales Cooke sostiene que " sería un desastre para
países como el nuestro en estadios inferiores de evolución económica", Peronismo
y Revolución, pág.59 y ss., Ediciones El Parlamento. BS.AS.1985.
(3)Particularmente el texto de Richard Gillespie, El peronismo alternativo,
(Cántaro 1989) no establece conexiones fuertes entre el pensamiento de Cooke y
las reflexiones de Antonio Gramsci, Paul A. Baran y Paul Sweezy, sobreestimando
por el contrario la influencia Leninista.
(4)Para más información sobre el concepto de núcleo hegemónico, ver John William
Cooke op.cit., pág. 179 .
(5)Todos estos artículos se anticipaban en el mensuario americano Monthly Review
de gran prestigio y profusa difusión en los años sesenta en el país y del cual
posteriormente hubo ediciones en castellano.
Un dato accesorio abona la tesis de la lectura de estos artículos por parte del
Bebe:Cooke leía y hablaba perfectamente inglés.
(6)Cooke, John William: op.cit., pág. 107.
(7)Laclau , Ernesto: Política e Ideología en la Teoría Marxista, pág. 193.
Bs.As. 1978, Siglo XXI editores
(8) Laclau Ernesto, op.cit., pág. 202.
(9) Cooke, John William, op.cit., pág. 21
(10) Cooke, John William, op.cit., pág. 20
(11) Althusser publica en Abril de 1970 su notable ensayo Ideología y Aparatos
Ideológicos de Estado , la teoría de la burocracia- estilo de Cooke, data de
1966.
(12)Para Althusser, no hay ideología sino realizándose ( siempre-ya) en y por
aparatos ideológicos
(13) Ser quién fue en Cooke no resultó precisamente sencillo. Organizador de la
Resistencia peronista temprana, combatiente contra la invasión Yanqui en Bahía
de Los Cochinos , el Bebe supo ser también delegado personalísimo de un Perón en
aquél entonces tan metafísico como pícaro: Su decisión será mi decisión, su
palabra, mi palabra, le sanateaba el león herbívoro desde Caracas, allá por
1956.
Fuente: www.rambletamble.blogspot.com [5 de enero de 2006] |
www.elortiba.org
Cooke nació en La Plata, en una familia de intensa tradición política; su padre,
Juan Isaac Cooke, era diputado por la Unión Cívica Radical, y sería Canciller
durante el gobierno de Edelmiro J. Farrell. Cooke militaría ya durante sus años
universitarios, mientras estudiaba Derecho en la Universidad, formando parte de
la Unión Universitaria Intransigente; se discute si durante esta época se
aproximó a las ideas de FORJA o su acercamiento a los miembros de ésta se daría
más tarde. Se recibió de abogado en 1943.
Fue electo diputado por el peronismo con tan sólo 25 años para el período
1946-1952. En el Congreso fue Presidente de la Comisión de Asuntos
Constitucionales de la Cámara de Diputados, de la Comisión Redactora del Código
Aeronáutico y también de la Comisión de Protección de los Derechos
Intelectuales.
En el ámbito universitario fue profesor titular de Economía Política en la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires entre
1946 y 1955. Fue uno de los primeros organizadores de las guerrillas argentinas.
Murió de cáncer en 1968 en el Hospital de Clínicas de la Ciudad de Buenos Aires,
dejando un legado importante dentro del peronismo.
Participación política en el peronismo
Luego de 1955, cuando Juan Domingo Perón debió exiliarse a causa de la
Revolución Libertadora, designa a J.W. Cooke como su representante en la
Argentina y principal líder de la resistencia peronista entre 1955 y 1959,
mediante una carta en la que escribe:
"Al Dr. John William Cooke
Buenos Aires
Por la presente autorizo al compañero doctor Don John William Cooke, actualmente
preso por cumplir con su deber de peronista, para que asuma mi representación en
todo acto o acción política. En este concepto su decisión será mi decisión y su
palabra la mía.
En él reconozco al único jefe que tiene mi mandato para presidir a la totalidad
de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero y sus
decisiones tienen el mismo valor que las mías.
En caso de fallecimiento, delego en el doctor don John William Cooke el mando
del movimiento.
En Caracas, a 2 días de noviembre de 1956.
Juan Perón."
Ideología
Cooke consideraba que el peronismo debía transformarse en un movimiento
revolucionario, con estrategias insurreccionales, para lograr la toma del poder.
Además criticaba lo que él denominaba la burocracia sindical, que había crecido
mucho entre 1946 y 1955, y propuso separarla del peronismo.
A partir de su viaje a la Cuba de Fidel Castro y del Che Guevara en 1960,
sostuvo la necesidad de profundizar el foquismo, estrategia político-militar que
proponía convocar a las masas a una lucha armada contra las clases dominantes
locales y el imperialismo, acción al cual el pueblo se iría uniendo poco a poco
a partir del ejemplo de unos pocos. De esta manera se conduciría a la nación a
una revolución social.
Textos
Cooke escribió: "Caerán las estructuras de la depredación imperialista y las
estructuras del despojo de este capitalismo que está llegando al término de su
ignominioso reinado. Para eso, todo esfuerzo es digno de mención, ningún acto de
consecuencia y lealtad debe ser ignorado o desestimado. Y pronto llegara el
momento de las batallas definitivas, y el triunfo final, antes o después, ha de
redimir todos las frustraciones de esta época de infamia".
"El único nacionalismo auténtico es el que busque liberarnos de la servidumbre
real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares, y
por eso la liberación de la Patria y la revolución social son una misma cosa, de
la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo".
"...La teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística
manejan unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la
tremenda potencia contenida en ellas. No les llega como un conjunto de
mandamientos dictados desde las alturas, sino por un proceso de su propia
conciencia hacia la comprensión del mundo que han de transformar".
"La unidad es indispensable y será un paso previo al triunfo popular. Lo
principal es para qué hacemos la unidad, cuales son los objetivos cercanos (como
por ejemplo las elecciones) y cuáles los grandes objetivos. Unidad para simple
usufructo politiquero, no. Sí, en cambio, para dar las grandes batallas por la
soberanía nacional y la revolución social. En la lucha contra el régimen
llegaremos más pronto a la unidad, forjada en la acción: dentro del régimen nos
esperan sólo frustraciones y derrotas, y pequeños triunfos que serán desastres".
Tal vez uno de sus escritos más conocidos sea Apuntes para la militancia (1964),
en donde hace un completo análisis sobre la realidad del peronismo en la época,
sus principales adversarios, las relaciones de poder entre las clases sociales
argentinas y sienta las estrategias básicas para la resistencia peronista
revolucionaria.
Escritora, poeta y dirigente
peronista de larga trayectoria, Alicia fue desaparecida el 26 de enero de 1977
en la vía pública en la Capital Federal. Fue conducida a la ESMA donde se la
sometió a condiciones inhumanas de vida. Se la atormentó para obligarla a
proporcionar información. Fue tirada de un helicóptero al Río de La Plata. Tenía
52 años.
El recuerdo de Alicia Eguren, que fue la compañera de John William Cooke,
significa memorar a una revolucionaria consecuente. Fue asesinada por la
dictadura militar. Mabel Bellucci es asambleísta y feminista autónoma.
Posiblemente a Alicia Eguren se la podría imaginar como una mujer transgresora,
osada, impulsiva en su accionar, sumamente locuaz con sus propias 'cosas' y
también con las ajenas.
Disponía de una seducción especial, que si bien no se sostenía por su belleza
sino por la fuerza de su impronta política y su vocación de liderazgo;
igualmente provocaba una atracción singular hasta el grado de que muchos
peronistas perdiesen el sueño y también de que muchas peronistas la mirasen de
reojo. Jugó amorosa y políticamente hacia una misma dirección. Difícilmente pudo
correrse del sitial de cortesana, tan frecuente en la vida parisina hacia
finales del siglo XIX, donde el placer sexual se combinaba graciosamente con el
placer pensante y racional. Por cierto, Lou Andrea Salomé, Anais Nin, Simone de
Beauvoir y otras tantas 'preciosistas' gastaron hojas de papel confesando los
secretos de alcoba de la intelligentzia de la belle époque vanguardista y, no
por ello, muchas perdieron el rubor de sus mejillas.
Alicia representaba una fotografía de su época: lucía una estética
masculinizada, guerrera, dura con las mujeres que no entendían el sentido de la
acción directa, pero camarada con los compañeros a quienes consideraba sus
interlocutores 'naturales'. Y, por cierto, intolerante frente a las debilidades.
Por ello, fue complejo comprender la literalidad de su mensaje y quizá su
glamour, nada ortodoxo, pesaba mucho más que su protagonismo para la rama
femenina peronista.
Emilio Corbiére la definió como "...una anarquista virulenta de excelente
oratoria. Hablaba y echaba fuego. Sin quererlo o sin saberlo ella recogía y
actuaba los aspectos más contestatarios del peronismo. Yo la ví por primera vez
en un acto en el sindicato de alimentación, posiblemente en el '68. Desde arriba
del escenario lanzaba rayos. No se sabía si estaba diciendo un discurso o
maldiciendo a Satanás..."
En realidad, poco se conoce de su vida anterior a su vínculo amoroso con John W.
Cooke. Lamentablemente fue imposible rastrear testimonios de parientes o amigos
íntimos que brindasen pistas para el armado del rompecabezas. Se sabe por
declaraciones suyas en la revista 'Panorama', 8 de Julio de 1971, que provenía
de una antigua familia federal. Más tarde, desembarcó en el radicalismo y en el
peronismo después.
En tanto que Fermín Chavéz detalló ciertos tramos de su trayectoria político-
intelectual. Al respecto, este historiador recordó: "...Sé que nació en 1924.
Había egresado de la Facultad de Filosofía y Letras. Trabajaba como profesora de
literatura en Buenos Aires y en Rosario. Aproximadamente hasta l952, ella estaba
ligada al movimiento literario y cultural de la época con una orientación
nacionalista católica independiente. Al año siguiente, mientras trabajaba en
Cancillería se casó con un diplomático de carrera, Pedro Catella, y se fueron a
vivir a Inglaterra. Poco tiempo después tuvieron un hijo, quien aún reside en
México..."
Su producción literaria comenzó con su libro de poesía 'Dios y el Mundo', en
1946. Tres años más tarde, saldría 'El canto de la tierra inicial'; la obra de
teatro 'La pregunta'; 'Poemas del siglo XX'; 'Aquí, entre magias y espigas' y
'El talud descuajado'. A la vez, incursionó en el mundo académico con un ensayo
en torno a la obra de Juan B. Alberdi, publicado por la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Mientras tanto editaba un periódico llamado 'Nombre'. Pero su musa más
comprometida se jugó con la revista cultural 'Sexto Continente', un espacio de
recepción de las expresiones más variadas del arco nacionalista de América
Latina.
En 1946, conoció a John W. Cooke en un Centro de Estudios que dirigía Ricardo
Guardo. Después de ese fugaz cruce no se volvieron a ver hasta 1955.
De esta manera, Alicia Eguren rememoró un posible encuentro: "... El l6 de
junio, a partir de la masacre en la Plaza de Mayo, lo busqué para ponerme a su
disposición. Estaba seguro de que él era hombre de pelea. Lo encontré gracias a
José María Rosa. El estaba prófugo ya que se había pedido su captura porque era
delegado de Juan D. Perón hasta que lo descubren y lo llevan a Ushuaia..."
De inmediato, ella cayó presa y fue enviada a la cárcel de mujeres de Olmos. En
las sombrías rejas se encontró con un grupo numeroso de ex- funcionarias
peronistas y mantuvieron vínculos de cierta tirantez y desconfianza mutua.
Por
más que Alicia y Cooke estuviesen separados; no obstante, lograron mantener su
relación amorosa a través de un rico y frondoso epistolario.
Al salir en libertad se trasladó hasta Chile para unirse a Cooke que se había
fugado del penal de Río de Gallegos junto con Héctor Cámpora, Patricio Kelly y
Jorge Antonio. Sin más, decidieron casarse en Montevideo.
Presumiblemente, Alicia Eguren descubrió en Cooke su espéculo, su otro
complementario, quien le permitiría dinamizar esa potencialidad aún no
desplegada de liderazgo y estratega que disponía. De tal manera, se convirtieron
en piezas claves y necesarias para organizar el proceso de la Resistencia
Peronista, en la clandestinidad.
Desde el principio fueron una pareja poco 'convencional'. Sus vidas afectivas
estuvieron cruzadas por la cárcel, las fugas y la ausencia de refugio en la
cotidianeidad. Asimismo, se presumía de ciertos ideales de igualitarismo entre
mujeres y varones. 'Lo haremos tú y yo' de Juan Carlos Viglietti, encerraba ese
compromiso básico necesario para la revolución.
Con el clima de las insurrecciones estudiantiles de esa época, aparecieron
intentos por generar otros privilegios, otros estilos vinculares poniendo en
discusión la virginidad femenina y el casamiento. Los nuevos comportamientos
sexuales se reservaron para los cenáculos universitarios y el activismo
político. De este modo, las relaciones prematrimoniales se convirtieron en un
deber ser.
Llegados los setenta, el peso simbólico que representó la familia burguesa y
patriarcal - estableciendo y articulando las pautas reguladoras de la
reproducción biológica, económica y afectiva de las personas- sufrió sucesivos
corrimientos de su lugar protagónico, en favor de la pareja. A consecuencia de
una infinidad de cambios y reacomodamientos de los sectores medios, se abrieron
compuertas experimentando nuevos modos relacionales.
La idea rectora de esos tiempos fue también- desde una concepción voluntarista-
lograr rompimientos, ya que el accionar es un mecanismo generador de cambios. La
pareja pasó a ser un estatuto de compromiso por excelencia tanto afectivo como
político e intelectual. Y surgieron íconos de envergadura que se convirtieron en
paradigmas de esta experiencia.
Básicamente primaba el vínculo heterosexual, abierto o cerrado, con implicancias
políticas y rupturista de las costumbres tradicionales.
A su modo, Alicia logró fisurar ese mandato patriarcal del deber ser femenino;
permitiéndose explorar, cruzando las fronteras de su herencia católica, tanto en
el campo privado como político. De allí, que aún ronden fantasmas en torno a su
figura: fría, calculadora, amante pasional, rotativa y díscola.
Presumiblemente sin saberlo, esta dupla de J.W. Cooke-Alicia Eguren anticipó en
la Argentina un modelo de pareja activista, propio del consenso epocal de los
setentas, momento en los cuales se fue diluyendo la impronta machista del varón
luchador y la mujer ajena al mundo público de su compañero.
Un hecho que no podría soslayarse y permitiría entender el clima interno entre
ambos: vivir tan accidentadamente, con breves pausas de legalidad entre la
prisión y la clandestinidad, se expusieron a las lógicas políticas que
impidieron descubrirse en sus historias anteriores.
Comenzaron entonces un accionar de significativa trascendencia política,
acelerada en los tiempos, que resulta difícil de sintetizar. En l957, partieron
juntos a Caracas para encontrarse con Perón en el exilio. Alicia fue testigo del
cuestionado Pacto Perón-Frondizi, cerrado en Venezuela por mediación de Rogelio
Frigerio y J.W. Cooke. Dos años más tarde, retomaron la clandestinidad. Por esa
misma época, supuestamente, ella colaboraría en la organización de la Toma de
Alto Verde dirigida por el comandante Uturunco, en Tucumán. Fue el primer
intento de acción alternativa, el de la guerrilla rural peronista.
A la vez, Alicia suplantó a Cooke en la coordinación estratégica del peronismo
en la resistencia.
En 1960, viajaron juntos a Cuba. A partir de ese momento, fueron idas y vueltas
a la isla. Ella mantuvo una estrecha vinculación con el Che Guevara.
La experiencia de la Revolución Cubana impactó en los cenáculos intelectuales
así como en el espacio de las izquierdas no peronistas. En esa dirección, el
nacionalismo comenzó a configurarse como una variable significativa en el
interior de la 'nueva izquierda', que intentó distanciarse de los tensos debates
que provocó la confrontación entre la Unión Soviética y China.
En 1962, retomó la lucha armada al intervenir en el 'Ejército Guerrillero del
Pueblo', al norte de Salta. Es sabido que todos fueron apresados y, en especial,
Jorge Masetti, la figura visible de la aplicación táctica del foquismo, fue
desaparecido.
Poco después, Eguren-Cooke fundó la 'Acción Revolucionaria Peronista'.
Ya en el '68, ambos abrieron un espacio en formación: la 'Tendencia
Revolucionaria'. Pronto aparecería el periódico 'Con Todo', bajo la dirección de
Bernardo Alberte y Mabel Di Leo. De inmediato, elaboraron el documento conocido
como 'Estrategias y Tácticas Revolucionarias'.
El
mismo se presentó, en 1969, en el Congreso Fundacional de la Tendencia, llevado
a cabo en Córdoba; en el cual se reunieron los sectores más radicalizados del
peronismo.
Se la recuerda también por su famosa Carta Abierta a Perón -4 de Octubre de
1971- que se convirtió en un incunable para el activismo del momento.
Posteriormente, vinieron años complicados entre la caída del gobierno
camporista; la persecución fascista del lopezreguismo; la muerte de J.D. Perón;
el gobierno caricaturesco de Isabel Perón y el inicio de la avanzada militar
hacia el poder mediante una estrategia de religitimación a través de la lucha
contra la subversión.
No obstante, acompañó a Héctor Cámpora y dirigió la revista 'Nuevo Hombre', que
con anterioridad estuvo bajo la coordinación del profesor Silvio Frondizi y
Manuel Gaggero.
A lo largo de este proceso, sus lugares de inserción en el movimiento peronista
no quedan aún muy esclarecidos. Tan es así que se evoca una multiplicidad de
espacios de pertenencia política a la vez: Montoneros, Fuerzas Armadas
Peronistas, Peronismo de Base y Partido Revolucionario de los Trabajadores.
De lo que no cabe duda es sobre su final trágico: el 26 de enero de l977, con 52
años, fue detenida-desaparecida. Estuvo en la ESMA y, después fue lanzada desde
un helicóptero al Río de la Plata.
La memoria es objeto de controvertidos debates, generándose así una variedad de
definiciones sobre ella. Cabría decir entonces que no existen conclusiones
únicas y últimas. No obstante, lo significativo es invitar a pensar el problema
entre la memoria y la política, o mejor, la política en toda memoria, en todo
proceso de construcción de una memoria colectiva.
Recorrer ciertas etapas del peronismo constituye toda una aventura, pero si a
ello, se le suma recuperar la historia de vida de una mujer peronista que pasó
del nacionalismo católico a la lucha armada de izquierda, la cuestión se
complica más aún. Aunque no se puede soslayar la amplia y masiva participación
de mujeres en el peronismo a lo largo de su trayectoria. No obstante, reseñar la
vida personal, política y cultural de Alicia Eguren representa todo un desafío,
por más limitaciones que surjan de la realidad un tanto hosca para los
recuerdos.
De allí que esta simple crónica constituye un primer abordaje sin un final
cerrado ya que de ella aparecen fragmentos acotados por tiempos y escenarios
definidos; sin demasiadas alusiones ni referencias en el interior de su propia
fuerza política. Por esta razón, al intentar reconstruir su recorrido se logra
visibilizar su protagonismo en el campo de las luchas políticas y en las
prácticas de resistencia social. Cabría entonces completar con mayores
precisiones- a través de testimonios orales que se transforman en una fuente
riquísima de hallazgos- los laberínticos últimos años de su vida. Procesar su
activismo como sus discursos, es volverla capaz de hablar, de transformarla en
relato visible.
Se comenzó diciendo un desafío y no es errado este presupuesto ya que Alicia
Eguren dividió imaginariamente al peronismo en dos: los que la querían y los que
la rechazaban sin tapujos. Casi se podría hacer un paralelo con la figura de Eva
Perón. Tanto una como otra provocaron pasiones encontradas por razones muy
similares, a saber: la intuición compulsiva, la impulsividad que era un estilo
propio de entrega y la 'imprudencia' en el escenario político público como en el
personal.
En lo que respecta a la figura de Eva Perón de acuerdo a las posiciones en que
se ubicaban los proapasionados y los contrapasionados, aparecía elevada hasta la
condición mítica o la dejaban caer del pedestal como una hereje. Para unos, ella
representaba un fallido de la historia y para otros la historia dejaba de ser un
fallido a partir de su protagonismo.
Alicia Eguren -sin quererlo- vino a ocupar un lugar similar: un sitio confuso de
emociones, del cual poco se sabe en torno a su origen y a su pasado hasta que el
encuentro amoroso con el 'hombre' le significó contenido y contención política a
su persona. Aunque también existen secretos en voz baja sobre su vida privada
que la condenaron sin contemplación.
No obstante, en otros puntos se abren: intervinieron en contextos históricos
diferentes; una extracción de clase opuesta. En una la historia ya dio su
palabra y en la otra todavía se mantiene callada. Asimismo, a Eva las peronistas
la idolatran sin contemplación y con Alicia muchas mujeres de los años '40 se
crispan hasta los nervios tan sólo de nombrarla. También sus finales fueron
distintos: Eva muere por un cáncer y Alicia le provocan la muerte las manos
sangrientas de la última dictadura militar.
Estos intentos de marcar cruces entre ambas figuras tan recortadas por las
emociones, presumiblemente, jamás se podrá contemporizar a todos los intereses
en juego.
Agradezco la colaboración que me prestaron -sea con bibliografía y testimonios-
Emilio J. Corbière; Fermín Chavéz y Mabel Di Leo. A todos mi profundo recuerdo.
"Porque lo del hombre nuevo no es una imagen en los altares, es una vivisección
permanente" ALICIA EGUREN. De «Pulgarcito (selección de sus papeles)» en Nuevo
hombre, 1971
Alicia Eguren jamás pasó inadvertida. Ese fue su signo distintivo, junto con el
inconformismo y la vocación de caminar por grandes realidades. Inteligente y
apasionada, plena de seducción, era alta, muy alta, de ojos negros, inmensos e
indiscretos. Como precursora de lo que para muchos constituye un oxímoron (la
izquierda peronista), como casi profeta de una generación que se planteó en
concreto el problema del poder, y como mujer (en ese, su tiempo), se vio
obligada a romper con un conjunto de convenciones, y a radicalizar el giro
inquisitivo en diferentes planos. Alicia Eguren se entregó de cuerpo entero a la
desobediencia. Nunca se le perdonaría tanta transgresión.
A partir de 1955 fue la compañera de John William Cooke, incluso se casaron en
1957, en Montevideo, Uruguay. Por eso le decían, despectivamente, con mucho de
macartismo y muy poco de ironía, «la Cookskaya», en alusión a la compañera de V.
I. Lenin, Nadiesha Krupskaia.
Alicia y John no respetaron los modos maritales de la época. ¿Simone y
Jean-Paul? La analogía corresponde. Y nos complace. Mabel Bellucci señaló que
Eguren-Cooke prefiguran «un modelo de pareja activista, propio del consenso de
la década del 70, momento en el cual se fue diluyendo la impronta machista del
varón luchador y la mujer ajena al mundo público de su compañero». Sin duda,ese
había sido modelo disruptivo en las décadas del 50 y 60. Pero todavía en los 70,
los catálogos de moral de la izquierda seguían siendo lapidarios en ciertos
aspectos. Y si bien Alicia prefiguró el perfil revolucionario femenino de esos
años, su personalidad fue mucho menos ascética y más «sensual». Por lo tanto,
seguía siendo intolerable. Por ello debió asumir costos muy altos y vivir
expuesta a la imputación de «libertina». Aún carga con ese estigma.
Alicia contrastaba política, cultural y estéticamente, con las mujeres
militantes de la política burguesa del peronismo, por lo común convencionales y
condenadas al segundo plano. También era distinta de las militantes de izquierda
de los 70, quienes, en muchos casos, ganaron espacios «performando» una estética
masculina. Veo a Alicia más como profeta (o anticipadora de hechos políticos)
que como sacerdotisa, y creo que aquella cualidad, inconcebible aún hoy para una
mujer, le exigía una gestualidad severa y arrebatada y un carácter inflexible,
que suelen estar asociados a lo masculino.
En lo político e ideológico, es imposible separar a Alicia de John, por su
trayecto compartido en una relación jamás subalterna. Se conocieron en una
conferencia que él dictó en el 46, en el Centro de Estudios Argentinos. El
naciente peronismo los convocaba. Volvieron a coincidir en casa del historiador
nacionalista Ernesto Palacio, citados por la corriente del revisionismo
histórico. Pero su proyecto en común comienza en 1955, y termina con la muerte
de Cooke en 1968. Significativa transición que va de un nacionalismo populista,
cada vez menos productivo, al socialismo revolucionario. De Juan Domingo Perón a
Ernesto Che Guevara. Ello es inmanente a esta relación.
Nació Alicia Graciana Eguren Vivas en una ciudad de la provincia de Buenos
Aires, en 1924, en el seno de una familia que cultivaba un nacionalismo de
raigambre rosista y católico. Lo cierto es que Alicia, hacia los años 40 y 50,
comulgaba con este tipo de nacionalismo, y sus intereses giraban en torno a lo
estrictamente literario. Se sostiene que se adhirió al yrigoyenismo, pero esto
es, por lo menos, dudoso. El peronismo favoreció la identificación
retrospectiva. Si muchos recorrieron el trayecto que iba de Hipólito Yrigoyen a
Juan Domingo Perón, otros optaron por el camino inverso, incurriendo en la
tergiversación de la propia historia militante.
El
26 de enero de 1977 es secuestrada en la vía pública Alicia Graciana Eguren
Vivas, viuda de Cooke, en la Capital Federal. Fue conducida a la ESMA, donde se
la sometió a condiciones inhumanas de vida. Se la atormentó para obligarla a
proporcionar información. Finalmente fue arrojada al Río de la Plata con el
método favorito de los genocidas del Proceso: los vuelos
de la muerte. Era escritora, poetisa y dirigente peronista. Licenciada en
Filosofía y Letras, docente, periodista. Colaboró en el periódico Con Todo,
dirigió la revista Nuevo Hombre y editó la revista cultural Sexto Continente.
Alicia Eguren egresó de la Facultad
de Filosofía y Letras como profesora de Literatura, ejerció la docencia y, entre
1946 y 1951, publicó cinco libros de poemas: Dios y el mundo, El canto de la
tierra inicial, Poemas del siglo XX, Aquí, entre magias y espigas, El talud
descuajado. Algunas de sus composiciones estaban un tanto estremecidas de
idealismo evangélico. También editó Eguren la revista Nombre y publicó algunos
ensayos. Entre 1948 y 1949, con el escritor Armando Cascella, editó la revista
Sexto Continente, un sitio de expresión del nacionalismo en sus diferentes
versiones, desde el más retrógrado de Carlos Ibarguren, Alberto Ezcurra Medrano
y monseñor Derisi, hasta el más avanzado de Raúl Scalabrini Ortiz y Vasconcelos.
Este tipo de adhesiones garantizó a Alicia cierta presencia en distintos
espacios oficiales, académicos y no académicos.
En 1953 ingresa en el Ministerio de Relaciones Exteriores y se casa con el
diplomático Pedro Catella, a quien acompañará a Londres. Poco tiempo después del
nacimiento del único hijo se separan.
El rencuentro con Cooke se produce en 1955, en un escenario de derrumbe. Poco
antes del golpe de septiembre y del derrocamiento del gobierno de Perón, Cooke
es designado interventor del Partido Justicialista de la Capital Federal. En un
momento político que no habilitaba ninguna forma de oportunismo, Alicia
establece contacto con Cooke y «se pone a su disposición». Cooke, talentoso y
desmedido, contrastaba con el resto de la dirigencia política y sindical
peronista, conformada por burócratas y por los que medran con el Estado:
melindrosos, acomodaticios, eremoniosos, estrechadores de manos. Perón, que
había relegado a Cooke por autónomo y perturbador, lo convoca en el momento
infausto.
La relación entre Alicia y Cooke, una relación de herejes, de «excéntricos», se
consolida en la clandestinidad. Cooke es detenido en octubre de 1955. Hasta
fines de 1957 deambulará por distintas cárceles del país, cuando se produce la
espectacular fuga a Chile desde Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. En aquel
tiempo también Alicia conoció la cárcel. En noviembre de 1956, Perón designó a
Cooke como su delegado y «heredero». Alicia y John William comparten la
resistencia y todos los avatares vinculados a la firma del pacto entre Perón y
Arturo Frondizi, para pasar, poco después, a organizar la «insurrección» que
hiciera posible el retorno del primero, y para dirigir la oposición «dura» al
gobierno del segundo. Alicia participa activamente en la coordinación
estratégica de la resistencia peronista.
Padece, junto con John, la imposibilidad de ejercer la delegación y de ser la
palabra de Perón.
El año 1959 es un punto de inflexión para Eguren, Cooke y muchos más. Después de
la toma del frigorífico Lisandro de La Torre, a principios de año, Cooke pierde
gravitación en el peronismo. Es desplazado definitivamente. Poco antes de la
toma del frigorífico municipal, Perón había creado el organismo destinado a
desautorizar a Cooke: el Consejo Superior (coordinador y supervisor). Después de
la heroica huelga de los trabajadores, el Consejo Superior tilda a Cooke de
loquito, terrorista y «comunista». En paralelo, en Cuba triunfa la Revolución.
Cuba revolucionaria, más que un descubrimiento, es una confirmación: la
revolución como uno de los destinos posibles para el peronismo. En efecto, eran
tiempos en que se podía pensar una dimensión trascendente para el peronismo y
sus capacidades de recreación. La época dorada de la ontología de lo posible y
del «poder ser» del peronismo. Aunque en el «movimiento», predominaba la mueca
servil y conciliatoria, por abajo corría, purificador, el Jordán de las bases.
El peronismo todavía aparecía como un universo lleno de desiertos y zonas
inexploradas.
El impacto de la Revolución Cubana es descomunal, pero pesa más, mucho más, el
lugar hermenéutico de Alicia y Cooke. Cuba se decodifica desde la reciprocidad
dialéctica y no desde el determinismo unilateral. Entonces, gravitan en nuestro
país la condición de revancha clasista sobre la Revolución Fusiladora
(autodenominada «Libertadora» en 1955), la heroica resistencia peronista, los
cambios en el modelo de acumulación de capital, la imposibilidad de remozar el
frente de clases de 1945 y la inviabilidad de las tácticas puestas en práctica
por el peronismo para recuperar el poder. Afloran prístinas las contradicciones
insalvables al interior del peronismo: la clase obrera peronista se presenta
como espacio de construcción de una universalidad emancipadora, pero también
como lugar donde encuentra arraigo un particularismo burgués y reaccionario.
La confrontación, la lucha: he aquí el marco de la radicalización política de
Alicia, Cooke y de toda una generación de militantes y activistas, entre los que
cabe mencionar a Raimundo Villaflor, Gustavo Rearte, Bernardo Alberte y otros.
No se trató de imitación de un modelo, o de un simple estado de espíritu
desproporcionado. «Antes de la Revolución Cubana nosotros ya estábamos
radicalizados», me dijo una vez Gerardo Bavio, viejo militante y compañero de
Alicia. Unos años después del asesinato del Che, Alicia sostuvo que lo había
conocido a último momento, pero que en realidad lo conocía de memoria porque lo
tenía asimilado antes de cruzarse con él, «yo comprendía su pedagogía en carne
viva», dijo ella.
Nuevos horizontes e interlocutores se imponen. Alicia participa en el congreso
de Palabra Obrera, de filiación trotskista. Se vincula al Movimiento de
Liberación Nacional (MLN) de Ismael Viñas, al Partido Comunista (PC) y al
Partido Socialista Argentino de Vanguardia (PSAV). El marxismo comienza a
valorizarse como herramienta, e impregna sus ideas. Un marxismo praxeocéntrico,
no concebido como determinismo limitado. Abraham Guillén, veterano de la Guerra
Civil Española, les habla de alienación, del Marx de los Manuscritos económicos
y filósoficos de 1844 y de la guerra popular. La opción por la lucha armada
comienza a dividir aguas. Alicia reparte su militancia en tareas de difusión, de
organización y apoyo logístico a distintas experiencias. Colabora con la
temprana guerrilla de los Uturuncos en el noroeste del país, reúne a militantes
de pequeñas organizaciones y núcleos de izquierda (por lo general, escindidos de
partidos que adoptaron una línea reformista, que Alicia no ha vacilado en
criticar), y organiza grupos para su entrenamiento en Cuba. Inicialmente, tiene
menos éxito a la hora de convocar peronistas. En paralelo, apoya el intento del
Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), en Salta, en 1963-1964. En este último
año es cofundadora de Acción Revolucionaria Peronista (ARP), concebida como
grupo de acción y concientización en el marco del movimiento peronista, pero
independiente de sus estructuras «oficiales».
En
1967, junto con el mayor Alberte, participa de la revista Con Todo. Ese mismo
año regresa con Cooke a Cuba; él encabeza la delegación argentina que participa
de la Conferencia Tricontinental, de allí surgirá la Organización
Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).
Cooke muere el 19 de septiembre de 1968, a los cuarenta y ocho años. Alicia no
jugará el papel de viuda de una celebridad, ni de su albacea político-literario.
Es cierto que, entre 1971 y 1972, publica los trabajos de su compañero,
incluyendo la Correspondencia Perón-Cooke (principalmente, porque adquieren una
vigencia inaudita), pero ella continúa trabajando en delinear la Tendencia
Revolucionaria.
En 1969 participa de su Congreso Fundacional, realizado en Córdoba y colabora en
la elaboración del documento Estrategia y táctica revolucionaria . Se
identificará con las Fuerzas Armadas Peronistas el Peronismo de Base (P.B.), con
el Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR17) y el Frente Revolucionario
Peronista (FRP), grupos que, a diferencia de Montoneros, estaban asumiendo
definiciones marxistas.
El 4 de octubre de 1971 publica su «Carta Abierta a Perón», e inicia su
participación en el semanario Nuevo Hombre, publicación dirigida por Enrique
Walker y en la que escribían Pablo Damiani, Antonio Caparrós, Nicolás Casullo,
Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Ortega Peña, Vicente Zito Lema y varios militantes
presos en la cárcel de Villa Devoto, Armando Jaime y Mario Franco, por ejemplo.
En Nuevo Hombre Alicia publica, entre otros trabajos: las «Notas para una
biografía de John» y «Pulgarcito (selección de sus papeles)». La publicación se
identificará en 1973 con el Frente Antimperialista por el Socialismo (FAS),
impulsado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército
Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). En noviembre de 1973, la revista reprodujo
el discurso que Alicia pronunció en el Primer Congreso del FAS. Su adhesión a la
lucha armada no debe confundirnos. Para ella, la base de una revolución se
forjaba en la lucha de masas. Fue una crítica implacable de toda forma de
elitismo.
Propició, además, formas frentistas.
Alicia, con lucidez preclara, tomó conciencia de una situación complicada: la
mayor parte de la izquierda peronista revolucionaria estaba compuesta por
jóvenes, y su pertenencia al peronismo era muy nueva. Consideraba que si el
choque con la realidad del peronismo posterior a Ezeiza (que apestaba a razzia)
resultaba duro para los viejos militantes, para los jóvenes la contradicción era
indigerible, se prestaba a la confusión y sembraba dudas en cuanto al futuro.
Alicia alertó a los jóvenes respecto de Perón. Ella sabía bien que el peronismo
era un «río difícil» y muchas veces «descorazonante» y que la idealización de
Perón conducía al abismo. La brecha generacional no suturó. Las precauciones de
«los viejos» no se tuvieron en cuenta. En 1973 formó parte del Consejo editorial
del diario El Mundo, orientado por el PRT-ERP, clausurado en 1974, al igual que
Nuevo Hombre. Aunque estrechó sólidos vínculos con el PRT-ERP, en 1975 apoyó la
iniciativa que dio forma al Partido Auténtico. Con la intención de alimentar esa
nueva experiencia participó, junto con Alberte y Mabel di Leo, en la fundación
de la Agrupación 26 de Julio.
Como decíamos al comienzo, Alicia nunca logró pasar inadvertida. Fiel a su
rebeldía ante las llamadas «condiciones femeninas»: pragmatismo, cautela e
«instinto» de conservación, es recordada por sus compañeros siempre muy
«expuesta», sobre todo después del golpe de marzo de 1976. En abril de 1977 [NE:
la fecha correcta es 26 de enero], la secuestró un «grupo de tareas» de la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Fue torturada y arrojada al Río de la
Plata en uno de los vuelos de la muerte.
Sería injusto decir que Alicia ha sido derrotada. El triunfo es el criterio de
verdad de los burócratas.
Por otra parte, estas no son notas para un epitafio póstumo. Reivindicar el
itinerario de Alicia Eguren, recuperar y revalorizar sus huellas, puede
servirnos para conjurar su desaparición. Pero, ante todo, para rehabilitar un
país y un tiempo con posibilidades vitales.
No era lejos. En menos de cinco
minutos estábamos allí. Antonio, a todas vistas urgido, abrió la puerta y se
bajó con la renoleta todavía en movimiento. Giró levemente, me miró y me hizo un
vago gesto con su mano derecha. Y dijo: "Te veo adentro". La renoleta se detuvo
y yo también bajé. Un compañero -el que había conducido, creo- me dijo:
"Seguime". Y así entré en la casa de los mecánicos. Así entré en la casa de la
calle 27 de Abril. Todo tenía para mí el esplendor de lo inesperado, de lo
nuevo. El corazón me latía con mucha fuerza, sus golpes eran incesantes.
Abruptamente pensé: son como los de un timbal que anuncia grandes sucesos. Allí,
en esa casa, en la casa de los mecánicos, en la casa de la calle 27 de Abril,
estaba René Rufino Salamanca. Y con él, qué duda podía caber, estaba John
William Cooke. Allí, entonces, estaba la Historia. Entré.
Cuando por fin encontré un lugar en la mesa advertí que me hallaba lejos de
Salamanca, lejos de Cooke. No obstante, podía, con algún esfuerzo, escucharlos.
Los compañeros habían traído vino de damajuana y empanadas. Cooke comía y
hablaba a la vez. Y las dos cosas, abundantemente. Pasaba con él eso que pasa
con los gordos: se los ve más gordos cuando comen. Pero la gordura de Cooke no
era la de cualquier gordo. Era la de Cooke. Quiero decir: simbolizaba todo
cuanto había en él de exuberante, de desmesurado. Lo engordaban sus ideas, sus
convicciones incontenibles, sus pasiones. Ahora, un hilo de aceite denso,
amarillento, se deslizaba desde sus labios hasta perderse entre su barba.
Entonces, recuerdo, pensé: nunca he visto a un hombre más vivo que éste.
Algunas frases me llegaban. No todas, pero, creo, las suficientes. Salamanca le
decía Gordo a Cooke, como le decían sus amigos y también como, entre ellos, le
decían los militantes. Cooke le decía Salamanca a Salamanca, no le decía René ni
Rufino, le decía Salamanca. Y, con frecuencia, los dos se decían compañero.
Sin embargo, pese a que Salamanca le decía Gordo a Cooke y pese que Cooke le
decía Salamanca a Salamanca, era Cooke quien más hablaba, era Cooke quien bajaba
línea, era Cooke quien parecía tratar, digamos, paternalmente a Salamanca. Y no
era casual: Cooke tenía una vasta historia a sus espaldas. Había sido diputado
bajo el gobierno de Perón, había sido interventor del Partido Justicialista en
el tórrido mes de junio de 1955, cuando el gobierno peronista era desplazado por
la reacción oligárquica, había sido representante de Perón durante los primeros
años del exilio del general, había tramado el pacto Perón-Frondizi, había estado
en Cuba, con Fidel, había sido amigo del Che, y ahora estaba aquí, en la calle
27 de Abril, en la casa de los mecánicos, y hablaba con René Rufino Salamanca, y
comía empanadas, y se bebía ese vino oscuro de damajuana, y exudaba vida.
Ultima
carta a Alicia Eguren
Buenos Aires, 21 de agosto de 1968
Querida Alicia:
Ya a punto de ser operado, deseo establecer algunas indicaciones, disposiciones
y directivas que, lamentablemente, pertenecen a lo macabro, pero creo mejor
consignarlas expresamente.
1) En caso de que mi estado se agrave y entre en coma, debes ocuparte que bajo
ningún pretexto ni artimañas se me acerque personal eclesiástico, monjas, etc, o
se intente suministrarme sacramentos, exorcismos, etc. La prohibición incluye a
los sacerdotes que sean amigos personales.
Comprendo que, ya que al fin y al cabo para mi carece de importancia todo
ritual, algunas personas que me quieren piensan que exagero las restricciones.
Pero es que deseo mantener intacto mi buen "nombre y honor" de ateo y
materialista consecuente, y no deseo confusiones, leyendas sobre
arrepentimientos "in extremis" y otras fábulas producto de la propaganda (y a
veces de la buena intención) de la gente.
2) En caso de muerte, todo lo anterior se aplica con el mismo rigor, aunque he
tomado disposiciones —con tu participación— que espero obvien dificultades.
a) Donación de mis ojos, de mi piel, etc.
b) Gestiones en trámite para donar los restantes órganos y, si es posible, todo
lo que reste de mi cuerpo.
3) Si lo anterior fuese factible, cumpliría un doble objetivo: ya que no he
podido, por medio de una muerte heroica, contribuir a la solución revolucionaria
de nuestro drama americano, al menos podré ayudar a resolver algún problema
individual, servir para la práctica de estudiantes de medicina, etc., y, al
mismo tiempo; quedarla eliminado el problema de disponer de mis restos mortales,
con el consiguiente alivio en materia del orden establecido en materia de
velorio, entierro, etc.
4) Pero como la burocracia y la imbecilidad del orden establecido son infinitas
es previsible que surjan inconvenientes para una liquidación drástica y completa
del cadáver, y por lo tanto debe plantearte lo que corresponde según las
diversas hipótesis.
5) No se si el velorio es algo inevitable. Si pudiera evitarse, mejor, pues
sabes lo que opino de esa ceremonia de cuerpo presente, coronas y demás
elementos de mal gusto. Si, además puede prescindirse del entierro', mejor, que
mejor. No pretendo que mis restos tengan que ser llevados en un paquete y en
colectivo, pero si que solo recurras a los más funcional, ascéptico y
desprotocolizado; nada de pompas fúnebres, ceremonias, solemnidades, etc.
Por razones de fondo, estéticas y también económicas, pues mi tendencia al
despilfarro no alcanza a lo post-mortem o sea, que me irrita pensar en gastos de
pompas y circunstancias para satisfacer costumbres y vanidades que ofenden mi
racionalismo y sentido de lo elegante.
6) En fin, ya llegamos, de una u otra manera, a la última etapa de esta
planificación necrológica. Si no fue posible disponer integralmente del cadáver
por medio de donación y hay que hacerlo de otra manera, entonces que lo cremen.
Y que las cenizas no se conserven ni se depositen: dispérsalas poéticamente al
viento, tíralas al mar (transo con que las tires al Río de la Plata, lo mismo da
cualquier río y aún una laguna) Yo vi viré como recuerdo el tiempo que me tengan
en la memoria las personas que de veras me han querido; y en la medida en que he
dedicado mi vida a los ideales revolucionarios de la libertad humana, me
perpetuaré en la obra de los que continúen esa militancia. Así que no deseo que
queden ni vestigios de lo que fue, por un breve intervalo de tiempo, un complejo
fisiológicamente organizado, como ser viviente.
7) A riesgo de machacón, prefiero durante las tramitaciones que demande la
finalización de mi existencia como cuerpo, que apliquen con máximo rigor mis
prohibiciones sobre exhibiciones religiosas; ni personal religioso donde estén
mis restos, ni curas, ni escapularios, etc.
8) Por separado, dejo varias notas que presumiblemente, puedan ayudarte a
cumplir con estas disposiciones.
JOHN COOKE
Y entonces Salamanca (porque aquí
estamos, ¿no?: con Cooke y Salamanca hablando, diciéndose frases que a veces
llegan a mis oídos, y a veces no), como si anunciara la más meditada de sus
frases, el más hondo de sus cuestionamientos, le sirvió a Cooke un abundoso vaso
de vino, tan abundoso que dejó vacía la damajuana, y que hizo de esta damajuana
vacía un símbolo: el de una conversación que llega a sus instantes culminantes,
finales, que agota su alcohol, que extrema, consumiéndose, su fuego.
"Mirá, Gordo", dijo Salamanca, "el
problema es éste: los obreros son peronistas, pero el peronismo no es obrero".
Luego de los cual, es decir, una vez oída esta frase, Cooke se llevó a los
labios el abundoso vaso de vino que Salamanca le había servido y se lo bebió
hasta más allá de la mitad. El silencio, según suele decirse, podía cortarse de
un tajo, allí, en la casa de los mecánicos, en la calle 27 de Abril, tanta era
nuestra expectación. Cooke apoyó con fuerza el vaso de vino sobre la amplia mesa
y le echó una mirada rápida al flaco Marimón, como si dijera: "¿Durante cuanto
tiempo te pensaste esa frase, pibe?". Y por fin dijo, mirándolo a Salamanca
dijo: "Si el peronismo fuera obrero como los obreros son peronistas, la
revolución la haríamos mañana mismo". "Y si, claro", dijo Salamanca. Y apoyó un
codo sobre la mesa y también apoyó su rostro sobre su mano derecha. Así, se
acarició reflexivamente una barba hirsuta que le había crecido durante el día.
Entonces dijo: "Tenemos que conducir la clase obrera al encuentro con su propia
ideología, compañero. Que no es el peronismo". "Estás equivocado", dijo Cooke
con una convicción casi tangible. "Eso es ponerse afuera de los obreros. Eso es
hacer vanguardismo ideológico, Salamanca. Recordá lo que aconsejaba el barbeta
Lenin: hay que partir del estado de conciencia de las masas. ¿Está claro, no? La
identidad política de los obreros argentinos es el peronismo. No estar ahí, es
estar afuera".
"Bueno compañero", dijo Salamanca, "entonces nosotros estamos afuera. Afuera del
peronismo y sobre todo afuera de la conducción de Perón". Cooke sonrió entre
alegre y sarcástico. Agarró el vaso de vino, que ya no era abundoso, pues, según
he dicho se lo había bebido hasta más allá de la mitad, se lo llevó a los labios
y ahora se lo bebió hasta la última gota. Otra vez lo apoyó con fuerza sobre la
mesa y dijo: "No hay caso entre ustedes y Perón, ¿eh? Cómo les jode, che.
‘Bonapartista’. ‘Nacionalista burgués’. O si no, lo peor: ‘fascista’. Si, ya se.
Vos no le decís ‘fascista’, Salamanca. Sos más sutil que eso". Lo señaló al
flaco Marimón y añadió: "Tu asesor también. Lo de ‘fascista’ se lo dejan a la
derecha. Al diario de los Mitre. Ustedes son diferentes. No dicen ‘fascista’.
Pero dicen lo que ya dije, ¿no? ‘Bonapartista’. ‘Nacionalista burgués’.
Distintas formas de decir la misma cosa, Salamanca. Que Perón no representa los
verdaderos intereses de la clase obrera. Que la clase obrera tiene un líder y
una ideología burgueses. Bueno, mirá, escuchame bien". Entonces Cooke apoyó sus
dos codos en la mesa, unió sus manos formando una capilla y, sobre ellas, sobre
esas manos de dedos gordos pero fuertes, según lo he dicho, macizos, apoyó su
barba y el mentón. Créanmelo, insisto: ahora, el silencia, todavía más que
antes, podía, según suele decirse, cortarse con un tajo. Entonces Cooke dijo:
"Me cago en Perón, Salamanca". Agarró de nuevo su vaso, lo golpeó contra la mesa
dos o tres veces y dijo: "Más vino aquí".
Alguien hizo aparecer una veloz damajuana y le llenaron el vaso hasta el borde.
Cooke se tomó un buen trago, apoyó otra vez el vaso sobre la amplia mesa, miró
fijamente a Salamanca y dijo: "No sé si he sido claro, compañero". Salamanca se
adueñó de la damajuana y se sirvió vino. No bebió, pero lanzó una risa
inesperada y sonora. Súbitamente aliviados, todo reímos con él. ¿No era acaso
maravilloso oírle a Cooke "Me cago en Perón"? ¿Hasta dónde llegaría la osadía
teórica de ese hombre excepcional? Porque nadie dejó de entenderlo: "Me cago en
Perón" no era un insulto. Era una afirmación teórica. No sé si me entienden. En
labios de John William Cooke, eso, Me cago en Perón, era una valiosa afirmación
teórica, de la cual nosotros, allí, en la casa de los mecánicos, en la calle 27
de Abril, acabábamos de ser los afortunados testigos. De aquí la risa inesperada
y sonora de Salamanca. De aquí nuestra propia risa. Que volvió a estallar y que
esta vez no sólo fue alegre y sonora sino también mordaz cuando v dijo:
"Nosotros también, Gordo. Nosotros también nos cagamos en Perón". Y luego,
cuando se hubieron sosegado nuestras risas, añadió: "Parece que estamos más de
acuerdo de lo que creíamos". Lo cual no fue aceptado por Cooke, ya que dijo:
"No, compañero. No estamos de acuerdo. Porque ustedes se cagan en Perón de una
manera y yo y los peronistas como yo de otra.
Porque, para ustedes, compañero, cagarse en Perón es quedarse afuera. Afuera de
Perón y de la identidad política del proletariado. Mientras que para nosotros,
cagarnos en Perón, es rechazar la obsecuencia y la adulonería de los burócratas
del peronismo. Es reconocer el liderazgo de Perón, pero no someternos mansamente
a su conducción estratégica. Para nosotros, Salamanca, para mí y para los
peronistas como yo, para los peronistas revolucionarios, cagarnos en Perón es
crearle hechos políticos a Perón, aun al margen de su voluntad o del que sea su
propio proyecto. Para nosotros, Salamanca, para mí y para los peronistas como
yo, para los peronistas revolucionarios, cagarnos en Perón es creer y saber que
el peronismo es más que Perón. Que Perón es el líder de los trabajadores
argentinos, pero que nosotros, los militantes de la izquierda peronista, tenemos
que hacer del peronismo un movimiento revolucionario. De extrema izquierda. Y
tenemos que hacerlo le guste o no le guste a Perón. Porque si lo hacemos,
compañero, a Perón le va a gustar. Porque Perón es un estratega y un estratega
trabaja con la realidad. ¿Entendés, Salamanca? Y nosotros le vamos a crear la
realidad a Perón. Una realidad que, más allá de sus propias convicciones que son
muy difíciles de conocer, Perón va a tener que aceptar. Porque Perón, Salamanca,
ya no se pertenece. Quiero decir: lo que no le pertenece es el sentido político
último que tiene nuestra historia. Porque Perón, Salamanca, va a tener que
aceptar lo que realmente es, lo que el pueblo hizo de él: el líder de la
revolución nacional y social en la Argentina.
Ésa es, entonces, compañero, en suma, mi manera de cagarme en Perón". Y cuando
Cooke hubo dicho esto, cuando Cooke hubo terminado de largarse esa parrafada, el
silencio, allí, en la casa de los mecánicos, en la calle 27 de Abril, era otra
vez como ya he dicho que era, es decir, el silencio, ahora, otra vez, podía
cortarse con un tajo. Cooke respiró hondo, buscando un aire que necesitaba luego
de todas esas palabras que le había arrojado a Salamanca, se recostó pesadamente
sobre su silla, cruzó sus brazos sobre su abdomen y se quedó así, tranquilo,
como en reposo, mirando fijo a Salamanca, a la espera.
El flaco Marimón se había apartado levemente de Salamanca, es decir, ya no se lo
veía inclinado sobre el líder de los mecánicos, sobre el hombre que poseía el
don de atraer las vibraciones y convertirlas en acontecimientos, en René Rufino
Salamanca, sino que, tal como lo he dicho, ahora se lo veía apartado, o, quizá,
más precisamente, se lo veía más inclinado sobre Cooke que sobre Salamanca, pues
lo miraba con una fascinación que se le adivinaba pese a sus anteojos densos y
con una sonrisa que era casi de gratitud, un reconocimiento hondo, verdadero, y
que se abría espacio entre su barba bien recortada pero espesa de ideólogo
cordobés y revolucionario. Y entonces Salamanca tajeó el silencio porque dijo:
"Mirá Gordo, aunque vos te cagues en Perón de una manera y nosotros de otra, ya
sé que estamos en la misma trinchera". Hizo una breve pausa y añadió: "En el
mismo lado de la lucha, compañero"Entonces alguien tajeó definitivamente el
silencio y gritó: "¡Viva el compañero Cooke!". Y otro gritó: "¡Viva el peronismo
revolucionario!". Y un gordo enorme, mucho más alto y más gordo que Cooke, un
mecánico, un hombre de la calle 27 de Abril, un morocho a quien todos,
coherentemente, le decían negro, un morocho que se llamaba como Salamanca, pero
no René, sino Rufino, es decir, que tenía el más sonoro y el más viril de los
dos nombres de Salamanca, el negro Rufino, entonces se trepó a una silla con una
agilidad que en él era un desatino, elevó su brazo, cerró su puño, lo hizo girar
vertiginosamente y con toda su alma gritó: "¡Viva Perón, carajo!".
[Fragmento de La astucia de la
razón]
Imagen: Cooke fotografiado en una de las tantas detenciones policiales.
Contar con una información adecuada no es sólo un derecho que la masa peronista
se ha ganado en sufridos años de lucha, sino también condición esencial para
cumplir su misión histórica de liberar nuestra patria de la explotación nacional
e internacional. Sin embargo, desde las estructuras dirigentes del movimiento
únicamente le llegan trivialidades que nada agregan salvo confusión.
Las funciones inexcusables es extender y ahondar ese conocimiento directo,
elaborar críticamente datos de la realidad contemporánea y presentar
conclusiones que aclaren su sentido, extraer y generalizar las enseñanzas que
deja la acción colectiva, tareas sin las cuales no se perfeccionan las formas
organizativas y de combate.
Es en la organización revolucionaria que se opera ese enriquecimiento recíproco,
al cual contribuyen los cuadros directivos con las síntesis esclarecedoras que
orientan a las masas obreras.
El peronismo lo necesita con urgencia, como punto de partida para replantear sus
inoperantes líneas políticas.
Para saber cuales son nuestras fallas y llegar a sus causas hay que tener una
visión global de la Argentina, de las fuerzas que chocan en su seno, de las
características que revisten esos conflictos. U dentro de ese marco histórico,
examinar el significado del peronismo, con qué tendencias sociales e
irreductiblemente antagónico, qué políticas lo condenarán a frustrarse y cuáles
sirven al objetivo de realizarnos como destino nacional.
Por no plantearse correctamente todo esto, las burocracias siempre rectifican
los aciertos y reinciden en los errores. La indigencia teórica arrastra a los
desastres estratégicos.
Lo primero que procuramos demostrar en la brevedad de este informe es que la
teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística manejan
unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la tremenda
potencia contenida en ellas. No les llega como un conjunto de mandamientos
dictados desde las alturas, sino por un proceso de su propia conciencia hacia la
comprensión del mundo que han de transformar.
John William Cooke - Diciembre de 1964
Capítulo
I
Malestar en las bases
Seguros de nuestra propia fuerza y razón, durante la tiranía militar, aun en sus
períodos más sombríos, la reconquista del poder nos parecía próxima e
inexorable. A nueve años del golpe imperialista (de 1955) ese optimismo ingenuo
ha cedido su lugar a otra actitud más realista y reflexiva, aunque siempre
poseída del optimismo.
El origen del descontento no es por lo tanto la violencia del régimen, son las
sospechas sobre la aptitud del Movimiento para doblegarlo. Los presos, los
torturados, los muertos, las innumerables jornadas de combate, testimonian
nuestro coraje ante la adversidad: también despiertan interrogantes sobre si no
estaremos malogrando tanto sacrificio.
Hay muchos de nuestros compañeros que relegan esas inquietantes intuiciones,
resistiéndose a admitir el deterioro de las viejas certidumbres. Otros se
tranquilizan oponiendo la convicción de que, pese a todos los obstáculos, a la
larga el pueblo vencerá. Pero este fatalismo optimista no es más que otra forma
de autoengaño: nuestros compromisos son con esta época, sin que podamos
excusarnos transfiriéndolos a generaciones que actuarán en un impreciso futuro.
La historia no es nítida ni lineal ni simple, la Argentina de hoy es un ejemplo
de sus complicaciones y ambigüedades.
La presencia del peronismo impide que las clases dominantes gocen tranquilamente
de sus privilegios usurpados: es por sí misma, la prueba de la decrepitud del
régimen, de su ineficacia para resolver los problemas del país (nota: aunque
habría que considerar sus formas de prolongación y reciclamiento para
mantenerse).
La inquietud prevaleciente responde a la impresión de que nuestros objetivos
finales se hallan en una brumosa lejanía, que nuestros esfuerzos cotidianos no
parecen acortar.
Dicho de otra manera: entre los anhelos de tomar el poder y los episodios de
nuestra lucha, no se ve la relación de una estrategia que avance hacia los
objetivos últimos. Se organiza lo táctico, pero sin integrarlo en una política
que, por arduo que sea el camino que señale, presente la revolución como
factible, como meta hacia la cual marchamos. No más que eso necesitan las masas,
pero no con menos se conformarán.
Lo importante es destacar que allí está el origen de ese temor a no encontrar
respuestas revolucionarias a los desafíos contemporáneos.
Las clases gobernantes no pueden ya aspirar a nada más que al mantenimiento del
equilibrio. Salvo las fluctuaciones secundarias entre fases de máxima tensión y
fases de relativa calma social, permanecerán en la situación óptima mientras
esta paridad no se rompa. El peronismo, como agrupación mayoritaria, necesita
alterarla. Mientras no encuentre la política que lleve a conseguirlo, prorroga
la vigencia del régimen, y simultáneamente se debilita internamente.
Tiene ante sí una opción entre dos líneas de conducta. Puede mantener la actual,
confiando en que de alguna manera imprevista llegará al poder y se iniciará así
el milenio peronista, concepción burocrática. O puede plantear la cuestión a la
inversa: comprender que el futuro del Movimiento no está en acertar una tómbola,
sino en movilizar al pueblo en una política revolucionaria. La casualidad que
nos regale el gobierno y nos garantice el futuro no se dará. Lo que sí podemos
hacer es encarar los cambios internos de fondo que nos pongan en condiciones de
aspirar al poder.
La crisis del Régimen y la crisis del Movimiento Peronista
Todos coincidían en que la causa originaria de la crisis fue el gobierno
peronista. El que las penurias justamente comenzaran con la restauración de 1955
no pasa según ellos de mera casualidad. También es “casualidad” que después de
nueve años de una política que es la antítesis de la que habría provocado la
crisis, ésta sigue a toda marcha. Pero desde todas las tribunas se nos
suministra una explicación que absuelve nuevamente al régimen con irrefutable
rigor lógico: lo que impide sacar al país del pantano son las maquinaciones de
una formidable asociación ilícita, que integran Perón, Fidel Castro, “los que
sueñan con un retorno imposible” y Mao Tse Tung, además de una caterva de
agentes del “comunismo internacional” que nadie ha visto nunca, pero que se nos
dice que está por todas partes haciendo maldades a full time.
Sobre la caracterización de la crisis hay una amplia variedad de versiones: es
crisis moral, o crisis de la cultura, o crisis del desarrollo, o crisis de
jerarquías, etc.... Hay quienes ven el fin de sus privilegios como si fuese el
fin de la comunidad: confunden el no-ser burgués con el no-ser de la Nación.
Por nuestras virtudes hemos podido agudizar las contradicciones internas de los
sectores gobernantes, impedir muchos de sus abusos, evitar la
institucionalización del despojo y el semicoloniaje. Por nuestras carencias no
hemos logrado impedir que el régimen siga manteniendo intacta la superioridad en
fuerza material que le permite subsistir, oscilando entre la dictadura desnuda y
la dictadura encubierta, tras las formas rituales de la democracia minoritaria.
A su propia anarquía e incoherencia hemos opuesto nuestras propias indecisiones,
nuestra invertebración teórica y operativa.
El pueblo se niega a aceptar el viejo juego político en que sólo participaba por
procuración, y por medio del Movimiento ha hecho imposible el reestablecimiento
de ese anacronismo, salvo como aparato desprovisto de todo vestigio de
representatividad. No ha logrado en cambio dotar a esa vocación de poder de una
práctica eficaz. La resistencia no es suficiente: sin contraataque no hay
victoria.
El Movimiento exige una política en que se conjuguen las ideas, la práctica y la
organización revolucionaria, en que la búsqueda de los objetivos finales se
armonice y complemente con las variantes tácticas y operativas capaces de dar
respuesta a cada coyuntura.
Cada vez que se nos cierran los caminos de la semilegalidad, la burocracia
declara la guerra. Pero nada más. Ésta queda librada a la espontaneidad de
sacrificados activistas que oponen una violencia inorgánica, inconexa e
insuficiente, frente al potencial y a la técnica siempre en aumento de los
órganos represivos oligárquicos imperialistas. Esta vacancia de conducción dura
hasta que viene un nuevo período de soluciones negociadas. Entonces, los que
estuvieron en la retaguardia durante el combate, pasan a ser la vanguardia en
los trámites de la tregua y capitalizan la abnegación de las bases en la mesa de
arena de los acuerdismos.
En el escenario político del país, la diferencia entre los partidos
tradicionales y el peronismo es neta, tajante, evidente por si misma. Esto
explica que nos proscriban, no pertenecemos al mismo sistema. Pero las
estructuras del movimiento no reflejan esa contradicción irresoluble, sino que
ésta reaparece internamente.
Tenemos por un lado el peronismo rebelde, amenazante para los privilegios, y por
otra parte, aparatos de dirección en los que predomina una visión burguesa,
reformista, burocrática, en lugar de la visión revolucionaria que corresponde a
la realidad objetiva del papel que cumple el peronismo en la vida nacional
(nota: en la vida partidaria, el pejotismo liberal ocupó el lugar contra el
peronismo revolucionario).
Capítulo
II
El orden de la oligarquía liberal
“¿Cuál es la fuerza que impulsa ese progreso? Señores, ¡es el capital inglés!"
Bartolomé Mitre
La recolonización de 1955 permitió a la minoría explotadora ocupar económica y
políticamente el país, pero no culturalmente. Antes una cosa implicaba a la
otra, ahora no.
La fórmula había funcionado durante un siglo a partir de la derrota nacional de
Caseros. Allí se liquidó el pleito entre las dos corrientes que chocaban desde
los días de Mayo: la del puerto de Buenos Aires, cosmopolita, librecambista,
vehículo de ideas e intereses que convenían a Europa y trataba de imponer al
resto del país; y otra, nacionalista popular, que veía al país en su conjunto y
como parte de la unidad latinoamericana. Antimorenistas y morenistas,
dictatoriales y americanistas, unitarios y federales, fueron fases de ese
enfrentamiento.
Una vez que Argentina quedó incorporada como satélite de la primera potencia
capitalista de mediados del siglo XIX (Inglaterra) y se unificaba en la política
de la oligarquía portuaria, los antagonismos se denominaban separatistas
bonaerenses y hombres de Paraná: crudos y cocidos, chupandines y pandilleros,
liberales y autonomistas, cívicos y radicales.
Desde la Independencia, los intereses foráneos tenían su aliado natural en la
burguesía comercial de Buenos Aires, dispuesta a enriquecerse como intermediaria
de un comercio sin restricciones en Europa. Su primera víctima fue Mariano
Moreno, cuya visión americanista chocó con el centralismo unitario que
subordinaba el país a la política bonaerense. A ellos se debe el rechazo de los
diputados orientales que llevaban a la Asamblea del año XIII las instrucciones
de Artigas sobre la organización confederal. Sólo desacatándose pudo realizar
San Martín la campaña de Chile y Perú, pero el pago fue dejarlo abandonado a su
propia suerte en suelo peruano, del cual pasó al exilio voluntario y definitivo.
Fue contra los devaneos monárquicos de ese grupo, que los gauchos impusieron el
principio republicano en el año 20. Fue contra la Constitución aristocratizante
de su agente conspicuo -Rivadavia- que se alzaron seis años después los
caudillos federales. Dignos antecesores de la oligarquía contemporánea, en 1815
sancionaron la Ley de Vagancia, para terminar con la protesta de los gauchos
hambreados por la política de los exportadores de carne.
En la Constituyente de 1826, los rivadavianos proponían una cláusula prohibiendo
el voto de los domésticos, soldados de línea, peones, jornaleros, en una
palabra, a la chusma que había hecho la Independencia. Borrego, a quien luego
harían asesinar por Lavalle, ridiculizó los argumentos de esa minoría
reaccionaria. La de hoy, aplica el mismo principio proscriptivo aunque no tiene
la valentía de sostenerlo con doctrina.
Fue ese unitarismo el que concedió a Inglaterra la franquicia para que sus
barcos navegasen nuestros ríos, a cambio del derecho espectral de que los barcos
que no teníamos navegasen por el Támesis. El mismo escandaloso unitarismo que
dio toda la tierra pública como garantía para contraer el empréstito con Baring
Brother’s, el que entregó las minas de Famatina a un consorcio europeo del cual
Rivadavia estaba a sueldo, el que creó el Banco de Descuentos dando el control a
los comerciantes ingleses.
La época de Rosas fue un compromiso entre Buenos Aires y el interior, unidos en
una política defensiva contra el colonialismo anglofrancés y las fuerzas que
secundaban sus planes para desintegrarnos. Buenos Aires retiene las ganancias
del puerto, pero encabeza la lucha contra el extranjero. La Ley de Aduanas
protegía a la industria artesanal, el coraje criollo, la soberanía acechada.
Rosas, caudillo de la conjunción de fuerzas populares que terminó con el
unitarismo, era la cabeza de los ganaderos bonaerenses, y formaba con sus amigos
y parientes el sector más dinámico de la economía, integrado como industria de
tipo capitalista e independiente del sistema comercial de Inglaterra: cría de
ganado, saladeros, flota de barcos para transportar los productos a diversos
mercados.
Cuando esas circunstancias cambiaron, la política proteccionista del Restaurador
ya no contó con el apoyo de los estancieros, que se unieron a la coalición
organizada por Inglaterra y dirigida por el imperio esclavista de Brasil.
En 1852 el país necesitaba superar el equilibrio precario del período rosista e
integrarse como nación moderna, constituyendo una unidad económica, con el
territorio nacional como mercado interno único, y el puerto de Buenos Aires
puesto al servicio común como base para un desarrollo capitalista autónomo.
Ocurrió todo lo contrario.
La burguesía comercial portuaria afirmó su control al haberse constituido
también como burguesía terrateniente. Los hombres de la Federación poco pudieron
contra sus maquinaciones, especialmente cuando Urquiza hipotecó su caudillaje
para salvar sus vacas, y la “barbarie” del interior fue aniquilada para asegurar
la hegemonía de esa oligarquía ganadero-comercial.
La Argentina se incorporó al proceso económico mundial, pero como mercado
complementario del capitalismo inglés. La manufactura importada terminó de
aniquilar nuestras industrias embrionarias. Los ferrocarriles dibujaron una
nueva geografía donde el intercambio interregional desaparece, se expande el
mercado comprador de artículos ingleses y nacen “las provincias pobres”. Las
compañías extranjeras, los grandes terratenientes y la burguesía que participaba
del negocio importador y exportador, engordan a medida que la riqueza del
interior cae en los toboganes que la deposita en los puertos para ser
transferida a las islas británicas. Los ríos que el paisanaje había cerrado con
cadenas para atajar a las flotas invasoras, pasan a ser vías internacionales por
prescripción constitucional: no la prosperidad sino la miseria navegarán por
ellos.
Zona marginal del centro capitalista inglés, también debíamos ser dependencia
ideológica y política. Es que el imperialismo es tanto un hecho
técnico-económico como cultural. El lugar de operaciones aisladas de
intercambio, establece una relación permanente que no se agota en cada
transacción. Los capitales colocados en la semicolonia deben rendir frutos
durante muchos años. Es preciso entonces evitar toda inseguridad en los
reintegros y pagos de intereses. Debe procurarse que crezca la economía agraria,
para que sus productos fluyan a la metrópoli, y que no surjan industrias que
desequilibren la “división internacional del trabajo”.
El imperio necesita contar con gobiernos estables, ordenados, buenos pagadores e
inmunes al extravío nacionalista. Para eso no hace falta recurrir a la presión
directa o a los groseros despliegues de potencia armamentista. La penetración
financiera produce el encumbramiento de una oligarquía nativa cuyo destino
estaba ligado al del “gran país amigo”.
Las expediciones punitivas de Mitre y Sarmiento ahogaron en hierro y fuego las
protestas del pueblo, la cabeza de Chacho Peñaloza, exhibida en la Plaza de
Olta, simboliza a la oligarquía mucho mejor que los mármoles y bronces con que
ella se ha idealizado.
La dependencia económica aseguró la esclavitud mental. La semicolonia quedó
unificada en el culto idolátrico de las ideas -símbolo del liberalismo- y cuanto
se le oponía fue sentenciado y ejecutado en trámite sumario.
La lucha política era entre minorías. La montonera había sido una forma de
política elemental en la que se participaba directamente. El hombre de nuestro
campo tomaba la lanza y arrancaba detrás del caudillo: iba a pelear contra los
españoles o al grito de “Federación o Muerte” (que según se ha demostrado,
significaba “República o Muerte”), contra los proyectos monárquicos centralistas
de la aristocracia porteña, o contra el chancho inglés o francés que rondaba
nuestras aguas, en último caso para entreverarse en peleas de menor
significación.
El enriquecimiento de la región pampeana significó, como contrapartida, el
estancamiento del interior. El libre cambio tuvo un primer efecto negativo: la
producción artesanal de las provincias interiores no pudo resistir a la
afluencia de manufacturas extranjeras.
Durante la época de Rosas no se había contraído empréstitos con el extranjero,
pero a medida que la Argentina aumenta sus exportaciones, y por ende su
solvencia como deudor, se recurre al crédito externo con tal exageración que el
país se va hipotecando hasta límites increíbles.
Sarmiento se vale del empréstito para terminar la guerra con el Paraguay y
“pacificar” nuestro interior; otros empréstitos se piden para obras que no se
construyen, para planes que nunca se inician, a veces sin buscar pretexto
plausible. Después se van pidiendo empréstitos para pagar los servicios de
empréstitos anteriores. Sólo de 1863 a 1873 los ingleses prestan a la Argentina
15 millones de libras esterlinas.
En estos idílicos tiempos, que tanto añoran los conservadores, el país sufría
inmediatamente los efectos de cualquier contracción en los países
industrializados. Éstos eran periódicamente sacudidos por las crisis que
llegaban aquí con violencia multiplicada, al reducir la demanda de nuestras
exportaciones y simultáneamente el precio que se nos pagaba por ellas. Además,
justo cuando nuestro país entraba en crisis, Gran Bretaña drenaba nuestras
reservas de oro agravando la situación.
Sin embargo, las clases dirigentes ponían todo su empeño en mantener el crédito
internacional de la Nación a toda costa. Un presidente diría que “es necesario
economizar sobre el hombre y la sed de los argentinos”.
Yrigoyen y sus enemigos
Fue Yrigoyen quien, orientándose como pudo, infligió serias derrotas al aparato
que asfixiaba al país. El yrigoyenismo fue un movimiento de masas que expresaba
la tendencia al crecimiento del país, frenado por la alianza de la aristocracia
latifundista y el imperio británico.
En el gobierno tuvo entre otros méritos, el de cumplir con su promesa de no
enajenar ninguna parte de la riqueza pública ni ceder el domino del Estado sobre
ella. En un asunto clave como el ferroviario, su acción fue fecunda, y demostró
una comprensión cabal cuando, al vetar la ley del Congreso que traspasaba las
líneas del Estado a una empresa mixta, afirmó en el Mensaje: “el servicio
público de la naturaleza del que nos ocupa ha de considerarse principalmente
como Instrumento de Gobierno con fines de fomento y progreso para las regiones
que sirve”.
El apoyo a YPF, la tentativa de crear un Banco del Estado y un Banco Agrícola,
la compra de barcos, etc.., son otras tantas pruebas de su orientación
nacionalista.
Su política internacional fue digna, altiva, independiente, y retomó el sentido
latinoamericanista que poseían los hombres de la Independencia y que se perdió a
mediados de siglo pasado.
Es bueno insistir sobre el manto de plomo que recubría la cultura del país. Las
voces solitarias de aquí y allá que querían agregar un aporte renovador, estaban
fuera (o se las dejaba rápidamente) de los medios de difusión capaces de
amplificarlas hasta influir en la conciencia política nacional. La transición a
concepciones políticas más adelantadas y claras que pudo producirse dentro del
radicalismo, fue cosa que no ocurrió. Fuera de él, en las fuerzas organizativas,
había un páramo ideológico.
El Partido Conservador, representante de la oligarquía terrateniente, no se
resignó a la pérdida del gobierno ocasionada por la aplicación del sufragio
libre. Mientras esperaba la hora de recuperar el poder por la violencia, su
táctica consistió en unir todas las fuerzas posibles bajo el lema negativo de
hacer antirradicalismo (luego, cuando contó con aliados en el propio
radicalismo, su bandera sería el “antiyrigoyenismo”).
El aliado más consecuente que siempre tuvieron los conservadores fue el Partido
Socialista, que no sólo los acompañó en las maniobras concretas contra el
radicalismo, sino que también lo haría contra el peronismo.
Buenos Aires, puerto de factoría que servía a la intermediación
importadora-exportadora, centro burocrático al que convergían los inmigrantes y
los criollos desplazados por el latifundio, era la única realidad que veían
-incompleta y erróneamente, además- los socialistas. Por el resto del país
sentían el mismo desprecio que los “civilizadores” mitristas y rivadavianos.
La gran mayoría de los explotados estaba en el campo: eran los peones de la
estancia, los obrajeros, los hijos de la tierra convertidos en mano de obra
miserable.
La Argentina quedaba seccionada en una porción industrial y en otra que no lo
era, cuyos respectivos asalariados se incomunicaban entre sí y perseguían
objetivos contrapuestos. Era una estrategia que podía deparar algunas mejoras a
sectores reducidos del proletariado (creando nuevos motivos de desunión
interclasista), pero le vedaba la lucha política para avanzar en conjunto como
clase. Los obreros industriales, sin peso en el cuadro global de la economía
subdesarrollada, no podían ser factor de transformaciones revolucionarias, si
actuaban de espaldas al resto de los perjudicados por el sistema oligárquico
imperialista. A cambio de la fantasía de buscar una liberación exclusiva, para
ellos solos, en medio de la Argentina desangrada, rompían el frente capaz de
obtener una liberación real, y abdicaban del papel que les correspondía dentro
de ese frente como clase revolucionaria.
En suma, no les quedaba más que “el sindicalismo puro”, la lucha economista por
mejoras inmediatas, aunque debilitados por renunciar a la solidaridad de los
otros grupos de intereses comunes, y votar por los socialistas, con lo que
terminarían de suicidarse. Como el Partido Socialista era enemigo de la
industrialización, la clase proletaria no crecería, y como también era
librecambista y enemigo de lo que llamaba las “industrias artificiales”, cuando
éstas desapareciesen, los obreros sin trabajo aumentarían la oferta de mano de
obra y bajarían los salarios. Limitándose a una política meramente encaminada a
las mejoras salariales en la industria, éstas servirían, por una parte, para
aumentar la diferencia entre las remuneraciones de la ciudad y del campo,
característica de los países subdesarrollados. Al mismo tiempo, servirían de
pretexto para el aumento de costos de producción y, sin proteccionismo, las
industrias quedarían en peores condiciones ante la competencia extranjera.
Con estas menciones basta para apreciar que si el Partido Socialista nos ha
negado siempre hasta “la leche de la clemencia”, no es por oportunismo ni por
improvisación, sino por una vocación rectilínea -desde la cuna hasta la tumba-.
La oligarquía, copiando instituciones liberales, y el Dr. Justo remedando
enfoques socialistas, llegaban siempre a las mismas conclusiones y compartían
los mismos prejuicios. Por ejemplo, al peón de tambo y al obrajero que los
oligarcas explotaban y denigraban, el Dr. Justo los crucificaba teóricamente
negándoles toda capacidad política. Su discípulo, el Dr. Repetto, explica que
era imposible hacerles comprender razones “porque se trata de gente muy
ignorante, envilecida en una vida casi salvaje”.
Mencionamos las modalidades que los hacen indistinguibles del conservadorismo.
Destacaremos algo que acredita a los socialistas como caso político único. Es el
partido socialista del mundo colonial y semicolonial que nunca fue
antiimperialista, ni siquiera doctrinariamente. Más aún: es el único partido
socialista del mundo que ha defendido expresamente al imperialismo. Hasta los
más viscosos amarillismos social-demócratas de Europa, beneficiarios y cómplices
de la política colonial de sus burguesías, al menos en teoría han condenado al
imperialismo.
En la Argentina tenemos un fenómeno mundial: un partido socialista
proimperialista en la teoría y en la práctica.
Los designios de Estados Unidos de imponer su hegemonía en todo el continente,
no constituían ningún secreto: sus hombres de Estado lo venían proclamando desde
hacía un siglo, y había muchos hechos probatorios en exceso, la oposición a los
proyectos de Bolívar para la unificación continental, la destrucción de nuestro
Puerto Soledad en las Malvinas, el robo a México de más de la mitad de su
territorio, las depredaciones en Nicaragua, la incursión naval contra Paraguay,
eran algunos ejemplos. Pero cuando la intervención yanqui en Cuba, a principios
del siglo XX, Juan B. Justo observó: “Apenas libres del gobierno español, los
cubanos riñeron entre sí hasta que ha ido un general norteamericano a poner y
mantener la paz a esos hombres de otras lenguas y otras razas. Dudemos pues de
nuestra civilización”. Dudemos más bien de los socialistas cipayos, porque hasta
los obrajeros analfabetos del Dr. Repetto, saben que cuando los cubanos tenían
ganada la guerra de la Independencia, en 1898, los norteamericanos, mediante una
provocación, tomaron parte en la contienda y se constituyeron en usufructuarios
del sacrificio de los isleños que venían guerreando desde hacía treinta años,
firmaron un tratado de paz con España sin dar intervención a los cubanos, y se
apoderaron de las Filipinas, Guam, Puerto Rico, etc. En Cuba nombraron un
gobernador militar y sólo lo retiraron cuando se les dio la base de Guantánamo
(que todavía ocupan) y se les reconoció el derecho de intervenir militarmente.
Cada vez que había protestas por el fraude con que se elegía a un presidente
amanuense de los yanquis, estos mandaban fuerzas amparados en esa concesión.
Únicamente a los socialistas argentinos se les podía ocurrir echarle la culpa a
los cubanos de esas intervenciones imperialistas que sufrieron todas las
naciones que estaban en el radio geopolítico de Estados Unidos.
Cuando decía “dudemos de nuestra civilización”, se trataba de una ironía
justista: quería decir que estaba seguro de nuestra barbarie. Como la
civilización y el progreso sólo pueden llegar del extranjero, también
aplaudieron la maniobra yanqui que quitó una provincia a Colombia y creó la
república artificial de Panamá. Pensaban, como los yanquis, que nuestro
continente sería un emporio de civilización si no estuviese poblado por
latinoamericanos.
Lenin, explicando la desviación reformista de los movimientos europeos que
recibían su cuota del producto colonialista, dijo que “el partido obrero-burgués
es inevitable en todos los países imperialistas”. Ha mencionado asimismo que “en
todos los países en los que existe el modo de producción capitalista hay un
socialismo que expresa la ideología de las clases que han de ser sustituidas por
la burguesía”. En esta segunda categoría estaría el Partido Socialista de
nuestro país sin describirlo totalmente. La Argentina, siempre al día con las
modas del Viejo Mundo, quiso darse el lujo de tener un partido
obrero-oligárquico-proimperialista, una creación de la fantaciencia política.
Desde que se acriollaron los inmigrantes, nunca más consiguieron reclutar a un
proletario. Cuando en la Casa del Pueblo ven acercarse a un grupo de obreros,
cierran las puertas y piden custodia policial.
En 1930 la situación se tornó mucho peor, los efectos de la crisis se sentían
fuertemente y la reacción afilaba sus cuchillos. Como después pudo verse, el
curso de la economía en todo el mundo no admitía ninguna salida de la depresión.
Había que capearla lo mejor posible. Pero la maquinaria de la oligarquía le
permitía exagerar las fallas del gobierno, atribuirle la culpa de procesos que
eran inevitables y marcarlo como responsable del descontento popular.
El Partido Socialista, infaltable en las grandes infamias contra el país, dio
una batalla parlamentaria contra la ley de nacionalización del petróleo y lo
mismo su desprendimiento, el Partido Socialista Independiente, se sumó al
escándalo callejero, arrastrando a los bobalicones de la pequeña buguesía
portuaria, que creían que aquellos tribunos municipales eran la última palabra
en materia de progresismo y audacia de pensamiento.
Entre otras lindezas, el diario La Nación emitió este juicio sintético: “No se
recuerda ninguna época de fanatismo y corrupción como ésta”. Y La Prensa: “Nunca
antes en la Argentina, un gobierno quiso mostrarse y se mostró más prepotente,
omnisciente, ni llegó a dejar mayor constancia de su incapacidad de actuar,
respetar y ser respetado. Por su parte el Partido Comunista no aportaba nada al
esclarecimiento de las cosas, por el contrario, definió al gobierno de Yrigoyen
como “reaccionario” y “fascistizante”. El clásico frente antipopular,
perfectamente sincronizado, sacó a relucir sus grandes palabras y los militares
de cabeza hueca hicieron de verdugos.
La Década Infame
“Recién entonces comprendimos hasta qué punto de nuestras oligarquía estaba
divorciada de la vida nacional y pudimos medir la amplitud y la perfección con
que dominaba los nudos estratégicos de la vida de relación” - Scalabrini Ortiz.
En la dictadura que sustituyó a Yrigoyen pugnaban dos corrientes de pensamiento.
Los amigos más próximos del general Uriburu profesaban un vago nacionalismo
fascista, cuyo expositor principal había sido Leopoldo Lugones, por entonces en
una de las etapas más reaccionarias de su vida atormentada y contradictoria. Se
identificaba a la patria con su aristocracia, frente a la chusma que venía a ser
lo espúreo y extranjero. Era la “hora de la espada”. La dictadura clasista y los
grupos conservadores planteaban su contradicción de siempre: invocaban las ideas
de la democracia liberal, pero en los hechos tenían que violarlas para impedir
el retorno del partido derrocado, sobre todo cuando la elección de abril de 1931
demostró que los radicales seguían siendo mayoría.
Después de la guerra 1914-18, la posición de Gran Bretaña como primera potencia
financiera había cedido ante los Estados Unidos, que emerge como primer país
acreedor del mundo. En la Argentina eso se reflejó en un avance norteamericano,
tanto en el monto de sus inversiones como en su participación en nuestro
comercio exterior. El país se convirtió en zona de fricción entre ambos
imperialismos. Los norteamericanos invertían en algunos sectores de la industria
y tenían sus ojos puestos en los yacimientos petrolíferos, buscaban el
desarrollo de la vialidad para ampliar el mercado de sus exportaciones:
automóviles, petróleo, caucho, etc. Los ingleses defendían el sistema de
transportes estructurado en torno a los ferrocarriles y al suministro de carbón.
La crisis del año 30, dio transitoriamente el triunfo a los ingleses.
Las inversiones directas norteamericanas habían pasado de 40 millones de dólares
en 1913 a 330 millones de dólares en 1929, en 1940 representaban 360 millones:
el 14% de las inversiones extranjeras contra el 61% que poseían los ingleses.
Con la primera guerra había terminado el período de auge del sistema capitalista
universal. La crisis iniciada en 1929 no fue más que un efecto retardado de ese
resquebrajamiento, cuyos problemas habían quedado irresueltos. En la Argentina
el impacto fue tremendo, como consecuencia de la indefensión que nos creaba el
sistema agroexportador. Las condiciones de nuestro progreso -demanda creciente
de productos agropecuarios, fertilidad de la zona pampeana, arribo de capitales
y de inmigración- provenían de afuera, al margen de una acción consciente
impulsada por factores internos. Ese desarrollo espontáneo ya estaba agotado
para entonces, pues el aumento de la producción ya no podía hacerse mediante la
incorporación de nuevas tierras aptas para el proceso productivo. La crisis
trajo un estancamiento en la demanda mundial de nuestras carnes y cereales, y el
valor de las exportaciones argentinas se redujo, de golpe, en un 50%.
Los países industrializados abandonaron los métodos del liberalismo, y
establecieron una serie de medidas para contrarrestar los efectos de la
depresión. Simultáneamente, se invirtió la corriente mundial de capitales: en
lugar de afluir a los países dedicados a la producción primaria, retiraron gran
parte de las inversiones y cesaron sus préstamos. Para hacer frente a los
déficits de sus cuentas internacionales, los países como Argentina no tenían
otro recurso que apelar a sus reservas de oro y divisas y, cuando éstas se
agotaron, a diversas medidas de regulación económica.
La conferencia de Ottawa, en que Gran Bretaña había establecido sus dominios, un
sistema de “preferencias” que cerraba las puertas a la penetración comercial
americana, puso a nuestra oligarquía en el trance de perder el mercado británico
de carnes. Empavorecida mandó una delegación a Londres, encabezada por el
vicepresidente de la República, que firma el pacto Roca-Runciman y somete a
nuestra economía a dictados ingleses.
Gran Bretaña no se comprometía a nada importante. En cambio se le otorgaba el
control de nuestro mercado de carnes y distribuir el 85% de su exportación,
asegurándose además que el transporte se realizase en sus buques.
La clase dirigente entregó al extranjero todo cuanto éste exigió, desde el
manejo de la moneda y el crédito hasta el monopolio de los transportes. El
principal instrumento de dominación fue el Banco Central, cuya ley preparó Otto
Niemeyer, vicepresidente del Banco de Inglaterra, y fue adoptada y puesta en
ejecución por los doctores Pinedo y Prebisch. La misión nombrada por Justo para
proyectar las reformas financieras del país era, con leves modificaciones, la
misma que antes había nombrado el gobierno de Uriburu. La componían Alberto
Hueyo, E. Uriburu, Federico Pinedo, Raúl Prebisch, R. Berger, R. Kilcher, L.
Lewin, y Robert W. Roberts, representantes de la banca Baring Brothers, Morgan y
Leng, Roberts y Cía., que eran acreedores del gobierno. Extranjeros eran los
ferrocarriles, los teléfonos, el gas, los frigoríficos trustificados que
controlaban la exportación de carnes, las empresas de comercialización de las
cosechas, los tranvías, ómnibus y subterráneos.
Para dar una idea del anti-yrigoyenismo, Alvear había festejado la caída de
Yrigoyen. Los socialistas aprovecharon los años de abstención radical para
conquistar una numerosa bancada parlamentaria, luego reducida a representaciones
de la Capital Federal. Ostentaron el mérito de no complicarse en ninguno de los
escandalosos negociados de la época, pero silenciaron el escándalo total de
nuestro encadenamiento a Gran Bretaña y de los avances del imperialismo yanqui.
Al fijar posición en el debate parlamentario sobre el pacto Roca-Runciman, el
diputado Nicolás Repetto aclaró: “Desde luego, nuestro voto no implicará un
reproche a la gestión diplomática realizada en Londres por el doctor Julio A.
Roca. Manifestamos y lo hemos hecho públicamente, nuestra adhesión por la forma
tan discreta, por la perseverancia realmente ejemplar y por la alta dignidad que
nuestra representación ha sabido mantener en todo momento en el ejercicio de su
elevado mandato”.
Su oposición se limitó a lo episódico y marginal, sin calar en ninguno de los
temas fundamentales que afligían a la Nación. Eran la oposición ideal para el
régimen: moderada, enemiga del desorden, cultora de todos los mitos
proimperialistas. Su minúscula astucia de jacobinos parroquiales consistía en
equiparar a radicales y conservadores en salvaguardia del orden, cuando se temía
que los radicales intentasen perturbarlo.
Los radicales siempre reprocharon a los socialistas el haberse aprovechado de su
abstención para obtener representaciones y legalizar el fraude de los
conservadores. En defensa de esa actitud, Repetto dijo hace algunos años cosas
muy graciosas: relata que, vetada la candidatura Alvear-Güemes en 1931, Lisandro
de la Torre vacilaba en presentarse como candidato de la fórmula con el propio
Repetto, pero éste en vano aventó sus escrúpulos, y termina diciendo: “Los
hechos ocurrieron en la forma supuesta por mí, y en la elección presidencial
siguiente, los radicales triunfaron con su candidato, el Dr. Roberto Ortiz” (La
Razón 24/10/61). No menciona que Ortiz fue electo por los conservadores y
radicales antipersonalistas mediante un fraude cometido contra el candidato de
la UCR, Alvear. Con el criterio de Repetto, en la elección de 1931 no hubo
proscripción radical, puesto que el general Agustín P. Justo era también radical
antipersonalista (Ortiz fue uno de sus ministros).
Desde luego, ahora los radicales prefieren no hablar de esos episodios, desde
que hace años son ellos los que usufructúan la proscripción del partido
mayoritario (nota: el peronismo había sido proscrito desde 1955) y eso les ha
convertido en gobierno. Cuando aluden al tema se enredan en explicaciones más
retorcidas aún que las habituales. Uno de los que lo ha abordado intrépidamente
es el Dr. Ricardo Balbín, y como era de esperar, desapareció toda confusión. Su
diáfana oratoria dejó establecido que las situaciones no eran idénticas. “Los
radicales mantuvieron su entereza moral en la abstención, sin prestarse con sus
votos a pactos ni a la confusión de la República. Los proscritos deben tener
espíritu demócrata y no ser aventureros del poder” (La Razón, 06/08/61).
Capítulo
III
La brisa de la historia
La política de neutralidad del gobierno militar rompía la unidad continental que
Estados Unidos buscaba para su política de guerra (Segunda Guerra Mundial). El
Departamento de Estado apeló a todos los recursos para forzarlo a cambiar de
línea o provocar su derrocamiento: retiro de los embajadores latinoamericanos,
inglés y norteamericano, congelamiento de nuestras reservas de oro en Estados
Unidos, prohibición a sus barcos de tocar puertos argentinos, restricción de sus
exportaciones con destino a nuestro país, etc. Recién en 1945, cuando la suerte
del conflicto mundial estaba decidida, la Argentina rompió relaciones con el
Eje, pero sin unirse al rebaño de las restantes repúblicas americanas conducidas
por los yanquis.
Los partidos, la prensa y los intelectuales, movidos por el imperialismo,
apoyaban al embajador yanqui Spruille Braden, quien actuaba públicamente en la
vida política argentina, fogoneando la renuncia y detención de Perón.
Pero los trabajadores ya no consintieron esa nueva vergüenza: todo el país quedó
paralizado por una huelga general, y las multitudes marchan hacia Plaza de Mayo
donde exigen la libertad de Perón y su vuelta al poder.
Scalabrini Ortiz ha dejado una inolvidable descripción de esas jornadas. De ahí
extraemos algunos párrafos que captan su vivencia: “Un pujante palpitar sacudía
la entrada de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras
las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de
los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas y acerías del
Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y
Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en un mismo grito y
en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el
fundidor, el mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de
la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba,
aglutinados por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón”.
El milagro aritmético
La oligarquía había temblado ante la invasión de los descamisados. Las
explicaciones autotranquilizadoras le devolvieron la calma que se transformó en
euforia cuando, de inmediato, el gobierno convocó a elecciones para cuatro meses
más tarde: allí obtendría el triunfo que se le acababa de escapar de las manos y
castigaría la escoria responsable del fracaso.
El Régimen al que había referido Yrigoyen se había reconstituido, esta vez con
el radicalismo como participante principal. El acercamiento de los partidos
respondió, como hemos visto, a una serie de motivos: el belicismo los llevó a
desarrollar actividades conjuntas, y desde junio de 1943 habían desaparecido las
causas del antagonismo -fraude, lucha por el gobierno- y todo contribuía a
unirlos, incluso la desgracia común. Ante la ola desconocida que traía un
candidato “de afuera”, no perteneciente al selecto club
democrático-representativo, se constituyó la Unión Democrática.
Mirada desde el ángulo tradicional, la Unión Democrática era una aplanadora:
estaban todos los partidos que tenía el país, es decir, todos los votos. Los
analistas procedían con criterio realista y admitían que de ese inmenso montón
de sufragios había que descontar unos puñaditos de gente votaría al candidato
“imposible”, algunos obreros sin conciencia que se habían dejado engañar por el
demagogo, los sectorcitos que seguirían a los radicales de la Junta Renovadora,
los totalitarios, claro está, y por fin ciertos elementos de la población, como
ser vagos, ladronzuelos, punguistas, borrachos, malevos.... En suma, una ínfima
minoría de estúpidos y antisociales, y por consiguiente, lo único que tenía
interés era el escrutinio de las listas de diputados para ver como estaría
compuesto el Parlamento que acompañaría al gobierno de Tamborín-Mosca.
Para mayor garantía, el imperialismo yanqui no dejaba de ayudar a sus amigos.
Poco antes, la Junta de Exiliados Políticos Argentinos se había dirigido a las
Naciones Unidas pidiendo la solidaridad del continente contra nuestro gobierno,
en un documento que llevaba la firma de los partidos Socialistas, Demócrata
Progresista, Radical, Demócrata Nacional (conservador) y Comunista. Braden había
dejado la embajada, ascendido al cargo de Subsecretario de Estado para Asuntos
Latinoamericanos y desde allí trataba de obtener el asentimiento para los que
desde aquí pedían “la intervención militar en la Argentina”. En noviembre de
1945, el canciller uruguayo, Rodríguez Larreta, le da estado diplomático a la
tesis y emite la Doctrina de Intervención Multilateral, propiciando la
intervención colectiva del hemisferio para restablecer la democracia en nuestro
país, recibiendo la respuesta que merecía de nuestro Ministerio de Relaciones
Exteriores.
Faltando pocos días para las elecciones, el Departamento de Estado
norteamericano publicó el Libro Azul, donde se repetían las habituales
acusaciones y se daban “pruebas” de que Perón y sus colaboradores eran agentes
nazis. Nuestro gobierno las desmintió con el Libro Azul y Blanco, haciendo
enérgicas consideraciones sobre la intromisión norteamericana en los asuntos
internos de la Argentina.
No hay necesidad de explicar cómo fue que perdieron todos los partidos, con toda
la prensa y el dinero, con las omnipotentes embajadas de las democracias
victoriosas, con los estudiantes, profesionales e intelectuales, con los
caudillos grandes y chicos de todo el país.
Ese golpe fue cruel para todos ellos. Muy especialmente para el radicalismo, que
de ser una inmensa mayoría, se encontró ante la sorpresa de que no podía ganar
ni con el aporte de todos los partidos juntos. Sus frases seguían siendo las
mismas, los propósitos que venían enunciando no habían cambiado, ni tampoco la
comunicación inmaterial con las masas de Alem, Yrigoyen y Alvear. Sin embargo
ese pueblo que durante trece años de fraude había querido votarlos, ahora que
tenían la oportunidad de hacerlo en comicios libres, les volvía la espalda para
seguir a un recién llegado.
Ellos se veían a sí mismos de una manera: la imagen era falsa y el pueblo los
contemplaba tal como eran.
La UCR, como todo partido “serio”, excluyó de su léxico la palabra
“imperialismo” justo cuando el hombre de la calle estaba adquiriendo conciencia
de su peligrosidad.
El caso que venimos analizando deja una primera lección: no hay que encerrarse
en cuevas ideológicas, porque afuera pueden estar sucediendo cosas importantes,
y uno enterarse demasiado tarde o no enterarse nunca.
El Partido Comunista, que se autotitulaba “vanguardia del proletariado”, se
desempeñó como vanguardia de la oligarquía. De lo que se han valido los
antiliberales reaccionarios para desacreditar al marxismo, que parecería
conducir sistemáticamente a las mismas posiciones que el liberalismo. Lo cual es
falso. Primero, porque el marxismo no es una doctrina que de respuesta
automáticamente a cada situación, es un método para conocer la realidad social y
guiar las actividades tendientes a cambiarla. Según cómo se lo utilice se
llegará o no a interpretaciones y a líneas de acción concretas. Y segundo,
porque lo que ha caracterizado siempre al PC Argentino es, precisamente, el no
aplicar la teoría que invocan.
Tienen una concepción del país que proviene, en parte, de asimilarlo a modelos
históricos que no se adecuan a nuestro país y, en parte, de la mitología
mitrista. Y una política consistente en adaptarse mecánicamente a la política de
la URSS. El marxismo sirve para justificar literalmente esa suma de
irrealidades.
Así, de la táctica de los “frentes populares”, cuando se firmó en 1939 el pacto
ruso-germano, va a defender la neutralidad y denunciar como sirvientes del
imperialismo a los que intentaban meternos en la guerra. Pero cuando la URSS fue
arrastrada a la contienda, los “imperialismos” pasaron a ser “democracias”, los
neutralistas fueron declarados “nazis”, y los cipayos pasaron a ser la esperanza
de la Patria, no abandonaron el frentismo, que es su técnica permanente, pero ya
no se buscó el “frente nacional antiguerrero” sino otro para incorporar a
nuestro país en el frente único de los pueblos en guerra con el “nazifascismo”.
Era un nazifascismo tan raro que había levantado la intervención de las
universidades, dado legalidad al Partido Comunista después de 15 años de
proscripción, permitía la libertad de prensa más desenfrenada, y celebró las
elecciones más limpias de toda nuestra historia, como lo reconocieron los
partidos opositores.
Ningún integrante de la Unión Democrática creyó que pudiera triunfar el coronel
Perón. El 17 de octubre había sido un misterio “policial”: el 23 de febrero
(elecciones) fue un misterio aritmético.
Algunos dijeron después, para prestigiarse como zahoríes, que se la vieron
venir: no es cierto, eso estaba fuera de toda lógica que ellos pudieran
desarrollar. Por lo general, hasta el día de hoy siguen sin enterarse de lo que
pasó. En el subconsciente les baila la hipótesis de que es cosa de magia negra.
1945-1965: Citación nacional y actuación revolucionaria de las masas
En el año 1945, los bárbaros invadieron el reducto de la democracia para
esquistos, distorsionaron todas las relaciones sociales, desmontaron los cómodos
engranajes del comercio ultramarino y para colmo, se mofaron de las estatuas y
cenotafios con que la oligarquía gusta perpetuarse en el mármol y en el bronce.
El 17 de octubre era algo tan nuevo, que rápidamente lo redujeron a su verdadero
valor: era una especie de congregación de papanatas, delincuentes, o como decían
los cultos de la izquierda oficial, lumpen proletariado, arriados por la policía
en una especie de carnaval siniestro. Lógicamente el 24 de febrero, cuando se
reunieron todos los partidos políticos, los que tenían todos los votos, el
candidato imposible como llamaban a Perón, no tenía otra perspectiva que la de
conseguir algunos votos de esos elementos marginados.
La verdad es que los dueños de todos los votos perdieron. En lugar de unos pocos
sufragios de la canalla, la canalla sacó más sufragios que todos los partidos
juntos desde la izquierda a la derecha.
Inmediatamente los teóricos buscaron explicación y lo plantearon como un
episodio de la lucha de nazis y antinazis dentro de su característica habitual
de trasladar a escala nacional los problemas universales. Pero por detrás de
todas esas explicaciones, en el fondo del subconsciente les baila la hipótesis
de que había sido cuestión de magia negra.
Pero en todo esto había algo más que mala fe, había la incapacidad de la clase
dirigente argentina para comprender un fenómeno que no cabía dentro de las
formas conceptuales del liberalismo tradicional.
Ese ostracismo de las clases dirigentes debió haber sido definitivo. Solamente
duró 10 años, y sobre el perjurio de algunas espadas se restableció el régimen y
resolvió aplicar sus tesis. Los juristas de almas heladas inventaban decretos de
desnazificación y crearon maravillas de la juricidad como el 4161 famoso,
mientras los intelectuales inventaban teorías que iban, desde la tesis de que
constituíamos una acumulación multitudinaria de abribocas encandilados por
métodos de propaganda totalitaria, hasta la distinción sociológica entre masa y
pueblo, la masa como algo informe, innoble, indiferenciada; y el pueblo, para
decir una palabra, constituido por gente que votaba al radicalismo, a los
conservadores o a los socialistas. Hasta monseñor Plaza, el conocido clérigo
financista del Banco Popular, anunció que la epidemia de poliomelitis que
padecían los niños argentinos era el castigo de Dios por el extravío del
peronismo.
Nosotros dijimos: soberanía política, independencia económica y justicia social.
Pero si para esos objetivos aplicamos métodos que eran adecuados a una realidad
de hace 20 años, la inoperancia de los métodos desvirtúa y desmiente la
fidelidad a los objetivos. Esa manera burocrática de conseguir las cosas, no es
ortodoxia peronista, es apenas oficialismo peronista. Una teoría política que
refiere a una realidad debe cambiar con esa realidad. Le reprochábamos
casualmente a la ideología liberal que las ideas eran universales y tanto valían
para EEUU, África o Francia, y que tanto valían en la época ascendente de la
burguesía como en la época de la expansión imperialista sobre las zonas
subdesarrolladas de la tierra y lo que nosotros negamos en 1945, lo que negamos
de toda esa superestructura ideológica implantada sobre una triste realidad del
país, así como negamos los mitos de la historiografía mitrista y a los
presupuestos de la Constitución de 1853.
De la misma manera, para ser fieles con esa negativa y toda Revolución, debe ser
primero rechazo si después quiere ser afirmación, fieles a esa negativa debemos
también cuestionar dentro de nuestro bagaje ideológico todo aquello ya perimido
por el tiempo, por los hechos y por el fluir de la historia nacional e
internacional.
Moreno, Dorrego o Rosas... han merecido nuestra admiración y nos sentimos
identificados con ellos en cuanto a defensores de la soberanía, en cuanto a
actores de la lucha independentista. A nadie se le ocurriría, sin embargo, ir a
repetir el plan de ninguno de ellos. Pero en ese tiempo histórico presente de
las revoluciones de los pueblos y los levantamientos de los continentes, tanto
da estar atrasados 20 años como estarlo 100 o 140.
Nosotros postulamos la defensa y la continuidad de la tradición. El pensamiento
conservador es partidario del tradicionalismo, es decir, de la fijación de
categorías que alguna vez fueron. La época de la montonera no era para ellos la
dinámica de las luchas de las masas argentinas en sus etapas de ascenso, sino
que es el reflejo, la época de oro para una utópica restauración del fijismo de
la estancia rosista.
Por eso, en el año 45, a pesar de la crítica que hizo el nacionalismo de derecha
al régimen liberal y la historiografía mitrista, pronto nuestros caminos nos
separaron, porque donde ellos todavía soñaban con la vuelta a la tierra, y se
veían caudillos de gauchos sometidos a la elite de la aristocracia de la que
formaban parte, nosotros veíamos el gaucho de carne y hueso transformado en
cabecita negra, obrero y que buscaba conducción sindical, orientación para sus
luchas, conquistas políticas, líderes de las masas.
Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la derrota, pero lo que no
conocieron fue el deshonor.
En el año 1945 Perón planteó perfectamente el problema nacional. Acá hay una
frase clave y que él de una manera o de otra la ha repetido siempre: “Cien años
de explotación interna e internacional han creado un fuerte sentimiento
libertario en el espíritu de las masas populares”.
La izquierda inclusive no la entendió. Posiblemente si Perón en vez de decir esa
frase tan sencilla hubiese dicho: La dialéctica de la lucha de clases internas,
en relación con la liberación de los pueblos semicoloniales en la época de la
expansión financiera del imperialismo, se conjuga en una unidad dialéctica
dentro de las coordenadas de la economía y de la historia mundial… Si lo hubiese
dicho así, de esa forma, la izquierda tal vez lo hubiese reconocido como un
hombre genial.
La lucha de clases estaba agudizada, pero el régimen peronista seguía planteando
el problema del país, como si todavía existiese el frente policlasista
antiimperialista del año 1945, con Perón como General en Jefe, y ese frente ya
estaba desintegrado. La parte marginal de ciertos sectores de la burguesía media
y alta se fueron retirando rápidamente, los sectores de la pequeña burguesía,
algunos movilizados por el problema religioso, otros por diversos factores
coyunturales, expuestos como están a los factores propagandísticos de la
burguesía, rápidamente abandonaron este frente popular, y entonces, así se
explica no solamente la caída del peronismo, sino la forma en que cayó, porque
la única fuerza real con que contaba el peronismo a esa altura de los
acontecimientos era la clase obrera.
No es insólito que esto ocurra, lo insólito es que si bien el general Lucero es
lógico que creyera en la palabra de honor de sus camaradas, qué diablos tenía
que depender la fuerza de la clase trabajadora de la palabra de honor de ningún
militar, si la única fuerza real con que contaba eran sus propios puños y su
propia fuerza. Y aunque el peronismo no era un régimen del proletariado, tampoco
era la dictadura de la burguesía.
Sin embargo había un lugar donde pudo haberse planteado todo eso, eso era el
partido, pero lo que ocurre es que también el partido y la administración y gran
parte del sindicalismo sufrieron un proceso de burocratización, y ahí donde
debía haber sido el campo de desarrollo ideológico se transformó en una
esclerotizada estructura burocrática donde cualquier recomendado por el mismo
podía ir de gerente de una empresa, como interventor del partido. Se
identificaron las tareas administrativas con las tareas políticas y lógicamente
en estos casos se produce una cierta degeneración: cualquier burócrata firma un
decreto y cree que ha contribuido a la grandeza de la nación, dice tres palabras
de obsecuentes y cree que es artífice del triunfo peronista, murmura una arenga
patriótica y cree que la República le está en deuda.
El mal proceso de selección determinó que ante esa coyuntura a que me estoy
refiriendo, el salto cualitativo no podía ser tomado como medida técnica, debía
haber sido tomado desde el punto de vista de la media política.
Se produce en consecuencia un enfrentamiento con una tremenda coalición interna
e internacional, en la que el peronismo actuaba como si contase, como en el caso
de un general que creyese que tiene determinadas divisiones que están en el
campo adversario y no en el campo de él, y todos los lamentos póstumos sobre las
milicias obreras, para mí son simples especulaciones fantasiosas. Porque no se
puede armar la clase trabajadora para que defiende a su régimen y al otro día
decirle: Bueno m’hijo, devuelva las armas y vaya a producir plusvalía para el
patrón.
La milicia obrera y la defensa del régimen implicaba los cambios sociales.
Cuando se quiso formar ya era tarde, porque el régimen se vio entre la
contradicción de que el paso de su respaldo militar a un respaldo compartido por
la clase obrera armada, hubiese significado perder ese aparato militar, y en ese
desajuste hubiese caído irreversiblemente.
El régimen fue vendido el 16 de julio, porque casualmente cuando Perón proclamó
que era el presidente de todos los argentinos, en ese momento no era más el
presidente de la clase obrera, nadie más lo reconocía. Entonces, siguió pidiendo
la pacificación como la había pedido en el ’52, creyendo que le acababan de dar
el último golpe a lo contrarrevolucionario, y lo que acababan de dar era el
primero, un golpe prematuro de una coalición de fuerzas que seguía inconmovible.
(...) Se podría seguir todo el tiempo con esta clase de cosas. El senador Fassi
dice que la URSS es fascista y que el régimen de Fidel Castro es imperialista, y
podría acumular así disparates constantemente.
Es un problema mucho más serio, eso no depende de Illia ni de Onganía ni de
nadie. Depende de determinadas estructuras que no pueden permitir el acceso del
peronismo, y que cuando lo permitan será porque el peronismo no será la
expresión política de los trabajadores.
Todo lo demás pertenece al mundo de la magia, al mundo del milagrerismo, en el
fondo se reduce a lo siguiente: que se arme un bochinche y pase no se sabe qué y
como consecuencia de eso aparezcamos no sé cómo en el gobierno sin darse cuenta
de que el hecho que yo diga que el régimen está en crisis, en descomposición, no
significa que el régimen cae, porque solo no va a caer, hay que voltearlo,
porque una situación histórica así puede durar cualquier cantidad de años.
Cualquiera que hayan sido los factores que hayan intervenido, que en todas
partes no fueron los mismos, el hecho concreto es que en el momento, para lo que
yo llamo una alta conducción burocrática, de plantearse el problema de su mito,
lo que había que plantear llenándolo de su verdadero significado y no como hacen
con Perón, que es como Sócrates, que le dan la interpretación que quieren,
entonces todos proclaman una adhesión abstracta que parece que es la más
obsecuente y el máximo de fidelidad y la verdad es que es la mayor falta de
respeto.
En el fondo todo radica en lo mismo, como en el año 1945 el pueblo y las fuerzas
armadas marcharon juntos en una etapa de la historia, una vez que se despejen
los malentendidos que siembran los malvados, nos volveremos a juntar -¡nunca más
nos volveremos a juntar!-.
En primer lugar porque en 1945 eso de pueblo y ejército fue una verdad a medias.
Al fin y al cabo el 9 de octubre a Perón lo echó el Ejército. Lo que pasa es que
como en aquel entonces el balance, el equilibrio de fuerzas internas de las FFAA
era muy parejo, la irrupción del movimiento de masas fue suficiente para volcar
de nuevo la balanza a favor de Perón. Pero ese ejército ya lo perdimos. Porque
ese nos acompañaba en el industrialismo, en la lucha antiimperialista, en una
serie de cosas, pero no en el contenido social ni en el avance social que
representaba, no en la subversión de las jerarquías. Por eso que mientras unos
se levantaron contra el peronismo en septiembre, otros pelearon con bastante
desgano y esto corresponde sí a un estado de espíritu, a un estado de
conciencia, pero siquiera esos estaban formados en un cierto repertorio mínimo
de ideas nacionalistas.
Por otra parte, cuando nos disolvamos como peronistas, si es que nos disolvemos
como peronismo, es porque otra fuerza representará el papel revolucionario que
representa en este momento al peronismo.
La revolución social entonces no es un orden ideal fijado porque nosotros lo
consideramos que es el que preferimos con respecto a otro, es una necesidad
técnica, como necesidad económica y como necesidad del país para realizarse como
integridad nacional, es una tarea nacional postergada, exige ese pre-requisito
de la revolución social, así que cuando nosotros decimos el régimen burgués no
da más, estamos diciendo no una preferencia, porque aunque el régimen burgués
fuera capaz de desarrollarse yo igual estaría en contra, pero al mismo tiempo
eso no quitaría que pudiese el país recorrer etapas dentro de él. Pero ahora lo
que yo opine o no opine no tiene importancia, lo que tiene importancia es si los
análisis son correctos y si los análisis tal como yo los he planteado son
exactos. Entonces hay que replantearse una nueva visión del país, una
correspondencia entre las luchas del pueblo que son sacrificadas, que son
abnegadas y que ya vienen desde hace 10 años, y una estrategia de poder. A nadie
se le pide que nos ponga en el poder mañana ni pasado.
Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la
disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica.
Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero
siempre desde la lucha. La primera condición para criticar el combate, es estar
en el combate.
Estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para
institucionalizarse pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa
popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse
institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese
equilibrio? Nosotros; a la burguesía con durar le basta.